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TENDENCIAS EN LA DEFORESTACIÓN DE LA SELVA LACANDONA (CHIAPAS, MÉXICO): EL CASO DE LAS CAÑADAS BENJAMÍN ORTIZ-ESPEJEL y VÍCTOR M. TOLEDO
e acuerdo a lo reportado en publicaciones recientes, los ritmos de deforestación en los países tropicales (es decir los correspondientes al Tercer Mundo) se han acelerado en los últimos años. Según los datos recabados, las tasas anuales de deforestación tropical pasaron de 11.3 millones de ha hacia 1981-85 a 16´´9 millones de ha durante los últimos años de la década pasada (WRI, 1993; Acharya, 1996). La desaparición de los bosques y las selvas de los países tropicales implica entre otras cosas, la pérdida irreversible de organismos y genes, la desaparición de recursos forestales reales o potenciales, impactos en los sistemas hidráulicos y climáticos regionales y, por último, cambios de carácter global o planetario. Dentro del contexto anterior, México ocupa el tercer sitio entre los países donde ocurren las mayores tasas de deforestación tropical (TABLA I). En efecto, de las más de 800.000 has que según la fuente más confiable y reciente se deforestaron anualmente en México durante la década de los ochenta, 245.000 has correspondieron a bosques templados de las porciones montañosas y 559.000 a selvas tropicales (selvas altas y medianas perennifolias y selvas bajas
caducifolias) de las tierras bajas húmedas y subhúmedas (Masera et al, 1992a y 1992b). El presente artículo contribuye a documentar el proceso de deforestación en México, a través del análisis de los cambios ocurridos en una porción de la llamada Selva Lacandona: la región de Las Cañadas. La Selva Lacandona, ubicada en el estado de Chiapas y justo en la frontera con Guatemala, aloja la masa de vegetación tropical húmeda mas importante del país, concentra un importante sistema de áreas protegidas y, paradójicamente, es hoy en día el escenario del conflicto político mas importante de la historia contemporánea de México: la rebelión indígena neozapatista, la cual se originó justamente en el área que este artículo analiza. La Importancia Biológica y Conservacionista de la Selva Lacandona La Selva Lacandona no solo constituye un área geopolíticamente estratégica por su posición en la frontera sur del país, también es parte sustancial de la memoria histórica de la mas notable civilización tropical de América (la Maya), ámbito de recursos petrolíferos,
hidroeléctricos y escénicos y, sobretodo, una vasta reserva forestal contendora de un tesoro ecológico, biológico y genético de incalculable valor. Por ello, ya desde la década de los sesentas, varios destacados biólogos mexicanos habían llamado la atención, sin conocerla a fondo, sobre la enorme riqueza contenida en esta remota región del sureste de México. Este interés se fue acrecentando conforme se fueron haciendo mas completos y detallados los inventarios de su flora y de su fauna, y en tanto se acumulaban evidencias que sugerían que esta región había actuado como un posible refugio para las especies durante los períodos mas fríos y secos del Pleistoceno (Toledo, 1982). Por otra parte, los procesos acelerados de deforestación que ocurrieron entre 1970 y 1990 en otras regiones similares del país (notablemente la región del Soconusco y buena parte de la planicie costera del Golfo de México) acrecentaron la importancia de las masas de bosques y selvas relativamente intactas de la Lacandonia, impulsando a amplios grupos de conservacionistas y científicos a convertirla en una reserva. Por lo anterior, mediante decreto presidencial del 12 de enero de 1978, fue establecida
PALABRAS CLAVE / Selvas Tropicales / Deforestación / Selva Lacandona / Chiapas / México / Desarrollo Rural Sustentable / Benjamín Ortiz-Espejel, ingeniero agrónomo y maestro en antropología social, es actualmente candidato a doctor por el Instituto de Ecología, A.C. de Xalapa, Veracruz. Autor de varios estudios sobre los cambios de uso del suelo, en la actualidad desarrolla una escrupulosa investigación tendiente a proponer modelos alternativos de ganadería intensiva para las regiones tropicales. Su dirección: Instituto de Ecología, Apdo. Postal 27 bis, Coatepec, Veracruz 91500, México. Víctor M. Toledo, doctor en ciencias, es investigador del Instituto de Ecología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), y autor de mas de 150 publicaciones sobre biogeografía, florística, conservación, etnoecología y desarrollo rural de México y Latinoamérica. Su dirección: Instituto de Ecología, UNAM, Apdo. 41-H, Sta. María Guido, Morelia, Michoacán 58090, México.
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en el centro misma de la Selva Lacandona, la Reserva Integral de La Biósfera “Montes Azules” (RIBMA), con una extensión de 332.000 ha, y en años posteriores fueron igualmente establecidas otras cuatro reservas menores hasta alcanzar un total de 450.000 hectáreas (Vázquez-Sánchez y Ramos, 1992; GómezPompa y Dirzo, 1995). Hacia 1989 la publicación por parte de dos botánicos mexicanos de un trabajo reportando la existencia en la Selva Lacandona de una planta única en el mundo (la Lacandonia schismatica) sacudió los círculos académicos nacionales e internacionales y terminó por confirmar la importancia biológica de esta región (Martínez y Ramos, 1989). No obstante estos esfuerzos conservacionistas, la Selva Lacandona ha sufrido una intensa colonización durante las últimas décadas, que ha desencadenado fuertes procesos deforestadores, especialmente en la porción conocida como Las Cañadas. Las Cañadas: Principales Rasgos Ecológicos y Sociales Con más de 600.000 hectáreas, la llamada (sub) Región de Las Cañadas, no solo es el territorio mas extenso de los cuatro que rodean a la RIBMA (Figura 1), es el área biológica y ecológicamente mas compleja de la Selva Lacandona (Toledo y Carrillo, 1992). Acaso ninguna definición revela con mayor exactitud el carácter de su territorio, que aquella que utilizó Hernán Cortés para describir la totalidad del territorio mexicano: “un papel arrugado”. En efecto, Las Cañadas se distingue por su accidentado relieve, principalmente en el centro y noroeste de esta zona, en donde dominan las laderas de las tierras altas, formadas por mesetas y, en menor medida por numerosas sierras plegadas. Por ello, entre sierra y sierra o entre meseta y sierra, se presentan valles de gran profundidad cuyas laderas alcanzan varios cientos de metros. Esta configuración crea un intrincado mosaico topográfico que a su vez provoca toda una gama de situaciones climáticas, edáficas y de vegetación. Por lo anterior las tierras de esta región se ubican desde unos 200m sobre el nivel del mar en el fondo de los valles, hasta los 2.400msnm en sus crestas mas elevadas. Por el tipo de relieve, así como por sus características litológicas y morfogenéticas, su enorme variedad de asociaciones vegetales y sus condiciones mesoclimáticas, en Las Cañadas se
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Fig. 1. La Selva Lacandona (Chiapas) y sus (sub) regiones.
desarrolló un complejo mosaico de suelos. Por ello existe una especie de crisol con nueve principales tipos de suelos y sus variantes. Por otro lado desde el punto de vista geomorfológico, Las Cañadas forman una amplia región cárstica tropical de gran actividad y cuyo principal rasgo es la gran permeabilidad hídrica del sustrato. Como consecuencia y en virtud de las altas precipitaciones pluviales, existe una extensa circulación de aguas subterráneas. Sobreponiéndose a esta variedad del relieve y del sustrato, la cobertura vegetal de la región muestra igualmente una gran heterogeneidad: once tipos principales de vegetación y sus respectivas variantes (Martínez, et al, 1996). El resultado es una tal diversidad de paisajes, rasgo principal de esta compleja región tropical de México, que la convierten en una de las porciones ecológicamente mas complejas del país, con zonas
tropicales y templadas, húmedas y subhúmedas, coexistiendo en un área relativamente pequeña. Termina por completar la marcada heterogeneidad de la región, la presencia de varias lagunas y la intrincada red fluvial de ríos y centenas de arroyos, donde destacan por su volúmen los ríos Perlas, Jataté, Colorado y Santo Domingo, los cuales recorren la región en dirección noroeste-sureste para terminar alimentando la majestuosidad del río Usumacinta. La última expresión de esta heterogeneidad del espacio es, por supuesto, la diversidad biológica. Se estima que Las Cañadas podrían contener unas 3.000 especies de plantas vasculares. Esta cifra representaría el 70% del total estimado para toda la Selva Lacandona (unas 4.300 especies), el 25% de todo el estado de Chiapas y el 10% de toda la flora de Mexico (Martínez et al
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1994). Esta riqueza florística es el resultado de la acumulación de especies encontradas en los principales tipos de vegetacion, y especialmente en las selvas altas perennifolias y en los bosques templados, cada uno de los cuales se estima que contienen cerca de 1.500 especies. Por lo anterior, puede afirmarse que desde el punto de vista biológico, la porción de Las Cañadas es la subregión mas importante de la Selva Lacandona. Desde el punto de vista social, La Selva Lacandona y en especial la porción de Las Cañadas, se convirtió desde hace varias décadas en una “válvula de escape” a la injusta situación que prevalece en buena parte del estado de Chiapas. Ello fue especialmente inducido por la transformación total o parcial de las enormes fincas agrícolas (maiceras, cañeras o algodoneras) en unidades dedicadas a la ganadería extensiva. Ello trajo como consecuencia no solo la deforestación de enormes áreas forestales sino la expulsión de trabajadores agrícolas, pues es bien sabido que la producción de bovinos bajo la modalidad extensiva (con enormes praderas de pastos inducidos y una muy baja carga animal) requiere de un mínimo de atención humana. Ante esta situación, para los miles de jornaleros agrícolas y de campesinos sin tierra el vacío territorial representado por la Selva Lacandona constituyó una tabla de salvación para sus precarias condiciones. Entre la lucha agraria por la afectación de las grandes fincas (neolatifundios) y el reto de la colonización de un territorio deconocido, aun con toda su carga de incertidumbre y riesgo, muchos se decidieron por lo segundo. Desde finales de la década de los treintas, pero especialmente a partir de los cincuentas, un éxodo cada vez mayor de peones de fincas ganaderas, cafetaleras, maiceras y cañeras situadas en los límites de La Lacandonia y de habitantes sin tierra del norte del estado y de la región de Los Altos, penetró y colonizó el complejo territorio de Las Cañadas (véase Leyva y Ascencio Franco, 1996). Por su localización geográfica y la historia de su colonización, el extenso territorio de Las Cañadas puede ser dividido a su vez en dos fracciones de extensión casi igual: las llamadas Cañadas de Ocosingo-Altamirano y las de Las Margaritas (Figura 1). Mientras que en las primeras se concentran las dos terceras partes de la población colonizadora y hay una clara predominacia de habitantes indígenas tzeltales (95%), las segundas conforman un territorio menos ocupado donde dominan los indígenas tojolabales. A su vez, las Cañadas de Ocosingo-Altamirano han sido divididas por
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TABLA I LOS 11 PAÍSES DEL MUNDO CON MAYORES TASAS DE DEFORESTACIÓN EN LA DÉCADA DE LOS OCHENTA. PAIS
1981-1985 FAO-PNUMA
1989 Myers
1985-90
Brasil Indonesia México Burma Colombia Tailandia Malasia Zaire India Nigeria Perú
1 360 600 470 150 820 244 255 180 132 300 260
5 000 1 200 700 800 650 600 480 400 400 400 350
3 500 b 900 c 804 a 677 c 600 b 397 c 310 b 1 500 b 300 b
Fuentes: a) Masera et al, 1992. b) Sayer y Whitmore, 1991. c) World Resources Institute, 1990. Myers, 1989;
Fig. 2. Distribución geográfica de las siete microrregiones de la porcion de Las Cañadas de Ocosingo-Altamirano. Nótese la sobreposicion del territorio de la RIBMA (Reserva Integral de la Biósfera de Montes Azules) con los terriorios de dos microrregiones.
sus propios habitantes (por razones geopolíticas) en 7 microrregiones (Figura 2). Hacia 1991, se estimaba que la población habitamte de Las Cañadas alcanzaba los 96.000 habitantes: unos 65.000 en la porción de Ocosingo-Altamirano con una densidad promedio de 21 habitantes por km2, y mas de 31.000 en las Cañadas de Las Margaritas con un densidad de 8,8. (CIEDAC, 1992; Márquez, 1996). En el caso de Ocosingo-Altamirano, esta población se distribuía en 1.056 localidades pertenecientes a dos tipos de asentamientos: los ejidos y las comunidades y las rancherías (que son conglomerados humanos de no mas de cinco
familias). Por ello, mientras que las cuatro quintas partes se concentraba en 148 comunidades y ejidos, el restante 20%, es decir 13.000 habitantes, se encontraba dispersa en 908 sitios. Los datos censales obtenidos de manera directa para la porción de Ocosingo-Altamirano por la propia organizacion regional de las comunidades (CIEDAC, 1992), revelan una población notablemente joven: el 62% tenía menos de 20 años de edad en 1991 y la mitad menos de 15 años. El vigor de esta población colonizadora se expresa también en su alto potencial reproductivo: 53 nacimientos por cada 1.000 habitantes y
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una tasa anual de fecundidad de 7,32. Esto significa que cada mujer de Las Cañadas tendrá durante su período reproductivo mas de siete hijos. Esta acelerada dinámica demográfica, que refleja una cierta ansiedad por dominar el espacio y una obvia necesidad de fuerza de trabajo familiar para la producción, también implicó mayor demanda de servicios, tierra y recursos naturales y por supuesto nuevos y mayores impactos sobre el medio natural.
TABLA II 1970’s
1991
Tendencia
Superficie forestal Bosque tropical primario secundario Bosque templado Bosque de pino
459
256,3
-201,7
239,8 89,3 86,9 42,0
119,6 82,0 49,4 5,3
-120,2 -7,3 -37,5 -36,7
Superficie Forestal-Agropecuaria
127,2
136,4
+9,2
Metodos Para evaluar y cuantificar la deforestación en Las Cañadas, se realizó un análisis del espacio regional teniendo como base la información cartográfica de dos fuentes principales: la carta de vegetación y uso del suelo “Las Margaritas” 1:250.000 E 15-12; D 15-3, publicada en 1988 por el Instituto Nacional de Estadística Geografía e Informática (INEGI) de México, y que contiene información derivada de fotografías aéreas tomada durante la década de los años setenta, y una imágen de satélite LANDSAT (Eosat Corporation facilitada por Conservation International) de falso color de 1991, la cual fue interpretada manualmente con base al color, la textura y la composición. La interpretación de la ima-
Superficie Agropecuaria
32,5
222
+189,5
Superficies forestal, forestal-agropecuaria y agropecuaria (en miles de ha) en la Región de Las Cañadas para la década de los setenta y en 1991. Nótese que bajo la categoría de bosque tropical secundario se agrupó la clase “Acahual+uso agropecuario”, y que la clase “Uso agropecuario+vegetación” se considera como área deforestada. Véase texto.
gen de satélite fue realizada a partir de las categorías distinguidas en la carta del INEGI. Ambas interpretaciones fueron corroboradas en campo mediante recorridos aéreos y terrestres realizados en 1991. El recorrido aéreo incluyó un vuelo Ocosingo–Chajul–Las Margaritas–Altamirano–Ocosingo, mientras que el terrestre se concentró en la porción norte, debido a la escasez de caminos transitables.
En ambas fuentes, las cuales están a una escala de 1:250.000, se lograron distinguir 6 diferentes patrones de vegetación y de uso del suelo. La distinción de las clases de vegetación y usos del suelo se hizo a partir de la clasificación efectuada por INEGI a partir de fotografías aéreas. Esta clasificación fue posible gracias al análisis de la vegetación de la región realizado por E. Mar-
TABLA III PORCENTAJE DEL TERRITORIO DEDICADO AL USO AGROPECUARIO Y/O CON CUBIERTA FORESTAL EN LAS OCHO MICROREGIONES DE LAS CAÑADAS. CIFRAS REDONDEADAS
Microregiones
Agropecuaria
Agropecuaria Forestal
Forestal
Total B.Tr. Prim. Sec. B.t.
Altamirano
1970’s 1991
2 33
38 41
60 26
[ [
Agua Azul
1970’s 1991
2 37
22 14
76 49
[ [
Guanal
1970’s 1991
2 22
11 9
87 69
Avellanal
1970’s 1991
6 25
15 3
San Quintín
1970’s 1991
1 26
Estrella
1970,s 1991
Patiwits Las Margaritas
16 10
25 9
9,5 ] 1,5 ]
42 20
1 2
30 24
3,5 ] 3 ]
[ [
80 67
5 0,5
78 72
[ [
53 44
3,7 20
25 47
64 26
[ [
54 23
17 2
36 78
23 0
42 22
[ [
1 1,5
4,5 8
18 8
18 ] 4,5 ]
1970’s 1991
13 39
16 39
71 21
[ [
10,5 8
14,5 10,5
25 2
21 ] 0,5 ]
1970’s 1991
3 38
21 34
76 28
[ [
40 12
21 11
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9,5 3,5
B.Pino
2 1,5 21 8 1,5 1
8 5
0 0
] ]
0,8 ] 0 ] 0 0
7 0
] ]
] ]
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tínez y colaboradores en 1991 (Véase Toledo y Carrillo, 1992 y Martínez, et al 1998), los cuales reconocen 11 principales tipos de vegetación y sus asociaciones. Dado que a través de los sensores remotos (fotografías e imagen de satélite) no es posible separar con fineza cada tipo de vegetación presente, se realizaron agrupaciones hasta arribar a tres principales “clases” de vegetación. De esta forma, se lograron reconocer seis diferentes clases o texturas que corresponden a las siguientes categorías: Bosque tropical que incluye todas las asociaciones con selvas o bosques maduros o primarios de estirpe neotropical por lo común localizados por debajo de los 1.000 metros de altitud; Bosque templado, que corresponde al bosque caducifolio de Liquidambar reconocido para la región por Martínez, et al (1996), y que por lo común agrupa elementos tanto neotropicales como neárticos; Bosque de pino, que conjunta los bosques de pino y de encino, francamenmte templados y localizados por lo común por encima de los 1.000 metros de altitud; Acahual+ Uso agropecuario, que son áreas formadas por mosaicos donde predomina la vegetación secundaria (50% o mas del total) por encima de las áreas deforestadas, es decir donde bosques o selvas de carácter secundario (conocidos en México bajo el término genérico de acahual) dominan por sobre áreas transformadas al uso agropecuario; Uso agropecuario+ Vegetación secundaria, que agrupa mosaicos similares al anterior pero donde hay una predominancia de las áreas deforestadas (mas del 50%) aunque persisten de manera significativa islas de vegetación presumiblemente secundaria; y Uso agropecuario donde existe un franco uso agropecuario, es decir, sin presencia ya de masas con vegetación forestal (primaria o secundaria). Dado que el método utilizado presenta limitaciones que impiden obtener interpretaciones altamente confiables entre las diferentes categorías de vegetación (por ejemplo entre bosques templados y bosques de pino, entre masas de vegetación primarias y secundarias, o bien entre áreas agrícolas en descanso y zonas productoras de café), los valores de deforestación encontrados para cada tipo de vegetación deben tomarse con reservas. Lo anterior no impide evaluar la deforestación en su forma mas lata: como aquel proceso por el cual masas de vegetación arbórea son removidas para implantar sistemas agrícolas o pecuarios donde predominan casi absolutamente especies herbáceas o arbustivas. Por lo anterior se muestran tendencias en la deforestación de la región estudiada.
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Fig. 3. Distribución geográfica de los principales tipos de vegetación y usos del suelo durante la década de los setenta en la región de Las Cañadas.
Fig. 4. Distribución geográfica de los principales tipos de vegetación y usos del suelo hacia 1991, en la región de Las Cañadas.
Para el cálculo de las tasas de deforestación se digitalizaron las superficies cartografiadas para los seis patrones de vegetación y de uso del suelo para ambos períodos (1970's y 1991) y se realizó su cuantificación automatizada utilizando el programa comercial AUTO-
CAD (versión 10), realizando la corrección de proyección ortogonal de acuerdo a la cuadrícula transversal de Mercator. Las tasas de deforestación se calcularon utilizando dos ecuaciones propuestas por Dirzo y García (1992). La primera permite calcular tasas anuales (ecuación 1):
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T= 1 - ( 1-A1-A2 ) 1/p A1 Donde: T= Tasa de deforestación; A1= área inicial, A2= área final y p= período de tiempo de observación. En tanto que la ecuación de predictibilidad (ecuación 2) permite estimar el área de bosques y selvas remanentes en un futuro determinado, a partir de la tasa anual: AFR(t) = A1 (1-r)t Donde: AFR= área forestal remanente, t= tiempo dado y r= tasa de deforestación. Resultados En los mapas que fueron elaborados a partir del análisis realizado se puede apreciar la considerable reducción de la superficie forestal que tuvo lugar en Las Cañadas (Figuras 3 y 4). En efecto, los datos del análisis realizado (TABLA II) indican que durante el lapso observado (1970's-1991) la región de La Cañadas perdió alrededor de 200.000 ha de su cobertura forestal al pasar de 459.000 en los años setentas a 256.000 ha en 1991. Esto significó que el territorio observado, con una superficie estimada en 618.000 ha (CIEDAC, 1992; Márquez, 1996), pasó de contener un 74% de cobertura forestal en la década de los setentas a un 41,4% en 1991. En otras palabras, aproximadamente en una década se deforestó una tercera parte de su territorio, que es una superficie mayor a la removida durante toda su historia! El proceso anterior fue consecuencia de la expansión de la frontera agropecuaria que pasó de 32.500 has en los años finales de la década de los setentas a 222.000 en 1991 es decir aumentó de un 5,4% a un 35,6% del total de la superficie de la región. Si se considera la categoría de “Uso agropecuario+ vegetación” que son mosaicos donde predominan las áreas deforestadas sobre islas de vegetación (casi siempre secundaria), entonces la porción total o parcialmente deforestada pasó de un 26% en la década de los setentas a un 59% en 1991. Si nos concentramos en las tasas de deforestación por tipos de vegetación identificados en Las Cañadas (TABLA II), se observa que el bosque de pino fué el ecosistema más afectado en el período analizado, presentando una tasa anual de deforestación de 18.7% con lo
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Fig. 5. Principales asentamientos aeropistas, y caminos de terracería y pavimentadas de la región de las Cañadas. Fuente: Toledo y Carrillo, 1992.
cual se coloca a la cabeza de las tasas reportadas anteriormente. Por su parte el bosque tropical primario y el bosque templado reflejan la tendencia global de la región con 6,7 y 5,4%. Por último el bosque tropical secundario es decir las áreas sucesionales presentaron una tasa anual de deforestación 0.8% En el proceso deforestador, el bosque tropical primario perdió 120.000 ha, mientras que los bosques templados y los bosques de pino se vieron disminuidos en alrededor de 37.000 ha cada uno. No obstante lo anterior los bosques tropicales primarios perdieron en este período la mitad de su cobertura al pasar de 39% al 19,5% del total de la región, en tanto que los bosques templados perdieron un 60% y los bosques de pino fueron llevados prácticamanete al borde de su desaparición al pasar de 42 000 has en los setentas a solo 5.300 has en 1991. En este mismo sentido mientras que las casi 120.000 has de bosques tropicales primarios con los que contaba la región en 1991 se distribuían de manera concentrada, los bosques templados y es-
pecialmente los bosques de pino presentaron una distribución de carácter insular que dificulta su conservación y afecta severamente las dinámicas de las poblaciones de plantas y sobre todo de animales que en ellos habitan. La superficie forestal perdida en Las Cañadas durante el período comprendido entre la década de los setenta y 1991, tiene un equivalente tanto en términos biofísicos, como biológicos y económicos. De acuerdo a los valores de Masera (1995:391) acerca de la cantidad de carbono acumulado por los diferentes tipos de vegetación de México por hectárea, la deforestación en las Cañadas provocó la pérdida de 18.4 millones de toneladas de carbono (tC) en los bosques tropicales (primarios y secundarios), de 1,5 millones de tC en los bosques templados y de 2 millones de tC en los bosques de pino y encino, dando una pérdida total de 21,9 millones de tC. Por otra parte, dado que una sola hectárea de bosque tropical en la Selva Lacandona contiene entre 1.500 y 2.000 árboles que corresponden a entre 100 y 150 especies diferentes, de
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los cuales alrededor del 60% tienen alguna utilidad para las culturas indígenas mesoamericanas (Toledo, et al, 1995), la pérdida de este tipo de vegetación durante el período (120.000 ha), provocó la desaparición de entre 180 y 240 millones de individuos arbóreos de los cuales entre 108 y 144 millones tenían alguna utilidad. El análisis de los patrones de deforestación referidos a cada una de las ocho microrregiones de Las Cañadas, parece revelar varios fenómenos (TABLA III). De entrada, los datos de deforestación muestran tanto historias de penetración y rutas o frentes de colonización en la región, como densidades demográficas y quizás patrones de uso de los recursos naturales. El mapa de la Figura 5 contiene las vías de comunicación de Las Cañadas hacia 1991 (caminos de terracería y pavimentadas y aeropistas), lo cual a su vez de alguna forma determina densidades demográficas y rutas de comercialización y de acceso a los mercados y a los principales centros urbanos (Ocosingo, Altamirano, Las Margaritas, Comitán; véase Figura 1). En esta perspectiva, las dos microrregiones mas cercanas a Ocosingo y mejor comunicadas (Estrella y Patihuitz) presentaban ya en la década de los setenta las mayores superficies agropecuarias y las menores porciones forestadas. El resto de las microrregiones presentaban solamente entre un 2 y un 6% de su territorio totalmente transformado para la agricultura y la ganadería. Una década después, todas las microrregiones presentaban áreas agropecuarias equivalentes a entre un 25 y un 40% de sus territorios salvo Estrella que alcanzaba ya el 78 por ciento. Si se revisan los porcentajes de cobertura forestal en 1991 por microrregión, se confirma a Estrella (22%) y a Patihuits (21%), como las dos porciones mas deforestadas de la región, seguidas de Altamirano (26), San Quintín (26) y Las Margaritas (28), y quedando Agua Azul (49), Guanal (69) y sobretodo Avellanal (72) como las áreas con la mayor presencia de bosques y selvas. Estos valores corroboran los diferentes grados de acceso de las microrregiones a los centros comerciales y urbanos a través de las escasas redes de comunicación terrestre (compárense las figuras 2 y 5), por lo cual las tres microrregiones mas incomunicadas son las menos deforestadas. El otro factor a considerar es, por supuesto, el demográfico (TABLA IV). Sin embargo la cantidad de habitantes no simepre coincide con el grado de deforestación. Mientras que Avellanal y Guanal (las menos deforestadas) también son las dos microrregiones con las
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TABLA IV COMPARACIÓN DE LA TASA DE DEFORESTACIÓN EN LAS CAÑADAS CON LAS REPORTADAS EN OTRAS OCHO REGIONES DE MÉXICO REGION
TIPO DE VEGETACION
TASA DE DEFORESTACION (anual)
TUXTLAS
SELVA ALTA
4,3%
LACANDONA1
SELVA ALTA
4,5%
LACANDONA2
SELVA ALTA
2,3-1,6%
SURESTE DE MEXICO
SELVA ALTA
7,7%
PALENQUE
SELVA ALTA
12,4%
CHAMELA
SELVA BAJA
3,8%
BOSQUE DE PINO
1,5-2,0%
SELVA ALTABOSQUES TEMPLADOS
5,7%
MESETA PUREPECHA LAS CAÑADAS
Fuentes: Masera, et al 1992b y Mendoza-Ramírez, 1996 (Lacandona2). menores densidades de población (11,1 y 12,4 habitantes por kilómtero cuadrado) y Altamirano y Estrella (las mas deforestadas) se encuentran altamente pobladas,
Agua Azul (que es una zona fundamentalmente cafetalera) presenta la segunda más alta densidad demográfica y está poco deforestada, en tanto que San Quin-
TABLA V SUPERFICIE AGROPECUARIA UTILIZADA POR UNIDAD FAMILIAR DE PRODUCCIÓN (UPF) EN LAS SIETE MICRORREGIONES DE LA REGIÓN DE LAS CAÑADAS (DE OCOSINGO-ALTAMIRANO) CHIAPAS. Area (ha)
Población (1990-91)
UPF a
Superficie de uso agropecuariob (1991)
Superficie agropecuaria por UPF c
Estrella
43.600
14.913
2130
34.008
16,0
Agua Azul
60.300
17.167
2453
30.753
12,5
Altamirano
35.100
7.800
1114
25.974
23,3
Patihuitz
52.900
9.779
1397
41.262
29,5
Avellanal
51.900
6.307
901
14.532
16,1
Guanal
35.200
4.507
644
10.912
16,9
San Quintín
27.300
4.509
644
19.929
30,9
306.300
64.982
9.283
177.370
19,1
a
Calculado al dividir la población total entre el número de miembros de una familia promedio (7). Superficie que en 1991 presentó la mitad o mas del área deforestada. c Superficie resultante de dividir la superficie de uso agropecuario entre el número de UPF’s. b
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tín con una baja densidad y lejos de los centros comerciales pero bien comunicada a través de un camino de terracería presenta tres cuartas partes de su territorio ya sin bosques o selvas. Lo anterior debe estar probablemente ligado a un tercer factor: las lógicas de producción que a su vez determinan patrones de uso de los recursos. En asentamientos aislados, sin vías permanentes y directas de comunicación terrestre, las prácticas productivas están fundamentalmente dirigidas a la autosubsistencia basadas en la milpa y el uso de productos maderables y no maderables (leña) de bosques y selvas. Por otra parte, la existencia de caminos de acceso que permiten la comercialización, estimulan la producción para su venta de ciertos productos agrícolas, de ganado o de café, cada una de las cuales tiene diferentes efectos deforestadores (véase discusión). El último análisis fue el cálculo de la tasa anual de deforestación regional, lo cual se efectuó agrupando los valores de la tabla II (total de las superficies con cubierta forestal y total del área donde predomina la superficie agropecuaria en 1970's y 1991) a la ecuación 1. Dicho cálculo se hizo suponiendo un lapso de diez años, entre los valores de la década de los setentas y 1991:
De acuerdo a los datos reportados por diversos autores acerca de las tasas anuales de deforestación en diferentes regiones de México (Cuadro 5), la región de Las Cañadas se ubicaría en un rango de valores intermedios, aunque por encima de los reportados para regiones tropicales húmedas. En efecto, la tasa de 5,7% encontrada en Las Cañadas se ubica por debajo de las reportadas en otras dos regiones (Cuarón, 1991; SARH, 1984), y por encima de los valores de Chamela, Jalisco con 3,8%, de la Meseta Tarasca en Michoacán con 2%, de la selva de Los Tuxtlas, Veracruz con 4,3%,
Fig. 6. El modelo eco-productivo (en 10 hectáreas) incluye un conjunto de siete sistemas: el pequeño huerto familiar, y un promedio de 2 ha de milpa, 1 ha de potrero, 1 ha con mosaicos de cultivos complementarios (caña de azúcar y otros), y 6 hectáreas con áreas forestales divididos en partes iguales para una porción con selva madura, otra con cafetal y una última con acahuales de diferentes edades (reservorios de leña y otros recursos). La viabilidad ecológica de la propuesta esta garantizada por las conexiones energéticas establecidas entre los sistemas y los cierres logrados por el reciclaje de muchos materiales al interior de cada sistema. Lo primero lo ilustran los flujos de los desechos o esquilmos agrícolas o de ciertos materiales vegetales de las áreas forestales hacia el área del potrero (bovinos) o el huerto familiar (porcinos y aves) en forma de forrajes, así como por los servicios ofrecidos por los ecosistemas forestales a las áreas agro-pecuarias en forma de polinizadores, controladores biológicos de plagas, organismos del suelo, lluvias de semillas (capaces de mantener y/o acelerar la regeneración ecológica de los predios deforestados), fuentes para la producción de miel, abonos naturales (hojarascas), estabilizadores del clima y otros. El segundo caso lo ejemplifican la conversión del estiércol y la orina animales en abonos o los desechos del café en materia prima para la producción de hongos o de abonos (vermicomposta), o la transformación de los materiales de la caña de azúcar en forraje, abonos y energía. La viabilidad económica la sugieren diferentes indicadores. Suponiendo una familia promedio de 7 miembros (dos adultos y sus hijos), la estrategia propuesta permite garantizar la subistencia alimentaria y energética además de un cierto superávit económico logrado a través de los productos comercializados. Lo primero se logra mediante el abasto de maíz, frijol y otros alimentos a partir de la milpa, leche proveniente del potrero, frutos diversos, hortalizas, huevo, miel y carne de cerdo y de pollo del huerto familiar, así como miel y otros alimentos de las áreas forestadas y azúcar de caña. Se estima que el empleo de abonos verdes permite incrementar los rendimientos de maíz en 1,5 toneladas para el cultivo de temporal y en 1 ton para el de invierno, dejando 2,5 toneladas por hectárea al año, es decir 5 toneladas para las dos hectáreas, lo cual resulta mas que suficiente para alimentar a la familia y deja un excedente para su venta a los mercados. Dentro de la dieta rural, el maíz representa nada menos que el 71% de la energía y el 65% de la proteína consumida. En el caso del frijol se estima una producción mejorada de 600 kg al año. La monetización de la economía familiar se obtiene mediante la engorda de novillos (hasta 10 por hectárea), la producción de leche, la venta de café (estimado en 30 a 40 quintales anuales para las dos hectáreas), maíz (unas 3 toneladas anuales), palma xate (2.000 varas o 17 gruesas al año), y de otros productos tales como miel, piloncillo, moscabado, cerdos, y frutos diversos del huerto y de las áreas forestales. Se debe ademas visualizar un pago por servicios ambientales, como el mantenimeinto de 6 hectáreas con cobertura forestal o en los casos que proceda por cuidado y vigilancia de áreas naturales preotegidas, así como ingresos provenientes de actividades como eco-turismo o educación ambiental. (Fuente: Toledo, 1998)
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T= 1 - ( 1- 459 - 256) 1/10 459 T= 1 - ( 1- 0,4423) 1/10 T= 1 - ( 0,5577) 1/10 T= 1 - 0,94 T= 0,057 T= 5,7%
de la selva Lacandona en su porción del río Usumacinta con 4,5%, y de los 38 sitios de la Selva Lacandona analizados por Mendoza-Ramírez (1996) con 2,31,6%. Finalmente, asumiendo que la tasa de deforestación en Las Cañadas continuara sin cambios, es posible aplicar la ecuación de predictibilidad (Dirzo y García, 1992) para estimar el área de bosques y selvas remanentes en un futuro determinado. De esta forma si las tendencias de deforestación actuales son constantes para el año 2010 quedará una vegetación remanente de solo 74.000 hectáreas que es equivalente al 12,3% de la superficie de la vegetación original. Discusión La publicación de numerosos trabajos recientes han venido a confirmar la idea de que la deforestación es originada por una intrincada red de factores sociales, económicos, demográficos, agrarios y políticos y sus diferentes combinaciones (e. g. Brown y Pearce, 1994; Moran, 1993; Rock, 1996; Rudel y Roper, 1996), es decir, que se trata de un proceso complejo de origen multicausal (Toledo, 1992). Aunque la ausencia de información confiable nos impide realizar un análisis detallado de las causas de la deforestación en Las Cañadas, una interpretación correcta de este fenómeno debe partir de un hecho social: la Selva Lacandona (y especialmente esta región) ha operado en las últimas tres o cuatro décadas como un área de refugio y amortiguamiento para numerosas familias campesinas (la mayoría de ellas de origen indígena) que han sido expulsadas de otros espacios rurales a consecuencia de procesos económicos y políticos. En efecto, en Las Cañadas la colonización fue un proceso caótico y desordenado, donde los impactos sobre las masas forestales parecen derivarse tanto del número de colonizadores (factor demográfico), como de la apertura de vías de comunicación terrestre o los patrones de uso de los recursos naturales y, por supuesto, del carácter socialmente marginado y explotado de la población que la habita. Dentro de un escenario donde las selvas y bosques fueron orginalmente percibidos como “recursos sin frontera”, y en donde las familias colonizadoras provenían de otros contextos ecológicos, desmembradas de sus comunidades originales y con su “memoria cultural colectiva” fuertemente diezmada sino es que perdida, el uso de los recursos fue una actividad que tuvo un impacto directo y severo sobre las masas forestales. Ello fue la consecuencia de la aper-
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TABLA VI ESTIMACIÓN DE LA POBLACIÓN, DEL NÚMERO DE UNIDADES DE PRODUCCIÓN FAMILIAR (UPF) Y DE LA SUPERFICIE AGROPECUARIA (SAUPF) REQUERIDA PARA EL PERÍODO 1991-2000 EN LAS CAÑADAS DE LA PORCIÓN DE OCOSINGO-ALTAMIRANO. Población
Año
UPF
SAUPF (has)
64.982
1991
9.283
177.305
68 426
1992
9.775
186.702
72.052
1993
10.293
196.596
75.870
1994
10.838
207.005
79.891
1995
11.413
217.988
84.125
1996
12.017
229.524
88.583
1997
12.654
241.691
93.277
1998
13.325
254.507
98.220
1999
14.031
267.992
103.425
2000
14.775
282.202
tura indiscriminada de espacios para una producción agrícola y pecuaria muy poco eficiente y bajo un esquema de falta total de asistencia técnica, escasas vías de comunicación y una continua explotación económica de los productores rurales (considerénse tan solo los bajísmos precios a los que se cotizan el ganado en pie y el café que son los principales productos comercializables). Los estudios realizados en comunidades indígenas de otras porciones del trópico húmedo de México con un largo historial de poblamiento, muestran que una familia campesina de siete miembros, disponiendo de una superficie de 8 a 10 hectáreas y aplicando una estrategia de uso múltiple donde se combinan actividades agrícolas, pecuarias, forestales, agroforestales y de recolección, logran no solo una cierta autosuficiencia alimentaria y energética, sino que incluso alcanzan un superavit económico a través de la venta (en un mercado castigado) de ciertos productos (maíz, leche, ganado en pie, vainilla, piloncillo, productos no maderables) (Véase Alcorn, 1989; Toledo et al 1994). Los datos de Las Cañadas revelan sin embargo áreas que inexplicablemente triplican o cuadruplican esa superficie.
En efecto, el análisis de la población habitando siete de las ocho microrregiones de Las Cañadas (para el caso de Las Margaritas no se dispone de datos confiables) en términos de los recursos requeridos, revelan que cada familia de la región utiliza bajo los actuales patrones de uso un promedio de 19 hectáreas solamente en actividades agrícolas y pecuarias (Tabla V). Esta cifra surge suponiendo un reparto equitativo de los recursos y que cada familia campesina se encuentra formada de 7 miembros (lo cual deja un total de 9.283 unidades familiares para Las Cañadas de OcosingoAltamirano). Estos valores oscilan de microrregión a microrregión: de solo 12,5 ha en Agua Azul (dónde probablemente la intensa actividad cafetalera reduce la superficie agropecuaria requerida) a 30 ha en Patihuitz y San Quintín (donde la ganadería posiblemente incrementa el área requerida). Si suponemos un número quizás mas realista de 9 miembros por familia, la superficie promedio requerida se eleva todavía aun mas: 24,6 hectáreas. Tomando en cuenta el crecimiento esperado de la población, dada la tasa anual registrada, y suponiendo que cada familia (o unidad productiva familiar) utiliza 19 ha para sus actividades agrícolas y pecuarias, hacia el año 2.000, la sola porción de Las Cañadas de Ocosingo-Altamirano contará con una población de 103.425, habitantes, es decir con 14.775 familias de siete miembros cada una, que requerirán de una superficie agropecuaria de 282.000 hectáreas (Tabla VI). Esto significa la pérdida en una década (1991-2000) de otras 100.000 ha de bosques y selvas. Por lo anterior se requiere de una alternativa productiva (enmarcada dentro de una propuesta de desarrollo regional) de carácter emergente que busque tanto la intensificación de las actividades productivas agropecuarias como el potenciamiento de los productos forestales maderables y no maderables de las selvas y bosques. Ello en realidad significa adoptar dos estrategias complementarias: una primera que reduzca la presión sobre la cobertura forestal y sobre los suelos al hacer un uso mas intensivo del espacio y sus recursos, es decir que obtenga mayores rendimientos bajo las mismas o menores superficies, y una segunda que incentive el mantenimiento de la cobertura forestal mediante el aprovechamiento y el pago justo de especies y/o servicios forestales. La fórmula productiva requerida en Las Cañadas es entonces la de una intensificación agrícola (milpa y otros cultivos), pecuaria (ganadería bovina) y agroforestal (cafetales) mas un uso adecuado (integral y no destructivo) de los bosques y selvas.
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En una primera aproximación a esta problemática (Toledo, 1998), se ha hecho factible la propuesta de un modelo eco-productivo de carácter holístico e integral que, basado en el perfeccionamiento científico y tecnológico de la estrategia indígena mesoamericana en el trópico húmedo, permite el uso sustentable de los recursos con una superficie promedio de solo 10 hectáreas por familia (Figura 5). De esta forma lograría abatirse la presión deforestadora al reducirse drásticamente la superficie requerida para las actividades agropecuarias y al reforzarse la presencia de bosques y selvas a través de su valoración económica. Este es un asunto que, sin embargo, no depende únicamente de la “innovación tecnológica” o de la “eficiencia productiva”, sino que atañe también, muchas veces de manera decisiva, de las formas y niveles de organización de los productores y sus comunidades y especialmente de la revaloración que desde una perspectiva económico-ecológica se de a los productos, bienes y servicios que estas comunidades y sus familias ofrecen a la sociedad por entero (nacional e internacional). En otras palabras no basta arreglar la producción (y apropiación), se requiere también de la modificación de los otros segmentos de la cadena productiva. En este caso, se pueden vislumbrar dos aspectos: se deben modificar las condiciones profundamente injustas bajo las cuales los productos agrarios de las regiones tropicales y húmedas son cotizados en los mercados actuales, y se deben valorar y pagar los servicios ambientales que los productores rurales ofrecen a la comunidad nacional e internacional (conservación de ecosistemas, especies y genes, captura de bióxido de carbono, mantenimiento de recursos hidráulicos, etc.) Se trata, en suma, de adoptar lo que se ha venido llamando una estrategia de desarrollo (rural) sustentable en la región, asunto para el cual se requiere de la acción concertada tanto de los habitantes locales y sus organizaciones (socio-productivas y políticas), como del propio sector gubernamental (estatal y federal), de la comunidad científica y tecnológica, y de las agencias y grupos no-gubernamentales de desarrollo. AGRADECIMIENTOS
La presente investigación fue realizada como parte del estudio regional sobre Las Cañadas auspiciado y patrocinado por el Centro de Investigación sobre Energía y Desarrollo, A.C. (CIEDAC) de México. Sin la oportuna asesoría de Esteban Martinez y C.H. Ra-
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mos no hubiéramos resuelto muchos problemas e interrogantes repecto de la distribución geográfica de la vegetación de Las Cañadas. Agradecemos asimismo la colaboración de Andrés Hernández y Rosa Gómez de Punto Bak, S.A. por la digitalización de los mapas. También damos las gracias a Javier de la Maza y Martin Goebel de la oficina de Conservation International en México por permitirnos utilizar la imágen de satélite de 1991. O. Masera, R. Dirzo y C. Márquez nos proporcionaron materiales inéditos. Los dibujos fueron realizados por Sandra Aceves y recibimos asistencia técnica de Rosa A. Pineda y C. Sereno. REFERENCIAS Acharya, A. (1996): Forest loss continues. En: L.R. Brown, et al. Vital Signs 1996: the trends that are shaping our future. Worldwatch Institute. W. W. Norton & Company: 122-123 Alcorn, J. B. (1989): An economic analysis of Huastec Mayan forest management. En: Browder, J.O. (Ed). Fragile Lands of Latin America. Westview Press: 182-195 Brown, K. y D. Pearce (Eds). (1994): The Causes of Tropical Deforestation. University of British Columbia Press, Vancouver. CIEDAC (Centro de Investigación en Energía y Desarrollo, A .C.). (1992): Programa de Desarrollo Regional de la Subregión “Las Cañadas”, Selva Lacandona, Chiapas. Mecanoescrito. 145 pp.
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