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AIDA C"RTAGENA PORTALA TlN

ESCALERA PARA ELECTRA E S CAL E R A P AR A EL EC TR A ES CAL E R

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PARA

Colección MONTESINOS

ELECTRA

ESCALERA PARA ELECTRA AIDA CARTAGENA PORTALATIN

2." Edición 1980

Derechos registrados Depósito de Ley Febrero, 1970

1975, Editora Taller Portada de la autora con dibujo de Cándido Bidó Composición: Anglofort, S.A. - Barcelona - España Impreso en Santo Domingo, R.D. Pnnted in Dominican Republic

Con los mismos tipos que me animé a escribir una

NOVELA

digo:

CAPITULO

1

*Como me hubiera gustado volver a t r ~ s . . Tener veinticinco años, haber heredado el mundo entero y estar lleno de fe y alegría.^ F. Scorr FIWGERALD

a Y volverme valiente para luchar por la liberación de mi país.*

A.C.P.

BAJAMOS de Philopappos para volver a Licabette una de las colinas de Atenas. En el punto más alto está el Teatro de LICABETTE. Luego, pasada la medianoche, entre sábanas de lino aún sofoca el ardiente verano del Pireo. Repaso en el Hotel Acropol los textos de Esquilo, Sófocles y Eurípides que traje de Roma. El cuerpo resentido, deshidratado, es la estática. Lo otro es la mente o dinámica que mantiene activo el drama que, una vez más, se repuso en LICABETTE. Está. Estaba la skene. En el proscenio: ELECTRA Ana Synodynou y ORESTES Thanos Kotsopoulos. El. Ella. Los otros. Uno. Varios. Todos. Prix: 90 dracmas o $3 dólares gringos o !5 francos franceses. Dos Electras para un cerebro es un tumulto. Electra en tierras de Agamenón. También en la historia de

una familia amiga de la nuestra. Electra nació en mi pueblo. Pensarlo todo a un tiempo, revienta. Sí, lo pienso en el Hotel Acropol. Pero escribirlo ahora parece trivial. Como Saint-Victor siento los cantos del exterminio sembrar vientos. Siendo el espíritu de Electra en medio del mundo, feroz, esclavo de su duelo y su vergüenza. Tanta vergüenza que aullará con Macbeth: «todos los ríos no bastarán para lavar la mancha». No es posible que me deje vencer por el calor, por el cansancio o el sueño. No es posible que abandone el campo: en mi pueblo, ya lo dije: «...viene la palabra, hablamos de palabra, a discreción una sola basta» (Becket). Viene, llega la palabra sustantivo. La palabra se parte a fuerza. Brota la cáscara como una nuez partida o un banano maduro. Brota la cáscara y Swain es un recuerdo. Tiro la cáscara y queda como una pesadilla, cosa de cosas raras y malditas. Todo lo que desgastó el concepto de la virginidad en mi adolescencia. ESCENA 1 NELECTRA. - iOh negra noche, nodriza d e las estrellas de oro! Llevando así este cántaro sobre mi cabeza, en medio de tu sombra voy a buscar agua al río. No porque a tanto me haya reducido la miseria, sino porque quiero mostrar a los dioses los ultrajes de Eyisto y, a través del vasto éter, dirigirle a mi padre mis quejas. La maldita Tindárida, mi madre, me arrojó del hogar para complacer a su espo-

so. Ella tuvo otros hijos de Egisto: Orestes y yo estábamos de más en la morada..

Swain. Su nombre se escapó aquella mañana de la boca de mi hermana. Estaba aI frente. Mi madre sorprendió la palabra Swain casi en secreto. No se hicieron esperar reproches y castigos. Decíamos su nombre. No hablábamos de ella. Como una maldición la palabra destruyó ruestro domingo. ATENAS/VERANO/ 1967. PRIMERA TARJETA POSTAL: vista: Erectheion, Pórtico d e las Cariátides. AMIGOS: Como un tiento mi Electra es la de Eurípides. A pesar de todo el interés que presentaría un examen más profundo d e los detalles y variaciones del caso Swain, recuerdo, a propósito de Frazer, que en la vieja Guinea alemana el que mataba ... Cariños, HELENE. ATENAS/VERANO/ 1967. SEGUNDA TARJETA POSTAL: vista: Columnata d e los Propíleos. AMIGOS: el que mataba a un enemigo se hacía impuro y su estado era designado con la palabra que servía para señalar a la mujer despues del parto. HELENE. ATENAS/VERAN0/1967. TERCERA TARJETA POSTAL: vista: un vaso de Vaphio. AMIGOS: ...el matador era confinado en la casa de reunión de la aldea, y en derredor suyo había celebración de victoria con danzas y cánticos. HELENE.

CAPITULO

2

SWAIN. Era tan natural que la nombráramos. ~Conviene creerlo... a discreción...S (Becket). Llegaba con bastante frecuencia. Acompañada de don Plácido. Siempre en feriado. Nos situábamos a la puerta para esperarlos. Llegaría sobre un caballo blanco de paso corto, ligero. La crin recortada, pareja. La cola amarrada. Bañado con jabones para gente. Peinado. Llegaría a galope sobre la silla escarlata. Vendrían los dos. ESCENA IV UELECTRA.- iAh, ah, castiga mi rostro! Como un cisne de sonora voz, Ilamaría sobre las aguas de un río a su amado padre que hubiese perecido entre las mallas de una pérfida red ... ....¡Pérfida emboscada en la cual pereciste a tu regreso de Troya! Tu mujer no te ofreció diademas ni coronas ... Ella te entregó, y recibió después al traidor en tu lecho..

Me pregunto ahora: ¿Cómo llegó su nombre a aquel campo aledaño, no tan lejos, pero apartado por los grandes barrancos que lo separaban del pueblo? En tiempo de las lluvias y los granizos de mayo, y también durante los meses del invierno, esos caminos se hacían lodazales y pantanos negros. Las patas fuertes y blancas del caballo de Swain se hundían en el lodo. Llegaban Swain y su padre. Siempre ellos. Las patas de los caballos como pares de botas negras de soldados. Swain. ¿Cómo llegó aquel nombre? A María Sacramento, la mujer del lechero, se le quedó pegada a la cabeza la fonética de cosas que decía de rutina y cuyo significado inventaba. Ayudó en el parto. Vio a la mujer de Plácido a reventones abrirse en sangre. Cuando salió la cabeza de la criatura y dejó entrever entre las ancas el mismo sexo, la Sacramento hizo el anuncio como si se tratara de una cosa bien, buena, dulce o fina. Sin más sentido o significado que el suyo propio gritó: SWAIN. Para esa fecha había olvidado las pocas palabras que inventaba cuando trabajó para la mister, la mujer del comandante gringo que pateaba mi piieblo durante la primera ocupación de USA en Llominicana. Así la siguió llamando el padre. Así la llamaron todos: la madre; los demás. Así la bautizó el curote gordo, feo y santo, Así la registró el Civil.

La fonética del folklore de Los Yayales acunó sus primeros sueños. La paloma tan poniendo e n lo yayale cuan lo juén a bucai huevo cuale... La paloma tan poniendo e n lo guandule cuan lo juén a bucai huevosazule ... ESCENA V «CORO. - iElectra, noble hija de Agamenon, he llegado a tu rústica morada! De Micenas ha venido un hombre que se alimenta sólo de leche en las montañas. Anuncia que, por la voz del heraldo, los argianos proclaman un sacrificio que tendrá lugar dentro de tres días, y las vírgenes jóvenes irán todas al templo de Hera.

ELECTRA,- Ni por el esplendor d e la fiesta ni por los collares d e oro, amigas, se inquieta mi corazón. NO iré a formar las rondas con las jóvenes argiarias ni marcaré con el pie cadencia alguna. Lloro mientras llega la noche y entre lágrimas transcurre el día que la sigue...m

CABLE / CORINTO / VERANO / 1967. AMIGOS no debo dejarme influenciar con exceso en mi juicio punto antes de las grandes civilizaciones en ceremonias primitivas se observaba una particularidad que confirma el principio de Swain punto sin pretender cerrar aquí me arriesgo a seguir escribiendo HELENE.

CAPITULO

3

SWAIN.

La llegada era una fiesta. Verdadero espectáculo cuando don Plácido la bajaba del caballo. Quedaba tiesa sobre el cemento de la acera. Veía sin mirar. Sin saludar a los de la casa que la rodeábamos. El padre hacía nudos, ataba a los postes los caballos. Ahora, en Atenas, pienso que mi hermana y yo admirábamos a ese tipo moreno. S e quedaba con una funda a rayas entre las manos, de la cual sacaba dos hermosos gallos para hacer apuestas en el redondel del pueblo. Después que se marchaba con los gallos, la muchacha descolgaba su mirada fría sobre nosotros y saludaba con un gesto. Las domésticas reprochaban sus gestos. ESCENA V

SELECTRA.- En mi infortunio ningún dios escuchaba mi voz; todos olvidaban los sacrificios que antaño ofreció mi padre. El ha muerto, iay de mi7, y mi hermano que vive, anda perdido por algún lugar extranjero. Pobre vaga-

bundo, se sienta junto al hogar entre los criados, él, hijo de un padre glorioso, y yo, bajo este techo labrador consumo mi existencia arrojada del palacio paterno en medio de agrestes montañas. Pero mi madre, con otro esposo comparte el lecho del crimen ...B

Por qué no confesar que EL SUEÑO de Luce y Segal ha viajado conmigo grandes distancias por trenes y aviones. Antes de subir a Licabette fueron Luce y Segal los que me informaron sobre las pesadillas características de los alcohólicos. Saben que desde que llegué al Pireo tomo mucha Metaxa. Continuamente tratan de asustarme contándome los ensueños que parecen reflejar el estado de algunos enfermos, por ejemplo, el caso de un hombre que estaba en proceso de curación, y soñó que tiraba el tapón de una bañera y sin cesar veía alucinaciones de agua en el piso. Poco después comenzó a mojar sus propios pantalones. ¿Pretenden Luce y Segal excitar mi estado de ánimo? Sería imperdonable, o una ocurrencia gratuita sin provecho alguno intentar que el hipotálamo acelere los impulsos que están detrás de mi cerebro. Estc) es Atenas, y las reglas esenciales del método están, al fin y al cabo, fijadas.

CAPITULO

4

SE DESVELABA. Pensaba. Desvelado pensaba. Mi hermano mayor, ya hombrecito, parecía nervioso cuando la describía a sus amigos: cierto, decía, es hermosa y ha desarrollado con los pechos duros y grandes. Es esbelta, con mucho pelo negro y brillante que deja caer sobre los ojos. Y la voz: tiene una voz pastosa, como de primadonna, pero apenas conversa: da la impresión de tener algo muy grande dentro de la cabeza. En este momento se me ocurre que mi hermano, que la pretendía, hablaba muchas veces con talento: atiene la voz pastosa, como de primadonna,,. Yo también la exaltaba, hubiera querido ser ella, tener aquel padre que con tanto afán luchaba para agrandar las tierras. Todas las tierras nuevas, las gallinas ponedoras, las vacas cruzadas que colgaban grandes ubres de leche, la ganancia de los gallos, el perro lanudo, el caballo premiado, la cuenta del Banco: todo era de Swain. Ella podía galopar todos los caminos, llegar donde quisiera, disponer a valuntad de las cosas que se nos priva-

ban. Como extrangulada mi voluntad se resentía cuando llegaba a nuestra casa, y eso, o algo parecido, pasaba a todos mis hermanos. ¿Qué o cuáles interioridades guardaba su ángel o demonio? Sin saberlo, presentía que algo me asustaba. ESCENA V SORESTES.- Esas mujeres que nos están escuchando, ¿son amigas tuyas? ELECTRA.- Mantendrán en secreto tus palabras y las mías...

...- ¡Vergonzosa pregunta! ¿Es que no es aún tiempo de actuar? ORESTES.- Pero si regresa, ¿cómo castigar a los asesinos? ELECTRA.- Debe atreverse a lo que se atrevió el odio de ella hacia (tu) padre. ORESTES.- Y tú con él: ¿osaría matar a tu madre? Dime.

- Sí, con la misma arma que ELECTRA. asesinó a mi padre.,

El calor arde. Quema. Uso el teléfono para Ilamar al mozo del bar y pedirle una limonada doble. Limonada. Limón. Limones. Limonada. LIMONES AMARGOS - Dürrell. Relación fortuita. Escenario de Chipre. No. Ahora no. Quiero CEFALÚ. Pienso bajar a Creta, necesito un aire, aire menos tibio. CEFALÚ. Suena el timbre. El mozo entra con una limonada casi helada que tomo de un solo trago largo. Limón. Limones. Limonada. Limones amar-

gos: (k) Propiedad de los árboles. A Zeus le pertenece el roble. El conocimiento fue la acción de comer la bellota. Hermes era dueño de la palmera, y más tarde, Apolo de la palmera y el laurel. Démeter de la higuera ... el falo sagrado de Baco fue hecho de esa madera. El sicómoro era el árbol de la Vida. El pino pertenece a Cibeles. El álamo negro y los sauces están especialmente vinculados con el solsticio de Invierno, y por lo tanto con Plutón y Perséfone; pero el álamo blanco reclama a l-lércules, quien lo sacó de las sombras. Nada acerca de las moreras y los mandarinos. Limón. Limones. LIMONES AMARGOS: Lawrence Dürrell, y la voz del muktar, casi en falsete: El mundo gira como una rueda... Los hombres se reúnen y se separan... Entonces... Todos sabían lo que sucedió entonces, y se unieron al estribillo en The Orphaned Realm de Balfour.

CAPITULO

5

DOS MESES sin noticias de Swain. Tampoco vimos a don Plácido. Daba la impresión de que nadie se interesaba por saber que le pasaba al compadre y a su hija. Preguntábamos: sólo los jóvenes preguntábamos. No había respuesta. Tila, en la cocina, no volvió a contarla entre los posibles comensales. ¿Por qué no venía más? Callaban: silencio: silencio. Pensé en algún resabio profesional. No obstante su interesante apariencia física don Plácido era cepa de campesinos. e marchaba. Ella quedaba sola en la finca. En la casa. En la cama. Noches enteras entre viejas sábanas caladas. Bañada en llanto. Creía adivinar sus pasos entre todos los ruidos de la noche. Se Ir? pasaba atenta a Id lámpara que dejaba con la luz muy baja para que se orientara dentro de la casa, si Ilegaba. Pero él se queLiaba, a veces dos, tres, cuatro días, y hasta una semaria sin regresar. Sierripre en prostíbulos, en juergas con mujeres. Tragos y juego por dinero que perdía. iArre, mulita! Así la saludaba cuando regresaba. Entonces se entretenía con Ramón César y Norberto, los correteaba a ca-

ballito rnontados sobre sus hombros. Pero sin dejar de imponerse, de pisar fuerte, de hablar duro a los otros Su única tarea: exigir más y más dinero. iArre, mulita! La frase hería a la muier, iclaro! También era raro, muy raro, que rema8,. +>secon ella las ganas que le sobraban de las otras. En la cama pasaban meses sin intimidades. La despreciaba como hembra. Resignada, y con una pena niirica expresada, hasta su propio sexo se anulaba. Y cortio quien descubre algo extraño, a veces se sorprendía de la presencia de aquel triángulo negro reducido a la función de orinar. Sencillamente: a orinar, como cilalquier perro que desagua un sobrante líquido, agrio y pestilente junto a un poste cualquiera

USTED SABE quien es Andrómeda.

Y respeta a Perseus porque este héroe rescató a la princesa Andrómeda para que no fuera devorada por un monstruo. Perseus rompió sus cadenas y se casó con ella. También sé que usted está enterado de que Andrómeda se está usando como símbolo de la mujer moderna que ha conseguido el privilegio de suspender temporalmente su poder reproductivo y liberarse de las restricciones impuestas a su función más privada. PUNTO. Good bye preocupaciones. Au revoir miedo. Arrivederci, etcétera. Good morning Swain. Pienso en vos. Descanso en la pequeña Platia Venizelou. Pienso en vos. Aprovecho para leer una carterita de cartón que encontre abandonada en el Parque Nacional, a unos 30 metros del Leóforo Hirodou Attikou que separa el parque del Palacio Real. El parque es como un bosque. Pienso en vos. La carterita quedó abandonada sobre un banco. Pienso en vos. En Platia Venizelou leo la carterita. Pienso en vos. En el restaurante que se muda a una

acera de la Platia. Pienso en vos. Como rebanadas de sandía. Pienso en vos. Camino hacia Platia Omonia, sitio donde convergen los grandes leóforos de Atenas. Pienso en vos. Leóforo es boulevard y viceversa. Pienso en vos. Igual que una aguja imantada me atrae el olor de un pinchito de carnero a la parrilla. Pienso en vos. Pan y queso de cabra. Pienso en vos. Tomates rellenos y Metaxa. Pienso en vos. Pienso en vos porque hablaban en secreto de ti. Oh, Swain, p i e ~ s oen vos por los misteriosos achaques que te curaba la enfermera. Punto. La carterita me ata a tu recuerdo. Pienso en vos. Necesito repartir el recuerdo que guardo de vos: pienso en la fauna de cientos y cientos de niñas nórdicas que acampan este Verano junto a los caminos, bajo los árboles, en sótanos, dentro de los coches: colectiva promiscuidad cavernaria a flote, reminiscencia de la horda. A menos de 30 metros del Hirodou. Digo que la carterita era de una gringa: made in USA. Instrucciones en inglés: Tome su primera píídora en el quinto día ..., etc., etc. Ejemplo: si el quinto día es Martes, saque la píldora del Martes. Tome una cada noche. Continúe de esta manera tres semanas de píldoras y una de descanso. Esto significará mayor tranquilidad y felicidad. En la contraportada: Anticonceptivo. En la portada: un sugestivo mosaico a colores representa a Andrómeda encadenada. Pienso en vos. En la enfermera. En las chismosas de la cocina. Pienso en Swain. PUNTO. Señora Helene: ¿de dónde ha sacado usted ese vos? Declaro por las leyes de Salón, que igual que un parche cosido con tiras de panza de cabra lo remendó a mi habla un argentino ayer. END.

tres peones que comían junto al fogón de la cocina se levantaron, decididos a averiguar, penetraron en el gallinero y encontraron el cuerpo tendido. Quiso hablar y fue imposible porque la sangre brotaba a grandes chorros por las heridas. Con la mirada fija en sus compañeros, finalmente, quedó completamente muerto. Tenía tres heridas en el cuerpo y un brazo desprendido. -Han amachetiao a Chano. -Sé quien jue, lo vide correi. -Tu nauito ná. Cállete, boca cerrá no traga moca. (Sobre el campesino de Dominicana, que aún vive en servidumbre, pesan las más crudas ironías: injusticia de la justicia).

Sólo el más osado se atrevió a llegar a la casa a comunicarle a don Plácido lo que pasó en el gallinero. Cuando el peón sorpresivamente irrumpió en el comedor salía del aposento. Trataba con notoria premura de abotonarse la camisa y el pantalón que acababa de vestir. Era de la ropa que usaba para ir al pueblo. -Peidone señoi, pero e quean machetiao a Chano enei galliniero. Está mueitico enei galliniero. -0iste mujer. Dijo al tiempo que tomaba un peine y se alisaba los cabellos. -Peidone, señoi, pero baje a veilo. -Anímense ustedes, póngalo sobre unas yaguas y esperen todos allí. Solamente iré cuando venga el alcalde. Mujer: coje mi paragua y llégate, dile al

alcalde que venga pronto. El peón se retiró obediente, aparentemente sumiso, lo cierto era que tenía miedo. Mucho miedo. Mientras bajaba los escalones que daban al patio oyó muy claro algo que don Plácido añadía a la frase del recado: si te parece, si te atreves, dile al alcalde que uno de ellos te ha matado a Chano. La mujer salió con premura, caminó casi corriendo el trecho que separaba la casa del camino. No llevaba nadz para cubrirse. La lluvia la azotaba. Le pegaba al cuerpo la ropa que vestía. Sólo cuando tomó la dirección en el camino los ojos del peón se desviaron, y miró sin ver, bajo el frondoso mango, a los patos que se beneficiaban con el temporal que había llenado la laguna. Uno de los peones sollozó. -Niunalú pai difunto, sejué sin 1ú. Hizo un montoncito con paja seca y la prendió con un fósforo. Sobre la llama trazó con una mano una cruz. Chano se ponía duro, frío, tieso. El amigo se quedó mirándolo. Tuvo deseos de vomitar. No. No voniitó. Eructó. No, no era eso tampoco lo que quería: necesitaba decir algo, y lo soltó como una retahila: Meserere meserere meserere meserere. Oratefroteoratefrate oratefrate pietá pietá pietá

Al tiempo que hundía en la tierra todo el acero de su cuchillo, y con soberbia y sollozos reventaba en un avemariapurísima, coño, qu'cosa M.grande!

ESCENA XII KORESTES. - Padre, tú a quien un crimen impío arrojó al Hades.

ELECTRA.- Tierra augusta, la q u e golpeo con mis manos.

ANCIANO.- Socorrer a esas criaturas tan queridas.

ORESTES- Trae consigo a todos los muertos de la guerra ... ELECTRA - Aquellos cuya espada te ayu. dó a conquistar Frigia ...

ANCIANO.- Todos aquellos a quienes los malvados impíos inspira? horror.»

Bajo la lluvia torrencial tres horas después regresó la mujer con el alcalde rural, El sobre el caballo, ella a pie, con pasos que medía con los del trote del animal. El peón desenterró el cuchillo cuando sintió que los pasos se dirigían hacia el gallinero. ¿Dónde está el muerto?, preguntó el amo. Ahí estaba, ahí delante, carajo, pensó el Gago. Cuidado, no lo toquen más: este es el señor Alcalde, ha venido a mi reclamo porque quiero que se haga justicia. El averiguará todo con ustedes. ¿Qiié cosa? ¿Averiguar qué...? Chano yacía muerto, asesinado, y ninguno de nosotros tenemos nada que ver con esto -pensaron-. ¡Tranquilos, no se muevan!, gritó el amo. Con el propósito de cambiarlo de posición para ver las otras heridas el alcalde avanzó y agarró un brazo del muerto. El miembro aislado salió de la camisa, colgaba la pieza de la mano del alcalde. No le hizo gracia la prueba. Lo tiró al Gago, ordenándole: póngalo de

nuevo donde estaba. El Gago se estremeció, las 1ágrimas corrían por sus mejillas. Cogió el brazo y volvió a colocarlo dentro de la camisa, dejándole la mano afuera. Le apretó la mano: icoño!, si es como mi hermano. Notó que tenía muchas callosidades. Chano y él hacia siete años que trabajaban en el hato de la doña. Trabajaban mucho, más de lo pagado, pero se quedaron allí porque ella los trataba como gente. El Gago se confiaba ert Chano, tenía más edad y experiencia que él. Sabía leer y escribir. Lo acompañaba a las bachatas con acompañamiento de rnúsica de acordeón, tambora, güira y palos. Chano era el que mejor marcaba el baile del merengue apambichado, aquello de: abailen de aquí-pallá, bailen de allá-pacá~.Chano era el preferido. Chano, siempre Chano. Cuando don Plácido manifestaba contento por el éxito de alguna cosecha, la doña se limitaba a responderle: gracias a Chano. Y Ramón César y Norberto querían entrañablemente a Chano. Este los complacía. Jugaba con ellos. Cuando regresaba del pueblo traía para los niños: palitos de melcocha, coconetes, pepamentos, gofio, rapadura y otros dulces que compraba en el mercado de víveres. Lo querían sin temor: Chano es el papá de nosotros, dijo un día Norberto delante de don Plácido. Y Ramón César añadió: nunca nos deja solos como tú, a veces se queda con nosotros en la casa. Desde entonces el pensamiento de don Plácido se llenó de fantasmas y de ocurrencias malsanas relacionadas todas con su mujer. Se complacía azotándola a la vista de los trabajadores. Puta, sí, eso eres. Se lo repetía masticando con rabia la frase cuando ella pasaba por su lado. Siete años tenían trabajando

con ellos Chano y el Gago. Llegaron juntos dos meses después del matrimonio. Don Plácido miraba y remiraba con los ojos pegados a la cara de los niños. El cuerpo: el color: los ojos: el pelo negro, muy negro como el mío. Exacto. Pero a los pequeños les caía el pelo en rizos sobre la frente, igual que a Chano. Y era Chano quien dormía sobre sus piernas al pequeño todas las noches. ¿Qué era todo aquello? ¿Se estarán riendo de mí los de la finca y los vecinos, y hasta los amigos del pueblo? El sábado siguiente -exactamente dos días después- hubo intensa e inevitable pena. Tomó alguna ropita y se fue con los niños a la casona de la suegra. Tómelos: yo no mantengo hijos ajenos ni de puta. ¡Que no pisen jamás mi casa! Esa misma tarde juntó a todos los peones para comunicarles que solamente con él debían entenderse en adelante. La señora se ocuparía de los oficios de la casa. ¡Nada con ella!, lo repitió subiendo la voz. Y ordenó a los peones que lo siguieran hasta el Rancho 4, donde fermentaban, atadas a cuerdas, las hojas del tabaco rubio. Este tabaco que durante mucho años hizo famoso el hato de la doña. Los trabajadores continuaron forzados con el propósito de aumentar el rendimiento de la tierra. La mujer quedó cautiva dentro de las cuatro paredes de la casa. ¡Aquí tienes de todo, nada te faltará, ni tus malos pensamientos, si quieres! Así marcharon las cosas durante un año: él dejó las fiestas, las ausencias. Pero aquel sábado de agosto cuando regresaba de la pulpería que estaba en el cruce, alcanzó a ver cómo los niños se precipita-

ban corriendo hasta agarrar a Chano y abrazarlo. iDiantre de vieja cómplice! Claro. Todo estaba claro, se le ocurrió. No le pasó durante todo el día un pensamiento que no estuviera relacionado con Chano. Chano en el trabajo de la finca; Chano en su casa; Chano en sus comidas; Chano en su cama; Chano con su mujer; Chano haciéndole hijos. ¡Coño! Dentro del grito estentóreo de Chano, tanto el Gago como los otros peones escucriaron una maldición. No. No. El Señor no se podía alegrar ante sus huesos quebrados. ESCENA XIV

«ELCORO. - De los templos desbordaban los adornos de oro; el resplandor del fuego brillaba sobre los altares en toda la ciudad. La flauta de lotos, servidora de las musas, entonaba sus más brillantes cantos. Los himnos alababan las maravillas del cordero de oro repitiendo que era el bien de Tiestes. Porque él sedujo en secreto a la amada esposa de Atreo y se Ilevó a su mansión la prenda maravillosa. Luego, regresando a la asamblea proclamó que tenía en su casa un cordero cornudo.,

CAPITULO SIN NUMERO

EXIBIR EL CASO DE SWAIN no es tan fácil como para colocar sus hechos en una vitrina d e Tiffani, Bon Marché, las Fratellas Fontana, o en Dominicana en la calle El Conde de Peñalva don Bernardino de Menesses Bracamonte y Zapata. Sencillamente: El Conde. Yo, Helene, su biógrafa, no me siento cómoda al presentarla como en una subasta sin apuestas. Guardaré lo escrito hasta ahora en mi portafolios. La luminosidad que descarga el sol junto a las costas del Pireo se filtra a lo más íntimo de mi conciencia y de aquello que a muchos se !es ocurre liamar: discreción. Dije. Dije que dejé a Swain ¿quién sabe hasta cuando? KJEAN PAUL SARTRE ANTE EL ESPEJO» reúne una serie de entrevistas con el otoñal mago de Saint Germain des Prés. ¿Qué contesta el pontífice que ha hecho la disección de El Ser y La Nada? Mientras descanso, me interesa volver a leer la página que sigue a este CAPITULO SIN NUMERO. Sartre habla sobre la novela.

ento anasas? Te a Adamov, el Entr

Bernare

-¿Entonces, usted es lo que se llama un progresista, pero no pertenece a ningún partido político? SARTRE: Exactamente; no pertenezco a ningún partido; pero creo que un intelectual debe ser un hombre de izquierda, un progresista. -¿Y la novela contemporánea debe estar, en su opinión, impregnada de la misma preocupación social? SARTRE: No, creo que la novela debe representar un aspecto total del hombre, de su vida; que no debe limitarse a la faz política, social o psicológica, sino abarcar todos sus aspectos. Segunda entrevista con Abelardo Arias. *Mundo Argentino*, 23 de mayo de 1956.

AMIGOS: no me siento tan culpable de distraerme en otras cosas que me apartan de Swain. Sé que le doy una buena parte de mi tiempo, por ejemplo: hoy recibí contestación de una carta que envié a París relacionada con su biografía. Monsieur Raymond está muy intrigado. Quiere conocer los originales, y, además discutir conmigo este libro antes de publicarse. Sobre el mismo yo opinaría que se corresponde bastante con los cambios de velocidad de filmación, una edición y montaje a lo Fellini, que las cosas caen de golpetazo o culo, ya aquí o allá, y, aún más, que todo sintoniza o atoniza cual música de Strawinsky o Revuelta. Exacto. Abrazos: HELENE. (Post-data: Es la embriaguez de Grecia lo que a veces me aparta de Swain). SWAIN: icómo me exigen que desentrañe todo! Me lastima porque persiste en mí algo de ese pudor con que en mi adolescencia se guardaban algunos secretos. Aún no me atrevo a asegurar que tú estabas enterada antes de ir a New York de la existencia de Norberto. Si lo sabías, estaba tan disi-

mulada que nunca nos atrevimos a mencionar su nombre. Pobre criatura: junto con Ramón César fue abandonado en la casona de la abuela. Allí los dejó tu padre. La abuela también acogió al Gago después de lo de Chano. El Gago se entregó para atender a las dos criaturas, sobre todo a Norberto, con amor y con pena. Murió el chiquillo: patético episodio. Preparó él mismo una cajita que adornó con encajes de papel de seda a colores. Se fue solo al cementerio con la cajita por delante sobre el caballo. Estuvo dando gritos todo el tiempo que lo cubría con tierra. Nada le importó que acudieran alrededor suyo unos cuantos curiosos atraídos por sus voces. Gritaba. Eso era. Gritaba. El Gago siempre manifestaba sus sentimientos tristes con llanto o con gritos. Ahora gritaba al niño que había cuidado como suyo. Ramón César ignoraba lo que era la muerte. La abuela de tanto sufrir se había vuelto como una piedra seca. Era al Gago que le correspondía llorar y gritarlo así, alto, como lo hacía de alto. Swain: algunos me han asegurado que tú vives. ¿Qué importancia podrá tener ahora tu vida? De algo puedes estar segura: nunca tuve la intención de escribirte esta carta. HELENE. ESCENA XIV «EL CORO. - Dícese -aunque yo no creo en ello- que el sol de dorados rayos se volvió y al cambiar de lugar, causó la desdicha del género humano por culpa de un solo mortal. Esas leyendas espantosas para el hombre son

provechosas al culto de los dioses. Mataste a tu esposo sin acordarte que eras la hermana de hermanos gloriosos. iAh, queridas amigas! ¿Oís ese grito o es una vana ilusión que me asalta? Es como el trueno subterráneo de Zeus. He aquí que el aire trae rumores menos confusos.

Luego de la muerte de Chano, el fiscal, sin dejar de asustarse, se tragó la declaración que Ie hizo el Gago. Prometió a don Plácido que solamente bajo juramento le informaría la tremenda acusación que le hacían todos los peones. Los detalles de aquel momento fueron pocos: don Plácido no dijo una sola palabra: metió una mano en un bolsillo del pantalón: sacó un paquete muy grueso de billetes: lo entregó al fiscal. Dos días después, tanto al Gago como a los otros peones les dejaron abierta la puerta de la celda. Huyeron. La madre de Swain, llena de odio y de otros sentimientos indefinibles, había obedecido: Alcalde, uno de ellos mató a Chano. Pero ella sabía ... Después de salir de la cárcel y de corretear bastante el Gago no se detuvo hasta sentirse muy cansado y seguro. Entonces se dio cuenta de que el único camino que le quedaba era el de las muchas cuestas para subir a la loma. Durante siete años había vuelto una sola vez, cuando murió su viejo. Después no lo encontraron para informarle lo de la mamá. A don Plácido le faltó coraje para decirles que el Gago estaba en la cárcel desde hacía dos meses. Fue mejor tal vez. Cuando resolvió regresar a la loma, antes de llegar al bohío, se detuvo donde Fulgencio Pérez, en cuyas tierras vivía la vieja. Fue mejor

tal vez. Fulgencio le demostró afecto y confianza: le explicó que habían quemado el bohío porque la vieja murió de contagio. Le entregó dinero para reponer el daño. Alguna ropa buena. Además, le ofreció un trabajo para cuidar las vacas. -No. N o puedo. -No. N o puedo.

A cada ofrecimiento repetía como un sonámbulo: -No. No puedo. -No. No puedo.

Todo aquel mundo de su niñez y adolescencia lo presentía guardado como en una caja fuerte dentro de aquel bohío, cuyas paredes eran de tablas de palmas, el techo de pencas de yaguas y el piso: la misma tierra que quedó cercada. Desde su ventana podía contemplar en los amaneceres las nubes bajas que copaban el valle en Invierno: contar los bloques alineados de los poblados que estaban abajo, y excitarse con la presencia de las amapolas, porque pisar sus flores justificaba la preñez de las muchachas. Todo su mundo anterior se derrumbaba sin el bohío. -No. N o puedo.

Se fue sin despedirse: sin mirar atrás. No por ingrato. Fulgencio Pérez se dio cuenta de que le corrían las lágrimas, de que con la manga de la camisa recogía las mucosidades que soltaba por la nariz. De que estaba afligido.

El Gago se enteró antes de llegar al pueblo: al día siguiente de la huida los descargaron a todos por falta de pruebas. Fue mejor así. Para que quedara limpio y claro como el agua que bebió en el manantial de la loma antes de volver a bajar. Bajando, sus ojos se ensanchaban con interrogaciones confusas, hasta que, de repente, se le estrechó todo el recuerdo en otro camino y una casona vieja del otro lacio del barranco. El Gago llegó donde la abuela que consintió en dejarlo para atender a los niños. ESCENA XV SELECTRA. - ¿Qué ocurre, amigas mías? ¿Cómo sigue el combate?

EL CORO. - No lo sabemos, pero oímos el lamento del moribundo. ELECTRA. - ¿Es un argiano el que gime o es uno de los míos?

EL CORO. - No lo sabemos, todo se mezcla en un concierto de gemidos..

NUNCA COMENTARON el caso. La muerte de Norberto desbordó el odio por su mujer. Alguien lo enteró de que ella llevaba flores al cementerio para el niño. Nunca comentaron el caso. Don Plácido se sentía más liberado, sí, pero con más odio porque le cargaba que los demás la vieran llorar y con los ojos hinchados y rojizos por una criatura que era su vergüenza. Sin embargo, no abandonó la cama que encontró en la casa. Oía como la ahogaban los gemidos y le decía: desentierra al padre para que lloren juntos. Aumentó esa noche el llanto de la mujer. Exasperado, don Plácido tomó la pistola que guardaba junto a la cabecera: si quieres que se junten los tres, vuelve a gritarlo. Lo dijo casi callado, arrastrando las palabras. Pesaba las palabras, mordía las palabras. ESCENA XVI MENSAJERO. - ¡victoria, ¡Oh virgen de Micenas! Orestes es el triunfador y yo lo a n ~ n c i oa todos sus amigos. El

asesino de Agamenón. Egisto, yace sobre el suelo. Demos gracias a los dioses. - ¿Quién eres tú? Prueba que ELECTRA. tu mensaje es verdadero ...

...En mi terror, amigo, no recordaba tu rostro; pero ahora te reconozco ¿Qué dices, pues? ¿Ha muerto el asesino de mi padre? MENSAJERO. - Ha muerto: repito la palabra que deseas.

ELECTRA.- iOh, dioses! ¡Ytú, justicia que toda lo ves, has llegado por fin...!.

La mujer sintió el hierro frío. El arma apuntaba en su misma cabeza. Es preferible que acabe de una vez, que me mates, gritó fuerte y tan alto que don Plácido temió que despertara a los trabajadores, que se enterasen de lo que pasaba en su intimidad. La golpeó duro con la intención de callarla. Cuando se cansó de hacerlo, sin poder dominarla, se subió sobre ella con el propósito de aplastarla. Asperamente levantó la cabeza de la mujer tirando de sus cabellos. Inesperadamente la naturaleza le fue restando fuerzas. Estaba horizontal sobre el cuerpo debajo. Debajo era su mujer con todo su calor de hembra. Era ella. Con los pechos erectos como la noche primera, que ahora volvía al pensamiento con todos sus detalles. No hizo resistencia. Se dejó. Volvió a poseerla. Que toralé, que tolalá, quei buey mul manso no ara ná...

Era la voz del Gago. Aprovechaba el muchacho que la lluvia había amainado. Venía del Potrero 2. Traía las vacas y los becerros. Las vacas que el marido de la Sacramento debía ordeñar antes del amanecer. Volvió a repetir la tonada, y su voz, repitiéndose, rompía el peso de la lluvia fina: Que tolalé, q u e tolalá, quei buey mul manso no ara ná. ..

Inmediatamente terminó le dijo a la mujer: seguirás aquí, sola, encerrada entre estas cuatro paredes hasta que esté convencido de que alumbrarás un hijo y de que yo soy el padre. Con la misma frazada cubrió el cuerpo de los dos y casi al mismo tiempo se quedaron dormidos los dos. Fue muy fuerte la lluvia que cayó al amanecer. Desde la cinco Hilario esperaba a don Plácido para medir la leche que se vendía en el pueblo. La sombra del alero le dio a entender que eran más de la siete. La Sacramento miró al marido con una intención angustiosa: la entendieron los dos. Se sentaron los dos. Próximos a la cocina. A esperar. La doña abrió la puerta y los miró. Disimulaba una sonrisa. Don Placido salió al patio. Sacra e Hilario respiraron tranquilos. Ella subió a la casa, y sin saber qué hacer o qué decir, se detuvo frente a un viejo reloj de cucú que estaba en una rinconera: eran más de las diez de la mañana. ESCEiiA XVI =MENSAJERO. - ...El regresará ya para mostrarte, no la cabeza de Gorgona,

sino el objeto de tu odio, Egisto. Con usura ha corrido la sangre, pagando cara la deuda contraída con el muerto.

EL CORO. - Mezcla tus pasos a mi danza, oh amiga; brinca en el aire como un ligero cervatillo; hoy es día d e regocijo. Tu hermano es vencedor y ha conseguido una corona más bella que la que se gana en las riberas del Afeo. Une, pues, a mi danza tu canto triunfal.

ELCC~RA - ioh luz, oh cuadriga, resplandeciente del sol, oh tierra, oh noche que antes ensombreciste mis ojos! Ahora se despliega libremente la rnirada mía, porque Egisto, el asesino de mi pddre, ha sucumbido. ¡Vamos! Voy a buscar todas las joyas que guardo encerradas en mi casa para adornar mis cabellos, amigas, a fin de coronar cori ellas la cabeza de mi hermano vencedor.,

TONO PRIMERO: Primavera. Verano. Otoño. Invierno. Qué importancia podrá tener que desglose los tiempos del año. Invertimos: Invierno Otoño Verano Primavera TONO SEGUNDO: Desde entonces, a medida que se agudizaban los argumentos se vio como la acusación cambiaba de naturaleza. TONO TERCERO: Diagnóstico sin censura: le dijo: enséñame tus manos. De modo asombroso estaban bastantes limpias aunque distaban de la asepsia. Flenso en Swain, en el riacho y en los renacuajo~que dejaban huellas sucias. TONO CUARTO: Obsequiábamos a 13s amigos refrescos de frambuesa con el dinero de Swain. Ahora escribo y tomo un cóctel. ¡Vaya! Junto a todo lo que pienso la ciencia ficción más delirante

parece a menudo un modelo de prudencia. Delira el mundo. ¿Desciende el chimpancé del hombre? La pregunta la hizo un sabio. En los bosques hay una especie de sátiro que llaman Quo-ías. ¿Inventa Morrus? La batalla por ganar un corazón enamorado es una aventura de amor. Amor amor amor amor amor amor amor. Pero el infarto es un proceso degenerativo derivado de una falta de irrigación total. Cuántos motivos de reflexión hay en estas líneas que copia la IBM. A esta altura la IBM ha escrito Swain con tres tipos de letras. No experimento aprensión, pero los nuevos inventos de los genios: BOMBA DE HIDROGENO (pummmmm: miles y miles de cadáveres-cementerios). Para no pensarlo mucho abogo porque las floristas y los paleteros detallen cigarrillos con L.S.D. No. No. L.S.D. atormenta a un tal doctor Davidson. Dice que es un demonio escondido. Digo yo: mujeres que no resisten al picapiedras del marido, y aquel Hippie sucio, y la a go-go que se viste con minifalda diseñada por Leócharés para Diana y botas como las cretenses; y el pintor, y el vago, y el polilla de la familia, y la estéril, y la sin marido, y la cornuda, y el que estafa a su propia vida: orgía de alucinógeno: L.S.D. Efectos dramáticos. No. No hay que evadir la realidad. Todo el que tiene dos onzas de cerebro sabe que la mitad de la humanidad se muere de hambre: que el mundo se transforma con la velocidad de un Lunifk-Sputnik o un APOLO-gringo. Sabe que vive en pleno CAMBIO. Que este resto de siglo, etapa de metamorfosis, va de crisálida a justa realidad vital año 2000 encima L.S.D., en castellano: droga que abre el espíritu: humo; sueño; cero. Entendemos: ahora es

más allá del mañana; menos lejos del ayer; pero estamos en el presente. Con la Bomba el hombre limita al Sol que ha sido siempre el símbolo de algún dios del cual depende. Al dominar la fusión atómica el hombre se libera. ¿Se libera d e qué? S e ha liberado el campo d e pantanos. Todo ha cambiado en el escenario d e Swain. Como un disco rayado se repite allí la palabra sequía. Los campos quemados. Los animales se vuelven esqueletos. S e queman de sed bajo los árboles. Dicen que la bomba es la culpable. El campo de Swain se ha pegado completamente al pueblo. S e hacen uno. Son uno. Sobre el camino asfaltado pasan veloces automóviles. Yipes, camiones, autobuses, wagones. Motos- Honda. Motos-Vespa. Motos- Zuzu ki. Seca. Sequía. S e murió el paisaje de Swain. También se murió el paisaje d e la abuela. PRIMAVERA. VERANO. OTOÑO. INVIERNO. PRIMAVERA: fiestas, flores. VERANO: calor, tronadas, tornados, granizos, aguaceros. OTOÑO: caían las hojas. Hojas de otoño. Plévert y les feuilles mortes. Hojas muertas. París. Pero mi pueblo está en la región norte de Dominicana. Arriba mi pueblo. Exacto. INVIERNO: ¿Quiere usted dormir conmigo? ¿Se ríe d e mí? Basta de solfas. No joda.

Se borró el paisaje de Swain y de la abuela. Habrá necesidad de congelar los paisajes para que no se mueran. Origen quebrado. Libertad solitaria. Lcs gansos acechan. El papá ganso se caga junto a las lilas. ESCENA XVIII RELFCTRA- 9 h glorioso vencedor, digno hijo de un padre que fue victorioso c.r~iü guerra de Ilíos, Orestes mío. Keci-es estas diademas para ceñir los bucles ;le t u cabellera. ¡No regresas tJespL

de haber recibido seis pleitos

e!: 1 i r i - i :u;ha ~ a n asino , que has ma-

tado a nuestro enemigo, Egisto, asecirio de tu padre >,el mío!.,

Es natuaai que dquien se pregurite porqué recuerdo mezclados a esa época a Luce y a Segal. Es tan sencillo: eEios me dieron la clave: «pocos comprenden cuan inteadeperidientes son el cuerpo y su r n e n t e ~Luego de aprender esto puedo explicarme a Swain. Los síntomas se ocultan muy discretamente Un dna afloran las complejidades. Son signos de impulsos llenos de resentimientos. Repito. luego de aprender esto puedo explicarme a Swain. NOTA AL MARGEN - Letra A: «BAJO EL VOLCAN*. Malcon Lowry. Infierno y paraíso. La culpa, El amor se gasta en medio d e la vida. La verdadera fuente: Swain. Y todo lo que es relleno en estas páginas: MITO.

NOTA AL MARGEN - Letra B: Diagnósticos diferentes y desalentadores provocaron el viaje a New York. Nada de lo que le habían dicho. iAnímese, señora! Tocando fuerte el vientre de mi madre el doctor Harry dijo: prepárese, es una criatura. Nací en mi pueblo. Gracias gracias gracias gracias. Crienta mi padre que cuando la enfermera Ie dio la noticia le abrazó fuerte, con júbilo, co.i-~ose abraza a los muy conocidos. Le dijo: Gracias. Mrs. Helen, llevará su nombre. Exacto. Ahora que Swain oscurece o ilumina, en el mundo existen: electrónica, televisión, metalurgia, química, anticonceptivo~,cohetes, energía atómica, armarnentos, etc., etc. Soluciones sin problemas. Ya se sabe como se hace la luz domesticada: láser. Entonces. Algo nace. Pienso la palabra muerte. ESCENA XVIII ((ELECTRA- Hay algo que me ruboriza. pero no obstante quisiera decirlo.

O R E S T E- ~LQué es ello? Habla, pues, estás al abrigo de todo temor. ELECTRA.- El que ultraja a u n mcierto puede acasionar censuras. ORESTES.- Nadie te reprochará por ello. ELECTRA- La ciudad es malévola y goza en murmurar. ORESIES. - Habla a tu gusto, hermana mía; entre ese hombre y nosotros siempre ha existido un odio implacable y sin tregua.,

LIQUIDANDO MARGENES - Hasta Letra Z. Los síntomas se ocultan muy discretamente hasta

q u e un día afloran las complejidades. ¿Conocía Helene a New York? ¿Qué la llevaba a fastidiar a Swain contándole cosas d e aquella metrópolis? Swain no se dejaba aplastar. Debía rebasar a Helene. Tenía que ir. Y conocer a New York. Iría. Fue. Estuvo. La sinrazón n o ha parido razones; habitaron un mes en la misma casa; e n la misma habitación; en el mismo New York. El hombre. La hija. La nota latina lo interpretó bastante. El desbordad o río humano: rico; duro y maldito se tragó el tiempo d e los huéspedes. Swain y su padre regresaron luego d e pretextar que iban a ver a unos médicos que nunca vieron.

HELENE lleva siempre en el portafolios la biografía que escribe sobre Swain. Soy Helene. Hoy paseo por las islas del Golfo de Salónica. Son típicos los paisajes con sus villas acostadas sobre las colinas. Salimos del Pireo para llegar a Aghia Marina, Aegina Moni, y cruzando el estrecho de Poros hasta Hidra. Después de un refrescante baño busco sombra bajo una higuera joven. Tengo la intención de trazar unas líneas. Esas líneas representan el Templo de Aphaia. Sin embargo, a pesar de la paz de los paisajes que se suceden, como un clavo ardiendo algo continuamente trata de perforar más y más mi cabeza, de reventarme con los recuerdos, de esclavizarme a pensar en Swain. Precisando: es casi un sacrificio un cambio mental. Pero siempre Swain. Entonces nosotras las muchachas habíamos cumplido los quince y andábamos un poco más despiertas cuando ella regresó de New York. Fue importante: ¿qué le contaría el padre? Inmediatamente nos dimos cuenta de que había vuelto distinta, con una actitud más agresiva y desbordada en contra de su madre. Por primera vez comenzó a hablar de Norberto y de su abuela.

Expresaba furiosa: ella apoyó a mi madre cuando el escándalo de los varones. Y de repente un amor por una criatura que no había conocido: Norberto. Malvada ... Pero el guía nos avisa que el lunch es a bordo, que podemos beber Metaxa a discreción, que luego disfrutaremos de dos horas de reposo, o lo que venga a ganas. Regresaremos a Atenas a medianoche. Camino por la villa: algo así parecido con el barrio de Bubulina en ~Zorbael Griego, o con algunos pasajes del pueblo del Agá en «Quién ha de morir» Me queda tiempo para escribir un poco. Escribo. Veo que esta escalera se alarga en altitud, que a veces siento vértigos. ¿Se caerá mi escalera'? ¿Quién derribará mi escalera? No seamos pesimistas. Continuetnos con las gentes de Swain: estaba ei otro: Ramón César, inteligente; apuesto; sirnpático; tan querido de todos. Las amigas molestábamos a Swain: se parece tanto a tu padre. No demostraba oir o entender, pero oía y entendía. Sí, se parece algo, pero ... Ese pero quedaba en un suspenso, definitivamente cortaba la conversación, hablaba de otras cosas. Aquel muchacho que nos gustaba mucho debía afrontar una nueva situación. Murió la abuela al apuntar las primeras luces de uria mañana clara y después de un largo tiempo lleno de achaques. Todo estaba previsto por el nieto. A las ocho se detuvo el coche fúnebre frente a la casona. A las ocho y quince volvía de regreso: se llevaba para siempre a la abuela. Detrás, a lomos de caballo la seguían Ramón César y el Gago. El Gago llegó cuando le informaron que la abuela casi se moría. Diría que volvió porque se

había marchado para ver otras cosas, otros pueblos, para tener otro oficio. Del muchacho expresaba: ya es suficientemente responsable y capaz para llevar la finca. Es un hombre. Volvió el Gago porque la abuela, Ramón y la casona eran sus cosas, su vida; feo y moreno, repugnaba Ia presefieia de Juan Zorrilla Mendoza, el agente policial en que se había convertido. Marcharon detrás el nieto y el agente. Los vecinos se limitaron a curiosear el espectáculo. A eso. Nadie se atrevió a seguirlos La abuela le pertenecía a ellos dos. De ellos dos era el duelo. La abuela era una santa: aulló el Gago entre un sollozo. A menos de un kilómetro estaba la hija. No intentó rebelarse y llegar para ver a la muerte. Cuando don Plácido regresó, tarde de la noche, ella que estaba enterada de todos los detalles por la hija de la Sacramento, se limitó a decirle: la casa del otro lado del barranco está de luto: hoy enterraron a mi madre. Inmediatamente, como una cuerda tensa, muy tensa, que se rompe y golpea fuerte todo lo que toca, se deshizo en gritos. Swain pensó que enloquecía, y que esos gritos eran capaces de enloquecerla a ella también: cállate, descastada, de alguna manera tienes que pagar lo de Norberto. Esto último lo dijo Swain. Entonces no. Ahora sí. Las niñas estudian ahora literatura Universal en la primaria y aprenden cosas de las cosas de estas latitudes. Con este recuerdo reprocho un tanto la ignorancia que me asistía relacionada con la arcaica farándula de la Hélade. Esto f6e ayer cuando entraba en Atenas a la Biblioteca de Adriano (2éme siécle avant JC). Llegué para escuchar un concierto de Música de

Cámara. BIBLIOTECA: de la palabra a la idea -de la idea a la palabra; qué hago yo con buscar textos de griegos en griego en biblioteca alguna. Sólo sé decir: nero (agua), gala (leche), Nescafé (degeneración corrupta que se cofisa con el polvo gringo, etc., etc.). Ya he visto miles de manuscritos en anaqueles antiguos y modernos. De ellos me interesó un fragmento de la Ilíada -copia de la época bizantina-. Casi de ayer. Respeto ese papel porque Homero es mi poeta favorito. Este padre de la época jónica alumbró mellizos: la epopeya y la lírica. Para bien o para mal el viejo Homero comenzó con lo que recogía de los rapsodas ambulantes. Se disputan que fuera de Esmirna, Pilos, Argos, Colofón o Atenas, más seguro de los homéridas de Quíos. Dije que se aprovechó de los cantantes populares. ¿De dónde eran sus cantantes? No, los cantores. Eran de toda la Hélade. El grupo de mujeres de intriga o de cama, como la sabia Minerva que se repartía entre Aquiles y Agamenón; Afrodita en el lecho de los troyanos agitando con su coraje, y las Heras y Palas que cohabitaban con todos los griegos, impulsaban al rescate de una hermosa prostituta llamada Helene como yo. Epoca de raptadas. Entre los raptores: Paris; después: Agamenón. Imaginémonos a la repudiada Clitemnestra, a quien siempre le sopló la falda adúltera, ahora vengándose en su lecho con Egisto. Antes del padre Homero: La Biblia. Después: la Bomba Atómica y la Luna. Durante la travesía, a la que dedicamos este capítulo, Helene, biógrafa de Swain, pregunta a un

viejo marino de Rhodas, que vivió varios a f ~ en x la Argentina, si ha leído a Montesquieu, Mallarmé, Rilke, Gorky, Frost, Vargas Llosa, Neruda, Cortázar, Fuentes, Veloz Maggiolo, Cela, Goytisoio, Avilés Blonda, Iván García, Rueda, Incháustegui, A!fonseca y la Contreras, y si por moda o convicción se ha interesado en Marx, Engels, Lenin y Mao. No, no. No he leído a ninguno de Ios que usted citó primero. Además, ¿no se ha enterado usted de lo que pasó en Grecia hace una semana pc~rlas ideas de los últimos? Los mi'.,ares aplastaron muchos griegos. Continúa con orgullo: revise desde Homero y se convencerá: somos un pueblo de militares atenienses; espartanos; macedonios, etc., etc., etc. Observe como Aquiies, dentro del campamento de los mirmidones, preparaba un golpe. Un contragolpe hábil resolvi6 el final de Troya. Yo, Helene, biógrafa de Swain, me siento triste. Siempre los fuertes dominando a los débiles. Aun hoy las botas miiitares continúan aplastando. Este griego está contento de ello. En Dominicana también las botas apiastan. Los que defienden la libertad son perseguidos. Los mejores ciudadanos se van. Los gringos nos revientan. Naturalmente, siempre hay gente decente: llegaron quienes abandonaron la monódica y se impuso el Coro en la Preclásica Grecia. Eso falta en mi país. Que se irn ponga el Coro. El calor se hace sofocante. Hubiera querido despedirme de las islas después de beber un tarro de ambrosía. El camarero de a bordo me trae coca-cola. La tomo con desgana y mal humor. Veo hacia abajo. Pienso que íos peces son gringos. Que todo lo que trago es gringo. Y que la mierda que también me sale es gringa.

ESCENA XVIII ~ELECTRA. - (Refiriéndose a Egisto.) Tú me has perdido y tú nos has dejado huérfanas d e un padre querido, a mi hermano y a mi que ningún mal te habíamos hecho. Tú te has unido a mi madre en matrimonio infame y has matado a su esposo, Jefe del ejército griego en la Frigia, a donde tú no fuiste jamás. Tú has esperado tener e n mi madre una esposa sin vicios después d e haber mancillado el lecho d e mi padre. Pero, sábelo: el hombre que habiendo mantenido en secreto un comercio culpable con la mujer d e otro, se ve más tarde obligado a casarse con ella, es digno de compasión si se imagina que la virtud que ella no pudo tener junto a otro, la tendrá junto a él.

EL CORO.- Horrible fueron sus actos: horrible es la venganza que os ha pagad o a 10s dos. La justicia es poderosa.

ORESTES. - ¡Vamos, esclavos! Llevad ese cuerpo al interior de la casa y ocultarlo en la sombra. Es preciso que al llegar aquí mi madre no vea el cadáver, antes d e ser ella misma castigada.»

CAPITULO

18

ME DIGO: casos como el de Swairi vienen escribiéndose desde Homero, e insisten en el mismo asunto: Esquilo, Sófocles, Eurípides, y, etc., etc., y lo tienen todos los países. ¿Ustedes se lo explican? ¿Explicarlos? ¿Cómo lo explicarían ustedes? Es inexplicable, sencillamente. Entonces, ¿por qué diablos insiste usted en volver a contarlo? Porque necesito descargarme para tener paz: distribuir o repartir el recuerdo. No olvide que la misión mía, como biógrafa de Swain, es una misión estrictamente confidencial. Desde que comencé a querer ser literata todos los meses me decía: este mes daré comienzo. Parece que era necesario redoblar la voluntad, liberarme del bloqueo mental provocado por la cercanía de su paisaje. Ahora, a la distancia, creo que es mucho más fácil que lo que ha sido visto y registrado pueda salir mejor de su propia objetividad. Debí intercalar la palabra perspectiva. Además, en Dominicana esas tragedias se esconden, se guardan como un tótem maldito encerrado en silencio. Aquí ustedes la exhiben a plena luz del día o de la noche eléctrica. Allá la gente se signa con la cruz, las espanta como a demonios. Aquí las damas se muestran satisfechas de poder

penetrar la intimidad sexual de la recámara de Clit e n x c t r a y Eyisto. Señor Leonidiou Vetazi: un ser h ~ r n a n ono es un animal: en este caso, tal vez un di32 caída que recuerda un cielo sin fondo o sin techv. Pienso que no conviene, en consecuencia, ~ ~ : + %da a r la noche a la procura de análisis en hip6fs".s. ¿Estamos claros? E1 señor Leoamidiou Vitaz; y > 3 ;;SS levantarnos, abandonarnos la mesa casi a' rn;smo tiempo con la intención be recorrer otros sillos de Atenas. Este arqueólogo, que casi acabo de conocer, propone que Ileguernos en Phalera al pintoresco puerto de Toukolimano. Le advierto que tomar6 un vaso grande de Metaxa. Que haré en mi estómago un fondo Metaxa para un pinchito de carnero a Ea parrilla. De regreso al hotel se me ocure que el mozo piensa que he tomado mucha Metaxa. Redacto un cable para mi país: ATENAS/VERANO ~ ~ ~ ~ - A M I G qué O S -: grave es cuando se trata de ahogar el derecho a la libertad en un pueblo que quiere ser libre. Punto. HE-

LENE. Siempre aparecía Swain, como en las fiestas de los Martínez, sola en algún rincón, alejada de los que se entretenían con el baile. Con la mirada esquiva Esquivando. Esquivaba. Hasta los mozos se desviaban porque, hermosa sí, pero temían a sus gestos. A sus desaires, Don Plácido llegaba temprano a buscarla: pretextaba nubarrones, mucho lodo, una posible caída en la oscuridad, o temor a un asalto. Dejo a Swain. Sintonizo otra estación mental. La aguja vuelve hacia atrás y se instala en la mesa

del restaurante de Toukolimano, junto a un amigo de Teherán que volví a encontrar en ese lugar: señor Mahuad, eso de Ios guerrilieros excita mucho al mundo de hoy. Que los de Yugoslavia, Creta, Cuba, Dominicana, Venezuela, Vietnam, etc., etc., etc., etc., etc., etc,, etc. Dejémonos de enurneraciones: lo táctico y dinámico se llama guerrilla Guerrilleros aparecen por todas partes, hasta e n Africa donde se les llama Mau-mau. Mahuad co ifiesa que perteneci6 en su juventud a un grupo que hacía sabotaje a los ingleses en las refinerías de Irfin. Le iriterrumpo de nuevo: señor Mauad. en Arnéirica está mi país: Dominicana. Allá apareció el primer guerrillero anticolonialista: era un cacique indígena que mantuvo en jaque mucho tiempo a los soldados del emperador Carlos V de España durante la conquista: se llamaba Enriquillo. El emperador se vio obligado a entregarle algunas de las tierras que perteriecyan a sus duefios los aborígenes, y a respetar sus derechas. En Doari-~lcana, desde que los gringos pisotearon por primera vez la soberanía nacional, a los patrictas que defienden su tierra, sus minas y sus cosechas, los llaman bandoleros o gavillcros. Es así, sesor Mahaad. En la Dominicana, como en la antigua Esparta, se imponen tiranías con el respalde militar. A ese erigaíao lo llaman democracia. Hemos perdido a un gran número de jóvenes honestos y valientes.

No había razón, pero siempre pretextaba dan Plácido algo para ausentar a la muchacha de las

fiestas: había que llegar temprano, etc., etc., etc. Lo dije ya.

No. Porque luego se quedaban horas en el restaurante del chino cantonés, justo detrás del ábside de la Iglesia Mayor.

Y NO. No. Porque le ocurrían cosas tan de sorpresa a Swain que no tenían explicaciones...

Y NO. No llegarían temprano. A Swain le entraban ganas de llegar a un buen hotel. De dormir en un sitio confortable, como en el Cánada, o la noche que pasó en San Juan de Puerto Rico.

Y NO. No se marchaban inmediatamente a su casa. Este testimonio sobre los caprichos de Swain lo secreteaba Menso, el panadero que recorría la ciudad en un caballo con sendos barriles sobre el lomo, repartiendo la venta de galletas y masas de harina. Porque el panadero los veía regresar muy temprano, ensillar los caballos que guardaban en el solar, y volver al campo.

Y NO. No corrían con brío los caballos: habían quedado en el solar desde la mañana de la víspera. Volvían a paso corto: con hambre. Cuando se acercaban a la cerca, y luego veían la casa, relinchaban gozosos. Sabían que detrás estaba el pasto. Que comerían mucho. Que reiniciarían su juego de pelea con las arañas cacatas que constantemente pretendían derribarlos con sus mordiscos de ponzoñas venenosas. Y sabían que también allí había alacranes y muchos nidos de hormigas furiosas que esperaban la noche para desesperarlos: para sentirlos en carreras desbandados, o rascarse en los árboles, ya con la carne ardiendo y sin sueño el cerebro. Pero estaban junto al pasto que comían sin descanso. ESCENA XVIII CELECTRA. - Espera. Una nueva ocupación nos llama. OI{ESTES.- ¿Qué ves? ¿Llegarán acaso socorros de Micenas? ELECTRA.- No. Es la que me ha concebido quien viene hacia acá. ORESTES.- ¿Qué hacer? Es mi madre. ¿Vamos a degollarla? ELECTRA.- ¿Sientes piedad frente a tu madre? ORESTES.- ¡Ay!¿Cómo matar a quien me alimentó y me dio a la luz? ELECTRA. - Igual que mató ella a tu padre y el mío.

ORESTES.iOh!, Apolo, qué Oráculo insen sato dictaste...! ELECTRA. - Si Febo es insensato: ¿quién posee cordura?

ORESTES.- ...!ordenándome el inaudito asesinato de mi madre! ELECTRA- Pero, si vengas a tu padre: ¿de qué te crees culpable?>

Solicito al director de la orquesta la música de ~Zorbael Griego». Me dice un secreto. Habla griego. No entiendo griego. El arqueólogo de Teherán, señor Mahuad, traduce: aquí los militares dieron un golpe y el autor de esa música está perseguido. Ahora entiendo. Pienso de nuevo en mi país. Pien. so en Septiembre de 1963. Lo que me ha dicho el director tiene en español un equivalente con la música del bolero: d a misma noche / la misma Luna / la misma estrella / en el mismo cielo.»Dije: pienso en Dominicana: Septiembre 1963.

AMIGOS: siempre existen preguntas a las cuales yo querría responder, pues imagino que el lector y los lectores de la junta de editores se las plantearán como yo misma me las he planteado. ¿Quedó Electra para siempre condenada? Es difícil eludir la pregunta. Yo me concreto a responder que lo que cuenta del caso de nosotros es la verdad vivida lo que aparece aquí. Y esto me obsesiona de tal modo, que a veces imagino a Swain como a Oedipus ciego en Colona conducido por Antígona; imagino a mi heroína en mi pueblo o en New York, o, como ahora, en Atenas, mezclándose a la multitud, interrumpiendo el tránsito de los coches, bebiendo agua en sus manos desnutridas, tocando con esas mismas manos, portadoras de gérmenes impuros, las barandas y los bancos de las avenidas. Se me ocurre que estará pagando por la vida que le resta todo lo que posee. Y no he dado la respuesta porque al bajar del autobús próximo a Omonia me aventuro en un cruce de calles que resulta laberíntico, que se alarga, y me confunde el camino que se va apagando con la noche que comienza. Son las 9. Tomo el Boulevard Pi-

reos en lugar del Athinas. Cuando intento regresar al Athinas, paso de la calle Menadrou a Sokxatous, de Sokratous a Evripedou, luego, subiendo siempre, llego al Aristofanous. Ya en Ermou tanto Electra como Swain han sido devoradas por mi cansancio. Un coche, y, a Kavalas. En el restaurante del antiguo monasterio me espera un amigo. Nada de Metaxa. ¡Cómo me asustan Luce y Segal con sus historias de enfermos alcohólicos! Pienso que ahora tal vez podría dar la respuesta. Cero. ivletaxa. ¿Y !a respuesta? Cero respuesta.

Por vez primera Ramón César se dirigió a Swain. La sorprendió junto a la laguna de los patos. Nada te inquiete -le dijo. He venido a verla porque también es mi madre. También es Navidad. Y porque puedo verla. La muchacha fingió no escucharlo. He venido a verla porque la quiero, y además, para comunicarle que todo cuanto dejó la abuela es suyo. Que te deje esta casa con tu padre. Todo es tuyo aquí. Mostrándose aún más indiferente, la muchacha tomó una rama seca y se puso a ondular la laguna. Los patos abandonaron el agua. Ramón César se marchó. Tenía los ojos húmedos. Una hora antes, cuando abrazó a su madre, notó que ella tenía olor a lágrimas y a sueño. Con una risa irónica Swain se fue detrás de los patos que habían resuelto marcharse: a merendar desperdicios junto a la cocina. No. No se irá jamás. Jamás abandonará su oficio. La necesitamos. Aquí hay mucho trabajo. Lo dijo alto. Muy alto. Alto, Alto.

Y No. No. Nadie escuchó su sentencia. El ruido que la inquietó era de un perro realengo que perseguía a un gato. Habló con más confianza: No. No se irá. Se quedará en esta casa como en servidumbre, castigada con el desprecio de mi padre. Castigada con mi odio.

Y No. No. Porque buscaré la manera de convencerlo. Le contaré todo a Ramón César. Se hará mi aliado, y también la odiará como nosotros

Y No. No estuvo esquiva, esquivando, ni separada de los demás esa noche. Un momento: esquivaba, sí, pero a la espera de Ramón César que iría a la fiesta. Cuando lo vio entrar avanzó hacia él, lo tomó de una mano, y, no lo soltó hasta llegar al balcón. Mientras caminaba, se decía: no, no se irá contigo. No. No se irá. ESCENA XVIII ~ORESTES. - YO era puro y ahora seré un parricida. ELECTRA. - Si no defiendes a tu padre serás un impío. ORESTES.- Mi madre me hará expiar su muerte.

ELECTRA. - ¿Quien podrá castigarte si tu padre no está vengado? ............~ ~.................................... , . ..... ................~ . . . ~ ~

ORECTES. - Jamás admitiré que el Oráculo tenga razón. ELECTRA. - No dejes ,batir así cobardemente tu valor. Tiende a tu nradre la misma ceiada con que ella hizc parecer a su marido bajo loa golpes de Egisto.

ORESTEC. -. Voy a entrar. Terrible es la empresa y terrible para mi encargarme de ella. Mas si los dioses lo han resuelto así, ¡así sea! ¡Pero cuán amarga ha de ser. esa hazaña!,

CAPITULO

ESCENA XIX ~CLITEMNESTRA. - Descended del carro, troyanas, y tomad mi mano para ayudarme a poner pie a tierra. Los templos de los dioses se adornan con los despojos de Frigia; pero esas, recogidas entre todas las troyanas, son el botín que y o he tomado para reemplazar a m! hija perdida: parte mediocre, pero que ai menos embe. Ilecen mi casa. ELEGTRA - ¡Dejame, oh madre. tocar tu mano bienaventurada, a mí, esciava exgrllsada de! palacio de su padre, que vivo bajo este techo miserable! CLITEMNESTRA - Las esclavas están aqbií. no te tomes tu bciyita molestia. ELECTRA- ¿Por qrié? Y a estoy cautiva y tú me obligas a vivir lejos de mi morada; en mi casa conc,i~!.stada,$10 misma fui vencida, quedii*:,t-> igual que esas mujeres, hugrfznac CLITEMNESTRA. - ...Tindareo, al errtregarme a tu padre, n o dese6 mi muerte

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ni la de los hijos que me nacieron. Pero él engañando a mi hija con la promesa de una boda con Aquiles, la llevó lejos del palacio, junto a las naves bloqueadas en Aúlides y entonces, depositándola sobre el altar, segó la blanca existencia de mi Ifigenia. ............... ........................................................ ...si ese único crimen hubiese evitado "

otros muchos, se 12 podría perdonar. Pero no: encontró una Helena lujuriosa y para ella un marido que no supo castigar su traición; por ello fue que inmoló a mi hija ... jamás hubiese matado por ello a mi esposo. Pero he ahí que regresó con una hembra poseída por un dios, una Ménade, y la introdujo en su lecho; desde entonces hubo dos esposas habitando bajo el mismo techo. La mujer es sensual, no lo niego. Pero, precisamente por existir ese vicio, cuando el marido desprecia el lecho conyugal, la mujer quiere imitar al hombre y toma otro amante.^

Primero habló Swain: Escúchame, Ramón César: no podrá continuar ese odio tan grande entre todos nosotros. Afirmó él: vendrá mi madre conmigo y todo será suyo. La muchacha: te arrepentirás de tenerla junto a ti; fue ella quien te abandonó junto con el pequeño Norberto en la casona de la abuela. Lo hizo cuando mi padre le impuso la separación porque él pensaba que el pequeño no era hijo suyo. Ella trató de

envenenarte, a tu hermano también. ¡Mentira!, le rispotó el muchacho. ¡Eso es mentira! Ella debía escoger entre mi padre y ustedes; escogió al hombre, nuestro padre. Es todo. ¡MENTIRA!: palabraexpresión apropiada para una portada d e impacto-magazin- moderno «POST», «AHORA», .MACHT», «ARRIBA», KTIME»,«PRAVDAa, etc., etc., etc. Película KODACHROME 11-ASA 25-DIN 15K1335-FTSCN-FLASH: Use lámpara flash azules o cubo-flash. Las cifras d e guía para exposiciones con flash se encuentran en los envases d e las lámparas. Escoja la cifra correspondiente al índice ASA 25 o DIN 15y al tipo de reflector y velocidad de obturador por usar. ETC. Etcétera. BLITZCHTAUFNAHMEN: Blaue Blitzlampen oder Blitzwürfeñ verwender. Die Blitzlich-chtlizahlen sind auf der Blitzlampen- Pachung- angegeben. Wanlen Sie die Leitzahl für ASA 2 5 oder 15 DIN und den Typ des Reflecktors sowie die Verschuluzeir.

Y NO. ¿Abandonados por mi madre? ¿Matarnos? ¿Dejarnos en abandono? Todo para seguir con mi padre, ultrajado por ella. No. S e quedará en aquella casa. Momento después se acercó a Swain y le dijo cinco palabras: -Se quedará en tu casa. Sin esperar respuesta llegó hasta donde estaban los señores para despedirse.

Y NO.

N a se ira, Se quedaría en su casa. Se quedó en su casa.

E'i hijo la dejó esperando. N o respondió a los recados ni a los papeles que le ~ n ~ ~SUí madre. íi Tendrá razones para que se comporte así, decía ella, ai tiempo que una serie de interrogaciones la atormentaba i ~ u 3ée pasaría? Solamente Plácido González, tan tremendo, é1 es eI único capaz de continuar torcléndorne ia vida.

El. que abandono a siis hijos. El, que me separó de la hija Todo cuanto le pertenecia: la tierra y el dinero no le importaban: ei asunto eran sus hijos: matar6 a ese honibre, eso es. lo mataré. Pensó en una an-ipoileta de adrenalina que no alteraría el sabor de la tisana de hojas de naranjo que tomaba todas las mañanas. La adrenalina no dejaría rastros. Un golpetazo al corazón, y, ¡Plácido,quieto para siempole!

El malvado. Cómo dormía. Parecía tan feliz luego de regresar de la ciudad con Swain. Siempre en domingo.

O en días feriados de la patria cuando la llevaba

a la retreta a oír música, a ver los fuegos de colores: montantes, los de lágrimas, serpentinas de luces, cohetes, ratones, globos inflados que se elevaban y luego se incendiaban cuando estaban muy altos, etc., etc., etc., etc. Vientos de tempestades comenzaron a apretujarse en la alcoba. Lo juro: me volveré peor que él. Mientras yo sufro él duerme tranquilo. Me ha quitado lo único que me quedaba: a Ramón César. Lo aplastaré. Pisaré sus huesos. ¡Me cagaré sobre su tumba! tu esposo.,

CORO. -

ATENAS/VERAN0/1967. (Otra tarjeta) Amigos: A pesar del sensible peso de la estructura superior, las Korai (Cariátides) del Erectheion no muestran ninguna hueiIa de esfuerzo. Erguidas y en actitud digna llevan sobre su cabeza un canasto que hace de capitel. Los pliegues de la ropa tienen sentido vertical como las estrías de las columnas jónicas. CODEX S. A. HELENE. ¿Qué importancia tiene que se escriba de Swain ...? Hay un hueco en el fondo de la tierra. Las dos pupilas horadan buscando las estrellas y la luna y a los hombres que cercan la luna. Poeta: la luna está muerta para tu poesía. Luna para Ia poesía rnuerta-muertaEl pez y el piPjaro danzan y cantan la victoria que Helmut acompaña con el Cuarteto Cuatro para cuerdas de Arnold Schonberg por ausencia de la Décima Sinfonía que Beethoveri no conipuso.

Necesidades sin horarios ahora cuando todo ocurre. Para liberarse de la mortificación que disgusta: decid al lobo y al cordero: que apaguen de un soplo el gran camino. El que pasa: ES EL HOMBRE. En tu cuenca de párpado cerrado sí importa que otro duerma. Teorema de la luna. Comprobación real. Aguda punta mineral hacia otra puerta. Siempre detrás: LOS HOMBRES. Yo Tú El Nosotros Vosotros, y Ellos: ¿qué... qué haremos?

ESTA ES ATENAS. Para esta noche está marcado el tiempo. Estoy obligada por rutas del oeste a volver a mi país. Sin embargo, deseo adelantarme con algunas noticias: CABLE/ATENAS/VERAN011967-AMIGOS: Corfú maravillosa punto Mariacalla Onassis vía Opera Atenas punto Rhodas Estambul Ankara Troya Teherán Persépolis etcétera detalles fuera esta novela punto biografía Swain casi terminada punto abandonaré esta noche tierra Zeus y Palas Atenea HELENE. Dejo el cable en el mostrador, y me repito: Grecia: Grecia: nacieron aquí dioses y hombres que no tardaron en multiplicarse. De la vieja estirpe descendía. Prometeo. Arrastrado a las soledades de Escita lo dejaron cautivo junto a un muro de roca del Cáucaso. Yo, Helene o Elena, o llámame usted como lo desee: Josefa, Bonifacia, Gladys,

Agapita, María, Rosa, Elisabetha, Negrita, o etcétera, etcétera ... me siento ahora desolada, como suspendida o encadenada cual Prometeo a la tiranía de dos minúsculas agujitas de reloj que marcan inevitablemente mi tiempo. Pero esta Helene, biógrafa de Swain, p d r a jactarse de haber penetrado en los cimientos de Troya, de que lanzó c5scaras de bananos maduros sobre la tumba de la señora Clitemnestra, de que junto a los bloques ciclópeos y bajo la puerta de los Leones, por donde pasaron Agamenón, Electra, Orestes, Egisto y las cautivas troyanas, ha comido higos hermosos y maduros. Dirá: Que se ha sentado en la silla-trono del Rey Minos en el Palacio de Knossos, de que ha posado made tourist junto a las columnas de la Acrópolis, de que ha visto la E,lectra de Eurípides en Licabette, y que han danzado para ella por 80 dracmas 10s coros de todas las regiones de Grecia con su atuendo a la manera anciana. Pero sobre todo esto la domina un reclamo, con una voz muy fuerte que la llama por su propio nombre a su propio paisaje: tierra de humus, exuberante paridora de maizales 3 caEas de azúcares, que la llama refrescarse con i3 pdpa de sus cocos nuevos, con la brisa suave 4.e su propio valle.

Todo me sacude a un mismo tiempo, dir.3 que es un cóctel: Atenas: Electra; mi pueblo; Swain: esta nueva gente que acabo de conocer; mis amigos de siempre en Dominicana. Tiro de la cortina: hay luz, mucha luz. Es inevitable también: vuelvo a salir para deambular un poquito más por los hermosos leóforos. ESCENA XXIE UELCORO. - Helos aquí, manchados con la sangre caliente d e su madre; salen de la mansión y llevan, como un trofeo, esas marcas que les valdrán tristes adjectivos. No, no hay ni hubo jamás, otra casta más deplorable que la d e los descendientes d e Tántalo..

Al cumplirse el tercer año de la muerte de don Plácido la hija había alumbrado varias criaturas muertas. La primera a los quince días del acontecimiento. Con plena seguridad de su estado de preñez, en seis ocasiones, igual que cuando estaba el padre vivo, llegó con las manos llenas de dinero donde la comadrona. A doña Virtud se le ocurría que la Swain era una estúpida, le daba la misma receta. Otras no volvían más. Pero ahí estaba Swain: probablemente poseyera un pequeñísimo fondo con algo de temor: ahí estaba doña Virtud; sería la Virtud quien se encargaría de darle la sal y de anticiparle: esto te sacudirá las tripas y la matriz soltará la bola con toda la porquería de envoltura. Y aquí tienes esta otra cajita: son 3 cápsulas de quinina, si no resulta lo primero. No dejes de

mandarme la noticia: dile a Virtud ¡que ya! Y la despedía entregándole dos estampitas: una de San Ramón y otra de San Expedito: te ayudarán, niña, te ayudarán. Dije que se espiaban. Rosaura sabía que Swain recibía visitas. Hablaban y se reían las visitas en la mitad de la casa que ella le dejó a la muchacha. A veces el alcohol los alegraba demasiado. La madre espiaba los hechos por el tono de la voz, por las pisadas, por la música, por los adioses, por la luz. Los había visto entrar: eran cuatro. Los había visto salir: contó tres. Naturalmente, quedaba uno. Entonces en la otra mitad de la casa la conversación cambiaba de tema, de tono, de música. Cambiaban los discos en el fonógrafo que Swain había traído de New York. Eri la VICTROLA. -la voz de su amo- corrían los discos, digo, giraban los discos. La música sonaba clara con las voces preferidas: Juan Pulido o Rosita Quiroga. Sobre todo La Cantinela... con Rosita:

En la noche msís clara la cantinela... Con un poco más de velocidad Juan Pulido animaba:

Deja que bese chiquilla tus labios rojos como cerezas...

O la misma Quiroga en:

Mi solo afán, mi ilusión, mi triunfador, es mi hombre. Es mi hombre. Y o le doy cuanto soy, mis encantos y mi amor a mi hombre. A mi hombre... La conversación se perdía. Nadie podía decir que la conversación se cansaba. Tal vez estaba más allá de las palabras. El lono, que era automático, repetía los discos. Giraban, giraban los discos. Rosaura deseaba romper, derribar toda la pared que los separaba. Puta, puta, puta. Swain estaba con un hombre. Apagaban la luz. A Rosaura se le reventaba la cabeza: revivía la escena del cementerio. Puta, puta, puta. A menos de dos metros de ella, solamente la pared por en medio.

La hija y el amante de turno se quedaban dormidos. Así las cosas; bajo el mismo techo se cobijaban la madre y la hija. El odio. El egoísmo. El amor fornicado. Es mediodía bajo el cielo del Pireo. He vuelto a Phalero: esta obsesión por los tomates rellenos con carne de ternero, arroz y yerbas. Este queso de cabras. Esta sandía fresca. Arrivederci. Adiós, Phalero. Vuelvo a mi cuarto: 312 Hotel Amalia. Acabo de decir que estoy en el hotei. Las 3 p.m. Escribo. Prometí terminar en Atenas esta novela.

Desde hace seis semanas Grecia es mi morada. Soy su huéspeda. Debo marcharme. Lo he dicho muchas veces, sin embargo, me distraigo con algo que leo sobre Robbe Grillet, sobre esas verdades que se le ocurren al tipo que escribe estoy y no estoy de acuerdo. Pienso que es el mismo Robbe Grillet, quien debe decidir si está o no de acuerdo. No es tan simple la arremetida: veamos algo: la novela tradicional está agonizando y usted trata de aniquilar a esa pobre moribunda que ya casi no respira. De todos los medios que han sido -intentados para salvar la novela- desde el diario íntimo al relato confidencial, desde la ciencia-ficción al

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