Competir o compartir? Cambios en el bienestar social tras la. irrupción de la economía colaborativa

¿Competir o compartir? Cambios en el bienestar social tras la irrupción de la economía colaborativa María Barreiro-Gen [email protected] Departamento

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¿Competir o compartir? Cambios en el bienestar social tras la irrupción de la economía colaborativa María Barreiro-Gen [email protected]

Departamento de Análise Económica e Administración de Empresas Universidade da Coruña

Área Temática: Crecimiento, desarrollo, competitividad y desigualdades territoriales

Resumen: Los paradigmas establecidos que situaban al crecimiento económico ilimitado como principal objetivo a alcanzar están cambiando a un ritmo vertiginoso. Ante factores como el aumento de la toma de conciencia de los efectos de la actividad económica en el medio ambiente, la situación de crisis que se ha vivido en los últimos años y la cultura de Internet, se ha iniciado una tendencia que consiste en dar prioridad al acceso frente a la propiedad de los bienes, emergiendo la denominada “economía colaborativa”, basada en la idea de “la vuelta a compartir”. Esto supone el cambio de la estructura tradicional de los mercados, formados por empresas, es decir, unidades de producción, por un lado, y familias o unidades de consumo, por otro. Como consecuencia, aparece la figura del “prosumidor”, usuario que ofrece un producto, en este nuevo contexto del consumo colaborativo. En el presente trabajo se analizan los cambios producidos en el bienestar social como consecuencia de la irrupción de esta nueva forma de organización económica, comparando la situación de Europa del sur y Europa del norte. Para ello, se tienen en cuenta tres factores en el modelo: la edad, la formación y las nuevas tecnologías, que funcionan como intermediarias en el proceso. Asimismo, se analizan las diferentes posturas adoptadas por los agentes implicados, donde cabe destacar la actitud favorable de las instituciones de la Unión Europea ante la economía colaborativa y su rechazo al incremento de regulación que obstaculice su desarrollo. Palabras Clave: consumo colaborativo, crecimiento económico, avance tecnológico, desarrollo, excedentes. Clasificación JEL: D10, D20, D40, D60, O10, O33

1. Introducción En los últimos años la Economía colaborativa se ha convertido en un tema de creciente importancia, lo que ha provocado, a su vez, la atención en la literatura económica; si bien, todavía no ha acaparado el interés que, por su trascendencia, requiere. La defensa del crecimiento económico ilimitado como principal objetivo a alcanzar ha sido cuestionada desde hace décadas y con más intensidad en los últimos años (Stiglitz, Sen & Fitoussi 2008, Heinrichs 2013). Se cuestiona que el consumo sea el único fin y propósito de toda actividad económica, tal y como lo plantea la economía moderna, utilizando los factores productivos como medios, en lugar de utilizar el consumo como medio para alcanzar la máxima satisfacción humana (Schumacher 1978). Este posicionamiento del consumo como centro de todo el sistema olvida aspectos tan elementales como el cuestionamiento de la disponibilidad de recursos básicos así como el propio deterioro del medioambiente (Stiglitz, Sen & Fitoussi 2008) y los efectos en la salud humana (Chuang et al. 2015). Ya en la década de los años 70, Schumacher alertó de que se estaban tratando los combustibles como si fueran artículos de renta a pesar de ser, innegablemente, bienes de capital, lo que implica que cuando se terminen, se habrán terminado para siempre. Han sido diversos los factores que han propiciado una tendencia que consiste en dar prioridad al acceso frente a la propiedad de los bienes. No solo ha influido el aumento de la toma de conciencia de los efectos medioambientales de la actividad económica (Hensen et al. 2016), sino también la situación de crisis que se ha vivido en los últimos años y la cultura de Internet. Ha emergido, de esta forma, la denominada “economía colaborativa”, basada en la idea de “la vuelta a compartir” o “the sharing turn” (Grassmuck 2012). Esto supone el cambio de la estructura tradicional de los mercados (B2C, o business to consumer), formados por empresas, es decir, unidades de producción, por un lado, y familias o unidades de consumo, por otro. Aparece la figura del denominado “prosumidor”, usuario que ofrece un producto, es decir, usuario productor, en este nuevo contexto del consumo colaborativo, denominado “peer to peer” (P2P) o entre pares, es decir, entre iguales (Becerra & Patiño 2013). Estas novedades chocan con las bases más profundas del sistema, basado en la existencia del “Homo economicus”, que actúa fundamentalmente por su interés propio. 1

Es un ser racional, que opta siempre por competir y conseguir la propiedad de las cosas, en lugar de cooperar y compartirlas (Grassmuck 2012). El “Homo economicus” no se preocupa por el resultado de sus acciones (posibles externalidades positivas o negativas de sus actos), puesto que no se responsabiliza de ello. Se centra exclusivamente en la maximización de su propio beneficio, con una tendencia a la optimización matemática de decisiones de consumo (Fernández 2009). El desarrollo de la teoría económica basado en este modelo de ser humano, ha separado disciplinas como son la ética y la economía, como si se tratase de esferas totalmente diferentes, con las implicaciones que esto conlleva (Miedes & Flores 2013). Sin embargo, en la práctica, existen numerosas iniciativas y actuaciones que contradicen estas bases teóricas, puesto que las personas, bien sea como demandantes bien sea como oferentes,

manifiestan

en

diversas

ocasiones

comportamientos

contrarios

al

individualismo metodológico o a la racionalidad instrumental (Fernández, 2009). Asimismo, no se cuenta con disponibilidad ilimitada de información antes de tomar cualquier decisión de consumo. Por tanto, la irracionalidad, la voluntad de compartir, de cooperar, así como la preocupación por las consecuencias de los actos, son rasgos que no se deben obviar (Marçal 2016). En el presente trabajo, tras el estudio de la literatura científica más relevante sobre la economía colaborativa, se analizan los cambios producidos en el bienestar social como consecuencia de la irrupción de esta nueva forma de organización económica. Para ello, se ha comparado la situación de Europa del sur y Europa del norte. Se han tenido en cuenta en el análisis varios tipos de factores relacionados con la edad, la formación y las nuevas tecnologías, que funcionan como intermediarias en el proceso. Asimismo, se analizan las diferentes posturas adoptadas por los agentes implicados.

2. Economía colaborativa y la ruptura de la estructura tradicional del sistema económico El cuestionamiento del supuesto económico de que una persona que consume más, está siempre mejor que una persona que consume menos, trae como consecuencia la ruptura de los cimientos básicos del sistema económico tradicional, imponiéndose el intercambio, la proximidad, lo sostenible, lo ecológico (Monteil 2014). Aparecen, cada 2

vez en mayor medida, objetivos vinculados a la corresponsabilidad, la eficiencia y la sostenibilidad (Comité Económico y Social Europeo 2014). De acuerdo con el Comité Económico y Social Europeo, lo sostenible es fruto de la intersección de lo ecológico, lo social y lo económico, como muestra la Figura 1. Por tanto, es necesario trabajar desde estas tres áreas que, en determinados puntos, están interrelacionadas. Figura 1. Tríadas del desarrollo sostenible

Fuente: Elaboración propia a partir del Comité Económico y Social Europeo (2014). El concepto de economía colaborativa ha sido objeto de numerosas definiciones desde su reciente proliferación. Se lleva a cabo en sistemas o redes organizadas, en las que los participantes realizan actividades relacionadas con la idea de compartir, en forma de alquiler, préstamo, comercio o trueque, así como con el intercambio de bienes, servicios, soluciones de transporte, el espacio o dinero (Moehlmann 2015). De acuerdo con Barnes y Mattsson (2016), el consumo colaborativo consiste en el “uso de los mercados en línea y las tecnologías de redes sociales para facilitar compartir los recursos entre pares (recursos tales como el espacio, el dinero, bienes, competencias o servicios), que pueden ser proveedores y consumidores”. Se han realizado análisis desde perspectivas macro y microeconómicas (Puschmann, Alt 2016). Desde el punto de vista macroeconómico, la economía colaborativa sigue un modelo de mercado híbrido, donde aparecen transacciones en las que los bienes o servicios se intercambian sin ningún tipo de dinero involucrado. En este sentido, Scaraboto (2015) enfatiza dicho carácter híbrido en su análisis, haciendo referencia a distintas formas de intercambio, como la de compartir. Desde el punto de vista 3

microeconómico, se han llevado a cabo análisis, sobre todo, en el área del marketing y de la administración pública (Puschmann, Alt 2016), quedando, por el momento, la teoría económica más ajena a estos nuevos modelos. Las principales características que determinan una iniciativa de economía colaborativa son, fundamentalmente, tres: que se detecte que un bien o servicio no está siendo usado de manera eficiente, que haya suficiente oferta y demanda del mismo y que, a través de una comunidad, se genere la confianza necesaria para que los individuos se animen a participar en ella, compartiendo con desconocidos bienes y servicios que tradicionalmente solo se compartían con personas cercanas, como familia o amistades (Monteil 2014). Con frecuencia, estas comunidades se organizan a través de plataformas virtuales, que actúan de intermediarias entre quien ofrece y quien demanda el producto, si bien es cierto que el papel que desempeñan es muy dispar. Ante la falta, por el momento, de datos oficiales, diversas empresas privadas han publicado informes con estimaciones que pueden servir de orientación para poder visualizar la magnitud que, en pocos años, han adquirido estos modelos. De acuerdo con PwC (2016) se estima que en 2015 en Europa los cinco sectores clave de la economía colaborativa, es decir, servicios de alojamiento P2P, transporte P2P, servicios domésticos, servicios profesionales y finanzas colaborativas, generaron unos ingresos de casi 4 mil millones de euros y facilitaron 28 mil millones de euros de transacciones. No se puede obviar la tendencia creciente (con un crecimiento muy acelerado desde el año 2013) en las que deben ser contextualizadas estas cifras. 3. Factores de desarrollo de los nuevos modelos Una cuestión a considerar que reviste una especial importancia es el conjunto de factores que facilitan el desarrollo de nuevas relaciones económicas. Por ejemplo, Barnes y Mattsson (2016) han aplicado el método Delphi con 25 expertos para responder a la pregunta de investigación de cuáles son los principales motores, frenos y direcciones para el desarrollo futuro del consumo colaborativo. Destacan, dentro de los motores, la presencia de factores económicos y socio-culturales, vinculados a la reducción de costes, a través del uso de las nuevas tecnologías, así como las relaciones digitales, las redes sociales y la mayor formación de los/as 4

consumidores/as en TIC. En los frenos al desarrollo de este tipo de consumo destacan la confianza establecida o la falta de conocimiento, así como cuestiones regulatorias. Por su parte, la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC) considera que existen cinco grupos fundamentales de causas del surgimiento de nuevos modelos de prestación de servicios e intercambio y/o uso de bienes: en primer lugar, factores económicos, derivados de la crisis y del avance en el uso de Internet por la reducción en los costes que supone; factores tecnológicos, factores socio-culturales, puesto que surgen nuevas necesidades y pautas de consumo; factores sociológicos, vinculados a la sensación de pertenencia a una comunidad que permite el diseño de muchas de las plataformas de economía colaborativa; y, por último, factores regulatorios, planteando la necesidad de revisar la regulación existente para su adaptación a estos nuevos modelos (Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia 2016). Asimismo, otra cuestión relevante a considerar es la importancia de la cultura, en concreto, de lo extendido que esté el uso de Internet y lo habitual que sea realizar actividades a través de la red, así como la aversión a realizar operaciones con personas extrañas. De hecho, la Unión Europea (UE), que cuenta con un observatorio de innovación en la industria, ha destacado estos factores como clave para el avance de la economía colaborativa, destacando, por ejemplo, el carácter de las personas norteamericanas como más proclive a asumir modelos de economía colaborativa que el de las europeas (Comisión Europea 2013). 4. Metodología Teniendo en cuenta las limitaciones de disponibilidad de datos de los países europeos, se han decidido incluir indicadores que están presentes a lo largo de la literatura científica, así como otros que se proponen como factores clave de la economía colaborativa. Se han utilizado datos procedentes de Eurostat de 2014, por centrar el estudio en un año suficientemente reciente, pero, a su vez, del que se dispongan de datos de la mayoría de los países y variables estudiadas. Se han incluido aspectos relacionados con los individuos pero también con las empresas: 5

Desde la literatura científica se destaca como factor fundamental determinante de la “sharing economy” la cultura de internet, por lo que se ha tenido en cuenta como base para la elección de las variables el índice de desarrollo de las TIC (ICT Development Index (IDI)) elaborado por Naciones Unidas (International Telecommunication Union 2013). Dicho índice cuenta con tres grandes bloques: acceso, uso y competencias en TIC. Tomando como referencia el estudio llevado a cabo por Novo-Corti y BarreiroGen (2015), en el que las autoras adaptan este índice al caso de España, se han utilizado las siguientes variables: En primer lugar, relacionadas con el acceso, el porcentaje de hogares con acceso a internet y el porcentaje de empresas con banda ancha. En segundo lugar, vinculadas al uso de las TIC, porcentaje de individuos que han pedido/comprado bienes o servicios para uso privado a través de internet en los últimos tres meses y el volumen de negocios de las empresas del comercio electrónico como porcentaje del volumen total. En tercer lugar, relacionado con las habilidades o competencias en TIC, se ha seleccionado el porcentaje de personas que han realizado 1 o 2 de las 6 actividades que se proponen relacionadas con la informática1. Así mismo, y en la línea de lo apuntado por diferentes fuentes, como Barnes & Mattsson, (2016), la edad y la formación también han de tenerse en cuenta, puesto que la economía colaborativa es más popular entre la población joven y con un elevado nivel educativo. Por ello, se han incluido las siguientes variables: porcentaje de población con edades comprendidas entre los 14 y los 25 años, así como el aprendizaje permanente (“lifelong learning”)2. Se ha optado por esta última variable, además de por su relevancia, porque la gran mayoría de los datos relativos a la educación están únicamente disponibles hasta el año 2012 y la irrupción de la economía colaborativa, en su mayor expresión, es posterior. 1

Copiar o mover un archivo o carpeta; utilizar herramientas de copiar y pegar para duplicar o trasladar información dentro de un documento; utilizar la fórmula base de cálculo (sumar, restar, multiplicar, dividir) en una hoja de cálculo; comprimir archivos; conectar e instalar nuevos dispositivos, por ejemplo, una impresora o un módem; escribir un programa informático utilizando un lenguaje de programación especializado. 2 El aprendizaje permanente se refiere al porcentaje personas de 25 a 64 años que declararon que recibieron educación o formación en las cuatro semanas anteriores a la encuesta (numerador). El denominador consiste en la población total del mismo grupo de edad, con exclusión de los que no respondieron a la pregunta de "participación en la educación y la formación". Tanto el numerador como el denominador provienen de la Encuesta de población activa de la UE.

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Los países europeos que han formado parte del estudio son los 25 siguientes: Alemania, Austria, Bulgaria, Chipre, Croacia, Dinamarca, Eslovaquia, España, Estonia, Finlandia, Francia, Grecia, Hungría, Irlanda, Italia, Letonia, Lituania, Malta, Noruega, Países Bajos, Polonia, Reino Unido, República Checa, Rumanía, Suecia3. La metodología utilizada ha consistido, en primer lugar, en un análisis de clústeres o de conglomerados, a través del programa estadístico SPSS (versión 24). Dicho estudio consiste, en este caso, en ordenar en grupos o conglomerados países analizados, de forma que el grado de similitud entre estados pertenecientes al mismo clúster sea más fuerte que el grado de similitud entre miembros de diferentes clústeres. Se trata, por tanto, de buscar Estados semejantes, en función de una/s determinada/a característica/s; en este estudio, la predisposición ante la “sharing economy”. De esta forma, se pretende conocer si existen diferencias importantes entre unos países y otros, concretamente, entre los países situados al norte de Europa y aquellos situados en el sur. Se ha llevado a cabo, en primer lugar, un análisis por conglomerados jerárquicos, ya que no se conocía a priori el número de clústeres existentes. En concreto, se han utilizado los métodos más comúnmente usados por la literatura: el vecino más lejano y el método de Ward (Ward 1963), que fueron estimados con la distancia euclídea al cuadrado. La decisión sobre el número de clústeres que existen se toma en base al análisis del denominado “dendograma”, que consiste en un gráfico con forma de árbol invertido. Una vez determinado el número de clústeres, se ha llevado a cabo un análisis por conglomerados k medias. A continuación, se han comparado los resultados obtenidos en el análisis de clústeres con los pocos datos disponibles que existen sobre la presencia de la economía colaborativa en Europa y, por último, se han analizado las diferentes posturas adoptadas por los agentes implicados a través del estudio de los informes y comunicados que se han publicado hasta el momento. 5. Resultados a) Análisis clúster: Conglomerados jerárquicos 3

Se han excluido del estudio, por no disponer de datos en alguna/s de las variables analizadas, los siguientes Estados: Albania, Bélgica, Eslovenia, Islandia, Luxemburgo, Montenegro, Portugal, Serbia, Turquía.

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La Tabla 1 recoge los datos utilizados antes de la tipificación: Tabla 1. Variables y datos utilizados antes de la tipificación (%)

Bulgaria Rep. Checa Dinamarca Alemania Estonia Irlanda Grecia España Francia Croacia Italia Chipre Letonia Lituania Hungría Malta Holanda Austria Polonia Rumanía Eslovaquia Finlandia Suecia R. Unido Noruega

Acceso hogares

Banda ancha empresas

E-Com Indiv

E-Com Empresas

Habilidades indiv.

Edad

Aprendizaje permanente

57 78 93 89 83 82 66 74 83 68 73 69 73 66 73 81 96 81 75 61 78 90 90 90 93

77 97 99 95 96 95 87 98 96 95 95 96 95 99 88 97 100 96 90 82 93 100 97 95 93

10 25 66 61 37 43 20 28 49 22 15 23 24 19 20 41 59 43 24 6 31 53 62 72 60

3 29 17 13 14 32 2 15 15 13 7 8 7 7 20 9 12 13 12 6 16 19 18 20 19

16 18 15 18 15 13 13 12 15 20 12 19 13 11 18 14 22 15 14 18 20 13 18 16 13

10,4 10,7 12,9 10,8 11,2 11,4 10,4 9,7 11,9 11,7 9,8 14,3 11,3 13,3 11,9 12,9 12,2 11,9 12,4 11,4 12,6 12 12,6 12,7 13,1

2,1 9,6 31,9 8 11,6 6,9 3,2 10,1 18,4 2,8 8,1 7,1 5,6 5,1 3,3 7,4 18,3 14,3 4 1,5 3,1 25,1 29,2 16,3 20,1

Fuente: Elaboración propia a partir de datos de Eurostat (2014) Una vez construida la base de datos, se han estandarizado las puntuaciones, para eliminar el efecto de la escala de medida. Se obtiene un gráfico, denominado dendograma, que permite intuir el número de conglomerados existentes, siendo la representación gráfica que mejor ayuda a interpretar el resultado de un análisis clúster. A continuación se ha realizado el análisis clúster por conglomerados jerárquicos utilizando el método de Ward, obteniendo el siguiente dendograma (Figura 2):

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Figura 2. Dendograma. Método de Ward Posteriormente, se ha repetido el análisis utilizando, en esta ocasión, el método del vecino más lejano (Figura 3):

Figura 3. Dendograma. Método del vecino más lejano Tras la observación de los dendogramas obtenidos, así como del historial de conglomeración, y dada la estabilidad de la solución desde distintos procedimientos dentro del análisis clúster, se decide que existen 3 conglomerados, número con el que se trabajará en el siguiente análisis.

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b) Análisis clúster: k-medias Para realizar el análisis clúster por k-medias, primero se selecciona una semilla para cada conglomerado a formar (en este caso, el primer país que constituirá cada conglomerado) y se van asignando nuevos Estados según el criterio de distancia considerado, buscando que la variabilidad dentro de los conglomerados sea lo menor posible, y la variabilidad entre grupos lo mayor posible. Proponiendo como número de conglomerados existentes 3, los países estudiados se reparten de la siguiente forma (Tabla 2), el primer clúster cuenta con 3 países, el segundo con 8 y el tercero con 14. Tabla 2. Número de casos en cada clúster Clúster

Casos

1 2 3

3 8 14

La Tabla 3 recoge la distribución detallada de los Estados en cada uno de los clústeres. Tabla 3. Clúster de pertenencia Cluster 1 Bulgaria Grecia Rumanía

Cluster 2

Cluster 3

Dinamarca Finlandia Reino Unido Noruega Alemania Francia Holanda Suecia

Estonia Austria Irlanda República Checa España Croacia Italia Chipre Letonia Lituania Hungría Malta Polonia Eslovaquia

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Si se observa la distancia entre centros de los clústeres finales, puede verse que es muy elevada, por lo que parece que se trata de grupos suficientemente diferenciados (Tabla 4). Tabla 4. Distancias entre centros de clústeres finales Clúster 1 2 3

1 5,396 3,349

2

3

5,396

3,349 2,894

2,894

c) Posturas adoptadas por los agentes implicados: Existen distintas posturas respecto a la economía colaborativa, que se analizan a continuación. En primer lugar, la postura institucional a nivel europeo, representada, por un lado, por el Comité Económico y Social Europeo –CESE- (2014), órgano consultivo de la Unión Europea compuesto por representantes de las organizaciones de trabajadores/as y empresarios/as y otros grupos de interés y, por otro lado, por el Comité de las Regiones Europeo (CDR), que se trata también de un organismo consultivo de la UE, pero, en este caso, está compuesto por representantes elegidos, locales y regionales, procedentes de los veintiocho Estados miembros. Estos organismos muestran en sus informes una postura pro-economía colaborativa. Por ejemplo, el CESE elaboró en 2014 una serie de propuestas de iniciativas y estrategia de acción, siempre desde la perspectiva de la protección del consumidor/a (Comité Económico y Social Europeo 2014). Destacan la propuesta de definición del entorno legal y fiscal de las actividades comprendidas en el consumo colaborativo, regulando aspectos como la responsabilidad legal, el aseguramiento, derechos de uso, derechos contra la obsolescencia programada, las tasas de propiedad o los estándares de calidad. Asimismo, con respecto a las líneas de actuación establecidas, destaca la propuesta de difusión y sensibilización de la población sobre ventajas individuales y colectivas que comportan las iniciativas de la economía colaborativa, promoviendo proyectos piloto, y fomentando la extensión del consumo colaborativo, a través de la activación y dinamización de las redes promovidas.

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El Comité de las Regiones Europeo (CDR) por su parte, también muestra una actitud positiva ante las iniciativas de economía colaborativa. De hecho, considera que las externalidades positivas son muchas y sobrepasan las posibles externalidades negativas que se puedan derivar de dichas iniciativas (Comité de las Regiones Europeo 2016). A nivel estatal, en España, por ejemplo, la CNMC mantiene, en general, una actitud positiva, pero atiende reclamaciones de los/as consumidores/as. En palabras de la propia Comisión: “Este mejor aprovechamiento individual y social se produce a través de la puesta a disposición de los usuarios de las plataformas de estos recursos, bienes o servicios. El acceso a estos bienes económicos, previamente infrautilizados, redunda en una mayor eficiencia económica del sistema y, caeteris paribus, en un incremento de la competencia” (Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia 2016). Los/as consumidores/as, por su parte, realizan peticiones, como evitar la creación de oligopolios y monopolios en el consumo colaborativo, que se especifique la responsabilidad en caso de problemas, o que se distinga la actividad privada de la actividad profesional. Un ejemplo de actuación llevada a cabo por las asociaciones de consumidores/as europeas es el proyecto denominado “Collaboration or Business? Collaborative consumption: From value for users to a society with values” (OCU 2016). Diversas asociaciones han realizado un estudio con 8.670 consumidores/as de cuatro países europeos: Bélgica, España, Italia y Portugal. Han estudiado, entre otros elementos, los motivos por los que se participa en iniciativas de consumo colaborativo, como ahorrar dinero o porque se adaptan mejor a sus necesidades; las principales barreras para acceder a estas medidas o las quejas más frecuentes que los/as consumidores/as realizan en este ámbito. Por último, entre los/as detractores/as de estas iniciativas, se encuentran organizaciones profesionales (transporte, hostelería etc.), así como asociaciones vecinales, que piden regulación muy restrictiva (la misma que la exigida para ellos/as mismos/as o, incluso, la prohibición total de estas actividades. 6. Discusión de resultados De los análisis clúster realizados pueden extraerse diversas conclusiones:

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El primer clúster, compuesto por tres países (Bulgaria, Grecia y Rumanía), aglutina a los estados peor situados en cuanto al desarrollo de iniciativas de economía colaborativa. Esto se debe, fundamentalmente, a sus bajos porcentajes en cuanto al uso de las TIC (tanto por parte de los particulares como de las empresas), así como en lo referente al aprendizaje permanente. Se trata de países situados en el este y más bien en el sur (de hecho, son países vecinos), que, a pesar de contar con un porcentaje de población joven similar a la de otros muchos estados europeos, necesitan desarrollar en mayor medida el acceso a las nuevas tecnologías y normalizar su uso, puesto que, por ejemplo, el funcionamiento de la propia administración pública continúa siendo muy aparatoso y muy dependiente de los trámites presenciales y a través de documentos en papel. El segundo clúster está formado por ocho estados (Dinamarca, Finlandia, Reino Unido, Noruega, Alemania, Francia, Holanda y Suecia) y concentra a los países mejor posicionados de cara a la economía colaborativa, de acuerdo con los factores estudiados, puesto que cuentan con los porcentajes más elevados en la mayoría de las variables estudiadas. Cabe destacar que se trata de países situados en el norte de Europa, que se posiciona, por tanto, en la mejor localización para el desarrollo de medidas de consumo colaborativo, de acuerdo con los factores incluidos en el análisis. Por último, el tercer clúster que podemos identificar tras el estudio realizado está formado por el resto de estados que se han incluido, es decir, catorce países (Estonia, Austria, Irlanda, República Checa, España, Croacia, Italia, Chipre, Letonia, Lituania, Hungría, Malta, Polonia, Eslovaquia). Este clúster presenta características intermedias entre los dos anteriores y, de hecho, su heterogeneidad en cuanto a localización de los países es mayor. Sin embargo, en la práctica, este clúster no se muestra tan homogéneo, puesto que, determinados estados que forman parte de él, como puede ser el caso de España o Italia, han desarrollado numerosas iniciativas de economía colaborativa, motivadas, sobre todo, por la necesidad que ha impuesto la crisis desde el año 2008, tanto por parte de los/as consumidores/as, como por parte de las personas desempleadas, que buscan vías alternativas para la obtención de rentas. No se ha incluido este factor en el análisis

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puesto que desde las instituciones se considera coyuntural, pero lo cierto es que los efectos de la crisis continúan percibiéndose ocho años más tarde de su inicio. Se trata de estados que, a priori, y teniendo en cuenta su desarrollo en el acceso, uso y habilidades en TIC, así como su población más joven o la formación de la misma, no serían los más idóneos para el desarrollo de estas actividades, y, sin embargo, la necesidad de ahorrar dinero sin renunciar a determinados servicios, provoca la aparición de actividades y la posterior aceptación por parte de los/as consumidores/as. Asimismo, teniendo en cuenta que los propios organismos europeos están mostrando una actitud pro-economía colaborativa, estas nuevas actividades se encuentran con una voluntad desde las organizaciones de no legislar o hacerlo lo mínimo posible, lo que propicia el avance de estas actividades. Por tanto, el desarrollo y uso de las tecnologías, así como la cultura es importante, pero las costumbres también cambian ante cambios en el contexto: en el contexto de crisis que se prolonga ya desde el 2008, especialmente en países del sur de Europa, la necesidad hace que la “cultura de la propiedad”, muy extendida hasta el momento, por ejemplo, en España, quede un poco al margen, y se tienda hacia compartir o arrendar en lugar de comprar. 7. Conclusiones El desarrollo tecnológico, pero también factores más coyunturales como la crisis, impulsan a que se desarrollen iniciativas de economía colaborativa. Pero, además, la posición institucional, de momento es positiva (o, incluso, inexistente), lo cual ayuda a fomentar el avance de estas medidas. El desarrollo no es homogéneo para todos los países incluidos en este estudio: los factores analizados muestran que es más fácil que se desarrollen iniciativas en Europa del Norte. Sin embargo, la crisis, como factor coyuntural, o la escasa regulación, impulsan el desarrollo también en el sur (fundamentalmente, en el suroeste). El uso de bienes infrautilizados o la posibilidad de adaptarse mejor a las necesidades de los/as consumidores/as, al ofrecer bienes y servicios “a la medida” de estos/as, supone el aumento del bienestar social. Asimismo, parece que la intermediación entre la oferta y la demanda mejora, se reducen asimetrías informativas y disminuyen los costes de 14

transacción. Además, se posibilita el explotar economías de red y aumentan las externalidades positivas (o, al menos, se eliminan las externalidades negativas) derivadas del uso más responsable de los recursos con respecto al medio ambiente. Sin embargo, y atendiendo a los riesgos señalados desde diferentes sedes, parece que los principales riesgos de estas iniciativas aparecen en el mercado de trabajo, es decir, surgen al analizar estas medidas desde el punto de vista del/a “nuevo/a trabajador/a”: Se trata, en general de actividades que propician el empoderamiento del/a consumidor/a pero la desprotección del/a “trabajador/a”, puesto que, en la línea de los señalado por Carrasco (2015), el concepto de previsión social y tutela derivada de la relación laboral tiende a desaparecer. Sería interesante continuar el estudio en esta línea, buscando soluciones a estos posibles riesgos. 8. Referencias Barnes, S.J. & Mattsson, J. (2016): "Understanding current and future issues in collaborative consumption: A four-stage Delphi study", Technological Forecasting and Social Change, vol. 104, pp. 200-211. Becerra L.J. & Patiño, L.I. (2013): Evolución del comportamiento del consumidor basado en el concepto prosumidor, RIBUC. Carrasco, A. (2015): El ruido de la “economía compartida” de consumo: crítica de una falacia. Centro de Estudios de Consumo. Chuang, Y., Huang, Y., Hu, C., Chen, S. & Tseng, K. (2015): "The inter-relationship among economic activities, environmental degradation, material consumption and population health in low-income countries: a longitudinal ecological study", Bmj Open, vol. 5, no. 7, pp. e006183. Comisión Europea (2013): The Sharing Economy. Accessibility Based Business Models for Peer-to-Peer Markets , Business Innovation Observatory, Luxemburgo. Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (2016): Resultados preliminares del Estudio sobre los nuevos modelos de prestación de servicios y la economía colaborativa, Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia, online.

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