Anais do XI Encontro Internacional da ANPHLAC 2014 – Niterói – Rio de Janeiro ISNB 978-85-66056-01-3
Causas y motivos de la guerrilla contemporánea en la historiografía mexicana de la segunda mitad del siglo XX Azucena Citlalli Jaso Galván*
El siguiente trabajo tiene como objetivo abrir la discusión sobre el tratamiento dado al proceso armado mexicano de la segunda mitad del siglo XX en la historiografía sobre la historia contemporánea de México. Son pocos los textos de carácter historiográfico dedicados al estudio de este tema. El proceso armado es descrito en dos momentos: por un lado, se hace la obvia separación entre la guerrilla de carácter urbano y la rural, y a seguir, los autores diferencian las causas que, según sus análisis, legitiman las sublevaciones: orígenes puramente económicos, resultado del fracaso del modelo económico mexicano y la penetración del capitalismo que trastoca las formas tradicionales tanto de propiedad, como de organización política; y, por otro lado, orígenes exógenos y desconectados de la realidad mexicana, debido a la proliferación y difusión de ideologías extranjeras. A pesar de ser las explicaciones más difundidas, en varios textos ubicamos otros argumentos. Uno de ellos es que el fracaso del modelo económico dio lugar a la inconformidad de las clases medias que fueron las que comandaron el movimiento armado. El otro, que la guerrilla fue simplemente una respuesta a la represión del movimiento estudiantil en 1968. Arturo Alonzo Padilla hace una clasificación utilizando como parámetros, tanto el periodo en el que fueron escritos, como el tipo de abordaje utilizados por sus autores. De esta manera, retomamos división de las causas de la subversión que propone, en los textos escritos durante la propia etapa guerrillera: a) Denuncias testimoniales (1966-1975)1: En estos libros, los autores buscan definir las causas que originan los levantamientos armados. El consenso es que la rebelión es la respuesta a la ineptitud de las autoridades locales y la violencia para tratar los reclamos populares. Contienen estudios de 1
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fuentes hemerográficas para ubicar los fenómenos colaterales de la pobreza, la injusticia y la violencia, únicamente en el medio rural, por lo que también existen referencias constantes a las cuestiones geográficas. Así pues, las causas de las sublevaciones se ubican en las condiciones sociales y el autoritarismo, en tanto que suceden en legítima defensa.2 b) Balance y recuento de la guerrilla derrotada (1975-1980)3: Son textos escritos por ex guerrilleros urbanos presos o exiliados que “rectifican” su posición acercándose nuevamente a los planteamientos reformistas del Partido Comunista de México (PCM), en el contexto de la apertura democrática y de la amnistía a presos políticos. Con carácter testimonial, ubican el problema de la falta de arraigo entre las masas obreras y campesinas, en la incapacidad de hacer un balance de la realidad mexicana y centrarse en la falta de opciones y espacios políticos de participación de un gobierno antidemocrático que monopoliza la violencia incapaz de ofrecer salidas a los reclamos. Además de señalar la “enfermedad del izquierdismo”, el militarismo, como un elemento que no coincide con las necesidades sociales reales, pero que se encaja perfectamente en las fórmulas revolucionarias victoriosas en otras regiones del Tercer Mundo (Vietnam, China, Cuba).4 Teniendo en cuenta este panorama, en este trabajo no pretendemos analizar la historiografía sobre la guerrilla escrita durante el periodo armado, ni por ex militantes o sobrevivientes de la represión. Utilizaremos libros de carácter general, sobre historia contemporánea de México y algunos balances sobre el sistema político mexicano posteriores a las décadas de actividad armada.5 Primeramente delinearemos la cuestión de la legitimidad entre guerrilla urbana y rural. Posteriormente, siguiendo el modelo de Alonzo, esbozaremos las tesis sobre las causas de los levantamientos armados: El movimiento estudiantil y la respuesta represiva; la súper ideologización; y el fundamento económico. No pretendemos hacer un análisis factual, sino una contraposición entre las tesis desarrolladas por la historiografía. Un análisis de cómo se excluyen o se
complementan
estos
autores,
para
apuntar
caminos
de
análisis 2
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aprovechando las propuestas de los estudios culturales. Repetimos, el desarrollo de los modelos teóricos en el terreno fáctico, es una tarea pendiente.
Guerrilla rural y guerrilla urbana: ¿causas distintas?
En su análisis de las diversas formas de adquisición de poder, Barrington Moore propone que los grupos que están en la lucha por la toma del poder, generalmente crean doctrinas que les permitan proporcionar una explicación de lo que está errado en las condiciones actuales. De igual manera, esa doctrina intenta señalar los caminos para corregir el estado de cosas. Esta doctrina es denominada por el autor como “mito constitucional”, que puede presentarse de dos maneras diferentes: como nativismo, o como xenofilia. El nativismo es, entonces, “a reafirmação enérgica, e um tanto deturpada, do modo indígena de vida, reação amiúde produzida numa sociedade que se sente ameaçada por forças superiores à sua compreensão e ao seu controle”.6 La xenofilia, por el contrario, es definida como “o anseio de copiar os modos de outra cultura”.7 Estas dos formas de construcción doctrinaria descritas por Moore, nos pueden ayudar entender la distinción que la historiografía ha destacado, para referir la guerrilla urbana y la rural. Alan Knight hace una distinción parecida para el análisis del zapatismo y del maderismo durante la Revolución Mexicana (1910-1917). Para él es evidente que las razones de la subversión de las comunidades indígenas y campesinas encabezadas por Emiliano Zapata eran legítimas, en tanto tenían un origen histórico, remontándose a los casi 500 años de explotación y despojo. En cuanto que el maderismo, respondía a razones políticas y económicas, de carácter individual.8 Destacando así, la legitimidad de las luchas que tienen motivos históricos para la subversión. De igual manera, para Carlos Montemayor, los motivos de la guerrilla estarían ubicadas en el pasado, en la tradición. Las guerrillas de estrato campesino-rural surgieron como radicalización de las circunstancias sociales, agrarias o políticas. Éstas son generalmente regionales y de movilización lenta. 3
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Por su carácter indígena, estas organizaciones, que podríamos caracterizar de nativistas, son recurrentes en la historia de México, y se presentan de manera cíclica. Montemayor indica la existencia de ciclos de confluencia y polarización de las circunstancias de pobreza extrema, discriminación, aislamiento, explotación, despojos y nula procuración de justicia. Además llama la atención a la necesidad de estudiar las cuestiones culturales, ya que en las comunidades se presentan lazos complejos de parentesco; lazos de idioma, cultura o religión; lazos naturales que proporcionan la producción económica ejidal o comunal; y claro, lazos entre las élites que ejercen la hegemonía económica o política.9 Según esta perspectiva la guerrilla rural respondería a un memorial de agravios de carácter histórico, que justifica la vía armada como legítima defensa. En este sentido, las prácticas y normas se reproducen de generación en generación en el ámbito de la “costumbre”. De esta manera es más fácil legitimar prácticas, o protestas, “en términos de uso consuetudinario o de emolumento o derecho prescriptivo.”10 Jorge Luis Sierra Guzmán pone mayor énfasis en los dos componentes de la violencia agraria: el factor económico, que resalta la pobreza extrema y el acaparamiento de tierras; y por otro lado, la represión ejercida por policías judiciales, militares y guardias blancas en defensa de la propiedad de caciques y terratenientes: La pobreza en las zonas rurales mexicanas no parecía constituir por sí sola la única razón determinante de la lucha armada que se desató en el país. Tampoco los hechos de violencia de los caciques, por más cruentos que hayan sido. El factor decisivo solía ser la certeza de que no había ninguna posibilidad legal de solucionar esos problemas, ni puertas abiertas en el gobierno para discutirlos.11
Este autor es más minucioso en las cuestiones económicas, que son expuestas como causas o antecedentes, sin embargo, ubica en la falta de espacios de participación política uno de los factores decisivos para el estallido. Llegamos así, un punto de encuentro entre las posibles causas de las dos
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modalidades de guerrilla: la represión y la falta de espacios de participación política. Sobre esta cuestión, Thompson indica que las estructuras de poder, así como la hegemonía cultural no se consideran amenazadas cuando se procura la satisfacción de ciertas expectativas a través de concesiones teatrales. Ahora, las muestras de debilidad de la autoridad espiritual generan el resurgimiento de una cultura popular fuera de control político.12 En el caso mexicano, Montemayor señala que a partir de la década de los cuarenta, el campo mexicano fue totalmente abandonado en detrimento de la industrialización. No existieron proyectos de desarrollo que implicaran un cambio social a profundidad, ni a mediano ni a largo plazo. La aplicación de proyectos de desarrollo regional – ya sea de infraestructura económica, agraria, forestal, de salud, o de comunicaciones – no fue efectiva para consolidar la reciprocidad entre gobernantes y gobernados. El motivo: nacieron como estrategia de guerra contrainsurgente.13 Por su parte, la versión oficial sobre los orígenes, motivos y combate a la guerrilla la podemos encontrar en el informe escrito por el general brigadier Mario Arturo Acosta Chaparro en 1990, uno de los principales agentes de la represión estatal, graduado de la Escuela de las Américas y miembro fundador de la Brigada Blanca, el grupo paramilitar más sofisticado que combatió al movimiento armado en México.14 En Movimiento subversivo en México15, se hace una revisión general de gran parte de los grupos armados activos desde la década de los sesenta, así como de sus dirigentes. Para el general, no existe una división entre la guerrilla urbana y la rural, como en la mayoría de los textos académicos que posteriormente revisaremos. La causa fundamental de la radicalización de los jóvenes mexicanos en el campo y en la ciudad, se debió a la penetración ideológica ruso-cubana a través del movimiento estudiantil y específicamente, de los militantes del PCM. Su análisis es la radicalización de la xenofilia expuesta por Moore. El detonante de la guerrilla pues, fue el movimiento estudiantil de 1968, preparado inclusive con un año de anticipación. La conspiración fue fraguada desde La Habana, Cuba, durante la celebración de la Conferencia 5
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Tricontinental en 1966, en donde se acordó realizar actos contra los gobiernos de Japón, Francia y México “con el fin primordial de desestabilizarlos y cambiar al socialismo”. Para dicho fin, Cuba creó en 1967 la Organización Latinoamericana de Solidaridad (OLAS), como “brazo armado ejecutor”, para luchar contra el colonialismo, “buscando la reivindicación latinoamericana”. La primera acción armada, según el propio Acosta Chaparro, fue la explosión de un artefacto en la embajada de Bolivia en 1967, para protestar por la muerte del comandante Che Guevara. En la década de los sesenta aparecen agrupaciones juveniles con inclinaciones
terroristas,
evidenciando
“irrefutablemente”
la
“infiltración
soviético-cubana”. La prueba presentada por el general son los casos del Movimiento de Acción Revolucionaria (MAR) y de la Asociación Cívica Nacional Revolucionaria (ACNR). En el primer caso, la detención de los miembros del primer grupo significó la expulsión de cinco funcionarios de la embajada soviética. Respecto al segundo grupo, los líderes de mayor connotación, después del asesinato del líder Genaro Vázquez Rojas, se exiliaron en Cuba por más de once años.16 Para el constructor de la versión oficial sobre la guerrilla en México, la causa no está vinculada a ningún factor de la realidad mexicana (ni económica ni política). No hay una distinción siquiera entre guerrilla urbana y rural. No se explicitan las tradiciones de lucha tanto del movimiento estudiantil, como de los indígenas y campesinos mexicanos. En su generalidad, la guerrilla respondió únicamente a una consigna cubana, que de igual manera, no encuentra una explicación o justificación en el texto citado. La motivación entonces, fue puramente ideológica. Bajo este análisis operó la contrainsurgencia contra los movimientos subversivos durante la guerra sucia mexicana. Estas son a grandes rasgos, las dos versiones consensuadas sobre las diferencias y causas de las guerrillas, urbanas y rurales. A continuación esbozaremos algunos matices abordados por los autores seleccionados para este trabajo.
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El movimiento estudiantil de 1968 como matriz de las organizaciones guerrilleras.
Para Miguel Basañez, el movimiento estudiantil de 68 habría producido tres efectos ideológicos importantes: uno consistía en “apuntar y subrayar los efectos negativos del modelo de crecimiento económico que el sector público había estado promoviendo entusiastamente”. Otro era el “cuestionamiento a la fe tradicional en el sector privado como la pieza central para alcanzar el desarrollo del país”. Y el tercer efecto fue que el movimiento estudiantil hizo ver muy claro a los disidentes que “para lograr algunos cambios, no era suficiente con reunir enormes manifestaciones y hacer apasionados discursos”.17 Raúl Álvarez Garín, añade que “inspirados o impulsados directamente por jóvenes del 68 se reactivaron y alcanzaron un alto nivel las luchas sociales obreras, campesinas y populares” colocando en primer plano los temas del cambio social y sobre todo político. Surgieron así las guerrillas urbanas y “adquirieron otra dimensión las acciones guerrilleras rurales”.18 Este argumento es ampliamente discutible, haciendo consideraciones cronológicas. Surgidos de amplios y fuertes movimientos de masas, en 1965 se inaugura la experiencia armada, primero en el norte del país, con el malogrado asalto al cuartel militar de Ciudad Madera, Chihuahua, organizado por el Grupo Popular Guerrillero encabezado por el profesor rural Arturo Gámiz García. También, desde 1967, opero la guerrilla del profesor Genaro Vázquez Rojas (Asociación Cívica Nacional Revolucionaria) e inmediatamente después se activa la del también profesor Lucio Cabañas Barrientos (Partido de los Pobres). Ambas en el estado de Guerrero, se constituyen en los referentes de la guerrilla rural.19 Tomando estos argumentos en cuenta, Rhi Sausi, de manera inversa a la propuesta de
Álvarez Garín, dice que en realidad los referentes de los
estudiantes radicalizados son las luchas de Chihuahua y Guerrero: “el surgimiento de estas expresiones guerrilleras de un movimiento de masas y su identificación con la lucha armada, como forma fundamental de lucha, constituían la ‘verdadera’ alternativa.”20 7
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A esto, Montemayor agrega que “una gran parte de los estudiantes que se incorporaron a la guerrilla provinieron de dinámicas diferentes, de una amplia gama de otros procesos políticos y universitarios de Michoacán, Chihuahua, Jalisco, Nuevo León y Sinaloa, sin conexión orgánica con el movimiento del 68.”21 En realidad, escribe Montemayor, el Comando Armado Lacandones, incorporados en 1973 a la Liga Comunista 23 de Septiembre, fue la única organización conformada estrictamente por estudiantes que tuvieron sus antecedentes organizativos en el movimiento estudiantil del 68.22 Álvarez Garín y Sierra Guzmán, insisten en que la guerrilla urbana es la continuación del movimiento estudiantil. El 68 significaría primeramente la conciencia democrática, que posteriormente se transformaría en una conciencia revolucionaria socialista, “que impulsa el desarrollo de todas las fuerzas de izquierda, y engloba, da tono y sentido al movimiento de masas en el país”. El movimiento es el punto de partida que legitima las posiciones de izquierda y de pensamiento socialista: “El país no se politiza en abstracto, se politiza hacia la izquierda.”23 Basañez ratifica lo anterior afirmando que “el legado principal del movimiento estudiantil fueron las acciones guerrilleras y las prisiones del país llenas de los partidarios del movimiento.”24 A pesar de esta tesis del 68 como fundador simbólico del movimiento armado, Montemayor afirma que “la mayoría de las guerrillas tienen experiencias anteriores y contextos diferentes. El 68 a pesar de su complejidad política, no puede ser reducido a la explicación causal de la guerrilla posterior.”25 El proceso de politización y la experiencia política avanzaron durante la experiencia estudiantil, no obstante, es la represión lo que precipita la radicalización urbana. Primero fue el 2 de octubre de 1968, pero el detonante fue la masacre, también de estudiantes, ocurrida el 10 de junio de 1971, durante la primera manifestación estudiantil después de Tlatelolco. Así, la guerrilla urbana está fundada, también, sobre “vivencias traumáticas y convicciones sinceras y valientes.”26 Pero estas dos muestras de poder contra la organización expresadas en represión excesiva ejercida por el ejército, por cuerpos policiacos y por grupos paramilitares, no fueron las primeras, ya se habían experimentado represiones del mismo tipo desde 1956, con la invasión 8
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militar a los dormitorios del Instituto Politécnico Nacional (IPN), en 1966 en la Universidad Nicolaíta de Michoacán, y en 1967, en la Universidad Autónoma de Guerrero, que mediante la movilización de sus estudiantes consiguieron la destitución del entonces gobernador del Estado. Continuando en este mismo sentido, la gran aportación del movimiento estudiantil fue “demostrar hasta dónde llegaban los límites de tolerancia del sistema, que en ese momento demostraban ser relativamente estrechos.”27 Para Héctor Aguilar Camín & Lorenzo Meyer, la represión al movimiento estudiantil en Tlateloco significó la muerte del proyecto de continuidad de la modernización de México, en términos generacionales. Representó también el choque entre sensibilidad política y social, “assentada nos moldes vazios da unidade nacional e na veneração aldeã aos símbolos pátrios”. Los jóvenes del 68 se conviertieron en “testemunhas frescas e irredutíveis de uma realidade desnacionalizada e dependente em rápida transculturação neocolonial, extraordinariamente sensível às causas e aos símbolos que lhes eram contemporâneos.”28 Tomando en cuenta la represión como elemento clave para explicar el fenómeno armado en México, citamos aquí a Condés Lara, quien propone la correlación entre represión y rebelión (en ese orden): “la cerrazón oficial, la cancelación de caminos democráticos, la intolerancia y, finalmente, el reiterado uso de la fuerza por parte del gobierno llevaron a muchos jóvenes de la protesta legal y abierta y del reclamo de justicia al rechazo de las instituciones y a la insurgencia armada.”29 Esta misma tesis la encontramos en el texto de Rhi Sausi, quien explica que en la mente súper-ideologizada de los estudiantes guerrilleros,
utilizaran
el
marxismo
como
perspectiva
teórica,
pero
intuitivamente haciendo una mezcla entre corrientes revolucionarias y revisionistas. A partir de esta consideración, el autor desprende una operación simple con dos puntos centrales: “1º) el Estado y el capitalismo en México se encuentran en su crisis definitiva, la represión era la prueba de su debilidad; y 2º) la radicalidad de las formas de lucha de muchos sectores de masas era un signo evidente de que la revolución estaba ‘a la vuelta de la esquina’.” 30 Esta reflexión se generaliza después del 68. Después del 71, las agrupaciones 9
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guerrilleras que ya estaban en la clandestinidad, ven confirmados sus esquemas. De esta manera, esta izquierda armada también fue modelada al calor de la represión, de la que ninguno de los movimientos mencionados – civiles y armados – se salvó. El levantamiento armado entonces, no puede explicarse únicamente a partir de las motivaciones ideológicas, y tendría necesariamente que considerarse que quienes optaron por la clandestinidad, lo hicieron bajo el sentimiento del agravio: “Los jóvenes que se levantaron en armas estaban llenos tanto de convicciones como de agravios, no tuvieron, por lo general, otro camino; pocos fueron los que por motivaciones, digamos ‘puramente ideológicas’ se lanzaron a la rebelión.”31 Y en este sentido, Thompson apunta la importancia de la expresión simbólica de la hegemonía y la protesta. Ahora bien, siguiendo a Antonio Gramsci, estos tres elementos pueden ser piezas para caracterizar un periodo de agudización de una crisis de hegemonía. Entendemos hegemonía, no sólo como la dirección de las decisiones económicas y políticas de la sociedad, sino también como la dirección moral e intelectual de esa sociedad. Este último factor es lo que hace viable el dominio, lo que genera consenso. Sin embargo, Thompson señala que la hegemonía no es una simple imposición que implica esa dominación total, “no impone una visión total de la vida: más bien impone orejeras que impiden la visión en ciertas direcciones mientras la dejan libre en otras.32 El hecho de que las crisis posibiliten la radicalización de la resistencia, no implica que anteriormente no existieran, pero como dice Moore, “hay una tendencia constante a que los que tienen la autoridad inviertan este proceso en su propio beneficio y por tanto se da una tendencia correspondiente de parte de los súbditos a resistir a la autoridad, evadirla o bien oponerse a ella.”33 Cabe señalar también, que la hegemonía cultural, desde la perspectiva de Thompson, puede efectivamente definir los límites de lo posible, inhibiendo el desarrollo de horizontes y expectativas. No obstante, esto no significa que no exista la posibilidad de generar ideas radicales independientes a la ideología dominante, ni que se tengan que buscar necesariamente intelectuales orgánicos para dar dirección, mientras los valores dominantes son una variable 10
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externa independientemente generada por grupos. Una hegemonía sólo podría ser mantenida por los gobernantes mediante un “constante y diestro ejercicio, de teatro y concesión.” La hegemonía, incluso cuando es satisfactoriamente impuesta puede coexistir con una cultura del pueblo “vigorosa y autoactivante, derivada de sus propias experiencias y recursos.”34
Las ideologías extranjeras: aportaciones historiográficas a la versión oficial.
En un contexto de guerra fría, es muy difícil imaginar que no existían las influencias externas a las prácticas revolucionarias mexicanas, en donde la las guerrillas de tipo foquista se esparcieron por el territorio latinoamericano. En 1966 fueron presos varios guerrilleros guatemaltecos, entre ellos el historiador Adolfo Gilly, entre algunos otros estudiantes mexicanos que participaban activamente en la guerrilla del comandante Yon Sosa. Ese mismo año se detiene al grupo del periodista Víctor Rico Galán (Movimiento Revolucionario del Pueblo). Mientras que en 1967, comenzaba a operar el Partido Revolucionario del Proletariado Mexicano entrenados en China, mientras que 60 militantes del MAR recibían entrenamiento en Corea.35 A pesar de eso, para los redactores de la Revista Coyoacán, México es un país en donde efectivamente no existen las condiciones históricas que posibiliten el “guerrillerismo” de sustrato pequeñoburgués, como ellos definen al foquismo guevarista. El origen de la rebelión rural, dicen, debería buscarse en la experiencia de la guerra campesina durante la Revolución Mexicana. No obstante, también tiene que tomarse en cuenta lo acontecido tras la institucionalización de la revolución: la integración específica del campesinado en el Estado como uno de los sostenes de la legitimidad burguesa, tanto a través del sistema ejidal, como a través de las instituciones estatales dirigidas al campesinado (Secretaría de Reforma Agraria y demás) y de las organizaciones campesinas semiestatales o directamente integradas en el sistema del Estado mediante el 11
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partido de gobierno (Confederación Nacional Campesina, Central Campesina Independiente, Unión General de Obreros y Campesinos de México, etc.).36
Situación que obligó a la reorganización de la izquierda campesina, en la búsqueda sobre todo de la conformación de organizaciones independientes, que muchas veces se convirtieron en bases de las guerrillas rurales. A pesar de la tradición guerrillera en México desde la guerra de independencia, no podríamos explicar la guerrilla de la segunda mitad del siglo XX, “sin evaluar la acción de las guerrillas que se sucedieron después (y bajo influencia) de la revolución cubana.”37 La mañana del 23 de septiembre de 1965, como ya mencionamos, el Grupo Popular Guerrillero intentó asaltar el cuartel militar de ciudad Madera en Chihuahua, emulando sí, el también fallido asalto al cuartel militar de Moncada, encabezado por el comandante Fidel Castro. Sólo que no fue el foquismo la principal propuesta de este grupo, ya que llevaban varios años fortaleciendo un trabajo de masas sin precedentes en el norte del país, a través de la recuperación de tierras y la organización campesina independiente.38 Ya Álvarez Garín intenta mediar apuntando que en los medios estudiantiles politizados de los años sesenta, las tesis de colaboracionismo con el gobierno estaban muy desprestigiadas, y en el otro extremo “aunque la influencia de los planteamientos de la Revolución Cubana era muy grande”, ante la magnitud y la historia del desarrollo del país y el peso ideológico y político de la Revolución Mexicana, “ese elemento por sí solo no era suficiente como para determinar en una perspectiva general la necesidad y conveniencia de un proceso de lucha armada como sí sucedía en otras partes del continente.”39 La discusión sobre los procesos ideológicos que se presentaban en otros territorios del mundo, tuvo un eco impresionante en todo México, y no simplemente dentro de las universidades. Sería ingenuo pensar que las organizaciones políticas y militares, campesinas e indígenas, vivieron un proceso aséptico, y que su programa de lucha se reducía a la reivindicación de las formas ancestrales de vida, como señala Moore. Así por ejemplo, Lucio 12
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Cabañas y Arturo Gámiz, ambos profesores rurales y desde sus respectivos territorios, formaron parte de las Juventudes Comunistas de México (JCM). Genaro Vázquez y Pablo González (otro líder del grupo de Gámiz), fueron militantes del Partido Popular Socialista (PPS) y miembros también del Movimiento de Liberación Nacional (MLN), organización encabezada por el ex presidente Lázaro Cárdenas en defensa de la Revolución Cubana.40 La diferencia entre los guerrilleros urbanos de los rurales respecto a las ideologías extranjeras, son las formas de apropiación en sus programas de lucha. Así, la guerrilla urbana generalmente tiene cauces suprarregionales – inclusive internacionalistas– y una movilidad mayor de las células activas.41 Los guerrilleros urbanos fueron cuadros con una sólida formación ideológica dentro de las universidades, motivo por el cual las discusiones políticas y sobre la estrategia militar impidieron la conformación de frentes nacionales, dando como resultado la rápida desarticulación de los grupúsculos. Conocemos a través de un relato de Montemayor, la épica discusión teórica entre el “pobrismo” enarbolado por Cabañas, contra la reivindicación de la “dictadura del proletariado” expuesta por los militantes de la Liga Comunista 23 de Septiembre (sólo por mencionar uno de los puntos de disenso que imposibilitaron la unión de esfuerzos militares).42 Enrique Krauze es mucho más radical en la diferenciación entre los tipos de apropiación ideológica al señalar que en la cárcel de Lecumberri (lugar en donde se centralizó a los presos políticos), guerrilleros mexicanos y extranjeros discutían interminablemente sobre la forma que debía adoptar la revolución futura: “había trotskistas como Adolfo Gilly, guevaristas como Víctor Rico Galán, maoístas, etcétera. Los separaban las tácticas y las interpretaciones, pero los vinculaba la pasión revolucionaria, el odio al imperialismo y el capitalismo, y una ideología que provocaba en Occidente un fervor sólo comparable al de los años treinta: ese remedo de religión y ciencia, el marxismo.”43 La peculiar visión de Krauze, creemos que es la radicalización de la versión oficial escrita por el general Acosta Chaparro, esbozada anteriormente. Más que hacer un análisis histórico, el historiador construyó una caricatura 13
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tanto del movimiento estudiantil, como del proceso armado posterior. La guerrilla urbana, en esta perspectiva xenofílica, como apuntaría Moore, fue únicamente “la ilusión juvenil de la época, un idealismo vago y sentimental que sólo en casos excepcionales se traducía en actos prácticos. El mundo era blanco y negro.”44 Sobre sí mismos, los estudiantes tenían una opinión “si no mesiánica, al menos elevada.”45 Las motivaciones de los levantamientos llegaron de lejos, sobre todo de Francia y de Estados Unidos: “Un fantasma de rebeldía recorría el mundo. ¡Estudiantes de todos los países, uníos! ¡No tenéis nada que perder salvo el tedio!”46 Según el autor, no existía una experiencia organizativa anterior, sólo el diez por ciento de los líderes del movimiento estudiantil tenían una filiación partidista, “la gran masa de jóvenes rebeldes tenía un simple entusiasmo libertario, similar al de sus congéneres en Europa o Estados Unidos. Actuaba movida por las emociones más que por las ideas o las ideologías.”47 La juventud es un síntoma de imposibilidad organizativa según Krauze, ya que “visto con objetividad, era difícil que los jóvenes mexicanos de 20 a 26 años tuvieran ideas políticas y programas de acción. ¿Quiénes de sus coetáneos en el mundo los tenían?”48 Además de eso, los jóvenes mexicanos que vivían en los centros urbanos, son considerados hasta hoy como uno de los sectores más beneficiados por el régimen priísta, “fueron principalmente los mimados sectores de la clase media quienes se estaban enfrentando al establecimiento tradicional. Pero, ¿realmente era eso?, ¿había realmente tenido México ese cielo despejado que muchos le atribuían?”49 La confusión aumenta cuando se considera al movimiento estudiantil como matriz de la guerrilla urbana. Montemayor escribe que los cuadros guerrilleros urbanos provenían generalmente de la radicalización de las JCM, debido sobre todo a las críticas sobre las estructuras burocráticas con tendencias eurocomunistas del PCM. Por otra parte – siendo algo que no ha sido suficientemente explorado por la historiografía hasta ahora – la guerrilla contó también con bastantes cuadros religiosos radicalizados. 50 Y por supuesto, las masacres de estudiantes en Tlatelolco y del 10 de junio de 1971,
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se convirtieron en el referente de organizaciones obreras, campesinas y estudiantiles, de que la lucha no iba a ser pacífica.
El factor económico como posibilidad legitimadora de la lucha armada.
Para Álvarez Garín, líder histórico del movimiento estudiantil del 68, no existía una percepción real sobre los problemas que se estaban gestando a nivel económico, simplemente se tenía una intuición, debida sobre todo a los cierres de las vías de movilidad social que permitieron el ensanchamiento de la clase media en las décadas anteriores. Por eso no puede decirse que las causas económicas, “y en especial la disminución de perspectivas de trabajo para los profesionistas jóvenes recién egresados de las universidades fueran una causa determinante, eficiente, de las movilizaciones estudiantiles del 68”,51 y posteriormente de la guerrilla. Pero a pesar de esta idea de estudiantes como clase media alienada e incapaz de hacer análisis de la realidad, se contrapone con los datos arrojados por Montemayor, quien indica que los movimientos estudiantiles inmediatamente anteriores al del 68, “23 fueron motivados por carencias escolares, ocho por problemas locales y seis inspirados por Cuba y Vietnam. Sólo cuatro movimientos aludían al autoritarismo del sistema político mexicano.”52 El propio Álvarez Garín posteriormente afirma que las clases medias representadas por médicos, profesores y estudiantes, entraron en una etapa de movilización ante la evidente proletarización de las profesiones.53 De hecho la guerrilla que surge en los setenta, según Samuel Schmith, responde más al descontento y desesperación de la clase media, que al foquismo
guevarista
que
recorrió
el
continente en
los
sesenta. La
proletarización ideológica y “asalariamiento forzoso” que las clases medias sufrieron en la década de los setenta, “como productos de la terciarización de la economía, los llevaron a que se identificaran con la clase obrera y empezaran a abrigar proyectos sindicales y de partidos en una escala mayor a la que lo pudieran haber hecho en el pasado.”54 Las bases del movimiento estudiantil y de las posteriores guerrillas urbanas, a decir de Rhi Sausi, debe ser definido como una “nueva izquierda”, 15
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que
efectivamente
estaba
vinculada
con
las
teorías
revolucionarias
desarrolladas en el contexto de la guerra fría, pero también, y en mayor medida, por la experiencia organizativa de los diez años anteriores, con una profunda conciencia de clase: “un movimiento de masas disgregado (1956: movimiento
estudiantil;
1958/59:
movimiento
obrero;
década
del
60:
movimientos de estudiantes, de desocupados, de campesinos pobres, de proletarios agrícolas).”55
Conclusión
A partir de las propias tesis desarrolladas por la historiografía mexicana sobre el proceso armado mexicano, pretendimos apuntar las contradicciones entre ellas. Señalamos también, algunos aspectos metodológicos de los estudios culturales, que nos ayudarían a complejizar aún más el estudio del proceso armado mexicano, con el objetivo de evitar los reduccionismos que se han hecho para el estudio de los tumultos o los movimientos violentos comunitarios. No pretendimos hacer un estudio de la guerrilla en sí, sino simplemente apuntar algunos de los caminos abiertos por teóricos como Thompson, Gramsci y Moore, sobre todo en lo que concierne al análisis de las tradiciones, la resistencia y la hegemonía. Sin embargo, constatamos que la manera mecánica en la que se ha leído el proceso armado, junto a nuestra intención de sistematizar el estado de la cuestión, nos imposibilitó explorar con mayor profundidad las propuestas metodológicas y conceptuales. Creemos que desde el campo de la historia y la historiografía, es posible descifrar los actos de rebeldía. Sabemos también, siguiendo a Thompson, que no es suficiente con la descripción de las protestas simbólicas populares. Necesitamos recobrar el significado de las mismas respecto a un universo simbólico más amplio, para entenderlas como afrenta a la hegemonía de los gobernantes. El estudio de símbolos nos ayudaría a descifrar las aspiraciones populares. Para esto, precisaríamos necesariamente costurar la narrativa a partir de otras fuentes que confronten a la propia historiografía hasta hoy escrita. 16
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Es importante dejar claro que no podemos desvincular a los núcleos armados de las condiciones sociales que lo sostienen. Sin embargo, no podemos considerar este vínculo como mecánico o simplemente casual. Reconocer la vinculación entre los factores económicos, la tradición de lucha y resistencia de las comunidades o clases, así como de las influencias “externas” nos ayudará a entender la guerrilla como un proceso social complejo y no como casos aislados y fugaces de delincuencia.
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Mestrado em História Social – USP. Contato:
[email protected] Cf. SANTOS VALDEZ, José. Madera. México: Imprenta Laura, 1968; LÓPEZ, Jaime. 10 años de guerrilla en México; 1964-1974. México: Posada, 1974. 2 ALONZO PADILLA, Arturo. “Revisión teórica sobre la historiografía de la guerrilla mexicana (1956-1978)”. In: OIKIÓN SOLANO, Verónica & GARCÍA UGARTE, Marta Eugenia (eds.). Movimientos armados en México; Siglo XX. Zamora: El Colegio de México, 2006, p. 111. 3 Cf. GARCÍA CASILLAS, Felipe (comp). Presos políticos discuten… Un balance de la guerrilla en México. México: Partido Revolucionario de los Trabajadores, 1976; HIRALES, Gustavo. La Liga Comunista 23 de septiembre: Orígenes y naufragio. México: Ediciones de Cultura Popular, 1977; HIRALES, Gustavo. El radicalismo pequeño burgués. México: Universidad Autónoma de Sinaloa, 1978; TECLA, Alfredo. Universidad, burguesía y proletariado. México: Ediciones de Cultura Popular, 1976. 4 ALONZO, op. cit., 2006, p. 116-117. 5 En 1981 se da por extinta la guerrilla mexicana, con el asesinato del último dirigente histórico de la Liga Comunista 23 de Septiembre, David Jiménez Sarmiento. Ese mismo año se declara extinta la Brigada Blanca, organismo paramilitar de vocación contrainsurgente (Cf. CASTELLANOS, Laura. México Armado; 1943-1981. México: ERA, 2008, p.266-272). 6 MOORE, Barrington. “Notas sobre o processo de aquisição do poder”. In: MOORE, Barrington. Poder político e teoria social; Sete estudos. São Paulo: Editora Cultrix, 1972, p. 18. 7 Ibid., p. 19. 8 Cf. KNIGHT, Alan. “Caudillos y campesinos en el México Revolucionario, 1910-1917”. In: BRADING, D. A. (comp.). Caudillos y campesinos en la Revolución Mexicana. México: Fondo de Cultura Económica, 1985. 9 Cf. MONTEMAYOR, Carlos. La guerrilla recurrente. Ciudad Juárez: Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, 1999, p. 16. 10 THOMPSON, E. P. “La sociedad inglesa del siglo XVIII: ¿Lucha de clases sin clases?”. In: THOMPSON, E. P. Tradición, revuelta y consciencia de clase; Estudios sobre la crisis de la sociedad preindustrial. Barcelona: Crítica, 1989, p. 43. 11 SIERRA GUZMÁN, Jorge Luis, El enemigo interno: contrainsurgencia y fuerzas armadas en México. México: Centro de Estudios Estratégicos de América del Norte-Universidad Iberoamericana-Plaza y Valdés Editores, 2003, p. 45. 12 THOMPSON, op. cit., 1989, p. 31. 13 MONTEMAYOR, op. cit., 1999, p. 22. 14 Cf. SIERRA GUZMÁN, op. cit., 2003; y AGUAYO QUEZADA, Sergio. La Charola: una historia de los servicios de inteligencia en México. México: Grijalbo, 2001. 15 ACOSTA CHAPARRO, Mario Arturo. Movimiento subversivo en México, enero 1990 (Documento digital). 16 Cf. ACOSTA CHAPARRO, op. cit., 1990. 17 BASAÑEZ, Miguel. La lucha por la hegemonía en México. México: Siglo XXI, 1988, p. 11. 1
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ÁLVAREZ GARÍN, La estela de Tlatelolco; Una reconstrucción histórica del movimiento estudiantil del 68. México: Ítaca, 2003, p. 134. 19 Cf. CASTELLANOS, op. cit., 2008. 20 RHI SAUSI, José Luis. “La parábola de la guerrilla en México”. In: Coyoacán, n. 3, revista trimestral, abril-junio, México, 1977, p. 70. 21 MONTEMAYOR, Carlos. La violencia de Estado en México; Antes y después de 1968. México: Debate, 2010, p. 13. 22 Ibidem. 23 ÁLVAREZ GARÍN, op. cit., 2003, p. 198. 24 BASAÑEZ, op. cit., 1988, p. 185. 25 MONTEMAYOR, op. cit., 2010, p. 66. 26 ÁLVAREZ GARÍN, op. cit., 2003, p. 213. 27 SCMITH, Samuel. El deterioro del presidencialismo mexicano. México: EDAMEX, 1986, p. 44. 28 AGUILAR CAMÍN, Héctor & MEYER, Lorenzo. Á sombra da Revolução Mexicana; História mexicana contemporânea, 1910-1989. São Paulo: Editora da Universidade de São Paulo, 2000, p. 269-70. 29 CONDÉS LARA, Enrique. Represión y rebelión en México; 1959-1985. Tomo 1. México: BUAP-Miguel Ángel Porrúa, 2007, p. 16. 30 RHI SAUSI, op. cit., 1978, p. 71. 31 CONDÉS LARA, op. cit., p. 16. 32 THOMPSON, E. P. Costumbres en común. Barcelona: Crítica, 1995, p. 106. 33 MOORE, Barrington. La injusticia: Bases sociales de la obediencia y la rebelión. México: UNAM, 1989, p. 38. 34 THOMPSON, op. cit., 1989, p. 60. 35 SIERRA GUZMÁN, op. cit., 2003, p. 75. 36 “Otras reflexiones sobre la guerrilla en México”. In: Coyoacán, n. 4, revista trimestral, agostooctubre, México, 1977, p. 80. 37 MONTEMAYOR, op. cit., 1999, p. 23. 38 Cf. MONTEMAYOR, Carlos. Las armas del alba. México: Debolsillo, 2009. 39 ALVAREZ GARÍN, op. cit., 2002, p. 143. 40 CASTELLANOS, op. cit., 2008, p. 63-164. 41 MONTEMAYOR, op. cit., 1999, p. 10. 42 MONTEMAYOR, Carlos. Guerra en el paraíso. México: Debolsillo, 2009. 43 KRAUZE, Enrique. La presidencia imperial: Ascenso y caída del sistema político mexicano (1940-1996). México: Tusquets, 1997, p. 313. 44 Ibid., p. 318. 45 Ibid., p. 319. 46 Ibid., p. 320. 47 Ibid., p. 324. 48 Ibid., p. 362. 49 BASAÑEZ, op. cit., 1988, p. 169. 50 Cf. CASTELLANOS, op. cit., 2008, p. 184-185. 51 ÁLVAREZ GARÍN, op. cit., 2002, p. 144. 52 MONTEMAYOR, op. cit., 2010, p. 68. 53 ÁLVAREZ GARÍN, op. cit., 2002, p. 144-145. 54 SCHMITH, op. cit., 1986, p. 45. 55 RHI SAUSI, op. cit., 1977, p. 66.
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