VIEJISMO Y DISCRIMINACION

VIEJISMO Y DISCRIMINACION. Thomas McGowan (en: Birren, J. Encyclopedia of Gerontology, Academic Press, New York, 1996) I. II. III. IV. Emergencia Hi

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VIEJISMO Y DISCRIMINACION. Thomas McGowan (en: Birren, J. Encyclopedia of Gerontology, Academic Press, New York, 1996)

I. II. III. IV.

Emergencia Histórica del V iejismo. Dislocación Social Viejismo y Gerontología Consideraciones Teóricas.

Dislocación social. La pérdida o redefinición de roles sociales que resultan de un estatus social disminuído y de una decreciente participación social. Estereotipo. La creencia, generalmente negativa, basada en características excepcionales o inexistentes atribuídas categorialmente a todos los miembros de un grupo en particular. Estereotipia. El proceso psicológico social de ignorar los atributos personales (personalidad, caracter) y el etiquetar a los individuos de acuerdo a estereotipos basados en la afiliación grupal.

El viejismo es definido como el estereotipo negativo y la devaluación sistemática de las personas simplemente por causa de su edad. Robert Butler introdujo el término en 1969 y nos proveyó las bases conceptuales generales para el estudio de la discriminación basada en la edad y los problemas conexos. El viejismo es un fenómeno complejo con dimensiones históricas, culturales, sociales, psicológicas e ideológicas. En las culturas viejistas el envejecimiento biológico avanzado es definido negativamente y usado como base para devaluar el estatus social de los viejos. Este proceso de devaluación puede tomar la forma de una discriminación interpersonal (micro) o institucional (macro), por ejemplo la discriminación laboral, la esterotipia en los medios de comunicación, la segregación intergeneracional, evitación de contacto y un trato interpersonal condescendiente o abusivo. La emergencia de culturas viejistas se atribuye a factores históricos tales como el desarrollo tecnológico, la industrialización, la competencia económica y los cambios en las actitudes sociales. Al igual que otras formas de discriminación el viejismo involucra procesos psicosociales por los cuales los atributos personales son ignorados y los individuos son etiquetados de acuerdo con estereotipos negativos basados en la afiliación grupal. En la sociedad Americana los viejos son etiquetados como rígidos, fisicamente no atractivos, seniles, improductivos, enfermos, caprichosos, empobrecidos y sin sexualidad. La investigación gerontológica muestra que estos estereotipos son espurios, que están basados en mitos y que contradicen los hechos empíricos. La persistencia del viejismo es atribuída a sus raices en valores básicos tales como la glorificación de la juventud, el individualismo, la competencia económica y a la reducción de la consideración humana solamente en términos de utilidad económica. Estos

valores crean un entorno cultural en el cual las desventajas del envejecimiento son enfatizadas, sus beneficios son ignorados y los individuos viejos son culpados por problemas que ellos no han creado (por ejemplo, son desempleados a causa de la discriminación laboral). Para mitigar el viejismo se necesitará una amplia critica social y cultural que vaya más allá de los límites de la gerontología tradicional con sus fundamentos teóricos basados en el positivismo y en el funcionalismo, perspectivas estas que son incapaces de sostener un análisis riguroso de tópicos muy sobrecargados como es el viejismo.

I. EMERGENCIA HISTORICA DEL VIEJISMO. a. Industrialización y organización social. La literatura multidisciplinaria sobre envejecimiento explica la emergencia del viejismo en gran medida con los cambios en la organización social que resultaron de la industrialización y en el crecimiento de la economía de mercado. Durante el siglo XIX los avances en la tecnología, en la salud pública y en la medicina redujeron la mortalidad infantil e incrementaron la expectativa de vida en los EEUU. Mientras tanto, los patrones en los cambios sociales resultantes de la industrialización llevaron a una declinación en los índices de natalidad. Junto a las restricciones a la inmigración que se produjeron a principios de siglo estos cambios alteraron la composición de toda la población Americana. Desde 1900 la proporción de viejos ha crecido dramaticamente llevando a la emergencia, historicamente sin precedentes, de un grupo demográfico: los viejos. Este desarrollo ha creado nuevas demandas a la sociedad y al gobierno y obligado a redefinir el significado de la vejez en América. Según algunos autores, la industrialización ha sido el factor más crucial en la emergencia histórica del viejismo. El estatus social de los viejos estaba basado en la organización de instituciones tales como la familia, la economía y el sistema político. En las sociedades agricolas preindustriales los viejos ocupaban, típicamente, posiciones de alto status social debido a su control sobre recursos cruciales tales como información, tierras, autoridad familiar y política. La industrialización alteró fundamentalmente la organización de estas instituciones sociales y con ello la posición social de los viejos. La ventaja histórica que estos tenían por sus muchos años de experiencia en su trabajo se perdió debido a que los métodos de producción se industrializaron y para operar las maquinarias se necesitaba más entrenamiento y menos destreza. La mayor experiencia de los viejos fué rapidamente en disminución en un mundo caracterizado por rápidos cambios sociales y tecnológicos. Las personas viejas se encontraron con que sus habilidades ya no eran buscadas y se vieron enfrentados con la discriminación en el mercado laboral. Los viejos que querian mantener su lugar de trabajo, o buscar uno nuevo, se encontraron sorpresivamente con que tenian que competir directamente con los jóvenes, que eran considerados por los industriales como mejor condicionados para realizar trabajos repetitivos que no requerian habilidades especiales, cosa típica de la producción fabril.

En la naciente sociedad de mercado burguesa de fines del siglo XIX y comienzos del XX, los viejos perdieron sus roles económicos tradicionales y por lo tanto las bases materiales para su devaluación social y cultural fueron hechadas. Las competencias en el mercado de trabajo entre jóvenes y viejos crearon los conflictos generacionales que contribuyeron a -y que al mismo tiempo fueron promovidos por- estereotipos viejistas y discriminaciones. La competición laboral entre viejos y jóvenes creó la necesidad de una regulación legislativa de los derechos de empleo basados en la edad, reformas que inevitablemente favorecieron a los jóvenes a expensas de los viejos. b. Factores culturales, ideológicos y psicosociales. n cambio en las actitudes sociales contribuyó al crecimiento histórico del viejismo. Los historiadores sociales argumentan que las actitudes negativas hacia los viejos se difundieron a mediados del siglo XIX y que para fines de esa centuria la caracterización cultural de los viejos cambió de favorable a desfavorable. La extensión de las actitudes viejistas coincide con la rápida expansión industrial y económica y favoreció a los intereses de los dueños de los negocios interesados en tener una fuerza de trabajo maleable constituida por trabajadores jóvenes mal pagos. Algunos investigadores sostienen que la emergencia de actitudes viejistas fué de naturaleza ideológica para legitimizar la discriminación en el mercado laboral. En un sentido amplio, las actitudes viejistas sirven al propósito ideológico del avance de los grupos dominantes para devaluar los méritos de los viejos y disminuir la legitimidad de sus demandas políticas e intereses sociales. La expansión de las actitudes negativas hacia la vejez tiene componentes tanto culturales como ideológicos. Las actitudes viejistas están asentadas en profundas creencias y patrones culturales tales como la glorificación de la juventud, la conceptualización del individuo como un sujeto libremente autónomo, el ideal de una libre competición económica y la reducción del valor humano a cálculos económicos. Estos valors culturales están implícitos en expresiones comunes tales como “hacelo o callate” (“put up or shut up), ”no te metás en lo que no te da el cuero” (“if you can’t stand the heat get out of the kitchen”) y “solo sobreviven los fuertes” (“only the strnog survive”). Estos patrones y creencias penalizan a los viejos y favorecen la percepción reduccionista de los problemas sociales relacionados con la edad. Por ejemplo, la tendencia es a ver los problemas experimentados por los viejos como “problemas individuales” y a ignorar sus bases en las estructuras históricas, culturales y sociales. La tendencia a culpabilizar a la víctima es un componente importante del viejismo y en otros tipos de discriminación. Si un viejo no es feliz con una nueva situación en la que vive, el estereotipo cultural lleva a atribuir esta infelicidad del viejo a su terquedad o rigidez. Esto ocurre a pesar del hecho que la infelicidad puede estar perfectamente justificada bajo ciertas circunstancias. Si un viejo está aburrido, el estereotipo dictaminará que es un problema personal del viejo porque, después de todo, los viejos no son creativos y son perezosos. A pesar de que las causas están

enraizadas en condiciones sociales, culturales, históricas o económicas, la tendencia es a hacer al viejo personalmente responsable por sus problemas. Esta tendencia está relacionada con la dificultad general que muchos de nosotros tenemos para entender a la gente y a sus circunstancias en términos de los amplios contextos que los estructuran. La raiz cultural de la tendencia a culpar a la víctima está relacionada con un componente clave del viejismo: la estereotipía. La estereotipía es un componente psicológico social por el cual atributos negativos, que de hecho existen en un pequeño porcentaje de o l s miembros de un grupo, son generalizados y usados para categorizar a todos sus miembros. Por ejemplo, el hecho que un pequeño porcentaje de viejos sea fragil y dependiente es tomado como un atributo general del volverse viejo. A pesar que los hechos muestran que la mayoria de los viejos no son frágiles, la “fragilidad” se convierte en una característica que define el hecho de volverse viejo. Las características personales de los individuos viejos son ignoradas y los viejos son etiquetados de acuerdo a este estereotipo negativo basado en su afiliación grupal. La estereotipía es discriminatoria porque niega el sentido del sí mismo y devalúa la singularidad ontológica del individuo. La estereotipía provee además la racionalización psicosocial para otros tipos de discriminación, tales como la evitación interpersonal y la discriminación laboral. Cuando los individuos viejos experimentan problemas tales como la pérdida de un trabajo o una enfermedad son individualmente culpabilizados por estos problemas. También aquí el proceso culpabilizador está relacionado con la estereotipía y con la negación de las características individuales. La situación social de los viejos es, entonces, paradojal. Las cualidades individuales de los viejos son ignoradas al ser colocados todos juntos bajo una categoría derogatoria general en tanto que, por otro lado, son culpabilizados por el hecho de estar afectados por problemas que ellos no han creado. Los problemas de las actitudes negativas y la estereotipía son exacerbados por el poder de los medios de comunicación electrónicos. Los viejos están escasamente representados en televisión, radio y producciones cinematográficas y raramente aparecen en avisos comerciales. Cuando aparecen en programas de televisión su caracterización es generalmente negativa. Ironicamente, mirar la televisión es la actividad placentera que más tiempo insume entre los viejos en los EEUU, haciendo de ellos el más alto nivel de consumidores de imágenes que los devalúan a través de su exclusión o caracterizació n negativa. II. DISLOCACION SOCIAL a. Pérdida de status social. La descripción anterior sobre la emergencia histórica del viejismo, generalmente referida como “la teoría del viejismo y la modernización”, ilustra como los cambios en la organización social, combinada con la propagación cultural e ideológica de las actitudes negativas, crean un nuevo mundo desafiante para los viejos.

Volverse viejo en el mundo moderno está caracterizado por una mayor cantidad (incremento en la expectativa de vida) y una menor calidad (devaluación social y discriminación). La modernización resulta en una dislocación social de los viejos: un proceso en el cual los roles tradicionales se pierden y su status social decrece como resultado de cambios fundamentales en la organización de las instituciones sociales. Por ejemplo, la modernización alteró la estructura de la familia Americana y la posición de los viejos dentro de ella. La importancia económica de la familia declinó como resultado de que la base económica de la producción agrícola pasó a la producción industrial. Se redujo el tamaño de la familia, aumentó la movilidad y la tendencia para que los viejos vivan en residencias distantes a las de los hijos. De esa manera se redujeron las oportunidades para el contacto intergeneracional y el compromiso se redujo o tuvo que ser reformulado de una manera distinta a la cual los viejos estaban acostumbrados y de la cual tradicionalmente obtenían beneficios. En un sentido amplio podemos decir que el status social de los viejos fué socavado en la medida en que perdieron su tradicional control sobre la autoridad, la información y los bienes materiales. El proceso general de modernización ha alterado fundamentalmente la posición de los viejos en la sociedad. La dislocación social restringe la participación de los viejos en el manejo de la actividad social al redefinir sus roles sociales y económicos. Esto ocurre a través de la discriminación laboral y de la segregación por edad en las relaciones sociales. Al decrecer el acceso a las fuentes de trabajo esto les niega a los viejos el rol de trabajador y, por consiguiente, los merecidos ingresos, beneficios personales, sociales y económicos de tales roles. La segregación por edad y la amplia evitación del contacto con los viejos también los restringe en su participación social. El ejemplo mas obvio de esto es la organización del alojamiento basado en la edad. Los viejos son alentados a vivir entre ellos en lugares congregados o institucionalizados, físicamente separados de sus vecinos y comunidades. A pesar que en algunos aspectos esto puede incrementar la interacción entre ellos, por otro lado los aisla de la comunidad general y les restringe el contacto intergeneracional y la participación social. Las relaciones intergeneracionales se restringen progresivamente a relaciones de mercado o solamente a las formales que surgen con los proveedores de servicios sociales. Al declinar las oportunidades para los contactos intergeneracionales informales esto resulta en una marginalización de los viejos que quedan situados en la periferia del manejo de las actividades sociales. También los jóvenes van incrementando su socialización sin tener los beneficios de una sustantiva relación intergeneracional. Los jóvenes tienen así poca oportunidad de experimentar el contacto con los viejos y cuando lo hacen, este estará teñido y orientado en términos de los estereotipos internalizados a lo largo de su socialización en una sociedad viejista. La dislocación social tiene importantes implicaciones para los viejos en el nivel psicosocial. Debido a que los individuos de todas las edades se entienden a sí mismos especialmente en términos de su compromiso y relaciones sociales con los otros, el trabajo y la actividad social son elementos claves para sostener el bienestar psicosocial. La pérdida de estos roles restringe el acceso a experiencias

sociales de autoafirmación y amenazan la autoestima. La organización viejista de la sociedad simplemente confirma, a través de su experiencia, el mensaje cultural de que los viejos son inútiles, molestos y onerosos. No resulta extraño entonces que los viejos se perciban a sí mismos en términos de estos estereotipos culturales negativos que penetran a toda la sociedad. Esto es un aspecto especialmente perturbador del viejismo porque significa que los mismos viejos contribuyen a su propia devaluación. La dislocación social disminuye el status social, amenaza la autoestima y coloca a los viejos en riesgo de una gran variedad de problemas en su salud, tanto física como psicosocial. b. La teoría de la subcultura del grupo minoritario. La dislocación social de los viejos a llevado a algunos investigadores a argumentar que los viejos viven en una subcultura distinta a la sociedad principal. Este argumento está basado en el hecho parcial de que los viejos viven en lugares congregados tendientes a sostener valores, intereses y patrones de conducta propios y distintos a los de la cultura popular. Un desarrollo teórico relacionado con esto conceptualiza a la vejez como un grupo minoritario. Sin embargo, muchos gerontólogos han debatido si es teoricamente válido conceptualizar la existencia de los viejos en términos de una subcultura. La teoria del grupo minoritario argumenta que los viejos comparten una experiencia común de victimización social a través de la discriminación interpersonal e institucional. Esta posición es consistente con la conceptualización inicial de Butler en la cual explicitaba el paralelismo entre la discriminación basada en la edad con otras formas de discriminación tales como el racismo y el sexismo. Sin embargo, la teoría del grupo minoritario es inconsistente por el hecho que, más allá de la variable edad, los viejos conforman un grupo social extremadamente heterogeneo constituído por personas de diferentes razas, grupos étnicos, estratos socioeconómicos, religiones y partidos políticos. Independientemente de si la vejez constituye un grupo minoritario o una subcultura, está claro que la gente de edad avanzada comparte algunas únicas y dificultosas condiciones en la sociedad moderna. Además de tener que manejarse con procesos naturales (muerte del cónyuge, creciente riesgo de enfermedades), los viejos deben enfrentarse con la discriminación en casi todos los aspectos de la sociedad. Estas dificultades se agigantan cuando tomamos en cuenta otros aspectos como raza, clase social o género. Los profesionales y los propios miembros de la cadena envejeciente han creado e implementado un extenso número de servicios sociales de soporte diseñados para asegurar un vivir socialmente standar a los viejos. Sin embargo, existen obstáculos para la plena utilización de esos servicios y la investigación empírica muestra que la penetración del viejismo facilita esta dificultad.

III. VIEJISMO Y GERONTOLOGIA a. El viejismo y el desarrollo de la gerontología. Hoy en día, el viejismo es un tópico gerontológico importante. Sin embargo, esto no fué siempre el caso. A pesar que el viejismo mostró su penetración cultural alrededor de 1900 (y algunos historiadores sociales señalan que fué mucho antes), la investigación gerontológica durante la primera mitad del siglo XX se centró primariamente en la senescencia y en los temas sociales y económicos que acarreaba el envejecimiento de la población. La literatura gerontológica durante este período estuvo concernida y dominada por el “problema del envejecimiento”. El envejecimiento fué considerado un problema social no porque los viejos fueran discriminados, sino porque la población vieja aparecía demandando crecientemente a la sociedad y a los gobiernos por cosas tales como el cuidado de la salud, alojamiento y otros servicios sociales, además de una competencia intergeneracional en el campo laboral. En suma, la población vieja era un problema porque demandaba recursos y la provisión de servicios en un amplio espectro de la sociedad, algunos de ellos indeseables para aquellos que estaban en condiciones de controlar el poder. En lugar de ver la emergencia sin precedentes de la población vieja como un hecho histórico sin retorno pero con posibilidades, los gerontólogos insistieron en conceptualizarlo como un problema social. Tal vez esto pueda ser explicado por el hecho que en la época en que se fundó la gerontología (aproximadamente en 1903), su desarrollo siguió un curso conservador que estaba dentro de los límites que imponía la cultura dominante. Al igual que otras ciencias sociales noveles, la gerontología se percibió a sí misma como una ciencia positiva modelada dentro de la metodología de la biomedicina con lo cual buscaba credibilidad y soporte material. El modelo biomédico de la gerontología le daba prioridad a lo empírico y metodológico de la práctica, desconsiderando la conceptualización en la investigación de problemas a lo largo de la linea filosófica. Esto retardó el desarrollo teórico de la disciplina postergando sistematicamente el estudio de topicos y cuestiones concernientes al “significado” del envejecimiento. El grado limitado del desarrollo teórico se debió a la adscripción a la teoría social funcionalista, una perspectiva teórica conservadora derivada, en sí misma, de las ciencias biológicas. La teoría funcionalista conceptualiza a la sociedad como un organismo consistente en una dependencia institucional mutua. La aparición de la poblacion vieja fué conceptualizada entonces por los gerontólogos en términos de su efecto sobre las instituciones existentes. Por consiguiente, el “problema de la vejez” no fué conceptualizado desde la perspectiva del viejo sino desde el punto de vista de los estamentos gubernamentales y otros grupos sociales dominantes. Sin la capacidad teórica para conceptualizar los problemas de la vejez desde la perspectiva de los viejos, el problema social del viejismo no pudo ser descubierto. Por lo tanto no es sorprendente que los gerontólogos tardaran más de 60 años para conceptualizar explicitamente el problema del viejismo y tratarlo como un legítimo topico de investigación.

b. Las teorias del desapego y de la actividad. A pesar que la dislocación social no fué explicitamente conceptualizada como una forma de discriminación hasta fines de los ‘60, existieron anteriormente algunos intentos para darle sentido a este fenómeno. En esta linea, el esfuerzo más ambicioso fue el desarollo de la teoría del desapego. Introducida en 1961, la teoría del desapego conceptualizaba la dislocación social como un proceso natural y positivamente funcional. La dislocación social o desapego de los viejos de sus instituciones y roles sociales fué explicado como un proceso de beneficios mutuos y que estaba arraigado en la declinación biológica y psicológica. De acuerdo a esta teoría el desapego beneficiaría a los viejos al relevarlos de las estresantes demandas de tener que cumplir con sus roles laborales y sociales, roles que, debido a la declinación biológica de los viejos se les hacían dificultosos. El beneficio primordial del desapego, arguía la teoría, era que así se creaban oportunidades sociales y económicas para los jóvenes y se podían llenar las posiciones sociales con los individuos más capaces y de mejor rendimiento. La teoría del desapego estimuló un amplio y profundo debate en la gerontología, especialmente en los temas en el cual el desapego era visto (a) como el resultado natural de procesos innatos y (b) que servía a una función social positiva. Alineada en el campo teórico del funcionalismo, el desapego conceptualizaba a la dislocación social desde la perspectiva de las instituciones sociales dominantes y utilizaba argumentos escencialmente biológicos para justificar sus demandas. Estos y otros puntos de la teoría del desapego fueron blanco de numerosas críticas y su antítesis, la teoría de la actividad fué impulsada. Esta teoría argumentaba que los límites a la actividad impuestos por la biología eran mínimos en la mayoria de los viejos hasta el período que precedía inmediatamente a la muerte. Cuando el desapego es evidente, este es explicado ampliamente en términos de los obstáculos socialmente creados a los roles y a la actividad social. La principal diferencia entre las dos teorias es que la teoría de la actividad se aparta del funcionalismo al considerar los factores sociales, históricos y culturales que estructuran y limitan el apego social de los viejos. En suma, la teoría de la actividad confronta la explicación naturalista y biologicista del desapego con una explicación sociocultural. De cualquier manera, la teoría de la actividad implícitamente define el valor humano en términos de valores culturales establecidos, específicamente la actividad y la productividad. Al igual que la teoría del desapego fracasa al no explorar el significado filosófico del valor humano y el hecho que los viejos, independientemente de su nivel de actividad, merecen un lugar dentro del manejo cultural. Dada la tradición positivista y funcionalista de la gerontología, no debe sorprendernos que el primer intento para comprender y dar sentido a la dislocación social de los viejos haya sido conceptualizada como un proceso natural basado en inherentes e inevitables condiciones biológicas y psicológicas. El positivismo presupone una historia cerrada donde implicitamente el orden social existente, el “esto es así”, es la forma correcta y natural de la organización social. Desde esta perspectiva, la dislocación social de los viejos, una realidad social y

cultural, no puede ser conceptualizada de otra fo rma más que como el resultado de procesos naturales. Los hechos empíricos muestran que la aceptación por parte de ciertos viejos de su pérdida de roles fué interpretado por algunos teóricos como dentro de los beneficios del desapego. Esta interpretación ignora el hecho que esos eran los sentimientos de los viejos que estaban desapegados dentro de una sociedad viejista. Considerado de esta manera, el contento o la satisfacción vital expresados por los viejos debe interpretarse como el producto del hecho que es menos estresante conformarse con el orden social dominante que enfrentarlo activamente. La identificación del viejismo como un problema social requirió un cambio teórico básico dentro de la gerontología especificamente el conocimiento de que el viejismo era un tópico gerontológico que requería la necesidad de conceptualizar el problema de la vejez desde la persepectiva de aquellos que son viejos. Esto presuponía trascender las teorias del funcionalismo y hacer un cambio hacia teorias humanas capaces de soportar el estudio empírico para explicitar topicos de valor muy fuerte. No es sorprendente que el estudio del viejismo se convirtiera en un tópico explicitamente gerontológico solamente después que las ciencias sociales en la sociedad Americana experimentaran una revuelta contra el paradigma funcionalista. Fué importante para el estudio del viejismo la introdución del concepto por Butler que legitimó el estudio conceptual y empírico del significado del envejecimiento tal como era percibido por los mismos viejos. La conceptualización de Butler del viejismo tiene importancia para los gerontólogos, tanto simbólica como práctica, porque señala un cambio en la conceptualización del problema del envejecimiento desde la perspectiva de los investigadores en cuestiones políticas hacia la perspectiva de la gente que encuentra al viejismo como una base rutinaria en sus actividades diarias. c. Conceptualizando al viejismo Al igual que muchos otros tópicos gerontológicos, el estudio del viejismo es multidisciplinario y su conceptualización y sus investigaciones empíricas difieren de acuerdo con la orientación del investigador. Los psicólogos, por ejemplo, enfatizan el componente actitudinal en el viejismo en tanto que los sociologos tienden a centrar el foco en la importancia de la dislocación social. Sin embargo, mas allá de la orientación disciplinaria, el estudio del viejismo está anclado en la cultura y por lo tanto está implícitamente influenciado por factores culturales. Esto dede ser tenido en cuenta cuando se diseñan proyectos o se interpretan los hallazgos de las investigaciones. El investigador que piensa que las influencias culturales pueden ser trascendidas por la metodología está equivocado. El estudio del viejismo se ha visto trabado por el amplio reconocimiento por parte de los gerontòlogos de sus propias falencias teóricas. Esta debilidad es especialmente problemática en el caso del viejismo porque este es un fenómeno complejo con dimensiones históricas, culturales, sociales, psicológicas e ideológicas. Desde que Butler proveyó la definición conceptual del viejismo, poco se ha hecho para correlacionar estas distintas dimensiones o para desarrollar una

teoría general del viejismo. Esto ha resultado en la producción de muchos esfuerzos investigativos que, a pesar de su solidez metodològica han contribuído muy poco a nuestro entendimiento del viejismo o a su mejoramiento en la práctica. El estudio empírico del viejismo ha sido dominado por la investigación psicológica enfocándolo, en primer lugar, sobre la descripción, la documentación y el análisis de las actitudes negativas. Estos estudios evidenciaron que a) las actitudes negativas hacia los viejos estaban ampliamente diseminadas; b) los viejos frecuentemente se veían a si mismos de una manera negativa y muchos tenian actitudes negativas hacia los jóvenes y c) en algunos casos proveian a los jóvenes de conocimientos fácticos que les podría cambiar su visión sobre los viejos. El significado de este tipo de investigación era que podía proveer las bases para el desarrollo de una actitud antiviejista que sirviera para aplicarla a proyectos o intervenciones fácticas. Estos tipos de programas buscaban combatir el viejismo a través de la concientización para el cambio de actitudes. Sin embargo, la conceptuali zación del viejismo como un problema actitudinal limitaba severamente el impacto potencial de tales programas porque reducía un fenómeno complejo a solo una de sus muchas dimensiones. El hecho que tales actitudes comprendieran solo una de las dimensiones del viejismo sugiere que la estrategia para manejar las actitides prometía poco para mejorar el viejismo. En contraste con esto apareció un número creciente de programas intergeneracionales, buscando un beneficio mutuo en el contacto experiencial entre los viejos y los no-viejos para tratar de involucrarlos directamente. Estos programas no solamente servirían para combatir las actitudes negativas sino para recolocar a los viejos en roles sociales significativos. Estos programas subrayaban además el problema de la dislocación social también como un estereotipo negativo. Esto proveía tambien a los más jóvenes la posibilidad de una rara experiencia de contacto intergeneracional que los ayudaría a desarrollar su conocimiento sobre el envejecimiento y para practicar la interacción con los viejos. El reduccionismo conceptual -el énfasis en un concepto con la exclusión de otrosno solo limita la efectividad potencial de la aplicación de programas antiviejistas sino que también ayuda a desconsiderar y a no comprend er otros hallazgos básicos de la investigación. Un ejemplo de esto puede ser encontrado en la literatura sobre intregación por edad, la cual describe como la dislocación social puede ser corregida por la organización de comunidades homogeneas de viejos. Los investigadores mostraban que los viejos que vivian en comunidades o en edificios de departamentos con grandes concentraciones de viejos eran las que mostraban más altos niveles de satisfacción vital. Los gerontólogos atribuian esto al hecho que el vivir en un contexto constituido por personas con experiencias de vida similares brindaba un sentimiento de comunidad, soporte y aceptación social que los viejos generalmente no encontraban en la sociedad. Dependiendo del tipo de situación, los viejos podian tener un mayor acceso a actividades recreativas o sociales, nuevas oportunidades para relacionarse con otros y acceso a nuevos

roles sociales. La alta satisfacción vital atribuída al vivir en congregaciones por edad es relacionada con la integración social que esto procura. Sin embargo, la interpretación de esta investigación puede difereir según sea el significado en el cual sea conceptualizado el viejismo. Desde una perspectiva funcionalista, la lógica de la integración social a través de la segregación del conjunto de la sociedad parece como conceptualmente sólida. Es cierto también que la medida empírica del grado de satisfacción entre los viejos es citada como evidencia para esta estrategia de viabilidad. Sin embargo, desde una perspectiva humanística e l alto grado de satisfacción vital de estos viejos debe ser interpretada como un subproducto del viejismo. Por ejemplo, muchos estudiantes afroamericanos prefieren concurrir a colegios y universidades tradicionalmente para negros porque la homogeneidad que reina en dichas instituciones les permite funcionar más relajadamente entre ellos, sin tener que estar atentos a si está n haciendo cosas que podrian ser vistas como inapropiadas por la cultura dominante. Tal vez los viejos que residen en comunidades congregadas esten expresando sentimientos similares. El vivir entre ellos no los expone a la conducta viejista de los otros que los hace sentir devaluados y que amenaza a su autoestima. La creación de comunidades homogéneas de viejos es una estrategia que evita el profundo problema social del viejismo a través de la aplicación de una definición conceptual reduccionista del sentido de la integración. Tal vez sea más adecuado describir el sentido conceptual de la integración como es aplicado en algunos casos como un proceso de intragración (intragración, en el original inglés. N.de T.), porque se refiere a la interacción y a las relaciones sociales dentro de un único grupo (los viejos) y no a la construcción de relaciones entre miembros de grupos diferentes. Esta visión puede reforzar el viejismo al confirmar en la práctica el estereotipo que señala a los viejos como diferentes y que no participan del conjunto social. Al igual que la teoría del desapego, la “integración a través de la segregación” como una estrategia para manejarse con la dislocación social, implícitamente asume que esta es un hecho natural que requiere respuestas adaptativas de los viejos. En el caso de la teoría del desapego, se supone que los viejos se adaptan aceptando nuevos roles de menor va lor social. En el caso de la integración a través de la segregación se espera que los viejos creen subcomunidades en las cuales disfruten de una existencia con “significado social” diferente, pero igual al de la sociedad dominante. Lo que subyace a estos dos ejemplos es la defectuosa asunción funcionalista de que el viejismo es un hecho natural y necesario más allá del hecho de su construcción histórica, cultural y social. ¿Preferirian los viejos vivir segregados del conjunto de la sociedad si el entorno cultural no fuera viejista? La integración a través de la segregación implicitamente acepta que el viejismo es un hecho social al cual los viejos deben adaptarse. A pesar de la condición general de reduccionismo conceptual que existe en el estudio del viejismo existen ejemplos de investigaciones teoricas comprensivas.

Entre ellas las de Gerald Gruman son, tal vez, las más instructivas dentro de las cuales se distingue su énfasis en los factores culturales, los detalles históricos y su rigor teórico. También son buenos ejemplos de investigaciones no-reduccionistas el antropo-gerontológico Number Our Days de Bárbara Myerhoff y el de Edmund Sherman Reminiscence and the Self in Old Age. Estos trabajos conceptualizan el envejecimiento desde la perspectiva experiencial de los viejos mismos.

IV. CONSIDERACIONES TEORICAS a. Personhood 1 y la dimensión antropológica del viejismo. El estudio gerontológico del viejismo es fuerte desde el punto de vista del análisis empírico de las fuerzas de macronivel pero debil en los análisis teóricos y empíricos del fenómeno interpersonal de micronivel. Es muy poco lo que se sabe sobre el significado del envejecimiento y del viejismo y esto contribuye a un reduccionismo en los niveles conceptuales y de análisis aplicado. Desarrollar un conocimiento teórico del significado del envejecimiento alentará a la conceptualización del viejismo de una manera que refleje el interés y las experiencias de los viejos, aclarando el camino para el diseño de intervenciones que apunten directamente hacia aquellos que están personalmente concernidos. Desde que Butler introdujo el concepto de viejismo, las investigaciones han reflejado un incremento de interes hacia los viejos. Sin embargo estos intereses frecuentemente se hacen visibles solo en el nivel general del diseño de investigaciones pero no en el nivel conceptual. El resultado es la producción de intervenciones bien intencionadas pero que tienen la marca del reduccionismo conceptual. Este es precisamente el problema con el enfoque actitudina l del viejismo. Un importante paso teórico hacia un avance en el estudio del viejismo es la reconceptualización del fenómeno en términos de las experiencias y de los conocimientos de aquellos que se encuentran envejeciendo como un factor definido en sus vi das. En palabras de Betty Friedan, debemos pasar de la mistica de la vejez al estudio de la personhood de la vejez. De una manera similar a su análisis sobre The Feminine Mystique, Friedan argumenta que la realidad del envejecimiento está distorsionada por las imágenes internalizadas que tenemos sobre él. Igual que las típicas mujeres de varias décadas atrás, los viejos de hoy en dia viven en una cultura que define la realidad de su condición de una manera que contrasta con su actual experiencia de vida. Se suponia que la mujer de 1950 debia estar contenta sirviendo a otros como esposa, madre o ama de casa. Cuando comenzó a experimentar una falta de sentido en su vida, lo que fue 1

Ha sido imposible encontrar, hasta el momento, y pese a todos los esfuerzos realizados, una palabra castellana para traducir el término personhood, razón por la cual hemos decidido dejarla en su idioma original y remitiéndonos a la definición conceptual que aparece en el texto. De cualquier manera, y como algo a discutir, estamos pensando en el neologismo personidad

. puesto en cuestión fue su falta de bienestar psicológico más que la legitimidad de los estereotipos genéricos. Sin embargo, cuando las mujeres comenzaron a aceptar la validez de los sentimientos que experimentaban a pesar de las divergencias con los estereotipos culturales, ellas fueron capaces de ver a los estereotipos como mistificadores y distorsivos -como una mística. Los viejos deben lidiar contra estereotipos culturales que no solo los devaluan socialmente sino que, además, les enseñan a como devaluarse ellos mismos. La auto-devaluación de los viejos es frecuentemente observada en las situaciones de campo que implican contacto directo. Muchos viejos tienden a hacer comentarios autodespreciativos, como “¿Para que quiere entrevistarme? mi vida no es nada importante” o “Yo soy viejo, no tengo nada importante para decir”. Esta gente solo repite estereotipos culturales viejistas, reforzados por los medios de comunicación masivos y confirmados en sus experiencias interpersonales. Personhood se refiere a la realidad experiencial de la condición de ser viejo dentro de la existencia cotidiana. El estudio de la personhood le da palabras a la experiencia de los viejos, proveyendo las bases para el desarrollo de un entendimiento cultural no -viejista para el envejecimiento y el viejismo, y que vaya más allá de las actitudes mistificadoras y distorsivas que confunden al envejeciente y al cuerpo social. El viejismo es único en el sentido que a diferencia de otros tipos de discriminaciónes (por ej. racismo o sexismo), la discriminación por edad es perpetrada y propagada por personas que algún dia llegaran a ser viejas. La participación de la gente en el viejismo contribuye, por lo tanto, a su propia y eventual victimización. Esto habla del hecho que ni los jóvenes ni los adultos tienen conciencia ni de su envejecimiento ni de su conducta viejista. Mucho se ha escrito sobre el desarrollo por etapas, tanto biológicas como psicológicas de la experiencia del envejecimiento, pero poco se ha entendido sobre su sentido existencial. La negación y el temor al envejecimiento ha sido observado por un gran número de gerontólogos, pero se ha puesto poco esfuerzo para explorar las cuestiones filosóficas que tiene este fenómeno. Desarrollar el conocimiento teórico del significado del envejecimiento es una precondición para el avance del estudio teóri co y empírico de este y otros fenómenos directamente relacionados con el viejismo. Nuestra falta de conocimiento cultural en relación al sentido del envejecimiento puede ser ligado con el conocimiento antropológico del “otro”. Al igual que los antropólogos, nuestro conocimiento del “otro” (en este caso el viejo) está preestructurado por nuestra situación cultural (en este caso, el viejismo). El conocimiento del “otro” creció en la medida que los antropólogos incrementaron su interés hacia el mundo cultural de los “otros” a través de experiencias compartidas.

El conocimiento se consigue a través de la participación en prácticas comunes que presuponen significados culturales que encajen. El conocimiento alcanzado por los antropólogos a través de la experiencia compartida es, entonces, un conocimiento práctico. Lejos de arguir que los viejos existen en una subcultura, sin embargo es cierto que la situación cultural junto a los no-viejos, especialmente los jóvenes, es para ellos única. El mundo de las prácticas y significados en los cuales los viejos fueron socializados ya no existe más. Un mundo de diferencias separa entonces a los jóvenes de los viejos en el sentido de que ambos fueron socializados de manera diferente en relación con los significados históricos, normas sociales y costumbres prácticas. Los viejos son acusados de no estar “a tono con los tiempos” y, por lo tanto, en muchos casos prefieren “un mundo fuera del tiempo” al presente. Pocos se dan cuenta que los cambios con el tiempo presuponen un proceso de autorechazo que consiste en una desacreditación de las prácticas y significados que han ido formando al self durante la socialización, un proceso no facilmente digerible. En las sociedades premodernas la cultura y las normas sociales cambiaban en forma extemadamente lenta. Consecuentemente, había poca diferencia, si la había, entre la socialización de los viejos y la de los jóvenes que ocurría decadas más tarde. En las sociedades modernas los cambios rápidos constituyen el caso opuesto. Los viejos y los jóvenes son socializados dramáticamente dentro de realidades sociales diferentes. Los viejos son entonces victimizados por los rápidos cambios sociales en el sentido que su status social es, en muchos aspectos, de una cultura extraña. Esto significa que en las sociedades modernas (o postmodernas, si se prefiere), entender a los viejos se ha convertido escencialmente en una meta antropológica. Para superar el viejismo se requiere, en gran parte, el cultivar la habilidad antropológica de entender a los viejos en términos de las condiciones ontológicas de su existencia, tanto pasada como presente. El desarrollo de tales habilidades presupone relaciones intergeneracionales que envuelvan prácticas compartidas y la creación sistemática de lugares y contextos que permitan tales relaciones. Además de la importancia de la personhood y de la meta antropológica de comprender a los viejos, los investigadores están tomando en cuenta los componentes ideológicos del viejismo. La ideología es una acción orientada dentro del sistema que promueve la organización de instituciones de manera tal para favorecer los intereses de grupos sociales particulares. A pesar que la discriminación por edad es frecuentemente inintencional, la discriminación deliberada puede ocurrir y cuando esto sucede se ve que sirve para el avance de los intereses de los grupos más jovenes para devaluar los intereses y las demandas de los viejos. Por ejemplo, los historiadores sociales han mostrado que el vejismo es particularmente agudo durante los períodos de dificultad económica o de intensa competencia. La promoción del conocimiento a través de la creación de instituciones intergeneracionales puede tropezar con fuerzas ideológicas interesadas en el mantenimiento del statu cuo.

Finalmente, el viejismo también puede ser entendido como un tema moral. De esta manera, la introducción del concepto por parte de Butler tanto como el intento de muchos gerontólogos para mejorar el viejismo, puede ser visto como un intento humanista para tratar de aliviar un fenómeno social moralmente repugnante. La concepción humanista del viejismo argumenta que el status social y la calidad de vida de los viejos no debe ser devaluada como resultado de los nuevos desarrollos económicos, sociales o tecnológicos. Los viejos deben ser considerados como seres humanos dignos y merecedores de respeto y aceptación social. Un creciente número de gerontólogos argumenta que se requieren conocimientos filosóficos y teóricos más rigurosos para avanzar en los estudios empíricos y para un mejoramiento cultural. Para desarrollar tal conocimiento se requiere la asistencia de los reales expertos en viejismo: los viejos que lo experimentan diariamente en sus propias vidas. Esta es la carga que la gerontología tiene sobre sí: desarrollar estrategias metodológicas y teóricas para penetrar dentro de este auténtico conocimiento experiencial y vivencial directo. Para poder compartir las experiencias personales de los viejos, los jóvenes deberán comenzar a entender el significado del envejecimiento y del viejismo. Sin tal conocimiento existen pocas esperanzas para avanzar en el estudio del viejismo o de mejorarlo a través de intervenciones aplicadas.

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