TESTAMENTA M XI Ü 500 A N O S PRESENTE EN NUESTRO CONTINENTE 1492

TESTAMENTA M£XI£Ü 500 A N O S PRESENTE _ EN NUESTRO CONTINENTE / 1492 - 1 9 9 2 i EDICIÓN CATÓLICA DEL NUEVO TESTAMENTO VERSION C.E.B.I.H.A. CENT

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TESTAMENTA M£XI£Ü

500 A N O S PRESENTE _ EN NUESTRO CONTINENTE /

1492

-

1 9 9 2 i

EDICIÓN CATÓLICA DEL NUEVO TESTAMENTO VERSION C.E.B.I.H.A. CENTRO BIBLICO HISPANO AMERICANO

NUEVO TESTAMENTO

TRADUCCION DEL TEXTO ORIGINAL GRIEGO POR UN EQUIPO DE PROFESORES DE LA CEBIHA: CENTRO BIBLICO HISPANO AM ER ICANO

Edición autorizada por Editorial Progreso, S.A .

a Servicio a la Iglesia Católica, A.C. Viaducto Tlalpan No. 20 A. Postal 22-897 Huipulco, D.F. C.P.— 14370 Tel.: 6-71-02-69

1966 — la. Edición 1987 — (Co-edición)

Reimprímase Fr. Felipe de Jesús Cueto, O.F.M. Obispo de Tlanepantla Traducción del texto original griego por un equipo de profesores del Centro Bíblico Hispano Americano ( CEBIHA ) Coedición: Servicio a la Iglesia Católica, A.C. Viaducto Tlalpan No. 20 14370 Huipulco, D.F. C. derechos literarios y artísticos reservados por EDITORIAL PROGRESO S.A Naranjo 248 06400 México, D.F. Miembros de la Cámara Nacional de la Industria Editorial Registro No. 232 Ed. Progreso Registro No. 1704 S.I.C. ISBN 968-436-423-7 Ed. Progreso ISBN 968-6163-01-8 S.I.C. MPRESO EN MEXICO *RINTED IN MEXICO

ABREVIATURAS Ap = Apocalipsis Cant = Cantar de can­ tares. Col = Colosenses Cor =i Corintios E clo := Eclesiástico E f = Efesios Ex = Exodo Fil — Filipenses Film = Filemón Gál =: Gálatas

Gén = Génesis Heb = Hebreos Hech = Hechos Is = Isaías Jd = San Judas Jdt = Judit J1 = Joel Jn = San Juan Le = San Lucas Mac = Macabeos Me = San Marcos

Mal = Malaquías Mt = San Mateo P = San Pedro Prov = Proverbios Rom = Romanos Sab = Sabiduría Stg = Santiago Tes = Tesalonicenses Tim = Timoteo Tt = Tito

LOS SANTOS EVANGELIOS L a palabra “ E v a n g elio ” etim ológ ica m en te sig n ifica “ buena n u eva ” . E n sentido cristian o sig n ifica la Buena Nueva p or ex celen cia , que tra jo J e­ su cristo al m undo. E s ta B u en a N u ev a era el “ m en sa je de salud” p a ra la hum anidad. F u e realizado p rim era m en te en la vida y d octrin a de C risto. F u e predicado despu és p or los A p ó sto les. F in a lm en te , esa m ism a vida y d octrin a de C risto pred icada p o r los A p ó s to le s , fu e e s cr ita p o r los cua­ tro E v a n g elista s. L a trad ición p a trística ha querido v e r en los cu a tro anim ales de la visión del P r o fe ta E zeq u iel los sím bolos de los cu a tro E v a n g elios. A t r i ­ bu yen a San M a te o , el-h om b re, el león a San M a rco s , el toro a San L u ­ cas y el águila a San Juan. Una cu estión tra scen d en ta l es la de la autenticidad de los E va n g elios. D ec ir que los E v a n g elio s son a u tén ticos es a firm a r que han sido rea l­ m en te escrito s p or S an M a te o , San M a rco s , San L u ca s y San Juan. La p ru eb a d ocum ental que ga ra n tiza esta a utenticidad no puede p resen ta rla a su f a v o r , ni r em o ta m en te , n in gú n otro escrito de la antigüedad. L as es­ m eradas ediciones desde hace va rios siglos hechas desde los más op u estos á n g u los, y , sin em b a rg o , su sta n cialm en te concord es avalan sobradam ente su in tegrid a d sustancial. E n cuanto a la historicidad de los E v a n g elio s , hem os de a firm a r rotu n d a m en te que los cu a tro E v a n g elios son rig u ro sa ­ m en te h istóricos. E s tal la sin cerid ad con que escrib en los E v a n g elista s y con ocen tan al detalle los hechos que n a rra n , que salta a la sim ple lectu ra del E v a n g elio la verd ad de la historicidad de los E v a n g elios. Un d etalle cu rioso que se ob serva tam bién en la sim ple lectu ra de los tres p rim eros E v a n g elio s — de San M a teo , San M a rco s , San L u ca s — , es que en los tres es uno y el m ism o el plan g en era l de la historia ev a n ­ gélica. T ien en un m ism o esq u em a , aunque con serv a n , al n a rra r , cada uno su p rop io tem p era m en to p sicológico. San Juan fo rm a él solo clase a p a rte. S i qu isiéram os p o n er de re lie v e el ra sg o ca ra cterístico de cada uno de los cu a tro E v a n g elista s , habríam os de d ecir que “ el ra sg o ca ra cterís­ tico de San M a rcos es la v iv eza fr e s c a y esp o n tá n ea ; el de San M a teo , la coh eren cia y p recisió n algo esq u em á tica ; el de San L u ca s , la delicade­ za y suavidad p e n e tr a n te ; el de S an Juan, la eleva ción y luminosidad?9 ( B o v e r ) . D e esta s cu a tro n a rracion es o libros de un m ism o y único E v a n ­ g elio, con sta el E v a n g elio de N u e s tr o S eñ o r J esu cristo, el libro más h er­ m oso y divino que ja m á s se ha e s c r ito . E l libro que la Ig lesia y sólo E lla puede p o n er y pon e de m il m odos a n u estro alcance, exh ortá n d on os a su cotidian a lectu ra .

EVANGELIO DE SAN MATEO E l A utor .— S an M a teo, llam ado también. L ev í, era hijo de A lfe o . D e p r o fe s ió n publieano, es d ecir, cobra d or d e tribu tos. T enía su oficin a de aduanas en C a fa m a ú m . S e co n v irtió y se hizo seg u id or de Jesús. Un día el M a estro , a su paso p o r C a fa m a ú m , lo m iró y le d ijo : S ígu em e. Y él, al p u n to, decididam ente, “ levan tán d ose lo sig u ió" (Mt 9, 9). San M a teo, A p ó sto l y E v a n g elista , pred icó el E v a n g elio a los g en tiles y padeció tam ­ bién el m a rtirio. S u cu erp o se v e n e ra en la ca ted ra l de S a le m o (I ta lia ). S u f ie s ta se celeb ra el 21 de sep tiem b re. E l E v a n g e l io .— Obra de San Mateo, fue la composición del primer Evangelio. Lo escribió en la lengua de Palestina, un dialecto arameo, ha­ cia el año SO. Era destituido este primer Evangelio a los judíos creyen­ tes de Palestina. San Mateo les presenta su obra como una prueba de la divinidad y mesianidad de Jesús de Nazaret. Jesús era el Mesías anun­ ciado por los Profetas. De ahí sus frecuentes citas del Antiguo Testa­ mento. Hace mención explícita también San Mateo de la Iglesia y del Pri­ mado de San Pedro. Y pone especial empeño en transmitimos los discur­ sos del Señor.

EVANGELIO DE JESUCRISTO SEGUN SAN MATEO INFANCIA A scendientes (L c 3, 23).— |.— 1 Genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abrahám. 2 Abraham fue padre de Isaac; Isaac, de de Jacob; Jacob, de Judá y de sus hermanos; 8 Judá tuvo de Tamar a Farés y a Zará; Farés fue padre de Esrón; Esrón, de Aram; 4 Aram, de Aminadab; Aminadab, de Naasón; Naasón, de Salmón; 8 Salmón tuvo de Rajab a Booz, y Booz tuvo de Ruth a Obed; Obed fue padre de Isaí; 8 Isaí, del rey David. David, de la que fue de Urías, tuvo a Salomón; 7 Salomón fue padre de Roboam; Roboam, de Abiá; Abiá, de Asá; 8 Asá, de Josafat; Josafat, de Joram; Jorám, de Ozías; 9 Ozías, de Joátham; Joátham, de Ajaz; Ajaz, de Ezequías; 10 Ezequías, de Manasés; Manasés, d° Amón; Amén, de Josías; 11 Josías, de Jeconías y de sus hermanos, cuando la cautividad de Babilonia. 12 Y después de la cautividad de Babilonia, Jeconías fue padre de Salatiel; Salatiel, de Zorobabel; 1 18 Zorobabel, de Abiud; Abiud, de Eliakim; 7 6 Eliakim, de Azor; 14 Azor, de Sadoc; Sadoc, de Ajim; Ajim, de Eliud; 18 Eliud, de Eleazar; Eleazar, de Matthán; Matthán, de Jacob. 16 Y Jacob fue padre de José, el esposo de María, de la cual nació Je­ sús. el llamado Cristo. 77 Son, pues, catorce las generaciones desde Abrahám hasta David; desde David hasta la cautividad de Babilonia, catorce generaciones, y des­ de la cautividad de Babilonia hasta Cristo, catorce generaciones. M isterio revelado a José.— 18 El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera: Desposada su madre María con José, antes de unirse, se halló que había concebido del Espíritu Santo. 19 José, su marido, siendo justo y no queriendo denunciarla, resolvió despedirla en secreto. 20 Esto pensaba, cuando un ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: José, hijo de David, no temas recibir a María, tu mujer, pues lo conce­ bido en ella es del Espíritu Santo. 21 Dará a luz un hijo, y le llamarás Je­ sús; porque él salvará de los pecados a su pueblo. 22 Todo esto aconte­ ció en cumplimiento de lo que anunció el Señor por el profeta que dice: 16 I.os semitas dan gran importancia a las genealogías. San Mateo demues­ tra que Jesús desciende de Abraham, y que es hijo de David. —José, padre legal de Jesús, es quien le transmite el titulo de hijo de David.— Entre los progeni­ tores remotos de Jesús, vemos algunas mujeres. Tres de ellas pecadoras y una gentil. Asi resalta que Jesús vino a salvar a todos. Pero ia santidad absoluta de Jesús exigía que su madre fuese, como fue, santa e inmaculada desde el pri­ mer momento de su ser. 17 Las generaciones aquí distribuidas en tres grupos, no son completas. El número catorce es convencional, para facilitar la memoria. Entre uno y otro nombre se omiten a veces varias generaciones. 18 “Unirse” ya sea en convivencia, ya maritalmente. 19-25 José nunca creyó culpable a su esposa, e ignorando el misterio que en

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1, 23; 2,16

23 V ed que la V ir g e n con ceb irá y dará a luz un hijo, y le llam arán E m m anuel, que significa: Dios con nosotros. 24 Despierto José del sueño, hizo como el ángel del Señor le ordenó: recibió a su mujer; 26 y, sin que la conociera, dio a luz un hijo, y le llamó Jesús. Los m a g o s .— 2.— 1 Nacido Jesús en Belén de Judea en los días del rey Herodes, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén, 2 di­ ciendo: ¿Dónde está el nacido rey de los judíos? Porque vimos una es­ trella en el Oriente, y venimos a adorarlo. 3 Al oír esto el rey Herodes, se turbó, y con él toda Jerusalén; 4 y, congregando a todos los pontífices y a los letrados del pueblo, les preguntaba el lugar del nacimiento de Cristo. 6 Ellos le contestaron: En Belén de Judea; pues así está escrito por el profqta: 6 Y tú, B elén , tierra de Judá, de nin gú n m odo eres la m e­ n o r e n tr e las ciudades de J u d á ;— porqu e de ti saldrá un j e f e que a p a cen ­ ta rá a m i pu eblo, Isra el.

7 Entonces Herodes, llamando aparte a los magos, puntualizó con ellos el tiempo de la aparición de la estrella; 3 y, enviándolos a Belén, dijo: Id e informaos bien sobre ese niño; y, cuando le encontréis, avisadme, para ir yo también a adorarlo. 3 Y ellos, oído el rey, marcharon; y la estrella que vieron en Oriente, los guiaba hasta que llegó y se colocó sobre donde estaba el niño. 13 Al ver la estrella, se alegraron sobremanera. 11Y lle­ gando a la casa, vieron al niño con María, su madre, y, postrados, lo ado­ raron; abrieron sus tesoros y le ofrecieron dones: oro, incienso y mirra. 12 Y avisados en sueños de no volver a Herodes, regresaron a su país por otro camino.

. . . a b rieron su s tesoros y le o fre c ier o n d o n es: oro, incien so y m irra (Mt 2, 11). H u íd a a E gipto . M a t a n z a de los in o c e n t e s .— 13 Luego que ellos se retiraron, un ángel deh Señor se aparece en sueños a José, diciendo: le­ vántate, toma al niño y a su madre, y huye a Egipto, y estáte allí hasta que yo te avise; porque Herodes va a buscar al niño, para matarlo. 14 Él se levantó, tomó al niño y a su madre, de noche, y se retiró a Egipto, i* y estuvo allí hasta la muerte de Herodes; para que se cumpliera el anuncio del Señor por medio del profeta: D e E g ip to llam é a m i hijo. ella se encerraba, resolvió despedirla en secreto, hasta que el Angel se lo explica. En vez de “recibir” podríamos traducir "retener". 12 Los magos parecen oriundos de Persla: una clase poderosa que se ocupa del curso de los astros. Pero ni eran astrólogos ni hechiceros. La estrella vista en Oriente, es un fenómeno milagroso. Asi la reconocieron los magos, con la ayuda de la gracia, como señal del recién nacido. En Persla se esperaba un sal­ vador, y sabían, adem&s, que en Palestina existía una esperanza análoga.

2, 16; 3, 6

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16 Entonces Herodes, viéndose burlado por los magos, se encolerizó mucho, envió a matar a todos los niños de Belén y de todos sus contornos, de dos años abajo, según el tiempo que puntualizó con los magos. Y se cumplió lo dicho por medio del profeta Jeremías: i8 U na v o z en R a m á se oyó,— llanto y lam en to g r a n d e ;— R a q u el que lloraba sus h ijos,— y n o que-* r ía s e r consolada, p o rq u e n o e x isten .

É l (José), 'se leva n tó, tom ó al N iñ o y a su m adre, y en tró en tierra de I s r a e l . . . y f u e a h a b ita r en una ciudad llam ada N a za ret, p a ra qu e se cu m p liera lo dicho p o r m edio de los p r o f e t a s . . . (Ver Mt 2, 21-23).

V uelta a N azaret.— 19 Muerto Herodes un ángel del Señor se apa­ rece en sueños a José en Egipto, 20 diciendo: levántate toma al niño y a su madre, y ve a tierra de Israel; porque han muerto los que atentaban con­ tra la vida del niño. 21 Él se levantó, tomó al niño y a su madre, y entró en tierra de Israel. 22 Mas, oyendo que Arquelao reinaba en la Judea, en lugar de su padre Herodes, temió ir allá; y, avisado en sueños, se retiró a la región de Galilea 23 y fue a habitar en una ciudad llamada Nazaret; para que se cumpliera lo dicho por medio de los profetas, que sería lla­ mado Nazareno.

PREPARACION A LA VIDA PÚBLICA E l P recursor (Me 1, 2; Le 3, 3 ).— 3.— 1 Por aquellos días aparece Juan el Bautista predicando en el desierto de la Judea,2 y diciendo: arrepentios, porque está cerca el Reino de los cielos. 8 Éste es el anun­ ciado por medio del profeta Isaías, al decir: V oz del que g r ita en el d e­ s ie r t o :— p rep a ra d el cam ino del S eñ o r ,— haced r e cta s sus v ered a s. 4 Y él, Juan tenía su vestido de pelo de camello y un ceñidor de cuero a la cintura; y su alimento eran langostas y miel silvestre. 6 Y acudía a él Jerusalén y toda Judea y toda la región del Jordán; 6 y eran bautizados en el río Jordán por él, confesando sus pecados. 2-12 La primera palabra de su sermón significa literalmente cambiad de m a­ nera de pensar. Primero, renovación Interior del espíritu, y después, como mani­

festación externa, la confesión de pecados y el bautismo. No confería la gracia santificante; disponía para ella.

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3, 7 ; 4 ,5

7 Mas viendo venir a su bautismo a muchos de los fariseos y saduceos, les dijo: Raza de víboras, ¿quién os enseñó a huir de la ira que os amenaza? 3 Dad, pues, dignos frutos de penitencia; • y no os ilusio­ néis con decir en vuestro interior: Tenemos por padre a Abraham. Por­ que os digo que puede Dios de estas piedras suscitar hijos a Abraham. 10 Y ya está el hacha puesta a la raíz de los árboles. Y todo árbol, que no dé buen fruto, será cortado y arrojado al fuego, n Yo ciertamente os bautizo en agua para penitencia; mas el que en pos de mí viene es más fuerte que yo, y no soy digno de llevar sus sandalias. Él os bauti­ zará con Espíritu Santo y fuego; 12 tiene en su mano el bieldo, y lim­ piará su era, y recogerá su trigo en el granero, pero quemará la paja con fuego inextinguible.

.. .y he aquí que los cielos se le a brieron , y vio al E sp íritu de D ios que b ajaba en fo r m a de palom a y v en ía sob re É l y una v oz de los cielos d e c ía : É s te es m i H ijo , el am ado, en quien m e com plazco (Mt 3, 16 y 17). Bautismo de Jesús (M c 1, 9; Le 3, 21; Jn 1, 31). — 13 Entonces llega Jesús desde Galilea al Jordán junto a Juan, para ser bautizado por él. 14 Pero Juan se lo impedía, diciendo: Yo necesito ser bautizado por ti, y ¿tú vienes a mí? 13 Jesús le respondió: déjate ahora; porque así nos conviene cumplir toda justicia. Y le dejó. 16 Bautizado Jesús, salió del agua al punto, y he aquí que los cielos se le abrieron, y vio al Espíritu de Dios que bajaba en forma de paloma y venía sobre Él 17 y una voz de los cielos decía: É s te es m i H ijo , el am ado, en quien m e com plazco. A yuno y tentaciones de Jesús (Mc 1, 12; Le 4, 1).— 4.— 1 Enton­ ces Jesús fue conducido por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el diablo. 2 Y después de ayunar cuarenta días y cuarenta noches, sintió hambre. 8 Acercóse el tentador y le dijo: Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se vuelvan panes. * Per“o Él respondió: Escrito está: N o sólo de pan v iv irá el hom bre, sino de toda palabra salida de la boca de D ios. 6 2-H El ayuno fue ininterrumpido como el de Moisés y Elias. Fue sobrenatu­ ral. Al permitir Jesús ser tentado por el diablo, quiso demostrar que era seme­ jante a nosotros (menos en el pecado). El camino desde el lugar del bautismo, cerca de Jerlcó, hasta el monte de la cuarentena es de pocos kilómetros. Al cabo de los cuarenta dias, sintió hambre. No antes. Una vida de éxtasis puede ex­ plicar que no sintiera necesidad corporal.

4, 6-23

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Luego lo lleva consigo el diablo a la ciudad santa, y habiéndolo colocado en el alero del Templo, 6 le dice: Si eres Hijo de Dios, échate abajo; por­ que escrito está: A sus á n g eles te en com end ará,— y en las m anos te lle­ v a r á n ;— p a ra que no tro p iece tu pie con tra alguna piedra. 7 Díjole Je­ sús: También está escrito: N o ten ta rá s al S eñ o r tu D ios. 8 De nuevo le lleva consigo el diablo a un monte muy alto, le muestra todos los reinos del mundo y la gloria de ellos, 8 y le dice: Todo esto te daré, si, postrado, me adoras. 10 Entonces Jesús le dice: “ Retírate, Satanás, porque escrito está: A l S e ñ o r tu D ios ad orarás y a É l sólo serv irá s. 11 Al momento le deja el diablo, y los ángeles llegaron y le servían.

MINISTERIO EN GALILEA A nuncia el Reino de los cielos.— 12 Cuando oyó que Juan fue pre­ so, se retiró a Galilea. 1 18 Y dejando Nazaret, vino a habitar en Cafar7 naúm, junto al lago, en los confines de Zabulón y Neftalí; 14 para que se cumpliese lo anunciado por medio del profeta Isaías: 16 T ierra de Z a bu ­ lón y tie r r a de N e fta lí,— cam ino d el m a r, al o tro lado del Jordán, — G ali­ lea de los g e n t ile s :— 16 el p u eb lo asen tad o en tinieblas — vto g ra n luz ,— y a los que y a c e n en re g ió n y som bra de m u erte— les am aneció una luz.

E l pu eblo a sen ta d o en tinieblas v io g ra n luz y a los que ya cen en reg ión y so m b ra de m u e r te les am aneció una luz (Mt 4, 16).

17 Desde entonces comenzó Jesús a predicar y decir: Arrepentios, por­ que está cerca el Reino de los cielos. Primeros discípulos (M c 1, 16; Le 5, 1).— 88 Andando junto al mar de Galilea, vio dos hermanos: Simón, llamado Pedro, y Andrés, su her­ mano, echando la red en el mar; pues eram pescadores. 19* Y les dice: venid conmigo, os haré pescadores de hombres. 29 Ellos, al punto, dejando las redes, le siguieron. 21 Y avanzando más, vio otros dos hermanos: San­ tiago, el de Zebedeo, y Juan, su hermano en la nave, con Zebedeo, su pa­ dre, remendando sus redes; y los llamó. 22*Ellos, al instante, dejando la nave y a su padre, le siguieron. E ntusiasmo de las gentes (Mc 1, 39; 3, 7 ; Le 4, 44; 6 ,1 7 ).— 28 Re­ corría Jesús toda Galilea, enseñando en sus sinagogas, predicando el evan-

A n d an d o ju n to al m a r de G alilea, v io do» h erm a n o »: Sim ón, llamado P e ­ dro, y A n d ró », su h erm a n o . . . Y les d ic e: ven id conm igo, os h a ré p esca ­ d ores de h om bre». E llos, al p u n to, d ejando las red es, le sig u ieron

(Ver Mt 4, 18 a 20). gelio del Reino y curando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo. 24 Su fama se extendió a toda Siria; y le traían todos los que se sentían mal, aquejados de diversas enfermedades, y sufrimientos, endemoniados, luná­ ticos, y paralíticos, y los curó. 22 Y le siguieron grandes muchedumbres de Galilea, Decápolis, Jerusalén, Judea y del otro lado del Jordán.

SERMÓN DE LA MONTAÑA Bobnaventuran zas (L c 6, 20).— 5.— 1 Viendo las turbas subió al monte, se sentó y se le acercaron sus discípulos; 2 y abriendo su boca, los enseñaba, diciendo. 2 Bienaventurados los pobres en el espíritu, porque suyo es el Reino de los cielos.— 4 Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra.— 2 Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán conso­ lados.— 2 Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, por­ que ellos serán hartos.— 1 Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.— 8 Bienaventurados los limpios de cora­ zón, porque ellos verán a Dios.— 8 Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios.— 10 Bienaventurados los per­ seguidos por causa de la justicia, porque suyo es el Reino de los cielos.— 12 Bienaventurados seréis cuando os injurien y persigan y digan todo mal contra vosotros, mintiendo, por causa mía. 22 Alegraos y regocijaos, porque es grande vuestra recompensa en los cielos. Pues así persiguieron a los profetas anteriores a vosotros. F unción de los discípulos (L c 11, 33 ss.)— 28 Vosotros sois la sal1 * 2 12 Elegidos los Apóstoles, había que Instruirlos. A esto viene el sermón, ex­ poniendo Jesús lo principal de su doctrina. Más aún que los Doce, lo necesitaba el pueblo. Este sermón es la paradoja más radical para los que piensan al estilo del mundo. Lo que antes se llamaba bueno, Jesús lo tiene por m alo; y lo que Jesús estima como bueno, el mundo lo consideraba como malo. Las bienaventuransas son el exordio y patentizan cuál es el espíritu de la ley evangélica.

5, 14-19

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V ien d o las tu rbas subió al m onte, se sen tó y se le a cerca ron sus discípu­ lo s ; y abrien d o su boca, los enseñ aba, d icien d o: B ien a ven tu ra d os los p o b res en el esp íritu 9 porq u e su yo es el R ein o de los cielos (Mt. 5, 1 a 3).

de la tierra; si la sal se desvirtúa, ¿con qué se la salará? Para nada vale ya, sino para que, arrojadaffuera, sea pisada por los hombres. 14 Vosotros sois la luz del mundo. Una ciudad situada en la cima de un monte, no puede ocultarse. 15*Ni encienden una lámpara y la ponen debajo del cele­ mín, sino sobre el candelabro, y alumbra a todos los que están en la casa. 16 Brille así vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras obras buenas y glorifiquen a vuestro Padre celestial. Cristo y la L e y .— i? No penséis que vine a abolir la Ley ni los Pro­ fetas; no vine a aboliría, sino a perfeccionarla. 18 Porque os lo aseguro: mientras duren el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la Ley hasta que todo se cumpla. 19 Así que quien violare uno de esos manda-

B rille así v u e s tr a luz delan te de los h om bres, p a ra que v ea n v u estra s obras buenas y g lo rifiq u en a v u estro P a d re celestia l (Mt 5, 16).

15 La palabra original es “modio” = 9 litros ó 2 celemines, capacidad sufi­ ciente para encerrar una candela encendida

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S A N MATEO

5, 20-40

tos mínimos y enseñare así a los hombres, será el menor en el Reino de los cielos. Pero el que los cumpliere y enseñare, éste será grande en el Rei­ no de los cielos. 20 Porque os digo: si vuestra justicia no supera la de los escribas y fariseos, no entraréis en el Reino de los cielos. Quinto precepto.— 21 Oísteis que se dijo a los antiguos: No matarás; y el que matare será reo de juicio. 22 Pero Yo os digo que todo el que se irrita contra su hermano, reo será de juicio; el que dijere a su hermano “ racá” , reo será ante el Sanedrín, y el que le dijere “ necio”, será reo de la gehenna de fuego. 22 Si, pues, llevas tu ofrenda al altar, y allí re­ cuerdas que tu hermano tiene algo contra ti, 24 deja allí tu ofrenda delan­ te del altar, y ve primero a reconciliarte con tu hermano; y luego vuelve y presenta tu ofrenda. 22 Ponte a buenas con tu adversario pronto, mien­ tras vas con él por el camino; no sea que te entregue al juez, y el juez al alguacil, y te metan en la cárcel. 26 Te aseguro que no saldrás de allí hasta que pagues el último centavo. Sexto precepto.— 27 Oísteis que se dijo: N o adulterarás. 22 Mas yo os digo que todo el que mira a una mujer para desearla, ya adulteró ccn ello su corazón. 22 Si, pues, tu ojo derecho te escandaliza, arráncalo y arrójalo de ti; porque te conviene perder uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno. 30 Y si tu mano derecha te es­ candaliza. córtala y arrójala de ti; porque te conviene perder uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo vaya al infierno. D ivorcio.— 31 También se dijo: E l que despid iere a su m u jer, déle li­ belo de repu d io. 82 Pero yo os digo: todo el que despide a su mujer— excepto en caso de concubinato— la expone a cometer adulterio; y el que se casa con una repudiada, comete adulterio. Segundo precepto.— 83 También oísteis que se dijo a los antiguos: N o p erju ra rá s, sino cu m plirás al S eñ o r tu s ju ra m en tos. 84 Pero yo os digo que no juréis en modo alguno: ni por el cielo, porque es trono de Dios; 36 ni por la tierra, porque es escabel de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del gran Rey; 36 ni por tu cabeza jurarás, porque ni un cabello puedes volver blanco o negro. 87 Sea vuestra palabra: sí, sí; no, no. Lo que pasa de esto, del mal viene. Pena de T alión (L c 6, 29).— 38 Oísteis que se dijo: O jo p o r o jo y d ien te p o r d ien te. 39 Pero yo os digo que no resistáis al mal; antes, a quien te abofetea en tu mejilla derecha, preséntale también la otra; 49 y 21-26 Juicio es el tribunal judio local. Un simple movimiento de ira, predis­ posición para el homlcido, seria suficiente para ser sometido a ese tribunal. El “racá” es un insulto, y significa cabeza vacia. El “necio” es otro insulto, y se toma en sentido religioso por impío o ateo. Al sur de Jerusalén, en el valle de Hinnón, se dio culto a Moloc con sacrificios humanos. Asi resultó execrable, y se arrojaban a él las inmundicias de la ciudad. Por motivos de higiene, siempre habla allí fuego. Por eso simbolizaba el infierno. 29-30 Hipérbole oriental; los primeros seguidores de Jesús comprendieron bien ese estilo, y no se les ocurrió cortarse la mano. Indica la necesidad de evi­ tar toda ocasión próxima de pecado, aun a costa de los mayores sacrificios. 32 Se declara la indisolubilidad del matrimonio. Porque "e l que te cata con la repudiada com ete a d u l t e r i o E l concubinato debe deshacerte.

33-37 Jesús reprende el abuso en los Juramentos. 38-42 Ley de Talión, corriente en los pueblos orientales, y aún en la Roma primitiva. El nombre tallo previene de la ley de las doce Tablas. Aunque puede reducirse a un principio de Justicia pero no de caridad.

5, 41; 6,21

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al que quiera pleitear contigo para quitarte la túnica, déjale también el manto; 41 y al que te obligare a ir cargado una milla, anda con él dos. 42 Da a quien te pida; y no vuelvas la espalda al que desea que le prestes. A mor a los e n e m ig o s (Le 6 , 27-31).— 43 Oísteis que se dijo: A m a rá s a tu p rójim o y odiarás a tu enemigo. 44 Pero yo os digo: amad a vues­

tros enemigos, y orad por los que os persiguen; 45 para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir el sol sobre buenos y malos, y llover sobre justos e injustos. 46 Porque, si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa merecéis? ¿No hacen eso mismo también los publíca­ nos? 47 Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen eso mismo los gentiles? 48 Vosotros, pues, sed perfec­ tos, como vuestro Padre celestial es perfecto. R ectitud de in t e n c i ó n .— 6.— 1 Cuidad de no obrar vuestra justicia ante los hombres, para ser vistos por ellos; de otro modo, no tenéis recompensa de vuestro Padre celestial. 2 Por tanto, cuando des limosna, no toques la trompeta delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser ala­ bados por los hombres. Os aseguro que recibieron ya su paga. 3 Cuando tú des limosna, que no sepa tu izquierda lo que hace tu derecha, 4 para que tu limosna esté en secreto; y tu Padre, que-ve en secreto, te premiará. 3 Y cuando oréis, no seáis como los hipócritas, que prefieren orar en las sinagogas y en los ángulos de las plazas, en pie, para exhibirse ante los hombres. Os aseguro que ya recibieron su paga. 6 Pero tú, cuando ores, entra en tu habitación y, cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te premiará. 7 Y al orar, no charléis como los gentiles. Opinan que'serán escuchados por su mucha palabrería. 8 No os parezcáis a ellos, porque vuestro Padre conoce las ne­ cesidades que tenéis antes de vosotros pedirle. O r a c ió n d o m in ic a l (L c 11, 2 ).— 9 Vosotros, pues, orad así: P a d re n u estro qu e está s en los cielo s, sa n tifica d o sea tu n o m b re; 79 v en g a tu r e in o ; hágase tu volu n ta d , así en la tierra com o en el cielo. 77 E l pan n u e s tr o de cada día, dánosle h o y ; 72 y p erd ón a n os n u estra s deudas, así com o n o so tro s perd on am os a n u estro s d eu d o res; 73 y no nos d ejes ca er en la te n ta ció n ; m as líbranos de mal.

74 Porque si vosotros perdonáis a los hombres sus ofensas, también os perdonará'a vosotros vuestro Padre celestial; 76 pero, si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre perdonará las vuestras. A y u n o .— 18 Cuando ayunéis no os pongáis tétricos como los hipócri­ tas, que afean su rostro para que los hombres vean que ayunan. Os ase­ guro que ya recibieron su paga. 77 Pero tú, cuando ayunes, unge tu cabeza y lava tu cara, 78 para que no vean los hombres que ayunas, sino tu Padre que está en lo escondido; y tu Padre, que ve en lo oculto, te premiará. C o n f ia n z a e n l a P ro vid en cia .— 79 No atesoréis en la tierra, donde la polilla y el orín corroen, y donde los ladrones socavan y roban. 29 Ate­ sorad, más bjen, en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corroen, ni los ladrones socavan ni roban; 27 porque donde está tu tesoro, allí está tam­ bién tu corazón.

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6, 22; 7 ,6

22 La luz del cuerpo es el ojo. Si, pues, tu ojo estuviere sano, todo tu cuerpo estará alumbrado; 23 pero si tu ojo estuviese enfer­ mo, todo tu cuerpo estará oscuro. Y si la luz que hay en ti son tinieblas, ¿cuánta se­ rá la oscuridad? 24 Nadie puede ser esclavo de dos señores: porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o bien a uno se adherirá y al otro desprecia­ rá. No podéis servir a Dios y al dinero. 26 Por esto os digo: no os preocupéis por vuestra vida, qué comeréis o qué beberéis; ni por vuestro cuerpo, con qué le vestiréis. ¿No es más la vida que el alimento, y el cuerpo que el vestido ? 26 Mirad las aves del cielo: no siembran ni siegan ni recogen en graneros, y vuestro Padre celestial las ali­ menta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas? 27* ¿Quién de vosotros, con todo su cavilar, puede añadir a su edad un solo co­ do? 28 y del vestido, ¿por qué os preocu­ páis? Aprended de los lirios del campo, có­ mo crecen. No se fatigan, ni hilan; 29 pero yo os digo que ni Salomón en toda su gloria se vistió como uno de ellos. 30 Pues si a la hierba del campo que hoy es y mañana se echa al fuego, Dios así la viste, ¿no hará más con vosotros, hombres de poca fe ? *1 No os inquietéis, pues, diciendo: ¿qué comere­ mos? o ¿qué beberemos? o ¿con qué nos vestiremos? 32 Que por todas esas cosas se afanan los gentiles. Porque sabe vuestro Padre celestial que las necesitáis todas. N o a teso réis en la tierra , 33 Buscad primero el reino de Dios y su jus­ donde la polilla y el orín ticia, y se os añadirá todo eso. 34 Así que corroen , y donde los ladro­ no os inquietéis por el día de mañana, que el nes socavan y roban. A t e ­ mañana traerá su inquietud. Bástale a cada sorad, m ás bien, en el cie­ día su propio mal. lo,. .. porqu e donde está tu te s o r o , allí está tam bién S obre los ju ic io s (L c 6, 37).— 7.— i No tu corazón (Ver Mt 6, juzguéis, para que no seáis juzgados; 2 por­ 19 a 21). que con el juicio con que juzguéis seréis juzgados, y con la medida con que midáis, seréis medidos. 3 ¿Cómo es que ves la paja en el ojo de tu hermano, y no ad­ viertes la viga en el tuyo?, * o ¿cómo dirás a tu hermano: deja que saque la paja de tu ojo, estando la viga en el tuyo? 6 Hipócrita, quita primero de tu ojo la viga, y entonces verás claro para quitar la paja del ojo de tu hermano. 27 “A su edad", es decir, a la carrera o duración de su vida. 34 Los bienes terrenos tienen razón de medio. Confiar en ellos, sin poner los ojos en el cielo, serla contra la doctrina evangélica.

7, 6-27

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6 No déis lo santo a los perros, ni echéis vuestras perlas delante de los puercos, no sea que las pisoteen, y, revolviéndose, os destrocen. E ficacia de la oración (Le 11, 9).— 7 Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. 8 Porque todo el que pide recibe, y el que busca halla, y al que llama se le abrirá. 8 O ¿qué hombre hay de vosotros, a quien su hijo pida pjm, y le dé una piedra?; 10 o si le pide un pez, ¿le dará acaso una serpiente? 11 Si, pues, vosotros, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre, que está en los cielos, dará cosas buenas a quien se las pida? Regla de oro (Le 6, 31, 43). — 12 Por tanto, todo cuanto queráis que hagan con vosotros los hombres, hacedlo también vosotros con ellos; por­ que ésta es la Ley y los Profetas.

M irad las a v es del c ie lo : n o siem b ra n n i sieg a n , ni r eco g en en g ra n ero s, y v u estro P a d re celestia l las alim en ta. ¿ N o valéis v o so tro s m ucho m ás que ella s? (Mt 6, 26).

D iscreción.— 73 Entrad por la puerta estrecha; que es ancha la puer­ ta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y son muchos los que entran por ella. 14 Y es estrecha la puerta y angosto el camino que lleva a la vida, y son pocos los que lo hallan. 16 Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas; mas por dentro son lobos rapaces. 16 Por sus frutos los cono­ ceréis. ¿Acaso se cosechan de los espinos uvas, o de los abrojos, higos? 17 Así todo árbol bueno da frutos buenos; pero el árbol podrido da frutos malos. 18 No puede un árbol bueno producir frutos malos, ni un árbol podrido frutos buenos. 18 Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y arrojado al fuego. 20 Por sus frutos, pues, los conoceréis. Obras, no palabras (L c 6, 46).— 21 No todo el que me dice: ¡Señor, Señor!, entrará en el Reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre celestial. 22 Muchos me dirán aquel día: ¡Señor, Señor!, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre arrojamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? 23 Y entonces les declararé: Nunca osj conocí: apartaos de mí los que obráis la iniquidad. 24 Por tanto, quien escucha estas mis palabras y las cumple, será com o el varón prudente que edificó su casa sobre piedra. 26 Y cayó la lluvia, y vinieron los torrentes, y soplaron los vientos y se echaron sobre la casa aquella; pero no cayó, porque estaba cimentada sobre roca. 26 Y todo i talmente. Se valió de los mismos Judíos para hacer su petición a Jesús. 22 Los consagrados al Señor, ocupados en cosas más sublimes, no deben dejar ós tas y descender a otras.

8, 26; 9 ,7

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manera, que las olas cubrían la barca; pero £1 dormía. 28 Acercáronse los discípulos y le despertaron, diciendo: Señor, sálvanos, que perecemos. 28 Díceles: ¿Por qué tembláis, hombres de poca fe? Entonces se levantó, increpó a los vientos y al mar y sobrevi­ no la gran calma. 27 Y, maravillados, decían los hombres: ¿Quién es éste que hasta los vientos y el mar le obede­ cen? Los posesos de Gerasa (Me 6, 1; Le 8, 26).— 22 Al llegar Él a la orilla opuesta, a la región de los gadarenos, vinieron a su encuentro dos endemoniados salidos de los sepulcros, tan furiosos, que nadie podía pasar por aquel camino. 29 Y gritaron: ¿Qué tenemos nosotros que ver contigo, Hijo de Dios? ¿Viniste aquí an­ tes de tiempo para atormentarnos ? 30 Pa­ cía lejos de ellos una gran piara de cer­ dos; 31 y los demonios le rogaban: Si nos echas, envíanos a la piara de los cerdos. 32 Dijoles: Andad. Y saliendo ellos, se fueron a los cerdos; y al instante toda la piara se arrojó al mar por un precipicio, y murieron en las aguas. 33 Los porque­ ros huyeron y, llegando a la ciudad, con­ taron todo, y también lo de los endemo­ niados. 34 Y toda la ciudad salió al en­ cuentro de Jesús, y, al verle, le rogaron que se retirase de sus confines. E l paralítico de Cafarnaúm (M c 2, 1; Le 5, 17).—9.— 1 Subió a una barca, pasó a la otra orilla, y vino a su ciudad. 2 De pronto, le llevan un paralítico ten­ dido en una camilla. Viendo Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: Confía, hijo, tus pecados te son perdonados. 3 Y algu­ nos de los escribas dijeron para sí: Éste blasfema; * y Jesús, conociendo sus pen­ samientos, dijo: ¿A qué pensáis mal en vuestros corazones ? 8 ¿ Qué es más fácil, decir: se te perdonan los pecados, o decir: levántate y anda ? 8 Pues para que sepáis qu e el Hijo del hombre, en la tierra, tiene poder de perdonar los pecados, levántate—dice entonces al paralítico— , toma tu lecho y anda a tu casa. 7 Se levantó y

.. .in crep ó a loe vien tos y al m ar y sobrevin o la g ra n cal­ ma. Y , m aravillados, decían los hombres-. ¿Q u ién es éste que ha sta los vien tos y el m a r le obed ecen ? (Mt 8, 26 y 27).

34 S. Marcos y S. Lucas sólo hablan de un endemoniado. Por ser el m&s co­ nocido, se fijaron únicamente en él. 1 8u ciudad era Cafarnaúm, escogida por Jesús para ser el centro de su irradiación misionera.

20

SAN

MATEO

9, 8-33

marchó a su casa. 8 Y viendo esto las turbas, temieron y glorificaron a Dios que dio tal poder a los hombres. V ocación de mateo (M c 2, 13; Le 5, 27).— • Partiendo de allí Jesús, vio un hombre llamado Mateo, sentado en su telonio, y le dice: Sígueme. Se levantó y lo siguió. 10 Y estando a la mesa en su casa, muchos publí­ canos y pecadores vinieron y se pusieron a la mesa con Jesús y sus dis­ cípulos. ii Los fariseos que lo vieron, decían a sus discípulos: ¿Por qué come vuestro Maestro con los publícanos y pecadores ? 12 Mas Él, al oírlo, dijo: No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. 18 Id, pues, y aprended qué es: m isericord ia quiero y no s a c r ific io ; pues no vine a llamar justos, sino pecadores. Cuestión del ayuno (M c 2, 18). — n Entonces se le acercan los discípulos de Juan, diciendo: ¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos mucho y tus discípulos no ayunan? i& Dijoles Jesús: ¿Acaso pueden los compañeros del esposo afligirse mientras está con ellos el esposo? Días vendrán en que les sea arrebatado el esposo, y entonces ayunarán. i® Na­ die remienda con paño no tundido un vestido viejo; porque el remiendo tirará del vestido, y el rasgón se hará mayor. 17 Ni echan vino nuevo en odres viejos; de otro modo, se rompen los odres, y se derrama el vino, y los odres se estropean; sino que el vino nuevo se echa en odres nuevos, y así ambos se conservan. La hemorroísa y la hija de Jairo (Mc 5, 21; Le 8, 40).— 18 Así les hablaba, cuando he aquí un magistrado, que llega y se postra ante Él, diciendo: Mi hija acaba de morir; pero ven, pon tu mano sobre ella, y vi­ virá. w Levantándose Jesús, lo siguió, y también sus discípulos.— 20 Y una mujer, con flujo de sangre hacía ya doce años, acercándose por de­ trás, tocó la orla de su manto. 21 Pues decía para sí: Con sólo tocar su vestido sanaré. 22 Volvióse Jesús y, viéndola, dijo: Ánimo, hija, tu fe te ha sanado; y la mujer quedó curada desde aquel momento.— 23 Al llegar Jesús a la casa del magistrado, y ver a los flautistas y a la gente que alborotaba, decía: 24 Retiraos, que la niña no está muerta; duerme. Y se burlaban de Él. 26 Echada la gente, entró, tomóla de la mano, y la niña se levantó. 26 Y la noticia se divulgó por toda aquella comarca. Curación de dos ciegos y un mudo.— 27 Y yéndose Jesús de allí, le siguieron los ciegos, gritando: Compadécete de nosotros, hijo de David. 28 Y al llegar a la casa, se le acercaron los ciegos, y les dice Jesús: ¿Creéis que puedo hacer eso? Dícenle: Sí, Señor. 28 Entonces tocó sus ojos diciendo: Según vuestra fe, hágase en vosotros. 30 Y se abrieron sus ojos, y Jesús les ordenó severamente: Mirad que nadie lo sepa. 3i Pero ellos salieron y lo publicaron por toda aquella tierra. 32 Salidos ellos, le presentaron un hombre mudo endemoniado, 33 y, arrojado el demonio, habló el mudo. Y decían maravilladas las gentes: 9-13 Telonio era la oficina de los publícanos o recaudadores de tributos. Tratar con publícanos era en concepto de los fariseos contaminarse, por ser considerados como pecadores públicos. Pero Jesús no se contaminaba, sino los sanaba. Prefiere la misericordia a los sacrificios litúrgicos. 18-26 Es un jefe de sinagoga el que hace la petición a Jesús. La vida reli­ giosa y social tenía lugar en las sinagogas, que eran gobernadas por un consejo de judíos.—La enfermedad de la hemorroísa constituía una impureza legal. Por eso no pidió a Jesús su curac*ón públicamente.

9, 34; 10,15

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21

Jamás se vio cosa igual en Israel. 34 Pero los fariseos decían: Con el poder del príncipe de los demonios arroja a los demonios. M is ió n por G a l il e a (M c 6, 6).— 36 Recorría Jesús todas sus ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas, predicando el Evangelio del Reino y curando toda enfermedad y toda dolencia. 36 Y viendo las muchedum­ bres, se apiadó de ellas, porque estaban vejadas y decaídas como ovejas sin pastor. 87 Entonces dice a sus discípulos: La mies es mucha, y pocos los obreros. 38 Pedid, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies. M is ió n de los A póstoles (M c 6 , 7; 3, 13; Le 6 , 12; 9, 1 ).— 10.— 1 Y reuniendo a sus doce discípulos, les dio poder de lanzar los espíritus inmundos y de curar toda enfermedad y toda dolencia. 2 Los nombres de los doce Apóstoles son: Primero Simón, el llamado Pedro, y Andrés, su hermano; y Santiago el del Zebedeo, y su hermano Juan; 3 Felipe y Bar­ tolomé; Tomás y Mateo, el recaudador; Santiago el de Alfeo, y Tadeo; 4 Simón el Cananeo, y Judas el Iscariote, el que le traicionó. Avisos para l a m i s i ó n a c t u a l .— 3 A estos Doce envió Jesús, advir­ tiéndoles: Por tierra de gentiles no vayáis, ni entréis en ciudad de samaritanos. 6 Id más bien a las ovejas perdidas de la casa de Israel. 7 Id pre­ dicando que el Reino de‘ los cielos está cerca. 8 Curad a los enfermos, resucitad a los muertos, limpiad a los leprosos, arrojad a los demonios; gratis lo recibisteis, dadlo gratis. 8 No adquiráis oro, ni plata, ni cobre en vuestras fajas; 18 ni alforja para el camino, ni dos túnicas, ni sanda­ lias, ni cayado; porque digno es del sustento el trabajador. 11 En la ciu­ dad o aldea en que entréis informaos de quién hay en ella digno, y quedaos allí basta que marchéis. 12 Al entrar en la casa, saludadla; 13 y si fuera digna la casa, venga sobre ella vuestra paz; pero, si no fuera digna, vuestra paz vuélvase a vosotros. 14 Y quien no os recibiere ni escuchare vuestras palabras, salid fuera de la casa o de la ciudad aquélla, y sacudid el pol'ro de vuestros pies. 13 Os aseguro que el día del juicio

P e r o cuando os en treg u en , no os p reocu p éis de cóm o o qué h a b la réis; p o r­ qu e se os dará en aquella h ora lo que debéis d ecir. P u es n o habláis voso­ tro s sin o que habla en v o so tro s el E s p íritu de v u estro P a d re (Mt 10, 19

y 20). 5-15 Esta misión de los Apóstoles, como la misión personal de Jesús, sólo se dirigía a los Judíos, de quienes habla de venir la salud.

22

S A N MATEO

10, 16-42

será más tolerable para la tierra de Sodoma y Gomorra, que para la ciu­ dad aquélla. P er secu cio n es .— 16 Mirad que yo os envío como ovejas en medio de lobos, sed, pues, prudentes como serpientes y sencillos como palomas, 17 Guardaos de los hombres; porque os entregarán a los tribunales, y os azotarán en sus sinagogas. 18 Seréis conducidos por mi causa ante los gobernadores y reyes, para dar testimonio ante ellos y los gentiles. 19 Pe­ ro cuando os entreguen, no os preocupéis de cómo o qué hablaréis; porque se os dará en aquella hora lo que debéis decir. 29 Pues no habláis vos­ otros, sino que habla en vosotros el Espíritu de vuestro Padre. 21 Y en­ tregará el hermano a su hermano a la muerte, y el padre a su hijo; y se levantarán los hijos contra sus padres, y los matarán; 22 y seréis abo­ rrecidos de todos a causa de mi nombre; mas el que perseverare hasta el fin, ése se salvará. 23* Cuando os persigan en esta ciudad, huid a la otra, y, si también en la otra os persiguen, huid a otra. En verdad os digo, no se os acabarán las ciudades de Israel hasta que venga el Hijo del hombre. V a I jOR e n todo t ie m p o .— 24 No está el discípulo por cima del maestro; ni el siervo sobre su señor. 26 Bástale al discípulo ser como su maestro, y al siervo como su señor. Si al amo llamaron Beelzebul, ¡cuánto más a sus domésticos! 23 No los temáis, pues; porque nada hay oculto que no haya de manifestarse, ni secreto que no haya de saberse. 27 Lo que yo os digo en la oscuridad, decidlo a la luz; y lo que al oído oís, predicadlo sobre las azoteas. 28 Y no temáis a los que matan el cuerpo, pero no pue­ den matar al alma; temed más bien al que puede perder alma y cuerpo en el infierno. 29 ¿No se venden dos gorriones por un as? Y ni uno de ellos caerá en tierra, sin la voluntad de vuestro Padre. 30 En cuanto a vosotros, hasta los cabellos todos de la cabeza están contados. 31 No te­ máis, pues; vosotros valéis más que muchos pajarillos. 32 A todo el que me confesare delante de los hombres, le confesaré yo también delante de mi Padre, que está en los cielos; 33 pero a quien me negare delante de los hombres, le negaré yo también delante de mi Padre que está en los cielos. S eguir a C risto a toda costa . — 34 No penséis que vine a traer paz sobre la tierra; no vine a traer paz, sino espada. 36 Porque vine a separar al hombre de su padre; a la hija de su madre; a la nuera de su suegra; 83 y enemigos del hombre, los de su casa. 87 El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; y el que ama a su hijo o a su hija más que a mi, no es digno de mí; 38 y el que no toma su cruz y me sigue, no es digno, de mí. 39 El que hallare su vida, la perderá, y el que la perdiere por mí, la hallará. R e c o m p e n sa de l a b u e n a acogida . — 49 Quien os recibe, me recibe; y quien me recibe, recibe al que me envió. 41 Quien recibe a un profeta, en su calidad de profeta, paga de profeta, recibirá; y quien acoge a un justo, a título de justo, paga de justo recibirá; 42 y quien diere de beber a uno de estos pequeños tan sólo un vaso de agua fresca, a titulo de dis­ cípulo, os aseguro que no perderá su recompensa. 23 Tendréis ciudades donde refugiaros y predicar. L, al fin a l de su segunda m isión apostólica. E n su te r c e r v ia je se d etu vo p or espacio de dos años en ella, hasta que el tu m u lto provoca d o p or D em etrio , le obligó a salir, de­ ja n d o una Ig le s ia m u y flo r e c ie n te .

La c a k ta .— P o r el tiem po en que San P ablo escribía las ca rta s de la cautividad, los ju d a iza n tes, am algam ando tradiciones antigu as con el es­ p íritu cristia n o , quitaban a los fie le s la libertad que nos tra jo C r is to , y a p a recía n los p rim ero s e r ro r e s de tipo g n óstico que alcanzarían después en el siglo I I su plen o d esarrollo. San P a blo d irig e a sus fie les , cu ya f e p o­ nían en p elig ro los fa lso s d octores, esta ca rta en que exp on e su m a ra vi­ llosa con cep ción so b re el m isterio de C risto, descu briéndon os n u evos a s­ p ecto s de la p erso n a de Jesú s en sus rela cion es con la divinidad y con la Ig lesia . P a r e c e que se tra ta de una ca rta circu la r colectiv a dirigida no sólo a los e fe s io s , sino a los fie le s de otra s iglesia s. E sto ex p lica ría el tono im ­ p erson a l, c a rá c te r d ogm ático, la om isión de saludos tan ca ra cterístico en el A p ó s to l .

EPISTOLA DE SAN PABLO A LOS EFESIOS S aludo .— |. 1 Pablo, Apóstol de Jesucristo, por voluntad de Dios, a los santos y fieles en Cristo Jesús, que están en Éfeso. 2 La gracia sea con vosotros y la paz de parte de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo. P l a n d iv in o de s a l v a c ió n .— 2 Bendito sea Dios y Padre de Nuestro Señor Jesucristo, que desde lo alto del cielo nos ha bendecido en Cristo con toda clase de bendiciones espirituales, 4 habiéndonos escogido en Él antes de la creación del mundo para que fuésemos santos e inmaculados en su presencia; 5 predestinándonos, llevado de su amor, a la adopción de hijos suyos por Jesucristo, conforme al beneplácito dé su voluntad, 6 para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo gratos en su Ama­ do, 7 en el que tenemos la redención por su sangre, la remisión de los pe­ cados, según la riqueza de su gracia, 8 que derramó abundantemente so­ bre nosotros en perfecta sabiduría y prudencia, 2 dándonos a conocer el misterio de su voluntad, según los designios de benevolencia que se pro­ puso realizar en Cristo, 10 llegada la plenitud de los tiempos: recapitular todas las cosas, las de los cielos y las de la tierra, en Cristo Jesús, 11 en el cual hemos sido constituidos herederos, siendo predestinados por desig­ nios del que hace todas las cosas conforme al beneplácito de su voluntad, 12 para que seamos alabanza de su gloria, nosotros, los que teníamos pues­ tas nuestras esperanzas en Cristo, 13 en el cual también vosotros— que habiendo escuchado la palabra de la verdad, el evangelio de nuestra salvapión, habéis creído en Él—habéis sido sellados con el sello del Espíritu Santo prometido, 14 que es prenda de nuestra herencia en orden a la re­ dención del pueblo que Él adquirió para alabanza de su gloria. A cció n I g l e sia .—

de

gracias

y

p e t ic ió n .

C risto

glorificado ,

cabeza

de

la

i® Por lo cual, también yo, habiendo oído hablar de vuestra fe en el Señor, Jesús, y de vuestra caridad para con todos los fieles, 16 no ceso de dar gracias por vosotros recordándoos en mis oraciones, 17 a fin de que el Dios de Nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os dé espíritu de sabiduría y revelación para un pleno conocimiento de É l,18 ilu­ minando los ojos de vuestro corazón a fin de que conozcáis cuál es la es­ peranza a que habéis sido llamados, cuáles las riquezas y la gloria otor­ gadas en herencia a los santos, 19 y cuál la excelsa grandeza de su poder 3 -1 4 E n e s te p r e c io s o h im n o se d e s c r ib e en tr e s e s t r o f a s e l p la n d iv in o s o ­ b re la s a lv a c ió n de lo s h o m b r e s , q u e s e a t r i b u y e , b a j o d if e r e n t e s a s p e c t o s , a la s t r e s P e r s o n a s d iv in a s . E l P a d r e n o s e lig e d e s d e l a e t e r n id a d y n o s p r e d e s t in a a la filia c ió n d iv in a . J e s u c r is t o n p s r e d im e c o n su s a n g r e d e n u e s t r o s p e c a d o s . E l E s p ír it u S a n t o a p lic a a la s a l m a s el f r u t o d e la r e d e n c ió n , y e s c o n su in ­ h a b it a c ió n en el a lm a , p r e n d a de n u e s t r a s a lv a c ió n . 10 A n t e s d e l p e c a d o r e in a b a u n a m a r a v i l l o s a a r m o n í a e n tr e t o d a s l a s c o ­ s a s , s u j e t a s la s in fe r io r e s a la s s u p e r io r e s y t o d a s a D io s , fo r m a n d o u n a g r a n f a m i l i a . Eséi a d m i r a b l e a r m o n í a fu e r o t a p o r el p e c a d o q u e in t r o d u jo e l d e s o r d e n en el m u n d o . C r is t o co n s u e n c a r n a c ió n y m u e r te r e ú n e e n s í lo s e l e m e n t o s d e l c ie lo y la t ie r r a , y r e s t a u r a e se o r d e n p e r t u r b a d o .

1, 2 0 ;

2,

10

279

EPISTOLA A LOS EFESIOS

para con nosotros los creyentes, conforme al poder de su virtud, 20 que desplegó en Cristo, al resucitarlo de entre los muertos y sentarlo a su derecha en los cielos, 21 co­ locándolo por encima de todo principado, potestad, virtud y dominación y de todo cuanto tiene nombre no sólo en este mundo, sino en el venidero. 22 Bajo sus pies colocó todas las cosas y lo puso como cabeza su­ prema de la Iglesia, 23 que es su cuerpo, la plenitud de aquél que llena todas las cosas en todos. to

J u d ío s y g e n t i l e s in c o r p o r a d o s a C r i s ­ POR EL PODER DE DIOS.— 2- 1 Y Vosotros

estabais muertos por vuestros delitos y pe­ cados, 2 en los cuales habéis vivido en el tiempo pasado, siguiendo la corriente de este mundo bajo el príncipe de las potesta­ des aéreas, el espíritu que actúa en los hi­ jos rebeldes; 3 entre los cuales también nos­ otros fuimos contados en otro tiempo, lle­ vados de la concupiscencia de nuestra carne, siguiendo su voluntad y sus malas inclina­ ciones, viniendo a ser, por nuestra conducta, hijos de ira como los demás. 4 Pero Dios, rico en misericordia, por el inmenso amor con que nos amó, 5 estando nosotros muer­ tos por nuestros pecados, nos vivificó con la vida de Cristo — gratuitamente habéis sido salvados— 6 y nos resucitó y sentó en los cielos por Cristo Jesús, 7 para mostrar en los siglos venideros la excelsa riqueza de su gracia por su bondad para con nos­ otros en Cristo. 8 Por la gracia, en efecto, habéis sido salvados mediante la fe, 9 y ésta no viene de nosotros, es un don de Dios; no viene de las obras, para que nadie se gloríe, 10 pues creación suya somos, re­ generados en Cristo Jesús, para hacer bue-

B a j o s u s p ie s

(de Cristo)

c o lo c ó (D io s ) to d a s la s c o ­ s a s y lo p u s o c o m o c a b e z a s u p r e m a d e la I g le s ia

( E f 1, 22 y 2 3 ) .

22 L*a Ig le s ia es el c u e rp o de C r is to , y C r is t o la c a b e z a de la Ig le s ia . D e l a c a b e z a y c u e rp o r e s u lta u n solo s e r h u m a n o ; de la u n ió n de C r is t o y !a Ig le s ia r e s u lt a un c u e rp o m ís tic o . C r is to , c a b e z a , lle n a la Ig le s ia con su g r a c ia c a p it a l y c o m u n ic a la p le n itu d de sus (io n es, p le n itu d q u e no p u e d e l im it a r s e a u n a n a c ió n o r a z a , s in o q u e to d o s e s tá n lla m a d o s a p a r t i c i p a r de e lla c o m o e x p o n d r á el A p ó s to l en el c a p ít u lo 2. C. 2 P a r a la e d if ic a c ió n d e l c u e rp o de la Ig le s ia , h a b ía u n d o b le o b s tá c u lo q u e s u p e r a r : e l e s ta d o de p e c a d o en q u e to d o s , ju d ío s y g e n tile s , se e n c o n t r a b a n , y el m u r o s e p a r a c ió n re s p e c to a ésto s, q u e los t e n ía a le ja d o s d e l p u e b lo de D io s . 1 -1 0 D e s c r ib e el e s ta d o de p e c a d o en q u e n os h a llá b a m o s a n te s d e C r is to , s ie n d o m e re c e d o re s de su i r a , y el a m o r in m e n s o de D io s q u e , e s ta n d o n o s o tro s en n u e s tr o s p ec a d o s , n os re s u c itó a la v id a de la g r a c ia p o r C r is to .

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EPISTOLA A LOS EFESIOS

2, 11; 3, 12

ñas obras, que Dios de antemano preparó, para que nos ejercitásemos en ellas. R econciliación de judíos y gentiles en Cristo J esús— . n Por lo cual, recordad que vosotros, gentiles según la carne, llamados incircunci­ sos por la que se llama circuncisión que se hace en la carne por mano de hombre, 12 estuvisteis en otro tiempo sin Cristo, ajenos a la ciudadanía de Israel, extraños a la alianza de las promesas, sin esperanza y sin Dios en el mundo, 13 mientras que ahora* los que antes estabais lejos, en Cristo Jesús habéis sido acercados por medio de la sangre de Cristo. 14 Pues Él es nuestra paz, que hizo de los dos pueblos uno, destruyendo el muro de" separación, la enemistad, 15 anulando en su carne la ley de los manda­ mientos en cuanto a sus observancias, para hacer en sí mismo de los dos un solo hombre nuevo, 16 y reconciliar a ambos en un solo cuerpo con Dios por medio de la cruz, destruyendo la enemistad en sí mismo. 17 Ha­ biendo anunciado la paz a vosotros, que estabais lejos, y la paz a los que estábamos cerca, 18 pues por Él tenemos abierta la entrada al Padre, am­ bos en un mismo Espíritu. 19 Así, pues, ya no sois extranjeros y huéspe­ des, sino conciudadanos de los santos, miembros de la familia de Dios, 20 edificados sobre el fundamento de los Apóstoles y Profetas, siendo la piedra angular el mismo Cristo Jesús, 21 en quien todo el edificio, bien trabado, va creciendo, para formar el templo santo en el Señor, 22 en el cual también vosotros sois edificados, para venir a ser morada de Dios por el Espíritu. P ablo , pregonero del misterio de Cristo.— 3. 1 Por esto yo, Pablo, el prisionero de Cristo Jesús por vosotros los gentiles.. 2 si es que ha­ béis oído la dispensación de la gracia de Dios, que me ha sido conferida en orden a vosotros: 3 darme a conocer por revelación el misterio.que con brevedad os he descrito. 4 Por ello podéis conocer, leyéndolo, la penetra­ ción que yo tengo del misterio de Cristo, 5 que no fue dado a conocer en las generaciones precedentes a los hijos de los hombres, como ahora, en nuestros días, ha sido revelado por el Espíritu a sus santos Apóstoles y Profetas, a saber: 6 que los gentiles son coherederos, miembros de un mismo cuerpo, partícipes juntamente de las promesas por Cristo Jesús, mediante el evangelio, 7 del cual he sido constituido ministro por un don de la gracia de Dios, que me ha sido otorgada por la acción de su poder. 8 A mí, el menor de todos los santos, me fue dada esta gracia de anunciar a los gentiles la insondable gracia de Cristo, 9 dar a conocer a todos la dispensación del misterio escondido desde el principio de los siglos de Dios, que creó todas las cosas, 10 para que se manifieste a los principados y potestades en el cielo la multiforme sabiduría de Dios, 11 conforme al designio eterno que ha realizado en Cristo Jesús, Señor nuestro, 12 por 1 1 -2 2 L o s g e n tile s , p riv a d o s de los b e n e fic io s c o n c e d id o s a los ju d ío s , h a n s id o lla m a d o s p o r C r is t o a p a r t i c i p a r de a q u é llo s , v in ie n d o a f o r m a r con ésto s u n solo p u e b lo , d e s tru y e n d o el m u r o de s e p a r a c ió n . A lu d e a l c a n c e l o m u r o q u e s e p a r a el a t r i o de los ju d ío s d e l de los g e n tile s , q u e és to s no p o d ía n t r a s p a s a r b a jo p e n a de m u e r te . A q u í el m u r o de s e p a r a c ió n es la L e y con sus p r iv ile g io s y e s p ír itu n a c io n a lis ta , q u e d is t a n c ia b a a los g e n tile s de los ju d ío s . 4 E s te m is te r io , q u e d e c la r a en el v e rs o 6, es q u e los g e n tile s h a n s id o lla m a d o s a p a r t i c i p a r de los b ie n e s m e s iá n ic o s d el e v a n g e lio en la s m is m a s c o n ­ d ic io n e s q ue los ju d ío s . E s to es lo n u e v o y d e s c o n o c id o a éstos. 8 A d m ir e m o s la h u m ild a d de P a b lo q u e , s ie n d o e l A p ó s to l p o r a n t o n o m a s ia , se c o n s id e ra , sin e m b a r g o , in f e r i o r a l m á s p e q u e ñ o d e los c r is tia n o s .

3, 13; 4, 13

EPISTOLA A LOS EFESIOS

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quien podemos acercarnos con plena confianza a Él por meoio de su fe. 13 Por lo cual os ruego que no os desalentéis en medio de las tribulaciones

que por vosotros sufro, pues ellas son vuestra gloria. Oración de P ablo por sus fieles .— n Por esto doblo yo mi rodilla an­ te el Padre, 1 45*de quien procede toda familia en los cielos y en la tierra, 16 para que os conceda, según las riquezas de su gloria, que seáis corro­ borados por su Espíritu, en orden al progreso del hombre interior, 17 para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones cada día más arraigados y fundamentados en la caridad, 18 a fin de que podáis comprender con to­ dos los santos cuál es la anchura y longitud, la altura y profundidad, 19*y conocer el amor de Cristo inmensamente mayor de cuanto nosotros poda­ mos imaginar, para que seáis llenos de la plenitud de Dios. D oxología f in a l .— 29 A Aquél que es poderoso sobre todas las cosas, para hacer mucho más de lo que podemos pedir o pensar, en virtud del poder que actúa en nosotros, 21 a Él sea la gloria en la Iglesia y en Cristo, en todas las generaciones por los siglos de los siglos. Así sea. E xhortación a la unidad .— 4 . 1 Os exhorto, pues, yo, preso del Se­ ñor, que os comportéis como corresponde a la vocación a que habéis sido llamados, 2 Con toda humildad, mansedumbre y paciencia, soportándoos los unos a los otros con caridad, 3 mostrándoos solícitos en conservar la unidad del espíritu mediante el vínculo de la paz. 4 Uno solo es el cuerpo y uno el espíritu, como también una la esperanza a que habéis sido lla­ mados. 5 Un solo Señor, una fe, un Bautismo, 6 un Dios y Padre de to­ dos, que está sobre todos, obra en todos y habita en todos. D iversidad de dones en el cuerpo místico .— 7 A cada uno de nos­ otros ha sido dada la gracia según la medida del don de Cristo., 8 Por lo cual dice: subiendo a lo alto llevó cautiva la cautividad, repartió dones a los hombres. 9 Eso de que subió ¿qué quiere decir sino que bajó primero a las regiones inferiores de la tierra? 10 El que descendió es el mismo que subió sobre todos los cielos para llenarlo todo. 11 Y Él constituyó a unos apóstoles, a otros profetas; a éstos evangelistas, a aquéllos pastores y doctores, 12 para la perfección de los santos, para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, 13 hasta que lleguemos todos a 14 C o n t in ú a la o ra c ió n p o r los e fe s io s , q u e i n t e r r u m p ió en e l v e rs o p r im e r o , en q u e , a n t e la v o c a c ió n de los g e n tile s , p r o r r u m p e en u n a o r a c ió n f é r v i d a a l P a d r e , p a r a q u e c o n c e d a a los fie le s u n a c r e c e n t a m ie n to i n t e r i o r de la f e y c a r id a d , p a r a l le g a r a se r c r is t ia n o s p e rfe c to s . 17 I^ a fe en e l A p ó s to l no es m e r a c r e e n c ia e s p e c u la t iv a en la s v e rd a d e s c r is t ia n a s , s in o q u e h a d e i r a c o m p a ñ a d a de l a c a r id a d . L a fe , p a r a s e r p e r ­ f e c t a , h a de ll e v a r c o n s ig o l a e n t r e g a d e la v o lu n t a d , la a d h e s ió n d e n u e s tr a p e rs o n a a la p e r s o n a de C r is t o . IV -V I E x p u e s to el m is t e r io de n u e s tr a in c o r p o r a c ió n a C r is to , P a b lo e x h o r ­ t a a los fie le s a v i v i r u n a v id a d ig n a d e su v o c a c ió n . L a p r i m e r a p a r t e es u n a e x h o r t a c ió n a l a u n id a d e n t r e los c r is tia n o s , y a la s a n t id a d d e v i d a c r is t ia n a . E n la s e g u n d a e x p o n e los d iv e rs o s d e b e re s f a m ilia r e s . 4 -6 E x p o n e los d iv e rs o s m o tiv o s q u e tie n e n los c r is t ia n o s p a r a c o n s e r v a r la u n id a d . T o d o c o n c u r r e a e lla . 8 c fr . S. 6 8 , 19 L a s u b id a g lo r io s a d e Y a h v é a l m o n te d e S ió n f i g u r a l a e n t r a d a t r i u n f a n t e de C r is t o a l c ie lo y la m u n if ic e n c ia de A q u é l, la d e C r is t o q u e , d es d e el c ie lo , e n r iq u e c e a sus fie le s con sus g r a c ia s y d o n es. 11 C o m o en el c u e rp o h u m a n o h a y d iv e r s id a d de m ie m b r o s , c a d a u n o de los c u a le s tie n e su fu n c ió n p a r t i c u l a r , c o n s titu y e n d o u n to d o o r g á n ic o , a s í en e l c u e rp o m ís tic o h a y d iv e r s id a d d e d o n es , c a d a u n o c o n su m is ió n e s p e c ífic a , f o r m a n d o u n to d o o r g á n ic o , el c u e rp o m ís tic o . L a u n id a d no e x c lu y e la v a r ie d a d .

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EPISTOLA A LOS EFESIOS

4, 14; 5, 8

la unidad de la fe y del conocimiento pleno del Hijo de Dios, a ser hom­ bres perfectos conforme a la medida de la plenitud de Cristo, 14 para que no seamos niños fluctuantes que se dejan llevar de cualquier doctrina por el engaño de los hombres, por la astucia que hace caer en el error, *5 sino que, abrazados a la verdad, crezcamos mediante la caridad de todos mo­ dos, asemejándonos a Aquél que es la cabeza, 18 por quien todo el cuerpo, bien trabado y unido por medio de todos los lazos que lo unen, según la actividad proporcionada a cada miembro, va obrando el crecimiento del cuerpo para su perfeccionamiento en la caridad. E l h o m bre viejo y e l h o m br e n u e v o .— 47 Esto os ruego encarecida­ mente en el Señor: que vosotros no viváis como viven los gentiles que siguen su vano pensamiento, 18 cuya mente está entenebrecida, alejados completamente de la vida de Dios a causa de la ignorancia en que se hallan y del endurecimiento de su corazón. 19 Los cuales se dieron al libertinaje, entregándose desenfrenadamente a todo género de impureza. 20 Pero vosotros, no es eso lo que habéis aprendido de Cristo, 21 si es que lo habéis oído y habéis sido enseñados, conforme a la verdad de Jesús, 22 a despojaros, por lo que toca a vuestra vida anterior, del hombre viejo, corrompido por las concupiscencias engañosas, 23 y a renovaros en vues­ tro espíritu 24*y revestiros del hombre nuevo creado conforme a la ima­ gen de Dios en justicia y santidad verdaderas. C o n sejo s var io s .— 28 Por lo cual, dejando toda mentira, hablad cada uno verdad con vuestros prójimos, pues somos los unos miembros de los otros. 26 Si os dejáis de la ira, no pequéis, ni se ponga el sol sin haberla depuesto. 27 No deis lugar a que entre en vosotros el diablo. 28 El que robaba, ya no robe, sino que trabaje afanosamente con sus manos en obras buenas, para poder ayudar al que tiene necesidad. 29 No salga de vuestra boca palabra alguna áspera, sino buena y oportuna para edifica­ ción y agrado de los que la oyen. 30 No entristezcáis al Espíritu Santo de Dios, en el cual habéis sido sellados para el día de la redención. 31 Que desaparezca de entre vosotros toda amargura, cólera, ira, indignación, blasfemia y toda maldad. 32 Sed más bien benignos unos para los otros, compasivos y perdonaos mutuamente, como Dios os ha perdonado en Cristo. 5. 1 Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados 2 y vivid en la caridad a imitación de Cristo, que nos amó y se entregó por nosotros como oblación y víctima en olor de suavidad. H u Id de l a im p u r e z a .— 3 Que ni siquiera se nombre entre vosotros la fornicación o cualquier otro género de impureza y avaricia, como con­ viene entre santos; 4 ni palabras torpes y groseras, ni palabras tontas, que no dicen bien en vosotros sino ocupaos más bien en acción de gra­ cias; 6 pues sabed que ningún fornicario o impuro o avaro, que es como adorador de ídolos tendrá parte en el reino de Cristo y de Dios. 6 Que nadie os seduzca con razonamientos vanos a causa de los cuales viene la ira de Dios sobre los hijos rebeldes. 7 No tengáis parte con ellos. H ijo s de l a l u z .— 8 Fuisteis en otro tiempo tinieblas, pero ahora sois 23 A ú n d e s p u é s d e l B a u t i s m o , e l h o m b r e n o se v e lib r e de la c o n c u p is ­ c e n c ia d e l p e c a d o . E s a r e n o v a c ió n n o e s u n a a c c ió n p u n t u a l, m o m e n t á n e a , sin o c o n t i n u a d a y p r o g r e s iv a .

6, 9-29

EPISTOLA A LOS EFESIOS

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luz en el Señor. Portaos, pues, como hijos de la luz— • fruto de la luz es toda bondad, justicia y verdad—, 10 buscando lo que es agradable al Señor, 11 sin tomar parte en las obras vanas de las tinieblas, antes bien aborrecedlas, 12 pues lo que éstos hacen en secreto hasta el decirlo re­ pugna. 18* Pero todas estas cosas, al ser manifestadas por la luz, que­ dan al descubierto, y cuanto queda al descubierto, luz es*. 14 Por lo cual está escrito: “ Despierta tú que duermes, levántate de entre los muertos y te iluminará Cristo” . 16 Mirad, pues, diligentemente cómo os portáis, no como necios, sino como sabios, 16*aprovechando el tiempo, pues los días son malos. 17 Por esto no os hagáis insensatos, sino entended más bien cuál es la voluntad de Dios. 18 No os embriaguéis de vino, pues éste fomenta la lujuria, sino al contrario llenaos del Espíritu, 18 recitando unos con otros salmos e himnos y cánticos espirituales, cantando y salmodiando al Señor en vuestros corazones, 20 dando continuamente gracias por todas las cosas, en nombre de Nuestro Señor Jesucristo, al Dios y Padre, 21 sometidos los unos a los otros en el temor de Cristo.

Llenaos del Espíritu, recitando unos con otros salmos e himnos y cán­ ticos espirituales, cantando y salmodiando al Señor en vuestros corazones dando continuamente gracias por todas las cosas, en nombre de Nuestro Señor Jesucristo, al Dios y Padre (E f 5, 18 a 21). D eberes de los c ó n y u g e s .— 22 Las mujeres estén sujetas a sus propios maridos como al Señor; 23 pues el marido es cabeza de la mu­ jer, como Cristo es cabeza de la Iglesia y salvador de su cuerpo. 24 Como la Iglesia está sujeta a Cristo, así las mujeres deben estarlo a sus ma­ ridos. 26 Los maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella, 26 para santificarla purificándola me­ diante el lavado con la palabra, 27 a fin de prepararse una Iglesia gloriosa sin mancilla ni arruga o cosa parecida, sino santa e inmaculada. 28 Así deben amar los maridos>a sus mujeres: como a su propio cuer­ po. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama. 29 Nadie aborrece su 14 B a ta s p a la b r a s n o se h a lla n en la S a g r a d a E s c r i t u r a ; p a re c e n e s ta r t o m a d a s d e a lg ú n h im n o d e la li t u r g i a b a u t i s m a l . 18 U n a d e la s c a u s a s d e la s im p u r e z a s y o b s c e n id a d e s , a q u e s e e n t r e g a ­ b a n lo s g e n t il e s e r a e l v in o , v ic io f r e c u e n t e e n t r e lo s p a g a n o s , q u e S . P a b l o c o n ­ den a v a r ia s v eces. 2 2 -2 3 S a n P a b l o v e en la u n ió n d e lo s c ó n y u g e s u n a f i g u r a d e l a u n ió n d e C r is t o y l a I g l e s i a ; y d e la s r e la c io n e s m u t u a s d e E s t o s , d e d u c e lo s m u t u o s d e b e r e s d e a q u é llo s .

284

EPISTOLA A LOS EFESIOS

6, 30; 6, 18

propia carne, sino que la alimenta y cuida como Cristo a su Iglesia; 30 pues somos miembros de su cuerpo. 2 *31 “ Por esto dejará el hombre al 8 padre y la madre, para unirse a su mujer, y serán los dos una misma carne” . 32 Gran misterio es éste, pero entendido de la unión de Cristo y de la Iglesia. 33 Así, pues, que cada uno ame a su mujer como se ama a sí mismo, y la mujer que respete al marido. D eberes de hijos y padres.— 6. 1 Hijos, obedeced a vuestros padres en el Señor, como es justo. 2 “ Honra a tu padre y a tu madre” ; tal es el primer mandamiento acompañado de promesas; 3 “ para que seas feliz y goces de larga vida sobre la tierra” . 4 Vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino instruidlos en la disciplina y en la enseñan­ za del Señor. D eberes de siervos y am os . — 5 Siervos, obedeced a vuestros amos de la tierra como a Cristo con temor y respeto, con sencillez de corazón; 6 no trabajando para ser vistos, buscando meramente agradar a los hom­ bres, sino como siervos de Cristo, que cumplen de corazón la voluntad de Dios, 7 sirviendo de buena voluntad, como quien sirve al Señor y no a hombres, 8 considerando que cada cual recibirá premio del Señor se­ gún el bien que hiciere, sea libre o esclavo. 9 Y vosotros, amos, comportaos de la misma manera para con ellos, absteniéndoos de amenazas, teniendo presente que el Señor suyo y vuestro está en los cielos y que no hay en Él aceptación de personas. L as armas de la m ilicia cristiana .— 10 Por lo demás, confortaos en el Señor y en la virtud de su poder. 11 Revestios de las armas de Dios, para que podáis permanecer firmes ante las asechanzas del diablo; 12 por­ que no es nuestra lucha contra la carne y la sangre, sino contra los prin­ cipados, contra las potestades, contra los poderes de este mundo en ti­ nieblas, contra los espíritus malos que tienen su morada en los aires. 13 Ceñios, pues, de las armas de Dios para que podáis resistir en el día malo y, venciendo todas las cosas, obtener victorias. 14 Estad, pues, aler­ ta, ceñidos vuestros lomos con la verdad, revestidos con la coraza de la justicia, 15 calzados los pies, prontos para anunciar el evangelio de la paz. 16 Embrazad en todo momento el escudo de la fe con el cual podáis apagar los encendidos dardos del enemigo. 17 Tomad el yelmo de la sa­ lud y la espada del espíritu, que es la palabra de Dios, 18 orando en todo tiempo con toda clase de oración y súplica en espíritu y permaneciendo 28 C o m o C r is t o a m a a l a Ig le s ia , q u e es su c u e rp o m ís tic o , a s í e l m a r id o d eb e a m a r a su m u je r , con la c u a l él f o r m a u n sólo c u e rp o , d e m o d o q u e , a l a m a r a su m u je r , a sí m is m o se a m a . 31 E l g r a n m is t e r io no e s tá en e l m a t r im o n io c o m o t a l , s in o en su s ig n i­ fic a c ió n s im b ó lic a o c a r á c t e r f i g u r a t iv o . E l m a t r im o n io t a l co m o lo in s t it u y ó D io s en el P a r a ís o , es s ím b o lo de l a u n ió n de C r is t o con la Ig le s ia . E s t a es la r a z ó n m ís t ic a de la s u m is ió n de la m u j e r a l m a r id o y d e l a m o r de é s te a la m u je r . D e a h í a r r a n c a l a g r a n d e z a y d ig n id a d d e l m a t r im o n io y l a g r a v e d a d d e sus d e b e re s . 3 L a l a r g a v id a s o b re l a t i e r r a p r o m e tid a f i g u r a l a de la p a t r i a c e le s tia l. T a m b ié n en c ie r t o s e n tid o se c u m p le en é s t a : d e l a p ie d a d d e los h ijo s p a r a con los p a d re s , n a c e la p a z , c o n c o r d ia y b ie n e s ta r d e l a f a m i l i a . 9 E l A p ó s to l no p u e d e a b o l i r la e s c la v itu d . P e r o p r o c u r a s u a v i z a r l a con e s ta s r e f le x io n e s q u e b r o ta n d e l E v a n g e lio . 1 0 -2 0 L a v i d a d e l c r is t ia n o s o b re l a t i e r r a es u n a lu c h a c o n t in u a y es n e c e s a rio a r m a r s e con la s a r m a s d e l e s p ír itu . S. P a b lo n os d e s c rib e e sas a r m a s a le g o r iz a n d o la s de los s o ld a d o s ro m a n o s .

6, 19-24

EPISTOLA. A LOS EFESIOS

285

en continuas plegarias por todos los santos 19 y por mí, a fin de que, al hablar, me sean dadas palabras, para dar a conocer con audacia el mis­ terio del Evangelio, 20 del que soy embajador, y anunciarlo con toda en­ tereza como yo debo hacerlo. E pílogo .— 21 Y para que sepáis cuanto a mí toca y en qué me ocu­ p o ..., os lo dará a conocer Tíquico, hermano amado y ministro fiel en el Señor. 22 Os lo envío a fin de que estéis al tanto de nuestras cosas y lleve consuelo a vuestros corazones. 23 Paz a los hermanos y caridad con fe de parte de Dios Padre y del Señor, Jesucristo. 24 La gracia sea con los que aman a Nuestro Señor Jesucristo en una vida incorruptible.

EPISTOLA A LOS FILIPENSES L a c iu d a d de F i l i p o s .— F ilip o s , situada en los con fin es de T racia y M aced on ia, a unos doce mil pasos del m ar E g eo , fu e la p rim era conquista de S. P ablo en tierra s de E u ro p a . A llá p o r los años 51-5U, d u ran te su segundo v ia je , San P ablo quiso llega r a B itin ia — la p a rte n o rte de la actu al T urquía— p ero se lo im pidió el E sp íritu S a n to. E n to n ces se diri­ gió a T róa d e. A llí tu vo la visión del jo v e n m acedonio qu et poniéndose d ela n te, le roga b a que pasase a M acedonia y p red ica se allí el E v a n g elio . E l A p ó sto l p a rte de T róade y llega a F ilip os. A llí lo espera ba n los espí ritu s más dóciles y los corazon es m ás am antes. L a c a r t a .— E s tá escrita d u ran te la cautividad. Cuando los filip en ses tu viero n n oticias de la p risión del A p ó s to l, se c r ey e r o n m ás obligados a a ten d er sus necesidades y en via ron a E p a fro d ito con en ca rg o de llevarle el socorro oportu n o. E p a fro d ito en ferm ó en R om a con la con sig u ien te preocu p a ción de los filip en ses. R esta b lecid o éste, S. P ablo lo en vía a F ili­ pos, para que su p resen cia con su ele a los fie les de aquélla, haciéndolo p orta d or de esta carta, cu yo o b je to es a g ra d ecer a los filip en ses su g e n e ­ rosidad, m a n ifesta rles su a fe c to p a tern a l y exh o rta rlo s a p erm a n ecer fir m e s en el cam ino com enzado, poniéndolos a lerta fr e n t e a los p elig ros ju d a iza n tes. E sta ca rta no es un tratad o d ogm ático o m oral, sino una con versa ción ín tim a en tre un padre y sus h ijos, en que San P ablo se desah oga libre­ m en te, ex h o rta , anim a y con su ela .

EPISTOLA DE SAN PABLO A LOS FILIPENSES Saludo.— |. i Pablo y Timoteo, siervos de Cristo Jesús, a todos los santos en Cristo Jesús, que están en Filipos, con los obispos y diáconos. 2 La gracia y la paz de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo sean con vosotros. A cción de gracias y de súplicas.— 2 Doy gracias a mi Dios cuantas veces me acuerdo de vosotros, 4 y le pido siempre en mis oraciones por todos con alegría 5 por vuestra colaboración en el Evangelio desde el primer día hasta ahora, 2 seguro de que el que comenzó en vosotros la buena obra, la llevará a feliz término para el día de Cristo Jesús. 7 Así es justo que yo sienta de todos vosotros, pues os llevo en el corazón, ya que tanto en mis prisiones como en la defensa y consolidación del Evan­ gelio sois partícipes de mi gracia. 8 Testigo me es Dios de cuánto os amo a todos en las entrañas de Cristo Jesús. 9 Y le pido que vuestra caridad se acreciente cada día más en conocimiento y en toda discreción, 19 para que sepáis distinguir lo más perfecto, a fin de que vengáis a ser puros e irreprensibles en el día de Cristo, 1 11 llenos de obras justas por Jesu­ cristo, para obra y alabanza de Dios. L a prisión de Pablo, ventaja del E vangelio.— 12 Quiero que sepáis, hermanos, que las cosas que me han acaecido han venido a contribuir al progreso del Evangelio, 13 hasta tal punto, que mis cadenas por Cristo se han hecho notorias en el Pretorio y en todo lugar, 14 y la mayor parte de los hermanos en el Señor, alentados por mis cadenas, se muestran más intrépidos, predicando sin temor la palabra de Dios. 16 Hay unos que predican a Cristo por espíritu de envidia y emula­ ción; otros lo hacen con intención recta. 18 Éstos con espíritu de caridad sabiendo que estoy puesto para defensa del Evangelio; 17 aquéllos por competencia, no con rectitud de intención, imaginándose que añaden tri­ bulación a mis.cadenas. 18 Pero al fin y al cabo, ¿qué importa? Con tal que Cristo sea anunciado, hipócrita o sinceramente, me gozo y me gozaré. 19 Y sé que esto redundará en beneficio mío por vuestras oraciones y la asistencia del Espíritu de Jesucristo. 29 Conforme a mi constante espe­ ranza, confío en que en nada seré confundido, sino que con toda seguridad, ahofa como siempre, Cristo será glorificado en mi cuerpo, o en vida o 1 En la Iglesia primitiva se daba Indiferentemente el titulo de obispos a los presbíteros y a los obispos propiamente tales. Aquí el plural designa el cole­ gio de los presbíteros presidido por el obispo. 8 Amar entrañablemente es amar con todo el corazón, y amar en las en­ trañas de Cristo es amar con el corazón de Cristo, con quien el Apóstol está Intimamente unido. 12 Los judíos esperarían dar un golpe fuerte al cristianismo naciente con la prisión de su más distinguido Apóstol. Pero esto no hizo sino contribuir más a su difusión.

EPISTOLA A LOS FILIPENSES

288

1 , 2 1 ; 2 , 12

por la muerte. 21 Pues para mí la vida es Cristo y el morir ganancia, 22 y si bien el continuar viviendo en la tierra es para mi fruto de apos­

tolado, sin embargo, no sé qué elegir. 23 Me siento como constreñido por ambas partes; por una, anhelo la muerte, para estar con Cristo, lo cual es mejor para mí; 24 por otra, quisiera continuar viviendo en la tierra, lo que es más necesario para vosotros. 26 Tengo esta persuasión: que me quedaré y permaneceré con todos vosotros para vuestro progreso y gozo en la fe, 26 a fin de que vuestra gloria con Cristo Jesús aumente por mí con mi segunda ida a vosotros. E xhortación a u n a vida digna en medio de la lucha .— 27 Nada os ruego tan encarecidamente como el que llevéis una vida digna del Evan­ gelio de Cristo, para que, sea que vaya y lo vea, sea que me quede y lo oiga, permanezcáis firmes, unidos en un mismo espíritu, luchando todos a una por la fe del Evangelio 28 sin dejaros intimidar en lo más mínimo por los enemigos. Lo que para ellos es señal de perdición, pa^a vosotros lo es de salvación, y esto por disposición de Dios; 29 pues a vosotros ha sido concedida la gracia no sólo de creer en Cristo, sino también de pa­ decer por Él, 30 sosteniendo el mismo combate que antes visteis en mí y ahora oís. E xhortación

a la caridad y humildad .

S u bu m e

ejemplo de

Cristo.

1 Si, pues, hay alguna consolación en Cristo, si alguna muestra de amor, si alguna comunicación espiritual y entrañas de misericordia, 2 te­ ned todos un mismo pensar, una misma caridad, un mismo ánimo y unos mismos sentimientos, 3 dejando todo espíritu de rivalidad y vanagloria; antes, llevados a la humanidad, teniendo a los demás por superiores a vosotros mismos, 4 atended no solamente a vuestros intereses, sino tam­ bién a los de los demás. 5 Revestios de los mismos sentimientos que tuvo Cristo, 6 el cual, teniendo la naturaleza de Dios, no codició el mantenerse igual a Él como codiciable tesoro, 7 sino que se anonadó a sí mismo, tomando la natura­ leza de siervo, haciéndose semejante a los hombres. Y en su condición de hombre, 8 se humilló a sí mismo haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. 9 Por esto Dios lo exaltó y le dio un nombre que está sobre cualquier otro, 10 para que, al nombre de Jesús, doble la rodilla cuanto hay en los cielos, en la tierra y en los infiernos, 11 y toda lengua confiese que Jesucristo es Señor para gloria de Dios Padre. E xhortación a la santidad de vida.— 12 Así pues, amados míos, vosotros que siempre habéis obedecido, no sólo cuando estaba presente2 1 — 2.

21 La vida de S. Pablo tiene como fruto reproducir la imagen de Cristo en las almas y es también Cristo el principio y motor de su vida, de modo que puede decir: ‘ Vivo yo, mas yo no soy quien vive, sino que es Cristo quien vive en mí.” (

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