EL VIGOR DE LA FORMA

EL VIGOR DE LA FORMA Quien llegue al Palacio Nacional en la ciudad de México y suba por la escalera central, se encontrará de pronto ante un conjunto

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EL VIGOR DE LA FORMA

Quien llegue al Palacio Nacional en la ciudad de México y suba por la escalera central, se encontrará de pronto ante un conjunto de escenas policromas, organizadas como en terrazas escalonadas o biombos superpuestos. El conjunto es una pintura mural de Diego Rivera que representa la historia del país, cuya síntesis plástica se expresa al eje de la composición: en la base, la lucha de españoles e indígenas durante la Conquista, cuyas lanzas y macanas se cruzan y entrechocan en el fragor de la contienda; al centro, el escudo de México, fruto y símbolo de la nueva nacionalidad nutrida por aquellas raíces; luego, hacia arriba, los iniciadores y consumadores de la Independencia, por cuya acción, a veces contradictoria, se consiguió la libertad de los mexicanos; y finalmente el obrero y el campesino contemporáneos, como principales objetivos de las luchas revolucionarias encaminadas a una mayor justicia social.

En este fresco, Diego Rivera nos ha transmitido un vivo testimonio de las aspiraciones y luchas que han movido a México para alcanzar su libertad.

A uno y otro lado, sobre una superficie de 275 m’, cientos de figuras pueblan los tres grandes muros del cubo de la escalinata. Las escenas están compuestas según la tesis de la oposición de contrarios, de cuyo conflicto resultan, como constantes, los valores positivos de la historia: la rapiña de los conquistadores, pero también el carácter humanitario y civilizador de los misioneros; la intolerancia de los inquisidores frente al pensamiento creativo de los eclesiásticos ilustrados; la intervención norteamericana como ocasión para el heroísmo; la intervención francesa y el triunfo jurídico y militar de la República; la dictadura y la usurpación como coyuntura para el levantamiento y la implantación del régimen constitucional del presente; las injusticias del capitalismo, el reparto de tierras y la militancia obrera. Todos los espacios que acotan o vinculan las escenas están cubiertos por el pueblo, personaje múltiple, anónimo y omnipresente que confiere unidad a la composición entera.

El ser nacional mexicano, al igual que en la sabia versión pictórica de Rivera, es síntesis de elementos opuestos, a cuya comprensión se llega por el discernimiento de sus contrastes. Los muros del Palacio Nacional -que se puede considerar como la casa del pueblo por excelencia registran elocuentemente esa toma de conciencia.

bancos y comercios en iglesias actuales y antiguos templos, en gimnasios y estadios, en teatros, mercados y museos. Realizados con pintura, cerámica, mosaico vítreo o piedra, interiores a al exterior, bajo el agua o a cien metros de altura, fijos o transportables, realistas, abstractos, con mensaje o sin él, los murales cubren en ocasiones edificios enteros o ponen nota adicional de belleza a los pabellones Las versiones sobre el pasado prehispánico y las de México en el exterior. Mientras David Alfaro Siqueiros anticipaciones del porvenir, ambas fuera de la historia, son trabaja en el mayor mural del mundo, que comprende 10 áreas de interpretación en que, a su vez, se expresan las mil m’ de pintura y escultura con el tema de la marcha de la antinomias. Mientras Rivera suponía un mundo antiguo humanidad y para cuya colocación se construye un edificio alucinante y paradisíaco, y un futuro de paz y trabajo especial. José Luis Cuevas, realizó un mural efímero, en la bajo el signo del socialismo, José Clemente Orozco, zona más sofisticada de México, que destruyó 61 mismo su contemporáneo, atribuyó en el Hospicio Cabañas veinticuatro días después. de Guadalajara notas de sangriento terror a la sociedad aborigen y pintó al hombre en llamas, consumido en el Los mexicanos siempre han tenido preferencia por la fuego de su propia necesidad de realizarse. Para uno, la decoración mural. Sólo han cambiado los temas y los ideología militante era la fórmula de salvación; para el otro, sitios en que ese gusto especial se manifiesta. Hasta todo lo que no fuese impulso interior era demagogia. Pero antes de 1910, los ricos hacendados que usufructuaron uno y otro -y muchos más- han ejercido en México la las tierras nacionalizadas al clero, hicieron pintar escenas creación bajo un clima común de estímulo y de libertad. de charrería en los portales de sus fincas; o los detalles El propio Orozco llegó a decir que en la pintura puede de la producción del pulque, en los tinacales; o simples encontrarse “qué es lo que México piensa, lo que ama y composiciones románticas en terrazas y estancias. En el odia; qué es lo que lo inquieta, lo obsesiona o perturba, otro extremo de la escala social, pulqueros, carniceros lo que teme y lo que espera. Pueden leerse también y peluqueros solían decorar sus establecimientos con en ella -añadía- sus corrientes diversas y sus terribles realizaciones populares que aún perduran; y las familias de contradicciones.” En este sentido, todas las creaciones la clase media hacían colocar, en el cubo de los zaguanes, de los muralistas mexicanos pueden ser consideradas, a la paisajes brumosos o amenos, según la sensibilidad del postre, como un auténtico examen de conciencia. dueño de la casa. El positivismo oficial de la época apenas alcanzó a consagrar los símbolos del orden y el progreso En los años veinte, al triunfo de la Revolución, se proclamó en la Escuela Preparatoria; las clases ilustradas, a poner al arte como una pedagogía democrática. “Dado que alegorías mitológicas en los teatros; y la iglesia, a exornar, a el momento social es de transición entre un orden la manera estrictamente académica, un par de cúpulas de decrépito y uno nuevo -declaró en 1922 el Sindicato de templos consagrados. Técnicos, Pintores y Escultores-, los creadores de belleza deben realizar sus mayores esfuerzos para hacer que su En los siglos XVII y XVIII la pintura se contrajo al caballete, producción tenga un valor ideológico para el pueblo; la religiosa o de retrato, se alojaba como complemento en meta ideal es que el arte sea para todos, de educación y los retablos dorados, en los bautisterios y en las sacristías; de batalla.” o bien como símbolo de poder y señorío en los palacios y residencias. La primera centuria de la Colonia, en cambio En los siguientes cuarenta y cinco años se han venido confirió a la decoración mural la máxima importancia. Los pintando murales en los edificios públicos de todo el país. sitios para desarrollarla fueron las iglesias y los conventos los hay en las escuelas rurales y en la sede de la Secretaría fortaleza; y su intención, tan varia y contradictoria como en de Educación, en el recinto de los Congresos locales y en el siglo XX. En las porterías los temas eran de propaganda; el Senado de la República, en las comisarías de barrio y en los claustros, de ejemplaridad para los frailes; en las en la Suprema Corte de Justicia, en oficinas provincianas escaleras, de referencia a la doctrina, aunque no faltó de telégrafos y en el Centro de Comunicaciones, en pronunciamiento humanístico que pusiera a los clásicos bibliotecas y universidades, en clínicas y grandes centros griegos y latinos en el lugar de los doctores cristianos; en las médicos, en bares y hoteles, en sindicatos y fábricas, en salas “de profundis”, de meditación; en las celdas, de puro

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gusto ornamental -cenefas, grutescos y escudos-; y en la nave del templo toda suerte de representaciones; o la primera gran aventura misionera de mexicanos a Oriente, que culminó en el sacrificio de San Felipe de Jesús en el Japón; o ingenuas versiones indígenas de la lucha contra los demonios, en que los caballos, recién conocidos, se pintaron calzados con huaraches, o retratos de obispos y pontífices en sus sítiales; o simples lacerías mudéjares o encasetonados renacentistas. Se pintaba, como ahora, por gusto, por orgullo, por devoción o por obligación. A veces ello entrañaba una protesta o una utopía.

Algo semejante, en mayor o menor medida, ocurre con los textiles, los deshilados, los cordobanes y la confección; la joyería, la orfebrería y la metalistería; la lapidaria, la mobiliaria, la laudería, la incrustación y la taracea; la cestería y muchísimas otras especialidades cuyo común denominador es la imperiosa necesidad de cada región o comunidad de expresar un auténtico gusto colectivo.

La sensibilidad de los mexicanos, ejercida con destreza, ha convertido en objetos de arte las arenas sílices, el barro y el caolin; el oro, la plata, el cobre, el latón, el fierro y el acero; la piel, el cuero, el cuerno, la concha, el hueso y la El mundo prehispánico fue un mundo de color. Los cerda; las fibras animales y vegetales; el tule, la palma y la monumentos que hoy vuelven fascinantes los viajes por paja; la pasta de maíz, la médula del camalote y el látex del territorio de México estuvieron decorados al exterior; chicle; la madera y las raíces; la piedra, el ónix, el jaspe y el gris actual de las ruinas fue a su hora una composición la obsidiana; el trigo y el azúcar. Con todo ello ha rodeado cromática en que predominaron el rojo, el verde, el de símbolos el nacimiento y de juguetes la infancia; ha blanco, el amarillo, el negro y el azul en función de prestado vestido, muebles y utensilios al hombre durante contenidos simbólicos. Aún pueden verse notables su vida, adornado su casa y exornado sus fiestas; y ha ejemplos en Teotihuacan, Cholula y Chichén ltzá. También rendido culto a sus divinidades y a sus muertos. los interiores de los recintos sagrados, ceremoniales y funerarios fueron pintados, no ya para acusar las masas LA ARQUITECTURA y líneas de la arquitectura, sino para consignar los hechos relevantes en la vida de la comunidad o para propiciar el Tan importante ha sido la artesanía en la historia del arte favor de los dioses. Muestras eminentes se encuentran en mexicano que sin ella no existirían algunas de las versiones Bonampak, Tepantitla y Monte Albán. más originales de la arquitectura. La ciudad de Puebla y sus alrededores es el área donde por influencia del arte No sólo la práctica de la pintura mural se ha mantenido popular las casas, los grandes edificios y los templos durante dieciocho siglos. El dibujo, las proporciones y el llegan a representar un nuevo estilo. Durante los siglos color prehispánicos han vuelto a aparecer recreados y XVII y XVIII se creó un barroco sensual y conceptuoso. sublimados por la intuición de los artistas contemporáneos: Nada añadió a las estructuras convencionales ni adoptó Rufino Tamayo, en quien la preocupación estética las plantas del arte de la contrarreforma. Acaso su única predomina sobre el tema, derivó su estilo de sus contactos audacia constructiva haya sido, en algunos casos, la con la arqueología; y Diego Rivera llevó a tal punto su anchura mayor de las torres respecto de los basamentos, indagación de] pasado aborigen, que su versión plástica para acentuar la sensación de ligereza. de los indios coincidió casi toda con las pinturas mayas de distintivo de lo ajeno, ha contribuido a revalorizar las En cambio, recubrió los muros y los techos con tal riqueza creaciones de hasta los más humildes artistas populares. que los elementos decorativos terminaron por significar, en su conjunto, una expresión distinta. La fórmula consistió De la rica tradición mexicana proviene la variedad de las en añadir a la arquitectura todos los recursos aplicables de muestras; de la demanda actual, su abundancia. A todos la artesanía: el ladrillo, la cerámica, las labores de argamasa los objetos se les distingue por el material de que están y la lapidaria; el hierro y la cantería; la imagineria, la hechos y por el locativo de su procedencia. El género de pintura v el dorado, El gusto por la exuberancia formal, la cerámica popular comprende centenares de especies, la variedad de materiales y la policromía fue compartido correspondientes a otras tantas ciudades, pueblos o tanto por la rica sociedad poblana cuanto por los barrios barrios, cuya producción se distingue entre sí por la forma, y comunidades indígenas. Los mismos recursos plásticos, el volumen, el material, el dibujo y la gran variedad de aunque con tratamiento diferente, sirvieron a los prósperos colores y texturas. navegantes que hacían el comercio con España y Filipinas para representar las virtudes teologales en la Capilla U

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Rosario; y a los indios de Santa Marta Tonantzintia, para figurar un paraíso profano. Domos, torres, pórticos, patios y fuentes fueron revestidos con azulejo y ladrillo; las fachadas fueron tratadas como grandes composiciones murales, con escenas, escudos y alegorías; y aun hubo iglesias enteras, como San Francisco Ecatepec, que fueron hechas de piezas de cerámica. Millones de pequeños elementos salieron de centenares de talleres, donde miles de artesanos producían una a una las partes que luego serían ensambladas. Nunca tantos participaron en la construcción de una ciudad. Los interiores, a su vez, se cubrieron de lacerías, roleos, acantos y símbolos cristianos y paganos. La arquitectura poblana expresaba toda la fuerza creativa del pueblo. La alegría de ese estilo denotaba, como en la pintura del siglo XX, una toma de conciencia: la Nueva España de ese tiempo trataba de ser nueva y de dejar de ser España,

una muestra eminente o humilde. La parroquia de Dolores, en el Estado de Guanajuato, donde el señor cura don Miguel Hidalgo lanzó el grito de Independencia la noche del 15 de septiembre de 1810, tiene fachada y retablos de esta índole. Un colateral quedó en madera viva, sin pulir ni dorar. Había ocurrido que en 1786 Carlos 111 prohibió que se construyese en ese estilo e impuso en su lugar el neoclásico, cuya pureza vigilaba la Academia, signo postrero del despotismo ilustrado.

La Catedral de México es un resumen de los estilos coloniales: los que en aluvión trajeron los conquistadores y misioneros, las muestras eminentes del barroco y la imposta final del arte académico. En la Catedral se pensó el mismo día que cayó y fue destruida Tenochtitlan. El solar que ocupa se le adjudicó en 1523 cuando Alonso García Bravo definió la traza de la nueva ciudad. En 1554 la sede del arzobispo era un templo pequeño, humilde y Cuando el arquitecto sevillano Jerónimo de Balbás pobremente adornado, pero diez años después los indios terminó en 1736 el retablo de los Reyes en la Catedral estaban ya colocando los cimientos del nuevo. Este, el metropolitana, los mexicanos hicieron suya la pilastra definitivo, se terminó en 1810 cuando los mexicanos estípite que durante el resto del siglo XVIII iba a simbolizar, luchaban ya por separarse de España. La Catedral, por sus ilimitadas posibilidades espaciales, la libertad de planta basilical a manera románica, se concibió en política y de expresión a la que se aspiraba. El nuevo gótico, con esbeltos haces de columnas mediamuestra apoyo, que Churriguera había ya usado en España, y techumbre de nervaduras; el primer cuerpo de sus consiste en un zócalo, una pirámide invertida, un cubo y portadas, en renacentista italiano y en herreriano el acceso luego toda índole de recursos decorativos hasta llegar al a la sacristía; en barroco salomónico el segundo cuerpo y capitel, que es siempre carintio. A partir de esta estructura a base de estípites el sagrario. Las torres, la cúpula, el cubo básica, el estípite puede recortarse, alargarse, rehundirse del reloj, las balaustradas y los perillones, fueron obra, a o sobresalir, sobreponer cuerpos o repetirlos, angostarse su vez, de neoclásicos: don Manuel Tolsá, procedente de o ensancharse, alojar nichos o medallones, volverse España y el arquitecto nacido en México, Damián Ortiz de bulbo, fruto o macolla, interrumpirse, casi disolverse y Castro. volver a surgir convertido en escenario, dosel o simple apunte mixtilíneo sobre el plano. De la misma manera que Todas estas formas arquitectónicas coexistieron en la los artesanos de Puebla confirieron un tono de elegancia Nueva España. Salvo los edificios académicos del periodo popular a la arquitectura local, los canteros y escultores más tardío, acaso no haya un solo monumento con unidad de todo el territorio iban a coadyuvar con los alarifes y de estilo. Aparte el mérito individual de cada obra. Su maestros de obras en la tarea de crear un estilo nacional interés radica en ser producto de una mezcla de gustos, libertario. acumulados por el simple transcurso del tiempo o bien por una sensibilidad mestizada, vitalmente dispuesta a A México se le distingue por el barroco estípite. Lo que interpretaciones y recreaciones. Al catálogo de estilos que Balbás hizo en el interior de la Catedral en madera, lo trajeron los españoles y cuyos elementos estructurales realizó más tarde en piedra Lorenzo Rodríguez en el y decorativos combinaron con un sentimiento tan exterior del propio Sagrario metropolitano. Las órdenes anacrónico o intemporal, se añadió, especialmente en religiosas y el clero secular adoptaron el nuevo estilo en el siglo XVI el tratamiento pictórico y escultórico peculiar fachadas y retablos de iglesia, en seminarios y colegios; de los indígenas, de recio dibujo, incisiones profundas, el apoyo mixtilíneo de cuerpos múltiples se usó en estilización escueta y profundo amor a la naturaleza. cimborrios, hornacinas, nichos y fuentes. No hay ciudad en todo el territorio de México en donde no sobreviva

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La arquitectura aborigen utilizó recursos estructurales muy limitados. A partir de los materiales en reposo se construyeron las pirámides; y los espacios a cubierto tuvieron que constreñirse a la longitud de las vigas, en los techos planos, y a la agudeza de la bóveda falsa en los cerramientos de piedra salediza. En los muros verticales se usaron la mampostería seca, los sillares pulidos y escuadrados, el mosaico y los elementos ciclópeos. Los apoyos, a su vez, fueron pilares, columnas, atlantes y troncos serpentinos. El tratamiento a grandes volúmenes de las formas piramidales -en secciones superpuestas, con meandros o nichos, con talud y tablero - le atribuyen solemnidad o gracia, atenuando el rigor y la frialdad del puro cuerpo geométrico.

concebida con una grandeza que no han desmerecido los siguientes cien años, ligaba el extremo poniente con Chapultepec e indicaba el curso de la expansión urbana futura. El posterior eclecticismo de los europeos se importó junto con los arquitectos: el Correo Mayor se hizo en estilo veneciano; el Palacio de Bellas Artes, en un neoclásico de líneas redondeadas concebido con sensibilidad el “art nouveau”; el interior del Teatro Juárez de Guanajuato, en árabe, al igual que el quiosco metropolitano de Santa María; el Templo Expiatorio de Guadalajara, en gótico; y en estilos convencionales una media docena más de coliseos en toda la República. Era ésta la época de la dictadura, en que la modernidad se identificaba con el parecido a Europa. La novedad y el símbolo del progreso en arquitectura eran las estructuras del hierro. La influencia de la Galería de las Máquinas y de la torre de Gustavo Eiffel, realizadas para la exposición universal de París en 1889, se manifestó en los grandes edificios, pero sobre todo en la gigantesca armadura del que iba a ser Palacio legislativo y terminó convertido en el Monumento a la Revolución que se eleva hoy en la céntrica Plaza de la República.

Los edificios se concibieron en intima relación con las otras unidades del conjunto y asociados a los espacios fronteros o circundantes; los patios, las plazas, las calzadas y las plataformas delimitaron las grandes superficies abiertas; y las masas y los perfiles arquitectónicos siguieron con frecuencia el ritmo del paisaje. A esta correspondencia estricta con el medio se sumaron la escultura y la pintura, no sólo como recursos decorativos, sino como necesidades de expresión social sustantivas. La integración Superada la etapa de violencia de 1910 a 1920, no fue obra del raciocinio, sino prolongación plástica de establecidas las bases del régimen constitucional y un mundo mágico cargado de signos y de símbolos. organizado el país en un clima de estabilidad y crecimiento económicos, la arquitectura en México iba a experimentar Estas concepciones, que los aborígenes realizaron al un considerable desarrollo. Los mexicanos no alcanzaron exterior, perduraron durante la Colonia, aunque el arco a participar en el debate universal de ideas en torno a la y la bóveda, al ampliar las áreas a cubierto, extendieron arquitectura, pero cada uno a su hora aplicaría las tesis considerablemente los recursos de la arquitectura. Ya se que más se adecuaban a las circunstancias. En general, ha visto cómo las tres artes y la artesanía se unieron en todos -o casi todos- han seguido el propósito de superar el siglo XVIII para significar, aparte la intención religiosa, la el conformismo y abandonar los estilos tradicionales, inspiración de la libertad, vedada a la palabra. En el siglo aplicándose a la solución particular que plantean los XIX, en cambio, poco de monumental y nada de radical acontecimientos contingentes y, en última instancia, las se hizo. Los estilos predominantes fueron el neoclásico necesidades del hombre. En México, sin embargo, estos y el neogótico sin que llegara siquiera a plantearse la principios no se conciben como un pronunciamiento de la apasionada polémica que se libraba entonces en Europa voluntad individual, que aunque referida a un fin social parte con extremos en esa alternativa. Templos parroquiales, de una toma de con ciencia del yo autónomo; sino, más portales públicos y patios de casas provincianas se bien, como una función política atribuida expresamente construyeron de uno y otro modo. a la arquitectura: la de contribuir a realizar los ideales de bienestar social formulados por el pueblo durante los años Cuando en la década de los años sesenta los monárquicos de lucha de la Revolución. opusieron a la República el gobierno de un príncipe europeo, ya el barón Jorge Eugenio Haussman había Las primeras realizaciones, en un país donde las necesidades remodelado Paris, de suerte que del ejemplo de los humanas permanentes han sido tantas, ocurrieron en el Campos Elíseos salió el Paseo del Emperador, más tarde campo de los establecimientos asistenciales y educativos. llamado de la Reforma. Hasta esa fecha poco había crecido El Hospital de Huipulco, en el Distrito Federal, y las la capital con relación a su traza primitiva. La nueva vía, escuelas rurales de los años treinta superaron el simple

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constructivismo anterior e iniciaron la práctica de un funcionalismo de interés social. De la conveniencia obvia de ajustar cada proyecto a cada requerimiento, que equivale a crear un órgano que corresponda a la función, nacieron las posibilidades de experimentación y aplicación constantes ilimitadas. La vasta red hospitalaria y de servicios a los asegurados, dio ocasión a los constructores y arquitectos para desenvolver sus aspiraciones estéticas y su espíritu creativo. Pero muy a menudo las urgencias de la colectividad son uniformes y es razonable que se proponga, para satisfacerlas, soluciones semejantes. El programa federal de construcción de escuelas, en ejercicio de esta política, diseñó el aula rural prefabricada, que obtuvo en 1960 el primer premio de la Trienal de Milán. Se trata de una estructura básica, siempre igual, provista por la industria, que deja a las comunidades, sin embargo, la tarea de colocar los muros de relleno aprovechando materiales locales, lo cual le confiere una apariencia siempre distinta. Así se ha conseguido asociar la producción en gran escala de elementos en serie con la iniciativa y el trabajo personal.

hiperbólicos, alas, hongos y aun flores que hoy se observan por todo el país en fábricas, templos, mercados, bodegas, laboratorios y es-taciones de servicio.

Entre el Leiter Building de Chicago, en 1879, que inició en el mundo la era de los rascacielos, y la terminación, en México, del edificio de la Nacional, mediaron 60 años. Al igual que en otras ramas de la actividad humana, la influencia de las grandes corrientes de la arquitectura moderna iba a manifestarse con un considerable retraso, a causa, sobre todo, del incipiente desarrollo económico del país. El crecimiento vertical de la capital, producto de la elevación de los valores de la tierra y de la necesidad de multiplicar su rendimiento, se insinuó apenas antes de la Segunda Guerra, pero al cabo de ella pobló de esbeltas y audaces torres el perfil urbano. Hasta entonces la silueta de la ciudad estuvo dominada por los campanarios y las cúpulas de las iglesias. Hoy constituyen un íntimo descanso al transeúnte que busca un remanso de tranquilidad en medio de los a Izados de vidrio, acero y concreto.

Otras corrientes de la arquitectura moderna han tenido también sus ecos en México: el edificio de la antigua estación de bomberos, de concreto aparente, es resonancia del de Perret, primero de ese tipo levantado en 1903 en la Rue Franklin de Paris. Ciudad Sahagún, proyectada para alojar un complejo industrial, recuerda los postulados de Garnier de 1904. F-1 Boulevard de El Bajío, que vincula a lo largo de un eje varias ciudades del centro del país, es aplicación diferida de las ideas de Arturo Soria y Mata propuestas para el área metropolitana de Madrid. Las ideas de le Corbusier y de Taut, relativas a la construcción de casas habitación en serie han tenido a su vez una aplicación masiva en el curso de los últimos años. El principio, enunciado en 1929, de que la repetición no es un inconveniente, sino uno de los medios más importantes de expresión, ha sido conjugado de modo original y muy brillante en los grandes conjuntos de vivienda popular en la capital y en la provincia.

En la base de la transformación de la capital están las investigaciones de la ingeniería mexicana en el campo de la mecánica de suelos, que al fin consiguieron vencer las dificultades que ofrecía a la construcción un viejo lecho lacustre, fangoso e inestable. Otra gran aportación local es el desarrollo del cálculo que permitió utilizar los cascarones de concreto a escala arquitectónica. El comportamiento de este material, que llega a tener de 3 a 5 centímetros de espesor, condujo a concebir formas nuevas: paraboloides

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Los arquitectos, los pintores y los escultores tienen que reconocer el carácter complejo del edificio como entidad unitaria. Debemos crear juntos el nuevo edificio del futuro, que abarcará arquitectura, escultura y pintura, en una sola unidad.” Cuando los arquitectos mexicanos conocieron este pronunciamiento de Gropius, Mies van der Rohe y Taut, sintieron que se enunciaba, en aras de la modernidad, lo que los constructores del México prehispánico hicieron siempre pero nunca llegaron a formular. Estas ideas, que años más tarde cobraron prestigio definitivo, estimularon a los Mexicanos a materializar las intuiciones que les venían de su admiración por su propio pasado. La Ciudad Universitaria, el Centro Médico, el de Comunicaciones, el de habitación Presidente Juárez y el Museo Nacional de Antropología son ejemplos de integración que recuerdan lo maya, lo teotihuacano, o lo tolteca, pero que asimismo muestran una aplicación peculiar del programa del Bauhaus.

En la actualidad privan en la arquitectura mexicana los fundamentos teóricos del CIAM: el abandono de los cánones académicos; y la racionalización y normalización de los proyectos en virtud de las exigencias económicas y de los métodos y recursos de la industria. Si bien las ideas rectoras son universales, las notas de interpretación nacional le confieren un carácter propio y distintivo. Así, caracterizan a la arquitectura mexicana, cuando es

de mérito, los grandes espacios abiertos, inscritos o circundantes; una voluntad de monumentalidad en los emplazamientos; la exaltación, con discreta modernidad, de los elementos adyacentes del pasado y la recreación de las formas pretéritas, a tono con las exigencias actuales; la devoción por el color y el respeto por la apariencia de los materiales. En el fondo, la singulariza una intención social. Son muestras relevantes de este repertorio el Estadio Azteca, el Palacio de los Deportes, la Alberca y el Gimnasio Olímpicos, la Villa Olímpica y la unidad de habitación de Coapa, instalaciones con que se enriquece la Ciudad de México en ocasión de los Juegos de la XIX Olimpiada. El desarrollo demográfico y económico ha producido la expansión explosiva de las ciudades. En el curso de lo que va del siglo han nacido nuevas concentraciones urbanas: algunas al lado mismo de los sembradíos de algodón, como Torreón y Mexicali; y otras a impulso del trabajo en los campos petroleros, como Poza Rica, Ciudad Madero y Ciudad Pémex; o bien por efecto de la creación de centros industriales, como Ciudad Sahagún; o por el desarrollo de los sistemas de riego, como Ciudad Obregón. Otras más crecieron considerablemente a ritmo del turismo fronterizo y varias a causa del flujo de viajeros hacia los litorales del sur. A partir del término de la Segunda Guerra Mundial, la expansión ha sido aún más vigorosa. El área metropolitana de la capital se ha desbordado hacia las entidades circunvecinas, en cuyos antiguos campos agrícolas hoy se alojan millares de talleres y fábricas que casi constituyen núcleos urbanos independientes. Estos fenómenos obligaron a incorporar el urbanismo dentro de las materias que atiende el Estado.

Hoy, sin embargo, los mexicanos están prevenidos contra los riesgos del simple funcionalismo que no cuida de preservar la proverbial fisonomía de las ciudades. El primer ejemplo de una adecuada modernización lo dio un gobierno provinciano, el de Guanajuato, que remodeló a fondo sus viejos pueblos, los dotó de servicios y les reintegró su señorío arquitectónico, conjugando la conservación de plazas, calles, casas y edificios con los elementos más confortables de la actualidad. Esta misma política se ha aplicado parcialmente en Puebla y luego en la ciudad de México, donde simultáneamente a la construcción del ferrocarril subterráneo se rescatan ahora del olvido las plazas coloniales. La restauración se practica, así,’ a nivel de ciudades enteras. Esta tarea se concibe como el mejor homenaje que el presente puede rendir a su pasado.

LA ESCULTURA

La escultura monumental representa, sin embargo, la más clara conciencia del devenir. Aparte de ennoblecer y distinguir a las ciudades, fija en la comprensión pública los acontecimientos o los personajes más importantes en la vida de la comunidad y tiene por ello una función conmemorativa. Su principal objeto es hacer perdurar un símbolo. Semejante propósito se consuma en la perpetuidad, a menos que una acción compulsiva cambie radicalmente su signo. Los españoles del siglo XVI destruyeron la sociedad que atribuía significación a las grandes piedras labradas por los indígenas, de suerte que cuando los mexicanos las descubrieron siglos después ya se habían convertido en sorprendentes objetos de la arqueología. Lo mismo ocurrió con la estatua ecuestre En todos los núcleos urbanos de cierta importancia de Carlos IV, que tanta ostentación hizo del dominio de funcionan las llamadas oficinas del plano regulador. Sus España. A este monumento dedicado a un rey de nefasto funciones consisten en planear los servicios municipales recuerdo, la autoridad republicana le puso una simple y en autorizar o negar las obras de construcción de leyenda - “Se conserva como obra de arte” – y el pueblo los particulares, en función de los requerimientos del mexicano, un mote: “El Caballito”. conjunto. La acción más visible de las autoridades citadinas ha sido, en los últimos tiempos, la ampliación de calles las otras grandes obras que exornan el Paseo de la Reforma y avenidas y la construcción de calzadas y viaductos de son, en cambio, arte y símbolo: la de Cristóbal Colón, alta velocidad, según lo ha requerido un tráfico cada vez rodeado de frailes misioneros, levantada a fines del siglo más intenso de vehículos. Tantas demoliciones llegaron a pasado, consagra la justificación del descubrimiento y la hacerse que la buena apariencia tradicional de la ciudad de conquista en aras de la fe; la de Cuauhtémoc, de la misma México y de algunas capitales de provincia sufrió mengua época, recuerda la raíz más honda de la nacionalidad; en su planta original por lo precario y convencional de los la Columna de la Independencia, conmemorativa del nuevos edificios construidos sin orden ni concierto. centenario, exalta y proclama la soberanía; y el Monumento a los Niños Héroes, erigido cien años después de la batalla

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de Chapultepec, consagra el heroísmo en la lucha por kilómetros del circuito sur del Anillo Periférico que enlaza mantener la independencia. Hay una más, la de Diana varias de las principales instalaciones deportivas y culturales Cazadora, que fue motivo de un amplio debate sobre el construidas para los últimos Juegos Olímpicos. pudor. Se la concibió y modeló desnuda, luego se la cubrió para guardar la moral y, hace dos años, un clamor popular - en el que se unieron tanto los amantes de lo clásico como los de lo moderno - la volvió a su estado original. En el curso de los últimos años se han realizado esculturas gigantescas, representativas de las dimensiones de grandeza que los mexicanos atribuyeron a sus héroes y a los esfuerzos del pueblo por conquistar el bienestar. Son muy importantes los grupos que rematan el primer cuerpo del Monumento a la Revolución; el Morelos, de 45 metros de altura, construido -más que esculpido- en la isla de Janitzio, al centro del lago michoacano de Pátzcuaro; la fuente de Petróleos, alegórica de la expropiación; el Juárez de Querétaro; el Carranza de Veracruz; las torres de Ciudad Sátelite, moderna abstracción del crecimiento, cuya majestuosa alegría se la confiere el color y la Entrega del Agua, altorrelieve alegórico del dominio del hombre sobre las fuerzas de la naturaleza, al término del embalse de la presa de Malpaso, con una superficie escultórica de tres mil metros cuadrados, que es posiblemente el mejor ejemplo de este arte monumental. Todas estas obras no son sino continuación -a otra escala, con materiales distintos, en formas diferentes- de la rica tradición monumental de la escultura prehispánica: las grandiosas cabezas de la venta -alguna con más de treinta toneladas de peso- que reproducen el modelo humano del misterioso pueblo olmeca al sur de Veracruz; las deidades teotihuacanas, de austera economía de líneas, concebidas con sensibilidad arquitectónica; los atlantes de Tula, apoyos colosales cuya función mágica consistía en ser sostenedores del cielo; y los monolitos aztecas -la piedra del sol, la Coatlicue, el ocelotl-cuaulixicalli y muchísimos más- que constituyen la culminación del arte indígena: proporciones heroicas, técnica maestra, fuerza plástica arrolladora y un violento contraste de la severidad realista con la intención religiosa, ambas sintéticas y avasalladoras. Esta tradición, mantenida por siglos, es la que el Comité Organizador de los Juegos de la XIX Olimpiada ha querido enriquecer en ocasión del máximo festival de la juventud mundial en octubre de 1968. A invitación de este organismo, un grupo selecto de escultores de los cinco continentes realizaron veintiún esculturas monumentales a lo largo de la Ruta de la Amistad, tramo de diez y ocho

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Elemento definitivo en el barroco de Nueva España, la columna estípite representa, en su mismo orden formal, un símbolo: la más fiel elevación mística.

Muros nuevos escriben los hechos que determinan el presente. Muros de conventos e iglesias del siglo XVI revelan lo que hoy es motivo de alabanza. Movimiento de astros y miradas al infinito son también la historia verdadera que Juan O´Gorman relata en la Biblioteca de la Ciudad Universitaria.

También en provincia, manos jóvenes proyectan y construyen sitios propicios para la formación universitaria. Aquí, la Escuela de leyes en Tampico, Tamps. Tequitiqui. “Lo que esta enmedio”. Entre lo mexicano y lo español. Adentro y afuera. La cruz. La cabeza de Cristo. La alta simbología de la Santa Pasión.

En la iglesia de Tonantzintia, máxima expresión de] barroco popular los ángeles ascienden al cielo en la exuberancia de terrenales guirnaldas, entre nubes de oro de hoja. En un ambiente de paradisíaco esplendor, los candelabros de Metepec, conocidos como “árbol de la vida”, evocan la historia bíblica de Adán y Eva, en el mismo barro del que fueron hechos.

En los retablos, las manos del pueblo han dejado constancia, con inocencia, fervor y conmovedor agradecimiento, del favor del milagro concedido. La muerte es tema fundamental en los grabados de José Guadalupe Posada. Las risas burlonas de las calaveras subrayan el total imperio de la vida.

De Filipinas llegó a México el azulejo, y aquí conoció nueva tradición como elemento de ornato de fachadas de iglesias y palacios. La Ciudad de Puebla es maestra en el vidriado. El Palacio de los Deportes supera, gracias a la belleza y al atrevimiento de sus formas, la estricta función para la que fue creado. Ha sido ya también templo del arte.

Esta “fiel” representación de San Gabriel Arcángel ejemplifica la técnica estofado que permitió a los artífices alcanzar la perfección en la alabanza. En los corredores del convento de Acolman parecen escucharse aún murmullos, oraciones, el paso rítmico de los frailes agustinos que lo construyeron.

El poeta Carlos Pellicer ha hecho del parque de La Venta, en Villahermosa, un museo. A la naturaleza, a sus orígenes se remonta esta cabeza ciclópea.

Dueño de una imaginación que sabe transformar todo lo que mira, José Luis Cuevas ha erigido un mundo personal dominado por el horror de la belleza. En el Hospicio Cabañas, José Clemente Orozco nos permite asistir al nacimiento de] hombre propiciado por el fuego, elemento prometeico que será eterna vida.

Dramático en la violencia dinámica de colores y formas, el vasto mural de Suqueiros, “La historia de la Humanidad”, es un testimonio, acto de vitalidad. En sus paisajes del Valle de México, José María Velazco ha conseguido asir la infinita variedad de colores determinada por la más pura transparencia del aire.

Toda la obra pictórica de Rufino Tamayo es una transfiguración, una metáfora. En ella, la vida cotidiana se inserta en el ámbito del rito y de la magia. Bonampak, “ciudad de los muros pintado”. En las paredes de sus templos habita el secreto del bello lenguaje de figuras y colores de eternidad intocada.

El color hablando a gritos y_ el alegre anuncio de sitios para comer, beber y pasar bien el tiempo: una buena muestra del arte de saber invitar. El escultor Ignacio Asúrisolo ha conseguido que la hermosura de Diana se motivo de renovada contemplación. El arco extendido apunta, sí, al infinito.

El rigor se aúna a la elegancia en esta fuente construida por el arquitecto Luis Barragán. Agua y piedra se encuentran, se complementan, se continúa. La naturaleza se somete, gozosa y obediente. De ella, el arquitecto Francisco Artígas ha sabido tomar todos los elementos, líneas y formas que le ofrece.

En su aspiración de alcanzar lo divino, el hombre llega al silencio. En Uxmal, somos ese anhelo y su total representación en el orden infinito y metafísico.

Como toda la ciudad, el Paseo de la Reforma conoce la necesaria metamorfosis. Nuevos edificios cumplen nuevas funciones: son ya testigos del cambio. Juego de formas, colores, espacios: estas torres diseñadas por el arquitecto Luis Barragán señalan la entrada de la zona residencial de la Ciudad Satélite.

Edificado durante el porfiriato, el teatro Juárez, en Guanajuato, fue espejo de una bien aprovechada influencia francesa y de una época ya clausurada. Nuevas estructuras, otros materiales, condicionan formas distintas. En la sucesión de vidrios se refleja el ritmo de la calle, el rostro de la ciudad.

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