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Colegio Ntra. Sra. del Carmen Carmelitas Misioneras Teresianas Crevillent (Alicante)
Caminante… ¡Sí hay Camino! Propuesta Teresiana de Encuentro con Dios Oración del Padre Nuestro Ambientación Jesús enseñó a orar a sus discípulos con una oración sencilla, profunda y llena de sentido el “Padrenuestro”. Ésta es sin duda, una enseñanza del Maestro sobre la oración. Cuando con corazón agradecido oramos a Dios-Padre con esta plegaría, cada uno de nosotros nos sentimos confortados y nos sabemos escuchados por Dios. Al pronunciar cada una de sus frases alimentamos nuestra fe, nuestra esperanza y nuestro amor por esta gran familia de hijos e hijas de Dios que formamos la Iglesia de Jesús. Cuando inició la primera fundación, san José de Ávila, Teresa de Jesús comenzó a enseñar a las hermanas cómo hacer oración y cómo vivir en comunidad. Poco después empezó a poner estos consejos por escrito. En camino de Perfección, Teresa consigna el estilo de vida que ha de llevar quien pretende alcanzar la unión con Dios y con los hermanos. Esta es la propuesta que Teresa nos ofrece para todos aquellos que deseemos crecer más profundamente en el espíritu de Jesucristo. Por ello, Teresa nos invita a revitalizar nuestra experiencia del amor profundo de Dios hacia cada uno de nosotros: un amor que nos capacita para generar vida en la familia, en la parroquia, en los grupos de estudio o en el trabajo. Breve silencio
Canto “Señor enséñanos a orar ” Señor enséñanos a orar, a hablar con nuestro padre Dios. Señor enséñanos a orar, a abrir las manos ante ti. 1. Orar con limpio corazón que solo cante para ti. Con la mirada puesta en ti. Dejando que hables, Señor. Orar buscando la verdad. Cerrar los ojos para ver. Dejarnos seducir, Señor, andar por tus huellas de paz.
2. Orar hablándote de ti, de tu silencio y de tu voz, de tu presencia que es calor. Dejarnos descubrir por ti. Orar también en sequedad. Las manos en tu hombro, Señor. Mirarte con sinceridad. Aquí nos tienes, háblanos...
Invitación a la interiorización “Un viejo rabino preguntaba en cierta ocasión a sus alumnos cuándo se sabe el momento en que se acaba la noche y comienza el día… Después de varias respuestas de los alumnos, dijo el maestro: Cuando al mirar el rostro de cualquier hombre, tú reconozcas a tu hermano o a tu hermana. Hasta que no llegue ese momento, seguirá siendo noche en tu corazón”.
Padre nuestro (Camino 27) ¿Qué hijo no desea saber quién es su padre cuando lo tiene tan bueno? C 27,5 A todos nos dice Dios Padre:”Tú eres mi hijo amado; en ti me complazco” (Mc 1,11). Saber de quién somos hijos, nos da identidad. Este deseo de conocer nuestro origen, de dónde
venimos, nos dice a qué estamos llamados y nos da un destino: el cielo.
Buen Padre tenemos, que nos da el buen Jesús, no conozcamos otro padre que no sea Él C 27,6 Jesús, nuestro hermano y maestro, nos enseña este nuevo modo de orar, centrado en la confianza. Es oración-vida, pues nos lleva a vivir de otra manera, sin prejuicios Nos hace a todos iguales pues todos tenemos la dignidad de hijos de Dios.
Desde la experiencia de encuentro con el Dios de la Vida Teresa ora… ¡Oh esperanza mía y Padre mío y mi Creador y mi verdadero Señor y Hermano! ¡Cuánto se alegra mi alma, cuando dices que tienes tus deleites en estar con nosotros! ¡Oh Señor del cielo y de la tierra!, ¡qué palabras estas para que no desconfíe ningún pecador! ¿Acaso te falta con quién deleitarte que buscas un gusanito como yo para hacerlo? Tu voz, en el Bautismo, dice que te deleitas con tu Hijo Jesús. ¿Pues hemos de ser todos iguales, Señor? ¡Oh, qué grandísima misericordia, y qué favor tan grande tienes con nosotros! ¡Oh alma mía! Considera el gran deleite y gran amor que tiene el Padre en conocer a su Hijo, y el Hijo en conocer a su Padre, y la inflamación con que el Espíritu Santo se junta con ellos. Estas soberanas Personas se conocen, éstas se aman y unas con otras se deleitan. Pues ¿para qué necesitan mi amor? ¿Para qué le queréis, Dios mío, o qué ganáis con ello? ¡Bendito y alabado seas, Padre, Hijo y Espíritu Santo! Alégrate, alma mía, que hay quien ama a tu Dios como Él merece. Alégrate con María, que proclama su grandeza. Alégrate con toda la Iglesia que canta su bondad. Alégrate con toda la creación que canta la hermosura de Dios. ¡Padre nuestro! Que nada me impida alabarte
y cantar tus grandezas. Que cada día te dé gracias al son de mi cítara. Que cada mañana cante tus misericordias. Que cada noche me duerma diciendo: “Te engrandezco con toda mi alma, Señor”. Breve silencio
Que estás en el Cielo Ya sabéis que Dios está en todas partes (…) en fin, que adonde está Dios, es el cielo C 28,2 El cielo es admirable, ya sea de día o de noche. Es bello y grandioso. Podemos contemplar las nubes o las estrellas, sorprendernos con el amanecer o disfrutar al atardecer. De ahí nos bien la luz del sol, el resplandor de la luna, el agua de la lluvia. Dios está en el cielo, pero Teresa nos dice que todos tenemos también un cielo adentro. Pod4mos asomarnos a este lugar, encontrarlo, a través de la oración y pedir a Dios que ilumine con su sol nuestra oscuridad y riegue nuestra tierra en ocasiones árida y seca. Antífona: Busca el silencio, ten alerta el corazón. Calla y contempla. (bis)
El que se pueda encerrar en el cielo de su alma, camina mucho en poco tiempo. C 28,5 Santa Teresa, nos recomienda encerrarnos todos los días en el pequeño cielo que llevamos dentro. Meditar el Evangelio, o reflexionar el padrenuestro, decirlo despacio y quedarnos con la frase que más pueda acompañarnos cada día. Breve silencio
Santificado sea tu nombre (Camino 30-31) Todos le aman, y la misma alma no entiende en otra cosa sino en amarle. C 30,5 Santificar quiere decir “hacer santo”. Cuando santificamos el nombre de Dios lo alabamos, reconocemos su bondad y lo amamos. Así nos damos cuenta de su grandeza y nos disponemos a honrarlo y servirlo en todo, como la Virgen María, como Teresa. Con esta petición reconocemos también que nuestro Padre es Dios, nos hacemos conscientes a quién le pedimos y qué le pedimos.
Antífona: Abre mis labios, Señor, para poderte alabar. Abre mi corazón, para poderte adorar. (bis)
Desde la experiencia de encuentro con el Dios de la Vida Teresa nos invita …
Entra en la presencia del Padre. Acógelo en la fe. Siente la compañía de Jesús, que te enseña esta oración. Dile al Espíritu que sea él quien ore en ti. Que sea Él quien “ponga en sosiego las potencias y en quietud el alma” (C 30,6). Pronuncia varias veces con los labios: Santificado sea tu nombre. Hasta que lo digas también con el corazón. Rumia en tu corazón el significado de estas palabras: Deseo que todos conozcan quién eres: Padre. Deseo que todos te contemplen como fuente de confianza y amor. Deseo que esta
nueva relación contigo la viva la creación entera. Sé que la santificación del nombre del Padre pasa por mi vida. Sírvete de mi vida para darte a conocer, Padre. Que mi vida sea un humilde reflejo de Ti. Breve silencio
Venga a nosotros tu Reino (Camino 31) Como dos casados que, si se aman, el uno quiere lo que el otro. C 31,8 Deja por unos momentos lo que tienes entre manos y acércate hoy al Dios que te ofrece, a ti y a todos, el Reino. Acoge la invitación que te hace Dios para entrar en el Reino. No te coloques al margen de la vida. No dejes que tu vida se muera de sed estando tan cerca de la fuente. Antífona:
Hazme Hazme Hazme Hazme
venir a tu río, Señor. venir a tu río, Señor. venir a tu río, Señor. venir, hazme beber, hazme vivir.
Haz presente a Jesús, fascinado por el Reino, recorriendo los caminos para anunciar la vida y la dignidad de los seres humanos, deseoso de anunciarte el Reino. Trabaja por el Reino de Jesús. No te quedes en silencio. Vive y respeta la vida. Vive y defiende la vida. Vive y trabaja por la dignidad de los seres humanos.
Desde la experiencia de encuentro con el Dios de la Vida Teresa comparte… “El gran bien que me parece a mí que hay en el reino del cielo, con otros muchos, es ya no tener cuenta con cosa de la tierra, sino un
sosiego y gloria en sí mismos, un alegrarse de que se alegren todos, una paz perpetua, una satisfacción grande en sí mismo, que les viene de ver que todos alaban y santifican al Señor y bendicen su nombre y no le ofende nadie. Todos le aman y la misma alma no entiende en otra cosa sino en amarle, ni puede dejarle de amar, porque le conoce” (C 30,5). Breve silencio
Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo (Camino 32) Él da conforme al ánimo que ve en cada uno y al amor que cada uno le tiene. C32,7 Jesús pide al Padre que se haga su voluntad, pues Él conoce nuestras necesidades, nuestros deseos y nuestro potencial mejor que nosotros mismos y da a cada uno lo que quiere cuando quiere, como quiere. Para santa Teresa decirle a Dios: “hágase tu voluntad” no es una
oración cualquiera. Es una palabra que marca uno de los hitos cimeros de la oración cristiana. Es hacer el don de sí, es abrirse al don de la contemplación, al pleno don de Él, en amistad consumada. Es llegar con el cántaro vacío a la “fuente de agua viva” para que Él pueda colmar y llenar con su gracia, nuestras vidas, hasta rebosar.
La medida para poder llevar gran cruz o pequeña es la del amor. C 32,7 Jesús cumplió la voluntad del Padre de una manera extraordinaria al entregar con amor su vida por nosotros; por ello la cruz es signo de redención, de salvación. La cruz, simboliza el árbol de la Vida. El
regalo del Reino, presente en Jesús y en tantos hombres y mujeres testigos del amor entrañable del Padre, hace posible el don de la vida.
Antífona:
Quiero llenar tu trono de alabanza, quiero llenar tu trono de adoración, quiero adorar, postrarme en tu presencia y proclamarte Señor.
Desde la experiencia de encuentro con el Dios de la Vida Teresa nos aconseja … Cuando el orante supera sus miedos y por fin ha sido capaz de decir al Padre: “haz en mí tu voluntad”, está bien seguro de cuál va a ser ésta. “Ni riquezas ni deleites ni honras ni todas estas cosas de acá. ¡No os quiere tan poco!” (C 32,6). Lo que el Padre da es un estilo de dar la vida como el de Jesús para que todos tengan vida abundante. Entonces “la medida de llevar gran cruz o pequeña es la del amor” (C 32,7).
Vuelve a la vida llevando a todos la bondad y el amor de Dios. Ser místico/a no es ninguna cosa rara, sino ser en el mundo un humilde reflejo de Dios. Que todo lo que hagas y digas hoy esté marcado por la señal de la alegría.
Te agradezco, Señor, la vida, la de todos, la de todo. Dame alegría para dar la vida.
Breve silencio
Danos hoy nuestro Pan de cada día (Camino 33-34)
Cuando comulgamos, el Señor no paga mal la posada si le hacemos buen hospedaje. C 34,8 Al comulgar, Jesús pide hospedaje en nuestro corazón y en nosotros está ser buenos anfitriones. Recibir bien a alguien no es solamente preparar la casa, que esté limpia, que la comida esté lista y su habitación preparada. Recibir bien a alguien conlleva disponer de tiempo para estar con nuestro huésped, prestarle atención, escucharle y estar cerca de él. Jesús eligió quedarse con nosotros …
Antífona:
Danos de tu pan, Señor, danos de tu pan. (bis) Que es como el amor tu pan, es como el amor. Cuánto más se da, Señor, más abundará. (bis)
Después de comulgar, procuren cerrar los ojos del cuerpo y abrir los del alma y miren su corazón. C 34,12
Ábrete a Dios, dador de todo pan. Y, unido a toda la humanidad ora confiadamente. ¡Déjate amar! Jesús está siempre contigo, en tu interior dispuesto a entablar una conversación, un trato de amistad contigo. Haz silencio, escucha y déjate llenar.
Desde la experiencia de encuentro con el Dios de la Vida Teresa nos recuerda … “Acabando de recibir al Señor, pues tenéis la misma persona delante, procurad cerrar los ojos del cuerpo y abrir los del alma y miraros al corazón; que yo os digo, y otra vez lo digo y muchas lo querría decir, que, si tomáis esta costumbre todas las veces que comulgareis…, que no viene tan disfrazado, que… no se dé a conocer” (C 34,12). Vuelve a la vida por los caminos de la solidaridad. La Eucaristía no solo es expresión de comunión sino también proyecto de solidaridad para toda la humanidad. Breve silencio
Perdona nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos ofenden. (Camino 36) Quién está con Dios perdona con facilidad. C 36,13 La medida del perdón es perdonar sin medida. Solo en el perdón realiza el hombre su vocación y se hace semejante a Dios. Con frecuencia resulta difícil perdonar, pero la negación del perdón impide toda forma de familiaridad y de comunidad cristiana. La paz, la fraternidad y la civilización de la verdad y el amor nacen sólo del perdón. La paz comienza siempre por la reconciliación, y ésta presupone el perdón. El perdón a uno mismo. El orante no solo necesita pedir a Dios el perdón y darlo gratuitamente a los demás; también es muy importante que se perdone a sí mismo, que no se eche encima el peso de una culpabilidad permanente. ¡Cómo podría orar sin acoger el amor liberador del Padre sin perdonarse! Antífona: La misericordia del Señor, cada día cantaré. (bis)
Breve silencio
No nos dejes caer en tentación y líbranos del mal. (Camino 38-39)
Quienes aman a Dios, todo lo bueno aman, todo lo bueno quieren, todo lo bueno favorecen, con los buenos se juntan, los favorecen y defienden. C40,3 Ésta es una invitación muy concreta: favorecer lo bueno. Es decir, no se trata de estar atemorizados por las equivocaciones que hemos tenido, sino de actuar de una manera constructiva. Cada día nos ofrece momentos en los cuales tenemos que elegir, y Teresa nos recomienda optar por lo bueno.
Desde la experiencia de encuentro con el Dios de la Vida Teresa nos recuerda … Procuren hijas mías siempre caminar en la verdad. Confiad, en este buen dios que no olvida ni deja abandonados a los suyos. Procurad, hermanas, siempre humildad. La intención recta. Dios mira nuestra intención y le basta. Y, sobre todo, la fidelidad de Dios mismo: Fiel es el Señor… No hayáis miedo, hijas, que os deje Él regalar mucho de nadie sino de SI. (cf C 38,4-5) Antífona:
Breve silencio
Juntos andemos, Señor. Juntos andemos, Señor. Juntos andemos, Señor. (bis)
Desde la experiencia de teresiana se nos invita a no olvidar que: El Amor es una forma alegre y comprometida de hacer el Camino “Las aguas torrenciales no podrán apagar el amor ni anegarlo los ríos. Si alguien quisiera comprar el amor con todas las riquezas de su casa, se haría despreciable” (Cantares 8,7).
“El amor es fuego grande, no puede sino dar gran resplandor. Y si esto no hay, anden con gran recelo, crean que tienen bien qué temer. El amor de Dios, si de veras es amor, es imposible quedar escondido” (C 40,4).
Señales del Amor La conversión - La gratuidad - La alegría - La infancia espiritual La vida en familia -
Himno del V Centenario “Maestra de la Luz” Teresa de Jesús, doctora de la Iglesia, maestra de la luz, centella del amor, enséñanos la senda por la que caminaste con alma enamorada, buscando en ti al Señor. La oración es, Teresa, el atrio de tu casa morada amurallada, palacio de interior, refugio del humilde que aspira a las virtudes, castillo de diamante o diáfano color. Teresa de Jesús, doctora de la Iglesia… La luz va iluminando, Teresa, tus sandalias que van pisando el tiempo para una nueva edad con fríos y con soles, con lluvias y con nieves, con grande sed de viento y amor de libertad.
Teresa de Jesús, doctora de la Iglesia… Tu escritura, Teresa, que hiciste de rodillas, tus sílabas en vuelo, tu verbo celestial, son fuego que palpita, son llama de amor viva, palabra que inaugura un canto universal. Teresa de Jesús, doctora de la Iglesia… Centellas de luz pura, Teresa, son tus ojos absortos en la noche, prendidos del fulgor. Reluce y se estremece tu alma que han tocado los dedos del amado vistiéndola de amor. Teresa de Jesús, doctora de la Iglesia… (Compositor: Carlos Aganzo)