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Lección 3 para el 16 de abril de 2016
«Viendo la multitud, subió al monte; y sentándose, vinieron a él sus discípulos. Y abriendo su boca les enseñaba» (Mateo 5:1-2)
En el sermón del monte, Jesús expresó cómo deben ser y vivir los ciudadanos del Reino. Por ejemplo, las bienaventuranzas describen cómo es el ciudadano ideal: es manso y misericordioso, pobre de espíritu y puro de corazón, se conduele y tiene sed de justicia, es un pacificador y, a veces, perseguido. En otras partes del sermón encontramos como vive el ciudadano del Reino: no se angustia, no juzga, busca y llama, camina por la senda angosta, lleva frutos y edifica sobre la roca.
«No penséis que yo he venido a poner fin a la ley de Moisés y a las enseñanzas de los profetas. No he venido a ponerles fin, sino a darles su verdadero sentido» (Mateo 5:17 DHHe)
¿Estaba anulando o reemplazando Jesús los Diez Mandamientos cuando enseñó «oísteis que fue dicho … pero yo os digo» (Mateo 5:21-47)? Al contrario, los hacía más difíciles de guardar si cabe. Enseñaba que no es necesario cometer el acto físico de matar, adulterar o vengarse para transgredir los Mandamientos. Los pensamientos y las intenciones son tan pecaminosos como los mismos actos. ¿Estaba enseñando Jesús que la salvación se alcanza por guardar estrictamente los Mandamientos? Debemos recordar que el tema que Jesús enseñó en el sermón del monte no es la salvación, sino la forma en que el cristiano ha de vivir. La salvación siempre fue por gracia.
«Porque os digo que si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos» (Mateo 5:20)
La justicia de los fariseos
La justicia del cristiano
• No mates, no adulteres, no perjures (5:21-37). • Ojo por ojo, y diente por diente (5:38-42). • Ama a tu amigo y aborrece a tu enemigo (5:43-47). • Anuncia tus limosnas y tu ayuno para que te alaben (6:1-4, 16-18). • Ora en público para que sepan lo santo que eres (6:5-8).
• No pienses si quiera en lo que es pecaminoso. • No resistas al malo. Ayúdale en lugar de vengarte. • Ama a tus enemigos y bendice al que te maldiga. • Da limosna en secreto y que no se note que ayunas. • Ora en privado a tu Padre y Él te recompensará en público.
En resumen, los fariseos guardaban la Ley para ser alabados por los hombres y los cristianos vivimos la Ley para gloria de Dios.
«Aunque la ley es santa, los judíos no podían alcanzar la justicia por sus propios esfuerzos para guardarla. Los discípulos de Cristo debían buscar una justicia diferente de la justicia de los fariseos, si querían entrar en el reino de los cielos. Dios les ofreció, en su Hijo, la justicia perfecta de la ley. Si querían abrir sus corazones para recibir plenamente a Cristo, entonces la vida misma de Dios, su amor, moraría en ellos, transformándolos a su semejanza; así, por el don generoso de Dios, poseerían la justicia exigida por la ley» E.G.W. (El discurso maestro de Jesucristo, pg. 50)
«Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto» (Mateo 5:48)
¿Cómo podemos ser perfectos como lo es Dios? No podemos. Según el contexto (Mateo 5:43-47), si podemos amar incluso a nuestros enemigos, seremos perfectos en nuestra esfera como Dios lo es en la suya.
Lo importante para recordar aquí es que Dios no nos pide nada que él no pueda lograr en nosotros. Si dependiera de nosotros, ¿quién amaría a nuestros enemigos? Esta no es la forma en que opera el mundo, pero ahora nosotros somos ciudadanos de otro Reino. Tenemos la promesa de que, si nos entregamos a Dios, «el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo» (Fil. 1:6). Y ¿qué obra mayor podría hacer Dios en nosotros que amar, en nuestra propia esfera, como él nos ama?
«Como se reunió mucha gente, subió Jesús en una barca y se sentó, mientras la gente se quedaba en la orilla. Y se puso a hablarles de muchas cosas por medio de parábolas» (Mateo 13:2-3 DHHe)
Un hombre halla un tesoro escondido en el campo Vende todo lo que tiene Compra el campo Un mercader halla una perla preciosa Vende todo lo que tiene Compra la perla Aunque la salvación es gratuita y no se puede comprar (Isaías 55:1; Marcos 8:36-37), Jesús enseñó claramente que el que quiera obtener la salvación debe renunciar a todo lo que pueda apartarle de ella.
«Como se reunió mucha gente, subió Jesús en una barca y se sentó, mientras la gente se quedaba en la orilla. Y se puso a hablarles de muchas cosas por medio de parábolas» (Mateo 13:2-3 DHHe)
Una red es echada al mar La red del Evangelio recoge a todo tipo de gente: hombres y mujeres que actúan por distintos motivos. Pero solo los que han valorado lo eterno por encima de lo terreno, y han permitido que el Espíritu Santo los transforme, disfrutarán de la vida eterna.
Recoge toda clase de peces Lo bueno se recoge en cestas
Lo malo se echa fuera
«No permita que nada le impida progresar en el camino de la vida perdurable. Su interés eterno está en juego. En usted debe hacerse una obra completa. Deberá convertirse plenamente, o no llegará al Cielo. Pero Jesús lo invita a hacer de él su fortaleza, su apoyo. Será para usted una ayuda siempre presente en todo momento de necesidad; como la sombra de un gran peñasco en tierra desolada. No permita que su gran preocupación sea tener éxito en este mundo; por el contrario, la carga de su alma debería ser cómo alcanzar el mundo mejor, qué hacer para ser salvo. Al salvar su propia alma, salvará a otros. Al elevarse a sí mismo, elevará a los demás. Al aferrarse de la verdad y del trono de Dios, ayudará a otros a fijar su temblorosa fe en sus promesas y en su trono eterno. Usted debe llegar a la situación de valorar más la salvación que las ganancias terrenales, y considerar todo como pérdida para ganar a Cristo. Su consagración debe ser completa. Dios no permitirá que usted se reserve algo; no aceptará un sacrificio dividido; no puede albergar ídolos. Debe morir al yo y al mundo. Renueve cada día su consagración a Dios. La vida eterna merece un esfuerzo de toda la existencia, perseverante e incansable» E.G.W. (Testimonios para la iglesia, tomo 2, pg. 45)