ACTAS II - ASOC. CERVANTISTAS. Sebastian NEUMEISTER. Los encantadores y la realidad del mu

SEBASTIÁN NEUMEISTER LOS ENCANTADORES Y LA REALIDAD DEL MUNDO DE DON QUIJOTE El mundo en el que vive Don Quijote, y aquel en el que vivimos nosotros

8 downloads 109 Views 507KB Size

Recommend Stories


ACTAS II - ASOC. CERVANTISTAS. Carmen Elena ARMIJO. La narrativa medieval y el «Coloquio d
CARMEN ELENA ARMIJO LA N A R R A T I V A MEDIEVAL Y EL COLOQUIO DE LOS Juan Bautista Avalle-Arce, en su edición de las Novelas en la introducción d

ACTAS II - ASOC. CERVANTISTAS. Augustin REDONDO. Nuevas consideraciones sobre el personaje
AUGUSTIN REDONDO N U E V A S CONSIDERACIONES SOBRE EL PERSONAJE DEL « C A B A L L E R O DEL VERDE G A B Á N » (D.Q., II, 16-18) Cualquiera que lea l

Congresos y actas. Actas de los Congresos
Congresos Congresos y actas Actas de los Congresos Desde su fundación en 1962, la AIH se propuso crear en sus congresos un foro propicio para el inte

Estilos Encantadores
Woodcomfort Estilos Encantadores con la comodidad del corcho Nature at your feet El corcho es un material natural que proviene de la corteza del a

ACTAS DEL II CONGRESO IBERO-ASIÁTICO DE HISPANISTAS (KIOTO, 2013)
ACTAS DEL II CONGRESO IBERO-ASIÁTICO DE HISPANISTAS (KIOTO, 2013) Shoji Bando y Mariela Insúa (eds.) BIADIG | BIBLIOTECA ÁUREA DIGITAL DEL GRISO | 27

LA REALIDAD DE LOS NIÑOS Y ADOLESCENTES:
RED DE INVESTIGACIÓN EDUCATIVA EN SONORA LA REALIDAD DE LOS NIÑOS Y ADOLESCENTES: DESTITUIDOS DEL PODER DE LA FAMILIA EXPERIMENTANDO LA ATENCIÓN INST

1.- Introducción. II.- Realidad interpelante
Caminos de Reconciliación y esperanza Conferencia Episcopal de Venezuela Viernes, 11 de Enero de 2008 1.- Introducción  1Los Arzobispos y Obispos de

Story Transcript

SEBASTIÁN NEUMEISTER

LOS ENCANTADORES Y LA REALIDAD DEL MUNDO DE DON QUIJOTE

El mundo en el que vive Don Quijote, y aquel en el que vivimos nosotros, es complejo. Se compone de algunos fenómenos cuya esen­ cia es fácil de reconocer y otros que hacen más difícil su identifica­ ción. Hay, además de éstos, en la novela de Cervantes, como en la vida real, una segunda categoría de fenómenos: los de engaño. Y como Don Quijote tiene una concepción del mundo muy diferente a la de sus prójimos, es bastante fácil impresionarle y engañarle con sucesos y objetos pertenecientes a esta segunda categoría precisa­ mente — no por casualidad éstos aumentan de número en la segunda parte de la novela. Don Quijote comprende el mundo según el esquema de los libros de caballerías. Siendo locura suya sería sólo su asunto pero hay conse­ cuencias bien perceptibles, tanto para él como, a menudo, para otras personas. Aflora, en estos casos, la discrepancia entre su interpreta­ ción caballeresca y la realidad tal como es: p. ej. por palizas, o por otra lesión de su integridad física. Más aún: ha llegado el momento en el que Don Quijote debe decidirse entre percibir la realidad tal como la perciben los demás o negarla mediante su imaginación. Es aquí donde aparece — para evitar el choque entre realidad e imagina­ ción — la figura de los encantadores, hombres o mujeres que — según el Diccionario de autoridades (s.v. encantar) executan «alguna cosa pre­ ternatural, valiéndose por lo regular ilicitamente de palabras, ú de otras cosas juntamente con las palabras, para fingir como real y verda­ dero lo que no es, ni hai, ó para maleficiar y hacer otras semejantes maldades». Si dejamos de lado el suceso de la desaparición de la biblioteca, obra del encantador Frestón, y aceptada por Don Quijote sin protestas (I, cap. 7), el conflicto de interpretación más famoso es la aventura de los molinos de viento (I, cap. 8). N o vacila aquí Don Quijote en transfor­ mar la realidad claramente visible:

ACTAS II - ASOC. CERVANTISTAS. Sebastian NEUMEISTER. Los encantadores y la realidad del mu...

«(...) ves allí, amigo Sancho Panza, donde se descubren treinta, o poco más, desafo­ rados gigantes, con quien pienso hacer batalla y quitarles a todos las vidas.» (I, 1 3 3 ) r

Insiste en su interpretación, incluso frente a la explicación fenómenológicamente perfecta suministrada por Sancho: « q u e aquellos que allí se parecen, no son gigantes, sino molinos de viento, y lo que en ellos parecen brazos son las aspas, que volteadas del viento, hacen andar la pie­ dra del m o l i n o » . «Bien parece — respondió don Quijote — que no estás cursado en esto de las aven­ turas: ellos son gigantes.» (I, 133)

Don Quijote hace depender por tanto la percepción del mundo de una cierta clase de experiencias documentadas en los libros de caballerías. Y la técnica moderna de los molinos de viento ya no existe en estos libros. Este modo de proceder se revela problemático, lo repito, tan sólo cuando la realidad se hace sentir pesadamente, en este caso por el vigor de las aspas. Es aquí que Don Quijote recurre a la figura del encantador Frestón: «(...) yo pienso, y es así verdad, que aquel sabio Frestón que me robó el aposento y los libros ha vuelto estos gigantes en molinos, por quitarme la gloria de su venci­ miento: tal es la enemistad que me tiene; (...).» (I, 134)

Don Quijote se declara vencedor y son los encantadores los que quie­ ren quitarle la gloria de su triunfo. No se trata pues de la justificación de una derrota — el sistema de valores de un caballero andante no la admite per dejinitionem. Se trata de la interpretación caballeresca que condiciona su modo de percepción. Y es aquí, en caso de conflicto, cuando actúa un encantador. Dediquémosnos ahora a la segunda categoría de sucesos, al engaño premeditado a que someten Don Quijote sus prójimos. También aquí trataremos sólo un caso, caso revelador, sin embargo. Hablo del proyecto de Sancho de vencer a su amo por sus propias armas, presen­ tándole a una labradora como Dulcinea: « Q u i z a » , se dice Sancho, «con esta porfía acabaré con él que no me envíe otra vez a semejantes mensajerías, viendo cuan mal recado le traigo dellas, o quizá pensará, como yo imagino, que algún mal encantador de estos que él dice que le quieren mal la habrá mudado la figura por hacerle mal y daño.» (II, 95)

Sancho mismo ya presiente que la posibilidad de «acabar» con Don Quijote está amenazada por la posibilidad contraria de que Don Qui-

Las notas se refieren a la edición en dos volúmenes de John Jay Alien (Madrid: Edi­ ciones Cátedra. 1981 y 1982).

ACTAS II - ASOC. CERVANTISTAS. Sebastian NEUMEISTER. Los encantadores y la realidad del mu...

jote pudiera hacer valer, una vez más, su hipótesis del maligno encan­ tador. Sancho tendrá razón. Don Quijote no ve «sino a tres labradoras sobre tres borricos.» « — Pues yo te digo, Sancho amigo — dijo don Quijote — que es tan verdad que son borricos, o borricas, c o m o yo soy don Quijote y tú Sancho Panza; a los menos, a mí tales me parecen.» (II, 96/97)

Don Quijote vacila, como lo muestran sus últimas palabras, ante las constataciones pronunciadas con gran certeza por Sancho. Duda aún más cuando Sancho, arrodillándose con él delante de las tres labrado­ ras, le obliga amenazándolo casi físicamente, a aceptar su interpreta­ ción. Porque esta vez es Sancho, y no Don Quijote, quien utiliza la interpretación de los libros de caballerías. En verdad Sancho se apo­ dera — ¡legalmente, se podría decir — del esquema de valores de su amo, hecho que tiene por consecuencia que Don Quijote no puede recurrir, como sus propias víctimas en casos parecidos, a la realidad visible para todos, sino que se ve obligado a aceptar la interpretación que le es impuesta. Y porque la realidad de las tres labradoras resiste a una tal interpretación Don Quijote recurre de nuevo a su teoría de los encantadores: «(...) el maligno encantador me persigue, y ha puesto nubes y cataratas en mis ojos, y para sólo ellos y no para otros ha mudado y transformado tu sin igual hermosura y rostro en el de una labradora pobre.» (II, 98)

El narcisismo perceptivo que padece Don Quijote por su modo caballe­ resco de ver es aún más acentuado aquí que en la escena de los moli­ nos de viento. Para poder mantener la ficción de que ha encontrado realmente a Dulcinea, sólo Don Quijote tiene el derecho de haber visto a una labradora en vez de a Dulcinea. Dulcinea sigue siendo Dulcinea para todos (y Sancho lo demuestra cor sus palabras) — únicamente Don Quijote no puede verla en su esplendor, siendo el encantador el responsable de tal hecho. De este modo es el encanto el que garantiza que el mundo sea como Don Quijote lo desea. Analizaremos un caso más, acaso el más interesante. Se trata de un suceso cuya ambigüedad pone Don Quijote y Sancho frente a verda­ deros problemas: el encuentro con los dos rebaños en el capítulo X V I I I de la primera parte de la novela. A diferencia de los molinos de viento los rebaños «con el polvo, no se echaron de ver hasta que llegaron cerca.» (I, 216) Donde los moli­ nos de viento no dejan libre espacio para especulaciones y se convier­ ten para Don Quijote inmediatamente en gigantes, las polvaredas que levantan los rebaños hacen posible toda clase de hipótesis. Es la razón

ACTAS II - ASOC. CERVANTISTAS. Sebastian NEUMEISTER. Los encantadores y la realidad del mu...

por la cual Sancho llega a creer en la teoría de los dos ejércitos. Tan sólo cuando nada de lo descrito por Don Quijote se hace visible, San­ cho comienza a desconfiar. No está dispuesto a poner en duda lo que ha visto con sus propios ojos y entendido con sus propios oídos. Mien­ tras que Don Quijote oye «el relinchar de los caballos, el tocar de los clarines, el ruido de los atambores» (1,220) Sancho confiesa: « N o oigo otra cosa (...) sino muchos balidos de ovejas y carneros.» (I, 220)

El acontecimiento parece ser muy claro y, por consiguiente, poco revelador para nuestro tema. También aquí Don Quijote recurre, cien años después la refutación de la brujería por Pietro Pomponazzi (De incantationibus, 1520), a los encantadores: «Sábete, Sancho, que es muy fácil cosa a los tales hacernos parecer lo que quieren, y este maligno que me persigue, envidioso de la gloria que vio que yo había de alcanzar desta batalla, ha vuelto los escuadrones de enemigos en manadas de ove­ jas.» (1, 222)

Sirviéndose de la existencia de un encantador Don Quijote ve, una vez más, el mundo como él quiere verlo e incluso le da un sentido: «Todas estas borrascas que nos suceden son señales de que presto ha de serenar el tiempo y han de sucedemos bien las cosas: porque no es posible que el mal ni el bien sean durables, y de aquí se sigue que, habiendo durado mucho el mal, el bien está ya cerca.» (I, 222/223)

La locura de Don Quijote parece llegar a su punto culminante: Don Quijote reconoce en el fracaso de sus acciones su destino feliz. Pero no se trata solamente de locura. El encuentro con los rebaños tiene, sin que lo sepa Don Quijote, una dimensión que lo hace significa­ tivo para toda la época. En el año 1610, pues exactamente a media distancia de las fechas de publicación de la primera y la segunda parte respectivamente del Don Quijote, Galileo Galilei, en Venecia, descubre, a través de su telescopio, las cuatro lunas de Júpiter, los anillos de Saturno, las manchas del sol y las fases de Venus. El sistema ptoloméico se derrumba definitivamente y se busca una nueva descripción del cosmos. También aquí la situación parece ser clara: Galilei ha descubierto la verdad y quien la niega debería ser tonto. Pero, diez años después que Giordano Bruno ha muerto en la hoguera del Campo dei Fiori de Roma, también Galilei da con dificultadas inesperadas. En una carta a Johannes Kepler del 19 de agosto de 1610, Galilei cuenta de su tenta­ tiva fracasada de presentarles las lunas de Júpiter a los eruditos de Padua y Boloña:

ACTAS II - ASOC. CERVANTISTAS. Sebastian NEUMEISTER. Los encantadores y la realidad del mu...

«Quid dices de primariis huius Gimnasii philosophi, qui, aspidis pertinacia repleti, nunquam, licet me ultro dedita opera millies offerente, nec Planetas, nec (lunam), nec perspicillum, videre voluerunt? Verum ut ille (Ulixes) aures, sic isti oculos, con­ tra veritatis lucem o b t u r a r u n t . » 2

Los representantes de las ciencias quitan la vista ante la verdad como Ulises se tapona sus orejas al oir el canto de las sirenas. Rechazan el ofrecimiento de Galilei de poder mirar a través del telescopio el cielo. ¿Por qué? «Putat enim hoc hominum genus, philosophiam esse librum quendam velut Eneida et Odissea; vera autem non in mundo aut in natura, sed in confrontatione textuum (utor illorum verbis) esse q u a e r e n d a . » 3

Si comprendemos el término philosophia como ciencia del mundo no estamos muy lejos de una descripción de la locura de Don Quijote, de su manía de confrontar todo lo que ve con sus textos canónicos, los libros de caballerías. Él también insiste como los astrónomos de Padua en la confrontatio textuum, él también cierra los ojos ante la realidad. N o obstante, no deberíamos demasiado fácilmente «arrimarnos a los buenos», como diría Lazarillo, es decir, al lado de Galilei y de San­ cho que están confrontándose permanentemente con la realidad física . También los adversarios de Galilei tenían sus argumentos para no querer utilizar el telescopio y para negar, como Don Quijote, la existencia de fenómenos ciertamente visibles. Para ellos la concep­ ción entera del mundo estaba en juego, concepción que había funcio­ nado casi sin problemas hasta el siglo X V I y que no sólo ofrecía expli­ caciones para toda clase de fenómenos, sino también les otorgaba un sentido, cosa que las ciencias naturales no son capaces de proporcio­ nar hasta hoy día. Es sobre todo por el descubrimiento de las lunas de Júpiter y su interpretación como planetas que Galilei puso mucho más en tela de juicio el modelo corriente del mundo hasta entonces vigente que Copérnico por el cambio de lugar del sol y de la tierra: de improviso hubo más que los siete planetas conocidos desde la anti­ güedad que, por su número fijo y por su influencia, mantenían la esta­ bilidad y la armonía entre el micro y el macrocosmos. El filósofo ale­ mán Hans Blumenberg comenta el caso de la manera siguiente: 4

Le opere di Galilea Galilei, vol. X (Firenze 1968), p. 423. Ibid. Véase p.ej. Francisco Garrote Pérez, La naturaleza en el pensamiento de Cervantes (Salamanca: Ediciones Universidad de Salamanca, 1979), pp. 140 s.: «Cervantes va opo­ niendo constantemente la irracional creencia del caballero manchego y la respuesta racio­ nal del escudero que ancila y destrae el encantamiento. (...) Sancho utiliza la razón y el sentido común para ver la realidad tal cual es, por el contrario, su amo da rienda suelta a la irracionalidad para ver todo de modo distinto a como es realmente». 3

4

ACTAS II - ASOC. CERVANTISTAS. Sebastian NEUMEISTER. Los encantadores y la realidad del mu...

« L a evidencia no puede nada en contra de una sólida anticipación de la estructura del mundo. Que no haya más que siete planetas, no es un problema de datos empíri­ cos. Si ya es difícil de ver lo que no esperamos, es casi imposible aceptar por mera experiencia óptica lo que no es admisible en el contexto de una concepción presun­ tiva del mundo.» O, c o m o lo dirá Goethe 200 años después de Galilei: « N o vemos que lo que ya s a b e m o s . » 5

Una constatación que vale perfectamente para Don Quijote tam­ bién. N o sólo describe su actitud frente a la realidad, a los molinos de viento y a los rebaños p.e., sino también frente a la labradora pre­ sentada como Dulcinea por Sancho. Don Quijote tiene problemas de hacer coincidir lo que ve con lo que desea ver, sobre todo cuando San­ cho no puede suministrarle pruebas fehacientes a sus afirmaciones: no hay más que sus palabras para salvar el abismo existente entre lo evi­ dente y su interpretación. Ahí es Don Quijote el que se atiene a la reali­ dad visible. Y esta vez es la discrepancia que debe ser para Don Qui­ jote la prueba misma de su concepción del mundo — recurriendo a los malignos encantadores. La comprobación imposible es la prueba. Apoyándose en los textos bíblicos, los astrónomos de Padua y Boloña evitan tal confrontación. No controlan si sus teorías concuerdan con lo que es visible por el telescopio. El telescopio debe ser un instrumento del diablo porque muestra, según lo que anuncia Galilei, fenómenos que no se ven a simple vista. N o vale la pena, pues, salirse de un mundo estable y seguro, aprobado por los cinco sentidos. ¿Cómo no comprender a Don Quijote cuando se niega a creer que los duques podrían ser engañadores? No le habían proporcionado, en el capítulo X X X I de la segunda parte, «el primer día que de todo en todo conoció y creyó ser caballero andante verdadero, y no fantás­ tico»? (II, 259) Don Quijote está seguro pues, en el capítulo XLI, cuando le ofrecen un caballo, y sea de madera, « q u e quien de tan lueñes tierras envía por nosotros no será para engañarnos por la poca gloria que le puede redundar de engañar a quien del se fía.» (II, 331)

Y cuando el esposo prometido se revela ser el lacayo que es y todos exclaman «¡Éste es engaño; engaño es éste!» Don Quijote prefiere recurrir otra vez a los encantadores: « N o vos acuitéis, señoras — dijo don Quijote —; que ni ésta es malicia ni es bella­ quería: y si lo es, no ha sido la causa el Duque, sino los malos encantadores que

Hans Blumenberg, Die Genesis der kopernikanischen Welt (Frankfurt am Main: Suhrkamp, 1975), p. 767 s.: « D e r Augenschein verschlägt nichts gegen eine solide unter­ baute Antizipation der Weltstruktur. Daß es nur sieben Planeten geben könne, ist keine Frage des empirischen Datums. Ist es schon schwer zu erblicken, was man nicht erwartet, so ist es nahezu unmöglich, durch bloße optische Erfahrung zu akzeptieren, was im Kon­ text der präsumptiven Weltertassung nicht zulässig ist.» La observación de Goethe: «Man erblickt nur, was man schon weiß und versteht.» Ib., p. 768.

ACTAS II - ASOC. CERVANTISTAS. Sebastian NEUMEISTER. Los encantadores y la realidad del mu...

me persiguen, los cuales, envidiosos de que yo alcanzase la gloria deste venci­ miento, han convertido el rostro de vuestro esposo en el de este que decís que es lacayo del Duque.» (segunda parte, cap. L V I ) 6

¿Pero podemos comparar la forma de comportamiento de Don Quijote con los métodos científicos que aplican los astrónomos italianos? ¿Puede ser que Don Quijote sea más escrupuloso que los hombres de ciencia? ¡No!, quisiéramos responder unánimamente. Pero es así. Don Quijote no huye frente a la realidad como ellos, sino se expone a la discrepancia entre teoría y realidad. N o sigue el camino irracional — el de los encantadores — que después de haber sido confrontado con una realidad discrepante, y no antes como los astrónomos. Es un camino engañoso y falso, hay que admitirlo. Pero Don Quijote aventaja a los hombres de ciencia en dos puntos: en la conciencia de su modo de ver el mundo y en la distancia crítica hacia sí mismo. Son los dos elementos básicos de toda ciencia moderna y del axioma de que todo conocimiento depende de una teoría. A Sancho le echa en cara con fre­ cuencia que no es «cursado» en la teoría caballeresca. Tal como a la ciencia moderna no le parece ser posible percibir el mundo sin una teoría. Sólo en el caso del yelmo de Mambrino, «cosa (...) que puede poner en admiración a toda una Universidad, por discreta que sea», duda parcialmente y por un momento de sus propios criterios: «En lo que toca a lo que dicen que ésta es bacía y no yelmo, ya yo tengo respondido; pero en lo de declarar si ésa es albarda o jaez, no me atrevo a dar sentencia defini­ tiva: sólo lo dejo al buen parecer de vuestras mercedes. Quizá por no ser armados caballeros como yo lo soy, no tendrán que ver con vuestras mercedes los encanta­ mentos deste lugar, y tendrán los entendimientos libres, y podrán juzgar de las cosas deste castillo c o m o ellas son real y verdaderamente, y no como a mí me pare­ cían.» (I, 5 1 8 ) 7

Me refiero aquí al texto de la edición de Francisco Rodríguez Marín (Clasicos castellanos 22, p. 31) que me parece más lógico. Compárese ese pasaje con otro del capítulo 25 de la primera parte: «(...) andan entre nosotros siempre una caterva de encantadores que todas nuestras cosas mudan y truecan, y las vuelven según su gusto, y según tienen la gana de favorecernos o destruirnos; y así, eso que a ti te parece bacía de barbero, me parece a mí el yelmo de Mambrino, y a otro le parecerá otra cosa.» (I, 293) 7

Américo Castro cita esta frase para subrayar su tesis de que Cervantes sea un precur­ sor de la filosofía idealista del siglo X V I I , con «una visión suya del mundo, fundada en opiniones, en las de los altos y los bajos, en las de los cuerdos y en las de quienes andaban mal de la cabeza. En lugar del es admitido y inapelable, Cervantes se lanzó a organizar una visión de su mundo fundado en pareceres, en circunstancias de vida, no de unívocas objetividades.» (El pensamiento de Cervantes (1925), nueva edición por Julio P.odríguezPuértolas (Barcelona: Noguer, 1972), pp. 82 ss.). Véase la crítica moralizante de esta idea de A m é r i c o Castro que formula Alexander A. Parker «desde el punto de vista del realismo filosófico» ( « E l concepto de la verdad en el 'Quijote'», Revista de Filología Española, 32 (1948), pp. 287-305) y el estudio sistemático de Maureen Ihrie, Skepticism in Cervantes (Lon don: Tamesis Books, 1982).

ACTAS II - ASOC. CERVANTISTAS. Sebastian NEUMEISTER. Los encantadores y la realidad del mu...

¿Ya acabó Don Quijote con su locura aquí, en el capítulo 45 de la pri­ mera parte, y ya comienza la fase de la desquijotización? «(El) buen parecer», «los entendimientos libres» y «las cosas (...) como ellas son real y verdaderamente» — suena como una revolución en el pensa­ miento de Don Quijote. Según Thomas S. Kuhn, teórico de la ciencia, una revolución científica comienza por anomalías que los científicos no saben integrar en el paradigma reinante. Pero en general no son decisivas estas anomalías: al fin y al cabo se dejan integrar en el modelo a pesar de todo, por hipótesis adicionales. La conditio sine qua non de una revolución científica es más bien que se presente un nuevo paradigma para solucionar los problemas suscitados. En las palabras de Kuhn: «Once it has achieved the status of paradigm, a scientific theory is declared invalid only if an alternate candidate is available to take its place. N o process yet disclosed by the historical study of scientific development at all resembles the methodologi­ cal stereotype of falsification by direct comparison with nature. That remark does not mean that scientists do not reject scientific theories, or that experience and experiment are not essential to the process in which they do so. But it does mean — what will ultimately be a central point — that the act of judgement that leads scientists to reject a previously accepted theory is always based upon more than a comparism of that theory with the world. The decision to reject one paradigm is always simultaneously the decision to accept another, and the judgement leading to that decision involves the comparison of both paradigms with nature and with each other.» 8

Las meras comparaciones de los fenómenos dudosos con la realidad — «juzgar las cosas como son real y verdaderamente», como dice Don Qui­ jote — no bastan por tanto para iniciar una revolución en el modo de percibir el mundo. Don Quijote, sin embargo, no conoce, al lado de su mundo caballeresco, otro modelo competitivo que el realismo crudo de Sancho. N o le atrae y no le da ninguna motivación de cambiar la concep­ ción suya del mundo. Las novelas de caballerías le permiten a Don Qui­ jote explicar casi todos los fenómenos que encuentra y darles un sentido . 9

Thomas S. Kuhn, The Structure of Scientific Revolutions, segunda edición aumen­ tada (Chicago: University of Chicago, 1970), p. 77. Véase, para una visión aún más esceptica de los fundamentos no científicos de las ciencias Kurt Hübner, Kritik der wissenschaftli­ chen Vernunft (Freiburg: Alber 1978). Tenemos pues que remeditar frases c o m o las siguientes (y que parecen ser inspira­ das todavía por la tradición humanista de la crítica de los libros de caballerías, tipo Huarte de San Juan): «Este tipo de demencia imaginativa, que se caracteriza por una especial ten­ dencia a la alucinación y al delirio de la fantasía, se basa siempre en la atribución de una realidad vital a la ficción novelesca. La locura caballeresca nace siempre, según hemos visto, de una fantasía vehemente y exaltada que atribuye al mundo fabuloso de la ficción una realidad superior a la verdad circundante. Como extravío de la razón está basada en la credulidad y en el engaño, pero como alucinación de la fantasía se basa en la proyección del mundo ficticio de los libros sobre el mundo real que le circunda.» (Antonio Vilanova. Erasmo y Cervantes, Barcelona: Editorial Lumen: 1989, pp. 29 s.) 8

ACTAS II - ASOC. CERVANTISTAS. Sebastian NEUMEISTER. Los encantadores y la realidad del mu...

Y incluso las anomalías que resisten a tal explicación, caben en tal sistema: por la hipótesis adicional de los encantadores. Los encantado­ res son el ancla sólida e inarrancable en que la visión del mundo de Don Quijote tiene su apoyo*.

* Agradezco a Ingrid Boettcher de Lange la revisión estilística y gramatical del texto castellano.

ACTAS II - ASOC. CERVANTISTAS. Sebastian NEUMEISTER. Los encantadores y la realidad del mu...

ACTAS II - ASOC. CERVANTISTAS. Sebastian NEUMEISTER. Los encantadores y la realidad del mu...

Get in touch

Social

© Copyright 2013 - 2024 MYDOKUMENT.COM - All rights reserved.