Administrar con amor lo público *

Carme Vidal Estruel Administrar con amor lo público* Este es un trabajo narrativo que quiere celebrar la visitación de una idea y aceptar la necesida

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Carme Vidal Estruel

Administrar con amor lo público* Este es un trabajo narrativo que quiere celebrar la visitación de una idea y aceptar la necesidad de un cambio de lugar de enunciación. En esta ocasión el conflicto con otras mujeres ha sido fecundo, el conflicto ha sido apertura a la posibilidad de decir el malestar que nace del desorden del cuerpo en un lugar, la administración pública. Desorden de cuerpo que inquiere. Desorden que tiene su arranque en la dificultad de sustraerse a la omnipresencia del poder como mediación. Omnipresencia que opera invisible a la experiencia singular pues me faltan las palabras, el trabajo de las palabras, para desvelar los andamios que levantan las jerarquías con el fin de sujetar el poder sin fin, el poder como medida del ser. Pensar en mi lugar de trabajo ha sido posible cuando he podido sostener el conflicto laboral en la fortaleza de la relación personal con otra mujer. Así, la solidez de las relaciones de autoridad femenina rasgan las creencias que una atesora por pereza. Dogmas, credos, doctrinas, declaraciones, ideologías y buenas, siempre muy buenas intenciones… pensares encerrados dentro de los márgenes del sistema que entorpecen la introspección, el tiempo y el silencio para ver quién soy y dónde estoy. Y aunque el deseo es grande, en la meta como horizonte pierdo la experiencia del camino. Esto es, desatender lo recorrido para celebrar haber llegado, y esta es una operación de cancelación de sentido de mi práctica y de la práctica que es escribir sin codiciar la verdad. Quisiera escribir bonito y quisiera también ser pertinente: compartir la desnudez de lo que soy para narrar lo visto. No sé si ambas cosas tendrán lugar en el blanco de esta página, pero lo intento.

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Barcelona, 12 de diciembre de 2014.

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Traer la casa a la Administración Pública a través de mi abuela materna y significar políticamente el cuerpo desde la experiencia femenina son las mediaciones que abren mi práctica de administrar con amor lo público. Así, mi abuela materna es el faro que guía este trabajo narrativo, pues necesito de su presencia para saber estar de otra manera, sin quebrarme, para que lo que pasa no me deje sin ser y sin hacer. Cuando yo era pequeña mi abuela materna me enseñó muchas cosas, la más importante es la siguiente aseveración: esto, niña, no está bien. A su lado aprendí la importancia de reconocerme en la equivocación y en la mágica capacidad que es la reparación: volver a intentar o buscar remedio. Ella me mostró que el amor no es disculpa para cuando una no obra bien, la relación de amor es más bien el juicio que te devuelve la medida y te abre a la oportunidad del desagravio. La clave de la posible veracidad del juicio, señala María-Milagros Rivera Garretas,1 es que hace sufrir a quien lo dice y a quien lo recibe. En el juicio hay un atrevimiento y un aprendizaje en relación de entredós. Y, aún así, estar en presencia en mi lugar de trabajo y no solo de cuerpo presente, no siempre es fácil, puesto que en este espacio de trabajo que es la Administración Pública reconocer la equivocación propia es una práctica difícil; y, sin embargo, es esta una destreza imprescindible para lograr el quiebro que te transforma y transforma la Administración Pública, una destreza femenina que acoge el negativo sin condenarlo y que atiende a un tiempo también su cuidado. Yo he sido bruta siempre y he sido resistente en el conflicto con otras y también con otros, pero la relación más conflictiva ha sido y es –aunque menos en estos tiempos de relación adulta– la que mantengo con mi madre. Pienso que esto es así puesto que en la relación con mi madre jamás he sopesado el riesgo que conlleva abrir un conflicto, es como si diera por sentado que la relación con mi madre pudiera acoger el conflicto también cuando 17 Articles

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este es demoledor. A la vez, como madre, he aprendido en relación con mi hijo que en la apertura a lo diferente de mí cabe el amor, también cuando hay desaprobación. No sé si esta es una fortaleza de la relación materna que ampara el negativo, y no sé si en esta relación una aprende a sostener el conflicto como parte de sí y de la relación con el mundo. Pero es en la relación con mi madre donde yo vivo el conflicto como un necesario punto de inicio, como un camino de transformación triple: cambio yo, cambia mi madre y cambia nuestra relación. El conflicto con mi madre ha sido y es fecundo, aunque el trance sea violento, y con los años he aprendido a abrir el conflicto de un modo más sosegado: esto, niña, no está bien; aunque no en todos los lugares. En mi lugar de trabajo abrir el conflicto me duele, pero sé que encerrarlo es una práctica que coloca mi cuerpo en un lugar de desorden sin conciencia, un lugar en el que no puedo ser yo verdaderamente puesto que no cabe el entredós. El conflicto es un lugar incómodo de incierto final y en ocasiones puede convertirse en un lugar del que difícilmente salir viva. Por esta razón el aprendizaje está en cómo una se coloca en su apertura. El origen de estas palabras se encuentra en un conflicto relacional con una compañera de trabajo que para mi suerte se abrió y fue fecundo porque me cambió. Así, abrir el conflicto es –aunque no siempre– una práctica femenina que duele y sana si se sostiene en la relación política entre mujeres. En esta práctica, si tras el alboroto consigo hacerme pequeña para que mi sombra no lo alcance todo, atisbo la brecha de luz que en este pozo de creencias inicia el trabajo de pensar la propia experiencia. Cuando yo me enfado con mi compañera y le digo: –“No te soporto”. Sé que abro el conflicto pero lo abro mal. Cuando yo le digo: –“Te aprecio, pero no soporto el modo en que te desentiendes de la obligación de terminar los expedientes y me molesta sentir que no cuento con tu apoyo”. Con estas DUODA Estudis de la Diferència Sexual / Estudios de la Diferencia Sexual

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palabras yo abro también el conflicto pero en esta ocasión el conflicto se abre en relación de entredós, tiene ida y tiene vuelta. Y es un camino que me transforma, si me dejo tocar por su respuesta. En el momento en el que yo abrí el conflicto, el ritmo de trabajo de mi compañera hacía muy difícil poder entregar unos expedientes en la fecha acordada por quien decide parte de nuestro trabajo, y ante mi enfado mi compañera me devolvió una verdad de las que escuecen el alma porque te muestran algo de ti. Ella me dijo: –“De acuerdo, es cierto, pero este no es nuestro problema es el suyo, si tu medida es obedecer sus tiempos les das la razón en sus decisiones de recortes públicos”. Mi malestar tenía un lugar, la preocupación de la obediencia al mandato, y ella me devolvió la libertad de la desobediencia que nombra la desmesura. La fecundidad del conflicto, sin embargo, no hubiese acontecido sin el trabajo de las palabras,2 trabajo que cambia el ser y la realidad. El negativo que te devuelve la otra en el contexto relacional concreto es un aprendizaje doloroso que si no consigo acoger puede destrozar la relación. Lorena y yo estuvimos un día sin hablarnos, pasada la primera jornada de tensión, sin embargo, decidimos reconocer la verdad de la otra y encontramos un lugar para el aprendizaje que trajo con si el conflicto relacional en nuestro lugar de trabajo. Terminamos los expedientes en el plazo previsto y yo escribí el primer borrador del texto que ahora leéis. Ahora bien, la libertad de la desobediencia que nombra la desmesura, la práctica de tomarse la libertad en el hacer e incluso de desobedecer para obedecer, circula en la mediación de la palabra, nace del conflicto sí, pero es en la mediación de la palabra que deviene práctica política. La toma de consciencia, la mediación de la palabra en la apertura del conflicto en relación de entredós, la autoridad femenina son, tras doce años de trabajadora de lo público, 19 Articles

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prácticas de sentido que sostienen, verdaderamente, la estructura viviente de la administración pública. Las prácticas de relación de autoridad femenina están, circulan y sostienen la administración pública y, sin embargo, no llegan al relato, no alcanzan al metarrelato de la realidad porque conviven diariamente con la necesidad de sortear el peso de la jerarquía. En el lugar de la Administración Pública, cuando la jerarquía ocupa el lugar de las relaciones de autoridad femenina, la apertura del conflicto pierde su potencia trascendente y se estanca, malmete, porque no está vivo y se convierte en ideología y discurso de posición, es un conflicto sordo a la devolución verdadera que trascurre cuando se reconoce la alteridad. El deseo que nace con este conflicto abierto, mi desvelo, es encontrar las palabras que son mediación política y permiten traer al mundo la visitación de una idea. Yo vivo en la Administración Pública una situación de doble tirón que me desgarra: la obediencia al ser depone el principio de profesionalidad que me da conformidad dentro de la jerarquía. Dicho de otro modo: qué difícil es en la profesionalidad que me da conformidad dentro de la jerarquía, la obediencia al ser. Pues la jerarquía precisa, para proteger su estructura, de obediencias ciegas y, sin embargo, mi experiencia del mundo dice que una no puede vivir feliz sin la obediencia al ser, obediencia que nace del vínculo con el principio de realidad y es la medida verdadera con la cual una revisa las órdenes jerárquicas antes de acatarlas. En el artículo “La mediación femenina en la historia”, María-Milagros Rivera Garretas dice: “El doble tirón es una encrucijada que me pone en dos obligaciones contradictorias: se me obliga a matar y a vivir, por ejemplo. Decía la filósofa del siglo XX Simone Weil que la calidad civilizadora de una civilización la miden las situaciones de doble tirón en las que esa civilización no DUODA Estudis de la Diferència Sexual / Estudios de la Diferencia Sexual

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nos pone a la gente: “La imperfección de un orden social” –escribió– ‘se mide por la cantidad de situaciones de ese tipo que entraña’. O sea, el mejor orden social es el que no nos pone a la gente en ninguna situación de doble tirón.” 3 En mi lugar de trabajo, un lugar dentro de la gran organización que es la Administración Pública, con sus muchas diferencias y sus muchas particularidades, yo siento este doble tirón. Me preguntaréis cómo sé que esto es así, pues los sé, simplemente, porque yo no soy feliz en este lugar de trabajo, un lugar en el que permanezco por necesidad material y por miedo y, aunque parezca paradójico, por amor. Es cierto que yo sigo también en este lugar de trabajo porque intuyo que existe algún residuo del sentido que ha sido mi camino hasta ahí, un sentido señalado de orden, de algo que pide ser ordenado, del mismo modo en el que ordeno mi casa: encuentro el lugar de cada cosa y sé qué cosas no tienen lugar en ella. La Administración Pública es un ente de límites imprecisos y complejas definiciones que, según establece la Constitución Española en su artículo 103.1, “sirve con objetividad los intereses generales y actúa de acuerdo con los principios de eficacia, jerarquía, descentralización, desconcentración y coordinación con sometimiento pleno a la Ley y al Derecho”. De esta definición hay una cuestión que se me plantea de difícil manejo en la praxis y es la omisión del hecho que la Administración Pública es un cuerpo de cuerpos, es decir que este ente de límites imprecisos somos la suma de hombres y mujeres. En este sentido, reformulando lo anteriormente citado, cabe la posibilidad de afirmar que la Administración Pública es la suma de los hombres y las mujeres que sirven con objetividad los intereses generales y actúan de acuerdo con los principios de eficacia, jerarquía, descentralización, desconcentración y coordinación con sometimiento pleno a la Ley y al Derecho. La pregunta que me acecha aquí es: ¿podemos los hombres y las mujeres servir con objetividad, 21 Articles

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es decir, de forma desapasionada e imparcial, si nuestra experiencia, aquello que depende de cada ser humano, es subjetiva? Y, de ser así, ¿qué es el interés general? ¿Y el bien común? Y dicho esto, que Derecho prevalece en nuestra acción: ¿el derecho positivo o el derecho natural? La definición etimológica4 de la palabra Administración da medida de su fundación como cuerpo que desarrolla su función bajo el mando de otro, de un cuerpo que se alumbra para servir. La palabra ‘Administración’ se forma del prefijo “ad” (hacia) y de “ministratio”, esta última palabra deriva a su vez de “minister”, vocablo compuesto de “minus” (comparativo de inferioridad) y del sufijo “ter”, que sirve como término de comparación. Así pues si “magister” indica una función de preeminencia o autoridad (el que ordena o dirige a otros en una función), “minister” expresa precisamente lo contrario: subordinación u obediencia. Así, la jerarquía es intrínseca al concepto de Administración, una y otra están atadas en su cosmogonía. La jerarquía “es el criterio que permite establecer un orden de superioridad o de subordinación entre personas, instituciones o conceptos”.5 La lexicógrafa María Moliner en su diccionario define jerarquía como “la organización en categorías de ciertos cuerpos u organismos (…).” En este marco, a través del ordenamiento jerárquico, una comunidad establece la importancia de los cuerpos en relación con la posición que cada cuerpo ocupa en la escala jerárquica y, asimismo, fija la cadena de obediencias acríticas puesto que según este principio de organización cada cuerpo está subordinado al cuerpo inmediatamente superior y dicha subordinación presupone obediencia, acatamiento y cumplimiento. La jerarquía puede velar la autoridad femenina; puede cancelar su potencia política puesto que la enmudece pero no puede prescindir de su práctica, puesto que en lugares muy jerárquicos ha circulado y circula la autoridad femenina y el poder no puede sobrevivir sin autoridad. La jerarquía es el andamio que sujeta el poder sin fin cuando deja sin voz la práctica DUODA Estudis de la Diferència Sexual / Estudios de la Diferencia Sexual

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de la autoridad femenina, práctica que acoge y sostiene el apego al vínculo con la realidad y la obediencia al ser. La práctica de autoridad femenina precisa de palabras, del relato consciente de la propia experiencia, para desarmar el andamio de la jerarquía. En este sentido, la lucidez no siempre es guía. La lucidez puede ser principio de locura si no hay trabajo del inconsciente y sosiego suficiente como para poder ver sin perder los ojos, encontrar un lugar de enunciación y acoger con cuidado el destello de clarividencia. Cuando el cuerpo se abre al entendimiento es el momento de atreverse al quiebro con la que una se hace dueña, nuevamente, de su obediencia primera, que es obediencia al ser. Y, desde este lugar de presencia, desvelar la enajenación que tuerce el sentido de mis relaciones, desvelar con palabras este sentido con el anhelo de encontrar su trascendencia y mi obrar políticamente en este presente: restaurar el trabajo de las palabras en mí. Intento decirlo de otro modo: la dependencia simbólica que niega la experiencia del cuerpo es asfixiante si no hay alguna grieta que permite zafarse del lazo que me sujeta. Escribo estas palabras para desenmarañar lo que resonó en mí tras el conflicto con mi compañera de trabajo y he necesitado vaciarme de todo y rozar con la punta de los dedos la extenuación para sortear la barrera de la alienación que he creado. Esta barrera de alienación a la que me refiero es la que me dificulta volver al origen, que es mi abuela y lo que ella me enseñó: la obediencia al saber hacer para poder administrar con amor lo público. La alienación a la cual me refiero es aquella que cancela la política de la autoridad femenina en la Administración Pública: la enmudece y a la vez la requiere como práctica y, así, consigue confundir el poder con la autoridad. Confusión que desordena a los cuerpos en la Administración Pública y provoca mucho sufrimiento. El conflicto abierto a la mediación de la palabra y al 23 Articles

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reconocimiento de la alteridad alumbró, en un primer momento, el sentimiento de enajenación al servilismo simbólico. Sentimiento que inhibe la voz de la destreza femenina que administra con amor lo público, la invisibiliza y la enmudece restándole su potencia trascendente. Y este es el lazo que persigo y deseo desatar. Este sentimiento, persistente en algunos lugares más que en otros de la Administración Pública, obra el sometimiento a la voluntad ajena mediante el principio de normalidad, es decir, respondo automáticamente ante el miedo a ser tachada de extravagante y lo asumo mansamente, o no; a veces me golpeo contra el muro de la jerarquía. Este lazo que quiero desatar precisa de la práctica política que aprendí en relación con mi madre: abro el conflicto y acojo el negativo que trae esta apertura. Pero el conflicto solo sé salvarlo en relación de entredós. En la Administración Pública, las palabras con las que mi madre me enseñó a nombrar el mundo son la medida de mi ejercicio profesional y por este ejercicio recibo un salario. En mi servicio hay una obediencia. Y en esta operación hay un riesgo de cancelación o la oportunidad de nombrar la autoridad femenina presente en la Administración Pública. Yo necesito en mi obediencia reconocer autoridad; y si bien puede perseguir este fin, el poder sin autoridad no es capaz de romper mi vínculo con el principio de realidad. Este vínculo –sea consciente o inconsciente– guarda relación con mi experiencia del bien común, experiencia atravesada por el cuerpo. Así, tomar consciencia de mi sentimiento de enajenación al servilismo simbólico me coloca de nuevo en un orden de significación que me permite la palabra para obrar políticamente y me devuelve el sentido primero de la obediencia al ser y de la obediencia que aprendí de mi abuela al saber hacer, obediencia que es apertura al deseo de administrar con amor lo público. Este movimiento pone en el mundo palabras que son puente y mediación política. DUODA Estudis de la Diferència Sexual / Estudios de la Diferencia Sexual

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En este sentido, cuando yo en el trabajo me coloco en un lugar que no me corresponde salvo la caída de la estructura, pero en este acto acometo –en pro de ser reconocida como una buena profesional– dos errores que dicen acerca de mi falta de conciencia dentro de la jerarquía: cubro con sigilo el vacío de palabras de mis superiores jerárquicos con las mías: mi hacer me desautoriza; y me convierto en parche y cómplice de una administración pública obsoleta. Así, de este modo, sujeto con mi cuerpo hablante aquello que debería caerse por su propio peso, por miedo a que se me caiga encima. Y olvido la aseveración de mi abuela: esto, niña, no está bien. En el momento en el que yo sujeto, con mi cuerpo hablante, lo que ya está muerto –el poder sin autoridad– y lo sujeto sin ser consciente de esta operación simbólica, el sentimiento de enajenación al servilismo simbólico es intangible y la destreza femenina de administrar con amor lo público pierde la voz que la nombre. La destreza femenina de administrar con amor lo público se queda sin las palabras que hablan de lo que yo hago y sin palabras no hay quiebro, no hay conciencia de la práctica de autoridad femenina que muevo en relación de entredós. Esta es la grieta, la palabra que me cambia y cambia con este movimiento toda la Administración Pública. Así, yo soy también Hanna Schmitz,6 funcionaria de la administración nazi en una prisión de mujeres, y al igual que Hanna acepto mi responsabilidad en la equivocación de obedecer órdenes a las que jamás debería haber dado crédito. Y sí, también respondo ante el juicio del mundo: –“He sido yo”; y este es el modo de resarcir el daño: con la verdad; dándole cuerpo a lo verdadero con la asunción responsable del hecho. La vida de Hanna Schmitz es un ejemplo del tránsito hacia la conciencia del ser, conciencia que en ella parte del vínculo con la realidad, Hanna no niega la realidad que fue su responsabilidad, ella se mantiene fiel a la verdad, no rehace el relato. Este es el quiebro que me ayuda a comprender el propio malestar y a 25 Articles

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señalar la necesidad de encontrar un orden de sentido que coloque a los cuerpos dentro de la Administración Pública atendiendo la necesidad primera de obediencia al ser. Un orden de sentido que tenga un lugar para reconocer la equivocación propia y que este sea un lugar sin culpa en el que aprender. La Administración Pública es en el origen de los tiempos y es imprescindible a la organización de sociedades humanas que dejan atrás los modelos de agrupación por clanes familiares. La ciencia política en su evolución y a través de sus diferentes escuelas y paradigmas ha puesto siempre su atención en el poder y en aquellos que detentan el poder. En este sentido ha mirado poco a quienes en su condición de subordinados del poder se encargan de su administración. La Administración Pública es heterogénea y amplia, sirve a muchos campos de actividad y en una multiplicidad de formas. No persigo ni una reseña historiográfica ni tampoco una clasificación de tipologías. Lo que persigo, en este contexto de crisis económica y de retroceso respecto a la cobertura material de la vida humana por parte de los gobernantes, es entender mi malestar y mi lugar, la realidad que yo vivo. Es verdad que los trabajadores públicos todavía constituimos un grupo ocupacional con un lugar específico en la sociedad, y es verdad también que como administradores en nuestro obrar podemos blindar la permanencia de quienes detentan el poder. Pero en nuestro hacer está también la voz de la autoridad femenina, las palabras que hacen político el propio vínculo con la realidad, el relato que nace de la experiencia del cuerpo sexuado en la Administración Pública y el deseo de ser. Este es el quiebro de conciencia que yo nombro con palabras. Así, cuando en mi hacer cotidiano escucho a mi abuela: esto, niña, no está bien, y consigo reconocerme en la equivocación propia y en la mágica capacidad que es la reparación sé que algo se mueve en el cuerpo, que DUODA Estudis de la Diferència Sexual / Estudios de la Diferencia Sexual

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encuentro el lugar para ser y para hacer y es entonces cuando aquello que parecía imposible es realidad. Es preciso no ocupar todo el espacio y entender que abrir el conflicto no es lo mismo que desafiar la jerarquía. Cuando abro el conflicto –no estoy hablando de un camino de rosas ni de una práctica dulcificada– consigo atravesar la grieta que abre a la reparación de lo que yo vivo como una injusticia. Cuando desafío la jerarquía me golpeo sin más. El quiebro es el inicio del cambio. Así, presentar un proyecto de formación con los honorarios correspondientes cuando lo que te han pedido es un programa de buenas prácticas (se supone que a coste cero puesto que son trabajadoras de una administración pública) se convierte en una práctica política de autoridad femenina. El quiebro es abrir el conflicto de aquello que yo vivo como una injusticia, y aunque me dañe, el conflicto es fecundo porque deja una grieta para su reparación. Entrar en el despacho de mi superiora y decirle que no es justo que pretendan sacar una sesión de trabajo a coste cero cuando otras ponentes reciben honorarios altos por un trabajo idéntico, es reconocer mi destreza femenina para la mediación y confiar en la reparación del conflicto mediante la palabra, y el coste personal puede ser alto, pero hay un lugar para el intercambio. Hacer lo que me piden y maldecir ante quien no es parte ni origen del conflicto es golpearse contra el muro de la jerarquía sin posibilidad de otra cosa que escuchar el eco resistente de mi lamento. (No sé si consigo dar cuenta de lo que me gustaría compartir). La destreza femenina es mi decisión cuando confío en la relación de autoridad con otra mujer. En relación con mi madre yo he aprendido que abrir el conflicto es crecer en un camino de transformación personal que precisa del reconocimiento de la alteridad y en el que acojo a mi Medusa (mi negativo, mi reverso, mis defectos, mis miedos). Y esta es mi práctica política en la Administración Pública, una práctica que es de obediencia al saber hacer y con la que pongo en juego la política de 27 Articles

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la relación entre mujeres a través de mi cuerpo y de las palabras que dicen mi experiencia. Yo he aprendido de mis abuelas y de mi madre a administrar con amor lo privado: mi casa y mis afectos; y en relación con ellas he aprendido también la obediencia al saber hacer. Mi abuela materna siempre me decía, en relación al trabajo doméstico, que no puedes encargarle a otra mujer aquello que tú no sabes hacer, es decir, que si tú no sabes hacer una cosa, difícilmente podrás supervisar con acierto que otra persona la realice por ti, y tu falta de autoridad puede caer, así, en la tentación del poder. De este modo, en cada contexto histórico las mujeres aprendemos en relación de autoridad de otras mujeres a administrar con amor lo propio. Arte civilizador que las mujeres llevamos a lo público pero que, sin embargo, no trasciende al cuerpo teórico de la ciencia política. En este sentido, la destreza femenina velada, la destreza femenina no nombrada en la administración pública es motivo de malestar, pues necesita mis palabras y las palabras de otras trabajadoras de lo público para devenir una práctica reconocible en el ejemplo y en el discurso. Las mujeres hemos participado como trabajadoras de la Administración Pública desde siempre, hemos sido secretarias, taquígrafas, telefonistas, funcionarias de correos, maestras, enfermeras, auxiliares administrativas… una extensa lista imposible de reproducir. Actualmente las mujeres trabajadoras de lo público somos mayoría en la Administración.7 Y este es un dato estadístico que cumple la función de sexuar la distribución de cuerpos en la Administración Pública y que muestra otro significado de las presencias y de los cuerpos. Las mujeres estamos activas siempre en todos los aspectos de la vida, estamos en relación permanente con todas las organizaciones de lo público y tejemos en esta disposición una red, una tela de araña sin la cual sería imposible el gobierno de las democracias de este tiempo. Democracias DUODA Estudis de la Diferència Sexual / Estudios de la Diferencia Sexual

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que como señala Lia Cigarini “se derrumban en las dictaduras de las mayorías obtenidas por pocos votos de electores trastornados por los medios de comunicación (…) y en las decisiones de entidades bancarias internacionales por definición no elegidas por nadie (…) y en este presente se abre ante todas y todos un vacío teórico –práctico enorme”.8 Dicho así produce vértigo. Aunque hay una precisión: no es la red de relaciones femeninas que las mujeres tejemos alrededor de todas las organizaciones de lo público lo que sostiene a quienes detentan el poder, si bien de una primera interpretación de mis palabras esto pudiera deducirse. Es justamente la falta de conciencia de esta destreza femenina que trae a lo público el amor con el que administramos lo privado, es esta trampa mortal de la ciencia política que no dice que las mujeres administran amorosamente lo público puesto que para ellas este lugar es también su casa, es este enredo que pretende una barrera simbólica entre dos espacios: público y privado, una barrera que no es porque las mujeres en nuestro tejer la vida cotidiana los hemos cosido. Es el no saber decir acerca de mi obediencia al saber hacer que aprendí de mi abuela aquello que blinda la permanencia de quienes detentan el poder sin autoridad. El no saber poner en juego la obediencia al saber hacer es lo que produce este gran malestar. Así, nombro lo que la destreza femenina sostiene y sé que esta es una práctica política imprescindible en la Administración Pública; es por esta razón que decido abrir el conflicto para que sea fecundo y reconozco en este acto de atrevimiento la destreza femenina que yo aprendí de mis abuelas y de mi madre y en ellas encuentro la relación de autoridad femenina que me enseñó a administrar con amor lo público.

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Recepción del artículo: 15 de octubre de 2014 Aceptación: 14 de enero de 2015

Palabras clave: Administración Pública – Autoridad – Conflicto – Negativo – Amor Keywords: Public administration – Authority – Conflict – Negative – Love

notas: 1 www.mariamilagrosrivera.com/home.htm. 2 Cigarini, Lia, Muraro, Luisa y Rivera Garretas, María-Milagros, El trabajo de las palabras. Una creación inacabada nacida de la relación entre mujeres, Madrid: Cuadernos Inacabados, 2008. 3 Rivera Garretas, María-Milagros, “La mediación femenina en la historia”, en www.ub.edu/duoda/web/textos.php?lang=1&t=3&s=6&ss=1&id=7. 4 www.monografias.com/trabajos7/admi/admi.shtml#ixzz2jsbGHAtm 5 Definición de la Wikipedia (www.wikipedia.org). 6 http://es.wikipedia.org/wiki/El_lector. 7 Informe “Mujeres y hombres en España 2009” presentado por el Instituto Nacional de Estadística en colaboración con el Instituto de la Mujer. 8 Cigarini, Lia, “La libertad relacional”, DUODA. Estudis de la Diferència Sexual (26, 2004), p. 90-91.

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