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UN LUGAR DE REFUGIO Por Ricardo Vivas Arroyo
Once años antes, cuando pastoreaba la iglesia de Pachuca y también cultivaba la reunión de casa en Naucalpan, por una palabra que Dios me dio, el naciente grupo empezó a llamarse Adullam, sin imaginar que a través del tiempo se convertirla un lugar de refugio como lo fue la cueva de Adullam para David (1 Sm. 22: 1-4). Cuando un año después salí de la iglesia de Pachuca y me dediqué a pastorear la naciente iglesia de Naucalpan, yo mismo me identifiqué con David, pues me sentía muy desanimado y frustrado, y confirmé que esa era la cueva de Adullam para mí mismo, mi lugar de refugio. Con el tiempo la iglesia se caracterizó por ser un lugar donde Dios traía a muchos decepcionados del cristianismo, pero a la vez hambrientos de Cristo, que buscaban ayuda, y se constituyó en el refugio ideal para ser restaurados. Adullam significa "Justicia del Pueblo", porque todos los que estaban llegando a aquella cueva habían sufrido, traían hambre y sed de justicia y tal vez pensaban encontrar la manera de hacerse justicia por sí mismos, liderados por David. Pero a medida que caminaban con él y se identificaban con su visión, eran cambiados sus corazones, pues David nunca peleó contra Saúl, que luchaba por el reino como si fuera suyo, sino contra los enemigos de Israel; así que poco a poco aprendieron a esperar en Dios y se convirtieron en promotores importantes de la restauración del reino. Es curioso que Laodisea, el nombre de la última iglesia de Asia a la que Juan refirió en el Apocalipsis, significa lo mismo, y es a mi entender, la iglesia que corresponde a nuestro tiempo, por la que Cristo vendrá muy pronto. Bueno, no por toda ella, sino por el remanente de vencedores que será su Esposa y se sentará con Él en su trono (Ap. 3:20-21). Los Valientes de David. La Biblia nos muestra que a la cueva de Adullam se allegaron cinco diferentes tipos de personas, que prefiguran a aquellos que, siendo cristianos, se acercan a la iglesia en busca de justicia, y poco a poco se fueron integrando a la banda de David, que se convirtió en un imponente ejército de valientes y leales guerreros que empezaron a defender a Israel de sus enemigos, lo que despertó a muchos otros de su estupor y también se fueron sumando a sus filas: a). Primero llegaron sus hermanos. Al principio1o menospreciaron porque era pequeño y frágil, pero cuando vieron lo que pasó con Goliat, su menosprecio se tornó en admiración; después, ellos presenciaron cuando Samuel le ungió para ser rey de Israel, y habían seguido de cerca su relación con Saúl, desde cuando lo llamó para mudarse a palacio y servirle, hasta cuando tuvo que huir para salvar su vida de los celos del rey, y reconocían que Dios lo guardaba. Así que lo buscaron para unírsele y cuando supieron dónde se escondía, decidieron dejar su casa y tierras para vivir en una cueva, se identificaron con él y con su causa. Sus hermanos prefiguran a todos aquellos cristianos que tienen anhelo de Dios, que vieron en David la esperanza de Israel ante el decadente reinado de Saúl y se le unieron para juntos lograrlo. Así estaba llegando gente a la iglesia, con un anhelo de Dios profundo, que insatisfechos de todo lo que hasta entonces conocían, aspiraban a cosas mejores. b). En segundo lugar se le acercaron los de la casa de su padre, sus parientes, que sin comprender bien a bien lo que ocurría en el reino; estaban ligados sentimentalmente con él, y en la misericordia de Dios fueron librados de la apostasía de Saúl aún sin darse cuenta. Así también, junto con algunos que llegaron motivados por razones de fondo, se iban integrando a la iglesia personas que al principio no tenían convicciones firmes, pero estaban ligados por amistad con ellos, pero con el tiempo su visión se amplió y fueron integrándose a la iglesia con amor y compromiso.
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c). También se le agregaron en Adullam muchos afligidos, personas oprimidas por diferentes calamidades, frustradas, derrotadas, llenas de angustia, que deseaban otra oportunidad para servir al reino fuera del control de Saúl. Los Saúles modernos se amparan en la religiosidad para ejercer control sobre los creyentes, y les impiden vivir en la libertad del Espíritu Santo, oprimidos por hambre espiritual y legalismo, es decir, cargados de esfuerzo propio e inseguridad, pendientes más de la opinión de sus líderes que de Dios y su Palabra, y en consecuencia oprimidos, algunos también afligidos por diversos pecados (2 P. 2:19). En manera similar también llegaban a la iglesia cristianos decepcionados, que habían desertado de alguna congregación y que estaban viviendo una vida triste, pues aunque querían volverse al mundo tampoco lo disfrutaban, porque su nueva naturaleza los ponía en conflicto con esos intentos, producto de su desánimo. d). En cuarto lugar, se le unieron personas endeudadas, sujetas a servidumbre por los elevados réditos de los prestamistas. Esto era culpa del mal gobierno de Saúl, pues permitía la usura, algo que Dios había prohibido entre su pueblo. Espiritualmente este grupo puede prefigurar a aquellos que se encuentran comprometidos con líderes que están edificando su propio reino, retenidos por un tiempo mediante cargos y nombramientos o debiéndoles favores y privilegios, y posteriormente amenazados desde los púlpitos, que: "Aquellos que dejan la iglesia, cometen traición, por lo cual Dios los castiga, al no someterse incondicionalmente a quienes Dios ha elegido para darles protección y quedan expuestos a los demonios", argumentos bien elaborados acerca de que la autoridad ministerial es la mayor, respaldada por la Palabra de Dios, y exigen sumisión aunque sus líderes estén mal, pues de lo contrario pueden hasta morir. En consecuencia son personas cargadas de temores, que ven en Adullam la oportunidad de sacudirse de tantos compromisos humanos que los cautivan. e). El quinto tipo de personas que se le unieron fueron los amargados de espíritu, los descontentos, personas que guardaban en su corazón resentimientos a causa del estado general del reino. Inconformes silenciosos que se daban cuenta que todo estaba cada vez peor, pero que acumulaban su coraje sin poder emanciparse, pues no hallaban salida a su amargura. Cuando David huyó del palacio del rey y se dieron cuenta que Saúl odiaba a David y quería matarlo, se convirtió en la opción que ellos esperaban y corrieron a la cueva de Adullam para liberar todos sus resentimientos, personas que si David no encausaba con sabiduría, promoverían la anarquía trayendo desconcierto a su naciente ejército. La amargura es un veneno que atenta contra la integridad de la persona, que contamina sus palabras, sus actitudes y sus acciones, y que se propaga entre los que le rodean (Job. 1.0:1., He. 1.2:1.5). Este grupo representa a aquellos que en vez de recibir una amorosa atención pastoral, recibieron el trato de los arrieros, el autoritarismo y control de sus líderes, el acoso y la invasión de su vida privada, o sufrieron la falta de espiritualidad de los que debían ser sus dechados y sintieron profunda decepción, pues habiendo involucrado su corazón fueron defraudados. Tal vez la esperanza los volvía a levantar de cuando en cuando, pero si ésta se prolonga demasiado es tormento del corazón, y la amargura finalmente brota y lo paraliza (Pr. 13:12). Saúl cayó de la gracia cuando se centró en sí mismo y le importó más su prestigio que el agradar a Dios; al desechar la palabra que Dios le había dado, él mismo fue desechado por Dios para no reinar. Él, que pretendía acusar de rebeldes a los que se alejaban de su lado, era el que estaba en rebelión a Dios al obedecerle sólo parcialmente (1. Sm. 1.5:2223); pero Dios siempre levanta Davides cuando los Saúles se quieren enseñorear de su pueblo, y es importante identificar al nuevo capitán, sobre la base del amor y la confianza y nunca más bajo la conveniencia y el temor, que Dios abomina en los Saúles de todos los tiempos.
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Comprendí qué para que David hubiera logrado formar su poderoso ejército de todos esos bandoleros, había tenido que trabajar duro, comprometido con Dios y con ellos, y pudo aprender que su éxito se debió a siete características que Dios le permitió cultivar entre sus valientes: I. En primer lugar, la cueva de Adullam fue como un hospital, un lugar para sanar los quebrantos del corazón; para fortalecerse, para recuperar la visión que los inspirara y los llenara del valor necesario para librar las batallas de Dios. Aunque tuvieran un potencial muy grande para la guerra, primero debían ser ministrados para recuperar su paz y su estabilidad mental y emocional. David logró transmitir a sus seguidores sus propias convicciones, ideales que los llevaron a ser como él, valientes guerreros del Señor de los ejércitos. Entendieron que no eran rebeldes, aunque Saúl así los acusara, pues se apartaron del que se desvió y se unieron al que se conservó en el modelo divino del reino y caminaron unidos a él para recuperarlo y edificarlo y que se cumpliera la Palabra que Dios le había dado (1 Cr. 11:10). Un corazón sano es un corazón abierto que puede comprometerse con integridad a la causa de Dios, sereno, libre de parcialidades que lo ofusquen; por eso era importante primero sanar de sus heridas, y cuando el recién formado ejército de David empezó a proteger a los israelitas de sus enemigos, muchos más se animaron para unírsele. Así que esto permitió que más adelante muchos de Zabulón lo buscaran, gente con las mismas características, sin doblez de corazón, intrépidos, con un propósito y sin intereses personales (1 Cr. 12:33, Mt. 6:33). En ese ejército no había rivalidades ni competencia, eran un equipo unido por motivos nobles y con un sólo adversario. Ese fue mi lema cuando vi que Dios estaba trayendo hermanos con gran experiencia y mucho que dar, pero frustrados por el rígido sistema de los Saúles, y les pidió que se sentaran, que no tuvieran pretensiones ni esperaran privilegios, que primero se integraran a la iglesia hasta que ésta los sintiera parte de ella, y sólo entonces podrían servir sin desplazar a los que estaban en desarrollo, pues serían parte del mismo equipo, que podrían complementarse y lograr juntos las victorias. Eso probaba su corazón, pues si estaban dispuestos a esperar en Dios, porque lo que buscaban era servirle sin egoísmo, llegaría más pronto el tiempo en que se capitalizaría todo ese entrenamiento, dando a la iglesia un florecimiento y mucho fruto para gloria de Dios. 2. En segundo lugar, la cueva los aisló del sistema de Saúl, eso los liberó de sus apostasías y pudieron ser restaurados sus corazones en cuanto a las maneras correctas. La confianza es restaurada cuando han sido restaurados los caminos, pues se elimina el efecto nocivo de las falsas maneras. David predicaba con el ejemplo, nunca les mandó hacer algo que el no estuviera dispuesto a realizar, esa es la enseñanza de tomar la Cruz de Cristo. Los hombres se vuelven valientes cuando su corazón se inflama por la causa correcta y son capaces de sortear todas las dificultades del camino, porque tienen fidelidad inspirados por su fiel capitán (1 Sm. 16: 18, 1 Cr. 11:10-12, Joel 3:9, Col. 1:29). Esos bandoleros llegaron a ser hombres templados en la adversidad y probados bajo presiones intensas y no se ablandaron, pues sabían a quien servían (1 Sm. 23:8-23). La fidelidad debe ser manifiesta también en los Adullamitas de hoy, pues son el ejército de Dios, valerosos y confiables, que no se vuelven atrás el día de la batalla, no son Judas o Absalones, o Saúles en potencia, soldados convenencieros, sino Davides fieles a su Señor, consagrados a su servicio (Sal. 78:9-11, 2 Ti. 2:3-4, 1 Ti. 1:12,18). 3. En tercer lugar, todos los que se unieron a David lo reconocieron como su capitán, a quien seguirían para pelear bajo su mando las batallas de Dios, porque David era uno que como ellos, había sufrido las injusticias del reinado de Saúl, pero que no había sido afectado por ninguna de ellas; en él no cabía la amargura, ni la frustración y cuando venía la opresión sabía sacudírsela con alabanza a Dios (Sal. 74:21). Era un líder libre de ataduras que podía caminar en la libertad del Espíritu. Saúl perdió la unción cuando vio a Israel como su propio reino, David la conservó, pues nunca reinó para sí mismo sino para Dios. David distaba mucho de ser perfecto, pero amaba a Dios, anhelaba hacer su voluntad
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y tenía la unción que lo respaldaba, eso ganó el corazón de sus valientes para serle sumisos. David supo ver que dentro de cada uno que se le acercaba, había el potencial para llegar a ser tan valientes que lograran proezas tremendas por Dios. Un verdadero líder del pueblo de Dios no centra a sus seguidores en sí mismo sino en Cristo. Para un líder que confía en la gracia de Dios no puede haber casos perdidos, siempre habrá la manera de ayudar a alguien, por limitado que esté. Lo único que David siempre trató de reconocer en los que llegaban a Adullam fue su buena actitud, indagando el porqué venían, qué esperaban obtener, y por eso a todos les puso sencillas condiciones para aceptarlos dentro de su ejército (1 Cr. 12:16-18). 4. Una cuarta característica saludable de ese ejército que se formó en Adullam, fue que aceptaron sufrir persecución por parte de Saúl sin enfrentarlo, pues sabían que él no era el verdadero enemigo a vencer, y eso los hizo unirse y comprometerse más con David y con Dios. Saúl no tenía consideraciones, no mostraba misericordia, quiso matar a David y amenazó al pueblo para que lo delatara y lo entregara en sus manos, y que quienes no lo ayudaran serían tratados como rebeldes. Muchas mentiras se levantarán siempre para difamar a los valientes que buscan la restauración del modelo divino para la iglesia; la mala fama acompaña a lo que es genuino, pues como lo que se busca es agradar a Dios y no a los hombres, muchos se sienten afectados en sus intereses personales y critican y atacan su causa (2 Co. 6:8). Lutero fue un David en su época, por lo que fue excomulgado por el Saúl romano que también amenazó con la excomunión a los que pensaran apoyarlo; no fue un rebelde, pues la Palabra de Dios lo respaldaba y fue bienaventurado cuando lo calumniaron y llamaron hereje. La persecución espiritual se basa en el mal uso de la lengua en contra de los que se emancipan del yugo de Saúl para caminar con Dios (Sal. 31:15- 20), liberando las fuerzas tenebrosas en contra de los que siguen la verdad, pero Dios en su sabiduría, usará los ataques y la persecución para forjar el carácter de David y de sus seguidores, y cernirá el remanente de los que serán los más valientes de entre los valientes. 5. Es quinto lugar fue también muy importante dejar atrás su triste pasado, para caminar libres y valerosos al encuentro de un futuro glorioso, que sabían era un reino restablecido en la verdad, con sentido de la justicia y gobernado con equidad y amor. Cuando el pueblo pudo asimilar esas características en David y su ejército, aún muchos benjamitas, que siendo de la casa de Saúl y por mucho tiempo leales a él, finalmente se atrevieron a dejarlo para unirse a David, y sólo así aprendieron a ser fieles a Dios antes que al hombre (1 Cr. 12: 16, 29, Fil. 3: 13-14, Gn. 41 :51). Así es importante evitar que la gente tome partido, pues no se trata de formar bandos para luchar unos contra otros y buscar la fuerza humana o política para imponer sus condiciones. En la iglesia la política está prohibida, la lealtad se debe sólo a Cristo y es su causa la única razón válida para luchar hasta dar la vida, contra las huestes de las tinieblas pero nunca contra otros cristianos. Los benjamitas leales a Saúl se pasaron con David, pero no para volverse contra Saúl, sino para lograr que el reino fuera restablecido y el pueblo prosperara bajo la bendición de Dios. Dejaron el sistema humano para conformarse al modelo divino, pues comprendieron que era la única manera de tener el respaldo de Dios, que garantizara el esplendor que les había prometido. 6. En sexto lugar, en Adullam fue posible unificar y entrenar a gente tan diversa y con tantos inconvenientes, para pelear juntos contra sus enemigos, porque David logró centrarlos en Dios. La única manera para lograr esa unidad en la iglesia es establecer el primado de Jesucristo en amor, mediante la negación de uno mismo. Además David nunca avasalló a sus valientes, sino los respetó, apreció lo que ellos eran en Dios, lo cual se ve muy claro cuando derramó el agua delante de Dios, que tres de sus valientes le trajeron del pozo de Belén, pues apreciaba a sus hombres, que habían aprendido a amarlo al punto de dar su vida por alguien de su ejército (1 Cr. 11:16-19).
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Así que David dio el ejemplo y se dedicó a entrenar a sus soldados para la guerra, y como consecuencia, también se le fueron uniendo muchos otros guerreros, expertos en el uso de las armas, como los de Gad, fieros en gran manera contra los enemigos de Dios, que eran capaces de destruir fortalezas aparentemente inexpugnables (1 Cr.12:8). Estos valientes estaban determinados a caminar enfrentándolo todo, pues sabían que peleaban las batallas de la fe y no se amedrentaban (1 Cr. 12:14-15, 1 Ti. 6:12, Jr. 12:5). Así los que hoy son restaurados deben convertirse en valientes, deben aprender a usar las armas espirituales que Dios les ha dado para enfrentarse como poderosos guerreros a enemigos astutos y peligrosos como el diablo y sus huestes (2 Co. 10:3-4, Ef. 6:10-12). Así que puse mucho empeño en que nadie sirviera basado en sus habilidades naturales, sino bajo la unción del Espíritu Santo y sus nueve poderosos dones en operación, basado en tres sencillas premisas de la Palabra de Dios:
Hacer todo para gloria de Dios (1 Co. 10:31).
Hacer todo para lo que hace a la paz (Ro. 14:19).
Hacer todo para la edificación de la iglesia (1 Co. 14:26).
Esperando recompensas no ahora, sino hasta aquel día en el que Cristo nos dará galardón cumplido. 7. La séptima característica de aquel ejército era que había aprendido a depender de Dios, caminaba en completa unidad con David, y continuamente se le agregaban más guerreros, pues todos se percataban que David capitaneaba al ejército de Dios (1 Cr. 12:21-23). David siempre peleaba en el nombre de Jehová de los ejércitos (1 Sm. 17:4547), buscando y siguiendo fielmente sus ordenanzas, estaba totalmente comprometido con su llamado y siempre aseguraba los resultados. Por eso Dios prosperó a David; las hazañas de sus valientes son sorprendentes, sus victorias fueron cuantiosas y gloriosas, y llegó el momento en que fue ungido por segunda vez para ocupar el trono, y con sus valientes conquistó la inexpugnable fortaleza de Jebus y fue llamada su ciudad (1 Cr. 11: 1-9), a la que fue traída el Arca del Pacto, prefigurando la gloria de su Palabra, donde mas tarde su hijo Salomón edificó el templo para gloria de su presencia, donde Dios puso la gloria de su Nombre para ser el centro de la adoración que había predicho desde cuando Dios los sacó de Egipto (Dt. 12:5, 11, 13-14) y desde donde Dios resplandecería para manifestación de la gloria de su vida a todas las naciones (Sal. 50:2). Un comentario adicional es que el rey Saúl fue de la tribu de Benjamín, y es muy significativo que de esa misma tribu se levantó otro Saúl en el Nuevo Testamento. Al principio fue contrario a Cristo, su enemigo acérrimo, se atrevió a dar coses contra el aguijón persiguiendo y asolando a los Davides que se estaban convirtiendo al evangelio, pero Dios lo llamó a su ejército y lo alcanzó con su misericordia hasta llevarlo a ser un valiente soldado que peleó con ahínco por la causa que antes atacaba, para ejemplo de todos los que buscan todavía una cueva de Adullam hoy en día (I Ti. 1:13-16), y ese Saulo, fue transformado en alguien pequeño (Pablo), que es muestra de lo que Dios es capaz de hacer con alguien tan negativo. Si Dios pudo con Saulo de Tarso, también tú puedes llegar a ser un guerrero valiente del poderoso ejército que Dios está levantando hoy para establecer su reino, y es por eso también que nunca deben atacar a los Saúles, pues es posible que Dios también los restaure. Finalmente es interesante analizar que cuando Saúl fue rey, David fue perseguido por sus celos y no se defendió, sino que esperó en Dios hasta que él lo llevó a ocupar el trono, y cuando era rey, fue perseguido por la ambición de su hijo Absalón que lo derrocó y tampoco se defendió hasta que Dios lo reestableció en el reino. Tampoco festejó la derrota de Saúl, cuando llegó, ni la de Absalón, pues él representó tanto el papel de súbdito perseguido, como el de rey en la posibilidad de perseguir, así que pudo ver un problema desde ambos sentidos y enfrentarlos con integridad, por lo que nos muestra
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porqué su corazón fue conforme al de Dios, noble y firme, valiente y tierno, determinado y flexible; porque estaba centrado en Dios y no en sí mismo y luchaba por la causa divina y no por beneficio propio. Los Davides de Dios son los que guardan todas estas lecciones en su corazón y llegado el momento caminan en ellas, confiando plenamente en su Dios.
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