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DILEMAS DE UN PUEBLO ORIGINARIO EN LA ÉPOCA DE LA INDEPENDENCIA. LA LUCHA DE LOS NEGROS POR SU LIBERTAD (1809-1821) Roberto Mauricio Sánchez Torres Sindy Vivian Grimaldo Rodríguez∗ Responde a la pregunta: 25. Soy una joven de raza negra, de 17 años de edad, que se vino desde el departamento del Chocó a vivir en Antioquia hace 6 años. He observado que a veces los compañeros me tratan distinto por ser negra. En ese sentido, quiero hacer algunas preguntas sobre mi origen: ¿Cómo y por qué la población negra del país se fue agrupando en las costas del país? ¿Con cuáles justificaciones se trató a la raza negra como esclavos? ¿Los esclavos tuvieron alguna participación en los procesos de Independencia? ¿De qué tipo pudo ser esa participación? (Yurleidy Mosquera Mosquera, Grado 9, Abejorral, Antioquia).
INTRODUCCIÓN La historia de las comunidades negras en Colombia es un tema que la historiografía aún adeuda. Los estudios sobre la participación de los afrodescendientes en la Independencia no han avanzado significativamente, y por lo tanto en este campo las perspectivas de investigación son amplias. Al hablar de Independencia se hace frecuentemente referencia a los héroes de la patria que configuraron un proyecto revolucionario para romper los lazos con la metrópoli. Precisamente esta situación originó la presente investigación: ¿Quién acompañaba a los próceres de la Independencia? Partimos de la siguiente serie de preguntas, formuladas por Yurleidy Mosquera: Soy una joven chocoana de diecisiete años de edad, que vive en Antioquia hace seis años y he observado que a veces mis compañeros me tratan distinto por ser negra. En ese sentido, quiero hacer algunas preguntas sobre mi origen. ¿Cómo y por qué la población negra se fue agrupando en las costas del país? ¿Con qué justificaciones se trató a la raza negra como esclavos? ¿Los esclavos tuvieron alguna participación en los procesos de Independencia? ¿De qué tipo pudo ser esa participación? Estudiantes de Economía y Trabajo Social de la Universidad Nacional de Colombia, respectivamente. Los autores agradecen la colaboración del profesor Miguel Borja, tutor del proyecto, a Clara Guerrero, Alfonso Cassiani, Claudia Mosquera y Jaime Arocha por sus comentarios y a la comunidad de San Basilio de Palenque por su hospitalidad. ∗
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Encontramos aquí tres cuestionamientos básicos sobre las comunidades negras en la historia de Colombia. La ocupación del territorio y el espacio de dichas comunidades; los procesos de esclavitud que sufrieron a lo largo de la Colonia y posterior a la Independencia; y el papel y la participación de los negros en ésta. Cada una de estas preguntas está interrelacionada; sin embargo, la presente investigación, teniendo en cuenta las preguntas iniciales, decidió enfocarse en el papel de las comunidades negras esclavas, cimarronas y libres en los procesos independentistas de inicios del siglo XIX. Entonces, las dos preguntas centrales son: ¿Los negros en Colombia tuvieron alguna participación en los procesos de independencia? ¿De qué tipo pudo ser esa participación? El presente escrito analiza el rol de las comunidades negras y de los esclavos negros en la Independencia y su relación con las luchas por su libertad. Inicialmente planteamos que las comunidades o grupos negros lucharon y construyeron su propia independencia anterior a la lucha contra la colonia. Esto se puede observar con el cimarronaje y la constitución de palenques en algunas zonas del país, resultados claros de procesos de independencia propios de estas comunidades. Gran parte de los esclavos negros participó en el ejército libertador a cambio de su libertad; es decir eran esclavos que buscaban su libertad. Con el avance de la investigación se identificó un elemento central respecto a la participación de los afrodescendientes en la Independencia: según el contexto, la región y la época, la participación fue heterogénea1. En vista de esto, no podíamos formular generalizaciones que conducirían a un análisis superfluo de lo que realmente sucedió, por lo que nos vimos forzados no a cambiar, sino a ampliar nuestra tesis inicial. De esta manera, la investigación se enfocó en tres temáticas: la participación de los negros esclavizados en la Independencia, inmersa en el debate suscitado entre los criollos frente al esclavismo; el cimarronaje y la construcción de palenques como forma de lucha por autonomía e independencia de los negros en Colombia; y finalmente, la vinculación y tipo de participación de los afrodescendientes en las luchas independentistas de las primeras décadas del siglo XIX. Éstas son precisamente las temáticas de las secciones tres, cuatro y cinco. Entonces, luego de una introducción, un análisis general de la época de la Independencia y de la participación popular en ella, y una descripción de algunos de los conflictos sociales, políticos y regionales, al final se presentarán algunas conclusiones. Antes de comenzar, es necesario hacer dos observaciones. Por un lado, en cuanto a algunos conceptos utilizados en el presente escrito, y por otro, en lo tocante a las fuentes primarias utilizadas. En el presente trabajo se emplearon términos que la historiografía sobre la Independencia y sobre los negros en Colombia ha adoptado. En torno a las luchas por la Independencia surgen dos bandos: los realistas, que pugnaban por la conservación del status colonial, y los patriotas, que sostenían la búsqueda de independencia, primero como autonomía política, y después en cuanto a todo vínculo con la Corona española. Éstos últimos fueron identificados como criollos, aristócratas y grandes propietarios, aunque en uno y otro bando había criollos, españoles y gentes de distintos estamentos. Utilizamos el 1
Agradecemos en este punto a la profesora Claudia Mosquera por sus comentarios.
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término comunidad para referirnos a una “relación social cuando y en la medida en que la actitud en la acción social se inspira en el sentimiento subjetivo de los partícipes de constituir un todo” (Weber, 1944, p. 33). Por otro lado, comunidad negra distinguimos a aquellos grupos que están identificados por una ascendencia común y que conformaron un pueblo o comunidad originaria, pero también a cada comunidad negra en particular que se formó en la época con particularidades; un palenque sería, entonces, una comunidad. Otros dos conceptos importantes son cimarronaje y palenques. Cimarrones fue el nombre dado a los esclavos rebeldes que huían de las minas y las haciendas buscando su libertad. Entonces cimarronaje fue el movimiento integrado por aquellos esclavos que se oponían a la esclavitud y declaraban la guerra contra sus amos y contra el sistema colonial con expresiones de violencia. Palenques se denominó a los poblados fortificados en donde los negros vivían en libertad, lugares que eran refugio para los cimarrones, y además centros religiosos y políticos que conservaron aspectos de la cultura africana. Las fuentes utilizadas en el escrito son secundarias dadas las restricciones de tiempo, y son básicamente aquellas en las que se presenta el tema de la Independencia y la historia de los afrodescendientes. Sobre la Independencia tomamos como referencia central el trabajo de Javier Ocampo (1974, 1978, 1998); en cuanto al esclavismo y los discursos criollos, los ensayos de Jaramillo (1989), los escritos de Sharp (1976) y Gutiérrez (1994) y los escritos políticos de Bolívar (2008) y José Félix de Restrepo (2002), junto con el trabajo de Hoyos (2007) sobre Bolívar y la esclavitud. Para el análisis del cimarronaje, los palenques y la lucha de los negros por su libertad tenemos referencias extensas. Sin embargo, rescatamos los trabajos de Arrazola (1970), Escalante (1964) y Guerrero (2007). Finalmente, sobre la participación de los afrodescendientes en la Independencia, las referencias básicas para el Caribe colombiano son los trabajos de Marixa Lasso (2007 y 2008) y Alfonso Múnera (1998), y para el caso del Patía el de Francisco Zuluaga (1993). En estos tres autores encontramos referencias directas al papel de los afrodescendientes en las gestas republicanas. Obviamente, quizá por desconocimiento y por restricción temporal, se nos quedan por fuera trabajos importantes. No obstante, se tuvieron presentes escritos recientes y antiguos sobre el tema y los que consideramos nos servían para el desarrollo de la investigación.
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CONTEXTO DE LA INDEPENDENCIA Y TENSIONES SOCIALES DE LA ÉPOCA Tensiones sociales y factores externos que motivaron la independencia criolla Los procesos de independencia se presentaron como resultado de tensiones sociales internas y además estuvieron vinculados a los procesos revolucionarios que se habían iniciado en la segunda mitad del siglo XVIII en Occidente. Dos sucesos marcaron el punto de quiebre en los mencionados procesos. Por un lado, la Independencia de la colonia inglesa en América en 1776, y por otro la Revolución Francesa en 1789. Junto con los sucesos de la época en el mundo occidental, la llamada Ilustración tuvo una fuerte incidencia en el pensamiento político criollo, que se evidencia en el discurso moderno basado en la Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano, que en el caso colombiano fueron traducidos y difundidos por el prócer Antonio Nariño en 1794. De igual manera, el antiguo régimen y el modo de producción feudal habían entrado en un proceso de deterioro y hacían su transición a primitivas formas capitalistas de producción. A partir de esto los criollos habían empezado a tener conflictos con la Corona por la persistencia de formas políticas y económicas antiguas y una estructura institucional en la que no podían obtener poder, por el simple motivo de haber nacido en tierra americana. Existieron varios factores para el despliegue proindependentista. Las revoluciones de Occidente, el pensamiento ilustrado, el cambio del modo de producción y la coyuntura revolucionaria del imperio español a raíz de la invasión napoleónica fueron factores externos que incidieron en la Independencia (Ocampo, 1978). Por otro lado, la crisis del sistema colonial en América tuvo diversas manifestaciones que dieron como resultado la lucha emancipadora de los criollos, que buscaban a través de ella la igualdad en las aspiraciones al poder local. Esta coyuntura política fue acompañada además con la crisis del sistema económico colonial, en la que instituciones como la mita, la encomienda, pero sobretodo el esclavismo, se habían convertido en entes inmanejables para la Corona, por los fuertes conflictos sociales que generaban. Fue en este marco en el que entre 1809-1810 se desplegó el juntismo autonomista, que buscaba autonomía política en las colonias, pero no se negaba el vínculo de dependencia con la metrópoli. Sin embargo, con la radicalización del juntismo a partir de 1811 se inicia un proceso de declaración absoluta de independencia, que consolidó en algunas regiones la independencia total de la Corona (Ocampo, 1978). Independencia y Participación Popular La independencia criolla fue en parte la lucha de los criollos por el poder y la igualdad en el acceso a él, junto con el interés de dominar las instituciones imperantes en la época. Los ejércitos que se formaron fueron resultado de las victorias de los criollos y el mismo sometimiento del ejército español a las disposiciones de los descendientes de españoles nacidos en América. En esas luchas de independencia se vinculó el sentido patriótico con el poder popular; sin embargo, una pregunta esencial para comprender los fenómenos de independencia de la época es ¿cómo y cuando se vincularon los sectores populares (campesinos, mestizos, negros, mulatos, indígenas, etc.) a la luchas de independencia? Para responder esta pregunta recurrimos por ahora a uno de los más importantes historiadores de la Independencia. Para Javier Ocampo, las luchas revolucionarias tuvieron dos etapas. La 4
primera entre 1810 y 1815, donde se presentó una gesta inicial de declaratoria de independencia, derrumbe de la administración española y formación de un proyecto autónomo histórico. En estos años se dio un gran conflicto social entre los mismos criollos, caracterizado por el regionalismo, las diferencias económicas y el choque entre tendencias políticas centralistas y federalistas. Además, la reconquista española —a cargo del Pacificador Pablo Morillo, quien en 1814 se dio a la tarea de retomar el poder de España sobre la Nueva Granada— se convirtió en un motivo por el que gran parte de los sectores populares apoyaron la causa patriota. Morillo y las tropas españolas desplegaron fuertes ataques contra los criollos y contra quienes presuntamente apoyaban a los patriotas. Esto se denominó como el régimen del terror, que cobró la vida de muchos civiles y próceres de la Independencia. Y este mismo hecho condujo a que una importante parte de los sectores populares se adhirieran al ejército patriota y se opusieran a Morillo y los realistas (Ocampo, 1978). La segunda etapa de las luchas revolucionarias de la Independencia en Colombia, comprende el período entre 1815 y 1821, cuando se expanden las guerras de independencia y se derrotan totalmente los intentos de reconquista de los españoles. Este período de las guerras de Independencia (1815-1819) culmina con la campaña libertadora y la Batalla del Puente de Boyacá el 7 de agosto de 1819. A partir de esta victoria se creó la República de Colombia en el Congreso de Angostura, integrada por lo que hoy es Venezuela, Ecuador y Colombia. Posteriormente, en el Congreso Constituyente de Cúcuta en 1821 tomó el nombre de La Gran Colombia, la cual se disolvió en 1830. Democracia, libertad, igualdad, fraternidad y soberanía popular fueron postulados traídos de Occidente sobre los que se fundamentó el discurso de los patriotas en la búsqueda de la independencia. Los criollos creían que su lucha era la lucha del pueblo, y por lo tanto relacionaban su objetivo político con la idea de soberanía popular. Según ésta, en el pueblo recaía el poder legítimo, y ellos, como representantes de ese poder, debían manejar los hilos políticos del país. En palabras de Ocampo, la soberanía popular “presenta la afirmación del pueblo como titular del poder […] que ante la crisis política de la metrópoli ha reasumido su soberanía para constituir un nuevo gobierno representado en la Junta Suprema de Gobierno” (1999, p. 159). El poder soberano del pueblo, para los criollos, se veía plasmado en las juntas —que eran la conformación de autoridades autónomas respecto al poder político de los españoles en tierra americana, deliberantes y protectores de los derechos de los criollos—, porque aunque en algunos discursos de los patriotas se vinculaban otros grupos o comunidades como los mulatos, indígenas y negros, pueblo era para los criollos su grupo social al margen de los sectores populares. Respecto a la unidad y fraternidad del pueblo, “la Independencia era portadora de la reafirmación de la nacionalidad; de ese sentimiento americano, expresante del anhelo de los ciudadanos por alcanzar una Unidad Nacional como consecuencia de la revolución” (p. 192). Más que de unidad nacional, podríamos hablar de una unidad criolla que buscaba del ascenso al poder político, aunque esta unidad podría verse incluso como fragmentada por los conflictos regionales entre los criollos. Si bien en la historiografía se señala que Bolívar tenía en mente una revolución dentro de la que estaba la abolición de la esclavitud, el 5
conflicto entre los patriotas y los realistas estuvo mediado por sectores con poca representación política. Por el contrario, el caso de los negros cimarrones en Colombia muestra que el conflicto de otros sectores con los criollos y con la corona estuvo latente por muchos años. Así, en la época de la Independencia se presentaron importantes luchas como la de los españoles contra los criollos, realistas contra patriotas, centralistas contra federalistas, pero además persistían conflictos de más larga data: esclavos contra esclavistas, cimarrones contra criollos, negros contra la Colonia.
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CONFLICTOS SOCIALES, POLÌTICOS Y REGIONALES DE LA ÉPOCA DE LA INDEPENDENCIA Las gestas iniciales de la lucha por la independencia se presentaron no sólo como la búsqueda de poder político de la élite criolla. Por el contrario, tal proceso se desarrollaba en un entorno con importantes conflictos de carácter social, político, económico y regional. Respecto a los conflictos sociales, no solamente estaban inmersos la administración colonial española y los criollos, sino que los grupos populares (indígenas, mestizos, mulatos, negros, dedicados a la agricultura, los servicios, artesanía, comercio local, etc.) ya habían manifestado su inconformidad respecto a su posición social, lo que causó tensiones sociales importantes. Un ejemplo del conflicto social presentado es el cimarronaje y la construcción de palenques, conformados por esclavos fugados de las haciendas, las minas y del lugar en el que permanecían esclavizados, tema que se desarrollará en detalle más adelante. Conflictos como éste entre esclavistas y esclavizados evidencian que no sólo los criollos y los españoles estaban en conflicto por el acceso al poder, y que fue una amalgama de tensiones lo que condujo a la crisis de la administración colonial y la posterior independencia de la metrópoli. La tensión que surge desde los discursos criollos de libertad, igualdad, fraternidad y soberanía popular, resulta de la persistencia del esclavismo en la república independiente. Éste estaba asociado a una sociedad señorial, jerárquica, imperial; en resumidas cuentas, colonial. De este modo se podría inferir que los esclavos se adherirían a la causa de la independencia en la medida en que con ésta se pugnaba por un entorno de libertad. No obstante, gran parte de los criollos era esclavista. Es por ello que el tema del esclavismo se convirtió en una tensión social entre los mismos criollos, que se evidencia en las distintas posiciones respecto a la manumisión cuando se buscó constituir La Gran Colombia. Los criollos enfrentaron un conflicto de carácter político en la época de la Independencia, y tal vez sea éste al que más trascendencia se le ha atribuido. El conflicto giraba en torno al manejo político, económico y administrativo del territorio y presentaba dos posturas: federalistas y centralistas. Los centralistas defendían la construcción de un Estado unitario, con un ejército fuerte que pudiera tener control sobre todo el territorio, para de este modo tener la capacidad de enfrentar la arremetida española. El Estado debía concentrar todo el poder sobre las regiones y propiciar una patria unida tanto en lo político como en lo militar, pero también en lo económico y social. Por su parte, los federalistas buscaban dar solución a las divisiones internas a través del reconocimiento de la autonomía y soberanía regional, pero dentro de un marco nacional en el que confluyeran los intereses de todos, trayendo como modelo político el federalismo estadounidense. El conflicto regional se presentaba entre regiones e incluso en el interior de las mismas. En la región andina había un conflicto entre Santa Fe y Tunja; en el Pacífico entre Popayán y Cali; y en la costa entre Cartagena y Santa Marta. Pero por otro lado, una de las más significativas disputas por la autonomía regional lo protagonizaron Santa Fe y Cartagena. 7
Incluso antes de las luchas por la Independencia había conflictos en cuanto a cuál era el verdadero centro político y económico del virreinato. Tal conflicto se agudizó en la medida en que las luchas por la independencia se acrecentaban, de tal modo que una parte de la región se presenta como realista y otra como patriota. No obstante, dentro de ese conflicto participan grupos sociales populares que por su propia iniciativa forman alianzas entre uno y otro bando. Las disputas entre Santa Fe y Cartagena se gestaron en la época colonial, cuando Cartagena buscaba ser el centro político del virreinato. Los cartageneros no aceptaban el control político de los santafereños, quienes en realidad tenían una autoridad débil para imponerse sobre los caribeños. La búsqueda de autonomía respecto a Santa Fe se empezó a asociar con progreso económico. La élite cartagenera afirmaba que sabía qué era conveniente para ella, y que la injerencia en asuntos internos por parte de Santa Fe implicaba un conflicto que se tenía que romper. Por su parte, los dirigentes andinos conocían la importancia económica y militar de Cartagena y por eso no podían permitir que se dieran resultados contrarios a los intereses de la Corona. Con la Independencia el conflicto entre Cartagena y Santa Fe no desapareció. Esto se evidencia con “el establecimiento de la Junta Suprema de Gobierno de Cartagena el 14 de Agosto [de 1810]. Esta decisión fue en parte una reacción al establecimiento de la Junta Suprema de Santa Fe del 20 de julio, es decir, una manera de oponer un cuerpo soberano al creado en la capital con pretensiones de gobernar las provincias” (Múnera, 1998, p. 189). El conflicto regional y la pretensión de crear un Estado nacional que integrara las distintas facciones del interés nacional, pero sobre todo la falta de reconocimiento de entornos y sociedades con culturas, dinámicas, génesis y realidades totalmente distintas que habían entrado en conflicto condujeron a lo que Múnera denomina el fracaso de la nación: Si hubiera que extraer una conclusión de carácter general sobre este período de la Independencia, quizás la más atractiva sería la de que no tiene mucho sentido seguir pensando que aquella fue concebida con el propósito de convertir las provincias de la Nueva Granada en una nación independiente. Las “naciones imaginadas” fueron más de una. El proyecto de nación de las élites del Caribe poco tenía en común con el de las élites de Santa Fe. Por otro lado, la nación que querían construir los mulatos cartageneros no podía ser igual a la de Ayos o García de Toledo. Y en el caso de los indios apoderándose de las tierras de los “jacobinos” en nombre de la defensa de la nación española, ¿a dónde nos llevaría interpretar su nacionalismo? (p. 228). En el caso del Caribe colombiano el conflicto se presentó entre Cartagena y Santa Marta; la primera patriota, la segunda realista. En Cartagena se había generado un ambiente anticolonial por parte una facción de los criollos que, junto con los pardos, construyeron una junta autónoma. Cartagena era un centro portuario y militar con particularidades que la hacían un centro especial, en el que se formaba una sociedad diferente. Alfonso Múnera resalta cuatro aspectos esenciales de la formación social de Cartagena: era una sociedad construida a partir de relaciones esclavistas, gran parte de los habitantes eran y siguen 8
siendo afrodescendientes, tenía una significativa población de artesanos mulatos y negros libres y era un puerto con lazos fuertes con el resto del Caribe (Múnera, 1998). Los negros y mulatos “constituían la fuerza de trabajo de las haciendas de los alrededores, trabajaban como artesanos y se ocupaban del resto de oficios menores de una ciudad portuaria y castrense como Cartagena de Indias” (p. 95). Cartagena era una ciudad con una población predominantemente afrodescendiente, mientras que la otra fracción de la sociedad la conformaban en su mayoría comerciantes y militares. Al presentarse las iniciativas de independencia frente a la metrópoli, pero también, como se dijo antes, frente a Santa Fe, los españoles se desplazaron de Cartagena hacia Santa Marta junto con algunos comerciantes. De este modo, esta última, inició un proceso de conversión hacia el realismo, hasta devenir en el fortín realista del Caribe. Así, “una buena parte de los españoles monárquicos de la Nueva Granada se habían refugiado en Santa Marta, especialmente la alta oficialidad del regimiento regular de Cartagena, y en estas circunstancias era casi inevitable un conflicto bélico entre las dos ciudades” (p. 196). Santa Marta y Riohacha han sido reconocidas como las ciudades que después de la invasión napoleónica a España se mostraban leales a la monarquía española. Según Sæther (2005) existen tres razones por las cuales éstas se proclamaron realistas; por un lado, para mantener las relaciones comerciales con las distintas guarniciones del Caribe español como La Habana y Santiago de Cuba, Santo Domingo, San Juan de Puerto Rico, Panamá, Lima y Maracaibo, que seguían la voluntad de Fernando VII y reconocieron el consejo supremo de regencia, decisión que luego fue seguida por Santa Marta aun cuando esto significaba el rompimiento con Santa fe y en general con el interior del país. Otra de las razones que definió a Santa Marta como realista fue la presión ejercida por los grupos de los comunes (indios, negros, mulatos, zambos), dirigidos por personas de la élite como Martínez Aparicio, administrador de las rentas reales que a su vez contaba con el respaldo de los grupos populares. Además, los maltratos y ataques que tuvo que soportar por parte del republicano Pierre Labatut en 1813 acrecentaron el sentimiento de apoyo al rey, especialmente de los indígenas, quienes encontraban en la Corona protección, como el caso de Antonio Núñez de Mamatoco. Pero el conflicto en el Caribe no fue únicamente entre Cartagena y Santa Marta. También se produjo un conflicto entre Cartagena y la ciudad de Mompox, que había declarado su autonomía e independencia. Estos casos evidencian los conflictos que se presentaron en la época en torno a la autonomía regional, procesos que estaban inmersos en los debates alrededor de la manera como se debería constituir el Estado, entre la opción unitaria y la federal.
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LOS CRIOLLOS FRENTE A LA ESCLAVITUD Y LA PARTICIPACIÓN DE LOS NEGROS EN LAS GUERRAS DE INDEPENDENCIA Para entender el conflicto social que generaba el esclavismo durante y después de la Independencia2, es preciso analizar las percepciones que tenían los criollos frente a la vinculación de los esclavos y la participación de los negros en la lucha independentista, y lo que esto implicaba para la construcción de la república. Además es importante analizar cómo veían los esclavos y los cimarrones los procesos de independencia criolla. El primero de los dos temas será tratado en la presente sección de esta investigación, y el segundo se revisará al final. Hay que tener presente el vacío que hay en la historia de Colombia frente al tema de la participación de los afrodescendientes en la Independencia, además de la restricción documental. El análisis de lo que pensaban las comunidades negras, esclavos o cimarrones parte de la descripción de hechos o de fuentes documentales oficiales; por tanto, difícilmente se encuentran fuentes que muestren lo que percibían en determinado momento y en sus propias palabras los negros3. En ese sentido, como lo han propuesto estudiosos del tema, un trabajo que está por hacer es recurrir a memoria de las comunidades en cuanto a la historia de sus construcciones sociales y culturales. La existencia de la esclavitud durante la Colonia, implicó un permanente conflicto entre la administración colonial, los esclavistas y los esclavos. Fruto de ello fue el cimarronaje y la construcción de palenques. Ese conflicto social entre los esclavistas y los esclavos se extendió en la época de la Independencia, ya que la autonomía política de la metrópoli no implicaba directamente la abolición de la esclavitud, aunque en el discurso independentista se pretendiera difundir lo contrario. Un elemento que explica la persistencia del esclavismo en la Independencia es que los criollos, buscando en un principio la autonomía política y posteriormente el rompimiento de todos los lazos con la metrópoli, vincularon el proyecto criollo independentista con el proyecto cimarrón de la consecución de la libertad. No obstante, ¿quiénes eran los esclavistas? Eran en su mayoría y con muy pocas excepciones los criollos, los mismos que pretendían asociar la Independencia con la abolición de la esclavitud. Por eso el conflicto social que implicó el esclavismo no sólo persistió en el período de la Independencia de Colombia (1810-1819), sino que se extendió en la misma república independiente. Esa contradicción de la existencia simultánea entre independencia y esclavismo se hace evidente con la persistencia del esclavismo treinta años después de la creación de la República de Colombia. El conflicto entre los criollos y sus posiciones frente al papel de los afrodescendientes y los resultados de las luchas por la independencia tiene varias interpretaciones. Para unos historiadores, la élite criolla en realidad no quiso integrar a los afrodescendientes a la independencia, y los resultados de ésta “favorecieron a unos, los descendientes de los 2
El análisis del conflicto social que generaba el esclavismo antes de la Independencia es estudiando en la siguiente sección que describe y analiza el cimarronaje. 3 Esta dificultad la podemos evidenciar en la revisión que se ha realizado en los trabajos que tratan el tema de las negritudes en la historia. Un ejemplo, es el trabajo de Roberto Arrazola (1970), quien realiza su exhaustivo análisis de la historia de los cimarrones y los esclavos a partir del Archivo General de Indias de Sevilla, por lo que referencia únicamente —porque es precisamente lo que hay— documentos oficiales.
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criollos ilustrados, en detrimento de otros, los descendientes de africanos” (Mosquera, 2007, p. 222). Desde otro punto de vista, la participación activa de los negros y mulatos condujo, como en el caso de Cartagena, a representación política significativa, lo que muestra que el escenario de la Independencia sí vinculo a los afrodescendientes dentro del proceso. Peter Wade anota que “después de la Independencia hubo continuidad y cambio a la vez” (1997, p.15): continuidad del sistema esclavista, del racismo, la exclusión y la discriminación, y cambio, en torno al debate político frente al esclavismo. A partir de esto planteamos que la participación de los afrodescendientes fue heterogénea y que en unos casos se evidenció una simple utilización de los negros, mientras que en otros hubo una iniciativa propia por participar en las luchas, tema que se desarrollará en las secciones siguientes. Por ahora miremos cómo era el discurso criollo frente al esclavismo y la participación de los afrodescendientes y los consiguientes conflictos que generaba. El debate criollo sobre esclavitud y participación de los negros en la Independencia Con el desenvolvimiento de las luchas independentistas criollas, se formó un discurso antiesclavista en algunos de los líderes de aquellas. Algunos con planteamientos coherentes y centrados en cuanto a la inadmisibilidad de la coexistencia de una lucha independentista y la permanencia de instituciones propiamente coloniales como el esclavismo; otros que adoptaron el discurso antiesclavista pero por razones estratégicas más que por convicciones políticas; y otros que, por el contrario, afirmaban que el esclavismo se tenía que erradicar, pero gradualmente, en la medida que había intereses económicos que podrían generar un conflicto de dimensiones amplias en el interior de la nueva república independiente. En torno a la controversia filosófica generada con la consecución de la independencia, Jaime Jaramillo afirma que: No es lógico que la república y los pueblos que habían luchado por la Independencia y la libertad frente a los españoles mantuvieran la esclavitud para más de cien mil compatriotas. Ni era conveniente por razones militares que Bolívar especialmente veía muy claras que se brindase a los realistas el potencial apoyo de esa masa humana (Jaramillo, 1989, p. 235; resaltado del original). José Félix de Restrepo se autodenominó como el mayor de los representantes criollos del antiesclavismo. Él era coherente con el discurso de libertad e igualdad para todos, independientemente del color de piel, de su ascendencia y de sus creencias. En el congreso de Cúcuta presentó una serie de argumentaciones de tipo político, filosófico, religioso, social, económico y constitucional (Jaramillo, 1989). Afirmó José de Restrepo que “es un egoísmo criminal pretender para nosotros [los criollos] la Independencia de España, si no la queremos dar a nuestros esclavos” (Restrepo, 1821/2002, p. 448). En efecto, él era uno de quienes concebían que el esclavismo no era coherente con la construcción de una sociedad independiente política y económicamente, y que ese tipo de organización económica estaba ligada a formas de dominación colonial, y no con la que se pretendía formar. La libertad de los esclavos es el medio infalible, el único medio por donde pueden florecer la agricultura y las minas. Nada es más propio del hombre que emplear esfuerzos en aquel ejercicio en donde encuentra mayor utilidad. El 11
esclavo no tiene interés en afanarse por un trabajo cuyas ventajas no le tocan: sólo hace aquellos a que la necesidad los obliga; que la cosecha sea abundante o escasa, le es indiferente; su triste ración no se ha de aumentar, y él es, con toda propiedad, el burro de la fabula. Por el contrario, el hombre libre que trabaja para sí y su descendencia, que puede disponer del fruto de sus tareas, duplica sus esfuerzos, y sus cosechas son más abundantes (p. 462). Éste era el argumento antiesclavista presentado hacia quienes afirmaban el derrumbe económico con la libertad de los esclavos. Él afirmaba que, por el contrario, como había demostrado la economía occidental, la fuerza de trabajo libre constituiría un modo de producción superior al basado en el esclavismo. Su argumento social era que “ningún gobierno puede permanecer mucho tiempo con la esclavitud. En los cuerpos políticos, así como los naturales, los elementos de que se componen, son contrarios, producen la fermentación y la rutina del compuesto. La esclavitud es siempre odiosa al lado de la libertad. Éstos son los enemigos que están siempre en guerra sorda; y tarde o temprano la victoria de uno de los dos es la muerte del Estado” (p. 465). Esto era lo que se había observado en la época colonial con la permanente organización negra en contra de la esclavitud. Junto con José Félix de Restrepo, otros criollos asumieron el discurso que asociaba la causa criolla con la causa abolicionista, y la Independencia política y económica de la metrópoli con la libertad de los esclavos. Sin embargo, cuando se consiguió la primera, la segunda no se garantizó. Como se afirmó antes, hubo una parte de la dirigencia criolla que no estaba de acuerdo con la abolición de la esclavitud y la participación de los esclavos en los ejércitos patriotas. Muestra de estas discrepancias entre los criollos fue el conflicto que tuvieron Santander y Bolívar. Para Bolívar los esclavos debían de alistarse e integrar los ejércitos republicanos prometiendo la libertad cuando se obtuviera la victoria. Por su parte, Santander afirmaba que ese era un proceder incorrecto, pues esa decisión generaría conflicto entre los esclavistas y su apoyo en las gestas independentistas, así que los esclavos debían permanecer como tales. En el discurso de Angostura, Bolívar se expresó así: La esclavitud rompió sus grillos, y Venezuela se ha visto rodeada de nuevos hijos, de hijos agradecidos que han convertido los instrumentos de su cautiverio en armas de libertad. Sí, los que antes eran esclavos, ya son libres; los que antes eran enemigos de una madrastra, ya son defensores de una patria. Encareceros la Justicia, la necesidad y la beneficencia de esta medida, es superfluo cuando vosotros sabéis la historia de los Helotas, de Espartaco de Haití: cuando vosotros sabéis que no se puede ser libre, y esclavo a la vez, sino violando a la vez las Leyes naturales, las Leyes políticas, y las Leyes civiles. Yo abandono a vuestra soberana decisión la reforma o la revocación de todos mis Estatutos y Decretos, pero yo imploro la confirmación de la libertad absoluta de los esclavos, como imploraría mi vida, y la vida de la República (Bolívar, 1819/2008, p. 365).
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En este escrito se observa una posición demo-liberal propia del discurso de un criollo ilustrado que aborrece el esclavismo y vislumbra la necesidad de abolir la esclavitud para la construcción de una nación fuerte y coherente. Marixa Lasso resalta este argumento y afirma que los diputados liberales “creían en una idea de nación y soberanía que privilegió la unidad y homogeneidad sobre la división y la diferencia”4 (2007, p. 38). De este modo se difundía la idea de un colectivo nacional que no debería ser fraccionado, ni siquiera por el interés económico en la permanencia del esclavismo. Así se buscaba la coherencia con el discurso ilustrado. Para Bolívar la abolición de la esclavitud era necesaria para cumplir con el compromiso adquirido con Alejandro Petión en Haití en 1816, a cambio de municiones, armamento, dinero y hombres para combatir en el ejército de Bolívar. Este compromiso se ve reflejado en Cartas como la que envía a Petión el 8 de febrero de 1816: Con el señor Inginac, vuestro digno secretario, me atrevo aún a hacerle nuevas súplicas. En mi proclama a los habitantes de Venezuela, y en los decretos que debo expedir para la libertad de los esclavos, no sé si me he permitido expresar los sentimientos de mi corazón hacia V.E. y dejar a la posteridad un monumento irrecusable de vuestra filantropía (Bolívar, 1816/2008, p. 429). Este apartado expresa, por un lado, la obligación de Bolívar con el presidente de Haití de expedir los decretos que dieran libertad a los esclavos y, por el otro, el agradecimiento hacia el mismo por su ayuda al proyecto libertador. Otra carta que pone en evidencia el compromiso con Petión de liberar a los esclavos es la que Bolívar envió el día 10 de junio de 1816 desde el cuartel general de Carúpano. En ésta presentó una especie de informe que detalla los triunfos militares alcanzados, junto con la demostración de que ha liberado esclavos en los lugares donde ha llegado: […] tengo el honor de informar a V.E. los detalles de nuestras operaciones militares después de la salida de Los Cayos […] proclamamos la libertad absoluta de nuestros esclavos inmediatamente después de nuestra llegada […] permítame, señor presidente, expresarle todo mi reconocimiento por el interés que ha tomado por nuestro país y los beneficios con los que nos ha favorecido, que no olvidaremos jamás (p. 456). No obstante, el cálculo estratégico militar de Bolívar lo llevó a presentar en un decreto lo siguiente: “[…] el nuevo ciudadano que rehúse tomar las armas para cumplir con el sagrado deber de defender su libertad, quedará sujeto a la servidumbre, no sólo él, sino también sus hijos menores de catorce años, su mujer y sus padres ancianos” (p. 53). La noción de ciudadanía aparece aquí como un elemento interesante. En este fragmento se propone que el esclavo será libre y tendrá el derecho de ciudadanía si participa en la lucha junto con los criollos; en otro caso seguirá siendo esclavo, y no sólo él sino su familia. El derecho a 4
La traducción es propia.
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ciudadanía y a la libertad estaba entonces condicionada, si se vinculaba al ejército libertador con su contribución, “a la riqueza y bienestar de la nación [se] le daría el legítimo derecho de ciudadanía”5 (Lasso, 2007, p. 43). Sus motivos frente a la abolición de la esclavitud eran la salvación de la república y la estrategia militar. En efecto, la abolición de la esclavitud era una estrategia militar en un doble sentido. Por un lado, ganaba numerarios para la causa (criolla) patriota, a la vez que reducía la posibilidad de que el enemigo aprovechara esa masa de posibles militares, pero también evitaba un posible levantamiento generalizado de los negros y mulatos, como el que había intentado hacer Manuel Piar en Venezuela o como la victoria que se había presentado en Haití, donde los afrodescendientes habían derrotado al ejército francés, uno de los más importantes ejércitos del planeta en la época. En la controversia librada entre Bolívar y Santander, se puede observar el enfoque sobre el rol estratégico de los esclavos en la Independencia, y lo que en el discurso de Angostura se percibe como una posición ilustrada, similar a la de José Feliz de Restrepo, pasa a ser en esa controversia una simple pericia militar: Las razones militares y políticas que he tenido para ordenar la leva de los esclavos son muy obvias. Necesitamos de hombres robustos y fuertes acostumbrados a la inclemencia y a las fatigas, de hombres que abracen la causa y la carrera con entusiasmo, de hombres que vean identificada su causa con la causa pública, y en quienes el calor de la muerte sea poco menos que el de su vida. Es, pues, demostrado por las máximas de la política, sacada de los ejemplos de la historia, que todo gobierno libre que comete el absurdo de mantener la esclavitud es castigado por la rebelión y algunas veces por el exterminio, como en Haití. ¿Qué medio más adecuado ni más legítimo para obtener la libertad que pelear por ella? ¿Será justo que mueran solamente los hombres libres por emancipar a los esclavos? ¿No será útil que estos adquieran sus derechos en el campo de batalla, y que se disminuya su peligroso número por un medio poderoso y legítimo? Hemos visto en Venezuela morir la población libre y quedar la cautiva; no sé si esto es política, pero sé que si en Cundinamarca no empleamos los esclavos sucederá otro tanto (Bolívar, 1820/2008, p. 49). Contrario a lo que esperaba el ejército patriota, un escrito de Bolívar sirve como referente para dar cuenta que para los negros este ejército no siempre representaba la mejor opción. En la carta dirigida a Marrión, el gobernador de Los Cayos, a quien le comenta que la respuesta de los esclavos a su propuesta de concederles la libertad es muy baja, lo que Bolívar interpreta como la influencia negativa que han ejercido los españoles sobre éstos: […] he proclamado la libertad absoluta a los esclavos ¡La tiranía de los españoles les ha puesto en tal estado de estupidez e imprimido en sus almas tan grande sentimiento de terror, que han perdido hasta el deseo de ser libres! muchos de ellos han seguido a los españoles o se han embarcado a bordo de los buques ingleses que los han vendido en las colonias vecinas. Se han presentado 5
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apenas un centenar de ellos, cuando el número de libres que tomaron las armas es considerable (1816/2008, p. 472). Simón Bolívar decretaba la libertad de los esclavos a cambio de su participación en los ejércitos patriotas, condicionando la libertad, condicionando la ciudadanía y tergiversando su discurso ilustrado. Entonces, los esclavos participaron en su independencia como esclavos, es decir, sometidos y obligados en una lucha que no los identificaba. Hacían parte de un conflicto ajeno, cuya motivación para participar era la libertad ofrecida por los criollos. El dilema en que se encontraban los esclavos afrodescendientes en la época era: ¿Somos esclavos en las minas o somos esclavos en el ejército? El asunto se ocultó con el asenso de algunos militares afrodescendientes como José Prudencio Padilla. No obstante, la participación de los negros en el ejército no se presentó de modo normal y no fue amplio el número de militares que tuvieron tal posibilidad. Los militares negros tenían que vestir “insignias especiales que los distinguieran de los oficiales blancos”6 (Lasso, 2007, p. 25), y además no hay que olvidar que Padilla fue ejecutado en 1828 por orden oficial. La controversia frente a la manumisión después de la Independencia Para la época posterior a la Independencia era corriente que los esclavistas defendieran el derecho “sobre sus esclavos con base en el derecho de propiedad establecido en la constitución y las leyes” (Jaramillo, 1989, p. 238). En el estudio realizado por Jaime Jaramillo sobre el debate suscitado en torno al esclavismo y la manumisión, cita entre otros a José Jerónimo Torres, abogado de la época, y a Joaquín Mosquera, líder político del segundo cuarto del siglo XIX, quienes reconocen la importancia de la manumisión pero resaltan el derecho de los esclavistas sobre sus propiedades y la necesidad de que el proceso de manumisión fuera paulatino. Afirma Torres: “[…] seamos justos con los esclavos sin dejar de serlo con los amos, que tienen sobre los hijos de los esclavos el mismo derecho que tiene el dueño de la tierra sobre sus frutos” (p. 239). Por otro lado, Joaquín Mosquera afirmaba que la manumisión tendría tres consecuencias perversas que afectarían la república: comprometía la tranquilidad social (¿de quién?), quebrantaba la constitución al violar los derechos de propiedad y disminuía las rentas del estado. Entonces, para controlar esas consecuencias y además para “educar a los hombres libres para la libertad”, proponía que el proceso de manumisión fuera lento. En efecto, el proceso fue lento desde la misma constitución de Cúcuta, donde se dio a luz la Ley sobre Libertad de Partos, Manumisión y Abolición del Tráfico de Esclavos. Mientras que con la independencia se logró la victoria política criolla, no sucedió lo mismo (la victoria) con las promesas de libertad de los esclavos. La abolición de la esclavitud en la república fue un tema de debate entre quienes pugnaban por su abolición inmediata y quienes pensaban que el proceso no se podía presentar en toda la dimensión. Esa postergación en la abolición de la esclavitud hizo que se conservaran legados coloniales de una sociedad señorial, con relaciones jerárquicas fuertes y con conflictos heredados de una 6
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sociedad esclavista. En definitiva, la Independencia no fue un punto de quiebre en la transformación total de la sociedad, ni en la dimensión económica ni en la social. Parte del debate en torno a la abolición de la esclavitud fue económico. Criollos como José de Restrepo afirmaban que la mano de obra libre haría el sistema económico más productivo, mientras sus opositores sostenían que la abolición iría acompañada del decaimiento de la economía minero. Pero el debate fue también político, en la medida en que había pocos intereses económicos por abolir la esclavitud. La voluntad política tampoco hizo un eco en la formación de un proyecto de liberación de los esclavos. La patente contradicción entre independencia y esclavitud mostró de quién y para quién se forjó el proyecto libertario republicano inicial. Pasaron más de treinta años desde el Congreso Constituyente de Cúcuta para que en Colombia se aboliera la esclavitud. Sin embargo, el debate que se presentó en la década del cuarenta del siglo XIX evidencia cuál era el problema que proponía la clase política dirigente. El conflicto no era tanto si se presentaba la abolición o no, sino si se indemnizaba o no a los esclavistas. Éstos pedían indemnización porque el Estado incumpliría el derecho natural de propiedad que tenían. Según ellos, al abolir la esclavitud los estarían expropiando; otros por su parte argumentaban que el derecho a la propiedad no podía primar sobre el derecho a la libertad. En la medida en que ésta se viera truncada por aquella, no primaría el derecho a la propiedad, porque la propiedad se constituyó para servir a la libertad (Jaramillo, 1989). La indemnización que se proponía no solamente incurriría en un problema fiscal para el Estado republicano, sino que representaba la legitimación misma de la institución esclavista.
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CIMARRONAJE Y LA LUCHA DE LOS NEGROS POR SU LIBERTAD Significado y caracterización del cimarronaje El cimarronaje fue una organización social de resistencia que confrontó el sistema esclavista en la colonia americana, no sólo en el Nuevo Reino de Granada, sino también en las Antillas, en la colonia portuguesa y en todo lugar de las colonias donde permanecía el esclavismo y el maltrato a los negros. En Colombia se puede observar la importancia del cimarronaje desde la llegada de los primeros esclavos al territorio. Los constantes brotes de violencia que se presentaban, acompañados de fugas, incendios y asentamientos en los alrededores o en los arcabucos alejados de los centros urbanos donde permanecían los esclavistas, son la evidencia de un inconformismo contra una institución que permaneció incluso después de la Independencia: el esclavismo. La organización de la resistencia negra contra la esclavitud, llamado cimarronaje, se constituyó a lo largo de la Colonia y en algunas décadas de la época republicana en una fuerza social importante, con trascendencia política, en la medida en que constituía un núcleo social que buscaba libertad y alejamiento de las disposiciones coloniales, caracterizado por la manifestación violenta de fugas y huídas de los negros esclavos como respuesta a las acciones desmedidas de represión y control. Ya en “el segundo cuarto del siglo XVI encontramos en Colombia manifestaciones de liberación de la esclavitud en forma espontánea” (Escalante, 1964, p. 142). No todos los negros fugados integraron palenques ni constituyeron amenaza de violencia a la Corona. En muchas ocasiones los negros fugados individualmente, huían y permanecían en los alrededores de los centros poblados, de las minas o de las haciendas de donde se escapaban. El cimarronaje fue el mayor problema para la administración de la Corona y el control de la colonia. Durante el siglo XVII y con la creciente llegada de negros esclavos por el puerto de Cartagena, el cimarronaje se extendió y los palenques aumentaron, especialmente en la Costa Caribe, y ya en el siglo XVIII las fugas y arremetidas de negros esclavos contra la colonia eran un hecho a lo largo del territorio donde se asentaba ésta. Son bastantes las referencias que indican que durante la Colonia los negros esclavos y los cimarrones sufrieron las muestras más significativas de represión de que se tenga idea sobre un grupo humano en el territorio del entonces Reino de Nueva Granada. El conflicto entre los cimarrones y la Corona fue permanente. Mientras “las autoridades coloniales impedían a sangre y fuego la formación de palenques, los cimarrones por su parte buscaban defender y mantener vivos los palenques” (Guerrero, 2007, p. 367). La legislación colonial referente a los negros estaba empecinada en evitar las rebeliones y el cimarronaje, cuyos castigos se hacían públicos, llegando hasta “la pena de muerte con descuartizamiento y exhibición pública de los miembros aplicada con amplitud, lo mismo que los azotes y las mutilaciones de manos, orejas, y aún del miembro viril” (Jaramillo, 1989, p. 32). Ni la violencia infrahumana aplicada por parte de la Corona ni la campaña de catequización de la cual fue parte Pedro Claver, impidieron que los cimarrones continuaran su búsqueda de libertad y su resistencia frente al esclavismo. Por el contrario, esas constantes muestras de violencia, 17
impulsaban el repudio de esos hechos por parte de los negros cimarrones, y a incentivarlos a permanecer al margen de una sociedad que los masacraba, prefiriendo correr el riesgo de ser capturados que vivir como esclavos. Con todo esto, el cimarronaje tenía grandes épocas de victorias, generalmente en la lucha a la defensiva, “al punto que en 1694 poco faltó para que en nuestra comarca floreciese un Haití negro doscientos años antes del Haití antillano” (Arrazola, 1970, p. 38). La búsqueda de libertad configuró el movimiento cimarrón, y éste hizo posible la construcción de comunidades libres durante la Colonia, preservando raíces culturales africanas y formas de vida alternativas, pero en condiciones de libertad, que es el rasgo más destacable del movimiento social histórico que representó el cimarronaje. “Libertad, territorio y autonomía, tres necesidades básicas para delinear un sentimiento identitario” (Guerrero, 2007, p. 372) es una idea que se encuentra también en Gutiérrez (1994), para quien esa tríada de libertad, autonomía y tierras para trabajar era el móvil del proyecto cimarrón. Libertad era la esencia del cimarronaje, la autonomía constituía el control político y económico de la comunidad que se formaba al margen, y territorio era la consolidación de la libertad y la autonomía en la medida en que existía un espacio en el que se asentaba una comunidad autónoma, independiente y libre. Pero el cimarronaje no fue la única forma de obtener libertad ni la única manifestación de oposición al sistema esclavista. La manumisión constituyó otra manera de obtener la libertad, la manera legal. Había dos tipos de manumisión: que el esclavo comprara su libertad, o que el “dueño” se la concediera. En el primer caso el precio lo estimaba la administración colonial y estaba sujeto a la disposición del mismo esclavista, que en muchas ocasiones emprendía juicio por la pérdida de “su propiedad”. El caso de la manumisión por otorgamiento de los “amos” estaba concentrado en casos en los que éstos y sus esclavos entablaban relaciones afectivas cercanas o en casos de gratitud por los servicios prestados. Sin embargo, las condiciones en las que se encontraban los negros después de la manumisión estaban lejos de representar condiciones reales de libertad. Ésta era fundamentalmente nominal y mediada por un compromiso escrito, porque las relaciones de servidumbre y el estatus de esclavo en la sociedad colonial, e incluso como se verá más adelante en la misma república independiente, estaban asociadas al color de piel. Los manumitidos debían seguir reconociendo en sus antiguos dueños y en los blancos en general su condición de servidumbre, su dominio y su inferioridad. Aunque el cimarronaje no fue la única forma de resistencia negra frente a la colonia, sí fue la más activa. El aborto y el infanticidio, el suicidio, los castigos que conducirían a la muerte, la desobediencia, el autocontrol del trabajo y la posesión de tierras, los cabildos negros y los ritos fúnebres eran todas formas de resistencia negra, unas más activas, otras más interiorizadas, pero todas buscaban de alguna forma la libertad. El cimarronaje como organización de resistencia violenta no constituyó la única forma como se manifestaba el espíritu de libertad. Como cuentan Nina de Friedemann y Jaime Arocha en el bajo Cauca los esclavos utilizaron otras herramientas diferentes a la violencia para adquirir su libertad.
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La literatura reciente hace referencia a un fenómeno más bien desconocido, el uso de prácticas religiosas y mágicas de orden africano para paralizar a los amos con terror o afectar sus explotaciones. Los procesos contra las brujas de origen bran y zape indican que los esclavos llevaban a cabo ceremonias de iniciación y que había jerarquías religiosas. Después de que la Inquisición reprimiera estas expresiones, tuvo lugar el saboteo de las minas, mediante la destrucción de herramientas u “operaciones tortuga” que comprometieron la rentabilidad minera (1993, p. 167). Como se menciona aquí, buscaban la libertad de dos formas. Bien fuera con prácticas que implicaban la utilización de hierbas que paralizan e incluso mataran a sus dueños, o mediante los ritos mágico-religiosos, afectando así su explotación hasta inducir a la quiebra de los esclavistas, y obtener así su libertad. Además de las manifestaciones no violentas de resistencia, el blanqueamiento puede considerarse una estrategia para alcanzar su objetivo. Algunos esclavos, como medio de subsistencia y de ascenso social, buscaban relacionarse tanto con sus amos como con sus costumbres religiosas y culturales, bautizando a sus hijos y repitiendo las oraciones que éstos les enseñaban. En muchas ocasiones las esclavas tenían hijos de sus amos para garantizarle mejores condiciones, aunque otras veces esto de dio por la utilización sexual de los amos hacia sus esclavas: “[…] aclararle la piel a los descendientes e inhibir las expresiones culturales propias es una estrategia de ascenso social que siempre ha implicado los conflictos de la despersonalización, del enfrentamiento con la propia identidad y la comprobación amarga de que, con todo y los ajustes que el individuo haga a lo largo de su vida, los “blancos” siguen imponiendo las reglas del juego social” (p. 170). Cimarrones y Administración Colonial Las dimensiones del cimarronaje son difusas. Tal vez el trabajo que muestra de mejor manera cómo fue el proceso de consolidación del cimarronaje a lo largo del período colonial es el de Roberto Arrazola, Palenque, primer pueblo libre de América (1970). En este trabajo se muestran las dimensiones de las rebeliones de los esclavos en contra del esclavismo, su búsqueda de autonomía en los palenques donde construían formas de vida al margen de la colonia. El cimarronaje estuvo en permanente conflicto con la Corona, que encontró en éste, el mayor problema en la administración colonial. Por tal razón, el cimarronaje fue el primer movimiento que impulsó, sin tener un proyecto estructurado de conquista del poder político, la independencia respecto a la institución colonial, no en cuanto al control político, sino en relación a la búsqueda de libertad y de formas de organización alternas. La lucha del cimarronaje fue fundamentalmente una lucha contra el esclavismo y los esclavistas.
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El conflicto entre la administración colonial y los negros cimarrones fue permanente y significativo y condujo al debilitamiento de la institución colonial que vio quebrantado durante más de tres siglos su dominio frente al territorio y la población, a causa, entre otras, de la persistencia de la lucha de los negros cimarrones. En la revisión de escritos sobre el tema y en la misma documentación colonial disponible se llega a la conclusión contraria. Frente a la hipótesis que plantea Hermes Tovar, para quien “no hubo en la actual Colombia una amenaza negra, un temor generalizado a la violencia de los esclavos como sí lo hubo en Estados Unidos, en las Antillas inglesas y francesas y aún en algunas de las colonias españolas del Caribe” (Tovar, 1992, pp. 14-15). Como plantean Roberto Arrazola (1970), Jaime Jaramillo (1989), Ildefonso Gutiérrez (1994) y Aquiles Escalante (1964), entre otros historiadores y estudiosos del tema, en “la actual Colombia” sí hubo un permanente temor generalizado de la Corona frente a la resistencia negra. Afirma Escalante que “los negros en Cartagena llegaron a inspirar tal temor, que Felipe II ordenó en 8 de agosto de 1621: ‘en la ciudad de Cartagena hay muchos negros y mulatos, por cuyas inquietudes han sucedido muertes, delitos y daños’” (Escalante, 1964, p. 129). Precisamente el trabajo documental de Arrazola muestra que la Corona tuvo una preocupación constante por el levantamiento de negros rebeldes. Jaramillo muestra cómo el cimarronaje se extendió por todo el territorio y alcanzó dimensiones inesperadas durante el siglo XVIII, conflicto social que generó la crisis de la administración colonial española: La rebelión, el cimarronismo y los palenques de esclavos constituyeron un serio problema para la sociedad colonial en la segunda mitad del siglo XVIII. Es verdad que la resistencia a la esclavitud y los conflictos con la población negra fueron frecuentes desde comienzos del siglo XVI, pero en el siglo XVIII adquirieron muchas veces las características de una guerra civil. Sobre todo en los años comprendidos entre 1750-1790, la conflictividad fue tal, que se tiene impresión de que pudo existir un acuerdo entre los diferentes núcleos esclavos para llevar a cabo una rebelión general (Jaramillo, 1989, p. 59). Como se afirmó antes, represivas, violentas e inhumanas, eran las acciones de la Colonia frente a los cimarrones, que junto con la organización militar y la Iglesia buscó un control de los negros, aceptación de su condición de esclavos y amedrentamiento frente a la sublevación. Sin embargo, para autores como Arrazola (1970) fue esa misma situación en la que vivían los negros la que motivó permanentemente el cimarronaje. Los negros esclavos, al ver y sentir el trato dado por la colonia y los esclavistas, prefirieron huir y luchar por su libertad que morir sin rebelarse. El cimarronaje fue una respuesta a la institución esclavista, una reacción de los negros esclavos frente al trato de los esclavistas que tuvo enormes adversidades, pero que por el anhelo de la libertad logró reconocimiento por parte del régimen colonial. Los cimarrones crearon comunidades al margen de la sociedad, con importantes rasgos de cultura tradicional africana y con formas alternativas de organización social. Finalmente, después
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de muchos años de lucha y resistencia frente al esclavismo, lograron la abolición, a mediados del siglo XIX, de la institución contra la cual habían luchado tanto tiempo. El cimarronaje tuvo un papel esencial en las luchas de los negros en contra del esclavismo y en busca de su libertad. Era la forma como manifestaban su inconformismo frente a su situación y su posición en la sociedad colonial. Las fugas y las rebeliones constituyeron una forma mediante la que los negros esclavos “cimarroneaban”, buscando romper las cadenas que los sometían. Ese sentimiento africano de libertad explica por qué desde la llegada misma de los primeros esclavizados surgió el cimarronaje, que se consolidó con los palenques que se formaron por la costa Atlántica en el siglo XVII, y por todo el territorio de la Nueva Granada en donde había esclavos en el siglo XVIII. Palenques y comunidades negras libertarias Los cimarrones se organizaban para la resistencia frente a los ataques de los esclavistas en los palenques, y en ellos se presentaron las primeras organizaciones sociales y comunales de vida africana en América. Representaron el resultado material e inmaterial de su resistencia; no sólo fueron territorios de refugio y organización política, sino que también constituyeron los espacios donde se recreó y conservó la cultura y vida africana. Los palenques fueron territorios autónomos que se formaron para dar vida a la libertad. De hecho, “los palenques como el de San Basilio, cerca a Cartagena, se convirtieron en los primeros pueblos libres de América Hispana” (Ocampo, 1990, p. 101). Además de ser zonas de resistencia cimarrona, los palenques representaron también formas alternativas de organización de la vida en comunidad y espacios de conservación cultural. La organización social que se presentaba en los palenques resultaba ser bastante inestable, en la medida en que no tuvieron continuidad sobre el territorio por los constantes conflictos con los esclavistas y el ejército colonial. No obstante, en San Basilio de Palenque hubo una formación social con relativa estabilidad y con un reconocimiento temprano de la autonomía y el control del territorio, donde se crearon formas económicas de producción agrícola propia, jerarquía política interna y en general una vida al margen de la sociedad colonial. Respecto a la conservación cultural, varios estudios muestran cómo en San Basilio de Palenque y en otros lugares del Caribe, pero también en otras regiones como en el Pacífico sur, se formó una sociedad con un legado cultural africano significativo, por lo que “la deculturación total no ocurrió” y la “memoria cultural de sus víctimas” (del esclavismo) no se exterminó (Friedemann, 1998, p. 95). El control de los palenques sobre el territorio muestra la importancia y magnitud de las luchas de los cimarrones, que no pudieron ser derrotados por ninguna fuerza esclavista o española. El caso de San Basilio es un ejemplo del reconocimiento temprano de la libertad, cuando con la entente cordiale acordada entre el Gobernador de Cartagena Francisco Baloco y los habitantes del palenque situado en las faltas de los Montes de María, mediada por Fray Antonio María Cassiani, obispo de Cartagena de la época (Guerrero, 2007), se logra dar soberanía y poder sobre el territorio que representaba el palenque y sus alrededores, donde se había conformado una comunidad libre. Este reconocimiento 21
evidencia los claros rasgos de independencia del palenque respecto a la Corona, mucho tiempo antes de la gestación de la independencia criolla, proceso de libertad e independencia que había iniciado un siglo atrás. El proceso de conformación de una comunidad libre e independiente en el caso de San Basilio de Palenque inicia con el levantamiento, en los primeros años del siglo XVII, del primer gran líder cimarrón Benkos Bioho, quien formó uno de los primeros espacios de libertad respecto a la Corona en tierra americana: el palenque La Matuna, muy cerca del centro urbano de Cartagena. Benkos lideró “el más vigoroso movimiento de insurrección de la Costa Caribe colombiana”7 (Escalante, 1984, p. 77). El legado de Benkos en el palenque es recordado como el símbolo más importante de libertad e identidad. Visitando hoy su comunidad, no encontramos una persona que no se identifique con su legado libertario. Benkos, con su gran resistencia y el apoyo de la comunidad que había organizado, logró consolidar un pueblo libre inicialmente en el palenque La Matuna, y posteriormente en el actualmente vivo y libertario San Basilio de Palenque, llamado por Roberto Arrazola el “primer pueblo libre de América”. El conflicto entre Benkos y los cimarrones que lideraba con la administración española fueron continuos, y al decir de Arrazola (1970), generó un temor continuo y generalizado. Fue tal la resistencia que con el tiempo se realizó un pacto de no agresión entre los cimarrones y la gobernación, hecho que constituyó el reconocimiento de la libertad de organización de San Basilio de Palenque. Este hecho de reconocimiento de libertad gestado por los cimarrones liderados por Benkos evidencia que su lucha constituyó una de las más fuertes resistencias de los negros en Colombia en toda su historia: una resistencia física, pero también cultural que cuenta con cuatrocientos años de vida. El cimarronaje y la construcción de palenques como una independencia alternativa En los escritos sobre el cimarronaje se presentan diversos motivos por los cuales los negros esclavos ponen en marcha un proyecto libertario de gran trascendencia, que demarcó en buena medida la búsqueda de libertad y el rompimiento de las cadenas del esclavismo en primera instancia, y posteriormente la formación de sociedades independientes y autónomas. En los palenques se presentó “la célula social que el negro trató de dar cauce a su tendencia a la vida libre y a sus necesidades de sociabilidad” (Jaramillo, 1989, p. 61). Uno de los motivos por los que los negros esclavizados preferían huir arriesgando su vida era la situación y el trato dado por los esclavistas. En ese sentido, eran los mismos esclavistas quienes gestaban el cimarronaje, motivando a los negros a vivir en peligro permanente, aunque libres. Era “un vivir peligroso pero voluntario por amor de la libertad” (Arrazola, 1970, p. 11). Para Sharp (1993), al ver su posición social los negros buscaron su propio destino al margen de la mano del esclavista, pero además con una herida profunda por el trato recibido y por el sometimiento injustificado. Es importante además resaltar que para autores como Ildefonso Gutiérrez el cimarronaje no sólo era la respuesta frente al trato 7
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esclavista. Era además la oposición al sistema colonial que daba pie a la institución esclavista. Así, “el negro desde que comenzó a huir, declaró continua guerra no sólo a sus dueños sino al propio sistema que mantenía la esclavitud y las injusticias que ésta llevaba consigo” (Gutiérrez, 1994, p. 38). De este modo, el cimarronaje se constituyó en un verdadero órgano social que promovió la independencia y la organización social al margen del control esclavista y colonial, formando comunidades (en todo el sentido weberiano) independientes, manteniendo unido un todo a partir de un sentimiento de unidad representado por la libertad. El cimarronaje y la conformación de palenques autónomos y libres son la prueba de que en Colombia los negros tuvieron luchas alternas por su libertad, pero también, y esto hay que enfatizarlo, por su independencia de la mano esclavista y del control español. El cimarronaje se configuró como “el único movimiento verdaderamente libertario hasta la Independencia de Colombia misma; movimiento cuyo espíritu precipitó la propia Declaración de Independencia de Cartagena el 11 de noviembre de 1811” (Arrazola, 1970, p. 12). El legado histórico de los negros cimarrones en la construcción de las independencias ha sido ocultado o invisibilizado, dándole no el papel protagónico, sino el único papel, a los criollos que gestaron la Independencia en el primer cuarto del siglo XIX. Esto es resultado, entre otras razones, del mito de armonía racial y del discurso nacionalista construido por los criollos, que ha permeado también a la historiografía. Consideramos entonces, que es el bicentenario de la Independencia la oportunidad para poner en discusión los proyectos libertarios e independentistas que tuvieron los afrodescendientes en la formulación de sociedades libres, y resaltar que no es la independencia, sino las independencias de distinto origen las que conformaron diversos proyectos políticos, históricos y libertarios.
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PARTICIPACIÓN DE LOS AFRODESCENDIENTES EN LA INDEPENDENCIA DE COLOMBIA La Independencia de Colombia respecto a la Corona española se presentó en medio de conflictos sociales, políticos, económicos y regionales, y de ahí que la participación de los afrodescendientes se presente de manera heterogénea. El objeto de esta parte del escrito es mostrar cómo el entorno conducía a participaciones diferentes por parte de las comunidades negras. Se presentará una visión tradicional de la historia, y a continuación dos casos alternativos particulares que dan cuenta de la heterogeneidad de la participación de los negros en la Independencia. El primer caso es el de Cartagena y Santa Marta, del cual se tiene como referencia principal el trabajo de Múnera (1998) y al que se le dará un mayor espacio, junto con el de Sæther (2005) para el caso particular de Santa Marta. El segundo caso es tomado del trabajo de Zuluaga (1993) sobre la sociedad del valle del Patía. Si bien,, como se mencionó antes, creemos que es más pertinente hablar de las independencias, como se presentó en la sección anterior, en esta parte del escrito se hará referencia a la Independencia como el conflicto librado entre la administración colonial española y la búsqueda de autonomía, en la que no sólo participaron los criollos, sino que hubo un papel notable por parte de los afrodescendientes, papel que una parte de la historiografía no ha tenido presente y que constituye una herencia de la misma visión patriótica, puesto que “esa insistencia en negar los intereses, participación y contribución de los afro-colombianos a la política republicana expresa el peso que los historiadores generalmente dan a las narraciones políticas decimonónicas, las cuales siguen siendo leídas como evidencia documental sobre clases bajas” (Lasso, 2008, p. 5). La situación de los negros libres en los primeros años del siglo XIX tuvo diferentes dimensiones y características. En el Chocó, los negros que no habían integrado comunidades lejos de los centros mineros vivían de la minería cómo independientes o como asalariados, aunque ésta era una decisión que, como afirma Wade (1997), no era la preferida por parte de ellos, en la medida en que no querían recurrir a salarios provenientes de manos blancas. Por ello en muchos casos hubo tendencia a trabajar poco y únicamente el tiempo necesario para vivir, teniendo una dependencia mínima con los dueños de las minas: “[…] lo que era pereza desde la perspectiva del exterior era libertad e independencia desde el punto de vista de los negros” (Wade, 1997, p. 143). En el Pacífico sur, los negros libres en muchos casos continuaron con la actividad minera, que era la más atractiva y rentable de la región; trabajaban como asalariados en las minas, independientes (mazamorreros) e incluso ya se habían empezado a observar casos de esclavistas negros (Almario, 2002). Uno de los hechos que ejemplifica la oposición de algunas comunidades negras frente a la independencia es la lucha presentada en Venezuela en cabeza del general mulato Manuel Piar. Piar encabezó y organizó una serie de manifestaciones de negros contra los criollos esclavistas y su revolución, motivo por el cual fue objetivo militar de los criollos, quienes lo “ajusticiaron”. El hecho fue motivo de orgullo de Simón Bolívar, pues para él éste fue un hecho estratégico en busca de los objetivos independentistas. Los criollos percibían el peligro de que generaba si una organización negra alcanzaba grandes magnitudes, en especial en Venezuela, donde gran parte de la población era de ascendencia africana. La única forma de aceptar una revuelta por parte de los mulatos y los negros en algunas zonas 24
de la Nueva Granada era que fuera organizada por los criollos. La revolución criolla tuvo un matiz esencialmente jerárquico, por lo que no se podía “permitir que un general de color (negro o mulato) por ambición de mando y rebeldía, fomentase una guerra de castas que seguramente hubiera debilitado completamente la fracción criolla y terrateniente” (Hoyos, 2007, p. 225). Un enfoque “tradicional” sobre la participación de los afrodescendientes en la Independencia En la historiografía de la Independencia se puede observar una visión que nosotros denominamos “tradicional”8, frente a la participación de los negros por su libertad, que explica que los negros esclavos fueron patriotas o realistas dependiendo de quién les ofreciera la libertad. Esta visión la encontramos explícitamente en los escritos de Ocampo (1978; 1990; 1999), Gutiérrez (1994) y Restrepo (1858). Para Javier Ocampo, en el proceso de emancipación de Hispanoamérica “los grupos indígenas en su mayoría aparecen ligados al tradicionalismo y los grupos negros ligados indistintamente a la tradición o a la revolución, según el atractivo que se presentase para su interés común de libertad absoluta de la esclavitud” (1978, p. 47). Para Gutiérrez “el negro en las guerras de independencia no fue ni realista ni patriota; simplemente corrió tras la realización del proyecto que había acariciado durante siglos de lucha: libertad” (1994, p. 80). Para los bandos en conflicto en la Independencia, la participación de los negros se convirtió en un elemento estratégico, en principio estrategia utilizada por los realistas y posteriormente por los criollos independentistas: Los negros esclavos que estaban en constante rebeldía contra los amos desde la segunda mitad del siglo XVIII9, actuaron en favor de los realistas cuando las autoridades españolas les ofrecieron la manumisión. Esto motivó también a los patriotas para ofrecerles libertad. Por ello en las guerrillas y en los ejércitos patriotas y realistas encontramos grupos de negros luchando por su libertad contra la esclavitud (Ocampo, 1998, p. 88). Frente a esta visión surgen dos planteamientos que ponen en cuestión esta forma de inclinación y de percepción de la Independencia y la participación de las comunidades negras. Si se les ofrecía libertad, entonces aquellos negros a los que se hace referencia eran los esclavos. No obstante, ¿cómo podían los esclavos que estaban sometidos a los esclavistas tener un poder de decisión frente a cual bando pertenecer? En efecto, como esclavos no podían decidir si apoyaban a los patriotas o a los realistas, en realidad, si participaban o no en determinado ejército no era tanto una decisión propia, sino más bien de los esclavistas o de la influencia y poder de sometimiento por parte de cada bando. Pese a que no hay una referencia directa a la participación de los negros libres, éste es un 8
Esta categorización no pretende demeritar ni minimizar su contribución. Por el contrario, buscamos adjetivar de algún modo este enfoque y utilizamos el adjetivo “tradicional” porque observamos que una buena parte de autores coinciden en esta visión, que incluso proviene de José Manuel Restrepo. 9 En realidad, esa rebeldía fue permanente y, como se afirmó antes, se inició desde el mismo siglo XVI.
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problema más agudo en la medida en que parte de la población afrodescendiente para la época era libre y de ella una parte importante eran cimarrones. Por consiguiente, en relación con la gran masa de negros que se podían vincular a los ejércitos, no sólo se puede centrar en la participación de los negros esclavos, sino en la de los negros libres. En el caso de los cimarrones, que habían construido palenques, la cuestión que surge es si tenían algún tipo de incentivo para participar en las luchas de independencia. Ellos, por supuesto, no entran en el argumento que se refiere a que participaban en el bando dependiendo de quién les ofreciera la libertad, porque de hecho ya la tenían, e incluso ya tenían importantes rasgos de autonomía e independencia de la administración colonial española. Por tanto, lo que se propone es que esta visión tradicional no es sostenible en la participación de los esclavos, porque ellos no tenían poder de decisión frente a cuál bando pertenecer, por su misma condición de esclavos. Pero además, y esto es aún más importante, es incompleta porque no toma en cuenta que una fracción —en algunas regiones una fracción mayoritaria— de los negros y mulatos era libres o cimarrones. Como respuesta al enfoque que hemos llamado tradicional, encontramos dos casos en los que se percibe la participación de los negros y mulatos libres, vinculada a sus propios intereses, y en los que se observa que el papel de los afrodescendientes en la Independencia tuvo diversas dimensiones en distintas regiones. Un caso importante y destacado es el de Cartagena y la independencia absoluta del 11 de noviembre de 1811, donde fueron las masas populares de mestizos, negros y mulatos, quienes presionaron a la élite criolla para obtener la independencia. La participación de los afrodescendientes en la independencia de Cartagena En una sección anterior se presentó el contexto general de la ciudad de Cartagena, un centro urbano donde se había concentrado el ejército y el comercio de Nueva Granada, y que por las necesidades de la ciudad había conformado una población popular predominantemente negra y mulata, en su mayoría encargada de actividades diferentes al comercio y a la administración colonial. Era ésta una población de artesanos negros y mulatos libres que “tuvo un papel protagónico en la Independencia, que registró sus actuaciones guiadas por sus propios intereses y sus propios líderes y que, además mostró el movimiento de Independencia como el resultado desde un principio de un complejo juego de alianzas de diferentes sectores sociales, y no sólo de una élite” (Múnera, 1998, p. 26). Veamos los hechos que describe Alfonso Múnera que lo llevan a hacer afirmaciones como la anterior. El grupo de artesanos negros y mulatos en Cartagena había iniciado un proceso de ascenso social, en medio de un entorno donde las élites criollas, la administración colonial y los militares españoles constituían la capa alta de la sociedad cartagenera. Los artesanos pardos empezaron a reconocerse a sí mismos como miembros activos de una sociedad, y con base en ese reconocimiento habían gestado una serie de pugnas por su inclusión en cuestiones que eran privilegios, como la educación y el ejercicio profesional de oficios distinguidos. Dos casos que muestran ese sentir lo representaron Pedro Romero y Cristóbal Polo. Romero, quien posteriormente sería unos de los líderes que encabezaron las luchas por la Independencia, pedía a la Corona que se le permitiera a su hijo estudiar Filosofía como si fuera blanco; Cristóbal Polo en 1750 solicitó a la administración colonial que se le 26
reconociera su condición de abogado y se le permitiera el ejercicio de su profesión, prohibido por su origen afro. Se observa entonces que en el siglo XVIII ya había surgido un conflicto entre le élite dirigente y los mulatos y negros, quienes exigían abolir los privilegios. Hay que anotar además que una buena parte de los afrodescendientes en Cartagena había decidido integrar el ejército pardo, ya que en la época “unirse a la milicia fue una de las formas más buscadas para mejorar el estatus social del artesano mulato” (p. 109). Los artesanos mulatos y negros de Cartagena como lo relata Múnera buscaban tener un estatus de ciudadanía, abolir los privilegios y la igualdad. Un hecho que delineó la posición de ellos frente a la Corona fue la llamada Constitución de 1812, realizada por las cortes españolas en Cádiz, en donde se negaba el derecho de ciudadanía de los afrodescendientes, frente a lo que éstos empezaron a asociar la independencia de la Corona con la obtención de la igualdad (p. 202). Los líderes de los mulatos y negros artesanos de Cartagena no eran los criollos patriotas, a diferencia de lo que se comenta sobre otros lugares de Nueva Granada. Sus líderes eran representantes artesanos que organizaban a las masas. Hubo en determinada época una alianza entre los líderes pardos y una parte de la élite criolla, que necesitaba del apoyo de las clases bajas para legitimar sus acciones contra los españoles y simultáneamente requería tener un control sobre ellos (Lasso, 2008). A pesar de las estrategias de la élite criolla moderada frente al control de las clases bajas, la organización de los pardos y una facción de los criollos encabezada por Gabriel Piñeres se radicalizó y “mezclaron el sentimiento antiespañol con una retórica anti-aristocrática que no sólo promovía la igualdad racial, sino que también favorecía la activa participación de la clase baja de afro-colombianos en la política de la ciudad” (Lasso, 2008, p. 8). Así fracturó la alianza entre una facción reaccionaria o moderada de la élite criolla encabezada por García de Toledo y los afrodescendientes artesanos de Cartagena, fractura que llevó a los hechos del 11 de noviembre, cuando negros y mulatos artesanos entraron en conflicto con la élite criolla buscando igualdad. Así narra Múnera lo sucedido el 11 de noviembre de 1811: El 11 de noviembre Pedro Romero, al frente de los Lanceros de Getsemaní y el resto del pueblo de ese barrio, asaltó el almacén de armas. Armados de lanzas, fusiles y puñales, sus hombres irrumpieron en el salón donde se encontraba reunida la Junta y exigieron que se declarara la independencia absoluta de Cartagena al mismo tiempo que exigían que en las milicias de pardos los oficiales fuesen pardos […] asustada, la mayoría de la dirigencia criolla allí presente votó contra su voluntad por la separación absoluta de España […] excepto Gabriel Piñeres, que no era cartagenero [momposino], no había ningún otro miembro de la élite criolla en el grupo de hombres armados que impusieron la Independencia. (1998, p. 205). Posterior a la independencia de Cartagena y hasta 1815, cuando la élite criolla reaccionaria tomó el poder, hubo significativos resultado para los afrodescendientes, dentro de los que se destacan tres: la prohibición del comercio de esclavos y la conformación de un fondo de 27
manumisión; la obtención de igualdad de derechos para todos los ciudadanos sin importar su color de piel; y el ascenso al poder por parte de líderes afrodescendientes. Lo que se observa en el caso de Cartagena es una participación activa en la luchas de independencia por parte de los afrodescendientes. Lejos de ser un instrumento de control político, los negros y mulatos esclavos tuvieron sus propios líderes, que representaban el anhelo de esa masa social, que pugnaba por la igualdad y la ciudadanía, participación que tuvo resultado de gran magnitud como la representación política y el acceso al poder. Fue una participación con convicción y gestada por los mismos afrodescendientes, para quienes la independencia conduciría a la obtención de derechos como ciudadanos. En palabras del propio Múnera, “los mulatos y negros de Cartagena tomaron sus propias decisiones, concibieron sus propias alianzas y defendieron sus propias reivindicaciones basados en sus propios cálculos y modos de sentir” (p. 226). En el caso de Santa Marta los descendientes de africanos buscaban tener el reconocimiento dado por la Corona, para obtener la connotación de ciudadanos. En la constitución de 1812 se introdujo el concepto de ciudadanía pero esta solo se les confería automáticamente a quienes fueran españoles y no ‘teñidos con sangre africana’. Quienes tuvieran aunque fuera solo parte de ascendencia africana obtenían dicha ciudadanía sólo después de haber documentado sus meritos y sus servicios a la monarquía (Sæther, 2005, p. 201). No obstante, son pocos los casos que se conocen de personas que hayan logrado esto. Entre éstos figura el de Narciso Vicente Crespo, quien tenía ascendencia africana por parte de su padre, pero era libre y contaba con algunas propiedades. Para adquirir su ciudadanía participó como comándate de la sexta compañía, primero para defender a Santa Marta y después a los pueblos alrededor del río Magdalena. Este caso puede llegar a ser especial debido a que Crespo era libre y tenía una situación económica privilegiada. Pero a su vez puede servir para mostrar que “los habitantes de color de la América española no necesariamente encontraban la independencia más atractiva que la adhesión a la corona” (p. 201), y que la participación de los afrodescendientes durante el período de las luchas independentistas no fue homogénea. Para observar la participación de los sectores populares en Santa Marta, es necesario tomar varios aspectos. Por un lado, la influencia que tuvieron en algunas ocasiones sobre la élite samaria para la toma de decisiones, la búsqueda de reconocimiento por parte de la corona a su lealtad, para conservar la protección que esta brindaba como es el caso de los indígenas, o para buscar su ciudadanía en el caso de los afrodescendientes. Dentro de los episodios que permiten observar la participación de estos sectores en la sociedad samaria está la presión ejercida para que la junta de Santa Marta reconociera la Regencia la noche del 20 de octubre se presentaron varios vecinos de los pardos frente a la casa del gobernador, quien los hizo dispersar. A la noche siguiente se unieron los de la casa de aguas. Para establecer el orden, Salcedo repartió patrullas por 28
la población, poniéndose personalmente frente a una de ellas. Después de disipado el concurso Martínez Aparicio se le acerco a decirle que el pueblo solicitaba que se publicase por bando el reconocimiento y obediencia presentados por la junta al consejo de Regencia, como le fue concedido (Restrepo, 1975. p. 504), Aunque no se sabe con certeza si esta decisión fue influida por los representantes de la élite realista, constituye una demostración de la injerencia sobre los representantes de la junta y el poder de organización de los comunes. Los afrodescendientes del Sur y las guerrillas patianas realistas Otro caso interesante es el del Patía, donde una parte importante de la población era negra, mulata, zamba e indígena. En el Patía se formó una sociedad con importantes particularidades entre las que se destaca el factor multiétnico. El autor que se toma como referencia para esta sección sobre la región del Patía es Francisco Zuluaga (1993), quien hace un estudio sobre la conformación de guerrillas patianas y su desarrollo en el siglo XIX. A pesar de que al hablar de “patianos” no se hace la distinción entre afrodescendientes, blancos e indígenas, una buena parte de ellos es, en efecto afrodescendiente, es decir, negros libres, esclavos fugados, mulatos y zambos. En el Patía se conformaron unas guerrillas con lazos cercanos con los ejércitos españoles de la gobernación de Popayán, que vio en aquellas un apoyo para la confrontación permanente con los patriotas de Cali. De este modo, “la adquisición de objetivos políticos, la adopción de una forma de acción militar, la estructuración de un liderazgo popular, y sobre todo, el luchar por mantener el orden tradicional de su sociedad —en alguna forma subversiva ante las formas de vida defendidas por los nuevos revolucionarios políticos— dio a estos grupos la oportunidad de pasar del simple bandolerismo a la guerrilla revolucionara tradicionalista” (Zuluaga, 1993, p. 72). Tres líderes patianos se destacaron dentro de la formación de la resistencia. Juan José Caicedo, Joaquín Paz y Simón Muñoz, todos afrodescendientes que configuraron la organización guerrillera y realizaron alianzas con los ejércitos realistas para combatir juntos a los republicanos. Hay dos rasgos que caracterizan la organización patiana. Por un lado, que su lucha estuvo encaminada fundamentalmente a la defensa del territorio y la conservación de la región, y por ello se generó la resistencia frente a los esclavistas y la élite de criollos, a quienes consideraban un peligro para la protección y seguridad de la región. Por otra parte, la iniciativa propia y la no sumisión —en su primera etapa (18091815)— frente al ejército español, “la tendencia autonomista, espontánea y hasta cierto punto autárquica de [el afrodescendiente] Juan José Caicedo, había permitido a las guerrillas patianas auxiliar al ejército español sin doblegarse totalmente a una jerarquización y organicidad ajenas” (p. 102).
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Al hablar de participación popular en la Independencia y en particular de los afrodescendientes, el caso del Patía es significativo, ya que allí se conformó una resistencia popular realista integrada en su mayoría por negros fugados, cimarrones y pardos. Hubo en la región una oposición a los criollos, porque eran los esclavistas de la zona y porque habían propiciado una serie de ataques contra la región del valle del Patía, como el incendio ordenado por un oficial caleño patriota. A partir de ese conflicto regional entre el valle del Patía y Cali, y las rivalidades entre negros fugados y esclavistas se presentan alianzas y tratos entre los realistas y las guerrillas patianas a las que se “sumaron algunos realistas notables de Popayán, confluyendo así el resentimiento patiano ante los republicanos “caleños y la defensa del sistema monárquico de los realistas de Popayán” (p. 87). En la segunda etapa de la guerrilla patiana se presenta la transición de una guerrilla autónoma con acuerdos con los realistas, a una organización cada vez más dependiente de las disposiciones de la armada de Popayán y con inclinación hacia la conformación de milicias organizadas. Así el patiano pasa de ser guerrillero a soldado realista. La autonomía que había caracterizado la resistencia patiana se fue perdiendo con la vinculación al ejército, aunque su defensa del territorio y su identidad con la región no se desvaneció: “[…] bajo las modalidades de bandidos y de guerrilleros, los patianos ejercieron una defensa cerrada de su región y sus formas de vida” (p. 101). Después de la muerte de Caicedo y Paz y con la dirección de la resistencia patiana por parte de Simón Muñoz y la vinculación de José María Obando, la organización de resistencia del Patía presenta una transformación a un ente un poco más estructurado. Como respuesta a las frecuentes victorias por parte de los republicanos y las noticias sobre los sucesos que tuvieron lugar en otras regiones, los líderes patianos deciden cambiarse de bando e integrarse a las milicias patriotas. Lo hace primero Muñoz en 1821 y Obando en 1822 “previendo la derrota realista y tratando de evitar el subsiguiente saqueo del Patía por los republicanos decidió presentarse como nuevo miembro del ejército republicano” (p. 119). Junto con sus líderes, una parte de los patianos se adhirió a la causa patriota, y otros desistieron en su lucha como resultado de la tarea de pacificación que Bolívar dio a José María Obando. Con esta breve referencia al caso de la región del Patía podemos concluir que en regiones como esta los afrodescendientes participaron como realistas. La población patiana, que en buena parte estaba conformada por afrodescendientes, participó en las luchas de independencia principalmente como realista, pero con autonomía en su accionar respecto a las ordenes realistas. Su lucha estaba encaminada en la protección de su territorio y asociada con la identidad con la región; su participación como realista inició en 1809 y finalizó en 1822, fecha en la cual el Patía pasa de ser realista, a una causa misma de la decadencia del realismo y el poder de la Corona en el sur del país. El mito de armonía racial Finalmente, presentamos brevemente lo que Marixa Lasso denomina el “Mito de armonía y equidad racial”, que contribuye a entender un poco más cómo se caracterizaron las 30
relaciones entre blancos y afrodescendientes, y cuál fue la vinculación entre el discurso patriota y las nociones de igualdad, democracia y libertad. La necesidad de los criollos patriotas de tener el apoyo de los negros, mulatos, zambos y en general, los pardos, o sujetos con ascendencia africana, construyó un discurso en el que los criollos identificaban la esclavitud, la discriminación racial y los privilegios con la administración española. Así, desde las primeras décadas del siglo XIX “se decretó la equidad racial entre hombres libres y construyó nociones nacionalistas fuertes que vincularon la equidad y armonía racial a la identidad nacional”10 (Lasso, 2007, p. 34). De esta manera se asoció la Independencia con una búsqueda de libertad, democracia, igualdad y justicia social. Su discurso vinculó la obtención de ciudadanía y la equidad racial legal con el nacionalismo patriota. Como se analizó para el caso de Cartagena, los intereses por el poder político frente a los españoles atrajeron a la masa de pardos, quienes decepcionados por los resultados de las Juntas de Cádiz, que negaron su derecho de ciudadanía, vieron que en la Independencia de los españoles habría una oportunidad para conseguir la igualdad que estaban buscando. Este discurso no sólo se presentó en Cartagena, sino que, como se analizó en la sección cuarta de este escrito, Bolívar, Restrepo e incluso el mismo Nariño habían asociado el republicanismo y la Independencia con la abolición de la esclavitud y la formación de unidad nacional, dentro de la que incluían a los afrodescendientes libres y esclavos. Por esta razón, tal discurso debía garantizar la ciudadanía y los derechos en igualdad a todos los pertenecientes a la nación y la abolición de la esclavitud. La obtención de la independencia no descartó por completo la inclusión política de los pardos. En este punto Múnera y Lasso coinciden en afirmar que, muy al contrario de algunas posiciones que afirman que la vinculación de los afrodescendientes en la representación política quedó tan sólo en el discurso, lo que sucedió en la realidad fue significativo, porque “aunque la discriminación racial continuó después de la Independencia, la igualdad legal no quedó en mera retórica” (Lasso, 2008, p. 12). Evidencia de esto es el importante asenso social de los afrodescendientes y la representación y participación política en cargos altos de la administración: su participación no sólo se presentó en los ejércitos, sino que “además participaron activamente en la construcción del nuevo sistema político11” (Lasso, 2007, p. 5). De este tema de equidad y armonía racial que se presentó en la época de la Independencia, pensamos que se debe resaltar que fue construido por un discurso patriota, republicano y nacionalista, y que no fue un tipo de “herencia colonial” como se podría llegar a pensar. El mito en toda su dimensión fue y es producto de las representaciones simbólicas nacionalistas. De esta forma culminamos este análisis con la advertencia que presenta Lasso, cuando afirma que “se hace necesario entender el racismo imperante y las desigualdades sociales de los siglos diecinueve y veinte, no como una continuación histórica de patrones coloniales, sino como nuevas y modernas nociones de desigualdad. 10 11
La traducción es propia. La traducción es propia.
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No se olvide que el mito actual de democracia racial es una construcción nacionalista, moderna y republicana” (2008, p. 13).
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CONCLUSIONES La investigación que se desarrolló y sus resultados, del cual este escrito es una parte, buscó aportar alguna luz acerca del rol que desempeñaron los afrocolombianos en los procesos de independencias, y en particular en la independencia respecto a la Corona española. Fue una oportunidad para conocer un tema invisibilizado y que, por supuesto, no invita a la resignación, sino a asumir los retos de una investigación detallada sobre un tema que la historia y la sociedad colombiana necesitan conocer en mayor detalle. En ese sentido, este escrito es más bien un ejemplo de la precariedad que hay en los estudios sobre los afrocolombianos y su participación en las independencias. El contexto de la conmemoración del bicentenario de la Independencia de Colombia se convierte en la oportunidad para repensar acerca de la manera como se ha contado la historia, de reconocer la responsabilidad histórica que se tiene con los diferentes grupos de la sociedad, especialmente los afrodescendientes, a quienes por mucho tiempo se les ha negado el papel que han cumplido en la sociedad colombiana. Además, es necesario dar a conocer los distintos procesos que los sectores han llevado para construir condiciones de libertad y autonomía, sucesos que definen lo que es la sociedad colombiana y por ello no pueden ni deben desconocerse. La participación de los afrocolombianos en las independencias fue heterogénea, y dependiendo del lugar y la época, la vinculación fue distinta. En este escrito se presentaron tres tipos de participación: la participación como esclavos en la medida en que se les ofrecía la libertad a cambio de la participación en los ejércitos patriotas. Fue ésta una libertad condicionada y una “participación” en medio de la sumisión. Además, se presentó la participación como cimarrones en la construcción de comunidades libres y al margen del sistema colonial. En ese sentido, participaron en función de un proyecto de independencia y libertad propio. Y finalmente contribuyeron también con convicción e identidad en la independencia de la Corona como sujetos que buscaban la igualdad y condición de ciudadanos, pero también como realistas en contra de las iniciativas criollas de independencia, en busca de la protección de su territorio. Por tanto, un mensaje que creemos importante aportar es que no fue José Prudencio Padilla —a quien hacemos alusión hasta ahora en este escrito— el único afrodescendiente que participó en la Independencia, sino que a propósito del bicentenario hay que rescatar nombres como Pedro Romero, quien participó en el bando patriota luchando por la igualdad y los derechos de ciudadanía de los afrodescendientes en Cartagena; Juan José Caicedo, quien a pesar de estar en el bando realista participó en la Independencia con la defensa de un territorio; y Benkos Bioho, primer líder negro que se rebeló al esclavismo y a la propia administración colonial y quien de manera realmente heroica construyó el primer pueblo libre de América, con el palenque La Matuna y el hoy vivo San Basilio de Palenque. Finalmente, queremos aprovechar la ocasión del Bicentenario y la culminación del escrito para resaltar la conmemoración de los cerca de cuatrocientos años de vida en libertad de San Basilio de Palenque, que es la evidencia viva de una de las luchas más importantes que han tenido los afrocolombianos y que, por tanto, no sólo hay que conmemorar la 33
independencia política de la Corona española, sino que hay otras luchas como la gestada hace dos bicentenarios por los negros cimarrones en cabeza de Benkos Bioho.
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