EL BARROCO. ARQUITECTURA, ESCULTURA Y PINTURA

El arte barroco. Arquitectura, escultura y pintura El Barroco español Marién Escribano Henarejos SELECTIVIDAD: Temas • Arquitectura: características

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El arte barroco. Arquitectura, escultura y pintura El Barroco español

Marién Escribano Henarejos

SELECTIVIDAD: Temas • Arquitectura: características generales. Especial incidencia en Bernini y Borromini • Escultura: características generales. Especial incidencia en Bernini y en Francisco Salzillo • Pintura: características generales. Especial incidencia en Caravaggio y en Diego Velázquez

EL

BARROCO.

ARQUITECTURA,

ESCULTURA

Y

PINTURA Nadie ha caracterizado con más acierto el sentimiento vitral del Barroco que el dramaturgo español Calderón de la Barca. En su obra alegórica “El gran teatro del mundo”, estrenada en 1645, trasladó a su tiempo el viejo tópico del “mundo, un teatro”: los hombrea actúan como actores en presencia de Dios Padre y de la corte celestial; la obra que interpretan es su propia vida y el escenario es el mundo. La metáfora del “teatro del mundo” recorre todo el Barroco, es decir, la época que se extiende desde finales del siglo XVI hasta muy avanzado el siglo XVIII. Es una época marcada por fuertes contradicciones, que se manifiestan delante y detrás del telón. Ser y parecer, ostentación y ascetismo, poder y debilidad: son las constantes antagonistas del período. En un mundo sacudido por los conflictos sociales, las guerras y las luchas de religión, el gigantesco espectáculo ofrecía un cierto sostén. La autoescenificación del soberano, tanto si se trataba del Papa como del Rey, constituía al mismo tiempo un programa político. El ceremonial, las acotaciones de este “teatro universal”, era el espejo de un orden superior, supuestamente de origen divino1. El Barroco es la liberación espacial, supone una liberación mental de las normas de los tratadistas, de las convenciones, de la geometría elemental y de todo lo estático. Por esa voluntad de liberación, el Barroco alcanza un significado psicológico que trasciende hasta la arquitectura de los siglos XVII y XVIII, logrando un estado de ánimo de libertad, una actitud creadora liberada de prejuicios intelectuales y formales, liberada de las estructuras de la época clásica.

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Borngässer, B. y Toman, R.: ““Theatrum mundi”: la existencia como obra de arte total”, en El Barroco. Arquitectura, escultura y pintura, Könemann, Francia, 1997, p. 7.

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ARQUITECTURA BARROCA Es en la arquitectura donde quizá más se observa el cambio del Renacimiento al Barroco. En ella, la sensación sustituye a la razón renacentista, el desequilibrio y la desmesura a la armonía y al equilibrio. Como características generales podríamos destacar las siguientes: •

Predominio de las líneas curvas, retorcidas, tales como elipses, parábolas, hélices, etc. Las superficies se tornan ondulantes, creando una enorme sensación de movimiento y dinamismo.



La gran riqueza decorativa en interiores y exteriores oculta los elementos constructivos, que siempre están subordinados al conjunto y a los efectos luminosos.



Es una arquitectura dirigida a los sentidos y, por tanto, es atractiva y deslumbrante,

recurriendo

con

frecuencia

a

efectos

ópticos,

escenográficos o teatrales. •

Se da una fusión de las tres artes: arquitectura, escultura y pintura, por lo que las esculturas y las notas de cromatismo, con el uso de materiales de diferente color, se integran muy bien con los elementos arquitectónicos.



Se intenta integrar las construcciones en el paisaje, existiendo un interés por urbanizar los alrededores de los edificios, y por conseguir conjuntos arquitectónicos armónicos, así como por planificar y reformar las ciudades, existiendo gran interés por el URBANISMO.



La arquitectura, que tiene un carácter propagandístico, está al servicio de los monarcas absolutos y de la nobleza, y por otro lado de la Iglesia Católica.

Los elementos fundamentales eran a la vez decorativos y constructivos, y son: •

Empleo del orden colosal



Uso del claroscuro para crear profundidad



El muro es el elemento de sostén



Los arcos de diferentes formas y tipos



Las bóvedas variadas, sobre todo de lunetos



Columnas salomónicas y estípites



Frontones partidos, entablamentos curvos, molduras superfluas



Decoración vegetal, escudos

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Esculturas enmarcadas en nichos



Las plantas de las iglesias se complican y surgen, además de la jesuítica o vignolesca, las elípticas y mixtilíneas.



En los interiores se buscan efectos escenográficos y de perspectiva por medio de la decoración pictórica ILUSIONISTA, especialmente en las bóvedas y cúpulas.



El movimiento genera un ritmo en el espacio, a través de paredes dinámicas, dando lugar a una interpenetración de los espacios



La arquitectura civil se rodea de jardines con fuentes y cascadas como elementos ornamentales

ITALIA El Barroco nace también en Italia, donde los Papas continúan siendo importantes mecenas de las artes, por lo que el estilo mantendrá una impronta religiosa, que permanecerá unida al clasicismo y a la ponderación formal, tradicionales en el arte italiano. El mejor representante de la transición del Renacimiento al Barroco fue CARLO MADERNO, que trabajó en Roma bajo las órdenes de Paulo V y continuó las obras de la “Basílica de San Pedro del Vaticano”, en cuyas manos sufriría algunas modificaciones con respecto a los proyectos anteriores, de modo que con él la nave de la Basílica será prolongada hasta los pies, pasando a ser una planta de cruz latina, olvidando la idea de unidad renacentista. Además añadió una especie de nártex precedido por la ancha fachada con grandes columnas, un frontón que remata la puerta principal y un ático con una balaustrada y esculturas, de ordenación prebarroca (por sus acusados volúmenes), aunque muy horizontal con el fin de permitir una buena visión de la cúpula de Miguel Ángel. Pero el que realmente se considera iniciador de la arquitectura barroca será GIAN LORENZO BERNINI (1598-1680), que siendo arquitecto, escultor y pintor, además de decorador y urbanista, supo encarnar al arquitecto triunfal que reflejó perfectamente el poder de los Papas y de la Iglesia Contrarreformista. Su primera gran obra arquitectónica fue “el Baldaquino de San Pedro” (1624), encargado por el Papa Urbano VIII, (el Papa Barberini), que sirve de palio al altar mayor de la basílica, y está situado bajo la gran cúpula de Miguel Ángel. El baldaquino

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se inspira en la pérgola que existía en la antigua basílica de San Pedro levantada por Constantino y que tenía cuatro columnas torsas que se creían procedentes del templo de Salomón. De bronce fundido procedente de los bronces del Panteón de Agripa, tiene forma de un palio gigantesco que alcanza los treinta metros de altura y está formado por cuatro grandes columnas salomónicas de orden compuesto, de fuste dividido en tres tramos (el interior decorado en espiral y los superiores con ramas y hojas de acanto), que se coronan por una serie de ángeles, volutas, lambrequines con abejas y soles, símbolo de los Barberini, rematado por la esfera del Universo y la cruz, todo esto ideado por BORROMINI. En esta obra se produce la perfecta fusión entre arquitectura, escultura y decoración, y contrasta con los grandes pilares, estáticos, pétreos y blancos que aguantan la cúpula de Miguel Ángel. A la muerte de Maderno le fue encargada la continuación del “Palacio Barberini”, con una planta en forma de H, que había sido ideada por Maderno, lo que la dotaba de un carácter abierto. Su fachada principal se compone de tres pisos de arquerías y órdenes superpuestos. El resto de sus construcciones de carácter civil son “El palacio de Montecitorio” y el “Palacio Odescalchi”, aunque donde más cómodo se sintió fue en la realización de obras religiosas, sobre todo con la de la “Iglesia de San Andrea del Quirinal”, de planta elíptica, encargada por Camillo Pamphili para que sirviera de Iglesia del noviciado de la compañía de Jesús. El autor eligió una planta ovalada con el eje transversal que se prolonga sobre el principal entre la entrada y el altar, contando como precedente con Santa María dell`Anunziata, en Parma. En los extremos del eje transversal colocó pilastras, y el ámbito oval está coronado por un fuerte entablamento hasta llegar al templete con columnas del altar. Igualmente dispuso una cúpula artesonada y profusamente decorada. En el exterior, Bernini buscó la relación directa con el interior mediante una fachada con pórtico, coronado entre volutas con las armas de los Pamphili, y retomando el eje interior para hacer homogénea esta estructura con la del altar2. Otra de sus obras fue la “Escala Regia” del vaticano, donde creó un espacio ilusorio y ficticio que produce un efecto de mayor profundidad acercando las columnas del final de modo convergente. En 1656, bajo el pontificado de Alejandro VII, comenzó a urbanizar “La Plaza de San Pedro del Vaticano”, que se encuentra delante de la Basílica. En torno a un

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VV. AA.: Historia Universal del Arte. Barroco y Rococó, Planeta, Barcelona, 1986, Vol. 7., p. 56.

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obelisco central y dos fuentes laterales, ordenó de forma ovalada dos grandes tramos formados por cuatro hileras de columnas y coronados por esculturas que actúan como dos grandes brazos que acogen al orbe católico. La columnata presenta un contraste entre luces y sombras muy expresivo, y da la sensación de ser un bosque de columnas inacabado, a la vez que rompe con el efecto de perspectiva central, puesto que ofrece infinitas posibilidades de observación en la percepción de la fachada del fondo. La plaza ovalada queda unida a la fachada por medio de un rectángulo que, además de enmarcar la escalinata de acceso, tiene los laterales divergentes hacia la propia fachada. La magnífica plaza, destinada a albergar los grandes ceremoniales del Papado, es el ejemplo perfecto de urbanismo barroco y de arquitectura puesta al servicio propagandístico de la Iglesia Católica triunfante y contrarreformista. Bernini utilizó la columna sin deformar y respetando los órdenes, las proporciones y las reglas de la composición arquitectónica clásica. FRANCESCO BORROMINI (1599-1667) comenzó como escultor trabajando con su pariente Maderno, y tras colaborar durante un tiempo con Bernini, surgió la rivalidad entre ellos. Profundamente religioso, tuvo un espíritu atormentado y un temperamento nervioso que se refleja en su obra arquitectónica, en la que las líneas curvas, los efectos de perspectiva y los juegos de luces y sombras contribuyen a la formación del brusco movimiento que invade sus conjuntos. Es más dinámico en su obra que Bernini, pues, él rompe con las normas y reglas clásicas, dando lugar a una arquitectura más creativa y audaz, aunque relegada a los encargos de las órdenes religiosas, empleando materiales pobres como el ladrillo y el estuco, más fáciles de manejar. Entre sus obras también nos encontramos también con las de carácter civil, aunque se especializaría en la construcción de iglesias, entre las que podemos destacar la de “Santa Inés”, en la Plaza Navona, con una fachada cóncava en perfecta armonía con la cúpula superior; la “Iglesia de Sant`Ivo alla Sapienza”, también de fachada cóncava y planta mixtilínea, sobre la que se eleva una cúpula sujeta por pechinas y arcadas en las que domina la curva y la contracurva, lo que contribuye a acentuar el dinamismo y la tensión. Pero sin duda, su obra maestra es “la Iglesia de San Carlo alle Quattro Fontane” de pequeño tamaño, con planta oval, cúpula constreñida entre los arcos que la sostienen con un efecto de tensión y una original fachada ondulada en la que se combinan espacios cóncavos y convexos. Se destaca también la colaboración de Borromini en el “Colegio de Propaganda Fide” y en el “Oratorio de los Filipenses”, 6

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donde también empleó los elementos curvos, los frontones mixtos y quebrados y curiosos efectos ópticos.

FRANCIA El arte será de carácter palaciego y laico antes que religiosos, y la arquitectura se centrará en la construcción de palacios y jardines. La escultura atenderá al retrato e inmortalizará a los poderosos, y la pintura a las escenas místicas, bucólicas y de género. Una de las obras más destacadas en Francia será el “Palacio de Versalles” concebido con gigantescas dimensiones y mejor expresión del absolutismo de Luis XIV. A partir de 1678 Hardouin Mansart dio al palacio su carácter definitivo y su aspecto actual, de gran extensión y con un absoluto dominio de lo horizontal, distribuido en tres cuerpos, de los que el primero supone el basamento y el tercero la coronación. Le Brun dirigiría a los escultores, pintores y decoradores a los que debemos la suntuosidad de los interiores. Su exterior, austero, sobrio y majestuoso, en relación con los jardines que lo rodean, se debe al arquitecto racionalista André Le Nôtre.

ESPAÑA La arquitectura del Barroco español mantendrá los esquemas fundamentales del edificio, sobre los que diseñará toda la fantasía ornamental. Sin embargo, no se atreverá a modificar sustancialmente las plantas, como lo hicieron los italianos; de modo que los espacios internos no se dislocan excesivamente y mantienen una unidad relativamente clásica. Uno de los primeros arquitectos que se despega de la austeridad escurialense es JUAN GÓMEZ DE MORA, que realizó “La Portada del Convento de la Encarnación” de Madrid, dentro de un gran purismo, pero en 1617 realizó “La Clerecía” de Salamanca, gran colegio de la Compañía de Jesús, que es el prototipo de barroco equilibrado. En Madrid traza también, la “Plaza Mayor” y “El Ayuntamiento”, ambos conjuntos de recuerdo herreriano. En la misma fecha que se comienza la Clerecía de Salamanca, Felipe III encarga a Juan Bautista Crescenci un Panteón en el Escorial, cuya cúpula es la primera que utiliza en España la decoración floral. En la plenitud del Barroco castellano destaca JOSÉ DE CHURRIGUERA, madrileño que rompió los moldes establecidos alcanzando la libertad expresiva, hasta el punto de haberse denominado su estilo como “churrigueresco”. A él se debe el “Retablo 7

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de San Esteban” de Salamanca, en el que utiliza las columnas salomónicas y define un tipo de retablo que se extenderá por las dos castillas. A los Churriguera se deben obras como la “Plaza de Salamanca”, la “Cúpula de la Catedral de Salamanca” y un estudio planimétrico de Madrid. NARCISO TOMÉ es padre de otro grupo de arquitectos decoradores. El en su obra es violentamente barroco, y quien mejor supo expresar el nuevo lenguaje espacial que propone el barroco italiano. Su obra fundamental es “El transparente de la Catedral de Toledo” en la girola de la Catedral. PEDRO RIBERA es uno de los más importantes arquitectos del Barroco español, de una gran imaginación y un excelente ingeniero constructor. Trabajó en Madrid, creando en la ciudad una inconfundible fisonomía que se ha conocido como “Barroco madrileño”. Empleaba todos los elementos ornamentales del vocabulario churrigueresco pero con especial preferencia los “estípites”. En Galicia, particularmente en Compostela, nos encontramos con una escuela regional en la que el Barroco alcanza altas cotas de originalidad. De ella destaca la obra de ANDRADE, en la “Torre del Reloj” de la Catedral; la de SIMÓN RODRÍGUEZ, en la “Fachada de la Iglesia de Santa Clara” y la de CASAS NOVOA, autor de “La Fachada del Obradoiro”, en la que, entre dos torres, eleva un gigantesco arco de triunfo que remata una serie de elementos curvados, consiguiendo la sensación ascendente de las catedrales góticas, sin renunciar a los efectos barrocos de profundidad.

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ESCULTURA BARROCA La escultura experimentó grandes cambios durante el siglo XVII y, a pesar de tener su punto de partida en el Renacimiento, potenció la línea establecida por Miguel Ángel, conectada con el helenismo griego, consiguiendo la ruptura total del equilibrio clásico. Una de las características fundamentales que va a poseer el nuevo estilo será el NATURALISMO manifiesto, es decir, la representación de la realidad particular con sus virtudes y defectos, para conseguir la captación de la calidad de los objetos. Apoyándose en la apariencia, la escultura barroca pretenderá la captación de la FUGACIDAD que se produce en un instante, la transformación, el tránsito y el devenir. Este movimiento afectará a la estructura compositiva de las figuras y escenas (espirales, diagonales, composiciones en “x”, y formas abiertas de brazos y piernas), que se proyectan dinámicamente hacia fuera. Otra de las características es la captación de la EXPRESIÓN y el MOMENTO PSICOLÓGICO, en las figuras que gesticulan y expresan sus sentimientos sin contener, tratando de influir en el espectador. La TEATRALIDAD y la configuración escenográfica se consigue recurriendo a EFECTOS ÓPTICOS y empleando la LUZ como parte integrante de la obra. Los temas que se trabajarán serán fundamentalmente religiosos, de carácter contrarreformista, como escenas de martirio, santos en éxtasis, etc. Aunque otros temas serán los funerarios; los monumentos ecuestres, los mitológicos, la muerte, el retrato que tiene gran profundidad psicológica y las escultura monumental decorativa. Los materiales contribuyen a crear la configuración teatral o a subrayar el realismo por medio de efectos pictóricos, haciendo uso de la piedra, mármoles de colores, bronce o estucos, a veces combinados entre sí. En Francia o Italia suelen emplear el mármol o el bronce, y en España o Alemania, la madera policromada. En el panorama escultórico de Roma, BERNINI sigue ocupando un lugar excepcional. La técnica la aprendió en el taller de su padrea pero su inclinación hacia la investigación y la experimentación le llevaron a estudiar las figuras miguelangelescas y la escultura helenística griega, de manera que una de sus primeras obras, “Júpiter niño y la Cabra amaltea”, fue considerada hasta hace poco una obra helenística. Aunque trabajó bajo el Papado de varios Pontífices (Urbano VIII, Inocencio X y Alejandro VII), sus labores juveniles fueron sufragadas por el cardenal Scipione Borghese y supusieron la sustitución de las obras atormentadas del Manierismo por 9

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otras donde el movimiento físico es producto de la acción tomada en un instante. Entre sus obras podemos destacar “El rapto de Proserpina” de 1621, donde aparte de los rigurosos estudios anatómicos hay que citar el contraste entre la corpulencia y vigor de Plutón y la delicadeza de Proserpina, y la ruptura del equilibrio clásico en lo formal y en lo psicológico. Otra de sus obras es “El David”, de 1623, donde afianza la línea de extraordinaria movilidad y se constituye en la antítesis perfecta del de Miguel Ángel, ya que representa la acción en el momento en que se desata y la expresión psicológica del esfuerzo. Es el grupo de “Apolo y Dafne” (1622-1625) el que supone un hito en su obra, pues el tema es el de la persecución de Dafne por parte de Apolo, de la “Metamorfosis” de Ovidio. La obra se estructura en diagonales, que le aportan un movimiento desbordado, en plena acción, se plasma en ella a la vez la expresión de los sentimientos y la consecución de calidades en la carne, la roca, la ropa, el vegetal y el transcurso del tiempo. El resto de su obra se puede dividir en cuatro: por un lado, la realización de las fuentes, los retratos, las esculturas de la Basílica de San Pedro y los encargos para otras iglesias romanas. De las FUENTES destacan la “Fuente de la Barcaza”, la “Fuente de Tritón” y especialmente la “Fuente de los Cuatro Ríos” en la plaza Navona. De los RETRATOS se puede decir que presentan la peculiaridad de la profunda captación psicológica del personaje y destacan: “El cardenal Borghese”, el “Retrato de Constanza Buonarelli” y el retrato de “Luis XIV” de Francia. En el VATICANO, además de la realización del “Constantino a caballo”, con gran movimiento, colocado en la Escala Regia, destaca el “Longinos”, “La Cátedra de San Pedro”, “La tumba de Urbano VIII”, en mármol y bronce, al modo de las tumbas mediceas, aparece el Papa sentado en su cátedra en el interior de un nicho acompañado por las figuras de la Caridad y de la Justicia; y “La tumba de Alejandro VII”, que desarrolla la misma idea que la anterior pero refleja mayor teatralidad, y da más importancia al un paño de bronce dorado que actúa como elemento de cohesión, mientras que el Papa aparece orante. Por último, EN OTRAS IGLESIAS DE ROMA se destaca la “Tumba de la Beata Ludovica Albertoni” en San Francesco a Ripa, y el “Éxtasis de Santa Teresa” para la Capilla Cornaro en Santa María de la Victoria, realizado en 1645, con un gran efecto escenográfico. El conjunto escultórico parece estar suspendido en el aire e iluminado desde arriba. La iconografía se sustenta en un pasaje de la obra de Santa Teresa en el 10

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que describe que en su experiencia mística sentía como si un ángel atravesara su corazón con un dardo incandescente. Es una obra de gran virtuosismo técnico en el que se aprecia el realismo de los gruesos tejidos, las delicadas pieles o las vaporosas nubes, pero especialmente la consecución de los sentimientos, sobre todo en el rostro de la santa, en el que se observa el arrebato místico y la religiosidad barroca en una expresión de espiritualidad y de sensualidad a la vez. Otro escultor italiano importante es PIETRO TACCA del que podemos destacar la “estatua ecuestre de Felipe IV” en la Plaza de Oriente, en Madrid. El diseño de la cabeza es de Martínez Montañés y la escultura es un ejemplar de la fundición en bronce en hueco porque consigue apoyar todo el peso de la figura en las patas traseras del animal, solucionando el gran problema de estabilidad.

La escultura barroca española La escultura es la manifestación artística de mayor unidad en cuanto a materiales, temática y finalidad de todo el barroco hispano, lo que se conoce como IMAGINERÍA. Es ahora cuando se puede distinguir entre escultor e imaginero, puesto que este último realiza obras que pretenden llegar al corazón del fiel, moviéndole a la piedad y al arrepentimiento, dentro de un concepto claramente contrarreformista. De sus características generales destaca el movimiento, con paños flotantes, formas abiertas, actitudes declamatorias,…; y el realismo que se refleja en el expresionismo. El realismo se realza gracias al uso de la madera policromada con encarnados y estofados; también se recurre al uso de postizos, es decir, el empleo de cabellos, pestañas, uñas, dientes,… reales, y para los ojos se utiliza el cristal, así como el corcho o la piel para simular las heridas abiertas. La cumbre de la teatralidad se encuentra en las “imágenes de vestir”, en las que aparece tallada la cabeza, los pies y las manos, mientras que el resto es un maniquí ideado para ser vestido con túnicas, mantos, joyas, coronas,…Algunos autores se inclinan por el dramatismo en los gestos, mientras que otros, por la serenidad que conduce a la exaltación mística. La temática es exclusivamente religiosa, siendo la mejor intérprete de las ideas del Concilio de Trento, a fin de acercar al pueblo para éste vea en los Santos, modelos cercanos a la perfección. Los clientes son la Iglesia, que encarga grandes retablos para adornar los templos, recargados con figuras y columnas salomónicas, presididos por imágenes de culto, y el propio pueblo a través de las Cofradías pasionarias, encargará imágenes para sacar en sus desfiles de disciplinantes, con lo que nacerá el PASO 11

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PROCESIONAL, entendido como una representación teatral con actores de madera de un momento de la Pasión de Cristo. Posee distintos focos regionales o escuelas que se concentran durante el XVII en Castilla y Andalucía y, en el siglo XVIII, en Murcia. En Castilla, el centro fundamental es Valladolid, y es la escuela del realismo violento, del dramatismo acentuado, de la austeridad y de la sobriedad; el dolor y la emoción aparecen reflejados a flor de piel y el estofado casi no se utiliza. El principal representante es GREGORIO FERNÁNDEZ (1576-1636). En sus inicios estuvo influido por la obra de Juan de Juni y por la escultura hispano-flamenca, de los que hereda la angulosidad de los paños. Expresa un patético realismo, casi macabro, pero sin caer en la vulgaridad, y sus proporcionados y correctos estudios anatómicos de desnudo y sus cabezas expresivas nacen de un naturalismo concreto. Se caracterizó por la creación de tipos iconográficos que serían reproducidos con posterioridad, como Inmaculadas, Ecce Homo, Cristos a la columna,… Entre sus obras más destacadas están “El Cristo de la Luz”, “La Piedad”, el “Ecce Homo”, los Cristos yacentes del Museo de Valladolid o de El Pardo. También fue escultor de pasos procesionales con carácter escenográfico como “La flagelación”, “Camino del Calvario”, y el “Descendimiento de la Vera Cruz”, entre otros. En Andalucía existe un esplendor especial, debido al comercio con América y a los encargos que desde allí se hacían. Esta será la escuela del Realismo clásico e idealizado, de la armónica serenidad y de la elegancia. Las imágenes son siempre bellas y correctas, utilizándose más el dorado. Los centros principales fueron Sevilla y Granada. En Sevilla, destacó JUAN MARTÍNEZ MONTAÑÉS, cuya talla es modelada y suave; la policromía es equilibrada y distante del cromatismo desgarrador de Castilla. Y entre sus obras destacamos el “Retablo de San Isidoro del Campo” y “El Cristo de la Clemencia”, así como la “Inmaculada” de la Catedral, bella y serena. En Granada se destaca la figura de ALONSO CANO, que trata de romper con el clasicismo de Montañés, ahondando en lo expresivo y dinámico, siendo particularmente importantes y bellas sus imágenes de pequeño formato, de gran minuciosidad y refinamiento, como la Inmaculada de la Catedral.

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FRANCISCO SALZILLO (1707-1783) Hijo de Nicolás Salzillo, escultor napolitano, que llegó a España poco antes de 1700. Trabajó en Murcia toda la vida desarrollando una labor enormemente popular, cuyas raíces están en lo murciano, de estilo fácil y desenvuelto, sin misterios, y que capta perfectamente los tipos, costumbres,…de la gente de su tierra. Salzillo supo adaptarse al ambiente de su época. En esencia es a la vez escultor culto y popular, siendo un gran representante del ROCOCÓ. La policromía salía terminada de su taller, las telas presentan ricas labores, normalmente flores y tallos, hechas a base de rajado sobre oro o ejecutadas a punta de pincel. Su estilo continúa la tradición realista de la imaginería, aunque dulcificada con un velo de idealización que procede de las lógicas influencias italianizantes de la escultura napolitana, mezclando el barroquismo gesticulante con la sensualidad sentimental, creando unas imágenes de belleza frágil y delicada, propias de la elegancia y el refinamiento de la estética del Rococó, tan de moda en la primera mitad del XVIII. Técnicamente, hace alarde de un gran virtuosismo y conocimiento del natural, utilizando la talla en madera, la policromía, el estofado y el enlienzado en sus imágenes, haciendo un estudio exhaustivo de posturas y anatomía. Hay que tener en cuenta, como uno de los componentes de su estilo, la obra de Antonio Dupar, francés, y las referencias a la escuela granadina con Alonso Cano y Pedro de Mena, y el tenso dramatismo dejado en sus obras por NICOLÁS DE BUSSY. Las estampas, tan extendidas entre artistas provinciales, pueden ser consideradas como parte importante en su formación. Una de las aportaciones más importantes a la escultura es el cambio que realiza en el concepto de PASO PROCESIONAL, pues, mientras que en las escuelas del XVII, se conciben las esculturas aisladas, Salzillo va a concebir el paso como un grupo de figuras perfectamente compuesto y de gran unidad psicológica, unidas por la acción y por la multiplicidad de puntos de vista. Su educación tuvo lugar en Murcia, siendo discípulo de su padre y del pintor Manuel Sánchez. A la muerte de su padre, en 1727, dejó su noviciado en el colegio de santo Domingo y se encargó del taller de Nicolás Salzillo, con numerosos encargos, en los que sería ayudado por sus hermanos Juan Antonio, Inés y Patricio. Pese a que su estilo es cerrado, se pueden distinguir cuatro etapas: 1. JUVENTUD (1728-1740), época en la que destacan una serie de imágenes de tamaño menor que el natural, de minucioso acabado y rica policromía, 13

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muy abundante, como “la Dolorosa”, de la Iglesia de Santa Catalina, el “San José” de las Claras, y la “Sagrada Familia”, de San Miguel, de composición triangular en las figuras de la Virgen, Santa Ana y San Joaquín, mientras que la imagen de San José aparece en un discreto segundo plano, rompiendo el esquema y aumentando la riqueza visual. 2. HACIA LA MADUREZ (1740-1750), es la época en la que realiza la “Virgen de las Angustias” de la Iglesia de San Bartolomé, modelo que repetirá en varias ocasiones y que resulta una obra de composición piramidal, con una contraposición entre el abandono del cuerpo de Cristo y el patético gesto de la Virgen. En el año 1746, realizaría el “San Antón” de la Ermita de San Antón, de Murcia, una de sus obras más importantes por su decidido barroquismo, dinamismo y soberbia cabeza de movidas barbas, cuyo brazo derecho sujeta con fuerza el cetro que atravesará las fauces del dragón. A esta misma etapa, corresponde el “Medallón de la Virgen de la Leche” de la Catedral de Murcia. 3. CULMINACIÓN (1750-1565). Etapa en la que resultan espléndidas las imágenes de San Francisco y Santa Clara de las Capuchinas, esta última, relacionada con el misticismo de la Santa Teresa de Bernini. A partir del 1752 inició la serie de pasos procesionales de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno, destacando: “La Caída” (1752), en la que aparecen los sayones rodeando la figura de Cristo, imagen de vestir con un rostro de extremado patetismo. Otra de las imágenes importantes de esta etapa es “la Oración del Huerto” de 1754, que destaca por la figura del ángel, de serena belleza y gracia de corte helenístico, que constituye un acierto de expresión y actitudes en todos los personajes. Entre 1754 y 1756 ejecutó tres imágenes procesionales de estilo andaluz, que fueron: la “Dolorosa”, que es una talla de vestir; la “Verónica”, delicada y elegante; y el “San Juan”, una de sus obras más importantes por la elegancia, la nobleza y la seguridad del movimiento iniciado que proyecta a la figura en el espacio. De 1755 es el San Jerónimo, para el monasterio de San Jerónimo de la Ñora, que constituye una de las obras culminantes de su producción. De esta etapa son también “El prendimiento” de 1765, donde se muestra la frialdad y la resignación de Cristo, a la vez que recibe el beso de Judas; “la Santa Cena”

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de 1763; y el “Cristo amarrado a la columna” de Jumilla, realizado en 1755, entre otras obras. 4. VEJEZ (1765-1783) es el momento en que se aprecia en su obra una decadencia evidente, dotada de cierta frialdad y academicismo, del que se puede exceptuar la destruida Inmaculada de los Franciscanos, y la Sagrada Familia de Orihuela. Sin embargo, es claro ejemplo de los rasgos comentados, el paso de la Flagelación de 1778, rígido, frío e inexpresivo. Su Belén fue una obra aparte, que encargó Jesualdo Riquelme, y que requirió un largo proceso de elaboración en el que se siguió la tradición napolitana, incorporando tipos populares, anacronismos y costumbres de la región en las escenas llenas de ternura, naturalidad y gracia. Uno de sus discípulos más destacados sería ROQUE LÓPEZ. La obra de Salzillo cerró el gran ciclo del Barroco español y abrió con estilo el gusto por lo clásico, en lo que se denominó Neoclasicismo. Capilla del Cristo de la Columna, Jumilla (Monasterio de Santa Ana) En la capilla del Cristo de la Columna, de Salzillo, podemos admirar la majestuosidad de esta magnífica talla de madera de ciprés, salida de la gubia del imaginero murciano en el año 1755 y por la que cobró 1500 reales. El encargo, hecho por la comunidad franciscana, está inspirado en uno de los cuadros expuestos en el Museo, en el que se ve un Ecce Homo muy llagado y sangriento. La talla tiene la solemnidad, quietud y belleza que Salzillo supo dar a todas sus obras, así como la serenidad ante el sufrimiento que caracteriza a todas las obras del escultor. Es la obra más querida y más admirada por todos y la única que en la actualidad se baja y sube al Convento en Romería. La Capilla del Cristo está decorada por cuatro gigantescos lienzos, de Muñoz Barberán, y a la izquierda de esa misma capilla está la talla del beato Hibernón, una de las mejores obras salidas del taller de Roque López (siglo XVIII), discípulo aventajado de Salzillo y afamado imaginero. Hay también una imagen de San Antón y una de Santa Margarita Reina, ésta es una estupenda obra de la escuela napolitana del siglo XVI. A la espalda de la capilla está el Cristo de la Sangre o del padre Mancebón, talla imponente del siglo XVII que hizo un milagro con el venerable padre Mancebón: estando el padre Mancebón ante el Cristo, el Altísimo le colocó dos gotas de sangre de su costado al orante. http://www.regmurcia.com

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PINTURA BARROCA Características generales: el interés de la Iglesia contrarreformista y de la monarquía, y la valoración de lo individual y cotidiano (por parte de la burguesía), darán lugar a una de las principales características de la pintura barroca: su REALISMO, consecuencia de la evolución estilística que se había sufrido ya durante el XVI. En segundo lugar destacará el MOVIMIENTO, basado en las composiciones desequilibradas, asimétricas y en las figuras inestables, escorzos, ondulaciones, complejidad compositiva enlazando unas formas con otras… El movimiento se va a apreciar en las actitudes desenfrenadas de los personajes, y en las actitudes declamatorias y teatrales que se abren al espectador. Se puede hablar también de la COMPOSICIÓN DESEQUILIBRADA Y ASIMÉTRICA, que pierde la composición simétrica que veíamos en el Renacimiento y se inclina por las figuras partidas y composiciones diagonales. Además, se puede hablar de una cuarta característica que el la LUZ, a la que se subordina la forma (al revés que en etapas anteriores). Se dará también un PREDOMINIO DEL COLOR SOBRE EL DIBUJO, extendido a base de manchas y brochazos sueltos y ágiles que captan a la perfección la luz, siguiendo la tradición veneciana del Renacimiento, proporcionando apariencia óptica, imprecisa y vaga, de la realizada. Otra de las características es la PROFUNDIDAD para dar la sensación de tridimensionalidad o volumen a través de las líneas convergentes, los escorzos y los efectos lumínicos y aéreos. El uso del TRAMPANTOJO. Y entre los temas destacan los RELIGIOSOS, contrarreformistas sobre todo, es decir, santos, obras de caridad, conversiones, triunfo sobre los herejes, apoteosis,…, pero también destacan los temas MITOLÓGICOS, los RETRATOS, el CUADRO DE GÉNERO, los PAISAJES, y los BODEGONES o NATURALEZAS MUERTAS. ITALIA: CARAVAGGIO Y EL TENEBRISMO El naturalismo es una concepción pictórica que se basa en la observación directa de la realidad, cuya pretensión es la representación fiel y objetiva de todos sus aspectos, agradables y desagradables. Esta corriente es iniciada en Italia por MICHELANGELO MERISI, “IL CARAVAGGIO” (1571-1610), reconocido como romano por la Historia del Arte, a pesar de haber nacido en Milán. Llegó a Roma con veintidós años y allí se transformó en artista y afirmó su genio. En 1593 llegó a Roma y poco después conseguiría entrar en el taller de Giuseppe Cesari, protegido del Papa Aldobrandini, pintor que tendía a 16

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convertir los cuadros en expositores de un repertorio de objetos dispuestos sobre un plano, lo que de inmediato rechazaría Caravaggio, como se puede comprobar en su “Canasta de frutas” (1596), sólidamente construida por la luz y asentada en el espacio por la evidencia del borde en primer plano. Fue un artista rebelde e independiente, de carácter arrogante y pendenciero, cuya azarosa y bohemia le llevó a protagonizar varios episodios de violencia, llegando a estar en la cárcel y al final de su vida a huir de la justicia, convicto de asesinato. Puesto que no tenía otro modelo que la REALIDAD, cruda y sin idealizar, para sus composiciones tomaba modelos callejeros y vulgares, a los que en ningún momento llegó a idealizar, de modo que, sus ángeles, puttis o Cupidos son golfillos de la calle; los héroes y los santos, mendigos o borrachos de taberna y las Vírgenes podían ser cualquier mujer. Todo esto resultó una violenta reacción contra el manierismo, aunque fue asumido enseguida por la Contrarreforma, puesto que los cristianos se veían reflejados en la pintura. No obstante, algunas de sus obras fueron rechazadas porque la vulgaridad de los tipos producía sensación de falta de respeto. En sus obras destaca la LUZ proyectada de manera violenta sobre las formas, creando grandes contrastes con la sombra. Para crear los efectos de luces y sombras pintaba con luz de sótano, con iluminación única y muy alta, permaneciendo las paredes en la sombra, dando lugar a lo que se conoce como TENEBRISMO o técnica en la que los personajes y objetos se proyectan sobre un fondo oscuro, siendo iluminados violentamente con una luz fuerte y dirigida, casi siempre diagonal, como el foco de un teatro, para hacer más evidentes los gestos y los objetos, y dejar en la sombra aquello que no interesa. En su primera etapa sus obras son de composición sencilla y de un tenebrismo tratado con suavidad, que a veces no aparece, como ocurre en su “Baco enfermo”, “Baco Joven”, en los que el bodegón cobra gran protagonismo junto con el tratamiento de la figura humana, a partir de modelos de gran vulgaridad. Sus obras más importantes son sus grandes cuadros religiosos como “El entierro de Cristo”, con una composición muy rebuscada en la que el espectador se sitúa casi en la fosa del sepulcro, en primer término, o como “La muerte de la Virgen”, de gran teatralidad y composición maravillosa, con el claroscuro como protagonista y como elemento que subraya el contenido trágico del tema. Esta obra sería rechazada por haber elegido como modelo para la Virgen, el cadáver de una mujer que se había ahogado en el Tíber. Otra de sus obras más representativas es “La Virgen de los Palafreneros”, junto a las obras de la 17

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Capilla Cesari, de la “Iglesia de Santa María del Popolo”, que representan “El martirio de San Pedro”, donde las actitudes son vulgares y “La conversión de San Pablo”, en la que el caballo presenta un violento escorzo, con la grupa vuelta al espectador, y el santo se nos muestra con los brazos clamando hacia el cielo, lo que delata la preocupación efectista netamente barroca. En la “Iglesia de San Luis de los Franceses”, se encuentra la Capilla Contarelli, para la que Caravaggio realizaría un ciclo dedicado a San Mateo, en el que destacan “San Mateo y el Ángel”, con gran preocupación por el escorzo, “La vocación de San Mateo” y “El martirio de San Mateo”, cargado de violencia. De su última época, ya en el exilio, son “La resurrección de Lázaro”, de Mesina, y la “Decapitación del Bautista”, de Malta. Como conclusión al tenebrismo, podemos hablar de que fue la máxima aportación de Italia a la pintura barroca, y que se siguió trabajando por artistas como GUERCINO, GUIDO RENI o DOMENICHINO. Sus influencias se extendieron por toda Europa, así como la huella del caravaggismo, cuyos principios no se desecharon nunca por artistas como LA TOUR, (francés), REMBRANDT (holandés) o ZURBARÁN (español). Otros artistas, después de ensayarlos, los dejaron de lado, como ocurrió con RIBERA, MURILLO o VELÁZQUEZ.

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LA PINTURA BARROCA EN FLANDES Y HOLANDA: RUBENS Y REMBRANDT El desarrollo de la pintura en los antiguos Países Bajos durante el siglo XVII es el ejemplo más llamativo que se puede encontrar de la influencia de los factores sociales, económicos, políticos y religiosos sobre el arte.

La Escuela Flamenca: RUBENS La originalidad de los primitivos flamencos se había perdido en el XVI con el influjo de la pintura italiana y especialmente de LEONARDO DA VINCI. En el siglo XVII una personalidad poderosa, RUBENS, otorga de nuevo un carácter peculiar al arte pictórico de Flandes. El catolicismo, fortalecido por la presencia de las tropas españolas, contribuye a mantener la importancia de los temas religiosos, con una constancia que define una nota diferencial con respecto a la Escuela Holandesa. Flandes se caracterizará por una pintura optimista, de carácter alegre, exultante que, a diferencia del naturalismo caravaggiesco, se inclina por los aspectos placenteros de la existencia, de modo que los temas de costumbres y las fiestas aldeanas son un género cultivado con frecuencia. En los bodegones y naturalezas muertas se exhibe con mayor claridad el culto de la comida bien sazonada, y las piezas de caza y la opulencia de las mesas llenas de manjares, ponen de manifiesto el talante de una sociedad enriquecida desde la Edad Media con el comercio de los paños y acostumbrada a los placeres de la vida.

PEDRO PABLO RUBENS (1577-1640) Nació en Alemania, de padres flamencos, se traslado a Amberes, su verdadera patria. En él, el Barroco brilla con vitalidad y sin freno. Sus viajes, por España e Italia, dieron a su pincel un tono clasicista, incluso en los temas, como se puede ver en su insistencia por plasmar la mitología. El estilo de Rubens se puede resumir en tres exaltaciones: el color, el movimiento y la forma gruesa. La gama de colores utilizados, la soltura de la pincelada y el uso de la paleta adquieren una intensidad pocas veces alcanzada. Las composiciones adquieren un dinamismo extraordinario; músculos en tensión, diagonales enérgicas, árboles que se retuercen como sarmientos, suelos ondulantes… la vertical, la horizontal y la forma estática parecen haberse alejado de sus telas. Finalmente, sus mujeres gruesas muestran su inclinación hacia la figura redonda. El rápido aumento de

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peso de su segunda esposa, Elena Fourment, es prueba de que la grasa constituía un ideal anatómico para el pintor. La obra legada por Rubens es ingente, aunque en la actualidad parte de ella se atribuye a su taller. Sus escenas religiosas, como “La Adoración de los Reyes”, del Prado, o el mismo tema de la Capilla del King College de Cambridge, y los dos trípticos de la “Erección de la Cruz” y “El Descendimiento” de la Catedral de Amberes, se conciben como escenas cortesanas, en las que se enlazan las columnatas de mármoles, las telas costosas y los cofres cargados de alhajas en torno a Vírgenes bien alimentadas. En las obras mitológicas se revela como el gran intérprete de la fábula pagana, con una concepción miguelangelesca del desnudo masculino y una evidente admiración por Tiziano en la concepción del desnudo femenino, que se puede ver en “Las tres gracias”, “Ninfas perseguidas por sátiros” y “el Juicio de Paris”, las tres obras en “El Prado”. En el mismo lenguaje solemne de la mitología encontramos en sus obras de historia, como la serie de “Las bodas de María de Médicis”, del Louvre. Los retratos presentan una estructura de líneas que tiende a romper el marco y a resaltar las joyas y telas con un espíritu narrativo aprendido de los maestros venecianos del Renacimiento. En los ecuestres, como el del “Duque de Lerma”, el caballo gira y se ondulan su cola y sus crines en una apoteosis de vitalidad. Finalmente, en los paisajes despliega sus ansias de movimiento y sus juegos de luces, y en ocasiones, un tema mitológico es un paisaje, como ocurre en su obra “Meleagro y Atalanta”. Entre sus discípulos podemos destacar a VAN DYCK, gran retratista, a JORDAENS, a BROUWER y TENIERS.

La Escuela Holandesa Tiene unos caracteres diferentes, pues las provincias del Norte son protagonistas de una fogosa sublevación contra el dominio español durante la época de Felipe II, que acabó con la independencia por medio de la Paz de Westfalia (1648), por lo que la pintura holandesa es un canto a los valores nacionalistas holandeses, teniendo un carácter reformista en lo religioso, marcadamente burgués y antiaristocrático en lo social y parlamentarista y defensora de los valores democráticos en lo político. Desaparece la pintura religiosa de altar con la desaparición del culto a las imágenes, aunque se cultiva la pintura de temas de la Biblia, para ser contemplados en las habitaciones de las casas burguesas. Los temas mitológicos casi no se van a tratar, y 20

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cuando existen, tienen intención alegórica. El retrato se da en un ambiente de intimidad, sobriedad y realismo, y aparecen los retratos corporativos, en los que se presenta a los miembros de una comunidad en un tono de igualdad democrática. Lo más característico serán los temas de gusto burgués, las escenas de género realistas y el surgimiento de los cuadros de interior, con escenas domésticas, cuadros de animales, flores,… Entre los pintores destaca FRANS HALS, uno de los más importantes retratistas de su generación, intérprete de la vivacidad y de la alegría holandesas, cuyos personajes están satisfechos, como “La gitana”. Se destaca en su obra la pincelada enérgica y decidida, precedente del impresionismo. De sus retratos corporativistas destacan “los Arcabuceros de San Jorge” y “Las regentes del asilo de Haarlem”. Los interiores burgueses son tratados por TERBORCH, en su “Concierto”, y GABRIEL METSU, con su “Sesión de Música”, maestros inclinados a representar telas de raso y terciopelo y muebles caros, para crear ambientes refinados. Pero el más delicado y una de las máximas figuras de la pintura barroca es VERMEER DE DELFT, en cuyas composiciones la luz alcanza una sutileza suprema, captando la suavidad de las luces dentro de las habitaciones, iluminando figuras silenciosas, como “La lechera”, “El pintor en su taller”, o la “Joven de la perla”. Sus personajes se ocupan en tareas diarias, bordan, tocan instrumentos, conversan, leen cartas,…todo inundado por una luz poética e íntima que se convierte en la protagonista de los cuadros. Como ejemplos de bodegonistas de la escuela holandesa destacan HEDA y CLAESZ. Y dominarían el paisaje RUYSDAEL y MEINDER HOBBEMA.

REMBRANDT VAN RIJN (1606-1669), nació en Leyden, y tras sus primeros estudios viajó a Amsterdam, ciudad en la que se desarrolló toda su vida y en la que contrajo matrimonio con Saskya, su primera esposa, que pertenecía a la alta burguesía. Su obra es una manifestación aislada dentro del panorama pictórico holandés, a pesar de que su interés por la luz y por la realidad es el mismo que el de sus compatriotas, porque introdujo en su obra una interpretación subjetiva y una visión espiritual que le alejaron de la objetividad de la producción artística de su país. Pretendió representar la suprema realidad, la realidad del alma, despreciando los aspectos superficiales y concretos, preocupado, sobre todo, por captar la interioridad humana. Sus personajes emanan vida y sentimientos, en medio de un ambiente luminoso que adquiere bellísimos tonos dorados y favorece el recogimiento y la meditación, a través del tenebrismo, que se 21

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opone a los fuertes contrastes de Caravaggio, y prefiere la penumbra, la suave transición de las luces a las sombras, lo que enriquece la obra y le permite conseguir un espacio unitario, pleno de intimismo, y a la vez, de misterio y melancolía. Su obra maestra es “la Ronda de noche”, del Rijksmuseum, de Amsterdam, que revolucionó el retrato de las corporaciones, convirtiéndolo en un grupo en movimiento en medio de una escena relampagueante de luces, en la que lo importante es el dinamismo del grupo de tiradores que salen en cortejo. Además entre sus retratos corporativos o de grupo, se puede destacar “La lección de anatomía del Doctor Tulp” y “El síndico de pañeros de Amsterdam”, verdaderas obras maestras del género en las que aúna la verdad individual con la naturaleza colectiva, consiguiendo efectos de gran originalidad que rompen con todo lo anterior. Además cultivaría otros temas, como las obras mitológicas, como la “Dánae” o históricas, como “Aristóteles contemplando el busto de Homero”; pero también se destaca su obra religiosa con “Jeremías prediciendo la destrucción del mundo”, “Betsabé con la carta” y la “Cena en Emaús”, entre otras muchas. De sus paisajes se puede señalar el de “El molino” y como bodegón “El buey desollado”. La vigencia de su estilo permaneció hasta el siglo XVIII.

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LA PINTURA ESPAÑOLA. VELÁZQUEZ Diego Rodríguez de Silva y Velázquez nació en Sevilla en 1599 y, tras pasar por el taller de Francisco Herrera, trabajaría en el de Francisco Pacheco, desde 1610, en donde adquirió una buena formación técnica y una más amplia información teórica. Tras superar un examen gremial fue autorizado en 1610 para ejercer como pintor, abriendo un taller, para casarse poco después con Juana Pacheco. De su época sevillana podemos clasificar las obras en tres géneros diferentes: los temas religiosos, los retratos y los bodegones con figuras. •

De los temas religiosos, muy convencionales, se destaca la plasticidad de los modelos, casi escultóricos, y un tratamiento naturalista de los temas, que se acompañan por una luz tenebrista. Destacan la “Inmaculada Concepción”, “San Juan en Patmos”, “La adoración de los Magos”, “San Pablo” y “Santo Tomás”.



De los retratos destaca el de “La madre Jerónima de la Fuente”, junto al del “Hombre con Golilla” y el de “Luis de Góngora”



Los bodegones con figuras son obras en las que el pintor emplea un concepto compositivo manierista con un primer plano, con medias figuras que actúan en cocinas y tabernas, y un segundo plano, en el que enmarca pequeñas figuras, cuya acción parece desarrollar el verdadero argumento del cuadro, tal es lo que ocurre en “La vieja friendo huevos”, “Los tres músicos”, “El aguador de Sevilla”, “Cristo en casa de Marta y María” o la “Cena de Emaús”.

Todas estas obras constituyen un ejercicio para dominar las formas, dotarlas de volumen y diferenciarlas sensitivamente por sus colores o texturas. La luz individualiza cada elemento de la composición. En 1623 recibió el nombramiento de pintor real, comenzando su primera etapa en la Corte con una serie de retratos como el de “Felipe IV con traje negro”, “El infante Carlos”, “el Conde-Duque”,… El contacto con las colecciones reales empieza a notarse en una mayor luminosidad, en la presencia de los grises plateados y los azules transparentes que aparecen en “los Borrachos o Triunfo de Baco” En 1628 conoce a Pedro Pablo Rubens, y éste le anima a viajar a Italia, lo que hace entre 1629 y 1631. De esta época parecen ser la “Fragua de Vulcano” y “la

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Túnica de José”, obras muy académicas, con desnudos heroicos y amplios escenarios en los que la atmósfera envuelve suavemente las figuras, alejándose del tenebrismo. De vuelta a Madrid, entre 1631 y 1648 lleva a cabo una intensa labor pictórica y cortesana. Para el Salón de Reinos del Palacio del Buen Retiro pintó los retratos ecuestres de Felipe IV, Isabel, de Francia, su esposa, sus padres Felipe III y Margarita de Austria y el príncipe Baltasar Carlos, en los que creó arquetipos barrocos de la majestad real. “La Rendición de Breda” es la obra de más calidad del conjunto. El paisaje velazqueño queda definido en la recreación pictórica de las laderas del Guadarrama, fruto de las sutiles combinaciones de azules, verdes agrisados y blancos, así como las lejanías infinitas del paisaje de Breda, con sus humos y la bruma del campo de batalla, como también el sentido de profundidad creado por las lanzas y el ambiente atmosférico, desapareciendo todo recuerdo del tenebrismo. El “Retrato ecuestre del Conde-Duque de Olivares” es una soberbia representación del personaje y de sus ansias de poder. Para la Torre de la Parada realizó los retratos de “Felipe IV”, “El infante D. Fernando” y el “Príncipe Baltasar Carlos en traje de caza”, donde acomete la tela sin dibujo previo, “alla prima”, por lo que se pueden observar los “arrepentimientos”. En otras obras como “Marte”, Menipo” o “Esopo”, destaca la vulgaridad, el realismo, y la cotidianeidad de los personajes. Poco a poco intensifica la indefinición de los contornos y la pérdida de corporeidad física de las figuras, que se aprecia en una pincelada diluida, que se extiende por el lienzo a trazos largos y delicados, en manchas informes a conveniencia de la luz ambiental., dando cada vez más importancia a la pincelada impresionista. En estos años las pinturas son religiosas son escasas, aunque destacan de ella “El Cristo de San Plácido”, encargo real en el que se muestra un bello desnudo continuador del clasicismo asimilado en Italia con cuatro clavos propugnados por Pacheco, con una anatomía incruenta, velando parcialmente el rostro con la cabellera. También son conocidos “San Antonio Abad” y “San Pablo ermitaño”, junto a la “Coronación de la Virgen”, en el que los personajes levitan sin peso y serenos sobre un cielo de tonos grises y verdosos, mientras los amplios paños de sus vestiduras poseen una exquisita combinación de azules, malvas y carmesíes. En esta época realiza también una serie de retratos de hombres de placer de las personas reales, tratando un amplio espectro de tipos físicos y psicológicos, cuya 24

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deformidad aparece sin estridencias, amortiguadas por cierta compasión que parece mostrar el pintor hacia estos seres, indefensos, algunos de ellos. “El Niño de Vallecas”, “Juan Calabazas”, o “D. Sebastián de Morra”,… Entre 1649 y 1651 lleva a cabo su segundo viaje a Italia, y realiza el soberbio retrato de su criado y pintor “Juan Pareja”, de gran fuerza interior y grandeza contenida; para después realizar el “Retrato de Inocencio X”, reflejando la personalidad cruel y recelosa del Papa. También en estos momentos realiza los paisajes de la Villa Médicis y la “Venus del Espejo”, en la que se muestra el desnudo nacarado del cuerpo, de indudable influencia veneciana, que contrasta con el cortinaje carmesí y el blanco lecho cubierto con un raso gris, y resultó uno de los desnudos más sensuales de la Historia del Arte, que sirvió como modelo a los cineastas para algunos films como “El rey pasmado” de Imanol Uribe (1991). Los últimos años, entre 1651 y 1666, suponen el punto culminante de su obra. Es esta la etapa en la que realiza “Las Hilanderas” o Fábula de Aracne, donde recurre a la ambigüedad manierista de su época sevillana, ofreciendo un primer plano con reminiscencias del Miguel Ángel de la Capilla Sixtina. Al fondo de la obra se encuentra el verdadero argumento de la obra, la disputa de Minerva con Aracne. La luz que penetra por la ventana de la izquierda contribuye a ocultar esa escena del fondo. Hacia 1656 realiza su obra maestra: “LAS MENINAS”, con una gama fría y sencilla, desde la paleta sobria que muestra su propia mano en el cuadro. Es una obra en la que se desnuda técnica y espiritualmente en un lienzo en que la pasta apenas roza la tela, hasta el punto de que el resultado, tras varios siglos, es de que apenas se ha craquelado. Así, en esa cerámica humilde y magnífica en manos de María Agustina Sarmiento; esos cabellos como de plata derretida de la infanta Margarita; en la resolución de la manga del pintor, que muestra la más pura concepción del abstractismo; en el contraste, frente al todo veloz y luminoso que constituye la enérgica vitalidad del perro, con calor y pálpito, con tacto y con olor casi doméstico, Velázquez consigue introducir la escena en la escena, la vida en el sueño y el sueño en la fugacidad, desde la sugestión de la luz. Surgen fantasmagóricos, espectrales, como llegados nuevamente del pasado, los ganchos del techo de la vieja estancia del Alcázar Real. La línea del lienzo rompe ante el rostro y la actitud segura y al mismo tiempo distante y melancólica de Velázquez, en una pincelada única y continuada que basta para darnos el concepto, la idea del bastidor. La atmósfera que une a las tres figuras centrales: Sarmiento, Infanta e

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Isabel de Velasco, es armónica en su abstractismo, y contrasta con el verde del vestido de la enana Mari Bárbola. Sus últimos retratos son los de Mariana de Austria, Felipe IV con cadena de oro, la Infanta María Teresa, La Infanta Margarita y el Príncipe Felipe Próspero. Como reconocimiento a sus méritos artísticos y a su leal servicio, durante más de 35 años, el rey firmó en el Buen Retiro la cédula de concesión del hábito de la Orden de Caballería de Santiago a Velázquez, el más alto honor alcanzado por un pintor en España en el XVII. Moriría en Madrid el 6 de agosto de 1660 en la Casa del Tesoro, aneja al Alcázar.

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