DOCUMENTACIÓN, TEXTOS Y CATALOGACIÓN DAVID ALMAZÁN TOMÁS FUENSANTA GARCÍA DE LA TORRE JOSÉ MARÍA PALENCIA CEREZO MUSEO DE BELLAS ARTES DE CÓRDOBA

La exposición bijin. El Japonismo de Julio Romero de Torres, se celebró en el Museo de Bellas Artes de Córdoba del 5 de noviembre de 2013 al 20 de abr

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La exposición bijin. El Japonismo de Julio Romero de Torres, se celebró en el Museo de Bellas Artes de Córdoba del 5 de noviembre de 2013 al 20 de abril de 2014, durante el Año Dual España-Japón, en conmemoración de la primera embajada nipona a Córdoba en 1614. David Almazán Tomás Universidad de Zaragoza. Proyecto I+D HAR2011-26140. Grupo Japón S-117 Gobierno de Aragón.

CONSEJERÍA DE EDUCACIÓN, CULTURA Y DEPORTE DE LA JUNTA DE ANDALUCÍA LUCIANO ALONSO ALONSO CONSEJERO DE EDUCACIÓN, CULTURA Y DEPORTE SEBASTIÁN RUEDA RUÍZ DIRECTOR GENERAL DE INSTITUCIONES MUSEÍSTICAS, ACCIÓN CULTURAL Y PROMOCIÓN DEL ARTE

PATROCINIO DIPUTACIÓN DE CÓRDOBA FUNDACIÓN BODEGAS CAMPOS FUNDACIÓN CRUZCAMPO TABERNA EL PIMENTÓN EDITORIAL EL PÁRAMO CARAVANSAR BAR -TABERNA SOCIEDAD DE PLATEROS C/ SAN FRANCISCO FOTOMECÁNICA CASARES ZUM CREATIVOS CATÁLOGO

MANUELA GÓMEZ CAMACHO DELEGADA TERRITORIAL DE EDUCACIÓN, CULTURA Y DEPORTE. DE LA JUNTA DE ANDALUCÍA EN CÓRDOBA JOSÉ Mª PALENCIA CEREZO DIRECTOR DEL MUSEO DE BELLAS ARTES DE CÓRDOBA AGRADECIMIENTOS CRISTÓBAL CAÑETE VIDAURRETA Y FAMILIA HISAE YANASE JOSÉ CAMPOS GONZÁLEZ RICARDO GONZÁLEZ MESTRE JOSÉ RAFAEL FERNÁDEZ LINARES MERCEDES VALVERDE CANDIL

DOCUMENTACIÓN, TEXTOS Y CATALOGACIÓN DAVID ALMAZÁN TOMÁS FUENSANTA GARCÍA DE LA TORRE JOSÉ MARÍA PALENCIA CEREZO MUSEO DE BELLAS ARTES DE CÓRDOBA FOTOGRAFÍA ÁLVARO HOLGADO MUSEO DE BELLAS ARTES DE CÓRDOBA MAQUETACIÓN Y EDICIÓN EDITORIAL EL PÁRAMO IMPRESIÓN IMPRENTA PROVINCIAL DE CÓRDOBA

© de los textos: los autores. ISBN 978-84-92904-55-6 Depósito Legal

EXPOSICIÓN COMISARIO DAVID ALMAZÁN TOMÁS COORDINADOR JOSÉ Mª PALENCIA CEREZO DISEÑO Y MONTAJE FRANCISCO GODOY DELGADO ANTONIO VALLEJO TRIANO MANUEL AGUAYO MARMOLEJO FRANCISCO JESÚS RODRÍGUEZ RUIZ RESTAURACIÓN Mª JOSÉ ROBINA RAMÍREZ ILUMINACIÓN JUAN RUÍZ AYALA GESTIÓN ADMINISTRATIVA RAÚL CASERO RODRÍGUEZ Mª CARMEN ROJAS LUQUE VIGILANCIA Y MANTENIMIENTO Mª CARMEN CASTRO JIMÉNEZ ANTONIO JOSÉ CÓRDOBA ROLDÁN MIGUEL ÁNGEL CUADRADO ROJAS ANTONIA ESCOBEDO ALCAIDE FRANCISCO JAVIER LÓPEZ ACOSTA JOSÉ MANUEL MARTÍN MARTÍN JOSÉ PORCEL RUÍZ ANTONIA RECIO CÓRDOBA JUAN JOSÉ RUÍZ DÍAZ RAFAEL SAAVEDRA MORALES FRANCISCA SERRANO MILLA ESPERANZA TIENDA TRIPIANA

La exposición Bijin: el japonismo de Julio Romero de Torres marca un antes y un después en la trayectoria de las exposiciones realizadas en el Museo de Bellas Artes de Córdoba. No solo por su originalidad, sino especialmente por el buen número de voluntades que ha sabido aglutinar para que haya sido posible. Una originalidad que se debe a la celebración en 2013-14 del Año-Dual EspañaJapón, para el que se han dado cita en toda España varios centenares de actividades que hablan por sí mismas del éxito de esta celebración, poniendo de manifiesto que entre España y Japón siempre hubo una magia, una fascinación propia que nos une y unirá eternamente, haciendo muy corto ese largo camino que separa a dos territorios situados en las antípodas y que solo comenzaron a tener relaciones significativas a partir del siglo XVII. Pero originalidad también por la circunstancia de haber sabido unir lo antiguo con lo moderno, como en fina urdimbre de seda, cuyo hilo va de Julio Romero de Torres hasta la propia Hisae Yanase, para quedar enhebrado en una aguja que traspasa la ciudad de Córdoba entera, hundiendo sus raíces en la mujer y en la belleza. Muchas han sido las personas que han hecho posible que, desde Córdoba, la cultura entera haya conocido esta vertiente orientalista de Julio Romero. Desde la generosidad de la familia propietaria de la obra del artista que en ella se presenta, hasta las noticias proporcionadas por Mercedes Valverde sobre su primitiva localización, el profundo estudio de Fuensanta García para encuadrarla dentro del conjunto de la producción del artista… pasando por la sagacidad de David Almazán al proponernos una muestra como esta, y la tenacidad de José María Palencia para que pudiera concretizarse con tan amplia longitud de miras. Pero nuestra laudatio quedaría muy mermada si no reconociésemos también la ayuda de otras personas que han contribuido a bordarla. Por ejemplo, la del generoso coleccionista que gentilmente ha cedido dos piezas japonesas en calidad de obras invitadas a la misma; o la de ese trío de magníficos artistas como son la bailaora Begoña Castro, el guitarrista Javier Navarro y el cantaor Miguel Ángel Moreno, que han ideado para la misma una bellísima performance de fusión flamenco-butoh inspirada en la obra titulada kami (=pelo) de Hisae Yanase, con la que se cierra la muestra.

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Desde aquí mi reiterado agradecimiento, no solo a todos ellos, sino también a los establecimientos comerciales y empresas de la ciudad que, con su mecenazgo, han hecho posible reunir la infraestructura necesaria para poder activarla, y también especialmente a la Diputación Provincial por su imprescindible aportación para que este catálogo pudiese finalmente ver la luz.



Manuela Gómez Camacho Delegada de Educación Cultura y Deporte de la Junta de Andalucía en Córdoba

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La Diputación de Córdoba viene defendiendo la idiosincrasia de todos y cada uno de nuestros pueblos, esas características que nos diferencian dentro de nuestra propia tierra, de norte a sur y de este a oeste. Es, simplemente, asombroso lo que unos pocos kilómetros diferencian el sentir y la forma de vida de los vecinos de Lucena respecto a los de Pozoblanco, Cardeña, Luque o Montalbán, por ejemplo. Nuestras peculiaridades nos definen, y, a la vez, nos diferencian y nos unen, porque siempre encontramos algún puente tendido con el que sentirnos próximos a las tradiciones de otras localidades. La exposición Bijin: el japonismo de Julio Romero de Torres, que acoge el Museo de Bellas Artes de Córdoba, pone de relieve, por un lado, que también existen esos puentes entre la cultura cordobesa y la japonesa, demostrando que todos pertenecemos a un lugar llamado mundo; y, por otro, descubre una faceta, la vertiente orientalista de nuestro pintor más universal, el maestro Julio Romero de Torres. Además, esta muestra forma parte de los actos conmemorativos del Año Dual España-Japón 2013-2014, cuyo objetivo es profundizar en el conocimiento del arte de ambos páises y acercar a España el fenómeno del japonismo. A dicho marco, se ha querido unir la Diputación de Córdoba por partida doble. Primeramente, no podemos dejar de aprovechar las sinergias en torno a este acontecimiento, pues implica una mayor promoción del destino Córdoba en el país nipón. Aumentar la atracción del turismo japonés es importante, por su repercusión económica, y por desestacionalización de su visita, uno de los principales retos a los que se afronta, año tras año, el sector turístico cordobés. En un segundo ámbito, hemos querido sumar a la provincia a este ambiente conmemorativo con la celebración de ciertas actividades como la exposición de fotografías en el Castillo del Almodóvar –adquiridas por sus propietarios a finales del siglo XIX en su estancia en Japón- durante este año, o como la posible exhibición de tambores de Baena junto a la de tambores japoneses. Así, la institución provincial no puede estar ajena a todos estos hechos, y especialmente teniendo en cuenta el éxito suscitado por la muestra que se expone en el Museo de Bellas Artes de Córdoba, que ha recibido más de 15.000 visitas en sólo tres meses y ha provocado la prórroga de las misma durante tres meses más. Es de recibo, por tanto, procurar cierta perpetuidad a esta exposición con la publicación de un catálogo que deje constancia de su relevancia y ensalce el esfuerzo de quiénes las han hecho posible.

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Para la Diputación de Córdoba, a través de la Imprenta Provincial, es un verdadero orgullo poder colaborar en este proyecto, que nos traslada al Japón más desconocido.

María Luisa Ceballos Casas Presidenta de la Diputación de Córdoba

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Un catálogo para perpetuar la fascinación oriental

Como amigos de los museos cordobeses nos complace que la exposición Bijin: el japonismo de Julio Romero de Torres haya recibido más de quince mil visitas en tres meses, y que su éxito haya propiciado su prórroga otros tres, para brindar así la oportunidad de su disfrute a nuevos visitantes. Pero tras la prórroga la exposición llegará a su fin y se convertirá en recuerdo, que se irá diluyendo con el paso del tiempo hasta acabar reducida a una reseña de hemeroteca o a unas líneas en una memoria de actividades. Sólo la publicación de su catálogo redime a una exposición del olvido, pues la mantiene en cierto modo viva, permitiendo que el visitante de hoy pueda seguir gozándola mañana, cuando abra sus páginas, o que los investigadores tengan la oportunidad de estudiarla. Por eso la Asociación de Amigos de los Museos de Córdoba se siente satisfecha de que su gestión mediadora para que este catálogo vea la luz haya fructificado, gracias a la receptividad de la Diputación Provincial, que al asumir su realización ha dado ejemplo, una vez más, de fructífera colaboración entre instituciones, contribuyendo así a que el conocimiento y el esfuerzo de cuantos han hecho posible la exposición –tanto su organizador, el Museo de Bellas Artes de Córdoba, como su comisario, David Almazán– queden recogidos en estas páginas para siempre. El libro constituye el digno y perdurable testimonio de una muestra artística plena de exotismo, delicadeza y refinamiento oriental, con la que Córdoba se suma al Año Dual España-Japón que conmemora la primera embajada nipona que visitó la ciudad en 1614. La exposición permite establecer un curioso diálogo entre las figuras femeninas que aparecen en las exquisitas estampas japonesas y las mujeres de nuestro Julio Romero de Torres, aureoladas de sensualidad y misterio, que tienen su más exótica manifestación en el cuadro que pintó hacia 1895 para la barbería del Casino Militar cordobés –todo un fascinante descubrimiento–, que revela su atracción por la sutil belleza (bijin) del japonismo, tan conectado estéticamente con algunas manifestaciones del modernismo. Enhorabuena y gracias por proporcionarnos este deleite.

Ana María Suárez Varela Presidenta de la Asociación de Amigos de los Museos de Córdoba

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La exposición Bijin: el japonismo de Julio Romero de Torres tiene la intencionalidad principal y se justifica en base al estudio de la influencia que ha ejercido la estética japonesa en la cultura artística española, y más en concreto en la cordobesa. Surge de una petición de colaboración de su comisario, David Almazán Tomás, profesor de Arte Japonés en el Departamento de Historia del Arte de la Universidad de Zaragoza, para que pudiésemos llevar a cabo en 2013-14 una muestra sobre esta temática con motivo de la celebración del Año Dual España Japón, haciéndola coincidir con sus fastos. Sabido es que el japonismo, es decir, la imitación o inspiración de los artistas en las manifestaciones artísticas del país del sol naciente, particularmente en las de sus periodos Edo y Meiji, fue de tal impacto en Europa ya desde mediados del siglo XIX, que acabaría modificando los destinos del arte occidental contemporáneo, muy especialmente a través de la práctica de la vanguardia impresionista desde comienzos del novecientos. El arte español de ese momento, aunque con menor fuerza tal vez, tampoco quedará rezagado del conocimiento de esta corriente.Y concretamente, en Córdoba, contábamos con un artista de excepción que, como parece evidente, también llegó a recibir alguna ola del gran tsunami nipón, especialmente durante su primera etapa de desarrollo, entre aproximadamente 1890 y 1907, cuando pintaba junto a su hermano Enrique, estaba a la cabeza del conocimiento de lo que se hacía en Europa y practicaba una pintura todavía de inspiración en la naturaleza, realizada a base de un colorido fuerte y electrizante, teniendo a la mujer como exclusiva protagonista. Es por eso que esta muestra plantea en primer lugar el estudio de esa influencia en nuestro primer pintor de la transición de centurias, para lo que hemos partido de mostrar un lienzo de su autoría perteneciente a una colección particular, que al parecer formó parte de una decoración “a la chinesca” realizada por el artista entre 1895 y 1900 para decorar la barbería del Casino Militar de Córdoba, conociéndose la existencia de un pendant del mismo en otra colección privada. El lienzo, en el que Julio Romero se muestra ya totalmente versátil, utilizando el óleo con gruesos toques de remate al temple, ha sido restaurado para la ocasión en el Museo por María José Robina, y a su carácter de obra inédita ha de sumar el ser la primera vez que se expone públicamente. A ello se unen veintiséis ukiyos-e japoneses de distintos momentos y autores procedentes de otra colección privada que muestran el encanto y la maestría en el trabajo sobre papel de los artistas japoneses, y que se hacen dialogar con otras tantas obras de Julio Romero de Torres elegidas entre las que, salvando las distancias y la distinta entonación cultural, pueden parecerse

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bien en su contenido o simplemente en su concepto iconográfico, pues como ya hemos apuntado, existe un abismo casi insalvable entre un arte que busca su inspiración y pretende poner de manifiesto las emociones y sentimientos humanos ante el fragor de la naturaleza, y otro que a postas se aleja de la naturaleza para expresar contenidos abstractos, como el amor, los celos, las pasiones o la muerte, aunque para ello a veces partan de un mismo objeto. Pero a lo largo de su concreción, la exposición no ha querido quedarse solo en esto, sino que también pretende ser un homenaje a los primeros humanistas japoneses, que al igual que lo hacían los repertorios de estampas e ilustraciones, arribaban por entonces a occidente para conocer su paisaje, imbuirse de su cultura y aprender sus idiomas. España, Andalucía y Córdoba no quedaron al margen de este fenómeno, y como hemos podido documentar en los “Libros de Firmas” del Museo de Bellas Artes de Córdoba, en este momento nos visitaron algunos de ellos, entre los que destacamos al hispanista nipón Shizuo Kasai (1895-1989), quien escribió un diccionario español-japonés y varios libros más, alguno como relato de sus propios viajes por la península. Finalmente, para patentizar que esa doble influencia se sigue dando y que lo japonés, o al menos algo de su estética taoista, de la sutileza de las creaciones de sus artistas, de sus perjuicios y bondades, aún está presente en nuestra existencia inmediata, hemos querido que en la muestra participe Hisae Yanase, artista nacida en Japón y afincada en Córdoba desde hace varias décadas, que ha alcanzado un reconocido prestigio en los medios creativos locales, como han venido demostrando ella con sus exposiciones y la ciudad con los distintos reconocimientos que le ha otorgado. Su instalación, realizada para la ocasión y titulada Kami, se inserta en el conjunto de valores y significaciones culturales que para la cultura nipona tiene el cabello femenino, y cierra el pasado y abre hacia el futuro la puerta de ese tatami imaginario donde hoy queremos que nuestro público acuda con todos los sentidos abiertos, como para poder participar en una ceremonia del té. Quiero, pues, agradecer a la propia Hisae, a los coleccionistas y prestadores de obras, sus generosas cesiones; a los prestadores de imágenes públicos y privados -museos Julio Romero de Torres, Bellas Artes de Bilbao, Nacional de Arte Reina Sofía y Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires, etc...-; a Fuensanta García de la Torre por su texto sobre el japonismo de Julio Romero... para una muestra que marca sin duda un principio y un final entre las muchísimas que este Museo ha realizado en su ya más que centenaria historia. Porque la misma también pone de manifiesto que eso que hoy se ha dado en llamar micromecenazgo, existe. Y no solo que existe, sino que es absolutamente necesario, que todas las leyes que se promulguen en ese campo que lo estimulen y faciliten han de ser bienvenidas, en un medio cultural como el nuestro que

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se encuentra todavía bastante lejos del nivel al que han llegado a alcanzar esos países a los que se suele señalar como socios europeos. Por eso, es de justicia agradecer hoy también públicamente a todas personas del ámbito empresarial de esta ciudad, del entorno más inmediato del Museo, que de una u otra forma, con una cantidad más o menos, han querido apoyarnos en este proyecto. A Ricardo González Mestre y a todo su equipo de Editorial El Páramo; a Pepe Campos por la Fundación Bodegas Campos y su asociada Fundación Cruz Campo; a Ángel Casares y Elena Landauro de Servicio Integral de Artes Gráficas Casares; a Ester Casado y Paco Dominguez de Zum Creativos; a Rafael Sicilia de la Taberna El Pimentón y a Antonio Sicilia de la Taberna Sociedad de Plateros; y a Tomás Montero y Paloma Pintor de Caravansar. Gracias de nuevo, y que este sea solo el comienzo de una andadura que pueda darnos nuevas satisfacciones en el futuro. Y por último, agradecer también a la Embajada de Japón en España, que a través del equipo gestor del AÑO DUAL, capitaneado por Kenichi Yamaguchi, ha tenido a bien hacerla suya, encuadrándola dentro del conjunto de celebraciones que oficialmente han formado parte de esta ya histórica anualidad de hermanamiento.

Jose María Palencia Cerezo Director del Museo de Bellas Artes de Córdoba

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CÓRDOBA Y JAPÓN, EL ARTE COMO PUNTO DE ENCUENTRO David Almazán Tomás Andalucía ha tenido y tiene un protagonismo especial en las relaciones culturales entre España y Japón. Por esta razón, la celebración del Año Dual hispano-japonés que se está celebrando en los años 2013 y 2014 está teniendo una gran repercusión, tal como testimonia la visita del príncipe imperial Naruhito a Coria del Río en junio de 2013. Fue en esta localidad donde, precisamente, se instaló la primera colonia japonesa en Europa, un pequeño grupo de samuráis que vinieron en una embajada a comienzos del siglo XVII pero decidieron quedarse e integrarse en la vida local. Desde entonces hasta hoy algunos japoneses que conocen Andalucía deciden quedarse también por muy diversos motivos: la gente, el clima, la gastronomía y su patrimonio cultural. La Alhambra en Granada o la Mezquita de Córdoba son visitas fundamentales en el itinerario de los turistas japoneses a nuestro país, que evitan el turismo de sol y playa y aprovechan para conocer lo más profundo de la cultura española.

Un primer encuentro Las relaciones entre la Península Ibérica y Japón comenzaron aproximadamente a mediados del XVI, cuando portugueses y españoles arribaron a las costas del archipiélago. Primero llegaron los comerciantes y, poco después, los misioneros que intentaron la evangelización de las islas. Así comenzó el periodo en Japón conocido como El Siglo Ibérico (1543-1639), una etapa ya lejana que dejó significativas huellas en la historia de ambas naciones y que, por lo tanto, nos interesa recuperar para relanzar las relaciones hispano-japonesas. En aquella época hubo dos importantes embajadas a nuestro país. Bajo el patronazgo lusitano, los jesuitas organizaron la misión Tensho-, compuesta por cuatro niños principitos de la nobleza nipona de provincias, que llegaron por Lisboa y fueron recibidos en El Escorial por Felipe II en 1585. La segunda embajada, llamada de Keicho-, fue recibida por Felipe III en 1615 y estaba compuesta por la legación enviada por el daimyo- Date Masamune. El cuarto centenario de esta segunda expedición es el que se celebra en este Año Dual España-Japón.

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Grabado del s. XVII del samurái Hasekura en Europa. Fue el primer “turista” japonés en visitar Córdoba, en 1614. El encargado de comandar la embajada Keicho- fue un samurái de bajo rango llamado Tsunenaga Hasekura, quien inició su viaje en 1613 con el franciscano Luis Sotelo para visitar a Felipe III en Madrid y al papa Pablo V en Roma. Para ello tuvo que atravesar el Pacífico, cruzar Nueva España y embarcarse nuevamente para viajar por el Atlántico hasta llegar a Sanlúcar de Barrameda el día 5 de octubre de 1614. Aunque prácticamente desde su salida la embajada japonesa estaba destinada al fracaso por la política de aislamiento y persecución del cristianismo emprendida por los caudillos de la familia Tokugawa que gobernaban ya todo Japón, lo cierto es que el recibimiento de la embajada en todas las ciudades españolas fue triunfal y espectacular. En Sevilla, donde llegaron el día 21 de octubre, se produjo la primera gran recepción de la legación, que fue acomodada en el Alcázar. El 25 de noviembre emprendieron su camino hacia Córdoba, la segunda gran ciudad andaluza que visitó la embajada Keicho-. Córdoba era a comienzos del siglo XVII una ciudad de importante pujanza económica y cultural, que sin duda debió impresionar a estos primeros turistas japoneses. El corregidor de Córdoba, Don Juan de Guzmán, se esforzó en que la visita de los japoneses fuera espléndida y memorable. Antes de llegar a Madrid, el día 5 de diciembre de 1614, también visitaron Toledo. En Madrid estuvieron un tiempo aguardando la audiencia de Felipe III, que no se produjo hasta el 30 de enero de 1615 en una sesión, que como en el resto de los contactos epistolares que hubo, no alcanzó ningún compromiso en firme por la

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desconfianza que había hacia una legación de rango local y ante las alarmantes informaciones de las persecuciones del cristianismo por parte de los Tokugawa.

El retorno de las relaciones Con los Tokugawa en el gobierno se instauró una dictadura militar que aisló Japón del resto del mundo durante casi doscientos cincuenta años. Esta época se denomina periodo Edo (1615-1868) por el nombre de la nueva capital política de Japón, que hoy conocemos como Tokio. Durante este periodo el cristianismo, y cualquier contacto con los españoles, estuvo prohibido. Las relaciones de Japón con Occidente no se retomaron hasta mediados del siglo XIX y, especialmente, desde 1868 con la restauración del emperador Meiji, que reinó desde este año hasta su muerte en 1912. Su gobierno supuso un nuevo marco de desarrollo de la sociedad japonesa que se caracterizó por la modernización y el retorno de las relaciones diplomáticas. En esta era Meiji los países occidentales con más contactos con Japón fueron Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Alemania, Italia y el resto de grandes potencias. España, a punto de perder todas sus colonias, no era visto como un país modelo de modernidad y, de hecho, las relaciones diplomáticas fueron muy débiles. La imagen que los japoneses tuvieron de España en el siglo XIX y comienzos del XX fue la imagen romántica de España que se transmitió desde la cultura francesa. En ese sentido, era una imagen muy condicionada por la literatura de viajes, las imágenes de Andalucía y un redescubierto patrimonio artístico característico de la particular historia de España: el arte hispano-musulmán. También lo andaluz predominaba en la descripción de tipos y costumbres: con corridas de toros, bandoleros y un modelo de mujer pasional andaluza, tipo Carmen de Bizet. Así aparece la imagen de España en los primeros libros y libros ilustrados sobre nuestro país en el Japón de la era Meiji. Esta primera imagen llena de tópicos sobre España pronto fue matizada por diversos viajeros que visitaron nuestro país directamente. En el siglo XIX la mayoría de estos viajeros japoneses fueron diplomáticos y militares, pero a medida que entramos en las primeras décadas del siglo XX vamos encontrando por nuestro país a un significativo número de intelectuales japoneses que tienen un interés por conocer España. Se trata de artistas y profesores que aprovechan su estancia en Europa para recorrer algunos países y, también, los primeros hispanistas japoneses que recorren por vez primera nuestro país. En este sentido, esta generación de primeros hispanistas (que luego fueron los catedráticos más importantes en las universidades japonesas) son el fruto de las primeras clases de enseñanza del español en tierras niponas, tarea que llevó a cabo el profesor Gonzalo Jiménez de la Espada en la Escuela de Lenguas Extranjeras de Tokio durante una década, desde su llegada a Japón en 1906. A

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su regreso a España, este profesor fue una referencia para aquellos japoneses estudiantes del idioma español que querían conocer de primera mano la cultura española. Por supuesto, igual que ahora, el recorrido por las principales ciudades andaluzas era una parte del recorrido imprescindible para todos. Por su belleza y singularidad, Córdoba era una ciudad muy visitada. En parte, por su rico patrimonio artístico, pero también por la imagen de la cultura española popular (tan atractiva para el turista que busca lo esencialmente característico de la nación que visita) que a través de la pintura había creado Julio Romero de Torres en torno a la mujer andaluza. La España racial del flamenco, de las pasiones, de la religiosidad popular, etc. La labor emprendida desde el Museo de Bellas Artes de Córdoba en el estudio de las firmas en los libros de visitas al museo nos ofrece un valioso testimonio del interés de los primeros turistas japoneses modernos por Córdoba y su arte. No cabe duda de que esta exposición es también un homenaje hacia estos pioneros que visitaron Córdoba y animaron a otros compatriotas a conocer la belleza de España.

El hispanista Shizuo Kasai (1895-1989) visitó Córdoba en febrero de 1928. Escribió varias obras sobre el español y, en 1960, un cuaderno de viajes sobre España titulado Supein kiko-.

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Uno de los intelectuales más representativos que visitó Córdoba, concretamente en febrero de 1928, fue el gran hispanista Shizuo Kasai (18951989), entonces un joven profesor de treinta y tres años, pero que pronto se convertiría en uno de los máximos especialistas de nuestra lengua en Japón y alcanzaría el puesto de rector de la Universidad de Estudios Extranjeros de Tokio. Shizuo Kasai estuvo un tiempo en nuestro país, afincado en Madrid, realizando viajes a los lugares más atractivos culturalmente. Durante su estancia en España presentó y tradujo algunos breves poemas haiku, muy influyentes en la renovada poesía española del momento. Le acompañaron en su visita a Córdoba otros compatriotas: un profesor de la Universidad de Tokio no identificado y los hermanos Shimogo- Torakichi y su hijo Shimogo- Yoshikazu, estudiantes de la Universidad de Doshisha, en Kioto. En el libro de visitas del Museo de Bellas Artes de Córdoba aparece también el testimonio de la visita en 1929 del ingeniero agrónomo Ito- Choji, que entonces tenía treinta y cinco años y que era profesor de la Universidad de Fukuoka. Suponemos que, además de los olivares y viñedos, también tenía intereses culturales. En 1930 aparecen en el libro de firmas otros cinco japoneses que en su ampliación de estudios en Francia decidieron visitar España. Entre ellos destaca el profesor Nanako Daifu (1895-1983) que fue un eminente químico con una laureada trayectoria. En este grupo viajaban también el historiador Ando- Yusen, Kimura Atsushi y otros dos turistas más. El arte fue, sin duda, la primera motivación para la visita a Córdoba del pintor Kobori Shiro- (1902-1998) en 1932, el cual estuvo en París durante más de un lustro, entre 1928 y 1933, formándose en arte europeo y pintura al óleo. Fue una persona influyente en los ambientes culturales japoneses, más que por su reconocimiento como pintor, por su matrimonio con una hija del célebre novelista Mori Ogai (1862-1922).

Japón y Córdoba hoy Todos estos nombres, y otros más, suponen el inicio del primer turismo japonés por España, un fenómeno que se ha desarrollado fundamentalmente durante las dos últimas décadas del siglo XX hasta el presente. Sin duda el patrimonio cultural y su amplia oferta turística es el mejor reclamo para que muchos japoneses quieran conocer Córdoba en el siglo XXI. En la actualidad hay japoneses que han fijado en Córdoba su hogar y, también, artistas que han desarrollado aquí su trayectoria artística. En una fecha muy temprana, 1968, se instaló en Córdoba la artista Hisae Yanase, cuya actividad principalmente se ha centrado en el ámbito de la cerámica creativa, disciplina en la que ejerce docencia, desde 1976, en la Escuela de Artes y Oficios Mateo Inurria de Córdoba. La presencia de la obra de Hisae Yanase en esta exposición, junto con el testimonio del Japonismo de Julio Romero de Torres, muestran la unión a través del arte de Japón y Córdoba.

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El japonismo de Julio Romero de Torres El Japonismo define la influencia del arte nipón en el ámbito de la cultura burguesa desde la segunda mitad del siglo XIX. En cierto modo, el Japonismo puede ser entendido como un subgénero del Orientalismo, atendiendo a su temática. Sin embargo, también fue una influencia estilística que influyó en la renovación del arte académico europeo, como es posible apreciar en muchos impresionistas, post-impresionistas, simbolistas y modernistas. Prácticamente, ninguno de los pintores seducidos por lo japonés viajaron hasta el País del Sol Naciente. El contacto con el arte japonés se produjo por el desarrollo de un coleccionismo apasionado de pequeños objetos japoneses (estampas, porcelanas, marfiles, lacas, abanicos, kimonos, etc.) que llegaron a las capitales europeas desde la apertura de los puertos japoneses desde mediados del siglo XIX y, sobre todo, durante la era Meiji (1868-1912). Los intelectuales y artistas de París descubrieron en el arte japonés una seductora vía para refrescar la cultura de su tiempo, de modo que en la década de los años 80, más que una novedad, el Japonismo era ya una corriente consolidada y difundida en el mundo del arte. Los hermanos Goncourt, Charles Baudelaire, Philippe Burty, Félix Bracquemond y muchos otros fueron los primeros en llamar la atención sobre este nuevo descubrimiento, que influyó decisivamente en Abbott McNeill Whistler (1834-1903), Edouard Manet (1832-1883), Edgar Degas (1834-1917), Claude Monet (1840-1926) y Vincent Van Gogh (18531890), por citar solamente el nombre de algunos de los más grades pintores del siglo XIX. Todos ellos coleccionaron y admiraron las estampas japonesas ukiyo-e. El coleccionismo estuvo apoyado por la aparición de establecimientos especializados y la presencia de Japón en las Exposiciones Universales. Por otro lado, las publicaciones, especialmente las revistas ilustradas, gracias a sus grabados y fotografías, difundieron también el arte japonés más allá del coleccionismo. Hubo revistas especializadas, como Le Japon Artistique, de gran difusión en toda Europa, publicada en francés, inglés y alemán desde 1888 a 1890 con espléndidas litografías en color. Aunque España no tuvo contactos comerciales intensos con Japón como sí tuvo París, lo cierto es que la estancia en la capital francesa de muchos pintores españoles, con Mariano Fortuny (1838-1874) a la cabeza, hizo que pronto también apareciera el Japonismo en la pintura española. Con el icono de la ópera de Puccini Madama Butterfly, las recreaciones de bellas geishas en el imaginario occidental se multiplicaron, incluso en el arte español, que tenía otros orientalismos, como el musulmán, que ejerció lógicamente una mayor influencia. La celebración en 1888, en Barcelona, de nuestra primera Exposición Universal supuso la presencia de un Pabellón Japonés que tuvo un enorme éxito comercial en la venta de sus objetos artísticos. En buena medida, el Japonismo fue un ingrediente del Modernismo, que aportó diversos recursos decorativos en sus elegantes ritmos

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orgánicos y en gran parte de su repertorio ornamental, como flores, aves, mariposas y libélulas. Los mantones de seda fina que llegan desde la China, los conocidos mantones de Manila, sobrepasan la importancia de las ocasionales apariciones de algún kimono en la pintura andaluza. El mantón de Manila fue un elemento de la imagen nacional configurada en torno a la mujer andaluza y, además, una magnífico tema pictórico para emancipar la pintura y dotar de un gran colorido un cuadro. En paralelo a todo este importante conjunto de obras, hubo también algunos pintores que mostraron un activo interés por el arte japonés, como los malagueños José Blanco Coris (1862-1946) y Pedro Sáenz y Sáenz (1863-1927) y el granadino José María Rodríguez Acosta (1878-1941). En esta nómina de japonistas debemos incluir también el nombre del cordobés Julio Romero de Torres (1874-1930). Muchos son los estudios que en las últimas décadas han retomado el análisis de este importante pintor, de gran éxito en su tiempo, que hoy se considera uno de los ejemplos más sobresalientes del simbolismo en España. La obra de Julio Romero de Torres ha sido bien estudiada por destacados especialistas, como Mercedes Valverde, directora del Museo Julio Romero de Torres del Ayuntamiento de Córdoba, a quien agradezco sus amables orientaciones, y Fuensanta García de la Torre, anterior directora del Museo de Bellas Artes de Córdoba, con cuyas contribuciones se enriquece este catálogo. Centrada en la mujer morena y con la esencia de la cultura popular como gran tema artístico, su pinturas son quizá una de las mejores presentaciones visuales para mostrar algunos de los rasgos más definidos de la cultura española, de la cultura andaluza. La reciente declaración del flamenco como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, nos avala una lectura de su obra como un muestrario de valores que pueden elevarse a una esfera universal. Al igual que hicieran algunos poetas andaluces, como los Machado o García Lorca, Julio Romero de Torres supo apreciar, disfrutar y representar la voz de la calle, rompiendo las fronteras de la alta y baja cultura. Desde estos principios, desde luego, Julio Romero de Torres no necesitaba ensoñaciones japonistas ni lejanos escapismos para adornar sus obras. Ciertamente, aunque fue un artista de gran repercusión en toda España y también de éxito internacional, sobre todo en Argentina, lo cierto es que, por la temática de su obra, Córdoba podría haberle servido como único escenario. ¿Por qué entonces hablar del Japonismo de Julio Romero de Torres? Julio Romero de Torres fue un artista que, por su ambiente familiar, tuvo en Córdoba una formación muy completa en una época en la que el fenómeno del Japonismo ya estaba consolidado en la pintura europea y era tam-

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bién una moda burguesa muy extendida. Asimismo, acontecimientos como la Guerra Sino-japonesa (1894-1895) y la Guerra Ruso-japonesa (1904-1905) supusieron la presencia constante de Japón en la prensa española, combinando reportajes de actualidad con informaciones sobre sus costumbres tradicionales. Por otra parte, la revista especializada Le Japon Artistique llegaba por suscripción a diversas bibliotecas y casinos de nuestro país. Por todo ello, resulta impensable que el joven Julio Romero de Torres no hubiera tenido contacto alguno con el arte nipón en Córdoba. En algunas pinturas de juventud debió de copiar algunas estampas ukiyo-e y estudiar, como habían hecho ya sus artistas más admirados, las posibilidades estéticas de adaptar principios del arte japonés. Hasta el momento no conocíamos muestras del Japonismo de Julio Romero de Torres, pero en esta exposición se exhibe un alargado panel pintado al temple, de unas medidas de 180 cm. x 110 cm., propiedad de un particular y procedente del antiguo Casino Militar de Córdoba. La obra está protagonizada por una elegante geisha y su asistente, esto es, una oiran con su maiko, y nos ofrece un testimonio de esta faceta del artista cordobés. La pintura, con vivos colores, con toda seguridad fue tomada de alguna estampa ukiyo-e japonesa, del género de mujeres hermosas o bijin-ga, que Julio Romero de Torres vio directamente o a través de una reproducción, posiblemente, por la composición y estilo, de algún artista como Utagawa Kunisada (1786-1865) o Keisai Eisen (1791-1848). La composición se cierra con otro de los temas representativos de arte nipón: el mundo floral. Numerosas flores de muy diversos tipos, en elegante disposición y gran detallismo, rodean la escena femenina. Este repertorio floral nos remite también a la estampa ukiyo-e, al género de kacho--ga o flores y pájaros. La referencia a algún autor concreto en este apartado es más compleja, si bien es muy posible que los libros de repertorios de motivos japoneses o las láminas litográficas de Le Japón Artistique, que se comercializaron durante finales del XIX y principios del XX en varios formatos, pudieran ser el modelo de referencia para Julio Romero de Torres. Aunque futuros trabajos precisarán las informaciones sobre esta pintura japonista de Julio Romero de Torres, que pertenece a una colección particular que amablemente ha cedido la pieza para ser exhibida como cuadro especial en esta exposición, podemos fijar la datación de la misma en la última década del siglo XIX, entre 1895 y 1898. Este panel, junto con al menos otra pieza de características semejantes con una escena de baño con un inusual desnudo japonista, sirven para completar el perfil de Julio Romero de Torres y situarlo en las coordenadas de las tendencias en boga. No obstante, en otras obras más conocidas de Julio Romero de Torres se aprecia también un marcado Japonismo, el cual es más indirecto y de debe a la asimilación e influjo de artistas consagrados que ya habían adoptado para el arte occidental algunas de las lecciones del arte nipón, es-

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pecialmente del grabado ukiyo-e. Así se puede apreciar en toda la interesante trayectoria de Julio Romero de Torres como cartelista. Bien para las fiestas, las ferias, las corridas de toros o para publicitar a Explosivos Riotinto, Julio Romero de Torres emplea con acierto fondos neutros, figuras bien definidas y cierto planismo en la aplicación del color. En el panorama nacional se aprecia el influjo de otro japonista destacado, Ramón Casas (1866-1932), el cual había incorporado el estilo de Henri de Toulouse-Loutrec (1864-1901), uno de los mayores representantes del Japonismo europeo. Toulouse-Loutrec había abandonado los grandes temas solemnes de la pintura decimonónica y se había volcado no solamente en la vida cotidiana, sino también en el mundo de las diversiones, el mundo nocturno y el mundo de las mujeres de vida alegre. Esta temática era, más o menos, la misma del ukiyo, el mundo flotante o mundo efímero del grabado japonés, protagonizado por los personajes de los barrios de placer, del teatro y de las casas de té. La cotidianidad que se respira en muchas de las estampas ukiyo-e influyeron mucho en los artistas impresionistas anteriormente. Los simbolistas, especialmente Gustave Moreau (1826-1898), también coleccionaron estampas japonesas y reflejaron en su pintura el lado más fantástico del arte nipón. Por todo ello, en los viajes de formación que Julio Romero de Torres hizo por Europa pudo conocer las diversas tendencias, sobre todo el Simbolismo, y ser testigo del éxito del Japonismo. Durante las primeras décadas del siglo XX, el Japonismo lejos de perder su vigencia la renovó, adaptándose a las distintas corrientes, incluso más allá de la Exposición de Artes Decorativas de París de 1925 que volvió a relanzar lo japonés. Sin embargo, en la obra pictórica madura de Julio Romero de Torres no vuelven a aparecer geishas. Del Japonismo quedan solamente algunas valiosas orientaciones para su personal producción artística, como la temática femenina, elevada a icono de la identidad cultural. Sus mujeres son gitanas desnudas, de piel morena y cabellos negros. También cantantes, cupletistas, actrices. En cierto modo, las bijin del momento en su entorno: mujeres admiradas por su belleza y encanto. En ocasiones, como en las estampas japonesas, formando series, como hizo en 1913 en su Poema de Córdoba. Naturalmente ninguna de las obras de madurez de Julio Romero de Torres tiene una influencia japonesa directa. Lo que encontramos en esta producción es una coincidencia en los planteamientos del pintor con aquellos lejanos artistas del mundo flotante. La tradición del arte japonés, el popular grabado ukiyo-e, vivió sus últimos episodios en paralelo a la carrera artística de Julio Romero de Torres. Los últimos maestros del ukiyo-e se volcaron en sus grabados en el tema de la mujer como portadora de los valores tradicionales y la identidad nacional. También buscaron escenas cotidianas e íntimas para representar los sentimientos femeninos, en ocasiones turbados por las complejidades del amor. En otras ocasiones,

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presentando también un nuevo modelo de mujer, más independiente y moderno. Durante el siglo XX los pintores tradicionales de pintura japonesa, de la llamada pintura nihon-ga, han mantenido viva la tradición del género bijin-ga. La relación de Julio Romero de Torres con el Japonismo enriquece el análisis de la pintura del pintor cordobés, pero, sobre todo, también es una llamada de atención para los numerosos japoneses que visitan Córdoba y se interesan por la obra de este gran pintor: ¡Julio Romero de Torres es el pintor de la bijin andaluza!

El grabado Ukiyo-e El ukiyo-e es una de las manifestaciones más características del arte de Japón desde el siglo XVII hasta entrado el siglo XX. Es, también, una de sus expresiones más influyentes y valoradas en Occidente. El grabado ukiyo-e no surgió como un arte con mayúsculas, aunque finalmente haya alcanzado esa consideración. Era un arte popular, de las clases sin prestigio social en el Japón de antaño. La palabra japonesa ukiyo-e se compone de tres partes, que significan flotante (uki), mundo (yo) y pintura (e) y se traducen como la “pintura o grabado del mundo flotante”. El término proviene originalmente del Budismo, como expresión para el ilusorio mundo que nos separa del verdadero conocimiento. Sin embargo, las clases populares de las ciudades japonesas se sintieron más atraídas por las diversiones mundanas que por la salvación eterna. Este planteamiento surge en el periodo Edo (1615-1868), cuando aparece en Japón una sociedad de carácter urbano. Se estima que, en el siglo XVIII, la ciudad de Edo (esto es, Tokio), superaba el millón de habitantes. Otras importantes ciudades, como Kioto u Osaka, alcanzaban entonces los cuatrocientos mil vecinos. Por debajo de la casta de los samuráis y de los agricultores, había una diversa población de comerciantes y artesanos urbanos, los cho- nin, que podemos equiparar a la mesocracia o la moderna burguesía. El ukiyo-e es un arte comercial que reflejaba los gustos de los cho-nin. Es interesante considerar sus planteamientos, muy cercanos a nuestra cultura de masas actual: ocio, fama y moda. Entre los muchos temas de la estampa japonesa, el más importante fue el de las mujeres hermosas (bijin). El género denominado bijin-ga (pintura de mujeres bellas) fue una obsesión de los editores por su rentabilidad. Casi todos los grandes maestros destacaron en el género bijin-ga. Más que retratos, cada artista creó su tipo ideal de belleza, siempre con llamativos kimonos y elaborados peinados, así como cierta contención en la expresión. El gran maestro Kitagawa Utamaro (1753-1806), estableció un canon clásico de mujer elegante, sensual y altiva. En el periodo Meiji (1868-1912), cuando el Japón comenzaba a modernizarse y los valores estéticos se occidentalizaban, los artistas de la última generación de artistas del ukiyoe se dedicaron con nostalgia al género bijin-ga, como tratando de parar el tiempo y retener para siempre

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la belleza tradicional de la mujer japonesa. Entre estos pintores se encuentran Toyohara Chikanobu (1838-1912), Ogata Gekko- ( 1859-1920), Mizuno Toshikata (1866-1908) y una larga nómina en la que se encuentran los artistas seleccionados para esta exposición y cuyas biografías se presentan al final de este catálogo. Las protagonistas del bijin-ga podían ser las hijas y esposas de los comerciantes, que destacaban por su encanto y belleza, aunque la mayoría de las bijin eran prostitutas de los barrios de placer, como Yoshiwara en Edo. Estos lugares fueron un bullicioso lugar de reuniones para artistas y escritores del mundo flotante. Además de hermosas, estas mujeres eran famosas, como lo son hoy las estrellas de Hollywood. Eran admiradas y sus nombres eran conocidos. Los hombres las deseaban y las mujeres copiaban los secretos de sus encantos. Gracias a la difusión de las estampas ukiyo-e, sus ricas vestimentas y peinados marcaban el ritmo de la moda femenina. Por otra parte, es importante señalar el gran nivel técnico de los grabados en color japoneses. Si bien la impresión de textos mediante técnicas de grabado en madera (xilografía) se empleó desde muy pronto en Japón, no fue hasta el siglo XVII cuando comenzó a florecer la industria editorial japonesa gracias a libros y estampas ilustrados mediante xilografías (moku hanga). El hanmoto, o editor, controlaba todos los gremios que participaban en la creación de un libro ilustrado o una estampa ukiyo-e. Elegía los temas adecuados por su oportunidad o tirón popular y escogía al artista de moda o especializado en ese tipo de obras. El grabador (horishi) trasladaba con habilidad sus diseños a una plancha de madera, dejando el dibujo “en relieve”. Esta plancha de madera era la matriz que entintaba el impresor (surishi) para imprimir manualmente, sin emplear el tórculo. En un principio el color se añadía pintando la estampa, pero hacia el año 1745 algunos editores comenzaron a producir estampas que, además de la plancha del dibujo en negro, también recurría a otras planchas de madera para resaltar zonas en color. Una estampa de varios colores requería la talla de seis planchas de madera, una para el dibujo en negro y una por cada color. El impresor estampaba una hoja de papel con cada una de estas planchas, esperando a su secado tras cada impresión y cuidando con celo milimétrico de que la hoja se ajustara perfectamente a cada plancha. Esta compleja técnica se denomina nikishi-e. Otros recursos técnicos, como el gofrado, el pulido de superficies, la aplicación de tintas metálicas o la gradación de la presión al estampar un determinado color hacen de las estampas ukiyo-e una de las cumbres del grabado universal.

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Julio Romero de Torres y el reflejo del japonismo en sus pinturas Fuensanta García de la Torre

Coincidiendo con el Año Dual España Japón, cuatrocientos años de relaciones, en 2013-2014, se están celebrando en distintas instituciones culturales españolas diferentes muestras y actividades cuyo objetivo fundamental es profundizar en el conocimiento del arte de ambos países y acercar a España al fenómeno del japonismo, que tanto influyó en determinados aspectos del arte español desde las últimas décadas del siglo XIX hasta más o menos el entorno cronológico de la guerra civil. A esta gozosa celebración se une el Museo de Bellas Artes de Córdoba con la exposición Bijin. El japonismo de Julio Romero de Torres, en la que el maestro cordobés enfrenta simbólicamente su producción con distintas iconografías de ukiyo-e. Con este motivo analizamos unas pinturas de Julio Romero de Torres (Córdoba,1874-1930) cuya singularidad destaca dentro de la producción pictórica del maestro y que debieron realizarse para decorar alguno de los salones del desaparecido Casino Militar de Córdoba, ubicado en el Palacio de los Marqueses del Boil. 1 En 1898 Julio Romero firma, conjuntamente con su hermano Enrique (Córdoba, 1872-1956), Rosas en la balconada para el techo de la barbería del Real Círculo de la Amistad de la capital cordobesa, asociación cultural y recreativa 1

Situado en la calle Conde de Gondomar, de este palacio derribado hace varias décadas sólo queda la portada original; el edificio construido en su solar está actualmente ocupado por una tienda de moda y unas oficinas de la administración pública. No se han localizado referencias al Casino Militar que aquí interesa en ninguna de estas instituciones: Residencia Militar Gran Capitán de Córdoba –última ubicación del Casino Militar y dónde desconocían una posible ubicación anterior-,Archivo Histórico Provincial y Archivo Municipal de Córdoba, Unidad de Coordinación de Archivos Militares de la Subdirección General de Patrimonio Histórico-Artístico del Ministerio de Defensa en Madrid, Archivo Intermedio Militar Sur en Sevilla, Instituto de Historia y Cultura Militar en Madrid y Archivo General Militar de Segovia.

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para la que años después realizaría la famosa serie de las alegorías de las artes. Parece que el éxito de este monumental lienzo costumbrista pudo suponer para los hermanos Romero de Torres el origen de un nuevo encargo conjunto, conociéndose escasísimas noticias del mismo, manteniéndose su atribución por las pocas referencias bibliográficas y la tradición oral de la familia propietaria del lienzo Geishas en quimonos.2 Sin embargo, con tan escasos datos sobre el origen de estas pinturas, no se debe dejar de lado la posibilidad de que fueran realizadas para el propio Palacio de los Marqueses del Boil y que permanecieran en el mismo una vez que las dependencias del Casino Militar se instalan en la planta baja de este edificio. Coincidiendo con el periodo del reinado del emperador Meiji (1868-1913), Japón se abre a occidente aún permaneciendo fiel a sus tradiciones, aunque en el ámbito artístico la influencia del arte occidental repercutió en el país nipón como reacción a tantos siglos de aislamiento. Esto significa mutuos beneficios que para el arte japonés supone una difusión y una atracción en Europa que da lugar al reconocido fenómeno del japonismo, término popularizado en París, en 1876, por Philippe Burty y aún de plena actualidad. En el caso español, la principal influencia del japonismo se registra en Cataluña con algunos representativos ejemplos en Madrid y breves referencias en otras ciudades, entre las que sin duda se han de citar estos ejemplos de pinturas japonistas realizadas por Julio Romero de Torres, quizás con la participación de su hermano Enrique, que siguen esa tradición de inspiración japonesa o bien, como en este caso, de una repetición casi mimética de las pinturas realizadas por artistas nipones. 3 A nivel internacional ejemplos simbólicos son el sensual Capricho en púrpura y oro: el biombo dorado o la Princesa del país de porcelana, pintadas en 1864 por James McNeill Whistler, el Retrato de Èmile Zola, de Edouard Manet, de 1868, en el que aparecen un biombo japonés y un grabado de un luchador de sumo y el Retrato de Père Tanguy, que Van Gogh pinta en 1887 a uno de los grandes protectores de los artistas del París del momento y que contribuyó a la difusión de la estampa japonesa, como queda reflejado en el sereno retrato que le hizo el maestro holandés. No estará de más señalar cómo el japonismo tuvo su reflejo en otros importantes maestros, entre los que hay que reseñar nombres de tan especial trascendencia como Toulouse-Lautrec, Edgar Degas, Pierre Bonnard o Claude Monet. 2

La pintura llega a su actual propietario a través de una herencia familiar, habiendo sido regalada a los abuelos del mismo por los dueños del mencionado Palacio de los Marqueses del Boil. La otra pintura, con igual origen, no ha podido ser localizada a pesar de haber entrado en contacto con algún miembro de la supuesta familia propietaria, teniendo referencias de haber estado en una colección particular en Córdoba y en Barcelona.

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Agradezco sinceramente a Fernando García Gutiérrez, S.J. su acertado consejo en la identificación de estas pinturas con la estética del periodo Meijí y las referencias al Álbum de dibujos de Katsushika Hokusai (1760-1849).

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Pero para entender la influencia que pudo llegar al maestro cordobés a la hora de pintar estas Geishas en quimonos y Geishas en el baño, (figs. 1 y 2) parece oportuno hacer una breve reflexión sobre cómo se introduce el japonismo en España. Por un lado, se han de considerar los grabados ukiyo-e, término traducido como imágenes de un mundo flotante, representativos símbolos de una escuela que nace en el siglo XVII durante el periodo Edo y que evoluciona en época Meiji hacia una cierta influencia occidentalizante. Se difunden por Europa a partir de mediados del siglo XIX y tienen una decisiva importancia en algunos artistas impresionistas, postimpresionistas, simbolistas y modernistas, centrándose básicamente esta difusión en Cataluña y Madrid, donde algunos coleccionistas contribuyen de forma determinante a la penetración del japonismo en nuestro país.

Fig. 1 Julio Romero de Torres. Geishas en quimonos

Fig. 2 Julio Romero de Torres. Geishas en el baño

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Por otro lado, las decoraciones orientales se repiten en singulares espacios palaciegos, comerciales, de ocio, etc. y ejemplos de ello son el salón de escenas chinescas del Palacio de la Cotilla en Guadalajara, el Gabinete de porcelana del Palacio de Aranjuez, la chambre du lit de la Granja de San Ildefonso, el salón oriental del Palacio de Santoña de Madrid, el Pabellón Imperial Japonés del madrileño Paseo de Recoletos o la Asociación Wagneriana y la Casa Coll i Pujol de Barcelona. El gusto por lo oriental se manifestó igualmente en publicaciones y revistas ilustradas, comercios y subastas de artículos chinos y japoneses, en la publicidad o en la representación de comedias japonesas, además de la celebración en Barcelona de la Exposición Universal de 1888 punto de partida para las adquisiciones de objetos de arte nipón y la expansión del fenómeno del japonismo, que “en el terreno de las Bellas Artes, apreciamos una doble lectura…por una parte atendiendo a su temática, puede ser entendido como género; por otra parte…puede ser considerado como una influencia estilística…” 4, facetas que en las pinturas aquí presentadas parecen aunarse. Así, entre los seguidores del japonismo en España destacan maestros de trascendental importancia para el arte de las últimas décadas del XIX y las primeras del XX, que conocen el arte oriental porque han viajado o residido en París y han entrado en contacto con significativas pinturas, artes suntuarias o joyería que recogen en su composición elementos orientales. Se ha de remontar a la atracción a un pintor como Mariano Fortuny y Marsal (1838 - 1874) que tuvo importantes repercusiones por sus estancias en Paris y Roma. Para el tema que ocupa, sus obras más significativas son El coleccionista de estampas (1863), La japonesa (1865) y Los hijos del pintor, María Luisa y Mariano, en el salón japonés, pintado en 1874 en el salón japonés de Villa Arata, en la playa de Portici cerca de Nápoles, e inacabado por la muerte del maestro, aunque aún así pone de manifiesto la delicadeza con que trata tanto los elementos ornamentales de claro origen japonés como los retratos infantiles y que entendemos como uno de los ejemplos más destacado de todo el japonismo hispano. En su estancia parisina o incluso romana realiza algún grabado copiando un original nipón y un dibujo de un japonés que, junto a su colección de arte nipón, pone de manifiesto su interés por el arte y la cultura japonesa. La presencia en Cataluña del arte oriental llega a través de otros maestros entre los que Apelles Mestres, Alexandre de Riquer o José Triadó y sus ilustraciones representan algunos de los más señeros ejemplos. Sin olvidar a diferentes miembros de la familia Masriera y destacar la importancia de Ramón Casas (1866-1932), cuyo japonismo define Almazán encabezando un sintetismo 4

Almazán Tomás: 2003, p. 95.

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procedente del “estilo caligráfico, lineal y expresivo de Tolouse Lautrec” 5 y cuya vinculación con Romero de Torres hemos resaltado en numerosas ocasiones y se detalla más adelante. En estas referencias del japonismo hispano y en una estética mucho más contemporánea, Joan Miró (1893-1983) realiza, en 1917, el retrato de su amigo Enric Cristófol Ricart, que firma dentro de un característico cartucho y en el que incluso pega sobre el lienzo un original de grabado ukiyo-e y que bien pudo conocer Julio Romero aunque fuera por una reproducción. Sin olvidar el Biombo que Salvador Dalí (1904-1989) que mezcla elementos chinos y japoneses realizado en torno a 1918-1923, quien en alguna ocasión manifestó que asistía a las clases de ropaje impartidas por el maestro cordobés en la Academia de Bellas Artes de San Fernando. En Madrid, pintores como Eduardo Chicharro o Pedro Sáenz e ilustradores como Joaquín Xauradó, Rafael de Penagos o Salvador Bartolozzi asimilan a su manera el japonismo, sin llegar a la trascendencia de las manifestaciones artísticas catalanas. Fuera de estos ámbitos catalán y madrileño, poco se conoce del japonismo en España y frecuentemente se cita, casi de manera exclusiva, al pintor vasco Juan de Echevarria. En este panorama del arte español de fines del XIX y primeras décadas del XX, no se puede olvidar que Romero de Torres era un pintor de una rica formación, tanto por su propio ámbito familiar como por su estrecha vinculación con el Museo de Bellas Artes de Córdoba y la importante biblioteca y hemeroteca de la familia, a las que llegarían referencias de la influencia del arte oriental por Europa y del avance del japonismo entre los pintores españoles contemporáneos, siendo algunos de estos artistas amigos con los que intercambiaba conocimiento artístico, viajes, tertulias o certámenes pictóricos, por lo que no es de extrañar el acercamiento al fenómeno del japonismo en su pintura. Este acercamiento le llega también, además de las referencias bibliográficas y hemerográficas citadas y los ejemplos conservados en los Álbumes para ejercicios de inspiración6, por su participación directa en La Gran Vía, Revista semanal ilustrada, que se publica en Madrid entre 1893 y 1895. En los tres años de edición de la revista, los hermanos Rafael, Enrique y Julio Romero de Torres publican frecuentemente sus dibujos, con una participación más numerosa de Julio. Desde el primer año, el semanario inserta algunos diseños de marcado 5

Almazán Tomás: 2003, p. 99.

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En los dos Álbumes para ejercicios de inspiración la familia Romero de Torres fue coleccionando y archivando materiales muy diversos: recortes de revistas ilustradas internacionales, reproducciones de obras de arte, postales, fotografías o dibujos realizados por algunos de los hermanos, fundamentalmente Enrique y Julio, así como referencias y recuerdos de algunos de sus viajes mas significativos, como el realizado a París en 1904, materiales que sirvieron para la composición de bastantes de sus creaciones artísticas. Para un mejor conocimiento de estos Álbumes véase Julio Romero de Torres desde la plaza del Potro, 1994.

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carácter oriental que ilustran la cabecera de una sección fija titulada Menudencias, además de insertar un dibujo de dos mujeres con quimonos, cuyo autor se identifica con las iniciales A.F., titulado Japonesas o un alegórico dibujo anónimo de un arlequín que lleva en sus brazos a unos niños que simbólicamente representan a China y Japón, titulado La paz entre la China y el Japón e ilustran sendas portadas. 7 Además, en algunos ejemplares de la revista se publica varias veces un dibujo de Julio Romero titulado Zigzag en cuya composición se inserta un farolillo de tradición oriental o el titulado ¡Anda! ¡Anda! y entre cuyas letras se introducen dos abanicos tipo paipai. Pocos números posteriores su hermano Enrique en una composición titulada En varios abanicos, diseña una mujer vestida a la usanza popular andaluza rodeada de diversos abanicos de tradición occidental y oriental. 8 Pero también otras publicaciones ilustradas madrileñas, como Blanco y Negro, La Esfera o Nuevo Mundo - que habían tenido precedentes en La Ilustración - Periódico Universal, La Ilustración artística, La Ilustración Española y Americana o El Semanario pintoresco - tienen una aproximación al japonismo y eran bien conocidas por el pintor cordobés. Acercamiento a motivos orientales que el maestro introduce en varias de sus obras posteriores, como los carteles de la Feria de Nuestra Señora de la Salud de Córdoba de 1902 y 1905, con farolillos orientales que iluminan la feria y la pintura titulada La Feria de Córdoba, entorno a 1899-1900, con similares y esbozados farolillos que igualmente iluminan la caseta municipal en el antiguo recinto ferial cordobés en el Paseo de la Victoria. Bastantes años después en el monumental Retrato de la familia Casana, de 1920, representa a dos muñecas o marionetas de rasgos orientales con las que juegan algunos de los niños retratados. Sin olvidar el uso del mantón de Manila que, pese a su procedencia filipina, tiene un claro origen en China y que Romero de Torres asocia a algunas de sus mujeres desde los delicados bocetos o carteles de los primeros años del siglo XX hasta pinturas de madurez como Mujeres sobre mantón o La nieta de la Trini. Pero no se debe considerar - como a veces se ha hecho - a Romero de Torres como un pintor alejado de lo que hacían sus contemporáneos. Su conexión con movimientos y estéticas de su época se pone de manifiesto en algunas otras obras, a las que sirven de inspiración y motivo para insertar en sus propias pinturas. Posiblemente, el caso más significativo es la Alegoría de la escultura que en 1905 pinta para el Real Círculo de la Amistad de Córdoba. En 7

La Gran Vía, Revista semanal ilustrada, Madrid, nº 87, 24 de febrero de 1895 y nº 98, 12 de mayo de 1895, respectivamente. La ilustración titulada Japonesas, la hemos identificado con la fotografía de Kusakabe Kimbei (1841- 1934), titulada Deux femmes, de hacia 1890, publicada en Sandrine Baylli, Una saison au Japon, Paris, 2009.

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Julio Romero de Torres: La Gran Vía, Revista semanal ilustrada, Madrid, nº 40, 1 de abril de 1894, nº 41, 8 de abril de 1894, nº 42, 15 de abril de 1894 y nº 43, 22 de abril de 1894;. Enrique Romero de Torres: nº 49, 3 de junio de 1894.

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ella reproduce el relieve de La Glebe de Constantine Meunier (1831-1905) y en la misma pintura, para la cabeza de la mujer que simboliza la alegórica arte de la escultura usa el modelo de la Gibson girl. Coincidencia que pone de nuevo en relación a Ramón Casas y a Julio Romero, pues no se ha de olvidar la vinculación existente entre las mujeres de los carteles de ambos maestros y cómo el catalán se inspira en el modelo de chica americana para algunas de sus cabezas femeninas, mientras el cordobés toma directamente la Gibson girl, creada por Charles Dana Gibson (1867-1944), convirtiéndose sus mujeres en arquetipos de una época y una estética: la Gibson girl americana, la que pudo denominarse mujer Casas que identifica al maestro catalán con una mujer de estética muy personal y, desde luego, las populares mujeres cordobesas de Romero de Torres, resumidas en esa mujer morena que lo identifica en el imaginario popular con la idea de la mujer andaluza y lo lleva al tópico más manido de su producción. Es indudable que la mujer está presente a lo largo de su trayectoria y sobre este reflejo de la mujer en su pintura se han venido estableciendo diversas tipologías, resumidas en siete categorías por Raya Téllez: mujer soñada, la prostituta, la cortesana, monjas y místicas, mujeres bíblicas, chiquitas buenas –en este caso término usado por el propio pintor– y ¿liberadas? 9. Aunque específicamente no puedan identificarse los lienzos japonistas de Geishas en quimonos y Geishas en el baño con ninguna de estas tipologías, es indudable que tienen que ver en el concepto y a la vez mantienen cierta vinculación temática con otras pinturas del maestro en las que dos figuras femeninas centran la composición, tal es el caso de Ángeles y Fuensanta, Mujeres sobre mantón, La Buenaventura o Humo y azar, e incluso se podrían repetir en temática similar como en su pintura del Baño de la colegiala, de 1925. Las dos pinturas hasta ahora inéditas y procedentes –previsiblemente– del mencionado Casino Militar de Córdoba, Geishas en quimonos y Geishas en el baño, son especiales y únicos ejemplos de un japonismo manifiesto en la producción del maestro Romero de Torres. Geishas en quimonos lleva la firma de “J. Romero”, (fig. nº 3) mientras en Geishas en el baño no aparece firma, aunque en ambos casos aparecen sendos cartuchos sin identificar ningún kanji o ideogramas, reinterpretando las firmas tradicionales de grabados y pinturas orientales que aquí se emulan. Digno de mención es que no aparezca la firma de Enrique Romero de Torres, que supuestamente realiza las pinturas junto a su hermano Julio, mientras que sí aparecen las firmas de ambos en otro encargo conjunto ya mencionado, Rosas en la balconada. 10 9

Raya Téllez: 2008-2009.

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Geishas en quimonos: óleo y temple sobre lienzo, 180 x 110 cm. Colección particular, Córdoba. Geishas en el baño: podría tener técnica y dimensiones similares, no se ha podido estudiar directamente al estar actualmente en colección particular no identificada, la fotografía ha sido facilitada por el propietario de Geishas en quimonos, desconociéndose el autor de la misma.

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Fig. 3 Julio Romero de Torres. Geishas en quimonos. detalle de la firma. La importancia en Japón del hanakotoba o lenguaje de las flores, de sus distintos significados o vinculación con diversos momentos del año o de la vida, hace que las flores estén frecuentemente presentes en el arte japonés y por asimilación en el japonismo y en estas dos pinturas de Romero de Torres. Flores de cerezo, almendro, peonías, loto y fundamentalmente crisantemos tan del gusto japonés al ser la flor nacional, aunque llegada desde China a Japón, cuyo emperador la adopta como flor del sello imperial, de ahí sus repetido uso en numerosas pinturas, elementos decorativos y ukiyo-e que Julio Romero trata con una suavidad de trazo y color muy especial, siendo de gran interés para algunos artistas del japonismo con ejemplos como el óleo de Manet titulado Crisantemos, de 1881, diseñado para el país de un abanico, elemento del atuendo tanto masculino como femenino y que otros contemporáneos decorarían también con escenas vinculadas al japonismo, como Edgard Degas o Camille Pisarro. En Cataluña, un ejemplo de esta atracción serán las distintas obras de titulo Crisantemos de Alexandre Riquer (1899). Pero no se ha de olvidar la abundancia de flores en bastantes de las pinturas y dibujos de la denominada primera época del maestro cordobés y singulares ejemplo de ello son, además de la mencionada Rosas en la balconada, sus pinturas y dibujos Pereza andaluza, La siesta, Flores, Joven fumando, El patio, Bendición Sánchez, Retrato de la artista Concha Kresman, Mujer entre flores o A la sombra de la mezquita, donde las flores de sueltas pinceladas y delicados o intensos colores son atractivos elementos de la composición al igual que las reflejadas en estas dos pinturas japonistas. Otro detalle común en ambas pinturas es el perfilado de las siluetas de las mujeres y de algunos de los elementos ornamentales que las rodean o las sinuosas líneas decorativas que evocan ornamentaciones del modernismo y art noveau que enmarcan sendas composiciones y que hacen rememorar el habitual recurso del cuadro dentro del cuadro o incluso pensar en un posible reflejo de las escenas en un espejo. (fig. nº 4)

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Fig. 4 Julio Romero de Torres. Geishas en quimonos. detalle de la decoración art noveau y crisantemos En Geishas en quimonos predominan pinceladas muy sueltas y detalles ornamentales de farolillos que evocan el mundo oriental, con un barco de vela rectangular muy abocetado como fondo de la escena. Es curioso reseñar cómo las manos de estas posibles cortesanas con dedos muy puntiagudos adelantan las de otras pinturas de mujeres del maestro en su modo de hacer a lo largo del proceso de ejecución de sus pinturas o en detalles inacabados de algunas de las mismas. Esta pintura de alargado formato, como algunas representaciones plásticas del arte japonés, ha sido relacionada por David Almazán con uno de los artistas nipones de mayor repercusión en el japonismo europeo, Utagawa Kunisada - y su serie Los cinco festivales, de hacia (1786-11865), Utanosuke de Koshir o, 11 1830. Geishas en el baño, es una composición más serena en la que uno de los elementos ornamentales más potente es el koi o carpa japonesa, pez ornamental de importante valor cultural en Japón con ejemplos de gran belleza como el Gran plato decorativo, carpas de Asahi Yaki Tokio (Gottfried Wagener) datado en 1887, la colorista fuente ornamental de Èmile Gallé (1846-1904) de hacia 1878 o las que aparecen en algunos de los dibujos o grabados del citado Katsushika Hokusai (1760-1849). Los elementos que completan la escena como los pai pai o abanicos japoneses y los útiles de baño se mantienen en clara consonancia con los tradicionales orientales. Escenas de íntimos momentos de aseo personal que se repiten en el arte japonés en algunas seductoras imágenes de japonesas peinándose, con espejos o en el baño de Kitagawa Utamaro (hacia 1753 - 1806), que a su llegada a Europa suponen un fuerte impacto para los impresionistas, influencia que se mantendría incluso para algunos artistas de las vanguardias históricas. Y que se repiten en obras como Japonesa en el baño, pintada en 1864 por James Tissot. Pero la inspiración más cercana de Geishas en el baño evoca una de las escenas del Álbum de dibujos de Katsushika Hokusai, uno de los artistas más importantes del arte de los ukiyo-e o pinturas del mundo 11

Véase la referencia en el texto del Profesor Almazán en este mismo catálogo.

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flotante, llegando sus grabados a tener una importante repercusión en Paris y en el japonismo y siendo reconocido internacionalmente por su obra más difundida, La gran ola de Kanagawa y sus numerosas representaciones del Monte Fuji, además de las numerosas pinturas, dibujos o grabados de escenas históricas, de paisajes o de singular contenido erótico, muchos de ellos reunidos en una importante recopilación en quince volúmenes conocidos como Manga. Un significativo viaje durante el verano de 1904, París, Londres y los Países Bajos, siguió al de Marruecos del año anterior y fue precedente del definitivo que en 1908 lleva a cabo por Italia y que dio un rumbo definitivo a su pintura.Viajes todos ellos que sirven al maestro como toma de contacto con un mundo nuevo y le abre las perspectivas a un arte muy diferente al que conocía previamente. El 11 de julio de 1911, Julio Romero de Torres es presentado en el Ateneo de Barcelona por Manuel Rodríguez Codolá, según consta en el carnet que la institución le proporciona y que el artista recicla para realizar algunos apuntes a lápiz que luego usaría en sus pinturas. En esa visita a Barcelona sin duda tendría ocasión de entrar en contacto con artistas y obras en los que el japonismo estaba presente aunque no se pueda concretar si este conocimiento tuvo alguna repercusión en las Geishas en quimonos y Geishas en el baño, al no poder establecer una referencia cronológica exacta para las mismas, aunque barajamos una fecha entre 1895 y 1900 como de su realización. En esta predilección del maestro cordobés por la representación de la mujer, vestidas o desnudas, rubias o morenas, burguesas o rurales, místicas o profanas, tumbadas o sentadas, que a menudo evocan una manifiesta sensualidad y en relación con las pinturas Geishas en quimonos y Geishas en el baño, se debe tener en consideración el término japonés bijin o bijin-ga equivalente a mujer hermosa, a elegantes retratos de cortesanas, en una representación clásica de la mujer japonesa que, a menudo, se identifica con el ukiyo-e, podría vincularse también con estas singulares pinturas de Julio Romero de Torres. Otra vinculación de Romero de Torres con el japonismo es el reiterado uso de colores planos característicos del arte japonés que se repiten en algunos pintores europeos y en simbólicos carteles modernistas como los de Ramón Casas, Henri de Toulouse-Lautrec (1864-1901), que se pueden identificar igualmente como algunos ejemplos de carteles de fiestas y ferias de Julio Romero, con ejemplos de colores planos con ciertas reminiscencias en los de la Feria de Córdoba de los años 1912, 1913, 1916, el Original para cartel con figuras femeninas, de 1902 o en el de la Corrida Patriótica en beneficio de los héroes del desastre del Annual, de 1921 y el de Dora la Cordobesita, de 1925.

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En este sentido, entre los carteles publicitarios españoles que más se han vinculado a la influencia del japonismo está el famoso de Anís del mono que Ramón Casas lleva a cabo en 1898, cuya reproducción conservaba la familia Romero de Torres en un álbum de recortes de revistas de la época en el que también se añadieron algunas obras del propio Julio y que se han titulado Álbumes para ejercicios de inspiración, no pudiéndose obviar las similitudes entre el cartel del maestro catalán y Manola. Boceto para cartel publicitario en el que composición y colores repiten una vez mas las relaciones entre los carteles de Casas y Romero de Torres.12 En esta vinculación entre ambos maestros, pero a la inversa en este caso, es curioso observar como Casas hace un espléndido Retrato de Sadayakko, actriz japonesa vestida a la manera europea en 1902, mientras Romero pinta, en fecha indeterminada quizá un poco antes que Casas, sus Geishas en quimonos, que en realidad son dos mujeres de rasgos occidentales y no orientales como correspondería a su atuendo. Influencia del japonismo hispano que también pudo llegar al maestro a través de las escenas orientales que se reproducen en la popular cerámica Pickman - La Cartuja, de Sevilla, con un singular ejemplo en los dos sillones, el sofá y la mesa de bambú y cerámica decorada con escenas orientales tan en boga en el último tercio del siglo XIX en la decoración de algunas piezas de la fabrica sevillana que participó en la exposición internacional de París de 1878, en la que destacaba el pabellón de Japón. Cerámica de la Cartuja que era perfectamente conocida por la familia Romero de Torres porque algunos de sus servicios de comedor formaban parte de su ajuar doméstico. Para finalizar, indicar como a partir de la difusión de estas pinturas de Geishas en quimonos y Geishas en el baño y de las referencias orientales en algunas otras de sus pinturas e ilustraciones, necesariamente habrá que incluir en el catálogo del japonismo hispano al cordobés Julio Romero de Torres.

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García de la Torre: 1992, 2003 y 2008.

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CATÁLOGO

Julio Romero de Torres Geishas en Quimono Geishas in kimono Óleo y temple sobre lienzo. 180 x 110 cm 1895-1898. Colección Particular. 38

Julio Romero de Torres Mujer en la Huerta con pozo Woman in the vegetable garden with well 1899-1900. Colección Particular

Mizuno TOSHIKATA (1866-1908) La ceremonia del té, de la serie Treinta y seis bellezas escogidas The tea ceremony, from Thirty six elected goddess series Xilografía nishiki-e, tamaño oban, 1893 El artista representa el ideal de belleza de comienzos del siglo XVIII en relación con el arte de la ceremonia del té. El kimono de la bijin contrasta con la sencillez decorativa del otoñal jardín y la casita de té. El jardín (chaniwa) se articula en torno a un sencillo camino de grandes piedras (roji) que simboliza el puente que une el mundo profano al sagrado espacio de la casa de té. Esta pequeña casa de té (chashitsu) está realizada con materiales naturales y un diseño sencillo. La estampa se ambienta concretamente en la era Hoei (1704-1711), literalmente “Prosperidad eterna”. La modernización de Japón a finales del siglo XIX motivó una mirada nostálgica hacia el Japón de antaño.

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Julio y Enrique Romero de Torres Rosas en la balconada Roses in the balcony 1896-1898. Círculo de la Amistad. Córdoba

Mizuno TOSHIKATA (1866-1908) Contemplando el paisaje nevado, de la serie Treinta y seis bellezas escogidas Contemplating the snowy landscape, from Thirty six elected goddess series Xilografía nishiki-e, tamaño oban, 1893 En esta estampa aparece una escena ambientada en la era Kabun (1661-1673), literalmente “Generosidad artística”. La bijin, que cubre su rostro con un pañuelo para protegerse del frío y viste un llamativo abrigo azul, contempla ensimismada la belleza del paisaje cubierto por la nieve, mientras navega en una barca por un río. En la barca también aparece su esposo, un samurái, y su pequeña hija, que levanta la vista hacia una bandada de pájaros. El delicado dibujo del paisajes se acentúa en la estampación mediante la técnica de gofrado, que crea cierta sensación de relieve en las montañas lejanas.

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Julio Romero de Torres Socorro Miranda 1911-12. Museo de Bellas artes de Córdoba. Colección Junta de Andalucía

Toyohara CHIKANOBU (1838-1912) - de la serie El espejo de la historia Belleza de la era Tenpo, Goddes from Tenpo- Era, from The mirror of History series Xilografía nishiki-e, tamaño oban, 1896 La estampa pertenece a una serie que muestra los distintos tipos de belleza femenina desde el siglo XIV al siglo XIX. Esta obra corresponde con la era Tenpo- (1830-1844) y representa una escena de Año Nuevo. En la parte superior aparece una ceremonia en el santuario del monte Atago para propiciar la prosperidad del año que comienza. El rostro de la bijin muestra la costumbre japonesa de las mujeres casadas de teñirse los dientes de negro (ohaguro), costumbre que perduró en Japón hasta las últimas décadas del siglo XIX.

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Julio Romero de Torres Bendición Sánchez 1904-05. Museo de Bellas Artes de Córdoba. Colección Junta de Andalucía

Miyagawa SHUNTEI (1873-1914) Barrio alto, de la serie Flores del Mundo Flotante Uptown, from Flowers of the Floating World Xilografía nishiki-e, tamaño oban, 1898 A finales del siglo XIX la mujer se convirtió en el símbolo de los valores culturales tradicionales. Aunque las modas occidentales ya afectaban a la vestimenta diaria, los artistas del grabado ukiyo-e seguían tratando el género de las mujeres hermosas en la misma línea que habían marcado los maestros de finales del siglo XVIII. En general los rostros son poco individualizados, con cejas marcadas, pestañas representadas en la parte interior del ojo, nariz alargada y boca muy pequeña. Los complejos peinados y los variadísimos diseños textiles, más que los rostros, son los elementos que varían en los retratos de las bijin.

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Julio Romero de Torres Cartel para fiestas Poster for Celebrations 1902. Museo de Bellas artes de Córdoba Colección Junta de Andalucía

Miyagawa SHUNTEI (1873-1914) Ciruelo en invierno, de la serie Escenas de tradiciones y costumbres Plum tree in winter, from Scenes of traditions and costumes Xilografía nishiki-e, tamaño oban, 1897. La representación de la belleza de la Naturaleza es uno de los temas centrales del arte japonés. En el género de las mujeres bellas fue muy habitual componer series en las que las damas vestían sus kimonos en concordancia con las cuatro estaciones o los meses del año. Las flores que aparecen en el paisaje funcionan como indicador de la época del año, en este caso, el final del invierno, ya con las primeras flores del ciruelo floreciendo.

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Julio Romero de Torres Horas de angustia Hours of anxiety 1902-04. Museo Julio Romero de Torres. Córdoba

Ogata GEKOKO (1858-1920) Escribiendo una carta Writing a letter Xilografía nishiki-e, frontispicio kuchi-e, 1908 Una de las características del género bijin es el hecho de que las mujeres no aparecen retratadas posando ante el artista, sino en escenas cotidianas, en momentos de intimidad. Esta forma de relajar los temas pictóricos tuvo una gran influencia en el arte occidental desde los impresionistas, grandes admiradores de las estampas japonesas. En esta obra, una mujer busca la inspiración para un poema amoroso y es captada en el momento en que se rasca la nuca con la punta del pincel. Al fondo, un altar con una escultura, incienso y un arreglo floral, marcan un contraste entre el mundo religioso y los apasionados pensamientos de la joven.

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Julio Romero de Torres Carmen 1915. Colección Prasa. Córdoba

Mizuno TOSHIKATA (1866-1908) Belleza ante una cortinilla de bambú Goddess in front of a bamboo little curtain Xilografía nishiki-e, frontispicio kuchi-e, 1897. El porcentaje de personas capaces de leer y escribir en Japón siempre fue muy alto, siendo este contraste muy acusado respecto al analfabetismo en España en el siglo XIX, sobre todo en las mujeres. En la era Meiji (1868-1912) una gran parte de la industria editorial de novelas de ocio estaba dirigida al mercado femenino y las escenas de mujeres que leen y escriben fueron muy frecuentes.

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Julio Romero de Torres Un patio andaluz. Pereza andaluza An Andalusian patio. Andalusian laziness 1904-05. Museo de Bellas Artes de Córdoba

Mizuno TOSHIKATA (1866-1908) Cortesana Courtesan Xilografía nishiki-e, frontispicio kuchi-e, 1900 En este kuchi-e (frontispicio desplegable que ilustraba una novela), aparece una mujer que viste un ligero kimono blanco adornado con varios blasones circulares. Toshikata representa aquí una escena veraniega, como nos indica el abanico tipo uchiwa que sujeta entre las manos y la estival flor que contempla, el loto, símbolo de la pureza en la tradición budista.

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Julio Romero de Torres Esperando Waiting 1902-03. Abadía de Montserrat

Mizuno TOSHIKATA (1866-1908) Kusudama (bola de adorno de origami) Kusudama (origami ornament) Xilografía nishiki-e, frontispicio kuchi-e, 1902 Además de la vestimenta y peinado, las actividades asociadas a la mujer japonesa (arreglos florales, ceremonia del té, etc.) completan su imagen como símbolo que mantiene y transmite las artes y costumbres tradicionales. En este caso, la dama adorna un kusudama, un bello ambientador con incienso en su interior que se realizaba mediante la técnica del origami, esto es, de papel plegado.

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Julio Romero de Torres Cante Hondo 1922. Museo Julio Romero de Torres Córdoba

Tomioka EISEN (1864-1905) Kesa gozen Xilografía nishiki-e, frontispicio kuchi-e, 1898 La mujer que se dispone a cortar su larga cabellera es Kesa, la protagonista de un famoso drama pasional japonés. Kesa, una mujer casada, sabe que un - planea asesinar a su marido esa noche. enloquecido pretendiente, Morito, Para evitar un enfrentamiento, Kesa decide hacerse pasar por su esposo para salvarle la vida. En la oscuridad de la noche Morito- mata a su amada en el dormitorio y pronto descubre, aterrorizado, su gran error.

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Julio Romero de Torres Amarantina 1925. Colección Particular

Takeuchi KEISHO (1861-1943) Tocando el shamisen Playing the shamisen Xilografía nishiki-e, frontispicio kuchi-e, 1913 El shamisen, instrumento tradicional asociado al mundo de las geishas y las diversiones, es una especie de laúd de tres cuerdas que se utiliza para acompañar canciones y coplas populares. La escena nos presenta a una mujer en casa, en invierno, que se tapa con un abrigo mientras ensaya con el shamisen unas canciones. Al fondo de la habitación, en una zona llamada tokonoma, se dispone un sencillo cubo que alberga una composición floral con unas camelias.

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Julio Romero de Torres Rivalidad Competition 1925-26. Fundación Prasa. Córdoba

Takeuchi KEISHO (1861-1943) En la playa On the beach Xilografía nishiki-e, frontispicio kuchi-e, 1911. A diferencia del modo de representar la belleza femenina en el arte occidental, en el arte japonés el desnudo prácticamente no existe. Las bellezas femeninas, aunque se encuentren en la playa, siempre visten sus elegantes kimonos con el cabello recogido. La posición de frente y perfil de los personajes permite recrear mejor las prendas que visten, especialmente el obi, que es un largo fajín de seda con cuidada decoración que se anuda a la cintura por encima del kimono.

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Julio Romero de Torres Mujer con canasto a la puerta de un jardín Woman with basket in a garden gate 1902-04. Colección Particular

- Mishima SHOSO (1856-1928) Preparando mochi Preparing mochi Xilografía nishiki-e, frontispicio kuchi-e, 1897 En las fiestas de Año Nuevo no puede faltar el mochi, una especie de pasta de arroz que se considera propiciatoria de longevidad y prosperidad. La escena nos muestra el interior de una cocina, donde una bella mujer prepara este alimento, en el momento en el que su hija le interrumpe para jugar al hanetsuki, un divertimento parecido al badminton, típico de esta festividad.

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Julio Romero de Torres El baño de la colegiala The schoolgirl bath 1925. Colección Particular

Kajita HANKO (1870-1917) En la pila de agua del jardín In the basin of garden Xilografía nishiki-e, frontispicio kuchi-e, 1901 La representación de las mujeres japonesas se ambienta con frecuencia en los jardines, pues se busca acentuar los sentimientos, bien con la alegría de la primavera y el verano, o como en este caso, bien con la tristeza y nostalgia del otoño.

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Julio Romero de Torres Virgen de los faroles Virgin of the Lanterns 1928. Museo Julio Romero de Torres. Córdoba

Kajita HANKO (1870-1917) La diosa Benten Benten Goddess Xilografía nishiki-e, frontispicio kuchi-e, 1905 La diosa Benten, también conocida como Benzaiten, es la versión japonesa de la diosa hindú Saraswati y es la única divinidad femenina de los Siete dioses de la fortuna. Es la diosa de la música, el amor y la educación. La iconografía de Benten es la de una bella mujer que toca la biwa, una especie de laúd. La serpiente que aparece en la parte inferior de la escena no tiene ninguna connotación amenazante, pues a esta diosa suele acompañarla siempre un dragón o una serpiente.

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Julio Romero de Torres Retrato de Pilar Pérez García Portait of Pilar Pérez García 1900-02. Colección Particular

Kajita HANKO (1870-1917) Lirios en Yatsubashi Water hyacinth in Yatsubashi Xilografía nishiki-e, frontispicio kuchi-e, 1911 Las estampas japonesas de comienzos del siglo XX mantuvieron muchos elementos de la cultura clásica japonesa en escenas presentadas como escenas cotidianas. Esta mujer pasea por un puente en el que sobresalen las azuladas flores de unos lirios que remiten al espectador al puente de Yatsubashi, en el cual, inspirado por estas mismas flores, el poeta Narihita compuso un famoso poema amoroso recogido en la antología Cantares de Ise, del siglo X.

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Julio Romero de Torres La chica de la navaja Girl with knife 1922. Colección Particular

Kaburagi KIYOKATA (1878-1972) Koharu Xilografía nishiki-e, frontispicio kuchi-e, 1911 Koharu es la desdichada protagonista del drama teatral japonés Los amantes suicidas de Amijima (traducido por Jaime Fernández en la editorial Trota, 2000), escrito por el gran dramaturgo Chikamatsu Monzaemon en 1720. La obra narra la historia de Koharu, una joven prostituta, y su amante Jihei, un mercader casado. Ante la imposibilidad de estar juntos, deciden quitarse la vida, como hicieron también en la época muchos amores imposibles.

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Julio Romero de Torres Venus de la poesía Venus of Poetry 1913. Museo de Bellas Artes de Bilbao

Miyagawa SHUNTEI (1873-1914) Desencuentro Failed meeting Xilografía nishiki-e, frontispicio kuchi-e, c. 1900 A finales del siglo XIX la sociedad japonesa vivió el conflicto entre las normas matrimoniales estipuladas por los acuerdos familiares y el amor romántico. Este tema, jóvenes que desafían las convenciones de su tiempo, aparece con frecuencia como tema literario y artístico en la era Meiji.

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Julio Romero de Torres Los celos Jealousy 1925. Museo Nacional de Bellas Artes. Buenos Aires

Yamamoto EISHUN (activo entre 1895 y1920) Conversación Conversation Xilografía nishiki-e, frontispicio kuchi-e, c. 1905 Las historias amorosas ocupan una buena parte de las ilustraciones para las novelas japonesas del cambio de siglo. En la estampa, una mujer que fuma en pipa kiseru se gira al escuchar la declaración de un hombre, que le habla sentado en el suelo.

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Julio Romero de Torres Francisca Pellicer 1900. Museo de Bellas Artes de Córdoba Colección Junta de Andalucía

Sudo- MUNEKATA (activo entre 1893 y1913) Lunática Lunatic Xilografía nishiki-e, frontispicio kuchi-e, c. 1900 Esta estampa de Munekata muestra un tratamiento muy moderno de la mujer japonesa, próximo a la renovación de la estampa japonesa durante el siglo XX por el movimiento Shin Hanga. En un paisaje muy sintético, aparece una agitada joven con el cabello suelto y despeinado. Este detalle, y su nerviosa mirada, describen a una mujer atormentada que ha perdido la razón.

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Julio Romero de Torres Rosarillo 1904. Museo Julio Romero de Torres

Terasaki KOGYO (1866-1919) Belleza bañándose en el mar Goddess bathing in the sea Xilografía nishiki-e, frontispicio kuchi-e (atozuri), 1902 Durante el periodo Meiji (1868-1912) comenzaron a occidentalizarse algunas costumbres que afectaron a la vestimenta. Esta es una de las primeras representaciones de una japonesa con bañador. La joven, una adolescente, posa en la playa con el cabello suelto. Frente a la imagen tradicionalista de la bijin en kimono, algunos artistas apostaron por recrear el encanto de la nueva mujer japonesa, abierta a la modernidad.

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Julio Romero de Torres La cantaora del puente The bridge flamenco singer 1923-25. Colección Particular

Ikeda TERUKATA (1883-1921) Cruzando el puente bajo la luna, de la serie Brocados de Edo Crossing the brigde under the moon, from Brocades from Edo series Xilografía nishiki-e, tamaño aiban, 1910 Escena nocturna ambientada en el Japón feudal, bajo la luna llena de agosto. Una elegante joven con kimono ajedrezado y obi decorado con flores de paulonia se apoya en la barandilla de un puente por el que acaba de pasar una pareja de samuráis.

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Julio Romero de Torres Boceto para cartel de la feria de Córdoba Sketch poster for fair of Cordoba 1902-05. Museo de Bellas artes de Córdoba Colección Junta de Andalucía

Ikeda TERUKATA (1883-1921) Fumando en la casa de té, de la serie Brocados de Edo Smoking at the tea house, from Brocades from Edo series Xilografía nishiki-e, tamaño aiban, 1910 Una empleada de una casa de té disfruta de la brisa y del paisaje en un momento de descanso sin clientes, fumando en una pipa kiseru. El paisaje aparece solamente esbozado, mientras que todos los elementos textiles son tratados por Terukata con una extraordinaria precisión.

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Julio Romero de Torres Retrato de Concha Krestman Portait of Concha Krestman 1902-04. Colección Particular

Ikeda TERUKATA (1883-1921) Hanami, la contemplación de los cerezos en flor, de la serie Brocados de Edo Hanami, the cherry blossom viewing, from Brocades from Edo series Xilografía nishiki-e, tamaño aiban, 1910 Una acaudalada dama que viaja en un lujoso palanquín disfruta del espléndido paisaje primaveral de los cerezos en flor. La costumbre de salir para contemplar la plena floración de los cerezos se denomina hanami y todavía perdura hoy día. La blancura de las flores, solamente comparable al rostro de la bijin, parece nieve.

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Julio Romero de Torres Aceituneras Olive pickers 1906. Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofia

Ikeda TERUKATA (1883-1921) Bajo la nieve, de la serie Brocados de Edo Under the snow, from Brocades from Edo series Xilografía nishiki-e, tamaño aiban, 1910 El aspecto de las bijin en los artistas de finales de la era Meiji (1868-1912) presentaba una complexión frágil y delicada. La nevada del fondo de la escena resalta los delicados estampados de la vestimenta de esta joven, que sostiene el paraguas con gracilidad y encanto.

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Julio Romero de Torres Mal de amores Lovesickness 1904-06. Museo de Bellas Artes de Córdoba Colección Junta de Andalucía

Kaburagi KIYOKATA (1878-1972) Luna Moon Cromotipia montada en rollo kakejiku, 1935 En el siglo XX hubo muchos artistas japoneses que prefirieron seguir la tradición nacional y no adoptar los temas, técnicas y formatos de la pintura europea. En ellos la mujer siguió siendo uno de sus temas predilectos. El alargado formato vertical de este kakejiku encuadra la silueta definida de esta bijin en su paseo nocturno.

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Julio Romero de Torres Geishas en Quimono Geishas in kimono 1895-1898. Colección Particular.

Utagawa Kunisada (1786-11865) - de la serie Los cinco festivales Utanosuke de K oshir o, K oshir o- Utanosuke, from The five festivals series Xilografía nishiki-e, tamaño oban, c.1830 En el calendario japonés había cinco grandes festividades durante el año. La última de ellas, celebrada el día nuevo del mes noveno, ambienta esta estampa de Kunisada, planteada como un desfile de las más famosas geishas de alto rango (oiran). En este caso, aparece Utanosuke con sus mejores galas, - La bijin quien prestaba sus servicios en el establecimiento llamado Koshir o. se encuentra franqueada por dos aprendices (maiko), una de las cuales apenas es visible. Destaca en la vestimenta el diseño del obi con el motivo de una ola de mar y en el tocado las largas horquillas o kanzashi. Estas composiciones con célebres cortesanas y sus ayudantes fueron muy frecuentes en el ukiyo-e y sirvieron de inspiración a Julio Romero de Torres en una pintura japonista que testimonia el interés de este artista cordobés por las últimas tendencias en el mundo del arte a finales del siglo XIX y por el Japonismo.

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Julio Romero de Torres Viva el pelo Hurra for hair 1929. Museo Julio Romero de Torres Córdoba

Hisae YANASE SUDHO (Japón, 1943) Kami (Pelo). Hair Técnica mixta: tela metálica, hilo, esparto y papel. 2013 Kami, significa pelo en japonés. En el periodo en que se desarrollan las imágenes de la exposición “Bijin, el japonismo de Julio Romero de Torres”, el pelo simboliza el alma de las mujeres. La obra consiste en una pieza volumétrica suspendida, con una altura de dos metros y un metro de diámetro aproximadamente, de color oscuro, casi negro, como representación del cabello. Delante del volumen negro, la obra se vela con una cortina de papel de arroz japonés, cosido con hilo. Este juego de transparencias aparece en grabados para ocultar la evidencia y mostrar sutilezas. Debajo de toda esta apariencia bella y estética, se esconde un mensaje cargado de simbolismo dramático.

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Apuntes biográficos de los artistas japoneses

Siguiendo el sistema japonés, anteponemos el apellido al nombre propio de los artistas. A diferencia de nuestra costumbre, los pintores japoneses son conocidos por su nombre, el cual es adoptado durante su formación y suele tener una alusión a su maestro.

IKEDA TERUKATA (1883-1921), discípulo del pintor Mizu-

no Toshikata y de Kawai Gyokudo- , es el artista más joven representado en esta exposición. Casado con la también pintora Ikeda Sho-en, perteneció al círculo de amistades de Kiyokata y fue un activo defensor de la pintura tradicional nihonga y uno de los últimos artistas dedicados a diseñar estampas xilográficas ukiyo-e en las primeras décadas del siglo XX. Sus modelos, adolescentes de delicada fragilidad, aparecen con elegantes kimonos y sombrillas en escenarios naturales en los que Terukata exhibe también su talento para el paisaje. En 1916 fue reconocido con el gran premio de la Academia Imperial de Bellas Artes, pero la trágica muerte de su esposa por tuberculosis al año siguiente le precipitó al alcoholismo , muriendo también de tuberculosis unos años después. Su especialidad fue el género de mujeres hermosas o bijinga, así como las escenas eróticas o shunga.

KABURAGI KIYOKATA (1878-1972) es uno de los artistas pintores japoneses del siglo XX más reconocidos en su país. Antes de su cotizada y reconocida trayectoria como pintor, Kiyotada trabajó como ilustrador para periódicos editoriales, para los que diseñó elegantes estampas xilográficas. Fue discípulo de Mizuno Toshikata, quien le puso su nombre artístico en 1893, pero más que un fiel seguidor fue un innovador abierto a las corrientes estilísticas y técnicas de principios del siglo XX, utilizando la litografía como modo de sistema de reproducción de sus creaciones. La obra gráfica de Kiyokata se sitúa entre el final del popular ukiyo-e y el nacimiento de la corriente Shin hanga (Nuevo grabado). Desde su participación en los certámenes nacionales de pintura fue ganando gran fama como pintor del movimiento nihonga en el género de mujeres hermosas, que culminó con su ingreso en la Academia Imperial de Bellas Artes en 1929 y su condecoración con la Orden de la Cultura por parte del emperador Hirohito en 1954.

KAJITA HANKO (1870-1917) es uno de los grandes renovadores de la estampa japonesa en el cambio de siglo. Tuvo una formación en diversas corrientes, desde la tradicional china a la occidental, con su maestro Ishii Kenko y sus primeros trabajos fueron diseños para abanicos y artículos artísticos para la empresa Kiryo- Ko-sho- Gaisha, que exportaba productos japoneses por el éxito de la moda del Japonismo en las Exposiciones Universales. También trabajó como ilustrador para la prensa y varias editoriales. Sus portadas y frontispicios (kuchi-e) para libros presentan un nuevo estilo en el arte gráfico de las primeras décadas del siglo XX, por su dibujo de trazo suelto, la

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frescura de sus composiciones y la presencia de nuevos temas. Tuerto desde niño y con una salud delicada murió de tuberculosis a los 47 años. Hoy es reconocido como uno de los ilustradores más elegantes de su época.

_ _ MISHIMA SHOSO (1856-1928) se formó en pintura clásica

con Kikuchi Yo-sai, maestro de la escuela realista Shijo-, y sus primeros trabajos se orientaron a la industria artística de exportación en Yokohama. Desde la última década del siglo XIX colaboró como ilustrador con diversos editores, especializándose en la producción de frontispicios (kuchi-e) para novelas. Además de delicadas jóvenes ociosas engalanadas en ricos kimonos, muchas de sus estampas están protagonizadas por bellas mujeres en sus labores domésticas, cocinando o cargando leña. Sho-so- se distingue por su talento para el dibujo, su sutil colorido y su capacidad para combinar las figuras humanas en el paisaje. Curiosamente, su obra fue pronto conocida en nuestro país gracias a un reportaje sobre el “Arte japonés” que publicó la revista La Ilustración Española y Americana en enero de 1905 en el que se presentaban los comentarios del escritor y crítico de arte Yone Noguchi.

MIYAGAWA SHUNTEI (1873-1914) tuvo una biografía breve, 41 años, y apenas reconocimientos como pintor. Sin éxito en los certámenes oficiales de pintura, se ganó la vida dibujando estampas, revistas, libros y otras producciones editoriales. Destacó por su delicadeza para representar el mundo de los juegos tradicionales infantiles y para componer apacibles escenas sobre las modas y costumbres nacionales ambientadas en bellos entornos naturales. Nacido en una aldea de la prefectura de Aichi, marchó a Tokio y se formó con el ilustrador Eisen Tomioka. En el cambio de siglo, siguiendo la tendencia editorial del momento, Shuntei fue un artista del género bijinga, presentando con alegría los momentos de ocio de bellas jóvenes con elegantes kimonos. Hoy es más recordado por su contribución a la ilustración infantil, un subgénero en el que también e especializó. La fortuna crítica de Miyagawa Shuntei ha sido cuanto menos discreta, pues generalmente ha sido silenciado injustamente por ser considerado un artista menor, si bien fue mencionado por Edward F. Strange en su libro Las Estampas coloridas de Japón, traducido al castellano en 1910, la primera monografía sobre este tema publicada en España.

MIZUNO TOSHIKATA (1866-1908) puede ser considerado el último gran maestro del ukiyo-e, tanto por la calidad de su obra como por el elevado número de discípulos que tuvo, los cuales ya fueron testigos del ocaso de la estampa popular y de los nuevos rumbos del arte japonés. Fue discípulo del genial artista Tsukioka Yoshitoshi, aunque con un temperamento bien distinto. Frente a la agitada violencia de Yoshitoshi, el arte de Toshikata es tranquilo, calmado, equilibrado y lleno de elegante parsimonia. En sus comienzos trabajó como decorador de cerámica e ilustrador de periódicos, 100

pero desde la última década del siglo XIX se convirtió en la referencia de un nostálgico estilo que recreaba las costumbres de antaño frente a las modas modernas. Su trabajo más reconocido es su magnífica serie Treinta y seis bellezas escogidas, en la cual aparecen las diferentes modas femeninas a lo largo de los sucesivos periodos de la historia japonesa. Representó un tipo de belleza ideal que corresponde con el ideal de su época: cuerpos menudos, manos pequeñas y un rostro con el cabello negro recogido, nariz algo grande y boca diminuta. Siguiendo el camino de Okakura Tenshin fue un gran defensor de la tradición japonesa frente a la desbordante influencia occidental en Japón durante el periodo Meiji (1868-1912). Fue también uno de los artistas nipones de su tiempo con más repercusión en Europa. En España su obra fue presentada en el reportaje “Arte japonés” que publicó la revista La Ilustración Española y Americana en enero de 1905 y también en el libro Las Estampas coloridas de Japón (1910) de Edward F. Strange.

_ _ OGATA GEKKO (1858-1920) fue, junto con Toshikata, el repre-

sentante más significativo de la última generación de maestros del grabado ukiyo-e. Podemos considerar a Gekko- como un artista autodidacta, en el sentido de que su formación no se ajustó a ninguna escuela específica. Su madre se casó en segundas nupcias con Tsukioka Yoshitoshi, lo que hizo que tuviera relación con Mizuno Toshikata y especialmente con Tsukioka Ko-gyo. Con esta tradición y con sus estudios de pintura realista Shijo-, Gekko- creó un estilo personal con un sello innovador, pero siempre desde dentro de la tradición nacional, de la que fue un activo defensor. Gekko- participo en las asociaciones artísticas más relevantes de su tiempo. También fue muy valorado en el extranjero. En Estados Unidos adquirió un gran prestigio por la concesión de la medalla de oro a su serie de grabados Cien vistas del monte Fuji en la Exposición mundial de San Luis del año 1904. Además, expuso en la Exposición de Chicago de 1893, la Exposición Universal de París de 1900 y la Exposición Anglo-japonesa de Londres de 1910. La producción de Gekko- es muy variada y sobrepasa el ámbito de la estampa japonesa, pues también trabajó como pintor, como decorador de lacas y cerámicas, así como ilustrador de libros y dibujante de periódicos. Estas últimas tareas, la de ilustrador de todo tipo de publicaciones, fue un complemento laboral para la mayoría de los artistas del momento. Las estampas de Gekko- anticipan el estilo depurado que tendrá una parte de la estampa japonesa del siglo XX, caracterizada por la elegancia del colorido, las tintas acuosas casi al modo de acuarela. Sobresale en el género de las bijin (mujeres hermosas), que supo envolver en una apariencia sumamente elegante.

_ SUDO MUNEKATA (activo entre 1893 y 1913) es hoy un

artista poco recordado y del que desconocemos muchos datos biográficos. Fue discípulo del gran maestro Mizuno Toshikata y desde la última parte de

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la era Meiji (1868-1912) trabajó en el mundo editorial como diseñador de frontispicios (kuchi-e) para novelas populares. Para estos trabajos hizo algunas composiciones con personajes masculinos, en actitud dinámica y con gran colorido, pero en su obra más reconocida, titulada Lunática y exhibida en esta exposición, Munekata se nos presenta como un consumado artista del género de las mujeres hermosas o bijinga, con la novedad de escapar del estereotipo de la mujer japonesa, controlando sus sentimientos, sino al contrario, exhibiendo la perturbación interior.

_ TAKEUCHI KEISHO (1861-1943) es un artista de origen

samurái que tuvo una formación heterodoxa y comenzó su trabajo como decorador de porcelana. Como aficionado, comenzó a colaborar en la ilustración de novelas populares, sintonizando pronto con el público por su estilo fresco. Completó su formación con Yoshitoshi. Estuvo bien relacionado con los círculos literarios de Tokio, lo que le facilitó encargos en importantes editoriales para las que hizo numerosos trabajos. No aspiró nunca a ser pintor ni a cargos académicos o premios, sino que fue un artista especializado en la elaboración de frontispicios para novelas (kuchi-e), un tipo de estampa xilográfica de carácter comercial y en sintonía con los gustos populares, que fue el último refugio de la estampa ukiyo-e, antes de que la xilografía se convirtiera en una lujosa técnica para los coleccionistas que apreciaban la calidad de estas estampaciones como una reliquia de los antiguos oficios artísticos del Japón de antaño.

_ _ TERASAKI KOGYO (1866-1919) fue hijo de un samurái de

bajo rango de la prefectura de Akita. Tuvo una formación en pintura tradicional muy completa, pues estudio en la oficialista escuela Kano- con Komuro Hidetoshi y, ya en Tokio, la escuela realista Shijo- con Hirafuku Suian y la escuela de influencia china Nanga con Sugawara Hakuryo- . Esta formación le permitió desarrollar un estilo independiente propio, con muchos recursos para el dibujo de figuras y paisajes. Trabajó como ilustrador de novelas populares desde mediados del siglo XIX hasta 1912. Además de diseños para grabados xilográficos para embellecer novelas, también colaboró en revistas de esta época que ya trabajaban con litografías. Estos encargos fueron sobre todo una vía para lograr ingresos económicos. Como pintor, su especialidad fueron las bijin o mujeres hermosas, y estéticamente estuvo integrado en asociaciones de artistas por la defensa del arte tradicional japonés, en compañía de su mujer, la también pintora Murata Tanryo-. También es autor de algunos iconos de la nueva imagen de la mujer japonesa de su tiempo, sin kimono y con moderno traje de baño. Fue una figura muy influyente en los jóvenes artistas de su época ya que se dedicó también a la docencia y dirigió la escuela privada de pintura Tenrai Gajuku, que era la más importante de Tokio, llegando a ser recompensado con la consideración de artista de la Casa Imperial.

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TOMIOKA EISEN (1864-1905) llegó a Tokio para formarse como pintor con el prestigioso artista Kobayashi Eitaku, uno de los grandes artistas de la era Meiji (1868.1912). Como complemento económico, el joven Eisen comenzó a diseñar portadas y frontispicios para las principales editoriales comerciales. Desde 1892 los éxitos de ventas fueron notables, lo que le garantizó un salario estable. En su amplia producción destacan las escenas de tensión amorosa y las presentación de bellas jóvenes ataviadas con kimonos de moda, o en recreaciones de épocas históricas pasadas. También fue un activo pintor de escenas eróticas o shunga, un género habitual entre los artistas vinculados con la estampa xilográfica. Su repentina muerte a los 41 años por tuberculosis fue muy sentida por toda la comunidad de artistas del mundo editorial, pues era una persona muy apreciada por su carácter apacible y honesto. Fue maestro de Miyagawa Shuntei y mantuvo una estrecha amistad con Terasaki Ko-gyo- y Suzuki Kason. UTAGAWA KUNISADA (1786-1865) precede en un par de generaciones al resto de los artistas de esta exposición. Fue el autor más representativo del grabado ukiyo-e de todos los tiempos, pues su producción supera en número de obras la de cualquier otro pintor y la extensión temporal de su éxito abarca prácticamente todo el siglo XIX hasta su fallecimiento, encabezando la escuela Utagawa su época de mayor prestigio. La gran especialidad de Kunisada fueron las estampas dedicadas al teatro kabuki, pero en su dilatada obra se dedicó con maestría a prácticamente todos los géneros del grabado ukiyo-e, también el de las bijin. Desde 1844 Kunisada firmó sus obras con el nombre de Toyokuni, en honor a su maestro fallecido en 1825. La masiva afluencia de estampas de Kunisada en Europa en el último tercio del siglo XIX tuvo como consecuencia que fuera el modelo para muchos artistas del fenómeno del Japonismo, si bien los coleccionistas decimonónicos no sintieron un gran entusiasmo por su obra debido a su abundante producción, en favor de artistas más antiguos, como Harunobu, Utamaro o Hokusai.

YAMAMOTO EISHUN (activo entre 1895 y1920) es un artista del que disponemos de escasas informaciones biográficas y cuyos trabajos en el mundo editorial abarcan desde mediados de la última década del siglo XIX a las dos primeras del siglo XX, sin una producción demasiado extensa en la que es visible la influencia de otros artistas consagrados, como Tomioka Eisen y, en menor medida, Mizuno Toshikata. Quizá las obras más representativas de Eishun son las composiciones, en unas ocasiones galantes, en otras violentas, de hombres corpulentos y jóvenes estilizadas bien perfilados sobre un fondo neutro que ayuda a concentrarse en la tensión emocional de la escena. En algunas obras Eishun recurre al modelado mediante el claroscuro, propio del arte occidental, especialmente en las figuras masculinas, si bien

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sus mujeres hermosas o bijin aparecen tanto en su estilo como en sus roles en un modelo de representación más tradicional.

_ _ YOSHO CHIKANOBU

(1838-1912), también conocido como Toyohara Chikanobu, forma parte de una generación anterior, la de los artistas del grabado ukiyo-e que iniciaron su trayectoria en la transición del periodo Edo (1615-1868) a la era Meiji (1868-1912). La producción de Chikanobu fue muy variada, siendo uno de los maestros más reconocidos en el género de las estampas teatrales de kabuki, lo mismo que en el de guerreros y escenas de batallas. Asimismo, Chikanobu es también reconocido por el valor histórico de sus composiciones sobre la modernización emprendida por la familia imperial y la occidentalización de la moda en la época. Sin embargo, su prolífica actividad y su larga vida convierten a Chikanobu en el eslabón de la tradición con el ukiyo-e de la última década del siglo XIX, en la que surge una marcada tendencia neotradicionalista, con la mujer como principal portadora de los valores nacionales. En esta década Chikanobu trabajó en varias series de modas y costumbres femeninas, en un registro nostálgico, elegante y refinado, que fue una referencia para los editores más despiertos, que impulsaron este tipo de imágenes en el mercado nacional y en Occidente, siendo también un modelo para otros artistas más jóvenes, como Mizuno Toshikata y Ogata Gekko-.

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