Un análisis crítico sobre los cambios tecnológicos en la televisión argentina

REVISTA BRASILEIRA DE POLÍTICAS DE COMUNICAÇÃO Un análisis crítico sobre los cambios tecnológicos en la televisión argentina Carla Rodríguez Miranda

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Un análisis crítico sobre los cambios tecnológicos en la televisión argentina

Carla Rodríguez Miranda1

Resumen El artículo analiza los elementos constitutivos de los procesos de cambio tecnológico del sistema de televisión en Argentina. El trabajo estudia, desde la economía política de la comunicación, el pasaje de la televisión blanco y negro a color en 1978 y la migración de la televisión analógica a digital a partir de 2009, con el objetivo de desentrañar las complejidades políticas, económicas y tecnológicas de las políticas de comunicación. Concluye que los modelos de televisión que emergen son resultado de procesos no homogéneos derivado de dinámicas que se establecen entre el Estado y los radiodifusores en un determinado contexto histórico. Palabras claves: industria televisiva; políticas de comunicación; Estado; radiodifusores; estándares técnicos. A critical analyses of the tecnologies changes in the argentinean television Abstract The article analyses the inherent elements of the processes of technological changes in the television system in Argentine. The paper enquires, from political economy of communications, the shift in white and black television to colors in 1978 and the analogue/digital migration television since 2009, so as to indentify the political, economic and technological complexities of media policies. It concludes that emerging television models are the result of not homogeneous processes as consequence of the dynamics of government and broadcasters in a given historical context. Keywords: television industry; media policies; government, broadcasters, technical standards.

Uma análise crítica das mudanças tecnológicas em televisão na Argentina Resumo O artigo discute os elementos dos processos de mudança tecnológica no sistema de televisão na Argentina. A pesquisa examina, a partir da economia política da comunicação, o passagem da televisão preto e branco para cores em 1978 ea migração de analógico para televisão digital a partir de 2009, com o objetivo de sondar o político, econômico e tecnológico complexidades da política de comunicação. Conclui que os modelos de televisão que emergem são o resultado de processos não homogéneos estabelecida pela dinâmica do governo e as emissoras em um determinado contexto histórico. Palavras chave: indústria da televisão; políticas de comunicação; governo; emissoras; padrões técnico.

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1. A modo de introducción La televisión como industria cultural2 ofrece una mercancía con una doble función: económica y simbólica. Asimismo se presenta como el medio de comunicación masivo de mayor implementación social y de una naturaleza económica compleja por el encuentro de industrias que supone (Bustamante, 1999). Los cambios tecnológicos que atraviesa implican desafíos regulatorios donde la intervención pública, por acción u omisión, establece políticas que podrían orientarse hacia objetivos de eficiencia económica, criterios sociopolíticos o tecnológicos (Van Cuilenburg y McQuail, 2003). La actividad televisiva por aire es considerada de interés general por lo que el mercado no puede garantizar un servicio universal, diversidad en los contenidos y pluralismo informativo, pilares que toda sociedad democrática persigue. El mercado no se puede concebir como una instancia socialmente eficiente, por ello la intervención estatal es necesaria para subsidiar y reglamentar este tipo de actividad, dado que “el carácter público o privado (…) es producto de decisiones intrínsecamente políticas” (Herscovici, Bolaño y Mastrini, 1999: 23). En los inicios de la televisión, principios de la década del ‘40 en Estados Unidos y Europa y década del ’50 y ‘60 en Latinoamérica, se establecieron dos modelos de radiodifusión. El sistema norteamericano comercial, orientado al interés público y financiado mediante publicidad y el sistema europeo de servicio público, financiado por el erario público a través del canon o un impuesto directo; “frente al principio del servicio público se opone el del interés público” (Mattelart, 2006: 44). En la mayoría de los países latinoamericanos, la industria televisiva fue desarrollada por el sector privado, incluso en países donde su creación fue impulsada por el Estado. En Argentina la primera transmisión de televisión se realizó en 1951, durante el primer gobierno de Domingo Perón (1948-1955), a través del Canal 7, propiedad del Estado, con equipos instalados por la empresa Standard Electric, importados de Estados Unidos. Para la época la televisión no era un medio masivo dado que registraba una relación de 1 televisor por cada 65.000 habitantes mientras que la radio 1 receptor por cada 6 habitantes. Entre 1960 y 1961 Canal 9, Canal 13 y Canal 11 lanzaron sus primeras transmisiones en la Ciudad de Buenos Aires. El modelo de televisión fue desarrollado por el sector privado basado en una programación, en su mayoría, por productos importados de las grandes cadenas de Estados Unidos (CBS y NBC). Los empresarios del medio fueron apoyados por las corporaciones multinacionales del espectáculo y la electrónica mediante el intercambio de

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paquetes accionarios de los canales por equipamiento, programación y financiamiento. El Estado estaba más atento a generar dispositivos legales que alentaran el ingreso de las inversiones extranjeras que a diseñar políticas específicas para el sector (Muraro, 1987). Por consiguiente se aplicó una política liberal y privatista (Mastrini, 2009), que moldeó el sistema de televisión en Argentina. Desde la perspectiva de la economía política de la comunicación, como herramienta crítica, a partir de la idea de que el campo social está formado por procesos que constituyen mutuamente relaciones y son relaciones de poder, donde las estructuras económicas y políticas interactúan entre sí y con la cultura (Mosco, 2009), se analizará de manera exploratoria y descriptiva las dinámicas que se establecieron en el sistema de televisión a partir de los pasajes tecnológicos. Para comprender tales procesos se identifica el Estado, los radiodifusores y, en menor medida, los lobbies de los consorcios técnicos como actores que articularon sus estrategias para configurar la arquitectura política y económica de la televisión argentina.

2. De la teoría de la dependencia al neoliberalismo En la década del ’70 y ‘80 el debate internacional sobre la materia giraba en torno al Nuevo Orden Mundial de la Información y Comunicación (NOMIC) con la denuncia del desequilibrio del flujo informativo entre el norte y el sur, como corolario del Nuevo Orden Económico Internacional (NOEI) promovido por el Movimiento de los Países No Alineados en 1973. Esta etapa, protagonizada también por la UNESCO, culminó con el Informe MacBride (1980) que planteó un diagnóstico en la que se identificaba una situación polarizada entre los defensores del free flow y aquellos a favor del free and balanced flow of information. El debate finalizó con la denuncia de una dictadura de la mayoría por parte de Estados Unidos y Reino Unido, su retirada de la UNESCO en 1984 y su consolidación hegemónica que correspondió con el triunfo de la libertad individual identificada como libertad de comercio. Y hablar de políticas de comunicación se convirtió en dirty word (Pasquali, 1991). La cuestión de fondo se dirimía por definir un orden relativo de prioridad entre la libertad y la igualdad respecto a las metas de una política de comunicación, que para este estudio es entendida “como las acciones y omisiones de las instancias estatales de todo tipo que, de acuerdo a las concepciones y legitimaciones de cada sociedad y cada tiempo histórico, determinan u orientan los destinos de la creación, la producción, difusión y consumo de los productos culturales y comunicativos” (Bustamante, 2003: 34).

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Durante la década del ’70 en América Latina la discusión se estableció alrededor del concepto de política nacional de comunicación. El contexto estaba acompañado por los postulados de la teoría de la dependencia, que aceptó en términos generales el modelo de la teoría de la manipulación, sin considerar las complejidades del campo en cuanto a su dimensión económica, por ejemplo en los costos de equipamiento y programación (Muraro, 1987 en Becerra y Mastrini, 2011). En este período se advertía que el régimen de acumulación de capital basado en el modelo de sustitución de importaciones bajo el patrón fordista estaba agotado o tenía serias limitaciones en la región. A nivel internacional, la crisis obligó a una reestructuración de la lógica de acumulación de capital del modelo de producción, que se desplazó hacia un nuevo modo de organización socio técnico basado en las nuevas tecnologías, que juegan un rol protagónico en el incremento de los beneficios del capital, en la facilitación para la inserción en nuevos mercados, en la automatización de los procesos productivos y la relocalización espacial de cada fase de la cadena de valorización (Castells, 1995; Becerra; 2003). Este esquema económico fue concurrente con la nueva lógica de intervención pública, en contrapartida a un Estado de Bienestar, con una tendencia mercadocéntrica a través de políticas desregulatorias, la liberalización de la economía y la creación de un escenario pro competitivo a partir de la década del 80 (Becerra, 2003). En este marco las políticas de comunicación se desplazaron hacia la órbita de la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT), órgano de carácter técnico de la ONU, con una lógica argumental opuesta al NOMIC, orientada al desarrollo de las tecnologías con un criterio mercantil sin reparar sobre las desigualdades en la producción, distribución y apropiación (Becerra, 2005) que desplazó la idea de política de comunicación. En la era digital la promesa neoliberal de la democratización de las comunicaciones llegaría a partir de las autopistas de la información delegada a la iniciativa privada, donde el Estado se desempeñó como un facilitador para la mercantilización de la cultura y muchas políticas culturales y de comunicación se tiñeron de política industrial (Bustamante, 2003) relativas a la infraestructura y redes y no contenidos, con la reducción de los objetivos sociopolíticos al discurso neutral de lo técnico.

3. El pasaje de la TV blanco y negro a color con un sistema técnico obligado y relegado El pasaje de la TV blanco y negro a color implicó la renovación de equipos por parte de los canales de televisión y la adquisición de un receptor con sintonizador a color incorporado por

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parte del televidente, sin embargo el televidente no estaba obligado a comprar un nuevo equipo pues la transmisión de las señales mantenía su condición analógica, por lo que no implicó mudanzas en el espectro radioeléctrico. Argentina se presentaba como un país importador de tecnología por lo cual el Estado debía optar entre los sistemas técnicos existentes: National Television System Committee (NTSC) de Estados Unidos y en Europa se había desarrollado el sistema Phase Alternating Line (PAL) de Alemania y Secuential Couteur Avec Memoire (SECAM) de Francia, que en 1966 acordaron su forma de distribución. Los países miembros de la UIT no llegaron a un acuerdo para adoptar una norma única. En 1967 Hebert Evans, integrante de la National Association of Broadcasters (NAB) y presidente de la Asociación Interamericana de Radiodifusión (AIR), se quejaba de la creación de dos normas europeas dado que ya existía una en funcionamiento con 10 millones de equipos. Jean Jipguet, vicesecretario de la UIT, sostuvo que tal desacuerdo fue industrial, comercial y de competencia. En 1983 los países miembros concertaron en unificar una norma a color en alta definición, conocido como HDTV, para alentar la industria electrónica ante la crisis, pero las dificultades de su inserción en el mercado frenaron su desarrollo. Hasta la década del 70 el sistema de televisión se presentaba como clave para la acumulación y la regulación fordista al crear un mercado para equipos receptores que era uno de los motores de crecimiento (Garnham, 1991). Cuando la televisión se inició en Argentina en 1951 los equipos habían sido importados de Estados Unidos pero debieron ser modificados ante la incompatibilidad técnica pues en Estados Unidos se utilizan 60 ciclos de corriente y en Argentina 50 ciclos, dada la presencia de empresas europeas de electricidad. Argentina había diseñado el formato 625/50, a la que se habían sumado Uruguay y Paraguay. La decisión técnica fue una decisión política y económica derivada del modelo de sustitución de importaciones para promover la industria local en el mercado doméstico durante aquellas décadas. En un primer momento la introducción de modificaciones significó solo un aumento moderado de precios de los equipos receptores.3 Pero en 1965 la producción de receptores ascendía solo a 300.000 unidades debido a la estrechez de su mercado interno por lo que se dificultaba generar una industria competitiva y encarecía el precio de los equipos. Ese año los consorcios técnicos desembarcaron en Argentina. El Centro Argentino de Televisión realizó demostraciones del sistema NTSC y SECAM en la Facultad de Ingeniería. Y la elección de México por el sistema NTSC en 1967, primer país de la región en adoptar el sistema a color, se erigía como la solución técnica que se desplegaría hacia el resto del continente. Sin embargo, el proceso no resultó tan mecánico y los lobbies aceleraron sus estrategias para articular sus

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fuerzas con los intereses nacionales. Por ejemplo en 1968 la empresa alemana Telefunken, a través de Phillips, realizó la presentación del sistema PAL y Canal 13 realizó demostraciones públicas del sistema NTSC y su gerente técnico, Francisco Gavilanes, sostenía que era el estándar técnico óptimo para el país. Nadie quería perderse el potencial mercado que se abría en América Latina. En 1971, durante el gobierno de facto, se creó una comisión especial bajo la órbita de la SeCom para analizar en 120 días el sistema más apto para la migración a la televisión a color. Ese año el Secretario de Comunicaciones, general Alberto Vicente Nieto, había viajado a Brasil para observar las demostraciones del sistema PAL, adoptado por el país vecino4. La televisión blanco y negro era compatible con la televisión color, pero en Argentina los televisores con la norma NTSC, PAL o SECAM en sus diferentes variantes no eran compatibles por lo cual la técnica exigió el diseño de una norma específica, dado su formato único 625/50. La decisión de 1951 se convirtió en un accidente que obligó establecer una norma ad hoc para el pasaje a televisión color. La cuestión era qué norma se adoptaría para su diseño. En aquel momento las patentes de NTSC estaban vencidas y se podía utilizar sin pago de royalties, mientras que las patentes del sistema PAL vencían en 1980 y SECAM en 1982. Durante la gestión de Isabel Perón (1974-1976) hubo contactos con Francia para adoptar el sistema SECAM a través de la invitación de una comisión que viajó para ver la experiencia francesa5. El 30 de octubre de 1978 mediante el decreto ley Nº 21.895 se adoptó el sistema PAL-N, y una vez transcurrido 18 meses se iniciarían las emisiones internas de televisión color en el país (Art. 3). Los estudios técnicos realizados en Argentina sugirieron como la mejor opción el sistema PAL, pero de acuerdo a Horvath (1988) un sólo funcionario determinó seleccionar tal norma color. La construcción del sistema PAL en su variante N fue llevada a cabo por un equipo técnico, que trabajaba desde 1963 en su perfeccionamiento. NTSC se expandió en América Latina, excepto en Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay que adoptaron el estándar técnico alemán PAL donde se observa la ausencia de políticas en conjunto que alentaran el desarrollo tecnológico regional. El sistema PAL-N no fue considerado como un invite a la promoción industrial ni tampoco como una salida independiente ni regional. Tal vacío responde a que los países sudamericanos atravesaban gobiernos dictatoriales que cambiaron el rumbo de las políticas con el objetivo de atraer el capital trasnacional a través de altas tasas de interés, que favorecieron la entrada de capitales especulativos. Dado los altos niveles de inflación, el congelamiento de los salarios y el proceso de desindustrialización resultaba difícil

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hasta imposible para la industria electrónica nacional competir con los equipos importados, más en la década del 80 todos los equipos ya eran compatibles técnicamente. A pesar de la Ley N° 19.640/72 sancionada durante la gestión de facto del General Lanusse (1971-1973), que creó una zona franca en Tierra del Fuego para fomentar la producción nacional, de acuerdo a datos de la Cámara Argentina de Industrias Electrónicas, en 1974 se había alcanzado el mayor nivel de producción con 550.000 unidades de televisores; pero en 1976, 220.000 unidades y en 1978 se reactivó la demanda de televisores por el mundial de fútbol y la producción alcanzó 350.000 unidades (Pasquini, 1981). La falta de un mercado de talla considerable para expandir su producción y la reorientación de las políticas económicas en búsqueda del capital trasnacional impidieron el desarrollo de economías de escala que abarataran el precio por unidad, lo que derivó en el alza de precios de los televisores a color en el mercado doméstico, con valores que oscilaban entre 1200 y 1700 dólares, lo que ralentizó, en parte, el pasaje tecnológico. El diseño de la norma PAL-N para la televisión cromática se erigió como un accidente técnico derivado del formato 625/50 adoptado en la década del ’50, por lo que fue relegado al olvido.

3.1 El rol de los radiodifusores Mientras se discutía sobre el NOMIC en la región latinoamericana y se denunciaba el desequilibrio del flujo informativo entre el norte y el sur, en 1967 la Asamblea de la AIR recomendaba a sus asociados que “desarrollen activas gestiones ante sus respectivos gobiernos con el fin de lograr que, antes de adoptar un sistema de televisión en colores, se lleven consultas con los demás gobiernos latinoamericanos para lograr la adopción de un único sistema, que permita el libre intercambio de programas.” A principio de 1968 la Asociación de Telerradiodifusores Argentinos (ATA), entidad que nuclea a los radiodifusores privados, atendió los reclamos de AIR y envió una nota al presidente del Consejo Nacional de Radiodifusión y Televisión (CONART) en la que solicitaba que además de los aspectos técnicos, se consideren las características del mercado, los efectos sobre la industria local y el intercambio de programas con los países con los que ya existía mercado. Hacia fines de la década del 60 las corporaciones mediáticas y la industria electrónica de Estados Unidos se habían desprendido de las acciones que tenían en los canales de televisión en Argentina. La tasa de programación extranjera había descendido al 35% entre 1965 y 1972, sin embargo este proceso no produjo cambios sustanciales (Muraro, 1987).

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Dada la articulación de los intereses de los radiodifusores privados con las fuerzas de NTSC, que a su vez estaban representadas en entidades regionales, los lobbies europeos no se hicieron esperar. Ese mismo año el lobby de PAL señalaba que la elección de un sistema también se ligaba al intercambio cultural y técnico. Para los radiodifusores nacionales resultaba imperante el cambio tecnológico porque lo observaban como un motor para recuperar las audiencias y los anunciantes, lo que les permitiría mantener el modelo comercial y competitivo. Durante el segundo gobierno de Perón (1973-1974), las licencias privadas se cancelaron y la administración de los cuatro canales de la Ciudad de Buenos Aires pasaron a manos del Estado, lo que profundizó la caída de la calidad comercial, la audiencia y la publicidad (Pasquini, 1981). A partir del golpe de Estado en 1976 las licencias fueron administradas por interventores de las tres fuerzas armadas, con el empeño por parte del gobierno de privatizar los canales de TV en un futuro inmediato. El sector privado mantenía el control sobre los canales en manos del Estado (Horvath, 1988) lo que muestra una contradicción del sistema por lo que la estatización no había modificado el esquema de los canales que seguían actuando como privados y en competencia. Simoncini, titular de ATA, sostenía que si se cumplían las intenciones del gobierno, los futuros licenciatarios –privados- satisfarían las necesidades de entretenimiento, diversión y aprendizaje. En 1976 mediante el decreto ley Nª 21.377 se creó Argentina 78 Televisora S.A. que tenía como función transmitir el mundial de fútbol en colores hacia el exterior pero también los directivos del canal planteaban que el objetivo era ganar el mercado de producción audiovisual que Argentina había perdido. Sin embargo, salvo excepciones las producciones no se colocaron en los mercados externos. México y Venezuela habían rechazado programas porque el color y la producción eran de baja calidad (Horvath, 1988). En mayo de 1978 se inauguró la empresa Argentina Televisora Color (ATC), que mantuvo el estilo de la programación. El proceso de migración a la televisión color se fundó sobre un escenario de ausencia de políticas específicas para el sector. En el Primer Foro Nacional de Radiodifusión (11/1979), el director de AIR, Alberto Solé, dijo que el NOMIC, al que la Asociación de Editores de Periódicos de la Argentina (ADEPA) y el sector empresarial de los medios rechazaron de forma sistemática, proponía un pool de agencias controladas por los gobiernos de sus respectivos países que estarían irremediablemente sujetas al poder político y podrían ser manipuladas con fines partidarios. Sin embargo, el sistema de medios en Argentina fue un pool resultado de la combinación de la censura oficial y la autocensura privada (Pasquini, 1981) por lo que se desprende que el contenido de la norma regulatoria fuera el resultado “de la coincidencia de los

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intereses del Estado (control ideológico) y los empresarios (fin de lucro)” (Potolsky y Marino, 2009: 179), e hizo caso omiso al planteo del NOMIC. Los canales de televisión estaban intervenidos, sin embargo la organización de un esquema regulatorio orientado hacia su privatización era latente, por lo cual los futuros licenciatarios ejercían sus influencias para mantener el modelo comercial y competitivo, de ahí su intención de articular sus fuerzas con los representantes de NTSC, que eran sus proveedores de programas y equipos. Sin embargo, la elección de la norma técnica PAL-N no modificó el equilibrio audiovisual. Los radiodifusores privados fueron los mayores beneficiados del cambio tecnológico. El Estado se encargó del costo de modernizar los canales de televisión, por ejemplo se estima una inversión de 25 millones de dólares en Canal 7 (Horvath, 1988) y muchos ejecutivos la identificaron como oportunidad de negocio para la creación de sus propias productoras o distribuidoras de contenidos. Por tanto el Estado colaboró para mantener el statu quo. La televisión como medio masivo de comunicación funcionaba como herramienta clave para alentar el consumo mediante la publicidad por lo cual la industria televisiva promovía de manera tangencial la acumulación de capital del modelo de producción (Garnham, 1991). Pese a que en Argentina caían los niveles de audiencia y publicidad, Carlos Montero, gerente comercial de Canal 7, sostenía que con la implementación de televisión a color aumentaría el encendido y por tanto se reactivaría la industria. Sin embargo Muraro argumentaba que la clase media alta y media-media compraría aparatos dado su poder adquisitivo y pronosticaba un crecimiento de ATC, pero una vez con consolidado el rating se entregarían los canales a manos privadas y se aprovecharía ese auge para una competencia desenfrenada, lo que derivaría en un bajo rating para ATC y los canales privados competirían hasta arruinar una vez más el negocio (en Horvath, 1988: 74). En consonancia con tal pronóstico se consolidaron los radiodifusores del sector “privado-nacional”, empresarios de clase media que operaban intersticialmente (Muraro, 1987), con una regulación hecha a medida, en la que aceptaron restricciones impuestas a su actividad por parte del Estado, que buscaba garantizar la censura de los contenidos en nombre de la defensa nacional.

3.2 El modelo de televisión a color, una continuidad de la tv blanco y negro Durante la regulación fordista la industria televisiva estaba poco desarrollada por la ausencia de inversión en la infraestructura, el bajo poder adquisitivo de la población para comprar un equipo receptor, la ausencia de contenidos atractivos y el desinterés de los anunciantes. En materia

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industrial, la inauguración de la televisión color quedó condenada al olvido y los radiodifusores privados quedaron a la espera de un marco regulatorio en pos de sus intereses. En 1989 durante el gobierno democrático de Carlos Menem (1989-1999), Canal 13 y Canal 11 pasaron a manos privadas, ARTEAR S.A. del diario Clarín y Editorial Atlántida respectivamente. El modelo de televisión color conservó su carácter privado, comercial y centralista.

4. Los cambios estructurales en el sistema de medios partir de los 90 El proceso de migración analógico-digital en la televisión abierta se inserta en un contexto caracterizado por el cambio de la lógica de acumulación de capital, producto de la crisis del ’70, hacia un patrón flexiblemente especializado (Garnham, 1991) o postfordista, acompañado por un giro regulatorio en el tipo de intervención pública, donde los Estados generaron dispositivos legales necesarios en pos de la desregulación, privatización y liberalización del mercado. Los medios de comunicación ocuparon un rol central como actores que influyeron en la opinión pública, pero también se convirtieron en importantes negocios rentables (Castells, 2009) como consecuencia de los cambios en la estructura de la industria, mediante estrategias de integración vertical y/u horizontal, alentadas por la concentración y centralización del capital (Mastrini y Becerra, 2006, 2009). Asimismo, tales transformaciones correspondieron con el fenómeno de la convergencia tecnológica (Becerra, 2003) que, a través del proceso de digitalización posibilita el cruce técnico entre la informática, telecomunicaciones y audiovisual, actividades que hasta entonces se proveían de manera separada. En Argentina, a partir de la década del 90, mediante la Ley de Reforma de Estado y Emergencia Administrativa Nº 23.696/89, el Estado adquirió un rol defensor de los intereses corporativos que moldearon la estructura de propiedad del sistema de medios hacia una estructura conglomeral, concentrada y comercial (Mastrini y Becerra, 2009). El sector de la televisión abierta se estructuró bajo un duopolio privado entre Canal 13, Grupo Clarín, de propiedad familiar aunque con una fuerte tendencia hacia la dispersión del capital (Mastrini y Becerra, 2009) y Canal 11 (propiedad del Grupo Telefónica Argentina desde 1999). En menor medida de share e ingresos Canal 9, propiedad del empresario mexicano Ángel González, Canal América 2, del Grupo Vila Manzano y Canal 7, la señal estatal que resistió todo intento de privatización. Las redes de TV paga por cable y satélite se expandieron aceleradamente a partir de la década del 80. A fines de 1997 los principales operadores de cable eran Multicanal, del Grupo Clarín y Cablevisión del Grupo CEI-Telefónica, cuyos capitales en su mayor proporción eran de origen estadounidense, y compraron en conjunto y por partes iguales el tercer operador VCC (Marino,

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2007). La industria de TV Paga se montó sobre un escenario híper concentrado (Mastrini y Becerra, 2009) coronado con la fusión entre Multicanal y Cablevisión en 2007, por lo cual el Grupo Clarín logró una posición dominante, cuasi monopólica, en el mercado de TV Paga con casi la mitad del mercado, pero en las ciudades cabeceras superaría ese valor. Las políticas de comunicación se materializaron mediante dispositivos legales, estrategias de negocios, adquisición de tecnología, extranjerización de la propiedad y flexibilización laboral (Albornoz y Hernández, 2009) que posibilitaron la concentración del sistema de medios que tiene al Grupo Clarín como el campeón nacional, pero también permitió la entrada y consolidación de empresas extranjeras en el sector de las telecomunicaciones. De acuerdo a Mastrini y Becerra (2009) el Grupo Clarín alcanza posiciones dominantes con presencia en la prensa, radio, televisión abierta y paga y poveer acceso a Internet, lo que dota al multimedio de una extraordinaria capacidad para generar agenda. No obstante, el Grupo Telefónica tiene una estructura menos diversificada pero su volumen de facturación y capacidad económica es superior al Grupo Clarín. Tal configuración es resultado de una captura regulatoria donde el Estado cumplió un rol asistencialista y subsidiario, bajo un relación de mutua connivencia, con los principales grupos. De esta manera los avances de las nuevas tecnologías quedaron relegados a la iniciativa privada con la entrada de capitales extranjeros y financieros.

4.1 30 años después, oportunidades y desafíos de la televisión digital terrestre La televisión paga fue pionera en digitalizar su plataforma mientras que la televisión abierta es la última, y tiene como punto de partida la selección del estándar tecnológico por parte del Estado, a diferencia de las plataformas pagas que son fruto de decisiones empresariales. La televisión digital es la continuidad de la televisión analógica, pero a diferencia del pasaje a la televisión color, el televidente necesita adquirir un decodificador o set top box (STB) para que los receptores analógicos puedan recibir las señales debido a su incompatibilidad con el sistema digital o bien utilice un receptor digital con el sintonizador apropiado. El sistema digital optimiza el uso del espectro radioeléctrico y puede permitir la multiprogramación con la entrada de nuevos jugadores, mejorar la calidad de imagen y sonido, portabilidad o movilidad y la provisión de servicios de datos. Las posibles combinaciones que permite la técnica serán determinadas por las decisiones políticas y económicas de los actores involucrados en el diseño de la arquitectura de la TDT.

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Por otra parte, en cuanto al proceso de migración tecnológica, el Estado debe otorgar un segundo lugar en el espacio radioeléctrico a los radiodifusores para la simultaneidad de la transmisión de los contenidos en analógico y digital. Y una vez que se realiza el apagón analógico, se libera ese espacio del espectro, conocido como dividendo digital, que el Estado debe gestionar y el cual es disputado por sectores de telecomunicaciones y tv paga para el desarrollo de nuevas redes. Por tanto la TDT se presenta como un elemento dinamizador para las políticas de comunicación, que podría poner en jaque el equilibrio de las fuerzas en el sector.

4.2 El punto de partida: la selección del estándar tecnológico El proceso de formación de una política de comunicación no es homogéneo. El largo camino hacia la selección del estándar técnico para la televisión abierta estuvo signado de avances y retrocesos en torno a las disputas entre los consorcios técnicos que detentaban las patentes de las tecnologías. Y América Latina se convirtió en la arena política de los países centrales que habían diseñado los estándares tecnológicos. El sistema Advanced Television Systems Committee (ATSC) fue desarrollado por los radiodifusores y la industria electrónica de Estados Unidos, con la apuesta en la alta definición; el consorcio Digital Video Broadcasting (DVB) representa a la Unión Europea y empresas electrónicas como Phillips, Nokia y otras; y el sistema Integrated System Digital Broadcasting (ISDB) diseñado por Japón y patrocinada por las empresas NEC, Sony y otras. Si bien en un primer momento cada norma promocionó una determinada ventaja técnica (ATSC, alta definición; DVB, multiprogramación; ISDB, alta definición y movilidad), en la actualidad todos los sistemas ofrecen las mismas prestaciones. Por tanto, la decisión del estándar técnico fue una decisión política y económica como resultado de la articulación de fuerzas supranacionales y fuerzas nacionales. En 1998 Argentina había adoptado el estándar estadounidense de manera unilateral y prematura. La decisión respondió a los intereses del duopolio Canal 13 y Canal 11, afiliados al consorcio ATSC, lo que definió una política reactiva que priorizó los intereses corporativos que buscaban mantener el statu quo. Pero la ausencia de una planificación sumado a la ruptura del consenso entre los radiodifusores privados, luego que Canal 11 fuera vendido al Grupo Telefónica promotor de DVB en 1999 (Hernández y Potolski, 2003), terminó por desacreditar aquella resolución. El posterior gobierno de la Alianza (1999-2001) la suspendió de manera no formal en un contexto de una galopante crisis económica, que paralizó cualquier intento de inversión pública o privada.

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En 2005, durante la gestión de Néstor Kirchner (2003-2007), el tema retomó la agenda política alentado por las fuerzas supranacionales. El mercado en los países centrales estaba motorizado y los consorcios técnicos buscaban expandir sus productos más allá de las fronteras. Ese mismo año Argentina y Brasil firmaron un acuerdo para trabajar de manera conjunta en el desarrollo de la TDT, lo que marcó un giro del tema en la agenda regional que perdía vigor en la Comisión Internacional de Telecomunicaciones (CITEL), organismo de la Organización de los Estados Americanos (OEA) y liderado por Estados Unidos, y se derivaba a los organismos propios de la región latinoamericana tales como el Mercado Común del Sur (Mercosur) y la Unión de la Naciones Sudamericanas (UNASUR). Hasta 2007 el proceso se caracterizó por una batalla entre los consorcios técnicos por acceder el mercado latinoamericano, y los gobiernos no podían dilatar la decisión por lo que buscaban una solución acorde a sus objetivos políticos y económicos.

4.3 Un sistema técnico como una apuesta a la integración regional En 2006 Brasil adoptó el sistema japonés con la incorporación de variantes propias que derivó en el sistema híbrido ISDB-Tb, que atendió a la idea del gobierno y la industria electrónica en desarrollar un estándar propio para la promoción de la industria local en combinación con los intereses de los principales radiodifusores nacionales. La alianza japonesa brasileña se convirtió en un poderoso lobby que desequilibró el escenario de las fuerzas dominado por ATSC y DVB. En 2006 los lobbies europeo y estadounidense aceleraron sus estrategias para captar el mercado latinoamericano, pero su permanente polarización los anuló mutuamente y se constituyó en su flagelo, e indirectamente se convirtió en la ventaja para ISDB, en un contexto geopolítico donde la agenda regional se orientaba hacia América Latina, bajo el liderazgo de Brasil. En materia de televisión digital la sinergia con Japón se transformó en una atractiva opción para los gobiernos latinoamericanos. El año 2007 fue el punto de partida para el avance del consorcio nipobrasileño, que no presentaba prácticamente resistencias por parte de ATSC y DVB. El consorcio ISDB-Tb no solo fue favorecido por las mutuas acciones de exclusión entre los competidores del proceso sino también por las estrategias de lobby implementadas que conjugaron acciones que invocaron valores compartidos de inclusión social, ofertas económicas atractivas y propuestas políticas hacia la integración regional. En 2008 se estimaba que Argentina adoptaría el estándar tecnológico japonés brasileño en concordancia con el acuerdo firmado en 2005 con Brasil, sumado a la Resolución 04/06 de la SeCom, que fijó como meta la promoción de la industria nacional y generación de empleo para

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el desarrollo de la TDT. En 2009 Argentina adoptó el sistema ISDB mediante el decreto 1148/09 y estableció convenios con Japón y firmó con Brasil un acuerdo bilateral que estableció actividades de cooperación, planificación e implementación conjunta del Sistema de Televisión Digital de Argentina y apoyo para crear un foro internacional de TDT. De esta manera la dirección política en el Mercosur marcó una diferencia a la tradicional relación competitiva circunscripta al sector privado que arrastraba desde sus inicios. La intervención pública marcaría un rumbo asociativo para la integración regional en pos de una inserción competitiva en una economía globalizada. Ahora bien, ¿cómo se inserta la industria argentina de manera competitiva en el emergente escenario regional de la televisión digital? Si la integración con Brasil se percibirá cuando el sistema de TDT logre una escala de mercado aceptable y en consecuencia una demanda de equipos y contenidos, resultará necesaria armonizar una estrategia política y económica junto a los países que adopten el sistema japonés brasileño para alcanzar precios competitivos y una industria con capacidad productiva. Pero hasta el momento el desarrollo del mercado es sigiloso. No obstante, el gobierno argentino tenía una decisión previa de no dejar el cambio tecnológico en manos del sector privado. El decreto 1148/09, reglamentado por la resolución 1785/09 del Ministerio de Planificación, creó el Sistema Argentino de Televisión Digital Terrestre (SATVDT), basado en el estándar ISDB-T y estableció un plazo de diez años para el apagón analógico. La estrategia estatal argentina es inédita. A partir de 2009 el Ministerio de Planificación motoriza la construcción de la infraestructura digital encomendada a la empresa del Estado ARSAT S.A., mediante la instalación de plantas transmisoras en las principales ciudades del país y subvenciona la entrega de los decodificadores a los sectores más vulnerables. De esta manera el Estado garantizaría la provisión de la TDT al conjunto de la población como un servicio universal. Y mediante este despliegue técnico, el gobierno intentaría cumplir con el objetivo de promover la industria nacional. Sin embargo los primeros receptores entregados fueron importados de China sin la capacidad de proveer las aplicaciones hasta el momento desarrolladas por el Laboratorio de Investigación y Formación en Informática Avanzada (LIFIA), que utiliza el middleware Ginga.6 Por tanto uno de los desafíos, que no es tarea sencilla, será aumentar la capacidad productiva y las economías de escala de la industria nacional para transformarse en industrias competitivas en la región.

4.4 Ya no simples radiodifusores

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A diferencia del pasaje a la televisión color donde la estructura de propiedad era principalmente monomedia, ahora los radiodifusores son parte de grupos multimedia de capitales nacionales y extranjeros, lo que plantea cambios sustanciales en sus estrategias empresariales y en su capacidad de lobby sumado a la convergencia tecnológica que modifica la forma de producir y distribuir contenidos audiovisuales. Los principales radiodifusores ralentizan sus inversiones en la TDT debido a la incertidumbre en su modelo de negocio, pese a que el gobierno los autorizó a efectuar pruebas de televisión digital en un canal de 6MHz a cada uno. Y dada su estructura empresarial y las tendencias de mercado montan sus inversiones en la TV paga o telefonía móvil, donde la previsibilidad del retorno es más favorable sumado a la relajación regulatoria a la que están sujetos dichos servicios. El desarrollo de la TDT se inserta en un nuevo marco regulatorio, la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual N° 26.522/09, que libera a la TDT a una regulación ex post, que no fue resistido por parte de los sectores políticos, los radiodifusores ni los movimientos sociales en las audiencias públicas previas a su sanción. Por tanto podría emerger un modelo que diste del interés común. La ley N°26.522 considera de interés público a la actividad de servicios de comunicación audiovisual y plantea cambios en la estructura de propiedad hacia la desconcentración, fomenta la entrada de nuevos actores (de gestión estatal, privada con y sin fines de lucro) y reconfigura la autoridad de aplicación como un organismo descentralizado y autárquico. Si bien la sanción de la ley fue concurrente con la selección del estándar tecnológico de la TDT (Decreto 1148/09), su desarrollo quedó supeditado a manos del Poder Ejecutivo en el Artículo 92 y 93. Canal 7 es el radiodifusor líder del cambio tecnológico mientras que los radiodifusores privados mantienen cierta cautela. De manera complementaria, el Instituto Nacional del Cine y Artes Audiovisuales (INCAA) también lidera en la televisión digital pues se encarga de fomentar la producción audiovisual, por ejemplo mediante la instalación de nueve nodos audiovisuales en todo el país, integrados por actores públicos y privados con el objetivo de federalizar la producción. Una política que rompe con el cerco centralista legado de la televisión analógica, pero desarticulada con la etapa de transmisión de los contenidos. La plataforma digital, declarada de interés nacional (Decreto 364/10), presenta una oferta programática en la que hoy operan 23 señales. La grilla combina un conjunto de señales nacionales privadas con fines de lucro (360, Vesvi, Vivra, C5N, CN23, Gol TV, Video Éxito, Telefé, América, Canal 9, Suri TV); señales públicas nacionales (Canal 7, Encuentro, Paka Paka, INCAA TV, Telesur, Argentina HD, Tateti); señales públicas universitarias y provinciales

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(CBA24.n de Córdoba, Canal 10 de Tucumán, Lapacho de Formosa, Canal 9 de La Rioja) y una señal privada sin fines de lucro (Construir TV). El análisis del Gráfico 1 indica que el 48% corresponde al sector privado con fines de lucro, mientras que el sector público nacional 31% y el universitario y provincial 17%, sumadas las señales públicas ocupan 48%. En último lugar, el sector privado sin fines de lucro representa el 4%, que equivale a una señal. Gráfico 1: Señales de TDT Sector privado sin fines de lucro 4% Sector público universitario y provinciales 17%

Sector público nacional 31% Sector privado con fines de lucro 48%

Elaboración propia. Fuente: www.tda.gob.ar

La plataforma de TDT que emerge entra en tensión con los objetivos de la ley N° 26.522 de fomentar la

actividad

audiovisual

con

fines

de abaratamiento,

democratización

y

universalización (Art. 1). Las licencias de las señales son de carácter experimental o de prueba hasta tanto no se normalice mediante concurso público, pero se observan casos que no cumplen con los porcentajes de producción nacional (Art. 65 Inc. 2). Y se superpone la condición de licenciatario de radio o televisión y de señal sobre el mismo actor por lo que no queda claro si se otorga un canal de 6 MHz o tienen que subir como señal a la plataforma. Asimismo no regula el funcionamiento del gestor del múltiplex ni los potenciales servicios que puede ofrecer la TDT. Por otra parte, el Estado no está garantizando la inclusión del tercer sector debido a los abultados costos de entrada. Cada operador debe pagar 24 mil pesos anuales a ARSAT por la multiplexación de la señal más otros gastos de concurso que podrían alcanzar hasta 140.000 pesos, por lo cual es incongruente con la capacidad patrimonial de la mayoría de las organizaciones sociales. De acuerdo a lo expuesto, el SATVD-T se encamina hacia un sistema que complementa la oferta existente de la televisión abierta con contenidos amplios y al mismo tiempo busca competir con plataformas pagas a través de los derechos exclusivos de eventos deportivos, en particular la liga nacional de fútbol, que derivó en un aumento considerable de audiencia de Canal 7.

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El modelo emergente se caracteriza por una línea gubernamental en parte de su programación y dirección y segrega al tercer sector por los altos costos económicos de los concursos públicos, lo que empaña cualquier intento de crear una televisión democrática y plural. Asimismo, se observa la entrada de un sector privado heterogéneo, que considera al cambio tecnológico como una oportunidad de negocio al igual que productoras realizadoras de contenidos para las señales públicas emergentes. La política para la oferta no tiene en cuenta las características intrínsecas de la economía de la industria televisiva que tiene altos costos fijos y costos marginales tendientes a cero (Zallo, 1988) con una inclinación hacia una estructura oligopólica (Van Cuilenburg Van der Wurff, 2001), sumado a que el nuevo marco regulatorio deja inconcluso mecanismos de financiamiento que garanticen condiciones de sustentabilidad, lo que podría desalentar la expansión de la TDT y el cumplimiento de sus objetivos ulteriores. La inserción de la TDT en el actual escenario audiovisual obliga a preguntarse cuáles serán las estrategias para su desarrollo considerando que la TV paga alcanza una penetración de casi el 80% en los hogares argentinos. Y a la vez se presenta como una tecnología obsoleta ante el avance acelerado de los servicios y aplicaciones por banda ancha fija y móvil. Si bien se observan políticas específicas para desarrollar las redes, que garanticen un acceso universal, e incentivos para la producción de contenidos, la nueva oferta sumado a las nuevas virtudes de la TDT, como la individualización de su consumo o los servicios interactivos, no parecen convencer al televidente. Por tanto la demanda podría condicionar en mayor proporción el avance de la TDT.

5. Semejanzas y diferencias de los pasajes tecnológicos en la industria televisiva Lejos de analizar desde una mirada tecnologista, se observa que los cambios tecnológicos responden a cambios políticos, económicos y sociales que dependen de una lógica de acumulación de capital de un determinado modo de producción en un determinado contexto histórico. Este punto de partida del análisis permite observar que los cambios tecnológicos se engarzan en un entramado complejo como consecuencia de un proceso no homogéneo que se constituye mutuamente a partir de elementos políticos, económicos y socioculturales. En América Latina los pasajes tecnológicos en la industria televisiva fueron impulsados por los lobbies de los consorcios técnicos, representantes de la industria electrónica trasnacional que buscaban insertar su producción en nuevos mercados. No obstante, los procesos son casos nacionales (Bustamante, 2003), donde la selección del estándar técnico respondió a la articulación de fuerzas nacionales y fuerzas supranacionales. En Argentina los procesos de

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adopción de PAL-N e ISDB-Tb se caracterizaron por decisiones verticalistas. La primera como la solución técnica más apropiada, sin articular una política industrial y la segunda como un guiño a la integración regional que apuesta al desarrollo de la industria nacional y generación de empleo. En esta dirección se observa que tales cambios tecnológicos fueron y son motorizados por el Estado y liderado por Canal 7, la señal estatal, que mantiene una línea gubernamental como una marca que arrastra desde sus inicios en 1951. Sin embargo, el modelo de la televisión color se caracterizó por un perfil comercial y centralista, financiado por la publicidad. El modelo de televisión digital, abre paso a nuevas señales, pero repite la combinación con un conjunto de señales públicas con cierto sesgo gubernamental más un conjunto de señales privadas y una mínima proporción del tercer sector (Gráfico 1). Ante los cambios en los consumos de los contenidos audiovisuales y las tecnologías digitales, la inserción al SATVD-T no resulta atractivo por una amplia demanda ni tampoco para los radiodifusores tradicionales dada la talla del mercado de televisión abierta, las limitaciones de su financiamiento por publicidad y el acelerado crecimiento de los servicios por banda ancha. Sin embargo, dada la inversión pública en nuevas señales y contenidos más un sector privado, que apuestan a la TDT para colocar sus productos, emerge un modelo de TDT mixto con más dudas que certezas respecto a su audiencia y la sustentabilidad económica. A modo de síntesis la Tabla 1 presenta los elementos de cada proceso tecnológico que permitieron diagnosticar, desde una perspectiva histórica, el modelo de TDT emergente para lo cual se analizó el legado de la televisión analógica (Galperín, 2004). Tabla 1. Características de los pasajes tecnológicos en la televisión abierta argentina Características

Televisión Blanco y Negro

Televisión a color

Televisión digital

(1951-1977)

(1978-2008)

(2009-Actualidad)

Norma técnica

Formato 625/50

PAL-N

ISDB-Tb

Tipo de servicios

Lineales

Lineales

Lineales/Interactivos/Móviles

Política

Adaptación de los equipos

Ausencia de políticas

Políticas regionales y de

económica

importados de Estados

para la promoción

promoción de la industria

Unidos a las condiciones

industrial. La decisión

nacional de equipamiento y

técnicas para fomentar la

de 1951 obligó a diseñar

contenidos (en proceso de

industria nacional.

una variante propia.

evaluación).

Iniciativa del Estado pero

El Estado impulsa la

El Estado como locomotora

el desarrollo de la industria

actualización

del proceso de digitalización.

televisiva fue impulsado

tecnológica, derivado al

por el sector privado.

sector privado.

Rol del Estado

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Rol de los

Liderado por Canal 7. El

Liderado por Canal 7.

Liderado por Canal 7.

radiodifusores

sector privado desarrolló el

Canales intervenidos

Construcción de una

sistema a partir de la

por el Estado pero los

plataforma de interés

década del 60. Modo de

radiodifusores privados

nacional, gestionada por el

financiamiento por

seguían ligados. Ley de

Estado. Ralentización de la

publicidad y erario público. radiodifusión 22.285/80

entrada de los radiodifusores

hacia la privatización de

privados tradicionales.

los canales concretada

Señales privadas y públicas

en 1989 (democracia),

emergen en la nueva

excepto Canal 7.

plataforma de TDT.

Modo de financiamiento

Modo de financiamiento

publicidad y erario

publicidad y erario público.

público.

Elaboración propia

6. Palabras finales Las políticas de comunicación aplicadas en los pasajes tecnológicos de la industria televisiva en Argentina se caracterizaron por la acción de la intervención pública como impulsor de las transformaciones tecnológicas. La tradición arrastra una relación de mutua connivencia entre el sistema político y el sistema de medios que deriva en una baja calidad institucional en el campo de las comunicaciones. No obstante, la migración digital podría poner en jaque el equilibrio de fuerzas en el escenario audiovisual marcado por el replanteamiento de las reglas de juego y el despliegue de una estrategia estatal sin precedentes en el desarrollo de la TDT a nivel internacional. Ahora bien, teniendo en cuenta el escenario divergente/convergente (Becerra, 2003), se observa que pese a la convergencia tecnológica, el sector audiovisual mantiene divergencia regulatoria por lo cual podría emerger un modelo audiovisual digital que diste de los objetivos planteados en el nuevo marco legal. Asimismo, la ausencia de mecanismos que garanticen un financiamiento aceptable deja un manto de incertidumbre en cuanto a su sustentabilidad. Del presente diagnóstico se desprende que la construcción de un modelo de televisión digital con medidas ad hoc no es fruto de la participación plural ni del consenso. De ahí que la arquitectura política y económica de la TDT podría quedar atada a un limbo político, regulatorio y económico, obstaculizando la viabilidad de su desarrollo y los objetivos de la nueva ley. Las condiciones institucionales y tecnológicas configuran los mercados por lo tanto resultará

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insoslayable diseñar una política de comunicación inclusiva que armonice criterios de eficiencia económica, criterios sociopolíticos y tecnológicos para garantizar una televisión digital plural. 1

Magíster en Industrias culturales (UNQ). Doctoranda en Ciencias Sociales (UBA).

2

Las industrias culturales son “un conjunto de ramas, segmentos y actividades auxiliares industriales productoras y distribuidoras de mercancías con contenidos simbólicos, concebidas por un trabajo creativo, organizadas por un capital que se valoriza y destinadas finalmente a los mercados de consumo, con una función de reproducción ideológica y social” (Zallo, 1988: 26). 3 Entrevista realizada por la autora vía telefónica y mail a Ing. Eduardo Costoya, Vicepresidente del Consejo de la Especialidad de Ingeniería Eléctrica, Consejero de la Comisión de Telecomunicaciones y Presidente de la Subcomisión de Radiodifusión del Colegio de Ingenieros de Chile. 29/11/2010. Inédita. 4 Brasil había adoptado el sistema PAL-M, una variante para estimular la industria local. 5 Entrevista realizada por la autora vía mail a Ing. Cayetano Grossi, personal jerárquico de Canal 7. 09/11/2010. Inédita. 6 Ginga es el middleware abierto del Sistema Brasileño de TV Digital. Como parte de los acuerdos firmados con Brasil, Argentina también incorpora esta tecnología para el desarrollo de aplicaciones.

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