Un método antropológico para la evaluación de preescolares expuestos a plaguicidas en México

Un método antropológico para la evaluación de preescolares expuestos a plaguicidas en México Elizabeth A. Guillette,[1] María Mercedes Meza,[2] María

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Un método antropológico para la evaluación de preescolares expuestos a plaguicidas en México Elizabeth A. Guillette,[1] María Mercedes Meza,[2] María Guadalupe Aguilar,[2] Alma Delia Soto,[2] e Idalia Enedina García[2] [1] Bureau of Applied Research in Anthropology, University of Arizona, Tucson, AZ 85721 USA; [2] Dirección de Investigaciones y Estudios de Postgrado, Instituto Tecnológico de Sonora, Obregón, Sonora, México

En este estudio comparativo hemos compensado muchas de las variables conocidas que influyen en el crecimiento y desarrollo de los niños con la elección de dos grupos de niños yaqui de 4-5 años de edad que viven en el Valle del Yaqui del noroeste de México. Estos niños comparten antecedentes genéticos, dietas, contenidos minerales del agua, modelos culturales y comportamientos sociales comunes. La mayor diferencia ha sido su exposición a plaguicidas. Los plaguicidas se han aplicado en el área agrícola del valle desde finales de la década de 1940. En 1990 se encontraron niveles elevados de múltiples plaguicidas en la sangre del cordón umbilical de niños recién nacidos y en la leche materna. Utilizando métodos antropológicos para una rápida evaluación de los problemas ambientales, se desarrolló una Herramienta de Evaluación Rápida para Niños Preescolares (RATPC, en inglés), a fin de medir el crecimiento y desarrollo. Los niños de la región agrícola fueron comparados con los niños que viven en la sierra, donde se evita el uso de plaguicidas. La RATPC midió diversos aspectos del crecimiento físico y las aptitudes para llevar a cabo, o desempeñarse en, actividades infantiles normales. No se encontraron diferencias en los modelos de crecimiento. Funcionalmente, los niños expuestos mostraron disminución de la resistencia; de la coordinación ojo-mano, tanto gruesa como fina; de la memoria retentiva de 30 minutos y de la capacidad para dibujar a una persona. La RATPC también señaló áreas relativas a la toxicología de los plaguicidas en las que sería valioso realizar investigaciones en mayor profundidad. Palabras claves: niños, México, plaguicidas, Yaqui. Environ Health Perspect 106:347353 (1998). [Online 18 May 1998] http://ehpnet1.niehs.nih.gov/docs/1998/106p347353guillettte/abstract.html __________________

Existen importantes dificultades para evaluar los efectos de la exposición infantil a plaguicidas. Una de las razones de esto es que en los Estados Unidos la mayoría de los niños tienden a diferir en las experiencias físicas, ambientales, culturales y sociales que influyen en el crecimiento y el desarrollo. Los antecedentes genéticos son diferentes, creando variaciones morfológicas dentro de, y entre, grupos de individuos. Las familias se trasladan a distintas áreas, complicando los aspectos relacionados con la exposición tanto histórica como actual a los contaminantes, ya sea para los tipos como para los grados de absorción corporal. Yendo un paso más adelante, las variaciones en la exposición de los padres complican los aspectos relacionados con los efectos de los contaminantes en la creación de aberraciones en los espermios y los óvulos, además de la cantidad de transferencia materna, durante el embarazo y la lactancia, de plaguicidas y otras sustancias químicas hechas por el hombre . Los múltiples y diversos factores sociales, incluyendo el nivel socioeconómico; las innumerables facetas de las costumbres tradicionales y/o de la aculturación; los modelos de dietas, todos son elementos que agregan inconvenientes adicionales a la tarea de cotejar el grupo investigado con un grupo de control o de referencia, similar, pero menos expuesto a los plaguicidas, y también a la interpretación de los datos obtenidos sobre los dos grupos. Con frecuencia estos factores se utilizan para cuestionar, criticar e incluso descartar los resultados de investigaciones acerca del impacto de los plaguicidas en el crecimiento y desarrollo de un niño.

Las investigaciones en torno a los niños por lo general se han concentrado tanto en la interacción entre un único contaminante, que generalmente ha pasado de la madre al niño in utero y a través de la lactancia, como en el crecimiento y desarrollo del niño. Lamentablemente, estos estudios por lo general surgen cuando mujeres embarazadas resultan accidentalmente expuestas a la contaminación. Aunque los hallazgos deben considerarse válidos, es muy improbable que ocurra un accidente similar (que mediante la repetición proporcione fuerza adicional a la investigación). Aceptamos también, muy fácilmente, el paradigma de que un solo contaminante o una sola clase de contaminantes crea su propio y único síndrome de aberraciones humanas. Uno de los peligros de esto es que el síndrome resultante pueda preseleccionarse con parámetros de evaluación (“end points”) limitados, que reflejen el área de competencia del investigador. Por añadidura, resulta fácil asumir que el niño no ha experimentado otras exposiciones nocivas adicionales, especialmente en estudios longitudinales que incluyen la cohorte del estudio inicial. Los estudios realizados en esta forma indican que la exposición a bifenilos policlorados (PCB) in utero y durante la lactancia reduce las capacidades mentales y motoras, incluyendo una disminución de la inteligencia (1). Los defectos congénitos múltiples también han sido asociados con la exposición materna al clorpirifós (Dursban) (2). Otros estudios adoptan un método analítico epidemiológico, investigando cambios en la salud durante un determinado período. Esto evita los paradigmas de un agente único y lo sustituye por los cambios en el medio ambiente como el factor causal. A partir de este método se ha investigado una diversidad de cambios en la población, variando desde una disminución en la proporción de hombres que nacen en Dinamarca, hasta un aumento temporal en las tasas generales de cáncer en niños pequeños (3). Otros estudios indican aumentos aparentes de criptorquidia y cáncer testicular a lo largo de un período, durante el cual han ocurrido cambios ambientales desconocidos (4). Se sospecha que la contaminación sea un importante contribuyente ambiental, pero no puede ser identificada como tal en forma definitiva (5). Igualmente, cada población bajo estudio incorpora una gran cantidad y variedad de factores biológicos, sociales y tecnológicos que influyen en el medio ambiente.

Un método amplio para evaluar a niños preescolares expuestos a múltiples plaguicidas Gran parte de nuestro conocimiento sobre los mecanismos fisiológicos de los plaguicidas que causan efectos perjudiciales es el resultado de estudios sobre la vida silvestre y estudios de laboratorio. Estas investigaciones han conducido a la hipótesis de que las alteraciones hormonales relacionadas con plaguicidas o contaminantes industriales pueden modificar el desarrollo y el funcionamiento fisiológico humanos (6,7). La exposición a contaminantes alteradores de la función endocrina (EDC, en inglés) puede ocurrir in utero y dar como resultado la modificación del desarrollo anatómico normal. Tal modificación puede ser observable inmediatamente, al momento del nacimiento, o expresarse más tarde en la vida (8). La exposición adicional puede continuar luego del nacimiento. Aunque los niveles de plaguicidas en la sangre indican su presencia en el cuerpo, no existe ningún medio de fácil acceso para establecer cuándo un individuo se expuso por primera vez a un único compuesto o mezcla de sustancias químicas, o para determinar el grado de exposición ocurrida durante períodos críticos del desarrollo embrionario o neonatal. Es difícil, además,

establecer patrones de exposición temporal fidedignos para la mayoría de los individuos. Por lo tanto es importante seleccionar una población de estudio en que todas la madres y sus hijos tengan una relativa igualdad en su contacto con plaguicidas. Solamente entonces puede asumirse que los niños bajo estudio tienen una probable similitud tanto en el tiempo como en los niveles de exposición a mezclas parecidas de plaguicidas –tanto in utero como después del nacimiento. Por su parte, la población de referencia debe cumplir con el requisito de compartir una exposición mínima a la contaminación ambiental. En el mundo de hoy resulta imposible esquivar toda exposición. También hay que prestar atención a las muchas y diversas variables que originan confusión en los estudios sobre plaguicidas. Delemarre-van de Wall (9) delineó una amplia gama de factores ambientales que influyen en el crecimiento y el desarrollo, entre ellos la dieta. Con frecuencia se relaciona la dieta con defectos congénitos, deficiencia mental y retraso del crecimiento, todo los cuales están asociados a la exposición a plaguicidas (10). Los grupos de estudio y de referencia deben tener una dieta que sea muy comparable en todos los aspectos. En los países en vías de desarrollo, donde las tradiciones mantienen su fuerza y las dietas retienen valores culturales simbólicos, la dieta es bastante uniforme, independientemente del ingreso económico (11). Las dietas estadounidenses tienden a estar más influidas por las preferencias familiares y las finanzas que por las prácticas histórico-culturales y la disponibilidad de los distintos alimentos, con lo que se producen variaciones entre los hogares (12). La historia dietética puede utilizarse para reducir la variable, pero la encuesta sobre la dieta, incluyendo hasta los alimentos consumidos la semana anterior, es reconocidamente inexacta (13). Así como hay información sobre familias que tienen dietas diferentes, se han documentado también las diferencias en el metabolismo corporal y en la función de los órganos entre los distintos grupos étnicos (14). No se conocen las diferencias en materia de respuestas fisiológicas a los plaguicidas en relación al grupo racial; este es un tema que aún debe ser investigado. Por consiguiente, los miembros del grupo estudiado y los grupos de referencia deben compartir una estructura genética similar. Finalmente, se sabe que las prácticas socioculturales, incluyendo el estrés, la crianza de los hijos y los niveles de vida influyen en el aprendizaje y la conducta (9). Dado que la disfunción neurológica ha sido relacionada con la exposición a contaminantes, la atmósfera sociocultural, incluyendo las normas de conducta de todos los participantes debe ser lo más similar posible. ¿Resulta posible cumplir con todos estos requisitos? Probablemente la respuesta es “no”, si insistimos en limitarnos a investigar en sectores convenientes en las naciones desarrolladas. Sin embargo, los requisitos mencionados pueden darse en otros lugares, donde las familias mantienen su permanencia en un lugar y superponen sus prácticas y estilos de vida tradicionales en la vida cotidiana, aún con los avances de la modernización. Un segundo aspecto que debe considerarse al desarrollar un estudio ideal es admitir honestamente que no sabemos a ciencia cierta todo lo que deberíamos investigar. Está implícita la disfunción en los sistemas reproductivo, inmunológico, neurológico y esquelético, como ha quedado demostrado en la vida silvestre expuesta a plaguicidas (7, 15, 16). Se observa una disfunción similar en subpoblaciones humanas luego de una exposición accidental o crónica a los PCB (1, 17-19). Estos estudios epidemiológicos y de casos aportan indicaciones de que los procesos de pensamiento y de conducta están alterados y que deben considerarse sus ramificaciones a largo plazo para el individuo, la familia y la sociedad. ¿Se pueden encontrar estos mismo efectos nocivos entre los residentes de áreas donde los plaguicidas se utilizan de acuerdo a prácticas agrícolas aceptadas? Debemos empezar por considerar un panorama más amplio. ¿Cómo influye

la exposición a contaminantes en la salud total y en el funcionamiento diario de un niño? Finalmente, cuando ingresamos al marco temporal de la exposición multigeneracional a los plaguicidas ¿se hallan en peligro la salud total y las actividades relacionadas normales de la población? Todo esto debe combinarse a fin de ofrecer un enfoque multidimensional de un problema multifacético y complejo.

Cómo orientar la investigación sobre plaguicidas con técnicas de evaluación rápida Un área emergente en las técnicas de la antropología aplicada es la de la evaluación rápida. La evaluación rápida se ha utilizado en estudios ambientales para determinar la existencia de un problema en una comunidad y para enfocar la atención hacia las áreas en las cuales es deseable que se realicen futuras investigaciones y acciones(20). Hemos adaptado este concepto a la evaluación de niños, con el fin de desarrollar una técnica en la que un número representativo de individuos pueda ser evaluado en un período relativamente limitado. La técnica no está destinada a entregar datos exhaustivos sobre áreas específicas, sino para identificar áreas problemáticas y encaminar la reflexión hacia nuevos derroteros para la investigación. El propósito de este estudio fue el de determinar si los niños que viven en un ambiente agrícola enfrentaban situaciones de riesgo en riesgo en términos de su crecimiento y desarrollo normal, tal como se expresa en los juegos infantiles normales. El enfasis se puso en determinar si los niños de la comunidad se hallaban en riesgo, más que en identificar a niños individuales en riesgo. En lugar de centrarse en una enfermedad específica o en un déficit, se desarrolló una Herramienta de Evaluación Rápida para Niños Preescolares (RATPC) para evaluar a los niños dentro de una comunidad en una forma más holística. Esto incluyó, específicamente, los múltiples aspectos del crecimiento corporal y las aptitudes funcionales para las actividades infantiles normales.

Materiales y métodos La población estudiada. Se realizó una búsqueda para encontrar una población que minimizara las variables que pueden afectar el resultado de un estudio sobre los plaguicidas y el crecimiento y desarrollo infantiles. La población debía reunir los requisitos de similitud en el origen genético, las condiciones de vida, los valores y comportamientos culturales y sociales relacionados, todos los cuales son necesarios para contar con grupos de estudio y de referencia comparables. Una visita a terreno, previa a la selección, confirmó que los dos grupos de estudio llenaban estos requisitos, difiriendo aparentemente sólo en el grado de exposición a plaguicidas. Los yaqui son un grupo indígena que vive y trabaja en el entorno del valle del Yaqui, en Sonora, México. Tradicionalmente, el valle del Yaqui ha sido una región agrícola en la que numerosos residentes adoptaron el uso de plaguicidas y fertilizantes químicos a fines de la década de 1940. Simultáneamente, se mecanizaron las labores agrícolas y se establecieron sistemas de irrigación y de transporte. El resultado fue una “revolución verde”, en la que la agricultura se transformó en un gran negocio (21). Las familias yaqui que vivían en las estribaciones de las montañas cercanas se trasladaron hasta el valle en busca de empleo, mientras que algunos residentes del valle se fueron hacia la sierra en protesta por los cambios. Otros se mantuvieron en sus lugares (22).

Actualmente, tanto los yaqui que viven en la sierra como los que viven en el valle aceptan los avances tecnológicos aportados por la modernización, pero resisten tenazmente los cambios en su identidad social y cultural (23, 24). Los familiares que resultaron separados por la “revolución verde” informan que se visitan entre ellos, pero no hay reubicación de hogares entre las tierras altas y las tierras bajas. Culturalmente, los yaqui se casan con otros yaqui. Las observaciones realizadas durante una visita de determinación de sitio, indicaron que la estructura familiar se mantiene fuerte, con los padres ancianos viviendo con un hijo adulto y con los nietos. Los servicios de educación y de salud, introducidos en la década de 1950, son bien aceptados y son similares en ambas áreas (25). Por lo general, los niños son amamantados, luego destetados e iniciados en la alimentación casera. La dieta sigue basada en patrones tradicionales que incluyen alimentos frescos tales como papas, maíz, pimientos, frijoles y tortillas, y ocasionalmente, carne (23). Estos alimentos, producidos en forma local, casi siempre se compran. En los hogares no se observó la presencia de alimentos procesados. En ambas áreas el plomo se encuentra por debajo de los niveles detectables en el agua (M.M. Meza, datos sin publicar). Se ha mantenido el alto nivel histórico de pobreza en ambas áreas (22, 25). De este modo, existen dos grupos que comparten rasgos genéticos, culturales y sociales, pero que están separados por ubicación geográfica y por tipo de empleo –crianza de animales en los ranchos de la sierra (“ranching”), versus agricultura en el valle. El uso de plaguicidas es alto en las comunidades agrícolas de las tierras bajas, con fumigaciones aéreas y mecánicas y aplicaciones manuales (26). Los agricultores informaron que se pueden hacer dos cultivos al año y que los plaguicidas se aplican hasta 45 veces entre la siembra y la cosecha, por cada cultivo. Los compuestos utilizados incluyen múltiples mezclas de organofosfatos y organoclorados y piretroides. Entre 1959 y 1990 se utilizaron treinta y tres compuestos diferentes para el control de las plagas del algodón. Esta lista incluye DDT, dieldrín, endosulfán, endrín, heptacloro y paratión-metilo, solamente para mencionar unos pocos agentes (27). En épocas tan recientes como 1986, se vendieron 163 distintas formulaciones de plaguicidas en la región sur del estado de Sonora, México. Sustancias prohibidas en los Estados Unidos, como el lindano y el endrín, son de fácil acceso para los agricultores de la zona (28). El uso de plaguicidas está muy extendido y se realiza durante todo el año, con escaso control gubernamental (26). Se ha documentado la contaminación de la población humana residente con lindano, heptacloro, hexacloruro de benceno, aldrín y endrín en la leche, tras un mes de lactancia, en concentraciones superiores a los límites establecidos por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (ver Cuadro 1) (26). Una visita inicial a terreno reveló que las pulverizaciones contra insectos caseros se aplicaban por lo general todos los días del año en los hogares de las tierras bajas. En contraste, los residentes de la sierra mantenían la tradición de los cultivos intercalados para el control de las plagas en las huertas y de aplastar a los insectos en el hogar. Estas personas citaban como su única exposición a plaguicidas la fumigación gubernamental con DDT cada primavera para el control de la malaria. (La misma fumigación con DDT se realiza en las áreas agrícolas y se repite si aparece un caso de malaria.) Procedimiento de muestreo. Los métodos de muestreo, diseño de la investigación e instrumentos de obtención de datos fueron examinados y aprobados por la Secretaría de Salud Pública del Gobierno del Estado de Sonora, México. Todos los niños seleccionados para el estudio se hallaban entre los 48 y 62 meses de edad (4 y 5 años).

Los 33 niños expuestos a elevados niveles de plaguicidas, de aquí en adelante denominados niños del valle, procedían de tres pueblos y sus correspondientes áreas rurales dentro del valle del Yaqui. Los pueblos eran Quetchehueca (n = 10), Bacum (n = 12) y Pueblo Yaqui (n = 11), todos ubicados a una altura de 10-30 pies sobre el nivel del mar. Los criterios utilizados para la selección de los pueblos incluyeron el uso histórico y continuado de plaguicidas, desde 1950, basado en datos de Hewitt de Alcanara (22) y una historia de los asentamientos de los indios yaqui. Un estudio anterior, que examinó la aldea de Pueblo Yaqui, observó elevados niveles de numerosos plaguicidas o metabolitos en el 100% de las muestras de sangre del cordón umbilical y de leche materna (ver Cuadro 1). Tesopaco, ubicado en las estribaciones de las montañas (400 m de altura), es un asentamiento yaqui basado en la crianza de animales en granjas (“ranching”). Este pueblo se usó como la fuente de los niños de referencia (n = 17). Todos los pueblos, independientemente de su ubicación, eran similares en infraestructura y en el entrelazamiento de la tradición con la modernización (25). Se contactaron hogares a lo largo de las calles ubicadas al norte, sur, este, oeste y centro de cada pueblo y en las áreas periféricas. Se ubicó a los niños al preguntar si en ese hogar vivían menores que tuvieran entre 4 y 5 años de edad. Los criterios para la selección de los niños incluyeron la edad, la herencia yaqui y una historia de residencia de los padres y los abuelos. La participación consistió en una entrevista de 30 minutos con la madre, y una evaluación simultánea del niño. Todas las entrevistas se realizaron en el hogar. Todas las familias elegibles que vivían en la sierra aceptaron participar. Aproximadamente un 90% de las familias del valle con niños elegibles aceptó participar. El padre era el más propenso a negar el permiso. Dentro de la conversación llegaron a admitir que sospechaban que los plaguicidas eran dañinos para los niños y no querían informarse acerca de su hijo en forma individual. Los instrumentos de investigación. Los instrumentos de investigación se basaron en la hipótesis de que los alteradores endocrinos podían influir en todos los sistemas corporales. Se consideraron los patrones de crecimiento físico, además del funcionamiento fisiológico y mental. Un objetivo principal del estudio fue determinar si una evaluación rápida podía identificar si los niños de una determinada comunidad demostraban cambios en la capacidad de juego, indicativos de alteraciones endocrinas, e identificar también áreas específicas para realizar futuras investigaciones. Los instrumentos fueron sometidos a un ensayo previo en un ambiente urbano, con madres y niños de 4 años. Los niños fueron capaces de llevar a cabo todas las actividades incluidas en la prueba. El cuestionario para las madres se centró en el estilo de vida de la familia, incluyendo la dieta, el número de embarazos y cualquier complicación relacionada, los tipos y frecuencia de enfermedades en la familia, y las prácticas y percepción de la exposición a plaguicidas. Junto con obtener una historia obstétrica y del estilo de vida familiar, esta entrevista permitió validar las similitudes de la población en las variables contextuales y genéticas que afectan el crecimiento y el desarrollo. Cada entrevista fue realizada por una de las dos investigadoras del Instituto Tecnológico de Sonora. La evaluación de cada niño fue realizada en español por una de las dos estudiantes universitarias mexicanas participantes. Para el formato se uso una metodología basada en el juego, a fin de evaluar la resistencia física y la coordinación, junto con los procesos mentales. Existen varios tests cognitivos y de desarrollo, estandarizados, que han logrado aceptación como herramientas

para la evaluación del desarrollo. Entre ellos se cuentan la escala de Bayley (desde infantes hasta 30 meses de edad) , el inventario Battelle y las escalas de McCarthy (edad preescolar). Estas largas y pesadas herramientas de evaluación en profundidad se usaron para obtener directivas que permitieran desarrollar la herramienta de evaluación rápida , por ejemplo, el dibujo de una persona. Otros aspectos de la RATPC eran originales y no habían sido probados, como el ejercicio de memorización de 30 minutos. La falta de complejidad en cada una de las conductas de juegos observadas y la correlación conocida entre determinadas conductas y el desarrollo físico, contribuyeron a validar el instrumento (13). También se utilizaron las conversaciones con las madres acerca de las capacidades de los niños, para substanciar los hallazgos. En general, los resultados de la RATPC no intentaron entregar un índice de la capacidad de un niño en particular, sino ofrecer un panorama mayor acerca de los niños de una determinada comunidad. Además, no se asignaron puntajes totales a los individuos, ya que los procedimientos de elaboración de puntajes no fueron diseñados para ser acumulativos. Cada evaluación fue presentada de la siguiente forma: Hola, mi nombre es ___________. Voy a hacer unas cuantas preguntas y vamos a jugar algunos juegos. Cuando yo termine te voy a dar un globo rojo. [Como algunos no los niños no sabían el nombre de los colores, se indicaba un objeto, señalando que era de color rojo.] ¿Te gustan los globos?

Enseguida la prueba comenzó con ejercicios, considerados por el niño como juegos normales. Se redujeron o eliminaron las vacilaciones iniciales al permitir que hermanos y/o amigos participaran en los ejercicios físicos iniciales, aunque solamente el niño bajo estudio fue efectivamente evaluado en su desempeño. La primera actividad fue diseñada para evaluar la coordinación motora gruesa. El niño debía atrapar una pelota de 30,5 cm. de diámetro arrojada desde 1, 2, y 3 metros de distancia. Este ejercicio se repitió con una pelota de tenis de 6,5 cm. de diámetro, a las mismas distancias. Se comprobó el sentido de equilibrio pidiéndole al niño que se parara en un pie durante el mayor tiempo posible, primero con los ojos abiertos y luego con los ojos cerrados. Se consideró como resistencia el tiempo que un niño podía permanecer saltando en el mismo sitio antes de parar por falta de aliento. Luego vinieron actividades más tranquilas. Para investigar las aptitudes perceptivas, al niño se le pidió que dibujara a una persona. (El puntaje se basaba en un punto para cada elemento: cabeza, cuerpo, brazos, piernas y facciones del rostro, colocados en la orientación espacial correcta, con un puntaje total posible de 5.) La repetición de números indicó la capacidad de memoria de corto plazo. La coordinación fina ojo-mano y motora fue puesta a prueba haciendo que el niño dejara caer pasas en una tapa de botella a una distancia de 15 cm. El tiempo destinado a completar la introducción y los ejercicios descritos se fijó en 30 min. Luego al niño se le pidió recordar qué iba a recibir, preguntando además por el color, si no se mencionaba espontáneamente. A todos los niños se les dio un globo, sin importar si recordaban el objeto o su color. La sesión finalizó con la toma de las medidas físicas del cuerpo, que incluían la circunferencia de la cabeza, ancho y longitud de la cabeza, circunferencia del pecho, altura y peso. Se hizo una estimación aproximada del crecimiento de los huesos largos restando la altura en posición

sentada de la altura de pie. Las mediciones de este tipo no logran detectar pequeñas diferencias en la forma y el largo de los huesos, que pueden ser detectadas con rayos X. Análisis estadístico. Los datos fueron analizados mediante diversos procesos basados en el tipo de datos. Se compararon los datos morfométricos de los niños de los grupos de referencia y de las poblaciones, para buscar significación mediante el análisis de varianza (ANOVA), seguido por los tests F de Scheffé. La significación se estableció en p < 0,05. En forma similar se examinaron tanto la resistencia, cuando la medición fue el tiempo, como las actividades en las cuales el cálculo de éxito se basó en unidades de número real (número de pasas dejadas caer dentro de una tapa). Cuando los puntajes consistieron en datos no paramétricos, tales como puntajes asignados a dibujos esquemáticos de la figura humana, los datos se analizaron en busca de significación mediante los tests U de Mann-Whitney. Para determinar si la aptitud funcional está relacionada con el orden de las entrevistas (hora del día), efectuamos las correlaciones de rango de Kendall. Las comparaciones de datos de frecuencia se realizaron mediante la prueba de chi al cuadrado. Todos los análisis se efectuaron en un computador, con un programa comercial de análisis estadístico (Stat-view II, Abacus Concepts, Inc., Berkeley, CA).

Resultados Madres. No se encontraron diferencias significativas entre las madres del valle y las de la sierra en lo que respecta a edad de la madre, número de embarazos y número de hijos vivos (Cuadro 2). Aunque las madres del valle habían experimentado más problemas asociados a los embarazos, no hubo diferencia estadística entre los grupos en las tasas de aborto espontáneo, nacimientos prematuros, muerte neonatal y defectos congénitos. Sin embargo, cuando estas tasas se analizaron en forma combinada, como embarazos problemáticos, se vio que las mujeres del valle tenían una tasa de frecuencia elevada (Cuadro 3). Tampoco hubo diferencia significativa en la alimentación inicial de los niños con leche materna, seguida de una dieta regular. Aunque no se midió en forma directa, las madres de la sierra pensaban que los niños del valle comían más verduras y frutas frescas debido a los costos más bajos y a la mayor disponibilidad. De acuerdo a lo informado por las madres, los genitales de todos los niños eran normales. Niños. Los niños de la sierra y del valle eran similares en términos de edad (las edades medias fueron de 60,7 meses y 58,7 meses, respectivamente). Los niños también eran similares en lo que se refiere al orden de nacimiento (2,5 en la sierra y 3,1 en el valle). No se encontraron diferencias estadísticas en lo que respecta a altura, peso, circunferencia del pecho o de la cabeza, y ancho y longitud de la cabeza (Cuadro 4). La resta de la altura en posición sentada de la altura en posición de pie, que puede reflejar el crecimiento de los huesos largos, tampoco mostró diferencias significativas (Cuadro 4). Aunque los grupos eran similares en crecimiento físico, la comparación que se hizo de las aptitudes funcionales mostró diferencias entre los grupos estudiados. Las correlaciones de rango de Kendall indicaron que no existían relaciones entre el desempeño de cualquiera de las actividades medidas y el rango de las entrevistas basado en la hora del día (p>0,1 para todas las comparaciones). La resistencia física generalizada, que se midió dejando que el niño saltara en el puesto por tanto tiempo como le fuera posible, demostró que los niños de la sierra tenían mayor resistencia (F = 4,1; df = 1, 43; p = 0,05). Saltar era percibido como una competencia por los

niños y trataban de saltar durante más tiempo que la entrevistadora. (A veces las entrevistadoras tenían que reemplazarse una a la otra cuando un niño sobresalía en esta actividad.) El máximo de tiempo que un niño del valle se mantuvo saltando fue de 110 segundos, comparado con los 336 segundos de un niño de la sierra [el error estándar de la media ± 1 fue 52,2 ± 5,4 para los niños del valle y de 86,9 ± 22,2 para los niños de la sierra]. Un intento destinado a evaluar el sentido de equilibrio haciendo que cada niño se parara en un pie con los ojos abiertos y que luego se parara en pie con los ojos cerrados, falló. Los niños mexicanos urbanos fueron capaces de realizar estas actividades sin dificultad durante la pre prueba. A los niños yaqui, sin embargo, se les enseña que pararse en un pie hace que la persona se caiga y resulte herida. Muchos rehusaron de plano intentarlo y los que lo hicieron, insistieron en afirmarse en una pared o en una persona. Los niños del valle mostraron una disminución significativa en su capacidad para atrapar una pelota grande (p = 0,034) a tres metros de distancia. Esta incapacidad de atrapar una pelota aumentó a medida que el tamaño de la pelota disminuía. Los niños de la sierra superaron a los niños del valle en atrapar la pelota de tenis a 1, 2 y 3 metros (p = 0,05; 0,01 y 0,003; respectivamente.) Se observó una diferencia más marcada entre ambos grupos en lo que respecta a la coordinación fina ojo-mano; los niños de la sierra eran más capaces de dejar caer una pasa dentro de una tapa de botella (F = 7,3; df = 1,44; p = 0,009). Resulta interesante que la ubicación del hogar del niño –valle versus sierra– tuviera un efecto significativo en estas mediciones; sin embargo, el sexo del niño no mostró relación con ninguno de estos resultados. Los niños de ambos sectores se desempeñaron igualmente bien cuando debieron recordar números de hasta cuatro dígitos. Los niños del valle tuvieron mayores dificultades para captar el concepto de repetir los números, aunque se encontraron diferencias marcadas entre los pueblos. A los niños que mostraron estas dificultades se les animó a repetir uno y luego dos sonidos vocálicos hechos por la entrevistadora. De ese modo se les hizo más comprensible el proceso de repetir números. Con la prueba de memorización de 30 minutos se observaron diferencias marcadas en la memoria de los niños (χ2 = 14,3; p = 0,027). Al recordar sus regalos el 59% de los 17 niños de la sierra recordaron tanto el objeto como su color, en tanto que todos los demás niños, excepto uno, recordaban sólo el globo, y el 18% no podía recordar ni el objeto ni el color. Una de las diferencias más impactantes entre los niños expuestos y los no expuestos fue la capacidad para dibujar a una persona (U = 59,0; p

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