UN PASO MUY DIFÍCIL J. David Villalobos

UN PASO MUY DIFÍCIL J. David Villalobos Desde mi otro yo que es la verdadera esencia de mi mismo. INDICE Prólogo Capítulo I MI PRIMERA NAVIDAD NO

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UN PASO MUY DIFÍCIL J. David Villalobos

Desde mi otro yo que es la verdadera esencia de mi mismo.

INDICE

Prólogo Capítulo I MI PRIMERA NAVIDAD NOGALES - 1955 GRANDES AMIGOS CITA SECRETA DOS CONFESIONES HIGH LIFE DIAS DE INFANCIA EL ENCUENTRO “LOS PINOS” Capítulo II DIAS DE ESCUELA NOCHE DE PASION SUCESOS AMARGOS UNA DECISIÓN MUY DIFÍCIL Capítulo III MI PRIMER TRABAJO LA FUGA RELACIONES PELIGROSAS MOMENTOS TRAGICOS PESADILLA INFERNAL Capítulo IV ANGUSTIA Y SUFRIMIENTO MI MATRIMONIO FAMILIA VALVERDE MI DIVORCIO EN BUSCA DEL AMOR Capítulo V LA TERAPIA UN PASO MUY DIFICIL

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Pág. 4 Pág. 6 Pág. 14 Pág. 30 Pág. 41 Pág. 52 Pág. 61 Pág. 70 Pág. 84 Pág. 105 Pág. 123 Pág. 163 Pág. 182 Pág. 216 Pág. 259 Pág. 315 Pág. 343 Pág. 362 Pág. 379 Pág. 404 Pág. 425 Pág. 479 Pág. 501 Pág. 545 Pág. 624 Pág. 640

Un Paso muy Difícil PROLOGO

Dentro de nuestro diario vivir, tenemos muchas decisiones que tomar. Lo malo es que no se sabemos cuál es la correcta y cuál es la errónea. Sabemos que debemos dar ese difícil paso pero titubeamos. Alguien dijo “Es muy difícil tomar decisiones, pero es más fácil no tomar ninguna”. Las decisiones que tomemos para dar ese paso tan difícil; que estamos a punto de dar, no es lo importante, todos en un momento dado lo llegamos a dar. Lo importante es: ¿Cómo vamos a vivir el resto de nuestra vida con el paso difícil que dimos, ya sea que haya sido el correcto o no? Debido a una fuerte depresión, el autor estuvo internado un tiempo en un hospital psiquiátrico, en donde tuvo la oportunidad de escuchar las más horrendas y difíciles experiencias que ningún ser humano desearía vivirlas en su vida. Este libro narra la vida de un niño que tomó la decisión de dar varios pasos difíciles en su vida, y las consecuencias que tuvo que vivir por haberlos dado. Pero lo más interesante es saber ¿Cómo hizo para poder superar algunos de esos pasos al llegar a la edad adulta? Para así poder llegar a dar el decisivo y último paso más dificil. En este libro se enterará cuál fue ese paso. A veces lo pensamos demasiado, antes de tomar una 4

J.David Villalobos decisión sobre alguna relación sentimental, o de trabajo. Incluyendo algún viaje o una ruptura. Siempre nos parece difícil dar algunos pasos sin antes consultarlo con los demás. Pero ¿Qué pasaría si nunca consultáramos con nadie sobre las cosas que hemos decidido hacer? ¿Y nos decidiéramos nosotros solos, sin ayuda de nadie dar ese paso muy difícil? ¿Cuáles serían las consecuencias desastrosas? O en el mejor de los casos; ¿Los triunfos logrados? A veces la envidia de las personas, la propia inseguridad en nosotros mismos, o la indiferencia de nuestra familia, nos llevan a dar algunos difíciles pasos en el transcurso de nuestra vida. Adentrémonos a conocer dentro de estas páginas, todas las calamidades, sufrimientos y tribulaciones, incluso el suicidio; que también es un paso muy difícil, que vivió Daniel, y de ¿cómo pudo lograr recuperarse de los golpes y fracasos durante su vida? Esperamos que si hay alguna identificación con los protagonistas de esta historia, podamos aprender de sus errores y sus logros. Estas historias no están basadas en hechos reales, sino que son historias reales. Es la verdadera historia, cruda y real que vivieron estos personajes. Solamente fueron cambiados los nombres y datos personales para proteger la vida e identidad de cada uno de los protagonistas.

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Un Paso muy Difícil

MI PRIMERA NAVIDAD Capítulo I Los recuerdos que tengo de mi niñez, fueron cuando vi a mi padre tambalearse de un lado a otro como un energúmeno. Con el rostro sudoroso y transformado; parecido al personaje del “Dr. Jekil y My Hyde”. Vociferaba palabras que yo no podía comprender debido a mi corta edad. Eran las ocho de la noche de un 23 de Diciembre. Yo contaba con cinco años de edad, a la noche siguiente llegaría Santa Claus, y nos traería los regalos que le habíamos pedido. Anhelaba tanto ese coche de bomberos color rojo, de pedales, que siempre pedía. Esa Navidad por fin se haría realidad mi sueño. Lo que todavía no lograba entender era, ¿porque mi padre se encontraba transformado? No era el padre que se pasaba cada noche, la mayor parte de las veces; sentado frente a su mesa de trabajo escribiendo música hasta altas horas de la madrugada. Cada mañana al despertar; mientras me encontraba todavía acostado en mi improvisada cama, escuchaba ese ruido repetido cientos de veces, que hacía mi padre, cuando introducía en el frasco de tinta china, la plumilla para escribir. Esa víspera de Navidad mi padre tenía otro comportamiento diferente. En un arranque, creo que de ira; porque no podría haber sido de defensa, ya que mi madre no tenía nada entre sus manos como para atacarlo, excepto las de mis hermanos. Tomó uno de los frascos de crema “Ponds” que pertenecía a ella, y lo arrojó contra el espejo que estaba recarga6

J.David Villalobos do sobre la pared. El estruendoso ruido me hizo quedar paralizado de miedo, y buscar protegerme detrás de la falda raída, y muy usada que traía mi madre. No lograba comprender la razón de que mi padre se continuara meciendo como un orangután, y tampoco comprendía el extraño temblor que empezó a apoderarse de todo mi cuerpo. Ese temblor me acompañaría siempre hasta haber alcanzado la edad adulta. No bien había terminado de sobreponerme y de tratar de entender el extraño comportamiento de mi padre, cuando otro ruido más estrepitoso inundó esa noche la sala de nuestra pequeña casa, la cual se componía solamente de dos habitaciones y una cocina. Recuerdo un juego al que jugábamos cuando éramos niños, mientras saltábamos en el piso, y que repetíamos varias veces unas palabras: —sala, recámara y comedor—. No recuerdo muy bien el tipo de juego. Ese juego solía jugarlo mi hermana con sus amigas. Así se componía nuestra casa, de una sala, recámara y comedor. Los cinco miembros de la familia éramos repartidos en esas dos habitaciones. A mí me correspondía dormir en la sala sobre las sillas de la mesa de la cocina. El ruido que había escuchado, fue causado al estrellar mi padre contra la pared, un ventilador eléctrico de mesa “General Electric”. Todavía recuerdo la marca, porque la tenía en un círculo delante de la protección de alambre, contra las aspas. Siempre me preguntaba la razón que pudo haber existido, para que no hubieran terminado de escribir una de las palabras completas. ¿Por qué le habían suprimido una letra al final de “elec7

Un Paso muy Difícil tric”? ¿No se suponía que debería de decir “eléctrico”? No comprendía que era otro idioma, el idioma inglés. Mi padre acababa de estrellar ese ventilador “GE”, haciendo que el temblor que se había apoderado de mi cuerpo y que todavía no conseguía controlar, terminara por fin estallando, haciendo que el terror y el pánico me invadieran por completo, y terminara llorando. Mi llanto hizo presa de mi hermana, quien contaba un año mayor que yo. La habitación se llenó de gritos e insultos por parte de mi padre en contra de mi madre, quien le reclamaba con gritos su comportamiento, incluso que nos hubiera hecho llorar a nosotros dos. Mi hermano era dos años menor que yo y no lloraba. Mi hermano Miguel siempre fue una persona impasible ante la adversidad. Creo que en el fondo llegó a ocultar muy bien sus emociones y sufrimientos. Podría decir que mi hermano estaba igual que nosotros de aterrado, pero supo ocultarlo. —¡Vienes Borracho! Joel, ya cálmate por favor—. Le suplicó mi madre llorando. —¡Tú tienes la culpa!—. Se justificó mi padre. Esas dos palabras: “borracho y culpa” las escucharía el resto de mi adolescencia hasta antes de abandonar la casa de mis padres, para iniciar una vida diferente. —Te gastaste todo el dinero en tus borracheras, y no les compraste los juguetes a los niños—. Le reprochó mi madre. —¡Cállate!—. Le respondió mi padre mirándonos con los rojos enrojecidos por el alcohol. Ahora comprendía que mi padre se hallaba bajo la influencia de algo y que se llamaba “borrachera”. Mi madre le reclamaba su conducta y su irresponsabilidad. 8

J.David Villalobos —¿Y ahora de dónde vas a sacar el dinero para comprar los juguetes a los niños? ¿Eh? Ya mañana es Navidad y no los has comprado. —¡Cállate o te rompo el hocico!—. Le sentenció mi padre. Mi madre continuó provocándolo con sus reproches, y eso motivó a que mi padre estallara en cólera. En lugar de golpear a mi madre, se arrojó sobre el nacimiento destrozándolo, y tirando el arbolito lleno de luces multicolores, que cada año en la Navidad, mi padre lo instalaba en compañía de nosotros que con gusto le ayudábamos. Colocábamos los animalitos, los pastorcillos, y los patitos de barro que lograban sobrevivir a nuestras torpes manitas, año tras año. El nacimiento quedó regado por la pequeña habitación, quedando esparcidas las figurillas de barro sobre el piso al igual que el árbol de la Navidad. —¡Mira, mira! —Le gritó mi padre a mi madre— ¡Ahí están los juguetes! Le dijo tomándola por la cabeza para que mirara debajo de los restos del nacimiento destruido, y que era la personificación del nacimiento de Jesús, y de los pastorcillos que le llevaban ofrendas y regalos, además de la compañía de los reyes magos, incluyendo el negro Baltasar. —¡Suéltame!—. Gritó mi madre llena de terror, tratando de soltarse de las manos de mi padre que más bien parecían garras. Mi padre le tomó la cabeza con la mano izquierda y con la derecha le dio una bofetada, haciendo que el cabello negro de mi madre, le cubriera el rostro golpeado. Acto seguido se dirigió a la puerta y salió de la casa para no regresar esa noche en la víspera de la Navidad. 9

Un Paso muy Difícil El terror que habíamos vivido minutos antes, desapareció ante la vista de los juguetes, y fue reemplazada por la alegría momentánea, de creer que mi padre nos había comprado unos juguetes para la Navidad, y que Santa Claus nos traería otros más, incluyendo mi coche de bomberos rojo. Mi madre nos permitió abrir los juguetes, creo que en un acto de caridad, para compensar el terror que habíamos sufrido momentos antes. Mientras ella se entregaba al silencioso llanto y a la preocupación sobre mi padre, mi hermano y yo nos entregamos a la frenética tarea de tratar de abrir los regalos que nos correspondían. Eran dos pistolas de dardos para adherirse a un círculo metálico como blanco, y para mi hermana una muñeca “Beatriz”, que era casi del tamaño de ella y que caminaba sola al lado de ella. Mi madre trataba de aparentar tranquilidad ayudándonos a abrir los regalos, y a “cargar” las pistolas introduciendo los dardos dentro del cañón de las mismas. Una vez que los habíamos colocado dentro, humedecíamos con saliva la ventosa de plástico que tenían en la punta, para que pudieran adherirse al círculo de metal cuando disparáramos la pistola. Mi hermana no podía ocultar su alegría y su decepción. Fue la primera en salir a la calle a presumir su muñeca ante sus amiguitas. Aún no era la media noche, y muchos niños jugaban con lucecitas de bengala por la calle. La escuché decir cuando le preguntaron sobre los juguetes. —Es que como mañana no va a poder venir el “niño Dios”, nos trajo los juguetes antes. Yo no comprendía a que “niño” se refería. Yo esperaba a Santa Claus y mi coche de bomberos. —¿Y qué les trajeron a tus hermanos?—. Preguntó una 10

J.David Villalobos de las amigas de mi hermana. —Unas pistolas—. Respondió mi hermana Angélica. Miré como torcían sus amigas el labio superior, y las miradas maliciosas que intercambiaron entre sí. Puede percibir que en esas sonrisas había un poco de ironía y de mofa. Un poco inquieto por el comentario de Angélica, me dirigí al interior de la casa para preguntarle a mi madre sobre el origen de los juguetes. Mi madre trataba de explicarme el asunto de “Santa Claus”, de acuerdo a como podía en ese momento, ya que la angustia que estaba viviendo sobre mi padre, no se lo permitía. Mi conciencia había despertado hacía unos momentos antes, justo cuando mi padre se encontraba gritando y tambaleándose, a causa del efecto de la bebida alcohólica. El conocimiento sobre la Navidad, supongo que se había acumulado en mi mente, cuando aun no despertaba a la conciencia. Era como si hubiera estado en coma o en un estado de inconsciencia absoluta, desde el mismo momento en que nací, hasta que se despertó mi conciencia en esa edad. No tenía recuerdos de nada anterior. —Pero…. ¿No va a venir santa Claus?—. Le pregunté triste a mi madre. —No. Santa Claus es tu papá—. Me contestó como ida. —¿Y mi coche de Bomberos?—. Pregunté decepcionado. —No hubo dinero para comprarlo—. Respondió mi madre como autómata y con la mirada perdida. Tenía los ojos hundidos por el hambre que sufría de días pasados y por la preocupación sobre el dinero y las borracheras continuas de mi padre. Yo no tenía conciencia de eso. A mí solamente me preocupaba que no fuera a tener mi coche de bomberos para esa 11

Un Paso muy Difícil Navidad, ni para las siguientes. Decepcionado, salí a la calle para jugar con mi hermano y con mi pistola barata, tratando de encontrar algún sentido a esa frustrante Navidad, y de cómo sacar diversión de la frustración. Mis juegos resultaron ser agresivos. Y cuando ya me había cansado de cargar y humedecer la punta de los dardos infinidad de veces, para atinarle al blanco, arrojaba la pistola contra el círculo que tenía números del uno al diez. El resultado fue que a la pistola de plástico, se le rompieron algunas partes. Aún así duró unos meses más funcionando, antes de ser botada a la montaña de juguetes baratos y rotos, que nos había comprado mi padre en las navidades anteriores, y que eran de acuerdo al presupuesto que la bebida le permitía solventar. La disculpa que dio mi hermana a sus amistades, le harían disculparse siempre ante la vida y ante las demás personas. Llegaría a disculpar el comportamiento de nuestros padres, de nosotros sus hermanos, de la vida, incluyendo a Dios mismo. Mi hermana lograría encontrar una explicación ya fuera razonable o no, a todo lo que sucedía en la vida. Ella lograría de esta manera, cerrar esos asuntos para no volverlos a abrir nunca jamás. Viviría engañada por sí misma durante toda su vida. Mi vida había iniciado ese 23 de Diciembre en malas circunstancias. Era como si hubiera estado viajando en el tiempo y en el espacio, y de pronto alguien o algo me transportó al lugar y al momento equivocado; a una disputa entre mi madre y mi padre. Ella por el dinero, y él por la bebida respectivamente. El sufrimiento, el terror, y el temblor de mi cuerpo, me acompañarían durante los próximos trece años siguientes hasta alcanzar la edad de dieciocho años. 12

J.David Villalobos Pero esa noche había sido la primera y triste Navidad para un niño de cinco años como yo. Las navidades posteriores serían diferentes, vistas desde otro punto de vista diferente, de acuerdo a la edad y madurez que iba adquiriendo conforme iba creciendo. Pero la frustración nunca se iría.

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Un Paso muy Difícil

NOGALES - 1955 Gabriela Moore se despertó esa mañana intentando llenar sus pulmones de aire. Las piernas y brazos se negaban a responderle. Esa pesadez la venía sintiendo desde hacía poco más de dos meses. El calor sofocante en ese mes de Agosto, la aturdía hasta el cansancio. La bata de algodón pegada al cuerpo por el exceso de sudor, hacía más difícil el esfuerzo por levantarse de la cama. Eran las nueve de la mañana y ya no podía seguir así. Ella jamás se levantaba más allá de las ocho de la mañana. Su marido Robert hacía ya media hora que había salido, y ella siempre se levantaba a prepararle su café antes de que saliera al trabajo. Esta vez no lo sintió dejar la cama, y no supo si se había preparado su bebida caliente. Era una costumbre entre ellos, tomar una taza de café a pesar del maldito calor que hacía en esa extremosa ciudad frontera de Nogales Sonora. Su salud se deterioraba poco a poco y tenía que decírselo a su marido. Pero ¿Cómo decírselo? Si para el señor Moore lo más importante era su restaurante. Pero ¿Cuál restaurante? Si más bien era una fonda con permiso para vender cerveza, la cual se antojaba riquísima todas las tardes al caer el ardiente sol, y eso la convertía en una cantina, pues la comida que preparaba la cocinera Juanita era pésima y el servicio peor. Pero tal parecía que eso no importaba a la gran cantidad de clientes que acudían al lugar. Ya que las tres empleadas, 14

J.David Villalobos dos mujeres mexicanas y otra americana que atendían la fonda del “gringo”, no estaban de mal ver. Los clientes; que en su mayoría eran choferes de tráileres o de camiones de pasajeros; aprovechaban sus ratos libres; o cuando no estaban conduciendo por los caminos del estado, para disfrutar de una rica cerveza fría, y si se podía ¿por qué no de algo más? Ese algo más, podría tratarse de alguna botana gratis con las cervezas, o las caricias y la grata compañía de Lupe de treinta años, de María de treinta y ocho, o de Pamela de cuarenta y dos; que aunque no era una jovencita aun quedaban restos de una belleza que no se había apagado aun, a pesar de las desveladas y correrías que había tenido esa cuarentona durante su juventud. Otra de las trabajadoras del marido de Gabriela era Luisa. Era la encargada de la caja registradora y de hacerse cargo del restaurante, que estaba ubicado en la avenida Ruiz Cortínez; cuando Bob salía a hacer las compras. Ella solo trabajaba por las mañanas. Pues solo sabiendo ser “buena” con el jefe, se podía tener esos privilegios. Y vaya que Luisa sabía ser muy buena con el señor Moore. Luisa de veinticinco años, era hija de una amiga de doña Dolores Luna, la madre de Gabriela, o “Gaby” como le decía su esposo de cariño, y había sido recomendada por ella. Mientras las demás trabajaban las mesas, ella se encargaba de la contabilidad del restaurante y además como tenía otras aspiraciones en mente, se entendía muy bien con Bob en la intimidad. Por ese motivo, aquella mañana el marido de Gabriela, la había citado temprano en el restaurante, y había salido de su casa sin despertar a su esposa. Por tal motivo Gabriela no lo había sentido. Le urgía a Bob estar en su restaurante muy temprano antes de que llegaran las demás tra15

Un Paso muy Difícil bajadoras. Luisa normalmente llegaba al trabajo a las once de la mañana, pero ese día ya estaba dentro del restaurant desde antes de las nueve. Era muy ambiciosa y deseaba lo que algunas mexicanas deseaban, obtener la residencia americana casándose con algún americano. Por tal motivo ella se había convertido en la amante del marido de Gabriela. Un hombre que aunque era mayor que su esposa, no perdía su atractivo a pesar de sus cincuenta años. El “gringo” tenía en la parte trasera de la cocina, una pequeña cama, que había adquirido para dormir o descansar algunas noches, antes de regresar a su casa. Pero cuando conoció a Luisa, le dio otro uso. A María su marido la abandonó, y no se sabía si por otra mujer o fue como otros tantos ilusos que van en busca de fortuna trabajando como “braseros”, al otro lado de la frontera sin importarles dejar a una madre, una esposa, o a unos hijos en el total desamparo. El caso es que María, al no tener noticias de su marido, trató de sobrevivir con sus cuatro hijos al hambre que estaban padeciendo. Por tal motivo trató desesperadamente de conseguir el alimento para llevarlo a la boca a sus hijos, sin lograr su propósito, a no ser que se dedicara a la profesión más antigua del mundo. Pero la razón por la que María no se dedicó a la prostitución, es que aún conservaba un poco de moral y fue por eso, que prefirió trabajar como mesera en la fonda del “gringo”. Ya ella decidiría después, si vendía o no sus caricias o su cuerpo a quien ella quisiera. Lo importante para ella, es que ya disponía de un ingreso fijo, que aunque era muy bajo ya era algo, y además contaban las propinas. Ella sabía muy bien, que entre más “cariñosa” y amable 16

J.David Villalobos fuera con los clientes del lugar, mas propinas recibiría. Cuando se presentó la otra mesera llamada Lupe, ante Bob a pedirle trabajo, no dio más explicaciones. Solo argumentó: “Tengo hambre y quiero trabajar de lo que sea”. Y el “gringo” la aceptó sin hacer más preguntas. Lupe era atractiva y sabía cocinar. Ese fue su primer puesto que tuvo, pero Bob viendo que podía atraer a la clientela masculina, decidió cambiarla para que trabajara las mesas, y por tal razón contrató a Juanita, una señora del tipo campesina y que era muy terca. Le gustaba preparar la comida a su manera, y no había manera de hacerle entender que aceptara las sugerencias de su jefe. Lo que Bob quería darle a su restaurante, era un toque americano en su comida. No se sabía si era buena o mala la idea de él, pero lo que si era cierto, era que sí eran aceptados sus platillos por la clientela. Lupe era soltera y había sido traicionada por su novio antes de casarse. Abandonó la ciudad de Morelia para tratar de emigrar a los Estados Unidos del Norte a trabajar, pero se le acabó el dinero y se quedó a trabajar con Bob mientras lograba ahorrar algún dinero. Ya llevaba dos años trabajando en el lugar, y parecía que no tenía intenciones de cruzar la línea fronteriza. Pamela era una mujer que había dejado Chicago y que tenía intenciones de trasladarse hasta Acapulco, pero le sucedió lo mismo que a Lupe, se le terminó el dinero y decidió trabajar con su paisano Bob. De ella no se sabía nada, ya que no hablaba muy bien el español y la mayoría de las veces, atendía a clientes paisanos suyos. Lo único que se sabía de ella, era que su novio era un motociclista de los renegados, “Hell Angels”, y que había sido puesto en prisión. El motivo nadie lo conocía. 17

Un Paso muy Difícil La señora Gabriela Moore se recostó en la cabecera de su cama esa mañana, y buscó los cigarrillos mentolados que acostumbraba fumar, en el cajón del buró que se encontraba al lado de su cama. Encendió uno y aspiró la primera bocanada de humo. Ella era de piel blanca de 1.70 de estatura. De complexión delgada y con sus veintiún abriles. Mientras veía flotar el humo del cigarrillo en la habitación, se preguntó porque se había casado con Bob. Se había casado con él, no muy convencida de amarlo. Trataba de encontrar una explicación a su matrimonio dentro de sus pensamientos: “Realmente no siento quererlo lo suficiente, sé que es bueno conmigo y que el sí me quiere, pero ¿Por qué tuve que casarme con él? Tal vez por la insistencia de mi madre o por las actitudes de mi hermano”. Apagó el cigarrillo aun sin terminarlo, con furia dentro del cenicero que se había puesto en el pecho para tirar las cenizas, y así no tener que estar estirando su brazo constantemente hasta el buró. Ya en más de una ocasión se había quemado el pecho por tener la costumbre de colocar el cenicero encima de ella. La ceniza había saltado del cenicero a su pecho, produciéndole una llaga dolorosa y molesta en uno de sus senos, la cual se convirtió en una horrible cicatriz que todavía se le podía apreciar. Le molestaba fumar a tan temprana hora del día. Se levantó de la cama no sin mucho esfuerzo, ya que se sentía débil y enferma. No sabía el porqué de esa somnolencia ni de ese extraño cansancio. En su casa no había mucho que hacer, y además ella comía en casa de su madre, quien vivía algunos escalones más abajo; de la cima en donde tenía Gabriela su casa. Así de este modo, las dos evitaban tener 18

J.David Villalobos que cocinar. Se calzó las sandalias y avanzó hacia la cocina dispuesta a prepararse una taza de café. “Espero”, —pensaba— “que Bob haya dejado encendida la leña para calentar el café. No dispongo de ánimos para encenderla”. El piso de la casa era de madera y crujió levemente bajo el peso de su frágil cuerpecillo. Sintió que le fallaban las piernas y un ligero mareo la depositó de nuevo sobre la cama, evitando que se levantara. Sintió que le faltaba el aire y se dirigió a la ventana para correr las gruesas cortinas que impedían la entrada de los rayos del sol. Esa era la única forma de evitar que se calentara el cuarto, al recibir todo el día la luz directa del sol. La casa se encontraba en la ladera de una cima por donde recibía los rayos directamente por el costado derecho de la casa al amanecer, y por el otro lado al caer la tarde. De modo que todo el día entraban los rayos solares por las ventanas de forma abrazadora, calentando de ese modo, las habitaciones y haciendo que se viviera dentro de ella, un calor intenso como el que hacía esa mañana de verano. Llegó a la ventana, y alzó los brazos tomando una cortina con cada mano para tirar de ellas con fuerza hacia los costados, y así permitir la entrada de alguna ráfaga pequeña de aire. No pudo evitar recibir en el rostro la luz directa del sol, haciendo que cerrara sus ojos con fuerza, para evitar que le lastimara. El calor había alcanzado a esa hora de la mañana, una temperatura bastante elevada. Abrió lentamente sus ojos colores castaños que se iluminaron con el reflejo de la luz. Sosteniendo las cortinas con los brazos en alto, con el cabello oscuro desaliñado y humedecido de sudor, cayéndole un poco más abajo de los hombros; los cuales tenían pequeñas manchas de color café en 19

Un Paso muy Difícil forma de lunares, y la bata blanca que le cubría desde los hombros hasta un poco más arriba de las rodillas, la hacían parecer una ninfa salida de algún libro de mitología griega. Sus largas pestañas se agitaron una y otra vez, tratando de que sus ojos se acostumbraran a la luz del día y a los fuertes rayos del sol. Sus negras y espesas cejas contrastaban con su piel blanca, más bien podría decirse que pálida. Tenía esa palidez característica de una persona enferma. La forma ovalada de su cara con los pómulos un poco marcados, daban la impresión de ser una persona que no consumía alimento. Y la realidad era que Gabriela casi no se alimentaba bien. La mayor parte del día se la pasaba tomando café, o tal vez pudiera ser que en realidad le gustara aparentar ser la mujer más incomprendida del mundo. En sus ojos se denotaba una tristeza, que parecía que la estaba consumiendo por dentro. Era del tipo de persona, que todo el mundo cuando la ve, se compadece, o siente lástima de ella. Si acaso el restaurante de su marido no dejaba grandes ganancias, tampoco podían quejarse de ser una mala fuente de ingresos. Esa no era una razón para que Gabriela no pudiera disponer de dinero y comprar comida. Además muchos restaurantes no tenían la suerte que tenía el restaurante de su marido, de estar sobre una avenida muy concurrida de peatones y vehículos, y eso era ya una ventaja sobre los demás restaurantes. El calor sofocante y seco, hacía que los clientes consumieran grandes cantidades de cerveza, y que disfrutaran de la frescura del restaurante, ya que contaba con una gran cantidad de ventiladores en el techo. Al contrario del clima en invierno, que se podía disfrutar de una deliciosa y caliente taza de café. 20

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