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ANÁLISIS SOPHIE BESSIS
Las nuevas figuras de la guerra en África. Ensayo de tipología de los conflictos africanos
onflictos interestatales: Argelia–Marruecos por medio del Sahara. Es un conflicto durmiente que se despierta periódicamente. Conflictos internos: Argelia, Casamance, Liberia, Sierra Leona, Costa de Marfil, Sudán, Angola, Congo Brazzaville, Somalia, Burundi, Chad. Conflictos panafricanos: República Democrática del Congo.
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Esta primera lista muestra hasta qué punto África es víctima de guerras y diferentes formas de conflictos armados. La división entre conflictos interestatales, internos y panafricanos no es una tipología, en la medida en que la naturaleza de los conflictos africanos es más compleja y que algunos conflictos pueden pertenecer a la vez a más de un tipo. Esta división no tiene en cuenta las causas de los conflictos ni la naturaleza de sus actores. ¿Es necesario situar la dimensión étnica y religiosa de algunas guerras internas africanas?
■ Un poco de historia En la historia contemporánea africana han surgido dos grandes tipos de conflictos: los originados por la partición colonial, que no tuvo en cuenta a las poblaciones precoloniales, y los vinculados a la guerra fría. Los dos tipos de conflictos han podido ser influidos por razones económicas o por la voluntad de liderazgo regional. Algunos se han apagado, otros subsisten y han evolucionado en el transcurso de los decenios. Menciono el caso de Biafra, cuya herencia es embarazosa. ¿Se debe considerar la guerra de Biafra (1967-1970) como un conflicto poscolonial debido a la heterogeneidad de las poblaciones que formaban Nigeria durante la época británica o como el primer conflicto étnico-económico de un África subsahariana independiente? Las dos cosas, sin lugar a dudas. Lo que se puede decir es que, probablemente, los ibos Sophie Bessis, investigadora de la Université Paris I.
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de Biafra no se habrían levantado contra Lagos si su región no tuviera los principales yacimientos de petróleo del país. La secesión no habría sido apoyada, a la vez, por los medios petroleros y por Francia, que deseaba romper la entidad nigeriana dominante en una región de mayoría francófona.
■ Los conflictos poscoloniales Destaco el conflicto del Sahara Occidental. Durante la época colonial, Marruecos fue dividido entre dos potencias, Francia y España. En 1956, Francia abandona su posesión marroquí, y España se retira del Rif. En los años siguientes, abandona progresivamente sus enclaves. Queda la cuestión del Sahara, que adquiere notoriedad a partir de mediados de los años 1970. ¿Es necesario reconstituir el Marruecos precolonial, en el que el Sahara tiene vocación de formar parte, o respetar la regla sacrosanta de la Organización de la Unidad Africana, creada en 1963, de respeto de las fronteras surgidas de la partición colonial? Se sabe que esta cuestión no está resuelta, en la medida en que está vinculada, desde su origen, a un conflicto de liderazgo regional entre Argelia y Marruecos. Argelia percibe en la extensión saharaui de Marruecos un peligro para su liderazgo y en la creación de un microestado saharaui la posibilidad de consolidar y de reservarse un acceso directo al Atlántico. La cuestión mauritana es, en parte, de la misma naturaleza que la del Sahara. Mauritania fue creada tardíamente por Francia a caballo de dos ecosistemas y dos grandes zonas de población: el Sahara y el Sahel, los maures del desierto y los soninké-tuculer del río Senegal. Esta aberración ha provocado una fragilización de la estabilidad regional (durante tiempo la legitimidad del hecho mauritano no ha sido reconocida por Marruecos) y de una conflictividad interna entre negros dominados y maures dominantes, que ha podido degenerar en un conflicto interestatal, como en 1989 entre Senegal y Mauritania. Analizo el caso de Sudán. Como en Mauritania, los conflictos sudaneses tienen como origen la partición colonial y el encuentro entre dos zonas de poblaciones diferentes. Sudán, inmenso (es el país más extenso de África), forma parte, en el norte, del mundo árabo-musulmán y, en el sur, del África negra nilótica no islamizada. La colonización británica ha reunido en el seno de una misma entidad a poblaciones caracterizadas por las relaciones conflictivas, a causa de la voluntad de islamización de conquista de las poblaciones del norte y las apetencias económicas en forma de esclavitud. Esta conflictividad sólo ha conocido desde los años 1960 unos momentos de respiro. Ha explotado bajo la forma más violenta con la llegada al poder en 1989, en Jartum, de un régimen militar islamista, decidido a reunificar el país en el estandarte de la dominación absoluta del norte.
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■ Los conflictos vinculados a la guerra fría Se pueden incluir las últimas guerras de liberación en este apartado, así como las guerras civiles que les han tomado el relevo. En las colonias portuguesas: dirigidas por movimientos de liberación que se reclamaban del socialismo y apoyados por la Unión Soviética o por China, las guerras de liberación de Guinea Bissau, Angola y Mozambique han durado hasta mediados de los años 1970, en la medida en que la ocupación portuguesa ha sido vista como una muralla del mundo libre contra la amenaza comunista en África subsahariana. Por otra parte, si la revolución portuguesa de los claveles de 1974 puso fin a las guerras coloniales, no acabó con las guerras en estos países, con la excepción de Guinea Bissau y Cabo Verde, salvados por su escasa importancia estratégica y la existencia de un único movimiento de liberación. La guerra fría exacerbará las rivalidades entre movimientos de liberación concurrentes, que se van a situar en uno de los dos campos. En Angola, el MPLA, apoyado por la Unión Soviética, combate a la Unita, respaldada por Suráfrica y los Estados Unidos. En Mozambique, el Frelimo socialista lucha contra la Renamo, apoyada por Suráfrica y los Estados Unidos. Tras la guerra fría, los dos países conocerán un destino diferente. Mozambique encontrará pronto la paz porque las potencias occidentales y Suráfrica, en el posapartheid, no tenían más interés en perpetuar la guerra. No fue el caso de Angola, en que la versión local de la guerra fría se ha transformado en una guerra por el monopolio de las rentas, por tanto, por el poder. La Unita y el MPLA se han librado a una guerra sin cuartel por el petróleo y los diamantes, que han financiado la guerra de los dos lados, convirtiendo un país de una decena de millones de habitantes bien dotado en recursos en uno de los más pobres del África subsahariana. Será necesario esperar la muerte de uno de los dos protagonistas, Jonas Savimbi, en el 2002, para que la guerra se acabe, para el gran provecho del clan restante, en el poder y ahora apoyado por los Estados Unidos, que lo perciben como un interesante proveedor de petróleo. De este primer periodo de independencias africanas (1960-1990), solamente han terminado los conflictos vinculados a la guerra fría. Los restantes, animados por causas diversas, se han mantenido vivos, y han evolucionado, sin desaparecer, mientras que han surgido otros conflictos al ritmo de las mutaciones. Cito los conflictos étnicos o por el monopolio de las rentas y los conflictos más profundos nacidos de la desestabilización demográfica del continente, de fracasos de desarrollo y del fracaso del transplante del Estado en países que han intentado
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transformar en estados nación las entidades administrativas coloniales. Hay un poco de todo esto en los conflictos africanos de ahora, sobre los que se pueda hacer una primera afirmación: las guerras internas son más numerosas y mortíferas que las guerra entre estados. Destaco otra novedad: el fin de la guerra fría ha criminalizado las guerras tras la retirada de los antiguos y ricos aliados del Este y el Oeste. Desde esta retirada se observa una financiación de las guerras por medio de tráficos: de diamantes, droga... De golpe, se constata un fraccionamiento de las guerras en pequeños movimientos que actúan por su cuenta y dirigidos por pequeños señores de la guerra locales.
■ Las nuevas figuras de la guerra Señalo en este apartado las guerras por las rentas, las guerras étnicas, la instrumentalización étnica, la revancha de los jóvenes, la cuestión de las intromisiones extrafricanas. Son figuras que es necesario citar para intentar comprender sobre qué reposan las guerras ahora, puesto que ninguna guerra puede ser explicada mediante una única causalidad.
■ La guerra del Congo: una nueva geopolítica africana Se puede, también, evocar el pasado para comprender el descenso a los infiernos del ex Zaire. Este inmenso país es también el resultado de una partición colonial absurda que ha hecho de ella una entidad casi ingobernable. El apoyo sin descanso de los occidentales al régimen de Mobutu, bastión del mundo libre frente al avance soviético sobre el continente, ha contribuido a convertir la depredación en la única forma de gobierno de este país. Después de la guerra fría, Mobutu estaba condenado. Pero ha sido necesario esperar la onda de choque del genocidio de Ruanda, la huida hacia el este del Ejército hutu y una parte de la población ruandesa tras la llegada al poder del Frente Patriótico Ruandés (FPR), para que caiga el régimen. Por primera vez en África subsahariana, varios países africanos han intervenido al mismo tiempo en el caos congoleño, cada uno para defender sus intereses específicos, hasta el punto que se ha hablado de primera guerra internacional africana. Angola, Ruanda, Uganda y Zimbabue han tomado parte –directamente y/o por medio de facciones congoleñas interpuestas– en la guerra del Congo. Tras la ruptura de la alianza Kabila-FPR que había conquistado Congo, Angola ha salvado al régimen de Kabila con el fin de impedir que la Unita usara sus santuarios
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congoleños. Pero Angola ha igualmente encontrado en el Congo las oportunidades de explotación y la ocasión de confirmar su estatuto de gendarme regional (ver las intervenciones precedentes en Congo de 1997 y en 2002 para salvar a Laurent Gbagbo, en Costa de Marfil). Ruanda continúa persiguiendo a las milicias hutus en Kivu, y ha considerado por un momento buscar en el este del Congo poco poblado un espacio vital para su población, hacinada en su territorio. Ruanda, con el FPR, se sitúa como potencia regional y ha explotado para su provecho las riquezas congoleñas. Mientras que Mugabe ha intentado resolver sus problemas internos participando en el pillaje del gran Congo vecino. Gracias a la desaparición de toda forma de Estado congoleño, se asiste al reparto de los despojos en el más puro estilo de la conquista colonial, pero esta vez por africanos. Los occidentales han participado en esta nueva carrera hacia el oro. Pero para retomar el paralelismo con la conquista, no son los estados quienes han tomado parte en la guerra congoleña sino que han sido las grandes sociedades mineras y energéticas, que negocian directamente con los jefes locales los dividendos que deben pagar por su participación en la depredación.
■ África occidental: señores de la guerra y grandes compañías Liberia y Sierra Leona han, probablemente, conocido en los últimos años la peor cara de las guerras africanas. Son el mejor ejemplo de las guerras por las rentas del diamante y las riquezas mineras y agrícolas de la región (hierro, caucho, entre otras). La lógica de las bandas armadas, Taylor en Liberia y el FRU en Sierra Leona, es una lógica del caos, porque permite depredar mejor. El caos supone la liquidación de aquello que queda del Estado y de la organización a todos los niveles, mediante la extensión del terror entre la población (prohibición sangrienta de las elecciones por el FRU en Sierra Leona para que ningún Gobierno pudiera pretender una legitimidad). Toda organización de tipo formal es sustituida por un conglomerado de redes mafiosas, que puede tener relaciones con los dirigentes de los estados vecinos participando en la depredación mediante el comercio informal ilícito y blanqueando las sumas sacadas de sus beneficios (vínculos Taylor-Compaoré, presidente de Burkina Faso). Este tipo de guerra busca crear un caos regional en zonas relativamente prósperas, con la finalidad de extender los territorios de depredación: así se explican los intentos de extensión de la guerra a Guinea, además del caso complejo de Costa de Marfil, en el que está presente la mano de Taylor.
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Es un tipo de guerra en la que se asiste, en su último grado, a la descomposición, y que puede ser igualmente percibida como el síntoma de otros fenómenos. Entre otros: el crecimiento demográfico en un contexto sin desarrollo, la falta de acceso a la educación y la falta de perspectivas para una juventud que representa, en general, las tres cuartas partes de estos países. Desruralizada, mal urbanizada, desprovista de referencias puesto que las referencias de las sociedades tradicionales ya no sirven en un mundo en mutación, esta juventud manifiesta su rechazo al orden de los padres mediante su adhesión sangrienta a las autoridades del caos. Estas guerras son también revueltas de los jóvenes contra los mayores.
■ ¿La guerra civil argelina es una guerra por las rentas? La guerra de Argelia es a la vez: – una guerra ideológica. Es la voluntad de toma del poder por el islamismo político. – una guerra por el control de las rentas petroleras. El régimen militar quiere mantener por todos los medios el monopolio que posee desde la independencia. – una sangrienta revuelta de los jóvenes contra los mayores debido a la explosión demográfica en el marco de una mala gestión. Pero, contrariamente al África occidental, donde no recurren a ningún procedimiento de autolegitimación, los jóvenes argelinos recurren a una utilización delirante del referente religioso.
■ Guerras étnicas o instrumentalización de la etnia La solución de facilidad occidental consiste en calificar las guerras africanas como étnicas incluso cuando no es el caso. Existen, de hecho, varias figuras de la guerra africana en las que la etnia es utilizada como factor de explicación. Casamance: se trata más de una revuelta de una región marginada geográfica, económica y políticamente que de una guerra diola contra un poder wolof. Se constata, igualmente, las consecuencias de la absurda partición colonial: el absurdo gambiano introduce una solución de continuidad en territorio senegalés, la Casamance es una ex posesión portuguesa a la que está unida ecológicamente. Ruanda y Burundi: ¿Hutus contra tutsis? Es el conflicto probablemente más próximo en África subsahariana al conflicto étnico, incluso si se debe reflexionar sobre la noción de etnia. Tampoco se debe negar el papel de la política y las potencias co-
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loniales y poscoloniales en el conflicto ruandés. El colonialismo belga ha racializado las jerarquías sociales, una racialización que ha sido interiorizada por los protagonistas locales. ¿Se puede superar el terror cruzado –genocidas contra masacres– para llegar a una gestión a la vez posétnica y democrática de las consecuencias de este conflicto? Costa de Marfil: un caso extremo de instrumentalización política de la etnia con el objetivo de tomar o de mantener el poder. Se trata de la fabricación de la «ivoirité» por el sucesor de Houphouët Boigny y la utilización de este nuevo objeto por una clase política que teme la concurrencia de Alassane Ouattara, apoyado en el norte para intentar llegar al poder.
■ Cambios del papel de los actores externos de las guerras africanas Los franceses hacían de policía del mundo libre en su zona de influencia mientras que los actores externos estaban directamente presentes en las guerras de liberación por medio de ejércitos de ocupación coloniales o en las guerras de la guerra fría (cubanos y soviéticos en Angola contra estadounidenses y surafricanos). Ahora, los no africanos están menos presentes en los conflictos. La ruptura se concretó en Ruanda en 1994. Todo ha transcurrido como si el genocidio, figura monstruosa de la guerra civil en cuya preparación París y Bruselas no han sido inocentes, hubiera puesto fin a todo deseo europeo de intervención directa. Para los Estados Unidos, la ruptura se ha concretado mediante el fracaso de la operación Restore Hope en Somalia en 1992. Cierto, todavía hay intervenciones externas: Gran Bretaña ha salvado el régimen de Kabbah en Sierra Leona. Francia tiene aún guarniciones en Senegal, Costa de Marfil, Yibuti. Desde septiembre de 2002, París se ha implicado espectacularmente en Costa de Marfil para evitar que el país más rico de África occidental caiga en el caos. Pero las intervenciones son, cuando menos, raras y más discretas. Hoy, las fuerzas africanas de «interposición» sustituyen a los ejércitos occidentales, con la bendición de los occidentales: es el caso del Ecomog en África occidental.
Traducción del francés: Antoni Castel.
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