Un Rincón del Mundo: La Convivencia en Los Parientes Ricos Irene Marquina Sánchez* y Horacio González** *Facultad de idiomas Universidad Veracruzana, México
[email protected] **Instituto de Investigaciones Psicológicas Universidad Veracruzana, México
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Resumen. Este escrito busca poner al descubierto la relación entre los espacios físicos y la convivencia humana y social que en ellos puede desarrollarse. Esa búsqueda es guiada por la idea, sostenida por Norbert Elias, de que la coexistencia de hombres guarda una correspondencia con una determinada conformación del espacio. Las transformaciones de esa relación pueden ser tomadas como expresión del avance del proceso civilizatorio de una sociedad dada. En la conducción de esa búsqueda, este escrito recurre a algunos pasajes de la novela titulada Los Parientes Ricos, de Rafael Delgado, escritor mexicano del siglo XIX, inscrito dentro del realismo literario. Esos pasajes son empleados como ejemplos de la relación buscada. Ellos ilustran la presencia de esa relación al interior de esa novela, la cual fue publicada, primero, en ‗entregas‘ entre 1901 y 1902, y luego fue publicada en forma integral en 1903. La búsqueda de la relación entre los espacios físicos y la convivencia humana y social se apoya en el concepto de Espacio Literario o Espacio Narrativo desarrollado por Soubeyroux. Palabras Clave: Espacio. Literario. Convivencia. Abstract. The aim of this writing is to unveil the relationship between physical spaces and the living-together that may take place in them. The aim here pursued is guided by the idea, advanced by Norbert Elias, which holds that man‘s coexistence corresponds to a certain configuration of the space. The transformations of that relationship may be taken as an expression of the progress of the process of civilization of a given society. In pursuing that aim, this paper recurs to different fragments of the novel Los Parientes Ricos, of Rafael Delgado, a XIX century Mexican writer, who was part of the literary movement known as Realism. Those fragments are used as examples of that relationship. They illustrate the presence of that relationship within the novel. The novel was first published in separated issues between 1901 and 1902. An integral version of it was finally published in 1903. The aim of unveiling the relationship among physical spaces and human and social living together was also guided by the concept of Literary Space or Narrative Space developed by Soubeyroux. Key Words: Space. Literary. Living Together. 1
Los Espacios y el Análisis Literario. Este escrito busca poner al descubierto la relación entre los espacios físicos y la convivencia humana y social que en ellos puede desarrollarse. Sin embargo, inmediatamente detrás de esa relación yace una relación adicional, una relación que se desarrolla entre otras dimensiones del espacio y de la convivencia. Por un lado tenemos las ideas o los conceptos que, en una sociedad dada, han servido para identificar los espacios de convivencia básica a los miembros de esa sociedad. Esta dimensión consistiría en las ideas o los conceptos socialmente sostenidos respecto de las distintas áreas interiores —necesariamente separadas— de una casa: pórtico, sala, recámara, dormitorio, cocina, baño, patio, etcétera, o las ideas o conceptos socialmente sostenidos respecto de los espacios propios a la congregación física de varias viviendas, es decir, al caserío, a la villa, al pueblo, o a la ciudad. Las ideas o los conceptos acerca de estos últimos espacios serían: calles, callejones, vías, andadores, aceras, plazas, paradas del autobús, cruceros peatonales, etcétera. Por otro lado tenemos las ideas o los conceptos que, históricamente, ha sostenido una sociedad acerca de las formas o modos de la convivencia. Esta dimensión sería advertida, aquí, en conceptos como los de Civilidad, Cortesía, Amabilidad, Cultura, Respeto, inclusive el concepto mismo de Convivencia. Podemos pensar que, más allá de todo eso que podría ser observado en un ‗aquí-yahora‘, y más allá de lo que puede inferirse de estructura arquitectónica o urbanística del espacio social, un número importante de trazas y huellas históricas del desarrollo de la relación entre el espacio y la convivencia humana y social, yace en la literatura, en la narrativa novelística, en la narrativa de ficción. En el anterior sentido, podemos suponer que la producción novelística a lo largo de la historia, contiene muestras del desarrollo de los conceptos sostenidos, por una sociedad, acerca de su espacio de convivencia, acerca de la convivencia misma, y acerca de la relación entre ambos. Esta suposición aparece en diferentes puntos, de cuando menos dos diferentes obras de Norbert Elias (1989, pp. 65, 70, 72-73, 223; 235, 450; 1982, 287, 325-331). La relación entre la convivencia y el espacio es abordada por Norbert Elias desde la siguiente perspectiva: No todas las unidades sociales o formas de integración de los hombres son, al mismo tiempo, unidades de vivienda. No obstante, todas pueden ser caracterizadas mediante determinados tipos de conformación del espacio. No cabe la menor duda de que son siempre unidades de hombres que mutuamente se relacionan y entrelazan; y si bien no puede ciertamente expresarse nunca lo último y esencial de este modo o tipo de relaciones, mediante categorías espaciales, se las puede, no obstante, formular mediante estas categorías, pues todo tipo de coexistencia de hombres corresponde a una determinada conformación del espacio, donde los respectivos hombres, si no juntos, al menos en unidades parciales, conviven o pueden convivir efectivamente (Elias, 1982, p. 62).
Así, la búsqueda emprendida en este escrito, recurre a algunos pasajes de la novela titulada Los Parientes Ricos, (1903; 2007) del escritor mexicano Rafael Delgado [18531914]. Esos pasajes aparecen, en este escrito, ahí donde ellos ilustran la presencia de la relación entre el espacio y la convivencia, al interior de esa novela, la cual fue publicada, primero, en ‗entregas‘ entre 1901 y 1902, y luego fue publicada en forma integral en 1903.
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Quizá el concepto de Convivencia nos conduciría hacia un callejón sin salida, el cual estaría implicado en la sola idea de que los seres humanos serían seres encerrados en sí mismos, en la idea de que los seres humanos serían seres que, aunque vivieran unos con otros, cada uno de ellos estaría confinado en sí mismo. Empero, a falta de un término menos estrecho, aquí queremos emplear el término ‗convivencia‘ para construir la idea de una interdependencia psicosocial de los seres humanos, y para intentar poner al descubierto las vías por las cuales esa interdependencia se permea, incluso, en ese dominio tan físico como lo es el dominio del espacio habitado. Este último es el resultado y, también, la expresión de esa interdependencia (Elias, 1989, pp. 32-34). Esta interdependencia es, no obstante, un proceso —pro-cedere—, un avanzar (Elias, 1989, p. 35). Es indudable que las trazas o huellas históricas de esa doble relación Espacio Convivencia, y entre los conceptos espaciales y los conceptos de convivencia, son trazas o huellas que yacen en el espacio mismo. En este sentido, las ruinas de lo que fuera la primera casa de Hernán Cortés en América continental, deberían decirnos algo de lo que fueron las relaciones entre la disposición de esa casa, en tanto que espacio, y la convivencia que en ella se desarrolló. Pero esas trazas yacen también en esa literatura que narra, que dice, que cuenta algo acerca de los espacios, de la convivencia, de sus conceptos y de las relaciones entre todos ellos, empecemos, pues, con un ejemplo, tomado de la novela titulada La Calandria, de Rafael Delgado, publicada en 1890. Delgado nació en Córdoba, ciudad ubicada en las faldas de las montañas del Estado de Veracruz, en las costas tropicales del Golfo de México: Daban todos el nombre de casa de San Cristóbal a tan vasto edificio, cuyas innumerables habitaciones producían a su dueño pingüe renta mensual, a causa, sin duda, de un gran cuadro que, presentando a dicho santo, estaba colocado en la parte superior del portón que comunicaba el zaguán con los anchos corredores que rodeaban el patio, en cuyo centro, bajo un techo de tejas requemadas y entre una red de cuerdas y tendederos , treinta laboriosas mujeres lavaban por centenares, cada semana, la lencería de toda una ciudad veracruzana (Delgado, 1995 [1890], p. 83, § 95).
La narración ofrecida por Rafael Delgado en el anterior fragmento, hace referencia a distintas cosas: un vasto edificio, múltiples habitaciones, renta, imagen de San Cristóbal, corredores, patio central, mujeres, lencería, y toda una ciudad veracruzana. No es recomendable correr el riesgo de suponer que la narrativa literaria — novelesca— es, en esencia, una narrativa estrictamente referencial —denotativa—, que establece una relación de uno a uno, unívoca y sin desvíos, entre los sustantivos que la integran y los objetos que pueblan el mundo extra-textual. Ello nos llevaría a suponer que los sentidos o significados ofrecidos por el anterior fragmento, serían únicamente sentidos o significados denotativos, que sólo harían referencia a objetos contenidos en el mundo exterior a la novela: la casa, el edificio, el cuadro, el santo, etcétera. De acuerdo con Soubeyroux (1993, p. 12), ésa fue la perspectiva adoptada por la crítica literaria positivista. El mismo Soubeyroux nos alerta acerca del riesgo de adoptar la posición diametralmente opuesta, consistente en negar cualquier conexión entre la narrativa literaria y la realidad extra-textual a esa narrativa (Soubeyroux, 1993, pp. 12-13): Yo creo que existe un término medio más fecundo para el análisis de los textos novelescos, que consiste en considerar que todas las novelas remiten, de cierta manera y en diferentes grados, a una realidad pre-construida y posada fuera del lenguaje (Soubeyroux, 1993, p. 13).
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Inspirado en las propuestas de Kerbrat-Orecchioni (1983), Soubeyroux señala que los textos no-novelescos que describen partes de la realidad, jamás llegan a aportar una analogía perfecta de esta última, ellos se limitan a ofrecer imágenes deformadas de la realidad. Los textos literarios novelescos, por su parte, aunque constituyen simulacros más o menos arbitrarios respecto de la realidad, de una u otra manera, hablan de ella, porque esos textos fueron elaborados a partir de elementos tomados de la realidad, y porque incluso las partes de esos textos más alejadas de la realidad, no son percibidas como ajenas a esta última sino hasta que emergen como producto del contraste entre la ficción y la realidad (Soubeyroux, 1993, p. 13). En la misma línea de argumentación, para Zoran (1998), el espacio literario o narrativo, es ese espacio que se estructura al interior de una obra narrativa, al interior de una novela, como parte del proceso de la estructuración integral de esta última. En distintos puntos, una novela ofrece pasajes que describen, que narran fragmentos del espacio dentro del cual se inscriben algunos de los eventos que conforman la obra, cada relato elabora su espacio ficticio a partir de elementos tomados del mundo vivido, del mundo existente, del mundo que ‗está ahí‘ (Mbarga, 2008). Para Soubeyroux (1993, pp. 14-15), el discurso literario sostenido al interior de una novela, sirve de base a la construcción de una ilusión de la realidad y, con esta última, sirve de base a la construcción de una ilusión de las distintas partes del espacio que la componen, partes en las cuales acontecen algunos de los episodios de la historia ficticia contada por la novela. En la línea de la SocioCrítica literaria desarrollada, en sus respectivas vías, por Edmond Cros y Claude Duchet, y muy cercana a la Teoría Crítica, Soubeyroux inscribe la significación social —necesariamente extra-textual— en el texto literario. Esta inscripción hace que los espacios narrados al interior de una novela puedan ser entendidos a partir de sus relaciones, necesariamente imaginadas, con las significaciones sociales establecidas o instituidas. Así, esa inscripción permite comprender los alcances de los significados sociales de ese espacio habitacional que es narrado, al interior de una novela, por ejemplo, como ‗suntuoso‘ y como impregnado, de los significados de ‗progreso social‘ y de riqueza económica, entendidos como tales por una sociedad dada, en un momento histórico dado (Soubeyroux, 1993, pp. 18-19). La Literatura, el Espacio y la Convivencia. La literatura es una expresión del progreso, de la riqueza, del avance logrado por una sociedad en su proceso civilizatorio (Elias, 1989, pp. 64-65). La literatura también es un depósito de trazas y de huellas de los conceptos sostenidos acerca de eso que habría sido entendido, en un momento histórico dado, como ‗avance‘, como ‗civilización‘, y como signos de ambos. Así, Elias (1989) cita un comentario hecho por el ‗civilizado‘ francés Mauvillon [1743-1794], acerca del avance de la literatura europea, comparado con el avance de la literatura alemana, como signos de los respectivos avances civilizatorios: Milton, Boileau, Pope, Racine, Tasso, Moliere, casi todos los poetas de primera fila se han traducido a la mayor parte de las lenguas de Europa; en la mayoría de los casos, vuestros poetas no son más que los traductores (Elias, 1989, p. 64).
La anterior cita de Elias nos deja ver que, para Mauvillon, la producción literaria es una de las mejores expresiones del grado de avance logrado, por una sociedad, en su proceso civilizatorio. Más allá de la posición sostenida por Mauvillon, la producción literaria europea y, con ella, la literatura alemana contemporánea a Mauvillon, estuvo plagada de 4
señalamientos acerca de los patrones y de las reglas de la convivencia. Esos señalamientos fueron formulados con expresiones tales como: reglas de cortesía, de tacto, o de buenos modales (Elias, 1989, p. 75). Todo señalamiento acerca de los modos de la convivencia humana, implica de manera explícita o no, un señalamiento acerca de los espacios en los cuales se desarrolla esa convivencia, porque ‗…todo tipo de coexistencia de hombres corresponde a una determinada conformación del espacio, donde los respectivos hombres, si no juntos, al menos en unidades parciales, conviven o pueden convivir efectivamente‘ (Elias, 1982, p. 62). En la convivencia, la historia de vida de un solo individuo, es la historia de sus relaciones de interdependencia. Al interior de esa historia, al interior de los recuerdos de esa historia, encontramos siempre al espacio, como un referente inevitable. Pero, dentro de ese espacio ese individuo teje, con otros individuos, relaciones de dependencia recíproca, y en ese espacio ellos se vuelven dinámicos, y también se vuelven dinámicos los objetos, sucesos, formas, colores, texturas y aromas que han tenido que ver con ellos. La soledad de un individuo es sólo comprensible en el contexto de sus relaciones con otros individuos, y es sólo comprensible en el contexto de los espacios de esa convivencia: Y todos los espacios de nuestras soledades pasadas, los espacios donde hemos sufrido de la soledad o gozado de ella, donde la hemos deseado o comprometido, son en nosotros imborrables (Bachelard, 2002, p. 40).
La narrativa de ficción es uno de los dominios en los que, el ser humano, crea y representa espacios ilusorios y, tal y como ocurre con los recuerdos de la historia de vida, la narrativa novelística crea, en su interior, espacios en los que se vuelven dinámicos los personajes, y se vuelven dinámicos los objetos, sucesos, formas, colores, texturas y aromas que tienen que ver con esos personajes. En la narrativa novelística, ese dinamismo es móvil, cambiante, variable, y, así, las personalidades y condiciones sociales de los personajes de esa narrativa, se vuelven variablemente dinámicos. Ese dinamismo y esos objetos son expuestos, por la narración novelística, por ejemplo, como expresión de una posición social, la cual es, a su vez, expresión del avance civilizatorio logrado por la sociedad. En la novela Los Parientes Ricos, el avance civilizatorio está depositado en los parientes ricos —políticamente conservadores— que abandonan el desordenado espacio social político y económico de México para residir en Europa por largos años, y para después regresar, ricos, al país, y para encontrarse con sus parientes pobres. El espacio de los primeros es de progreso dinámico. El espacio de los parientes pobres —políticamente liberales— es de dinámica pobreza: Bien se ve, —decía para sus adentros el anciano— que en la casa de estas mujeres no es el dinero lo que abunda. Ese vestidillo galano ha costado poco; ese sombrerillo ha sido hecho a domicilio; ese cuello de seda está marchito… Cuanto a la Señora, es patente que ese vestido tiene años de vestirle; esos guantes están diciendo á [sic] a gritos cosas de mejores días… Y, en fin, que, positivamente esa familia ha venido tan a menos, que pronto tendrán en casa mala huespeda, [sic] la miseria, la horrorosa miseria, flaca, hambrienta y exangüe (Delgado, 1903, p. 52).
El deterioro de los objetos anuncia el dinámico deterioro del espacio habitacional de los parientes pobres: pronto esa casa tendrá a la miseria como huésped. Como lo señala Soubeyroux, en los espacios narrativos, los personajes de la novela se entrelazan en las relaciones de mutua dependencia, las cuales son establecidas por la trama de la obra literaria. Así, el espacio narrado sirve de escenario a la novela, y a la 5
psicología de los personajes y, con ella, sirve de escenario a sus investiduras sociales: la suntuosa casa del rico sirve de ambiente a su arrogancia, y la sobria y sencilla vivienda del pobre, sirve de ambiente a su modestia y a su tristeza. El espacio aporta una envoltura al carácter psicológico del personaje, y también lo moldea, y ese carácter del personaje se vuelca sobre el espacio para imprimir, sobre este último, los rasgos que le harán corresponder a esa psicología (Sánchez, 2009, p. 145). Podemos pensar que, en el momento en el que, históricamente, la narrativa literaria introduce un nuevo concepto espacial, ella introduce también nuevas o modificadas versiones de patrones de convivencia. La designación de nuevos espacios al interior de una novela, implica la introducción de nuevos ámbitos para la convivencia de los personajes. La aparición de nuevas palabras en una lengua, expresa cambios en la vida cotidiana de los seres humanos que la manejan. Los conceptos implicados por esas palabras, por lo general, estarán ‗…destinados a permanecer en el centro de la actividad humana y a tener una vida tan larga‘ (Elias, 1989, p., 100). La aparición de nuevos espacios es acompañada de la aparición de nuevos —o modificados— hábitos, costumbres y comportamientos, los cuales serán alcanzados por las reglas que rigen esos nuevos espacios y, así, podrán convertirse en parte o, incluso, en el centro de actividades humana. En el anterior sentido, el espacio literario, el espacio narrado en la producción novelística, propone y fija espacios, y configura y articula acciones específicas para esos espacios. De esta manera, el espacio narrativo puede dar lugar al surgimiento de espacios y de actividades estereotipados. Por ejemplo, en la literatura medieval, son los balcones o los espacios abiertos donde se hace la declaración de amor: ‗las escenas de amor tienen lugar en un espacio concreto, adecuado a la ocasión: el llamado locus amoenus que consiste en un valle, un árbol y un arroyo cantarín‘ (Bal, 2001, p. 104). Dentro de una perspectiva como la arriba delineada, Rafael Delgado, inscrito en el Realismo Literario, convirtió a la ciudad en un espacio integrado por dos polos opuestos, pero sincréticamente integrados. Por un lado la ciudad sería albergue de una manifestación estereotipada del progreso social, y manifestación del refinamiento de las maneras. Por otro lado, paradójicamente, la ciudad sería muestra de deterioro físico, de corrupción moral, y de rusticidad de las maneras: El buen señor ponderaba los adelantos de la ciudad, sus casas nuevas, cómodas, bien ventiladas, hasta elegantes; censuraba los malos edificios públicos, lo mal cuidado del piso de las calles, y echaba de menos aquellas rejas de madera, desaparecidas ya, y que daban a las habitaciones no sé qué aspecto piadoso y monacal. Dijo, con aprobación del canónigo, que había observado, durante las pocas horas que tenia de haber llegado, cierta corrupción de costumbres, delatada por las muchas cantinas que había visto, todas ellas llenas de mozos y de muchachos que bien podrían estar ocupados en las fábricas, en los despachos o en las aulas. ―En mi tiempo decía no veía Usted nada de esto. Y si cosas así de graves saltan a la vista, ¿por qué caminos apartados y de segura perdición no andaría la inexperta y holgada juventud?‖ (Delgado, 2007, p. 56).
Con la literatura realista, Rafael Delgado convirtió al espacio interior: la casa y sus habitaciones, en un espacio estereotipado, propio para una convivencia estereotipada paradójicamente compuesta de refinadas maneras o, por oposición, de los más bajos niveles de rusticidad. La Novela Realista Al unísono con la Europa del siglo XIX, y, en particular, con la Francia de finales del siglo XVIII y de principios del XIX, las Américas del siglo XIX, y, en particular, el 6
México decimonónico, vivieron turbulentos y bélicos momentos. Para principios de la segunda mitad del siglo XIX esa turbulencia política y social, por un lado perfilaba y por otro lado exigía, un nuevo orden social, que, a su vez, perfilaba y exigía la configuración de nuevas o alternativas formas de convivencia, formas civilizadas, las cuales debían acompañar las nuevas formas de pensamiento, nuevas formas de comportamiento y nuevas formas de convivencia apuntadas por el programa positivista elaborado por Gabino Barreda (1970) y defendido por Benito Juárez después del triunfo sobre los invasores franceses en 1867. Las nuevas formas de convivencia, al menos como proyecto, se constituyeron en manantial de nuevas propuestas literarias, las cuales permitieron nuevas miradas observadoras sobre la realidad. Las ideas Liberales que triunfaron con Benito Juárez, en la segunda mitad del siglo XIX, justificaron el Realismo Literario como un ideal de integración de todas las contradicciones del naciente México. A pesar de la invasión francesa, los intelectuales liberales mexicanos prefirieron la inspiración francesa, que la española o la norteamericana. Dibujado contra ese telón de fondo, el México de la segunda mitad del siglo XIX contempló el surgimiento del poder de una muy pequeña burguesía, la aparición de una industria fabril, el inicio de la masificación del trabajador industrial, y, en lo filosófico, la defensa gubernamental de un positivismo esencialmente mexicano (Raat, 1975; Villegas, 1972; Zea, 1968). El positivismo mexicano retoma de la visión comteana el desprecio por lo inaccesible y por lo inobservable, y la ciega sobrevaloración de la experiencia y de lo observable. El conocimiento científico, entendido como Auguste Comte lo había hecho, es el objetivo que el ser humano y la sociedad deberían buscar. Desde Francia, en literatura, con Emile Zola, paradójicamente la novela realista se declara positivista, porque si la realidad es, en sí misma, científicamente objetiva, la novela realista es, en sí misma, una correspondencia con la realidad (Ripoll, 1978). Los literatos mexicanos realistas vieron en el positivismo importado a México por Gabino Barreda, la justificación de la libertad de narrar la realidad como ellos creían que la veían, y también vieron en ella la justificación de la libertad de afirmar que su manera de ver la realidad era, incuestionablemente, la realidad misma. Las descripciones de los espacios interiores, ofrecidas por Rafael Delgado en Los Parientes Ricos, excesivas en su exuberancia léxica, son descripciones tomadas como ‗realistas‘, cuando la realidad puede, muy bien, estar más allá del alcance de cualquier descripción lingüística: Inmensa oleada de luz inundó el recinto: centelleó la argentería; subió el mantel en nitidez; brillaron con transparencia incomparable vasos y garrafas; duplicaron los boles su glauco tinte y avivaronse granates y rubíes en los póculos de burdeos y de chablí,… (Delgado, 2007, p. 301).
La novela realista pretendió anular cualquier posibilidad de fantasía y cualquier posibilidad de expresión sentimental, como la venerada por el romanticismo: En esta novela encontrarás descritas y pintadas varias cosas que he visto con estos mis ojos, y entre ellas muchas otras de las cuales me han dado conocimiento la sociedad en que vivo y los círculos que he frecuentado: todas comunes y corrientes, llanas y vulgares, y tanto que, puedes creerlo, son como el pan de cada día (Delgado, 2007, p. 35).
Rafael Delgado nació burgués el 20 de agosto de 1853, y vivió como burgués entre ‗encajes y nodrizas‘, en Córdoba, un poblado del Estado de Veracruz, región que se extiende a lo largo de la costa del Golfo de México, desde el norte del país, hasta su sureste. Rafael Delgado vivió arropado por libros y bibliotecas familiares. En el seno de 7
su familia, se cultivaba una tradición: después de la cena se leían novelas costumbristas (Sandoval, 2007, p. 13). En Los Pariente Ricos podemos advertir una fuerte tendencia a la narración de los espacios interiores, los cuales servirán, al autor, para dejar constancia fehaciente de su capacidad de observación, de su capacidad de retratar a la sociedad de su tiempo y, con ella, de su capacidad de poner en relieve las contradicciones de los diferentes tipos de convivencia. En esa novela, Delgado, pone en relieve las paradojas de la convivencia citadina. La ciudad es para Delgado, el emblema de la paradójica integración de dos opuestos. La ciudad reúne, en un solo espacio, los más altos niveles de civilidad y los más altos niveles de refinamiento de las maneras, con los comportamientos más superficiales, más hipócritas y más materialistas. El campo, para Delgado, es espacio de otra paradoja. Como espacio, el campo es residencia de la más descarada barbarie, es decir, de la más explícita rusticidad de las maneras, que paradójicamente se conjuga con los comportamientos más nobles, honestos y sinceros. Conclusión. La novela Los parientes ricos pone al descubierto, ante los ojos del lector, una historia familiar escindida. Las propuestas ideológicas imperantes en el México posterior a la independiente se reducían a dos: la enarbolada por el partido conservador, y la enarbolada por el partido liberal. El primero estaba conformado en su mayoría por ricos españoles y criollos burgueses que se oponían a ceder espacio a otra forma de gobierno que no fuera la monarquía, y el segundo, estaba conformado en su mayoría por criollos y mestizos que luchaban por una reforma social, política y económica que les permitiera el acceso a los medios de producción, a la educación y a un gobierno orientado hacia hacer de México un país de libertades, de oportunidades y de igualdad social para todos sus habitantes, sin distingo de clase social ni de color de piel. Los personajes de la novela, los hermanos Juan y Ramón Collantes, presentados por la novela como de origen vizcaíno, son inscritos respectivamente en uno y otro partido. El primero, Juan, es conservador y, el segundo, Román, es liberal. Román reside con su familia en su natal Pluviosilla, nombre con el que Rafael Delgado remplaza el nombre de la ciudad de Orizaba, poblado ubicado en la alta montaña del Estado de Veracruz. La familia de Román está integrada por su esposa y por cuatro hijos, dos varones y dos mujeres. Juan y su familia, integrada por su esposa y por tres hijos, por dos varones y una mujer, se ausentaron muchos años del país y ahora, ricos, recién regresan de Europa, tras haber residido por largos años en París. La narrativa de Rafael Delgado configura y articula, en la descripción de la casa de cada uno de los hermanos, las dos diferentes posiciones filosóficas que sirvieron de guía política al pensamiento mexicano del siglo XIX: el liberalismo y el conservadurismo. La casa de provincia, de sobrios y sencillos espacios interiores, es la casa de Ramón, el liberal, el pobre. La suntuosa y lujosa casa de la ciudad de México, es la casa de Juan, el conservador, el rico. La narración de esos espacios habitacionales sirve de base al desarrollo de dos maneras de convivencia y, con esta última, a dos distintas perspectivas respecto de los valores morales. Por vía de los espacios narrados, el lector pone al descubierto la configuración que se establece entre la psicología y la ideología de cada uno de los personajes que habitan Los Parientes Ricos. Pluviosilla-Orizaba, ese pequeño Rincón del Mundo ubicado en la provincia mexicana, acoge a la familia de Román, el liberal, el pobre. 8
¡Cuán espléndido se ocultaba el sol tras la colina de la Sauceda! ¡Qué limpio y azul el cielo de Pluviosilla! ¡Qué ardiente el celaje! ¡Qué nubes aquellas que parecían inmóviles sobre la cima dorada del Citlaltépetl! (Delgado, 2007, p. 42).
Este fragmento de la novela de Rafael Delgado parece buscar desplegar, en la mente del lector, el cuadro de José María Velasco (1840-1912), titulado ‗El Citlaltépetl‘. La novela realista prefiere, como escenarios, o incluso como actores, los espacios cerrados. Estos últimos serían tomados, así, como personajes que, en la narrativa, actuarían simultáneamente con los personajes propiamente dichos. Sin embargo, para el desarrollo de sus acciones, la novela realista también recurre a los espacios exteriores: el paisaje campestre, o el despliegue espacial de un fenómeno natural, como es el caso del fragmento anterior: el sol se oculta tras la colina, las nubes parecen inmóviles. La semiótica implicada o contenida en el anterior pasaje, hace referencia a uno de los paisajes que, de Pluviosilla, pueden ser observados. Ése es el paisaje que se puede contemplar desde el portal de la casa de la familia de Ramón Collantes, el liberal, el pobre. La narración de ese espacio, la narración de ese paisaje, pone al descubierto los significados implicados en ese espacio literario, en ese espacio narrado. Esos significados son una cadena de escisiones, de oposiciones, de contradicciones, de paradojas: Pluviosilla, una población que no es ciudad; desde la pobre casa de una familia pobre se puede contemplar un majestuoso paisaje; el espacio campestre, rural, provinciano, contrasta con la majestuosidad de la montaña nevada del Citlaltépetl. Esa misma semiótica encierra, en ella misma, una propuesta que devela, en el análisis de sus signos, uno de los polos de la oposición de dos realidades, de la oposición de dos sociedades, es decir, de dos formas de comportamiento y de dos valores morales. Una propuesta de lectura del anterior fragmento, nos conduce a pensar que sólo es posible admirar el espléndido ocaso del sol en la tranquilidad que provee el espacio campestre. La magnificencia de los fenómenos naturales sirve de alimento al espíritu de quienes son testigos de ella. La gente de Pluviosilla-Orizaba es bendecida con ese diario alimento, el cual trae paz, tranquilidad y regocijo al espíritu. Este espectáculo sólo puede estar reservado para aquellos que habitan estos Rincones del Mundo, abrazados por la provincia mexicana. A los habitantes de estos Rincones del Mundo les es suficiente, para llenar sus vidas, el ser testigos de tan magnífico espectáculo de la naturaleza. La limpieza del cielo evoca la vida inmaculada, la vida no pecaminosa de Pluviosilla y, por extensión, la vida de sus habitantes. El ardiente celaje —la rojiza coloración que toman las nubes al atardecer— es esa pasión que tiene, por la vida, cada uno de los habitantes de Pluviosilla-Orizaba; sus nubes —es decir, su celaje— son como la piel de sus habitantes, de un blanco tenue que se torna dorado al atardecer, y ellos mismos, los habitantes de Pluviosilla, son como dioses del Olimpo que habitan en la cima de ese majestuoso volcán nevado que es el Citlaltépetl, el Pico de Orizaba. Bibliografía. Bachelard, G. (2002). La Poética del Espacio. México: Fondo de Cultura Económica. Bal, M. (2001). Teoría de la Narrativa (Una Introducción a la Narratología). Madrid: Cátedra. Barreda, G. (1970 [1867]). Oración Cívica. En: A. Villegas (Comp.). Positivismo y Porfirismo. México: Secretaría de Educación Pública – SEP-Setentas. Pp. 41-96.
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