Trabajo, trabajadores pobres e inserción social

3 Trabajo, trabajadores pobres e inserción social Joseba Zalakain SIIS. Centro de Documentación y Estudios Sumario 1. Los bajos salarios, un compone

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Trabajo, trabajadores pobres e inserción social Joseba Zalakain SIIS. Centro de Documentación y Estudios

Sumario 1. Los bajos salarios, un componente esencial de la precarización del empleo. 2. De la exclusión a la precariedad. 3. Devolver al empleo su capacidad de inserción social. 4. Conclusiones: límites y posibilidades.

RESUMEN Se analizan en este artículo las implicaciones que en el espacio social de la exclusión tiene la extensión del empleo de bajos salarios: emergencia de la figura del trabajador pobre, desincentivos al empleo de los trabajadores menos cualificados y distorsiones en el funcionamiento de las rentas mínimas de inserción, que acogen en su seno de forma creciente a colectivos precariamente insertados en el mercado de trabajo. Ante esa situación, y tras analizar algunas de las herramientas aplicadas en los países de nuestro entorno para hacer de la inserción laboral una opción atractiva frente a la inactividad, se aboga por el refuerzo de los sistemas de estímulos al empleo establecidos en el marco de las rentas mínimas de inserción y, sobre todo, por la aplicación de sistemas fiscales de bonificación al empleo basados en mecanismos de imposición negativa, tal y como se hace en diversos países de nuestro entorno. Estas prestaciones de complemento de rentas de trabajo permitirían especializar las rentas mínimas de inserción en los colectivos más expuestos al riesgo de exclusión social, elevando su cuantía, y, al tiempo, constituirían un paso adelante en la universalización de las rentas mínimas garantizadas. ABSTRACT This work analyses the implications of low-paid employment in the social sphere of exclusion: emergence of the figure of the working poor, lack of employment incentives for low skilled worDocumentación Social 143

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kers and distortions in the minimum insertion wage, which increasingly involve groups that are precariously inserted in the labour market. In view of this situation, and after analysing some of the tools applied in other countries to make labour-market insertion a more attractive option than inactivity, the work advocates strengthening employment stimulation systems within the framework of low insertion wages and, especially, application of tax credit systems to employment based on negative tax mechanisms, as in a number of neighbouring countries. These benefits that are complementary to wages would allow us to focus minimum insertion wages specifically on groups that are most exposed to social exclusion risk, increasing their amount and, at the same time, this would be an excellent step forward in universalising guaranteed minimum wages.

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LOS BAJOS SALARIOS, UN COMPONENTE ESENCIAL DE LA PRECARIZACIÓN DEL EMPLEO

A principios del siglo XX, buena parte de las familias pobres lo eran porque sus miembros trabajan en empleos discontinuos o mal pagados (o ambas cosas a la vez)(1). Después, durante décadas la pobreza se centró en las familias formadas o encabezadas por no ocupados: personas mayores, paradas, discapacitadas... Desde hace algunos años, si bien el trabajo sigue constituyendo en nuestras sociedades la principal herramienta de protección frente a la pobreza, se ha producido un salto atrás en el tiempo, y la pobreza vuelve a aparecer entre quienes han accedido al mercado laboral: el fenómeno de los trabajadores(2) pobres pone en cuestión la capacidad integradora del empleo y llevó a la Comisión Europea, en sus directrices básicas para el empleo de 2003, a plantear la necesidad de que todos los países de la UE tomaran medidas para reducir su incidencia y para hacer del empleo una opción rentable frente a la inactividad. El Estado español ha asistido en los últimos años a un proceso acelerado de crecimiento del empleo en términos cuantitativos(3), acompañado de un marcado deterioro del mercado de trabajo en términos cualitativos. Los datos respecto a la precarización del empleo en España —aunque no sólo en España— son de sobra conocidos y no merece la pena detenerse en ellos: basta decir que el Estado español se encuentra a la cabeza de la UE en cuanto a la eventualidad de los contratos de trabajo y que son también muy elevadas en España las tasas de siniestralidad laboral. Temporalidad, siniestralidad y la elevada prevalencia de la economía sumergida —con la consiguiente merma de derechos sociales para los trabajadores/as y de ingresos para las administraciones públi(1) Hasta bien entrado el siglo XX, al menos, no puede hablarse en Europa del empleo asalariado como herramienta eficaz de protección frente a la pobreza. Un estudio sobre la evolución de la pobreza y de sus causas en el Reino Unido a lo largo del siglo XX señala que en tiempos de Joseph Rowntree, a principios del siglo pasado, la mitad de la población pobre vivía en el Reino Unido en hogares encabezados por personas ocupadas. Hoy el porcentaje es del 31% (GLENESTER, H., y otros. One hundred years of poverty and policy. York: Joseph Rowntree Foundation, 2004). (2) De acuerdo con las reglas gramaticales del castellano, y para hacer más cómoda la lectura del texto, se utiliza en este artículo el término de «trabajadores pobres» y el de «trabajadores de bajos salarios». Hay que tener en cuenta sin embargo que, en este caso, el uso del femenino sería tanto o más adecuado, en la medida en que la mayor parte de estos trabajadores son, de hecho, trabajadoras. (3) Entre 1996 y 2006, la tasa de actividad ha pasado en España del 51% al 58% y la tasa de paro del 22,8% al 8,1%. (Encuesta de Población Activa, INE 2006.)

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cas— se han configurado como los tres vértices básicos de la precarización del empleo en nuestro país, en un marco determinado por la crisis de la sociedad salarial. Menor atención se ha prestado en cambio, sorprendentemente, a un cuarto aspecto —el de la escasa cuantía de la remuneración que percibe una parte significativa de la población ocupada— que incide de forma directa en ese proceso de precarización del empleo y, sobre todo, en la erosión de su capacidad como factor de integración social. Aunque se trata de fenómenos que no siempre van de la mano(4), la proliferación del empleo de bajos salarios ha resultado determinante en la extensión de una figura —la de los trabajadores pobres o working poors— que se creía circunscrita al mundo anglosajón(5). El relativo desinterés que la cuestión de los bajos salarios y de los trabajadores pobres ha despertado en nuestro país contrasta con la atención que se le ha prestado en países como el Reino Unido —cuya situación se asemeja probablemente más a la de los Estados Unidos— o en la misma Francia, un referente económico, político y geográfico mucho más cercano a nuestra realidad. En ese país, el fenómeno de los trabajadores pobres se ha convertido en un componente importante de la reflexión respecto a la arquitectura del sistema de protección social e, incorporado a la agenda política, está centrando en buena parte la pre-campaña de las elecciones presidenciales del año 2007 (ver por ejemplo, Le Monde 19-12-2006)(6). En cualquier caso, la cuestión de los trabajadores pobres no ha estado apenas presente en Europa en el debate público y político respecto a la pobreza, debido a que en el Viejo Continente se tiende a equiparar pobreza e inactividad laboral. Sin embargo, una parte importante de los pobres europeos trabajan, y la mayoría de ellos viven en hogares en los que al menos hay una persona ocupada.(7) (4) El concepto de trabajador pobre combina la dimensión individual en lo que se refiere al empleo con la dimensión familiar en lo que se refiere a la medición de la pobreza. Por lo tanto, un individuo con un salario inferior al nivel de pobreza puede ver cómo los ingresos de su hogar se complementan con el salario o las prestaciones económicas que reciben otros miembros del mismo hogar. En sentido contrario, una persona con un salario decente puede encontrarse en una situación de pobreza por la existencia en su hogar de miembros inactivos y/o por la insuficiencia de las prestaciones económicas. En el primer caso, el bajo salario se ve compensado por los ingresos familiares de los demás miembros del hogar y se evita la pobreza. En el segundo, mayoritario entre los trabajadores pobres, la situación de pobreza no se genera por un bajo salario, sino por la inactividad laboral de los demás miembros del hogar y por la escasez de las prestaciones económicas que recibe esa familia. De hecho, en Europa sólo un trabajador pobre de cada cinco es también un trabajador de bajo salario. (5) Preguntado por qué razón el problema de los trabajadores pobres ha recibido escasa atención política en Europa, Ramón Peña Casas, coautor de un estudio sobre los trabajadores pobres en Europa, explica que durante mucho tiempo en Europa se quiso creer que, al precio de niveles de paro más altos, se estaba favoreciendo un empleo más estable y de mejor calidad que en los Estados Unidos, donde el fenómeno de los McJobs es ya antiguo. «Habría que preguntarse también —añade— si no ha habido una cierta aversión psicológica a abordar una cuestión que pone en entredicho un presupuesto básico de nuestras políticas sociales, a saber, que el empleo ofrece una protección absoluta frente a la pobreza» (Hilero Eguneratuz, nº 54). (6) Ya en 2001, el Gobierno socialista de Lionel Jospin adoptó un amplió paquete de medidas para incrementar el poder adquisitivo de los trabajadores de bajos salarios y eliminar los desincentivos al empleo que provocaba el sistema de prestaciones asistenciales. (7) STRENGMANN,W. Working poor in Europe: a partial basic income for workers? En: Standing, G. Promoting income security as a right. Europe and North America. Londres: Anthem Press, 2004.

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Pese a la escasa atención que se ha prestado a esta cuestión, disponemos de datos suficientes para confirmar la importancia que la extensión de los bajos salarios ha adquirido en ese proceso de precarización del empleo y de erosión de su capacidad de inserción social: a) Según la Encuesta de Estructura Salarial del INE, con datos relativos a 2002, el 14,5% de los asalariados de las empresas de más de diez trabajadores percibían bajos salarios, es decir salarios brutos inferiores al 60% del salario mediano. El porcentaje desciende al 12,7% cuando se toma en cuenta el salario neto, lo que indica el efecto, no muy acusado, de reducción de la desigualdad del sistema de cotizaciones y deducciones fiscales. En términos de salario horario, el empleo de bajos salarios — definido como toda remuneración inferior al 60% de la remuneración horaria mediana— afecta al 13% de los trabajadores(8). b) Según la misma encuesta, el empleo de bajos salarios se concentra de forma desproporcionada entre las mujeres, entre los trabajadores a tiempo parcial —que perciben salarios horarios inferiores al resto de los trabajadores—, los jóvenes, las personas con contratos de duración determinada y las personas de baja cualificación. En general, además, no se observan signos evidentes de movilidad, y los trabajadores de bajos salarios tienden a serlo de forma más o menos permanente en el tiempo. c) En términos evolutivos, y de acuerdo al PHOGUE, Muñoz de Bustillo y Antón señalan que entre 1994 y 2004 el porcentaje de trabajadores de bajos salarios se ha mantenido relativamente estable en España, con valores situados entre el 12,5% y el 15,2%(9). En términos absolutos, y debido al crecimiento de la población ocupada, el número de trabajadores de bajos salarios se ha incrementado en ese tiempo en un 38%, pasando de 1,8 a 2,5 millones de trabajadores. Frente a ese relativo desinterés, en los últimos tiempos, y debido quizá a la propia magnitud del problema, la cuestión de los bajos salarios está empezando en nuestro país a ser objeto de atención y de análisis. En efecto, el establishment político, económico y mediático —así como la opinión pública, a la que se debe la creación del término de mileurista— empieza a ser consciente de la situación, como pone de manifiesto este fragmento de un artículo editorial del diario El País: «[Las rentas salariales] han perdido peso específico en la distribución nacional de la renta durante los últimos años, de la mano de la intensa (8) Sin duda, si la encuesta hubiera tenido en cuenta también a los trabajadores de empresas con menos de diez empleados, en las que se dan las mayores tasas de bajos salarios, los resultados hubieran apuntado un panorama sensiblemente diferente. (9) MUÑOZ DE BUSTILLO, R., y ANTÓN, J.I. Low wage work in Spain (1994-2004). Ponencia de Jornadas Increasing work and income among low-income households: drawing lessons from EU and US reforms. Madrid: Instituto de Estudios Fiscales, 2006.

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