UN MODELO DE VARIACIÓN SINTÁCTICA DIALECTAL : EL DEMOSTRATIVO DE REALCE EN EL ANDALUZ

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El Olivar Andaluz Noviembre, 2002 • • • • • • • Unidad de Prospectiva Este trabajo ha sido desarrollado por la Unidad de Prospectiva de la Consej

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UN MODELO DE VARIACIÓN SINTÁCTICA DIALECTAL: EL DEMOSTRATIVO DE REALCE EN EL ANDALUZ RAMÓN MORILLO-VELARDE PÉREZ

11iiirersídad clc Córdoba

Si los postulados metodológicos del estructuralismo y la gramática generativa se aplicaron, con cierto retraso para el primero y muy rápidamente para el segundo, al estudio de la variación fónica dialectal, no se puede decir lo mismo del nivel morfosintáctico, donde tal aplicación todavía no se ha producido . En el caso de la morfología porque esta aplicación es innecesaria por cuanto el estudio de la morfología dialectal ha sido necesariamente estructural y puede que hasta con un estructuralismo «avant la lettre» I, pero la falta de atención a los problemas de sintaxis dialectal por parte de la dialectología tradicional, el estructuralismo y la gramática generativa está dejando un vacío en nuestro conocimiento de la realidad viva de las lenguas que tardará muchos años en llenarse . Son varias las razones de esta situación contra la que se viene clamando desde hace algunos años, sin que los intentos de ponerle remedio pasen de ser esfuerzos aislados z . La primera causa me parece enteramente imputable a la dialectología que, desde sus orígenes, ha tendido a obviar este tipo de asuntos, posiblemente porque los métodos que fue perfilando para la recolección de materiales fueran poco aptos para obtener información sobre la sintaxis de las hablas estudiadas . Por eso es totalmente acertada la observación de Gregorio Vid. GREGORIO SALVADOR, «Estructuralismo lingüístico e investigación dialectal», en Estudios dialectológicos, Madrid, 1986, págs . 15-30, esp., pág. 27 . a Véase M . CRIADO DEL VAL, «Encuesta y estructuración del español hablado», PFLE, i, Madrid, 1964, págs . 463-70 ; G. SALVADOR, «La investigación de textos hablados», en RSEL, 7/2, 1977, págs. 59-68, _y A. M .A VIGARA TAUSTÉ, Aspectos del español coloquial, Madrid, 1979 . Todos ellos referidos al español coloquial, a lo que habría que sumar el libro de W . BEINHAUER, El español coloquial, trad . de F. Huarte Morton, Madrid, 1978, cuyo original data de 1930, y en el que se usan, sobre todo, materiales literarios . Más recientemente, véase A. NARBONA, «La sintaxis coloquial: problemas y métodos», en LEA, x/ 1, 1988, págs . 81-106 . Para la sintaxis dialectal, además de las raquíticas páginas que las monografías dialectales ofrecen y algunos estudios sueltos, puede verse también, A. NARBONA, «Problemas de sintaxis andaluza», en Analecta Malacilana, 1 1 /2, 1979, págs . 245-285, y, especialmente, «Problemas de sintaxis coloquial andaluza», en RSEL, 16/2, 1986, págs . 229-75, recogidos ambos, junto al anteriormente citado en Sintaxis española : viejos .v nuevos enfoques, Madrid, 1989 .

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Salvador de que «la sintaxis nunca ha sido hasta ahora ocupación seria de dialectólogos, sino de filólogos» 3. Se suele afirmar que tal situación estaba plenamente justificada en una época en la que no existían medios apropiados para recoger un material hablado que pudiera ser significativo en sintaxis, pero que en la actualidad los medios magnéticos de registro de la voz humana hacen injustificable nuestro desconocimiento del habla real en los diversos ámbitos geográficos del español. Esta afirmación me parece cierta sólo a medias. Es verdad que en la actualidad disponemos de medios, a veces muy sofisticados, de recoger y, reproducir cuantas veces se quiera grandes fragmentos de habla. Sin embargo, en mi opinión, eso sólo no basta para describir la estructura sintáctica de nuestros dialectos. Sucede con bastante frecuencia que cuando alguien realiza una recolección de material de este tipo termine por no saber qué hace con ellas v la investigación, así, muere antes de haber nacido. En otras palabras, para que una investigación sea fructífera es necesario saber lo que se busca . La situación es análoga a la que se planteaba antes del nacimiento de la dialectología científica : la variación dialectal era un hecho conocido cuya observación estaba al alcance de cualquiera, pero esa observación únicamente fructificó en una tarea científica cuando se partió de una hipótesis (la teoría de las leyes fonéticas) que orientara la búsqueda . De ese modo se pudo recoger un amplio caudal de datos sistemáticos y perfilar un método para nuevas recolecciones. Exactamente esto es lo que creo que falta para poder emprender la tarea de describir la sintaxis dialectal del español: una hipótesis de la naturaleza de la variación sintáctica dialectal y, a partir de ella, un método para recopilar un material sistemático y homogéneo, con el que poder trazar la geografía de los fenómenos observados . La formulación de una hipótesis sobre la .naturaleza de la variación dialectal, tarea que, en suma, implica el postulado de un conjunto de «modelos» de tales variaciones, tropieza con un serio inconveniente : la inmensa mayoría del acervo de nuestros conocimientos de sintaxis se refieren a la sintaxis literaria, mientras que el estudio del español coloquial apenas empieza a abrirse camino entre las preocupaciones de los especialistas 4. Sin un adecuado conocimiento de las estructuras sintácticas del español coloquial, cualquier intento de descripción de la sintaxis de los dialectos o de los niveles lingüísticas está condenada de antemano al fracaso . Es como si, por seguir con la analogía apuntada antes, se intentara describir la pronunciación real del español, partiendo del conocimiento que de ella tenían los ortólogos clásicos . En efecto, el conocimiento de la fonética real de las hablas hispanas sólo pudo tener lugar tras la constitución de la fonética como ciencia independiente, cuya fundación puede situarse en la aparición de la obra de E. Sievers, Gründzuge der Phonetik, en 1876, Sólo a partir de ese momento se dispuso de los mecanismos necesarios para describir con rigor y fidelidad las característiVid op. cit., n. 68. Incluso cuando se trata de describir el español coloquial o no se pasa de la f rawlogía, o se echa mano de textos literarios que aspiran a recoger el español hablado, tal como se hace en la obra de BE1HAUER, va citada, o en CH . KANY, Sintaxis hispanoamericana, Madrid, 1969. Vid., asimismo, las observaciones de A. Narbona al respecto, en los trabajos citados en la nota anterior. a

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cas articulatorias de determinadas formas de hablar, y sin un instrumento parecido -insisto- es inútil intentar la caracterización sintáctica de las diversas variedades de español. Los esfuerzos más serios para establecer una caracterización sintáctica del español coloquial son los de Antonio Narbona, en los trabajos que ya hemos citado. De ellos hay que partir para establecer las bases de una determinación de los modelos de la variación sintáctica . Se contiene en estos trabajos (entre otras muchas cosas) dos propuestas metodológicas y dos observaciones que me parecen de capital importancia para nuestros propósitos. Las dos propuestas metodológicas se pueden resumir así: 1 . La necesidad de superar el análisis centrado en la pura estructura predicativa de la oración y su inserción en el seno de una gramática del texto y teoría de la enunciación que pueda poner de manifiesto las estructuras temá ticas e informativas de que se valen los hablantes para conseguir unos fines comunicativos muy precisos . 2 . El acercamiento a la sintaxis coloquial ha de hacerse prescindiendo, en la medida de lo posible, del utillaje conceptual de la sintaxis literaria, tan fuertemente influido por la lógica y la presión de lo que se considera «norma culta», que su eficacia para la descripción de fenómenos coloquiales es casi nula . Las dos observaciones constituyen un primer intento de caracterización de la sintaxis coloquial desde los presupuestos metodológicos apuntados más arriba :

1 . Los enunciados coloquiales se caracterizan esencialmente por la ausencia de un diseño previo, lo que conduce a una sintaxis básicamente acumulativa, técnica que nada tiene que ver con la yuxtaposición, ni la independencia de las oraciones. Esta acumulación de elementos sintácticos se compensa con la utilización de expresiones de «encadenamiento ilativo y ordenadoras del discurso» 5, que permiten los engarces textuales. 2. En relación con 1 se puede decir que la sintaxis coloquial tiende a organizar los constituyentes oracionales de manera específica de acuerdo con el interés informativo del hablante en cada caso, por lo que se vale de estruc turas sintácticas «parceladas» o «desmembradas» con las que opera al margen de muchas de las constricciones de la lengua literaria. De este modo, algunos de los hechos de la sintaxis coloquial que los tratadistas consideran rasgos de una sintaxis poco elaborada, hay que interpretarlos como recursos desmembradores destinados, por una parte a potenciar la libertad constructiva del hablante y, por otra, a asegurar unos engarces oracionales no específicos, con los que expresar relaciones no codificadas por la sintaxis literaria. Partiendo del hecho de que los datos que se pueden recoger para formalizar una descripción sintáctica dialectal participan de los rasgos característicos de la sintaxis coloquial, el análisis de los mismos ha de sujetarse, por tanto, a idénticos condicionamientos metodológicos y tener presente las bases de su especificidad con respecto a la sintaxis literaria apuntada más arriba, y es en el 1

Sin1axis coloquial .., cit .

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seno de esa especificidad coloquial donde hay que buscar la variación que obedece a causas geográficas, estratificacionales o estilísticas . En este sentido, es posible señalar (sin ninguna pretensión de exhaustividad) algunos puntos en los que una indagación atenta y orientada podrá poner de manifiesto variedades sintácticas del tipo que nos ocupan . En primer lugar, puesto que el análisis de las estructuras sintácticas coloquiales es indesligable de la inclusión de éstas en organizaciones más amplias, corno el texto, el enunciado, etc ., y como tales estructuras son inseparables de sus respectivos contextos pragmáticos, parece claro que una primera fuente de variaciones podremos encontrarla en la observación de la manera en que las unidades lingüísticas entran a formar parte de estas estructuras superiores, se engarzan entre sí y se relacionan con los participantes en el acto comunicativo y el contexto extraverbal que sirve de marco de referencia. Se trata, en suma, de analizarlas desde la perspectiva de una gramática del hablar tal como la entiende Coseriu 6, cuya tarea fundamental, según él mismo reconoce, es la de «describir las funciones específicas del hablar / . ../ y de indicar sus posibles instrumentos...» 7 . Habrá, pues, que indagar sobre la existencia de una posible variación lectal, tanto en las funciones del hablar, como en los instrumentos que para desarrollar estas funciones se arbitran en las distintas variedades lingüísticas . En este sentido distingue Coseriu la determinación como un conjunto de operaciones encaminadas a dirigir hacia la realidad un signo virtual (perteneciente a la «lengua») y los entornos, corno instrumentos circunstanciales de la actividad lingüística. Es, por tanto, tarea de una sintaxis dialectal describir las distintas maneras que las diversas modalidades de una lengua utilizan para orientar tales signos virtuales hacia la realidad concreta y analizar el modo en que el discurso se articula con su entorno como fuentes de posibles variaciones sintácticas. 2. Un posible segundo camino de la observación de la variedad sintáctica de la lengua se encuentra en el estudio de la forma en que la estructura oracional se parcela, estableciéndose en ella segmentos que no se correspon den con ninguna de las categorías sintácticas establecidas para la lengua literaria, pero que en la modalidad coloquial parece ser lo que funciona como unidad sintáctica básica, con la que se va construyendo, por acumulación, la andadura del discurso . En la concreción de tales constituyentes sintácticos parecen prevalecer dos criterios básicos: la función informativa, y la unidad melódica y entonativa, pero sería necesaria precisar tales criterios, definir estos constituyentes y analizar si existen modalidades dialectales en las formas de establecerlos. 3. Por último, no cabe ninguna duda de que las preferencias por determinadas «expresiones de encadenamiento ilativo y ordenadoras del discurso», así como el valor sintáctico que tales expresiones adquieren tienen un importante condicionamiento geográfico, social o estilístico que es preciso descubrir, estableciendo el sistema de tales expresiones y de los valores con que se utilizan que se emplea en cada zona geográfica, en cada nivel y en cada registro de lengua. «Determinación y entorno», págs . 282-323 . b

Ibídem, pág. 290.

en Teoría del lenguaje y lingüíslicu general,

Madrid, 1973,

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Como estos caminos se encuentran, hasta el presente, poco menos que inéditos no resulta posible traer aquí muestras de casos particulares de variaciones sintácticas específicamente dialectales en cada uno de ellos. Sin embargo, tal vez ayude a convencer de la fecundidad de este punto de vista el análisis de un ejemplo del primer tipo. En Sociolingüística andaluza. 4. Encuesta del habla urbana de Sevilla -NiI , el popular- 1, se puede encontrar, entre otras muchas del mismo tenor, frases como las siguientes : «Aquel paso del Cristo es un paseo con una jartá de alegría» (E Iii, P 1 V3, pág. 73).

«Me parece bien la persona que sienta eso y que le guste esa hermandad, y... y verdaderamente con el corazón en la mano, con ese costal o ese capirote . ..» (E vi¡, P 1 H3, pág. 164). O el siguiente fragmento de una respuesta: «... Y después tiene el contraste de que viene la Macarena, que ya es el bullangueo, el fanatismo, ya del sevillano a ver esa Macarena en la calle, que ya no es..., es muy bonita, es realmente una imagen preciosa, pero ya es la... es la cosa del fanatismo del la gente, ya del no va más en la calle, ya ver esa Macarena en la calle, ver esa Semana Santa de noche, se echa toda Sevilla a la calle para verla» (E xvi, P2H4, pág. 361). La misma informante habla del nuevo emplazamiento de la Feria en estos términos: «... pero ya Sevilla al crecer tanto como ha crecido, ya... y hacerse tan famosa la Feria como se ha hecho, ya en el lugar que la han puesto, resulta muy grande, muy suntuosa por la cantidad de gente que hay, pero no tiene el encanto que tenía siendo en el centro de la ciudad como estaba, que era en pleno centro, que estaba esa Plaza de España al lado, que con la Plaza de España, que es del tiempo de la Exposición, esa Plaza de España al lado de la Feria resultaba preciosa ...» (íd., pág. 363). Conviene llamar la atención en estos ejemplos sobre el uso de ciertos demostrativos: «Aquel paso del río», «ese costal o ese capirote», «esa macarena», «esa Semana Santa de noche», «esa Plaza de España», etc. A cualquiera que esté familiarizado con el habla de Sevilla no le costará trabajo recordar multitud de casos semejantes que, con cierta frecuencia, aparecen en la conversación espontánea de la capital. Para un no sevillano no se puede decir que estos usos resulten anómalos, pero sí, al menos, inusitados . Ciertamente, un hispaSevilla, 1987.

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nohablante de otras regiones rara vez emplearía en estos contextos un demostrativo, sustituyéndolo en casi todos los casos por un artículo. Está fuera de toda duda que estos demostrativos carecen de los dos valores fundamentales que tales unidades tienen encomendadas en el español: la deixis y la anáfora`'. Ciertamente ni constituyen mostraciones ad oculos, ni, en términos generales reiteran una designación aparecida previamente en el discurso. Sólo en uno de los ejemplos aducidos puede surgir la duda razonable de que se trate de una mención anafórica: aparece «esa Macarena», cuando un momento antes de ha hablado de ala Macarena». Sin embargo, la proximidad de las dos menciones de la popular imagen sevillana hacen que resulte innecesaria una mención anafórica. Por otra parte, en el fragmento aducido a continuación, en el que se habla de la ubicación de la Feria, que pertenece a la misma informante, se menciona primero «esa Plaza de España», y después ala Plaza de España». Lo cual indica que, para ella, el demostrativo y el artículo alternan en condiciones semejantes en estos contextos y que, en cualquier caso, no estamos ante un demostrativo anafórico . La función de estos demostrativos hay que encuadrarla, pues, dentro de la tercera categoría de deixis que fijó K. Bühler, la «deixis am phantasma» 10, que se produce: «cuando un narrador lleva al oyente al reino de lo ausente recor dable o al reino de la fantasía constructiva y lo obsequia allí con los mismos demostrativos, para que vea y oiga que hay allí que ver y oír» . La deixis «am phantasma» de Bühler resulta, sin embargo, un concepto excesivamente ambiguo, por lo que algunos tienden a reformularla en otros términos. Así, Lamíquiz, al tratar de los valores estilísticos del demostrativo español' 1 distingue entre el demostrativo expresivo y el demostrativo de realce, una de cuyas categorías fundamentales sería el demostrativo evocador, que serviría para «introducir un sustantivo que quedará como subrayado en el contexto», y añade: «Su sentido señalizador lógico queda más o menos apagado ; es más bien estilístico» 12 . La idea de una «mención evocativa» aparece también señalada entre los usos del demostrativo por Salvador Fernández Ramírez 13 para la identificación de una realidad referida cuando precisa un proceso imaginativo o conceptual complicado, o cuando «la delicada elaboración conceptual del mismo que habla / .../ exige ese auxilio pronominal, que apunta como deixis al concepto que va a formarse». También de demostrativo evocador habla J. M. Fernández-Jardón Vindel, que lo considera como una combinación de la «deixis ad oculos» y la «mostración temporal», con la que «se pueden evocar realidades ausentes en el tiempo y en el espacio, como si se encontraran ante nuestros ojos» 14 . Rafael Lapesa, al analizar posibles ejemplos del debilitamiento de los v SALVADOR FERNÁNDEZ RAMÍREZ, Gramática española . Los sonidos, el nombre y el pronom-

bre, Madrid, 1950, § 124 y sigs . 1 ` Teoría del lenguaje, trad . de J . Marías, Madrid, 1979, pág. 139 y sigs.

1' 'z 1967, " 14

Ibídem, pág. 61 . «Valores estilísticos del demostrativo en español», en Les Langues Ncú-Latines, 180/1, págs . 103-110. Ibídem, pág. 108. Op. cit., § 131 .

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demostrativos en la narrativa medieval, observa que, en realidad éstos nunca pierden su función deíctica, sino que se utilizan para señalar seres y cosas que «a) se hallan a la vista y se dan por presentes, b) o han sido mencionados antes, e) o bien se relacionan con las circunstancias de la situación, pertenecen a ella» ' 5. A esta categoría de demostrativo evocador pertenecen claramente los usos que hemos ejemplificado más arriba. En ellos, en efecto, es posible observar dos rasgos concomitantes : 1 . Los sustantivos precedidos por tales demostrativos se encuentran implícitos en el contexto comunicativo (la Semana Santa de Sevilla, la Feria de Abril, el Rocío). 2. La presencia del demostrativo introduce en ello un realce especial imposible de conseguir con sólo el artículo determinado . Tal realce, que, sin duda, constituye lo más destacable de este empleo de los demostrativos se consigue utilizando el, mecanismo sintáctico de «variar la función de un instrumento», en este caso, alterando la funcionalidad específica de los determinantes. En efecto, dentro del campo general de la determinación, los demostrativos son instrumentos encargados de la función de «situación», «operación mediante la que los objetos denotados "se sitúan", es decir, que se vinculan con las personas implicadas en el discurso y se ordenan con respecto a las circunstancias espacio-temporales del discurso mismo» 1 La «situación» es la última operación de un proceso determinativo, que implica la discriminación (operación por la que «los entes denotados se presentan como ejemplos de una "clase", de un "tipo", o, también, como porciones de un "objeto extenso"») y la selección, mediante la que se aplica «un nombre a un grupo de particulares y, al mismo tiempo se señala, una separación u oposición (afirmada o negada) entre los objetos denotados y el resto de su clase o tipo». La selección puede ser indefinida, o particularización; o definida, o individuación, operación por la que se separa uno o varios individuos de otros, en el primer caso o uno(s) de los otros, en el segundo '7. Cuando los tratadistas hablan del «demostrativo evocador» están refiriéndose, en realidad, a un demostrativo que ha perdido su función «situadora» para convertirse en un instrumento determinante del grado inmediatamente anterior: un «selector» . Así, en el ejemplo que cita Lamíquiz, tomado de El Jararnw

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