CROMO MAGAZINE. de Escuela de Color

CROMO MAGAZINE de Escuela de Color octubre / 2013 CROMOM de Escuela 2 #4/ AGAZINE a de Color Rojo Intro - Rosa Arau Olga Bueno + Lolo Pav

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CROMO MAGAZINE de Escuela de Color

octubre / 2013

CROMOM

de Escuela

2

#4/

AGAZINE

a de Color

Rojo

Intro - Rosa Arau

Olga Bueno + Lolo Pavó

Enrique Montiel de Arnáiz + Guillermo Márque

Rosa Freyre del Hoyo + Ángeles Flo

Susana Suárez Artidiello + Lucrecia González Santiag

José Rasero + Luisa Lasant

Josela Maturana + Joaquín González Dora

Juan José Téllez + Fernando Chamare

Miguel Ángel García Argüez + Stanley Donwo

Paka Díaz + Tolentino Haute Hat 4

Luis García Gil + Karina Zothne

Josefa Parra + Javier Ramo

Montserrat Barreiro + Asencio Sala

Verónica Díaz + Antonia Moren

Ana Silva + José Alberto Lópe

Lalia González Santiago + Marisa Bascuñan

Ana Sofía Pérez Bustamante + Ciuco Gutiérre

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uizás interesó alguna vez que el rojo El rojo, el color del fuego fuera el color del miedo, de la impudicia. lanzadas a las hoguera noches mágicas de San Quizás alguna vez interesó amordazar el lenguaje del corazón, que a través de él alza El rojo, el color del la voz, el Deseo, la Fortaleza, la Seducción, la sentidos. Alegría, el Erotismo, la Sensualidad... ¿Quién no ha sentido u Quizás interesó alguna vez que el color favorito de las pasiones estuviese sepultado ¡Ay!, ¡benditos los cor en el oscuro Averno, ahí en ese lugar donde carnes! habitaban los malditos, impidiendo que se despertara el corazón. Luz y fuego de nuestr juegos y divertimentos. Quizás interesó que la intimidad con la pasiones ardientes y co emoción no floreciera porque llevaba de lo que sucede en los implícito el desbordamiento de energías y almas. sentimientos. Siempre sentí y siento e El rojo, el color de la sangre, el color de la vida quizás porque me s que fluye a través de los canales del alma y el de búsquedas consta templo llamado cuerpo. positivas, quizás porq

Rosa Arauz

o, purificador de cuitas con mi piel en tu vestido, quizás porque soy as en las maravillosas sumamente extrovertida como tú. Quizás n Juan. porque eres un color cálido como la ciudad que me habita, inundada de sol y sal. Sí, ese vino, estimulante de polvo de luz vital, de espumas de mar.

Color rojo compañero inseparable de mi un amor encendido? estado de ánimo, amigo íntimo que me empuja hacia la fuerza, el vigor y la acción, razones henchidos de aportándole significados a mi persona, y provocándome enmociones y actitudes animadas y festivas. ra vida, inspirador de Símbolo inequívoco de ¡Qué suerte ser color rojo!, ¡qué fortuna ser y orazones desbocados, sentirte! s rincones de nuestras

el color con el corazón, sirve de inspiración, antes de sensaciones que me siento segura

Texto: Olga Bueno / Imagen: Lolo Pavón

Sobre lo auténtico

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En el mundo del arte ser uno mismo no tiene buena publicidad. Hay que ser otro, hay que sentir como no se siente, hay que ser quien no se es. Se respira y se crea por y para el qué dirán aquellos que son los jueces de la verdad artística de un momento concreto. El Yo se supedita al otro y se acaba con todo lo que significa la creación de una obra. Por ello, algo genial ocurre cuando alguien se desmarca de la tendencia, de la moda, de la compravneta de la inspiración. Ocurre que la verdad se nota, al igual que la mentira, rápidamente, aunque queramos creer que se puede engañar al observador. La obra que no es deseada, que no nace de un pasado, de una sensación, de una idea martilleante en la cabeza, es un sucedáneo efectivo, pero insípido. Nunca una vida dedicada al arte habló tanto de autenticidad com la de Lolo Pavón. Podríamos exaltar todas aquellas cualidades técnicas que tenía, o el dominio del oficio, o hacer un análisis metódico de su estilo, etc, etc..., pero a mí me gusta quedarme con esa cualidad exquisita y rara como es, hoy día, la autenticidad. Esto significa tener una generosidad infinita con el espectador, ya que compartir retales de la propia existencia no es fácil para la mayoría; para Lolo sí lo era. Cada historia era un ejercicio de catarsis que nos acercaba a las alegrías, a la tristeza, a la melancolía, a la ironía y, sobre todo, a un humor contagioso, aparentemente ingenuo, en una gran parte de sus creaciones. La obra elegida en esta ocasión es a propósito de un color: el rojo. No es mi deseo disertar sobre simbologías ni tampoco interpretaciones sobre el

mismo. Sólo he querido hacer un apunte de esa verdad que mencionaba al principio; esa misma que para mí representa hacer una obra desde dentro, desde la sangre, desde ese órgano traicionero, imprevisible e infernal que es el corazón. Eso es para mí el rojo. Eso mismo, la obra de Lolo.

Texto: Enrique Montiel de Arnáiz / Imagen: Guillermo Márquez

El dragón sangre

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Si la tuviera, una mente, un sentido de la propia esencia, el viejo animal esclavizado saldría por una última vez a pastar almas. Sus colmillos yacen desde antiguo, desgastados, olvidados al desgarro. Los tres ojos de esmeralda permanecen ocultos bajo finísimas escafandras de escamas, acostumbrados a no ver. Ningún azufre hiede ya en las montañas, nada se oye y nadie ruge; apenas el sordo quejido de las mareas, espesas y ardientes. No la tenía, el viejo animal, la mente. Hasta que la encontró. El inmenso rojo que lo abrazaba sin fin se descubrió ante los tres ojos de esmeralda, surgiendo su propia esencia de sí. Y el feraz rugido de alegría abrió las mareas de su cárcel, espesas y ardientes. Pensaba ser libre, el viejo animal. Al fin. Extinta la negrura, el dragón sangre voló hacia los cielos desde el rojo manto amniótico de magma que lo retenía, incorrupto. Era una pequeña enormidad roja, huída del rojo Hades, buscando, simplemente, un rojo osario donde morir. En roja libertad. Con verde mirada inyectada en sangre.

Texto: Rosa Freyre del Hoyo / Imagen: Ángeles Flor

Ambos discutían cada vez que se situaban una frente a otro, la Sra. Emoción, siempre con sus alegrías, sus penas, sus pesares, su queja de incompresión; el Sr. Razón la miraba con ojos asombrados, no daba crédito a la Sra. Emoción. Los dos parados, sin llegar a ninguna conclusión. En una esquina, en el suelo, alguien había abandonado un par de zapatos rojos de finísimo tacón.

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La Sra. Emoción dijo, aplicando la “razón”: “¿Y si yo me calzo uno, y el otro lo calzáis vos, Sr. Razón?”

Y el Sr. Razón, cautivado por la “emoción” de ser tenido en cuenta, calzó el otro tacón. Y es así que, con un par de zapatos rojos, de finísimo tacón, la emoción y la razón encontraron el sentido que enjunto define el camino de la vida, que no es otro que el tuyo, amigo lector.

Texto: Susana Suárez Artidiello / Imagen: Lucrecia Glez.-Santiago

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Rojo infinito

Es mi sangre la que me inunda de ti sin dar tregua al tiempo, mientras te busco implorando que cierres las galerías abiertas p

Ávida y vencida, divido en dos mis mapas construyendo una ve mi cuerpo es diferente desde que tú me recorres.

Tus dedos hábiles deshacen mis nudos abriendo el paso de anti Arde mi piel bajo el rojo infinito de tus labios, bajo el peso exac

por tus manos.

ez más tu camino,

iguos quejidos. cto que me completa.

Texto: José Rasero / Imagen: Luisa Lasanta

Imagen de dama roja sin pausas

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es cierta la galaxia de su soledad un misterio el origen como lo es la luz que concibe al color y de repente no sé qué significa rojo y si la vida es una habitación de hotel y sus latidos o si es la epidermis de un plumón donde descansan y se envuelven la ingravidez de su centro y unas piernas sonrosadas o es donde se extiende una geografía de epístolas balsámicas que explicarían el inicio y el futuro en sus entrañas quizá no sepa de metáforas ni de historias pero puedo afirmar con rotundidad que Caperucita ya mujer deseaba ferozmente al lobo -por lo educado y todo lo demás- y él sumaba en la balanza a su favor cuando la palabra y el silencio dan lo mismo y solo hay sudor y embestidas y ella apostó por preguntar como si fuera un divertimento y surgieron entre sencillas líneas y elipsis las dimensiones los volúmenes los tamaños y una verdad enorme como la luna y la noche fue roja en el delirio ¿me ves con esos ojos de fuego? para incendiarte mejor decía y ahora vence el restro hacia el porvenir y la mano dibuja en su cabello acaso el recuerdo de los acontecimientos el escándalo y la esperanza de que afuera lleva sobre las viejas arpías cretenses diluidas ya en el barro y el cielo se haya vuelto rojo como un aullido.

Texto: Josela Maturana / Imagen: Joaquín González Dorao

Camino y fusión de la acuarela Si viniese a buscarme el caviar de la sombra para que lo guiara hasta la mancha roja del amor, iría por la acuarela, samovar que destila lo que sé de las cúpulas. Allí la plaza funde la sed de los ejércitos y abre un color al hielo y al astracán dormido.

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Los pasos que desangran la estepa del silencio irían por la acuarela. Mientras mueren palacios en los ojos que miran la novela se enciende, ilumina lo oculto en su licor pintado; hay misterio en esa bóveda que empieza a nacer, el cromatismo es de nácar, de nieve, de pájaro glaciar. La perspectiva del amante no ve el armiño desteñido pero siente el roce de lo que se estremece, un retrato invisible de Ana Karenina, la escarcha inmóvil que cubre los tejados, el invierno como un violín que se asemeja a las palabras, la disolución bella e imperfecta que nos bebemos para no morir.

Texto: Juan José Téllez / Imagen: Fernando Chamarelli

Abril rojo Era una flor emergiendo de la boca de los fusiles. Y en los periódicos transcurría, seguro que recuerdas, la primavera del mundo, grandola vila morena, terra de fraternidade, un clavel, un rojo, rojo, clavel. Y tú lucías despeinada como una de esas actrices del cine portugués que en realidad siempre creo que quisieron parecerse a Sofía Loren.

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Yo era demasiado joven todavía para entender que tus labios ya lucían como uno de esos crepúsculos en Cabo San Vicente que contemplaría años más tarde, cuando nada fuese ingenuidad y horizonte; cuando tu recuerdo se difuminara con la hoja roja que avisa, como en los antiguos librillos de fumar de Miguel Delibes, que a la vida le quedan cuatro chicarras ardiendo sobre el cenicero de los almanaques. Fuiste el diablo, tendrían que haberme avisado los curas; roja como la revolución y como los pecados. Ignoro si tu nombre era abril pero mi sexo florecía entonces bajo el color encarnado de aquel club de alterne en donde tú pediste un bloody mary, que yo pagué a cambio con una onza de rubor coloreando mis mejillas: “Hoy no puedo, chaval, tengo la regla”, me confesaste en un brusco español a trompicones, al confiarte yo que me había enamorado perdidamente de tu ropa ceñida y tu cuero falso y bermellón, como de calendario de motocicletas.

Me alejé de allí odiando tanto a la sangre que, a partir de aquel día, me opuse a cualquier guerra. Aunque tampoco, ahora que lo pienso, jamás llegué a vivir ninguna pasión como aquella. Roja intensa. Escarlata casi. Con gusto te llevaría un ramo de rosas bermejas al nicho del aire para susurrarte: “Obrigado, muito obrigado”. Por aquellas fechas caían los dictadores. Ahora vuelven, aunque de otro modo. Y las banderas que cruzan por las calles de la historia ya no llevan sin embargo nuestros viejos colores.

Texto: M. Ángel García Argüez / Imagen: Stanley Donwod

Canción roja para Dadá

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El gato abre los ojos El gato respira El gato abomba sus pupilas El gato calibra la luz Comienza a mirar Y ve que el cielo ahora es rojo La hierba es roja El mar es rojo a lo lejos Y es rojo el sol Y rojos los árboles del parque rojo Y por la ventana roja La ciudad roja latiendo Como un rojo motor Con el ritmo rojo de los días El rojo calendario de las estaciones rojas Las nubes rojas El viento rojo Un aeroplano rojo Traza una estela roja en mitad del mundo Luego Dadá regresa dentro De la roja habitación Y sobre la alfombra roja La sangre del ratón Blanquísima y espesa como la luz El gato cierra los ojos El gato mira El gato gime El gato soy yo

Texto: Paka Díaz / Imagen: Tolentino Haute Hats

Todo al rojo Homenaje a la marquesa de Merteuil

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Lo había apostado todo al rojo. Y lo perdió cuando él, sin titubeos, dio el sí a otra mujer. Se apoyó en el reclinatorio. La iglesia, la gente que la atestaba, todo desapareció. Solo sentía el palpitar de sus sienes y un sudor frío que bañaba su cuerpo bajo el tocado altivo de las plumas, con guedejas de pasamanería que enmarcaban su gesto devastado. Todo en rojo. Como los labios brillantes, el vestido ceñido y los zapatos de tacón infinito. El color con que él siempre decía que la imaginaba. Rojo, tan bella, en contraste con el pelo negro y la piel pálida. Se lo murmuraba cuando la recogía en mitad de la madrugada, se lo susurraba entre sábanas, cuando la amaba a escondidas, en aquellos momentos en los que ninguno de ellos pensaba enl a novia blanca. La novia clara que, finalmente, tuvo las mejores cartas. ¿O no? Se levantó antes de que acabara la ceremonia. Mientras caminaba despacio hacia la salida por el pasillo principal sintió todas las miradas puestas en ella. Entonces supo que aún le quedaba una última ficha. Roja, la de la ira. Tiró de su sombrero y, de tanto silencio como se había hecho, pudo hasta escuchar el tintineo de las horquillas que lo fijaban al rozar el suelo. Lo dejó caer tras ella y, con el dorso de la mano, se borró el lápiz de labios. Al abrir la puerta escuchó el sonido de su victoria, el llanto de la novia. Pero no había dulzura, solo un sabor amargo.

Texto: Luis García Gil / Imagen: Karina Zothner

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Yo soy el rojo, el labio empecinado que ama la silueta cansada de la tarde, la rojez de un sueño que sangra en la oreja del insomne. Yo soy el rojo, el infierno de morirse a solas, de un bosque de verdes asesinados por arreboles de amargura. Yo miro el cielo rojo que cantaba Dylan, la copla de fuego atribulado que arrasa los nombres que amamos. Yo soy el rojo, la tirada del dado que muestra un siete de cábalas y ardiles, vigilante y nocturno. rojo de mar bíblico, rojo de encrucijada, rojo de cojines donde el cuerpo vacilante se aposenta. Rojo del pintor cretense alumbrando el expolio de Cristo o del amor que igual que el fuego extiende sus alas sobre el universo.

Texto: Josefa Parra / Imagen: Javier Ramos

Anunciación del amor

Hermoso se ve el mundo cuando el amor se encama, cuando bajo las plantas del amado florecen espontáneas amapolas y el sol de una mirada dora el río lo mismo que un crepúsculo a destiempo.

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Arde el aire despacio en esta intensa lumbre de los sentidos. Cada imagen es doblemente nítida y brillante a la luz viva del deslumbramiento. Las siluestas de árboles y espigas hieren de claridad sobre el radiante rojo del horizonte. - Hay ciertos dioses que anuncian su presencia con el fuego. -

Texto: Montserrat Barreiro / Imagen: Asencio Salas

Al rojo vivo Encaramados irrumpimos en el mundo para trepar por la sinuosa escala de la vida. Primero, por un camino de rosas sin espinas, en un imaginario de piruletas, guindas y pasteles decorados por campanillas, caperucitas rojas y manzanas de Blancanieves. Y de repente, labios acarminados y mejillas sonrojadas que acusan una adolescencia y juventud sobrevenidas por atajos en un tiempo de locura e inconsciencia que nunca volverá. Amor, deseo, pasión, fuerza, diversión, trabajo... Nada es imposible.

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Siguiendo itinerario hacia la edad adulta se alcanza un camino empedrado de pronunciadas curvas y un desnivel de vértigo que acercan al límite; al rojo vivo de un mundo sin sentido plagado de banderas rojas. Alertan de un peligro sin retorno. Veo lágrimas de sangre en rostros castigados por la injusticia, el desempleo, los desahucios, la enfermedad, la pobreza, el hambre, las catástrofes, la soledad... Y todo ello consecuencia de cuentas en rojo, alarmas que provocan el reclamo de quienes más tienen y menos necesitan, de poderosos, de gente sin escrúpulos y carne de presidio, de personajes que mucho pesan y nada valen, que ven pero no miran a aquellas caras coloradas por vergüenzas ajenas... ¡Sálvese quien pueda! Punto y final. La angosta senda se pierde en la nada, en un callejón sin salida que conduce al infinito. Llueve grana; nunca a gusto de todos.

Texto: Verónica Díaz / Imagen: Antonia Moreno

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Desde pequeña me había gustado ir al campo, era el único lugar donde la bola de fuego se escondía por el horizonte... me encantaba la fiesta de colores que el cielo me regalaba justo antes de meterme en el coche con mis padres de vuelta a casa. Esa casa me vio nacer y crecer.. en esa casa, rodeada de otras casas... todas cuadriculadas y milimétricamente construidas en enormes bloques de hormigón, no me dejaban ver la bola de fuego... fuego... cuántas veces me quedaba embobada en la casa de campo mirando la chimenea, con sus tonos amarillos y azules... cálido y frío mezclados por curiosos componentes químicos que nos proporcionaban calor. Recuerdo la primera vez que sentí calor dentro de mí... mi primer vodka, mi primer beso, mi primer amor, mi primera experiencia sexual, la primera vez que me monté en una moto... me encantaba ser joven y disfrutar de mi juventud. Siempre me gustaban los anuncios de maquillaje labial... ese gloss... mmmm... me volvía loca!!! Y allá iba yo, con mis labios rojos, marcando la diferencia entre tanta oscuridad, entre tanto gris hormigón... una vez mi madre me dijo: “pareces una puta, quítate eso!!!” y yo le respondí: “mamá no soy una puta... me gusta este color, me gusta lo que transmite y me gusta como me queda, me gusta el calor, la alegría, la pasión, la vida... si por eso soy puta... entonces... lo asumo... soy puta”. Y desde entonces he gastado muchas barras de labios rojas... y me he cruzado con muchas mujeres y muchos hombres que son como yo... no sé si putas o amantes de la vida... el caso es que cada vez que puedo vuelvo al campo... a rodearme de la energía que el gran astro me regala... y entre tanto verde y tanto azul... siempre pongo mi nota de color rojo.

Texto: Ana Silva / Imagen: José Alberto López

Hamra

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Si alta es la torre, el valor es alto. Alto valor y roja sangre de gacela antigua que perfuma las cerraduras y las paredes de Babel. Abrid las puertas de la gracia y del sueño mujeres del Océano. Arrimad el vientre a la uva madura y granate de la tarde. Trepad la torre y no dudéis pues el cielo es un útero rojizo que abriga y eleva vuestros pies. Quienes labran surcos sobre el minarete quedan bendecidas con el nombre exacto de todas las cosas: HAMRA. Femenino del color del Sol cuando enrojece, o de la boca profunda de la amapola. Entrad hermanas. Entrad y hablad con aquel lenguaje vuestro de cuando fuisteis diosas de historias altas, de adolescencias en llamas, de templos contra la soledad. Alzad la vista. Constituiros en columnas de rojo barro y permitid que el ligero Mediterráneo traiga la luz del nervioso mar. Mirad vuestras manos, los campos marinos las han teñido de rojo. Hamra en la palma de la mano. Hamra coloreando la ciudad. Hamra en la penumbra de las ventanas y el mármol rojo del suelo de Babel. Hamra, fragua mística donde se funde el rojo de vuestro nombre con los besos del atardecer. Vivid en Hamra. Escuchad a Hamra. Sed Hamra. No habrá eternidad como Hamra.

Texto: Lalia González Santiago / Imagen: Marisa Bascuñana

El color de la sonrisa

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Apetece escribir como Marisa pinta: con contundencia, brío, alegría. Con seguridad y desparpajo. Así que una pera es una pera es una pera y no tiene que envidiar a la rosa. Jugosa, madura, incorpora el sello del productor, el control de calidad en estos tiempos de trazabilidad obligatoria, como un guiño, una marca o una condecoración sobre la suave piel, tersa y rojiza de la fruta. Variedad limonera, quizá, parece a punto de ceder al bocado y deslizar su jugo dulce por la barbilla, camino de la mancha inevitable. Imagen de la experiencia, se hace cercana e involucra al espectador. Quién no se detiene y se siente apelado, un segundo siquiera, y evoca un sabor, un olor, un tacto, un recuerdo arcano y amable. Por eso quizá el fondo se difumina en texturas como de nubes, de sueños. La facilidad del trazo no debe confundir: hay que tener mucha destreza para plasmar así una idea y darle esa apariencia de levedad, de consistencia. Pero, sobre todo, para transmitir co poderío, casi eléctrico, una chispa. Una sonrisa. Que es algo ya necesitado de declararse Bien de Especial Protección o especie en peligro de extinción.

Texto: Ana Sofía Pérez-Bustamante / Imagen: Ciuco Gutiérrez

Mil noches cada noche (rojo) Me enviaron esa foto de una especie de sol lenticular y rojo. A primera vista era más bien como una flor, una anémona, una neurona, un vilano. Me pidieron que escribiera algo sobre el color rojo.

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Soy profesora de literatura española en una universidad pequeña. Vivo en una isla desierta haciendo señales en una lengua que ya no existe a una gente joven que siempre está muy lejos, al otro lado de un océano infinito de edad. Todos los días, como si fuese el eterno retorno del Día de la Nutria, interpretamos Lost in translation. Envío a mis alumnos esta imagen. “Ponga usted un pie de foto, un comentario”. Van llegando respuestas por el campus virtual. Tim Baner (Alemania) La lámpara representa el sol, pero en vez de iluminar el desierto, existe un frío, que no es habitual para un desierto. Además el sol no dispone de rayos calientes, sino que tiene un aspecto agresivo o peligroso, que es muy

parecido a una enfermedad o un bacilo. Aparte de la frialdad, que está presente en el paisaje, también la gente oscura produce un sentimiento de angustia. La lámpara, que fue construida por el hombre, simboliza una enfermedad mortal y sustituye a algo que

da vida a los seres humanos. De esto se puede inferir que el hombre mata con sus inventos a la naturaleza y a sí mismo. Karina Urbanek (Polonia/España) En medio de aquel desierto, que marchita y opaca tus colores, aquel que, a pesar de ser desierto, te espera y te da gloria, como si fueras hija de la misma sequía.

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David Zoppellari (Italia) La primera vez que vi esta imagen de repente pensé en la palabra “conexión”. lo que une a las personas de la foto tiene la estructura de una neurona y, como se sabe, la neurona es capaz de recibir, integrar y transmitir impulsos. El mismo proceso es atribuible a las rrelaciones que se van a crear entre los seres humanos, que están probablemente conectados entre sí por un entendimiento intelectual, que se refleja después también sobre su esfera emotiva. Ana García Romero (España) Una medusa roja, ordena, manda y conduce en un desierto blanco, un abismo. Cristina Gutiérrez Torres (España) Una vida por conocer en un mundo desconocido.

Nieves Noemí Núñez Almagro (España) “La tierra, por la tierra. Este es el paraíso complicado y fugaz. [...] Una brújula incierta señalaba los límites remotos, los lejanos confines. Pero el hombre es de aquí. Somos de ella, de la tierra. Difícil paraíso.” Poema: te necesito por la tierra, de Pilar Paz Pasamar

Soy profesora de literatura española en una universidad pequeña. Vivo en una isla desierta haciendo señales a una gente joven que siempre está muy lejos, al otro lado de un océano infinito de edad. Todos los días, como si fuese el eterno retorno del Día de la Nutria, interpretamos Lost in translation. Y así, perdidos con tan buena voluntad, todos los días vamos inventando (descubriendo, ideando), a la luz de una lámpara maravillosa, una lengua común. Rojo.

WE THEM Rosa Arauz / Olga Bueno / Lolo Pavón Enrique Montiel de Arnáiz / Guillermo Márquez / Rosa Freyre del Hoyo Ángeles Flor / Susana Suárez Artidiello / Lucrecia González Santiago José Rasero / Luisa Lasanta / Josela Maturana / Joaquín González Dorao Juan José Téllez / Fernando Chamarelli / Miguel Ángel García Argüez Stanley Donwod / Paka Díaz / Tolentino Haute Hats / Luis García Gil Karina Zothner / Josefa Parra / Javier Ramos / Montserrat Barreiro Asencio Salas / Verónica Díaz / Antonia Moreno / Ana Silva José Alberto López / Lalia González Santiago / Marisa Bascuñana Ana Sofía Pérez Bustamente / Ciuco Gutiérrez Galería Blokker

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