Doña Pepita, maestra de maestras

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PATRIMONIO EN LA ESCUELA. Angelines Buitrago Sánchez. Doña Pepita, maestra de maestras

Doña Pepita, maestra de maestras Angelines Buitrago Sánchez Maestra jubilada Doña Pepita en 2005

Resumen La autora presenta a Dª Pepita, la maestra que más inuencia tuvo en su vida, y quiere rendirle un entrañable y cariñoso homenaje en la páginas de Participación educativa. Con este propósito se ha entrevistado con ella y ha recogido los vivísimos recuerdos que se albergan en las galerías de la memoria de esta maestra longeva y vitalista.

Palabras clave: maestra, alumnos/as, profesores, escuela, padres, madres, familia.

Abstract The author introduces Doña Pepita, the teacher who had more inuence in her life and wants to pay her a fond and affectionate tribute in the pages of Participación Educativa. To this end, she has interviewed her and collected the vivid memories that are housed in the galleries of the memory of this long-lived and full of vitality teacher.

Keywords: primary teacher, students, teachers, school, fathers, mothers, family.

Después de casi 12 años de mi jubilación en 1998 como maestra de enseñanza primaria, o de E.G.B., me llega casualmente la increíble oportunidad de presentar en la revista Participación Educativa del Consejo Escolar del Estado a una maestra excepcional, mi querida Dª Pepita, a quien desde estas líneas quiero rendir mi más entrañable y cariñoso homenaje. Actualmente a sus 103 años está físicamente bien y totalmente lúcida.

Digno es resaltar, y así se lo ha reconocido el pueblo de Santa Cruz de Mudela donde trabajó dedicándole una calle, su profesionalidad en Enseñanza Primaria y también

Muchos santacruceños deben a doña Pepita sus diversos estudios. Siempre se ganó el respeto y el cariño de sus alumnos y alumnas y de sus familias.

académica, ya que somos muchos los santacruceños que a ella debemos nuestros diversos estudios.

Dª Pepita se ganó siempre el respeto y el cariño de sus alumnos y alumnas y de sus familias pues, además de maestra, ejercía un poco de madre de todos y aún hoy sigue al tanto de nuestros caminos: se alegra con nosotros o llora la pérdida de los que ya no están. A ella conábamos nuestras travesuras y primeros amores, sin que por eso ella CEE Participación Educativa, 14, julio 2010, pp. 221-226

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dejase de ser exigente con nuestros estudios. Pero es ella la que debe ahora hablar, a mí solo me corresponde en nombre de todos darle las más encendidas gracias.

Los recuerdos de mi infancia y juventud Mi nombre es Josefa Hellín de Vivar, pero este nombre cambió al comenzar los estudios del bachillerato. ¿Por qué? Al empezar las clases en la Academia Institución Moderna de Valdepeñas, con profesores extraordinarios, uno de ellos, mayor, el primer día de clase me conrmó. Dijo: ““no te llamarás Josefa; desde hoy serás Pepita, porque eres una pepita de oro””. Y ¿queréis creer que por distinción del Excmo. Ayuntamiento de mi pueblo guro como ““hija predilecta”” en la calle donde empecé a vivir profesionalmente tantos años ––sin ser de oro–– como ““Doña Pepita, Maestra Nacional””? Hablo de mi pueblo y no os he dicho cuál es: Santa Cruz de Mudela, de la provincia de Ciudad Real.

Vi la luz ––sí, nací con los ojos abiertos–– el 27 de noviembre de 1907. Formábamos la familia mis padres (a quienes debo lo bueno que tenga) y 3 hijas. La mayor tenía 6 años más que yo y la pequeña 6 años menos.

De la escuela primaria conservo recuerdos aislados. Dos completamente distintos:

El primero, no haber estudiado las reglas de la ““b”” ––tema del día–– y como consecuencia un palmetazo ––abrir la mano y recibir un golpe en ella con la palmeta––. El segundo, recibir un libro ““triduo”” de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro como premio a la contestación a las preguntas que hacían unos misioneros que reunían en la iglesia a todos los colegios. De esta, pasé a la academia de 2ª enseñanza Institución Moderna de Valdepeñas para estudiar el bachillerato; me examinaba en el Instituto de 2ª Enseñanza de Ciudad Real.

Ya soy bachiller. ¡Qué recuerdos tan ideales guardo de esta época!. Acabado el bachiller, surge la pregunta ¿qué estudio? Yo lo tenía muy claro; ““mi mortero y los fármacos eran mi ilusión””, pero ““Dios escribe derecho con renglones torcidos”” y mis profesores aconsejaron a mis padres que hiciera magisterio, pues en un curso podía hacerlo, ya que sólo tenía que aprobar unas asignaturas; el resto se convalidaban con el bachillerato. Acepté ¡Ya soy bachiller y maestra! Pero ¡qué pena no participar en las oposiciones a magisterio convocadas! Después, podría estudiar farmacia. Me matriculé, las hice y las aprobé. Se publicó una lista con las vacantes de toda España. En ella, había una

Aprobé las oposiciones y, aunque pude elegir alguna capital de provincia, no lo pensé: pediría mi pueblo.

vacante en mi pueblo natal. Tenía que pedir. Había capitales y pueblos muy importantes. Sólo tenían que pedir antes que yo, cuatro opositores, yo tenía el nº 5. No lo pensé; pediría mi pueblo, por el que mi padre sentía un verdadero cariño y muy por encima de todo, su cariño a nuestra Patrona la Virgen de las Virtudes.

¡Ya soy maestra: voy a convertir mi escuela en un jardín! Después de la toma de posesión conocí mi escuela. ¿Decepción? No. Iba llena de ilusiones, sin importarme el local donde desempeñaría mi función. La escuela era un CEE Participación Educativa, 14, julio 2010, pp. 221-226

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ángulo recto. En ambos lados, había dos las de mesas bipersonales y en el ángulo la mesa y el sillón de la profesora, una silla y un armario completaban el mobiliario. Las paredes las decoraríamos con macetas y trabajos manuales. Convertiría la escuela en un jardín, las niñas serían las ores y yo el tallo que las uniría.

Ya está dispuesta. ¿Quién iba a ocuparla? Unas niñas y una ““madre”” que intentaría quererlas como si lo fuesen. La mañana, la dedicaríamos con ilusión al conocimiento de todas las materias y las tardes, de acuerdo con las madres, harían labores que se expondrían al nal del curso. En este tiempo rezaríamos el rosario, recitaríamos o cantaríamos.

Mi primer día de clase: abro la escuela. Ya había algunas madres con sus hijas esperando este momento y queriendo conocer a la nueva maestra a quien entregarían sus hijas. Me presenté como una ““segunda madre””, dispuesta a colaborar con ellas en la formación de nuestras hijas, porque desde este momento eran mías también.

Veo todo como lo pienso hacer. Las niñas irán a misa de 12 conmigo. Llevarán uniformes blancos con el escudo de Unitaria nº 2 bordado en color azul marino, dentro de un círculo que, en la parte superior izquierda, luciría un lacito con la medalla de nuestra Patrona.

Terminada la parte externa de la clase, me quedaba la parte más importante: formar a las niñas para que fueran personas dispuestas a dialogar amistosamente, a perdonar si era necesario y a vivir ayudándonos y queriéndonos aunque no pensásemos de la misma forma. Esto me ayudó mucho en el tiempo comprendido entre los años 1936-39. En estos años, todo cambió desgraciadamente para todos los españoles. ¿Habrá alguno que no tenga qué llorar? La reacción fue la misma en las dos zonas. La escuela cambió en varios aspectos: se quitaron los crucijos, no se rezaba, se quitó la religión como asignatura, las canciones religiosas se olvidaron……Todo esto no inuyó en mí; guardo en mi corazón lo que aprendí de mis padres: ““No quieras para otro lo que no quieras para ti y perdona a quien te haya ofendido””. Mi escuela fue la aristocracia de la democracia, puesto que la mayoría de las niñas, eran hijas de los dirigentes políticos de aquella época. Éramos una familia tan unida, que ni se hablaba ni se comentaba lo que no fuera el tema que correspondía a cada día.

Se cantaban las canciones que sabían y las que conmigo aprendieron. Entre ellas quiero no olvidar las coplillas, cuartetos sin rima con las que aprendían los pueblos importantes de cada provincia, que cantábamos con la música de la jota manchega:

Ciudad Real: Ciudad Real, Puertollano, Valdepeñas y Daimiel. Herencia, Alcázar y Almagro. Manzanares y Almadén (al que yo añado) y Santa Cruz de Mudela. CEE Participación Educativa, 14, julio 2010, pp. 221-226

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Madrid: Navalcarnero, Buitrago, Madrid, Chinchón, Colmenar, Alcalá, El Pardo, Getafe, San Martín y El Escorial.

En el tiempo de recreo, los días que nevaba, dibujaban el mapa de España donde colocaban ríos con sus auentes, provincias, montañas, etc. en el que era cine de verano.

Recuerdo con cariño el ““Ahorro Escolar””. La propina semanal la llevaban a la escuela, donde una niña ““secretaria”” apuntaba el dinero entregado y otra ““tesorera”” lo guardaba.

Una cosa que me alegra recordar es lo que llamábamos Ahorro Escolar y consistía en que el dinero que les daban los padres los domingos y festivos para chucherías lo llevaban a la escuela, donde una niña ““secretaria”” apuntaba el dinero entregado y otra ““tesorera”” lo guardaba. Si alguna niña necesitaba dinero, la ““secretaria”” lo rebajaba de su cuenta y la ““tesorera”” se lo daba.

Otra actividad del colegio era la Ayuda Escolar. Nos comprometimos 30 amigas a que diariamente comiese una mujer, que por su edad no podía trabajar. Las niñas mayores de la escuela llevaban los alimentos que correspondían al día a una vecina que, al igual que nosotras, se comprometió a hacer y llevar a esa anciana la comida.

En el mes de mayo, celebrábamos ““Las ores”” que consistía en hacer un altar donde ocupaba la parte central superior la imagen de la Virgen y completar el altar con ores, jarrones y adornos religiosos que llevaban las niñas de sus casas. Por las tardes, rezábamos el rosario y se hacían cantos donde se escuchaba la voz maravillosa de la solista, el coro y, en algunas canciones, toda la clase.

Es el mes de María, es el mes sin igual a la Virgen María nuevo canto entonad. Con las ores más bellas adornad hoy su altar y ofrezcamos a Ella vida y felicidad ……

Al terminar el curso hacíamos exposiciones con las labores y trabajos hechos por las niñas y cuya exposición permanecía abierta, a las horas de escuela. El día de la clausura invitaba al Alcalde y al Director de la Graduada a tomar unos aperitivos y con este acto acababa el curso. CEE Participación Educativa, 14, julio 2010, pp. 221-226

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Llegó un momento en que se suprimieron las escuelas unitarias y sólo quedaron las graduadas, donde se incorporaron las niñas en el grado que les correspondía según la edad. Un día llegó la inspectora y nos reunimos con ella todos los profesores de los colegios en la graduada. Había que elegir grado; yo era la más antigua en la localidad y dije tal como sentía: quería quedarme en mi unitaria y así lo expuse. Entonces, la inspectora quiso hacerme ver que la Graduada reunía ventajas sobre la Unitaria, puesto que si el maestro era bueno, los niños saldrían bien preparados, pero si era menos bueno, los niños acabarían con menor formación. En cambio en la graduada, si un maestro era bueno, saldrían bien preparados de ese curso, pero si era menos bueno, al cambiar de grado, podían encontrar otro mejor y así compensarían lo que habían perdido. Total, que elegí el Primer Grado.

Trabajo en mi escuela y en la Academia Cisneros El Director de la Academia tuvo que dejar la dirección. Varias veces me había pedido que colaborase y nunca lo hice. Pero ahora era distinto; tenía que asumir la responsabilidad de este cargo.

Cuando no se prodigaban los institutos de Segunda Enseñanza, había en mi pueblo una academia que preparaba lo que entonces se podía estudiar libre la Academia Cisneros. El Director de la Academia era maestro y abogado. Aprobó unas oposiciones al Tribunal de Menores y la academia quedó sin dirección. Varias veces me había pedido que colaborase y nunca lo hice. Pero ahora era distinto; tenía que asumir la responsabilidad de este cargo.

La academia estaba muy bien organizada. Los alumnos estudiaban en ella por la mañana de 9 a 1 y por la tarde de 3 a 6 vigilados por una señorita que sólo se preocupaba de que estudiasen y que les ayudaba a resolver las dudas que encontrasen en el tema que tenían que preparar. Las clases se hacían fuera de las horas de estudio, excepto la de Religión, que era la hora asignada al principio del curso.

Las notas se daban semanalmente y los exámenes orales coincidían con las vacaciones de Navidad, Semana Santa y verano. A pesar de todo el interés de todos los profesores en que aprobasen, había suspensos. Cuando llegaban los libros de calicación, lo pasaban mal y se proponían cambiar. ¿Conseguí que estudiasen? ¿Qué harían mientras la señorita de estudio los vigilaba? Durante el curso, realizábamos excursiones que colaboraban al compañerismo y aumentaban su cultura en distintos aspectos. Al nalizar el curso escolar, se representaba una función teatral. CEE Participación Educativa, 14, julio 2010, pp. 221-226

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La academia cerró al abrir un Instituto de Bachillerato Elemental y mis alumnos se matricularon en él. Había aceptado la dirección de la academia de la que me sentía satisfecha. Quería mucho a mis alumnos y sigo queriéndolos y creo que ellos a mí, aunque un poco menos.

Desde mi experiencia: consejos a los nuevos maestros y maestras Ahora que estoy jubilada y estudié Magisterio ““sin gustarme”” os diré, estudiantes de Magisterio, que me encantaría poder seguir ejerciendo, porque no hay satisfacción mayor que ver a los niños convertidos en personas, que tú en parte has formado, responsables y capaces de resolver los problemas que pueden presentárseles en sus vidas.

Ya no os quiero cansar y termino dándoos las gracias por haberme leído, pero de verdad seguiría hablando del ““Comedor Escolar””, con su cocinera y las niñas queriendo quedarse a comer y cierro con ““La Tuna”” que formaban los niños mayores y que alegraban nuestras calles, abriéndose ventanas y balcones donde los tunos dedicaban algunas de sus canciones a niñas de su edad. ¡¡Que son tan hermosas!!

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