Baroyeca: Propiedad y trabajo en una mina sonorense a fines de La Colonia

Baroyeca: Propiedad y trabajo en una mina sonorense a fines de La Colonia Nicolás Pineda Pablos1 Fue la minería la actividad económica más socorrida

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Baroyeca: Propiedad y trabajo en una mina sonorense a fines de La Colonia

Nicolás Pineda Pablos1 Fue la minería la actividad económica más socorrida por los colonos sin sotana ni espada en el Noroeste novohispano del Siglo XVIII y fue ésta también el principal punto de convergencia y mayor contacto con los antiguos moradores equívocamente llamados "indios" que acudían a estos polos de desarrollo de la colonia, atraídos por la libertad y las oportunidades de movilidad social que esta actividad les brindaba. David Brading y Evelin Hu de Hart, entre muchos otros autores, asientan que las minas representaban una vía de escape atractiva para los indígenas debido no sólo al hecho de que eran trabajadores libres, sino que además los trabajadores mineros constituían una especie de aristocracia laboral 2 que se distinguía por su movilidad y despilfarro. Son pocos los estudios concretos que se han hecho sobre la vida y la gente de los pueblos mineros de Sonora en la Colonia. La mayoría de los 3 documentos reseñados por Ocaranza son relaciones de hallazgos y descubrimientos de minas así como de su emborrascamiento y abandono que poco o nada nos dicen sobre la gente que las trabajó y habitó, ni nos aclaran si es válida para Sonora la descripción que hace Fernández de Lizardi de los reales de minas en el Periquillo Sarniento: Luego que... se descubren una o dos minas, se dice estar aquel pueblo en bonanza, y es precisamente cuando está peor. No bien se manifiestan las vetas cuando todo encarece; se aumenta el lujo; se llena el pueblo de gentes extrañas, acaso las más viciosas; corrompen éstas a los naturales; en breve se convierte aquel real en un

–––––––––––––– 1

Profesor e investigador de El Colegio de Sonora, [email protected] Véase D.A. Brading, Mineros y Comerciantes en el México Borbónico (1763-1810), México FCE, pp. 201-202 y Evelyn Hu-Dehart, Missionaries Miners and Indians, Tucson, Arizona, The University of Arizona Press, 1981, pp. 41-42. 3 Fernando Ocaranza, Crónicas y Relaciones del Occidente de México, Tomo II, Capítulos XXXVI y XLVIII, México, Antigua Librería Robledo de José Porrúa, 1939. 2

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teatro escandaloso de crímenes; por todas partes sobran juegos, embriagueces, 4 riñas, robos y muertes y todo género de desórdenes.

Este trabajo trata de hacer un acercamiento a la actividad minera en la Colonia. En particular trata de exponer y analizar el caso de la mina llamada Nuestra Señora de los Dolores, alias La Grande, en el año 1807. Esta mina estaba ubicada en la comarca del Real de Baroyeca, en la antigua provincia de Ostimuri, ubicada entre los ríos Yaqui y Mayo, y próxima a los pueblos de los indios que habitaban la delta de dichos ríos. El trabajo consta de tres partes, cada una en cierto modo independiente de las otras. La primera parte describe a grandes rasgos los altibajos y bonanzas y decadencias del real de Baroyeca, en el período 1700-1850. La segunda se refiere a los actores protagonistas en el juicio de sucesión de la mina, es decir, la clase propietaria. La tercera habla sobre los trabajadores a los que aquí se les llama operarios, su remuneración y algunos aspectos de sus condiciones de trabajo y de la producción de la mina.

Las bonanzas y tristezas del mineral de Baroyeca El real de Baroyeca se formó hacia el año 1701 con cierto número de minas y con un vecindario "competente".5 Almada cita incluso los nombres de 17 fundadores varones adultos, todos con apellidos españoles.6 Pero a este real le sucedió lo que a los demás, después de unas dos o tres décadas, sus minas se emborrascaron, la gente emigró y quedó convertido en pocos años en un triste poblado. Esta tristeza demográfica se acentuó aún más con la gran rebelión de yaquis y pimas a partir de 1740, que atrapó a Baroyeca en el centro mismo de la región rebelde y que arrasó y ahuyentó casi por completo los pocos enclaves de colonización civil con que contaba la provincia de Ostimuri. Beleña, el adelantado de José de Gálvez en su visita a estas tierras, reporta que antes de esta rebelión había en la provincia 57 ranchos y haciendas, de las cuales sólo quedaron 4 al concluir esta guerra.7 En este conflicto, sin embargo, Baroyeca –––––––––––––– 4

J.J. Ferández de Lizardi, El Periquillo Sarniento, México, Porrúa, 1965, p. 309. Ocaranza, Crónicas y relaciones…, p. 47. 6 Francisco R. Almada, Diccionario de Historia, Biografía y Geografía Sonorenses, Hermosillo, Gobierno del Estado, 1983, p. 85. 7 Eusebio Ventura Beleña, “Manifiesto de la Conducta” (104-3-3), arts. 144-146, Descripción Geográfica Natural y Curiosa de la Provincia de Sonora 1764. Citado por I.H. Priestley, José de Galvez Visitor General of New Spain (1765-1776), Berkeley, University of California Press, 1916, pp. 268-270. 5

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no se extinguió sino que adquirió importancia estratégica ya que fue hecha cabecera de la provincia y centro de operaciones de la Compañía Móvil,8 además de continuar siendo la sede del cura secular de la provincia de Ostimuri. Para 1768, una vez pacificada la región y después de expulsados los misioneros jesuitas, la situación del mineral continuaba sin mejorar y se nos refiere que: Los moradores se dedican a otras obras y se encuentran fuera del poblado, las minas, inclusive la del minero más importante del lugar, Luis Francisco Flores, se hallan aterradas, aguadas o despobladas, son siete en este caso... por falta de 9 caudales o ‘facultades’.

Es hasta 1792 cuando Baroyeca se repobló nuevamente "con mucho vecindario" al entrar en bonanza una vieja mina de plata situada tres leguas al sur del pueblo. Esta mina no contenía sus metales en forma de veta, sino en 10 "ojos" que podían rendir entre 15 y 30 marcos de plata por carga de metal. Ocaranza menciona que hubo un "ojo" que rindió a su dueño 16 cargas de metal que produjeron 13 marcos por arroba. Además de los vecinos bien establecidos, se concentraron también nativos que se mantenían como "resgateadores" y gambusinos en las minas, y sembraban, en tiempo de aguas, pedazos de tierra con maíz y frijol para la subsistencia misma de la 11 población. Esta mina, Pradeau la identifica como La Grande y no es otra que la que en este trabajo llamamos "Nuestra Señora de los Dolores, alias La 12 Grande". Velasco nos dice que al interés de bonanza tan grande se reunieron gentes en gran número de dentro y fuera de Sonora y Sinaloa, habiendo hecho capital muchos mercaderes y viandantes que concurrían allí y que gracias a la bondad

–––––––––––––– 8 Informe de Casimiro de Esparza, Justicia Mayor de la Provincia de San Ildefonso de Ostimuri y Capitán de Gerra de sus Fronteras, ff. 113 y 126. Citado por Frederique Langue, “Problemas y perspectivas de la minería en Sonora 1770-1780”, Memoria del X Simposio de Historia y Antropología de Sonora, Hermosillo, 1986, p. 119. 9 Ibid, pp. 110 y 113. 10 Un marco es igual a 8 onzas, lo que da un total de 230.20 gramos. Una onza corresponde a 28.77 gramos. 11 Ocaranza, obra citada, p. 112. 12 F. Pradeau, Baroyeca (Sobretiro del Boletín de la Sociedad Mexicana de Historia), México, 1954, p. 9. Véase también H.H. Bancroft, History of the North Mexican States and Texas, vol. 1, 1531-1800, San Francisco, 1884, p. 751.

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de la mina y la caridad de su propietario, el Padre Valdéz, había modo de que todos viviesen de la mina y no hubo pobreza en ese tiempo en Baroyeca.13 No hay noticia precisa de a cuanto ascendía el vecindario "competente" o "crecido" del real en los años de bonanza de las décadas de 1790 a 1810, pero nos da una idea la cifra de 2 mil 460 habitantes que Velasco cita para 1822, cuando se había iniciado ya su decadencia. 14 Otra manifestación del auge económico fueron las mejoras materiales hechas a la iglesia del lugar y los atuendos y ornamentos con que fue enriquecida. La iglesia, que estaba construida de adobe, pero revestida de ladrillo y mezcla, fue ampliada en esta época agregándole una torre de cal y canto con tres cuerpos rematados con una veleta. Además, la iglesia fue dotada con ornamentos de pura plata y la imagen titular de Nuestra Señora de Loreto fue adornada con alhajas valuadas, según nos dice Velasco, en más de 30 mil pesos.15 Por lo que respecta a las fiestas, hay referencias de la tradición oral de que las fiestas de Baroyeca eran famosas en la región. Sobre este aspecto sólo he encontrado una referencia tardía consistente en una carta del 1° de agosto de 1835 que envía el Presidente del Ayuntamiento local solicitando permiso para que se realicen juegos de naipes en las fiestas del 8 de septiembre, ya que la Ley núm. 27 del 17 de julio del mismo año suprimía totalmente los juegos de naipes. 16 No sabemos exactamente cuando comenzó nuevamente la decadencia del mineral pero ésta parece haber tenido algo que ver con los cambios sucesivos de propietarios y de haber sufrido el saqueo de los gambusinos. Lo cierto es que este proceso decadente a principios del siglo XIX se aceleró nuevamente con una insurrección de los vecinos yaquis encabezada esta vez por el cabecilla apellidado Banderas en los años de 1828 a 1836. Este levantamiento indígena hizo entonces muy difícil la operación normal de la mina. De ello nos da algunas muestras la correspondencia dirigida por el Ayuntamiento del lugar al gobierno del Departamento o Estado de Sonora: − En 1828 denuncian saqueos en el rancho aledaño de Tiburcio Ángel Toledo. –––––––––––––– 13

J.F. Velasco, Noticias estadísticas del Estado de Sonora (1850), 2ª ed., p. 182. Ibid, p. 55. 15 Ibid, p. 182. Para información sobre la torre de la iglesia, véase Ocaranza, Crónicas y relaciones…, p. 296. 16 Archivo General de Historia del Estado de Sonora (AGHES), años 1834 y 1835. 14

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En 1832 se comunica el asesinato del Capitán General Juan Manuel Valenzuela y dos de sus hijas. − En el mismo 1832 manifiestan que no están en posibilidad de contribuir con préstamos y donativos para la campaña que se desarrolla contra los apaches en el norte del estado a causa de la "revolución" que hicieron contra los yaquis. − En 1834 se pide la pena de muerte para los reos aprendidos por el comandante Ignacio Ortega. − En 1836 el cura de Baroyeca, Felipe Villegas, escribe al gobierno reclamando que le regresen una campana rota que les prestó cuatro años 17 antes para la construcción de una pieza de artillería. Finalmente, para culminar la lista de penalidades de este mineral, Velasco nos reporta el robo cuantioso de las alhajas de plata de la iglesia en el año 1848 y expresa que la pobreza y emigración habían hecho presa del lugar.18 Hay referencias orales de que un número no determinado de pobladores emigró a California a la fiebre del oro, aunque la mayoría se dispersó en la región.

Propietarios de la mina Los inicios de la bonanza y trabajo de la Mina de Nuestra Señora de los Dolores, alias La Grande, a fines del siglo XVIII se asocian con el cura o bachiller Francisco Joaquín Valdez. Este sacerdote del clero secular, cuyo origen y antecedentes no hemos podido averiguar, fue uno de los curas designados en 1768 por el Obispo de Durango Pedro Tamarón y Romeral para cubrir los puestos de los jesuitas recién expulsados en las recién secularizadas misiones de los pueblos yaquis.19 El bachiller Valdez tomó a su cargo la administración de los pueblos del río Yaqui, permaneciendo ahí por espacio de 23 años y ganándose el título de "Patriarca del yaqui" por sus empresas económicas en la región del río. En 1792, nos cuenta Roberto Acosta que, por sus muchos años y achaques, el Padre Valdez se retiró del Yaqui nombrándosele Cura del Real de Baroyeca, y que inmediatamente después de su llegada entró en bonanza, pues se atribuye al padre Valdez el descubrimiento de esta mina.20 Como ya mencionamos, la administración del padre Valdez fue tan benéfica y caritativa que a todo el mundo proporcionaba modo de que viviesen de la mina, así que mientras ésta –––––––––––––– 17

AGHES, Idem.

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Velasco, Noticias estadísticas…, p. 46. Bancroft, History of North Mexican… 20 R. Acosta, Apuntes históricos sonorenses. 19

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estuvo en bonanza no hubo un pobre en Baroyeca.21 A pesar de que existen aún muchas lagunas que llenar sobre la historia de este sacerdote, parece ser que, más que ser un guía espiritual, su rasgo característico fue el éxito en sus empresas económicas en el Yaqui y en Baroyeca, los dos lugares que habitó durante cuando menos 35 años. No tenemos información de la fecha de su fallecimiento, pero el último testimonio que he podido localizar de él es una carta de recomendación que con letra temblorosa de viejo le firma al diácono Lorenti para que solicite las órdenes sacerdotales, ante el Obispo de Sonora con sede en Culiacán y que a la letra dice: Yo el Ber Dn Franco Joaqn Valdes Vicario foráneo de la Prova de Ostimuri certifico en quanto puedo y devo qe el Diacono Dn. Antonio Lorenti ha exercitado el oficio que tiene muchas veces en esta Sta. Parroquial Yglesia de Baroyeca y en los pueblos del 22 Xiaqui y pa que conste lo firme. Baroyeca 8 de febrero de 1803.

Es de suponerse que el Padre Valdez murió no mucho tiempo después, ya que no se le menciona para nada en el litigio sobre la mina que se inició en 1805. Otra persona que también aparece como propietaria de la mina es doña Clara Valdez, aparentemente soltera y pariente cercana del bachiller, probablemente su hermana. El expediente de sucesión 23 afirma que fue la dueña de la mina y la estuvo trabajando sin interrupción durante su vida, lo cual no contradice necesariamente lo que se ha afirmado del bachiller Valdez como propietario si consideramos que pudo haber sido manejada como negocio familiar. Sin embargo parece que la posesión de doña Clara no debe haber sido muy efectiva, ya que en agosto de 1805 le denuncian la mina por encontrarse ésta despilarada, aterrada y derrocada. Aunque, seguido el juicio, se declara inadmisible el denuncio y se condena al autor en todos sus costos según sentencia del 20 de noviembre de 1805 dictada por la diputación de Álamos. Doña Clara Valdez muere intestada dos años después, el 20 de febrero de 1807 con la circunstancia de que sus herederos se encontraban ausentes. Aunque no se nos dice sus nombres, se informa que una heredera estaba en –––––––––––––– 21

Velasco, Noticias estadísticas…, p. 112. Filmoteca del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) en Hermosillo, UA film 811, roll 24. 23 Archivo del Poder Judicial de Estado de Sonora (APJES), Ramo Civil, Distrito Hermosillo, Legajo núm. 1, años 1786-1820 “Juicio promovido por los herederos de la finada Doña Clara Valdez contra Don Antonio Almada y Reyes y Don José Ozaeta por mayor derecho a la mina denominada Ntra. Señora de los Dolores, alias la Grande”. 22

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España y otros dos a doscientas leguas de distancia. Ni tardos ni perezosos, don Antonio Almada y Reyes y don José de Ozaeta denuncian nuevamente la mina a los tres días del fallecimiento de doña Clara ante la Diputación Territorial de Álamos. Hay que aclarar que don Antonio Almada y Reyes era español peninsular y uno de los mineros más acaudalados de la región de Álamos, que hace el denuncio en su carácter de "tutor de los menores hijos del finado Palacios", y José Ozaeta quien es definido en cierto momento del juicio como "un insolvente para trabajar la mina". La Diputación Territorial de Alamos, compuesta por Manuel Cayetano Espinoza y Antonio Gil, dio su fallo favorable a los denunciantes el 30 de mayo de 1807. Ante la protesta de Francisco de la Barreda, apoderado de los herederos de Valdez, la Diputación ordena al Subdelegado de Ostimuri que nombre a un interventor para que administre la mina y no se interrumpan las labores mientras el asunto se resuelve en segunda instancia en el Real Tribunal de Alzadas de Minería ubicado en la ciudad de Guadalajara. El nombramiento de interventor recae primeramente en don Francisco Félix quien se excusó de aceptarlo y es designado entonces don Miguel Rivera quien para el efecto llevó una memoria de cuentas y gastos de la mina que se inicia e1 13 de julio y termina el 5 de diciembre de 1807. El Tribunal de Alzadas de Minería decreta a favor de los herederos el 1° de octubre de 1807 y ordena a la Diputación Territorial de Álamos y a don José Ramón de Soto, Subdelegado de Provincia de San Ildefonso de Ostimuri, que procedan a realizar la entrega de la mina a los mismos. Tras una serie de diligencias como la inspección de la mina, la notificación a los denunciantes, el retiro de su denuncia y la entrega de la memoria de cuentas, la mina es entregada a los herederos Francisco Valdez, Juan Valdez y Tiburcio Ángel Toledo. El caso es cerrado y queda formalmente revocada la sentencia anterior de la Diputación por el Tribunal de Alzadas de Minería el 14 de julio de 1808. Entre otros aspectos, este proceso nos deja claro que existió en Sonora el fuero minero implantado por el visitador José de Gálvez con el nombramiento de diputaciones mineras y la ventilación de sus asuntos en tribunales propios. Nos permite apreciar también uno de los mecanismos de cómo se hacían y acumulaban propiedades mineras en manos de los mineros más acaudalados. Hay información de que después de estos cambios de propietarios, la mina era trabajada a mediados del siglo XIX por don Salvador Exquer, quien a

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costa de varios miles de pesos logró poner al corriente ciertas labores que tenía 24 aterradas y sofocadas y de las cuales estuvo sacando buenos metales.

Trabajo y cuentas de la Mina La "Memoria de la gente operaria, gastos y productos" que presenta el interventor don Miguel Rivera es un documento que comprende 17 informes sobre 20 semanas de trabajo en la mina durante el período del 13 de julio al 5 de diciembre de 1807. Cada informe corresponde a una semana, con excepción del primer informe que comprende a las primeras cuatro semanas. Hay además una semana, la del 7 al 12 de septiembre, de la que no se informa ninguna actividad o gasto por ser semana de fiestas, ya que el 8 de septiembre se celebraba en Baroyeca la fiesta patronal de la Virgen de Loreto. Cada informe semanal comprende una nómina de operarios con sus remuneraciones y una relación de "otros gastos" en compra de insumos, la extracción o saca de metal, la remisión y beneficio del mismo en algunos casos. El número de operarios que trabajan en la mina varía de una semana a otra, ascendiendo desde 41 operarios en el segundo informe hasta 115 en el séptimo, cifra que se mantiene con poca variación durante cinco semanas y comienza a descender nuevamente a partir del informe número 12, para quedar en 74 operarios en la última semana. El promedio semanal es de 86 operarios. Según las cifras conocidas, las minas con más operarios en la intendencia de Arizpe en esa época, eran dos minas de San José de Copala, en Sinaloa, una con 180 y otra con 116 operarios, mientras que la gran mayoría de las minas trabajaba con 4 ó 6 operarios.25 Los nombres de todos los operarios son cuidadosamente señalados; éstos constan de uno o dos nombres de pila y un solo apellido. Sólo a los nombres de los jefes se les antepone el "Don". Hay una sola excepción de un trabajador, llamado don Simón Santelices Campoy, a quien sin ser jefe se le antepone el “don" y se le anota además con dos apellidos, aunque no en todas las nóminas. Para el análisis de las nóminas podemos ver que hay apellidos que tienen una mayor frecuencia y que pueden ser considerados familias de trabajadores. Éstos son los apellidos Panduro, Bega (sic), Chávez, Flores, Hurtado, Balenzuela (sic) y Mendívil, todos con más de 3 elementos cada uno. Existe una minoría de apellidos cahitas que nunca excede a 5 operarios en una misma nómina. Estos apellidos son Usacamea, Buitimea, Tempori, Gocovachi y –––––––––––––– 24 25

Velasco, Noticias estadísticas…, p. 182. Langue, Problemas y perspectivas, pp. 1-9.

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Chictemea. Existen además algunos apellidos extraños o apodos como los de José María Taa, Hernando Cupis, Francisco Sanguijuela y Luis Pelón; y existe al menos un operario del cual sólo se anotan sus dos nombres: Pioquinto Casimiro. Hay que dejar explícito además que no aparecen nombres de mujeres. Los nombres de los operarios son clasificados por sus puestos que son, en orden de aparición en la nómina: Interventor, administrador (llamado también rayador) minero, sotaminero, guarda mina (llamado también guarda socabón) que parecen corresponder al rango de los jefes y que generalmente corresponden a una sola persona a excepción del sotaminero y guardamina que aumentan hasta tres personas en las semanas con más operarios y cuyas funciones parecen ser de supervisión o inspección. En el rango que podemos llamar de los trabajadores están los siguientes puestos: paleros (entre dos y cinco), carbonero (unipersonal), barretero (entre 13 y 29 operarios), colero (de uno a tres), y tanatero (entre 23 y 70 operarios). En las últimas semanas cuando se hacen trabajos de beneficio de metales aparecen también los puestos de "tirador de fragua" y de "limpiador". En el aspecto de las remuneraciones, las nóminas de pago presentan cinco columnas que corresponden a los siguientes conceptos: 1. Salario mensual, parece ser el sueldo base mensual acordado con el trabajador de acuerdo con su puesto. No todos los del mismo puesto tienen el mismo salario mensual. Los principales ejemplos son: -el interventor

41 pesos

-el administrador y el minero

25 pesos

-los paleros

de 6 a 10 pesos

-barreteros

la mayoría 6 pesos

- tanateros

la mayoría 4 pesos

2. Raciones y su importe, no tenemos certeza de su significado, pero hay indicio de que es un pago en especie, aparentemente maíz según algunos casos en que se especifica "raciones de 1 almud de maíz", mas existe la posibilidad de que pudiera ser también metal. Se asienta por su importe de 4 reales en la mayoría de los puestos de trabajadores y de 3 reales en los tanateros. 3. Días que rayan, no es otra cosa que los días que trabaja el operario y que corresponde generalmente a seis días, de lunes a sábado. No se hace Clío, 2004, Nueva Época, vol. 3, núm. 31

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mención de la duración de la jornada diaria de trabajo, pero podemos suponer que, según los patrones establecidos en la época, era de doce horas. 26 4. Alcances, es aproximadamente la cuarta parte de lo que se especifica como salario mensual y corresponde, por lo tanto, al salario de la semana. En los barreteros es de 1 peso 4 reales, y en los tanateros 1 peso o 6 reales, según la cantidad de días que rayen. 5. Total en pesos y reales, corresponde a la suma de la ración más el alcance semanal. Por ejemplo si un barretero tiene una ración de 4 reales y un alcance de 1 peso y 4 reales, la suma de ambos (tomando en cuenta que un peso era igual a ocho reales) daba una remuneración semanal de 2 pesos (16 27 reales) y en el caso del tanatero era generalmente de 1 peso 4 reales. El análisis de los salarios es muy importante para comprender el mercado y la economía de una sociedad. Aquí nos concretaremos a presentar algunas interrogantes. La primera cuestión es si estas nóminas corresponden a pagos en monedas o si son meras cuentas para la tienda de raya. Aunque la memoria habla de pesos y reales y, visto con ojos actuales pensaríamos que habla de pagos efectivos a los mineros, es más viable pensar que esto es mera contabilidad y que en la práctica el alcance corresponde a la disponibilidad adquisitiva que tenía el minero en la tienda de la mina más que a dinero constante y sonante. Esto tiene mayor fundamento si tomamos en cuenta la falta de moneda y el recurso frecuente al trueque en esa época. Otra interrogante es si en esta mina se pagaba el "partido" o porción del metal extraído con que se queda el trabajador. Brading nos dice que éste era pagado en las principales minas del centro del país y que ascendía aproximadamente al 50 por ciento del metal que extrajeran arriba de la cuota diaria asignada.28 La cuestión es que el documento en ningún momento menciona este tipo de “partidos” o participaciones en especie al operario, a menos que éste sea el caso de las "raciones" ya mencionadas. Este aspecto es bastante importante, ya que hace la diferencia entre un asalariado integral y un virtual socio que en muchas ocasiones era el trabajador minero. –––––––––––––– 26 Francisco Javier Gamboa, “Ordenanzas para el gobierno de las minas de Pachuca y Real del Monte” (1776) publicado en: Luis Chavez Orozco (Compilador), Los salarios y el trabajo en México durante el siglo XVIII, p. 21. 27 Un paso es igual a ocho reales, y pesa 96 gramos. Un real pesa doce gramos. 28 David Brading, Mineros comerciantes en el México Borbónico (1767-1810), pp. 201207.

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Por último, puede apreciarse que los sueldos aquí apuntados son bastante bajos ya que no llegan a los cuatro reales diarios que Brading menciona que se pagaba en minas importantes del centro del país.29 En este aspecto sería necesario comparar además con los jornales que se pagaban en las haciendas y ranchos de la región. Pasando a otros aspectos de las cuentas de la mina, la memoria especifica también las erogaciones correspondientes a "otros gastos" que consiste en la adquisición de los siguientes insumos: − Velas: (3 reales la docena o por libras de cebo). − Acero: (10 reales la libra). − Fierro suelto y herramientas como picos, hachas, tenazas y yunque (a peso la libra). − Pólvora, (por caja, a 6 reales la libra). − Cuero y vaquetas para fabricar “tanates” y correas (los cueros a 2 reales y las vaquetas a 3 por 20 reales). − Pita para reforzar tanates viejos (a 1 real la pieza). − Cal (2 pesos la fanega) se dice que para refrescar la mina. − Papel para las cuentas (a 4 reales el cuaderno). − Fletes a 2 reales la carga de mula a la hacienda de beneficio. Los dueños de las mulas eran don Salvador Flores y don Felipe Ros. En conjunto el gasto global en las 20 semanas que dura la intervención de la mina asciende a 3 mil 717 pesos 7 reales. Lo que dividido entre las 20 semanas que se trabajaron da un promedio de 185 pesos semanales de gastos. Por otra parte, en el lado de la producción y de los ingresos se anota la "saca" o extracción de metal y el beneficio del mismo. En las primeras siete semanas no hay ninguna extracción de metal debido a que se fueron en "estarse adentrando el camino de los planos como por que las demás gente se ha ocupado en cortar madera y conducirla". Un poco de extracción se lleva a cabo en las semanas octava y novena y el resto en las últimas 5 de las 20 semanas trabajadas. En total se extrajeron en este tiempo 207 cargas de metal 30 denominado como "tequio de 2da" y pepenas y sólo en una ocasión se menciona que es "tequio de mejor calidad".

–––––––––––––– 29

Idem. El término “tequio” es definido en los diccionarios como “porción de mineral que forma el destajo de un barretero”. Sin embargo, en el documento estudiado se emplea para referirse genéricamente al mineral extraído. 30

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De las 207 cargas de metal extraídas sólo se beneficiaron 18 cargas. Por la rapidez del proceso y por los materiales empleados se deduce que el método empleado para el beneficio fue el de fundición y no el de amalgamación o de patio. La fundición era un proceso rápido pero ineficiente que, al reducir José de Gálvez el precio del azogue en la década de 1770-1780, comenzó a ser sustituido por el de patio que era más largo pero más económico y eficiente.32 El beneficio de las 18 cargas se hizo en dos días y se mencionan las siguientes actividades y gastos: flete: a 2 reales / carga 4 p. 4 r. molienda: 23 machadas con rastras a 3 reales /machada

8 p. 5 r.

alquiler de 50 cascadas (sic)

31 p. 2 r.

92 cargas de leña a 1 1/2 real / carga

17 p. 2 r.

9 medidas de azogue (que se perdieron)

6 p. 1 1/2 r.

4 cargas de leña para una olla

1 p.

una desazogadora

2 r.

Javier Herrero: trabajo de fundición

2 p. 4 r.

Matías Siari: 18 días de trabajo

4 p. 4 r.

José Ma. Vega: 12 días de trabajo "

2 p. 1 r.

Andrés Buitimea: 12 días de trabajo

3 p.

José Buitimea: Don José Ma. Bustillo, azoguero

15 días 17 p. _____________ 104 p. 6 1/2 r.

El costo general del beneficio fue de 104 pesos 6 reales y el producto obtenido fue de 41 marcos 3 1/2 onzas de plata, que a la equivalencia 230 gramos por marco, resultan 9 mil 558 kilogramos de plata. A precios de la época, a 68 pesos el marco de plata, el producto de 18 cargas equivale a 648 –––––––––––––– 31

Una carga es igual a doce arrobas, las cuales equivalen a 300 libras o sea 138.072 kilogramos. Una arroba es igual a 25 libras u 11.506 kilogramos. 32 Ibid, pp. 189-191.

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pesos 4 reales, quedando pendientes de beneficiar al menos otras 189 cargas que se mencionan como extraídas.

Conclusión Es un hecho generalmente aceptado que la colonización española de la provincia de Sonora se hizo en gran parte movida por el atractivo de la explotación de las riquezas minerales de la región. Se conoce una larga lista de puntos geográficos que, como aves fénix, nacieron, entraron en bonanza, decayeron y fueron abandonados para resurgir nuevamente en otro lugar. Esta larga lista va desde aquel Real de San Juan Bautista de Sonora, fundado en 1641, hasta los grandes reales de minas de Álamos, Baroyeca, San Antonio de la Huerta, San Javier o Cieneguilla que fueron importantes centros mineros de la época colonial. Pero más allá de las listas, poco se conoce de la población que los habitó, sus métodos de trabajo y sus modos de vida. El análisis del caso de la mina de Baroyeca demuestra al menos que no es posible generalizar unívocamente los usos y patrones establecidos en minas del resto del país a las minas de Sonora. Este es el caso de la forma de pago del trabajo y el método de beneficio. La remuneración del trabajo era baja y no incluía, aparentemente, participación en la extracción de metal. Además es probable que el pago haya sido totalmente en especie y no en moneda. Todo esto hace del minero de Baroyeca asalariado y dependiente de sus empleadores. En cuanto al método de fundición empleado para el beneficio del metal es probable que haya tenido que ver con la poca disponibilidad que haya habido de azogue en la región, dada la distancia de los centros abastecedores. Otro aspecto interesante es el carácter más dinámico, libre y disipado que tenían las sociedades mineras coloniales de Sonora en contraste con la rutina y orden teocéntrico de los pueblos de misión. Son sin duda los reales de minas y no los pueblos de misión los que imprimieron muchos de los rasgos de pragmatismo y hábitos laicos de los grupos dominantes de Sonora en el siglo XIX y en la Revolución Mexicana. La minería colonial sonorense adquiere así una trascendencia definitiva en el proceso de formación de esta región de México.

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