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— 291 — cuyo c u m p l i m i e n t o e s t á interesada la felicidad de sus subordinados. Las cuestiones sociales, e c o n ó m i c a s y políticas, no pueden tratarse con acierto sin el conocimiento del hombre físico, m o r a l e i n t e l e c t u a l , y t a m b i é n puede afirmarse que n i n g u n a ciencia nos d a r á en este estudio resultados tan b r i l l a n t e s y positivos como l a medicina. E n t r e los diversos ramos de l a ciencia de curar h a y algunos de un c a r á c t e r eminentemente p r á c t i c o , y que se prestan menos que otros a las elucubraciones de los sistemas. L a medicina es la obra de los siglos y el f r u t o lento y laborioso de la esperiencia del g é n e r o humano; pero en el inmenso horizonte de esta ciencia, que la necesidad ha creado, hay alguna de sus partes de t a n fácil y exacta a p l i c a c i ó n y de t a l trascendencia para la c o n s e r v a c i ó n del i n d i v i d u o y de la especie, que desatendidas sus reglas u olvidados sus preceptos, la v i d a no es mas que un cumulo de miserias y dolores, y el hombre un ser degradado y abyecto. De a q u í se desprende que l a medicina no solo se ocupa del hombre enfermo para r e s t i t u i r l e la salud perdida, sino que al mismo tiempo su p r e v i s i ó n se estiende a f o r m u l a r en preceptos sencillos las reglas necesarias para conservar ese don precioso de la h u m a nidad, que consiste en el ejercicio a r m ó n i c o de todos los ó r g a n o s y en el e q u i l i b r i o de todas sus funciones. H a y en nosotros un sentimiento i n s t i n t i v o que nos impulsa a evitar lo que nos perjudica, y a buscar y desear lo que puede convenirnos. Este sentimiento, que se l l a m a instinto de la p r o p i a c o n s e r v a c i ó n , lo vemos desarrollado lo mismo en el hombre de las selvas que en el de las ciudades civilizadas; lo mismo en la i n f a n c i a de las sociedades que cuando han llegado al apogeo de su cultura.

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S e r í a , pues5 r i d í c u l o y o f e n d e r í a al buen sentido de mis lectores, si tratase de probar que el hombre, aun en medio de sus e s t r a v í o s y de sus vicios, desea poseer el tesoro inestimable de la salud. Pero como muclias veces fluctúa en el o c é a n o de la v i d a , a merced de las olas encrespadas que dentro de su pecho agitan las pasiones desbordadas por una e d u c a c i ó n viciosa o h a r t o indulgente, de a q u í la necesidad de patentizar los inconvenientes de tan c r i m i n a l abandono, y las ventajas de conocer y utilizarse de las m á x i m a s saludables de ese código sublime, complejo de todas las v i r t u d e s , que ha recibido el nombre de Higiene. Si estas m á x i m a s fueran mas conocidas y mejor observadas, no s e r í a n tantos los males que afligen al g é n e r o humano, y a l c a n z a r í a una v i d a mas larga, tranq u i l a y feliz. A p r e n d e r í a t a m b i é n a dominar sus pasiones, que son el b u i t r e que roe de continuo las e n t r a ñ a s de la humanidad, como al Prometeo de la m i t o l o g í a , y s u b o r d i n a r í a a la r a z ó n los caprichos de su natural i n d ó m i t o y veleidoso. Estas ligeras reflexiones demuestran desde luego la i m p o r t a n c i a de la higiene y su excelencia y superioridad sobre los d e m á s ramos de la medicina; porque, como ha dicho muy bien el erudito Celso, mejor es precaver que c u r a r . Su misma i m p o r t a n c i a nos d á la medida de su necesidad, como reguladora de la salud i n d i v i d u a l y de la salubridad de los pueblos. Por su medio, no solo se consigue alejar, destruir o neutralizar las influencias nocivas y prolongar la existencia^ robusteciendo los ó r ganos y regularizando nuestras facultades, sino que t a m b i é n t r i u n f a la higiene muchas veces de las constituciones endebles y delicadas y de las predisposiciones morbosas, c o n g é n i t a s o adquiridas, tornando en organizaciones vigorosas las que p a r e c í a n destinadas a con-

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sumirse lentamente por el germen de enfermedades insidiosamente mortales, á^sí nos cuenta la h i s t o r i a que Agesilao, cojo y enfermizo en su infancia, observando las r í j i d a s costumbres espartanas, modificó su r a q u í t i c a figura, llegando a ser uno de los generales mas valientes y temidos de su é p o c a . L o que mas nos halaga y encanta en el estudio de la higiene, es la sencillez de sus luminosos preceptos y la indeclinable verdad de sus principios; porque como todos ellos emanan de la o b s e r v a c i ó n y de la esperiencia, y de la influencia conocida de los modificadores h i g i é n i cos, es mas segura y menos congetural en sus aplicaciones, sin ofrecer las dificultades que a cada paso entorpecen la marcha progresiva de los d e m á s ramos de las ciencias m é d i c a s . Examinado el i n d i v i d u o bajo su t r i p l e aspecto f í s i c o , moral e intelectual; estudiadas las modificaciones que i m p r i m e n a su c a r á c t e r las diversas nacionalidades por medio de las costumbres; valoradas t a m b i é n las influencias del clima por la a p r e c i a c i ó n de la t o p o g r a f í a ; la higiene, v a l i é n d o s e de su ú n i c o pero i n v e n c i b l e resorte, que es el r é g i m e n , conduce a la humanidad a l t é r m i n o de su carrera, sin que se vea agoviada por el peso insufrible de tantas miserias como nos cercan, y t a m b i é n q u i z á s sin necesitar los auxilios de la medicina t e r a p é u t i c a . E l olvido, la i g n o r a n c i a o el desprecio de estas verdades acortan la v i d a de) hombre, y son m u y pocos los que arriban a la edad que el E t e r n o Hacedor les m a r c ó para concluir sus d í a s de muerte senil o n a t u r a l . Pero estos mismos que se b u r l a n de la p r e v i s i ó n del higienista^ que sacrifican a placeres fugaces la salud de toda su v i d a , y que en el desarreglo de su conducta se lamentan de su suerte desgraciada, no echan de ver que esa existencia, devorada prematuramente por el fuego de sus pasiones^

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sufre el castigo t e r r i b l e , pero Justo y merecido, de sus anteriores y presentes trasgresiones h i g i é n i c a s . Si del i n d i v i d u o pasamos a la especie, si dejando la higiene p r i v a d a elevamos nuestra c o n s i d e r a c i ó n a la h i giene p ú b l i c a o social; ¡ c u á n t o no deben los pueblos a esa ciencia bienhechora! E n este campo t a n vasto, y por desgracia m u y descuidado de los gobernantes, es donde mas resplandece, como un faro luminoso, su v i v i f i c a n t e y consoladora influencia. E n los contagios, en las mort í f e r a s epidemias y en las devastadoras epizootias, la ter a p é u t i c a es i m p o t e n t e casi siempre, y el cruel azote del g é n e r o humano sigue inmolaado v i c t i m a s a millares hasttt que, a semejanza del atleta cansado de luchar en la arena del circo, se adormece por a l g ú n tiempo para despertar d e s p u é s con nuevos brios, y llevar la muerte y el espanto a los que l o g r a r o n libertarse de sus p r i m e ros ataques. E m p e r o si la medicina c u r a t i v a confiesa entonces su i m p o t e n c i a , la higiene pone en juego sus i n mensos recursos para destruir o atenuar las influencias ' m i a s m á t i c a s , y t a m b i é n para preservarnos de su desarrollo. E n las enfermedades e n d é m i c a s , si bien la t e r a p é u tica t r i u n f a de ellas por un momento, como la causa persiste, los males se reproducen y van minando ostensiblemente la existencia del hombre, llegando por ú l t i m o a un l í m i t e en que la medicina nada beneficioso puede hacer, y el i n d i v i d u o sucumbe. ¿Qué f aera de muchas poblaciones si la higiene no se opusiera a la a c c i ó n destructor a de tales epidemias, modificando la localidad y aconsejando todas aquellas mejoras de cuyo conjunto resulta l a salubridad p ú b l i c a ? E m p é d o c l e s , d e s p u é s de moralizar a sus compatriotas de A g r i g e n t a , les l i b e r t ó de las epidemias ocasionadas por el Siroco, mandando cerrar una garganta que le

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a b r í a paso. Los atenienses agradecidos al grande H i p ó crates por haber curado o preservado a los griegos de una peste con sus medidas h i g i é n i c a s , d e c r e t a r o n que fuese iniciado como J ú p i t e r en los grandes misterios del Eleusis, fué considerado como ciudadano de Atenas, y se le concedieron los honores del P r i t á n e o ; o f r e c i é n d o l e una corona de oro y que los heraldos p r o c l a t n á r a n este don en las grandes Panatencas. Antes que este sabio Asclepiades hubiese reunido la higiene en cuerpo de d o c t r i n a , i n a g u r á n d o l a como ciencia e i n v e n t á n d o l a en cierto modo, de lo cual él mismo se gloriaba como del mas ú t i l ds sus descubrimientos, estaba ya ligada a la r e l i g i ó n y a las leyes de las generaciones que le precedieron. L é a s e sino la h i s t o r i a de los pueblos mas antiguos, y allí admiraremos las sabias disposiciones de los legisladores para conservar la salud p ú blica, que es la suprema ley de las naciones. E n la infancia del mundo, cuando los h á b i t o s de una vida sencilla y n ó m a d a h a c í a n que las fuerzas naturales fnesen mas activas, las enfermedades eran menos numerosas y complicadas, b a s t á n d o las sugestiones del i n s t i n to salvaje para preservarse de las causas morbíficas y para el t r a t a m i e n t o de las dolencias. Pero a l paso que el hombre dejó de ser i n d i v i d u a l i d a d , para constituirse en tribus independientes y formar el núcleo de las sociedades antiguas y modernas, fué ensanchando el campo de sus deseos, y el nuevo estado social, i m p o n i é n d o l e otros deberes, a u m e n t ó t a m b i é n sus necesidades^ aunque facil i t á n d o l e los medios de satisfacerlas. L a r i v a l i d a d d é l o s pueblos, la feracidad de otros terrenos y la a m b i c i ó n y el derecho de la fuerza, a la par que e n c e n d í a n l a guerra con todos los horrores de su p r i m i t i v a rudeza, i n s t i gaban a los hombres belicosos a ejercitar y fortalecer el cuerpo, fijando la p r i m e r a piedra de g i m n á s t i c a guerre-

— 296 — r a . A q u í puede decirse que concluye la higiene del i n s t i n to,para hacerse religiosa e i n c r u s t a r l e en la l e g i s l a c i ó n y en las costumbres. E n ese tiempo en que la guerra, careciendo de los ardides e s t r a t é j i c o s , era una lucha feroz de cuerpo a cuerpo, los legisladores se esmeraron con una constancia admirable en v i g o r i z a r a los hombres y comunicar a sus miembros la mayor a g i l i d a d y soltura. Posteriormente esta parte de la higiene se m i r ó con indiferencia, y hasta con c r i m i n a l abandono, desde que la guerra consiste en evoluciones prodigiosamente calculadas en combinación con la fuerza i r r e s i s t i b l e de la p ó l v o r a , con cuyo descubrimiento quedaron a un mismo n i v e l el d é b i l y el fuerte, el cobarde y el v a l i e n t e . Entonces cada pueblo t e n í a sus juegos y sus fiestas, en las que se adiestraba en la lucha, en el baile y en la m ú s i c a , a l e n t á n d o s e con premios a los vencedores. Tales e s p e c t á c u l o s se celebraban p ú b l i c a m e n t e con la mayor pompa y aparato, para recordar a l g ú n hecho nacional notable; y para fomentar la e d u c a c i ó n intelectual, suav i z a r las costumbres y embellecer el e s p í r i t u , se interpolaron d e s p u é s en las diversiones los ejercicios g i m n á s t i cos con la m ú s i c a , la poesía y la lectura. A l l í los filósofos, los poetas l í r i c o s y d r a m á t i c o s , los historiadores y los artistas, e s p o n í a n al juicio p ú b l i c o las obras del arte o de la i n t e l i g e n c i a , para saborear de antemano la g l o r i a de la i n m o r t a l i d a d con que los c o r o n ó d e s p u é s la posteridad. T a m b i é n allí se castigaba con el r i d í c u l o el mal gusto y la ignorancia a t r e v i d a , como le sucedió a Dionisio, t i r a no de Siracusa, que instigado por viles aduladores quiso obtener los honores del t r i u n f o en los juegos o l í m p i c o s , y el pueblo independiente le s i l b ó . Lisias sostuvo que un t i r a n o estranjero no d e b í a tomar parte en los c e r t á m e nes destinados a estrechar los lazos de los hombres l i -

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bres. De esta manera se u n i f o r m a b a n las costumbres y se creaba la nacionalidad de los pueblos. Los cantos de H o m e r o , la m ú s i c a y la g i m n a s i a figur a n en primer t é r m i n o en la e d u c a c i ó n de los griegos, de ese pais clásico del buen gusto y de lo bello; cuya v i d a social se p e r f e c c i o n ó por los encantos de la i m a g i n a c i ó n , abarcando así la existencia entera bajo todas sus fases; mejor que con vanas declamaciones y e s t é r i l e s e h i p o t é ticas doctrinas. Hecho incuestionable en el campo da la h i s t o r i a , que nos pone de manifiesto la ventaja que resulta de crear buenas costumbres, en vez de e m p e ñ a r s e en formar leyes, que se i n f r i n g e n a menudo cuando no est á n en a r m o n í a con aquellas. « D e este modo H o m e r o , dice C a n t ú , consagrando la g e n e a l o g í a de los h é r o e s , funda el p r i n c i p i o de la nobleza de las razas; cantando los juegos de la liza, a t r i b u y e precio al v i g o r físico y a la fuerza moral; celebrando a los valientes, prepara las jornadas de M a r a t ó n y de A r b e l l a s . » L a fuerza y el valor,, reputados entre los griegos como p r i v i l e g i o s de nacimiento, y activados por el ejercicio, e m p e ñ a b a n a los h é r o e s en porfiadas luchas, r i v a l i zando en destreza y v i g o r en el baile y en la carrera, y g r a b á n d o s e los nombres de los vencedores en l á m i n a s de m á r m o l , como s u c e d í a en el gimnasio de O l i m p i a , Pero no se crea que la higiene de todos los pueblos de la Grecia era como la de E s p a r t a , b á r b a r a , feroz e incompleta, descuidando la e d u c a c i ó n moral e intelectual, por ocuparse esclusivamente de la robustez física, no; porque la escuela íilósofica de P i t á g o r a s , fundada en la sobriedad y en la templaza, y e n s e ñ a n d o a subordinar las pasiones a la r a z ó n y a la filosofía, h a c í a a los hombres mas humanos j afables, y los encaminaba a la perfección con la dulzura de una moral sublime y pura. M o n s e ñ o r B o u v i e r , en su H i s t o r i a de l a filosofía d i -

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ce, hablando de este filósofo: E n las lecciones p ú b l i c a s el maestro ensalzaba hasta no mas la v i r t u d , declamaba cont r a el vicio, sobre todo contra lo c o r r u p c i ó n de las costumbres, y se esforzaba en hacer palpables sus perniciosos efectos. Pero como las mas sanas doctrinas de nada sirven cuando no van a c o m p a ñ a d a s del ejemplo, P i t á g o r a s no se l i m i t ó a e s t é r i l e s declamaciones, sino que f u n d ó una asoc i a c i ó n en Cretona, de donde le viene el nombre de Escuela i t á l i c a . E n esta sociedad, destinada a i n f l u i r poderosamente sobre la moral p ú b l i c a , solo se a d m i t í a n los adeptos d e s p u é s de largas pruebas y austeras privaciones, llegando a contar hasta seiscientos d i s c í p u l o s . Todos v i v í a n en un mismo recinto y en comunidad de bienes; v e s t í a n blancas túnicas^ se a b s t e n í a n de la carne, del pescado y de los licores, para a m o r t i g u a r el fuego de las pasiones, y eran m u y moderados en el u«¡o de la Venus, a cuyos placeres renunciaban completamente durante el verano. L a m a ñ a n a la dedicaban al estudio de la m ú s i c a , de la filosofía, de la p o l í t i c a y a la p r á c t i c a de l a gimnasia; por la tarde descansaban de sus tareas l i t e r a r i a s , cantando alegremente los versos dorados de P i t á g o r a s , y por la noche examinaban escrupulosamente todas las acciones d e l d í a , antes de entregarse al s u e ñ o . ¡ L á s t i m a es que tan benéfico i n s t i t u t o , donde b r i l l a ostensiblemente el e s p í r i t u de a s o c i a c i ó n , s u c u m b i ó s e d e s p u é s de doscientos a ñ o s a los golpes envenenados de la e n v i d i a y al cruel resent i m i e n t o de aquellos cuyos vicios anatematizaba p ú b l i c a mente! Y a iremos demostrando en los a r t í c u l o s siguientes la p r e d i l e c c i ó n con que los s á b i o s lejisladores de la a n t i g ü e d a d m i r a r o n los preceptos h i g i é n i c o s , aunque descollando sobre los d e m á s los r e l a t i v o s a l a g i m n á s t i c a , a los b a ñ o s y al r é g i m e n a l i m e n t i c i o .

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ARTICULO I I C o n s é r v a s e el p o d e r í o de las naciones, la robustez y hermosura de las razas, y el v i g o r y la salud del i n d i v i duo, mientras la higiene f o r m a la base p r i n c i p a l de la e d u c a c i ó n y de las costumbres; y por el c o n t r a r i o , a r r u í nanse los estados y se enervan los cuidadanos a medida que aquella ciencia es sustituida por l a c o r r u p c i ó n y el v i c i o . L a Grrecia, deificando a la salud, floreció,, estendió su poder y d o m i n ó con la v i r t u d y la ciencia; relajando sus h á b i t o s de sobriedad y templanza, a f e m i n á n d o s e con los placeres y e n t r e g á n d o s e a los escesos mas vergonzosos, se a n i q u i l ó en luchas intestinas y q u e d ó sujeta al yugo extranjero. Otro tanto a c o n t e c i ó a la indomable E s p a r t a y a la belicosa R o m a , cuyo poder estaba,cimentado en la austeridad y r i j i d e z de su o r g a n i z a c i ó n social, y en la moralidad y buena d i r e c c i ó n de los h á b i t o s de la vida privada. L a e d u c a c i ó n física tan universalmente descuidada, la i n v e s t i g a c i ó n de las causas de insalubridad de los pueblos, y las medidas que deben adoptarse para dest r u i r l a s o contener sus estragos, han de formar el objeto preferente y ocupar la a t e n c i ó n de los gobiernos c i v i l i z a dos; porque en ello va, no solo el bien del cuidadano, sino la prosperidad y el engrandecimiento de las naciones. A d e m á s del i n t e r é s de la humanidad, m i l i t a n razones poderosas de alta p o l í t i c a y de i m p o r t a n c i a social reconocida, para que no se desatienda la salud p ú b l i c a ; pues sin este elemento c o n s t i t u t i v o de la sociedad, se c a r e c e r í a de ciudadanos robustos para los trabajos industriales, las faenas a g r í c o l a s , las fatigas de la guerra y el progreso de las ciencias. L a medida de la prosperidad de un estado se encuentra en los grados de felicidad que

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disfrutan los i n d i v i d u o s que lo componen. ¿Y q u é felicidad, q u é a l e g r í a , q u é p a t r i o t i s m o n i e n e r g í a m o r a l puede hallarse donde falta la salud, que es el regulador del progreso i n d i v i d u a l y el alma de las empresas atrevidas? A s i es que bien pueden calcularse la c i v i l i z a c i ó n y los adelantos en las ciencias f í s i c a s , morales y p o l í t i c a s de una n a c i ó n , por el estado en que se encuentre la salud p ú b l i c a , siempre en a r m o n í a con la e d u c a c i ó n i n d i v i d u a l y con la solicitud del gobierno en plantear y llevar a debido t é r m i n o las mejoras morales y materiales, que surgen del estudio y conocimiento de la higiene p ú b l i c a . T a l d e b i ó ser el convencimiento de P l a t ó n , cuando aseguraba qne p o d í a conocerse si l a educación de un pueblo estaba abandonada, p o r l a necesidad de ynédicos y de j u e ees. E n vano se e s f o r z a r á n los gobiernos en dar m á s ensanche a los derechos p o l í t i c o s , o en fomentar los i n tereses materiales de los pueblos. A pesar de estas reformas que el e s p í r i t u p ú b l i c o conquista, o que los s á b i o s gobernantes introducen, l a sociedad se agita en continuo y turbulento desasosiego; porque estos bienes que se le conceden no subsanan los males que la devoran, y las ilusiorias esperanzas que concibe, se desvanecen ante la triste y desconsoladora realidad de sus padecimientos progresivos. ¿ D ó n d e e s t á pues el mal^ y cuál es el camino del bien? E l mal nace del estado lastimoso, de la abyección y abandono de las masas; y el bien ha de surgir de una e d u c a c i ó n general, que creando buenas costumbres, moralice al pueblo y u n i f o r m e el e s p í r i t u nacional. «¿Qué es, en efecto, dice M r . de V i l l n u e v e , un obrern sin inst r u c c i ó n , sin probidad, sin buenas costumbres^ sino una m á q u i n a bruta, sometida a necesidades que tiene que satisfacer incesantemente, y que subsisten, aun cuando permanezca ociosa, o se haya i m p o s i b i l i t a d o para todo?»

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« E u el obrero i g n o r a n t e e i n m o r a l a p á g a s e m u y pronto la i n t e l i g e n c i a , falta de escitacion y de ejercicio, y todo t e r m i n a r e d u c i é n d o l o a la v e j e t a c i ó n de l a v i d a física. Sin p r e v i s i ó n para m a ñ a n a , consume en l a taberna y en los sitios de d i s o l u c i ó n las m ó d i c a s ganancias del d í a o de la semana. Si se casa, obedece ciegamente a un inst i n t o b r u t a l y desordenado, y si tiene f a m i l i a la desprecia o la abandona como una carga insoportable. Obligado a los trabajos sedentarios, y algunas veces escesivos, debilitanse desde luego sus fusrzas, que su destemplanza cont r i b u y e t a m b i é n a agotar, y una vejez prematura le p r i v a de trabajo, y por consiguiente de subsistencia; y entonces si no le acoje un asilo u hospicio, si no lo atisva la car i d a d , no le quedan otros n i m á s recursos que la mendicidad, el crimen o la m u e r t e . » L a i n s t r u c c i ó n y la conveniente d i r e c c i ó n de la i n t e ligencia y de las fuerzas físicas, l a salud y la e c o n o m í a , son las bases indispensables en que debe asentarse e l sistema de e n s e ñ a n z a de las clases proletarias, f o r t i f i c á n d o l a s con el sentimiento religioso, para mejorar su c o n d i c i ó n p o l í t i c a y social. ¿No s e r í a una locura hablar a hordas salvajes de l i b e r t a d c i v i l , de derechos p o l í t i c o s que c o n v e r t i r í a n con su i g n o r a n c i a en la m á s atroz l i cencia y en la a n a r q u í a m á s espantosa, sirviendo para su r u i n a los elementos benéficos de un gobierno civilizado? Desconocida la recta a p r e c i a c i ó n de lo justo y de lo injusto, ignoradas las m á x i m a s h i g i é n i c a s para la cons e r v a c i ó n de la salud; los vicios, la miseria, las enfermedades, en una palabra, la d e g r a d a c i ó n física y m o r a l , minan la existencia del cuerpo social, y las leyes represivas s e r á n solamente un débil freno, impotente las m á s veces para corregir las faltas y p r e v e n i r los delitos. Ded ú c e s e de todo lo expuesto, el pensamiento filosófico que venimos desenvolviendo, a saber: que la e d u c a c i ó n es l a

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base de la moralidad, del bien estar y del v i g o r de l a especie humana. Pero la e d u c a c i ó n moral y la i n t e l e c t u a l , si no han de tener un desenvolvimiento i m p e r f e r t o y una aplicación viciosa en sus evoluciones naturales, necesitan del concurso de la e d u c a c i ó n física, que debe ser la p r i m e r a en fomentarse, a s í como las necesidades animales o físicas son las primeras y m á s apremiantes en l a v i d a del i n d i v i d u o . E l hombre, es verdad, e s t á compuesto de esp í r i t u y materia. Por el primero sale de la esfera de l a animalidad, c o l o c á n d o s e en una clase superior a todos los seres de la escala z o o l ó g i c a , y a p r o x i m á n d o s e al E n t e increado, del cual su alma no es m á s que una e m a n a c i ó n : por la segunda, o sea por la materia organizada, vejeta y v i v e a su modo, teniendo muchos puntos de contacto con los irracionales. Esta dualidad, de cuyo conjunto resulta el ser m á s perfecto, complicado y grande de la c r e a c i ó n , e s t á tan i n t i m a m e n t e enlazada en todas sus manifestaciones fenomenales, requiere para llenar sus funciones t a l a r m o n í a en todos sus actos, que solo por a b s t r a c c i ó n y por medio de un grande esfuerzo de la i m a g i n a c i ó n , pueden concebirse separadas la una de Jla otra. Esta mutua dependencia de lo m a t e r i a l y de lo espir i t u a l ; esta a c c i ó n r e c í p r o c a que vemos reflejarse en el hombre por la influencia indeclinable de la parte física sobre la m o r a l y viceversa, nos explica el cómo los placeres y los dolores físicos van a f o r m a r eco en esa especie de autocracia espiritual, que d i r i j e las acciones del ser inteligente y pensador. T a m b i é n nos explica de q u é manera las afecciones morales o las pasiones, pasajeros eclipses de la i n t e l i g e n c i a , s e g ú n el dicho pintoresco de una i l u s t r e Academia^ se convierten en causas de lesiones o r g á n i c a s incurables, y de no pocas muertes repen-

— 803 — tinas. M r . R é v e i l l e Parise asegura que en nuestro estado actual de c i v i l i z a c i ó n , h a y pocas enfermedades que no sean el contragolpe de una grande y v i v a afección moral'. L a higiene en su elevada m i s i ó n se apodera del hombre, estudia sus i n s t i n t o s , analiza- sus sentimientos y e s c u d r i ñ a en sus facultades intelectuales, cuanto pueda oponerse a l recto ejercicio de los ó r g a n o s y alterar su salud. L a higiene física, m o r a l e i n t e l e c t u a l , e n s e ñ á n d o nos que ^il hombre es un conjunto o un compuesto de necesidades; que estas necesidades parten de distintos órganos, y que en el mero hecho de e x i s t i r tienen un derecho a que se las respete^ egularizando y ejercitando en la medida conveniente los aparatos o r g á n i c o s a que se refieren, nos i n d i c a desde luego que no se puede prescindir de esta ciencia en una e d u c a c i ó n filosófica y bien ordenada. N i s e r í a posible dar un paso con acierto desendiendose de los estudios a n t r o p o l ó g i c o s , que nos conducen por un camino desembarazado y llano a l conocimiento del hombre. Si a l g ú n ramo del saber humano puede c o n t r i b u i r a fomentar el e s p í r i t u religioso en el seno de las familias, es la h i g i e n e . E l l a patentiza todas las causas que son capaces de alterar la salud; prescribe reglas para robustecerla y p r o l o n g a r l a , e n s e ñ a n d o al hombre a ser continente, s ó b r i o , aseado y v i r t u o s o ; le manifiesta todos los inconvenientes que acarrean el d e s ó r d e n de las pasiones, los perjuicios de la ociosidad, los estragos de una o r g í a , y el c ú m u l o de enfermedades que se siguen a l a infracción de sus leyes. P i n t a n d o los vicios con el asqueroso a t a v í o de su repugnante hediondez; c o n s i d e r á n d o l o s no solo como un atentado contra la moral, sino como una def r m i d a d social y un foco de enfermedades físicas, han de d i s m i n u i r considerablemente los escesos de las clases proletarias,

— 304 — ios perjuicios de la embriaguez y los ruinosos e m p e ñ o s y escandalosas escenas del juego y de la p r o s t i t u c i ó n . E l que aprende a reconocer como sagrados e i m p r e s c r i p t i bles los deberes de su p r o f e s i ó n , los cumple sin violencia, con p r o n t i t u d y con gusto: al paso que el i g n o r a n t e se revela contra todo poder, contra todo derecho, y solo obra o ejecuta a la fuerza y por miedo al freno de la sub o r d i n a c i ó n y de las leyes. L a higiene p ú b l i c a , de acuerdo con la ciencia a d m i n i s t r a t i v a y con la e s t a d í s t i c a , demanda t a m b i é n prontas ú t i l e s refoimas para contener los estragos de la miseria y del pauperismo, de esa espantosa lepra de las sociedades modernas que, s e g ú n el erudito y elegante escritor médico D . Pedro F e l i p a Monlau, «es una desdicha para los pobres, pero t a m b i é n es una f a t a l i d a d para los ricos y para las otras clases mas o menos acomodadas; pues la miseria trae d e g e n e r a c i ó n f í s i c a , c o r r u p c i ó n moral, enfermedades, pasiones tristes, p r o s t i t u c i ó n , delitos revueltas, etc.; y un pais donde abundan los pobres no puede ser morada saludable n i para los ricos.» Casi en los mismos t é r m i n o s se expresa el vizconde de V i l l e n e u ve-Bargemont en su E c o n o m í a p o l í t i c a cristiana. « L a pobreza, dice, es una causa de d e g r a d a c i ó n física y moral que la sociedad interesa en p r e v e n i r ; y en fin siempre que no sea el efecto de una desgracia merecida, la filosofía no p o d r í a ver en ella mas que una gran injusticia moral.» L a higiene p ú b l i c a demanda igualmente la acción del gobierno a la c o o p e r a c i ó n de sus delegados para remover los focos de infección que, ya en los campos, ya en las mismas poblaciones, v i c i a n el aire a t m o s f é r i c o , que es el v e h í c u l o p r i v i l e g i a d o de las grandes epidemias. Y para convencernos d é l a necesidad de semejan tes re-

— 305 — formas, poco habremos de esforzarnos en el examen de las cuestiones que han de tratarse en los a r t í c u l o s s i guientes. A.RTÍCÜLO I I I Unos de los puntos mas importantes de la higiene p ú b l i c a , es el que se ocupa de la c o n s t r u c c i ó n de los edificios. Con solo recordar que el hombre pasa en las h a b i t a ciones mas de las tres cuartas partes del d í a , se expresa la necesidad de que retinan todas las condiciones de salub r i d a d . E l aire es el alimento de la r e s p i r a c i ó n y agente indispensable para la vida^ y cuando hay u n cambio sensible en la p r o p o r c i ó n de sus elementos componentes, o cuando se altera por la mezcla de otros cuerpos e s t r a ñ o s y nocivos, la ematosis es imperfecta, la salud se reciente, y muchas veces el a n i m a l que lo respira perece i n s t a n t á n e a m e n t e . U n a de las causas que m á s v i c i a n la a t m ó s fera c i r c u n s c r i t a de las habitaciones es la r e s p i r a c i ó n . E n este acto funcional el p u l m ó n se apodera del o x í g e n o del aire, y este se carga del á c i d o c a r b ó n i c o y del vapor acuoso desprendido durante la e s p i r a c i ó n , los cuales perjudican a la c o n v e r s i ó n de la sangre venosa en a r t e r i a l , si vuelven a ponerse en contacto con ella en las c é l u l a s pulmonares. E l D r . Menzies ha deducido de sus experimentos, que el hombre consume cerca de trece metros c ú b i c o s de aire en las veinte y cuatro horas; pero aunque se tengan por exajerados estos c á l c u l o s , siguiendo a Dumas, que en i g u a l espacio de tiempo solamente lo v a l ú a en ocho metros c ú b i c o s , tenemos que para que el aire espirado no penetre segunda vez en el p u l m ó n , era indispensable la r e n o v a c i ó n de este fluido en un t e r c i o de metro cúbieo por hora. M r . L e b l a n afirma, d e s p u é s de los espeRumillete de Pensamientos

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rimentos practicados en habitaciones destinadas a d i s t i n t o s usos, que si por efecto de la r e s p i r a c i ó n el á c i d o c a r b ó n i c o llega a la p r o p o r c i ó n de 1 por 100 en parages cerrados, se experimenta u n malestar penoso. A d e m á s de l a t r a s p i r a c i ó n p u l m o n a l h a y o t r a f u n ción perspirat.oria, la e x h a l a c i ó n c u t á n e a , que por las materias o r g á n i c a s putrescible disueltas en el vapor de agua, v i c i a n el ambiente de una manera sensible. N ó tase, en efecto, en cualquier d o r m i t o r i o que no tiene la suficiente v e n t i l a c i ó n , una a t m ó s f e r a cargada y espesa y un olor repugnante y nauseabundo. A estos miasmas, susceptibles de f e r m e n t a c i ó n p ú t r i d a , se a t r i b u y e con sobrado fundamento el desarrollo e p i d é m i c o de los tifus castrense, hospitalarios, carcelarios, etc., y el que se revistan de i g u a l forma las enfermedades e s p o r á d i c a s . Calculados los productos de ambas traspiraciones en 800 a 1,000 gramos por d í a , necesita cada i n d i v i d u o , seg ú n Peclet, la cantidad de seis a diez metros c ú b i c o s de aire por hora para e v i t a r su s a t u r a c i ó n m i a s m á t i c a , t a n perjudicial a la salud. E l mismo autor asegura que con una v e n t i l a c i ó n de diez a veinte metros c ú b i c o s por hora, el aire de la h a b i t a c i ó n ofrece t o d a v í a en el análisis una p r o p o r c i ó n de dos a cuatro m i l é s i m a s de ácido carbónico. E n v i s t a de tan preciosos e interesantes datos, ¿que debemos pensar de la c o n s t r u c c i ó n actual de las casas en los grandes centros de p o b l a c i ó n , donde el terreno se aprovecha, palmo a palmo por la a m b i c i ó n desmedida de los especuladores con menoscabo de l a salud p ú b l i c a ? De nada sirven los consejos de la ciencia, vencida siempre y desatendida por el v i l i n t e r é s i n d i v i d u a l , que se sobrepone a l bien de la sociedad. R e c ó r r a n s e sino esos barrios inmundos, donde se albergan las ínfimas clases eu. hediondos patios y en cuevas h ú m e d a s j m e f í t i c a s ,

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sin l u z n i v e n t i l a c i ó n , o en reducidas bohardillas que las mas de ellas no tienen la e l e v a c i ó n suficiente para mantenerse de pie sus habitantes. Allí una f a m i l i a numerosa, d e s p u é s de haber devorado un a l i m e n t o insuficiente o mal sano, se aglomera en el reducido espacio de un aposento insalubre para buscar en el s u e ñ o el descanso de sus diarias y penosas fatigas. Y no se crea exagerada la p i n t u r a con que a cada paso se nos r e t r a t a la d e g r a d a c i ó n de la miseria. N o hace mucho tiempo que en M á l a g a se p r a c t i c ó un reconocimiento en las casas hospitalarias, conocidas con el nombre repugnante de Cotarros en los barrios del Perchel y de la T r i n i d a d , en las que encontraron hacinadas y durmiendo en el suelo o en mugrientas esteras, y en medio de nauseabundos olores, varias personas de diferente sexo. Este hecho, que no solo es contrario a la salud, sino que t a m b i é n afecta a la moralidad p ú b l i c a , ha sido denunciado por los p e r i ó d i c o s m é d i c o s y políticos. ¿Se a d m i r a r á t o d a v í a alguno de que entonces degeneren en constituciones d é b i l e s y enfermizas l a mas opuestas organizaciones, minadas, hondamente por el tósigo de la miseria? ¿Cómo no ha de compadecerse, y en cierto modo disculparse de sus e s t r a v í o s a esos seres desgraciados, que careciendo de la precisa i n s t r u c c i ó n y necesario sustento se sumergen en los vicios, buscando una tregua a sus sufrimiento en el ú n i c o placer con que les b r i n d a su d e g r a d a c i ó n ? ¿Cómo ha de sorprendernos el odio reconcentrado y la amarga sonrisa del pobre, al comparar sus destrozados y asquerosos harapos con el lujo fascinador y las comodidades del rico? Las masas proletarias, dice M r . de V i l l e n e u v e , p r i v a d a s de alimento moral y de bienestar físicos, quieren e n t r a r a su vez, a huenas o a malas, en l a p a r t i c i ó n de los bienes de este mundo.

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Esta lucha es t a u t o m á s t e r r i b l e , cuanto que a l a d e s e s p e r a c i ó n del hambre y de l a miseria se asocian los instintos sanguinarios de la e n v i d i a y las pasiones bastardas de la ignorancia y del v i c i o . Por eso muchas v e ces ha peligrado la t r a n q u i l i d a d p ú b l i c a , y se han conmovido hasta en sus cimientos los p r i n c i p i o s conservadores de la sociedad, cuando esas masas, como furiosas vacantes, han corrido por la calles agitando la incendiar i a tea de las revoluciones. Por lo mismo t a m b i é n ese embrutecimiento del cuerpo y la a d y e c o i ó n del e s p í r i t u , ese marasmo m o r a l e i n t e l e c t u a l , altamente repugnante para las personas cultas y civilizadas, es digno de nuest r a c o n m i s e r a c i ó n y de escitar los b e n é v o l o s sentimientos de los hombres de gobierno. Lejos de apartar la vista con repugnancia de esa gangrena social, hay que aplicar todos los remedios heroicos de la ciencia administ r a t i v a para contener sus progresos y e v i t a r su reproducción. Si de los centros populosos, donde se ostenta todo el refinamiento y el lujo de la opulencia, contrastando al lado de la m á s espantosa miseria^ nos trasladamos a los pueblos y a las aldeas, veremos t a m b i é n marchar en un desacuerdo lamentable la higiene social y la ciencia a d m i n i s t r a t i v a ; mejor dicho, aquella e s t á completamente olvidada: se i g n o r a hasta si tiene a l g ú n derecho para i n t e r v e r n i r en la c o n s t r u c c i ó n y d i s t r i b u c i ó n apropiada de los edificios, y las municipalidades para nada se c u i dan de esta parte i m p o r t a n t í s i m a de la p o l i c í a urbana, cuya u t i l i d a d y conveniencia son incuestionables. Por fin, en las capitales y en otras poblaciones de alguna c o n s i d e r a c i ó n h a y comisiones que entienden y v i g i l a n sobre lo que al ornato p ú b l i c o concierne, aunque no siempre lo que se l l a m a adorno y hermosura, que por lo c o m ú n se concreta a la s i m e l r í a de las casas y a la u n i -

— 309 — formidad d e s ú s facliadas, e s t á basado en las reglas sabiamente establecidas por la h i g i e n e . E n los pueblos pequeños al c o n t r a r i o ; f a l t a n esas mismas comisiones, y si no hay palacios que edificar, m u y bien pudieran prestar grandes servicios haciendo que se levantasen moradas dignas del h o m b r e . Dedicados en general sus habitantes a la a g r i c u l t u ra, viven confundidos bajo un mismo techo los hombres y los animales que con ellos comparten las faenas del campo. Muchas veces, y es lo mas frecuente, se albergan hombres y ganados en una h a b i t a c i ó n baja, obscura y de mezquinas dimensiones, donde el aire no se renueva, y necesitando t a l vez encender fuego en tan r e d u c i d o r e c i n to. De manera que este miserable albergue sirve a u n tiempo de cocina, deestablo y d e d o r m i t o r i o a u n a f a m i l i a numerosa. N o es solo la salud del cuerpo la que entonces se altera y deteriora sino que t a m b i é n la salad del alma sufre an menoscabo i r r e p a r a b l e , y cuyos amargos frutos han de v e n i r a madurarse mas tarde con la c o r r u p c i ó n de las costumbres resultado indispensable de una educación poco esmerada, que es la escala f a t a l por la que se llega a la ú l t i m a meta de los c r í m e n e s mas h o r r e n dos, d e m o s t r á n d o n o s la e s t a d í s t i c a c r i m i n a l que esta clase de seres degradados es la mas propensa a lanzarse en la v í a de los desaciertos. Y no p o d í a suceder de otro modo; porque confundidos desde su mas t i e r n a edad los niños de ambos sexos en un mismo lecho, y presenciando entre sus padres escenas nada conformes a la sana mor a l , se agosta en ellos el pudor, esa flor v i r g i n a l de la infancia y pura e m a n a c i ó n de la inocencia. E n la desventajosa p o s i c i ó n social que acabo de bosquejar, en una h a b i t a c i ó n con las condiciones de insal u b r i d a d descritas, y de todos conocidas por desgracia, el organismo tiene que resentirse en el conjunto do sus

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funciones y destruirse el consensus fisiológico. He apuntado y a que el i m p o r t a n t e f e n ó m e n o de la hematosis sufre alteraciones notables cuando el aire e s t á viciado, quedando incompleta la o x i g e n a c i ó n de la sangre, cuya plasticidad d i s m i n u y e . T a m b i é n se aminora el guarismo n o r m a l de sus p r i n c i p i o s n u t r i t i v o s y escitantes, que al dejar de estimular oportunamente a los diversos aparatos o r g á n i c o s , concede una preponderancia morbosa al sistema l i n f á t i c o . He a q u í esplicado el por q u é de esos semblantes p á l i d o s y abotagados; de esa mirada t r i s t e , e m p a ñ a d a y l á n g u i d a ; de la flacidez de las carnes, con la poca energ í a muscular y l a o b t u s i ó n de la i n t e l i g e n c i a . E l mismo origen reconocen los d e p ó s i t o s de l i n f a alterada, que s i m u l t á n e a o sucesivamente aparecen en distintas regiones del cuerpo, la tuberculosis y la escrofulosis, con todas sus formas proteicas, y el elemento a s t é n i c o que i m p r i m e a todas las enfermedades el sello de su c a r á c t e r hipostenizante o a d i n á m i c o . D e s p u é s de estudiadas las circunstancias desfavorables de las habitaciones, ¿se j u z g a r á t o d a v í a de poca i m p o r t a n c i a la i n t e r v e n c i ó n m u n i c i p a l , y se d e j a r á que el capricho o la a m b i c i ó n sean los que presidan en la c o n s t r u c c i ó n de las casas? No, y m i l veces no: el gobierno debe consultar a la ciencia y dar una ordenanza, que obliguen a todos los ciudadanos y determinen las reglas h i g i é n i c a s con que hayan de levantarse los edificios. I g u a l abandono y la misma reprensible i n c u r i a se advierte en los d e m á s puntos de p o l i c í a sanitaria. L a s i t u a c i ó n de algunos pueblos en localidades insalubres, es causa de que sus habitantes sucumban mas pronto, atormentados por enfermedades e n d é m i c a s rebeldes, que dependientes de la t o p o g r a f í a , mientras esta no se modifiquo; no le es posible al médico t r i u n f a r de ellas porcom-

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plefco. Las calles estrechas, tortuosas y mal empedradas, los lodazales y pantanos, y otras muchas circunstancias desfavorables a la salud p ú b l i c a d e s a p a r e c e r í a n del todo, o en su mayor parte, si la higiene fuese lo que d e b í a ser, y si los módicos no continuasen alejados de los destinos administrativos. H o y que el c ó l e r a morbo a s i á t i c o , abandonando el suelo que lo v i ó nacer, estiende sus brazos de g i g a n t e para abarcar en su d e s o l a c i ó n el a n t i g u o y nuevo c o n t i nente, y ruge como u n león h a m b r i e n t o a las puertas de nuestra p e n í n s u l a , son mas que nunca indispensables las precauciones de la higiene p ú b l i c a . A s í lo ha comprendido el gobierno dictando disposiciones acertadas para oponerse a la p r o p a g a c i ó n de t a n t e r r i b l e enemigo; pero estas mismas medidas, cuya observancia se encarga bajo la mas estrecha responsabilidad, son u n cargo severo y una prueba elocuente de l a indiferencia con que se m i r a n en circunstancias normales los preceptos h i g i é n i cos. ¿ P o r q u é se ha de esperar la i n m i n e n c i a del p e l i g r o para desplegar ese celo laudable en beneficio de l a salud p ú b l i c a ? ¿Son por v e n t u r a temibles nada m á s las epide mias, para que su t e r r o r í f i c a i m p r e s i ó n nos haga v o l v e r la v i s t a con ansiedad h á c i a las p á g i n a s salvadoras de l a ciencia de la salud? ¿ N o acabamos de demostrar que en los locales m a l construidos y donde se r e ú n e n muchas personas, el aire se v i c i a insensiblemente, c o n v i r t i é n d o s e en focos infectos que favorecen la marcha destructora de la epidemia, y comunica su g é r m e n a las d e m á s enfermedades? Si p a r á s e m o s nuestra a t e n c i ó n en las funestas c o n secuencias que a l a salud p ú b l i c a acarrea el olvido de la higiene, v e r í a m o s que este abandono ocasiona m á s estragos que la peste y el c ó l e r a que tanto nos aterran; pero como los efectos de aquellas trasgresiones son mas l e n -

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tos, no impresionan l a i m a g i n a c i ó n de las gentes, que en su ignorancia suelen achacar las enfermbdades a otras causas, que n i n g u n a p a r t i c i p a c i ó n ha tenido en su desar r o l l o . Lejos de marchar en l a v í a de las reformas sanitarias por l a senda del progreso, vamos, sino e s t a c i o n á n donos conculcando, i n f r i n g i e n d o y menospreciando las antiguas p r a g m á t i c a s y las recientes ordenanzas que t r a tan de los establecimientos p ú b l i c o s que, ya por el objeto de su i n d u s t r i a , y a por la a g l o m e r a c i ó n de personas, pueden alterar el aire. Estas concausas, obrando de consuno con las y a i n dicadas en poblaciones cuyo p e r í m e t r o no guarda prop o r c i ó n con su c r e c i d í s i m o vencindario y donde falta el espacio necesario para la r e n o v a c i ó n del aire que ha de consumir cada i n d i v i d u o , agravan mas y mas la suerte precaria de sus moradores, que mas bien parece que andan y se a g i t a n en las estrechas calles de estensos n e c r ó polis, que en ciudades destinadas para m a n s i ó n de los v i v o s . V e á s e sino si es conveniente a la salud que en los puntos mas c é n t r i c o s se p e r m i t a n esas f á b r i c a s , esas grandes manipulaciones de la i n d u s t r i a , en donde las materias o r g á n i c a s entran en d e s c o m p o s i c i ó n , i m p r e g n á n dose el aire de emanaciones d a ñ i n a s , que cuando menos • ofenden el olfato de los t r a n s e ú n t e s . D í g a s e al mismo tiempo si estos establecimientos tienen en todas sus dependencias las condiciones de salubridad con que debe garantirse l a existencia de los obreros, que pasan allí todo el d í a y g r a n parte de la noche. P o r consiguiente, las f á b r i c a s que por sus productos se hacen incombatibles con la salud, o quo ofrecen a l g ú n peligro a la seguridad del hombre y de su propiedad, deben confinarse fuera de las poblaciones, en localidades convenientes y que reur nan los requisitos que la higiene minuciosamente detalla.

— 313 — ARTÍCULO I V . E n el a r t í c u l o anterior hemos demostrado, aunque con la brevedad que requiere un a r t í c u l o de p e r i ó d i c o , los males a que la sociedad e s t á expuesta continuamente, por la i n f r a c c i ó n de las reglas sanitarias a que deben someterse las habitaciones donde el hombre se alberga y los establecimientos fabriles o de la i n d u s t r i a . Hemos t a m b i é n apuntado sus causas, y hoy vamos a dedicar algunas p á g i n a s a la beneficencia p ú b l i c a , Aunque la econ o m í a p o l í t i c a se halle tan í n t i m a m e n t e relacionada con este asunto, no haremos m á s que recordar algunas de sus m á x i m a s , en cuanto la d o c t r i n a de la ciencia e c o n ó m i c a pueda i l u s t r a r la c u e s t i ó n en el terreno de la higiene p ú blica. La caridad no es solamente una v i r t u d enaltecida por el cristianismo: es t a m b i é n un sentimiento generoso, gravado en el c o r a z ó n del hombre, que se conmueve ante el cuadro t r i s t í s i m o de la miseria y desigualdad humana. Y como estas causas lastimosas han existido siempre en la sociedad, lo mismo en los tiempos antiguos que en la moderna y actual c i v i l i z a c i ó n ; de a q u í la necesidad de la beneficencia para subvenir por medio de la caridad a la debilidad de la i n f a n c i a desvalida, a los f a m é l i c o s clamores de la i n d i g e n c i a , a los padecimientos físicos de los pobres enfermos, y a l a t r i s t e s i t u a c i ó n del anciano, cuyas fuerzas se han agotado con el trabajo, y que apenas puede alargar y a sus t r é m u l a s manos para recoger la limosna que le ofrece un alma compasiva. Pero esta imperiosa ley de la caridad, aplicada a las miserias h u manas en cuanto reconocen por causa l a f a l t a o l a imposibilidad del trabajo, no r e c i b i ó el c a r á c t e r de universalidad que la engrandece hasta la é p o c a de la d o c t r i n a

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e v a n g é l i c a . « L a h i s t o r i a de las instituciones c a r i t a t i v a s , dice u n c é l e b r e escritor, e s t á ligada con la h i s t o r i a de los progresos y de los efectos sociales del cristianismo. Las opiniones e s t á n m u y divergentes sobre la maner a que conviene adoptar para socorrer las necesidades del menesteroso y atender a la c u r a c i ó n de sus enfermedades. Unos, reprobando la i n s t i t u c i ó n de los hospitales y d e m á s casas de asilo, pretenden c i c a t r i z a r las llagas de la sociedad i n d i v i d u a l i z a n d o y organizando por medio de contingentes el socorro de los pobres. Otros, a p o y á n dose en los fundamentos de la caridad cristiana, y en que las necesidades de la p o b l a c i ó n paciente y menesterosa son permanentes, aseguran que los socorros deben ser t a m b i é n permanentes y no transitorios, y por consiguiente que los hospitales son una necesidad y u n excelente medio de socorro y e c o n o m í a . Ambas opiniones p a r é c e n nos demasiado exageradas por lo s i s t e m á t i c a s , y esclusivas, y sus autores, obcecados por el e s p í r i t u de p a r t i d o ; han despreciado los p r i n c i p i o s razonables de la ciencia e c o n ó m i c a para apoyarse en los extremos irreconciliables de su escuela p o l í t i c a y establecer e imponer por este medio a la a d m i n i s t r a c i ó n su esclusivismo. Si la í n d o l e de este a r t í c u l o nos los p e r m i t i e r a , desc e n d e r í a m o s a consideraciones de e c o n o m í a p o l í t i c a , para demostrar los vicios de que adolece la l e g i s l a c i ó n sobre los indigentes, aun en las naciones que se califican de m á s cultas. E n I n g l a t e r r a , por ejemplo, puede asegurarse que el o r i g e n del pauperismo se remonta al r e i n a do de E n r i q u e Y I I I , desde que el protestantismo destruy ó violentamente con las instituciones c a t ó l i c a s los benéficos establecimientos que h a b í a fundado la caridad cristiana. E n vano fué la p u b l i c a c i ó n de leyes e n é r g i c a s y t e r r o r í f i c a s para r e p r i m i r la mendicidacf; i n ú t i l m e n t e se creó la c o n t r i b u c i ó n de los pobres^ para que las desdi-

— 815 — chadas v í c t i m a s de la reforma no turbasen con una revol u c i ó n social, a impulsos del hambre, a los que por m e dio de o t r a r e v o l u c i ó n religiosa los h a b í a sumido en la miseria, despojando al clero y a los establecimientos car i t a t i v o s de sus rentas. A pesar de estos esfuerzos del gobierno b r i t á n i c o para s u s t i t u i r la filantropía a l a caridad c r i s t i a n a , y a despecho de las doctrinas de S m i t h y de sus sectarios, inoculadas en i a i n d u s t r i a inglesa, y por medio de las cuales se ha fomentado de un modo sorprendente el e s p í r i t u de a s o c i a c i ó n en el reino U n i d o de la Grran B r e t a ñ a ; el pauperismo ha aumentado en una p r o g r e s i ó n espantosa, como puede calcularse por los datos que a continuación estampamos, tomados de una obra de e c o n o m í a pol í t i c a . E n 1776 a s c e n d i ó la c o n t r i b u c i ó n e x i g i d a para los pobres a 1.720,316 l i b r a s esterlinas; en 1783, a 2.167,749; en 1803, a 5.318,205; y durante los a ñ o s de 1812, 1813 y 1814, el t é r m i n o medio ha sido de 6.129,844 libras esterlinas; y en 1881 subió a 8.280,000 libras esterlinas, o p r ó ximamente a ochocientos veintes y ocho millones de reales, sin i n c l u i r los gastos de p e r c e p c i ó n , que ascienden a la cuarta parte y aun m á s . E l conde Delaborde, en su obra sobre el e s p í r i t u de a s o c i a c i ó n , v a l ú a en 240 m i l l o nes de francos el i m p o r t e anual del impuesto de los pobres en I n g l a t e r r a . Por este ligero bosquejo se c o m p r e n d e r á con cuanta r a z ó n M a l t h u s , Say, Sismondi, Storchy y todos los economistas ingleses y franceses en general, han condenado como viciosa l a l e g i s l a c i ó n b r i t á n i c a sobre los i n d i g e n tes, y a se la examine en el terreno e n c o n ó m i c o , y a en la esfera m á s elevada y trascendental de la m o r a l i d a d . Es a todas luces anti-social y peligrosa la p r o g r e s i ó n ascendente que ha seguido el aumento de la p o b l a c i ó n obrera y menesterosa, y no cabe la menor duda en que las leyes

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inglesas han fomentado en esta parte el r á p i d o acrecentamiento de las familias degradadas, que por su c o n d i ción abyecta y miserable constituyen el pauperismo. E l s e ñ o r b a r ó n de Morgues eleva en sus cálculos el n ú mero de los pobres de la Grran B r e t a ñ a a la cuarta p a r te, y aun q u i z á s a la tercera del t o t a l de habitantes. V é a se, pues, como a pesar de cuanto se ha dicho por los apologistas de este sistema, es necesario confesar con el vizconde A l b a u de V i l l e n e u v e - B a r g e m o n t , que las t e o r í a s de la e c o n o m í a p o l í t i c a son muy impotentes para curar los males inherentes a la naturaleza humana; males que solo pueden h a l l a r remedio en la m o r a l religiosa, en el p r i n c i p i o de la caridad y en la i n d u s t r i a a g r í c o l a nacional. Hemos descendido a estos pormenores que, aunque al parecer e s t r a ñ o s , son m u y i m p o r t a n t e s para el estudio filosófico de la higiene p ú b l i c a ; y porque se deja sentir hoy m á s que nunca la necesidad m o r a l , h i g i é n i c a y social de contener el vuelo espantoso del pauperismo, que conduce a la especie humana a su d e g r a d a c i ó n física y a la c o r r u p c i ó n de las costumbres. «Los hijos, dice nuestro Melendez, toman de los padres esta v i d a corrompida y l i b r e , y con ella la i n m o r a l i d a d y la m e n t i r a , » Mucho mejores que las leyes inglesas, y m á s conducentes a est i n g u i r la mendioidadjnos parecen nuestras leyes de beneficencia, donde b r i l l a una s á b i a prudencia al lado de la caridad c r i s t i a n a m á s acendrada. No hay mas que recorrer el c ó d i g o i n m o r t a l de las Partidas, el Ordenamiento de los menestrales del rey D . Pedro, el Ordenamiento de Toro, las disposiciones de nuestras antiguas Cortes, l a N o v í s i m a Recopilación y el Código penal v i g e n t e , para convencerse que con el exacto c u m p l i m i e n t o de estas medidas, armonizadas siempre con las m á x i m a s e v a n g é l i c a s ^ es mas fácil desterrar los

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mendigos que imponiendo, como en I n g l a t e r r a , una conf t r i b u c i ó n forzosa para los pobres. Llamamos la a t e n c i ó n una y otra vez con insisten-V . cia, y q u i z á s con repeticiones pesadas, sobre este asunto; porque la mendicidad, generalizada y convertida en oficio o en modo de v i v i r , es la carcoma de los estados y ia causa de la decadencia del hombre. N o puede consebirce, por un alma honesta n i , por m á s que se diga, ponderarse bien el envilecimiento, la torpe c o r r u p c i ó n , el olvido de todos los deberes, el embrutecimiento, en fin, en que esta clase de hombres v i v e generalmente. Sin pat r i a , sin residencia fija, sin c o n s i d e r a c i ó n n i m i r a m i e n to alguno, sin freno de ninguna a u t o r i d a d , mudando de domicilio s e g ú n su antojo, y en la m á s completa libertad, o mas bien i n s u b o r d i n a c i ó n e independencia, n i son vecinos de pueblo alguno, n i subditos de n i n g u n a aut o r i d a d , n i profesan la r e l i g i ó n sino en el nombre, n i conocen p á r r o c o propio que los i n s t r u y a en ella, n i nunca, en fin, se los v e r á en un templo oyendo una misa, n i en una d e v o c i ó n . Su v i d a miserable y vaga los exime de todo. Dados al vino y a un asqueroso desaseo, y durmiendo en pajares y cuadras, mezclados y revueltos unos con otros, no conocen la honestidad n i la decencia, y borradas del todo las santas aspiraciones del pudor, se dan sin reparo a los df-sordenes m á s feos. De este estado de entera independencia y env i l e c i m i e n t o nacen precisamente la d e g r a d a c i ó n de alma y el abandono b r u t a l con que se entrega a todos los v i cios. De la mendiguez a la r a t e r í a y el robo no hay si no un paso, y otro del robo hasta el suplicio: ¿y c u á n t o s no han parado en él o en los presidios, que t u v i e r o n su aprendizaje de mendigos? Esta calamidad exige un correctivo e n é r g i c o y constante, y nosotros no proponemos otro que el que desig-

s^¿.

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na la ley 24, t í t . 39, l i b r o 7.° de la Novis. Recop., a saber: el recogimiento de pobres, mendigos y vagos, el socorro de vergonzantes y la e x p u l s i ó n de forasteros.Nada f a l t a a nuestra l e g i s l a c i ó n en asunto tan i m p o r t a n t e , lo que si se necesita es reclamar su p u n t u a l observancia. Dejando las leyes de Partidas, que prescriben las reglas para el socorro de los pobres y para e v i t a r la vagancia, y pasando por alto las reales disposiciones de otros monarcas posteriores, por hallarse reasumidas en el l i b r o y t í t u l o s citados, en ellos nos detendremos para encont r a r el remedio que se busca. Con solo expresar el objeto de estas leyes, se especifican t a m b i ó a las causas de que la mendicidad se conv i e r t a en u n modo de v i v i r y de que se t r a s m i t a de padres a hijos. Debe por consiguiente impedirse que los pobres anden vagando por todo el reino, o b l i g á n d o l o s a pedir en el pueblo de su naturaleza, cuando no haya casas de asilo que los regojan, procurando el gobierno fundar y consolidar tales establecimientos en todas las capitales de p r o v i n c i a . De este modo p o d r í a t a l vez estinguirse la mendicidad; pero í n t e r i n el gobierno no pueda l l e v a r a cabo el pensamiento que indico, no se p e r m i t a pedir limosna a nadie sin u n d i s t i n t i v o y una licencia autorizada;porque muchos esplotan la caridad so color de que son pobres, estando buenos y sanos, pudiendo t r a b a j a r y ocuparse en diferentes ministerios. Otro mal lleva consigo la mendicidad, y es el f a m i l i a r i z a r a los hijos con la v i d a errante y vagabunda de los padres. Los inconvenientes que surgen de esta l í n e a de conducta, se han esplanado ya suficientemente para justificar la d e t e r m i n a c i ó n de arrancar los hijos mayores de cinco a ñ o s del seno de sus f a m i l i a s , p r o p o r c i o n á n doles una e d u c a c i ó n cristiana y los medios de aprender un oficio, ú t i l o c o l o c á n d o l o s en una casa en calidad de

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sirvientes. Y no se d i g a que esta d i s p o s i c i ó n envuelve un acto de crueldad, despojando al padre de sus l e g í t i mos derechos; porque siendo uno de los fines del m a t r i monio el educar a los hijos, «no tienen derecho los padres que los abandonan o que no los educan o mantienen sino con el vicio y ócio: a impedir al soberano que tome sobre s í este cuidado p a t e r n a l . A s í se expresaba el Sr. D . Carlos I I I , de gloriosa memoria, y d e s p u é s de otras disposiciones para i m p e d i r el abuso de la mendicidad, «de que proviene el abandono del traba'jo ú t i l y honesto, y nace la m u l t i t u d de vagos de ambos sexos, en quienes se p e r v i e r t e n las costumbres y f o r m a una especie de man a n t i a l perenne de hombres y mugeres p e r d i d a s ; » encarga al Consejo la m á s a c t i v a v i g i l a n c i a para cotinuar y promover los hospicios y recogimiento de mendigos, especialmente de los niños y n i ñ a s , sin los cuales a un cierto progreso de tiempo se e s t i n g u i r í a n los seminarios de l a mendicidad ociosa y vaga. Otras muchas leyes se han promulgado, y jaunque confesamos l a dificultad de su estricta observancia, de esto a no hacer nada hay una diferencia inmensa. R e g u l a r í c e s e esta parte de la a d m i n i s t r a c i ó n , conciliando los p r i n c i p i o s de l a caridad con el mantenimiento del ó r d e n y de la moral p ú b l i c a , s e g ú n aconseja el s e ñ o r vizconde de Y i l l e n e u v e - B a r g e m o n t . Este sabio economista, encargado en 1817 de la a d m i n i s t r a c i ó n del departamento de T a r n y Q-arona, y en 1818 del de la Charenta clasifico los mendigos: 1.° en indigentes enfermos, o i m p o s i b i l i tado para trabajar; 2 , ° en indigentes que c a r e c í a n de trabajo, y 3.° en indigentes sanos, pero que no q u e r í a n trabajar. A los de la p r i m e r a clase que no p o d í a n i n g r e sar en los asilos n i d á r s e l e s socorro a d o m i c i l i o , se le autorizaba, d e s p u é s de comprobar su s i t u a c i ó n , para pedir limosna en su pueblo, llevando ana medalla descu-

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b i e r t a y un certificado del sub-prefeoto. I g u a l a u t o r i z a ción se concedia a los que carecian de trabajo, mientras durasen la circunstancia accidentales de su indigencia; y los mendigos sanos que se negaban al trabajo, quedaban sujetos a la v i g i l a n c i a y p e r s e c u c i ó n de la p o l i c í a administrativa y judicial. Estas medidas produjeron m u y buenos resultados. ¿Y por q u é nosotros, imponiendo el C ó d i g o penal las penas de arresto mayor y s u g e c i ó n a la v i g i l a n c i a de la autoridad al que pide h a b i t u a l m e n t e limosna sin la debida licencia, al que la obtiene bajo un m o t i v o falso,, y al que c o n t i n ú a pidiendo d e s p u é s que han cesado las causas de su necesidad accidental, vemos vagar impunemente en los pueblos todos los d í a s una m u l t i t u d de holgazanes con el nombre de mendigos? ¿ P o r q u é estando estos considerados como vagos, s e g ú n la definición del C ó d i g o , no se les aplica el correctivo de la l e y , contribuyendo con este abandono los alcaldes a sancionar la r i d i c u l a íóvmnla, «se obedece pero no se cumple?» Es verdad que mal pudiera imponerse el castigo, cuando no e s t á en p r á c t i c a el uso de las licencias para pedir limosna. T a l vez habremos dejado correr nuestra p l u m a con sobrada p r e c i p i t a c i ó n en una materia, en la que no nos juzgamos competentes, y q u i z á habremos divagado tamb i é n fuera de los l í m i t e s de la medicina y de la í n d o l e del p e r i ó d i c o , que tan favorablemente acoge nuestro mal coordinados trabajos; pero lo que no admite r é p l i c a en la esfera elevada de la filosofía, desde cuya a l t u r a hemos contemplado a la humanidad para s e ñ a l a r las causas de su decadencia física y moral, ú l t i m o t é r m i n o del problema que se propone resolver el h i g i é n i s t a , es que mientras no se c o n v i e r t a en la ley p r á c t i c a la ley escrita que abraza esta parte de l a beneficencia, la d e g r a d a c i ó n de la especie humana i r á en aumento, y las enfermedades

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s e r á n t a m b i é n mas numerosas. E n este concepto, y dominados por la c o n v i c c i ó n de esta verdad, nos heipos ' atrevido a i n v a d i r el terreno de la e c o n o m í a p o l í t i c a , para que el gobierno i n t e r v e n g a con m á s e n e r g í a y con^-^ tancia en la e s t i r p a c i ó n de u n m a l que amenaza de muerte a la sociedad, y que y a en I n g l a t e r r a , y m u y p a r t i cularmente en F r a n c i a el a ñ o de 1848, puso en grave conflicto al gobierno provisional de aquella r e p ú b l i c a . Hemos aducido, a d e m á s del testimonio irrecusable de la experiencia, la autoridad respetable de varios sábios, para patentizar que el abandono en l a e d u c a c i ó n de las masas sirve de premisas forzosas a la i n m o r a l i d a d y al c r i m e n , cuya consecuencia l ó g i c a es v e n i r a espiar muchos desgraciados sus delitos en el p a t í b u l o , en las c á r c e l e s y los presidios. Pero si descuidada e s t á la educ a c i ó n del pueblo, no le va en zaga nuestro sistema pen i t e n c i a r i o . N o nos haremos cargo de esta d o c t r i n a bajo el punto de vista de la moral y de la j u s t i c i a , que tantas reformas exigen en los establecimientos penales para que lleguen a ser, en vez de escuelas de c o r r u p c i ó n , verdaderos hospitales p a r a el vicio. Semejante tarea es demasiado pesada para nnestras d é b i l e s fuerzas y no haremos mas que i n d i c a r lo que son las c á r c e l e s h i g i é n i c a mente consideradas. Las c á r c e l e s , sitios de custodia y no de castigo para los presos, cuya inocencia vienen muchas veces a demostrar los.procedimientos judiciales, no llenan las condiciones que el legislador se propuso. Fundadas las mas en una é p o c a de i g n o r a n c i a , y en que la idea de l a justicia era s i n ó n i m o de r i g o r y de t i r a n í a para los i n f e l i ces condenados a r e c l u s i ó n , todo conspiraba a que estos establecimientos ofreciesen y ofrezcan el aspeuto de la d e g r a d a c i ó n humana. R e c ó r r a n s e los pueblos de l a pen í n s u l a , y se v e r á c u á n lejos estamos t o d a v í a del grado Ramillete de Pensamientos

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— 322 — de c i v i l i z a c i ó n que han alcanzado los Estados U n i d o s de A m é r i c a y algunas naciones de E u r o p a en el sistema penitenciario. Nuestras c á r c e l e s en general, son de un esterior mezquino, y en vez de encontrarse aisladas y distantes de los puntos c é n t r i c o s de la p o b l a c i ó n , e s t á n en la mayor parte situadas en la plaza. Muchas no reciben, o solo por corto tiempo, la benéfica influencia d é l o s rayos solares, ofreciendo un aspecto s o m b r í o , las habitacionesson h ú m e d a s , o b s c u r a y c o n poca v e n t i l a c i ó n . A l gunos calabozos, como sucede en esta c á r c e l de p a r t i d o carecen de ventanas, de manera que cerrada la puerta s e g ú n se p r a c t i c a con los presos incomunicados; el aire no puede renovarse, siendo incalculables los perjuicios que se i r r o g a n a la salud de los encarcelados. Si a todas estas causas p a t o g é n i c a s se agrega que los que pueden comunicarse entre sí, e s t á n confundidos sin d i s t i n c i ó n de.edades n i de delitos en una misma habitac i ó n , generalmente situada en el piso bajo, durmiendo en el suelo sobre una manta o felpudo, exonerando el v i e n t r e en el mismo local y depositando en un gran cubo las heces fecales, se t e n d r á u n cuadro t r i s t í s i m o , pero v e r í d i c o , de la s i t u a c i ó n de aquellos desgraciados. También se hecha de menos en los establecimientos que nos ocupan, la c o n s t r u c c i ó n de patios espaciosos, donde pudiesen los presos pasearse y ejercitar las fuerzas físicas a ciertas y determinadas horas del día. Esta d e s c r i p c i ó n es tan exacta, que nos parece p á l i d a la p i n t u r a y débil el pincel con que la hemos bosquejado. A la c o n s i d e r a c i ó n de los profesores de ciencias médicas y al buen sentido e i l u s t r a c i ó n de los gobiernos no se o c u l t a r á n las funestas consecuencias de estas causas de i n s a l u b r i d a d , que muchas veces no l i m i t a n sus estragos al corto radio de aquella a t m ó s f e r a infecta, sino que se estienden y propagan a toda la p o b l a c i ó n . V i v i e n d o

— 323 — en un aire viciado por la r e s p i r a c i ó n y por otras emanaciones; p r i v a d a la p i e l de la a c c i ó n de uno de sus estimulantes directos y m á s necesarios, la luz solar; estando condenados los presos a u n reposo forzado y de l a r g a d u r a c i ó n , y bajo el influjo de impresiones morales tristes y d e b i l i t a n t e s , v u é l v e n s e p á l i d o s y abotagados,y se ahilan como las plantas. U n cuadro de s í n t o m a s muy semejante al de la cloro-anemia se desarrolla en tales i n d i v i d u o s , y a la a t o n í a de los m ú s c u l o s locomotores a c o m p a ñ a l a poca a c t i v i d a d de las funciones exhalantes de la piel, las malas condiciones de la r e s p i r a c i ó n y la poca e n e r g í a de la c i r c u l a c i ó n general. Con causas debilitantes, t a n e n é r gicas y permanentes, amenguase estraordinariamente l a fuerza de resistencia v i t a l , m a r c h í t a s e la j u v e n t u d m á s floreciente y la c o n s t i t u c i ó n m á s robusta y activa se aniq u i l a , dando fácil entrada a u n sin n ú m e r o de dolencias, que adquieren el funesto p o d e r í o de g e r m i n a r y propagarse indefinidamente muchas veces, mientras no se est i n g u e n los focos de i n f e c c i ó n de que proceden. No de otro modo se e x p l i c a n las epidemias de tifus espantosos, que con el nombre de carcelarios han sacrificado m u l t i t u d de v í c t i m a s en los d e p ó s i t o s de prisioneros eñ las c á r c e l e s y presidios. Aumentada l a d e s f i b r i n a c i ó n de la sangre y la dis* m i n u c i ó n de todos sus p r i n c i p i o s p l á s t i c o s , circula por las arterias una serosidad apenas rojiza, y el predominio de la p l é t o r a l i n f á t i c a d á m á r g e n a la m a n i f e s t a c i ó n de estados p a t o l ó g i c o s rebeldes, como las h i d r o p e s í a s , la i r r i t a c i ó n y s u p u r a c i ó n de los ganglios l i n f á t i c o s , y las e s c r ó f u l a s , que muchas Veces se resisten al h i e r r o , a l a cicuta y al iodo; porque f a l t a n a los enfermos la a i r e a c i ó n , la g i m n á s t i c a y los alimentos apropiados para combatir la dolencia que se p e r p e t ú a a despecho del m é d i c o m á s sabio y del t r a t a m i e n t o mas racional. T a m b i é n las afee-

— 324 — niones r e u m á t i c a s vienen a f o r m a r al lado de esta falange e x t e r m i n a d o r a , como resultado de la humedad y del frío que se dejan sentir en todas las habitaciones que no e s t á n b a ñ a d a s por una abundante luz. E l h á b i t o , y nada m á s que el h á b i t o , de ver todoy los d í a s las miserias y las diversas enfermedades que atormentan a los encarcelados, puede explicar la indiferencia con que se atiende a tan interesante objeto; pero el gobierno, bastante celoso ahora por mejorar el estado sanitario de los pueblos, debe cuidar con mano protector a de los establecimientos penales. L a sociedad e s t á tamb i é n interesada en estas reformas, la moral p ú b l i c a las exige, y la h u m a n i d a d las reclama. Construyanse las c á r c e l e s con todo el esmero h i g i é n i c o que requieren los edificios destinados a un gran n ú m e r o de personas; estén perfectamente orientados para r e c i b i r el aire y la luz; permanezcan en departamentos separados y completamente independientes, no solo las personas de d i s t i n t o sexo, sino t a m b i é n las que e s t é n encausadas por delitos leves, de las que sufren condenas de arresto mayor, etc.; en una palabra, que no respiren el m e f í t i c o ambiente de los grandes criminales los que aun no tienen el c o r a z ó n avezado a marchar por los-tortuosos senderos del vicio. • Q u i s i é r a m o s ver generalizadas entre nosotros i n s t i tuciones tan grandes y benéficas como la real sociedad para la mejora de las prisiones, que se f u n d ó en F r a n c i a d e s p u é s de la r e s t a u r a c i ó n de los Borbones. L a revolución de j u l i o , como todas las revueltas p o l í t i c a s , hizo desaparecer esta sociedad, que contaba en su seno las primeras ilustraciones de la F r a n c i a , y cuyo objeto era el bienestar m a t e r i a l y la mejora moral de los detenidos. E n Amsterdan se f u n d ó otra, a i m i t a c i ó n de la anterior, con sus comisiones, en casi todas las ciudades de Holanda en que h a l l a n las prisiones, y en correspondencia con

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gran n ú m e r o de pueblos. Estas comisiones en sus visitas a las c á r c e l e s estimulaban a los presos a l trabajo, encam i n á n d o l o s a la v i r t u d e i l u s t r a n d o su r a z ó n con la lectura de libros que les f a c i l i t a b a la a s o c i a c i ó n , para que aprendiesen a conocer sus deberes religiosos y sociales. E n las prisiones que carecen de talleres, la sociedad proporciona trabajo y paga maestros para la e n s e ñ a n z a , y cuando los presos alcanzan su l i b e r t a d , a la par que se les reparten socorros y se les busca o c u p a c i ó n , se v i g i l a cuidadosamente su conducta p r i v a d a . Estos gastos son. de cuenta de los suscritores, cuyo n ú m e r o a s c e n d í a en 31 de diciembre de 1826 a 4,880 i n d i v i d u o s . Estas disposiciones y las d e m á s que se establecen en la l e y de 9 de junio de 1838, r e f o r m a r í a n ventajosamente las c á r c e l e s bajo el aspecto de la salubridad y de la comodidad. E n efecto; por dicha ley se previene que tales edificios tengan la suficiente capacidad para talleres, almacenes, d o r m i t o r i o s , e n f e r m e r í a s , cocinas, patios, huertas, etc. ¿Quién no descubre a q u í en las miras del legislador el convencimiento de mejorar la c o n s t r u c c i ó n de las c á r c e l e s , y de c o n v e r t i r por la ley del trabajo al c r i m i n a l y al vago en hombre de bien, ú t i l y laborioso ciudadano? S e r í a t a m b i é n muy conveniente la f u n d a c i ó n de colonias a g r í c o l a s penitenciarias, colonias obligatorias para los mendigos y otras clases que g r a v i t a n sobro el Estado, y que v i v e n a espensas de la caridad p ú b l i c a . No hacemos m á s que l l a m a r l a a t e n c i ó n sobre una medida i n t e r e s a n t í s i m a proclamada por todos los economistas, y que M r . Huerne de Pommeuse ha tratado con sin igual m a e s t r í a en su obra sobre las colonias a g r í c o l a s . A l g u n o s rigoristas a r r u g a r á n la frente con desprecio cuando sepan la clase de socorros y atenciones que se piden para el c r i m i n a l ; pero nosotros les contestaremos con Delille, que t a m b i é n el crimen tiene sus derechos sobre nuestra

— 326 — alma, y que algunas veces el remordimiento hace m á s que la virtud. ARTÍCULO V . Si el menesteroso y hasta el c r i m i n a l tienen un derecho incontestable a la caridad p ú b l i c a y a la paternal solicitud de los. gobiernos, c o n s i d é r e s e c u á n t o mas forzosa y o b l i g a t o r i a , c u á n t o mas necesaria y justa s e r á la ley de la beneficencia, cuando a las necesidades naturales de la v i d a se agregan las que imperiosamente han de crear un estado p a t o l ó g i c o cualquiera. ¿ P e r o cómo se han de plantear estos socorros, h i g i é n i c a m e n t e considedados? ¿ S e r á d i s t r i b u y é n d o l o s i n d i v i d u a l y aisladamente en el seno de las f a m i l i a s , o de una manera colectiva, en p ú b l i c o s establecimientos? E n otros t é r m i n o s : ¿cuál ofrece mas ventajas, la h o s p i t a l i d a d p ú b l i c a o la domiciliaria? Presentada a s í la c u e s t i ó n en t é s i s general, es i n c o n t r o v e r t i b l e la preferencia de los socorros domiciliarios. Cualquiera hombre que tenga un hogar, una f a m i l i a , un amigo, no necesita de h o s p i t a l y e s t a r á mejor asistido en su d o m i c i l i o . A l l í se c u r a r í a n mejor cuantos enfermos pueblan nuestros hospitales: allí t e n d r á n los mismos socorros, siempre que los f a c u l t a t i v o s e s t é n distribuidos con la debida p r o p o r c i ó n , y que cada pueblo que pueda sufragarlo, mediante la d o t a c i ó n proyectada de socorros, tenga m é d i c o , cirujano, botica, y que las aldeas inmediatas puedan acudir y valerse de aquellas proporciones. A r r e g l a d o a s í , q u e d a r í a n solo para los hospitales, o aquellos hombres destituidos de toda conexión y parentesco, o aquellas enfermedades contagiosas, o aquellas que piden operaciones extraordinarias. L o que tan ilustre como desgraciado escritor p e d í a

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y anhelaba, ha sido proclamado solemnemente d e s p u é s pur leyes sabias y benéficas en tiempos qve este filántropo no tuvo la suerte de alcanzar. E n el Proyecto de ley o r g á n i c a de sanidad p ú b l i c a de 1821 la c o m i s i ó n , condena los grandes hospitales para la c u r a c i ó n general de los pobres enfermos, y reclama la h o s p i t a l i d a d dom i c i l i a r i a como mejor, mas breve, menos costosa y preferente en u n todo a aquellos establecimientos, centros p o r lo c u m ú n de m i l vicios y desórdenes, y en los cuales, lejos de conseguirse los fines de su c r e a c i ó n , se hacen mas graves, difíciles e imperfectas en los grandes resultados las curaciones de los infelices dolientes. Aunque en el proyecto de ley sobre beneficencia p ú b l i c a , que el gobierno p r e s e n t ó al Senado en 1838, se determina que en las capitales de p r o v i n c i a y en todos los pueblos en que lo p e r m i t a n los fondos propios, se establezcan hospitales p ú b l i c o s ; t a m b i é n se consigna que se destinen para la c u r a c i ó n de los enfermos a quienes no pueda asistirse en sus casas por la caja de socorros: en el concepto de que la hospitalidad d o m i c i l i a r i a es la regla, y l a p ú b l i c a es la excepción. Si entoces no era imposible, era por lo menos difícil y embarazoso generalizar este pensamiento en todo el reino por los gastos que se o r i g i n a r í a n , y por los g r a n des o b s t á c u l o s que v e n d r í a n a entorpecer la o r g a n i z a c i ó n p r á c t i c a de los socorros a d o m i c i l i o ; pero en el d í a , que una ley previsora, lleve g r a t u i t a m e n t e con c a r i t a t i v o celo hasta la h u m i l d e choza del enfermo menesteroso todos los auxilios m é d i c o - f a r m a c é u t i c o s , puede y debe realizarse la hospitalidad d o m i c i l i a r i a , e s f o r z á n d o s e el gobierno para que prevalezca esta bella i n s t i t u c i ó n y se sobreponga a la h o s p i t a l i d a d p ú b l i c a . Mucho hay qutJ luchar; porque a ñ e j a s y m u y arraigadas preocupaciones, sostenidas y alentadas por bastardos intereses, o p ó -

— 328 — nense con capciosos pretextos a que esta verdad l u m i nosa y fecunda entre por fin en la c a t e g o r í a de los hechos consumados. Pero si se ha de atender, como se pretende en el p r e á m b u l o del citado real decreto, a la c o n s e r v a c i ó n de la salud del hombre, evitando la acción de infinitas causas que la p e r t u r b a n y d a ñ a n ; si se han de remediar sus padecimientos por medio de una buena asistencia facultativa,asociada a los auxilios que la beneficencia p ú b l i c a dispensa; si se ha de e v i t a r un p e s a d í s i mo gravamen, tan solo r e d i m i b l e con la muerte, a los establecimientos benéficos, y en fin, cuantiosos e insuficientes sacrificios a las personas c a r i t a t i v a s , debe el gobierno cerrar la puerta de la esperanza a todos los intereses de la-ilocalidad que se l e v a n t a n a pugnar abier tamente contra el decreto de partidos m é d i c o s . No se crea que este temor es un p á n i c o de nuestra acalorada f a n t a s í a : es el resultado de un hecho que estamos viendo por nuestros propios ojos, y que la v i d a de médico de p a r t i d o , aunque de pocos a ñ o s de p r á c t i c a , nos lo demuestra palpablemente. Pero prescindiendo de otros motivos i n t e r e s a n t í s i m o s para la higiene p u b l i c a y para la e s t a d í s t i c a s a n i t a r i a , consignados en el nuevo arreglo de partidos, ¿es igual la asistencia h o s p i t a l a r i a , por buena, por esmerada y c a r i t a t i v a que se suponga la de este y la de los d e m á s hospitales, a la d o m i c i l i a r i a que el gobierno plantea ©n su real decreto? ¿Y con que derecho se pretende p r i v a r a los pobres de un pueblo de los beneficios que la ley concede a los d e m á s , de ser asistidos en sus casas y en el seno de la f a m i l i a , cuyas caricias son un b á l s a m o consolador que m i t i g a los acerbos dolores del mal? E l gobierno nodebe otorgar tan injustos previlegios, n i dar oídos a tantas y tan peregrinas pretensiones, apoyadas unas por el favor, fundadas o i r á s en insigni-

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ficantes alegaciones de conveniencia, que s e r á n desechadas indudablemente, si la l e y lia de conservar su c a r á c t e r de u n i v e r s a l i d a d o b l i g a t o r i a para todos los pueblos y de conveniencia y u t i l i d a d para todos los pobres. Y a que por ahora no podamos pasar sin hospitales, quede por lo menos reducida su m i s i ó n a servir de asiln a los t r a n s e ú n tes y a los que carezcan de f a m i l i a . «Un enfermo, cuidado por los suyos, v i s i t a d o por f a c u l t a t i v o s que pueden asistirle con mas despacio y a t e n c i ó n , y cuyo c r é d i t o se interesa en la c o n s e r v a c i ó n de un hombre fiado a su i n t e l i g e n c i a y desvelo; un enfermo consolado por l a amistad, que ve su f a m i l i a mantenida por la misma mano que le socorre (pues la limosna que proporciona caldo a l uno, d á sustento a la casa), quieto, sereno y con un aire puro; este enfermo c u r a r á mas probable y mas prontamente, o si su hora ha llegado m o r i r á con mas r e s i g n a c i ó n , y al e x p i r a r b e n d e c i r á y r e c o m e n d a r á al amor y a la g r a t i t u d de sus hijos la sociedad, que nada o m i t i ó para a l i v i a r sus males y los ú l t i m o s instantes de su e x i s t e n c i a . » Hasta ahora solo hemos aducidos pruebas de a u t o r i dad, aunque entresacadas de respetables escritores y de documentos no menos autorizados. Veamos t a m b i é n si el raciocinio y la experiencia, luminosas antorchas de las ciencias de o b s e r v a c i ó n , pronuncian u n fallo f a v o r a ble en la causa que defendemos, que es la causa de l a humanidad en la mayor n ú m e r o de su individuos. S a b i da es la n a t u r a l y casi i n s t i n t i v a a v e r s i ó n cou que todas se acogen a los hospitales, cuando se han agotado los miserables recursos de que pueden disponer en sus casas para la c u r a c i ó n de sus pademientos, y hemos visto a algunos infelices abandonar los asilos de la caridad p ú blica, porque todo cuanto tomaban lo d e v o l v í a n por el v ó m i t o que les provocaba una repugnancia invencible

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hacia todo lo que les rodeaba en aquella a t m ó s f e r a dedesol a c i ó n y de disgusto. E s t o sólo es y a una p r e d i s p o s i c i ó n i n d i v i d u a l , r e f r a c t a r i a a las prescripciones del m é d i c o , la cual entorpece la marcha saludable de l a fuerza med i c a t r i z de la naturaleza, y n e u t r a l i z a muchas veces la a c c i ó n mejor combinada de los agentes t e r a p é u t i c o s . Si bien se reflexiona, los grandes hospitales son focos de infección difíciles de remover, por m u y esmerada que sea la asistencia y la limpieza d i a r i a de sus salas. M r . L e b l a n c , a quien hemos citados ya, hizo el a n á l i s i s del aire recogido en una sala del h o s p i t a l de la Piedad de Paris, que m e d í a dos m i l metros c ú b i c o s y alojaba a cincuenta y cuatro enfermos, y a las tres horas de estar cerrada e x i s t í a ya un p r i n c i p i o de a l t e r a c i ó n en el aire, y d e s p u é s de una noche c o n t e n í a tres m i l é s i m a s de ácido c a r b ó n i c o , o sea cinco veces m á s que el aire n o r m a l . E n la S a l i t r e r í a se e l e v ó a ocho m i l é s i m a en un dormit o r i o de corta capacidad, que c o n t e n í a u n g r a n n ú m e r o de camas, y no hay e n f e r m e r í a que por la noche no ofrezca ese olor repugnante, conocido con el nombre de tufo de hospital. Pero no es sola la a g l o m e r a c i ó n de personas (causa podarosa de cambios m u y notables y sencibles en l a p r o p o r c i ó n de los p r i n c i p i o s elementales del aire) la que altera y envenena la atmosfera h o s p i t a l a r i a . A g r é g u e s e a la mala o r i e n t a c i ó n de tales edificios su monstruosa a l t u r a de tres o cuatro pisos, sus prolongadas salas para r e c i b i r u n n ú m e r o c r e c i d í s i m o de enfermos, y la f a l t a de ventiladores a p r o p ó s i t o para que el aire se renueve convenientemente sin perjudicar a los pacientes. E x i s t e n a d e m á s otros p r i n c i p i o s n o s o g é n i c o s en los hospitales, que son el producto de la c o m b i n a c i ó n m i a s m á t i c a de las secresiones y exhalaciones morbosas, de la a l t e r a c i ó n que el tiempo y el calor hacen g e r m i n a r ciertas sustancias capaces de fermentar y de corrom-

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perse, -y t a m b i é n de los trastornos que ocasiona la econ o m í a debilitada de los enfermos, la v o l a t i l i z a c i ó n de muchos agentes medicinales, e n ó r g i e o s y perturbadores. Obrando entonces é s t a s causas de d e s t r u c c i ó n sobre individuos cuya a r m o n í a funcional ha sido i n t e r r u m p i d a por actos p a t o l ó g i c o s anteriores, que han debilitado la fuerza de resistencia v i t a l ; rotas las sinergias por la acción d e l e t é r e a de los miasmas, del mismo modo que una sustancia s é p t i c a produce una i n t o x i c a c i ó n general, las reacciones o r g á n i c a s son desordenadas y sin enlace^ y falta lo que el profundo ingenio de B a r t h e z llamaba est a b i l i d a d de e n e r g í a en todo el sistema de las fuerzas. Esta tendencia a la e s t i n c i ó n de la v i d a en sus focos m á s principales hace que las enfermedades se agraven y comp l i q u e n , que propendan al cronicismo, y que r e l a c i o n á n dose el efecto con la causa se desarrollen otros padecimientos con el sello e s p e ó i a l de sus generadores, como la gangrena y fiebre h o s p i t a l a r i a , etc. N o es solamente de temer la g e n e r a c i ó n de fiebres graves; no e s t á n limitados los inconvenientes de los hospitales a la mayor d u r a c i ó n y a una t e r m i n a c i ó n menos franca y favorable de las enfermedades; sino que muchas veces^ cuando se ha logrado k duras penas entraij en convalencia^ el enfermo es acometido de otro o de otros padecimientos que ponen t é r m i n o a su existencia, o lo desfiguran e i n u t i l i z a n para toda su v i d a . Y esto en parte depende del notable defecto que resalta en todos los hospitales, que no son especiales, de hallarse mezclados en una misma sala individuos atormentados de distintos ma-^ les. ¡ C u á n t o s desgraciados e n c o n t r a r í a n en la h o s p i t a l i dad d o m i c i l i a r i a la c u r a c i ó n p r o n t a y r a d i c a l de enfermedades, que en los asilos de beneficencia se revelan contra la ciencia y la constancia de los profesores! E n este n ú -

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mero se cuentan todas las que los autores comprenden con el nombre de discrasias y emaciaciones, que son harto frecuentes en las clases menesterosas, ú n i c a s que pueblan los hospitales; y si algunas tampoco se curan en las casas particulares, muchas otras t e r m i n a n por la salud, sin que pueda predecirse tan favorablemente, n i aun esperarse en el caso c o n t r a r i o . L o mismo que vemos fallar los agentes f a r m a c o l ó g i c o s por las malas condiciones h i g i é n i c a s locales, vemos t a m b i é n desgraciarse las operaciones q u i r ú r g i c a s mejor practicadas, c o m p r o m e t i é n d o s e el buen nombre y la r e p u t a c i ó n de muchos a ñ o s de célebres cirujanos, h á b i l e s y afortunados en su dilatada p r á c tica c i v i l . Otra de las causas que en la h o s p i t a l i d a d pública v u e l v e ineficaces los recursos del arte, es la forzosa uniformidad que hay que establecer para la hora de las v i sitas, de las comidas y para la a d m i n i s t r a c i ó n de los medicamentos, sin que se tengan en cuenta las numerosas excepciones que reclaman otra l í n e a de conducta para la mejor asistencia de los enfermos. Entregados estos también a manos mercenarias, sufren m u c h í s i m a s veces las consecuencias del m a l humor y de los instintos brutales de los dependientes asalariados, que se cuidan muy poco o nada de l a suerte de los pacientes, y de emplear la dulzura persuasiva de la c o m p a s i ó n para animarlos a tomar los alimentos y remedios. « P a r a estos impasibles calculadores, el servicio del h o s p i t a l s e r á siempre un empleo, los pobres un objeto de e s p e c u l a c i ó n , y los muertos y los curados un guarismo de m á s o de menos...* «Allí lejos de distraer al enfermo, concurren como a p o r f í a todos los objetos capaces de atormentar su i m a g i n a c i ó n : las quejas de los c o m p a ñ e r o s de sus dolencias, los cuidados asquerosos que exigen, el p r o n ó s t i c o fatal de su é x i t o , los moribundos, los muertos, el sein-

— 333 blante encallecido, las almas f é r r e a s de aquellos sirvientes, que un l a r g o h á b i t o ha endurecido contra toda sen- / ' sibilidad, y que reducen a un mecanismo o tráfico v i l la s u b l i m e / O c u p a c i ó n de a l i v i a r a sus semejantes; todo, t o do parece destinado a rodear de m a r t i r i o s a los enfermos, y a hacerles beber las heces amargas de la v i d a antes de p e r m i t i r l e s que la dejen, ¿Cuáles no s e r á n las angustias de la i n f e l i z v í c t i m a , cuando en aquellas salas, teatro de todas las miserias humanas, oiga las indecentes risotadas y las t r u h a n e r í a s insultantes que a veces ahogan los acentos del dolor, o i n t e r r u m p e n el espantoso silencio de la muerte?... U n hombre padece, ¡y otros juegan a su lado! un hombre expira, ¡y sus semejantes se a l e g r a n ! » ¡Qué cuadro tan exacto! ¡ C u á n t a verdad en la desc r i p c i ó n , y q u é profundo sentimiento no revelan las palabras que hemos copiado de tan i l u s t r e escritor! Mucho m á s h a b r í a m o s de decir, si q u i s i é r a m o s hacer alarde de todos los datos y razonamientos que pueden aducirse en p r ó de la h o s p i t a l i d a d d o m i c i l i a r i a ; pero n i queremos n i debemos abusar por m á s tiempo de l a bondad de nuestros lectores, cuando con lo expuesto creemos haber llenado cumplidamente el objeto que nos propusimos. A la h i g i e ne por lo mismo repugna la existencia de los grandes hospitales, la c o n f u s i ó n de distintas enfermedades en una misma sala, y cuando hemos apuntado estos vicios y defectos, i m p l í c i t a m e n t e hemos significado el remedio que se les debe oponer y el correctivo que en el í n t e r i n los ha de atenuar. En las obras de higiene p ú b l i c a se h a l l a n consignadas las reglas para f o r m a r un buen hospital, y nosotros no hemos juzgado oportuno descender a ellas en este momento. A pesar de cuanto va dicho para justificar nuestra o p i n i ó n , estamos m u y distantes de pensar con M o n t e s quieu, que los hospitales aumentan la pobreza general,

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y por consiguiente la p a r t i c u l a r de uaa n a c i ó n ; púas mientras no se establezcan otros socorros que sustituy a n con ventaja y e c o n o m í a a los establecimientos públicos de beneficencia, hay que conservarlos por un sent i m i e n t o h u m a n i t a r i o para refugio y a l i v i o de la población paciente y desvalida. Nadie p o d r í a mejor que las juntas parroquiales de beneficencia i m p u l s a r debidamente la hospitalidad d o m i c i l i a r i a ; pero por desgracia estas juntas no hacen m á s instalarse de real ó r d e n , dar parte al gobierno de haberse constituido, y no v o l v e r a reunirse n i siquiera a pensar en el objeto de su i n s t i t u t o . E x í jales el gobierno una memoria al finalizar cada a ñ o , en la que e s t é n consignados los actos de la j u n t a , el fondo de socorros que haya creado, las necesidades socorridas y todos los otros datos de i n t e r é s para el gobierno y para los pueblos. De lo contrario^ nos encontraremos con leyes m u y bien meditadas; pero si no se ejecutan, i r á n transcurriendo los a ñ o s sin quelabeneficenciadomiciliar i a adelante un paso h á c i a su p e r f e c c i ó n . E n las poblaciones quetienen h o s p i t a l e s d e b e r í a desde luego tentarse un ensayo de h o s p i t a l i d a d m i x t a , socorriendo en las e n f e r m e r í a s a los que lo deseasen, y f a c i l i t a n d o a los dem á s en sus casas el alimento y ropas indispensables, supuesto que hoy y a tienen los pueblos m é d i c o s y medicamentos para los pobres. Esto era m u y fácil, y el gobierno, que e s t á dispuesto a marchar por la senda de las mejoras sanitarias, no debe dejar pasar el momento oportuno de establecer las reformas que en pos. de sí traen ventajas tan conocidas, y que de suyo se recomiendan. L a beneficencia d o m i c i l i a r i a no ha de concretarse a los enfermos, sino que debe generalizarse a toda clase de socorros; pero l i m i t á n d o n o s ahora, a d e m á s de lo expuesto, a algunas consideraciones a cerca de los niños e x p ó s i t o s , demostraremos a la inconveniencia y los per-

— 835 — juicios que al aumento de la p o b l a c i ó n oponen las i n c l u sas por su actual o r g a n i z a c i ó n , y que el considerable n ú mero de v í c t i m a s que en ellas se i n m o l a n no reconoce otra causa que el vicioso sistema de la i n s t i t u c i ó n . T a l vez no a hay otro p u n t o m á s digno de la caridad entre todos los que se enlazan con la beneficencia; porque los n i ñ o s e x p ó s i t o s , abandonados de sus padres y v í c t i mas desgraciadas de la p r e o c u p a c i ó n e injusticia de una sociedad h i p ó c r i t a , necesitan que esta misma sociedad rodee su desierta cuna de los cuidados y t e r n u r a , de l a p r o t e c c i ó n y del c a r i ñ o que buscan en vano en los autores de su existencia. E l gobierno, al patrocinar a estos desgraciados, les p r o d i g a r á todos los consuelos de una t i e r n a madre, por que t a l es su deber; aunque no basta que se les dé asilo en unos edificios mal construidos y poco espacioso, con lo que se cree c u m p l i r con el mundo y acallar la conciencia p ú b l i c a . Entregados allí a n o d r i zas que obran s e g ú n su antojo, cuando no se emplea la lactancia a r t i f i c i a l , las enfermedades e p i d é m i c a s , los reblandecimieiitos gastro-intestinales, la r a q u i t i s y la tabes m e s e n t é r i c a arrebatan un n ú m e r o de inocentes que espantan. E n la inclusa de M a d r i d , s e g ú n escritor v e r í dico, m o r í a n 85 e x p ó s i t o s por 100, mientras que de los que se criaban en casa de sus nodrizas solo a s c e n d í a la m o r t a l i d a d a u n 14 por 100, y la misma p r o p o r c i ó n horrorosa se observa poco mas o menos en las d e m á s naciones. Estos guarismos hablan m u y alto, mas que cuanto p u d i é r a m o s decir, para reclamar la protectora s o l i c i t u d del gobierno hasta que se consiga una reforma h i g i é n i ca que d i s m i n u y a la mortandad de los e x p ó s i t o s al l í m i te que naturalmente debe tener s e g ú n las p n » ' l a b i l i d a d e s de la v i d a en esa edad. Para llegar a este objeto laudable; para que nuestras aspiraciones no se tengan por

— 3S6 — irrealizables, nos atrevemos a proponer que a estos infortunados n i ñ o s se les proporcione la lactancia en casa de sus nodrizas; que estas sean reconocidas siempre por el m é d i c o del establecimiento, acreditando t a m b i é n su buena conducta m o r a l . Para estimularlas a c u m p l i r dignamente con los deberes de una segunda madre, a s í g n e s e l a s mayor salario que el que se las dá en casas particulares para que no abandonen, como muchas veces sucede, a los pobres e x p ó s i t o s por otro n i ñ o que les proporciona mas esperanzas de lucro, y g r a t i f í q u e s e a la que presente su n i ñ o m á s sano y robusto, m á s aseado y mejor vestido, como lo ejecutaba por sí mismo nuestro compat r i o t a Santo T o m á s de V i l l a n u e v a ; siendo arzobispo de Valencia. Si nos h u b i é r a m o s propuesto s e ñ a l a r todos los defectos de los establecimientos de beneficencia, s e r í a indispensable dedicar mas de un a r t í c u l o a esta materia, aunque los principales quedan indicados; y si estos defectos se corrijiesen en el sentido que reclaman la higiene y la humanidad^ no h a b r í a m o s adelantado poco. Si abrigamos la dolorosa c o n v i c c i ó n deque han de t r a n s c u r r i r muchos a ñ o s antes que nuestras ideas prevalezcan, no por eso nos desanimamos; pues vemos la diferencia que hay de ahora a los tiempos de T e n ó n , y los venideros s e r á n t a m b i é n mejores que los presentes. Por ú l t i m o , nuestra m i s i ó n es abogar por la causa sanitaria en el sentido de las reformas ú t i l e s , y al c u m p l i r este deber nuestro cor a z ó n se entusiasma, porque tiene confianza en el porvenir y cree en la p e r f e c t i b i l i d a d y en la ley del progreso moral e i n t e l e c t u a l de la especie humana. AETIOULO V I . Estudiadas y a las influencias m i a s m á t i c a s de los hospitales; indicada la mala d i s p o s i c i ó n h i g i é n i c a de los

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hospicios, y los defectos de la a r q u i t e c t u r a moderna en la c o n s t r u c c i ó n de las casas; analizado nuestro sistema penitenciario en el conjunto de la i n s t i t u c i ó n y en los detalles h i g i é n i c o - s o c i a l e s de las prisiones; apuntadas t a m b i é n , aunque somerameiite_, las condiciones insalubres de otros establecimientos p ú b l i c o s ; se ha podido desde lueg o apreciar que las enfermedades por tales causas desarrolladas, si bien o r i g i n a r i a s y procedentes de focos de i n f e c c i ó n localizados en a t m ó s f e r a s circunscritas y m u y l i m i t a d o s , se generBlizan muchas veces en toda la población con la misma fisonomía p a t o l ó g i c a , por una especie de g e r m i n a c i ó n misteriosa. A u n q u e las causas de insalubridad que han de ocuparnos en este a r t í c u l o pertenecen t a m b i é n a la clase de los miasmas o emanaciones, y t i e n den a modificar la e c o n o m í a por un mecanismo i g u a l , el de la i n t o x i c a c i ó n , alterando por medios i d é n t i c o s la c r á sis de la sangre y la i n e r v a c i ó n ganglionar; son m á s generales en su acción p a t o g e n é s i c a , atacando colectivamente a la salud de un pueblo y de toda una comarca. A l u d i mos a los pantanos, n a t u r a l o artificialmente formados, con cuya c u e s t i ó n se enlaza otra e c o n ó m i c a y a g r í c o l a , la del c u l t i v o del arroz, que dejaremos para d e s p u é s de haber patentizado los estragos incalculables de las emanaciones'paludianas. Cuanto a este respecto tengamos que decir, e n t i é n dase que es de una a p l i c a c i ó n forzosa, inmediata y necesaria a las balsas que existen a la entrada de algunos pueblos para macerar c á ñ a m o u otras sustancias vejetales y animales; a la e s t a n c a c i ó n de aguas llovedizas o pequeños charcos, que por la d e s n i v e l a c i ó n de los terrenos se forman en las temporadas de l l u v i a ; a los muladares situados en los corrales o a las inmediaciones de la población; a las inmundicias que se arrojan a las calles, y que por f a l t a de p o l i c í a urbana forman un detritus i n f e c t o , Ramillete de Pensamientos

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que con la humedad y el calor esparce en las casas v e c i nas sus pestilentes emanaciones, y con ellas el germen de m u c h í s i m a s dolencias. T a l vez estos p e q u e ñ o s focos, que generalmente pasan desapercibidos, por la indiferencia conque se m i r a n cuando a grandes y terribles epidemias se q u i e r e n asignar t a m b i é n causas grandes y hasta misteriosas, sean el fóraes e p i d é m i c o mas frecuente, que i n ú t i l m e n t e se busca en h i p ó t e s i s insostenibles y en b r i lantes el ingeniosas t e o r í a s . Q u i z á s las epidemias tíficas, que de a l g ú n tiempo a esta parte afligen a distintas comarcas, deban p r i n c i p a l m e n t e su existencia a las mismas emanaciones; pero no anticipemos reflexiones que nos v e r í a m o s precisados a reproducir m á s tarde. L a insalubridad de las aguas pantanosas es una verdad e x p e r i m e n t a l que han proclamado en todos los tiempos lo mismo los m é d i c o s ilustrados que el vulgo; y al comparar l a i d e n t i d a d de las enfermedades e n d é m i c a s en los terrenos paludiales de codos los p a í s e s , aunque estén situados en opuestos hemisferios, en diferentes latitudes y en distintas condiciones de localidad; es forzoso asignar, discurriendo con l ó g i c a , unas mismas causas a la constante m a n i f e s t a c i ó n de las afecciones l i m u h é m i c a s , como B o u d i n denomina a las que se desarrollan por i n t o x i c a c i ó n pantanosa. ¿Quién es capaz de calcular el n ú m e ro asombroso de v í c t i m a s que han terminado su penosa y trabajada existencia por el envenenamiento insidioso y l e n t o , que inevitablemente se produce respirando el a r i a cattiva de las lagunas? Pero no es de lamentar solamente la mortandad casi fabulosa, que una e s t a d í s t i c a todav í a incompleta arroja de sí en estos lugares,, sino tamb i é n el deterioro físico de la especie humana, degenerada y enfermiza, i n u t i l i z a d a para la a g r i c u l t u r a y arrastrando una v i d a llena de sufrimientos y aniquilada por la lucha constantemente sostenida con los agentes miasmáticos.

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O b s é r v a s e , en efecto, por una regla general nunca desmentida por la experiencia dolorpsa de los hechos, que los casos de longevidad son sninamente raros en las localidades que estudiamos, y que el hombre recorre el corto camino que lo separa del sepulcro entre el miserable * oortejode muchos y diversos padecimientos, como las fiebres i n t e r m i t e n t e s , benignas o perniciosas, simples o complicadas, y que degenerando t a m b i é n de su t i p o m a nifiesto, se convierten en sub-intrantes,remitentes y continuas, graves y de c a r á c t e r tifoideo; las infiltraciones y derrames serosos en el tegido celular s u b - o u t á n e o y en las cavidades serosas, especialmente en la peritoneal; los infartos glandulares, las diarreas a t ó n i c a s , el r e b l a n d e cimiento y desarrollo excesivo en el volumen del bazo, y una modificación o r g á n i c a general, que exagera de u n modo e x t r a o r d i n a r i o el predominio l i n f á t i c o . Cuando el i n d i v i d u o llega a aclimatarse, es decir, que resiste suficientemente a la a c c i ó n de los miasmas d e l e t é r e o s , se manifiesta este nuevo estado por ciertas alteraciones en el h á b i t o e x t e r i o r del cuerpo: se ablandan las carnes; toma la piel u n color p á l i d o , y empieza a predominar la c i r c u lación venosa, especialmente en las visceras abdominales Los foreciences, e s t á n casi constantemente valetudinarios y parecen unos esqueletos ambulantes; tienen la tez l í v i d a , a m a r i l l e n t a o verdosa en el o t o ñ o ; p r i n c i p i a n a envejecer a los cuarenta y cinco a ñ o s y son y a d e c r é p i t o s a los ciouenta y cinco, siendo m u y pocos los que prolongan su carrera hasta los sesenta. E l h a b i t a n t e de la B r e u m e e s t á enfermiso desde que nace su p i e l y sus ojos ofrecen un viso a m a r i l l o ; tiene infartadas las visceras y muere con frecuencia antes de los siete a ñ o s , quedando, si sobrevive a este t é r mino, c a c o q u í m i c o , edematoso h i d r ó p i c o , expuesto a i n termitentes de o t o ñ o , a h e m o r r á g i a s pasivas y a ú l c e r a s en las p i e r n a s . »

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Este nuevo cambio en el fcempéramenfco y c o n s t i t u ción, es siempre i d é n t i c o para el habitante de los pantanos, lo mismo en E s p a ñ a que en F r a n c i a e I t a l i a , en H o landa que en la N u e v a Zelanda, y entre los padecimientos descritos el que aparece descollando sobre los d e m á s , el que por su frecuencia e í n d o l e perniciosa ha llamado muy p a r t i c u l a r m e n t e la a t e n c i ó n de eminentes p r á c t i c o s son las fiebres intermitentes, llamadas por algunos tifus pantanoso o por accesos, enfermedades de quina y calenturas p a l u d i a l es. A pesar de la o p o s i c i ó n de algunos pocos, aunque respetables m é d i c o s , se v é el entendimiento casi forzado a defender con F o r t i y M o r t ó n la propiedad especial de los efluvios pantanosos en la p r o d u c c i ó n de las i n t e r m i t e n t e s , mucho mas cuando sabemos que estas han desaparecido con los pantanos que las ocasionaban. L a n cisi, módico de Clemente X I , puso fin a las epidemias de tercianas que diezmaban a los habitantes de P é s a r o , haciendo que se limpiase el T i b e r y se sangrasen los pantanos y charcos formados por sus inundaciones. Las obras ejecutadas en las lagunas Pontinas por orden de P i ó Y I , dieron el resultado favorable de d i s m i n u i r en 1/16 el n ú mero de los muertos de i n t e r m i t e n t e s , como lo d e m o s t r ó P r o n y con el censo de p o b l a c i ó n de 1801 a 1814. D e d ú c e s e de esta o b s e r v a c i ó n que los miasmas pantanosos no l i m i t a n su d e l e t é r e a influencia al terreno que los produce, sino que arrastrados por los vientos a largas distancias, v a n a amenazarla existencia del hombre en otras localidades de condiciones t o p o g r á f i c a s distintas y aun opuestas. Si bien Montfalcon en su Histoire médicale des marais s e ñ a l a la a l t u r a de 400 a B00 metros y la e x t e n s i ó n h o r i z o n t a l de 200 a 300, como la esfera de act i v i d a d en su m á x i m u n de p r o p a g a c i ó n para las emanaciones p a l ú d i c a s , es incalculable la distancia a que pueden trasportarse sin que se e x t i n g a su fuerza generado-

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ra. E n la costa o r i e n t a l de I n g l a t e r r a se padecen fiebres semejantes a las que r e i n a n en Holanda, cuando los v i e n tos soplan de la parte del continente, y v a n impregnados de los efluvios de aquellas regiones pantanosas. L a c o m i s i ó n f a c u l t a t i v a a quien se e n c a r g ó la invest i g a c i ó n de las causas de la epidemia de i n t e r m i t e n t e s padecidas en el castillo de Monjuioh en el o t o ñ o de 1846, i n f o r m ó : 1.° Que los estanques y charcos de aguas estancadas que e x i s t í a n en la l l a n u r a de la parte del Sud del castillo, eran las causas de las i n t e r m i t e n t e s . 2 . ° Que la influencia de estos estanques estaba en r a z ó n directa de la p r o x i m i d a d de los charcos; y por consiguiente que los lugares mas p r ó x i m o s a ellos eran los m á s perjudicados. 3.° Que la d i r e c c i ó n del viento Sud y Sud-Este influía poderosamente en la t r a s m i s i ó n de estos miasmas, por cuya r a z ó n los soldados que h a c í a n el servicio en la L e n gua de Sierpe, que es la parte del castillo que domina la citada l l a n u r a , eran los afectados de i n t e r m i t e n t e s . 4.° Que las mismas dolencias se p a d e c í a n , y aun con mucha mas intensidad, en el pueblo de P r a t y sus c a s e r í o s menos distantes de los charcos. 5.° Que al paso que estos estanques fueron desapareciendo, se h i c i e r o n menos frecuentes las i n t e r m i t e n t e s del c a s t i l l o . — A q u í se v é que la causa productora de la epidemia del castillo fué la misma que p r o d u c í a las intermitentes de P r a t y sus c a s e r í o s , y que los miasmas desprendidos de las aguas pantanosas, no solo t u v i e r o n una p r o p a g a c i ó n h o r i z o n t a l de casi una legua, sino que t a m b i é n se elevaron con la e n e r g í a que d e m o s t r ó la epidemia, hasta el castillo de M o n j u i c h , cuya a l t u r a es de 735 pies sobre el n i v e l del mar. S e g ú n el testimonio de Grilbert-Blana, los buques anclados a 1500 toesas de las riberas pantanosas, han experimentado en las I n d i a s Orientales su funesta influencia. Muchos mas ejemplos p u d i é r a m o s c i t a r sino t e r a i é -

— 342 — Sernos ofender la i l u s t r a c i ó n de nuestros lectores, y a l g u nos p u d i é r a m o s t a m b i é n compulsar en c o m p r o b a c i ó n de la í n d o l e contagiosa de las i n t e r m i t e n t e s en diversas ocasiones, contra l a o p i n i ó n de los autores del Compendium de medicine p r a t i q u e , que afirman qne el desarrollo de la fiebre puede explicarse siempre por medio do la infección. Conocemos que estos casos son muclio mas raros; que pocas veces las enfermedades, cuya patogenia se explica por el desprendiminnto gasiforme de las sustancias vejetales descompuestas por la p u t r e f a c c i ó n , tienen el f u nesto p o d e r í o de propagarse por contagio, y que esta circunstancia es mas p r o p i a de las epidemias tifosas, o sea de aquellos padecimientos ocasionados por las emanaciones p ú t r i d a s de los restos de animales; pero hay hechos en la ciencia que no pueden explicarse por la i n f e c c i ó n , si bien confesamos l a suma dificultad que existe para dist i n g u i r l a del contagio, y para disipar las densas tinieblas que envuelve esta parte de la e t i o l ó g i a . Pero, ¿ s e r á necesario apelar a la combatida idea del contagio, para que resalten mas los extragos ocasionados por las emanaciones pantanosas? ¿dejan por eso de causar innumerables v í c t i m a s las i n t e r m i t e n t e s paludiales? Y aquellos que l o g r a n escapar de tan t e r r i b l e azote, ¿no v i v e n atormentados por otros padecimientos e n d é m i c o s ? S e g ú n M o t a r d , se calcula en 60,000 el n ú m e r o de las personas que sucumben anualmente de calenturas pantanosas en la c a m p i ñ a de R o m a , en la Toscana y en todo el l i t o r a l de la p e n í n s u l a i t á l i c a . Las lagunas Pontinas, que gozan de una funesta celebridad, estaban en otro t i e m p o pobladas db ciudades ricas y fiorecientes: B a i l l y dice que de 96,000 enfermos admitidos en el hospital del E s p í r i t u Santo en R o m a , m u r i e r o n 8,879, o cerca de una d é c i m a p a r t e : en l a epidemia de Burdeos de 1805 que describe Coutanceau, f a l l e c i ó la cuarta parte de los febricitantes,

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y 22,330 que e n t r a r o n en el h o s p i t a l de R o m a ; refiere M a i l l o t que sucumbieron 2,513, p r ó x i m a m e n t e ano de cada nueve. De 18,640 ingleses que desembarcaron el a ñ o . de 1809 en la isla de Walcheseu en H o l a n d a , hubo solamente desde 7 hasta el 10 de septiembre, 221 muertos y 6,931 enfermos. I n c r e í b l e parece que tantos desastres se sucedan y a m e n g ü e en tanto grado el censo de p o b l a c i ó n por causas de todos conocidas y de a c c i ó n tan constante, que n i n g u no puede jactarse de salir i n c ó l u m e de l a a t m ó s f e r a pantanosa; cuando un d í a y otro ha respirado sus venenosos efluvios. ¿Y c ó m o es que pesando sobre los gobiernos, entre sus mas sagradas obligaciones, el deber de destruir o atenuar las causas generales y locales de i n s a l u b r i d a d , no solo abandona esta tarea h u m a n i t a r i a y presencia con e s t ó i c a calma los innumerables brazos que arrebatan a la a g r i c u l t u r a los focos pantanosos naturales, sino que t o lera y consiente que la p o b l a c i ó n r u r a l se sacrifique y degrade con los pantanos artificiales? ¿No es doloroso para el médico y para todo hombre medianamente versado en los estudios de la medicina a d m i n i s t r a t i v a , ver esas grandes balsas, artificialmente formadas alrededor de las casas de campo, en las que arrojan los labradores una crecida p o r c i ó n de vegetales para que fermenten y se conv i e r t a n en e s t i é r c o l , sin mas medios de d e s a g ü e que la e v a p o r a c i ó n ? ¿Y c u á l es la r a z ó n de que esta viciosa cost u m b r e subsista con d e t r i m e n t o de la salud p ú b l i c a ? Sensible es decirlo; pero fuerza s e r á t a m b i é n declararlo con la esperanza de que s e ñ a l a n d o la causa se oponga el cor r e c t i v o . Si todos los que se dedican a la carrera de adm i n i s t r a c i ó n contasen entre sus estudios y entre las pruebas de idoneidad los conocimimientos indispensables de Higiene legislativa, ellos a p r e c i a r í a n mejor el valor de las leyes sanitarias, de las cuales tienen que ser, no solo

— 344 — fieles y severos ejecutores, sino ilustrados y celosos i n térpretes. Entonces la voz del médico s e r í a escuchada con respeto, y sus consejos h i g i é n i c o s no se c a l i f i c a r í a n de i m pertinentes y r i d i c u l a s exigencias o de meticulosas admoniciones, m o f á n d o s e de su celo previsor y de su optimismo sanitario. S í ; porque con mas v i g i l a n c i a en la adm i n i s t r a c i ó n para hacer ejecutar las disposiciones de pol i c í a m é d i c a , y con mas t e s ó n para castigar a los infractores, los pueblos se c o n v e n c e r í a n de que esas epidemias asoladoras, llamadas azotes del cielo y a t r i b u i d a s a castigos providenciales, eran debidas ú n i c a m e n t e a lo que menos se pensaba, a la inobservancia de las leyes sanitarias. Con esta e d u c a c i ó n h i g i é n i c a , esos mismos pueblos que h o y m i r a n con p r e v e n c i ó n y hasta con marcada ojer i z a todas las medidas que,mejorando su c o n d i c i ó n social, lastiman de alguna manera sus intereses materiales, bend e c i r í a n la mano protectora que los guia. Y henos a q u í naturalmente en el palenque d é l a otra c u e s t i ó n que enunciamos al comenzar este a r t í c u l o , la del c u l t i v o del arroz: c u e s t i ó n i m p o r t a n t e , de suma trascendencia partí la agri- • c u l t u r a y la e c o n o m í a , y de i n t e r é s v i t a l para, la salud de los pueblos. A l z á n s e de una parte con incesante clamoreo los argumentos de los arrozistas, atentos a incrementar sus r i quezas con el producto asombroso de esta g r a m í n e a , mientras de la otra se levantan protestando con sus semblantes macilentos y e s c u á l i d o s los que se dedican al c u l t i v o de los arrozales, donde recogen abundante cosecha de enfermedades y una muerte prematura. Y cuando en la balanza de la conveniencia p ú b l i c a no pueden equilibrarse todos los elementos de salud, que son los que forman la base m á s sólida y duradera de la riqueza y bienestar de los pueblos, con ciertos elementos aislados

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de prosperidad a g r í c o l a ; lo mismo el h i g i e n i s t a que él legislador y el ecotiomista; deben posponer la f o r t u n a de unos cuantos a l mejor servicio de los intereses comunales. Pero suele pretestarse oou afectada sónoillez que las tierras de algunas comarcas no pueden destinarse a otro c u l t i v o , y que muchos campos se c o n v e r t i r í a en eriales sin la siembra del arroz; como si esos terrenos no hubiesen sido roturados y cultivados antes que esa semilla fuese i m p o r t a d a de Asia, de donde tantas y tantas plagas exterminadoras han l l o v i d o sobre E u r o p a , siendo una de las mayores la del c u l t i v o del arroz; pues su h i s t o r i a , como dice un escritor de nuestros d í a s , p u diera escribirse una y m i l veces con las l á g r i m a s o tal vez con la sangre de las v í c t i m a s que ha sacrificado. Esta es la r a z ó n por q u é , a pesar de sus considerables p r o ductos^ se han resistido todos los gobiernos de E u r o p a a p e r m i t i r libremente el c u l t i v o del arroz; como el de los otros cereales, convencido de que sus ganancias no compensan los extragos que ocasiona. M r . Grasparin dice a este respecto, quesi los gobiernos de E u r o p a exigiesen de los propietarios de arrozales los gastos de m é d i c o , botica y hospitales que ocasiona su c u l t i v o , y que atendiesen cual debieran a las v i u das y h u é r f a n o s de las v í c t i m a s de la i n s a l u b r i d a d causada por é l ; estos gastos a b s o r v e r í a n con mucho mas las ganancias de dicho propietarios. Es tan exacta la prop o r c i ó n del a g r ó n o m o f r a n c é s , que desgraciadamente tenemos en nuestra p a t r i a muchos ejemplos que confirmen esta triste verdad, H¡n la v i l l a de Nules (Valancia), el cólera a s i á t i c o c a u s ó en 1834 222 muertos,*y en la epidemia de i n t e r m i t e n t e s de 1854 fallecieron 276 personas, esoediendo con mucho el n ú m e r o de los muertos al de los nacidos. D . A n t o n i o Oibat, citando los anales de A r a g ó n dice que cuando el r e y D . Jaime dispuso que se regasen

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con la acequia de A n t a e l l a los campos de veinte y dos pueblos destinados para arrozales^ se desarrollaron i n termitentes tan m o r t í f e r a s , que en 1495 h a b í a n quedado ya despoblados once, y*los otrosoncese h a b í a n diezmado. L a hermosa y saludable r i b e r a del J ú o a r se v o l v i ó insalubre por las i n t e r m i t e n t e s desde que se trasladaron a ella los arrozales del T u r i a , y de un c ó m p u t o e s t a d í s t i c o m u y exacto consta que en el a ñ o de 1795 sólo quedaban en la ribera del J ú o a r 75 familias antiguas, de las 3,061 que h a b í a cuando en su r i b e r a se p l a n t a r o n los arrozoles. E n t r e estas 75 familias solo se contaban 83 personas que pasaban de 50 a ñ o s , siendo a s í que debiera haber por t é r m i n o s medio 1864. Las restantes 1046 familias fueron advenedizas y sin ellas h a b r í a seguramente quedado despoblada aquella comarca. Y t é n g a s e presente que las contestaciones de los curas p á r r o c o s y de los m é d i c o s a las preguntas de la c o m i s i ó n d i r e c t i v a de la sociedad de a g r i c u l t u r a d-el Bajo T e r , e s t á n contestes en que el aumento de defunciones d i m a n ó de las enfermedades perniciosas de t i p o i n t e r m i t e n t e ; y de una e x p o s i c i ó n elevada al gobierno de S. M , por el vecindario de T o r r o e l l a de M o n t g r i se desprende, que, dando esta v i l l a anualmente sobre sesenta mozos sorteables, solo t e n d r í a cuatro o cinco, y t a l vez i n ú t i l e s , para los reemplazos de 1884 y 1885. V é a se, pues, como a la par de la higiene la ciencia econ ó m i c a rechaza esos mentidos productos y las aparentes e incitadoras ganancias con que se suele deslumhrar a los infelices labradores dedicados a esta i n d u s t r i a . T a m poco nos hacemos cargo de las objecciones basadas en el derecho que asiste a todo terrateniente de hacer en sus campos las labores que mas le cuadren para su propia u t i l i d a d : pues derecho, como los d e m á s del ciudadano, e s t á Justa y debidamente l i m i t a d o por los deberes

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mutuos que el p r o c o m ú n impone a todos los hombres reunidos en sociedad, y c a e r í a m o s en p a l m a r i a contradicción si, al condenar como insalubres los focos pantanosos, nos afiliásemos en la bandera de los cultivadores d e l arroz, siquiera p r e t e n d i é s e m o s , como algunos, cohonestar nuestra r e s o l u c i ó n con la l e y imperiosa de la necesidad. C o n v é n z a s e el gobierno de que t a l necesidad no existe, y h á i l a si m u y grande de que cesen, no solo los acotamientos de nuevos terrenos, sino de que se v a y a n rest r i n g i e n d o hasta s u p r i m i r l o s por completo los antiguos cotos existentes, si se quiere que no se siga en progresión a s c e d e n t e l a d e s p o b l a c i ó n de algunos distritos. Poco nos i m p o r t a c o m o h i g i e n i s t a s , averiguar sila i n s a l u b r i d a d de los arrozales y la i n t e r m i t e n c i a perniosa de los afectos pantanosos dependen de una flora especial^ de la var i a influencia del calor y de la humedad, o de la descomposición p ú t r i d a de los vegetales y de los innumerables séres animales que f o r m a n el sedimente de los pantanos cuando las aguas se han evaporado: ello es lo cierto que donde h a y pantanos hay enfermedades perniosas, y que sus habitantes en cualquier punto del globo, lo mismo que los individuos de una f a m i l i a entre s í , conservan rasgo c a r e c t e r í s t i c o s y u n a f i s o n o m í a e s p e c i a l que loshace reconocer a p r i m e r a v i s t a . C o n v e n d r í a que esta c u e s t i ó n de p o l i c í a sanitaria r u r a l fuese estudiada con l a importancia que en sí tiene, por todos los empleados de la a d m i n i s t r a c i ó n , para que se corrigiesen h i g i é n i c a m e n t e los males que hemos s e ñ a l a d o . C a n a l í c e n s e los terrenos de aguas abundantes, y d a s á g ü e n s e del mismo modo los pantanos r e l l e n á n d o l o s de tierra^ y t ó m e n s e todas las precauciones necesarias que la medicina a d m i n i s t r a t i v a recomienda; y no reproducimos, por no abandonar la senda que nos hemos trazado de presentar en relieve los

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defectos liigiénicos^sociales que mas resaltan en nuestras ciudades y campos, dejando para las obras especiales y para las corporaciones sanitarias consultivas la tarea de a p l i c a c i ó n de p r i n c i p i o s s e g ú n las localidades y circunstancias, por no hacer i n t e r m i n a b l e y demasiado pesados los a r t í c u l o s que estamos publicando. Y no se aduzcan como causas de i m p o s i b i l i d a d la pen u r i a de los pueblos, la escasez de fondos p ú b l i c o s y . l a perentoria necesidad de otras atenciones i m p o r t a n t e s ; porque ninguna necesidad apremia m á s , n i n g u n a a t e n ción del Estado puede sobreponerse en las naciones cultas y bien administradas a los medios indispensables de conservar la salud de todas las individualidades que const i t a y e n el estado social. No es, no, la falta de recursos pecuniarios el m o t i v o de cercenar los gastos que con dereclio reclama la higiene p ú b l i c a ; pues a pesar de la decadencia de los pueblos y del cuadro poco lisonjero de su riqueza, se atiende hasta con p r o f u s i ó n a las necesidades de un e j é r c i t o permanente m u y numeroso y a la complicada maquinaria de la a d m i n i s t r a c i ó n de j u s t i c i a . ¿Y por q u é esta discordancia en instituciones igualmente ú t i l e s y necesarias en una n a c i ó n civilizada? Porque lo mismo a los hombres de gobierno que al pueblo se les ha e n s e ñ a d o , hasta @1 punto de parecer una verdad t r i v i a l , que la seguridad i n d i v i d u a l y de la propiedad, que el respeto a la ley y la m o r a l i d a d de cada ciudadano son el más firme apoyo de la p ú b l i c a t r a n q u i l i d a d y del p r ó s p e r o desenvolvimiento de l a sociedad; y que para afianzar estos sagrados objetos y castigar al c r i m i n a l ; es indispensable c o n t r i b u i r al sostenimiento del e j é r c i t o y de la magistratura; pero como a este mismo pueblo y a la generalidad de los empleados no se les e n s e ñ a a apreciar en su justa i m p o r t a n c i a cuanto influyen las mejoras h i g i é n i c o - a d m i n i s t r a t i v a s en la c i v i l i z a c i ó n y engrandecimiento de un

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pueblo, de a q u í esa fuerza de inercia que p a r a l i z a y c o n sume todos los g é r m e n e s de riqueza p ú b l i c a , que degrada a los i n d i v i d u o s y despuebla nuestros campos. Que se d i fundan estas verdades, poniendo al alcance de todas las inteligencias los conocimientos h i g i é n i c o s ; que ellos formen parte de la e d u c a c i ó n elemental, y^entonces el ramo de sanidad no t r o p e z a r á con tantos o b s t á c u l o s y preocupaciones. ARTÍCULO V I I . E n los n ú m e r o s anteriores hemos recorrido algunas de las capitales cuestiones a t m o s f e r o l ó g i c a s de una i n fluencia directa y de acción no i n t e r r u m p i d a en el organismo, llamando m u y p a r t i c u l a r m e n t e la a t e n c i ó n sobre las perturbaciones morbosas que se suceden, cuando los modificadores h i g i é n i c o s , comprendidos en la clase c i r cunfusa, no e s t á n por su naturaleza en r e l a c i ó n a r m ó n i c a con la sensibilidad especial y con las necesidades funcionales de nuestros ó r g a n o s . Si el mayor n ú m e r o de la gran f a m i l i a humana v i v e privado de los principales recursos de la higiene por la viciosa e d u c a c i ó n de sus individuos y por el olvido a que han relegado los gobernantes los salvadores p r i n c i p i o s de la medicina a d m i n i s t r a t i v a ; claro es que en resolver con nuestras d é b i l e s fuerzas los principales problemas de la salud p ú b l i c a , cumplimos con u n deber h u m a n i t a r i o y satisfacemos las justas exigencias de la c i v i l i z a c i ó n de nuestro siglo, a la par que rendimos este p e q u e ñ o homenaje a la entusiasta preferencia que nos merecen los estudios h i g i o l ó g i c o s . I n s i guiendo pues nuestra tarea, pasemos revista a algunas otras cuestiones de c o m ú n u t i l i d a d . L a falta de aseo es otra causa de padecimientos físicos, y San A g u s t í n ha dicho que la limpieza es una semi-

— 350 — v i r t u d . Cuando la materia perspirada se mezcla con el polvo, forma una cubierta i n m u n d a y concreta sobre la p i e l , que obstruyendo sus poros, se opone a la e x h a l a c i ó n y a b s o r c i ó n c u t á n e a s , y las p a r t í c u l a s excrementicias que d e b í a n encontrar su salida en esta superficie, permanecen en el i n t e r i o r del organismo, c o n v i r t i é n d o s e en causas de dermatosis y de innumerables dolencias. E n los pobres es donde m á s resalta el d e s a l i ñ o del cuerpo; porque la desidia es hermana gemela de la miseria. Por eso los antiguos p o n í a n tanto cuidado en generalizar el uso de los b a ñ o s para l i m p i a r , suavizar la piel y favorecer sus importantes funciones depurativas y h e m a t ó s i cas. E l uso de los b a ñ o s se remonta a los tiempos h e r ó i cos de la Grecia,en cuya é p o c a los rios y las fuentes serv í a n a este fin, y en el siglo de H o m e r o ya e x i s t í a n las termas, aunque sólo entraban en ellas los ancianos y las mujeres. Puede calcularse hasta q u é grado de suntuosidad llegaron d e s p u é s estos establecimientos por l a magnificencia de' los b a ñ o s de Pericles y de A l e j a n d r o Magno en Atenas. Los lacedemonios, que no buscaban el placer, sino la limpieza y el v i g o r , descuidaron la construcción de estos establecimientos y se b a ñ a b a n en las aguas del E u r o t a s . Los romanos a t r i b u í a n a los b a ñ o s una v i r t u d eficaz para prolongar la v i d a y conservar la salud, y antes que se estableciesen dentro de la ciudad se b a ñ a b a n en el T i ber. D í c e s e que Decenas m a n d ó c o n s t r u i r el p r i m e r baño p ú b l i c o en R o m a , llegando a m u l t i p l i c a r s e d e s p u é s de un modo tan prodigioso, que A g r i p a solamente hizo edificar 170 para el pueblo. N o a d m i r a tanto el n ú m e r o casi fabuloso de estos establecimientos, como la suntuosa magnificencia do su. c o n s t r u c c i ó n , que t o d a v í a se echa de ver eu las derruidas termas de los emperadores T i t o Cara-

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calla y Diocleciano; pues afirman varios historiadores que en algunas p o d í a n b a ñ a r s e a un tiempo m á s de ocho m i l personas. Si nos detenemos u n poco a estudiar las costumbres de pueblos a ú n m á s antiguos, como el E g i p t o , encontramos t a m b i é n generalizadas las abluciones y los b a ñ o s . M o i s é s , el m á s antiguo de los historiadores, el m á s sublime de los filósofos y el m á s s á b i o de los legisladores, como le p r o c l a m ó Bossuet, no aparece menos p r e v i s o r a l recomendar las abluciones y la l i m p i e z a del cuerpo a unas gentes,de suyos desidiosa y descuidadas en el aseo, que a ú n a t r a v é s de los siglos conservan en el d í a los h á bitos repulsivos de su n a t u r a l y p r i m i t i v o d e s a l i ñ o . E l D r . K a h n , en su tratado de p o l i c í a m é d i c a sobre las leyes sanitarias de Moisés hace la a p o l o g í a m á s acabada y completa de todas sus disposiciones, en la que se fijan con especial cuidado muchas reglas c o s m e t o l ó g i c a s . E n el c ó d i g o de Mahoma y en la o r g a n i z a c i ó n social y religiosa de su pueblo m u y poco se encuentra que interese a la higiene p ú b l i c a a e s c e p c i ó n de los b a ñ o s , en los que el lujo o r i e n t a l d e s p l e g ó su exquisito gusto y su afición a los deleites^ no siendo los menos dignos de a d m i r a c i ó n los que construyeron los á r a b e s en nuestra Península. V é a s e como los antiguos gobernantes, legisladores y sacerdotes apreciaban la i m p o r t a n c i a de esta i n s t i t u c i ó n h i g i é n i c a , i n g i r i é n d o l a en las p r á c t i c a s religiosas con otras muchas reglas de u t i l i d a d p ú b l i c a y de perfeccionamiento físico y moral para la especie humana; cuya observancia,era un deber sagrado para toda la n a c i ó n . No pueden vanagloriarse las sociedades modernas, en medio de su decantada c i v i l i z a c i ó n , de haber estudiado en el hombre sus necesidades f í s i c a s , intelectuales y sociales, para i m p r i m i r l e s la conveniente d i r e c c i ó n en

— 352 — a r m o n í a con el e s p í r i t u de nuestro siglo,, descuidando aquellas medidas de c o m ú n u t i l i d a d , que si al parecer refluyen en bien de los individuos aislados, son en el fondo un elemento poderoso de orden, de prosperidad y de progreso para las naciones. Pero dejando a un lado estas reflexiones qae por un momento nos han d i s t r a í d o de la c a e s t i ó n p r i n c i p a l , y v o l v i e n d o a ella de nuevo, es necesario confesar, aunque el decirlo no sea nada lisongero, que fuer* de las ciudades m a r í t i m a s y fluviales las personas de escasa f o r t u n a no gozan del placer y de los beneficios del b a ñ o por falta de recursos, y porque i g n o r a n sus v i r t u d e s p r o f i l á c t i c a s en el afianzamiento de la salud. F a m i l i a s enteras hay que concluyen sus d í a s sin haber tomado otro b a ñ o que el del bautismo, como dice con mucho chiste el respetable H u f f e l a n d . L a i n c u r i a en la limpieza se halla precisamente connaturalizada con ios h á b i t o s desidiosos de ios quu mas necesitan del aseo. Los jornaleros y los artesanos por sus trabajos y ejercicios corporales, violentos y diarios sudan con esceso, y algunos por la naturaleza especial de su i n d u s t r i a , o con el t i n t e de sus vestidos, ensucian el tegumento externo con p a r t í c u l a s colorantes y nocivas, que se a g l u t i n a n a la piel con el producto grasicnto de l a s e c r e c i ó n folicular. A p a r t e de estas y otras consideraciones que la fisiológia confirma, y dejando a un lado los p r i n c i p i o s de urbanidad que recomiendan los cuidados c o s m e t o l ó g i c o s , existen para su uso otros motivos fundados en los efectos fisiológicos del b a ñ o fresco. E l agua moderadamente f r í a es uno de los t ó n i c o s mas poderosos de la medicina, y d e s p u é s de salir del b a ñ o sobreviene una fuerte reacción h á c i a la piel, que a c t i v a la fuerza c e n t r í f u g a del organismo, E x p e r i m é n t a s e una s e n s a c i ó n de placer, de bienestar y de fuerza; a u m é n t a s e el apetito; la circula-

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ción y l a r e s p i r a c i ó n se a c t i v a n ; los m ú s c u l o s adquieren mas agilidad y soltura; t o n i f í c a n s e los tejidos, y todas las funciones se d e s e m p e ñ a n con mas r e g u l a r i d a d . Casi i d é n t i c o s resultados llegan a obtenerse con el uso d i a r i o de las lociones con agua f r í a , que m u y bien pueden s u s t i t u i r al b a ñ o general en caso de necesidad. Si tales p r á c t i c a s se generalizasen, mucho h a b í a n de i n f l u i r en v i g o r i z a r las constituciones delicadas, en dest r u i r la p r e d i s p o s i c i ó n a la tisis, al raquitismo y a las e s c r ó f u l a s , y acostumbrando el cuerpo a las vicisitudes a t m o s f é r i c a s , c e s a r í a la p r o p e n s i ó n de algunos sugetos a constiparse f á c i l m e n t e . ¿Quién no h a b r á gozado de l a calma, bienhechora que se esparce por todos los miembros, cuando en los abrasadores d í a s del estío se busca la r e f r i g e r a c i ó n de la temperatura en la frescura del b a ñ o ? Resulta, por consecuencia, que el b a ñ o es no solo un medio de l i m p i e z a y un agente h i g i é n i c o y t e r a p é u tico de los mas eficaces, sino t a m b i é n u n recurso de la v i d a c i v i l i z a d a , una necesidad social y una o c u p a c i ó n , en fin, de comodidad y de conveniencia en ciertos climas y estaciones. A u n q u e los pueblos no permaneciesen en la mas crasa y reprensible i g n o r a n c i a acerca de los resultados saludables de b a ñ o , no p o d r í a n tampoco aprovecharse de sus beneficios, por lo mal reglamentado que se h a l l a el servicio balneario, c a r e c i é n d o s e de establecimientos c ó m o d o s y construidos ad hoc, si se e x c e p t ú a n algunas capitales de p r o v i n c i a . A l gobierno corresponde llenar este v a c í o y poner a l alcance de todas las fortunas la poderosa influencia de esta costumbre cosmopolita, s e g ú n la denomina u n escritor. Pero al mismo t i e m p o fuera de desear t a m b i é n que el pueblo comprendiese y apreciase los inconvenientes y perjuicios que al v i g o r de la c o n s t i t u c i ó n y al ejercicio Ramillete de Pensamientos

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.... 354 — n o r m a l de las funciones pueden sugir del abuso de los b a ñ o s y de su indiscreta y desacertada a d m i n i s t r a c i ó n ; porque cuando un modificador no es manejado con oport u n i d a d h i g i é n i c a y no se tienen presentes para su aplicación otras reglas que el capricho veleidoso y la c o q u e t e r í a de la moda, entonces la mas benéfica i n s t i t u ción pierde todos los atributos que la hacen recomendable, y se desprestigia y desacredita, y se sepulta estrepitosamente en el o l v i d o . No de otro modo el b a ñ o cont r i b u y e en Oriente a la a f e m i n a c i ó n y molicie de sus habitantes, y en los tiempos de C ó m o d o fué una de las causas de la i n m o r a l c o r r u p c i ó n de las costumbres de R o m a , autorizando a los hombres y a las raugeres a b a ñ a r s e juntos; pues los emperadores se aprovecharon de esta y de otras p r á c t i c a s beneficiosas para halagar al pueblo, afeminarlo y t i r a n i z a r l o d e s p u é s . T a l vez el entusiasmo de la moda, que todo lo desvirt ú a t i r a n i z a y e x a g e r a ; q u i z á la inobservancia de reglas prudentes para tomar los b a ñ o s o la s i s t e m á t i c a oposic i ó n de algunos hombres que ejercen la c r í t i c a sin conciencia, haya suministrado armas a varios d e t r a c t ó les de esta i n s t i t u c i ó n , p i n t á n d o l a erizada de muchos i n convenientes, y dotada de m u y pocas o ningunas ventajas. Si el abuso que se hace de las cosas hubiese de servir de pauta que regulas© las acciones, todo, hasta lo que e s t á mas alto que las instituciones humanas, h a b r í a que relegarlo al olvido como perjudicial,o p r o s c r i b i r l o como eficaz. Por este raciocinio e r r ó n e o e i l ó g i c o se d e d u c i r í a que los mejores alimentos eran un veneno para el e s t ó mago, porque los excesos g a s t r o n ó m i c o s determinan una i n d i s g e s t i ó n o una g r a s t r i t i s intensa, y que la r e l i g i ó n era un mal para la sociedad, porque se ha tomado algunas veces por pretesto para empresas criminales. I g u a l mente infundado es t a m b i é n el cargo que se hace a los

— 355 — b a ñ o s de d e b i l i t a r el organismo; pues el placer, la a g i l i dad y el sentimiento de fuerza que se despierta d e s p u é s de su uso, destruyen esta a s e r c i ó n , solamente aplicable al b a ñ o caliente, el cual de n i n g ú n modo puede considerarse como b i g i é n i c o , y sí ú n i c a m e n t e como t e r a p é u t i c o . Para destruir hasta el mas leve recelo de algunas inteligencias n i m i a m e n t e escrupulosas, hemos s e ñ a l a d o los efectos que se e x p e r i m e n t a n por la a c c i ó n del b a ñ o h i g i é n i c o , y en c o r r o b o r a c i ó n de lo expuesto b a s t a r í a recordar, como fisiólogos, que la piel es uno de los mas importantes y principales ó r g a n o s escretorios o de depur a c i ó n ; que es t a m b i é n un a u x i l i a r de la hematosis y de la n u t r i c i ó n , favoreciendo en sus capilares el cambio v i vificador de la e x i g e n a c i ó n de la sangre, y que en su grande y reconocido antagonismo con las mucosas gastro i n t e s t i n a l , necesita conservar toda su flexibilidad por medio de una esmerada l i m p i e z a , si no se quiere romper funestamente este antagonismo del tegumento externo con el i n t e r n o . Cuando t a l p e r t u r b a c i ó n se i n t r o d u c e por el desaseo de las personas o por la s u p r e s i ó n repent i n a de las funciones de la piel, a d e m á s de las afecciones c u t á n e a s sebrevienen embarazos del sistema abdom i n a l , fiebres g á s t r i c a s , r e u m á t i c a s y catarrales, neum o n í a s y p l e u r i t i s ¿Qué e s t r a ñ o es que, c o n c e d i é n d o s e tantas excelencia al b a ñ o y tantas v i r t u d e s p r o f i l á c t i c a s y curativas al agua, fuese esta reverenciada entre los paganos como una de las primeras divinidades, y que se erigiesen en prueba de su u t i l i d a d esas gigantescas termas para los grandes y las colosales piscina para el pueblo? A l parar nuestra c o n s i d e r a c i ó n en las tendencias y costumbres de las naciones antiguas, nos inclinamos con M u t e l a creer que la necesidad de refrescarse y de l i m p i a r la superficie del cuerpo existe desde el origen de l a especie humana.

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Corno consecuencia de esas tendencias de los pueblos primibivos, y como corolario de la necesidad cosmetologica, se explica no solo el respeto religioso hacia e s t e l í q u i d o y la o b l i g a c i ó n de un cierto n ú m e r o de abluciones diarias, sino t a m b i é n el esmero y cuidado en dist r i b u i r convenientemente las aguas para el uso d o m é s t i c o , para la a g r i c u l t u r a y para salubridad p ú b l i c a . E n el reinado de S e m í r a r a i s el agua del r i o era llevada sobre los terrados de las casas, donde h a b í a magníficos jardines colgantes, llenos de á r b o l e s y de p e r p é b u a verdura, que a la par que embalsamaban el aire purificaban la a t m ó s fera. E l E g i p t o estaba cortado por un sin n ú m e r o de canales, y a esta medida de riqueza a g r í c o l a y de higiene a d m i n i s t r a t i v a d e b í a sus condiciones de salubridad el D e l t a , considerado por los sacerdotes como una c r e a c i ó n del N i l o ; y los famosos acueductos de los romanos nos patentizan el celo con que se apresuraron a crear fondos para s u r t i r abundantemente de aguas a la ciudad, quedando este y otros ramos de u t i l i d a d y de ornato a cargo de los Ediles, empleados plebeyos y auxiliares de los t r i b u n o s . Y no hay duda n i n g u n a que para los usos de la vida, para la l i m p i e z a etc., es de absoluta necesidad el abastecimiento copioso de agua, debiendo cuidar la autor i d a d que a cada h a b i t a n t e le correspondan sobre 40 l i t r o s diarios; pues no es raro observar, especialmente en el e s t í o , que el agua escasea en m u c h í s i m a s poblaciones. Para remediar este mal se d e b e r í a destinar una parte de los fondos municipales o crear a r b i t r i o s para proporcionar este l í q u i d o con abundancia, y para levantar casas de b a ñ o s c ó m o d a s y espaciosas. Y ya que volvemos a tocar este p u n t o , a c o n s e j á r e m o s a las autoridades locales, a fin de e v i t a r abusos, que fijen el tiempo en que deben p r i n c i p i a r y concluir las temporadas para los bañ o s de r í o o de mar en el verano, previo acuerdo con lo^

— 357 — m é d i c o s , quienes e n t e r a r á n a los b a ñ i s t a s de las ventajas o perjuicios que pueden o c u r r i r a la salud de cada i n d i v i d u o , y en las d e m á s estaciones se p o n d r á n a disposición de las clases proletarias b a ñ o s templados y "gratuitos, porque como ya hemos manifestado, estas son las personas que mas necesitan los cuidados c o s m e t o l ó g i c o s . H a c i é n d o l o s obligatorios, a s í en las escuelas y colegios, civiles y m i l i t a r e s , como en los establecimientos del Estado y en el ejercito, a fuerza de tiempo y de constancia l l e g a r í a a generalizarse su uso lo mismo entre el poderoso que el i n d i g e n t e . T a m b i é n c o n t r i b u i r í a m u y mucho a este objeto la c r e a c i ó n de sociedades para fomentar la limpieza corpor a l y la d i s t r i b u c i ó n de premios a los n i ñ o s que sobresaliesen entre sus c o m p a ñ e r o s por el aseo. A s í lo han comprendido algunos pueblos civilizados, y la comisión de s a l u b r i d a d p ú b l i c a de N i v e l l e s , en B é l g i c a , ha establecido ^'«mioí? de limpieza para los alumnos de la escuela p r i maria de aquella v i l l a . Tres premios se adjudicaron en cada una de las seis clases a los^niños que mas se d i s t i n guieron en el a ñ o 1883 por el aseo del cuerpo y de los vestidos, y por el ó r d e n y buena c o n s e r v a c i ó n de los l i bros etc. Las recompensas consisten en obras de higiene, escritas en un lenguaje de fácil c o m p r e n s i ó n para los n i ños y personas que carecen de i n s t r u c c i ó n , y la j u n t a ha observado con placer que las familias se agrupan alrededor de sus hijos, para escuchar una lectura que les interesa por la novedad. S i las comisiones locales de escuela imitasen a la ilustrada j u n t a de sanidad de Nivelles algo mas arraigadas e s t a r í a n en el pueblo las doctrinas que venimos encomiando, y para concluir este a r t í c u l o reconoceremos con Mutel la gran verdad que e n c i e r r a n las siguientes palabras: «Los b a ñ o s ejercen sobre el hombre una influencia incalculable en su físico primerameu-

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te, y pot consiguiente en su m o r a l : esta influencia, apreciada debidamente por los fundadores de algunas sectas religiosas, merece ser examinada por el filósofo y por el p o l í t i c o , tanto t a l vez como por el módico, en i n t e r é s de la sociedad y del i n d i v i d u o . ARTICULO V I I I E n nuestro ú l t i m o a r t í c u l o , expusimos algunas consideraciones c o s m e t o l ó g i c a s , llamando m u y p a r t i c u l a r mente la a t e n c i ó n sobre la necesidad de popularizar el uso de ios b a ñ o s h i g i é n i c o s , h a c i é n d o l o s accesibles a todas las fortunas y llevando el convencimiento de su u t i lidad a todas las clases sociales. Confesamos y reconocemos la dificultad de llevar a cabo esta y otras reformas que hemos propuesto; porque las pasiones que agitan de continuo los á n i m o s de nuestros prohombres, sometiendo su i n t e l i g e n c i a y su voluntad a los caprichos y azares de esas m o n o m a n í a s p o l í t i co-sociales, sofocan los buenos instintos de su c o r a z ó n , y descuidando la verdadera e d u c a c i ó n de las masas, abandonando su p o r v e n i r y su vida p r i v a d a a la r u t i n a r i a y viciosa d i r e c c i ó n de los h á b i t o s adquiridos en la i g n o r a n cia y el e m b r u t e c i m i e n t o , creen elevar y ennoblecer la d i g n i d a d del hombre ensanchando el c í r c u l o p o l í t i c o de sus libertades sin e n s e ñ a r l e los deberes que las regulan y moderan. Mientras llega el momento de la calma a las pasiones p o l í t i c a s para conceder una justa preponderancia a las ciencias, a los intereses materiales y a las reformas a d m i n i s t r a t i v a s , ligadas con la salud y la prosperidad de las naciones, nuestra m i s i ó n es clamar un d í a y otro, d i f u n d i r las buenas ideas, y apostrofar a los gobiernos como a p ó s t o l e s de una d o c t r i n a , que se admite y elogia por

- 359 — su bondad y excelencia^ pero cuya a p l i c a c i ó n se abandona y desconoce, se o l v i d a y menosprecia. Debe prepararse el camino de las mejoras a la g e n e r a c i ó n que empieza, generalizando las bases de una sabia e d u c a c i ó n f i s i ca y moral, para que las generaciones futuras encuentren ya armonizadas las costumbres y los preceptos, y no se e x t r a v í e n como ahora por la discordia y antagonismo que entre aquellos y estos se advierte. Los h á b i t o s de la infancia tarde o nunca se borran del c o r a z ó n , y los ejemplos y las e n s e ñ a n z a s de la j u v e n t u d son la norma de toda la v i d a . A b r i g a n d o nosotros estas ideas con toda la tenacidad y la fe que infunden las verdades demostradas, ¿cómo no h a b r í a m o s de llevar t a m b i é n nuestra piedra para la c o n s t r u c c i ó n del edificio, siquiera nuestros materiales fuesen toscos y careciesen de la necesaria solidez y nuestra obra de la gallarda y vistosa perspectiva que e s t á r e servada a las atrevidas concepciones del genio? Coadyuvemos, pues, todos a l g r a n pensamiento de la regeneración social de la especie humana, y d e s p u é s de las ideas emitidas a este p r o p ó s i t o en los a r t í c u l o s anteriores, continuemos por la misma senda, fijándonos h o y en algunas consideraciones b r o m a t o l ó g i c a s , no con r e l a c i ó n al r é g i men i n d i v i d u a l , sino r e m o n t á n d o n o s a la esfera mas elevada de la higiene p ú b l i c a . • Sujeto el hombre a p é r d i d a s no i n t e r r u m p i d a s en su organismo por el m o v i m i e n t o continuo de c o m p o s i c i ó n y d e s c o m p o s i c i ó n molecular, necesita elaborar y a s i m i l a r la materia a l i m e n t i c i a para s u s t i t u i r a la m o l é c u l a que se desprende, otra que r e ú n a todos los requisitos de la homogeneidad perfecta con el ó r g a n o asimilador; pues en ú l t i m o resultado este es el t é r m i n o de todas las operaciones q u í m i c o - v i t a l e s que preceden y constituyen la n u t r i c i ó n , que es la f u n c i ó n por excelencia, o como si d i -

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jeramos, el complemento de todas las funciones o r g á n i cas. A d e m á s de contarse con la i n t e g r i d a d funcional de los ó r g a n o s , para la f o r m a c i ó n de u n buen quilo, se hace absolutamente necesario disponer del alimento suficiente, a s í en l a cantidad como en la calidad. Los progresos de c i v i l i z a c i ó n y el refinamiento de las costumbres han ejercido t a m b i é n su poderosa i n fluencia sobre el r é g i m e n a l i m e n t i c i o de los pueblos, y hoy nos admiramos tanto de que existiese algunos en los tiempos antiguos que solo comiesen una vez al d í a , como chocó y e s c a n d a l i z ó a P l a t ó n el encontrar en sus viajes hombres que hiciesen dos comidas diarias. Q u é contraste no f o r m a n esas costumbres sencillas y la v i d a f r u g a l de los pueblos primitivos^ con la a f e m i n a c i ó n que poco a poco fué y ha seguido enervando a las sociedades con los goces tentadores de la g u l a y con la d i s i p a c i ó n creciente del lujo y de la intemperancia! Y al comparar nosotros la robustez, l a fuerza, la salud y la l o n g e v i t u d de que estuvieron dotados los i n d i v i d u o s y las naciones mientras solamente se c o m í a para v i v i r , sin buscar otra salsa que el hambre; al considerar que uon un alimento tan parco y sencillo se arrostraban sin g r a n f a t i g a los mayores peligros de una v i d a n ó m a d a y laboriosa, pasando sin e x p o s i c i ó n a los climas mas opuestos; y al cont e m p l a r que esos hombres de u n temple singular, i n d ó mitos y valientes con su morigerada sobriedad, perdieron toda su fuerza y e n e r g í a , su salud y su l i b e r t a d desde que, halagados por la opulencia,se olvidaron de refrenar sus necesidades, casi nos vemos forzados a exclamar con Londe, que la civilización es una p e r v e r s i ó n social. S e r í a hoy un d e l i r i o extravagante como al de Rousseau y un o p t i m i s m o irrealizable y aun perjudicial el querer retrogradar hasta el o r i g e n de las sociedades para establecer ahora p r i n c i p i o s de higiene p ú b l i c a que

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no e s t á n en consonancia con nuestra o r g a n i z a c i ó n , con nuestros h á b i t o s , n i con el e s p í r i t u del siglo en que v i v i mos. Pero desde aquella r ú s t i c a , n a t u r a l y saludable f r u galidad hasta el detestable s i b a r i t i s m o de nuestros d í a s h a y una distancia t a n inmensa, como l a que media entre la a c t i v i d a d y robustez de la c o n s t i t u c i ó n o r g á n i c a de los hombres de los tiempos p r i m i t i v o s y la a f e m i n a c i ó n val e t u d i n a r i a de nuestros c o n t e m p o r á n e o s . Y entre otras muchas causas sociales de nuestra decadencia física descuellan en p r i m e r t é r m i n o los abusos de la mesa, los estragos de t a n o p í p a r o s banquetes; porque si bien es cierto que el hombre en su cualidad de p o l í f a g o puede v a r i a r su a l i m e n t a c i ó n hasta lo i n f i n i t o , no impunemente, desoye los g r i t o s de la s i m p l i c i d a d : el castigo le amenaza cuando m á s se extiende su poder para poder gozar, porque d e t r á s de los grandes placeres e s t á n los grandes dolores. Apesar de no ser fácil regular las horas y el n ú m e r o de comidas de un modo general y absoluto, atendidas las diversas ocupaciones de los i n d i v i d u o s , su c o n s t i t u c i ó n activa o delicada, y de e x i g i r muy d i s t i n t o r é g i m e n a l i m e n t i c i o , l a infancia y la edad adulta, la j u v e n t u d y la vejez; sin embargo, es sumamente perjudicial y m u y ocasionado a i r r i t a c i o n e s gastro-intestinales, a p o p l e g í a s y otros vicios, el desorden erigido en costumbre de comer varias veces al d í a sin dar reposo a l estómago^ fatigando su a c t i v i d a d y congestionando sus vasos, de lo que resultan las digestiones imperfectas y laboriosas y las enfermedades que hemos enumeiado. Por eso dice V i r e y en su Higiene filosófica aplicada a la p o l í t i c a y a la m o r a l , que es perjudicial saciar el apetito m á s a l l á de lo justo, dos veces en las v e i n t i c u a t r o horas. L a comida q u i t a la v i d a , d e c í a Montesquieu^ a la mitad de P a r í s , y la cena a la otra m i t a d . Dos banquetes abundantes, en cada uno de

— 362 — los cuales se come hasta la saciedad, son peligrosos, porque entonces la r e p a r a c i ó n es-excesiva. Es indudable que la sobriedad conduce sin violencia a una v i d a morigerada, sofoca las pasiones y conserva la salud del cuerpo, la t r a n q u i l i d a d del e s p í r t u y el v i g o r de la i n t e l i g e n c i a ; pero estas verdades se desconocen por la generalidad de las gentes que piensan que v i v i r es gozar los deleites m o m e n t á n e o s de un apetito depravado, y 'desde la infancia se acostumbran a comer a todas horas mucho m á s de lo que necesitan para reponerse de las pérdidas naturales. ¿Qué e x t r a ñ o es que nuestras ciudades sean unos grandes hospitales llenos de seres v a l e t u d i n a rios, c a c o q u í m i c o s y gastados? D e c í a el c é l e b r e L u i s Cornaro, que no sólo se debe procurar no m o r i r , sino v i v i r robusto. Esto sólo puede conseguirse a beneficio de la templanza, acerca de cuya v i r t u d e s c r i b i ó cuatro o p ú s c u los, y el ú l t i m o a la edad de 9B años. L a vida de este no ble veneciano nos prueba c u á n t o pende m á s la longevidad de un r é g i m e n austero y f r u g a l , que de una c o n s t i t u c i ó n p r i v i l e g i a d a ; Achacoso a la edad de 40 a ñ o s de disipac i ó n , reforma su vida, se hace s ó b r i o , vé desapareser todas sus enfermedades, v i v e contento, adquiere u n robustez física y una l o z a n í a de i m a g i n a c i ó n que asombra, se considera m u y feliz, y muere sin a g o n í a d e s p u é s de haber contado un siglo de existencia. ¡Qué lección tan elocuente para los H e l i o g á b a l o s y los L ú c u l o s de nuestra é p o c a , que pasan la mayor parte del d í a durmiendo,privados de la benéfica influencia de la luz solar, para entregarse de noche a los d e s ó r d e n e s de una o r g í a , aturdirse con el ruido de las copas en opulentos banquetes y enervantes saraos! A s í se echa de ver luego en la languidez de sus macilentos semblantes las huellas de un desgaste profundo de las fuerzas radicales del organismo, y de un consumo t e r r i b l e de la a c t i v i d a d

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sensorial. Y luego estos hombres reniegan de la medicina, satirizan y escarnecen a los m é d i c o s y los califican de impotentes o ignorantes, porque no saben curar sus dolencias, calmar sus dolores y dotarlos de una salud y e n e r g í a a prueba de todos sus vicios, y superiores a su vergonzosa d i s i p a c i ó n . ¡Cómo! ¿ Q u e r é i s que l a ciencia haga milagros, que el m é d i c o sea m á s que un Dios, para que dejando subsistente la causa de vuestros m a r t i rios, tenga el poder de e v i t a r sus efectos, para que lleve en su bolsillo la panacea de vuestros males, mientras vosotros c o r r é i s a la muerte y os a b r í s el sepulcro con vuestros dientes, s e g ú n el dicho a g u d í s i m o del chistoso Regnard? L a temperancia^ es un á r b o l que tiene por raiz el contentarse con poco, y por f r u t o la salud y la calma. No solo produce estos bienes n i l i m i t a su influencia a las funciones fínicas, si no que, como y a digimos, c o n t r i b u ye al mayor desarrollo de las morales, y activa la vida intelectual, que en el caso c o n t r a r i o languidece y se aniquila; porque la digestión mata a l pensamiento. Conformes con esta doctrina Troussenu y P i d o u x , se expresan de la siguiente manera en PU filosófico a r t í c u l o s de la medicación t ó n i c a . « E l hombre, que dotado por la n a t u raleza de una grande e n e r g í a en las funciones digestivas, h e m a t ó s i c a s y asimilatrices, se abandona sin reserv a y mas de lo que exige la necesidad, a las inclinaciones groseras que le i m p r i m e semejante o r g a n i z a c i ó n , se rebaja vergonzosamente hasta el a n i m a l . Se vuelve pesado, d o r m i l ó n , sin v i v a c i d a d , sin a p t i t u d para obrar de una sensibilidad optusa, de una i n t e l i g e n c i a torpe, trabajosa y l i m i t a d a . . . Es todo fibrina, y su sistema vervioso duerme siempre. Esto acontece cuando hay grande e n e r g í a en las funciones digestivas; pues cuando ella falta y el e s t ó m a -

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go se f a t i g a para desembarazarse de tan escesiva cantidad de alimentos, entonces hasta se hecha de menos esta robustez a t l é t i c a , y solo a fuerza de estimulantes que i r r i t a n el tubo digestivo y desgastan la v i d a , se consigue vencer el h a s t í o , despertar u n apetito ficticio y mal d i g e r i r lo que se come. S e r í a a la verdad t r i s t e y desconsoladora la idea de que este fuese un mal inherente a la o r g a n i z a c i ó n de la especie humana, si j u z g á s e m o s de su nesesaria y forzosa existencia por el c a r á c t e r de universialidad con que vemos dominar en la sociedad, y por la p r o p e n s i ó n casi i r r e s i s t i b l e del hombre a la i n t e m p e r a n cia; pero nosotros creemos que esta es una a b e r r a c i ó n del i n s t i n t o visceral, como consecuencia n a t u r a l de la necesidad de sentir que experimentamos, y del deseo de var i a r nuestras sensaciones y de m u l t i p l i c a r nuestros goces, deseo que se a v i v a y agiganta con los progresos de lo que se l l a m a civilización. Nos fundamos para pensar a s í en que, a p r o p o r c i ó n que los pueblos se a p r o x i m a n mas a su p r i m i t i v a sencillez, son mas s ó b r i o s y frugales mas fuertes y saludables. E n las naciones antiguas, antes de corromperse, vemos b r i l l a r siempre esta v i r t u d , que hizo c é l e b r e s a muchos filósofos mas que su ciencia, y sólo h a c í a n una comida buena en las v e i n t i c u a t r o horas; pues aunque comiesen dos o tres vecfes, estas solo eran simples meriendas c> parvedades, y no comidas formales y suculentas como las nuestras. E l gobierno d e b e r í a i n t e n t a r esta reforma beneficiosa en nuestras costumbres, subordinando a este pensam i e n t o las horas de asistencia a l a s oficinas, talleres y d e m á s establecimientos p ú b l i c o s ; y así como el soldado solo come dos ranchos, establecer ú n i c a m e n t e dos comidas en los colegios m i l i t a r e s , casas de asilo, y proclamar la excelencia de este r é g i m e n en las escuelas, citando los hechos curiosos en que tanto abunda la historia, de los

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boneficios que ha reportado a la h u m a n i d a d . S e r í a conveniente t a m b i é n crear j ioment&r las Sociedades de templanza, no solo por lo tocante a la sobriedad en las comidas, sino t a m b i é n para c o r r e g i r la embriaguez, vicio m u y difundido en el pueblo, y cuyos estragos físicos son ú n i camente comparables a la d e g r a d a c i ó n vergonzosa de la r a z ó n h u m a n a . N o condenamos el uso moderado del v i n o enlascomidas,a personas cuyo e s t ó m a g o lo tolera sin quebranto de la salud; pero sí anatematizamos su abuso, y muchos mas el de los licores destilados, que son unos venenos i r r i t a n t e s , un fuego l í q u i d o que abrasa las entrañ a s y acorta y acibara la existencia. Recordemos t a m b i é n que los pueblos abstémicos alcanzan una v i d a mas larga^ menos agitada por las pasiones, y exenta de ciertas enfermedades peculiares a los pueblos c a r n í v o r o s y anópatas. No creemos o p o r t u n o entrar a d i s c u t i r cuál es l a mejor a l i m e n t a c i ó n que conviene al hombre, n i descender a detalles bien conocidos sobre la dieta Vegetal o a n i m a l , que ha dado m á r g e n a que unos consideren al hombre como h e r v í b o r o y otros como c a r n í v o r o ; pues que la disp o s i c i ó n a n a t ó m i c a de su tubo digestivo destruye el esclusivismo de estas t e o r í a s , demostrando mas bien que es n a t u r a l m e n t e o m n í v o r o , y que necesita de una a l i m e n t a c i ó n m i x t a . L a a l i m e n t a c i ó n puramente vejetal o animal tiene grandes inconvenientes; pues si la una d e b i l i t a demasiado, hace trabajar mas al estomago y sobrecarga de humores blancos los tejidos; la otra dispone a la p l é tora s a n g u í n e a , a las fiebres inflamatorias y p ú t r i d a s , es el a g i j ó n de las pasiones, y d á impulso a los instintos feroces y sanguinarios. Ejemplos de esta influencia de los alimentos los tenemos en la í n d o l e pacífica de los a n i males h e r v í b o r o s y en la ferocidad y v a l e n t í a de los carn í v o r o s . A u n q u e siempre deben abundar en la mesa los

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vejefcales, sin embargo, el predominio de estos o de las carnes depende de circunstancias parliculares que modifican el c a r á c t e r y las propensiones del i n d i v i d u o s e g ú n los climas, etc. Por eso dice V i r e y , que cada p a í s del globo puede considerarse como una gran mesa, que ofrece alimentos especiales a sus pobladores, así como a todos los d e m á s animales. Puede asegurarse que todas las reflexiones precedentes son de exclusiva a p l i c a c i ó n a las clases ricas y bien acomodas; pues el i n d i g e n t e o de escasa f o r t u n a tiene que ser h e r v í b o r o y sobrio por necesidad, y llevar muohas veces la abstinencia hasta un grado que le enerva y a n i q u i l a entre rudos trabajos, que no corresponden a la escasez de su alimento. ¡ T r i s t e c o n d i c i ó n la del pobre, que no teniendo mas c a p i t a l que la salud y la fuerza para trabajar, se v é v i l m e n t e explotado, y se arranca con el ó b o l o , ganado a fuerza de sudores y fatigas, una parte de su existencia con el alimento que busca y paga para sostenerla! ¡ A b a n d o n o lamentable y reprensible por parte de los gobiernos, que de esa manera exponen a una muerte lenta y angustiosa a la clase mas numerosa y desgraciada de la sociedad, y sin la cual la a g r i c u l t u r a , las a n e s y la i n d u s t r i a p e r e c e r í a n ! E n los mercados los a r t í c u l o s de p r i m e r a necesidad no siempre son de recibo; pero a pesar de su adulterac i ó n y de sus propiedades malsanas, no f a l t a n nunca consumidores; porque la clase p r o l e t a r i a , si ha de atender a sus m á s perentorias obligaciones con su escatimado peculio, busca lo barato sin cuidarse de la calidad. A s í que, la^ frutas i n m a t u r a , las legumbres averiadas, las carnes corrompidas y los pescados en p u t r e f a c c i ó n , se expenden al p ú b l i c o a la luz del d í a , sin que se haga sent i r la severidad de las leyes a los envenenadores de la sociedad,

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N o siempre estos males son hijos de la malicia y de la e s p e c u l a c i ó n , sino que se deben en ciertas ocaciones a la ignorancia y a la f a l t a de p r e v i s i ó n . A s í se v é que los labradores, desconociendo o despreciando los p e r n i ciosos efectos del cornezuelo, no lo e l i m i n a n del centeno, y experimentaban los s í n t o m a s alarmantes que constituyen el ergotismo: H a y varios departamentos en F r a n c i a , donde los aldeanos se alimentan del pan de centeno con una cantidad e x t r a o r d i n a r i a de dicha sustancia venenosa. T a m b i é n acontece que la mala c o n s t r u c c i ó n de los almacenes de comestibles, su humedad, escasa v e n t i l a c i ó n y f a l t a de luz, lo mismo que el desaseo y fetidez de los puestos de verduras, alteran y corrompen las legumbres que forman la base de la a l i m e n t a c i ó n del pobre, y que aun en su estado de perfecta c o n s e r v a c i ó n son bastante refractarias a la a c c i ó n digestiva. Otras veces el e s p í r i t u de e s p e c u l a c i ó n y el s ó r d i d o i n t e r é s se valen de sofisticaoiones punibles y perjudiciales a la salud en la c o n f e c c i ó n de los licores, del v i n o , del aceite y otros l í q u i d o s ; del abuso de estas industrias es que resultan mayores d a ñ o s a las clases pobres, porque a la a c c i ó n estimulante del v i n o y de los a l c o h ó l i c o s y a las irritaciones c r ó n i c a s que ocasiona su frecuente abuso, se agrega la acción toxica, siempre n o c i v a , de las sustancias que se le mezclan para conservarlos, darles color, m á s fuerza y ocultar el m a l ^usto que resulta a veces de su estado de d e s c o m p o s i c i ó n . ¿Y por q u é sucede todo esto? Por f a l t a r comisiones especiales que, v i g i l a n d o este ramo de p o l i c í a sanitaria, compriman con mano fuerte los abusos e i m p i d a n l a venta de los alimentos y bebidas calificados de insalubres. Las sustancias alimenticias, alteradas en su compos i c i ó n n o r m a l , e s t á n sometidas a nuevas combinaciones químicas^ que cambian sus propiedades n u t r i t i v a s en

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c ó s i c a s y d e l e e t é r e a s , y puestas en contacto con l a mucosa gastro-intestinal la impresionan de un modo i n g r a t o , c o n t r a r i o al buen d e s e m p e ñ o de sus funciones digestivas, ocasionando i r r i t a c i o n e s c r ó n i c a s en los ó r g a n o s que recorren, y discrasias peligrosas o estados c a q u é c t i c o s incurables. Y para t e r m i n a r m i tarea científica en la revista « L a Higiene» que con tanta indulgencia ha acogido siempre nuestras humildes produciones; no me c a n s a r é en recomendar a las juntas locales de sanidad, de acuerdo con la autoridad m a n i c i p a l del fiel c u m p l i m i e n t o de su elevada m i s i ó n de v i g i l a r por la salud de los pueblos, cuidando que los a r t í c u l o s de consumo sean de buena calidad.

IMPRESIONES DE V l A d E . UNA V I S I T A fí L ñ n E Z Q U I T F l

C A T E D R A L b E CÓRbOBfl L a catedral de C ó r d o b a es un monumento e x t r a o r d i n a r i o en su a r q u i t e c t u r a , y c é l e b r e por los grandes recuerdos h i s t ó r i c o s que a ella e s t á n unidos; empero es m á s notable bajo el punto de sus relaciones h i s t ó r i c a s , que bajo el de sus relaciones a r q u i t e c t ó n i c a s . N o mirando en ella m á s que una iglesia, el edificio es bastante elevado para su inmensa e x t e n s i ó n en l o n g i tud y l a t i t u d . Parece esta catedral un obscuro j a r d í n de troncos de m á r m o l , levantados s i m ó t r i c a m a n t e de distancia en distancia, donde se ven dispersados algunos, edificios en tan v a s t í s i m o espacio,, formando el todo una inmensa mole, siendo estos edificios particulares el coro, la media naranja y las capillas laterales de l a iglesia; parece t a m b i é n un inmenso paseo con á r b o l e s de m á r m o l , el cielo de oro y las piedras talladas en d e l i c a d í s i m o s encajes. Este e x t r a o r d i n a r i o monumento presenta el r e s u l tado de la confusión de los siglos, de la c o n f u s i ó n de los pueblos, de la c o n f u s i ó n de las civilizaciones. Es ú n i c o y sin ejemplar en el mundo. L a r e l i g i ó n c a t ó l i c a ha hecho en C ó r d o b a con el mahometismo lo que Roma hizo con el p a n t e í s m o ; Roma se a p o d e r ó del Pant e ó n , que se conserva i n t a c t o bajo la a d v o c a c i ó n de Ramillete de Pensamientos

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Santa M a r í a ; C ó r d o b a se a p o d e r ó de la Mosquea del grande A b d e r r a m e n , y la s a l v ó b a u t i z á n d o l a , empero la mezquita antes h a b í a perteneoido a otro culto, a r e l i g i ó n d i s t i n t a ; era ya la heredera de dos templos, el de Jano en tiempo de los romanos, aquel Dios de doble faz que miraba a lo pasado y al p o r v e n i r , aquel dios, cuyo templo no se cerraba sino cuando la paz m á s profunda dominaba en los pueblos y d e s p u é s de la e x p u l s i ó n de lo8 romanos de E s p a ñ a , los reyes godos alzaron una cated r a l cristiana. Tantas metamorfosis han producido un monumento e x t r a o r d i n a r i o , o r i g i n a l , sin copia. f L a mezquita h a b í a sido hecha por Abderramen en el siglo Y I I I . M á s tarde los cristianos han extendido el edificio, y han levantado el p a v i m e n t o , que han cubierto de ladrillos, suelo poco digno por cierto de la m a g n i f i cencia de aquel monumento; a s í es que la base de las columnas e s t á enterrada bajo un grosero y moderno p a v i m e n t o , haciendo perder en elegancia y ligereza a la parte superior del templo. L a mezquita de Abderramen era, dicen, dos veces m á s grande que la catedral actual; empero nada justifica esta e x a g e r a c i ó n de los admiradores exclusivos de las obras de los á r a b e s , siendo a d e m á s muy difícil poder marcar lo que cada r e l i g i ó n , lo que cada pueblo de los distintos que han dominado a C ó r d o b a a p o r t ó a este sing u l a r monumento. L a iglesia tiene 620 pies de largo y 4B0 de ancho. E l poderoso, el magnífico califa A b d e r r a m e n quiso que su mezquita fuese el templo m á s magnífico del islamismo, d e s p u é s del de la Meca donde descansa el cuerpo del P r o f e t a . Tiene 29 naves a lo largo, y 19 a lo ancho. Cerca de m i l columnas, habiendo contado nosotros hasta 960, sostienen el techo; todas son de m á r m o l e s preciosos, la.; hay t a m b i é n de jaspe, y tienen pió y medio de d i á m e -

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t r o por 35 de e l e v a c i ó n ; e l e v a c i ó n muy p e q u e ñ a para una catedral, pero que denota el objeto p r i m i t i v o para que fué destinada. E l edificio entero presenta u n g r a n cuadro, de los que un lado se abre sobre u n inmeaso claustro que parece un patio. Bajo el p a v i m e n t o de piedra de este claustro h a y una inmensa cisterna abovedada. Este patio es una de las grandes curiosidades de la cated r a l de C ó r d o b a ; es el que sirve de v e s t í b u l o al templo, es el famoso patio llamado de los Naranjos, donde se v e n estos preciosos á r b o l e s de un grueso y una a n t i g ü e d a d sorprendente; d i r í a s e que eran c o n t e m p o r á n e o s de los reyes moros, que se complacieron en ponerlos a la puerta de sus mezquitas para embalsamar con las suaves y deliciosas emanaciones de azahar la entrada del templo de Alá. Desde este bosque de naranjos se entra en el.bosque de m á r m o l , como al p r i n c i p i o hemos llamado a l a iglesia, experimentando una fuerte sorpresa al ver que el santuario tiene un techo; así es que en lo menos que se piensa al penetrar en este singular edificio es enuna c a t e d r a l . E l cristianismo crea monumentos de un estilo m á s grave, m á s severo, tales como la catedral de Sevilla; la catedral de C ó r d o b a , m á s que una iglesia, es un p a r t e r r e o r i e n t a l , es el palacio de una sultana f a v o r i t a . F i g u r é m o n o s una esplanada adornada con 950 columnas antiguas poco elevadas^ sosteniendo un doble ó r den de arquillos arabescos calados primorosamente; y t a l es el aspecto p r i m e r o que presenta la catedral de Córdoba. E n medio de este l a b e r i n t o sagrado de columnas se levanta la media naranja, c ú p u l a elegante, empero ext r a ñ a enteramente a la a r q u i t e c t u r a del edificio, y del g é n e r o moderno, porque fué construida en tiempo del | emperador C á r l o s Y ; pero los arcos de forma morisca que la sostienen, son de una grande e l e v a c i ó n y de m a r a v i -

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lioso a t r e v i m i e n t o ; a d e m á s tiene adornos de esculturas finísimas y preciosos mosaicos. E l altar mayor es tamb i é n obra del tiempo de Oárlos V . Las puertas que d á n entrada a la catedral son diez y siete, todas cubiertas de esculturas de bronce de un exquisito trabajo. Cerca de la media naranja e s t á el coro de los c a n ó n i g o s , cuya sil l e r í a e s t á m a g n í f i c a m e n t e esculpida en madera por un a r t i s t a de C ó r d o b a , Cornejo^ que en cada silla ha representado un asunto del A n t i g u o Testamento; diez años costó a l entendido a r t i s t a concluir esta obra maestra. A poca distancia del coro se v é la modesta t u m b a del célebre escultor con una elegante i n s c r i p c i ó n . H a y capillas en g r a n n ú m e r o extendidas por toda la catedral, y cada una tiene su m é r i t o y c a r á c t e r p a r t i c u l a r . H a y t a m b i é n muy buenos cuadros. E m p e r o lo que m á s l l a m a la atención es una c a p i l l a puramente morisca, donde se han conservado cuidadosamente todos los adornos y arabescos en el mismo estado que lo dejaron los descendiente del Profeta; a esta c a p i l l a , enteramente musulmana, sólo se ha a ñ a d i d o un altar y una tumba. A l l í se v é en toda su pureza el arte á r a b e ; los encajes de piedra bordados sobre el m á r m o l , todo es puramente mahometano. H a y inscripciones á r a b e s alrededor de la capilla, y refieren que allí era donde se conservaba uno de los originales del K o r a m , escrito en tiempo de Mahoma. Cuando Fernando I I I c o n q u i s t ó la ciudad de C ó r d o ba en 1236, purificó inmediatamente la mezquita y la consagró a Dios. De cualquier punto que uno contemple esta catedral v é un cuadro pintoresco, animado, o r i g i n a l e iluminado como por encanto, porque la luz se recibe por una mult i t u d de p e q u e ñ a s c ú p u l a s que dan al edificio una fisonom í a puramente o r i e n t a l , p o é t i c a . E n lo alto de una de estas c ú p u l a s nos e n s e ñ a r o n un cuerno de uno de lasbue-

- sis yes que se ocuparen, en transportar las columnas para í a mezquita. Se e n s e ñ a t a m b i é n al viajero, sobre una de las columnas, una cruz llamada la Cruz del cautivo, de l a cual se refiere que u n esclavo cristiano atado con las manos a la espalda en tiempo de los moros, la hizo sobre el m á r m o l sin m á s i n s t r u m e n t o que sus u ñ a s . E s t á conservada con una p e q u e ñ a verja de h i e r r o . L a catedral de C ó r d o b a e s t á muy distante de ser una catedral como l a de S e v i l l a , la de M i l á n , la de B u r gos y otras; pero si no tiene tanta gravedad y m a g n i f i cencia, tiene en cambio lo fisonomía e x t r a o r d i n a r i a y s i n gular que le d á el haber sido en el transcurso de los siglos templo del paganismo, templo de los cristianos, m e z q u i ta de los á r a b e s , y otra vez morada del verdadero D i o s .

A P U N T E S D E VIAJE

Desde el Alhambra de Granada ¡ F é r t i l e s y r i s u e ñ a s praderas donde la N a t u r a l e z a r e u n i ó flores que embelleceu el suelo de apartadas regiones! ¡ s i e r r a s majestuosas coronadas de nieves eternas! ¡rios cuya sonora corriente pasa bajo b ó v e d a s de v e r d u ras al pie de ciudades ayer florecientes y hoy sepultadas bajo el polvo de sus ruinas! ¡ m o n u m e n t o s que o s c u r e c i ó la niebla de los siglos! reino encantador de Granada, ¡salud! L a fama de t u belleza nos s e p a r ó de nuestros hogares, y te saludamos desde lo alto de tus fronteras. ¡ G r a n a d a , bello reino de Granada! t ú eres y a una sombra augusta de lo que fuiste. Los a l c á z a r e s de m á r m o l fueron un d í a cuna de reyes; sepulcro de p r í n c i p e s tus fortalezas medio ocultas en las nubes. Tus murallas salvaron una m o n a r q u í a que h a b í a visto y a sumergidos dos tronos en la sangre de tus hijos. F u i s t e el solio de A l h a m a r , cuyo poder y magnificiencia ensalzan a ú n las salas de tus monumentos; fuiste la corte de su b r i l l a n t e d i n a s t í a . Serviste de postrer asilo a la c i v i l i z a c i ó n á r a b e , la p r i m e r a que vino a dipipar las tinieblas de E u r o p a y te engalanaste con tus ricas joyas. Eras e n t ó n c e s una reina. Tus palabras resonaban en b ó v e d a s pintadas de oro;

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cantaban cien poetas t u hermosura, gustaban por complacerte m i l valientes cuando las cornetas del e j é r c i t o enemigo no las llamaban al campo de batalla. L a fama llevaba de t o r r e en t o r r e el b u l l i c i o de tus festines y el ruido do t u grandeza hasta las froteras de otros pueblos, que, al cirios, envidiaban t u suerte y suspiraban por no poder h a b i t a r en tus mansiones v e n t u rosas. ¡Grranada, bello reino de Granada! ¿Qué has hecho de t u cetro? ¿Como yace ya coronada sólo de flores la que ciñó en otro tiempo una diadema? L l e g a a nuestros oídos un r u m o r triste como el de las hojas secas de tus á r b o l e s cuando la arrastra en el o t o ñ o el viento de la tarde, y adivinamos q u é es ese r u mor siniestro. E n la colina en que e s t á sentado t ú palacio suenan pasos lentos de caballos, y son esos caballos los que l l e van fuera de sus muros al ú l t i m o de sus reyes. L l o r a , reino desgraciado, llora, porque ha llegado para t í horas de duelo y amargura, ha llegado para t í la hora de la muerte. ¿No oyes el estruendo de los c a ñ o n e s y el clamoreo de los e j é r c i t o s enemigos? A s í celebran tus funerales los que han vencido a tus hijos, que no supieron a b r i r en tus llanuras una t u m b a para tus contrarios. L l o r a , Granada, l l o r a ; tus vencedores son de corazón generoso, pero no c o m p r e n d e r á n los misterios de t u existencia n i r e s p e t a r á n las constumbres de t u v i d a . V e n d r á d í a en que d e r r i b a r á n con el h i e r r o tus m o numentos, d e v o r a r á n con fuego los libros de tus sabios y de tus profetas, d e s t e r r a r á n con u n decreto i m p í o el ú l t i m o de tus creyentes, ¿Qué nos queda de t u explendor antiguo? L a hiedra y los abrojos van separando lentamente las piedras de

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tus castillos, nido tan sólo de las á g u i l a s ; los b r i l l a n t e s colores de tus salones e s t á n conf andidos por la humareda que arroja la hoguera del mendigo; las columnas de m á r mol que s o s t e n í a n los arcos de tus patios caen bajo el peso del t i e m p o , dejando rodar entre las yerbas sus dorados capiteles. Las ciudades que sobrevieron a t u r u i n a e s t á n poco pobladas y en silencio; n i se oye en ellas los cantos de tus bardos, n i el r u m o r de tus festines, n i el confuso choque de tus talleres, donde la recatada mora iba a ocultar con b r i l l a n t e s toda su hermosura. E n muchas de tus c a m p i ñ a s apenas se descubre el pueblo, n i suena la voz del hombre; tus antiguos caminos han desaparecido bajo s o m b r í o s matorrales; vastos cuadros de tus comarcas m á s fecundas e s t á n condenados a la esterilidad por la escasa e n e r g í a de tus hijos. Poco, m u y poco conservas y a de t u a n i m a c i ó n y pod e r í o ; has olvidado hasta el lenguaje de tus reyes, y las letras entalladas en el estuco de tus palacios son para t í misma u n e n i g m a . E l viajero que te visita, d e s p u é s de haber admirado tus bellos paisajes, piensa sólo en t u pasado si no quiere perder la i l u s i ó n que le hicieron concebir tus tradiciones y leyendas, y q u i z á al dejarte te olvide, M á s no, no; t u no eres n i has sido nunca digna de olvido. ¡Qué cualquiera que crea eu el S e ñ o r doble al v e r t e la r o d i l l a ! Tus vencedores fueron grandes, y t ú guardas sus sepulcros; fueron cristianos, y tus verdes praderas e s t á n santificadas con su sangre. Sus banderas adornan los templos que sucedieron a tus mezquitas; tus pueblos e s t á n a ú n todos llenos de t u gloria.

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¡ G r a n a d a ! ¡ G r a n a d a ! fcu fuiste vencida, pero t u v e n cimiento te honra, porque fueron santos tus enemigos, y d i r i g i ó la mano del Omnipotente sus espadas. S í , porque t u no obedeciste e n t ó n c e s m á s que a t u destino, y estaba escrito que h a b í a de t r i u n f a r en tí la fé de nuestros padres: Cristo sobre el Profeta. ¿No conservas a ú n el estandarte de los que te v e n cieron? E n a r b ó l a l o en la m á s alta de tas torres, v é y oye al mundo que v i v e hoy bajo la ley de D i o s . Gritos de gozo pueblan los aires; aclamaciones entusiastas flotan en torno de t u p a b e l l ó n sagrado. Las b ó v e d a s de todas las catedrales retumban con el eco de t u nombre pronunciado por el sacerdote, acomp a ñ a d o por las cien voces del ó r g a n o , repetido por todo el pueblo. T r i u n f ó en t í el S e ñ o r , y es santo el suelo que en t í pisamos. Las piedras de tus templos fueron cortadas por los aceros de los soldados de Cristo; tus altares e s t á n levantados sobre sus cenizas, y son doblemente sagrados los monumentos que consagrastes al rey de los reyes. ¡ G r a n a d a ! ¡ G r a n a d a ! t u presente es a ú n glorioso; en tus templos se respira la fé de nuestros abuelos, y deseamos orar en el fondo de tus capillas. Las huellas de t u pasado no e s t á n por otra parte enteramente borradas en la superficie de t u suelo. T u A l h a m b r a revela a ú n la suntuosidad de tus monarcas; tus alcazabas^ las rudas costumbres de tus feroces africanos; tus acequias, venas de tus f é r t i l e s llanuras; la sabia a d m i n i s t r a c i ó n de t u gobierno, tus palmas, el o r i gen o r i e n t a l de tus guerreros. U n a palma r e c o r d ó un d í a a A b d h e r r a m a n el bello suelo de su p a t r i a , y hoy no h a y viajero que al v e r l a destacarse aislada en el azul del cielo no recuerde a tus antiguos pobladores.

— 378 Q u e d ó impreso en t u naturaleza misma el sello de los á r a b e s , de quienes h a b l a r á eternamente el verde m a í z y el espinoso cliumbo que cubren tus vegas y tus cerros pintorescos. Cuatro siglos r o d a r o n sobre t í d e s p u é s de t u c a í d a , y el pastor refiere a ú n en la arroyada la h i s t o r i a de tus abencerrajes; tus poetas hacen estremecer a ú n las cuerdas de su l i r a para cantar las escenas de amor y de venganza que t u v i e r o n lugar a la sombra de tus cipreses, en el i n t e r i o r de tus torreones; en el laberinto de tus jardines, en las tazas de m a r m o l de tus fuentes. Y no son solos tus poetas los que encienden su fant a s í a en el fuego de t u pasado; poetas y artistas que respiran el aire menos p o ético de otras provincias vienen a inspirarse bajo el sol de t u inflamado cielo. Muchas almas entusiastas se han sentado ya bajo los avellanos que cubren las angosturas del D a r r o y las frescas alamedas que prestan su sombra a las m á r g e n e s floridas del G-eníl, y cantan tus d í a s de g l o r i a los d í a s de g l o r i a de los h é r o e s que por t í o conLra t í desnudaron sus espadas. ¡ G r a n a d a ! ¡bello reino de Granada! nosotros sentimos t a m b i é n entusiasmo por t í ; pero no arde en nosotros la llama d i v i n a que inflama la fuente de esos genios. No nos es dado halagar tus oídos con el eco de nuestros cantos; nuestra voz es d é b i l y se confunde con el m u r m u l l o de tus aguas y los torrentes de a r m o n í a que brotan de aquellos cantores inspirados.



La carchi de Cervantes

H a r t o sabido y descrito m i l veces por plumas que saben dar coloridos interesantes a los escritos que presentan a sus lectores, es el asunto que me propongo relatar. T a l vez no sea tomado en c o n s i d e r a o i ó a , n i aun q u i zas leído por aquellos que, teniendo sobradas noticias del caso, temen perder el tiempo leyendo lo que tan m u l t i plicadas veces se ha referido. Pero no temas, escribe, tosca p l u m a , escribe y estampa lo que tan sabido es; e s t á m p a l o a t u rudo modo y al menos t e n d r á s la inmerecida honra de ocuparte del célebre poeta, del insigne c r í t i c o que en 1605 dio a la luz la p r i m e r a edición de nuestro Ingenioso Hidalgo, obra que j a m á s c a e r á de las manos de los admiradores • de lo bello y lo grandioso. E n á ^ r g a m a s i l l a de Adba, lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiso acordase el manco dé L e p a n t o en su i n m o r t a l Quijote, existe aun la casa en que g i m i ó preso al que h a b í a de m o r i r casi de hambre el 23 de A b r i l de 1616. T r i s t e pago, en verdad, le d i ó E s p a ñ a a cambio de la g l o r i a que tuvo en producir un hombre, honra de su siglo; mas ¿ q u é se e x t r a ñ a ? su p a t r i a siempre fue i n g r a ta para con sus grandes hombres. A s í es, que la v i d a del p r i m e r o de los escritores esp a ñ o l e s fué solo un conjunto de aventuras y desgracias. Se i g n o r a la causa de su p r i s i ó n ; mas la creencia general es, que llevando el g r a n novelista cierta c o m i s i ó n

de apremio contra los vecinos de A r g a m a s i l l a , f a l t ó a l guna f o r m a l i d a d a los documentos que p r e s e n t ó , y de esto se v a l i ó la justicia para ponerlo preso. T a m b i é n influyó muclio para lo mismo un l a l Pacheco, caballero pudiente, quejoso de que Cervantes hubiese d i r i g i d o cierto chiste picante a una sobrina suya y que el t a l hidalgo t o m ó m u y a mal. Por estas, o muy parecidas causas, fué llevado a q u é l hombre c é l e b r e a la casa de un t a l Medrano. cuya cueva s i r v i ó de c á r c e l por no haberla en el pueblo, y por esto fué encerrado en a q u é l l ó b r e g o s ó t a n o M i g u e l de Cervantes Saavedra. A l l í estuvo preso el p r í n c i p e de los ingenios. Bajo aquella h ú m e d a b ó v e d a , y en a q u é l tenebroso encierro, en a q u é l angustioso cajón de cal y canto, concibió su fecunda i m a g i n a c i ó n la idea sublime, t r i s t e rara vez, s a t í r i c a casi siempre, del Ingenioso hidalgo D o n Quijote de la Mancha. A l l í r e í a muchas veces a grandes carcajadas cuando v e n í a n a.su ardiente y fecunda i m a g i n a c i ó n los chistes y escenas r i d i c u l a s en que h a b í a de colocar a la andante c a b a l l e r í a , llegando la vecindad a tacharle de loco, al oir sus estrepitosas risas a solas y sin m o t i v o al parecer, ni fundamento alguno; mas el antiguo cautivo de los moros, s i g u i ó con tenaz e m p e ñ o escribiendo E l Quijote, dado a la luz bajo los auspicios del duque de B é j a r , el cual se llen ó de g l o r i a al proteger una p u b l i c a c i ó n cual n i n g u n a o t r a v i e r o n los nacidos, tanto por los chistes de que e s t á llena dicha obra, tanto por la oportuna c r í t i c a y filosofía que encierra, cuanto por el magnífico y castizo lenguaje que en ella u s ó el soldado que supo enaltecer a la dichosa A l c a l á de Henares, por haber nacido en ella; pero que en cambio no tuvo que agradecer a su p a t r i a m á s que miserias, hambres y pesadumbres.

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H o y l l o r a E s p a ñ a a Cervantes, e I n g l a t e r r a a Shakspeare. Los dos c e l e b é r r i m o s literatos, murieron-en el mismo d í a , mes y a ñ o . T a l vez a l a misma hora, sus grandes almas se unier o n en el cielo.

E r a n las ciuco de la tarde del d í a 19 de A b r i l de 1616. T r i s t e es el cuadro que vamos a presentar. U n a h a b i t a c i ó n de blancas paredes y con una ventana, a t r a v é s de cuyos vidrios nunca h a b í a n penetrado los rayos del sol; algunas sillas de distintas clases y t a m a ñ o s ; una mesa de nogal, sobre la que se v e í a n algunos libros y papeles en completo desorden y un g r a n t i n t e r o de piedra con algunas plumas. E n un r i n c ó n un arca de respetable a n t i g ü e d a d , y enfrente un lecho cuya pobre ropa revelaba la t r i s t e s i t u a c i ó n de su d u e ñ o . Sobre el ,lecho, y en la pared, un crucifijo; y por ú l t i m o , cerca de la ventana un sillón forrado de vaqueta y ocupado por un hombre. E n su p á l i d o y demacrado rostro v e í a s e el sello i n e q u í v o c o de la muerte. Blancos y escasos cabellos coronaban su cabeza Las arrugas de la vejez desfiguraban su semblante; pero sus ojos conservaban a ú n destellos del v i g o r de la j u v e n t u d , del fuego de una i n t e l i g e n c i a p r i v i l e g i a d a , de un e s p í r i t u que no d e b í a m o r i r con el cuerpo. Su frente era espaciosa, noble, a l t i v a ; se h a b í a levantado siempre con el l e g í t i m o orgullo del verdadero genio, y no se i n c l i n a b a n i a ú n ante la muerte. Su ropaje estaba en a r m o n í a con la pobreza que le rodeaba, y sin embargo, i n f u n d í a respeto profundo. P e r m a n e c í a i n m ó v i l , con la mirada fija en la venta-

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na; pero puede decirse que nada miraba, nada v e í a , porque estaba absorto en sus tristes pensamientos. T a l vez recordaba la h i s t o r i a de su vida; en aquellos supremos instantes saboreaba con delicia todas las amarguras que h a b í a tenido que devorar^ pensando en el mundo con el desdén del g i g a n t e cuando se encuentra al lado del pigmeo. Todo pasa, todo concluye, todo se olvida: y lo que no se olvida enteramente deja un recuerdo vago. Oon pasos silenciosos, sin que la c r i a t u r a se aperciba, viene la vejez, y su voz implacable nos despierta del s u e ñ o de las ilusiones y desvanece la ú l t i m a esperanza, si es que alguna esperanza nos queda. Entonces se contempla y se examina lo pasado, se s o n r í e con amargura o con fría indiferencia^ y se exhala un suspiro, el ú l t i m o que sale de nuestro pecho. A q u e l hombre h a b í a dicho pocos días antes en el p r ó l o g o de uno de sus m á s bellos l i b r o s : «Adiós gracias, a d i ó s donaires, adiós regocijados amigos, que yo me v o y muriendo y deseando veros presto contentos en la otra v i d a . » Así se d e s p e d í a del mundo el que al mundo h a b í a dado tanta g l o r i a , recibiendo en cambio desdenes, i n diferencias,ofensas de todas clases, injusticias inconcebibles. A s í se d e s p e d í a del mundo el que se m o r í a de hambre, teniendo un tesoro en su cabeza, siendo su alma un tesoro de v i r t u d e s , y tesoro de t e r n u r a su c o r a z ó n Y mientras su cuerpo p e r d í a las fuerzas, a c r e c e n t á banse las de su e s p í r i t u , m o s t r á b a s e cada d í a m á s alegre, decidor y animoso, y anticipadamente consolaba a su f a m i l i a para que su p é r d i d a fuese menos dolorosa. ¡Criatura privilegiada! P a r a é l , los deberes fueron antes que su v i d a , y el bienestar de los otros antes que el suyo.

— 384 — Si a l g ú n beneficio h a b í a recivido^ no lo o l v i d ó ; la g r a t i t u d era el p r i m e r o de los deberes para aquel hombre. Y a nada t e n í a que esperar, y sin embargo q u e r í a probar a ú n que el recuerdo de los beneficios que h a b í a recibido no se a p a r t a r í a de él sino cuando el alma se separase del cuerpo. E l silencio que reinaba allí, silencio que p u d i é r a m o s calificar de l ú g u b r e , fué i n t e r r u m p i d o por un gemido penoso, ¿Quién lo h a b í a exhalado? N o era el m o r i b u n d o , sino otra persona que h a b í a en u n r i n c ó n envuelta en la sombra y con el rostro oculto entre las manos. E r a una mujer, t a m b i é n vestida pobre y h u m i l d e mente. E l hombre se e s t r e m e c i ó , v o l v i ó l a cabeza y dijo con dulzura: —No llores, Catalina ¿No ves que y o estoy alegre?.... Todo concluye, y nuestra dicha h a b í a de concluir. ¿ H a b í a s c r e í d o o t r a cosa? Pero d e s p u é s de este mundo, donde todo es pasajero, queda la eternidad. Adem á s ; no tenemos derecho a quejarnos, porque a pesar de nuestra pobreza hemos sido felices, y reconozco que a t í debo toda m i felicidad. E n esta v i d a de pasiones, de falsedades, de ruindades y de miserias, no es poco encontrar u n c o r a z ó n verdaderamente amigo, un c o r a z ó n que nos comprenda, que sepa consolarnos, que para nosotros y por nosotros v i v a . Y o lo e n c o n t r ó , t ú has tenido la misma f o r t u n a , y por consiguiente no debemos quejarnos. L a infeliz mujer l e v a n t ó al cielo sus ojos llenos de lágrimas. —Dame papel y pluma.—dijo el moribundo d e s p u é s de algunos momentos.

— 385 — — ¡ P a p e l y pluma! — e x c l a m ó ella sorprendida. —Eso es. —¡Dios mió!.,. —Necesito escribir. —Pero si apenan puedes moverte. A s í era, porque la h i n c h a z ó n del enfermo h a b í a aumentado e x t r a o r d i n a r i a m e n t e , y medio envuelto en unas mantas t e n í a que hacer los mayores esfuerzos para moverse. —Es preciso,—repuso. —Preciso no hay nada para t í m á s que la salud, — A ú n tengo que c u m p l i r un deber. Nuestro gene^pso protector no ha vuelto de su viaje, y por pronto que venga ya s e r á tarde para que yo le muestre con palabras m i agradecimienco. Quiero escribirle d i c i ó n d o l e que muero sin olvidar sus beneficios, bendiciendo su nombre. — T ú d i c t a r á s y que otro escriba. —No, Catalina; no q u e d a r í a yo satisfecho si otro lo hiciese. —Pero — D e s p u é s no h a r é nada, te lo prometo; porque no quiero m o r i r sin saber lo que son algunas horas de descanso, de ocio completo, que es para m í cosa desconocida. — ¿ Y has aguardado este momento —Los momentos de la a g o n í a , porque antes no he tenido o c a s i ó n . E l l l a n t o c o r r i ó en abundancia por las mejillas de la dolorida esposa. —No te aflijas,—repuso el moribundo sonriendo con tranquilidad.—Q-uarda el l l a n t o para regar m i sepultura. —JjCsto es h o r r i b l e —Dame la p l u m a , e s c r i b i r é poco, pero quiero apro. Ramiliete de Pensamientas

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— 386 — vechar estos instantes en que e s t á m i cabeza tan despejada como el d í a que e s c r i b í el p r i m e r romance amoroso o aquel en que i n t e n t é r e t r a t a r t e en Galatea. ¿Te acuerdas de aquel tiempo, Catalina? ¡Con cuanta rapidez han pasado los a ñ o s ! E n medio de todas mis desgracias era feliz con mi amor, y no b a b í a contratiempo que me arredrase. ¡ C u á n t a s eran entonces las fuerzas de m i cuerpo y de m i e s p í r i t u ! ¡ C u á n t o be luchado con la adversidad!... ¡Oh! Pero no me pesa; porque ahora bajo al sepulcro con l a conciencia t r a n q u i l a , satisfecho de m i proceder, y esto merece la pena de haber luchado. I n t e r r u m p i ó s e , porque su trabajosa r e s p i r a c i ó n no le p e r m i t í a hablar mucho tiempo. L a t i e r n a esposa continuaba llorando, y su dolor era tanto m á s intenso cuanto m á s r e c o n o c í a la grandeza del alma de su esposo. — E l p a p e l , — v o l v i ó a decir el m o r i b u n d o - — quiero aprovechar estos momentos^ quiero l l e v a r mi g r a t i t u d m á s a l l á de la muerte m o s t r á n d o l a an m i a g o n í a . Dona Catalina tuvo al fin que obedecer a su esposo. P ú s o s e en pie m u y trabajosamente, d i ó algunos pasos, l l e g ó a la mesa, t o m ó el t i n t e r o y papel, y se acercó a su tisposo. A c o m o d ó s e él como mejor pudo para escribir sobre las r o d i l l a s . T o m ó l a pluma y m e d i t ó algunos instantes. E l l a p e r m a n e c i ó i n m ó v i l , con el t i n t e r o en la mano y la mirada fija con angustioso afán en aquel gigante de la i n t e l i g e n c i a humana. — ¿ P o r q u é entristecerlo?—dijo el moribundo.—Yo tampoco estoy t r i s t e , no tengo para q u é estarlo. L a ternura no e s t á r e ñ i d a con la a l e g r í a . P o r ú l t i m a vez se i l u m i n a r o n los ojos con el fuego de la i n s p i r a c i ó n , e n t r e a b r i ó s e su boca, y t o d a v í a hubo

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para sus labios una sonrisa, que nada t u v o que e n v i d i a r a las de su j u v e n t u d . Su mano insegura t r a z ó al fin las primeras l e t r a s , poniendo lo siguiente: V Q \_ ^ « A q u e l l a s coplas antiguas que fueron en su t i e m p o . celebradas, y que comionzan: Puesto ya el p i é en el estrh ho, quisiera yo no v i n i e r a n tan a pelo en esta m i e p í s t o l a , porque casi con las mismas palabras la, puedo comenzar, diciendo: Puesto y a el p i ó en el estribo, con las ansias de la muerte, gran s e ñ o r , ó s t a te escribo. A y e r me dieron la E x t r e m a u n c i ó n , y hoy escribo ésta; el tiempo es breve, las ansias crecen, las esperanzas menguan, y con todo eso llevo la v i d a sobre el deseo que tengo de v i v i r , y quisiera yo ponerle coto hasta besar los pies a vuestra excelencia, que p o d r í a ser fuese tanto el contento de ver a vuestra excelencia bueno en E s p a ñ a que me volviese a dar la v i d a . . . » Con tan festiva t e r n u r a s i g u i ó la carta, que no acabamos de copiar por ser demasiado conocida, c o n c l u y é n dola al cabo de v e i n t e minutos. No m e n t í a , n i siquiera exageraba, pues el d í a anter i o r h a b í a recibido la E x t r e m a u n c i ó n , ¿Se comprende ésto? Su cuerpo m o r í a , pero su i n t e l i g e n c i a n i siquiera se había debilitado. H é a h í el p r i v i l e g i o de las almas sublimes, del verdadero g é n i o . — T o m a , — d i j o a su esposa, que p e r m a n e c í a i n m ó v i l ; — q u e saquen una copia p a r a l a i m p r e n t a , y estoguard á l o t ú como recuerdo por ser lo ú l t i m o qae escribo No pado ella arfcicalar una s í l a b a porque el dolor la ahogaba,

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T o m ó e l papel con mano temblorosa y salió paracaer desfallecida en el inmediato aposento. Desde aquel instante r e i n ó un silencio absoluto en l a q u e podemos llamar morada de dolor y l l a n t o . Cuatro d í a s d e s p u é s , es decir, el 23 de A b r i l , e n t r ó un sacerdote para dar al enfermo los ú l t i m o s auxilios y consuelos de la r e l i g i ó n . ¿Quién es el p a c i e n t e ? — p r e g u n t ó con dulzura. — M i g u e l de Cervantes,— le contestaron. — ¡ M i g u e l de C e r v a n t e s ! — r e p i t i ó el sacerdote con acento de profunda a d m i r a c i ó n y sorpresa. Y e s p a r c i ó una mirada por el aposento casi desnudo de muebles, l ó b r e g o y M m e d o . — ¡ M i g u e l de C e r v a n t e s ! — v o l v i ó a decir. ¡El autor del Quijote en t a l miseria!.,,. ¡ A h ! pero le queda el cielo para recompesa de su v i r t u d e s . Si, aquel hombre, g l o r i a de E s p a ñ a , orgullo de l a humanidad^ exhalaba el ú l t i m o suspiro en medio de la miseria m á s espantosa; aquel hombre era Cervantes, el primer ingenio del mundo, como lo ha llamado Chateaubriand,, el p r í n c i p e de los ingenios, como le l l a m a n los españoles. Cervantes fijó una t i e r n a mirada en el sacerdote, p r o n u n c i ó los nombres de su esposa y de su hija, e invocando el de Dios, d i j o : —Padre, la mano de la muerte empieza a helar m i c o r a z ó n . . . . F o r t i f i c a d m i fé con vuestras palabras, perdonadme en nombre del Omnipotente y rogad por m í ¡ B e n d i t o sea Dios, que me da una muerte tan dulce y t r a n q u i l a ! . . . . L a a g o n í a no me hace sufrir Se e x t i n guen mis fuerzas lentamente y sin el mas leve dolor. — L a a g o n í a , — d i j o el sacerdote,—no es dolorosa para los que tienen l i m p i a la conciencia, —No? no es dolorosa, sino grata como el p r i n c i p i o

del mas dulce de los s u e ñ o s . . . . Soy feliz, padre.... L a llama de la fé arde en m i alma m á s v i v a que nunca.... Bendecidme en nombre de D i o s , cuya grandeza, j u s t i c i a y misericordia comprendo ahora como nunca comprendí. E l rostro del poeta se d i l a t ó con una dulzura que revelaba la t r a n q u i l i d a d del justo. D e j ó s e oir la voz del sacerdote. A l g u n o s minutos d e s p u é s todo h a b í a concluido. ¡ M i g u e l de Cervantes y a no e x i s t í a ! A y e s y lamentos de dolor a g u d í s i m o se perdieron en el espacio tras el e s p í r i t u puro del gran hombre, el e s p í r i t u que volaba hacia Dios para r e c i b i r el premio que m e r e c í a n sus v i r t u d e s . Cervantes h a b í a pedido ser enterrado en la i g l e s i a de las monjas T r i n i t a r i a s , donde h a b í a profesado su h i ja Isabel^ ú n i c o f r u t o de su amor. A l d í a siguiente, el c a d á v e r conducido por cuatro hermanos de la Orden Tercera, y con el rostro descubierto, s e g ú n era costumbre de aquella a s o c i a c i ó n r e l i giosa, fué despositado en la ú l t i m a morada. A l a ñ o siguiente salieron a luz los trabajos de P e m lis y S i g í s m u n d a en M a d r i d , Valencia, Barcelona y B r u selas; pero se perdieron la segunda parte de la Galatea, Las semanas del j a r d í n y E l Benardo, obras que, s e g ú n . la dedicatoria de P é r s i l i s , se p r o p o n í a concluir si por u n m i l a g r o le r e s t i t u í a el cielo la vida. Los restos del hombre con cuya g l o r i a se envanece E s p a ñ a se perdieron t a m b i é n , y hasta su nombre estuvo casi olvidado m á s de un siglo, sin que nadie tratase de averiguar los principales sucesos de su amarga v i d a .

(Un consejo a la mujer) Sabed hermosas y feas,—sabed morenas y blancas, — sabed j ó v e n e s y viejas,—sabed las altas y bajas,—sabed, en fin, las mujeres—de todas clases y castas,—que los hombres se retraen,—que los hombres no se casan— porque os han cobrado m i e d o . — Y v o y a decir la causa,— salvo honrosas excepciones:—hay s e ñ o r i t a s que gastan— algo m á s de le que deben—en aceites, perfumes y pomadas,—en blanquete, v i n a g r i l l o — y doscientas zarandajas,—con que retocan y p i n t a n —todos los d í a s su cara. — H a y mujer que siendo negra—cuando sale de la cama,—a poco rato la encuentras—como la nieve de blanca.—Otras'que tienen color—de m e m b r i l l o o calabaza,-^ en menos que canta un gallo—se ponen tan coloradas— que nos parecen s a n d í a s , — p i m i e n t o s o remolachas.— A otras les d á por llevar—los vestidos a la rastra—y andar barriendo las calles,—los portales y las plazas.— Otras por el c o n t r a r i o , — v i s t e n corto y ajustadas—de corte p a n t a l ó n , mostrando a vergonzadas la forma que Dios las dio.—Otras por mudar de traje—diez veces a la semana,—pero trajes de v a l o r , — y salga de donde-salga. — O t r a s d i c e n : q u é fastidio,—tengo que encerrarme en casa,—que yo no v o y a la calle—porque estoy hecha unafacha. — H a y n i ñ a de oohenta abriles - que parece una tarasca,—y se pone mata-pollos,--mejor dicho, mata-canas. —Es t a l el a f á n de lujo,—que hasta la pobre criada,—sal i é n d o s e de su esfera,—'quiere i m i t a r a su ama, —y la que

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