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Héctor Olivo Lillo. Pablo Chiesa1
2.2. PADRE ALBERTO HURTADO: PATRONO DE LOS TRABAJADORES CHILENOS
El 23 de Octubre de 2005 fue santificado pero su figura ya era símbolo de grandeza, humanidad y servicio al desposeído desde hace mucho tiempo. Su vida y su palabra fueron testimonio del compromiso que adoptó con los más pobres y fundamentalmente con los trabajadores de su Chile natal. Quienes lo conocieron daban fe de que nunca lo vieron triste o de mal genio. El Padre Alberto Hurtado demostraba siempre a su paso un espíritu de alegría permanente y una fuerza interior de su personalidad que lo llevó a comprometerse con los más pobres y carenciados, con los trabajadores que no tenían voz o que eran explotados. Para Juan Imilán, último presidente de la Asociación Sindical Chilena (ASICH) en 1970, "su vida fue un fiel parangón al proyecto que nos propone Jesús en el Sermón de la Montaña y, en esto, percibí la profundidad de su huella en el sentido de su amor como apóstol de la justicia social". A partir de sus propios rasgos personales nació y cultivó un vivo interés por las cuestiones sociales. A esto se sumó su formación de abogado que lo instaba a 1. Héctor Olivo Lillo, ingeniero, es Director del Instituto Nacional de Formación (INEFOS) de la Central Autónoma de Trabajadores de Chile (CAT) y Director Adjunto del INCASUR. Pablo Chiesa, periodista argentino, forma parte del equipo de comunicación social del INCASUR.
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preocuparse de la rigurosa aplicación de las leyes laborales existentes en su tiempo. Incluso estudiaba las falencias de esta legislación para hacerla más solidaria, especialmente en y con la "masa trabajadora". De una profunda sensibilidad, fortaleza y carisma para captar y orientar las inquietudes de la época, el sacerdote jesuita supo conjugar sus cualidades en el momento histórico que transitaba para dejar su sello en una vida humanitaria que lo tuvo siempre activo en busca de transformar la sociedad. Los legados más importantes de ese tránsito cristiano fueron el Hogar de Cristo, la ASICH y la
Revista Mensaje. "Son tres hechos concretos que responden a tantas dimensiones humanas que se hace necesario corregir y promover, como es rescatar al niño y al pobre de su miseria física y moral; defender al obrero de las estructuras inhumanas que lo esclavizan y orientar al intelectual y al joven con criterios auténticamente cristianos", comentó Imilán sobre estas experiencias. El abogado, el jesuita, el trabajador Alberto Hurtado Chuaga nació a la par del conflictivo siglo XX en el seno de una familia campesina, y a los ocho años comienza sus estudios en el Colegio de San Ignacio gracias a una beca. En 1915, inicios de su adolescencia, toma como Director espiritual al Padre Fernando Vives, argentino, quien influirá decisivamente en su vocación y prédica por la justicia social. Desde los 15 y hasta los 20 años colaboró en el Patronato de Andacollo para ejercer funciones de secretario, cajero y bibliotecario. Mientras por la mañana comienza a estudiar leyes en la Universidad Católica, por la tarde trabaja de secretario de una empresa periodística que mantenía varios diarios regionales. En 1923, un año muy importante en su vida, terminó sus estudios de leyes. Su tesis para recibirse de abogado fue "El trabajo a domicilio". El 14 de agosto entra en el Noviciado de la Compañía de Jesús en Chillán para dar inicio a un recorrido que lo formará como líder espiritual y referente social.
Su ingreso en la Compañía le permitió conocer el mundo. Primero viaja a la Argentina, luego desarrolló sus estudios de Filosofía en Sarría, ciudad de Barcelona, España. Tras una estadía en Irlanda en 1931 viaja a Bélgica (Universidad de Lovaina) donde continuará sus estudios teológicos e incursionará en la pedagogía, obteniendo tiempo después el título de doctor en Ciencias Pedagógicas. En 1933 es ordenado sacerdote y un año después viaja a Austria, Alemania y luego a Roma, para estudiar algunas disciplinas y especializaciones en el campo social y pedagógico. Finalmente, tras once años de ausencia, regresa en 1936 a su querido Chile. A partir de su vuelta, con bolsos cargados de libros y una amplia formación adquirida, comienza una nueva historia. Hurtado ya es un joven de 35 años dispuesto a cumplir el mandato cristiano de "entregar la vida" por los demás y principalmente, por los más necesitados. Ejerce la docencia en el colegio San Ignacio, en el Seminario Pontificio de Santiago y también en la Universidad Católica en la Escuela de Pedagogía. Además es nominado Director de la Congregación Mariana del Colegio San Ignacio. En 1940 creó la Fundación Educacional Alonso Ovalle, institución cuyo objetivo es el amparo jurídico para diversas obras apostólicas y educativas. Desarrolló ese año intensamente las tareas de dirección espiritual y retiros para jóvenes.
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Tres hechos convertirán a 1941 en un año bisagra. En febrero hace los últimos votos como jesuita. Escribe y publica su libro: ¿Es Chile un país Católico? y Monseñor Augusto Salinas lo nomina Consejero de la Juventud Obrera Católica (JOC), dentro de la estructura de Acción Católica de Santiago. Esta última designación generará en el Padre Hurtado un gran acercamiento con los jóvenes trabajadores, y al mismo tiempo, algunos inconvenientes debido a su posición crítica frente al conservadurismo chileno. Como Consejero Eclesiástico de la JOC Hurtado defendía fuertemente la posición de que los jóvenes no debían ser activos en el trabajo político de los partidos hasta que no tuvieran el derecho de votar. Al mismo tiempo opinaba que ningún partido político en Chile debía pretender ser el único representante de los cristianos en el ámbito político. Por todo esto tanto al Partido Conservador como a la jerarquía Eclesiástica de Chile no le gustaba la nueva dinámica que había obtenido la JOC bajo el asesoramiento del Padre Hurtado y consecuentemente fue sustituido en 1944 por Monseñor Salinas. Sin embargo, este paso en falso fue el prolegómeno de un proyecto que marcaría para siempre la relación entre el sacerdote y los trabajadores chilenos: la ASICH. Un aporte decisivo para la organización de los trabajadores
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Acción sindical chilena (ASICH) fue fundada en junio de 1947 por iniciativa del Padre Hurtado y el laico Ramón Venegas Carrasco (fundador de la Liga Obrera Católica, disuelta en 1944). El padre Hurtado veía en el obrero desprotegido la expresión viva del pobre en el mundo del trabajo. Por esta razón consideró urgente crear una organización sindical cristiana, libre, apolítica y ordenada, que procurara la formación de sus dirigentes desde una perspectiva cristiana, orientando a los obreros y organizando los servicios jurídicos y sociales que defendieran sus derechos. Teniendo en cuenta sus experiencias con la Jerarquía Eclesiástica chilena Hurtado viajó a Europa para solicitar en una audiencia privada el consentimiento del Papa Pío XII. Una vez logrado esto se produce una etapa de organización institucional y la ASICH comienza a funcionar en 1948. En un informe escrito a su superior provincial el 12 de Enero de 1949, afirmaba: "La ASICH busca la manera de realizar una labor que haga presente a la Iglesia en el terreno del trabajo organizado… así dentro del poco tiempo disponible ha tratado de ayudar a los jóvenes que le dirigen… Al principio, sólo contábamos con intelectuales ya que los verdaderos obreros católicos estaban dispersos totalmente, de manera que no se podía contar con ellos desde el principio".
Más adelante, en el mismo documento indicaba el objetivo y la táctica que esta institución tenía: "Despertar en los obreros cristianos la conciencia de sindicalizarse y agruparse. Incluso a los cristianos la conciencia de sindicados, para que, con plena formación, luchen en el interior de los sindicatos por la implantación del orden social cristiano. Por tanto, no sindicatos aparte, sino acción en el seno de los sindicatos organizados para influir al máximo en ellos por la presencia en su seno de hombres que levanten la masa como la levadura. Estos no deben ser políticos ni personalistas, sino defensores de sus intereses de gremio". Hurtado exponía desde un principio algunos conceptos claros y contundentes: ASICH no era un movimiento de Acción Católica ni una estructura dependiente de la Iglesia, sino que pretendía ser un movimiento de acción social con orientación cristiana. Su punto fuerte sería la capacitación y no estaba limitada a un determinado grupo de trabajadores. Por el contrario, el objetivo era llegar a todos. El propio jesuita lo expresa al señalar que "los iniciadores del movimiento eran universitarios, profesionales, algunos empleados, pero ningún obrero. Una de las primeras constataciones fue que era totalmente necesario reclutar obreros y empleados y entregar a ellos la dirección de sus respectivos movimientos, dejando a los intelectuales al frente de un movimiento intelectual". Para mejorar la línea de capacitación de la ASICH el sacerdote investigó en la
Doctrina Social de la Iglesia, especialmente a la luz de los pensamientos europeos (Francia y Bélgica). De este estudio surgió un nuevo libro que denominó: Sindicalismo, Historia- Teoría- Práctica, publicado en Octubre de 1950. Este texto fue muy utilizado en los cursos de cultura católica e historia de las luchas y reivindicaciones de la clase trabajadora que se impartían en las clases de la ASICH. Su trabajo en la ASICH fue duro y difícil. La principal dificultad radicaba en la ley de sindicato único, que obligaba a todos a militar en el mismo sindicato, con el evidente peligro de politización. Los obreros, a pesar de ser católicos en su mayoría, no lograban hacer prevalecer sus puntos de vista evangélicos respecto de los problemas laborales. La ASICH nace entonces para ofrecer una vía alternativa de sindicalización a los obreros, centrada en la enseñanza social de la Iglesia y con miras a defender la dignidad del trabajo humano por sobre cualquier consigna ideológica. Los cuestionamientos no logran desalentar al Padre Hurtado, quien fue mucho más que el capellán de la organización: asesoró con dedicación a agrupaciones de trabajadores como la Asociación de Oficinistas, la Asociación de Maestras, y a un grupo grande de Asistentes Sociales; en conferencias y en varios de sus libros fustiga el régimen del trabajo que imperaba en la sociedad chilena y planteó reformas estructurales.
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Por medio de su acción se logró redactar el proyecto del Código del Trabajo. Tiempo después, ASICH fue reconocida y afiliada a la Confederación Internacional de Sindicatos Cristianos e integrada a organismos internacionales como la ONU, UNESCO y la OIT. Pero también dejó su legado para Latinoamérica: sobre sus bases se constituyó la Confederación Latinoamericana de Sindicalistas Cristianos (CLASC). Su mensaje Una de las últimas obras del cura jesuita fue la creación de la revista Mensaje, en octubre de 1951. Su misión era llegar a los ambientes intelectuales con una revista que hiciera presente el Evangelio al mundo de la sociedad de su
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tiempo. La revista hizo explícitos los valores de justicia social, solidaridad, servicio público y probidad. Pero ya antes, desde sus libros, charlas, clases o sermones, el hoy Santo chileno expuso claramente su pensamiento. Asentado en un profundo humanismo cristiano, para Hurtado "una sociedad que no respeta al débil contra el fuerte, al trabajador contra el especulador, que no puede reajustarse constantemente para repartir las utilidades y el trabajo entre todos, tal sociedad está en pecado mortal". Crítico, ácido, sin contemplaciones con el poder, expresaba: "la miseria que vive nuestro país es grande. Los salarios no bastan para llenar en industrias y zonas agrícolas las necesidades del individuo, menos de la familia en forma humana. Los patrones católicos ojalá fueran los primeros en preocuparse del problema del salario, del costo de vida y que vean si podrán hacer frente a ella en esas condiciones. Es una obligación primordial de su fe". Hurtado fue precursor de un sindicalismo realista. Diferenciado del sindicalismo revolucionario en sus métodos y fines últimos, y totalmente antagónico del sindicalismo oportunista. Este sindicalismo nuevo está en consonancia con la necesidad imperiosa de un mundo nuevo. La transformación debe ser radical, a fondo, a partir de una mística dada por el humanismo cristiano y un profesionalismo que pueda ofrecer las mejores herramientas posibles para el cambio.
"El sindicalismo es una necesidad para el asalariado...si el obrero quiere asumir la parte de responsabilidad que le incumbe en la dirección del trabajo, en la reforma de las estructuras económicas de su país y del mundo no tiene más que un camino: unirse a sus compañeros de trabajo. La redención del proletariado sólo puede realizarla el mismo proletariado", sentenciaba convencido. "Asociarse es ser revolucionario" decía como consigna. Por tal motivo, "para lograr sustituir las estructuras capitalistas inspiradas en la economía liberal por estructuras orientadas al bien común, es mediante la formación de auténticos sindicatos que el pueblo deja de ser masa uniforme e indefensa de individuos disgregados, para constituirse en grupos bien organizados y bien disciplinados que caminan a la defensa de sus intereses". El 16 de Octubre de 1995 se produjo la Beatificación del Padre Hurtado. Diez años después, el 23 de Octubre de 2005, su nombre fue santificado. La CLAT, una obra del legado social del Padre Hurtado bajo la protección de la Virgen María El pasado jueves 3 de noviembre al reunirnos con el Obispo de Rancagua, Monseñor Alejandro Goic, Presidente de la Conferencia Episcopal Chilena, con motivo de la presentación del libro del Padre Hurtado en el V Congreso de la Central Autónoma de Trabajadores, CAT,
tuve la percepción de que el Espíritu Santo estaba encaminándonos a encontrar la huella del legado social que había dejado el Padre Hurtado en la fundación de la Central Latinoamericana de Trabajadores, CLAT y que ese encuentro no era una mera casualidad sino un acto de la Divina Providencia. Al día siguiente, me puse a indagar sobre el pensamiento social del Santo Alberto Hurtado, su paso de la asesoría en la Juventud Obrera Católica a impulsar junto a estudiantes universitarios la creación de la Acción Sindical Chilena, ASICH, que se hizo realidad en junio de 1947 y cuyo objetivo central fue formar a los trabajadores para que enfrentaran de mejor manera los procesos de negociación y para que se relacionaran horizontalmente con sus empleadores, ya que ambos son hijos del mismo Padre, que está en el Cielo. Con este fin la ASICH procuró que los cursos de formación fueran realizados por expertos en la materia y que se convirtiera en un referente cristiano para el mundo sindical. Así se enlazaba con los siguientes eslabones del pensamiento hurtadiano en esta materia: la participación de los trabajadores, su compromiso con la realidad social y la organización de ellos en sindicatos. El Padre Hurtado con la fundación de la ASICH, no quería aventurarse y dejar al azar el funcionamiento de ella, por ello solicitó a su superior el Padre Álvaro Lavin, el permiso para viajar a Europa, para conocer las orientaciones sociales
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de los jesuitas y de la Iglesia Católica, se le es otorgado el permiso y parte en el mes de julio de 1947. De las diversas actividades, participa en la 34ª. Semana Social en París, pasa una semana en L'Action Populaire (Centro de acción social organizado por los jesuitas franceses) y luego participa en la Semana Internacional de los jesuitas en Versalles, donde trabaja activamente y es considerado una de las personalidades notables del evento. En octubre viaja a Roma, y tiene tres audiencias con el Provincial General de la Compañía de Jesús, a quien le pide ayuda para la preparación en su formación sobre el Apostolado Social de la Compañía; y gracias a la intermediación del Provincial de los Jesuitas, el día 18 de octubre es recibido en audiencia especial por S.S. Pío XII, quien le entrega su total apoyo para continuar en su iniciativa. De vuelta a Chile, con todas las experiencias acumuladas en Europa le permiten madurar su proyecto de la ASICH y se los transmite a sus colaboradores, entre los cuales se encuentra José Goldsack Donoso (Tito). Su idea matriz es "fundar una especie de Acción popular combinado con economía y humanismo". Después de la partida al Cielo del Padre Hurtado, desde la ASICH, se convoca a diversas organizaciones sindicales de América Latina, para la fundación de la Confederación Latinoamericana de Sindicalistas Cristianos (CLASC), hecho que se concreta el día 8 de diciembre de 1954, cuyo primer Presidente es José Goldsack,
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acompañado por el líder sindical argentino Emilio Máspero, como Secretario Ejecutivo, mandato que dura hasta el V Congreso realizado en Panamá y que pasa a transformarse en la Central Latinoamericana de Trabajadores, CLAT. En un análisis mas detallado, podemos encontrar que el espíritu de transformación del orden social del Padre Hurtado, lo lleva consigo su estrecho colaborador, José Goldsack, quien plasma los principios y valores del ideario del Santo, en la CLASC, que posteriormente se llamará Central Latinoamericana de Trabajadores. Goldsack junto a Máspero y otros dirigentes, sabían que la creación de la nueva entidad sindical, era una tarea titánica en débiles hombros, por ello, pidieron la intersección de la Virgen María para que los acompañara y protegiera en este proceso, como se puede palpar en la fecha de la fundación de la CLASC, se efectuó el 8 de diciembre, Día de la Inmaculada Concepción. Otro elemento a señalar la presencia del Espíritu Santo, es el llamado que tiene José Goldsack, el día 7 de julio de 2005, para acompañar al Padre Alberto Hurtado, a que entre al reino de los cielos, como Santo, mientras tanto en Venezuela, Argentina, Brasil, Colombia, Paraguay, Chile y muchos otros países de Latinoamérica, se sigue construyendo un Movimiento de Trabajadores autónomo al servicio de los Hombres y fiel a la Justicia Social.