Contra la identidad. Roberto Flores * Introduccion

Contra la identidad Roberto Flores * A mi padre Introduccion d e dos mundos ...? 1 La pregunta provoca: no tanto por su contenido, despues d e todo

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Contra la identidad Roberto Flores *

A mi padre

Introduccion d e dos mundos ...? 1 La pregunta provoca: no tanto por su contenido, despues d e todo es tema comun en estos tiempos, sino por esos puntos suspensivos, signos d e duda o d e sorpresa por parte d e quien la enuncia. porque se pone e n duda su pertinencia? Es cierto quc el tema exige algunas precisiones, las cuales n o me privare d e hacer, mas bien es lo unico que hare: comentar la pregunta para intentar precisar su contenido. Ante todo, es claro que, cuando se habla dcl contacto entre culturas, el tema d e fondo es el d e la identidad nacional. Pero d e ahi no inferire lo que muchos d e ustedes seguramente esperan: quc la identidad exige una busqueda d e los origenes o una reflexion sobre las formas sociales d e la coexistencia. Nada d c eso: si me permiten resumir mi tesis e n una formula, dire que la identidad, nacional o cultural, no es cuestion ni d e historia ni d e antropologia, sino d e poetica. Ahora bien: antes d e responder a sus objeciones, permitanme apoyar esta afirmacion con algunas explicaciones.

1. La identidad mestiza E n primer lugar, habria que dejar d e confundir la idea d e la identidad nacional, tan propia de este siglo, con sus homologos d e otras epocas. Sabemos que las palabras reciben los significados d e su tiempo, que d e ahi obtienen sus virtudes. Decir, por ejemplo, q u e Mexico es un pueblo mestizo es frase del siglo XX, aunque se afirme que esta caracteristica d e nuestra nacion comienza con la Independencia. Ser

* Coordinador de las maestrias en la Escuela Nacional de Antropo1o;gia e IIistoria l Una primera version de este articulo fue presentada como ponencia el 23 de Octubre de 1991 en la mesa redonda de dos mundos ...? Mexico. ENAII.

mestizo tiene virtudes que solo se aprecian en el contexto y el tiempo que :son los nuestros. La politica, disfrazada de academia, se ha complacido e n iravestir esta verdad, vistiendo al mestizajc con rlopas d e trascendencia. El ser mestizo sc vuelve entonces cuestion d e "ontologia", indagacion primera cuya solucion escapa siempre al mas sagaz d e los espiritus. iQuil somos? La contundente simplicidad de esta pregunta y su tono tan de infantil asombro parecen abogar a favor d e su pertinencia. !Ante tanto sentido comun parece insensato cuestionar la validez misnia d e la interrogante! Tal parece entonces que, puesto quc la pregunta es simple, la respuesta dcbc ser alambicada. Enganosamente elemental esa respuesta se resume en la palabra mestizo. Y, a traves d e esa palabra encantatoria, veinte siglos nos contemplan: como si el peso d e la tradicion nos quisiera aplastar; como si la historia tomara cuerpo e intentara ascstarnos golpes contundentes. Al afirmar su rotunda existencia, parece q u e hacemos del rnestizo, el dueno dcl tiempo, el unico capaz d e conjurar y aun de piersonalizar a ese dios Cronos que nos agobia y al cual tememos. Ahora bien, no solo el tiempo parece encarnar en un mestizo, trastocando con ello nuestro univcrso conocido. Tambien la materia misnia se transmuta, pues, al fundir dos entidades para obtcncr una sola, por las solas artes d e la alquimia, logra disipar el caos de nuestras vidas y ordena nucstra existencia. iAy d e nosotros si no logramos la fusion c n frio! El m e s t i ~ oes nuestra garantia: gracias a el, lai transformacion se rcaliza pacificamente. La idea misma d e Mexico como nacion mestiza posee una virtud apaciguante. El m e s t i ~ oprenda , de orden, diluye con su sola prescncia los conflictos y atemperai los animos candcntcs. Ser n~estizo equivale entonces a poseer la cualidad intrinseca d e la armonia, no serlo equivale a algo que se deja en pudico silencio. A menos, claro esta, que nos refiramos a los indios y, e n ese caso. la elocuencia s c nos escapa y solo se nos ocurre decir que son "autenticos". El mestizo encarna el tiempo y el ordcn pero tambien el progreso. Contra la biologia y su propio mestizaje, no es la multiplicacion d e la variedad d e organismos 10 que el mestizaje cultural evoca, sino mas bien la propiedad mitica cle la fusion d e la variedad c n un unico ente. Como el meltingpot, el mestizaje no produce diversidad cultural sino la uniformidad del one sume way of lqe. Para ambos, su divisa es: mientras mas nos mezclamos, mas producimos d e lo mismo. Y eso,

-nos dicen, esta bien.

CONTRA LA IDENTIDAD

que? porque por tina ley no escrita pero a

pnon y universal, el mestizaje cs progreso, es trascendencia del pasado y posibilidad d e ser algo nucvo, otra cosa. !Bienvenido el cambio! Pero, paradojicamente, si bien el mestizo interpela a los demas para que cambien y se trasciendan, el parece ser un fin ultimo en si mismo. A esta ultima idea le anado un corolario. Si el progreso es condicion inhcrente al mestnzo, yo me pregunto: respecto a que podria eventualmente decaer o emprender un regreso, si todavia no ha sido nada? El mestizo, como buriro d e noria, esta condenado al eterno progreso. A partir d e la paradoja del progreso, se logra comprender otra de !as caracteristicas que aquejan a nuestro personaje: se trata del paitrimonialismo. Herencia d e nuestros antepasado, diran unos, acumulacion primitiva del capital cultural, diran otros, aunque otros mas preferiran ubicarlo e n una fase retensiva anal. Yo, por mi parte, prefiero simplemente acusarlo d e avaricia. Ansioso d e ser alguien, el mestizo acumula las pruebas d e su existencia y no deja de declarar e n voz alta que, no por ser nuevo y encarnar al progreso, deja d e tener cultura. D e hecho tiene dos -ioh maravilla!-: a las cuales proclama al tiempo que reclama todo lo clamable. Son, pues, dos las herencias del mestizo, tres si anadimos lo que el atcsore en vida. Es por este afan d e constituirse un patrimonio por el cual el pais se llena d e ruinas, monumentos, museos y placas conmemorativas. D e tal suerte que, en este afan onomastico, faltan ya calles que nombrar y habra que resignarse a hacer cola para entrar en el paraiso d e las inscripciones. Podria, si quisiera, seguir enlistando las virtudes del mestizo, senalar quiza la movilidad y actividad que le invaden por el solo hccho d e existir. En un mundo d e culturas no mestizas petrificadas, el mestizo aparece como el unico seir viviente. !Vaya usted a decirle a un espanol -como efcctlvamente se ha dicho del indio, e l cual afortunadamente n o se defiende- que no es mestizo, que esta hechri d c piedra, que es un pasivo mas que un activo, un deber mas que un haber! Pero, para no cansarlos, me limitare a desarrollar, como c•ânsecuencia d c lo hasta ahora expuesto, la tesis con la que habia empezado.

VERSIOW

2. La retorica de la identidad

Pecaria d e prolijidad y, c n cualquier caso, seria pretencioso, si les promctiera u n examen d e la ideologia d e la identidad nacional y cultural. Es cierto que haria falta un analisis d e los mitjos fundadores d e esa nacionalidad y d e esa cultura, es decir, un analisis d e aquellos relatos legendarios que comunmente llamamos historia, pero como senale desde el principio, no hablare de ellos. Aqui me h e limitado a describir algunos rasgos sobresalientes d e la figura arquetipica dcl mestizo, aunque estoy consciente d e que, a pesar d e los sugerentes rasgos que la definen, esta no es suficiente para fundar la identidad: para ello, s e necesita una literatura. La identidad mas que un tema y un contenido es un genero literario. Sin embargo, al abordar asi la identidad, surge una constatacion inmediata: esos textos, esa literatura siempre son enunciados como una pregunta sin respuesta, como una afirmacion que no acaba d e ser proferida. No tener una identidad nos angustia, nos obsesiona y nos condena a su eterna busqueda. E n ese sentido se puede decir que mas que un bien y un goce, la identidad se nos impone como una carencia y un deber. Otros pueblos y naciones quiza tengan la dicha d e poseer una identidad y d e poder gozar d e ella. Algurios otros quiza teman perder la identidad que claramente poseen. Pero, para nosotros, nuestra identidad no es del ambito del deseo, ni se goza y, hablando e n sentido estricto, puesto que n o acabamos por tenerla, tampoco podemos perderla. Si el mito sirve para representar ficticiamente un pasado remoto y, con ello, exorcizar nuestros temores atavicos, se puede decir que, como genero, la identidad es un mito, el mito n o d e la permanencia ni del eterno retorno sino el d e un inicio sin fin. Los politicos d e toda indole no han dejado d e notar esto puesto que d e ese aspecto sin cesar incoativo han hccho motivo d e un tedioso iterativo. Para ellos, el tema dc la identidad es retorico y, cuando digo esto, n o me refiero unicamente a la intranscendencia y redundancia d e su sentido sino al hecho d e ser machaconamente persuasivo. Es claro que el tema es un topos, lugar comun, encuentro sin duda ni sorpresa, donde todas las opiniones concuerdan, aunque solo sea superficialmente. E n el reino de las habladurias, expresion d e E. O'Gorman, la retorica toma el lugar d e la inventiva. Quiza por ello la literatura d e

CONTRA LA IDENTIDAD

la idcntidad tiene tendencia a limitarse al tema del patrimonio: tema que obtiene todos los sufragios. Nadie pone e n duda que nucstra identidad cultural pasa por la defensa, aunque sea verbal o verbosa, d e nuestras piramides. Ahora bien: a pesar d e lograr tan sonoro consenso, la identidad scra mas bien se nos escondc; siemprc parece estar detras dentro?- d e los discursos, asi como de los objetos; infructuosamente la buscamos e n los simbolos, e n las palabras, tanto como e n las cosas. Pero, mas aca, como dicen los franceses, d e ser un acto d e fetichismo, por medio del cual atribuimos poderes magicos a los objetos, la identidad primero es cuestion, como ya dije, d e poetica. Ahora bien: para la cotidianeidad, esta poetica se limita al simbolo y al tropo, ya sea sinecdoque o metonimia. Simbolo porque se pretende que el labaro patrio condense y exprese, c n su figura concreta, nuestros mas caros y abstractos ideales. Sinecdoque porque cxigimos que la materia del monumento resuma la forma pura de nuestros proceres. Metonimia porque las contiguidades sustituyen al objeto, de tal suerte que tomamos a la historia e n lugar d e su protagonista y a la cultura en lugar d e sus duenos. D e esta manera se llega al extremo d e que los simbolos, las piedras y los acontecimientos no se limitan a ser figuras d e nuestra identidad sino q u e la suplantan. Algo similar le o c u r r e a n u c s t r o mestizo que, a partir d e su mezcla biologica, llega a ser tropo omnicomprensivo, figura por antonomasia de nuestra mexicanidad. Es sorprendente entonces que, mas que por su lirismo, cl vocabulario de la identidad se caracterice por su pobreza, ya que se restringe, las mas d e las veces, a ser un lexico de la preservacion y del atesoramiento. Esta brutal reduccion d e la riqueza expresiva de nuestra lengua n o es culpa exclusiva del no iniciado, sino que se encuentra incluso en el especialista. De la cultura, asi como de las lenguas, sean nacionales o indigenas, sc habla como e n el banco: tenemos garantes y depositarios, acreedores y deudorcs morosos, policias y ladrones linguisticos y culturales. Por ello, ante el riesgo d e convertir al tema d e la identidad e n un genero literario mcnor -estado de cuenta o, e n el mejor d c los casos, novela policiaca- y e n repeticion sin scntido, es nccesario concluir proponiendo recurrir a todos los recursos d e la poetica como la mejor terapeutica.

Mas q u c ser relacion d e igualdad que, como e n algebra, corresponde a una estricta equivalencia, la identidad q u e nos ocupa cs -como senala Ma. Molincr- "una circunstancia", la d e "ser electivamentc una pcrsona la que dice ser". E n esta acepcion, la identidad no es id-entidad, uniformidad que infecta a todos para volvernos uno, enfermedad monotona propia d e conventos y cuarteles, sino hecho pasajero, afirmacion casual d e valor momcntaneo, restringido a un lugar y a una hora y, lo que es mas, restringido a una persona. !Que diferencia con respecto a csa o t r a igualdad q u e s e verifica siempre, cualquiera q u e sea e l valor d c nosotros, miserables variables! ! Q u e difercncia tambien con respecto a ese mestizo, nuestro Maximo Comun Denominador! Contra las identidades simplemente algebraicas o vagamente retoricas, monotonas por repctitivas, opongo no un cstado permanente sino un acto cainbi'inte Un acto que siempre s e renueva por ser puntual y que consistc cn idcntilicarse. Este acto es ante todo un acto reflexivo d e asercion, un decirse ser que evita toda discusion accrca d e las entidades al sitilarse sin equivocos en el discurso. La identidad no es un ser, sino un decir: e s por esta razon que, rcspccto d e ella, solo cabe hablar de poetica, incluyendo ahi a toda la riqueza del lenguaje y n o a unos cuantos tropos. 13ste acto d e lenguaje consiste en enunciar la circunstancia d e corrcspondcr efectivamente a quien sir dicc ser. Sc trata d e hacer una afirmacion d c caractcr singular, muy distinta d e los determinismos con los q u e intentan rodearse los distintos nacionalismos. Tal afirmacion ubica a la identidad en el terreno d e los accidentcs y no d e las esencias universales. Mas que ser sintesis d e multiplcs detcrminaciones, la identidad es producto d c multiplcs circunstancias: como son la d e scr en un momento dddo quien uno es o, como la presente, la de verme obligado, a demarcarme dcl mestizo, para llegar a decir laboriosamente quien soy o no soy. Ya d e lleno e n el lenguaje, cabe scinalar que al idcntificarme me nombro y me defino como si fuera yo una palabra. Sin embargo ocuirre que, en lugar de considerar la naturaleza siempre fluyentc y cambiantc d e los significados, gencrailmente se Ics encadena a un sentido prctendidamente literal. D e a h i q u e muchos consideren a la creaitividad literaria como un distanciamiento con respecto a una

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norma; de ahi tambien que el acto puntual d e identificarse haya sido suplantado por una identidad tropica. Contrariamente a la figura retorica, considerada como una desviacion del sentido, aqui se reiviindica la unica existencia del sentido y d e la identidad figurados, sin que exista posibilidad d e ser tomado (identificado) al pie d e la letra. Por ultimo, no quisiera que mi intervencion e n este evento fuera uri monologo que mantuviera la ilusion d e una identidad al fin reconocida, sino que, acorde con mi rechazo a la vacua retorica del mestizaje cultural, quisiera que entrara e n un dialogo, y propiciar la circunstancia d e un encucntro no entre mundos sino entre personas.

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