Unidad 5. Los valores en la empresa. "Cuán fácil es ser bueno; pero cuán difícil es ser justo."

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Unidad 5

• Los valores en la empresa

"Cuán fácil es ser bueno; pero cuán difícil es ser justo." VICTOR Hugo "Los MISERABLES Objetivos y elementos de la empresa

Hay tantas definiciones de empresa, como tratadistas y enfoques de la teoría de la administración existen. Por una parte, están quienes señalan que la empresa es el lugar donde los hombres trabajan para ganarse el sustento diario, mientras que para otros, es solamente una unidad de producción. Algunos más piensan que se trata de una comunidad de hombres, vinculados entre sí por el trabajo, que forma parte de otra comunidad mayor o más amplia que es la sociedad, con la cual se establece un proceso de mutua interdependencia; es decir, tanto influye la sociedad en la empresa, como esta última en aquélla. Según Arturo Damm, la empresa se ha convertido en una entidad, que sin ser de naturaleza política ---ya que la naturaleza propia de la empresa es la económica-- ha adquirido, en función de su poder económico, una fuerza política indiscutible que, de una u otra manera, incide en el futuro de las naciones y participa activamente en el proceso de globalización.1 Otra forma de adentrarnos en el concepto de empresa, es a través del análisis de los objetivos que persigue y los elementos que la integran. Evidentemente que el objetivo de una empresa de cualquier tipo y tamaño, es el de producir, distribuir u ofrecer un producto o un servicio que sea requerido por sus clientes, a un precio tal que le permita mantener la competitividad en el mercado. Las tareas que efectúa un negocio se relacionan con las compras de materia prima y las ventas de productos elaborados o servicios ofrecidos; entre ambos puntos de la línea, se encuentran los procesos de la planeación, administración y control que todo negocio debe realizar, desde la pequeña empresa familiar hasta las grandes corporaciones y las redes de organizaciones que están ramificadas en todo el planeta. Asimismo, la empresa debe ser capaz de generar utilidades, ya que de lo contrario deja de servir a los intereses de quienes trabajan en ella, así como a sus accionistas o socios capitalistas.

1

Cf r. DAMM Arnal, Arturo. Apuntes para una filosofía de la empresa. Publicado en Entorno, revista de la COPARMEX. Año 9, No. 122, octubre de 1998. PP. 31-39.

Sin embargo, una empresa que no genera utilidades no puede ser considerada corno tal, también es cierto que la generación de utilidades no debe ser el primero ni el único fin de la empresa, ya que "el primer fin de la empresa debe ser el servicio a la persona".2 Por otra parte, es importante recordar que en toda empresa confluyen al menos tres elementos indispensables: el capital, la organización y el trabajo. Cada uno de estos elementos se entrelaza con un grupo de personas que llevan a cabo las funciones ya señaladas; no obstante, ni el capital, ni la organización ni el trabajo pueden subsistir al margen de la persona. El trabajo es la parte fundamental de la empresa. Tanto el capital como la organización están subordinados al trabajo, ya que a través de éste, aquéllos tienen sentido. Nadie invertiría su capital en un negocio donde no hay trabajo que realizar, como también resulta materialmente imposible organizar el trabajo que no existe. Ahora bien, ¿qué es el trabajo? Dejando a un lado las definiciones economicistas y filosóficas, las cuales serían tema de un estudio específico, y en virtud de que todo trabajo implica una actividad dinámica del ser humano, nos enfocaremos en tres clases de trabajo que coinciden en la empresa: el trabajo operativo, el directivo y el capital o inversión.3 Las tres formas de trabajo tienen que ver con la persona; que constituye, como ya se mencionó, el fin primordial de la actividad empresarial. La empresa existe en virtud y alrededor de las personas, llámese trabajador, empresario, administrador, accionistas, proveedor o cliente, por lo tanto, es la persona el único sujeto que puede ser valorado desde el punto de vista de la ética. Es decir, los valores morales de una organización están definidos con respecto a la comunidad de personas que aportan su trabajo operativo, directivo o su inversión a la empresa, de tal modo que no se puede hablar de los valores empresariales sin aducir a las personas relacionadas con la empresa. El trabajo directivo se ejerce con respecto a las personas que forman parte de la empresa, y su función específica es señalar las políticas internas o lineas generales de acción. Tiene la finalidad de dirigir a las personas hacia el logro de un objetivo específico, por lo que su función está estrechamente relacionada con los valores propios de la empresa. El trabajo operativo se plasma sobre los objetos para transformar su naturaleza, de acuerdo con el giro empresarial del negocio. Aparentemente, en este tipo de trabajo no existe la misma carga ética que en el trabajo directivo, aunque posteriormente se verá desde un enfoque distinto. 2

DAMM Arnal, Op. cit. Cfr. Llano. Op. cit. p. 42.

3

Los accionistas, que representan al capital, mantienen escasa relación con el personal de la empresa. Su preocupación reside en hacer más rentable su inversión. Los dueños del capital que está en la búsqueda de negocios rentables donde invertir sus recursos, han tratado de desligarse de las consecuencias morales de dichas empresas, a través de capitales anónimos. Aunque en México jurídicamente ya no existen acciones anónimas, la relación de los socios es limitada con la operación de la empresa. Por medio de estos capitales, sin rostro definido, se ha intentado eludir la responsabilidad ética de su actividad, lo cual resulta contradictorio, ya que si el resultado de la inversión es benéfico o perjudicial, los dividendos o las pérdidas económicas le afectan al propio accionista. Lo mismo debe suceder en el plano moral; es decir, si obtiene beneficios o perjuicios económicos con su inversión, también debería obtener beneficios o perjuicios morales por la misma. Un ejemplo, quien invierte en pornografía, centros de vicio o fabricación de armas para el mercado negro, es también responsable de lo que se hace con sus inversiones, como lo es de los beneficios económicos que le retribuye la misma. No debe confundirse este precepto con lo que algunas teorías sociales que han probado su ineficacia operativa, han señalado con respecto al sistema capitalista. Los socialistas, seguidores del marxismo, reprochaban la actividad del capitalista. Lo estigmatizaron como un enemigo de la clase trabajadora, a quien explotaba cruelmente, lo cual era tipificado como inmoral. Hoy sabemos que el capitalismo no es inmoral, al contrario, la historia se ha encargado de demostrar que gracias a las inversiones ha progresado la industria en todas sus ramas, así como también ha impulsado el desarrollo científico y tecnológico. Existen grandes empresas nacionales que orientan sus inversiones hacia el bien de las personas, además de la creación de empleos que genera y la derrama económica producida al contar con una amplia red de proveedores y clientes que viven gracias al mismo negocio. Lo inmoral, como ya se ha señalado, es invertir en rubros que atentan contra la vida y las costumbres de las personas. Como se puede ver, la empresa, más que suma de capitales, constituye una comunidad de personas; y solamente bajo esta perspectiva, la empresa puede ser susceptible de juicio moral. Partimos de un concepto indiscutible: la esencia de persona no se deprecia ni sufre algún tipo de variación, en virtud de la actividad que se desarrolla en la empresa.

Es decir, independientemente del grado de responsabilidad que tengan al interior de la empresa, ya se trate de alguien que realiza un trabajo directivo, operativo o es accionista del negocio; así como también si se trata de un cliente o un proveedor que tiene un estrecho contacto con la empresa, la calidad de persona no debe desvirtuarse en ningún momento, porque esta condición no se da con relación a una actividad especifica del ser humano, sino que adquiere sentido como una totalidad; en otras palabras, no es éticamente correcto justificar una doble moral, donde como empresario se tenga una actitud permisiva, mientras que como integrante de un grupo social, se observe una conducta moral intachable, porque la moralidad, como la persona, pierde todo sentido al proyectarla por partes. Por lo tanto, la responsabilidad moral de la persona es determinante en cualquier empresa. Si se hiciera una investigación retrospectiva con respecto a la actividad empresarial, nos encontraremos que las primeras negociaciones familiares tuvieron que hacer una distinción entre las relaciones hogareñas y las empresariales. Este pragmatismo, que fue benéfico en un principio para mejorar las relaciones familiares, se transformó progresivamente en un problema, ya que éstas fueron sustituidas por las funciones empresariales, dando lugar a una despersonalización del individuo y a relaciones empresariales confusas, donde los trabajadores pasaron a ser parte del "activo fijo"; los clientes, una "cartera con dinero"; y los proveedores, "simplemente insumos". Es importante destacar el valor aportado por la persona para la producción de "bienes y servicios" o mejor dicho a la generación de recursos económicos. Estos recursos se generan con el trabajo aportado por los trabajadores, ya que sin éste no es posible generar ganancias; es decir, lo que produce la utilidad económica no es el propio dinero, sino el trabajo responsable de una persona. Es más importante la aportación hecha por el ser humano, en virtud de que si ésta no se realiza de manera prudente y responsable, por mayor que sea la contribución del capital a una empresa, los resultados pueden ser desastrosos, pudiendo llegar a producirse la pérdida total del patrimonio. En el siguiente apartado se señalan algunos principios básicos que han sido estructurados por algunos filósofos y pensadores, los cuales constituyen un modelo general que nos permitirá evaluar las acciones que llevamos a cabo como personas o empresas.

Principios fundamentales para un marco de actuación El ser humano es el punto de partida de los valores morales. A diferencia de los animales, que no pueden modificar su comportamiento a través del aprendizaje, el ser humano posee la posibilidad de crecer y mejorar en sí mismo, o degradarse hacia los

más bajos niveles del desarrollo. El hombre es el único ser que tiene voluntad para decidir lo que desea hacer. El libre albedrío le permite elegir, entre las diversas actividades, lo que es bueno o lo que le conviene hacer, sea o no provechoso para los demás. Los animales no tienen esa voluntad, vienen "programados" desde su nacimiento para actuar de una forma especifica en un momento determinado. Algunos animales aunque viven en comunidades grandes con un aparente sistema de organización social, siempre han existido en ese estado; por ejemplo, las abejas sin cesar han construido panales con celdas octagonales y por siempre los seguirán haciendo de la misma forma, así como con los mismos materiales; y los castores siempre han hecho represas en los arroyos, aunque nadie les haya explicado el cómo o el para qué hacerlos. Ni las abejas, ni los castores, ni ningún otro ejemplar del reino animal, tienen capacidad para innovar, porque no tienen las posibilidades de aprender de la experiencia propia, ni de la de los demás. Cito el ejemplo utilizado por Savater para explicar la ética; es el ejemplo de las termitas africanas, que levantan sus termiteros de varios metros de alto sobre el nivel de la tierra, los cuales son duros como la piedra. En virtud de que la termita tiene un cuerpo blando y carece de caparazón, como otros insectos, utiliza su termitero como un caparazón colectivo para todos los elementos que integran esa colonia, ya que existe una especie de hormiga que gusta de alimentarse de esas termitas. Cuando por alguna razón se derriba un termitero por el paso de algún otro animal africano de gran peso, inmediatamente las termitas obreras se ponen a trabajar para reconstruir la parte dañada del termitero; mientras que las termitas soldados salen a defender la colonia de las grandes hormigas que se han dado cita para atacar a sus enemigas. Las termitas soldados no pueden competir con las hormigas, ni por su tamaño ni por su capacidad de ataque, lo único que hacen es colgarse de las hormigas para detener lo más posible su llegada al termitero. Las hormigas despedazan una a una a las soldados, mientras que las obreras trabajan a toda prisa para cerrar el termitero, sin embargo, al cerrarlo, dejan fuera de él a las soldados.4 Cualquiera diría que las termitas soldados han actuado de manera heroica, porque sacrificaron sus vidas para salvar al termitero; o que las obreras actuaron de forma desleal o injusta, porque decidieron sacrificar a las termitas soldados. 4

SAVATER, Fernando. Ética para Amador. Ed. Ariel. México 1997. pp. 24-25.

Sin embargo no es así. Nacieron programadas para hacer exactamente eso; no pueden rebelarse ni desertar, porque nunca han tenido y nunca tendrán la posibilidad de elegir; así que su actitud no puede ser evaluada desde el punto de vista de la ética. A las termitas, así como al resto de los integrantes del reino animal, no les está dado el razonar sus actos, ya que se guían por el instinto. No sucede lo mismo con el ser humano, el hombre decide cada uno de los pasos que da y determina lo que quiere o lo que debe hacer, según sea su criterio moral o sus intereses particulares lo que más lo atraiga. El ser humano, por lo tanto, tiene la posibilidad de ser distinto de cada uno de los de su especie y a la vez, de trascender. Como ya se mencionó, el hombre es el punto de partida de los valores morales; por ello, progresivamente ha construido algunos principios éticos que regulan su actividad diaria. Existen algunos principios que han sido estructurados por filósofos o grandes pensadores, o bien que han sido adquiridos a través del aprendizaje humano que se ha generado durante siglos y que se transmiten generación tras generación. A continuación se revisarán una serie de principios básicos que regulan el marco de actuación de los hombres, los cuales se relacionan también con la actividad empresarial; para su estudio, han sido clasificados en principios generales y principios de acción.

Principios generales Los principios generales son aquellos que propician el respeto y el desarrollo del ser humano en general. Hemos señalado tres principios generales que deben fundamentar los marcos de actuación o códigos de ética que se diseñen en las empresas. Estos principios son: a) Buscar el desarrollo del ser humano. b) La persona debe ser el fin de todas las cosas. c) Respetar los derechos fundamentales del hombre. Buscar el desarrollo del ser humano Existen valores objetivos que son aplicables para toda persona y en cualquier cultura. Estos valores son absolutos, en el sentido de que permanecen a pesar de su posible inobservancia. Es decir, los valores siempre han existido como tales, no pierden su valor ni se devalúan. El hombre, al utilizarlos y apropiarse de ellos, da sentido a los valores y se vuelve un hombre virtuoso.

La virtud, a diferencia de los valores, es entonces la capacidad humana para apropiarse de los valores. En este sentido, los valores no están en crisis ni nunca lo han estado, son las virtudes, o mejor dicho, los hombres virtuosos los que escasean en el mundo actual; pero los valores siempre han estado al alcance de todos. Volviendo al principio señalado, son los valores los que contribuyen al desarrollo del hombre, por consiguiente, son éstos los que se deben preferir en la empresa. Vivir plenamente los valores desde la empresa, o inclusive administrar la empresa por medio de valores,5 propiciaría un mejor desarrollo del hombre; lo cual constituye el objetivo esencial de toda corporación empresarial. La persona debe ser el fin de todas las cosas Este principio también es conocido como el segundo imperativo categórico de Kant, y es considerado como el principio más importante para regir las relaciones de las personas en la comunidad o en las empresas. Definitivamente, es uno de los principios de mayor aplicación en el ámbito empresarial, donde se ha mediatizado a la persona, al considerarla un instrumento al servicio de la empresa. Esta actitud es contraria al principio enunciado, ya que la empresa, por ser una comunidad de personas, debe buscar, como fin principal, el desarrollo de las propias personas. El objetivo de la empresa, como de cualquier organización, es servir a las personas, propiciar un mejor desarrollo personal y profesional; no servirse de ellas. Sin embargo, cuando en una negociación las personas pueden ser sustituidas por otras, sin que se perturbe la función que realiza, entonces, se puede decir que la persona se ha transformado a un simple instrumento o un medio para lograr los fines económicos de la empresa. AI señalar que a la persona siempre debe tratársele como fin, se refiere a que debe ser el motor de las acciones emprendidas. Por lo tanto, la empresa debe responder, de manera fundamental, al desarrollo de las personas. Evidentemente la empresa puede buscar otros fines, ya sea comerciales, de prestación de servicios, o de cualquier otro tipo, no obstante, éstos siempre deberán contribuir de manera simultánea, al desarrollo de la persona. Una de las formas en que contribuye la empresa al desarrollo de los individuos que en ella colaboran, es a través del trabajo, pero como el desarrollo de las personas es interminable, siempre está en constante progreso, entonces, la empresa debe estar en permanente evolución para ofrecer cada vez mejores posibilidades de desarrollo al hombre. 5

Un ejemplo de este tema viene en el libro de Ken Blanchard y Michael o'Conors. Administración por Valores. Ed. Norma. Bogotá. 1997.

Respetar los derechos fundamentales del hombre Se refiere a que todo marco de actuación o código de ética debe respetar los derechos que el hombre ha logrado conquistar a lo largo de la historia de la humanidad. La libertad, la igualdad, el derecho a la vida y a expresar sus ideas, por señalar algunos, constituyen elementos de nuestra cultura que nos parecen naturales, pero que han costado miles de vidas; si actualmente gozamos de ellos, ha sido gracias a los hombres y mujeres que lucharon por alcanzarlos y legarlos a las generaciones posteriores. Por ello, no es posible eludir estos principios en ninguno de los códigos o principios que se diseñen para fomentar los valores de las personas que interactúan con la empresa. Hacerlos a un lado sería tanto como arrancar de un solo tajo toda la historia de luchas y conquistas de la humanidad. Hoy ha crecido una corriente de opinión de respeto a los derechos humanos; corresponde a la empresa adoptarlos y respetarlos en sus diarias relaciones comerciales con clientes y proveedores, así como las de tipo laboral y social que la vinculan con los trabajadores y la sociedad en general, respectivamente. Principios de acción Estos principios se enfocan a la actuación o la acción específica del ser humano. El marco de actuación que se diseñe para una empresa debe estar en concordancia con ellos. Estos principios son los siguientes. a) siempre debe perseguirse el bien. b) No buscar un bien propio a través de un mal dirigido a otros. c) El fin no justifica los medios. d) No realizar acciones buenas que generen efectos nocivos exagerados. e) El interés general debe prevalecer sobre el particular. f) Debe procurarse la solidaridad humana. g) En la búsqueda de un bien no debe afectarse el interés de los demás. Siempre debe perseguirse el bien Éste es un principio general de cualquier código de ética. En todas las sociedades y en cualquier cultura que se analice, la práctica del bien es apreciada y las acciones identificadas con el mal son reprobadas. Salvo circunstancias especiales, como la falta de conciencia plena de la realidad que nos rodea, motivadas por alguna disfunción cerebral, o por encontrarse bajo los

efectos de algún enervante, el hombre sabe distinguir claramente la bondad de la maldad, es decir, tiene conciencia de que su acto es bueno o no lo es. Por lo tanto, este principio nos enseña que los hombres deben evitar a toda costa las acciones que de antemano saben que son malas. Ésta sería una de las primeras obligaciones de los individuos; sin embargo, como ya se había señalado, la empresa es un conjunto de seres humanos, por lo que esta obligación se amplía a las propias corporaciones en las que desempeñan sus actividades cotidianas. En ese sentido, cada empresa debe tener muy claros los beneficios y perjuicios que ocasiona con sus actos. A este respecto, hay una expresión que es típica en nuestra cultura y que se utiliza con frecuencia. Resulta común escuchar "no hagas cosas buenas que parezcan malas", lo cual significa que hemos de atender más a la forma que al fondo de nuestros actos. Esta expresión se relaciona con otra frase que hace referencia a la antigua Roma, la cual dice que "la mujer del César, no sólo debe ser buena, sino que también debe parecerlo". Lo que se desprende de estas expresiones, es que debemos conformarnos con que las acciones parezcan buenas, aunque en el fondo no lo sean. Esto nos conduce necesariamente a una simulación. Es verdad que muchas de las buenas acciones, por lo general también lo parecen, pero ¿qué criterio debemos seguir para normar nuestra conducta, la forma o el fondo de la acción? Si atendemos el fondo, habremos de cuidar que nuestras acciones sean intrínsecamente buenas, es decir, que por sí solas sean buenas; pero si atendemos la forma, entonces no habría por qué preocuparse de la moral y la ética, en todo caso lo que importa sería que las acciones que emprendemos sólo parezcan buenas ante los demás. En el primer caso, fa bondad de una acción depende de la acción misma, en el segundo, depende de la óptica y el criterio de los demás. Es aquí donde surge la improcedencia de esta figura retórica, ya que las acciones se tendrían que ajustar al voluble criterio de las personas, más que a principios éticos y morales que por siglos han perdurado. Evitemos caer en la cultura de la apariencia y la simulación.

No buscar un bien propio a través de un mal dirigido a otros Este principio es uno de los más quebrantados en la sociedad actual. Algunos hombres de negocios, entre los que se pueden contar a grandes, medianos, pequeños, y micro empresarios, en ocasiones buscan beneficiarse del mal que se infringe a otros; de tal suerte que a veces se busca más insistentemente dañar la reputación de los competidores que luchar por el dominio de un mercado, con productos de más calidad y de mejor precio. Ejemplifiquemos con un caso hipotético, que no por eso está fuera de las posibilidades reales. Supongamos que un negocio que expende productos cosméticos para la belleza o para reducir algunas tallas adicionales, compró a un laboratorio extranjero un lote de medicamentos para adelgazar, a precio de remate. En virtud de algunos cambios en la regulación de la salud, fue prohibida su venta en el pais de origen por considerar que deja secuelas irreversibles en el sistema nervioso, las cuales afloran en el mediano plazo. Para el negocio nacional no existe ninguna sanción legal, porque no está prohibida la venta de ese producto en el pais; por lo tanto, lo vende sin ninguna reserva, para obtener una ganancia aun a costa de la salud de sus clientes. En este ejemplo, aunque fuese jurídicamente aceptado por nuestra legislación, moralmente es reprobable por ofrecer un producto que en otro pais es considerado inapropiado para la salud de la persona. Es evidente que si la autoridad mexicana de salud detectara esta irregularidad, también se prohibiría su venta. Recordemos que los principio morales son fuente de derecho y la actuación del empresario deber ser con responsabilidad. Lo mismo sucede, a menudo, en algunos negocios dedicados a la comunicación, donde se tienen reporteros especializados para investigar tanto las actividades públicas como privadas de los funcionarios gubernamentales, con el propósito de encontrar algún aspecto negativo para denostarlo y en ocasiones, calumniarlo, ya que es común escuchar en los medios que para ellos, las "malas noticias" son las "buenas noticias". De esta forma se ha tergiversado la función de un medio de comunicación que en lugar de informar, busca exhibir a quien se pueda, con el propósito de vender más producto, a costa de un mal ajeno. Muchas reputaciones serias y honradas han quedado destruidas desde las mesas de redacción de los periódicos amarillistas. Del mismo modo, algunos hombres de empresa se han visto obligados a abandonar su actividad productiva, después de enfrentara competidores desleales, dispuestos a cualquier cosa, con tal de no compartir sus clientes ni mercados.

El fin no justifica los medios Este precepto no requiere de abundantes explicaciones porque es bastante conocido e invocado por la generalidad de las personas, aunque escasamente aplicado en la vida real. Basta señalar que por más beneficios que pueda traer una acción dada, si se emplean medios moralmente cuestionados para alcanzar ese fin, el acto es reprobable. Es decir no debe hacerse nada malo, aunque sus resultados sean evidentemente buenos y mejores que los malos medios empleados. Desde la época del Renacimiento, Maquiavelo proclamaba exactamente lo contrario como método para alcanzar la consolidación del poder político y militar de una zona. Desde entonces, en el ámbito político ha enraizado la idea de que el fin sí justifica los medios, lo cual es éticamente cuestionable. Para concluir este principio, se debe subrayar que el bien, para que continúe siéndolo, debe ser total e íntegramente bueno; por otra parte, para catalogar una acción como mala, sólo debe contener algún defecto, por mínimo que éste sea. Como se puede apreciar, no es nada fácil tener un comportamiento moralmente bueno, porque cualquier defecto moral en los medios empleados, invalida el bien alcanzado. No realizar acciones buenas que generen efectos nocivos exagerados Este principio ético constituye el complemento del anterior. Consiste en evitar las acciones que sean buenas, tanto en sus medios para alcanzar el fin como en el resultado mismo, pero sus efectos son malos. Es decir, lo que antes se prohibía para los medios, ahora se prohibe para los efectos resultantes. Un ejemplo típico que se apega al medio empresarial es el de una negociación que fabrica un producto altamente demandado por su utilidad por la población de un lugar. Los medios empleados para su fabricación son buenos y los fines también, pero si esa empresa genera en el mediano plazo daños irreparables a la ecología, entonces tenemos que, a pesar de que sus fines y medios son moralmente apropiados, sus efectos son nocivos. Es evidente que en la actualidad, las prácticas comerciales e industriales no pueden apegarse con exactitud a este principio, ya que un solo efecto negativo en sus resultados, descalificaría la acción.

Por ello, en la aplicación de este principio se sugiere observar que los efectos negativos resultantes sean desproporcionadamente malos; ya que si se tratara de evitar a toda costa cualquier efecto nocivo, aunque sea mínimo, estaríamos condenando a la inmovilidad a nuestra sociedad. En la empresa moderna este principio es de fundamental importancia, ya que lo que ésta busca a través de las modernas teorías de administración por objetivos es, ante todo, alcanzar las metas establecidas, aunque para ello tenga que utilizar cualquier medio a su alcance, aunque estos últimos sean sumamente cuestionados. En el contexto de las teorías que sustentan el liberalismo, se ha generalizado la opinión de que las empresas tienen la función de crear la riqueza por cualquier medio, desligándolas de los efectos negativos de esta tarea; mientras que la responsabilidad del Estado es la de emprender acciones que neutralicen esos efectos desproporcionadamente malos que emergen de los sistemas del capitalismo liberal, a través de la política social que pongan en marcha. Es de lamentarse el hecho de que los sistemas comunistas demostraran su incompetencia para estructurar políticas económicas de largo alcance, a fin de erradicar la pobreza; mientras que en los regímenes capitalistas, existe una mayor preocupación por mantener estándares macroeconómicos consistentes, dejando en un segundo plano la búsqueda de fórmulas apropiadas para disminuir la creciente proporción de pobres y la aguda mortalidad infantil que actualmente existe en el planeta, producto del hambre y la desnutrición. El interés general debe prevalecer sobre el particular Es perfectamente entendible que el bien común es superior al bien individual. Decir lo contrario sería egoísmo. Es reprobable cualquier acción que beneficie a una minoría en detrimento de la mayoría. Este principio se relaciona con el paradigma de la democracia; donde las mayorías determinan el camino a seguir. No obstante, para que este principio sea totalmente válido, es recomendable que los bienes sean del mismo orden o nivel. Nadie, en su sano juicio, puede negar que la persona, y en concreto, cada persona, se encuentra por encima de cualquier orden de valores, ya que éstos sólo tienen sentido cuando se relacionan con el hombre. Por lo tanto, el bien común nunca debe ir en contra de un bien individual superior, como por ejemplo, cuando este último afecta la vida de una persona cualquiera. Es decir, la persona es el origen, el objetivo y fin de cada acción que emprende el hombre. La persona, o mejor dicho, cada persona es el centro del universo; por consiguiente, nada que dañe a ésta, en su sentido general o particular, puede ser considerado éticamente viable.

Debe procurarse la solidaridad humana Todo principio moral que se adopte en la empresa debe promover la solidaridad de los seres humanos, no me refiero sólo a los que son trabajadores de la empresa, sino también para cuantos tengan relación con la corporación. Una sociedad solidaria se contrapone a una eminentemente competitiva, donde las empresas, como las personas, luchan de manera incesante para demostrar que son las mejores. Desde la educación básica, hemos sido educados para competir, para sobresalir por encima de los demás; entonces, de todo un grupo solamente surge un vencedor, los demás, son perdedores. El triunfador, en el contexto empresarial, siente siempre la presión del resto del grupo que lo quiere desbancar del primer sitio, por lo tanto vive permanentemente angustiado. Los otros, dedican todos sus esfuerzos en alcanzar el triunfo; no ven otra cosa que los aleje de ese camino, están virtualmente cegados por el objetivo. De este modo, la empresa se aleja de los valores y busca, a través de todos los medios, vencer a su adversario; lo que se traduce en vender más que su competidor, despojarlo de su cartera de clientes, desprestigiarlo ante sus proveedores, o cualquier cosa que lo aleje de su camino hacia el éxito. La solidaridad, en cambio, consiste en unir esfuerzos de todos los empresarios de una rama para definir lo que mejor convenga al mercado, para protegerse mutuamente contra prácticas desleales de extranjeros, a fin de fortalecer la investigación científica con respecto a la rama en la que participan. De hecho, la solidaridad, que puede traducirse en cooperación, ha promovido el constante desarrollo del hombre. La colaboración de las personas nos ha permitido alcanzar cada vez más altas esferas del desarrollo. Desde la época del hombre de Neanderthal hasta la actual, la colaboración de los seres humanos ha sido determinante. Hoy resulta igual para las empresas: un negocio en estado embrionario, dentro de un mercado agresivo, sería presa fácil de la fiereza de las empresas consolidadas, que no desean ver más competidores en el horizonte. Sin embargo, ese mismo negocio, podría ser una empresa rentable si contara con la solidaridad y el apoyo de los demás empresarios del ramo. En la búsqueda de un bien no debe afectarse el interés de los demás Este principio puede confundirse con el que fue enunciado en segundo lugar, el cual establece el criterio de "no buscar un bien propio a través de un mal dirigido a otros"; sin embargo no es así, ya que en el caso señalado se entiende que existe la

intencionalidad de la persona para conseguir un bien a través del mal; es decir que para obtener dicho bien es imprescindible provocar un mal a alguien. No existe esa intencionalidad en la persona; ya que si en la búsqueda de un bien propio se comete un mal a otros, éste no ha sido premeditado. La diferencia entre ambos principios radica en que en el primer caso, deliberadamente se busca provocar un mal, mientras que en el segundo, el daño causado no es premeditado, sino que es resultado de otra acción diferente. Por lo tanto, en la estructuración de un marco de actuación en la empresa, debe cuidarse que al perseguir un bien propio, no se afecte o se infrinja un daño a los demás. Un ejemplo que ilustra este principio es la prohibición de la venta de cigarros, bebidas embriagantes o sustancias tóxicas a menores de edad. Quien expende estos productos debe cerciorarse que sus compradores sean mayores de edad, de lo contrario se afectaría el interés de los demás; es decir, por conseguir un bien, que en este caso es el incremento de las ventas en su negocio, se daña a otras personas. Lo mismo sucedería en el supuesto de que un vendedor de autos vendiera uno de sus vehículos a un adolescente de 15 años, que aún no tiene la edad para solicitar una licencia para conducir. El vendedor, con tal de colocar su producto, no se detiene a reflexionar que su acción puede ocasionar un daño a ese joven, a su familia o a un tercero que puede resultar afectado por la impericia del joven conductor. AI vendedor lo que le urge es vender el producto para cobrar su comisión, sin importar que en su acción está afectando el interés de su cliente, así como de otras personas. Éstos son algunos de los principios éticos que son de aplicación general entre los hombres, y por supuesto, en las empresas. Estos principios se distinguen de las opiniones personales de los individuos porque los primeros son de carácter permanente, mientras que los segundos pueden variar de acuerdo con las circunstancias específicas en que se presentan. A través de estos principios se califican y clarifican las acciones de los hombres. Las clasificamos en buenas si están apegadas a los principios ya señalados; y en malas, silos contravienen. Por otra parte, además de conocer los principios éticos o morales que deben repercutir en la conducta del hombre, y concretamente en la acción de las empresas, es indispensable considerar algunos criterios, mediante los cuales se puede juzgar si los principios asumidos son los correctos.

Algunos de los criterios básicos serán considerados en el siguiente apartado.

Criterios para la aplicación de los principios enunciados Los criterios nos sirven para discernir o distinguir, en el tema que nos ocupa, lo bueno de lo malo, o bien si las acciones emprendidas se ajustan o no a los principios analizados. Un ejemplo para ilustrar con mayor claridad la necesidad de utilizar criterios en el ámbito de los valores morales, lo constituye el valor de la verdad. Existe un precepto bíblico que prohibe mentir o engañar al prójimo, haciéndole ver como verdadero un hecho que es falso. Sin embargo, existe la posibilidad que en lugar de engañar a nuestro interlocutor, sólo se le oculta la realidad, lo cual no equivale a mentir, sino a ser discreto con respecto a un tema específico. Además, si con la discrecionalidad se evita un mal mayor, o por lo menos momentáneo, a otra persona o al mismo interlocutor, nos encontraríamos frente a un serio dilema moral, ¿decimos la verdad para cumplir con el mandato que nos prohibe mentir, aunque con ello se le ocasione otro mal? o bien, ¿faltamos al principio moral al ocultar la verdad y de este modo, evitar un mal a otra persona? Estos dilemas son aún más frecuentes en las empresas. Por ello, para dar una posible solución a estas paradojas, se utilizan algunos criterios específicos, mediante los cuales se pretende eliminar toda posibilidad de subjetividad en la aplicación y posterior valoración de un principio ético. Ahora bien, el criterio posee una profunda habilidad comparativa. Dirimir si algo es bueno o malo es muy importante. Pero en la dinámica operativa práctica, las más de las veces nuestro juicio se centra en la cuestión acerca de si algo es mejor que su alternativa, o bien, si resulta peor.6 Desde el punto de vista de la ética, el tema es inagotable. Por ello, los criterios que se sustentan se limitan a aquellos que tienen mayor incidencia en el entorno de la actividad de las empresas. Los criterios se han dividido en dos grandes grupos: los de tipo axiológico, por ejemplo, los que nos indican cómo hacer las cosas bien; y los operativos, es decir, aquellos que nos indican que antes de hacer las cosas bien, es necesario llevarlas a cabo. Estos dos criterios no son excluyentes, más bien se complementan mutuamente, ya que para hacer las cosas bien (axiológico) primero deben hacerse (operativo); pero de nada serviría hacer las cosas (operativo) si éstas no se hacen bien (axiológico).7

6

Cfr. Llano. Op. cit. p. 111. Cfr. Llano. Op. cit. p. 112.

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Criterios axiológicos Criterio de extensión Este criterio señala que es mayor el bien que beneficia a un mayor número de personas, al igual que es mayor el mal que perjudica a más individuos. Es decir, si una empresa beneficia, con los productos y servicios que ofrece, a un mayor número de personas, entre las que tenemos a los propios empleados así como a los clientes, proveedores y a las familias de todas las personas que se relacionan con la empresa, mayor es su importancia en la sociedad, como mayor es su valor moral Adicionalmente, es evidente que este criterio cuestiona de manera profunda a las empresas cuyos productos y servicios no están orientados a lograr un beneficio moral de las personas, como sería el caso específico de la venta de material pornográfico, por citar un ejemplo, ya que a pesar del éxito económico que representa para los propietarios de una empresa de este tipo, perjudica a miles de adolescentes y jóvenes, al deformar su percepción de la sexualidad. Este criterio axiológico de extensión, podríamos decir, que fue el que motivó en México yen otros países el surgimiento de la Ley de Quiebras y Suspensión de Pagos, que tiene por objeto la protección de la fuente de trabajo, aun a costa de no pagar a los acreedores, ya que parte del princi-pio es que es más importante conservar los empleos que el pago e los proveedores, bancos, etc. En todo caso' el juez podrá resolver no pagar temporalmente, ya que el bien es mayor pana los trabajadores que el perjuicio para los acreedores. Criterio de incidencia Este criterio apela al principio que es mejor beneficiar de manera profunda a una persona que superficialmente a cientos; de igual forma resulta decir que es peor perjudicar agudamente a una persona que someramente a varias de ellas. Se fundamenta este precepto en une posibilidad; si una persona es beneficiada profundamente a través de una acción buena, tendremos en este individuo a un hombre comprometido para hacer el bien de manera constante; lo que no sucedería cuando el bien que se hace' por muy grande y profundo que sea' se diluye entre un grupo de personas; ya que en este caso, al diluirse el bien' se disuelve también en ellos el compromiso socia| de procurar las acciones buenas con respecto a las malas, y muy pronto quedaría en el olvido e/ bien recibido. Criterio de Proximidad El tercer criterio axiológico tiene relación con la proximidad de las personas, y se expresa de la siguiente forma: me encuentro más obligado a promover el bien y evitar el mal de los más próximos. Este criterio implica que es mayor nuestra responsabilidad para con quienes estamos directamente relacionados que para con los demás. Aquí cabe una excepción,

ya que gracias a las ventajas que ofrece el desarrollo de la tecnología actual, cada día es más fácil estar en contacto con personas alejadas, y aunque suene paradójico, estar más alejados de las personas que nos rodean. En numerosas empresas que cuentan con oficinas en varios puntos del país, e inclusive, en el extranjero, se fortalecen las relaciones de comunicación y los sentimientos de amistad con quienes están del otro lado de la linea, que con respecto a los que están al otro lado de la oficina. Existe una clara tendencia a ocuparnos más por las personas distantes y olvidar nuestras relaciones personales con quienes nos rodean. Se da el caso de las comunicaciones y amistades realizadas a través de la Internet. Los "adictos" a la internet no se relacionan con hombres de carne y hueso, sino con personas virtuales y cada vez se eluden de la realidad que viven para inmiscuirse en un mundo distante.

Criterios operativos La colaboración es más eficaz que la competencia Existe una marcada tendencia a señalar que las empresas deben competir diariamente por mantenerse en un lugar privilegiado en el mundo de los negocios. Para algunos empresarios, lo más importante es ingresar, a cualquier costo, a las listas de las 500 mejores empresas que periódicamente publica la revista FORTUNE, que analizar los aspectos éticos en los que se mueve su corporation. Con frecuencia utilizan una pequeña fábula que es bastante explicativa y que ilustra el porqué de la competencia empresarial se ha convertido en una carrera interminable; la fábula dice lo siguiente. "Todos los días, en África, una gacela se despierta y sabe que debe correr más rápido que el león más veloz para sobrevivir. También, todos los días, en África, un león se despierta y sabe que debe correr más rápido que la gacela más lenta o morirá de hambre. Así que no importa si eres un león o una gacela, puedes estar seguro de una cosa: cuando amanezca, más vale que empieces a correr".8 Esta fábula es por completo cierta, aplicada al mundo del reino animal. Sin embargo, no olvidemos que el ser humano, aunque biológica y antropológicamente tiene su origen en el reino animal, ha logrado avanzar por el camino de la humanidad a través de la consolidación de la colaba ración de los hombres entre sí. Recordemos que el hombre es el único de toda la creación que tiene prácticamente dos gestaciones; la primera, en el útero materno, de acuerdo con las necesidades biológicas para la procreación de un nuevo ser; y la segunda, en el "útero social", en el que vive rodeado de los atributos sociales y culturales, que de manera 8

Citado por BilI Ginodo, en su articulo "Claves para el éxito de la Administración de la Calidad Total" publicado en la revista Contacto en su versión de Internet en septiembre de 1998.

gradual va aprendiendo, hasta que se apropia ampliamente de ellos y el niño, "nace" a la sociedad. Ahora bien, no debemos olvidar que la competencia tiene dos sentidos distintos; por un lado, ganar algo, por otra parte, ganarle a alguien. Es decir, podemos competir con nuestras propias metas para mejorar el rendimiento y la eficacia propia de nuestros departamentos de ventas o compras; pero también podemos entender la competencia corno el hecho de desbancar de su posición en el mercado (o si fuera posible, destruirlo o desaparecerlo del mercado) a nuestro más cercano competidor. No podemos negar que existen empresas en la actualidad que han decidido inclinarse por el segundo significado, lo cual implica que para mejorar nuestra posición empresarial, se debe por consecuencia, perjudicar a otros competidores, desplazándolos del mercado en el cual participan e inclusive, si es posible, eliminándolos. Siempre se ha exaltado la competencia como una variante del mercado que permite situar en el punto de equilibrio el precio del producto, conforme a la oferta y la demanda que exista en el mercado por ese mismo producto. Desde este punto de vista, la competencia es sana y deseable, ya que el único beneficiado es el cliente o consumidor final. Sin embargo, se puede presentar el ceso de que algunas corporaciones poderosas puedan darse el lujo de vender uno o varios de sus productos, durante algunos meses, por debajo debajo del costo real con el propósito de acabar con la competencia que representan los pequeños y medianos empresarios; sobre todo aquellas empresas que tienen una variedad de productos que les permite absorber el costo de este sacrificio. Esta competencia es evidentemente poco ética y sumamente perjudicial para sus pequeños competidores, además de perjudicar al consumidor final, porque una vez que ha sido desbancada la competencia con esta práctica desleal, los productos que estaban subvaluados, aumentarán de manera irremediable de precio yen porcentajes mucho mayores a los que les corresponde. Un concepto diferente de la competencia es la colaboración. La competencia resalta los espíritus agresivos; la colaboración nos invoca un espíritu solidario. La competencia exalta el individualismo; la colaboración, la sociabilidad, Se sabe incluso queen un afán de elevar la productividad, en algunas empresas se promueve la competencia entre las distintas personas que colaboran al interior de la misma corporación. Consideramos que la colaboración es más efectiva que la competencia, sobre todo al interior de las negociaciones, por lo que debe procurarse el trabajo en equipo más que el individual.

En el contexto del exterior de las empresas sucede lo mismo; las relaciones comerciales establecidas con los clientes y proveedores, por ejemplo, deben realizarse en un ánimo de mutua colaboración, en lugar de conmpetencia, ya que está comprobado que podremos desarrollarnos mejor en la medida que las personas (o empresas) con las que nos relacionamos, se desarrollen también. Cooperación y perosona El segundo criterio operativo se relaciona ampliamente con el primero. El hecho de ver que nuestros competidores son también personas al igual que nosotros, nos debe llevar a que además de buscar nuestra supremacía como mero competidor, concluyamos que corno tales, tenemos cualidades humanas que nos permiten encontrar muchos más puntos de coincidencia, que propician la colaboración, en lugar de la competencia. Cabe señalar que la colaboración ha sido la constante en el desarrollo de la humanidad; no hubiera sido posible alcanzar las fases del desarrollo en que nos encontramos sin la colaboración de los seres humanos. Desde la época del hombre de Neanderthal hasta la actual, la colaboración de los seres humanos ha sido determinante. Un hombre solo, en la época prehistórica, seria presa fácil de las fieras hambrientas. Hoy resulta igual, una empresa en estado embrionario, pequeña y sola en el mercado agresivo, es presa fácil de la fiereza de las empresas consolidadas, que no desean ver más competidores en el horizonte. Con respecto a las posibilidades de competencia o colaboración, Octavio Paz señalaba en algunos de sus textos que las culturas occidentales se caracterizan por enfocar la existencia a través de la conjunción disyuntiva "o", mientras que las orientales, se caracterizan por el uso de la conjunción "y". Ante este dilema podemos tener una mentalidad "o" o una mentalidad "y", lo cual es bastante importante en el medio de las relaciones éticas del medio comercial y mercantil. AI respecto, cabe señalar que es difícil encontrar a una persona que teniendo una actitud vital preferentemente competitiva, no sea envidiosa y egoísta, a diferencia de las personas que se inclinan por la colaboración, en quienes es más difícil encontrar actitudes de envidia y egoísmo.9 A manera de recapitulación, en este capítulo se revisaron los principios fundamentales, mediante los cuales el ser humano y las empresas, pueden clarificar sus actos. Asimismo, se analizaron algunos criterios de aplicación de los mismos principios, a fin de establecer algunos elementos que permitan determinar cuál principio aplicar en una situación específica. 9

Cfr. Llano. Op. cit. p. 124.

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