X Domingo del Tiempo Ordinario Santísimo Cuerpo y. Sangre de Cristo

X Domingo del Tiempo Ordinario Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo 10 de junio de 2012 Monición Queridos hermanos, recibid nuestra más cordial bienven

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X Domingo del Tiempo Ordinario Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo 10 de junio de 2012 Monición Queridos hermanos, recibid nuestra más cordial bienvenida. Es el día de Corpus Christi, como se decía en su denominación latina. Sabemos –Cristo nos lo dijo—que Dios es amor. Y la prueba máxima de este amor es la presencia permanente de Jesús, el Maestro, en el sacramento de la Eucaristía por voluntad de la Trinidad Santísima. Padre, Hijo y Espíritu Santo forman parte de este prodigio maravilloso, que todo un Dios esté en un poco de pan, en un poco de vino. Y si ciertamente la comunión del Cuerpo y Sangre de Cristo nos acompaña todos los días, hoy lo celebramos especialmente como prueba directa de nuestro agradecimiento ante tal milagro, siempre vivo y presente. Aprovechemos el día para, por supuesto, festejar al Sacramento del Altar, pero también para hacer una jornada de caridad, de amor y solidaridad, para los demás hermanos y hermanas, sobre todo para los más necesitados, los más débiles, los más indefensos.

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Acto Penitencial - No siempre valoramos la eucaristía como fuente de vida, de santidad, de entrega y de amor. Señor ten piedad. - No siempre tenemos en cuenta el valor divino de la Eucaristía. Pidamos perdón por las veces en que damos importancia a lo que es secundario. Cristo ten piedad. - Para vivir la Eucaristía, hay que tener hambre de Dios. En muchas ocasiones estamos llenos de alimentos que nos producen hartura o cansancio. Señor ten piedad.

Primera Lectura Lectura del libro del Éxodo (24,3-8) En aquellos días Moisés bajo y contó al pueblo todo lo que había dicho el Señor y todos sus mandatos; el pueblo contestó a una: Haremos todo lo que dice el Señor. Moisés puso por escrito todas las palabras del Señor. Se levantó temprano y edificó un altar en la falda del monte, y doce estelas, por las doce tribus de Israel. Y mandó a algunos jóvenes israelitas ofrecer al Señor holocaustos y vacas, como sacrificio de comunión. Tomó la mitad de la sangre y la puso en vasijas, y la otra mitad la derramó sobre el altar. Después, tomó el documento de la alianza, se lo leyó en alta voz al pueblo, el cual respondió: Haremos todo lo que manda el Señor y le obedeceremos. Tomó Moisés la sangre y roció al pueblo, diciendo: Esta es la sangre de la alianza que hace el Señor con vosotros, sobre todos esos mandatos. Palabra de Dios.

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Salmo responsorial (Salmo 115) R- Alzaré la copa de la salvación, invocando el nombre del Señor

¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? Alzaré la copa de la salvación, invocando su nombre. R.-

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Mucho le cuesta al Señor la muerte de sus fieles. Señor, yo soy tu siervo, hijo de tu esclava, rompiste mis cadenas. R.-

Te ofreceré un sacrificio de alabanza, invocando tu nombre, Señor. Cumpliré al Señor mis votos, en presencia de todo el pueblo. R.-

Segunda Lectura Lectura de la Carta a los Hebreos (9,11-15) Hermanos: Cristo ha venido como Sumo Sacerdote de los bienes definitivos. Su templo es más grande y más perfecto: no hecho por manos de hombre, es decir, no de este mundo creado. No usa sangre de machos cabríos ni de becerros, sino la suya propia; y así ha entrado en el santuario una vez para siempre, consiguiendo la liberación eterna. Si la sangre de machos cabríos y de toros y el rociar de las cenizas de una becerra tiene el poder de consagrar a los profanos, devolviéndoles la pureza externa; cuánto más la sangre de Cristo que, en virtud del Espíritu eterno, se ha ofrecido a Dios como sacrificio sin mancha, podrá purificar nuestra conciencia de las obras muertas, llevándonos al culto del Dios vivo. Por esa razón es mediador de una alianza nueva: en ella ha habido una muerte que ha redimido de los pecados cometidos durante la primera alianza; y así llamados pueden recibir la promesa de la herencia eterna. Palabra de Dios.

Aleluya “Yo soy el pan vivo bajado del cielo, dice el Señor; quien coma de este pan vivirá para siempre”

Evangelio +Lectura del Santo Evangelio según San Marcos (14, 12-16.22-26) El primer día de ázimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dijeron a Jesús sus discípulos: ¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua? Él envió a dos discípulos diciéndoles: Id a la ciudad, encontraréis un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidlo, y en la casa en que entre, decidle al dueño: “El maestro pregunta: ¿Dónde está la habitación en que voy a comer la Pascua con mis discípulos?” Os enseñará una sala grande en el piso de arriba, arreglada con divanes. Preparadnos allí la cena. Los discípulos se marcharon, llegaron a la ciudad, encontraron lo que les había dicho y prepararon la cena de Pascua. Mientras comían, Jesús tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio, diciendo: Tomad, esto es mi cuerpo. Cogiendo una copa, pronunció la acción de gracias, se la dio y todos bebieron. Y les dijo: Esta es mi sangre, sangre de alianza, derramada por todos. Os aseguro que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que beba el vino nuevo en el Reino de Dios. Después de cantar el salmo, salieron para el Monte de los Olivos. Palabra del Señor.

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Reflexión

“Eucaristía y crisis”

Todos los cristianos lo sabemos. La eucaristía dominical se puede convertir fácilmente en un "refugio religioso" que nos protege de la vida conflictiva en la que nos movemos a lo largo de la semana. Es tentador ir a misa para compartir una experiencia religiosa que nos permite descansar de los problemas, tensiones y malas noticias que nos presionan por todas partes. A veces somos sensibles a lo que afecta a la dignidad de la celebración, pero nos preocupa menos olvidarnos de las exigencias que entraña celebrar la cena del Señor. Nos molesta que un sacerdote no se atenga estrictamente a la normativa ritual, pero podemos seguir celebrando rutinariamente la misa, sin escuchar las llamadas del Evangelio. El riesgo siempre es el mismo: Comulgar con Cristo en lo íntimo del corazón, sin preocuparnos de comulgar con los hermanos que sufren. Compartir el pan de la eucaristía e ignorar el hambre de millones de hermanos privados de pan, de justicia y de futuro. En los próximos años se van a ir agravando los efectos de la crisis mucho más de lo que nos temíamos. La cascada de medidas que se nos dictan de manera inapelable e implacable irá haciendo crecer entre nosotros una desigualdad injusta. Iremos viendo cómo personas de nuestro entorno más o menos cercano se van empobreciendo hasta quedar a merced de un futuro incierto e imprevisible. Conoceremos de cerca inmigrantes privados de asistencia sanitaria, enfermos sin saber cómo resolver sus problemas de salud o medicación, familias obligadas a vivir de la caridad, personas amenazadas por el desahucio, gente desasistida, jóvenes sin un futuro nada claro... No lo podremos evitar. O endurecemos nuestros hábitos egoístas de siempre o nos hacemos más solidarios. La celebración de la eucaristía en medio de esta sociedad en crisis puede ser un lugar de concienciación. Necesitamos liberarnos de una cultura individualista que nos ha acostumbrado a vivir pensando solo en nuestros propios intereses, para aprender sencillamente a ser más humanos. Toda la eucaristía está orientada a crear fraternidad. No es normal escuchar todos los domingos a lo largo del año el Evangelio de Jesús, sin reaccionar ante sus llamadas. No podemos pedir al Padre "el pan nuestro de cada día" sin pensar en aquellos que tienen dificultades para obtenerlo. No podemos comulgar con Jesús sin hacernos más generosos y solidarios. No podemos darnos la paz unos a otros sin estar dispuestos a tender una mano a quienes están más solos e indefensos ante la crisis.

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Oración de los fieles El Señor nos ha dado la mayor prueba de amor que podía esperarse. La presencia indeleble de su Hijo en la Eucaristía. Ante un hecho tan grandioso ponemos en sus manos nuestras peticiones sabiendo que serán escuchadas. Y respondemos: R.- VIVIMOS GRACIAS A LA GRANDEZA DE TU AMOR - Por el Papa Benedicto, los obispos, los sacerdotes, los religiosos y las religiosas; para que no se cansen nunca de repartir ese pan que sacia, nutre y fortalece a toda la Iglesia. (OREMOS) - Por todos los que carecen de lo necesario para seguir viviendo: trabajo, casa, educación, formación y no ven un medio para salir adelante; para que encuentren personas que vivan de verdad el mandamiento del amor. (OREMOS) - Por las familias nacidas del amor; para que cuando salgan a relucir las carencias, las limitaciones, los defectos no dejemos entrar la desilusión ni la rutina y luchemos porque ese amor no decaiga. (OREMOS) - Para que en el mundo crezca la solidaridad, el entendimiento, el amor y sintamos la necesidad que tenemos unos de otros para hacernos la vida más fácil y más feliz. (OREMOS) - Por todos nosotros; presentes en la Eucaristía, para que después de conocer el amor de Cristo, no escatimemos esfuerzos a la hora de comprometernos y darnos. (OREMOS) Oración: Señor, haz que nosotros que hemos conocido el Amor, y hemos compartido tu Cuerpo y tu Sangre, no nos quedemos con los signos externos sino que tratemos de llegar al corazón de Cristo. Por el mismo Jesucristo nuestro Señor. Amén

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Oración para después de la comunión Gracias, Señor, por quedarte en mí y junto a cada uno de nosotros hecho alimento, para ayudarnos a recorrer el camino. Gracias por las llamadas que continuamente nos haces a seguirte, a testimoniar con nuestra vida el Evangelio, a ser cepas que den buenos y abundantes frutos. Gracias por insistir en las llamadas, pese a que nuestras respuestas casi siempre son negativas, tibias, faltas de coraje y decisión. No te canses Señor. Ayúdanos con la fuerza de esta comunión a dejarnos transformar, a dejarnos podar y entrecavar, para que seamos cepas renovadas, que cada cosecha dan mejores frutos.

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Acción de gracias TÚ, SEÑOR, ESTAS AHÍ Cuando salimos al encuentro del que sufre TÚ, SEÑOR, ESTAS AHÍ Al abrir la puerta de tu casa y sentarnos a tu mesa TÚ, SEÑOR, ESTAS AHÍ Cuando comemos tu cuerpo, y sentimos fuerza para entregarnos TÚ, SEÑOR, ESTAS AHÍ Cuando bebemos tu sangre, y sentimos alegría para contagiarla TÚ, SEÑOR, ESTAS AHÍ Cuando escuchamos tu Palabra, y el camino se ilumina TÚ, SEÑOR, ESTAS AHÍ Cuando hacemos el bien, y nuestro corazón se alegra TÚ, SEÑOR, ESTAS AHÍ Cuando comulgamos la Eucaristía y sentimos paz interior TÚ, SEÑOR, ESTAS AHÍ Cuando aclamamos tu nombre y lo hacemos sin vergüenza TÚ, SEÑOR, ESTAS AHÍ Cuando vitoreamos tu presencia y nuestras vidas cambian TÚ, SEÑOR, ESTAS AHÍ Cuando el amor surge espontáneamente en nuestras manos TÚ, SEÑOR, ESTAS AHÍ Cuando el perdón sale fácilmente de nuestros labios TÚ, SEÑOR, ESTAS AHÍ Cuando renace el bien y la esperanza en el mundo TÚ, SEÑOR, ESTAS AHÍ Cuando nuestra suerte es la suerte de los demás TÚ, SEÑOR, ESTAS AHÍ Cuando vamos regalando sonrisas y detalles TÚ, SEÑOR, ESTAS AHÍ Cuando nos multiplicamos a favor de los demás TÚ, SEÑOR, ESTÁS AHÍ Cuando sentimos que los demás son nuestros hermanos TÚ, SEÑOR, ESTÁS AHÍ

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Despedida El Señor Jesús, Cristo Sacramentado sale a nuestras calles para demostrarnos su amor. Hagamos nosotros lo mismo para con nuestros hermanos más necesitados en este Día de la Caridad. Con esta certeza podéis ir en paz, aleluya, aleluya. V- Demos gracias a Dios, Aleluya, aleluya.

“Tomad, esto es mi cuerpo, esta es mi sangre, derramada por todos.”

Fraternidad Franciscana de la Cruz San Miguel de Serrezuela y Cabezas del Villar en Ávila Torrelodones en Madrid

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