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TRES DECENIOS DE VÉRTIGO EN LA ECONOMIA LOCAL Gaspar Maciá Treinta años son muchos en la historia de cualquier ciudad, suficientes para propiciar una profunda transformación hasta el punto de hacerla irreconocible. La intensidad y alcance de los cambios vienen dados por el afán y el empeño puestos en esta tarea por las fuerzas sociales capaces de marcar el ritmo de la evolución. Y, en Elche, ese ritmo y ese empeño han sido constantes y persistentes. El resultado no puede ser más espectacular y sorprendente. Si la ciudad experimentó su gran metamorfosis urbana, económica y demográfica en los años sesenta y setenta del pasado siglo, las tres décadas posteriores han significado no menos cambios, algunos más profundos y radicales. Pero sobre todo, han sentado las bases de un Elche moderno, vitalista, orgulloso y abierto a nuevos retos, que ha sido capaz de reinventarse como ciudad y como comunidad para encarar el siglo XXI con una envidiable confianza en su futuro. Y en esta evolución la actividad económica ha sido un elemento determinante. Durante el pasado siglo, Elche evolucionó de un modelo basado en la agricultura y la artesanía hacia otro industrial, primero con la alpargata y el vulcanizado, y posteriormente en el calzado y sus sectores auxiliares y afines, para cerrarlo con una decidida apuesta por la diversificación y la innovación. En la primera década de esta nueva centuria, la transformación se ha completado con el auge del sector terciario, especialmente la actividad comercial, que ha destronado a la industria como principal foco de empleo, dando paso a iniciativas empresariales novedosas y a la irrupción, aún incipiente pero decidida, de proyectos de base tecnológica, impulsados o auspiciados en buena parte por la Universidad Miguel Hernández (UMH), creada en 1996, y el Centro Europeo de Empresas Innovadoras (CEEI), nacido en 1989. Poco se adivinaba de esta nueva ciudad en el Elche de 1979 que afrontaba sus primeras elecciones democráticas en más de 48 años. Un municipio que contaba con 164.000 habitantes, de los que aproximadamente unos 24.000 trabajaban en el millar de empresas del sector del calzado. Una industria en torno a la cual gravitaba la economía local, que sufría en carne propia las frecuentes convulsiones de la actividad zapatera. El sector había experimentado un espectacular despegue desde mediados de los sesenta, gracias a la exportación. De un modelo industrial basado casi exclusivamente en la demanda interna, las empresas ilicitanas comenzaron a dar el gran salto a los mercados exteriores, creando un nuevo modelo empresarial. A partir de principios de los setenta, tras los acuerdos de liberalización del comercio internacional que supuso la Ronda Kennedy, los fabricantes de Estados Unidos deslocalizaron la producción y encontraron en España un país en desarrollo, con salarios bajos y gran estabilidad laboral, consecuencia de las rigideces normativas de la época, y una industria zapatera embrionaria que atendía exclusivamente al mercado nacional. Impulsado por la demanda de 1
importadores norteamericanos, a los que más tarde se unieron también otros grandes mayoristas de Alemania, el sector ilicitano del calzado experimentó un gran crecimiento y modernización. Así, el capital registrado en la constitución de empresas del sector entre 1967 y 1976 se multiplicó por ocho respecto al decenio anterior, mientras que el número de mercantiles y trabajadores creció a una tasa media anual superior al 10%. Aunque habían desaparecido grandes empresas de las décadas anteriores, como FACASA ‐el Trust‐ o Ripoll Hermanos, y otras estaban tocadas al no ser capaces de adaptar sus estructuras a los nuevos tiempos, el moderno modelo de negocio propiciado por el amigo americano seguía haciendo posible la existencia de empresas de gran tamaño. En 1977, la mitad de la mano de obra del calzado estaba empleada en empresas de más de 50 trabajadores, casi un tercio en fábricas de más de 100 y un 18% aún lo hacía en mercantiles con más de 500 empleados. Además de su propia capacidad de producción ‐aún se seguía entonces un modelo integrado, con todo el proceso de producción bajo el mismo techo, aunque con muchas aparadoras a domicilio‐, las firmas matrices contaban para completar sus pedidos con numerosas fábricas satélite, buena parte de ellas en la economía sumergida o clandestina. 1. Panorama cambiante La llegada de la democracia, con la muerte del general Franco en 1975, las primeras elecciones generales año y medio después, y la aprobación de la Constitución al año siguiente, significó la desaparición de normas que coartaban fuertemente las libertades laborales y sindicales. Como consecuencia de este nuevo panorama, hubo una época de fuertes tensiones, huelgas incluidas, con incrementos anuales de los salarios del orden del 33% o del 36%. En el verano de 1977, el descontento de los trabajadores por los bajos sueldos y las duras condiciones laborales desembocó en la mayor huelga general vivida por el sector, auspiciada por el Movimiento Asambleario, que se prolongó durante quince días. Según la cuantificación de la patronal, las peticiones laborales significaban un incremento salarial del 246% en el vigente convenio, que evidentemente no se lograron. A las turbulencias sociales de finales de los setenta se unieron otros factores económicos, nacionales e internacionales, que ocasionaron fuertes oscilaciones en las cifras de exportación según variase la paridad dólar‐peseta. El comprador de Estados Unidos marcaba sus precios en dólares: si el dólar subía, el fabricante ganaba más dinero; si bajaba, tenía serios problemas, pues sus costos podían superar los precios pactados en dólares. A esto se añadió el efecto que tuvieron las repentinas subidas salariales. En Alemania también estaba produciéndose la deslocalización. Los industriales de Elche, preocupados por el descenso de ventas en Estados Unidos y por la situación de inseguridad derivada de la dependencia de un solo mercado, con una moneda demasiado fluctuante, 2
inician su presencia en ferias europeas, especialmente alemanas, en un intento por diversificar mercados. Esta estrategia tuvo éxito y supuso una estabilidad que necesitaba el sector. De todas formas, el mercado americano continuaba siendo el principal comprador. Las empresas ilicitanas suministraban a los importadores estadounidenses y alemanes calzado de calidad baja y media, a precios muy competitivos para esos mercados, generalmente sin marca o con el distintivo del distribuidor. Fueron años de gran crecimiento económico tanto en el sector como en la ciudad. En 1978, Miguel Hernández Internacional, la empresa y el empresario que mejor ejemplificaron el boom de aquellos años, llegó a exportar 468 millones de pesetas (2,8 millones de euros) ‐un piso costaba una media de medio millón de pesetas (3.000 euros)‐ y a situarse en el puesto 296 de la lista de empresas exportadoras españolas. Martínez Valero alcanzó los 360 millones de pesetas; José Paredes, 333; Uniroyal España, 273... La presencia de firmas españolas en ferias europeas y de Estados Unidos era creciente, sobre todo en la GDS de Düsseldorf (Alemania), la más importante del mundo. Pero hacia finales de los setenta el modelo entró en declive. Los incrementos de los costes, como consecuencia de la subida de los sueldos, las cargas sociales y los impuestos, unidos a una crisis económica internacional, llevaron progresivamente a los importadores de Estados Unidos ‐país al que se dirigía más del 70% de las exportaciones del calzado español‐ a buscar nuevos proveedores en otras zonas emergentes, principalmente Asia y Latinoamérica. La caída de las exportaciones se agravó a comienzos de los ochenta, descenso que no se vio compensado por el mercado interior. La inversión industrial en el periodo 1976‐1979 en la ciudad fue menos de la mitad de la del periodo 1969‐1972, y bajó más del 60% a primeros de la siguiente década. Paralelamente, de una situación prácticamente de pleno empleo a principios de los setenta, se pasó a una tasa oficial de paro del 26% en 1986. La caída de las ventas a su principal cliente exterior obligó al calzado ilicitano a cambiar la estrategia, que se centró en dos objetivos: por una parte, diversificar los mercados, y por otra, evolucionar hacia artículos de mayor valor añadido (marca, diseño, calidad, servicio, etc.) que justificasen sus precios más elevados. 2. Descentralización productiva Unos objetivos difíciles de cumplir con las rígidas estructuras existentes hasta entonces y, sobre todo, con los costos de producción y de las materias primas cada vez más elevados. La respuesta de la industria llegó a través de la flexibilidad productiva con la descentralización generalizada del proceso de fabricación y la desaparición de las grandes empresas. Así, surgieron pequeñas fábricas y talleres que se encargaban de realizar las diversas fases del calzado que eran externalizadas por la firma matriz, que se unían a la tarea exterior por antonomasia, el aparado, diseminado en miles de hogares en la ciudad y todo el término municipal. Esta reestructuración sectorial permitió ganar en eficacia ante los crecientes cambios de la demanda y al mismo tiempo reducir los costes, ya que buena parte de este 3
proceso se realizaba al margen de Hacienda y la Seguridad Social, en la economía sumergida. El nuevo modelo, sin embargo, trajo una mayor precarización e inseguridad laboral. El trabajo a domicilio estaba arraigado en el tejido social desde principios de siglo y pese a los varios propósitos de enmienda realizados por parte de la patronal para regularizar esta situación, el fenómeno se ha mantenido igual hasta la actualidad. La economía sumergida ha sido algo consustancial a los sectores manufactureros y en el calzado ha llegado a tener dimensiones extraordinarias. En la década de los ochenta se estimaba que el 35% del calzado producido en Elche procedía del clandestinaje, que empleaba a unos 6.000 trabajadores ‐ muchos de ellos cobrando el subsidio de desempleo al mismo tiempo‐, en unas 200 empresas. Un estudio realizado entre los años 2003 y 2004 por cuatro profesores de la Universidad de Alicante concluía que la economía sumergida del calzado empleaba en Elche a 8.874 trabajadores, casi tantos como la actividad legal. De ellos, 7.332 eran mujeres aparadoras y trabajadoras a domicilio. El estudio cuantificaba en un 10%‐15% la reducción del coste del trabajo para el empresario al producirse en condiciones de ocultamiento fiscal. En esa época se consideraba que prácticamente no había empresa legalizada que no tuviera relaciones comerciales con alguna o varias clandestinas. A mediados de los ochenta las exportaciones de calzado experimentaban una recuperación. La caída de las ventas a Estados Unidos se compensaba con la subida de Alemania y otros destinos europeos como Reino Unido, Francia y Países Bajos, que estaban tomando el relevo a marchas forzadas de las exportaciones a ultramar. Sin embargo, para las grandes fábricas que quedaban la losa se estaba convirtiendo en demasiado pesada: Festival Internacional, sucesora de Uniroyal, la mayor empresa del sector en la ciudad, con 603 trabajadores, se declaró en suspensión de pagos en 1986, como preámbulo del cese de actividad poco después. Otros cierres se sucedieron en cadena, marcando el fin de toda una era en un sector que había gravitado en torno a los grandes centros productivos. El ingreso de España en la Comunidad Económica Europea (futura Unión Europea) en 1986 proporcionó un marco de estabilidad y nuevas oportunidades que el sector aprovechó para modernizar las empresas, impulsar la búsqueda de nuevos mercados y apostar por la calidad, el diseño, la moda y la creación de marcas y canales de distribución propios. 3. Caer y volver a subir Otra grave crisis sobrevino a principios de los noventa. Una política económica basada en el mantenimiento de una peseta sobrevalorada puso en serio peligro las exportaciones españolas. En esa época cambiaron de razón social o cerraron un tercio de las empresas zapateras de Elche. Cuando desapareció esa política y la peseta se dejó caer a su verdadero valor, la preocupación estaba en que, a consecuencia de los elevados precios de la etapa anterior, los clientes del calzado español habían buscado otros proveedores. Pero tras el bajón vino otra subida y, como había sucedido antes, el auge del calzado relanzó también la 4
economía ilicitana en esa década. La industria local absorbió el 80% de la inversión anual producida entre 1996 y 2001, que se multiplicó por tres respecto al lustro anterior. Durante unos años, a finales de los noventa, el sector contó incluso con su propia feria internacional de calzado en Torrellano, en el recinto de la Institución Ferial Alicantina (IFA), continuadora de la FICIA eldense, y donde sigue celebrándose Futurmoda, el certamen español de la industria auxiliar. La apuesta por la calidad y el diseño, unido a la inventiva y el genio empresarial ilicitano fueron de nuevo decisivos no sólo para recuperar el terreno perdido, sino para lanzar al sector hasta cotas nunca antes alcalzadas. Así, de los 91 millones de pares exportados en 1992, se pasó a 152 cinco años después, el récord sectorial. Elche no sólo se afianzaba como primer centro productor de calzado de España, con una producción que rondaba los 60 millones de pares anuales ‐el 39% del total nacional‐, de los que la mitad se exportaban, sino que las empresas ilicitanas ofrecían la mayor variedad de artículos del sector: zapatos de señora, caballero y niño en todas sus gamas; para vestir, pasear, hacer deporte o descansar en casa, desde los segmentos más altos hasta los más económicos, aunque estos últimos, por el encarecimiento de los costes, se habían dejado de fabricar y se importaban desde países asiáticos. 4. Arde Carrús Y de ahí vino precisamente la causa de la siguiente gran crisis sectorial, que estalló a comienzos del nuevo siglo a caballo de la gran revolución comercial mundial que significó la globalización. La irrupción en el horizonte de nuevos países con gran capacidad de producción de calzado a precios muy inferiores a los europeos, como China, Vietnam y otros del Sureste asiático, trastocó todo el panorama. Las empresas, incapaces de hacer frente a estos competidores en artículos de gamas bajas, tuvieron que apostar para sobrevivir por incrementar el valor añadido de sus productos, como la calidad, la moda, el diseño y la marca. Objetivo al que no todas las empresas pudieron apuntarse, lo que motivó una nueva oleada de cierres. El desempleo creció de nuevo a principios de la década, mientras la inversión industrial en Elche caía desde los más de 9 millones de euros en el 2001 hasta los 1,3 del 2004, mientras las importaciones aumentaban exponencialmente cada año. La situación fue generando malestar y preocupación en el sector, hasta que la indignación de una parte de los trabajadores y del empresariado estalló de forma violenta el 16 de septiembre del 2004. Un grupo de incontrolados, que se había concentrado en el polígono industrial de Carrús respondiendo a una convocatoria anónima para protestar por la invasión del calzado asiático y sus efectos en la crisis, acabó con la quema de varios cientos de pares de calzado chino, que se descargaron a la fuerza de un tráiler. El fuego se extendió a dos naves contiguas, almacenes de venta al por mayor regentados por comerciantes de la misma nacionalidad, instalaciones que quedaron totalmente arrasadas y, con ellas, varios miles de 5
zapatos más. Los graves hechos, que fueron calificados de xenófobos y racistas, tuvieron repercusión no sólo nacional sino que llegaron a provocar manifestaciones ante la Embajada de España en Pekín y quejas por parte del Gobierno chino, ante el que las autoridades españolas tuvieron que dar explicaciones. Pero, más que un hecho puntual, esos disturbios fueron el más patente exponente de la situación desesperada de un sector que se veía abocado a otra crisis, y ésta mucho más seria, en la permanente estadística de dientes de sierra que ha caracterizado al calzado desde los años setenta. 5. Encadenando crisis Los cierres y suspensiones de pagos se sucedieron en 2004 a un ritmo desconocido desde mediados de los noventa. Pero, pese a todo, el sector ‐eso sí, cada vez más reducido en empresas, producción y empleados‐ parecía aguantar mejor que en décadas anteriores. La llegada del euro había traído una estabilidad monetaria desconocida hasta entonces y había afianzado las ventas a los países de la Unión Europea, mientras se seguía una política de apertura de nuevos mercados que contrarrestaba las caídas de otros tradicionales, como Estados Unidos. Las empresas trabajaban por afianzar sus marcas y ampliar sus redes comerciales, mejorando el servicio y apostando cada vez más por artículos de moda y calidad. Así se fueron sentando las bases para hacer frente a estos nuevos desafíos, alcanzándose a principio de este nuevo siglo las cifras más altas en valor de las exportaciones españolas de calzado. Aún así, el calzado hubo de hacer frente a mediados de la década, casi sin solución de continuidad, a una nueva crisis, ésta calificada como estructural, porque afectaba a la esencia misma del sector, su médula industrial, la concepción del producto y la forma de venderlo. La mundialización económica había supuesto un cambio de las reglas del juego en el que ya no importaba dónde se fabricara ‐muchas empresas ilicitanas producían ya en otros países como Portugal, el Este europeo, China o Vietnam‐ sino desde dónde se vendía y con qué marca. De un sector de fabricantes se había pasado a uno de empresarios, cada vez con menos empresas pero con mejores equipos humanos y técnicos, y con mayor capacitación para hacer frente a las exigencias de los consumidores del siglo XXI. Pese a todo, la vitalidad económica del municipio se ha seguido poniendo de relieve incluso a través de la crisis. En 2007 se alcanzó la cifra de inversión industrial más alta de la década, con casi 25 millones de euros. Las grandes empresas del sector han acometido nuevas estrategias y líneas de producto, curtidas ya en mil batallas y sabedoras de que el estilo de Elche y de su calzado ha sido siempre mirar hacia adelante y afrontar las adversidades como nuevas oportunidades. 6
Si el sector de la fabricación de calzado ha sido el protagonismo de la actividad económica de Elche en los últimos 30 años, hay que darle también la relevancia que se merece a la industria auxiliar o de componentes. Un gran entramado de talleres y fábricas de tacones, hormas, adornos, suelas, plantillas, prefabricados, pisos, etc., que han jugado un papel decisivo para que la industria del zapato alcanzara las altas cotas logradas en producción, calidad, diseño y moda. Un sector que ha ido ganando personalidad propia y que no sólo nutre a los fabricantes españoles sino que también exporta sus productos, alcanzando los 60 millones de euros en el 2004 y un saldo comercial favorable de 20 millones. Sus empresas, además, han dado muestra de una gran vitalidad, y se han lanzado a la diversificación de artículos a medida que la producción de calzado en España ha ido descendiendo. Así, producen suelos para guarderías y gimnasios, materiales para mobiliario sanitario o tejidos para automóviles, entre otros. La industria de componentes del calzado cuenta, además, con su propia feria en suelo ilicitano, Futurmoda, que se celebra dos veces al año en los pabellones de IFA en Torrellano y que ha cumplido una década. Es continuadora de MODATEC, el certamen que nació en los años sesenta en el recinto ferial de FICIA en Elda y tiene proyección internacional. 6. Suelo industrial La carencia y carestía del suelo industrial de Elche ha sido siempre una constante que ha constreñido el desarrollo industrial y que ha motivado, sobre todo en los años ochenta, la fuga de multitud de empresas a municipios vecinos como Crevillent, Aspe o Catral. La industria creció imbricada en la trama urbana, compartiendo el espacio con la vida cotidiana de los ilicitanos, y así ha seguido, aunque en clara regresión, hasta hoy. Los planes generales urbanísticos propiciaron, con mayor o menor acierto, con mayor o menor diligencia, áreas industriales en el extrarradio de la ciudad. El polígono de Altabix (de propiedad privada) fue el primero en desarrollarse, desde finales de los años sesenta y no fue hasta comienzos de los ochenta cuando, tras mucho retraso, empieza a dotarse el de Carrús: 800.000 metros cuadrados al norte de la ciudad, de propiedad privada y municipal. También se fueron desarrollando áreas en torno a las carreteras de Crevillent, al oeste; Alicante, al este; Casa del León, al sur y Aspe, al norte. Pero la demanda y la necesidad de ofrecer un nuevo modelo de gestión del suelo industrial, más acorde con los tiempos modernos, llevaron al Ayuntamiento a poner en marcha, en 1993, el novedoso proyecto Elche Parque Industrial en las pedanías de Torrellano y Saladas, entre la N‐340, la autovía Alicante‐Murcia y la proyectada Vía Parque Elche‐Alicante, y muy cerca del aeropuerto internacional de El Altet y del puerto de Alicante. El proyecto inicial contemplaba la urbanización de 1,2 millones de metros cuadrados, buena parte de ellos destinados a bulevares y zonas ajardinadas. Se trataba de ofrecer suelo 7
industrial de calidad destinado no sólo a las empresas ilicitanas, sino también para captar inversiones de fuera del municipio. A diferencia de los otros dos polígonos anteriores, el suelo aquí era de propiedad municipal y para su venta y la gestión del Parque se creó la empresa Promociones e Iniciativas Municipales de Elche SA (Pimesa). Este mismo modelo se utilizó para poner en marcha junto a la carretera de La Marina el Parque Agroalimentario L'Alcudia, a finales de la década, donde se localiza la Lonja de frutas y verduras. La moderna área económica de Elche Parque Industrial, que cuenta con más de 400 empresas ‐muchas de ellas con edificios de arquitectura singular‐ y cerca de 8.000 trabajadores, tiene en marcha una ampliación, con una superficie similar a la actual, que duplicará estas cifras cuando esté completada, confirmándose como una de las principales ‐si no la principal‐ área de negocios de toda la provincia y una de las mayores de la Comunidad Valenciana. Elche Parque Industrial evidencia la enorme transformación experimentada por la economía ilicitana en los últimos tres decenios. De una ciudad plagada de fábricas y talleres conviviendo con las viviendas y casi monográficamente centrados en el calzado y su industria auxiliar, a un municipio emprendedor e innovador, donde le industria del zapato, aún siendo relevante, ha dejado paso a un sinfín de actividades relacionadas en su mayor parte con los servicios, el gran sector emergente de la economía local en el siglo XXI. Si en la primera fase del Parque Industrial la actividad relacionada con el zapato representaba el 75% del total, en la actualidad se sitúa en torno al 50%, con tendencia a seguir disminuyendo su peso específico. También se están instalando en la zona actividades comerciales, atraídas por el magnífico entorno y por el gran número de personas que a diario transitan por el lugar. 7. Actividades en alza Elche ha sido en estos treinta años una ciudad con una actividad económica diversa, aunque no lo pareciera. La hegemonía del calzado ocultaba, o al menos restaba protagonismo, a otros sectores que en mayor o menor medida giraban a su alrededor. Son los casos de los transportes, las artes gráficas o la industria química, que vivían también de los zapatos, pero que aportaban su propio valor añadido a la economía local. Había también actividades económicas relevantes no relacionadas con el calzado. Como la empresa Damel, una de las más importantes del país en el sector de dulces y caramelos, con una constante presencia en televisión con los anuncios de sus populares productos. Llegó a contar con 1.200 trabajadores y acabó siendo vendida por su familia propietaria en 1989, después de varias reducciones de plantilla. Tras la compraventa, la empresa, que sigue activa y ha recuperado su histórica denominación, se asentó en Crevillent. El sector textil también contaba con varias empresas importantes. La más relevante fue la de Mesalina, que cerró a finales de los setenta. Llegó a haber hasta una fábrica de turrones. 8
En la economía ilicitana han emergido nuevos sectores que apuntan hacia un cambio sociolaboral de gran calado que transformará ‐ya lo está haciendo‐ la imagen de Elche como ciudad industrial. Los servicios han tomado el relevo al calzado, e incluso a la construcción, que en las dos últimas décadas ha experimentado un enorme crecimiento hasta la crisis de los años 2007‐08, como principal fuente de mano de obra. Un estudio realizado en el 2005 por la oficina del Plan Estratégico Futurelx evidenciaba que el calzado había perdido en cuatro años el 39% de sus trabajadores, al pasar de los 15.986 registrados en la Seguridad Social en el 2001 a los 9.758 de ese año. Otras industrias manufactureras del municipio registraban igualmente descensos en el número de empleados: químicas, textil, fabricación de maquinaria y equipos mecánicos, y transformación de caucho y materias plásticas. Frente a ellos, la construcción experimentó un notable incremento, al pasar de 5.458 trabajadores en 2000 a 8.820 cinco años después. Pero el gran sector emergente en la economía ilicitana, la fuerza que está operando la mayor transformación social y laboral, es el terciario. Con el nuevo siglo, la evidencia de que Elche quería deshacerse de su etiqueta de ciudad industrial en contraposición a la ciudad de servicios que era Alicante, quedaba más patente. Aunque aquí la transformación no significa dejar de ser una cosa para ser la otra. La apuesta ilicitana consiste en que, sin abandonar su posición de primera potencia industrial de la provincia, quiere ser, además, un centro de servicios de primer orden. Un planteamiento que no ha estado tan claro hasta hace relativamente poco. Durante los años 80 y 90, la mayor apuesta por la diversificación se daba en los empresarios del calzado que invertían en el sector de la construcción. Generalmente, para volver a su actividad zapatera una vez conseguidos los beneficios, a la espera de otra oportunidad, pero sin intención de abrir nuevas vías estables de negocio en otros sectores, salvo en contadas excepciones. 8. Proyección comercial La eclosión comercial es el principal síntoma del nuevo panorama. En el año 2005, un informe encargado por el comité del Pacto Local por el Empleo sentenciaba que el calzado había dejado de ser el primer generador de puestos de trabajo del municipio, posición que había pasado a desempeñar el comercio, con 17.000 empleados frente a los 15.000 de las industrias manufactureras. Ese crecimiento era una de las causas de que, pese a la destrucción de puestos de trabajo en la industria, el empleo creciera en la ciudad un 25% en los cinco años anteriores, hasta alcanzar los 68.827 afiliados a la Seguridad Social. Una cantidad que se elevó hasta los 74.000 en el 2007. Una evolución debida también en buena parte a la incorporación de mano de obra extranjera ‐sobre todo en la construcción y la agricultura‐, un fenómeno creciente desde comienzos de la década. 9
El desarrollo comercial ha sido lento pero continuo desde los años noventa y se ha acelerado en el último decenio. Se trata de un proceso que ha tenido dos frentes: por una parte, el sector tradicional, especialmente el del centro de la ciudad y, por la otra, las grandes y medianas superficies, y las franquicias. En el primer aspecto, la actuación urbanística municipal en el caso histórico, peatonalizado en su mayor parte, ha logrado revitalizar la zona y animar a muchas pequeñas tiendas tradicionales a renovarse sin perder su encanto, atrayendo al mismo tiempo a grandes cadenas nacionales que comparten calles y plazas con los establecimientos locales. Este fenómeno ha revitalizado toda la zona noble de la ciudad, proporcionando la oportunidad de unir paseo y actividad comercial en un lugar que en los años noventa languidecía peligrosamente y amenazaba con seguir el camino de otros centros de ciudad muertos por la carencia de alicientes. Paralelamente a esta revitalización de la actividad comercial en el centro, las grandes superficies han desembarcado en el extrarradio al amparo del desarrollo de nuevas áreas urbanísticas. La apertura, en agosto del 2003, del centro comercial y de ocio L'Aljub, al oeste de la ciudad, junto a la carretera de Crevillent, rompió el monopolio de las grandes superficies comerciales que tenía Carrefour desde hacía 20 años, y que se veía forzado a reaccionar desarrollando un anexo con otras grandes tiendas. Cerca de estos dos centros, en la zona suroeste, se implantó en el 2007 el centro comercial Ciudad de Elche, construido y ocupado por la mayor cadena española de distribución, El Corte Inglés, con su otra gran marca, Hipercor. Un paso éste último que ha servido de revulsivo para acrecentar el atractivo comercial de Elche hacia todo el sur de la provincia y el Vinalopó, y que está llamado a potenciar la capitalidad económica ilicitana en toda esa zona. Para participar de esta nueva situación, el comercio tradicional ha puesto en marcha el centro comercial abierto Centre d'Elx, acompañado de medidas para potenciar las ventajas de la compra en el centro de la ciudad. Otras zonas urbanas, como la avenida de Novelda, también se ponen las pilas en este mismo sentido. Una muestra de la pujanza del sector comercial la ofrecen las cifras: en el 2007 había censados 2.200 comercios mayoristas y minoristas, con 13.000 trabajadores. Ese mismo año, Elche contaba con 8.482 empresas, lo que da una idea de la diversificación económica alcanzada por el municipio. Empleaban a 55.561 trabajadores. 9. De alcachofas a flores El campo ilicitano no ha sido ajeno a los cambios operados en la economía local en los últimos 30 años; al contrario, se ha sumado a la transformación, que le ha permitido sobrevivir pese a las adversidades que ha tenido que encarar. Si 1906, con la puesta en marcha de Nuevos Riegos El Progreso, y 1923, con Riegos de Levante (izquierda del Segura) marcaron el inicio de la gran revolución de la agricultura de Elche, en 1979 la llegada al Camp d'Elx de los primeros aportes del trasvase Tajo‐Segura, estableció otro punto de inflexión que iría transformando los cultivos. 10
La posibilidad de contar con agua de calidad ‐aunque más cara que la elevada desde el Segura y distribuida desde los embalses de El Hondo‐ dio pie en los años ochenta a la aparición de nuevas plantaciones, especialmente de árboles frutales, y la proliferación de cultivos intensivos bajo plásticos. Sin embargo, problemas políticos, sequías y disputas entre cuencas ‐ cuestiones que se han intensificado en los últimos años‐ frustraron muchas de las expectativas creadas en torno al trasvase. El envejecimiento de la población campesina y la falta de proyectos claros de negocio hicieron que tanto la superficie cultivada en el Camp d'Elx como los cultivos fueran disminuyendo de forma pronunciada en la década siguiente. Una tendencia que se acentuó con el nuevo siglo. Así, en 1990, la superficie cultivada en el término municipal ascendía a 19.668 hectáreas, de las que más de 5.500 estaban ocupadas por cultivos herbáceos y otras 10.500 por cultivos leñosos, permaneciendo el resto en barbecho. Las plantaciones de alcachofas, algodón, alfalfa, pimiento, habas, tomates y melón eran las más habituales en el primer grupo, mientras que en el segundo reinaba el almendro, seguido del granado, limonero y naranjo y viñedo. Diez años después, en el 2000, la extensión de los cultivos había pasado a 12.300 hectáreas, un 23% menos, y un lustro más tarde se había quedado en 8.679, es decir, un descenso del 30% en cinco años. Pero en esos 15 años se ha experimentado una llamativa transformación. Mientras los cultivos tradicionales han ido descendiendo de forma generalizada, con la excepción del granado y el naranjo, han irrumpido con fuerza las flores y plantas ornamentales, y los viveros. En el primer caso, el incremento de superficie plantada entre 2002 y 2006 fue del 48%, mientras que en el segundo llegó al 119%. Ésa es la causa de que, pese al descenso de la superficie cultivada en todo el campo, la mano de obra en el sector haya aumentado un 73,5% entre 2000 y 2006, procedente en su mayor parte de la inmigración. Este enfoque hacia la floricultura y el viverismo, así como hacia cultivos de alta calidad dirigidos a la exportación, constituyen la cara de la nueva agricultura ilicitana y son objetivos señalados entre las nuevas oportunidades de negocio. La modernización de toda la red de Riegos de Levante y la generalización de modernas técnicas agrarias permite ser optimista sobre el futuro de la agricultura ilicitana, pese a que, cien años después, sigue sin tener resuelto su gran problema de los recursos hídricos. 10. Hacia el futuro Con el calzado y la agricultura en reconversión, la construcción ganando peso aunque aquejada por un parón de la actividad, y el comercio, y en general el sector terciario, convertido en la principal fuente de empleo y en una decidida apuesta de futuro, Elche quiere completar su transformación convirtiéndose en una ciudad turística. La consecución de los dos 11
Patrimonios de la Humanidad para el Palmeral y el Misteri, en 2000 y 2001, respectivamente, han servido de revulsivo para que Ayuntamiento e iniciativa privada unan fuerzas para lograr este objetivo. El camino se está iniciando y en torno al mismo están surgiendo iniciativas, como la creación de un centro de congresos, o la apertura de nuevos hoteles ‐de dos establecimientos en 1999 se ha pasado a once‐, que redundarán en nuevas aportaciones a la economía local. La puesta en marcha del II Plan Estratégico Futurelx pretende continuar el trabajo realizado con el primero, que sirvió para orientar la transformación de la ciudad hacia un municipio que ya no depende de un monocultivo industrial sino que ha diversificado su economía con la modernización de pilares tradicionales como el calzado o la agricultura, con la potenciación o introducción de actividades menos desarrolladas, como el comercio, la restauración y una amplia gama de servicios, y con la capacidad de abrirse a las nuevas tecnologías y a proyectos basados en el conocimiento, que ya son una realidad en el Parque Científico que la Universidad Miguel Hernández ha comenzado a desarrollar, o en el Parque Industrial. Todo ello constituye un rico mosaico que prefigura una prometedora economía del Elche del siglo XXI, no exenta de dificultades, como en estas tres últimas décadas, pero sobre todo repleta de oportunidades. Y eso es lo que siempre ha motivado a los ilicitanos.
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