Una defensa de la teoría searleana de los nombres propios

Una defensa de la teoría searleana de los nombres propios Marcela del Pilar Gómez1 Resumen John Searle propuso una versión del descriptivismo que sue

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SAUL KRIPKE: NECESIDAD DE LA IDENTIDAD Y NOMBRES PROPIOS. Resumen
Paralaje Nº 2/ Ensayos Rafael Miranda _______________________________________________________________________ SAUL KRIPKE: NECESIDAD DE LA IDENTIDAD

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Una defensa de la teoría searleana de los nombres propios Marcela del Pilar Gómez1

Resumen John Searle propuso una versión del descriptivismo que suele llamarse ‘teoría del racimo’ como respuesta a los problemas que se le presentan a las dos posturas tradicionales en teoría de la referencia. En el presente texto pretendo mostrar que la crítica más importante a esta teoría, la que presenta Saul Kripke en Naming and Necessity, no es efectiva contra la teoría searleana, en gran medida debido a que la teoría de Searle no se ajusta a la descripción que hace Kripke de las teorías del racimo. Para cumplir con tal objetivo, expondré la teoría searleana de los nombres propios y el análisis de la referencia como acto de habla para, después, presentar las críticas que hace Kripke a las teorías del racimo y examinar su efectividad contra la teoría de Searle. Finalmente, presentaré, a partir de la teoría de la Intencionalidad de Searle, respuesta a las críticas de Kripke que sobrevivan el análisis previo. Palabras clave: referencia, nombres propios, actos de habla, Searle, Kripke, Intencionalidad

Abstract John Searle proposed a version of descriptivism, usually called “cluster theory” as a response to the problems that faces the two traditional ways on reference theory. This paper is intended to show that the most important critic to this theory, which was made by Saul Kripe in Naming and Necessity, isn’t effective against the Searlean theory, because of the Searle’s theory doesn’t fit the Kripkean description of the cluster theory. To achieve this goal, I expose the Searlean proper names theory and the reference as speech act analysis to then present the Kripke’s critics to the cluster theories and consider its effectiveness against the Searle’s theory. Finally, I show, from the Searle’s Intentionality theory, a reply to the Kripke’s surviving critics to the previous analysis. Keywords: reference, proper names, speech acts, Searle, Kripke, Intentionality

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Filósofa – Universidad Nacional de Colombia. Correo electrónico: [email protected]

Una defensa de la teoría searleana de los nombres propios - Marcela del Pilar Gómez

En términos muy generales, puede decirse que uno de los problemas más ampliamente discutiros en filosofía del lenguaje es el de la relación de las palabras con el mundo. Un aspecto importante de tal cuestión es el problema de la referencia de los nombres propios —esto es, el problema de la explicación de la relación de un nombre propio con su portador—, puesto que se considera que éstos son los términos del lenguaje que tienen el contacto más directo con el mundo. El problema de la referencia de los nombres propios se reduce, en últimas, a la pregunta por el sentido de los mismos, esto es, la pregunta por si la relación de un nombre propio con su portador está mediada por un sentido. Según se responda afirmativa o negativamente a la pregunta por el sentido, hay dos posiciones que pueden adoptarse con respecto a la referencia y el sentido de nombres propios: o bien se asume que los nombres propios refieren directamente, i. e. que no tienen un sentido; o bien se asume que la referencia de nombres propios es mediada por el sentido del nombre2 . La primera postura descansa fundamentalmente sobre una intuición del sentido común: los nombres propios tienen denotación, pero no connotación, es decir, la relación entre un nombre propio y su portador es tal que el nombre es algo así como un rótulo que se le pone al portador, sin que tenga que representarlo o informar algo sobre él. Dicho de otra forma, una teoría de la referencia directa sostiene que el significado de un nombre propio es su referencia, la cual no está mediada por un sentido. Aun cuando parece plausible que los nombres propios hagan referencia directamente, sostener esta tesis deja a una teoría que la suscriba en una situación tal que no parece poder resolver ciertos problemas, a saber, dar cuenta satisfactoriamente del significado de enunciados existenciales y de enunciados de identidad. Por un lado, dado que es claro que la existencia no es un predicado, dicho de otra forma, un enunciado existencial expresa que un concepto es instanciado, para que un enunciado como ‘Aristóteles existe’ sea significativo, parece indispensable que el nombre tenga algún contenido conceptual. Ahora bien, si una teoría de la referencia directa rechaza que el nombre pueda tener contenido conceptual, se ve conducida a comprometerse con que la existencia de los portadores de los nombres propios es necesaria, puesto que parece inaceptable que un nombre, concebido como una etiqueta sin contenido conceptual o descriptivo, pueda usarse significativamente sin que exista el objeto al cual refiere. Por otro lado, dado que para una teoría de la referencia directa el significado de un nombre es su portado, i. e. su referencia, los enunciado de identidad resultan ser siempre triviales. Tal como señala Frege ([1892] 2

Cabe anotar que, aunque en adelante solo hablaré de teorías descriptivistas, es decir, que asumen que el sentido de un nombre propio es una descripción definida, el sentido de un nombre no necesariamente ha de ser entendido en términos de descripciones.

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2005): para un teoría de la referencia directa si a y b refieren al mismo objeto, el significado de a y b es el mismo; de forma que el enunciado a=b es equivalente al enunciado a=a, el cual es un enunciado trivial ya que no expresa nada más que el hecho de que un objeto es idéntico a sí mismo. Ahora bien, una teoría descriptivista de la referencia de los nombres propios — es decir, una teoría que sostenga que los nombres propios tienen algún contenido descriptivo que permita identificar la referencia del nombre, i. e. un sentido— vincula un nombre propio con una descripción identificadora de su referencia, de forma que la referencia del nombre es el objeto que cumple con la descripción. Una teoría de este tipo logra solucionar los problemas que una teoría de la referencia directa deja sin resolver: los enunciados existenciales —dado que afirman que hay un objeto que cumple el contenido conceptual asociado con el nombre— son verdaderos o falsos en virtud de la existencia de un objeto que satisfaga la descripción vinculada con el nombre; los enunciados de identidad son informativos en tanto que relacionan, ya no los objetos, sino los contenidos descriptivos asociados a los nombres, es decir, según una teoría de este tipo, un enunciado de identidad expresa que dos contenidos descriptivos, que pueden ser distintos en significado, son satisfechos por el mismo objeto, lo cual no es trivial. A pesar de que una teoría descriptivista consigue fácilmente dar cuenta del significado de los enunciados de identidad y de los enunciados existenciales, parece implausible que los nombres propios sean equivalentes a descripciones definidas, puesto que esto parece implicar que ciertos hechos o propiedades contingentes acerca del portador del nombre, tendrían que considerarse, más bien, como necesarios. Por ejemplo, aun cuando es que claro Aristóteles hubiera podido no escribir la Metafísica, si el sentido de ‘Aristóteles’ fuera ‘el autor de la Metafísica’, decir ‘Aristóteles pudo no haber escrito la Metafísica’ sería una contradicción. Como respuesta a los problemas que se le presentan a las dos posturas tradicionales John Searle presentó una versión del descriptivismo que suele llamarse ‘teoría del racimo’3. En el presente texto pretendo mostrar que la crítica más famosa a las teorías del racimo, la que presenta Saul Kripke en Naming and Necessity no es efectiva contra la teoría searleana, en gran medida debido a que la teoría de Searle no se ajusta a la descripción que hace Kripke de las teorías del racimo. Para cumplir con tal objetivo, (I) expondré la teoría searleana de los nombres propios y el análisis de la referencia como acto de habla para, después, (II) presentar las críticas que hace Kripke a las teorías del racimo y examinar su efectividad contra la teoría de Searle. Finalmente, (Ш) presentaré, a partir de 3

Searle llama a su teoría ‘teoría del ropero’ mientras Kripke usa la expresión ‘cluster theory’, que literalmente significa ‘teoría del racimo’ o ‘teoría del cúmulo’. En este texto se usarán las tres expresiones indistintamente.

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la teoría de la Intencionalidad de Searle, respuesta a las críticas de Kripke que sobrevivan el análisis hecho en (ii).

I En “Proper Names” y “Nombres propios y descripciones” John Searle presenta su propuesta de solución al problema de la referencia de los nombres propios, la cual asume un cierto compromiso con el descriptivismo, pero pretende sortear los problemas que se le presentan a éste. La estrategia de Searle consiste en transformar la pregunta por el sentido de los nombres propios en la pregunta “«¿Los nombres propios implican predicados descriptivos?» o simplemente «¿Hay proposiciones que contengan un nombre propio como sujeto y una expresión descriptiva como predicado analítico?»” (Searle [1967] 2005 109). Esta nueva cuestión tiene una versión débil y una versión fuerte: la primera (i) es la pregunta por si en efecto hay tales predicados descriptivos vinculados analíticamente a un nombre; la segunda (ii) es la pregunta por si, de haberlos, algunos de ellos son identificadores. Ahora bien, según Searle, el uso de un nombre presupone un criterio de identidad, es decir, el uso de un nombre en distintas ocasiones supone que el objeto es el mismo en todas ellas y que puede ser reconocido como tal por los hablantes; de forma que, concluye Searle, el hablante tiene que estar en capacidad de identificar el portador del nombre, es decir, debe poder responder a la pregunta “«¿En virtud de qué el objeto en el tiempo t, al que se hace referencia mediante el nombre n, es idéntico al objeto al que se hace referencia mediante el mismo nombre en el tiempo t’?». Para decirlo de un modo más simple «¿El objeto en el tiempo t es el mismo qué que el objeto en la ocasión t’?»” (Searle [1967] 2005 110). La respuesta a esta pregunta es un predicado general descriptivo —montaña, por ejemplo—, el cual proporciona el criterio de identidad requerido para el uso del nombre: el Everest es una montaña y cualquier cosa que no sea una montaña no podría ser el Everest. La respuesta a i es entonces que el nombre —‘Everest’ en el ejemplo— sí está analíticamente vinculado con un predicado general descriptivo —‘montaña’—. La respuesta afirmativa a (i) deja aún sin contestar la cuestión (ii), puesto que se ha establecido que el nombre está vinculado analíticamente con un predicado general descriptivo, lo cual no implica de ninguna manera que el predicado sea identificador. Para ponerlo en otros términos, necesariamente el Everest es una montaña, pero el predicado ‘montaña’ no describe identificadoramente al Everest. Para responder a (ii) Searle señala dos elementos del uso y la enseñanza (y el aprendizaje) del uso de los nombres propios que parecen ser claves, puesto que sugieren una estrecha conexión entre la capacidad de

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usar un nombre y el conocimiento de características del objeto suficientes para distinguirlo de otros objetos: el primero es que el uso de un nombre se aprende en virtud de especificar características del portador que lo distingan de otros objetos, bien sea por ostensión o por descripción; la segunda es que cualquiera que use un nombre propio debe estar en capacidad de responder a la pregunta ‘¿de quién o qué estás hablando?’. La respuesta de un hablante a esta pregunta, según Searle, es usualmente una presentación ostensiva del objeto o un conjunto de descripciones de éste. Tal conjunto de descripciones —que incluye todos los hechos establecidos y esenciales sobre el objeto— constituye la descripción identificadora del portador del nombre, es decir, es posible que ninguna de ellas aisladamente sea suficiente para identificar el objeto, pero la totalidad de ellas sí lo es. Ahora bien, ¿cuál es entonces la relación entre un nombre y el conjunto identificador de descripciones del portador del mismo? La relación, según Searle, es tal que el conjunto de descripciones constituye el respaldo descriptivo en virtud del cual, y solo en virtud del cual, es posible usar y enseñar el nombre, de forma que es posible negar alguna de las descripciones del conjunto, pero no tiene sentido negarlas todas, puesto que al hacerlo desaparecen las condiciones de uso del nombre. Un ejemplo puede servir para ver lo que se ha dicho hasta ahora sobre (ii). Supóngase que se le pregunta a un hablante de quién habla cuando usa el nombre ‘Aristóteles’. Su respuesta, dado que no puede hacer una presentación ostensiva de Aristóteles, expresará los hechos que considera establecidos y esenciales sobre él: Aristóteles era un griego, un filósofo, discípulo de Platón, tutor de Alejandro Magno, autor de la Metafísica, autor de la Ética a Nicómaco, fundador del Liceo de Atenas, y posiblemente algunos otros. Algunas de estas descripciones son exclusivas de Aristóteles y otras no, pero el conjunto de ellas lo describe identificadoramente. Ahora bien, podría descubrirse que, por ejemplo, Aristóteles no escribió la Metafísica, pero no tendría sentido decir que Aristóteles no hizo ningunas de las cosas que se le atribuyen, puesto que, como ya se dijo, se perderían las condiciones de uso del nombre. Dicho de otra forma, es condición necesaria de que un objeto sea Aristóteles que cumpla alguna de las descripciones que constituyen el sustento descriptivo del nombre. Así las cosas, Searle responde afirmativamente a (ii): el nombre está vinculado analíticamente, no con una sola descripción, sino con la disyunción identificadora de descripciones del objeto. Al respecto dice Searle: “[…] si se prueba que no es verdadera de algún objeto independientemente localizado ninguna de las descripciones que los usuarios del nombre de ese objeto creen que son verdaderas de ese objeto, entonces no hay ningún objeto idéntico al portador del nombre. Es una condición necesaria para que un objeto sea Aristóteles que satisfaga al menos una de estas descripciones. Éste es otro modo de decir que

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la disyunción de estas descripciones está analíticamente relacionada con el nombre «Aristóteles» […]” (Searle [1967] 2005 111). Aunque Searle afirma que la relación entre un nombre y la disyunción de las descripciones asociadas es analítica, también afirma que la relación es laxa. Pero, ¿de qué forma una relación analítica puede ser laxa? La relación es analítica, cómo se ha visto, porque es una condición necesaria de que un objeto sea el portador del nombre que satisfaga al menos una de las descripciones de la disyunción, la relación es laxa porque, en palabras de Searle: “Aunque ningún elemento particular de estas descripciones está analíticamente ligado con el nombre «Aristóteles», algún subconjunto indefinido de ellas lo está” (Searle [1967] 2005 111 énfasis mío). Esto quiere decir que la relación es laxa porque, aunque se asume que los nombres propios sí tienen un sentido éste es, sin embargo, impreciso, en tanto que las características que contituyen la identidad del portador del nombre lo son, es decir, no están exactamente especificadas. En la laxitud reside, según Searle, la conveniencia del uso de los nombres propios: si los críterios de identidad de los portadores de los nombres propios fueran rígidos y precisos, entonces un nombre propio sería equivalente al conjunto de descripciones asociadas a él4 y cada uso del nombre implicaría las cualidades espefíficadas; gracias a la laxitud, el uso de un nombre propio permite hacer referencia sin comprometerse o establecer propiedades del portador del nombre. Así, los nombres funcionan no como descripciones, sino como roperos donde éstas se cuelgan. Como ya se mencionó, la teoría de Searle se presenta como una respuesta a la pregunta por el sentido de los nombres propios. Vale la pena, para concluir, ver cómo logra la teoría del ropero vérselas con los problemas que aquejan a las teorías tradicionales: explicar el significado de enunciados existenciales y de identidad, y la necesidad de los hecho o propiedades atribuidas al portador del nombre. Con respecto al significado de los enunciados existenciales y de identidad, la solución de la teoría searleana es bastante parecida a la de las teorías descriptivistas tradicionales. En primer lugar, los enunciados existenciales, dado el conjunto de descripciones asociado, son verdaderos o falsos dependiendo de la existencia de un objeto que cumpla con la disyunción de las descripciones, de la manera como se ha indicado anteriormente. Los enunciado de identidad que involucren nombres propios, como ‘El Everest es el Chomolungma’ establece que el respaldo descriptivos de ambos nombres es verdadero 4

De la misma manera como una teoría descriptivista, como las descritas anteriormente, que sostengan que el sentido del nombre es una descripción, se ve conducida a considerar como necesarios ciertos hechos o propiedades contingentes del portador del nombre, si el nombre fuese equivalente al conjunto de descripciones asociadas, la teoría se vería conducida a considerarlas necesarias.

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del mismo objeto; que el enunciado sea trivial o no depende de cuáles sean tales contenidos descriptivos. La teoría del ropero también sortea el problema mencionado relacionado con la contingencia de las propiedades, puesto que, gracias a la laxitud, el nombre, a pesar de estar ligado analíticamente a una disyunción de descripciones, no lo está con ninguna de ellas por separado, de forma que ya no es una contradicción negar del portador del nombre alguna de las propiedades o hechos atribuidos. En Actos de habla Searle hace una exposición detallada de la referencia como acto de habla y sus mecanismos. Creo que en esta exposición pueden encontrarse algunas claves para comprender mejor la teoría de Searle sobre los nombres propios y su consecuente compromiso con el descriptivismo. Según esta exposición, hay tres axiomas de la referencia como acto de habla: 1. Axioma de la existencia. Cualquier cosa a la que se haga referencia debe existir 2. Axioma de identidad. Si un predicado es verdadero de un objeto, es verdadero de lo que sea idéntico a ese objeto, independientemente de las expresiones que se usen para hacer referencia a ese objeto (Searle [1969] 2007 85). Estos dos axiomas hacen parte de la discusión tradicional sobre la referencia, Searle agrega un tercer axioma: 3. Axioma de identificación. Si un hablante refiere a un objeto, entonces él identifica o es capaz, si se le pide, de identificar para el oyente ese objeto separadamente de todos los demás objetos. Que puede ser reformulado de la siguiente manera: 3a. Principio de identificación. Una condición necesaria para la realización con éxito de una referencia definida consiste en que, o bien la emisión de esa expresión debe comunicar al oyente una descripción verdadera de, o un hecho sobre, uno y sólo un objeto, o si la emisión no comunica tal hecho el hablante debe ser capaz de sustituirla por una expresión cuya emisión lo comunique. La introducción del axioma y del principio de identificación constituye un claro compromiso de Searle con el descriptivismo. Searle argumenta a favor de la introducción del axioma y el principio de identificación. Quisiera detenerme en esta argumentación, puesto que considero que es bastante útil para

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comprender las raíces del compromiso searleano con el descriptivismo. Para empezar, vale la pena tener en cuenta la distinción que traza Searle entre referencia completamente consumada y referencia exitosa. Una referencia completamente consumada es aquella en la que, de manera no ambigua, se identifica un objeto para el oyente. Una referencia exitosa es aquella en la que, aun cuando para el oyente la referencia no sea identificada sin ambigüedad, el hablante está en condiciones de hacerlo si se le pide. La referencia completamente consumada garantiza que la selección o identificación que el hablante hace de un objeto es transmitida al oyente. La pregunta relevante es, entonces, ¿cuáles son las condiciones necesarias para que la emisión de una expresión constituya una referencia completamente consumada? Según el análisis de Searle, las condiciones necesarias de una referencia completamente consumada son dos: (i) debe existir uno y sólo un objeto al que se aplica la emisión de la expresión por parte del hablante y (ii) debe dársele al oyente medios suficientes para identificar el objeto a partir de la emisión de la expresión por parte del hablante (Searle [1969] 2007 90). Para que la condición (i) sea satisfecha deben satisfacerse dos cosas: (ia) debe existir al menos un objeto al que se aplica la emisión de la expresión del hablante y (ib) no debe existir más de un objeto al que se aplica la emisión de la expresión del hablante. La condición (ib) es, según la interpretación se Searle5, satisfecha siempre que el hablante intente referir a un único objeto, independientemente de que haya más de un objeto al que la emisión pueda aplicarse. Para que se cumpla la condición (ii) el oyente debe estar en una situación tal que sea capaz, a partir de la expresión emitida por el hablante, de identificar el objeto del que se está hablando, esto es, una situación en la que no haya, para el oyente, duda o ambigüedad sobre el objeto del que se le está hablando. Para que esto sea posible, el hablante debe estar en condiciones de proporcionar respuestas no ambiguas, si se le pregunta de qué o quién está hablando. Si el hablante no está en condiciones de responder sin ambigüedad a tales preguntas, no identifica un objeto para el oyente, lo cual es condición necesaria de una referencia completamente consumada6. Ahora bien, ¿qué tipo de respuestas —por parte del hablante— son admisibles para tales preguntas? Las respuestas admisibles son 5

La condición (i), sin consideraciones adicionales, corresponde al análisis de Russell de las descripciones definidas. Según el análisis de Russell, las condiciones de satisfacción de una descripción definida son dos: primera, existe al menos un objeto que cumple con la descripción, segunda, no existe más de un objeto que cumple con la descripción.

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Vale la pena aclarar que el énfasis está puesto en el hablante —antes que en la expresión utilizada— porque, en el marco de la teoría de actos de habla, es tan importante la emisión como el hecho de que el hablante, con la emisión, intente hacer que el oyente reconozca lo que le quiere decir, en este caso, identificar un objeto.

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presentaciones ostensivas, descripciones definidas o mezclas de estas. Según lo anterior, la satisfacción de la condición (ii) depende de la capacidad del hablante de proporcionar una expresión, de alguno de esos tres tipos, que sea satisfecha de manera singularizadora por el objeto al que intenta referirse. Ahora bien, hasta ahora sólo se ha explicado cuales son las implicaciones del axioma y del principio de identificación, mostrando que es condición necesaria de una referencia completamente consumada que se cumpla el principio de identificación. Con ello, sin embargo, no parece estar completamente justificada su introducción. Así las cosas, Searle intenta mostrar que el axioma de identificación es un corolario del axioma de existencia; en caso de lograrlo, al axioma de identificación debería quedar plenamente justificado. En primer lugar, cabe anotar que Searle señala que el principio de identificación es un caso especial del principio de expresabilidad7, es decir, siempre que un hablante intenta referirse a un objeto particular debe ser capaz de decir exactamente cuál es el objeto al que se refiere. En segundo lugar, el axioma de identificación se sigue —según el análisis de Searle— del axioma de existencia, puesto que es condición necesaria de que haya uno y solo un objeto al que se aplique la emisión de una expresión por parte del hablante que el hablante pueda identificar el objeto. Esto en virtud de que, en este análisis, la existencia de un único objeto al que se aplica la emisión de un hablante es equivalente al hecho de que el hablante intenta referirse a un único objeto; y es condición necesaria de que el hablante intente referirse a un único objeto que sea capaz de identificarlo. Llegados a este punto tenemos, por un lado, la teoría de Searle sobre los nombres propios y, por otro lado, el análisis de la referencia como acto de habla. Queda, entonces, ver cómo encajan las dos piezas. Según la teoría de los nombres propios cualquier nombre propio está vinculado analíticamente con una disyunción de descripciones; según la teoría de actos de habla es condición necesaria de una referencia completamente consumada que el hablante sea capaz identificar el objeto al que intenta referirse. Así las cosas, asumiendo el análisis de la referencia como acto de habla que he presentado, es claro que para que el uso de un nombre propio constituya un caso de referencia completamente consumada es necesario que el hablante esté en capacidad de identificar el objeto al que se refiere.

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El principio de expresabilidad reza que cualquier cosa que pueda querer decirse significativamente puede decirse.

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II En Naming and Necessity, Kripke hace una crítica a lo que llama ‘teorías del racimo’ o ‘teorías del cúmulo’, término en el que cabe la teoría de Searle. Para presentar sus críticas, Kripke reconstruye la teoría como basada en seis tesis: 1. A cada nombre o expresión designadora ‘X’ le corresponde un cúmulo de propiedades, a saber, la familia de aquellas propiedades φ tales que A cree ‘φX’. 2. A cree que una de las propiedades, o algunas tomadas conjuntamente, selecciona únicamente un individuo. 3. Si la mayor parte, o una mayoría ponderada de las φ’s son satisfechas por un único objeto y, entonces y es el referente de ‘X’. 4. Si la votación no produce un único objeto, ‘X’ no refiere8. 5. El enunciado ‘si X existe, entonces X tiene la mayoría de las propiedades φ’ es conocido a priori por el hablante. 6. El enunciado ‘si X existe, entonces X tiene la mayoría de las propiedades φ’ es necesario (en el idiolecto del hablante). Kripke busca mostrar que las tesis no pueden ser sostenidas sin violar un requisito de no–circularidad (C): para cualquier teoría exitosa, la explicación no debe ser circular. En particular, las propiedades que son usadas en la votación no deben involucrar la noción de referencia de una manera que sea, en últimas, imposible de eliminar (Kripke 72). La tesis 1 es aceptada por ser una constatación. La tesis (2) es equivocada según Kripke por varias razones. En primer lugar, es común el caso en el que un hablante no puede especificar propiedades que seleccionen un único objeto o en el que el hablante no cree que, dentro de las propiedades que cree que son satisfechas por X, algunas lo identifique unívocamente. Es decir, en muchos casos un hablante solo puede dar una descripción 8

El término ‘votación’ surge de una analogía que hace Kripke entre las propiedades φ y los miembros de una corporación, algunos de los cuales tienen voz y voto, mientras otros tienen voz, pero no voto. Similarmente, algunas de las propiedades son las relevantes que otras, algunas, incluso, pueden ser irrelevantes.

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indefinida del objeto sobre el que habla, sin dejar de creer que está hablando de un único objeto y sin llegar a creer que sólo hay un objeto que cumpla con la descripción. Por ejemplo, lo único que muchos hablantes podrían decir sobre Richard Feynman es que fue un físico, de ahí no se sigue, sin embargo, ni que crean que hubo un solo físico, ni que no intenten hacer referencia a un único objeto. En segundo lugar, la tesis (2) es errada, según Kripke, puesto que en muchos casos parece llevar a la violación de la cláusula de no–circularidad: por ejemplo, si ‘Einstein’ es equivalente a ‘el que descubrió la teoría de la relatividad’, dado que lo único que muchos hablantes podrían decir sobre la teoría de la relatividad es ‘la teoría de Einstein’. La tesis (3) es equivocada porque es posible un caso en el que la mayoría de las propiedades φ sean satisfechas por un objeto distinto del objeto que el hablante cree que las satisface, y aun así el referente de ‘X’ sea el objeto que el hablante cree y no el otro. Dicho de otra forma, sea x el objeto que el hablante cree que satisface las φ, sea y un objeto distinto de x, es posible que sea y, y no x, el objeto que satisface las propiedades φ, y aun así, el referente de ‘X’ sea x. El ejemplo de Kripke es el siguiente: supónganse que un hablante cree que Gödel fue el hombre que probó la incompletitud de la aritmética, así, el objeto que cumple con la propiedad ‘el que probó la incompletitud de la aritmética’ debería ser el referente de ‘Gödel’. Ahora bien, supóngase que no fue Gödel sino otra persona, Smith en el ejemplo, quien probó la incompletitud de la aritmética, pero que, de alguna manera, la prueba se le atribuyó a Gödel. De ser así, sería Smith quien satisfaría la descripción ‘el que probó la incompletitud de la aritmética’. ¿Diríamos aún que cuando el hablante emite ‘Gödel’ refiere a aquel que cumple la descripción, i. e. Smith? Parece inaceptable responder afirmativamente a esta pregunta, es decir, aun cuando es Smith el que cumple con la descripción ‘el que probó la incompletitud de la aritmética’ —que se supone es la descripción que selecciona el referente del nombre ‘Gödel’— ‘Gödel’ debería referir a Gödel, puesto que, de hecho, el hablante quiere referir a Gödel. La tesis (4) es incorrecta, básicamente por razones que ya se han expuesto. Esta tesis afirma que si la votación no arroja un único objeto, entonces el nombre no refiere, es decir, si no hay un único objeto que cumpla con la mayoría, o la mayoría ponderada si se quiere, de las propiedades φ que el hablante cree que seleccionan un único objeto, entonces el nombre no refiere. Así las cosas, puede estar mal por dos razones: o bien porque la mayoría de las φ’s seleccionan múltiples objetos, o bien porque no seleccionan ninguno. La primera situación es discutida en la crítica a la tesis (2) con el ejemplo de Feynman, en la cual se arguye que es posible que las creencias del hablante que correspondan a ‘X’ no seleccionen un único objeto y que, sin embargo, con ‘X’ a un único objeto. La

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segunda situación es en la que las creencias del hablante no seleccionan ningún objeto: si, por ejemplo, hubiese pasado inadvertido un error en la prueba de la incompletitud de la aritmética y ésta fuese completa, entonces la incompletitud de la aritmética no habría sido probada. En ese caso, no habría un objeto que cumpliera la descripción ‘el que probó la incompletitud de la aritmética’ ¿se diría entonces que ‘Gödel’ no refiere? Kripke sostiene que, aún en un caso como ese ‘Gödel’ refiere a Gödel. La tesis (6) es rechazada por Kripke arguyendo que conduce a asumir cierto compromiso con el determinismo. Según él, dado que ‘necesario’ es un término metafísico, que el enunciado ‘si X existe, entonces X cumple la mayorías de las propiedades φ’ sea necesario implica que las propiedades son necesarias de forma tal que el objeto que cumple las propiedades φ no podría no cumplirlas. Dicho de otra forma, la tesis (6) conlleva el mismo problema que las teorías descriptivistas tradicionales: un hecho o propiedad acerca del portador del nombre, que debería ser contingente, pasa a ser considerado como necesario. Una vez vistas las críticas de Kripke a las teorías del cúmulo, vale la pena examinar, en primer lugar, si las seis tesis recogen adecuadamente la teoría del ropero de Searle, pues de eso depende, en gran medida, qué tan contundentes resulten las críticas contra ésta. La tesis (1) —a cada nombre o expresión designadora ‘X’ le corresponde un cúmulo de propiedades, a saber, la familia de propiedades φ tales que A cree ‘φX’— parece bastante aceptable dentro de la teoría de Searle. Como se dijo en la sección anterior, en la teoría del ropero, las condiciones de uso de un nombre están dadas por el conjunto de descripciones asociadas a él (Searle [1967] 2005 111). Adicionalmente, según la teoría de actos de habla, tal respaldo descriptivo —en virtud del cual se usa el nombre— depende de las capacidades del hablante de identificar el objeto al que intenta referirse, es decir, de las descripciones que el hablante asocie con el objeto (Searle [1969] 2007 94). Parece claro, entonces, que la tesis (1) sí hace parte de la teoría de Searle. La tesis (2) afirma que el hablante cree que una de las propiedades o algunas en conjunto seleccionan un único individuo. En la teoría searleana sobre la referencia es claro que el hablante debe estar en condiciones de proporcionar descripciones que identifiquen el objeto al que intenta referirse. Tales descripciones constituyen la información que el hablante posee acerca del portador del nombre. Además, el hablante asume que con su emisión hace referencia a un único objeto: en palabras de Searle: “[…]una condición necesaria de que haya uno y sólo un objeto al que se aplique la emisión por parte del hablante, uno y sólo un objeto al que él intente hacer referencia, es que el hablante sea capaz de identificar ese objeto” (Searle [1969] 2007 95). En otra parte, agrega que “[…] la referencia existe en virtud de hechos sobre el objeto que son conocidos por

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el hablante, hechos que valen de manera singularizadora del objeto al que se hace referencia” (Searle [1969] 2007 99 énfasis mío). Esta tesis parece, en principio, ser suscrita por la teoría del ropero, sin embargo, vale la pena recordar que la referencia es un acto de habla, es decir, hacer referencia es dominar una práctica, de manera que no sólo es importante lo que el hablante cree, sino también lo que el hablante intenta y es capaz de hacer. Dicho de otra forma, no se trata solamente de que el hablante crea que una de las propiedades, o algunas tomadas conjuntamente, selecciona únicamente un individuo, sino, y ante todo, de que el hablante pueda identificar, para el oyente, el objeto al cuál intenta referirse, para lo cual como miembro de una comunidad, puede echar mano del acervo de conocimientos que esta posee sobre el portador del nombre. Es decir, puede hacer referencia aún sin creer que sus creencias sobre el portador del nombre lo seleccionan unívocamente, basta con que esté en una situación que le permita transmitirle a oyente de qué o quién está hablando. Así las cosas, resulta muy discutible que la tesis (2) haga parte de la teoría del ropero. La tesis (3) —si la mayor parte, o una mayoría ponderada de las φ’s son satisfechas por un único objeto y, entonces y es el referente de ‘X’—, a primera vista, parece hacer parte de la teoría del ropero, pero no es tan claro, puesto que la teoría no afirma exactamente que si un objeto cumple la mayoría de las descripciones, entonces es el portador del nombre. Más bien afirma que si un objeto es el portador del nombre, entonces debe cumplir una mayoría no especificada de las descripciones. Sin embargo, si la teoría del ropero pretende explicar cómo se fija la referencia de un nombre a partir de descripciones, entonces debe asumir la tesis (3). Por otra parte, dada la laxitud de la que habla la teoría del ropero, la teoría no se compromete con que las descripciones que cumple el portador del nombre deban ponderarse, puesto que el conjunto de descripciones es indeterminado. Sin embargo, parece razonable asumir que las propiedades sean ponderadas, tal como lo hace Kripke. La tesis (4) es claramente suscrita por la teoría del ropero, puesto que la teoría sí afirma que si ningún objeto cumple con al menos una de las descripciones asociadas con el nombre, entonces no hay un objeto que sea el portador del nombre (Searle [1967] 2005 111). Para examinar las tesis (5) y (6) vale la pena recordar las distinciones hechas por Kripke sobre los términos ‘a priori’ y ‘necesario’. Según tal distinción, ‘a priori’ es un término epistemológico y ‘necesario’ es un término metafísico. Así las cosas, la tesis (5) —el enunciado ‘si X existe, entonces X cumple la mayoría de las propiedades φ’ es conocido a priori por el hablante—, dado que involucra el términos ‘a priori’, debe tener implicaciones epistemológicas, es decir, esta tesis está relacionada con lo que el hablante sabe o debe saber para hacer referencia. La tesis (6) —el enunciado ‘si X existe, entonces X cumple la

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mayorías de las propiedades φ’ es necesario (en el idiolecto del hablante) —, debe tener, entonces, implicaciones metafísicas. Searle, por su parte, no parece distinguir entre los términos mencionados, más bien, parece usarlos en sentido tradicional, en el cual son más o menos sinónimos. Así las cosas, cabe preguntar si Searle asume ambas tesis o sólo alguna de ellas. La afirmación de Searle que según Kripke revela la tesis (6) es la siguiente: Supongamos que nos ponemos de acuerdo en deshacernos de ‘Aristóteles’ y usar, digamos, ‘el maestro de Alejandro’, entonces es una verdad necesaria que el hombre al que nos referimos es el maestro de Alejandro —no obstante, es una verdad contingente que Aristóteles alguna vez se dedicó a la pedagogía, aunque sugiero que es un hecho necesario que Aristóteles tiene la suma lógica, la disyunción inclusiva de las propiedades que comúnmente se le atribuyen. (Searle 1958, citado en Kripke [1972] 1980 74) Ahora bien, teniendo en cuenta lo expuesto sobre la teoría del ropero, es más o menos claro que es un hecho necesario que Aristóteles tenga la suma lógica de las propiedades que se le atribuyen, en el sentido de que es una condición de que un objeto sea Aristóteles que cumpla alguna de tales propiedades. Dicho de otra forma, la teoría del ropero no se compromete con que el portador del nombre cumpla necesariamente con alguna de las propiedades atribuidas (necesidad de re), sino con que necesariamente el portador del nombre cumple alguna de las descripciones atribuidas (necesidad de dicto). Interpretando la tesis (6) como hablando de necesidad de dicto y no de re, no conduce al determinismo; de forma que si la crítica se limita a decir —y parece que así es— que la tesis debe ser rechazada por conducir al determinismo, entonces se queda sin fundamento. Dicho sea de paso, la teoría searleana tampoco parece suscribir la tesis (6), aun interpretada la necesidad como de dicto, puesto que afirma no que si X existe, entonces cumple con la mayoría de las φ, sino que X cumple al menos una de las φ, de forma que se reduce a los casos relevantes de la tesis (4). Así las cosas, parece que sólo las tesis (3) y (4) son suscritas por la teoría del ropero y son blanco de las críticas kripkeanas. Queda entonces por examinar cómo las críticas a estas tesis afectan a la teoría searleana. El argumento de Kripke contra la tesis (3) está basado en el contraejemplo de la situación en la que fuese Schmidt y no Gödel quien demostró la incompletitud de la aritmética. Hay dos aspectos de la teoría de Searle que el argumento parece pasar por alto: que el nombre no es equivalente a una descripción sino a un conjunto indefinido de estas y la laxitud. El argumento asume que si se descubre que no fue Gödel, sino Schmidt el que demostró la incompletitud de la aritmética, entonces la teoría se ve obligada a decir que ‘Gödel’ refiere a Schmidt y

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no a Gödel, puesto que la descripción identificadora relevante asociada con el nombre es ‘el que demostró la incompletitud de la aritmética’. Esto se sigue de asociar con ‘Gödel’ únicamente la descripción ‘el que probó la incompletitud de la aritmética’. Si, como exige la teoría del ropero, se asocia con el nombre un conjunto identificador de descripciones —aun cuando una de las descripciones aislada pueda ser identificadora— que además es impreciso, en el sentido que ya se dijo, entonces puede descubrirse que alguna de las descripciones es falsa del portador del nombre sin que el objeto pierda tal estatus. Hay dos razones para esto: primero, que es el conjunto —que vale la pena recordar, es la disyunción de las descripciones—, y no la descripción, el que fija la referencia; y segundo porque el conjunto no está precisamente defino, es decir pueden agregarse o quitarse descripciones sin que eso conlleve un cambio de referencia; excepto en el caso límite en el cuál todas las descripciones resulten ser falsas. Vale la pena ver, a continuación, como puede responderse de manera más contundente a estas críticas a partir de un trabajo posterior de Searle.

III Se considera que en Intencionalidad Searle continúa el análisis sobre el lenguaje adelantado en trabajos anteriores como Actos de habla y Expression and Meaning, llevándolo ahora a un análisis sobre la mente. Así las cosas, el análisis de los actos de habla y, en particular, el de la referencia se basa ahora en el concepto de Intencionalidad. Así las cosas, Searle se enfrenta a las críticas que se han presentado a su teoría inicial sobre los nombres propios, y hace su propia crítica a la teoría causal de los nombres, valiéndose de los conceptos de la teoría de la Intencionalidad.9 Empecemos con una caracterización general de los estados Intencionales. La Intencionalidad es una característica de los estados mentales, en virtud de la cual algunos de ellos se dirigen a, o son sobre, objetos o estados de cosas en el mundo (Searle [1983] 1992 17). Así las cosas, la característica fundamental de la Intencionalidad es la direccionalidad, lo cual quiere decir que los estados Intencionales son, primordialmente, dirigidos a algo. Por ejemplo, las creencias son siempre Intencionales, en tanto que son siempre creencias de que algo es el caso, es decir, no tiene sentido decir ‘tengo una creencia, pero no es una creencia sobre algo’. Hay algunos estados típicamente Intencionales, como creencia, temor, deseo, amor, odio; otros estados pueden tener instancias Intencionales, sin ser primordialmente Intencionales, por ejemplo, la ansiedad, 9

Siguiendo el uso de Searle, usaré ‘Intencional’, ‘Intencionalidad’, para hablar de la propiedad de los estados mentales, distinguiéndolo de ‘intencional’, en el sentido de ‘con la intención o el propósito de…’.

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la felicidad, la depresión, es decir, uno puede experimentar felicidad no dirigida, o puede sentirse feliz porque algo ha ocurrido (felicidad dirigida, Intencional). Por otra parte, la Intencionalidad es una forma de representación. Sin embargo, el término ‘representación’ debe ser entendido en un sentido que no tiene nada que ver con figura. Para entender en qué sentido un estado Intencional es representacional hace falta tener en cuenta varias distinciones y nociones que Searle introduce. En primer lugar, está la distinción entre contenido representativo o Intencional y modo psicológico. Se dice que un estado Intencional consta de un contenido representativo o contenido Intencional y de un modo psicológico en el que se tiene el contenido representativo. El contenido Intencional puede ser, o no, proposicional. Algunos modos, como la creencia, exigen que el contenido representativo sea proposicional, mientras otros, como el amor el odio, no. En segundo lugar está la noción de dirección de ajuste, que puede ser entendida, de manera muy gruesa, como la cuestión de quién —entre el contenido Intencional y el mundo— tiene la responsabilidad de encajar. Las creencias, por ejemplo, tienen dirección de ajuste mente–a–mundo, en tanto que si son falsas, entonces son ellas las que fallan en ajustarse al mundo, de forma que el fallo puede solucionarse simplemente modificando la creencia. Las intenciones o los deseos son de dirección de ajuste mundo–a–mente, puesto que si no son satisfechos, de alguna manera, es el mundo el que falla en ajustarse, ya que no se puede corregir la situación cambiando la intención o el deseo, el deseo o la intención no son incorrectos en el mismo sentido en el que las creencias pueden serlo. Finalmente, está la noción de condiciones de satisfacción o condiciones de éxito de un estado Intencional. Las condiciones de satisfacción de un estado Intencional son las situaciones que hacen que el estado Intencional sea satisfecho; es decir, un creencia es satisfecha si las cosas en el mundo son como se cree que son, un deseo es satisfecho si se cumple, una intención es satisfecha si se lleva a cabo. Las condiciones de satisfacción son internas al contenido Intencional, es decir, un estado Intencional es el estado que es justamente en virtud de que sus condiciones de satisfacción sean las que son y no otras. Por ejemplo, un deseo es el deseo que es porque lo satisfarían ciertos estados de cosas y no otros. Vistas estas nociones queda preparado el terreno para comprender cómo los estados Intencionales son representacionales, recuérdese que esto no debe interpretarse como que los estados Intencionales son figuras. Al respecto de en qué sentido los estados Intencionales son representacionales dice Searle: Decir que una creencia es una representación es simplemente decir que tiene un contenido proposicional y un modo psicológico, que su contenido proposicional determina un conjunto de condiciones de satisfacción

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bajo ciertos aspectos, que su modo psicológico determina una dirección de ajuste de su contenido proposicional (Searle [1983] 1992 27). Dicho de otra forma, un estado Intencional, con una dirección de ajuste es una representación de sus condiciones de satisfacción. Las condiciones de satisfacción de un estado Intencional están dadas por su posición en una Red de estados Intencionales y con respecto a un Trasfondo de supuesto preintencionales, que no son ellos mismos estados Intencionales ni hacen parte de las condiciones de satisfacción de estados Intencionales. Para terminar esta caracterización general de los estados Intencionales hace falta hablar brevemente de la noción de causación intencional. La causación intencional no es —como sí lo es la causalidad o causación tradicionalmente entendida— regularidad. En términos muy generales la causación Intencional es una relación en la que uno de los términos debe ser un estado Intencional que causa o es causado por sus condiciones de satisfacción. Donde por ‘causar’ se entiende sencillamente ‘hacer que algo suceda’. Así las cosas, por ejemplo, si alguien tiene sed (el deseo de beber), su sed causa —Intencionalmente hablando— que, por ejemplo sostenga un vaso en su mano, puesto que sostener el vaso hace parte de las condiciones de satisfacción del deseo de beber. A la luz de las consideraciones sobre la Intencionalidad Searle reformula el problema del sentido de los nombres propios. Así, la cuestión deja de ser si los nombres propios hacen o no referencia mediante un sentido, para ser: “¿Hacen referencia los nombres propios estableciendo condiciones de satisfacción internas de un modo que sea consistentes con la explicación general de la Intencionalidad que he estado proporcionando, o hacen referencia los nombres propios en virtud de alguna relación causa externa?” (Searle [1983] 1992 238). Las alternativas parecen ser, entonces, o bien el internalismo que suscribe el descriptivismo, o bien el externalismo de la llamada teoría causal de los nombres, dicho de otra forma, la pregunta ahora es si la referencia tiene éxito en virtud de que el objeto al que se hace referencia se ajusta a algún contenido Intencional asociado, o si la referencia se logra gracias a hechos en el mundo independientemente de cómo esos hechos se representan en la mente. Searle, por supuesto, quiere mantenerse en una postura internalista, de forma que proporciona una explicación de la referencia en términos de la Intencionalidad, pero también, pretende mostrar que la teoría causa descansa sobre esta. Searle se mantiene en su posición inicial sobre el sentido de los nombres propios, pero incluye, además, elementos de la Intencionalidad. Así, ahora Searle considera que no hace falta que se asocien descripciones identificadoras con los nombres propios, basta con que se asocie contenido Intencional con

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Red y Trasfondo suficientes para identificar al portador del nombre. El contenido Intencional, vale la pena recordarlo, no es necesariamente proposicional. El análisis a la luz de la Intencionalidad también abre la posibilidad de hacer referencias parásitas, esto es, casos en los que lo único que el hablante podría decir sobre el objeto al cual se refiere con ‘N’ es que es el objeto llamado N en su comunidad de hablantes. La referencia es parásita porque tal uso del nombre depende de que otros hablantes asocien con el nombre contenidos Intencionales distintos de ‘ser llamado N’. Recordemos que según la teoría causal de los nombres, al menos en la versión kripkeana, hay un bautizo inicial, en el cual se fija la referencia del nombre por ostensión o por descripción. En adelante, quien usa el nombre debe solamente cumplir con un requisito para que referir exitosamente: usar el nombre con la intención de hacer referencia al mismo objeto que la persona de quien lo oyó. Según Searle, en el bautizo se involucra un contenido Intencional. Si la referencia del nombre se fija por descripción, es claro que hay involucrado un contenido Intencional. Si la referencia se fija por ostensión, entonces, dado que se involucra la percepción, también puede explicarse Intencionalmente10.Por otra parte, la Intencionalidad se cuela en la teoría causal kripkeana por el requisito de que el hablante haga uso del nombre con la intención de referir al mismo objeto que la persona de la que oyó el nombre. Se tiene, según Searle, un contenido Intencional asociado con un nombre ‘N’: ‘N es el objeto al que hizo referencia la persona de la que se aprendió el nombre’. Esto, sin embargo, no hace que la explicación de la referencia que hace la teoría causal sea internalista, puesto que la teoría considera que la cadena de comunicación es primordial con respecto al contenido Intencional al que pueda haber lugar. Para Searle, sin embargo, la cadena de comunicación no es más que una forma de caracterizar la referencia parásita que se mencionó anteriormente. En la cadena causal de comunicación los usos del nombre posteriores al bautizo inicial son parásitos de éste, puesto que lo que garantiza el éxito de la referencia es la intención de referir al objeto al que refería la persona de la que se aprendió el nombre. Dicho de otra forma, la cadena causal logra dar cuenta de la cómo puede hacerse referencia de manera exitosa porque apela a los contenidos y estados Intencionales de los hablantes que hacen parte de la cadena, aunque el estado Intencional sea simplemente la intención de referir al mismo objeto al que se refería la persona de la que se aprendió el nombre. Finalmente, tras haber visto la crítica a la teoría causal de los nombres, veamos cuáles son los elementos que la Intencionalidad agrega al análisis de la referencia y Para una explicación detallada puede verse el segundo capítulo de Intencionalidad (Searle [1983] 1992), titulado ‘La Intencionalidad e la percepción’.

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cómo el nuevo enfoque contribuye a solucionar los problemas que habían quedado abiertos para la teoría del ropero con las críticas de Kripke. Ya aparecieron un par de ellos: las referencias parásitas y los contenidos Intencionales no proposicionales —no descriptivos— que pueden estar asociados con un nombre. De la misma manera como en la teoría del ropero no se consideraba que las descripciones fuesen definiciones de los nombres a los que estaban asociadas, en el nuevo enfoque no se considera que los contenidos Intencionales sean definiciones de los nombres, aunque puedan aparecer en enunciados en los que se use el nombre. Otro aspecto importante que introduce la Intencionalidad es que es un sistema de representación (una Red y un Trasfondo) lo que determinan qué cuenta como un objeto y, consecuentemente, como objeto al que se pueda hacer referencia. Recordemos ahora la crítica kripkeana a las teorías del cúmulo. Habíamos visto que las tesis (3) — si la mayor parte, o una mayoría ponderada de las φ’s son satisfechas por un único objeto y, entonces y es el referente de ‘X’— y (4) — Si la votación no produce un único objeto, ‘X’ no refiere— parecían ser suscritas por la teoría del ropero, de forma que Searle tendría que vérselas con las críticas. Searle responder a la crítica a la tesis (3) arguyendo que, según se ha dicho, un contenido Intencional hace parte de una Red, de forma que el hablante debe tener más contenido Intencional asociado a ‘Gödel’ que solamente ‘el que probó la incompletitud de la aritmética’, en el peor de lo casos usa el nombre haciendo referencia parásita, lo cual, como ya se ha dicho, de todas formas garantiza el éxito de la referencia (Searle [1983] 1992 255). Searle no responde exactamente a las críticas planteadas a la tesis (4), pero la clave de la solución puede estar en la introducción de la relatividad de los criterios de reificación. Es decir, si los criterios de reificación, de individuación y de identidad de objetos son relativos a una Red y a un Trasfondo, si no hay un objeto dentro del sistema de representación relevante que satisfaga los contenidos Intencionales asociados con el nombre, es correcto decir que, con respecto a esa Red y ese Trasfondo, el objeto al que se haría referencia con el nombre no existe.11

Trabajos citados Frege, Gottlob. “Sobre sentido y referencia”. [1892] 2005. Valdés Villanueva. 29–49. Kripke, Saul. Naming and Necessity. Oxford: Basil Blackwell Ltd, [1972] 1980. Al respecto pueden ser iluminadores los comentarios de Searle contra el contraejemplo de Donellan (Searle [1983] 1992, 256–257).

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Searle, John. Actos de habla. Trad. Luis M. Valdés Villanueva. Madrid: Cátedra, [1969] 2007. —. Intencionalidad. Un ensayo en la filosofía de la mente. Trad. Enrique Ujaldón Benítez. Madrid: Tecnos, [1983] 1992. —. “Nombres propios y descripciones”. [1967] 2005. Valdés Villanueva. 105–114. —. “Proper Names”. Mind 67.266 (1958): 166–173. Valdés Villanueva, Luis M., ed. La búsqueda del significado. Madrid: Tecnos, 2005.

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