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TEORIA DE LOS HUMORES En el siglo III a.C. el filósofo Empédocles explicaba que había cuatro elementos fundamentales en el universo: tierra, agua, aire y fuego, y si se mezclaban en diferentes proporciones creaban distintas sustancias (huesos, rocas, etc.) También pensaba que en los organismos había cuatro fluidos básicos llamados humores: sangre, flema, bilis amarilla y bilis negra. Cuando los humores estaban en proporciones debidas, la persona gozaba de una buena salud, pero cuando los humores se desequilibraban la persona estaba enferma. De la preponderancia de uno de estos humores, proceden las diferentes disposiciones temperamentales, el triste melancólico, se haya dominado por la hiel negra, el tedioso flemático acusa el predominio del mucus. La enfermedad consistía en un deterioro de los humores. Como no podía contemplarse el interior del cuerpo, había que inspeccionar la orina como mensajera del interior para indagar de ella las verdaderas causas de la enfermedad. Hipócrates, a quien se le atribuyen cerca de 60 tratados en su mayoría sobre materias médicas, conservó esta visión naturalista; en el texto hipocrático La naturaleza del hombre, atribuido a Polibo, yerno de Hipócrates, se encuentra la asociación entre los cuatro humores y las cualidades primarias. Hipócrates fue el primero que dio a la humanidad una medicina básicamente purgada de la magia de los primeros tiempos, Hipócrates y sus discípulos ya no hacían responsables a los espíritus malignos, a deidades disgustadas o a las almas de los difuntos de las enfermedades de la gente, viendo en ellas trastornos corporales diagnosticables y con frecuencia curables con medios terapéuticos. El fenómeno del vigor curativo propio del cuerpo a base de dietas depurativas y descanso, desempeñó a partir de Hipócrates un papel decisivo, aunque algunas de las ideas Hipócrates se nos presentan hoy como superadas han seguido alentando sin embargo hasta nuestros días especialmente sus reglas éticas, para la profesión médica el juramento de Hipócrates sigue siendo obligatorio para el médico de nuestros días. La medicina del medioevo europeo no se basó únicamente en las obras de Hipócrates, sino que lo hizo también en el sistema del médico, greco, romano, galeno y en los médicos árabes posteriores. La obra hipocrática que enfatizaba la experimentación y los factores causales llegó a ser la base de la medicina occidental por más o menos 2 mil años gracias al médico de Asia menor Claudio Galeno, quien vivió en el siglo II dC. Pero aunque Hipócrates había desterrado de la ciencia médica a los antiguos dioses y malignos demonios, en la edad media cristiana se hallaron otras causas no diagnosticables de las calamidades patológicas, el amplio acceso a la medicina, la maldad y pecados de la gente y las mañas de Satán, el adversario de DIOS, eran los culpables de las enfermedades y solo podía procurar la salud, la ayuda espiritual de la iglesia y la medicina de los santos. Las catastróficas plagas de aquel tiempo, la peste bubónica, el tifus exantemático, la lepra y la viruela mostraban con demasiada claridad la inutilidad de todas las terapias lógicas de entonces. Por otra parte siguiendo las huellas de Galeno y sus discípulos se ajustó el récipe de esa época, a medicamentos animales y vegetales poco adecuados, mezclados sin tino y a veces repugnantes. EXAMEN DE INGENIOS PARA LAS CIENCIAS Desde antes de 1600 circuló con profusión en España el libro del doctor Juan Huarte de San Juan Examen de ingenios para las ciencias, del cual la edición de 1593 localizada en Santafé de Bogotá es una de las primeras. Cervantes no alude directamente a Huarte de San Juan en sus escritos; sin embargo, en más de un aspecto la semblanza de la condición física y mental de Don Quijote concuerda con los planteamientos expuestos en el Examen de ingenios. De otra parte, es bastante probable que la caracterización del hidalgo manchego como un hombre ingenioso, que determina desde el título del 1
libro uno de los rasgos más sobresalientes del personaje, se haya fundamentado en la obra del doctor Huarte. En efecto, el Examen de ingenios para las ciencias incluye un pequeño tratado sobre lo que se identificó como «teoría de los humores», en la fisiología clásica y durante la Edad Media. Dicha teoría desarrollaba la concepción de las formas a través de las cuales los cuatro contrarios que conforman el mundo caliente, seco, frío y húmedo se combinan en el cuerpo del hombre para producir los humores; de tal manera que la mezcla de caliente y húmedo forman sangre; caliente y seco, bilis; frío y húmedo, flema; frío y seco, melancolía. La proporción en la que se combinan los humores en el cuerpo determina los distintos temperamentos: en el sanguíneo la sangre es dominante, y es considerado el mejor de los cuatro por la especial afinidad que la sangre mantiene con la naturaleza
Los hombres sanguíneos suelen distinguirse por su rostro pálido, por dormir mucho, soñar con cosas agradables e irritarse con facilidad. El hombre colérico, que está bajo el influjo de la bilis, es alto y delgado y vive en medio de permanentes arrebatos y de sueños resplandecientes, llenos de truenos y de cosas peligrosas. Como síntomas del temperamento melancólico se resaltan el insomnio, las pesadillas y las opiniones intransigentes, siendo un humor propicio para asumir la vida retirada, dedicada al estudio y a la meditación. El temperamento flemático fue considerado como el peor de los cuatro; a él se asociaban la gordura, el sueño excesivo, la lentitud en el aprendizaje y los letargos en los que van y vienen los peces en medio de las aguas. Para las gentes de su época Don Quijote era de un temperamento colérico, vinculado al aire y al hígado; es por ello que al regreso de su primera salida, cuando se ha tapiado el aposento en el que reposaban sus libros y al despertar Don Quijote se encuentra con que no puede acceder a su biblioteca, responsabiliza de esa maldición al sabio Frestón con tanta vehemencia que su ama y sobrina «no quisieron las dos replicarle más, porque vieron que se le encendía la cólera» (Capítulo VII−I).
Los coléricos estaban dotados de una particular inclinación hacia la sabiduría, la sutileza y el ingenio. No obstante, Huarte de San Juan precisaba que la igualdad y constancia de ánimo de los dominados por la bilis era bastante frágil y, por lo tanto, su facilidad de inventiva los aproximaba grandemente a las extravagancias derivadas de la destemplanza caliente y seca del cerebro. Don Quijote se aficionará con obstinación a leer libros de caballerías y «del poco dormir y el mucho leer se le resecó el celebro»; ya en el Examen de ingenios se había apuntado que «la vigilia de todo el día deseca y endurece el cerebro, y el sueño lo humedece y fortifica». La ausencia de humedad produce entonces una inestabilidad de los humores que desemboca en el trastorno mental de Don Quijote, debido a que los libros de caballerías le tenían tan conjurado que «se le pasaban las noches leyendo de claro en claro, y los días de turbio en turbio». En concordancia con los argumentos expuestos resultan particularmente reveladoras las alusiones a los largos períodos de sueño a los que se entrega Don Quijote cuando regresa a su aldea, porque, tal vez, indican la búsqueda de una pausa para lograr el aumento de humedad en el cerebro, y la parcial recuperación del juicio. No obstante, en el Quijote predomina la exaltación de la locura como una fuente de poderosa vitalidad, al fin y al cabo en el siglo XVII, al igual que hoy, «los tenidos por locos son cuerdos y los locos son dignos de alabanza». Dice Cervantes que a Don Quijote la fantasía se le asentó en la imaginación «de tal modo que era verdad toda aquella máquina de aquellas sonadas soñadas invenciones que leía»; es decir, las imágenes vistas por Don Quijote le llegan distorsionadas. Cuando, en su primera salida, el caballero deambula hambriento por los secos campos manchegos, sus sentidos advierten una sencilla venta y a dos rameras sentadas a la puerta, mas, como estas imágenes han de pasar por su imaginativa lesionada, el autor avisa que «a nuestro aventurero todo cuanto pensaba, veía o imaginaba le parecía ser hecho y pasar al modo de lo que había leído». por la gracia de su imaginación que transforma lo percibido por los sentidos «la venta se le representó que era un castillo con sus cuatro torres y chapiteles de luciente plata, sin faltarle su puente levadiza y honda cava, con todos aquellos adherentes que semejantes castillos se pintan» y «se llegó a la puerta de la venta, y vió a las dos destraídas 2
mozas que allí estaban, que a él le parecieron dos hermosas doncellas o dos graciosas damas que delante de la puerta del castillo se estaban solazando» (Capítulo II−I). BÁLSAMOS En las marmitas medievales sí que se cocían secretos, sobre todo en aquellas en las que burbujeaban las pócimas de los druidas. El más célebre y popular de los druidas, Panorámix, tiene detrás de sí una organizada red de espías reclutados entre las filas del ejército romano que, inútilmente, ansían hacerse con los ingredientes de la pócima mágica. También las brujas, alcahuetas y celestinas mantenían en secreto los ingredientes de sus brebajes. Por la acción de sólo Dios sabe que hierbas y raíces mezcladas con algún que otro rabo de lagartija, aquellos personajes a caballo entre los alquimistas y los asistentes sociales eran capaces de remediar hasta lo irremediable. La Celestina era una experta en filtros de amor y apaños reparadores de virginidades. Y en el terreno de los filtros de amor, ningún misterio lo es tanto como el del poder erotizante del legendario cuerno de unicornio o rinoceronte. ¿Existió alguna vez? ¿Alguien lo probó? ¿Era efectivo? A comienzos del siglo XVII, y de la mano de dos personajes mundialmente conocidos, la literatura plantea un nuevo enigma. ¿Qué desconocida ciencia actúa en el milagroso bálsamo de Fierabrás, para que dicho bebedizo distinga a los armados caballeros de los que no lo son y sus beneficiosos efectos actúen únicamente sobre los primeros? Conocemos los ingredientes básicos de la mezcla: romero, aceite, sal y vino, y sabemos que antes de apurarlo es necesario rezar una generosa cantidad de paternostres, avemarías, salves y credos. Pero ignoramos porque sana a Don Quijote y enferma a su escudero: "Yo creo, Sancho, que todo este mal te viene de no ser armado caballero; porque tengo para mí que este licor no debe aprovechar a los que no lo son." PRÁCTICAS MÉDICAS DE LA ÉPOCA La medicina del medioevo europeo recibió sus principales impulsos del arte terapéutico de Grecia y roma, pertenecía a el, la práctica de flebotomías de que tanto se abusó hasta hace poco como panacea de todos los padecimientos, al igual que la uroscopia que constituía el método diagnóstico más socorrido, esta última era cómoda, no era precisa la asistencia del medico al enfermo, bastaba con que un allegado del paciente acudiera con una muestra de orina, un simple vistazo del medico permitía determinar la localización del mal. La sangría artificial, la flebotomía fue recomendada ya por el famoso medico griego Hipócrates, como un remedio salvador para eliminar del cuerpo los malos humores, el conocimiento de los remedios vegetales, animales y minerales constituía ya en la edad media toda una ciencia, muchos de ellos se emplean todavía. Curanderia Curandería, proceso en virtud del cual una persona recupera la salud física o mental, mediante lo que se considera una intervención directa de una fuerza divina. La curandería se distingue tanto de la medicina científica, que trata la enfermedad con remedios específicos desarrollados a través de la observación y la investigación, como de la medicina precientífica, que combate la enfermedad con conocimientos tradicionales, como puede ser el uso de ciertas plantas y hierbas, y es practicada a menudo por personas que poseen una cierta autoridad religiosa. Pese a que utilizan remedios empíricos, se considera que estos curanderos se comunican con los poderes sobrenaturales supuestamente responsables de la enfermedad y de su curación. De este modo la medicina precientífica y la curandería están relacionadas, y a menudo combinan un mismo tipo de tratamiento. En los tiempos modernos las actitudes frente a la curandería se han polarizado. Según la medicina científica, concebida de manera rígida, toda enfermedad incluso las enfermedades mentales es el resultado de un 3
desorden fisiológico; de acuerdo con este esquema, la curandería no resulta creíble. En el extremo opuesto, los practicantes de la curandería creen que el origen de toda enfermedad reside en un desorden de la mente o del espíritu, para el cual sólo ellos conocen el remedio. la gente practica la oración como último recurso cuando las medidas científicas no dan resultado. Del mismo modo, muchas personas consideran la salud como una complicada relación de numerosos factores físicos, emocionales y espirituales de carácter determinante, y creen que el remedio más eficaz para la curación consiste en utilizar simultáneamente todos los medios disponibles, incluida la oración. FIGURA DEL MÉDICO Los cirujanos de la edad media, los matasanos y cirujanos militares no se consideraban como verdaderos médicos, sino como menestrales, su complicadísimo arte no se adquiría a base de estudios universitarios sino se conseguía en íntimo emparentamiento con el cuadro profesional del barbero y el bañero practicando con algún maestro curandero. Los sacamuelas, batidores de cataratas, los matasanos, y curanderos deambulaban de feria en feria proclamando su destreza y éxitos, tras tocar una trompeta y acompañados de los chistes de bufones de llamativo atuendo, hasta el siglo XIX no se derrumbó la barrera social y profesional que separaba la cirugía de la medicina, el actual ocupa posiblemente, el cirujano, el escalón más alto en cuanto a admiración y respeto de la dignidad médica. Ya en los limites de la edad moderna descuella en la medicina medieval el tan traído y llevado Paracelso, una excepción genial que a base de una terapia con medicamentos simples y sin mezcla, y de influir mediante fuerzas psíquicas al arqueo de los enfermos, se trataba de avivar el vigor salutífero interno, en vez de la tradicional teoría de los humores se propugnó una biología química. El parentesco de sus proposiciones científicas con el mundo ideológico de Hipócrates es innegable, el ideal médico precocinado por Paracelso, aunque el mismo solo llegó a realizarlo en parte, talvez inaccesible para una sola persona, requería cuatro cualidades del medico de verdad, este debe ser astrónomo y astrólogo, puesto que el hombre es una parte del cosmos sometido a sus influencias astrales, debe estar familiarizado con el suelo y el clima y con los influjos que ejercen sobre el cuerpo, debe dominar la química y la alquimia para hallar los medicamentos adecuados pero lo más importante es que sea persona altruista y amante del prójimo, solo de esta manera podrá ayudar el médico a que ese arqueo salutífero se imponga a la salud al enfermo, pues no es el médico quien sana sino las fueras de la naturaleza. Muchos médicos de hoy día ven en Paracelso una de las luminarias de la medicina, por esta razón el simposium médico alemán confiere regularmente una medalla de Paracelso a las personas destacadas en la profesión médica, el reconocimiento por actuar dentro de su espíritu. Desde comienzos del siglo XIX se derramó un torrente de nuevos conocimientos médicos sobre nuestro mundo, solo a partir de ese momento puede hablarse de una medicina moderna digna de tal nombre. ALGUNOS EJEMPLOS MEDICOS DEL QUIJOTE SUPURACIÓN OCULAR DE LA TUERTA En el CAP IV−I, los mercaderes le dicen que a Dulcinea es tuerta de un ojo y que del otro le mana bermellón y piedra azufre. Al oír tal cosa D. Quijote se encendió en cólera diciéndoles que no le mana tal cosa que dicen ellos, sino ámbar y agalia entre algodones y que no es tuerta ni concorvada. Se podría decir que Dulcinea no era tan perfecta como nuestro Don Quijote nos la describe. Parece ser que era tuerta y del otro supuraba pus. LAS SANGRIAS Y EL YELMO DE MAMBRINO 4
En el CAP XXI−II, Don quijote le quita al pobre barbero su bacia. La bacia era un instrumento que los barberos de la época (cirujanos, sacamuelas, peluqueros) utilizaban para las sangrías y para cortar la barba. EL MAL MENSIL En el CAP XXIII−II, se habla del mal mensil en Dulcinea. Chillón era pueblo alejado d las minas donde sus habitantes trabajaban por lo que para facilitar el trabajo surgió un pueblo, Almadén, el cual estaba cerca de las minas. Almadén es la ciudad del Toboso. Debido a la cercanía el pueblo del Toboso tiene que soportar aires contaminados y el humo, por tanto los mineros del Toboso poseen anemia característica del hidrargirismo, llamada en aquella época mal mensil. El HIDRARGIRISMO viene de la palabra hidrargiro, que es mercurio y califica a la enfermedad que produce a los mineros su obtención y elaboración. Uno de los síntomas de la enfermedad es presentar temblor. D. Quijote presenta tal enfermedad como se puede leer en el CAP−XXXII−II: EL MORBO GALICO En la cueva de montesinos en el CAP XXII−II. El morbo gálico, antiguamente se le denomino ,