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WWW-LEE-GRATIS.COM LOS PECES SON CIEGOS copyright 1 © CARMEN PEREZ -Los peces son ciegos. -¡Anda ya! ¡Menuda trola! Tienen ojos chaval -Sí pero

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LOS PECES SON CIEGOS

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©

CARMEN PEREZ

-Los peces son ciegos. -¡Anda ya! ¡Menuda trola! Tienen ojos chaval -Sí pero no ven… por eso a veces aparecen muertos en la playa. El agua los empuja… Se dejan llevar arrastrados por la corriente. Sin saber que se acaba el mar llegan a la orilla y mueren -¡Venga ya! A lo mejor están enfermos por beber la gasolina de las planeadoras… -¡No te enteras! Mi hermano que va a la bateas dice que los peces no ven y…, no ven.

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A pesar de los años que han pasado recuerdo, como si el tiempo no hubiese transcurrido desde entonces, aquella conversación inocente sobre la ceguera de los peces. Es como una fotografía grabada en el algún lugar de la memoria que pugna por abrirse un hueco entre la maraña de pensamientos que duermen esperando tiempos mejores para salir del olvido Sentados sobre la arena blanca y fina de la playa observábamos el vaivén de las olas rompiendo contra las rocas tapizadas de algas verdes y marrones que la marea había dejado al descubierto. Las gaviotas volaban en círculos cantando su particular melodía El verano había acabado y el aire traía el olor a sal y humedad anticipando los días de lluvia que con un halo de misterio difuminan sobre el horizonte las bateas de la Ría Ajenos a lo que en ese momento estaba ocurriendo, mar adentro, divagábamos sobre la ceguera de los peces sin saber que esas palabras pronunciadas sin malicia serían el símil de nuestras vidas 3

Cuando las nubes engulleron los escasos rayos de sol que pugnaban por traspasar el cielo gris y plomizo nos levantamos tiritando dejando como testigos mudos de aquellas horas muertas nuestras huellas menudas sobre la arena mojada. Carlingas se despidió con su sonrisa traviesa echando a correr calle abajo, mientras yo acariciaba el lomo de canelo el perro que como cada día me esperaba estirado en el felpudo de la puerta de hierro por la que se accedía al patio de casa llenó de hojas marchitas que anticipaban la llegada del Otoño Al cruzar el dintel escuché la voz grave de mi padre y otra pronunciando

palabras

entrecortadas

como

susurros

-“Nadie sabe nada…ya me entiendes mejor no saber” Al

verme

se

sobresaltaron,

dejando

de

golpe

la

conversación que mantenían. Los últimos murmullos apuntaban algo de barcos, dinero y suministros. Pensé que eran cosas del banco , sin interés. Mi padre me miró arqueando las cejas como si estuviese interrogándome en silencio pero, yo respondí como hacia 4

cada día con un beso en la mejilla, arrugando la nariz para evitar el olor a tabaco que impregnaba su ropa -Estás helado -Si es que vengo de correr por la playa con Carlingas y hace frío Noté que sus ojos se desplazaban intercambiando gestos con aquél hombre al que nunca había visto. Cuando iba a girar para subir a mi habitación, la voz de mi padre me interrumpió en seco. Carraspeó como si le costase hablar y un sonido gutural y profundo salió de su garganta de fumador empedernido -No lo sabes…Es que el hermano de Carlingas… Me quedé plantado en medio de la sala escasamente iluminada por una lámpara de pie colocada junto al sillón de cuero donde mi padre echaba la siesta después de comer. -¿Toño? Tardó en contestar .Yo observaba al amigo de mi padre intentando situarlo en algún lugar pero no lograba recordar si lo había visto antes. -Dos planeadoras se perdieron entre la niebla y una chocó contra una batea…, era la de Toño 5

Me tapé la cara con las manos. Intentaba comprender la noticia que mi padre me estaba dando. Era un día oscuro pero sin niebla. Habíamos visto a “Lolo” salir en la barca hundiendo los remos rítmicamente en el agua y “Al cojo” preparando las nasas en el embarcadero para salir a pescar. Me di la vuelta sin decir nada. Eche a correr por el pasillo y al llegar a las escaleras las subí de dos en dos. Me quedé quieto frente a la ventana desde la que se veía la ría. Clave los ojos en algún punto del horizonte: el mar estaba en calma y las bateas se mecían sobre las aguas oscuras del canal. Escuché los pasos de mi padre tras despedir al amigo al que no conocía. El olor a tabaco acompañó el sonido de sus pisadas cuando entró en la habitación -Lo siento. Estas cosas ocurren…El mar es muy traicionero. Me volví mirándolo con indignación. Le grité -No hay niebla…no hay niebla Mi padre se acercó acariciando mi cabeza. Sentí sus manos frías sobre el pelo

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-La niebla aparece y lo cubre todo con rapidez. A veces es tan espesa que no ves ni al compañero que va contigo. Carraspeó como si le picase la garganta -Las planeadoras corren mucho. No todos tienen talento para conducirlas .Toño era un buen piloto pero le tocó. Dejó la colilla sobre el cenicero de porcelana que estaba en la mesa del vestíbulo y entró en su habitación Volví

a mirar

el

horizonte.

Unas luces aparecían

y

desaparecían haciendo pequeños guiños a las estrellas. Me quede dormido pensando que si los peces eran ciegos ¿Para qué encendían luces en el mar? A la mañana siguiente Carlingas no fue al colegio. La campana de la iglesia tocaba a muerto con una letanía demasiado frecuente en la ría. El día volvía a ser gris y una fina lluvia caía del cielo. Tal vez los ángeles lloran por Toño- pensé. Nadie preguntó por Carlingas. En el recreo me acerqué a la profesora. -Yo no se nada. Llamó su madre para decir que no venía.

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Al volver a casa soplaba viento del norte y el mar estaba encrespado. Las olas rompían con fuerza sobre la roca llenándolas de espuma. Las barcas se balanceaban

subiendo y bajando como si

estuviesen en una montaña rusa. Canelo me saludó moviendo el rabo. -Después de comer ponte el pantalón limpio para ir al entierro ¿Quieres ir, no? Asentí sin pronunciar palabra mientras me sentaba en la mesa frente al humeante plato de sopa que había dejado mi madre sobre el mantel de cuadros. Comí con cierta desgana contestando con monosílabos las preguntas a las que no prestaba mucha atención. Notaba los ojos húmedos cuando pensaba en Carlingas. Ni siquiera la pata de canelo pidiendo un trozo de pollo me hacía reír. A las cinco cruzamos el pueblo caminando contra del viento. Había llovido y en el suelo se habían formado pequeños charcos. Las calles estaban vacías y algunas cortinas se movían a nuestro paso. En el atrio de la iglesia mi padre vestido con un traje gris y corbata negra charlaba con un hombre delgado de bigote 8

poblado. Al vernos nos saludó con la mano mientras nosotros entrábamos a través de la sacristía. El olor característico de la cera y el incienso flotaba entre los sillares de piedra por los que rezumaba la humedad formando franjas de verdín Había velas encendidas sobre el altar. Varias personas echaban monedas en el cepillo situado bajo la estatua de la Virgen del Carmen, la patrona del pueblo Los bancos de madera estaban casi llenos y una vecina nos hizo sitio. Mi madre se lo agradeció. Nos arrodillamos juntando las manos. No sé si ella rezaba, yo no. En la primera fila a la derecha estaban los Lourido la familia propietaria de las bateas y de casi todos los negocios de la ría. Él era un hombre rechoncho de barriga prominente. Ella a su lado parecía poca cosa pero decían que tenía carácter. En misa siempre estaban en el primer banco. El cura no dejaba que nadie ocupase su lugar. A la izquierda estaba Carlingas con su madre y su hermana Alicia vestidas de luto. Tenían los ojos rojos, los parpados hinchados y unas ojeras grandes pronunciadas y violáceas 9

que casi les llegaban a la nariz. Mis ojos se cruzaron con la mirada extraviada de Carlingas, pero no me saludó. Mientras la voz monótona del cura leía el evangelio; toses, carraspeos y susurros hacían los coros. Creo que nadie le prestaba mucha atención yo me fijé en las coronas de flores que acompañaban al muerto. La de Lourido: redonda de camelias blancas y rojas; la del Ayuntamiento de crisantemos amarillos, tenía forma de cruz. Había varios ramos pequeños de gladiolos y hortensias rosas como las que crecían pegadas a los

muros de

cementerio Cuando todo terminó la familia y los Lourido recorrieron el pasillo en silencio detrás de ataúd de madera sobre el que destacaba un enorme crucifijo dorado Al salir me acerqué a Carlingas dándole una colleja. Esbozó una débil sonrisa y se despidió sin más

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El tiempo pasó y poco a poco nos hicimos mayores. Carlingas faltaba bastante a clase aunque seguíamos siendo amigos. Cuando veíamos a

las planeadoras volar sobre las aguas

levantando una nube de espuma me decía que Lourido le había prometido enseñarle a conducir el formúla1 del mar y darle trabajo en sus bateas. A veces al salir de clase me pedía que lo acompañase a llevar tarros de arroz a una finca situada en la salida del pueblo. Cuando no llovía nos metíamos

por un sendero

asilvestrado por el que nadie transitaba hasta llegar a la verjas oxidadas que nos cortaban el paso. Carlingas abría la mochila y dejaba entre los barrotes las bolsas que le daba su madre -Hay tíos chalaos. Este dice que sólo quiere el arroz que envasa mi madre. -Pero ¿dónde lo compra tú madre? -No sé pero dicen que es muy bueno y el chalao ese vive sólo y parece que no va a la compra -Bueno. Si os paga 1

-¡Claro! No se lo vamos a regalar. Un día cuando caminábamos pisando las conchas que arrastraba la marea, notamos un pequeño revuelo cerca del embarcadero. Dos fardos grandes y oscuros flotaban sobre el agua. Un hombre, alto moreno con barba poblada nos cortó el paso interponiéndose entre el muro de cemento y el sol que nos daba en la cara. Nos pilló desprevenidos y dimos un respingo -Es un poco temprano para estar en la playa -Es que hoy no hay clase. -No hay mucho que hacer aquí .Mejor os vais a casa. -Pero eso que flota - No veo nada. Son plásticos que alguna embarcación soltó en alta mar y la marea los arrastró a la costa. -Pero ¿Y si …? La conversación había terminado. Carlingas conocía la respuesta. Me empujó hacia la salida de la playa El hombre respiró aliviado. Volvió sobre sus pasos camino del embarcadero Yo no tenía ganas de moverme, mis pies estaban clavados en la arena y los ojos atrapados en el vaivén de los fardos 1

-Son plásticos que flotan ¡Vale! Decepcionado me encogí de hombros y susurré -Vale Hasta ese día de primavera, no había caído en la cuenta que Carlingas como todos los del pueblo se había convertido en un pez. Fue como si de pronto comprendiese la razón por la que

todos miraban hacia otro lado cuando las

potentes planeadoras surcaban las aguas y los coches de lujo cruzaban de madrugada las solitarias calles apenas iluminadas. De forma instintiva pensé que el lucrativo negocio del contrabando estaba mal y yo no quería convertirme como los demás en un pez.

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Mis salidas con Carlingas se distanciaron cuando me fui a estudiar derecho. Aunque volvía todos los veranos al pueblo nuestra amistad se enfrió. Se contaba que era el hombre de confianza de Lourido y el mejor conductor de planeadoras. A veces nos encontrábamos en la zona del puerto en verano repleta de terrazas y entre sorbo y sorbo de café charlábamos sobre cosas intrascendentes

-Sabes me siento libre cuando la pongo a 140 kilómetros y bordeo las bateas entre la niebla, sólo con la ayuda del GPS. Es como si recibiese un

chute de adrenalina al quedarme suspendido en el

viento que marca mis mejillas como un cuchillo afilado. No se como explicarlo es la perfecta sintonía entre el cuerpo y el mundo; una emoción sin límites cuando escucho el ruido que hace la barca saltando sobre las olas, primero un grito que retumba en el cielo y te hace sentir bien, luego un gemido cuando la quilla se entierra en el mar… Una cortina de agua helada lo envuelve todo. Se queda en los labios formando una fina película pero al pasar la lengua arrastras 1

la sal y ese sabor a mar te impregna por dentro y quieres más y más, siempre más. Eres como una mota de polvo cuando desapareces entre la niebla y sientes que te vuelves invisible como Superman Escuchaba su conversación sin interrumpirlo. Sabía a lo que se dedicaba, pero nunca me lo había dicho. Era un secreto a voces, movía mucho dinero y eso se notaba. Tenía tres negocios visibles: un exclusivo concesionario de coches

de

lujo;

la

tienda

de

electrodomésticos

que

regentaba su hermana en un edificio de tres pisos con grandes balcones que decían había comprado a un anciano moribundo y una inmobiliaria que pretendía urbanizar una de las calas más bonitas e inaccesibles de la ría. Salvo las gaviotas, nadie del pueblo se internaba entre la maleza de helechos y zarzas que tapaban el sendero

y

mucho menos después de aquella maldita noche en la que hubo un tiroteo en la ría y dos cuerpos sin identificar aparecieron sobre las algas marrones pequeña playa

1

que cubrían la

Años más tarde, no recuerdo cuántos, lo vi en la Romería de la Virgen formando parte de la comitiva. Subía la empinada cuesta que llevaba a la ermita. Iba junto al cura y el alcalde. Vestía un traje de lino claro y una camisa entre gris y azul que resaltaba el moreno de su cara. Ocultaba sus ojos tras unas gafas Ray Ban de aviador. Se contaba que todos los años hacía una cuantiosa aportación a las fiestas patronales, también que financiaba los arreglos de la iglesia y de la casa parroquial, lo que parecía otorgaba el privilegio de situarse en un lugar preferente en la procesión. Pensé que no me había visto entre el gentío, pero me equivoqué. Al terminar el jolgorio se acercó y me dio un afectuoso abrazo -Chaval te veo bien -Bueno, hago lo que puedo El tono amable de su voz se torno grave, profesional -Tenemos que hablar Sorprendido me encogí de hombros, haciendo un gesto con las cejas 1

-Vale -Cuando puedas pasas por el local de Alicia. Tengo allí la oficina. Asentí sin mucho entusiasmo -Bien lo haré Nos dimos la mano y se alejó abriéndose paso entre la gente que se acercaba a saludarlo No podía entender que quería. Mi cabeza daba vueltas y más vueltas como si fuese la gran noria de la feria. Preguntas sin respuesta se agolpaban en algún

lugar

del

cerebro.

Mis

labios

se

movían

descoordinados. Una mujer clavó sus ojos en mí cara pensando, quizás, que no estaba muy cuerdo Miré hacía el cielo despejado de nubes. Imágenes y palabras daban

vida a muchos recuerdos de cuando

éramos niños. Habíamos sido amigos pero en ese momento no teníamos nada en común. El paso del tiempo nos había separado y salvo encuentros fortuitos de poco podíamos hablar Al menos eso era lo que pensaba

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Estuve a punto de no ir a la cita. No habíamos fijado un día concreto, pero una mañana me vi caminando, entre los coches que abarrotaban la calle comercial del pueblo, hasta pararme en los bajos del edificio de piedra donde estaba el local de electrodomésticos que regentaba Alicia. El escaparate estaba lleno de televisores de plasma y modernas cámaras digitales. En el cristal varios carteles anunciaban financiación especial a través de una empresa que tenía su sede dos portales más abajo Alicia me saludó al entrar con una sonrisa. Llevaba un vestido color hueso y un pañuelo estampado atado al cuello. Los reflejos caoba destacaban sobre su pelo castaño y estaba muy guapa. -¿Compra o visita? Me llevé las manos a los bolsillos y les dí la vuelta. Soltó una carcajada -¡Madre mía que mal estáis los abogados! Me señaló una puerta colocada al fondo de local, justo detrás de una cocina de diseño llena de electrodomésticos de una conocida marca comercial. La voz de Carlingas me invitó a entrar. 1

La luz que atravesaba el gran ventanal desde el que se veía la ria, me deslumbró. Las vistas eran magnificas. Parecía un cuadro impresionista con diferentes matices cromáticos que variaban de acuerdo con la intensidad del sol. El despacho no era muy grande. Los pocos muebles estaban bien repartidos creando un espacio funcional y acogedor. Carlingas hizo un pequeño movimiento para ponerse en pie. Creo que no esperaba mi visita. Me tendió la mano observando mis movimientos al sentarme en un cómodo sillón frente a él. -Bueno te has animado a conocer mi guarida Me quede sorprendido. No sabía si utilizaba la palabra “guarida” con esa doble connotación que tenía. Le respondí utilizando la ironía -Si esto es una guarida no sé lo que será una choza. Hizo un pequeño movimiento con la mano. Sus dedos empezaron a tamborilear sobre la mesa. Respiró hondo y me soltó de golpe -Sé que estas buscando trabajo. Trabaja para mí.

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Sus palabras me dejaron frío. La propuesta me pillo desprevenido. No quería contestar algo de lo que me arrepintiese después. Tardé en responder. -Es complicado. Soy abogado. Acabo de terminar la carrera, no tengo experiencia ¡vaya! no creo que necesites a alguien como Yo. - En realidad no tal y como lo planteas. Necesito

un

abogado de confianza y sé que puedo confiar en ti. Como ves son dos premisas que no tienen nada que ver con la experiencia. En otras palabras y para no andar con rodeos: necesito que lleves mis negocios. Algo me impulsaba a salir de allí. Intenté poner una disculpa cortando por lo sano la entrevista pero

no

encontré las palabras adecuadas. Ante el silencio

se

encogió de hombros -¿Sabes quien fue el primer contrabandista de la Ría? Sonreí con dificultad -No -Ya, en la universidad no os enseñan historia. Me sorprende que no me hayas dicho “el pirata Drake” que es lo que se cuenta. 2

-Estuve a punto pero no sabía si habían sido los vikingos cuando asaltaron las torres. -Mas bien no. Fueron los curas Me miró valorando el impacto de sus palabras. Sentí sus ojos clavados en mi cara. Era la primera vez que escuchaba aquella historia así que sólo pude decir -¡Joder con los curas! -Es

una

historia

antigua.

Cuando

las

condiciones

climatologías eran adversas los barcos se refugiaban en las rías dejando el océano. Así que un cura organizó una descarga de tabaco procedente de las colonias. Lo pillaron, pero como era del priorato la Guardia del Rey pensó que lo hacía para obras de caridad y lo dejaron libre. Mi cara debía de ser un collage de gestos ante tales aseveraciones -¿No te lo crees? -Hombre no es cuestión de creer o no, es que nunca lo había escuchado antes. -Bueno ¿que contestas? Todo era cuestión de elegir bien las palabras para no herirlo -Por ahora…No sé, quizás más adelante 2

-¿Te parece más sucio el dinero que te ofrezco que el que pagó tu carrera? La brutalidad de la pregunta me cogió desprevenido. Intentaba asimilar las palabras aunque no entendía muy bien lo que quería decir. Intenté leer entre líneas pero no pude. Con cierto desaire contesté -No sé que quieres decir. -No lo sabes ¿verdad? Lo interrogué sin responder levantando las cejas -Soy consciente de que esto te puede herir, pero si no te lo digo yo, alguien te lo soltará un buen día Me encogí de hombros. Carlingas se animo a continuar -¿Te acuerdas del infarto de tú padre? No estaba preparado para recordar a mi padre. Contuve la respiración.

No respondí, desvié los ojos

dejándolos vagar por la habitación. Su voz grave sonó de nuevo -En la sucursal de tú padre se blanqueaba el dinero de los Lourido y de algunos más. El titular de las cuentas era un jubilado inglés. A menudo se ingresaba efectivo o se hacían transferencias de poca cantidad para eludir al fisco. 2

Entonces no prestaban atención a ese tipo de operaciones y todos tan contentos El inglés era el titular pero los que estaban autorizados para mover las cuentas vivían aquí. Así se hizo durante años hasta la cagada de la “operación Centollo”. Permanecí en silencio aguantando las ganas de pegarle en los morros. Mi padre había muerto de repente a los cincuenta y cinco años. No habíamos tenido tiempo para despedirnos

y estos indeseables echaban ahora mierda

sobre su nombre. Sabían que no podía defenderse, aunque esa estrategia no les iba a servir de nada Sin embargo, dudé y sólo pude afirmar -No creo que “la operación centollo” fuese una cagada. Carlingas se levantó y me dio la espalda. Se tomo su tiempo antes de contestar -“La centollo” cambio el modus operandi dentro de la ría. Los de siempre, los de aquí, los de confianza de toda la vida cayeron. Eso dio pie a que llegasen otros, diferentes, mucho más osados y agresivos con productos más nocivos que el tabaco pero más rentables, la cocaína y el hachís 2

Se cambió la logística del transporte, ya no se utilizaban las bateas sino grandes barcos nodrizas que descargaban lejos de la ría o en el mejor de los casos contenedores que van directamente al muelle donde esperan los grandes trailers que los llevaran a su destino final. El mar no tiene puertas y con una buena tecnología esto es pan comido. Vacilé antes de preguntar -¿Qué pintaba mi padre en todo esto? -Nada de verdad. El no participaba en las operaciones sólo se utilizaba la sucursal del banco para lo del dinero. Ya sabes dicen que “la guita” no tiene color. Cuando empezaron a tirar del hilo de unas transferencias y le pidieron documentación, debió de fallarle el corazón y bueno nada que tú no sepas. No sé… no pensaba contártelo así. Intentaba retener las lágrimas que intuía querían escaparse de mis ojos, pero me costaba hacerlo. El asunto me estaba trastornando y nunca pensé que el infarto de mi padre tuviese que ver con el blanqueo de dinero procedente del contrabando. 2

Me estaban contando una historia oscura que creía no tenía cabida en mi vida, pero no eran hipótesis sino hechos que habían ocurrido de verdad. Me repuse como pude. Creo que me temblaba la voz -Verás prefiero no seguir con esta conversación. Me levanté y le tendí la mano -¿Te acuerdas de los botes de arroz? La pregunta me sorprendió -Si claro el que envasaba tu madre -Siéntate, por favor. Nunca te has imaginado lo que te voy a contar. Los botes de arroz tenían paquetes de “farlopa” que mi madre metía entre los granos para que no cogiesen humedad. Tú y yo los llevamos en la mochila al tipo aquel que vivía en la casa de piedra. Así que en tiempos fuiste un pequeño camello. Me costaba imaginar que mente retorcida había utilizado a dos niños como marionetas. Estaba totalmente arrepentido de haber ido a aquella reunión. Ahora era todo tan evidente que me encontraba atrapado en medio de una tela de araña. Estaba asustado y con la moral por los suelos. 2

-Es todo sorprendente. Me imagino que mi padre quería conseguir los famosos objetivos del banco. Siempre pensé que era un buen relaciones públicas y por eso la gente lo quería. De todas formas tampoco voy a cambiar la percepción que tenía de él por esta historia -Era un buen hombre. Yo sólo quería relatarte los hechos y convencerte de que en vez de ser un chupatintas en un despacho mediocre trabajes conmigo -Tengo que pensarlo. La respuesta casi seguro es no, pero te contestó en unos días -Bien. La decisión la tomas tú. Es mejor así pero nada de llamadas de teléfono -¿Por? -Hombre vimos juntos todas las de James Bond, así que aunque no te lo creas en la ría hay un centro de telecomunicaciones de la “agencia” y hacen barridos a diario. Son tan lerdos que creen que cuando encargas un pollo al restaurante de Manolo estás dando las coordenadas de una descarga. Mejor hablamos en persona si no quieres que escuchen las conversaciones calientes que tienes con tu novia. 2

De pronto me estaba riendo después de aquella amarga conversación -¿De verdad? -Palabrita del niño Jesús… -La verdad es que esto es una sorpresa. No podía ni imaginar que fuese tan sofisticado. Nos relajamos un poco tras las duras palabra. Titubeó antes de continuar -Mira no quiero contarte cosas que no te interesan. Lo único que quiero es que constituyas Off Shore y alguna fundación privada para blanquear el dinero que nos llega. Tengo varias sociedades, LLC-Limited Liability Company- eso ya te lo imaginas -Verás no tengo ni idea de cómo funcionan Carlingas sonrió Es muy fácil. Eso de las Caimán y de Panamá pasó a la historia. Te sorprendería saber que uno de los estados más corruptos esta en el inmenso territorio que dio pie a la democracia moderna -No jodas

2

-No quiero joder contigo, prefiero irme al caribe pero es verdad. -Bueno y ¿cómo lo hacéis? Eludió la pregunta -¿Sabes quien dijo “Nunca guardes toda tu riqueza en el país donde vives, porque es posible que suceda cualquier cosa y usualmente sucede” -Me vuelves a pillar. Mao, Castro, Bush… ¡Que sé yo! -Adam Smith -Esto es peor que lo del cura Debí mostrarme inquieto, quizás un poco agobiado. -Piénsalo. La tan cacareada globalización hace que el dinero se mueva sin control y a diferencia de lo que ocurría antes es difícil seguirle el rastro…¿Quieres tomar algo? ¿Café, agua, cerveza? Menee la cabeza -No, estoy bien así -Verás cuando todo cambió tras lo del centollo, con la llegada de los nuevos hubo problemas. Algunos mendigaron yendo y viniendo y terminaron despatarrados entre las cuerdas de las bateas. A mi, me buscaron. No les fallé. Ahora canalizo a 2

través del negocio inmobiliario y de la venta de coches el dinero que nos llega pero vamos a ir a más y para eso te necesito Lo observaba con tanta atención que perdí el punto de referencia y la vista se nubló -No me malinterpretes pero no encajo en todo esto. De forma cordial, intentando romper mi reticencia inicial se recreo en la descripción cuidando todos los detalles -Si, si encajas. En realidad no es necesario que te impliques en el negocio. Sólo tienes que constituir las sociedades off shore en el exterior en un territorio donde no se pagan impuestos. No pretendo que conozcas más La constitución es simple; un pasaporte, y algún papel. La cantidad que se abona no supera los 200 euros. Se garantiza el anonimato a través del secreto bancario y no hay restricciones al flujo de capitales Tomó aire para continuar -La forma de operar no reviste mayores problemas. Se inscriben en un país donde no se realiza ninguna actividad fiscal. Esa sociedad lleva asociada cuentas bancarias y a

2

través de las múltiples tarjetas de crédito se mueve mucho dinero en pequeñas cantidades. Por otra parte los bienes se ponen a nombre de las IBC y las inversiones también. Nadie obliga a presentar las cuentas anuales y los datos no figuran en ningún registro público. Ahora queremos constituir una empresa de juegos de azar bajo la denominación de Internacional Busines Company Movemos capital continuamente pero de forma legal, es más cuando hables con los abogados que tenemos para realizar los tramites nunca pronunciaran la palabra “evasión fiscal” sino “elusión fiscal” que para mí debería ser lo mismo, sólo que según ellos

ese pequeño matiz

es la

diferencia entre lo ilícito y lo legal. Ya sabes utilizando las palabras correctas, el significado puede ser distinto, eso tú ya lo conoces Desvié los ojos hacia la ventana, el sol que daba de frente cuando había entrado en la habitación, estaba ahora situado a la derecha. Miré el reloj. Llevábamos tres horas hablando

3

-La verdad es que no termino de creer que todo esto ocurra delante de nuestras narices. Sonrió

de

nuevo.

No

pareció

sorprendido

ante

mi

ignorancia. -La ria se ha convertido en un gran supermercado donde todo se compra o se intercambia; chocolate del moro, “farlopa

del

Orinoco”

“pastis

de

algún

laboratorio

sofisticado”… A parte de los barridos telefónicos y de los chicos de “la agencia” encontrarás una fauna increíble vagabundeando por los alrededores; Rambo era un aficionado al lado de algunos que pasean su cuerpo musculado por las discotecas de la zona. Tardé unos segundos en rescatar las imágenes que observaba a menudo en las puertas de esos locales. Algunos entraban; otros sólo metían la cabeza, miraban por encima del hombro y se daban la vuelta, pero todos tenían algo en común parecían nerviosos, huidizos, siempre con prisa. Ahora lo veía con claridad ¡Menuda fauna!

3

-Es extraño. Me has contado todo esto y todavía no te he dicho que acepto. Tu tienes mucho que perder y yo absolutamente nada si lo cuento. Una carcajada sincera salió de su boca. Sus ojos burlones casi respondieron sin palabras -¿Qué vas a contar que tengo varios negocios? Recuerda sólo te he contado lo que todo el mundo sabe. De lo que hablamos no hay pistas tampoco indicios. Es más compramos Bonos del Tesoro a través de una sociedad ubicada en Delaware y no pagamos impuestos. Hacemos todo de acuerdo con la legislación que nos permite mover el dinero. Dejémoslo aquí, mientras lo piensas Seguimos charlando de cosas triviales y nos despedimos sin fecha de reencuentro. Reconozco que no pude durante días quitarme la propuesta de la cabeza. Me acordaba una y otra vez de sus palabras incluso cuando estaba con amigos que nada tenían que ver con ese oscuro mundo No había ninguna razón que me obligase a tomar una u otra decisión. Él no volvió a llamarme, ni tampoco me buscó. No tenía la sensación de que algo me presionase. Tampoco 3

ocurrió nada extraño en mi vida, pero quince días después de aquel encuentro cogí un avión trasatlántico y me convertí en un pez.

Si os interesa el tema, hay dos ebooks más http://www.lee-gratis.com/index2.php? option=com_docman&task=doc_view&gid=116&Itemid=3 0

http://www.lee-gratis.com/index2.php? option=com_docman&task=doc_view&gid=108&Itemid=3 0

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