Tema 92 MICOSIS FUNGOIDE

Tema 92 MICOSIS FUNGOIDE Dr. L. Requena DEFINICIÓN La micosis fungoide es un linfoma primitivamente cutáneo derivado de la proliferación neoplásica

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MICOSIS FUNGOIDE Dr. L. Requena

DEFINICIÓN La micosis fungoide es un linfoma primitivamente cutáneo derivado de la proliferación neoplásica de linfocitos T cooperadores. Aunque el proceso se origina en la piel y permanece como un proceso sólo cutáneo durante periodos prolongados de tiempo, en fases avanzadas de su evolución puede extenderse a ganglios linfáticos y vísceras internas.

ETIOLOGÍA No se sabe la causa de la micosis fungoide. En algunas familias se ha observado que más de un miembro ha desarrollado una micosis fungoide, pero se desconocen si existen factores genéticos implicados. También existen algunos estudios que han postulado la importancia de contaminantes ambientales, como hidrocarburos o metales pesados, en la génesis de la micosis fungoide. Existen numerosos estudios recientes que hablan de la posible influencia de superantígenos, citoquinas, anomalías cromosómicas y oncogenes en el origen de la proliferación monoclonal de linfocitos T colaboradores que se observa en la micosis fungoide, pero en la actualidad no se ha identificado aún un agente etiológico concreto.

CLÍNICA Desde el punto de vista clínico, las lesiones cutáneas de la micosis fungoide evolucionan a través de tres estadios: manchas o parches, placas y tumores. Las manifestaciones iniciales son bastante inespecíficas y en estas fases es difícil establecer el diagnóstico con seguridad. Clásicamente, se ha denominado a estas fases iniciales de la micosis fungoide como “estadios premicóticos”, pero segu378

ramente se trata ya de auténticos casos de micosis fungoide en los que nuestros métodos diagnósticos actuales no son lo suficientemente sensibles como para establecer el diagnóstico con seguridad. Las lesiones cutáneas en estas fases iniciales de manchas o parches consisten en máculas eritematosas, de superficie lisa o finamente descamativa, con límites irregulares no muy bien definidos, que confluyen afectando grandes áreas corporales, pero dejando en su interior islotes de piel sana respetada y que se distribuyen por cualquier área de la superficie corporal. Estas lesiones habitualmente son pruriginosas, pero en algunos casos pueden ser asintomáticas. En estas fases iniciales, las lesiones pueden regresar, por efecto del tratamiento o incluso espontáneamente, sin dejar ninguna lesión residual o sólo una discreta hiperpigmentación. En fases evolutivas más avanzadas, las lesiones se transforman en placas más infiltradas, en las que los límites son más netos con respecto a la piel sana no afectada. Estas placas son ligeramente elevadas, eritematosas o violáceas, de superficie descamativa y generalmente ocasionan prurito intenso (Figura 1). Pueden confluir unas con otras, afectando una gran superficie corporal y a veces muestran aclaramiento central, lo que determina una morfología anular de las lesiones. En esta fase de placa las lesiones no muestran tendencia a la regresión espontánea, aunque todavía puede considerarse como una fase indolente y de buen pronóstico de la enfermedad y habitualmente se necesitan varios años para que estas lesiones progresen a la tercera fase o fase tumoral de la enfermedad. La fase tumoral de la micosis fungoide es la fase más agresiva y avanzada de la enfermedad y el pronóstico es ya mucho peor. Aparecen lesiones tuberosas que en general se desarrollan sobre placas preexistentes de muchos años de evolución (Figura 2). Se trata de tumoraciones de color pardo-rojizo o rojo-violáceo, con una morfología de hongo (de ahí el calificativo clásico de “fungoide”)

Micosis fungoide

Figura 1. Micosis fungoide en placas en una anciana.

Figura 2. Micosis fungoide tumoral en una mujer joven. Muchos de los tumores se desarrollan sobre placas preexistentes.

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Dermatología: Correlación clínico-patológica

Figura 3. Imagen histopatológica de una micosis fungoide en placas, mostrando un denso infiltrado en banda en la dermis superficial y media y también un infiltrado perivascular profundo.

Figura 4. Epidermotropismo del infiltrado que se acompaña de escasa espongiosis. Muchos de los linfocitos que penetran en la epidermis muestran un núcleo hipercromático de contorno irregular.

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y que con frecuencia muestran una superficie ulcerada. Estas lesiones tumorales tienen predilección por localizarse en la cara, donde ocasionan una facies leonina, y los grandes pliegues cutáneos, pero pueden desarrollarse en cualquier área de la superficie corporal. Habitualmente son asintomáticas y el prurito intenso de las placas preexistentes tiende a desaparecer a medida que se transforman en lesiones tumorales. A veces una eritrodermia puede ser también una manifestación de micosis fungoide, bien por confluencia y extensión de lesiones preexistentes o bien como primera manifestación de la enfermedad. Este último caso constituye el clásicamente denominado “hombre rojo de Hallopeau”. En la fase eritrodérmica de la micosis fungoide, las lesiones cutáneas son indistinguibles de las del síndrome de Sezary, que es una variante leucémica de linfoma cutáneo de células T cooperadores y se caracteriza clínicamente por eritrodermia, linfadenopatías periféricas con infiltración específica y presencia de los linfocitos neoplásicos circulando en la sangre periférica. De todas formas, la micosis fungoide eritrodérmica carece de los trastornos ganglionares y hematológicos descritos en el síndrome de Sezary y tiene mejor pronóstico. Existen también casos de micosis fungoide con unas características clínicas diferentes a las descritas con anterioridad. La micosis fungoide foliculotropa se suele acompañar de una importante mucinosis folicular y este depósito de mucina en el epitelio del folículo piloso determina la aparición de alopecia y pápulas foliculares. La micosis fungoide con mucinosis folicular se localiza preferentemente en la cara y el cuero cabelludo. Otra variante de micosis fungoide es la reticulosis pagetoide, que es una micosis fungoide de lesión única localizada preferentemente en las extremidades, en forma de una placa eritematosa o eritematoescamosa que recuerda a una placa de psoriasis y en la que el estudio histopatológico demuestra un marcado epidermotropismo de los linfocitos tumorales. Clásicamente se distinguía entre reticulosis pagetoide tipo Woringer-Kolopp, en la que la lesión es una única placa, y la reticulosis pagetoide tipo Ketron-Goodman, en la que las lesiones se diseminan. Sin embargo hoy se considera que la auténtica reticulosis pagetoide es la de WoringerKolopp, ya que la variante de Ketron-Goodman se comporta como una variante clásica de micosis fungoide. Otras formas clínicas poco frecuentes de micosis fungoide son: 1. La variante poiquilodérmica, en la que las áreas afectadas muestran una piel atrófica con abun-

dantes telangiectasias y pigmentación irregular, en la que alterna áreas hipercrómicas con otras hipocrómicas. Esta forma tiene especial predilección por desarrollarse en las mamas en las mujeres y en la región glútea. 2. Síndrome de la piel laxa granulomatosa, que se caracteriza por la aparición de una piel laxa y colgante en los grandes pliegues cutáneos y que se debe a que, además de los linfocitos neoplásicos, la dermis está infiltrada por abundantes granulomas con numerosas células gigantes multinucleadas que fagocitan y destruyen fibras elásticas. 3. Otras formas raras de micosis fungoide incluyen variantes vesículo-ampollosas, pustulosas, hiper o hipopigmentadas, liquenoides y verrugosas. En etapas tardías y avanzadas de la enfermedad el proceso puede tener también afectación extracutánea. Las adenopatías generalizadas o localizadas sólo en algunas cadenas ganglionares son frecuentes en estas etapas avanzadas de la enfermedad y especialmente frecuentes en las formas eritrodérmicas. En fases avanzadas también puede aparecer afectación hepática y esplénica con muy mal pronóstico y habitualmente con una corta supervivencia del paciente a pesar de una quimioterapia agresiva. De acuerdo con la extensión cutánea de la enfermedad, la presencia o no de células de micosis fungoide circulando en la sangre periférica y la existencia o no de afectación extracutánea se ha establecido una clasificación TNM de la enfermedad y una clasificación en estadios evolutivos (Tablas 1 y 2).

HISTOPATOLOGÍA Los hallazgos histopatológicos en las lesiones cutáneas de la micosis fungoide también varían de acuerdo con el estadio evolutivo de la enfermedad. En fases iniciales de mancha o placa las lesiones muestran un infiltrado linfocitario parcheado en la dermis superficial, que se distribuye preferentemente de manera perivascular, aunque focalmente puede ser liquenoide. La mayoría de estos linfocitos son de pequeño tamaño y no muestran atipia nuclear. Lo que si suele observarse, al menos focalmente, es la tendencia de estos linfocitos a emigrar hacia la epidermis suprayacente y aparecen linfocitos salpicados entre los queratinocitos basales. En contrate con la exocitosis de las dermatosis inflamatorias, en las lesiones iniciales de micosis fungoide no suele observarse espongiosis acompañando esta exocitosis linfocitaria y los linfocitos aparecen rodeados de un halo claro. Tam381

Dermatología: Correlación clínico-patológica

Tabla 1 Clasificación TNM de la micosis fungoide T: Piel T0: Lesión clínica o histopatológicamente sospechosa T1: Lesiones diagnósticas que afectan a 10% de la superficie corporal T3: Lesiones tuberosas o tumorales T4: Eritrodermia generalizada N: Ganglios linfáticos N0: Sin ganglios linfáticos palpables o histopatológicamente no afectados N1: Ganglios linfáticos palpables, pero histopatológicamente negativos N2: Sin ganglios linfáticos palpables, pero histopatológicamente afectados N3: Ganglios linfáticos palpables e histopatológicamente afectados B: Sangre periférica B0: Sin células de micosis fungoide en sangre periférica B1: Más del 20% de células de micosis fungoide en sangre periférica o más del 5% + clon T circulante B2: Más de 1.000 células de micosis fungoide/mm3, o CD4/CD8>10, o clon de linfocitos T circulantes demostrado por PCR o Southerblot. M: Vísceras M0: Sin afectación visceral M1: Afectación visceral confirmada histopatológicamente

Tabla 2 Estadios de la micosis fungoide Estadio

T

N

M

B

IA IB IIA IIB III IVA

1 2 1-2 3 4 1-4 4 1-4

0 0 1 0-1 0-1 2-3 0-1 0-3

0 0 0 0 0 0 0 1

0 0 0 0 0-1 0-1 2 0-2

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bién focalmente puede observarse la tendencia de estos linfocitos neoplásicos a alinearse a lo largo de la unión dermo-epidérmica. En cualquier caso, estos hallazgos histopatológicos de las lesiones iniciales de micosis fungoide son bastante sutiles y es difícil establecer un diagnóstico con seguridad, porque además en estas fases los estudios inmunohistoquímicos y de reordenamiento genético tampoco suelen ser concluyentes. En la mayoría de los casos se requiere el seguimiento del paciente durante algunos años, con biopsias repetidas, antes de que el diagnóstico pueda establecerse con seguridad. En la segunda fase o fase de placa los hallazgos histopatológicos suelen ser más concluyentes, ya que se observa un infiltrado linfocitario más denso, dispuesto en banda a lo largo de la dermis papilar (Figura 3), con mayor grado de epidermotropismo (Figura 4) y con tendencia de estos linfocitos intraepidérmicos a agruparse constituyendo los denominados microabscesos de Pautrier. Estos linfocitos intraepidérmicos muestran un núcleo más grande y más hipercromático que los linfocitos que permanecen en la dermis y no es raro observar núcleos atípicos, grandes, convolucionados y cerebriformes. En fase tumoral el infiltrado es aún más denso, pudiendo ser nodular o difuso, pero muestra menor grado de epidermotropismo que en las fases anteriores. Este infiltrado afecta a todo el espesor de la dermis y con frecuencia se extiende a la hipodermis. En la mayoría de los casos se observan con facilidad células de núcleo muy grande, anaplásico y atípico, que recuerdan a inmunoblastos. Esta transformación del infiltrado en células grandes implica un mal pronóstico de la enfermedad. Desde el punto inmunohistoquímico los linfocitos neoplásicos de la micosis fungoide son linfocitos T cooperadores, expresando marcadores pan-T, como CD2, CD3 y CD5 y la mayoría de ellos corresponden a linfocitos T cooperadores, por lo que también expresan CD4 y CD45RO. Más raro es que la mayoría de las células neoplásicas de la micosis fungoide expresen marcadores de linfocitos T citotóxicos (CD8). En la fase tumoral, el cambio morfológico hacia células grandes y anaplásicas suele ir acompañado de un cambio en el inmunofenotipo, con pérdida de algunos de los marcadores de linfocitos T y la aparición de marcadores aberrantes, así como un elevado índice proliferativo. Los estudios de reordenamiento genético del receptor del linfocitos T demuestran que la micosis fungoide es un proceso linfoproliferativo monoclonal de linfocitos T. El problema es que aún con las técnicas más sensibles, como la

Micosis fungoide

reacción en cadena de la polimerasa cuantitava, en algunos casos de micosis fungoide inicial la proporción de linfocitos T neoplásicos es aún muy baja y no se detecta monoclonalidad.

DIAGNÓSTICO DIFERENCIAL La micosis fungoide ha sustituido a la sífilis como la gran simuladora, ya que las lesiones iniciales en parche o placa pueden ser eczematosas, liquenoides, psoriasiformes, etc. Por lo tanto, en estas fases, el diagnóstico diferencial de la micosis fungoide es muy amplio y obliga a descartar muchas dermatosis inflamatorias. Si a esto añadimos que los hallazgos histopatológicos tampoco son absolutamente característicos, se entiende la dificultad de un diagnóstico seguro en estas fases iniciales. Muchas veces no queda más remedio que seguir la evolución del paciente, con biopsias repetidas hasta que los hallazgos histopatológicos sean concluyentes. De todas formas, este retraso en el diagnóstico tampoco tiene consecuencias importantes en el pronóstico del paciente, ya que el tratamiento es bastante eficaz en estas fases iniciales y la esperanza de vida de un paciente con micosis fungoide en estadios IA o IB no se ve alterada por la enfermedad.

TRATAMIENTO El tratamiento depende del estadio evolutivo de la enfermedad. En las fases iniciales las lesiones progresan muy lentamente, por lo que no están indicados tratamientos muy agresivos. En estas fases iniciales, los corticoides consiguen la regresión de las lesiones, pero habitualmente recidivan al suspenderlos. El pincelado de toda la superficie corporal con una solución acuosa de mecloretamina (evitando los genitales y los pliegues) consigue la remisión completa de la mayoría de los pacientes con lesiones en parche o en placa, aunque muchos ellos desarrollan una sensibilización alérgica por contacto a la mecloretamina. Una solución alcohólica de carmustina tópica consigue resultados similares a los de la mecloretamina. Quizá los mayores porcentajes de remisión completa en estadios I y II se consiguen con PUVA, sola o asociada con interferón alfa. Resultados similares se han conseguido con radioterapia corporal total con baño de electrones, aunque el coste y los efectos secundarios son muy superiores a los del PUVA. La quimioterapia se reserva para pacientes con lesiones tumorales o enfermedad sistémica que no responden a otros tratamientos. Aunque a veces se consiguen remisiones completas en estas fases avanzadas, estas remisiones suelen ser de corta duración y la esperanza de vida es generalmente corta.

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