Torrelaguna en sus documentos

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Torrelaguna en sus documentos A lo largo de casi un año, hemos estado realizando un estudio histórico artístico de Torrelaguna con el fin de poder saber más sobre esta villa, sus vecinos y los acontecimientos más importantes que han ocurrido desde su fundación, en definitiva, con el fin de hacer Historia. En este artículo queremos contaros en que ha consistido nuestro trabajo, además de algunas anécdotas que ilustren acontecimientos y cambios vividos en la villa. Para llevar a cabo esta tarea hemos contado con tres tipos de fuentes, las orales, las escritas y las gráficas, a lo que hay que añadir el testimonio del propio pueblo, de sus calles y edificios.

Libro de la venta de la villa de Torrelaguna, 1629. (ARCM, sig. 30/21)

Las fuentes orales han consistido en las historias y anécdotas que muchos de vosotros nos habéis contado, historias relacionadas con el pueblo, sus gentes y sus edificios, que muchas veces no han quedado reflejadas en documentos escritos. Son un ejemplo los múltiples usos que han tenido edificios como el palacio Arteaga o Casa de la Dirección del Canal, que entre otros ha servido como sede del ayuntamiento durante algún tiempo; el funcionamiento del Hospital de la Santísima Trinidad, actual Casa de la Cultura, que se usó como tal hasta bien entrado el siglo XX; o la vida que había en la iglesia hace más de cien años, cuando era un lugar de compra-venta en el que los animales también podían transitar, algo impensable hoy en día, sobre todo para los más jóvenes. Estas historias dan fe de los cambios experimentados a lo largo del último siglo, relatos

que conocéis por vuestros padres y abuelos, o que vosotros mismos habéis vivido, como la destrucción de la Abadía de las Concepcionistas Franciscanas Descalzas por la explosión de una bomba durante la Guerra Civil Española, o la forma en que se divertían los vecinos en las fiestas hace unos años, cuando la plaza Mayor era el escenario de las corridas de toros. Incluso en algunos casos nos habéis abierto y enseñado vuestras casas para ilustrar aquello que nos habíais contado. Y gracias a vuestra confianza hemos conocido las magníficas cuevas que se conservan en algunas de las casas del pueblo, como en el Palacio de Murga, y en las que durante mucho tiempo se elaboró y conservó el vino, una de las principales fuentes de riqueza de la zona en los siglos pasados. En cuanto a las fuentes escritas, tenemos que hablar de dos tipos. Primero nos hemos servido de libros y artículos que hablaban de Torrelaguna en general, o de algún aspecto concreto de la villa, como su contenido histórico-artístico o modos de vida, no solo de los más actuales si no también de algunas crónicas y descripciones de siglos pasados, que nos han ilustrado sobre los cambios experimentados. El segundo tipo de fuente escrita la constituye la documentación del Archivo Histórico de Torrelaguna, un rico patrimonio que a través de sus numerosos documentos nos ha permitido conocer parte de lo ocurrido en la villa a lo largo de los siglos. Actualmente los documentos originales que componen el archivo Histórico de Torrelaguna se conservan en el Archivo Regional de la Comunidad de Madrid. Nuestro archivo es muy rico, aunque como ha pasado en casi todos los archivos algunos documentos se han perdido, bien porque las condiciones de almacenaje y conservación, que hasta hace poco se hacía en los propios ayuntamientos, no eran las mejores o bien porque han sido expoliados. Esto no quiere decir que la preocupación por la desaparición de documentos sea exclusiva de nuestra época, pues ya en el año 1688 encontramos unas “censuras sobre los papeles que faltaban del archivo de Tordelaguna”, en las que se pide que sean devueltos. Pero el texto aún va más allá al pedir a los curas de las parroquias que maldigan a aquellos que mantienen en su poder los documentos desaparecidos: “...se vean huérfanos sus hijos sus mujeres viudas mendigando anden de en puerta en puerta y no hallen quien bien los hagan ni socorran ... la luna de noche fuego caia del cielo que los abrasen y quemen las casas...”

y algunas desgracias más que dan idea de la importancia otorgada a estos papeles desaparecidos. Incluso, aunque de una forma bastante menos rigurosa que la actual, se encargaban de realizar inventarios con toda la documentación existente. Los archivos encierran siempre historias reales, historias interesantes que nos acercan un mundo muchas veces considerado lejano. Tenemos que tener en cuenta que lo que encontramos en estos documentos del pasado no se ha escrito, al menos en su mayoría, con el ánimo de hacer historia por sí mismos, sino formando parte del gobierno de los pueblos o para preservar derechos y bienes. Aunque para nosotros hoy muchos documentos de archivo sean joyas, por formar parte de un todo cuya utilidad dista mucho de ser aquella para la que se creó. Esto es lo que los archiveros llamamos valores del documento. Y qué valor es el que tiene para nosotros el documento: valor histórico, que es aquel que adquiere una vez que ha perdido la utilidad para la que fue creado y obtiene valor como testimonio de la historia . En el caso de Torrelaguna hablar de los documentos es imprescindible. Nuestra pretensión no es otra que poner los documentos en el lugar que les corresponde, el lugar que ocupan otros elementos que casi todos aprecian como imprescindibles para entender la historia de un pueblo, como son los monumentos, los personajes relevantes o las fechas señaladas. Junto a todo ello hay que colocar a los documentos del archivo, principalmente porque sin ellos desconoceríamos gran parte de la información sobre los elementos anteriormente citados. El método de trabajo ha sido el siguiente: lo primero que hicimos fue una lectura exhaustiva del inventario del archivo histórico para, en un primer barrido, poder detectar toda aquella información que pudiera servirnos para afianzar la información que ya conocíamos. Tras esta primera visión general, en la que rectificamos D. Jimeno de Luna, arzobispo de Toledo, ordena que no se venda vino en Torrelaguna que no sea de la cosecha propia, 1330. Pergamino con sello de cera. (ARCM, sig. 4.5/1.2)

algunos datos y matizamos otros, un nuevo repaso al inventario nos permitió fijarnos en aquellos documentos que en principio no parecía que fueran a aportarnos muchos datos relevantes y sin embargo han sido una fuente muy rica en historias. A pesar de que la investigación de archivo es ardua y requiere mucho tiempo, además de conocimientos específicos que permitan leer grafías muy distintas a las utilizadas en la actualidad, se trata de un trabajo muy gratificante y emocionante. Gratificante porque siempre descubrimos algo, un hilo del que tiramos y al final conseguimos saber mucho más de lo que en realidad andábamos buscando. Emocionante porque tener entre las manos un documento del siglo XV o XVI, con la firma manuscrita de personajes como el Cardenal Cisneros, el rey Carlos I, o el rey Felipe IV....., realmente pone los pelos de punta. Pero no sólo los documentos de grandes personajes, emociona en igual medida leer los nombres de personas de las que aún se habla en el pueblo, y que ocuparon algún cargo en el ayuntamiento a fines del siglo XIX o principios del XX o hicieron algo Carta ejecutoria de carlos I, 1552. (ARCM, sig. 20) importante por el pueblo; leer documentos de personas cuyas tumbas están en la iglesia parroquial, o cuyos descendientes aún viven aquí, personas que han hecho la historia de Torrelaguna, gente que realmente existió y hechos que realmente sucedieron. Comprobamos, a

través de los textos, como hay cosas que no han cambiado hasta hace muy poquitos años, como la labor docente llevada a cabo por las Hermanas de la Caridad desde el siglo XIX hasta los años ochenta del siglo XX, muy apreciadas tal y como se desprende de la lectura de los libros de acuerdos de octubre y noviembre de 1876. En esta fecha se reunió el consistorio para solucionar el problema de las hermanas que necesitaban realizar obras en su casa pero no tenían dinero. Decidieron coger fondos del patronato de Hernán López de Segovia, gestionar el permiso para realizar las obras, y alquilar una casa para que las hermanas siguieran dando clase a los párvulos mientras duraran las obras. En noviembre del mismo año se aprobó dotar a las hermanas con mil pesetas anuales con cargo al presupuesto debido a la escasez que sufrían. Leyendo los documentos también se descubren elementos que adquieren cierta relevancia a la hora de imaginarnos la vida de las gentes de estos lugares hace algunos siglos. Detalles que nos dicen cómo hablaban, qué comían, cómo se divertían o qué era lo que más preocupaba a los torrelagunenses. En este sentido los libros de acuerdos del archivo aportan información muy interesante. Se trata de los cuadernos en los que se dejaba constancia por escrito de los temas tratados en el consistorio, libros en los que cada año se iban reflejando todas las sesiones del consistorio y los temas que en ellas se abordaban, con su correspondiente fecha, y firmados por el escribano, el secretario y los alcaldes. En ellos se puede leer cómo se fijaba el precio del trigo o de la uva, los pleitos, como los referidos a la incursión del ganado en los cultivos, las relaciones con la mesta, las normas para los encierros Expediente sobre la tasa de los precios de los granos y para impedir su almacenamiento, 1799. (ARCM, sig. 14.290) de las fiestas, el reparto anual de

los cargos públicos como el de alguacil, pregonero, escribano o mayordomo del hospital..., normas para la venta en el mercado y para el hospital de la Santísima Trinidad, las obras de remodelación realizadas en la plaza, la preocupación por la enseñanza de niños y niñas, o aspectos tan singulares de la historia de Torrelaguna como el traslado de la cabeza de María Toribia, Santa María de la Cabeza, desde la ermita que lleva su nombre hasta el monasterio de La Madre de Dios. En octubre de 1615 se acordó sacar la cabeza de la ermita para depositarla junto a los huesos de la Santa que ya estaban en el monasterio. Todo junto debía guardarse en un arca con seis llaves. Pero aquí no acabaría la mudanza de los huesos, porque en 1645 algunos personajes de la villa fueron elegidos por el ayuntamiento abierto para pedir que les fueran devueltas las reliquias de la santa al pueblo, ya que éstas habían sido vendidas por el guardián del convento franciscano donde estaban depositadas, al corregidor y a algunos regidores de Madrid por la cantidad de 2500 ducados. Otro de los asuntos sobre el que se debatió mucho en el consistorio, aunque no siempre se llegara a soluciones favorables, fue el problema de la escasez del agua. Aunque a mediados del siglo XIX se comenzaran las obras del Canal de Isabel II, las quejas por la escasez del agua continuaron, tal y como muestra la petición hecha en 1872 al Canal de Lozoya para que proporcionase agua al pueblo, siquiera como compensación por las molestias que había recibido durante las obras. Para las obras de traída de agua potable el ayuntamiento pidió que se abriera un crédito sin intereses. Junto a los libros de acuerdos existen otros documentos como alguna bula papal, o algún privilegio o merced concedidos por los reyes. Hay un documento que podríamos considerar el origen de lo que fue y es Torrelaguna, aquel en el que Juan I de Castilla autoriza a Pedro Tenorio, arzobispo de Toledo, a hacer a Torrelaguna villa independiente de Uceda, “agora e de aquí adelante para siempre iamas el dicho lugar de Tordelaguna sea villa et aya juridiçion por sy e sobre sy” Esta merced fue concedida el 30 de abril de 1390, como premio solicitado por el arzobispo toledano para compensar los esfuerzos realizados por la población en la defensa del territorio,

“asi en cercar e fazer de nuevo a sus espensas e costas toda la çerca ... de cal e de canto con sus torres ... como en comprar ballestas e escudos e cotas ... e otras muchas armas para nuestro serviçio ... et porque vos el dicho don Pedro arçobispo de Toledo nos lo pidiestes por merced...”. En el mismo documento el Rey hablaba de dos temas que son imprescindible s para entender la historia de Torrelaguna: la muralla y el mercado. Con Juan I hace a Torrelaguna villa por sí y concede mercado libre un día a la semana. 1390, respecto a la Pergamino. (ARCM, sig. 4.5/1.5) primera, en el documento se establecía que se acabara de construir, sobre todo las torres, en el plazo de diez años desde la fecha del documento o en el plazo que el arzobispo considerara más adecuado. En relación al mercado, se establecía mercado franco un día a la semana, aquel que el arzobispo creyera más oportuno, teniendo en cuenta los mercados que se celebraban en los pueblos de los alrededores, “para siempre iamas aya en la dicha villa de Tordelaguna mercado un dia en la semana et que este dia que sea qual vos escogieredes ...que es mas sin agravio e periuisio de las villas e lugares çercanos e comarcanos...” En años posteriores, distintos monarcas confirmarían la celebración del mercado, el último del que tenemos noticia es Carlos III, que expidió el documento de confirmación en octubre de 1773. En el libro de acuerdos de 1849, concretamente en junio, se propuso trasladar el mercado de los lunes de la plaza en la que se celebraba,

la actual plaza Mayor, a la plaza del Coso. Las razones que se alegaron fueron las siguientes: el cura y otras personas “de la mayor categoría del pueblo” se quejaban porque los concurrentes al mercado ataban sus caballerías en las paredes de la iglesia y utilizaban expresiones obscenas, y esto molestaba sobre todo los lunes festivos que había misa. También se hallaban en la plaza las cárceles del partido, en las que había un número considerable de presos que podían aprovechar el día de mercado para escaparse. Además alegaban que la plaza del Coso era más llana. Oídas las quejas, el ayuntamiento decidió el traslado del mercado, para lo que publicó un bando y dió cuenta al jefe superior político. No sabemos exactamente cuando, pero con el tiempo el mercado regresó a la plaza Mayor, donde se mantiene en la actualidad. Existe un magnífico libro de época del rey Felipe IV que da fe de la venta de la Villa de Torrelaguna a sus propios habitantes, venta que había realizado en 1574 Felipe II, aunque el libro es de 1629. Se trata de un libro con una cuidada encuadernación en terciopelo verde, contenido en una caja de cuero repujado con herrajes; se encuentra en perfecto estado de conservación salvo una hoja que le fue arrancada, y que contenía la ilustración miniada del pueblo en el anverso, y una imagen mariana en el reverso. Además incluye otra imagen miniada del escudo de Torrelaguna. En la primera página del texto hay un retrato de Felipe IV policromado inserto en la letra capital. La elaboración del libro fue muy cuidada, todas las páginas están ornamentadas con unas líneas rojas y negras que enmarcan los textos, los mismos colores que se utilizan Libro de la venta de la villa de Torrelaguna, 1629. (ARCM, sig. 30/21)

para destacar las letras capitales. En cuanto a la grafía hay que destacar que es completamente legible por tratarse de un texto muy importante que debía ser fácil de entender, mientras que otros textos de esta época utilizan grafías mucho menos cuidadas difíciles de leer para personas que no estén familiarizadas con la lectura de textos de otras épocas. Quizá su buen estado de conservación se deba al interés del pueblo por mantener sus derechos de propiedad sobre la villa. También habría que mencionar los testamentos o las fundaciones realizados por personajes relevantes, y que en algunos casos pasaba mucho tiempo hasta que eran llevados a efecto. Un testamento interesante es el de Hernan Bernaldo de Quirós y su esposa Guiomar de Berzosa, quienes en 1560 habían fundado la abadía de las Concepcionistas Franciscanas Descalzas, dejando también fundado un patronazgo para que se encargara de administrar todos los bienes del convento. Gracias a este patronazgo muchos años después, ya en el siglo XIX el señor Joaquín Arteaga pudo demostrar ante la ley, y como patrono, que el monasterio y sus bienes procedían de una fundación particular y así evitar que fuera desamortizado por la ley de Mendizábal. En 1847 la Audiencia Territorial de la Corte pronunció una sentencia favorable al Caja del libro de la venta de la villa de señor Arteaga, adjudicándole el convento y sus Torrelaguna, 1629. (ARCM, sig. 30/21) propiedades como patrono, pero a la vez obligándole a cumplir lo dispuesto por los fundadores, que era ayudar a las religiosas a mantenerse y crear un colegio para educar y adoctrinar jóvenes doncellas. Esta labor docente se mantuvo durante algún tiempo, aunque en la actualidad ya ha desaparecido, actualmente contamos con la enseñanza pública impartida en los colegios e institutos, de carácter obligatorio para todos los niños y jóvenes. Otro de los documentos que no podemos dejar de nombrar es el traslado de la fundación del pósito, de 1587 ( El traslado, como su nombre indica, es un tipo de documento en el que se incluye otro anterior, se traslada un documento a otro,

normalmente con la intención de confirmar su contenido). En este caso el documento que se traslada es aquel por el que el Cardenal Cisneros funda el pósito o almacén de grano en la plaza del pueblo, fundación realizada en 1514. Era práctica común de la época la creación de este tipo de construcciones para guardar excedentes de grano que pudieran utilizarse en épocas de necesidad, y para las que se establecían una serie de normas de obligado cumplimiento si querían que el pósito funcionara correctamente. Para Torrelaguna, Cisneros depositó las primeras cinco mil fanegas de trigo, cantidad que el pueblo estaba obligado a mantener fija, por tanto debería reponer todo el grano que se estropeara o saliera del almacén, “... para las neszesidades que ocurren al tiempo de carestía del pan ... especialmente los pobres e viudas e huérfanos e clérigos e religiosos que residen en la dicha villa de Tordelaguna ... su reverendísima señoría ... le hizo merzed a esta dicha su villa de cinco mil fanegas de pan trigo ... para que las tengan siempre enteras ...” . Además se establecieron unas condiciones muy estrictas sobre la persona que debía controlar el grano y su compra. Como agradecimiento al cardenal se debía hacer una procesión de aniversario desde la iglesia de Santa María Magdalena hasta el monasterio franciscano de La Madre de Dios, donde se decía un responso en el lugar estaban la tumba y el busto de Cisneros. Cuando el pósito dejó de utilizarse como almacén de grano, albergó todo tipo de actividades, entre ellas las reuniones del consistorio, y comenzó a sufrir una serie de modificaciones para adaptarlo a las nuevas necesidades. Así en un documento de 1888 encontramos un informe detallado de la obra de reparación de la sala consistorial,

Sello de plomo de la carta ejecutoria de Carlos I, 1552. (ARCM, sig. 31/14314)

“...consistente en darla aumento de luces, colocando la única ventana que tenía ... al frente de la presidencia; formando una nueva ventana en el centro de la pared de dicha sala y variando la puerta de

entrada a la misma colocándola en el ángulo lateral izquierdo ...habiéndose elevado previamente el techo del corredor con el aumento que indican las piezas de piedra en las columnas ...”. En el mismo texto se decía que desde 1842 dicha sala no había sufrido reparaciones. El cuatro de junio de 1902 se colocó la primera columna de hierro para el reloj de la Casa Consistorial. En el acta de colocación se decía que ésta debía guardarse en un tubo de cristal que quedaba en la unión de las dos vigas de hierro de la derecha. No sabemos si realmente se colocó algún papel entre las columnas, porque en el archivo se conserva este acta. También hemos aprendido mucho paseando por las calles del pueblo, entrando en sus edificios y observando detalles de las construcciones que nos hablan de antiguos esplendores, de sus moradores o benefactores, de los sufrimientos padecidos por sus piedras y ladrillos hasta llegar a nuestros días. Poco queda detrás de las fachadas, sólo Calixto III libra a Torrelaguna de la obligación de edificar un castillo. 1455, pergamino con sello de plomo. (ARCM, sig. 4.5/1.12) podemos conocer algo de lo que hubo dentro de ellos a través de descripciones que, en muchos casos por azar, hemos encontrado en los documentos de archivo. Una de las construcciones civiles más emblemáticas es el Hospital de la Santísima Trinidad, hoy Casa de la Cultura, porque ha visto y sufrido las transformaciones que ha experimentado Torrelaguna a lo largo de más de diez siglos. Por supuesto, lo que hoy vemos poco tiene que ver con su origen, aunque el espacio no ha variado demasiado. Es este un claro ejemplo de que lo que vemos tiene

su correlativo en lo que leemos, es decir, que en el archivo queda constancia de muchos de los cambios sufridos por este edificio, sobre todo desde que se convierte en hospital, tras haber sido mezquita y sinagoga. Para ilustrarlo pondremos algunos de los ejemplos más significativos. El primero corresponde a unas obras realizadas en 1625, cuando Tomé Bernaldo de Quirós solicitó, por disposición testamentaria de su marido, permiso al consistorio para construir un cuarto. El testamento de su marido decía que si faltase sucesor al mayorazgo se diesen 102.000 maravedis cada año al hospital para que se hiciera un cuarto (hoy este cuarto lo ocupa el centro de acceso público a internet, CAPI); una vez hecho el cuarto, la renta se utilizaría para “regalar” a los convalecientes y se darían mil reales para que un capellán dijera tres misas a la semana en el hospital y ayudara a los pobres a “bien morir”. También doña Tomé Proyecto a escala para la reparación del Hospital de la Santísima Trinidad. solicitó permiso para 1884. (ARCM, sig. 7/14.290) poner sus armas sobre la puerta del cuarto que se iba construir, y sobre la puerta principal del hospital. Estas armas se pueden ver hoy en los lugares donde fueron colocadas, pues para todo lo solicitado se le dio licencia a la viuda, aunque ella no vivió para verlo. El segundo documento referido al hospital, es un presupuesto de otras obras, esta vez de remodelación, del año 1884, y además de por el título del documento “... la reparación de la parte derruida del Hospital de la Villa de Torrelaguna, en el ala izquierda del edificio denominado de convalecientes” los detalles nos descubren que el hospital no debía encontrarse en muy

buen estado. Pero quizá aquello que más nos ha emocionado ha sido la existencia de planos del alzado y de la planta de la época, y que muestran un edificio muy parecido al actual, en el que podemos ubicar perfectamente cada uno de los espacios de los que hoy disfrutamos. Además conocemos el funcionamiento del hospital, ya que se regía por su propio reglamento, del que encontramos un ejemplo en un documento de 1839; en él se especificaban todos los detalles de su funcionamiento, desde a quién estaba destinado, hasta el régimen alimentario e higiénico del mismo, pasando por la elección de sus trabajadores o su salario. Lo relativo al propio edificio, su Proyecto a escala para la reparación del Hospital de la Santísima Trinidad. 1884. mantenimiento y (ARCM, sig. 7/14.290) reparación, la administración de sus bienes y el nombramiento de los trabajadores o funcionarios, dependía directamente de la Junta Municipal de Beneficencia, algo similar a un órgano directivo. El hospital estaba destinado preferentemente a los vecinos pobres de la villa, aunque también podía acoger a personas pobres de otros lugares, siempre que su traslado a Madrid supusiera un riesgo para su vida. Los vecinos que no fueran pobres podían ingresar pagando los gastos ocasionados. El visitador mantenía un riguroso control de ingresos y altas mediante un sistema de papeletas. Este reglamento nos muestra el buen funcionamiento del hospital, o al menos el esfuerzo que hacían para que así fuese. A continuación mostramos una parte del mismo en la que se habla de la alimentación de los pacientes. “Artículo 19: la ración del Hospital se compondrá de medio pan, media libra de carnero, dos onzas de garbanzos, una de tocino y medio cuartillo de vino. Esta se distribuirá en sopa de aceite por la mañana,

cocido al medio día, reservándose para la cena la mitad de la carne y el caldo necesario para una taza de sopa y para el último, repartiéndose el vino entre la comida y la cena” Por supuesto no podemos dejar de hablar de la construcción más importante, por su belleza y significado, la iglesia de Santa María Magdalena. Poca información hay en el Archivo Histórico sobre la iglesia, puesto que esta información se guarda en el archivo parroquial, en el que la falta de tiempo no nos ha permitido trabajar con detalle. Sin embargo, aunque escaso, lo que hemos encontrado es muy interesante, porque nos habla de los últimos detalles de la construcción. Pondremos un par de ejemplos. Uno de ellos se refiere a la construcción de la capilla de la Anunciación, fundada por Hernán López de Segovia, quien mandó en su testamento que se construyera esta capilla para alojar sus restos y los de sus parientes. Juan Gaytán, su albacea, en 1588 se encargó de llevar a cabo las obras según las condiciones que Hernán López de Segovia había acordado con el arquitecto Juan de Valencia. En el documento al que nos referimos quedan Árbol genealógico de Felipe V y Mª Luisa de Saboya. 1705 (ARCM, sig. 4.5/3.15) reflejadas varias cuestiones técnicas sobre la construcción de la capilla, como los materiales que han de utilizarse tanto para la construcción como para la decoración y las medidas: “...la cual dicha obra y parte de ella a de ser bien echa y acabada en toda perfiçion como el arte lo requiere conforme a las trazas y maneras que para ella estan hechas, guardándolas en el todo y partes dellas sin mudar ni alterar como dicho es, ansi en las paredes de los cimientos como fuera de tierra, boveda dentierro ,arcos y nichos ,altar y gradas y pechinas y escaleras, ornatos de nichos, ochavos, ynpostas, cornizas ,pechinas, ventanas y los demas ornatos de labor... que no queden manchas de la picadura, ni levantes, ni rosas, ni desportilladuras, ni otra fealdad alguna en las piedras, si no muy bien tratados y de buenos materiales, los mejores que oviere en el termino y en las canteras de honze ruecas y de la varguilla ,de buen grano ,duras y de buena color...”

El otro documento es el que se refiere a la construcción de la capilla de San Felipe. En concreto, en el texto Petronila de Pastrana, viuda de Felipe Bravo Daguayo, solicita permiso en 1625 para la construcción de una capilla “a la mano izquierda de como se entra ...”. Para poder construir la capilla pide que se le de una cantidad de pies de terreno de la plaza, y a cambio ella ofrecía el espacio que quedaría al derribar unas casas situadas también en la plaza, que había comprado del hospital de San Juan Bautista, siendo mayor el espacio que dejarían las casas que aquel que ella iba a ocupar con la capilla. Los alarifes que estudiaron el proyecto llegaron a la conclusión de que la nueva y noble capilla compensaría el gran volumen creado por su vecina capilla de la Anunciación, que había sido construida unos años antes y por tanto la plaza y la iglesia quedarían mucho más armoniosas. El ayuntamiento consideró la construcción muy positiva y la aprobó. Documentos como este dan fe del interés de los Torrelagunenses por conservar y embellecer su patrimonio, aunque es cierto que en otras ocasiones este aspecto no fue tan considerado. Un último ejemplo muy interesante es una petición que realizó Ana Bernardo de Quirós en 1620 para construir también una capilla para su marido fallecido, García de Salcedo y Bermúdez. Esta vez el resultado de la solicitud es negativo, ya que el proyecto pretendía la construcción de la capilla debajo del coro, y el consistorio pensó que serían más los inconvenientes que las ventajas. Los documentos en los que podemos apreciar este interés por el propio pueblo son muchos, no sólo por conservar lo existente,

Carta ejecutoria de Carlos I. 1552. (ARCM, sig. 31/14314)

sino también por eliminar algunas construcciones que lo afeaban o que ponían en peligro la seguridad de los ciudadanos por su estado ruinoso. Así en 1894 el concejal Santiago Montalbán llamó la atención sobre el mal estado de una parte de la fachada del monasterio de S. Francisco, perteneciente entonces a los herederos de Joaquín Arteaga, obligando a los dueños a su demolición y posterior reedificación, por suponer un peligro además de por su fealdad. Lo mismo había ocurrido en 1881 con una casa situada en la plaza, junto al convento, el presidente llamó la atención al ayuntamiento sobre esta casa por su mal estado: “ ....por el mal aspecto que presenta por su estado la casa.....y que por lo que afecta al ornato público convendría mucho que se adoptasen las disposiciones convenientes” Además esta casa presentaba fuertes humedades que dañaban el convento y ponían en peligro la salud de los niños por ser un foco de enfermedades. En 1840, el jefe superior político pidió un informe sobre le derribo de los arcos de Malacuera y Tercia Real. Estos formaban parte de las antiguas defensas pero entonces no servían para la defensa, como tampoco la muralla, que estaba derruida casi en su totalidad adosada a casas. Se permitió la destrucción. Algo parecido ocurrió con el Arco de Buitrago, una de las puertas de la muralla, en 1894 y tras haber sido examinado por dos albañiles del pueblo, Dámaso Villa y Antonio Huerta, deciden demolerlo por su mal estado. Podemos encontrar en el archivo bastantes ejemplos del mismo problema en diferentes zonas del pueblo como la Plaza de la Montera, la del Hospital de la Santísima Trinidad o en las puertas y lienzos de las murallas. En unas ocasiones el ayuntamiento obligaba a la demolición del edificio, mientras que en otras únicamente a su reconstrucción o consolidación. Calixto III exime a Torrelaguna de construir un castillo. Sello de plomo del documento. (ARCM, sig. 4.5/1.12)

Como ya hemos dicho las fuentes gráficas, es decir, planos, grabados o fotografías, nos han aportado información sobre lugares que hoy ya no podemos ver o transformaciones sufridas en el pueblo, como la de la estructura urbanística, pasando de la medieval en la que todas las calles confluían en la plaza mayor, a una estructura cuadriculada que se utiliza en los ensanches, o las transformaciones en los propios edificios , como es el caso de los escudos reaprovechados para decorar algunas fachadas o los cambios en los pavimentos de las calles. En las copias del grabado del SXVII (1629) al que nos hemos referido al hablar del libro de venta de Torrelaguna, podemos ver cómo era el pueblo entonces, se puede seguir por completo el trazado de la muralla que acotaba el recinto urbano, con sus respectivas puertas y entradas. La imagen permite reconstruir este trazado, aunque el perímetro de la muralla aparece casi como un círculo, cuando en realidad se asemejaba más a un polígono irregular. Vemos como era el pueblo en aquella época, aunque algunos elementos del grabado no sean totalmente fieles, y apreciamos cómo han cambiado algunos espacios, sobre todo fuera del recinto amurallado, donde casi todo era campo de cultivo, exceptuando algunas construcciones en las actuales calle Mayor, plaza de Montalbán y calle de San Francisco. Uno de los elementos más fascinantes de esta reproducción es el Monasterio Franciscano de la Madre de Dios, que aparece en pie y del que desgraciadamente hoy conservamos únicamente algunos restos, como su espadaña, visible desde casi cualquier zona del pueblo; gracias a la copia de este grabado podemos acercarnos bastante a lo que hace años fue el monasterio franciscano. La historia no se escribe una sola vez, aunque parezca mentira hay muchas formas de interpretar un mismo documento. Por eso es un ejercicio

Libro de la venta de Torrelaguna en el que se refleja las consecuencias del expolio. (ARCM, sig. 30/21)

imprescindible para el investigador acudir a las fuentes primarias y no realizar una reinterpretación de algo que alguien escribió una vez y que se da por bueno, porque puede ocurrir que la persona que lo escribió interpretara los datos según le pareció o que tan siquiera tuviera los conocimientos suficientes para realizar una lectura adecuada de los documentos. Eso es lo que hemos intentado evitar en nuestra investigación: relecturas de un escrito anterior, y hemos acudido, en la medida de lo posible, a las fuentes primarias, en este caso los documentos escritos, para comprobar si todo aquello que hemos oído o leído acerca de Torrelaguna es cierto, no porque dudemos de la veracidad o rigor de los que lo cuentan o escriben, sino por el deseo de obtener nosotras también ese rigor. Como ya hemos dicho, el archivo es muy amplio e interesante, y por ello hemos tenido que limitarnos a leer los documentos que considerábamos más importantes, dejando una gran parte de documentos a un lado por falta de tiempo. Esto siempre deja una puerta abierta para todos aquellos investigadores que tengan interés en conocer más sobre Torrelaguna y su historia.

Mónica Vargas Guitart, Historiadora. Beatriz Medranda Pascual, Historiadora del Arte. Año 2005

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