Universidad Nacional de La Plata. From the SelectedWorks of Patricia Pintos. Patricia A. Pintos. Summer April 15, 2003

Universidad Nacional de La Plata From the SelectedWorks of Patricia Pintos Summer April 15, 2003 EL ESPACIO INSURGENTE Retratos de la espacialidad d

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Universidad Nacional de La Plata From the SelectedWorks of Patricia Pintos

Summer April 15, 2003

EL ESPACIO INSURGENTE Retratos de la espacialidad de la resistencia social en la Argentina contemporánea Estudio de caso: Movimiento de Trabajadores Desocupados de San Francisco Solano (MTD Solano) Patricia A. Pintos

Available at: http://works.bepress.com/patricia_pintos/2/

EL ESPACIO INSURGENTE Retratos de la espacialidad de la resistencia social en la Argentina contemporánea

Florencia Vespigiani “Asamblea de desocupados”

Estudio de caso: Movimiento de Trabajadores Desocupados de San Francisco Solano (MTD Solano)

Máster: La ciudad: Políticas Proyectos y Gestión Alumna: Patricia Pintos

Director: Jordi Borja

Universidad de Barcelona Abril de 2003 1

“...Los piqueteros, sean lo que sean –o lo que serán siendo, puesto que su “identidad” se hace sobre la marcha– no son de ninguna manera, como se ha dicho a veces con apresuramiento, los “desaparecidos” de la democracia. Al contrario: son los nuevos aparecidos del Sistema (de un sistema que es, no importa como se llame a sí mismo atendiendo sólo a la formalidad de sus instituciones, profundamente antidemocrático), en el doble sentido del término: son algo que el Sistema ha hecho aparecer a la vista de todo el que quiera ver, y son un fantasma: al contrario de lo que decía Videla de los desaparecidos (“los desaparecidos son simplemente desaparecidos: no son, no están”), ellos son y no son, están y no están, al mismo tiempo. Ni incluidos ni excluidos, atravesando calles, rutas, barrios y ciudades con su protesta, reordenando el espacio público mediante el “desorden”, con su demanda de un imposible que sin embargo es lo más “real” que tenemos hoy, se puede decir que no son tanto “desterritorializados” como desterritorializantes: desbordan los límites académicos –los “cientistas sociales” no saben qué hacer con ellos–, así como los institucionales –el poder no sabe cómo tratarlos, qué “derechos” darles o negarles, si reprimirlos como “disolventes” o recibirlos en la Casa Rosada–, e incluso los afectivos: la clase media no sabe si amarlos u odiarlos, si fastidiarse porque estorban el paso de su automóvil, o prestarles atención porque quizá sospecha confusamente que le están mostrando el rostro temido de su no tan lejano futuro (y en ese sentido sí son una “vanguardia”, una anticipación)...”

Extractado de “El cero y el Infinito” de Eduardo Grüner Publicado en Página 12, Edición 28/09/2001

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Indice Presentación Capítulo I: La condición espacial de la Resistencia Social 1.1. El debate sobre la Acción Colectiva 1.2. El Espacio como Producto Social 1.3. Espacio y Espacialidad Social 1.4. Elementos para una teoría de la espacialidad de la resistencia

Capítulo II: El contexto de la resistencia social en la Argentina 2.1. Señalamientos introductorios sobre el contexto 2.2. Apogeo y crisis del proyecto neoliberal en la Argentina de los noventa 2.2.1.

La

primera

reforma

del

Estado:

Eficientización

del

gasto

y

“fundamentalismo” del mercado 2.2.2. La segunda reforma del Estado: Crisis de competitividad y flexibilización laboral 2.2.3. Recesión, crisis de gobernabilidad y debacle del modelo 2.3. Los resultados de una década dolorosa

Capítulo III: El corte de rutas. Nuevo espacio de representación pública de la resistencia social 3.1. La protesta cambia de signo 3.2. El corte de Ruta y sus primeros actores 3.3. La protesta social en los tiempos del “Piquete” 3.3.1. Las dimensiones del fenómeno piquetero 3.3.2. Quien es quien en el mapa piquetero 3.3.3. Los piquetes y la opinión pública

Capítulo IV: La experiencia piquetera del MTD Solano 4.1. La experiencia piquetera del MTD Solano 4.2. El ciclo de la protesta en el MTD Solano 4.3. Los elementos de la “identidad piquetera” 4.3.1. La cuestión identitaria en el MTD Solano 4.3.1.1. La Horizontalidad 4.3.1.1.1. La horizontalidad en la práctica 3

4.3.1.2. La Autonomía 4.3.1.3. La Territorialidad

Capítulo V: Trayectos espaciales de la resistencia social. Entre la visibilidad mediática y la resistencia en el territorio 5.1. Lo espacial como formalización del discurso 5.2. La transfiguración del espacio público de la protesta social 5.3. El espacio social de las prácticas cotidianas de la resistencia 5.3.1. Los proyectos de economía solidaria 5.3.2. Los proyectos sociales y culturales

Reflexiones Finales Bibliografia

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Presentación

Columnas de piqueteros avanzan sobre las calles del centro porteño, otras cortan el paso en los puentes de acceso a la Capital o paralizan las principales rutas del país. Bombos y pancartas dominan el sonido y el color del mensaje. En todos los casos se trata de gente reclamando por derechos ciudadanos fundamentales como el trabajo y la dignidad social. En todos los casos se trata de personas que aprenden a luchar por esos derechos. Las expresiones de esta lucha son parte ya del imaginario social de los argentinos y han transformado de manera más o menos permanente la relación de los ciudadanos en el espacio social, en donde se deconstruyen las formas y lugares tradicionales que tenía la protesta callejera y aparecen otras nuevas, pletóricas de civismo y de desafíos hechos al poder. Descontento, desintegración, negación y reclamo narran sobre el espacio público-ciudad las contradiciones y miserias de una Argentina postergada que paga el costo de años de aplicación de políticas neoliberales. “...De este modo los piquetes constituyen nuevas formas de ordenamiento del espacio y el tiempo, afectando marcadamente la visibilidad del espacio público y convocando la atención sobre nuevos temarios...” (Daniel Saur, 2002). El formato que inaugura la protesta piquetera se torna novedoso no sólo por su estrecha vinculación al mensaje de “clase” que instala en las calles, también descubre un campo de indagación que ubica a la transformación del espacio social de la resistencia como una de las particularidades más radicales del fenómeno. La conmoción social vivida en la Argentina a partir de diciembre de 2001 como resultado del desencuentro de la política y la sociedad, fue el punto de inicio para este trabajo. Jordi Borja apelando a la mayéutica, procuró la inquietud y apeló al descubrimiento. El producto escrito y sus desmanes son de mi exclusiva responsabilidad.

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Capítulo I La condición espacial de la Resistencia Social

“Y vi cuántos éramos, cuántos estaban junto a mi, no eran nadie, eran todos los hombres no tenían rostro, eran pueblo, eran metal, eran caminos. Y anduve con los mismos pasos de la primavera en el mundo.” Fragmento de “Las tierras y los hombres” de Pablo Neruda

Embarcados en la tarea de indagar en los itinerarios teóricos y empíricos del enfoque de la espacialidad de la resistencia social, hemos descubierto -no sin sorpresa- que el mismo está en camino de constituirse en un verdadero aporte del campo de la geografía social y cultural a la Teoría de la Acción Colectiva. A lo largo de la década pasada, investigadores provenientes de la geografía 1 y de otras disciplinas afines han explorado sobre la relación existente entre los fenómenos de acción colectiva y la espacialidad social de sus prácticas y estrategias. En términos de encuadrar teóricamente nuestro trabajo desde la línea argumental acción colectiva / espacio social / espacialidad de la resistencia; y de ofrecer una nueva perspectiva a esta problemática, comenzaremos por hacer una rápida revisión de las corrientes de pensamiento de la acción colectiva evaluando en qué medida sus contenidos resultan pertinentes a este enfoque; nos detendremos luego a analizar las connotaciones y posibilidades de la categoría Espacio, a fin de dotarla del sentido de constructo social que le diera la escuela francesa de sociología urbana; y más tarde a definir los alcances de la espacialidad de la resistencia social, en línea con los aportes realizados en la última década por geógrafos anglosajones e iberoamericanos; finalizando con una propuesta de abordaje a este esquema epistemológico que introduce nuevos elementos de discusión y servirá de referente instrumental para el estudio de caso.

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Nos referimos a Doreen Massey (1992), Paul Routledge (1997), Pile & Keith (1997), Sharp, Routledge, Philo & Paddison (2000) y Ulrich Oslender (2002); entre otros. 6

1.1. El debate sobre la Acción Colectiva En lo que hace al plano del debate teórico 2 sobre la acción colectiva, que da cuenta “...del modo en que los individuos se deciden a actuar en aras de un beneficio colectivo...” (Tarrow; 1997: 33) el mismo ha transcurrido en los últimos años 3 siguiendo los lineamientos de dos tradiciones 4 intelectuales fuertemente contrastadas en sus enfoques y contenidos: la desarrollada en Estados Unidos que desde la “Teoría de la movilización de recursos” (TMR) enfatiza la noción de estrategia y la europea, conocida como “Perspectiva de la Identidad Colectiva” 5 (PIC) o de lo Nuevos Movimientos Sociales, que pone su acento en la noción de identidad. En realidad, por la naturaleza de sus enfoques las teorías se presentan como complementarias, lo que ha llevado a algunos autores a buscar un punto de equilibrio que permita capitalizar desde una suerte de teoría unificadora, las contribuciones de ambas 6 . En la Teoría de la movilización de recursos (TMR) la acción colectiva es analizada como la creación, consumo, intercambio, transferencia o distribución de recursos entre grupos y sectores de una sociedad, entendiendo por “recursos” a todos aquellos bienes o valores (materiales o no) a los que un determinado sector de la sociedad le asigna ese reconocimiento (Melucci; 1999). Los conflictos que mueven a la acción colectiva son considerados “...como formas de lucha por el control de los recursos: la movilización de un grupo es un modo de recoger y de invertir recursos con vistas a ciertos fines...” (Melucci; 1999: 34). Los movimientos sociales son analizados como fenómenos de articulación utilitaristas, esto es en términos de individuos que estratégicamente evalúan la relación de los costos y beneficios de su integración a las filas de una determinada acción colectiva, priorizando así, por sobre otras cuestiones, la maximización del autointerés como elemento motivacional de la acción 7 . Tarrow dirá más tarde -en una suerte de revisión de los preceptos clásicos de la 2 La intención en este apartado es la de presentar los puntos más salientes del debate sobre la acción colectiva que nos permita situar la cuestión de la espacialidad social de la resistencia, por lo que apenas constituye una referencia somera y a sabiendas excesivamente simplificada de los respectivos marcos epistémicos de las corrientes de pensamiento mencionadas. 3 Hacia finales de los años sesenta las investigaciones se despegan de las limitaciones teóricas que impedían ver a la acción colectiva como un sistema de relaciones. 4 Excluimos deliberadamente los enfoques de las teorías psicosociales basados en hipótesis de frustraciónagresión por cuanto ubican los fenómenos de la acción colectiva en el plano de la irracionalidad y por tanto invalidan un abordaje que considere los marcos estratégicos de la movilización colectiva. 5 Entre los referentes de la Teoría de la Movilización de Recursos es dable citar a autores como Coleman, Gamson, Stinchcombe, Oberschall, McCarthy y Tilly; mientras que la Perspectiva de la Identidad Colectiva está representada por autores como Touraine, Offe, Alberoni y Melucci, entre los más reconocidos. 6 Al respecto puede consultarse el trabajo de Gerardo MUNCK “Algunos problemas conceptuales en el estudio de los movimientos sociales”. En: Revista Mexicana de Sociología, 3/95. En este artículo el autor plantea que la síntesis de los problemas que aborda cada teoría podría resumirse en tres temas: la formación de actores, la coordinación social y la estrategia política. 7 En este aspecto es notable la influencia de Mancur Olson (1965) y de los presupuestos de la rational choice, al abordar a los movimientos sociales desde el “cálculo estratégico” de individuos movidos por especulaciones racionales de autointerés.

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TMR- que “...el problema de la acción colectiva es ‘social’ y no ‘individual’, pues gira sobre la coordinación de la acción colectiva necesaria para resolver el problema de los costos de transacción...” (Munck; 1995: 20). Resulta una perspectiva de gran utilidad para estudiar la dinámica de las redes organizativas de los movimientos, como también para analizar los mecanismos de gestión de la propia acción; sin embargo adolece de la consideración de los procesos culturales e ideológicos que asignan identidad a un determinado movimiento social. En un intento por aportar a una visión sistémica respecto del contexto político en que se producen las movilizaciones sociales, Tarrow ensaya una aproximación a la cuestión de la acción política de los movimientos; para ello desarrolla la noción de estructura de oportunidades políticas que utiliza para designar “...a las dimensiones consistentes -aunque no necesariamente formales, permanentes o nacionales- del entorno político, que fomentan o desincentivan la acción colectiva entre la gente. El concepto de oportunidad política pone el énfasis en los recursos exteriores al grupo -al contrario que el dinero o el poder- que pueden ser explotados incluso por luchadores débiles o desorganizados...” (Tarrow; 1997: 49). Sostiene que explicando el ‘cuando’ de la oportunidad política, es posible entender el ‘por qué’ de la acción. Aún reconociendo lo valioso del aporte, esta perspectiva desplaza el foco de atención hacia el ámbito político y reduce la consideración del papel de la sociedad civil. Por su parte, la Perspectiva de la Identidad Colectiva o de lo Nuevos Movimientos Sociales se aproxima al tema de la acción colectiva desde un enfoque completamente diferente: el de la identidad. Identidad que según algunos autores de esta corriente, es la viva expresión de la estructura de conflicto de la emergente sociedad post-industrial (Touraine, 1978; Habermas, 1976; Offe, 1988). Alberto Melucci, uno de los intelectuales que más ha aportado al desarrollo de esta teoría expresa que “...los movimientos son sistemas de acción en el sentido de que sus estructuras son construidas por objetivos, creencias, decisiones e intercambios, todos ellos operando en un campo sistémico. Una identidad colectiva no es sino una definición compartida del campo de oportunidades y constricciones ofrecidas a la acción colectiva. “Compartida” quiere decir construida y negociada mediante procesos continuos de “activación” de relaciones sociales que conectan a los actores...” (Melucci; 1999: 38). Bajo esta mirada que reconoce la pluralidad de los marcos relacionales en que se entretejen las redes de actores que dan sustento a la conformación de un movimiento social, la noción de identidad colectiva se constituye en un proceso consustancial a la acción, no en su antecedente. 8

La aparición de este nuevo campo de reflexión involucrante de los novedosos lenguajes de una sociedad en plena transformación, dio lugar a partir de los años ochenta en Europa, a una cantidad de estudios interesados por los movimientos de género, las reivindicaciones en materia de las identidades sexuales, las movilizaciones estudiantiles y ecologistas (por citar sólo algunos de los más recurrentes). Para Habermas (1993), tras los argumentos que identifican a nuevos actores confrontando por nuevos temas se trasluce un potencial de conflicto que sitúa a los antagonismos contemporáneos en un status político muy diferente al de la lucha de clases, donde el desplazamiento de los ejes conflictuales desde el sistema económico-industrial al sistema cultural ha sido determinante. Melucci (1994) ofrece una lectura más cautelosa del tema, conviniendo en que la transformación de los escenarios, las demandas y los actores no conllevan un cambio en los núcleos de las estructuras de conflicto contemporáneas. Aceptarlo, significaría resignar la pregunta central en la comprensión de los movimientos sociales, la que repara en el carácter sistémico de los mismos. Al decir del propio autor “...si no existe un espacio analítico para mantener abierta la pregunta sobre los conflictos antagonistas, ésta deja de plantearse sin que se haya dado respuesta al problema, pero también sin haber demostrado su inutilidad...” (Melucci; 1994: 122). Esta última reflexión de Melucci nos resulta útil para plantear al menos dos limitaciones presentes en ambas corrientes de pensamiento. La primera refiere a la debilidad de estas herramientas analíticas para dar cuenta de situaciones de conflicto en sociedades periféricas como la nuestra; donde a la vez que se incorporan las expresiones de la emergente sociedad post industrial, conviven causales de conflictos -superadas hace tiempo en los países centrales- muy acendradas todavía, expresando a las claras las asimetrías estructurales propias del capitalismo periférico. La segunda limitación, y en la que particularmente hace eje nuestro trabajo, es la consideración a-espacial de los fenómenos de acción colectiva. Este es un punto particularmente observable en los trabajos realizados desde la Perspectiva de la Identidad Colectiva, por cuanto el espacio ha oficiado históricamente como factor de cohesión social y contribuido a la consolidación de identidades. El espacio social pontifica las referencias colectivas, le da un valor y un significado a lugares y símbolos culturales; y todo ello crea identidad. A partir de lo dicho, nos manifestamos en el sentido de que el espacio no puede ser considerado como mero contexto de las prácticas sociales (como tampoco lo es la consideración del tiempo); sino que por el contrario, las prácticas sociales son espaciales y viceversa.

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1.2. El Espacio como Producto Social Espacio y tiempo, afirma Harvey, son categorías básicas de la existencia humana. Sin embargo, para la experiencia fáctica cotidiana el espacio ha sido un “objeto” de banalización; un “dato” cargado de formalizaciones materiales externas -o indirectamente vinculadas- al campo de lo social; lo que le ha valido la adjudicación de un sinnúmero de significados y atributos que operan “naturalizando” su condición. La manipulación desprejuicida del concepto lo ha subordinado casi siempre a una categoría del orden material como lo es la dimensionalidad (extensión, forma, volumen, dirección, distancia, etc.) o le ha instituido formas sustantivas del tipo: espacio natural, espacio del hombre, espacio de poder; que contribuyen a desdibujar la potencia ontológica de una de las categorías relacionales más cargadas de contenido de las ciencias sociales. Coincidimos con Milton Santos, uno de los geógrafos contemporáneos fundamentales, en que “...El problema es encontrar las categorías de análisis que nos permitan su conocimiento sistemático, es decir, la posibilidad de proponer un análisis y una síntesis cuyos elementos constituyentes sean los mismos...” (Santos; 1996: 27). A la sazón, y aspirando a construir significantes para nuestro trabajo, repasaremos los tópicos fundamentales de una tradición teórica que ha producido una verdadera ruptura conceptual, aportando a la comprensión del espacio como producto social. Las aportaciones de la escuela francesa de sociología urbana 8 a la conceptualización de categorías analíticas como espacio y tiempo transformaron radicalmente la perspectiva que asumía al espacio (social) como un mero dato de la realidad, para atribuirle un significado nuevo y relevante en términos de condición significante y producto de la actividad social. En su propuesta de conceptualización del espacio social a partir de tres dimensiones, Henri Lefebvre 9 transforma el espacio-dato de las tradiciones positivistas en una categoría analítica multidimensional que es a la vez expresión de las relaciones de producción, representación simbólica de las prácticas materiales y reconocimiento del imaginario social en procura de un sentido nuevo para las prácticas espaciales. Esta revisión teórica y ontológica del espacio le permite a Lefebvre distinguir tres dimensiones interconectadas en la que cada una reúne y refuerza el carácter de las demás, 8

En Francia, la saga de acontecimientos devenidos del llamado “Mayo Francés”, (en alusión a las movilizaciones sociales de Mayo de 1968), derivó en un proceso de renovación intelectual de las ciencias sociales que finalmente dio lugar a una nueva corriente de pensamiento, conocida como la escuela francesa de sociología urbana (representada por intelectuales de la talla de Henri Lefebvre, Jean Lojkine, Christian Topalov, Edmond Preteceille, Nicos Poulantzas y Manuel Castells, entre otros), la que encarnó una profunda revisión de enfoques, métodos y contenidos que cuestinaban abiertamente la larga tradición y el carácter de los enfoques de la escuela de Chicago en temáticas como la sociabilidad y la integración social. 9 The production of space. (1974/1991) 10

al tiempo que reivindica la unicidad y complejidad de su significado: las prácticas espaciales, las representaciones del espacio y los espacios de representación. a) Las prácticas espaciales: refieren a las formas devenidas de la generación, uso y apropiación del espacio, e involucran al conjunto de prácticas materiales que configuran los flujos, transferencias e interacciones físicas y materiales (Harvey, 1998) que tiene lugar sobre el espacio y atravesándolo a fin de proveer las condiciones para la producción y reproducción social. Este tópico, como el que sigue permiten identificar y dimensionar las lógicas particulares de los sujetos sociales que establecen relaciones asimétricas por el “control” del espacio. b) Las representaciones del espacio: describen al conjunto de representaciones simbólicas, de códigos y saberes técnicos que posibilitan una representación isomórfica (real o deseada) de las prácticas materiales y permite que las mismas se comuniquen y comprendan. Este es el espacio “legible” (Oslender, 2002) de los mapas y las estadísticas; pero también el espacio-proyecto de la planificación: el que establece el “orden” que tienen o deben tener las cosas dentro de un sistema de poder y regulación. Disciplinas como la geografía, la arquitectura, la agrimensura, la ecología social, la ingeniería y la propia planificación procuran abstraer desde los anclajes subjetivos de personas y saberes disciplinares las particularidades de los sistemas de relaciones que se entretejen en el espacio. Pero lejos de ser un espacio transparente y homogéneo, el espacio abstracto se nos presenta como un sitio de lucha y resistencia en cuyo terreno se articulan las contradicciones socio-políticas (Oslender, op. cit.). c) Los espacios de representación: son los espacios en los que la vivencia material se recrea a través de la imagen que ésta proyecta, y a la vez un espacio de ruptura donde imaginar nuevos significados y posibilidades para las prácticas espaciales. Por su naturaleza fuertemente ligada a la condición situacional de los individuos, están saturados de símbolos y códigos e indisolublemente vinculados a la memoria atávica. Es, al decir del propio Lefebvre “...el espacio dominado -y por ello pasivamente experimentado- que la imaginación busca cambiar y apropiarse. Recubre el espacio físico y hace uso simbólico de sus objetos...” (Lefebvre; 1991: 38). Lefebvre caracteriza estas tres dimensiones como lo percibido, lo concebido y lo vivido respectivamente. Las relaciones dialécticas entre ellas las exhibe como un todo interconectado e interdependiente, que como señala Harvey retomando la teoría del sociólogo francés “... constituyen el punto de apoyo de una tensión dramática, a través de la cual puede leerse la historia de las prácticas espaciales...” (Harvey; 1998: 245). 11

Tomando como base las herramientas conceptuales desarrolladas por Lefebvre y aportaciones más recientes de autores del pensamiento postmoderno 10 , geógrafos y sociólogos anglosajones e iberoamericanos han avanzado en la formulación de una perspectiva acerca de lo que podría llamarse una teoría de la “espacialidad de la resistencia social”, tal la denominación que se ha dado a los estudios sobre fenómenos de acción colectiva que consideran al espacio no como un dato contextual de la realidad sino como un significante de la propia acción. De eso nos ocuparemos en los tópicos que siguen.

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Nos referimos a la obra de David Harvey “La condición de la posmodernidad. Investigación sobre los orígenes del cambio cultural”, un clásico que aborda con notable sensibilidad analítica el pasaje de la modernidad a la posmodernidad en términos de las transformaciones económico políticas y culturales en la sociedad del capitalismo tardío, en ella dedica varios capítulos a examinar “...la experiencia del espacio y el tiempo como un nexo mediador de singular importancia entre el dinamismo del desarrollo histórico-geográfico del capitalismo y los complejos procesos de producción cultural y de transformación ideológica...” (Harvey; 1998: 11); por su parte Edward Soja en su libro “Thirdspace. Journeys to Los Angeles and other real-and-imagined places” (1996) reconceptualiza la tríada lefebvriana del espacio percibido, concebido y vivido al proponer “...una nueva conceptualización de la sociedad en lo que denomina una trialéctica ya que, según expresa, el pensamiento que tenemos acerca del mundo ha venido constituyéndose dialécticamente sobre dos elementos: historicidad y socialidad (tiempo y ser) en detrimento de la espacialidad (espacio)...” (Perdoni, 2000). 12

1.3. Espacio y Espacialidad Social “...la espacialidad sería un momento de las relaciones sociales geografizadas, el momento de la incidencia de la sociedad sobre una determinada disposición espacial [...] Es el valor atribuido a cada fracción del paisaje 11 por la vida -que metamorfosea el paisaje en espacio- lo que permite la selectividad de la espacialización...” (Santos; 1996: 70-71). Con esta frase Milton Santos ensaya una aproximación ontológica al concepto de espacialidad social, entendiéndola como acto y potencia de las relaciones sociales en su despliegue siempre cambiante en el espacio. La enorme importancia de este momento categorial nos pone frente al ejercicio de una idiosincrasia material o simbólica de los sujetos sociales realizándose en el proceso de construcción de su devenir histórico. Pero la espacialidad no desdeña al espacio, es su precondición estructural, la huella perdurable de sucesivas generaciones con sus vidas, la herencia cultural que nos deja la historia; así lo reconoce el autor cuando señala “...La espacialización no es tan solo el resultado del movimiento de la sociedad, porque depende del espacio para realizarse. En su movimiento permanente, en su búsqueda incesante de geografización, la sociedad está subordinada a la ley del espacio preexistente...” (Santos; 1996: 70-71); de allí que las formas que asume la espacialidad de las relaciones sociales en cada momento y lugar, modelan el espacio social de una manera particular, lo sobreconstruyen, lo reinventan; legitiman y ponen en cuestión sus formas y mecanismos de organización; y en definitiva, como proceso que se reinventa y cuestiona constituye el motor de la transformación de las formaciones sociales de cada tiempo, y de los espacios que las contienen. El repertorio de elementos que dan contenido a la espacialidad social es bien conocido en el plano de lo material y se hace visible en el sistema de fijos y flujos que despliegan las organizaciones sociales; y aunque no constitutivas del mundo material: la cultura, la identidad, los símbolos, la comunicación, la ciudadanía, el poder, etc.; se transforman en significantes de espacialidad y en instrumentos ponderados de transformación del espacio social.

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Milton Santos introduce la noción de paisaje como “la materialización de un instante de la sociedad” y lo diferencia del espacio, por cuanto éste contiene el movimiento; en sus palabras “El trabajo muerto (acumulado) y la vida se dan juntos, pero de maneras diferentes. El trabajo muerto sería el paisaje. El espacio sería el conjunto del trabajo muerto (formas geográficas) y del trabajo vivo (el contexto social)”. (Milton Santos; 1996: 69-70). 13

1.4. Elementos para una teoría de la espacialidad de la resistencia Si bien como decimos, el esfuerzo por conformar un cuerpo de teoría sobre la espacialidad de la resistencia tiene poco más de una década de desarrollo sistemático, encontramos ya en un trabajo de Manuel Castells de comienzos de los años ochenta -todavía impregnado del ropaje conceptual propio del materialismo histórico- algunas referencias que nos remiten a esta perspectiva: "El espacio no es el 'reflejo de la sociedad', es la sociedad. Por tanto, las formas espaciales, al menos en nuestro planeta serán producidas por la acción humana [...] Al mismo tiempo, las formas espaciales serán enmarcadas por la resistencia de las clases explotadas, por los sujetos oprimidos y por las mujeres dominadas. Finalmente, de vez en cuando, los movimientos sociales aparecerán retando la estructura espacial y por tanto intentando crear nuevas funciones y nuevas formas" (Castells, 1983: 4, citado por Marc Zimmerman; 1998: 15-16). Más cercano a nuestros días, Harvey encuentra en los movimientos sociales el elemento catalizador para una oposición transformadora del espacio social articulado en torno al capitalismo “Son muchos los movimientos que se oponen a la destrucción del hogar, la comunidad, el territorio y la nación por obra del avance constante de los flujos de capital [...] Y de tanto en tanto, estas resistencias individuales pueden consolidarse en movimientos sociales que tienen como fin liberar el espacio y el tiempo de sus materializaciones actuales y construir una especie de sociedad diferente en la que valor, tiempo y dinero aparecen bajo formas nuevas y muy distintas. Movimientos de toda clase -religiosos, místicos, sociales, comunitarios, humanitarios, etc.- se definen directamente en función de un antagonismo respecto del poder del dinero y de las concepciones racionalizadas del espacio y el tiempo en la vida diaria” (Harvey; 1998: 264-265). Lo que parece distinguir a los fenómenos de acción colectiva de la actualidad es la creciente y cada vez más compleja conciencia espacial de los individuos en los procesos de despliegue de estrategias resistenciales, al incorporar desde la práctica y el discurso al espacio social (escenario mediatizado por las condiciones de producción y reproducción social) y a la espacialidad (su forma catalizadora) como factores que contribuyen a modelar la arena política en la que se dirimen los conflictos de dominación-resistencia. Este ha sido precisamente el tema de interés para una nueva corriente de geógrafos anglosajones e iberoamericanos que ha puesto su atención en el desarrollo de herramientas analíticas que intentan aportar a la comprensión y explicación de la pluralidad de procesos de apropiación de los espacios y la configuración de lo que podría denominarse una espacialidad de la resistencia.

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Si bien todos los aportes que hemos considerado como antecedentes para este trabajo, confluyen en la preocupación por posicionar al espacio social en una nueva frontera epistemológica que procura reconstruir las mutuas determinaciones entre espacio y acción colectiva, queda claro que los alcances de su consideración son múltiples y no lineales. Aún reconociendo el carácter inescindible de los procesos que estructuran la relación espacio-resistencia, y que identifican a un tiempo la consideración del espacio social como “objeto” de la lucha por el control material del mismo y sus significantes (espacio objeto) y como “vehículo” de las prácticas resistenciales, en tanto medio de expresión (espacio vehículo); la mayoría de los trabajos consultados sólo hacen eje en alguna de estas dos aristas. Es dable verificar, por otro lado, enfoques que reparan en cuestiones escalares de la resistencia, como es el caso de los estudios microsociológicos que abordan conflictos de intereses en la escena barrial o local 12 (aunque sus raíces casi siempre la trascienden); o bien el de los movimientos antiglobales tan en boga en estos días, que en pos de la construcción de un contrapoder al hegemonismo del capital globalizado movilizan y congregan en un mismo sitio a colectivos sociales procedentes de distintas latitudes 13 . Como vemos, bajo todas las formas en que se entabla esta relación consustancial está el sentido de las luchas sociales por la preeminencia entre local y global, por la pugna entre intereses individuales y colectivos, por la contingencia entre público y privado, por el balance de fuerzas entre dominación y resistencias de todo tipo. Ulrich Oslender 14 , basado en la conceptualización lefebvriana del espacio como producto social y en enfoques de la espacialidad de la resistencia de autores británicos como Doreen Massey (1992) y Paul Routledge (1997), nos ofrece una lectura muy interesante acerca del movimiento social de las comunidades negras en el Pacífico Colombiano 15 , poniendo en evidencia las rupturas que existen entre las formas de representación del espacio devenidas 12

Nos referimos a trabajos que indagan en la construcción de identidades colectivas referenciadas a un conflicto de intereses por el uso del espacio local o microlocal; citamos por caso el trabajo de Ana María Murgida “Territorialidad e identidad: construcciones sociales durante una protesta social” en el que la autora refiere a una protesta de vecinos ante la eventual colocación de torres de alta tensión en el casco urbano de la localidad de Ezeiza (Gran Buenos Aires). 13 El movimiento anti global, una de las formas de la “acción colectiva transnacional” (Sikkink; 2000: 48), ha sido caracterizado por Jaime Pastor como un "movimiento de movimientos". La lucha de las organizaciones que lo integran apunta a desarrollar una “contrahegemonía", un nuevo internacionalismo rebelde y anticapitalista (Jaime Pastor, 2001). Jornadas de protesta como las vividas en Génova, Quebec, Gotemburgo, Barcelona y recientemente en el Foro Social Mundial de Porto Alegre se han constituido en íconos de esta modalidad de resistencia. 14 Este autor utiliza el enfoque de la espacialidad de la resistencia en sus artículos: “La lógica del río: estructuras espaciales del proceso organizativo de los movimientos sociales de comunidades negras en el Pacífico Colombiano”. En: Pardo, M. (ed.), Acción colectiva, Estado y Etnicidad en el Pacífico Colombiano, Bogotá: 2001, ICANH, pp. 123-148. y ”Espacio, lugar y movimientos sociales: hacia una espacialidad de la resistencia”. En: Scripta Nova. Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales. Universidad de Barcelona. Vol. VI, N° 115, Junio de 2002. 15 Definidas por Oslender como organizaciones étnico-territoriales. 15

de planes estatales que focalizan en el potencial económico de la región (espacio legible que articula una lógica de visualización hegemónica) y los espacios de representación 16 , que en línea contraria a los primeros, articulan la historia y la vida de quienes residen, y constituyen espacios vividos culturalmente potentes, con identidades establecidas en torno a un medio acuático estructurador de las relaciones sociales. Esta ruptura en la “identificación” de ambos espacios ha movilizado formas de acción colectiva que bajo una práctica política de confrontación-negociación reivindica las identidades históricas allí constituidas y organiza la lucha por el control social de los contenidos espaciales reales e intangibles que las mismas corporizan. Esta misma línea ha sido aplicada al análisis de las transformaciones del espacio social en Chiapas. En un estudio reciente de Rosa de la Fuente Fernández 17 la autora expone de qué manera el accionar político del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) en el campo de la lucha por los derechos indígenas, gesta la institucionalización de un contraespacio que cuestiona las territorialidades “legalmente” establecidas. Los contenidos espaciales de la resistencia son en este caso muy potentes, el espacio social trasciende por mucho la condición escenográfica de los rituales de la confrontación y su posesión material se transforma en un objetivo central de la lucha; en palabras de la propia Fernández: “...la apropiación de parte de los terrenos de la sede del Instituto Nacional Indigenista, en San Cristóbal de las Casas, y la creación de una territorialidad diferente en la Sede de las Regiones Autónomas Pluriétnicas, contestando los límites legales, espaciales y temporales, es un ejemplo de cómo al tiempo que se fortalecía el discurso y la acción política del movimiento indígena los espacios se disputaban, contestaban y redefinían. Posteriormente y en paralelo a la evolución de la capacidad del EZLN, la creación de espacios de resistencia como los municipios rebeldes y posteriormente los municipios rebeldes

autónomos

cuestionaron

la

tradicional

organización del

espacio

social,

desarrollando con mayor o menor autonomía proyectos de organización del espacio social y político al margen del Estado...” (Fernández; 2001: 6). Estos escenarios de conflicto, devenidos en nuevas formas de contra-espacio no son ajenos a la Argentina reciente. A diferencia del proyecto zapatista o de la lucha campesina del movimiento de “los sin tierra” de Brasil, el carácter de los nuevos movimientos sociales no 16

Oslender define con claridad el significado del río en la percepción del espacio social de los habitantes del Pacífico colombiano “...el río se vuelve el espacio social per se de interacciones humanas cotidianas y el referente simbólico de la identidad de la gente y de los grupos que se han asentado en sus orillas. El río corre además por las imaginaciones de las comunidades negras y se ve reflejado en las múltiples formas discursivas en que ellas se refieren a su entorno y su mundo, adquiriendo el río así un papel central en los procesos de identificación colectiva...” (Oslender; 2002: 10). 17 Rosa de la FUENTE FERNÁNDEZ, “Cartografía de la resistencia. Transformaciones del espacio social en Chiapas” En Revista: CEMOS Memoria (Edición virtual). Revista mensual de política y cultura N° 157. Marzo de 2002. Dirección electrónica: http://www.memoria.com.mx/157/Fuente.htm 16

atiende a la reapropiación material de la tierra 18 , en nuestro país las formas emergentes de la protesta social desarrollan discursos y repertorios de acción que cuestionan y enfrentan la legitimidad política de la clase gobernante -horadando en su frágil base de sustentación- y el “orden” económico establecido a partir del imperio del modelo neoliberal. De lo que se trata entonces en este trabajo es de demostrar que en la Argentina de la última década junto a las formas hegemónicas de apropiación y control del espacio social se entretejen espacialidades subalternas que configuran y organizan espacios de resistencia que cuestionan y desafían las bases de un modelo político que prescinde de los sectores populares (y a la postre, deslegitimado socialmente) y ejercen una identidad proyectiva en los planos real y simbólico. De la variedad de modos de expresión surgidos en este período: estallidos sociales, cortes de ruta, “cacerolazos” y asambleas populares (estas dos últimas como las formas más recientes, especializadas y focalizadas), optamos por trabajar con el movimiento piquetero, por considerar que encarna un proyecto 19 con una manifestación espacial potente, que ha reinventado sus prácticas a lo largo del tiempo -y por lo tanto se ha recreado como movimiento social- y porque articula niveles de proyección política, productiva, formativa y mediática, inéditos en otras expresiones populares de corte histórico en la Argentina. Dada la pluralidad y heterogeneidad de organizaciones que integran el movimiento piquetero, restringiremos el estudio de caso al Movimiento de Trabajadores Desocupados de Francisco Solano, del Partido de Quilmes (en adelante, MTD Solano) que integra el Movimiento de Trabajadores Desocupados “Aníbal Verón”. Sin perder de vista las categorías lefevbrianas del espacio, aunque si haciendo una relectura intencionada para nuestro enfoque, nos procuramos un modo de visualización poco usual de la acción colectiva, menos ligado a las formalizaciones clásicas de la protesta y más situacionalizado en los aspectos que la convierten en un proyecto transformador del espacio social. Según nuestro planteo esto nos lleva a considerar dos planos de análisis: 1. El espacio social de la representación pública de la resistencia, conforma uno de los escenarios más claros en el establecimiento de las relaciones de dominación y resistencia, y tanto desde la producción de la identidad material y simbólica de sus protagonistas (el “nosotros”) como desde lo percibido por su alter-político (el “otro”, el dueño formal y legal del poder) y la opinión pública (observador pasivo, que en general

18

Los conflictos por la posesión material de la tierra tienen un alcance acotado espacialmente y se relacionan con reivindicaciones territoriales de algunos grupos indígenas. 19 Proyecto, en el sentido que lo denota Sartre (1996) no implica entender al grupo social como igualación de los actores que lo integran, sino como actores que comparten ideas y acuerdan modos y métodos para expresarlas. 17

cuestiona los métodos y “criminaliza” a los sujetos de la acción) es el espacio ritual de la protesta. Consideramos aquí el repertorio de la acción colectiva (Tilly, 1986; Melucci, 1999) inaugurado por los grupos piqueteros, que identifica los principales rasgos de la dimensión expresiva de la protesta (Jordi Borja, 2002): a) los elementos místicos de la identidad: la construcción de un sistema de acción comporta una inversión emocional que hace al reconocimiento de los actores entre sí y permite una identificación mutua de expectativas, oportunidades y restricciones que consolida imaginarios comunes respecto a los fines, medios y ámbitos de la acción 20 . Los actores sociales: Incorporamos dentro de este tópico al sistema de actores. b) las formas de expresión: Cada sistema de acción produce formas expresivas que le son particulares. En el caso de los movimientos piqueteros, estos han desarrollado un repertorio de itinerarios, lugares y métodos que son concomitantes con la faz simbólica y discursiva que desarrollan. c) la impronta espacial-temporal: Nos referimos aquí a la reconstrucción de la “cartografía de la resistencia” en la escala nacional con un sentido diacrónico. Este es un aspecto significativo en términos de comprender la lógica y dimensión espacial del Proyecto Piquetero 21 , y en la evolución de los centros de conflicto que han ido jalonando el proceso de deterioro socioeconómico de la Argentina reciente. d) la naturaleza de las demandas: Desde la conformación de este movimiento, es posible observar una variación en el tipo de demandas (conformando un amplio espectro que va desde la defensa de las fuentes de empleo a la asistencia social primaria) y los mecanismos de gestión instrumentados para viabilizarlas. e) el destinatario / interlocutor de las demandas: Las formas de relacionamiento con los responsables gubernamentales ha sido un factor determinante en la estabilización o agudización de los conflictos con los grupos piqueteros. f)

los formatos discursivos: El lenguaje trasunta los contenidos ideológicos de la acción colectiva y como tal es el medio de expresión más utilizado por los actores para marcar las disfuncionalidades del sistema que se cuestiona.

g) las estrategias de comunicación: Este ha sido un factor diferencial del movimiento piquetero respecto de otras formas históricas de la protesta social, sin dudas

20

Melucci (1999), op. Cit. Paula Lenguita utiliza esta advocación para referirse a “...una trayectoria consensuada y revitalizada por el conjunto de sus miembros, bajo la figura de identidad de sí que han construido...”. Paula LENGUITA (2001) Los desafíos teóricos de la "identidad piquetera”. Programa de investigaciones económicas sobre tecnología, trabajo y empleo. (CEIL-PIETTE). Publicado en: http://www.ceilpiette.setcip.gov.ar/docpub/ponencias/lenguitapiq.html#nota* 21

18

favorecido por las posibilidades que ofrece la sociedad de la información aún en un país periférico como el nuestro. h) los efectos políticos: Reparamos en los distintos niveles de efectividad política de la protesta que definen los marcos diferenciales en la transformación del estado de cosas que se cuestiona.

2. El espacio social de las prácticas cotidianas de la resistencia, involucra las diversas formas de articulación de los actores a su espacio cotidiano (localidad, barrio) desde la perspectiva de la construcción y consolidación de la resistencia social. Esencialmente nos referimos a las actividades políticas y sociales de base comunitaria desarrolladas por los grupos piqueteros, como: a)

la organización de la resistencia en el territorio (participación en asambleas, mesas barriales y mesas de delegados),

b)

las actividades ligadas a la instrumentación de una economía solidaria no clientelar (proyectos productivos empleando los recursos obtenidos de los planes sociales nacionales) y

c)

la formación de los integrantes del movimiento (formación doctrinaria y educación popular).

La intención es realizar una lectura sobre las formas en que estas actividades inciden en la formación de una identidad social-locacional, tratando de valorar su incidencia en las prácticas de representación pública de la acción colectiva. Un lugar importante lo ocupa la propia percepción de los actores involucrados, en relación a cómo la participación en el movimiento social reconfigura los espacios de interacción social, creando nuevas centralidades, lugares de referencia barrial (propios del colectivo piquetero o abiertos a la comunidad en su conjunto) y las formas de relación establecidas con otros sectores de la población que no integran el movimiento.

19

Capítulo II El contexto de la resistencia social en la Argentina contemporánea “las interrupciones de calles por los piqueteros, los cacerolazos de las llamadas clases medias urbanas, el asedio sistemático a los bancos por los ahorristas, las asambleas barriales, la autogestión por los trabajadores de las fábricas quebradas, y las redes de economía solidaria (red global del trueque) constituyeron una nueva configuración del ‘movimiento de los movimientos’”. Toni Negri, Página 12, Febrero de 2003

2.1. Señalamientos introductorios sobre el contexto Nos resulta imposible ensayar una explicación sobre el actual estado de crisis que vive la Argentina y su vinculación con los fenómenos de acción colectiva que nos ocupan, sin antes revisar la sucesión de acontecimientos políticos y económicos que a lo largo de casi tres décadas la fueron cimentando. La debacle que tradujo la última crisis de diciembre de 2001 no es sino el desenlace de un largo proceso cíclico 22 de crisis económico-financiera, pero también política, institucional, social, ética, cultural y moral (Oszlak, 2001). Los orígenes de este proceso se remontan a mediados de los años setenta, donde comienza a perfilarse un cambio de régimen que cierra el ciclo del modelo de acumulación basado en la sustitución de importaciones y se consolida más tarde -a inicios de los noventa- con la implantación definitiva del proyecto económico-social de corte neoconservador. Esto nos lleva a coincidir con Tarrow (1997) en que las condiciones para la conformación o el fortalecimiento de un fenómeno de acción colectiva están fuertemente ligadas (aunque no de manera exclusiva) con la “estructura de oportunidades políticas” que resultan de la conjunción de recursos exteriores al grupo. Las propiedades del sistema político crean el marco de oportunidades para la movilización social, oportunidades que según el autor, se definen por el juego de al menos cuatro condiciones: la mayor o menor permeabilidad del poder, las transformaciones en las estructuras de alianzas políticas, la existencia de aliados 22

Claudio Lozano (2001) explica el derrotero de la crisis como el de una historia signada por las diferentes formas que asume la violencia: la violencia sobre los cuerpos (a través del Terrorismo de Estado devenido en brutal genocidio), la violencia de la moneda (hiperinflación) y la violencia de la destrucción del tejido productivo (hiperdesocupación). 20

influyentes y los niveles de organicidad -en términos de cohesión o división- entre las élites dominantes. Sin desconocer la larga historicidad del proceso que enunciamos, centraremos nuestra atención en los cambios producidos en la etapa de neoliberalización plena encarnada por el ascenso del “menemismo” al poder y su continuidad en el proyecto aliancista, entendiendo que esta etapa conjuga la profundización de factores críticos -a la postre devenidos en un marco de oportunidades políticas- como la crisis del régimen de acumulación y la crisis de representación del sistema político, a partir de los cuales se han organizado y “ensanchado” los fenómenos de acción colectiva en los últimos diez años.

2.2. Apogeo y crisis del proyecto neoliberal en la Argentina de los noventa 2.2.1.

La

primera

reforma

del

Estado:

Eficientización

del

gasto

y

“fundamentalismo” del mercado A comienzos de los años ochenta, la frágil democracia argentina se vio enfrentada al desafío de recuperar y consolidar sus instituciones al tiempo que procuraba enmendar en la sociedad los efectos de las expresiones más oscuras del poder autoritario vivido en los años previos. Este desafío comprometió los esfuerzos de casi toda una década, en la que fue preciso reconstruir la confianza de la relación entre un Estado institucionalmente débil y la expresión de una sociedad civil ya largamente desmembrada y oprimida. La restauración del sistema democrático resultó -desde esta lógica- en una suerte de refundación efímera del Estado paternalista, por cuanto se llevó a cabo en momentos en que el mundo desarrollado consolidaba su transición hacia nuevas formas de organización política y económica. La sucesión de eventos internacionales iniciada por la crisis capitalista de los setenta y seguida de cerca por la consolidación de la hegemonía del poder mundial en un solo país (tras la caída del comunismo soviético), constituyeron el germen de la profunda transformación operada en el capitalismo global, cuyas dimensiones tecnológica, económica, cultural, político-institucional y físico-ambiental, contribuyeron a conformar un nuevo “escenario mundo”, hasta entonces desconocido. Como primera manifestación de este escenario, la relativa autonomía de los Estados nacionales se transforma dramáticamente, para dar paso a un orden de fronteras abiertas que instaura una nueva lógica: la del mercado global. 21

En línea con hacer funcionales las nuevas reglas de juego, los acuerdos firmados en el Consenso de Washington 23 sentaron las bases programáticas de las políticas de ajuste neoliberal diseñadas por los organismos internacionales de crédito, que debían ser aplicadas por los gobiernos latinoamericanos con el apoyo financiero y el asesoramiento de aquellos. Pero el carácter estructural de las reformas, no sólo implicó un profundo cambio en el desenvolvimiento de la escena macroeconómica, sino que asumió un carácter transformador de las estructuras de poder al afianzar sin mayores preámbulos lineamientos propios de un status ideológico en abierta confrontación con el modelo paternalista vigente hasta entonces 24 . El proceso de reforma estructural del Estado impulsado durante el primer período de gobierno de Carlos Saúl Menem (1989-1995) atendió -próximo al discurso ideológico del Consenso de Washington- a la convergencia de cuatro factores 25 : la crisis terminal del Estado Benefactor, debilitado ya durante la dictadura por la financierización extrema de la economía; el estado de emergencia en que se produjo el recambio presidencial (estallido hiperinflacionario, ingobernabilidad y adelantamiento en el traspaso del poder); la creciente influencia de los grupos económicos que culminará en la entronización definitiva de la lógica mercado; y finalmente, el personal estilo de gobierno de Menem, menos proclive al diálogo y la concertación y más cercano al personalismo, propio de sus épocas de caudillo de la provincia de La Rioja. La crítica encendida hacia la ineficiencia histórica del Estado Benefactor populista contrastaba con el discurso eficientista y modernizador impulsado por el establishment político y económico de la época, lo que permitió -al menos en los comienzos- impulsar las políticas de reforma con un cierto marco de consenso entre los distintos sectores de la opinión pública.

23

“...Entre los elementos de este “consenso” se incluyen una amplia reforma del Estado (privatización de las empresas públicas, reforma fiscal, severa contención del gasto público y eliminación de los subsidios al consumo y a los intereses productivos “ineficientes”; dejar que los precios alcancen su nivel correcto dando prioridad al mantenimiento del equilibrio macroeconómico; reformas orientadas al mercado (desregulación y desmonopolización del sector privado, flexibilización el mercado laboral); y una reinserción competitiva en la economía mundial (liberalización del comercio, promoción de las inversiones extranjeras)...”. (Cintia Russo, 1997: 1). 24 Puede afirmarse entonces que “...las reformas estructurales de la economía, verdaderas operaciones de ingeniería institucional a gran escala, han resultado en la limitación del poder discrecional del estado, y en la desestatización de la economía, pero también de la sociedad y de la política. Ese movimiento desestatizador ha cambiado el mapa de cada una de las esferas de acción social (política, economía, sociedad civil) en las cuales se desempeñan los distintos actores relevantes de la gobernabilidad. También ha alterado equilibrios preexistentes entre política, sociedad y economía. Como resultado de dichos cambios, la capacidad integradora de la política se ha visto resentida”. (Instituto Internacional de Gobernabilidad). 25 Para la enunciación de las bases contextuales de la Reforma seguimos el planteo realizado por Daniel GARCÍA DELGADO en su trabajo: “La reforma del Estado en la Argentina: de la hiperinflación al desempleo estructural” Revista del CLAD Reforma y Democracia. No. 8 (Mayo 1997). Caracas. 22

El proyecto del menemismo, que recién comenzó a lograr indicadores mínimos de estabilidad a comienzos de 1991 con el lanzamiento de la convertibilidad 26 y el desembarco de Cavallo al ministerio de Economía, articuló el proceso de reforma al paradigma neoliberal del Estado mínimo 27 y centró su artillería en una doble estrategia: por un lado, el repliegue del Estado en su faz de productor desarrollista y asignador de recursos (ruptura de la matriz estado-céntrica); y por otro, el avance decidido hacia un nuevo modelo de Estado con un rol de facilitador y co-constructor 28 de la élite económica dominante de capital nacional y transnacional (anclaje de la matriz mercado-céntrica 29 ). Por lo primero, se dio comienzo a una fase de reconversión y racionalización de la administración central consistente en una recuperación “minimalista” de los roles clásicos del Estado: educación, justicia, seguridad y administración 30 ; transfiriendo mayores responsabilidades a las provincias, aunque no siempre acompañadas de los recursos económicos necesarios para hacerles frente. En forma paralela se impulsó el desguace del aparato productivo estatal a través de las operatorias de privatización y concesionamiento de empresas públicas productoras de bienes y servicios (tanto deficitarias como superavitarias) induciendo -por el propio peso y naturaleza de los activos transferidos- a un importante cambio en la estructura de poder interno 31 . Este último aspecto tuvo aristas de convergencia con el segundo eje de la reforma (el que promovió la reestructuración del Estado hacia la nueva modalidad neoconservadora); ya que se aspiraba a que la eficientización del gasto (uno de los argumentos más utilizados para justificar el proceso privatizador) junto a una mayor apertura y desregulación de la economía, generaran las condiciones para el ingreso y radicación de capitales extranjeros. A

26 Con la puesta en vigencia de la Ley de Convertibilidad de Domingo Cavallo la política monetaria también tuvo su hora (que se prolongó por más de once años). Con ella se establecía la paridad cambiaria peso-dólar, considerada por propios y extraños (nos referimos al establishment económico local e internacional) como uno de los éxitos más rutilantes de todo el período de crecimiento de la economía a lo largo de la era menemista. 27 También se le ha dado la denominación de Estado Ausente, en alusión al desentendimiento progresivo del Estado respecto de asignaturas que históricamente fueran de su responsabilidad; las que ahora pasan a ser resueltas en el mercado. 28 O también “rentístico financiero” como eufemísticamente denominan Alfredo Eric Calcagno y Eric Calcagno al régimen de valorización financiera que asume al endeudamiento público como instancia de realización de ganancias extraordinarias en moneda dura (dólares) por parte de los sectores más beneficiados de ese proceso: la cúpula empresarial. Alfredo Eric CALCAGNO y Eric CALCAGNO “El Monstruo bicéfalo de la renta financiera”. En: Revista Nueva Sociedad. N° 179. Caracas. Mayo-Junio de 2002. 29 Marcelo CAVAROZZI (1994) "Transformaciones de la política en América Latina Contemporánea", Ponencia presentada en el XIV Congreso Latinoamericano de Sociología, ALAS, Caracas, Venezuela. 30 La reforma administrativa produjo entre 1989 y 1991 una pérdida de 147.000 puestos de trabajo en la administración central (pasando de 347.000 a 200.000) bajo la modalidad dominante del “retiro voluntario”, operatoria financiada con la anuencia y los recursos provenientes de préstamos de organismos multilaterales de crédito. 31 Alfredo Eric Calcagno y Eric Calcagno atribuyen a este proceso un rol determinante en el balance de fuerzas entre actores políticos y económicos por el control del poder interno “...Los compradores de empresas privatizadas integran la elite del poder económico y pueden influir fuertemente en el poder político [...] Dados el sistema de financiamiento de los partidos políticos, los enormes costos de «hacer política», la ausencia de operaciones del tipo «mani puliti» y la posibilidad de provocar «golpes de mercado», puede suponerse que su influencia en el poder político será cada vez mayor...”. Alfredo Eric Calcagno y Eric Calcagno. Op. Cit.

23

su vez, ambas estrategias debían apuntar al reestablecimiento del superávit fiscal que permitiera la transferencia de recursos para hacer frente al pago de los servicios de la Deuda Externa. Esta primera fase de reformas (o Plan de Ajuste Estructural como también se lo ha designado) no estuvo exenta de enfrentamientos con el sector obrero; por el contrario, protestas como la promovida por el sector ferroviario a comienzos de 1991, muestra a las claras la metodología empleada por el gobierno de Menem para la resolución de los conflictos”...según las atribuciones otorgadas por la ley que limitaba el derecho de huelga, declara la medida ilegal por afectar a un servicio público y avanza con despidos masivos, interviene el sindicato ferroviario, comienza el cierre de talleres y de cuatro ramales, y acelera la privatización de otros, levantándose el paro en un proceso de negociaciones en el que el sindicato a esta altura sólo demandaba la reincorporación de los cesanteados...” (Carlos Acuña; 1993: 16-17). El movimiento sindical, identificado históricamente con el costado popular del peronismo de la primera hora, se había mostrado contrario al giro desregulacionista de las políticas económicas durante el gobierno de Alfonsín, lo que lo llevó a sostener una lucha en adhesión a las políticas nacionalistas, estatistas, pro-obreras y redistributivas que constituían las banderas del peronismo. El ascenso al poder del justicialismo menemista lo forzó a replantear su papel dentro del partido 32 . La adscripción mayoritaria de un sector del sindicalismo con el gobierno (que lo posiciona como negociador en el proceso de reforma económica) y la abierta ruptura de otro, provocaron a partir de 1992 la división del movimiento obrero en dos centrales sindicales: la histórica Confederación General del Trabajo / CGT (que más tarde mostrará fisuras internas) y la Central de los Trabajadores Argentinos / CTA en franca disidencia con la primera y el gobierno, que propone la conformación de un nuevo sindicalismo más próximo a los problemas de los trabajadores. Durante un tiempo (1991-1994), el país logró recuperar el crédito internacional y afianzó un nivel de crecimiento del 6 al 7 %, mientras que la estabilización del nivel general de precios al consumidor -basada en la estabilidad de la moneda y la liberalización comercialcontribuyó al mejoramiento del salario real de los trabajadores; pero una vez finalizado el

32

Los costos del reposicionamiento del sindicalismo dentro del partido fueron muy altos, Marina Farinetti reseña la sucesión de eventos que debieron afrontar: “...la regulación de las huelgas del sector público, la prohibición de los aumentos salariales no asociados a incrementos en la productividad, la descentralización de las negociaciones colectivas, la privatización de las empresas estatales y la flexibilización de los contratos de trabajo. Más allá de los costos reales de estas medidas, es destacable el costo simbólico que la conversión programática del PJ ha tenido para el sindicalismo peronista...” (Farinetti; 1999). 24

trienio, el modelo de acumulación comenzó a acusar los primeros síntomas de agotamiento de su fase expansiva 33 . La ocurrencia de la crisis cambiaria mexicana (1995) y en menor medida el impacto del aumento de las tasas de interés en EE.UU. fueron construyendo los argumentos para explicar los problemas de la economía argentina y el derrumbe del ciclo de crecimiento de los años previos. Como corolario de ello, los capitales que otrora reconocían en la Argentina a una de las economías emergentes más dinámicas, comenzaron a retirarse de la escena nacional, incidiendo significativamente en la escalada del déficit fiscal, que pasa a constituirse en un dato permanente del segundo período de gobierno de Carlos Menem.

2.2.2. La segunda reforma del Estado: Crisis de competitividad y flexibilización laboral El rescate de la alicaída competitividad y el combate del desempleo justificaron -hacia mediados de 1996- la aplicación de una segunda batería de reformas. Pasado ya el éxito de las reformas pro-mercado, el gobierno buscó articular una serie de medidas, conocidas como de “flexibilización laboral” que le otorgó a las empresas una creciente capacidad para imponer condiciones a los trabajadores. La aplicación de estas medidas, supuestamente orientadas a disminuir el “costo argentino” de la ecuación de rentabilidad empresarial y a favorecer la inserción de los desocupados en el mercado de trabajo; sólo significó un envite a la precarización de las condiciones de contratación: la modificación de la jornada laboral, la ampliación de la disponibilidad horaria, la decisión unilateral en el recorte de los salarios y la restricción de los beneficios sociales y derechos laborales (como el pago de aguinaldo en cuotas, vacaciones en cualquier época del año, reducción en las indemnizaciones, etc.). Martha Mancebo describe claramente la particularidad del marco de aplicación de estas políticas “...Los ajustes efectuados por otros países han sido vía la caída del salario, o el desempleo, o el escape a la precarización laboral y la informalidad, o el desempleo con cobertura social. La Argentina parece combinar los primeros tres mecanismos soslayando el último, definiendo así un cuadro social insólitamente regresivo y altamente conflictivo...” (Mancebo; 1998: 186). Hacia los años 1993 y 1994 comienza a verificarse las derivaciones en el empleo de la primera fase de reformas (donde tiene una fuerte incidencia la disminución en el “tamaño” del Estado, la reestructuración de empresas post privatizaciones, y en general la reducción

33

Para entonces, la capacidad de endeudamiento estaba llegando a su límite, al igual que el ingreso de fondos frescos en concepto de la venta de “las joyas de la abuela” como se denominó irónicamente a la venta de empresas públicas que sirvió durante un tiempo para dar liquidez al sistema. 25

del personal contratado por la actividad privada 34 ). En los doce meses que van de mayo de 1994 a mayo de 1995, la tasa de desocupación abierta alcanza niveles hasta entonces desconocidos en el país, pasando del 10,7% al 18,4%. De aquí en más, la continuidad del fenómeno recesivo en materia de empleo expresa la notoria desaceleración experimentada en el crecimiento de la economía, y el impacto negativo de las políticas laborales aplicadas durante la segunda fase de reformas. Para entonces, las voces de descontento comienzan a multiplicarse en una opinión pública que se muestra desencantada con el “modelo” y distante del gobierno que se arroga su paternidad. Desencanto, que también da por tierra con el fetichismo discursivo de lo privado, que lo venera hasta el cansancio como la solución a todos los males de una sociedad signada por la ineficiencia de lo público. Por si algo faltara, la sucesión de escándalos de corrupción que salpicaron al entorno presidencial durante el proceso de privatizaciones contribuyó a socavar aún más la imagen pública de la administración Menem y a atenuar -en el balance global- el exitismo desbordante de los primeros años.

2.2.3. Recesión, crisis de gobernabilidad y debacle del modelo Lo que sigue, es una serie de tortuosos prolegómenos a la crisis terminal del modelo. Una vez superados los remezones del “efecto Tequila”, el país volvió a transitar por una senda que repetirá la fórmula deuda-dependiente 35 utilizada como mecanismo excluyente para la reproducción del sistema; y con ello, se precipitará el derrumbe de la quimera cavallista de completar toda una década a un ritmo de crecimiento del 7% anual, necesario para contener el creciente desempleo y hacer manejable el pago de los servicios de la deuda externa. A pesar del leve repunte experimentado por la economía a partir del segundo semestre de 1996, que dio inicio a una nueva fase de inversión y crecimiento interno y a la expansión de las exportaciones, éste no resultó lo suficientemente sólido como para contrarrestar la fragilidad de un esquema general de crecimiento atado a los vaivenes externos, de allí que el encadenamiento de nuevas crisis monetarias, financieras y cambiarias como las del 34

Alfredo Eric Calcagno y Eric Calcagno (Op. Cit.) citan la magnitud del deterioro del sector industrial atribuyéndolo a las dificultades para competir “mano a mano” con los productos manufacturados del exterior, en virtud de la sobrevaluación del peso del orden de 40% al 50%. Esto se hace evidente en la merma de la participación relativa de la industria en el PBI, que pasa del 32% en 1976 al 17% en 1998. 35 Claudio Lozano sostiene que en esta perspectiva deuda-dependiente, la estrategia de crecimiento se relaciona con “...una mayor compra de productos en el exterior en relación a lo que se vende; una elevación sustancial de la transferencia de utilidades (dado el peso que tiene el capita extranjero); un aumento en los pagos de fletes y seguros; un incremento de la pérdida de divisas debido al gasto de turismo en el exterior y la multiplicación de los montos asociados a la fuga de capitales que, de manera sistemática, realizan los agentes más importantes de la economía local. Lo expuesto, que ni siquiera computa los dólares necesarios para afrontar el stock de deuda externa que ya tiene el país, sirve para indicar la abultada insuficiencia de dólares que exhibe la economía local...” (Lozano; 2001: 6). 26

sudeste asiático (1997-1998), Rusia (1998), Brasil y Ecuador (1999), y Turquía (2001) transformaron en recurrentes los procesos de inestabilidad económico-financiera y derribaron el mito del “...nuevo «tigre sudamericano», que crecería inconteniblemente a partir de las sabias recetas neoliberales...” (Aronskind; 2000: 41). Con este escenario, a partir de 1998 Argentina ingresa en una larga fase recesiva que se prolonga hasta nuestros días. Hacia el final del segundo período de gobierno de Menem, la conjunción de crisis económica, desocupación estructural, corrupción, impunidad y manipulación política del sistema institucional en beneficio de la cúpula gobernante, generó un clima de malestar creciente en gran parte de la sociedad argentina que más tarde se trasuntaría en las elecciones presidenciales de 1999. La Alianza conformada entre la Unión Cívica Radical (U.C.R.) y el Frente por un País Solidario (FRE.PA.SO.) capitalizó el desánimo y malestar de la gente en una propuesta en la que se articulaban valores como “la honestidad y transparencia”, con un proyecto de gobierno más apegado a la resolución de los problemas sociales del momento y menos alineado a los intereses corporativos del establishment económico, propio de la administración anterior. Este fue el plafón que le permitió a la Alianza ganar las elecciones en octubre de 1999, de la mano de Fernando de la Rúa. Sin embargo, el ejercicio del poder demostraría rápidamente la incapacidad para cumplir las promesas electorales. El argumento de la herencia de un abultado déficit fiscal, fue utilizado para aplicar una política de ajuste ortodoxa que tuvo como correlato una mayor retracción del consumo, la profundización del panorama recesivo y una muy notable baja en la recaudación fiscal. Pero el contexto no podía ser peor, la falta de apoyo de los grupos económicos dominantes en la escena local, la desconfianza de los inversores externos y las calificadoras de riesgo y el fantasma del default económico, llevaron a de la Rúa a ensayar una desesperada sucesión de ministros en el área de economía que sólo sirvió para profundizar nuevas políticas de ajuste salidas de la ortodoxia más pura -como la denominada “Déficit Cero” de Domingo Cavallo- y para demostrar la incapacidad manifiesta de la figura presidencial y su entorno para torcer el rumbo de un modelo económico a punto de desmoronarse. La precipitada caída del gobierno aliancista finalmente llega en diciembre de 2001 y puede ser explicada por la convergencia de al menos dos factores determinantes: aquellos que

27

derivan del cuadro de situación terminal de la economía, y los propios de la crítica situación política que caracterizó al breve período de la administración de la Rúa 36 . En relación al contexto económico, el país se encontraba al borde de la cesación de pagos de la deuda externa 37 , exhibía dramáticos indicadores de achicamiento del aparato productivo y un agudo y constante proceso de deterioro social. En lo político, se reconoce una crisis de representación 38 que no sólo hace referencia a la ineptocracia supina de su artífice directo, sino a la deslegitimación profunda de las instituciones que han servido de soporte al gobierno de turno. Esta responsabilidad no es exclusiva de las estructuras partidarias; por el contrario como bien señala Lozano “...es evidente el deterioro no sólo de estas representaciones y consecuentemente del Parlamento, sino también la Justicia, de las estructuras sindicales, de la Iglesia, de las organizaciones sociales, etc. Es decir, defino como crisis de representación el hecho de que el conjunto de las instituciones que se supone representan intereses colectivos o de carácter público son percibidos por el conjunto de la sociedad como instituciones subordinadas a intereses de carácter privado...” (Lozano; 2001). Ambos factores críticos tuvieron su desenlace en el campo de la democracia de las calles, ganado -no sin dolor- por la cultura cívica que se apoderó de ellas en los episodios de diciembre de 2001. Este fue sin dudas un punto de inflexión por la magnitud de sus consecuencias (ya que determinó la dimisión de un presidente elegido dos años antes), y un hito de ejercicio democrático para los distintos sectores de la sociedad civil que allí convergieron (cacerolazos multitudinarios, manifestaciones de masas, marchas y cortes de rutas). Pero fue apenas el corolario a un largo proceso de composición de un actor colectivo nacional movilizado por rutas y ciudades, por pequeños pueblos y calles en una década de luchas sociales.

36

Para ilustar el tenor de la crisis política que afectó a la Alianza gobernante, basta recordar que a menos de un año de producida la asunción de la misma al gobierno (octubre de 2000), el Vicepresidente Carlos “Chacho” Álvarez renuncia a su cargo ante la expresa falta de voluntad del Presidente de la Rúa para investigar un caso de supuestos sobornos a Senadores Nacionales para la aprobación de una reforma laboral; circunstancia que medra el equilibrio de fuerzas de la coalición gobernante y deteriora la imagen pública de los principales referentes políticos respecto a los valores de transparencia y honestidad que habían sido sus banderas durante la campaña electoral. 37 Durante la fugaz presidencia de Adolfo Rodríguez Sáa a finales de diciembre de 2001, éste declara el default de la deuda pública sin mediar advertencia previa a los acreedores y tenedores de bonos. 38 Claudio LOZANO “Contexto económico y político de la protesta social de la Argentina contemporánea”. En: Observatorio Social de América Latina - OSAL N° 5. CLACSO, Buenos Aires, Septiembre de 2001. 28

2.3. Los resultados de una década dolorosa Tras la crisis de diciembre de 2001, buena parte de los políticos que a comienzos de los noventa apoyaron sin reservas la aplicación del modelo neoliberal, comenzaron a mostrarse decididamente críticos (aunque no auto-críticos) de sus resultados. Recientemente el propio Eduardo Duhalde -en su momento vicepresidente de Menem y actualmente a cargo de la presidencia- se expresaba contrario al modelo en estos términos “...en Argentina se acabaron los modelos de ajuste [...] hoy se hace patria trabajando, potenciando la actividad económica, creando riqueza y repartiéndola como corresponde...” 39 . Esto deja a las claras que ante las dolorosas evidencias de un país en ruinas, el modelo ha ido perdiendo a algunos de sus progenitores; pero aún guarda los estigmas de sus flagrantes desaciertos. Como evidencia de ello, la mencionada estrategia de crecimiento deuda-dependiente neoliberal dejó como herencia para los tiempos venideros el compromiso de pago de una deuda externa que ha crecido más allá de lo razonable. Triste panorama si se piensa en que los miles de millones de dólares girados al exterior en el contexto de la más dramática involución de los indicadores sociales sólo han servido para “cumplir” en parte (y apenas) con el pago de los onerosos intereses 40 . A su vez, por si la decadencia de un sistema y la incapacidad de pago de los compromisos externos no fueran costos suficientes a los errores cometidos en el pasado, se asiste a la intromisión de los funcionarios del Fondo en cuestiones de política interior “...hace tiempo que las misiones del FMI ya no tienen más como eje el examen de las posibilidades del repago de los préstamos externos. Imponen medidas de política, tales como la estructura del presupuesto nacional, la privatización de empresas y bancos, la flexibilización laboral...” (Calcagno y Calcagno; 2002: 82). El gráfico que sigue es por demás elocuente de la ligazón existente entre el proceso de endeudamiento externo y la lógica rentística financiera del gobierno durante la década de los noventa. (obsérvese que para el año 2001 casi se había triplicado el monto de la deuda con que Menem inició su mandato).

39 Declaraciones de Duhalde a la prensa en ocasión de la ceremonia de botadura de un buque granelero en la planta industrial del Astillero Río Santiago. Fuente: DyN, 31 de enero de 2003. 40 En el año 2001 el país hizo pagos en concepto de intereses de la deuda por U$D 11.921 millones, mientras que las amortizaciones vencidas ese mismo año ascendieron a U$D 13.108 millones. Para poder dimensionar el impacto de la transferencia al exterior de estos recursos, sólo es necesario señalar que el pago de intereses era equivalente al 24% del total de gastos de la administración nacional. Fuente: Ministerio de Economía de la república Argentina.

29

Evolución de la Deuda Externa Argentina 1975-2001

Mill. U$D

Dictadura

160000

Alfonsín

Menem

D. Rúa 146.338

141.929

140000

145.289 139.783 125.052

120000

110.613

100000 85.908

99.147

80000 58324

60000

35671

11822

8085

9739

72.425 62.972

51422

43634

46171

27162

19034

20000

61.337

58336 61770

49326

45069

40000

62843

13663

2001

2000

1999

1998

1997

1996

1995

1994

1993

1992

1991

1990

1989

1988

1987

1986

1985

1984

1983

1982

1981

1980

1979

1978

1977

1976

1975

0

Fuente: Período 1975-1990: Instituto de la CTA e IDEP en base a información del Ministerio de Economía. Período 1990-2001: "Estimaciones Trimestrales del Balance de Pagos y de Activos y Pasivos Externos", Ministerio de Economía.

En el año 2002 -durante el momento más álgido de la crisis- el país efectuó pagos al exterior (FMI, Banco Mundial y BID) por 4.300 millones de dólares 41 . Durante todo ese año la administración Duhalde realizó ingentes esfuerzos por recomponer las relaciones con el Fondo Monetario -muy deterioradas a partir del anuncio unilateral de default de Rodríguez Sáa- a fin de alcanzar un nuevo acuerdo que posibiltara refinanciar los vencimientos y “destrabar” el acceso a nuevos créditos. Simultáneamente y como contracara, el proceso de deterioro social de las capas de menores recursos continuó profundizándose alcanzando valores hasta entonces desconocidos para nuestra sociedad. Los indicadores sociales resultan por demás ilustrativos de esta situación: Señalamos antes la incidencia que el proceso de reforma del Estado y la reestructuración económica tuvieron en el comportamiento de la estructura ocupacional. En términos generales y al cabo de una década fatídica, se evidencia que la desestabilización del trabajo estable, la irrupción de formas legalizadas de precariedad, el incremento de la desocupación abierta y de las distintas formas de subocupación, la extensión horaria de la jornada laboral (sobreempleo) y el estancamiento o descenso de los niveles salariales, han conducido hacia formas cada vez más flexibles del mercado laboral; consolidando un “...nuevo campo de fenómenos vinculados a los procesos de inclusión-exclusión: la creciente fragmentación y 41 Datos del Diario Página 12. Edición del sábado 1° de Febrero de 2003. Nota: “Como para no envidiarle la herencia a Lula”.

30

debilidad de la sociedad salarial en su base material reproductiva...” (Agustín Salvia y Silvana Tissera; 2000) 42 . La crisis terminal del modelo deja como resultado niveles de desocupación sin precedentes, alcanzando para mayo de 2002, una tasa del 21,5%. La sensible recuperación registrada en la medición de octubre del mismo año, con el 17,8% (unas 2,5 millones de personas sin trabajo) no debe ser interpretada como una señal de recuperación genuina del mercado de trabajo, por cuanto surge de considerar como “ocupados” a los beneficiarios de los Planes de Jefes y Jefas de Hogar Desocupados que reciben 150 lecop (bonos nacionales) mensuales.

Situación Ocupacional en la Argentina 1990 - 2002 24 22

Mayo / 95 “Tequila”

20

Dic. / 01 Estallido

18 16 14 12 Oct. / 98 Recesión

10 8 6 4 2 0 May90

Menem May91

May92

May93

May94

May95

May96

Tasa Desocupación

De la Rúa May97

May- Oct-98 Ago98 99

May00

May01

Duhalde May02

Tasa Subocupación

Fuente: Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC) - Encuesta Permanente de Hogares - Onda de Mayo (28 aglomerados urbanos). A partir de la onda de Mayo de 1994, en el rubro subocupación el INDEC distingue entre subocupación demandante y no demandante, que para este trabajo han sido agrupadas.

En la misma onda de octubre de 2002, la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) 43 arroja que la pobreza alcanza al 57,5% de los argentinos (unos 21 millones), de los cuales el 27,5% (10 millones) se encuentran en condiciones de indigencia. 42

Agustín SALVIA y Silvana TISSERA (2000) ”Heterogeneidad y Precarización de los Hogares Asalariados en Argentina durante la Década del ’90”. Trabajo elaborado en el marco de las actividades investigación conjuntas que llevan adelante los equipos de los proyectos “Crisis y Metamorfosis de los Mercados de Trabajo Urbanos en la Argentina de los ’90 (UBACyT EC 001), y del proyecto Cambio Estructural y Desigualdad Social (UBACyT AS 021-CONICET). 43 La Encuesta Permanente de Hogares (EPH) es un procedimiento de relevamiento estadístico bianual (mayo y octubre) realizado para los 31 aglomerados urbanos más importantes. Según definición del Instituto Nacional de 31

Los datos del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos muestran que en tan sólo un año (entre octubre de 2001 y octubre de 2002) 6.960.000 personas cayeron bajo la línea de la pobreza, lo que indica que en Argentina cada día, 19.068 personas se convierten en nuevos pobres. Estos datos nos enfrentan a un fenómeno dual: por un lado, la profundización de las condiciones de empobrecimiento por ingresos de los grupos pertenecientes al segmento de pobreza estructural y por otro, la difusión de la pobreza sobre otros grupos que no la sufrían antes (clase media y media-baja); lo cual ilustra que la población bajo condición de pobreza no sólo se ha extendido y se ha vuelto más diversa en su composición, sino que además ha empeorado cualitativamente su condición. Evolución de las líneas de pobreza e indigencia en Argentina 1998-2002

% 60

57,5

55

51,4 49,7

50 45 40 35

42,5

41,1

40,6

44,4

34,9 32,6

30,8

32,8 27,5

30 25 20

14,9

15 10

21,9

20,5

7,8

9,4

9,1

May-98

Oct-98

Oct-99

15,3

16,4

17,4

10,5

5 0 Oct-00

Oct-01

Incidencia de la Pobreza

Ene-02

Feb-02

Mar-02

Abr-02

May-02

Oct-02

Incidencia de la Indigencia

Fuente: Elaboración propia en base a información pública (EPH, CNPV 2001,INDEC y SIEMPRO).

En los “años de oro” del Modelo llegó a profetizarse que los beneficios del crecimiento económico a mediano plazo tendrían un “efecto derrame” hacia los sectores situados en la base de la estructura social; pero muy contrariamente a este axioma, la realidad se ha Estadísticas y Censos (INDEC) “...la medición de la pobreza con el método de la "Línea de Pobreza" (LP) consiste en establecer, a partir de los ingresos de los hogares, si éstos tienen capacidad de satisfacer -por medio de la compra de bienes y servicios- un conjunto de necesidades alimentarias y no alimentarias consideradas esenciales...”. Por su parte, “...El concepto de "Línea de Indigencia" (LI) procura establecer si los hogares cuentan con ingresos suficientes como para cubrir una canasta de alimentos capaz de satisfacer un umbral mínimo de necesidades energéticas y proteicas. De esta manera, los hogares que no superan ese umbral, o línea, son considerados indigentes...” Información de Prensa del INDEC. Buenos Aires, 31 de enero de 2003.

32

encargado de demostrar una paulatina y muy marcada regresión en la estructura de ingresos para este segmento, que ha sido determinante en la pauperización extrema de la sociedad. El proceso de precarización de los ingresos de los grupos más vulnerables ha sido simultáneo al de concentración de la riqueza en una pequeñísima porción de la sociedad. Los indicadores muestran que mientras la gran mayoría de la población se ha empobrecido, una pequeña fracción se ha enriquecido en forma sostenida. Según un estudio de Artemio López 44 , para el año 2001 la Argentina se encontraba entre los primeros 15 países del mundo con la peor distribución de la riqueza, encabezando además la tabla con la peor desigualdad social entre los países de economías con niveles de vida relativamente altos.

Cifras en cantidad de veces 15

Evolución de la Brecha de Ingresos 1974-2001 Hiperinflación

Renuncia Cavallo

14 13 12

11 10 Convertibilidad

9 8

Dictadura

Alfonsín

Menem

De la Rúa

19 74 19 80 19 81 19 82 19 84 19 85 19 86 19 87 19 88 19 89 19 90 19 91 19 92 19 93 19 94 19 95 19 96 19 97 19 98 19 99 20 00 20 01

7

Fuente: Diario Clarín. Agosto de 2002.

Siguiendo el comportamiento de la brecha de ingresos desde el año 1974, se observa que en los últimos 25 años, pero muy particularmente desde mediados de los noventa, se ha producido una pulverización de los ingresos de los grupos más desprotegidos, de modo que el 20% de la población más rica, que en 1974 ganaba 7,8 veces más que el 20% más pobre, percibe ahora 14,6 veces más. De hecho, éste es el distanciamiento más importante de la

44

Estudio: Distribución del Ingreso y brecha entre ricos y pobres. Participación en el PBI y disponibilidad de ingreso anual y diario para la población total desagregados por decil de hogares. Comparación con países seleccionados según datos PNUD/ONU y entre provincias. Evolución de los últimos 25 años. Equipos de Investigación Social. Equis. Noviembre de 2001. Citado en: Informe sobre el Panorama Social en Argentina. CELS (Centro de Estudios Legales y Sociales). 2001. 33

brecha de ingresos desde que se cuenta con registro estadístico, superando aún a las registradas en el estallido hiperinflacionario de 1989 y en ocasión de las crisis del Tequila en 1995. En estos trazos gruesos sobre la realidad social argentina contemporánea se trasuntan los desaciertos de la política y la desvergüenza de los políticos, la desaprensión de la economía -muy lejana a la “economía social de mercado” preconizada por algunos-, y el abandono a su suerte de los grupos más vulnerables. Como síntesis factual de lo sucedido, vale la rica descripción de matices realizada por Roberto Navarro respecto del país de contrastes que se puede ver en el Gran Buenos Aires, lo que de paso nos ayuda a comprender un poco mejor el contexto, en el que se gesta y multiplican las formas de protesta social en la Argentina reciente:

“...La autopista Buenos Aires-La Plata une Puerto Madero y el partido de Florencio Varela en 7 minutos. En ese escaso tiempo, el viajero debe acostumbrarse a un brusco cambio de paisaje: dejó atrás una de las zonas más ricas de una ciudad con un PBI per cápita similar al de Suiza e ingresó a otra con un 54,6 por ciento de su población por debajo de la línea de pobreza y un 12 por ciento de indigentes, que no recibe siquiera la alimentación mínima indispensable. Florencio Varela es la cara más dramática de un modelo económico que ya muestra su agotamiento [...] Florencio Varela, uno de los partidos más grandes de Buenos Aires, en el que viven 400 mil personas, es el símbolo de ese generalizado deterioro: sufrió todas las plagas del modelo. La recesión y la apertura indiscriminada determinaron el cierre de 99 empresas, entre ellas, Alpargatas, que despidió 1100 empleados; la planta de Peugeot, que echó a 300 y Laboratorios Pharma, que dejó cesantes a 120 personas. La falta de regulación comercial, que permitió la instalación de hipermercados en ciudades, destruyó su comercio. En Quilmes, al lado de Varela, se instalaron seis híper, que envían micros a buscar clientes por los barrios cercanos y causaron la desaparición de 8075 comercios. A su vez, la extrema pobreza del norte argentino derivó en una emigración masiva hacia los partidos más cercanos a la Capital que aún tienen tierra disponible para instalar una villa miseria. Así, la población pasó de 254 mil a 405 mil personas en diez años. El resultado es una desocupación del 25 por ciento, la más alta del país, y un subempleo del 18 por ciento. Así, el partido se convierte en un extremo y, a la vez, en la imagen más terrible de diez años de convertibilidad...” Diario Página 12. Suplemento Cash. 12 de octubre de 2001

34

Capítulo III El corte de ruta. Nuevo espacio de representación pública de la resistencia social

“Marco Polo describe un puente, piedra por piedra. ¿Pero cuál es la piedra que sostiene el puente? – pregunta Kublai Kan. –El puente no está sostenido por esta piedra o por aquélla –responde Marco– sino por la línea del arco que ellas forman. Kublai permanece silencioso, reflexionando. Después añade: – ¿Porqué me hablas de las piedras? Lo único que me importa es el arco. Polo responde: – Sin piedras no hay arco.” Italo Calvino “Las ciudades invisibles”

3.1. La protesta social cambia de signo Las formas de conflicto social en la Argentina han cambiado significativamente en la última década. Obligadas por las circunstancias, han aparecido nuevas expresiones subsidiarias de la insatisfacción o la carencia; que desarrollan un repertorio de la protesta completamente novedoso. Marina Farinetti 45 describe los cambios ocurridos en las formas de beligerancia popular en la Argentina de los noventa a través de cuatro indicadores: a) el desplazamiento del conflicto laboral en el período 1984-1991 desde el área industrial hacia el sector público; b) la disminución -a partir de 1990- del número de reclamos por aumentos en los salarios y el crecimiento de demandas por pago de salarios adeudados y por despidos; c) la traslación de los focos de conflicto hacia las provincias -debido en gran parte a los procesos de descentralización administrativa-, con el consecuente protagonismo que cobran las estructuras sindicales de las provincias en beligerancia; d) la reducción del total de las huelgas y el incremento en las nuevos modos de acción colectiva: cortes de ruta, ollas populares y huelgas de hambre.

45

Marina FARINETTI, “¿Qué queda del movimiento obrero? Las formas del reclamo laboral en la nueva democracia argentina” En: Trabajo y Sociedad. Indagaciones sobre el empleo, la cultura y las prácticas políticas en sociedades segmentadas. N° 1, 7-9 / 1999. Publicado en: http://habitantes.elsitio.com/proit/zmarina.htm 35

El primero de los cuatro elementos pone en dimensión a los nuevos ejes de conflicto. La protesta deja de ser un baluarte exclusivo del ámbito laboral y se transforma en el medio expresivo de un colectivo heterogéneo, en el que participan desocupados, jubilados y también trabajadores (particularmente estatales). Esto resulta de al menos dos procesos concatenados: la desindustrialización iniciada en los años setenta con la dictadura militar, y el cambio sectorial de los conflictos que desplazó a la “fábrica” como base operativa de la protesta instalándola ahora en el sector estatal 46 . El segundo indicador muestra el cambio de carácter del reclamo exponiendo la creciente debilidad del actor asalariado frente al vínculo laboral. Desde este lugar, la protesta se desdibuja como el mecanismo tradicional de presión para la obtención de nuevos logros laborales y asume un carácter restringido a la defensa de las inestables relaciones de trabajo. Este último aspecto tendrá como correlato a lo largo de toda la década de los noventa la eclosión del fenómeno del desempleo generalizado, a la sazón constituido en uno de las características que incidirán en el cambio de rumbo de las nuevas formas de protesta. El “giro provincial” de la conflictividad, como lo denomina Farinetti, es otro de los cambios fundamentales y presenta dos aspectos básicos: la descentralización de los focos de conflicto hacia las provincias (en virtud de las transformaciones llevadas a cabo en el sector público por la reforma del Estado) y la paulatina constitución de un actor colectivo nacional. Respecto a lo segundo, resulta interesante reparar en lo que podríamos llamar una organicidad espontánea del fenómeno a escala país, que se manifiesta en la asimilación por contagio de las formas expresivas adoptadas de aquellos lugares en que tuvieron origen. Con el transcurrir del tiempo se observan sucesivos corrimientos territoriales del ciclo de protestas: del emergente fenómeno beligerante en las provincias (que sucede a la escena clásica de la huelga obrera industrial del cordón metropolitano), a la posterior cooptación del proceso por los colectivos de desocupados en los aglomerados más importantes del país. Finalmente, y a consecuencia de los procesos antes descriptos se produce un cambio cualitativo en las formas expresivas de la protesta social. Acorde comienza a resentirse la organización institucional de las provincias por el impacto de las políticas de ajuste y a desestabilizarse los sectores productivos regionales de corte histórico por la desregulación de la economía y el proceso de privatización de empresas públicas, se da inicio a una sucesión de fenómenos de acción colectiva de distintas características 47 , que en un punto

46

Sobre la cuestión del desplazamiento de los ejes de conflicto social, sugerimos la lectura del trabajo de Verónica MACEIRA y Ricardo SPALTENBERG “Una aproximación al movimiento de desocupados en el marco de las transformaciones de la clase obrera en Argentina”. En: Observatorio Social de América Latina - OSAL N° 5. CLACSO, Buenos Aires, Septiembre de 2001. 47 María Cecilia Cotarelo (2000: 84) señala que entre 1993 y 1999 se registraron 1587 acciones de protesta consistentes en manifestaciones callejeras, concentraciones, marchas, “abrazos” a edificios, escraches, huelgas, ocupaciones, ollas populares, instalación de carpas, apagones, lock outs, huelgas de hambre y boicots. María 36

alcanzarán una consonancia generalizada, poniendo en la palestra la virtual ruptura del contrato entre la sociedad y sus representantes. Las primeras manifestaciones de esta ruptura se producen con los estallidos sociales o “motines” de gran magnitud ocurridos en Santiago del Estero en diciembre de 1993; Jujuy entre 1993 y 1995; Córdoba en junio de 1995; San Juan en julio de 1995 y Río Negro entre septiembre y octubre de 1995 48 , eventos que constituyen un punto de inflexión en la modalidad de protesta social en Argentina, y que servirá de matriz para la aparición de una modalidad aún más novedosa y difundida: el corte de ruta.

3.2. El corte de Ruta y sus primeros actores Las puebladas 49 de Cutral-Có y Plaza Huincul (provincia de Neuquén) en 1996 constituyen los primeros antecedentes de este tipo de protesta. Estas dos localidades fueron seriamente afectadas por la privatización de la empresa petrolera YPF, que significó el despido de 3600 de los 4200 empleados con que contaba y “...dejó de ser la empresa-bienestar alrededor de la cual la vida de ambas ciudades giraba, constituyéndose en una industria de enclave conducida bajo premisas estrictamente capitalistas...” (Javier Auyero; 2002: 32). El factor detonante de la protesta fue el anuncio conjunto efectuado por el gobierno provincial de Felipe Sapag y la compañía canadiense Agrium respecto a derogar el acuerdo para la instalación de una planta de fertilizantes que daría trabajo a unas cincuenta personas. En las primeras horas de la mañana del día 20 de junio las radios locales comenzaron a difundir la noticia y poco después, en forma espontánea, comenzaría el bloqueo de los accesos a la espera de una respuesta favorable de las autoridades provinciales. Durante 6 días unas 20.000 personas mantuvieron sitiadas ambas localidades impidiendo mediante barricadas de neumáticos en llamas, el acceso y abastecimiento de las mismas. El lema de los manifestantes -denominados piqueteros 50 por la prensa local en aquellos días- expresaba “No entra ni sale nadie: Que venga Sapag. Queremos trabajo” 51 . El bloqueo alcanzó momentos de máxima tensión el día 25 de junio, cuando la jueza federal interviniente en el caso arribó a Plaza Huincul con una fuerza de choque compuesta por 400 Cecilia COTARELO. “La protesta en la Argentina de los ‘90”. En: Herramienta. Revista de debate y crítica marxista. N° 12. Otoño de 2000. Buenos Aires. 48 Marina FARINETTI (1999). Op. Cit. 49 Se les da esta denominación a formas de rebelión urbana en localidades del interior del país, que involucran la participación de un espectro heterogéneo de sectores sociales, y que se caracterizan por la masividad de los actores movilizados. 50 Existen diferentes versiones sobre el origen del término: se lo señala como la traslación del “piquete de huelga” de las fábricas ó como derivación de las “picadas”, nombre que se asigna a los caminos o sendas abiertos por las empresas petroleras. 51 Citado en: Javier Auyero “La vida en un piquete. Biografía y protesta en el sur argentino” En: Apuntes de Investigación del CECYP (Centro de estudios en cultura y política). Año VI N° 8, Junio de 2002, Buenos Aires. El subrayado es nuestro. 37

efectivos de la Gendarmería Nacional con el propósito de desalojar a los manifestantes de la ruta 22. Para su sorpresa, luego de sortear el primer piquete, al llegar al sitio donde estaba apostado el piquete principal, los soldados encontraron que el mismo estaba compuesto por una verdadera multitud. Allí había unos 20.000 manifestantes (aproximadamente la mitad de la población de ambas ciudades) dispuestos a resistir el embate de la Gendarmería. Ante semejante escenario la jueza se dirige a los manifestantes con estas palabras: “...La medida que yo he tomado de dejar la ruta libre, excede la actitud de ustedes que es una clara demostración de levantamiento contra el gobierno de la provincia. Yo les aconsejo como juez y como que sé que esto es un delito, que si ustedes quieren tener un buen diálogo con el Gobernador, dejen la ruta. También les digo que dado que esto excede la medida que yo he venido a tomar, me declaro públicamente incompetente y me retiro del lugar y las fuerzas que vinieron conmigo también...” (Citado en: Javier Auyero; 2002: 21). Este pronunciamiento es vivido por los manifestantes como la primera conquista a sus reclamos, a partir de aquí sólo restaba aguardar la reacción del gobierno provincial, la que debido a las circunstancias mencionadas no se hizo esperar. El día 26 de junio, el Gobernador Sapag se apersonó en el lugar, y luego de escuchar las demandas de los representantes piqueteros suscribió el acta de acuerdo, estableciendo una serie de compromisos vinculados en su mayoría a paliar la grave crisis ocupacional de los pobladores de ambas ciudades 52 . Con este acto se puso fin al bloqueo. Sin embargo, a poco de iniciado el año 1997, el constante recrudecimiento de los efectos del ajuste neoliberal desató una nueva escalada de agitación popular en la capital neuquina; la represión utilizada para acallar el reclamo de docentes y estudiantes culminó con la muerte de la joven trabajadora Teresa Rodríguez, hecho que causó profunda indignación entre los manifestantes y se transformó en una nueva bandera de lucha. Este fue el detonante de la segunda pueblada en Cutral-Có y Plaza Huincul en abril de 1997, a la que también convergió el descontento de los pobladores por el incumplimiento de las promesas realizadas por el Gobernador Sapag (en materia de asistencia social y generación de empleo) durante la pueblada del año anterior. Los enfrentamientos con la Gendarmería mostraron la fuerte cohesión interna de los distintos sectores de la población allí presentes. Ante esta evidencia y la masividad del acto beligerante se sumaron al reclamo los intendentes de ambas localidades, y los concejales y diputados de la oposición. Juntos con los piqueteros conformaron una Comisión 52

Entre otras cuestiones se establece el compromiso de promover proyectos de obra pública que darán empleo a trabajadores locales, la entrega de cajas de alimentos, la reconexión a servicios básicos de 2500 familias, el otorgamiento de créditos bancarios para microemprendimientos, etc. 38

Negociadora, encargada de gestionar con el Gobernador un petitorio de ocho puntos. Las negociaciones llevadas adelante por Sapag ante el gobierno nacional en base al petitorio en cuestión tuvieron como desenlace la obtención de 1800 contratos de trabajo temporarios. La presión de diferentes sectores políticos, logró, no sin el descontento de los fogoneros 53 por la insuficiencia del compromiso gubernamental, levantar finalmente el corte de los accesos, el día 17 de abril. Más allá de los logros objetivos de ambas puebladas, los episodios de Cutral-Có y Plaza Huincul lograron a partir de su potencia expresiva, constituir al corte de ruta en una forma de reivindicación exitosa, capaz de interpelar al Estado -provincial y nacional- poniendo en compromiso los atributos primarios de su organicidad: la libre movilidad y el control del territorio. Estas jornadas fueron apenas el inicio de un fenómeno que se extendería por toda la geografía del país. A escasos meses de los eventos de Cutral-Có y Plaza Huincul se produjeron nuevas expresiones de profundo descontento popular en la provincia norteña de Salta y más tarde en Jujuy. Las razones? Las mismas que despertaron la ira de los habitantes neuquinos: la degradación de las condiciones de vida de poblaciones ligadas históricamente a su riqueza petrolífera y gasífera, convertidas -a partir de la privatización de la pretrolera estatal YPF- en verdaderos pueblos fantasmas 54 . En mayo de 1997 las poblaciones de Tartagal y General Mosconi se levantaron en una “pueblada” que volvió a poner en la palestra la extrema fragilidad de las provincias históricamente ligadas en lo económico a las empresas del Estado. En esta ocasión, la movilización popular mostró un alto nivel de organización previa a los acontecimientos; con un programa de protesta que partiendo del reclamo de subsidios de desempleo y la creación de nuevas fuentes de trabajo, articulaba las reivindicaciones de otros actores (docentes, pequeños y medianos productores rurales, empresarios industriales, sindicato de desocupados, trabajadores de la salud, organizaciones indígenas, estudiantes, etc.). La importante adhesión de las comunidades locales y la unidad de los actores que participaron activamente de la pueblada respaldando con su presencia el sostenimiento del “piquete”, fueron los elementos claves en las concesiones hechas por los estados nacional y provincial. Los acontecimientos se iniciaron el 7 de mayo, cuando productores rurales deudores del Banco de la Nación realizaron un “tractorazo” en repudio a la inflexibilidad de la institución para negociar una salida a la presión del endeudamiento. Esa misma noche, una asamblea 53

Denominación dada a los jóvenes que mantenían vigilia en los fogones de los piquetes. Según el diario El Tribuno de Salta (9/5/97) sobre un total de 4000 operarios, 3000 habían sido despedidos tras la privatización de la empresa. Citado en: Laufer, Rubén y Spiguel, Claudio, 1999. p. 24.

54

39

de unos 4.000 vecinos decidió -a imitación de lo ocurrido en Cutral-Có- salir a cortar la ruta en los accesos de Tartagal y General Mosconi, bajo la consigna básica de reclamar por fuentes de trabajo. El 9 de mayo, mientras unas 12.000 personas se agolpaban en ambos piquetes, la protesta se difundía hacia otros lugares de la provincia (La Capital y Orán). Por Asamblea, el 10 de mayo, se constituyó una Comisión de Diálogo con la representación de todos los sectores movilizados, que tenía como mandato negociar con las autoridades en la propia ruta. De aquí en más, una sucesión de asambleas cada vez más multitudinarias sirvó para mostrarle al sector gobernante que el corte de ruta se prolongaría hasta tanto se diera una respuesta a sus reclamos. Las negociaciones llegaron a su término el día 14 de mayo. Las concesiones del gobierno, recibidas por los piqueteros como un triunfo incluían 5.000 contratos de trabajo temporarios (de 200 pesos mensuales) y la refinanciación de los pasivos de los productores rurales, a condición de crear 3 puestos de trabajo por cada uno, lo que hacía un total de unos 900 puestos adicionales. “...Veníamos de derrota en derrota -expresaba un dirigente-; ahora ganamos, y esto nos fortalece. Si no cumplen volvemos a la ruta, porque es la única forma de que nos escuchen...” 55 . Por desgracia, en lo sucesivo regresarían una y otra vez. En estas localidades del norte argentino se protagonizaron algunos de los cortes de ruta más significativos por sus repercusiones, ya sea por imitación, reacción o solidaridad, en el proceso de conformación de un nuevo actor colectivo nacional. Estos ejemplos, que inauguraron la “metodología” del corte de ruta como forma de protesta, se trascendieron a sí mismos al constituirse en verdaderas “puebladas”; espacios de convergencia de sectores sociales heterogéneos reclamando por la devolución del status de ciudadanos, que la perversión del sistema político y económico les negaba. Y en ese sentido, las puebladas no fueron el comienzo de la lucha, sino apenas la bisagra entre las expresiones sectoriales repetidas hasta el hartazgo y la sistematicidad de un conflicto multiplicado a escala nacional que tendrá efectos de ruptura sobre el orden político que agobia a estos sectores. En primera instancia podría resultar extraño que la matriz transformadora responsable de esta nueva cultura cívica de masas se haya gestado en las provincias, en pequeños pueblos y ciudades del interior del país, poniendo en crisis a las dirigencias y a las prácticas políticas tradicionales; pero en realidad no lo es tanto. Algunas de las provincias levantadas en rebeldía, han sido por décadas rehenes del personalismo antojadizo de los dirigentes o “caudillos” de turno, y más recientemente condenadas de antemano a la desaparición por 55

Citado en: Laufer, Rubén y Spiguel, Claudio, 1999. Op. Cit. 40

abandono, al ser consideradas “inviables” por la lógica del pensamiento único de la rentabilidad de mercado. Partiendo por considerar al “corte de ruta” como la forma dominante de beligerancia popular de la segunda mitad de la década del noventa, nos detendremos ahora en el análisis de los principales rasgos de la dimensión expresiva 56 de esta forma de protesta (Jordi Borja, 2002) que aplicaremos al estudio de caso.

3.3. La protesta social en los tiempos del “Piquete” 3.3.1. Las dimensiones del fenómeno piquetero Ante el cambio de la escena económica, los cortes de ruta se vincularon desde un comienzo con el crecimiento experimentado por el desempleo. Con el antecedente de las puebladas, las organizaciones piqueteras organizadas en torno a los diferentes colectivos de desocupados comenzaron a desarrollar nuevas formas y contenidos de reivindicación pública concurrentes con las necesidades más imperiosas de sus actores: trabajo y ayuda social. Aquel fenómeno surgido en pequeñas localidades del interior del país, se hizo rápidamente visible para el conjunto de la sociedad a través de las imágenes y testimonios que los medios introdujeron profusamente en los hogares. En los pocos años que median desde su aparición, el movimiento de piqueteros logró transformarse en un actor colectivo nacional, determinante al momento de pulsear contra la decadencia del sistema político. En base a información del Centro de Estudios Nueva Mayoría, hemos elaborado una secuencia cartográfica que muestran la evolución cuantitativa y al proyección territorial del fenómeno. La estadística pone en evidencia el notorio crecimiento que han tenido el número de cortes de rutas y vía pública en el período 1997-2002, al tiempo que permite reconocer el proceso de su gradual difusión hacia todas las provincias.

56

Denominación sugerida por Jordi Borja para referir a los contenidos y formas utilizados por los actores de un movimiento social para dar visibilidad a sus prácticas. 41

Evolución de los cortes de rutas y vías públicas, por distrito (1997-2003) Provincia Buenos Aires Jujuy Capital Federal Salta Tucumán Córdoba Santa Fe Neuquén Chaco Mendoza Río Negro Catamarca Misiones Entre Ríos San Juan Corrientes Chubut Santa Cruz La Rioja Formosa Santiago Tierra del Fuego San Luis La Pampa Total

% población Población 1997 1998 1999 2000 2001 2002 Total % sobre total país 14381806 38 23 9 82 119 452 587 1291 27% 613983 2 37 13 1 79 136 414 694 15% 3049941 8 11 9 58 51 170 299 624 13% 1090047 3 4 0 2 41 59 212 331 7% 1308414 3 7 0 23 48 55 122 258 5% 3122302 8 22 1 4 11 34 158 234 5% 3128696 8 9 4 13 21 39 129 227 5% 581539 2 10 7 10 52 66 42 191 4% 962601 3 2 0 4 24 75 60 165 3% 1627108 4 0 2 2 8 48 69 129 3% 630548 2 1 0 21 2 78 14 117 2% 324086 1 0 0 1 7 40 53 101 2% 1018263 3 1 2 0 3 29 36 73 2% 1121970 3 3 0 4 16 14 30 67 1% 582931 2 1 0 0 9 8 41 61 1% 934637 2 1 0 18 4 14 7 44 1% 457856 1 5 0 2 6 10 10 33 1% 212234 1 2 1 3 3 5 17 31 1% 287045 1 0 3 0 1 20 6 30 1% 516017 1 0 0 0 4 13 10 27 1% 730977 2 0 0 0 0 6 12 21 0% 121405 0 1 0 1 3 5 4 15 0% 371798 1 0 0 1 1 5 4 11 0% 310725 1 0 0 2 1 2 0 5 0% 37486929 100 140 51 252 514 1383 2336 4780 100%

Fuente: Centro de Estudios Nueva Mayoría. 2003.

Evolución de los Cortes de Rutas 1997- 2002 2.500

2.336

2.000

1.383

1.500

1.000

514 500 252 140

51

0 1997

1998

1999

2000

2001

2002

42

Una lectura más detallada nos permite reconocer cuáles son los centros gravitacionales de la protesta para todo el período. Así, el estudio arroja que el 27% (1.291) de los cortes tuvieron lugar en Buenos Aires, el 15% en Jujuy (694), el 13% en la Capital Federal (624), el 7% en Salta (331), el 5% en Tucumán (258), Córdoba (234), y Santa Fe (227), y el 4% en la provincia de Neuquén (191). Más lejos se ubican con el 3% Chaco (165) y Mendoza (129); con el 2% Río Negro (117), Catamarca (101) y Misiones (73), y con el 1% se encuentran: 43

Entre Ríos (67), San Juan (61), Corrientes (44), Chubut (33), Santa Cruz (31), La Rioja (30) y Formosa (27). Las provincias de Santiago del Estero (21), Tierra del Fuego (15), San Luis (11) y La Pampa (5), no llegan al 1% sobre el total de cortes de rutas a nivel nacional. Sin embargo, estos valores porcentuales no dan cuenta acabada de la importancia de la conflictividad social en algunos distritos, ya que algunos de los denominados “grandes” se ubican dentro de la franja de polarización del número total de cortes como Provincia de Buenos Aires y Capital Federal, por ejemplo. (Ver Mapa “Relación entre cantidad de habitantes y número de cortes de ruta 1997-2002”).

Las tonalidades más intensas expresan una menor cantidad de habitantes por corte de ruta. Esta relación permite ponderar la incidencia del fenómeno en aquellos distritos de menor población absoluta

Fuente: Elaboración propia en base a datos del Centro de Estudios Nueva Mayoría. 2003.

44

Lo que nos interesa resaltar a partir de la estadística que manejamos es la significación que adquieren en este grupo, algunos de los distritos más pequeños; por ejemplo, Jujuy que apenas cuenta con el 2% de la población del país, registra el 15% del total de cortes, Neuquén también con el 2% concentra el 4% de estas protestas, lo mismo sucede con Tucumán, que con el 3% de la población tiene también el 5% de los cortes y Salta con una población similar concentra el 7% de los cortes. Estas cuatro provincias, entre las que se ubican aquellas que inauguraron la modalidad del corte de rutas (Neuquén, Salta, Jujuy) son las que están manifestando un mayor desarrollo de este tipo de protestas en relación a su población. Analizando diacrónicamente el proceso, encontramos que a excepción del año 1998, en que se registra una disminución en los cortes de ruta respecto del año anterior, se va produciendo una fuerte escalada de conflictos, que se profundiza en los años 2001 (1383 cortes) y 2002 (2336 cortes) en estrecha vinculación con la crisis terminal del modelo económico-político y la creciente tensión social gestada entre los sectores de la población más vulnerables. Evolución de los Cortes de Rutas en los últimos 12 meses Febrero 2002 - Enero 2003 600 514 500 400 325 300

290 162

162

200

132

107

111

J-02

A-02

100

67

86

S-02

O-02

182 104

0 F-02

M-02

A-02

M-02

J-02

N-02

D-02

E-03

Fuente: Centro de Estudios Nueva Mayoría. 2003.

La estadística muestra que en el transcurso del último año -el más significativo por el número de cortes- el nivel de conflictividad social se acentúa durante el primer semestre de 2002; alcanzando su pico máximo en el mes de mayo con un total de 514 cortes, número asimilable al total de cortes producido en todo el año 2000. A partir de junio de 2002, con la

45

implementación del “Plan Jefas y Jefes de Hogar Desocupados” 57 se evidencia una fase de cierta descompresión en la tensión social, que no llega a ser total debido a que los remezones de la crisis, en términos de recesión económica e incremento de la desocupación abierta, profundizan y expanden el flagelo de la pobreza hacia nuevos sectores de la población, los que pasan a engrosar las filas de demandantes de asistencia social. Otro factor a tener en cuenta en el derrotero temporal de la protesta social, es el creciente nivel de organización de los movimientos piqueteros y su difusión por todo el territorio nacional. Ambas cuestiones han sido determinantes en el incremento y sistematicidad de esta forma de protesta. De esta cuestión, nos ocuparemos en el tópico siguiente.

3.3.2. Quien es quien en el mapa piquetero Aún con las restricciones teóricas que nos impone un fenómeno relativamente nuevo, nos parece necesario desde el inicio desvirtuar un preconcepto u omisión (presente en gran parte de los trabajos sobre el tema) que considera al Movimiento de Piqueteros como un colectivo de actores relativamente homogéneo 58 . Lo cierto es que constituye un verdadero movimiento de movimientos, con heterogeneidades fundadas en las bases ideológicas, en la mayor o menor imbricación en estructuras políticas, sindicales o eclesiales y en factores motivacionales que expresan diferentes niveles de acuerdo o desacuerdo, aún en el seno de una misma organización. El “mapa piquetero” se compone de una estructura diversa y sumamente dinámica de organizaciones de base, que confluyen en un conjunto de grandes grupos que ofician de coordinadoras regionales o nacionales, veamos su composición:

Bloque Piquetero Nacional Es el sector más ideologizado y partidizado del movimiento de piqueteros, sostenido en su gran mayoría por grupos vinculados a partidos de izquierda. Las organizaciones integradas a este bloque están representadas a través de una Mesa de Conducción, en la que participan como referentes estables, cuadros dirigenciales de sólida formación política. 57

Este Plan de inclusión universal, instrumentado por el Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social de la Nación, consiste en una asignación mensual de 150 Lecops (bonos) por jefa o jefe de hogar desocupado con hijos menores de 18 años. Implica una contraprestación obligatoria de cuatro horas diarias en proyectos comunitarios (formación, servicios, economía social y un cuarto que implica la inclusión de jefes y jefas de hogar en el mercado de trabajo formal, donde este ingreso constituye una forma de subsidio a la empresa). 58 En virtud de ello, muchas de las afirmaciones que hagamos de aquí en más tendrán la limitación y a su vez la riqueza de estar referidas a uno de las agrupaciones piqueteras: el Movimiento de Trabajadores Desocupados de San Francisco Solano (MTD Solano) que integra el MTD “Aníbal Verón”. 46

BLOQUE PIQUETERO NACIONAL Polo Obrero MTL (Movimiento Territorial de Liberación) MTR (Movimiento Teresa Rodríguez) CUBA (Coordinadora de Unidades Barriales de Avellaneda) FTC (Federación de Trabajadores Combativos)

Partido Político Partido Obrero

Partido Comunista Independiente Partido Revolucionario de Liberación Movimiento al Socialismo

Distritos Conurbano Sur, Gran La Plata, Zona Norte, Mar del Plata, Zárate, Mercedes, Bahía Blanca, Junín, Pehuajó. Avellaneda, Bahía Blanca, otros.

Florencio Varela, La Matanza, Lanús, Avellaneda, Quilmes, San Martín. Avellaneda.

Corriente Clasista y Combativa (CCC) En un principio esta organización comenzó como el brazo sindical y piquetero del Partido Comunista Revolucionario de orientación maoísta (PCR), pero luego se independizó. Son proclives a impulsar discusiones de carácter ideológico y rechazan de plano las instancias electorales, promoviendo en cambio mecanismos de construcción vinculados a lo insurreccional (uno de sus lemas más conocidos es “Por otro Argentinazo”). No obstante, son sumamente cuidadosos de no generar situaciones de violencia durante las movilizaciones. Tienen una vocación más dialoguista con el gobierno que otras organizaciones. Despliega su trabajo territorial a través del sostenimiento de comedores barriales, sus lugares de referencia más importantes son el partido de La Matanza y las provincias del norte.

Federación de la Tierra y la Vivienda (FTV) Constituye el ala piquetera de la Central de Trabajadores Argentinos (CTA) ligada políticamente a sectores progresistas (Frente para el cambio, ex FREPASO). Se caracteriza por ser una organización vertical, no proclive al modelo de asambleas. Es considerada por los otros grupos como una organización “blanda” o acuerdista con el gobierno. Tiene fuerte predicamento en la zona oeste del conurbano bonaerense (especialmente en el partido de La Matanza).

Movimiento Barrios de Pie Integra -al igual que la FTV, aunque es una escisión de ésta- la Central de Trabajadores Argentinos (CTA), pero en la actualidad coordina acciones con el Bloque Piquetero Nacional. Barrios de Pie tiene una presencia importante en los asentamientos de la Capital (donde tienen escasa inserción otros movimientos piqueteros). 47

Movimiento de Trabajadores Desocupados (MTD) “Aníbal Verón” 59 Se reconocen como una organización autónoma de los partidos políticos. La composición orígen incluye a sectores provenientes de Quebracho, marxistas independientes y grupos provenientes de la Iglesia (Obispado de Quilmes) con una muy significativa participación de sectores jóvenes. Desarrollan una modalidad de construcción política muy particular: funcionan como una organización horizontal a través de un sistema de asambleas barriales y plenarias, por lo que no poseen una cúpula de dirigentes y lo interlocutores en las negociaciones con el gobierno rotan permanentemente. Desempeñan un importante trabajo de base territorial sosteniendo comedores barriales, copas de leche y talleres productivos. Asignan gran importancia a la formación de los integrantes del movimiento, por lo que promueven talleres de educación popular para adultos y talleres recreativos para niños. Despliegan su trabajo territorial en el Gran Buenos Aires (en los partidos de Lanús, Almirante Brown, Florencio Varela, Quilmes, Esteban Echeverría, José C. Paz, Guernica, Lugano), también en La Plata, y en ciudades del interior del país como por ejemplo Allen y Cipolleti en Río Negro.

Movimiento Independiente de Jubilados y Pensionados (MIJP) Esta es una organización disidente de la CCC, en la que cobra fuerte preeminencia la figura de su impulsor y máximo dirigente, Raúl Castells. Este grupo, que antecede a la aparición del fenómeno piquetero (1993), se ha hecho muy conocido por aplicar algunas prácticas que son distintivas del movimiento: las movilizaciones a supermercados a fin de solicitar la provisión de alimentos y las tomas de edificios públicos para forzar a las autoridades a realizar concesiones en materia de planes de trabajo y ayuda social. Territorialmente se han consolidado en el corredor que define el ramal “Lomas de Zamora”.

Asamblea de las Organizaciones Libres del Pueblo (OLP) Se definen como la única organización de desocupados de filiación peronista. Concentran la mayor parte del trabajo territorial en el partido de La Matanza (a través de la Agrupación “Luis Alegre” desprendida en el año 2001 del Movimiento Independiente de Jubilados y Pensionados), aunque también están presentes en San Martín, Esteban Echeverría y Lomas de Zamora.

59

Integran esta organización: MTD Solano, MTD Lanús, MTD Darío Santillán de Almirante Brown, MTD Florencio Varela, MTD Guernica, MTD Quilmes, MTD Esteban Echeverría, MTD Oscar Barrios de José C. Paz, MTD Berisso, MTD Lugano, MTD San Telmo, MTD Parque Patricios, MTD 23 de Julio (localidad de Allén en Río Negro), MTD Darío Santillán (localidad de Cipolleti en Rìo Negro); MTD José C. Paz, MTD Ezeiza, MTD 26 de Junio Villa Celina, Matanza. 48

Movimiento de Unidad Popular (MUP) Está

compuesto

básicamente

por

grupos

barriales

independientes

(cooperativas,

asociaciones civiles, etc.) y sectores universitarios (la agrupación Aguanegra, movimiento de lucha estudiantil con presencia en las Facultades de Humanidades y Periodismo de la Universidad Nacional de La Plata) que en lo ideológico desarrollan un discurso abiertamente crítico en relación al Estado. Promueven la conformación de cooperativas de trabajo y sostienen algunos microemprendimientos productivos y comedores barriales. Se afincan el La Plata, Florencio Varela, Quilmes y Capital Federal.

3.3.3. Los piquetes y la opinión pública A partir de su instalación mediática como el emergente más claro de la crisis en los sectores más vulnerables de la sociedad ¿Cuál es la imagen que la opinión pública tiene de los piquetes y los piqueteros? Según datos de un sondeo reciente 60 el 44% de los argentinos está de acuerdo o muy de acuerdo con los objetivos y motivaciones de la protesta piquetera; mientras que el 72,6% se expresa en desacuerdo con la metodología del corte de ruta. Estos datos cobran una dimensión más acercada a la percepción social del fenómeno si se los analiza en su evolución en el tiempo. Desde mediados de 2001 a la actualidad, la sociedad ha ido evolucionando en su posición desde una reprobación casi absoluta a una actitud más comprensiva de las formas de resistencia piquetera. Así, mientras en julio de 2001 el 9% de las personas consultadas se manifestaba “de acuerdo” con los cortes de ruta, en la actualidad esa opinión alcanza al 27% de los encuestados. En sintonía con estos cambios, la posición contraria a la metodología utilizada por los piqueteros (aquellos que manifiestan estar “nada de acuerdo” con los cortes) muestra para el mismo período, una muy notable disminución ya que pasa del 76 al 52%. Por otra parte, al tiempo que se registra una mayor tolerancia a los piquetes se reconoce cierta desconfianza hacia los líderes, el 45,2% de los encuestados considera que la dirigencia “no tienen buenas intenciones”, el 16,6% se pronuncia por la opción “más o menos”, el 17,2% no contesta o manifiesta no tener opinión y sólo el 21% adhiere a la respuesta “sí tienen buenas intenciones”. En otro de los aspectos consultados, se observa que una mayor cantidad de personas distingue un avance de los partidos políticos al interior de las organizaciones piqueteras (dato que se verifica en el crecimiento de las líneas piqueteras de adscripción partidaria de 60

Sondeo realizado por la Consultora Ibope/OPSM, entre el 27 y 31 de enero de 2003. Datos publicados por el diario Página 12 en la edición del 2 de febrero de 2003. 49

izquierda). La categoría “motivaciones y propósitos políticos” como principal motivo de los cortes y marchas evidencia un significativo incremento, pues pasa del 0,8% (julio de 2001 al 27,6% (febrero de 2003). En relación a la pregunta ¿Qué tipo de activismo está presente detrás de la acción de los piqueteros? El 50% de los consultados expresa que detrás están los partidos políticos tradicionales, el 19% que son los grupos sindicales y el 12% que son grupos de izquierda. En contrapartida, es muy escasa la cantidad de personas que opinan que son “dirigentes sociales nuevos” los que están impulsando el desarrollo de estas organizaciones; a ese respecto se pronuncia apenas el 3,3% de los consultados.

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Capítulo IV La experiencia piquetera del MTD Solano Olor a goma quemada, viene de los barrios de la hambruna, llama el bombo y el piquete: ¡Corta la ruta! Llamarada y humo negro, crecen Y entre chispa y reverbero, Con perfiles de ceniza: ¡Los piqueteros! Una mujer piel y huesos, marcha y en sus pechos consumidos va amamantando a otro recién parido Olor a goma quemada, temen que se chamusque la historia Dos cosas que les espanta: Pueblo y memoria Con un “me duele” de reuma, llegan hasta los hipermercados a reclamar la comida: ¡Los jubilados! Y van al corte compadre, firme Frente a la gendarmería Y en las ollas populares Brama la vida! Para mi pueblo argentino salud, la libertad y el trabajo, La dignidad de los libres del sur Que tantas veces cantamos Que tantos han traicionado Yo en patas y hambreado soy la violencia y ellos armados hablan de paz Yo en patas y hambreado soy la violencia y ellos armados hablan de más!

“Olor a goma Quemada” Canción de Rafael Amor

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4.1. La experiencia piquetera del MTD Solano En un comienzo, sobre el filo de los años cincuenta, San Francisco Solano supo ser el suburbio expectante del crecimiento industrial de Quilmes. Apenas unas pocas décadas después y como resultado de la política desindustrializadora iniciada con la dictadura militar, se ha transformado en una de las caras de la Argentina sumergida en la pobreza más innoble, un territorio en el que viven unas 80.000 personas unidas en su gran mayoría por una carencia básica: el trabajo. El paisaje urbano es muy similar al de otros barrios humildes del conurbano bonaerense “...casas con techos de cartón; pisos de tierra y paredes de lámina; caminos enlodados y a desnivel; locales comerciales vacíos; avenidas grandes donde transitan colectivos que van y vienen destinando pasajeros y, a lo lejos, murallas grises y pipas carbonadas, recuerdo de los centros fabriles de épocas anteriores. Así es el lugar que fue terreno de amplios cordones industriales y hoy es uno de los escenarios visibles de la lucha callejera de los trabajadores desocupados...” 61 En Solano, la lucha popular se remonta al final de la última dictadura militar, cuando se multiplicaron las tomas de tierras 62 y se levantaron asentamientos organizados con la participación y el apoyo conjunto de las Comunidades Eclesiales de Base (CEBS) de la zona, la regional Quilmes de la Confederación General del Trabajo (CGT) y por supuesto, la propia población que necesitaba de un lugar para vivir. La Iglesia desempeñó un papel activo y central en el encauzamiento de la voluntad transformadora de los actores del campo popular. Un grupo de sacerdotes de la diócesis de Quilmes encabezada por Monseñor Novak, identificados con la Teología de la Liberación muy en boga por aquellos días en América Latina, lograron organizar unas 50 CEBS, verdaderas simientes en la organización de los asentamientos. Numerosos barrios de Quilmes, La Matanza, Almirante Brown, Merlo y Morón surgieron a partir de este proceso. 61

Ricardo Martínez Martínez “Argentina: el piquete, de la fábrica a las calles. Experiencia MTD Solano”. 19 de noviembre de 2002. 62 El detonante de este proceso fue el traslado compulsivo de gran cantidad de familias desde Capital Federal hacia las áreas suburbanas pobres, a partir de la implementación de una serie de medidas simultáneas y convergentes: a) La promulgación del Código de Planeamiento Urbano de la Ciudad de Buenos Aires, que debido a sus condicionamientos edilicios y de ocupación del suelo, restringía el acceso sólo a las capas medias acomodadas; b) la erradicación compulsiva de las “villas de emergencia” de la Capital Federal, por Ordenanza 13/7/77; c) la sanción de la Ley N° 21.342 que establecía la liberación gradual del precio de los alquileres, lo que determinó que aproximadamente unas 500.000 personas no pudieran afrontar los nuevos valores y debieran emigrar hacia el conurbano; d) la destrucción masiva de viviendas por la construcción de autopistas urbanas (muchas de ellas viviendas de alquiler, por lo cual los inquilinos no obtuvieron forma de indemnización alguna) y e) la entrada en vigencia del Decreto Ley 8912/77 que prohibía el loteo sin la provisión de infraestructura urbana, lo cual significó un importante incremento en el valor de la tierra y mayores dificultades para el acceso al mercado formal de la tierra y la vivienda de los sectores populares. El proceso que describimos pude consultarse más detalladamente en: Inés IZAGUIRRE y Zulema ARISTIZABAL “Las tomas de tierras en la zona sur del Gran Buenos Aires. Un ejercicio de formación de poder en el campo popular”. Colección Conflictos y procesos de la historia argentina contemporánea. N° 10 Centro Editor de América Latina, Buenos Aires, 1988. 52

La experiencia social acumulada en las tomas de tierras a principios de los años ochenta representa un capítulo central del bagaje organizativo de buena parte de los habitantes de Solano, esa historia y la que escriben actualmente ha servido para encauzar las carencias y la desazón que produce el desempleo y la pérdida de oportunidades, hacia la conformación de fuerzas sociales de corte reivindicativo y el sostenimiento de proyectos de interés comunitario. Los inicios de esta nueva etapa se relacionan con la aparición de las primeras experiencias organizativas de colectivos de desocupados a instancias de lo ocurrido en Cutral-Có, Plaza Huincul, Tartagal y General Mosconi (1996 y 1997). En el conurbano, el primer núcleo comenzó a gestarse en Florencio Varela a inicios de 1997, poco después, en el mes de agosto, algunos desocupados de Solano cansados del manejo discrecional de los subsidios que hacían los punteros políticos, recurrieron a la Parroquia Nuestra Señora de las Lágrimas a cargo del sacerdote Alberto Spagnolo a fin de organizarse. Con la autorización del obispado (a cargo de Jorge Novak, el mismo que tuvo un rol determinante en las tomas de tierras de 1982/83), comenzaron a organizar reuniones y asambleas en la Parroquia. En septiembre, los desocupados de Florencio Varela hicieron el primer gran corte del conurbano bonaerense, que tuvo una enorme repercusión a nivel nacional pues trajo al corazón de la escena política y económica del país un fenómeno que hasta entonces parecía relegado a pequeñas comunidades del interior. Como resultado de diez días de lucha, los desocupados de Florencio Varela obtuvieron el compromiso del gobierno provincial de Duhalde de 350 Planes de Trabajo. Este logro significó un estímulo para los desocupados de Solano, ya que a partir de aquí comenzaron a desarrollar un plan de lucha propio. La primera medida resuelta por la asamblea de desocupados fue realizar una olla popular y un campamento en la plaza principal de Quilmes, frente al Palacio Municipal. Pero esta medida no logró los frutos esperados y debieron recurrir a la metodología del corte de ruta. El 11 de septiembre de 1997 cortaron el cruce del Camino Gral. Begrano y la Avenida 12 de Octubre; luego de una semana de permanencia en el lugar consiguieron del gobierno provincial 120 Planes de Trabajo y 150 bolsones de comida. La aceptación de los planes de trabajo planteó entonces para algunos un dilema reñido con la dignidad, como señala Alberto Spagnolo “...Muchas organizaciones con las que charlábamos nos decían que aceptar un plan era prostituirse o resignarse a una limosna. Nosotros decíamos que para grandes objetivos había que plantearse también grandes organizaciones, que todavía no teníamos fuerza para una lucha así pero íbamos a

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construirla con las luchas reivindicativas. Y que éstas no son un fin en si mismo, pero sí una parte necesaria en un proyecto de transformación...” 63 Pero entonces sobrevino la ruptura con la cúpula eclesial. Monseñor Novak, presionado por el poder político de Dualdhe, trató de poner distancias con el movimiento piquetero gestado en la parroquia y tomó una decisión que más tarde fortalecería a los actores: le pidió al sacerdote Alberto Spagnolo que “sacara a los desocupados de la Iglesia”. El sacerdote llevó la novedad al movimiento y la asamblea decidió acantonarse en la Iglesia exigiendo que fuera el propio obispo quien comunicara directamente la decisión. Esto no sucedió nunca y la toma se prolongó durante casi dos años (desde abril de 1998 hasta junio de 2000), hasta que la infantería logró desalojarlos por el uso de la fuerza. Este episodio significó la separación de Spagnolo de sus funciones de párroco y la escisión definitiva del movimiento de desocupados del marco eclesial. A partir de aquí, muchos de los integrantes fueron quedando en el camino, algunos, como explica Andrés (uno de los integrantes del MTD Solano entrevistados) seducidos por los punteros políticos a cambio de un plan de trabajo. La autonomía respecto del manejo punteril de los subsidios sobrevendría a partir de una fisura política entre el oficialismo y la oposición. La asignación directa de estos planes a los movimientos sociales promovida por la UCR y el Frepaso no sólo contribuyó a socavar el accionar de la red de punteros barriales, sino que fortaleció la capacidad de los movimientos para llevar adelante proyectos autogestionarios. La implementación del Plan de Jefes y Jefas de Hogar a comienzos del 2002, fue percibida por los piqueteros como una nueva ofensiva para romper la autonomía de las organizaciones. Con este Programa se le volvió a dar el manejo de los planes de trabajo a los municipios y a los punteros. La intensificación de los cortes de rutas, puentes y autopistas durante el primer semestre de 2002 hizo evidente que el movimiento piquetero no estaba dispuesto a transformarse en rehén del manejo clientelar de los subsidios. Este es el escenario en que se produjeron los aciagos acontecimientos del Puente Pueyrredón el 26 de junio de 2002. Allí, en medio de una brutal represión, perdieron la vida en manos de la policía los piqueteros Darío Santillán y Maximiliano Kosteki (del MTD Lanús y MTD Guernica, respectivamente). Este doloroso episodio, fue un punto de inflexión para piqueteros y gobierno; los primeros salieron muy fortalecidos en su imagen pública y lograron recuperar la autonomía en el

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Entrevista realizada a Alberto Spagnolo por la revista En Marcha. Pablo ANTONINI y otros “El derecho a existir. Movimiento de Trabajadores Desocupados de Solano, una de las organizaciones pioneras en el país”. Revista: En Marcha. Año V N° 27, La Plata, Agosto de 2002. pp. 1-7. 54

manejo de los subsidios; el gobierno, muy debilitado en lo institucional se vió forzado a apresurar la fechas para las elecciones generales. Actualmente integran el MTD Solano unos 700 trabajadores desocupados con presencia en los barrios La Sarita, La Florida (aunque no integra la Mesa General), Monteverde, San Martín, IAPI (Bernal), El Rocío (Claypole, en Almirante Brown) y Barrio Resistencia (en Berazategui). Hace algún tiempo, los que participaban activamente en el movimiento llegaron a ser aproximadamente 1500, pero de acuerdo a los testimonios recogidos, el accionar de los punteros políticos, en términos del ofrecimiento de planes de trabajo sin el compromiso de participar en los cortes de ruta, o la obligación de cumplir con la contraprestación de trabajo exigida, ha incidido en la baja. (Ver mapas “Area de influencia MTD Solano en el Gran Buenos Aires” y “Los Barrios y el Trabajo Territorial del MTD Solano”).

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4.2. El ciclo de la protesta en el MTD Solano Para delinear la secuencia seguida por el ciclo de la protesta del MTD Solano, recurrimos a los propios integrantes del movimiento 64 , quienes identificaron con claridad dos momentos enraizados en las motivaciones de la protesta: 1. El primero, de construcción y consolidación interna, apuntó a fortalecer la organización a través de los contenidos y las prácticas reivindicativas. Durante este período que los propios protagonistas ubican entre agosto de 1997 y finales de 1999, la representación pública de la protesta asumió dos formas: el sostenimiento de la toma de la parroquia en 64

Entrevistas realizadas en el MTD Solano los días 19 y 24 de febrero de 2003. 56

defensa del espacio que simbolizaba la unidad del movimiento; y los cortes de ruta, con un sentido netamente reivindicativo de sus derechos como ciudadanos (planes de trabajo, alimentos, medicamentos). 2. A partir del año 2000, con los enfrentamientos de Gral. Mosconi (ocasión en la que muere víctima de la represión Aníbal Verón) se produce un salto cualitativo en términos de conciencia social sobre los problemas de fondo. El ciclo experimenta un giro de lo reivindicativo a lo político. Valdemar expresa con convicción “...los compañeros no salen ya a pedir planes trabajar, sino a repudiar a un Estado terrorista. Simplemente lo que queríamos era que se desalojara a la gendarmería de la plaza de Gral. Mosconi...”. A lo largo del 2001 hacen propia la consigna del “que se vayan todos”, y comienzan a incorporar la discusión política eleccionaria en las asambleas.

4.3. Los elementos de la “identidad piquetera” En este punto nos parece necesario reiterar la imposibilidad de construir una noción de identidad colectiva 65 para la totalidad del movimiento piquetero, si bien es posible que encontremos coincidencias en los aspectos más genéricos de su identidad. En esa búsqueda, descubrimos que las identidad colectiva de Proyecto Piquetero adquiere diferentes niveles de formalización: a) En primer lugar, lo que podríamos llamar los factores de cohesión del movimiento, que se relacionan íntimamente a la condición de trabajadores desocupados de los actores que lo integran. Es la causalidad relacional entre la historia y el presente de los individuos, lo que los transforma en un sujeto colectivo, y les permite trascender en el plano comunicacional de la protesta con un discurso que los identifica y los cohesiona (el ”nosotros”) y que a su vez los distancia de su adversario (el “otro” o los “otros”: el sistema capitalista y el gobierno). Esta asimilación de actores es el marco para la construcción política del antagonismo y la base para el desarrollo de la fase conflictual. b) Un segundo elemento a considerar son las formas expresivas que explican y dan visibilidad a la protesta, donde el “piquete” se transforma en la instancia de reconocimiento público, instancia de sociabilización de las demandas y de los actores que las formulan. 65 La “escuela europea” de la Acción Colectiva nos aporta una visión sistémica de la cuestión de la identidad, entendida no como un resultado aleatorio de la suma de voluntades individuales sino como un proceso que enlaza tres dimensiones “...1) (la) formulación de las estructuras cognoscitivas relativas a los fines, medios y ámbito de la acción; 2) (la) activación de las relaciones entre los actores, quienes interactúan, se comunican, negocian y adoptan decisiones, y 3) (la) realización de inversiones emocionales que permiten a los individuos reconocerse...” (Melucci; 1999: 66).

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c) finalmente, la definición de espacios proyectivos donde edificar a partir del antagonismo nuevas alternativas de construcción social basadas en la solidaridad de sus integrantes. Las mayores diferencias entre las organizaciones que integran el movimiento piquetero residen básicamente en las formas de construcción política (con estructuras internas más o menos verticales,

independientes o imbricadas en estructuras partidarias, sindicales o

referencia eclesial, etc.); en la intensidad de las formas expresivas (donde es apreciable bajo el mismo modus operandi la existencia de grupos más predispuestos al enfrentamiento que otros); en la mayor o menor voluntad dialoguista con las autoridades; y en la forma de concebir los mecanismos para la transformación social (mientras algunos apuestan a la toma del poder por medio de las urnas, otros proponen romper con las ataduras del sistema capitalista mediante la revolución popular).

4.3.1. La cuestión identitaria en el MTD Solano El MTD Solano comparte las características de identidad referidas como genéricas a todos los movimientos piqueteros: sus integrantes responden a la categoría de trabajadores desocupados; utilizan el corte de rutas como recurso expresivo dominante y apuestan a la construcción de un proyecto de cambio social desde el lugar de la lucha cotidiana: los barrios. Pero todo ello se sustenta en un esquema de construcción política con unos principios y estructuras organizativas que le son absolutamente propios y distintivos: horizontalidad, autonomía y territorialidad. Estas cuestiones que se enlazan en forma directa con la matriz ideológica del discurso verbal y factual; no están excentas de las contradicciones e incógnitas de todo proyecto en construcción.

4.3.1.1. La Horizontalidad Gran parte de las agrupaciones piqueteras se organizan en base a estructuras tradicionales, de tipo jerárquicas, articuladas por cuadros de conducción de marcado personalismo, cuya exposición permanente en los medios de comunicación opera instalándolos como la imagen pública de sus respectivos movimientos. Esta identificación es tan fuerte en algunos casos, que los dirigentes pasan a tener más predicamento y “visibilidad mediática” que las organizaciones que representan 66 . Seducidos por las luces de la “Sociedad del Espectáculo”, los delegados / referentes transmutan con frecuencia en

66

Por sólo citar algunos casos: Raúl Castells del Movimiento Independiente de Jubilados y Pensionados, Luis D’Elia de la Federación de la Tierra y la Vivienda, Juan Carlos Alderete de la Corriente Clasista y Combativa, etc. 58

representantes / dirigentes, desvirtuando la potencia del actor colectivo al personalizar (al darle un rostro auto referencial, individualizable) la pluralidad de un fenómeno de masas. Las prácticas que institucionalizan la relación entre representantes / representados en el MTD pueden ser ubicadas en el extremo opuesto. No por ello el accionar del movimiento es poco conocido, se sabe de su referencia territorial al área sur del conurbano bonaerense, de sus posiciones firmes -no acuerdistas- frente al gobierno, de su estrecha ligazón al trabajo de base en los barrios, de las particularidades instrumentales que caracterizan su forma de protesta (a cara cubierta y munidos de objetos contundentes); pero no tiene “nombres” instalados en los medios. Horizontalidad y autonomía, son por tanto dos de los aspectos que diferencian más claramente a los MTDs de otras organizaciones piqueteras. En las palabras de los integrantes del movimiento se trasunta un cierto orgullo por sostener una apuesta de construcción colectiva que tiene su referencia más fuerte en las bases, dirán al respecto: “...La horizontalidad la entendemos como una cuestión ideológica, producto de una discusión constante, como algo que se construye en un proceso. Concebimos una práctica que descree de las estructuras jerárquicas (comités políticos, bureau políticos, secretariados centrales). A las personas que tienen una visualización las denominamos “referentes”. ¿Cuáles son las tareas de un referente?

Acompaña,

coordina,

propone,

pero

siempre

acatando

las

resoluciones de la asamblea...” (Testimonios, febrero de 2003).

4.3.1.1.1. La horizontalidad en la práctica Como dijimos, el MTD se organiza de acuerdo a una estructura de tipo horizontal que funciona de manera descentralizada en cada uno de los barrios que integran el movimiento. El órgano máximo es la Asamblea barrial (de carácter netamente resolutivo) en la que participan todos los integrantes de la organización residentes en los barrios que la integran. En algunos de ellos existe a su vez una Mesa barrial (instancia de discusión más restringida en cuanto al número de participantes) en la que se discuten cuestiones que ineludiblemente deben ser consensuadas en la Asamblea. Los delegados de las Asambleas convergen en una Mesa General que recoge y ejecuta las acciones consensuadas en ese órgano (los planes de lucha, por ejemplo). Por otra parte, el MTD Solano integra el MTD Aníbal Verón, instancia de coordinación de acciones con otros Movimientos de Trabajadores Desocupados a la que asisten semanalmente y con un criterio rotativo 3 ó 4 delegados de la organización. Un elemento 59

interesante de considerar aquí es la percepción que tienen de sí los actores del MTD Solano respecto a delegados de organizaciones que responden a partidos políticos. Encuentran que éstos -debido a su historia de militancia- ejercen un oficio discursivo del que en general los integrantes del MTD adolecen. De las opiniones recogidas, puede percibirse entre líneas una sensación de cierta desventaja en la confrontación con aquellos pares de otros movimientos que acreditan insersión partidaria, lo que es suplido por la adopción de un sistema de representación en tándem, donde un integrante novel del movimiento acompaña a otro con mayor experiencia, en una suerte de entrenamiento en el manejo político de la discusión y la toma de decisiones, dentro del propio espacio de articulación multiactoral. (Ver gráfico “Estructura orgánica del MTD Solano”).

Fuente: Elaboración propia en base a entrevistas realizadas a integrantes del MTD Solano

4.3.1.2. La Autonomía Este tópico es sostenido casi como un axioma por los actores del MTD, lo que revela la búsqueda de una nueva forma de organizar las relaciones sociales separada de los condicionamientos de estructuras tradicionales como la Iglesia, los partidos políticos o el Estado. Según refieren:

60

“...la cuestión de la autonomía se fue enriqueciendo hasta considerarla como un proyecto político en sí mismo, pero no como un proyecto asilacionista, Tiene que ver con el el respeto por las multiplicidades, con el respeto por las formas de construcción, con el respeto incluso por cada compañero, porque por pertenecer a una organización no está subordinado a esa organización. Yo soy un ser social, pero a la vez un ser individual, y eso hay que respetarlo, la realización personal de cada uno. A lo que le fuimos incorporando el tema de la soberanía alimentaria y la autodeterminación...” (Testimonios, febrero de 2003). Por otro lado, aunque algunos referentes del movimiento se esfuerzan por enfatizar que esta postura no remite a la construcción de un proyecto aislacionista, se percibe una disrupción en el discurso respecto a las formas posibles de compatibilizar la noción de autonomía con la intención de transformar desde raíz el estado de cosas que interfieren en las condiciones para la promoción social. Al respecto nos parece que la pregunta sería ¿De qué manera hacer evolucionar esta potencia contestataria en una fuerza "política-social" capaz de influir en la escena nacional? Pero, este es un interrogante para el que los piqueteros del MTD aún no tienen respuestas.

4.3.1.3. La Territorialidad El trabajo territorial es para los integrantes del MTD Solano la posibilidad de ejercicio de la lucha social en el espacio físico de la vivencia cotidiana: el barrio. En las palabras de los integrantes del movimiento se perciben al menos dos propósitos: “...La territorialidad habla de la construcción concreta en un lugar real, en un barrio concreto, la construcción del poder en el barrio, no somos un movimiento que todo el tiempo está saliendo hacia afuera, apostamos más hacia la construcción interna, tratamos que en el barrio sepan quienes somos, no ser un movimiento clandestino dentro de un barrio; sino que los vecinos nos conozcan y sepan lo que hacemos. Si un vecino necesita al “Movimiento”, que pueda venir a tocar la puerta y ayudarlo, que el barrio se sienta partícipe del proyecto. Si bien mucho no participan, saben quienes somos y donde estamos los muchachos del MTD; y en ese sentido ha venido mucha gente a pedir que les demos una mano cuando se ha tomado la Escuela 88. Entonces existe una referencia en el barrio que es el Movimiento. Hubo gente que no participaba del MTD que vino a pedir una mano cuando el municipio no dejaba circular los colectivos y nosotros fuimos al municipio a protestar y después nunca más nos vieron, ahora la línea circula tranquilamente, es una cooperativa, y fuimos y les dijimos que los íbamos 61

a apoyar, pero que si algún día tenían un conflicto con los trabajadores de la línea íbamos a salir del lado de los trabajadores. Un vecino que fue desalojado del barrio Monteverde, el Movimiento fue y cortó la ruta y los volvimos a instalar en el lugar, y el vecino no milita en el movimiento...” (Testimonios, febrero de 2003).

Esta cuestión de la territorialidad, como veremos con mayor detenimiento en el capítulo que sigue, hace explícito el involucramiento de las personas que integran el MTD Solano con el espacio concreto y conocido de lo local y lo barrial. En ese espacio de la resistencia cotidiana, los desocupados ponen en juego el proyecto de construcción de un actor social colectivo consciente de su realidad, y despliegan sus estrategias para transformarla.

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Capítulo V Trayectos espaciales de la resistencia social. Entre la visibilidad mediática y la resistencia en el territorio

“El espacio público como lugar de ejercicio de derechos cívicos, es un medio de accesión a la ciudadanía para todos aquellos que sufren alguna capitis diminutio, marginación o relegación en la anomia o la pasividad. Es la autoestima del manifestante en paro que sueña que ocupa la ciudad, que es alguien en la ciudad y no está solo”. Jordi Borja, 2000.

5.1. Lo espacial como formalización del discurso Ana Dinerstein en un excelente trabajo en el que refiere al potencial “subversivo” del corte de rutas 67 como forma reciente de la protesta social, traza un paralelo entre las formas utilizadas por los distintos gobiernos de las tres últimas décadas para desmaterializar a sus oponentes de turno. Así, mientras el terrorismo de Estado durante la dictadura militar utilizó la desaparición física de personas como mecanismo de control de las utopías revolucionarias latinoamericanas, durante las etapas menemista y de la ruista se apeló a la desaparición virtual de las personas a través del terrorismo del dinero 68 y su legitimación bajo el cliché de la “estabilidad” y el de los sucedáneos utilizados en su nombre: privatización, descentralización, desregulación, liberalización, mercantilización, flexibilización y precarización (Ana Dinerstein; 2001). Desde esta perspectiva, el corte de rutas se transforma en una instancia de visibilidad de aquello que se niega. O mejor dicho, aquellos que son negados en nombre de la estabilidad económica hacen evidente su propia inestabilidad e incertidumbre apropiándose de espacios de altísima significación económica para quienes poseen y controlan los medios y las relaciones de producción. Calles, rutas y puentes son los canales de una economía que

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Ana DINERSTEIN “El poder de lo irrealizado. El corte de ruta en Argentina y el potencial subversivo de la mundialización”. En: Observatorio Social de América Latina - OSAL N° 5. CLACSO, Buenos Aires, Septiembre de 2001. pp.11-16. 68 Christian Marazzi “Money in the World Crisis: The New Basis of Capitalist Power” en Bonefeld, Werner y Holloway, John (comp.) Global capital, national state and the politics of money (London: Macmillan), 1996. Citado en: Ana DINERSTEIN (Op. Cit.). 63

asigna un valor superlativo al control de variables como tiempo y espacio, en tanto mecanismos de reaseguro del ciclo económico. Así, mientras que el poder político y el poder económico han oficiado a un tiempo de mentores y garantes de un sistema de estabilidad selectiva (para unas minorías) según unas reglas que devienen en condiciones de inestabilidad y deterioro cada vez más extremas para los sectores vulnerables de la sociedad, estos últimos han respondido desarrollado prácticas de visibilidad colectiva 69 , en términos de clase, que cristalizan en formas novedosas de resistencia social, a la vez que inciden en la estabilidad del sistema económico, perturbando el proceso de realización de la ganancia capitalista. Lo dicho nos lleva a marcar una extraña paradoja: en el ámbito tradicional de la protesta (la fábrica, la empresa, la oficina) la visibilidad de los sujetos sociales está mediada por la interrupción u obstaculización del ciclo de trabajo; inhibidos de esta posibilidad por su condición de desocupados, los piqueteros acuden a la ruta procurando dar visibilidad a la protesta, y subsidiariamente alcanzan el mismo objetivo de obstaculizar el normal desenvolvimiento del sistema económico, aunque no participen en él. A diferencia del piquete de huelga 70 en el que los trabajadores impiden las tareas de producción, con estas pácticas de bloqueo de las vías de circulación más importantes (rutas nacionales y provinciales, puentes de acceso a Capital Federal, etc.) los piqueteros logran interrumpir otra de las etapas centrales del ciclo económico, la distribución de la producción. Recientemente los piqueteros han adoptado otra modalidad: el levantamiento de las barreras de peaje, de forma que los vehículos circulen por las autopistas sin pagar el arancel, incidiendo -en un claro mensaje al sistema- en la realización de la ganancia del grupo concesionario. Consultado sobre la lógica que tiene el corte de ruta para los sectores movilizados, uno de los referentes del MTD Solano señalaba que lo que buscan es “...paralizar las vías. Al capitalismo si no se le afecta el bolsillo, no responde. Por lo tanto, como consideramos que las rutas son las venas por donde circula la mercancía, al cortarle la ruta lo que se logra es paralizarle la ganancia. Por eso cuando cortamos, lo que cortamos es la autopista que es un lugar por donde circula mucha “guita”, o puentes de acceso a la Capital, donde circulan colectivos con gente que por el corte no va a trabajar, y por lo tanto hay patrones que ganan 69

Respecto a estas prácticas Tenti Fanfani sostiene que “...constituye una manera de ‘hacerse ver’, de romper el aislamiento, el ‘ninguneo’ al que los reduce su situación de exclusión social y territorial [...] Durante el tiempo que dura el corte de ruta, los ‘excluidos’ conquistan una existencia social en el contexto nacional...” Citado en: Daniel G. SAUR “Apuntes sobre piqueteros. El parto mediático de un nuevo actor” Ponencia presentada en el IV Congreso de Redcom. Escuela de Ciencias de la Información. Universidad Nacional de Córdoba. Junio de 2002. 70 Los piquetes de huelga se asentaban en los lugares de acceso a las fábricas, con el propósito de sumar adherentes al reclamo y garantizar el cumplimiento de la medida de fuerza por parte de los trabajadores, evitando el ingreso de estos al lugar de producción y consecuentemente interfiriendo en la realización de la ganancia capitalista a través del ciclo de producción. 64

menos ese día. La idea es generarle la pérdida al capitalista y no al obrero...”. (Testimonios, febrero de 2003). (Ver “Mapa de las Protestas”).

En este mapa publicado por un diario de circulación masiva se muestra el cronograma de cortes programados en las principales vías de acceso entre Capital Federal y el Conurbano bonaerense. En el mismo es posible dimensionar el impacto que los mismos tienen sobre la circulación de bienes y personas. Fuente: Diario Clarín, Septiembre de 2002.

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Preguntamos luego acerca del efecto sobre el Estado, y nos decía que “...el Estado responde porque es administrador del capital. No responde porque sí, responden porque cuando abrimos el peaje lo llama Macri 71 y le dice ‘sacame a estos locos de la ruta’. El Estado responde por eso, porque el capitalismo le impone la paz social. Al Estado no le interesa la libre circulación...” (Testimonios, febrero de 2003). A partir de lo que expresan los propios actores, la forma ritual de la protesta trasluce el metamensaje del sujeto colectivo: el enfrentamiento con el sistema capitalista 72 como forma de acumulación y con el Estado como su mediador y garante. Está claro que tres largas décadas de ausencias y deslegitimación política, de expoliación salvaje y la más dramática polarización social han hecho lo suficiente para que este enorme y heterogéneo estamento de la sociedad se sienta ajeno al sistema, y lo que es más importante: que no busque a través de estos métodos de visibilidad procurar su inclusión en él. Una parte muy importante de las agrupaciones que convergen en el movimiento piquetero coinciden en esta observación, y rechazan la categoría sociológica de la exclusión social en oposición a la inclusión, por considerarlo un artificio academicista utilizado para denotar -y justificar- una relación funcional entre sectores sociales con condiciones asimétricas de poder. En este punto son muy contundentes y así lo evidencia el resultado de conversaciones entre el Colectivo Situaciones y el MTD Solano “...el excluido no es realmente tal. La exclusión es el lugar que nuestras sociedades biopolíticas producen para poder incluir a personas, grupos y clases sociales de manera subordinada. En palabras de Agamben, el excluido es el nombre del incluido como excluido...” (Colectivo Situaciones MTD Solano; 2002: 128). Este es un aspecto particularmente interesante de ser considerado en el proceso de construcción del MTD Solano. Como ya referimos en el capítulo anterior, el ciclo de la protesta experimentó un momento de ruptura en el que la organización pudo trascender la instancia reivindicativa y producir un salto hacia la interpelación política y la confrontación abierta con el sistema. Esta transformación no sólo opera en el plano comunicacional a través de la relación con los interlocutores (gobierno y actores económicos básicamente), sino en el significado que se asigna al espacio ritual de la protesta. En ese sentido, consideramos importante indagar a los actores en relación a la sensación y los sentimientos que genera el acto del corte de ruta. Valdemar nos decía al respecto “...Cuando vamos a cortar la ruta lo que siento es una sensación de libertad por poder expresar lo que sentimos, poder obligarlos a “ellos” a que nos escuchen cuando no nos 71

Se refiere a Francisco Macri, Titular del Holding SOCMA, y concesionario -entre otras- de la Autopista Buenos Aires-La Plata. 72 Al que refieren como el “enemigo”, como el responsable directo de las formas que asume la insolidaridad y el causante de la destrucción del tejido social. 66

quieren escuchar. Por otro lado la sensación de que estamos haciendo algo para cambiar esto y que no nos quedamos en el discurso, que llevamos a la práctica lo que pensamos. Lo que digo, lo mantengo con el cuerpo y lo sostengo. Eso es lo que se siente. Yo escribo, yo digo, yo hablo, pero aparte de todo eso lo sostengo con el cuerpo y eso lo sentís cuando estás en la lucha, pero también cuando estás acá...” (Testimonios, febrero de 2003).

5.2. La transfiguración del espacio público de la protesta social La consideración del espacio público en tanto ámbito de expresión de la protesta social requeriría de un abordaje en extenso que escapa a nuestras pretensiones más inmediatas, sin embargo dejaremos enunciados algunos elementos que consideramos singulares para el caso de la protesta piquetera. A través de esta forma de protesta, los actores que se apropian de segmentos caracterizados y vitales del espacio público-ciudad 73 -entendido como conjunto y no como suma de lugares- le confieren desde la visibilidad forzada de sus prácticas, un contenido político que indaga, procura y exige formas de rearticulación a las redes de existencia social y ya no sólo cívica. La plaza, ámbito de escenificación tradicional de los conflictos sociales, mantiene su lugar como hito de la representación ciudadana; pero las calles, rutas, puentes y estaciones de peaje, devenidos en nuevos e incidentales espacios de protesta comportan un espacio público resignificado para la confrontación e interpelación con las distintas formas que asume el poder (político, económico, represivo, etc.). Por lo dicho, en esta conjunción de actores y espacios públicos, tanto los lugares elegidos, como la oportunidad, las formas, la recurrencia y los propios rituales de la protesta están mediados por el mensaje. Pero así como la modalidad de protesta de los colectivos piqueteros reconfigura el espacio público-ciudad a través de un lenguaje físico y simbólico de gran potencia expresiva y fuerte impacto entre las facciones de poder y la sociedad; ensaya simultáneamente una nueva categoría de espacio público, con un claro sentido autoreferencial, que cumple la función de canalizar y fortalecer la participación cívica de los actores en el lugar de la resistencia cotidiana: el barrio. Las asambleas barriales, en tanto ámbito de relación e identificación social de los ciudadanos, hacen las veces de un espacio público 74 multiplicado por decenas,

73

En el caso de los piquetes urbanos, el escenario de las manifestaciones cívicas se pluraliza y se fragmenta, pero esta fragmentación, contrariamente a lo que podría pensarse no representa una atomización de la práctica conflictual, sino un mecanismo consustancial con el discurso, por cuanto estos fragmentos convergen en una totalidad expresiva. 74 “...Lo que define la naturaleza del espacio público es el uso y no el estatuto jurídico...” (Segovia y Oviedo; 2000: 52). 67

donde los actores evalúan el escenario del antagonismo y definen las estrategias conflictuales, pero también donde establecen los contenidos proyectivos de su identidad barrial. Un tercer plano menos explorado del espacio público de la protesta es el que nos proyectan los medios de comunicación masivos 75 (muy especialmente la radio y la televisión). Cómo señalamos al inicio del Capítulo III, al referirnos a los elementos que han incidido en el cambio de signo de los conflictos sociales en Argentina, el proceso de despliegue espacial de la protesta tuvo su inicio en lo que Marina Farinetti denominó el giro provincial de la conflictividad (disputándole la escena al Gran Buenos Aires) y continuó, en un estadio posterior, mediante la cooptación del proceso por parte de los colectivos de desocupados de los aglomerados más importantes del país (con mayor historia en la lucha sindical o en la reivindicación de los derechos sociales). En ese proceso de despliegue espacial, los medios de comunicación masivos han tenido una importancia determinante en el fenómeno de difusión y contagio de la forma expresiva del “piquete” o corte de rutas. La conformación de un actor colectivo nacional tuvo su correlato, a partir de los medios, en la difusión de un espacio público de la protesta piquetera por toda la geografía del país. Daniel Saur sostiene que la componente comunicacional del conflicto favorece la posición de los actores, ya que “...La visibilidad que adquieren a través de los medios les otorga un poder temporal que se emplea en la mesa de negociación. Al instalar el reclamo en el ámbito mediático, se garantiza una palabra audible. Los medios instituyen al reclamo como primera alocución que debe provocar una respuesta, de este modo por los medios se facilita la interpelación al poder político. Este es uno de los motivos por los cuales encontramos en este tipo de protesta un fuerte componente expresivo, que se manifiesta en la ritualización escenográfica (neumáticos quemados, torsos desnudos, rostros tapados, ollas populares, etc.) del reclamo, cuyo acento está puesto en la

visibilidad y el reconocimiento

público de la situación de

carencia/postergación y en la realización de la demanda. Escenificación que contribuye a la configuración de la identidad de los actores...” (Daniel Saur; 2002). A través de los medios de comunicación se instaura entonces un espacio público simbólico de deliberación multiactoral: donde el “nosotros” de la protesta (los piqueteros) y el “ellos”, el destinatario de la misma (el gobierno y los sectores hegemónicos de la economía) realizan un contrapunto discursivo frente a un “ustedes” (la audiencia). El rol del espacio público bajo esta figura de audiencia “...es fundamental, sin el cual no se podrían comprender las 75

En este sentido acordamos con García Canclini en que “...el espacio público desborda ahora la esfera de las interacciones políticas clásicas. Lo público es el marco “mediático” gracias al cual el dispositivo institucional y tecnológico propio de las sociedades posindustriales es capaz de presentar a un “público” los múltiples aspectos de la vida social...” (García Canclini; 1995: 27). 68

protestas como discursos que compiten por su validación. Tanto los contenidos como el reconocimiento de los protagonistas y la gravedad del conflicto respecto del sistema político, quedan en manos de la audiencia...” (Paula Lenguita: 2001).

5.3. El espacio social de las prácticas cotidianas de la resistencia La cara más conocida del movimiento piquetero es la de los actores cortando rutas y puentes, desplegando su estrategia resistencial en el espacio público-ciudad. Pero esa es la cara de la confrontación directa con los destinatarios de la protesta. Existe otra, menos difundida por los medios de comunicación, vinculada a la consolidación de espacios de resistencia en los escenarios de la vivencia cotidiana, en donde estos grupos desafían día a día la inequidad y la pauperización. El barrio, lo local como espacio-experiencia (Mario Constantino; 1995) es un ámbito instituido de significado para sus habitantes, y por lo tanto, un sitio privilegiado para la construcción de formas territoriales de solidaridad donde canalizar las sinergias de los hombres y mujeres que llevan adelante la resistencia. En el MTD Solano, de manera similar a lo que ocurre en otras organizaciones del movimiento piquetero, la “cuestión territorial” adquiere un valor sustantivo como marco referencial de la lucha social. En ese espacio autoreferencial los actores tratan de sobreconstruir una realidad alternativa superadora de la angustia y la desesperanza que les produce la carencia y la desaparición virtual 76 como ciudadanos. Desde este lugar, los esfuerzos por reconstruir el tejido social y rearticular las fuerzas productivas en proyectos de solidaridad comunitaria representan un símbolo de autoafirmación para los desocupados. Sin embargo, este proyecto se desarrolla bajo la sujeción de un sistema económico social prevaleciente, lo cual -como señala Harvey 77 - limita las formas de socialidad alternativas sólo a espacios muy acotados. ¿Cómo despliegan los actores la resistencia en el espacio social de la cotidianeidad? En el MTD Solano, este proceso se vincula de manera directa a la instancia conflictual del movimiento. La resistencia en las calles es el mecanismo utilizado por los piqueteros para 76

Ana DINERSTEIN, Op. Cit. Al respecto, David Harvey sostiene “...Todos estos movimientos sociales, por mejor articulados que estén sus objetivos, se enfrentan a una paradoja al parecer inamovible. Porque no sólo la comunidad del dinero, junto con el espacio y el tiempo racionalizados, los define en un sentido de oposición, sino que los movimientos mismos deben enfrentarse a la cuestión del valor y su expresión, así como a la necesaria organización del espacio y el tiempo adecuados a su propia reproducción. Al hacerlo, necesariamente se abren al poder disolvente del dinero, así como a las cambiantes definiciones del espacio y el tiempo determinadas por la dinámica de la circulación del capital. En suma, el capital sigue dominando y lo hace, en parte, a través de su superioridad en el control del espacio y el tiempo, aún cuando los movimientos de oposición logren controlar un lugar particular por un tiempo. La «otredad» y las «resistencias regionales» enfatizadas por las políticas posmodernistas pueden florecer en un lugar específico. Pero con demasiada frecuencia están sujetas al poder del capital sobre la coordinación del espacio universal fragmentado y la marcha del tiempo histórico global del capitalismo, que está fuera del alcance de cualquiera de ellas en particular...” (Harvey; 1998: 265). 77

69

sostener el trabajo en el territorio. Como señalamos con anterioridad, los piquetes son el emergente de dos motivaciones principales; por un lado la interpelación política al gobierno y la confrontación con el sistema capitalista, y por otro, conectado a ésta, la ‘reobtención de una ciudadanía perdida’ (Scribano, 1998) 78 que se traduce en la reivindicación de subsidios y planes de trabajo. El Programa de planes de trabajo “Jefes y Jefas de Hogar desocupados” instrumentado por el gobierno de Duhalde ha sido la punta de lanza de la red organizativa del movimiento en el territorio. Con los escasos recursos provenientes de estos planes el movimiento ha desarrollado e instrumentado un paquete de tareas comunitarias y proyectos productivos, que capitaliza la experiencia social acumulada, y sirve para resolver las necesidades más acuciantes de los miembros de la organización. En los inicios del Programa, la prerrogativa para definir las prioridades y el destino laboral de los trabajadores -prescindiendo de las organizaciones- recaía en los respectivos gobiernos municipales (por lo que en ocasiones éstos prestaban servicios en sitios y actividades que no tenían que ver con su lugar de residencia). El traspaso en el manejo de los planes desde los municipios a los movimientos sociales, luego de un intenso ciclo de lucha callejera desarrollado a comienzos de 2002, es considerado por los integrantes del MTD Solano como una verdadera conquista en su enfrentamiento con el gobierno 79 . Si bien como decimos, la organización utiliza los planes para la concreción de sus propios proyectos, no administra los recursos. El gobierno deposita en una cuenta bancaria a nombre de cada beneficiario 150 Lecops mensuales (el equivalente a unos 45 dólares) los cuales en contraprestación destinan las cuatro horas de trabajo diario establecidas, a participar en los proyectos productivos de la organización. Por su estrecho arraigo con el territorio, este proceso reviste una importancia singular para los Movimientos de Trabajadores Desocupados, lo cual se desprende de las palabras de Pablo Solanas, integrante del MTD Lanús “...La necesidad de organizarnos como trabajadores desocupados comenzó a plantearse para que, una vez conseguidos esos subsidios, el manejo punteril y asistencialista no nos desarticulara. Lo que se pensó como una herramienta de contención terminó recreándose desde la lucha popular en una herramienta de organización y autonomía. Tratamos de que estos planes improductivos se transformen en proyectos auténticamente productivos...”. (Citado por: Marta Vasallo; 2002: 78

Citado en: Saur, 2002. Op. Cit. El sacerdote Alberto Spagnolo, integrante del MTD Solano, refiere a la pulseada entre piqueteros y gobierno a partir de la cuestión del manejo de los planes de trabajo “...El Plan Jefes y Jefas de Hogar fue una ofensiva para romper las autonomías de las organizaciones que venían teniendo el protagonismo. Le volvieron a entregar todo el poder a los municipios y a los punteros, intentaron recomponer su control institucional. Así que ya enero y febrero fueron arduos meses de lucha, hicimos marchas, cortes de ruta, bloqueamos todos los accesos a la Capital Federal, inclusive la Autopista...” Nota realizada en el MTD Solano por la revista: En Marcha, Año V N° 27, Agosto de 2002. 79

70

5). Esta valoración es compartida por los integrantes del MTD Solano, quienes no obstante manifiestan algún nivel de incertidumbre respecto a la sustentabilidad futura de los emprendimientos autogestionarios de producirse una discontinuación del Programa. Esto ha abierto una instancia de discusión interna -no saldada todavía- acerca de cómo fortalecer la autonomía del movimiento sin la dependencia exclusiva de los recursos que provee el Estado. El problema más importante que aparece en este punto es cómo compatibilizar la autonomía (en este caso en el manejo de recursos para la producción) con la propuesta de impulsar estrategias de producción alternativas a la producción mercantil. Aún prescindiendo del antagonismo existente entre las relaciones mercantiles y los valores preconizados por el movimiento, los actores reconocen un problema de efectividad concreta: el mercado hoy no es un medio de satisfacción de las necesidades de los vecinos de Solano 80 . Ya hemos dicho antes que la sujeción a un sistema económico social dominante como el capitalista restringe las posibilidades de viabilización de estrategias económicas que intentan desarrollarse por fuera del mercado. De hecho los insumos necesarios para abastecer a cualquiera de los proyectos productivos en funcionamiento sólo pueden ser adquiridos bajo formas mercantilizadas. Esta situación plantea para los actores del movimiento una disyuntiva que por el momento parece no tener solución: la relación entre los emprendimientos y la coerción de la macroeconomía. A este respecto nos parece interesante la reflexión, quizás un tanto escéptica, del Colectivo Situaciones en sus conversaciones con el MTD Solano “...En muchas experiencias se logra salir adelante en lo económico, pero a costa del retraso o directamente la muerte del proyecto político; en otras, por mantenerse fieles al proyecto, los emprendimientos económicos fracasan...” (Colectivo Situaciones y MTD Solano; 2002: 114). Pero este debate entre la priorización del proyecto político o la viabilización del proyecto económico resignando cuestiones de aquel, si bien es una cuestión central de la discusión ideológica del MTD, por el momento es extemporánea, según expresan los propios actores, dada la gravedad de la coyuntura social y el nivel de madurez alcanzado por el movimiento dentro del proceso de construcción social, condicionado por la alta movilidad de sus integrantes. A partir de este reconocimiento, los trabajadores desocupados de Solano utilizan las horas/hombre disponibles por medio de los subsidios en la producción de bienes para el autoconsumo.

80

MTD Solano y Colectivo Situaciones; 2002. Op. Cit. 71

5.3.1. Los proyectos de economía solidaria Los emprendimientos autogestionarios desarrollados en Solano y en otras localidades en las que funcionan los MTDs, se inscriben dentro del esquema de la denominada “economía solidaria” o “economía popular”, que privilegia los valores sociales del trabajo en detrimento del capital (Coraggio; 1997a). Si bien en líneas generales esto es así en Solano, la postura de los actores acerca de generar una estrategia económica autocentrada no mercantilista, los ubica dentro de lo que José Luis Coraggio define como planteos utópicos, una aproximación “...que parte de una utopía de la solidaridad, y utiliza el término para referirse a los núcleos de solidaridad económica entre pares de sectores con menores recursos. Esto vale para los núcleos existentes o para los soñados. En este caso, la característica distintiva es la no mercantilización de las relaciones económicas, el intercambio directo o la donación de trabajo dentro de redes de solidaridad, de ayuda mutua...” (Coraggio; 1997b: 7). El MTD Solano ha implementado desde el año 1999 una variedad de talleres productivos que proveen a los integrantes del movimiento y a sus familias de aquellos bienes y servicios básicos a los que no tienen acceso por la vía del mercado formal. En este período de poco más de tres años, llegaron a ponerse en funcionamiento una treintena de talleres, los que debido a la ausencia de un proyecto integrador corrieron con distinta suerte. En la actualidad se mantienen aquellos que han logrado dar respuesta a las demandas más sentidas del colectivo de desocupados: talleres de panadería, el taller de fabricación de calzados y carteras, el taller de herrería (donde construyeron el horno de pan del Barrio San Martín), el taller de confección de prendas de vestir y un par de huertas comunitarias, una de ellas con granja. Los talleres de panadería funcionan en los barrios San Martín y Monteverde. En el primero trabajan unas veinte personas en tres turnos, con una producción que alcanza a unos 200 kilogramos de pan por día y sirve para abastecer las necesidades de los comedores del MTD en tres barrios y para acompañar la copa de leche que se brinda a unos 150 niños. Los excedentes de la producción diaria son comercializados en el barrio a valores muy por debajo de los de mercado (a razón de 1 peso por kilogramo). Debido a que no se paga salarios por el trabajo realizado (pues la jornada de cuatro horas de trabajo es aplicada a estas tareas) los beneficios obtenidos por el emprendimiento son aplicados al sostenimiento de otros proyectos de la organización. Con la huerta comunitaria sucede algo similar, un grupo de seis trabajadores concurren al predio localizado en Camino General Belgrano y Méndez (Monte Chingolo - Lanús Este), en el sitio denominado "Roca Negra”. Este emprendimiento que comparten el MTD Solano y el 72

MTD Lanús funciona en un espacio cedido por las Madres de Plaza de Mayo; allí los trabajadores producen

hortalizas y huevos que abastecen -en parte- a los comedores

barriales del movimiento; y que cumplen una función vital en la alimentación de los trabajadores, pues sirve de complemento a los productos alimenticios básicos suministrados por el gobierno provincial (arroz, polenta, fideos y aceite). Para este emprendimiento los piqueteros del MTD recibieron el apoyo técnico de las facultades de agronomía de La Plata y la UBA; y la colaboración del MOCASE santiagueño en la transferencia de conocimientos prácticos sobre horticultura. Con este asesoramiento han logrado cultivar lechuga, remolacha, cebolla, acelga, perejil, maíz, zapallo, zanahoria, papa y porotos. Como actividad complementaria, han comenzado a preparar un banco de semillas orgánicas. Otra de las formas que adquiere la economía solidaria es la de las compras comunitarias. Estas compras -que apuntan a reducir el costo de determinados productos a través de su adquisición en escala- son realizadas por grupos de unas diez familias, que aportan a razón de 35 pesos cada una, accediendo así a algunos productos de primera necesidad (carnicería, verdulería, almacén, limpieza). La particularidad del procedimiento reside en que a pesar de que todas las familias realizan el mismo aporte en dinero, cada una retira según sus propias necesidades, dadas por la cantidad de personas que integran el núcleo familiar. En cada uno de los barrios que componen el MTD Solano: La Sarita, La Florida, Monteverde, San Martín, IAPI, El Rocío y Barrio Resistencia, se levanta un galpón construido colectivamente, que hace las veces de espacio de reuniones y lugar de asiento de algunos de los talleres productivos. Estas construcciones simples de madera y chapa se constituyen en lugares referenciales para los integrantes del movimiento y los vecinos. Al permanecer por un rato en alguno de estos lugares pudimos observar un constante fluir de personas, que más allá de los avatares de sus penurias cotidianas se muestran satisfechas de los resultados alcanzados colectivamente y optimistas respecto de los proyectos venideros.

5.3.2. Los proyectos sociales y culturales Mientras el colectivo de desocupados expresa como aspiración para un futuro no muy lejano poder concretar proyectos sociales como el Centro de Salud en Roca Negra y hasta una escuela para sus hijos; muestran como realidad palpable de sus convicciones, una biblioteca popular y una farmacia comunitaria con medicamentos básicos y de primeros auxilios, abastecidas con el aporte solidario de los integrantes del MTD. También han impulsado una cantidad de proyectos de formación laboral en oficios (electricidad, albañilería, carpintería, herrería, pastelería y tapicería), aprovechando la 73

experiencia de quienes alguna vez fueron trabajadores activos, de forma de proporcionar a los aprendices -muchos de los cuales jamás tuvo un trabajo formal- las herramientas para obtener algún ingreso económico. Preocupados por mantener y reivindicar una identidad cultural, han instrumentado proyectos culturales como la murga de niños y jóvenes y una radio comunitaria. Pero quizás uno de los proyectos que más enorgullece a los actores del MTD Solano es el de los Talleres de Educación Popular que sigue los lineamientos doctrinarios desarrollados por el pedagogo brasileño Paulo Freire, y que son implementados descentralizadamente en cada uno de los barrios. Según se desprende de las palabras de los integrantes del movimiento, la propuesta de Educación Popular 81 apunta a la formación político-ideológica y social, en aquellos temas que hacen a las prácticas del colectivo: la autonomía, la horizontalidad, el compañerismo, la identidad, etc., de manera de contribuir a la conformación de actores sociales comprometidos políticamente con la realidad que les toca vivir. Diremos, para finalizar, que la importancia que adquieren los espacios donde funcionan los talleres productivos y las actividades sociales y culturales que en ellos se realizan, no sólo radica en que ponen en evidencia la capacidad organizativa de los actores y el potencial para satisfacer necesidades reales y centrales de estos grupos, sino y cada vez más, en que constituyen lugares de sociabilidad, ámbitos donde estrechar vínculos y llevar adelante proyectos de interés comunitario en sentido amplio, no sólo para quienes integran activamente el MTD Solano, sino también para vecinos que encuentran en dichos espacios una alternativa de construcción social que potencialmente los incluye.

81

El propio Paulo Freire en su Pedagogía del Oprimido señala "...La pedagogía del oprimido, como pedagogía humanista y liberadora, tendrá, pues, dos momentos distintos aunque interrelacionados. El primero, en el cual los oprimidos van descubriendo el mundo de la opresión y se van comprometiendo, en la praxis, con su transformación y, el Segundo, en que una vez transformada la realidad opresora, esta pedagogía deja de ser del oprimido y pasa a ser la pedagogía de los hombres en proceso de permanente liberación...". (Paulo Freire, 1970). 74

Reflexiones Finales

El fenómeno de los piqueteros se nos presenta como un ejercicio colectivo de ruptura frente a una sociedad en crisis. Las organizaciones que ellos corporizan han ganado las calles y las rutas, poniéndose al frente de un reclamo nacido de la desesperación, y que hoy busca recuperar un status de ciudadanía que el sistema les niega. Frente a este embate de los individuos por sus derechos, las reacciones son diversas: un Estado que según el caso criminaliza y reprime, que en ocasiones contiene y dialoga, o que frente a la total deslegitimación de la política y las instituciones, avala la protesta como la expresión del descontento más profundo. Del otro lado, el resto de la sociedad devenida en audiencia forzosa del enfrentamiento, se muestra mayormente ajena y escasamente proclive a dar muestras de solidaridad o comprensión. Por el tenor del reclamo y la novedad de sus prácticas, el de los piqueteros se ha transformado en un movimiento reivindicativo y político que -al estilo de lo ocurrido con el zapatismo mexicano o los “sin tierra” del nordeste brasileño- comienza a ser observado con suma atención en otras partes del mundo. Para los cientistas avenidos a las cuestión de los nuevos movimientos sociales representa una de las tantas formas emergentes del sentimiento antiglobal y en particular, una manifestación de la crisis del capitalismo salvaje en las sociedades periféricas. A nosotros nos ha interesado reflexionar sobre una de las facetas menos conocidas de estos movimientos sociales, la que indaga en las formas espaciales de la resistencia, aquellas forjadas por las luchas en el espacio público-ciudad y las menos visibles, que construyen y consolidan espacialidades subalternas en los barrios. El hecho de que este sea un proceso nuevo y en constante redefinición, nos inhibe de realizar observaciones taxativas acerca de su carácter, sin embargo podemos realizar algunas reflexiones sobre el presente e imaginar algunas cuestiones que se plantean como desafíos para el futuro. El primer elemento a considerar desde nuestro abordaje es la redefinición del espacio público de la protesta. El corte de rutas pasa a ser el único medio de visibilidad para quienes han perdido todo vínculo con el trabajo; y a diferencia de las formas de protesta tradicional en las fábricas, deja de ser un mecanismo de presión reducido al ámbito de lo privado, para constituirse en una forma estructural y sistemática de interpelación pública al gobierno y de confrontación al desprejuicio de las fuerzas del mercado, produciendo lo que Ana Dinerstein

75

llama “...la reinvención de la política como lucha contra la desaparición virtual...”. (Ana Dinerstein; 2001: 11). Como segundo elemento, este cuerpo social cohesionado por la carencia y por las marcas culturales de su historia colectiva; disrumpe de lleno en el espacio-experiencia 82 de las prácticas cotidianas a través de formas de socialidad alternativas que sirven de base para la construcción de un poder popular real articulado a la producción de formas básicas de ciudadanía. Bajo esta forma de producción de resistencia social, los actores desdibujan las relaciones sociales propias del capitalismo y fundan otras nuevas basadas en la identidad y la solidaridad, que les permite conocimiento mutuo. A partir de esto, la solidaridad -en tanto que forma excluyente de los lazos de grupo- opera en un doble sentido: instituye un camino que parte de la necesidad física (base de la identificación comunitaria) y busca trascender a la necesidad social (premisa de la organización social). Sin embargo en el proceso de cambio de un escenario a otro intervienen una cantidad de factores externos (la política sucia del punterismo, las prácticas asistencialistas de corte electoral) y de condicionantes intrínsecos a los individuos (como la marcada tendencia al individualismo, por ejemplo) que interfieren modificando los compromisos grupales y horadan en la solidaridad, debiltando ó postergando el proyecto. En ese sentido, la alta movilidad de los actores dentro del proyecto piquetero del MTD Solano (en términos de vinculación y desvinculación al mismo) debida en gran medida a la seducción que ejercen los mecanismos punteriles -que esgrimen formas de seudo inclusión al sistema- pareciera ser una de sus mayores debilidades. Aún a pesar de estas prácticas que exhiben los vicios de una lógica política envejecida, el proyecto autogestionario muestra otras fragilidades que -como los propios actores de Solano reconocen- se expresan en la ausencia de una “cultura social del trabajo”, lo que no resulta difícil de imaginar en un contexto en el que la mayoría de los integrantes del movimiento nunca tuvo acceso a un empleo formal.

82

En ese espacio-experiencia “...el grupo social comparte algo más que la simple vecindad geográfica. Esta, a la luz de esos elementos, es una unidad cultural autoreferente que a través de la socialidad electiva va constituyendo los lazos “profundos” que posibilitan el estar juntos: el compartir la experiencia del otro, el saberse parte de formas de vida semejantes, el re-conocerse en hábitos, costumbres, giros expresivos, historias, necesidades, posibilita la comunicación y, a partir de ella, la interacción. Es esto lo que nos permite hablar de una matriz de base que vivifica y engloba al conjunto de la vida de todos los días. Así, la comunidad constituye el nivel inferior de la acción colectiva, es aquello que por rutinario posibilita la reproducción social del grupo en cuanto tal...”. (Mario Constantino, 1995). 76

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Diarios •

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CLARÍN. Varias ediciones de los años 2001, 2002 y 2003.

Entrevistas •

Luis Stangatti. Director Provincial de Coordinación Regional. Ministerio de Acción Social y Desarrollo Humano de la Provincia de Buenos Aires.



Valdemar Jara. Piquetero del MTD Solano. MTD Aníbal Verón.



Andrés Fernández. Piquetero del MTD Solano. MTD Aníbal Verón.

Información sobre Barrios de Quilmes •

Dirección de Catastro. Municipalidad de Quilmes.

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