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AYUDAS MONTESSORIANAS APLICADAS EN EL HOGAR COMO COMPLEMENTO A LA CATEQUESISDEL BUEN PASTOR María Teresa López G. Manizales, Noviembre de 2015 II Encuentro Nacional de Catequistas del Buen Pastor En mi experiencia como guía Montessori y como catequista del Buen Pastor, cada vez reconozco la importancia y urgencia de realizar un trabajo mancomunado con los padres de familia de los niños que van a nuestras Casas de niños o a nuestros Atrios. Me cala muy en lo profundo del corazón esta frase que Sofía Cavalletti dice en el libro del Potencial religioso del niño acerca de la importancia de la comunidad: “Son muchas y nada fáciles las tareas que el adulto debe realizar, si quiere ayudar al niño a vivir su relación con Dios; todo lo que hemos tratado de describir es – en nuestra opinión-‐ muy importante y necesario, pero en ello no se agota la tarea del adulto. El adulto debe preparar el ambiente para el niño en el sentido preciso de un lugar, pero también, y sobre todo, en el significado amplio de la palabra, es decir en la acepción de comunidad de fe. En el atrio el niño vive ya – como hemos observado-‐ una vida comunitaria, pero limitada a la comunidad de los niños, que no puede ser suficiente, sobre todo cuando el niño comienza a crecer. La semilla de la Palabra de Dios que el niño recibe, tiene necesidad de Hortus conclusos (jardín secreto) del atrio, pero también del oxigeno corroborante de la comunidad de los adultos. Uno no puede ser sustitutivo del otro; uno integra al otro, en una función complementaria, inseparable e insustituible. En ausencia de un ambiente de fe en el cual el niño pueda vivir, en el cual pueda sentirse insertado y casi conducido, tendremos el riesgo de cultivar en el atrio flores de invernadero, incapaces de resistir la crudeza del clima exterior. Por otra parte, sin un lugar en donde el niño pueda entrar en contacto con la realidad religiosa de una manera y a un ritmo adecuado a él, existe el riesgo de pasar al lado de grades cosas, sin lograr comprenderlas, sin interiorizarlas ni hacerlas suyas. La iniciación de un niño a la vida cristiana no es tarea que pueda ser absorbida solo por el catequista y solo por los padres. Es toda la comunidad cristiana la que anuncia a Cristo, y es con toda la comunidad cristiana con la que el niño debe entrar en contacto. El trabajo precioso que el catequista desarrolla debe ser sostenido y corroborado por una comunidad, que vive lo que anuncia”. 1 Es importante diferenciar los dos espacios: el de la catequesis donde los niños viven su proceso de iniciación cristiana con anuncios bíblico-‐ litúrgicos en un proceso orgánico y sistemático, respondiendo a sus exigencias vitales, según la etapa de desarrollo en que se encuentran y que han sido hallados en los 61 años de existencia de la CBP. Por otra parte, en el ambiente familiar los niños viven su vida de fe junto con sus padres, hermanos u otros, y en la cotidianidad van experimentando esa compañía constante y permanente de Dios. 1
Cavalletti, Sofía. El Potencial religioso del niño xxxxxxxxxxxxxxxxxxx
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En la medida en que catequistas y padres se comuniquen y complementen serán una mejor ayuda en la relación del niño con Dios. Es por esto que se proponen reuniones periódicas con los padres de familia, cuyos objetivos son: • • •
Sensibilizar, tomar conciencia y profundizar en la visión nueva del niño, según María Montessori. Reflexionar sobre la función del adulto que el niño necesita y sus actitudes hacia él. Brindar herramientas que permitan a los padres respetar y acompañar la relación del niño con Dios.
Propondré una serie de ayudas que podrán ser aplicadas en el hogar y que como catequistas daremos a conocer a los padres en las reuniones periódicas que debemos tener con ellos. Sabemos la importancia de ayudarlos a ellos en su relación personal con Jesús, Buen Pastor que en muchos casos es iniciar con ellos su proceso de Iniciación cristiana, o con otros, reiniciarlos. De esto se nos ha hablado aquí y por tanto solo me enfocaré en lo relacionado con la visión del niño según María Montessori que es tan necesaria, ya que como ya ella nos lo decía a principios del siglo XX el niño es un ser desconocido, y lo cual sigue siendo hoy una realidad, ya que no conocemos al niño en su verdadera naturaleza, creado a imagen y semejanza de Dios. La primera ayuda es ayudarlos a Tomar conciencia de su misión como padres. “El niño no es un ser extraño que el adulto puede considerar desde el exterior, con ciertos objetivos. El niño es la parte más importante de la vida del adulto. Es el constructor del adulto” El bien o el mal del hombre maduro tiene una relación muy estrecha con la vida infantil, que lo formó. Sobre el niño recaerán todos nuestros errores y él recogerá los frutos. Moriremos, pero nuestros hijos sufrirán las consecuencias del mal que habrá deformado su alma para siempre. El ciclo es continuo y no puede interrumpirse. Tocar al niño es tocar el punto más sensible de un todo que tiene sus raíces en el pasado más remoto y se dirige hacia el infinito del porvenir. Tocar al niño, es tocar el punto más delicado y vital donde todo puede decidirse y renovarse, donde todo está lleno de vida, donde se hallan encerrados los secretos del alma, porque allí se elabora la educación del hombre”2 “El padre actuó dando únicamente una célula invisible; la madre además de una célula germinativa, ofreció el ambiente vivo adecuado con todos los medios de desarrollo y protección. El esfuerzo oculto de la infancia debe considerarse sagrado: esta laboriosa manifestación merece una expectativa acogedora, porque en este periodo de formación se determina la personalidad futura del individuo. De estas responsabilidades nace el deber de estudiar y penetrar con espíritu científico en las necesidades síquicas del niño, y prepararle un ambiente vital”3.
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Montessori, María. El niño el secreto de la infancia. Pag. Montessori, María. El niño el secreto de la infancia. xxxxxxxxx
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Reconocer que sus hijos son presencia de Dios, son seres por quienes la vida de Dios pasó, dando nueva vida y que por tanto no son dueños de esta vida, sino que están al servicio de ella. En este sentido su misión también, como la del catequista, es ser “siervos inútiles”, siervos al servicio de la vida humana, la cual hace parte del Misterio de Dios. María Montessori indica que los padres tienen una importante misión: “solo ellos pueden salvar a sus hijos…. Sus conciencias deben sentir la fuerza de la misión que les ha confiado la naturaleza; una misión que les sitúa por encima de la sociedad que les hace dominadores de todas las situaciones materiales, porque entre sus manos está el futuro de la humanidad: la vida” 4 Así mismo nos dice que el papel del padre es ser un guardián, no un creador, y es un guardián del mismo momento de la concepción y del nacimiento, cuando ya requiere de una ambiente externo que favorezca su desarrollo. “lo que la madre crea es el recién nacido, pero es el recién nacido quien produce el hombre. Si la madre muere, el niño crece igualmente y completa la construcción del hombre. Reconocer esta gran obra del niño no significa disminuir la autoridad de los padres; cuando estos se convenzan de que no son los constructores, sino simplemente los colaboradores de la construcción, podrán cumplir mejor su propio deber y ayudarán al niño con más amplia visión. Esta ayuda solo se plasmará en una buena construcción si se presta convenientemente; así la autoridad de los padres no se basa en una dignidad fija por sí misma, sino en la ayuda que dan a sus hijos, y esta es la verdadera y gran autoridad y dignidad de los padres”.5 Reconocer esta misión supone varias acciones por parte de los padres y/o adultos bajo quienes está el cuidado del niño y de nosotros como catequistas al servicio de la creatura predilecta de Dios al darlas a conocer: 1. Conocer al niño: Las principales ayudas que podemos dar a los padres y/o adultos que conviven con los niños que acuden a nuestros atrios como complemento de la CBP la encontramos en la Colección DIOS Y EL NIÑO. Los 5 libritos que la componen proporcionan herramientas sencillas e importantes sobre cómo complementar los anuncios del mensaje cristiano que los niños reciben en los encuentros semanales de catequesis. 2. Desarrollar el poder de observarlos, disfrutarlos, aceptarlos. 3. 4. Ser humildes al ver lo maravilloso del espíritu del niño y aprender lo que el niño nos puede enseñar 5. Respetar su ritmo y sus esfuerzos. “Al ver al niño hacer grandes esfuerzos para realizar un acto totalmente inútil que el mismo podría realizarlo en un instante y mucho mejor, el (el adulto) se siente tentado a ayudar….; el adulto se irrita, no solo porque el niño intenta realizar inútilmente una acción, sino también por el ritmo, por la manera de moverse, tan distinta de la suya” El adulto puede soportar el movimiento que representa agilidad, el ritmo acelerado del niño; en este caso puede soportar el desorden y trastornos que el niño vivaz transmite al 4 5
Ibid pag 335 Montessori, maría. La mente absorbente del niño. Pag. 29
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ambiente, “armándose de paciencia” porque se trata de cosas claras y externas; y le voluntad del adulto siempre es capaz de actuar sobre los actos conscientes. Pero cuando el ritmo del niño es lento, entonces interviene irresistiblemente con la sustitución. En lugar de prestarle auxilio en sus necesidades síquicas más esenciales, el adulto sustituye al niño en todas las acciones que él quiere realizar por sí mismo, cerrándole todos los procesos de actividad y constituyéndose en el obstáculo más poderoso contra el desarrollo de su existencia”.6 6. Preparar el ambiente del hogar adecuado para él. Hay errores profundos existentes en la organización de la vida infantil y cómo el adulto por el bien de los niños, va contra sus necesidades inconscientemente, siguiendo instintos de defensa, que podría vencer fácilmente. El adulto debería interpretar las necesidades del niño para comprenderlas, preparándole un ambiente adecuado. De esta manera podría iniciarse una nueva era en la educación, la del auxilio a la vida. Es absolutamente necesario que termine la época en que el adulto consideraba al niño como un objeto que se toma y transporta a cualquier sitio, cuando es pequeñito; y cuando mayorcito, no tiene más que obedecer y seguir. Este concepto erróneo es el obstáculo invencible para que la vida del niño sea más racional. Es preciso que el adulto quede persuadido de que ha de ocupar un lugar secundario, esforzándose en comprender al niño, con el vehemente deseo de convertirse en un auxiliar suyo. Esta es la verdadera orientación educativa que deberían seguir las madres y sus educadores. Si la personalidad del niño debe ser auxiliada en su desarrollo por la personalidad del adulto, que es poderosa, es necesario que esta sepa ser indulgente; y tomando como punto de apoyo las directrices facilitadas por el niño, considere como un honor el poder comprenderle y seguirle”. 7 7. Evitar el conflicto entre los deseos de los padres y las necesidades de los niños 8. “Es preciso remover cosas estáticas incrustadas en el espíritu del hombre y que le han incapacitado para comprender al niño y adquirir el conocimiento intuitvo de su alma. La ceguera impresionante del adulto, su insensibilidad hacia sus hijos – frutos de su propia vida-‐ tienen ciertamente raíces muy profundas, que se han extendido a través de las generaciones, y el adulto que ama al niño, pero lo desprecia inconscientemente, provoca en éste un sufrimiento secreto, espejo de nuestros errores y advertencia para nuestra conducta. Todo ello revela un conflicto universal, inconsciente, entre el adulto y el niño. La cuestión social de la infancia nos hace penetrar en las leyes de la formación del hombre y ayuda a crearnos una conciencia nueva, y por consiguiente, a dar una nueva orientación a nuestra vida social” 9. Proporcionar al niño cosas que puedan ayudarle a hacer cosas por sí mismos. 10. Escucharlo y ayudarle a la escucha. 11. 6 7
pág. 146 - 147 Montessori, María ibid pag 128
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Citas del libro El niño. El secreto de la infancia. María Montessori “El adulto se ha hecho extraño respecto al niño, no egoísta pero extraño, pues considera todo cuanto se refiere al niño síquico, como si se refiriera a él mismo, logrando la incomprensión del niño. Y este punto de vista hace considerar al niño como un ser vacío que el adulto debe llenar con sus propios esfuerzos; como un ser inerte e incapaz para el cual el adulto todo lo debe hacer; como un ser sin guía interior, que el adulto debe guiar desde el exterior. En fin, el adulto es como el creador del niño y considera el bien y el mal de las acciones del niño desde el punto de vista de sus relaciones con él. El adulto es piedra de toque del bien y del mal. Es infalible, es el bien sobre el que debe modelarse el niño: todo cuanto en el niño se aleja del carácter del adulto, es un mal que éste se apresura a corregir. En esta forma, que inconscientemente anula la personalidad del niño, el adulto actúa convencido de su celo, amor y sacrificio”. (pág. 39) “El recién nacido no es solo un cuerpo dispuesto a funcionar; es un embrión espiritual provisto de directrices síquicas latentes. Sería absurdo pensar que precisamente el hombre, perfectamente caracterizado, distinto de las demás criaturas de la creación, por la grandiosidad de su vida síquica, fuese el único ser que no poseyera un propósito de desarrollo síquico” El espíritu puede hallarse tan profundamente latente que no se manifieste como el instinto de los animales, pronto a revelarse en sus acciones establecidas. El hecho de no ser movido por instintos fijos y determinados como en los animales, es el signo de un fondo de libertad de acción que exige una elaboración especial, casi una creación, dejada al desarrollo de cada individuo y por consiguiente, imprevista, delicadísima, difícil y oculta. Es, pues, un secreto del alma del niño que no es posible penetrar si él mismo no la revela, a medida que va construyéndose a sí mismo” Y por esto solamente el niño puede hacernos revelaciones sobre la misión natural del hombre” (pag 45) Sobre el recién nacido. “la naturaleza despliega sus energías protectoras providenciales solamente cuando los seres pueden desarrollar libremente las directrices intimas de los instintos fundamentales. En el instinto hallamos una lógica clara y simple: el recién nacido de los mamíferos ha de ser cuidado especialmente en sus primeros contactos con el ambiente exterior y por ello hay que distinguir un primer periodo extremadamente delicado, que es el correspondiente a su llegada al mundo, al descanso necesario después del enorme esfuerzo del nacimiento y el comienzo simultaneo de todas las funciones. Después de ello se inicia la llamada primera infancia o sea el primer año de vida; la lactancia, o sea la primera vida en el mundo” pag 61 “se podría decir que la diferencia síquica entre el animal y el hombre es ésta: el animal es como el objeto fabricado en serie, cada individuo reproduce rápidamente los caracteres uniformes de toda la especie. En cambio, el hombre es como el objeto fabricado a mano: cada uno es distinto del otro, cada uno tiene un espíritu creador propio que lo convierte en una obra de arte de la naturaleza. Pero el trabajo es lento y prolongado. Antes de que aparezcan los efectos externos existe un trabajo íntimo que no es la reproducción de un tipo fijo, sino que es la creación de un tipo nuevo: y por ello constituye un enigma, un resultado sorprendente. Permanece oculto mucho tiempo, como ocurre con la obra de arte que el autor conserva en la intimidad de su estudio antes de exponerla al público. El trabajo a través del cual se forma la personalidad humana es la obra oculta de la 5
encarnación. El hombre debe encarnarse con ayuda de su propia voluntad. El espíritu humano animador debe encarnarse para actuar y abrirse paso en el mundo. Todo esto constituye el primer capítulo de la vida del niño”. Pag 67 y 68) “El hombre todo lo puede; su inercia aparente prepara la sorpresa maravillosa de la individualidad. Su voz sin articulación, hablará un día, pero no sabemos cuál será su lenguaje. Hablará la lengua que sabrá recoger del ambiente que le rodea, prestando atención continuada, construyendo los sonidos con esfuerzos incalculables, las sílabas y por fin, las palabras. Será un constructor voluntario de todas sus funciones de relación con el ambiente; será el constructor de un nuevo ser” (pag 69) “El niño que se encarna es un embrión espiritual que debe vivir a expensas del ambiente, pero del mismo modo que el embrión físico necesita un ambiente especial que es el seno materno, este embrión espiritual necesita ser protegido por un ambiente exterior animado, cálido y amoroso, abundante en alimentos; un ambiente en el que todo sea acogedor y nada obstaculice el desarrollo. Una vez comprendida esta realidad, el adulto debe cambiar su actitud hacia el niño. La figura del niño, embrión espiritual que se está encarnando, debe preocuparnos, debe imponernos nuevas responsabilidades. Hay un canje entre el embrión espiritual y el ambiente; a través de este canje se forma el individuo y se perfecciona. Donde hay creación siempre en acción, hay una energía constructiva de lo nuevo, contribuyendo a la obra perpetua de la encarnación spiritual. Así se forma por sí sola la personalidad humana, como el embrión, y el niño se transforma en el creador del hombre, en el Padre del hombre. “renunciar a sus propias necesidades y adaptarse a las del ser, en vías de formación, es la línea de conducta que debe seguir el adulto consciente” Pag 129. ANDAR. El adulto anda para alcanzar una meta y va directamente a ella, siguiendo su ritmo establecido, que desarrolla casi mecánicamente.; el pequeño anda para desarrollar sus propias funciones, tiene una finalidad creadora que cumplir. Es lento, todavía no ha establecido su ritmo, ni tiene finalidad alguna; las cosas que le rodean le atraen. El auxilio que debía procurarle el adulto sería el de renunciar a su ritmo propio, a sus finalidades.(pag 132) LA MANO “Cuando el niño ha de moverse de modo constructivo haciendo uso de sus manos para ejecutar una labor, necesita cosas externas que manejar; mejor dicho, necesita que en el ambiente existan “motivos de actividad””El niño no se mueve al azar; construye las coordinaciones necesarias para organizar los movimientos guiados por su ego, que manda en su interior””El movimiento constructivo se inspira en acciones que el niño ha visto ejecutar a su alrededor En el adulto hay un sentimiento de defensa de los objetos. La primera manifestación del instinto de trabajo en el niño es el fenómeno mas desconcertante para el adulto, que ha comprendido su importancia. La actividad de la mano infantil es una necesidad vital El niño cuando ha de moverse de modo constructivo, haciendo uso de sus manos para ejecutar una labor, necesita cosas externas que manejar; mejor dicho, necesita que en el ambiente existan “motivos de actividad.””El movimiento constructivo se inspira en acciones que el niño ha visto ejecutar a su alrededor. Sus acciones, tanto en movimiento como en lenguaje, no son imitación 6
inmediata, sino son producto de una observación registrada o de un conocimiento adquirido” (pag 139) El adulto cuando el ritmo del niño es lento, interviene irresistiblemente con la sustitución. En lugar de prestarle auxilio en sus necesidades síquicas más esenciales, el adulto sustituye al niño en todas las acciones que él quiere realizar por sí mismo , cerrándole todos los procesos de actividad y constituyéndose en el obstáculo más poderoso contra el desarrollo de su existencia”. ¿ quién pudiera suponer que esta ayuda inútil facilitada al niño es la raíz de todas las represiones y por consiguiente, causa de los peligrosísimos daños que el adulto ocasiona al niño? Pag 147 CAP 17 La figura del maestro: es el maestro pasivo que destruye ante el niño el obstáculo de su propia actividad, que se complace en borrar su propia autoridad para desarrollar la actividad del niño y que se muestra plenamente satisfecho cuando le ve obrar solo y progresar sin atribuirse el merito a sí mismo. Tiene que inspirarse en los sentimientos de san Juan Bautista: “conviene que él crezca y yo disminuya” “¿Quién de vosotros tiene un siervo arando o pastoreando y, cuando regresa del campo, le dice: Pasa al momento y ponte a la mesa? ¿No le dirá más bien: prepárame algo para cenar, y cíñete para servirme hasta que haya comido y bebido, y después comerás y beberás tú? ¿Acaso tiene que agradecer el siervo porque hizo lo que le fue mandado? De igual modo vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que os fue mandado, decid: somos siervos inútiles: hemos hecho lo que debíamos hacer” Lucas 17, 7 -‐ 10 Meditando este texto del “siervo inútil” y quienes otros traducen como “pobre siervo” pienso que nosotros, catequistas del Buen Pastor somos llamados a serlo y este es un gran don. Al saber que Jesús, Buen Pastor nos llama por nuestro nombre a ser “sus siervos inútiles” me llama tanto la atención cómo Jesús nos llama a ser lo que El ya ha sido. Al meditar la voz del Buen Pastor, sus consejos, siempre me impresiona que los consejos que El nos da, El ya los ha vivido. Si Él nos dice “perdonarás no solo siete veces, sino setenta veces siete”, El lo hace vida cuando perdona a quienes lo están crucificando; cuando nos dice “ama a tus enemigos”, El ofrece al buen ladrón el Paraíso; cuando dice: “cuando vayas a orar…”, el siempre busca el lugar y el momento donde pueda orar a su Padre en lo secreto. Así, Jesús nos invita a ser sus siervos inútiles, porque El también fue siervo, el siervo sufriente del Padre en Quién se realizó la plenitud de la humanidad. Como nos invitó el santo Padre a meditar en esta Navidad: “Sólo en Jesús se revela plenamente el proyecto de Dios sobre el ser humano: Él es el hombre definitivo según Dios. El Concilio Vaticano II lo reitera firmemente: "En realidad, el misterio del hombre solo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado… Cristo, el nuevo Adán, manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la sublimidad de su vocación" (Gaudium et spes, 22; Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 359). En ese niño, el Hijo de Dios contemplado en Navidad, podemos reconocer el verdadero rostro, no solo de Dios, sino el verdadero rostro del ser humano; y solo abriéndonos a la acción de su gracia y tratando todos los días de seguirle, realizamos el plan de Dios en nosotros, en cada uno de nosotros”. (palabras pronunciadas en el Ángelus el día de la Epifanía). 7
Por otra parte, Francesca nos comentaba en la charla que nos dio el año pasado durante el Primer Encuentro Nacional de Catequistas en Bogotá, cómo cuando meditaban la parábola del buen samaritano con los niños, meditaban cuántas cosas hace el samaritano y que si miramos son 10 acciones: se detuvo, se bajó,..etc, las cuales podrían equivaler a los 10 mandamientos, para llegar a ver que el cumplimiento de la ley, como lo dice Pablo es el amor. Pensé, entonces, preparando esta charla, considerar también 10 “herramientas” que debemos tener en cuenta en nuestro ser “siervos inútiles” e irlas relacionando con las 32 características de la CBP, las cuales son las que deben orientar siempre nuestro trabajo como catequistas, y como formadores de catequistas. 1. CONOCER AL PATRÓN: permanecer en El; alimentarnos de Su Palabra, de su Cuerpo y de su Sangre. 2. CONOCER A LA CREATURA A QUIEN SIRVE: el conocimiento del niño nos orienta toda acción que realicemos; estudiar y profundizar; observarlo siempre; reconocerlo como nuestro maestro, dejarnos enseñar y guía por él. 3. PREPARAR EL AMBIENTE: ser guardianas del ambiente. 4. DISPONER Y CUIDAR LOS MATERIALES: que favorezcan el encuentro de Dios y el niño, la polarización de su atención, siendo fieles a los materiales ya experimentados. 5. DISPONER SU SER PARA EL SERVICIO: darnos cuenta qué hay en nosotros que ayuda a esta relación de Dios y el niño y qué hay en nuestro ser que la obstaculiza. 6. EL SILENCIO Y EL AUTOCONTROL: El silencio es esencial para la oración, para el diálogo interior en el cual se escucha a Dios y se habla con El, al igual que el unir armoniosamente el cuerpo y la mente. 7. LA ESENCIALIDAD: se requiere del adulto (es) un espíritu de pobreza, que le permita poner en evidencia el mensaje que lleva, buscando desaparecer detrás de él. 8. RESPETAR EL RITMO: Saber esperar, ir al ritmo del pequeño que es mucho menor que el nuestro, ir al ritmo del Espíritu que no tiene prisa 9. LA COMUNIDAD: saber que todo lo anterior lo vivimos en una Comunidad. Jesús para su misión se valió de 12 apóstoles; necesitamos tanto de Dios, como de nuestros hermanos catequistas, nuestros hermanos, formadores y aprender unos de otros. Reflexionemos cada una de ellas a la luz de las 32 características de la CBP y de lo que nos dicen las que de modo auténtico supieron ser “siervos inútiles”: María Montessori, Gianna y Sofía. 1. ORACIÓN: Reconocernos como siervos: para esto nos ayuda mucho la concepción de siervo que nos presenta Sofía en el libro La historia del reino de Dios que corresponde: “a la del pueblo de Dios, el pueblo de Israel y que es muy diferente al nuestro, ya que cuando nosotros decimos siervo, expresamos sobre todo un concepto de dependencia; en cambio el término hebreo pone en evidencia el concepto de trabajo, siendo más exacto traducirlo con el término “trabajador”. El siervo es quien trabaja no por su cuenta, sino para una persona y con una persona. “Trabajar con una persona significa que patrón y empleado trabajan juntos, uno dirigiendo y sosteniendo, el otro 8
contribuyendo según sus propias capacidades; el resultado del trabajo del siervo no puede atribuirse todo a su mérito, sino que es necesario reconocer la aportación determinante de la obra del patrón”. En la historia de la salvación Dios acompaña en el desarrollo de su tarea, perfeccionando poco a poco su adhesión a la invitación inicial. Trabajar para una persona significa que el propósito de la actividad no está en la persona que lo desempeña, sino en la intención que el patrón se propone”. En la Biblia son llamados “siervos de Dios” Abraham, Moisés, los profetas, etc. todos son hombres que recibieron de Dios la invitación a colaborar de una manera especial en la historia de la salvación; ellos aceptaron su tarea y la desarrollaron comprometiendo en ella toda su vida. Finalmente, en el umbral de los tiempos, un lugar especial en la serie de los “siervos” de Dios corresponde a la Madre de Dios, que se llamó a sí misma “esclava del Señor” (Lc 1, 38) Cada vez que el don de Dios se encuentra con una respuesta libre y plena de parte de la creatura humana, la salvación se realiza. A excepción de la de Jesús, la respuesta de María al don de Dios ha sido la más perfecta que Dios haya recibido nunca de creatura humana; María fue transformada en el cuerpo y en el espíritu, y por su sí, la historia de la salvación alcanza su punto culminante”. Llegada al vértice, la historia de la salvación no se detiene sino espera aún, para difundirse, la colaboración de la humanidad. Si el plan divino no se desarrolló en el Antiguo Testamento sin la colaboración del pueblo, si la Encarnación misma no se realizó sin la participación de la creatura, así la salvación continuará realizándose en la era en que vivimos con la contribución de la humanidad, con su libre y plena respuesta al don de Dios. A cada uno le es ofrecido un trabajo que cumplir en la historia: se espera que Dios sea todo en cada uno, en espera de que “Dios será todo en todo”. (Sofía Cavalletti. Historia del Reino de Dios De la creación a la parusía pág. 16 a 18) Además, María Montessori nos invita a orar diciendo con ella: “Ayúdanos oh Dios a penetrar en el secreto del niño, a fin de que podamos conocerlo, amarlo y servirlo, siguiendo Tus leyes de justicia y Tu divina voluntad”. (La mente absorbente del niño, pag 359) 2. CONOCER AL PATRÓN: Característica Nº 6: La Palabra se anuncia respetando de la mejor manera posible el texto, para que las palabras del adulto no se interpongan indebidamente entre Dios que habla y sus criaturas, sino que sean sólo un discreto servicio a la escucha, en obediencia a la palabra del Evangelio: “Mi doctrina no es mía, sino de aquél que me ha enviado” (Jn 7,16). Este conocimiento nos lo da el permanecer en El; alimentarnos de Su Palabra, de su Cuerpo y de su Sangre. Tantas veces hemos reflexionado con los niños la Vid Verdadera y todo el significado de “permanecer”, de cómo permanecer donde ya estamos. Y personalmente me encanta y me ha servido mucho la reflexión que hace Francesca en Formación moral, en que nos ayuda a ver las Máximas como un elemento de la formación moral para los niños mayores de 6 años (y para nosotros, también) en que no se trata de imitar a Jesús, sino dejarlo ser en nosotros: Ella escribe: 9
“Cuando en el Evangelio de San Juan (Cap. 13, 34) leemos lo que llamamos el mandamiento nuevo: “Que se amen los unos a los otros como yo los he amado” sabemos que esto es posible porque Jesús da estos mandamientos después de habernos anunciado la Vid Verdadera. Si somos sarmientos de la Vid, desde luego que no podemos amar de otra manera sino como El ama. Sería absurdo que nos dijera ámense como yo les amo si fuéramos personas fuera de Él, si Jesús fuera un modelo a imitar. Jesús nunca es un modelo a imitar, porque el modelo es algo que está fuera de nosotros; yo puedo imitar a otra persona, pero a Jesús no lo vamos a imitar como un modelo porque Jesús está dentro de nosotros y nosotros somos parte de Él. Es el misterio de las gotas de agua que ponemos en el cáliz y de la levadura en la masa que tanto hemos meditado con los niños. “Aunque nos ayude hablar en términos de imitación y de Jesús como modelo, es importante qué entendamos que este modelo no se sitúa fuera de nosotros. Lo que El nos pide sería inimitable si El estuviera fuera de nosotros ¿cómo íbamos a poder ser perfectos como el Padre celestial si El estuviera en el cielo y nosotros aquí? Los niños nos dicen que “permanecemos en Jesús” a través de la oración, la Eucaristía, la confesión la lectura de la Palabra y creo que esta es la mejor manera de conocer al patrón, de relacionarnos con El. Sabemos que la máxima oración es la Eucaristía, por tanto nuestro amor y participación en ella debe ser constante. En una carta escrita por Sofía en 1986 sobre las características del catequista nos decía: “si la Eucaristía es un eje en la experiencia religiosa del niño y si esto es cierto, la Eucaristía es también el eje en la vida espiritual del catequista. Si nos atrevemos a hablar de una espiritualidad eucarística, cómo nutrirla es el problema que surge. Por una parte, Sofía considera que el retiro de la primera comunión es el retiro del catequista; “es el momento cuando los niños se preparan para su primer encuentro eucarístico y nosotros nos preparamos para nuestros encuentros eucarísticos repetidos”. Por otra parte, nos propone meditar una y otra vez los temas eucarísticos y ser muy cuidadosos en no hacerlo como repetición mecánica de cosas que parecieran ya conocidas. “Es de vital importancia meditar tanto textos bíblicos eucarísticos como litúrgicos, por ejemplo las varias oraciones eucarísticas, leyéndolas una y otra vez, meditando sobre ellas fuera de las celebraciones, comparar unas con otras, buscando los puntos comunes, las diferencias, los vacios y los defectos. Creo que la más importante preparación para la Eucaristía es la Eucaristía. Es en la Eucaristía donde todo toma vida, es el encuentro donde Cristo nos educa de un modo especial y nos ayuda hacer de nuestras vidas “una ofrenda permanente al Padre”. Considero que para María Montessori era tan importante la Eucaristía que escribió el libro: “La Santa Misa explicada a los niños” queriendo así que esta máxima oración tuviera un lugar en la vida de los niños, siendo visionaria en su tiempo. También Sofía, en un artículo titulado la Oración comunitaria de Noviembre de 2001, nos habla de la oración, la cual puede inspirarse en la de Jesús, quién a su vez se inspiraba en la del pueblo hebreo, superándolas y ella nos ayuda a ver su importancia: “Siete veces al día el hebreo se acerca 10
a su Señor para leer su Palabra, escucharla y dialogar con Él. Los primeros cristianos también l o hacían mediante la oración de maitines, laudes, vísperas, nona, tercia, etc. Desde entonces, nuestra madre y maestra, la Iglesia, recogió esa tradición de "escuchar" para llegar a "pertenecer" y a "permanecer". Y todos los sacerdotes, órdenes y congregaciones religiosas, recitan comunitariamente o de manera individual, cuando no les es posible hacerlo juntos, el breviario. El Concilio Vaticano II nos propuso a los laicos el rezo de laudes, vísperas y completas. Toda oración, es actividad del Espíritu en nosotros, es actuación recreadora del Espíritu de contemplación y de santidad y tiene por finalidad el discernimiento de la voluntad de Dios. Si examinamos la oración de Jesús, vemos que ésta se enraíza en las tradiciones judías, pero las supera. El hebreo llama a Dios "Señor", pero Jesús le llama y nos enseña a llamarle "Abba": P a d r e . A l u s a r e s t a p a l a b r a , J e s ú s n o s descubre, algo nuevo: la relación de Dios con nosotros en una relación de Padre amantísimo y quiere también que nosotros respondamos considerándonos sus hijos, conscientes de su inmensa bondad y amor y capaces de experimentar su maravillosa paternidad. La oración de Jesús, a la que debemos ajustar la nuestra, revela la presencia de Dios en su vida y la increíble capacidad de comunión a la que en Él, estamos llamados: La comunión con el Señor de la historia. Cuando rezamos, tres veces al día la oración litúrgica, nos acercamos a la Palabra de Dios mediante las lecturas del Nuevo y Antiguo T estamento y los himnos de los primeros cristianos, que son también, un canal por medio d el cual Dios se comunicó y comunica con los hombres y les transmite su Gracia, su don santificador. Le damos alabanza y gloria, en unión con toda la Iglesia de todo el mundo. Esta oración es diferente a cualquier "rezo" particular, ya que por medio de ella oramos unidos toda la Iglesia”. En nuestro Primer Encuentro Latinoamericano propusimos unirnos todos los catequistas del Buen Pastor todos los jueves en el rezo de laúdes. Es una oportunidad también para sentirnos unidos a toda la Iglesia para que así no olvidemos que precisamente nuestro servicio como “siervos inútiles” es también un servicio a la Iglesia. Por otra parte y en relación a este tema vemos en los libros de María Montessori, como continuamente hace alusión a citas bíblicas, a nuestro ser como Juan el bautista, quien decía: “Que yo disminuya para que El crezca” (Juan 3,30) y en La mente absorbente del niño hace referencia a su conocimiento de San Pablo, escribiendo: “Quisiera poder citar todos los poetas y todos los profetas y santos, pero no los conozco todos, ni me sería posible citarlos en sus diversas lenguas, muchas de las cuales desconozco. Permitid que recuerde las palabras de uno que conozco y que, cuando habló del amor se expresó con tanta fuerza que hoy, después de dos mil años, en todos los corazones cristianos aún resuenan con vehemencia estas palabras suyas: “Si hablando lenguas de hombres y de ángeles, no tengo caridad, soy como un bronce que suena o címbalo que tañe. Y si teniendo el don de profecía y conociendo todos los misterios y toda la ciencia y tanta fe que trasladase montañas, si no tengo caridad, no soy nada. Y si repartiere toda mi hacienda y entregare mi cuerpo al fuego, y éste me consumiera, no teniendo caridad, de nada me serviría”. (1 Cor 13, 1 – 3) 11
3. CONOCER A LA CREATURA A QUIEN SIRVE: Característica Nº 1: El niño, en particular su vida religiosa, está en el centro del interés y del compromiso del catequista del Buen Pastor: • él observa y estudia sus exigencias profundas y sus manifestaciones, según la edad; • las vive junto con él, según la enseñanza del Evangelio: “Yo os aseguro, si no cambiáis y os hacéis como los niños, no entraréis en el reino de los cielos” (Mt18,3) • prepara las condiciones necesarias para que esta vida pueda ser vivida y desarrollarse. El conocimiento del niño orienta toda acción que realicemos: estudiar y profundizar; observarlo siempre. Sofía, también, al hablar del papel del adulto y del carácter y los límites de su función, lo define como “siervo inútil” porque está al servicio de una potencialidad del niño que no es suya, y de una Palabra que no le pertenece, porque los resultados de su trabajo superan siempre las premisas; sin embargo debe ser “siervo”, es decir, no puede eximirse de un servicio que es necesario para el niño y también para la Palabra de Dios, teniendo bien presente que ante ella somos todos oyentes de un mensaje que, a través de hechos y palabras, Dios dirige a su pueblo. (S.C. Potencial religioso del niño, pág. 21) Reconocer al niño como nuestro maestro, maestro de espiritualidad. “La vida espiritual–dice Franz Marc8-‐ citado por Sofía, es distinguir lo que es esencial de lo que no lo es”; en tal sentido el niño es maestro de espiritualidad y puede ser para nosotros modelo para encontrar el camino del Reino: “Si no os hacéis como niños no entraréis en el Reino de Dios” (Mt 17,3). Saber que la principal fuente de conocimiento del niño es el niño mismo y por esto es preciso observarlo. Gianna Gobbi, nos habla acerca de esta preparación diciendo: “la Dra. Montessori exalta y toma como modelo la figura del científico, que observando e investigando la naturaleza, es capaz de olvidarse de sí mismo por amor de lo que observa y experimenta; este espíritu de paciencia lo califica y no los instrumentos y métodos que usa. El científico ejercita la paciencia porque alcanza su meta repitiendo el experimento, esperando los resultados cuando vengan, y ejercita la humildad porque descubre poco a poco cosas extraordinarias cada vez más profundas y grandiosas ante las cuales advierte su pequeñez, y se da cuenta que son cosas que no le pertenecen”. También Silvana Montanaro en la introducción a su bello libro “Un ser humano” expresa la importancia de conocer al niño diciendo: “Únicamente el amor por el niño, unido a un conocimiento científico, puede verdaderamente comenzar el proceso de una “nueva educación” capaz de ayudar en el desarrollo de seres humanos preparados para nuestro nuevo mundo” (pág. 12).
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Todos los esfuerzos, que como formadores de catequistas hagamos, para conocer más al niño desde esta visión Montessori y Cavalletti Gobbi, partiendo de la observación y estudiando la literatura que estas autoras nos han dejado, no será inútil para nuestro servicio. Y es que con el conocimiento del niño nos pasa como con la Palabra de Dios que es siempre nuevo, no se agota. Leemos y releemos y siempre encontramos algo más para comprender a los seres humanos. El niño y Dios son fuentes inagotables en Su Misterio y gota a gota se nos van revelando. 4. PREPARAR EL AMBIENTE: Característica Nº 2: Para este fin hace suya la visión del ser humano, de María Montessori y por tanto la actitud del adulto hacia el niño; prepara un ambiente que ayude al desarrollo de su vida religiosa: el atrio. Característica Nº 3: El atrio es la comunidad en la cual los niños, desde sus primerísimos años, viven junto con los adultos una experiencia religiosa, que les ayuda a insertarse en la comunidad más amplia: familiar, eclesial, social; • es un lugar de oración, en el cual el trabajo y estudio llegan a ser espontáneamente meditación, oración, contemplación y alegre experiencia; • es un lugar en el cual el único Maestro es Cristo; niños y adultos se ponen juntos a la escucha de su Palabra y buscan penetrar en el misterio de la celebración litúrgica. María Montessori hablaba a la guía de ser guardiana del ambiente y como su comportamiento debe centrarse en tres aspectos fundamentales, aspectos en los cuales también EL CATEQUISTA del Buen Pastor debe centrarse: en primer lugar, una de sus funciones más importantes es la de preparar el ambiente, es disponer todo para que el niño pueda desarrollar todo su potencial; al respecto ella nos dice: “la primera tarea de la educadora es el cuidado del ambiente, el cual debe preceder cualquier otra preocupación; se trata de un trabajo indirecto y si éste no está bien cuidado, no se obtendrán resultados eficaces y persistentes en ningún campo: físico, mental o espiritual”. “La función del maestro no es hablar, sino disponer una serie de motivos de actividad cultural en un ambiente especialmente preparado”. Una vez que ha preparado y dispuesto el ambiente para el niño, incluyéndose ella como parte de este ambiente, debe dirigir sus esfuerzos a ocuparse del comportamiento hacia los niños y atraer al niño hacia el trabajo: “debe ser la llama cuyo calor activa, vivifica e invita”. Debe fascinar a los niños, ayudándolos a que se inicien en la concentración. En tercer lugar, una vez que el niño ha logrado interesarse y concentrarse en algún trabajo, (casi siempre ejercicios de vida práctica) la educadora cuidará sus intervenciones para no intervenir ni afectar esta concentración y esto lo hará con tal discernimiento, tomando conciencia de cuándo una ayuda es necesaria y cuando es inútil. María Montessori nos dice: “la educadora debe estar muy atenta; no interferir significa no interferir de ninguna forma. Entonces, es cuando la educadora comete más errores con más facilidad” y continúa: “debe saber que el interés del 13
niño no se concentra solo sobre el trabajo, sino más bien sobre el deseo de superar las dificultades”. “las alabanzas, la ayuda e incluso solo una mirada pueden bastar para interrumpirlo o para destruir la actividad; una vez iniciada la concentración, debe actuar como si el niño no existiera, podrá ver lo que hace con una rápida ojeada, pero sin hacerse notar’. Así mismo debe ser también cuidadosa cuando se presentan problemas a los niños, sin intervenir y permitiéndoles resolverlos a ellos mismos; debe estar atenta a cuando el niño haya agotado las actividades posibles con las que trabajaba y presentarle nuevos objetos. Esta habilidad de saber cuándo intervenir surge de la grandeza espiritual del educador y solo se adquiere con la experiencia, al reconocer que a quien se sirve es al niño, al espíritu del niño. Para entender un poco esta misión del guía María Montessori nos da el ejemplo del criado que dispone todo para su patrón y luego desaparece: “el criado conserva ordenados los cepillos del patrón, pero no le dice cuando usarlos, prepara con cuidado su comida, pero no le ordena comer, presenta bien los platos, sin comentarios y luego desaparece. Así debe actuar el guía con el espíritu en formación del niño. El patrón a quien sirve la educadora es el espíritu del niño: cuando éste manifiesta un deseo, debe estar dispuesta a satisfacerlo. El criado no va a molestar al patrón cuando está solo, pero si este lo llama acude para saber que desea y responderá: sí señor. Admira si le piden que admire y dice: qué bonito! Así no vea belleza alguna. Así cuando un niño realiza un trabajo con gran concentración no debemos interponernos, pero si demuestra deseos de nuestra aprobación, otorguémosela generosamente”. (Gobbi, Gianna. Algunos Principios Montessorianos aplicados a la Catequesis de los niños p. 16) La guía debe tener presente que no se trata de hacer las cosas por el niño, sino de proporcionar los medios necesarios para que él las pueda hacer solo. Este es uno de los grandes propósitos del método montessori; ayudar a que los niños adquieran independencia física bastándose a sí mismos, independencia de la voluntad con la propia y libre elección e independencia de pensamiento con el trabajo realizado sólo y sin interrupción. Esta es su gran misión al servir al espíritu del niño. La actitud del adulto, del catequista, dependerá en su mayor parte de la manera en la que nosotros miramos al niño. “Si se ha visto que los niños tienen grandes capacidades religiosas, que son de una calidad especial, diferente de la del adulto, esto se verá reflejado en la actitud del adulto hacia él. Si se ve a los niños como seres vacíos que no tienen ni saben nada, entonces el adulto tiende a formarlos de acuerdo con su propia experiencia. Si el niño tiene su propia especial riqueza religiosa, lo que necesitamos hacer es ayudarlos a cuidar y a nutrir esta riqueza interior. (ACOFOREC, El Buen Pastor llama por el nombre a sus ovejas, pag 15) 5. DISPONER Y CUIDAR LOS MATERIALES: Característica Nº 17: Los niños tienen a su disposición un MATERIAL que, por medio de su actividad personal, ayuda a la absorción, en forma meditativa, del tema presentado.
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Nº 18: El material debe ser atractivo, pero muy sobrio, estrechamente ligado al tema que quiere presentar, sin adornos superfluos, que distraerían de la importancia y de la esencialidad del tema mismo. El material debe ser simple, esencial y pobre, para así hacer resaltar más la riqueza del contenido. Nº 20. El material debe ser fiel a los modelos experimentados con base a las exigencias del niño, según las fases de su edad evolutiva. Nº 21: El material permite al catequista ocupar el lugar que le corresponde: el del “Siervo inútil” (Lc 17,10). Esta expresión del Evangelio se entiende en el sentido de que el adulto tiene una tarea y una función que cumplir, cuyos resultados, sin embargo, superan ampliamente aquello que hace, porque el único Maestro es Cristo. Es importante tener claridad en el propósito del material, considerando que hay diferentes momentos en la catequesis; el primer momento de escuchar y recibir el mensaje y el segundo cuando el que escucha “reconsidera dentro de sí mismo lo que ha oído”. Enseñar se traduce al italiano como "insegnare", que significa mostrar un camino, señalar a un punto, para ayudar a la persona a dirigir su mirada hacia cierto lugar. Pero para alcanzar este punto, cada quien debe ir por sí mismo, oyendo, escuchando y respondiendo al Maestro interior. El propósito del material es ayudar al niño durante este segundo momento del aprendizaje, para ayudarle a meditar en lo que le ha sido anunciado, y para hacerlo a su propio ritmo, sin la interferencia del adulto, con el Maestro interior: este es un misterio entre Dios, quien habla a sus creaturas, y el niño. La presencia del adulto en el material está, ya que ha sido preparado por adultos y comprobado de acuerdo con la observación de las reacciones del niño frente a este. Por tanto, la ayuda que el catequista ofrece al niño es indirecta porque en determinado momento debe apartarse y dejar al niño tener solo su propia experiencia de encuentro con Dios. El material para cumplir con este propósito, debe de ser, lo sabemos bien y lo debemos transmitir en los cursos, sencillo, íntimamente unido al tema propuesto, es decir objetivo y sin distracciones. Sofía al respecto nos dice: “Un buen material es aquel que nos lleva a decir "Que grande es el mensaje contenido en Él". El material debe ser simple y esencial, sin adiciones innecesarias, centrado en el punto teológico. E l material debe ser " p o b r e " . U n material que es demasiado "rico" conlleva el riesgo de atraer la atención sobre sí mismo, distrayendo del mensaje al que se supone debe servir. Yo creo que el gran impacto que el material tiene en los adultos depende p recisamente d e s u " pobreza". A sí p ues, m e g ustaría c onocer s us p untos d e vista s obre u n " buen" m aterial”. (ACOFOREC, El Buen Pastor llama por el nombre a sus ovejas, pág. 47 -‐ 48) 6. DISPONER SU SER PARA EL SERVICIO:
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Característica Nº 23: La actitud del adulto debe estar sellada por la humildad frente a las capacidades del niño, estableciendo con él una correcta relación, que lo lleve al respeto de su personalidad y a la espera de que él se revele. Nº 24: Las tareas del catequista comprenden: • profundizar el mensaje cristiano a través del conocimiento de las fuentes bíblico-‐litúrgicas, de su vida en la tradición y de los movimientos teológicos, ecuménicos y sociales que animan hoy la vida de la iglesia; • preparar y conservar en orden el atrio de modo que sea un lugar que ayude a la concentración, al silencio, la contemplación del niño y del adulto; • preparar el material personalmente, ayudándose de colaboradores en aquellos campos que exceden sus capacidades. María Montessori y también Gianna recalcan la importancia del examen de conciencia; darnos cuenta, saber que nuestra misión requiere de una preparación muy completa e integral porque según la Dra. Montessori: “el educador necesita disponer de una preparación especial, porque nuestra lógica no puede resolver los problemas. Debemos conocer el desarrollo del niño y abandonar nuestras ideas preconcebidas. Para seguir la mente de un niño de tres a seis años se precisa tacto y delicadeza, y un adulto casi nunca tiene estas virtudes en grado suficiente. Afortunadamente el niño adquiere más del ambiente que del educador; pero debemos conocer su sicología para ayudarlo tanto como podemos. En cuanto este manejo de material, la maestra ha de tener presente que el material Montessori es un material de desarrollo que sirve al niño y no un material didáctico que sirve a la maestra. Ella es el enlace entre el niño y el material. Así como el profesor de un gimnasio ofrece los instrumentos para ayudar al desarrollo físico del individuo, el material Montessori pone a disposición del niño los medios de desarrollo mental para que pueda fortalecer su carácter y adquirir un estado de salud interior. En cuanto a la preparación espiritual, el guía debe llevar a cabo una profunda preparación interna que alerte su conciencia para estar sensible a las necesidades de los niños y para auto conocerse. Esta preparación responde a la necesidad que el niño tiene de un trato apacible y sin ninguna violencia, ya que algunas veces no nos damos cuenta de nuestra dureza y violencia. María Montessori afirma: “la preparación para la educación es un estudio de nosotros mismos, y la preparación de un maestro que tiene que ayudar a la vida implica bastante más que una simple preparación intelectual; es una preparación del carácter, una preparación espiritual”. 1 (Montessori, María. La mente absorbente del niño. p. 174) Al hacer un estudio de sí mismo, el educador tomará conciencia de aquellos defectos que le impiden servir al niño e iniciará un proceso de transformación interior, de auto preparación, reconociendo su fragilidad. Más que ver los defectos del niño, debe caer en cuenta de los propios y para esto necesita de una ayuda exterior, de tal manera que deberá ser educado para realizar su labor de educar 16
Los principales defectos que la Dra Montessori ve en el adulto son el orgullo y la ira; el orgullo que nos hace sentir superiores al niño y considerarlo como un recipiente vacío esperando ser llenado con el conocimiento y experiencia del adulto y no un ser que deba desarrollar su propio potencial; y la ira que aunque no significa violencia material, es una reacción a la resistencia del niño y que al unirse al orgullo asume la forma de la tiranía, colocando al adulto como dominador del niño por el solo hecho de ser adulto y considerarse creador del niño. En su libro El niño el secreto de la infancia, María Montessori expresa como debe ser esta preparación de la guía, refiriéndose a los defectos ya citados: “la preparación exigida al maestro por nuestro método, es el examen de sí mismo. La renuncia a la tiranía, debe expulsar de su corazón la cólera y el orgullo; ha de saber humillarse y revestirse de caridad. Estas son las disposiciones del alma que ha de adquirir, la base esencial de la balanza, el punto de apoyo indispensable de su equilibrio. En eso reside la preparación interior: el punto de salida y la meta”. Pág 238 También en esta preparación, el educador empezará a forjar virtudes que le exige su tarea, “la educadora montessoriana se enfrenta con un niño que por así decirlo, aún no existe. Las educadoras que acuden a nuestras escuelas deben tener una especie de fe en que el niño se revelará a través del trabajo. Deben librarse de toda idea preconcebida referente al nivel en que pueden encontrarse los niños”. (Montessori, María La mente absorbente del niño pág 347) Además de esta fe, es precisa la humildad por parte de la guía al reconocer su papel secundario y esforzándose por comprender al niño, ayudarlo y apoyarlo en su desarrollo. Fe, humildad, paciencia y un respeto profundo para con el niño son virtudes que el guía habrá de ejercitar si quiere realmente servir al niño y a la humanidad. Gianna en el libro Algunos principios Montessori aplicados a la catequesis de los niños, cita a María Montessori quien nos dice: “En vez de la palabra debe aprender el silencio; en vez de enseñar debe observar; en vez de la dignidad orgullosa de quien quiere aparecer como infalible, debe asumir una vestidura de humildad”. Y complementa Gianna: “si esta es la actitud correcta para cualquier campo de educación, tanto más lo será en el campo de la educación religiosa, donde nada pertenece al adulto, ni el ánimo del niño, ni lo que transmite, que pertenece a Dios y lo que Dios dona por su bondad y alegría” (pág 16) Por último, es de gran importancia saber que esta preparación integral de la guía se va dando poco a poco hasta que la educadora podrá decir: “He visto al niño como debe ser y lo he encontrado superior a cuánto podría suponer. Esto es comprender a la infancia; no basta saber que el niño es Juan, que su padre es carpintero o algo parecido; la educadora debe conocer y vivir el secreto de la infancia. Cuando los niños manifiestan su espíritu, se comprende, quizás por primera vez, qué es realmente el amor. Este espíritu transforma a la educadora en su revelación”. ( Montessori, María La mente absorbente del niño p.355 ) De ahí se derivan todas esas actitudes básicas del científico que debe poseer la guía: observar, esperar, respetar, admirar, estudiar y repetir, con humildad.
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Gianna, a su vez, nos dice cómo la Dra Montessori sugería que cada maestra precediera su trabajo con un examen de conciencia, reconociendo tener dos pecados capitales: el orgullo y la ira. El orgullo porque nos hace sobrevalorar nuestra obra en la formación del niño y la cólera que deriva de ver nuestro alumno, considerado como posesión nuestra, que no responde a cuanto esperábamos de él. (pág 17) “En la oportunidad de intervenir y en la manera de intervenir está su arte personal de educador. La maestra debe dirigir la actividad del niño de manera discreta, dejándolo actuar por sí solo, cada vez que sea capaz y con frecuencia nosotros lo consideramos incapaz, interviniendo para ayudarlo y en realidad alejándolo del camino del desarrollo normal” María Montessori escribió en 1926: “lo que es importante, es que tú, niño, desarrolles en su más grande plenitud y belleza, el germen divino que fue puesto en el secreto de tu alma y yo me haré tu servidora” (Cultura popular) 7. EL SILENCIO Y EL AUTOCONTROL Característica Nº 27: La catequesis del Buen Pastor quiere ayudar a los adultos a abrir los ojos a las riquezas desconocidas del niño, en particular a las religiosas, para atraerlos a ponerse a su servicio y a aprender de él. • No busca el éxito. • No hace ruido (Isaías 10,33 -‐ 11,10) • Es fiel al espíritu de la semilla de mostaza (Mateo 13,31) • Es solidaria con los más pequeños en la Iglesia. No hacer ruido, actuar en el silencio propio del alma que siempre busca a Dios, que sabe que el bien no hace ruido porque es más fácil en el mundo de hoy sentir el ruido de un árbol al caer que el silencio de un bosque que crece. “Si el silencio es un elemento esencial de la escuela Montessori, lo es de manera muy particular en un centro de catequesis. No puede haber oración sin silencio, se necesita la costumbre del silencio; los ejercicios del silencio son un punto de partida para llegar a la oración entendida como un diálogo interior en el cual se escucha a Dios y se habla con El. Se debe enseñar a los niños el modo de lograr este ejercicio, que propondremos cuando los niños están tranquilos y hay poco ruido en el salón, y no como medio de llamar a la disciplina. Algunas veces, cuando el silencio es completo, se podrá sugerir en voz baja y solemne un versículo de un salmo o bien un canto. (G. G. Algunos Principios Montessorianos, pág. 46) El silencio sirve al niño de dos formas, la primera sirve a la segunda. La primera se refiere a que al hacer silencio aumenta el autocontrol del niño, no para inhibirse en forma negativa, sino como una experiencia positiva de consciencia. “La llamada” por su nombre es una parte esencial del juego, primero es el silencio y después es la voz del silencio; su poder de la voluntad se pone a
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prueba al inhibir todos sus movimientos y ser capaz de escuchar y responder a la llamada, cuando ésta llega abriéndose paso a través del silencio que ellos han logrado. La segunda forma del silencio consiste en que al hacer este silencio el niño percibe su vida interior, que aún cuando está en forma inconsciente es muy real. El silencio de la inmovilidad suspende la vida normal y el trabajo, y no tiene ningún propósito; toda su importancia y fascinación viene del hecho que al suspender la rutina ordinaria de la vida, eleva al individuo a un nivel más alto. María Montessori lo comparaba con la meditación y con una experiencia religiosa y percibía que había algo más de lo que veía: que había un ser espiritual. Estos ejercicios de silencio hacen a los niños más tranquilos y les disminuye la agresividad y el desorden. Por otra parte, en cuanto al autocontrol, debemos no solo ayudar a que el niño lo consiga a través de los ejercicios de control de movimiento que se proponen al inicio en el atrio, sino también, debemos procurarlo en nosotros. El que no está atento y su vida su llena de «movilidad» es que tiene poca salud. La movilidad no favorece. Sólo la atención nos puede dar paso a la presencia de Dios en nuestra vida. Gianna nos dice “es necesario para nosotros los adultos controlar nuestros movimientos y nuestros gestos, para esto es útil también para nosotros hacer algunos ejercicios de control de movimiento”. (Algunos Principios Montessori aplicados a la catequesis de los niños, pag 35) También, en nuestros atrios dar toda la importancia a los ejercicios de control de movimientos al iniciar el trabajo con los niños, considerando que su utilidad reside en permitir a la actividad infantil una expansión ordenada porque a través de estos se unen armoniosamente mente y músculos y preparan a la posesión de la voluntad, a una obediencia natural, lo cual lleva a la concentración y finalmente a la oración. Montessori escribió: “el maestro se mueve silencioso y suavemente; se acerca a quien le llama, observa de manera que cualquiera que pueda necesitarlo, sienta su presencia inmediatamente, y quien no lo necesita, no se da cuenta que existe” (El niño ¿??, pág libertda….) “En el silencio, cuando los movimientos son ordenados puede desarrollarse la sensibilidad interior llamada “sentido religioso o sentido espiritual”. (María Montessori, citada por >Gianna Algunos Principios Montessorianos… pag 46). 8. LA ESENCIALIDAD: Característica Nº 7: El catequista del buen Pastor no mezcla en la catequesis otras temáticas que estén fuera de la esencialidad y especificidad de las exigencias del trabajo con los niños. En un artículo de Sofía Cavalletti, titulado Esencialidad y publicado por ACOFOREC en el libro El buen pastor llama por el nombre, pág 35 encontramos como la esencialidad es esa severa disciplina que llevó a que Sofía y Gianna pudieran escoger los temas a proponer al niño – y en este afirma:” ¡las cosas más grandes darlas a los más pequeños!-‐, y el lenguaje usado para presentarlas: “nada de elementos complicados, nada de diminutivos. A veces, aunque sea una sola palabra de 19
más, es suficiente para desviar la atención de los pequeños y molestar la capacidad de contemplación, de la cual son ricos”. Lo que se pide al adulto es una austeridad, que no le permita divagar en expresiones superfluas, que quizás satisface su ambición de fino orador o escritor”. “Podemos decir que lo que se requiere del adulto es un espíritu de pobreza, que le permita poner en evidencia el mensaje que lleva, buscando desaparecer detrás de él. “Mi doctrina no es mía, sino de Aquel que me ha enviado” Jn 7,16 son palabras que Juan reporta como palabras de Jesús. ¿Quién es el catequista ante el mensaje que lleva?...” “Es precisamente de la esencialidad, de la austeridad, de la conciencia de su pobreza que el catequista alcanzará la alegría más grande. Quitando todo lo superfluo, mirando únicamente el mensaje que transmitimos, lograremos percibir progresivamente la luz, que aparece siempre más grande y profunda, atrayente y sin límites, y por su encanto estaremos cada vez más capturados y encantados. Entonces el camino hacia la profundidad del Misterio, será un camino que pequeños y grandes recorreremos juntos, en un encanto común”. “En ambos momentos de la catequesis, el catequista debe recordar que es aquel “siervo inútil” y por tanto, en el ejercicio de su servicio, debe buscar de ocupar el lugar más desapercibido posible poniéndose aparte para no interponerse en la “conversación interior” que debe nacer entre el único Maestro y el discípulo y debe recordar que es aquel “vaso de barro” que contiene un “tesoro” del que habla San Pablo (2 Co. 4,7). Y debe ayudar para que sea hacia el “tesoro” que converja la mirada, sin que se distraiga con elementos secundarios. El “vaso” debe ser lo que estorbe lo menos posible. Cada injerencia personal por parte del “vaso de terracota”, en detrimento de su contenido y por tanto del “tesoro”, llevaría a un oscurecimiento de su riqueza y de su belleza. Cada injerencia personal del “siervo inútil” correría el riesgo de anteponerse a la voz del único Maestro”. “Los contenidos de la catequesis son tan grandes que no permiten posteriores embellecimientos y cada intromisión de carácter personal arriesgaría el ensombrecerlo y malgastarlo. Se requiere del catequista -‐yo creo-‐ una austeridad absoluta frente a la grandeza del Misterio, una capacidad de hacerse a un lado, para que sólo Él ocupe todo el espacio con su esplendor. Él se manifestará de manera cada vez más grande y abismal y nos subyugará -‐a catequistas y catequizados-‐ con fuerza siempre creciente”. “El catequista se encontrará así en la posición de aquel o aquella que al mismo tiempo actúa y contempla”. (Tomado del Libro El Buen pastor llama por el nombre, ACOFOREC Esencialidad. Pág 35). 9. RESPETO AL RITMO: Saber esperar, ir al ritmo del pequeño que es mucho menor que el nuestro, ir al ritmo del Espíritu que no tiene prisa. 20
Característica Nº. 8: Las reuniones semanales duran al menos dos horas, de las cuales una pequeña parte está dedicada frecuentemente, a la exposición de un tema, por parte del catequista y la mayor parte a la actividad personal del niño. Nº. 11: Al anuncio anual de las celebraciones de la primera Comunión, los niños responden según su deseo y su madurez personal, que disciernen con la ayuda de su familia, de sus catequistas y del sacerdote. Nº. 12: La celebración de la primera Comunión está precedida por un período intenso de preparación, constituido por encuentros semanales especiales con los que van a hacer su Primera Comunión, además de los habituales. Nº. 13: El retiro de la primera Comunión dura por lo menos cuatro días, desde la mañana hasta la tarde, durante los cuales es esencial: • la celebración cotidiana de la Eucaristía; • dejar que los niños puedan detenerse tranquilamente en todo cuanto conocen, sin dar presentaciones nuevas; • prolongar su duración hasta la tarde, también el día de la primera Comunión, para que los niños no se distraigan demasiado pronto de cuanto han vivido. Sofía, en un artículo escrito en 1997, titulado EL RITMO DE LA CATEQUESIS aprendamos de los campos, afirma que: “en nuestro mundo todo tiende a la aceleración y nosotros estamos siempre de prisa. Nos contagiamos de este movimiento constante, que tiene, evidentemente, muchos aspectos positivos. Bastaría pensar cuántas posibilidades ofrece para las comunicaciones y para las relaciones. Sin embargo, hay un campo que se escapa de la que parece ser una ley general: la naturaleza y su vegetación”. “Hasta una pequeña planta puesta en nuestra ventana nos enseña la misma lección: "¡Cómo me gustaría ver a todas mis plantas florecidas!", pero me dicen: "no es la estación. Es necesario esperar'. El ritmo de la naturaleza no se ha acelerado, las cuatro estaciones llenan todavía todo el año. La vegetación muestra una sabiduría que deberíamos saber reconocer también en el campo humano y especialmente en el de la educación. Cuando digo "educación" entiendo la obra que nosotros debemos desarrollar sobre otros y -‐de modo especial-‐ sobre nosotros mismos”. “A mí me parece que los secretos más grandes de nuestro mundo están escondidos -‐¿o más bien revelados?-‐ en lo cotidiano de la vida, en esos fenómenos que, justamente por ser cotidianos, corren el riesgo de pasarnos desapercibidos”. “Las parábolas de la semilla de mostaza, de la levadura, de la semilla de trigo que al caer en la tierra da mucho fruto ¿no nos indican quizás los aspectos fundamentales de la vida, y nos invitan a detener la mirada sobre fenómenos aparentemente banales que están constantemente frente a nosotros? Pero para verlos necesitamos tiempo. No basta una mirada fugaz para ver en la semilla 21
de mostaza el misterio de la Vida, que se realiza pasando de un menos a un más, ni para ver en la semilla de trigo el misterio de la muerte y de la vida”. “En nuestro trabajo de catequesis, hay personas que quisieran acelerar los tiempos, abreviar los períodos de preparación, ya sea personal o del material. En estos casos, el deseo de llegar lo más rápido posible a transmitir lo que se ha recibido es un mal consejero”. “El regresar en nuestras reuniones sobre los mismos temas y ver cómo se amplían" frente a nosotros conduciéndonos siempre más profundamente en la medida en que nos vamos haciendo capaces de concentrarnos sobre su punto más esencial, nos coloca frente a la simplicidad de las cosas grandes -‐esa simplicidad frente a la cual nos sentimos al mismo tiempo perdidos y atraídos, porque nos hace tocar con la mano cómo "lo sencillo" no tiene límites. Pero, para que lo "sencillo" nos revele sus secretos, necesitamos tiempo”. “El tiempo que pasamos con nuestras seguetas, con nuestras agujas de bordar, con colores realizando un trabajo, (que no siempre se ve perfecto) ¿no es quizás para nosotros un tiempo de meditación tranquila en un justo equilibrio entre corazón y manos? Seguramente un artesano lo hubiera hecho más bello que nosotros, pero nosotros, ¿no habríamos perdido un tesoro?” (Tomado del Libro El Buen pastor llama por el nombre, ACOFOREC El ritmo de la catequesis. Aprendamos de los campos. Pág 38 y 39). 10. LA COMUNIDAD: Característica Nº 22: Los catequistas trabajan en armonía y unidad entre ellos para ponerse en sintonía con el proyecto de Dios acerca de la historia y con la exigencia de unidad tan fuertemente expresada en las parábolas del Buen Pastor (Jn 10,1ss) y de la Vid verdadera (Jn 15,1ss). Ponen generosamente al servicio de todos, las propias capacidades y experiencias. No. 26. El trabajo con los niños en el atrio es el compromiso principal del catequista del Buen Pastor, compromiso que, sin embargo, lo abre a la catequesis en su conjunto, en la disponibilidad a aquellos servicios que pueden ser necesarios. Nº 30: La Catequesis del buen Pastor ofrece sus servicios a la diócesis y por tanto trabaja en comunión con el Obispo. Nº 31: Cada atrio se apoya en la ayuda de un sacerdote, que conozca a los niños en particular en su dimensión religiosa, que celebra con ellos la Eucaristía y el sacramento de la Reconciliación, y que actúe en armonía con el espíritu de la Catequesis del buen Pastor. La relación entre el atrio y la comunidad es muy importante. Nuestra fe implica la comunidad. El atrio no solo es el lugar para el niño y su catequesis, sino que la comunidad es más amplia porque incluye a todos los adultos. Como nos lo dice Sofía: “sus funciones son complementarias, al atrio sin la comunidad puede faltarle el oxigeno vigorizante necesario para una vida plena. Como resultado, el atrio puede llegar a ser un invernadero para cultivar plantas que pueden no tener la 22
resistencia necesaria para vivir en el mundo exterior. La comunidad sin el atrio, como infortunadamente es común que suceda, contiene un riesgo también. El riesgo es que el "o esté cerca de grandes verdades y las pase sin notarlas, podría ir por su propio camino impasible ante las maravillas del mundo que lo rodea, sin ser tocado por el encantamiento que la Palabra de Dios, en la que se revela El mismo, debe crear en nosotros”. (El Buen Pastor llama por el nombre, ACOFOREC pag. 16) “La parábola de la Vid Verdadera nos permite penetrar el misterio de la comunión de vida que une al hombre con Dios a través de la mediación de Cristo y a la persona con las personas, en Cristo. El texto habla de Cristo que es la Vid Verdadera y de las personas que somos las ramas y del Padre que es el viñador. Así como la misma savia corre a través de cada parte de la planta, así también en la Vid Verdadera, hay un sólo principio vital, que es el mismo en Cristo y en cada rama de la Vid: la vida de Cristo Resucitado, la plenitud de la Vida de Dios”. “La Vid Verdadera necesita gente para producir esos frutos que dan gloria al Padre. El Pan fraccionado es ofrecido a cada persona, pero cada una debe estar preparada para extender su mano a todos sin distinción, en el gesto de la paz. De esta manera la acción del hombre se inserta en el vasto designio de la historia, que está en proceso de ser construida, y si la historia envuelve a las personas y a las cosas en un plan de comunión, entonces la resonancia de las acciones del hombre son cósmicas también”. También la Historia del reino de Dios -‐ Proyecto de comunión, nos permite ver esos puentes invisibles con que estamos unidas todas las ramas de la vid, en donde el hombre empieza a trabajar y ha dejado el producto de su trabajo a otros, y nosotros, el día de hoy, aún disfrutamos el producto del trabajo de personas muy distantes de nosotros en el tiempo.
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