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Inicialmente los delfines eran una especie terrestre, con el paso de los años se fueron introduciendo en el mar, se cree que en busca de alimento. Poco a poco fueron adaptándose al medio acuático y desapareciendo sus extremidades, pelo, etc y transformándolos en aletas y un cuerpo aerodinámico que favorece la navegación. Los delfines son sumamente inteligentes, de hecho, su cerebro es muy similar al del hombre y, en determinados aspectos, superior. Los delfines mulares asocian un determinado gesto o sonido con un objeto concreto, rápidamente adquieren un vocabulario de verbos (tocar, buscar... ), después los asocian unos con los otros: toca pelota. Memorizan nociones adverbiales: encima, abajo, detrás, delante, arriba, a la derecha, a la izquierda, dentro, fuera. Por último, saben construir frases que tienen hasta cinco elementos. Los delfines mulares dominan el sentido de las palabras, la semántica, disponen de un vocabulario de varias decenas de términos; dominan la construcción de las frases, la sintaxis, tienen acceso al símbolo, una forma de lógica, de abstracción. No solo pueden decir si un objeto se encuentra en la piscina sino que también si no está, lo cual supone un grado superior de representación mental, y tienen memoria después de seis meses. Los delfines de un tamaño mediano o pequeño se quedan de 5 a 6 minutos debajo del agua, muchos llegan a los 12 o 15 minutos. La mayoría de estos animales descienden entre 100 y 600 metros en busca de sus presas. El oxígeno constituye la principal fuente de energía de los animales, incluso antes que el alimento. En los mamíferos que han vuelto al mar, las modificaciones de la función respiratoria es admirable. Las narices, convertidas en oberturas nasales o espiráculos, han tenido que desplazarse hasta la parte superior del cráneo; el diafragma ha tenido que reforzarse, y se ha tenido que suprimir cualquier comunicación entre el aparato respiratorio y el aparato digestivo para que los animales puedan comer debajo del agua sin ahogarse. La respiración es voluntaria y no un reflejo. Los delfines tienen que obtener su suministro de agua aunque vivan en el mar, pero como que el agua del mar es salina, no es conveniente para el consumo. Los delfines consiguen la mayoría de agua fresca que ellos necesitan cuando comen pescado. La piel del delfín actúa como una membrana osmótica, permitiendo que sólo entre en su sistema el agua y no la sal. No todos los delfines se mueven a 30 nudos (54 Km/h), algunos pueden hacerlo durante un centenar de metros, como el delfín mular, el delfín común, la orca, la falsa orca o los calderones. La mayoría de las especies se propulsan durante millas a unos 10 nudos (18 Km/h). Cuando van a poco a poco, de paseo, la velocidad oscila entre 2 y 6 nudos. Parece ser que el récord de velocidad absoluto lo tiene la orca con 40 nudos (74 Km/h). En 1936, y de nuevo en el 1948, el biólogo James Gray formuló a la revista Natures su famosa "paradoja de los delfines", según la cual la potencia de los músculos propulsores de los delfines y ballenas no explica las velocidades que estos animales pueden llegar a coger. Como se sabe, la potencia mediana del músculo del mamífero es de 16,5 W/Kg, calculando el peso de los músculos locomotores y la masa total del cetáceo, esto no tendría que funcionar. Si el animal fuera un objeto cualquiera, necesitaría diez veces más energía para la misma cantidad de movimiento. El cetáceo desafía las leyes de la física. La verdad es que no avanza remando con las aletas: los miembros delanteros en forma de espátulas, tienen una función secundaria en la propulsión; sirven para la estabilización vertical y horizontal, favorecen los giros, las frenadas y las aceleraciones, sin olvidar que también sirven para acariciar. 1
Su piel es muy suave y se daña fácilmente así como también se cura muy rápidamente y también tiene una capa de grasa. Una función muy importante es ayudar a nadar más eficazmente, ya que su piel funciona como un sensor de presión de las turbulencias, en que en un punto de la superficie del cuerpo se produce un exceso de presión y se deforma para resbalar mejor el cuerpo en el agua. Hay pruebas que demuestran que muchos organismos tienen la facultad de recibir información sensorial de la cabeza magnético de la Tierra para orientarse. Hay zonas de su cerebro que contienen cristal de óxido de hierro, gracias a los cuales dispone de una especie de aguja imantada interna. La cabeza magnética terrestre les orienta en sus largos viajes. Para ellos, las anomalías geomagnéticas constituyen puntos de referencia que han de memorizar. Las variaciones aleatorias de este campo, provocadas, pueden desorientarlos. Los delfines se han especializado en poder guiarse y captar presas por medio de la ecolocalización. Este sistema se basa en provocar un sonido que, partiendo del animal y viajando a una gran velocidad (el agua conduce el sonido entre 4 y 5 veces más rápido que el aire) rebote en el objeto a detectar y vuelva al delfín brindándole información sobre dicho objeto. Los delfines producen el sonido en una complicada tubería ubicada debajo del espiráculo (orificio por el que respiran) y el sonido atraviesa la frente del delfín a través de un órgano graso conocido como "melón" que proyecta el sonido hacia adelante. Al regresar, el sonido es captado por los dientes de la mandíbula inferior que absorben las vibraciones sonoras y las transfieren al hueso mandibular de donde viajan al oído medio por un canal de tejido graso. Estos animales pueden ubicar, por sonido, objetos del tamaño de una pelota de tenis a 120 metros de distancia y encontrar objetos a poca distancia del tamaño de un perdigón de escopeta. Esta increíble capacidad se debe a que el cerebro del delfín emite unas 700 señales sonoras por segundo, mientras que el cerebro humano tiene una capacidad analítica de sólo 20 o 30 señales por segundo. Es por eso que al bucear con delfines el oído humano capta una serie de chasquidos y cliks que en su conjunto suenan como una bisagra oxidada. Sin embargo, el delfín puede distinguir las pequeñas variaciones de la señal obteniendo datos muy importantes para el animal. Un delfín puede distinguir entre un plato de cobre y otro de aluminio aunque estén pintados del mismo color y puede distinguir entre un tubo hueco de uno sólido. Los machos consiguen su madurez sexual a los 12 o 13 años y las hembras a los 6 o 7. Los genitales de los delfines están ocultos bajo pliegues de su piel. El macho corteja a la hembra mordiendo sus aletas, llegándole a ocasionar heridas considerables. El periodo de gestación dura de 10 a 12 meses y durante el parto las otras hembras se encuentran cerca y pendientes de todo movimiento, y ofrecen su ayuda si fuera necesario; a estas acuáticas comadronas se les denomina tías. El cordón umbilical se rompe al acabar de parir y el recién nacido será ayudado por su madre y las otras hembras para llegar a la superficie para poder realizar sus primeras inspiraciones. Durante una semana será seguida de muy cerca por su madre, el objetivo es evitar cualquier posibilidad de accidente. La lactancia del pequeño suele durar entre 10 y 12 meses. Este hecho se consigue apretando las cavidades donde se encuentran las mamas, provocando a los terminales nerviosos que producirán un chorro de leche materna dentro de la boca del pequeño delfín. Al nacer pesan entre 10 y 15 Kg. llegando a medir más de un metro. Después de 6 o 7 meses el pequeño delfín alterna su lactancia con sus primeras comidas, combinando aproximadamente un año, adoptando al pasar los meses un comportamiento más cazador; hasta los dos años de edad no tendrán la independencia, estarán siempre en este período bajo la vigilancia de su madre, este sistema es el de 2
captación y emisión de sonidos. La cantidad de comida que un delfín mular de 15 kg se traga es de 5 a 8 kg. En los medios acuáticos, la búsqueda de comida sólo ocupa un 10% de la jornada, esto les deja mucho tiempo libre. Para mantener constante su temperatura interna (alrededor de los 36ºC), estos animales necesitan ingerir muchas calorías. Dos veces más por unidad de peso que en el hombre. La alimentación del delfín mular se basa en Scomber japonicus, sardinas (Sardina pichaldrus) y Tratuchurus sp. Los delfines rodean las presas más o menos grandes y trabajan en equipo, van rodeando y cazando los individuos que se van separando del grupo; esta labor puede durar horas. El delfín es capaz de emitir hasta seis tipos de sonidos para comunicarse. El silbido, el click o pulso y el batir de la mandíbula son los más comunes. Cada ejemplar tiene un registro de voz que le hace diferente a todos (como su DNI) aunque los demás pueden emitir ese mismo registro. Se han demostrado verdaderas conversaciones entre ellos. También hacen mucho uso del lenguaje corporal, les gusta mucho las caricias, sobre todo en el pico. Las hembras acarician a sus crías con las aletas pectorales y es frecuente verlos rozarse entre ellos, o con rocas. La vida social del delfín mular se conoce sólo un poco. En cautividad, es frecuente que se imponga el macho, que reinará según el modelo del harén. El "jefe" enseña los dientes, ataca a los inferiores, salta para demostrar su fuerza y emite una infinidad de sueño, entre ello detonaciones. Con las hembras se comporta como un tirano, lo mismo que con los jóvenes, de los que las madres tienen que defenderlos. También se ven escenas de ternura y saltos sincronizados, ondulaciones, caricias, ... Las hembras ofrecen su vientre y copulan, incluso fuera de sus períodos. Muchas veces se ha observado delfines nadando al lado de los barcos, esto no es porque les gusten las personas que hay en el barco, es simplemente porque se divierten siguiendo la corriente del barco. Es una especie a la que le encanta jugar, incluso crean sus propios juguetes, se sumergen y bufan un anillo de aire precioso a través del espiráculo. Parece como un anillo hecho de aire. Les gusta nadar a través de ellos o intentan bajarlos o simplemente mirarlos para divertirse. El simple hecho de nadar, jugar con las olas y las corrientes, es divertido para ellos. En resumidas cuentas, el delfín es una especie apasionante de la que nos queda mucho por aprender. Inicialmente los delfines eran una especie terrestre, con el paso de los años se fueron introduciendo en el mar, se cree que en busca de alimento. Poco a poco fueron adaptándose al medio acuático y desapareciendo sus extremidades, pelo, etc y transformándolos en aletas y un cuerpo aerodinámico que favorece la navegación. Los delfines son sumamente inteligentes, de hecho, su cerebro es muy similar al del hombre y, en determinados aspectos, superior. Los delfines mulares asocian un determinado gesto o sonido con un objeto concreto, rápidamente adquieren un vocabulario de verbos (tocar, buscar... ), después los asocian unos con los otros: toca pelota. Memorizan nociones adverbiales: encima, abajo, detrás, delante, arriba, a la derecha, a la izquierda, dentro, fuera. Por último, saben construir frases que tienen hasta cinco elementos. Los delfines mulares dominan el sentido de las palabras, la semántica, disponen de un vocabulario de varias decenas de términos; dominan la construcción de las frases, la sintaxis, tienen acceso al símbolo, una forma de lógica, de abstracción. No solo pueden decir si un objeto se encuentra en la piscina sino que también si no está, lo cual supone un grado superior de representación mental, y tienen memoria después de seis meses.
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Los delfines de un tamaño mediano o pequeño se quedan de 5 a 6 minutos debajo del agua, muchos llegan a los 12 o 15 minutos. La mayoría de estos animales descienden entre 100 y 600 metros en busca de sus presas. El oxígeno constituye la principal fuente de energía de los animales, incluso antes que el alimento. En los mamíferos que han vuelto al mar, las modificaciones de la función respiratoria es admirable. Las narices, convertidas en oberturas nasales o espiráculos, han tenido que desplazarse hasta la parte superior del cráneo; el diafragma ha tenido que reforzarse, y se ha tenido que suprimir cualquier comunicación entre el aparato respiratorio y el aparato digestivo para que los animales puedan comer debajo del agua sin ahogarse. La respiración es voluntaria y no un reflejo. Los delfines tienen que obtener su suministro de agua aunque vivan en el mar, pero como que el agua del mar es salina, no es conveniente para el consumo. Los delfines consiguen la mayoría de agua fresca que ellos necesitan cuando comen pescado. La piel del delfín actúa como una membrana osmótica, permitiendo que sólo entre en su sistema el agua y no la sal. No todos los delfines se mueven a 30 nudos (54 Km/h), algunos pueden hacerlo durante un centenar de metros, como el delfín mular, el delfín común, la orca, la falsa orca o los calderones. La mayoría de las especies se propulsan durante millas a unos 10 nudos (18 Km/h). Cuando van a poco a poco, de paseo, la velocidad oscila entre 2 y 6 nudos. Parece ser que el récord de velocidad absoluto lo tiene la orca con 40 nudos (74 Km/h). En 1936, y de nuevo en el 1948, el biólogo James Gray formuló a la revista Natures su famosa "paradoja de los delfines", según la cual la potencia de los músculos propulsores de los delfines y ballenas no explica las velocidades que estos animales pueden llegar a coger. Como se sabe, la potencia mediana del músculo del mamífero es de 16,5 W/Kg, calculando el peso de los músculos locomotores y la masa total del cetáceo, esto no tendría que funcionar. Si el animal fuera un objeto cualquiera, necesitaría diez veces más energía para la misma cantidad de movimiento. El cetáceo desafía las leyes de la física. La verdad es que no avanza remando con las aletas: los miembros delanteros en forma de espátulas, tienen una función secundaria en la propulsión; sirven para la estabilización vertical y horizontal, favorecen los giros, las frenadas y las aceleraciones, sin olvidar que también sirven para acariciar. Su piel es muy suave y se daña fácilmente así como también se cura muy rápidamente y también tiene una capa de grasa. Una función muy importante es ayudar a nadar más eficazmente, ya que su piel funciona como un sensor de presión de las turbulencias, en que en un punto de la superficie del cuerpo se produce un exceso de presión y se deforma para resbalar mejor el cuerpo en el agua. Hay pruebas que demuestran que muchos organismos tienen la facultad de recibir información sensorial de la cabeza magnético de la Tierra para orientarse. Hay zonas de su cerebro que contienen cristal de óxido de hierro, gracias a los cuales dispone de una especie de aguja imantada interna. La cabeza magnética terrestre les orienta en sus largos viajes. Para ellos, las anomalías geomagnéticas constituyen puntos de referencia que han de memorizar. Las variaciones aleatorias de este campo, provocadas, pueden desorientarlos. Los delfines se han especializado en poder guiarse y captar presas por medio de la ecolocalización. Este sistema se basa en provocar un sonido que, partiendo del animal y viajando a una gran velocidad (el agua conduce el sonido entre 4 y 5 veces más rápido que el aire) rebote en el objeto a detectar y vuelva al delfín brindándole información sobre dicho objeto. Los delfines producen el sonido en una complicada tubería ubicada debajo del espiráculo (orificio por el que respiran) y el sonido atraviesa la 4
frente del delfín a través de un órgano graso conocido como "melón" que proyecta el sonido hacia adelante. Al regresar, el sonido es captado por los dientes de la mandíbula inferior que absorben las vibraciones sonoras y las transfieren al hueso mandibular de donde viajan al oído medio por un canal de tejido graso. Estos animales pueden ubicar, por sonido, objetos del tamaño de una pelota de tenis a 120 metros de distancia y encontrar objetos a poca distancia del tamaño de un perdigón de escopeta. Esta increíble capacidad se debe a que el cerebro del delfín emite unas 700 señales sonoras por segundo, mientras que el cerebro humano tiene una capacidad analítica de sólo 20 o 30 señales por segundo. Es por eso que al bucear con delfines el oído humano capta una serie de chasquidos y cliks que en su conjunto suenan como una bisagra oxidada. Sin embargo, el delfín puede distinguir las pequeñas variaciones de la señal obteniendo datos muy importantes para el animal. Un delfín puede distinguir entre un plato de cobre y otro de aluminio aunque estén pintados del mismo color y puede distinguir entre un tubo hueco de uno sólido. Los machos consiguen su madurez sexual a los 12 o 13 años y las hembras a los 6 o 7. Los genitales de los delfines están ocultos bajo pliegues de su piel. El macho corteja a la hembra mordiendo sus aletas, llegándole a ocasionar heridas considerables. El periodo de gestación dura de 10 a 12 meses y durante el parto las otras hembras se encuentran cerca y pendientes de todo movimiento, y ofrecen su ayuda si fuera necesario; a estas acuáticas comadronas se les denomina tías. El cordón umbilical se rompe al acabar de parir y el recién nacido será ayudado por su madre y las otras hembras para llegar a la superficie para poder realizar sus primeras inspiraciones. Durante una semana será seguida de muy cerca por su madre, el objetivo es evitar cualquier posibilidad de accidente. La lactancia del pequeño suele durar entre 10 y 12 meses. Este hecho se consigue apretando las cavidades donde se encuentran las mamas, provocando a los terminales nerviosos que producirán un chorro de leche materna dentro de la boca del pequeño delfín. Al nacer pesan entre 10 y 15 Kg. llegando a medir más de un metro. Después de 6 o 7 meses el pequeño delfín alterna su lactancia con sus primeras comidas, combinando aproximadamente un año, adoptando al pasar los meses un comportamiento más cazador; hasta los dos años de edad no tendrán la independencia, estarán siempre en este período bajo la vigilancia de su madre, este sistema es el de captación y emisión de sonidos. La cantidad de comida que un delfín mular de 15 kg se traga es de 5 a 8 kg. En los medios acuáticos, la búsqueda de comida sólo ocupa un 10% de la jornada, esto les deja mucho tiempo libre. Para mantener constante su temperatura interna (alrededor de los 36ºC), estos animales necesitan ingerir muchas calorías. Dos veces más por unidad de peso que en el hombre. La alimentación del delfín mular se basa en Scomber japonicus, sardinas (Sardina pichaldrus) y Tratuchurus sp. Los delfines rodean las presas más o menos grandes y trabajan en equipo, van rodeando y cazando los individuos que se van separando del grupo; esta labor puede durar horas. El delfín es capaz de emitir hasta seis tipos de sonidos para comunicarse. El silbido, el click o pulso y el batir de la mandíbula son los más comunes. Cada ejemplar tiene un registro de voz que le hace diferente a todos (como su DNI) aunque los demás pueden emitir ese mismo registro. Se han demostrado verdaderas conversaciones entre ellos. También hacen mucho uso del lenguaje corporal, les gusta mucho las caricias, sobre todo en el pico. Las hembras acarician a sus crías con las aletas pectorales y es frecuente verlos rozarse entre ellos, o con rocas.
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La vida social del delfín mular se conoce sólo un poco. En cautividad, es frecuente que se imponga el macho, que reinará según el modelo del harén. El "jefe" enseña los dientes, ataca a los inferiores, salta para demostrar su fuerza y emite una infinidad de sueño, entre ello detonaciones. Con las hembras se comporta como un tirano, lo mismo que con los jóvenes, de los que las madres tienen que defenderlos. También se ven escenas de ternura y saltos sincronizados, ondulaciones, caricias, ... Las hembras ofrecen su vientre y copulan, incluso fuera de sus períodos. Muchas veces se ha observado delfines nadando al lado de los barcos, esto no es porque les gusten las personas que hay en el barco, es simplemente porque se divierten siguiendo la corriente del barco. Es una especie a la que le encanta jugar, incluso crean sus propios juguetes, se sumergen y bufan un anillo de aire precioso a través del espiráculo. Parece como un anillo hecho de aire. Les gusta nadar a través de ellos o intentan bajarlos o simplemente mirarlos para divertirse. El simple hecho de nadar, jugar con las olas y las corrientes, es divertido para ellos. En resumidas cuentas, el delfín es una especie apasionante de la que nos queda mucho por aprender.
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