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William Bradford. Viaje por España y Portugal. La Guerra Peninsular, 18081809. 2 vols. Ed. Ricardo Robledo. Salamanca: Caja Duero, 2008; 73 + 114 pp.

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William Bradford. Viaje por España y Portugal. La Guerra Peninsular, 18081809. 2 vols. Ed. Ricardo Robledo. Salamanca: Caja Duero, 2008; 73 + 114 pp.

Sketches of the country, character, and costume, in Portugal and Spain during the campaign on the route of the British army, in 1808 and 1809… fue el título original del libro que el capellán William Bradford publicó en el año de 1809, cuando arribó a su isla británica nativa desde los campos de una península ibérica que a punto estuvieron de quedarse con su pellejo, como hicieron con tantos otros de los expedicionarios ingleses de la infausta campaña militar que dirigió el general sir John Moore contra las tropas de Napoleón entre agosto de 1808 y enero de 1809. Si aquella aventura militar ibérica en concreto (la de Moore) resultó trágica para los ingleses, quienes, a pesar del revés acabarían ganando la guerra, el libro de sketches que Bradford elaboró durante aquellos meses tuvo una andadura bastante feliz: reeditado un año después, en 1810 (la edición en español que ahora ve la luz viene de aquella), luego en 1813 (en inglés y en francés), en 1823 y, en años posteriores, se ha convertido en un clásico notable dentro del profusísimo repertorio de libros de viajes por la península ibérica que fueron escritos en inglés y en otras lenguas europeas a lo largo del siglo xix. No es para menos: el libro del capellán de brigada Bradford —que acompañó a las tropas inglesas desde su desembarco cerca de Lisboa, en el mes de agosto de 1808, hasta la accidentada evacuación de los jirones que quedaron de aquel ejército en La Coruña, en enero del año siguiente (durante la evacuación murió incluso el general Moore)— es una auténtica joya desde el punto

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de vista de la etnografía, el arte y la memoria visual del Portugal y la España de aquella época. El libro es una especie de álbum de dibujos al aguatinta, grabados y coloreados luego por I. Clark, y acompañados de comentarios muy interesantes, aunque irregulares en su extensión y profundidad, sobre las ciudades, pueblos, paisajes y paisanajes portugueses y españoles que encontró Bradford durante su periplo: Maceira, Torres Vedras, Sintra, Lisboa, Nisa, Vila Velha, Guarda, Ciudad Rodrigo, Salamanca, el corregimiento de Toro, Benavente, Manzanal, las llanuras de León, Alaejos, Villafranca, Constantina y Nogales. El álbum principal, centrado en el trazo de tipos populares, paisajes y monumentos, se complementa con otro de “Esbozos de los uniformes militares de España y Portugal” que muestra ejemplares provenientes de España (artillería, tropa ligera, granadero, infantería, caballería ligera y pesada), Portugal (ingeniero, infantería, policía, campesinado armado, legión, regimiento de Alcántara, infante de marina) e incluso de Francia (infantería y dragón). Lo que llama más la atención del libro de sketches de Bradford es que huye de los tonos épico o trágico, justificados por las circunstancias de la desastrosa expedición militar en que fueron tomados sus apuntes, y prefiere cubrir con mirada curiosa, serena y flemática, aunque en general luminosa, los lugares y personas con los que se cruzó por los caminos de Portugal y de España. Hasta los dibujos de los tipos militares uniformados muestran poses distendidas, de descanso, con algún soldado español fumando en pose de dandy. No quiso Bradford —por su condición de clérigo más inclinado a la observación curiosa que a la acción bélica, o acaso porque no sería aquella una aventura que un británico considerase precisamente gloriosa ni memorable— reflejar una tierra en guerra, al modo del Goya más oscuro, ni hacer el reportaje sensacionalista que habría firmado un corresponsal al uso. La guerra, o mejor dicho, la soldadesca, no se hacen visibles en posiciones de combate sino en momentos de viaje, en sus dibujos del paso del Tajo por Villa Velha y del camino entre Nisa y Villa Velha. Prefirió dar cuenta Bradford de una Iberia plácidamente ensimismada en su personalidad y en su memoria íntimas, suspen-

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dida en la atmósfera intemporal de su provincianismo, tanto urbano como rural, apegada a los espacios, oficios y trajes de entonces, que eran también, en buena medida, los de toda la vida. No es la suya, tampoco, una península tópicamente costumbrista de majas sonrientes ni de bandoleros con patillas, aunque haya entre sus estampas una preciosa, delicadísima, de una danza bolera, con una interesantísima casa campesina al fondo. Es una Iberia más bien austera, sin adornos ni dramas, de una sensibilidad por un lado prerromántica, con grandes paisajes por los que asoman pequeñas figuras humanas y cuadros de costumbres —desde las vistas de Maceira, Torres Vedras, Cintra, Lisboa, hasta las de Toro, Benavente, Manzanal, Villafranca, Constantina y Nogales—, cercana otras veces al paisajismo urbano y monumental dieciochesco (que se trasluce en las vistas de exteriores e interiores de Salamanca), y apegada en ocasiones a una espiritualidad casi noventayochista en su concepción del paisaje y de las personas. Fabulosa la vista del pueblo de Alaejos; de enorme valor documental las estampas del campesino con abrigo de paja o de los pastores leoneses; admirables las descripciones de los caminos, las rutas, los arrieros, los carros, los animales de tiro. La gran concentración de carretas que asoma en los riscos de Maceira, el hermosísimo carro chillón de la Extremadura portuguesa que llena una de las mejores estampas del libro, el arriero con sus cuatro mulos y las alforjas cargadas en el camino de Villa Franca son imágenes de un valor etnográfico verdaderamente excepcional. Igual que lo son todos y cada uno de los dibujos que reflejan, con precisión casi fotográfica, las muy variadas indumentarias campesinas y urbanas, así como los uniformes militares. Aunque lo verdaderamente notable del libro son los dibujos de Bradford, los comentarios con los que él mismo los acompañó no dejan de dar detalles interesantes desde el punto de vista etnográfico, y también desde el histórico, geográfico y demográfico, además de no pocas informaciones acerca del desarrollo de la campaña militar en que se hallaban involucrados los ingleses. La primera traducción y edición en español que, a la vuelta de dos siglos, ve la luz, ha sido escrupulosamente editada por Ri-

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cardo Robledo, en dos volúmenes de proporciones y calidades amplios y generosos, que hacen justicia a los méritos del escritor y dibujante inglés, con reproducciones muy cuidadas de los textos y dibujos de la edición original en el primer volumen y con la traducción al español y varios estudios críticos en el segundo. La “Introducción” del propio Robledo define muy bien las coordenadas que sirven para explicar el momento histórico, la vida y la figura de Bradford, antes, durante y después de su periplo hispano, y la composición y la fortuna de su libro de sketches. Los estudios de Miguel Ángel Martín Mas (“El amargo camino de Lisboa a La Coruña”), Ricardo Robledo (“Los silencios del viajero”), Antonio Cea Gutiérrez (“La belleza pintoresca en la obra de un viajero inglés”) y Fernando Rodríguez de la Flor (“Bradford. La mirada construida del dibujante”) indagan en la campaña militar del general Moore, que acabó en caótica desbandada desde las llanuras leonesas hasta La Coruña; en el contenido de los cuadernos de Bradford en relación con la sociedad que reflejaba; en el valor documental y etnográfico de sus apuntes y dibujos, y en la trascendencia de su obra desde el punto de vista de la significación visual. Juntos, constituyen una guía a un tiempo pedagógica y erudita que resulta indispensable hoy para interpretar el libro de Bradford. Y una contestación muy sugerente, al cabo de dos siglos y con un mar de por medio, de los peninsulares, cuyo solar quedó reflejado tan minuciosamente en los apuntes de aquel capellán inglés que no dejó durante meses de pronunciar responsos sobre los cadáveres de sus compañeros, mientras se evadía de la dura realidad dibujando los pintoresquismos que descubría a su alrededor. Por cierto, resultan verdaderamente apocalípticos los detalles que da no Bradford, pero sí los historiadores que introducen su libro, acerca de la atropellada retirada inglesa hacia Galicia, en especial los relativos a los saqueos de los pueblos de paso, al atroz sacrificio de las mujeres que acompañaban a la soldadesca británica, a las borracheras en las bodegas, que a tantos ingleses les costó quedarse tirados en el fango a merced de las feroces avanzadillas francesas que les pisaban los talones. De todo aquello lo

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que más ha perdurado es este amable y sereno cuaderno de sketches, igual que lo principal que quedó de la desgraciada Troya fueron los versos majestuosos de Homero y de Virgilio. José Manuel Pedrosa Universidad de Alcalá

Grissel Gómez Estrada. Textos orales sobre la figura del Indio de Nuyoo. México: Universidad Autónoma de la Ciudad de México / Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología / Gobierno del Estado de Oaxaca / Praxis, 2012; 141 pp.

Este libro preparado por Grissel Gómez Estrada es el resultado de la colaboración de un equipo que llevó a cabo trabajo de campo en las localidades mixtecas de Santiago Nuyoo y Huajuapan de León, Oaxaca, en el 2011. El proyecto encabezado por Grissel Gómez tenía por objetivo recopilar relatos en torno a la figura de Remigio Sarabia, el Indio de Nuyoo, personaje históricamente oscuro involucrado en el fin del sitio de Huajuapan en 1812, durante de la guerra de Independencia de México. El personaje del que habla este libro tiene un interés histórico y un interés literario. Por un lado, constituye una clave de la participación de los pueblos indígenas en la Independencia y un testimonio interesante de la vida en las comunidades mixtecas en esa época. Por otro, las historias que se cuentan sobre él son un muestrario de cómo se configura un personaje heroico en la tradición oral y de cómo se integra un hecho histórico en el caudal narrativo tradicional de una comunidad. De acuerdo con la autora, el relato central que resulta del análisis de las distintas versiones de la leyenda puede resumirse de la siguiente manera: Remigio Sarabia, nativo de Santiago de Nuyoo, llegó a Huajuapan justo cuando comenzaba el sitio. Cuando los sitiados se sintieron perdidos, [el rebelde Valerio] Trujano lo envió a buscar a [José

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