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Universidad del Valle Departamento de Filosofía Seminario de Investigación “Hermes I” Profesor Julio César Vargas Sábado, 10 am-1 pm Elaborado por Rodrigo Escobar Holguín

Protocolo de la sesión del 28 de Febrero de 2015 Inicialmente planteamos algunas preguntas a partir de la lectura del protocolo anterior. Aquí se han trasladado algunos contenidos que se dieron más tarde en la sesión, pero que regresan a estas preguntas. Cuando se dice que el yo acompaña a las representaciones, ¿en qué consiste el acompañamiento del yo? Esta pregunta se la haría también Husserl luego, cuestionando su posibilidad: si la experiencia fuera caótica en grado extremo, no podría ser apropiada. Acompañar significa apropiarse de la síntesis, hacer de ella mi síntesis. Si no ocurriera esto, no sería mi experiencia. El enlace debe ser constante; el yo “debe poder acompañar” a la multiplicidad de representaciones para poder hacerla mía. A veces alguien no puede recordar una experiencia pasada y tiene que apoyarse con fotos, con registros, en una búsqueda de la posibilidad de reconocerse como propietario de las representaciones. En la esquizofrenia, la identidad, el concepto del yo, se pierde, no hay un adentro y un afuera. No se sabe si lo que está ocurriendo es algo que tiene que ver conmigo, si me pertenece, o no. Como no se logra identificar un yo, se recurre a configurar un yo sustituto, una identidad sucedánea que tranquiliza al paciente. Al respecto hay que notar que Kant hace solidaria la conciencia con la constitución de un mundo. Entonces sería interesante investigar si estas pérdidas de autoconciencia tienen que ver con una falla en la relación con el mundo, o con una pérdida de mundo. ¿Cuál es el estatuto del yo? No es un concepto porque no está compuesto de partes, ni tampoco es una intuición: uno no tiene intuición de sí mismo. El yo pienso es la identificación de un nóumeno dentro de sí. No lo puedo captar sino en su acción sobre las representaciones, en la conformación de la experiencia. Hay un aspecto nouménico de mí mismo que no puedo determinar. En ese noúmeno para el cual yo soy ciego, se juega todo lo que es importante para mí. A tal punto es importante, que tiendo a incurrir en ilusiones respecto de mí mismo, pues la razón aspira a la totalidad de la subjetividad. “Toda la dificultad reside en cómo puede un sujeto intuirse interiormente a sí mismo” dice Kant en la Estética (B68) 1

El yo pienso, si bien está en un trasfondo, es lo que más tiene que ver con mi ser, es lo que se requiere para que pueda hablar de un yo constante, de un yo unitario, de lo mío, lo que me es dado y lo que es conocido en la unidad de mi autoconciencia. La sola autoconciencia empírica es más bien puntual, no es unitaria, es un yo disperso, sin la apercepción trascendental no alcanza todavía para decir “Yo”. Esto daría pie para pensar en un yo afectivo. ¿E incluso un yo fenomenológico, un yo que aparece ante sí como fenómeno? – En ese sentido habría que haber una presentación de un yo polo que se muestre en evidencia política entrelazada con una corriente de conciencia. Hay incluso filosofías emparentadas con la fenomenología, como la de Henri Bergson, quien romperá con esta visión kantiana del yo como nóumeno impenetrable, y abogará por un contacto nuestro con nosotros mismos. El yo se encuentra como actuante pero no hay una objetivación del yo. Se objetiva el no-yo, en lo que hay un recuerdo de Fichte. Pero, el que el yo deba poder acompañar las representaciones, ¿no implica tener una síntesis espontánea del yo? El análisis del yo nos revela su carácter de sujeto, diferente de los objetos. Pero de allí no puede concluirse, sin incurrir en ilusión, que haya un yo en sí mismo, independiente de los objetos. El “Yo pienso” está dentro de la tradición cartesiana, pero en Kant no corresponde a un concepto, porque no puede intuirse a sí mismo. No hay una intuición que sirva de base a un concepto del yo. El Yo pienso es una proposición analítica que tiene la particularidad de ser condición para que el entendimiento se apropie de la experiencia. El yo de Kant no va más allá de ser una condición necesaria para apropiarse de la síntesis de la multiplicidad de representaciones que pueden pertenecer a una conciencia. En Kant es fundamental que el yo no se presente sino en su función de “yo pienso”. No hace sino este acompañamiento y nada más. No puede ir más allá pues se lo objetivaría, se lo tomaría como una donación. Sólo conozco de él su función de síntesis. Lo que es en sí mismo queda detrás de un límite infranqueable. El yo, al no ser captado sino en su actividad, constituye un noúmeno. El “yo soy” en cambio o constituiría un fenómeno. La razón está compelida a intentar captar el yo soy, pero Kant no trata de éste, sino del yo pienso. Si uno de los rasgos de ese yo (entendimiento) es que no se puede intuir a sí mismo, ¿qué sería un entendimiento que sí se pudiera intuir a sí mismo? ¿El entendimiento divino, que podría pensarse y entonces verse a sí mismo? ¿Cómo sería el entendimiento que se intuye a sí mismo? En varios pasajes Kant juega con esa posibilidad, y luego ese va a ser uno de los hilos conductores que retomarán en el idealismo alemán Fichte y Schelling, por ejemplo. A estas preguntas podemos decir que podemos pensar en un entendimiento divino, que no requiere de síntesis. O un entendimiento finito, no divino, pero que tuviera unas

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condiciones de ejercicio y de sensibilidad diferentes a las nuestras. Pero la verdad es que no sabemos, no podemos concebir una clase de entendimiento diferente al nuestro. En la discusión, el tema del yo nos atrae con mucha fuerza. Pero nuestro concepto contemporáneo del yo, heredero de las complejidades freudianas, con todos sus estratos, con sus posibilidades patológicas y sus niveles de conciencia e inconciencia, es evidentemente muy posterior al yo de Kant, quien se limita a concebirlo como condición de la acción de síntesis y apropiación de representaciones, expresada en la expresión “yo pienso”. No tiene otra presentación que ésta. Lectura del §17, 2 primeros dos párrafos. El parágrafo se refiere a la unidad sintética de apercepción, la autoconciencia de la actividad sintética para el uso del entendimiento, y a la aplicación de las categorías a la experiencia sensible. De modo similar a como tiempo y espacio son las condiciones formales de la sensibilidad, la autoconciencia es condición, no de que los objetos nos sean dados (esto ocurre en la intuición según las formas espacio y tiempo), sino de que podamos juntar representaciones unas con otras, pensarlas como algo que es dado en una sola conciencia. En el primer párrafo encontramos el tipo de necesidad trascendental que le corresponde a la autoconciencia. Es la condición de enlace de la multiplicidad de la experiencia. Sin ella no sería nada la multiplicidad de la experiencia, pues estaría dispersa, desconectada. Es una necesidad de carácter trascendental, no ontológica ni metafísica. El párrafo puede abordarse desde muchos aspectos, pero quedémonos con éste. En cuanto al segundo párrafo, plantea más específicamente que sólo esta actividad del yo la que unifica lo diverso, y que objetividad no significa sino que una multiplicidad dada esté unificada, subsumida por el entendimiento acompañado del yo pienso. Es así que éste es condición de posibilidad de una experiencia unificada, de un conocimiento, y de cualquier referencia objetiva. Tal es el contenido de la proposición analítica del Yo pienso. Pero, ¿cómo estarían vinculados a esta función sintética, a esta necesidad trascendental, esta simultaneidad sintética (§16) del entendimiento, tiempo y espacio que, como lo vemos en la nota de Kant al primer párrafo, son intuiciones? A esto habría que recordar la frase tan citada de Kant que dice que conceptos sin intuición son vacíos, e intuición sin conceptos es ciega. El caso es que la actividad del entendimiento, si bien puede ejercerse sola, (que es cuando se puede caer en las ilusiones trascendentales), pero el uso objetivo del entendimiento requiere la experiencia sensible: el material sobre el cual actúa el entendimiento es la multiplicidad de las representaciones sensibles, cuyas condiciones formales son espacio y tiempo. Las representaciones están vinculadas como el material sobre el cual el entendimiento ejerce su actividad, su espontaneidad. La donación de representaciones sensibles en las formas de espacio y tiempo, y el uso del entendimiento sobre esta multiplicidad, son condiciones trascendentales de la experiencia y del 3

conocimiento, pero a diferente nivel: el nivel de la estética trascendental y el de la lógica trascendental. Se trata de condiciones necesarias, a priori, y en este sentido están vinculadas unas con otras. Pero, ¿qué es lo que se juega en ese momento preciso en que tiene lugar la adecuación de todo? Parece ser que la síntesis, y también lo dado ya en la sensibilidad, de algún modo es organizado espacio-temporalmente, es dado en simultáneo. La respuesta de Kant es resultado del análisis, lo que requiere expresar cosas que se dan en simultáneo en una secuencia de esto primero y esto después, por ejemplo primero lo que ocurre en la estética trascendental con el orden de tiempo y espacio, y luego viene la condición de la espontaneidad sintética del entendimiento. La pregunta es entonces hasta qué punto hay simultaneidad y hasta qué punto gradación; o si éste es sólo resultado del análisis. Esta concepción de la experiencia como algo concordante, unificada de algún modo, se ha problematizado. Si bien toda multiplicidad sensible debe poder adecuarse a las categorías, eso no excluye que haya un cierto desfase: para que la actividad sintética se ejerza requiere que primero haya afección por parte de los objetos, y por tanto no todo es simultáneo. Primero, hay impresiones sensibles, y sobre ellas el entendimiento trabaja. La materia de la aparición y el cómo de la aparición no son anticipables; lo anticipable es que una vez dada se vaya diluyendo, apagándose. Entonces hay esta materia de la aparición que introduce un cierto desfase que tendrá que adecuarse (y esto realmente constituye un problema); también hay una veta de imprevisibilidad y por tanto un cierto desfase entre condiciones trascendentales y el contenido mismo de las apariciones. El desfase se da porque no se queda con lo contenido de entrada, sino que lo que es una vez dado empieza a ser formalizado. La simultaneidad en Kant entonces admite un matiz; Kant dirá que no es posible que haya un caos en la experiencia, sino que ésta para poder ser pensada tiene que ajustarse de entrada, por ejemplo, a las reglas de la asociación reproductiva de la imaginación: no es posible que de un momento a otro se pase de un tiempo de nevada a un tiempo soleado. Pero eso suscita muchos problemas, ya que por ejemplo en ciertos fenómenos pueden darse el caos, el azar. De todos modos, es posible hablar de una secuencia en Kant; las condiciones trascendentales se aplican a algo que ha sido ya dado, ello es subsecuente a la dación. ¿Cuál es la diferencia entre el yo y el sentido interno? Porque aquí se está caracterizando al yo como adscrito, como una función del entendimiento, como parece verse en el §16. El sentido interno puede entenderse como la conciencia empírica de mis representaciones, en toda su variedad. Además, el sentido interno encuentra algo muy particular, este “yo pienso” que es lo único que puede aspirar al estatuto de sujeto, que no es una percepción entre otras, no es una representación entre otras, sino lo subjetivo, lo que es sujeto, y en efecto tiene que ver con la actividad, con la espontaneidad. Lo que es objeto de sentido interno es el acto del entendimiento mismo, y el Yo pienso que lo expresa. 4

Lectura del párrafo tercero. Aquí Kant llama a la unidad de la autoconciencia, de la percepción, el primer conocimiento del entendimiento puro. Habría que entender a la autoconciencia como un conocimiento de su actividad, y es a priori, es el conocimiento que antecede a todos los demás y los posibilita. En el ejemplo de la línea se expresa la conciencia de un acto de síntesis: se sintetiza esta multiplicidad de puntos que conforman la línea, y es a la vez la unidad de la conciencia misma. Sin ésta, estos puntos estarían dispersos y no serían objeto, no podrían conocerse como línea. Es la autoconciencia en ejercicio, aplicándose a una sensibilidad. Lectura del cuarto párrafo. Kant dice que la proposición del Yo pienso es analítica, es decir, no agrega una nueva intuición a lo ya dado. Al explicitar el “yo pienso” no se hace sino analizar su contenido: se descubre algo que ya estaba implícito allí. Si hubiera más, sería una intuición, algo que nos es dado, y allí no hay nada dado, no se agrega conocimiento. No es posible ir más allá del análisis de esta autoconciencia, al menos para nosotros como humanos. Pues ella no contiene nada, sino que se ejerce sobre lo dado en la intuición sensible. Sin embargo, Schelling, en especial, dice que el yo sí puede intuirse a sí mismo. —Puede haber una filosofía que considere posible la intuición de sí mismo por el yo, de su temporalidad, de su duración, y que todo eso puede ser dado de alguna manera. Pero en el contexto kantiano, una intuición de sí mismo significaría que pudiera darse la línea sin que hubiera la actividad de ir añadiendo punto a punto, que fuera dada de golpe, y que esa dación no estuviera acompañada de una conciencia de actividad de síntesis. ¿Cómo podría ser posible esto, sin una conciencia de síntesis que se va dando en el tiempo? En Kant, no podría ser. Lectura del quinto párrafo. Se trata aquí de la correlación entre síntesis como actividad del entendimiento y condiciones de conocimiento de un sujeto finito, de un sujeto humano. Queda abierta la pregunta de si esas son las únicas condiciones en las cuales es posible concebir la estructura cognoscitiva del sujeto humano. Cuando Kant insiste en la síntesis, está pensando en la única condición de conocimiento de un sujeto humano. Convendría echarle un vistazo al §18, pues allí hay una distinción importante entre la unidad objetiva de la autoconciencia y una unidad puramente empírica. Eso es importante para considerar la posibilidad de un dualismo en Kant, de un yo empírico y un yo trascendental, de conciencia empírica y conciencia trascendental.

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