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— 289

RESEÑA

c v E S T i o n r

d

e

HISTÓRICA.

I í O S

s a l t o s

i ^ v c í a r e s .

(Conclusión).

Vamos á continuar la RESEÑA que dejamos pendiente en nuestro número anterior. Alarmado tal vez el Czar por la influencia que las potencias occidentales de Europa iban adquiriendo sobre los consejos del Diván , ó tal vez queriendo ecliar un r e t o á la política de la revolución ó de las'reformas, representada e n Francia é Inglaterra, por el mes de febrero envió á Constantinopla un representante suyo, con el carácter de embajador extraordinario. Este era el príncipe MenschikoíT, encargado de hacer prevalecer á toda costa la política del Norte, ó sea la política conservadora, buscando una ocasión de rompimiento en la cuestión de los Santos Lugares. El modo imperioso é insultante con que á su llegada á Constantinopla recibió la visita del gran Visir, era un indicio de las instrucciones que llevaba. Este brusco recibimiento ocasionó la caida del ministerio turco; y el lenguaje altanero y altamente ofensivo con que en fecha del 19 de abril dirigió al nuevo ministro de Negocios extranjeros de la Puerta una nota verbal, revelaba que no venia en calidad de negociador, sino de amo y S e ñ o r , que llevaba ya escrita la l e y que debia imponerse. El texto literal de algunas frases de esta Nota, que á contiguación insertamos, son el mejor testimonio de nuestro aserto. « Al enterarse S. E. el señor ministro de Negocios cxtran" joros, á su entrada en el poder, de las negociaciones entabladas, ha visto la doblez d e sus predecesores, y debe al '' mismo tiempo haber quedado persuadido d e cómo se ha 19

OCTUBRE DE 1853. — C X X X V l .



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« faltado á los miramientos debidos al emperador de Kiisla. « y de cuan grande es su magnanimidad al ofrecer á la Puer« ta los medios de salir de las dificultades creadas por la ma« la fe de sus ministros. Estos han abusado de la confianza de «su Soberano, poniéndole en oposición con sus propias pa«labras, y colocándole para con el Emperador, su aliado y «amigo, en una posición incompatible con altos miramien« tos y con la dignidad soberana. « Aun cuando el Emperador quisiera olvidar lo pasado, Y n no exigir como reparación sino la destitución del ministro « falaz y la ejecución patente de promesas solemnes, se en«cuentra, sin embargo, en la necesidad de pedir garantías «solidas para lo venidero. «Las quiere formales, positivas, y que aseguren la invio« labilidad del culto profesado por la mayoría de los subditos o cristianos, así de la Sublime Puerta como de la Rusia, y fi' « nalmente por el Emperador mismo. « No puede querer otras que las quo se consignen en uO « acto equivalente á un tratado, y que no esté sujeto á in« terpretaciones de parte de un ejecutor poco inteligente ó «falto de conciencia. « Las dilaciones con que se ha retardado hasta aquí tomar « una decisión definitiva acerca de las proposiciones del em« bajador de la Rusia, le obligan á pedir á la Puerta una res- : « puesta categórica, y que no podia esperar ya mas tiempo.» i Este lenguaje revela el colmo do irritación en que se hallaban el Autócrata y su representante contra la conducta de 1* Puerta y de sus consejeros. En este supuesto ya no deberán extrañarse las exigencias que llevaba, y que venían á reducir-: se á tres puntos. 1." «Un firman explicativo, cuya redacción se hará de « acuerdo, acerca de la llave de la iglesia de Belén y la es«trolla de plata colocada sobre el altar de la Natividad en e' «subterráneo de este mismo santuario; — La posesión de I» «gruta de Gethsemaní por los griegos, admitiendo á los la«tinos á ejercer su culto, pero conservando siempre los or-

- 291 «todoxos (los griegos) la preferencia y la prioridad para la «celebración del servicio divino en esle sanlnario;—Y en " fin, lo concerniente á la posesión común, de los griegos con " los latinos, de los jardines de Belén; — Todo ello con ar«reglo á las bases discutidas entre S. E. Uifaat-Bajá y el Em« bajador. 2." «una orden suprema para la reparación imnediata « por el Gobierno otomano de la cúpula del templo del San«to Sepulcro, con intervención del patriarca griego, y sin «ingerirse delegado alguno de otro culto; —Para tapiar las « ventanas que dan vista á este santuario, y para la demolición «de los harenes contiguos á la cúpula, en el caso de que la "demolición sea posible; —El Embajador tiene encargo de « obtener sobre estos puntos formal seguridad y notificación. 3.° « Un sencd ó convenio para el mantenimiento del sfa«íM quo estricto de los privilegios del culto católico-griego«ruso de la Iglesia de Oriente y de los santuarios que se hallan «en posesión de este culto exclusivamente, o en participa« cion con otros ritos en Jerusalen. » Concluye esta nota verbal, declarando que la Rusia no pide á la Puerta concesiones políticas, y revelando cuál es la causa que le ha inducido á dar este paso tan brusco como imprevisto. « Las tendencias hostiles, dice, que se manifiestan « desde hace algunos años hacia todo lo que pertenece á Ru«sia, la obligan á pedir en favor de las comunidades religio«sas del culto ortodoxo un acto explicativo y positivo de las " garantías, y que en nada afectará ni á los demás cultos, « ni á las relaciones de la Puerta con las demás potencias. » Esto confirma lo qne habíamos dicho en un principio, que '"as han dañado á la causa católica en Oriente los pasos oficiosos de la Francia que la misma rivalidad y mala voluntad «brazos en trabajos provechosos; á los unos se les destinaba «á cultivar las tierras, al riego de las huertas y á guardar «los rebaños; á los otros se les enseñaba el oficio de tejedor, «de carpintero, herrero, etc, al propio tiempo que sus hi«jos eran educados cristianamente en el interior del edific'" « religioso. » (Viaje de la

Venus).

Las misiones de la .Mta California eran veinte y una: Sa"

— 309 — IJiRgo, que era la mas antigua, principió en 1769, San Francisco de los Dolores, en 1822. Cada distrito tenia por administrador un religioso franciscano, que ejercía la autoridad absoluta en la población. Las guerras de Méjico han sido el = origen de su decadencia y de la entera ruina que tuvo efecto ; en 1836. La mayor parte de los indios que habitaban estos \ establecimientos han vuelto al interior de la California para j reunirse á las tribus de donde habian salido, y un corto nú- ^ mero de ellos ha quedado al rededor de las misiones. Esta es la historia de la California hasta el febrero de 1848. Entonces resonó un grito en el Sacramento. Una noticia, que en estos tiempos de religión pecuniaria se la llama la buena nueva, i se esparce de valle en valle, de playa en playa, y sorpren- i de la Europa en medio de sus trastornos. En los riachuelos ; de la California, cuyo nombre apenas se sabe, en sus barrancos desiertos, se ha encontrado el oro , el oro á montones, él oro por todas parles. A tal novedad, han acudido allí las gentes de todos los puntos del globo para buscar ó hacer fortuna: los labradores han abandonado los campos; los artistas sus talleres; los mercaderes sus escritorios; los jueces . los tribunales, y los marinos sus embarcaciones. Algunos han tenido suerte; pero por otra parte ¡ cuántas esperanzas de.- ; fraudadas, cuántos trabajos mal empleados, cuántas privaciones inútiles, cuántos asesinatos y cuántos suicidios! i Y todo por un poco de oro! Muy poca atención se pone en el crimen i cuando solo se piensa en hacer la fortuna en pocas semanas, ' tanta es la distracción en esto, que ni aun tiempo tienen pa- ; ra afeitarse. Yo no entro en hacer detalle alguno de todas las particularidades; nada he visto, ¡ y es preciso atenerse á | 'o que refieren los que lo han presenciado! Pasma oírles con- | tar las privaciones de toda clase que han sufrido, y los peligros á que se han expuesto; y si han recogido algunas libras de oro, por ejemplo, quince ó veinte mil duros, mas ó me- i nos, ¿qué sucede las mas veces? Entran en una casa de jue- ¡ go, se divierten á los naipes, y al cabo de una hora no tie- ¡ nen un cuarto. Si es un americano, no se aturde por esto,i 24 TOMO xxni. i

— 370 — _ ^ , toma de nuevo su saco y se vuelve á las minas; otro irá a | robar; y si es un francés ó se levantará la tapa de los sesos, ose volverá loco. Voy á decir cuatro palabras acerca de San Francisco, en donde he pasado algunas semanas. Quince dias antes de mi llegada, se incendió la mitad de la ciudad; y quince dias después de mi salida, la otra mitad sufrió igual desgracia. En el primer incendio fueron presa de las llamas mil y quinientas casas; el segundo fue mas terrible aun que el primero, y según aseguran, jamás se ha visto cosa semejante. Pues entonces ¿San Francisco no existe ya? Nada de eso. A los : quince dias del primer incendio, ya nadie se paraba en ello: ' las casas fueron levantadas como por encanto, ¡ tal es la a c - \ tividad de los americanos en el trabajo ! Se han visto casas • quemadas por la tarde, levantadas luego por la noche á la luz de las llamas, en las cuales ya vendían al dia siguiente. Es verdad que la mayor parte de los edificios son de madera, '• y de una capacidad para solo lo mas preciso; pero hay algU' : ñas de ladrillo y aun de hierro; mas nada resiste al fuego: ; las últimas eran rojas como el hierro en la fragua, y cuanto habia en ellas era derretido ó quemado. ¡ Cuántos episodios se podrían contar acerca de esto I El dia siguiente á un incendio, muchas personas se hallaban en la calle sin haber salvado mas que el pantalón ó la camisa; otros creyendo tener mas seguros sus efectos, los llevaban á la montaña, y después cuando iban á buscarlos no eran poco dichosos si no sc los habian robado... Me preguntarás tal vez, i si el fuego es casual ? No : cada | dia hay tentativas; s e pega fuego... y ¿por qué? para robar; con mas facilidad. Una gran parte d e San Francisco está edi- j ficada sobre estacas, no solo las casas son d e madera, sí qU" j también mucha parte d e las calles; y aun hay un camino qU" tiene cinco cuartos d e legua d e longitud, que e s todo d e madera. Mucha parte d e los edificios están construidos e n el mar! j los barcos están á dos pasos d e las casas, y sí el fuego prcn- i d e á estas los buques son perdidos.

_ 371 lil puerto es grande, las embarcaciones son numerosas, y muchas sin capitanes ni marineros; están amarradas una con otra rodeadas de estacas con punta, como si nunca debiesen ponerse á la vela, lo que es fácil suceda; cada dia se echan á perder mas, y nadie las compone. ¿Quesera, pues, de ellas? tal vez edificarán casas encima: entonces una parte del puerto llegará á ser con el tiempo una porción de la ciudad. ¡ El mar estará debajo de los edificios! ¿ q u é importa , si este es el Océano pacífico? Las estacas desaparecerán, ¿qué importa? la ciudad se irá al traste. Ya se han construido casas sobre unos barcos abandonados, i Qué puerto I ; qué Ciudad 1 iqué población ! Esta se compone de franceses, ingleses, alemanes, italianos, mejicanos, indios, canacos y hasta chinos; blancos, negros, morenos, mulatos; cristianos, gentiles, protestantes, ateos; tunantes, ladrones, sentenciados, incendiarios, asesinos; por último, muy poco bueno y mucho malo: tal es la población de San Francisco, la nueva Babilonia, la ciudad llena de crímenes, de desórdenes, de confusión y de espantosos ruidos. Y ¿ quién administra j u s ticia? ¡Muy poco se paraban en ello los que podian hacerlal Hoy se prendía á un malhechor, y mañana ya estaba libre. Y ¿qué hace la gente de bien? Han escogido entre ellos cierto numero de jueces: y i desgraciado el que cae en sus manos! la víspera de mi salida de San Francisco, sucedió lo siguiente : Un ladrón fue preso al anochecer; á las imeve compareció ante los jueces, á media noche fue sentenciado, y á la nna de la madrugada ahorcado, ni se dice si tuvo-tiempo siquiera para cenar; era un protestante, un sentenciado de Sidney. El dia de mi marcha se iba á verificar otra ejecución en tres individuos que habian sido juzgados : ya el populacho esperaba impaciente el momento en que iba á ponérseles el dogal. Pero echemos un velo á todo esto; y hablemos de los monumentos y de los habitantes de la Alta California. En San Francisco no hay mas que una pobre y reducida Iglesia católica, que Dios ha salvado de un modo muy patente, en el último incendio: á no haber sido así, fuera pre24*



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ciso hacerla de nuevo; y á fe mia que las iglesias no se eiii fican tan pronto como las casas particulares. ü n dia que me iba de San Francisco á la misión de los Dolores, pasé por un camino muy frecuentado por la muert e ; y al cabo de un rato rae encuentro en un valle solitario y silencioso con unas colinas cubiertas de frondosas y verdes encinas. Era un vasto cementerio. Lo examino, y no veo cru?alguna, lo que me dio á entender que era cementerio de protestantes. Voy á reconocer los epitafios: el primero me indicó que aun no hacia un año que se enterraba en este lugar, y el último que el número de los que aguardan allí la resurrección ascendía ya á mil doscientos. En fin, ia mayor parte de los epitafios me revelaron que estos muertos habian dejado las delicias de la vida á la üor de su edad, es decir, á los veinte y cinco ó treinta años. Esta observación me traspasó, y me aparté de allí lleno de melancolía, pensando que las sepulturas ó nichos estaban mas llenos que los placeres, y que en esta tierra excavada con tanto afán eran mayores las víctimas ó muertos á proporción que el oro que se había extraído. Volvamos al asunto de los monumentos de que tratábamos antes. Monterey que era en otro tiempo la capital de la Alta California, y hoy es ciudad episcopal, no posee ninguno. La he visto de paso, y solo es una villa de buen aspecto, á la orilla del mar, circuida de colinas encantadoras, cubierta de abetos y con mucha caza. En resumen, es precisorepetif que todavía no hay monumento alguno. En cuanto á la especie humana se la distingue en gente df razun y en gente sin razón. Estos son los indios. Asquerosos por su suciedad, casi en cueros, perezosos, indiferentes, sin industria, ingratos, traidores, hipócritas, ladrones, borrachos, con una inteligencia muy limitada : tal es en el dia el estado de estos hombres, que venían aun no hace un siglo, •I con la frente encorvada á recibir lecciones sabias y ocupad «sus brazos en trabajos útiles.» Entre la gente razonable se cuenta álos americanos, mejicanos, y los de California oriundos de Méjico. El americano no piensa mas que en los do-

— 373 — llars ó duros, solo habla de dollars, no busca mas que do"ars, y es el hombre solo de dollars. El californiano es de «tras ideas: los pensamientos de este únicamente son del ca­ ballo, su conversación es del caballo , no conoce mas que su caballo, y solo es feliz cuando monta un caballo; en fin su caballo y él no hacen mas que uno. ^ Pasemos al reino animal. Las bestias salvajes de la Alta California son el caballo silvestre, el oso, el tigre, el cier­ vo, el corzo, la liebre, una especie de perro-lobo que ladra toda la noche, á cada paso el conejo, y por todas partes la ardilla; las perdices son también muy abundantes; en ciertas estaciones las bahías, rios y lagos están llenos de patos y ánades silvestres. Entre los anímales domésticos hay uno en especial que llama la atención, y que hace, por decirlo así, un papel sobresaliente: este es la gallina. Sí, en San F r a n ­ cisco todas las gallinas son de huevos de oro; pues estos se ven­ den algunas veces hasta cinco y seis duros la docena. Así es, que para hacer fortuna, bastará únicamente tener algunas buenas ponedoras. Dará gusto ver como llegan, é irán llegan­ do á San Francisco las gallinas de todas partes, de Chile, de Sandwich y aun del Japón. Se les construirán departamentos ó habitaciones hermosas; tendrán corrales bien enarenados; serán regidas por medio de un sabio reglamento, en el que • se prescribirá la hora de levantarse, la de acostarse, á tal bora el desayuno y á tal otra la comida; seguirá un rato de recreación presidida por uno ó dos vigilantes, y á tal hora se las hará ir á que pongan. Se dice que en el establecimien­ to habrá una enfermería; cuando una gallina caiga enferma, irá el médico, —pues ellas tendrán sus médicos lo mismo que los hombres, —y el enfermero se sujetará en todo á las disposiciones del doctor. Las cluecas tendrán un reglamento particular, y los polluelos serán el objeto de una atención muy especial. Un francés es el que ha formado este plan; sin duda lo ejecutará, y según el precio á que se venden los huevos, con cinco ó seiscientas gallinas no tardara en ser rico como un t>eso.

— 374 — Voy á concluir por el reino vegetal. Las legumbres en San Francisco son muy caras: los hortelanos hacen su agosto. Citaré únicamente la simiente ó grano de cebolla, que se vende comunmente á veinte y cinco piastras la libra, y que ha llegado alguna vez á cien piastras. ¡ Una libra de granos de cebolla quinientos francos! i Quién lo creerá en Normandía! Hablemos de otra cosa. Y tú, querido hermano ¿qu^ haces? l O h , cuánto tardan en llegar tus noticias 1 Tú eres cura; cada dia piensas en mí que no lo soy todavía ; tú ruegas por nuestros padres y por mí que necesito mucho tuS oraciones. Encomiéndame con eficacia á la Virgen santísima y á mi patrón san José. Si es dolorosa una separación tem' poral, hagamos lo posible para evitar la separación eterna. ¡ Ah, me olvidaba que un subdiácono no tiene derecho á predicar ! En tus cartas habíame largamente de nuestro padre, de nuestra madre y de nuestros hermanos: es un contento oir hablar de las personas á quienes se estima, jamás se exclama: ¡Basta! Adiós, es preciso acabar. Abraza á nuestros padres y á nuestros amigos de parte de tu hermano que siempre te ama. JOSÉ VENISSE , P. Edmundo, religioso de

Picpus.

MISIONES INDIANAS DE LA AMÉRICA SEPTENTRIONAL Carla del limo, Sr. Juan Bautista Miege, de la Compañía de Jesús, vicario apostólico del Este de las Montañas Berroqueñas, al R. P. General déla misma Compañía. Sania María dc los Potowalomias 1." dc enero dc 1852.

Reverendo Padre: Cumpliendo con loque tengo prometido á V. R. paso á dar una idea exacta, como sea posible, acerca

— 375 — ios dos eslablecimientos que dirigimos e n el territorio indio. Una de estas misiones está situada alas márgenes del rio de los Kants, en un paraje bastante agradable y de los mas fértiles que se conocen. Por desgracia las muchas enfermedades que l>an reinado este año han quitado una gran parte de las ventajas con que la naturaleza ha favorecido á esta parte del país. Se teme, y quizás con razón, que las calenturas malignas lleguen afijarse definitivamente; en cuyo caso nuestros salvajes venderán nuevamente sus tierras, y después de haber construido casas, levantado un cortijo y gastado mucho por espacio de tres años, tendremos que ir á otra parte á practicar las mismas obras, hasta que una nueva mudanza, voluntaria ó forzada, venga á renovar estas penas y á destruir todas nuestras esperanzas. Tal es para lo sucesivo la condición precisa de todos los salvajes, cuyas tierras lindan con los Estados-Unidos del Oeste. La tribu de los Potowatomias se compone de 3,500 indios esparcidos en pequeños grupos en una superficie de treinta millas cuadradas. Entre ellos contamos 1,300 convertidos que forman tres aldeas, de las cuales la primera y priucipal se llama Santa María. Allí se hallan la escuela, la granja, el médico, cl albéítar, algunos negociantes y cierto niímero de i mestizos que saben leer y escribir. Las familias indias que t e lemos al rededor, tienen cada una su casa formada con troncos de árboles al estilo del país, un pequeño rebaño y un campo, con cuyos productos atienden á su subsistencia. La "layor parte van á misa cada dia y frecuentan los Sacramentos, asistiendo á la comunión, regularmente á lo menos una Vez al mes, y practican con un fervor admirable los demás ejercicios de piedad que la Iglesia ba establecido para aumentar la devoción de sus hijos. En las otras dos aldeas que distan tres millas una de la otra, y veinte mil déla de Santa María, se cuentan también un gran ntimero de celosos y fervorosos cristianos; pero c o mo hasta ahora los misioneros no han podido visitarlos mas que una vez al mes^ les falta la instrucción, y son frccueu-

— 376 — tes los casos de borrachera entre ellos. La llegada del Padre Schulz, que el R. P. Provincial ha tenido la bondad de enviarnos, nos proporcionará pronto un alivio para estas miserias. Estos pobres salvajes son como unos niños: temen y al mismo tiempo respetan al sacerdote; y si no está entre ellos para vigilarlos, sostenerlos y consolarlos, les faltan luego las buenas resoluciones, y vienen á perderlas con una botella de licor, ó caen en otros escollos mas peligrosos todavía; después de la primera calda entra la tibieza, llega el desaliento, y nada tiene de extraño que estos desgraciados neófitos se alejen de la misión para entregarse con mas libertad á todos SUS primitivos extravíos. Esperamos que esta desgracia cesará cuando esté siempre cerca de ellos la mano del sacerdote para levantarlos á todos los momentos de su infeliz estado. Algunos de nuestros salvajes que son todavía paganos com- \ ponen cerca de la mitad de la tribu de los Potowatomias; y 1 pertenece la mayor parte á la que aquí se llama la banda de la medicina, y están tan inficionados de esta truhanería, que todos los esfuerzos de los misioneros no han podido hasta el día apear su tenacidad. ¿Será posible que puedan lucir mejores dias para ellos? Asilo esperamos, y para conseguirme-' jor nuestros deseos vamos á enviarles para que los catequicen á los mas influyentes de nuestros convertidos. Según se asegura, este es el medio mas eficaz para ganar su voluntad: á lo menos es el camino por el cual los veinte y cinco infieles que bautizamos anualmente llegan á conocer y amar la verdad. L o q u e alienta nuestro espíritu es, que estos nuevos convertidos casi todos adquieren una piedad y un fervor tan sólidos, que compensan con ventaja las penas que han costado. A mas asisten á las escuelas regularmente unos ciento ó ciento veinte discípulos, cuya constante aplicación ofrece un bien duradero, que mas tarde dará sus frutos bajo el doble concepto de la religión y del trabajo. La misión de Osages, á ciento ochenta millas al Sur de la de Potowatomias, ocupa un local magnífico hacia el Néosho ó Grande Rio. Esta tribu, que se compone de unas siete mil

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almas, ha conservado enteramente, á pesar de la proximidad de los blancos, la vida y hábitos salvajes que caracterizan á los del centro del desierto: cabeza del todo pelada, á excepción del tupé; cara embadurnada de encarnado, negro y blanco; orejas de extraordinaria longitud, y cubiertas con chucherías ó uñas de oro; vestidos con un solo cobertor; su única ocupación la caza del búfalo ó de la cabra montes, y el producto de esta caza con un poco de maíz su único alimento. Si añadimos á esto, una estatura de unos seis pies, un cuerpo robusto y bien apuesto, un carácter altanero y decidido, una inclinación marcada al robo y álos caballos de los enemigos; tendremos una descripción de todo lo bueno y parte de lo malo. Dos solos apóstoles, los celosos PP. Schvenmakers y Bax, hace tres años dedicaron lodo su ardor á cultivar esta singular calidad de hombres; y lo único que se ha conseguido es el respeto verdadero y una sincera confianza de los salvajes en los misioneros. Sin embargo, como el terreno está ya un poco preparado y el P. Bax empieza á comprender bien el idioma, confiamos recoger pronto una mayor cosecha. Lo que en parte paraliza los esfuerzos de los misioneros, es la completa ociosidad en que se postran los salvajes, cuando han recogido algunas provisiones: lo cual puede colegirse por el hecho siguiente. El Gobierno hace algunos años les habia enviado carros, wagones y bueyes, para iniciarlos en la agricultura ; al instante vendieron los dos primeros artículos por a l gunas botellas de licor, é hicieron un gran festin con los bueyes. En medio de todas estas dificultades, me recomiendo mas que nunca á las oraciones de V. f

JUAN BAUTISTA, vicario de las Montañas

apostólico

Berroqueñas.

— 378 — EMBAUQUE 1)E MISIONEROS.

El Colegio de misioneros de Monteagudo está dando, como los demás de sa clase, los dignos frutos que eran de esperar. A fines de julio último salia de él una falange de jóvenes con dirección á Filipinas para reemplazar á los veteranos misioneros que la vejez, los achaques y la muerte van sacando fuera de combate. El 15 de agosto entraban á bordo de la fragata española Churruca; y el 18 del mismo mes se hacian á la vela desde el puerto de Cádiz. El ángel de los mares proleja su viaje. Hé aquí los nombres de los indicados jóvenes: P. F r . Antonio Preciado de Santa Genoveva, presidente, natural de Tudela (Navarra), estudiante de filosofía y teología; F r . Francisco Calvo de la Concepción, de Huérteles (Caslílla la Vieja), id.; F r . Cipriano Navarro del Rosario, de Pamplona (Navarra), id.; F r . Benito Tutor de San Agustín, de Valladolid (Castilla la Vieja), id.;Fr.PedroAlbericio de la Reina délos Ángeles, de Tarazona (Aragón), id.; fray Pedro Sánchez de la Consolación, de id. (id.), id.; F r . Julián de Miguel de San Antonio, subdiácono, de Oble (Navarra), id.; F r . Manuel Bretón de San José, de Arnedo (Castilla la Vieja), id.; F r . José Aguado de San Francisco, diácono, de Tudela (Navarra), id.; F r . Severino Garijo de la Asunción, de Covarrubias (Castilla la Vieja), id.; Fr. Mariano Torrente de San Nicolás de Tolentino, de Barbastro (Aragón), id.; F r . Gregorio Bueno de la Virgen del Romer o , de Tarazona (Aragón), id.; F r . Pedro Martínez del Ángel Custodio, lego, de Monteagudo (Navarra).

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