Una introducción a la racionalidad limitada y la economía del comportamiento

Gaceta de Economía Año 16 , Número Especial, Tomo II Una introducción a la racionalidad limitada y la economía del comportamiento Coral González *

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Gaceta de Economía

Año 16 , Número Especial, Tomo II

Una introducción a la racionalidad limitada y la economía del comportamiento Coral González

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Sumario La teoría económica se ha basado históricamente en el hecho de que los agentes son racionales y que toman decisiones con base en la maximización de su bienestar, únicamente, sin embargo, se ha mostrado que esto no es del todo cierto cuando observamos las decisiones diarias de dichos agentes. Es por ello, que con el fin de seguir explicando la forma en que los agentes económicos toman decisiones, surgió el concepto de racionalidad limitada y la rama de la economía llamada economía del comportamiento para tratar de incorporar variaciones a los modelos tradicionales de manera que se refleje más fielmente este proceso. Clasificación JEL: C91, D01, D03,

1. Introducción Hasta ahora, la teoría económica en la que se basan todos los modelos que “rigen” la economía y las acciones de las personas encuentra sus cimientos en el hecho de que todos los agentes que participan de ella y que toman decisiones en ella, son agentes maximizadores de bienestar; los cuales saben qué decisión es la mejor para ellos y siempre la toman por sí mismos, sin ayuda y sin equivocarse. Sin embargo, ya mucha evidencia hay de que esto no es del todo cierto, así como 1

la enfermedad del amor que describe Galeano que hace que se digan estupideces, que es contagiosa y que no hay pócima alguna para ésta; así muchas decisiones que se toman a diario en cualquier escenario, no siempre son las mejores aunque *

Jefe de Departamento de Modelos Regionales del [email protected]

Instituto Nacional de Ecología

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El amor es una enfermedad de las más jodidas y contagiosas. A los enfermos, cualquiera nos reconoce. Hondas ojeras delatan que jamás dormimos, despabilados noche tras noche por los abrazos, o por la ausencia de los abrazos, y padecemos fiebres devastadoras y sentimos una irresistible necesidad de decir estupideces. El amor se puede provocar, dejando caer un puñadito de polvo de quereme, como al descuido, en el café o en la sopa o el trago. Se puede provocar, pero no se puede impedir. No lo impide el agua bendita, ni lo impide el polvo de hostia; tampoco el diente de ajo sirve para nada. El amor es sordo al Verbo divino y al conjuro de las brujas. No hay decreto de gobierno que pueda con él, ni pócima capaz de evitarlo, aunque las vivanderas pregonen, en los mercados, infalibles brebajes con garantía y todo.

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se actúe como aquellas vivanderas de Galeano, pregonando que sí se es racional, que sí se tienen infalibles brebajes con garantía y todo. Si bien es cierto que los primeros resultados experimentales cuestionando la validez del modelo estándar sobre la decisión racional de los agentes datan de la década de los 50’s (Egidi [2005]), todavía hoy es difícil dejarlo parcialmente a lado o cuestionarlo de fondo. Sin embargo, en la economía tradicional, en el modelo clásico, el supuesto de que todo agente que se modele es racional implicaría que en la vida real siempre se está haciendo un análisis costo-beneficio de todas y cada una de las opciones ante las que nos enfrentamos en alguna decisión y además que una vez hechos estos análisis, tomamos la mejor decisión por nosotros mismos. Pero, todo esto suena poco familiar, seguramente cada agente tiene múltiples y diferentes ejemplos de situaciones en donde se tiene que el comportamiento humano no está perfectamente alineado con los supuestos básicos del modelo tradicional al decidir algo; y entonces, ¿la mano invisible dónde queda? ¿En qué falla de mercado se colocan estos errores?

2. Racionalidad limitada Ya muchas razones han sido investigadas, documentadas y experimentadas sobre el por qué se debe de cuestionar un poco los supuestos del modelo clásico, de por qué el suponer al agente 100% racional puede no ser del todo correcto, de por qué incorporar racionalidad limitada a los modelos económicos puede ser una buena idea; y es que existe amplia evidencia que es consistente con esto; por ejemplo, se ha encontrado que las preferencias de los agentes no son siempre transitivas, que no incorporan los efectos de la Ley de los Grandes Números, que ignoran información relevante, que toman en cuenta información irrelevante, que exageran la importancia de experiencias vividas, que son más optimistas que lo que la evidencia indica que debieran ser, que dan respuestas que son altamente sensibles ante cambios en las preguntas lógicamente irrelevantes, que le dan un valor más alto a una oportunidad si el experimentador la pone como plataforma de “status quo”, que fallan al descontar consistentemente el futuro, que tienden a simplificar problemas y más. Esta evidencia consiste en experimentos en donde se entrega una tarea, por lo general simple, a un número de individuos escogidos aleatoriamente y se determina si sus respuestas corresponden a las predicciones del paradigma de racionalidad clásico. Con esto no se busca que el modelo económico cambie para todas y cada una de las situaciones, sino que se argumenta que hay muchos contextos para los que la hipótesis convencional funciona y funciona muy bien; sin embargo, los límites en la racionalidad pueden llegar a ser muy importantes y es entonces

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cuando hay que cuestionarse si son lo suficientemente importantes como para incluirlos en el análisis económico y si lo son, cuándo hay que hacerlo. Y es que estas fallas que se cometen al decidir, son sistemáticas; es decir, son predeciblemente irracionales (Ariely [2008]), la irracionalidad se produce siempre del mismo modo, una y otra vez y esto pasa generalmente porque para un individuo que tiene racionalidad limitada, la heurística le da una solución adecuada y barata en lugar de una decisión de análisis costo-beneficio que es mucho más costosa. Por tanto, la evidencia de estos sesgos sugiere que la gente es capaz de cometer una gran variedad de fallas sustanciales y sistemáticas en el razonamiento que son relevantes para decisiones económicas; tan es así que se tienen los clásicos ejemplos de la paradoja de Allais, la paradoja de Ellsberg, el sesgo del status quo, el anclaje, el efecto de la dotación, la aversión a la pérdida y la inversión de preferencias, entre otros. Además, la evidencia sugiere que la magnitud y naturaleza de dichas fallas están sistemáticamente relacionadas con las condiciones económicas, como son los costos de deliberación, los incentivos y la experiencia (Conslisk [1996]). Por tanto, como Conlisk [1996] bien afirma, “Los costos de deliberación y la racionalidad limitada, como elefantes en una sala, son demasiado como para ignorarlos”. Por un siglo, la mayor modificación a las preferencias del agente fue permitir la aversión al riesgo, hoy los investigadores suponen que las personas son adversas a más que solamente el riesgo, ya que ahora los agentes son adversos a la pérdida, a la ambigüedad, a la desigualdad, a mentir, a la culpa, al arrepentimiento, a la decepción, a la inflación, a la traición y más. El reto con tantas nuevas emociones es justificar el por qué algunas están en algún modelo de comportamiento particular y por qué otras son excluidas. La evidencia empírica nos muestra que los humanos se desvían del modelo estándar en tres formas: Racionalidad limitada, que refleja las habilidades cognoscitivas limitadas que restringen la solución de problemas por el humano; Voluntad limitada, que captura el hecho de que las personas, a veces, hacen decisiones que no están en su interés de largo plazo; y, por último, egoísmo limitado, que incorpora el hecho de que los humanos generalmente están dispuestos a sacrificar su propio interés para ayudar a otros (Mullainathan [2000]). Lo anterior parece sugerir que se tiene que incluir a la racionalidad limitada en los modelos económicos porque: Psicología y Economía dan evidencia amplia de que la racionalidad limitada es importante; porque los economistas que incluyen límites a la racionalidad en sus modelos tienen gran

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éxito al describir el comportamiento más allá de lo que lo hace la teoría estándar; porque los modelos de racionalidad limitada se adhieren a los principios fundamentales de la economía, respecto a la escasez; es decir, el conocimiento humano, como el recurso escaso que es, debe ser tratado como tal (Conlisk [1996]). Por tanto, se tiene que hacer una transición del actual modelo neo-clásico en donde las preferencias y las elecciones son independientes del contexto a una estructura de comportamiento donde las preferencias y las elecciones estén en función del contexto. Pero entonces, surgen otras preguntas: ¿El contexto de la elección afecta las preferencias? ¿Importan los incentivos en la forma en que se piensa que lo hacen? ¿Qué papel desempeñan las emociones en el comportamiento económico? ¿Qué tan complicada es una función de utilidad? ¿Cómo afectan las instituciones a las preferencias? (Shogren [2006]). Shogren [1993, 1996, 2006 y 2007] busca responder estas preguntas través del diseño de instituciones; donde la meta es construir una institución o un contexto que pueda dar los incentivos para inducir a las personas a actuar de forma más racional. Y de esta forma, deja ver un poco cómo la función de utilidad de un agente racional que invierte recursos y controla los eventos que lo rodean va evolucionando. Con esto, Shogren [2006] busca atacar lo que parece claro, es decir, el que todo ser humano esté sujeto a fallas o imperfecciones del comportamiento; y para esto argumenta que hay que añadir ciertos grados de libertad al modelo. En particular, añade un vector de emociones, = (1, 2,…, k), con k diferentes atributos emocionales (como altruismo, preferencias sociales y más) dentro de la función de utilidad, para ganancias y  para pérdidas del status quo. De esta forma, la función de utilidad tradicional del agente racional: u(w); donde w es la riqueza, se va transformando en una donde tanto las emociones como el diseño de instituciones importan y afectan, esto es, ahora se tiene una función de utilidad de la forma u(w,|I); en donde I representa las instituciones. Así, la economía del comportamiento encuentra su lugar como una nueva forma de abordar la teoría de la toma de decisiones ya que es una combinación de psicología y economía que investiga qué pasa en los mercados cuando algún agente muestra limitaciones y complicaciones humanas (Mullainathan [2000]). El incluir este tipo de modelos en cualquier rama de la economía parece algo útil por todo lo anterior y en particular es pertinente incluirlos en la economía ambiental ya que debido a la naturaleza del sujeto de la economía ambiental; es decir, bienes que generalmente no tienen mercado o que su valor de uso y no uso, no se refleja en uno, pueden ser aproximados más

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fácilmente desde alguna perspectiva de estos modelos de economía del comportamiento. Y es que cuando se habla de economía ambiental, no se puede dejar de lado que se tienen que ver las causas económicas e institucionales de problemas ambientales, que se tiene que evaluar el valor monetario de reducciones o mejoras en la calidad ambiental y que se tienen que diseñar incentivos económicos para frenar o disminuir la degradación ambiental además de producir mejoras en la calidad del ambiente. Por tanto, si determinar el valor del bien de la economía ambiental, la calidad ambiental, depende de qué tanto se valore el bien, de qué tan bien respondan a los incentivos; entonces se tiene que entrar en campos no explorados por la economía tradicional ya que para conocer el funcionamiento del proceso de toma de decisiones de los agentes no basta la economía sino que se tienen que introducir aspectos de psicología. Partiendo de las preguntas base de la economía ambiental que son: ¿Cuál es la falla de mercado?: Que se refleja en externalidades, bienes públicos, recursos de propiedad común, información asimétrica. ¿Qué está en Riesgo?: Que se refleja en riesgo endógeno, reducción de riesgos, seguros. ¿Hay conflicto?: Que se refleja en riesgos transferibles, el dilema del prisionero, acuerdos ambientales internacionales. ¿Se puede cooperar?: Que se refleja en negociación Coasiana, juegos de coordinación. ¿Se puede controlar?: Que se refleja en diseño de instrumentos como impuestos pigovianos, otros impuestos, subastas, permisos de emisiones comerciables. ¿Se pueden medir valores?: Que se refleja en formación y obtención de preferencias. ¿Se puede aumentar el bienestar total?: En cuanto a si se puede vivir de forma más sustentable y ser más felices.

    

 

Se puede ver cómo la Economía del Comportamiento puede ampliar el alcance de la Economía Ambiental debido a la naturaleza de las preguntas base de ésta ya que al comparar el alcance de la teoría tradicional observamos que se puede dar solución a problemas no alcanzados por ésta, resumido en el siguiente 2

cuadro :

2

Elaboración propia con base en Shogren [2010].

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Preguntas de Economía Ambiental ¿Cuál es la falla?

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Teoría de elección racional

Racionalidad limitada

Fallas de mercado:

Procesamiento de información. Limitaciones del conocimiento. Inversión de preferencias. Arbitrariedad coherente. Agrupamiento de elecciones. Anclaje. Representatividad.

Externalidades No-rival. No-exclusivo. No convexidades

¿Qué está en riesgo?

¿Hay conflicto?

¿Se puede cooperar?

¿Se puede controlar?

¿Se pueden

Información asimétrica. Fallas de coordinación. Fallas institucionales. Teoría de la utilidad esperada. Actualización bayesiana. Descuento exponencial.

Juegos no cooperativos. Equilibrio de Nash. Perfección en subjuegos. Equilibrio bayesiano perfecto. Labia (palabrería). Juegos de coordinación. Puntos focales. Negociación Coasiana.

Diseño de mecanismos. Impuestos pigovianos. Permisos intercambiables. Reglas de responsabilidad. Bonos de desempeño. Teoría de

Utilidad no esperada. Aversión a la pérdida. Sobreponderación a eventos de baja probabilidad. Aversión a la ambigüedad. Descuento hiperbólico. Arrepentimiento. Aversión a la decepción. Inducción hacia atrás débil. Razonamiento débil iterado. Credulidad.

Egoísmo limitado

Voluntad limitada

Factores viscerales de las emociones. Autoestima. Status social. Orgullo. Aplazar pensamiento de grupo.

Autocontrol. Seguir a otros. Problemas de compromiso.

Generosidad. Optimismo.

Preferencias sociales. Justicia. Lealtad. Costos de señalización.

Amor incondicional. Decencia humana. Honestidad. Confianza. Altruismo. Dispuestos castigadores. Desplazamiento. Reputación.

Preferencias

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medir valores?

¿Se puede aumentar el bienestar total?

Demanda. Teoría del Bienestar. Medidas de excedentes. Valor de uso y no uso. Preferencias independientes del contexto. Comercio. Crecimiento. Productividad. Innovación. Mercados de capital. Mercados de crédito. Precios de activos.

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dependientes del contexto. Efecto de endeudamiento. Formación de preferencias. Sesgo de posición de inicio. Sesgo de información. Atención limitada. Modas. Manipulación. Sesgo de conservadurismo. Procrastinar.

Así, la Economía del Comportamiento puede ganar más en los caminos de la economía ambiental si se entiende mejor por qué los cambios en las instituciones fallan, cómo se pueden reducir los riesgos a la salud y los conflictos ambientales de forma más efectiva, cómo se puede promover una mayor coordinación y cooperación, cómo diseñar sistemas de incentivos mejores, cómo estimar con mayor precisión las medidas económicas de valor, y cómo promover más protección a menor costo. Tenemos a los pioneros de la economía ambiental, los que comenzaron a dar respuesta a todas esas preguntas, entre ellos están Pigou que como ya es conocido, propuso un diseño de impuestos; Coase quien como ya se dijo, propuso negociaciones; la versión moderna de economía del bienestar de Hicks y Kaldor; Hanemann que estudia ampliamente uno de los instrumentos más utilizados hoy en día, la Valoración Contingente, la cual se ha preocupado sobre si los sesgos del comportamiento (sesgo hipotético, sesgo del punto de partida, sesgo de información, sesgo del entrevistador, sesgo de enmarcado, sesgo de alcance, y más) podrían desviar de forma sistemática las preferencias declaradas de las personas sobre bienes que no tienen mercado; Weitzman que dio luz al debate de si es mejor controlar por precios o por cantidades. Como se puede ver, el camino en la investigación de la Economía Ambiental ya está siendo recorrido y los instrumentos poco a poco se han diseñado mejor para lograr responder todas aquellas preguntas.

3. Conclusión La Economía del Comportamiento provee modelos alternativos y formas de pensar sobre cómo forman y declaran las personas sus preferencias bajo

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diferentes contextos e instituciones. En contraste, la Economía del Comportamiento no ha avanzado mucho en los caminos de conflictos ambientales, cooperación, control y prosperidad. Sin embargo, largo es el camino todavía que falta por recorrer pero se sigue avanzando, tan es así que los expertos siguen publicando investigación de alta calidad en revistas como The American Economic Review, Journal of Environmental Economics and Management, Journal of Economic Literature, The Review of Economics and Statistics, Journal of Behavioral Economics, entre otras. El resultado de todas estas innovaciones teóricas ha sido claro: “No se puede defender la racionalidad sin límites con razones puramente teóricas. Ni el arbitraje, ni la competencia, ni la evolución, ni el aprendizaje necesariamente garantizan que la racionalidad sin límites debe ser un modelo efectivo. Al final, como algunos podrían esperar, debe ser una cuestión empírica: ¿El comportamiento importa? ”(Mullainathan [2000]).

4. Referencias Ariely, D.(2008), Predictably Irrational; Harper. Conlisk, J.(1996); “Why Bounded Rationality?”, Journal of Economic Literature, Vol. 34, No. 2 , 669 – 700. Egidi,

M. (2005); “Bounded Experimental, EconWPA.

Rationality

to

Behavioral

Economics”;

Galeano, E (2002), “El disgnóstico y la terapeútica”, El libro de los abrazos, Siglo XXI, 79. Mullainathan, S. y Thaler, R (2000); Behavioral Economics; NBER Working paper. Shogren, J. et al.(2010); “Two Cheers and a Qualm for Behavioral Environmental Economics”; Environmental & Resource Economics, Vol. 46 , 235 – 247. Shogren, J.(2006); “A Rule of One”; American Journal of Agricultural Economics, Vol.88, Núm. 5, 1147 – 1159.

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