Story Transcript
Zapatos
Entrevista
Por: Florencia Sañudo, desde París.
Sus zapatos de suelas rojas inflaman desde hace veinte años el corazón de estrellas, princesas y fashionistas. Entre ellas, Nicole Kidman, Jennifer Lopez, Kristin Scott Thomas, Blake Lively, Victoria Beckham, Uma Thurman, así como Carolina de Mónaco y aun Christine Lagarde, directora del FMI, quienes no imaginarían atravesar una alfombra roja sin sus ‘louboutins’. Y cuando un nombre propio deviene sustantivo ya no queda ninguna duda que se ha llegado a la cima del éxito.
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ara Christian Louboutin todo comenzó como con un juego. A los 12, 13 años, se entretenía dibujando zapatos, sin imaginar que podía ser el origen de una profesión. Básicamente, porque no tenía idea que esa profesión existía. A los 16, cuando por azar cayó en sus manos el catálogo de una exposición de Roger Vivier, el célebre diseñador de calzado, se dio cuenta, con asombro, que sí. Fue entonces que se presentó en el Folies Bergère con sus bocetos. Ya desde pequeño adoraba el mundo del espectáculo, las bailarinas, y quería trabajar para ellas. Lo hizo, como mensajero, chico de mandados y eventual asistente de las vestidoras, aunque luego de varios meses decidió que era hora de aprender el oficio al que se sentía destinado. Con el desparpajo de la edad, llamó a la maison Christian Dior y pidió hablar con la directora de moda. Otras épocas: ella no solo lo atendió, sino que lo recibió, vio sus bocetos y le consiguió una pasantía en Charles Jourdan. Allí Louboutin aprendió los rudimentos de la profesión para lanzarse como creador independiente. En 1988 le ofrecieron un trabajo temporal como asistente de Roger Vivier para una exposición en el Museo de Artes Decorativas de París. Entre el anciano y el joven surgieron una relación de maestro y discípulo y una profunda amistad. Una vez terminada la muestra, Christian decidió que su relación con los zapatos había terminado: una exposición de Roger Vivier le había hecho descubrir la profesión, otra cerraba el círculo. Y es más, no quería trabajar con ningún otro, pues ninguno se acercaba a los talones de este gentleman a quien él tanto admiraba. Durante dos años se dedicó al paisajismo, su otra pasión. Hasta que un día, en 1991, un amigo le habló de un local en venta ubicado en el pasaje Veró-Dodat, uno de los más encantadores de la capital francesa. Junto a sus buenos amigos Henri Seydoux y Bruno Chambelland, que luego serían su administrador y director de estudio, respectivamente, se lanzó a la aventura. En la primera temporada fabricaron 400 pares, entre ellos el modelo Love, un clásico. “Fue allí que intervino mi otra hada madrina, la princesa Carolina de Mónaco, que vino y compró unos cuantos pares. Luego volvió otra vez con una amiga a quien convenció de comprar varios pares. El destino quiso que una 98
periodista de ‘W’, la biblia estadounidense de la moda, pasara por allí y la viera. Poco después publicó un artículo y las compradoras americanas no tardaron en llegar”. Al año siguiente recibía la bendición del Vogue de Anna Wintour. Veinte años después, Christian Louboutin tiene 48 años, 420 empleados y cincuenta tiendas en el mundo: por supuesto en todas las grandes ciudades de Europa y Estados Unidos pero también en Dubái, Beirut, Sídney, Sao Paulo, Pekín, Moscú, Delhi y Bombay. Recientemente agregó una en Ho Chi Min City y otra en Estambul. En 2011 vendió 700.000 pares. El precio de la marca es muy difícil de avaluar, pero alcanzaría a varios cientos de millones de euros. Una success story excepcional: ningún creador de zapatos logró hacerse de tal notoriedad en tan poco tiempo.
El hombre de la suela roja En todas partes del mundo su reputación le precede y existe un verdadero culto por los ‘loub’ que traspasa las clases sociales y la posición económica (las mujeres de muchos medios compran varios pares del mismo modelo para cada una de sus casas; las de pocos, ahorran para tener uno). ¿De dónde viene ese entusiasmo que él provoca? Louboutin suele decir que su pasión por los tacos altos se remonta a su infancia cuando, durante una visita a un museo con su clase vio un cartel prohibiendo el uso de tacos altos pues podían dañar los pisos de mosaicos. Esta curiosa prohibición apeló a su sentido de la transgresión, los tacos altos serían su obsesión. En cuanto al origen de la suela roja, indisolublemente asociada con su nombre, nació un día, en 1993, cuando al ver a su asistenta aplicarse esmalte rojo sobre las uñas, tuvo la idea de pintar la suela de ese color. El efecto fue inmediato y la suela roja se convirtió en su identidad, instantáneamente reconocible. “Las mujeres me dicen que las suelas rojas les dan la sensación de pertenecer a un club privado”, dice. Irónicamente, la única sombra en este año de aniversario fue el resultado del juicio por plagio que Louboutin hizo a la marca Yves Saint-Laurent por haber comercializado zapatos con suelas de ‘su’ color. El juez desoyó los argumentos de Louboutin y dio razón a la marca del grupo PPR de François-Henri Pinault, una sentencia en primera instancia sobre la que Louboutin 3 99
trabajo fotográfico. A partir de este la gente del Design Museum que había visto la maqueta me contactó con la idea de hacer una exposición basada en los temas del libro. Además habrá un miniespectáculo pensado especialmente para la ocasión. En solo veinte años Christian Louboutin devino en un nombre a la par de Chanel o Dior. Hasta un sustantivo, considerando que muchas mujeres no pueden vivir si sus ‘louboutins’… ¿Cómo explica este éxito impresionante? Veinte años puede ser poco o mucho. Mucho si se considera, por ejemplo, la carrera de Christian Dior, que duró solo diez años, pero en esos años ¡cuántas cosas! Yo siento como que estoy en el principio de una aventura. A veces cuando envío una nota de agradecimiento suelo poner “gracias por participar de mi nueva aventura”. Un día, alguien me dijo “Christian, tu nueva aventura ya comienza a tener sus años…”.
3 prefiere no comentar. Pero no es difícil imaginar que le cause dolor haberse visto enfrentado al nombre de YSL, un hombre al que llamaba respetuosamente ‘monsieur’ y que en 2002 le brindó el privilegio de crear el modelo con el que clausuraría su último desfile. Pero como él suele decir, “a mi alrededor todos se agitan, menos yo”. Y que sigan las celebraciones. Un libro exquisito publicado por Rizzoli con prefacio de John Malkovich y fotos de David Lynch. Un espectáculo concebido –y calzado– por él en el Crazy Horse de París, una suerte de regreso a su primer amor, el cabaret. Una exposición en el Museo de Diseño en Londres, a partir del 1º de mayo, que recorrerá su universo e influencia.
“Estoy en el principio de una aventura” La oficina donde me recibe Christian Louboutin está en el primer piso de un viejo edificio tras una puerta anónima, en la calle Jean-Jacques Rousseau, en el tercer arrondissement de París. A pocos metros, tras otra puerta igualmente anónima, funcionan su administración y servicio comercial. Un poco más allá se encuentra la primera tienda Louboutin, cuna del boom que revolucionaría al mundo del calzado femenino, y justo al lado, la última joya del imperio, Louboutin Hombres. En unas decenas de metros todo el núcleo del universo Louboutin. “Creo en los lugares, por eso nunca quise dejar mis raíces”, dice. Tras su escritorio, rodeado de un alegre barullo de los más disímiles objetos, souvenirs de sus muchos viajes, el célebre diseñador responde a mis preguntas, al teléfono, a su asistente. Más que 100
hiperactivo, un entusiasta que transmite una incontestable joie de vivre. Igual que sus zapatos. Veinte años: un espectáculo en el Crazy Horse, un libro, una exposición en Londres, la apertura de una tienda para hombres, ¿algo más?… Una colección cápsula. ¿Cápsula? Una pequeña colección que reproduce los veinte modelos más icónicos de los veinte años de la marca. Pero, prometo, después de todo esto vuelvo a ‘la vida normal’. Crear zapatos y números musicales para el Crazy Horse, el cabaret más moderno de París, ¿fue la realización de un sueño? La historia comenzó cuando Dita von Teese fue directora invitada del Crazy y me pidió crear los zapatos para su espectáculo. Luego hice los de Arielle Dombasle y los de Pamela Anderson, también para el Crazy. Hace un año la directora, que me había visto tan involucrado en esos proyectos, me propuso ser el próximo director invitado y crear cuatro números. Curiosamente dije sí inmediatamente, aunque en general digo que no a todo. Yo sabía que sería mucho trabajo pero resultó muy interesante y muy divertido. Siempre adoré a las bailarinas. Y en mayo, una exposición en Londres… Lo que desencadenó toda esta historia de los veinte años fue el libro que salió este año, que más que un catálogo es un trabajo artesanal y un increíble
A las mujeres les fascinan sus zapatos, pero usted dice que trabaja también para los hombres. Los hombres aman los tacos altos y las mujeres aman que los hombres las amen. Lo veo siempre en mi tienda. Cuando una mujer se prueba un par de zapatos se pone ante el espejo pero no mira solamente los zapatos, se mira de frente, de costado, de atrás, las piernas, es decir, la totalidad. Si lo que ve le gusta, entonces considera los zapatos. Primero está el deseo de gustarse a sí misma, de autoseducirse. A este deseo le sigue el de gustar a los otros porque, obviamente, el taco alto es un arma de seducción. Yo veo los dos lados, comprendo perfectamente a la mujer y por otro lado me hace muy feliz cuando un hombre me dice que adora ver a su mujer en mis zapatos. No me gustaría estar en la posición del tipo que diseña cosas que los otros hombres detestan… ¿Por qué los tacos altos son tan sexis? En tacos altos la mujer se mueve más lentamente. El caminar rápido no es ni sexi ni atractivo. Nadie ve a los que pasan corriendo. Pero al caminar con tacos, toma su tiempo, como si se deslizara, y eso es mucho más seductor. Entonces, la mujer que no usa tacos altos ¿le está huyendo al sexo, a la seducción? No. Y le voy a dar dos ejemplos de lo contrario. Una de ellas, Audrey Hepburn, es un gran ejemplo de seducción y simboliza los zapatos chatos, pues si uno visualiza su look la primera imagen que aparece es ella en camisa blanca, pantalón cigarrillo y ballerinas. Otra que representa un símbolo sexual muy importante es Brigitte Bardot en los años 60, a quien uno visualiza siempre en ballerinas. Usted dice que la moda no le interesa. Sin embargo, parece estar muy liado a ella. Hasta podría decirse que mucho de la moda actual no puede usarse si no es con zapatos Louboutin o del estilo. Cuando yo digo que no me interesa, lo que quiero decir es que no es una fundadora en mi proceso de creación, no es la base. Hay cosas de la moda que me parecen mag- 3 101
3 níficas pero no es un universo inspirador para mí, en todo caso no más que otras fuentes. Cuando yo era chico jamás abrí una revista de moda. Nunca quise trabajar para la moda: los primeros zapatos que diseñé fueron para bailarinas. Lo que siempre me atrajo fue el espectáculo. ¿Se puede caminar en zapatos de 15, 16 cm? La altura es menos importante que el arco, que no debe sobrepasar los 8 centímetros. Por ejemplo, diseñé una bota muy arqueada para las chicas del Crazy Horse. Para las que calzan 39 no había problema, pero las que calzan 37 sí, porque el pie no tiene suficiente espacio para apoyarse. En los años 50, los tacos no eran tan altos como ahora pero el arco era casi en ángulo recto. El pie se apoyaba solo en la parte delantera y eran muy incómodos. Ahora la curva es más suave. Por eso Victoria Beckham, por ejemplo, se siente tan bien en sus tacos que no tiene ningún deseo de bajarse. ¿Qué adjetivo corresponde mejor a sus zapatos: elegantes o sexis? Es totalmente subjetivo. Recuerdo este modelo, Pigalle, muy alto, en charol negro. Un día entra en la tienda una americana muy, muy elegante, que se los prueba y los adora. “Parezco una p…”, dice. Dos horas más tarde entra una mujer extremadamente sexi, hasta demasiado sexi diría yo. Se prueba los zapatos y los adora. “Me dan un aire tan chic”, dice. Es decir, el mismo zapato brinda las dos posibilidades, le aporta sex appeal a quien no lo tiene y elegancia a quien le falta. Un par de zapatos de esa altura ¿hace de la mujer un objeto sexual? Al contrario, algunas me cuentan que usan tacos altos 102
para trabajar, pues les permite estar a la altura de la mirada de su jefe. Porque es muy difícil mirar a los ojos cuando se está más abajo. No comprendo los discursos feministas que asocian los tacos a la imagen de objeto sexual; al contrario, es una manera de adquirir seguridad, de aplomo. ¿Cuál es el calzado que no diseñaría jamás? Zuecos. Los detesto. Otra cosa que no me gusta de los zuecos de madera, además de su propia fealdad, es que hacen una andar muy desagradable y un ruido muy feo. Porque los tacos finos de los zapatos tienen una musicalidad, como las teclas negras de un piano, hay que saber oírla. Usted dice que el concepto de confort es uno de los más siniestros que existen. ¡Ah sí! Creo que las civilizaciones nos enseñan muchas cosas y que la diferencia entre el ser humano y los animales es la sofisticación del pensamiento. Detesto la idea de naturalidad, por ejemplo; prefiero los jardines a la naturaleza salvaje. Me gusta ver el toque humano. Por eso el concepto de la como- 3
3 didad a todo precio –y no es que sea partidario de la incomodidad per se– me es insoportable, porque nos acerca a los animales. Si tenemos que estar cómodos todo el tiempo, entonces deberíamos estar todo el día en pijama y pantuflas. Me horroriza la idea de que alguien pueda mirar un zapato y pensar que tiene un aspecto muy confortable. Yo lo que busco en mis modelos es que evoquen femineidad, belleza, deseo y no la idea de confort. ¿En qué condiciones crea? En período de creación me excluyo del mundo durante quince días. Para las colecciones de verano voy a donde hace calor, por ejemplo Egipto o Brasil. Para las de invierno, a mi casa en Vendée, que tiene muy mala calefacción… Después de un día o dos las ideas comienzan a fluir. Y cada dibujo me inspira el siguiente. Cuando los bocetos están terminados, van a la fábrica en Milán, donde magníficos artesanos hacen los prototipos. Alrededor de tres semanas después voy a la fábrica, donde los estudiamos uno a uno durante una semana, en inmersión total. Inclusive duermo allí. Usted que viaja tanto, ¿dónde ve las mujeres más elegantes y mejor calzadas? Son dos cosas diferentes y no van necesariamente juntas. Los lugares donde vi las mujeres más elegantes a menudo estaban descalzas, en toda una parte de la África negra, por ejemplo, o en India, donde tienen una elegancia increíble y muchas no llevan zapatos. En cuanto a los más bellos zapatos, suelo verlos en Roma. ¿Cómo nació su primera tienda? En 1989 decidí dejar de hacer zapatos. Luego de haber trabajado para Roger Vivier, no me veía trabajando para otros. Como sabía mucho de plantas me dediqué al paisajismo, mi otra pasión. En 1991, un amigo vio que en la galería Véro-Dodat había un local en venta. Esa misma noche, cenando con dos amigos, Henri y Bruno, a quienes se lo conté me propusieron montar una tienda. Normalmente no hago nada precipitadamente, pero esto lo decidimos en cinco minutos. Debe haber recibido muchas ofertas de grandes grupos para comprar su marca, ¿no es cierto? Me siento muy orgulloso de haberme mantenido independiente, porque mi libertad no tiene precio. He visto algunos amigos que han vendido su marca y que siguen trabajando en ella y se sienten muy infelices. ¿Por
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qué vender una empresa que me hace tan feliz? ¿Tiene maestros o ídolos dentro de la profesión? Roger Vivier, el hombre, no la marca. Yo trabajé con él, una persona increíble, de gran elegancia. Él me enseñó que el zapato es el que determina la forma del cuerpo. También me enseñó que el zapato debe ser a la vez visible e invisible. También me gusta mucho la historia de Salvatore Ferragamo, cómo se instaló en América y trabajó en los estudios de Hollywood y la astucia que demostró en la época de la guerra, cuando faltaban los materiales. Usted trabaja a menudo con artistas relacionados con el cine, como David Lynch. Con David hicimos una exposición juntos, Fetish, en 2007. Él es un amigo y una persona a la que adoro. Es un gran cineasta, tiene una estética y un universo propios, que se puede ver en sus filmes, pero también en su casa, donde tiene objetos maravillosos, y hasta en su jardín. También creé zapatos para un filme que dirigió John Malkovich. Y los zapatos de Christina Aguilera en Burlesque. Ahora tengo un proyecto con Brian de Palma, una escena en su próximo filme. Las mujeres que pueden permitírselo coleccionan louboutins, ¿qué colecciona Christian Louboutin? Colecciono sin coleccionar, acopio. Objetos y lugares, trato de resistir pero no puedo y compro casas. Tengo un departamento en París, una cabaña de pescador en Portugal, un palacio en Aleppo (Siria), un castillo del siglo XIII en Vendée (Francia), una casa en Los Ángeles. En Egipto tengo una casa y un barco. Es como una enfermedad, si me siento bien en un sitio, compro una casa… A Carla Bruni-Sarkozy se la ve a menudo en louboutins, pero no son altos, ¿se los hace a medida? No, ella tiene un pie muy bonito, así que es muy simple. Ella usa modelos muy escotados y equilibra el hecho de usar tacos de poca altura con modelos de capellada muy corta. ¿Hay un celebridad que usted admire a quien no se la vio aún con sus zapatos? Me encantaría poder calzar a la reina de Inglaterra. Eso sería un proyecto en sí mismo, pues ya no sería calzar a una mujer sino a un monumento. Lo veo difícil, pero no pierdo las esperanzas…// M