El día de hoy quise invitar a nuestra súper coach y colaboradora de Energía Nutritiva, Carla Vogel, para que desde su experiencia nos comparta cuáles

El día de hoy quise invitar a nuestra súper coach y colaboradora de Energía Nutritiva, Carla Vogel, para que desde su experiencia nos comparta cuáles

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El día de hoy quise invitar a nuestra súper coach y colaboradora de Energía Nutritiva, Carla Vogel, para que desde su experiencia nos comparta cuáles son las emociones que pueden sabotear nuestro peso.

El campo de la nutrición está lleno de consejos contradictorios: unos dicen que no hay que comer grasa, mientras otros dicen que sí. Que si la carne, que si el gluten, que si los lácteos… Falta poco para volvernos locos con tanta teoría nutricional que se contradice. Y el problema es que muchas de las estrategias dietéticas que utilizamos actualmente se centran en una mezcla de “come menos calorías y haz más ejercicio”, pensando que esto es lo que va a resolver todos nuestros problemas y que así volveremos a pesar lo que queremos. Sin embargo, dejamos de lado algo esencial que es lo que en muchas ocasiones nos impide bajar de peso…

Cada emoción produce una sustancia química específica que es captada por nuestras células, generando un cambio en ellas. Por lo que si las emociones nos gene- ran un cambio a nivel celular, imagínate lo hacen con nuestro cuerpo.

Existe una gran relación entre las emociones no procesadas y las enfermedades. Porque al fin y al cabo, las emociones son energía. Y la energía no se destruye, sino que se transforma. Una emoción que no ha sido procesada, no se oculta ni desaparece, se transforma en otra cosa como puede ser el sobrepeso, la indigestión, un sistema inmunológico débil, o cualquier otra enfermedad o síntoma. Por eso, las dietas no funcionan. Porque no toman en cuenta todo lo que somos como comedoras… Cuando retenemos las emociones, dejamos de escuchar el mensaje que tienen para nosotros y creamos bloqueos en nuestro cuerpo. Esto puede ser porque no nos sentimos cómodas con ellas (enojo, rabia, tristeza) o a veces porque estas emociones son un poco arriesgadas (como lo es el amor, o la sensación de intimidad).

Cuando detenemos el flujo de las emociones, afectamos directamente la química de nuestro cuerpo e inconscientemente detenemos nuestro metabolismo. Si reprimimos una emoción y no pasamos a la acción, la emoción se queda impresa neurológicamente, o sea que queda grabada en nuestro inconsciente. Esto crea una sensibilidad específica que se puede llegar a manifestar en nuestro cuerpo si la situación se repite una y otra vez o si supera el nivel de tolerancia de cada persona. Es por esto que las emociones tienen un impacto en nuestra salud.

Lo que nos falta comprender para empezar a adelgazar es que nuestro cuerpo se comunica con nosotras constantemente.

El cuerpo no es más que un mensajero.

Lo hace a través de sensaciones, síntomas o enfermedades. Es la manera en la que busca llamar la atención para decirnos que estamos siendo incoherentes con nosotras mismas.

Y no te digo que está mal tomar medicinas, simplemente digo que hay que tomarnos el tiempo para comprender el significado de la enfermedad, el sobrepeso, la acumulación de grasa o la ansiedad por comer. Porque la verdadera solución que nuestro cuerpo está pidiendo, la podemos encontrar en nuestro interior… en la curación de nuestra alma (y no en la siguiente dieta ni pastilla como quisiéramos creer).

Date cuenta en qué parte de tu cuerpo retienes las emociones cuando no expresas lo que sientes. Si pones atención, verás que hay ciertos lugares en tu cuerpo en donde concentras energía al momento de tener un impacto emocional y de hecho puede quedarse ahí desde segundos, hasta horas o días. Esto sólo lo puedes descubrir si observas tu cuerpo. Yo en lo personal tengo dos lugares en donde claramente retengo las emociones no procesadas: Garganta: tengo muy detectado que cuando no logro decir algo que me produce mucho enojo o cuando no logro expresar una tristeza, se me crea un nudo en la garganta. Literalmente siento una bola de energía que me palpita con fuerza y que por más que la masajeo, no consigo desaparecer. Es hasta que logro expresar lo que siento, cuando desaparece. Estómago: por ejemplo, en situaciones de miedo y a veces de mucho enojo que no logro “digerir” la información, siento como acumulo la energía en el estómago. Ojo porque si esto no lo manejamos bien, al poco tiempo podemos desarrollar colitis, reflujo, estreñimiento o diarrea. ¿Te ha pasado?

Imagínate lo potente que puede ser aprender a reconocer nuestras emociones y darles su lugar.

Cuando nos alineamos con lo que sentimos, pensamos y hacemos, logramos un equilibrio emocional que nos permite experimentar cambios inmediatos en nuestro cuerpo. Estos cambios se generan en nuestro sistema nervioso, sistema endocrino, sistema inmunológico y en nuestras redes neuronales. Y de esta manera nos es mucho más fácil comer saludable, absorber mejor los nutrientes de lo que comemos, y eliminar lo que no necesitamos. Únicamente podemos alcanzar y mantener un metabolismo óptimo cuando comemos, nos ejercitamos, y vivimos bajo un estado emocional óptimo. Nuestro estado de ánimo tiene un impacto directo en nuestro metabolismo, a tal grado que lo que sentimos influye profundamente en la forma en la que digerimos la comida.

Seguramente has tenido momentos en los que has estado en tu casa sintiéndote muy baja de energía, sin ganas de hacer nada y sintiendo lástima por ti misma… Y si alguien te hubiera preguntado en ese momento que cómo estaba tu metabolismo, le hubieras contestado que lento, por no decir que completamente apagado. Pero de pronto suena tu celular y recibes la llamada que tanto habías esperado de una nueva oferta de trabajo, o mejor aún, del hombre que te encanta. En ese instante, tu estado de ánimo se dispara y de un segundo a otro, te sientes viva y optimista. Y si en ese momento te volvieran a preguntar cómo está tu metabolismo, contestarías que está funcionando impresionantemente bien.

Entonces ¿qué pasó?...Experimentaste un cambio en tu mundo emocional que te generó un subidón de energía que acabó por poner en marcha todo tu cuerpo. Así de rápido puede cambiar nuestro metabolismo

¿QUÉ EFECTO TIENEN LAS EMOCIONES NEGATIVAS EN NUESTRO CUERPO? Vamos a profundizar un poco más… Tu sistema nervioso se divide en dos: sistema nervioso simpático (el que se activa cuando estás estresada) y tu sistema nervioso parasimpático (el que se activa cuando estás relajada).

Las emociones negativas nos generan estrés emocional. Cuando experimentamos algún sentimiento negativo como ansiedad, tensión, frustración o coraje, el sistema nervioso simpático se activa porque siente que está en una situación de estrés (o peligro).

Tu cuerpo reacciona de una manera muy similar a como reaccionaría si se encontrara cara a cara con un animal salvaje. Tu cerebro no distingue entre un estrés real o un estrés imaginario….por lo que tu cuerpo reacciona de la misma manera en ambos casos.

Te voy a poner un ejemplo para que veas por ti misma lo poderosa que es la mente.

Lo que te quiero decir con esto es que lo que tu mente cree, tu cuerpo lo manifiesta. Por esto, real o imaginario, para la mente acaba siendo lo mismo porque no distingue la diferencia… Por lo que al enfrentarnos a una situación de estrés o de peligro, nuestro sistema nervioso simpático activa nuestra respuesta al y esto hace que suprimamos la actividad digestiva y acumulemos grasa. Esto es porque en un momento de supervivencia, es más importante huir o luchar, que hacer la digestión. Esto provoca que toda nuestra sangre se vaya de la parte media de nuestro cuerpo, hacia nuestra cabeza (para poder pensar y reaccionar más rápido) y a nuestros brazos y piernas (para poder luchar contra la amenaza o huir de ella). Así mismo, cuando tu cuerpo cree que está en un estado de supervivencia, acumula grasa porque la grasa es una muy buena fuente de energía a largo plazo.

Por el contrario, cuando pasa la amenaza y ya no estás estresada, activas tu sistema nervioso parasimpático, lo que permite que se active tu digestión y la regeneración de los órganos, músculos y tejidos. Por ejemplo, cuando tienes confianza, cuando te sientes feliz, cuando te sientes libre, cuando estás conectada con tu ser superior, etc. Ojo: La activación de sistema simpático es maravillosa cuando se trata de una situación de verdadera supervivencia o de motivación (que no debería de durar más de 4 minutos). Se convierte en un problema cuando se está en este estado de manera crónica, día tras día (como por ejemplo, cuando todos los días te ves en el espejo y te dices que qué gorda estás).



Y te recuerdo que al hablar de estrés hablo de: ira, ansiedad, tensión, enojo, sentimiento de culpa, auto-juicio, auto-ataque, “no soy buena”, “no merezco”, “no valgo” “no soy digna de ser amada”, etc.

Es por esto que la Psicología de la Alimentación nos enseña que comer alimentos saludables y hacer ejercicio es sólo la mitad de la historia de una buena nutrición. El otro 50% depende de que te encuentres en el estado ideal para digerir y asimilar los alimentos.

Te comparto alguna de las cosas que pasan por tu cuerpo cuando se activa el sistema simpático (como cuando no procesas estas emociones negativas): Disminuye la absorción de nutrientes – esto se debe principalmente a la disminución de oxígeno y al flujo de sangre gastrointestinal; lo que genera una disminución en la producción de enzimas en el estómago, el páncreas, y el hígado; también se da una disminución del flujo de bilis desde la vesícula biliar. Aumenta la excreción de nutrientes – tenemos una pérdida de calcio, magnesio, potasio, zinc, cromo, selenio, y varios micro-minerales a través de la orina. Aumenta las deficiencias de nutrientes – particularmente de la vitamina C, vitamina B, hierro, zinc, selenio. Aumenta el colesterol en la sangre – el estrés en sí, aumenta los niveles de LDL.

Aumenta los triglicéridos

Aumenta las plaquetas en la sangre – lo que puede ser riesgoso para las enfermedades de corazón. Aumenta la retención de sal – lo que puede generar presión arterial alta. Aumenta el cortisol – asociado con el aumento de peso, la obesidad abdominal, y la incapacidad de perder peso o de ganar músculo. Si se genera excesivamente, puede hacer que un cuerpo envejezca prematuramente.

Disminuye la flora intestinal – las bacterias intestinales saludables son destruidas por el estrés. Esto puede conducir a problemas inmunológicos, trastornos de piel, deficiencias nutricionales y malestar digestivo. Disminuye el suministro de oxígeno – sin oxígeno, no quemas calorías. Disminuye la eficiencia térmica – por lo que disminuye tu capacidad para quemar calorías. Aumenta la producción de ácido clorhídrico – aumenta la probabilidad de úlceras. Disminuye la hormona del crecimiento – hormona clave en el crecimiento, la curación y la reconstrucción de los tejidos del cuerpo. Ayuda a quemar grasa y a construir músculo cuando funciona óptimamente. Disminuye las secreciones salivales – disminuye la digestión de los almidones y disminuye los factores inmune orales. Disminuye la hormona tiroidea – puede llevar a la disminución de la actividad metabólica en todo el cuerpo. Disminuye el tiempo de vaciado gástrico – esto puede producir diarrea. Aumenta la posibilidad de alergias y sensibilidad a los alimentos – muy probablemente debido a la disminución del sistema inmunológico y por tener un intestino permeable. Aumenta la resistencia a la insulina – el estrés crónico a un nivel bajo puede causar que las células rojas dejen de responder a la insulina, un factor en la diabetes, en el aumento de peso, en las enfermedades del corazón y en el envejecimiento.

Disminución de Eicosanoides – influye en el nivel de energía y en numerosas funciones metabólicas. Aumenta el riesgo de osteoporosis – se ha demostrado que la densidad ósea disminuye en mujeres estresadas y deprimidas. El estrés aumenta la excreción urinaria que contiene calcio, magnesio y boro. Disminuye la masa muscular – esto significa más flacidez y un metabolismo más lento. Disminuye las hormonas del sexo (estrógeno, progesterona, testosterona) – puede significar un menor deseo sexual, energía baja, disminución de la masa muscular. Aumenta la inflamación – la base de muchos padecimientos significativos, incluyendo enfermedades del cerebro y del corazón. Disminuye la mitocondria – la parte de la célula que genera energía, por lo que al haber una disminución, producimos menos energía. Esto puede conducir a la fatiga crónica. Disminuye la función del riñón – significa un aumento de toxicidad en el cuerpo, del desequilibrio de los electrolitos, de la retención de agua y de las enfermedades del corazón. Disminuye la hormona DHEA - (también famosamente conocida como la hormona de la juventud). Personas con cáncer, Alzheimer, diabetes, depresión, hipotiroidismo y fatiga adrenal suelen tener niveles más bajos de DHEA).

Normalmente bajo estrés, también tendemos a tomar malas decisiones respecto a la comida. El estrés hace que no estemos presentes mientras comemos, ya que tenemos mil pensamientos bombardeándonos la cabeza. Y esto a su vez hace que comamos muy rápido sin realmente procesar (a nivel mental y físico) lo que le estamos metiendo a nuestro cuerpo. El estrés altera las hormonas del apetito: leptina y grelina. Bajo el estrés emocional, aunque quieras parar de comer, es posible que tu cerebro te puede seguir pidiendo comida aún cuando sientas que vas a reventar. Cuando tenemos un estrés o necesidad emocional, queremos curarla o llenarla con comida. Simplemente estamos buscando llenar una necesidad emocional insatisfecha, que claramente no es hambre... Además, para acabarla de regar, tendemos a comer comida o muy dulce o muy salada.

LA EMOCIÓN QUE TE ENGORDA En la preparatoria me fui dos años a estudiar a Estados Unidos y subí 10 kilos. En ese entonces pensaba que se subía de peso únicamente por lo que se comía, por lo que no le di ni tantita importancia a lo que sentía (no tenía ni idea que eso tenía un impacto directo en mi cuerpo). Estaba muy acostumbrada a ver que las niñas que se iban a estudiar fuera siempre regresaban con unos kilos de más, por lo que me pareció algo completamente normal.

En ese entonces no le volví a dar vueltas porque cuando regresé a México, poco a poco fui recuperando mi peso habitual. Ese era un peso en el que me sentía “cómoda”, aunque te admito aquí entre nos, nunca era suficiente para mí porque siempre quería seguir bajando. Y no fue hasta que empecé a trabajar cuando logré alcanzar un peso en el que me sentía, según yo, “bien”.

En esa época pensé que ya había superado todos mis traumas con la comida y que ya había hecho las paces con ella. Ya casi nunca tenía atracones y había aprendido a leer mi cuerpo y a detenerme en el momento en el que captaba que estaba llena. Pensaba que iba a seguir así toda la vida. Pero para mi sorpresa, estaba muy lejos de esa historia.

Cuando me fui a España por tres años, reapareció mi relación caótica y enfermiza con la comida. Cuando menos me di cuenta, estaba con 8 kilos de más, comiendo compulsivamente todo lo que se me aparecía en mi despensa, o saliendo desesperadamente a comprar galletas, granolas, chocolates o panes a la tiendita de alado de mi casa.

Simplemente no podía parar. Me sentía totalmente fuera de control.

Sentía una necesidad enorme que pedía que le metiera más y más y más comida a mi cuerpo. Y claro, una culpa tremenda por “salirme de mi dieta” y con mucho miedo a engordar. Durante mi estancia en España, empecé a estudiar la relación entre las enfermedades y las emociones no procesadas. Y fue cuando comencé a cuestionarme qué necesidad “no satisfecha” era la que realmente estaba debajo de esos atracones.

Me di cuenta que mi sobrepeso y mi ansiedad por comer sólo eran un síntoma. Un mensajero, de algo más profundo que tenía que resolver.

El miedo es una anticipación de una amenaza o peligro que genera ansiedad, incertidumbre e inseguridad (y por lo tanto activa la respuesta de estrés que vimos anteriormente).

Su función es ayudarnos a reaccionar para activar nuestro mecanismo de autodefensa y así protegernos ante el posible peligro (como cuando entra un ladrón a tu casa y tienes que defenderte o correr).

Como podrás ver, el miedo es un excelente amigo que busca tenernos seguros. Sin embargo, se convierte en algo negativo cuando se experimenta a largo plazo y por situaciones de peligro imaginarias. Y esto último, es justamente lo que me pasó a mi…

Mis primeros ocho meses en España logré mantenerme en forma. Estaba estudiando una maestría que me gustaba mucho, todos los días conocía a gente nueva y divertida, salía con mis amigos, iba a clases de teatro, me cocinaba comida rica y saludable, exploraba la ciudad caminando a todos lados…en pocas palabras, estaba en un momento de mi vida en donde no tenía ninguna preocupación y estaba disfrutando la vida al máximo.

Pero entonces algo pasó que desató mi comportamiento caótico con la comida… Porque no creas que un comportamiento aparece así nada más. Todos los comportamientos que no nos gustan, al igual que las enfermedades, tienen mensajes profundos y potentes que deben de ser escuchadas porque vienen a enseñarnos algo.

En mi caso, era un comportamiento que estaba repitiendo. Lo que signifca que había una emoción reprimida guardada en mi inconsciente, que se expresó automáticamente al momento de que un estímulo exterior o ancla (en mi caso, mi novio) disparó el programa previamente almacenado. Para no hacerte la historia más larga, mi novio terminó conmigo mientras estaba en España. Fue en este momento cuando empecé a experimentar un profundo miedo en mi interior porque toda mi estructura y todos mis planes comenzaron a derrumbarse. Me sentí completamente perdida... Tenía miedo al futuro, y a lo que iba a ser de mí. Sabía que si regresaba a México me iba a deprimir por el simple hecho de saber que ya no estaría con él. Pero por otro lado tenía el apoyo de mi familia, de mis amigos y de mi trabajo allá. Tenía miedo de tomar decisiones y equivocarme. Tal vez al quedarme en España, eliminaría cualquier posibilidad de regresar con él. Y ¿si era el amor de mi vida? ¿Y si no? ¿Dejaría de vivir, tan sólo por regresarme e intentar volver con él? Tenía miedo a la posibilidad de intentar cosas nuevas. Había aprendido a vivir dentro de mi zona de confort, porque me movía en un entorno que ya dominaba, en donde las cosas me resultaban conocidas y cómodas aún cuando no todas eran agradables. Y salirme de aquí, me resultaba muy desgastante.

El miedo es un camaleón que se disfraza de diferentes colores, matices y formas. Y te puedo decir que todo lo que sentía ocultaba un miedo detrás…

Tenía miedo de quedarme sola y no poderme proteger del mundo. Este sentimiento no era nuevo para mí, ya que el sentirme abandonada es algo que cargo desde pequeña porque mis papás viajaban mucho. Y obviamente el estar lejos de mi familia lo hizo todavía más grande. Al no sentirme protegida emocionalmente, mi cuerpo me dio una solución biológica...la grasa. Porque al igual que en la naturaleza, mientras más grande te veas, más fuerte eres ante los ojos de los demás y más protegida estás. Claramente la grasa me sirvió como muro de protección. Es una barrera que yo misma cree para poner distancia y así “protegerme” de los demás, o de las situaciones o traumas que estaba viviendo en ese momento o que se encontraban en mi cabeza. También la comida me hacía compañía. A través de ella encontraba el alimento emocional que tanta falta me hacía. Buscaba llenar un vacío muy grande.

Tenía miedo al fracaso y a la incertidumbre. No sabía qué camino iba a tomar mi vida y simplemente quería controlar cada paso que daba...Normalmente cuando estamos frustrados con la vida, ya sea con la escuela, el trabajo o las relaciones, es fácil voltear a la comida como una manera de distraernos de esos sentimientos en lugar de buscar la raíz de éstos. Porque ayuda a enmascarar esas tensiones y resentimientos que nos generan incomodidad. Cuando en realidad lo que deberíamos de hacer es respirar y permitir que la energía fluya. El universo tiene algo grande preparado para cada uno de nosotros. Así que hay que dejar ir las cosas que no podemos controlar y empecemos a confiar.

Tenía miedo a no ser capaz de salir adelante. Empecé a perder fe en mi misma y en lo que hacía. Y cada vez que se aparecía una derrota, corría a cobijarme en la comida porque era lo que me daba consuelo.

Tenía miedo de contactar conmigo misma. Me entraba una ansiedad horrible por mantenerme ocupada. Durante el día encontraba maneras de distraerme con mil actividades pero cuando me quedaba sola o cuando estaba sin nada que hacer, me refugiaba en la comida para no tener que pensar ni tener que contactar con mis sentimientos. La comida era mi manera de mantenerme “ocupada”. Después comprendí que hay momentos en los que no estamos listos para contactar con nuestros sentimientos, pero que existen otras maneras más saludables y creativas de distraernos y que muchas veces hasta nos pueden ayudar a ver nuestro problema desde otro punto de vista como pintar, salir a tomar fotos, hacer ejercicio, escribir una metáfora, etc. El objetivo es elegir algo atractivo para ti, que además te ayude a aliviar el estrés.

Pensaba que necesitaba de alguien más para ser feliz. Y nuevamente al sentirme sola, buscaba algo que me hiciera compañía. Le daba demasiado poder a mi mundo exterior, sin darme cuenta que lo único que me puede hacer feliz, está guardado en mi interior.



Pon atención a tus pensamientos. Pon atención al momento en el que estás teniendo un pensamiento negativo o cuando sientes un malestar emocional. ¿Qué piensas? Identifica el sentimiento. ¿Qué te hace sentir este pensamiento? Frustración, engaño, envidia, fracaso, fobia, humillación, etc. Emoción social: De las cinco emociones básicas ¿Cuál es la que te permites expresar en este momento? Miedo, tristeza, enojo, asco o alegría. Localiza la emoción: Pon la mano en la parte del cuerpo en la que localizas la emoción. Emoción oculta: Deja salir la emoción escondida que está debajo de la emoción que te has permitido expresar. Tal vez le puedes poner nombre (miedo, tristeza, enojo, asco o alegría). Pero en caso de no poder hacerlo, simplemente ponle un color y una forma y déjatela sentir. Visualízala por unos instantes: Visualiza ese color y esa forma en el lugar en el que sientes la emoción, para después sacar la imagen de tu cuerpo y ponerla frente a ti. Haz esta imagen cada vez más pequeña. Y cuando tú quieras, puedes conseguir alguna herramienta, que te ayude a desaparecerla. Ej, una fogata en donde quemas esta emoción, un martillo que la rompe, etc. Y cuando termines, toma una respiración profunda.

Regresando a mi historia, te pongo un ejemplo.

Te puedo decir que este es un camino largo. Estamos aquí para aprender y seguir evolucionando. Y depende de nosotras, ver las cosas de una manera o de otra. Además te aseguro que en el momento en que aprendamos a bendecir lo que nos pasa, se empezarán a generar cambios en nuestras vidas.

Te recuerdo que tú no puedes cambiar una situación, pero sí puedes elegir cómo vivirla.

Ahora que ya tienes claro que tus pensamientos y emociones juegan un papel importantísimo no sólo en tu salud sino también en tu metabolismo y peso, te estarás preguntando, ¿y ahora qué hago?

Y nuestra respuesta es: siempre comienza con lo más sencillo (para que te mantengas motivada y puedas avanzar hacia las áreas más complejas).

Son tantas las emociones que pueden estar afectando nuestros comportamientos con la comida y nuestro peso, que nuestra recomendación es que te enfoques ahorita en mejorar lo que más te estresa en este momento. La gran mayoría de nuestras alumnas se sienten estresadas y abrumadas por principalmente dos cosas:

Frustración porque no pueden bajar de peso



Enojo porque no les gusta lo que ven en el espejo

Y esto provoca una relación caótica con el cuerpo y la comida.

Al entrar en una relación de paz y armonía con tu cuerpo, entras en ese estado de relajación (sistema nervioso parasimpático) en donde: Activas tu digestión

Incrementas tus niveles de energía



Quemas calorías mucho más eficientemente.

Amiga, te espera un camino maravilloso de transformación, en donde te liberarás de muchísimas creencias y emociones que te alejan de la vida de tus sueños. A lo mejor este proceso te llevará a cambiarte de trabajo, a enamorarte de alguien nuevo, a liberarte de una relación tóxica, a encontrar tu pasión o a sanar una enfermedad. La consecuencia natural y emocionante de este cambio interno es que como por arte de magia verás cómo tu cuerpo se transforma también. No te voy a mentir. No sucede de la noche a la mañana. Es un proceso, pero no te preocupes, porque nos tienes a nosotras, al equipo de Energía Nutritiva.

Por lo pronto te dejo con una frase de Louise Hay que te recomiendo repitas varias veces al día.

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