TEOLOGIZACIÓN, TEXTOS FUERA DE CONTEXTO

TEOLOGIZACIÓN, TEXTOS FUERA DE CONTEXTO LA TEOLOGIZACIÓN COMO RECURSO DIDÁCTICO PARA LA AFIRMACIÓN DE LOS CONSENSOS SOCIALES Y LAS FROTERAS SIMBÓLICA

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TEOLOGIZACIÓN, TEXTOS FUERA DE CONTEXTO

LA TEOLOGIZACIÓN COMO RECURSO DIDÁCTICO PARA LA AFIRMACIÓN DE LOS CONSENSOS SOCIALES Y LAS FROTERAS SIMBÓLICAS Emilio Lospitao

PREÁMBULO El presente trabajo fue impartido parcialmente en el XX Encuentro de Jóvenes de las Iglesias de Cristo en España durante los días 28 y 29 de marzo de 2013, en Ruidera (Ciudad Real España). La edad media de los concurrentes oscilaba los 20-22 años.

El propósito de estas notas era ayudar a los presentes en dicho Encuentro a discernir el valor que tienen algunas expresiones de los textos bíblicos en el contexto en el que los autores las utilizaron. Mencionar la palabra “contexto” ya implica que dichas expresiones no se pueden –no se deben– usar de manera descontextualizada, como si las mismas tuvieran un valor intrínseco y absoluto. Generalmente, este valor absoluto es el que le da el fundamentalismo religioso, con las consecuencias que conllevan, desastrosas no pocas veces.

Los contenidos de este trabajo (la teologización), como los de “Mitos que enseñamos algunas Iglesias de Cristo”, “Iglesias del Nuevo Testamento”, “La discriminación de la mujer en la iglesia, ¿de Dios o de los hombres?”, “La Iglesia nació en la casa”, y otros títulos más, disponibles en http://restauromania.wordpress.com, tienen como fin exponer, con pedagogías diversas, la importancia que tiene el contexto social, institucional y religioso de los textos neotestamentarios para la exégesis de los mismos.

Ya lo he dicho en otras ocasiones en relación con la exégesis y la hermenéutica: para recitar textos bíblicos solo se requiere saber leer. Analizar esos mismos textos requiere algo más que esa capacidad académica. Requiere una mínima (a veces mucha) información social, política, religiosa... del tiempo y del lugar donde se escribieron dichos textos. Esta información es el “contexto”. Obviamente, el fundamentalismo religioso, porque no cree que dicho contexto tenga algo que ver con los enunciados bíblicos, se limita a recitarlos y a dogmatizar sobre ellos: ¡El Sol gira alrededor de la Tierra!

Como a los jóvenes presentes en dicho Encuentro, también al lector le insto a discernir la diferencia que existe entre interpretar los textos de manera aislada, atribuyéndoles un valor absoluto, e interpretarlos en su contexto como principio hermenéutico indispensable.

Este material, impartido parcialmente en el citado Encuentro, fue publicado en los números 9 y 10 (mayo-junio 2013) de la revista Restauromanía, en dos artículos y en la sección La Tierra no es plana en ambos ejemplares.

El autor Alcorcón, primavera de 2013.

Teologización, textos fuera de contexto – 2

LA TEOLOGIZACIÓN

COMO RECURSO DIDÁCTICO PARA LA AFIRMACIÓN DE LOS CONSENSOS SOCIALES

S

egún Karl Barth, “la teología es una empresa humana... que quiere aprehender a Dios, entenderlo y expresarlo”.1 Es decir, la teología es el resultado de la reflexión y el razonamiento humano acerca del objeto apercibido, que es Dios. En cuanto que Dios se revela en los sucesos de la historia, es desde esa revelación intrahistórica que el teólogo hace teología, es decir, reflexiona y razona acerca de Dios. En este sentido la teología es también una dialéctica entre el Dios que se auto revela en la historia, y la historia que da cuenta del Dios auto revelado. Y por cuanto Dios se auto revela en la historia, y la reflexión y el razonamiento se realiza en un marco histórico, éste no solo se convierte en un contexto necesario para aprehender a Dios, sino que dicho aprehendimiento se valida en la reflexión de subsiguientes contextos históricos. Dios no habló desde ningún Olimpo de manera aséptica y ahistórica, sino a través de los sucesos históricos y mediante protagonistas inmersos en su tiempo y su espacio. Esto significa que el exégeta y teólogo posterior a los acontecimientos auto reveladores debe hacer su reflexión, primero, a partir de y contando con el contexto histórico de dichos acontecimientos, y, segundo, contextualizar éstos en su tiempo presente.

Pero, ¿qué es teologizar?

La teologización es también un quehacer que tiene como objeto directo “algo”, y este “algo” puede ser una afirmación/negación, un estatus, un código, una ley, etc. del entramado social y simbólico. El texto que analizo a continuación es un ejemplo para entender lo que quiero significar por teologización.

1 Corintios 11:6-10 Aunque la unidad literaria completa abarca los versículos 3 al 15, aquí limito el análisis a los versículos del 6 al 10, donde está el núcleo de lo que quiero exponer.

Aun cuando algunos estudiosos de este texto admiten que es complejo2, los comentaristas en general vinculan el “estar cubierta” (v.6) con la “señal de autoridad” (v.10) y esta “señal” con el velo.3 Por el lenguaje simbólico que utiliza el Apóstol parece incuestionable que se trata de una prenda con la cual la mujer cubría su cabeza, con los significados locales que tenía (estético, ético y simbólico), de ahí, “si la mujer no se cubre, que se corte también el cabello” (v.6); es decir, ya que se ha quitado la prenda que cubre su cabeza, que vaya más allá y se corte también el cabello a rape (lo cual es una expresión muy fuerte si tenemos en cuenta que en Corinto . Karl Barth, Introducción a la Teología Evangélica. Ed. Sígueme. Maurice Carrez, La primera carta a los corintios. Cuaderno Bíblico nº 66. Verbo Divino. 3 William Barclay, Comentario al Nuevo Testamento. Ed. La Aurora; Matthew Henry, Comentario de la Biblia; Lothar Coenen, Erich Beyreuther, Hans Bietenhard. Diccionario Teológico del NT (entrada “cabeza”); Roberto Jamieson A. R. Fausset, Comentario Exegético y Explicativo de la Biblia. 1ª Corintios. Casa Bautista de Publicaciones; Etc. 1 2

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solo las prostitutas se rapaban la cabeza). Pablo dice que la naturaleza (la costumbre), además, lo confirma; es decir, el cabello largo confirmaba que la mujer debía cubrirse la cabeza. Lo contrario del varón, cuya costumbre era llevar el cabello corto (vs.14-15) y no debía cubrirse (v.7)4.

Por razones que solo podemos especular, a la luz de este texto, la mujer cristiana de Corinto había prescindido del “signo” que mostraba su sujeción al hombre (marido), es decir, del velo (o cualquier otra prenda que usara para cubrir su cabeza). Esta actitud por parte de la mujer originó un problema no solo en el hogar y en la iglesia, sino en el testimonio hacia “los de afuera”. El velo no era un simple ornamento, sino que tenía significado ético en todo Oriente Medio. Era una desgracia que un hombre sorprendiese a una mujer sin el velo sobre su rostro.5 De ahí la importancia que Pablo dio a este asunto. El Apóstol intervino de manera fulminante para cortar de raíz lo que parecía ser un escándalo. Y su disconformidad con la actitud de estas mujeres lo argumentó teológicamente, es decir, teologizando su razonamiento con la Escritura:

Proposición: “Porque si la mujer no se cubre, que se corte también el cabello; y si le es vergonzoso a la mujer cortarse el cabello o raparse, que se cubra” (v.6).

Teologización: Porque el varón no debe cubrirse la cabeza, pues él es imagen y gloria de Dios; pero la mujer es gloria del varón. Porque el varón no procede de la mujer, sino la mujer del varón y tampoco el varón fue creado por causa de la mujer, sino la mujer por causa del varón (vs.7-9).

Conclusión: Por lo cual la mujer debe tener señal de autoridad sobre su cabeza, por causa de los ángeles” (v.10).

Como vemos en este argumento, Pablo expone su proposición, es decir, lo que él pensaba que las mujeres debían hacer: volver a cubrirse con la prenda preceptiva, como lo habían venido haciendo antes de hacerse cristianas.6 Luego pasa a apoyar su proposición evocando la Escritura, concretamente el segundo relato del Génesis sobre la creación del ser humano (Génesis 2:20-24). En esta evocación de la Escritura, para validar y “justificar teológicamente” un convencionalismo de la época, consiste la “teologización”.

Este simple análisis que acabo de presentar pone muy nervioso a algunos exégetas de las Iglesias de Cristo por las consecuencias que tiene al extrapolarlo analógicamente a otros textos donde el hagiógrafo hace exactamente lo mismo: teologizar una institución social ancestral (la esclavitud, la tutela de la mujer, etc.). Pero una cosa parece indiscutible en el texto de

Pablo está hablando según la costumbre greco-romana, pues según la costumbre judía el varón se cubría la cabeza cuando oraba. 5 Nelson, “Nuevo Diccionario de la Biblia”, entrada: “Velo”. Caribe 1998. 6 Circunscribir el velo a una actividad concreta durante el culto (orar, profetizar...), es perder la perspectiva histórica del uso del velo en la época del Nuevo Testamento. El Apóstol especifica la ocasión de orar y profetizar (1 Cor. 11:5) porque era cuando más visible se hacía la mujer en la reunión de la iglesia, pero es inverosimil que aceptara su omisión en la vida cotidiana. En el judaísmo, las mujeres más extremistas se cubrían incluso estando en el hogar. La madre Kimhit, que había tenido siete hijos, y que todos fueron sumos sacerdotes, reconoce: "Jamás vieron mis trenzas las vigas de mi casa" (TB Yomá 47ª, en: “El Mundo del Nuevo Testamento”, Johannes Leipoldt y Walter Grundmann, pág. 192 (Ediciones Cristiandad). 4

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1Corintios, a pesar de la complejidad que pueda tener: el Apóstol está corrigiendo “algo” que la mujer había infringido, y dicha corrección la lleva a cabo mediante una argumentación teológica apelando a la Escritura. La incógnita se reduce a qué es ese “algo”. Pero sea lo que sea con lo que la mujer “cubría” su cabeza, era una mera costumbre (naturaleza) local y temporal. Y Pablo ha teologizado esa costumbre apelando a la Escritura.

Visto así, el hecho de que “cubrirse” la mujer con un velo fuera en aquella época un simple convencionalismo (aunque milenario: se sigue usando en algunas culturas), significa que la teologización de esta costumbre no implica la obligación atemporal de la misma en todos los lugares del planeta. Analizada esta teologización en su contexto nos indicaría que la teologización por sí misma no tiene un carácter permanente, sino circunstancial y en el contexto que se formalizó. Dicho de otra manera: obligar a todas las mujeres, en todo tiempo y lugar, que se cubra con un velo (en el caso de que se trate de un velo) por lo que dice Pablo a las mujeres de Corinto, es un sinsentido, salvo que en la sociedad donde se insta a la mujer cristiana a usar el velo exista esa costumbre con los contenidos que tenía en Corinto en aquella época. Nos vale el principio (cuando tenga que ver con la estética y la ética), pero no la norma cosificada en el velo.

TEOLOGIZACIÓN DE LA TUTELA DE LA MUJER El análisis que he expuesto sobre 1Corintios 11:6-10 es clarificador para abordar otros textos bíblicos que se encuadran en el mismo arquetipo. Es el caso de la tutela de la mujer en la época del Nuevo Testamento (NT). Algunos (muchos) exégetas de las Iglesias de Cristo (como la mayoría de los exégetas fundamentalistas, tanto católicos como protestantes) apelan a ciertos textos del NT para pontificar la subordinación de la mujer al hombre y el veto a aquella al ministerio público en la iglesia, haciendo notar la argumentación del escritor sagrado, que apela a la Escritura veterotestamentaria para cerrar el círculo teológico. Y esto es así porque la “teologización” que el escritor sagrado hace de una institución social es entendida por estos exégetas como una normalización perpetua de la misma. Lo explicado sobre 1Corintios más arriba, sin embargo, debería ser suficiente para no entenderlo de esa manera. Veamos:

La tutela de la mujer era una institución política tanto en el judaísmo como en el mundo grecoromano en la época del Nuevo Testamento. Esta milenaria institución ha estado encuadrada en el orden social del patriarcalismo de Oriente Medio y de toda la cuenca del Mediterráneo hasta prácticamente la Edad Moderna. En la antigüedad bíblica la mujer pasaba de la tutela del padre a la tutela del marido.7 En este orden social patriarcal, el varón libre, en el papel de marido, padre y amo, ocupaba la cúspide de dicho orden. Le seguía la mujer libre en calidad de esposa y madre. Debajo de estos dos escalones le seguían los hijos y las hijas (y las concubinas cuando las había). En el escalón más bajo se hallaban los esclavos y la clientela. Respecto al paterfamilias existían tres estados relacionados: la mujer, los hijos y los esclavos. Los filósofos (moralistas), desde la época de los clásicos (siglos IV a.C.), venían hablando de estos tres estados para el buen gobierno de la casa (familia) y de la ciudad (ésta no era otra cosa que una casa grande).8 Se decía que si un hombre no sabía gobernar su propia casa, no podía, por lo tanto, gobernar una ciudad.9 Los escritores del NT no dicen nada que no hubieran dicho ya estos filósofos moralistas, salvo que los autores bíblicos teologizan estos estados (Efesios 5:21 – 6:9; Colosenses 3:18- 4:1; 1 Pedro 3:1-7; etc.).

J. Leipoldt – W. Grundmann, El mundo del Nuevo Testamento, Vol I, p. 189-197. (Biblioteca Bíblica Cristiandad). Joachim Jeremías, Jerusalén en tiempos de Jesús, p. 371-387. (Biblioteca Bíblica Cristiandad). R. de Vaux, Instituciones del Antiguo Testamento, p. 74-76 (Editorial Herder). 8 Platón, La República. Aristóteles, La Política, en: Rafael Aguirre, Del movimiento de Jesús a la Iglesia cristiana, p. 113162. (Verbo Divino). 9 El autor de las Pastorales evoca esta opinión: “pues el que no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo cuidará de la iglesia de Dios” (1 Timoteo 3:5). 7

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–Como Sara… La iglesia de 1Pedro está pasando por una crisis de identidad, y está siendo objeto de censura por parte de “los de afuera” (3:1, 16; 4:4, 14). Si bien Pablo ofrece apoyo moral a los cristianos cuyas parejas les están abandonando por causa de la fe (1Cor. 7:15-16), Pedro quiere más bien que las mujeres no solo eviten dicho abandono, sino que ganen a sus maridos incrédulos para la fe mediante el silencio testificante y una conducta irreprochable: que sus maridos no tengan ninguna ocasión de reproche contra ellas.

Para ello, el autor de 1Pedro recurre a la teologización: “Como Sara obedecía a Abraham, llamándole señor; de la cual vosotras habéis venido a ser hijas, si hacéis el bien, sin temer ninguna amenaza” (1 Pedro 3:3, 6). El hagiógrafo ve una correspondencia entre el estatus de la mujer de su época y el estatus de la mujer de la época veterotestamentaria. Nada había cambiado en cuanto a este estatus femenino. Teologizar este estatus era normal, coherente y necesario desde el punto de vista pastoral y por causa de la situación que atravesaba la iglesia.

–Como la Iglesia… La iglesia de las Pastorales está en el proceso de institucionalización. Está dejando atrás las censuras de “los de afuera” por causa del protagonismo que habían ejercido las mujeres del primer movimiento de Jesús, que era contracultural y ofendía a las gentes. Por ello, la exhortación hacia las mujeres es muy fuerte: se les insta a aceptar el estatus que su estado requiere y que impera en la sociedad: la sumisión al marido. El autor no ve otra figura mejor que se adapte a la sumisión de la mujer al marido que aquella que vincula la Iglesia con Cristo, la cual (la Iglesia) es su cuerpo y él (Cristo) su cabeza. La analogía entre el estatus de la mujer en el orden social patriarcal de la época y el vínculo entre la Iglesia y Cristo es perfecta. Teologizar este estatus de la tutela de la mujer no requería pensar mucho ni rebuscar figuras complejas:

“Así que, como la iglesia está sujeta a Cristo, así también las casadas lo estén a sus maridos en todo” (Efesios 5:24).

–Porque Adán… Una característica de la sociedad de la época del Nuevo Testamento (que persistió en el tiempo) era distinguir y valorar a las personas de forma heterogénea: el esclavo, el libre, el ciudadano, el artesano, la mujer… El cristianismo primitivo, sin embargo, inauguró una singular fraternidad basada en la igualdad, lo cual desconcertaba bastante a “los de afuera”. La declaración de Pablo: “Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús” (Gálatas 3:28) es una magnifica expresión del entusiasmo del rito de iniciación que pronosticaba un nuevo orden social. Pero la expresión entusiasta del Apóstol se enfrentaba al típico dicho griego atribuido a Platón: “Porque he nacido ser humano y no bestia, hombre y no mujer, griego y no bárbaro”.

Obviamente, el prístino enfoque cristiano de la vida chocaba frontalmente con los valores dominantes de la época y rompía los consensos sociales (es decir, “lo que se daba por hecho”). La ruptura de los consensos sociales origina mucha desconfianza y temores entre las gentes. Esto es un fenómeno social universal. Los cristianos, por eso mismo, estaban bajo sospechas. El hecho de que el autor de las Pastorales insista tanto en el estatus de la mujer (sumisión al hombre) es un buen indicador de que dicho estatus había sido anteriormente “subvertido”. Es Teologización, textos fuera de contexto – 6

decir, la imposición del silencio a la mujer en el entorno cúltico y la prohibición de que ésta enseñe a los varones (1 Timoteo 2:11-12), implican que la mujer ha estado hablando (profetizando) y enseñando antes libremente (cf. 1Cor. 11:5). Pero esas prácticas innovadoras resquebrajaban el consenso social que imponían los códigos domésticos de aquella época. De ahí, las fuertes exhortaciones para adaptarse al estatus establecido según el orden patriarcal. Y como en otros casos, este orden se teologiza. ¿Cómo teologiza el autor bíblico el estatus de la mujer? En este caso recurriendo a un midrash judío del Génesis:

Proposición: “Porque no permito a la mujer enseñar, ni ejercer dominio sobre el hombre, sino estar en silencio”

Teologización: “Porque Adán fue formado primero, después Eva; y Adán no fue engañado, sino que la mujer, siendo engañada, incurrió en transgresión” (1 Timoteo 2:13-14).

TEOLOGIZACIÓN DE LA ESCLAVITUD Como institución de la época, la esclavitud no queda fuera de esta teologización. Los esclavos y las esclavas formaban una parte muy importante de la comunidad cristiana. Y también formaban parte los amos, los señores. El hecho de que se insista tanto en las relaciones entre amos y esclavos (fueran los amos creyentes o no), y se les exhorte a los amos creyentes, pero más a los esclavos, a relacionarse bien, indica que era frecuente la mala disposición de los esclavos (cf Efe. 6:5-6; Col. 3:22; 1 Tim. 6:1-2; Tit. 2:9-10;1 Pe. 2:18) lo que podría implicar algún tipo de castigo físico contra estos (1 Pe. 2:19-20).

En cualquier caso, porque la sociedad de aquella época se sustentaba en la mano de obra y en los servicios de los esclavos, la Iglesia toma partido para fortalecer este orden social, primero por el testimonio hacia “los de afuera”, pero, también, para no ser acusados de sublevación o rebeldía ante el imperio. De ahí, que se teologice también: “Siervos, obedeced a vuestros amos... como a Cristo... como siervos de Cristo... como al Señor” (Efe. 6:5-7). “Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón... como para el Señor” (Col. 3:22-24). En relación con los posibles castigos que recibían de sus amos (“difíciles de soportar”), se dice: “Pues ¿qué gloria es, si pecando sois abofeteados, y lo soportáis? Mas si haciendo lo bueno sufrís, y lo soportáis, esto ciertamente es aprobado delante de Dios. Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo...” (1 Pe. 2:18-21).

¡Pero siglos después, muchos líderes cristianos se opusieron a esta institución, aunque también otros muchos, también cristianos, la defendieron apelando a la Escritura, como fue el caso de uno de los padres del Movimiento de Restauración: Thomas Campbell!10

10 Millennial Harbinger Third Series Bethany, VA. January, 1845. no. I. (Thomas vs Cyrus). http://www.mun.ca/rels/restmov/texts/tcampbell/mh/ETCVOS.HTM (2001)

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E

LA TEOLOGIZACIÓN

COMO RECURSO DIDÁCTICO PARA LA AFIRMACIÓN DE LAS FRONTERAS SIMBÓLICAS

n la primera parte he dicho que la teologización era un quehacer que tiene como objeto directo “algo”, y este “algo” puede ser una afirmación/negación, un estatus, un código, una ley, etc. del entramado social y simbólico. En esta segunda parte abordo dos expresiones muy significativas que aparecen en algunas cartas del Nuevo Testamento y que son usadas –pienso yo– de manera abusiva en el lenguaje cotidiano de muchos fieles de nuestras iglesias (porque se lo oyen a sus maestros). Las expresiones en cuestión son “los del mundo” y “los de afuera”. En la primera parte trataba sobre la teologización de costumbres e instituciones políticas (p. ej. el uso del velo, la tutela de la mujer, la esclavitud...), y usé el subtítulo “como recurso didáctico para la afirmación de los consensos sociales”, entendiendo por “consensos” la aceptación de dichas costumbres e instituciones. En esta segunda parte, que trata de la teologización del lenguaje, uso el subtítulo “como recurso didáctico para la afirmación de las fronteras simbólicas”, donde las “fronteras” son las líneas simbólicas de separación implícitas en dichas expresiones teologizadas.

El lenguaje no es aséptico, siempre está asociado a los significados y a los símbolos que representa. Y tanto el significante como el símbolo del lenguaje están circunscritos al subgrupo social y cultural al que está socialmente integrado. En el mundo profano el significante y el símbolo están solidificados en el lenguaje ordinario, pero en el mundo religioso, además, éstos se teologizan, se les da un carácter religioso y de pertenencia. Esto ocurre con los dos términos que tratamos aquí: “los del mundo” y “los de afuera”, como antítesis de “los fieles”, “los hijos de Dios”.

“Los del mundo” La antítesis de “los del mundo” son “los no del mundo”, y estos se corresponden con “los creyentes”, “los hijos de Dios”, o sea, los cristianos. En este caso lo que se teologiza negativamente es la antítesis de “los hijos de Dios”.

Obviamos que en el Nuevo Testamento se usa el sustantivo mundo (kosmos) con tres acepciones genéricas diferentes: con alusión al universo creado (Hechos 17:24); al planeta donde vivimos los seres vivos (Mateo 4:8) y al conjunto de las personas (2 Cor. 5:19). Pero el término negativamente teologizado no se refiere a ninguna de estas acepciones, sino a la abstracción del mal, que se concretiza en los valores morales y éticos de los individuos. Ahora bien, la teologización negativa del término “mundo” tiene como telón de fondo el concepto dualista platónico del mundo griego, que les vino al dedo a los autores bíblicos para expresar sus conceptos teológicos (Palestina había sido fuertemente helenizada desde el siglo III a.C.). Concepto dualista platónico En el pensamiento platónico griego, lo material era opuesto a lo espiritual. El “cuerpo” físico (soma11) era una cárcel para el “alma” (psique)12. El cuerpo era “la sede de las pasiones, de los

No obstante, “soma” tenía un concepto semánticamente más amplio que la “carne física”, como en Romanos 12:1, que evoca a la totalidad de la persona. 12 . José Ferrater Mora, Diccionario de Filosofía, “alma”. 11.

Teologización, textos fuera de contexto – 8

apetitos y los deseos”. Desde este concepto dualista platónico, Pablo se refiere a “las obras de la carne” (sarx) y al “fruto del Espíritu” (pneuma), donde las “obras de la carne”, por analogía, define lo que es “del mundo”.

Gráficamente podemos representarlo así:

B

A

A, se corresponde, por antítesis, a “los hijos de Dios” (los de adentro). B, se corresponde a “los del mundo” (los de afuera),

El dualismo platónico como sustrato teológico Los escritores neotestamentarios delimitan dos modos de pensar, vivir y realizarse diferentes en la vida, que en el gráfico he representado con dos círculos concéntricos, los cuales nos permiten hacer esta analogía: (B):“carne/mundo” y (A): por antítesis, “pneuma/hijo de Dios”.

Estos círculos concéntricos están separados por fronteras de exclusión que los hagiógrafos han teologizado con el término “mundo”: “la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire” (Efesios 2:2); “la amistad del mundo es enemistad contra Dios” (Santiago 4:4); “si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él” (1 Juan 2:15). Juan es el autor que más se acerca al concepto platónico para definir el “mundo”: “porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo.” (1 Juan 2:16). Etc.

Si preguntamos al autor de la carta a los Gálatas qué pone en evidencia a “los del mundo”, nos contestará que los “signos” de éstos son las “obras de la carne” (sarx), que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas…” (Gálatas 5:19-21).

Y si le preguntamos después qué pone en evidencia a los que “no son del mundo”, es decir, a los “hijos de Dios”, nos contestará que los “signos” de los que son guiados por el “Pneuma” (Espíritu) son aquellos cuyos frutos se caracterizan por el “amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza…” (Gálatas 5:23). Los de afuera El gráfico en que he expuesto lo referido a “los del mundo” sigue cumpliendo perfectamente su función pedagógica en el presente concepto: “A” representa a “los de adentro”, es decir, a los “hijos de Dios”; y “B” representa a “los de afuera”, los que no son “hijos de Dios”.

Especialmente en los escritos paulinos existe una relación directa entre “los del mundo” y “los de afuera” (Efesios 2:2) y de ahí, estas frases: “Andad sabiamente para con los de afuera, redimiendo el tiempo” (Colosenses 4:5); “a fin de que os conduzcáis honradamente para con Teologización, textos fuera de contexto – 9

los de afuera” (1 Tes. 4:12); “que tenga buen testimonio de los de afuera” (1Tim. 3:7). Es decir, se teologiza el término “afuera” con el mismo sentido y propósito con que se teologiza el término “mundo”.

Apocalíptico versus escatológico Es muy importante evocar aquí dos vocablos teológicos: apocalíptico y escatológico. En algún momento estos términos pueden coincidir y significar lo mismo (el final), pero son dos conceptos diferentes.

Lo apocalíptico Lo apocalíptico hace referencia a un punto crucial, singular, espantoso… Así muchos textos del Antiguo y del Nuevo Testamento (ej. Mateo 25:31 sig. y otros). Pero también se refiere a una línea fina que cuando se traspasa se ha entrado a un estado diferente. Ha pasado del blanco al negro, sin grises. En lo apocalíptico no existen estados intermedios, procesos realizantes… Visualizando el gráfico, o se está en “A” o se está en “B” (en la iglesia, o en el mundo), todo depende de qué lado estamos de la línea que separa un círculo de otro. Los signos “sacramentales” que potenciaban estas fronteras de exclusión eran: a) el bautismo (rito de “entrada” e iniciación) y b) la eucaristía (“Santa Cena”), un rito de pertenencia al grupo. Estos dos signos “sacramentales”, con algunas variantes, eran conocidos y practicados fuera del cristianismo con los mismos propósitos (iniciación-pertenencia), pero el cristianismo primitivo lo vinculó y lo relacionó estrechamente con, por y para Cristo: es decir, los teologiza (cf. Colosenses 2:12-13; 1Cor. 10:16-17).

Lo escatológico Lo escatológico, por el contrario, contiene la idea de un proceso que se dirige hacia un final realizante y realizado. No existe ninguna línea de separación entre un estado y otro, pues el estado es uno y único en el cual y por el cual se progresa hacia el final. Más que dos círculos concéntricos, se trata de un Camino en el que todos estamos caminando, unos estaremos en un punto diferente de dicho Camino que otros, pero todos nos dirigimos hacia el mismo final escatológico. Se trata de haber empezado a caminar o no en dicho Camino. Así, “hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo” (Efesios 4:13). Pablo creía estar inmerso en dicho proceso: “No que lo haya alcanzado ya, ni que sea ya perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús” (Filipenses 3:12). Es decir, lo escatológico es un Camino de realización no excluyente ni condenatorio. La proclamación del evangelio del Reino era una invitación a andar en este Camino (“Venid a mí los que estáis trabajados y cargados...” - Mat. 11:28) en un espíritu de aceptación del otro (“el que no es contra nosotros, por nosotros es” - Lucas 9:50). Por ello, en torno a la persona de Jesús, durante su ministerio, no existían signos “sacramentales” (iniciación-pertenencia), sino una apertura a todos. El mensaje de Jesús era escatológico. Pues bien, los conceptos teologizados de las epístolas, a los que vengo refiriéndome, son más apocalípticos que escatológicos. En los conceptos teologizados no hay lugar para estados intermedios, para procesos realizantes: O estás en el círculo “A”, “adentro”; o estás en el círculo “B”, “afuera”. Hoy, la evangelización que conocemos, y que practica la mayoría del protestantismo evangélico, es apocalíptica; potencia las fronteras excluyentes, a veces, por el simple hecho de pertenecer a denominaciones cristianas distintas a las suyas. Quizás los líderes cristianos de todas las denominaciones debieran preguntarse si una auténtica “ekumene” responde adecuadamente a la oración de Jesús (Juan 17:21). El ecumenismo no es un Teologización, textos fuera de contexto – 10

movimiento, ni una denominación, ni una organización religiosa, es un “espíritu”, una conciencia cristiana, individual, personal, libre y liberadora, que hace posible la fraternidad entre cristianos desde el respeto a la pluralidad, teniendo en cuenta que nadie tiene el monopolio de la verdad absoluta. Unidos hasta donde sea posible.

El abuso del lenguaje teologizado El adoctrinamiento de muchas iglesias cae en el abuso de estos términos, levantando muros simbólicos (fronteras relacionales) sin márgenes intermedios, sin estados progresivos… Estos maestros catequistas no perciben, no captan, el sentido y el alcance relativo de un “signo” teologizado y apocalíptico. Las fronteras simbólicas que promueve la teologización de estos términos (los del mundo, los de afuera) crean zonas de exclusiones relacionales idénticas a las que creaban los escribas y fariseos del tiempo de Jesús con la teologización de los términos “puros” e “impuros”. Estos escribas y fariseos creaban estas zonas de exclusión a partir de las leyes ceremoniales relativas a la impureza presentes en la Escritura. En nuestras iglesias se crean estas zonas de exclusión mediante el lenguaje teologizado (los de afuera, los del mundo), que se absolutiza.

¿Nos hemos preguntado alguna vez cómo se sentirán nuestros padres, hermanos, parejas, amigos, hijos… cuando éstos perciben que el concepto que tenemos de ellos lo verbalizamos con dichos términos: los del mundo, los de afuera? ¡Y, a veces, en el peor de los casos, solo porque no creen lo mismo y de la misma manera que nosotros! ¿No creamos fronteras relacionales mediante el lenguaje teologizado sin reflexionar el sentido y el propósito que dicha teologización tiene? ¿No nos hemos dado cuenta que son términos “teologizados”, que tienen como objetivo fortalecer el sentido de pertenencia al grupo, a la iglesia, y nada más?

JESÚS Y LA TEOLOGIZACIÓN El judío se distinguía del que no lo era por cuatro elementos: el nacimiento, el sábado, la circuncisión y los alimentos impuros. Como la Iglesia se distanció del judaísmo y de la ley judía, buscó su identidad y su sentido de pertenencia mediante la teologización de estos dos conceptos: “los del mundo” y “los de afuera”. Así selló su marca de identidad y de pertenencia. Es decir, se alejó de las leyes ceremoniales de la Ley de Moisés que tenían el mismo objetivo en el judaísmo: crear fronteras entre el pueblo elegido y el resto del mundo, los gentiles.

Jesús y la pertenencia Pues bien, Jesús cuestionó las cuatro instituciones de pertenencia: a) Dios podía levantar hijos de Abraham aun de las piedras (Lucas 3:89); b) El sábado había sido instituido para el hombre, no el hombre para el sábado (Marcos 2:27); c) La verdadera circuncisión, diría el Apóstol después, era la del corazón no la de la carne (Romanos 2:28-29); d) Lo que hacía impura a una persona no era lo que ingería por la boca, sino lo que salía del corazón (Marcos 7:15-23).

Jesús –con su actitud y sus enseñanzas–, al relativizar estas instituciones, disolvió los márgenes que separaban a las personas por causa de las fronteras simbólicas que creaban dichas instituciones. Por causa de esas fronteras, muchas personas eran excluidas y marginadas: ciertos enfermos, mutilados, publicanos, pecadores, (los que no observaban las leyes de pureza según la ley), prostitutas y, por supuesto, gentiles.

Jesús, al juntarse y compartir mesa con este tipo de personas marginadas, estaba cuestionando Teologización, textos fuera de contexto – 11

la teologización que el fariseísmo había hecho del lenguaje (“puros/impuros”) y la exclusión que dicha teologización había originado: “los escribas murmuraban, diciendo: Este a los pecadores recibe, y con ellos come” (Lucas 15:1-2).

Jesús nunca dijo o hizo nada que distinguiera a las personas por razón de sexo, condición social, prácticas religiosas, profesión, moralidad, integridad física… Jesús deshizo todas las teologizaciones religiosas que los religiosos habían formalizado a lo largo de la historia. Rompió todas las fronteras que clasificaban a las personas. Compartir mesa (que era y es sagrado en el judaísmo) con los excluidos (los del mundo) era una metáfora de la gratuidad amorosa del Padre que hacía salir el sol y mandaba lluvia tanto para puros como para impuros (Mateo 5:45). ¡Y esa era la “buena noticia” del Reino de Dios! Hoy Jesús no hablaría de “los del mundo” ni de “los de afuera”. Mas bien estaría, como estuvo, compartiendo mesa con ellos. La Iglesia, por motivos diversos, cayó en la trampa que había caído el judaísmo originando fronteras entre “puros” e “impuros”, los de “adentro” (de la iglesia) y los de “afuera” (de la iglesia). ¡Muy lejos de la actitud de Jesús!

Una consideración vital, para ubicar estas teologizaciones en su lugar adecuado, en el fondo y en la forma, sería preguntarnos ¿por qué se tiende –como los hagiógrafos tendieron– a teologizar las instituciones, las costumbres sociales, incluso el lenguaje? En entender este “por qué” puede estar la clave para interpretar dichas teologizaciones sin caer en los errores, y en los abusos, que posiblemente hemos caído también nosotros.

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E

¿POR QUÉ SE TEOLOGIZAN LAS INSTITUCIONES Y EL LENGUAJE?

stamos hablando de la teologización. En la primera parte he tratado sobre la teologización de algunas instituciones (el uso del velo, la tutela de la mujer, la esclavitud…). En la segunda parte he tratado sobre la teologización del lenguaje (“los del mundo”, “los de afuera”). Habrá quienes no estén de acuerdo con la forma y el fondo del análisis que estoy haciendo. Y no tienen por qué estarlo.

Al confrontar lo que sabemos de la sociedad judía y greco-romana del siglo primero de nuestra era (¡la bibliografía es abundantísima, pero hay que leer!) con lo que dice el Nuevo Testamento desde un punto de vista social y político, no quedan muchas alternativas para emitir una opinión que no sea la que he intentado exponer en las dos partes de este trabajo sobre la “teologización” de las instituciones y del lenguaje. Dicho de otra manera, ignorar cómo era la sociedad donde nació, se desarrolló e institucionalizó la Iglesia, es cerrar los ojos a la realidad de la Iglesia misma, porque el conjunto de las personas que la representaban no vinieron de otro planeta, sino que pertenecían al mismo mundo de sus coetáneos, compartiendo las leyes, las costumbres, la dieta, el vestido, los roles, los códigos domésticos… El Nuevo Testamento da cuenta de todo esto, pero el perezoso, que ignora voluntariamente la información extrabíblica, cree que la información neotestamentaria es ajena a ella, y que ésta es una revelación especial de Dios. Por eso citan la Escritura de manera descontextualizada. La singularidad que descubrimos en la Escritura es que los hagiógrafos “teologizaron” dichas instituciones y costumbres locales, es decir, las defendieron “teológicamente”. Las preguntas obvias son: ¿por qué lo hicieron? ¿Qué propósito tenían? Las respuestas a estas preguntas, aun cuando tienen un carácter eminentemente religioso, subyacen sobre un poso esencialmente sociológico. Podemos enumerar al menos cinco aspectos en el propósito de la teologización.

1. Es una dinámica de grupo En todas las actividades grupales, sea de la naturaleza que sea, se fomenta el sentido de pertenencia al grupo, de ahí “los de adentro” y “los de afuera”, “los otros” frente al “nosotros”. Es decir, se fomenta lo endogámico. Este fenómeno ocurre generalmente en todos los grupos, ya sean gremios profesionales, equipos deportivos, artísticos, etc. Es un fenómeno sociológico universal. La Iglesia no fue ajena a este fenómeno. En la esfera religiosa, se “teologiza”; en la esfera profana, se idealiza e incluso se ideologiza. La idealización no es mala; al contrario, sirve de horizonte, de norte. Lo grave es cuando se ideologiza; la ideología fanatiza, alinea, degrada, corrompe.

2. Fortalece los vínculos del grupo El sentido de pertenencia a un grupo fortalece los vínculos personales entre los “miembros del grupo”. Pablo escribe a los colosenses: “La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría, cantando con gracia en vuestros corazones…” (Colosenses 3:16) y a los cristianos de Éfeso: “hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros Teologización, textos fuera de contexto – 13

corazones” (Efesios 5:19). Las palabras claves de estos textos radica en la forma plural de los verbos: “enseñándoos”, “exhortándoos”, “entre vosotros”, lo cual implica proximidad y reciprocidad.

3. Anima ante la adversidad y los conflictos Esporádicamente, y en algunos lugares del imperio, la Iglesia sufrió persecución. En ocasiones esta persecución fue local y ocasional (p. ej. Hechos 16:20-24; 17:5-9). Pero sabemos que esta persecución fue más amplia en el tiempo y en el espacio durante el mandato de algunos emperadores romanos (Nerón, Domiciano, etc.). Uno de los libros más beligerante en el lenguaje (aunque figurado) del Nuevo Testamento es Apocalipsis. El mensaje de este libro es un reto a la política religiosa de Roma en el tiempo de Domiciano (51-96 d.C.), pero también es un mensaje de aliento y ánimos a una Iglesia objeto de persecución (p. ej. Apoc. 17-20). El autor de 1Juan, que pertenece a la misma época, dice: “Hijitos, vosotros sois de Dios, y los habéis vencido; porque mayor es el que está en vosotros, que el que está en el mundo” (1 Juan 4:4). La palabra mágica, en momentos de pruebas, es victoria: “los habéis vencido”.

4. Da coherencia a la enseñanza El mayor hándicap de un maestro es que su exposición, además clara, perdure en el tiempo en la mente de sus discípulos. Y nada es más eficaz para lograr esto que las ideas vayan acompañadas de imágenes, de historietas, ilustraciones cotidianas. Jesús logró este objetivo mediante las parábolas, fáciles de recordar y de relacionar con las cosas cotidianas. Pablo también fue un maestro en estas lides. Pero sobre todo, que tenga coherencia. Un ejemplo de esto es la alegoría que el Apóstol formuló de la historia de Sara y Agar: “Mas ¿qué dice la Escritura? Echa fuera a la esclava y a su hijo, porque no heredará el hijo de la esclava con el hijo de la libre. De manera, hermanos, que no somos hijos de la esclava, sino de la libre” (Gálatas 4:30-31. cf. Génesis 16). De hecho, Pablo es quien más usa estos recursos pedagógicos para dar coherencia a sus enseñanzas y exhortaciones, como vemos en la teologización de las instituciones y del lenguaje.

5. Incentiva la evangelización (proselitismo) Independientemente de la Gran Comisión, que la Iglesia sintió como deuda propia respecto al mundo, por su naturaleza, originalidad y singularidad, desde un punto de vista sociológico, la Iglesia encontró una razón indiscutible para ganar a otros al grupo que ella representaba. Por ello, el autor de las Pastorales, exhorta: “Que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo” (2 Timoteo 4:2). Y así es en el mejor de los casos. En el peor, se convierte en un burdo proselitismo mediante el cual algunos grupos religiosos tienen como leitmotiv su exclusivismo y el afán de ganar miembros a su propio círculo.

¿Podemos absolutizar la teologización que hacen los autores del Nuevo Testamento de las instituciones y del lenguaje?

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A MODO DE CONCLUSIÓN

En la exposición que antecede a esta conclusión hemos intentado valorar algunos enunciados, conceptos, frases y palabras presentes en los textos bíblicos (del Nuevo Testamento) desde el contexto cultural, social y religioso donde se hallan. Es en ese contexto social y religioso donde se percibe el sentido lógico y natural de dichos enunciados. Y es ese contexto el que señala el valor relativo que tiene la teologización de los mismos, carente, por lo tanto, de absolutidad. Es decir, entender el valor relativo que le confiere la teologización es vital para la catequesis (instrucción) que, de alguna manera, va a formar el carácter religioso y piadoso del catequizado (solo hay que echar un vistazo al fanatismo que exhiben algunos grupos de cualquier latitud y familia religiosa).

Sabemos que deconstruir el chip ideologizado (que no idealista) del fundamentalismo que reina entre un gran número de líderes del mundo religioso (el rebaño simplemente les siguen), sin distinción alguna (las Iglesias de Cristo incluidas), no es tarea fácil. Precisamente porque es una ideología incrustada en la Teología mediante el adoctrinamiento.

En cualquier caso, y refiriéndome a los tópicos aludidos en este tratado, he puesto en evidencia que la discriminación de la mujer en la Iglesia no tiene fundamento en los textos bíblicos en sí, sino en la interpretación descontextualizada que se hace de ellos. Dicha discriminación tenía sentido en la época del Nuevo Testamento (en el orden social patriarcal de la época), pero no en el orden social del siglo XXI. La teologización que se hace del lenguaje en los textos bíblicos, concretamente el concerniente al estatus de la mujer, está restringido a la cultura, a los roles sociales y al estatus de aquella época. Los demás términos teologizados (“los del mundo”, “los de afuera”), por la relatividad que supone la teologización misma, deberían corregirse en el contexto de cada sociedad y en el ámbito de la multiculturalidad religiosa de cada lugar. Los fieles de otras religiones distintas a la cristiana, no son necesariamente “del mundo”, ni “de afuera”, al menos visto desde las categorías espirituales y ético-sociales.

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