O LOCAL DEL DEPARTAMENTO DEL CESAR

BECAS CULTURALES EN INVESTIGACIÓN SOCIOCULTURAL EN HISTORIA REGIONAL Y/O LOCAL DEL DEPARTAMENTO DEL CESAR OBSERVATORIO DEL CARIBE COLOMBIANO BEC

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BECAS

CULTURALES EN INVESTIGACIÓN

SOCIOCULTURAL EN HISTORIA REGIONAL Y/O LOCAL DEL DEPARTAMENTO DEL

CESAR

OBSERVATORIO DEL CARIBE COLOMBIANO

BECAS

CULTURALES EN INVESTIGACIÓN

SOCIOCULTURAL EN HISTORIA REGIONAL Y/O LOCAL DEL DEPARTAMENTO DEL

RESULTADOS

CESAR

DE LA PRIMERA CONVOTORIA

BECAS CULTURALES EN INVESTIGACIÓN SOCIOCULTURAL EN HISTORIA REGIONAL Y/O LOCAL DEL DEPARTAMENTO DEL

©

OBSERVATORIO

DEL

CESAR

CARIBE COLOMBIANO

ISBN: 958-97533-6-1

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IMPRESIÓN EDITORIAL GENTE NUEVA LTDA IMPRESO EN COLOMBIA. PRINTED IN COLOMBIA BOGOTÁ, SEPTIEMBRE DE 2006

CONTENIDO

PRESENTACIÓN HACIENDAS Y MANO DE OBRA EN LA PROVINCIA DE VALLEDUPAR (1790-1880)

IX

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Hugues R. Sánchez Mejía INTRODUCCIÓN I. BALANCE HISTORIOGRÁFICO SOBRE EL DEPARTAMENTO DEL CESAR II. HATOS GANADEROS Y AGRICULTURA EN VALLEDUPAR, 1800-1850 III. LA ESCLAVITUD EN EL VALLE DEL RÍO CESAR IV. LA EXPANSIÓN GANADERA Y AGRÍCOLA EN VALLEDUPAR ENTRE 1850 Y 1880 BIBLIOGRAFÍA

MOVIMIENTO INDEPENDENTISTA, CONSTRUCCIÓN REPUBLICANA Y ACTORES SOCIALES EN VALLEDUPAR, (1808-1858)

3 3 13 25 34 44

47

Miguel Antonio Suárez Araméndiz A MANERA DE INTRODUCCIÓN. ALGUNAS CONSIDERACIONES SOBRE CARIBE COLOMBIANO I. LA PATRIA SALIENDO DE CAUTIVIDAD: CRISIS DEL ORDEN MONÁRQUICO HISPANOAMERICANO E INDEPENDENCIA EN LA NUEVA GRANADA II. EL CAMINO A LA INDEPENDENCIA: VALLEDUPAR (1750-1820) III. LA CONSTRUCCIÓN DEL ORDEN REPUBLICANO EN VALLEDUPAR BBLIOGRAFÍA

LOS ESTUDIOS DE LA INDEPENDENCIA DEL

EMPRESAS COMERCIALES DEL MUNICIPIO DE VALLEDUPAR (1950-1980)

49 56 62 82 91

99

Blanca Nubia Zapata Ríos PRESENTACIÓN INTRODUCCIÓN I. CONTEXTO ECONÓMICO DE VALLEDUPAR II. EMPRESAS COMERCIALES DE VALLEDUPAR (1950-1980) III. CONSIDERACIONES FINALES BIBLIOGRAFÍA ANEXOS

101 103 105 136 154 157 161

LA DÉCIMA COMO TRADICIÓN LITERARIA MUSICAL EN ATÁNQUEZ, VERTIENTE SURORIENTAL DE LA SIERRA NEVADA, DEPARTAMENTO DEL CESAR

179

Fundación Festival Folclórico Sierra Nevada I.

CONSIDERACIONES CRÍTICAS Y MOTIVACIONES HISTÓRICAS ATÁNQUEZ II. DECIMARIO III. RESEÑAS DE VIDA DE LA APROPIACIÓN Y EL ARRAIGO DE LA DÉCIMA EN

VIDA SOCIAL, POLÍTICA Y ECONÓMICA DE LA MUJER EN VALLEDUPAR (1970-1990)

181 188 236

239

Kattia Elena Álvarez Lea, Yalidys Lorena Olivares Baquero INTRODUCCIÓN I. REALIDADES Y PERSPECTIVAS SOBRE LOS ESTUDIOS DE MUJER II. BALANCE SOCIOLÓGICO DE LA MUJER EN VALLEDUPAR III. EL CONTEXTO DE LA MUJER EN EL ÁMBITO POLÍTICO EN VALLEDUPAR, 1970-1990 IV. ECONOMÍA Y SOCIEDAD: UN PROPÓSITO VERDADERO BIBLIOGRAFÍA ANEXOS FOTOGRÁFICOS

241 245 258 260 276 288 290

ILUSTRES DESCONOCIDOS. PROTAGONISTAS DE SU TIEMPO

299

Simón Martínez Ubárnez INTRODUCCIÓN JUAN MANUEL BARRERA. GRAN FIGURACIÓN EN LA VIDA NACIONAL (CHIRIGUANÁ, 1828 - RÍO DE ORO, 1888) JOSÉ MARÍA LOUIS HERRERA PRECURSOR DE LA AUTONOMÍA DEL VALLE DE UPAR (VALLEDUPAR, 1832 - HACIENDA QUITA PESARES, URUMITA, 1892) GUILLERMO QUINTERO CALDERÓN. PRESIDENTE DEL GOBIERNO DE LOS CINCO DÍAS (PUERTO NACIONAL, GAMARRA, 1832 - BOGOTÁ, 1819) VICENTE SEBASTIÁN MESTRE. PROYECCIÓN INTERNACIONAL Y POLIFACÉTICO ESCRITOR (VALLEDUPAR, 1858 - BOGOTÁ, 1919) SEBASTIÁN GUERRA. PIONERO IGNORADO DEL FOLCLOR VALLENATO (RINCONHONDO,¿? - LA SIERRA, 1937) JOSÉ ANTONIO GUERRA BULLONES. O COMPAE CHIPUCO: ENTRE LEYENDA Y REALIDAD (LAS PALOMAS, ¿? - VALLEDUPAR, 1967) WALTER CARROLL. CIENTÍFICO AUTODIDACTA E INDUSTRIAL (LA GLORIA, ¿? - BARRANQUILLA, ¿?) JOSÉ FRANCISCO SOCARRÁS. PIONERO DEL PSICOANÁLISIS EN COLOMBIA (VALLEDUPAR, 1906 - BOGOTÁ, 1995) RAFAEL CARRILLO LÚQUEZ. PIONERO DE LA FILOSOFÍA MODERNA EN COLOMBIA (1907-1996) WILLY RAMOS. EL ARTISTA CESARENSE DE TALLA INTERNACIONAL (PUEBLO BELLO, 1954) BIBLIOGRAFÍA

vi

301 304 310 315 326 329 338 343 346 352 363 365

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BECERRIL Y EL PRÓCER DESCONOCIDO DEL CARIBE COLOMBIANO

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Tomás Darío Gutiérrez Hinojosa I. EL HÉROE Y SU CUNA II. PROPÓSITOS DE LA CORONA ESPAÑOLA AL FUNDAR A BECERRIL III. LA FECHA DE FUNDACIÓN Y LAS PRIMERAS AUTORIDADES DE LA NACIENTE CIUDAD

IV. ¿QUIÉN ERA EL CAPITÁN BARTOLOMÉ DE ANÍBAL PALEÓLOGO, FUNDADOR DE LA CIUDAD? V. BECERRIL DURANTE EL SIGLO XVIII VI. LA INDEPENDENCIA, EL PAPEL DE BECERRIL Y EL SURGIMIENTO DEL FUTURO CORONEL PEDRO ANTONIO GARCÍA

Becas culturales en investigación sociocultural en historia regional y/o local del departamento del Cesar _______________________

369 371 374 376 380 382

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PRESENTACIÓN El presente libro contiene una selección de los trabajos de investigación que se presentaron a la primera Convocatoria de las Becas de Investigación Sociocultural y de Historia Regional y/o Local del Cesar abierta por la Gobernación del Cesar con el apoyo académico del Observatorio del Caribe Colombiano, para estimular la investigación en su territorio. A la convocatoria se presentaron proyectos de distinta procedencia institucional, elaborados por reconocidos docentes-investigadores, miembros de comunidades indígenas, jóvenes investigadores y representantes de las propias Casas Municipales de Cultura. De ahí la heterogeneidad de los proyectos, que fueron escogidos con base en los criterios de solidez, innovación, calidad y pertinencia de la investigación, trayectoria de los investigadores, equidad intradepartamental y la presentación de un adecuado plan de socialización de los resultados de investigación. Como sucede en general en la región Caribe, el departamento del Cesar ha venido consolidando gradualmente una laboriosa comunidad de investigadores con adecuada formación académica y en frecuente y productivo intercambio de conocimientos a través de redes de investigadores regionales y nacionales. En esta nueva realidad ha sido fundamental el papel de la Universidad Popular del Cesar a través de su especialización en Historia Regional y de los diversos eventos académicos que organiza, cuyo alcance e impacto adquieren hoy una dimensión que trasciende los límites departamentales. El vasto territorio cesarense ofrece múltiples retos y oportunidades a los investigadores en ciencias sociales debido a su particular posición geográfica, que hace del Departamento un espacio conectivo de los puertos del Caribe con la región andina. Asimismo, dada la heterogeneidad étnica y cultural manifiesta en los diversos pueblos indígenas, comunidades afrocolombianas y poblaciones mestizas que han ocupado ancestralmente su territorio, la Sierra Nevada de Santa Marta, las riberas del Magdalena y el Cesar y la serranía de Perijá son hoy áreas de gran interés para la investigación arqueológica, histórica y etnográfica. Las plurales manifestaciones musicales del Cesar requieren nuevas aproximaciones, que ya no se limiten en sus indagaciones a la música popular de acordeón. Uno de los trabajos seleccionados, “La Décima como tradición literaria musical en Atánquez, vertiente suroriental de la Sierra Nevada, departamento del Cesar”, realizado por Bethoven Arland, miembro de la Fundación Festival Folclórico Sierra Nevada, confirma esta Becas culturales en investigación sociocultural en historia regional y/o local del departamento del Cesar _______________________

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nueva orientación al dar relevancia a las distintas motivaciones y referentes históricos que incidieron en el quehacer creativo literario de los principales exponentes de la décima en la región de Atánquez, al tiempo que contrasta las particularidades locales entre el que compone la décima y el que la canta, y nos aproxima a un inventario antológico de décimas cuyos contenidos evocan testimonios de la historia local-regional de Atánquez, enmarcados en un contexto de cambio cultural.

PRESENTACIÓN

La diversidad de temas relacionados con la historia económica es palpable en dos de los artículos incluidos en este volumen. Hugues Sánchez, en su estudio “Haciendas, mano de obra y estructura agraria en la provincia de Valledupar, 1790-1880”, muestra un panorama general de la economía en la ciudad de Valledupar en el siglo XIX. A partir de documentos notariales, Sánchez detalla la forma en que se expandió durante esta centuria la frontera pecuaria y agrícola en los bordes de la serranía del Perijá, la Sierra Nevada de Santa Marta y los valles de los ríos Cesar, Guatapurí y El Diluvio; asimismo, relata cómo se desarrolló el hato ganadero y se conformaron pequeños trapiches y estancias de caña, cacao y café, y aborda el tema de la utilización de mano de obra esclava y la acumulación de riqueza por parte de una elite local que invertía principalmente en la cría de ganado. Por su parte, Blanca Nubia Zapata Díaz, en su trabajo “Desarrollo de las empresas comerciales de Valledupar, 1950-1980”, estudia el contexto económico de Valledupar durante las décadas mencionadas y profundiza en la caracterización de las empresas comerciales y los comerciantes que afloraron durante el desarrollo y declive del cultivo del algodón en esta parte del Caribe colombiano. El ensayo “Vida social y económica de la mujer en Valledupar, 19701990”, presentado por Kattia Álvarez Lea y Yalidis Olivares Baquero, busca entender cómo se constituye una cultura femenina en el interior de un sistema de relaciones no igualitarias, así como sus particularidades y sus nexos con la sociedad global. Enmarcado en la perspectiva de los estudios de género, este ensayo adquiere gran pertinencia en un departamento históricamente signado por el rigor adamantino de destacadas mujeres como María Concepción Loperena, Paulina de Castro Monsalve y Consuelo Araujo Noguera. Por otro lado, la investigación de Simón Martínez Ubárnez, “Ilustres desconocidos. Protagonistas de su tiempo” recoge los perfiles biográficos de diez personajes cesarenses, protagonistas en el campo filosófico, cultural, político, militar, literario, artístico y con destacada figuración en el ámbito regional, nacional o internacional que, no obstante, han sido ignorados hasta hoy por sus coterráneos. Destacamos la presencia en este volumen de dos trabajos regionales sobre el tema de la independencia, muy en boga actualmente por la próxima conmemoración del bicentenario en el año 2010, los cuales resultan sumamente útiles para la elaboración de una completa historia nacional de la Independencia. El trabajo “Movimiento independentista, construcción republicana y actores sociales en Valledupar, 1808-1858”, de x

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Miguel Suárez Araméndiz, examina las dinámicas propias de los procesos de independencia y construcción del orden republicano en Valledupar y muestra la participación de los actores sociales más notables de esta ciudad, al tiempo que establece la manera como estos actores lograron salvaguardarse de la crisis política que generó la independencia e insertarse en el nuevo orden político. De manera complementaria, el ensayo de Tomás Darío Gutiérrez, “Becerril y el prócer desconocido del Caribe colombiano”, destaca la figura del Coronel Pedro Antonio García, nativo de Becerril, quien, quizás por su extracción social, es hoy un héroe del proceso de independencia ignorado por la historiografía clásica del centro del país. En los orígenes de esta población, por otra parte, se registran pasajes insospechados. Este volumen, al divulgar los avances de investigaciones recientes que proponen atisbos diversos y reveladores del proceso sociohistórico que condujo a la formación de la sociedad cesarense y de sus realidades locales, brinda nuevos aportes al conocimiento de la identidad, construida de manera dinámica tanto con la elaboración discursiva como a través de las prácticas sociales, y al fortalecimiento del sentido de pertenencia regional. Al cumplirse en diciembre de 2007 cuarenta años de la constitución del Cesar como entidad territorial, su publicación no podría ser más oportuna.

WEILDLER GUERRA CURVELO

DIRECTOR DEL OBSERVATORIO DEL CARIBE COLOMBIANO

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HACIENDAS Y MANO DE OBRA EN LA PROVINCIA DE VALLEDUPAR (1790-1880) HUGUES R. SÁNCHEZ MEJÍA* * Grado en Historia en la Universidad Industrial de Santander. Diploma de Estudios Avanzados en Historia de América Latina y candidato a Doctor en Historia de América Latina de la Universidad Pablo Olavide, SevillaEspaña. Docente de la Universidad del Magdalena. Programa de Antropología. Becario del Observatorio del Caribe Colombiano de la Beca de Investigación «Héctor Rojas Herazo» 2002, y becario de la Gobernación del Cesar-Observatorio del Caribe Colombiano (2006). Premio Departamental de Historia. Fondo Mixto de Cultura del Cesar-Ministerio de la Cultura (1999). Entre sus publicaciones se encuentran: “Valencia de Jesús: un caso de expansión de la frontera agrícola en la Gobernación de Santa Marta”. En: Identidades y resistencias en América Latina. Universidad del Valle-Universidad Pablo de Olavide, Sevilla-España. “Amancebamiento, poligamia, lujuria y otros excesos de la población libre en el Caribe colombiano. El nacimiento de una Cultura. 1750-1880”. En: Identidades, cultura popular y música campesina en el Caribe colombiano. El caso del departamento del Cesar. Hugues Sánchez Mejía y Leovedis Martínez Durán (Compiladores). Universidad Popular del Cesar, Valledupar, 2004.“La cultura, economía y música campesina del departamento del Cesar vista por Enrique Pérez Arbeláez en la década del cuarenta”. En: Identidades, cultura popular y música campesina en el Caribe colombiano. Hugues Sánchez Mejía y Leovedis Martínez Durán (Compiladores). Universidad Popular del Cesar, Valledupar, 2004. “El surgimiento de una economía campesina: poblamiento y mercados locales en el bajo Magdalena”. En: Colombia y el Caribe, XIII Congreso de Colombianistas, Universidad del Norte, Barranquilla, 2005. “Dos casos de colonización y expansión de la frontera agrícola en la gobernación de Santa Marta en la segunda mitad del siglo XVIII: San Sebastián de Rábago y Santa Cruz de Pizarro”. En: Historia Caribe, Vol. III, Nº 8, Barranquilla, 2003.

HACIENDAS Y MANO DE OBRA EN LA PROVINCIA DE VALLEDUPAR,

(1790-1880)

INTRODUCCIÓN Los estudios sobre la economía regional del Caribe colombiano son muy escasos. Salvo por los trabajos del grupo de investigación del Banco de la República, dirigidos por Adolfo Meisel Roca, es poco lo que sabemos acerca de cómo funcionaban las economías locales en el siglo XIX1. El presente trabajo es un aporte modesto a la historia económica de la antigua gobernación del Magdalena, específicamente del valle del río Cesar. Valledupar, ciudad fundada en el año de 1550, se convirtió en el siglo XIX en un foco de colonización de las estribaciones de la Sierra Nevada de Santa Marta y la serranía del Perija, así como de las zonas llamadas playones o sabanas. Allí, se instalaron unidades de producción que para esa época se denominaban hatos ganaderos, las cuales eran precarias y aprovechaban la existencia de pastos naturales para la cría de ganados. Esta expansión significó la aparición de latifundistas que se enriquecían con la producción ganadera y dinamizaban el mercado local de la ciudad. Este modelo nos es único de la ciudad de Valledupar y, por ende, de relacionarse con un proceso mayor de ampliación de la frontera agrícola en la antigua Gobernación del Magdalena; proceso que daría nacimiento a un “mercado interno” en el siglo XIX. En el caso de Valledupar no debe verse esta región como una ínsula económica, más bien cabe preguntarse y estudiar la articulación de esta producción local a otros mercados igualmente locales, como el de Riohacha y Santa Marta.2

1 Viloria de la Hoz, Joaquín. “Empresarios de SantaMarta: el caso de Joaquín y Manuel Julian de Mier” Cuadernos de Historia Económica y Empresarial, Nº 7, Banco de la República, Cartagena, noviembre de 2002. Del mismo autor: “Tabaco del Carmen: Producción y exportación de tabaco de los Montes de María, 18481843”, Cuadernos de Historia Económica y Empresarial, Nº 3, octubre de 1999. 2

Sobre el concepto de “mercado interno” Garavaglia recomienda explorar “el complejo nexo de las relaciones socioeconómicas que subyace detrás de la producción y comercialización de un producto determinado en el ámbito del mercado interno colonial”. Garavaglia, Juan Carlos. Mercado interno y economía colonial. Grijalbo, México, 1983, p. 19. Ver también: Guerrero, Andres. Los oligarcas del cacao. Ensayo sobre la acumulación originaria. Editorial El conejo, Quito, 1994.

Así, la precariedad de la economía local obligaba a invertir solo en la cría de ganados y a apoyarse en la mano de obra esclava para que estas unidades funcionaran. Hubo que esperar hasta la segunda mitad del siglo XIX para que los vecinos de la ciudad empiezaran a cultivar productos de exportación como el cacao y el café y a producir aguardiente de caña a gran escala. Justamente en las siguientes páginas se dará cuenta de ese proceso. Para la elaboración de estos ensayos se revisaron los documentos que reposan en la Notaría Primera de Valledupar. Se contó con el apoyo financiero de la Gobernación del Cesar a través del Observatorio del Caribe Colombiano.

I. BALANCE HISTORIOGRÁFICO SOBRE EL DEPARTAMENTO DEL CESAR Para algunos historiadores, la producción histórica sobre el Caribe colombiano presenta un estado confortable y de “notable incremento”;

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pero, hasta la fecha, pocos se han detenido a corroborar tal aseveración, que más procede de la intuición y la euforia que de un asidero en la realidad.3 A simple vista encontramos que, en su mayoría, son extranjeros o investigadores radicados en universidades fuera de la región quienes han presentado las síntesis más acabadas sobre el pasado histórico del Caribe, mientras que los investigadores locales siguen atados a los esquemas folclóricos ya superados de las academias de historia.4 La razón de tal estancamiento, en parte, consiste en que la región Caribe –en especial los dos principales centros regionales: Barranquilla y Cartagena– no ha experimentado un verdadero proyecto modernizador de la educación universitaria en las ciencias sociales.5 Empero, la situación empezó a invertirse con la creación de una maestría en Historia en la Universidad del Atlántico y la apertura de pregrados en las Universidades de Cartagena y del Atlántico. De la primera universidad sobresalen varias tesis sobre el siglo XIX, la ciudad de Cartagena y la política en el Estado Soberano del Magdalena, mientras que en la Universidad del Atlántico sobresalen los temas sobre la educación y la industrialización en Barranquilla, entre otros.6 Todo lo anterior, en mayor o menor grado, ha afectado la investigación histórica en el departamento del Cesar, en el sur de La Guajira, y en parte del Magdalena. Por ello, cualquier balance historiográfico que desee hacerse no dejaría de causar desazón. Al no existir antropólogos, historiadores y sociólogos profesionales, la investigación histórica, social, cultural y económica poco o nada ha avanzado. Este vacío se empezó a suplir parcialmente con la creación de la especialización en Historia Regional en la Universidad Popular del Cesar. Los ejercicios monográficos realizados por varios estudiantes han sido satisfactorios y permiten una aproximación al pasado regional a partir de estudios de caso concretos y específicos. Así, la escritura de la historia ha sido asumida por otros profesionales que, en ratos de ocio, escriben sobre la fundación de su ciudad, sus tribus indígenas, sus conquistadores y, de un salto al vacío, relatan los hechos del período de Independencia y consagran a algún prócer o héroe de la villeta; incluso hay folcloristas que reúnen en sus textos los más variados y esotéricos temas: el primer auto, el loco más importante, las anécdotas y las leyendas. Se trata de esos investigadores que Germán Colmenares llama “celosos guardianes de un patrimonio, una especie de vírgenes vestales encargadas de ceremonias y celebraciones”.7 Con todo, existe un importante material bibliográfico publicado en diferentes ciudades del país que, junto con los textos de los cronistas y los viajeros del siglo XIX, merecen y deben ser tenidos en cuenta por quien busque acercarse al conocimiento del pasado regional, no como fuente de prestigio para políticos y familias que detentan el poder, sino en búsqueda del conocimiento histórico como forma de aprehensión de los procesos sociales, económicos y culturales que viven las sociedades.8 4

HUGES R. SÁNCHEZ MEJÍA

3 Ver Meisel Roca, Adolfo. “Los estudios históricos sobre la región del Caribe colombiano”. En: Meisel Roca, Adolfo. Humanidades. Vol. 20, Nº 1, Bucaramanga, 1991. 4 Existe una generación de historiadores que ha elaborado importantes trabajos históricos, conformada por Jorge Conde, Meisel Roca, Gustavo Bell, Eduardo Posada Carbó, Luis Alarcón y Alfonso Múnera, quienes han terminado sus estudios doctorales en reconocidas universidades extranjeras. 5 Varios autores relacionan el atraso económico de la costa con la precariedad de su sistema educativo: “No existen programas de estudios avanzados en profesiones tan importantes para el desarrollo de la región como Agronomía, Veterinaria, Economía, Ingenierías y en las Ciencias Sociales”. Meisel Roca y Bell Lemus. “Política, políticos y desarrollo socio-económico de la Costa Atlántica”. En: Documentos Nº 5, Barranquilla, 1989. 6 Entre otros ver: Conde Calderón, Jorge. “Espacio, sociedad y conflictos sociales en la Provincia de Cartagena. 1740-1815”. Tesis de Magister en Historia. Barranquilla, 1994. 7 Con notorio sarcasmo resalta este autor que “En Colombia todavía no se ha disipado la vaga noción de que disponer de una renta, de una cierta tradición familiar que justifique husmear en ciertos rincones con tacto y finura, de la experiencia de una larga vida ocupada en trastearse de un cargo burocrático a otro y de la sola aptitud de saber leer y escribir, constituyen la formación más adecuada para emprender la carrera de historiador”. Colmenares, Germán. Sin titulo. En: Historia Crítica, N° 4, Bogotá, 1990, p. 42. 8 Colmenares, Germán. Las convenciones contra la Cultura, Tercer Mundo Editores, Bogotá, 1997. p. 60.

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HACIENDAS Y MANO DE OBRA EN LA PROVINCIA DE VALLEDUPAR, (1790-1880)

9 Fray Pedro Aguado. Recopilación Historial de Santa Marta y Nuevo Reino de Granada. Biblioteca de la Presidencia de Colombia, Bogotá, 1957. Bogotá. Juan de Castellanos. Elegías de Varones Ilustres de Indias. Imprenta de Rivadeneira. Madrid, 1987. Bogotá, 1974; Tipografía de Archivos, Madrid, 1936-1952. Antonio de Herrera. Historia General de los hechos de los Castellanos en las Islas y Tierra Firme del mar océano. Madrid, 1978; Biblioteca de autores colombianos, Ministerio de Educación Nacional, ediciones de la Revista Bolivar, 1953. Fray Pedro Simón. Noticias Historiales de las Conquistas de Tierra en las Indias Occidentales. Bogotá. 10 Desde la historia de las ideas se han realizado, a través de las crónicas, importantes acercamientos a las mentalidades de los españoles del siglo XVI donde se plantea la Conquista como el descubrimiento que el yo hace del otro. Ver: Todorov,Tzvetan. La conquista de América: el problema del otro. Siglo XXI Editores, México, 2003. 11 Ver Herrera, Antonio. Tomo III, pp. 105-132. 12 En el año 1533, a causa de la entrada de Ambrosio Alfinger, la Corona española levantó un proceso en la ciudad de Coro en la provincia de Venezuela donde se interrogó a varios de los soldados que participaron en ella, quienes unánimemente dijeron no haber cometido desmanes contra los indígenas y acusaron a los vecinos de Santa Marta de haber arrasado caseríos y maltratado a los indígenas. Este importante texto denominado Información sobre el valle de los pacabuyes (Coro, diciembre 1533) ofrece una mirada diferente a los acontecimientos de los que se acusaba a Alfinger y, de no ser por la oportuna trascripción realizada por el profesor Hermes Tovar, reposaría desapercibido en los archivos españoles. En: Relaciones y Visitas a los Andes. Siglo XVI. Tomo II. Instituto Colombiano de Cultura Hispánica, Colcultura, Bogotá, 1992.

1. LA

HISTORIOGRAFÍA SOBRE EL PERÍODO DE

CONQUISTA

La primera imagen del choque de culturas que se originó a partir del siglo XVI se encuentra dramatizada y en alguna forma teatralizada en las llamadas Crónicas. Los cronistas, en la mayoría de los casos, impregnan sus textos de relatos sobre las incursiones de los españoles en territorios indígenas, las masacres, los conflictos de las huestes y las rancherías.9 También, en el afán de justificar su explotación y esclavización, describen a las etnias americanas como poseedoras de una cultura idólatra y bárbara.10 De esta forma, los cronistas nos aproximan veladamente al mundo indígena en la medida en que constituyen la mirada del vencedor, y representan sus códigos mentales y lingüísticos, su posición política, la censura de la Corona y su propensión a sobredimensionar –en ocasiones– algunos hechos y a tomar posiciones frente a otros. Empero, asumiendo una lectura crítica, estas obras nos brindan información sobre los primeros años del contacto y sus consecuencias posteriores: caída demográfica indígena, desarraigo, pestes, esclavitud, razias y desplazamiento de población nativa hacia las zonas de frontera. Por ellas sabemos que, desde Santa Marta, fundada en 1525, se iniciaron una serie de expediciones hacia el sur, bordeando la Sierra Nevada. Así, a partir de esa fecha y durante 25 años los españoles realizaron innumerables entradas, rancherías y expediciones mayores en busca de metales preciosos en la Sierra Nevada, el río Magdalena y los valles de los ríos Ranchería y Cesar. Por ejemplo, la primera entrada al valle del río Zazare, la realizó el Capitán Villafuerte, quien huía de Santa Marta después de intentar asesinar a Rodrigo de Bastidas. Este capitán se internó con varios de sus cómplices en la región y deambuló en ella por varios días, pero, al no ser bien recibido por los indígenas, regresó a entregarse a las autoridades en Santa Marta con su humanidad deteriorada; había perdido a varios de sus hombres y un ojo de un macanazo.11 Una entrada reseñada con unanimidad por los cronistas fue la del alemán Ambrosio Alfinger en 1532. En efecto, este expedicionario había partido de Coro en Venezuela con un número importante de españoles –léase bien: españoles– y realizó una expedición punitiva por el valle del río Cesar hasta Chiriguaná en su intento por llegar al Dorado, lo cual le creó a la casa alemana Welser un conflicto con la Corona española ya que se acusaba al mencionado Alfinger –quién murió en la incursión–, de haber arrasado y diezmado la población indígena que encontró a su paso, y de introducirse en territorio no asignado a dicha casa sino a la Gobernación de Santa Marta.12 Los cronistas, en este caso, terciaron a favor de la Corona y en sus relatos mostraron al alemán como un ser sanguinario que asesinaba indígenas por placer; llegando algunos al extremo de colocarlo como el causante

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de la caída demográfica que se dio en el valle del río Cesar desde el sur de La Guajira hasta Chiriguaná. El primer cronista que mencionó los sucesos de Alfinger fue Fray Pedro de Aguado y, entonces, cada cronista aportaba con su imaginación al relato. En el siglo XVIII la historia fue retomada por el padre Julián y pasó intacta al siglo XIX a cargo de Alarcón.

HUGES R. SÁNCHEZ MEJÍA

Pero quien condimentó la leyenda con su exagerada imaginación fue Daniel Demetrio Henríquez que se inventó, basándose en el relato de los cronistas, la historia de un indio llamado Francisquillo el Vallenato, el cual, luego de realizar un agotador periplo infiltrándose en la hueste del alemán, vengó la masacre cometida contra su tribu, asesinando a Alfinger en las breñas de Santander. Realmente, el tal Francisquillo no existió y el alemán murió a manos de los chitareros en cercanías de lo que hoy es Pamplona. Lo cierto es que las anécdotas de Demetrio pasaron desapercibidas para quienes le encargaron la historia y para varios autores que por exceso de candidez o simple ignorancia repitieron tal relato.13 Ante todo, la posición de los cronistas era política. La Corona española, acosada por las potencias europeas con la famosa leyenda negra, buscaba desprestigiar a los alemanes para no prorrogar la capitulación concedida a los Belsares y, de paso, disimular o disculpar la devastación que produjo la conquista española en la región. La debacle de la conquista fue atribuida a una expedición de no más de 150 hombres en menos de 5 meses, liberando de toda responsabilidad a los españoles, quienes saquearon y esclavizaron indígenas por más de 30 años. Lo anterior no significa que Alfinger nunca hubiese cometido excesos en su expedición. Cometió atropellos comparables a los de los españoles, con la única diferencia de que el primero permanició en la región alrededor de una década mientras que los segundos realizaron verdaderas razias contra los indígenas hasta bien entrado el siglo XVI. En este sentido, los textos de Fray Pedro de Aguado, Juan de Castellanos, Antonio de Herrera y Fray Pedro Simón deben tomarse con beneficio de inventario para así aprovechar la información que brindan sus escritos. Para estudiar el siglo XVI también deben tenerse en cuenta una serie importante de documentos –llámense reales cédulas, provisiones, visitas, informes de gobernadores– que han sido compilados por diversos autores. Juan Friede14 compiló todas las reales cédulas, provisiones, informes de gobernadores y capitulaciones que, entre 1500 y 1600, emanaron del Consejo de Indias sobre los territorios de lo que hoy es Colombia. Esta documentación es esencial para entender los procesos políticos de poblamiento y control territorial de la Gobernación de Santa Marta, creada en 1525, la cual ejerció jurisdicción sobre el denominado Valle de Upar y la Ciudad de los Santos Reyes, fundada en 1550. Por ejemplo, se encuentra información sobre la orden emitida por el oidor Miguel Armendáriz acerca de la fundación de Valledupar, y el informe rendido por el gobernador Lope de Orozco en 1580 sobre la misma: “... 6

13 Henríquez, Daniel Demetrio. Pergaminos heroicos. Ciénaga, 1945, pp. 120-123. El último texto que repite ad nauseam la historia de Francisquillo es de Álvaro Castro Socarrás, quien nos dice que “este bárbaro alemán encontró la muerte en Chinácota ( Norte de Santander ) con una flecha envenenada por uno de los caciques Tupes llamado Francisquillo por los españoles y El Vallenato por Pedro Castro Trespalacios”. La historieta de Demetrio es tomada por cualquier autor que procede a adornarla con su imaginación y, por qué no, con la calumnia sobre el alemán. “Poblamiento en el departamento del Cesar”. En: Humanismo y Ciencia, N° 4, Valledupar, 1996. 14 Friede, Juan. Documentos Inéditos para la Historia de Colombia (DIHC). 10 tomos, Banco Popular, Bogotá, 1955. Del mismo autor. Fuentes documentales para la historia del Nuevo Reino de Granada (FDHNRG). 8 tomos, Banco Popular, Bogotá, 1975. Ver también: Sánchez Mejía,Hugues R. “La precariedad de un proceso de poblamiento: la gobernación de Santa marta durante el siglo XVI (Santa Marta, Riohacha, Tamalameque, Tenerife, Valledupar y Salamanca”. En: Indígenas, poblamiento, política y cultura en el departamento del Cesar. Universidad Popular del Cesar, Valledupar, 2001.

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15 Friede, Juan. Fdhnrg. Tomo VII, p. 166. 16 La relación de Tomás López puede consultarse en: Cespedecia, Nº 45-46, suplemento Nº 4, Cali, enero-junio de 1983. Las relaciones geográficas fueron ordenadas por la Corona española para hacerse a una idea de los territorios conquistados; incluían una serie de 30 preguntas a tres encomenderos sobre la situación de la población indígena, las encomiendas, sus lenguas, la política, la flora y fauna y las actividades económicas de los españoles. 17 Restrepo Tirado, Ernesto. Historia de la Provincia de Santa Marta. Instituto Colombiano de Cultura, Bogotá, 1974; María del Carmen Borrego Plá. “La conformación de una sociedad mestiza en la época de los Asturias. 15401700”. En: Historia económica y social del Caribe colombiano. Ediciones Uninorte, Ecoe, Bogotá, 1994; Bischof, Henning. “Indígenas y Españoles en la Sierra Nevada de Santa Marta. Siglo XVI”. En: Revista Colombiana de Antropología. Vol. XXIV, Bogotá, 1982. 18 Los estudios sobre las comunidades indígenas que habitaban la región en el siglo XVI señalan la dificultad de adquirir conocimiento al respecto, debido a la precariedad de las fuentes documentales. 19 Tovar Pinzón, Hermes. “El Caribe Colombiano en la historia del siglo XVI”. En: Relaciones y Visitas..., Op. cit., pp.15-82; Jorge Meléndez. Vivir la región. Fondo editorial Topikos, Bogotá, 1992. Reichel-Dolmatoff, Gerardo. Datos histórico-culturales sobre las tribus de la antigua Gobernación de Santa Marta. Instituto Etnológico del Magdalena, Banco de la República, Bogotá, 1951; también “Contactos y cambios culturales en la Sierra Nevada de Santa Marta”. En: Revista Colombiana de Antropología, vol. 1, Bogotá, 1953; Los kogui. Banco de la República, Bogotá. 1985; Melo, Jorge Orlando. La dominación española. Tomo I. La Carrete Editores, Bogotá, 1974. 20 Garcia Mena, María del Carmen. Santa Marta durante la guerra de sucesión. Sevilla, 1983. 21 De la Rosa, José Nicolás. La Floresta de la Santa Iglesia Catedral de la Ciudad y Provincia de Santa Marta. Banco Popular, Bogotá, 1974; Julián, Antonio. La Perla de América. Biblioteca Popular de la Cultura Colombiana, Mineducación, Bogotá , 1951. Bogotá, 1980; Nárvaez de La Torre, Antonio. Informe y Relación sobre la

es tierra donde se cría mucho ganado de vacas y yeguas, pueblo proveído de comida...”.15 Otra fuente documental de gran valor para la historia del siglo XVI son la visitas o relaciones geográficas. La información acumulada a partir de ellas brinda conocimientos y proyecciones relacionadas con los indígenas de la región y algunos aspectos socioeconómicos de estas poblaciones. A través de su lectura sabemos el número de encomenderos, indígenas tributarios, actividades económicas, etc. Merece destacarse la relación escrita por el oidor Tomás López en 1560 y las realizadas en 1578 en Valledupar, Santa Marta, Tamalameque y Salamanca.16 Quizás estos documentos nos brindan una imagen menos idílica de la economía local durante el siglo XVI, arrojando luces sobre la caída demográfica, las etnias y su cultura. Escritas en el siglo XX y de vital importancia para el estudio del siglo XVI son las obras de Ernesto Restrepo Tirado, María del Carmen Borrego Plá, Henning Bischof, Hermes Tovar, Jorge Meléndez, Gerardo Reichel-Dolmatoff, Jorge Orlando Melo y Germán Colmenares17, quienes se dedican a estudiar el contacto entre españoles e indígenas como también la importancia política y económica del período de Conquista.18 A partir de estas obras se intuye la necesidad de una síntesis sobre la historia de la Gobernación de Santa Marta durante el siglo XVI que arroje respuestas sobre las sociedades prehispánicas, la encomienda, la caída demográfica, la tributación y el poblamiento.19

2. LA

SOCIEDAD COLONIAL

Para el estudio del siglo XVII merecen ser mencionadas, además de la imprescindible obra de Restrepo Tirado, las obras de María del Carmen Mena y Trinidad Miranda, las cuales brindan luces sobre un siglo poco estudiado a nivel regional debido a la escasez de fuentes en los archivos locales.20 Así mismo, varios fondos del Archivo General de la Nación contienen información sobre la fundación de pueblos de indios, las encomiendas y los ataques indígenas a ciudades como Valledupar, Santa Marta y Tamalameque; ni qué decir de la información que reposa en el Archivo General de Indias. El siglo XVIII, por su parte, vio el renacer de la crónica con las obras de Nicolás de la Rosa, el Padre Antonio Julián y Antonio Narváez.21 Los dos primeros, miembros de órdenes religiosas, después de recorrer toda la provincia de Santa Marta, describieron minuciosamente las actividades económicas de sus habitantes, las sociedades indígenas existentes, las principales ciudades, poblados y vías, e hicieron un inventario de los recursos naturales explotables. Recurriendo a la tradición oral, agregaron en su obra relatos de religiosidad popular ligados a fundaciones de pueblos y apariciones de vírgenes. Estos autores muestran un amplio

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conocimiento de la provincia y de sus habitantes, a pesar de los conceptos prejuiciosos que emitieron sobre los mismos.

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Apartándose de la tradición oral, Antonio Narváez, criollo ilustrado y gobernador de la Provincia de Santa Marta, preocupado por su pobreza secular, elaboró un importante informe económico donde diserta sobre las causas de su atraso y los medios para superarlos. Los tres autores comparten su preocupación por la necesidad de fortalecer actividades económicas como la cría de ganado y la agricultura de exportación: cacao, algodón, palo de tinte, quina e incluso hoja de coca. Algunos de los aspectos detallados anteriormente merecieron la atención de Reichel-Dolmatoff, primer antropólogo en acercarse al estudio del pasado histórico de las sociedades que habitaban, hacia 1950, el departamento del Magdalena.22 Por otro lado, Carlos Alberto Uribe nos brindó en la década del setenta un opúsculo sobre los indios chimilas influenciado notablemente por los marcos teóricos del marxismo de la época.23 Basándose en una parte de la vasta documentación que reposa en el Archivo General de la Nación, Uribe nos ofrece, bajo un título sugestivo, un análisis de la rebelión de los indígenas ante las entradas que se realizaron contra ellos desde Ciénaga, Valencia de Jesús y algunas poblaciones de la orilla del río Magdalena, así como también señala el papel que desempeñaron personajes como Rosa Galván, Agustín de la Sierra, Fernando de Mier y Guerra, y Bernardo Campuzano, quienes se enriquecieron de doble manera: justificando gastos exagerados a la Corona y apropiándose de grandes extensiones de tierra para fundar hatos ganaderos.24 Recientemente, este autor ha rectificado algunas de sus apreciaciones con respecto a los chimilas, replanteando problemas alrededor de su unidad étnica y territorial. Al respecto, aclara que “tenemos razones para sospechar que en estas tierras de chimilas no existió una unidad cultural que correspondiera con una unidad ‘tribal’, ni tampoco, quizás, con una unidad lingüística”. Sobre el tema de la población y el ordenamiento territorial de los chimilas se destacan los trabajos de Marta Herrera Ángel. La autora sugiere que las constantes entradas que se realizaron a partir de la segunda mitad del siglo XVIII desde las ciudades de Valledupar, Valencia, Mompox, Soledad y Ciénaga contra los chimilas desarticularon su sistema de producción y provocaron que, hacia finales del XVIII, estos se encontraran acosados y diezmados. Atención especial merece el texto de la profesora Herrera, quien nos brinda, hasta la fecha, el más pormenorizado trabajo sobre el poblamiento en la región en el siglo XVIII, la población indígena y el conflicto entre españoles e indígenas.25 Otros aspectos claves dentro del desarrollo histórico del siglo XVIII en la Costa Atlántica tales como las haciendas, los mercados, los resguar8

Provincia de Santa Marta y Riohacha, 1778. Colcultura, Bogotá, 1965. En: Ensayos costeños de la república; 1770-1980. Compilador Alfonso Múnera. Biblioteca de Autores Costeños. Vol. 2, Bogotá, 1994. 22 Reichel-Dolmatoff, Gerardo. Op. cit. 23 Carlos Alberto Uribe. En: Boletín del Museo del Oro. N° 18. Bogotá, 1987. p. 7. 24 Carlos Alberto Uribe cuestiona la continuidad que pretendió establecer Dolmatoff entre los tayronas del siglo XVI y los actuales koguis; también asegura que la idea de cuatro tribus originarias de la Sierra Nevada es una invención de los antropólogos en este siglo. “La rebelión chimila en la Provincia de Santa Marta durante el siglo XVIII”. En: Estudios Andinos, Nº 13, Lima, 1977, pp. 113-165. 25 Herrera Ángel, Marta. “Confrontación territorial y reordenamiento espacial. ‘Chimilas’ y ‘Españoles’ en la provincia de Santa Marta. Siglo XVIII”. En: Indígenas, poblamiento, política y cultura en el departamento del Cesar. Universidad Popular del Cesar, Valledupar, 2001. Herrera Ángel, Marta. Ordenar para controlar. Ordenamiento espacial y control político en las Llanuras del Caribe y en los Andes Centrales Neogranadinos. Siglo XVIII. ICANH, Academia Colombiana de Historia, Bogotá, 2002.

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26 Tovar Pinzón, Hermes. Grandes empresas agrícolas y ganaderas: su desarrollo en el siglo XVIII. Bogotá. 1980; de la Pedraja Tomán, René. “Aspectos del comercio por Cartagena de Indias”. En: Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura. Nº 8. Bogotá, 1976; Mora de Tovar, Gilma. Aguardiente y conflicto sociales en la Nueva Granada. Siglo XVIII. Universidad Nacional, Bogotá, 1988; Lola Luna. Resguardos coloniales de Santa Marta y Cartagena y resistencia indígena. Banco Popular, Bogotá, 1993. Del mismo autor. La política de pacificación indígena en las poblaciones de Santa Marta y Cartagena; Fals Borda, Orlando. Mompox y Loba: historia doble de la Costa. Carlos Valencia editores, Bogotá, 1979; Jorge Meléndez. Vivir..., op. cit. Borrego Plá, María del Cármen. La conformación..., op. cit.; Sánchez Mejía, Hugues. Poblamiento, mestizaje y rochelas en la Provincia de Santa Marta durante el siglo XVIII. Bucaramanga, 1996. Múnera, Alfonso. “Ilegalidad y frontera: 1700-1800”. En: Historia social y económica del Caribe colombiano. Ediciones UninorteEcoe ediciones, Bogotá, 1994. Existen alusiones a Valledupar y otras poblaciones del departamento del Cesar, en: Garrido, Margarita. “La política local en la Nueva Granada. 1750-1810”. En: Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura. Nº 15, 1987; Mora de Tovar, Gilma. “Poblamiento y sociedad en el bajo Magdalena, durante la segunda mitad del siglo XVIII”. En: Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura, Nº 21, 1993. 27 Sobre aspectos cotidianos de la ciudad de Valledupar y el funcionamiento de la economía local desde el río Magdalena hasta Valledupar a finales del siglo XIX debe verse la obra de Luis Strifler. Obras Selectas. El río Cesar. Relación de un viaje a la Sierra Nevada de Santa Marta en 1876. Denado de la República, Bogotá, 1986; también la del anarquista Eliseo Reclus. Viaje a la Sierra Nevada de Santa Marta. Boblioteca Colcultura, Bogotá. 1992. A finales del siglo XIX el geógrafo Antonio Vergara y Velasco visitó la región y en un texto al respecto nos brinda su visión sobre la sociedad regional y su economía. Geografía económica de Colombia. Banco de la República, Bogotá, 1968. Ver también: Jorge Isaacs. Las tribus indígenas del Magdalena. Bogotá, 1976. Luis Alarcón, Jorge Conde y Adriana Santos. Educación y cultura en el Estado Soberano del Magdalena (1885-1886). Uni-

dos, el estanco, la producción de aguardiente en Valledupar, la esclavitud y el poblamiento han sido trabajados por Hermes Tovar, René de la Pedraja, Gilma Mora, Lola Luna, Orlando Fals Borda, Dolcey Romero, Jaime Jaramillo Uribe, Jorge Meléndez, María del Carmen Borrego Plá, Alfonso Múnera y Hugues Sánchez. Algunos de estos autores centran sus estudios en toda la Provincia de Santa Marta y plantean interrogantes sobre el papel que desempeñó el hato ganadero en cercanías de Valledupar, Valencia de Jesús y Tamalameque.26 Sin embargo, la producción historiográfica sobre el siglo XVIII en la Costa Atlántica está a la espera de un estudio global que condense los conocimientos existentes con la exploración del material de archivo que reposa en el Archivo General de la Nación.

3. LA

HISTORIOGRAFÍA DEL SIGLO

XIX

Para el siglo XIX deben tenerse en cuenta los libros de viajeros y los informes de funcionarios que consignaron datos sueltos sobre la política y la economía del departamento del Magdalena. Además, la región cuenta con uno de los mejores archivos republicanos que existe en el país el cual todavía no ha sido utilizado adecuadamente por los historiadores regionales, desaprovechando una de las fuentes más importantes para la historia local en el siglo XIX, el Archivo Histórico del Magdalena. Utilizando este ultimo archivo, Adriana Santos, Jorge Conde y Luis Alarcón escribieron, hasta la fecha, la más completa síntesis sobre la política local, la educación y el papel de la iglesia en el siglo XIX en el Estado Soberano de Magdalena.27 Dentro de la producción bibliográfica al respecto, cabe destacar los trabajos de Luis Alarcón y Adriana Santos, que se ocupan de los conflictos políticos generados durante el siglo XIX en el Estado Soberano del Magdalena; y el texto sobre las elites locales de Santa Marta, Riohacha y Valledupar y el proceso de independencia del noruego A. Saether. Este último nos recrea la participación de las elites de Valledupar y San Juan del Cesar en el proceso de independencia. Por su parte, Luis Alarcón, Leovedis Martínez y Aline Helg se han aproximado al estudio de la política local y los conflictos entre poblaciones por jurisdicciones y categorías administrativas.28 Helg señala la participación en la independencia de María Concepción Loperena. Sigue siendo una obra vital para la comprensión de los conflictos políticos durante el siglo pasado el texto de José Alarcón, quien, en calidad de secretario de gobierno durante varios años a finales de siglo, logró conocer y ser protagonista de muchos de los hechos y situaciones del período radical.29

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4. EL

SIGLO

XX:

ENTRE EL FOLCLOR Y LA TRADICIÓN ORAL

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Tal y como se afirmó en un principio, el siglo XX de la historiografía cesarense se ha centrado en la producción de varias historias locales, crónicas de poblaciones e inventario de héroes. Hasta el momento, todavía se siente la ausencia de un texto de historia social o económica que vaya más allá, en espacio y tiempo, de los límites de un municipio. Un ejercicio convencional fue realizado por Simón Martínez y Jorge Iguarán, pero este modelo repite y banaliza el esquema de las academias de historia.30 Aquí se debe mencionar la obra de Demetrio Henríquez quien, en 1945, publicó un libro sobre la historia de Valledupar, una vez “superados” algunos inconvenientes con el entonces gobernador del departamento del Magdalena, Pedro Castro Monsalvo. Demetrio había logrado, con ayuda de unos políticos de Santa Marta, consignar en el presupuesto departamental la suma de dos mil pesos para la realización de una historia de mujeres ilustres del departamento; cuestión que objetó Pedro Castro Monsalvo, quien solicitó la inclusión de la historia de Valledupar y rebajó la suma a mil pesos. Debido a esto, el autor emitió agresiones sutiles contra la elite de la ciudad, a la que definió como “ciudad de nobles, cuyas heráldicas tenían tradición de siglos por la sangre pura que corría por las venas de los componentes sociales, herederos de personajes de claros timbres, de rancio abolengo y señorío”, aún cuando hoy sabemos que en Valledupar y América Latina nunca vivieron nobles de sangre pura. Luego de ensalzar personas, familias y describir un supuesto desarrollo económico de la ciudad, Henríquez decidió dar al traste con su trabajo apologético e, iracundo, emitió un contundente y patético juicio: Las dificultades de tráfico [...] que venían de tres siglos antes, determinaron la postergación de Valledupar; sin ningún progreso y la misma exacta, manera de vivir de sus habitantes desde tiempo inmemorial. Hasta allá no llegaba ni en ecos, el avance civilizador, ni se hacían sentir los efectos del progreso mundial que golpeaba en las puertas del litoral con singular resonancia.31

El juicio era preciso y no dejaba campo a la imaginación. Si no había “ningún progreso”, Valledupar debía estar “postergada” y por consiguiente sus habitantes no presenciaban “el avance civilizador” que se sentía en el “litoral”, es decir, Santa Marta. Obviamente, Demetrio exageraba, ya que ninguna sociedad se estanca durante siglos y, por muy aislada que se encuentre, los ecos de la “civilización” se acercan a ella. No tiene, pues, razón sobre el estancamiento de la ciudad y menos sobre su supuesto aislamiento. Las condiciones de Valledupar cambiaron sustancialmente con la introducción del cultivo de algodón, el cual generó empleos y aumentó la 10

versidad del Atlántico, Barranquilla, 2002. 28 Martínez Durán, Leovedis. “La Constitución y la Gobernación de Valledupar, un análisis político y social (1850-1857)”. En: Indígenas, poblamiento, política y cultura en el departamento del Cesar. Universidad Popular del Cesar, Valledupar, 2001; Alarcón, Luis. Economía, sociedad y política en el Estado Soberano del Magdalena. Barranquilla, 1994. Saether, Steinar A. Identidades e independencia en Santa Marta y Riohacha. 1750-1850. ICANH, Bogotá, 2005. Helg, Aline. Liberty & Equality in Caribbean Colombia, 1770-1835. University of North Carolina Press, Londres, 2004. 29 Alarcón, José C. Compendio de historia del departamento del Magdalena. 1525 a 1895. Santa Marta, 1963. 30 Martínez Ubarnez, Simón y Iguarán, Jorge. Orígenes: el Cesar y sus municipios. Editorial Ápice, Bogotá, 2003. 31 Henríquez, Daniel Demetrio. Pergaminos Heroicos. Ciénaga. 1945. pp. 2554-55. El desespero del autor por lo dos mil pesos lo llevó a extremos y no tuvo ningún recato en escribir: “Pensamos de esa manera –se refiere a incluir a Valledupar en la historia– granjearnos, aún más, el apoyo del departamento, y, desde luego, creímos sería apreciado en lo que vale; pero contra nuestros esfuerzos, pero el señor gobernador partió en dos la suma anotada”. p. 10.

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capacidad de compra. Esa situación coincidió con el crecimiento acelerado de la ciudad y su erección como capital departamental. Sin embargo, debido al anterior modelo historiográfico, el conocimiento acerca de las colonizaciones del siglo XX, los mercados, la explotación silvestre, el desarrollo de la ganadería, el algodón, la reducción de los indígenas, entre otros temas, es bastante precario. Se aparta de las redacciones esquemáticas y ahistóricas, así parezca una tautología, el texto de Helmsing sobre los desarrollos regionales en Colombia durante la segunda mitad de siglo XX. El estudio incluye un primer intento de análisis sobre el impacto de la producción y comercialización del algodón en los departamentos del Cesar y Córdoba, cuestión que permite rastrear, detrás de la coyuntura del cultivo, una constante migración hacia el Cesar que contribuyó al incremento de los jornales campesinos y a una relativa prosperidad de poblaciones como Codazzi y Aguachica. En estos términos, el trabajo de Fernando Bernal Castillo sobre el tema de la violencia y el desarrollo del cultivo del algodón en el departamento del Cesar en la segunda mitad del siglo XX es bastante sugerente y muestra las posibilidades del análisis sociológico en la problemática social de la región Caribe.32 También se publicó una importante historia de Aguachica que, por intentar abarcar más de dos siglos de historia, naufraga en contenido y profundidad. Resulta de mayor solidez el libro de Jorge Meléndez sobre la Aguachica colonial, donde liga su crecimiento al desarrollo de las empresas agrícolas de la ciudad de Ocaña y a su papel como puerto entre Gamarra –Puerto Nacional– y Ocaña.33

32 Helmsing, A. H. J. Cambio económico y desarrollo regional. CEREC, CIDER, Uniandes, Bogotá, 1990; Bernal Castillo, Fernando. “Crisis algodonera y violencia en el departamento del Cesar”. Cuadernos PNUD-MPS, Investigaciones sobre Desarrollo Social en Colombia, Bogota, 2004; Bonet Morón, Jaime. “Las exportaciones de algodón en el Caribe colombiano”. Documentos de Trabajo sobre Economía Regional, Nº 3, Cartagena, mayo de 1998. Sobre el poblamiento de la zona que hoy comprende los municipios de Astrea, Chimichagua y El Paso ver: Peña, David Ernesto y Arquez Van-Stralem, Óscar. Espacio, poblamiento y sociedad en la región momposina. Academia de Historia Mompox, Mompox, 1994. 33 Meléndez, Jorge. La tierra de Don Antón. Bogotá. Sin fecha de publicación; Hernández, Carlos Nicolás y Camelo, Alfredo. Aguachica: Historia de un camino. Aguachica, 1989. 34 Calderón, Wil, Oliveros, Cristóbal y Sierra, Alfonso. Historia socioeconómica de Codazzi. Barranquilla, 1996.

Recientemente, varios profesores de la ciudad de Codazzi presentaron una interesante monografía que hace énfasis en aspectos socioeconómicos de dicha población. El trabajo ofrece una visión coherente del desarrollo del municipio durante el siglo XX y aventura hipótesis sobre el impacto del cultivo del algodón en la vida de los habitantes de la región. Resulta reconfortante encontrar una historia local hecha a partir de problemas más humanos, es decir, históricos.34 En cuanto al estudio de las tradiciones populares, los bailes, la música, la religiosidad popular, los cantos, los valores sociales y la creación de identidades alrededor de un proyecto político regional existen importantes trabajos de investigadores locales y nacionales. Algunos muestran sensibilidad por la cultura popular y plantean cuestionamientos acertados sobre la música de acordeón; es el caso de Ciro Quiroz, Rito Llerena, Consuelo Posada y, paradójicamente, un francés. Este último, en sendos ensayos –¿dardos?–, ha enrumbado la discusión sobre el vallenato a aguas más profundas. Cuestionó el carácter narrativo de dicha música y, basándose en lecturas de la prensa regional y nacional, la ubicó como un fenómeno cultural de no más de un siglo que tuvo nacimiento en el sustrato popular de todo el Caribe colombiano. Por lo general estos textos no

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son citados y cuando se citan no se discuten sus hipótesis, ni siquiera para cuestionarlas. Esta temática se ha enriquecido en los últimos años con las publicaciones de Egberto Bermúdez, quien, con un trabajo sólido, inserta la música vallenata en las corrientes caribeñas y muestra cómo esta, desde su irrupción en la década de los cincuenta, ha experimentado cambios y transformaciones. Igualmente, el trabajo de Oscar Ariza sobre Hernando Marín abre una temática en los estudios de música vallenata.35 Mención aparte merecen los textos de Tomás Darío Gutiérrez36, los cuales se mueven entre el tema del vallenato y la historia local. Para Gilard existe una misma raíz musical de toda la región: la poesía oral, la cual puede ser musicalizada localmente a través de los sonidos de un acordeón, una flauta de millo, una tambora, un chandé o un clarinete. De allí que los textos clásicos de esta tradición sean de personas muy ligadas a la cultura popular: Alejo Durán, Germán Serna, Pacho Rada, Samuel Martínez, Cresencio Salcedo, Emiliano Zuleta, Juancho Polo, Leandro Díaz, etcétera, personas que son herederas de la tradición oral costeña y que fueron desbordadas por los medios de comunicación, la comercialización y la baladización del vallenato.

5. LOS

ESTUDIOS RECIENTES

Entre los trabajos publicados en los últimos años deben destacarse los textos de Pepe Castro y de los estudiantes de sociología de la Universidad Popular del Cesar. Estos últimos han develado una faceta de la ciudad que muestra su historicidad. Sobre los textos de Pepe, es necesario señalar la importancia de los datos que brinda para construir una historia de la ciudad de Valledupar y la política local.37 De los estudios de los estudiantes de sociología hay que rescatar que son los primeros intentos por analizar el crecimiento de la ciudad a partir de 1940, así como la cultura popular, la modernización y el ascenso del sistema educativo.

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35 Araújo de Molina, Consuelo. Vallenatología. Orígenes y fundamentos de la música vallenata. Tercer Mundo, Bogotá, 1973; de la misma autora ver: Escalona: el hombre y el mito. Planeta, Bogotá, 1998; Quiroz, Ciro. Vallenato: hombre y canto. Ícaro, Bogotá, 1983. Llerena, Rito. Memoria cultural en el Vallenato. Un modelo de textualidad en la canción folclórica colombiana. Universidad de Antioquia, Medellín, 1985; Posada, Consuelo. Canción vallenata y tradición oral. Universidad de Antioquia, Medellín, 1986; Gilard, Jacques. “Vallenato ¿Cuál tradición narrativa?”. En: Huellas, Nº 19, Barranquilla, 1987; del mismo autor: “¿Cresencio o Don Toba? Falsos interrogantes y verdaderas respuestas sobre el vallenato”. En: Huellas, Nº 37, Barranquilla, 1993. Con ánimo polémico, Gilard asegura que los defensores de la narratividad del vallenato apelan al chauvinismo y al determinismo geográfico de considerar a la región culturalmente diferente del resto de la Costa “para hacer admitir lo que no se puede demostrar, por falta de pruebas documentales o por temor ante el esfuerzo de buscarlas y ante lo que nos encontramos, en tales condiciones, es ante una ideología que no se presenta como tal y se disfraza de saber histórico”. Bermudez, Egberto. “¿Qué es el vallenato? Una aproximación musicológica”. En: Ensayos. Historia y Teoría del Arte, vol. IX, Nº 9, Universidad Nacional, Bogotá, 2004; “Detrás de la música: el vallenato y sus ‘tradiciones canónicas’ escritas y mediáticas”. En: El Caribe en la nación colombiana. Memorias de la X Cátedra Anual de Historia “Ernesto Restrepo Tirado”, Museo Nacional, Observatorio del Caribe Colombiano, Bogotá, 2005; Ariza Daza, Oscar Andrés. La transgresión del silencio. Aproximaciones a la poética musical de Hernando Marín. Ediciones Unicesar, Valledupar, 2004. 36 Gutiérrez Hinojosa, Tomás Darío. Cultura vallenata: orígen, teoría y pruebas. Plaza y Janés, Bogotá, 1992. 37 Castro, Pepe. Crónicas de la Plaza Mayor. Cargrafic, Bogotá, 1998; del mismo autor, Crónicas del Valle de Upar. Bogotá, 2000; del mismo autor. Crónicas de Pepe. Panamericana, Bogotá, 2002. De los estudiantes de sociología de la Universidad Popular del Cesar merecen destacarse las siguientes tesis: Martínez Barrios, Hermes. Educación y labor de la mujer en Valledupar.

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II. HATOS GANADEROS Y AGRICULTURA EN VALLEDUPAR, 1800-1850

HACIENDAS Y MANO DE OBRA EN LA PROVINCIA DE VALLEDUPAR, (1790-1880)

1. LA

CONFORMACIÓN DE UNA ZONA GANADERA DE FRONTERA

El poblamiento de lo que hoy conocemos como Caribe colombiano se inició en el año 1525, con la fundación de la ciudad de Santa Marta. Durante un período de tiempo de más de dos décadas, los españoles incursionaron en el valle del río Cesar saqueando y esclavizando a las poblaciones indígenas. Para el mismo período y luego de un primer intento –en 1544– por fundarla en el valle del río Cesar, se estableció a orillas del río Guatapurí en 1550 la ciudad de los Santos Reyes del Valle de Upar. Allí se desarrolló rápidamente una economía basada en la ganadería extensiva. Aunque entre sus primeros pobladores se repartió un buen número de indios tributarios, la crisis demográfica de la sociedad indígena permitió a los españoles la apropiación de grandes extensiones de tierras que reclamaban como baldías o “realengas”. Este hecho se tradujo en un dominio de la tierra en función de la cría de ganado vacuno. Más allá del territorio controlado existía una zona de frontera que rechazaba cualquier tipo de penetración.38 Al igual que en las otras poblaciones de la gobernación, los vecinos de Valledupar alegaban que:

1950-1974. Tesis meritoria, Valledupar, 2005; Sánchez, Cesar A. Religiosidad popular en Valledupar. 1940-1970. Tesis meritoria, Valledupar, 2005; Carreño, Abel J. Influencia cultural de la radio en Valledupar. 1963-2003. Tesis meritoria, Valledupar, 2005; Fernández, Luis Guillermo. Urbanización y cambio social en Valledupar. 1940-1970. Tesis meritoria, Valledupar, 2005; Álvarez Leal, Kattia E. y Álvarez B., Yalidys L. Vida social, política y economía de la mujer en Valledupar desde 1970 hasta 1990. Valledupar, 2005; Rincones Marriaga, Ariel D. Financiación de la educación en Valledupar durante la republica liberal. 1930-1946. Valledupar, 2006; Guevara Espitia, Ariela. El liberalismo y la cultura política del municipio de La Paz. 1958-1990. Valledupar, 2006. 38 Martínez, Armando y Buendía, William. Relaciones geográficas de Colombia. S. XVI. Tomo II. Universidad Industrial de Santander, Bucaramanga, 1992, p. 505. 39 Ibíd. 40 Ibíd. 41 Ibíd, p. 34. 42 Ibíd, p. 16.

[...] en estas tierras no tienen los españoles más trato que sus ganados vacuno e ovejuno e pagan e compran lo que tienen necesidad a trueque de cueros e sevo e no ay otro género de moneda ni granjería e los naturales no dan nada por la pobreza de la tierra, mas de hazer la roza de maíz del qual se sustentan [sic].39

En el año 1560, el oidor Tomás López visitó la ciudad y sólo encontró 24 vecinos de los 40 que habían fundado la ciudad y expresó que su despoblamiento se debía a que esta era “tierra tan pobre que no hay ninguno que quiera residir en ella”. Frente a su economía, afirmaba: “Anse sustentado los españoles en este pueblo hasta agora con la crianza de los ganados de vacas y ovejas y yeguas lo cual se da en mucha abundancia en este valle y de aquí lo an llevado a vender al Nuevo Reino de Granada y la gobernación de Cartagena”.40 Hacia finales de la década del setenta la situación no podía ser peor para los españoles que habitaban Valledupar. Cada población de la gobernación de Santa Marta experimentaba a su manera diferentes signos de pobreza. Tamalameque, por ejemplo, sólo tenía cinco vecinos de los 30 con que se pobló originalmente41; Valledupar había bajado de 40 a 17; Tenerife sólo tenía 8 vecinos encomenderos, mientras que la capital sólo contaba con 15 encomenderos, 20 casas y cuarenta vecinos.42 Frente a la pobreza de la ciudad, los vecinos de Valledupar argumentaban que eran

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“muy pocos indios los que sirven” y “que en muy poca distancia de tierra hay cuatro o cinco lenguas diferentes unas de otras, y son lenguas muy dificultosas de saber”. Otro encomendero entrevistado aseguraba: “Hay en el valle pocos indios repartidos, la mayoría están de guerra y no dan tributo” y hablan lenguas “diferentes en general y en particular no hablan ninguna; por lo que no hay señor principal”.43 Aún así, reconocían la presencia de cuatro etnias diferenciadas: itotos, tupes, arhuacos y guanaos.

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En el año 1578, el entonces gobernador de la Provincia de Santa Marta, Don Lope de Orozco, realizó una visita a la ciudad de Valledupar. En entrevista realizada el día 19 de abril a tres vecinos y encomenderos de la ciudad, estos le respondieron “que se llamaba Upar porque en este dicho valle abitava un cacique grande señor de yndios”.44 En cuanto a la población indígena, decían que “en este valle ay repartidos muy pocos yndios que sirven porque aunque en la provincia ay muchos, están de guerra e no vienen a obediencia ni sirven e que muchos yndios a avido o se an muerto de muchos años a esta parte por la enfermedad de cámaras [sic]”.45 Reconocían que la ciudad fue poblada por cuarenta hombres y, para la fecha, sólo había veinticinco, ya que “los demás se an muerto [sic]”. Existía “una sola iglesia” y “una capellanía de nuestra señora de concepción que ynstituyeron todos los vezinos del pueblo e tiene a tributo dos mil pesos de la renta, de los quales se paga capellán e sacristán [sic]…”; también “se fundó la cofradía de Nuestra Señora del Rosario y agora se comienza a procurara que tenga renta [sic]…”.46 Don Lope de Orozco, frente al último y pesimista informe de su antecesor, el cual recalcaba con sobradas razones que Santa Marta se “despuebla porque en el distrito no hay minas ni entretenimiento, ni comercio ni como para abastecer si las flotas no paran aquí como solían” emprendió su gestión visitando a Valledupar “por ser pueblo proveído de comida”.47 Para ello compró mil vacas y quinientos carneros y recibió las quejas de sus habitantes quienes acusaban a los vecinos de Riohacha de sonsacarles los indios de sus encomiendas.48 Para las primeras décadas del siglo XVIII Valledupar aparecía como la segunda ciudad de la gobernación de Santa Marta y controlaba el sur de lo que hoy conocemos como el sur del departamento de La Guajira. Tenía alrededor de 3.677 habitantes; de estos 728 eran blancos, 2.140 libres de todos los colores y 796 esclavos. Sobre la explotación de Palo de Brasil, dice Antonio Julián: “De la ciudad del Río de el Hacha, hasta el Valle de Upar, o Ciudad de los Reyes, corre un gran trecho de tierra donde se levantan montes de este leño y del Valle de Upar sigue el camino real entre montes de árboles del Brasil”. Comenta que en la ciudad, cuando hay “fiestas de toros, se cerca toda la plaza de él”.49 Por otro lado, José Nicolás de la Rosa da la siguiente semblanza de la ciudad:

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43 Tovar Pinzón, Hermes. Relación y Visitas a los Andes. S. XVI, op. cit. 44 Ibíd, p. 245. 45 Ibíd. 46 Ibíd. 47 Friede, Juan. Documentos inéditos para la historia de Colombia. Tomo V, Banco Popular, Bogota, 1955, p. 377. 48 Ibíd, tomo VII. p. 167. 49 Julián, Antonio. La Perla de América. Academia Colombiana de Historia, Bogotá, 1980, p. 97.

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Es también abundante de ganados mayores y menores, porque sus pastos, aguadas y salobres, son proporcionados a la cría. El ganado cabrío es gustosísimo y tanto abunda, que continuamente se están haciendo curtiembres, y se sacan partidas de cordobanes, suela, sebo, quesos, carne salada y corambre al pelo, de que mantiene trato con Mompox, Tamalameque, Tenerife, Río del Cauca, Zaragoza y provincia de Cáceres y Antioquia.50

De las parroquias adscritas a la ciudad de Valledupar en el siglo XVIII encontramos las siguientes: San Lucas del Molino, San Agustín de Farias de los Cariaquiles, Santo Tomás de Villanueva, Santa Cruz de Urumita, San Isidro de Atánquez, Santa Ana de los Tupes, San Francisco de Pondore, Sayrino de la Ramada y Becerril del Campo. En el siglo XIX, después de la independencia, la ciudad cambió constantemente de calidades administrativas, siendo en ocasiones cabeza de cantón, capital de departamento, distrito, etcétera, pero conservando el control sobre su territorio colonial. El desarrollo social y económico de la ciudad en el siglo XIX fue lento pero no inmóvil. Hacia la región de Los Venados y las sabanas de El Diluvio se establecieron hatos ganaderos de la familia Pumarejo. Igualmente, en cercanías de la ciudad se fundó la hacienda de trapiche La Pedregosa. Paralelo a lo anterior, en las sabanas de la región se establecieron hatos ganaderos de vecinos de la ciudad. Cuando, a finales del siglo XIX, el viajero francés Luis Striffler visitó la ciudad de Valledupar, le causaron asombro ciertos aspectos de su arquitectura y planeación. Con cierta admiración decía: […] es notable por la regularidad de sus calles. Dos hileras de casas bajas bien construidas y muy aseadas que dan a la población el aspecto de una ciudad opulenta... la línea recta y el ángulo recto se han observado con la mayor precisión matemática que puede encontrarse en las obras humanas.51

50 De la Rosa, José Nicolás. Floresta de la Santa Iglesía Catedral de la ciudad y Provincia de Santa Marta. Banco Popular, Bogotá, 1974, p. 222. La primera publicación de esta obra se realizó en el año 1742. 51 Striffler, Luis. Viaje a la Sierra Nevada de Santa Marta y del río Cesar. Biblioteca Senado de la República, Bogotá, 1986.

Del relato de Striffler se destaca la alusión a la existencia de instrumentos musicales, entre ellos un “armonium” en la casa de la familia Pavajeau: “tiene una biblioteca que proporciona lecturas amenas; instrumentos de música que toca como el simple aficionado”.52 De la obra y observaciones de Striffler se pueden sacar varias conclusiones alrededor de la economía local de finales del siglo pasado. Por ejemplo, la ganadería seguía siendo la principal actividad que ejercían sus habitantes y existían para la época grandes latifundios en cercanías de los pueblos de El Paso, Codazzi, La Paz y Los Venados. En lo concerniente a los habitantes, sólo atinaba a hacer breves referencias sobre el mutismo de los campesinos que encontraba, y describía, precisamente, una sociedad altamente ruralizada que estaba empobrecida por las guerras civiles.

52 Ibíd, p. 261.

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Lo cierto es que este “boceto” socioeconómico de Valledupar y su hinterland parece haber perdurado hasta bien entrado el siglo XX. Obviamente, no era una ciudad incomunicada y estática. Por el contrario, la relación comercial con La Guajira y las poblaciones situadas al sur del río Cesar y la depresión momposina era muy fuerte. Al respecto, el viajero francés Eliseo Reclus nos dice: “Las producciones de la Sierra Nevada, de la Sierra Negra, de la fértil hoya del Valle-Dupar, de la península Guajira, no pueden exportarse sino por Riohacha”.53

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Valledupar se convirtió en el más importante centro político y administrativo de la región a partir de la decadencia de Valencia de Jesús, ciudad que durante el siglo XVIII mantuvo el control de buena parte del territorio que hoy corresponde al noroccidente del Cesar. Hasta comienzos del siglo XIX Valledupar controlaba una porción importante del territorio de la gobernación de Santa Marta y, luego, a partir de 1810, fue cabeza de cantón, villa y capital de departamento. Controlaba el territorio que iba desde Barrancas, en el norte, hasta Becerril, hacia el sur y las sabanas entre Valencia y El Paso. Dentro de su jurisdicción estaban un número importante de parroquias y sitios diseminados en un amplio territorio.54 Por lo anterior, las transacciones de tipo comercial, ventas, enajenaciones, testamentos que se realizaban en su hinterland eran registradas en la notaría de esta ciudad. Basándonos en estos documentos pretendemos acercarnos al estudio de una unidad productiva característica de la región.

2. LOS

HATOS GANADEROS, LOS INGENIOS DE TRAPICHE

Y LOS CULTIVOS DE PANCOGER

En el siglo XIX un hato ganadero se componía de “casa de hato, cocina cubierta de palma y bahareque y un corral” para ganado vacuno, caballar y cabrío. Esta descripción coincide con la dada por Striffler hacia la década de 1880: A la entrada del corral había un tambo muy espacioso. Era un tendal de palmas de más de diez metros de ancho. Allí vivía el vaquero que hacía el queso. Esta construcción ocupaba la entrada de un playón a orillas del río. El mayordomo tenía instalada su cocina debajo de los árboles frondosos55.

Durante el siglo XVIII se definió como hato ganadero una cabaña de palma y corrales que figuraba como centro de control de una porción de territorio que no tenía unos límites precisos; por lo general estos eran los bordes de “sabanas” de pastos naturales. En la época actual se denomina hato a una porción específica de ganado vacuno. Para comienzos del siglo XIX la economía de Valledupar giraba alrededor de la ganadería. El territorio cercano a la ciudad se caracterizaba 16

53 Reclus, Eliseo. Viaje a la Sierra Nevada de Santa Marta. Bogotá, 1992, p. 116. 54 A comienzos del siglo XIX la ciudad controlaba las parroquias y sitios de Valencia de Jesús, El Paso, Aiguaní, San Sebastián, Tuerto, Fernambuco, San José de Barrancas, Fonseca, Santo Tomás de Villanueva, Atánquez, Espíritu Santo, Santa Ana de los Tupes, San Juan del Cesar, Badillo, El Molino, Becerril y Jobo. En su jurisdicción estaban las sabanas de Maldonado, Camperucho, Aguas Blancas, Los Zanjones, El Zorro, Quiebra Hueso, Potosí, etc. 55 Striffler. Op. cit., p. 77.

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por generar un pasto natural que se reproducía fácilmente y el lugar, donde este se expandía recibía el nombre de sabana. Así, la mejor forma de asegurar la explotación de estos terrenos es ocupándolos en la cría de ganados. Por ello, la facilidad con que se reproduce el ganado y la existencia de la actividad económica ganadera. Respecto de las primeras haciendas, se tiene conocimiento de que estas se crearon en el siglo XVI. En 1578, un encomendero de la ciudad decía que “Antón Sánchez Marañón dexó cantidad de dineros en hazienda de ganados para que se construyere el convento de la ciudad [sic]”.56 Desde el siglo XVI, como anotábamos en líneas anteriores, se establecieron hatos y haciendas ganaderas en cercanías de la ciudad y, con el crecimiento demográfico, estos se expandieron, reclamando más tierras de la frontera agrícola. Para comienzos del siglo XIX existían importantes haciendas ganaderas cercanas al río Cesar y a las sabanas de El Diluvio, Los Venados, Aguas Blancas, La Paz, Diego Pata, Badillo, Villanueva, etc. También alrededor de la ciudad se encontraban haciendas que tenían sus cultivos de caña de azúcar y trapiches. La economía de Valledupar en el siglo XIX giraba alrededor de la cría de ganado vacuno, caballar y cabrío.57 Exactamente en 1802, Marcelina Romero58, hija de Vicente Romero y de Jerónima González, dejaba como parte importante de sus bienes:

56 Relación y Visita de Valledupar en 1578. En: Relaciones y visitas a los Andes. Tomo II, Bogotá, 1992. 57 A nivel de la América Hispana ver: 58 Notaría Primera de Valledupar (N.P.V), Testamento de Marcelina Romero, Tomo de 1802. 59 Colmenares, Germán. “La formación de la economía colonial. (15001740)”. En: Historia Económica de Colombia, Ocampo, José Antonio (ed.), Fedesarrollo, Siglo Veintiuno, Bogotá, 1987, p. 43. Arnold Bauer dice que en América Latina “… al tiempo que en el siglo XIX se abrían oportunidades para la agricultura comercial, los empresarios rurales disponían de un cociente población-tierras favorable”. Ver: Bauer, Arnold. “Las estructuras agrarias en la América española”. En: Historia General de América Latina, Vol. VI, La construcción de las naciones latinoamericanas, Ediciones Unesco, Editorial Trotta, París, 2003, p. 303.

4

vacas mansas y paridas

1

yegua andona

3

potrancas

1

potro de diez años

1

padrote andón

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cabras

Este cuadro o censo de bienes se repetiría constantemente en los testamentos de los habitantes de la ciudad durante gran parte del siglo XIX. Lo anterior no significa que todos los habitantes de la ciudad fueran pequeños propietarios; por el contrario, como mostraremos en las siguientes líneas, nos da la radiografía de una sociedad pobre que generaba pocos excedentes de exportación. La unidad productiva denominada hato ganadero se caracterizaba por su precariedad en cuanto a los límites, la mano de obra y la producción. Esta podría ser entendida como una unidad familiar extensiva, en el sentido que le da Rolando Mellafe cuando afirma que este “latifundio de frontera” se caracterizaba por incorporar terrenos baldíos al sistema productivo. Germán Colmenares define como principal característica de esta unidad de producción el hecho que “el dominio sobre la tierra se establecía en función de la propiedad del ganado, generalmente cimarrón, que se ‘herraba’ o marcaba ocasionalmente. Estas propiedades se valieron del trabajo libre de los mestizos y a veces de unos pocos esclavos”.59

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Todavía para inicios del siglo XIX se encuentran rastros de la prosperidad que vivió Valencia de Jesús60 –adscrita como parroquia a Valledupar– durante el siglo XVIII; en el testamento de Beatriz Molina esta reconoce dejar como bienes en el paraje Los Ceibotes “setenta y cinco vacas, cuatrocientos veinte y cinco puercos, un trapiche, y cinco esclavos”.61 La cría de cerdos era un ramo importante en la economía local.

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En cuanto a los cultivos de caña, en el testamento de Josefina Martínez encontramos que tenía “un trapiche sin ningún defecto de precio de 25 pesos” y las siguientes herramientas: “una hacha nueva de 2 pesos, un machete, otro usado, dos palas viejas, un cavador usado, un fondo de hierro nuevo, una romana, un trapiche, el corral de las bestias, un solar de caña nominado Bailon de a 60 varas en cuadra a 6 reales vara y tres almudes más de caña y unos almudes de plátano”.62 Al parecer existían medianos propietarios que se encargaban de la producción artesanal de aguardientes de caña y fabricación de panelas en inmediaciones de la ciudad. Si bien existían personas que se dedicaban al cultivo de caña, plátano, tabaco y cacao, la actividad económica predominante era la cría de ganados. Es raro encontrar casos como el de un vecino de Barrancas que vendía a Pedro de Castro “un globo de tierras, una casa de corral y platanar” en 75 pesos.63 En cercanías de las poblaciones de Santo Tomás de Villanueva, El Molino, Barrancas y San Juan del Cesar se compraban y vendían tierras o hatos de ganados. Las tierras de las sabanas de La Paz eran codiciadas por su cercanía a la ciudad. Allí Francisca Oñate tenía “ganado vacuno y caballar marcado y herrado que pastan en las sabanas de La Paz junto con una casa de adobes cubierta de palmas con su cocina y corral en dicho hato”; también era propietaria en el “valle” de “una casa de adobes cubierta de teja”.64 Pero a la par de estos vecinos que tenían sus hatos y cultivos, existían familias que habían logrado acumular pequeñas fortunas, apropiándose de terrenos baldíos y aprovechándose de su poder como militares a cargo del ejército español. La mayoría de propiedades se habían obtenido mediante el sistema de composición de tierra en el siglo XVIII. Ese era el caso de María Josefa Pumarejo, viuda del militar español José Antonio de Caxigas e hija del militar español Juan Manuel Pumarejo. Los descendientes de este último consolidaron su fortuna al expandir hatos ganaderos y hacerse a varias propiedades. María Josefa dejó a sus herederos “una casa de teja y solar contiguo en el que está construyendo otra en la calle real de la ciudad”, “prendas de oro y plata” y “labor de plátano en La Pedregosa, 10 pesos de tierra en los Corazones, una fundación de hato en tierras en el paraje de Nuestro Señor Santo Domingo de Leandro, en el Palotar de El Paso”.65 En el sitio de Los Cueros sembraba plátanos y sus ganados pastaban en varios playones; también controlaba los playones ubicados en cercanías del río Ariguaní y las tierras 18

60 Sánchez, Hugues R. “Valencia de Jesús: un caso de expansión agrícola en la gobernación de Santa Marta”. En: Identidades y resistencias en América Latina.Universidad del Valle-Universidad Pablo de Olavide, Cali, Colombia, 2004 61 N.P.V., Testamento de Beatriz Molina, tomo de 1800. 62 N.P.V., Testamento de Josefina Martínez, Tomo de 1800. 63 N.P.V., Venta de Tierras, Tomo de 1801. 64 N.P.V., Testamento de Francisca Oñate, Tomo de 1801. 65 N.P.V., Testamento de María Josefa Pumarejo, Tomo de 1802.

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del hato de Juan Prieto, y poseía cerca de nueve esclavos. La hacienda Leandro sería, hasta bien entrado el siglo XX, una de las propiedades más importantes de la familia Pumarejo. Dejaba también propiedades el militar español Juan Manuel Fernández de Castro, Teniente Coronel del regimiento de Milicias Disciplinadas de Santa Marta; entre ellas una casa de adobes y tejas, “dos haciendas de ganado vacuno y caballar en tierras propias en los parajes nombrados Sabanas del Zorro y Sabana Grande, junto con 27 esclavos”.66 En la ciudad de Valledupar tenía su casa de “morada de adobe, cubierta de tejas…”.67 Este, esposo de María Concepción Loperena, era el vecino con más esclavos en la región. Liberato Padilla vendió sus tierras, descritas como “13 fanegas y 6 almudes de tierra en 80 pesos, ubicados en La Huerta y Cerro de La Campana cerca al río Badillo”.68 En Río Seco, Isabel Rodríguez era propietaria de un hato con casa, corrales, un atajo de 12 yeguas con su padrón, 6 caballos, 4 potros, 20 vacas y dos esclavas.69 Ana Teresa de Jesús Socarrás dejó una “manada de cabras”, una casa de tejas “en una de las calles principales de esta ciudad” y “una casa con corral en el hato de Diego Pata con el ganado vacuno, caballar, burros, cabrío, etc.” El cual se encontraba “con marca y señal”.70 Juana Josefa Gutiérrez poseía un hato llamado Las Vegas, una casa de adobe y palma, una parte de las tierras nombradas de la Cruz en el hato de El Boquete y una deuda de capellanía por 4.300 pesos sobre una estancia, ingenio de trapiche, esclavos y mulas.71 Juan Francisco Socarrás, vecino de Valledupar, era dueño de una estancia de 500 pesos en las sabanas de Maldonado, hato de casa, corrales y estancia en el monte de Juan Prieto y en Rabo de Zorro. Por otro lado, Juana Andrea Concepción Contreras solo alcanzaba a dejar a sus herederos una manadita de cabras en el paraje La Culata, algunas reses vacunas y el hato de Icotea.72

66 N.P.V., Testamento de Juan Manuel Fernández de Castro, Tomo de 1803.

El testamento de José Marcelino Aroca nos proporciona un cuadro pormenorizado de las posesiones y la estructura económica de un hato ganadero. En él estaban enumeradas detalladamente las pertenencias que dejaba:

67 Ibíd.

Ganado cimarrón y ochenta toros para un total de 400 pesos.

68 N.P.V., Venta de Tierras, Tomo de 1803.

Veinte y dos novillas a cinco pesos para un total de 110 pesos.

69 N.P.V., Testamento de Isabel Rodríguez, Tomo de 1804. 70 N.P.V., Testamento de Ana Teresa de Jesús Socarrás, Tomo de 1807. 71 N.P.V., Testamento de Juana Josefa Gutiérrez, Tomo de 1807. 72 N.P.V., Testamento de Juan Francisco Socarrás, Tomo de 1808.

Cinco novillas a siete pesos para un total de 35 pesos. Caballos, un padrón viejo inservible, dos yeguas para un total de 18 pesos. Dos potrancas en 8 pesos. Una yegua en 5 pesos.

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Tres yeguas de dos años para un total de 12 pesos. Cinco caballos andones a diez pesos para un total de 50 pesos.

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Una yegua en 7 pesos. Una yegua andona en 12 pesos. Una yegua andona en 10 pesos. Una yegua andona en 7,5 pesos. Un potro andón de dos años en 8 pesos. Una yegua andona de dos años en 9 pesos. Un burro en 10 pesos. Para una suma total de setecientos un pesos.73

La mayoría de sitios, hatos o sabanas nombrados estaban cerca de Valledupar y con el paso del tiempo terminaron convirtiéndose en lugares donde habitaban pequeños propietarios, vecinos pobres y negros libres. Es el caso de los hatos situados en las sabanas de María Angola, Aguas Blancas, La Paz, Los Tupes y Diego Pata que dieron paso a pequeños sitios habitados por campesinos pobres desde donde se iniciaba una expansión de la frontera agrícola hacia zonas de frontera (estribaciones de la Sierra Nevada y la serranía de Perijá). Así, los orígenes de estas poblaciones no están en el siglo XVIII, sino en el XIX y hacen parte de un fenómeno denominado por un historiador Germán Colmenares como el tránsito de las sociedades esclavistas a las sociedades campesinas. Otro de los vecinos poderosos de Valledupar era Pedro Fernández de Castro, heredero de María Concepción Loperena, el cual poseía 1.300 pesos heredados de su padre, joyas, casa en Valledupar, 11 esclavos y parte de las tierras de sabana del Zorro, una estancia y tierras en El Prieto.74 Las ventas de tierras eran frecuentes; por ejemplo, el año 1810, en Trinidad, Rodríguez vendió en noventa pesos unos terrenos en la “sabana de La Culata”.75 Mientras que Santiago Finado dejaba entre sus bienes “un sinnúmero de ganado vacuno, caballar y cabrío en el paraje de El Jovital, de mi proiedad”.76 Igualmente, María Molina vendía a Estela Vanegas siete fanegas de tierra en el “paraje de Los Hoyos por la suma de setenta pesos”.77 Así, en el año 1810 se registraron más de cinco ventas de pequeñas porciones de tierras ubicadas cerca de Valledupar. En el año 1811 María Concepción Loperena vendía la tercera parte de el paraje de Pereira por ciento veinte pesos.78 En el mismo paraje, Teresa Cabrera vendía un terreno a Andrés Pinto por cuarenta pesos.79 Otro sitio de importancia era El Revezado, en el cual José Francisco Baltasar vendió por trescientos pesos unas tierras a Don Juan Daza.80 En las cercanías de Valledupar, a orillas del río Guatapurí, se encontraba el sitio llamado Los Corazones, donde varios vecinos de la ciudad tenían sus hatos de ganado vacuno. Es el caso de José Manuel Galván, quien dejaba en ese sitio “cinco pesos de tierra en Los Corazones, ganado vacu20

73 N.P.V., Testamento de José Marcelino Aroca, Tomo de 1805. 74 N.P.V., Testamento de Pedro Fernández de Castro, Tomo de 1820. 75 N.P.V., Venta de Tierras, Tomo de 1810. 76 N.P.V., Testamento de Santiago Finado, Tomo de 1810. 77 N.P.V., Venta de Tierras Tomo de 1810. 78 N.P.V., Venta de Tierras, Tomo de 1811. 79 N.P.V., Venta de Tierras. Tomo de 1811. 80 N.P.V., Venta de Tierras, Tomo de 1813.

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no, burral y cerdos, un caballo”.81 Por otro lado, José Custodio Gutiérrez dejaba “un caballo, un potro, una yegua, cuarenta reses, una cría de burros, setenta cabras y ovejas y cuarenta cerdos”.82 En Los Corazones vendió en 1825 sus tierras Rafael Peralta en la suma de veinte y cinco pesos.83 Igualmente, en 1848 José Antonio Colinas vendía a Pedro Guillén Burgos en trescientos ochenta pesos “una posesión de casa y corral, con el ganado vacuno y once fanegdas de tierras en el sitio Las Petacas”.84 En 1820 José de la Torres Villazón realizaba una donación de “ocho novillas de tres años” que tenía en una estancia en la jurisdicción de Badillo.85 Ese mismo año, José Antonio Daza dejaba entres sus bienes dos esclavos y “una casa corral en el hato Maldonado” y allí un “sinnúmero de bestias, caballos, mulas y cabras”.86 Igualmente dejaba tierras en La Mina, Maldonado y Puye. En el año 1821 doña Bárbara Josefa de Rodríguez dejaba como sus bienes una “casa de adobe y tejas en la esquina de la plaza” y “un sinnúmero de ganado vacuno y caballar en tierras de Angostura” en Valencia de Jesús.87 Allí mismo dejaba cuatro esclavos. Mientras que José Simón Daza, hijo de Juan Antonio Daza y María Dominga Maestre, dejaba entre sus bienes “doscientas novillas en la estancia e ingenio de trápicha llamado Juan Prieto” y “cien pesos de tierra en Maldonado, una casa de palma, setenta y dos reses y tres caballos”.88 En el año 1824 el presbítero José V. Suárez dejaba entre sus bienes “una posesión de hato y una casa propia con ganado caballar, vacuno, burral y cerdos en el paraje nombrado Gonzalo en la ribera del río Cesar”.89

81 N.P.V., Venta de Tierras, Tomo de 1813. 82 N.P.V., Testamento de José Custodio Gutiérrez, Tomo de 1815. 83 N.P.V., Venta de Tierras, Tomo de 1825. 84 N.P.V., Venta de Tierras, Tomo de 1848. 85 N.P.V., Donación de José de la Torres, Tomo de 1820. 86 N.P.V., Testamento de José Antonio Daza, Tomo de 1820. 87 N.P.V., Testamento de Bárbara Josefa de Rodríguez, Tomo de 1821. 88 N.P.V., Testamento de José Simón Daza, Tomo de 1821. 89 N.P.V., Testamento de José V. Suárez, Tomo de 1824. 90 N. P. V., Testamento de Patricio Miranda, Tomo de 1825. 91 N. P. V., Testamento de María del Rosario Guillen, Tomo de 1825. 92 N. P. V., Testamento de Dominga Palmera, Tomo de 1827. 93 N. P. V., Testamento de Miguel Machado, Tomo de 1827.

Los anteriores ejemplos nos muestran los diversos tipos de unidades productivas que funcionaban en las cercanías de Valledupar. Estas unidades se podían catalogar desde pequeños terrenos en parajes, hasta hatos y estancias de trapiche. Los hatos regularmente estaban situados en las llamadas sabanas, mientras que las estancias a orillas de los ríos, especialmente el Guatapurí. Patricio Miranda reconocía en el año 1825 que era dueño de “una estancia de tierra en el paraje de Pan de Azúcar, con ganado caballar, vacuno, burral y cerdos”.90 La región de Pan de Azúcar era reconocida en el siglo XIX como una de las zonas más fértiles del valle del río Cesar. Así, los llamados parajes eran zonas de frontera donde los habitantes de Valledupar tenían sus ganados y cultivaban productos de pancoger. Junto a los anteriores parajes estaba también el llamado La Socola, zona donde María del Rosario Guillén poseía “una casa corral de adobe y palma en tierras propias, con ganado vacuno, caballar, cabrío y siete esclavos”.91 Otra zona donde se establecían hatos ganaderos era la llamada El Tablazo; allí Dominga Palmera, en 1827, compró en cien pesos unos terrenos para cría de ganados.92 En cuanto a los hatos de ganado, Miguel Machado decía poseer un “hato en Santa Rita, dos burras, tres caballos” y “una labor de cacao y plátano”.93 En 1830 Pedro José Guillén compraba en las

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llamadas “sabanas de El Tablazo y Hato Grande cuarenta pesos de tierras”.94

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Los políticos de la ciudad, por su parte, eran conscientes de que la economía local giraba alrededor de la ganadería. Es así como en el mes de julio del año 1828 un miembro de la familia Mestre le escribía al gobernador del Magdalena informándole que el cantón de Valencia de Jesús era “el mejor que tiene la provincia por hallarse circundado de terrenos fértiles y abundantes, para las crías de ganados mayores, y menores, como para la agricultura...”.95 Remataba diciendo que “la situación del territorio es la mejor que se conoce por estos continentes, él se halla situado en terrenos frondosos y amenos para la cría de ganados mayores y menores por sus pastos y aguas permanentes, y hermosas montañas para la agricultura”.96 El funcionario sólo relataba algo que de hecho se estaba dando, la colonización de zonas de vertientes en todo el valle del río Cesar. A partir de 1830 se encuentran alusiones sobre tierras en los testamentos y ventas de tierras de manera más constante. Por ejemplo, hacia el sur del río Cesar, tenía posesiones Felipe Alemán, quien en la zona de Pedro Becerra poseía un hato con ganados;97 hacia la zona de Camperucho tenía hato ganadero Esteban Pupo;98 en la zona de Aguas Blancas, Santiago Argote tenía “algunos bienes de campo y algunas aves caseras… y una labor de un almud sembrada de plátano parindero, caña, cacao y algunos árboles frutales…”.99 Para el año 1832, Juana Romero declaraba como su posesión “casa y corral en el paraje de La Enea, con todos los muebles y trastos que en ella se encuentren, con todo el ganado vacuno y caballar que se encuentren con la marca del margen y unas cuantas cabritas…”.100 Hacia la zona de San Juan del Cesar, Valerio de Caxigas vendía a Gregorio de Acosta ciento veinticuatro pesos “de tierras en el hato llamado Boquerones”. Una zona donde se encontraban varias posesiones de caña y cacao era la llamada La Pedregosa, bañada por la quebrada del mismo nombre, en cercanías de la ciudad de Valledupar. En estas tierras compró Rafael Gil “una labor deteriorada de plátano, cacao y un cañalito con su riego propio… por cantidad de veinte pesos”.101 Así, los hatos ganaderos se encontraban en cercanías de la ciudad y casi siempre albergaban “un corto número de ganado vacuno y caballar”, como era el caso de la propiedad de Tomasa Maestre, quien tenía un hato en El Potrero.102 En 1842, Juan Herrera y Trinidad Gamez se asociaron para “mejorar y construir” en la zona de La Pedregosa, con cuatrocientos cincuenta pesos, “un alambique de caña”.103 El 13 de abril de 1837 José María Fernández de Castro, rematador de los diezmos de Valledupar, reconocía haber cobrado estos en varios hatos y zonas. Especificaba que en la llamada “Octava Vereda” se encontraban los hatos La Enea, Hoyos, Mosquito, Mosca, Cuaresma, 22

94 N. P. V., Compra de Tierras, Tomo de 1830. 95 Archivo Restrepo, Municipalidades, Legajo N° 5, Año de 1828. 96 Ibíd. 97 N. P. V., Testamento de Felipe Alemán, Tomo de 1830. 98 N. P. V., Testamento de Esteban Pupo, Tomo de 1830. 99 N. P. V., Testamento de Santiago Argote, Tomo de 1832. 100 N. P. V., Testamento de Juana Romero, Tomo de 1832. 101 N. P. V., Venta de Tierras, Tomo de 1833. 102 N. P. V., Testamento de Tomasa Mestre, Tomo de 1834. 103 N. P. V., Documento Notarial de Obligación, Tomo de 1842.

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1 0 4 Escritura otorgada por José María Fernández de Castro a favor de la Junta de Diezmos, Tomo de 1837. 105 N. P. V., Testamento de José Antonio Pumarejo, Tomo de 1837. 106 N. P. V., Venta de Tierras, Tomo de 1837. 107 N. P. V., Venta de Tierras, Tomo de 1845. 108 N. P. V., Venta de Tierras, Tomo de 1847. 109 N. P. V., Venta de Tierras, Tomo de 1848. 110 N. P. V., Venta de Tierras, Tomo de 1848. 111 N. P. V., Venta de Tierras, Tomo de 1848. 112 N. P. V., Testamento de Juan José Galván, Tomo de 1848. 113 N. P. V., Venta de Tierras, Tomo de 1838.

Jagua, Sierra Montaña, Martín Ramos, Palmarito, Peñita, Piñones, Peña, Pereira, Chocote y Pozo Nuevo; mientras que en la “Novena Vereda” se encontraban las posesiones de Estancia Vieja, Canchera, Chorreadero, Espinal, Carrillo, Palmarito de Los Hoyos y el plan de La Paz. En la “Décima Vereda” estaban ubicados los siguientes hatos: Pechiguelles, Cerrito, Verdecía, Minguillo, El Juncal, Matanza y Guartinaja. En la “Onceava Vereda” se describen los hatos de Chimona y Sicarare, el hato de la vereda de El Jobo y Espíritu Santo. Un total de 33 hatos y estancias.104 El anterior dato da cuenta del número de hatos en cercanías a Valledupar. Por otro lado, en la llamada zona de Guaymaral tenía terrenos José Antonio Pumarejo, uno de los vecinos más ricos de Valledupar. Allí tenía ochocientos pesos en tierras que dedicaba a la cría de ganados.105 En la zona de Camperucho la familia Pumarejo poseía varios hatos ganaderos. Allí Juan Manuel Pumarejo compraba unas tierras en diez pesos, las cuales lindaban con otras de propiedad de la familia Pumarejo: El Diluvio y Camperucho Arriba.106 En 1845, el presbítero Manuel María Martínez y Magdalena Bravo vendían a José Domingo Pumarejo “unas tierras en el paraje El Diluvio, Angostura y Sanradal”107 por el valor de doscientos cuarenta y cuatro pesos. El 15 de enero de 1847 se registró nuevamente una compra de tierras a favor de José Domingo Pumarejo, quien compró en quinientos cuarenta y cinco pesos un “hato nombrado Angostura” en el área de El Diluvio, a Anselma y Vicente Bravo.108 En 1848 nuevamente aparece Pumarejo comprando tierras en las sabanas de Guartinajas por “doscientos pesos”.109 Otra de las zonas donde se criaban ganados cerca de Valledupar eran las sabanas de Aguas Blancas. Allí también compraba tierras Pumarejo. El presbítero Manuel Martínez vendía a este último en el año 1848 una “posesión de casa y corral en doscientos cincuenta pesos”.110 Pumarejo expandió aún más sus propiedades, comprando en 1848 en veintisiete pesos y cuatro reales los playones de La Matanza y El Juncal en cercanías de Espíritu Santo (Codazzi).111 Cerca de las propiedades de José Domingo Pumarejo, el señor José Manuel Galván, vecino y natural de Valledupar, dejaba tierras y hatos en Pesquerías, “una labor de plátano con ganado vacuno en María Angola” y “unas tierras en el playón de Los Monos”.112 En la zona de La Jagua, la familia de María Concepción Loperena de Fernández de Castro tenía un buen número de tierras que, en el transcurso de la primera mitad del siglo XIX, se vendieron por partes a vecinos de Valledupar y La Paz. En 1838 José María Fernández de Castro vendía dieciséis pesos de tierra a Cecilio Romero. Otros sitios donde se movían las ventas de tierras eran los parajes de El Limonar y Pan de Azúcar. En este último lugar, varios vecinos de Valledupar y Valencia de Jesús tenían sus hatos ganaderos. Era el caso de José Antonio Morón y Norberto Castro113; igual sucedía con María A. Romero, quien en 1941 dejaba allí a sus herederos “una casa corral en tierras

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propias en el hato de Pan de Azúcar abajo, y todo el ganado vacuno, burral y caballar”.114

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En la década del cuarenta se vendieron tierras en El Rincón; allí, Carlos de Roja vendió a José María Riaño, en la margen derecha del río Guatapurí, “una estancia e ingenio de trapiche”.115 El valor de esta propiedad fue de mil quinientos pesos, una de las sumas más altas ofrecidas por una propiedad rural. José Domingo Pumarejo compró en el area de Camperucho todo del “ganado” de propiedad de Pablo Picaza a razón de “cuatro reales por cabeza”.116 En Los Corazones, María de los Santos dejaba como sus bienes un hato con “ganado vacuno, burral y Caballar”.117 Al parecer, los trapiches e ingenios para la extracción de azúcar se encontraban a orillas del río Gautapurí. Allí, José Oñate vendía al político Vicente Sebastián Mestre “un ingenio de trapiche” por la cantidad de “seiscientos pesos”.118 En la región de Urumita, Antonio Guzmán dejaba a su esposa, Jacinta Mora, “una posesión de tierra en el paraje de Mompox y otra en Brumita”.119 Otra zona de expansión de la frontera agrícola fue el piedemonte de la serranía de Perijá, en donde Juan Ramón Puche, en cercanías de la quebrada Casacará compraba, como apoderado de María N. Pérez, setenta y cinco pesos de tierra.120 Para este período encontramos que en la compra de tierras aparecen abogados o apoderados. En 1941, José Agustín Araújo, apoderado de Norberto Torres, compró siete pesos de tierras en la “parroquia de La Paz”. Anselma Salas dejaba también una “plantación de caña y trapiche”.121 Hacia el sur, en cercanías de La Paz, la expansión se daba hacia el sitio de Diego Pata (más tarde conocido como San Diego). En este último sitio, Pedro Arzuaga reconocía tener una “casa corral y un sinnúmero de ganado vacuno, caballar y asnal”.122 Más hacia el norte de Valledupar, cerca de Badillo, José Domingo Blanco dejaba “una casa corral, con ganado de todas las clases y dos esclavos”.123 Otro sitio de colonización durante el siglo XIX fue la antigua encomienda de Río Seco. Allí, en 1848, María Concepción Bravo vendía a Miguel Mestre tierras por un valor de cuarenta y seis pesos.124 Si bien existen más testimonios de ventas de propiedades, testamentos, etcétera, no es necesario mencionarlos todos para sacar varias conclusiones: en primer lugar, se puede deducir el peso económico que tenía la ganadería en la región y la expansión que se daba desde Valledupar hacia el sur y occidente del Magdalena por parte de vecinos acomodados de esta ciudad que invertían sus esfuerzos en consolidar sus hatos y ganar terrenos aptos para dicha cría, como lo eran las sabanas y los playones del río Cesar, Ariguaní y las estribaciones de la serranía de Perijá. La mayoría de estos hacendados vivían en Valledupar y, desde allí, controlaban sus tierras, esclavos y ganados. Algunos llegaban a poseer varias 24

1 1 4 N. P. V., Testamento de María A. Romero, Tomo de 1841. 115 N. P. V., Venta de Tierras, Tomo de 1840. 116 N. P. V., Venta de Ganados, Tomo de 1840. 117 N. P. V., Testamento de María de Los Santos, Tomo de 1840 118 N. P. V., Venta de Tierras, Tomo de 1847. 119 N. P. V., Testamento de Antonio Guzmán, Tomo de 1840 120 N. P. V., Compra de Tierras, Tomo de 1840. 121 N. P. V., Testamento de Anselma Salas, Tomo de 1842. 122 N. P. V., Testamento de Pedro Arzuaga, Tomo de 1842. 123 N. P. V., Testamento de José Domingo Blanco, Tomo de 1842. 124 N. P. V., Venta de Tierras, Tomo de 1848.

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casas de teja, lo cual muestra el prestigio que habían adquirido y la magnitud de sus fortunas. Aún así es necesario aclarar que si bien los hacendados buscaban controlar las mejores tierras, estas no eran caras y su movimiento comercial era lento. En la época eran raras las compraventas de tierras y cuando se realizaban transacciones de este tipo se dejaba de presente el poco valor de estas. Por ejemplo, una de las propiedades de los Pumarejo valía 250 pesos, precio igual al de un negro bozal, y al de una casa de teja en Valledupar. La razón del poco valor de la tierra estribaba en varios elementos: las numerosas extensiones de terrenos baldíos que aun existían en la región y, por otro lado, a un problema coyuntural de la estructura agraria local; es decir, la escasez de mano de obra y falta de capitales. Por ello la ganadería, actividad que no requería mayores inversiones en mano de obra y capitales, ya que el ganado se reproducía vegetativamente, era quizás la única actividad que podían ejercer los habitantes de la región.

III. LA ESCLAVITUD EN EL VALLE DEL RÍO CESAR 1. LA CONFORMACIÓN

DE UNA SOCIEDAD ESCLAVISTA

En la región Caribe los primeros esclavos fueron introducidos por Rodrigo Bastidas para el año 1525. Como afirma Palacios Preciado, “el elemento africano participó, en primer término, en algunas empresas de conquista y expansión, en su condición de esclavo doméstico de capitanes y empresarios”.125 En 1529 un gobernador de la ciudad de Santa Marta expresaba que la ciudad había sido incendiada y “la causa de este fuego fue que andaban unos negros huydos y se avían ydo a tierra de la Ramada que es 30 leguas de la ciudad y estava en aquel tiempo de guerra los quales vinieron atravesando toda la tierra escondidos de los indios y con pensamiento de quemar todos los cristianos [sic]…”.126 Lo anterior muestra cómo, desde el momento de la Conquista española, los esclavos africanos reaccionaron fugándose hacia lo que hoy se conoce como los valles de los ríos Ranchería y Cesar y atacaban a los españoles en las ciudades de Santa Marta y Riohacha.

1 2 5 Palacios Preciado, Jorge. “La esclavitud y la sociedad esclavista”. En: Nueva Historia de Colombia. Tomo I, Bogotá, 1989, p. 155. 126 Restrepo Tirado, Ernesto. Historia de la Provincia de Santa Marta. Instituto Colombiano de Cultura, Bogotá, 1974, p.143.

A partir de 1533 la ciudad de Cartagena se convirtió en uno de los principales puertos comerciales y negreros de la América hispánica por donde entraban la mayoría de esclavos al Nuevo Reino de Granada, Popayán y Perú. Una vez habilitada la ciudad de Riohacha como puerto, fue introducido por allí, en menor escala, un número importante de esclavos para ser utilizados como buceadores en la saca de perlas y, gracias al contrabando, otro número fue llevado por Valledupar a Mompox, las minas de Zaragoza y el interior del Nuevo Reino. Por la ciudad de Rio-

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hacha se introdujeron más de doscientos esclavos que fueron utilizados en la extracción de perlas durante la segunda mitad del siglo XVI.127

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Para ese período el gobernador de Santa Marta, Luís Alonso de Lugo, había recibido permiso para llevar más de 100 esclavos a Santa Marta.128 Mientras que el número de esclavos introducidos por Cartagena era superior y tendía a aumentar a medida que se expandía la frontera minera en el interior del país.129 Durante gran parte del siglo XVI eran constantes las cartas de los gobernadores de la provincia de Santa Marta al Rey en las que estos mencionaban la existencia de esclavos huidos hacia el valle del río Cesar. En el año 1566 uno de estos gobernadores decía que “del Río Grande me ha escrito habían parecido unos negros que los años pasados allí andaban huidos.”130 La ciudad de Valledupar, fundada en el año 1550, se caracterizó por ser una zona de frontera muy pobre que orientó su economía hacia la ganadería. La presencia de esclavos durante el siglo XVI se relaciona con los que vivían como cimarrones en el valle del río Cesar y las estribaciones de la Sierra Nevada de Santa Marta. El gobernador Don Lope de Orozco, quien visitó la ciudad en 1576, recibió quejas de sus vecinos que señalaban haber recibido ataques de los vecinos de Riohacha, quienes “los habían destruido sus rozas enviando cuadrillas de negros a sus repartimientos, y les llevaban todos los indios de sus pueblos [sic]”.131 El gobernador reconocía la existencia de negros huidos pero, a las dirigidas a él, respondió: “de mi parte procuré saber dónde estaban los negros. Y como consta por la conformación que va con esta, no los hay ni se sabe dónde están y la tierra está segura de ellos ha muchos días”.132 Lo cierto es que el valle del río Cesar vio la presencia de esclavos huidos de las ciudades de Santa Marta y Riohacha desde el siglo XVI. En efecto, en 1582 la ciudad de Riohacha (conocida como Nuestra Señora de los Remedios) fue arrasada por los indios guajiros; un sacerdote de la ciudad expresaba que para esa fecha “todos los indios que están en espacio de más de treinta o cuarenta leguas, en un mismo día, se aliaron sin quedar uno que no lo hiciera y quemaron todos los hatos de ganado, que eran muchos y algunas estancias, y mataron en ellas a muchos españoles e indios del servicio de ellos y negros, quemándolos vivos”.133 Lo anterior nos muestra cómo, desde el mismo momento de la Conquista, los españoles introdujeron negros africanos en la región controlada por las ciudades coloniales de Santa Marta, Riohacha y Valledupar. Estos esclavos ayudaban a los españoles en las incursiones que realizaban en la Sierra Nevada de Santa Marta y en el servicio doméstico. La trata y esclavitud en el Nuevo Reino (lo que hoy conocemos como Colombia) y las gobernaciones de Popayán, Cartagena y Santa Marta a partir de 1550 debe relacionarse con los dos ciclos mineros que experimentó la región durante todo el período colonial, sobre todo si se tiene en cuenta que existe una estrecha relación entre la expansión de las 26

1 2 7 Friede, Juan. Fuentes documentales para la historia del Nuevo Reino de Granada. Banco Popular, Tomo VI, Bogotá, 1955. 128 Jaramillo Uribe, Jaime. Ensayos de Historia Social. Tomo I, Bogotá, 1989, p. 9. 129 Colmenares afirma que “Cartagena gozó de una situación estratégica que favorecía no sólo la introducción lícita de esclavos y mercancías, sino que invitaba a su comercio ilícito por parte de holandeses, franceses e ingleses”. Colmenares, Germán. “La economía y la sociedad coloniales. 1550-1800”. En: Nueva Historia de Colombia. Fedesarrollo, Siglo XXI editores, Tomo I, Bogotá, 1989, p. 130. Ayudó a consolidar la ciudad y la trata el hecho de que “en casi todos los contratos se estipuló que Cartagena sería el puerto de entrada de los africanos”. Palacios, Preciado. Op. cit. p. 158. Sobre la trata negrera por Cartagena ver los textos clásicos de: Palacios, Preciado, Jorge. La trata de negros por Cartagena de Indias. UPTC, Tunja, 1973 y La esclavitud de los africanos y la trata de negros. UPTC, Tunja, 1988; Mellafe, Rolando. La Esclavitud en Hipanoamérica. Santiago de Chile, 1964. Vila, Enriqueta. Los asientos portugueses y el contrabando de negros. CSIC, Sevilla, 1973. 130 Friede, Juan. Fuentes documentales para la historia del Nuevo Reino de Granada. Banco Popular, Tomo VI, Bogotá, 1955, p. 334. 131 Ibíd. 132 Freide, Juan. Fuentes documentales para la historia del Nuevo Reino de Granada. Banco Popular, Tomo VII, Bogotá, p. 343. 133 Ibíd.

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fronteras mineras y el auge de la trata.134 De allí que los momentos de mayor crecimiento del número de esclavos importados coincida con el crecimiento de la explotación minera. A finales del siglo XVI empezó a crecer el número de esclavos que entraban por Cartagena a surtir las cuadrillas en las minas de Zaragosa y Cáceres, región donde, para la época, estaban concentrados más de tres mil esclavos. Así, encontramos que en el Caribe colombiano la presencia de esclavos se dio durante todo el período colonial, mientras que en otras regiones del Nuevo Reino sólo se dio durante los períodos de explotación de distritos mineros de los cuales ninguno duró más de un siglo; cuestión que marcó profundamente la sociedad caribeña donde la presencia del africano fue tan fuerte que este impregnó con su visión de la vida a la sociedad entera. Por ser Cartagena el principal puerto negrero durante el período colonial nunca debió sufrir escasez de mano de obra esclava y, por ello, en su hinterland desarrolló un tipo de hacienda esclavista que abasteció de carnes y mieles a la ciudad, mientras que en el casco urbano las familias más acaudaladas utilizaban en el servicio doméstico, y como albañiles y artesanos, a un número considerable de esclavos. También existían comerciantes que tenían a los esclavos en sus casas y haciendas a la espera de una oportunidad para venderlos a los comerciantes que venían de Popayán, Antioquia y el Nuevo Reino.

1 3 4 Palacios calcula que durante el siglo XVI se introdujeron por el método de las licencias más de cien mil esclavos. Palacios Preciado. La esclavitud..., op. cit., p. 162. 135 Entre 1609 y 1640 ingresaron a la provincia de Santa Marta más de 800 esclavos, cifra no superada por el total de habitantes blancos de la gobernación. Dentro del estamento blanco existía temor respecto de la población africana que, por su número, podía fácilmente sublevarse. Por ello, hacia 1576, el gobernador Lope de Orozco aseguraba que le habían llegado noticias sobre negros cimarrones de la provincia que, unidos con otros de Maracaibo, pretendían atacar varios poblados, pero aclaraba que estos temores no tenían fundamento y que los negros no representaban ningún peligro. Restrepo Tirado, Ernesto. Historia de…, Op. cit., Sobre el número de esclavos ver: Borrego Plá, María del Carmen. “La conformación de una sociedad mestiza en la época de los Asturias. 1540-1700”. Ediciones Uninorte, ECOE Ediciones. En: Historia social y económica del Caribe colombiano. Bogotá, 1994, pp. 66-67. Para 1612 habitaban la Provincia cerca de 240 esclavos. 136 Colmenares, Germán. Popayán: una sociedad esclavista. 1680 -1800. Tomo II, Medellín, 1979, p. 5.

Por esta razón, la gobernación de Cartagena ha sido tipificada como una sociedad esclavista al igual que Popayán, mientras que, para la provincia de Santa Marta no existen estudios sistemáticos sobre la esclavitud y la influencia de la población africana en el conjunto de la sociedad; aunque la mayoría de fuentes indican que esta también fue una sociedad esclavista si se tiene en cuenta que, por su despoblamiento secular, el número de esclavos llegaba a ser importante en comparación con la población que la habitaba.135 Germán Colmenares consideraba necesario tener en cuenta el tipo de actividad que desarrollaban los esclavos en las diferentes regiones del mundo hispánico ya que no era igual el trabajo en una mina que en una hacienda, plantación o el trabajo doméstico; de allí que “estas distinciones no son meramente escolásticas: ellas dan la clave para comprender procesos demográficos, tanto como las formas de resistencia del africano y aún la fuerza de sus supervivencias culturales”. Hoy sabemos que en el Caribe colombiano los esclavos fueron utilizados en el servicio doméstico, la boga, las haciendas de trapiche y ganados. Independientemente de dicha caracterización de las gobernaciones o provincias –esclavista o no esclavista–, es mejor preguntarse por las implicaciones que sobre el proceso de mestizaje tuvo esta “institución peculiar”, más cuando hoy sabemos que “pese a la dureza de la esclavitud”, los maltratos y el desarraigo, el “africano pudo conservar intacta su humanidad y que ésta no era simplemente derivada de la civilización blanca”;136 es decir, preguntarse sobre la forma en que los sistemas culturales del negro fueron afectados por el desarraigo, la dominación y su in-

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fluencia posterior sobre el proceso de mestizaje.137 En últimas, preguntarse, como Colmenares “si América es capaz de asimilar y conservar los valores creados por el elemento africano”.

2. LA ESCLAVITUD EN LA Y VALENCIA DE JESÚS

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VALLEDUPAR EL SIGLO XVIII

REGIÓN DE DURANTE

Durante el siglo XVIII se dieron importantes cambios en la región que hoy conocemos como el departamento del Cesar. Valledupar controlaba política y administrativamente los sitios de San Pedro de la Nevada, Barrancas, Badillo, San Juan, Villanueva, El Molino, Fonseca, Atánquez, Rábago y Becerril; mientras que Valencia de Jesús, fundada a finales del siglo XVI, controlaba los sitios de El Paso, Chiriguaná, Chimichagua, San Bernardo y Simaña. En las ciudades se concentraban hacendados que poseían un buen número de esclavos en sus hatos ganaderos. En este sentido, es necesario señalar que, aunque la región (nos referimos a lo que hoy es el departamento del Cesar y sur de La Guajira) no presenció actividades mineras que obligaran la importación de grandes cantidades de esclavos, sí tuvo lugar una constante compra y venta de esclavos en las ciudades de Valledupar y Valencia de Jesús. De la primera ciudad solo existen documentos notariales que dan testimonio de estas transacciones desde el año 1789 y de Valencia de Jesús desde el año 1727. Es preciso indicar que en el Archivo General de la Nación, en el fondo denominado Esclavos del Magdalena, se encuentran compraventas de esclavos de toda la región desde el siglo XVII. Así, el esclavo africano fue motor de desarrollo económico (a la fuerza obviamente) y como mercancía. A su alrededor se desarrollaron transacciones, inversiones, créditos, relaciones paternalistas e, incluso, conflictos. La condición social del esclavo como sujeto-objeto permitió que el proceso de compraventa fuera similar al de cualquier bien. Por ello, al ser una mercancía de importante valor podía ser vendida, castigada, hipotecada, cambiada, liberada y hasta embargada. Los esclavos estaban ubicados en las haciendas de La Pedregosa, Guartinajas, Las Cabezas, Carrera Larga y otras, ubicadas hacia el río Magdalena, cerca de la población de Guamal. Era el caso de una hacienda ubicada en las cercanías de esta última población que aglutinaba a cerca de 24 esclavos.

2.1 LA ESCLAVITUD EN LA JURISDICCIÓN DE JESÚS DURANTE EL SIGLO XVIII

DE

VALENCIA

El proceso de fundación y consolidación de Pueblo Nuevo de Valencia de Jesús se desconoce por completo. Al parecer, esta población nació como sitio de doctrina o pueblo de indios en el siglo XVII, quedando bajo control de la ciudad de Valledupar y convirtiéndose en centro de resistencia a los posibles ataques de los indios chimilas. Apoyándose en la tradición oral, el religioso José Nicolás De la Rosa comentaba que la 28

1 3 7 Para el caso de la Costa Pacífica colombiana ver: Barona B., Guido. La maldición de Midas en una región del mundo colonial. Popayán, 17301830. Fondo Mixto de Cultura del Valle, Univalle. Cali, 1995; Romero, Mario Diego. Poblamiento y sociedad en el Pacífico colombiano. Siglos XVI al XVIII. Universidad del Valle, Cali, 1995.

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población había sido fundada a comienzos del siglo XVIII en las sabanas del río Ariguaní y se despobló a causa de los ataques de los chimilas.138 Lo cierto es que Valencia de Jesús apareció en el siglo XVIII elevada a la categoría de ciudad, con una población militar –en su mayoría de españoles o sus descendientes– que controlaban su cabildo y hacían usufructo de una de las zonas más prósperas de la gobernación de Santa Marta que, además de ser apta para la cría de ganados, era la principal ruta de comunicación entre Riohacha, la península de La Guajira y el río Magdalena; ruta por donde pasaba una parte del contrabando que era introducido al Nuevo Reino de Granada. Su misma erección como ciudad, cuya fecha se desconoce, nos muestra la aparición de un poder local que enfrentaba los términos de la ciudad de Valledupar y ganaba privilegios sobre un territorio que apenas en el siglo XVIII empezaba a ser colonizado. Valencia pasó a controlar política y administrativamente los sitios de San Sebastián de Rábago –hoy Nabusimake–, El Paso y Saloa. En Valencia de Jesús los esclavos fueron introducidos a partir de la creación de las nuevas haciendas ganaderas. La utilización que se les dio iba desde el servicio doméstico hasta las labores de los hatos. Las mujeres eran utilizadas en las labores de las casas, cuidado de las señoras y los niños de lactancia; mientras que los varones debían encargarse del cuidado de ganados, las crías, la fabricación de quesos, salar carnes y el vaqueo. En el hinterland de Valencia de Jesús encontramos que el número de esclavos en las haciendas no pasaba de ocho y oscilaba, por hato, entre tres y cuatro esclavos.139 Si bien los esclavos se encargaban de las actividades de los hatos también servían como inversión y muchos terminaban hipotecados o rematados por deudas de sus amos. Por ejemplo, al morir Isabel de Sossa dejó una deuda pendiente con el marqués de Santa Coa y su albacea procedió a amortizarla –debía 967 pesos– abonando tres esclavos: una esclava con cría en 235 pesos, un bozal en 250 pesos y una zamba en 150 pesos, para un abono de 635 a los 967 pesos.140

1 3 8 De la Rosa, José Nicolás . Floresta de la Santa Iglesia Catedral de la ciudad y Provincia de Santa Marta. Banco Popular, Bogotá, 1974, p. 222. La primera publicación de esta obra se realizó en el año 1745. 139 Un caso especial era el de Bernardo Campuzano, quien poseía en sus haciendas más de 40 esclavos. 140 Archivo Notarial de Valencia de Jesús, Tomo 3, fol. 56-58. En adelante se citará como A.N.V.J. 141 A.N.V.J. Tomo I, fol. 15-23-34. 142 Ibíd.

En las compras de los esclavos también influían aspectos afectivos. Los propietarios que se encariñaban con sus esclavos terminaban liberándolos o vendiéndoselos a sus padres. En el sitio de El Paso un tío de una esclava la compraba al dueño de la hacienda Las Cabezas, Domingo Porto, en 200 pesos.141 Mientras que otro mulato libre compraba en 150 pesos una mulatica de tres años, su hija.142 Otros vecinos optaban por concederles la libertad otorgándoles unas compraventas en las que los mismos esclavos aportaban el dinero que costaban, el cual, posiblemente, era pagado por sus dueños a cambio de su trabajo en tiempos libres. En 1727, el mismo Verdugo Porto le daba la libertad a una pareja de ancianos de 60 años recibiéndoles 100 pesos en efectivo y 200 en ganado.

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Los esclavos que llegaban a Valencia en el siglo XVIII eran traídos por vecinos de Riohacha. Las autoridades, conscientes de la posible introducción de esclavos de contrabando, debían anexar un certificado de un militar de esa ciudad que garantizara su procedencia lícita. En 1752, Francisco Bermúdez, presbítero comisario de la Santa Cruzada, subdelegado particular de ella y del Santo Oficio de la Inquisición, introdujo un buen número de esclavos bozales para venderlos en Valencia. Otros, compraban una familia entera. Tal es el caso de Isidro de Rivas que adquirió una pareja y su hijo en 500 pesos.143

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Los precios de los esclavos dependían de las calidades de las piezas. Así, lograban influir en su precio la edad, sexo, estado de salud, origen, su aculturación y el aprecio que le tuvieran sus amos. En 1772, Andrés Galbán pagó 300 pesos por un negro bozal de 28 años de edad, por considerarlo apto para el trabajo en sus hatos. En las compraventas de los esclavos se anotaban, junto al precio, sus calidades respectivas; por ejemplo, una alusión a “cimarrón” los hacia de especial cuidado. Igualmente, se vendían “criollos buenos”, en 200 pesos y “jóvenes bozales” en 250 pesos. También una esclava embarazada podía duplicar su precio. En cuanto a su número por familia o hato, encontramos que estos oscilaban entre dos y seis esclavos. Jerónimo Jiménez, alférez real, tenía tres esclavas y cinco varones en su hato en las sabanas de Maldonado144; mientras que Rosa María López Nevado tenía un negro “vaquero” y había pagado al negro Antonio López nueve pesos por “sacar palma del monte”; para el servicio doméstico tenía cinco esclavas y cinco esclavos para las labores de las haciendas.145 Otros hacendados que poseían negros esclavos en sus propiedades eran Bernardo Campuzano, quien tenía 46 en sus haciendas de El Paso; García de Luque tenía seis varones y dos mujeres en su casa y hato146; Juan Ruiz de Costo era dueño de cuatro mujeres y dos varones en su hato ganadero. También utilizaban mano de obra esclava los señores Mateo del Hoyo, Lucas de Esquivel y las señoras Juana Silvestre del Castillo y Salvadora Becerra. En las labores de los hatos también eran utilizados los servicios de mulatos pobres que recibían pagos a jornales. Como ejemplifica Antonio Julián, “... y son tan necesarios para recoger de cuando en cuando el ganado, para reconocerlo y traerlo a corrales, que á las veces habrá, y son precisas, quinientos, y seiscientos hombres a caballo para hacer, como allá dicen, el rodeo de una sola hacienda”.147 El número importante de esclavos que residían en Valencia y sus hatos nos indica que, para la mayoría de empresas, ya fueran agrícolas o ganaderas, se utilizaba mano de obra esclava ante la escasez de mano de obra libre. Los esclavos eran numerosos para una economía que no se apoyaba en la extracción minera ni en las grandes haciendas de trapiche. Así, la escasez de mano de obra libre nos muestra hasta qué punto el hato gana30

1 4 3 A.N.V.J. Tomo II, fol. 116-117. 144 A.N.V.J. Tomo I, fol. 57-62. Allí los esclavos se dedicaban al cuidado de unas cabras y ganados. 145 A. N.V. J. Tomo II, fol. 141. 146 A. N.V. J. Tomo II, fol. 126-129. 147 Antonio Julián. La Perla de América. Bogotá. 1980, p. 79-80.

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dero constituía en el siglo XVIII la única empresa que, por la demanda de carnes, ofrecía gran rentabilidad en la gobernación de Santa Marta.

CUADRO1 HATOS DE PASCUAL DÍAZ GRANADOS EN EL ÁREA DE VALENCIA DE JESÚS Y VALORES Y PORCENTAJES Bienes Tierras Casas Muebles Herramientas Corrales Platanales Esclavos Ganado vacuno Ganado caballar Cabrío Ovejas Totales

María Angola Valor % 5,29 800 2,18 330 1,09 156 0,18 27 0,16 24 0,14 22 6,28 950 63,27 9.561 20,73 3.134 0,16 24 0,49 74 15.112 100,00

Quiebra Hueso Valor % 14,80 530 0,56 20 0,04 2 0,97 35 0,28 10 77,64 2.780 5,69 204 100,00 3.580

Santa Bárbara Valor % 4,02 600 0,67 100 0,38 67 0,24 37 0,13 20 7,37 1.100 74,21 11.06 2,95 1.931 100,00 * 14.909

* A.G.I. Santa Fé, 1201. La tabla fue tomada de Tovar Pinzón, Hermes. Grandes empresas agrícolas y ganaderas. Cooperativa de profesores de la Universidad Nacional, Bogotá, 1980, pp. 134-135-270.

2.2 LA

ESCLAVITUD EN LA JURISDICCIÓN DE

DURANTE LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO

VALLEDUPAR XIX

Durante el período comprendido entre 1800 y 1850 se registraron en la ciudad de Valledupar más de ochenta compraventas de esclavos y en los testamentos de vecinos de la ciudad estos dejaban en promedio cinco esclavos. Por lo anterior, debemos preguntarnos por la forma en que funcionaba la esclavitud en ciudad del Caribe colombiano y en su hinterland durante la primera mitad del siglo XIX. Para finales del siglo XVIII el número de esclavos que habitaban la gobernación de Santa Marta llegaba a cuatro mil.148 De estos, cerca de ochocientos habitaban la ciudad de Valledupar y más de doscientos la ciudad de Valencia de Jesús. Como nos muestran las cifras, el número de esclavos era importante. Así, los esclavos en Valledupar eran aproximadamente el 20% de la población total de la ciudad, la cual llegaba a tres mil seiscientas personas. Frente a lo anterior, es necesario hacerse algunas preguntas relacionadas con la forma en que la mano de obra esclava fue utilizada en la ciudad de Valledupar, en qué unidades productivas trabajaron y si existió un mercado de venta de esclavos y cuáles eran las características particulares de este en lo que se refiere a precios, edades y sexo de los esclavos. 1 4 8 Romero Jaramillo, Dolcey. Esclavitud en la Provincia de Santa Marta, 1791-1851. Fondo de Publicaciones de Autores Magdalenenses, Instituto de Cultura y Turismo del Magdalena, Santa Marta, 1997.

Desde 1800 hasta 1820 la venta de esclavos en Valledupar fue estable, con un promedio anual de cinco esclavos, la mayoría de estos de sexo masculino. En cuanto a los precios, estos oscilaban entre 150 y 250 pesos. Así, un joven bozal valía 250 pesos mientras que una esclava criolla valía 200 pesos. A medida que la edad del esclavo aumentaba, su valor

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descendía. En cuanto a la cuestión racial, encontramos que la mayo parte de los esclavos vendidos eran criollos; la mayoría eran de color zambo y de estos las mayoría eran vecinos de la ciudad.

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Los esclavos eran utilizados en tres actividades: trabajaban en los trapiches, en los hatos ganaderos y en el servicio doméstico. Servían como jornaleros y debían dedicarse a actividades laborales como el corte de palma o madera, hacer corrales, cuidar el ganado y las bestias caballares, pastear, arrear y cuidar de las vacas paridas. El poder económico de los vecinos de la ciudad determinaba el número de esclavos que estos poseían. Tenían un buen número de esclavos personas como Francisca Oñate que se servía de cinco esclavos, dos mujeres y tres hombres, a quienes tenía en su casa y hato de La Paz.149 Mientras que doña María Josefa de Pumarejo utilizaba para las labores de sus haciendas y su servicio personal nueve esclavos. La cifra más alta de esclavos la tenía el Teniente de Milicias José María Fernández de Castro, quien aglutinaba en sus fincas y casas la cantidad de 29 esclavos, lo cual era una fortuna invertida en mano de obra para el funcionamiento de haciendas y servicios personales.150 En 1820, Pedro Fernández de Castro, descendiente de José María, poseía en sus hatos cerca de 11 esclavos. Otras de las familias latifundistas poseedoras de esclavos eran los Pumarejo, Socarrás, Maestre, Camarillo, Oñate, Redondo, entre otros. En los testamentos de algunos vecinos de la ciudad encontramos que el número de esclavos en una unidad familiar llegaba en ocasiones a 14 esclavos, como es el caso de Emeterio Celedoneo Maestre quien, para el año 1802, decía tener 14 esclavos los cuales trabajaban en su casa de teja, en un hato de ganados y bestias y en una estancia e ingenio de trapiche.151 Igualmente, en el mismo año, Ana Antonia Herrera tenía en su hato en el paraje de Cuaresma siete esclavos152, mientras que María del Rosario Guillén dejaba en su hato de ganado vacuno y caballar siete esclavos. En el año 1851, José Antonio Daza declaraba tener en las cercanías de Valledupar, en los llamados playones de Verdecía, siete esclavos. Los precios de los esclavos oscilaban entre 250 y 150 pesos, dependiendo de sus características personales. Por ejemplo, en 1803, Ángela Martínez vendía a Joaquín Molina una esclava de su propiedad llamada Simona, cuyas características eran ser criolla, de 17 años de edad y avaluada en 229 pesos.153 Por otro lado, Catalina Rodríguez vendía a Vicente Cataño un esclavo zambo, de 26 años de edad, que tenía en el sitio de Badillo, por el que recibió la suma de 260 pesos. Francisca de Oñate compraba, también, un esclavo “criollo de color zambo” en 120 pesos. El valor de las esclavas con crías aumentaba fácilmente; como en el caso de la esclava María Josefa, de 19 años, criolla de color negro que era separada de su compañero y vendida en 300 pesos.154 Juan José de Armas, en el año 1801, vendía “una esclava criolla llamada María Dolores, negra, de diez y ocho años por doscientos cincuenta pesos”.155 32

1 4 9 Notaria Primera de Valledupar (N.P.V.), Tomo de 1801. En adelante se citará como N.P.V. 150 N.P.V., Tomo de 1803. 151 N.P.V., Tomo de 1802. 152 N.P.V., Tomo de 1802. 153 N.P.V., Tomo de 1803. 154 N.P.V., Tomo de 1800. 155 N.P.V., Tomo de 1801.

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Así, eran vendidos niños, mujeres, varones, adultos durante toda la mitad de siglo hasta que el gobierno liberal de 1848 decidiera decretar la libertad de los esclavos. Dentro de las ventas se pueden distinguir varias tendencias: por un lado, el grado de mestización de los negros, ya que siempre se hacia alusión en las ventas a negros criollos, es decir, nacidos en América y a colores como zambo y mulato. Es el caso de Francisco Meléndez, quien vendió un esclavo “criollo, mulato, nombrado Pedro Pablo de 34 años”.156 Llama la atención que la mayoría de esclavos criollos vendidos eran denominados “zambos”, elemento que muestra el grado de mestización de la población esclava y de la ciudad de Valledupar. Las relaciones entre los esclavos y algunos de los amos parecían ser complejas. En la región existió un tipo de esclavitud que se diferenciaba de los sistemas esclavistas de las Antillas y de la misma Cartagena. La flexibilidad de la esclavitud en la región generó relaciones paternalistas de los amos hacia sus esclavos que, en algunas ocasiones, terminaban en la libertad de estos últimos. Desde el siglo XVIII parecía existir esta tendencia que se acentuó en el siglo XIX con la crisis del sistema esclavista. En el año 1800, María del Rosario Mestre dió libertad a una “mulatica” que tenía en su poder “por el mucho amor y cariño que le tengo”.157 Al parecer la niña era hija de su esposo Agustín de la Sierra con una esclava de su propiedad. Este no fue el único caso; durante los cincuenta años analizados se dieron libertades graciosas a más de treinta esclavos por diferentes razones; lazos de consanguinidad, paternalismo, vejez, lazos afectivos, eran las razones aducidas por lo general. En otros casos, los propietarios de esclavos les permitían trabajar en sus ratos libres, con lo que ahorraban para pagar, ellos mismos, su precio. Es el caso del esclavo Marcelo, de propiedad de Juana Josefa Quiroz, quien canceló su precio de 87 pesos y su dueña le dio la libertad.158 En 1807, Francisco José Díaz Granados dio la libertad a una esclava Zamba por “gracia de merced en justa merced y compensación de sus leales servicios y de su justo valor y precio”.159 Por otro lado, María Concepción Loperena daba la libertad a una esclava “criolla llamada Encarnación por doscientos pesos”.160 En 1825 María del Carmen Torres dejaba entre sus bienes siete esclavos los cuales “debían quedar en libertad a la hora de su muerte”.161

1 5 6 N.P.V., Tomo de 1826. 157 N.P.V., Tomo de 1801. 158 Independientemente de las libertades y la flexibilidad de las relaciones entre amos y esclavos, el sistema esclavista no dejaba de ser penoso y degradante para cualquier esclavo. 159 N.P.V., Tomo de 1807. 160 N.P.V., Tomo de 1811. 161 N.P.V., Tomo de 1825.

La crisis del sistema esclavista se hizo evidente en la región de Valledupar a partir de 1830. En adelante, las transacciones caerían a una por año. Así, la precariedad de la economía local y la expansión de la ganadería obligaban el poco uso de mano de obra. Los hatos ganaderos utilizaban poca mano de obra y los ingenios cercanos a la ciudad de Valledupar no eran lo suficientemente grandes para ubicar a una gran cantidad de esclavos. Aun así, proporcionalmente, el número de esclavos en la región era alto. Estos, una vez que el sistema esclavista entró en crisis y se decretó la libertad de parto, y después de que se pusiera fin al sistema esclavista, se establecieron en sitios específicos donde se dedicaron al cultivo de pancoger. María Angola, Guacoche, Aguas Blancas y El Paso serían los sitios donde se ubicarían los descendientes de esclavos.

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IV. LA EXPANSIÓN GANADERA Y AGRÍCOLA EN VALLEDUPAR ENTRE 1850 Y 1880

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A partir de 1850 la economía de Valledupar presentaría importantes cambios. En esta fecha, justamente, se inició la colonización de las zonas de vertiente en la Sierra Nevada de Santa Marta y la serranía de Perijá. En relación con las propiedades rurales, que se presumen como unidades productivas, la ya mencionada Toribia Oñate declaraba de su propiedad el hato de Pital y la casa y corral con el ganado vacuno, caballar, asnar, y cabrío.162 Raimundo Maestre dejaba entre sus bienes “unas estancias de caña, situadas en las inmediaciones de esta ciudad en tierras propias…”. Allí tenía también “un ingenio de trapiche” y en el sitio de María Angola dejaba un “hato con canal y corral” y tierras en Las Raíces.163 Para esa fecha, Escolático Córdoba vendía a María Francisca Maestre cuarenta y seis pesos de tierras en El Pedregal y Las Minas, estas últimas por cien pesos, terrenos ubicados en el cantón de Valencia de Jesús.164 Simón Argote, por su parte, dejaba constar en su testamento que era fiador de los señores Agapito y Francisco Labarces por la suma de 4.000 pesos que debían a José Antonio Pumarejo de mil reses que debía entregar este a los hermanos Labarces.165 Esto muestra el movimiento de ganados entre la región y la ciudad de Ciénaga, sitio de vivienda de los Labarces. La aparición de cultivos de caña de azúcar marcaría la nueva tendencia en la economía local. Por otro lado, es necesario reconocer que los Pumarejo manejaban sus unidades de producción como empresas ganaderas. Tal como anotábamos en líneas anteriores, esta familia expandía sus propiedades en zonas ricas en pastos naturales, los llamados playones. La respetabilidad de los Pumarejo se debía que estos eran considerados como albaceas de varios vecinos de la región. Por ejemplo, José Domingo administró los bienes de Cayetana González a quien entregó 1.200 pesos cuando cumplió 18 años.166 Entre los bienes estaban una casa y tierras en el sitio de La Junta. José Domingo también era el encargado de los diezmos del distrito de Valencia de Jesús el cual remató en la cifra de 400 pesos. En 1851 Rafael Gil reconoció una obligación a favor de José Domingo Pumarejo por 200 pesos, que fueron pagados de la siguiente forma: “dos fondos de hierro con peso de quince arrobas, en ciento diez pesos, tres caballos capones en cuarenta pesos, dos novillos en doce pesos y veinte y cuatro pesos en efectivo”.167 Los fondos mencionados eran para un trapiche y el precio de los caballos y novillos nos muestra el valor del ganado. Como se ve, este no era muy alto y adquiría valor cuando se lo llevaba a otra ciudad o salía de contrabando por la península de La Guajira. En 1852, Antonio Pumarejo reconocía una deuda por 3.597 pesos a su familiar José Domingo, la cual había sido adquirida en el año 1847.168 En la segunda mitad del siglo XIX el movimiento de compraventas de tierras se centró en Los Corazones, Espíritu Santo, Las Raíces, La Paz, 34

1 6 2 N. P. V., Testamento de Toribia Oñate, Tomo de 1850. 163 N. P. V., Testamento de Raimundo Maestre, Tomo de 1850. 164 N. P. V., Venta de Tierras, Tomo de 1850. 165 N. P. V., Testamento de Simón Argote, Tomo de 1850. 166 N. P. V., Tutela de Menores, Tomo de 1850. 167 N. P. V., Reconocimiento de Obligación, Tomo de 1851. 168 N. P. V., Reconocimiento de Obligación, Tomo de 1852.

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Sierra Montaña, María Angola y Aguas Blancas. En el primer sitio, Ana Gertrudis Guerra vendió a Esteban Redondo 5 pesos de tierra.169 Uno de los grandes propietarios de la ciudad era el presbítero Juan B. Rodríguez quien dejaba en las cercanías de Valledupar “un hato nombrado El Cerrito”.170 Allí también, Juan José Mestre vendió a José de Armas 6 pesos de tierra.171 En 1851 Trinidad Pinto donaba a Juana Francisca Fragoso una casa de palma amarga, “tres burros y dos pesos de tierra” en Los Corazones.172 En 1851 Trinidad Sierra vendía a Juan Maya “diez pesos de tierra en Los Corazones y cuarenta pesos en Las Raíces”. Este último sitio se encontraba en cercanías del río Cesar. José Antonio Daza dejaba en su testamento bienes en la parroquia de Espíritu Santo; allí tenía una casa de “palma” y un “hato de ganado vacuno, caballar, mular y algunos cerdos”. Igualmente expresaba la posesión de nueve esclavos.173

1 6 9 N. P. V., Venta de Tierras, Tomo de 1851. 170 N. P. V., Testamento de Juan Martinez, Tomo de 1850. 171 N. P. V., Venta de Tierras, Tomo de 1851. 172 N. P. V., Donación Graciosa, Tomo de 1851. 173 N. P. V., Testamento de José Antonio Daza, Tomo de 1851. 174 N. P. V., Testamento de José Tomás Pinto, Tomo de 1851. 175 N. P. V., Venta de Tierras, Tomo de 1857. 176 N. P. V., Venta de Ganados, Tomo de 1863. 177 N. P. V., Venta de Tierras, Tomo de 1873. 178 Ibíd. 179 N. P. V., Testamento de Juana María Maestre, Tomo de 1851. 180 N. P. V., Venta de Tierras, Tomo de 1868. 181 N. P. V., Venta de Tierras y Ganados, Tomo de 1851.

En La Paz, el presbitero José Tomás Pinto dejaba “cien pesos de tierras” en los terrenos de “El Limonar” y un hato de “ganado vacuno” en La Falda.174 En la zona de Palmira y Jobo, Fernando León Quintero vendía a Estefanía Bello “cuarenta pesos de tierra en El Foco”.175 También en La Paz, Sinforoso Pumarejo vendía a José Oñate “un sinnúmero de ganado vacuno por cuatrocientos pesos”.176 En 1873 Mercedes Zuleta vendía una “labor de tierra llamada ‘La Esperanza’ a Francisco Céspedes” por la suma de trescientos sesenta pesos.177 La precisión de los límites de las tierras nos muestra cómo la zona era cultivada por otros vecinos de ese poblado. La posesión “ubicada en el camino real que conduce a San Diego, colinda con la hacienda de caña del señor Juan J. Arzuaga y con la labor de las señoras María Antonia, Isabel y Emilia Torres”.178 Durante la segunda mitad del siglo XIX empezaron a darse transacciones y ventas de tierra en la zona conocida como Sierra Montaña, situada en las estribaciones de la serranía de Perijá. Juana María Maestre reconocía en su memoria testamentaria que poseía en esa región “veinte pesos de tierra”.179 En el año 1868, Pascual Oñate vendía a José Manuel Baquero “dos pesos de tierras”.180 Al comparar el precio de las tierras con el del ganado encontramos que este último valía mucho más y que a los campesinos les era más fácil obtener tierras para la agricultura que dedicarse a la cría de ganados. Llama la atención la venta que realizó en 1851 José Antonio Daza a Manuel Dávila por valor de 5.379 pesos. Esta suma valía la “hacienda y tierras de ‘Verdecia’, seiscientos noventa y dos reses a cuatro pesos, veinte y cinco cabezas a diez pesos, sesenta y una bestias a catorce pesos, un burro hechor en cincuenta pesos, cuatro potritas de marquilla a tres pesos, tres muletas de marquilla en cinco pesos y siete mulas mansas en cuarenta pesos”.181

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Pero no solo era ganado lo que se vendía en Valledupar. Por ejemplo, José Francisco de Armas reconocía una deuda por 750 pesos a Bernardo Clavijo; este era el precio de “una estancia de caña, cacao, platanal e ingenio de trapiche” ubicada en cercanías del río Badillo.182 En cercanías de Badillo, no lejos de Río Seco y Socola, Juana Romero vendía a Antonio Colina tierras por valor de 200 pesos.183 En La Paz, Sebastián Mestre poseía un hato llamado Minguillo y “una estancia, ingenio de trapiche en tierras propias”.184 En relación con la producción de caña encontramos la obligación de José María Pinto a favor de Juan Herrera por 3.500 pesos, en que se avaluaban “una estancia de caña e ingenio de trapiche con todos sus útiles”.185 Otra venta que incluía cultivos de caña se realizó por parte de Francisco Javier Maestre a favor de José Francisco Gutiérrez y Eugenio A. Martínez; esta propiedad consistía en “una estancia con su ingenio de trapiche, fondos, café, cacao, caña, plátano y otros árboles frutales… en valor de mil pesos”.186 Llama la atención la presencia de árboles de cacao y café en cercanías de la ciudad, pues esta hacienda se encontraba en la región de El Rincón, en las goteras de Valledupar. Igualmente, en inmediaciones de Valledupar, Juan Maya vendió a José Guerrero una “estancia de caña, con su ingenio de trapiche” situada “del lado que denominan ‘Asequión’”.187 En la misma zona, en el año 1858, Bartolomé Ustariz vendía a Rafael Mestre […] una estancia de cañas, ingenio de trapiches situada dentro de los límites de este distrito del lado denominado el “Asequión” en el lugar nombrado “El Rincón”, colindando por un lado con la estancia del señor presbítero Manuel María Martínez i por el otro con las labranzas del señor Manuel José Oñate i José Antonio Torres, compone de trapiche, dos fondos, una casa de molienda en regular estado, cuatro mulas, tres caballos, tres burros, un buey, diez cañaverales, un platanal, mil matas de café i varios árboles frutales, como mangos, guayabas, aguacates (sic)[...].188

Aquí vemos cómo el cultivo de café en la región de Valledupar se inició en las proximidades de la ciudad. En 1871, Silvestre Ustáriz dejaba por bienes “una estancia e ingenio de trapiche” situada en la margen de los ríos Arroyo Molino y Limón, el cual contenía “nueve cañaverales, un platanal, un potrero, algunos árboles, dos bueyes y un burro”.189 Igualmente, en 1872, Demetrio Céspedes vendía a José de Pumarejo una “hacienda de caña en mil doscientos pesos”.190 En 1873 los herederos de Silvestre Ustáriz vendían a Martín Aroca “una hacienda de caña” ubicada “en medio de La Canoa y el Arroyo El Molino”.191 Estos caños estaban situados al norte de la ciudad. En la región de Aguas Blancas, la señora Jerónima González vendía a José María Baute “veinte y cuatro pesos de tierra por valor de ciento veinte pesos”.192 En la misma región, Francisco Manuel Quiroz dejaba un hato de “ganados”.193 En esta región Faustino Bermúdez vendió a José Antonio Colina “doce reales de tierras en ‘Guacoche’”.194 36

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1 8 2 N. P. V., Reconocimiento de Obligación, Tomo de 1851. 183 N. P. V., Venta de Tierras, Tomo de 1851. 184 N. P. V., Testamento de Sebastián Mestre, Tomo de 1852. 185 N. P. V., Reconocimiento de Obligación, Tomo de 1852. 186 N. P. V., Venta de Tierras, Tomo de 1852. 187 N. P. V., Venta de Tierras, Tomo de 1853. 188 N. P. V., Venta de Tierras, Tomo de 1858. 189 N. P. V., Testamento de Silvestre Ustariz, Tomo de 1871. 190 N. P. V., Venta de Tierras, Tomo de 1872. 191 N. P. V., Venta de Tierras, Tomo de 1873. 192 N. P. V., Venta de Tierras, Tomo de 1852. 193 N. P. V., Testamento de Francisco Manuel Quiroz, Tomo de 1853. 194 N. P. V., Venta de Tierras, Tomo de 1853.

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Una muestra de la economía local es proporcionada por el documento que reposa en la Notaría Primera de Valledupar fechado en el año 1852, donde se describe, por valor de 79.333 reales, el remate de las rentas de aguardiente, palo de brasil y cueros, degüello de reses y cerdos, tabaco y peaje de reses. Estos diezmos fueron rematados a favor de los vecinos de Valledupar José Domingo Pumarejo, Pascual Díaz Granados y el doctor Vicente Daza. Los remates se discriminaban de la siguiente forma: Pagaremos por la renta de aguardiente 21.532 Por la de palo brasil i cueros 28.864 Por la de tabaco de otras provincias 7.186 Por la de degüello de reses i cerdos 18.161 Por la de peaje de reses 3.589 Es decir que daremos por estas rentas 79.333 reales [sic].195 Si bien en los archivos notariales no se encuentran alusiones al cultivo de tabaco, vemos como este ramo hacía parte de la economía local. Posiblemente este cultivo estaba en manos de campesinos que nunca registraban las ventas en documentos notariales. En 1853, el presbítero Manuel María Martínez reconocía que poseía […] un establecimiento de agricultura, establecido y formado por mi en las inmediaciones de esta ciudad [se refiere a Valledupar], compuesto de cañaverales de azúcar, materiales, cacao, café y otros más árboles frutales, con casas, ingenios de trapiche, mulas, bueyes, burros y demás animales, ciento veinte pesos de tierra y los ganados vacunos, burral y cabruno, dos caballos andones […].196

En el año 1855, la española Florencia Baute dejaba como bienes “una parte de tierras en las sabanas de Aguas Blancas”; otra parte “en las de Sabanetas y Punta Dentro”.197 Nuevamente se encuentra un documento relacionado con el cultivo de cañas en el año de 1855, cuando Pedro Guillén y Burgos arrendaba “una de sus haciendas de cañas” a Manuel José Trillos por la no despreciable suma de 2.000 pesos. En ese mismo año, Jacob A. Correa vendía a Fernando de Leon una “hacienda de cañas” por la suma de 1.600 pesos en la región de La Pedregosa. La zona de La Pedregosa se caracteriza, aún hoy, por estar circundada por una quebrada que mantiene agua todo el año y por la fertilidad de sus tierras.

1 9 5 N. P. V., Remate de Diezmos, Tomo de 1852. 196 N. P. V., Testamento de Manuel María Martínez, Tomo de 1853. 197 N. P. V., Testamento de Florencia Baute, Tomo de 1855. 198 N. P. V., Venta de Tierras, Tomo de 1857.

Siguiendo con las ventas de tierras, en la región de las llamadas sabanas de Potosí, Rosa y José Vicente Daza vendieron a Estefanía Bello y Calixto Mejía las tierras de “Potosí” y “Maldonado” por la suma de “cien pesos”.198 En el siglo XVIII los vecinos de Valencia de Jesús tenían en esta región sus hatos ganaderos. En un documento fechado en el año 1857, Rosalía Maestre reconocía su derecho a propiedad en el hato de Guaymaral, en cercanías de El Paso,

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en el cual tenía “un hato de ganados”.199 Este mismo año vuelve a aparecer una venta de tierras en la que Francisco Gutiérrez vendía a Vicenta Bravo “una acción de tierras en Las Raíces, Casacara, María Angola, Río Seco y Quiebra Hueso”. Casacara era un sitio ubicado antes de llegar a Espíritu Santo, en las estribaciones de la serranía de Perijá, al sur de Valledupar.

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Otra persona poseedora de tierras era María Francisca Quintero, quien dejaba: […] Veinte y dos pesos de tierras en María Angola y diez y siete en el Playón del Mono, veinte reses, diez burros, una yegua escotera, un rebaño de ovejas como de cien cabezas, una casa de palma, un potrero en el patio, un platanar a orillas del río El Diluvio y unos hierros de carpintería.200

Para el año 1860, José Antonio Caballero dejaba a sus herederos “un sinnúmero de ganados de todas las clases con la misma marca, un caballo, una mula, un hato en el paraje El Salguero en el río Cesar”.201 En 1861, José Francisco Molina dejaba un hato de ganados llamado “Cespedera”.202 La zona de Azúcar Buena, despensa hasta la actualidad de la ciudad de Valledupar, empieza a aparecer en los documentos notariales a partir de los años sesenta del siglo XIX. En 1861, Benito Villazón vendía allí a Tomasa Puche “una labor de plátano en diez y seis pesos”.203 Las referencias a cultivos de pancoger eran constantes a partir de esta década. Agustín Fragaso poseía “treinta hectáreas cultivadas de maíz y yuca” en La Pedregosa.204 Igualmente, en el año 1868, Bartolomé Ustáriz vendía a Antonia Ochoa “por valor de doscientos ochenta pesos, unas tierras ubicadas en el paraje El Rincón”.205 La primera alusión a propiedades en el sitio llamado Manaure, ubicado a 700 metros sobre el nivel del mar, la encontramos en 1871. Allí, Luis Cotes vendía a su hermano Silvestre Cotes, por 800 pesos “un ingenio de trapiche”.206 Ese mismo año Silvestre vendió la posesión a Pastora Araújo, agregando que tenía “un aparato destilador”.207 Manaure se convertiría en el siglo XX en el principal productor de café de la zona junto a la zona de Sierra Montaña. En la zona del río Marquezote, Francisca Concepción y Manuel Mejía vendían en 1871 a Mercedes Zuleta, vecina de La Paz, por 61 pesos, unos terrenos ubicados entre el río Marquezote y el arroyo Guamacho.208 Nuevamente en 1871 aparece una venta en Aguas Blancas en la que Buenaventura Maya compraba un hato por valor de “seiscientos pesos”.209 Un documento que relaciona la existencia de cerdos en los hatos es el testamento de Manuel Pretelt, quien era dueño de “una casa de invierno, con corral en terreno propio, nombrada El Espinal” y “Barranquito”, en cuya posesión tenía “un sinnúmero de ganado vacuno, asnal y cerdos marcados”.210 La expresión que se refiere a la marca de los cerdos nos 38

1 9 9 N. P. V., Reconocimiento de Propiedad, Tomo de 1857. 200 N. P. V., Testamento de María Francisca Quintero, Tomo de 1858. 201 N. P. V., Testamento de José Antonio Caballero, Tomo de 1860. 202 N. P. V., Testamento de José Francisco Molina, Tomo de 1861. 203 N. P. V., Venta de Platanar, Tomo de 1861. 204 N. P. V., Testamento de Agustín Fragoso, Tomo de 1862. 205 N. P. V., Venta de Tierras, Tomo de 1868. 206 N. P. V., Venta de Ingenio de Caña, Tomo de 1871. 207 N. P. V., Venta de Ingenio de Caña, Tomo de 1861. 208 N. P. V., Venta de Tierras, Tomo de 1871. 209 N. P. V., Venta de Tierras, Tomo de 1871. 210 N. P. V., Testamento de Manuel Pretelt, Tomo de 1871.

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muestra la importancia de estos animales en la economía de la región. Como mostramos en líneas anteriores, los cerdos hacían parte de la economía local, y el degüello de cerdos era incluido como una variante de los impuestos locales en la ciudad de Valledupar. En los estudios sobre la economía regional poco se ha mirado la cría de cerdos como un importante renglón dentro de esta. Durante el siglo XX las constantes alusiones en las canciones de los campesinos costeños a los cerdos nos dan muestra de la importancia de estos en la economía familiar. Las ventas de terrenos continuaron en el año 1874, cuando David Mestre vendió a Silvestre Herrera en 32 pesos “un globo de tierra denominado ‘Pedro Becerra’ en cercanías de la ciudad”.211 Igual sucedió con los herederos de Pedro Guillén, quienes vendieron a José de Pumarejo diez pesos de tierra “en la sabana de Camperucho, en la boca del río Garupal”.212 Una venta de gran valor fue la realizada por José de Pumarejo a Pedro R. Monsalvo, por 1.600 pesos, de “una estancia denominada ‘Santa Rosa’”, ubicada en el globo de tierra ‘Vacas Gordas’, las cuales se encuentran cultivadas de cañas, plátano y frutales y además tiene una trapichería y una casa de material”.213 Igualmente, Sinforoso Pumarejo vendió a Pedro R. Monsalvo, por la suma de 1.200 pesos, en la misma área de “Vacas Gordas” una estancia de cañas y frutales.214 Allí, por separado, Sinforoso vendió a Monsalvo “un alambique con casa de adobe y tejas” en 1.120 pesos. Siguiendo con las ventas de la familia Pumarejo, Sinforoso vendió, en la zona de “Pereira”, “una casa de adobe y palma y una estancia” por valor de “ochocientos pesos”. En el testamento de Sinforoso Pumarejo, este dejaba los siguientes bienes:

Bienes generales Una casa La quinta parte de una casa avaluada en 200 pesos La quinta parte de una casa avaluada en 175 pesos La quinta parte de un salón avaluado en 25 pesos Una casa de adobe y teja situada en la calle de “Aurora” Un cuarto de adobe y teja en la casa de la señora Trinidad Aroca Un cercado llamado “Potrero Grande” La quinta parte de la tierra del playón de “Guardatinaja” avaluada en 160 pesos La quinta parte en cada uno de los terrenos en la sabana de Los Venados por 493.36 de “Candelaria y Sabana Nueva” que vale 92.45, del “Cerrito” 80, de la sabana de los “Tontos” 200 y “Playón del Rubio” 40. La tierra de El Diluvio La tierra del playón de “El Mono” La tierra de “María Angola” La tierra de “Camperucho Abajo”

100 40 35 5 160 10 25.08 32 185.16 104 4 4 5

2 1 1 N. P. V., Venta de Tierras, Tomo de 1874. 212 N. P. V., Venta de Tierras, Tomo de 1874. 213 N. P. V., Venta de Tierras, Tomo de 1874. 214 N. P. V., Venta de Tierras, Tomo de 1874.

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Bienes generales La tierra de “Camperucho Arriba” La tierra de “Quiebra Hueso” L posesión de “El Diluvio” 152 vacas paridas a 16 c/u 59 vacas escoteras a 12 c/u 10 toros a 12 c/u …120 36 novillas a 16 c/u …576 68 novillas de 2 años a 8 c/u…544 19 novillas de 1 año a 4 c//u …6 50 toretes de 2 años a 8 c/u …400 Subtotal Otros animales Joyas y muebles Dinero liquido Gran total*

4 90.4 200 2432 708 120 576 544 76 400 6755 1008 154.60 414.25 12.014.69

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* N. P. V., Testamento de Sinforoso Pumarejo, Tomo de 1877. La herencia se dividió entre sus hijos Pedro Manuel Pumarejo y María del Rosario Pumarejo.

Este testamento nos da una idea de las inversiones de los ganaderos en Valledupar. El grado de especialización se percibe a través del precio del ganado. Por ejemplo, el precio de una novilla de un año a otra de dos. Cuando el francés Luis Striffler pasó por las sabanas cercanas a los ríos Ariguaní, Garupal y El Diluvio relató que: […] Después de pasar una cañada seca, entramos en una planicie muy pareja y en el fondo de esa pradera, una casa bien construida, de agradable aspecto, con paredes blanqueadas, ventanas y corredor. A la izquierda había un corral con una fuente destacada y a la derecha, una entrada que conduce a otros edificios menores. Llegamos a esa mansión de tan regular apariencia exterior. Un joven de excelentes maneras nos recibió: era Urbano Pumarejo, que habiendo sido informado en su casa del Valle, de nuestra llegada a Los Venados, se trasladó a su hacienda para hospedarnos y proporcionarnos todos los recursos que pudiéramos necesitar.215

De Urbano expresó: Así, a la edad de veintidós años tuvo que concentrar todo su entendimiento en gestiones de intereses pecuniarios: obligado a administrar una fortuna que jamás se verá realizada; fortuna que en su mayor parte consiste en semovientes cuyo paradero se ignora.216

Striffler sabía de la precariedad del control del ganado vacuno en la región del río Cesar; por ello afirmaba que elocuentemente: “¿Quién cuenta con las cimarroneras y quién cuenta con ellas?”.217 Un negocio que marcó el inicio de la famosa sociedad de Las Cabezas se ejecutó en el año 1875, cuando Rafael Suárez vendió a Oscar Trespalacios, por 500 pesos, los terrenos llamados “San José de Mata de Indio” y “La Embocada”.218 Igualmente, uno de los documentos que muestra la acumulación de terrenos por parte de la familia Maya, es aquel en el que consta la venta que hizo Francisco Maya al cónsul de Francia en Riohacha, José Laborde, de todos sus bienes: 40

2 1 5 Striffler, Luís. El río..., op. cit., pp. 124-125. 216 Ibíd. 217 Ibíd. 218 N. P. V., Venta de Tierras, Tomo de 1875. Según consta en la escritura estos terrenos estaban ubicados desde la boca del caño de “Castro”, aguas arriba, hasta la cabecera de “Mata de Gallina”. Respecto de los Trespalacios, el francés relató que Óscar Trespalacios “… es el soberano de la entrada del Valle, del lado de El Banco… los Trespalacios constituyen el gran todo, en los infinitos contornos de su dominio. Óscar Trespalacios no solo domina, sino que sirve con rara benevolencia”. Ibídem., p. 121.

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Una casa en la plaza de Valledupar, con patio, traspatio y contrapatio y sus muebles por una cantidad de 6000 pesos. 250 reses de dos años en adelante a razón de 20 pesos c/u las cuales tiene en los hatos de Mancarna, Potrerillo y Guabaneta por la suma de 5.000 pesos. Acciones de tierras en los globos Mancarna, Potrerillo, Guabaneta, Raíces, Guacoche, Pereira, Maldonado, Manaure, Asequión, Piñones y Palma Redonda por la suma de 1.000 pesos. Un potrero en Asequión por 1.200 pesos. 12 burras a 16 pesos c/u 192 pesos. 4 bestias de sillas de merito [sic] a razón de 100 c/u 400 pesos.219 Todos estos bienes fueron vendidos con un 20% de descuento. Se entiende que problemas personales de Maya lo obligaron a realizar esta venta. Respecto de sus propiedades, llama la atención que el valor de la casa superara el de sus ganados, mostrando cómo la elite de la ciudad de Valledupar invertía en su estatus social. Igualmente, que el número de ganados fuera bastante alto. La diversificación en los hatos se muestra con la aparición de la cría de ovejas y cerdos. En su testamento, María del Carmén Caballero deja a sus hijos “una casa corral en el hato de “Las Raíces”, un sinnúmero de ganado vacuno, cuatro burras, un pollino, un número de cabras y ovejas y cerdos”.220 Entre los años 1878 y 1880 siguieron dándose ventas de terrenos en Aguas Blancas, María Angola y Valencia de Jesús. De la información que reposa en estos documentos merecen ser destacados los bienes de Vicente J. Gutiérrez221 registrados como sigue:

Globo de tierra en Río Seco Ganado vacuno cimarrón 22 novillas de dos años 15 toretes de 2 años 5 chivotes a 2 c/u 7 cerdos 19 cabras escoteras y un chivote Total general

50 150 88 60 10 4,40 15,60 369

Este documento muestra una pequeña unidad y se resalta la inclusión de ganado cimarrón, chivos, cerdos, y cabras. 2 1 9 N. P. V., Venta de Tierras y Ganados, Tomo de 1875. 220 N. P. V., Testamento de María del Carmen Caballero, Tomo de 1876. 221 N. P. V., Venta de Tierras, Tomo de 1880.

En el año de 1871, José Antonio Borrego, como curador de los bienes de los menores José María y Esterina López reconoce que los ganados que el administra están evaluados en $615, de un total de $2.389 que administra. El desglose del valor del ganado nos muestra la conformación de la unidad productiva.

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23 vacas paridas a 12 c/u 21 vacas escoteras a 5 c/u 1 toro de capa 13 novillas de sierra 12 terneras 11 novillas de dos años a 4 c/u 4 novillas de dos años a 4 c/u 1 mulo colorado 1 burro inútil Una silla de montar Un freno Un machete Una escopeta Subtotal 12 vacas paridas a 6 c/u 10 vacas escoteras 6 novillos 6 terneros 1 mulo 3 perros 1 burro inútil Subtotal Total* *

138 105 4 26 24 44 16 32 8 5 1 2 5 410 72 50 12 12 52 5 2.50 205.50 615.50

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N.P.V. Fianza y seguro. Tomo de 1871.

El anterior documento puede servir de modelo para entender el funcionamiento de un hato promedio. Se podría afirmar que la mayoría de hatos que se encontraban en las cercanías de Valledupar tenían en promedio los ganados y la estructura de la propiedad que administraba José Antonio Borrego. Así, un análisis de la información recolectada en el archivo notarial de Valledupar nos lleva a las siguientes conclusiones. Por un lado, como ya lo hemos dicho, la principal actividad de la región era la ganadería. La cría de ganados era el fuerte de los habitantes de Valledupar y podría decirse que había un grado de especialización de este sector. Luego de la cría de ganados, sobresalía la producción de caña y los ingenios situados en las cercanías del río Guatapurí; estos abastecían a la ciudad de panelas y de aguardientes. La cría de caballos, cerdos y ovejas era otro segmento de la economía que, al parecer, tenía bastante movimiento. Los cerdos debían ser consumidos en la ciudad y los ganados vendidos en Riohacha, sitio a donde eran llevados los cueros y el palo de tinte. Sobre este último no se consiguen datos de compraventa pero se intuye que la comercialización de este árbol era frecuente en las costas de La Guajira, obviamente de contrabando. El documento de 1852, relativo a los remates de diezmos en el cantón de Valledupar, da una idea de la importancia del palo de tinte en la economía local222. La producción agrícola, después de la caña, se centraba en los cultivos de plátano, yuca, cacao, café y tabaco. Sobre el último producto no se encuentran referencias en los protocolos notariales pero sí en el mencionado documento de 1852. Lo cierto es que allí se resalta que el tabaco venía de otras provin42

2 2 2 N.P.V. Remate de Diezmos. Tomo de 1852.

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cias, con lo que posiblemente se alude al distrito de Chiriguaná. Las referencias al cultivo de café muestran la introducción de este producto desde la segunda mitad del siglo XIX. Los mil árboles de café que aparecen cultivados a orillas del Guatapurí dan una idea de la expansión de este producto. Para comienzos del siglo XX la región de Sierra Montaña, Manaure y Pan de Azúcar se caracterizarían por constituir una de las zonas productoras de café del departamento del Magdalena. Solo existe una referencia a un potrero de pastos artificiales, en la venta que realiza Francisco Maya. La sola utilización de la palabra ya mostraba un cambio en la denominación de los hatos. En cuanto a la riqueza de los “señores” de Valledupar, encontramos que esta era pequeña. Los bienes dejados por Sinforoso Pumarejo dan muestras de esto. Igualmente, de acuerdo con los otros testamentos, las fortunas no pasaban de 5.000 pesos. Este dinero lo tenía un comerciante de Barranquilla en el siglo XIX y era el valor de una casa en Santa Marta. Los Pumarejo se caracterizarían por ser la familia más rica de la región y expandirían sus hatos en la región de Camperucho, siguiendo el curso del río Ariguaní. Otras familias que acumularon fortuna en el siglo XIX fueron los Mestre, los Castro, los Monsalvo y los Maya. Estos últimos liderados por el famoso “patriarca” Buenaventura Maya. De este, Luis Striffler nos dice: “… Maya es el resultado de la combinación de un portugués que se estableció en 1824 en Valledupar y se casó con una rica del lugar”.223 Pero no solo la familia Maya creó fortuna en Valledupar en la primera mitad del siglo XIX, otra familia de españoles de Canarias fue la de los Baute. Estos aparecerán a finales del siglo XIX controlando negocios comerciales y como dueños de tierras cerca de la ciudad. Si algo llama la atención del relato de Striffler es la manera como este ve la economía local de Valledupar para la década de 1870. Las pocas referencias a la existencia de mano de obra libre las proporciona este francés, para quien la abolición de la esclavitud dio como resultado que “los hacendados ya no tienen esclavos que cuiden sus haciendas; los mayordomos son hoy hombres libres que hacen lo que quieren; los hombres son muy escasos, porque el país es poco poblado”.224 La disminución de las fortunas se debía a la poca coerción que se tenía de la mano de obra libre y el aumento de las llamadas “cimarroneras”. Así, en un horizonte donde los terrenos baldíos eran numerosos, y en el que primaban la precariedad y el difícil control de la mano de obra, la ganadería extensiva era la única posibilidad de desarrollo económico.

2 2 3 Luís Striffler. El río…, op. cit., p. 260. 224 Ibíd, p. 29.

Frente a este dilema que determinaba la estructura social de la región, las alternativas de producción se desplazaban hacia la agricultura. Fue a partir de la segunda mitad del siglo XIX cuando se iniciaron proyectos de producción agrícola a mediana escala en las estribaciones de la serranía de Perijá y la Sierra Nevada de Santa Marta. La aparición de Manaure como zona donde se cultivaban cañas y café darían un gran dinamismo a la región en lo que se refiere a la producción agrícola. Así, la frontera

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agrícola se expandió en el siglo XIX hacia las zonas de vertiente que tenían un mejor clima para la producción de cacao y café. Los resultados de esta expansión se verían a comienzos del siglo XX, cuando pequeños propietarios sembrarían cafetos en las zonas de Azúcar Buena, Pueblo Bello, Codazzi y Manaure.

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MOVIMIENTO

INDEPENDENTISTA, CONSTRUCCIÓN

REPUBLICANA Y ACTORES SOCIALES EN

VALLEDUPAR (1808-1858)*

MIGUEL ANTONIO SUÁREZ ARAMÉNDIZ**

* El presente trabajo constituye el acercamiento inicial de una investigación mayor titulada Redes de poder y actores sociales: notables, notabilidad, Independencia y Construcción Republicana en Valledupar, 1770-1858, que será desarrollada como requisito para la obtención del título de Maestría en Historia de la Universidad Industrial de Santander. ** Historiador de la Universidad del Atlántico (2004), candidato a Magíster en Historia de la Universidad Industrial de Santander. Hace parte del Grupo de Investigaciones Históricas sobre Educación e Identidad Nacional reconocido por Colciencias. Sus primeros estudios han girado en torno a la historia de la educación, publicando ensayos como “La revista Rin-Rin y la difusión del proyecto educativo-cultural de Alfonso López Pumarejo” (2002), “La educación como objeto de estudio de la ciencia histórica: nuevas perspectivas, temas y fuentes para su análisis” (2004), “Discursos sobre higiene, escuela y nación en la prensa barranquillera, 1934-1938” (2006). Actualmente viene desarrollando un estudio titulado Redes poder y actores sociales durante la Independencia y Construcción Republicana en Valledupar, 1770-1858, como requisito para la obtención del título de Maestría en Historia “Estados Nacionales y Globalización” de la Universidad Industrial de Santander, sexta cohorte. Email: [email protected].

MOVIMIENTO INDEPENDENTISTA, CONSTRUCCIÓN REPUBLICANA Y ACTORES SOCIALES EN VALLEDUPAR,

(1808-1858)

A MANERA DE INTRODUCCIÓN

ALGUNAS CONSIDERACIONES SOBRE LOS ESTUDIOS DE LA INDEPENDENCIA DEL CARIBE COLOMBIANO Entre los años 1808 y 1810 se dio inicio a una serie de eventos cuyas dramáticas consecuencias –tanto para Europa como para América Latina– dieron lugar a la transformación de la monarquía absoluta de la dinastía Borbón en una monarquía constitucional, y a la separación de los territorios indianos de la monarquía hispánica, y posterior creación de Estados nacionales independientes y soberanos.

1 Sobre estos proyectos ver Chust Calero, Manuel. “La coyuntura de la crisis: España, América”. En: Carrera Damas, Germán y Lombarda, Jhon (director/ co-director). Historia general de América Latina. La crisis estructural de las sociedades implantadas. Paris, Unesco/Editorial Trotta, Vol. V, 2003, del mismo autor, “Españoles de ambos hemisferios: el liberalismo doceañista, 1810-18327”. En: Martínez Garnica, Armando (editor), Independencia y transición a los estados nacionales en los países andinos: nuevas perspectivas, Bogotá, OEI/UIS, 2005. Sobre la experiencia napoleónica en España, resulta interesante el trabajo de Martínez Navas, Isabel. “El Ministerio Secretaría de Estado de José Bonaparte. Notas para el estudio de la administración josefista en España”. En: Pérez M., Regina María. Teoría y práctica de gobierno en el Antiguo Régimen, Madrid, Marcial Pons, 2001. 2 Demélas, Marie-Danielle. La invención política: Bolivia, Ecuador y Perú en el siglo XIX, Perú, IFEA-IEP, 2003. 3 Carmagani, Marcello. “Elites políticas, sistemas de poder y gobernabilidad en América Latina”. En: Metapolítica, 2:5, 1998, p. 13. Ver también: Romano, Ruggiero y Carmagnani, Marcello. “Componentes sociales”. En: Carmagnani, Marcello, Hernández Ch., Alicia y Romano, Ruggiero. Para una historia de América I. Las estructuras, México, FCE-ECM, 1999.

La invasión a Portugal por parte de las fuerzas napoleónicas iniciada en 1807, con la venia de la monarquía hispánica, rápidamente se trasladó a buena parte de la península ibérica, privando a las colonias americanas de la influencia de sus metrópolis. Tras quedar acéfala la monarquía hispánica, por causa de la captura en Bayona de Carlos IV y su hijo Fernando VII, se pusieron en juego diversos proyectos político-económicos de gran complejidad. Por una parte, se encontraba el proyecto estatal impuesto por las fuerzas napoleónicas, en cabeza del hermano de Napoleón Bonaparte, José Bonaparte o José I, declarado rey de España y las Indias en junio de 1808. Por otra, la conformación de juntas de gobierno en todas las Provincias españolas, la cual devino en la posterior convocatoria de las Cortes generales del reino, que tuvieron lugar en Cádiz.1 Finalmente, los proyectos insurgentes americanos que dieron lugar a la creación de Estados nacionales latinoamericanos, en los cuales se conjugaron las coyunturas arriba señaladas con una serie de complejos intereses políticos y sociales particulares. Al iniciarse los movimientos independentistas, y tras librarse intensas luchas intestinas en la mayor parte de las colonias americanas de la monarquía hispánica, se pusieron en marcha diversos y complejos procesos sociales que, ligados a las extensas discusiones sobre los problemas de la soberanía y la representación americana, propendían por la defensa de viejos intereses y privilegios que la sociedad colonial les había entregado a ciertos grupos, al tiempo que se intentaba garantizar el acceso a los privilegios que el nuevo orden ofrecía a aquellos elementos sociales que no poseían ninguno. De todo ello resultó, entre otras cosas, la conformación de sociedades caracterizadas por crisis políticas recurrentes, la invención de formas y prácticas políticas –que tenían como referentes tanto las formas políticas tradicionales como las modernas en un complejo proceso de hibridación–2, y la transformación política liberal de las sociedades gracias a “la conjunción de actores políticos notables con los no notables”3, por la vía del establecimiento de redes de poder entre grupos jerárquicamente separados.

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Estos procesos y las crisis políticas que condujeron a la Independencia de los países latinoamericanos y su posterior tránsito hacia los Estados nacionales han sido, sin duda, algunos de los temas más abordados por la historiografía latinoamericana. La abundante literatura al respecto contrasta con los hechos señalados por el historiador francés, Michel Bertrand, quien estima que el problema de los estudios sobre la Independencia, producidos tanto en América Latina como fuera de ella, consiste en que estos parten de la consideración según la cual dichos procesos estuvieron determinados por las coyunturas dadas durante el período, por lo que señala: […] dichas historiografías permiten acercarse al hecho de que, simultáneamente y a escala de todo un imperio, se desarrollaron acontecimientos, en muchos casos parecidos aunque no siempre idénticos, que, desde la Nueva España hasta el Virreinato de Buenos Aires, desembocaron en proclamas de la Independencia. 4

Sin embargo, al poner de relieve los elementos comunes de los procesos de independencia de las colonias americanas respecto de la monarquía hispánica, sobre las particularidades de los procesos de independencia, se dejan de lado aspectos que permitirían entender mejor el desenvolvimiento de las diferentes fuerzas que interactuaron en estos procesos –en los diferentes territorios– y sus posteriores efectos sobre la vida de los nuevos Estados nacionales latinoamericanos.5 A estos temas clásicos6 otros historiadores agregan la consideración de que, con la Independencia, se dio en América Latina un proceso de irrupción de la modernidad política europea que obligó, entre otras cosas, a orientar el proceso de construcción de los nacientes Estados nacionales basándose en los modelos político-sociales liberales en Europa. Esta última tendencia es encabezada por el historiador francés FrançoisXavier Guerra7, quien, siguiendo la tradición francesa, planteó el problema de la Independencia como el producto de la irrupción de la modernidad en sociedades del Ancien Régime, lo cual habría desembocado en la desintegración del conjunto político en varios Estados soberanos. De esta forma, los actores sociales de la mayor parte de países latinoamericanos habrían terminado por adoptar, inevitablemente, los ideales modernos, desplazando de sus valores sociales cualquier asomo de la estructura social preexistente, como si se tratara de una adscripción de facto a los valores democráticos europeos. Por fortuna, los abordajes realizados a partir del análisis de nuevas fuentes, actores y perspectivas han dado nuevos aires a la historiografía sobre la Independencia y la posterior construcción de los Estados nacionales.8 Adicionalmente a estos voluminosos trabajos, se ha acopiado un buen número de fuentes directas (proclamas, cartas, diarios político-militares, memorias, etc.) necesarias para la comprensión de estos períodos, que marcaron el inicio de la vida republicana, la cual –con sus marchas y retrocesos– sigue imperante en la mayoría de los países latinoamericanos. No obstante, 50

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4 Bertrand, Michel. “Elites y redes sociales en Guatemala en tiempos de la Independencia”. En: Bertrand, M. (coord.) Configuraciones y redes sociales. Un análisis de las relaciones sociales en América Latina, Caracas, Fondo Editorial Trópikos, 2002, p. 111. 5 No se trata de realizar abordajes parroquialistas de los procesos de independencia o de ignorar las coyunturas en que estos tuvieron lugar, sino de ampliar la comprensión de estos procesos generales a partir del desarrollo de trabajos que miren de cerca sus particularidades locales y regionales, teniendo presente que se desarrollaron dentro de un contexto regional, nacional e internacional. 6 Dentro de estos temas clásicos se destacan, entre otros, el efecto negativo de las políticas borbónicas de finales del siglo XVIII y su carácter centralista que chocaba con los intereses de grupos de población americana; el paulatino rechazo a la dominación colonial como parte de un proceso de construcción de conciencias protonacionales, etc., a los cuales, por supuesto, no hay que restar importancia. 7 Guerra, François-Xavier. Modernidad e Independencia. México, Fundación Mapfre, 1992. Sus discípulos franceses no han abandonado esta tendencia. Al respecto véase los trabajos de Martínez, Frédéric. El nacionalismo cosmopolita: la referencia europea en la construcción nacional en Colombia, 1845-1900. Bogotá, Banco de la República/IFEA, 2001, y de Thibaud, Clément. Repúblicas en armas. Los ejércitos bolivarianos en la guerra de Independencia de Colombia y Venezuela, Bogotá, Editorial Planeta, 2003. No se pretende señalar con esto que el referente europeo no estuviera presente en la construcción ideológica de la nación. 8 Los estudios de caso latinoamericanos han crecido muchísimo en los últimos años, los siguientes constituyen apenas algunas muestras de las tendencias que se han desarrollado: Guerra, F-X. Op. cit., Chiaramonte, José Carlos, Ciudades, Provincias, Estados: Orígenes de la Nación argentina, 1800-1846, Buenos Aires: Ariel. 1997; Rodríguez O., Jaime E. La Independencia de la América española, México, FCE, 1998 y del mismo autor “La revolución de la Independencia en Hispanoamérica frente a las revoluciones atlánticas. Perspectivas comparativas”. En: Bustos G. y Martínez Garnica, A. (editores). La Independencia en los países andinos: Nuevas perspectivas. Bogotá-Quito, OEI/USAB-Ecuador, 2004. Blanchard, Peter. “La agresividad de los es-

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clavos en Venezuela y Argentina durante las guerras de Independencia”. En: McFarlane, Anthony y Wiesebron, Marianne L. (coord.), Cuadernos de Historia Latinoamericana Nº 6, “El impacto de Guerras civiles e invasiones sobre la sociedad y la política local, 18001870”, Ahila, 1998; Chiaramonte, José Carlos, “Ciudadanía, soberanía y representación en la génesis del Estado argentino, 1810-1852” y Marcela Ternavasio. “Hacia un régimen de unanimidad. Política y elecciones en Buenos Aires, 1828-1850”, ambos en: Sabato, Hilda (coord.), Ciudadanía política y formación de las naciones. Perspectivas históricas de América Latina, Buenos Aires, FCE, 1999; Irurozqui, Martha. A bala, piedra y palo: la construcción de la ciudadanía política en Bolivia, 18261952, Sevilla, Diputación de Sevilla, 2000. Quijada, Mónica y Bernand, Carmen. Homogeneidad y nación, con un estudio de caso: Argentina siglos XIX y XX, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 2000; León, Leonardo. “Reclutas forzados y desertores de la patria: El bajo pueblo chileno en la guerra de Independencia, 18101814”. En: Historia, Pontificia Universidad Católica de Chile, Vol. 35, 2002. Guerra, François-Xavier y Annino, Antonio (editores). Inventando la nación: Iberoamérica siglo XIX, México, FCE, 2003; Annino, Antonio. “El voto y el XIX desconocido”. En: Istor, México, Año V, Nº 17, verano de 2004. Demélas, M-D. Op. cit. Fradkin, Raúl O. “Bandolerismo y politización de la población rural de Buenos Aires tras la crisis de la Independencia (18151830)”. En: Nuevo Mundo Mundos Nuevos, Nº 5, 2005, puede consultarse en línea http://nuevomundo.revues.org/ document 309.html. Sobre las diferentes tendencias historiográficas pueden verse los siguientes trabajos: Portillo, José M. “Autonomía y constitución. La historiografía y la Crisis Atlántica de 1808”. En: Istor, México, IV: 16, primavera de 2004; Melo, Jorge Orlando. “La literatura histórica de la República”. En: Historiografía Colombiana. Realidades y perspectivas, Medellín, Secretaría de Educación y Cultura de Antioquia, 1996. Sánchez Mejía, Hugues. “Tendencia y problemas en la historia del Caribe colombiano”. En: Historia y Pensamiento, Nº 3, Barranquilla, Universidad del Atlántico, 1999. 9 Ver Zulúaga, Francisco. Guerrilla y sociedad en el Patía, Cali, Universidad del Valle, 1993; Múnera Cadavía, Alfonso. El fracaso de la nación: región, clase y

aún hace falta develar en profundidad muchos procesos y desvirtuar gran cantidad de mitos fundacionales, a la luz de una comprensión historiográfica de carácter científico. En el caso colombiano –tal como viene sucediendo en el resto de Latinoamérica– los estudios desarrollados dan cuenta de diversas temáticas, que van desde la inclusión de actores marginados por la historiografía “tradicional”9, hasta el análisis de la influencia de la metrópoli en la pérdida de sus territorios ultramarinos10,pasando por problemas como el de la creación, sostenimiento y composición de los “ejércitos patrióticos” y su desenvolvimiento en los combates por la independencia,11 el estudio de las representaciones sociales,12 la respuesta de las provincias a la crisis monárquica13, las identidades políticas y las redes sociales durante el proceso de independencia14, entre otros temas, en un intento por trascender a los metarrelatos patrioteros. A pesar ello, difícilmente se puede pensar que se hayan superado las barreras historiográficas que aún aprisionan15 los estudios sobre estas temáticas. En el caso particular del Caribe colombiano, entre los estudios más significativos se encuentran los trabajos de Alfonso Múnera Cadavía y Jorge Conde Calderón, quienes desde diferentes perspectivas han abordado los problemas de la independencia y la apropiación de los ideales republicanos en la región. Por una parte, Alfonso Múnera Cadavía, desde la perspectiva de los sectores subalternos y en un intento por salirse de la “prisión historiográfica de Restrepo”, trató de demostrar la participación de los mulatos y negros cartageneros en el proceso de independencia. El trabajo de Múnera constituye un interesante aporte a la historiografía sobre la independencia por cuanto hace volver la mirada sobre actores marginados por los estudios que él llama la “historiografía blanca de la región”, y muestra cómo la existencia de fuertes disputas regionales limitó el proceso de conformación del Estado nacional colombiano. Sin embargo, Múnera nos presenta una mirada desacertada de las dinámicas relaciones existentes entre los diversos grupos que, a pesar de estar separados jerárquicamente por el color y el estatus social, se encontraban ligados por fuertes lazos relacionales, al hacer énfasis en las fricciones políticas entre la elite blanca cartagenera y los sectores intermedios de la población. Además de esto, el trabajo de Múnera tiene como limitante el no haber podido saltar realmente las murallas del “corralito de piedra”, al dejar de lado el estudio de los espacios de hinterland del resto de la región, lo que le impide observar los diversos matices de los procesos de independencia en las provincias del Caribe neogranadino, así como los proyectos, representaciones y comportamientos de los diversos actores sociales de las áreas más ruralizadas.16 Por otra parte, Jorge Conde Calderón ha mostrado en diversos ensayos la forma en que los actores sociales, con sus estrategias de negociación política, contribuyeron al proceso de creación del Estado republicano. A través del análisis de sus discursos, el autor señala cómo estos conce-

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bían las ideas de República, Nación, ciudadanía y del orden republicano.17 Al igual que Múnera, Conde Calderón centra su análisis en la ciudad de Cartagena. De hecho, en general, los estudios sobre el proceso de Independencia en el Caribe colombiano se refieren a esta ciudad18, situación que no es exclusiva del Caribe colombiano y que seguramente obedece a una cierta tendencia liberal, que privilegia el análisis de las provincias patriotas sobre aquellas provincias que defendieron una postura realista. En este sentido, se ha logrado un avance significativo con la publicación de la tesis doctoral de Steinar A. Sæther, Identidad e Independencia en las Provincias de Santa Marta y Riohacha (2005), quien además de abordar el estudio de dos provincias marginadas por la historiografía sobre la independencia, presenta nuevas explicaciones sobre las razones que llevaron a estas dos importantes provincias del Caribe neogranadino a sostener una posición abiertamente realista durante los primeros años de la independencia. Sæther explora el plano de las relaciones interfamiliares de las elites locales para señalar que, gracias a las prácticas endogámicas, fue imposible la conformación de identidades regionales que permitieran la adhesión de estas dos provincias a la causa patriótica. El autor arguye, igualmente, la existencia de sentimientos realistas entre la población indígena y libre de esta subregión del Caribe neogranadino, debida a las diversas ocasiones en que las autoridades asumieron la defensa de estos frente a los intereses de las elites locales. A pesar de que este estudio es bastante sistemático y bien argumentado, su énfasis en la ciudad de Santa Marta como eje comparativo con respecto a las demás ciudades de las provincias que estudia y en los matrimonios como elementos de vinculación social, no permite una comprensión más amplia del proceso de transición de estas provincias hacia el orden republicano, pues las transformaciones que el autor establece correspondieron más a un plano intrafamiliar. Sæther tampoco establece el papel que desempeñaron en este proceso los intereses territoriales de las elites locales – salvo cuando se trató de explicar la rivalidad con Cartagena–, los cuales resultaron determinantes para el sostenimiento del realismo de estas provincias y la adhesión a la causa independentista. Debido a la escasez de estudios sistemáticos referentes a las áreas que hoy componen los departamentos del Magdalena, Guajira y Cesar, el descuido historiográfico es aún mayor y se refleja en la existencia mayoritaria de apuntamientos de tipo academicista que no permiten tener una comprensión amplia del desenvolvimiento de las fuerzas sociales durante los procesos de independencia y construcción del orden republicano, pues la mayor parte de estos trabajos busca señalar el valor patriótico de algunos de personajes epónimos de esta subregión, además de pretender estimular la creación de conciencias colectivas entre los habitantes de la región, sobre la base de la legitimación política de algunas familias notables. Sólo por citar algunos ejemplos, dentro de esta línea academicista se encuentra el trabajo clásico de José Alarcón, Compendio de historia del 52

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raza en el Caribe colombiano, 17171810, Bogotá, Banco de la República/ El Áncora Editores, 1998; Helg, Aline. “Raíces de la invisibilidad del afrocaribe en la imagen de la nación colombiana: Independencia y sociedad, 1800-1821”. En: Sánchez, Gonzalo y Wills O. María Emma (comps.) Museo, memoria y nación. Misión de los museos nacionales para los ciudadanos del futuro, Bogotá, Ministerio de Cultura, 2000; Gutiérrez Ramos, Jairo. “La voz de los indios de la Nueva Granada frente al proyecto criollo de nación, 1820-1830”. En: Anuario. Historia Regional y de las fronteras, Nº 5, 2000; Almario G., Oscar. “Muchos actores, varios proyectos, distintas guerras: la Independencia en la gobernación de Popayán y en las Provincias del Pacífico, Nueva Granada (18091824)”. En: Bustos, G. y Martínez G., A. (editores), op. cit. 10 Sobre está temática, el trabajo más importante que hasta ahora se ha desarrollado es sin duda el de Earle, Rebecca A. Spain and the Independence of Colombia, 1810-1825, University of Exeter Press, 2000. 11 Ver Lomné, George. “Una ‘palestra de gladiadores’. Colombia de 1810 a 1828: ¿guerra de emancipación o guerra civil?”. En: Sánchez,G. y Wills O.,M. E. (comps.), Op. cit, C. Thibaud, Op.cit., y del mismo autor, “Formas de guerra y construcción de identidades. La Guerra de Independencia (Venezuela y Colombia, 1810-1825)”. En: Análisis político, Bogotá, Nº 45, enero-abril de 2002; Castaño, Yoer. “Alimentación y abastecimiento de víveres entre las tropas patriotas de la Nueva Granada, 1811-1816”. En: Anuario. Historia Regional y de las fronteras, Nº 9, Bucaramanga, septiembre de 2004. 12 En este sentido los trabajos más interesantes hasta ahora realizados son los de Garrido, Margarita. Reclamos y representaciones. Variaciones sobre la política en el Nuevo Reino de Granada, Bogotá, Banco de la República, 1993; König, Hans-Joachim. En el camino hacia la nación. Nacionalismo en el proceso de formación del Estado y la Nación de la Nueva Granada, 1750-1856. Bogotá, Banco de la República, 1994. 13 Quien más se ha dedicado al análisis de los movimientos juntistas en las Provincias de la Nueva Granada ha sido Martínez Garnica, Armando. “La reasunción de la soberanía por las Provincias neogranadinas durante la Primera República”. En: Anuario. Historia regional y de las fronteras, Nº 7, Bucaramanga, septiembre de 2002, del mis-

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mo autor “Las Juntas neogranadinas de 1810”. En: Bustos, G. y Martínez Garnica, A. (eds.), Op. cit., y “La transición de un reino indiano de la Monarquía Hispánica a un estado republicano de la Monarquía Hispánica en estado republicano en las Provincias neogranadinas (1810-1816)”. En: Martínez Garnica A. (ed.). Op. cit., ver igualmente Jairo Gutiérrez Ramos, “La Provincia de Pasto (Colombia) en las guerras de Independencia, 1809-1825”. En: Bustos, G. y Martínez Garnica, A. (eds.). Op. cit. 14 Sobre esto ver los trabajos de Conde Calderón, Jorge. Espacio, sociedad y conflicto en la Provincia de Cartagena, 1740-1815, Barranquilla, Universidad del Atlántico, 1999; “Poder local y sentimiento realista en la Independencia de Santa Marta”. En: Historia Caribe, Barranquilla, II: 4, 1999; “De vasallos a ciudadanos: mecanismos de transmisión y reproducción de los valores cívicos en el Caribe colombiano en los umbrales de la Nación”. En: Instituto Internacional de Estudios del Caribe, IV Seminario Internacional de Estudios del Caribe. Memorias, Barranquilla, Fondo de Publicaciones de la Universidad del Atlántico, 1999; e “Identidades políticas y grupos de poder en el Caribe colombiano. 1828-1848”. En: Sánchez Mejía, H. y Martínez Durán, L. (eds.), Historia, identidades, cultura popular y música en el Caribe Colombiano, Valledupar, Universidad Popular del César, 2004; Meisel Roca, Adolfo. “Entre Cádiz y Cartagena de Indias: La red familiar de los Amador, del comercio a la lucha por la Independencia americana”. En: Cuadernos de Historia Económica y Empresarial, Nº 12, Cartagena, Banco de la República, julio de 2004 y la recién publicada obra de Sæther, Steinar A. Identidades e Independencia en Santa Marta y Riohacha, 17501850, Bogotá, ICANH, 2005. 15 Sobre este asunto ver el trabajo de Colmenares, Germán. “La ‘Historia de la revolución’ por José Manuel Restrepo: una prisión historiográfica”. En: Colmenares, Germán, Díaz, Zamira et al, La Independencia. Ensayos de historia social, Bogotá, Instituto Colombiano de Cultura, 1986. 16 Múnera Cadavía, A. Op. cit. 17 Sobre los diversos trabajos de este autor ver la cita 14. 18 Véanse los trabajos de Meisel Roca, Adolfo. Op. cit. Conde Calderón, Jorge. Espacio… Op. cit. Bell Lemus, Gustavo. (comp.) Cartagena de Indias: De la Colonia a la República, Santa Fe de

departamento del Magdalena, publicado en 1898, en el cual, luego de ocuparse del estudio del proceso de conquista y colonización, el autor centra su mirada en los acontecimientos que se pusieron en marcha una vez iniciado el siglo XIX. Alarcón plasma su visión patriótica y liberal de los acontecimientos que llevarían a la conformación de la República neogranadina, mostrando la forma en que el “departamento” se desenvolvió durante esos momentos de la vida nacional. Sobre Valledupar señala, entre otras cosas, que durante la independencia de la Nueva Granada la ciudad se comportó como el baluarte realista por antonomasia, en la que la fuerte “adicción al Rey”19 coadyuvó en parte para que no se fraguara en la provincia de Santa Marta la independencia. Valledupar era, pues, la ruta de escape realista por excelencia. La obra de Alarcón, si bien aporta muchos detalles, omite asimismo, de manera intencional otros tantos, debido al “nacionalismo romántico” del cual está cargada y a “la necesidad de recordar y de ensalzar la gran epopeya, para mitigar de algún modo los conflictos sociales y seccionales vividos por el país al finalizar la república conservadora”.20 El trabajo, además, centra su mirada en Santa Marta, dejando un poco de lado el estudio de las demás ciudades y villas que conformaban la provincia. También Ernesto Restrepo Tirado mantuvo esta línea interpretativa en su obra Historia de la Provincia de Santa Marta, publicada en dos tomos en 1929. En las dos primeras partes de su obra, el autor analiza los procesos de conquista y colonización de la provincia de Santa Marta hasta 1810. En la tercera parte se dedica a presentar “una historia documental relacionada de la independencia”.21 La importancia de la obra de Restrepo Tirado se explica por el manejo de fuentes que reposan en el Archivo de Indias en Sevilla. La situación historiográfica de Valledupar es mucho más grave por cuanto la temática –y, en general, buena parte de los estudios realizados sobre la historia de esta subregión–, ha sido tratada de manera poco exhaustiva. La mayor de las veces aquello que se busca es presentar los valores de la heroína de la independencia en Valledupar, María Concepción Loperena, y su importante aporte a la independencia nacional. De todos los trabajos que se han realizado en este sentido, vale destacar la obra de obligada consulta del abogado valduparense Pedro Castro Trespalacios,22 titulada Culturas aborígenes cesarenses e Independencia de Valledupar, que da cuenta de las culturas indígenas que habitaron los territorios del hoy departamento del Cesar y de las transformaciones políticas ocurridas en Valledupar luego de iniciado su proceso de independencia. El trabajo de Castro Trespalacios es prácticamente el único dedicado a esta temática en Valledupar. La utilización de documentos tomados del Archivo General de Indias, y de otros archivos, constituyen uno de los aspectos más importantes de esta obra.23 Escrito en el mismo estilo romántico liberal de los apuntamientos, busca mostrar la activa participación en la independencia nacional de la ciudad de los Santos Reyes del Valle de Upar.

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Castro Trespalacios es de los pocos autores que explica las razones por las cuales, en un determinado momento, la ciudad de Valledupar asumió una posición realista. Para él, el realismo valduparense obedeció a la actitud “vacilante” del Cabildo de Valledupar que, ligada a la precariedad de la situación económica, hizo insostenible la causa patriótica.24 Poco dice el trabajo sobre el cuerpo de actores sociales que enarbolaron el proyecto republicano o, por lo menos, independentista, y mucho menos sobre aquellos que se oponían a dicho proyecto, pues centra su mirada en los valores de Loperena –heroína epónima por excelencia, cuyos arrestos varoniles y ardor patriótico la impulsaron a llevar a cabo la independencia en Valledupar–. Escrito más recientemente, el trabajo del sociólogo y economista Álvaro Castro Socorrás, Episodios históricos del César (1997), realiza una caracterización exigua de la población del Cesar durante la ocupación hispánica, para luego presentar un relato que en nada supera al de Castro Trespalacios. Castro Socarrás examina el proceso de la independencia de Valledupar a través de tres personajes, saltando luego, sin miramiento alguno, a la Guerra de los Mil Días. La mayor parte de trabajos realizados en Valledupar presentan un esquema similar al de Castro Socarrás y la mayoría de las veces simplemente copian párrafos enteros de la obra de Castro Trespalacios. Si bien es cierto que estas obras tienen la bondad de presentar información valiosa para quien se acerca inicialmente a la temática, presentan un problema en cuanto al ocultamiento de las dinámicas sociales que tenían lugar en Valledupar durante el período señalado, puesto que pasan por alto períodos y procesos en los cuales los diferentes actores sociales valduparenses mostraron una actitud “no concordante” con los ideales republicanos y liberales. De tal suerte que, en momentos en los cuales los actores sociales de la independencia de Valledupar mostraron actitudes contradictorias, decididamente realistas o en los que simplemente no tuvieron una participación activa en actos heroicos, son borrados de los relatos de estos estudiosos de la historia local. Por ello, hace falta un estudio detallado de estos actores, de sus representaciones y de la manera como se valían de sus lazos relacionales cuando se trataba de asumir las banderas de los bandos en conflicto, ‘realistas’ y ‘patriotas’. Estos trabajos son, además, la expresión de una historiografía de un marcado carácter parroquialista que no tiene en cuenta el contexto nacional e internacional en que se desarrollaron los procesos en cuestión. Vale la pena resaltar que, en los últimos años, gracias al esfuerzo de investigadores que contaron con el apoyo institucional de la Universidad Popular del Cesar, y de otros que han puesto su mirada en esta importante subregión del Caribe colombiano25, se ha venido ampliando el conocimiento de diversos procesos históricos que tuvieron lugar en Valledupar y el territorio del hoy departamento del Cesar. De estos, los breves ensayos de Leovedis Martínez Durán26, realizados desde la perspectiva constitucionalista, permiten adentrarnos en el estudio de los procesos de reforma jurisdiccional durante la República, que llevaron primero 54

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Bogotá, Fundación Simón y Lola Guberek, 1991; Sourdis, Adelaida. Cartagena de Indias durante la primera República 1810-1815, Bogotá, Pontificia Universidad Javeriana, 1986; y Múnera, Alfonso, op. cit. 19 Alarcón, José C. Compendio de historia del departamento del Magdalena, Santa Marta, 1898, p. 94. 20 Mendoza Ramos, César. “Estudios históricos sobre la Independencia en la Provincia de Santa Marta”. En: Historia Caribe, II: 4, 1999, p. 90. 21 Ibíd, p. 89 22 Castro Trespalacios, Pedro. Culturas aborígenes cesarenses e Independencia de Valledupar, Bogotá, Casa de Cultura de Valledupar/Sociedad Bolivariana del César, 1979. 23 Muchas de las fuentes utilizadas en este trabajo provienen de la obra de Castro Trespalacios y de importantes compilaciones documentales como las de Corrales o Sergio Elías Ortiz. 24 Castro Tresplacios, P. Op. cit., p. 66. 25 Al respecto pueden verse los trabajos de: Sánchez Mejía, Hugues. “La precariedad de un proceso de poblamiento: la Gobernación de Santa Marta durante el siglo XVI (Santa Marta, Riohacha, Tamalameque, Tenerife, Valledupar y Salamanca)”; Herrera Ángel, Marta. “Confrontación territorial y reordenamiento espacial. ‘Chimilas’ y ‘Españoles’ en la Provincia de Santa Marta durante el siglo XVIII”; Santos Delgado, Adriana. “Haciendas, esclavos y economía: Valledupar entre 1810 y 1850”; y Martínez Durán, Leovedis. “La constitución y gobernación de Valledupar. Un análisis político y social”, todos en Sánchez Mejía, H. y Martínez Durán, L. (comps.), Indígenas, poblamiento, política y cultura en el departamento del César, Valledupar, Universidad Popular del Cesar, 2001. Más recientemente, los ensayos de Sánchez Mejía, Hugues. “Amancebamiento, poligamia, lujuria y otros excesos de la población libre en el Caribe colombiano. El nacimiento de una cultura, 1755-1880”, y Martínez Durán, L. “El Régimen municipal del siglo XIX y la Provincia de Valledupar”, ambos en: Sánchez Mejía, H. y Martínez Durán, L. (comps.), Historia…, op. cit. 26 Martínez Durán, L. La constitución…, op. cit., y El Régimen…, op. cit.

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al establecimiento del Cantón de Valledupar, y luego a su transformación en Provincia. Ello resulta de gran ayuda para entender el nuevo orden que allí fueron configurando los actores sociales, una vez el orden republicano inició su marcha –incluso si la perspectiva de Martínez Durán es la de una historia sin rostros–. Por su parte, el ensayo de Adriana Santos Delgado aporta importantes elementos sobre el desenvolvimiento de la economía de la hacienda y de la institución esclavista durante los primeros cuarenta años de vida independiente neogranadina en Valledupar. En general, el gran problema de los estudios desarrollados por la historiografía profesional del Caribe, es el haber descuidado las áreas de hinterland donde la existencia de grandes señoríos, “pertenecientes a poderosos hacendados cuyas redes clientelistas decidían quién ocupaba la mayoría de los puestos urbanos y eclesiásticos[…]” permitieron establecer control sobre “[…] los habitantes de los pueblos y aldeas en área a través de las relaciones clientelistas”, llegando su poder hasta las rochelas y palenques donde se asentaban esclavos e indios fugitivos y libres de todos los colores.27 Asimismo, las interacciones de estos grupos han sido erróneamente interpretadas al establecer un proceso continuo de dominación dualista, que oculta las características reales de los lazos relacionales y de las negociaciones que los diversos grupos establecieron entre sí, al igual que los grados de interdependencia existentes entre ellos. En estas relaciones se conjugaban actores sociales notables con aquellos que no poseían ningún grado de notabilidad dentro de la división jerárquica de la sociedad. Ello no implica la inexistencia de tensiones socio-raciales entre los diversos grupos, sino que, dada la alta jerarquización de la sociedad colonial americana –que incluso separaba en subgrupos a grupos que parecieran a nuestros ojos como uniformes (bien por el color, por el estatus, por la riqueza, etc.)–, las tensiones se manifestaron en “diversas formas de revuelta, resistencia y adaptación que no se basaban en la raza ni la incluían”.28

27 Helg, A. Op. cit., p. 224. Algunas consideraciones al respecto de la población que se encontraba dentro de la categoría de libres de todos los colores, pueden verse en la crítica a la obra de Aline Helg, hecha por Steinar A. Sæther, en la cual este historiador noruego señala que los denominados libres de todos los colores, no representan a la “gente de color”, en tanto que esta denominación se usaba como categoría de clasificación social y no necesariamente racial, por tanto dotada de un carácter muy ambiguo y abierto a negociaciones. Ver “Identidades y cultura popular en el Caribe colombiano antes de la Independencia”, en Aguaita, Nº 12, Cartagena, junio de 2005. 28 Helg, A. Op. cit., p. 221.

Nuestro análisis no representa –ni pretende representar– la solución a los problemas hasta aquí señalados sobre la historiografía de la Independencia nacional y regional, por cuanto constituye un acercamiento inicial a un proceso bastante complejo. Se tratará, más bien, de comprender las dinámicas propias del proceso de independencia de una subregión del Caribe colombiano que ha estado al margen de la historiografía regional y nacional, a través del análisis de los procesos de independencia y construcción del orden republicano en este territorio, así como de la participación de los actores sociales de Valledupar, y en especial de sus elementos más notables, durante estos procesos. Se tratará de mostrar la manera en que estos actores sociales lograron salvaguardarse de la crisis política que generó el proceso de independencia e insertarse al nuevo orden de cosas, manteniendo su preeminencia –o tratando se conseguir alguna– sobre el conjunto de la sociedad.

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Este ensayo se ha dividido en tres grandes partes. En la primera parte se hacen algunas consideraciones en torno a la crisis de la monarquía hispánica y al modo en que, a partir de las acciones llevadas a cabo por sus integrantes (españoles y americanos) para defender el orden monárquico, se sentaron las bases que finalmente condujeron a la transformación de la monarquía absolutista de los Borbón en una monarquía constitucional y a la separación de las colonias americanas y su transición hacia los Estados nacionales, todo ello centrando el análisis en el caso neogranadino. En la segunda parte del texto, luego de identificar los componentes de la sociedad valduparense de mediados del siglo XVIII, se describe la manera en que, gracias al proceso gradual de expansión de la frontera agraria y del fortalecimiento de las haciendas y hatos ganaderos como ejes aglutinadores de la subregión de Valledupar, se configuraron estrechas relaciones entre elementos notables de la sociedad valduparense y aquellos otros elementos no-notables, en un intento de establecer la forma en que estos vínculos relacionales condicionaron las acciones y reacciones de los actores sociales frente a procesos como el de la independencia. Se señala en este apartado que, debido a los conflictos existentes entre notables locales y autoridades civiles y diversos intereses de poder, se dio inicio a los movimientos que llevaron a la declaración de la independencia de Valledupar. Finalmente, en el tercer apartado, se busca determinar las transformaciones que el nuevo orden socio-político introdujo en la sociedad valduparense.

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I. LA PATRIA SALIENDO DE CAUTIVIDAD:29 CRISIS DEL ORDEN MONÁRQUICO HISPANOAMERICANO E INDEPENDENCIA EN LA

NUEVA GRANADA

Como se señaló líneas arriba, en 1808 se dio inicio, en todo el Imperio Hispánico, a una crisis que condujo, luego de una serie de conflictos civiles y movimientos políticos internos, a la formación de Estados nacionales latinoamericanos y a la transformación de la monarquía absolutista en una monarquía constitucional. Las abdicaciones de Bayona y la toma de Madrid por parte de las fuerzas napoleónicas dieron lugar al surgimiento de juntas provinciales en las más importantes ciudades de España, al inicio de la guerra contra Francia y al desconocimiento de la monarquía hispánica por parte de un buen número de las provincias de los territorios americanos, todo lo cual, ligado a los conflictos que se suscitaron en un plano intraregional en estos territorios de la monarquía hispánica, contribuyó al derrumbe del sistema monárquico español. En este proceso se pusieron en juego múltiples proyectos políticos que desempeñaron un papel determinante en el rumbo político de la monarquía española y de sus territorios americanos. La confrontación de ideas que representó el proceso de reasunción de la soberanía por parte de las 56

29 Esta frase fue tomada de una canción patriótica con la que los santafereños despidieron a los soldados que marchaban a combatir a las fuerzas realistas en Popayán en 1813. Citado por: König, H-J. Op. cit., p. 248.

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30 En este trabajo no nos detendremos sobre dichos temas. Se recomienda consultar las obras citadas en la cita número 1 de este ensayo. 31 Esta situación la ilustra muy bien para el caso venezolano Inés Quintero, “Los nobles de Caracas y la independencia de Venezuela”. En: Memorias. XIII Congreso Colombiano de Historia: Panel V [CD-Rom], Bucaramanga, UIS/UNAL-Medellín, 2006. 32 Mientras que las provincias peninsulares, que tenían una población de 10.100.000 personas aproximadamente, escogieron 36 diputados, en la América Hispánica, cuya población promediaba los 17 millones de habitantes, la representación no debía pasar de 10 diputados. La Nueva Granada debía elegir un representante por cada 725.000 habitantes. Según Earle, esta situación se agravó cuando al convocar a las Cortes generales del Reino, se determinó que España contaría con 250 representantes mientras que América estaría representado por 30. Cfr. Earle, R. A. Op. cit., p. 10. 33 Esta doctrina planteaba que la soberanía (el ejercicio de la autoridad suprema) que investía al Rey, era el producto del acuerdo dado originalmente por el reino. De modo que si desaparecía el jefe supremo, la soberanía recaía nuevamente en el reino (sobre los vasallos), que adquiría inmediatamente la posibilidad de organizar la autoridad suprema. Esta fue expuesta por primera vez por Francisco Suárez en el año de 1212. 34 Debe entenderse el término “nación”, no en el sentido moderno como nación de ciudadanos, sino como el conjunto de pueblos que compartían el mismo origen. 35 No fue extraño entonces que el movimiento comunero, que ha sido visto como una causa de la Independencia, condenara el mal gobierno de las autoridades americanas y diera vivas al Rey, pues esta tradición absolutista legitimaba únicamente la figura real.

provincias y la conformación de organismos gubernamentales en reemplazo del Rey, puso en evidencia las diversas y contradictorias opiniones y posiciones respecto de estos temas sensibles de la vida política de la Monarquía.30 Dada la magnitud de estos sucesos, las noticias sobre los mismos no se harían esperar y, pese a los retrasos propios de la época, en no poco tiempo llegaron a los territorios ultramarinos los primeros informes sobre los acontecimientos en España. Rápidamente se dio inicio a las juras de lealtad al Rey, la Patria y la Religión Católica, seguidas por largas discusiones en los Cabildos, los cuales finalmente decidieron emular el ejemplo de las Provincias españolas y erigir juntas defensoras de los derechos del Rey.31 Mientras esto sucedía en América, en España las juntas provinciales se enfrentaban al grave problema de la inexistencia de una instancia política capaz de ser reconocida como la legítima autoridad y de enfrentar la amenaza francesa, por lo que se conformó a regañadientes la Junta Central con sede en Sevilla, como consecuencia de la ocupación francesa de Madrid. La Junta dio un paso fundamental que transformó las relaciones entre la metrópoli y sus colonias, al declarar a los territorios americanos como parte integral del Imperio y no como colonias, convocando la elección de diputados por parte de los territorios ultramarinos. Lejos de que este llamado sirviera como un elemento de cohesión en la lucha contra el invasor francés, el hecho exacerbó los ánimos de los americanos que vieron la inequidad de la representación32 como una muestra del estatus inferior en que se les tenía, tal como fue expresado en el famoso Memorial de Agravios con fecha del 20 de noviembre de 1809 de Camilo Torres. No obstante, el proceso de selección de los diputados se llevó a cabo en Nueva España, Nueva Granada, Puerto Rico, Perú, Guatemala y Venezuela. Para cuando quisieron llegar los diputados de la Nueva Granada y Venezuela, la Junta se había disuelto dando paso a un nuevo organismo, el Consejo de Regencia, que redujo ostensiblemente la representación no solo americana sino también española. Este hecho planteaba de nuevo la duda sobre el tema de la soberanía, pues, si en ausencia del Rey, tal como lo sostenía la tradición pactista,33 la soberanía debía ser reasumida por la nación,34 ¿qué validez tenían entonces autoridades autoconstituidas que se disolvían a sí mismas para dar paso a otras totalmente nuevas? Además, ¿podrían estas instituciones, realmente, garantizar la seguridad de los territorios ultramarinos cuando ni siquiera tenían el control del territorio peninsular y apenas podían soportar al ejército más poderoso del mundo existente en ese momento? Esta preocupación era igualmente respaldada por la doctrina absolutista imperante en España y que, desde la llegada de la dinastía Borbón, invistió al Rey de una autoridad absoluta.35 Siendo el Rey el único poseedor de la soberanía, si este desaparecía ninguna instancia podía reemplazarlo –ni las autoridades autoconstituidas en España, y mucho menos el Invasor francés–. Como señala Demélas, “[t]anto como la teoría pactista, el absolutismo permitía justificar el poder de las juntas

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americanas”.36 Sobre estas bases, las provincias americanas optaron por erigir juntas conservadoras de la soberanía y los derechos de Fernando VII, como el único medio de defensa del orden monárquico. Este proceso no se constituyó, bajo ningún punto de vista, en una acción revolucionaria que propugnara por la independencia, pues dichas juntas aún se mantenían fieles al Rey, tal y como puede apreciarse en las actas de los cabildos que las erigieron.37

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Los informes sobre la supresión de la Junta Central en febrero de 1810 y el establecimiento del Consejo de Regencia, como un organismo transitorio mientras se convocaban las Cortes generales, el cual se vio obligado a desplazarse hasta Cádiz, produjeron importantes cambios en la escena política americana. Por una parte, la incertidumbre sobre el futuro de España y sobre la seguridad de los territorios americanos aumentó, generando cambios en la posición frente a las nuevas instituciones creadas en la Península. Por otra parte, el anuncio hecho por el Consejo de Regencia, sin duda alguna, sentó mayores bases para el desconocimiento de su autoridad por parte de los americanos, pues declaró que: […] desde este momento, españoles americanos, os veis elevados a la dignidad de hombres libres, no sois ya los mismos de antes, encorvados bajo un yugo mucho más duro mientras más distante estabais del centro del poder, mirados con indiferencia, vejados por la codicia y destruidos por la ignorancia […] vuestro destino ya no depende ni de los Ministros, ni de los Virreyes, ni de los Gobernadores; está en vuestras manos.38

Esta declaración revolucionaria sentaba las bases que justificaban la desobediencia tanto a las autoridades americanas como al Consejo de Regencia. Por un lado, colocaba a la Monarquía en el plano de una maquinaria de explotación que, llevada por la codicia, miraba con indiferencia a sus posesiones americanas. Por otro lado, al señalar que los españoles americanos eran “elevados a la dignidad de hombres libres” validaba el discurso de los “trescientos años de opresión”, que se convirtió en uno de los recursos retóricos más utilizados por los patriotas. La declaración causó una profunda sensación entre los americanos, y muchos temores entre ministros, virreyes y gobernadores, y otros altos funcionarios que habían participado inicialmente en la conformación de las juntas americanas. Para cuando estas últimas fueron convocadas en septiembre de 1810 a las Cortes en la mayoría de provincias americanas, los ánimos ya habían variado ostensiblemente, iniciándose la configuración de los dos grandes bandos que posteriormente entrarían en conflicto: los realistas y los patriotas. La reinante confusión, debida a la tardanza en las noticias y el hecho de que las autoridades españolas interpretaran a las juntas de gobierno americanas como subversivas, ampliaron la brecha entre “americanos” y “españoles”. 39

37 Martínez Garnica, A. “Las Juntas…”, op. cit.

En España, las Cortes gobernaron por un período de tres años y medio, hasta el regreso de Fernando VII en 1814. Estas intentaron modificar la forma de gobierno y de la sociedad tanto en España como en América,

39 Earle, R. A. Op. cit., p. 11.

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36 Demélas, M-D. Op. cit., p. 98.

38 Extracto del Decreto expedido por el Consejo de Regencia el 14 de febrero de 1810, citado por König, H-J. Op. cit., p. 169.

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por lo que, en 1812, redactaron la Constitución de Cádiz, transformando la monarquía absoluta en una monarquía constitucional. La Carta de Cádiz limitó el poder del Rey y declaró a las colonias americanas como parte integral de España. Reorganizó el sistema judicial, reestructuró el ejército, entre otros aspectos que no son del interés de nuestro análisis, pese a no tener efectos inmediatos sobre las colonias americanas, salvo por aquellas provincias que mantuvieron su fidelidad al Rey y donde sí se juró la Constitución, aunque posteriormente esta haya sido acogida en las primeras constituciones nacionales. Todo este ambiente caótico de la Península, ocasionada por la ocupación francesa de la mayor parte de su territorio, la creación de juntas de gobierno que rivalizaban entre sí y la conformación de organismos transitorios de gobierno, se reflejó en la mayor parte de la América española. Las provincias americanas siguieron el ejemplo de las españolas y establecieron, según la tradición hispánica, juntas provinciales de gobierno. Estas juntas provinciales eran las instituciones monárquicas capaces de reunir a un grupo de personas competentes en diferentes áreas “para resolver problemas que tocan a diferentes consejos o diferentes secretarías”.40 Ello explica que en la mayoría de provincias americanas hubieran participado autoridades virreinales de alto nivel y nobles locales. Estas asumían la representación de los pueblos en los reinos y provincias donde se erigían, y establecían las normas para garantizar la conservación de la soberanía y el manejo del gobierno provincial. Las juntas americanas propendieron por la defensa de Fernando VII, de la Religión y de la Patria,41 es decir, se traba de organismos conservadores. La mayoría de estas estaban compuestas por miembros de la elite de las ciudades y altos funcionarios de los cabildos. No obstante, los posteriores conflictos en que se vieron envueltas al no acatar la orden de disolución de las juntas, hizo que el movimiento juntista fuera visto como un movimiento insurgente; aunque la erección de juntas no conformaba un elemento revolucionario per se, su posterior desarrollo y los conflictos y uniones que generaron fueron los que consolidaron el proceso de independencia de la Nueva Granada.

40 Hocquellet, Richard “Los reinos de la orfandad: la formación de las juntas supremas en España en 1808”, En: Terón, Marta y Serrano, José Antonio (eds.), Las guerras de Independencia en la América española, México, El Colegio de Michoacán, 2002, p. 24. 41 Martínez Garnica, A. “Las Juntas…”, op. cit.

Los dos temas sensibles del debate hispanoamericano, la soberanía y la representatividad, se convirtieron en los ejes del debate entre “americanos” y “españoles”. La legitimidad de la Regencia como depositaria de la soberanía y la inequidad de la representación americana en las Cortes motivaron los reparos americanos a la Asamblea gaditana. Las juntas que se constituyeron a partir de esta fecha no reconocieron a los representantes del poder real en América; insurgieron contra la autoridad “usurpadora” de la Regencia, defendieron el derecho a reasumir la soberanía, denunciaron la ruptura del pacto por parte de las autoridades españolas y rechazaron la desigual representación que se ofrecía a los americanos para participar en la instancia que definiría el rumbo político de la monarquía española.

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Para las autoridades virreinales y para las asentadas en España, la concreción de estas juntas representaba la puesta en marcha de viejas ideas de independencia de los americanos; no obstante, la posterior visión que sobre ellas se tuvo sirvió, como ya se ha señalado, para la configuración de los dos bandos en conflicto, “realistas” y “patriotas”, los cuales además cumplieron el papel de catalizadores de variadas fuerzas, grupos y proyectos sociales en conflicto. En América, la erección de juntas supremas depositarias de la soberanía y defensoras de los derechos de Fernando VII, se llevó a cabo en el transcurso del año de 1809 a 1810: Quito inició el movimiento juntista americano en 1809. A partir de 1810, las primeras juntas fueron las de Caracas, Cartagena, Buenos Aires, el Alto Perú, Santafé y México. El proceso que conduciría a las independencias había comenzado.

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En el caso neogranadino, las primeras juntas establecidas contaron en principio con la participación de autoridades virreinales y reafirmaron su papel de depositarias de la soberanía de Fernando VII, rechazando la Regencia como organismo de gobierno en reemplazo del Rey. La reasunción de la soberanía por parte de las provincias neogranadinas encerraba múltiples intereses que, en un determinado momento, hicieron variar el rumbo de los acontecimientos. De manera tal que, “la creación de Juntas independientes que reconocían al gobierno de Fernando VII, no fue suficiente para eliminar los intereses que los diversos grupos sociales defendían ocultamente”42. Por un lado, en una escala “nacional”, Santafé intentó heredar la antigua jurisdicción del Virreinato como capital virreinal, lo cual creó descontento entre las provincias que tenían sus propios intereses de afianzar su poder en el plano regional; por tanto, el rechazo a las pretensiones centralistas se hizo inminente conformándose dos grandes bloques: el Estado de Cundinamarca y las Provincias Unidas de la Nueva Granada. Por otro lado, en una escala local y regional, la conformación de las juntas de gobierno implicó la separación de los diferentes cabildos respecto de sus cabeceras provinciales y la puesta en marcha de ambiciosos proyectos por parte de algunas juntas que buscaban imponer su autoridad sobre otros cabildos y juntas.43 En fin de cuentas, la conformación de juntas de gobierno despertó los intereses de los diferentes cabildos locales, y su defensa respecto de los cabildos de otras provincias llevó a conflictos interprovinciales que terminaron por afectar la consolidación de los proyectos republicanos. Estos conflictos se presentaron en varios frentes. Por una parte, entre las provincias del Caribe neogranadino por la tensión producida entre los cabildos de Cartagena y Santa Marta, entre las juntas de Cartagena y Mompox y, de manera silenciosa y subrepticia, entre Santa Marta y Valledupar; en el nororiente entre los cabildos de Girón y Pamplona, lo mismo que entre los cabildos de San Gil y Vélez respecto de la junta de Socorro; en el sur con el grupo ciudades confederadas del Valle del Cauca que se independizaron de la Gobernación de Popayán. Este proceso 60

42 Tovar Pinzón, Hermes. “Guerras de opinión y represión en Colombia durante la Independencia (1810-1820)”. En: Anuario colombiano de historia social y de la cultura. Bogotá, vol. 11, 1983, p. 188. 43 Almario, Oscar. “Muchos actores, varios proyectos, distintas guerras: La independencia en la Gobernación de Popayán y en las provincias del Pacífico, Nueva Granada (1809-1821)”. En: Bustos, G. y Martínez Garnica, A. (eds.). Op. cit.

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caótico implicó el surgimiento de bastiones realistas, como las provincias de Santa Marta, Popayán y Pamplona44 que entraron en conflicto con aquellas provincias que habían iniciado su marcha hacia la independencia. A partir de 1811, en el antiguo virreinato, ahora desmembrado en un conjunto de provincias independientes y soberanas, se pusieron en marcha una serie de conflictos cuyas devastadoras consecuencias sociales definieron el rumbo de la política del naciente Estado nacional durante sus primeros años45, obligando además al desplazamiento de la autoridad virreinal a los blasones realistas, primero a Santa Marta y posteriormente a Panamá. La concreción de este proceso no se llevó a cabo sino hasta después del decenio de 1820, cuando los últimos reductos “hispánicos” fueron expulsados. Las provincias independientes conformaron dos bloques. Por una parte, las Provincias Unidas de la Nueva Granada (que contaba con la participación inicial de las provincias de Antioquia, Neiva, Cartagena y Tunja), cuyo primer congreso se realizó el 27 de noviembre de 1811. La Unión declaró, en el artículo 6 de su acta, la soberanía e independencia de cada uno de sus miembros bajo una forma de gobierno republicano.46 Posteriormente, entró en conflicto con el segundo bloque que actuó bajo el nombre del Estado de Cundinamarca, establecido el 26 de febrero de 1811, por negarse este último a asumir el sistema confederado y por las acciones militares que emprendió contra Tunja, los Llanos y otras provincias. En diciembre de 1812, la capital del Estado de Cundinamarca fue sitiada por Baraya, después de lo cual se logró la firma de un acuerdo entre Cundinamarca y la Unión, en 1813. Las provincias de la Unión aprovecharon para apoderarse de Santafé y en diciembre de 1814, bajo el mando de Simón Bolívar (quien había huido de Venezuela después de su derrota ante Boves) las tropas confederadas se tomaron la capital de Cundinamarca e iniciaron una nueva era de “reunificación del campo patriota”47, hasta la llegada en 1815 de las tropas realistas.

44 Sobre los bastiones realistas neogranadinos resultan dicientes los trabajos de Sæther, Gutiérrez Ramos y Earle anteriormente citados. 45 En este ensayo no abordaremos la compleja naturaleza del conflicto, las formas que adoptó ni sus consecuencias, el lector interesado puede acudir a las obras de Thibaud, C. Op. cit., y de Earle, R. Op. cit. 46 Acta de Federación, 27 de noviembre de 1811. En: Congreso de las Provincias Unidas, 1811-1814, Bogotá, Biblioteca de la Presidencia de la República, 1989, p. 3. 47 Thibaud, C. Op. cit., p. 223. 48 Ver los trabajos de König, H-J. Op. cit., especialmente la segunda parte, y H. Tovar Pinzón, Op. cit. 49 Earle, R. Op. cit., p. 17.

Las luchas por la independencia abarcaron desde el enfrentamiento armado de las fuerzas en conflicto, hasta los enfrentamientos retóricos, en los cuales tanto las fuerzas leales a la Monarquía, como las partidarias del establecimiento del proyecto republicano expusieron sus justificaciones para enarbolar las banderas del bando al que pertenecían.48 En estas “guerras de opinión”, tanto realistas como republicanos se valieron de una serie de metáforas con las cuales pretendían justificar su posición, al tiempo que satanizaban al enemigo, en un intento de aniquilación simbólica del otro. En este contexto aparecieron las famosas metáforas de la familia, la de los trescientos años de esclavitud y argumentos sobre las políticas discriminatorias de España respecto de sus posesiones ultramarinas, de tal manera, que “donde los criollos vieron discriminación, los realistas igualdad”.49 La incompatibilidad de estos dos pensamientos tuvo como resultado la configuración de las imágenes de “realistas” asociadas a los españoles y de “patriotas” para los americanos. No obstante, ambos

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bandos estaban conformados por una serie de grupos variopintos entre los que se encontraban desde criollos y peninsulares residentes en la Nueva Granada, hasta negros, mulatos, pardos e indios.50 Incluso cuando se dio inicio al proceso de Reconquista en cabeza de Pablo Morillo, con el desembarco en costas venezolanas de 12.254 hombres que componían el Ejército Expedicionario, se debió utilizar a la población americana por las rápidas bajas sufridas a causa de las enfermedades tropicales, las deserciones y el abandono del Estado español. Para 1818, “el Ejército Expedicionario fue rápidamente criollizado, o más precisamente, americanizado”51, por lo cual, pensar el conflicto que generó la independencia en términos de la oposición entre españoles y americanos, resulta tan desacertado como la imagen de una “Patria Boba”. Se hace necesario, entonces, estudiar en profundidad aquellos sectores de la población opuestos al autonomismo americano y a las posteriores declaratorias de independencia, no solo en los bastiones realistas sino también en aquellas provincias declaradas como patriotas.

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Las guerras involucraron a todos los elementos de la sociedad, dejando a su paso una estela de inseguridad y devastación. Una vez lograda la independencia definitiva respecto de España, el tránsito hacia el nuevo orden republicano supuso la adopción de ideales políticos modernos, la aceptación gradual de la ciudadanía como elemento homogenizador del conjunto de individuos que componían la sociedad, la puesta en funcionamiento de variadas formas de organización político-administrativas, y la incursión en la escena política de formas modernas de identidad que se conjugaron con las viejas prácticas político-sociales heredadas del orden jerárquico del régimen hispánico.

II. EL CAMINO A LA INDEPENDENCIA: VALLEDUPAR (1750-1820) Antes de adentrarnos en el estudio del proceso de independencia de Valledupar, es necesario, en un primer momento, identificar a grandes rasgos los componentes sociales constituyentes de la sociedad valduparense en el período comprendido entre la segunda mitad del siglo XVIII y el inicio del proceso revolucionario, para después analizar el proceso mismo de la independencia y sus posteriores transformaciones en el espacio valduparense. Este período constituye el punto de partida de muchos historiadores que, desde el siglo XIX, han tratado de buscar en él los orígenes de la sociedad contemporánea52, en un intento de hallar las identidades protonacionales que conllevarían –a la luz de estas explicaciones– a la independencia de los países latinoamericanos53, y luego a la apropiación de facto del conjunto de elementos de la modernidad europea por parte de los nacientes Estados nacionales. De esta manera, han terminado por encubrirse las dinámicas particulares de estos proce62

50 Francisco Zuluaga ha mostrado cómo los negros del Valle del Patía se convirtieron en guerrillas realistas bajo el mando de personajes como José María Obando. Por su parte, Jairo Gutiérrez Ramos ha dedicado sus últimas investigaciones a estudiar la participación de los indios de Pasto en las fuerzas realistas, y lo mismo ha hecho Steinar A. Sæther para el caso de las provincias de Santa Marta y Riohacha. De estos autores véanse los trabajos aquí referenciados. 51 Earle, R. Op. cit., p. 70. 52 Romano, R. y Carmagnani, M. Op. cit., p. 363. 53 Cfr. König, H-J. Op. cit., Segunda parte, pp. 53 y ss.

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sos en los diferentes territorios.54 Nuestro uso de este período no busca la identificación de dichas identidades, sino la comprensión de las acciones y reacciones de los diferentes actores sociales tras el derrumbe de la monarquía hispánica.

1. VALLEDUPAR

Y LA

PROVINCIA

LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO

54 No se intenta, con ello, señalar que estos procesos no estuvieran relacionados directamente con las dinámicas internacionales del momento, sino que se busca explicar –alejándose de las visiones totalizadoras y generalizantes– las dimensiones territoriales, que en muchos casos se convirtieron en el principal obstáculo para garantizar la consecución de los proyectos estatales. 55 Sobre este proceso puede verse el trabajo de Navarrete, María Cristina. “La granjería de las perlas del Río de la Hacha: Rebelión y resistencia esclava (1570-1615)”. En: Historia Caribe, Barranquilla, III: 8, 2003, pp. 35-50. 56 Sobre los bogas del Magdalena ver los trabajos de Peñas Galindo, David Ernesto. Los bogas de Mompox. Historia del zambaje, Bogotá, Tercer Mundo Editores, 1988. Fals Borda, Orlando. Historia Doble de la Costa I: Mompox y Loba, Bogotá, Carlos Valencia Editores, 1979. 57 Aunque la mayor parte de la población esclava se concentró alrededor de los principales centros poblacionales. Ver: Bernand, Carmen. Negros esclavos y libres en las ciudades hispanoamericanas, Madrid, Fundación Histórica Tavera, 2001. 58 Pese a la imagen de sujetos incivilizados, sin dios ni ley, que ha envuelto a estos pobladores de las rochelas y aldeas del Caribe, sus economías de subsistencia se encontraban articuladas a los mercados locales y abastecieron las grandes haciendas ganaderas y agrícolas de la región, además de servir como mano de obra y excelentes aliados para el ejercicio del contrabando. Ver al respecto, Sánchez, Hugues. “Amancebamiento…”, op. cit. 59 Informe del virrey Sebastián Eslava, en Colmenares, Germán. Relaciones e informes de los Gobernantes de la Nueva Granada, Tomo I, Bogotá, Banco Popular, 1989, p. 50. 60 Hay que señalar que esta pobreza se refiere sobre todo a los problemas fiscales, pues no era posible sufragar los gastos de la burocracia local ni de la administración colonial. De tal forma que, incluso, las campañas de poblamiento fueron realizadas por “empresarios” como los De Mier.

SANTA MARTA XVIII

DE

DURANTE

El Nuevo Reino de Granada no constituyó una de las partes más importantes del conjunto de dominios americanos de la monarquía hispánica. Salvo por Cartagena, Santa Fe y Popayán, la mayor parte del territorio neogranadino era, económica y políticamente hablando, de un orden secundario. De esta manera, provincias como la de Santa Marta, de carácter agreste –por el difícil proceso de ocupación del territorio que no se logró sino hasta bien entrado el siglo XIX–, con una alta proporción de población al margen del orden señorial, con una situación de ingobernabilidad casi insostenible para la mayor parte de autoridades civiles y eclesiásticas, constituían –dentro del orden colonial– territorios de frontera y paso de viajeros. Para el siglo XVIII el panorama que mostraba la Provincia de Santa Marta no era halagador. A pesar del desarrollo de actividades agrícolas y ganaderas, al igual que de la granjería de perlas de la Guajira,55 el comercio y la boga por el río Magdalena,56 la Provincia de Santa Marta era una de las menos pobladas y de las más atrasadas del Virreinato. Las dos primeras actividades se desarrollaban principalmente en los alrededores de Valledupar y Valencia de Jesús, en las estribaciones de la Serranía del Perijá y el curso de río Cesar, al igual que en la región de El Paso, Chiriguaná, Tamalameque y Ocaña. En estas actividades se utilizó tanto mano de obra esclava57 como de mestizos y mulatos pobres, habitantes de pueblos, aldeas y rochelas.58 Además de esto, el escaso control sobre el territorio y sobre la población indígena –dada la existencia de población indígena indómita–, hacía que el desarrollo de procesos productivos como el de la agricultura o la ganadería se viera limitado –aunque es de destacar que esta producción cubría las demandas del mercado regional–, dado que no lograron extraerse excedentes económicos y fuerza de trabajo en beneficio de la llamada “República de españoles”. Con un poblamiento disperso, escaso control sobre el territorio, parajes incultos, indios sin conquistar, población “libre” al margen de toda “subordinación al cura y a la justicia”59 y niveles no muy altos de producción agrícola y ganadera, la Provincia de Santa Marta vivía en condiciones de pobreza generalizada reconocidas por la mayoría de las autoridades civiles y eclesiásticas.60 Esto llevó a que, durante el siglo XVIII, la Provincia de Santa Marta –y en general la mayor parte de los dominios de la monarquía hispánica– experimentara un intenso proceso de reordenamiento espacial que propendía por ejercer control sobre el territorio, mejorar la producción agrícola y ganadera

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de la región e insertar a la población indígena y “libre de todos los colores”, por fuera del control civil y eclesiástico, a la fuerza de producción de los hatos ganaderos y a la cristiandad. Dicho proceso requirió tanto el uso de la fuerza como intensas negociaciones con estos grupos.61 Estos elementos configuraron dinámicas particulares ligadas a la existencia de fuertes elites locales y regionales62, cuyas amplias redes de poder les permitieron actuar de manera más o menos articulada, ejerciendo control sobre la población libre que se hallaba tanto en aldeas como en las rochelas y palenques, y dando a los “mecanismos corporativos” un profundo carácter territorial en el cual el elemento de distinción primordial lo constituyó la notabilidad; este criterio permitió legitimar el poder de las elites locales y distinguirlas de los demás grupos sociales. En este sentido, el proceso de poblamiento fue de gran importancia, porque permitió consolidar las relaciones entre los hacendados y la población libre de la región, asegurando el establecimiento de los elementos corporativistas y estamentales del orden colonial, cuyo principio era el “orden jerárquico”. En fin de cuentas, se logró establecer una especie de dominio concertado entre notables locales y la población libre de la región. Los notables locales, quienes generalmente controlaban las autoridades civiles, militares y eclesiásticas, toleraron y de alguna manera promovieron –pese a los esfuerzos oficiales–63 las prácticas sociales desordenadas de la población libre64, que correspondía con estos sirviéndoles en sus haciendas, parroquias y como aliada estratégica en sus prácticas non sanctas como el contrabando. Las campañas de poblamiento, además de reforzar el control sobre la población libre, atrajeron a varias familias que posteriormente asumieron un papel preponderante en la vida regional. Ello permitió, además, que el Caribe neogranadino experimentara un notable crecimiento de la población, producto en parte de los cruzamientos interétnicos65 que lograron ser asimilados por los grupos de poder, coadyuvando al incremento gradual de la producción material de las colonias americanas, además de asegurar la expansión hacia territorios que aún se encontraban sin explorar. Un reflejo de esta situación lo constituye Valledupar: surgida como parte de las campañas de poblamiento promovidas por las autoridades samarias a finales del siglo XVI, se consolidó en ella un proceso de producción ganadera extensiva. Durante esta fase inicial se repartió a sus pobladores un buen número de indios tributarios con lo cual, luego de la crisis demográfica indígena, estos pobladores lograron apropiarse de grandes extensiones de tierra que reclamaban como baldías o “realengas”. Al mismo tiempo, la caída demográfica de los indígenas hizo que la naciente ciudad entrara en una seria decadencia. A mediados del siglo XVI, de los 40 vecinos con que se pobló la ciudad sólo quedaban 17. Con una población en franca decadencia, los pocos indígenas incorporados sufrieron el peso de la explotación de la “República de los espa64

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61 Al respecto, ver los trabajos de Herrera Ángel, Marta. Ordenar para controlar. Ordenamiento espacial y control político en las Llanuras del Caribe y en los Andes Centrales Neogranadinos. Siglo XVIII, Bogotá, Coedición Instituto Colombiano de Antropología e Historia/Academia Colombiana de Historia, 1999. De la misma autora, “Confrontación…”, op. cit., y “El arrochelamiento: Nominar para criminalizar”, en: El taller de la historia, Cartagena, Nº 2, abril de 2002, pp. 11-46. Ver también los trabajos de Sánchez Mejía, Hugues. “La precariedad…”, op. cit., “Amancebamiento …”, op. cit., y de Sánchez, Hugues y Santos Delgado, Adriana. “Dos casos de colonización y expansión de la frontera agrícola en la gobernación de Santa Marta en la segunda mitad del siglo XVII: San Sebastián de Rábago y Santa Cruz de Pizarro”. En: Historia Caribe, Barranquilla, III: 8, 2003, pp. 101-114. Por último el trabajo clásico de Orlando Fals Borda. Op. cit. 62 Al respecto de estos grupos, Marcello Carmagnani ha señalado que tenían como característica unos “intereses sociales y políticos bien definidos y con una cultura propia que se sumaba a los elementos procedentes del mundo europeo e ibérico”. Ver: Carmagnani, Marcello. El otro occidente: América Latina desde la invasión europea hasta la globalización, México, FCEECM, 2004, p. 81. 63 Durante buena parte del período hispánico se trató infructuosamente de reducir y erradicar el efecto negativo de “las malas costumbres” de las castas sobre la gente blanca. Respecto de estos procesos ver: Sánchez Mejía, Hugues. “Amancebamiento…”, Op. cit, y Herrera Ángel, Marta. “Confrontación…”, op. cit. 64 Sobre la tolerancia de las autoridades civiles y eclesiásticas con la población libre del Caribe colombiano ver el trabajo de Herrera Ángel, Marta. “El arrochelamiento…”, op. cit. 65 La Provincia de Santa Marta contaba para 1793 con una población total de 46.985 personas, de las cuales 5.093 figuraban como blancos, 8.638 como indios, 29.034 como libres de todos los colores y 4.109 como negros esclavos. Cfr: “Padrón General de la Provincia de Santa Marta (1793)”. En: Hermes Tovar Pinzón et al., Convocatoria al poder del número. Censos y estadísticas de la nueva Granada, 1750-1830, Bogotá, AGN, 1994.

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66 Sólo a finales del siglo XVII en jurisdicción de Valledupar lograron establecerse encomiendas en los pueblos de Santo Tomás de Villanueva y San Isidro de la Sierra. Para 1806 las encomiendas establecidas en Valledupar habían desaparecido. Cfr. Molino García, María Teresa. La encomienda en el Nuevo Reino de Granada durante el siglo XVIII, Sevilla, Escuela de Estudios Hispanoamericanos, 1976. 67 Restrepo Tirado, Ernesto. Historia de la Provincia de Santa Marta, Bogotá, Ministerio de Educación Nacional, 1953, tomo I, p. 198. 68 Para 1640 Santa Marta tenía 60 vecinos y Valledupar más de “400 almas”. Ibíd, p. 264. 69 Una mirada a la composición de las riquezas de algunos vecinos de poblaciones como Valencia de Jesús nos muestra una importante acumulación de capital, que les permitió a familias como los López Nevado, los Bolinches, los Mendivil, entre otros, establecer redes comerciales regionales, acceder a cargos eclesiásticos y civiles, y vincularse a través del matrimonio y el compadrazgo con otras familias igualmente ricas. Por las limitaciones propias de este ensayo no nos ocuparemos de este aspecto. 70 Notaría Primera de Valledupar (N.P.V.), Tomo de 1737, ff. 57-62. 71 Sánchez, Hugues. Poblamiento, mestizaje y rochelas en la Provincia de Santa Marta durante el siglo XVIII, (Tesis de Grado). Bucaramanga, UIS, 1996, p. 76.

ñoles”, dificultándose además la reducción de los grupos indígenas y el desarrollo del régimen de encomiendas.66 Al iniciar el siglo XVII la Provincia de Santa Marta se encontraba sumida en la pobreza. En 1606 el gobernador Andrés de Salcedo informaba que “en las cajas reales no había dinero ni siquiera para el pago de sus salarios”.67 Dada esta situación, las autoridades se dieron a la tarea de intensificar la apropiación de territorios, consolidándose el poblamiento entre Riohacha y Valledupar. Para ello, se utilizó como base a Santa Marta y a Valledupar, y se buscó dominar a la población indígena que habitaba las zonas de frontera. Estas campañas de rancheo permitieron la ampliación de la frontera agrícola, la consolidación del hato ganadero y el establecimiento de sitios de libres y de indios. De este proceso, la ciudad más beneficiadas fue Valledupar, al ampliar su control sobre las zonas de hinterland y aumentar su decadente población de finales del siglo XVI.68 Para el siglo XVIII, pese al panorama poco halagador de la Provincia de Santa Marta, la ciudad de Valledupar había logrado consolidar su economía, basada primordialmente en la ganadería y, en menor medida, la agricultura. La ciudad de Valledupar había logrado alcanzar niveles de prosperidad que la misma capital provincial no poseía. Desde finales del siglo XVII los hatos ganaderos se habían consolidado y sus habitantes, y los de su área de influencia, gozaban de cierta prosperidad69 en parte gracias a los intercambios comerciales con los indios de La Guajira que comerciaban con holandeses e ingleses. Pero lo realmente significativo dentro del conjunto de la economía y la sociedad valduparense fue la hacienda, pues además de representar el principal medio para la acumulación de riquezas de los personajes notables de la sociedad, constituyó un elemento aglutinante de la población libre de esta subregión del Caribe, articulada a las haciendas como mano de obra o a través del abastecimiento de productos –sobre todo en aquellas haciendas donde se hacía necesario, como los trapiches–. Las haciendas fueron el principal medio de adquisición de riquezas en poblaciones como Valledupar, debido a que esta, junto con Valencia de Jesús, eran los principales abastecedores de productos ganaderos de la región. Aline Helg ha señalado que las haciendas del Caribe neogranadino eran extensos señoríos sin límites definidos. Una mirada a los testamentos muestra esta situación en el caso de la subregión de Valledupar. En los testamentos de Valledupar y Valencia de Jesús es frecuente encontrar como bienes hatos, platanales, haciendas y ganado de los cuales, la mayor parte, no especifican ni las extensiones de las haciendas ni el número de cabezas de ganado que poseían. En el testamento de Jerónimo Joseph Jiménez, vecino de Valencia de Jesús, encontramos que tenía una hacienda en las sabanas de Maldonado con “casa de hato, cocina cubierta de palma y bahareque, un corral, un chiquero con cabras”,70 además de ganado vacuno y caballar, que se reproducía en el monte sin ningún control.71 En 1802, Emeterio Zeledonio Maestre, vecino de Va-

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lledupar, declaraba poseer como bienes “un hato de ganado y bestias en el paraje San Pablo de la Punta, una instancia e ingenio de trapiche y otros bienes”.72

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Refiriéndose a Valencia de Jesús, José Nicolás de la Rosa señalaba: Críase en toda aquella tierra gran porción de ganados mayores y menores, de donde saca con alguna abundancia para proveer a la provincia de Cartagena; y son tan abundantes los pastos y aguadas, que muchos vecinos de aquella provincia mantienen en su jurisdicción populosos hatos, en que esquilman la carne, sebo, corambre, quesos y cordobanes, fuera del cruce grande, y procreación de los ganados, que han hecho a muchos poderosos en caudales […].73

Según Adolfo Meisel Roca, durante el siglo XVIII se dieron tres tipos de haciendas en las provincias del Caribe neogranadino. La primera de ellas, la ganadera; la segunda, la de trapiche y, finalmente, las haciendas de labranza. Para Meisel Roca, estos tres tipos de hacienda utilizaban poca mano de obra esclava, especialmente las dos primeras, debido a que la agricultura “se desarrollaba principalmente en las parcelas de los arrendatarios, quienes pagaban terrajes en dinero, especies o trabajo”.74 Este último elemento es vital para entender el papel aglutinador de la hacienda, pues buena parte de la población libre que vivía arrochelada o en pequeños poblados articuló sus economías de subsistencia a los mercados locales y sirvió de abastecedora de “las grandes haciendas agrícolas y ganaderas”.75 La hacienda se convirtió en el actor intermediario entre los notables locales y el resto de la población, pues, a diferencia de las grandes ciudades donde este papel era representado por profesionales y mestizos con algún grado de preeminencia social entre los sectores populares y reconocimiento de las elites locales, la inexistencia –según nuestra mirada inicial– de estos actores en el Caribe neogranadino obligaba a utilizar la hacienda como el lazo relacional entre dos sectores separados de manera más radicalmente jerárquica que en las ciudades. La creciente economía de esta subregión fue vista con optimismo por las autoridades virreinales, que vieron en la región un potencial de desarrollo económico, emporio de riquezas y de comercio. Este cambio en la visión fue el producto del reformismo borbónico que buscaba el fortalecimiento económico mediante una administración más efectiva que robusteciera el poder central e incentivara la economía a través de una mayor y mejor explotación de sus colonias. Esta lógica económica privilegiaba a las colonias abastecedoras de materias primas, agrícolas y mineras, y consumidoras de productos manufacturados en España. La Provincia de Santa Marta era retratada como una fuente de riquezas por la existencia, según Antonio Julián, de betas de oro, perlas, palo de brasil, cacao, tabaco, azúcar, trigo, maíz, añil, bálsamo, aceites, gomas aromáticas, además de caballos de singular velocidad76, ganado en gran66

72 N.P.V., Tomo de 1802. 73 De la Rosa, José Nicolás. Floresta de la Santa Iglesia Catedral de la ciudad y Provincia de Santa Marta, Bogotá, Biblioteca Banco Popular, 1975, pp. 221-222. 74 Meisel Roca, Adolfo. Esclavitud, mestizaje y haciendas en la provincia de Cartagena: 1533-1851, p. 257. En: Gustavo Bell Lemus (Comp.) El Caribe colombiano. Selección de textos históricos, Barranquilla, Universidad del Norte, 1988, p. 257. 75 Sanchez, H. “Amancebamiento…”, op.cit., p. 55. 76 Julián, Antonio. La perla de América: Provincia de Santa Marta, Bogotá, Academia Colombiana de Historia, 1980, pp. 9-11.

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des cantidades, y los problemas de la Provincia eran achacados a los indios chimilas, a los guajiros, al contrabando y a la pereza de sus habitantes. Por su parte, aunque el gobernador Antonio Narváez y de la Torre coincidía con Julián en las bondades y riquezas de la Provincia, señalaba como factores de atraso su despoblamiento y la falta de mano de obra. Para Narváez los problemas de las Provincias del Caribe se resolverían con la importación de esclavos para ser utilizados como mano de obra, la apertura económica y la intensificación en la región de los cultivos de caña de azúcar, trapiches, cacao y artesanías.77 Las reformas borbónicas que se impulsaron en la región permitieron la concentración de tierras en unos pocos individuos. Hugues Sánchez ha demostrado que este proceso fortaleció las empresas de poblamiento desde ciudades y sitios de la Gobernación de Santa Marta. De esta manera, “la expansión se originó desde Valledupar y Valencia y se dirigió al occidente siguiendo paralelamente el curso del río Cesar”.78 Este proceso fue de gran importancia, pues, como recuerdan Ruggiero Romano y Marcello Carmagnani, las sociedades americanas comenzaron a experimentar a partir del siglo XVIII un notable crecimiento de la población, el incremento de la producción material de las “colonias” y la expansión hacia territorios que aún se encontraban sin explorar, elementos a partir de los cuales se van a configurar dinámicas particulares que, ligadas a la existencia de fuertes elites locales y regionales, van a contribuir a acentuar la expansión de los “mecanismos corporativos”. En este contexto, los elementos notables de la sociedad valduparense estaban constituidos, como se ha visto, por hacendados cuyo control sobre extensos e imprecisos territorios, zonas ricas en pastos naturales y tenencia de ganado con el que podían comerciar, pagar deudas y fundar capellanías, garantizaron el control de la población con las campañas de poblamiento. Estos nuevos asentamientos promovieron, además, la miscegenación de los habitantes libres de la región reducidos a sitios y consolidaron el dominio sobre esta población. Estos hacendados, además de controlar grandes extensiones de tierra, también ejercían control sobre los cabildos, y su calidad de militares y eclesiásticos reforzaba su preeminencia social. Los otros componentes de la sociedad valduparense, y en general del Caribe colombiano, estaban constituidos por los indígenas, esclavos y los llamados libres de todos los colores (mestizos, mulatos, pardos, zambos y blancos pobres), los cuales constituían la mayor parte de la población de la Provincia de Santa Marta.

77 De Narváez y de la Torre, Antonio y Pombo, José Francisco. Escritos de dos economistas coloniales, Bogotá, Banco de la República, 1965. 78 Sánchez Mejía, H. Poblamiento…, op.cit., p. 85.

La población indígena de la Provincia de Santa Marta estaba dividida entre aquellos que habían sido conquistados y reducidos a pueblos y los “indios bravos” que habían resistido indómitos el proceso de ocupación de su territorio. Estos últimos estaban constituidos esencialmente por los guajiros, los motilones y un grupo de diversas tribus agrupadas bajo el nombre de una de ellas, “los chimilas”. Estos pueblos indígenas entorpecían, para los españoles, las comunicaciones, el transporte de produc-

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tos y el poblamiento a mayor escala de la provincia. El temor que producían estos en la población era tal que, según De la Rosa, en zonas de Valledupar, en los días de verano cuando los indios acostumbraban atacar con más frecuencia, “los vecinos se reparten en partidas de a veinte armados, y corren aquella tierra, alternando por semanas; de manera, que están continuamente con las armas en la mano”.79 El otro sector de población indígena lo conformaba aquella población que había sido reducida a misiones y pueblos de indios, los cuales facilitaron las comunicaciones entre las ciudades como Valledupar, Valencia de Jesús y Riohacha, con poblaciones como Mompox y Tamalameque, sirviendo además como abastecedoras de alimentos de los hatos ganaderos circunvecinos.80 Los esclavos constituían otro sector de gran importancia en esta subregión del Caribe y en general en la Provincia de Santa Marta, pese a presentar un grado de concentración mucho menor que en otras áreas del Caribe insular y peninsular. Los esclavos estaban asentados principalmente alrededor de las ciudades, donde desempeñaban diversos oficios domésticos; igualmente, eran utilizados en las haciendas mixtas81 y en las trapicheras, pese a que estas no requerían de una gran mano de obra. La tenencia de esclavos garantizaba además la posibilidad de cubrir deudas, bien a través de la venta del esclavo o como prenda de capellanías y censos.82 De esta manera, por ejemplo, en 1741, Simón de Córdova y Juan Francisco Romero, vecinos de Valencia, pusieron como prenda de garantía de una capellanía a cargo del cura de Valencia, “un negrito criollo, 25 vacas mansas paridas y un atajo de 20 yeguas con su padrote”.83 En 1745, Josep Cayetano Palacios presentó como prenda de una capellanía en poder de Andrés Matheo del Moyo, por valor de 114 pesos. a “1 esclava mulata y 50 novillas”.84 Las ventas de esclavos constituían un negocio permanente dentro de las transacciones que realizaban los habitantes de esta subregión. De ahí que no resultara extraña su introducción ilegal, tal como sucedió en 1752, cuando fue decomisado un cargamento de 26 negros procedentes de Riohacha; ese mismo año, el Alcalde Ordinario de Primer Voto de Valencia de Jesús, el Capitán Matías González, ordenó ponerlos en venta a un precio de 60 pesos por cabeza, un precio relativamente bajo si se considera que, de acuerdo al estado de salud, edad y sexo, el precio de un esclavo oscilaba entre los 150 y 250 pesos. El listado que presenta es el siguiente: Marcos Josef, 8 años, congo. Penzeano, 5 años, luango. Josef Manuel, 10 a 12 años, congo. María Salvadora, 15 años, mastra. Antonia Fracisca, 15 años, congo. Rosa María, 14 años, mrio. Rosalia, 15 años, Cabo Verde. Juana Florencia, 24 años, luango. Agustina, 8 años, congo. 68

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79 De la Rosa, J. N. Op. cit., p. 221. 80 Herrera Ángel, M. Ordenar…, Op. cit., p. 212. Este es quizá el mejor trabajo existente sobre el poblamiento de lo que la autora llama “las llanuras del Caribe”; ofrece una interesante descripción de los pueblos de indios y sitios a partir de la página 217 y ss. 81 Siguiendo la división establecida por Meisel Roca, las haciendas mixtas eran aquellas que combinaban las actividades ganaderas con las agrícolas y, más específicamente, con los trapiches. 82 Aunque era más frecuente que las deudas de las capellanías pesaran sobre las bienes inmuebles y el ganado vacuno y caballar, existen registros notariales que permiten determinar el uso de los esclavos como prenda de garantía. 83 N. P. V., Tomo de 1741, ff. 181-182. 84 N. P. V., Tomo de 1745, ff. 210-212.

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Eduardo, 20 años, nîxo. Laura, 18 años, nîxo. Adriano, 18 años, nîxo. Roque, 20 años, luango. Facundo, 18 años, luango. María del Carmén, 16 años, luango. María de la Trinidad, 14 años, congo. Gregorio, 14 años, nîxo. Basilio, 14 años, congo. Rafael, 12 años, luango. Florentina, 8 años, conga. Gertrudis, 20 años, mxi. Barbara, conga. [Ilegible], 20 años, arara. Antonia Francisca, 20 años. [Ilegible]....rino, 20 años, mina. Henri..., 15 años, luango.85 La población esclava también constituyó una parte importante en las dotes matrimoniales. La población mestiza constituyó, sin duda alguna, el grupo más numeroso de la población del Caribe. En la provincia de Santa Marta, los mestizos y los llamados libres de todos los colores representaban aproximadamente el 60% de la población de la provincia, estimada para 1793 en 47.000 habitantes.

85 N. P. V., Tomo 2, 1752, ff. 69-74. 86 M. Herrera Ángel, “El arrochelamiento…”, op. cit., p. 40. 87 Ibíd, p. 15. 88 Las formas de contravención sexual de estos grupos en la subregión de la Provincia de Santa Marta pueden verse en Sánchez, H. “Amancebamiento…”, op. cit., passim. 89 Herrera Ángel, M. “El arrochelamiento…”, op. cit., p. 37.

Estos eran mayoritariamente habitantes de pueblos y rochelas, pero también de las ciudades. Esta población representó el mayor foco de atención durante el proceso de poblamiento llevado a cabo por empresarios agrícolas como los De Mier, de ahí que incluso llegaran a descuidarse los pueblos de indios indómitos. Para Martha Herrera, [l]os requerimientos de control de estos pobladores –arrochelados– no sólo harían necesario reorganizar su ordenamiento espacial, sino también ejercer el monopolio de los medios de producción, de tal suerte que se vieran forzados a vender o a intercambiar su fuerza de trabajo, en aras del acceso a los mismos”86, lo cual explica que se recurriera a su criminalización. Para esta autora, las rochelas constituían un tipo de ordenamiento del espacio diferente al ordenamiento señorial de los “españoles”, cuya peligrosidad radicaba en que “cuestionaba […] las bases mismas de la legitimidad del ordenamiento social colonial, al mostrar que era viable sobrevivir bajo otros parámetros organizativos.87 En estos espacios, la población libre de la provincia estableció relaciones laxas no solo en el plano de lo sexual88, sino también en el ordenamiento social y espacial de sus comunidades89, articulando sus relaciones con las autoridades civiles y eclesiásticas a través de la permisividad de estas autoridades y de los favores de estos pobladores, sobre todo cuando se trataba del contrabando de mercancías y de laborar la tierra.

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La estrecha relación que comenzó a dibujarse entre estos grupos marginales y las elites locales los beneficiaba a ambos en la medida en que a los notables locales les permitió ejercer control sobre los grupos marginales y, a estos grupos, acceder a los privilegios de ser los protegidos de un notable. Los notables locales estaban estrechamente ligados –familiar y comercialmente– a la elite de la capital provincial, además de ser parte integral de la escena política provincial, pues muchos de ellos habían ocupado altos cargos burocráticos, eclesiásticos y militares.90

2. LA

INDEPENDENCIA DE

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VALLEDUPAR

La crisis del orden monárquico hispanoamericano tuvo interesantes repercusiones sobre el Caribe neogranadino. El movimiento autonomista que propendía por conservar la soberanía del rey Fernando VII, por parte de las provincias neogranadinas, rápidamente transformado en guerra por la independencia, tuvo en el Caribe neogranadino implicaciones peculiares, por causa de la fuerte rivalidad regional entre las principales ciudades caribeñas que propendían por asegurarse el control de unas sobre otras. Los intereses particulares de los notables locales hicieron que las provincias se alinearan alrededor de los dos grandes bandos en conflicto, pero, además, que en el interior de estos bandos se presentaran serios conflictos internos que hicieron del Caribe neogranadino uno de los escenarios más decisivos para la Independencia nacional. La primera ciudad de la Audiencia de Santafe en declararse como depositaria de la soberanía fue Cartagena, en junio de 1810, seguida por Mompox, ambas en la provincia de Cartagena. Entre 1808 y 1809, el Cabildo de la ciudad de Cartagena, conformado por comerciantes españoles y americanos, abogados y hacendados, entró en conflicto con el recién llegado gobernador, el Brigadier General Francisco Montes, quien intentó recuperar el poder que el Cabildo se había auto-otorgado. En mayo de 1810, los rumores de un levantamiento popular hicieron que el gobernador Montes se apoyara en un poderoso pardo, Pedro Romero. La llegada de noticias sobre la disolución de la Junta Central hizo que la autoridad de Montes se hiciera insostenible. El Cabildo, contando con el apoyo del comisionado especial, Antonio de Villavicencio, resolvió obligar a Montes a compartir su poder con dos diputados designados por esta misma instancia.91 A mediados de junio, el Cabildo resolvió remover de su cargo a Montes, poniendo en su lugar al Teniente de Gobernador, el Coronel Blas de Soria. Uno de los miembros del Cabildo, José María García de Toledo, organizó, junto con Pedro Romero, la movilización de un gran número de hombres negros y mulatos del barrio Getsemaní, al igual que de otros barrios de la ciudad, los cuales, armados con machetes, se apostaron frente al Palacio de Gobierno de la ciudad el 14 de junio de 1810, mientras el Cabildo sesionaba.92 El Cabildo se apoyó en el regimiento fijo y para prevenir enfrentamientos llamó a la unión recordando los lazos comunes (religión, derechos, etc.).93 70

90 Sæther, S. A. Identidades…, op. cit. 91 Earle, R. Op. cit., p. 23. 92 “Apuntamientos para escribir una ojeada”. En: Corrales, Manuel Ezequiel. (comp.), Documentos para la historia de la Provincia de Cartagena hoy Estado Soberano de Bolívar, en la Unión Colombiana, 2 tomos, Bogotá, Imprenta de Medardo Rivas, 1883, T. 1, p. 127. 93 “Edicto por el cual el Cabildo de Cartagena escita a los habitantes de la ciudad a procurar la unión”, 19 de junio de 1810. En: Corrales, J. M. Op. cit, T. 1, pp. 94-95.

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Pese a que en principio la Junta de Cartagena reconoció la Regencia, la orden emitida por esta última para disolverla enfrió las relaciones con la elite cartagenera. La Junta intentó organizar un gobierno autónomo. El 11 de noviembre de 1811, proclamó su independencia absoluta de España, “ratificó a la Provincia de Cartagena de Indias como un Estado libre, soberano e independiente. El 12 de enero del año siguiente se instaló una convención constituyente con 36 diputados que expidió el 14 de junio la Constitución del Estado de Cartagena de Indias”.94 El Estado cartagenero conformó parte del bloque de las Provincias Unidas de la Nueva Granada, y desde Cartagena se lideraron las acciones militares que finalmente llevaron a la unión de los patriotas. La otra movida juntista fue llevada a cabo por el Cabildo de Mompox, el cual había adherido inicialmente a la Junta de Cartagena y contaba incluso con representación en ella. No obstante, desde antes de la instalación de la Junta cartagenera los momposinos habían comenzado a adoptar posiciones radicales. En 1809, Vicente Talledo y Rivera señalaba que en el Cabildo de Mompox estaban torpedeando su posesión como Subdelegado de la Real Hacienda. Talledo acusaba a los capitulares del Cabildo de actuar deliberadamente en su contra y, de hecho, así lo demostraron al aplazar el acto de jura que debía cumplir antes de asumir el cargo.95 Durante los meses siguientes, la tensión entre Talledo y el Cabildo de Mompox se agudizó y el 25 de junio de 1810 se organizó una revuelta de mujeres en contra de Talledo encabezada por José Luis Muñoz y el negro Luis Gonzaga Galván, tras la cual Talledo fue depuesto de su cargo como Comandante de Armas. Una Comisión conformada por Villavicencio, Carlos Montufar y Antonio Narváez y de la Torre intentó arreglar la situación, pero nada pudieron hacer. La ruptura definitiva de la Villa con Cartagena se produjo el 6 de agosto de 1810, cuando el Cabildo de Mompox proclamó su independencia respecto de la Regencia y de la Junta cartagenera, adhiriendo al Congreso convocado por Santafé.96 Adicionalmente, a mediados de 1812, surgió en el interior de la provincia de Cartagena un bloque realista opuesto entre las ciudades de Sincelejo y Tolú. El mando de la nueva junta estuvo en manos de los hermanos Gutiérrez de Piñeres, y el 11 de octubre se declaró la erección de la provincia de Mompox. A partir de entonces, la Junta de Gobierno fue presidida por Gabriel Gutiérrez de Piñeres, quien se encargó de la exposición de los motivos de la separación respecto de Cartagena. La misma fue defendida en Santafé por su hermano José María Gutiérrez de Piñeres.97

94 Conde Calderón, J. Espacio…, op. cit., pp. 108-109. 95 Ibíd, p. 112. 96 Martínez, A. “La transición…”, op. cit., p. 53-54. 97 Ibíd, p. 54. 98 Restrepo, E. Tirado. Op. cit., Tomo II, p. 303.

En la Provincia de Santa Marta la conformación de juntas no alcanzó un nivel muy alto y sus implicaciones no fueron tan severas como las de la Provincia de Cartagena. En febrero de 1809, tras recibir las primeras noticias de los sucesos en España, se dio inicio a una serie de actos con los que se buscaba ratificar “la fidelidad y sumisión” a Fernando VII.98 A mediados de 1810 el Gobernador de la Provincia, Víctor de Salcedo y

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Somodevilla, recibió las comunicaciones que informaban de la conformación del Supremo Consejo de Regencia, tras lo cual se dispuso la jura ante el Cabildo para obedecer al nuevo organismo de gobierno. La provincia permaneció durante estos primeros años en una situación moderadamente tranquila. Pero durante la segunda mitad del año 1810, la situación cambió ostensiblemente. Tras la llegada de noticias sobre los acontecimientos de Santafé, un grupo de notables samarios comenzaron a promover la conformación de una Junta Provincial de Gobierno. Entre estos se encontraba el Teniente de Gobernador Antonio Viana, quien en compañía del Síndico Procurador Basilio del Toro y “otros amigos de influencia”, decidieron promover la formación de una junta “que se hiciera cargo de los negocios del Gobierno”99, conviniendo los nombres de quienes la iban a constituir, entre los cuales figuraba él. Este grupo también era intengrado por José Francisco de Múnive y Mozo y el abogado santafereño Agustín González y Moreno.100

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Estos promotores de la Junta buscaban la destitución del Gobernador de la provincia, quien parecía tener pocos adeptos. Bajo la excusa de la conformación de la junta, el 10 de agosto de 1810 se reunieron en casa del Gobernador varios notables; allí se dieron a conocer las noticias santafereñas y se convocó a Cabildo abierto. Por propuesta del Procurador Del Toro, se convocó a elecciones. Luego de recogidos los votos, Salcedo y Somodevilla fue elegido como presidente de la Junta, reteniendo además su cargo como Gobernador. Para vicepresidente fue escogido Múnive y Mozo, como vocal nato Antonio Viana, y vocales, Pedro Gabriel Díaz Granados y Plácido Hernández Domínguez. También hacían parte de la Junta Basilio García, Pedro Rodríguez, Rafael Zúñiga, el teniente coronel de milicias José María Martínez Aparicio y su hijo Miguel Martínez Aparicio, José Ignacio Díaz Granados, Manuel María Dávila, Esteban Díaz Granados y Francisco Javier Díaz Granados. Como secretario fue elegido Agustín Gutiérrez y Moreno.101 En la nueva junta habían logrado ingresar todos sus promotores, aunque no pudieron destituir al Gobernador. Esta junta tenía la particularidad de haber albergado a buena parte de los miembros más notables de la familia Díaz Granados, una de las más prominentes de la región. Por un lado, Pedro Gabriel Díaz Granados, y cuatro de sus sobrinos (Francisco Javier, Esteban, José Ignacio y Venancio Díaz Granados) habían sido designados como miembros de la Junta. También se encontraban emparentados con los Díaz Granados, Múnive y Mozo, Dávila, García y Zúñiga.102 Este hecho es significativo si se piensa que dos miembros de la familia Díaz Granados (Rafael y Esteban) también participaron en el proceso de independencia de Valledupar y se encontraban emparentados con la familia Fernández de Castro, el grupo familiar que, junto a los Mestre y otras familias notables, lideró la escena política durante este proceso. 72

99 Ibíd, p. 310. 100 Sæther, S. A. Identidades…, op. cit., p. 161. 101 Restrepo Tirado, E. Op. cit., pp. 311312. 102 Sæther, S. A. Identidades…, op. cit., p. 163.

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103 “Carta del Cabildo de Santa Marta a S.M. informando de la formación de la Junta y remitiendo traslado del acta del 10 de agosto”, Santa Marta, 22 de septiembre de 1810. En: Restrepo Tirado, E. Op. cit., p. 312. 104 Restrepo Tirado, E. Op. cit., pp. 315316. 105 Ibíd, p. 319. 106 “Llamamiento que hacen los Diputados del Congreso de Santafé al Gobierno de Santa Marta para que arregle su conducta al Movimiento General de la Independencia”, Santafé, 9 de octubre de 1811. En: Ortiz, Sergio Elías. (comp.), Colección de documentos para la historia de Colombia, Bogotá, Editorial Kelly, 1965. 107 Ibíd, p. 290.

Al igual que la Junta de Cartagena, la de Santa Marta era un organismo conservador, conformado por varias prominentes familias de la ciudad, que rechazaban los “funestos resultados por las ocurrencias de la capital del Reyno”. 103 El 15 de agosto, cuando recibieron la comunicación santafereña que convocaba al Congreso General del Reino, el Cabildo reaccionó comisionando a José María Martínez Aparicio en la búsqueda de armas en Jamaica para la defensa de la ciudad.104 La Junta samaria reconoció la autoridad de la Regencia, se dispuso a organizar el gobierno de la provincia teniendo en cuenta tres secciones (política, guerra y hacienda), y a convocar la elección de diputados entre los cinco cabildos de la provincia, y repelió cualquier asomo de turbulencia que propendiera por la independencia respecto de España. La Junta respondió negativamente a todas las invitaciones de emancipación realizadas por parte de la Junta santafereña indicando que “esos documentos no eran capaces de variar los principios que tienen jurados de obediencia a su legítimo Soberano y en su real nombre al Supremo Consejo de Regencia que gobierna la Monarquía”.105 Así las cosas, la Junta no tenía intención alguna de desobedecer las órdenes venidas de España. Incluso cuando la Regencia la desaprobó a través de la Real Orden del 19 de septiembre de 1810, no tardó en disolverse. Para mediados de 1811, la autoridad volvió a recaer sobre el Gobernador y el Cabildo, con el nombramiento de un nuevo gobernador, Tomás de Acosta, en el mes de junio. El nuevo gobernador no tardó en enfrentarse con el Congreso del Reino, el cual le dirigió una carta a él y al Cabildo de Santa Marta el 9 de octubre de ese año, en la que atribuía los sufrimientos del reino a la conducta de Santa Marta y a “las hostilidades que son consiguientes al sistema de oponerse a la voluntad general de los Pueblos”; los acusaba, además, de hacer una “guerra sorda con escritos siniestros y sediciosos, suponiendo falsas noticias y turbando la paz pública”, y de convertirse en el refugio de los “mal contentos” opuestos al sistema republicano.106 Los diputados fueron más allá y recordaron al Gobernador y al Cabildo la precariedad de su situación comercial que, según señalaban, “quedaría paralizada al momento que se les desniegue la entrada”.107 La respuesta del Cabildo no se hizo esperar; el 15 de noviembre de 1811, se dirigió a los Diputados de la Unión en los siguientes términos: Santa Marta no ha obligado a ninguna Provincia a que obedezca o no a España; lo que extraña a este gobierno es la ridícula y aún vil comparación que describen los señores suscritos, de que porque España es un hermano oprimido de cadenas, penetrado de heridas, y en el último conflicto de su perdición dicen debe abandonarse, y perseguirse y aún tienen por delito el que Santa Marta, se conduela de los parasismos y desolación en que la ha puesto el más perverso de todos los mortales. ¿Y quien así piensa no se pone de parte de aquel malvado?; y si estos procedimientos son obra de aquella a quien el hermano ha dado el ser,

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Lengua, Religión y Costumbres, ¿qué género de ingratitud habrá que a éste iguale?108

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Es notorio el uso de la metáfora de la familia y de la civilización desde el punto de vista realista. Esta posición adoptada por el Cabildo de Santa Marta, en cabeza de Esteban Díaz Granados como su presidente, respondía a una disputa interregional de larga data. La ciudad de Santa Marta había sido desplazada por Cartagena como puerto una vez esta última fue fundada, hecho que limitó el crecimiento de la provincia, la cual quedó reducida a sitio de paso y como productora de productos agropecuarios para el mercado regional. Su situación de región de frontera debida a la incapacidad de las autoridades para reducir la población indígena indómita y lo costoso que resultaba su mantenimiento por los constantes ataques de corsarios y piratas hicieron centrar los esfuerzos en la única joya de la corona en territorio neogranadino, Cartagena. Cartagena era el principal rival comercial de Santa Marta, en especial durante los años del conflicto de la Guerra Anglo-Española de 1796 a 1808, cuando Santa Marta atrajo buena parte del comercio con el Caribe y los beneficios que recibía Cartagena declinaron de manera ostensible.109 Igual importancia adquirió en este contexto el impuesto a las ventas de los bienes llevados desde Santa Marta a la plaza de Cartagena, hecho que llevó al rompimiento de las relaciones comerciales entre las dos ciudades. La postura realista, por tanto, respondía más a la búsqueda de beneficios reales, por parte de Santa Marta, que a una ardorosa pasión realista. A partir de 1812, estos hechos marcaron el inicio del conflicto entre las Provincias Unidas –y especialmente la provincia de Cartagena–, y la provincia de Santa Marta, con una campaña militar dirigida en dos frentes. Por un lado, remontando el Magdalena, en cabeza de Simón Bolívar se recuperaron las poblaciones de Tenerife y el Banco, ocupadas por los realistas, junto con las poblaciones de Gamarra, Guamal, San Antonio, Sitionuevo y Guáimaro. La recuperación de este paso fue de gran importancia en la lucha de la Independencia, pues impedía las comunicaciones entre la Unión y Cartagena y el envío de refuerzos. Por otro lado, la campaña se concentró en la toma de la plaza de Santa Marta, bajo el mando de Labatut, quien ingresó a la ciudad luego de una importante victoria naval en Ciénaga. Sin embargo, las fuerzas de Labatut fueron repelidas por indios bondas, que obligaron a evacuar la ciudad.110 Además de los ataques externos, la Provincia de Santa Marta enfrentó una fuerza que desde su interior propendía por la obtención de un mayor grado de representación política y de autonomía jurisdiccional. El 1º de marzo de 1810, apenas algún tiempo después de la movida autonomista de Caracas y antes de las de Cartagena, Mompox y Santafé, un grupo de notables de la ciudad de Valledupar secundado por 400 vecinos se levantó contra el Alcalde Ordinario de la ciudad, el Marqués de Valde-Hoyos. El Marqués de Valde-Hoyos se había establecido en la 74

108 “Contestación a los señores Diputados del Congreso de las Provincias Unidas, del Ilustre Cabildo, Justicia y Regimiento de la ciudad de Santa Marta”, Santa Marta, 15 de noviembre de 1811. En: Ortiz, S. E. (comp.), op. cit., p. 294. 109 Earle, R. Op. cit., p. 43. 110 Thibaud, C. Op. cit., p. 224.

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ciudad de Valledupar en 1806 y desde un primer momento había entrado en conflicto con el Alcalde de la época al exigirle instrucciones para poder ejercer él como Alcalde. La situación llegó a oídos del Virrey quien resolvió a favor de Valde-Hoyos, logrando su nombramiento en 1807, aproximadamente. Bajo su autoridad quedaron las encomiendas del Molino y Villanueva en jurisdicción de Valledupar hasta el año de 1808 –algunas de las últimas encomiendas de la Nueva Granada–. Por su estrecha relación con el Virrey y con Diego Frías, Fiscal de la Audiencia de Santa Fe, quien reprimió fuertemente al cabildo de Quito en 1809 por su movida autonomista, al parecer, el Marqués se permitía comportamientos “groseros” que lograron socavar los ánimos de los vecinos de Valledupar. Los conflictos entre Valde-Hoyos y buena parte de la población de la ciudad fueron puestos en conocimiento de las autoridades virreinales desde marzo de 1808 cuando Juan Sámano, quien entonces ejercía como gobernador de Ríohacha informaba que, a su llegada a Valledupar: […] todos los vecinos me han expresado su inconformidad con las actuaciones del Marqués de Valde-Hoyos, por sus atropellos, y arbitrariedades; siendo que es un leal defensor de los fueros Reales y de las órdenes del Fiscal perteneciente a esa Suprema Audiencia [...] [y admitía que] las quejas son fundadas pero no se puede desautorizar a un excelente y leal servidor de S.M.111

111 “Carta de Juan Samano a S.M.”, Valledupar, 1º de marzo de 1808. En: Castro Trespalacios, P. Culturas..., op. cit., p. 59. 112 “Carta de V. Ruiz de Gómez, Alcalde encargado de Valledupar al Sr. Virrey”, Valledupar, 21 mayo de 1810. En: Castro Trespalacios, P. Culturas…, op. cit.,p. 59. 113 Ibíd, p. 60. 114 A diferencia de los ejemplos citados, la movida autonomista de Valledupar no llevó a la conformación de una junta de gobierno, sino que buscó vincularse a las que posteriormente se conformaron.

La movida autonomista de los notables valduparenses dio inicio a una serie de tensiones entre estos y las autoridades provinciales y virreinales por las implicaciones revolucionarias que tuvo el levantamiento. Según información suministrada por el Alcalde encargado, Vicencio Ruiz de Gómez, durante el levantamiento los vecinos gritaban “dando abajos al Alcalde Marqués de Valde-Hoyos, el Exm. Virrey y mueras a S.M. Fernando VII. Como no había suficiente fuerza pública se pidio refuerzos a Sn. Juan, para que las autoridades de allí vinieran con ayuda, sin conseguir hasta ahora apoyo”.112 Según Ruiz de Gómez, el “bajo pueblo” estaba dominado por los “caporales y cabecillas locales”, por lo que la mayor parte de los funcionarios se encontraban huyendo, y a pesar de las gestiones realizadas por él no había logrado convencer a los notables de la ciudad de la necesidad de reestablecer el orden real.113 No obstante la marcada tendencia de estos informes a ser exagerados, sobre todo cuando se trataba de captar la atención de las autoridades centrales o cuando se buscaba alguna clase de auxilio, apoyo o gracia de parte de las altas autoridades virreinales, este hecho supone varias situaciones significativas. Por un lado, por la rapidez con que la ciudad de Valledupar realizó su movida autonomista.114 Por otro lado, el que hayan gritado muertes a Fernando VII constituye un hecho absolutamente revolucionario que no se vería aparecer en las provincias declaradas independientes sino hasta mucho tiempo después. Finalmente, la relación

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de dominio de los notables locales sobre amplios sectores de la población constituye una prueba del poder que estos ejercían sobre dichos sectores gracias, como establecimos líneas arriba, al poder que les otorgaba ser poseedores de las haciendas y jefes militares, civiles y eclesiásticos. Las quejas del funcionario no se detuvieron y algunos días después escribía, señalando: “Todos los días aparecen pasquines que dicen: Abajo el Rey, viva la libertad”.115

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Este hecho ha sido visto por la historiografía tradicional de la región como la chispa que inició el proceso de independencia de la ciudad. Pero, ¿cómo es posible que el descontento con un funcionario real haya llevado a un movimiento con tantas implicaciones? ¿Podía realmente este hecho justificar el desconocimiento total de la autoridad real? ¿De qué manera esta situación ponía en peligro el sostenimiento de la causa realista? Como hemos señalado anteriormente, con el inicio de la crisis monárquica española y del proceso de conformación de los diferentes organismos político-administrativos que se establecieron en reemplazo temporal de la autoridad real, afloraron diversos proyectos que propendían por garantizar la consecución de los proyectos particulares de los diversos grupos en conflicto. Tras conocerse en Valledupar las primeras noticias sobre la conformación del Consejo de Regencia, los notables locales dirigieron comunicaciones solicitando la participación de la ciudad con un diputado en las Cortes, próximas a convocarse. Dadas las características tan particulares de la convocatoria hecha por la Regencia, a este derecho solo podían acceder las ciudades principales de cada virreinato y capitanía general116, por lo cual la petición de la ciudad fue negada, hecho que causó desencanto entre los notables locales. Como en el caso de muchos otros cabildos hispanoamericanos, el deseo del Cabildo de Valledupar de participar con su propio diputado en las Cortes de Cádiz reflejaba al mismo tiempo las pretensiones de autonomía local y jurisdiccional. Valledupar, como se estableció líneas arriba, se había convertido para finales del siglo XVIII en el epicentro de la producción ganadera y, en menor medida, agraria de la provincia de Santa Marta; en su seno se había establecido una elite compuesta esencialmente por medianos y grandes hacendados que abastecían el mercado regional con las carnes que se producían en sus señoríos de límites imprecisos. Todo ello les sirvió para articular redes de poder con las elites de las dos grandes ciudades del Caribe neogranadino y con otros notables de poblaciones menores. La ciudad, más prospera que la misma capital provincial, albergaba el deseo de asegurar un espacio de poder en el régimen provisional representado en las Cortes. A pesar del respaldo que la ciudad dio a las elites samarias, de las cuales era muy cercana, cuando rechazaron las pretensiones centralistas de la Suprema Junta de Cundinamarca y la invitación que esta les hizo para 76

115 Ibíd. 116 Sobre la forma en que se llevaban a cabo estas elecciones resulta interesante el trabajo de Demélas, M-D. Op. cit., pp. 157 y ss.

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participar del Estado que impulsaban los santafereños, el 24 de mayo de 1811,117 los deseos de autonomía política de los notables locales los apartaron de la capital provincial, e hicieron que posteriormente se buscaran establecer relaciones con los recién constituidos estados de las Provincias Unidas y de Cundinamarca, en un intento por insertarse en cualquier espacio de participación. Este deseo fue alentado, además, por el hecho de que muchas de las poblaciones de la Provincia comenzaran a buscar la protección de la Junta de Cartagena. Quedaba claro entonces que la participación en las juntas autónomas era el mejor medio para la obtención de autonomía jurisdiccional. En 1811, José María García Toledo señalaba al gobierno de Santa Marta que, para él, la situación desatendida de los pueblos de esa provincia deseosos de representación constituía un hecho grave. García Toledo informaba al gobierno provincial que los vecinos de los pueblos de Valledupar, Chiriguaná y Valencia de Jesús se habían dirigido a él, como presidente de la Junta de Cartagena, para pedir su protección contra “los desórdenes que ya se notan”. Igualmente, recordaba a los samarios la separación iniciada de Chiriguaná respecto de Tamalameque, cabeza del partido, y reiteraba que Valencia de Jesús, Valledupar y todo ese partido se había alimentado del “fuego de la revolución”118, como muestras de los deseos de participación de esos pueblos en el nuevo orden. Ignoramos la respuesta del Cabildo de Santa Marta. Lo cierto es que en 1812, los notables valduparenses iniciaron gestiones tanto con la Junta santafereña como con el Gobierno de Cartagena para adelantar en Valledupar el movimiento de independencia. Así, en comunicación dirigida a la Junta de Santafé, los notables valduparenses, en cabeza de María Concepción Loperena, informaron que, dada la imposibilidad de comunicarse con el gobierno de la provincia en Santa Marta por encontrarse en manos de realistas, enviarían como comisionado de ese Cabildo ante la Junta santafereña al Subteniente Pedro Norberto Fernández de Castro, uno de los hijos de Loperena, a que negociara con Jorge Tadeo Lozano. Al parecer, la reunión no se llevó a cabo y por recomendaciones de Manuel Rodríguez Torices, Fernández de Castro regresó a Cartagena, donde él y los otros miembros de la comitiva, Pascual Díaz Granados, José Francisco Maestre y Arcisclo Arzúaga, negociarían con Cartagena la forma en que debía llevarse a cabo la independencia de Valledupar (en la reunión se encontraba también Simón Bolívar).

117 Restrepo Tirado, E. Op. cit., Tomo II, p. 337. 118 Castro Trespalacios, P. Op. cit., p. 62. 119

Ibíd, pp. 65-66.

La propuesta cartagenera consistía en llevar a cabo la invasión de Santa Marta desde Valledupar, lo cual fue rechazado por Bolívar y posteriormente descartado por el Cabildo valduparense.119 La intención de los cartageneros era asegurar una base de combate contra los realistas. Pese al fracaso del plan, la reunión sirvió para establecer lazos entre Bolívar y los notables valduparenses, y este aprovechó la situación para programar una reunión con una de las líderes del movimiento autonomista en Valledupar, María Concepción Loperena. En noviembre de 1812, Gabriela

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Fernández de Castro de Fernández de Madrid, cuñada de Loperena120, le envió a esta una carta solicitándole que se reuniera con Bolívar con el propósito de llevar a cabo la campaña en Valledupar.121 Días más tarde, Anita Lenoit, una francesa residente en Salamina le escribío a Loperena, solicitando igualmente apoyo para Bolívar.122 Según lo dispuesto, la entrevista se realizó en Chiriguaná el 2 de enero de 1813. La denuncia que posteriormente realizó el Coronel Juan Salvador Anselmo Daza, quien había sido encargado por el gobierno de la Provincia de Santa Marta junto con Buenaventura de la Sierra de controlar la situación en Valledupar, presenta una descripción detallada de la reunión. Según el informe de Daza, María Concepción Loperena, su hijo Pedro Norberto, Acisclo Arzúaga, José Francisco Gutiérrez, Rafael Araújo, José Antonio de Quiroz y Francisco Luis Soto partieron hacia Chiriguaná donde se reunirían con Bolívar en los primeros días del mes de enero. En esa reunión, Bolívar, quien había llegado el 31 de diciembre de 1812 y había sido recibido por José Pío del Río, alcalde de esa ciudad, se reunió en casa de Braulio de Leiva con algunos vecinos de Bacerril, Saloa y con el comandante Esteban Pupo, vecino del Paso, con el fin de realizar acciones contra el coronel realista Vicente Villa. En la reunión, que duró hasta altas horas de la noche, recibieron instrucciones de Bolívar y del Coronel Eugenio García. El día 3 de enero de 1813 Bolívar dirigió un discurso ante la multitud congregada en la calle ancha real de Chiriguaná que gritaba vivas a la libertad. Daza señala que, pese a sus advertencias previas, el alcalde José Pío del Río se encontraba en la manifestación, donde Bolívar “prometió al pueblo darle libertad al Virreinato de la Nueva Granada haciendo grandísimas promesas para acabar con la opresión y libertar a todos los esclavos y negros”.123 En la reunión participaron además representantes de las poblaciones de Saloa, El Paso, Tamalameque y Becerril. Tras el regreso de la Comisión encabezada por Loperena, el 10 de enero, se realizó un acto de jura ante los oficiales del Ejército que se encontraban en San Juan del Cesar, Don Diego, Becerril, Fonseca, Barrancas, Morenos y “todos los de aquí [de Valledupar] asociados del Coronel Buenaventura de la Sierra”.124 Daza dio instrucciones a sus “amigos y compadres de entera confianza de los barrios para convencerlos de semejante proceder e imprudencia que les traería graves consecuencias si por un momento resuelven hacer como las sugestiones de la señora Loperena”. Posteriormente se entrevistó con Loperena para manifestarle la “inconveniencia de ella de meterse en esas calamidades que afectaban el honor y disciplina de los legítimos vasallos de S.M.”. Loperena, por supuesto, negó su participación en el hecho. Mientras esto ocurría en Valledupar, las tropas, bajo el mando del Coronel Labatut, hacían su arribo a Santa Marta sin encontrar resistencia armada. La ciudad había sido abandonada por la mayor parte de penin78

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120 Gabriela Fernández de Castro fue la madre de José Álvaro Fernández de Madrid, editor del Argos Americano de Cartagena y procurador de la Provincia de Cartagena. Gabriela Josefa estuvo casada en primeras nupcias con José Antonio Díaz Granados, con quien tuvo dos hijos: Rafael y María Luisa. Tras enviudar, Gabriela Josefa tuvo seis hijos, entre quienes se encontraba José Álvaro, con el gutemalteco Pedro Fernández de Madrid, quien se desempeñó como oficial real y superintendente de la Casa de la Moneda, y era hijo de un oidor de la Audiencia de México. Los datos biográficos de Gabriela Fernández de Castro han sido tomados de Sæther, S. A. Identidades…, op. cit., p. 187. 121 “Carta de Gabriela Fernández de Castro a María Concepción Loperena”, Cartagena, 1º de noviembre de 1812. En: Castro Trespalacios, P. Op. cit., pp. 74-75. 122 “Carta de Anita Lenoit a María Concepción Loperena”, Salamina, 3 de noviembre de 1812. En: Castro Trespalacios, P. Op. cit., pp. 66-67. 123 “Carta de Juan Salvador Anselmo Daza a los gobernadores de Santa Marta y Riohacha”, Valledupar, 20 de enero de 1813. En: Castro Trespalacios, P. Op. cit., p. 79. 124 Ibíd, p. 80.

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sulares que habitaban en ella, quienes partieron hacia Portobelo125, Riohacha y algunas islas del Caribe.126 Los que se quedaron debieron sufrir los castigos severos con que el Coronel Labatut, un militar altamente acostumbrado a los rigores de la guerra en Europa, les hizo pagar tanto a los opuestos como a los partidarios de la independencia.127 Labatut justificó sus excesos señalando, en su Manifiesto al pueblo samario de 1813, que se trataba de “limpiar la ciudad de los malos españoles que la avitan [sic] tanto por orden del gobierno de Cartagena como por los perjuicios que han causado al Estado y a esta Provincia y talvez nos causarían permanenciendo entre nosotros con la impolitica y destructora guerra que han sostenido”.128 La ocupación de Labatut acabó en marzo de ese año, cuando los indios del pueblo de Mamatoco, en cabeza del Cacique Antonio Núñez y con la ayuda de los indios del pueblo de Bonda entraron a la ciudad y obligaron a Labatut a salir y a sus hombres a dejar la ciudad.129 Días después de la toma de la ciudad de Santa Marta, los temores de Juan Salvador Anselmo Daza se hicieron realidad. Para febrero de 1813, los notables valduparenses habían asumido el control total del Cabildo, y tras negociar en Chiriguaná, en enero de ese año, el apoyo a la causa patriótica con Simón Bolívar, declararon la independencia respecto de la capital provincial y de España el 4 de febrero de ese año. La escritura y lectura del acta estuvo a cargo de María Concepción Loperena Ustáriz de Fernández de Castro, quien luego de esto procedió a quemar el escudo de armas y del retrato de Fernando VII.

125 Sæther, S. A. Identidades…, op. cit., pp. 192-193. 126 “Piezas relativas al abandono de la ciudad de Santa Marta por las autoridades y fuerzas realistas”, 30 de enero de 1813. En: Corrales, M. E. Documentos…, op. cit., T. 1, pp. 561-574. 127 Restrepo Tirado, E. Op. cit., Tomo II, p. 357. 128 A.G.N., Anexo, Historia, r. 7, ff. 356r-v. 129 Sæther, S. A. Identidades…, op. cit., p. 195.

El movimiento estuvo encabezado por María Concepción Loperena Ustáriz de Fernández de Castro, una mujer notable de la región. Loperena ha sido consagrada por la historiografía tradicional como la heroína epónima por excelencia, cuyos arrestos varoniles y ardor patriótico la impulsaron a llevar a cabo la independencia en Valledupar. Más allá de los relatos patrioteros, Loperena, sin duda alguna, representa uno de los mejores ejemplos de los notables que, por sus relaciones y riqueza, lograron movilizar no sólo a varios miembros de la elite local sino también a un amplio número de la población de la ciudad y de poblaciones cercanas. Loperena era la viuda de José Manuel Alonso Fernández de Castro, oriundo de Santa Marta, quien se desempeñó como teniente de gobernador y tuvo a su cargo la venta de las tierras realengas de Valledupar y la organización de las encomiendas de esa jurisdicción. Fernández de Castro compartía con Loperena el hecho de ser hijos de militares españoles que establecieron estrechas relaciones con las elites locales y que en poco tiempo lograron amasar una buena fortuna. Contrajeron matrimonio en 1775, lo cual fue ventajoso para ambos, pues les permitió adquirir poder y prestancia social en la región. Loperena logró articularse con una de las más poderosas familias de la Provincia, los Díaz Granados. Esta relación no fue sólo por el matrimonio de dos de sus hijas con miembros de esta familia sino por las

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vinculaciones previas existentes entre los Fernández de Castro y los Díaz Granados.130

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La mayor parte de los firmantes tenían alguna clase de vinculación familiar con Loperena; incluso, dos de ellos eran sus hijos: Pedro Norberto Fernández de Castro Loperena, Antonio Fernández de Castro Loperena. Igualmente entre ellos se encontraba uno de sus yernos, Rafael Díaz Granados, esposo de María Rosalía Fernández de Castro Loperena y hermano de Estaban Díaz Granados,131 quien también era yerno de Loperena por el matrimonio con su otra hija, María Concepción Fernández de Castro Loperena. Otro de los firmantes era Nicolás Baute, quien al parecer era natural de las Islas Canarias; de su matrimonio con M. Josefa María Borrego, nacieron sus hijos José María, José Manuel y Margarita. Sus dos hijos le permitieron integrarse por la vía del matrimonio a la red de los Fernández de Castro/Díaz Granados. Su hijo José Manuel se casó con Margarita, una de las hijas de Pedro Norberto Fernández de Castro Loperena. Su otro hijo, José María, se casó con Rosalía, hija de José María Fernández de Castro Loperena. Rosalía era, además, nieta de Pascual Díaz Granados. También firmaba José Vicente Maestre, un hacendado local que se había desempeñado como alférez real, y que posteriormente ocupó el cargo de teniente militar de Valledupar, emparentado con la familia Fernández de Castro Loperena a raíz del matrimonio de su hija, María Josefa Maestre Bolaños con Pedro Norberto Castro Araújo, hijo natural de José María Fernández de Castro Loperena y María Josefa Araújo, quien era a su vez sobrina de Rafael Araújo, otro de los firmantes del 4 de febrero.132 Lo más probable es que aquellos que no poseían vinculaciones familiares con la red Fernández de Castro/Díaz Granados, compartieran negocios con ellos, y diferentes tipos de vinculaciones personales. Estos fueron: José Valerio Caxigas, Vicente Sebastián Mestre, otro miembro notable de la sociedad valduparense, hermano del influyente sacerdote José Valentín Mestre, y quien tras el establecimiento de la Provincia de Valledupar en 1851 logró convertirse en senador por Valledupar; igualmente se encontraban Juan de Plaza, Alcalde Ordinario del Cabildo, José Vicente Ustáriz, José I. Quintero, Israel de Quiroz, Juan Manuel Pumarejo, este último militar vallenato hijo de un criador de ganado oriundo de España; José Dolores Céspedes, quien se desempeñó como escribano público hasta 1815; Rafael de Armas, Agustín de Aroca y Luis Mel de León. Esta ojeada ligera sobre las vinculaciones personales y familiares de Loperena evidencia el poder que esta mujer ejercía sobre la sociedad valduparense y su área de influencia. No resulta extraño entonces que Bolívar acudiera a su cuñada con el fin de negociar con esta el apoyo que más tarde prestó Loperena y que ha sido visto como el producto de la devoción y el sacrificio de esta heroína de la independencia del Caribe.

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130 Gabriela Fernández de Castro, cuñada de Loperena, estuvo casada en primeras nupcias con José Antonio Díaz Granados. 131 Esteban Díaz Granados era uno de los pocos abogados de la provincia de Santa Marta –según Restrepo Tirado el único luego de las luchas independentistas–, egresado del Colegio Mayor del Rosario. Se convirtió en uno de los hombres más influyentes de la provincia de Santa Marta, amigo personal del General Domingo Caycedo, vicepresidente de la República en 1830. Participó de la Junta de Gobierno de Santa Marta en 1810. 132 Estos vínculos han sido identificados gracias a las obras de Castro Trespalacios, P. Op. cit., y de Maestre Orozco, A. El padre Valentín. Genealogías vallenatas, Valledupar, S. N., 2004. Otros datos fueron tomados de los protocolos notariales de la Notaría Primera de Valledupar, años 1808-1850.

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133 Acta de Independencia de Valledupar: “Sea notorio a cuanto ésta vieren, como yo, doña Concepción Loperena de Fernández de Castro, mujer libre de origen realista, pero hoy republicana, a nombre del Cabildo de Justicia y Regimiento de ésta ciudad ilustre, proclama libre e independiente a ésta ciudad de Valle de Upar del Gobierno Español, y la somete a los auspicios del Supremo Presidente Jorge Tadeo Lozano, y hace sabedores a todos los aquí presentes que la ilustre ciudad está por ésta acta ahora que son las diez de la mañana, libre y dispuesta a luchar por conseguir la libertad de todos los pueblos que guardan unión por el vínculo indescriptible del idioma y del pensamiento, pongo a disposición del General Simón Bolívar trescientos caballos de mis haciendas que llevaré en persona al ilustre General. En presencia de todos exijo juramento de fidelidad y quemo, por mis propias manos los retratos y armas de escudo de S.M. y ordeno a nombre del cabildo de que hablo, poner los pechos valientes al sacrificio en aras de la libertad de los pueblos dirigidos por su excelencia Jorge Tadeo Lozano. En constancia firmo en la ciudad de Valle de Upar a los cuatro días del mes de febrero de mil ochocientos trece…” [Siguen firmas, encabezadas por la de Loperena]. 134 “Declaración rendida en Riohacha por Juan Rabadán”, Riohacha, 26 de mayo de 1813. En: Castro Trespalacios, P. Op.cit., p. 87. 135 Castro Trespalacios, P. Op.cit., p. 129. 136 Rafael Díaz Granados se desempeñaba como procurador general. Juan Plaza y José Antonio Fernández de Castro eran alcaldes ordinarios. José Vicente Maestre, Caxigas y Ustáriz eran regidores. José Dolores Céspedes ejercío funciones como escribano público. 137 Conde Calderón, J. “Poder local…”, op.cit., p. 79. 138 Daza era natural de Valledupar, se desempeñó como gobernador de la provincia de Girón por órdenes de Pablo Morillo. Desterrado a Curazao en 1820 por un término de 5 años.

Debido a que no se conservan actas de las discusiones que el Cabildo de Valledupar realizó durante el proceso de elaboración del Acta de Independencia de la ciudad, no es posible determinar cuáles fueron las diversas posturas de los firmantes del acta. La declaración está escrita en un lenguaje personalista (“yo, doña Concepción Loperena de Fernández de Castro, mujer libre de origen realista, pero hoy republicana...”133), que no utiliza la retórica de las demás actas para justificar la independencia. Expresa la adhesión al gobierno de Jorge Tadeo Lozano y el compromiso de contribuir a Bolívar con trescientos caballos de las haciendas de Loperena. En mayo de 1813 se produjo en Riohacha una declaración por parte de Juan Rabadán ante el cabildo de esa ciudad. La declaración de Rabadán deja entrever la existencia de una línea de fractura en el interior del bloque firmante del acta, pues, según esta, José Valerio de Caxigas y Juan Plaza habían huido de la reunión por “no haberse condescendido, a las tres primeras proposiciones”. El declarante también señala las intenciones de establecer a Valledupar “como cabecera de Provincia libre de Sta. Mta.”.134 Posteriormente, en 1822, Caxigas fue condenado a destierro a la ciudad de Santa Marta por haber actuado “bajo influencias extrañas”.135 Es notorio del Acta de Independencia de Valledupar que, pese a los conflictos de poder con Valde-Hoyos, no se haya esgrimido el argumento de su “mal gobierno” como una justificación de la independencia de la ciudad. Las arengas de “muerte” y “abajo” al Rey nos llevan a pensar que los notables valduparenses estaban mucho más resentidos por la negación de su participación en las Cortes que por los excesos del Alcalde. Sin duda alguna, la situación con Valde-Hoyos era un elemento importante, debido a la alta impopularidad del funcionario. Pero, en cualquier caso, ese resultaba un problema minúsculo si se tiene en cuenta que varios de los notables de la ciudad también ejercían como funcionarios civiles.136 ¿Querían tener todo el poder y por eso lo destituyeron? Es posible. Quizá también el Alcalde, por sus estrechas relaciones con el Virrey se hubiese convertido en un tropiezo para sus anhelos de autonomía regional. Lo cierto, desde nuestro punto de vista, es que el proceso de independencia de Valledupar, tal y como señala Jorge Conde refiriéndose al “realismo variopinto” en la provincia de Santa Marta, se explica más por el deseo de “despojarse del régimen jurisdiccional a que estaban sometidas o porque la ‘Fidelidad al Rey’ les fuera impuesta”. 137 El movimiento no tendría una larga vida. El primer ataque provino de la vecina ciudad de Valencia de Jesús, donde un grupo de realistas planeó una asonada contra la ciudad que fue repelida por José Vicente Ustáriz, pero un mes después la ciudad cayó en poder del bloque realista conformado por el Marqués de Valde-Hoyos, Juan Salvador Anselmo Daza138 y de Buenaventura de la Sierra, hijo de Agustín de la Sierra, quien había adelantado la pacificación de los chimilas y “había establecido estrechas

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redes y alianza con pueblos y villas más pequeños de ese valle”.139 ValdeHoyos reclutó gente en los alrededores de las encomiendas que estuvieron a su cargo. Asediada y sin el apoyo de las tropas cartageneras, pues Bolívar había partido a la reconquista de Caracas y Labatut había sido derrotado en Santa Marta, la ciudad terminó en manos realistas en los primeros días del mes de marzo. A diferencia de buena parte de las elites que participaron de los movimientos hacia la independencia del interior del país, las elites valduparenses no sufrieron grandes castigos, salvo por el embargo de los bienes de algunos de sus miembros y la imposición de tributos. Para finales de la década de 1810, la ciudad sería nuevamente liberada por las tropas de Montilla.140

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Pese a lo limitado de la experiencia independentista valduparense, durante el movimiento se puso en evidencia el profundo interés de autonomía jurisdiccional de las elites locales frente a la capital provincial. El caso de Valledupar es, si se piensa bien, un caso sui géneris, que resulta interesante por varias razones. Primero, porque, a pesar de lo temprano que tuvo lugar su movida autonomista, su primera experiencia independentista no fue más que una experiencia pasajera, en parte debido a la actitud vacilante de una elite que parece haber actuado más que por entusiasmo patriótico, “[…] por la necesidad para dicha elite de tomar partido”.141 Segundo, porque puso de manifiesto la efectividad de las extensas redes a las que se encontraban vinculados de diferentes maneras los notables locales, tanto si se trataba de negociar con otras elites como si se trataba de movilizar a los sectores de la población que se encontraba bajo su dominio. Por último, este proceso mostró la debilidad de los proyectos realistas y patrióticos, en la medida en que el alineamiento con uno y otro bando fue el resultado de los intereses particularistas de las elites locales142 o de los proyectos encontrados de los diversos sectores de la sociedad, siendo este último caso más visible en la provincia de Cartagena.

III. LA CONSTRUCCIÓN DEL ORDEN REPUBLICANO EN VALLEDUPAR 1. LAS

TRANSFORMACIONES DE LA POSGUERRA

Terminada la independencia, tanto los notables como los sectores intermedios de la población debieron enfrentar el problema de la conformación del nuevo aparato estatal que se reclamaba como republicano y moderno. Este nuevo régimen debía sustituir el andamiaje político-jurídico que el orden jerárquico y estamental hispánico le había legado, sustentándose sobre las bases de un liberalismo ecléctico que, a pesar de sus intentos de eliminar toda jerarquía social existente, mantuvo las preeminencias sociales sobre ciertos grupos de la población. El nuevo orden 82

139 Sæther, S. A. Identidades…, op. cit., p. 202. 140 Debido a que nuestro interés se centra en el contenido político de estos procesos, no nos detendremos en este ensayo en el análisis de las batallas libradas entre adeptos al regalismo y los seguidores de la causa patriota. 141 Bertrand, M. Op.cit., p. 113. 142 Especialmente en las poblaciones donde la inexistencia de actores intermedios (o intermediarios culturales, según se acostumbra decir), imposibilitó el surgimiento de proyectos políticos propios entre sectores populares, tal como ocurrío en Cartagena o Mompox.

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social incorporó, tanto en el lenguaje político como en sus proyectos políticos, las nociones heredadas por el constitucionalismo liberal, especialmente el gaditano –pueblo, nación, soberanía, constitución, república, ciudadanía–. Debido a que el nuevo régimen había heredado del período hispánico la división social en castas, el primer gran paso consistió en la incorporación de un principio unificador, con el cual se pretendía igualar al conjunto de los individuos que componían la sociedad, un nuevo criterio de identidad nacional que además debía servir de legitimador del nuevo sistema de gobierno republicano y representativo: la ciudadanía. Este elemento, en principio, estaba limitado a aquellos que no poseían el “antiguo” carácter de vecinos –es decir, negros, indios, pobres– o que fueran mujeres, quedando como elemento de diferenciación social el ser libres o esclavos. En el Caribe colombiano, tal como ha mostrado Jorge Conde, “la condición de ciudadano revistió un mayor significado político por tratarse de un territorio habitado por pobladores de una diversidad étnica, que en el antiguo jerárquico orden social hispánico fueron agrupados en la categoría de ‘libres de todos los colores’”.143 Esta situación se vio reflejada en las transformaciones que sufrieron durante el siglo XIX los censos de población cuya preocupación se centraba en determinar la edad, el estado civil y la ocupación de los individuos.

143 Conde Calderón, J. “Identidades políticas…”, op. cit., p. 116. 144 Sobre las implicaciones de estas categorías ver: Carmagnani, M. “Elites políticas…”, op. cit., p. 10. 145 Hebrard, Véronique y Santiago, Jorge P. “Nación, ciudad y conflictos: una aproximación por los márgenes (Venezuela y Brasil en el siglo XIX)”. En: Espiral, Guadalajara, 7:20, eneroabril de 2001, p. 165. 146 Una interesante muestra de este hecho puede verse en Thibaud, C. “Repúblicas en armas…”, Op. cit., y en Castaño, Y. “Alimentación y abastecimiento…”, op. cit.

Este proceso de configuración de identidades políticas, a partir de las modificaciones que sufrieron las jerarquías sociales y territoriales y del surgimiento de conceptos como el de ciudadano, permitió, entre otras cosas, que algunos actores sociales –generalmente algunos miembros de las llamadas castas– asumieran el papel de “ciudadanos-intermedios”, al ser reconocidos por los sectores de más alta jerarquía y respetados por aquellos cuya posición no les permitía hacer parte de ninguna clase de privilegios; por esta razón se convirtieron, además, en el elemento de conciliación y movilización entre estos sectores. A través de la ciudadanía, tanto los “ciudadanos-notables” como los “ciudadanos-intermedios” y los “ciudadanos-vecinos”144 lograron crear una “identidad de intereses distintos” y opuestos entre sí, pero al mismo tiempo articulada. Se trata, entonces, de aprehender cómo los conceptos heredados de la recepción de las formas políticas modernas fueron transformados por el conjunto de los actores en su proceso de construcción y reconstrucción de la identidad.145 Las luchas por la independencia trajeron serias consecuencias para el conjunto de la sociedad. Por una parte, provocaron la destrucción de las economías tanto públicas como privadas, por la voracidad de las fuerzas en conflicto146 que afectó con especial fuerza los circuitos económicos regionales formales e informales. Las guerras –no sólo las de la independencia, sino también los diferentes conflictos que se generaron en el período posterior– contribuyeron, además, al declive de la población, no solo por causa de las muertes sino, y de manera más especial, por las

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movilizaciones, reclutamientos forzados y desarraigos de las localidades y regiones. Durante el período comprendido entre 1778 y 1825, en el Caribe neogranadino la población había decrecido ostensiblemente, logrando un relativo crecimiento a partir de los años treinta del siglo XIX.147 Debido a que en los censos decimonónicos no se establecía el factor étnico de los habitantes libres de la región, no es posible determinar cómo afectó esta situación a los diferentes grupos; sin embargo, no queda duda de que el sector que sufrió un mayor índice de decrecimiento fue el de los blancos, pues estos se vieron sometidos al exilio y la muerte, y muchos españoles se marcharon después de la independencia.148

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Según las cifras presentadas por Hermes Tovar149, las provincias del Caribe neogranadino fueron las únicas que, en un período de 70 años, no lograron duplicar su población obteniendo un crecimiento anual no mayor del 1%. El efecto que esto tuvo sobre las provincias caribeñas, y en general sobre la Nueva Granada, fue, por una parte, la carencia de mano de obra y, por otra parte, la falta de personal capacitado para desempeñarse en “cargos concejiles”, lo cual permitió que sujetos de extracción baja –sobre todo mulatos y mestizos–, con un grado precario de preparación lograran acceder a espacios de poder que antes tenían vedados. Refiriéndose a las dificultades para conseguir jefes políticos y alcaldes, Pedro Díaz Granados, gobernador de Santa Marta, señalaba en su informe a la Cámara Provincial en sus sesiones de 1838 que: […] muchas veces las personas que desempeñan las jefaturas no son inteligentes, aunque honradas; que otras, pasa el destino en un año de unas manos á otras; que en sí es odioso el cumplimiento de sus funciones; y finalmente, casi siempre consagran sus tareas al cuidado de sus cortos intereses y á la educación de sus familias, cuyas circunstancias por más que se quiera decir, regularmente se tienen en consideración.150

La falta de personal idóneo fue una constante de la administración local y nacional a lo largo del siglo XIX y sin duda afectó el buen funcionamiento del Estado y la puesta en marcha de los proyectos políticos nacionales. Otra consecuencia de la poca población fue el estancamiento de la economía en la región, de por sí ya bastante golpeada por la desarticulación de los circuitos comerciales, el secuestro de las haciendas y el robo de ganados para el abastecimiento de las diferentes tropas. Todo esto contribuyó al debilitamiento de este sistema de producción que, como se determinó líneas arriba, se convirtió además en un elemento aglutinador entre los notables y el bajo pueblo, un “actor-intermedio”. Vale la pena señalar que hacen falta estudios sobre el efecto en los diversos niveles de la economía regional en la transición de la Colonia a la República, para el caso del Caribe colombiano. Otra significativa transformación que introdujo la independencia en la sociedad neogranadina fue el proceso gradual de manumisión de la mano de obra esclava. Como se recordará, los esclavos tuvieron una importan84

147 Los censos con los que se cuenta para el estudio de la población neogranadina en sus primeros cuarenta años de vida repúblicana son los de 1825, 1835, 1843 y 1851. 148 Está situación afectó significativamente a Cartagena donde estaban ubicados la mayor parte de los habitantes blancos de la región. Muchos de ellos murieron durante el asedio a la plaza de Cartagena por parte del Ejército Expedicionario comandado por Morillo. 149 Tovar Pinzón, H. “La lenta ruptura con el pasado colonial (1810-1850)”. En: Ocampo, José Antonio (ed.), Historia Económica de Colombia, Bogotá, Coedición Siglo XXI/ Fedesarrollo, 1987, Capítulo III, p. 90. 150 Memoria que el Gobernador de Santa Marta presenta a la Cámara Provincial en sus sesiones de 1838, Cartagena, Imprenta de los herederos de Juan A. Calvo, 1838, p. 23. En: Biblioteca Nacional de Colombia (BNC), Fondo Pineda, 686 Pza. 13.

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cia significativa en el conjunto de la economía del Caribe neogranadino no solo por su uso en las haciendas, sino porque constituyeron una posesión importante dentro de los bienes de las familias blancas, e incluso mestizas, con algún grado de poder adquisitivo. Los esclavos se vieron envueltos en las guerras de independencia pues, bien por disposición de sus amos, porque sectores intermedios los movilizaran o por decisión propia, engrosaron las líneas de los ejércitos patriotas y realistas, quienes en varias ocasiones proclamaron su libertad. En Valledupar, por ejemplo, el caso más célebre de participación de un esclavo en la Independencia es el de José Antonio Ramírez. Este era hijo de un esclavo de María Concepción Loperena, quien había sido manumitido, y que posteriormente había logrado un recorrido militar de más de 40 años, llegando a alcanzar el grado de sargento mayor. De joven parece haber gozado de la confianza de la familia Fernández de Castro Loperena siendo incluso comisionado para el transporte de pertrechos militares que Vicente Celedonio Gutiérrez de Piñeres hizo llegar al Coronel José Eugenio García.151 Ramírez sirvió bajo las órdenes de varias figuras militares de importancia como José María Córdoba, José Sardá y José Padilla. Fue además edecán de Simón Bolívar.

151 Castro Trespalacios, P. Op. cit., p. 126. 152 En Valledupar, la primera escuela creada con ese método fue impulsada por María Concepción Loperena y otros notables locales. 153 Conde Calderón, J. “De vasallos…”, Op. cit., passim. 154 Sæther, S. A. Identidades…, Op. cit., p. 240. Estas prácticas de hecho no fueron exclusivas del período republicano. Los matrimonios entre familias de notables criollos con oficiales recién llegados de España fueron frecuentes en toda Iberoamérica y sirvieron incluso a aquellos que habían participado de manera abierta del proceso de la Independencia, tal como sucedió en Valledupar cuando María Concepción Loperena reclamó por el embargo de sus bienes ante la Corte Real; el argumento esgrimido fue el hecho que su esposo, un oficial real, prestó grandes servicios a la Corona. Cfr. Castro Trespalacios, P. Op. cit., p. 208. Un excelente ejemplo de esta cuestión puede verse en Burckholder, Mark A. y Chandler, Dewey S. De la impotencia a la autoridad: las audiencias: la Corona española y las audiencias en América, 1687-1808, México, FCE, 1984, Trad. Roberto Gómez Ciriza.

Muchos mulatos, mestizos, indios y negros libres que habían logrado apropiarse del ideario de igualdad que irradiaba a toda la sociedad, alcanzaron un cierto grado de movilidad social y política, muy a pesar de las políticas discriminatorias aún vigentes en la sociedad neogranadina de la posguerra. A esto contribuyó el surgimiento de un movimiento intelectual que se reflejaba en las apuestas educativas realizadas en la región –con la conformación de escuelas que seguían el método lancasteriano152 o la creación de la Universidad del Magdalena–, y en el surgimiento de periódicos, pasquines, tertulias, de las Sociedades Patrióticas y otros artefactos de la modernidad política republicana, los cuales permitieron la apropiación de los valores cívicos en la región.153 En este contexto, los sectores notables de la sociedad fueron sin duda quienes más vieron afectado su mundo social, ante la necesidad de adaptarse a los cambios que tendían constantemente a transformar el equilibrio jerárquico de la sociedad a favor de sectores emergentes. Estos grupos debieron recurrir al maridaje político y personal no solo con miembros de menor rango social, sino también con aquellos cuya gloriosa participación en la guerra de Independencia reforzaba su preeminencia social. No resulta extraño entonces, tal y como lo ha mostrado Sæther, que familias de prestancia social y económica relajaran sus prácticas endogámicas y establecieran vínculos matrimoniales con veteranos de guerra. Para Sæther, este hecho respondía a la necesidad que tenían estas familias de “demostrar patriotismo republicano, con el fin de defender su preeminencia social”.154 Estas alianzas permitieron el fortalecimiento del orden jerárquico, así como el engrandecimiento del prestigio social del advenedizo y la ampliación de las redes de poder del notable.

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Dentro de este proceso gradual de cambio, las transformaciones jurídico-administrativas tampoco se hicieron esperar. El carácter de vecino se convirtió en uno de los atributos primordiales para ser ciudadano, y los cabildos transitaron hacia las municipalidades. Surgieron los cantones, se crearon los departamentos, en fin, toda una gama de formas de organización emergieron a la luz de la transformación del Estado hispánico al Estado nacional republicano en la Nueva Granada. En este contexto, las elites valduparenses lograron concretar sus ambiciones de autonomía jurisdiccional, tal como lo veremos a continuación.

3.2 LA

CONFORMACIÓN DE UN ESPACIO PROPIO.

DE LA

PROVINCIA

DE

VALLEDUPAR

LA

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CREACIÓN

Al iniciar el siglo XIX la región del Caribe neogranadino era aún un territorio fragmentado, en el cual, las dificultades de transporte y las condiciones de miseria en que vivía una parte importante de la población –con especial fuerza luego del proceso de Independencia–, dificultaban la articulación política, social y económica de los habitantes de la región y reforzaban la importancia de algunos asentamientos urbanos que ejercían control sobre algunos territorios –alentando las ambiciones autonomistas de las elites locales–. Carl August Gosselman, el viajero sueco que visitó el país apenas un par años después de concluidas las guerras de Independencia, se refería a las dificultades del transporte terrestre en los siguientes términos: […] los caminos estaban en estado intransitable, máxime que nuestro recorrido [de Santa Marta a Cartagena] era entre bosques y pantanos espesos; a decir verdad, no solo eran malos, en realidad no eran caminos.155

Las dificultades del viaje fueron tales que al llegar a Cartagena nuevamente, su opinión inicial sobre la ciudad que antes había considerado como “triste y desagradable”156, cambió significativamente: […] Cartagena puede ser considerada como la puerta más noble, en cuanto a las comunicaciones con Europa, Norteamérica y las Antillas, permitiendo a la capital del país contar con noticias, periódicos extranjeros, turistas, etc. La localidad misma y la limpia belleza del litoral la convierten en la ciudad costeña más agradable […].157

Las rivalidades intrarregionales y el hecho de que en muchos casos las ciudades secundarias tuvieran un mejor nivel de vida que las capitales de provincia provocaron el surgimiento de ambiciones autonomistas, las cuales se manifestaron en todo su esplendor a partir del proceso de independencia, cuando ciudades como Valledupar, Mompox, Lorica y otras poblaciones menores declararon su autonomía respecto de las capitales provinciales (Cartagena y Santa Marta) y de las propias capitales provinciales respecto de la capital virreinal. Estas ambiciones finalmente fue86

155 Gosselman, Carl August. Viaje por Colombia, 1825-1826, Bogotá, Banco de la República, 1981, p. 74. 156 Ibíd, p. 46. 157 Ibíd, p. 79.

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ron satisfechas cuando el nuevo régimen estatal reordenó el territorio e incorporó elementos jurisdiccionales como los cantones, que permitieron la consolidación de un espacio propio para ciertas ciudades, aumentando la influencia de sus elites gobernantes sobre las poblaciones que desde el período colonial venían controlando. En el caso concreto de Valledupar, la creación de este espacio jurisdiccional tuvo sus inicios en los primeros años del siglo XIX cuando, luego de la crisis de Valencia de Jesús, logró asumir el control de una parte importante del territorio de la gobernación de Santa Marta,158 lo que le otorgaba un poder político importante en la región. La movida autonomista realizada por la ciudad en 1810 y su posterior declaratoria de independencia en 1813, la separaron de la capital provincial –que para entonces ya se había declarado completamente realista–. Sin embargo, la rápida caída del movimiento independentista en esa subregión imposibilitó la concreción del proyecto, que debió esperar la consolidación definitiva de la independencia neogranadina.

158 Dentro de este espacio se encontraban las parroquias y sitios de Valencia de Jesús, El Paso, Ariguaní, San Sebastián de Rábago, Tuerto, Fernambuco, San José de Barrancas, Fonseca, Santo Tomás de Villanueva, Atánquez, Espíritu Santo, Santa Ana de los Tupes, San Juan del Cesar, Badillo, El Molino, Becerril y Jobo, además de controlar las sabanas de Maldonado, Camperucho, Aguas Blancas, los Zanjones, el Zorro, Quiebrahueso y Potosí, entre otros. Estos datos han sido tomados de Santos, A. Op. cit., p. 129. 159 Codificación nacional, Tomo I, Bogotá, Imprenta Nacional, 1926, pp. 97-104. 160 La provincia de Mompox fue incorporada posteriormente cuando la Ley del 18 de abril de 1826 creó la provincia de Mompox, con la ciudad de Mompox como su capital y los cantones de Mompox, Magangué, Ocaña y Simití. Una completa descripción de este proceso se encuentra en Martínez Durán, Leovedis. “El Régimen…”, op. cit. 161 El pronunciamiento fue de la municipalidad de Valencia (Venezuela) el 30 de abril de 1826. En él se solicitaba al gobierno central suspender el cumplimiento de la orden que separaba al general José Antonio Páez del mando militar de ese departamento.

En 1821, el Congreso reunido en Cúcuta aprobó una constitución que, a pesar de ser de corte centralista, otorgó cierta autonomía territorial a las antiguas provincias coloniales e incorporó una nueva unidad político-administrativa, los departamentos. La Ley del 8 de octubre de 1821159 dividió la joven República en siete departamentos, siguiendo el principio Uti Possidetis Iuris, utilizado para la demarcación de los nuevos Estados independientes. Las provincias del Caribe quedaron englobadas en el departamento del Magdalena, integrado por las provincias de Cartagena, Santa Marta, Riohacha y Mompox.160 La ciudad de Cartagena fue escogida como capital del departamento, aunque la Ley establecía que en caso de guerra, si la ciudad era tomada, la capital pasaría a ser de manera temporal la ciudad de Santa Marta. Este hecho representó el triunfo del proyecto autonómico cartagenero, pues su condición de capital departamental la revistió de ciertos poderes administrativos, políticos y militares, que afirmaban su preeminencia política sobre las demás provincias del Caribe. Pero, al mismo tiempo, este hecho representó el resurgimiento de fuertes disputas entre Cartagena y ciudades como Mompox y Santa Marta, con quienes la nueva capital departamental había tenido fuertes enfrentamientos durante las guerras de independencia. A pocos años de haber sido creado el nuevo sistema político-administrativo, comenzaron a surgir las debilidades e inconsistencias del proyecto nacional colombiano. A mediados de 1826, comenzó a circular en la ciudad de Cartagena y en algunas poblaciones del departamento del Magdalena, un escrito anónimo que registraba con entusiasmo el pronunciamiento de los pueblos de Venezuela a favor de su organización política en un gobierno federal.161 En el mismo documento se convocaba a los pueblos de este departamento a seguir el ejemplo venezolano, ya que el sistema de gobierno federal era el único que podía forjar

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[…] la felicidad de la República, abriendo con mayor interés, fidelidad y justicia las fuentes de la prosperidad pública, y dando leyes consonas con el carácter, costumbres y género de industria de sus habitantes y con la producción del suelo para que se dictan.162

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Este escrito reflejaba los crecientes deseos de autonomía que se materializaron con las movidas separatistas de Venezuela y Quito, y la muerte definitiva del proyecto de la Gran Colombia. El Caribe neogranadino no fue ajeno a estos movimientos, y en 1831 desde Cartagena se inició uno que pretendía someter las provincias caribeñas a su mando. En pocos días, varias ciudades como Sabanalarga, Soledad y Barranquilla, en la provincia de Cartagena, se levantaron contra la autoridad de la capital departamental. Posteriormente, ciudades como Santa Marta, Mompox, Valledupar, Ciénaga y Riohacha se unieron al movimiento contra Cartagena, reconociendo al gobierno central como gobierno legítimo. El movimiento cartagenero fue rápidamente controlado por las fuerzas aliadas al gobierno central. En 1832, se convocó a un nuevo Congreso y se dio al Estado de la Nueva Granada una nueva Carta constitucional que suprimió los departamentos y conservó la división política a partir de provincias y cantones. La nueva Carta creó además las legislaturas provinciales que satisfacían los ánimos autonomistas de las elites locales debido a que les permitían realizar los nombramientos de sus propias autoridades civiles y militares. La denominada Guerra de los Supremos dio inicio a un nuevo conflicto autonomista que llevó al levantamiento de las varias provincias declaradas como Estados al mando de un Jefe Supremo. Entre 1842 y 1843 se discutió una nueva reforma constitucional que se sancionó el 20 de abril de 1843. La nueva Constitución incorporó el libre nombramiento y remoción en el empleo de Gobernador y conservó las cámaras provinciales, confirió autonomía a las provincias, cantones y distritos parroquiales, los cuales se considerarían “como miembros de principales y secundarios de la grande asociación nacional”.163 Adicionalmente, se asignó al Congreso la facultad de crear o suprimir provincias y cantones, previa consulta a los gobernadores y cámaras provinciales. Por su parte, al Ejecutivo se le asignó la competencia de crear o suprimir distritos parroquiales.164 Estos elementos permitieron que el 2 de diciembre de 1845 un grupo de vecinos compuestos por “setenta i cinco padres de familia i empleados” de Valledupar, elevaran ante el poder Ejecutivo un proyecto cuyo objetivo sería crear una provincia a partir de los cantones de Chiriguaná y Valledupar, los cuales hacían parte de la provincia de Santa Marta. Tal y como estaba establecido, el proyecto fue remitido a la Cámara Provincial de Santa Marta para que esta emitiera el debido concepto. El 6 de octubre de 1846, la Cámara presentó un informe desfavorable al proyecto, en el que se señalaba, entre otras cosas, la falta de “elementos para el progreso material de sus localidades [de los dos cantones]”,165 la ignorancia de sus habitantes reflejada en la carencia de hombres que pudieran desempeñar los llamados “cargos concejiles”, la “indolencia” de sus habi88

162 “El amigo de la paz”, Cartagena de Colombia, en la Imprenta de Juan Antonio Calvo, año de 1826-16. En: B.N.C., Sala 1ª, 12881 (46-Nº 1). p. 9. 163 La Constitución reformada constitucionalmente por el Congreso de la Nueva Granada en 1842 y 1843. Ojeada analítica sobre sus ventajas comparada con la Constitución de 1832, Bogotá, Imprenta de J. A. Cualla, octubre de 1843, p. 19. En: B.N.C., Fondo Pineda 28 (2). 164 Martínez Durán, L. “El Régimen…”, op. cit., p. 220. 165 Impugnación al Informe que la H. Cámara de Santamaría elevó al P.E. sobre el proyecto de crear una provincia de los cantones de Valle-dupar y Chiriguaná, Cartagena, Imprenta de Francisco B. Ruíz, 1848, p. 3. En: B.N.C., Fondo Pineda 182, Pza. 12.

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tantes dedicados a actividades agrícolas y de pastoreo que apenas servían para “la escasa subsistencia de sus pobres familias”166, además de dificultades en las vías de comunicación. El informe de la Cámara, a pesar de referirse a las limitaciones materiales de esos cantones, que les impedían acceder al grado de provincia, en realidad apuntaba a problemas que aquejaban a la propia provincia de Santa Marta y al país en general. En este sentido, la impugnación presentada el 29 de noviembre de 1847 por el grupo de vecinos que se denominaron como “amantes del proyecto” señalaba la invalidez de los argumentos de la Cámara para negarles el estatus de provincia, por cuanto esos hechos eran comunes a los demás cantones: […] i por eso no dejan de estar organizados como si todos sus ciudadanos supieran leer i escribir, ya que la Constitución del Estado los mantiene en el goce de sus derechos políticos: la objeción pues nada induce que no sea contraproducentem [sic], porque muchas provincias que hoi son, dejarían de ser por falta de población numerosa para formar el conjunto de parroquias i cantones, donde todos los ciudadanos supieran leer i escribir.167

En su respuesta al informe, los “amantes del proyecto” señalaban las condiciones favorables de los cantones pues en ellos se producían “millares de toneladas” de palo brasil que se exportaba al extranjero a través de los puertos de Riohacha, Sabanilla y Cartagena; igualmente, argüían la cercanía de los dos cantones, las facilidades de navegabilidad por el río Cesar, y la existencia de por lo menos ochenta “mayores i menores hacendados”. Además, recordaban su participación como patriotas en la guerra de Independencia –con lo que de paso traían a la memoria la posición realista asumida por la capital provincial–, y señalaban que: […] ellos [los hacendados de ambos cantones] pudieron contribuir en los años de 1822 y 1823, con dos mil quinientas reses vacunas, con centenares de caballos i mulas, i con dinero sin indegnización [sic] en su mayor parte, para la subsistencia del ejército republicano que obró sobre Maracaibo.168

En la impugnación señalaban, finalmente, que el proyecto por ellos presentado estaba sustentado de la forma más “justa i conformes en economía política”, por lo cual contaban con que:

166 Ibíd, pp. 6-7. 167 Ibíd, pp. 4-5. 168 Ibíd, p. 8. 169 Ibíd, p. 11.

[…] hai capacidad de ciudadanos, prontas i buenas vías de comunicación entre sí, riquezas, e innegables elementos de prosperidad en los dos cantones, solo hace falta en ellos la benéfica influencia de un Gobernador i una Cámara provincial, que presentes les dén impulso i desarrollo, lo que no se logrará jamás dependiendo de otras provincias, pues su topografía i circunstancias especiales no se concilian bien con las de otras poblaciones.169

Casi un año después, el 24 de octubre de 1848, los mismos argumentos fueron esbozados en la representación que la Cámara Provincial dirigió al

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poder Ejecutivo solicitando la erección en provincia de los cantones de Valledupar y Chiriguaná.170 En esta ocasión, la Cámara señalaba la necesidad de adoptar un medio eficaz para desarrollar las riquezas de estos cantones y argumentaba que la distancia de estos con respecto a la Gobernación impedía al Gobernador hacer cumplir las medidas que la Cámara adoptase en beneficio de esos cantones,171 por lo cual:

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Formar una provincia pequeña, es promover el desarrollo de sus distritos, qué son los verdaderos elementos de la nación, i la base del sistema republicáno: todo se facilitará bajo la mano de la autoridad, i por eso habrá mejoras notables.172

El acto de creación de la provincia era señalado como un acto de “conveniencia pública i de interés nacional”. Finalmente, el 11 de abril de 1850 –y sancionada el 15 de abril–173, fue creada la Provincia de Valledupar compuesta por los cantones de Valledupar y Chiriguaná, quedando como capital provincial la ciudad de Valledupar, con lo cual se había logrado la separación de la antigua Provincia de Santa Marta a la cual quedó ligada solo por efectos judiciales, es decir, al distrito judicial de Santa Marta. El 14 de mayo de 1850 fue nombrado como primer gobernador de la Provincia el señor Carlos de Rojas, quien tomó posesión ante Vicente Sebastián Mestre174, Jefe Político suplente del cantón de Valledupar en reemplazo de José Antonio Daza. Como Secretario de la Jefatura Política, fue nombrado Eugenio Martínez.175 En agosto de 1850, se llevaron a cabo las primeras elecciones provinciales para la escogencia de Representante principal, dando como resultado seis votos para Miguel Cotes, cuatro para Francisco Javier Mestre, tres para Domingo María Triana, dos para el presbítero José María Triana, dos para el presbítero Gregorio Vega y uno para Vicente Sebastián Mestre. Para el Senado, las votaciones fueron las siguientes: ocho votos para Vicente S. Mestre, cinco para Francisco Céspedes, dos para Antonio Rojas, uno para José Domingo Pumarejo, uno para Manuel Múñoz, y uno para Miguel Mestre.176 Finalmente, los designados fueron: para senador principal, Vicente S. Mestre, y para suplente Francisco de Paula Torres; como Representante principal Miguel Cotes y como suplente Oscar A. Trespalacios. En ese mismo mes fue conformada la primera Cámara Provincial, la cual estuvo integrada por Vicente Sebastián Mestre, José María Triana, Francisco Céspedes, Francisco Javier Mestre, Antonio Pumarejo y Juan Herrera como principales. Como suplentes actuaron los señores Manuel Céspedes, José Domingo Pumarejo, Miguel Mestre, José Manuel Galván, Rafael Araújo Triana y Francisco Gutiérrez. Los primeros oficiales nombrados por la Gobernación fueron Vicente S. Mestre como secretario, Eugenio A. Martínez como oficial, y, como escribiente-portero Pedro Norberto Castro, yerno de Mestre y nieto de María Concepción Loperena; estos se posesionaron en sus cargos respectivos el 1º de septiembre de 90

170 Representación de la Honorable Cámara Provincial de Santa Marta por la cual se solicita se erijan en Provincia los cantones de Valle i Chiriguaná, Santamarta, Imprenta de la Gaceta Mercantil por José María Guerrero, 1849. En: B.N.C., Fondo Pineda 182 Pza. 11. 171 Ibíd, pp. 4-5. 172 Ibíd, p. 5. 173 Codificación nacional, Tomo XIV, Bogotá, Imprenta Nacional, 1929, p. 26. 174 Mestre fue uno de los firmantes del Acta de febrero de 1813. Años más tarde, en 1856, fue nombrado vicegobernador, y gobernador encargado, pero debió renunciar luego de 3 días, tras el ingreso de Juan Herrera y su tropa, quien se posesionó como Gobernador. Ver: AGN, República, Gobernaciones Varias, Legajo 199, ff. 207-209, 175 Martínez D., L. “La constitución…”, op. cit., pp. 142-143. 176 Ibíd, p, 143.

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1850. Casi todos los miembros de la nueva corporación pertenecían a las familias que dominaron la escena durante la declaración de Independencia. La Cámara organizó las rentas de los cantones, las guardias municipales, además de las elecciones provinciales. El 19 de noviembre de 1853 adoptó la Constitución provincial que fue reformada en octubre y diciembre de 1855.177 La experiencia autónoma de esta subregión duró poco tiempo, pues en 1857, con la creación del Estado Soberano del Magdalena, la provincia fue anexada nuevamente al gobierno samario, terminando con ello la lucha de sus elites por ganar espacios autónomos de poder. En una investigación futura se profundizará en los conflictos políticos que se generaron en el interior de la provincia, las dinámicas electorales y la situación socio-política de esta subregión durante su experiencia provincial.

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CONSTRUCCIÓN REPUBLICANA Y ACTORES SOCIALES EN VALLEDUPAR,

(1808-1858)

Sourdis, Adelaida. Cartagena de Indias durante la primera República 1810-1815, Bogotá, Pontificia Universidad Javeriana, 1986.

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EMPRESAS

COMERCIALES DEL MUNICIPIO

DE VALLEDUPAR,

(1950-1980)

BLANCA NUBIA ZAPATA RÍOS*

* Administradora de negocios, Universidad EAFIT, Medellín. Especialista en Sistemas de informacion en la Universidad EAFIT, Medellín; Finanzas, en la Universidad de Cartagena en convenio con la Universidad Popular del Cesar; y en Docencia universitaria en la Universidad Santo Tomás, Valledupar. Magíster en Ciencias de la Administración en la Universidad EAFIT, Medellín. Investigaciones en Historia Empresarial: “Empresas y empresarios del municipio de Valledupar en relación con el cultivo del algodón, 19501980”; “Empresas comerciales de Valledupar, 1950-1980”. profesora titular de la Universidad Popular del Cesar. Becaria Gobernación del Cesar-Observatorio del Caribe Colombiano, 2006.

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Agradecimientos A todas las personas e instituciones que en una u otra forma intervinieron para que pudiese terminar esta investigación. Son ellas: Departamento del Cesar y la Corporación Observatorio del Caribe Colombiano, por auspiciar y promover la investigación en historia local y/o regional. Universidad Popular del Cesar, donde me desempeño como docente, por el tiempo concedido para llevar a feliz término esta investigación. Juan Carlos Jurado, profesor de la universidad EAFIT, por sus valiosos y oportunos aportes en la lectura permanente de borradores de trabajo. Adriana Marcela Sánchez, Ariel Rincones y Luís Guillermo Fernández, sin ellos no hubiera sido posible el trabajo de campo. Mis familiares, que siempre han estado conmigo. A todos, muchas gracias. 100

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PRESENTACIÓN Este trabajo de corte histórico se construye con base en fuentes documentales, archivos notariales y entrevistas abiertas, para ofrecer una visión de lo que fue el desarrollo del comercio en el municipio de Valledupar en el período comprendido entre 1950 y 1980, con la intención de contribuir a la construcción de la historiografía económica del municipio. Se llama la atención del lector sobre el hecho de que este trabajo presenta una panorámica general de lo que fueron las empresas comerciales y los comerciantes durante los treinta años de estudio, y no se ciñe específicamente a ninguna empresa ni empresario en particular. La estructura del trabajo consta de los siguientes capítulos: en el primero de ellos se aborda el contexto económico de Valledupar, a mediados del siglo XX y entre 1950 y 1980, con el fin de establecer, en primer lugar, un conocimiento general de la población y de la infraestructura vial del municipio, indicadores de lo que podía ser el mercado local, y en segundo lugar, para conocer el asunto de la agricultura en general, la ganadería, y la expansión y el declive del cultivo del algodón, variable fundamental en el objeto de la investigación. El segundo capítulo aborda las empresas comerciales de Valledupar en el período 1950-1980, según la información obtenida en los registros notariales, además de la suministrada por los entrevistados. En este aparte se busca relacionar la evidencia empírica con aspectos teóricos conceptuales pertinentes. En el tercer capítulo se plantean conclusiones generales en las que se puntualizan algunas características del comerciante valduparense de mediados de siglo XX, su conducta como empresario, sus patrones de inversión, sus motivos para no promover el desarrollo de la industria y, en general, su perfil, además de la cantidad de empresas comerciales constituidas, modificadas o liquidadas durante los treinta años investigados.1

1 Debido a que los anexos son bastante extensos, no se presentan todos en el cuerpo del trabajo sino por aparte; sin embargo, para que el lector tenga una idea de ellos, se presenta la primera página de cada uno, especialmente en lo que tiene que ver con los registros snotariales. 2 Dávila Ladrón de Guevara, Carlos. “Historia de la empresa y teoría de la organización: un diálogo necesario”. En: Las regiones y la historia empresarial. Grupo de Historia Empresarial, Universidad EAFIT, Medellín, 2004, p. 43.

Desde lo teórico se revisaron las teorías de Schumpeter sobre la función del empresario; de Frank H. Knigh, en lo concerniente al riesgo y la incertidumbre; de Werner Sombar, sobre la conducta del empresario, y de Douglas North, en lo relativo al cambio institucional y las reglas de juego. Sobre la metodología de investigación es importante considerar lo que señala Carlos Dávila respecto de la historia empresarial en Colombia: La descripción hecha con rigor historiográfico que conduce a dejar el récord histórico claro y debidamente sustentado en las fuentes es una labor compleja e inestable; pero no suficiente. Tiene que estar acompañada de la labor de análisis e interpretación de la información recogida.2

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Esto significa que se deben utilizar metodologías de las ciencias sociales para recuperar la memoria de los actores económicos llamados empresarios, recopilando y analizando archivos y otras fuentes documentales, además de la fuente oral, cuando sea necesario.

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Respecto a las fuentes primarias abordadas, se realizaron diez entrevistas abiertas, dirigidas a personas reconocidas localmente por su dedicación a la ganadería, al cultivo del algodón y/o al comercio. Se consideró que esta era una fuente invaluable de información para la presente investigación; además, se revisaron los protocolos notariales, localizados en la Academia de Historia de Valledupar, hasta el año 1970, y en adelante (1971-1980), en la Notaría Primera de Valledupar. Así fue como se hallaron 408 registros notariales que dieron cuenta de la constitución de sociedades, 80 modificaciones o reformas y la disolución de 45 sociedades, la gran mayoría de responsabilidad limitada para ejercer actividades de comercio. El periódico El Colombiano aportó a la investigación información sobre el cultivo de algodón a nivel internacional, nacional y regional.

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INTRODUCCIÓN

3 Zapata Ríos, Blanca Nubia. Empresas y empresarios de Valledupar, en relación con el cultivo del algodón 19501980, Medellín, Universidad EAFIT, 2005. 4 Meisel Roca, Adolfo. “Bajo el signo del cóndor: empresas y empresarios en el Caribe colombiano, 1821-2000”. Comentario de Juan Carlos Jurado. En: Las regiones y la historia empresarial. Memorias del Primer Simposio “Balance y perspectivas de la historia empresarial colombiana”, Grupo de Historia Empresarial, Universidad EAFIT, 2004. pp. 162-165. 5 Posada Carbó, Eduardo. El Caribe colombiano. Una historia regional (1870-1950), Bogotá, Áncora Editores, 1998. Bonet Morón, Jaime y Meisel Roca, Adolfo. Regiones, ciudades y crecimiento económico en Colombia. La convergencia regional en Colombia: una visión de largo plazo (1926-1995). Publicado en la Colección de Economía Regional del Banco de la República, 2001. Posada Carbó, Eduardo. “Progreso y estancamiento”. En: Historia económica y social del Caribe colombiano (1850-1950). Ediciones Uninorte, 2002, pp. 231-284. 6 Malvehy Ramírez, Daniel Enrique y Ramírez Galeano, Sebastián. “La actividad empresarial de los inmigrantes árabes en San Andrés, 1953-2000”. En: Monografías de Administración, Bogotá, Universidad de los Andes, 2005, p. 3. 7 Schumpeter, Joseph A, Teoría del desenvolvimiento económico. En: Furio Blasco, E. Los lenguajes de la economía. Edición digital a texto completo accesible en www.eumed.net/libros/ 2005/efb/ 2005. 8 Ibíd, pp. 181-183.

En Valledupar, aparte de un trabajo de grado presentado en la Universidad EAFIT,3 no se tiene conocimiento de una investigación que presente, de manera sistemática, la historia económica empresarial local. Ello no se debe interpretar como una falta de interés por el tema, al contrario, se debe considerar que investigadores reconocidos localmente han estado motivados por otras búsquedas relacionadas con los pobladores, las costumbres, el folclore, la cultura y la música. Esta situación es muy diferente de la de las publicaciones que sobre historia de las empresas y de los empresarios se han realizado en el Caribe colombiano y que de manera detallada fueron presentadas por Adolfo Meisel Roca en las memorias del Simposio: “Balance y perspectivas de la historia empresarial colombiana: una mirada desde las regiones”,4 y que para efectos de la presente investigación son referentes necesarios, especialmente los estudios realizados por Eduardo Posada Carbó, Jaime Bonet Morón y Adolfo Meisel Roca.5 A la lista de publicaciones de Meisel, completada por Juan Carlos Jurado, hay que agregar la que elaboraron los administradores Daniel Enrique Malvehy y Sebastián Ramírez,6 para tener una aproximación lo más cercana posible al balance historiográfico empresarial del Caribe colombiano. El interés por estos temas surgió en la Maestría en Ciencias de la Administración cuando en el curso Marco Histórico Colombiano se abordó la historia de las empresas y de los empresarios y se resaltó lo poco que hasta esa fecha (2004) se había investigado, situación que está cambiando en la actualidad. Desde el punto de vista teórico, Schumpeter, en su obra Teoría del desenvolvimiento económico,7 plantea que la función del empresario es la de “poner en marcha nuevas combinaciones de factores productivos, esto es, innovar. Esta función distingue al empresario del simple administrador que toma únicamente las decisiones de rutina”. Schumpeter llama empresa a la “realización de nuevas combinaciones, y empresarios a los individuos encargados de dirigir dicha realización”.8 Según esta teoría, ante la realización de una innovación, el empresario ha de vencer tres dificultades: la incertidumbre, la repugnancia de la gente por realizar algo nuevo y la resistencia que el medio social puede manifestar ante sus innovaciones. El acto empresarial consiste, pues, en la introducción de una innovación que conduce a la obtención de beneficios.

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Igualmente se consideró pertinente la teoría del empresario de Frank H. Knight,9 especialmente cuando se describieron los hechos alrededor del empresario algodonero, que depende especialmente de las condiciones climáticas naturales y de la oferta y demanda del mercado internacional, determinantes del precio del producto. Este teórico parte de la distinción que hace Von Thünen entre riesgo e incertidumbre, siendo el primero, a diferencia del segundo, medible y calculable. La incertidumbre se presenta por la falta de información completa, característica principal de la competencia económica y la fuente del beneficio del empresario, el cual es el agente económico que se especializa en asumir esta incertidumbre.10

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Sobre la conducta del empresario, Werner Sombart11 plantea que el espíritu capitalista puede manifestarse en una determinada conformación del carácter a la que le corresponden ciertos comportamientos económicos y virtudes burguesas. Pero también puede manifestarse en una serie de facultades aprendidas, tales como la habilidad para el cálculo, el manejo de los negocios y la organización de la empresa. Dice además que el espíritu económico comprende “el conjunto de facultades y actividades psíquicas que intervienen en la vida económica: manifestaciones de la inteligencia, rasgos de carácter, fines y tendencias, juicios de valor y principios que determinan y regulan la conducta del hombre económico”.12 Para tener una mejor visión del cambio institucional que trajo la expansión del cultivo del algodón, la posterior creación del departamento del Cesar, y el desarrollo de las empresas comerciales, se revisó el modelo institucionalista planteado por North cuyos dos elementos fundamentales son el Estado y la ideología de los individuos.13 Este modelo destaca la influencia de las reglas de juego y sus transformaciones en las reacciones de los actores sociales y la relevancia del marco institucional en el que se encuentra inmersa la actividad empresarial.14 De la mano del cambio institucional en el Cesar y Valledupar, surgió un proceso de expansión de las sociedades comerciales de responsabilidad limitada, fundamentalmente.

9 Knight, Frank H. Riesgo, incertidumbre y beneficio (1912). Citado por Eugenio Torres Villanueva, “Funciones empresariales, cambio institucional y desarrollo económico”. En: Dávila L. De Guevara, Carlos (comp.). Empresas y empresarios en la historia de Colombia, Uniandes, Bogotá, Editorial Norma, 2003, t.1, p. 12. 10 Ibíd. 11 Sombart, Werner. El Burgués, Madrid, Editorial Alianza, edición de 1977. 12 Ibíd,pp.13-20 13 Torres Villanueva, Eugenio. “Funciones empresariales, cambio institucional y desarrollo económico”. En: Dávila L. de Guevara, Carlos. Empresas y empresarios en la historia de Colombia siglos XIX-XX, Universidad de los Andes, Bogotá, Editorial Norma, 2003, p. 28. 14 Malvehy Ramírez, Daniel Enrique y Ramírez Galeano Sebastián. Op. cit., p. 11.

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I. CONTEXTO ECONÓMICO DE VALLEDUPAR15

Con el fin de establecer el contexto económico de Valledupar, se dividió esta presentación en dos períodos históricos: el primero, a mediados del siglo XX por considerarse el preámbulo de la investigación, lo que facilita el conocimiento de la región; y el segundo, desde 1950 hasta 1980, correspondiente al período de estudio propiamente dicho.

1. MEDIADOS

DEL SIGLO

XX (1948-1950)

A mediados del siglo XX, Valledupar era un municipio adscrito administrativamente al departamento del Magdalena. Según información del Departamento Nacional de Estadística (DANE),16 en 1951 el Magdalena tenía una población de 457.393 habitantes que representaban el 23,7% de la población de la Costa Norte y el 4,1% del total nacional (ver anexo A), cifra que, comparada con la de otros departamentos costeros, muestra una tendencia al alza. Para la época, según Eduardo Posada Carbó,17 el crecimiento demográfico se concentró alrededor del cinturón bananero de Santa Marta, Ciénaga, Fundación y Aracataca; sin embargo, el departamento de Bolívar era el más poblado del Caribe colombiano; albergaba el 48% de la población de toda la región y el 8,2% del total nacional. En comparación con el departamento del Magdalena, en 1951 la población del Cesar y Valledupar específicamente, era del 24,6% (112.666 habitantes) y del 5,8% (26.442 habitantes), respectivamente (ver anexos B y C).

15 Este acápite se construye tomando los elementos básicos planteados en el trabajo de grado para optar al título de Magíster en Ciencias de la Administración. Zapata Ríos, Blanca Nubia. Op. cit. 16 Departamento Nacional de Estadística (DANE), 1951. 17 Posada Carbó, Eduardo. Op.cit., pp. 359-360.

Desde la primera mitad del siglo XX, la población de Valledupar venía creciendo; entre 1938 y 1951 se incrementó en un 65% aproximadamente, pues de 15.801 habitantes en 1938, pasó a tener 26.442 en 1951. Este crecimiento poblacional se podría explicar no solo por el normal crecimiento vegetativo de la población sino por los procesos migratorios, especialmente de población santandereana que huía de la violencia y encontraba en esta región un lugar seguro y tranquilo donde asentarse. Además de ello, por esta época se iniciaron los cultivos del algodón en toda la región, motivo de más para la migración de personas procedentes no solo de otras regiones de la costa sino del interior del país. El aumento de la población de Valledupar permite pensar que a la par de este incremento se debió dar un aumento significativo en la demanda de bienes y servicios, es decir que el incremento de la población debió

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traer una mayor actividad en el mercado interno, por lo que cabe preguntarse: ¿De qué vivía la población de Valledupar a mediados del siglo XX? Después de indagar en fuentes documentales y entrevistas, se infiere que la mayoría de la población vivía en el campo y de lo que allí se producía: productos de pan coger, árboles frutales y café como productos más representativos del agro, y de la ganadería extensiva, esta última, un factor determinante de la economía local.

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Con base en las entrevistas realizadas se pudo establecer que el mercado interno era básicamente un mercado de tienda en el que “se conseguía de todo”; no obstante, existían algunos almacenes alrededor de la plaza (sobre los cuales se profundizará en el capítulo dos). Respecto a las vías de comunicación de mediados de siglo XX, tanto fuentes documentales como entrevistas permiten establecer que existía una gravosa incomunicación entre las diferentes regiones del país, debida a la falta de vías adecuadas que permitieran el desarrollo de un mercado tanto interno como externo. Sobre el problema vial en el país, Lauchlin Currie expresó en 1950: Los transportes constituyen un problema especialmente difícil en Colombia a causa de su abrupta topografía. La mayoría de los principales centros de población están situados en las laderas, en los valles o en las elevadas planicies de las tres cadenas de montañas que atraviesan longitudinalmente el país de sur a norte. Las cordilleras dividen a Colombia en cuatro zonas principales y el comercio interseccional está en gran parte limitado a bienes de elevado valor en relación a su volumen y peso, lo que excluye el intercambio en grande escala de la mayoría de los productos nacionales. Las dificultades de transporte también impiden el movimiento y aumentan el costo de los cargamentos de exportación e importación, al ir de las ciudades del interior a los puertos principales de Barranquilla y Cartagena, en el Caribe, y Buenaventura, en el Pacífico y viceversa. A pesar de los considerables progresos alcanzados en los últimos años, los elevados costos de los transportes, las demoras en la entrega y los excesivos saqueos y averías todavía imponen una pesada carga sobre casi todos los sectores de la economía nacional.18

En este diagnóstico, Currie resalta la situación de las carreteras nacionales para esa época, que de una u otra forma impedían el desarrollo no solo de un mercado interno sino del mercado externo, por las dificultades para realizar actividades de comercio debido a los altos costos en el transporte causados por la ineficiencia del sistema vial existente. En el mismo informe Currie señala que: El transporte por carretera es más rápido que el férreo, especialmente en trayectos cortos que constituyen la parte más voluminosa del total del transporte colombiano y aunque las bases ya se han sentado, todavía falta obtener una mayor productividad de la red de carreteras a fin de 106

18 Lauchlin, Currie, Resumen del Informe de una misión, Bogotá, Banco de la República, 1950, pp. 53-54.

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lograr mejores costos de transporte, tan esenciales para el desarrollo económico del país.19

De las entrevistas realizadas a empresarios y del diagnóstico que hace Currie sobre el sistema vial colombiano se puede concluir que, en general, el Cesar y Valledupar permanecían aislados por falta de vías de comunicación, y porque las inundaciones en época de invierno dejaban a los pueblos incomunicados. En el Cesar y específicamente en Valledupar, las escasas vías de comunicación existentes se desarrollaron, en parte, durante el primer gobierno de Alfonso López Pumarejo (1934-1938). Hacia 1936 se terminó la carretera iniciada durante el gobierno de Pedro Nel Ospina (1922-1926), RiohachaFonseca, Fonseca-Valledupar, hasta el río Cesar. Antes de terminar su primer gobierno, López Pumarejo hizo concluir los tramos La PazChiriguaná, Valledupar-Río Diluvio, y el tramo Río Diluvio-Fundación.20 En el periódico El Colombiano de 1950 se encontraron reiterados titulares con referencias a las escasas alternativas viales que se presentaban cuando por el fuerte invierno el Caribe colombiano quedaba incomunicado con el interior del país.21 Sobre este problema, Eduardo Posada Carbó expresó: “En 1950 no existía ningún tipo de ferrocarril ni carretera principal alguna entre el interior andino y la costa. La comunicación entre el norte de Colombia y sus regiones andinas siguió dependiendo de los caprichos del río Magdalena”22, y aunque existía el llamado Ferrocarril Nacional del Magdalena, hacia el año 1950 este no había pasado de Fundación. Por lo anterior, el problema del transporte vial en el Caribe colombiano y específicamente en el Cesar y Valledupar, no se puede tomar como un hecho aislado diferente de lo que acontecía en el resto del país. El problema vial era estructural.

2. PERÍODO

19 Ibíd. 20 Gutiérrez Hinojosa, Tomás Darío. Valledupar. Música de una Historia. Santafé de Bogotá, Editorial Grijalbo Ltda. 2000, p. 344. 21 El Colombiano, “No hay vías de comunicación para sacar la enorme cantidad de carga de algodón producida en la región del Sinú”. 17 de febrero de 1950, p. 14. 22 Posada Carbó, Eduardo. op.cit., p. 260. 23 Bejarano, Jesús Antonio, “El despegue cafetero (1900-1928)”. En: José Antonio Ocampo. Historia Económica de Colombia. Bogotá, Editores Siglo XXIs, 1987, p. 185.

DE ESTUDIO:

1950-1980

Para comprender las dinámicas del comercio de Valledupar en la segunda mitad del siglo XX, es necesario referir aspectos relativos al desarrollo económico de Valledupar partiendo de la agricultura, pasando por la ganadería y profundizando en el cultivo del algodón, tema de especial interés para la investigación.

2.1 LA

AGRICULTURA

Según Jesús Antonio Bejarano, “hacia 1920 la estructura agraria de Colombia era muy heterogénea con una escasa franja de territorio cultivado y apenas una cuarta parte de las tierras bajo algún tipo de utilización económica […]”23. De acuerdo con el mismo autor, en la pequeña porción de terreno cultivado se podían identificar cuatro formas de explotación de la tierra: 1) las grandes haciendas ganaderas en el Caribe

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colombiano, Antioquia y las antiguas haciendas de origen colonial en Cundinamarca, Valle del Cauca, sur del Tolima y Huila, Casanare y San Martín; 2) las grandes haciendas cafeteras de Cundinamarca, Santanderes y oriente del Tolima; 3) algunas explotaciones modernas dedicadas a la caña de azúcar en el Valle del Cauca, explotaciones ganaderas modernas pero escasas en el Caribe colombiano y haciendas ganaderas de moderada extensión en el altiplano cundiboyacense; y 4) la pequeña propiedad cafetera en el occidente y la pequeña propiedad no cafetera, dedicada sobre todo al cultivo de trigo, maíz y papa en Cundinamarca, Boyacá y Nariño. Si el sector agropecuario cumplía fundamentalmente un doble papel – por un lado, abastecía de alimentos a la población colombiana y, por el otro, contribuía a la generación de divisas–, podría decirse que la radiografía agrícola presentada por Bejarano para 1920, no fue muy bondadosa con el Caribe colombiano, puesto que, aparte de la ganadería, el cultivo del banano en el departamento del Magdalena (Ciénaga, Fundación y Aracataca) fue una importante fuente de divisas para el país, hasta el punto que, comparando las exportaciones colombianas de banano con las de los países productores de Centroamérica, Colombia ocupó el segundo lugar después de Costa Rica.24 Además, según el Anuario Estadístico de Colombia, hacia 1918 el país tenía una población de 6.303.077 habitantes, de los cuales el 13,1% vivía en la Costa, concentrados básicamente en Bolívar, Magdalena y Atlántico, lo que da una medida aproximada del mercado interno para los productos agropecuarios. Según Bejarano, hacia 1930 resultaba ya claro no solo que en la región occidental del país predominaba la producción cafetera, sino que esta se asentaba fundamentalmente sobre la economía parcelaria.25 Es decir, la expansión cafetera de occidente se dio en la pequeña propiedad como una resultante de la colonización antioqueña de la región. Se fortalecía, entonces, la economía de parcela reflejada en la creciente importancia de la producción de café en pequeña escala, que avanzaba desde 1920 y se acentuaba en 1930,26 hasta el punto que, para 1938, después de la reforma agraria de 1936 (Ley 200), el proceso de parcelaciones de Cundinamarca y Tolima contribuyó a fomentar la pequeña producción cafetera. Mientras esto ocurría en el occidente del país, en el Caribe colombiano se desarrollaban otros cultivos que llegaron a ser significativos para la economía de la región, como el tabaco,27 uno de los renglones más importantes como generador de divisas y de ingresos departamentales, a través del impuesto sobre el consumo, autorizado por el Congreso de la República a partir de 1909; además, el arroz,28 la caña de azúcar,29 el café y el algodón, de los que se hablará con más detalle. Respecto del café cultivado en Valledupar, es importante resaltar que esta era la única región productora de café en el Caribe colombiano. En el año 1953 se consideró enorme la cosecha de café en esta ciudad, afirmación que se sustenta en un artículo de El Colombiano, que en uno de sus apartes decía: 108

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24 Posada Carbó, Eduardo. Op. cit., p. 104. 25 Bejarano, Jesús Antonio. Op. cit., p. 179. 26 Ibíd, p. 231. 27 A pesar de ser cultivado desde la época colonial, el tabaco producido en el Carmen de Bolívar siguió siendo importante para la economía durante la primera mitad del siglo XX; continuaba llegando al mercado internacional, principalmente al europeo, hasta después de la Segunda Guerra Mundial (19391945), cuando las exportaciones bajaron considerablemente. Si en 1938 se exportaban aproximadamente 5 millones de kilogramos, en 1949 se exportaron 4 millones. Posada Carbó. Op. cit., pp. 87-95. 28 “Entre 1937 y 1938, cuando se sembraron unas 47.000 hectáreas de arroz, más del 40% de la producción nacional provenía de los departamentos de La Costa Norte, principalmente del Departamento de Bolívar, donde este cultivo se convirtió en el segundo renglón más importante después de la ganadería. La producción había crecido de manera sostenida para sustituir las importaciones, dejando incluso algunos excedentes para la exportación en enero de 1943” (Posada Carbo, Op. cit., p. 84). 29 La caña de azúcar en la Costa Norte, aunque se dio en pequeña escala y prácticamente para el consumo interno, según Posada Carbó (Op.cit., p. 99.), fue un cultivo que creció durante la década de 1920, se estancó en los años de 1930 y declinó en la década de 1940; sin embargo, en 1942 la producción en el departamento de Bolívar representó el 22% de la producción nacional. En 1946, la producción en la costa fue de 11.000 toneladas frente a 18.000 de consumo, el déficit se cubrió con el azúcar traído desde el Valle del Cauca, Santander y con las importaciones que se hacían desde Perú.

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[…] reina franco optimismo por la cosecha de café que se aproxima, especialmente en Manaure, Urumita y demás estribaciones de la Sierra Nevada. Se calcula que la cosecha de café llegará a los 20.000 sacos de excelente calidad, superando bastante a la del año anterior, por lo menos en más de 2.000 sacos, debido principalmente al impulso que se le ha dado a los cultivos del grano y a la ayuda técnica de la Federación. Como se sabe esta es la única región productora de café de la costa, lo cual hace que tenga importancia especial, ya que todo el molido que se consume procede del interior del país.30

Sobre la bonanza cafetera de mediados de siglo XX que tuvo lugar en Valledupar, Julio Villazán Baquero31 expresó: […] En el año 1948 yo vivía en Bogotá cuando el doctor Mariano Ospina Pérez y los agricultores del interior del país hicieron el distrito de riego, ese distrito hoy tiene más de medio siglo y es un emporio de riqueza y de estabilidad; en cambio, nosotros durante ese tiempo y con la perspectiva agrícola que teníamos y tenemos todavía hoy, en 700.000 hectáreas tractorales que tiene el departamento, no tenemos ni un centímetro cuadrado de distrito de riego, ¿usted se imagina lo que es eso?, ¿cómo se hacen industrias así?, ¿cómo se hace agricultura? A pesar de tener muchas fuentes de agua, no las hemos sabido aprovechar y no hemos podido sembrar32 los productos de las bonanzas en algo estable. Por ejemplo, la bonanza cafetera… no hicimos ninguna obra de infraestructura con ella como sí lo hicieron en el eje cafetero. Mire la bonanza marimbera, tampoco la aprovechamos ni la sembramos. Ese fue un fenómeno del contrabando que tuvo que ver con la economía, sucedió y generó recursos que hemos debido sembrar. Y ¿qué hicimos con la bonanza algodonera?, tampoco la sembramos y ahora estamos en peligro de no sembrar la bonanza minera que está por empezar, no se están haciendo obras de infraestructura […]

Un testimonio de estos muestra el sentido pragmático de los negocios, de forma que se torna legítimo aprovechar económicamente un cultivo que, siendo ilegal, le generó recursos a la región. 30 El Colombiano, 10 de octubre de 1953, sección Agropecuaria. 31 Villazón Baquero, Julio. Ingeniero Civil, ganadero por tradición. Preocupado por el desarrollo de la educación y la cultura en Valledupar. Donó los terrenos en los que hoy está construida la sede de la Universidad Popular del Cesar en Sabanas del Valle. En: entrevista personal, octubre de 2004. 32 Cuando el autor habla de “sembrar” hace referencia al desarrollo de obras de infraestructura de larga duración. 33 Viloria de la Hoz, Joaquín. “La economía cafetera en la Sierra Nevada de Santa Marta”. En: Experiencia exportadora del Caribe colombiano. Bogotá, Universidad del Norte, 1994, p. 33.

A propósito de la bonanza marimbera, mencionada por Villazón Baquero, la década de 1970 sobresalió en la historia de la agricultura de Valledupar por dos hechos que tuvieron repercusiones en la economía del municipio. En esta época se dieron dos bonanzas en el agro: por un lado, la bonanza del algodón, la cual se tratará más adelante, y, por el otro, la bonanza de la marihuana, que entró a frenar el auge que para esa época tenía el cultivo del café. Al respecto, Joaquín Viloria expresó: La irrupción de la marihuana trajo consigo la conversión masiva de cultivos tradicionales hacia los ilegales, generando en la zona escasez de alimentos. Para finales de la década de 1970 el quintal de marihuana se llegó a pagar hasta en $110.000, mientras uno de café se vendía en $47.000 y uno de fríjol en $20.000. Para 1980 la Sierra Nevada estaba sembrada de marihuana por todas sus vertientes.33

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Pero la marihuana sembrada en las estribaciones de la Sierra Nevada de Santa Marta, especialmente en las regiones del Cesar y La Guajira, no significó únicamente competencia para el cultivo del café; también significó una gran competencia para el cultivo del algodón, según René Puche Navarro, gerente de la Corporación Algodonera del Litoral (CORAL), en entrevista para El Colombiano:

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La competencia para el algodón ha sido funesta por una circunstancia no deseable. Sucede que los jornales que se pagan por atender cultivos de marihuana, son superiores a los que reciben los trabajadores calificados de las fábricas. Son agricultores que reciben $400 ó $500 diariamente, cuando el agricultor algodonero apenas puede pagar $100 ó $120. Entonces hay una competencia enorme en el desplazamiento de la mano de obra que ha contribuido sustancialmente a disminuir el área algodonera.34

Este factor también debe ser considerado en el momento de tratar la crisis del algodón.

2.2 LA

GANADERÍA

Sobre el particular, se conoció que aunque en la década de 1940 la producción ganadera de la costa estaba orientada básicamente a cubrir la demanda interna de carne, principalmente los mercados de Caldas, Tolima, Santander y Antioquia, las exportaciones de ganado costeño llegaron frecuentemente al mercado de México, Perú, las Antillas Holandesas, Costa Rica, Trinidad y Tobago y Venezuela. La comercialización del ganado, para abastecer el mercado interno o externo, era en pie, y solo después del segundo quinquenio de la década de 1940 se trató de desarrollar la industria frigorífica de carne para el consumo doméstico, pero los esfuerzos fueron infructuosos porque los consumidores preferían la carne fresca.35 Como lo indica Adolfo Meisel Roca,36 el Caribe colombiano ha sido, desde finales del siglo pasado, una de las principales regiones ganaderas del país y al comenzar la década de 1950 contaba con cerca del 45% del hato vacuno colombiano. El autor dice que si esta cifra se compara con la de períodos inmediatos anteriores, es notorio el decrecimiento del sector, como resultado quizá del mayor crecimiento de la ganadería en los Llanos Orientales. Para Jaime Bonet,37 el mercado interno desempeñó un papel muy importante en la ciudad de Medellín, por convertirse en el principal centro de consumo del ganado procedente de Córdoba; además, porque la Feria Ganadera se constituyó en el primer evento para comercializar y fijar los precios del ganado a nivel nacional. Respecto a la ganadería del antiguo departamento del Magdalena, se conoció por una publicación de prensa de 195038 que el lote ganadero 110

34 El Colombiano, 30 de octubre de 1977, p. 12B. 35 Posada Carbó, Eduardo. Op. cit., pp. 182-192. 36 Roca, Adolfo Meisel. Op. cit., p. 298. 37 Bonet Morón, Jaime. “El ganado costeño en la Feria de Medellín, 19501997”. En: Documentos de trabajo sobre economía regional. Banco de la República, Cartagena de Indias, 1998, p. 3. 38 Lacouture Acosta, Elías. “Panorama económico y agropecuario del departamento del Magdalena”. En: El Colombiano, sección Revista Comercial, 5 de octubre de 1950.

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era de 1.500.000 cabezas, cifra que da cuenta de la envergadura de este renglón que, para esa fecha, aún se manejaba de manera muy precaria, tanto en la producción como en la comercialización. Y es que “la cría de ganado en el Cesar ha sido una actividad tradicional”, decía José Guillermo Castro (Pepe Castro): Aquí la ganadería era muy primitiva, a campo abierto, imagínese que el ganado andaba suelto y cuando llegaba el mes de diciembre, que era de invierno, los mismos animales salían de la sabana y se venían para tierra alta para protegerse, porque las inundaciones eran bravas. Andaban por ahí, sin dueño, el que le pusiera marca se volvía su propietario. Los que teníamos ganado, en el mes de junio lo recogíamos y llenábamos los corrales y mirábamos la marca que le habíamos puesto cuando pasábamos revisando por los campos; esa marca podía ser un pedacito de oreja que le cortábamos con una navaja. Ya en el corral buscábamos esa señal para separarlo y ahora sí ponerle el hierro, y si era macho, de una vez se castraba y se volvía a soltar al campo. Por ahí en octubre volvíamos a recogerlo y repetíamos el proceso.39

Lo incipiente, rudimentario y premoderno del sistema de producción ganadera queda claro con estos comentarios. Sobre la comercialización del ganado desde Valledupar hacia el interior del país, José Guillermo Castro decía: Cuando todavía no había mercado de ganado para Venezuela, nosotros lo llevábamos al interior por la vía a Tamalameque, salíamos con el ganado a pie calle arriba (hoy calle del Cesar), yo me iba adelante avisando a la gente que cerrara las puertas porque venía ganado y se metía a las casas, la gente corría a cerrar puertas, mientras nosotros pasábamos. Este viaje nos llevaba un poco40 de días. Al llegar a Tamalameque lo embarcábamos en un bunker que por el río Magdalena llegaba hasta la Dorada, Honda y de allí a los centros de consumo.41

Según los testimonios de los entrevistados, la falta de vías de comunicación adecuadas que facilitaran la comunicación entre la Costa y los Andes hacían que un viaje entre estas dos regiones durara hasta tres meses, motivo de más para que la vinculación económica entre estas dos regiones fuera tan precaria. Cuando se empezó a comercializar con Venezuela, se hacía por la vía a Maracaibo. “Salíamos hacia el Guatapurí, cogíamos hacia Patillal y de allí para la Guajira para tomar la vía a Maracaibo”.42 Y continúa diciendo:

39 Castro, José Guillermo, en: entrevista personal, Valledupar, octubre de 2004. 40 El término “un poco” no debe tomarse como un diminutivo, sino por el contrario, el entrevistado quiere decir “muchos días”. 41 Ibíd. 42 Ibíd.

Por allá por el año 1948, estando muy jovencito, salía desde la finca a llevar ganado hasta Venezuela y nos metíamos por aquí […] para salir a Maracaibo, por caminos de herradura, porque no había carreteras, en una larga jornada que duraba de 12 a 15 días y con el ganado a pie. Llegábamos allá y sin recibo ni nada nos decían: vuelva en treinta días por el dinero y nos veníamos, porque se confiaba en la palabra, y al mes íbamos por la plata y nunca nos quedaban mal. La gente era muy honrada.

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Expresiones como estas dan cuenta de lo rudimentaria y artesanal que fue no sólo la producción ganadera, sino también la forma en la que esta se comercializaba a mediados del siglo XX en la región del Cesar y Valledupar. Es de anotar aquí la racionalidad tradicional y no moderna del “negociante”; modus operandi que perduró hasta 1962, cuando se instaló en la ciudad la Compañía Colombiana de Alimentos Lácteos S. A. (Cicolac S. A.) con la que se inició el manejo técnico de la ganadería. En adelante todos los ganaderos de la región vendieron la leche a esta empresa.43

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Para los entrevistados, si no hubiera sido por la multinacional Cicolac, la producción ganadera no habría alcanzado el desarrollo logrado desde que esta empresa se vinculó a la región. Sobre la empresa Cicolac, Alfredo Cuello Dávila expresó: […] En 1962 montaron aquí una planta procesadora de leche –Cicolac– en esa época el municipio la exoneró de impuestos durante 25 años, prácticamente les regalaron las tierras donde está la planta y ellos compraban la leche. Cuando llegó la fábrica se empezó a fomentar la ganadería lechera. Si ellos no llegan la ganadería tampoco se desarrolla […].44

Sobre la ganadería del Cesar llama la atención el testimonio de uno de los entrevistados: La ganadería tiene menos riesgos que la agricultura porque si el precio del ganado baja, uno se queda quieto pero el ganado está ahí y uno vive como pobre porque el ganadero es de espíritu pobre y no exige lujos. Lo que no pasa con el agricultor, él corre más riesgos, no tiene la infraestructura adecuada para no depender solamente del clima pero es amante del buen vivir, del confort […].45

Expresiones como la que se acaba de leer dicen mucho del empresario46 y de la racionalidad económica con la que manejaba sus negocios. De acuerdo con este testimonio, el carácter del empresario coincidiría con el planteado por Frank H. Knight: “el empresario es el agente económico que se especializa en asumir la incertidumbre” 47 la cual se da por la ausencia de información completa para la toma de decisiones. Sobre la comercialización de ganado del Magdalena hacia Venezuela, a mediados del siglo XX, la información apunta a que era una actividad de contrabando; esta afirmación se basa en un artículo publicado en el periódico El Colombiano de 1950, a raíz de que el gobierno colombiano dictara medidas para evitar la salida de productos desde Colombia, sin licencia de exportación. El escrito es una misiva enviada por un ciudadano del Magdalena, conocedor del sector, al gobierno central y de la cual se extraen algunas afirmaciones que sustentan los hechos. 112

43 Cicolac Ltda. no existe jurídicamente. Su razón social actual es Dairy Partners Americas (DPA) que significa Socio de Alimentos para las Américas, de propiedad de dos multinacionales, la Nestlé y Fonterra –de Nueva Zelanda–. 44 Cuello Dávila, Alfredo. Ex representante a la Cámara y algodonero. En: entrevista personal, Valledupar, octubre de 2004. 45 Villazón Baquero, Julio. En: entrevista personal, Valledupar, octubre de 2004. 46 Aunque se habla de empresario, podría pensarse más en un negociante, tal como lo define Carlos Dávila, puesto que este es más tradicional, no tiene información confiable resultado de una actividad racionalizadora. Contrario al empresario moderno, maneja información para asumir el riesgo. 47 Knight, Frank H. Riesgo, incertidumbre y beneficio. Citado en: Torres Villanueva, Eugenio. “Funciones empresariales, cambio institucional y desarrollo económico”. Dávila L. De Guevara, Carlos. (comp.) Empresas y empresarios en la historia de Colombia., Uniandes, Bogotá, Editorial Norma, 2003. t.1., p. 12.

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[…] de pronto, la civilización fue estableciendo la ósmosis de las relaciones sociales entre los ciudadanos venezolanos y colombianos y a través de la frontera guajira-colombiana-venezolana, apareció el punto de escape para la embotellada producción agropecuaria. Semiclandestinamente y semitolerada ha sido ésta hasta el día de hoy, y no podía ser de otra manera. Si el pueblo hermano necesitaba bienes de consumo para su prosperidad, el nuestro exigía comprador de sus productos para su supervivencia. A esta correlación de los pueblos hermanos, se sumó la circunstancia jurídica de la inexistencia de un tratado internacional que recogiera el hecho libremente operado, y logró así prolongar su vida, el intercambio comercial entre las dos repúblicas […].48

Hacia 1950, agricultores y ganaderos del Magdalena veían en el mercado venezolano por la frontera Guajira-Maracaibo la única posibilidad de salir a comercializar sus productos, pues atender el mercado del interior del país se hacía casi imposible por la falta de una infraestructura vial adecuada para el transporte que, como se expuso anteriormente, a mediados del siglo XX era muy deficiente. Para terminar de bosquejar algunos aspectos sobre la ganadería de la costa y el Cesar, se traen apartes de un artículo de 1956 publicado en El Colombiano, en el que se hace un breve diagnóstico de la ganadería en Colombia. Se considera pertinente citarlo porque no dista mucho del manejo que a través del tiempo se le ha dado a este renglón económico. Colombia dispone de las tierras y climas más favorables del mundo para la ganadería, la población ganadera además (entre 10 y 12 millones de cabezas) debería ser suficiente para permitir un alto nivel de consumo de carnes y exportaciones considerables. El consumo nacional de carnes, sin embargo, es deficiente. La carne es escasa porque parte de los animales son de razas pobres, la fecundidad de las vacas es baja, la mortalidad de los terneros es alta. Además muchos de los potreros tienen pastos de poco poder nutritivo, el ganado no recibe los servicios suficientes de la medicina veterinaria, es sacrificado muchas veces en edades inconvenientes, y en muchos casos pierde parte de su peso en el viaje entre los potreros y los mataderos. Los mataderos, finalmente, son totalmente antitécnicos y no aprovechan los subproductos.49 48 Lacouture Acosta, Elías. Op. cit. Aunque el aparte parece tener dificultades de redacción, se toma de manera textual. Es un comunicado que surge por la medida del gobierno central, en relación con la exigencia de licencia de exportación que, según Lacouture Acosta, favorece a los grandes ganaderos y no a los pequeños en el renglón. 49 El Colombiano, 16 de diciembre de 1956, p. 16. 50 Sombart, Werner. Op. cit., pp. 21-24. 51 Ibíd, p. 28.

Es importante anotar que en esta época la economía dependía básicamente de la ganadería extensiva, y su manejo presentaba rasgos precapitalistas, al igual que las formas de explotación y administración de la producción. Esta economía es denominada por Werner Sombart ‘economía de gasto’, en la medida en que se encuentra sometida a la satisfacción de las necesidades; es decir que con su actividad económica normal, campesinos y artesanos no buscaban más que su subsistencia.50 Según este autor, en la conducta precapitalista se administra empírica, tradicionalmente, es decir, tal y como ha sido transmitido por otras generaciones, como se ha aprendido, como es la costumbre.51

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2.3

EL

ALGODÓN

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Guardando las proporciones, si la historia económica de Colombia en el último siglo ha estado asociada al cultivo del café,52 se diría que la del Cesar y Valledupar, después de 1950 y hasta los años ochenta, estuvo asociada al algodón. Por eso, hablar del desarrollo económico de Valledupar en este período de la historia, es hablar del “oro blanco”, como otros lo llamaron, y de lo que significó para los vallenatos: desarrollo. Por este motivo se presenta, en primer lugar, un breve bosquejo de la historia del algodón en Colombia y, en segundo lugar, los aspectos del desarrollo del cultivo y su producción en el Caribe colombiano y en el Cesar específicamente. Según Eduardo Posada Carbó,53 se sabe que en Colombia, durante el siglo XIX, la explotación comercial del algodón estuvo restringida a las vecindades de Barranquilla, Cartagena y Santa Marta, donde este era una cosecha para la venta, cultivado a solicitud de comerciantes locales que estaban en contacto con los mercados mundiales. De acuerdo con esta fuente, después de 1910 el cultivo del algodón en la costa tuvo una expansión significativa luego de que fuera creada en Barranquilla la empresa de Textiles Obregón. En las dos décadas siguientes, la producción nacional suplía alrededor del 80% la demanda textil colombiana y la mayoría de esta producción provenía de la costa. Con la industrialización de las principales ciudades como Bogotá, Medellín, Cali y Barranquilla, este cultivo se constituyó en una de las actividades agrícolas más importantes desde el punto de vista socioeconómico, debido a que se convirtió en la principal fuente de oferta para la industria textil nacional y, por consiguiente, la principal fuente de empleo rural y de ingresos para técnicos y campesinos. Con el tiempo, el cultivo se expandió a los Santanderes, Boyacá, Antioquia, el Caribe colombiano, Tolima, Valle del Cauca y la Orinoquia. Por razones climáticas y económicas, principalmente, el cultivo se ha acentuado en los valles interandinos, la región Caribe y la Orinoquia (ver Mapa 1. Zonas algodoneras de Colombia). En el siglo XX, el cultivo recibió su mayor impulso en el segundo quinquenio de la década de 1940 cuando fue reestablecido el Ministerio de Agricultura en 1947,54 y se creó el Instituto de Fomento Algodonero (IFA) por iniciativa de las principales industrias textileras del país. Con estos organismos se inició la tecnificación en el cultivo, lo que permitió la rápida expansión del mismo, y el país se convirtió en exportador de algodón a fines de la década de 1950, cuando no solo fue capaz de autoabastecerse en el consumo, sino que inició un período de exportación de fibra que duró, aproximadamente, dos décadas y media. El cultivo semestral en forma extensiva y comercial, tal como se conoce, data de finales de la década de 1940, época en la que creció aceleradamente hasta 1977/1978, cuando se presentó la primera crisis del sector.

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52 Viloria de la Hoz, Joaquín. Op. cit., p. 11. 53 Posada Carbó, Eduardo. Op. cit., pp. 122-125. 54 Se habla de reestablecer porque en 1934 este Ministerio fue abolido y sus funciones adheridas al Ministerio de Comercio.

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MAPA 1 ZONAS ALGODONERAS DE COLOMBIA

Fuente: Federación Nacional de Algodoneros. Bases técnicas para el cultivo del algodón en Colombia, Bogotá, Editorial Guadalupe, 1980, p. 41.

55 Posada Carbó, Eduardo. Op. cit., pp. 124-125.

En el cuadro 1, que se presenta en la página siguiente, aunque se muestran cifras globales para Colombia, se puede inferir que a partir del impulso que el cultivo recibió en los años 1940, la geografía del cultivo se amplió en relación con las décadas anteriores. Mientras que en 1925, según Posada Carbó,55 el departamento del Atlántico produjo el 60% del total de la producción nacional, en 1950 solamente representaba el 30%. En 1948 el algodón que se sembraba en la región del Sinú era la esperanza económica del país, sin contar con la región del Magdalena, que para 1950 producía casi el 30% del total nacional.

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Sobre el algodón sembrado en la región del Sinú, el periódico El Colombiano publicó en el año 1950 una serie de artículos que dieron cuenta del cultivo en la zona, los cuales referenciaron tanto las bondades como las dificultades que se vivieron por la ola invernal de la época y por la falta de vías de comunicación adecuadas para el transporte moderno que permitieran trasladar el producto desde los centros de producción hasta los de consumo. Al respecto, El Colombiano señalaba en tono grandilocuente:

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La salvación económica del país está en la industria algodonera. La región del Sinú ofrece las mejores perspectivas para producir el algodón que el país necesita a menos precio y de calidad superior al importado. Utilidades del 200% en los cultivos. Una tierra de promisión es la sinuana.56

A continuación se presentan algunas estadísticas para apreciar con cifras el comportamiento de la producción, importaciones y exportaciones del algodón en Colombia y la superficie cultivada, lo que permitió calcular el rendimiento en kilogramos del cultivo por hectárea sembrada, e inferir el significado del cultivo para la economía del país.

CUADRO 1

PRODUCCIÓN, IMPORTACIONES Y EXPORTACIONES DE ALGODÓN. ÁREA CULTIVADA Y RENDIMIENTO EN COLOMBIA (1940-1980) Período 1940-1945 1946-1950 1951-1955 1956-1960 1961-1965 1966-1970 1971-1975 1976-1980

Producción

Importaciones

Exportaciones

(Toneladas)*

(Toneladas)

(Toneladas)

26.521 31.341 84.292 193.299 337.634 545.585 656.303 631.149

94.557 91.313 55.315 44.907 14.581 10.327 10.141 13.811

0 0 0 30.116 77.627 226.565 277.290 248.616

Área

Rendimiento**

Cultivada (ha)

por ha (Kg/ha)

No disponible 36.825 319.227 490.413 755.550 1.040.830 1.267.858 1.397.475

851 264 394 447 524 517 451

Fuente: Bonet Morón, Jaime. Experiencia exportadora del Caribe colombiano. Colección de economía regional. Conalgodón, Bogotá, Banco de la República, 1998, pp. 181-183. Reconstruido para esta investigación. *

Una tonelada equivale a 4 pacas de algodón, y una paca tiene aproximadamente 250 kilos.

**

El rendimiento se calcula dividiendo las toneladas producidas entre el número de hectáreas cultivadas; el resultado se multiplica por mil para convertir las unidades de toneladas a kilogramos.

Las cifras del cuadro anterior son muy dicientes, pues muestran que hasta 1950 la demanda de la industria nacional textil prácticamente fue satisfecha con las importaciones; a partir de 1951 la producción se duplicó de un quinquenio a otro; fue así como de 84.292 toneladas producidas en los primeros cinco años de la década, se pasó a 193.299 toneladas en los cinco años siguientes; situación que repercutió directamente en la disminución de importaciones, aunque no en la misma proporción, puesto que de 55.315 toneladas que se importaron en el primer quinquenio de los años 1950, se bajó a 44.907 en el segundo. En adelante, el comporta116

56 El Colombiano, 14 de febrero de 1950, pp. 1 y 12.

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miento ascendente de la producción interna no solo permitió cubrir la demanda de un mercado interno en expansión, sino que dio al país la posibilidad de exportar excedentes de producción, por lo menos durante dos décadas más. Respecto al segundo quinquenio de la década de 1940, tan alto rendimiento –en comparación con los demás períodos–, se podría explicar con el inicio de la tecnificación del cultivo debido a la creación del Instituto de Fomento Algodonero (IFA) en 1947, cuyo objetivo principal fue precisamente brindar asistencia técnica al cultivador. En el quinquenio que se referencia, apenas se inició el proceso de expansión tecnificado del cultivo en la región del Magdalena. La década de 1950, especialmente en su segundo quinquenio, marcó un período de expansión acelerada del cultivo en Colombia y, aunque el cuadro no especifica en qué región se presentó el mayor incremento por área, se conoce por otras fuentes citadas y por los entrevistados, que a mediados del siglo XX este cultivo se expandió en la región del sur del Magdalena (hoy Cesar y Guajira). De otro lado, el proceso de expansión se venía dando también en la región del Sinú, desde finales de los años cuarenta. En 1959, el periódico El Colombiano publicó varios artículos sobre la expansión algodonera en todo el país. En uno de ellos indicaba que: […] la producción de algodón en Colombia ha aumentado continuamente durante el último decenio. Para el año de cosecha 1958-1959 (1º de agosto a julio 31) la producción se calcula provisionalmente en 135.000 pacas57 en comparación con 95.000 en 1957-1958. El aumento que se espera se basa en la mayor extensión de la superficie cultivada que es de unas 85.000 hectáreas, en comparación con 78.000 de la cosecha anual que acaba de terminarse. Se espera que los principales aumentos de la extensión cultivada ocurran en el Valle del Cauca, Magdalena y Córdoba [...].58

57 Una paca pesa aproximadamente 250 kilos. El Colombiano, 20 de marzo de 1959, sección agropecuaria. 58 Ibíd. 59 El Colombiano, 4 de abril de 1956, p. 16. 60 El Colombiano, 16 marzo de 1959, p. 10.

Del mismo modo que el artículo anterior, y como se verá a continuación, varios titulares dieron cuenta de la expansión de la producción, iniciada en el segundo quinquenio de la década de 1950, corroborando con ello lo dicho hasta ahora: el desplazamiento geográfico del cultivo se venía desarrollando en el interior del país, especialmente en las regiones del Huila, Tolima, Honda y Buga, según lo planteado en diversos artículos de prensa: “Aumentará este año la cosecha de algodón”59, artículo que se refería al algodón del Huila y el Tolima en donde se esperaba que la cosecha de 1956 fuera de 71.500 toneladas con un valor aproximado de 63 millones de pesos; “En 45.000 toneladas se calcula la próxima cosecha de algodón”60, titular que hacía alusión al algodón sembrado en el municipio de Buga, que venía en expansión desde 1957, cuando de una producción de 1.500 toneladas, se pasó a producir 7.854 en el año siguiente y para 1959 había aumentado a 45.000 toneladas.

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Con base en la información obtenida también se puede afirmar que en 1959 hubo excedentes de producción en relación con el consumo, motivo por el cual, además de exportarlo, como se dijo anteriormente, se llegaron a tomar medidas por parte del Estado. Sobre este asunto, El Colombiano publicó el siguiente titular: “El Estado adquirirá los excedentes algodoneros”61; según el artículo, los excedentes de la cosecha del año se calcularon entre 6 y 7 mil toneladas que el Estado adquiría para garantizar a la industria textil el suministro de la materia prima en forma continua, contra cualquier posible baja en cosechas futuras, ocasionada por el mal tiempo o por efecto de las plagas. La sobreproducción generalizada al finalizar el decenio de 1950 en todas las regiones del país donde se cultivó algodón, permitió iniciar un período de exportación de fibra que, como ya se dijo, duró aproximadamente dos décadas, después de las cuales sufrió un proceso de decadencia que se agudizó al finalizar los años de 1970, hasta el punto que la industria textil se vio en la necesidad de incrementar nuevamente las importaciones.

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En el primer quinquenio de la década de los años de 1960, el país produjo prácticamente lo que había producido en los veinte años anteriores. Las décadas de 1960 y 1970, especialmente, fueron muy promisorias; basta con observar el área cultivada, las toneladas producidas y el comportamiento del mercado exterior. Pareciera ser que después de que se hicieron las primeras exportaciones, la expansión del cultivo se hubiera generalizado no sólo en el Caribe colombiano sino también en el interior del país. El auge exportador iniciado en el segundo quinquenio de los años 1960, dice Santiago Peláez,62 no puede entenderse sino a la luz de la política de incentivos a las exportaciones, hecha posible con el Decreto 444 de 1968,63 además de la cual se dio un decidido apoyo de tipo proteccionista a la industria textil, representado en la prohibición para la importación de telas en 1962 y otras medidas similares. Una de las conclusiones a las que llegó el informe de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) en 1964 y que referencia Santiago Peláez, consiste en que el fomento a la agricultura del algodón fue ofrecido por los gobiernos de las décadas del cuarenta,64 cincuenta y sesenta, “dentro de una cierta estrategia de desarrollo, que tenía como premisa importante el ahorro de divisas y posteriormente, en los años 1960, pasó a fomentar en forma abierta las exportaciones distintas al café, como medio para generar las divisas requeridas para la industrialización del país”.65 Con ello se resalta la decidida intervención del Estado en la protección del sector a lo largo de varios gobiernos. A nivel mundial, la década de 1950 se caracterizó por la sobreproducción de algodón; de ello hablaron los titulares de prensa en éstos términos: “28 millones de balas66 será la producción algodonera en 1953”67, cifra que, según el artículo, se vio condicionada a las buenas perspectivas de 118

61 El Colombiano, 7 de agosto de 1959, p. 16. 62 Peláez, Santiago. “La crisis en el cultivo del algodón. ¿Problema de los algodoneros o problema nacional?”. En: Revista Antioqueña de Economía, Nº 7, 1982, p. 63. 63 Parece haber un error de edición respecto al año de promulgación del Decreto 444, pues aunque la fuente lo pone en 1968, este decreto fue de 1967. 64 Aunque el cultivo recibió apoyo estatal desde los años cuarenta, su crecimiento solo se apreció a partir de 1950. 65 Pelaéz, Santiago, Op. cit., p. 65. 66 Una bala equivale a 227 kilos. Medida que, según lo encontrado a lo largo de la investigación, se utiliza en el mercado internacional. 67 El Colombiano, 15 de diciembre de 1953, p. 15.

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los cultivos de Argentina, Perú, Estados Unidos, India y Uganda, principalmente, y que compensarían las mermas en la producción de Egipto y Pakistán; y “En cuarenta millones de balas se calcula la producción de algodón en 1956”68, titular con el que el Departamento de Agricultura de Estados Unidos informó sobre su producción y la de otros países, resaltando que de esta cifra ellos producirían solamente 14.700.000 balas. Sobre las exportaciones de algodón a nivel mundial, la prensa publicó: “Calculadas en 13 millones de balas las exportaciones mundiales de algodón en 1959”.69 De acuerdo con el texto, Estados Unidos fue de los países que más exportó algodón tipo californiano (algodón de larga longitud; es decir, de más de dos y medio centímetros), y Japón de los que más importó fibra. Otro titular de prensa fue: “La producción mundial de algodón establece otra vez nueva marca en 1965”.70 La marca que se esperaba para la producción mundial estaba alrededor de 51.5 millones de balas, frente a un consumo promedio que se fijó en 50.1 millones de balas, lo que elevaría las existencias mundiales en unos 3.8 millones de balas. Respecto de las existencias mundiales, los países productores y exportadores de algodón pactaron cuotas para la exportación con el fin de dar cierta estabilidad a los precios; cuando se rompieron los acuerdos, lo que generalmente obedecía a las decisiones de los grandes productores como Estados Unidos, el precio internacional disminuyó porque hubo más oferta del producto en el mercado. Esto sucedió en 1974, cuando Estados Unidos sacó al mercado exportador sus excedentes, haciendo que el precio internacional del producto cayera de inmediato. En términos económicos, solamente en el año de 1967, el renglón algodonero aportó al país divisas por la no despreciable suma de US $ 23.700.000, según nota enviada por el gerente de Federalgodón, Rafael Pardo, al presidente de la República, doctor Carlos Lleras Restrepo, y que publicó El Colombiano:

68 El Colombiano, 30 de enero de 1956, p. 19. 69 El Colombiano, 15 de mayo de 1959, p. 16. 70 El Colombiano, 13 de mayo de 1965, sección Agropecuaria. 71 El Colombiano, 18 de enero de 1968. Se hace notar que los problemas de escritura corresponden al carácter lacónico del escrito, pues se trata de un telegrama.

[…] en nombre de los cultivadores de algodón satisfácenos profundamente como colombianos haber pasado a ocupar primer puesto exportaciones menores año 1967 con US $ 19.600.000. Si a anterior cifra súmase US $ 3.000.000 incorporadas exportaciones confecciones y textiles y US $ 1.100.000 torta algodón, divisas aportadas por renglón algodonero asciende a US $ 23.700.000. Anterior cifra constituye punto más alto alcanzado hasta hoy toda historia algodonera país […].71

Respecto de la producción del algodón sembrado en la región del valle del río Cesar a mediados del siglo XX, no se dispone de estadísticas concretas. De hecho, esta investigación solo pudo disponer de estas desde el año 1960; sin embargo, los testimonios de tres personajes de la región, que tuvieron que ver con la vida política del Cesar y con su desarrollo económico, permitieron conocer de viva voz los aspectos relacio-

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nados con el algodón sembrado en Valledupar, la bonanza, los gremios, la crisis y la actividad de otros algodoneros, y aunque no suministraron datos estadísticos, sus aportes fueron de gran significancia para la investigación, puesto que se pudo validar mucha de la información obtenida en otras fuentes. Los entrevistados coincidieron en expresar que antes del algodón la gente de Valledupar vivía de las actividades tradicionales: la ganadería, la agricultura de café, yuca y plátano, principalmente.

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Aquí todos teníamos ganado y vivíamos tranquilos, hasta que llegó el algodón, fue con él que se tecnificó la tierra que nosotros manejábamos como hace 400 años nuestros abuelos. Con él conocimos la maquinaria agrícola y otras formas menos artesanales para el manejo de la tierra. Con el algodón, todo cambió.72

Testimonios como este dejan entrever la percepción de cambio que tuvieron los pobladores con la llegada del algodón, que para ese entonces era un producto totalmente novedoso. Semejante cambio estuvo ligado a la técnica y las máquinas que rompían con las formas de producción precapitalistas utilizadas hasta el momento. Del algodón en Valledupar, al igual que en otros lugares del Caribe colombiano, se ha podido establecer que su cultivo se desarrolló más claramente hacia 1950, después de la creación del Instituto de Fomento Algodonero en 1947; institución que apoyó el proceso de expansión de los cultivos a través de la investigación y la asistencia técnica, con miras al aumento de la productividad y calidad de la fibra. Si se pretendiera hacer una descripción de cómo era Valledupar a mediados del siglo XX cuando se inició en el cultivo de algodón, se podría percibir que todos los entrevistados expresaron prácticamente lo mismo; pero dejemos que sean sus propios testimonios los que den cuenta de este ambiente de la historia económica de Valledupar. Al respecto, Manuel Germán Cuello comentó: […] En la década de los cincuenta pertenecíamos al viejo Magdalena, departamento que tenía esta región completamente abandonada. Aquí no había nada, había caminos de herradura, había pueblos en el sur del departamento y en el centro a donde nunca había ido un gobernador. La motivación para sembrar algodón en estas tierras la recibimos de unos señores que sembraron en el Valle del Cauca y como allá les fue muy bien se vinieron para acá porque estas tierras eran muy buenas y baratas […] entonces, en el año 1950, Clemente Quintero y José Calixto Mejía con unos tractores que consiguieron en Barranquilla comenzaron la siembra. Yo sembré en el año de 1952, como muchos otros; ahí arrancamos varios a sembrar algodón, yo había comprado una finquita que me ofrecieron de 200 hectáreas a $200 la hectárea, hoy vale como $20.000.000 si no es más, entonces sembré 60 hectáreas porque esos tipos del Valle del Cauca preguntaron quién era cada quién y nos dejaron unos tractores para pagar en dos cosechas, yo cogí uno y como tenían una capacidad para 60 hectá120

72 Villazón Baquero, Julio. En: entrevista personal, Valledupar, octubre de 2004.

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reas, las sembré, no necesité buldócer para tumbar los árboles porque resolví tumbarlos con hombres, con hachas, y entonces me salió un poco más barato porque eran como diez árboles; los tumbé, sacamos la raíz y tapamos. Recuerdo que todo lo que esa cosecha me dio fue tres toneladas y media por hectárea que fue un récord en esa época, y de ahí seguí y seguí […].73

Especialmente, es importante anotar que este comentario, muy detallado, por cierto, proviene de uno de los mayores y más antiguos cultivadores de algodón que tuvieron el Cesar y Valledupar. Comentario cargado de emoción por lo que para el entrevistado significan estas remembranzas. Su hijo, Alfredo Cuello Dávila: […] Bueno, la verdad es que en los años de 1950 la gran mayoría de las tierras eran incultas74 o sea montañas, otras en pasto por la ganadería, pero más que todo incultas. Cuando llegó el bum del algodón la gente empezó a destruir masivamente tanto los pastos como las montañas para limpiar y cultivar algodón porque eran negocios muy productivos en esa época, entonces se sembró no solamente en las regiones de Valledupar, sino en todas las comarcas: Codazzi, San Diego, Bosconia, El Copey, y en el sur, Aguachica.Lo que fue del Copey para acá (Bosconia, Valledupar, San Diego) eso era un mar de algodón. La gente se dedicó a tumbar en esas tierras para sembrar […].75

A pesar de que el cultivo del algodón se estaba apenas iniciando, ya lo percibían como una actividad muy productiva y con futuro, hasta el punto que muchos “limpiaron” los bosques y civilizaron las tierras con el fin de volverlas aptas para cultivar algodón. Por su lado, Julio Villazón Baquero expresó:

73 Cuello, Manuel Germán. En: entrevista personal, Valledupar, octubre de 2004. 74 Una tierra inculta es una tierra sin civilizar, sin utilizar, llena de rastrojos, lo que llaman tierras enmontadas, de propiedad privada, diferentes de las tierras baldías que son de propiedad del Estado. 75 Cuello Dávila, Alfredo. En: entrevista personal, Valledupar, octubre de 2004. 76 Villazón Baquero, Julio. Amante del desarrollo de la educación y la cultura. Donó los terrenos en donde hoy se encuentra la sede académica de la Universidad Popular del Cesar, en Sabanas del Valle. En: entrevista personal, Valledupar, octubre de 2004.

[…] Valledupar era una región de mucha pobreza, de total estancamiento y de mucho atraso. No había vías de comunicación, ni agua potable, ni alcantarillado, ni luz. Había una escuela parroquial y el que quería seguir estudiando bachillerato se tenía que ir para el Liceo Celedón en Santa Marta, yo estudié allá, extraordinario colegio pero el único en la Costa Atlántica. Después de mi bachillerato hice el recorrido que hicieron todos los que, como yo, queríamos estudiar en Bogotá. El viaje por el río Magdalena, que duraba 8 días y que describe Gabriel García Márquez en sus biografías, exactamente igual. Me fui en 1944 y volví en 1950, ya siendo Ingeniero Civil […].76

De lo expresado por Villazón Baquero, se puede pensar que está describiendo la década de 1940: Valledupar, un pueblo despoblado con problemas de servicios públicos y de infraestructura vial. Dicho testimonio, al ser comparado con el de Alfredo Cuello, que describe la década de 1950, deja entrever el cambio acontecido en Valledupar a mediados del siglo XX, motivado por el algodón, que para algunos de ellos significó esperanza. Jorge Dangond Daza señaló:

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[…] Valledupar era un pueblito tranquilo, con muy pocos habitantes, sin nada, sin luz, ni alcantarillado, con una salud muy malita, había mucho paludismo y a la gente le daba esa enfermedad en la piel que se llamaba en esa época ‘carate’77. Cuando llegó la fiebre por el algodón, esto se pobló, cambió. Yo fui uno de los pioneros. Cuando me inicié como cultivador en 1955, la única experiencia que traía era de 20 hectáreas que había sembrado en Villanueva, más como ensayo y aprendizaje, terminé sembrando 2.000 hectáreas por allá por los años de 1970.78

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Esta información corrobora lo expresado por Eduardo Posada Carbó, quien señaló: El cultivo del algodón había ido extendiéndose gradualmente a la provincia de Santa Marta, particularmente hacia el este del río Magdalena. Para 1937 Gregorio Castañeda79 había observado también su cultivo en las provincias de Valledupar y Padilla80, que después de 1950 se convertirían en uno de los baluartes de la cultura del algodón. 81

De acuerdo con la información suministrada por algunos de los entrevistados, se puede concluir que durante la primera década de siembra del algodón en Valledupar, hacia 1950, el mundo de los vallenatos empezó a girar alrededor de las grandes expectativas que este cultivo “exótico y novedoso”, como decía Jorge Dangond, generaba entre ellos; expectativas que crecían a medida que, tanto a nivel nacional como internacional, la demanda por el producto era mayor que la oferta. Con respecto al inicio del cultivo del algodón en Valledupar, si se contrasta la información secundaria con la obtenida en las entrevistas y en los registros notariales, se encuentran algunas diferencias en lo concerniente al tiempo. Según Posada Carbó, el cultivo del algodón se inició en Valledupar en el año 1950 cuando en la costa el cultivo empezó a desplazarse desde el Atlántico hacia la región del Sinú y del Magdalena, departamento al cual pertenecía el Cesar. Igualmente, algunos testimonios orales dan cuenta de que los algodoneros José Calixto Mejía y Clemente Quintero empezaron a sembrar en 1950, y señalan que Manuel Germán Cuello inició en 1952. En ese sentido, los entrevistados parecen concordar en cuanto a las fechas. Sin embargo, si se recurre a los registros notariales, solo a partir del año 1955 se protocolizaron las escrituras que dieron cuenta del cultivo; en ese año se negociaron 457 hectáreas sembradas de algodón; información que coincide con la suministrada por Jorge Dangond, en cuya entrevista expresó: “Fue precisamente en el año de 1955 cuando comenzó la verdadera fiebre por el cultivo del algodón en esta zona de la Costa Atlántica”. 82 Con la información suministrada por los entrevistados y la obtenida de los registros notariales de la década de 1950, se concluye que cuando inició el cultivo del algodón en Valledupar, algunos sembraron en terrenos incultos, otros convirtieron los pastos en tierras aptas para el cultivo 122

77 Enfermedad consistente en la aparición de manchas blancas en la piel, que nada tiene que ver con el algodón. 78 Dangond Daza, Jorge. Ex político, empresario del algodón y de la construcción. En: entrevista personal, Valledupar, octubre de 2004. 79 Castañeda, G. Monografía del Magdalena, Santa Marta, 1927, p. 58. Citado por Posada Carbó, Op. cit. 80 La provincia de Padilla de que se habla en esa época estaba conformada por Riohacha, Fonseca, San Juan del Cesar y Barrancas (hoy son cuatro municipios de La Guajira). 81 Posada Carbó, Eduardo. Op. cit., p. 125. 82 Dangond Daza, Jorge. En: entrevista personal, Valledupar, octubre de 2004.

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y otros combinaron las dos actividades. Sobre los terrenos incultos Jorge Dangond escribió: Se equivocan quienes pretenden olvidar los aportes de los hombres que descuajaron la montaña para domesticar la tierra, que reemplazaron al rastrojo por el algodón y que, armados con la cuchara de un buldócer, rasparon la costra feudal del viejo Valle de Upar y convirtieron sus cuatro siglos de olvido en una esperanza que florecía, en virtud del algodón.83

En la década de 1950, los registros notariales no mostraron la cantidad real de hectáreas sembradas de algodón, quizá porque, en principio, algunos de los que se iniciaron en el cultivo civilizaron las tierras incultas de las que disponían volviéndolas aptas para la siembra de algodón, razón por la que no aparecen en los registros notariales como tierras sembradas de algodón sino como tierras incultas. Sobre el proceso de cosecha de algodón en Valledupar, Manuel Germán Cuello expresó: Aquí comenzábamos a sembrar el 25 de julio y la recolección la iniciábamos a finales de diciembre y terminábamos a principios de marzo, entonces cogíamos los que teníamos ganado y lo metíamos a los terrenos del algodón después de recolectarlo y esos animales se volvían gordos y daban mucha leche, después arábamos nuevamente cuando se acercaba la época de volver a sembrar. 84

Este testimonio da cuenta de la ganadería y del algodón como actividades complementarias, situación que, según el mismo testimonio, produjo mucha plaga en los terrenos dedicados al algodón y que estuvo relacionada con la crisis del sector. Los comentarios de Manuel Germán Cuello se complementan con los testimonios de Jorge Dangond Daza, quien expresó:

83 Dangond Daza, Jorge. Renacimiento de Valledupar. Historia de una vida. Así nació el Cesar. Barranquilla, Casa Editorial Antillas, 2002, p.15. 84 Cuello, Manuel Germán. En: entrevista personal, Valledupar, octubre de 2004. 85 El Gobierno apoyaba al algodonero a través de una línea de fomento. Se trataba de préstamos que les hacía por intermedio de la Caja Agraria y/o la banca privada. 86 Dangond Daza, Jorge. En: entrevista personal, Valledupar, octubre de 2004.

En la época del algodón todo el mundo tenía plata, porque en el mes de julio que iniciaba la siembra se recibía el primer desembolso de la que a uno le prestaban85 y con eso se compraba la semilla y se sembraba, a los dos o tres meses hacían un segundo desembolso para limpiar y mantener el cultivo y después, cuando iba a iniciar la recolección, hacían un tercer desembolso y por último entregaban el 10 o 12% faltante para destruir los desechos y romper el ciclo de las plagas y comenzar otra vez la cadena, es decir, uno tenía dinero todo el tiempo y eso ayudaba mucho porque había con qué pagarle a la gente en todo momento. Con la primera cosecha recibí $90.000 de ganancia, eso era mucha plata en esa época (1955/56), con eso me compré un carrito Willis en $3.900 y compré un tractor con todos sus implementos en $15.000, bastante costoso. Hoy día cuesta muchos millones. Después de la segunda cosecha, ya no eran 90 mil, eran muchos millones, y compraba tractores, llegué a tener hasta 12, una desmotadora y compré más tierra […] ¡Era una vida de arroz! 86

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Con estos testimonios se puede imaginar la vida de opulencia y abundancia que el algodón permitió a los propietarios de la tierra; según palabras de Alfredo Cuello, “con el algodón no sólo consiguió el que cultivaba sino el que recolectaba, el que transportaba, el que se dedicaba al comercio, todo el mundo tenía plata”.87

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Parece ser que de la misma forma en que se inició la siembra de algodón en Valledupar, se presentó el proceso de expansión en el resto del país; así lo confirma la prensa: Entre 1950 y 1963 Colombia mostró un verdadero y alentador desarrollo en la producción de fibra, la maquinaria agrícola pesada derribó más selva en esos trece años que toda la tierra abierta en la colonización del Quindío en 100 años, surgieron zonas de una riqueza incomparable para un porvenir grandioso.88

Aunque algo exagerada, la comparación del cronista Rafael Obregón entre la colonización del Quindío y trece años de auge del algodón busca mostrar la vertiginosa expansión de la población campesina flotante del interior del país hacia el Caribe colombiano en cada época de desyerbas o de recolección, factor que se convirtió en una de las causas del crecimiento poblacional en las zonas algodoneras del país. Migraciones y desarrollo urbano en Valledupar.El cultivo del algodón sentó las bases del desarrollo urbano en Valledupar. Según información del Departamento Nacional de Estadística (DANE), la población de la ciudad pasó de 26.442 habitantes en 1951, a 78.437 en 1964 y a 112.057 en 1973. Las necesidades de vivienda motivaron, así, la primera invasión de tierras, tal como lo expresó Manuel Germán Cuello: […] El algodón fue lo que le dio la base a Valledupar para su crecimiento. En los años 1960, aquí había una granja ganadera inmensa que iba de la ferretería Cesar hacia el Terminal, del Terminal hacia la salida de Fundación por la Ceiba, pero la invadieron unos tipos que habíamos traído de Atlántico, de Bolívar, de Magdalena y del interior para recolectar algodón, porque en el Valle del Cauca y en el Tolima, cuando nosotros estábamos sembrando, estaban ellos recolectando por las diferencias de la temperatura y del tiempo de lluvia. En esa época yo era concejal, así como lo era Armando Maestre, el profesor Francisco Molina Sánchez, Edgardo Pupo y otros. Aquí no había ingenieros ni arquitectos distintos a los que estaban trabajando en la zona de carretera. Yo les propuse a los concejales que dejáramos crecer la ciudad, que hiciéramos unos arreglos con esos invasores y convenciéramos al alcalde, Manuel Moscote Mejía, que era enemigo de los invasores, para que arreglara con ellos. Convencimos al alcalde para que trajera a un ingeniero y arquitecto que se llamaba Manuel Carrerá. Nos comunicamos con él y el tipo se vino, recorrió los terrenos y nos dijo: “Si hacemos el arreglo, yo voy a dejar las bases de lo que va a ser el desarrollo urbanístico de Valledupar”, que no era sino las callecitas esas que hicieron los españoles y la plaza. Trazó la avenida de la Ceiba, 124

87 Cuello Dávila, Alfredo. En: entrevista personal, Valledupar, octubre de 2004. 88 El Colombiano, 27 de marzo de 1965, p. 18.

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la avenida para la salida a la Paz que no era recta, la hizo en una sola vía, también trazó la que va de la Terminal hacia la salida a Fundación, la avenida Pastrana, la Plaza del Primero de Mayo y la del Doce de Octubre. Por eso usted ve a un Valledupar con calles y avenidas amplias como las tiene. Él dejó las bases listas, las calles marcadas, y las plazas las siguieron haciendo grandes también, como la del Primero de Mayo y la del Doce de octubre […].89

De acuerdo con lo que dice el entrevistado, en la década de 1960 la ciudad de Valledupar todavía tenía la infraestructura vial de principios de siglo XX: pocas calles y las existentes sin pavimentar, además de pocas vías de acceso. Sobre las vías de comunicación, y siguiendo los testimonios de los entrevistados, en Valledupar hubo primero aeropuerto que carreteras. La afirmación se hace teniendo en cuenta que en Valledupar, con recursos de los algodoneros, se fundó el 31 de julio de 1968 la empresa de Transporte Aéreo del Cesar (TAC) y la troncal de oriente que permitía la comunicación vial con el interior del país sólo fue inaugurada hasta 1981. En 1960, en Valledupar se organizó la primera toma de tierras, y se fundó el barrio Primero de Mayo en los terrenos de la granja agropecuaria, para ese entonces clausurada. Después, en 1963 se produjo la segunda toma de tierras de la misma magnitud que la anterior y se creó el barrio Doce de Octubre. Un año después, en 1964, el barrio Simón Bolívar.90 Sobre las migraciones agrícolas, en 1962 El Colombiano publicó: “15.000 obreros se ocupan en la cosecha de Codazzi, Magdalena, para recolectar 50.000 hectáreas sembradas”.91 Según el texto, era tanta la gente que llegaba que con frecuencia sucedían muertes y hechos de sangre, lo que obligaba la intervención del ejército para prevenir los delitos y salvaguardar la integridad personal de los moradores.

89 Cuello, Manuel Germán. En: entrevista personal, octubre de 2004. 90 Observatorio del Caribe Colombiano. “Valledupar, ciudad entre ciudades”. En: Cuadernos regionales. Banco de la República, Cartagena de Indias, 1999, pp. 6-7. 91 El Colombiano, 23 de noviembre de 1962, p. 10. 92 Según el censo nacional de población publicado por el DANE el 24 de octubre de 1973, la población del departamento del Cesar era de 470.055 habitantes de los cuales 156.156 residían en Valledupar.

No cabe duda entonces de que el cultivo del algodón atrajo muchos inmigrantes a Valledupar, no solo de la costa sino del interior del país, lo que incrementó notablemente la población rural y urbana y motivó a la gente a cercar sus propiedades para, evitar nuevas invasiones. Además, a finales de la década de 1960 ya Valledupar era la capital del nuevo departamento del Cesar,92 motivo que pudo ser importante para atraer población de pueblos vecinos en busca de un mejor nivel de vida. Lo que acontecía en Valledupar no era ajeno a lo que ocurría en el resto de la geografía nacional; durante la década de 1960 y principios de 1970, se presentaron movimientos campesinos por la toma de tierras y se conformó la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos (ANUC) que lideró el proceso a nivel nacional, ante el fracaso de la reforma agraria planteada como política de gobierno. Vale la pena resaltar que en Colombia, desde los años de 1960, el cultivo del algodón –considerado uno de los factores de desarrollo económico

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de Valledupar– fue, después del café, una de las actividades agrícolas básicas de la economía; se convirtió en la principal fuente generadora de empleo e ingresos en los departamentos del Cesar, Córdoba, Sucre y Tolima, y una de las más importantes de La Guajira, Magdalena, Atlántico, Bolívar, Huila, Meta y Valle del Cauca. Así mismo, ha sido fuente primordial de materia prima de la industria textil y significativa en la de aceites y tortas alimenticias.93 Al respecto, en un artículo publicado en Cromos, Glenda Martínez Osorio dijo: “Miles de hombres, mujeres y niños de todas partes del país llegaban cada enero al Cesar, a Córdoba, Sucre y el Valle del Cauca detrás de las cosechas de algodón”. 94 Sin embargo, parece ser que no fue suficiente el desplazamiento masivo de personas de todos los rincones de Colombia a las zonas algodoneras para satisfacer las necesidades existentes de mano de obra para la recolección de la cosecha. Esta afirmación se sustenta en lo expresado por el algodonero Jorge Dangond Daza:

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Hacia el año 1965, febriles y desbordados, cometimos un error de cálculo que derivó en desesperación. Pues llevados por nuestro afán de cultivar la mayor cantidad de algodón que fuera posible, nos desbocamos en la siembra y sólo cuando llegó la hora de la recolección, nos percatamos que había un dramático déficit de personal.95

Con este testimonio se infiere la racionalidad económica precapitalista de los empresarios de la época, en cuanto al manejo que daban a los negocios; no previeron la necesidad de mano de obra y se lanzaron a una aventura sin calcular sus dimensiones. La escasez de mano de obra repercutió directamente en los costos de producción del algodón, ya que, si la oferta de mano de obra era menor que la demanda, esta se volvía más costosa. Sin embargo, se intuye que la escasez de mano de obra de la que se viene hablando no sucedió porque fuera insuficiente como tal, sino porque, por lo menos después de 1970, y como ya se explicó anteriormente, el cultivo de la marihuana se convirtió en una verdadera competencia para el algodonero en épocas de recolección, es decir, en los meses de diciembre, enero y febrero de cada año. Respecto a la producción de la fibra por regiones, se cuenta con estadísticas en las que las cifras de la Costa y el Meta aparecen unificadas por cuanto la siembra se da en el mismo semestre. En efecto, mientras que en el interior se cultivaba los primeros seis meses del año, en los departamentos de la Costa y en el Meta la producción se cosechaba en el segundo semestre; por esta razón en Colombia se producía algodón durante todo el año. Al respecto es ilustrativa la siguiente afirmación del periódico El Colombiano: “Colombia es uno de los pocos países del mundo en donde se pueden hacer dos cosechas de algodón por año sin afectarse grandemente por las plagas, ya que cada región está físicamente aislada por las cordilleras andinas”.96

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93 Colombia textil, vol. 28, 1992. 94 Martínez Osorio, Glenda. “La última cosecha”. En: Cromos, Nº 4443, 2003. 95 Dangond Daza, Jorge. Op. cit, p. 59. 96 El Colombiano, 27 de marzo de 1965, p. 18.

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En el siguiente cuadro se presentan algunas estadísticas para la CostaMeta por un lado, y para el interior del país, por el otro, que permiten un comparativo entre los dos ciclos algodoneros.

CUADRO 2 PRODUCCIÓN DE FIBRA DE ALGODÓN. ÁREA CULTIVADA Y RENDIMIENTO POR REGIONES (1951-1980) Costa – Meta Período

1951-1955

Área cultivada (ha) 165.085

Fibra de algodón (ton) 28.827

1956-1960

164.983

57.463

1961-1965

406.270

1966-1970 1971-1975 1976-1980

Interior

174

Área cultivada (ha) 154.142

Fibra de algodón (ton) 55.465

348

323.076

135.836

420

166.514

409

349.280

171.120

490

741.307

351.671

474

299.531

193.914

647

980.354

478.036

487

287.504

178.267

620

1.056.723

436.627

413

340.752

194.522

571

Rendimiento (kg/ha)

Rendimiento (kg/ha) 360

Fuente: Bonet Morón, Jaime. Experiencia exportadora del Caribe colombiano, Banco de la República, 1998, p.184. Conalgodón. Reconstruido para esta investigación.

En el cuadro se observa que durante todo el período de estudio, a excepción de los años comprendidos entre 1956-1960, el área cultivada en la Costa-Meta siempre fue mayor que la cultivada en el interior del país, y también fue la que más produjo después de 1965, de modo que estas regiones se convirtieron en grandes abastecedoras de materia prima para la demanda de la industria textil colombiana. Sin embargo, hay que destacar que aunque los rendimientos en la Costa-Meta y los del interior siempre fueron crecientes, a excepción del segundo quinquenio de los años 1970, si se comparan ambos rendimientos, los de la Costa fueron menores que los del interior, lo que podría significar que la producción de la Costa y el Meta fue más extensiva en mano de obra pero menos desarrollada desde el punto de vista técnico. En 1950, según información de El Colombiano,97 en el rendimiento obtenido se consideró de gran influencia el cultivo de la región del Sinú, el cual estaba arrojando un rendimiento por hectárea de 120 arrobas (aproximadamente 1.500 kilos). Según el cronista, el costo de sembrar un área de 50 hectáreas era de $26.443.72 y los ingresos por ventas que producían las mismas 50 hectáreas, eran $57.900, lo que arrojaba una utilidad neta de $31.456.28.

97 Flavio Correa R., “La Salvación económica del país está en la industria algodonera”. En: El Colombiano, 14 de febrero de 1950, pp. 1 y 12.

Para la época en la que pudieran tener vigencia estos cálculos, el algodón era realmente un cultivo promisorio que generaba muchas expectativas entre cultivadores y no cultivadores, por los ingresos que representaba para el sector.

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A mediados del siglo XX, según el mismo cronista, sembrar una hectárea en Armero producía un rendimiento de 50 arrobas por hectárea (625 kilos), máximo 60. Podría ser este el motivo del titular: “La salvación económica del país está en la Industria algodonera”98, en el que se hacía alusión, con algo de exageración, al algodón sembrado en el Sinú, que era altamente rentable.

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En 1956, en El Colombiano se publicó un artículo relacionado con las fuertes olas invernales y la presencia de insectos dañinos en algunas subregiones de la costa y se consideraron otras causas que explicaban el bajo rendimiento del cultivo en la región (ver cuadro 2), a pesar del aumento en la superficie cultivada respecto de los cultivos en el interior del país: En la costa las fuertes lluvias que azotaron las plantaciones y las graves y continuas inundaciones que se presentaron especialmente en los departamentos de Córdoba y Bolívar ocasionaron que sobre 6.500 hectáreas de cultivos sólo se cosecharan 2.500, el resto desapareció sin producción alguna. En cuanto a las demás regiones del país donde la cosecha presentó considerables mermas en la producción, se debió casi exclusivamente a la invasión de insectos dañinos que en este año se desató sobre las plantaciones, muy especialmente en las regiones del Tolima, fuerte de esta industria.99

Sobre la producción de algodón en el Cesar, como se dijo anteriormente, se presentan cifras globales por no disponer de ellas discriminadas por municipios, lo que hubiese permitido conocer el comportamiento del cultivo en Valledupar propiamente dicho; sin embargo, es bastante conocido que las localidades donde se sembró algodón en el Cesar tuvieron nombre propio: Codazzi, Copey, Valledupar y Aguachica, principalmente. De Codazzi se dice que fue la verdadera mina del “oro blanco”, el sitio donde se presentó el verdadero auge del cultivo en el Cesar al iniciar la década de 1960, no obstante que el cultivo se había iniciado la década anterior. Al respecto, Arturo Guerrero señalaba: “El éxito de Codazzi fue tal que en su territorio se montaron siete desmotadoras y hacia allí se produjo un éxodo masivo de los cultivadores tolimenses especialmente”.100 Lo decía porque en los años de 1950 no existían desmotadoras en la costa a excepción de Barranquilla, en el Atlántico, por lo cual era necesario llevar el producto hasta esa ciudad para separar la fibra de la semilla. En la siguiente página se hace una presentación del área cultivada en el Cesar para hacer la comparación respectiva con el área sembrada en el resto de la costa y en el interior del país. El cuadro muestra un crecimiento paulatino del cultivo tanto en el Cesar como en el resto de la costa; sin embargo, la participación del Cesar en el total regional y en el total nacional es mayor, a excepción del último quinquenio de los años 1970, cuando en este departamento se 128

98 El Colombiano, 14 de febrero de 1950, pp. 1 y 12 99 El Colombiano, 24 de mayo de 1956, p. 6. 100 Arturo Guerrero. “La historia de un largo esfuerzo frustrado”. En: Nueva Frontera, Nº 380, Bogotá 1982, p. 9.

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CUADRO 3 SUPERFICIE CULTIVADA DE ALGODÓN EN EL CESAR, RESTO DE LA REGIÓN CARIBE Y TOTAL NACIONAL (1960-1980) Período

Cesar

Resto de la costa

Total costa

Total país

1960-1965

186.416

139.115

325.531

907.700

1966-1970

388.111

316.739

704.850

1.040.838

1971-1975

543.559

383.859

927.418

1.267.858

1976-1980

486.712

460.680

947.392

1.397.475

Fuente: Bonet Morón, Jaime. Experiencia exportadora del Caribe Colombiano, Banco de la República, 1998, pp.183-189. Reconstruido para esta investigación.

empezó a avizorar un decrecimiento del cultivo, en comparación con el quinquenio inmediatamente anterior. En el primer quinquenio de los años 1960, el Cesar participó con el 57% (186.416 hectáreas) del total sembrado en la costa y con el 20% del total del país. Diez años después, esta proporción se había incrementado en 59% (543.559 hectáreas) y 43% respectivamente; es decir que, en promedio, de diez hectáreas que se sembraron de algodón en el país, cuatro se cultivaron en el Cesar.

101 El decreto Ley 444 de 1967, conocido como Plan Vallejo, se expidió durante el gobierno del presidente Carlos Lleras Restrepo, como un instrumento de intervención en lo político y económico. Su aplicación significó un cambio radical en la economía cambiaria y en toda la economía nacional. Operó con gran éxito desde 1967 hasta que fue abolido en 1992, durante el gobierno de Cesar Gaviria 102 Murgas Aponte, José Antonio. Reconocido político del departamento del Cesar, ex ministro del trabajo, ex gobernador, ex presidente de la Asociación de Algodoneros del Cesar (Asocesar).

En el período comprendido entre 1966 y 1970, el área sembrada en el naciente departamento del Cesar fue del 55% (388.111 hectáreas) respecto a los demás de la costa, y del 37% del total del país. Estas cifras coinciden con las afirmaciones de los dirigentes empresariales de Valledupar: el algodón se convirtió en baluarte del Cesar, lo cual motivó que sus dirigentes lucharan por buscar la separación política del departamento del Magdalena. Las condiciones económicas favorables del momento y las ventajas que el gobierno dio a los exportadores, a través del Plan Vallejo,101 facilitaron el proceso que terminó con la creación del departamento del Cesar en 1967. Al respecto, José A. Murgas Aponte,102 ponente ante el Congreso de la República de la ley de creación del departamento, en entrevista con Álvaro Castro Socarrás, expresó: En la creación del departamento del Cesar fueron tres los pilares que justificaron su fundación: lo socio-económico, lo legislativo y lo político. Con respecto a lo socio-económico: la comarca del Cesar desde el año 50 había creado una industria de gran desarrollo que fue la industria algodonera. Llegó a ser tan importante que se convirtió en el principal ingreso de toda la región: la baja Guajira, el Cesar y parte del Magdalena. Se llegaron a sembrar en la Costa cerca de 320.000 hectáreas de algodón y aquí en el Cesar más de 120.000 hectáreas. Eso dio un ingreso anual muy elevado de 100 a 150 millones de pesos. Realmente esos ingresos provocaron un crecimiento económico en toda la provincia, surgiendo centros urbanos muy importantes como Valledupar, Codazzi, Bosconia, El Copey, Curumaní, Aguachica. Es decir, lo

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que hoy es el departamento del Cesar, tuvo un gran desarrollo en el aspecto socio-económico y eso dio para que la gente del Cesar apareciera en los primeros planos de la vida nacional y entonces consideramos que había llegado la hora de manejar nosotros mismos esa economía poderosa, de compartir las altas posiciones del gobierno, manejar la política de crédito agrario y en general incorporarnos a la vida nacional.103

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Este testimonio deja entrever el nacimiento de una elite política local que tuvo conciencia del papel y el poder económico que tenía a raíz de los recursos generados por el algodón en toda la región del Cesar, elite que en el corto plazo ocupó los cargos de dirección del municipio de Valledupar, y en el mediano, después de la creación del departamento del Cesar (1967), ocupó cargos importantes en el naciente departamento y en la vida nacional. La afirmación que hace el doctor Murgas sobre la influencia de la bonanza algodonera en la aprobación del proyecto Ley que dio vida jurídica a lo que hoy es el departamento del Cesar, se confirma con los aportes que sobre el mismo tema hizo Jorge Dangond: “afirmo que sin ese cultivo esta ciudad todavía fuera el mismo poblado vernáculo de antaño, rodeado de corrales, y el departamento del Cesar ni siquiera existiría”.104 De los gremios. La bonanza algodonera exigía organización, pues involucraba un contingente de hombres y mujeres que, además de su trabajo, compartían todo, desde las expectativas por ver colmadas sus esperanzas, hasta las tristezas por la incertidumbre que producía un sueño frustrado cuando se empezó a vislumbrar el declive del sector, en el que tuvo mucha responsabilidad lo institucional. Cuando inició vida jurídica el Instituto de Fomento Algodonero (IFA)105, por iniciativa de las fábricas textiles de Medellín, luego, en 1953, por iniciativa de los algodoneros del país vino, en 1953, la creación de La Federación Nacional de Algodoneros, con sede en Bogotá, lo que causaba mucho inconveniente a los cultivadores de la costa a la hora de necesitar recursos, por lo que decidieron retirarse de ella y fundar su propio gremio. Así fue como, en 1964, nació la Corporación Algodonera del Litoral (CORAL),106 con sede unas veces en Barranquilla y otras en Santa Marta por ser puertos marítimos, y cuya creación fue impulsada principalmente por el dirigente costeño Pedro Castro Monsalvo. Sin embargo, los problemas de recursos económicos continuaban, por lo que a mediados de 1970 los algodoneros de toda la región del Cesar decidieron retirarse de CORAL y crear su propio gremio. Nació entonces la Asociación de Algodoneros del Cesar (Asocesar),107 que agrupaba algodoneros de Valledupar, Codazzi y de los corregimientos de Copey y Bosconia. Al parecer, el interés de cada región algodonera por tener su propio gremio se estaba dando en algunas regiones del país hasta el punto que, según Yesid Soler y Fabio Prieto, los intereses regionales empezaron muy pronto a pesar y a interponerse a los intereses gremiales en sí, lo que se tradujo más tarde en la existencia de cerca de veinte agremiaciones algo130

103 Castro Socarrás, Álvaro. Episodios históricos del Cesar. Santa Fe de Bogotá, Multiletras Editores Ltda. 1997, pp. 208-209. 104 Dangond Daza, Jorge. Op. cit, p. 21. 105 Los principales objetivos del Instituto de Fomento Algodonero fueron: subsidiar el control de plagas, prohibir las siembras perennes, proporcionar semillas e insecticidas y clasificar el algodón después del desmote. 106 Según El Colombiano del 30 de noviembre de 1974, p. 6, la vida legal de la Corporación Algodonera del Litoral comenzó con la resolución número 1399 del 10 de diciembre de 1964 expedida por la gobernación del Magdalena. 107 Efectivamente, en los registros notariales aparece la constitución de la Asociación de Algodoneros del Cesar (Asocesar), pero en el año 1975 y no en 1970. Registro notarial Nº 1304 del 16 de septiembre de 1975, t. 27.

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doneras que no pudieron ser controladas por la Federación de Algodoneros.108 Por otra parte, las textileras también se organizaron con fines de comercialización y en el año de 1950 crearon la Distribuidora Nacional de Algodones (Diagonal) que se encargaría, como único comprador, de negociar a nombre de la industria textil con los algodoneros en cabeza de la Federación; sin embargo, a medida que surgían otras agremiaciones en el camino de la consolidación del cultivo, todas querían negociar directamente con Diagonal, generándose lo que algunos algodoneros consideraron “desorden administrativo”. De este “desorden” gremial Manuel Germán Cuello habló en estos términos: Nosotros empezamos afiliados a la Federación Nacional de Algodoneros que tenía la oficina principal en Bogotá y atendía al Valle del Cauca, Tolima y a todos nosotros, pero eso era una tragedia cuando uno necesitaba un peso o cualquier cosa para conseguir la plata. Entonces, los algodoneros de la Costa encabezamos un movimiento por iniciativa de Franklin Dávila, que era de Santa Marta pero tenía algodón sembrado en tierras del Cesar, y José María Riveira Daza de Valledupar, y fundamos una agremiación que se llamó CORAL con sede en Barranquilla unas veces y otras en Santa Marta buscando cercanía con los puertos marítimos, pero seguíamos con los mismos problemas. Entonces nosotros aquí ya con 150.000 hectáreas sembradas entre Valledupar, Codazzi, Copey, que era un corregimiento de Valledupar, y Bosconia, que era un caserío, decidimos conformar nuestro propio gremio y nació la Asociación de Algodoneros del Cesar Asocesar, con sede aquí en Valledupar.109

Aunque en el texto no se expresa directamente, Asocesar agrupó no sólo a los algodoneros del Cesar sino también a los del sur de La Guajira, principalmente a los de Villanueva y San Juan del Cesar por ser zona de influencia de Valledupar. Los testimonios de Alfredo Cuello Dávila explican en detalle los procedimientos utilizados tanto por la Federación Nacional de Algodoneros como por la empresa Diagonal para comercializar el producto:

108 Soler, Yesid y Prieto, Fabio. Bonanza y crisis del oro blanco. Bogotá, Editográficas Ltda., 1982, p. 15. 109 Cuello, Manuel Germán. En: entrevista personal, Valledupar, octubre de 2004.

Nosotros los algodoneros inicialmente pertenecíamos a la Federación Nacional de Algodoneros, ellos se encargaban de hacer los contactos en el mercado internacional para vender los algodones; pactar con las industrias que producían los químicos que ellos compraban y se los acreditaba a los algodoneros, créditos que se cubrían después con su cosecha. También hacía los contactos con la Distribuidora Nacional de Algodones (Diagonal) para vender la fibra a los compradores nacionales, es decir, nosotros no le vendíamos directamente a ninguna empresa nacional sino que se hacía por intermedio de Diagonal, empresa que todavía existe y tiene sede en Medellín. Pero después vino la división y nosotros conformamos a CORAL, entonces la Federación manejaba el algodón de los productores del interior y CORAL los de los

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productores de la Costa, pero finalizando los años 1960 CORAL se había crecido, entonces vino una nueva división de los Algodoneros del Cesar y sur de La Guajira y se creó la Asociación Algodonera del Cesar Asocesar a finales de los años sesenta, principios de los setenta. Gremios que se fueron acabando con la crisis del algodón. 110

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El testimonio deja claro el proceso de comercialización y distribución del algodón desde los centros de producción hasta los de consumo, ya fuera este nacional o extranjero. Además, la fragmentación gremial no era ajena a la fragmentación regional y de intereses económicos de elites que tradicionalmente han tenido lugar en Colombia. No se deben olvidar los vínculos existentes entre la elite antioqueña y gobiernos nacionales en un contexto de proteccionismo para apoyar la industria nacional. La crisis del algodón. Como se dijo anteriormente y como lo muestra el cuadro cuatro, las cifras presentadas dan cuenta de un producto en expansión hasta el segundo quinquenio de la década de 1970, después del cual se inició un período de decadencia que se agudizó al finalizar la década de los años setenta. Al respecto, en la revista Nueva Frontera se publicó un artículo que decía: “En tres décadas de esfuerzos financieros, investigativos y jurídicos, el algodón logró romper el monocultivo del café, hasta que desde hace cinco años comenzó una patética agonía que hoy lo tiene al borde de la muerte”.111 Estas afirmaciones surgen a raíz de que en el año 1977, entre 20 mil agricultores, se cultivaron 380 mil hectáreas en los doce departamentos productores de la fibra, constituyendo el segundo renglón de las exportaciones menores. Se estima que al entrar la década de 1980, solamente se sembraron 95 mil hectáreas y sobrevivieron siete mil cultivadores.112 El mismo artículo afirmaba: “Después de que hace 24 años se logró que el país no solo produjera toda la fibra necesaria para el consumo interno, sino que se convirtiera en exportador, hoy (1982) los textileros están hablando ya de la necesidad de volver a importar algodón”.113

110 Cuello Dávila, Alfredo. En: entrevista personal, Valledupar, octubre de 2004. 111 Guerrero, Arturo. “La historia de un gran esfuerzo frustrado”. En: Nueva Frontera, Nº. 380, 1982, p. 7 112 Ibíd.

Estas afirmaciones son complementadas por el entonces gerente de la Federación Nacional de Algodoneros, Carlos Vergara:114 “Si la crisis de 1977 se hubiera superado correctamente estaríamos vendiendo hoy cerca de 200 millones de dólares”. De la crisis del algodón dieron cuenta titulares de revistas nacionales en estos términos: “El Algodón: una frustración nacional”115; “Algodón. Cinco años de agonía y lamentos”116; “La crisis en el cultivo del algodón. ¿Problema de los algodoneros o problema nacional?”117; “La quiebra algodonera”118; “Algodón, 50 años de inestabilidad”119; “La última cosecha”120. Todos estos titulares se refieren a la problemática del sector durante un período, primero de consolidación y bonanza (1950-1977), y después de crisis y estancamiento a partir de 1978. 132

113 Ibíd. 114 Gerente de la Federación Nacional de Algodoneros en el año 1982, citado por Arturo Guerrero, Ibíd, p.7. 115 Ibíd. 116 Guerrero, Arturo. En: Nueva Frontera, Nº 381, 1982. 117 Peláez, Santiago. En: Revista Antioqueña de Economía, Nº 7, 1982. 118 Galán, Luís Carlos. En: Nueva Frontera, Nº 334, 1981. 119 Lafaurie Rivera, José Félix. En: Economía colombiana y coyuntura política, Nº 278, 2000. 120 Martínez Osorio, Glenda. En: Cromos, Nº 4443, 2003.

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Respecto a la primera etapa del período, según datos presentados por José Félix Lafaurie,121 a partir de 1950 se inició un proceso de expansión y consolidación que alcanzó su pico más alto en 1977, año en el que el área sembrada alcanzó las 400.000 hectáreas, de las cuales se obtuvieron 160.287 toneladas de fibra. Pero a partir de 1978 se inició un proceso de crisis y estancamiento del sector. Algunas causas de la crisis son planteadas por Arturo Guerrero122 y se resumen en estos términos: 1) se introdujeron medidas de control monetario motivadas por la bonanza cafetera; 2) al inicio de los años setenta se dio una bonanza de algodón a nivel mundial que llevó a los grandes productores a firmar un acuerdo para regular las existencias acumuladas, pero en 1974, de manera unilateral, Estados Unidos sacó las existencias al mercado aumentando la oferta del producto, lo que llevó a una caída en los precios internacionales en 1977; 3) el clima de la Costa contribuyó en buena medida al fracaso: llovió demasiado cuando se necesitaba sequía, y al contrario; 4) en Ecopetrol se llevó a cabo una huelga que bloqueó la producción del solvente xilol, importante insumo en el mantenimiento del cultivo. Además de las anteriores causas de la crisis algodonera, se consideran pertinentes las que Santiago Peláez123 menciona: 1) los altos precios del petróleo entre 1973 y 1974 produjeron una tendencia alcista en los productos primarios; a la par que estimularon la producción de algodón, trajeron un alza sustancial en los insumos de origen petroquímico que son de gran importancia dentro de la estructura de costos de producción del algodón; 2) en el año de 1974, con la declaración de la Emergencia Económica,124 la administración del doctor Alfonso López Michelsen (1974-1978) tomó medidas que afectaron las condiciones de equilibrio de los cultivadores. Estas medidas tuvieron como efecto una desmejora en la calidad de los insecticidas que, sumada a la falta de control técnico, no permitió un eficaz control de plagas. Todos estos factores de tipo micro y macroeconómico hicieron que los costos de la producción aumentaran considerablemente, frente a los ingresos por la venta de las cosechas que se veían disminuidos, trayendo como consecuencia la falta de liquidez del cultivador para poder cubrir sus compromisos financieros, no sólo con los gremios sino con la banca, que no dudó en proceder a los embargos respectivos. Ante esta situación, muchos cultivadores abandonaron la actividad, principalmente aquellos que lo hacían en tierras arrendadas.

121 Lafaurie Rivera, José Félix. Op. cit., pp. 132-133. 122 Guerrero, Arturo. Op. cit., p. 9.

Con respecto a la crisis en el departamento del Cesar propiamente dicha, dejemos que sean los mismos algodoneros quienes expresen cómo vieron y vivieron la caída de un cultivo que en un pasado les dio prosperidad y reconocimiento a nivel nacional. Alfredo Cuello Dávila señalaba:

123 Peláez, Santiago. Op. cit., pp. 67-68. 124 Junto al Estado de Sitio, uno de los estados de excepción contemplados por la Constitución vigente entonces, la de 1886.

Los factores de crisis fueron tres básicamente: las plagas que se volvieron resistentes a los plaguicidas y comieron el algodón. Un fuerte verano cuando se esperaba que lloviera, hubo un año de plaga y el

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verano fue fatal. No era como ahora que le avisan a uno si va a llover o no, y el algodonero verá si corre el riesgo. Antes todo se le dejaba al azar, hoy con los avances de la informática es distinto. Los precios internacionales fueron otra plaga. Estos precios se cayeron porque hubo mucha oferta, entraron a competir otros países que antes no sembraban, fue el caso de la China, los países de Rusia, Pakistán, Afganistán. Países intensivos en mano de obra, todavía muy agropecuarios y muy pobres, entonces se producen algodones muy baratos y a nosotros se nos crecieron los costos, ya no podíamos competir con ellos, mucha gente se arruinó porque todo lo tenía invertido en algodón. Eso fue horrible, muchos se suicidaron.125

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El suicidio fue la salida que muchos algodoneros encontraron a la ruina que les significó la crisis en el sector, en una ciudad en donde culturalmente “el qué dirán” es muy importante en la vida de las personas. Por su parte, Manuel Germán Cuello expresó: Bueno, en los años 1980 el algodón fue acabándose, la gente se fue retirando porque dejó de ser rentable y quedaron debiendo a los bancos y casas comerciales; todavía hoy no se han arreglado todos los problemas. Fueron varios factores los que nos llevaron a esa situación. La plaga fue algo muy bravo, primero vino la Labama que se comía la hoja y no se metía con la mata, ni con el fruto, después vino el Gusano Rosado de la India que se comía la fruta, después vino el Heliotis que comía hoja, planta y de todo, era el peor porque comía de lo que viera. Entonces todos esos insecticidas eran muy costosos y los que teníamos grandes plantaciones nos tocaba fumigar con aviones, y a los que tenían hasta 40 hectáreas sembradas a veces fumigaban con bombita de espalda o con avioneta porque la agremiación respondía. La cuestión se empeoró con el algodón chino que las fábricas comenzaron a comprar, era más barato y también de menor calidad, pero a las fábricas como Coltejer y Fabricato les convenía comprarlo para combinarlo con el de aquí que sí era bueno, esa situación quebró los precios internacionales. Las cosas se volvieron muy difíciles [...]. La civilización de las tierras nos produjo la sequía, dejó de llover, ese fue otro de los factores que nos afectó. Como toda la tierra en esta región estaba deforestada, las lluvias se fueron alejando, entonces la falta de lluvia oportuna, los altos costos de los insecticidas, las plagas y el libre comercio, fue lo que acabó con el algodón.126

Según el testimonio de Manuel Germán Cuello, hubo dos factores de crisis del sector algodonero. Por un lado, la ineficacia de los insecticidas que no permitieron acabar con la plaga. Y por el otro, la entrada al mercado internacional del algodón que se producía en la China y que, aunque era de menor calidad que el producido en el país y la costa, fue adquirido por la industria textil para mezclarlo con el nacional. Al respecto, los titulares de prensa se presentaron en estos términos: “Represión de plagas. Con las más avanzadas técnicas se combatirán las del 134

125 Cuello Dávila, Alfredo. En: entrevista personal, Valledupar, octubre de 2004. 126 Cuello, Manuel Germán. En: entrevista personal, Valledupar, octubre de 2004.

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algodón”127; “La crisis del algodón”128; “Algodoneros preocupados por la política monetaria”129; “Algodoneros temen bajas en los precios internacionales”130; “Las plagas: azote de los cultivos”131; “Se acentúa crisis algodonera. Planteamientos del Comité de Evaluación Agrícola”132. Como se acaba de observar, al igual que las fuentes secundarias, los titulares de prensa dieron cuenta de factores de crisis micro y macroeconómicos; sobre los primeros se piensa que pudieron ser más fácilmente controlados por parte del sector algodonero con el apoyo de las instituciones del Estado creadas para tal fin, como el Ministerio de Agricultura, el Instituto Colombiano Agropecuario (ICA), la Caja Agraria, la misma Federación Nacional de Algodoneros, y quizá los gremios regionales algodoneros. Sobre los factores macroeconómicos, si bien es cierto que no podían ser controlados por el Estado, también es cierto que las consecuencias pudieron ser menos nefastas con políticas de gobierno más laxas en cuanto a los créditos suministrados para adelantar el cultivo y de más apoyo al sector con la puesta en marcha de un sistema de riego que contrabalanceara la cuestión del clima, y también de más apoyo técnico en la recolección. Teniendo en cuenta los factores de crisis anteriormente descritos, se puede inferir que las consecuencias no solamente fueron nefastas en sentido económico sino también en sentido social. En efecto, la crisis social ocacionada por estos factores es descrita por Arturo Guerrero en estos términos: Cerca de 300 mil jornaleros del algodón quedaron sin trabajo y entraron a constituir hace cinco años el grueso de la mano de obra para la cosecha de la marihuana en la Sierra Nevada. Cuando esta hierba dejó de ser buen negocio, hace unos tres o cuatro años, muchos de esos desesperados desempleados comenzaron a procurarse el pan con asaltos, cuatrerismo y otra serie de actos que podrían calificarse de “delincuencia laboral”. Ciudades hace seis años prósperas como Valledupar, están hoy languideciendo […].133

127 El Colombiano, 11 de febrero de 1965, p. 7. 128 El Colombiano, 16 de enero de 1974, p. 3. 129 El Colombiano, 31 de mayo de 1977, p. 7. 130 El Colombiano, 25 de julio de 1977, pp. 1 y 7. 131 El Colombiano, 4 de diciembre de 1977 p. 15. 132 El Colombiano, 7 de junio de 1980, p. 6. 133 Guerrero, Arturo. Op. cit. 134 Dangond Daza, Jorge. En: entrevista personal, Valledupar, octubre de 2004.

Desde el punto de vista social, la crisis generó desempleo; por tanto, aumentaron los índices de pobreza, que a su vez generaron violencia, tanto en la ciudad como en el campo, en donde los grupos al margen de la ley se fortalecieron, muchos hacendados abandonaron sus fincas por temor a un secuestro, otros prefirieron radicarse en otra ciudad. Sobre la violencia generada en el Cesar, los entrevistados prefirieron no profundizar en el tema. Solamente Jorge Dangond expresó: “Tengo una finca a veinte minutos de aquí, apenas estoy volviendo a ir, tenía una casa linda, la encontré acabada, sucia, daba era tristeza”.134 Otra consecuencia social resultado de la crisis del algodón parece ser la mayor concentración de la tierra, pues como los pequeños propietarios no tenían capacidad para cultivar, arrendaban sus tierras a propietarios de fincas aledañas interesados en expandir más los cultivos, y en el peor

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de los casos terminaban vendiéndola a sus arrendatarios que, como es de suponer, tenían mayor capacidad productiva y de compra. Así se fortaleció el latifundio y se acrecentó el conflicto social. Como un ejemplo de ello, un comentario de Jorge Dangond en estos términos: “Yo tuve varias fincas y también he vendido, llegué a tener como 8.000 hectáreas de tierra”.135

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II. EMPRESAS136 COMERCIALES DE VALLEDUPAR (1950-1980)

El análisis y descripción de las empresas comerciales y de los comerciantes de Valledupar surgidos entre 1950 y 1980, se realiza con base en la información obtenida de fuente oral y registros notariales. Con él se intenta conocer cómo estos hombres llegaron a ser empresarios, cuáles eran sus ideas de tal negocio, cuál era el mercado que atendían, es decir, se intenta caracterizarlos para poder construir su perfil y comprender uno de los aspectos de la historia económica y empresarial del Cesar. En cuanto a los comerciantes, considerados como actores económicos, es importante señalar que, aunque estos han existido a lo largo de la historia económica no solo de Valledupar sino del país en general, y más en unas regiones que en otras, se pueden establecer varios motivos del surgimiento de esta figura en Valledupar. El primero de ellos es el poblamiento de la ciudad. Atraídos por la expansión y bonanza algodonera entre 1955 y 1977, los pobladores se veían abocados a satisfacer gran cantidad de necesidades de bienes y servicios propios de la vida citadina, situación que fue aprovechada como una soportunidad de negocio; es el caso de “García Hermanos” y Valentín Quintero, por mencionar algunos ejemplos. El segundo motivo está relacionado con el hecho de que a partir de 1978, con la crisis del algodón, algunos de los que dejaron el campo y se trasladaron a la capital del departamento decidieron colocar un “negocio”, la mayoría de las veces familiar, con el ánimo quizá de “subsistir” y/o “crecer”; es el caso de los “pequeños” cultivadores que se radicaron en la ciudad. En tercer lugar, hubo quienes constituyeron sociedades comerciales para prestar servicios profesionales especializados, como en los casos del Ingeniero Julio Villazón Baquero137, José Calixto Mejía y Rafael Montero Castro, por mencionar algunos. Igualmente, en la ciudad se instalaron agrónomos, médicos, arquitectos y técnicos, profesionales que constituyeron sociedades comerciales para prestar servicios relacionados con su área de conocimiento, y por último, los que utilizaron las actividades comerciales como una forma de diversificar sus inversiones, y así complementar su actividad agrícola, como en el caso de Jorge Dangond Daza, algodonero que constituyó sociedades 136

135 Ibíd. 136 Para esta investigación se asume el concepto de empresa en su sentido más amplio: “toda realización de un plan de gran alcance cuya ejecución requiere la colaboración permanente de varias personas bajo el signo de una voluntad unitaria”. Sombart, Op.cit., pp. 63-64. 137 De acuerdo con el Registro notarial N° 78, t. 2. del 16 de marzo de 1963, Julio Villazón Baquero constituyó una sociedad cuyo objeto social era “la contratación, estudio y ejecución de interventoría de toda clase de construcciones civiles”. Esta sociedad se liquidó cuatro años después, según consta en el Registro notarial N° 486, del 26 de julio de 1967, t.10.

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comerciales, la mayoría de ellas para prestar servicios a sus homólogos del sector agropecuario (ver anexo D. Seguimiento a empresarios). El comerciante, concebido como un satisfactor de necesidades, fue estudiado por el austriaco Joseph A. Schumpeter, quien expresó que el sentido de la acción económica está en todos los casos en la satisfacción de necesidades, en la medida en que no habría acción económica si no hubiera necesidades.138 El desarrollo del empresario comerciante de Valledupar se dio en momentos en los que la ciudad en crecimiento requería satisfacer necesidades fundamentales relacionadas con la alimentación, el vestido, la vivienda, los servicios públicos y los servicios especializados, sin contar con los que requerían satisfacer necesidades propias de la industria ganadera y la naciente industria algodonera. A diferencia de otras regiones del país en las que, según Carlos Dávila,139 las casas comerciales tuvieron que ver con el proceso de formación del empresariado, en Valledupar este proceso estuvo relacionado, directa o indirectamente, con el cultivo del algodón, y fue precisamente este renglón de la economía el que motivó la creación de empresas comerciales y la formación de una “elite empresarial comercial”. Esta aseveración se hace teniendo en cuenta que con el auge de este cultivo se dio un proceso de acumulación de capital que, aunque no en las mismas proporciones que el promovido por otros productos del agro, como el caso del café en otras regiones del país, sí tuvo una participación importante y diferente de la generada por los “empresarios de la ganadería”. Después, hacia el año 1962, con la industrialización de este renglón y el auge del algodón, se dio inicio a la formación del capitalismo moderno en la región. Sobre su experiencia en el comercio de Valledupar a mediados del siglo XX, Manuel Germán Cuello expresó:

138 Schumpeter, Joseph A. Teoría del desenvolvimiento económico, Fondo de Cultura Económica, México, 1944, p. 100. 139 Dávila de Guevara, Carlos Empresas y empresarios en la historia de Colombia. Siglos XIX-XX, t. 1., Bogotá, Editorial Norma, Ediciones Universidad de Los Andes, 2002, p. xvi. 140 En esa época los hermanos de padre llevaban el apellido de la madre, aunque afectivamente se compartiera y reconociera su grado de consanguinidad. 141 Cuello, Manuel Germán. En: entrevista personal, Valledupar, octubre de 2004.

Me inicié como comerciante por allá en 1950 cuando un hermano de padre, Luis Sierra,140 se fue para Cali, pero antes me invitó a que hiciéramos un negocio. Él tenía un almacén y una finca con ganado y quería que hiciéramos un contrato. Me propuso inventariar el almacén y el ganado que él tenía. De ganancia me daría el 50% de las utilidades del almacén y el 25% de lo que produjera el ganado; así fue, firmamos un contrato por tres años y me fue muy bien, lo trabajaba con Rosita mi esposa […]. A los dos años de tener el almacén volvió mi hermano Luis y me propuso que le ayudara porque había hecho un pésimo negocio y se había quebrado, vendió la finca y negociamos el almacén y el ganado. En el almacén vendíamos de todo, teníamos sección de ferretería, de zapatos, sombreros que se usaban mucho y los traía de Medellín con exclusividad. Las camisas Arrow me las vendían también con exclusividad desde Manizales. Yo viajaba a Medellín y Manizales a surtir. Mis proveedores eran de Medellín, de Barranquilla y de Manizales, donde había importadores y le vendía a toda la gente que venía de los corregimientos y de los pueblos. El almacén lo tuve un poco más de 15 años desde 1950 hasta 1965 más o menos […].141

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Este es el testimonio de un algodonero que, según fechas mencionadas por él, se inició primero como comerciante en 1950, y luego, a partir de 1952, como algodonero; sin contar que venía por tradición de la ganadería. Se puede inferir que este empresario, como otros que combinaron diferentes actividades económicas, era un “innovador”, un “creador”; conceptos que planteó Schumpeter en su teoría del desenvolvimiento económico al afirmar:

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El empresario es el gran protagonista del desarrollo económico, en tanto que es el agente capaz de dar una respuesta creadora, esto es, poner en marcha innovaciones o nuevas combinaciones de los factores de producción. Las innovaciones son la base del desarrollo económico de una sociedad, y hacen que el empresario se convierta en elemento dinamizador por excelencia […].142

Según estos planteamientos, se puede considerar innovador a todo aquel agente económico que al desarrollar una actividad la diversifica, ya sea para buscar nuevas oportunidades de negocio o porque las que viene desarrollando ya no le son igualmente rentables. La búsqueda en los registros notariales de 1950 no dio cuenta de ninguna sociedad comercial en la que apareciera Manuel Germán Cuello como socio, pero sí aparecen sus hermanos de padre, Luis y Manuel Sierra en sociedad con Harold Garrido, quienes constituyeron una sociedad de responsabilidad limitada a la que denominaron Garrido & Sierra Ltda.143 Igualmente, en agosto de 1960, los hermanos Luis y Manuel Sierra constituyeron otra sociedad de responsabilidad limitada que denominaron Arrocera Valledupar Limitada -Luis A. y Manuel Luis Sierra.144 Las actividades de compra y venta de estos comerciantes se relacionaban con productos agropecuarios como el arroz y la explotación del negocio del ganado en todas sus formas. Manuel Germán Cuello no figura como socio de los hermanos Sierra en ningún registro notarial, solamente aparece registrado como socio en la Empresa Publicitaria del Cesar,145 constituida en 1969 (ver anexo E. Empresas constituidas, modificadas y/o liquidadas). Sobre el comercio de Valledupar a mediados del siglo XX, Manuel Germán Cuello expresó: Aquí había varios comerciantes, todos los negocios estaban junto a la iglesia de la plaza. En la esquina había un señor que se llamaba Roberto Silvera que puso la primera librería y la llamó la Librería Silvera, que todavía existe. Estaba el almacén de Luis Sierra, que después fue mío, ahí junto al almacén de Margarita del Valle, la abuela de los Pumarejo. Oscarito Pupo tenía una tienda en su casa y al lado estaba Jacobo López, un señor de Atánquez, que también tenía un almacén. No eran muchos los almacenes que había, pero todos estaban ahí juntos.

Por la descripción que hace Manuel Germán Cuello, se percibe que el de Valledupar no era un mercado de tienda146 propiamente dicho, como lo 138

142 Schumpeter, Joseph. 1968. Citado por Eugenio Torres Villanueva. “Funciones empresariales, cambio institucional y desarrollo económico”. En: Dávila L. de Guevara Carlos (comp.) Empresas y empresarios en la historia de Colombia, siglos XIX-XX, Uniandes, Bogotá, Norma, vol.1, 2003, p. 11. 143 Esta sociedad fue constituida bajo el Registro notarial Nº 483, p. 19 del tomo 11, del 16 de octubre de 1958, de la Notaría Única del Circuito de Valledupar. Se constituyó con el objeto de “cultivar, distribuir, comprar y vender arroz, además de la explotación de ganado en todas sus formas, tales como cría, levante, engorde, venta y compra […]”. 144 Registro notarial Nº 355, p. 19 del tomo 8, del 23 de agosto de 1960, de la Notaría Única del Circuito de Valledupar. Se constituyó para “la explotación de un molino propio para el tratamiento de arroz, en todos sus aspectos […] y en general para realizar toda clase de negocios relacionados con esta industria”. 145 Registro Notarial Nº 830 del 25 de octubre de 1969, tomo 17. Notaría Única del Circuito de Valledupar. 146 Tienda: popularmente se identifica con un lugar pequeño donde se venden productos variados.

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dejan entrever otros entrevistados, sino que existían almacenes en donde los productos importados ocuparon un lugar sobresaliente. Se puede ver, además, que el comercio descrito era una actividad complementaria de la ganadería, que para la época era la principal actividad económica de toda la región. Sobre el comercio de Valledupar, Jorge Dangond señaló: Aquí el comercio eran tiendas donde se vendía de todo: arroz, ropa, hamacas y hasta sillas de montar. Eran negocios que sí vendían comida, abrían a las 5 ó 6 de la mañana, pienso que no se puede hablar de almacenes sino de tiendas de familia, porque eso era realmente lo que había.147

Este testimonio contrasta con el de Manuel Germán Cuello, en el sentido de que este habló de almacenes y Jorge Dangond de un mercado de tienda familiar no comparable con almacenes propiamente dichos. Sin desconocer la importancia de ambos testimonios, es preciso anotar que los dos perciben de manera diferente los conceptos de almacén y de tienda.

147 Dangond Daza, Jorge. En: entrevista personal, Valledupar, octubre de 2004. 148 Registro notarial N° 208 de julio 2 de 1952, tomo 8. Notaría Única del circuito de Valledupar. 149 Según la fecha en la que constituye esta sociedad, Dangond Daza, todavía no se había iniciado como algodonero. 150 Registro notarial N° 237 del 4 de marzo de 1971, tomo 5. 151 Los socios de Jorge Dangond en esta sociedad de comercio anónima eran: la empresa Algodoneros Costeños S.A, Fábricas Unidas de Aceites y Grasas Vegetales (Fragrave) y Adela administración y servicios de Colombia S.A.

Aunque Jorge Dangond no lo expresó directamente en su testimonio, en los registros notariales se encontró que, en 1952,148 él mismo, en asocio con Rafael María Lacouture Sánchez, y con un capital social de $50.000, constituyeron una sociedad para la compra y venta de automotores, maquinaria agrícola, repuestos, artefactos eléctricos de producción agrícola, entre otras actividades, empresa que fue liquidada siete años más tarde149. Similares a este registro, se encontraron otros doce que dan cuenta de las actividades que Dangond Daza realizó como comerciante (ver anexo D. Seguimiento a empresarios) y que supo combinar muy bien con el cultivo del algodón, en el que se inició en 1955 llegando a ser uno de los más prominentes cultivadores en toda la región. De los registros en los que aparece Jorge Dangond Daza como socio, vale la pena resaltar la constitución de una empresa para la industrialización de la semilla de algodón,150 y cuya razón social figura como Aceites del Cesar S.A,151 con un capital social de diez millones de pesos. Con la constitución de esta empresa se puede apreciar realmente el “espíritu empresarial” de Jorge Dangond, dado que, para 1971, año en el que constituyó la mencionada empresas de aceites, el algodón estaba en pleno auge y Dangond Daza intuyó la oportunidad de un negocio en donde la materia prima de base era precisamente la semilla del algodón, de la cual, en esta época, él era ya uno de los mayores cultivadores. El esquema de crecimiento empresarial de Jorge Dangond corresponde a lo que en administración se conoce como “estrategia de crecimiento vertical”, cuya lógica se puede sintetizar del siguiente modo: si otros necesitan algo que se les puede suministrar, aunque no esté en la línea de lo que ofrece mi actividad, lo genero para poder vender el servicio al otro que lo necesita. Por su parte, Pepe Castro coincide, con el testimonio de Manuel Germán Cuello, al decir que: “El comercio de aquí estaba alrededor de la plaza,

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no eran más de seis almacencitos, después del algodón se fue trasladando para la calle que conocemos hoy como la calle del Cesar”. 152

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Por los testimonios anteriores se puede inferir que el comercio de Valledupar a mediados del siglo XX se manejaba dentro de una lógica de pueblo “alrededor de la plaza principal”, y lo más seguro es que los comerciantes tuvieran sus residencias al lado o donde estaba el negocio mismo –“ahí mismo”, como lo dicen algunos de los entrevistados–. Los empresarios eran administradores empíricos, premodernos, y la única contabilidad que conocían era la de entradas y salidas, muchas veces con más salidas que entradas. La evidencia notarial de mediados de siglo XX muestra que en 1949 se constituyeron dos sociedades comerciales de responsabilidad limitada153 para ejercer actividades relacionadas con el negocio agrícola, y la cría y levante de ganado. Igualmente, en 1950, se constituyeron tres sociedades de responsabilidad limitada,154 una para el negocio agrícola y ganadero, otra para la compra y/o venta de mercancías nacionales y extranjeras y la otra como un lugar de esparcimiento: un club social cuyo objeto se centraba básicamente en la venta de licores nacionales y extranjeros. En cuanto a los negocios ubicados alrededor de la plaza no se encontró ningún registro notarial que diera cuenta de ellos; es probable que si los negocios se tenían en la casa, como parece ser, estos no eran registrados como tales (ver anexo E. Empresas constituidas, modificadas y/o liquidadas). Por otra parte, la vida de comerciante de Valentín Quintero en Valledupar, narrada por él mismo, aportó datos interesantes para la investigación: Soy de El Carmen, un pueblo del Norte de Santander. Llegué a Valledupar en el año 1952, huyendo de la violencia política desatada por la muerte de Gaitán. Antes de llegar a Valledupar había recorrido muchos pueblos ribereños del Magdalena, estuve en el Banco, en Tamalameque, en el Carmen de Bolívar, hasta que llegué aquí, en donde encontré una cantidad de amigos y paisanos que ya estaban vinculados a esta región desde hacía rato, y yo, pues, buscaba dónde vivir y radicarme, porque no me quería morir, encontré un buen vividero.155

El testimonio de Valentín Quintero aquí presentado da cuenta de un inmigrante que llega a Valledupar huyendo de la violencia, en una época en la que empezaba a arribar población no solo de la costa sino del interior del país, atraída por el algodón. Estos inmigrantes percibían a Valledupar como una ciudad próspera, que florecía y se convertía en una oportunidad de negocio. Quintero narra también la historia de cómo se volvió comerciante: A mi llegada, con lo poco que traía, monté un negocio de los que tenía en El Carmen: me dediqué a comprar y a vender víveres. Aquí llega140

152 Castro, José Guillermo (Pepe Castro). En: entrevista personal, Valledupar, octubre de 2004. 153 Registro notarial Nº 139, 11 de mayo de 1949, t. 4 y Registro Notarial Nº 224 julio 30 de 1949, t. 7. ambas de la Notaría Única del Circuito de Valledupar. 154 Registro notarial Nº 194, 28 de julio de 1950, t. 7, Registro notarial Nº 221, 24 de agosto de 1950, t. 8 y Registro notarial N° 229, 31 de agosto de 1950, t. 9. 155 Quintero, Valentín. En: entrevista personal, Valledupar, octubre de 2004.

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ban unos camiones de Barranquilla que traían arroz, fríjol y muchos otros productos y yo les compraba cierta cantidad que podía vender mientras ellos iban a Barranquilla y regresaban, cuando ya me conocían hasta me fiaban. Salía en bicicleta a vender de tienda en tienda156 […]. En Cinco Esquinas encontré un local para el arriendo, entonces le pregunté a Juan Araujo (q.e.p.d.) y me dijo: “ese local es de un señor muy importante aquí en Valledupar que se dedica al comercio, se llama Oscarito Pupo, si te sirve te puedo acompañar a que hables con él”. Así lo hicimos y encontramos a don Oscarito Pupo muy elegante vestido de blanco como siempre, nos mostraron el local, me gustó, lo tomé en arriendo, y en vez de salir en bicicleta a vender puse una pequeña tienda.157

Aunque Oscarito Pupo es reconocido por los lugareños como un prominente comerciante de mediados del siglo XX, los registros notariales no mostraron ninguna sociedad en la que él apareciera como socio. Ello podría obedecer a que este comerciante tenía su negocio en la casa, tal como se expresó anteriormente. El relato de Valentín Quintero muestra la evolución de un personaje que, siendo prácticamente un vendedor ambulante, se convirtió en un gran comerciante. Pero que sea él quien cuente su historia:

156 Ibíd. 157 Ibíd. 158 Ibíd.

Me empezó a ir bien en el negocio de la tienda y puedo asegurar que a todo el que llegó a Valledupar, por estos años, con ganas de trabajar con responsabilidad, le fue bien. Aunque te cuento que aquí el mejor negocio era la ganadería; sin embargo, me fue bien, todo lo que ponía a la venta, lo sacaba en una semana, tuve el negocio como cuatro años. En esa época no se usaba chequera ni nada por el estilo, a uno le firmaban un vale y listo. Después me dio por ir a Barranquilla a ver si conseguía otros productos como el azúcar, manteca, aceite y esas cosas que aquí no se conseguían y allá me encontré con otros amigos de mi tierra que tenían ese negocio. ¿Y usted que hace por aquí, don Valentín?, me preguntaron; entonces les dije, hombre, estoy en Valledupar, yo me vine de por allá, usted sabe el problema, tengo un negocio allá y estoy por aquí mirando a ver qué me puedo comprar, y me dijeron, pues de lo que tengo aquí llévese lo que quiera, […], y fui ampliando mi negocio y creciendo. Ya en el año 1956 empecé a mirar qué posibilidades había de montar una tostadora de café, porque me di cuenta de que los empresarios generalmente compraban todo el café que vendían en las tiendas y se lo llevaban para Barranquilla y allá lo tostaban y luego lo volvían a traer. En ese entonces se gastaba todo un santo día para uno llegar a Barranquilla, entonces yo me puse a pensar, si ellos compran ese café aquí, se lo llevan, lo tuestan y lo vuelven a traer, qué tal si yo lo compró aquí, lo tuesto y lo vendo acá. Así fue; entonces, ya como en el 56 ó 57, compré un lote pegado a la galería donde está ahora el mercado, allá construí un edificio de dos plantas, compré una tostadora en Barranquilla, me conseguí tres personas, dos mujeres y un señor, que me ayudaran con la cuestión del café y esas cosas. El 23 de junio del año 1958 inauguré la tostadora, a la que llamé Café Mary, por mi hija que estaba recién nacida y así se llamaba.158

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Al contrastar este testimonio con la información hallada en los registros notariales se encontró que el 2 de julio de 1969 Valentín Quintero y Rosario Julio Jaimes de Quintero constituyeron una sociedad a la que llamaron Cafetería Mary Limitada,159 “para comprar y vender café en grano, molido, empacado […]”, con un capital social de $880.000. De este registro llama la atención una incongruencia con el testimonio pues, según el entrevistado, el negocio había sido inaugurado en el año de 1958. Por lo que es posible plantear dos hipótesis: o Valentín se equivocó al dar la fecha en la que inauguró el negocio, o lo inauguró y lo trabajó por once años sin registrarlo en la notaría; si este es el caso, la laxitud y el poco control por parte del Estado son notorios y propios de la época.

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En los registros notariales se encontró también que en 1954 Valentín Quintero y Ramiro Sánchez se asociaron para constituir una sociedad comercial de responsabilidad limitada con el fin de comprar y vender artículos del país y del extranjero,160 con un capital social de $21.534,5; cinco meses después Valentín pasó a ser el único propietario de la sociedad.161 Aunque esta, se constituyó con una duración de un año, los notariales no dieron cuenta de que se haya liquidado, por lo menos durante el período de búsqueda prevista para esta investigación (1950-1980) (Ver anexo E. Empresas constituidas, modificadas y/o liquidadas) De acuerdo con la fecha en la que se constituyó esta sociedad, podría ser la “tienda” que Valentín mencionó en su testimonio cuando dejó de ser vendedor ambulante y arrendó un local en el sector de Cinco Esquinas. Igualmente se encontró que Valentín Quintero y su hermano, Sixto Tulio Quintero, constituyeron una sociedad comercial de responsabilidad limitada, el 12 de junio de 1959,162 para distribuir y vender “toda clase de mercancías nacionales y extranjeras”, al igual que para la explotación de fincas agropecuarias, con un capital social de $100.000. Los notariales muestran algunas de las inversiones de Valentín, quien había iniciado como minorista y pasó a ser mayorista, es decir, a trabajar con grandes volúmenes de mercancías por encima del tendero local y a establecer contactos regionales y nacionales (ver anexo D. Seguimiento a empresarios). Valentín Quintero le dejó el negocio de víveres a su hermano y se dedicó de lleno a la tostadora de café. Al respecto, expresó: En la tostadora yo hacía de todo, la arreglaba al igual que el molino, era el gerente y también salía a vender el producto, el que tuvo muy buena acogida. Me fue muy bien, yo sabía de ese negocio porque mi papá tenía una en El Carmen. Trabajaba hasta las once ó doce de la noche y al día siguiente a las cinco de la mañana estaba en pie buscando la mejor manera de atender el negocio. Se empacaba en bolsitas y lo vendíamos en las tiendas y depósitos, también vendíamos al por mayor en el Magdalena, Norte de Santander, hasta Ocaña fuimos a vender.163

Con este testimonio se percibe que en estas empresas no había una clara separación ni especialización de funciones, y tampoco se hacía distin142

159 Registro Notarial Nº 519 del 2 de julio de 1969, tomo 11, Notaría Única del circuito de Valledupar. 160 Registro notarial Nº 187 del 4 de mayo de 1954, t. 6, Notaría Única del Circuito de Valledupar. 161 Registro notarial N° 501 del 15 octubre de 1954, t.18, Notaría Única del Circuito de Valledupar. 162 Registro notarial Nº 299, p. 357 del t. 6, del 12 de junio de 1959, Notaría Única del Circuito de Valledupar. 163 Quintero, Valentín. En: entrevista personal, Valledupar, octubre de 2004.

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ción entre el personal administrativo y el operativo. Valentín Quintero ejercía todos los cargos: administrador y trabajador raso, además de propietario. De vendedor ambulante en 1952 pasó a tendero y, seis años después, ya era un empresario “especializado”164 en el café, pues este era un oficio conocido para él, lo cual se debía a que su familia en el Santander tenía tostadora del grano. Del negocio del café no se logró precisar la fecha de liquidación, ya que los notariales no la registran, pero es posible que Quintero lo tuviera hasta entrada la década de 1980. Esta conjetura se aventura sin que algo así se especifique en su testimonio, ni en los registros notariales, pero se deduce porque el negocio del café empezó a dejar de ser rentable desde la década de 1970. En Valledupar venía siendo reemplazado por los cultivos ilícitos, como en el caso de la marihuana aludido en el capítulo anterior. Alterno al café, en la década de 1970, Valentín Quintero empezó a incursionar en el negocio de la construcción; así lo ilustra en su testimonio:

164 El término “especializado” no se debe tomar en sentido estricto de la palabra, puesto que en este caso se trataba de una especialización temporal, por decirlo así, hasta que al empresario se le ocurriera otro negocio. Aquí se habla de especialización porque Quintero incursionó en una actividad conocida, heredada de negocios de familia. 165 El testimonio hace referencia a “mucha” plata 166 Quintero, Valentín. En: entrevista personal, Valledupar, octubre del 2004. 167 Aquí, racionalidad significa pretensión calculada de un propósito, la ganancia, con medios modernos (la contabilidad) o no modernos, como el simple conteo y cálculo espontáneo del negociante.

En el año 1970 incursioné en el negocio de la construcción y al frente de Los Campanos, construí 11 casas, pero seguía con el café. Incursioné en varios frentes y como me llamaban la atención las fincas, compré ganado que daba a los amigos de aquí de Valledupar que tenían sus fincas, ellos los engordaban y partíamos utilidades del 50% para cada uno. Empecé con 100 reses y llegué a tener unas 2.000 cabezas, y reflexioné: “Bueno, yo tengo un poco165 de plata ahí metida pero eso está en el monte, ya es hora de que yo le regale a Valledupar una obra”, […] me decidí por un hotel porque el festival vallenato atraía mucha gente que no encontraba dónde hospedarse. Entonces contraté una firma de aquí y empezamos a construir. ¿Cómo hacíamos para financiar la obra? Ellos mensualmente me decían cuál era el presupuesto de gastos y yo iba y vendía novillos para tener el efectivo, ese era el banco, en los potreros yo vendía 100, 200 cabezas, dependiendo de lo que se necesitara. En el año 1980 inauguramos el hotel, al que llamamos Hotel Vajamar. Se construyó por etapas. Primero compramos un lote de 1.000 metros y ahí construimos el edificio, después compramos otros 1.000 metros y construimos la cafetería, la piscina y por último compramos otro lote, también de 1.000 metros, que es el parqueadero. Y como no sabíamos nada de hoteles, contratamos a Germán Morales e Hijos para que lo administraran. Ellos lo administraron durante veinte años y ya después lo retomamos nosotros y lo estamos administrando. Yo seguí con mis construcciones, hice también algunas bodegas, y en todo lo que hacía gracias a Dios me fue bien. El negocio del café seguía, ya le construí una edificación más moderna, con amplias oficinas, teníamos todo bien organizado, y yo siempre digo: “Estoy agradecido con Valledupar” porque cuando nosotros inauguramos el hotel vino mucha gente y cuando cumplió diez años de servicio también vino bastante gente a acompañarnos, entonces todo eso lo anima a uno a seguir y seguir […].166

Un testimonio como estos da cuenta de una racionalidad167 económica y que, por un lado, presenta muchos rasgos precapitalistas, y en la que el

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empresario no se caracteriza precisamente por dedicarse a un solo sector sino que diversifica sus inversiones primero en el comercio, luego en el ganado, después en el café y, por último, se vuelve constructor. Por el otro, se evidencia una acumulación de capital que le permite al empresario planificar un proyecto en grande, como lo es la ejecución y puesta en marcha de una empresa hotelera. Sobre el hotel Vajamar no se encontró ningún registro notarial donde se hubiese protocolizado su constitución; pudo ocurrir que este hubiera sido registrado después de 1980. Esta diversificación de la inversión se podría considerar una respuesta a lo azaroso, cerrado e inestable de la economía local.168

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La variedad de negocios que tuvo don Valentín entre 1952, año en que llegó a Valledupar, y 1980, cuando inauguró el Hotel Vajamar169, permite encontrar en él a un visionario que en cada oportunidad de negocio encontraba un motivo para ampliar sus actividades. Así fue como un hombre desconocido para los vallenatos llegó a ser reconocido y admirado por muchos, y se ganó su propio espacio en una ciudad en donde el “cachaco” es visto con cierto recelo, con lo que no se quiere decir que no se acoja al inmigrante del interior, sino que a éste le toca, poco a poco, con paciencia y con trabajo, ganar su propio espacio y reconocimiento local. Al igual que don Valentín, otros santandereanos oriundos de San Vicente de Chucurí llegaron a Valledupar en el mismo año de 1952. En la entrevista realizada para esta investigación dieron información a nombre de una sociedad familiar llamada “García Hermanos”. Sus testimonios dan cuenta de lo que fue una casa comercial reconocida no solo en Valledupar sino en Bucaramanga y en varias ciudades del Caribe colombiano, como Barranquilla y Fundación en el Magdalena, en donde tenían oficinas. Su información dio razón de la diversidad de negocios en los que incursionaron. Juan José García, representante legal por treinta años de la Sociedad, expresó: García Hermanos fue una sociedad de hermanos, y hablo en pasado porque lo último que quedaba de ella se liquidó hace dos años, en el 2002. Fue una sociedad que tenía oficinas en Barranquilla, Santa Marta, Fundación, Valledupar, San Vicente de Chucurí y Bucaramanga; una sociedad bastante extensa porque éramos muchos hermanos. Yo soy el menor de 15 hijos que fuimos, doce hombres y tres mujeres, pero la sociedad era entre cinco solamente. Yo tengo 70 años y llegué a Barranquilla de dos años y medio, allá me crié y allá estudié. Después de un tiempo, por allá por el año 1952, tal vez, se abrió aquí el negocio, atraídos por la bonanza algodonera que iniciaba y estaba moviendo muchísima plata. Aquí había mucha gente santandereana desplazada de la violencia, pero García Hermanos llegó por negocios. Teníamos negocio en Fundación, Magdalena, y de aquí llegaba mucha gente a cargar mercancía que traían en camiones para repartirla por todos los pueblos, lo que se llamaba la provincia. En esa época no había carretera entre Fundación y Santa Marta, pero había ferrocarril 144

168 A finales del siglo XIX y principios del siglo XX los empresarios antioqueños y bogotanos tuvieron la misma característica: diversificaban sus inversiones. 169 La palabra no está mal escrita, es una razón social formada por las iniciales de los nombres de los miembros de la familia: Valentín (propietario), Javier y Mary (hijos de Valentín).

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que llevaba carga, también tenía vagones de pasajeros. El ferrocarril prácticamente se tenía para trasportar la fruta de la United Fruit Company hacia los muelles de Santa Marta, aunque también movía gente y a García Hermanos los conocían mucho y aunque aquí todavía no teníamos oficina, nos conocían porque la gente de aquí iba a mercar a Fundación, y los que no iban compraban en los camiones que se surtían allá con víveres. Mi hermano Jesús fue el que abrió trocha aquí, él estaba casado con una sobrina de Oscar Pupo y ya lo conocían también, entonces se puso un negocio de víveres bastante grande, no había otro igual en la región, y la gente que iba a Fundación a mercar ya no volvió, mercaban aquí. Yo llegué a Valledupar en 1954, cuando apenas tenía 20 años, me vine porque mi hermano Luis me hizo venir para que le colaborara aquí a Jesús porque el negocio iba muy bien. Como el negocio crecía y crecía, la sociedad hizo otras inversiones y montó un almacén de repuestos y lo manejaba un señor muy reconocido aquí, Humberto Henao; en este almacén de repuestos no nos fue muy bien por falta de conocimiento de la línea. Entonces, hacia 1965, montamos un almacén de electrodomésticos que duró muchos años, al que se le adhirió una planta de gas propano a la que llamamos Garcigás. Este fue un negocio muy bien montado y duró muchos años, hasta que se vio venir el gas por conexión, es decir, el gas natural y entonces vendimos. Hacia 1973 incursionamos en el negocio de la construcción y montamos la ferretería García Hermanos. En septiembre de 1974 hubo un gran incendio en el sector del mercado donde teníamos los negocios, perdimos plata, la gente de Valledupar se portó muy bien, mucha solidaridad, todos querían colaborar y las aseguradoras nos pagaron oportunamente, a los pocos días del incendio, la gente estaba maravillada con nosotros porque ya habíamos construido de nuevo y abrimos aquí donde usted me ve, y nos quedamos con el negocio de la ferretería.170

De lo anterior se deduce que García Hermanos era un negocio familiar, como muchos de los negocios y sociedades que se constituían en la época, entre esposo y esposa, padres e hijos, tíos y hermanos. Cuando se habla de empresas familiares de tipo tradicional se hace referencia a aquellas empresas que, según Francisco Comín y Pablo Martín Aceña, son “empresas en la que la propiedad y la gestión coinciden en las mismas personas”171, tal como sucede en la mayoría de las empresas que se constituían en Valledupar. Sin embargo, en García Hermanos, había especialidad en las funciones, el gerente, que a la vez era socio, tomaba las decisiones con base en la autonomía dada por los demás miembros de la sociedad.

170 García, Juan José. En: entrevista personal, Valledupar, octubre de 2004. 171 Comín Comín, Francisco y Martín Aceña, Pablo. “Las teorías de la empresa y la historia empresarial en España”. En: Dávila L. De Guevara, Carlos. (Comp.) Op. cit., p. 44.

En su testimonio, Juan José García habla de manera indistinta de “almacén” y de “negocio”, en contraste con otros que utilizaron el término “negocio de tienda”; dichos conceptos, aunque se pueden interpretar como la simple jerga del autor, también se relacionan con otros conceptos modernos. Es así como se considera que el almacén es un negocio, pero no una tienda, puesto que el concepto de tienda está relacionado

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sobre todo con un local pequeño donde se venden productos al detal y con una amplia variedad, a diferencia del concepto de almacén, que da la idea de ser algo mucho más grande en donde la variedad de productos para la venta se asocia con aquellos productos distintos a los artículos de la canasta familiar, más especializados. De hecho, el testimonio hace referencia explícita a un “almacén de repuestos” para referirse al negocio que tenían, en donde solo se vendían repuestos de motobombas y motores.

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Un relato como este da a entender que el almacén es una casa comercial próspera, visionaria y con futuro, pero, aún así, se trataba de una sociedad familiar, y así como fue una fortaleza en el pasado, se convirtió en una debilidad en el futuro, la familia crecía y los intereses cambiaban, y pudo ser este el motivo de su disolución. En palabras del mismo Juan José García, la sociedad se liquidó por lo siguiente: Yo estuve en la gerencia de la sociedad por un tiempo más o menos de 30 años y se liquidó por voluntad propia de los socios. Como ya le conté, nosotros éramos cinco socios pero se fueron muriendo, ya quedaban solamente dos pero estaban los herederos de los muertos y las familias que crecían de los dos que seguían. Los socios aumentaron a 18 y ya era más difícil el manejo. Había abogados, médicos y varios profesionales, pero pocos comerciantes, no había realmente quién le pusiera el hombro a esto, por lo que en reunión de socios se decidió liquidar. A cada uno se le dio el valor de sus aportes y algo más, a nadie se le quedó debiendo nada. Yo me quedé tranquilo y sin mayores traumas, porque el motivo de la liquidación no había sido la quiebra o algo que se le parezca. Incluso el abogado liquidador que nombramos nunca tuvo que venir, él nos mandaba por fax las comunicaciones que debíamos entregar a los empleados, a la DIAN y a todos los que estuvieran involucrados con nosotros; como todo estaba en regla, el proceso de liquidación fue fácil. Hoy tengo mi propio negocio, también de ferretería, Todogres, es decir, vendemos todos los productos de la obra gris, nuestros clientes son el departamento del Cesar y el sur de la Guajira. Yo había constituido una sociedad en comandita con mis hijos y se llama Juan José García e Hijos y Compañía Sociedad en Comandita” y ahí vamos luchando […].172

Dice mucho de una organización el hecho de que un gerente la administre por un período de treinta años. Esto permite continuidad en la planeación y ejecución de los proyectos en el mediano y largo plazo, tal como ocurrió con la sociedad descrita. Al hacer una revisión de los protocolos notariales, se encontró que, en 1956,173 José de Jesús García otorgó poder a Rodrigo García para que lo representara ante la sociedad García Hermanos, constituida y regida por las siguientes escrituras: 204 del 28 de julio de 1943, y 275 del 15 de agosto de 1944; ambas protocolizadas en San Vicente, departamento de Santander. Sobre esta sociedad familiar se encontraron, además, otras 146

172 García, Juan José. En: entrevista personal, Valledupar, octubre de 2004. 173 Registro notarial Nº 39 del 16 de febrero de 1956. Notaría Única del Circuito de Valledupar. 174 Escritura 1735, 19 de junio de 1945, la 842 del 17 de mayo de 1947, la 742 del 5 de mayo de 1950 y la 640 del 19 de abril de 1952. Todas ellas registradas en la Notaría Tercera del Circuito de Barranquilla. 175 Registro Notarial Nº 81 del 26 de enero de 1973, t. 2. Notaría Única del Circuito de Valledupar.

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cuatro escrituras174 protocolizadas en la Notaría Tercera del Circuito de Barranquilla. Además se encontró un registro notarial175 con el que se constituye la sociedad García Hermanos del Cesar, por lo que se evidencia que, si bien es cierto que de esta sociedad existen registros en San Vicente de Chucurí y en Barranquilla que dan cuenta de su constitución como García Hermanos, la registrada en Valledupar treinta años después es diferente. García Hermanos del Cesar es el nombre de la sociedad registrada en Valledupar y cuyo objeto social es “compra para su venta y distribución al por mayor o al detal de toda clase de artículos para la construcción […]”, negocio que no tiene nada que ver con los víveres y abarrotes que por tradición tenían en otras oficinas de la costa; en efecto, esta es la sociedad que la gente de Valledupar identifica con en el nombre de Ferretería García Hermanos (ver anexo E. Empresas constituidas, modificadas y/o liquidadas). En la entrevista concedida por Juan José García, este expresó que llegaron a Valledupar ante la oportunidad de negocio que les significaba la región, producto de la bonanza del cultivo del algodón a mediados del siglo XX; sin embargo, su hermano Justo relató los motivos que tuvieron para salir de San Vicente de Chucurí hacia Barranquilla en el año 1938:

176 En Colombia se conoce como la época de La Violencia a aquella etapa desatada a raíz de la muerte del caudillo Jorge Eliécer Gaitán en 1948, hechos que duraron hasta 1953, cuando comenzó la dictadura del General Gustavo Rojas Pinilla. En el año 1930 hubo acontecimientos violentos que marcaron los antecedentes históricos de la violencia y es posible que sea ésta la que resalta el testimonio. El entrevistado habla de 1928 pero debió referirse a 1930. 177 García, Justo. En: entrevista personal, Valledupar, octubre de 2004. Esta entrevista se realizó a solicitud del señor Juan José García quien consideró conveniente que su hermano Justo hiciera sus aportes porque él era mayor y recordaba más detalles de García Hermanos. A pesar de suministrar datos importantes, no fueron diferentes de los aportados por Juan José, motivo por el cual solo se trae lo concerniente a algunos detalles.

La historia de nosotros, la familia García, viene desde los Santanderes a raíz de la crisis del año 1928.176 Mis padres tenían fincas cafeteras y ganaderas en la región de Zapatoca, Betulia, región de San Vicente de Chucurí, y como las cosas se estaban poniendo difíciles, mis hermanos mayores decidieron en 1938 emigrar a Barranquilla. Entonces, parte de nuestros afectos se quedaron en San Vicente y otra parte en Barranquilla, en donde se iniciaron, como una colonia santandereana que eran, al comercio de víveres. Cuando la violencia de 1948, mis hermanos ya tenían oficinas en Fundación y hasta allá iban camiones a surtir víveres y abarrotes para todos los pueblos de la provincia […]. Nosotros fuimos los pioneros en la venta de gas propano. Como la gente sabía que nosotros surtíamos nuestro negocio aquí con mercancía que traíamos de Barranquilla, Fundación, o de donde fuera, la gente nos encargaba las botellas de gas, traíamos por encargo cinco, después fueron más y a lo último, medio camión venía con gas por encargo, entonces vimos la oportunidad de negocio y montamos la empresa Garcigás, que manejaba Edgar García. […] con el incendio que tuvimos en 1972 quedamos prácticamente en bancarrota, los libros, letras, pagarés y todo eso se salvó porque lo teníamos en una caja fuerte a la que no le pasó nada. Estos documentos los teníamos asegurados por la experiencia que vivimos en San Vicente en 1948. Producto de la violencia, saquearon todos los negocios que mi familia tenía, la gente sacó una caja de hierro en donde guardábamos la plata, documentos, cuentas por cobrar y todos los documentos importantes, la gente la sacó para la calle y le daban con una rola y decían: así queremos ver a los García, eso fue horrible […].177

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En su testimonio Justo García afirma que García Hermanos fue el pionero en la venta de gas propano, sin embargo, no se encontró el registro de Garcigás pero si el de Gases del Cesar,178 antes llamada Vallegas Ltda. (ver anexo E. Empresas constituidas, modificadas y/o liquidadas).

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A diferencia de otros empresarios que han dado su testimonio sobre la forma en que se desarrollaron las empresas en Valledupar, Justo García da cuenta de una racionalidad moderna, al hablar de libros de contabilidad, letras y pagarés. También habla de una caja fuerte para asegurar los documentos, con lo cual se evidencia una diferencia respecto de la racionalidad precapitalista del ganadero y de algunos algodoneros cuyas entrevistas han sido citadas. Si se reflexiona sobre el testimonio anterior y se confronta con la investigación realizada por Germán Guzmán Campo y otros,179 se encuentra que los acontecimientos cruentos del año 1930 se circunscriben geográficamente a la zona de los Santanderes y Boyacá, con resonancia en Cundinamarca, Antioquia y algunos lugares del occidente de Caldas; pero no en 1928 como lo testifica la fuente, aunque hubo antecedentes violentos desde los años veinte. Sin embargo, se confirman las apreciaciones de los comerciantes venidos de Santander huyendo de la violencia, cuando expresaban que “Valledupar era un buen vividero”, pues allí no hubo brotes de violencia. Parece ser que muchos lugares del Caribe colombiano también fueron “buenos vivideros”, ya que, según los investigadores referenciados, los departamentos de Nariño y la Costa Atlántica fueron los únicos que quedaron libres del flagelo; sólo en una pequeña región de Bolívar y al sur de Córdoba se registraron hechos violentos.180 En esta misma investigación se encontró que los Valles de Upar y Codazzi, en el Magdalena, y la región atravesada por el ferrocarril del Atlántico fueron algunas de las regiones donde otras corrientes migratorias se formaron por la violencia hacia áreas de nueva colonización espontánea donde empezaron a asentarse importantes núcleos de población.181 En cuanto a la relación existente entre el desarrollo del comercio y el cultivo del algodón, se encontró pertinente el testimonio de Justo García, quien expresó: “[…] yo me atrevo a decir que el algodón fue lo que hizo que se desarrollara el comercio, porque aquí la tradición era la ganadería, pero esta lo que movía era comercio con Venezuela”.182 Este comentario parece contundente, puesto que desde el inicio de la investigación una de las hipótesis planteadas consiste en que el cultivo del algodón motivó el desarrollo de las empresas comerciales en Valledupar, pues incrementó la capacidad de demanda, creó más empleos e impactó mucho más que la ganadería que, por tradición, ha existido en la región.

178 Registro notarial Nº 100 del 15 de febrero de 1968, t. 2, por medio del cual se cambia la razón social a la empresa Vallegas Ltda. constituida según registro 595 del 7 de septiembre de 1967, por el de Gases del Cesar. 179 Guzmán Campo, Germán, Fals Borda, Orlando y Umaña Luna, Eduardo. La Violencia en Colombia. Estudio de un proceso social, t.1, octava edición, Bogotá, Editorial Punta de Lanza, 1977, p. 24. 180 Ibíd, p. 117.

El desarrollo industrial de Valledupar ha sido muy incipiente y de él también hablaron los entrevistados. Al respecto, Manuel Germán Cuello señaló: 148

181 Ibíd, p. 296. 182 García, Justo. En: entrevista personal, Valledupar, octubre de 2004.

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183 Compañía Colombiana de Alimentos Lácteos. 184 La fuente no fue muy precisa respecto de la llegada a Valledupar del Servicio Nacional de Aprendizaje (SENA), sin embargo, por otra fuente se encontró que según el Acuerdo 001 del 25 de enero de 1977, se institucionalizó el SENA en esta ciudad como regional Cesar; su primer director fue el Doctor Álvaro Castro Socarrás. Cualquier presencia en la región con antelación a esta fecha, dependía de la regional Magdalena. 185 Instituto Colombiano del Seguro Social. Como seccional Cesar inició actividades en octubre de 1968. Su primer director fue el Doctor Leonardo Maya Bruges, pero no fue sino hasta 1981 cuando se inauguró la Clínica Ana María, conocida por el pueblo como “la clínica del seguro social”. 186 Empresa de Telecomunicaciones de Colombia. 187 Instituto Técnico Industrial Pedro Castro Monsalvo. Creado en 1939, el antecedente de su creación estuvo en la Escuela de Artes y Oficios. Con la Ley 79 del 30 de diciembre de 1968, se elevó a la categoría de instituto. 188 Cuello, Manuel Germán. En: entrevista personal, Valledupar, octubre de 2004. 189 Registro notarial Nº 1 del 3 de enero de 1947, t. 1. Los socios eran José Calixto Mejía y Avelino Romero. 190 Registro notarial Nº 270 del 19 de septiembre de 1947, t. 9. Los socios eran José Calixto Mejía y Avelino Romero. 191 Registro notarial Nº 271 del 19 de septiembre de 1947, t. 9. Los socios eran José Calixto Mejía y Avelino Romero. 192 Registro notarial Nº 215 del 28 de febrero de 1972, t. 5. 193 Registro notarial Nº 1167 del 30 de junio de 1977, t. 24. Notaría Única del Circuito de Valledupar 194 Registro notarial Nº 317 del 29 de mayo de 1968, t. 7.

Bueno, aparte de Cicolac,183 las empresas más importantes en Valledupar fueron: la fábrica de gaseosas Hipinto que era de Bucaramanga y se instaló aquí, no es que haya durado mucho, pero no recuerdo cuándo dejó de estar; la empresa de hielo y la de mantequilla que constituyó Avelino Romero; el aeropuerto que se hizo en el gobierno de López Pumarejo, también vinieron empresas de aviación de Bucaramanga, una que se llamaba Taxi Aéreo de Santander Taxades; también creamos el Club Valledupar al que pertenecía la elite social de aquí, al poco tiempo después creamos el Club de Leones que ya va a cumplir 50 años. Después, con el gobierno de Misael Pastrana, llegó el SENA,184 el Seguro Social,185 se construyó el edificio de Telecom.186 En los años cincuenta teníamos una Escuela de Artes y Oficios que se había creado en el gobierno de López Pumarejo, se acabó en los setenta cuando se creó el Instpecam,187 y cuando los muchachos se pasaron para el Instituto, en esas instalaciones empezó a funcionar la Escuela de Artes. 188

En lo que concierne a las empresas mencionadas por Manuel Germán Cuello, se hizo seguimiento a los registros notariales y se encontró que el 3 de enero de 1947 se constituyó la sociedad Productora de Mantequilla Valledupar Ltda.,189 empresa que se disolvió nueve meses después, el 19 de septiembre.190 Casualmente, se encontró también que ese mismo día, el 19 de septiembre de 1947, se constituyó la sociedad Industrias Lácteas Ltda.,191 cuyos socios eran José Calixto Mejía, Avelino Romero y Pedro Castro Monsalvo. De esto último, se deduce que, en realidad, cambió la razón social de la empresa, a la que entró un nuevo socio. Sobre la fábrica de hielo, se encontraron dos registros notariales que dieron cuenta de la constitución de dos fábricas: Hielo Piloto Ltda.,192 y Hielo Huleyo Ltda.193 (ver anexo E. Empresas constituidas, modificadas y/o liquidadas). Igualmente, en 1971, la sociedad Algodones Costeños, en asocio con Fábricas Unidas de Aceites y Grasas Vegetales Fagrave S. A., Adela Administración y Servicios de Colombia y Jorge Dangond Daza, constituyeron la sociedad Aceites del Cesar Ltda. (ver anexo D. Seguimiento a empresarios) También hay que recordar la industria de procesamiento de café del señor Valentín Quintero, que si bien no parece haber sido muy grande, sí presentó procesos de transformación del grano. Compraba el café en grano, lo molía, lo empacaba, y lo distribuía localmente. Y la empresa Gaseosas Upar Ltda., constituida para “fabricar, importar, exportar, distribuir y vender en Colombia o en el extranjero, de contado o a plazos, bebidas, refrescos y demás”194. Estos registros notariales dan cuenta de un leve desarrollo industrial en la década de 1950, principalmente en el sector de lácteos, y de un ligero desarrollo al finalizar la década de 1960 y hasta mediados de la década de 1970, cuando Valledupar era reconocido a nivel nacional por el auge del cultivo del algodón.

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Refiriéndose a la industria en Valledupar, Valentín Quintero comentó:

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Pienso que la industria no se desarrolló aquí porque la gente es muy tradicionalista, le gusta tener su finquita con su ganado. Yo me atrevo a decir que una finca de 1.000 hectáreas no valía mucho. Si tenía en ella 1.000 reses, no necesitaba más de 10 hombres, en cambio la industria es distinta, necesita más gente, genera más compromiso. 195

Expresiones como esta indican, por un lado, la existencia de una racionalidad económica premoderna, más ligada a la ganadería tradicional, cuyas implicaciones son la ausencia de riesgo y la utilización de tecnología precaria; por el otro, señalan una racionalidad moderna ligada a la industria, la cual, al requerir “más gente”, acarrea también “más compromiso”; aunque el entrevistado no lo afirme explícitamente, se percibe que se refiere a compromisos de tipo laboral; más gente, más gastos, menos ganancia, más riesgo. Por su parte, Juan José García, expresó: Para tener industrias se necesitan comunicaciones y estas ahora es que se vienen a tener. Se necesitaban buenas carreteras y no las teníamos, incluso hoy son muy malas. Aquí lo que se ha desarrollado son los lácteos, especialmente Cicolac. Las pocas sociedades que se han instalado se han acabado, porque la gente ha vivido es del campo y eso es lo que le gusta. 196

El entrevistado relaciona el desarrollo industrial con el avance de las comunicaciones y la infraestructura vial, lo que permitiría llegar con los productos a nuevos mercados. Hace especial énfasis en la agroindustria lechera que, por mucho tiempo, fue la principal fuente de empleo y de ingresos para la población vallenata. Sobre la industria en Valledupar, Julio Villazón Baquero señaló: Para tener industrias se requiere de infraestructura que no tenemos. Aquí tenemos muchas fuentes de agua pero no las hemos sabido aprovechar porque no hemos construido el sistema de riego y, ¿cómo desarrollar la agroindustria, si no contamos con este sistema vital? 197

Julio Villazón, por su parte, relaciona la industria con la infraestructura, específicamente con el sistema de riego que no se tiene, a pesar de la riqueza natural hidrográfica que posee la localidad. En Valledupar la industria lechera ha sido la más desarrollada, lo cual es explicable, en parte, por la tradición ganadera de la región. En la actualidad existen empresas como Lácteos Primavera, Lácteos del Cesar Ltda., Klaren’s y el Frigorífico Pasteurizadora y Pulverizadora -Cooperativa Lechera del Cesar, Coolesar; tres empresas con capital local, relativamente nuevas, constituidas después de 1980, además del capital extranjero invertido en el sector desde 1962.

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195 Quintero, Valentín. En: entrevista personal, Valledupar, octubre de 2004. 196 García, Juan José. En: entrevista personal, Valledupar, octubre de 2004. 197 Villazón Baquero, Julio. En: entrevista personal, Valledupar, octubre de 2004.

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De otras empresas comerciales constituidas en la región dieron cuenta los registros notariales. En ellos se encuentra cualquier variedad de empresas de comercio, relacionadas con la compra y/o venta de productos del agro, víveres, almacenes de ropa, asesorías profesionales, auto partes, drogas, clubes sociales, finca raíz, madera, molinos para el tratamiento del arroz, venta de vehículos nuevos y/o usados, transportes, venta de servicios médico-quirúrgicos, gas propano, bebidas y refrescos, rancho y licores, mecánica industrial, accesorios para teléfonos, seguros, títulos valores y cédulas de capitalización, agencias de seguros, de viajes, productos de Bavaria y ladrilleras, entre otros negocios. Respecto de la gran cantidad de empresas conformadas hay que anotar que la mayoría son empresas familiares, tal como se mencionó anteriormente (ver anexo E: Sociedades constituidas, modificadas y/o liquidadas). Sobre las empresas comerciales constituidas durante el período de estudio hay que destacar algunos aspectos, hallados en los registros notariales, que se consideraron importantes: el primero de ellos está relacionado con el tiempo de duración de las empresas. Las más representativas fueron: las de diez años de duración, 105 sociedades; las de cinco años, 87 sociedades; las de veinte años, 67 sociedades; las de cincuenta años, 38 sociedades; y, de vida más corta, dos años, 20 sociedades (ver cuadro 4). El segundo aspecto importante tiene que ver con la liquidación de las sociedades: en muchos casos los registros notariales no dan cuenta de esta fecha. Algunos de los que sí suministran dicha información declaran la liquidación antes de vencer el plazo para el cual fueron constituidas las sociedades, y otras mucho después del plazo estipulado. El tercero tiene que ver con el capital social: se encuentran sociedades que se constituyen con un capital social desde $200, hasta sociedades con 100 millones de pesos198 de capital social199 (ver anexo E. Empresas constituidas, modificadas y/o liquidadas). Se hace notar que las sociedades constituidas por Jorge Dangond fueron las que más capital social presentaron y también las de mayor tiempo de duración (ver anexo D. Seguimiento a empresarios).

198 Este capital social corresponde a la Electrificadora del Cesar S. A. 199 En términos elementales se puede definir el capital social como el aportado por los socios para el funcionamiento de una sociedad, es decir, el patrimonio de la empresa. El concepto es válido para empresas de responsabilidad limitada e, incluso, de economía solidaria, y se diferencia de los conceptos manejados en las sociedades anónimas, en las que se habla de capital autorizado, capital suscrito y capital pagado.

Como se ha venido sugiriendo a lo largo de este capítulo, quienes se dedicaron al comercio en Valledupar eran innovadores, creadores de empresas, en las que se detectan dos extremos, unas de vida muy corta, que dejan la sensación de que se constituían para hacer negocios concretos y que luego quedaban inactivas; y otras de vida muy larga (cincuenta años o más) en las que se percibe cierta proyección a futuro; sin embargo, muchas de ellas también se liquidaron en el corto plazo. Estas afirmaciones se hacen con base en la información de los registros notariales consultados. En el intento por plantear una aproximación al perfil socioeconómico del comerciante de Valledupar de mediados del siglo XX, hay que mencionar que este era, en su mayoría, de origen santandereano, un hombre hecho a sí mismo y con los conocimientos propios de la “escuela de la

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vida”, que por las actividades que desarrollaba asumía los riesgos asociados a una economía inestable que apenas se desarrollaba, y que lo llevó continuamente a ver en el entorno diferentes oportunidades de negocio. Todos ellos se iniciaron en actividades relacionadas con los víveres y abarrotes, y no sintieron mayor interés por el desarrollo de la industria, lo que podría considerarse un factor definitivo en relación con las altas tasas de desempleo en la región. 200 A excepción de unos pocos, eran personas cuyo capital fue formado en actividades propias del campo; eran jóvenes emprendedores que al llegar a Valledupar, a mediados del siglo XX, podrían tener en promedio veinticinco años y un gusto por la vida sosegada, propia de una localidad con costumbres pastoriles para la época, o como diría Carlos Dávila, “era de viejo estilo, orientado por la ganancia moderada y los medios honorables que busca la vida sosegada […]”.201

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En términos generales, se puede afirmar que el comercio de la ciudad de Valledupar sigue estando en manos de personas del interior del país, especialmente santandereanos, a excepción del comercio de textiles que está en poder de los inmigrantes árabes que se han radicado no solo en Valledupar sino en el resto del Caribe colombiano. Respecto al comportamiento empresarial de estos comerciantes, se percibe que son personas no muy amigas de la delegación de funciones, que muestran un marcado interés por ejercer control personal en las actividades del negocio; no es claro, sin embargo, si lo hacen con el fin de racionalizar recursos o motivados por la desconfianza con en el otro. “Conservadores” en el momento de tomar decisiones, prefieren las ventas de estricto contado, antes que vender a crédito. Son personas que a la hora de buscar un socio piensan primero en alguien de la familia, hermanos, hijos o cónyuge; y que antes de invertir en un nuevo negocio exploran el mercado empíricamente, por física observación. Igualmente, se puede encontrar un comerciante con diversos negocios: en muebles, electrodomésticos, ropa y confección. Otros con toda la línea de repuestos y auto partes, o con la línea de elementos para la construcción; algunos tuvieron negocios de muy diferente actividad. Por último, y con el fin de proporcionar una idea del número de registros notariales relacionados con las sociedades constituidas, liquidadas y reformadas durante los treinta años del período estudiado, se presenta el cuadro 5 en el que se observa que en total se constituyeron 378 sociedades, se modificaron 76 y se disolvieron 52. De este total, el quinquenio más dinámico fue de 1976-1980 durante el cual se conformaron 135 sociedades, seguidas de 115 del quinquenio inmediatamente anterior (1971-1975); es decir que solamente en la década de 1971 a 1980, se constituyeron 244 sociedades, correspondientes al 64,5% de todas las constituidas durante el período estudiado, siendo el año 1980 el de mayor dinamismo en cuanto a conformación de sociedades. 152

200 Sobre las tasas de desempleo, no se dispuso de cifras concretas que permitieran conocer las estadísticas respectivas a lo largo del período estudiado. Sin embargo, según el Anuario Estadístico del Departamento del Cesar de 1999, para 1997, la tasa de desempleo del departamento fue del 7,3% frente al 9,8% de la tasa nacional y para el año 1998 había bajado una décima, pasó a ser del 7,2%, mientras que la tasa de desempleo nacional aumentó al 11,1%. 201 Dávila L. De Guevara, Carlos. Op. cit., t. 2, p. 599.

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CUADRO 4 DURACIÓN DE SOCIEDADES COMERCIALES EN VALLEDUPAR (1950-1980)

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Duración 1 año 2 años 3 años 4 años 5 años 6 años 8 años 10 años 15 años 20 años 21 años 23 años 25 años 26 años 30 años 45 años 49 años 50 años 52 años 100 años Indefinida No registra Total

Número de sociedades 6 20 8 3 87 3 3 105 3 67 1 1 7 1 6 1 1 38 1 1 8 7 378

% 1,6 5,3 2,1 0,8 23,0 0,8 0,8 27,8 0,8 17,7 0,2 0,2 1,9 0,2 1,6 0,2 0,2 10,1 0,2 0,2 2,1 1,9 100

Fuente: construido con base en los registros notariales consultados, localizados en la Academia de Historia y la Notaría Única de Valledupar.

CUADRO 5 CANTIDAD DE REGISTROS NOTARIALES DE EMPRESAS CONSTITUIDAS, MODIFICADAS Y DISUELTAS EN VALLEDUPAR (1950-1980) Año 1950-1955 1956-1960 1961-1965 1966-1970 1971-1975 1976-1980 Total

Constitución 24 28 29 53 110 134 378

Modificación 7 5 6 9 30 19 76

Disolución 6 8 11 10 8 9 52

Total 37 41 46 72 148 162 506

Fuente: construido con base en los registros notariales consultados, localizados en la Academia de Historia y en la Notaría Única de Valledupar.

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De estos registros hay que hacer notar que de 1971 a 1980 se crearon en Valledupar las empresas de servicios públicos; así fue como se constituyeron: la Electrificadora del Cesar202, la Empresa de Acueductos y Alcantarillado de Valledupar (Acuadupar)203, a la que se le cambió el nombre por el de Empresa de Obras Sanitarias de Valledupar (Empodupar)204, y actualmente se encuentra registrada con la razón social Empresas de Servicios Públicos de Valledupar (Emdupar S. A.).

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Por otra parte, se encontró un antecedente de la Empresa de Teléfonos de Valledupar, en la Compañía Telefónica de Valledupar S.A., que se constituyó en 1958205 para que durara veinte años; sin embargo, se liquidó cuatro años después, el 4 de septiembre de 1962.206

III. CONSIDERACIONES FINALES En Valledupar, el espíritu emprendedor de mediados del siglo XX estuvo relacionado directamente con el sector agropecuario, especialmente con el sector de la ganadería. Los comerciantes eran administradores premodernos, y la contabilidad que conocían distaba mucho de tener un manejo técnico; eran personas con el espíritu empresario propio de su época: entre tradicionalistas y conservadores a la hora de tomar decisiones. Los ganaderos hacendados hacían parte de una elite, social y políticamente reconocida. Entrada la década de 1950 la expansión algodonera que se venía dando por toda la región costera norte colombiana, especialmente en el Valle del Sinú, Bolívar y Atlántico llegó al departamento del Magdalena, concretamente al Valle de Upar que para ese entonces hacía parte de su jurisdicción administrativa. Con la llegada del cultivo del algodón, tal como se dejó plasmado en el cuerpo del trabajo, el cambio de Valledupar fue notorio, para propios y extraños: más población, más actividades en la ganadería, más demanda de bienes y servicios y, en general, más comercio. En definitiva, después de 1950 se sentaron las bases para el desarrollo de toda la región. El algodonero fue el agente económico capaz de romper, en parte, con la tradición ganadera que había existido a lo largo de la historia económica de esta región del Caribe colombiano, a pesar del alto grado de incertidumbre que representaba el ser agricultor de algodón. Tal incertidumbre era generada por la falta de información oportuna, debida al escaso desarrollo tecnológico existente que no permitía anticiparse a las condiciones climáticas, muchas veces adversas, y al comportamiento del mercado internacional que afectaba directamente la oferta y demanda del producto y, por ende, el precio internacional, el cual repercutía directamente en el precio doméstico. El cultivo del algodón no solo dinamizó la economía sino el aspecto político y social de la región. En lo económico, los ingresos que genera154

202 Registro notarial Nº 379 del 1º de abril de 1971, t. 8 Notaría Única de Valledupar. 203 Registro notarial Nº 1176 del 4 de agosto de 1974, t. 24. Notaría Única de Valledupar. 204 Registro Notarial N° 382 del 28 de mayo de 1980, t. 8. Notaría Única de Valledupar. 205 Registro Notarial N° 335 del 28 de julio de 1958, t. 7. Notaría Única de Valledupar. 206 Registro Notarial N° 375, de 1962, t. 8. Notaría Única de Valledupar.

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ba este cultivo facilitaron una mayor diversificación de la inversión: la ganadería, por ejemplo, se tornó más productiva después de 1962, cuando se instaló en la ciudad la multinacional Cicolac S. A., que permitió el desarrollo industrial del sector. En la agricultura, el algodón permitió la civilización de muchas tierras incultas que fueron utilizadas en este cultivo, sin contar con las actividades comerciales, que igualmente venían en proceso de expansión y dinamizaban la economía. En lo social, el cultivo del algodón tuvo varios efectos: en época de bonanza en la década de 1960, sentó las bases del desarrollo urbanístico de la ciudad. Al aumentar la población rural y urbana que demandaba servicios públicos domiciliarios, el gobierno municipal se vio abocado a planificar el desarrollo, construyó escuelas, colegios, amplió la infraestructura hospitalaria y de servicios en salud, e inauguró la Empresa Municipal de Servicios Públicos. Valledupar tomó el aspecto de una ciudad más moderna. Cuando llegó la crisis del sector, al finalizar la década de los años 1970, generó desempleo, especialmente rural, se aumentaron los índices de pobreza, los que a su vez generaron violencia tanto en la ciudad como en el campo. Otro efecto social por considerar fue la mayor concentración de la tierra. Los pequeños propietarios que no tenían capacidad productiva la arrendaron y, en el peor de los casos, la vendieron a sus arrendatarios, quienes vieron en esta situación la oportunidad de incrementar sus propiedades a bajos costos. En lo político, la clase dirigente, en su gran mayoría conformada por ganaderos y/o algodoneros, sintió la confianza necesaria para manejar su propia economía que venía en crecimiento, lo que la motivó a gestar un movimiento que buscaba la separación económico-administrativa del antiguo departamento del Magdalena. Así fue como el Presidente de la República, doctor Carlos Lleras Restrepo (1966-1970), sancionó la Ley 25 de 1967 por medio de la cual se creaba el departamento del Cesar, con capital Valledupar, con una extensión de 22.905 kilómetros cuadrados (2% de la extensión total del país) y una población aproximada de 342.979 habitantes en todo el departamento.207 Retomando el tema del comercio, antes de la llegada del cultivo del algodón, esta era una actividad que se realizaba dentro de una lógica de pueblo, alrededor de la plaza principal, hoy llamada Plaza Alfonso López. Según los entrevistados, eran negocios de familia que se tenían en el mismo lugar de la residencia o al lado, y, como de estos negocios no dieron cuenta los registros notariales se infiere que, por estar en el lugar de la residencia, no se protocolizaban mediante escritura pública.

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Entrada la década de 1950, la actividad comercial, al igual que el cultivo del algodón, comenzó un proceso de expansión gracias al impulso de Martínez Concha, Santiago. Plan pilo-santandereanos que llegaban a Valledupar “en busca de un mejor vivir”. to de desarrollo urbano de Valledupar, En esta época Valledupar era un pueblo pastoril, la mayoría de la gente Instituto Geográfico Agustín Codazzi. vivía en el campo y de lo que él producía: productos de pan coger, árboBogotá, 1969, p. 7.

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les frutales, café y ganado de leche y carne, esencialmente. Otros productos como los textiles, los granos, el aceite y la manteca, eran traídos desde Fundación o desde Barranquilla; algunas veces desde Medellín o Manizales, sobre todo, los sombreros y las camisas Arrow. Los santandereanos percibieron esto como una oportunidad, lo que los motivó a incursionar en el negocio de los víveres y los abarrotes.

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La dinámica del mercado local ya era muy notoria, la constitución de gran cantidad de sociedades de responsabilidad limitada para ejercer actividades comerciales da cuenta de un dinamismo sin precedentes. Los registros notariales muestran que solamente en la década 1971-1980 se constituyeron 250 sociedades, se liquidaron 16 y se reformaron 54. Después de creado el departamento en 1967, el sector del comercio recibió apoyo institucional de parte de la Cámara de Comercio y la Federación Nacional de Comerciantes Fenalco instaladas en la ciudad. Al llegar el año 1980 ya era muy visible la concentración urbana, con todos los problemas sociales que esto podía significar. En cuanto al desarrollo de la industria durante el período estudiado, este fue muy escaso y lo sigue siendo en la actualidad; sin embargo, algunos momentos del período mostraron tendencias leves hacia el desarrollo industrial, antes de 1950 y durante los primeros años de la década de 1970. Respecto a los empresarios, hay que destacar la figura de Jorge Dangond Daza, quien participó en la constitución de trece sociedades de todo tipo de actividades incluyendo una industria de aceites vegetales y varias sociedades comerciales para la compra y venta de toda clase de productos relacionados con la ganadería y la agricultura, con el negocio de la fumigación de cultivos de algodón y el servicio de desmotadora, entre otras. Igualmente, Julio Villazón Baquero es otro empresario notable, y que debe ser recordado: aparece en ocho sociedades diferentes, la mayoría de ellas para prestar servicios especializados relacionados directa o indirectamente con la ingeniería civil y otra como socio fundador del Hotel Sicarare.208 Para terminar, es importante que en el futuro esta investigación pueda continuar estudiando casos específicos de empresas o de empresarios, en lo que tiene que ver con la estructura de la organización, el estilo de la gestión administrativa y las estrategias de desarrollo. Igualmente, la presente investigación sirve de marco referencial para futuras indagaciones que pretendan integrar al empresario no sólo con los aspectos económicos, sino con lo político, lo social y lo ideológico.

208 Registro notarial Nº 481 del 25 de julio de 1967, t.10. Notaría Única del Circuito de Valledupar.

156

____________________________________________________________________________ Observatorio del Caribe Colombiano

EMPRESAS COMERCIALES DEL MUNICIPIO DE VALLEDUPAR,

(1950-1980)

BIBLIOGRAFÍA FUENTES

PRIMARIAS

Fuente oral: entrevistas personales realizadas en octubre de 2004, a: Castro Castro, José Guillermo Cuello, Manuel Germán Cuello Dávila, Alfredo Dangond Daza, Jorge García, Juan José García, Justo Quintero, Valentín Villazón Baquero, Julio

Fuentes documentales: registros notariales, Academia de Historia de Valledupar (1945-1970), registros notariales (Notaría Primera de Valledupar, 1971-1980); periódico El Colombiano (1950-1980), localizado en la Sala Patrimonial de Universidad de Antioquia, Medellín.

FUENTES

SECUNDARIAS

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158

____________________________________________________________________________ Observatorio del Caribe Colombiano

EMPRESAS COMERCIALES DEL MUNICIPIO DE VALLEDUPAR, (1950-1980)

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Becas culturales en investigación sociocultural en historia regional y/o local del departamento del Cesar _______________________

159

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BLANCA NUBIA ZAPATA RÍOS

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160

____________________________________________________________________________ Observatorio del Caribe Colombiano

EMPRESAS COMERCIALES DEL MUNICIPIO DE VALLEDUPAR,

(1950-1980)

ANEXOS

ANEXO A DISTRIBUCIÓN DE LA POBLACIÓN EN LA COSTA NORTE POR DEPARTAMENTO (1905-1951) 1905

%

1918

%

1938

%

1951

Atlántico

104.674

2,40

135.792

2,10

268.409

3,10

424.818

3,80

Bolívar

300.129

6,90

457.110

7,30

765.194

8,80

925.118

8,20

Magdalena

123.548

2,80

234.047

3,70

342.322

3,90

457.393

4,10

1.209

0,03

22.652

0,36

53.409

0,61

7.598

0,07

Guajira Total Costa

%

529.560

12,10

826.949

13,10

1.375.925

15,80

1.929.626

17,20

Total Colombia

4.355.417

100,00

6.303.077

100,00

8.701.816

100,00

11.228.509

100,00

Superficie Colombia en km2

1.548.300

1.267.240

1.139.155

1.138.355

Fuente: DANE. Censos respectivos de población de Colombia.

ANEXO B POBLACIÓN DE LOS DEPARTAMENTOS DEL MAGDALENA Y EL CESAR (1905-1951) Magdalena Cesar

1905 123.548 13.724

1912 149.547 37.306

1918 234.047 48.652

1938 342.322 76.979

1951 457.393 112.666

Fuente: DANE. Censos respectivos de población. Varias publicaciones.

POBLACIÓN Valledupar

DE

ANEXO C VALLEDUPAR (1905-1951)

1905

1912

1918

1938

1951

4.932

7.301

10.627

15.801

26.442

Fuente: DANE . Censos respectivos de población. Varias publicaciones.

Becas culturales en investigación sociocultural en historia regional y/o local del departamento del Cesar _______________________

161

ANEXO D SEGUIMIENTO A EMPRESARIOS MAS REPRESENTATIVOS

BLANCA NUBIA ZAPATA RÍOS

POR LA CANTIDAD DE EMPRESAS CONSTITUIDAS 1. Valentín Quintero Rengifo Razón social

Valentín Quintero y Sánchez Ltda.

Valentín Quintero y Cia. Ltda.

Cafetería Mary Ltda.

Constitución

4 de mayo de 1954. R. N. # (187). T. 6.

12 de junio de 1959. R. N. # (299). T. 6.

2 de julio de 1969. R.N. # (519). T. 2.

Socios

Ramiro Sánchez

Sixto Tulio Quintero Rengifo

Rosario Julio Jaimes de Quintero

Objeto social

Comprar y vender artículos del país y del extranjero.

Distribución y venta de toda clase mercancías nacionales y extranjeras. La explotación de fincas agrícolas, cría, engorde y levante de ganados.

Compra y venta de café en grano, molido y empacado.

Capital social

$21.534.50.oo.

$100.000.oo.

$880.000.oo

Duración

1 año.

2 años.

50 años.

Disolución

Observaciones

Ramiro Sánchez socio de Valentín le vende todos sus derechos y acciones de esa sociedad (15 de octubre de 1954 R. N. # (501).T. 18).

2. Jorge Dangond Daza Razón social

Lacouture y Dangond Ltda.

Fondo Ganadero del Cesar S. A.

Empresa Publicitaria del Cesar.

Constitución

2 de julio de 1952. R. N. # (208). T. 8.

14 de agosto de 1968. R. N. # (555). T. 12.

25 de octubre de 1969. R. N. # (830). T. 17.

Socios

Rafael María Lacouture Sánchez

Jorge Avendaño Sepúlveda, José Guillermo Castro Castro, Anibal Guillermo Castro Monsalvo, Celso Castro Castro, y otros.

Francisca Martínez Quintero de Maya, Amador Ovalle Padilla, Joaquín Campo Maya, Miguel Enrique Villazón Baquero, Carlos Dangond Daza, y otros.

Objeto social

Compraventa de automotores, maquinaria agrícola, repuestos, artefactos eléctricos de producción agrícola.

Fomentar y mejorar la industria ganadera y realizar todos los actos y negocios relacionados con la misma industria y con la preservación y selección de razas.

Explotación del ramo de la publicidad por medio de la radio, la televisión o cualquier otro medio de comunicación; en el desarrollo de tal objeto, podrá celebrar contratos de propaganda.

Capital social

$50.000.oo

$1.000.000.oo.

$575.000. oo.

Duración

5 años.

50 años.

50 años.

Disolución

4 de julio de 1959. R. N. # (274). T. 6.

Observaciones

Se disuelve dos años después del tiempo fijado en el notarial de Constitución, es decir, realmente duró 7 años.

162

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2. Jorge Dangond Daza

EMPRESAS COMERCIALES DEL MUNICIPIO DE VALLEDUPAR, (1950-1980)

Razón social

Radio Valledupar Ltda.

Aceites del Cesar S. A.

Inversiones del Cesar Ltda.

Constitución

4 de agosto de 1970. R. N. # (537). T. 11.

4 de marzo de 1971. R. N. # (237) T. 5.

9 de octubre de 1972. R.N. # (1396).T. 28.

Socios

Gustavo Cárdenas en representación de Promotora de Publicidad Radial S.A. de Bogotá.

José María Castro Palmera en representación de Algodoneros Costeños S. A, Johanes Martines Heerooms en representación de Fabricas Unidas de Aceitesy Grasas Vegetales (Fagrave S. A.), et al.

Amador Ovalle Padilla, Francisca Martínez Quintero de Maya, Dámaso Villazón Baquero, Joaquín Campo Maya, Miguel Enrique Villazón Baquero, Salomón Saad, Manuel Germán Cuello y Elisa Castro de Dangond.

Objeto social

Explotación del negocio de la radio, difusión comercial, con programas de interés general, noticieros radiales y radio revistas.

Montaje e instalación en Valledupar y/o en otros lugares del territorio colombiano de una o varias plantas para la industrialización de la semilla de algodón y su comercialización.

Compra, venta, administración e hipoteca de inmuebles, ubicados en cualquier lugar del país. Dar y recibir dinero en mutuo, debiendo estar garantizadas con hipoteca las obligaciones que por ese concepto se contraigan a favor de la sociedad. La promoción de constitución de sociedades comerciales de toda clase.

Capital social

$1.000.000.oo.

$10.000.000.oo.

$748.000.oo.

Duración

30 años.

50 años.

50 años.

Disolución

2. Jorge Dangond Daza Razón social

Matadero Industrial del Cesar S. A.

Promotora de Cementos del Cesar y La Guajira Ltda.

Club Hípico Valledupar S. A.

Constitución

5 de junio de 1973. R.N. # (724).T. 15.

19 de julio de 1974. R.N. # (1058). T. 22.

11 de diciembre de 1974. R.N. # (2.153). T. 44.

Socios

Antonio La Rosa, Rosa Mangano, Alfonso Araújo Cotes, Amador Ovalle Padilla, Efraín Quintero Araújo, Juan Daniel Calderón, Adalberto Ovalle Muñoz, Julio Villazón Baquero.

Crispín Villazón de Armas, Ovidio Palmera, Rafael Baquero Herrera, Carlos Obando Velasco, Jorge R. Pinto Araujo, Efraín Quintero Araujo.

Delia Aguancha de Hinojosa, Inés Hinojosa de Castro, Celso Castro Castro, Juan Daniel Calderón Arzuaga, Guillermo Castro Mejía, Hugues Rodríguez Iriarte.

Objeto social

Construcción montaje e instalación de un matadero frigorífico, en Valledupar, para el sacrificio de toda clase de ganado. Procesamiento integral, congelación, aquietamiento, distribución, importación de todos los productos y subproductos derivados de la carne. Adquirir las maquinarias para el matadero.

Asumir la promoción, contratación, constitución y organización de una empresa productora de cementos, localizada en el municipio de Robles y/o Barrancas.

Fines exclusivamente recreativos, culturales y de fomento de la industria equina, mediante reuniones para fomentar el esparcimiento, la cooperación y la cultura de los socios, así como el cultivo entre ellos de relaciones de amistad, intercambio y solidaridad comercial e industrial.

Capital social

$10.000.000.oo.

$240.000.oo

$160.000.oo.

Duración

20 años.

5 años.

50 años.

Disolución

Becas culturales en investigación sociocultural en historia regional y/o local del departamento del Cesar _______________________

163

2. Jorge Dangond Daza Razón social

Agropecuaria colombiana Dangond Castro Ltda.

Inversiones Urbanas Dangond Castro y Cia Ltda.

Agrupar Aviación Agrícola Ltda.

Constitución

23 de diciembre de 1975. R. N. # (1836). Folio 205 T. 37

30 de diciembre de 1975. R. N. # (1876). Folio 184 T. (38).

12 de mayo de 1976. R. N. # (516). T.11.

Socios

Elisa Castro Palmera de Dangond, José Jorge Dangond Castro, Elsa de la Inmaculada Dangond Castro de Gutiérrez.

Elisa Castro Palmera de Dangond, Leonor Elisa, Eduardo Jesús, Maria Elisa y Fernando Dangond Castro.

Camilo Lacouture y Lucas Gutiérrez Acosta.

Objeto social

Explotación de negocios de: Ganadería en todas sus formas, como cría, levante, ceba, compraventa. Agricultura, como cultivos de algodón, arroz maíz y otros propios de la región.

Explotación de negocios de compraventa, permuta y arrendamiento de muebles urbanos. La administración de bienes urbanos, propios y ajenos. La Construcción de edificios y casas para la venta, permuta y arrendamiento, pudiendo establecer el sistema de propiedad horizontal en los casos en que se justifique comercialmente. Constitución de sociedades para la explotación de negocios iguales o similares a los que constituyen el objeto de esta sociedad.

Explotación comercial de aviones de fumigación, así como la prestación de cualquier servicio relacionado con la anterior actividad. Podrá comprar, vender, adquirir y enajenar a cualquier título, equipos, elementos, repuestos, máquinas, implementos, artículos que se necesitan para la explotación comercial a que hace referencia el objeto social de esta sociedad.

Capital social

$25.161.000.oo.

$14.943.000.oo.

$1.500.000.oo.

Duración

50 años.

50 años.

10 años.

BLANCA NUBIA ZAPATA RÍOS

Disolución

2. Jorge Dangond Daza Automotores del Valle del Cesar (Autovalle)

Razón social

Desmotadora del Cesar 20 de junio de 1979. R.N. # (834) T. 17.

Constitución

9 de marzo de 1978. R.N. # (273).T. 6.

Socios

Elsa De La Inmaculada Dangond de Gutiérrez.

Jorge Dangond Daza, Camilo Lacouture Dangond y Ricardo Gutiérrez Gutiérrez.

Objeto social

Compra, venta y permuta de toda clase de maquinarias nacionales y extranjeras. Relacionadas con vehículos automotores, equipos industriales, de agricultura y ganadería, como automóviles, camionetas, tractores, sembradoras, arados etc. Compra, venta, permuta y fabricación de toda clase de repuestos y accesorios para vehículos automotores y maquinarias en general.

Explotación comercial de una desmotadora de algodón.

Capital social

$5.000.000

$8.301.000

Duración

20 años.

50 años.

Disolución

164

____________________________________________________________________________ Observatorio del Caribe Colombiano

EMPRESAS COMERCIALES DEL MUNICIPIO DE VALLEDUPAR, (1950-1980)

3. Julio Villazón Baquero

Razón social

López, Riveira, Villazón Ltda. Asociación de Ingenieros, Arquitectos y Constructores Ltda., (Adinarcos Ltda.)

Constitución

16 de marzo de 1963. R. N. # (78). T. 2.

25 de julio de 1967. R. N. # (481). T. 10.

R.N. # (486).T. 10. 26 de julio de 1967. (Disolución).

Socios

Raúl López Araújo y Tirso Riveira Maestre.

Rosa Emilia Villazón de Maya, Celso Domingo Castro Trespalacios, Damaso Villazón.

Raúl López Araujo, Tirso Riveira Maestre y Julio Villazón Baquero.

Objeto social

Contratación estudio, ejecución e interventoría de toda clase de construcciones civiles.

Fundación de un hotel en la ciudad de Valledupar.

Contratación, estudio, ejecución e interventoria de toda clase de construcciones civiles.

López, Riveira, Villazón Ltda.

Hotel Sicarare Ltda.

Capital social

$48.000.oo

$1.380.000.oo

$48.000

Duración

3 años.

50 años.

3 años.

Disolución

26 de julio de 1967. R. N. # (486). T. 10.

Observaciones

En el registro de constitución aparecen como socios: Julio, Raúl y Tirso; y la razón social es López, Riveira, Villazón Ltda., en la disolución sólo aparecen los socios Julio y Raúl y la razón social es: Asociación de Ingenieros, Arquitectos y Constructores Ltda., (Adinarcos Ltda.).

Sociedad Comercial de Responsabilidad limitada. Constituida el 16 de marzo de 1963 R. N. # 98. T. 2. Con la razón social de Asociación de ingenieros Arquitectos y Constructores Ltda. (Adinarcos Ltda.).

3. Julio Villazón Baquero

Razón social

Hotel Sicarare Ltda.

Constitución

Diciembre 27. R. N. # (1.054). T. 22. (Modificación) Por la cual se eleva el capital social de esta sociedad. Constituida el 25 de julio de 1967. R. N. # (481). T.10.

Socios

Objeto social

Capital social

Duración

Industrias Lácteas colombianas de Exportación. (ILCEX).

Inversiones del Cesar Ltda.

24 de noviembre de 1970. R. N. # (965). T.20.

9 de octubre de 1972. R.N. # (1396).T. 28.

Rosa Emilia Villazón de Maya, Celso Domingo Castro tres Palacios, Miguel Enrique Villazón, Dámaso Villazón, Julio Villazón Baquero.

Efraín Quintero Araújo, Amador Ovalle, Carlos Dangond Daza.

Amador Ovalle Padilla, Francisca Martínez Quintero de Maya, Dámaso Villazón Baquero, Joaquín Campo Maya, Miguel Enrique Villazón Baquero, Salomón Saad, Manuel Germán Cuello y Elisa Castro de Dangond, Jorge Dangond Daza.

La fundación de un hotel en la ciudad de Valledupar, la construcción de un edificio en donde habrá de funcionar, su dotación y administración.

Actividades a escala industrial relativas al procesamiento de derivados lácteos, tales como, mantequilla, natilla, quesos fundidos, quesos maduros, etc.; su procesamiento, beneficio, comercialización, compra, venta, transporte y distribución en el país o en el exterior.

Compra, venta, administración e hipoteca de inmuebles, ubicados en cualquier lugar del país. Dar y recibir dinero en mutuo, debiendo estar garantizadas con hipoteca las obligaciones que por ese concepto se contraigan a favor de la sociedad. La promoción de constitución de sociedades comerciales de toda clase.

$10.000.000.oo

$748.000.oo.

15 años.

50 años.

$1.380.000

50 años.

Disolución

Observaciones

Sociedad comercial de responsabilidad limitada. R. N. # (1.660).T. 34. 9 de diciembre. (Modificación) Por la cual se eleva el capital social de $2.500.000 a $8.112.000.

Becas culturales en investigación sociocultural en historia regional y/o local del departamento del Cesar _______________________

165

3. Julio Villazón Baquero Razón social

Constitución

Villazón Castro Ltda. (VICA Ltda)

BLANCA NUBIA ZAPATA RÍOS

Fondo Ganadero del Cesar S.A.

31 de mayo de 1968. R. N. # (326). T. 7.

14 de agosto de 1968. R. N. # (555). T.12. Sociedad Anónima. Jorge Avendaño Sepúlveda. José Guillermo Castro Castro. Anibal Guillermo Castro Monsalvo. Celso Castro Castro. Celso Domingo Castro Trespalacios, y otros.

Empresa Publicitaria del Cesar. Octubre 25 de 1969. R. N. # (830). T. 17.

Francisca Martínez Quintero de Maya, Amador Ovalle Padilla, Joaquín Campo Maya, Miguel Enrique Villazón Baquero, y otros.

Socios

Doris Castro de Villazón.

Objeto social

Contratación de estudios, ante proyectos, proyectos, ejecuciones e interventorías de toda clase de construcciones civiles.

Fomentar y mejorar la industria ganadera y realizar todos los actos y negocios relacionados con la misma industria y con la preservación y selección de razas.

Capital social

$48.000.oo.

$1.000.000.oo

$575.000.oo

Duración

20 años.

50 años.

50 años.

Explotación del ramo de la publicidad por medio de la radio, la televisión o cualquier otro medio de comunicación; en desarrollo de tal objeto, podrá celebrar contratos de propaganda.

Disolución

Observaciones

3. Julio Villazón Baquero Razón social

Matadero Industrial del Cesar S. A.

Constitución

Socios

Jorge Dangond Daza, Antonio La Rosa Mangano, Alfonso Araújo Cotes, Amador Ovalle Padilla, Efraín Quintero Araujo, Juan Daniel Calderón, Adalberto Ovalle Muñoz y Julio Villazón Baquero.

Objeto social

La construcción, montaje e instalación de un matadero frigorífico en la ciudad de Valledupar, para el sacrificio de toda clase de ganados. El procesamiento integral, congelación, empaquetamiento y distribución.

Capital social

$10.000.000.

Duración

20 años.

Disolución Observaciones

166

____________________________________________________________________________ Observatorio del Caribe Colombiano

4. Carlos Dangond Daza

EMPRESAS COMERCIALES DEL MUNICIPIO DE VALLEDUPAR, (1950-1980)

Compañía de Ingenieros Agrónomos (Codinagro)

Fondo Ganadero del Cesar S. A.

Razón social

Empresa Publicitaria del Cesar

Constitución

14 de agosto de 1968. R. N. # (555). T.12.

30 de junio de 1969 R. N. # (457). T. 10

25 de octubre de 1969. R. N. # (830). T. 17.

Socios

Sociedad Anónima, Julio Villazón B., Jorge Avendaño Sepúlveda., José Guillermo Castro Castro, Aníbal Guillermo Castro Monsalvo, Celso Castro Castro, Celso Domingo Castro Trespalacios, y otros.

Álvaro Muñoz Vélez, Carlos Vence Vergara, Moisés Mojíca Baquero, José Tobías Gutiérrez Cabello, Lázaro Cotes Aroca y Luís Carlos Olivilla.

Francisca Martínez Quintero de Maya, Amador Ovalle Padilla, Joaquín Campo Maya, Miguel Enrique Villazón Baquero, Julio Villazón B., y otros.

Objeto social

Fomentar y mejorar la industria ganadera y realizar todos los actos y negocios relacionados con la misma industria y con la preservación y selección de razas.

Asistencia técnica en labores de agronomía y explotación directa de las industrias agrícolas y ganaderas.

Explotación del ramo de la publicidad por medio de la radio, la televisión o cualquier otro medio de comunicación; el desarrollo de tal objeto, podrá celebrar contratos de propaganda.

Capital social

$1.000.000.oo

$14.000

$575.000.oo

Duración

50 años.

5 años

50 años.

Disolución

Observaciones

Razón social Constitución Socios

Objeto social Capital social Duración Disolución Observaciones

Razón social Constitución Socios

Objeto social Capital social Duración Disolución

Observaciones

4. Carlos Dangond Daza Transportes Ganaderos del Cesar Ltda. 28 de mayo de 1973. R. N. # 657. T. 14 Celso Castro Castro, Efraín Morón Cotes, Alfonso López Araújo. El establecimiento y explotación del servicio público de transporte. Explotación de estaciones de servicio para vehículos, talleres de reparación, bombas de gasolina, etc. $1.600.000.00 20 años. Sociedad comercial de responsabilidad limitada.

Bonet y Neira Ltda. 28 de diciembre de 1953. R. N. # (507). T. 19.

5. Eugenio Bonet Trujillo Vallegas Ltda. 7 de septiembre de 1967. R. N. # (595). T.12.

José de Dios Neira. Compra y venta de mercancías en general, del país y del extranjero, comisiones y representaciones, etc. $40.000 5 años. 26 de junio. R.N. #(332) T. 7. Legalización por la cual se legaliza esta sociedad, y se amplia su duración por 5 años más, ya que el plazo de duración se venció el 28 de diciembre de 1958. En el R. N. #( (438), T. 9 del 24 de junio de 1969, se amplía el plazo de duración de esta sociedad; es decir que esta sociedad duró más que el tiempo fijado, porque este fue determinado para 5 años en el registro de constitución. 25 de febrero. R. N. # ( (100). T. 2. (Modificación) Por la cual se le cambia la razón social a la sociedad “Vallegas Ltda”, por “Gases del Cesar Ltda”.

José de Dios Neira Lobo.

Distribución de gas propano. $290.000.oo. 5 años.

Gaseosas Upar Ltda. 29 de mayo 29 de 1968. R. N. # (317). T. 7. José de Dios Neira Lobo. y Jorge Neira Lobo. Fabricar, importar, exportar, distribuir y vender en Colombia y en el extranjero, bebidas refrescos y demás productos similares. $450.000.oo 10 años.

Según el R. N. #( (100). T. 2. del 15 de febrero de 1968, la razón social de esta sociedad se cambia por Gases del Cesar Ltda.

Becas culturales en investigación sociocultural en historia regional y/o local del departamento del Cesar _______________________

167

Pineda y Maya Ltda.

Razón social

6. Manuel Pineda B. Compañía Telefónica de Valledupar S. A. 28 de julio de 1958 R. N. # (335) T. 7.

Constitución

29 de julio de 1948. R. N. # (177) T. 6.

Socios

Tirso F. Maya Brugés.

Botero Hermanos, Israel Antonio Martínez, Eduardo Cadavid, y otros.

Venta de mercancía extranjera y compra y exportación para su venta de frutos del país, compra y venta de víveres. $6.000.oo 5 años.

La adquisición, montaje y explotación comercial de una planta de teléfonos en la ciudad de Valledupar. $120.000.oo 20 años.

Objeto social Capital social Duración

Club del Comercio S.A.

BLANCA NUBIA ZAPATA RÍOS

27 de julio de 1960. R. N. # (326). T. 7. Sociedad Anónima. Aníbal Castro Monsalvo, Juan José García, Efraín Quintero Araujo, Yadala Muvdi, Regulo García, y otros. Fines exclusivamente recreativos, deportivos, sociales, culturales y específicamente el sostenimiento del centro social no persigue lucro. $150.000.oo 50 años.

4 de septiembre de 1962 R. N. # (375). T. 8.

Disolución Observaciones

Razón social Constitución Socios

Objeto social

Capital social Duración Disolución Observaciones

Razón social Constitución Socios

Objeto social

Capital social Duración Disolución

6. Manuel Pineda B Radio Guatapurí Ltda. 27 de mayo de 1975 R. N. # (667). T.14 Teresa Amarís de Pineda y María Teresa Pineda Arias. Explotación del negocio de radiodifusión que comprende la emisión por medio de radio ondas de música, noticias, anuncios, programas, variados destinados al público. $480.000.00 20 años.

Manuel Pineda Bastidas y Cía. 9 de diciembre de 1980 R. N. # (2113) T.43. Teresa de Pineda Bastidas.

Compra y venta y arrendamiento de la propiedad raíz, radiodifusión y venta de automotores $7.453.200.00 30 años.

7. Avelino Romero Reina Productora de Mantequilla Industrias Lácteas Ltda. Valledupar Ltda. 3 de enero de 1947 19 de septiembre de 1947. R. N. # (1) T. 1. R. N. # (271) T. 9. Pedro Castro Monsalvo y José Calixto Mejía M. José Calixto Mejía M. Fabricar mantequilla y demás derivados de la leche.

Fabricar mantequilla y demás derivados de la leche.

$12.000.00 5 años. 19 de septiembre de 1947. R. N. # (270) T. 9.

$18.000.00 5 años.

Reencauchadora de llantas Valledupar Ltda. 28 de marzo de 1960. R. N. # (144). T. 3. Carlos J. Guzmán. Explotación económica de todos los renglones comerciales relacionados con la industria del caucho y sus productos derivados. $170.000.00 2 años.

En 1948 se eleva el capital social a $31.339 22 de junio de 1948 R. N. # (144) T. 5. En 1950 José Calixto Mejía M. vende a Ulises D. Sánchez, el activo y pasivo que tiene en esta sociedad. Valor $8.000. 15 de noviembre de 1950. R. N. # (316) T. 11.

Observaciones

7. Avelino Romero Reina

168

Razón social

Avelino Romero R. & Cia. Ltda.

Constitución

14 de julio de 1960. R. N. # (308). T.7.

Socios

Julio C. Oñate y Ascanio Vega Gutiérrez.

Objeto social

Distribución y venta de toda clase de drogas nacionales y extranjeras.

Capital social

$45.000.00

Duración Disolución Observaciones

5 años.

____________________________________________________________________________ Observatorio del Caribe Colombiano

EMPRESAS COMERCIALES DEL MUNICIPIO DE VALLEDUPAR, (1950-1980)

8. Jose Sanin Murcia Fajardo José Sanín Murcia Fajardo y Cía. Ltda. 25 de junio de 1968. R. N. # (403). T. 9. Amira Contreras de Murcia y Rafael Fajardo Pérez.

Socios

Armando Murcia Fajardo

Objeto social

Ejecución de toda clase de trabajos de ornamentación en hierros y similares, fabricación de muebles metálicos.

Explotación del negocio de fabricación de implementos agrícolas, su distribución y venta.

$ 50.000.oo 5 años. 29 de noviembre de 1961. R. N # (498). T.11.

$ 500.000.oo 20 años.

Murcia Contreras & Cía Ltda. 29 de septiembre. R.N. #( (1605). T.33. José Sanín Murcia Fajardo, Amina Contreras de Murcia. Explotación del negocio de la fabricación de implementos agrícolas, su distribución y venta. $ 300.000. 20 años.

Sociedad comercial de responsabilidad limitada.

Sociedad comercial de responsabilidad limitada.

Talleres Murcia Ltda.

Razón social Constitución

Capital social Duración Disolución Observaciones

31 de julio de 1961. R. N. # (336). T. 8.

El plazo de duración de esta sociedad fue determinado para 5 años, pero en realidad duró 4 meses.

9. Alberto Ramirez Gomez Razón social Constitución

Droguería Estrella Rueda y Ramírez Ltda. 8 de enero de 1959. R. N. # (1). T. 1.

Socios

Luís E. Rueda.

Objeto social

Explotación de todos los renglones de drogas nacionales y extranjeras.

Capital social Duración Disolución

Observaciones

Razón social Constitución Socios

Objeto social Capital social Duración Disolución Observaciones

$30.000.oo 5 años. 5 de noviembre de 1964. R. N. # (486). Duración de la sociedad fijada en 5 años. Esta en realidad se liquidó a los 5 años y 11 meses.

Farmacia Central Ltda. 13 de diciembre de 1961. R. N. # (517). T. 12. Mario Serrano Gómez, Elena Gómez de Serrano y Zoraida Parra de Ramírez. Compraventa, importación, exportación, y producción industrial de productos farmacéuticos y de tocador. $60.000.oo 10 años.

Las señoras Elena Gómez y Zoraida Parra Ingresan a la sociedad el 18 de agosto de 1963, a través de la reforma expresada en el registro notarial # (348), T.7.

Distribuidora de Drogas del Cesar, Drocesar Ltda. 10 de enero. R.N. #(6). T. 1. Alberto Ramírez Gómez Zoraida Parra de Ramírez y Unidros Ltda. Compraventa, importación, exportación y producción industrial de productos farmacéuticos y de tocador, elementos de decoración y cosméticos. $5.000.000.oo 10 años.

Se aumenta el capital social y se autoriza el ingreso de la firma Unidros Ltda..quien aporta el aumento del capital y se cambia la razón social.

10. Abelardo Barragan García Barragán Martínez & Cía Ltda. 25 de septiembre de 1961. R. N. # (418). T. 10. Abelardo Barragán García y Cía Ltda., Marco Aurelio Barragán León. Andrés Martínez y Heriberto Correa Bermúdez Compra y venta de toda clase Explotación de servicios de mercancías nacionales al público de heladería, y extranjeras. restaurante y hospedaje. $157.500.oo $18.000.oo 5 años. 5 años. Abelardo Barragán y Compañía Ltda. 8 de junio de 1960. R. N. # (249). .5.

Razón social Constitución Socios Objeto social Capital social Duración Disolución Observaciones

A. Barragán G y Cía Ltda. 9 de marzo de 1967. R. N. # (96). T.2. Marco Aurelio Barragán León y Luís Carlos Hoyos Hoyos. Compraventa de mercancías nacionales y extranjeras. $650.000.oo. 2 años.

10. Abelardo Barragan García Abelardo Barragán e Hijos & Cía. 9 de octubre de 1970. R. N. # (773). T. 16. María Antonia Martínez de Barragán. Compra y venta de mercancías. La agencia o representación de firmas comerciales nacionales o extranjeras; la importación de productos semielaborados o terminados y la distribución de los mismos, y la explotación de productos nacionales. $ 200.000.oo. 30 años.

Becas culturales en investigación sociocultural en historia regional y/o local del departamento del Cesar _______________________

169

11. Luis Andelfo Granados Villamizar Montagut Gallardo & Cía Ltda.

Razón social

BLANCA NUBIA ZAPATA RÍOS

Compañía Granados y Molina Ltda.

Constitución

30 de septiembre de 1965. R. N. # (734). T. 15.

31 de agosto de 1966. R.N. # (1864). Notaría 3 de Barranquilla. E inscrita en la Oficina de Registro de Valledupar, el 27 de septiembre de 1966.

Socios

Ramón Elías Montagut Gallardo.

Luis Alban Molina Casariego.

Objeto social

Compraventa de mercancías al por mayor y de tal, tanto nacionales como extranjeras.

Almacenes de repuestos para vehículos en las ciudades de Valledupar y Codazzi.

Capital social

$240.000.oo

$500.000.oo

Duración

5 años.

Disolución

2 de agosto de 1969. R. N. # (557). T. 12.

Observaciones

Luego de la disolución de esta sociedad el señor Luis Alban Molina, transfirió a título de venta su interés social, al señor Luis Andelfo Granados y el 6 de agosto de 1969; R.N. # (555). T. 12. 12. Yadala Muvdi Nasal

Razón social

Yadala Muvdi y Cía Ltda.

Constitución

30 de junio de 1958. R. N. # (279). T. 6.

Socios

Jorge Mundi Nasal y Juana Muvdi de Mundi.

Objeto social

Explotación económica del negocio de mercancías.

Capital social Duración Disolución

$54.500.oo 10 años.

Club del Comercio S.A.

27 de julio de 1960. R. N. # (326). T. 7.

Sociedad anónima. Aníbal Castro Monsalvo, Juan José García, Efraín Quintero Araújo, Regulo García, Manuel Pineda, y otros. Fines exclusivamente recreativos, deportivos, sociales, culturales y específicamente. El sostenimiento del centro social no persigue lucro. $ 150.000.oo 50 años.

Gabriel Muvdi Compañía Ltda. 27 de mayo de 1963. En la notaría segunda de Barranquilla. R. N. # (1390) del 27 de mayo de 1963 en la Notaría Segunda de Barranquilla. Gabriel Muvdi A, Yalil Muvdi Nasal, Yadala Muvdi Nasal y Jorge Muvdi Nasal.

---------------------------

$ 659.000 20 Años. 11 de mayo. R. N. # (571). T. 12. Esta sociedad sufre una modificación en la cual se admiten como nuevos socios a Yadala Muvdi Nasal y Jorge Muvdi Nasal y se prorroga a 20 años la duración.

Observaciones

13. Carlos Arturo Manotas Correa Razón social

Almacén M & M Ltda.

Carlos A. Manotas C. y Cía. Ltda.

Constitución

16 de septiembre de 1966. R. N. # (712). T.15.

14 de diciembre 14 de 1968. R. N. # (936). T. 19

Socios

Tomas Rodolfo Mejía Castro.

Gloria López de Manotas.

Objeto social

Compraventa, representación de maquinaria agrícola, repuestos para los mismos, importación de maquinarias y repuestos.

Compraventa, representación de maquinaria agrícola, repuestos para los mismos, importación de maquinarias y repuestos.

Capital social

$100.000.oo

$80.000.oo

Duración

5 años.

5 años.

Disolución Observaciones

170

____________________________________________________________________________ Observatorio del Caribe Colombiano

EMPRESAS COMERCIALES DEL MUNICIPIO DE VALLEDUPAR, (1950-1980)

Razón social Constitución Socios

Objeto social

Capital social Duración Disolución Observaciones

14. Ciro Alfonso Sanguino V. Agencia de Seguros Generales. Ciro Sanguino V y Cía. Ltda. 13 de enero de 1969. 28 de diciembre de 1970. R. N. # (14). T. 1. R. N. # (1160). T. 24. Cielo María Arenas Avendaño. Cielo María Arenas Avendaño. Vender seguros, títulos de capitalización y ahorro, fondos Vender seguros, Títulos de Capitalización de inversión; promover la y ahorro, fondos de inversión; promover celebración de esa clase de la celebración de esa clase de contratos contratos y obtener la y obtener la renovación de los vicios, para renovación de los vicios, las compañías nacionales y extranjeras. para las compañías nacionales y extranjeras. $50.000.oo $20.000.oo 10 años. 10 años. Ciro Sanguino V y Cía. Ltda.

15. Joaquín Campo Maya Razón social Constitución

Socios

Objeto social

Capital social Duración Disolución Observaciones

Club Social Valledupar S.A. 16 de septiembre de 1953. R. N. # (360). T. 14. Juan Castro Monsalvo, Carlos Vidal Brugés, Lucas Monsalvo Araújo, Eloy Enrique Quintero Araújo, Roberto Pavejeau Monsalvo, Alfredo Araujo Noguera, Miguel Villazón Baquero, Humberto Meza Monsalvo. Proporcionar a todos los socios y a sus familias, todas las distracciones y placeres admitidos y acostumbrados en las sociedades cultas, es decir, tienes fines exclusivamente deportivos, recreativos, sociales y culturales. $40.000.oo 50 años.

Razón social Constitución

Socios

Objeto social

Capital social Duración Disolución Observaciones

Campo y Sierra Ltda. 12 de abril de 1962. R. N. # (144). T. 3.

Alberto Sierra Corzo.

Empresa Publicitaria del Cesar. 25 de octubre de 1969. R. N. # (830). T. 17. Francisca Martínez Quintero de Maya, Amador Ovalle Padilla, Joaquín Campo Maya, Miguel Enrique Villazón Baquero, y otros.

Fabricación, compra y venta de artículos, elementos y materiales de construcción, ferretería, etc.

Explotación del ramo de la publicidad por medio de la radio, la televisión o cualquier otro medio de comunicación; el desarrollo de tal objeto, podrá celebrar contratos de propaganda.

$80.000.oo 5 años.

$575.000.oo 50 años.

15. Joaquín Campo Maya Inversiones del Cesar Ltda. Octubre 9 de 1972. R. N. # (1396).T. 28. Amador Ovalle Padilla, Francisca Martínez Quintero de Maya, Dámaso Villazón Baquero, Joaquín Campo Maya, Miguel Enrique Villazón Baquero, Salomón Saad, Manuel Germán Cuello y Elisa Castro de Dangond. Compra, venta, administración e hipoteca de inmuebles, ubicados en cualquier lugar del país. Dar y recibir dinero en mutuo, debiendo estar garantizados con hipoteca las obligaciones que por ese concepto se contraigan a favor de la sociedad. La promoción de constitución de sociedades comerciales de toda clase. $748.000.oo. 50 años.

Becas culturales en investigación sociocultural en historia regional y/o local del departamento del Cesar _______________________

171

Razón social Constitución

Socios

Objeto social

Capital social Duración Disolución

16. Manuel German Cuello Acueductos y Alcantarillados de Valledupar S. A. (Acuadupar) 25 de octubre de 1969. 4 de agosto de 1974. R. N. # (830). T. 17. R. N. # (1176).T.24. Rafael Paredes Infante, Gonzalo Gómez Hernández, Francisca Martínez Quintero de Maya, José Galo Diazgranados y Calixto Mejía. Amador Ovalle Padilla, Accionistas a partir de 1976: Joaquín Campo Maya, Rafael Morales Montero (Instituto Nacional Miguel Enrique Villazón Baquero, del Fomento Municipal, “Insfopal”); Lucas Carlos Dangond Daza, Monsalvo Villazón (Departamento del Cesar) Jorge Dangond y otros. Jaime Calderón Brugés (Alcalde Mayor de Valledupar) y Calixto Mejía Castro (Gerente Valorización Municipal) Explotación del ramo de la publicidad por medio de la radio, la televisión Estudio proyecto, construcción y explotación o cualquier oro medio de comunicación; de los sistemas de acueducto y alcantarillados el desarrollo de tal objeto, podrá de Valledupar. celebrar contratos de propaganda. $575. 000.oo. $55.000.000.oo. 50 años. 50 años. Empresa Publicitaria del Cesar

Observaciones

Razón social Constitución Socios Objeto social Capital social Duración Disolución

Observaciones

172

BLANCA NUBIA ZAPATA RÍOS

En 1976 ingresan nuevos accionistas a esta sociedad. 21 de abril de 1976. R. N. # (433) T. 9. En 1980 se cambia la razón social de esta sociedad por Empodupar. 28 de marzo de 1980R. N. # (382) T. 8.

17. José Calixto Mejía M. Productora de Mantequilla Industrias Lácteas Ltda. Valledupar Ltda. 3 de enero de 1947 19 de septiembre de 1947. R. N. # (1) T. 1. R. N. # (271) T. 9. Pedro Castro Monsalvo y Avelino Romero. Avelino Romero. Fabricar mantequilla y Fabricar mantequilla y demás demás derivados de derivados de la leche. la leche. $12.000.oo. $18.000.oo. 5 años. 5 años. 19 de septiembre de 1947. R. N. # (270) T. 9. En 1948 se eleva el capital social a $31.339 el 22 de junio de 1948 R. N. # (144) T. 5. En 1950 José Calixto Mejía M. vende a Ulises D. Sánchez, el activo y pasivo que tiene en esta sociedad. Valor $8.000 el 15 de noviembre de 1950. R. N. # (316) T. 11.

____________________________________________________________________________ Observatorio del Caribe Colombiano

EMPRESAS COMERCIALES DEL MUNICIPIO DE VALLEDUPAR, (1950-1980)

azón social onstitución

ocios

bjeto social

apital social uración isolución

Constructora del Cesar Ltda. 11 de enero de 1961 R. N. # (6). T.1.

Wilson Rovira Villazón y Rafael Montero Castro.

18. José Calixto Mejía Castro Acueductos y Alcantarillados de Valledupar S.A. Acuadupar. 4 de agosto de 1974. R. N. # (1176).T.24. Rafael Paredes Infante, Gonzalo Gómez Hernández, José Galo Diazgranados y Manuel Germán Cuello. Accionistas a partir de 1976: Rafael Morales Montero (Instituto Nacional del Fomento Municipal, “Insfopal”); Lucas Monsalvo Villazón (Departamento del Cesar) Jaime Calderón Brugés (Alcalde Mayor de Valledupar) y Calixto Mejía Castro (Gerente Valorización Municipal)

Ejercer la profesión de la ingeniería civil en todos sus aspectos, como son: Construcción de edificios, canales de riego, carreteras, pavimentación etc. $12.000.oo. 10 años.

Constitución Socios

Objeto social

Capital social Duración Disolución

Observaciones

Calixto Mejía Castro y María Margarita Mejía Naranjo.

Estudio proyecto, construcción y explotación de los sistemas de acueducto y alcantarillados de Valledupar.

Ofrecer seguros de vida, seguros generales, títulos de capitalización y unidad en fondos de inversión.

$55.000.000.oo. 50 años.

$100.000.oo. 20 años.

En 1976 ingresan nuevos accionistas a esta sociedad. 21 de abril de 1976. R. N. # (433) T. 9. En 1980 se cambia la razón social de esta sociedad por Empodupar. 28 de marzo de 1980 R. N. # (382) T. 8.

bservaciones

Razón social

Naranjo Mejía y Cía. Ltd 30 de diciembre de 1980. R. N. # (2283) T.46.

19. José de Dios Neira Lobo Bonet y Neira Ltda. Vallegas Ltda. 28 de diciembre de 1953. 7 de septiembre de 1967. R. N. # (507) T. 19. R. N. # (595). T. 12. Eugenio Bonet Trujillo y Eugenio Bonet Trujillo Luís Alfonso Sanguino. Compra y venta de mercancías en general del país y del extranjero.

Distribución de gas Propano.

$40.000.oo. 5 años.

$290.000.oo. 10 años.

En 1959 se legaliza esta sociedad, y se amplia su duración por 5 años más, ya que el plazo de duración se venció el 28 de diciembre de 1958. 26 de junio de 1959. R. N. # (332) T. 7. En 1966 se aumenta el capital social a $500.000. 13 de abril de 1966. R. N. # (226).T. 5. En 1969 se amplia el término de duración por un lapso de 5 años más. 24 de junio de 1969. R. N. # (436).T. 9.

Gaseosas Upar Ltda. 29 de mayo de 1968. R. N. # (317). T. 7. Eugenio Bonet Trujillo y Jorge Neira Lobo. Fabricar, importar, exportar, distribuir en Colombia o en el extranjero bebidas y refrescos. $450.000.oo. 10 años.

En 1967 Luís Alfonso Mendoza sede todos sus derechos en esta sociedad, a favor de sus consorcios Eugenio Bonet y José de Dios Neira, por el precio de $242.000. 11 de diciembre de 1967. R. N. # (824). T. 17. En 1968 se le cambia la razón social por “Gases del Cesar Ltda. 15 de febrero de 1968. R. N. # (100). T. 2.

Becas culturales en investigación sociocultural en historia regional y/o local del departamento del Cesar _______________________

173

20. Celso Castro Trespalacios Razón Social

Fondo Ganadero del Cesar S. A.

Constitución

14 de agosto de 1968. R. N. # (555). T. 12.

25 de julio de 1967. R. N. # (481). T. 10.

Socios

Jorge Avendaño Sepúlveda. José Guillermo Castro Castro. Aníbal Guillermo Castro Monsalvo, Jorge Dangond Daza, y otros.

Rosa Emilia Villazón de Maya, Julio Villazón Baquero, Dámaso Villazón, y otros.

Objeto Social

Capital Social Duración Disolución

Fomentar y Mejorar la industria Ganadera y realizar todos los actos y negocios relacionados con la misma industria y con la preservación y selección de razas. $1000.000.oo. 50 años.

Hotel Sicarare Ltda.

Fundación de un hotel en la ciudad de Valledupar.

---------------

$1.380.000.oo 50 años.

$8.286.000 ---------------

Razón social

Socios

Objeto social

Capital social Duración Disolución Observaciones

21. Efraín Quintero Araújo Industrias Lácteas Colombianas de Exportación (ILCEX). 24 de noviembre de 1970 R. N. # (965).T.20.

Club del Comercio S.A. 27 de julio de 1960 R. N. # (326). T. 7. Manuel Pineda, Aníbal Castro Monsalvo, Juan José García, Yadala Muvdi, Regulo García, José Pineda Dávila, José García, Alfonso Pineda, Miguel Geneco y Carlos Quintero.

Carlos Dangond Daza, Julio Villazón Baquero y Amador Ovalle.

Fines exclusivamente recreativos, deportivos, culturales, sociales y específicamente el sostenimiento del centro social.

Actividades a escala industrial relativa al procedimiento de derivados lácteos.

$150.000.oo. 50 años.

$10.000.oo. 15 años.

Razón social Constitución Socios Objeto social Capital social Duración Disolución Observaciones

174

BLANCA NUBIA ZAPATA RÍOS

En 1971 se eleva el capital social. 3 de diciembre de 1971 R. N. # (1.641).T.33.

Observaciones

Constitución

Celso Domingo Castro & Cía. Ltda. Constituida el 12 de Junio de 1959. R. N. # (1.536). Otorgado el la notaria del circuito tercero de Barranquilla. Maria Cristina Castro Mejía de Pupo, Doris Castro Mejía de Villazón, Edith Helena Castro Mejía de Rodríguez, Celso Domingo Castro T, Martha Castro Mejía de Campo y Guillermo Castro Mejía.

Matadero Industrial del Cesar S. A. 5 de junio de 1973 R. N. # (724). T.15.

Jorge Dangond Daza, Antonio La Rosa Mangano, Alfonso Araujo Cotes, Amador Ovalle Padilla, Juan Daniel Calderón, Adalberto Ovalle.

La construcción, montaje e instalación de un matadero frigorífico, para el sacrificio de toda clase de ganados. El procesamiento integral, congelación, empaquetamiento y distribución. $10.000.000.oo. 20 años.

21. Efraín Quintero Araújo Promotora de cementos del Cesar y La Guajira Ltda. Julio 19 de 1974 R. (1058). T.22. Crispín Villazón de Armas, Ovidio Palmera, Rafael Baquero Herrera, Carlos Obando Velasco, Jorge R. Pinto Araujo y Jorge Dangond Daza. Asumir la promoción, contratación, constitución y organización de una empresa productora de cemento. $240.000.oo. 5 años.

____________________________________________________________________________ Observatorio del Caribe Colombiano

1945 Registro notarial R. N. # (222) T.8. 4 de diciembre Constitución

Razón social

Cuello y Acuña Ltda.

Socios José Antonio Cuello S. y Víctor Acuña.

Objeto social Desarrollo de la cría de ganado, compra y venta de ganado de levante y para ceba.

Capital social

$10.914.00.

Tipo de sociedad

Duración

5 años

Sociedad de responsabilidad Ltda.

Fuente: Registros notariales del año 1945. Localizados en la Academia de Historia de Valledupar.

1947 Registro notarial R. N. # (1) T. 1. 3 de enero. Constitución R. N. # (270) T. 9. 19 de septiembre Disolución R. N. # (271) T. 9. 19 de septiembre Constitución

Razón social Productora de Mantequilla Valledupar Ltda. Productora de Mantequilla Valledupar Ltda. Industrias Lácteas Ltda.

Socios Calixto Mejía M. y Avelino Romero. Calixto Mejía M. y Avelino Romero. Pedro Castro Monsalvo, José Calixto Mejía y Avelino Romero.

Objeto social Fabricar mantequilla y demás derivados de la leche. Fabricar mantequilla y demás derivados de la leche. Fabricar mantequilla y demás derivados de la leche

175

Fuente: Registros notariales del año 1947. Academia de Historia de Valledupar.

Capital social

Duració n

Tipo de sociedad

$12.000.00.

5 años

Sociedad comercial de responsabilidad Ltda.

$12.000.00.

5 años

Sociedad comercial de responsabilidad Ltda.

$18.000.00.

5 años

Sociedad comercial de responsabilidad Ltda.

EMPRESAS COMERCIALES

(1950-1980)

EMPRESAS CONSTITUIDAS, MODIFICADAS Y/O LIQUIDADAS EN VALLEDUPAR POR AÑO INVESTIGADO

DEL MUNICIPIO DE VALLEDUPAR,

* En la investigación oiginal se recabó información hata 1980, para efectos de esta publicación se muestran sólo hata 1950.

Becas culturales en investigación sociocultural en historia regional y/o local del departamento del Cesar _______________________

ANEXO E*

176

1948

R. N. # (177) T. 6. 29 de julio. (Constitución)

Razón social

Socios

Objeto social

Capital social

Duración

Industrias Lácteas Ltda.

Pedro Castro Monsalvo, José Calixto Mejía y Avelino Romero.

Fabricar mantequilla y demás derivados de la leche

$31.339.00.

5 años

Pineda y Maya Ltda.

Manuel Pineda Bastidas y Tirso F. Maya Brugés

Venta de mercancía extranjera y la compra y exportación para su venta de frutos del país, compra y venta de víveres.

$6.000.00.

5 años

Tipo de sociedad Sociedad comercial de responsabilidad Ltda. Constituida el 19 de septiembre de 1947. R. N. # (271) T. 9.

Sociedad colectiva de comercio limitado.

Fuente: Registros notariales del año 1948. Academia de Historia de Valledupar.

Registro notarial

Razón social

Socios

R. N. # (139) T. 4 11 de mayo. Constitución

Orozco Cuello y Cia.

Oscar Cuello Gutiérrez, Antonio Orozco y Antonia Gutiérrez de Sierra.

R. N. # (224) T. 7. 30 de julio. Constitución

Pinedo V. Vidal Ltda.

Mario Pinedo Barros y Carlos Vidal Brugés.

Objeto social Explotación del negocio agrícola y pecuario: cultivos y pastos artificiales, frutos de pan coger, cría y levante de toda clase de ganado. Negocio de ferretería, de repuestos para vehículos automotores, venta, de implementos agrícolas, producción de hielo, cultivo y compra de arroz y café.

Capital social

Duración

Tipo de sociedad

$25.347.00.

5 años

Sociedad comercial de responsabilidad Ltda.

$200.000.00.

5 años

Sociedad comercial de responsabilidad Ltda.

Fuente: Registros notariales del año 1949. Academia de Historia de Valledupar.

BLANCA NUBIA ZAPATA RÍOS

____________________________________________________________________________ Observatorio del Caribe Colombiano

Registro notarial R. N. # (144) T. 5. 22 de junio. (Modificación) por la cual se eleva el capital social

Razón social Molina Bernal Ltda.

Socios Enrique Bernal y Juan R. Molina.

R. N. # (221) T. 8. 24 de agosto. Constitución

Club Popular Hurtado.

Roberto Pavajeau, Fidel Mejía y Elisa Neira.

R. N. # (229) T. 9. 31 de agosto. Constitución

Sergio Romero Hermanos

Sergio Romero y Luís Romero

Industrias Lácteas Ltda.

Pedro Castro Monsalvo, José Calixto Mejía y Avelino Romero.

R. N. # (316) T. 11. 15 de noviembre. (Modificación) José Calixto Mejía M. vende a Ulises D. Sánchez, el activo y pasivo que tiene en esta sociedad. Valor $ 8.000.

Objeto social El negocio de la agricultura y la ganadería Venta de licores nacionales y extranjeros, confección de comida campestre, pickniks, sesiones de bailes sociales y explotación de baños naturales. Compra y venta de mercancías, frutos extranjeros y del país. Compra y venta de fincas raíces, ganado vacuno etc.

Fabricar mantequilla y demás derivados de la leche

Capital social

Duración

Tipo de sociedad

$14.000.00.

5 años

Sociedad agrícola y ganadera

$30.000.00.

5 años

Sociedad de responsabilidad Ltda.

$40.000.00.

20 años

Sociedad comercial de responsabilidad Ltda.

$31.339.00.

5 años

Sociedad de responsabilidad Ltda. Constituida el 19 de septiembre de 1947. R. N. # (271) T. 9.

EMPRESAS COMERCIALES

(1950-1980)

Registro notarial R. N. # (194) T. 7. 28 de julio. Constitución

DEL MUNICIPIO DE VALLEDUPAR,

Becas culturales en investigación sociocultural en historia regional y/o local del departamento del Cesar _______________________

1950

177

LA

DÉCIMA COMO TRADICIÓN LITERARIA

ATÁNQUEZ, VERTIENTE SURORIENTAL DE LA SIERRA NEVADA, DEPARTAMENTO DEL CESAR MUSICAL EN

FUNDACIÓN FESTIVAL FOLCLÓRICO SIERRA NEVADA ATÁNQUEZ, CESAR, COLOMBIA

* Beethoven Arlantt no es un Investigador Social en el sentido académico. Los reconocimientos que tiene hasta el momento se relacionan con su actividad de escritor. En 1993 fue ganador del Premio Internacional de Cuento para Niños «Raymundo Susaeta» con el cuento «Isabel o el fin de la Casa Blanca». En 1994, fue ganador del Concurso Nacional de Cuentos Infantiles, Comfamiliar del Atlántico, con el libro de cuentos «La Vendedora de Arco Iris». Lo anterior, supone una trayectoria importante pesquisando en los ríos de la memoria y la tradición oral de los viejos kankuamos. Beethoven Arlantt, nacido en Atánquez en mayo de 1961, ha ensayado investigaciones sobre la Tradición Oral en el Chicote y la Gaita Kankuama, y en la Décima de la región que comprende Atánquez, desde el terreno de la literatura.

DIRECTOR DEL PROYECTO BEETHOVEN ARLANTT ARIZA* TEXTOS NELSON RAMÍREZ BEETHOVEN ARLANTT ARIZA COMPILACIÓN Y TRABAJO DE CAMPO KEYSI DANGOND DÍAZ FOTOGRAFÍAS BEETHOVEN ARLANTT ARIZA

LA DÉCIMA COMO TRADICIÓN LITERARIA MUSICAL EN ATÁNQUEZ, VERTIENTE SURORIENTAL DE LA SIERRA NEVADA, DEPARTAMENTO DEL CESAR

I. CONSIDERACIONES CRÍTICAS Y MOTIVACIONES HISTÓRICAS DE LA APROPIACIÓN Y EL ARRAIGO DE LA DÉCIMA EN

1. CONSIDERACIONES

ATÁNQUEZ

GENERALES

Desde una perspectiva histórica, la décima, como un tipo de poesía improvisada ha alcanzado gran divulgación en el mundo hispanoamericano. Sus antecedentes se encuentran en la literatura universal, a manera de “duelos poéticos”. Testimonios de esta modalidad ofrecen las obras de la cultura grecolatina la Ilíada y la Odisea de Homero, y las Bucólicas de Virgilio. En la cultura española sus orígenes se remontan a la edad media, con los juglares, especie de vagabundos que, en versos improvisados, expresaban sus tristezas y sus alegrías acompañándose de la ejecución de un instrumento de cuerda; con alguna tonada agradable adaptaban sus versos hablados o cantados y los llevaban de pueblo en pueblo, unas veces como creación poética y otras como noticia. En la literatura española, la décima alcanzó renombre al ser utilizada con propiedad por los principales poetas del Siglo de Oro, pero luego prácticamente desapareció de España, para establecerse en América alejándose del ámbito cortesano y convirtiéndose en una modalidad de poesía popular, la cual llegó a nosotros junto con ese largo proceso de más de 300 años de dominación colonial. Durante este período se difundió por el Caribe, las tierras de Nueva España, el Virreinato del Perú y el Nuevo Reino de Granada (hoy Colombia), quedándose para siempre como parte integral de nuestro folclor.1 La décima se clasifica en dos géneros: la décima improvisada, que se inscribe en la modalidad hispana de la poesía improvisada, y la décima tradicional, que se suma a los otros tipos de “poesía memorial”. Decimeros famosos a través de la historia han sido, entre tantos otros, José Martí, Nicolás Guillén, Federico García Lorca, Sor Juana Inés de la Cruz, Calderón de la Barca y Antonio Machado. Actualmente se identifican tres tipos de decimistas: 1) el creador, improvisador de décimas, 2) el “poeta” o versificador de décimas (creador de décimas en la soledad) y 3) el simple “transmisor” o cantador de décimas procedentes de la tradición oral.

1 Abadía Morales, Guillermo. Compendio de Folklore colombiano. Bogotá, Instituto Colombiano de Cultura, 1977.

La décima, como género literario, ha recobrado sus ventajas discursivas imponiéndose a otras modalidades tradicionales, como la copla, manteniendo su estructura métrica y estrófica tradicional en diez versos octosílabos. Además, la estructura misma del texto la ha diferenciado de otras formas escritas, pues su regla básica es que cada línea de verso

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181

tiene rima, y esta puede ser asonante o consonante mientras tenga una lógica comprensible. Las reglas generales de rima son cuatro y van en el orden normal de escritura:

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1. La primera línea debe rimar con la cuarta y la quinta. 2. La segunda línea debe rimar con la tercera. 3. La sexta y séptima línea debe rimar con la décima. 4. La octava línea con la novena. En Colombia, la décima nos ha permitido realizar un viaje imaginario, región por región, provincia por provincia, descubriendo el país que tenemos, el país que sufrimos, amamos y defendemos. Con la décima rescatamos nuestra geografía e historia, costumbres, tradiciones, y gracias a ella se ha fortalecido la comunicación entre los pueblos y los intercambios entre la cultura nacional con las minorías étnicas, como ha sucedido con los decimeros del pueblo indígena kankuamo. Regionalmente, la décima de la Costa Caribe tiene un gran protagonismo dentro del escenario nacional por la fuerte presencia de decimeros y cantadores en la mayoría de departamentos y municipios de la Costa. Sin la intención de la exégesis, son famosos los decimeros de San Pelayo, San Bernardo del Viento, Ovejas, San Marcos, Soledad, Manatí, Calamar, San Jancinto, Arjona, Mompóx, etc. En el caso del departamento del Cesar, la poesía y el canto popular ocupan un espacio muy especial en el ámbito de la cultura regional, gracias al impacto generado por el Festival de la Música Vallenata que se celebra cada año en la ciudad de Valledupar. Este evento debe su éxito a la presencia del decimero o juglar de procedencia rural, que desde el siglo XIX, a través del verso cantado, fue tomando nota y recreando los eventos de la cotidianidad, componiéndole versos a la naturaleza, a la amistad, al amor, a la mujer y al entorno social.

2. CONSIDERACIONES

PARTICULARES

En el departamento del Cesar, la décima tiene una historia particular que aún no ha sido explorada. Un análisis tangencial sugiere la implantación de este género en algunas comunidades indígenas, a las que se les impuso por fuerza la cultura, bajo el considerando imperativo de lo español como sinónimo de lo sagrado, en contra de lo indígena como lo profano.2 Este fenómeno, puede decirse, se repitió de la misma manera en los contextos rurales del Caribe colombiano. Todo lo anterior se dio en escenarios de cambio cultural marcados por fenómenos como el establecimiento de parroquias y con ellas la catequización, la escuela monolingüista, la economía de consumo, la extinción de los resguardos y el acelerado mestizaje racial y cultural.

182

2 Friedi, Juan. Problemas sociales de los Aruacos. Tierras, gobierno, misiones. Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, 1963.

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En el caso particular de la décima como género literario musical en la región de Atánquez, puede afirmarse que su implantación y arraigo se originó debido a los distintos tipos de contacto cultural con los colonos que llegaron de distintas partes de la Costa Caribe y a los procesos de intercambio cultural implícitos en las marcadas relaciones comerciales con ciudades como Riohacha, Valledupar y los pueblos ribereños del río Cesar. A partir de estos fenómenos, la décima recaló en la región como un género de la poesía popular expresada a través del canto del decimero compositor y/o el decimero cantante. Sus contenidos argumentales describen y recrean del entorno social. Desde mediados de siglo XVII, Atánquez desempeñó un papel importante como centro administrativo, político y espiritual de los indios kankuamos y de las instituciones coloniales. Ya a finales del siglo XVIII, su población indígena había sufrido un acelerado proceso de aculturación por efecto de las instituciones de la sociedad dominante, de la incursión de colonos blancos bajo el amparo de la Legislación Nacional y de los funcionarios locales que, sistemáticamente (a principios del siglo XX), se apoderaron de las tierras ancestrales. Más adelante, este pueblo fue objeto de nuevas misiones evangélicas protestantes (Instituto Lingüístico de Verano), y de escalonados fenómenos de violencia expresados en la violencia política engendrada por los modos y las formas de la violencia liberal conservadora, las pugnas internas por la suplantación de las figuras propias de gobierno y la irrupción de factores violentos política armada y de los agentes del narcotráfico en el escenario de la Sierra Nevada. Un producto de este intercambio forzoso de culturas, fue la pérdida de la lengua kankuama y la introducción del castellano como lengua franca. Parodiando a Neruda en su verso “Se llevaron todo y nos dejaron todo”, podemos decir que con el castellano llegaron las estructuras poéticas del romancero español, y con ello la décima. La décima ha servido para que algunos cronistas y poetas populares de este pueblo, como Antonio Joaquín Daza, Juan Enemías Guerra, Rafael Andrés Carrillo, Matías Maestre y Genaro Antonio Díaz Carrillo, entre otros, desde la óptica de la resistencia cuenten su historia, canten a sus mujeres, describan la naturaleza y defiendan su cultura ancestral. Entre los decimeros kankuamos, el que mejor ha desempeñado el papel de juglar o cronista, es Antonio Joaquín Daza, nacido a finales del siglo XIX en Atánquez. A través de sus décimas se puede hacer un seguimiento cronológico e histórico de los hechos más importantes acontecidos durante la primera mitad del siglo XX en el contexto mundial, nacional y local. Sus primeros versos muestran la percepción que tuvo de la Primera Guerra Mundial (1914-1918), conflicto que significó el declive de Inglaterra como potencia mundial y el posicionamiento de Estados Unidos de Norteamérica como nuevo imperio. El poeta kankuamo también muestra en una de sus décimas el papel que desempeñaban en el conflic-

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to naciones como Alemania, Inglaterra y Francia, y destaca el sufrimiento que representa la guerra para la sociedad civil indefensa, comparando sus efectos con los de la enfermedad del sarampión en los niños.

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Pero a la vez que relata la tragedia mundial, en otro poema recrea e informa a sus congéneres del asesinato (1914) de Rafael Uribe Uribe, ideólogo y caudillo liberal que había liderado la Guerra de los Mil Días y ejercía en el momento de su homicidio una fuerte oposición al gobierno conservador que desde 1886 se había instalado en el poder con el apoyo del presidente cartagenero Rafael Nuñez. Los versos ponen en evidencia la admiración que tiene Antonio Joaquín por el político y considera su muerte como una gran pérdida para la sociedad colombiana y para el partido liberal. El partido liberal Quedará vuelto una momia Porque ha perdido Colombia La cabeza principal Este noble general Que vencía los imposibles Y esos bárbaros temibles De corazón depravado Que yendo para el senado Mataron a Uribe Uribe En el período de tiempo que comprende estos dos hechos, Antonio Joaquín escribe la décima titulada Unos vienen y otros van, cuyo contenido representa, sin proponérselo, una reflexión filosófica en torno a la muerte y al desprecio que los hombres de su época sienten por la vida, desde lo colectivo como es la guerra, y desde lo individual, implicado en la muerte de Uribe Uribe. El autor nos recuerda que la muerte es lo único seguro, y es la única que no tiene miramientos con nadie ni hace excepciones. Vienen como el carpintero Picando de uno en uno Y todos son importunos Sin tocar el desespero Sale el último sale el primero Allá todos son igual En ese mismo lugar Tenemos un solo envase Sin haber quien lo rechace Unos vienen y otros van 184

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Luego de estos dos hechos de trascendencia mundial y nacional, el poeta dirige su mirada hacia lo local y cotidiano; escribe versos dedicados a la mujer, destaca su belleza y capacidad para el amor: “Tú eres un gajo de flor / Que a mi me tiene penoso / Yo sería el hombre dichoso / Si consiguiera tu amor”. Junto a estos, escribe versos a manera de retos poéticos, al estilo de lo que muchos años después se conocería en el Festival Vallenato con el nombre de piquería. En esta décima el autor se compara con los animales más hábiles y feroces de su entorno geográfico y natural como la avispa, el tigre y la culebra: Soy abejón, soy avispa Yo soy alacrán de cepa Soy legítima tuqueca Soy la culebra que pica. Siguiendo con el análisis de la creación poética de Antonio Joaquín, vale la pena mencionar que después le dedica algunas décimas a los cambios de la sociedad del momento, como el uso generalizado del reloj de pulsera y el despertador. Con ello hace clara alusión al incremento del contrabando por los puertos del Caribe, y a la sociedad de consumo, en el sentido en que la sociedad indígena se homogeniza cada vez más con la occidental, para la que la racionalidad está medida por la concepción del tiempo en función del trabajo y de la ganancia económica, propio del modo de producción capitalista. Hay reloj en Donachuí, Yosagaka y La Macana En Chemesquemena hay fama Que más hay en Guatapurí En Atánquez hasta ahí Hay reloj en to’ las casas Hubo un tropel en la Plaza De tanto despertador Y dijo el cura temblor Señor se me cae la casa A partir de 1948, la creación poética de Antonio Joaquín vuelve a centrar su atención en los hechos históricos; pero para él tiene también mucha importancia un hecho local, como la caída del puente sobre el río Badillo: “El puente del río Badillo / se lo llevó la creciente/ ya se ha llevado tres puentes / tres capitales perdidos / en poco tiempo ocurrido”. Con la muerte del caudillo liberal Jorge Eliécer Gaitán (9 de abril de 1948) el decimero atanquero se vuelve a mostrar atento a lo que pasa en el país, el Golpe Militar de 1953 dado por el general Gustavo Rojas Pinilla y una facción del partido conservador, lo registró así: “Con el gobierno de Laureano / hubo una guerra civil / se vio si se acaba el país / si Dios no mete

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su mano/ él mandó a su apoderado/ para quitarle la intriga / el mismo Rojas Pinilla / un militar influyente”. Y, posteriormente, con sus versos registró la caída el 10 de mayo de 1957 del dictador de la siguiente forma: “Bien le fue a Rojas Pinilla / cuando desterró a Laureano / y a él le tocó el diez de mayo / que también perdió la silla”.

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En el contexto general, resulta importante puntualizar los distintos caracteres en que se movió la décima, como ejercicio creativo literario y como una forma de registrar la historia regional de Atánquez. Un primer elemento lo constituye la función de la décima en el medio social local. Por un lado, la labor de componer décimas no estaba distante de la labor de cantarla. Por función, en la región de Atánquez, decimero es tanto el que compone como el que canta. Así, el más grande decimero nacido en esta región, Antonio Joaquín Daza (Atánquez, 1896-1959), nunca fue considerado un cantante de décima: “Era muy lento para el canto”, sin embargo lo que aún se conserva de su repertorio poético se debe a los que teniendo vocación para el canto, lo guardan en la memoria y lo cantan: Matías Maestre, Genaro Díaz Carrillo, René Martínez y José María Rodríguez. Un segundo elemento lo constituyen las posibilidades escriturales y los alcances de la memoria del compositor. En los distintos momentos del proceso, algunos eran capaces de escribir y los demás preservaban sus composiciones en la memoria. Para Antonio Joaquín, la creación de la décima suponía un ejercicio sosegado de indagación y de escritura. Para Rafael Andrés Carrillo, la creación es un ejercicio de indagar, crear y memorizar. En el mismo orden, surge la figura del decimero intérprete, que acciona como un alter ego del compositor y guarda en la memoria y en el ejercicio del canto de la décima los repertorios. Entre estos últimos podemos mencionar a Juan Enemías Guerra, Matías Maestre, Juan Félix Gutiérrez, René Martínez y Genaro Díaz Carrillo. La décima atanquera, vista en una línea histórica, cuenta con dos grandes exponentes: Antonio Joaquín Daza y Rafael Andrés Carrillo. El primero marca un período de más de cuarenta años (1916-1956). A su sombra surgieron otros decimeros compositores menos prolíficos como: Juan Enemías Guerra, Matías Maestre y Genaro Antonio Díaz Carrillo. Acerca de la producción poética de estos últimos, no se conoce un repertorio amplio. Los versos de Juan Enemías Guerra nos remiten a la actividad de la cacería a través de la fábula y la exageración, y al aspecto religioso de orden católico; en tanto que el centro de atención de Maestre es el amor, y sus versos tienen gran fuerza la lírica. Díaz Carrillo, por su parte, describe una serie de hechos relacionados con sus experiencias vividas en pueblos de la Costa Atlántica y los Santanderes, y en forma jocosa se refiere al sexo femenino. Algunos de esos versos dicen: “Fui a unos pueblos de Bolívar / y a otros de los Santanderes / y he conocido mujeres / que tienen ciencia divina / también yo fui a Barranquilla / recorriendo la región / y conociendo embarcación / hasta puerto de Colombia / y el que sepa que componga/ con la misma explicación”. 186

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Rafael Andrés Carrillo (Atánquez, 1939) pertenece a una generación posterior a la de Antonio Joaquín, pero su producción es más abundante. A través de la décima trata diversos temas: el amor, el desengaño, las fiestas locales, la política, el diablo y algunos cuentos relacionados con la cacería, recreados por el imaginario popular: “Como estaba un poco flaca / Me dio muy poca manteca / Pero a resumida cuenta/ Me ha dado doscientas latas / Bastante persona manca / Estoy curando con ella / Hay mucha persona ciega / Que ha quedado curada/ Señores maté una iguana / Pues me llegó la debuena”. Así como sus versos hacen gala de la imaginación del autor, también tienen una gran carga de ironía al referirse a las traiciones de amor y a los hechos demagógicos protagonizados por los políticos: “Aquí llegan politiqueros / que no se sabe de dónde / alguno por sobrenombre / los llaman acaba pueblo / también conozco atanqueros / que vienen cada dos años / con los mismos engaños / y las mismas promesas / unos canallas sinvergüenzas / que no les importa un carajo”. Sus versos también destacan hechos del entorno geográfico del actual resguardo de la comunidad indígena kankuama, como el Festival celebrado cada año en Atánquez: Ha nacido un Festival El de la Sierra Nevada Trae su leyenda kankuama Y su música cultural Como pueden apreciar Fui nacido y bautizado En este pueblo tan hermoso Hasta me siento orgulloso De haber nacido kankuamo Finalmente, es preciso que señalar que la décima y los decimeros de Atánquez son la expresión del sincretismo cultural de un pueblo que resiste con dignidad a ser homogenizado por la sociedad y la cultura nacional dominante. En las páginas que siguen el lector encontrará la obra poética de los principales decimeros pertenecientes al pueblo indígena kankuamo. Nuestra intención es hacerles un homenaje a estos improvisadores del verso popular y a lo que queda de sus obras, asumiendo en nuestro caso la misión de arqueólogos de rescate, para evitar que estas últimas piezas de la palabra y de la memoria kankuama se pierdan definitivamente y queden en el olvido.

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II. DECIMARIO UNOS

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VIENEN Y OTROS VAN

AUTOR: ANTONIO JOAQUÍN DAZA, 1921 Unos vienen y otros van Una pregunta señores A los médicos y doctores Se los va a ganar un charlán Vienen como el carpintero Picando de uno en uno Y todos son importunos Sin tocar el desespero Sale el último sale el primero Allá todos son igual En ese mismo lugar Tenemos un solo envase Sin haber quien lo rechace Unos vienen y otros van El indio con su mochila Y el médico su botica El indio también indica Y manda dar medicina Yo no respondo si hay liga O algo a sus rededores Pues todas son sugestiones Cuando la muerte nos apura Siempre va a la sepultura Una pregunta señores Pues allí en el consultorio Donde el doctor Ciro Pupo Toditos llegaron en grupo Lo mismo donde Jerónimo Pero yo en mi repertorio Me excusan mis impresiones Y alguno que las valore Y vino a dar Casimiro El indio si es distinguido A los médicos doctores 188

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Recorrí toda la zona Y volví a la capital Y en la Clínica Central Los grandes lo decepcionan Siendo una buena persona De criterio y capital Nacido en Valledupar Caballero de la ciudad Les voy a decir verdad Se los va a ganar un charlán.

ARGUMENTO AUTOR: ANTONIO JOAQUÍN DAZA, 1923 Soy abejón, soy avispa Yo soy alacrán de cepa Soy legítima tuqueca Soy la culebra que pica Soy más suave que la seda Soy más dócil que la lana Soy el sol en la mañana En los días de primavera Pero a las malas soy fiera No soy tigre por la pinta El que conmigo deslinca Tiene que estar preparado Aunque se apure lo agarro Soy abejón, soy avispa Soy más dulce que el azúcar Soy canela en paladar Soy de ciencia natural Soy árbol de buena fruta Pero a las malas resulta Que soy la raya secreta También soy león que trepa Soy la marimonda en rama Soy el ciempiés, soy la araña Yo soy alacrán de cepa Soy arroz, soy manteca Becas culturales en investigación sociocultural en historia regional y/o local del departamento del Cesar _______________________

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Yo soy el huevo estrellado Soy el plato preparado Dispuesto para la mesa

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Puedo decir con certeza Soy legítima región Soy del mar el tiburón Conmigo no hay quien se meta Soy pues de los animales Yo soy el propio Salvaje Soy legítima tuqueca Si por ofensa me sacan Diciendo que tengo coto No he sido ladrón ni loco No se me conoce tacha Las mujeres y las vacas Por raza se solicitan La mujer es la que pinta Porque el padre es el que engendra Y para esas lenguas sin rienda Soy la culebra que pica

EL

GAJO DE FLOR

AUTOR: ANTONIO JOAQUÍN DAZA, 1929 Tú eres un gajo de flor Que a mi me tiene penoso Yo sería el hombre dichoso Si consiguiera tu amor Tú eres la mujer más linda Que he visto en este lugar Eres un gajo de azahar Lirio blanco y clavellina Pero tú no te imaginas Prenda de mi corazón Perla de tanto valor Nacida en el hondo mar Ya yo deseo publicar Que eres un gajo de flor

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Como eres bonita y buena

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Estoy resuelto a quererte Pero creo que con la muerte Me sacarás de esta pena Yo tengo conciencia plena Que yo he de ser (el) dichoso Ámame clavel hermoso Hacélo de caridad Te ruego por tu mamá Que a mí me tiene penoso Como me encuentro afligido Cuando me pongo a pensar Que a mi no me dan lugar Para conversar contigo Deseo saber los motivos Por qué no puedo ser tu esposo Me encontraría victorioso Ángel de mi idolatría Si tú llegas a ser mía Yo sería el hombre dichoso Quiero decirte mi vida Que tengo mucho temor Porque yo de mil amor Se lo diría a tu familia Mi alma tengo dolorida Compláceme por favor Sufriendo sin comparación Por un tesoro tan fino Y moriré de martirio Si no consigo tu amor.

EL

SARAMPIÓN

AUTOR: ANTONIO JOAQUÍN DAZA, 1916 Cuando hablé con relación A la gran guerra mundial Se oye el rumor general Que entraba en la población ¡Qué ruina! ¡Qué situación! Becas culturales en investigación sociocultural en historia regional y/o local del departamento del Cesar _______________________

191

Cruza la ciudad samaria Esa guerra extraordinaria En ruina de nuestro país

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Hay gran clamor así ¡Pobre tierra hospitalaria! Un año tiene la guerra De los países de Europa Encarnada lucha asombrosa Que el mundo entero se entere Alemania, Francia, Inglaterra Esas tres naciones son Responsables sin perdón De tantas almas perdidas Y aquí la ruina extendida Da lástima y compasión Cuando la guerra mundial Estalló en la gran Europa Esta tierra laboriosa Comenzaba a progresar Había un entusiasmo tal En esa tierra humanitaria Pobre tierra hospitalaria Da lástima y compasión Sólo se oyen las plegarias Donde estalló el sarampión Además de la gran ruina Que ha tiempo se ha sentido Se ha propagado es decir Una epidemia maligna Que los médicos no atinan Cada cual da su opinión Y entran todos en cuestión Respeto este mal continuo Mueren tantos pobres niños Donde estalla el sarampión

192

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EL

PUENTE DE RÍO BADILLO

AUTOR: ANTONIO JOAQUÍN DAZA, 1948 El puente de río Badillo Se lo llevó la creciente Ya se ha llevado tres puentes Tres capitales perdidos En poco tiempo ocurridos Casi sin ningún intervalo De todas maneras es malo Pelear con un superior Si el castiga con razón Es bueno que nos dé palo El primero lo hizo Arlante Con vigas y con tablones A hombro y buenos sudores Todos los hombres de Atánquez Con interés bastante Eran dos hombres expertos Juventino y Don Gilberto Trabajando fuertemente Pero una horrible creciente Con furia eliminó el puerto Con relación al puente Hace falta en realidad Hoy sufre la humanidad Por una horrible creciente Hoy las cosas están más fuertes Los artículos subidos Sus precios equitativos Yo creo que sea de razón Para sacar el valor Y reponer lo perdido Las intenciones son propias El tiempo es el que decide Los ríos no son detectives Pero poco se equivocan Una creciente caudalosa

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Derrumba todo un tesoro Al rico lo deja en lodo Para que busque otro ambiente

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Si el río se llevó ese puente Así se los lleva todos Si el gobierno da el dinero Para reformar el puente Que lo dé y viva pendiente Que es un puente veranero Diciembre, enero y febrero Viene marzo, abril y mayo Escuche y ponga cuidado Que hay dos meses de creciente El río se llevó tres puentes Sin transcurrir tanto tiempo Le está bien a los mineros La eliminada del puente Ellos si vivían pendientes Porque son buenos lanceros Allí hay alcalde, hay tesorero Secretario y policía Pueden nombrar alcaldía En Mundo Nuevo los Lúquez Dijo Rodolfo que chupen Conmigo no hay mayoría Nombraron de tesorero Al señor Pedrito Lúquez Esto para que consulte Con todos los atanqueros Del Hatico y Rancholagoya Guatapurí y Chemesquemena Reciben tabaco y panela De Mojao un chinchorrazo Como dijo el indio Piazo Del atanquero moneda.

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LA

MUJER FEA

AUTOR: ANTONIO JOAQUÍN DAZA, 1938 El hombre para estar bien Busca una mujer bonita Si tiene hambre se la quita Y en todo siente placer El día que no tiene plata Ni rumores de comida Llama su esposa y la mira Ahí mismo el hambre le pasa Le da un besito y la abraza Y mastica al parecer Dios le pague a mi mujer Única flor que más quiero Mientras me venga el dinero El hombre para estar bien Si la busca malucona Con pintas hasta en los pies Cuando le traiga el café De la rabia no lo toma Y si es medio celosona Peleadora y maldita Para embromarle la pizca Viene y le pega un parchazo Para evitar este caso Busca una mujer bonita Si la mujer le da un beso Y se queda placentera Le hace un examen de cadera Y desayuna con eso Deja para el almuerzo La sobremesa es precisa La comida más exquisita Que tiene el (un) hotel central Y si el plato es regular Si tiene hambre se la quita Volvamos a la mujer fea

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Que es un purgante maluco Si por purgarse hace uno Enseguida le da diarrea

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Y lo invita a la pelea Que no lo deja comer Mejor busque queso y miel Con galleta y cocadita Tenga una mujer bonita Y en todo siente placer

PORQUE

NOS QUEDA EL DECIR

AUTOR: ANTONIO JOAQUÍN DAZA, 1950 Porque nos queda el decir De esos que son condenados Los mismos que se han prestado Para hacer cosa igual Siendo toditos hermanos Todos de un mismo color Porque sin revolución Matar este colombiano No fue un hombre apasionado Nada dejó qué sentir Matarlo el nueve de abril Estos malditos traidores Fueron los conservadores Porque nos queda el decir Todito el conservatismo El autor de esto es Laureano Por verlo bien presentado De eso nació el egoísmo Y del mismo patriotismo También metieron la mano Contribuyeron con el pago Esos malditos traidores El pueblo se los supone De esos que son condenados Se dijo que el obrerismo Éste lo tenía al frente 196

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Llegando a ser presidente Servía de favoritismo Pero por puro egoísmo Y la pasión de Laureano Contribuyeron con el pago Esos que fueron traidores El pueblo se lo supone Los mismos que se han prestado Por noble e inteligente Varios le tenían pasión Porque le tenían rumor Que iba a ser presidente La pugna la tenían siempre Por buen jefe liberal Porque trató de trabajar Y defender al obrero Que le aumentaran el sueldo Y hacer una cosa igual.

BOCADORÁ AUTOR: ANTONIO JOAQUÍN DAZA, 1959 Soy la bocadorá Que pica dos y tres veces Cuando la cuquean se crece Y la mordedura duele más Soy la culebra tigrita Con todo su movimiento Que del árbol más corpulento Me bajo por la ramita Soy víbora que cuando pica Es un dolor sin piedad Demora para matar Porque espera al curandero Mientras circula el veneno Soy la bocadorá Soy la culebra maraca Mejor dicho cascabel Soy sabanera también Becas culturales en investigación sociocultural en historia regional y/o local del departamento del Cesar _______________________

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Que pica cuando está guapa Soy la taya que pasa Y soy la alfombra que crece

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Que todo lo que se le atraviese Lo devora en realidad Soy la bocadorá Que pica dos y tres veces Soy la culebra pomposa Soy la culebra tita Pues todas vengan aquí Que soy la verrugosa (¿?) Soy la mapaná que choca Y culebra boa que crece Por mansedumbre parece Que no tuviera veneno Soy bocadorá si quiero Cuando la cuquean se crece Soy la culebra biuta No digamos crucecita Es la culebra que pica Que sin chocarla se enfuca Soy la doroy que busca Que canta en la madrugada Y como el injerto estaba En bocadorá y biuta Es un veneno que cruza Y la mordedura duele más.

MATARON

A

URIBE URIBE

AUTOR: ANTONIO JOAQUÍN DAZA (S.F.) Mataron a Uribe Uribe Un hombre tan importante Pues él trabajó bastante Por el gobierno que rige El partido liberal Quedará vuelto una momia Porque ha perdido Colombia La cabeza principal 198

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Este noble general Que vencía los imposibles Y esos bárbaros temibles De corazón depravado Que yendo para el senado Mataron a Uribe Uribe Desde la última elección De elegir al presidente Si este no es influyente Forman la revolución Concha tomó posesión Porque él fue el influyente Y tal vez en adelante Él lo hubiera reemplazado Y matar esos malvados a un hombre tan importante Ya se acabó la lumbrera Del partido liberal Con quién lo reemplazarán Si vuelve a haber otra guerra En la República entera Sin vacilar un instante Y con interés bastante Como buscar antes oro Ya lo juzgaban por godo Porque trabajó bastante La muerte de este señor La hemos sufrido mucho A él le faltaba poco Para ser conservador Un jefe tan superior Un militar tan insigne Hoy tenemos que sentirle Un hombre tan ilustrado Que estaba sugestionado Por el gobierno que rige.

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EL

CAFÉ DE TRINE DAZA

AUTOR: ANTONIO JOAQUÍN DAZA (S.F.)

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Hay un mango en Villanueva Que está en una parte fresca No le falta la cosecha Y Trinidad que lo riega Por su frescura ese mango Nunca le falta maduro Sea con luna o al oscuro Se le alcanzan con las manos Los vecinos van llegando Y enseguida los de afuera Tiene clientela segura Trinidad con sus amigos Y si el bando toca conmigo Hay un mango en Villanueva Se viene todo Mangaka Y allí todas sus vecinas Se repleta esa cocina Ni una gallera en la plaza El café de Trine Daza Supongo que no les cuesta El primer jarro se seca Y se compra de mañanita Los de atrás toman borrita Y no les falta cosecha Allí madruga Pedro Eugenio Y los hijos de Heroína Carlos, Chema, Cruzanta y Martina Y algunas veces Guillermo Pero dice Desiderio Que Trine toca corneta Para que la gente sepa Que ella es fuerte en Villanueva Y le da a todo el que llega Y está es una parte fresca

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Los que van para su roza

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En mula, burro o a pie Arriman a tomar café Según Silvestre Mendoza Para el buen tinto la prosa Y disimulando la pena Algunos cogen candela Para tomar el café Lo digo porque lo sé Y Trinidad que lo riega.

LOS

CINCO CENTAVOS

AUTOR: ANTONIO JOAQUÍN DAZA (S.F.) Niña con cinco centavos Quiero casarme contigo Y complacer a un amigo Después que estemos casados Con el mismo capital Seguiremos trabajando Niña de cuando en cuando Iremos a pasear De esto tengo que comprar Una parte en Maracaibo El mejor negocio que traigo Buenas ollas conseguí Y todas serán para ti Niña con cinco centavos Debo comprarte una casa Del todo bien arreglada En una parte adecuada Donde sea la mejor plaza Serás señora de plata Niña como te he ofrecido Cinco centavos sencillos Es el capital que tengo Esto te vengo ofreciendo Para casarme contigo

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Quiero irme a Barranquilla A comprarme otro negocio Si el de Maracaibo es poco

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Con esto quedas surtida Te compraré cien novillas Y trescientas de cuchillo Para que vivas de brillo Paseando de polo a polo Sé que a ti te queda todo Y complacer a un amigo Si quieres vivir en Cuba En Bogotá y Ecuador En Honda tengo un vapor Y dos en Buenaventura Rica quedarás criatura Con todo lo que te he dado Niña con cinco centavos Ascendimos al matrimonio Sé que a ti te queda todo Después que estemos casados.

LOS

LIMONES

AUTOR: ANTONIO JOAQUÍN DAZA (S.F.) Hoy se salen las niñitas Empezando a limoniar No tienen dulce ni sal Pero son ají que pica Dicen se salió fulana Se salió se puede creer Vamos a ver la mujer No tiene cuerpo ni alma Responsables son las mamas Que desde chiquitas cogen La almojábana y el pan Ellas mismas dan lugar ... ... ... ... ... ... ... ... ... Hoy se salen las niñitas. Si les dieran un banquito 202

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Un banco para sentarse

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Aún no fuera pa’ casarse Hacen un buen compromiso La niña es buena y de juicio Diez la pueden enamorar Y ella piensa en uno solo Pero le cogen a todo Empezando a limoniar Las madres son responsables Porque son apoyadoras Pues yo no digo que todas Todas no son iguales Les traen la libra de carne Y se ponen a esperar Que les llegue el bastimento Y les llega ese momento No tienen dulce ni sal El corte lo da fulano Los zapatos perencejo La peineta zutanejo Los polvos los da mengano Todo les llega a la mano En su cara limpiecita Peinada y de sortijita Con sus labios colorados Esperando enamorado Pero son ají que pica.

VALE

EL QUE TIENE

AUTOR: ANTONIO JOAQUÍN DAZA (S.F.) Vale un peso en el bolsillo Y saberlo sostener Y no se deshaga de él Porque pierde los amigos Sale un pobre a parrandear En medio de la semana Y lo entitulan por vago Y no halla qué murmurar Becas culturales en investigación sociocultural en historia regional y/o local del departamento del Cesar _______________________

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La pobreza es un raudal Fuerte en masculino Y lo actúan en femenino

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Porque cambia la oración Aunque no haya proporción Vale un peso en el bolsillo Sale un limosnero aquí A pedir una merced Unos arrancan a correr Otros se van a huir Esa es una gracia así Y no nos ponemos a ver Cuando no salga de él El pobre se va sujeto Pero si conserva un peso No se deshaga de él El rico por su riqueza Se pasea todos los días Lo aman con cortesía Y mayor delicadeza Hablan de lo que profesan Del buen estar que poseen Y como también se creen Que inmediato están al cielo Bonito es tener dinero Y saberlo sostener Todos los días se está viendo Y no ponemos cuidado Somos tan descrisolados Que no estamos en acuerdo Que esta vida es un infierno Sólo el rico es preferido El pobre no tiene abrigo En este mundo tan cruel Así que no pierda el bien Porque pierde a los amigos.

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ANTES DEL GOLPE

AUTOR: ANTONIO JOAQUÍN DAZA (S.F.) Dicen que el gobierno es malo De los buenos es lo mejor Calmó la revolución Que tenían contra los Llanos Le quitó el mando a Laureano Hombre sagaz y elocuente Dejó de ser presidente Hoy manda Rojas Pinilla Es poderoso en la silla Un militar influyente Con el gobierno de Laureano Hubo una guerra civil Se vio si se acaba el país Si Dios no mete su mano Él mandó a su apoderado Para quitarle la intriga El mismo Rojas Pinilla Un militar influyente Es el noble presidente Es poderoso en la silla Tres años mandó Laureano Fueron de temeridades De incendio, atropello, sangre Eso fue un gobierno malo Trató de eliminar los Llanos Con tropas y con guerrillas Pero Dios mirando arriba Le mandó su apoderado No es presidente Laureano Hoy manda Rojas Pinilla Dicen que Rojas Pinilla Le hizo el engaño a los Llanos Pero sí engañó a Laureano Porque le quitó la silla La República dio un viva

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Con alegría y emoción Y algunas madres de amor Por las tantas almas perdidas

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Decían que a Rojas Pinilla Lo mandó nuestro señor Hoy dicen que el mal gobierno Porque en sus leyes es estricto Maltrata al pobre y al rico Lo mismo al blanco y al negro Pues todo son atropellos Y de la misma manera En la República entera En toda la capital Nos manda es un militar Que lo repudie el que quiera La crisis es general En todito el mundo entero Pues todos son atropellos Azotes del presidente Solo los terratenientes Que gozan de sus tesoros Los pobres sufrimos todos Con grande calamidad Pero sí con libertad Para no sufrir de un todo.

EL

GOLPE

AUTOR: ANTONIO JOAQUÍN DAZA (S.F.) Bien le fue a Rojas Pinilla Cuando desterró a Laureano Y a él le tocó el diez de mayo Que también perdió la silla Sus riquezas son perdidas Se las quitó a la nación Salió el grande varón Un militar influyente Dejó de ser presidente Por declararse ladrón 206

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Después de ser un teniente

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Un buen jefe militar Pues tuvo la sucursal Y alcanzó a ser presidente Y después terrateniente Dueño de todo el tesoro Con su riqueza en todo Se la quitó a la nación Todo para su jolgor Ya él se creyó siendo solo. El ensayo subversivo Del señor Rojas Pinilla Que la República escriba No como ser su enemigo Y verlo tan parecido Y saber que un colombiano Alberto Lleras Camargo De criterio eficiente Destituyó a un presidente Dándole golpe de Estado Los tres años de gobierno Que ejerció Rojas Pinilla Él dejó la patria herida La aporreó contra el suelo Y en las noches de desvelo No tuvo amor a su madre Ni por los grandes valores No supo amar la nobleza Solo atendió la riqueza Fue un gobierno irresponsable.

EL

TROPEL GUATAPURERO

AUTOR: ANTONIO JOAQUÍN DAZA (S.F.) De Guatapurí me cuentan Que ha aterrizado un avión La gente de esa región Abriendo y cerrando puertas Con las manos en la cabeza Becas culturales en investigación sociocultural en historia regional y/o local del departamento del Cesar _______________________

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Pidiendo misericordia Rosa Mercedes y Victoria Pidiendo a Dios confesarse

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Que estaban para acabarse Se había llegado la hora Casimiro y la mujer Precisan en la carrera Pasaron por donde Arcelia Y se fueron a perder Ya yo no alcanzo qué hacer Dijo Arcelia con temor De Tibe denme razón Mis hijos qué se me han hecho Yo quiero seguir derecho Y llegar donde Ramón Josefina con Perfecta Dilia Hernández y su familia Con Guarda estaban reunidas Diciendo este es el planeta Es una guerra secreta Tenemos revolución Misericordia Señor Nos llevan para Alemania Hoy Guatapurí se acaba Ha aterrizado el avión Pues bien Silvestre Pacheco Parece un lobo marino Por el río salió sin tino Y resultó donde Modesto En una cama de puerco A donde ensuciaba Dioselina Ella le dio una camisa Y una manta de su mamá Y siempre salió a La Macana Junto con Andrés Ariza Por Adelaida Montero Fue que el avión aterrizó Por un carajo que echó 208

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Y oyeron los avioneros La hija de Meche Romero Cuenta la historia distinta Su papá tiene una finca Que se llama Fundación Y su mamá de impresión Se quedo muerta listica Sixta Pacheco, Magola Y Juana Mindiola lloraban Por todos lados gritaban Pidiendo misericordia Unos decían que Victoria Había caído de espalda Y la lloraba Adelaida La mujer de Casimiro La contemplaba el Yiro Gume, Luís Guillermo y Juana Cuando el avión aterrizó Al frente de donde Alejandro Unas que estaban hilando Arcelia sí se ensució José de la Cruz se enderezó Salió para La Macana Él iba en busca de Salva Según dijo Evangelina Y no meterse en la cocina Ahí no le pasaba nada El tropel de Evangelina Cuando el avión aterrizó Sin cura se confesó Encargando su familia Porfirio cuídeme a Otilia Mis hijitos de por Dios De cuatro me llevo dos Eso no tiene remedio Y dos quedaron sin dueño Cuando el avión aterrizó

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En la familia Bolaño He conocido el valor De Chava en combinación

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Llorando rezó un rosario Toño mis escapularios Se los lleva para la calle Son míos no son de nadie Eso nadie me lo quita Yo tengo un ají que pica Por eso me lo dio el padre Celfida según me cuentan La hija de Sixta Pacheco Dejó una casa sin techo Y se echó una trapamenta La niña sí es de vergüenza Yo le concedo razón Cuando aterrizó el avión Se puso muda y no hablaba Pues de eso se puso gaga Y quedó en combinación.

EL

RELOJ

AUTOR: ANTONIO JOAQUÍN DAZA (S.F.) Ahora fue que me di cuenta Ahora sí se me ocurrió Una abundancia de reloj Ni fruta en buena cosecha Ni las coqueras de Fonseca Y las piedras en Villanueva En La Sierrita talegas Y godos en Chiriguaná Y biutas y bocadorás En la Zona Bananera En la provincia de Padilla De Riohacha para acá Hubo una gran tempestad De reloj de Barranquilla Llegó hasta La Guajira 210

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De Fonseca hasta San Juan A la Junta y Patillal También llegó el terremoto De tantos relojes locos Que en esa fábrica hay Del Paso pa’ los Venaos’, La Paz, Valencia y San Diego Llevaron a Pueblo Bello Un lote con los pescaos’ Para vender disvariados En todo San Sebastián Los curas compran y dan Es una venta común A donde Duane Egunsún Hasta en Mapurito hay Hay reloj en los Corazones, En Las Raíces, El Javo y Guacoche En Ariguaní y Los Besotes En toditas esas regiones Hoy el mundo se compone De fantasía y pretensiones En las mujeres el fajón En señoritas y señoras Que motiladas son bolas Voy a decirles mejor Hay reloj en Donachuí, Yosagaka y La Macana En Chemesquemena hay fama Que más hay en Guatapurí En Atánquez hasta ahí Hay reloj en todas las casas Hubo un tropel en la Plaza De tanto despertador Y dijo el cura temblor Señor se me cae la casa Entre La Mina y Mojao, Pozo Oscuro y el Hatico Pasan a los Brazilitos

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Francisco no ha comprao’ Hoy la venta es de contao’ Una cosita mogolla

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Del Pantano a Rancho de la Goya Le gustan las cosas buenas En El Cerro y Malimena Los relojes están de moda Hay reloj donde Merejo Manuel y José García En esas recorrerías En la capital del Cerro No tienen Marco ni Alejo José Manuel ni Santiago No saben lo que es horario Ni menos de minutero Porque su nombre es cerrero Y su apellido Malayo.

LA

GUACHARACA

AUTOR: JUAN ENEMÍAS GUERRA (S.F.) Yo maté una guacharaca Para sostener mi familia He vendido veinte libras Dejando para la casa Esta es una carne muy fina Preferida entre los ricos Una libra de esterlina Me ofrecieron por el pico Y yo como no necesito Porque soy un hombre de plata Yo compré doscientas vacas Con los terneros chiquitos Y a todos les doy aviso Que maté una guacharaca A la bulla de mi feria Bajaron de Nueva York Les pesé de la cadera Y cargaron varios vapor 212

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Al fin compré un balcón

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Tres pisos y cosas finas Compré una elegante silla Y compré un caballo andón Y esto es sin entretención Para sostener mi familia La manteca es muy amable Y buena para el pulmón Ha venido a repagarla La gente del interior Por fin vendí cien galón Y compré una tienda surtida Compra una cría de gallinas Pizco y pato plumudo Y solo he pesado un muslo Y he vendido veinte libras Con las cuerdas hice un violín Con él compré una estancia Y me embarqué para Medellín Para depender las patas Con la cría se adelanta Compre mula, cabra y ovejo Y doscientas yeguas de raza Y un burro hechor a la vez Y una finca de café Para el gasto de mi casa.

EL

PESO Y LA MEDIDA

AUTOR: JUAN ENEMÍAS GUERRA (S.F.) Traigo el peso y la medida Para pesar los cantores Mis versos se vuelven flores Como el pan de cada día Diciendo por la señal De la santísima cruz Donde padeció Jesús Sin pecado original Viernes se dejó amarrar Becas culturales en investigación sociocultural en historia regional y/o local del departamento del Cesar _______________________

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Viernes de los dolores Por manos del rey Herodes Maltrataron cuerpo entero

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Para pesar los cantores Traigo el peso y la medida Manuel Salvador salió Estando el vino disputando De reyes esta rodeado Y nadie lo conoció Él la palabra tomó Formando varias porfías Allí lo encontró María Bajo un nuevo testamento Quedaron los reyes suspensos Traigo el peso y la medida Herodes palmeteó su frente Cuando vio que era el Mesías Y la señora fue María Que le sentenció la muerte José se puso al frente Delante de los perseguidores Clamó por los tres corazones Y al Egipto se marcharon Y por cumplirse el mandato Mis versos se vuelven flores En manos de sus enemigos Él la palabra tomó Con sus manos consagró Hágase del agua el vino Y al mismo tiempo le dijo Que con qué se mantenía Que si cinco panes daría Para toda la tripulación Hizo el milagro el señor Con el pan de cada día.

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LE

DIO

DIOS

A LA MUJER

AUTOR: GENARO ANTONIO DÍAZ CARRILLO (S.F.) Le dio Dios a la mujer Para su remedio una fruta No es plátano, guineo ni yuca Pero se puede comer Por muy maluca que sea La carne siempre se come Se aliña bien y compone Y el hombre la paladea Es plato que el hombre desea Siempre para comer Y debemos de saber Que todos somos humanos Comerlo bien y pagarlo Le dio Dios a la mujer Es una fruta señor Que el hombre puede comer Sea grande o chica también Siempre tiene buen sabor Por buena no tiene olor Ni su presencia es maluca Siempre madura esa fruta Tiene su fecha marcada Y en esos días delicada No es plátano, guineo ni yuca Si en ocasiones el hombre Tiene hambre y nada con qué La mujer le acredita a usté’ En prestarle al que lo quiere Pagarle mal no se puede Porque a ninguno le gusta Decirle a una mujer puta Sin pruebas yo no lo entiendo Se lo dio Dios en el medio Para su remedio una fruta

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Llega el hombre a la cantina A pasar un rato contento Y lleva en el pensamiento

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Buscar la fruta prohibida Siempre busca la comida Para dormir con placer Que guarda bien la mujer Un plato bien aliñado Y aunque cometa el pecado Pero se puede comer.

VOY

ANDANDO

AUTOR: GENARO ANTONIO DÍAZ CARRILLO (S.F.) Hice una composición Que estaba en lejanas tierras Y la pudo hacer cualquiera Con la misma explicación De Atánquez yo fui a la Junta A San Juan y Villanueva A Fonseca hice carrera A hacer alguna consulta Allá hice una pregunta En punto de tomar razón Y me dieron definición De la Provincia de Padilla Y parte de La Guajira Hice una composición He recorrido en la zona Algo del departamento He recorrido en el centro En el país de Colombia Allí me llamó una señora También de lejanas tierras Me llamó pa’ que supiera Soy nacida en Nueva York Y yo hice la composición Que la pudo hacer cualquiera

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Cantando bajé a Badillo

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Pensando en la capital Y pasé a San Sebastián Un pueblecito de indios El que componga le digo Que nunca trate del tema Porque ahí vienen los problemas Y puede perder el juicio Yo también con el carrizo He estado en lejanas tierras Fui a los pueblos de Bolívar Y a otros de los Santanderes Y he conocido mujeres Que tienen ciencia divina También yo fui a Barranquilla Recorriendo la región Y conociendo embarcación Hasta el puerto de Colombia Y el que sepa que componga Con la misma explicación.

YO

SOY COMO EL ALACRÁN

AUTOR: RAFAEL ANDRÉS CARRILLO, 1966 Hoy maldigo en el momento Del día que te conocí Por estar confiado en ti Cometí ese cruel intento Dos mil veces me arrepiento Solo Dios sabrá el por qué Yo nunca me imaginé Que tú fueras tan traidora Maldigo hasta en la hora Cuando tus labios besé Yo sí estaba equivocado Con esta ingrata mujer Me acabo de convencer Que mucho querer es malo Cometió ese cruel pecado Becas culturales en investigación sociocultural en historia regional y/o local del departamento del Cesar _______________________

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De traicionarme con otro Se ha apoderado el Mañoco De espíritu tan negro

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Por el odio que le tengo No deseara ver su rostro La mujer que es traicionera Da a entender que es honrada Traiciona disimulada Aparentando ser buena La mujer es una fiera Y es un demonio completo Para referir el cuento Tampoco digo que todas Y si alguien se la toma Tiene el mismo entendimiento Hoy te arrepientes del lío De lo que hiciste conmigo Sigue tú por tu camino Que yo sigo por el mío La experiencia me ha servido De lo que conmigo hiciste No intentes de arrepentirte Porque en mí no habrá perdón Resiento en mi corazón El mal pago que me diste Yo me ponía a mencionar Al verme tan solo y triste La verdad es que te quise Y no lo puedo negar Todo haré menos llorar Por mujeres cuando menos Me parece que soltero Gozo la vida mejor Resiento en mi corazón Lo que en verdad no lo niego Muchos amigos sinceros Me daban a conocer Que esa ingrata mujer 218

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Iba a ser un cruel veneno Le puse bozal y freno Y no la pude amansar Le daba maíz con sal Y más resabios sacaba Y cuantas veces la montaba Se agarraba a corcovear Puedo ser un peregrino O el más perdido del mundo Pero sostuve el orgullo Que no me casé contigo Hoy ’tuviera arrepentido Lleno de inconformidad Qué negra felicidad Me hubiera tocado contigo Tengo que estar resentido Por esa cruel falsedad Eras una mariposa Y se te cayeron las alas Y hoy eres una campana Que todo el mundo te toca Eso es por ser vanidosa Por entrar donde no cabes Quisiste tener las llaves De los tesoros del mundo Yo soy aquel vagabundo Que me hizo falta nadie Si alguna quiere enojarse Porque yo hice esta poesía Pa’ vivir con quien vivía Mejor estoy en la cárcel Soy pobre pero aspirante En la vida venidera Le pido a Dios que no vuelva Aquella época pasada Me besaba y me abrazaba Y con otros hacía la guerra

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Yo tengo que convencerte De lo que conmigo hiciste No hay flor que no se marchite

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Ni árbol que no se seque No hay mujer que tenga suerte Con esa caricia cruel Con ese falso placer Quieren conseguir fortuna De mil mujeres habrá una Que sepa amar y querer Para un hombre jovencito Qué negro fue mi destino Dios me mandó por castigo Las siete plagas de Egipto Esa ingrata no me quiso Pero ni un solo minuto El cariño que me puso Fue de pura hipocresía Y ella tal vez se creía Que no le iba a coger el truco Me dejaste por ser negro Por ser pobre sin respaldo Y ahora quedaste bailando Sin música y sin parejo El engaño nunca es bueno El público se convence Yo más no pude quererte Porque fuiste muy traidora Y la infeliz dice ahora Que ha sido la mala suerte Esa ingrata no me quiso Así como la quise yo Porque ella me traicionó Lo mismo que Judas a Cristo Si hubiera tenido juicio Tranquila y feliz viviera Pero eres una culebra De un veneno muy antiguo 220

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Qué hombre vive tranquilo Con una mujer ramera Mira tú como has quedado Mujer infeliz traidora Como árbol que se deshoja Cuando hace fuerte el verano Escribo este desengaño En esta composición De la mujer sin honor Sin criterio y sin vergüenza Que al marido le aparenta Que protesta de traición Te voy a dar a entender Que soy un hombre orgulloso La saliva que yo boto No la vuelvo a recoger Eva la primera mujer Engañó a su esposo Adán Empezó el pecado a reinar En esta generación Si su alma tiene perdón Pues no hay pecado mortal Recuerdo de la malvada La noche que se salió El cielo se encapotó Y las estrellas no alumbran Al despuntar la mañana Se quiso eclipsar el sol Contemplando la traición Que a mí me sucedería Y aquella dulce alegría Se convirtió en decepción Terminará mi poesía Mencionado aquellos tiempos Tengo ese resentimiento De la mujer que fue mía Se terminó mi agonía De cuando yo fui tu esclavo

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Sufrí mi dolor callado Fui más que un majadero Y quedaste igual que el perro

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Cuando le mochan el rabo.

HA

NACIDO UN FESTIVAL

AUTOR: RAFAEL ANDRÉS CARRILLO, 1984 Ha nacido un Festival El de la Sierra Nevada Trae su leyenda kankuama Y su música cultural Como pueden apreciar Las señoras visitantes Tantas cosas importantes Que hay aquí en nuestra región Principalmente el folclor Que no lo hay en otra parte Atánquez tierra querida Como muchos la conocen Donde se hace el alfandoque El chinchorro y la mochila Sus mejores atractivos Embellecen a mi pueblo Con razón el forastero Que viene no quiere irse Donde se trabaja el fique En diferentes modelos Hago esta composición En la tierra de la carrumba Donde la cera y la pluma Hacen parte del folclor La tierra del amor amor Por qué no decirlo así Bien sabemos que es de aquí Aunque digan es de otra parte Así se canta en Atánquez Cuna donde yo nací

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Pueblo con angostas calles Frente al cerro Juaneta Donde la naturaleza Nos brinda un bello paisaje Se oye el canto de las aves Al llegar la madrugada Y se despiertan las aguas Del caudaloso Candela Con un collar de leyenda Desde la Sierra Nevada Querida tierra kankuama Yo traigo aquí en mi cerebro Unos versos decimeros Pa’ cantarle con el alma Tierra bendita y sagrada Por mi señor soberano Fui nacido y bautizado En este pueblo tan hermoso Hasta me siento orgulloso De haber nacido kankuamo Yo digo que el Festival Merece muchos laureles Por sus hermosas mujeres Y su música regional Y se oye un carrizo trinar Con su dulce melodía Y se baila con maestría La música típica de gaita Carrizo, caja y maracas Folclor de la tierra mía Nací a orillas del Chiscuinya Muy cerca del Murundúa Entre sereno y garúa Empezó a navegar mi vida Allí adquirí disciplina Le puse amor al folclor Cantándole a mi región De una manera y de otra

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Y con inspiraciones propias Le canto a mi población

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Desde niño he conservado Lo que estoy cantando ahora Dibujando en mi memoria Muchas cosas del pasado Yo me siento más kankuamo Cuando le canto a mi tierra No puedo olvidarme de ella Ni tengo con que pagarle Por eso vengo a cantarle Estas coplas decimeras Hay momentos que yo pienso Que aquí en mí querida tierra Debo dejar una huella Dibujada con mis versos Mencionar aquellos tiempos Es revivir la alegría Y con dulce melodía Debo resguardar mi pecho Por la alegría que yo siento Le canto a la tierra mía Lo que corre por mis venas No lo puedo ocultar Por eso quiero cantar La décima de mi tierra Atánquez por tu leyenda Hoy tus hijos te respaldan Carrizo, maraca y caja Es tu música cultural Ha nacido un Festival El de la Sierra Nevada.

LOS

POLÍTICOS

AUTOR: RAFAEL ANDRÉS CARRILLO (S.F.) Pasaron las elecciones Las del 9 de marzo Unos alegres y otros guapos Como en las pasadas ocasiones

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Liberales y conservadores Terminaron su campaña Con anzuelo y carnada Me decía a mí un candidato Tengo soga con buen lazo Buenos cuernos y buenas garras Al partido liberal En las elecciones pasadas Les fue bastante de mala En el juego electoral No sacó ni un concejal Hubo muchos candidatos Mucho promesero falso Que no le paran ni bola Y cuando se llegó la hora Les cayó el rejo en los cachos En otros tiempos han ganado Tres y cuatro para el concejo Unos han salido buenos Y otros se han pasado de malos Tampoco digo fulano Porque alguien me coge rabia Cuando andan en sus campañas Son más mansos que un ovejo Y cuando les crecen los cuernos No les importa un caramba Que vida sabrosa y fresca Es la de los politiqueros Sea en verano o en invierno Recogen buenas cosechas Con ron y camisetas Embolatan a unos pocos Conquistadores de votos Cariñoso y sonreído Sin color en el partido La política es el negocio Yo por eso no me acerco Donde hay manifestaciones

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Ahí están los tiburones Y después me ganan de cuento Muchos se pasan de necios

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Los pescadores de votos Viven de ese negocio Como fulano y mengano La verdad que los honrados Están quedando muy pocos Aquí llegan politiqueros Que no se sabe de dónde Algunos por sobrenombre Los llaman acaba pueblo También conozco atanqueros Que vienen cada dos años Con los mismos engaños Y las mismas promesas Son canallas sin vergüenza Que les importa un carajo En las elecciones pasadas Por un mal entendimiento Unos quedaron contentos Y otros quedaron con rabia Se le cayeron las alas A un pájaro volantón Como un cóndor quiso ser Para volver al espacio Luego darnos garrotazo Como en pasadas ocasiones Volvamos al liberalismo Es una cosa increíble Todo se hizo imposible Por un mal entendido Había más cacique que indio O más candidato que votante En esta forma no es fácil Que se consiga la unión Cuando vuelva a ver elección Cuídense de no quemarse. 226

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OFRECIMIENTO

DE DIABLO

AUTOR: RAFAEL ANDRÉS CARRILLO, 1961 El día primero de mayo En la noche me perdí Cogí un camino me fui Y sentí que me llamaron La voz se me fue acercando Diciéndome caballero Tengo gusto en conocerlo Y el placer es mío Y cuando mi mano le di En mi alma sentí un recelo Me agarraron por la mano Me condujeron a un bosque Esa tenebrosa noche Me hizo propuesta el Diablo Me daba por cinco años Cien mil pesos en plata Y una cría de gallinas Que ponían huevos de oro Es muy poco ese tesoro Para venderle mi vida Para mi sería un placer Que me diera un edificio Que tenga quinientos pisos Para vivir con mi mujer Ocho mil reses también Que sean de raza extranjera Tres mil hectáreas de tierra Con una parte de paja Y una posesión dorada Que ilumine una estrella El diablo me aconsejó Dígame querido amigo Reniegue desde el bautismo Y los mandamientos de Dios Y el firmamento tembló

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Cuando el Diablo cantaba Resonaba en las montañas El eco de Lucifer

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Y me decía Rafael Me llevaré cuerpo y alma El diablo se trasformó Volviéndose una paloma Y me hacía varias maromas Cuando le cantaba el credo Nuevamente yo me quedo Como cualquier caballero Le iba perdiendo el miedo Y más me le iba acercando Y cuando cantaron los gallos El diablo salió corriendo.

LA

SABIDURÍA KANKUAMA

AUTOR: RAFAEL ANDRÉS CARRILLO (S.F.) No es porque yo sea tan viejo Pero tengo mucha historia Lo que tengo en mi memoria A mí me sirve de recuerdo Poco a poco fui aprendiendo Con Juan Tomás Villazón Fue mi primer profesor Él me entregó la bunkueca Canté con mamo Güingueka Hijo además de esta región Yo sé del mamo Catarro Yo me conozco ese cuento Hay un viejo pagamento Debajo del campanario Tengo otro sitio sagrado Donde se despide la Sierra Y allí nace una leyenda Lo cual no hay hoy ya ni rastro Y allí bailé con Ciriaco El baile de la Mayemba 228

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Conocí un mamo maluco Llamarse Antumiguel Ese si me dio poder Pa’ reviví’ a los difuntos Con Kuindonoma fui junto A la población del Molino Tres días después fue traído Metido en un sususcaro Yo sé donde está enterrado Este viejísimo amigo Yo fui allí a Dumakatuskua Ahí vivía el Mono Chuchú Mamo de mucha virtud Deseé hacerle unas preguntas Él si me dio buenas puntas Y me entregó sus poderes Aunque lo duden ustedes Todo eso yo lo conservo Y él si me enseñó el misterio Del Buinkuitsi y Mamayere Tuve la oportunidad Con un mamo que si sabía Llamaban Jesús María Hermano de mi papá Él se mandaba amarrᒠY se zafaba con secreto Yo me aprendí en todo eso Lo cual no lo he practicado Qué se me habla a mi de mamo Si yo conozco ese cuento Tuve buenas enseñanzas Con muy buena disciplina Con Belacho y con Polinga Y otros más que se me escapan Yo recibí de Tutaka Su sagrada Teruarica Y recibí la reliquia Lo cual conserva mi cuerpo

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Y me enseñó el pagamento Del pozo del Machindika

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Yo me encontré el susukaro Que usaba la Kanduruma Y si alguno tiene duda Yo allá lo tengo guardado Por Kuriba fui enseñado Y por el mamo Pachequito Me dio de todo un poquito De lo malo y de lo bueno Por esa razón conservo El sombrero del Silborcito Isidro Gutiérrez un mamo Respetado por su fama Era quien llamaba el agua Cuando hacía fuerte el verano Con su botella en la mano Salía a recorrer el pueblo Avisando que el invierno Llegaba en cualquier momento Y antes de llegᒠal pagamento Se esmandaba un aguacero Yo fui el que ayudó a sembrar La palma de la Corúa El árbol del Murundúa Y muchos árboles más Desde muy temprana edad Llevaba la inclinación De un día sé un superior Con este noble poder Deseoso por conocer A Nolasco Villazón Así fue pasando el tiempo Y me despedí de esta tierra Fui a tener a Malimena Donde Catalina Herrón Recorrí todos esos centros Y a Avingüe vine a parar 230

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Conviví con Baltasar

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Un mamo que sí sabía Con Ramonita y la Yuía Me hice más profesional Luego fui a Pozo Oscuro Con Casimiro y otros más Con mi mochila terciᒠCon mi poporo y mi chukuno Fui de buena y oportuno En lo que yo andaba buscando Y fui guiado por los mamos A una sagrada piedra Donde se coge la piedra Para trabajᒠel Kankuamo Una saga que vivía Por allá en la Trabajosa De verla linda y hermosa Bailé la kansamaría Allí duré veinte días Concentrado en la Kunchama Se fue extendiendo mi fama El poder que ella me dio Por eso a mi me quedó La sabiduría kankuama.

LA

IGUANA

AUTOR: RAFAEL ANDRÉS CARRILLO (S.F.) Maté una gallina chauta O mejor dicho una iguana La gente quedó espantada Al verle cuerpo y patas Se me ha llenado la casa Como si fuera un mercado Pude venderle el rabo De la parte más delgada Les daré una propaganda De la iguana que he matado

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Seguiré la propaganda De la iguana que maté Del rabo yo le pesé

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Unas cuatro toneladas Eso ha sido sube y baja De la gente de la plaza Como la carne es barata Sana y muy preferida A diez cincuenta la libra Vendí la gallina chauta La panza la negocié Por mil docenas de mochilas Cien puercos, veinte novillas Y cien quintales de café Con esa plata compré Un edificio en Caracas Me gastaré la ganancia En un viaje a San Andrés Y a todos les contaré Maté una gallina chauta Como estaba un poco flaca Me dio muy poca manteca Pero a resumidas cuentas Me ha dado doscientas latas Bastante persona manca Estoy curando con ella Hay mucha persona ciega Que ha quedado curada Señores maté una iguana Pues me llegó la de buena La piel por ser tan fina Hice un negocio ordinario Eso hace de mil años Y todavía fabrican sillas No duden que no es mentira Eso fue una cosa exacta Me compré cuarenta casas Un yip y una camioneta 232

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Para salir de pobreza

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Maté una gallina chauta De los dientes y colmillos Fabriqué dos mil collares Fue el negocio más grande Que hice en Estados Unidos Tengo para vivir tranquilo Yo soy señor de corbata Pronto me voy pa’ Francia A pasar una temporada Y a darle la propaganda Que maté una gallina chauta No salgo solo un momento Por tanta gente malvada Tengo cinco guardaespaldas Para evitar un secuestro Ya me compré un armamento Allá en el mismo Alemania También espero de Italia Otras armas que encargué Y todo esto lo compré Con la plata de la iguana

POR

MEDIO DEL PENSAMIENTO

AUTOR: MATÍAS MAESTRE, 1965 Por medio del pensamiento Voy a dirigir estos versos Para que veas que te quiero Y te estimo vida mía Por lo que yo mantenía En el fondo de mi amor Hay veces que mi corazón Por ti vive agonizando Prefiero morir ahorcado Antes de olvidarte a ti Hay veces que me entristezco Y me encuentro pensativo No deseo de estar vivo Becas culturales en investigación sociocultural en historia regional y/o local del departamento del Cesar _______________________

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Para no vivir sufriendo Me dan ganas de llorar Pero vuelvo y me consuelo

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Cuando de ti yo me acuerdo Porque me duele olvidarte Y siempre debo de amarte Aunque no quieran tus padres Muchas veces estoy durmiendo Contigo despierto soñando Amanezco regocijao’ Y me parece que es verdad Mi pena podría calmar Por medio de este triste sueño Probando que si te adoro Y te quiero vida mía Aunque no quiera tu madre Te juro que no te cambio Por medio de este destino Yo te digo vida mía Te pienso de noche y de día Y no te olvido un momento Cuando estás lejos te pienso Y quiero verte presente Siempre te tengo pendiente Mi vida en todo momento Y si no me niegas tu esperanza Hasta la muerte te quiero Vida mía yo te contemplo En mis ratos de desvelo Cuando te veo me consuelo Y vuelve a revivir mi alma Prenda que siempre miraba Sin vacilar un instante Más claro no puedo hablarte Te lo juro vida mía Porque sé que en esta vida A ti sólo debo amarte Te digo prenda querida 234

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Dueña de todo mi amor Te digo que mi corazón Solo por ti te merece Hay veces que te prefiere Sin nada de hipocresía A la Virgen María le pido Todos los días del mundo Que mantenga el amor suyo Al pie de mi pensamiento Hoy te entrego mi cariño Por medio de un juramento Probando que sí te quiero Que creo decir verdad Tú debes vivir confiada Niña en tu fino amor Te digo que mi corazón Está resulto a quererte Te olvidaré con la muerte Porque ahí termina el amor A Dios le pido permiso Para seguirte amando Oye preciosa niña Contigo vivo soñando Si te llevaran de aquí Pa’ tierra desconocida Seré un loco perdido Hasta que no te consiga Te busco por todo el mundo Hasta el resto de mi vida Si tus padres no quisieran Que yo sea tu enamorado Alma mía yo me separo Y no volveré a tu casa Niña los tiempos se pasan Y cambian en todo momento Pero no tu pensamiento Porque tú eres de criterio Aunque tus padres no me vean

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Vida mía yo si te quiero Niña de tanto valor

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Que consuela el alma mía Hay veces que entre más días Te amo con más fervor Herido mi corazón Te digo con gran tristeza Mi alma está delirando Y aunque no gusten de mí Vida mía te sigo amando.

III. RESEÑAS DE VIDA ANTONIO JOAQUIN DAZA Antonio Joaquín nació en los últimos años del siglo XIX (1896), en Atánquez. Sus padres fueron Otoniel García y Antonina Daza. Aprendió a leer y escribir en la escuela que fundaron los curas en Atánquez. “Era un hombre despierto para la lectura” recuerda un anciano. Su vida transcurrió en el trabajo del campo y la composición de la décima. Algunos familiares cuentan que iba de tiempo en tiempo a Ulago a realizar ajustes de trabajo en las fincas. De sus estancias en Ulago se habla de la composición de numerosas décimas que iba consignando con su caligrafía delicada en sus cuadernos. Esos cuadernos no sobreviven. “Él dejó un baúl lleno de cuadernos llenos de décimas, pero eso se perdió”. Antonio Joaquín era un hombre lento para cantar la décima. Murió el 14 de mayo de 1959. Eran las cinco de la mañana.

RAFAEL ANDRÉS CARRILLO Cualquiera que llegue a conocer al señor Rafael Andrés, tropezará con una personalidad sincera y directa, y con un hombre enmarañado en sus múltiples actividades: agricultor cuidadoso, laborioso artesano de la madera, sigiloso conocedor de las virtudes curativas de las plantas de la región, depositario de una vasta memoria de la tradición kankuama, celoso capitán de los danzantes del corpus christi, y sobre todo, tejedor de rimas en estrofas de décima. Este hombre, nacido el 10 de julio de 1939, aunque en la cédula aparezca nacido en el 38, se autodefine como un agricultor y botánico. No aprendió a leer ni escribir. Sin embargo, podemos considerarlo como 236

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una de las figuras horcones de la décima atanquera, junto con Antonio Joaquín Daza. “Para la composición me valgo de la memoria” dice. El decimero Rafael Andrés empezó a componer en el año 1961, cuando era todavía un muchacho. De ese tiempo recuerda: “Como no sabía leer, las aprehendía y las cantaba. Compadre Matías era quien me corregía. La primera décima que compuse se llamó El encuentro con el Diablo” Rafael Andrés es un hombre con cerca de dos metros de estatura, que no renuncia a su sombrero de vueltas. Vive en una de las calles nuevas de La Lomita, en Atánquez. Allí, sentados en el fondo de cuero de su asiento ancestral, recuerda: “El lugar para cantar las décimas era la Piedra Atravesá’. Nos reuníamos en las madrugadas con compadre Matías. Nos gustaba cantar mucho La Honrada Isabel. Las radiolas acabaron con la tradición de las décimas”.

LUIS CARLOS ARIZA

JOSE MARÍA RODRÍGUEZ

MATÍAS MAESTRE

RAFAEL ANDRÉS CARRILLO

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VIDA

SOCIAL, POLÍTICA Y ECONÓMICA

DE LA MUJER EN

VALLEDUPAR (1970-1990)

KATTIA ELENA ÁLVAREZ LEA* YALIDYS LORENA OLIVARES BAQUERO**

* xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx ** Socióloga de la Universidad Popular del Cesar. Investigaciones: “Valledupar: un intento de expedición por el olvido” y “Vida Social, Política y Económica de la Mujer en Valledupar desde 1970 hasta 1990”.

VIDA SOCIAL, POLÍTICA Y ECONÓMICA DE LA MUJER EN VALLEDUPAR (1970-1990)

INTRODUCCIÓN Escudriñar en el vívido mundo femenino es una tarea no poco compleja, puesto que en él se circunscriben sistemas conceptuales, culturales, sociales, valorativos, económicos y políticos, entre otros, que denotan la identidad del género femenino en la sociedad. Teniendo en cuenta la premisa anterior, este trabajo es un análisis sociológico de la incidencia de la participación de la mujer como actor social, de gran influencia política y de empuje económico en el desarrollo de la sociedad valduparense de dicho período. Efectuar este tipo de trabajo implicó llevar a cabo una investigación de tipo cualitativo etnográfico, ya que este enfoque permite crear una imagen realista y fiel del objeto estudiado, al apoyarse en la convicción de que las tradiciones, roles, valores y normas del ambiente en que se vive, se van internalizando poco a poco y generan regularidades que pueden explicar la conducta individual y grupal en forma adecuada. Además, se emplearon técnicas e instrumentos de recolección de información como: documentos bibliográficos (textos, revistas), revisión de archivos notariales y de prensa, entrevistas de tipo estructural y encuestas, que permitieron contrastar ampliamente la información recogida. Toda investigación debe poseer unas bases teóricas que fundamenten la razón del tema estudiado. Esta, en especial, estuvo enmarcada en la historia de género, como una corriente que ha representado una de las áreas de mayor desarrollo en la historiográfia y, en general, en la sociología, a partir de la construcción de sujetos de una realidad, en un tiempo y un espacio determinados. En este sentido, autores como Arlette Farge y Gisela Bock se constituyen en unas de las más importantes representantes de la historia de género, en cuanto plantean que los estudios de la mujer deben abarcar todas las áreas de la sociedad, incluyendo sus propias estructuras. A nivel nacional y regional, autores como Gabriela Castellanos, Luz Gabriela Arango, Elsy Bonilla, Miriam Gutiérrez, Darío Acevedo, Cecilia Montaño, Rafaela Vos Obeso y Acela Gutiérrez conforman el grupo de interesados por el tema de las mujeres en sus distintos roles. El sustento metodológico y teórico anteriormente mencionado hizo posible que la investigación arrojara los siguientes resultados: en el aspecto social, las mujeres tuvieron que luchar decididamente para ganar espacios en el complejo cultural de los roles establecidos de la sociedad valduparense, pero dicha batalla no se libró en el ardor de los movimientos feministas que para los años setenta y ochenta comenzaban a gestarse en el ámbito nacional, sino en lo que, a fuerza de trabajo, méritos y volunBecas culturales en investigación sociocultural en historia regional y/o local del departamento del Cesar _______________________

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tad, las mujeres fueron construyendo en la conciencia social de los demás individuos pertenecientes a su entorno (Valledupar). Dentro de este mismo acontecer, es relevante señalar que quienes protagonizaron dicho proceso eran las mujeres de las clases altas y las que, de alguna manera, hacían parte de la clase que ostentaba el poder tanto político como económico (esposas de políticos), mientras que las mujeres de clases medias y bajas poco o nada tenían que ver con lo que ocurría. Esto, por supuesto, no quiere decir que estuvieran al margen, sino que su condición económica, principalmente, las obligaba a permanecer dentro del sistema tradicional; en algunos casos simplemente no querían salir de ahí, pues estaban, por así decirlo, acostumbradas y se sentían a gusto.

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En el aspecto económico, el trabajo de la mujer fue la razón principal de engranaje del sector productivo, ya fuera como microempresaria (por ejemplo, trabajando en los frigoríficos de Coolesar), gerente (SENA, Avianca, ICETEX, ACOPI) o sencillamente como doméstica y campesina de la zona rural de la ciudad. Este desempeño económico dependió en la mayoría de las ocasiones de su estado civil (casada, soltera, separada, viuda), y de la clase social, como ya se mencionó en el párrafo anterior. El aspecto político fue quizás uno de los más convulsionados, puesto que en Valledupar primaban las ideologías y la conciencia social. Sin embargo, la mujer logró abonar ese terreno con buenas propuestas políticas que la llevaron a ocupar espacios en el Concejo, la Asamblea Departamental, la Alcaldía y la Gobernación. Gracias a la convocatoria para integrar a las valduparenses en el desarrollo de la ciudad, las dirigentes políticas pudieron codearse y trabajar junto a los grandes gamonales políticos de la época, y sentar un precedente en la cultura política de Valledupar. También es posible acotar que ellas hicieron parte de los partidos tradicionales (liberal y conservador) y de los de izquierda, y que en muchas campañas se unieron a los grandes de la política; por supuesto, se trataba de mujeres pertenecientes a la elite social y económica (mujeres de apellidos tradicionales o esposas de hombres de apellidos tradicionales). Todo lo anterior constituye, en pocas palabras, el recorrido de esta investigación que a continuación desarrollaremos más detalladamente y que seguramente se convertirá en uno de los trabajos más significativos del debate historiográfico y sociológico alrededor del mundo femenino y ofrecerá un amplio panorama de reflexión metodológica y conceptual, que propicie espacios en torno a cuestiones cruciales, aunque, lógicamente, estas no agoten el planteamiento de esta problemática. Es necesario tener en cuenta que la mujer, como actor social, en los últimos años ha manifestado avances de gran importancia en diferentes sectores de la sociedad, hasta llegar a definir un rol que la identifica en los procesos históricos. Las normas sociales han quedado relegadas a un 242

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segundo plano y, hoy día, las mujeres han desbordado el marco de su participación en la historia. Este precedente dio pie para plantear la investigación contextualizada en la vida social, política y económica de la mujer en Valledupar, desde 1970 hasta 1990, porque precisamente en este momento la mujer valduparense comenzó a destacarse como artífice del desarrollo de la ciudad, gracias a sus actividades encaminadas a participar en la producción económica, el trabajo de tipo social y su activa influencia política; todo ello enmarcado en lo que para entonces fue la creación del departamento del Cesar como especial coyuntura. Por tanto, fue primordial explorar la memoria colectiva, a través de entrevistas y encuestas a personas de las décadas de los años setenta y ochenta al igual que la revisión de archivos de entidades y de la prensa local, gracias a lo cual se halló valiosa información. Para ser posible esta investigación se tuvo en cuenta, el tiempo (1970-1990) y el espacio local (en este caso Valledupar) como ente activo en el proceso de reconstrucción de valores, creencias y costumbres que facilitaron el acercamiento a los comportamientos sociales y a las convenciones políticas y económicas de aquellos años. Esta investigación tuvo como principal finalidad abrir posibilidades inexploradas en la historia y sociología de la ciudad, pues ya no solo se trata de conocer la cultura vallenata, sino que, a través del vívido mundo femenino, es posible mostrar el desarrollo económico, las dificultades políticas y las implicaciones sociales de la mujer valduparense en el periodo estudiado. La investigación social e histórica en torno a las mujeres se ha efectuado desde una pluralidad de enfoques, métodos y esquemas interpretativos. Dentro de estos se encuentran la historia y la sociología, y entre ellas existen corrientes historiográficas de un gran bagaje teórico y metodológico variado. El posicionamiento de las mujeres en la sociedad, y el interés por hacer una historiografía de este implica la discusión de nuevos modelos interpretativos y nuevas categorías de análisis. Acerca de esto último, en el ámbito internacional hay un debate sobre aspectos tales como la utilización del género como categoría de análisis histórico, la relación existente entre género, etnia y clase, el problema de la periodización histórica y la definición del feminismo.1

1 Movimiento que propugna por la igualdad de derechos de hombres y mujeres, y la emancipación en general de la mujer.

Tales discusiones tuvieron su origen en el siglo XVIII cuando, durante la Revolución Francesa, filósofos y mujeres de letras proporcionaron la base ideológica del feminismo; se formaron clubes de mujeres republicanas que exigían que el trilema “Libertad, igualdad y fraternidad” se aplicara sin distinción de sexo. Así, apareció en 1791 la declaración de los derechos de la mujer y las ciudadanas, y en 1792 la vindicación de los derechos de la mujer, de la inglesa Mary Wollstonecraft. Estos intentos

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chocaron con el conservadurismo defensor de la familia tradicional y de las ideas cristianas sobre la autoridad del padre de familia, lo que produjo su frustración. Sin embargo, las tendencias a la reivindicación de la independencia personal de la mujer se vieron favorecidas por la industrialización, al exigir esta el trabajo fuera del hogar de un elevado contingente de mujeres asalariadas, que representaba una fuerte cantidad de mano de obra barata. La emancipación de la mujer ha sido siempre una reivindicación primaria de la izquierda socialista (Saint Simón, Fourier, Flora Tristán, marxismo) y de la polémica feminista desarrollada a lo largo de los siglos XVIII y XIX.

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En el campo intelectual, el acceso de las mujeres a la enseñanza secundaria solo se generalizó hasta después de la Primera Guerra Mundial, y hubo que esperar a que se acabara la Segunda Guerra Mundial para que ocurriera lo mismo con la universidad. Igualmente, con miras a la consecución del derecho al voto activo y pasivo (derecho a ocupar cargos oficiales) se promovieron intensas campañas de agitación y propagandas feministas, sobre todo en los países anglosajones, y esto fue logrado a partir de la Primera Guerra Mundial (en URSS y Gran Bretaña en 1918, y en EE.UU. en 1920). Con respecto a estos hechos, en América Latina aún no se sentía su influencia, y solo a partir de la década de los cincuenta se empezó a seguir los pasos que Estados Unidos y Europa habían dado con el feminismo. A partir de este momento la lucha de las mujeres por la igualdad se hizo insistente; hasta que, en el año 1957, para el caso colombiano, lograron el derecho al voto, constituyéndose en un gran ejemplo de sujetos activos. Ante esto, la búsqueda de la perspectiva histórica del género suscita preguntas que pueden ser claves para explicar la particularidad de su construcción en cada sociedad y en cada cultura. Por ejemplo, los avances realizados por el feminismo en el análisis del discurso de la modernidad occidental están empezando a responder el interrogante de cómo en una cultura y en un nuevo orden social y político, liberal y democrático, creador del discurso de la igualdad, la libertad y la ciudadanía, en el que se reconoce el sujeto social y político, las mujeres no solo quedaron relegadas y tuvieron que luchar desde entonces por sus derechos, sino que también perdieron poderes e influencias que tenían anteriormente. El debate en torno al género aparece en América Latina en la década de los noventa, aunque los primeros esfuerzos para introducir el género como una construcción cultural fueron realizados por Julieta Kirkwood, hacia 1982, a través de los Feminarios que impartía por aquellos años en Chile.2 En estos señalaba que la noción de género implica un posicionamiento teórico, al referirse a la relación entre lo femenino y lo masculino; la idea de género a su vez está ligada a la idea de diferencia. La 244

2 Kirkwood, Julieta. “Sexo género”. En: Feminarios, Documento/Mujer, Santiago de Chile, 1987. La muerte temprana de Julieta fue una pérdida indudable para el pensamiento feminista latinoamericano.

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VIDA SOCIAL, POLÍTICA Y ECONÓMICA DE LA MUJER EN VALLEDUPAR (1970-1990)

apuesta del feminismo “clásico” era por la igualdad y contra la desigualdad y pretendía tener un carácter universal; y por el contrario, el “postfeminismo se pregunta sobre las diferencias en las relaciones no solo entre hombres y mujeres, sino también entre las mujeres y la cultura”. Desde esa perspectiva, la historiografía feminista 3 contribuye a contextualizar nuevos problemas, señalando, a fin de cuentas con ironía, un “final de la historia” y un nuevo comienzo en el que todos los sujetos políticos están presentes con sus experiencias históricas entrelazadas en torno a las múltiples actividades sociales, políticas y económicas. En Colombia, el surgimiento de esta corriente historiográfica es más reciente. Algunos de los trabajos en este campo son expresiones valiosas, mientras que otros, en cambio, son producto de la adopción de una moda-comportamiento que, por cierto, parece ser una constante en el ámbito nacional y latinoamericano.4

I. REALIDADES Y PERSPECTIVAS SOBRE LOS ESTUDIOS DE MUJER 3 Se trata de la visión histórica de las mujeres desde el enfoque de la opresión, que las muestra como víctimas o de un patriarcado universal o del capitalismo, y de la nueva perspectiva que ofrece el enfoque del género, desde el cual las mujeres pueden visualizarse históricamente en posiciones más activas. 4 Aquí se dio un discurso sobre la población femenina, en la que la familia y la iglesia actuaban como instituciones normativas y garantes del mantenimiento del orden patriarcal, desarrollando la idea de “mujer moderna”. Este aspecto se encuentra ampliamente. En: Luna, Lola G. “Movimientos de mujeres, Estado y participación política. Una propuesta de análisis histórico”. En: Boletín Americanista, Nº 42-43, Universidad de Barcelona, 1993. 5 Sewel, William H. Jr. “Le Citoyen, la Citoyenne: Activity, Pasivity and the Revolutionary Concept of Citizenship”. En: Lucas, Colin (ed). The Political Culture of the French Revolution. The French Revolution and the Creation of the Modern Political Culture, vol. 2, Oxford, Nueva York, Peking, Frankfort, Sao Paulo, Sydney, Tokyo, Toronto. Pergamon Press, 1988. 6 Wills, María Emma. “La convención de 1821 en la Villa del Rosario de Cúcuta: Imaginando un soberano para un nuevo país”. En: Historia Crítica, Departamento de Historia, Universidad de los Andes, Nº 17, julio-diciembre de 1998, pp. 105-139.

Al estudiar el pasado de las mujeres, nos encontramos con una variable muy diciente: ellas constituyen la mitad de la humanidad e, incluso, son mayoría en algunos países, y han sido importantes en los períodos de la historia. Esto ha supuesto un importante punto de partida para que se haya dado inicio a las investigaciones dentro del marco de estudio de las mentalidades, a partir del análisis del género como categoría social. Tal estudio del pasado implica analizar aquellas condiciones y situaciones que la sociedad imponía para controlar el comportamiento de las mujeres. Por ejemplo, en países como Francia, los revolucionarios construyeron las categorías de ciudadanos activos: los hombres blancos con propiedad que pagaban impuestos y que obtenían por esas mismas razones el derecho a elegir y ser elegidos; y los ciudadanos pasivos: las mujeres, los hombres pobres, los de color, los ancianos, los niños y los dementes.5 Durante la Revolución Francesa, al final del siglo XVIII, las mujeres reaccionaron contra la exclusión y fueron reprimidas, y algunas de ellas, incluso, encontraron la muerte. Reivindicaban la igualdad de participación en la vida pública y denunciaban el despotismo de los hombres en la esfera de la vida privada. En Estados Unidos, cuando se instauró la democracia, ni los negros ni las mujeres fueron convocados a participar de la comunidad política; y en la Nueva Granada, en 1821, la Asamblea Nacional Constituyente decretó que solo serían sufragantes parroquiales los colombianos, los cuales solo podían ser los “hombres libres nacidos en el territorio de Colombia y los hijos de estos”.6 Por tanto, los reclamos feministas modernos, con sus distintas agendas, no

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surgieron frente a unas cambiantes y genéricas relaciones de poder entre hombres y mujeres, sino frente a aquellas que se instituyeron con el advenimiento democrático. A pesar de que las proclamas de libertad e igualdad para todos tuvieron resonancias emancipadoras frente al Antiguo Régimen,7 ordenado en torno a linajes, jerarquías y privilegios corporativos, las definiciones de ciudadanía que pusieron en pie las recién estrenadas democracias no eran incluyentes.

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En nuestro país, como en la mayoría de las naciones democráticas, el siglo XX inició negándoles a las mujeres el voto y la participación política. Además de esa exclusión, en Colombia los códigos civiles y penales establecían una serie de reglas y de sanciones que, por un lado, privaban a la mujer de cualquier posibilidad de construir una individualidad autónoma e independiente y, por otro, regulaban férreamente su conducta sexual. Los códigos civiles y penales y la Constitución de 1886 recogían y expresaban las reglas sociales que regían en su momento la conducta femenina y la relación entre hombres y mujeres. Estas leyes, no obstante lo que hoy se diga del derecho en Colombia, eran legítimas8 en la medida en que reflejaban “las costumbres de la época” y el sentir de las gentes. Esta sociedad era, ante todo, una sociedad producto del pacto de la Regeneración, el movimiento político triunfante de finales del siglo XIX, que había instruido formalmente en su Constitución la simbiosis entre la iglesia católica y el Estado, e informalmente una relación privilegiada entre esa misma iglesia y el partido conservador. A raíz de este arreglo, la competencia partidista en Colombia a principios de siglo no solo pondría en juego a dos actores poderosos, el liberalismo y el conservatismo, sino en realidad a tres. Por los amplios vínculos que la Regeneración estableció entre Estado e iglesia, esta última sería más un sujeto actuante que un convidado de piedra en cada lección. De esta manera la división liberal/conservadora se realizó en una coyuntura crítica como la de finales del siglo XIX por la vía de la confrontación religiosa.9 En las versiones más puristas sobre las razones de la división, los liberales defendían al pueblo como sujeto fundante del proceso democrático mientras que los conservadores se aferraban a una noción de nación orgánica, católica, apostólica y romana, mantenida bajo la égida de la iglesia. Sin buscar eximir a tantos liberales que se declararon en contra del voto femenino hasta bien entrados los años cincuenta, es oportuno señalar cómo esta frontera religiosa entre liberales y conservadores influiría en todas las discusiones que se suscitaron en torno al tema: implícitamente, conceder el voto a las mujeres implicaba para los liberales exponerse a perder el poder, teniendo en cuenta la tutela que los curas ejercían sobre la vida cotidiana y la conciencia de las mujeres. Por eso, quizá, la iglesia y el partido conservador reaccionarían con ira e indignación fren246

7 Por Antiguo Régimen se entiende un orden aristocrático en el que a cada persona se le asignaba una posición en la jerarquía social según su lugar de nacimiento y por su linaje y su sangre, y la autoridad central fundaba su mandato en concepciones sagradas del poder (monarquía). 8 Legítimas no en el sentido de justas sino de acogidas y practicadas por las mayorías. 9 Así, la frontera entre ambos partidos que exacerbó la Regeneración fue la religiosa, como bien lo afirmaría en su momento Mariano Ospina Rodríguez: “Actualmente no se debate en Colombia ninguna cuestión importante propiamente política. Lo que agita los ánimos y mantiene el antagonismo es la cuestión puramente religiosa: quién debe prevalecer en Colombia ¿el catolicismo o el liberalismo racionalista? Esto es lo que nos divide, sobre esto exclusivamente versa lo que disputamos”. Ver: Ospina Rodríguez, Mariano, citado por Guillén, Fernando. “La Regeneración: primer Frente Nacional”, Grupo Editorial Universidad Nacional de Colombia. Santa Fe de Bogotá.1987, p. 46.

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te a las propuestas de derechos civiles concedidos a las mujeres o frente a la educación mixta promovida desde finales de los años treinta, pero se mostrarían más benévolos frente al voto femenino.10 Sin embargo, y guardadas las proporciones, estas visiones tan tajantes de las divisiones entre rojos y azules se diluyen cuando se analizan las luchas feministas y las reacciones que ellas provocaron en el conjunto de políticas de la época, tanto de liberales como de conservadores. En ambos partidos, ilustres varones, en algunos casos apoyados en opiniones de mujeres cultas, atacaron el voto femenino y el otorgamiento de derechos civiles a la mujer.11 En medio de tanta rigidez, pudieron surgir voces rebeldes que pusieran en duda los fundamentos que legitimaban la exclusión femenina de la comunidad política y su reclusión en el hogar. En realidad, los hombres y las mujeres que se enfrentaron a todos estos arreglos fueron pocos, pero persistentes, y lograron, gracias a su tenacidad y a sus contactos y alianzas con figuras públicas de gran poder, abrir en el mundo estricto de la política formal un espacio a sus reclamos. A esto habría que agregar un clima internacional en el que ligas sufragistas reclamaban cada vez más organizadamente el derecho al voto de las mujeres y en el que se tejían redes de solidaridad entre mujeres de distintos países.

10 En 1933 los conservadores propondrían, tres años después de perder las elecciones de 1930 luego de estar cuarenta años en el poder, una enmienda constitucional para que se les otorgara el voto a las mujeres con el fin de que aportaran un elemento moralizador a la política. Ver: Luna, Lola. “La feminidad y el sufragismo Colombiano durante el período 1944-1948”. En: Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura, Nº 26, 1999, pp. 193-212. 11 En particular, con la revista Verdad, dirigida por Ofelia Uribe de Acosta. En 1955 se presentaron amenazas a quienes pautaban en la revista, así como persecución y palizas a los voceadores que la distribuían en las calles bogotanas (Torres, Anabel. “Una voz insurgente. Entrevista con Ofelia Uribe de Acosta”, Género y Desarrollo. boletín Nº 007, Santa Fe de Bogotá, septiembre de 1977). 12 Velásquez, Magdala. “Aspectos históricos de la condición sexual de la mujer en Colombia”. En Laverde, Maria Cristina y Sánchez, Luz Elena. Voces insurgentes. Bogotá, Universidad Central y Servicio de Comunicación Social, 1986. 13 Luna, Lola. “La feminidad y el sufragismo Colombiano durante el período 1944 a 1948”. Op. cit. “Sociedad, familia y género en Santa Fe a finales de la colonia”. En: Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura, Nº 21, 1993.

Así, se iniciaban con cautela y paciencia grandes logros que beneficiaban a las mujeres. En la década del 20, y aún ante de la victoria liberal de 1930, varias mujeres y hombres empezaron a introducir en la agenda del debate público la cuestión de las capitulaciones matrimoniales (potestad marital) y, en 1932, ya bajo un gobierno liberal y luego del Congreso Internacional Femenino promovido por Georgina Fletcher, se aprobó la Ley 28, que les otorgaba el derecho a disponer libremente de sus bienes, contraer autónomamente deudas y realizar otras transacciones financieras por sí mismas ante la justicia.12 Además de Georgina Fletcher, la voz de Ofelia Uribe de Acosta se haría sentir en el IV Congreso. Ella, acompañada de otras mujeres, presionaría por el derecho a la educación: bachillerato clásico y acceso a la universidad; que sería aprobado en 1933, mediante un decreto ejecutivo. Tres años más tarde, en 1936, como parte de la reforma constitucional de Alfonso López Pumarejo, las mujeres adquirieron el derecho a ocupar cargos públicos, sin haber sido declaradas ciudadanas aún. Años después, en 1945, bajo el auspicio del partido socialista democrático y el liderazgo de Mercedes Abadía y Matilde de Espinosa, se congregó el Primer Congreso Internacional de Mujeres, al cual asistieron obreras, sindicalistas, estudiantes, mujeres campesinas e indígenas de varias regiones del país. Durante dos días, las participantes discutieron sobre los derechos de las mujeres, las prestaciones sociales, la cultura y la educacion.13

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En ese orden de ideas, la violencia desatada por el asesinato de Gaitán congelaría las discusiones que, en torno al voto, se estaban dando en los años cuarenta. Solo hasta 1954 el tema fue retomado en Asamblea Nacional Constituyente que el General Rojas auspició desde su presidencia. En ese momento, mujeres de distintas corrientes políticas –Esmeralda Arboleda, Josefina Valencia, Berta Hernández, María Currea de Aya–, promovieron un espíritu de cooperación interpartidista para obtener el voto y defendieron la idea de que si obtenían el derecho al sufragio, las mujeres no tendrían en cuenta las ideas políticas de los dos partidos tradicionales; trabajarían unidas, la mujer por la mujer.14

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En 1954, sería aprobado finalmente el voto de las mujeres y ellas por fin lo estrenarían en el referéndum de 1957. Pero, además, por una de esas coincidencias históricas desafortunadas, el voto fue conquistado por las mujeres colombianas en el momento mismo en que las elecciones perdían su fuerza simbólica y se convertían en una arena de negociación de múltiples demandas desagregadas con un frágil contenido pragmático. En otras palabras, las mujeres alcanzaron el voto cuando un clientelismo pragmático copó la actividad política reduciéndola a un intercambio mercantil. Con el transcurrir del tiempo, debe tenerse en cuenta el radicalismo de las agendas feministas durante los años setenta. Entre lecturas juiciosas de textos teóricos y de debates con compañeros y compañeras de militancias, estas mujeres tejían sueños y esperanzas en un clima saturado de miedo frente a la represión, pero también vivo de ilusiones y encantamientos políticos. La mayoría de ellas, por lo demás, militaban en partidos de izquierda que percibían al Estado como un conjunto de aparatos ideológicos y represivos siempre sesgado a favor del capital; pero muy pocas encontraron en estas corrientes un clima favorable a sus reivindicaciones. Algunas de estas fuerzas eran refractarias a aceptar la existencia de subordinaciones distintas de las de clase. Además de esta descalificación, las dirigencias masculinas de izquierda muchas veces asumían actitudes recatadas, mojigatas y fariseas ante el tema del género.15 Por lo tanto, para las mujeres que procedían de esas militancias, su divorcio de sus partidos de origen fue profundo y sin apelación. El conflicto de género es por tanto un elemento constitutivo de la modernidad. Sin embargo, la lucha de las mujeres por la igualdad durante más de un siglo tenía como referencia el modelo de igualdad propuesto por los hombres, lo que era incompatible con la igualdad de género. En este sentido, la reivindicación de la igualdad como medio para llegar al mismo lugar del otro, que por definición del propio modelo ya era superior, contenía en sí misma una antinomia. Sin embargo, el movimiento femenino fue fundamental para establecer una situación social y política para las mujeres y para su constitución como sujeto. El derecho a la 248

14 Velásquez, Magdala, “Proceso histórico y derechos de las mujeres, años 50 y 60”. Bogotá, Universidad Central y Servicio de Comunicación Social, abril de 1986, p. 251. 15 Por ejemplo, a Magdala Velásquez los cuadros de su partido le prohibieron recibir a sus compañeros de militancia temprano en la mañana en baby-doll.

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educación y el voto fueron, en muchos países, conquistas del siglo XIX y principios del XX. Pero fue el feminismo que emergió en los años posteriores a 1960 el que planteó el cuestionamiento radical a la forma en que las relaciones sociales estaban estructuradas. La opresión y la subordinación de las mujeres bajo esta nueva óptica están localizadas en el sistema de poder patriarcal todavía vigente, de tal forma que la transformación de estas relaciones de poder patriarcal y la transformación de las relaciones de género pasaron a ser el eje principal de la lucha feminista. A partir de allí los análisis reconstruyeron la naturalización de las relaciones jerárquicas entre los sexos y señalaron caminos y medios para su superación.16 Con el transcurrir del tiempo y de los anteriores hechos, hace más de veinticinco años ya, impulsadas por el movimiento de las mujeres de principios de los años setenta, y por la renovación de las corrientes historiográficas y sociológicas, se formularon las primeras reflexiones en torno a la Nueva Historia de las mujeres. Desde entonces, esta corriente historiográfica ha representado una de las áreas de mayor desarrollo en la historiografía internacional y se ha convertido en uno de los polos más dinámicos en la revisión crítica del conocimiento histórico. La búsqueda de la historia de las mujeres ha estimulado la reflexión sobre lo que podría significar dicha historia, sobre las implicaciones que tiene para esto el resto de la historiografía y sobre la relación que debería tener con la verdadera historia en general, con una historia en que las mujeres, del mismo modo que los hombres, tengan lugar.

16 Según Bourdieu, en su documental titulado “Desigualdad entre los sexos” la mujer rompió con las evidencias que sostenían la naturalización de las desigualdades entre los sexos.en su documental titulado: “desigualdades entre los sexos”; la mujer rompió con las evidencias que sostenían la naturalización de las desigualdades entre lo femenino y masculino. publicado el 17 de febrero de 1996 por la Universidad Central de Buenos Aires (Argentina). 17 Kelly-Gadol, Joan. “La relación social entre los sexos: implicaciones metodológicas de la historia de las mujeres, En: Signos, Nº 1, 1976, pp. 809-24, esp. p. 809. 18 Albistur, Maite. “Catálogo de Archivos Marie Louise Bouglé de la Biblioteca de la ciudad de Paris”, documental de la columna periodística “Maite y Genero”. Diario Francés, 06 de junio de 1988, p. 2.

El cometido de “restituir las mujeres a la historia”17 condujo pronto a otro: el de “restituir la historia a las mujeres”. La experiencia de las mujeres y la experiencia femenina tienen una teoría que, aunque no es independiente de la de los hombres es, sin embargo, una historia propia: de las mujeres como mujeres, y para explorarla, la jerarquía entre lo históricamente importante y lo trivial tenía que ser trastocada. Por todo ello, lo que las mujeres han hecho, deberían hacer y quieren hacer está siendo objeto de análisis y reevaluación. A pesar de que los resultados son múltiples, heterogéneos y, a veces, controvertidos, Maite Albitur ha señalado recientemente dos rasgos comunes: No hay duda de que la trama de la historia de las mujeres presenta la misma complejidad que la de los hombres. Pero podemos suponer que el tiempo, como lo vive la parte femenina de la humanidad, no transcurre bajo los mismo ritmos ni es percibido de la misma manera que el de los hombres.18

Por una parte, la historia de las mujeres coincide con la de los hombres en tanto que es igual de rica y complicada, y no es igual, lógica ni cohesiva. Por la otra, es diferente de la de los hombres, y es precisamente esta diferencia lo que la hace merecedora de estudio, una diferencia que

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puede abarcar a la vez el contenido de la experiencia histórica y la experiencia del tiempo mismo. Al respecto, Arlette Farge dice:

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Las travesías del desierto y las actuales formas de existencia de la historia de las mujeres dan cuenta de manera explícita de su lugar en la disciplina histórica; ellas iluminan en parte la elección de los objetos que se atribuye la historia en el presente y su manera particular de tratarlos. En el interior de ese amplio movimiento, sobre el cual pocas reflexiones se han llevado a cabo hasta hoy, la historia de las mujeres se ha debatido entre muy variados sistemas de exclusión, de tolerancia y, actualmente, de canalización, de los que parece importante dar cuenta.19

La historia de las mujeres y la historia de género han suscitado la diversidad de estudios en todo el mundo, y en especial en los últimos años en Latinoamérica. En América Latina, la historiografía sobre las mujeres es muy reciente. Hasta la década de los ochenta no se dio un interés por la historia en universidades y en otras instituciones que realizan investigación, de manera que los estudios históricos pioneros fueron realizados por norteamericanos en la década del sesenta.20 La producción propiamente latinoamericana se desarrolló en la década de los ochenta y se puede decir que siguió los pasos adelantados en Estados Unidos y Europa. Primero, se insistió en la ausencia de las mujeres en la historia tradicional y en el rescate de su protagonismo, etapa durante la cual se constituyó el sujeto histórico mujer.21 En un segundo momento, se hizo énfasis en el doble enfoque de las relaciones sociales de género y clase y también se planteó la pregunta, sobre el impacto de los avances de la historiografía feminista en la historiografía en general. Las preocupaciones por otros conflictos sociales basados en la raza han aparecido con fuerza en los últimos años, respondiendo a la realidad pluricultural y multiétnica que se impone en cualquier análisis crítico que se haga en América Latina. Al igual que Latinoamérica, Colombia no ha sido ajena al tema de la mujer, en cuanto sujeto social de estudio. Alrededor de ellas en nuestro país son muchos los estudios que se han elaborado desde diversos enfoques como el político, el social o el económico, en donde la base principal es el género como categoría social.22 Tal es el caso de autores como: Virginia Gutiérrez de Pineda, quien escribe sobre la familia y la mujer; Elsy Bonilla quien escribe acerca del mismo tópico; Gabriela Castellanos Llanos, quien plantea varias cuestiones sobre los sexos y la relación entre los mismos, y por último Alonso Valencia Llano, quien en su libro Mujeres caucanas y sociedad republicana, habla de las mujeres en la época de la Independencia, en cuanto a su rol y participación.

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19 Farge, Arlette. “La historia de las mujeres. Cultura y poder de las mujeres”. En: Historia social, Nº 9, invierno 1991, pp. 79-101. 20 Por ejemplo, los compilados por Asunción Lavrin. En: Las Mujeres Latinoamericanas. Perspectivas históricas, FCF, México, 1985 (1ª edición en inglés, 1976). 21 Para las primera definiciones ver: Villavicencio, Maritza, “Así hacemos nuestra historia”, Mujer/Fempress, Nº 32, Santiago de Chile, 1984. 22 Por ejemplo, Green, John. “Mujeres Radicales, el voto y la participación femenina en la política gaitanista”. En: Anuario colombiano de historia social y de la cultura, Nº 23, 1996, Universidad Nacional de Colombia; y Luna, Lola, y Villareal, Norma. Historia, género y política. Movimientos de mujeres y participación política en Colombia 1930-1991. Universidad de Barcelona. Igualmente, Castellanos Llanos, Gabriela. “Aproximaciones a la articulación entre el sexismo y el racismo”. En: Revista Nómadas, Bogotá, marzo de 1997.

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23 Segura Escobar, Nora. “Mujer y sociedad: Estudios, balances y perspectivas”. En: Boletín socioeconómico, Nº 2425, 1992, pp. 109-136; Rico de Alonso, Ana. “Estado actual de los estudios de la mujer en Colombia”. Seminario-Taller de Estudios y Programas de Acción sobre la Mujer en Colombia, Cali, 1986; Bonilla, Elsy. “La investigación sobre la mujer: Logros y perspectivas”. IV Congreso Nacional de Sociología, Cali, 1982. p. 97.

Emprender una revisión histórica de los estudios de la mujer y el género en los centros académicos de investigación y docencia en Colombia plantea varios dilemas. ¿Cuándo ubicar su surgimiento? ¿Según cuáles criterios organizar su periodicidad? ¿Cómo clasificar estudios tradicionales que conciernen a la mujer sin problematizar su posición, su identidad o su representación social? ¿Cómo relacionar contribuciones individuales con procesos institucionales? En este breve ensayo no se pretende hacer un trabajo exhaustivo, ni resolver en forma satisfactoria todos esos dilemas. Antes de abordar un balance actual de las diversas formas de inserción institucional de los estudios de la mujer y el género en los centros académicos, se intentó un recorrido a través de los múltiples antecedentes, organizados en el tiempo según el grado de su institucionalidad y en estrecha conexión con el contexto social y político, en particular, con el movimiento social de mujeres y algunas políticas gubernamentales relacionadas con la mujer. En comparación con otros países latinoamericanos, se ha señalado a menudo la tardía aparición de la temática de la mujer en las investigaciones y publicaciones de los centros académicos colombianos. Sin entrar aquí en explicaciones, hay que señalar que este fenómeno no está desligado del lento desarrollo de las diversas vertientes del movimiento social de mujeres en el país y de los complejos y violentos procesos políticos y sociales que se han vivido, particularmente a partir de la década de los cincuenta. Se coincide con otras autoras23 en ubicar el surgimiento de las investigaciones y análisis en torno a la mujer a mediados de los años setenta. A partir de esa época, podrían distinguirse globalmente tres períodos de desarrollo de esos estudios. El primero, de mediados de los setenta a mediados de los ochenta, se caracteriza como una fase de iniciativas individuales en el campo de la investigación empírica, con poco grado de institucionalización. El segundo período, desde mediados de los años ochenta hasta comienzos de los noventa, registra una creciente producción de estudios y varios intentos de institucionalización, con mayor concreción en la investigación que en la docencia, y cuyo centro de gravitación sigue siendo Bogotá. En ese período aparecen las primeras políticas explícitamente dirigidas hacia la mujer desde el nivel gubernamental, con referencia especial al sector agropecuario. La tercera etapa, ya en los años noventa, cobija nuestra actualidad y proyecta hacia el futuro una amplia producción de estudios cada vez más diversificados, así como una mayor presencia regional y varios procesos de incorporación del tema de mujer y género en los centros académicos. Este proceso de consolidación, todavía frágil, se presenta en un contexto en el cual el movimiento social de mujeres va adquiriendo más amplitud, coherencia y espacios de interlocución. Además, en la esfera gubernamental se abren los primeros ámbitos de institucionalización de la política dirigida hacia la mujer y hacia la equidad entre los géneros, los cuales –aunque igualmente fragmentados y controvertidos– significan un avance en la legitimación del tema con respecto a épocas anteriores.

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En una rápida mirada al panorama nacional, a través de un primer sondeo de 18 universidades en todo el país24 que incorporan en alguna medida el tema de mujer/género en la investigación, la docencia o las prácticas, encontramos los siguientes resultados. La mayor concentración de la temática se presenta en las facultades de Humanidades y Ciencias sociales, aunque también tiene alguna incidencia en facultades o departamentos de Economía, Administración de empresas y planeación, Derecho, Ciencias políticas y Salud pública. En la docencia, la temática es incorporada con más frecuencia a programas de postgrado que a los currículos de pregrado; y se desarrollan más módulos que cursos completos.25 Llama la atención la fuerte incidencia del estudio de la familia en numerosas universidades del país, tanto desde la sociología y el trabajo social, como desde la psicología, el derecho y la historia. Nos atrevemos a decir que los estudios de la familia siguen conformando el terreno de mayor receptividad en cuanto al análisis crítico de la subordinación, los roles femeninos y la conformación de identidades de género. Es así como la temática de mujer y familia ha sido introducida en varias universidades, en algunas desde una óptica de los procesos de socialización y violencia donde se han incorporado módulos sobre identidad de género a los estudios de posgrado. En otras, se adelantan estudios con acento en estructuras familiares y jefatura femenina del hogar. Las identidades femeninas regionales son objeto de investigación, y las identidades femeninas históricas son tema de docencia y de investigación en la Universidad de Los Andes (pregrado), la Universidad Nacional (postgrado) y Universidad del Valle (investigación). Desde la psicología y desde el psicoanálisis se adelantan estudios sobre sexualidad e identidad de género. Difícilmente separables de lo anterior son las imágenes culturales de feminidad y masculinidad como tema de investigación. Es importante mencionar que el tema de sexualidad y salud (reproductiva) de las mujeres ha sobrepasado las fronteras de las ciencias sociales para introducirse, en forma incipiente, en las ciencias de la salud. Un último tema es el de las organizaciones de mujeres populares que se desarrolla a nivel de investigaciones. Esa multiplicidad de actividades académicas en torno a la temática de la mujer y el género corresponde, al menos a nivel de provincia, a iniciativas recientes y cuenta con muy poca institucionalidad. En dos universidades bogotanas se encuentran procesos con algún grado de institucionalización, pero casi opuestos en su forma. En la Universi252

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24 En otro estudio basado en el análisis de 85 tesis de grado en 7 universidades bogotanas sobre la temática de socialización y formación de roles de género, se encontró una fuerte presencia de los departamentos de Psicología (53%), Educación Preescolar y Trabajo Social; véase Rico de Alonso, Ana y Fuentes, Lya Yaneth. “Procesos de socialización y formación de roles de género: El papel de la familia, la educación y los medios”. Informe presentado a Unicef y el Departamento Nacional de Planeación, Bogotá, Pontificia Universidad Javeriana, 1991, p. 33. La Facultad de Desarrollo Familiar de la Universidad de Caldas ha realizado varias publicaciones en las series Documentos de Familia y Cuadernos de Familia, entre otras, Escobar, María Elvira. “El sojuzgamiento de la mujer como hecho histórico”. En: Documentos de Familia, Nº 2, Manizales, 1990; Montejo, María Elisa et al. “Mujeres campesinas y desarrollo”. En: Cuadernos de Familia Nº 6, Manizales, 1992; Patiño, Beatriz. “Mujer y crimen en la época colonial”. En: Cuadernos de Familia, Nº 7, Manizales, 1992. 25 En la actualidad, el Programa de Género, Mujer y Desarrollo de la Universidad Nacional de Colombia tiene dos postgrados (a nivel de especialización y a nivel de maestría); se está cursando la segunda promoción de estudiantes de maestría; tiene el único centro de documentación especializado en Colombia y se ha desarrollado una extensa línea de investigaciones sobre temáticas tan diversas como socialización, masculinidad/paternidad, reestructuración industrial, Estado y mujer campesina, violencia/desplazamiento interno, y convivencia y paz.

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dad Externado de Colombia, el cúmulo de investigaciones sobre familia, sexualidad y aborto ha tenido un sólido reconocimiento dentro y fuera de la Universidad, sin que esto haya revertido en la incorporación sistemática de los temas en la docencia. El espacio ganado se reduce, de esta manera, al equipo básico de investigadores y su capacidad de conseguir financiamiento externo para garantizar la continuidad del programa de investigaciones. En la Universidad de Los Andes, en cambio, que cuenta con la más larga tradición de docencia sobre la cuestión femenina (el primer curso sobre historia de la división sexual de trabajo se dictó en Psicología en 1979), se ha permitido el desarrollo de cursos sobre mujer y género en Antropología, Psicología, Historia, Literatura, Ciencias políticas, Economía y Planificación (CIDER); además, se adelantan varias investigaciones y se realizan actividades de extensión concentradas en la capacitación al sector público. Sin embargo, la indecisión frente a la estrategia de institucionalización trajo consigo una carencia de coordinación entre las disciplinas y actividades, y ha impedido la opción de especialización o profundización en la temática a nivel de postgrado. Solo en dos universidades se ha podido llegar a una institucionalización más completa. En Cali, la Universidad del Valle creó en 1993 el Centro de Estudios de Género, Mujer y Sociedad, el cual recoge una tradición de varios años de docencia e investigación, y se identifica básicamente con los estudios de la cultura. El Centro está conformado por un equipo de 14 docentes/investigadores de distintos departamentos, quienes desarrollan cursos de género en sus respectivos pregrados a la vez que participan a través del Centro en seminarios de postrado. Desde el Centro de Estudios de Género, Mujer y Sociedad también se realizan actividades de extensión, tanto con el movimiento social de mujeres en Cali (preparación de la Conferencia Mundial en Beijing) como con el sector gubernamental (sensibilización de funcionarios). Se realizó un Seminario Internacional Presente y Futuro de los Estudios de Género en 1993 y actualmente el equipo busca fondos para montar una maestría en Mujer y Familia. En la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional de Colombia en Bogotá, el Grupo Mujer y Sociedad logró, dentro del marco de un convenio colombo-holandés, la constitución formal de un Programa de Estudios de Género, Mujer y Desarrollo en la segunda mitad de 1994. El Programa cuenta actualmente con un equipo básico y aspira a ampliarse en el futuro a otras áreas de las ciencias humanas para fortalecer su presencia institucional y su interdisciplinariedad. Dicho programa contempla un desarrollo equilibrado de las tres áreas universitarias: docencia, investigación y extensión, que conjuntamente constituirán un punto focal de reflexión sobre la problemática de género. Con esta reflexión se pretende contribuir al conocimiento sobre las cam-

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biantes relaciones entre mujeres y hombres y sobre la conformación y transformación de identidades femeninas y masculinas; impulsar la equidad de género a partir del análisis de la mujer y su participación en los ámbitos políticos, sociales, económicos y culturales; e incorporar la perspectiva de género en el desarrollo, concebido este no sólo en términos de crecimiento, sino de equidad, de democracia en lo privado y en lo público, de diversidad cultural y de respeto a la diferencia.

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Para el equipo del Programa, constituirse como punto focal significa recoger no solo la experiencia que el Grupo Mujer y Sociedad acumuló durante más de ocho años, sino la de todos los núcleos de reflexión y acción dispersos en el país. Significa también fortalecer la función de “puente” a través de un permanente diálogo, tanto con las diversas instancias gubernamentales como con las organizaciones de la sociedad civil, particularmente con el movimiento social de mujeres; y ser un lugar siempre abierto al debate, donde tengan cabida las múltiples vertientes del pensamiento feminista, donde se logren articular y sistematizar las prácticas y los análisis de género en la realidad colombiana y se estimule el desarrollo de nuevos temas. Con estos propósitos, el Programa se ha organizado en seis componentes. De estos, el postgrado, el programa de investigaciones y el componente de extensión son las partes centrales, las cuales, a su vez, se ven fortalecidas con otros componentes, como son el Fondo de Documentación Mujer y Género, el Programa de Publicaciones y el Taller de Formación Avanzada de Docentes. Este último constituye una novedosa forma de entrenar el futuro equipo de docentes del postgrado, y de socializar y profundizar los conocimientos a través de un taller de estudio y discusión. Actualmente, se está desarrollando el Taller de Formación Avanzada y a nivel de docencia se continúa dictando el curso de contexto “La cuestión femenina”. El postgrado, que se encuentra en preparación en el momento en que se escribe este ensayo, tendrá dos niveles, especialización y maestría, y se dirigirá tanto a docentes e investigadores como a profesionales que buscan un espacio de reflexión y sistematización de sus experiencias de trabajo. Los contenidos, tanto del postgrado como del programa de investigaciones, giran en torno a tres grandes temas – trabajo, poder e identidad– a través de los cuales se explorarán críticamente las intersecciones de las teorías feministas y las teorías del desarrollo. A nivel de extensión, se adelantan talleres con la Asociación Distrital de Educadores, que agrupa maestras y maestros en el nivel de educación primaria; se realizan talleres con la Red Nacional de Mujeres y se preparan varios proyectos de capacitación a funcionarios públicos para distintos sectores del Estado colombiano. Lo que tal vez da especificidad al Programa de Estudios de Género, Mujer y Desarrollo es su carácter interdisciplinario; su papel de heredero de diversas trayectorias individuales y colectivas en el país, y su carác254

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ter de intermediario entre el mundo de los centros académicos, el mundo de los organismos gubernamentales y el de las organizaciones vinculadas al movimiento social de mujeres. Así, la mirada retrospectiva a las dos décadas de estudios de mujer y género en Colombia nos deja con una sensación –por lo demás bastante familiar en cuanto a la producción de las ciencias sociales en el país– de multiplicidad, diversidad y una gran dinámica, sin que se presenten procesos claros de articulación o convergencia. Pero no hay que olvidar que esta mirada retrospectiva estuvo acompañada de los hechos políticos que se generaron en los años noventa, donde la Asamblea Nacional Constituyente proporcionó un gran espacio de participación y cambio de mentalidad. De este proceso de renovación cultural y política cristalizado en la nueva Constitución no estuvieron ausentes los feminismos. El 4 de mayo de 1991, cuando ya estaba en curso la Asamblea Nacional Constituyente, varios grupos colectivos y ONG de mujeres se reunieron con el propósito de coordinar esfuerzos que permitieran, de una mejor manera, incidir en el proceso constitucional.26 Afortunadamente, el esfuerzo de coordinación rindió sus frutos: la Red Nacional de Mujeres nació de esta iniciativa. Con su actuación, la Red conquistó, por ejemplo, la garantía a la adecuada y efectiva participación de la mujer en los niveles decisorios de la administración pública, la protección de derechos específicamente femeninos, la posibilidad de establecer acciones positivas y la prohibición explícita de la discriminación basada en el sexo de las personas.27 Por su parte, el cabildeo ejercido por las mujeres en la Asamblea Nacional Constituyente sería solo el inicio de una presión de más largo aliento ejercida sobre el Estado. En el fondo, con este compromiso en el terreno de la política formal se iniciaría un proceso de transformación de los movimientos feministas. Tanto así, que a partir de los noventa, el objetivo de una parte de los movimientos feministas dejó de ser la destrucción del Estado y se convirtió más bien en un propósito de colaborar en la construcción de un andamiaje institucional fuerte, tanto en su eficacia como en su carácter democrático.

26 Tamayo, Martha L. “Los movimientos de mujeres en el proceso constitucional 1990-1991”. Documento preparado para el Taller sobre Advocady y derechos sexuales y reproductivos de la mujer, Chinauta, octubre de 1998, sin publicar y sin paginación. 27 Véase artículos 13, 40, 42 y 43 de la Constitución Política Nacional.

Esta coyuntura permitió que las demandas de los movimientos feministas exigieran respuestas más integrales; por ejemplo, estrategias que combinen políticas públicas en salud, educación y comunicaciones. Incluso su impacto tocó a las instituciones que, del desconocimiento, pasaron a transitar hacia una gradual sensibilización frente a la discriminación de las mujeres, intentando fundar entidades dedicadas a la promoción de la equidad del sexo femenino. Por lo demás, no solo se ha producido un recorrido de la sensibilidad feminista por ciertas instituciones, sino que, además, en las instancias

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dedicadas a llevar las estadísticas macroeconómicas del país, se ha hecho un esfuerzo cada vez más consistente por distinguir el impacto diferenciado que tienen ciertos fenómenos –desempleo, salarios, seguridad social–, sobre la vida de los hombres y mujeres. Desde la invisibilidad, las mujeres transitan hacia un reconocimiento de su especificidad.

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De esta manera, el reconocimiento de que las mujeres tengan los mismos derechos y oportunidades que los varones para educar, trabajar, formar una familia y participar en las decisiones políticas es una conquista reciente de los principios democráticos de justicia, libertad e igualdad, y de la lucha de las propias mujeres. Sin embargo, para que estas accedan a la igualdad de oportunidades, no solo hace falta perfeccionar y completar el desarrollo normativo del principio de igualdad, sino también modificar las actitudes, comportamientos, formas de vida y estructuras sociales que les impiden el libre desarrollo de su personalidad y de su participación en la cultura, el trabajo y la política. En este sentido, durante los últimos diez años, en Colombia se han presentado significativos avances desde el punto de vista legal: leyes contra la violencia familiar, y para proteger el patrimonio conseguido durante la sociedad conyugal, creación de organismos que a nivel nacional se encargan de las políticas de equidad y género y, especialmente, la Ley de Cuotas. Esta ley regula el ejercicio del derecho fundamental a la igualdad, y señala un porcentaje obligatorio de mujeres en ámbitos de decisión de la administración pública y de la rama judicial. Es decir, obliga al Presidente de la República y a los gobernadores de los departamentos a incluir un mínimo de 30 mujeres dentro de sus respectivos gabinetes, así como un 30% mínimo de mujeres en las altas Cortes de justicia. El objetivo de esta ley lleva implícito el que la mujer se encuentra sub representada en los sectores mencionados. Concebida como una acción afirmativa que surge precisamente de la pregunta sobre cómo puede el Estado dar un tratamiento preferencial a la mujer para remediar esta situación, la Ley de Cuotas es un elemento revolucionario que puede cambiar la composición política de la sociedad, por cuanto permite al Estado emprender acciones discriminatorias a favor de grupos que han sido tradicionalmente marginados, y lograr una igualdad real. En efecto, a partir de la Constitución de 1991, en Colombia se ha generado una nueva concepción acerca de la igualdad. Aún cuando formalmente aquella señalaba que todos los ciudadanos son libres o iguales ante la ley, en realidad esto no era verdad; por eso, la nueva Constitución estableció que el Estado promoverá las condiciones para que la igualdad sea real y efectiva y adoptará medidas a favor de grupos discriminados o marginados. Esta dimensión sustancial de la igualdad revela así un carácter compensador, emancipatorio, corrector y defensivo de grupos y de personas ubicados en condiciones de inferioridad, mediante el impulso de acciones positivas de los poderes públicos. 256

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Las acciones afirmativas, incluyendo la de discriminación inversa, están, pues, expresamente autorizadas en la Constitución de Colombia y, por ende, las autoridades pueden apelar a la raza, al sexo u otra categoría no para marginar a ciertas personas o grupos, ni para perpetuar desigualdades, sino para aminorar el efecto nocivo de las prácticas sociales que han ubicado a esas mismas personas o grupos en posiciones desfavorables. En el caso concreto de las cuotas, es frecuente argüir que para lograr que la mujer ocupe cargos en los más altos niveles decisorios, lo importante y, en principio, lo único permitido, es trazar e instrumentar políticas que estimulen y promuevan el acceso de las mujeres a la educación superior, y que, una vez alcanzada esta igualdad básica, serán los méritos específicos de aquellas los que determinen la composición cuantitativa final. Estas argumentaciones pasan por alto un hecho insoslayable corroborado por las estadísticas: que la población capacitada para desempeñar cargos de alta responsabilidad política se compone equitativamente por hombres y mujeres, y que incluso la balanza se inclina cada vez más a favor de las últimas. Entonces, ¿por qué si el 5,1% de los cupos universitarios y el 50% de las especializaciones corresponden a las mujeres, apenas un 10% se encuentran en los niveles decisorios del Estado? Sólo un 13% de los senadores son mujeres y de los representantes a la Cámara sólo un 11%. Históricamente, ninguna mujer ha ocupado la presidencia del Senado o la Cámara, ni ha sido Procuradora o Contralora Fiscal (en el período comprendido entre 1970 y 1990). En las alcaldías municipales, solo el 5% es ocupado por mujeres, en las asambleas departamentales apenas el 11% son diputadas y la participación femenina en los consejos municipales es del 10%. Así pues, la Ley Estatutaria para la participación de la mujer en niveles decisorios de la administración pública señala que las autoridades nominadoras obligatoriamente deberán asegurar que mínimo el 30% de los cargos de máximo nivel decisorio y de otros niveles decisorios sean desempeñados por mujeres. El incumplimiento de tal obligación es causal de mala conducta, sancionada con suspensión hasta de 30 días en el ejercicio a cargo y con la destitución del mismo si se persiste en el incumplimiento. La primera finalidad de una medida como esta es aumentar en el corto plazo la participación de la mujer en los cargos directivos y de decisión del Estado, de manera que paulatinamente se logre una representación equitativa. En otras palabras, mediante una imposición, se busca corregir el sistema de selección parcial que discrimina a la población femenina. El que esta ley se debatiera en la Corte Constitucional generó una amplia participación de la sociedad civil, así como una discusión nacional sobre el tema de género. Entre los principales contrargumentos estaba el de establecer un 50% de participación, sin embargo, la disposición referida señalaba “por lo menos un 30%”; de manera que no contravenía el que las mujeres accedieran a un porcentaje mayor en el desempeño de

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estos cargos. Se decía también que la imposición de una cuota no ataca las causas que provocan esa baja participación. No obstante, creemos que esta medida es adecuada para contrarrestar algunas de las causas que la generan, como por ejemplo la invisibilidad de las mujeres en los ámbitos de decisión del Estado, puesto que obliga a las autoridades nominadoras al reconocimiento de aquellas como capaces para desempeñar altos cargos de la esfera pública. Se objetó también que la cuota discrimina a las mujeres, porque no ocupan los cargos de mayor responsabilidad por sus propios méritos. Por el contrario, esta medida surge precisamente del reconocimiento de la capacidad de las mujeres para desempeñar cargos de mayor responsabilidad estatal y no de un paternalismo que las considera menores de edad. Por otro lado, la cuota no supone que las personas elegidas no cumplan con los requisitos que demanda la administración pública. Es decir, no se designa a una mujer solo por el hecho de serlo, está implícito en la norma que quienes resulten elegidas reúnen los requisitos y méritos necesarios para desempeñarse en los empleos en cuestión.

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A raíz de la instauración de la Ley de Cuotas, y de su cumplimiento, el mapa de la participación política de la mujer en Colombia se ha transformado por completo. Hoy, por lo menos el 30% de las mujeres están representadas en los cargos más importantes de los departamentos, de las ciudades y del nivel nacional. Esta ley ha tenido un efecto muy positivo en la disminución de la subrepresentación de la mujer en los niveles decisorios de la política, así como en la concientización ciudadana. Ahora entendemos que la presencia de la mujer es necesaria para hablar de una democracia real y de un orden justo.28 Para tal caso es importante conocer las conquistas de las mujeres a largo de la historia.

II. BALANCE SOCIOLÓGICO DE LA MUJER EN VALLEDUPAR La situación de la mujer valduparense experimentó profundos cambios desde 1970 hasta 1990. Por tal motivo, es necesario realizar un balance en el cual se plasmen los diversos roles y funciones que ejercía la mujer valduparense en esa época; como también las distintas incursiones que logró en el área social, política y económica, y sin lugar a duda mencionar a quienes se distinguieron otorgándole aportes a nuestra cultura vallenata. Para aquella época, la mujer era vista como un ser caritativo, noble y sutil que solo podía dedicarse a las actividades caseras y a la atención de su familia. Sin embargo, a quienes tenían la posibilidad de ingresar al colegio se les enseñaba arte y manualidades. Cabe resaltar que los cole258

28 Las mujeres anteriormente mencionadas están ubicadas dentro de la clase social alta y en algunos casos son partícipes del sector político de la ciudad.

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gios y las escuelas eran demarcados por el sexo al que se pertenecía, ya que no había instituciones educativas mixtas. El primer colegio para señoritas se llamó desde entonces Colegio La Sagrada Familia (cuya fundación fue posible gracias a la colaboración de Don Lucas Monsalvo Maestre y del párroco de ese momento, Bernardino Orihuela; el 19 de febrero de 1923), el cual inició tareas con sesenta niñas, hoy abuelas, bisabuelas y algunas quizás tatarabuelas. El primer curso superior estuvo conformado por: Avelina Uhía Morón, Margarita y Magdalena Castro Monsalvo, Carlota Maya Castro, Delfina Mejía Monsalvo; Matilde Elena Monsalvo Valle y Carolina Martínez Villazón. Estas dos últimas terminaron sus vidas como hermanas terciarias capuchinas y Paulina Mejía fue esposa del gran líder Pedro Castro Monsalvo. Es bueno recordar que también recibieron ahí sus conocimientos Olga Gutiérrez Araújo y Margarita Montero. Todas ellas y otras mujeres más de familias distinguidas fueron educadas bajo los principios cristianos tan necesarios para sus hogares. En aquellos años la diversión para las mujeres en Valledupar era muy reservada. Sin embargo, disfrutaban de los carnavales que eran muy exitosos y propios del pueblo; estas fiestas en algunas ocasiones se utilizaron para recaudar fondos en obras benéficas, por ejemplo: en 1944 se cayó el techo de La Concepción, y escogieron a dos de las señoritas más distinguidas del lugar para ser reinas de los carnavales y de esa foma recaudar fondos para obras benéficas; esas mujeres, hoy venerables abuelas, son: Zenobia Baute y Alicia Castro, siendo la ganadora esta última. Lo cual quiere decir que para ese entonces ya la mujer incursionaba en la participación social de una u otra forma; como también lo hicieron algunas voluntarias en los hospitales, entre las cuales se destacaron: Paulina Aragón, Esther de Vega, Hilda Daza de Arroyo, Graciela Molina de Quintero, Enna Lacouture de Pérez, Omaira de Castro y María Uhía de Meza. Desde 1966, la mujer valduparense fue dando sus primeros pasos en las esferas políticas con el acta de creación del departamento del Cesar, donde se vio el interés del género femenino por opinar y apoyar la consolidación de la inauguración del departamento. Aquí se pudo destacar la participación de Josefina Vda. de Castro, Adelaida de Castro, Dilia de Maestre, y Adelita Martínez, entre otras. Pero todo no quedo ahí… al pasar el tiempo la mujer de Valledupar empezó a participar en otras actividades políticas, tales como la obtención de curules en el Concejo, la Asamblea, la Cámara de Representantes de Valledupar. También llegaron a ser líderes del departamento María Clara Quintero, quien fue y hasta el momento ha sido la única mujer que ha logrado dirigir el municipio, y, sin lugar a dudas, María Inés Castro de Ariza como gobernadora, lo mismo que Paulina Mejía de Castro y Carmen García Vargas, quien estuvo de gobernadora encargada durante la presidencia de Julio César Turbay Ayala.

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La década del setenta marcó un hito en la historia de la vida de la mujer valduparense, pues su compromiso en las decisiones sociales, políticas y económicas de la ciudad se hizo cada vez mayor. Poco a poco, estas mujeres han ido derrumbado barreras y escalando peldaños paso a paso.

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Hay que resaltar que en Valledupar se conformó el Consejo Departamental para la integración de la mujer al desarrollo, ante el señor gobernador Jorge Dangond Daza, durante el decenio de la mujer en América Latina (1976-1985); de igual forma, se aprobó el Consejo Nacional por Decreto Nº 367 de 1980 de la Presidencia de la República que tuvo como objetivo primordial el estudio de la forma en que la mujer de la región pudo integrarse de manera más certera y precisa al desarrollo; formulando políticas y sirviendo de enlace para el fomento de la participación femenina en los sectores económicos, sociales y culturales. Este decreto fue realmente una puerta que se abrió a las mujeres valduparenses para que se fortaleciera su participación en el campo económico, lo cual incrementó el auge laboral y expandió las oportunidades de empleo para el género femenino en distintas áreas: como secretarias, recepcionistas, administradoras, vendedoras, en fin; de esta manera fueron abriéndose paso para llegar, por ejemplo, a presidenta de una entidad financiera, directora de una institución, gerente e incluso jefe de diversas secretarías. Lo anteriormente dicho da pie para afirmar que los logros, metas y objetivos que la mujer vallenata se trazó a lo largo de la historia permitieron y fortalecieron el desarrollo del municipio de Valledupar. El esfuerzo por tener una mejor calidad de vida influenció para que el género femenino escalara posiciones de gran importancia. Con estas reflexiones notamos que la participación en los distintos campos –social, político y económico– fue fructífera durante el período 19701990.29

III. EL CONTEXTO DE LA MUJER EN EL ÁMBITO POLÍTICO EN VALLEDUPAR, 1970-1990 El quehacer político en la mujer ha sido una práctica subordinada a intereses globales y no específicos de ella, por lo cual sus intereses vitales no han adquirido legitimidad en el contexto de la política general. Para las mujeres de los sectores medios y bajos, la participación en organizaciones se ha circunscrito tradicionalmente a organismos de asistencia (aunque esta situación ya está cambiando), donde la posibilidad de discutir problemas sociales formativos en términos políticos se presentaba con límites. 260

29 Algunos de los datos claves consignados en este balance fueron obtenidos gracias a la obra insigne de José Guillermo “Pepe” Castro. “Crónicas de la Plaza Mayor”. Cesar, Valledupar, 1998.

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Los estudios sobre el comportamiento político en general, señalan que el aprendizaje de lo político se ve afectado por las variables de sexo y clase, entre otras, de tal forma que la participación política es más probable entre los hombres que entre las mujeres y los miembros de los estratos sociales superiores son políticamente más activos que los de los inferiores. Las investigaciones empíricas muestran que en la infancia ya empiezan a manifestarse las diferencias entre conocimientos políticos. Por ejemplo: […] desde los juegos pre-escolares los varones aprenden a orientarse en relación con lo que está más allá de su círculo (primario) y eventualmente en relación con lo que está más allá de su círculo primario y su relación con lo político. Mientras que por otro lado las niñas por su parte se ven sutil o directamente empujadas a desarrollar preocupaciones domésticas, lo que las predispone a ignorar la política.30

En los casos en que se desarrolla un interés de participación política o de organizaciones, se sigue como ejemplo al padre. Esto muestra que la socialización política mantiene una estrecha relación con intereses específicos del género.

1. LA

TRANSICIÓN POLÍTICA DE LA MUJER

VALDUPARENSE

Durante el período de la creación del departamento del Cesar se realizó un acta inaugural a cuya celebración asistieron mujeres destacadas en el ámbito social. Entre ellas: Doña Josefina Vda. de Castro, Doña Adelaida de Castro, Doña Rosalía de Castro, Doña Celia de Olivella, Doña Omaira de Castro, Doña Dilia de Mestre, y las señoritas Adelita Martínez, Rosa Monsalvo y Lucy Mestre.31 Luego se realizó una integración del comité central pro-departamento del Cesar, donde la participación femenina fue notoria en la conformación de la mesa directiva. Por ejemplo, Doña Josefina Vda. De Castro asumió la vicepresidencia e integró junto a Celia de Olivella el comité de finanzas.

30 Fred y Greensteing. “Socialización política”. En: Enciclopedia internacional de ciencias sociales, vol. 10. Madrid, Aguilar, 1974, p. 25.

Por los distintos municipios se evidenció la participación de mujeres que incursionaban en las esferas políticas; por el municipio de Codazzi: Adulfa Díaz; por el municipio de González: Olintia Carranza; por La Gloria: Alicia Castro de Ríos; por Pailitas: Emelina de Castilla, Evangelina de Lozano, Rosa de Vaca, Graciela Lobo; por Robles: Leticia Araújo de Pinto; por Tamalameque: Ismenia de Jiménez; y por Valledupar: Olga Riaño y Consuelo Araújo Noguera.

31 Martínez Zuleta, Aníbal. Escolios y croniquillas del País vallenato. Valledupar, Tefa Comercializadora, diciembre de 1999, p. 85.

En el Decreto Nº 1419 de 1967 (26 de julio) por el cual se designaron los miembros de la junta organizadora del departamento del Cesar, apare-

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cen ocupando el papel de principales: Luis Rodríguez Valera y Jaime Dangond Ovalle y sus respectivas suplentes: Adelaida de Castro y Josefina Mendoza de Aguirre.

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La entrada de las mujeres en esferas públicas, como sujetos políticos forjados en el feminismo, hizo una contribución fundamental e inusitada para la redefinición de las relaciones sociales en el ámbito de la vida privada como lugar de construcción de igualdad y libertad, configurando un proyecto revolucionario, con el cual poco a poco las mujeres fueron ganando espacios de poder y decisión. Sin embargo, la mujer valduparense ha tenido que ganar, palmo a palmo, mayores cuotas de participación. Algunos ejemplos de ello se citan a continuación. En 1974 y bajo el gobierno de Alfonso López Michelsen, se expidió el estatuto de la familia y se consagró la igualdad de derechos y obligaciones para los varones y mujeres. En Valledupar este estatuto tuvo gran acogida entre las mujeres de diferentes sectores sociales, ya que les permitía integrar la relación entre la construcción de la esfera de la vida privada, como lugar de libertad e igualdad, y el acceso de las mujeres a la esfera pública, como un proyecto de construcción de ciudadanía que incluyera a hombres y mujeres. En la administración de Julio César Turbay Ayala (1978-1982), la gobernadora encargada del Cesar, Carmen García Vargas, agradeció a este la confianza que fue depositada en ella al escogerla como mandataria del Cesar en forma transitoria. La gobernadora envió a los tres funcionarios sendos cablegramas, destacándose el que va dirigido al jefe de Estado. Este decía así: Acepte usted, señor Presidente, con todo respeto mis más sinceros agradecimientos por haberme elegido para dirigir los destinos de este importante departamento como Gobernadora encargada, en reemplazo del Senador José Guillermo Castro. Es mi gran deseo seguir trabajando en la misma forma dinámica y efectiva como lo venía haciendo el Gobernador Castro Castro, y así también seguir su misma línea de trabajo, en mi condición de liberal y buena cesarense.32

En 1982, asumía la alcaldía de Valledupar María Clara Quintero, primera mujer que ocupó el sillón municipal. Trabajó sin cesar, y encaminó acciones para lograr la plena integración de la mujer en el desarrollo. De hecho fue ella quien, durante el decenio de la mujer en América llevó ante el señor gobernador, en este entonces Jorge Dangond Daza, el proyecto de decreto por el cual se conformara el Concejo Departamental para la integración de la mujer al desarrollo. También sobresalió en este período Elisa Castro Palmera de Dangond primera dama del Cesar (esposa del gobernador Jorge Dangond), quien trabajó arduamente en la liga de lucha contra el cáncer, con los marginados, los pobres. Ella fue, sin lugar a dudas, el paño de lágrimas de muchas personas. 262

32 Diario Vallenato: “Debemos integrar las mujeres al desarrollo”, por María Clara Quintero, lunes 25 de mayo de 1981, p. 3.

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Desde la administración de Belisario Betancur (1982-1986), se introdujeron reformas políticas tendientes a producir una apertura democrática, principalmente en la descentralización administrativa y la elección popular de alcaldes, acompañadas por iniciativas para institucionalizar la participación ciudadana. Simultáneamente, en su gestión se propició una mayor vinculación de la mujer a espacios de poder en la administración pública, en calidad de viceministras, y se puso en práctica una política de apoyo a la mujer campesina que propició su organización a nivel nacional. Estas políticas productivas incentivaron a la mujer de la región a vincularse en el mercado del trabajo y en la política con plena libertad. La administración de Virgilio Barco (1986-1990) intentó adelantar una reforma constitucional, para la cual las organizaciones femeninas hicieron una propuesta de movimientos políticos, la cual se puso en practica, convocando así una gran movilización de mujeres, con la cual se creo un ambiente de búsqueda para la paz en las negociaciones para la reinserción a la vida política de movimientos tales como el M-19, el EPL y el Quitin Lame. Se puso en práctica una política de pacificación, a lo que no fue ajeno el movimiento de mujeres, que convocó una gran movilización y contribuyó a crear el ambiente para la búsqueda de la paz en las negociaciones para la reinserción a la vida política de estos movimientos políticos insurgentes. En este lapso de tiempo fue nombrada Gobernadora del Cesar María Inés Castro de Ariza, quien se convirtió en la primera mujer en llegar a este cargo en una región donde los hombres tienen la última palabra. Nunca sintió presión o discriminación, por el contrario, tiene bien puestos los pantalones y no le tiembla la voz para llamar la atención cuando es necesario. El programa bandera de su administración se llamó “Cesar 20 años”. Después de gestionar recursos del Estado, comprometer a los alcaldes y concejales, pudo generar importantes obras de infraestructura que aún están vigentes. Siempre sostuvo la afirmación: [...] las mujeres somos líderes por naturaleza. Tenemos la responsabilidad de cambiar al mundo a través de nuestros hijos, enseñándoles que en la vida valemos más por lo que somos que por lo que tenemos.33

33 Revista Gente Caribe. Nº 34. Editorial Diario el Heraldo, Barranquilla, Atlántico. 1992. Gentecaribe@ elheraldo.com.co

Estos tres últimos períodos presidenciales se caracterizaron por la intensificación de la violencia, al tiempo que se intentaba la modernización del Estado y la reconstitución de la sociedad civil. Desde el punto de vista de la mujer, se inició el rescate de su visibilidad como actor social estratégico, con el surgimiento de grupos autónomos de mujeres, organizaciones sociales y/o asociaciones cívico políticas en donde participaban crecientemente las mujeres, y en donde se generaron procesos de reflexión sobre su identidad.

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Esta actividad se generalizó en grupos medios y populares de sectores urbanos y rurales, como subproducto de las iniciativas gubernamentales y no gubernamentales asociadas a la década de la mujer.

2. EL

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PANORAMA ELECTORAL Y LA PARTICIPACIÓN

POLÍTICA DE LAS MUJERES EN

VALLEDUPAR

A medida que se instucionalicen en la vida de los colombianos y colombianas los nuevos preceptos constitucionales en relación con la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres y estos se traduzcan en leyes y reglamentaciones precisas, se podrán identificar valoraciones favorables en la sociedad sobre la participación significativa de la mujer y mejorar su posicionamiento en la política. Bajo estos vientos de cambio, deben modificarse los patrones de acceso de la mujer a los partidos, a sus niveles directivos y a su posición en las propuestas de candidatos a la opinión publica. La reglamentación del inciso final del Artículo 40 sobre participación adecuada y efectiva de la mujer en las instancias de decisión de la administración publica puede sensibilizar a los partidos para que introduzcan modificaciones similares, o se pongan en práctica dispocisiones que, a pesar de que ya están aprobadas –como en el caso del partido liberal–, no tienen una vigencia real. Mientras tanto, el análisis de los resultados electorales muestra los esfuerzos de las mujeres por lograr una mayor visibilidad de su participación en la contienda electoral, así como cambios definitivos en términos cuantitativos que se han producido en todas las modalidades y resultados del proceso electoral. Estos esfuerzos se iniciaron efectivamente con la Asamblea Nacional Constituyente, cuya controversia produjo a nivel nacional un deseo manifiesto de tener representación de los intereses específicos de la mujer, en concordancia con el movimiento que desde 1988 se había iniciado. Con el fin de tener un panorama de las manifestaciones más globales de la participación política electoral del sector femenino y de sus intereses, analizaremos algunas estadísticas electorales, empezando por la elección de concejos municipales y asambleas departamentales desde 1976 hasta 1986. (Algunos años no se encuentran establecidos debido a la insuficiencia del material proporcionado por la Registraduría Nacional del Estado Civil, Delegación Departamental del Cesar).

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ELECCIONES

DESDE

1976

HASTA

1986

Las elecciones de 1976 en la cabecera municipal transcurrieron tranquilamente. La participación femenina fue escasa, pero, sin embargo, notoria. El Concejo tuvo la participación de 17 miembros; la mayor votación la logró una mujer: Nelly Castro de Pupo la única participante del género femenino (ver cuadro 1 y gráfico 1).

CUADRO 1 Nº 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17

Elecciones de Concejo de 1976 Puesto Votos Nombre 17 6 Otoniel Torres 16 11 Aureliano Correa 15 12 Dagoberto Fuentes 14 39 Luis Bernal 13 41 José Núñez 12 63 Carlos Rasgo 11 102 José Peñaranda 10 116 Víctor Córdoba 9 117 Mario Cotes 8 224 Sebastián Llanos 7 243 Jorge Avendaño 6 248 Efraín Peña 5 706 José Arlante 4 1.101 Miguel Meza 3 1.210 Alfonso Daza 2 1.218 Jaime Ackerman 1 1.580 Nelly Castro de Pupo

Fuente: Registraduría Nacional del Estado Civil. Delegación Cesar.

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Fuente: Registraduría Nacional del Estado Civil. Delegación Cesar.

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Mientras que en la Asamblea participaron María Mercedes Araújo, Enith Abello y Maribeth Herrera, con 177, 14 y 15 votos respectivamente (ver cuadro 2 y gráfico 2).

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CUADRO 2 Elecciones Asamblea Departamental 1976 Nº Puesto Votos Nombre 1 18 2 Enrique Álvarez 2 17 4 Francisco Navarro 3 16 5 Maribeth Herrera 4 15 8 Rodrigo Aguilar 5 14 14 Enith Abello 6 13 50 Milciades Cantillo 7 12 99 Adalberto Márquez 8 11 177 Mª. Mercedes Araújo 9 10 207 Álvaro Olivella 10 9 281 Felipe Namen 11 8 716 Luis Rodríguez 12 7 1.037 Jaime Gnecco 13 6 1.092 Rafael González 14 5 1.269 Jaime Araujo 15 4 1.367 Dagoberto Fuentes 16 3 1.489 Clemente Díaz 17 2 1.517 Alfonso Campo 18 1 2.427 Manuel Cuello Fuente: Registraduría Nacional del Estado Civil. Delegación Cesar.

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Fuente: Registraduría Nacional del Estado Civil. Delegación Cesar

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En 1978, la participación femenina en el Concejo tuvo tres candidatas: Ana de Martínez, Yolanda Munive y Edith de Rodríguez. A pesar de que participaron más que en el año anterior, los resultados decayeron, es decir, no fueron los más esperados. La primera obtuvo 506, la segunda 257 votos y la tercera 1 voto (ver cuadro 3 y gráfico 3).

CUADRO 3 Elecciones Concejo 1978 Puesto Votos Nombre 21 1 Edith de Rodríguez 20 27 Freddy Fragozo 19 58 Rafael Maestre 18 58 Ezequiel Ordóñez 17 70 José Sarmiento 16 257 Yolanda Munive 15 347 José Martínez 14 379 Carlos Arante 13 429 Gonzalo Mindiola 12 467 Oscar Guerra 11 506 Ana de Martínez 10 600 Mauro Tapias 9 654 José Namen 8 809 Rafael González 7 904 Alfonso Monsalvo 6 1.001 Clemente Díaz 5 1.254 Carlos Quintero 4 1.344 Guillermo Castro 3 1.387 Calixto Mejia 2 1.651 Darío Pavajeau 1 1.961 Edgardo Maya

Nº 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21

Fuente: Registraduría Nacional del Estado Civil. Delegación Cesar.

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En la Asamblea participaron dos mujeres. En este período la votación superó a la pasada. Estuvo María Uhía de Meza, quien ocupó el sexto lugar entre 38 hombres, con 1.377 votos y Mercedes Rivero de Brito, con 21 votos (ver cuadro 4 y gráfico 4).

KATTIA ELENA ÁLVAREZ LEA YALIDYS LORENA OLIVARES BAQUERO

CUADRO 4 Elecciones Asamblea Departamental 1978 N° Puesto Votos Nombres 1 22 21 Mercedes Rivero 2 21 33 Rodolfo Cáliz 3 20 38 Carlos Oyaga 4 19 70 Luis Alvear 5 18 77 José de los Santos 6 17 93 Luis Laborde 7 16 116 Armando Cotes 8 15 142 Enrique Orozco 9 14 191 Jorge Loba 10 13 287 Luis Jiménez 11 12 331 Artenio Lacouture 12 11 500 Hilario Añez 13 10 519 Hugo Calderón 14 9 571 Fernando de la Hoz 15 8 827 Alfonso Pérez 16 7 1.171 Santander Araújo 17 6 1.377 María Uhía 18 5 1.622 Emiro Cúrvelo 19 4 1.926 Ricardo Vargas 20 3 1.968 Miguel Meza 21 2 1.930 Marcelo Romero 22 1 1.997 Arístides Hernández Fuente: Registraduría Nacional del Estado Civil. Delegación Cesar.

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VIDA SOCIAL, POLÍTICA Y ECONÓMICA DE LA MUJER EN VALLEDUPAR (1970-1990)

Para 1982, el Concejo se reivindicó con una excelente participación femenina, puesto que esta mejoró en comparación con los años anteriores. Estuvieron, en primer lugar, María Inés Castro de Ariza, con una votación de 2.323 votos, e Imelda Daza Cotes (ver anexo 10) con 1.188 sufragios, ocupando esta última el puesto 14 (ver cuadro 5 y gráfico 5).

CUADRO 5 Nº 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22

Elecciones Concejo 1982 Puesto Votos Nombres 22 662 James García 21 663 Tomas González 20 805 Hugo Montero 19 878 Ángel Mendoza 18 887 Alberto Pimienta 17 1.048 Roberto Latorre 16 1.115 Nefer Pana 15 1.186 José Cariaciolo 14 1.188 Imelda Daza 13 1.209 Casto Socarras 12 1.210 Jesús Sierra 11 1.226 Luis Fuentes 10 1.281 Alfredo Araujo 9 1.341 Cesar Almenarez 8 1.577 Eloy Quintero 7 1.715 Wilman Martínez 6 1.796 Mauro Tapias 5 1.837 Álvaro Castro 4 1.845 Jairo Martínez 3 1.987 Eduardo Dangond 2 2.007 Cesar Sánchez 1 2.323 Mª. Inés Castro

Fuente: Registraduría Nacional del Estado Civil. Delegación Cesar.

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Fuente: Registraduría Nacional del Estado Civil. Delegación Cesar.

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En la Asamblea Departamental la participación femenina no contó con suerte, pues solo participó Rosa Herrera, quien obtuvo 18 votos (ver cuadro 6 y gráfico 6).

KATTIA ELENA ÁLVAREZ LEA YALIDYS LORENA OLIVARES BAQUERO

CUADRO 6 Elecciones Asamblea Departamental 1982 Nº Puesto

Votos

Nombres

1 2 3

21 20 19

18 67 71

Rosa Herrera Alirio Tarazona Rodrigo Aguilar

4 5

18 17

92 112

Pedro Patiño Juan Corzo

6 7

16 15

226 265

Hernán Morón Federico Calderón

8 9

14 13

356 407

Raúl Barón Juan Fragoso

10 12 11 11

948 1.070

Zenen Contreras Rafael González

12 10 13 9

1.240 1.584

Miguel Meza Fabio Medina

14 8 15 7

1.604 1.740

Benjamín Costa Pedro Martínez

16 6 17 5

1.814 2.263

Samuel Comes Edgardo Maya

18 4 19 3

2.532 2.558

José López José Namen

20 2 21 1

3.927 4.338

Jorge Gnecco Dickson Quiroz

Fuente: Registraduría Nacional del Estado Civil. Delegación Cesar.

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VIDA SOCIAL, POLÍTICA Y ECONÓMICA DE LA MUJER EN VALLEDUPAR (1970-1990)

Sin embargo, para las elecciones de Cámara y Senado, aunque en este último período no hubo participación del género femenino, quien ganó con la mayor votación en la Cámara de Representantes fue María Cleofe Martínez (ver anexo 11) con 9.274 votos (3.482 más que su contendor, teniendo en cuenta que la votación era a nivel departamental). También estuvo Consuelo Montejo, quien logró 80 votos (ver cuadro 7y gráfico 7).

CUADRO 7 Elecciones de Cámara de Representantes Nº Puesto Votos Nombres 1 10 3 Hugo Bracho 2 9 80 Consuelo de Montejo 3 8 2.095 Julio Villazón 4 7 2.772 Carlos Marulanda 5 6 2.892 Jaime Murgas 6 5 3.086 Álvaro Araújo 7 4 3.581 Afranio Restrepo 8 3 5.350 Alfonso Campo 9 2 6.794 Edgardo Mayo 10 1 9.274 Mª. Cleofe Martínez Fuente: Registraduría Nacional del Estado Civil Delegación Cesar.

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En 1984 y 1986, no hubo representación femenina en la Asamblea Departamental.

KATTIA ELENA ÁLVAREZ LEA YALIDYS LORENA OLIVARES BAQUERO

En el Concejo de 1984 participó, como suplente de Alberto Pimienta Cotes, Sara Beatriz García Oñate, quien obtuvo la máxima votación con un total de 3.031 votos. También participó María Inés Castro de Ariza, que ocupó el cuarto puesto con 1.117 votos (ver cuadro 8 y gráfico 8).

CUADRO 8 Nº 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13

Puesto 13 12 11 10 9 8 7 6 5 4 3 2 1

Elecciones Concejo 1984 Votos Nombres 0 Aldo Quintero 0 Luis Murgas 0 Miguel Ustaris 0 Farid González 0 Ricardo Vargas 0 Luis Mejía 0 Aníbal Gómez 0 Valentín Quintero 119 Casto Socarrás 1.117 Mª. Inés castro 2.313 Jairo Mendoza 2.391 Alfredo Dávila 3.031 Alberto Pimienta - Sara García

Fuente: Registraduría Nacional del Estado Civil. Delegación Cesar.

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VIDA SOCIAL, POLÍTICA Y ECONÓMICA DE LA MUJER EN VALLEDUPAR (1970-1990)

Esta última (María Inés Castro) repitió para el período de 1986-1988 y obtuvo nuevamente (como en las elecciones de 1982) el primer lugar con 2.729 sufragios, entre 15 participantes (ver cuadro 9 y gráfico 9).

CUADRO 9 Elecciones Concejo 1986 Puesto Votos Nombres 15 1.428 Eloy Quintero 14 1.464 Efraín Martínez 13 1.514 José Díaz 12 1.568 Dagoberto Fuentes 11 1.624 Jesús Sierra 10 1.659 Jaime Rivero 9 1.772 Darío Pavajeau 8 1.783 Juan Rosado 7 1.921 Aldo Quintero 6 2.003 José C. Mejía 5 2.111 Miguel Gnecco 4 2.138 Luis Mejía 3 2.238 Mauro Tapias 2 2.332 Fabio Mendoza 1 2.729 Mª. Inés Castro

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Fuente: Registraduría Nacional del Estado Civil. Delegación Cesar.

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Este marco histórico nos permite citar en cifras y porcentajes la participación política de las mujeres durante el período estudiado. Entre 1958 y 1974 el promedio de las mujeres sobre el total de miembros fue de 2,01% en el Senado y 4,43% en la Cámara; 8,15% en asambleas, 3,78% en concejos interdenciales y 6,69% en concejos municipales.34 En 1988 el Senado contaba con 2 mujeres frente a 115 senadores y 10 mujeres representantes frente a un total de 1.999 legisladores.35 Mientras tanto, en Valledupar, en 1976 y 1989, la participación femenina en el Concejo obtuvo un 2,8%, en la Asamblea 0,6% y en Cámaras 0,2%.36 Sin embargo, se esperaba una participación más activa en las curules.

KATTIA ELENA ÁLVAREZ LEA YALIDYS LORENA OLIVARES BAQUERO

La tardía vinculación de las mujeres a la acción política fue una circunstancia que ayudó a explicar las dificultades que ellas tenían para la apropiación del mundo de la política y el Estado. Con estos resultados se pudo analizar que aunque la participación femenina en la política no fue la más ardua, sin embargo, fue objeto de una gran acogida; porque si revisamos los datos anteriores vemos que en muchas ocasiones fueron ellas quienes obtuvieron las votaciones más altas con respecto a las de los hombres. Este fenómeno podría considerarse como el “bum femenino”. También se demuestra que con la primera participación femenina y los excelentes resultados obtenidos, muchas mujeres se motivaron a incursionar en espacios políticos, en un ambiente de corte machista limitado hasta entonces para ellas. Al continuar con dicho análisis, es evidente la superioridad de votos y curules obtenidas por el partido liberal (la mayor parte de los candidatos pertenecían a este partido tradicional), en lo que se refiere al aspecto electoral de la ciudad. Valledupar se caracterizó por la exclusión política, a pesar de haber ingresado otros movimientos alternativos que no lograron un impacto en la cultura política local, aunque vale la pena anotar la existencia de unas excepciones representadas en esta última década. La renovación política en el sentido humano y de prácticas políticas nuevas ha sido mínima. Los resultados electorales constituyen un buen indicador de la participación y posicionamiento político de las mujeres. La votación femenina de 1988 representó el 67% de la votación total (ver cuadro 10 y gráfico 10). Y según datos de la exposición de motivos del proyecto de la Ley de Cuotas, el 42,9% de los servidores públicos son mujeres, pero en su gran mayoría no se encuentran en los niveles de decisión. Aunque la representación política y civil femenina fue afectada por variables como el sexo y la clase, poco a poco este género fue ganando y ha estado ganando poder y autonomía individual. Es así como las mujeres 274

34 Pinzón de Lewis y Rothisberger, Dora. “Participación política de la mujer”. En: León de Leal, Magdalena, La mujer y el desarrollo en Colombia. Bogotá, Asociación Colombiana de Estudios y Población (ACEP), 1977, p. 59. 35 Ocampo de Herran, Ma. Cristina. “Las mujeres dirigentes”. En: Páez Tavera, Elena y et al. Protagonismo de la mujer. Bogotá, Predemocracia. Fundación Friedrich Nauman, abril de 1989, p. 191. 36 Fuente: Registraduría Nacional del Estado Civil. Delegación Departamento del Cesar.

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CUADRO 10

VIDA SOCIAL, POLÍTICA Y ECONÓMICA DE LA MUJER EN VALLEDUPAR (1970-1990)

Votación por sexo 1988 Nº Votos Categoría 1 20.420 Hombres 2 20.837 Mujeres

GRÁFICO 10 V O T A C IO N P O R S E X O 1 9 8 8

33% 1 2 67%

Fuente: Registraduría Nacional del Estado Civil. Delegación Cesar.

valduparenses construyeron una nueva relación con la política. Aunque la proporción de las que llegaron a los órganos de la representación política no alcanza el 10% como promedio, manteniendo una representación femenina significativa en el sistema político, dado el proceso de reconocimiento de la mujer como especificidad, y de las mujeres en general. Eso lo señalan los avances logrados en las recientes elecciones. Dos tipos de condiciones parecieron favorecer este proceso en gestación. Por un lado, hubo un condicionamiento social creado por las reformas políticas que promueven el reconocimiento de la mujer, mostrando sus necesidades, capacidades, aportes y derechos. Actualmente, la promulgación de la Constitución de 1991 y la difusión de los principios, derechos y mecanismos de la participación que allí se consagran están contribuyendo a eliminar las falsas ideas sobre las relaciones de género e impulsando una percepción más objetiva del rol de la mujer, así como de la potencialidad que aporta su valorización como ciudadana plena. La reglamentación de muchos de los artículos que hacen referencia a los derechos de la mujer permite mostrar sus intereses como los de un sector de la sociedad. Ello contribuirá a que en los partidos o movimientos se considere que tales intereses son también intereses del partido, y que se otorgue espacio en estas instituciones para que las portadoras de propuestas tengan posiciones adecuadas. Existe una alta responsabilidad de las militantes de los partidos, partícipes del movimiento de mujeres, relacionada con el posicionamiento de los puntos concernientes a intereses de género, para introducir en las instituciones políticas, partidos y moviBecas culturales en investigación sociocultural en historia regional y/o local del departamento del Cesar _______________________

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mientos a las líderes y sus propuestas. La existencia y emergencia de nuevos grupos y el proceso político que se ha dado pueden contribuir a que se estimule la participación de la mujer como electora y candidata, cambiando así el espectro de su limitada presencia en los espacios políticos.

KATTIA ELENA ÁLVAREZ LEA YALIDYS LORENA OLIVARES BAQUERO

El otro grupo de condiciones se refiere sobre todo al proceso que ha tenido lugar en las propias mujeres. En este cuadro de nuevas condiciones está, entre otros, el aprendizaje que ellas han logrado en los distintos grupos donde actúan, en organizaciones sociales y entidades no gubernamentales. Es importante señalar que actualmente hay multitud de mujeres en sectores populares, promovidas en su reflexión de género por sectores feministas a partir de distintos trabajos comunitarios y específicos, cuyo objetivo es moverse en el espacio público con habilidad y competencia. Estas experiencias constituyen parte del aprendizaje requerido en la participación en centralización administrativa (como consecución de su presencia en las juntas de administración local), las cuales pueden ser el salto cualitativo de las mujeres dirigentes de base para vincularse al sistema político. De este modo ellas van adquiriendo no solo conocimientos, sino liderazgo en las comunidades, lo que define formas de alianza entre los grupos y partidos. Cabe resaltar que la participación de la mujer en las esferas políticas ha marcado un hito en la historia de la lucha de la igualdad entre hombres y mujeres. El género femenino ha tenido una trayectoria en el proceso de incursión en la política nacional y, sin lugar a duda, en la política departamental, como lo demuestran los anteriores datos.

IV. ECONOMÍA Y SOCIEDAD: UN PROPÓSITO VERDADERO En la sociedad valduparense se conformaron las normativas de los roles de cada sexo frente al mecanismo económico: una imagen varonil, responsable del mantenimiento de su estatus, en los roles de esposo y padre, y una mujer condicionada a la tarea de administradora de ese estatus en el área del hogar. El éxito en la realización de cada uno de ellos estaba supeditado al éxito en la satisfacción de estos dos quehaceres, externo y productivo el del hombre, interno y administrativo el de la mujer. Estas imágenes se fortalecieron de tal modo que los dos terminaron por identificarse con el sexo respectivo, en forma tal que invadir el campo de acción del otro no podía hacerse sin demérito social de su imagen. La identificación fue de tal naturaleza, que la distinción cultural del rol económico hogareño signó al varón con características peculiares y trascendió al campo de las imágenes sexuales. Satisfacer un sexo, una tarea 276

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VIDA SOCIAL, POLÍTICA Y ECONÓMICA DE LA MUJER EN VALLEDUPAR (1970-1990)

que la cultura había marcado para el otro, hacía suponer una inversión en la conducta condicionada por los valores del sexo. Mediante estos valores, aplicados como control social, las fronteras se mantuvieron tajantemente separadas y las imágenes de hombre y mujer también fueron bosquejadas tajantemente. Con la identificación del rol se creó un sentido de pertenencia: el hombre defendió el suyo frente a la sociedad, la mujer hizo lo mismo, y ninguno quiso traspasar las fronteras de lo ajeno. Fuertes recortes en la personalidad de cada sexo fueron necesarios para su sostenimiento. Sin embargo, espaldas de estos patrones normativos, se configuraron modalidades familiares disímiles a la precedente, hasta el punto que algunas mujeres debieron desempeñar los roles del padre y de la madre enfrente de la descendencia y de cara a la sociedad. Versiones intermedias entre los dos extremos del modelo familiar divergente y legal se llenaron de formas peculiares, en las que la mujer, por desvanecimiento cultural o legal, debió asumir los frentes que el hombre tradicionalmente había ocupado, ya fuera en forma permanente o en momentos de crisis, pues el rol prescrito para este no era respaldado institucionalmente por el cumplimiento. Pero la suplencia de la mujer de los roles económicos del hombre no fue reconocida ni ameritada culturalmente, como expresión de su capacidad de satisfacer funciones mas allá de las tradicionales. Y así, hasta el presente, la mujer –según el estrato– duplicó sus roles al administrar y ser cabeza económica del hogar.37 Posiblemente porque las tareas de la jefatura se satisfacen dentro de los niveles ocupacionales deprimidos, la cultura elitista no se dio ni se da por enterada de su capacidad, ya que la mujer actual de tales estatus sociales y ocupaciones continúa desempeñando tareas de tipo domestico y todas aquellas que van estrechamente relacionadas con la atención de los miembros de su hogar.38

37 Forero de Saade, María Teresa et al. “Mujer trabajadora. Nuevo compromiso social”. Revista Genero e Ideología, Universidad de Santo Tomas, Bogotá, noviembre de 1991, p. 81. 38 Gutiérrez, Myriam. “Estructura laboral rural y participación de la mujer”. Documento DNP-UPS-DIPSE, Bogotá, julio de 1991, p. 102.

En esta sociedad de roles e imágenes sexuales tan tajantemente delineadas empezaron a percibirse nuevas influencias. Las exigencias de la vida urbana, el desarrollo industrial, las vías y los medios masivos de comunicación, la persistencia de las posiciones divergentes tradicionales en ciertas clases, fueron deteriorando con sus presiones las barreras entre los roles económicos de los sexos. La mujer de otros ambientes diferentes de los ya mencionados fue entrando conscientemente, con el reconocimiento de la comunidad, al trabajo remunerado, y el hombre se vio empujado a colaborar en las faenas hogareñas para ayudar a su compañera en el nuevo desempeño. Así se conformaron dos polos ocupacionales femeninos coexistentes, uno ubicado en la base de la estratificación socioeconómica, donde la mujer permaneció activa largo tiempo con ocupaciones de tipo tradicional, y el otro que conformó una vanguardia en los grupos más próximos al mayor

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poder social. En esta vanguardia, la alta y mediana escolaridad se hicieron sentir, sobre todo para que las mujeres entraran al mercado laboral. Sin embargo, cuando la comunidad aceptó que las mujeres trabajaran, entendió esta situación más bien como una disculpa para aprovechar su entrenamiento, y no como una expresión de la necesidad hogareña de la colaboración económica femenina. Pero el trabajo femenino también tenía como propósitos la realización personal y la búsqueda de la independencia. Igualmente, nuevos grupos de mujeres de clases menores, y más necesitadas del ingreso, se fueron sumando paulatinamente al mercado laboral, con menos calificación que las precedentes y llenando vacíos laborales que el hombre fue abandonando.

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Esta nueva oleada de mujeres en el mercado de trabajo se hizo ajustándose a las exigencias de la cultura o vertiéndose a través de ellas.39 Por ello, fue más frecuente que la mujer ocupara un empleo durante su soltería y que renunciara a este después del matrimonio. La meta de la mujer que trabajaba en los niveles medios, con más énfasis que en los otros, era seguir esta forma de comportamiento. Pero, en los grupos de profesionales, el empleo se prolongó más allá del matrimonio, aunque se presentaron retiros durante ciertas etapas de la dinámica familiar. El trabajo de la mujer soltera en el estrato medio sirvió, por tradición, para ayudar a levantar el grupo fraternal, por lo general muy numeroso. En las clases medias urbanas, las exigencias vitales de familias prolíficas obligaron a los hijos a ayudar precozmente en el presupuesto familiar.40 Las condiciones del mercado de trabajo hacían más viable el empleo de la joven, mediante un entrenamiento ligero que facilitó su enganche. Así, las mujeres compartieron obligaciones económicas con su progenitor, particularmente en los estratos medios de la sociedad, y colaboraron principalmente en la educación de sus hermanos varones, meta de ascenso en estas clases. El trabajo de la mujer casada, como regla cultural, deterioraba la imagen del “macho”, en cuanto aparecía como expresión de su incapacidad para la satisfacción de su rol económico. Por esta razón, y para cubrirse de los controles culturales, los grupos de mujeres casadas que trabajaban explicaron su conducta arguyendo metas del ingreso por encima del presupuesto familiar común: la educación privada de los hijos, la adquisición de viviendas, gastos extra para la recreación, etc. Y en muchas oportunidades el que ellas trabajaran obedeció a esta motivación, como se verá luego. La mujer que trabajaba por fuera del hogar penetró en campos laborales antes vedados a su interés y entró en contacto con personalidades muy diferentes de las de su medio familiar. Estos influjos rompieron el cerco natural que la cultura había extendido en torno a su vida de esposa y madre. El trabajo y los contactos profesionales tendieron a quebrantar sus premisas culturales y también determinaron cambios de expec278

39 Pérez, Mario. Características de la población femenina urbana y su participación en las actividades laborales. Bogotá, julio de 1991, p. 46. 40 Muñoz Conde, Manuel. “Evolución del empleo y alguna de sus características en ocho ciudades colombianas 1982-1990”. Documento Mintrabajo-OIT, Bogotá, enero de 1992, p. 69. 41 Rubiano, Norma. “Análisis de la oferta de la fuerza de trabajo en Colombia y Proyecciones 1985-1995”. Documento Mintrabajo, Bogotá, diciembre 1996, p. 81.

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tativas, valores y comportamientos en la familia.41 Y estos cambios deterioraron las relaciones conyugales establecidas sobre otro condicionamiento. Posiblemente su deterioro lesionó más los privilegios del compañero y benefició, a pesar de los nuevos roles, la posición de la mujer. Por esto, la mujer fue frecuentemente partidaria de la colaboración económica frente a una posición más discreta del grupo tradicional de compañeros. El trabajo remunerado de la mujer casada implicó, en medio una serie de conflictos, el reemplazo de los roles tradicionales femeninos. Por lo general, se arguye que cuando una madre trabaja fuera del hogar, deja insatisfechas una serie compleja de obligaciones que, en consecuencia, deben ser cubiertas por “otras personas”. La cultura no está de acuerdo con esta sustitución, a pesar de que se presenten casos en que las mujeres, aun estando en casa, descuiden o deleguen sus obligaciones, pues a los ojos de la comunidad es trascendente que ellas no salgan de casa a trabajar sino en casos extremos de necesidad. Este desacuerdo se debe, en parte, a que hay instituciones de suplencia que se encargan de relevar a la mujer en sus tareas tradicionales. Por ejemplo, existió y aún existe el servicio doméstico, pero este personal, a pesar de su relativa abundancia, se consideró el menos calificado para cubrir tareas de crianza y socialización en estratos medios y altos. Sin embargo, cuando de cumplir roles de mantenimiento de las relaciones sociales y familiares se trataba, la cultura legitimó que las mujeres se ausentaran frecuentemente del hogar, permitiéndoles, en los estratos altos, poner en manos del personal de servicio sus tareas maternales y administrativas. A ello hay que añadir que las amas de casa de los niveles bajos o medios no pueden cubrir con sus entradas los gastos del personal suplente.42 Una razón que explica mejor el que las mujeres casadas renunciaran a trabajar es la limitada oferta de trabajo existente y que hoy se les brinda, debido en parte a la serie de prestaciones laborales que su enganche ocasiona: servicios de maternidad, subsidio familiar, horarios de lactancia, permisos de calamidad doméstica, etcétera, gradúan considerablemente el capital. La etiología del trabajo de la mujer casada respaldó evidentemente los prejuicios de la cultura, que explicaban la acción laboral de las casadas por presiones de naturaleza económica. Es así como la razón económica encabeza la jerarquía de frecuencia con un porcentaje considerablemente mayor que las demás causas.

42 Cortés Cely, Juan Carlos. “Trabajo doméstico. Ensayo de valoración”. Documento Dane, Bogotá, noviembre de 1991, pp. 37-40.

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TABLA 1 RAZONES POR LAS QUE LA MUJER CASADA TRABAJA Razones Ayudar económicamente el hogar Ayudar en la educación de los hijos Gastos personales Práctica de habilidad y conocimiento Para evadir otros quehaceres Meta especial: muebles, vacaciones… Suplencia de la irresponsabilidad del marido Total

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% 70,4 14,9 4,5 3,7 3,5 2,0 1,0 100%

Fuente: Encuesta realizada a una muestra de quince mujeres en Valledupar entre enero y abril del 2005.

En estos resultados se demuestra que aquello que motivó a la mujer soltera a emplearse fue la necesidad económica (ver tabla 2), incentivo que ocupa el primer lugar.

TABLA 2 CAUSAS DEL TRABAJO ANTES DEL MATRIMONIO Causas Necesidades económicas Para practicar actividad o conocimiento Otros (conseguir una meta) Distracción Prestar un servicio Total

% 81,3 6,9 6,9 3,6 1,3 100%

Fuente: Encuesta realizada a una muestra de quince mujeres en Valledupar entre enero y abril del 2005.

A pesar de que la mayoría de las mujeres casadas desearon trabajar durante su soltería (71,5%) solo una minoría de ellas (12,8%) pudo identificar la ocupación ambicionada. Este resultado fue un claro índice de estatus laboral de la mujer. La mujer valduparense quiso comprometerse en una tarea que le diera ingresos, pero al carecer de entrenamiento o de orientación hacia alguna actividad laboral y de conocimientos sobre el mercado de trabajo, ignoró dónde podía trabajar y qué podía hacer. Para las mujeres fue clara su condición de ama de casa, pero la mayoría de ellas desconocían su capacidad potencial laboral dentro de la vida económica social de su comunidad. Los rubros ocupacionales más frecuentes entre las aspiraciones de las mujeres fueron aquellos de mayor popularidad en la cultura: profesional y técnico, vendedores y comerciantes y prestación de servicios (ver 280

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tabla 3). Entre ellos, lo más deseado era ser una profesional de alto nivel, con título universitario, porque esta ocupación fue y es la de mayor prestigio en la comunidad, sin importar si su accesibilidad estaba al alcance del aspirante o no. Además porque el título profesional significaba para la mujer la máxima posibilidad de avance laboral y social.

TABLA 3 ASPIRACIONES PROFESIONALES Rubro ocupacional

%

Profesionales y técnicos Trabajadores de oficina Vendedores y comerciantes Agricultura, pesca Artesanos y trabajadores de fábrica Servicios

1970-1975 15 20 10 30

1976-1980 18 22 11 20

1981-1985 19 22 12 10

1986-1990 22 10 22 13

13

16

25

13

12

13

12

20

Fuente: Encuesta realizada a una muestra de quince mujeres en Valledupar entre enero y abril del 2005.

Existieron dos polos de empleo que agruparon el trabajo remunerado de la mujer. El más numeroso era el de los niveles inferiores, y el otro, más pequeño, el de los superiores. El primero estaba representado por los rubros de servicios, de artesanos y trabajadores de fábrica, y de vendedores y comerciantes. El segundo, por el de profesionales y empleados.

POLO

TABLA 4 LABORAL TRADICIONAL

Estatus y ocupación

Rubro ocupacional

Servicios

Bajo

Artesanos y trabajadores de fábrica

Bajo

Vendedores y comerciantes

Bajo

Rango ocupacional § Servicio doméstico § Lavanderas § Aseo en restaurante, hoteles y oficinas § Tejedoras § Ayudantes § Dependientes § Pequeños propietarios de comercio

% 82,5 10,1 5,8 22,6 9,0 57,3 15,8

Fuente: Encuesta realizada a una muestra de quince mujeres en Valledupar entre enero y abril de 2005.

TABLA 5 POLO LABORAL MODERNO Rubro ocupacional Profesionales y técnicos

Estatus/ocupación

Alto y medio

Rango ocupacional § § §

Profesoras de primaria Profesoras secundaria Profesional en ejercicio

% 32 33 45

Trabajadores 78.3 § Secretarias y afines Medio y bajo de oficina 16.7 § Otras empleadas Fuente: Encuesta realizada a una muestra de quince mujeres en Valledupar entre enero y abril del 2005.

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Inicialmente se presentó la proporción de mujeres de las dos generaciones (ama de casa y trabajadora asalariada) que se ocuparon en o evadieron las tareas remuneradas. Conjuntamente con esta información se comparó la ocupación en dos instantes del ciclo vital femenino: antes y después del matrimonio. Al parecer el matrimonio introdujo una serie de elementos que restringirían el enganche laboral de la mujer, en comparación con la soltería.

KATTIA ELENA ÁLVAREZ LEA YALIDYS LORENA OLIVARES BAQUERO

TABLA 6 POSICIÓN LABORAL: ANTES Y DESPUÉS DEL MATRIMONIO Estatus ocupacional Amas de casa Económicamente activas Total

Antes % 54,6 45,4 100

Después % 32,7 67,3 100

Fuente: Encuesta realizada a una muestra de quince mujeres en Valledupar entre enero y abril del 2005.

Es notable el que las actividades tradicionales hayan ido decreciendo con el paso generacional, y el que en los grupos nuevos se advierta un énfasis en la exigencia de una más alta escolaridad.

1. CAUSAS

DEL AUMENTO EN LA PARTICIPACIÓN LABORAL

DE LA MUJER EN

VALLEDUPAR, 1970-1990

El aumento de la participación de la mujer en el sector laboral no obedeció a un solo factor. Aun cuando el número de factores no se ha podido delimitar y aprehender, por cuantos muchos de ellos se combinan a veces imperceptiblemente, podemos encontrar como principales y determinantes los siguientes: a) factores de orden demográfico; b) de orden económico; c) de orden sociocultural.

FACTORES

DE ORDEN DEMOGRÁFICO

Los factores de orden demográfico no están compuestos por un solo elemento. Son el resultado de la combinación de varios. El fenómeno migratorio que se manifestó con más fuerza en las mujeres con mayor potencialidad laboral (15 a 30 años), generó una presión adicional en la oferta del trabajo femenino. Tal migración, en gran medida, fue producto de la violencia de las zonas rurales de Valledupar, pero también de la búsqueda de los habitantes de oportunidades de progreso o estudio, es decir que estos se dirigían a la ciudad con el fin de acceder a una mejor calidad de vida.

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Los procesos de migración del campo a la ciudad sucedidos en estas dos décadas del setenta al noventa se reflejaron en un cambio acelerado de costumbres y transformación de los valores. Para este caso fueron claves dos factores: la disminución de la tasa de fecundidad y el mayor acceso y permanencia de la mujer en la educación. Estos fenómenos, profundamente relacionados con la vida urbana, permitieron a la mujer la liberación de tiempo dedicado a la reproducción y la maternidad, pero, fundamentalmente, a replantear las relaciones de poder existentes entre hombres y mujeres. En este sentido, el término que se ha venido utilizando para representar el proceso que permite a las personas tomar control sobre sus vidas, ha sido el de “empoderamiento”. El empoderamiento de las mujeres, a su vez, libera y empodera a los hombres en lo material y en lo psicológico, ya que la mujer logra acceder a recursos materiales en beneficio de la familia y de la comunidad y entra a compartir responsabilidades, pero liberando a los hombres igualmente de estereotipos de género y permitiéndoles nuevas experiencias emocionales. En suma, el empoderamiento de las mujeres en las relaciones cercanas implicó no solo el cambio de los comportamientos y experiencias de ellas, sino también de su pareja y de los otros.

FACTORES

DE ORDEN ECONÓMICO

Aquí se encontraron dos elementos importantes: las limitaciones en los ingresos familiares y las posibilidades de obtenerlos y engrosarlos a través de las diferentes formas de participación femenina en el mercado del trabajo que se presentaron en el contexto de las propias necesidades del hogar, características que se llamaron de “participación extensiva”. A la dinámica de la oferta laboral femenina, el mismo crecimiento económico respondió elevando las tasas de participación a un nivel más alto que las del hombre y, en particular, en determinadas ramas de la actividad: comercio, industria (confección textil, calzado), y de manera creciente en el sector financiero.

FACTORES

SOCIOCULTURALES

Una de las manifestaciones del cambio generacional que ocurrió durante los veinte años estudiados fue el aumento del interés de las mujeres jóvenes por vincularse a las actividades laborales remuneradas. Estos cambios generacionales incidieron en el aumento de los niveles de la mujer, que a su vez contribuyó a elevar las tasas de participación femenina.

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El cambio de actitud en el manejo del hogar, las relaciones de pareja, la forma de unirse y de liderazgo del hogar, ya no solo en el aspecto del trabajo doméstico, sino en la toma de decisiones y del control y manejo económico del mismo, fue el pilar del aumento de las tasas de participación laboral remunerada.

KATTIA ELENA ÁLVAREZ LEA YALIDYS LORENA OLIVARES BAQUERO

Un claro ejemplo de la potencialidad laboral de la mujer lo constituyó su ocupación como empresaria.

2. EN

QUÉ HAN TRABAJADO LAS MUJERES VALDUPARENSES

Desde sus inicios, la sociedad vallenata ha sido considerada una sociedad machista en la cual la mujer ha sido vista como trabajadora del hogar en actividades de tipo doméstico (lavar, cocinar, planchar…); dichas actividades fueron coartando sus ilusiones de salir del hogar y devengar un salario para beneficio propio y de su ambiente familiar. Sin embargo, al transcurrir el tiempo y con la ruptura de diversas fronteras de trabajo, la mujer ascendió poco a poco por medio de la educación, como vendedora, secretaria, recepcionista y, sin lugar a dudas, con estudios superiores logró desempeñarse como docente, enfermera, abogada, administradora, etc. Por tal motivo, la mujer generó ingresos bajo tres opciones: a) bajo la forma de un salario, como empleada en cargos de diferente nivel dentro de la escala ocupacional; b) como cabeza de familia, generando ingresos por cuenta propia en actividades informales; c) como empresaria, generando, además de su propio puesto de trabajo, puestos adicionales. Un 60% de los trabajos de las mujeres se realizaron bajo subordinación (empleada-obrera) en el sector gubernamental o en el sector privado, donde fueron ubicadas con preferencia en cargos administrativos, de apoyo, o en el servicio doméstico, ocupación esta en la que devengaron, en la mayoría de los casos, ingresos inferiores al salario mínimo legal. La participación de las mujeres en los cargos directivos, tanto en el sector público como privado, fue creciendo de una manera importante. En Valledupar, por ejemplo, el 27,2% de los cargos ejecutivos fueron ocupados por mujeres superando la proporción de ciudades costeñas tales como Riohacha, Montería y Sincelejo. Adicionalmente, las mujeres ejercieron el 42% de los cargos profesionales y técnicos en el mercado laboral, un nivel igualmente superior al de muchas ciudades de la región. Del mismo modo, alrededor de un 30% de total de las mujeres de Valledupar fueron trabajadoras por cuenta propia. Este segmento de la población trabajadora estuvo vinculado en su mayoría al denominado sector informal de la economía. Se trataba de empresas de subsistencia para complementar los ingresos familiares y, por tanto, eran de carácter cícli284

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co: en épocas de crisis tendían a incrementar su participación en la economía, como resultado de la acción de “rebusque”, y en ciclos de crecimiento disminuían su participación como efecto de la recuperación de la capacidad de empleo en el sector formal. Un porcentaje menor de las mujeres trabajadoras se desempeñó en el servicio doméstico, pero su representatividad fue decreciente a través del tiempo. Como patronas o empleadoras, se desempeñó entre un 2 y un 3% de la población femenina colombiana. ¿Por qué se incorporaron las mujeres con tanta fuerza en el mercado laboral? Una explicación inicial se encontró en el fenómeno de urbanización que cambió los patrones culturales. Pero, de otro lado, la incorporación de la mujer al mundo del trabajo permitió que la mayoría de los hogares pudieran hacer frente a la disminución real de los ingresos durante la crisis. Sin embargo, los aportes de la mujer a la actividad productiva no se apreciaron en su justa medida y se generaron inequidades. Ahora bien, se puede hablar de una cierta producción informal permanente de las mujeres, dirigida al autoconsumo. Ejemplo de ello fueron las ventas y las confecciones (ver tablas 7 y 8), producción que en más de una ocasión sobrepasó los límites de complementación del ingreso familiar, no sólo en el ahorro sino en la generación del dinero. En las siguientes tablas se muestra la incursión de la mujer en el sector productivo, en la conformación de microempresas y en la realización de negocios, lo cual permite apreciar la cantidad de registros que ellas representan.

TABLA 7 REGISTROS DE MEDIANAS Y GRANDES EMPRESAS (ALMACENES, RESTAURANTES, CLÍNICAS, ETC.)

Sexo Cantidad Femenino 47 Masculino 107 Total 154 Fuente: Datos actualizados del archivo de la Federación Nacional de Comerciantes (Fenalco), seccional Cesar.

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TABLA 8 REGISTROS DE PEQUEÑAS EMPRESAS (TIENDAS, SALAS DE BELLEZA, VARIEDADES)

KATTIA ELENA ÁLVAREZ LEA YALIDYS LORENA OLIVARES BAQUERO

Sexo Cantidad Femenino 120 Masculino 149 Total 269 Fuente: Datos actualizados del archivo de la Federación Nacional de Comerciantes (Fenalco), seccional Cesar.

Es innegable que el aumento de la participación visible de la mujer dentro del campo laboral no solo benefició y favoreció económicamente a la ciudad. Este mejoramiento económico también se tradujo en la necesaria expansión de los requerimientos de la adecuada remuneración, seguridad social y diversificación del empleo, roles de trabajo y retos no considerados hasta ahora. La apertura del espacio público a la mujer y el manejo del mismo expandió sus fronteras más allá de los muros hogareños y fue un paso fundamental para su participación en otros ámbitos: el trabajo comunitario y su participación social y política. Sin embargo, nuestra sociedad no estuvo siempre preparada para los cambios y avances, y algunas veces estos fueron vistos con reticencia y rechazo, pues la cultura transmitida por la educación no correspondía a los cambios que se analizaron. Sin embargo, los roles entre hombres y mujeres en el ámbito doméstico variaron con la misma claridad que la incorporación de la mujer al ámbito laboral. De esta manera y a espaldas de los patrones normativos culturales, se configuraron modalidades familiares distintas de las anteriores, hasta el punto que la mujer debió desempeñar los roles del padre y de la madre enfrente de sus hijos y de cara a la sociedad vallenata. Este desarrollo económico y social de la mujer valduparense que tuvo lugar durante los años setenta y ochenta, incidió en el desarrollo de las ciudades en la medida en que propició grandes avances en la producción económica, como la apertura de pequeñas y medianas empresas principalmente de carácter familiar (confección y costura, preparación de alimentos para la venta) o simplemente por que las mujeres empezaron a desempeñarse como empleadas de industrias lecheras y derivados, en el comercio, y en instituciones públicas y privadas. Esto permitió que Valledupar avanzara económicamente en pos del advenimiento de la modernidad y la tecnología que se avecinaba en los años noventa. El abono y avance de la mujer en lo social y económico también influyó en su participación en las esferas políticas como segundo aspecto, pues 286

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la mujer se vio abocada a entrar en este mundo gracias a las ganas de seguir ayudando al progreso de la ciudad y a su intención personal de superación. Las mujeres que más se destacaron en el campo político fueron aquellas pertenecientes a la elite valduparense, quienes muchas veces aprovecharon las coyunturas políticas de sus esposos, padres, tíos y abuelos para incursionar en la activa esfera política. Ello también les sirvió para lograr un cargo político acudiendo al apoyo de sus compañeras de género, ya fuera como votantes o activistas de su bandera electoral. El cerrado mundo político dominado por hombres de la época, poco a poco permitió que las capacidades e inteligencia de las mujeres hicieran parte de la organización política. Esto no quiere decir, sin embargo, que muchas mujeres hubieran participado; más bien fueron pocas, pero lograron altas votaciones, curules y cargos en forma consecutiva (María Castro de Ariza, concejala por tres períodos consecutivos) e incluso pudieron permanecer en este sector por largo tiempo y llegar a otros espacios (principales secretarías en las alcaldías y en la gobernación). Otro fenómeno que facultó la participación femenina fue el hecho de que sus candidaturas ofrecían al electorado otras formas de poder político, en el que se veían nuevas ideologías y la posibilidad de que sus necesidades y prioridades sociales, e incluso personales, fueran suplidas a cabalidad. En poca palabras, ofrecían una propuesta diferente de las ya conocidas y tradicionales. Lo político generó en la imagen femenina una nueva forma de mostrar que la mujer vallenata podía y puede abanderar y desarrollar grandes proyectos a favor de la comunidad y de su género. De igual manera, Valledupar mostró que a pesar de su cultura predominantemente machista, podía cambiar ciertas concepciones y visiones sobre la mujer.

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BIBLIOGRAFÍA

KATTIA ELENA ÁLVAREZ LEA YALIDYS LORENA OLIVARES BAQUERO

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KATTIA ELENA ÁLVAREZ LEA YALIDYS LORENA OLIVARES BAQUERO

ANEXOS FOTOGRÁFICOS MUJERES

ANEXO 1 TRABAJADORAS EN FRIGORÍFICOS DE

COOLESAR

Fuente: El Diario Vallenato. 17 de agosto de 1983. p. 5.

ANEXO 2 Conquistas de las mujeres colombianas (evolución histórica) Reconocimiento de derecho a la administración 1922 de sus bienes de uso personal de la mujer casada. 1933 Derecho a la educación superior. 1936 Derecho a acceder a cargos públicos. 1954 Derecho a la ciudadanía. 1957 Derecho a elegir 1962 Se reconoce una remuneración igual al trabajo. 1976 Divorcio para el matrimonio civil. Colombia suscribe el convenio internacional para 1979 eliminar formas de discriminación de la mujer. Se institucionaliza la Convención de Naciones Unidas 1981 sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer, a través de la ley 051. La Ley 30 de reforma agraria reconoce el derecho 1988 de las mujeres campesinas a la titularidad de las tierras. 1990 Se reglamenta unión marital de hecho y la Ley 051 de 1981. Fuente: Artículo publicado por el Centro de Documentación de la Mujer de la Universidad del Atlántico.

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ANEXO 3 REUNIÓN NACIONAL DE AVHOS (ASOCIACIÓN VOLUNTARIAS HOSPITALARIAS)

DE

El Cesar es uno de los pocos departamentos que tiene la categoría de ser seccional; llevó la siguiente representación: Paulina Aragón, Esther Orozco de Vega, Hilda Daza de Arroyo, Graciela Molina Quintero, Enna Lacouture de Pérez, Omaira de Castro y María Uhía de Meza. Fuente: El Diario Vallenato, miércoles 20 de mayo de 1981. p. 4.

MUJERES

ANEXO 4 VALDUPARENSES EN DISTINTAS CURULES

Nombres

1976-1986 Mujeres concejales Años/votos 1976

1978

1982

Nelly Castro de Pupo 1.586 Ana de Martínez 506 Yolanda Munive 257 Edith de Rodríguez 1 Ma. Inés Castro 2.323 Imelda Daza 1.188 Sara García (Suplente) Mercedes Vásquez (Suplente) Mujeres diputadas María M. Araújo 177 Enith Abello 14 Maribeth Herrera 5 María Uhía de Meza 1.377 Mercedes Rivero 21 Rosa Herrera 18 Mujeres Representantes a la Cámara Ma. Cleofe Martínez 9.276 Consuelo de Montejo 80

1984

1986

1.972

2.729

3.031 1.749

Fuente: Archivo de la Registraduría Nacional del Estado Civil. Delegación Cesar.

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ANEXO 5

KATTIA ELENA ÁLVAREZ LEA YALIDYS LORENA OLIVARES BAQUERO

María Clara Quintero: Alcaldesa de Valledupar (febrero de 1981 y agosto de 1982). Debemos integrar las mujeres al desarrollo: “…Quisiera exaltar aquí los valores de Doña María Concepción Loperena de Fernández de Castro y de Doña Rosario Pumarejo de López, quienes en una u otra forma y a pesar de las épocas no favorables a la actividad femenina supieron por amor a su terruño y con esfuerzo insigne, dejar en alto y de modo ejemplarizante el nombre de la mujer”. Fuente: El Diario Vallenato, lunes 25 de mayo de 1981. p. 3.

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ANEXO 6

Posesión de Doña Pau: Cumbre Política. Paulina Mejía de Castro, Nueva Gobernadora del Cesar (febrero 14 de 1989 a febrero 9 de 1990). Fuente: El Diario Vallenato, viernes 14 de abril de 1989. p. 1.

ANEXO 7

Gobernadora Encargada del Departamento: Carmen García Vargas en reemplazo del Senador José Guillermo Castro Castro. Fuente: El Diario Vallenato, viernes 13 de marzo de 1981. p. 5.

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ANEXO 8

KATTIA ELENA ÁLVAREZ LEA YALIDYS LORENA OLIVARES BAQUERO

Leonor Palmera de Castro: Directora del ICBF. Fuente: El Diario Vallenato, lunes 13 de septiembre de 1982. p. 1.

ANEXO 9

Maria Inés Castro de Ariza: La primera mujer en llegar a regir los destinos del departamento del Cesar en propiedad (agosto 25 de 1986 a marzo 6 de 1989). Ocupó los siguientes cargos: abogada de la Superintendencia de Sociedades de Bogota, del Departamento Jurídico del Ministerio de Agricultura, Presidenta de ANALAC, concejal por tres períodos consecutivos. Fuente: Periódico El Heraldo, Revista Gente Caribe. 3 de diciembre de 2004.

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ANEXO 10

Imelda Daza: Concejal de Valledupar en el año de 1982. Fuente: El Diario Vallenato, viernes 12 de marzo de 1982. p. 5.

ANEXO 11

María Cleofe Martínez: En busca de apoyo electoral femenino. Fue Representante a la Cámara en 1982. Fuente: El Diario Vallenato, lunes 19 de octubre de1981. p. 1.

Becas culturales en investigación sociocultural en historia regional y/o local del departamento del Cesar _______________________

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ANEXO 12 Nombres Luisa Baute de Aponte

KATTIA ELENA ÁLVAREZ LEA YALIDYS LORENA OLIVARES BAQUERO

Cargo

Año

Directora Regional SENA

1983

Graciela Hernández

Directora del ICETEX

1983

Leonor Palmera de Castro

Directora del ICBF

1983

Omaira Mindiola

Directora del CDV

1983

Tranquilina Torres

Jefe de la sección de bienes y contratación de la Gobernación del Cesar

1983

María Inés Castro de Ariza

Vicepresidenta ANALAC

1985

Lina Meza

Contralora General del Departamento

1985

María Cristina Lara

Directora de ACOPI

1985

Teresa Albañez

Directora Regional de la UNICEF

1986

Edelma Castilla

Directora del ICTC

1985

Ruby Cecilia Yépez

Secretaria ejecutiva de la secretaría general de la Gobernación.

1987

Carmen Gutiérrez

Gerente de la terminal de transporte

1987

Loli Luz Ovalle

Secretaría privada

1990

Cristina Moreno Payares

Jefe de la oficina de valorización

1990

Consuelo Araujo

Directora del ICTC

1990

Yalile Pérez Oñate

Directora del Rosita Dávila

1990

Adolfina Morales

Secretaría de Hacienda

1990

Mujeres valduparense en distintos cargos públicos y privados. Fuente: Archivo del Diario Vallenato.

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ILUSTRES

DESCONOCIDOS.

PROTAGONISTAS

DE SU TIEMPO

SIMÓN MARTÍNEZ UBÁRNEZ*

* Licenciado en filosofía. Especialista en Filosofía de la ciencia; Magíster en filosofía y letras; especialista en investigación social, experto en gestión cultural; otros estudios especializados en educación y cultura; aficionado al estudio de la historia y la realidad socio cultural del Caribe Colombiano. Ha publicado las siguientes obras: Herramientas para escribir un ensayo (2000); Socioatropologia educativa (2001). Herramientas para formular un proyecto de investigación social (2001); Orígenes. El Cesar y sus Municipios (2003); Ética Pública y participación Ciudadana (2005); Territorio y ley en la Sociedad Wayuu (2005); Metodología de la investigación (2006); Ha sido catedrático en diversas universidades del país; Director del Instituto de Cultura y Turismo del Cesar; Vicerrector Académico (e) y Director del Centro de Investigación de la Universidad Popular del Cesar; Asesor de Ciencia y Tecnología del Corpes C. A. Secretario Técnico de la Comisión Regional de Ciencia y Tecnología de la Costa; Coordinador Regional de Investigación de La Unad, Zona Caribe y Subdirector Regional del Sena Cesar.

ILUSTRES DESCONOCIDOS. PROTAGONISTAS DE SU TIEMPO

INTRODUCCIÓN El desconocimiento de la historia por parte de los pueblos, siempre les hace correr el riesgo de repetir el eterno retorno de sus propios errores y de no tener suficiente claridad para orientar el futuro. La historia no se estudia para dormir sobre las glorias del pasado, sino para adquirir la fuerza moral que oriente y guíe hacia el futuro. Un aspecto fundamental que los pueblos deben conocer de la historia es el derrotero que trazaron los hombres que la hicieron. En Colombia en general y de manera particular en el Caribe, testigo y escenario privilegiado de la historia nacional, las provincias marginadas se han visto relegadas en el momento de la construcción de la historiografía nacional, generalmente hecha por académicos andinos, aristócratas y clasistas; ello no ha contribuido a generar en el grueso de la población sentido de pertenencia ni de arraigo al ser nacional, pues, en general, a la gente se le cuenta una historia que la extraña y la desconoce. Nadie, en realidad, puede sentirse perteneciente a un contexto del cual se siente excluido. De ahí que el nuevo paradigma insista en la necesidad de construir la historia desde lo local, para contrarrestar el academicismo centralista. En ese proceso de construcción de la historia local y regional, estudiar el papel de los protagonistas es fundamental para una comprensión de la verdadera dimensión de los acontecimientos y hechos relevantes. En el caso del departamento del Cesar, la construcción de una memoria histórica escrita es una tarea por hacer, lo cual implica serios compromisos en la preservación del patrimonio documental y de archivos locales aún existentes, pero en altísimo riesgo por su estado de vulnerabilidad. Esta es una tarea que se puede emprender desde diversas perspectivas y, por fortuna, comienzan a percibirse esfuerzos que se realizan en este sentido por parte de entidades académicas y gubernamentales. En el caso particular que nos ocupa, hemos considerado pertinente dedicar un poco de atención a diez personajes de la historia del departamento, quienes, desde diferentes perspectivas, son verdaderos protagonistas de su tiempo, que lograron una posición destacada y significativa; sin embargo, el tiempo se encargó de colocar sobre ellos un manto de olvido, porque no hubo en su momento quién escribiera sobre su presencia histórica. Por eso los hemos denominado ilustres desconocidos, pues se trata de verdaderos grandes ignorados. Sin embargo, la pretensión es modesta, se trata de construir unos ensayos biográficos de diez personajes que, durante los siglos XIX y XX, tuvieron un protagoBecas culturales en investigación sociocultural en historia regional y/o local del departamento del Cesar _______________________

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nismo significativo para la historia o la cultura en el contexto regional, nacional o internacional.

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Hablaremos, pues, de personajes desconocidos, poco afamados aún en su tierra natal, en donde existe poca información acerca de su trayectoria histórica, lo cual se suma al hecho de que la investigación cultural e histórica por parte de académicos y estudiosos en el departamento del Cesar no ha sido una prioridad de marcado interés; este ha sido el factor que mayor incidencia ha tenido para que se conozca poco acerca de los personajes que nos ocuparon como objeto del proyecto. Puesto que no existían antecedentes de la investigación, hubo que recurrir a una información dispersa y fragmentada, no solo en diversidad de documentos y fuentes, sino en los más apartados lugares, a los cuales fue necesario dirigir la atención, con el fin de lograr los resultados que aquí presentamos. De esa manera, fue necesario complementar la información que ya poseíamos, buscando en centros de documentación y archivos como el Museo de la Constitución –en Río Negro, Antioquia–, información sobre los cesarenses que actuaron como constituyentes en ese foro legislativo; en la Biblioteca del Congreso, en el Museo Nacional, en la Biblioteca Luis Ángel Arango, en la Academia Colombiana de Historia –todos ubicados en Bogotá–, alguna información sobre los constituyentes de 1886 y otros personajes; igualmente en Santa Marta, Barranquilla, Ocaña, Río de Oro, los rastros de otros protagonistas, así como en el exterior, vía Internet. De este modo se fueron atando los cabos sueltos. En otros casos, fue necesario recurrir a entrevistas con testigos excepcionales, especialmente estudiosos, descendientes o parientes de algunos de los personajes, quienes aportaron sus conocimientos y opiniones acerca de alguno de los personajes en particular. Es así como hoy podemos entregar un ensayo general, comprensible desde cada una de sus unidades, acerca de los personajes que nos ocuparon durante buen tiempo como objeto de interés investigativo. El trabajo contiene diez secciones, correspondientes a los ensayos biográficos de cada personaje, los cuales no se pueden considerar como un trabajo acabado, sino como una propuesta que debe despertar la iniciativa de profundizar en cada uno de ellos. A pesar de no ser un trabajo definitivo, estos ensayos sí nos han permitido cumplir con el objetivo propuesto, como era el de rescatar, preservar y divulgar los aspectos relacionados con la vida y obra de estos personajes, con el fin de mostrarlos como ejemplos y paradigmas dignos de imitar en el proceso de construcción de la identidad cesarense y para afianzar el sentido de integración y pertenencia a esta tierra.

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Con ello esperamos, igualmente, poder contribuir en el esfuerzo de la dirigencia departamental, encaminado a la generación de motivos de reconocimiento que ayuden a fortalecer el sentido de pertenencia y arraigo a la realidad histórica y cultural del departamento del Cesar, mediante el conocimiento y la valoración de quienes han hecho méritos para convertirse en paradigmas dignos del reconocimiento y la emulación por parte de sus coterráneos.

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JUAN MANUEL BARRERA

GRAN FIGURACIÓN

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EN LA VIDA NACIONAL

(CHIRIGUANÁ, 1828 - RÍO

DE

ORO, 1888)

Uno de los grandes hombres que dado a Colombia el pueblo de Chiriguaná, si no el más grande, ha sido Juan Manuel Barrera Romero, de quien se puede decir que, a pesar de su protagonismo histórico, es un profeta desconocido en su propia tierra y que, pese a los reconocimientos y homenajes de que ha sido objeto en otras partes, sus coterráneos aún ignoran las dimensiones de esta personalidad. Barrera fue uno de los grandes protagonistas de la historia del Estado Soberano del Magdalena, el Caribe y Colombia, en el siglo XIX. El 3 de abril de 1828, nació en La Villa de Chiriguaná, ubicada en el centro del actual departamento del Cesar, en el hogar formado por Manuel Salomé Barrera, un comerciante de estable condición económica, natural de Mompox,1 y Filomena Romero, natural de Chiriguaná. En su tierra natal, bajo la tutela paterna, inició los estudios elementales, que posteriormente perfeccionó con los estudios de bachillerato, realizados en el recientemente fundado (1804) Colegio Pinillos de Mompox, los cuales complementó con la carrera de Jurisprudencia, que desarrolló en el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario, campo en cuyo ejercicio profesional se destacó notablemente. Chiriguaná, la tierra natal de Barrera, otrora reconocido como epicentro cultural del departamento del Magdalena y posteriormente del Cesar, al parecer se durmió sobre los laureles del pasado, pues su dirigencia descuidó los compromisos del presente para consolidar un futuro sólido y seguro. Si bien en el pasado Chiriguaná cumplió destacadas citas con la historia, hoy, los caminos inciertos por los cuales lo orienta una dirigencia política un tanto decadente no permiten constituir sino incertidumbre frente al porvenir del pueblo. Otra era la situación que se vivía en el siglo XIX, época en la que vivió Juan Manuel Barrera, y durante la primera mitad del siglo XX. Nuestro personaje inició su vida pública a temprana edad, en una época en que los jóvenes y las mujeres tenían escaso protagonismo en la vida política y social del país. Llegó a destacarse en tantos campos de la actividad pública y administrativa como pocos coterráneos suyos; siendo, junto con otros personajes que son objeto de análisis en este estudio, los protagonistas más destacados en el panorama nacional, nacidos en el siglo XIX en lo que hoy es el Cesar. Pero como hombre de muchas facetas, Barrera aventajó a la mayoría de ellos, especialmente por su trascendencia en el contexto nacional.

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1 Manuel Salomé Barrera era hermano de Mana Barrera, abuela materna de Candelario Obeso (1849-1884), quien inauguró la poesía negra en Colombia, y al cual le unió, además, un gran vínculo de amistad.

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Debido a su liderazgo, capacidad y preparación académica, lograda, como ya se mencionó, en el Colegio Pinillos de Mompox, su vida pública tuvo un comienzo temprano, incluso antes de haber obtenido la ciudadanía. Fue así como a la edad de 18 años asumió su primer cargo público en calidad de jefe político del cantón de Chiriguaná –equivalente al cargo actual de alcalde–, investidura que también ejerció en Valledupar y San Juan del Cesar. En este campo fue, además, presidente de las Corporaciones Municipales de San Juan del Cesar y Río de Oro, y prefecto (gobernador) del departamento de El Banco en dos oportunidades. En el campo educativo, ejerció en calidad de maestro en Villanueva, al sur de La Guajira, inspector de Instrucción Pública del departamento de El Banco, catedrático y vicerrector en 1865 de la Universidad del Magdalena cuando fue fundada en su primera época. Mientras ejercía como jefe político en San Juan del Cesar, contrajo nupcias con la dama de esa tierra, doña María Trinidad Marulanda, de cuya unión hubo dos hijos, Isaías, muerto a los 23 años siendo capitán del ejército en la Columna de Ocaña, y Elisa, una de las primeras poetizas que tuvo el Magdalena Grande y la Costa Caribe, orientada y protegida literariamente por su pariente Candelario Obeso, a su vez, uno de los grandes de las letras colombianas de la segunda mitad de la centuria decimonónica. La obra de Elisa Barrera, publicada conjuntamente con la de su padre, fue prologada precisamente por Obeso, en un texto poco conocido por sus estudiosos, pero de exquisita factura literaria, que demuestra el talante del primer poeta negro de Colombia. Al respecto de la obra de padre e hija, señala Jaime Villareal Torres (1986) en el prólogo de la Antología poética de autores del departamento del Magdalena recopilada por él, y coincidente con el centenario de la muerte de Barrera, que la corriente sanguínea por donde se transmite la secreta floración del verso, hace transición poética de padre a hija en Juan Manuel Barrera (1828-1888) con el Álbum de mis versos y Las Glorias de la Patria, para renacer luego en su hija Elisa, quien con el seudónimo de Celia, escribe una obrita titulada Versos de Celia, prologada por el célebre cantor del boga, Candelario Obeso.2

Esta obra, precisamente, consagró a Elisa Barrera como la primera poetiza del Magdalena Grande. Juan Manuel Barrera se desempeñó con brillo en tantos campos de la actividad administrativa del Estado, que no ha tenido parangón entre sus coterráneos contemporáneos, pues fue un aventajado, en cuanto hombre de muchas facetas que, con excepción de la carrera diplomática, sobresalió con méritos sobrados en los demás aspectos de la vida pública. Nunca fue un hombre del montón. 2 Villareal Torres, Jaime. En: Antología Poética. Santa Marta. Instituto de Cultura del Magdalena, 1986. p. 13.

Pero tal vez en donde más se destacó este ilustre chiriguanero fue en el campo legislativo en el cual se inició a los 24 años como diputado de la

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Cámara de la Provincia de Riohacha; en 1857 fue designado secretario de la Asamblea Constituyente y Legislativa del Estado Soberano del Magdalena, corporación en la cual ejerció, además, el cargo de diputado en diferentes períodos, en los cuales sobresalió por su actividad beligerante y liderazgo, que lo consagrarían como uno de los intelectuales más destacados de la política en el Estado Soberano. Sin embargo, el máximo honor logrado en el campo legislativo, lo alcanzó con su participación como diputado (constituyente), durante todo el período deliberatorio de la Convención de Rionegro, que dio al país una de sus constituciones más famosas, por lo avanzada y moderna, de acuerdo con las tendencias mundiales del momento, la cual fue expedida en 1863 y que ha sido conocida como la Constitución de Rionegro, sustituida después por la famosa Constitución del 86. Barrera había participado en ella como miembro del partido liberal y en todas las actas y protocolos aparece estampada su firma y el testimonio de sus intervenciones.

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Como resultado de la revolución ocurrida en el país en 1860 y después del triunfo del partido liberal, el 4 de febrero de 1863 fue instalada la Convención de Rionegro. Estaba compuesta de 63 delegados en representación de los diferentes estados que componían el país en ese momento, incluido Panamá, que años después se independizaría. La diputación del Magdalena fue integrada por Juan Manuel Barrera, los hermanos vallenatos José María y Manuel Louis Herrera y los dirigentes samarios Luis Capella Toledo y Agustín Núñez. En ese cuerpo legislativo, cuya orientación ideológica era encabezada por la notable figura de Tomás Cipriano de Mosquera, Barrera tuvo la ocasión de interactuar con delegatarios de otros estados soberanos, que ya habían ocupado o más tarde ocuparían el solio presidencial, entre ellos Aquiles Parra, Francisco Javier Zaldúa, Manuel Murillo Toro y Rafael Núñez, quienes salieron del país una vez aprobada la Constitución. Allí se aprobó el Pacto de la Unión de los Estados Soberanos, que había sido expedido por el Congreso de Plenipotenciarios el 20 de septiembre de 1861, en el cual se establecía la estructura federalista del Estado colombiano y se intentó, por iniciativa de Rafael Núñez, trasladar la sede del gobierno de la Unión a Panamá. Este mismo dirigente sería quien, después de dar un viraje en su accionar político, derogaría la Constitución de Rionegro y dictaría el Decreto 594 del 10 de septiembre de 1885, mediante el cual convocaba al Consejo Legislativo que se encargaría de reemplazarla por la Constitución de 1886, después de tan solo 23 años de vigencia. En el campo legislativo, Barrera también se desempeñó en varios períodos en la función de suplente de los representantes del Estado del Magdalena en el Congreso pero sobre todo en calidad de senador plenipotenciario del Congreso, en representación de su propio estado.

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En el campo castrense, Barrera se desempeñó como jefe militar y jefe de operaciones en la línea de Fonseca y Barrancas y como comandante del Batallón Carabobo y de otros batallones durante las innumerables guerras del siglo XIX. Herido en un combate en Valledupar, quedó inválido del brazo izquierdo y fue ascendido a teniente coronel y coronel efectivo y posteriormente a jefe militar de El Banco, desde donde fue designado escolta de honor del presidente Manuel Murillo Toro, a partir del momento mismo en que este regresó al país por la vía de Sabanilla, a comienzos del mes de abril de 1864, para asumir la presidencia de la República, después de haber sido elegido en ausencia suya, con gran participación del Estado del Magdalena –que comprendía la actual región Caribe–, proceso en el cual Barrera tuvo un notable protagonismo. Como liberal radical, Barrera contribuyó a la causa electoral de elegir el primer gobernante de los Estados Unidos de Colombia, responsabilidad que recayó en su antiguo compañero constituyente de Rionegro, Manuel Murillo Toro, quien una vez cumplida la misión del cuerpo legislativo, había viajado a Estados Unidos, en donde entabló una gran amistad con el presidente Abraham Lincoln. Cuando su amigo fue elegido, Lincoln le prestó una embarcación de la marina norteamericana para que lo trasladara hasta el Caribe colombiano, en donde fue recibido por Barrera como su escolta de honor, en calidad de lo cual se responsabilizó de la seguridad presidencial hasta conducirlo a Bogotá, en donde se posesionó el 10 de abril de 1864. Otro campo en el cual Barrera alcanzó notable desempeño, debido a su inteligencia y sólida formación jurídica, obtenida en el Claustro Rosarista, fue el judicial, en el cual, además de ser juez en diversas ocasiones, alcanzó las dignidades de Magistrado de la Corte Superior (hoy Corte Suprema) de Justicia y presidente de la misma en tres ocasiones. Otros disímiles cargos desempeñados por Barrera como hombre público, fueron: administrador subalterno de correos nacionales, registrador de instrumentos públicos; auditor de guerra de la columna de Ocaña; corresponsal de varios periódicos del país, director de una empresa agrícola en Río de Oro y abogado litigante. Una dimensión de sus capacidades que le daría glorias para la posteridad, fue la actividad desarrollada como escritor, campo en el cual produjo cuatro obras literarias, reseñadas en diversas antologías poéticas del departamento del Magdalena, en lo que corresponde al siglo XIX, en las cuales Barrera aparece como uno de los primeros escritores del Magdalena Grande, siguiendo cronológicamente a los pioneros en este campo de las letras como fueron los sacerdotes Pedro Regalado García (1739), oriundo de Santa Marta, y Francisco Antonio de Olaya y Morejón (1741), natural de Tenerife; Gregorio de Guzmán y Zafreño (1741), de Mamatoco y Luis Capella Toledo; todos ellos considerados como “los primeros poetas magdalenenses por antonomasia”.

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Las obras de Barrera, de las cuales se conservan algunos ejemplares casi como incunables en reconocidas bibliotecas nacionales como la Luis Ángel Arango y la Biblioteca Departamental del Atlántico, no dispuestas para consulta del amplio público sino para públicos restringidos, son: Álbum de mis versos, Nomenclátor autobiográfico, Historia de la Biblia y Las glorias de la Patria.

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Desde el punto de vista literario, si bien de él se puede decir lo que muchos críticos dijeron en su tiempo de Rafael Núñez, que fue “más importante en la política que en la poesía”, Barrera contemporizó con los grandes de las letras colombianas del siglo XIX, entre ellos José Eusebio Caro, Miguel Antonio Caro, Rufino Cuervo, Rafael Pombo y Jorge Isaac, entre otros, casi todos portadores de un estilo romántico tardío, si se tiene en cuenta que el Romanticismo se había originado en Europa desde el siglo XVIII y había llegado con gran retraso a las letras americanas, especialmente de Colombia, prolongándose en vertientes decadentes, hasta el siglo XX, como la de Julio Flores, muerto en 1923. Como poeta romántico y tras vivir los avatares de la guerra en diferentes escenarios, ya en el ocaso de su vida, Barrera se dedicó a reflexionar reposadamente en su poesía acerca del significado de cualquier conflagración. De ahí que, comparada la estructura y contenido de su poesía con la realidad nacional de Colombia en los comienzos del siglo XXI, podemos decir que sus versos adquieren inusitada vigencia, cuando, por ejemplo, dice en un fragmento de su poema:

A REMIJIO3 (Se conserva con la ortografía original de la época) Yo no quiero encontrarme en los escombros En que el bronco cañón estrepitoso, Vomitando va la muerte destructora Con horrísonos sones espantosos En bombas y metrallas infernales I del fusil el plomo presuroso Los hilos cortas de apreciadas vidas I tornan en inválidos mil otros. Necios humanos que la vida esponen Por insaciables fines caprichosos De tajantes espadas el encuentro Yo no quiero escuchar, ni el horroroso Triquitraque de agudas bayonetas [...]

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3 Ibid., p. 20.

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Aunque su obra literaria haya perdido vigencia por el estilo en el cual se escribió en su debido momento, adquiere en nuestros días visos excepcionales, sobre todo si se tienen en cuenta las dificultades que implicaba publicar en el país en esta época, especialmente para un hombre de provincia, que tenía que enfrentarse a las barreras que se imponían desde el centralismo siempre vigente de la capital del país. A pesar de su importancia histórica, Barrera ha sido otro de los grandes olvidados. Pero la amnesia, la desmemoria y el olvido son variantes que la cultura de nuestros pueblos utiliza como mecanismo de defensa contra sus propios fantasmas, aunque en este proceso se arrastren muchas veces fantasías, sueños y realidades que nunca deberían desdibujarse de la visión latente en la memoria colectiva, sino más bien, ser los paradigmas y puntos de referencia orientadores del accionar de los pueblos y sociedades en sus esfuerzos de construcción del futuro. Juan Manuel Barrera ha sido una víctima del caos del olvido que asola a nuestros pueblos, los cuales un día confiaron sus recuerdos y su historia a la memoria de la palabra hablada. Pero esa memoria falla, y en su proceso de disolución nos ha privado de la satisfacción de compartir la gloria con uno de nuestros grandes. Nuestro coterráneo nació y murió en el Cesar (Chiriguaná, 1828 - Río de Oro, 1888), y fue un claro emblema y muestra de hasta dónde puede llegar nuestra inteligencia pensante, especialmente esa que, escamoteando las talanqueras que las contingencias que la marginalidad y la pobreza crean, logra escalar hasta cimas insospechadas, armada tan solo con las herramientas de la voluntad, el sacrificio, la tenacidad, la perseverancia y la transparencia de sus acciones. Pero de Barrera es poco lo que su gente conoce.

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JOSÉ MARÍA LOUIS HERRERA PRECURSOR DE LA AUTONOMÍA DEL VALLE DE UPAR

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(VALLEDUPAR, 1832 - HACIENDA QUITA PESARES, URUMITA, 1892) El periódico La Restauración, de Barranquilla, del 8 de diciembre de 1892, al registrar la muerte del ilustre General vallenato José María Louis Herrera, señalaba: ¡Se ha extinguido una de las más preciosas existencias del liberalismo colombiano, y una de sus más poderosas columnas en esta sección de la patria!... El partido liberal ha recibido golpe rudo con la muerte del caudillo que joven, fue Magistrado, General y gran abogado de la República!, ¡y se inclina ante su tumba para bendecir su memoria!

El General José María Louis Herrera nació en Valledupar en 1832, de padre francés y madre vallenata. Nació en la época inmediatamente posterior a las guerras de independencia, correspondiéndole formarse en medio de un ambiente de agitadas contiendas políticas, que no fueron ajenas a sus inquietudes juveniles. Dadas las condiciones existentes en la Valledupar de entonces, sus estudios no fueron profundos, pero logró destacarse en la vida republicana como el líder vallenato de mayor reconocimiento a nivel nacional y regional en su momento, desarrollando una vida pública equilibrada entre la milicia y la política. Ello le permitió consolidar un liderazgo local y provincial, en defensa de los intereses regionales frente a la capital del estado, lo cual fue considerado como una aversión a los samarios y se tradujo en calumnias y persecuciones que el caudillo supo enfrentar con valor, incluido el destierro del territorio del Estado del Magdalena. De temperamento fuerte y dominante, a muy temprana edad ingresó a las milicias del estado junto con su hermano Manuel Louis Herrera, temido este por la forma cruel como trató a sus enemigos. Antes de cumplir la edad de treinta años alcanzaría el grado de general y con esa dignidad hizo parte del cuerpo legislativo de tendencia liberal radical, que se reunió a comienzos de 1863 en Rionegro, Antioquia, para dar forma a la Constitución de Rionegro, haciendo parte del cuerpo legislativo en calidad de diputado por el Estado Soberano del Magdalena, junto con su hermano, a quien hizo elegir mediante los artificios políticos que sabía manejar muy bien, especialmente cuando se proponía una meta personal. Como diputado constituyente de Rionegro, hizo parte de la Comisión de lo interior. En su desempeño público, también fue jefe municipal superior de la provincia de Riohacha y gobernador de la misma entre 1860 y 1861, de donde pasó a la Jefatura Superior del Estado Federal del Magdalena, y 308

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en 1863 fue presidente del Estado Soberano, después de haber participado como diputado constituyente por el Estado –con su hermano Manuel, Juan Manuel Barrera, Luis Capella Toledo y Agustín Núñez–, en la Convención de Rionegro, convocada al finalizar la guerra de 1860-1862. Hizo parte de la asamblea legislativa “integrada por los antiguos Gólgotas y liberales extremistas”4 En virtud de dicha Constitución, hegemónicamente liberal, aprobada el 8 de mayo de 1863, la República pasó a llamarse Estados Unidos de Colombia; en ella se extremó el federalismo al establecer la soberanía absoluta de los estados en lo relacionado con su régimen interno e incluso en el orden público; se sometió a la iglesia al control del gobierno y se proclamó la defensa de la vida como un derecho. Sobre la actuación de los hermanos Louis Herrera en Rionegro, el historiógrafo José María Valdeblánquez, dice que “el inquieto político revolucionario magdalenés... enemigo sistemático de los samarios... hizo nombrar a su hermano Manuel, como diputado a dicha convención, lo cual no es de extrañar, si se atiende a que reputaba al Estado del Magdalena como su propio estado”.5 Esa beligerancia lo llevó a promover en varias ocasiones la separación de Valledupar del Estado Soberano del Magdalena, si no se acogían sus ideas y peticiones. Concluida la tarea legislativa de Rionegro, como ya se indicó, Herrera se hizo elegir Presidente del Estado Soberano del Magdalena, cargo del cual fue depuesto por la severidad de sus determinaciones y especialmente por el temor que infundía entre quienes no compartían sus decisiones, ya que, como controvertido político del Estado Soberano del Magdalena, manifestó la rebeldía de la provincia, especialmente de Riohacha y Valledupar frente a Santa Marta y promovió su independencia. Ese temperamento fue el factor más determinante para que Louis Herrera fuera derrocado como Presidente, suceso que generó una guerra intestina en el Estado, para la cual organizó su propio ejército con el cual combatió desde diversas zonas del Estado. Fue así como en el vapor Colombia, que había zarpado de Santa Marta con destino a Cartagena, cambió de rumbo y arribó de nuevo a Riohacha el 17 de marzo de 1866,

4 Diago Julio, Lázaro. Riohacha, Fénix del Caribe. Riohacha, Fondo Mixto de Cultura, 2005. 5 Alarcón, José del Carmen. Compendio de historia del departamento del Magdalena desde 1525 hasta 1895. Bogotá, El Voto Nacional, 1963. 6 Diago J., Lázaro. Op. cit., p. 202. 7 Alarcón, José del Carmen. Op. cit., p. 235.

[...] comandando a más de doscientos hombres profusamente armados y como quiera que las tropas liberales habían dejado la ciudad, el General Louis la ocupó militarmente y se proclamó Presidente del Estado Soberano de Padilla, que él creó de facto, a contrapelo del constitucional departamento de Padilla, que tenía su prefecto que lo era el General Felipe Farías.6

En el decir de Alarcón, “llevaba 40 rifles de sable para poner en manos, diez mil tiros, 25 mil fulminantes y además el Batallón Regenerador de doscientas plazas y su jefe, General Manuel Martínez”.7

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La acción del General Herrera en Riohacha causó un desorden políticoadministrativo tal, que obligó al presidente del Estado Federal del Magdalena, Don Tomás Abello, a nombrar en 1866 dos prefectos más, después del General Farías; esto generó un estado de confusión frente a los dos gobernantes: uno conservador y otro liberal, de modo que los riohacheros no sabían a cuál de los dos acatar, cuando dictaban sus decretos.

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Según apreciación del historiador de Riohacha, Lázaro Diago Julio, “el General Louis Herrera poseía un acentuado delirio cesarista que lo impulsaba a ser expansionista”.8 Una vez se había tomado Riohacha, el 24 de marzo envió a dos capitanes acompañados de cien soldados hacia Valledupar. La finalidad no era ocupar militarmente a la Ciudad de los Reyes, más bien la comitiva iba con el ánimo conciliador de dialogar con los jefes conservadores, e invitarlos a organizarse en un partido que fuera afecto al General Herrera y se tomara el gobierno del departamento de Valledupar. Los argumentos que llevaban los delegatarios para convencer a los jefes conservadores vallenatos fueron muy motivantes, y pensados con gran astucia, pues, gracias a no se sabe qué clase de artimaña, iban acompañados de una circular que habían logrado hacer firmar al detenido Farías, en la cual este solicitaba a los habitantes de Padilla y Valledupar que no hostilizaran con el General Herrera, pues iba animado de las mejores intenciones y contaba con la protección del General Mosquera para fundar un buen gobierno, que traería grandes beneficios al Estado. El resto de argumentos consistían en señalar que el gobierno de Bogotá, regido temporalmente por José María Rojas Garrido (por mes y medio, entre abril y mayo de 1866, al concluir el período de Manuel Murillo Toro), promulgaba leyes anticlericales, antirreligiosas y revolucionarias. Los argumentos de los emisarios del General vallenato calaron hondo en la dirigencia conservadora, entre quienes se hicieron pronunciamientos y proclamaron gobernador de su departamento al patricio Sinforoso Pumarejo, cuyo nombramiento fue avalado y ratificado por el General Herrera, en calidad de Presidente de facto del Estado Soberano de Padilla, que él mismo había proclamado y que, ante la intransigencia samaria, pretendía convertir en el epicentro del arbitraje político de la Costa Caribe. Tal actitud, obviamente, puso en alerta a los defensores de la legitimidad, quienes alistaban sus tropas para marchar sobre Riohacha y derrocar al usurpador. Las fuerzas liberales legitimistas, que eran numerosas, se organizaron en varios batallones en torno a Camarones, Dibulla, Fonseca, Barrancas y otras poblaciones, y uno de sus frentes, integrado por dos batallones, puso sitio a la ciudad de Riohacha, motivando la huída del General Louis Herrera hacia Fonseca; sin embargo, al percatarse de la numerosa tropa que lo perseguía, decidió regresar a Riohacha, donde aún mantenía preso al General Felipe Farías. Al enterarse de las condiciones de 310

8 Diago J., Lázaro. Op. cit., pp. 202-203.

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Riohacha, se las ingenió para que sus hombres liberaran a Farías y el vapor Colombia lo trasladara a Cartagena. El 11 de abril volteó cara, dirigiéndose al sitio conocido como ‘Cardonal del Paso’, en donde cuatro días más tarde enfrentó al ejército regular, saliendo mal librado, razón por la cual emprendió la huída del escenario, con tan buena suerte que le llegaron refuerzos que había solicitado en préstamo a los batallones Boyacá, Granadero y Regenerador, del interior de la República, con los cuales retomó a Riohacha. Mientras estos sucesos ocurrían al sur de la península, el vapor Colombia había llegado no a Cartagena, sino a Santa Marta, y por orden de su capitán, hasta ese momento convencido louisherrerista, pasó a hacer parte de las fuerzas legitimistas y fue artillado luego de poner en libertad a Farías. A partir de esta acción, el gobierno de Santa Marta ordenó al vapor Colombia, ya convertido en nave de guerra, regresar a Riohacha para bombardearla y desalojar a las tropas del General Louis. La acción del Colombia fue devastadora para la ciudad pero el general Louis se sostenía entre sus ruinas. El 10 de julio de 1867 fue atacado por las tropas comandadas por el General Farías quien resultó derrotado y salió hacia el sur para reorganizarse y enfrentarse un mes más tarde a las tropas de Louis Herrera, a quien venció el 14 de agosto así pues, este ordenó a sus tropas la huída hacia el interior del departamento de Padilla. De esa manera, Riohacha concluyó el año 1867 en medio de la desolación y la ruina, hasta el punto que se llegó a afirmar que ya su territorio era parte del desierto de La Guajira. No obstante, los seguidores de ambos bandos, lejos ya de la contienda, decidieron hacer las paces y vivir en armonía con el propósito de reconstruir la ciudad derrumbada por los bombardeos. Después de su derrota, el General Louis Herrera se localizó en inmediaciones de Fonseca, constituyéndose en el temor de los moradores de la región, de tendencia oficialista. Mientras tanto, había llegado a la Presidencia del Estado del Magdalena el dirigente camaronero Luis Antonio Robles, quien, además de la delicada situación que debió enfrentar, por la acción de los nuñistas antirradicales encabezados por José María Campo Serrano, debió encarar la situación provocada en Fonseca por la presencia del General Louis, quien era visto como “militar peligroso para la paz del Estado Federal y más aún, del departamento de Padilla”.9

9 Diago J., Lázaro. Op. cit., p. 202.

Robles, eminente jurista de reconocidos méritos en el ámbito nacional, no dudó en tomar una drástica determinación pues, aunque en Fonseca Louis Herrera había asumido una actitud de paz, su presencia despertaba sospechas, por cuanto la opinión pública, encabezada por el jefe municipal de Fonseca, José Francisco Socarrás, lo señalaba como un “maquinador contra la paz pública”. Fue así como, el 30 de marzo, el Presidente del Estado Federal dictó una drástica resolución mediante la cual:

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[...] Ordeno salir del Estado Federal del Magdalena al General José María Louis Herrera, a donde no podrá volver sino después de nueve meses, o antes, si asegura mediante fianza, no conspirar contra el orden público [...].

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Ya estando en el sur, más concretamente en la región de El Banco, y al saber que el ejército gobiernista lo perseguía, disolvió su tropa y huyó con el armamento a Santander, de donde regresó en plan pacífico, pero se reorganizó de nuevo, atrincherándose en Riohacha, en donde fue acosado por el gobierno y obligado a huir hacia el estado de Bolívar; allí fue atacado por las fuerzas de Farías, luego, fue apresado en San Ángel y conducido a Santa Marta. Sin embargo, por intervención del Presidente del Estado de Bolívar encabezado por Núñez, quien solicitaba que se garantizara la vida del General, Louis Herrera fue indultado a pesar de las protestas del gobierno de Santa Marta. Después de estos hechos, y bajo protección del Estado de Bolívar, se radicó algún tiempo en Barranquilla, en donde, según el historiador Alarcón10 se encontraba su club revolucionario. Por eso no extrañan los comentarios de la prensa local el día de su muerte. Al regresar a su estado para dedicarse nuevamente a la actividad política, en una demostración de astucia, se declaró políticamente neutral; no obstante, el temor que inspiraba su presencia hacía que el gobierno se sintiera nuevamente amenazado. A pesar de ello, con astucia inusitada, valiéndose de los bandos contrarios, logró armar una coalición en la Asamblea del Estado, que lo eligió senador de la República en 1869, sin haber sido candidato ni tener votos, posición desde donde adelantó una notable gestión para fortalecer la presencia y el reconocimiento político de Valledupar, de donde era el máximo representante. Posteriormente intentaría rehacer un ejército en San Juan del Cesar, sin mayor suerte, por lo que se retiró a Barranquilla. El General Herrera fue tal vez el primer defensor integral de los intereses de Valledupar, pues frente al centralismo discriminador de los samarios y cienagueros, y guiado por el amor a su estado, recurría a la intimidación y la amenaza de separación si no se avenían con sus ideas11; y en no pocas ocasiones los ridiculizaba públicamente, realzando los valores de la gente de Padilla y Valledupar. Los últimos días de su vida transcurrieron dedicados a las actividades del campo en donde rindió tributo a la agitada vida política que siempre lo caracterizó. Su muerte ocurrió el 16 de noviembre de 1892, en su hacienda Quita Pesares, ubicada entre Urumita y Villanueva, en la cual fue sepultado en medio de una gran manifestación de pesar regional, pues, como dice la canción de Rafael Escalona, “después de la muerte renacen las glorias, después de la muerte se olvida el rencor”. Con el tiempo la maleza cubrió su tumba y la bruma del olvido sus recuerdos.

10 Alarcón, José del Carmen. op. cit., p. 246. 11 Ibid.

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GUILLERMO QUINTERO CALDERÓN

PRESIDENTE DEL GOBIERNO DE LOS CINCO DÍAS (PUERTO NACIONAL, GAMARRA, 1832 - BOGOTÁ, 1819) Cuando la historia habla de presidentes costeños, solo menciona a Rafael Núñez y a José María Campo Serrano. Pero hubo un “gobierno de cinco días”, presidido por un hombre nacido en el Cesar, aunque la historia no lo reconoce como hijo de esta tierra. Se trata de Guillermo Quintero Calderón, nacido el 3 de febrero de 1832, en el pueblo ribereño de Puerto Nacional, ubicado a orillas del Río Magdalena, hoy corregimiento de Gamarra; el cual durante la Colonia se había conocido como Puerto Real de Ocaña y actualmente –después que el río cambió de cause y dejó solo un brazo por donde fue su viejo recorrido–, se llama Puerto Viejo. La historia del puerto de Gamarra está íntimamente ligada a la de la provincia de Ocaña desde los orígenes mismos de esta ciudad, en la segunda mitad del siglo XVI, al fundarse Ocaña, en 1568, como señala José Nicolás de la Rosa, “en un llano de tierra doblada, circundado de serranías, que se divisan con algunas abras”12. En medidas de la época, Ocaña se encontraba a 150 leguas de la capital de la provincia, en esos momentos Santa Marta, de las cuales 125 correspondían a la navegación por el río y 25 al camino por tierra. Para llegar al río era necesario recorrer una ruta “doblada de serranías, desde el puerto llamado comúnmente de Ocaña, que está a las orillas del dicho Río Grande, donde tiene almacenes para hospedar pasajeros y asegurar sus haciendas”13. Las condiciones de localización de Ocaña, calificada por Antonio Julián como “la mejor ciudad de la Provincia” de Santa Marta, rápidamente mostraron la necesidad de una vía que la desembotellara y le permitiera comunicarse con el resto del país14. El historiador ocañero Jorge Meléndez, en su obra sobre la Aguachica colonial, señala que “la solución estuvo, para el siglo XVI, con la fundación del Puerto Real de Ocaña, en 1570, y con su traslado posterior, en los años ochenta, cerca de Aguachica”15, con lo cual la montaña se acercaba al río y se solucionaba un problema de estabilidad de los caminos.

12 De la Rosa José Nicolás. Floresta de la Santa Iglesia Catedral de la ciudad y provincia de Santa Marta. Banco Popular, Bogotá, 1975, p. 213. 13 Ibid. 14 En: La Perla de América. Academia Colombiana de Historia, Bogotá, 1985. 15 Meléndez Sánchez, Jorge. La tierra de don Antón. Estudio sobre Aguachica colonial. Bogotá: Universidad Pedagógica nacional. S. f. p. 51.

La capitulación de Francisco Fernández de Contreras, en su calidad de fundador, contenía todos los privilegios de un fundador. Actuó como encomendero y repartidor de los indios hacaritamas, cimitariguas y torcoromas, se adjudicó las tierras ubicadas al occidente de la ciudad y adquirió los derechos sobre el Puerto Real. En razón de lo anterior, el Puerto Real quedaba adscrito a la ciudad de Ocaña y todos los transeúntes que por allí pasaban tenían que pagar derechos de alcabala, cuantificables por el peso en arrobas de la mercancía introducida por el puerto; el producido se repartía entre el rematador

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del puerto y la renta de propios para el cabildo, con la cual se construían y mantenían los caminos. De ese impuesto o peaje estaban exentos los habitantes de Ocaña, privilegio concedido por el fundador en recompensa por los servicios, sacrificios y gastos de la conquista.

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Debido a esta condición, Quintero Calderón aparece como nacido en Ocaña, cuando sus primeras luces las vio en el puerto, llamado Puerto Nacional después de las guerras de independencia. Allí, sus padres, después de haber emprendido un viaje hacia Bogotá, en donde tenían planeado radicarse, y viendo las posibilidades que el Puerto ofrecía en ese momento –en que la navegación a vapor era introducida en el país– instalaron un próspero negocio comercial. En el viejo puerto, al lado de su padre, el ilustre personaje se inició en las primeras letras y en los conocimientos de la actividad productiva de la familia. Posteriormente fue enviado a la ciudad de Mompox, epicentro cultural y académico del río Grande, en donde se hizo bachiller del Colegio Pinillos, y posteriormente se marchó a Bogotá en donde se graduó en Leyes en el Colegio Mayor del Rosario. Desde muy joven demostró grandes habilidades para la política, la milicia y el comercio, actividad en la cual ayudó mucho a su padre, un comerciante del puerto, a quien le hacía todas las transacciones desde Mompox, mientras estudiaba el bachillerato y, posteriormente, administraba sus negocios en Salazar de las Palmas y San José de Cúcuta. En la política, fue uno de los grandes hombres con que contó la región durante la segunda mitad del siglo XIX. Asistió al Congreso como representante a la Cámara y senador, y fue elegido constituyente en dos oportunidades, en 1886 y 1910. En la primera ocasión, participó en la constituyente que dio al país la constitución más famosa que ha tenido, en la cual fue el promotor de la eliminación definitiva de la pena capital en la Constitución Nacional, como una huella fecunda que aún perdura. Admirable por sus ejecutorias políticas, por el prodigio de su personalidad y el carácter de hombre probo en todo el sentido de la palabra, el escrutinio nacional le otorgó reconocimientos y honores políticos que lo llevaron a ocupar altas dignidades en el Estado colombiano como consejero de Estado, ministro de gobierno y de guerra, designado (1892-1896), candidato presidencial en dos oportunidades y presidente de la República por el término de una semana; además de general y comandante en jefe del ejército de la República. Su carrera militar la había iniciado muy joven al lado de Tomás Cipriano de Mosquera, combatiendo la dictadura del general José María Melo. Después de participar en varias guerras civiles fue nombrado, en 1888, gobernador del departamento de Santander; alcanzó el rango de general en jefe del ejército de la República el 14 de enero de 1891 y posteriormente fue elegido representante a la Cámara y senador de la República.

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A la más alta dignidad de la nación llegó el 12 de marzo de 1896, siendo la suya una de las más breves presidencias en la historia del país. Miguel Antonio Caro estaba encargado del poder ejecutivo en calidad de vicepresidente, desde su posesión en 1892, debido al marginamiento político del presidente Rafael Núñez y su posterior muerte en 1894. Por razones que nunca fueron precisadas, Caro pidió licencia para retirarse del poder y la persona constitucionalmente habilitada para sucederlo era el General Guillermo Quintero Calderón, quien había sido elegido designado el 12 de agosto de 1892, cuando se desempeñaba como Comandante General del Ejército, y reelegido en 1894. Al entregarle el cargo Caro le expresó en una carta a Quintero Calderón: Prestará Ud. por tanto, al encargarse del Poder Ejecutivo, un gran servicio a la causa pública, y a mí personalmente, pues me permite retirarme honorablemente y con ánimo tranquilo, quedando las riendas del gobierno en las manos del hombre leal, del ciudadano benemérito que dos veces consecutivas ha merecido la confianza del Congreso Nacional.16

Acompañado del vicepresidente y el gobernador de Cundinamarca, el designado Quintero Calderón tomó posesión del cargo, ante la Corte Suprema de Justicia, el 12 de marzo de 1896 a la una de la tarde, pronunciando un breve discurso de unidad nacional sin promesas ni pompas, que tuvo la mayor acogida entre la prensa de los diversos matices políticos y también en el partido de gobierno, pues en él tranquilizaba a las mayorías nacionalistas y llamaba a los diversos sectores a la conciliación, al determinar como programa de su administración el cumplimiento de las leyes y el logro de la concordia; además, señalaba su compromiso de hacer respetar la religión católica como elemento esencial del orden social y afirmaba que sobre esta base adelantaría sus políticas educativas y de administración pública. A los conservadores disidentes y a los liberales, los animaba anunciando una política de acercamiento y conciliación, lo cual se reflejó en el gabinete que nombró y en la rectificación de la política económica aplicada por Caro.

16 Banco de la República. Los constituyentes de 1886. Juan de Dios Ulloa, Guillermo Quintero Calderón, Antonio Carreño. Tomo 2. Banco de la República, Bogotá, 1986, p. 259.

Pero Miguel Antonio Caro venía de ser uno de los protagonistas del pesado ambiente de la política nacional de finales del siglo XIX, generado por la intransigencia y la imposición propias del período de la Regeneración, que se caracterizaba por una política del exclusivismo y la intolerancia, con la cual se recortaron los derechos civiles y se reprimió toda manifestación de la crítica venida de quienes se consideraban contrarios a los postulados católicos y conservadores. Su primera víctima era el liberalismo y, posteriormente, lo fueron los disidentes conservadores que a partir de 1891 se iban apartando de los conservadores nacionalistas en el poder; la oposición conservadora fue ganando terreno, aprovechándose de los errores del gobierno de Caro, hasta formalizar su separación definitiva en un documento de enero de 1896, conocido como el “Mani-

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fiesto de los 21”, el cual, además de condenar la manera arbitraria y personalista como se manejaba el conservatismo, concluía con un llamado a renovar su dirigencia y reformar la Constitución.

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Por la misma época en que Quintero Calderón asumía el poder, Caro se encontraba de descanso desde hacía algunos días en la población de Sopó, en el norte de Bogotá, con el propósito de retirarse de la vida política. Este retiro le duró poco, ya que el discurso de posesión de Quintero y la designación del nuevo gabinete, hecha con criterio independiente y sin atender sus intrigas y consejas, debió inquietarlo bastante, especialmente por su intención de rectificar la política económica. Por eso, como señala Bayona17, “su anhelo de concordia nacional tropezó con la ambiciosa y teatral actitud de Caro”. Refiriéndose al discurso del nuevo presidente y al nombramiento del nuevo gabinete, compuesto por tres conservadores nacionalistas y dos históricos, la prensa de la época señalaba: Se ha limitado en la presente ocasión a frases sencillas, escasas de promesas, que ni define un programa político, ni da asidero a las ilusiones o las esperanzas de ningún partido. En cambio, habiendo hecho dimisión el Ministerio anterior, los nombramientos para llenar el gabinete pueden servir como indicante de la política que se propone seguir el nuevo Magistrado...18

Y en una circular publicada en El Republicano, los líderes oposicionistas de la época manifiestaban: “Nombramiento señor Abraham Moreno para Ministro de Gobierno, acrecen confianza garantías del sufragio y libertad de la prensa [sic]. Esperamos que esto aumentará la decisión de los liberales para concurrir a las urnas”.19 Por eso, la piedra que rompió el cristal, golpeó cuando Caro se enteró de que Quintero había nombrado como Ministro de Gobierno a Abraham Moreno –un conservador histórico, sector que acababa de publicar sus motivos de disidencia con Caro–. Esta designación despertó la expresión de beneplácito de los liberales, quienes llevaban diez años de exclusión política. Moreno se había opuesto al cierre de la prensa por parte del gobierno conservador, como una manera de permitir la prensa libre y responsable para criticar y combatir los actos de la administración. Caro inició ingentes esfuerzos para conseguir que Calderón revocara el nombramiento, de Abraham Moreno, como ministro de gobierno, aludiendo que había tenido un cargo secretarial en el gobierno de Marceliano Vélez, su rival en Antioquia; su argumento consistía en que: [...]es un gran error creer que se apacigua al enemigo trayéndolo a los primeros puestos. Se les ensoberbece, y los leales se resisten con justicia... la unidad de los elementos cristianos no se obtiene nombrando cardenales protestantes... Esos señores pueden venir al poder cuando tengan mayoría para ganar las elecciones o fuerza para ganar batallas. 316

17 Bayona, Félix J. “Guillermo Quintero Calderón”. En: Boletín Hacaritama, Ocaña, s.f. 18 Editorial del periódico El Derecho, del 13 de marzo de 1896, que con la autoría de Valentín Aldana, fue titulado ¿Política nueva? 19 Ver: Circular de beneplácito del Comité Eleccionario del Partido Liberal, publicada en el periódico El Republicano, el 16 de marzo de 1896. Firmada por Parra (Aquiles), Camacho (Salvador), Ezquerra (Nicolás), Robles (Luis Aurelio), Mendoza y Uribe y suscrita por Espinosa como Secretario.

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Caro había anunciado que si Quintero se empeñaba en mantener el nombramiento de Moreno, reasumiría el mando. Pero Quintero, hombre de reconocido carácter, con un claro programa de unificación y concordia dentro del partido regenerador, se mantenía en su decisión y, resaltando las virtudes personales y políticas del ministro Moreno, buscaba un acercamiento a los sectores marginados de la administración pública, lo cual dejaba claro en la circular que había enviado a los gobernadores el mismo día de su posesión, en la cual solicitaba trabajar por la concordia, el saneamiento fiscal y la moralidad en el manejo de los recursos públicos, procurando la amortización del papel moneda y el restablecimiento de la circulación de la moneda metálica, así como controlar el gasto público, proteger la industria, fomentar la libertad económica garantizando las libertades públicas, y promover la instrucción pública, la educación del ejército y el respeto a la Religión Católica. Muchos de estos principios reñían con la política despótica de Caro. Quintero defendía su posición basado en el principio de que “la patria está por encima de los agravios” y de que su idea era la reconciliación de Caro y Vélez, Reyes y Roldán y de todos los amigos de la Constitución. No obstante su ánimo, estas decisiones tropezaban con las ambiciones sectarias de Caro, quien el día 17 de marzo reasumió el poder desde Sopó, y reformó el gabinete, nombrando como Ministro de Gobierno al General Manuel Casablanca, a quien trasladó las tareas del gobierno, antes regresar a Bogotá el 10 de abril siguiente. Además, consiguió facultades para declarar la capital en estado de sitio en caso de que hubiera manifestaciones contrarias al cambio de gobierno, debido a los rumores callejeros de que habría oposición armada a su retorno al poder. Los motivos expuestos por Caro para reasumir el poder quedaron expresados en el telegrama que, fechado el 17 de marzo, dirigió a todos los gobernadores del país, en el cual les manifestaba: Participo a V. Sª que por motivos graves y cumpliendo el más penoso de los deberes, he reasumido hoy el ejercicio del Poder Ejecutivo, como Vicepresidente de la República.

Al enterarse el general Quintero de la decisión de Caro, aceptó calladamente su derrota y salió del palacio presidencial seguido de un solo sirviente que en un coche conducía el baúl con sus pertenencias, hacia su humilde vivienda localizada en el Puente de Lesmes, a donde llegaron posteriormente muchos conservadores a vitorearle, sin que él se dejara ver. De esa manera se frustraba al país de un promisorio futuro de unión nacional, que traslucía prosperidad y paz republicana, y que tendría que esperar casi cuatro décadas más para iniciar. 20 Aguilera, Mario. “Cien años del gobierno de los cinco días. Guillermo Quintero Calderón y Miguel Antonio Caro”. En: Revista Credencial Historia, Nº 82, Bogotá, octubre de 1996.

La prensa capitalina registró el “Gobierno de los cinco días”20 con mucha benevolencia, así como la hombría, carácter y rectas intenciones del nuevo gobernante, al tiempo que deploró el triste retorno de Caro al poder.

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Sobre este acontecimiento y particularmente sobre la actitud del Presidente Caro, el escritor ocañero Félix Bayona Lázaro, comentaba que con ello Caro sólo alcanzó a truncar “un futuro promisorio de unión nacional, que traslucía prosperidad, como fruto de la paz republicana que en sus sueños había” 21. Y acerca de la actitud de Quintero, el periódico El Republicano, del 21 de marzo de 1896, señalaba: “Un gobernante que llega al poder a su pesar, que lo ejerce según los dictados de su conciencia, y sereno ante la tormenta que suscita su honradez, desciende inmediatamente de él sin amargura y con la tranquilidad del deber cumplido”.

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Caro concluyó el mandato en medio de la crisis política desatada por la radical división entre conservadores nacionalistas e históricos, acentuada con la campaña presidencial para el período 1898-1904; además, a pesar de haber participado durante dicha campaña, en 1987 los liberales continuaban preparándose para la guerra. A la situación política se agregaría la económica, debida a la caída de los precios del café y el deterioro de las importaciones y el erario público en general, con un consecuente retraso en los sueldos públicos, y el freno a las obras públicas. Todo ello llevó al gobierno a asumir medidas impopulares como el monopolio en la producción de cigarrillos y fósforos. Mientras tanto, las luchas de la oposición contra Caro, la crisis política de la Regeneración, y el episodio del gobierno de los cinco días habían dado a Quintero Calderón un prestigio tal, que este se mantendría en el escenario de la política como una prominente figura del conservatismo histórico. Era así como, al acercarse el debate electoral, se agitaba la vida política a finales de 1896. Los conservadores republicanos se preparaban para participar con sus mejores hombres en la contienda y poder derrotar a los nacionalistas continuadores de la obra de Caro. La junta de notables republicanos o históricos, reunida en Bogotá el 12 de marzo de 1897, designó por unanimidad a Quintero Calderón como director de ese partido, lo cual suscitó la adhesión de muchos copartidarios en toda la República. Quintero asumió la responsabilidad asignada y en la campaña para el período presidencial de 1898-1904, se dedicó inicialmente a apoyar la candidatura presidencial del general Rafael Reyes, en cuya fórmula él había sido postulado como candidato a la vicepresidencia. En ese momento Quintero simbolizaba para el país el patriotismo, el honor y la valentía, y para sus copartidarios la unidad y la fraternidad conservadora. Por el otro lado, Caro, que se había inhabilitado para ser candidato, buscaba el modo de seguir gobernando y para ello lanzó la fórmula de Manuel Antonio Sanclemente a la presidencia y José Manuel Marroquín a la vicepresidencia. Aspiraba con ello que el anciano presidente, imposibilitado para gobernar, se excusara de venir a Bogotá y pudiera gobernar el vicepresidente, a quien esperaba poder manejar a su manera. Por 318

21 Bayona, op. cit.

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su parte, los liberales, que no tenían ninguna posibilidad de ganar, presentaron la fórmula de Miguel Samper y Foción Soto. Caro logró imponer su fórmula y el 7 de agosto, mientras Sanclemente permanecía de reposo en Buga, Marroquín asumió el poder ejecutivo, teniendo rápidamente que sortear la primera crisis política desatada por sus decisiones. Esta situación llevó a Caro a maniobrar nuevamente, solicitándole a Sanclemente que hiciera presencia en Bogotá. Este asumió el mando el 3 de noviembre, pero rápidamente se enfermó y se retiró a Anapoima –y con él gran parte del gabinete–, dejando la concentración del gobierno en el ministro de Gobierno Rafael María Palacio, quien firmaba por el presidente. El país entró entonces en un caos político y financiero, acompañado de censura de prensa, persecución a los líderes liberales, corrupción y desgobierno, dando origen a la guerra que estalló el 18 de octubre de 1899. El gobierno declaró turbado el orden público en todo el país, la contienda se generalizó, y la miseria se apoderó de campos y ciudades. La actitud de Quintero Calderón al enfrentar a Caro en las elecciones de 1898 –una de las más duras batallas que logró enfrentar en su vida política–, demostró su reciedumbre de carácter, su fortaleza de espíritu y su incólume voluntad de libre pensamiento, que se manifestaron aún después de sucumbir altivo y enhiesto frente a las maquinarias oficiales y las poderosas fuerzas del clientelismo corrompido, que desde entonces se imponía en el país, orquestado por quienes, audaces y soberbios, detentaban el poder para sí. Fue tanta la grandeza que demostró en esa ocasión, que muy pronto desechó rencores y en procura del bienestar nacional y el futuro de la patria, al decir de Lucio Pabón Núñez, “prescindió erguidamente de sus resentimientos contra el humanista”22. Sin declinar en su accionar político y a pesar de haber llegado a la edad de 68 años, Quintero junto con otros republicanos, entre quienes se encontraban los generales Jorge Moya Vásquez y los hermanos Martínez Silva, decidieron asestar el golpe de Estado contra Sanclemente, comprometiendo al vicepresidente Marroquín, con el apoyo de los liberales, mediante negociaciones hechas con Aquiles Parra. Aprovechando la derrota de las fuerzas del gobierno en Sibaté el 31 de julio de 1900, el general Moya Vásquez marchó sobre Bogotá y, apoyado por ciudadanos conservadores, se apoderó sin ningún tropiezo de los cuarteles, con excepción del cuartel de San Agustín, hacia el cual se dirigió Quintero Calderón a disputar el mando al Ministro de Guerra, General Casablanca, al tiempo que comprometían al vicepresidente Marroquín para que se encargara del poder.

22 Citado por Bayona Lázaro, Félix. En: Guillermo Quintero Calderón, Boletín Hacaritama. Ocaña, S. f.

Con el argumento de que las fuerzas y el público exigían un cambio de gobierno, Marroquín se dirigió de inmediato a palacio, en donde asumió el poder; esa misma noche designó a Moya comandante en jefe del Ejército, a Carlos Martínez Silva en el Ministerio de Relaciones Exterio-

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res y a Quintero Calderón en el Ministerio de Gobierno, cargo del cual renunció Quintero para protestar por el nombramiento del conservador guerrerista Arístides Fernández como Ministro de Guerra, pues este había hecho modificar las intenciones conciliadoras inicialmente manifestadas por Marroquín.

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Quintero Calderón antes de retirarse del gobierno, junto con Carlos Martínez Silva y Miguel Abadía Méndez, habían iniciado conversaciones de paz con los rebeldes, representados por Aquiles Parra; sin embargo, dichas conversaciones fueron interrumpidas por intrigas de Fernández que provocaron la desautorización de Marroquín. Todo ello acabó con las negociaciones cuyo objeto era poner fin a la guerra. El retiro de los conciliadores del gabinete de Marroquín llevó al traste las negociaciones de paz y dejó el camino expedito a los guerreristas que se afianzaron en el poder. La guerra, que en gran parte se había apaciguado, se recrudeció; el gobierno declaró la guerra a muerte a los rebeldes y estos transformaron sus ejércitos regulares en guerrillas, con el fin de evitar caer en manos del gobierno. Quintero permaneció en el Ministerio del Gobierno durante 17 meses, en los cuales suscribió diversas determinaciones fuertes y represivas que buscaban detener el impulso feroz de la rebeldía alzada en armas, no obstante ser partidario de un armisticio con los rebeldes y de reformas que permitieran poner fin a la guerra. Pero la tendencia guerrerista que comenzaba a cobrar fuerza en el gobierno lo llevó a presentar su renuncia el 12 de diciembre de 1901, cuando en carta dirigida al Presidente Marroquín argumentaba que estaba “persuadido íntimamente de que es inútil para el bien público mi cooperación con el gobierno”23 y que, por tanto tenía el deseo absoluto de retirarse de todo cargo público. Temeroso de que Quintero fuese a engrosar las filas de la oposición, Marroquín no aceptó su renuncia; pero al negarse aquel a autorizar el nombramiento de Arístides Fernández como Ministro de Guerra, por considerarlo inoportuno para la política de moderación y diálogo que hasta ahora venían desarrollando, decidió aceptar su retiro y le ofreció un cargo en el Consejo de Estado. Ante tal ofrecimiento, Quintero le replicó, en una carta del 11 de enero de 1902, en la cual demuestra el talante de su personalidad y la solidez de sus principios, diciéndole: Mi retiro de todo empleo público y de la política militante a que ellos me obligan, obedece a escrúpulos de mi propia conciencia, que yo, el primero, tengo que respetar en todo cuanto pueda menoscabar mi probidad política y personal.24

Con la renuncia al Ministerio de Gobierno y al Consejo de Estado, terminaba una etapa de 50 años de servicios a la patria en la más variada gama de cargos públicos, cuyos méritos reconoció el gobierno de 320

23 Quintero Calderón, Guillermo. Carta dirigida al Presidente Marroquín, 12 de diciembre 1901. Consultada en: Banco de la República, op. cit., p. 269. 24 Ibid. p. 269.

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Marroquín, al concederle a Quintero, el 3 de diciembre de 1902, una pensión vitalicia de mil quinientos pesos. Sin embargo, a pesar de ser ya septuagenario, después de pensionarse Quintero Calderón volvió a tener una activa vida política y en 1903 fue elegido senador por la Provincia de Ocaña, en cuya calidad fue designado miembro de la Junta Consultiva del Gobierno, llevando una vida apacible entre el Congreso, cuya presidencia llegó a ostentar para esta época, y las tertulias bogotanas de entonces. Al agitarse la nueva campaña electoral y dado el prestigio político que había consolidado, Quintero Calderón fue señalado por el Nuevo Tiempo como posible candidato presidencial, junto con Rafael Reyes y Marceliano Vélez. Pero el prudente anciano, ya despojado de los ímpetus de guerrillero que lo caracterizaron en las décadas de los sesenta y setenta, más bien se había vuelto amigo de la concordia y el progreso, viendo con horror los errores gubernamentales, por lo cual desistió de participar en la contienda. El 7 de agosto de 1904, Rafael Reyes se posesionó como Presidente de la República intentando desde un principio una apertura hacia el liberalismo, que se había abstenido de participar en la contienda electoral. Reyes nombró ministros liberales y fue combatido por sus intentos progresistas. En 1905 el Gobierno entró en conflicto con el Congreso, el cual, ante los rumores de una guerra civil, dejó de sesionar y convocó a una Asamblea Nacional. Quintero Calderón se ubicó en la oposición, endilgándole a Reyes el calificativo de dictador, criticando su política fiscal y acusándolo de propiciar la penetración norteamericana; al mismo tiempo fustigó a la Iglesia Católica por contemporizar con el gobierno de Reyes. Quintero Calderón condensó sus experiencias legislativas en la obra Bosquejo de enmiendas políticas25, en la que además realizó algunas apreciaciones sobre administración y derecho constitucional, proponiendo reformas políticas de carácter utópico, y comenzó a pensar como el verdadero jurista que se había formado y que los agites de la vida pública no le habían permitido desarrollar.

25 Quintero Calderón, Guillermo. Bosquejo de enmiendas políticas. Bogotá. s. e. 1908.

El tratado con Estados Unidos sobre Panamá precipitó la crisis del gobierno de Reyes, quien había logrado prolongar su período a cinco años; una ola anti americana empezó a recorrer el país y surgió la Unión Republicana, que congregaba a líderes de diferentes matices liberales y conservadores, en medio de una gran confusión política en el país. El 7 de junio de de 1909, Reyes encargó a Jorge Holguín de la Presidencia, desde el municipio de Gamarra –tierra natal de Quintero Calderón– y viajó al exterior. El 20 de julio, el Congreso eligió para el cargo de Primer Magistrado del país, para concluir el período presidencial, al vicepresidente Ramón González Valencia, a quien Reyes, temeroso de una conspiración similar a la de Marroquín, suspicazmente había hecho renunciar. González Valencia no se consideraba en capacidad de sacar adelante al país y, como

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él mismo señaló en una carta dirigida a Luis Martínez Silva, “Sólo el deber me obligó a ocupar el puesto, y este solamente me hará continuar en él para el período de mi elección, que afortunadamente es corto”26.

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El acto más importante de su mandato fue la convocatoria en 1910 de una asamblea nacional constituyente. Quintero Calderón, quien en ese momento había integrado con entusiasmo las filas del partido republicano, el cual se enfrentaba con el partido conservador, y pese a su avanzada edad de 78 años, fue elegido nuevamente como constituyente para reformar la Constitución de 1886, de cuyo Consejo Nacional de Delegatarios también había hecho parte, para lo cual fue nombrado –el 24 de septiembre de 1885– como primer suplente del General José Santos quien, a su vez, había sido nombrado en representación del Estado de Santander. La participación de Quintero en el Consejo de Delegatarios de 1885 había sido reconocida por el mismo cuerpo legislativo, cuando en sesión del 30 de septiembre de 1885, al resolver una solicitud de licencia presentada por él, expresó: No se concede licencia que se solicita. El Consejo Nacional estima en cuanto valen el patriotismo é inteligencia con que el H. Delegatario Quintero Calderón presta sus servicios al país en esta Corporación, sin perjuicio de que continúe prestándolos como jefe militar, con la abnegación, que le constituye uno de los más merecedores hijos de la República.27

La participación histórica de Quintero Calderón en la Asamblea Constituyente reformadora de la Constitución del 86 dio como resultado de sus esfuerzos nada menos que la aprobación que consiguió para abolir definitivamente la pena de muerte por cualquier delito, aunque su madurez política y su sapiencia jurídica le permitieron aportar luces en las demás reformas sustanciales que recibió la Carta en esa ocasión, muchas de las cuales se mantuvieron vigentes hasta su reemplazo en 1991. Después de su participación activa en la Constituyente de 1910, el deterioro de su salud lo fue alejando poco a poco del trajín de la política; no obstante, al comenzar la Primera Guerra Mundial realizó una intervención pública para aconsejar a sus copartidarios el respaldo a los aliados, a quienes consideraba “defensores de los principios y anhelos de libertad democrática, enfrentados al despotismo y a la tiranía”. Su muerte le llegó diez días después de haber cumplido 87 años, en la fría tarde bogotana del 14 de febrero de 1919, en medio de la escasez y en la soledad, ya que por dedicar todas las energías de su vida a la actividad pública, había descuidado sus bienes, sus pertenencias e incluso a su propia familia, ya que no pudo asistir a los funerales de su esposa, padres y hermanos. Quienes de él se beneficiaron material o intelectualmente, lo abandonaron en la recta final de su vida, incluido su amigo 322

26 Columna editorial “El General Quintero Calderón y el Partido Republicano”. Publicada por El Tiempo. Enero 21 de 1915. 27 Diario Oficial, Nº 6513, 12 de noviembre de 1885.

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personal el presidente conservador Marco Fidel Suárez, quien por celos políticos se negó a asistir a los funerales y delegó en el Ministro de Gobierno la firma del decreto de honores para el ilustre personaje. Solo gente humilde y jóvenes estudiantes se acercaron a rendirle tributo de admiración en sus funerales. Y Jorge Eliécer Gaitán, en representación de las juventudes liberales pronunció un lírico discurso en el cual se destacan las siguientes palabras, que manifiestan claramente la admiración que despertaba este hijo ilustre de la tierra cesarense entre sus contemporáneos: Antes que claveles y lágrimas, siemprevivas y laureles regados sobre el mármol bruñido del sepulcro que os ha de dar glacial abrigo, quisiera oír el voto solemne de imitaros en el amor a las ideas, hoy ante vuestro cadáver...28

30 Figuereido, Alberto. Documentos para una biografía. En los funerales del General Guillermo Quintero Calderón, colección Jorge Eliécer Gaitán, tomo 1. Bogotá: Centro de Documentación Jorge Eliécer Gaitán, 1949. pp. 81-84.

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VICENTE SEBASTIÁN MESTRE

PROYECCIÓN INTERNACIONAL Y POLIFACÉTICO ESCRITOR

SIMÓN MARTÍNEZ UBÁRNEZ

(VALLEDUPAR, 1858 - BOGOTÁ, 1919) En la historia de Valledupar no se encuentra que su tierra haya dado otro hijo con tantos méritos en su hoja de vida y desempeño público, y tan sobresalientes en el campo internacional, lo mismo que por el volumen numérico de obras escritas y publicadas en el campo cultural, social y político a nivel nacional e internacional, como el General Vicente Sebastián Mestre Socarrás, autor de cerca de 35 libros sobre diferentes asuntos, quien, además, ocupó destacadas posiciones e hizo parte de muchas organizaciones y clubes profesionales en países de Europa y América. Hijo de Vicente Sebastián Mestre de Oñate (uno de los signatarios de la Constitución de 1853) y Juana Francisca Socarrás, nació en Valledupar el 10 de enero de 1858, en donde fue bautizado por su propio abuelo, el presbítero Valentín Mestre, conocido ampliamente en la historia local como el Padre Valentía, quien después de enviudar se había ordenado sacerdote. Casi toda su educación secundaria y como abogado la recibió en Europa y desde muy joven se destacó por su clara presencia y liderazgo en la vida pública del país y en misiones en el exterior, por lo que gran parte de su vida transcurrió fuera del país, en donde además de cultivarse como hombre culto, se caracterizó por su espíritu de emprendimiento y participación en muchas iniciativas empresariales y por los bienes que llegó a poseer como fortuna personal; incluso, durante su residencia en Caracas, fue propietario de la hermosa edificación conocida hoy como el Palacio de Miraflores, que en la capital venezolana cumple la función de Palacio Presidencial. Entre sus actividades académicas en el exterior, durante su estadía en el Perú, además de ser catedrático reputado en la rama del derecho, llegó al cargo de rector de la Universidad San Marcos, de Lima, una de las más antiguas del continente. En la presentación de su obra Cartera de campaña o táctica elemental aplicada, publicada en Caracas en 1887, dicen de él los editores: Es un joven de comprobada personería política, de inteligencia clara, ilustración nada común y de grandes esperanzas para su patria. Abogado, ha sido defensor de la justicia ante los tribunales, en donde ha dejado oír su verbosa y fluida palabra... Estimado el general Mestre por muchos grandes hombres de su patria, acogido y enaltecido en el exterior, él sigue adelante y avanza como prosiguen su carrera luminosa los hombres inteligentes.29

Las obras escritas por este prolífico escritor vallenato, algunas de las cuales han sido recopiladas por bibliotecas de reconocido prestigio en el país y el exterior –en particular, más de la mitad de ellas en la Biblioteca 324

29 Mestre, Vicente S. Cartera de campaña o sea, táctica elemental aplicada. Casa editorial de la opinión nacional, Caracas, 1887, p. 1.

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Luis Ángel Arango de la ciudad de Bogotᖠtratan los más diversos temas, especialmente el de la táctica y la estrategia militar –que Mestre dominaba a la perfección–, derecho internacional, filosofía, geografía, literatura, arqueología, civismo, ética pública, política; casi todas editadas en el extranjero (Caracas, Barcelona, Bruselas, Curazao, Puerto España –Trinidad–) y unas cuantas en Bogotá, por parte de la Imprenta Nacional. Entre ellas se pueden mencionar: Cartera de campaña, o táctica elemental aplicada; Plano topográfico de la ciudad de Caracas; Dictados del derecho de la guerra; Defensa de la América Latina; Decreto ejecutivo sobre táctica militar; Calidad nacional de los colombianos; Cartilla militar para la instrucción moral del soldado venezolano; Granítico; Disyuntiva nacional, Impúribus; Desideratum; Comprobación de la superchería; Argumentos rutilantes; En defensa de Colombia; Lucubraciones sobre hermenéutica; La perfección moral o sea el arte de vivir dichoso según Benjamin Franklin; Moxas diplomáticas; Deontología militar; La bandera de Colombia y el escudo nacional; La calidad nacional; La Preservación de Colombia; Gestiones patrióticas; Noticias historiales; Los grandes caminos estratégicos de Colombia; La completa desnudez, huellas invisibles de la peregrinación; La hiena perfumada, y muchas otras que quedaron inéditas. En calidad de miembro correspondiente, efectivo y en algunos casos presidente hizo parte de las siguientes organizaciones europeas: Société Neolatine de Carcassonne; O Instituto de Vizeu; Société de Sauvetage de la Nièvre; Institut de Midi de Francia; Association de Sauveteurs du Haut Rhin; Institut de Sauvetage de la Méditerranée; Société de Geographie de Berne; Caballero hospitalario de San Juan Bautista de España; socio corresponsal de la Sociedad Económica Graciense de España; miembro de A Sociedade de Geographia de Lisboa, de la Société Union Fraternelle Militaire de Francia; socio corresponsal de la Sociedad Geográfica de Madrid, de la Sociedad Artístico-arqueológica Barcelonesa; miembro de la Real Diputación Arqueológica y Geográfica del Príncipe Don Alfonso de Almería; socio corresponsal de la Real Sociedad Económica Montillana de Amigos del País; miembro efectivo de la Société d’Archéologie de Bruselas y de la Reale Accademia La Stella d’Italia; además, Presidente honorario de la Académie Internationale de Francia. Internacionalmente fue distinguido con numerosas condecoraciones y reconocimientos, entre los cuales se pueden destacar: Medalla de oro de la Cruz Roja de España; Cruz de Comendador de la Orden de Malta; Cruz de Comendador de la Orden del Mérito Civil de Francia; Cruz de Comendador de la Real y Distinguida Orden Militar del Cristo de Portugal; Gran Placa de honor de la Cruz Roja de España; Gran Cruz de Comendador de la Real Orden de Santa Catarina del Monte Sinaí y Medalla de Plata de Alfonso XIII. Después de haber servido a su patria en la milicia, la administración pública y el cuerpo diplomático y, sobre todo, después de haber cumplido con una encomiable labor social en defensa de los intereses naciona-

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les, le fue negada la pensión que con muchos argumentos solicitó al Estado colombiano, razón por la cual, en 1919, decidió asumir un digno final, suicidándose a la entrada del Capitolio Nacional, en señal de protesta por el tratamiento recibido, sin haber dejado descendencia.

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Los pueblos que desconocen su historia se ven condenados a repetirla. Esta expresión cobra fuerza en momentos aciagos del departamento del Cesar, adolescente de una pobreza de liderazgo en todos los aspectos de la vida colectiva, y permite evocar esta figura cimera aunque ignorada, de la segunda mitad del siglo XIX y comienzos del XX, que mucho bien le haría al Cesar en su actual encrucijada.

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SEBASTIÁN GUERRA

PIONERO IGNORADO DEL FOLCLOR VALLENATO (RINCONHONDO,¿? - LA SIERRA, 1937) Considerado por autoridades del folclor como uno de los grandes entre los pioneros y difusores de la música vallenata –especialmente en lo que corresponde al territorio de los departamentos del Cesar, Antioquia, Magdalena y Bolívar–, debido a su creatividad, originalidad y maestría en la ejecución del acordeón, lo mismo que a la cantidad y calidad de sus composiciones, su creatividad en el verso y el haber sido el creador de un estilo propio y original, del cual se alimentaron muchas escuelas posteriores, Sebastián Guerra se perfila hoy como uno de los más grandes, pero olvidado, del folclor vallenato ya que, salvo por las menciones que de él hacen algunos estudiosos como Tomás Darío Gutiérrez y Julio Oñate Martínez y los recuerdos borrosos de algunas personas mayores, es poco lo que los mismos acordeoneros saben de su vida y el significado de su obra en la historia del vallenato, además de que por haberse ausentado tempranamente de su tierra natal, es desconocido por sus propios coterráneos. Sebastián era hijo de la unión conyugal libre de Juana Vicenta Guerra, natural de Rinconhondo, y de quien tomó su apellido, y Pedro Herrera, conocido popularmente como Perucho Herrera, natural de La Sierra (corregimiento de Chiriguaná) y radicado en San Roque (corregimiento de Curumaní), acordeonero de bajo perfil musical y poco conocido o mencionado en la historia del folclor vallenato, de quien se desconocen las circunstancias del dónde y con quién aprendió a tocar el acordeón. Todo indica, sin embargo, que fue el émulo y modelo para su hijo, a pesar de que sus relaciones no fueron estrechas ni prolongadas. Pero el talento es así, en donde nace, no hay barrera que lo detenga y solo requiere de leves estímulos para desarrollarse. Sebastián estaba predestinado por la naturaleza a ser el más grande de su tiempo. Según Emilio Beleño Guerra, sobrino y discípulo de Guerra, este oyó tocar a Perucho en pocas ocasiones, pues se había criado con su progenitora en Rinconhondo, mientras su padre vivía en San Roque, no muy lejos de allí. Siendo un muchacho aún imberbe, mientras viajaba a lomo de burro o descansaba de las faenas laborales del campo, practicaba con el sombrero, como imitando la digitación de los acordeoneros, tal como lo observaba en su progenitor. Se había entrenado de tal manera en los movimientos digitales, parodiando las notas del acordeón con sonidos guturales y cantos imperceptibles, que el día que pudo tener el instrumento en sus manos no tuvo mayor dificultad para tocar melodías conocidas. Aprendió a tocar como autodidacta con el instrumento de su padre, el cual tomaba y manipulaba en su ausencia; esa temprana demostración

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de talento y vocación le permitió descollar como el mejor de todos en su época, creando una escuela con estilo propio, de la cual se consideraron deudos grandes acordeoneros, como Pacho Rada, Luis Enrique Martínez, Pedro Nolasco, Abel Antonio Villa, José Antonio y Germán Serna, Samuelito Martínez y muchos troncos de dinastías, como las de los López, los Durán Díaz, los Serna, los Martínez y otros.

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Sin que se conozcan mayores razones de ello, San Roque, un viejo corregimiento perteneciente a Chiriguaná hasta 1965, se había constituido en sitio de acordeoneros en las primeras décadas del siglo XX, pues además de Perucho Herrera, allí tocaron el instrumento, antes de Sebastián, Francisco (Pachito) Niebles, Domingo (Mingo) Cuadros y José Mendoza, quien posteriormente se radicó en Curumaní. En versión del investigador Andrés Camacho, un familiar del juglar, su hermano menor de línea paterna, Nicolás Herrera Fonseca, descendiente de Perucho, dice que a pesar de que Sebastián no se crió con su padre, el poco tiempo que estuvieron juntos fue suficiente para que aprendiera a tocar el acordeón, pues tuvieron suficiente confianza y el padre llevaba al mozuelo a todos los lugares a donde iba. Perucho tocaba sus propias composiciones, pues en su época no era fácil encontrar otras. El interés del muchacho por el instrumento y la curiosidad que este le despertaba, hicieron que su padre no lo dejara a su alcance, pero él se ingeniaba la manera de tocarlo en su ausencia. Y una noche, al regresar a casa antes del tiempo sospechado, pues había salido a realizar diligencias por otro sector, Perucho se encontró con la sorpresa de que el muchacho, asustado por el desacato de la orden de no tocar el aparato, lo hacía con claridad, buen ritmo y armonía; motivo suficiente para apoyarlo desde ese momento. Sebastián aprendió a tocar en forma magistral, y al poco tiempo regresó al lado de su madre, en Rinconhondo, en donde se convirtió en todo un personaje, que imitaba el toque solo con el sombrero, pero cantaba muy bien y esto atraía a vecinos y transeúntes, a pesar del poco reconocimiento de la música de acordeón a comienzos de siglo. Simultáneamente le hacían compañía musical con el tambor y la caja sus hermanos Luis y Andrés Isaías Guerra, este último padre del conocido Andrés Landero, Rey Vitalicio del Festival de la Leyenda Vallenata, quien no tomó el apellido paterno.30 Sebastián Guerra había nacido en Rinconhondo (Cesar), en la segunda mitad del siglo XIX, probablemente antes de 1880 y muy joven emigró hacia las regiones ribereñas del Magdalena, fronterizas entre los departamentos de Bolívar y Magdalena, de donde solo regresaría a morir en La Sierra, en 1936, según unos familiares, o en 1939, según otros. Inició un largo periplo por los pueblos ribereños de la ciénaga de Zapatoza y el río Magdalena con sus innumerables brazos, y posteriormente del río 328

30 Guerra Gutiérrez, Celso. Clásicos del Vallenato. Gráficas del Comercio 2003,Valledupar, pp. 76 ss.

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Cauca. Entre las poblaciones de San Bernardo, Costilla, Tamalameque, Zapatoza, El Banco, La Victoria, Piedras de Moler, Caimán, Cerro de San Antonio, Punta de Piedra, Hatillo de Loba, Magangué, Plato, Altos del Rosario, Playa Alta, Mompox, Barranco de Loba, San Martín de Loba, Las Playitas y Juana Sánchez, se desarrolló gran parte de su vida trashumante, con salidas periódicas hacia otras regiones no muy lejanas, especialmente de Los Montes de María, en donde su hermano Andrés Isaías, quien lo acompañó en muchas correrías, posteriormente tuvo a Andrés Landero. Su relación con la generación de gaiteros parece haber sido muy frecuente, pues aún en la época de Toño Fernández se interpretaban merengues de Guerra, con los conjuntos de gaita.31 Además de reconocer que enseñó a muchos acordeoneros, a Sebastian se le puede considerar, con toda razón, el pionero del vallenato en todo el Bajo Magdalena, la región de La Montaña, y además, el primero en penetrar con el acordeón hacia la zona minera de Antioquia, a través de los ríos Cauca y San Jorge. Antes de emigrar había alcanzado a sentar en Rinconhondo las bases de una potencial escuela que, tal vez debido a su ausencia, no logró consolidarse. También se sabe, aunque vagamente, de su influencia en los músicos de La Paz y algunos de la provincia de Padilla. Esta se debió, tal vez, a que al final de su vida, Guerra anduvo por La Guajira buscando que la sabiduría tradicional de los indígenas wiwa de las estribaciones de la Sierra Nevada, en la zona rural de San Juan del Cesar, le diera algún alivio a sus padecimientos físicos; de este periplo dejó huellas, pues en La Paz se lo conoce como uno de los pioneros que aportó a la inclinación por el acordeón de los miembros de la dinastía López, como lo reconoce Miguel, uno de los reyes vallenatos que ha tenido esta familia. Sobre su presencia en La Guajira, Mauricio Bolaños, hermano de Chico, cantaba hace algunos años un verso de dudosa factura, pues él lo atribuía a Francisco el Hombre y, según él, hacía parte del merengue La Chencha, que algunos guajiros atribuyen a El Hombre; mientras que algunos músicos del Magdalena Grande, como Pacho Rada y Luis Enrique Martínez, se lo reconocen a Sebastián Guerra. Sin embargo, los versos en mención suscitan dudas sobre su autoría, por su estilo y por la toponimia incluida en ellos, que se sale del contexto tradicional en donde Guerra se movió. El verso dice así: La Chencha me dejó a mí y se fue con Sebastián Guerra

31 Por esta razón se podía decir que en la primera parte del siglo XX Sebastián Guerra fue el acordeonero colonizador de esta región con la nueva música que comenzaba a ganar espacio en el panorama folclórico nacional. En: Gil Olivera, Numas Armando. Toño Fernández, La pluma en el aire. Kimpres, Bogotá, 2005.

desde El Treinta para abajo ella sigue su carrera Sobre esta composición, y refiriéndose a la importancia que tuvo en su época, es decir, a comienzos del siglo XX, como base de aprendizaje de nuevos acordeoneros, dice el promotor musical Celso Guerra que:

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La Chencha, una canción de Sebastián Guerra, tema que apareció años después grabada en Ciudad de Panamá por Avelino Muñoz en el órgano y la voz soprano de Silvia de Crease, sin ningún crédito para el nuestro. Este tema estaba muy de moda para la época y era interpretado por los músicos que deambulaban por el lugar; de manera que se convirtió en predilecta de Pacho Rada para sus ensayos.32

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Es importante señalar que la primera composición que interpretó Pacho Rada, quien nació en Plato en 1907 y a los seis años ya tocaba acordeón, fue La Chencha, de Sebastián Guerra, como él mismo reconoce. Refiriéndose a esta misma cuestión, el Viejo Pacho hablaba de la influencia de Guerra en su época y las aptitudes que le eran reconocidas como creador, cuando relataba las circunstancias en que él aprendió a tocar y la forma en que interpretó su primera canción, en una fiesta en la que tocaba su tío Ángel Pasos y a la que también había sido invitado su padre, Alberto Constantino Rada Ballestas, quien en un momento de descuido dejó el acordeón sobre una mesa que estaba en la sala, creando la ocasión para que el niño de cuatro años, incitado por un amiguito, tomara el acordeón. Lo que siguió de ahí, lo relata el mismo Viejo Pacho: Por iniciativa de un amiguito de nombre Eugenio, lo tomé y comencé a tocar y me salió la música de la canción de moda, “La Chencha”, un merengue de la autoría del músico más completo que había en ese momento, Sebastián Guerra, natural de Rinconhondo, ya que era cantador, acordeonista y compositor... La verdad es que cuando yo comencé, mi fama se regó por toda la Provincia, porque era igual que Sebastián Guerra, siempre he sido un músico completo: toco, canto y compongo.33

Sebastián fue el primer acordeonero colombiano en recibir una oferta para grabar en Los Ángeles, California, en 1932, pero nunca aceptó la propuesta por el temor que le inspiraba el solo pensamiento de alejarse de la región. Cuando le describieron el viaje, en el cual debía abordar un barco en Cartagena, saliendo por el río Magdalena y posteriormente arribar a Colón para atravesar el Canal de Panamá, llegar al Océano Pacífico y continuar hacia Los Ángeles, en un itinerario de muchos días, Guerra consideró que se trataba de un viaje que no tenía regreso, pues su microcosmos tenía horizontes muy reducidos. Renunciaba de esa manera a la oportunidad de haber sido el primer colombiano en grabar música de acordeón lo que, de alguna manera, le cerró las puertas de la fama y la posibilidad de ser conocido por la posteridad con toda la magnitud de su obra, en la cual fue original, extenso y prolífero, tanto que llegó a ser calificado como el acordeonero más completo de su tiempo, muy por encima del más famoso de su generación, Francisco el Hombre. Igualmente, cerró la oportunidad para que le fuera reconocido el mérito autoral de sus propias canciones, la mayoría de las cuales fueron usurpadas por acordeoneros y compositores de genera330

32 Guerra Gutiérrez, Celso. Clásicos del Vallenato. Gráficas del Comercio, Valledupar, 2003, pp. 15-16. 33 En entrevista concedida al autor, en Santa Marta, el 19 de septiembre de 1996, en el marco de la investigación sobre Piquería vallenata, próxima a publicarse.

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ciones posteriores y hoy aparecen en grabaciones generando gloria a sus usurpadores, quienes se han hecho grandes con ellas. En cuanto al arte musical, Sebastián Guerra encarnó lo que se llama hoy un músico completo: tocaba, componía, cantaba e improvisaba con sorprendente facilidad, además, tocaba caja y guacharaca, como sus hermanos Luis e Isaías. En asunto de piquería, Sebastián Guerra es recordado por su agilidad y la contundencia con que improvisaba y construía versos para acabar con el contrincante en parranderas, aunque, como ocurre con la mayoría de las primeras piquerías, no se conserven muchos testimonios textuales de esa capacidad. Entre sus piquerías famosas, se tiene noticia de la que sostuvo en varios encuentros con Tomás de Aquino Palmeras, un pasero que se había redicado en Rinconhondo y trashumaba por los pueblos del centro del Cesar; pero de ella no queda sino la remembranza. De la que se conserva mayor información es de aquella que sostuvo en El Banco, en casa de Nicolasa Cadena, a donde llegó proveniente de Juana Sánchez, a cumplir la cita que le habían puesto algunos seguidores. Allí se enfrentó con Manuel Isabel Oviedo (abuelo del Comandante Emilio Oviedo), un músico académico y erudito, que sabía más teoría musical que ejecución instrumental; había nacido a fines del siglo XIX en Corozal, hoy departamento de Sucre y había emigrado hacia el sur de Bolívar, en donde se radicó en el caserío de San Antonio o Los Mangos, de allí se trasladó a Zapatoza y posteriormente a Costilla, lugar donde murió, hacia 1965, después de haber dejado huellas y conformado una familia que hizo posteriores aportes a la cultura musical y al folclor vallenato. Un verso que se recuerda de Guerra es el que compuso –y cantaba con frecuencia–, haciendo alusión a la enfermedad contraída por él en Playa Alta, a donde había ido a tocar y tuvo un romance fugaz, pero debido a su poca disposición para hacer anclaje amoroso, decepcionó a la pretendida, cuya madre, en venganza, lo hizo “componer” con un “maleficio” que lo llevaría hasta la tumba. Cuando se sintió muy mal, regresó a Rinconhondo, tierra de gran reconocimiento por su tradición mágica, de medicina empírica y la autoridad de sus curanderos y brujos; allí cerca, en el corregimiento de La Sierra se sometió a tratamiento con Agustín Fernández, otro acordeonero no conocido, quien lo mejoró sensiblemente y regresó al pueblo de La Victoria para someterse a una curación con unos médicos llamados invisibles; allí agravó y regresó a La Sierra, en donde murió después de una temporada de intentos de seis meses, el 10 de septiembre de 1937. Los versos de esa época dicen:

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Una horrible morcillera

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me ha pegado esa muchacha se acabó el ruido de Guerra Por i(r) a tocá a Playa Alta. Sebastián llegó a La Sierra con su mala enfermedad los médicos invisibles no lo pudieron curá Sobre sus enfermedades, son muchos los retazos de canciones que se hallan dispersos en distintas partes de la región Caribe. Hildemaro Bolaño, hijo del memorable Chico Bolaño, recuerda un estribillo que aprendió de su padre, cuya letra dice: Como dice Guerra Como dice Chan Por culpa de las mujeres Mataron a Sebastián Su repentismo siempre estaba a flor de labios. En una ocasión que regresó a su tierra natal, después de una de sus largas ausencias, llegaron a visitarlo varias personas notables del pueblo encabezadas por Isaac Hernández, Samuel Martínez –padre de quien escribe– y Basilio Ruíz, quienes le pidieron que, en respuesta a su saludo, les reconociera con una muestra de su arte musical. Guerra no se hizo rogar y ofreció, como respuesta a su petición, el siguiente cuarteto: A Isaac yo vengo a contarle y quienes son de sociedad soy el que me río del hambre y cuando no tengo me da En su periplo musical por los pueblos ribereños del Magdalena y sus afluentes, es recordado por las personas de mayor edad en los lugares más insospechados de la región. Por ejemplo, en el pueblo de Las Playitas, corregimiento de San Martín de Loba en el departamento de Bolívar, un pueblo retirado de la arteria fluvial, al cual se penetra a través de uno de los brazos que forma el Magdalena en esta región; en una ocasión, Sebastián llegó invitado por unos amigos y la noticia corrió con rapidez, pues estaba anunciada con anticipación. Allí la aglomeración fue grande y gente de todas las edades y condiciones acudían a conocerlo. Al iniciarse la parranda, el saludo musical fue con estos versos: Yo soy el Sebastián Guerra Soy el Guerra Sebastián 332

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He venido a Las Playitas Por la fama que le dan. Con un saludo de esta naturaleza, en un lugar retirado en donde la presencia de un músico de esta condición se consideraba como un acontecimiento histórico, la simpatía que despertó fue grande, sobre todo entre la población femenina. Por eso aún se recuerdan versos que, en forma de piropos estrofados, compuso para algunas jovencitas de las más hermosas de la población. Entre esos versos la memoria popular recuerda los siguientes: Petronita Regalado Dios te guarde tu hermosura Cuando sales a la calle Pareces la virgen pura Juana Pérez es una flor Que cuando se oculta oscurece Y cuando sale a la calle Todo el mundo resplandece Pero, igualmente, cumpliendo con la característica de todo buen juglar, su corazón era como el de los marineros. A donde quiera que llegaba señalaba territorio para sus afectos, se enamoraba y entablaba romances, muchos de ellos tormentosos y no siempre bien correspondidos, como le sucedió en el mismo pueblo de Las Playitas. Allí, un amor imposible le amargó la vida, lo cual no fue óbice para que él le compusiera versos, en los cuales dejó impresa la factura de calidad literaria que siempre lo caracterizó como el mejor compositor de su tiempo, no solo por la plenitud musical, sino también por la calidad y refinamiento literario de sus versos. Se recuerdan unos versos alusivos a ese amor imposible, con una protagonista cuyo nombre ha sido olvidado, pues no la menciona en el verso como en otros casos, pero a la cual le dice en forma recriminatoria: Pa’ qué sales a la calle Si no quieres que te vea Cuando mis ojos te miran Mi corazón te desea Y cuentan los habitantes de la población que después de varios días de visita, con la espina de un amor no correspondido, en medio de la melancolía propia del despecho amoroso, se despidió del pueblo con el abatimiento y desconsuelo que derramó en los siguientes versos: Adiós Playita Infeliz Vivo de tu mala suerte

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Vivo privado de verte

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Y por eso me voy de aquí Muchas de sus composiciones como La cédula electoral y Los invasores, compuestas hacia 1928 y 1931 respectivamente, aún permanecen inéditas y son el primer ejemplo de canción política que se conoce en el vallenato. Otras composiciones suyas son Hombre Solo, La Chencha, Petra, El avariento, La pesca del Segebre, entre otras, la mayoría de ellas en ritmo de merengue, las cuales afortunadamente no han sido apropiadas por ningún avivato, pero siguen corriendo el riesgo de ser arrastradas por la avalancha del olvido. De su legado musical es poco lo que se conoce pero hay que señalar que, como pionero, no sólo lo fue en el acordeón, sino también en la composición, sobre todo al ser quien jalonó por primera vez temáticas particulares, como la política, de crítica y protesta, expresada en composiciones como el merengue La Cédula electoral, cuyos versos finales dicen: Oigan bien liberales y conservadores Pongan mucho cuidado en lo que les digo Que si llegan los Estados Unidos Pagaremos justos por pecadores Igualmente desarrolló temáticas relacionadas con los animales, como el caso de Hombre Solo, compuesta al perro que le regaló un compadre, y con la actividad laboral, como La pesca del Segebre, que le compuso a otro compadre; ambas en ritmo de merengue, ya que fue el ritmo que más cultivó, además del paseo. En la temática amorosa se conocen versos de otro merengue cuyo título se ignora, pues se sabe que titular las composiciones no era preocupación de la época. Solo se sabe que fueron compuestos para Lupercia Quiroz, de Tamalameque. Su texto dice: La Quiroz le dijo a Guerra Y Guerra le dijo a la Chiva Mejor metete conmigo Que yo soy la recogida A través de los Gaiteros de San Jacinto, se conoce un merengue que este reconocido grupo musical interpretaba y que fue grabado recientemente en un CD que acompaña al libro Mochuelos Cantores de María la Alta II, Toño Fernández, la pluma en el aire, obra del filósofo de San Jacinto Numas Armando Gil Olivera34. En dicha obra, Adolfo Pacheco, refiriéndose a la celebración del día del maestro en una año de la década del sesenta, con una parranda realizada en casa de Ramón Vargas en San Jacinto, dice de Toño Fernández: “También cantó otro merengue llama334

34 Gil Olivera, Numas. Op. cit., pp. 138139.

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do El Negro Guerra, que era un tío de Andrés Landero”. El merengue se refiere a la penosa enfermedad de que hemos hecho referencia y a una supuesta operación que le fue practicada por los médicos invisibles en El Banco o La Victoria: Yo soy el negro que en otro tiempo, Le daba buen sonido a la diversión. ¡Ay! Ya perdí, ya perdí el temperamento ya no toco, ya no toco mi acordeón. (...) Sebastián con su acordeón, Sebastián con su acordeón Sebastián con su acordeón Cuando salía por la calle Cuando Sebastián se vaya (3) ¡Ay! Queda la murmuración (C’est pas fini en alemán –dice Toño) Sebastián Guerra murió antes de que el bum del disco llegara a Colombia y, por las razones señaladas antes, no alcanzó a grabar. De todas maneras, su desaparición fue prematura pues en el momento de su muerte aún estaba en plena madurez y capacidad de producción musical, no permitiendo a uno de los verdaderos pioneros del folclor vallenato figurar para la posteridad acompañado por la fama de sus creaciones. Cuando llegó el tiempo de la grabación, muchas de estas fueron apropiadas por otros compositores, totalmente, o al menos la música de algunas de ellas, para adecuarles la letra que habían compuesto. Por eso, canciones que hacen parte hoy de los clásicos del folclor vallenato, hasta las incluidas en la selección de Cien años de Vallenato, realizada por Daniel Samper y Pilar Tafur, se le deben a Sebastián Guerra, quien ha sido no solo un gran damnificado, sino también el ilustre desconocido del folclor vallenato.

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JOSÉ ANTONIO GUERRA BULLONES O COMPAE CHIPUCO: ENTRE LEYENDA Y REALIDAD

SIMÓN MARTÍNEZ UBÁRNEZ

(LAS PALOMAS, ¿? - VALLEDUPAR, 1967) Cuando la imaginación colectiva desdibuja las fronteras de una realidad o un hecho histórico, genera sus propios relatos bajo la forma de leyendas, que se convierten en paradigmas desde los cuales se recrea la historia y la cultura de un pueblo. Tales relatos se pueden crear en torno a hechos, personas y personajes, que tuvieron alguna relevancia para la vida colectiva. En el caso del personaje vallenato conocido como Compae Chipuco, una serie de hechos ha dado realce a su nombre, aunque del personaje mismo poco se conoce, pues incluso sus propios familiares ignoran datos tan esenciales como las fechas de su nacimiento y de su muerte. Hasta su verdadero nombre era desconocido por sus coterráneos, pues el día de su muerte sus familiares mandaron a imprimir los carteles de invitación al sepelio con el nombre de José Antonio Guerra Bullones y no recibieron una sola visita, hasta cuando alguien averiguó en la tipografía y le dijeron que se trataba de Chipuco; fue entonces cuando el Concejo Municipal ordenó nuevos carteles con el nombre completo y el apelativo, y la multitud hizo romería hasta el sitio de velación, para acompañarlo por última vez. Fueron necesarios una canción vallenata, un restaurante, un ron, una esquina (calle 16A con carrera 7a de Valledupar) y una tienda, como hechos que contribuyeron a engrandecer el mágico nombre de un personaje local que ha trascendido las fronteras parroquianas, para convertirse en una leyenda cultural, sin que en realidad se tenga en cuenta el referente original sobre el cual se construyó esa leyenda. Su verdadero nombre era José Antonio Guerra Bullones. Con apellidos de origen provinciano y curazoleño, había nacido en la década de los ochenta del siglo XIX, en el sitio de Las Palomas, ubicado en la zona rural entre Badillo y San Juan del Cesar, hijo del comerciante curazoleño Juan de Dios Bullones, quien se había radicado definitivamente en Badillo –en donde era poseedor de una pequeña parcela– y la sanjuanera Ana Gertrudis Guerra. Desde la edad de dos años vivió en Valledupar, en donde más tarde fue acogido y prácticamente adoptado por la familia Castro, cuya casa se encontraba en el marco de la plaza Alfonso López, en donde se levantó mientras contribuía con los oficios domésticos, como el de hacer mandados, labores de jardinero y traer el agua desde el río, oficios con los cuales pagaba los gastos de mortuoria de su madre, que fueron costeados por esta familia. 336

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Como práctica cotidiana gustaba de imitar los sonidos de la naturaleza, los cuales repetía haciendo figuras con la boca o silbando, y precisamente de esta práctica surgió el apelativo con el que siempre se le conoció, pues cuentan quienes lo conocieron que al regresar del río, con los calambucos llenos de agua, normalmente imitaba durante el recorrido el sonido de chipuc, chipuc, chipuc... que estos emitían, razón por la cual las personas que realizaban la misma tarea comenzaron a llamarlo con el nombre de Chipuco, con el cual se le conoció por el resto de su vida, en detrimento del nombre propio. Casado con Carmen Arzuaga, oriunda de San Diego, tuvo con ella varios hijos (Alejandro Baute, antes del matrimonio, los mellizos Carmen –propietaria del Hotel Los Cardones– y Antonio, Emma, Erlinda, Cayetano, Soledad y Matilde). El matrimonio radicó su residencia inicialmente en el lugar que hoy se conoce como La Esquina de Chipuco, en donde mantenían una venta de comida callejera y posteriormente una pensión (de hecho, fueron los primeros en Valledupar en instalar un negocio de esta naturaleza, en la década de 1930). Posteriormente, y teniendo en cuenta el atractivo laboral que en esa época representaba la zona bananera del Magdalena, Chipuco se aventuró hacia esta región, a donde posteriormente llevó a su familia. Allí mantuvieron el servicio de restaurante, con el aporte y trabajo de todos los hijos; a su regreso se radicó definitivamente en Valledupar, en donde adquirió un lote grande localizado entonces en las afueras de la población, en el sitio que él llamó el Quinto Patio, debido a la distancia que en ese momento lo separaba del centro de Valledupar y que hoy está muy central, en la carrera 12 con calle 18 (en donde hoy se encuentra el edificio FED); allí construyó nuevas habitaciones para arrendar, utilizando los recursos que se había ganado con unas fracciones de la Lotería de Bolívar, y fue precisamente en este sitio en donde lo conoció Chema Gómez, el autor de la canción que lo hizo famoso. Además por una adjudicación que le hiciera el municipio de Valledupar, adquirió una parcela ubicada entre los ríos Guatapurí y Cesar, al oriente del barrio Pescadito, en donde permanecía durante el día dedicado al cultivo de hortalizas. Por eso, en la descripción musical del dentista Chema Gómez, este pone en boca del personaje la autodescripción que dice: Me llaman compae Chipuco Y vivo a orillas del río Cesar En la actividad hortícola también fue pionero en Valledupar, como el primer cultivador y vendedor de verduras, antes de que llegaran las colonizaciones santandereanas y del interior del país. En esta tarea contó con el apoyo profesional del doctor Ciro Pupo Martínez, quien había recibido en obsequio una determinada cantidad de verduras y, al indagar por su origen, Chipuco le explicó la forma en que las producía, pero le contó que no tenía mercado, pues la gente en Valledupar no estaba

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acostumbrada al consumo de verduras. En adelante, el reconocido médico vallenato, en un acto de solidaridad recomendaba a sus pacientes el consumo de las hortalizas frescas, como pepino, pimentón, col y tomate que Chipuco les ofrecía, y lo hacía como recomendación especial complementaria de los tratamientos médicos que les asignaba, especialmente a pacientes desnutridos y anémicos.

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Del Chipuco acordeonero y compositor se conoce poco y es así como surge la leyenda. Se sabe que había recibido como regalo un instrumento que siempre intentó hacer sonar melódicamente, pero al que solo le sacaba notas fragmentarias e incoherentes, especialmente cuando estaba con tragos, lo cual ocurría con mucha frecuencia; y como compositor, improvisaba versos inconclusos de media estrofa o sin rima completa a todo el que se encontraba en su camino, los cuales inexorablemente concluían con la expresión Ruá Ruá. No obstante y consciente de su realidad personal, Chipuco alcanzó a componer algunos versos que eran ampliamente conocidos en su época, en los cuales hace mención de su condición caratosa, de esos versos dos cuartetas muy elocuentes son: En el Barrio Cañaguate me tratan ni un marginao por culpa de este carate que me tiene tan fregao Ruá... Ruá.. Soy un hombre solitario como San Antonio Abad arrastrando este calvario con mis patas bien pintá Ruá... Ruá… Estos versos parecen haber servido de materia prima a Chema Gómez en la descripción de sus rasgos físicos cuando le compuso el famoso paseo, en donde lo define físicamente recurriendo a la autodescripción que el mismo personaje hacía en sus versos; Gómez dice: Soy vallenato de verdá Tengo las patas bien pintás Con mi sombrero bien alón Y pa’ remate me gusta el ron Verso este que, al parecer, empata con otros del mismo Chipuco que se han rescatado y que de tanto repetir en medio de sus estados de trance etílico, fueron aprendidos por muchos desprevenidos espectadores de 338

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los barrios Cañaguate, El Cerezo, La Garita y La Guajira, anexos al centro colonial de la ciudad. Entre estos encontramos otras dos cuartetas muy expresivas de su realidad psicosocial: Me llaman Compae Chipuco vivo humilde y sin pretensión sacándole gusto al gusto yo me divierto tomando ron Ruá... Ruá... A orillas del río Cesar tengo una choza en un playón no me considero un juglar aunque sé tocá acordeón Ruá... Ruá… Los anteriores versos escaparon del fuego devorador del olvido y antes de su muerte, ocurrida en Valledupar en 1997, ya hacían parte de la memoria colectiva en los sectores populares de la ciudad y a él lo habían convertido en un personaje querido de la gente en todos sus estratos. El pueblo lamentó su desaparición, aunque con los primeros carteles invitando a su sepelio todo el mundo se preguntaba quién era José Antonio Guerra Bullones. Por esta razón, en la tumba que guarda sus restos mortales en el cementerio de Valledupar aparece como “Compae Chipuco”. Su sencillez, carácter pacífico y afable, el contacto que mantuvo siempre con todas las esferas sociales y su aspecto físico sencillo, hicieron de Chipuco un personaje connatural al paisaje urbano de Valledupar. Era célebre por los apuntes que se le escuchaban en medio de las borracheras consuetudinarias, hasta el punto de ser reconocido, incluso, por los más grandes personajes de la vida nacional que llegaban a la población de entonces, en donde todos eran conocidos. Fue así como se dio a conocer con personajes como el Presidente Alfonso López Pumarejo y el dirigente Pedro Castro Monsalvo; de ahí que, el día de su muerte, ocurrida el 13 de noviembre de 1997, asistió de gala toda la sociedad vallenata. A pesar de no haber sido acordeonero consagrado, entre sus descendientes creció la vena artística, ya que Alejandro, su hijo, fue músico y compositor; Cecilia Galvis, su nieta, ha sido una difusora del folclor vallenato en la capital del país y en el exterior, y su nieto Alfonso Guerra es acordeonero en Venezuela; además, algunas de sus nietas radicadas en el exterior han sido amantes y difusoras del vallenato en otros países, como Marina Pascal en Francia y Elizabeth de Heijor en Miami. Como anécdota interesante, se cuenta que después de enviudar Chipuco asumió una actitud realista ante la muerte, hasta tal punto que compró el ataúd y la mortaja con la cual debía ser sepultado, para que nadie

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tuviera que hacer gastos en el momento requerido; pero uno de sus hijos, conocido con el apelativo de Mandador, cuando estaba bebiendo lo bajaba del zarzo en donde estaba guardado y lo empeñaba o lo vendía, como uno de los pocos objetos de valor con que contaba en casa el conocido personaje, sin embargo, Chipuco lo adquiría de nuevo; esa situación se repitió durante más de veinte años, pero en el momento de su muerte no había ataúd en donde enterrarlo.

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De esa manera, un personaje común y corriente, de cuya vida es poco lo que se puede conocer, gracias a su personalidad folclórica y el ascendiente popular que tuvo en su momento, se convirtió en una leyenda musical, que a través de la canción compuesta por un transeúnte que utilizó sus servicios de hospedaje, le ha dado la vuelta al mundo, pues esta ha sido interpretada por diversos artistas y agrupaciones musicales del Caribe y Latinoamérica.

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WALTER CARROLL

CIENTÍFICO AUTODIDACTA E INDUSTRIAL (LA GLORIA, ¿1890? - BARRANQUILLA, 1975) El nacimiento de Walter Carroll en La Gloria, siendo hijo de un norteamericano, no fue un hecho fortuito. En su condición de puerto sobre el río Magdalena, la arteria vial más importante de Colombia hasta 1950 –cuando se abrieron las vías terrestres que en calidad de troncales de oriente y occidente unen al interior del país con los puertos de la costa Caribe–, frente a las costas de La Gloria fueron muchos los anclajes de las naves y buques mercantes que hicieron la historia del río Grande. La draga Cristóbal Colón, los vapores Barranquilla, Cisneros, Gieseken, Elena, Magdalena y Elbers fueron, entre otras, las embarcaciones que surcaron el río frente a esta población, que a partir de su fundación en la segunda mitad del siglo XIX se había constituido en referente de fundamental importancia para las comunicaciones comerciales con las provincias andinas de Ocaña y Pamplona y de estas con el resto del país. Esta posición habría cobrado fuerza con la iniciación hacia 1914 de las exploraciones petroleras en la zona del Catatumbo, desde donde salía el oleoducto que trasportaba crudo hasta La Gloria, para de allí llevarlo a las refinerías. Posteriormente el territorio del municipio revistió gran importancia desde el punto de vista minero, pues además de producirse petróleo en su suelo, allí se instaló la estación petrolera del corregimiento de Ayacucho, localizado en el costado oriental, hacia el pie de monte cordillerano, en el cual se recibían los crudos producidos en Arauca y Catatumbo para redistribuirlos hacia Coveñas, Barrancabermeja o Santa Marta; y al mismo tiempo se recibía desde Barrancabermeja, con el mismo fin, el combustoleo, un derivado del petróleo. El suelo de esta zona es además prometedor como productor de barita, un mineral industrial con muy buenas perspectivas de explotación así como de otros minerales industriales promisorios de acuerdo con las existencias identificadas durante la puesta en marcha del Plan de Desarrollo Minero del Departamento del Cesar. La ubicación geográfica del municipio de La Gloria, localizado a 131 kilómetros de Ocaña, 329 de Cúcuta, 456 de Barranquilla y conectado con el interior del país, entre otras, por la carretera Troncal de oriente, que la comunica con Bucaramanga en el sur y con Santa Marta, Barranquilla y Valledupar en el norte, constituye una favorable posición que lo convierte en el centro de una rica región, en donde la agricultura y especialmente la ganadería han tenido un notable incremento, atrayendo capitales de diferentes regiones del país, invertidos en grandes haciendas y proyectos agropecuarios.

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Gran parte del desarrollo del comercio y el sector agropecuario que vivió el municipio durante el siglo XX estuvo apoyado por la capacidad empresarial y las inversiones hechas por ciudadanos extranjeros que desde finales del siglo XIX y comienzos de XX, y especialmente después de la Primera Guerra Mundial, llegaron a la región y se asentaron en ella echando raíces, especialmente familias italianas, británicas y libanesas que aportaron su experiencia y trabajo en la construcción del nuevo desarrollo económico que caracterizaba a La Gloria, en medio de la prosperidad que favorecía a los pueblos ribereños. Algunas de estas familias se asentaron en la cabecera municipal y otras en el corregimiento de Simaña, emporio ganadero y comercial del sur del actual departamento del Cesar, que desde la época colonial había consolidado su prestigio económico como centro de importancia regional, y no solo generó una alta producción para el consumo local y regional, sino también para las exportaciones ordenadas a abastecer centros económicos como la zona minera de Antioquia y el sur de Bolívar.

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Entre los ejemplos de los aportes hechos por los extranjeros, se cuenta la destacada figura del científico e industrial Walter Carroll. Su padre, Walter Carroll Kleinton, oriundo de Paterson, Estados Unidos, había llegado hasta el puerto de La Gloria en calidad de marinero, y allí conoció a la madre de nuestro personaje, una mujer sencilla, oriunda de La Gloria. Walter Carroll hijo nació allí mismo y durante los primeros años de su infancia aprendió las primeras letras; después de estudiar medicina y farmacia como autodidácta, en libros que le conseguía su padre, se trasladó muy joven a Santa Marta en donde se radicó por corto tiempo, dedicado al negocio de la farmacia, en una botica que instaló y desde la cual ofrecía medicamentos preparados a base de productos naturales que él mismo elaboraba, con fundamento en los vademécum y libros que permanentemente consultaba para estructurar sus fórmulas químicas. Fueron tan eficientes los resultados de sus fórmulas que años más tarde sería reconocido y certificado por la Asociación Colombiana de Química y Farmacia. Posteriormente, anticipando mejores posibilidades en la floreciente Barranquilla, se trasladó a esta ciudad, en donde muy pronto transformó el negocio de la botica en un verdadero laboratorio con la estructura de una gran industria, que adquirió gran renombre entre los sectores populares del país, durante gran parte del siglo XX, especialmente por la producción industrial del Agua Mineral de Walter Carroll, producida en los laboratorios que con este mismo nombre había creado en la Puerta de Oro. Vale la pena recordar que sus productos eran ampliamente publicitados a través del ya legendario Almanaque Bristol. En los laboratorios trabajó durante varios años una joven oriunda del municipio atlanticense de Ponedera, de nombre Blasina Ariza, con quien inicialmente Carroll mantuvo una relación formal de trabajo y posteriormente se hicieron novios y conformaron una familia de prestigiosos pro342

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fesionales y hombres de empresa, entre quienes hay médicos, ingenieros y farmaceutas que dieron continuidad a la empresa familiar hasta algún tiempo después de la muerte de sus padres y dieron a sus productos la posición industrial y económica que los destacó en todo el país y en algunos países del Caribe.

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JOSÉ FRANCISCO SOCARRÁS PIONERO DEL PSICOANÁLISIS EN COLOMBIA

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(VALLEDUPAR, 1906 - BOGOTÁ, 1995) La historia de los pueblos es realizada por los hombres que integran su masa social en forma colectiva o individual; y de la trascendencia de las acciones realizadas en forma social o personal depende la supervivencia cultural de los grupos humanos para la posteridad. Por eso, la obra individual destacada de las personas y la trascendencia de los valores que logran perfeccionar en lo individual con repercusiones colectivas, las convierten en verdaderas personalidades o personajes de la historia de su pueblo. El departamento del Cesar es una tierra cuya existencia en el tiempo ha estado cargada de acontecimientos, fenómenos, hechos y personajes de trayectoria histórica nacional, no solo en el presente, sino, sobre todo, en su ya largo pasado; sin embargo, es poco lo que el país le reconoce en este sentido y por eso, ante la faz nacional, aparecemos únicamente como el epicentro generador de ese modo del sentir musical de la nación, hoy conocido como música vallenata, que si bien es un gran aliciente para el espíritu nacional, no es lo único que como sociedad hemos aportado ni somos capaces de aportar en la construcción de la nación colombiana y el ser nacional. Pero, “para el pueblo es más importante el mito que la razón”, había manifestado en alguna ocasión el maestro Rafael Carrillo, filósofo cesarense de trayectoria mundial. Y ese pensamiento se puede aplicar cuando se analiza el reconocimiento que en la mente colectiva tienen los personajes folclóricos del Cesar a nivel local y nacional, mientras se ignora la verdadera trascendencia que en el espíritu nacional tienen otros que, con sus aportes, contribuyeron de manera singular a la construcción de la personalidad actual de la nación colombiana. Valga todo lo anterior como referencia para ubicar a un verdadero personaje, a una personalidad hija del Cesar que, para fortuna de sus coterráneos, logró vivir entre la primera y la última década del siglo XX y a su muerte, ocurrida a la edad de 89 años, había entregado a la historia nacional una obra que, por sus aportes al desarrollo de la ciencia y la cultura del país, bien puede ser considerada como fundamental para la cultura colombiana. Se trata de José Francisco Socarrás Colina, un vallenato nacido en la Calle Grande, el 6 de noviembre de 1906, hijo de Sabas Socarrás Baleta, un veterano de la Guerra de los Mil Días, y Crisanta Colina Pavajeau, una sencilla ama de casa, como todas las mujeres de su tiempo, pero con una reciedad de carácter tal, que ante la ausencia casi absoluta del padre, le imprimía a la disciplina aplicada al pequeño Francisco la exigen344

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cia de un régimen espartano. La infancia de José Francisco transcurrió en su natal Valledupar que, cuando él nació, era tan solo un villorrio de quince mil habitantes; allí realizó los estudios primarios bajo la tutela del profesor Miguel Vence, los cuales le permitieron continuar el bachillerato en el Colegio Biffi de Barranquilla y concluirlos en el Colegio Mayor del Rosario de Bogotá, bajo la égida de uno de los personajes colombianos que marcó gran parte de la vida intelectual del país de comienzos de siglo, como fue Monseñor Rafael María Carrasquilla. Terminar bachillerato en El Rosario le permitió adelantar estudios posteriores de medicina en la Universidad Nacional de Colombia, los cuales culminó en 1930. Desde su época de universitario, manifestó serio interés por la psiquiatría, una especialidad de la cual poco se hablaba en Colombia. Este interés lo motivó a escribir su tesis de grado sobre Psicoanálisis, una de las tendencias intelectuales que había dominado el pensamiento científico en el campo humano de comienzos del siglo en el mundo, pero que hasta el momento no había sido objeto de interés por parte de la ciencia médica nacional. Este primer trabajo, sumado a acciones posteriores, lo convertirían en uno de los pioneros de la psiquiatría en Colombia. Sin embargo, un alma inquieta y buscadora como la de Socarrás Colina siempre estaba a la expectativa en diferentes campos de la cultura, lo que le permitió incursionar con relativo éxito en el periodismo, la antropología, la literatura, la ciencia, la educación, la política, e incluso en el folclor. Como lo señaló el periódico El Tiempo, con motivo de su muerte, ocurrida el 13 de marzo de 1995, [...] fue el profesor Socarrás un auténtico cultivador de la sabiduría, que no disfrutaba con criterio egoísta, sino que la entregaba a sus alumnos de diversas universidades, a las instituciones académicas de que hizo parte, a sus innumerables amigos y desde luego a los lectores de sus columnas periodísticas...35

Socarrás Colina inició su vida como servidor público en 1930, en calidad de médico de la ciudad rural en Ciénaga, rodeado del ambiente tenso y convulsionado que había dejado la revuelta que en 1928 había culminado con la masacre de los obreros de las bananeras, a manos de escuadrones del ejército colombiano que atendían directrices de los gringos propietarios del enclave bananero. A partir de 1931, se radicó en Santa Marta en donde alternaba el ejercicio de la medicina con el del periodismo y la docencia; campos en los cuales descolló como director del periódico El Estado y posteriormente como tesorero departamental del Magdalena y Director de Instrucción Pública (hoy Secretario) del departamento del Magdalena, cargo en el cual adquirió una afición por la educación que le duraría toda la vida. 35 De Francisco Zea, Adolfo. “El profesor Socarrás”. El Tiempo, Magazín Dominical, marzo 13 de 1995, Bogotá, p. 5A.

En calidad de Secretario de Educación, fue consultado e intervino en la disputa territorial que sobre el poblado tenían los municipios de San Sebastián y Chimichagua, pertenecientes ambos al antiguo departamen-

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to del Magdalena, los cuales veían la posibilidad de obtener hipotéticas regalías, derivadas de la explotación del petróleo y gas natural que se comenzaba a explorar en la región. En dicha disputa tuvo gran protagonismo el ingeniero Luis B. Ortiz, elegido para ese momento como diputado por la región ribereña.

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En desarrollo de este proceso, el ingeniero Ortiz se comunicó con su amigo el profesor Socarrás, quien en esos momentos ejercía como Secretario de Instrucción Pública y, teniendo en cuenta la discusión generada en torno al villorrio, propuso cambiarle el nombre de San Martín de Arenas Blancas por el de Astrea, como alegoría a la diosa de la mitología griega, hija de Zeus y Temis, que abandonó el mundo de los hombres al final de la edad de oro, para habitar el mundo de los dioses, y encarna o representa dentro del panteón griego el sentimiento de la discordia. En 1934 Socarrás Colina fue designado Director Nacional de Enseñanza Secundaria del Ministerio de Educación, por lo que se trasladó a Bogotá, y en 1937 pasó a desempeñarse como Director Fundador de la recientemente creada Escuela Normal Superior, empresa cultural que tantos aportes ha realizado en la construcción y consolidación de la cultura y la identidad nacional. La misión asignada a Socarrás por el Ministro de Educación, Darío Echandía, era la de organizar esta institución al estilo de la Escuela Normal Superior de París, misión en la cual, con mucho tacto e intuición, aprovechó la presencia en el país de científicos y hombres de letras extranjeros, muchos de los cuales habían llegado al país a causa de la persecución nazi, la recesión económica italiana y la Guerra Civil española. Entre esos profesores venían muchos destacados científicos que contribuyeron a formar nuevas generaciones de intelectuales e investigadores colombianos, y a los cuales Germán Arciniegas definió como una segunda Expedición Botánica. Vale la pena destacar entre esos personajes al antropólogo y etnólogo francés Paul Rivet, el economista alemán Rudolf Hommes y a los españoles Urbano González de la Calle, Pablo Vila y Luis de Zuleta, a quienes se sumaron colombianos de la talla del botánico Enrique Pérez Arbeláez y el entomólogo Luis María Murillo, los cuales en conjunto contribuyeron a formar la nueva generación de científicos, especialmente en las ciencias sociales de Colombia, cuyo impacto trasciende hasta nuestros días. Socarrás Colina se mantuvo al frente de la Normal Superior hasta cuando esta ya había logrado consolidarse en 1945 y el país contaba con la primera entidad de formación superior pedagógica y científica humanística con que aún cuenta hoy, conocida como la Universidad Pedagógica Nacional. Al retirarse de la dirección de la Normal Superior, Socarrás incursionó en el mundo político, siendo elegido representante a la Cámara por el 346

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departamento del Magdalena, y aunque su desempeño no duró mucho tiempo, logró dejar como resultado de su gestión el proyecto de ley mediante el cual se creó el Ministerio de Salud, que hasta ese momento no era sino un apéndice del Ministerio de Gobierno. Socarrás se retiró de la Cámara para aceptar una beca que le fue otorgada por mediación de Paul Rivet, para adelantar la especialización en psicoanálisis en el instituto de esta especialidad en París y en psiquiatría en la Facultad de Medicina. En París inició sus estudios de psicoanálisis bajo la tutoría de Cenac, una de las autoridades del momento en esta materia, pero al mismo tiempo se mantuvo como espectador activo ante las discusiones científicas que en ese momento protagonizaban dos importantes mujeres en el campo de la psiquiatría, como eran Anna Freud, la hija de Sigmund, y Melanie Klein, en torno al papel de la fantasía en el desarrollo de la personalidad del niño. Simultáneamente se mantenía actualizado en todos los avances que en este campo de la medicina se producían a nivel mundial y llegó a tener la influencia directa de Alfred Adler, uno de los discípulos directos de Freud, bajo cuya tutela logró adelantar experimentos científicos usando el método del psicodrama, como estrategia de proyección y estudio de la personalidad. Al regresar de Europa le fue ofrecida la dirección del Hospital Psiquiátrico de Maracaibo y la cátedra de psiquiatría en la facultad de medicina de la Universidad de Zulia, pero él decidió radicarse en Bogotá a ejercer en calidad de especialista en psicoanálisis, actividad que hasta ahora no era ejercida por profesionales en el país. Al mismo tiempo lideraba un grupo de especialistas afines para conformar la Asociación de Psiquiatría y la Asociación Psicoanalítica de Colombia lo que lo convirtió en pionero de estas especialidades, que a partir de entonces comenzaron a enseñarse con rigor científico en las facultades de medicina de las universidades colombianas. El ejercicio pleno de la profesión no le restó tiempo para retomar las actividades culturales que le atraían, como el periodismo, la literatura y la historia que, al mismo tiempo, combinaba con la docencia en las cátedras de psicología, semiología, psiquiatría y bioquímica, en las universidades Libre, Externado de Colombia y Nacional, además de la Clínica de Psiquiatría de la Universidad Nacional. Con todos estos trabajos Socarrás sumó méritos para ser reconocido y admitido como miembro de la Sociedad de Psicoanálisis de París y de las academias Colombiana de la Lengua, Nacional de Medicina, Colombiana de la Historia, de la Sociedad Colombiana de Historia de la Medicina, de la Academia Colombiana de Educación, de la Asociación Psicoanalítica de Colombia y como miembro honorario de muchas organizaciones de la cultura y el conocimiento, de las cuales hizo parte activamente.

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Por otro lado, la actividad intelectual que desarrolló cultivando diversos campos de la ciencia y la cultura, se cristalizó en sus obras, las cuales reflejan el espíritu investigativo que siempre lo animaba: Alimentación de la clase obrera en Bogotá (1939); Laureano Gómez: Psicoanálisis de un resentido (1942); su libro de cuentos Viento de Trópico, que apareció en 1961; La crisis de los valores en Colombia, obra ensayística, publicada en 1978, en una edición totalmente agotada; y, póstumamente, fue publicada en el año 2000, su obra histórica Apuntes sobre la historia de Valledupar. Todas sus obras en conjunto, además de los innumerables artículos publicados en revistas especializadas de psicología, psiquiatría, literatura, historia y cultura, demuestran la gran versatilidad de este gran personaje de la tierra cesarense.

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A lo largo de su intensa vida, José Francisco Socarrás Colina se caracterizó por la transparencia y la sinceridad de sus actuaciones, la humildad y la sencillez de su comportamiento y la brillantez de su pensamiento; y aunque la mayor parte de su vida la desarrolló fuera de su tierra natal, nunca perdió el sentimiento de arraigo a su redil nativo ni el profundo interés por el estudio de su realidad histórica, social y cultural, sin otra ambición que la del servicio a su gente, porque en cuanto a bienes materiales fue poco lo que logró atesorar. De tal modo que, a manera de epílogo de este breve ensayo sobre su vida, podemos retomar lo dicho en el editorial del periódico El Tiempo del 25 de marzo de 1995, en donde se afirmaba: Pocas personalidades colombianas han reunido tan variadas condiciones para la admiración pública como el profesor José Francisco Socarrás... La abundancia del conocimiento, la bondad del ánimo, la transparencia del espíritu, la brillantez del estilo, la prodigalidad de su bondad personal, formaron en torno suyo un conjunto de distintivos de primer orden, que supo siempre acrecentar en los ochenta y nueve años de su meritoria existencia.36

Agregamos a esta apreciación la descripción que de él hizo Adolfo de Francisco Zea con motivo de su muerte, en el Magazín dominical del mismo periódico, en donde afirmó: El profesor Socarrás fue una de las figuras médicas más brillantes del siglo en Colombia, magnífico escritor, excelente psiquiatra e insigne educador, acumuló en el curso de su meritoria existencia una vasta cultura que puso al servicio de sus semejantes; en el consultorio particular intercambió ideas con quienes tuvimos el honor de ser sus amigos.37

Todo este acumulado en una sola personalidad, hicieron del profesor Socarrás Colina uno de los personajes meritorios de la vigésima centuria que acaba de concluir, en el departamento del Cesar y en general en el Caribe colombiano; no fue otra la razón por la cual los lectores del más prestigioso periódico del país lo postularon como uno de los cien personajes del siglo en Colombia. 348

36 Ver: Entrevista concedida a Roberto Salazar Ramos, e incluida en El Tiempo. Nota editorial. Marzo 25 de 1995, p 5ª. 37 El profesor Socarrás. op. cit.

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Para los cesarenses es un motivo de orgullo tenerlo como coterráneo, pues es una de las personalidades cimeras del Cesar y de Colombia en el siglo XX, aunque es poco lo que se conoce de la magnitud de sus acciones y el significado de estas para la vida y la cultura nacional.

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RAFAEL CARRILLO LÚQUEZ

PIONERO DE LA FILOSOFÍA MODERNA EN COLOMBIA

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(ATÁNQUEZ 1907 - VALLEDUPAR 1996) Rafael Carrillo Lúquez nació en Atánquez, un antiguo asentamiento de los indios kankuamo, descendientes de los tairona, ubicado en las estribaciones surorientales de la Sierra Nevada de Santa Marta, a escasos 26 kilómetros de Valledupar. Realizó sus estudios primarios entre la escuela de su pueblo natal, dirigida por sacerdotes capuchinos y el colegio del profesor Acuña de Valledupar; el bachillerato completo lo hizo en el Liceo Celedón de Santa Marta, que hasta 1923 –fecha en la cual él ingresó–, era la única institución oficial de educación secundaria existente en el Viejo Magdalena; allí obtuvo su título de Bachiller en Filosofía y Letras en 1928. A pesar de ser un estudiante destacado en todas las materias, como lo indican las calificaciones obtenidas, Carrillo demostró particular interés y fue sobresaliente en las asignaturas humanísticas, ya que, según él mismo confesó: Desde mi ingreso al colegio, sentí predilección por las materias que podríamos comprender con la expresión “humanidades”. Me atrajeron en forma definitiva, sobre todo en los cursos superiores... dentro de los cursos humanísticos me interesaron el latín y la filosofía. Mi predilección por esta partió de mí mismo. Y fue una predilección “a pesar de”…38

Este “a pesar de” hace especial referencia al ambiente intelectual en que tuvo que vivir en la Santa Marta de los años veinte, en cuyo recién fundado colegio de bachillerato todo se reducía a oír clases y a dictar clases, con un profesorado que se limitaba a cumplir con su deber. Allí no existía ningún otro tipo de preocupación intelectual ni interés de los docentes por incrementar su bagaje intelectual; y en consecuencia, no se sabía nada de lo que pasaba culturalmente en Bogotá y menos en Europa. Tampoco existían periódicos, revistas ni librerías. Ese ambiente no sería nada favorable para el desarrollo de grandes empresas del pensamiento, sino que, como años después analizaba el maestro Carrillo –como era llamado por sus discípulos–: Fue la impregnación en un sentido negativo del ambiente intelectual. Los textos adoptados para la enseñanza de la filosofía no solo carecían de todo poder de incitación a la ocupación con la filosofía, sino que se caracterizaban por una fuerza que tendía al desvío de esta ocupación. No incitaban absolutamente nada a la preocupación filosófica y el hecho de haberme decidido por la filosofía desde muy temprano y por toda mi vida, es un testimonio de que ya en mis tiempos de colegio existía en mí una preocupación por la filosofía.39 350

38 Carrillo, Rafael. Escritos filosóficos (filosofía contemporánea). USTA, Bogotá, 1986, pp. 7 ss. 39 Ibid., p. 13.

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Los ejercicios mentales y sutilezas que representaba el conjunto de argumentaciones memorísticas de la clase de metafísica significaron para el joven Carrillo una especie de “gimnástica intelectual”, que contribuyó a fomentar grandemente su vocación inicial; pero frente a esta situación reaccionó rápidamente, desde el mismo momento en que en el colegio tuvo la oportunidad de leer la Historia de la Filosofía de Faguet y la Lógica de Hegel, cuyo estudio detenido motivó su entusiasmo para definir un viaje a Bogotá, a donde llegó a comienzos de 1929 en búsqueda de más amplios horizontes. En entrevista concedida a Numas Armando Gil, haciendo remembranza sobre sus inquietudes de escolar, evocaría años más tarde: Yo no olvido el interés predominante por el área humanística en mis estudios de bachillerato, en el Liceo Celedón de Santa Marta, y también por la filosofía. Cuando llegué a Bogotá, para continuar estudios en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional, venía con unas bases que hicieron posible la subsiguiente preocupación por la filosofía.40

Bogotá era otra realidad y representó para Carrillo la posibilidad de dedicarse a la vida intelectual, pues era esta una ciudad propicia para alimentar sus inquietudes espirituales y sacar adelante su formación intelectual originaria: la existencia de periódicos, bibliotecas, emisoras que trasmitían música cultivada, la circulación de revistas nacionales e internacionales, y el funcionamiento de librerías y círculos intelectuales le ofrecían el ambiente intelectual que necesitaba para llevar sus propósitos hacia buen destino. Las preocupaciones intelectuales de su época de estudiante de bachillerato y las opciones que representaba el ambiente intelectual de Bogotá, ya consolidada como Atenas suramericana, lo pusieron en contacto con la Revista de Occidente y con las obras de Ortega y Gasset, las cuales se convirtieron en el factor determinante y definitivo que marcó su vocación y su dedicación a la filosofía.

40 Gil Olivera, Numas Armando. Rafael Carrillo, pionero de la filosofía moderna en Colombia. Barranquilla, Universidad del Atlántico, 1997.

Pero las limitadas posibilidades que en el campo deseado ofrecía la universidad en esos momentos, con la enseñanza de una filosofía confesional y escolástica, no le permitieron otra opción y, atraído por el enfoque humanístico de muchas de las asignaturas que hacían parte de su pensum, comenzó la carrera de derecho, cuyos estudios finalizó, pero rehusó graduarse, alegando que no aspiraba a ejercer como abogado. A esta facultad iban los que querían hacerse abogados, pero también acudían quienes veían en la carrera la única oportunidad para lograr otros fines, especialmente relacionados con una complementación o formación humanística. A este grupo pertenecía Carrillo, quien culminó estudios y desistió de graduarse, justificando su decisión en los siguientes términos: “No me gradué, por mi absoluta falta de interés en la coronación de una carrera que terminaba con un grado que no me interesaba, porque no correspondía a la finalidad de mi vocación sincera”.

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En la facultad, la cátedra de filosofía del derecho, regentada por el padre José Alejandro Bermúdez, tenía las mismas bases de la filosofía enseñada en los colegios: era de tipo escolástico, enseñada y aprendida de memoria; en ella no había espacio para el análisis, la reflexión, la crítica ni la contradicción; mientras las otras asignaturas, carentes totalmente de investigación, eran verdaderos monumentos a la rutina y el memorismo, y quien logró hacer algo importante o excepcional, lo hizo por sus propia cuenta y por sus propios medios.

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El temperamento calmado, herencia de sus antepasados tairona, sumado al ambiente sosegado de la capital colombiana en ese momento, más la avidez de saber del joven universitario, fueron condiciones que favorecieron grandemente su espíritu autodidacta y le abrieron la posibilidad de establecer relaciones amistosas con lo más destacado de la intelectualidad colombiana del momento. Alternaba la actividad de estudiante con el ejercicio docente en colegios de Bogotá pero simultáneamente se dedicaba al estudio de lenguas clásicas (latín y griego) y alemán, logrando además una amplia cultura musical, para lo cual asistía a las audiciones programadas por la Biblioteca Nacional, entidad en la cual permanecía gran parte del tiempo libre, que él dedicaba al cultivo de su intelecto, mediante la lectura de filósofos y pensadores alemanes, ingleses y franceses, además de los clásicos griegos y latinos, los cuales abordaba en sus lenguas originales. Simultáneamente al cultivo intelectual, comenzaba a probarse como escritor, redactando ensayos filosóficos, y publicando por entregas sus trabajos en periódicos de la capital, los cuales fueron editados posteriormente en forma sistemática.41 Estas actividades autodidácticas fueron haciendo del filósofo de Atánquez un hombre culto, refinado, sensible, visionario y portador de una amplia y sólida cultura universal, lo cual nunca le hizo perder de vista el punto de referencia que siempre fue para él el ambiente cultural en el cual nació y se levantó, y del que permanentemente hacía remembranzas; frente a ellas incluía a la música de Chicote, herencia kankuama de sus antepasados tairona, sobre la cual decía: El Chicote y la música clásica, para ser escuchadas y valoradas en sus verdaderas dimensiones, requieren de un ambiente especial: el Chicote en Atánquez y la música clásica en un auditorio apropiado... Escuchar chicote fuera de Atánquez, hace que se pierda su dimensión y sentido.

Su profundo sentimiento de arraigo y permanente evocación de Atánquez y todo lo que significaba estuvo presente en el Maestro hasta los últimos días de su vida, y tal vez uno de sus últimos anhelos no cumplidos fue el de volver a Atánquez a escuchar la música de Chicote libando unos churros.

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41 cfr. Carrillo, Rafael. Escritos filosóficos (filosofía contemporánea). Bogotá: USTA, 1986,

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La humildad y sencillez del Maestro lo llevaron a no aceptar de sus coterráneos homenajes festivos que representaran fiestas, cócteles o algo parecido; incluso, en 1995, cuando la Rectoría de la Universidad Popular del Cesar intentó un acercamiento para definir la ceremonia en la cual le sería otorgado el título de Doctor Honoris Causa en Educación, como un reconocimiento general del pueblo del Cesar a su obra intelectual y cultural, él fue muy enfático en señalar que sólo aceptaría ese homenaje si se trataba de un acto académico, entendiendo como tal algún evento en el cual se difundiera el pensamiento filosófico, que en particular podría ser el suyo. Por tanto, la programación tendría que ser discutida minuciosamente con él. Lamentablemente, la llegada inesperada de su muerte no permitió la realización del acto y sus coterráneos lo perdieron sin haber comprendido siquiera pálidamente las verdaderas dimensiones de su vida y de su obra. Al respecto de los reconocimientos, interrogado en una ocasión por su amigo Numas Gil, acerca de cómo interpretaba él el hecho de que sus paisanos, los vallenatos, no lo reconocieran como uno de sus grandes hombres, tal como lo habían hecho con Rafael Escalona y otros juglares del folclor, siendo él el más grande y universal de todos los pensadores vallenatos de todos los tiempos, no titubeó en responder con pasmoso y calmado estoicismo esta frase, que bien puede ser enmarcada como un aforismo clásico del pensamiento universal: “Porque para las masas, es más importante el mito que la razón”. Su vinculación, dedicación y permanencia en la Universidad Nacional tuvo una duración superior a los 60 años, desde su llegada como estudiante en 1929, hasta 1995 cuando, por el deterioro de su estado de salud, sus familiares decidieron traerlo a Valledupar. Su permanencia en Bogotá tuvo escasos intervalos, representados por viajes de estudio o vacaciones a Alemania, en donde además había creado vínculos de afecto, pues allí había nacido y vivía su único hijo, Hurgen Rafael Prost Carrillo. Una afortunada circunstancia lo había vinculado a la cátedra en la Universidad Nacional: al ser nombrado Darío Echandía embajador de Colombia en Roma, siendo profesor titular de filosofía del derecho, este recomendó a Carrillo como sucesor suyo y, a pesar de las objeciones que se le hicieron por carecer de título universitario, Echandía insistió aduciendo que, como titular de la cátedra, él respondía por su recomendado. Este gesto de benevolencia y generosidad nunca sería olvidado por el Maestro Carrillo. Sus formación jurídica y el manejo de problemas colindantes con la filosofía del derecho lo hacían merecedor de semejante respaldo, ya que en esos momentos era uno de los intelectuales colombianos mejor preparados en esta materia. Son dignos de meción sus inquietudes filosóficas y el gran acervo intelectual que había cultivado durante los últimos quince años de vida aca-

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démica y cultural, especialmente con la lectura de Husserl, Scheller, Heidegger y Kelsen, y el intercambio epistolar con filósofos latinoamericanos, entre los cuales se encontraban los argentinos Francisco Romero, uno de los más connotados intelectuales latinoamericanos del momento y de quien el Maestro se expresaba en los siguientes términos: “No puedo pasar por alto el nombre de mi gran amigo argentino Francisco Romero, que entonces ejercía el rectorado de la filosofía en la Argentina y que fue mediante sus cartas y sus escritos un permanente acicate de mi interés por la filosofía”; y Rissieri Frondizzi, quien había sido discípulo de Husserl en Alemania y tenía intereses temáticos similares a los de Carrillo.

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Estas relaciones y el tesonero esfuerzo que había aplicado en su formación le daban un bagaje tal que lo convertían en uno de los pensadores más serios y consistentes del país, lo cual se ponía en evidencia en sus innumerables escritos y en las cátedras, ejercidas ahora no sólo en la Universidad Nacional, sino también en la Javeriana y el Rosario. En 1946, atendiendo a una necesidad sentida de la juventud colombiana, el Maestro Carrillo, con el respaldo de un grupo de jóvenes, entre quienes se encontraban Cayetano Betancur, Danilo Cruz Vélez, Abel Naranjo Villegas y Luis Eduardo Nieto Arteta –los cuales habían hecho de la filosofía, de los pensadores más grandes de la filosofía de todos los tiempos y en particular de los pensadores alemanes el centro de sus inquietudes intelectuales–, y con el apoyo de grandes figuras como Luis López de Mesa, conscientes de la necesidad de crearle a la filosofía un ambiente entre nosotros llevándola a un público lo más amplio posible, promovieron la apertura de un espacio para el desarrollo del pensamiento filosófico contemporáneo. Según Carrillo, este grupo sentía “la necesidad de fundar un centro en la Universidad Nacional, que constituyera como un hogar espiritual de todos los que quisieran ingresar en él y encauzarse en el ejercicio del pensamiento filosófico”.42 Para lograr su objetivo, generaron un hecho considerado por él como “la ocasión para la creación del Instituto de Filosofía”: dirigieron una carta al Ministro de Educación, que era en ese momento el Maestro Germán Arciniegas, y al rector de la Universidad Nacional, el Dr. Gerardo Molina, pidiéndoles la creación del Instituto de Filosofía de la Universidad Nacional. Tanto el Ministro como el Rector, “aportaron un decisivo interés para llevar a cabo lo que se había pedido en la carta”43. De esa manera llegaba la filosofía al primer claustro universitario de Colombia y fue así como apareció –aunque por efecto de las circunstancias históricas, tardíamente–, la filosofía moderna en el escenario cultural del país. Por eso, el Maestro siempre consideró que la fundación del Instituto de Filosofía de la Universidad Nacional –empleando una expresión de Bacon–, había sido un temporis partus.

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42 En entrevista concedida a Carlos Sánchez Lozano, e incluida en Gil Olivera, Numas Armando. Rafael Carrillo. Pionero de la filosofía moderna en Colombia. Universidad del Atlántico, 1997, Barranquilla, p. 105. 43 Cfr. Entrevista concedida a Numas Armando Gil e incluida en Reportaje a la Filosofía. Tomo I. Punto Inicial. Bogotá, 1993, pp. 1-11.

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Creado ya el Instituto, decía el Maestro, “vino, pues, la fundación de ese Centro de Filosofía; vinieron mis colaboradores docentes [Danilo Cruz Vélez, Jaime Jaramillo Uribe y Jaime Vélez Sáenz, entre los primeros]; vinieron los estudiantes y un entusiasmo nunca visto después invadió dicho centro”. Desde el Instituto de Filosofía comenzaron a enseñarse las nuevas tendencias filosóficas vigentes en el mundo, especialmente las alemanas, sin descuidar lo más destacado del pensamiento universal, francés, inglés y español y los clásicos griegos, los cuales debían ser estudiados directamente en sus fuentes y lengua, a partir de la confrontación crítica de los textos originales, sin auxilio de literatura secundaria. Como líder del grupo, Carrillo fue designado primer director del recién creado Instituto, con la misión de organizarlo, orientarlo y proyectarlo como un espacio del pensamiento y las ideas renovadoras del espíritu moderno y contemporáneo; tarea que supo cumplir con altura, proyectando al Instituto en sus primeros años como un bastión de reconocimiento continental, por el que pasó lo más destacado del quehacer intelectual nacional. El Instituto de Filosofía, convertido más tarde, bajo la dirección acertada de Cayetano Betancur, en la Facultad de Filosofía, fue el primer espacio institucional que hizo posible un acercamiento entre la juventud colombiana y el pensamiento filosófico alemán. De él decía Carrillo que “mientras permaneció como Instituto, fue un falansterio. No en el sentido originario que le dio Fourier, sino en el sentido originado por Nietzsche a esta expresión”. A partir de su creación como instituto y posteriormente como facultad, no ha dejado de ser la tribuna desde donde se han agitado los aires de renovación del pensamiento filosófico colombiano, por cuyas aulas han pasado los más destacados intelectuales de las diferentes regiones del país, que han ejercido un liderazgo significativo en su medio y en el exterior. Basta mencionar, a manera de ejemplos, los nombres de Rafael Gutiérrez Girardot, Juan B. Fernández, Ramón Pérez Mantilla, Antanas Mokus y Numas Gil, entre otros. Esta dependencia sirvió, además, como punto de apoyo para orientar los derroteros de las otras facultades del primer claustro universitario de Colombia. Porque a ella, como lo señalaba su fundador, […] asistían estudiantes de derecho, de ciencias físicas y matemáticas, de medicina y de otras áreas. A veces, ésta al comienzo mera asistencia, se convertía en un abandono de la carrera profesional que había abrazado para quedarse del todo con los estudios de filosofía. Muchos de los que hoy son profesionales del derecho y que asistían a escuchar las lecciones de filosofía un par de horas al día, por puro interés por la disciplina, me dicen que siempre han visto la contribución que significó en su carrera. Algunos se constituyen en juristas y filósofos a la vez.

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Carrillo afirmaba y defendía con sólidos argumentos que, después de los griegos, lo más serio y consistente que ha dado el pensamiento universal, ha sido la filosofía alemana, lo cual explica sus esfuerzos pedagógicos para la difusión y estudio de este pensamiento y el reconocido influjo que en su obra filosófica tuvieron hombres de la talla de Max Scheller, Nicolai Hartman, Edmundo Husserl y Martín Heidegger, lo cual se vio reflejado en sus obras sistemáticas Ambiente axiológico de la teoría pura del derecho, Filosofía del derecho como filosofía de la persona, Un nuevo problema filosófico y La rebelión contra los sistemas.

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Siempre tuvo Carrillo especial predilección por la filosofía y la cultura alemana; y lo que pensaba de la filosofía, también lo decía de la música, pues para él los únicos músicos que se acercaban a los alemanes, eran los italianos. Pero no todo fue viento a favor de la nueva empresa intelectual, pues cuando apenas estaban echando los basamentos para una nueva forma de hacer filosofía, cuando apenas terminaba el período de modernización iniciado con la apertura generada por el gobierno en 1930 y que 16 años después había permitido la creación del Instituto de Filosofía, se produjo la caída del régimen liberal y el retorno del conservatismo al poder, lo que significó la rápida evolución hacia una especie de contrarrevolución. A partir de la muerte de Gaitán en 1948 se desató una persecución a las ideas liberales cuyo partido era identificado como un “agente del comunismo internacional”, según la expresión de Laureano Gómez expuesta en su Teoría del Basilisco, en la cual el liberalismo y todo lo que se le asimilara era considerado como la diminuta cabeza de ese enorme monstruo que era el comunismo. Al llegar Gómez al poder en 1950, según Rubén Sierra Mejía, se inauguró “una era de intolerancia hacia cualquier idea o pensamiento que no se ajustara a unos ideales ficticios de cristianismo e hispanidad diseñados por el régimen”44, lo que traería como consecuencia la instauración en Colombia de un régimen de intolerancia política e ideológica similar al del período de la Regeneración. La filosofía moderna, que había aparecido como producto de una tendencia aperturista de gobiernos liberales, fue asociada con estos y comenzó a ser difamada desde las instancias oficiales y la iglesia misma, hasta el punto que, desde el sistema educativo comenzaron a crearse las condiciones para contrarrestar su influencia. Todo esto representaba un duro revés para un proceso que, aunque tardíamente, comenzaba a germinar en Colombia y en tan corto tiempo ya se le quería exterminar. Esa especie de contrarrevolución iniciada en los años cincuenta desde el gobierno, tenía características similares a lo que había ocurrido durante la Guerra Civil, con los pensadores españoles que habían intentado incorporar en la cultura española el espíritu moderno, los cuales fueron 356

44 Sierra Mejía Rubén. “La filosofía en Colombia”. En: Nueva Historia de Colombia, tomo IV. Planeta, Bogotá, 1989, p. 216.

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perseguidos por una dictadura apoyada por la iglesia, llevando a que el proyecto iniciado se ahogara. En Colombia, el recién creado Instituto de Filosofía, escenario del pensamiento filosófico moderno, no contó con mejor suerte; y aunque no fue cerrado, algunos de sus profesores y directivos fueron perseguidos e, incluso, destituidos (entre ellos Carrillo). Se buscaba con ello cambiar de rumbo y hasta se intentaba orientar los valores de la vida colombiana acorde con los patrones franquistas, que desde España servían de modelo al gobierno colombiano. El entusiasmo que Carrillo había experimentado desde muy joven por el pensamiento alemán lo llevó a emigrar a ese país en 1953, después de haber sido destituido del cargo de Director del Instituto de Filosofía, por orden del gobierno de Laureano Gómez. Su permanencia en Alemania lo puso frente a frente con la cultura que había admirado desde lejos, y esto sirvió para acrecentar en él su particular fervor por la filosofía y su admiración por esta cultura; ampliando y perfeccionando al mismo tiempo el conocimiento y dominio del idioma alemán, que siempre había considerado esencial para la ocupación de la filosofía. Acerca de su interés por el pensamiento alemán, Carrillo reconocía además que este había influido en su ejercicio magisterial, cuando afirmaba: “Esas lecturas de los filósofos alemanes orientaron mis clases en el Instituto de Filosofía... Pero ya habían orientado, siete años antes mis escritos filosóficos aparecidos semanalmente durante el año de 1939 en un diario capitalino”.45 La influencia de filósofos y pensadores alemanes en la obra de Carrillo se refleja a lo largo de todos sus escritos. Sin embargo, no se trata de una influencia ciega ni de la adopción de posiciones sin reelaboración, como una copia mal repetida del pensamiento extranjero; todo lo contrario, en él se percibe un primer esfuerzo de originalidad y autenticidad en el pensar filosófico desde nuestra propia realidad, para lo cual desarrolló con todos los medios intelectuales que estaban a su alcance un discurso propio, e incluso crítico, frente a posiciones y doctrinas europeas, como en el caso de Kelsen. Su particular entusiasmo por la obra de Martín Heidegger, por ejemplo, solo se consolidó después de su primer viaje a Alemania, aunque ya en 1945 había publicado su obra Filosofía del derecho como filosofía de la persona, en la que recurría a la analítica existencial, es decir, al pensamiento heideggeriano de la primera época, con el cual cimentaba lo que se podría llamar su antropología filosófica.

45 En Entrevista concedida a Carlos Sánchez Lozano, e incluida en Gil Olivera, Numas Armando. Rafael Carrillo. Pionero de la filosofía moderna en Colombia. Universidad del Atlántico, Barranquilla, 1997, p. 105.

En su primer viaje a Europa en 1953 permaneció durante un semestre en la Universidad de Basilea bajo la tutela intelectual de Karl Jaspers, una de las figuras más prominentes del existencialismo alemán. De Basilea pasó a la Universidad de Heidelberg donde permaneció durante seis años y desde donde se desplazaba constantemente hasta Colonia, en cuya

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Universidad tenía la oportunidad de escuchar las clases que dictaba Martín Heidegger, quien se encontraba ya en el momento culminante de su carrera filosófica.

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Al regresar al país en 1958, el influjo recibido de Heidegger se hizo más evidente, sobre todo en las clases que volvió a dictar en la Universidad Nacional, a donde fue llamado nuevamente por su rector, Mario Laserna. En 1947, la Sección de Extensión Cultural de la Universidad había publicado su obra Ambiente axiológico de la teoría pura del derecho, a propósito de la teoría del derecho del austriaco Hans Kelsen, obra en la que se ponía de presente una profunda influencia de la teoría de los valores, la ética y la antropología schelleriana. Sus planteamientos fundamentales están en la línea de la filosofía del derecho y temas colindantes, analizados desde la perspectiva de la teoría de Kelsen, la cual estudia Carrillo amparado en la tesis fundamental de su libro, según la cual la teoría pura del derecho de Kelsen se presenta rodeada de un ambiente axiológico en el que trata fundamentarse. El eje central de la obra gira en torno a la hipótesis de que la interpretación del derecho de Kelsen tiende, sin que su autor se lo proponga, a fundamentarse en una axiología y de que su ciencia jurídica carece de fundamentación suficiente. Como propósito fundamental, además de rodear a la teoría pura del derecho de un ambiente axiológico, busca evitar recurrir a la teoría del derecho natural, en los dos sentidos en que comúnmente era empleada, es decir, como un derecho que convive con el derecho positivo y del derecho como un ideal. Es importante anotar que Ambiente axiológico de la teoría pura del derecho rápidamente se convirtió en un clásico universal y en un texto obligado para la cátedra de filosofía del derecho en muchas universidades del mundo, especialmente de Europa y América, ya que fue traducido a otros idiomas. Otras obras sistemáticas suyas, además de un gran número de ensayos publicados en revistas culturales de Europa y América, fueron: La filosofía del derecho como filosofía de la persona, en la cual sustenta la tesis fundamental de que el derecho carece de sentido sin el hombre y que para una adecuada comprensión filosófica del derecho hay que partir de una adecuada concepción de persona; La rebelión contra los sistemas, en la que busca prevenir contra las orientaciones filosóficas que tienden a construirse en sistemas como una de las modalidades de la filosofía del siglo pasado; Escritos filosóficos, que es la recopilación de una serie de ensayos sobre filosofía contemporánea publicados en diferentes órganos periodísticos y revistas, los cuales fueron recogidos en un solo volumen; y “Un nuevo problema filosófico”, que había aparecido inicialmente como una serie de artículos publicados en varias entregas en un diario capitalino en 1939, en donde manifiesta su interés y 358

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aborda el problema acerca de la pregunta filosófica fundamental, a saber, acerca de qué es la filosofía. Su obra completa fue publicada en 1986 por la Universidad de Santo Tomás, bajo el título genérico de Escritos filosóficos (Filosofía contemporánea). Vistas en su conjunto la vida y obra de Rafael Carrillo Lúquez, este colosal hombre caribe, cesarense, kankuamo, hijo de Atánquez, aparece no sólo como el pensador universal más grande que haya nacido en tierra cesarense, sino que es, junto con sus contemporáneos Nieto Arteta y Cruz Vélez, el gran pionero de la modernización de la filosofía en Colombia, cuyo aporte tiene la mayor significación y relevancia, materializadas en un incansable magisterio, ejercido durante más de cuatro décadas, y en sus consistentes escritos, elaborados y publicados a lo largo de su vida intelectual, todos ellos en el campo de la filosofía del derecho, la antropología filosófica, la ética y la teoría de los valores. Igualmente, la importancia de su trabajo se evidencia en la estela de grandeza que dejó a lo largo de su vida, especialmente reconocida por la juventud colombiana que, durante el período de su ejercicio académico, desfiló por sus clases en la Universidad Nacional, en la Javeriana y el Rosario, quienes lo reconocen como un verdadero faro iluminador de juventudes, e incluso como un modelo de tolerancia y comprensión. Todo ello llevó a uno de sus contemporáneos, el filósofo Guillermo Hoyos Vásquez, a expresarse de él en las siguientes palabras: El trabajo hombro a hombro con el Maestro Carrillo deja imágenes muy vivas. Normalmente nos turnábamos el curso y seminario de fenomenología. Su respeto a mi interpretación de Husserl es un modelo de tolerancia y comprensión entre colegas. Cada vez que aparecía un libro nuevo en Alemania lo sabíamos por Carrillo. Él era quien comentaba las novedades y describía inclusive las reseñas más recónditas.46

Como testimonio de afirmación de las dimensiones de la obra de Carrillo y su significado para el pensamiento nacional, recogemos aquí los conceptos de dos destacadas figuras de la filosofía colombiana de los últimos años, quienes, en cuanto conocedores de la significación histórica que para el pensamiento colombiano tuvo este ilustre hijo del Cesar, se refieren a él diciendo: “El Senior de la filosofía moderna es el Maestro Rafael Carrillo, cuya importancia en la vida espiritual de Colombia, nunca será suficientemente reconocida”.

46 Citado por Gil Olivera, Numas. Rafael Carrillo. Pionero de la filosofía moderna en Colombia. Epígrafe, p i. 47 Cfr. El Espectador. Lecturas dominicales. Bogotá, agosto 11 de 1996.

Así se refería Rubén Jaramillo Vélez, un connotado pensador y formador de generaciones calificado como un “filósofo de la cultura que orienta el camino a las nuevas generaciones”47, fundador y director de la Revista Argumentos. Por su parte, Guillermo Hoyos Vásquez, el máximo representante de la teoría de la acción comunicativa en Colombia, doctorado en Alemania –lo mismo que Carrillo– ex-decano de la Facultad de Filosofía de la Universidad Nacional, y uno de los creadores del Doctorado

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en Filosofía en esa universidad, considerado también como el seguidor más destacado de Habermas en Colombia, quien logró compartir espacios académicos con él en la Universidad Nacional. Guillermo Hoyos dice de él:

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Rafael Carrillo nos acompañó hasta el momento en que ya había cumplido su misión que fue en aquel momento en el que la comunidad colombiana despertaba a la modernidad, el hacerla tomar conciencia de ello... Él y sus compañeros inauguraron esta etapa de la filosofía en Colombia. Sin ellos no estaríamos donde estamos.48

Ese fue nuestro coterráneo Rafael Carrillo, cuyo nombre, al menos, ha sido asignado a la Biblioteca Departamental del Cesar, como reconocimiento a la magnitud de su obra y su pensamiento.

48 Gil Olivera, Numas. Rafael Carrillo. Pionero de la filosofía moderna en Colombia. Epígrafe, p i, op. cit.

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EL

WILLY RAMOS ARTISTA CESARENSE DE TALLA INTERNACIONAL

(PUEBLO BELLO, 1954) El pintor de mayor trayectoria mundial que haya nacido en el departamento del Cesar es, sin duda, Guillermo Ramos Mestre, otro de los ilustres hijos de esta tierra desconocido por los cesarenses, pero conocido en el mundo artístico europeo como Willy Ramos. Willy Ramos nació en Pueblo Bello el 22 de enero de 1954, hijo de una humilde pareja campesina conformada por José Ramos y Teodosia Mestre, ocupó el último puesto entre los hijos varones de un total de nueve hermanos. Desde muy temprana edad dio muestras de su talento artístico, lo que le valió el mecenazgo de los frailes capuchinos, a los cuales servía como acólito en la iglesia misional de su pueblo natal, en donde su talento fue reconocido por Fray Atanasio de la Ñora, quien lo animó para seguirse cultivando. A la edad de catorce años, los frailes lo llevaron a Valencia, España, en donde tuvo la orientación necesaria para convertirse en el artista cesarense actualmente más conocido y mejor cotizado en Europa y Norteamérica; es reconocido por la crítica europea como el colombiano mejor posicionado, después de Fernando Botero, y, además, recomendado por los asesores de inversión que sugieren a los inversionistas la adquisición de sus obras, por la perspectiva de su pronta valorización. Realizó sus estudios básicos de Bellas Artes inicialmente en la Escuela de San Carlos de Valencia; posteriormente en la Escuela de Pintura Mural Contemporánea de Sant Cugat del Vallés de Barcelona y en el Istituto Statale D’Arte de Urbino, en Italia. Más adelante, cursó la maestría y el doctorado en Bellas Artes, con titulaciones que le fueron otorgadas por la Universidad Politécnica de Valencia, en la cual es actualmente maestro de la Facultad de Bellas Artes. Entre las ciudades del mundo cuyas galerías han colgado sus exposiciones se encuentran Valencia, Murcia, Barcelona, Madrid, Castellón, París, Roma, Turín, Nápoles, Chicago, New York y, en una ocasión, Valledupar. Además, algunas de sus obras ya pertenecen a colecciones de museos, como el de Arte Contemporáneo de Elche, el Museo Popular de Arte Contemporáneo de Villafamés, Castellón, y el Museo de Arte Moderno de Chicago. La obra de Willy Ramos muestra, tanto cualitativa como cuantitativamente, una gran capacidad de trabajo. La cantidad de obras que realiza en torno a un mismo tema, como cuando de visita a Colombia se refugia en alguna estancia campestre de la Sierra Nevada, pone de manifiesto su capacidad de abstracción en obras muy concretas, aunque plenas de emoción y exuberantes del sentimiento de arraigo al solar nativo. Becas culturales en investigación sociocultural en historia regional y/o local del departamento del Cesar _______________________

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El diálogo conciliador entre los elementos que utiliza –acrílicos, aglutinantes, látex, óleo, pigmentos–, a la vez que sus empastes claros y precisos, en tonalidades bajas en la intensidad del color, son consecuencia del empleo como soporte de unos tipos de cartón que, de alguna manera, actúan como observantes.

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La sencillez de su trabajo se percibe en la capacidad de expresarse con el mínimo de líneas, que al mismo tiempo le dan a sus trazos un sentido de plenitud y, unido esto a la distribución de la estructura, de tipo geométrico, permiten apreciar la exhuberancia de su expresividad. En el trasfondo de la obra de Ramos yace oculta, pero latente, la remembranza viva de su entorno de origen, evocación de ausencias, cotidianidades y amaneceres serranos, que se plasman en cada trazo con elocuente objetividad, sin que ello limite la expresividad universal abstraída de quien es y se siente artista. Por eso, su obra es una embajadora del Cesar ante el mundo de la cultura universal. Pero ni la dolorosa situación del país, tan doloridamente dibujada por los medios en el Viejo Continente, ni la distancia del terruño nativo, ni la muerte simultánea de sus padres, ni el extrañamiento de casi cuarenta años en la distancia, ni la estabilidad de un hogar formado con sus tres mujeres –María José, la esposa y sus hijas Sonia y Carmen–, han logrado quebrantar el indeclinable amor de este hombre de colores, por un país que, aunque no le brindó oportunidades, él sigue queriendo y representando con orgullo. Pues a pesar de haber asumido, por obvias razones, la nacionalidad española, Willy jamás acepta, ni en bromas, que se hable de él como de un español o extranjero, pues se sabe y siente sencillamente colombiano, con nacionalidad española. Esto último lo corrobora el artista cuando afirma: Nací en Pueblo Bello, Colombia, en el año 1954. Pasé mi infancia entre mis padres, muchos hermanos, ríos, montañas y lluvias torrenciales. Durante ese tiempo me llené de colores, olores y ganas de vivir. Desde los catorce años vivo en España. Pinto y dibujo, me embadurno de colores, y así un día tras otro sin llegar a saber por qué lo hago.

Su sensibilidad, sencillez, chispa creadora, humor y sentido de pertenencia a la tierra han hecho de Willy Ramos un verdadero embajador del país ante el mundo, labor que ha realizado durante cuatro décadas de ausencia presente, durante las cuales no se ha logrado romper el cordón umbilical que lo unirá por siempre a su tierra. Como ejemplo de superación personal y profesional, es muy importante que sus coterráneos sepan algo de él, pues es un verdadero paradigma o modelo de lo que la tenacidad, el empeño y el espíritu de sacrificio pueden hacer para lograr sueños entre la gente de nuestra tierra.

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BECERRIL DEL

Y EL PRÓCER DESCONOCIDO

CARIBE

COLOMBIANO

TOMÁS DARÍO GUTIÉRREZ HINOJOSA*

* Abogado de la Universidad Simón Bolívar, especializado en Derecho Penal y Ciencias Criminologicas en la Universidad del Atlántico, y en Derecho Administrativo en la Universidad Santo Tomas de Bogotá. Es autor del libro Cultura vallenata: origen, teoría y pruebas, publicado por Plaza & Janes; y Valledupar, música de una historia, publicado por Grigalbo. Creador del Foro Nacional sobre Folclor Vallenato, en su calidad de Compositor Vallenato; Ganador del 13º Festival Vallenato en su Categoría de Canción Inédita. Ambientalista, creador del Ecoparque Los Besotes elevado a la categoría de primer AICA (Área Importante para la Conservación de las Aves) de Colombia, por la Bird Life International. En su calidad de Director de Turismo, realizó 3 ediciones del Festival Vallenato. Es actual Miembro de la Fundación Festival de la Leyenda Vallenata y ostenta el cargo de Vicepresidente; Creador y Presidente de la Fundación Ecológica Los Besotes; miembro de número, de la Academia de Historia del Cesar. Director de publicaciones de Universidad Popular del Cesar y profesor asociado de la misma.

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I. EL HÉROE Y SU CUNA Quede claro que, aún cuando iniciaré con la presentación de toda la abundante documentación sobre el origen de la ciudad colonial de Becerril del Campo, hoy una cabecera municipal del departamento del Cesar, lo haré, en este caso, solo para demostrar por anticipado la importancia histórica de la cuna del personaje objeto de este trabajo. El fin entonces ha de ser el descubrimiento de uno de los más grandes próceres de nuestra gesta emancipadora, insólitamente ignorado por los escritores de nuestra historia, de manera que merece reproche y debe ser útil a las nuevas generaciones de investigadores sociales de nuestro país, pues se demostrará, de paso, que buena parte de nuestros hechos históricos y sus respectivos protagonistas esperan aún su divulgación debido al carácter incuestionablemente parcial y clasista de la manera como se ha escrito la historia en todos los tiempos y lugares del mundo. El lector se encontrará con la sorpresa de la gran intención de la Corona en el momento de ordenar y ejecutar la fundación de La ciudad de Becerril del Campo, una de las primeras que tuvo alcalde en el territorio de la Nueva Granada, así como Cabildo de consejo, oficiales, alguaciles mayores, cura párroco y un teniente de gobernador. Esto quiere decir que una cosa es el Becerril que conocimos durante el siglo XX, como último rezago dejado por las interminables guerras del siglo XIX y otra muy distinta fue la ciudad que existió durante la Conquista, la Colonia y los primeros tiempos de la República. Sólo si se tiene en cuenta lo anterior se podrá admitir y concebir que fue en Becerril, y no en ninguna otra ciudad de la provincia de Santa Marta, en donde se reclutó la primera tropa de voluntarios para engrosar el ejército que, al mando del joven coronel Simón Bolívar, ingresaría a Venezuela por Cúcuta inmediatamente después de la campaña del Bajo Magdalena. Precisamente esta tropa se envió bajo el mando del Comandante Pedro Antonio García, como se demostrará documentalmente. Deseo contar que de la existencia de este verdadero héroe ignorado tuve noticias durante mi niñez, cuando aún prevalecía dentro de la tradición oral de aquella comunidad la versión según la cual un ascendiente de la familia García había “peleado en las guerras de independencia”. Ya en mi edad adulta y en ejercicio de mi constante inquietud investigativa, obtuve de Don Carmelo Quiroz, el becerrilero más destacado durante mi adolescencia, la información según la cual, en el pasado, las tres familias más distinguidas de la comunidad –Hernández, García y Quiroz– habían emigrado hacia Chiriguaná a principios de siglo XX como consecuencia de antiguas rencillas políticas, agudizadas por efecto de la Guerra de los Respirando el Caribe. Vol. II. Memorias del II Encuentro de Investigadores del Caribe Colombiano ______________________________

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Mil Días. A este respecto y siguiéndole el hilo a la información, años más tarde, el centenario e ilustre médico chiriguanero Dr. Robertico García Hernández, hijo de los becerrileros Don Roberto García Quiroz y Doña Adriana Hernández, me confirmaría la versión de su ascendiente patriota, sin que la familia poseyera para su época información sobre los detalles de la gestión libertadora de su abuelo.

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Debo aclarar que durante un buen número de años me asedió la intriga al no haber logrado más fuente documental que el telegrama escrito mediante el cual Don Bruno Hernández remitió desde Becerril un contingente de voluntarios, bajo el mando de nuestro personaje, al “ciudadano General Simón Bolívar”. Al fin, encontraríamos el hilo de Ariadna que nos conduciría hasta la verdad de una de las labores más valerosas y fructíferas de patriota alguno en pro de la independencia de los países bolivarianos; porque este ejemplar de hombre caribe combatió como Comandante del Batallón Vargas, desde Colombia hasta el alto Perú, e hizo aportes indispensables en batallas tan trascendentales como las de Bomboná, Junín, Matará, Ayacucho, Boyacá y campañas del alto Perú. Peleó las del sur en 1829, en Dabajuro, Tarqui y Santuario de Funza. Ruego que se valore detalladamente cada una de las pruebas documentales que aquí aporto. Aunque estas están lejos de ser suficientes para una completa biografía, sé que bastarán para que el lector comparta mi idea de que este –increíblemente– absoluto desconocido para las generaciones contemporáneas, posee más méritos que muchos de los héroes de la independencia que se nos enseñaron desde el colegio. Opino yo, con mucho respeto frente a otros conceptos, que el Coronel Pedro Antonio y el Almirante Padilla son los dos más grandes héroes costeños de nuestra independencia. Y en cuanto a Becerril, la comunidad que produjo al personaje, además de reconocerla entre las tres primeras poblaciones colonias del Valle de Upar durante el siglo XVI, junto a Valledupar, Dulce Nombre de Jesús (Pueblo Bello) y San Ángel, debe decirse que el acto que motivó su fundación fue claramente estratégico. Valledupar, virtualmente incomunicada con Santa Marta a causa de la impenetrable selva que hoy es la zona bananera, por aquella época repleta de guerreros chimilas, bosques intransitables y ríos peligrosos, debía buscar una ruta hacia Cartagena, como lo expresan los documentos. En medio de esta ruta, bueno era que existiera una ciudad intermedia que, además, si era posible, fuera altamente productiva en agricultura y ganadería. Así se hizo. A partir de 1593 se fundaría una señorial ciudad con todas las exigencias. Ella daría sus frutos hasta la hora de la independencia, período en el que se erguiría como sede de reclutamiento para el ejército patriota y cuna de un oficial de alta gradación, cuyas acciones militares y administrativas hablarán por sí solas de su grandeza y esperamos que coadyuvarán hoy, al ser descubiertas, a que la historia haga justicia frente a nombres gloriosos injustamente olvidados. 368

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II. PROPÓSITOS

CORONA ESPAÑOLA AL FUNDAR A BECERRIL DE LA

Vamos a hablar de un hombre desconocido y formidable para la historia de nuestro país, empezando por desvelar el macondiano origen de su patria chica. Tal vez no se conozcan propósitos más vigorosos por parte de la Corona española en nuestro país al programar la fundación de una ciudad no capital. Esto ratifica, en parte, el gran interés que durante la Conquista y la Colonia despertara para los ibéricos el Valle de Upar. Se trataba de construir una ciudad intermedia entre Valledupar y Cartagena, que facilitara el transporte de cargas hacia esta última, a través del río Maracas que comunicaba con el río Cesar y este con el Magdalena hasta Zaragoza,1 y de allí a la actual capital del departamento de Bolívar. Pero además, y dada la increíble fertilidad de nuestro Valle en aquel siglo XVI, en donde todo era praderas y selvas rodeadas de montañas vírgenes desde donde descendían caudalosos ríos, a lo que se sumaba un régimen de lluvias hoy desconocido, se encontraba con características suficientes para que pudieran proyectarse cultivos desde maíz hasta trigo y crianza de todo tipo de ganado, dado el “clima templado” de aquella época de que tanto hablaban nuestros conquistadores. Las cosas de aquellos tiempos fueron tan diferentes de las de hoy que será necesario acudir a los documentos de archivos, cronistas e historiadores, afortunadamente abundantes en este caso tan particular. A propósito de los motivos justificantes de la fundación de la ciudad de Becerril del Campo durante el siglo XVI, encontramos las siguientes manifestaciones dentro del testimonio rendido por el sacerdote Fray Domingo de Santa María, primer cura párroco de la ciudad. […] A la séptima pregunta dijo que lo sabe porque en muchas partes que este testigo ha estado no ha visto tierra más abundosa [sic] de todo lo necesario y que una buena ciudad requiere en el medio de la provincia donde acuden cada día muchos naturales y es sitio sano y airoso [sic] aparejado para que los naturales salgan a la servidumbre de esta ciudad porque los mismos naturales lo pidieron y esto responde.2

1 Población colonial sobre el río Magdalena en jurisdicción de Mompox. 2 Archivo General de la Nación (en adelante AGN), Sección Colonia. Fondo Poblaciones Varias, rollo 13, folio 668. 3 Archivo General de la Nación A.G.N. Fondo Poblaciones Varias. Rollo 13, folios 668 y 669.

[…] A la octava pregunta de dicho interrogatorio dijo que la sabe, como en ella se contiene porque de esta ciudad se podrá llevar mucho sustento a las ciudades de Cartagena y Zaragoza y Río Grande tanto por agua por tener el puerto y esta ciudad tiene y para lo demás buenas sabanas para criar ganado de todo género y tierra para trigo, maíz y arroz y otras muchas plantas de que se socorrerán las armadas y flotas de Cartagena y esto responde.3

Pero la respuesta del testigo que demuestra tajantemente la gran perspectiva que los españoles vieron a su naciente ciudad de Becerril es la novena de este interrogatorio:

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A la novena del dicho interrogatorio dijo que la sabe porque las partes buenas que esta ciudad tiene da muestra para ser la mejor ciudad de esta gobernación donde la real hacienda será aumentada y esto responde.4

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Además, por su importancia y hoy raro propósito, quiero traer otra respuesta de un testigo diferente tomada por la autoridad competente en aquel siglo XVI: se trata del testimonio de Gonzalo de Bolívar Penagos, en la respuesta que coincide con el propósito mencionado por el testigo anterior, de hacer de Becerril la ciudad enlace entre la gobernación de Santa Marta y Cartagena mediante la navegación fluvial, como en efecto se realizó por mucho tiempo con el negocio de la ganadería; la respuesta es la siguiente: A la octava pregunta dijo que la sabe porque esta ciudad es poblada en parte que se pueda sembrar trigo y arroz mucho maíz y criar mucho ganado y de aquí se puede llevar a las partes que la pregunta dice, por estar esta ciudad junto al río Maraca que sale al Cesar puerto de esta ciudad a donde acuden muchas canoas a esta ciudad a traer muchas cosas y se pueden llevar los mantenimientos hasta Cartagena por agua.5

DOCUMENTOS

DE LA FUNDACIÓN

En verdad, no conocemos en el caso colombiano ninguna fundación tan meticulosamente documentada como la de Becerril; con toda la solemnidad y protocolo. Los actos administrativos que condujeron a este hecho se documentaron desde la firma de la capitulación por parte del gobernador y los delegados del fundador, pasando por los trámites ante el alcalde de la misma ciudad, hasta la aprobación de la fundación por la Real Audiencia en Santafé de Bogotá. Ante todo, considero indispensable mencionar que los trámites se iniciaron con la firma de la capitulación mediante la cual el gobernador Francisco Manso de Contreras, en nombre de su majestad, autorizaba al Capitán Bartolomé de Aníbal Paleólogo Becerra para fundar la ciudad fijando todas las especificaciones. Este documento fue firmado en Santa Marta el día “cuatro de Enero de mil y quinientos noventa y tres años”. La extensa capitulación estaba conformada por catorce folios, con los cuales el fundador daba inicio no sólo a los actos materiales de construcción de la ciudad, sino, paralelamente, al trámite del correspondiente proceso que aprobaría el acto. […] poblaréis en nombre de su majestad y mío en su real nombre un pueblo de españoles en parte como que tenga las calidades que se requiere para en perpetuidad y permanencia de la cantidad de vecinos que os pareciere dando el título y nombre de ciudad o villa que se llama Becerril de Campos y a la iglesia el de Santa Eugenia, repartiendo entre los pobladores, sitios, solares, para casas y estancias para 370

4 A.G.N. Fondo Poblaciones Varias. Rollo 13, folio 669 r. 5 A.G.N. Fondo Poblaciones Varias. Rollo 13, folio 666 r.

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hatos e ingenios y labores de pan, dándoles de ello título en forma, señalando sitio competente para la dicha iglesia y casa de consejo, cárcel y carnicería, calles y plaza en cuadra y formaréis república y oficiales, alcaldes ordinarios y regidores, alguaciles mayores, cabildo de consejo que sea con persona honrada y benemérita todo ello al tenor y forma de lo contenido en el libro de república de españoles, y en conformidad de dicho asiento y capitulaciones, tomando de ello la posesión natural, judicial, corporal, las haréis del dicho oficio de mi lugarteniente de gobernador y capitanes en todos los casos y cosas a el dicho oficio, anejas y confirmen testigos, y conoceréis de todos los pleitos, causas y negocios civiles y criminales movidos y por mover que hubieren sucedido y sucedieren entre los dichos pobladores y gente de vuestro cargo, antes y después de la dicha población así de vuestro oficio como a pedimento de partidos y los oír y cobrar y determinar por los autos, mandamientos y sentencias interlocutorias y definitivas conforme a derecho […].6

Otro de los aportes importantes de esta capitulación es la orden que se dio al fundador de llevar hasta la ciudad “quinientas cabezas de ganado vacuno machos y hembras”.7 Se sabe que este hecho se cumplió a cabalidad y que el ganado se multiplicó tanto en aquella comarca llamada Los Pasos del Adelantado, que los oficiales reales hacían uso de él como si fuera mostrenco hasta que Bartolomé de Aníbal, en 1605, promovió un proceso para hacerse reconocer como único propietario, lo cual le costó caro pues debió pagarle a la Corona once mil ducados para lo cual tuvo que vender parte del ganado en la ciudad de Cartagena sacándolo en manadas de a dos y tres mil cabezas a través del río Magdalena.8 Al final, la extensa y detallada capitulación termina con las solemnidades del caso, de una manera que considero necesario transcribir:

6 A.G.N. Fondo Poblaciones Varias. Rollo 13, folio 654 v, 655 r. 7 A.G.N. Fondo Poblaciones Varias. Rollo 13, folio 658 r. 8 Simón, Fray Pedro. Noticias historiales. Tomo IV, pp. 140 y 141. 9 A.G.N. Fondo Poblaciones Varias. Rollo 13, folio 660 r.

[…] por ende cumpliendo vos el dicho Bartolomé Aníbal Paleólogo que de vuestra parte ha hacer y cumplir yo el dicho gobernador en nombre de su majestad prometo por mi fe y palabra de que estas capitulaciones y asiento se os guardarán y cumplirán en todo y por todo según que en ellas se contiene y con que habéis de guardar en el discurso de la dicha pacificación y población en los demás órdenes, capítulos e instituciones, mandamientos y otras cosas que yo como tal gobernador enviaré, proveeré, libraré y despacharé en razón de cualquier casos y cosas que se ofrezcan y así mismo habéis de guardar y cumplir las provisiones, cédulas reales, hordenanzas [sic] que están dadas y su majestad diere para el buen gobierno de estas partes so las penas del caso, en fe de lo cual lo firmamos de nuestros nombres que es hecho en la ciudad de Santa Marta a 4 de Enero de mil y quinientos y noventa y tres años, el licenciado Manso de Contreras, Cristóbal de Almonacid, ante mi Juan Boto, escribano.9

Al parecer, luego de firmar la capitulación, el capitán Bartolomé de Aníbal Paleólogo realizó la fundación en un tiempo récord, pues siete meses después se inició el proceso de aprobación ante Gregorio Ramallo,

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el flamante primer alcalde de la naciente ciudad de Becerril. El documento público que da fe del trámite de dicho acto dice así:

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En la ciudad de Becerril de los Campos, en treinta días del mes de Agosto de mil y quinientos noventa y tres años, ante Gregorio Ramallo alcalde ordinario de esta ciudad por ante mi Francisco Díaz escribano público, la presentó el capitán Bartolomé de Aníbal Paleólogo, teniente de gobernador y pidió justicia.

III. LA FECHA DE FUNDACIÓN Y LAS PRIMERAS AUTORIDADES DE LA NACIENTE CIUDAD

El acto material de edificación de la ciudad no está respaldado por un acta como es común en estos casos. En lugar de redactar dicha acta, el fundador se propuso documentar cada paso del proceso que conduciría a la aprobación oficial de la fundación. El orden cronológico de las diferentes etapas de este proceso fue, según los documentos oficiales de la época, el siguiente: 1. 4 de enero de 1593. Se firma en Santa Marta la capitulación para la fundación de la ciudad de Becerril del Campo por parte del Capitán Bartolomé de Aníbal Paleólogo Becerra.10 2. 30 de agosto de 1593. El Capitán Bartolomé de Aníbal presenta la capitulación ante el Alcalde de Becerril, Gregorio Ramallo, ante Francisco Díaz, escribano público, y solicita la recepción de testigos que en efecto se recepcionan.11 3. 1º de septiembre de 1593. Nuevamente el fundador presenta la capitulación ante el Alcalde de Becerril.12 4. 4 de marzo de 1594. Martín Camacho, en nombre del Capitán Bartolomé de Aníbal Paleólogo, informa sobre la realización de la fundación.13 5. 4 de marzo de 1594. Se protocoliza el informe ante la Real Audiencia de su Majestad en Santafé.14 6. 8 de marzo de 1593. La Real Audiencia de su Majestad en Santafé “aprueba y confirma” la fundación de la ciudad de Becerril del Campo por parte del Capitán Bartolomé de Aníbal Paleólogo Becerra.15 Algunos hechos llaman particularmente la atención en todo este proceso y dan pie para hacer ciertas conjeturas. En primer lugar, el hecho de que la aprobación de la fundación por parte de la Real Audiencia en Santafé sea anterior a los trámites adelantados con el mismo fin por parte del fundador ante las autoridades de la ciudad de Becerril nos hace suponer que el informe de dicha capitulación había sido enviado por el gobernador Manso de Contreras inmediatamente después de su firma; por tanto, la documentación enviada desde Becerril habría llega372

10 A.G.N. Fondo Poblaciones Varias. Rollo 13, folios 653 v a 660 r. 11 Ibíd,folios 661 r a 678 v. 12 Ibíd, folios 653 r a 660 r. 13 Ibíd,folios 652 v. 14 Ibíd,folios 652 r. 15 Ibíd,folio 681r, 682 r.

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do a la Real Audiencia después de que esta hubiera emitido el auto aprobando la fundación. En segundo lugar, dos indicios nos hacen pensar que antes de la fundación oficial pudo haber existido una fundación de hecho de esta ciudad y una posterior destrucción por parte de los naturales, como tantas veces pasaría en el futuro. Los indicios a que me refiero son los siguientes: 1. El fundador, en su abundante documentación, habla reiteradamente de reedificación y no de fundación. 2. No redactó un acta de fundación como suele hacerse cuando se construye una ciudad por primera vez. De aquí surge una pregunta obligatoria: si no se redactó un acta con su respectiva fecha el día de la fundación material de la ciudad, entonces, ¿cuál es su fecha de fundación? Con todo respeto frente a un concepto diferente, la respuesta es obvia: la fecha de fundación de Becerril fue el 8 de marzo de 1593, día en que la Real Audiencia aprobó y confirmó la fundación.

LAS

PRIMERAS AUTORIDADES

Creo que el lector, al igual que este servidor, al toparse por primera vez con estos documentos históricos, inéditos, se llevará una gran sorpresa al constatar que una población colombiana haya tenido tan alta categoría urbana y administrativa en sus comienzos, lo que probablemente no tuvieron la gran mayoría de las capitales de departamentos actuales. Se entenderá, entonces, que no es exagerada la afirmación del testigo ya citado cuando decía: “Esta ciudad da muestra para ser la mejor ciudad de esta gobernación”. La estructuración urbana que fue ordenada en la capitulación ya citada y cumplida por el fundador, es uno de los dos aspectos que confirman lo dicho: […] Repartiendo entre los pobladores, sitios, solares para casas y estancias para hatos e ingenios y labores de pan… señalando sitio competente para la dicha iglesia y casa de consejo, cárcel y carnicería, calles y plaza en cuadra […].

16 Ver la lista en: Suárez Pineda Rafael. Los caballeros conquistadores y sus ejecutorias. 1996, p. 194.

El segundo aspecto es la calidad de las autoridades, en particular, para el caso del primer alcalde. En efecto, de acuerdo con los documentos citados, la ciudad de Becerril del Campo se encuentra entre las primeras de la Nueva Granada en poseer alcalde: obsérvese que entre los primeros diecisiete16, no aparece el nombre del de Becerril y solo aparecen los de Santa Marta, Valledupar y Cartagena en cuanto a la costa, muchos de los cuales fueron designados en fechas posteriores a la de nuestro caso.

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¡Quién pudiera creer hoy que Becerril, una aldea olvidada y aislada en medio de la selva hasta 1940, fecha en que la alcanzó la carretera, y luego de que las guerras contra los indígenas y las guerras civiles del siglo XIX hubieran devastado por completo la región, haya ostentado, en el siglo XVI, una pléyade de funcionarios a la altura de las principales ciudades de la Nueva Granada en la época! Esto es tan cierto como que poseía, ya en 1593, un teniente de gobernador y capitán general, un alcalde, un escribano público, un cura párroco, un regidor y además un cabildo de justicia y regimiento integrado por diferentes funcionarios. La ciudad también estaba dotada de alcaldes ordinarios, oficiales y alguaciles mayores.17

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En honor a las primeras personas que ostentaron dichos rangos, hagámosles una mención: Capitán Bartolomé de Aníbal Paleólogo Becerra: fundador y poblador, teniente de gobernador y capitán general de la ciudad.18 Gregorio Ramallo: Alcalde.19 Reverendo Padre Fray Domingo de Santa María: Párroco.20 Juan Román de Espinosa: Regidor.21 El cabildo de justicia y regimiento estaba integrado por: el Capitán Bartolomé de Aníbal Paleólogo; el Alcalde Gregorio Ramallo y el Regidor Juan Román de Espinosa.22 Entendemos que existían varios regidores integrando el cabildo, tal como se había ordenado en la capitulación, pero los documentos no mencionan sino el nombre de este último.

IV. ¿QUIÉN ERA EL CAPITÁN BARTOLOMÉ DE ANÍBAL, PALEÓLOGO, FUNDADOR DE LA CIUDAD? Hoy está claro que fue un hombre distinguido y que logró ser muy rico, tanto que pactó fundar una ciudad “a su costa” en la que, además, debía “meter quinientas cabezas de ganado vacuno machos y hembras”,23 como en efecto lo hizo. En la que fuera la gran época de Don Lope de Orozco para Valledupar, nuestro capitán estaba en esta ciudad, pero hasta el momento no nos es posible afirmar lo que ha solido creerse, es decir, que él y su familia habrían hecho parte del destacado ejército que acompañó al bien recordado Don Lope, conformado por trescientos hombres, entre los cuales cien eran casados24 y venían con sus familias. Sabemos que en el nefasto e inolvidable acontecimiento en el cual los tupes y chimilas incendiaron a Valledupar matando “a más de cincuenta” de sus habitantes el 19 de diciembre de 1581,25 murieron personas 374

17 A.G.N. Ibíd, folio 655 r. 18 A.G.N. Ibíd, folio 672 r. 19 A.G.N. Ibíd, folio 653 r. 20 A.G.N. Ibíd, folio 667 r. 21 A.G.N. Ibíd, folio 671 r. 22 A.G.N. Ibíd, folio 679 v. 23 A.G.N. Ibíd, folio 658 r. 24 Castellanos, Juan D. Elegías. Segunda Parte. Elegía IV. 2º elogio. Canto primero, segunda estrofa. 25 En relación con esta fecha tan discutida ver el informe del oidor Sánchez de Camargo. AGN. Poblaciones, tomo II.

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ilustres entre las cuales varias hermosas y distinguidas damas; dos de ellas, Doña Ana de Aníbal y María Becerra. Este mismo rigor se emplea en otra principal dicha Doña Ana Doña Ana de Aníbal digo que era, Quel pecho más feroz enterneciera.26 El arroyo de sangre no se estanca del cuerpo bello de María Becerra […]27

Si se acepta que la familia del Capitán Bartolomé estaba en la ciudad aquella noche, como todo lo indica, se impone una pregunta: ¿Una de estas dos damas, cada una con uno de sus apellidos, era su madre?, ¿cuál de ellas? Se ha sugerido que Ana de Aníbal era su esposa y que María Becerra era su madre, pero De la Rosa, sin documentarlo, dice que el Capitán Bartolomé era hijo de “Doña Ana Becerra… hermana del magnífico Diego Becerra”.28 No nos atrevemos entonces a hacer una afirmación en cuanto a quién era realmente la madre. Por Castellanos sabemos que algunas familias, padres, madre e hijo murieron todos, y por información del mismo Capitán en sus citadas capitulaciones se sabe que su padre murió en Valledupar. Pero, ¿fue la fatal noche y al lado de su señora esposa? La paternidad, en cambio, si está bien clara; el Capitán Bartolomé de Aníbal era hijo del Capitán Vicencio de Aníbal, encomendero de Valledupar en la referida época: Por cuanto soy informado que vos el Capitán Bartolomé de Aníbal Paleólogo, vecino de la ciudad de los reyes de Valle de Upar sois hijo leíitimo del Capitán Vicencio de Aníbal que fue uno de los primeros conquistadores de aquella tierra…29

El mismo Capitán Bartolomé confirma este hecho cuando, en documento público y bajo juramento, expresa: Para hacer probanzas e informaciones de los servicios que mi padre Vicencio de Aníbal, difunto vecino que fue de esta ciudad y yo hemos hecho a su majestad en estas partes de Indias […].30 26 Castellanos. Op. cit. 27 Castellanos. Op. cit. 28 De la Rosa, José Nicolas. La Floresta. Biblioteca Banco Popular. Vol. 74. 1975. 29 A.G.N. Fondo Encomiendas. Tomo 13, folios 33 v y 35 r. 30 A.G.N. Fondo Poblaciones Varias. Rollo 13, folio 680 r. 31 Tovar Pinzón, Hermes. Relaciones y Visitas a los Andes. S. XVI, tomo II. 32 A.G.N. Fondo Encomiendas. Tomo XIII, folio 33 v.

Es claro que el fundador de nuestro interés llegó a estas tierras con sus progenitores quienes murieron aquí. Si su padre fue “uno de los primeros conquistadores”, es probable que él haya llegado niño o adolescente y que ya estuviera en Valledupar a la llegada del portentoso poblamiento de Don Lope de Orozco. Su edad es fácil establecerla, pues si declara bajo juramento tener “veynte y nueve años” el 21 de abril de 1578,31 sabemos entonces que para 1593, año de la fundación de Becerril, contaba con cuarenta y cuatro años de edad. Antes de su obra fundadora había sido encomendero de uno de los pueblos indígenas de la jurisdicción de Valledupar, encomienda que había heredado de su padre;32 se

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trataba del pueblo indígena conocido como Erba por el nombre de su cacique, distante “dos leguas grandes” de Guacoche y una legua de Tuquerí33 (Villanueva). En cuanto a dicho Erba, todo parece indicar que es El Molino.

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Sorprende el hecho de que entre todos los testigos que declaran ante Diego Lopez de Archuleta “lugarteniente de gobernador de la ciudad de los Reyes del Valle de Upar”, sobre las “ciudades e pueblos desta [sic] provincia”, el Capitán Bartolomé sea el único que en el largo interrogatorio haga mención pormenorizada de todas y cada una de las encomiendas de la jurisdicción de Valledupar con sus respectivos caciques y encomenderos; menciona así quince pueblos de indios del pie de monte de la Sierra de Perijá y de la Sierra Nevada, la mayoría de los cuales son hoy las cabeceras municipales del sur de La Guajira y norte del Cesar. El hecho de que el Capitán Bartolomé de Aníbal tenga tan amplio y detallado conocimiento sobre la región refuerza la idea de que ya estaba en Valledupar a la llegada de Don Lope de Orozco, no obstante, este no es un hecho que hayamos probado hasta el momento. Ahora, habría que preguntarse qué hizo nuestro Capitán después de fundar Becerril. La historia no nos brinda sino pequeños fragmentos de donde podemos sacar algunas acertadas conclusiones: sin duda, su principal dedicación fue la ganadería. Recuérdese que al firmar la capitulación para su fundación, contrajo en ella el compromiso solemne de introducir determinada cantidad de ganado; ya se sabe que cumplió con este compromiso y también se sabe que años después este ganado se había multiplicado de tal manera que los oficiales reales abusaban de él como si fuera mostrenco, hasta cuando el Capitán Bartolomé inició el respectivo proceso con el fin de hacerse reconocer su legítima propiedad. La cantidad de ganado que se derivó de aquellas quinientas cabezas provocó que el cronista Antonio de Herrera hiciera una suposición falsa que hoy es famosa, a fuerza de ser repetida por muchos historiadores a través de los siglos; se trata de la afirmación según la cual la sorprendente cantidad de ganado de la región de los Pasos del Adelantado (entre Becerril y El Paso), a principios del siglo XVI, era consecuencia de algunas reses que se le habrían quedado olvidadas al adelantado Alonso Luis de Lugo cuando pasó por allí en 1492, rumbo al Nuevo Reino, por lo cual la región recibió tal nombre. Es evidente que el cronista Herrera jamás conoció la capitulación para la fundación de Becerril y tampoco se enteró de quién había sido el Capitán Bartolomé de Aníbal, pues Juan de Castellanos, a quien él transcribe a menudo, no lo menciona. Veamos las expresiones de Herrera: […] hay en estos tiempos tan gran suma de ganado vacuno que tiene de aumento cada año de setenta a ochenta mil crías, que tuvo su principio en algunas vacas y toros que se quedaron olvidadas en aquellos ancones y sabanas, pasando algunos por allí de este ganado a este reino; de que fue el crecimiento, a tanto que echándose los oficiales reales sobre 376

33 Tovar Pinzón, Hermes. Op. cit.

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todo como cosa mostrenca y que pertenecía al Patrimonio Real por no hallarse dueños legítimos, salió un Bartolomé de Aníbal, vecino de la Villa de Mompox, alegando no sé que acción que tenía al ganado, por algunas vacas que había metido allí, y se concretó la diferencia el año de mil y seiscientos cinco, dándole el Aníbal al Rey por toda la acción de aquel ganado, once mil ducados. Sácanlo en manadas de a dos a tres mil y pásanlo por el valiente río de la Magdalena y el Cauca hasta las sabanas de la Villa de Tolú, término de Cartagena, donde se gasta todo.34

Fuera del desacierto respecto del origen de aquel ganado, esta cita del cronista del siglo XVII nos es útil para probar varias cosas importantes acerca de nuestro personaje: en primer lugar, y es lo más trascendental, que cumplió con el mayor de sus propósitos, consistente en hacer de Becerril del Campo una especie de enlace comercial entre las gobernaciones de Santa Marta y Cartagena (nótese la magnitud de las transacciones ganaderas cuando apenas se iniciaba el siglo XVII), y en segundo lugar, que el capitán radicó su domicilio final en la Villa de Mompox),35 conectado con Becerril por la vía fluvial que él proyectó. Las dificultades provocadas por las guerras de tupes y chimilas llevarían a la quiebra a más de un conquistador, entre ellos al muy rico Don Lope de Orozco. También el Capitán Bartolomé tuvo sus altos y sus bajos económicamente, como lo dice el documento que nos habla de la fundación del hato ganadero hoy conocido como El Paso, bajo la fama que le confiriera su gran juglar Alejandro Durán. Dicha población se llamó originalmente Hato de San Bartolomé por el nombre de su propio fundador. Al Capitán y a su hato se refiere el siguiente documento:

34 Simón, Fray Pedro. Noticias Historiales. T. IV, Biblioteca Banco Popular. 1981, pp. 140 y 141.

[…] y que vos así mismo habéis servido al Rey nuestro señor, a cuya causa habéis quedado pobre y que sois hombre honrado y principal, y que los indios en que subcediste por muerte del dicho vuestro padre, son pocos y de poco aprovechamiento, atento a lo cual y a los servicios que adelante haréis y a que en el paso del Adelantado y hato que llaman de San Bartolomé, está fundada en las sabanas de los comejenes, cuatro leguas de allí a vuestra costa, trabajo e industria, habéis traído y sacado de paz cuadro indios caciques […] Dios nuestro señor y su majestad serán servidos, por ende en alguna gratificación de estos servicios en su real nombre y por virtud de sus reales poderes, encomiendo en vos el dicho capitán Bartolomé de Aníbal Paleólogo por dos vidas y conforme a la ley de sucesión […].36

35 A este respecto, obsérvese que en la lista de notables que constituyen la ciudad de Mompox en 1608, el historiador Pedro Salcedo del Billar menciona en primer lugar al Capitán Bartolomé de Aníbal Paleólogo. Apuntaciones historiales de Mompox. 36 AGN. Fondo Encomiendas. Rollo 13, folios 33 v y 35 r.

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V. BECERRIL DURANTE EL SIGLO XVIII

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Respecto de la mayor parte del siglo XVII, que no hemos mencionado hasta ahora, se carece casi por completo de información histórica. A principios de este siglo la ciudad había sido casi totalmente destruida por los indios, quienes solían matar no solo a los españoles y a sus esclavos, sino también al ganado, además de destruir las edificaciones. Hacia 1609, la guerra de tupes y chimilas se había vuelto a agudizar y generalizar; el 7 de mayo de ese año Valledupar había sido nuevamente presa de estos, de nuevo la ciudad fue incendiada y muertos cuarenta y cinco habitantes.37 Lo mismo había sucedido en Becerril, por lo cual el gobernador ordenó su reconstrucción al Capitán Cristóbal de Almonacid,38 quien debió abandonar su labor para acudir con setenta hombres a socorrer a Valledupar luego de los hechos mencionados. El informe del Capitán de Almonacid sobre dicha reconstrucción yace en el Archivo General de la Nación y consta de más de cien folios. El gobernador nombró a Diego Nevado como su reemplazo, al parecer con el único fin de mantener, a un alto costo, viva a una ciudad ya maltrecha, debido a lo que representaba para la Corona su condición de lugar intermedio entre las gobernaciones de Santa Marta y Cartagena y su calidad de polo de desarrollo ganadero como lo sería durante los siglos siguientes a pesar de las vicisitudes. A principios del siglo XVIII (1716), una fragmentaria información eclesiástica rendida por el Obispo de Santa Marta de entonces, Fray Antonio de Monroy, es el único documento que podría servirnos para llegar a la conclusión de lo que aún era Becerril después de tantos obstáculos. En Becerril del Campo tenían los padres una iglesia muy capaz y decente, con campanas y una cruz alta de cedro embutida de nácar. Dos de las tres capillas tenían altares de cedro ensillado. Había en el pueblo cuatrocientas noventa y seis personas. Poseían un hato con cuatrocientas cincuenta reses, catorce yeguas y un hechor, veinte caballos de vaquería y una estancia fundada por los mismos indios, con sementeras de caña, de plátano y de maíz. No tenían ningún esclavo y trataban a los indios con benevolencia.39

1. EN BECERRIL

HUBO UNA CIUDAD

Así, en tiempo pasado, hablaba el Alférez José Nicolás de la Rosa en su obra Floresta escrita en 1739, de la ciudad que fue Becerril y que, por culpa de las reiteradas destrucciones de los tupes que él llama “acanayutos”, ya no era. No obstante, él mismo, en sus informes eclesiásticos, al hablar de lo que aún le quedaba a la Iglesia Católica, nos puede dar una idea de lo que aún subistía del viejo prestigio: A estas sabanas corresponden otras llamadas de Becerril del Campo en las que muchos años ha se mantiene una misión de religiosos de San Agustín, con dos iglesias, en que doctrinan a los indios acanayutos […]40 378

37 Restrepo Tirado, Ernesto. Historia de la provincia de Santa Marta. T. I, p. 194. 38 Ibíd. 39 Ibíd. 40 De la Rosa, José Nicolás. Op. cit., p. 235.

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El mismo autor, y de manera más explícita, agregaba: En Becerril hubo una ciudad de la que se dará razón en su lugar, sin embargo de que ya se ha dicho el principio de su fundación […] los indios acanayutos fueron los que ocasionaron con sus frecuentes insultos que la ciudad de Becerril del Campo fuese destruida.41

De todos modos, exceptuando sus antiguas edificaciones coloniales, de las que hasta hace menos de medio siglo quedaban aún vestigios de paredones, calles empedradas y grandes amontonamientos de tejas españolas, en la región del Poleo, al noreste del actual Becerril a unos dos kilómetros, y en el sector donde hoy queda el barrio San José; la ciudad sobrevivió bajo la forma de arquitectura tradicional de palma y bahareque con algunas pocas excepciones, pero habitada por numerosos y grandes ganaderos raizales que vivían de manera sencilla y en frecuente guerra contra los indios vecinos de siempre. A principios del siglo XIX podemos obtener abundante información sobre la importancia de esta antigua ciudad, dado el trascendental aporte económico y militar que sus ciudadanos hicieron para la causa de la independencia, como se documentará más adelante. El hecho de que uno de los tres personajes de la región citados por Simón Bolívar a Chiriguaná para recibir instrucciones haya sido el becerrilero Don Bruno Hernández, y la consiguiente concentración de tropas voluntarias de la provincia en esta misma población, desde donde se le enviarían al libertador comandados por dos jóvenes, uno de los cuales era Pedro Antonio García, becerrillero y personaje central de este estudio, nos indica que aunque la ciudad no fuera lo que había sido en el pasado, aún a principios del siglo XIX conservaba gran parte de su prestigio social y su capacidad económica cifrada en la histórica ganadería. El terrible azote de las interminables guerras civiles del primer siglo de la república terminaría con la Guerra de los Mil Días, en la que Becerril fue protagonista al ser sede del Batallón Cardozo, integrado por la mayoría de los nativos de clase popular; con ocasión de esta guerra debieron desplazarse a Chiriguaná tres de las familias más pudientes de Becerril (los García, los Hernández y los Quiroz) por ser conservadores mientras que dicho batallón era de filiación liberal. No obstante, hacia 1930 cuando, luego de la paz definitiva con los indios, empezaron a llegar inmigrantes del sector de la provincia que hoy es sur de La Guajira, aún quedaba una aldea de casas de palmas habitadas por ricos y sencillos ganaderos que recordaban con nostalgia la época del gran esplendor colonial de que les hablaban sus abuelos. 41 De la Rosa, José Nicolás. Op cit., p. 293.

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VI. LA INDEPENDENCIA, EL PAPEL DE BECERRIL Y EL SURGIMIENTO DEL FUTURO CORONEL PEDRO ANTONIO GARCÍA

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El papel en pro de la independencia de una ciudad colonial venida a menos hasta convertirse en una aldea olvidada de la patria puede parecer gracioso a quienes se han ocupado por tanto tiempo de esclarecer detalles sobre la historia de nuestra gesta emancipadora. El olvido no intencional ha logrado que, hasta hoy, jamás historiador alguno haya hecho mención de una loable labor magnificada en la existencia de uno de sus hijos como gran patriota. Intentar reivindicar su vida puede ser útil al surgimiento de capítulos aún no escritos, dos siglos después, sobre el heroísmo de colombianos injustamente olvidados y el enorme espíritu libertario de pequeñas ciudades que hasta hoy no han contado con una simple mención como reconocimiento. Entre todos los gloriosos capítulos de la independencia en la Costa Atlántica, coronados con la toma de Cartagena por el General Montilla después de un sangriento sitio de catorce meses, el más importante para nuestro propósito es la campaña del Bajo Magdalena, protagonizada por el joven Coronel Simón Bolívar. A ella le seguiría la campaña proselitista del futuro libertador por buena parte de la Costa y el reclutamiento del gran ejército con el que, desde los valles de Cúcuta, emprendería su regreso a Venezuela. Precisamente esta sería la tropa con que en poco tiempo ganaría en su país de origen el honor de ser llamado para siempre El Libertador. No está de más recordar el origen del movimiento de insurrección americana y su concatenación con la Nueva Granada hasta llegar al Caribe colombiano. Luego de los episodios de Charcas el 25 de mayo de 1809, La Paz el 16 de julio, y Quito el 10 de agosto, se generarían los de la Nueva Granada a partir del de Caracas del 19 de abril de 1810. Hemos escrito en otra ocasión que, a diferencia de lo divulgado hasta hoy por los historiadores, el primer episodio neogranadino que se identifica con el “Movimiento Autonomista” es el alzamiento de Valledupar del 21 de mayo de 1810 y el establecimiento de una virtual junta gubernativa integrada por el “Bajo Pueblo”, luego de deponer al déspota alcalde Marqués de Valde-Hoyos.42 La siguiente reflexión acerca del origen del movimiento de insurrección neogranadina encaja exactamente en el germen específico del alzamiento de Valledupar: La revolución política de 1810 en el nuevo reino de Granada está alrededor de la acción de los cabildos y de la decidida participación de los criollos […] se presenta un movimiento revolucionario que se ini380

42 Cita del A.G.N. Tomada de Castro Trespalacios, Pedro. Culturas aborígenes cesarenses e independencia de Valle de Upar.

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cia en la provincia y culmina en la capital. En muchas provincias granadinas se encontraban gobernantes españoles autoritarios y altaneros, quienes trataban a los criollos como enemigos declarados.43

Nada más exacto a lo que sucedía en Valledupar y su región. El detonante del alzamiento fue la insólita conducta del alcalde Marquéz de Valde-Hoyos pues, según la información histórica, el despotismo desplegado por este hombre no tuvo precedentes: Tampoco debo omitir los escándalos hechos y atentados de todo género que bajo la protección de dicho virrey ha cometido impunemente (según es la voz pública) en la ciudad del Valle Dupar, el Marqués de Valde-Hoyos, Coronel retirado de caballería que es un verdadero loco, el igual no dexó juez ordo., capitular, empleado en R1, hacienda, cura, etc., a quien no prendiese ni obligase a huir, abandonando a su familia, pereciendo muchos de sus resultas, perdido sus bienes y sufridos mil males sin la menor reparación, ni que se haya conseguido de que se oyese a los interesados dando curso a sus quexas.44

En adelante no haré otra cosa que encadenar los hechos cronológicamente hasta desembocar en la primera aparición del personaje de interés, Comandante Pedro Antonio García. Es importante dejar claro que antes del grito de independencia de Valledupar el día 4 de febrero de 1813, había acontecido el referido y trascendental alzamiento de la ciudad y la instalación de un gobierno popular que, según los documentos, se mantenía en pie aún en el mes siguiente y no se sabe hasta cuándo, lo cual coloca a Valledupar en el lugar de privilegio que aún no se le ha reconocido. Obsérvese el lapso transcurrido entre el 21 de mayo de 1810 (fecha del alzamiento popular vallenato) y el 31 de diciembre de 1812, día en que el Coronel Simón Bolívar concurriría a Chiriguaná para dar instrucciones, previa cita, a personajes de la región, tales como Bruno Hernández, María Concepción Loperena y Esteban Pupo. Aquí cabe una pregunta: ¿por qué el futuro libertador se exponría en esta cita con personajes de esta región en lugar de hacerlo con otros de Santa Marta, Riohacha o cualquier parte de la Costa? Es lógico suponer que el referido antecedente patriótico desempeñó un papel decisivo en el interés de Simón Bolívar.

43 Manual de Historia de Colombia. Procultura. T. II. 44 Memorial al Ministro de 24 de mayo de 1810. Cita del A.G.N. Tomada de Castro Trespalacios, Pedro. Op. cit.

Luego de aquella histórica reunión de Chiriguaná, aconteció algo que, aunque de corte realista, hoy estimamos como la mejor fuente de información. El más destacado personaje de la fuerza de Fernando VII en Valledupar durante toda la campaña, Coronel Juan Salvador Anselmo Daza, dirigió el 20 de enero de 1813 un largo y elocuente informe a los gobernadores de Santa Marta y Riohacha sobre la reunión de Chiriguaná, sus propósitos y las personas que concurrieron. Ahí se afirmaba entre tantas otras cosas, lo siguiente:

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Juraron fidelidad al estado de Cartagena, José María Quintana, Bruno Hernández, Esteban Pupo, José María del Castillo; encargándose del mando del pueblo a Don Braulio de Leyva.45

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Cada una de estas personas debía regresar a su lugar de origen a cumplir con una labor cuidadosamente encomendada. Pero nos interesa de manera especial uno de ellos, Don Bruno Hernández, el representante de Becerril; al parecer su misión consistía en reclutar voluntarios para que marcharan luego a sumarse al Ejército que, a su vez, el Libertador organizaba en los valles de Cúcuta. Pero antes del mensaje de Don Bruno Hernández, traigamos las expresiones escritas en su propio testamento por la heroína Doña María Concepción Loperena y que confirman el cabal cumplimiento de la misión que a ella le fue encomendada: […] de mi propio peculio le dí al libertador las primeras bestias, ropas y ganados para la tropa que alcanzó a formar y equipar para continuar la campaña de los valles de Cúcuta y de todo el virreinato.46

Precisamente la heroína se refiere al mismo momento histórico y al mismo hecho: la organización de la tropa por la que se estaba coordinando desde Becerril y que constituye quizás el nacimiento del nuevo héroe patriota, Pedro Antonio García, nacido en aquella ciudad colonial. El siguiente documento es vital para la comprensión de dicho momento histórico: Becerril 3 de mayo de 1813 Ciudadano General Simón Bolívar: En la fecha siguen para los Valles de Cúcuta el capitán José Francisco Maestre y el Comandante Pedro Antonio García47, comandan los voluntarios de estos pueblos que pasan de más de 280. Dios y libertad Bruno Hernández48

Por mucho tiempo poseímos esta información sin saber qué había sido del futuro de Pedro Antonio García. De su compañero, el Capitán José Francisco Maestre, no solo sabíamos de su descendencia en Valledupar sino que conocíamos de la mayoría de los detalles de su labor militar como capitán del ejército patriota regional, al mando del cual combatió numerosas veces contra los realistas locales, los coroneles Juan Salvador Anselmo Daza y Buenventura de La Sierra. Al final, hallaríamos el hilo conductor hasta poder hoy, si bien no armar una biografía completa de Pedro Antonio García, por lo menos documentar las principales de sus hazañas y sus logros. Al conocer también su descendencia, a la cual hemos dedicado mucho tiempo, podemos divulgar nombres de hijos, nietos, bisnietos y tataranietos, entre los cuales ha habido muchos hombres ilustres. 382

45 Este documento del Archivo de Indias fue obtenido por el historiador Castro Trespalacios mediante el favor de su amigo Ernesto Restrepo Tirado, como él lo informa. 46 Testamento de María Concepción Loperena. Ver texto completo en: Gutiérrez Hinojosa, Tomás Darío, Valledupar, música de una historia. 47 La curiva es nuestra. 48 Fundación Jhon Boulton. Sección venezolana del Archivo de la Gran Colombia. W.U. 12-14

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1. EL CORONEL PEDRO ANTONIO GARCÍA

Y SU TRIUNFAL

CAMPAÑA POR LA LIBERTAD

Sabíamos ya, por el anterior telegrama, que Becerril fue la sede de la concentración de tropas para engrosar el ejército del Libertador y que Pedro Antonio García fue una de las dos personas bajo cuyo mando partiría desde Becerril el regimiento el 3 de mayo de 1813. Sería importante seguirle los pasos año tras año a nuestro prócer, pero la información que tenemos a partir de esta fecha y hasta su reingreso a Colombia con el Ejército Libertador para la Batalla de Boyacá es fragmentaria y no documentada, por lo cual preferimos saltarnos este período de seis años y retomarlo a partir de la batalla que dio la libertad a la Nueva Granada, no sin antes llamar la atención sobre el hecho de que Pedro Antonio García salió de Becerril en la referida fecha como simple “comandante” de un regimiento de voluntarios y regresó al país bajo el rango de teniente coronel y comandante del Batallón Vargas, como lo sería hasta el fin de la Campaña Libertadora, ya con el rango de coronel efectivo que alcanzó después de la Batalla de Bomboná. Esta anotación tiene el sentido de poner de relieve el valor de su gran campaña militar. Debo reiterar, por una cuestión de responsabilidad, que de ningún modo este relato constituye una biografía de Pedro Antonio García, pues en él no se hace un seguimiento cronológico ininterrumpido de su vida. Sin embargo este sí es un serio intento de descubrir un personaje histórico olvidado hasta hoy, mediante la documentación verídica de algunas de sus principales acciones en la gesta emancipadora. En particular, se documentarán detalladamente sus heroicas acciones en la Batalla de Bomboná, una de las que resaltan su loable valentía y espíritu patriótico. Volviendo al 7 de agosto de 1819, recordemos que el ejército libertador había partido del pueblo venezolano de Mantecal en la provincia de Barinas, 65 días antes de su ingreso triunfal a Bogotá luego de vencer en la batalla de Boyacá.49 Para saber qué fue de Pedro Antonio García inmediatamente después de la batalla de Boyacá es decisivo el siguiente documento:

49 Cita de Daniel Florencio O’Leary, en: Reportaje de la historia de Colombia. Planeta Colombiana Editorial. 1989.

Del propio campo de Boyacá, inmediatamente después de la batalla, el libertador despachó al coronel Cruz Carrillo con algunos soldados a organizar milicianos con destino a la campaña que debía emprenderse inmediatamente sobre Venezuela. Soprendió Carrillo a González en Charalá y en desbandada lo llevó hasta la frontera. Despachó el libertador también enseguida, tropas para Pamplona y dejó en Tunja, Chocontá y Zipaquirá y otras poblaciones, oficiales para que organizaran nuevos cuerpos y dominaran y desarmaran las partidas dispersas de los derrotados. En La Mesa lo hizo el oficial José Hilario López y en su hacienda de “Saldaña” el coronel Domingo Caicedo, ambos futuros presidentes. Para Mariquita partió el coronel José María Mantilla; para Antioquia el teniente Coronel José María Córdoba; para el

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Bajo Magdalena el teniente coronel Hermógenes Maza; para Neiva el teniente coronel Pedro Antonio García; para Popayán el mayor Joaquín París. En el Valle del Cauca asumió la autoridad el general Joaquín Ricaurte Torrijos.50

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De 1819, fecha de la batalla de Boyacá, pasaremos a la de Bomboná en 1822. Esta, una de las más sangrientas y temerarias batallas por nuestra independencia, no solo fue el paso decisivo hacia la Campaña del Sur, sino que mostró al enemigo español que sus contendores patriotas poseían una valentía inquebrantable y casi irracional, hasta el punto que, en adelante, la sola presencia del Ejército Libertador era de por sí intimidatoria. Resaltaremos la fiera e inteligente labor del teniente coronel Pedro Antonio García quien, a sangre y fuego, bajo las tinieblas de la noche y contra los precipicios inexpugnables de la geografía del actual departamento de Nariño, logró penetrar al propio campo del enemigo pasando por encima de los cadáveres de su propio batallón Vargas, casi totalmente despedazado junto al Batallón Bogotá como lo registra la historia. Desde diciembre de 1821 el Libertador preparaba la marcha al Sur no obstante que pesaban las consecuencias de las duras campañas anteriores. Había más de mil soldados enfermos en los hospitales de Caloto y Cali, lo cual había reducido la división del general Pedro León Torres a ochocientos hombres. A pesar de lo anterior: […] el Libertador dispuso que la División Torres iniciara la marcha al Sur. El 9 de febrero de 1822 el Batallón Bogotá partió hacia Tambo; el Batallón Vargas, el segundo escuadrón de guías y el General Torres siguieron el día 13.51

Así sucesivamente seguían partiendo los generales y coroneles con sus batallones hasta el día 25 de febrero. El Libertador partió el día 8 de marzo de 1822; a la hora del combate, el orden de batalla del Ejército Libertador fue el siguiente: Orden de batalla del ejército patriota Efectivos aproximados: 2.000 Comandante general: General Simón Bolívar Jefe de estado mayor: General de Brigada Bartolomé Salom Primera división de vanguardia: Comandante, General de Brigada Pedro León Torres. Unidades: Batallón Bogotá, Teniente Coronel Joaquín París. Batallón Vargas: Teniente Coronel Pedro Antonio García52 Escuadrón segundo de guías: Segunda división: Comandante, General de Brigada Manuel Valdez Batallón Rifles: Coronel Arturo Sanders Escuadrón Primero de Guías: Teniente Coronel Calderón 384

50 Lozano y Lozano Fabio. “Anzoátegui”. Biblioteca de Historia Nacional. Vol. C., Bogotá, 1963. (La cursiva es nuestra). 51 Historia Extensa de Colombia. Vol. XVIII. Historia militar, T. 3 52 La cursiva es nuestra.

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Escuadrón Cazadores Montados: Teniente Coronel Juan José Flores Escuadrón Húsares de la Guardia: Teniente Coronel Laurencio Silva (recibió orden de permanecer en el peñol). Otras tropas: Batallón Vencedor en Boyacá: Teniente Coronel José Ignacio Pulido. Lanceros de la Guardia: Teniente Coronel Cruz Paredes.53

Reiteradamente, la historia ha calificado cada episodio de esta inefable batalla como “homérico”. El Ejército Libertador fue formidable en su valentía y capacidad militar, pero sin duda una de las más destacadas figuras fue el teniente coronel Pedro Antonio García. Después de que el general Simón Bolívar tomó la decisión de atacar el 7 de abril de 1822 a un ejército realista atrincherado y protegido por la inexpugnabilidad de aquellas montañas, resulta sobrecogedor el hecho de que el derramamiento de sangre de los propios comandantes patriotas no frenado el ímpetu del Ejercito Libertador. Herido el general Torres, tomó la dirección personal del ataque el teniente coronel Lucas Carvajal; herido este, lo remplazó el teniente coronel Joaquín París; herido igualmente París le sucedió el teniente coronel Ignacio Lúquez; hirieron a Luquez y ocupó su lugar el teniente coronel Pedro Antonio García; herido García, el sargento mayor León Galindo; herido Galindo, como los otros el sargento mayor Federico Valencia le siguió y de la misma manera fue herido, con lo cual a la media hora de fuego, todos los jefes de la división de vanguardia estaban fuera de combate.54 En cuanto a la afirmación según la cual todos los jefes patriotas heridos quedaron fuera de combate, hay una importante excepción, uno de ellos seguiría comandado su batallón y peleando herido, con un fusil en la mano como cualquier soldado: El comandante del Vargas teniente coronel García que desde el principio de la acción tuvo una herida y tres contusiones, estuvo constantemente en el campo de batalla, mandando las reliquias de su valiente batallón y aún se le veía sentado con un fusil en la mano combatiendo como un soldado.55

“El Batallón Vargas casi desapareció, el Bogotá quedó en reliquias”, diría el historiador Bohorques Casallas. 53 Historia Extensa de Colombia. Volumen XVIII. Historia Militar. Tomo III, p. 325 54 Historia Extensa de Colombia. Vol. XVIII. “Historia Militar”. T. III, p. 326. 55 Memorias del General O’leary. T. XIX, Nº 19, Caracas. Imprenta el Monitor. 1883, p. 238 (la cursiva es nuestra). 56 Bohórquez Casallas, Luis. Breve biografía de Bolívar. Diciembre 1980.

Al día siguiente el jefe español devolvía las banderas de los batallones Vargas y Bogotá con una comunicación en la que decía: yo no quiero conservar un trofeo que empaña las glorias de dos batallones de los cuales se puede decir que si fue fácil destruir ha sido imposible vencer.56

Esta gloriosa victoria le costó al Ejército Libertador la vida de 107 soldados, 8 oficiales y un capitán, además, fueron heridos más de 340 hombres.

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Como el resultado de su heroísmo, el Teniente Coronel Pedro Antonio García, además de ganarse una “particular recomendación”, “elogios” y la distinción de “Benemérito a la Patria”, obtuvo el ascenso a coronel efectivo.

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S.E. el Libertador ha confesado altamente que el dolor de ver tan bravos soldados tendiendo en el campo no ha podido aliviarlo sino la satisfacción de haber visto su guardia no solo sostener su brillante reputación, sino superarla con mucho, combatiendo con más valor que nunca. En el campo de batalla mismo ha dado los siguientes ascensos: al señor General de brigada Manuel Valdez, a General de división, al señor coronel Barreto, a General de brigada, al señor comandante Sanders, a Coronel vivo y efectivo, a los comandantes de Bogotá y Vargas al grado de Coroneles […].57

Un informe cronológico de Bartolomé Salom, dice en el mismo sentido al referirse al día 9: Movimiento. Volvió a bajar la división a la hacienda de Cariaco, donde se acuarteló. Ocurrencias.- En este día fueron nombrados generales de división los señores generales de brigada M. Valdez y Pedro León Torres, General de Brigada al señor Coronel Barreto, coroneles vivos y efectivos, los señores coroneles graduados Carvajal y Sanders. Se le dio el grado de coroneles a los comandantes Murgueytio, París y García. Todos estos grados fueron dados en la orden general del ejército, como así mismo el título de Beneméritos a la patria a todos los cuerpos que combatieron en el día de Bomboná.

Por último, en cuanto a la batalla de Bomboná y el significado que para su desenlace tuvo la labor del coronel Pedro Antonio García, resulta elocuente una carta de él mismo al coronel Murgueytio: Al señor teniente coronel graduado J. Murgueytio. Para el ataque del día 7 del corriente contra el enemigo que ocupaba la altura de Cariaco, tuve la orden de seguir la marcha del batallón Bogotá, por el camino real. Como la cuarta compañía hubiese quedado destacada en este pueblo lo ejecuté con la 1ª, 2ª y 3ª del Batallón de mi mando, cuya fuerza ascendía a 309 de tropa con dos jefes y 17 oficiales. La senda estrecha solo permitía formar en casi toda su extensión a cuatro de frente. En este orden avanzó la columna de mi mando por encima de los cadáveres y heridos del Batallón Bogotá, que caían en gran número bajo los tiros enemigos. Renovado el combate por las tropas de mi cargo ellas sufrieron al fin igual suerte. Destrozados ambos batallones y perdidas las esperanzas de superar los obstáculos que había puesto el enemigo en el descanso de la quebrada, los jefes y oficiales que aún existían de ambos cuerpos, reunimos los restos de uno y otro y ocupando las alturas de esta parte, nos contrajimos a sostener el fuego contra la opuesta hasta que viniendo al choque el 386

57 Memorias del General O’leary. T. XIX, Nº 19, p. 239.

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Batallón Vencedor nos reunimos a él y continuamos la jornada, que terminó la noche. La tropa manifestó una subordinación indecible y animada por la oficialidad se condujo con la mayor intrepidez. En los jefes y oficiales reinó la mayor constancia y un valor a toda prueba, manifestando aún más el teniente coronel graduado Vicente Micolta y el capitán José Antonio Guevara, que después de haber sido herido levemente el primero y contuso el segundo, permanecieron en la lucha hasta la noche. Las circunstancias de hallarse en este hospital el sargento mayor y los tres capitanes de las compañías, la de haber muerto en el campo de batalla el Ayudante Mayor y la de hallarse los restos en el campo de Bomboná, no me permiten por el momento incluir el estado de muertos y heridos, que pasaré luego que haya tomado razón. Es cuanto en cumplimiento de lo mandado y en obsequio de la verdad puedo decir sobre este particular. Dios etc.- Conzacá, 10 de abril de 1822. El Comandante, Pedro A. García58

De las acciones del Coronel Pedro Antonio García en las siguientes batallas no poseemos detalles hasta el momento, pero sí la información oficial sobre su participación, como en el siguiente caso: García, Pedro Antonio (coronel nacido en Nueva Granada) estuvo en las batallas de Junín, Matará y Ayacucho; en la Campaña del Alto Perú; en la del sur en 1829; peleó en Dabajuro, Tarqui y Santuario de Funza.59

58 Carta del Coronel Pedro Antonio García al Teniente Coronel J. Murgueytio. Memorias del General O’Leary. T. XIX, Nº 19, Caracas. Imprenta el Monitor. 1883. 59 Cortazar, Roberto. Correspondencia dirigida al General Santander. Vol. IV, Bogotá, 1966, p. 255. 60 Ver texto del Acta del “Consejo Ordinario” de lunes 17 de enero de 1825, en: Acuerdos del Consejo de Gobierno de la República de Colombia, 18251827. T. II, Bogotá, Biblioteca de la Presidencia de la República, 1988. 61 Correspondencia dirigida al General Santander. Comandante Pedro Antonio García. Vol. VI, Bogotá, 1966, p. 139. 62 Ver Acuerdos del Consejo de Gobierno de la República de Colombia, 18211824. T. I, Bogotá, Biblioteca Presidencia de la República, 1988.

La agitada vida de la naciente república acompañaría hasta la tumba a este tipo de hombres que fueron sus forjadores a sangre y fuego. Tal parece que el Coronel Pedro Antonio García no conoció la paz. Ya en la república se lo encontraba con frecuencia participando tanto en la vida política como militar y viajando aún por fuera de la Gran Colombia. Fue gobernador de varias provincias, de algunos pocos de cuyos nombramientos tenemos prueba documental, por ejemplo sobre su designación como gobernador de la provincia de Socorro en 1825.60 Del mismo modo, contamos documentación sobre su no aceptación del nombramiento que le hiciera el General Santander como gobernador de la provincia de Panamá, por razón de su salud, y su posterior aceptación de igual nombramiento para la provincia de Mompox en diciembre de 1826, el cual aceptó y agradeció al General Santander, según una carta del 1º de diciembre de 1826 enviada desde Cartagena.61 Otra de tantas designaciones importantes fue la de “Ministro Interino de la Alta Corte Marcial” hecha el 14 de junio de 1824.62

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Otro aspecto importante de su vida fue la incuestionable y fructífera amistad con el General Santander, de lo cual da testimonio la obra Correspondencia dirigida al General Santander, en donde pueden contarse 19 cartas del Coronel al General con importantes aspectos tanto de la campaña libertadora como de la organización de la república.

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Todo indica que después de lograda la libertad de la Gran Colombia, el afán libertario del Coronel Pedro Antonio García aún no estaba satisfecho y continuó viajando por Sur América como adalid de la libertad. En este sentido, el siguiente documento es muy importante: Ayer ha llegado de Barcelona, procedente de Angostura el Coronel P. A. García. Desgraciadamente está muy enfermo. Me dice que Guayana es un pueblo decidido por la libertad, pero que en Barcelona no tiene opinión ninguna (…) ni contra de ella.63

Al parecer, el Coronel murió en combate, defendiendo los ideales patrios muy a principio de las guerras entre centralistas y federalistas. Los primeros violentos contra el gobierno institucional, pretendiendo llevar a la dictadura al General Simón Bolívar, armaron ejército y desafiaron al gobierno desde sus trincheras. La conclusión del fatal desenlace de la brillante y valerosa vida del Coronel la sacamos del siguiente documento: Después de algunos encuentros de poca consideración visto que los sublevados no se presentaban a ninguna transacción admisible, el gobierno dispuso que una columna compuesta de sus mejores tropas saliese a batirlos el día 27 de agosto al mando del benemérito Coronel Pedro Antonio García. La herida mortal que este jefe recibió desde principios del combate, la ventajosa posición y los fuertes atrincheramientos desde donde peleaba el enemigo, y otros accidentes fortuitos de la guerra, produjeron la derrota y completa destrucción del ejército del gobierno. Allí cayeron muchas ilustres víctimas lidiando por sostener las autoridades legítimas y los fueros y libertades de la nación; víctimas de quienes la patria agradecida conservará para siempre un grato recuerdo en sus anales. Centenares de oficiales rendidos después del combate recibieron la muerte que con ferocidad salvaje se complacían en darles los vencedores.64

El año no se precisa, pero si este fue el fin de la gloriosa vida de nuestro héroe, esto ocurrió entre 1831 y 1833.

2. LA

DESCENDENCIA DEL PRÓCER

Un ilustre nieto del Coronel Pedro Antonio García, el becerrillero del siglo XIX don Roberto García Quiroz y su esposa, doña Adriana Hernández Quiroz. El famoso médico chiriguanero, Dr. Robertico García Hernández (19021991), hijo de los anteriores. 388

63 Carta dirigida desde Caracas por Francisco Soto el 27 de noviembre de 1829. Santander en Europa. Cartas de viaje. 1829-1832. T. III, Biblioteca de la Presidencia de la República. 64 Gómez Domínguez, Luis Horacio (comp.). Administraciones de Santander. 1831-1833. T. III, Bogotá, Biblioteca de la Presidencia de la República, 1990.

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BECERRIL Y EL PRÓCER DESCONOCIDO DEL CARIBE COLOMBIANO

Hasta los dos primeros años del siglo XX, la descendencia del Coronel Pedro Antonio García vivió en su tierra natal, Becerril. Su hijo, Pedro Antonio García Bonilla, vivió y murió en Becerril, pero su nieto don Roberto García Quiroz y la esposa de este, doña Adriana Hernández Quiroz de García, por las razones expuestas anteriormente, en todo caso de orden político, debieron emigrar con el resto de sus familiares hacia Chiriguaná a principios del siglo. La persona que hemos tomado como clave para trazar una línea completa de la descendencia del héroe es el médico nonagenario Dr. Roberto Antonio García Hernández, ofidiólogo consagrado hasta los últimos años de su fructífera y sabia ancianidad. El Dr. “Robertico” era hijo de los ilustres becerrileros don Roberto García Quiroz y doña Adriana Hernández Quiroz. Valga decir que doña Adriana era bisnieta del también prócer becerrilero don Bruno Hernández. Siguiendo la línea ascendente, don Roberto García Quiroz era hijo de Pedro Antonio García Bonilla, hijo del Coronel Pedro Antonio García. Un importante documento para la creación de esta línea es la partida de bautismo del médico Roberto García Hernández, que a continuación presento: Libro:

9 de bautismos

Folio:

23

Número:

71

“Roberto Antonio” En Chiriguaná jurisdicción de la 1ª Parroquia de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá (Chiriguaná) a nueve de noviembre de mil novecientos dos, el Presbítero Rafael E. Vega, debidamente autorizado, bautizó a: Roberto Antonio nacido el veintiseis de mayo de mil novecientos dos; hijo de: Roberto A. García y Adriana Hernández; abuelos paternos: Pedro A. García y Carolina Quiroz de García; abuelos maternos: Fidel Hernández y Esperanza Quiroz; padrinos: Fidel Hernández y Clotilde G. de Royero; doy fe: Rafael E. Vega. Prbro. Sin anotación marginal de matrimonio a la fecha. Es fiel copia tomada de su original. Expedida en Chiriguaná a veintinueve de junio de dos mil seis. James Enrique Romero Ramos Presbítero

Resaltamos en esta partida el nombre del abuelo paterno, Pedro A. García; se trata de Pedro Antonio García Bonilla, hijo del prócer Pedro Antonio García. Vale la pena reivindicar, para el Caribe y Colombia, el enorme valor social, político y económico que la descendencia del Coronel Pedro Antonio García ha sabido mantener con honor hasta hoy; entre ellos ha Respirando el Caribe. Vol. II. Memorias del II Encuentro de Investigadores del Caribe Colombiano ______________________________

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habido una serie invaluable de hombres ilustres. Su hijo Pedro Antonio García Bonilla fue uno de los mayores hacendados ganaderos durante el siglo XX en Becerril; igualmente lo fue su nieto don Roberto García Quiroz, quien se preocupó en épocas tan difíciles por hacer profesionales a sus hijos, entre ellos el ingeniero agrónomo Pedro Antonio García Hernández, primer director del SENA del antiguo departamento del Magdalena y primer director del IFA (Cesar); su otro hijo, Cristóbal, abogado de la Universidad del Rosario, magistrado del Tribunal Superior del Cesar, nombrado magistrado de la Corte Suprema de Justicia, cargo al que renunció pronto debido a la muerte de su padre y la necesidad de encargarse de los negocios de su familia. El Dr. Cristóbal fue el padre del Dr. Luis Roberto García Díazgranados, quien fuera gobernador del departamento del Cesar durante la presidencia del Dr. Alfonso López Michelsen. El otro varón fue el célebre médico de la Universidad de Cartagena, Dr. Roberto Antonio García Hernández (1902-1991), para quien un gobernador del departamento, don Pepe Castro, construyó un pabellón de ofidiología en el Hospital de Chiriguaná, ya que los pacientes mordidos de culebra acudían a él desde toda la Costa y los Santanderes. Gracias a mis conversaciones con el Dr. “Robertico”, a principios de los ochenta, logré esclarecer muchas cosas acerca de la descendencia del prócer.

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Don Roberto fue además el padre de tres hijas: Juana Valentina, Esperanza Carolina y Adriana Verónica García Hernández. Es importante resaltar el afán de la familia García por mantener vivo el nombre de su célebre y desconocido ascendiente: siempre ha habido vivo por lo menos un Pedro Antonio García; en la actualidad viven Pedro Antonio García Peña y su hijo Pedro Antonio García Bahamón. Conste que quien esto escribe no tiene otro interés que el de investigar y desvelar verdades históricas trascendentales de su región y su país, con el fin de que Colombia pueda reconstruir una historia real, como forma de acrecentar su orgullo patrio y edificar con mayor sensatez el futuro.

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