REVISTA DEL OBSERVATORIO DEL CARIBE COLOMBIANO

aguaitA R E V I S TA   D E L   O B S E RVAT O R I O   D E L   C A R I B E   C O L O M B I A N O aguaita R E V I S TA   D E L   O B S E R VAT O R I O

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aguaitA R E V I S TA   D E L   O B S E RVAT O R I O   D E L   C A R I B E   C O L O M B I A N O

aguaita R E V I S TA   D E L   O B S E R VAT O R I O   D E L   C A R I B E   C O L O M B I A N O N Ú M E R O 1 9 – 2 0 D I C I E M B R E D E 2 0 0 8 – J U N I O 2 0 0 9 C A R TA G E N A D E I N D I A S

DIRECTOR ACADÉMICO D I R E C T O R A E J E C U T I VA EDITOR

Antonio Hernández Gamarra Madalina Barboza Senior Ariel Castillo Mier

CONSEJO EDITORIAL

CONSEJO ASESOR

E N T I DA D E S D E A P OYO

Alberto Abello Vives Weildler Guerra Curvelo Luis Alarcón Meneses Cristo Figueroa Sánchez Cecilia López Montaño Adolfo Meisel Roca Claudia Mosquera Jorge Nieves Oviedo María Trillos Amaya Fabio Zambrano Pantoja

Jaime Abello Banfi Carmen Arévalo Correa Beatriz Bechara de Borge Roberto Burgos Cantor Mario Giraldo García Patricia Iriarte Díaz Granados Consuelo Posada Gustavo Bell Lemus

Universidad del Atlántico Universidad de Cartagena Universidad de Córdoba Universidad de la Guajira Universidad del Magdalena Universidad Popular del Cesar Universidad de Sucre Cámara de Comercio de Cartagena Cámara de Comercio de Sincelejo Colciencias

DISEÑO GRÁFICO COLABORADORES DE ESTE NÚMERO

FOTOGRAFÍAS

ILUSTRACIONES PRE PRENSA IMPRESIÓN CANJE, SUSCRIPCIONES Y CORRESPONDENCIA TELÉFONOS CORREO ELECTRÓNICO WEB SITE

Luz Dary Villamil V. Javier Ortiz Eric Dubesset Adolfo Meisel Roca Joaquín Viloria de la Hoz Margarita Sorock Julio Escamilla Morales Alexander Pereira Fernández Armando Martínez Garnica Gerardo Ardila Alberto Abello Vives Víctor Manuel Moncayo Álvaro Medina Hernán Vargascarreño Rómulo Bustos Aguirre Guillermo Tedio Lyda Vega Ariel Castillo Mier Nadia Celis Salgado Augusto Otero Herazo Nereo López Clara Eugenia Sánchez Manuel Pedraza Rubén Darío Otálvaro El Meridiano de Córdoba El Espacio Revista Credencial Archivo de Investigadores Orlando Fals Borda, Universidad Nacional Rómulo Bustos Aguirre Elograf Ltda. Editora Géminis Getsemaní, Calle del Guerrero No. 29 - 02 2º piso 6602491 – 6601364 - 6602395 [email protected] www.ocaribe.org

El Observatorio del Caribe Colombiano es el centro de estudios regionales del Sistema Universitario Estatal (SUE) del Caribe y realiza programas concertados con el Ministerio de Cultura de Colombia. El material de esta publicación puede ser reproducido parcial o totalmente citando la fuente y el autor. Las opiniones expresadas en los artículos firmados son de exclusiva responsabilidad de sus autores y no comprometen al Observatorio del Caribe Colombiano. Impreso en Colombia, Printed in Colombia, Cartagena, diciembre de 2008 – junio de 2009. ISSN

0124- 0722

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ntenido

EDITORIAL OPINIÓN

El Caribe: un mapa heterogéneo que fascina, seduce y atemoriza. Entrevista con Arcadio Díaz Quiñonez Javier Ortiz 9

La reciente invención del caribe nicaragüense Eric Dubesset 21

HISTORIA

La estructura económica de San Andrés y Providencia en 1846 Adolfo Meisel Roca 31

E CO N OMÍA

Y

SOCIEDAD

Cerro Matoso y la economía del ferroníquel en el Alto San Jorge (Córdoba) Joaquín Viloria de la Hoz 41

C ULTURA

El Caribe en la narrativa de Eligio García Margarita Sorock 59

Amor, despecho y cortesía en las canciones de Agustín Lara Julio Escamilla Morales 74

CIUDAD

Y

REGIÓN

Pelícanos y rémoras en Bazurto Adolfo Meisel Roca 95

D ossier

Homenaje a Orlando Fals Borda 99

Orlando Fals Borda: el nacimiento de una vocación Alexander Pereira Fernández 101

Historia doble de la Costa: : el legado que nos queda Armando Martínez Garnica 117

Vida y Obra de Orlando Fals Borda Las ideas de Fals Borda sobre la regionalización del país Gerardo Ardila 123

Fals Borda y la regionalización. Comentarios a la ponencia de Gerardo Ardila Alberto Abello Vives 129

Fals Borda: hombre icotea y sentipensante Víctor Manuel Moncayo Cruz 133

ARTES

PLÁSTICAS

La Cueva y sus poéticas visuales Álvaro Medina 139 POESÍA

Hernán Vargascarreño 145

LA

ALEGRÍA

DE

LEER

Guillermo Tedio Lyda Vega Ariel Castillo Mier 147

LA

ALEGRÍA

DE

BAILAR

Nadia Celis Salgado 155

NOTIC IAS 159 R ESÚMENES 167 AUTORES 168

rial o edit

D

esde su firma el 2 de noviembre de 2007, en Barranquilla, la dirigencia política, empresarial, académica, los medios de comunicación, los gobiernos locales y algunos sectores ciudadanos de la región, se han venido incorporando con entusiasmo al Compromiso Caribe. Esta propuesta de desarrollo regional recogió las conclusiones de ocho talleres realizados en los departamentos del Caribe colombiano, en los que se plantearon interrogantes y se esbozaron propuestas para empezar a reducir en serio las profundas y persistentes brechas entre las regiones de Colombia. La iniciativa, consignada en 11 puntos que tienen el propósito de una agenda de desarrollo, se suma y complementa con otras propuestas surgidas en el Caribe1, la región que más ha insistido en un reconocimiento institucional, y más ha recalcado en la necesidad de que el Gobierno central salde viejas y recientes deudas económicas y sociales con la periferia colombiana. En los talleres que precedieron la firma del Compromiso, el Observatorio del Caribe Colombiano estuvo acompañado por Fundesarrollo y el Centro de Estudios Económicos Regionales (CEER) del Banco de la República en Cartagena, instituciones que de paso asumieron la tarea de evaluar y hacerle un seguimiento periódico. En ese sentido, el primer paso lo dimos en 2008, cuando convocamos a investigadores de las universidades oficiales de la región para que evaluaran los planes de desarrollo departamental a la luz de los postulados del Compromiso. Así mismo, importantes académicos del país, invitados por el Observatorio, expusieron sus puntos de vista sobre los principales retos de la región de cara a las propuestas y metas fijadas en esta iniciativa, en encuentros realizados en las ciudades capitales. En el 2009, de nuevo en compañía de Fundesarollo, realizamos un foro con los candidatos y precandidatos de origen costeño a la Presidencia de la República para conocer su percepción sobre el Compromiso y cómo lo incorporarían a sus propuestas de gobierno. Este ejercicio fue otro avance para posicionar el tema en el debate político regional y nacional, y para ambientar una reflexión más sistemática que llegue a sectores más amplios de la población. Así mismo, en el presente año iniciamos la socialización de los resultados del “Indicador Global de Competitividad de las ciudades del Caribe Colombiano, 2008”, una investigación en la que se evaluó la situación competitiva de 22 ciudades del país y se elaboró un ranking en el que las capitales de los ocho departamentos de la región, con excepción de Barranquilla y Cartagena, se ubicaron en los últimos lugares de la clasificación. En la actualidad, el equipo de investigadores del Observatorio, con la financiación de Colciencias y el apoyo técnico de la Universidad de Cartagena, construye una plataforma virtual de indicadores para monitorear los avances de la región en el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) y del Compromiso Caribe. Esta plataforma

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Al menos cuatro manifestaciones marcan la agenda regional del Caribe en el siglo XX y la primera década del XXI. La primera de ellas fue la Liga Costeña, cuya primera asamblea se reunió el 12 de enero de 1919 en Barranquilla, a instancias de los periódicos de la región; casi 50 años más tarde aparecería el Sistema de Planificación Urbano Regional –Sipur-- (1974); en los años 80 empezaron los foros regionales (El I Foro de la Costa Atlántica se realizó en marzo de 1981. En total se realizaron siete foros.), que marcaron uno de los períodos de mayor activismo en los temas regionales y le dieron protagonismo a una nueva generación de dirigentes; y el Compromiso Caribe, firmado el 2 de noviembre de 2007 en Barranquilla.

contendrá, además, un componente de indicadores de competitividad que permitirá medir los avances o retrocesos de la región en esta materia. Los primeros resultados de este proyecto los conocerá la comunidad en el primer trimestre de 2010, y confiamos en que será una herramienta de mucha utilidad para generar nuevas investigaciones. Estos ejercicios de seguimiento y reflexión con los que el Observatorio cumple su “compromiso” con el Caribe colombiano son, sin duda, una plataforma para sustentar, impulsar y visibilizar los justos reclamos de una región cuyos indicadores de progreso material, social e institucional, lejos de converger con los de las zonas más desarrolladas del país, se acercan, en algunos casos, a los de las más atrasadas. Estamos convencidos de que el propósito fortalecido de la identidad y la integración Caribe, y la urgente necesidad de lograr un mayor equilibrio regional, tocarán muy pronto las puertas de las instancias a cuya responsabilidad corresponde definir las políticas para lograr este fin. Mientras tanto, hay que seguir empujando, ojalá con mucho empeño y en la misma dirección.

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El Caribe: un mapa heterogéneo que fascina, seduce y atemoriza. Entrevista con Arcadio Díaz Quiñonez Javier Ortiz Cassiani El desaparecido Edward Said nos reveló hace algún tiempo cómo el imperialismo, desde mucho antes que se produjeran las invasiones a los territorios, encontró en las expresiones artísticas y literarias su fundamento más sólido. Las obras de Conrad, Dickens, Flaubert e inclusive la ópera de Verdi, están cargadas de manifestaciones que muestran la idea de superioridad del mundo occidental. Resulta muy reveladora la imagen de Robinson Crusoe, inmortalizada por Daniel Defoe, del náufrago europeo que llega a una isla aparentemente desierta, rebautiza todo y construye un mundo lo más parecido al que había dejado atrás. Crusoe nombra, legisla, traza límites, ordena e inventa una nueva cartografía del lugar.

El Caribe ha sido, por excelencia, un espacio imperial. En él, las potencias fueron construyendo sus cartografías del poder que lo convirtieron, durante mucho tiempo, en una zona exótica que atemorizaba, pero también seducía. El Premio Nobel de Literatura V.S. Naipaul, en su obra Un camino en el mundo, con su estilo crítico, habla de aquellos extranjeros que construyen imágenes del Caribe desde la comodidad de sus lujosos cruceros y que, luego, por esa capacidad que siempre ha tenido el poder de nombrar, imaginar y construir geografías, se convierten en la visión oficial de varios pueblos del Caribe. Arcadio Díaz Quiñónez, investigador, ensayista y crítico literario, profesor de la Universidad de Princeton en los Estados Unidos, en la presente entrevista que se realizó en 1998, nos habló de ese Caribe producto de la penetración imperial y de la complejidad que eso implica. En su generosa y aguda conversación se ocupó del racismo, la exclusión, la dificultad de formación de los estados naciones, la modernidad, la Guerra Hispanoamericana y lo emblemático pero difícil de conmemorar que resultaba el año 1898. Arcadio también habló de Cartagena y el Caribe colombiano, como una forma más de refutar los mapas construidos desde el poder que por muchos años asumieron estos territorios por fuera del Caribe.

La necesidad de historiar los mapas del Caribe Arcadio, en los últimos años el Caribe ha sido uno de los escenarios que más discusión ha generado. Existen serios intentos para tratar de definir lo que es ese espacio caribeño, que intenta superar las visiones exóticas. Desde la experiencia que usted tiene como investigador, ¿qué nos puede decir al respecto?

La mirada sobre el Caribe, en efecto, es un problema literario, cultural, antropológico e historiográfico. Ya en el famoso libro de Benedict Anderson, Comunidades Imaginadas -sobre todo en la segunda edición-, hay un a g u a i t a - DIECINUEVE - VEINTE / diciembre 2 0 0 8 - Junio 2 0 0 9

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planteamiento sobre mapas, geografías, que creo que es central para el debate contemporáneo. ¿Cuál es el mapa?, ¿cuáles son los mapas que se han concebido para el Caribe? Aunque, por supuesto, no pensando en el Caribe, esta preocupación está planteada en Anderson, al igual que en el libro de Edward Said, Cultura e Imperialismo. Es decir, las transformaciones geográficas, geopolíticas, los nuevos mapas que se establecen con los imperios y los cambios de imperios, y con los estados nacionales. Así, yo diría que el primer problema, hoy día, para discutir, cuando uno habla del Caribe, es partir del comienzo o de uno de los comienzos, cuál es el mapa, cómo se ha entendido la cartografía o, mejor aún, cuáles son los mapas que históricamente se han privilegiado y desde qué intereses, porque la cartografía es también una relación de poder. ¿Cuáles son esos mapas del Caribe?

A mí me parece que el mapa del Caribe es muy debatible. Problemático desde los comienzos de la modernidad que, para mí, está en el siglo XVI, en el caso del Caribe. Peter Hulme, estudia el mapa del Caribe, por ejemplo, en Inglaterra, en el siglo XVI, que abarca desde el sur de los Estados Unidos hasta Venezuela1. Es un Caribe inmenso, la zona de los caníbales, porque eso es lo que quiere decir caribe, y es el Caribe que aparece en las obras de Shakespeare, por ejemplo, un Caribe inmenso que es el espacio de la otredad, una zona que fascina y atemoriza. Hoy el mapa es distinto, pero siempre persiste, por distintas razones, esa idea de zona oscura, que fascina y seduce y, al mismo tiempo, infunde temor. Desde luego hay que historizar el mapa; es decir, no hay un mapa del Caribe, sino que hay mapas históricos del Caribe, con ciertas inclusiones y exclusiones, y eso es un tema de debate. Yo no puedo decir ahora, cuál es mi mapa del Caribe, porque depende de lo que uno esté pensando, por ejemplo hay un mapa de la música, el amigo Ángel Quintero2, estudia la música del Caribe, entonces ese es un mapa. Hay que trabajar con varios mapas: el mapa literario; el mapa de la esclavitud, que es muy importante también; el mapa 1

Peter Hulme, Cannibalism and the colonial World, Cambridge, Cambridge University Press, 1998. 2 Se refiere al libro del sociólogo puertorriqueño Ángel Quintero Rivera, Salsa, sabor y control. Sociología de la música tropical, México, Siglo Veintiuno Editores, 1998.

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del contrabando; el mapa de las relaciones intelectuales y culturales; el mapa religioso… De todas maneras, yo creo que habría que empezar diciendo que hablamos hoy, con mayor conciencia, del Caribe como una zona amplia, heterogénea, que comparte ciertas experiencias históricas. ¿Cuáles son esas experiencias históricas?

Yo creo que el gran caribólogo Gordon Louis, a mi juicio, lo planteó muy bien en uno de sus importantes libros. Primero, la experiencia de la colonización europea es, sin duda, algo que marca a todo el Caribe y a todos los posibles caribes; en segundo lugar, la presencia fuerte de las culturas africanas en su transformación, lo que quiere decir la esclavitud. Esclavitud y modernidad empiezan juntos en el Caribe, esclavitud e imperio también, y desde luego la resistencia a esas dos grandes experiencias también permite marcar al Caribe; y tercero, la circulación increíble, tanto de europeos como de

norteamericanos, hacia el Caribe, y la circulación de los caribeños en el Caribe y fuera del Caribe... Las diásporas...

Exacto. Diásporas forzadas por una violencia inmensa como la diáspora de la esclavitud, pero también las diásporas modernas que pertenecen a la fuerza de trabajo. Desde los balseros cubanos hasta los puertorriqueños que viajan en avión continuamente, los colombianos, los cartageneros que viven en New Jersey y en Nueva York, esa diáspora no ha terminado y no va a terminar, todo lo contrario. Así que yo diría: mapa histórico, determinado por la mirada de quien mira y quien construye el mapa; en segundo lugar, experiencias decisivas como son la colonización, la esclavitud, las diásporas. Dentro de eso quizás el elemento unificador sea la presencia del mundo europeo y el mundo africano con sus transformaciones. Tal vez por mi ignorancia, en mi lectura hago un paréntesis, que muchos criticarían con razón, del mundo indígena en las islas del Caribe y el Caribe continental, porque me parece que el mundo indígena que fue realmente víctima del genocidio inicial, ha permanecido, pero muy transformado, de modo que, a mi juicio, no se puede comparar, en la modernidad, con el impacto de la presencia africana y el impacto de la presencia europea.

Modernidad, esclavitud y guillotina no se contradicen Teniendo en cuenta esta serie de mapas, las diferencias, la heterogeneidad, ¿cómo se aborda la modernidad en el Caribe?

Quiero decir una cosa sobre los mapas. Hoy nos preguntamos quién produce los mapas: hay que insistir mucho en esa pregunta, quién produce los mapas y para quién, porque no cabe duda de que el Caribe como sujeto histórico es también, en buena medida, nos guste o no, una construcción de una mirada externa. Esa mirada externa tiene que ver con los imperios y con la modernidad. Sobre la modernidad en el Caribe yo creo que hoy, en los estudios culturales y en los estudios literarios, hay una premisa fundamental que es una especie de hipótesis de trabajo, algo que el gran intelectual afroamericano W.E. Dubois llamó la doble conciencia de la modernidad, y que algunos teóricos historiadores

como Paul Gilroy, han tomado –aunque Gilroy no habla mucho del Caribe- como punto de partida. ¿Qué significa aquí la doble conciencia de la modernidad? Significa que en el Caribe y en muchas partes de América, la modernidad, ya desde sus comienzos, viene con toda la complejidad del mundo colonial y del mundo de la esclavitud. No es que haya una modernidad por un lado y que nosotros estemos rezagados con respecto de la modernidad: que la esclavitud es inherente a la modernidad europea y norteamericana y que el imperialismo es inherente a esa modernidad, no es contradictorio. El gran historiador cultural brasileño, Roberto Schwarz, escribió un ensayo -que a mí me gusta mucho, aunque discrepo- que llamó Las ideas fuera de lugar sobre Brasil. Es un ensayo muy estimulante, yo lo he leído muchas veces, hoy tendría que decir que estoy en desacuerdo, pero un desacuerdo interesante, porque es un texto muy bueno. Schwarz postula ahí que las ideas de la Ilustración, las ideas de la modernidad, eran ideas fuera de lugar en el Brasil, pues había un desfase muy grande entre la realidad de la sociedad esclavista, la realidad colonial, y las ideas de la Ilustración. Pienso que en el Caribe esa es nuestra modernidad, y no solamente la nuestra, es la modernidad europea también. La modernidad europea es la que construye todo ese edificio enorme del imperio, construye el edificio de la esclavitud y construye las colonias y, por lo tanto, no podemos separar una cosa de la otra. Es lo que Gilroy llama la doble conciencia de la modernidad, en el sentido de que hay una conciencia metropolitana de la modernidad y una conciencia, llamémosla colonial o criolla, de la modernidad. Ahora sabemos, como en la novela famosa de Alejo Carpentier, El Siglo de las luces, que la declaración de los derechos del hombre llega con la guillotina, en el mismo barco, a Haití, durante la Revolución Francesa. Carpentier, en su gran novela, plantea el impacto que tiene enseguida en el Caribe la declaración de los derechos del hombre y muestra que ésta llega con la guillotina, igual que en Europa. Doble mirada de esa modernidad que, por un lado, trae ideas de liberación, pero también trae una enorme violencia. Algunos estudiosos del Caribe han dicho, creo que con mucha razón, que sería más interesante estudiar la modernidad, por ejemplo, de la Revolución Francesa, desde Haití, y no a la inversa, como se suele estudiar.

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Por qué no empezar por Haití, Haití nos permitiría una mirada hacia Europa para observar esas ideas... Una mirada desde el otro...

Exacto, lo cual no quiere decir que no vaya a haber contradicciones; al contrario, se multiplican las contradicciones, pero nos permite una mirada mucho más matizada y compleja de eso que llamamos la modernidad. Creo que el debate actual está ahí, en una nueva reflexión sobre lo que es la modernidad, sobre su periodización, y sobre esto que podemos llamar la doble, algunos dirían la triple, conciencia de la modernidad. De modo que no se separe arbitrariamente una cosa de la otra, porque todos esos valores modernos identificados de una forma u otra son valores que sufren grandes transformaciones en Europa, en América y específicamente en el Caribe. Yo pienso mucho en eso, por ejemplo, cuando hablamos de la esclavitud, porque la modernidad sin esclavitud no se entiende.

Nada más premoderno que la esclavitud, parece una contradicción... Parece una contradicción, pero así es. La producción azucarera, la producción cafetalera, la producción algodonera, todo lo que fue transformando la cultura europea, descansa sobre la esclavitud en América y no se puede desligar una cosa de la otra. Sidney Mintz ha escrito todo un libro sobre la transformación del azúcar e incluso la invención de los dulces.3 Toda la ornamentación, la fantasía, en Europa, del mundo azucarero, del lenguaje, todo eso, repito, descansa sobre la mano de obra esclava. De modo que el dulce es muy moderno y está lleno de esclavos.

Pregoneros con cibernautas: coexistencia de temporalidades A partir de las apreciaciones que usted ha hecho, ¿podemos decir que debemos dejar ya de lado la visión del Caribe como un espacio premoderno, un espacio donde la modernidad no ha llegado, un espacio de la modernidad periférica? Es una pregunta interesantísima y también problemática, porque tiene que ver con terminologías. La terminología siempre es importante discutirla y detenerse en ella. Yo, por ejemplo, uso el término premoderno; en cambio, no uso o trato de evitar el 12

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término culturas periféricas, modernidades periféricas, a pesar de los buenos estudios que se han hecho bajo ese concepto. ¿Por qué? Quizás debo empezar por ahí. Yo uso premoderno, porque es una manera breve de apuntar hacia la coexistencia de temporalidades: no lo uso en un sentido peyorativo, lo uso como abreviatura de algo muy complejo. Empleemos algunos ejemplos que a mí me interesan mucho. En nuestro mundo caribeño es muy importante eso que hemos llamado como un término contradictorio Literatura Oral, es decir, las grandes tradiciones de poesía que se trasmiten oralmente. En el siglo XX, por ejemplo, gracias a los medios de difusión, radio, discos, casetes y toda clase de elementos de la gran revolución tecnológica, muchísima gente de todos los sectores

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Sydney Mintz, Dulzura y poder. El lugar del azúcar en la historia moderna, México, Siglo Veintiuno Editores, 1996

sociales, incluso los que saben leer, se han iniciado en la literatura a través de algún tipo de tradición oral, bien sea la canción, puede ser el bolero, la décima, tradiciones de trovadores. Todo eso existe y coexiste con una gran producción libresca. Yo llamo a la tradición oral premoderna para distinguirla de producciones literarias, por ejemplo, que dependen mucho de la alfabetización, porque la alfabetización fue un valor muy grande en la civilización y lo sigue siendo, y lo uno coexiste con lo otro. En última instancia, podríamos llamarlas a los dos modernas. Me parece interesante usar el término premoderno, porque apunta a la larga duración de esas tradiciones que uno observa en el Caribe, no solamente cuando hablamos de literatura. Es lo que el amigo Ángel Quintero ha observado cuando estudia los santos, la religiosidad puertorriqueña, las tallas en madera de altares privados y particulares de las casas, donde la gente, vaya o no a la iglesia, mantiene un espacio sagrado4. Yo he visto esos santos no solamente en Puerto Rico, sino en Nueva York, en New Jersey, porque los santos, además, son portátiles y viajan con la gente. Entonces es un elemento de gente que viaja

en avión y lleva su santito, y no hay nada más antiguo que esos santitos, porque es una tradición artesanal, de un sentido muy específico, que se opone, hasta cierto punto, a otros valores de la modernidad que coexisten con ellos, como la secularización, la educación basada en el libro, la alfabetización, etc. De modo que décimas, tradición oral, santos, apuntan hacia elementos premodernos que todavía coexisten con otros. Me llama muchísimo la atención del ambiente urbano de Cartagena, la presencia artesanal que ha desaparecido de otros lugares del Caribe; por ejemplo, en Puerto Rico, se ha reducido muchísimo. Lo artesanal con pequeñas empresas familiares, desde ebanistas, marqueterías, toda clase de trabajos, eso aquí está muy vivo todavía. Pero coexiste con una ciudad cibernética, con una ciudad absolutamente postmoderna, con una ciudad que tiene elementos del siglo XXI ya muy presentes. La artesanía y las manifestaciones más inquietantes de otra temporalidad, que no sabemos ni siquiera cómo llamarlas, coexisten, y eso crea tensiones, ambigüedades y posibilidades también. Tocas un punto sobre la cibernética, lo virtual, ¿cómo funciona eso a propósito de la coexistencia de temporalidades?

Precisamente era el otro ejemplo que quería citar, el de la cibernética, eso que Beatriz Sarlo ha llamado la segunda alfabetización. Todos pertenecemos al sistema educativo, pertenecemos a instituciones disciplinarias, nos basamos en el libro, en la palabra impresa, pero resulta que hoy los chicos que llegan al colegio, a lo mejor tienen más curiosidad y saben más del mundo cibernético o por lo menos les es mucho más natural estar viendo la televisión o trabajando con un monitor o haciendo sus juegos de video game. Están más familiarizados con una tecnología que sus maestros, ahora un chico de diez años o doce años tiene más capacidad que sus maestros. Entonces, ahí coexisten -Beatriz Sarlo lo ha analizado muy bien- la primera alfabetización con la segunda. No quiere decir que podemos prescindir de la primera, obviamente no; incluso la segunda, la de 4

Ángel Quintero Rivera, Vírgenes, magos y escapularios. Imaginería, etnicidad y religiosidad popular en Puerto Rico, San Juan, CIS, 1998.

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la cibernética, la de la gran revolución informática, presupone la primera, porque uno tiene que saber leer y escribir, y leer los libros. Pero hay una coexistencia, es una revolución de una magnitud extraordinaria lo que está ocurriendo desde el punto de vista de la información, de la diseminación, de la capacidad de archivo. Se ha transformado nuestra noción de archivo, nuestra noción de lo que es una foto, con todo lo que se llama digitalizar, y nuestra capacidad para manipular los materiales, pero al mismo tiempo, coexisten y coexistirán durante mucho tiempo con el libro, con el artículo, con el papel, con la biblioteca, con los documentos impresos, porque esa es una tradición tan fuerte que no puede, ni debe -espero- desaparecer, pero obviamente se va a transformar. El video, la cibernética, la informática, coexisten perfectamente con lo que ya hoy empieza a ser arcaico como es la producción de un libro.

El alto precio de la conformación de los estados nacionales Abordemos uno de los temas de mayor análisis en los últimos tiempos en el Caribe, la discusión acerca de la formación de los estados-nación.

En efecto, ese es uno de los temas centrales del debate contemporáneo y me voy limitar a algunos puntos. Quizás debo empezar por decir que estoy leyendo ahora el libro de Alfonso Múnera, El Fracaso de la nación, región, clase y raza en el Caribe colombiano, un libro que me está gustando muchísimo y creo que va a ser muy importante. Quisiera partir de ahí, porque es una lectura que muestra todos los problemas que nos interesan. Creo que lo que Múnera plantea fundamentalmente es la dificultad o la imposibilidad de los estados nacionales para ciertas comunidades del Caribe, y él lo ilustra con la historia de Cartagena, y con la historia de Cartagena frente a Santa fe de Bogotá y con el triunfo eventual del estado nacional colombiano y la liquidación de la posibilidad de la nación cartagenera. Resumámoslo, es la historia de una imposibilidad. El libro, tiene una riqueza de materiales extraordinaria y está escrito con enorme inteligencia, Múnera destaca allí realmente un capítulo importante para todo el Caribe, porque la historia del Caribe es precisamente el conflicto entre la

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idea de estado nacional y la existencia de comunidades muy heterogéneas y muy complejas, para decirlo de algún modo, tanto en el Caribe insular como en el Caribe en general. Las comunidades no han podido —o han podido hacerlo, pero con mucha dificultad, como en el caso de Cuba— constituirse en esa utopía moderna que fue el estado nacional. Ahí hay problemas de ciudadanía, problemas de cultura. Si algo se puede aprender en el Caribe, y lo ilustra el libro de Múnera, es que la concepción misma del Estado nacional, que es uno de los centros del pensamiento ilustrado liberal del siglo XIX, ha sido prácticamente imposible en el Caribe, o se ha logrado a un precio muy alto como es el caso cubano. Mientras leo el libro de Múnera, estoy conti­nua­ mente pensando en Puerto Rico y en Cuba, porque Cuba sería el caso, para algunos, del logro y del triunfo del estado nacional, pero si uno repasa la historia cultural, intelectual y social cubana, en realidad, uno ve que eso ha sido a un precio altísimo que continua hasta el día de hoy. No solo en las guerras del siglo XIX, sino durante toda la vida política y los discursos nacionales a lo largo del siglo XX, y todavía hoy sigue

siendo un debate si Cuba es o no un estado nación y si su futuro permitirá serlo. Esto es muy complejo porque, por otro lado, están también los problemas de ciudadanía, como dice un joven intelectual puertorriqueño, Ramón Grosfoguel, que ha escrito mucho sobre las migraciones caribeñas, en el Caribe se dan toda clase de gradaciones. Al mismo tiempo que estudia las migraciones, ha vuelto a plantear la existencia en el Caribe de estados nacionales republicanos, por ejemplo, la República Dominicana, Cuba y la existencia de colonias, por lo menos en su organización jurídica, como es Puerto Rico. Distintos grados de ciudadanía, de participación ciudadana. En el caso de las excolonias -algunos dirían todavía colonias- francesas, es notable que ya han ingresado al territorio francés como ciudadanos y que exista una nueva migración hacia el centro metropolitano. En el caso puertorriqueño, también como ciudadanos, aunque ciudadanos de segunda, tercera o cuarta clase. En el caso de los cubanos, la existencia de un estado nacional no ha impedido un fuerte éxodo y una disputa permanente sobre el estado nacional.

pero cambia el discurso y cambia la mirada y eso está pasando en todo el Caribe. Yo creo que va a haber un gran debate sobre el estado nacional cubano; en Puerto Rico se viene debatiendo hace tanto tiempo; debates sobre qué significa la ciudadanía a finales de siglo XX, qué significa la participación en un estado nacional, es o no es posible realmente un estado nacional para nuestras comunidades, qué precio estamos dispuestos a pagar, qué precio se debe pagar para el estado nacional. Es decir, estamos hoy ante uno de los grandes temas políticos, culturales, sociales, para todo el Caribe, y yo creo que Cartagena, con esta nueva historiografía representada por Múnera, puede enseñarnos algo sobre la complejidad de todo el proceso.

¿Cómo ubica al Caribe colombiano y a Cartagena de Indias dentro de ese debate?

El discurso nacional es como un saber —diría Foucault— normalizado que pretende imponerse como definición, y Foucault decía que toda definición es autoritaria. Yo creo que todo discurso de identidad o todo saber de ese tipo normalizado conduce a posiciones autoritarias y estáticas, esencialistas, en última instancia, sobre la identidad. Foucault decía, no me pidan que defina mi identidad, porque la policía es la que pide el carnet de identidad. Creo que con esa frase expresaba algo muy profundo: es policial pretender fijar la identidad, porque casi siempre obedece a fines de vigilancia. La vigilancia no quiere que veamos la hetero­ geneidad y eso es un problema del Caribe. El discurso nacional tiende a dar síntesis, a postular homogeneidades y a localizar lo heterogéneo afuera. Ese afuera es el mundo de la exclusión, y puede ser racial o de clases. Ciertamente en el Caribe se agudiza, porque casi siempre la exclusión coincide con la raza y con la clase, pero lo mismo podríamos ver en toda América, en donde los discursos nacionales tienden a ser saberes normalizados y la función intelectual crítica es cuestionar la normalización del saber.

Hasta cierto punto Cartagena puede ser un nuevo punto de referencia para el debate sobre la realización del estado nacional en el Caribe. El debate casi siempre ha estado en torno a Cuba como modelo. Cuba no tiene que ser el modelo, por qué no miramos a Cartagena, no para ver el fracaso -ahí yo tendría que marcar la distancia con el libro, dentro de lo excelente que esporque la categoría fracaso me parece que tiende a cerrar el relato. Un relato que no ha terminado todavía, y quizás no hay un fracaso, sino pérdida, pérdida de una utopía. A mí me interesa el problema de la pérdida, en el sentido freudiano, en el sentido del final de una utopía, de la decepción frente a las utopías. Pero toda pérdida, aún en el sentido freudiano, también supone que ha habido una cierta realización. Yo me pregunto si fracaso es la mejor categoría o si fracaso no supone que ya el relato ha terminado, y se ha cerrado, cuando la propia intervención de Múnera, es una intervención que ilustra que el problema sigue en pie y está sobre el tapete. Es lo que hace un intelectual, cambia el discurso; no puede cambiar la política,

Dentro del tema sobre los discursos que crean y legitiman los estados nacionales siempre ha existido un sesgo excluyente que tiende a dejar de lado, posiciones, visiones, grupos sociales… Dentro de ese discurso, en el Caribe ¿cuáles son los puntos en términos políticos, sociales, culturales que más han sido soslayados por el hecho de que no existía interés en ellos o que iban a contrapelo con el estado que pretendían montar las élites?

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Conmemorar 1898: un juego de equivocaciones y de fantasmas. Este año, 1998, se conmemoran los cien años de la llegada de los norteamericanos a Cuba y a Puerto Rico, indudablemente la fecha emblemática ha generado una serie de debates y de visiones sobre este hecho. ¿Cómo se está mirando ese 98 desde Cuba y Puerto Rico?

He estado pensando mucho esa pregunta en los últimos años, y quizás deba empezar por decir lo siguiente, el 98, el Centenario, como ha dicho Eric Hobsbawm en su libro La invención de las tradiciones, es un año emblemático y, como todo emblema, es difícil de interpretar. Está sujeto a distintas interpretaciones: es un emblema, una efeméride, una manera de contar la historia, y por lo tanto una manera prejuiciada y discutible. Yo creo que el 98 es muy difícil de conmemorar y es muy difícil de conmemorar en Estados Unidos, en España, en Cuba y en las Filipinas. ¿Por qué es difícil de conmemorar?

Es muy difícil de conmemorar porque en la conmemoración se pone el énfasis en los recuerdos, en los lugares de la memoria. No queda claro si algo

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comienza o termina. Como soy en realidad una persona dedicada a la literatura, me interesan mucho los comienzos y los finales. Los comienzos de los relatos, los finales de los relatos, y en la historiografía hay eso también, dónde empieza uno y donde termina, yo creo que todavía no sabemos bien qué es lo que termina con el 98, si es que algo termina, y qué es lo que empieza. Provisionalmente diría que el 98 es difícil de conmemorar porque ningún imperio quiere recordar sus gestas imperiales ni su barbarie imperial, por lo tanto a los españoles se les hace muy difícil recordar estas últimas colonias y se colocan como víctimas de un desastre originado por los yanquis perversos, y borran de la historia toda la guerra de Cuba, prefieren enfrentarse a los norteamericanos. Como si la guerra Hispanoamericana hubiera sido solamente con los norteamericanos. Para los cubanos es muy difícil de conmemorar porque quienes ganaron esa guerra, el ejército cubano y el partido revolucionario cubano, tuvieron que pedir la intervención norteamericana para enfrentarse a los españoles que, después de todo, no fueron vencidos hasta cuando entraron los norteamericanos. De modo que la República cubana nace con la enmienda Platt en 1902, y es muy difícil de conmemorar algo que queda tan borroso y tan ambiguo. En Puerto Rico, en realidad, pasó algo, incluso extraordinario, y es que no hubo ningún tipo de resisten­cia armada a los norteamericanos, pero tampoco hubo ningún apoyo a los españoles, y como dice un texto contemporáneo, no se sabe quién detestaba más a los españoles, si los cubanos que estaban peleando en la manigua o los puertorriqueños que no pelearon en la manigua, pero aplaudieron la llegada de los norteamericanos, sin dar un solo apoyo a los españoles. El caso filipino es extraordinario, porque en Filipinas no solamente había guerra contra los españoles, sino que fueron los únicos que inmediatamente iniciaron la guerra contra los norteamericanos, fueron sus aliados momentáneamente. La guerra se dio en las Filipinas hasta 1912 y fue como un Vietnam, porque fue una masacre terrible contra los filipinos que se ha borrado totalmente de la historia norteamericana, salvo para los eruditos y, por lo tanto, es muy difícil de conmemorar, porque nadie quiere conmemorar una guerra tan salvaje como fue esa.

De modo que hoy tenemos un año emblemático extraordinariamente delicado y difícil de interpretar e imposible de conmemorar. Lo que se está haciendo era previsible, y creo que no se están haciendo cosas muy interesantes francamente. Siguen los mismos discursos, en España un renovado antiyanquismo, como si todo se debiera al imperio de los yanquis y no hubiera problemas internos con el gobierno español. Curiosamente existe una especie de nueva reconciliación de que el adversario eran los Estados Unidos y ellos están muy orgullosos de lo que perdieron, no frente a los cubanos, sino frente a los Estados Unidos. En España, fuera de los historiadores profesionales, no se sabe nada del Caribe, se sabe muy poco en realidad, porque España es un imperio que no ha podido reconciliarse con su historia. Por su parte, en Puerto Rico no se habla de la guerra de Cuba, sino que se habla de la autonomía puertorriqueña que es totalmente incomprensible fuera de la guerra de Cuba. Creo que el 98 es un juego de equivocaciones y de fantasmas, en términos generales, repito, salvo para los historiadores profesionales. De modo que yo creo que aquí se plantea el problema de la historiografía profesional, por un lado, y, por otra parte, el discurso de la historia, el discurso de los textos escolares en las conmemoraciones y en ese sentido no se ha avanzado mucho, a mi modo de ver.

y, sobre todo, puertorriqueños y cubanos, empiezan a circular de una manera intensa, como fuerza de trabajo en el ámbito norteamericano, y eso creo que tampoco se ha estudiado, ni sus implicaciones culturales. De modo que para mí el año 98 sigue siendo un fascinante enigma cuyo comienzo y final no conocemos bien todavía y está realmente abierto a discusión y a debate y tiene mucho que ver con el presente. Más allá de Cuba y Puerto Rico, los protagonistas centrales del 98, ¿Qué otras realidades caribeñas habría que analizar?

El 98 quiere decir también Panamá y quiere decir el canal de Panamá. El comienzo de otra modernidad, quizás con otra tecnología, y el canal de Panamá tuvo unas consecuencias extraordinarias para el mundo entero, no solo para Estados Unidos. Además, es un emblema, la representación iconográfica del canal de

¿Qué se tendría que empezar a analizar para avanzar más en la comprensión de esta fecha tan importante en el destino del Caribe?

Lo que está sobre el tapete es plantearse qué terminó realmente, qué siguió de lo español -incluso después del 98 durante mucho tiempo-, cuáles son las implicaciones culturales de ese imperio que dura hasta el 98 y, por otra parte, qué es lo que empieza y cómo empieza la consolidación del imperio norteamericano. Ahí hay elementos no solo militares, sino culturales, lingüísticos, sociales, religiosos. El estudio, por ejemplo, de los misioneros protestantes, el estudio del nuevo saber que genera el imperio norteamericano, un saber geográfico -volvemos a los mapas-, un saber de los ingenieros, un saber científico, un saber etnológico, aunque sea en el marco imperial, hay un saber etnológico, una experiencia bilingüe, y la apertura, sobre todo, a un mercado de trabajo, no solamente un mercado de mercancías. Después del 98, filipinos

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Panamá es toda una historia, la representación simbólica de los canales, soñado ya por Humboldt, aunque no necesariamente en Panamá, y las consecuencias que tiene para la historia colombiana y para el estado nacional también merecen análisis. Todo eso hay que verlo relacionado. El 98 implica eso que ahora llamamos globalización -palabra que yo detesto, pero que uso normalmente-. Genera la necesidad de estudiar las conexiones, porque lo que está ocurriendo en el 98 sucede también en el Pacífico y en el Caribe; altera las relaciones de Estados Unidos con Europa y la historia de toda la zona del Caribe para siempre en el siglo XX. De manera que hay que mirar tanto al Pacífico como al Caribe. El reto de los intelectuales es enorme. Yo desde mis propios y modestos recursos estudio un pequeñísimo rincón que es el mundo del discurso intelectual y del mundo de las imágenes de la guerra, ese es un pequeñísimo rincón que me ha permitido ver algunas cosas nada más, y por lo menos me convence de que hay que comparar y que estamos muy distantes de saber las cosas esenciales que habría que saber. El 98 es, sobre todo, un poderoso estímulo para pensar y para investigar.

Un mundo profundamente racista En varios de los ensayos que usted ha escrito sobre el 98 hay una parte que me parece fundamental y es la idea de repensar la cuestión de raza a partir de allí�5 Repensarla en el sentido del impacto que causa la llegada de una nueva forma de opresión después de la española, la norteamericana, y lo que eso trae con respecto a la mirada que hay sobre la raza a partir de ese momento en el Caribe, porque serían dos visiones: un racismo que existía desde lo español, y ahora un racismo que se incorpora desde lo norteamericano. ¿Qué nos podría decir usted al respecto sobre esa situación en Cuba y en Puerto Rico?

Absolutamente central. Toda la cuestión racial en el 98 es centralísima por muchas razones. El ejército revolucionario cubano en su inmensa mayoría estaba constituido por negros y mulatos, el llamado ejército Mambí, y así aparece en las representaciones iconográficas. España en su propaganda contra la guerra de Cuba utiliza argumentos racistas alegando que allí se iba a producir una república negra, y obviamente en los Estados Unidos hay sectores

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-incluso sectores anti-imperialistas- que eran antiimperialistas por racistas, o sea que no querían tener territorios nuevos con gente de raza llamada de color. Incluso, algunos anti-imperialistas norteamericanos decían que aceptaban Cuba y Puerto Rico, pero no Filipinas, porque les parecía que era excesiva la diferencia. Así que toda la cuestión étnica racial está en el centro de las Filipinas, de Cuba y de Puerto Rico, como se observa en las fotografías. Pero es muy complejo también, porque sería muy tentador atribuirle solamente al nuevo imperio el racismo que se impone. Hay un racismo interno, criollo, que se junta con las nuevas valoraciones racistas negativas. Para simplificar demasiado algo que es muy complejo, yo diría que el gran secreto -secreto en el sentido freudiano del término, es decir, aquello oculto- del mundo caribeño es, no el racismo de los imperios, eso se sabe: es el racismo interno. Es mucho más cómodo atribuírselo al de afuera, pero el Caribe, y debemos decirlo en muy alta voz, es un mundo profundamente racista, por más mestizo que sea, y a veces precisamente por el mestizaje. Es un mundo tan profundamente racista que ha logrado que en algunas zonas del Caribe, se dé su último grado de perfección, representado en la ausencia de toda reflexión crítica sobre el racismo, como el caso cartagenero. En Puerto Rico también es un tema tabú. Casi no hay temas tabú en Puerto Rico, pero ese es uno de los temas tabú que a la gente le incomoda mucho. ¿Qué pasa en Cuba?

En Cuba, por lo que yo he podido observar y por testimonios de otra gente, hay un nuevo racismo reactivado que se nota en las formas como se asume el turismo, en la exclusión de los sectores negros y mulatos de los centros de poder y de los centros turísticos. Hay algo muy inquietante que está ocurriendo en Cuba racialmente que nos permite entender, quizá mejor hoy, otros cuasi secretos de la historia cubana, 5 Arcadio Díaz Quiñónez, “Martí: la guerra desde las nubes”, Estudios: Revista de Investigaciones Literarias, Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras, 9, San Juan, 1997; “1898: hispanismo y guerra”, en Revista Encuentro de la Cultura Cubana, No. 11, Madrid, 1998; “El 98: la guerra simbólica”, en Quimera Revista de literatura, No. 176, 1998.

la guerra de 1912. Porque el 98 no terminó en el 98, en Cuba, como algunos dicen, terminó en 1912. En 1912 lo que ocurre en Cuba es una guerra contra el Partido Independiente de Color que eran veteranos de la guerra del 98 en su gran mayoría. Cómo es posible que doce años más tarde ocurra en Cuba una guerra dirigida ya por la república contra veteranos de la guerra que reclamaban su propio partido político, eso es algo extraordinario, y creo que son preguntas a las que hay que volver; qué pasó en Cuba en el 98 que, por un lado, permitió la constitución de una república, pero que, al mismo tiempo, permitió la nueva exclusión de los propios veteranos negros y mulatos de la guerra, mediante otra guerra que llamaban curiosamente una “guerrita” y aparecía así en los libros de historia. Qué pasa en Puerto Rico desde el punto de vista racial cien años después, qué pasa en las Filipinas cien años después, yo no tengo las respuestas, pero creo que son preguntas muy importantes. Me interesa también qué repercusiones tuvo eso en la vida de la metrópolis. Qué repercusión tuvo el 98 realmente en España, qué repercusión tuvo en Estados Unidos. Creo que en España acentuó el militarismo y que la guerra civil española hereda en buena parte todo ese legado militar generado en las colonias y muchos de los protagonistas eran los mismos. Me parece que es trágico que España no haya podido empezar a estudiar en serio su papel en la composición étnica y en el racismo de los pueblos caribeños que dominó hasta el otro día.

Ni traidores ni héroes, repensando la zona gris La mirada sobre 1898 en la actualidad, como usted bien lo viene señalando, tiene algunos elementos que son puntos de discusión y permiten nuevas reflexiones, uno de ellos es la visión que tiene el discurso oficial cubano a partir de la revolución de 1959 sobre el 98, a propósito de que los Estados Unidos, sus antagonistas ideológicos del presente, fueron los máximos colaboradores de Cuba en el proceso de acabar con el colonialismo español ¿Cómo se mira ahora eso?

Hay una peculiaridad cubana que tiene que ver con la utopía del estado nacional, quizás los cubanos, a diferencia de Cartagena y de Puerto Rico, han tenido una intensa pedagogía nacionalista, antes de

la revolución, y después de la revolución, mucho más. Eso que puede ser un baluarte para crear cosas positivas, como en efecto lo ha sido, pero también ha tenido el efecto no tan positivo de distorsionar la propia historia, al punto de que el 98, a partir de 1959, ha quedado envuelto en brumas. Se presenta a la república cubana creada a partir del 98 como una pseudo república, ese es el término que se usa en Cuba todavía. No tengo claro qué se quiere decir con pseudo república, no sé si con eso se quiere decir que no era una república democrática totalmente, yo quisiera saber cuál es la verdadera república democrática. Por otro lado, esa pedagogía nacionalista, parecería también crear un grupo de traidores y de héroes, y la historia narrada como el tema del traidor y el héroe de Borges no conduce a ninguna parte, sino a posiciones religiosas ante la historia. Yo creo todo lo contrario, que Cuba ilustra la necesidad de estudiar, ahora con más seriedad, todas las formas de colaboración y de complicidad con el nuevo imperio, y digo eso de colaboración y complicidad sin el sentido negativo. A qué sectores -y parece que eran muchos- les convenía la intervención norteamericana y la presencia norteamericana. No podemos condenar en bloque a sectores tan nutridos de la población, a lo mejor colaboraban por razones opuestas, por razones distintas, no es lo mismo pensar que los organizadores de los primeros sindicatos puertorriqueños de trabajadores que se organizan después del 98, no antes, no se beneficiaron de un espacio público que se creó en Puerto Rico bajo los norteamericanos. No hay que desdeñar el hecho de que en Puerto Rico se construyeron muchísimas escuelas públicas primarias que no existieron bajo España, y que la primera universidad puertorriqueña se construyó en 1903, después del 98. No hubo universidad en Puerto Rico bajo la dominación española. En el caso cubano, habría que pensar que muchos de los miembros prominentes del Partido Revolucionario Cubano -con la excepción de Martí que ya había muerto- estaban muy interesados en la intervención norteamericana, porque creían que era la manera más rápida de obtener la independencia sin derramamiento de más sangre y creían honradamente en los valores de la democracia norteamericana. Martí también celebró la democracia norteamericana y le tenía miedo a la república imperial, pero veía que también había una

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sociedad que estaba funcionando democráticamente con todas las limitaciones de la democracia. De modo que yo creo que en el caso cubano, en particular, la pedagogía nacionalista ha sido tan fuerte, que ha construido una especie de estado puro imaginario, no real, que excluye, no solo racialmente, sino como traición, a todo aquel y todo proceso que implica un nexo profundo con lo norteamericano. Pero como ha demostrado el historiador Louis A. Pérez6, posiblemente Cuba haya sido el país latinoamericano

más vinculado a los Estados Unidos económica y culturalmente en el siglo XIX, hasta el punto de que el Partido Revolucionario Cubano lo firma Martí en Nueva York. De manera que hay que replantear toda la discusión de la nación cubana, si no queremos continuar con versiones heroicas de la nación que distorsionan esa zona gris, y quizás miserable, que nos caracteriza a los seres humanos y que se llama, a veces, colaboración, complicidad, sobrevivencia, pacto o negociación. Cartagena de Indias, 16 de agosto de 1998.

6 Louis A. Pérez Jr., “Identidad y nacionalidad: las raíces de separatismo cubano, 1868-1898”, en Revista Op. Cit., Centro de Investigaciones Históricas, Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río de Piedras, No. 9, San Juan, 1997. Este tema fue desarrollado con mayor amplitud por el autor en 1999 con la publicación del libro On becoming Cuba: Identity, Nationality and Culture, University of North Carolina Press, 1999, en el año 2007 fue traducido con el título de Ser cubano: identidad, nacionalidad y cultura, La Habana, Editorial Ciencias Sociales, 2007.

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La reciente invención del Caribe nicaragüense Eric Dubesset Desde mediados de los años 1980, todos los países latinoamericanos continentales del Mediterráneo americano1� se han dedicado, con sendos ritmos, a reforzar su vocación caribeña. Colombia 2 , � Venezuela, México y, aún más recientemente, Guatemala, Honduras, Costa Rica y Panamá han procedido, mediante una política voluntarista, a una “re-territorialización”3� de su litoral bañado por el Mar Caribe que durante largo tiempo había sido dejado de lado en provecho de las regiones interiores o, en el caso de algunos Estados bi-oceánicos, de su fachada pacífica. La Costa oriental de Nicaragua participa también de esta dinámica espacial. Su reciente institucionalización 1 Inicialmente formulada, en el siglo XIX, por el geógrafo alemán Alejandro de Humboldt para designar unas comarcas de las que fue uno de los primeros en emprender la exploración científica, la expresión fue magistralmente recuperada en Francia por Elisée Reclus en 1891 en su Nouvelle géographie universelle. Hoy esta representación empleada por varios científicos como Yves Lacoste (fundador de la revista de geografía y de geopolítica Hérodote) y Olivier Dollfus, se fundamenta en unas analogías con otros mediterráneos (euro-africano o asiático). El concepto es científicamente válido para poner de realce los intercambios y flujos de este conjunto geográfico que consta de los archipiélagos de Bahamas y de las Antillas así como de los territorios continentales abiertos al Mar Caribe desde las Guayanas, Venezuela y Colombia al Sur hasta los cinco Estados del Sureste estadounidense al Norte, vía México y América central al Oeste. 2 Véase el artículo de Alberto Abello Vives, “El Caribe de Colombia en los tiempos de globalización”, IV Seminario internacional de Estudios del Caribe, Universidad del Atlántico, Bogotá, 1999: 425-452. 3 Los términos de espacio, territorio y territorialidad tienen un carácter anfibológico que pone en tela de juicio su validez científica. Cf. Tizon, Ph., « Qu’est-ce que le territoire ? », in : G. Di Méo (dir.): Les territoires du quotidien, L’Harmattan, Géographie sociale, Paris, 1996. Por nuestra parte, definimos la « territorialización » como el proceso que consiste en inventar un territorio y revalorizarlo con determinados fines que pueden ser de índole geopolítica o económica.

constituye incluso un excelente laboratorio para la identificación del proceso de regeneración del espacio caribeño vía la « invención » de territorios. Para tratar de comprender dicho tropismo caribeño en ejecución en Mesoamérica y sus principales determinantes, nuestra reflexión nos llevará a explorar, desde el triple punto de vista del espacio, de la población y de las instituciones, cómo se manifiesta este proceso político en el caso nicaragüense.

La morfogénesis de la costa caribe La reciente invención de un Caribe nicaragüense ha sido formulada ante todo alrededor de la producción de nuevos marcadores territoriales. La redefinición toponímica, el desenclave (vía la ordenación del

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territorio), así como la inserción económica y la cooperación regional han dado cuerpo, en el espacio, a semejante objetivación territorial.

La producción de nuevos marcadores territoriales Situada entre el Cabo Gracias a Dios y San Juan del Norte, la costa oriental de Nicaragua se extiende a lo largo de más de 400 kilómetros del Norte al Sur y de unos 150 kilómetros del Este al Oeste. Con una superficie total de 60.366 kilómetros cuadrados, o sea un 46 % del territorio nacional, este espacio rodeado por numerosas barreras naturales (mar, lagunas, ríos4, bosques, cordillera) está formado, excepto en su parte septentrional, por una amplia llanura. Sus suelos erosionados por las intensas lluvias tropicales y su vegetación natural de bosques latifoliados la distinguen claramente del resto del país que queda ampliamente dominado por paisajes montañosos y unos suelos volcánicos relativamente fértiles (Castillo, 1984, 23-24). Su inestabilidad es otro rasgo distintivo. Los riesgos de huracanes y de inundación son particularmente altos en esta zona como lo atestiguan la recurrencia y la intensidad de los cataclismos.5 Fig. 1. Portadas de libros y estudios nicaragüenses

4 La Costa Caribe cuenta con varias lagunas y bahías como la laguna de Perlas (515,18 km²) y la Bahía de Bluefields, y algunos ríos como el Río Coco, el más largo de América central, el Río Prinzapolka (301 km), el Río Escondido (88km) y el Río San Juan (199 km). 5 En octubre de 1998, el huracán Mitch causó muchas pérdidas en todo el país: más de 3.000 personas murieron, 885 desaparecieron y cerca de 872.000 fueron damnificadas. Los daños materiales rondarían, en total, los 1,336 millardos de dólares, o sea, alrededor del doble de los ingresos anuales de exportación y los dos tercios del producto nacional bruto.

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Fig. 2. Mapa de Nicaragua

Tradicionalmente denominada Moskitia6 (o Costa de Mosquitos) o, no pocas veces, Costa Atlántica -en contraste con la vertiente pacífica-, esta franja oriental suele llamarse hoy en día Costa Caribe. Desde mediados de la década de los 80’, un sinnúmero de historiadores, geógrafos, botanistas, artistas, políticos e incluso ONGs la han rebautizado así. El empleo generalizado de la nueva denominación por la sociedad civil y los actores locales (asociaciones, empresas, medios de comunicación, establecimientos públicos) participan de dicha recalificación del espacio y coadyuvan a refundar los lugares en territorio. Radio Caribe y la Universidad de la Costa Caribe constituyen dos ejemplos de adopción endógena del nuevo topónimo. A escala nacional, su utilización presenta un carácter fundamentalmente geopolítico, y expresa, primero que todo, la voluntad del gobierno de Managua de crear símbolos propios que se inscriban y echen raíces en la cultura caribeña. Tal referencia supranacional inmediata se fundamenta en la concepción de un patrimonio cultural común y en la necesidad de crear las condiciones de un desarrollo económico (turismo, comercio, etcétera) y de una

cooperación fructífera con los demás países y territorios del Mediterráneo americano. Traduce, además, la voluntad de reconquistar esta porción de Nicaragua que, por más de doscientos años, fue un protectorado británico, antes de mantenerse cruel y duraderamente apartada por la élite nacional (Rizo, 2000, 101).

El desarrollo y el desenclave Este enclave litoral acusa un retraso significativo con respecto al resto del país (Castillo, 2001, 22)7. Los

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La Moskitia (o Mosquitia) nicaragüense abarca la mayor parte de la Moskitia centroamericana, una porción de la cual se extiende a lo largo del litoral hondureño. Cf. artículo de Gilles Bataillon, « Moskitia nicaraguayenne : changements sociopolitiques et égalisation des conditions (1979-1999) », in : Delhom, J. & Musset, A. (dir.), En el ojo del Huracán, Ed. IHEAL/IHNCA/UBS, Paris, 2000, pp. 121-134. 7 Véase el artículo de Rizo, M., « Los pueblos indígenas de Nicaragua y su naturaleza jurídica », Revista de Historia, Comunidades y Pueblos indígenas de Nicaragua, 14, 2002, IHNCA-UCA, Managua, p. 89-118.

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estudios socioeconómicos recientes8, la sitúan entre las regiones menos desarrolladas de Nicaragua. Su nivel de infraestructuras viales9, sus índices de electrificación10 y de densidad telefónica son los más bajos del país. Las discontinuidades de desarrollo humano entre ambas fachadas marítimas y la capital son considerables. La tasa de analfabetismo asciende al 31,4% en la vertiente caribeña, mientras que no alcanza el 21% para el conjunto nacional. La tasa de desocupación (cerca de una tercera parte de la población activa) y el trabajo informal quedan particularmente preocupantes así como los ingresos globales que permanecen inferiores al umbral de extrema pobreza. Por lo demás, tan sólo un 21% de las viviendas costeñas tiene acceso al agua potable frente a un 60% al nivel nacional. La esperanza de vida de su población (65,8 años) resulta más débil que en cualquier otra parte del país (68 años). Además, de los veinticinco municipios más pobres de Nicaragua, doce se ubican en la Costa. Con un 90% de habitantes en condición de pobreza, Prinzapolka es la ciudad caribeña más desfavorecida del país. (Castillo et Als., 2001, 20) Cuadro 1. Indicadores de infraestructuras Indicadores

Nacional RAAN11 RAAS12

Índice de electrificación (%)

49,26

14,24

17,48

Densidad telefónica (teléfonos/1000 hab.)

30,4

2,9

8,1

Fuentes: Presidencia ejecutiva, ENEL y Vicepresidencia de Promoción y Desarrollo, ENITEL, citado en Desarrollo Humano en la Costa Caribe de Nicaragua 2000, PRANAFT, Managua, 2001, p.21.

El retraso se lee asimismo dentro de la propia región. Fuertes desfases socioeconómicos existen entre zonas urbanas y rurales. Excepto el municipio de Corn Island que registra el mayor ingreso per cápita de toda la Costa13, son las localidades de Bilwi y de Bluefields (y, por extensión, los municipios de Puerto Cabezas y de Bluefields) las que exhiben los mejores niveles de desarrollo regional (infraestructuras de transporte y de energía, saneamiento, etcétera.). Por su parte, las localidades rurales son de difícil acceso y resultan menos equipadas en el ámbito sanitario. Por tanto, la búsqueda de equidad espacial y social constituye un 24

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resorte geopolítico mayor de la valorización territorial en curso. En aras de reducir tal brecha espacial, los gobiernos regionales se han afanado por poner en práctica, a partir de 1996, un plan estratégico de ordenación y de desarrollo sostenible. Entre los ejes prioritarios están la urbanización de las poblaciones rurales, la regularización de los regímenes de propiedades de la tierra y el saneamiento de Bluefields, capital de la Región Autónoma del Atlántico Sur, así como la mejora de las infraestructuras de energía, comunicación (telefónica y radiofónica) y transporte (vial y marítimo). El interés que manifiesta el gobierno por el desarrollo de la Costa está dictado también por el imperativo de reconstrucción y de revitalización económica. Asolada por una larga guerra civil (19821988) y, más recientemente, por el fuerte ímpetu de los frecuentes huracanes, la Costa experimenta, en la actualidad, una necesidad vital de reactivación económica. Según las autoridades 14, el paso del huracán Mitch en 1998 tuvo ingentes impactos en materia de infraestructuras. A nivel nacional, cerca de 41.500 viviendas fueron damnificadas (un 58% de ellas fue totalmente destruido) y más de quinientas escuelas, un centenar de centros de atención médica, cinco centrales eléctricas, una treintena de puentes y ocho mil kilómetros de carreteras y caminos resultaron parcial o totalmente devastados (República de Nicaragua, 1999). Así, para encarar el necesario 8

La Costa Caribe fue excluida de los censos y otras encuestas nacionales por muchos años. 9 Según los datos de 1999, la Costa Caribe (Región Autónoma Atlántica Norte y Región Autónoma Atlántica Sur), que ocupa el 46% del territorio nacional, tan sólo posee el 8,26% de las vías de acceso del país. En el caso de la RAAS, un 3,35% de sus 65,3 kilómetros de carreteras tiene pavimentación. Esta situación contribuye a aumentar en un 40% el precio de los productos consumidos por los habitantes más aislados de la Costa y a hacer difíciles los intercambios comerciales con el resto del país. 10 El 14,24% de la población de la RAAN y el 17,47% de la de la RAAS tienen acceso a la electricidad mientras que la media nacional de electrificación es del 49,26 % de la población total del país. 11 RAAN: Región Autónoma Atlántica Norte. 12 RAAS : Región Autónoma Atlántica Sur 13 Es el menor municipio por su superficie y su población. 14 Gobierno de Nicaragua, «Reconstrucción y transformación», Grupo consultivo de Estocolmo, in: www.cancilleria.gob.ni/srec/estocolmo/pro.html

desafío de reconstrucción, veinticuatro millones de dólares fueron desembolsados a la región después del ciclón (Delhom, 2000, 69).

La proyección en el Mar Caribe e inserción regional caribeña El Estado nicaragüense tiene especial interés en el tema del desenclave y del acceso para permitir la ampliación del espacio nacional, inclusive más allá de los meros límites terrestres actuales. La apertura al Mar Caribe puede favorecer una explotación racional de las potencialidades haliéuticas y marítimas. Los arrecifes y fondos marinos son sumamente ricos en corales, en manglares, en mariscos15 e incluso en hidrocarburos (Ryan, 1993, 35). Unas recientes prospecciones han revelado la presencia de petróleo cerca de las costas. Por eso, desde hace varios años, la Administración de Managua apoya financiera y políticamente los proyectos on shore y off shore. Entre 1991 y 2000, el monto total de los fondos nacionales destinados a la Costa Caribe para su valorización se incrementó ampliamente pasando de 1,3 millón a 27,68 millones de córdobas (o sea veintiuna veces más), de modo que resulta ser, en la actualidad, el segundo hogar receptor de las inversiones nacionales después de Managua, (Williamson, 1999). Fundamentalmente artesanal y familiar, la economía de la Costa queda insuficientemente diversificada y poco competitiva. Las principales actividades productivas conciernen a la agricultura (maíz, frijoles, arroz, café), la pesca (langostas, camarones), la ganadería (aves de corral y bovinos) así como la explotación forestal y minera. La importancia de las actividades agrícolas y extractivas se lee en la proporción alta de personas empleadas en el sector primario. Un 57% de la población activa trabaja en este sector frente a un 9% y un 34% respectivamente en la industria y los servicios. A la excesiva concentración sectorial, se añaden una débil productividad y una fuerte dependencia económica y tecnológica foránea. Con motivo de la tradicional dominación colonial europea16 así como de la entrega de concesiones a empresas extranjeras privadas para la explotación de los recursos mineros y marítimos, la economía regional es, de muy antiguo, fuertemente extrovertida y dependiente de las inversiones exógenas (Williamson,

1997, 24). Por ende, en la actualidad, la Costa ha de reorientar su desarrollo. Desde este punto de vista, su inserción turística y comercial en el área caribeña supone una apuesta mayor. Con sus cuatrocientos kilómetros de playas y sus numerosas islas, posee un fuerte potencial turístico cuya valorización es capaz de diversificar, a mediano o largo plazo, la economía local y de generar abundantes divisas dado que el mercado de los viajes —especialmente el de los cruceros— es importante en el Mediterráneo americano. 17 En el ámbito comercial, el arco antillano constituye asimismo una salida promisoria para los productos agrícolas, silvícolas e industriales de la Costa. Con más de treinta y tres millones de habitantes, el archipiélago puede absorber una parte de su producción de ganado y de madera. La voluntad política de acercamiento y de cooperación económica con el archipiélago antillano constituye, por lo tanto, uno de los incentivos mayores del actual renuevo territorial del Oriente nicaragüense. La adhesión del país a diversas agrupaciones regionales tales como la Asociación de los Estados del Caribe (AEC) y, más recientemente, la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA), impulsada por el eje Caracas-La Habana, lo atestiguan. No obstante, tal lógica económica conlleva riesgos para la estabilidad política regional. Los proyectos de explotación de los recursos petroleros alimentan ya unos fenómenos geopolíticos de irredentismo. Nicaragua le reclama con insistencia a Colombia las islas San Andrés y Providencia situadas mar adentro y cerca de unos yacimientos de crudo recién descubiertos. El desenvolvimiento de la cooperación sectorial prefigura además una acrecentada dependencia extranjera. Como lo señala Joël Delhom, es de temer que el proyecto de modernización y de fomento de los intercambios comerciales con los otros países del Caribe margine las producciones domésticas en 15

Cf. artículo de Newell, N. D., « An outline of the history of tropical organic reefs », American Museum of Nat. History Novitates, p. 1-37, 1971 y el de RYAN, J., « Los arrecifes del Caribe nicaragüense », Wani, 1993, p. 35-52. 16 Se remonta al año 1630 la llegada de los Británicos a la Mosquitia nicaragüense, pero no fue hasta 1844 cuando Inglaterra estableció oficialmente allí su protectorado (Rizo, 2002, 106). 17 Más de doce millones de viajeros de cruceros viajan cada año por el Mar Caribe.

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beneficio de los cultivos de exportación y agudice la fuerte dependencia externa del país, tanto desde el punto de vista de las exportaciones como de las importaciones de productos agrícolas  (Delhom, 2000, 70).

La etnogénesis de la costa caribe El examen de la etnogénesis18 confirma el interés creciente que presta hoy la clase política de Nicaragua a la ocupación y a la valorización de la costa oriental del país. A semejanza de su objetivación en el espacio, dicha territorialización se formula, en el ámbito social, alrededor de la producción de nuevos marcadores que derivan de las políticas de desplazamientos de poblaciones y de los programas de identificación y de integración de las comunidades autóctonas.

La producción de nuevos marcadores sociales Denigrada por la élite colonial española, luego postcolonial nicaragüense, la Costa Caribe padeció de un prolongado ostracismo. Las raíces de esta marginación se remontan a los abundantes prejuicios negativos de las autoridades coloniales y de los científicos de aquella época. Eso fue el caso por ejemplo de Juan de Pineda19 que, inspirado en las teorías de Hipócrates, no dudó en establecer, en 1595, una distinción entre la Costa Pacífica centroamericana, considerada como sana, y la Costa Atlántica, juzgada deletérea en razón del fuerte calor y la humedad que allí suelen reinar (Musset, 2000, 23). Teniendo como bases tales consideraciones climáticas, los primeros colonos españoles prefirieron edificar sus ciudades en el centro del país así como en la vertiente Pacifica, dejando así la fachada Atlántica en total abandono y olvido: La Costa Atlántica Nicaragüense representa ese lado oscuro de nuestra identidad (por desconocido y misterioso), esa gran reserva cultural (diferente y exuberante), marginada y olvidada, por momentos codiciada, amenazada de promesasproyectos incumplidos. Maltratada por el hombre, el hambre y la furia de una naturaleza que languidece al borde del tiempo. (Aróstegui, 2000, 7).

Para acabar con semejantes representaciones espaciales sumamente discriminatorias y perjudiciales para el desarrollo efectivo de la Costa, un paquete 26

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de medidas políticas y sociales ha sido adoptado e instaurado desde la década de los 90. Con miras a acelerar la valorización de las tierras arables y a poner término al aislamiento multisecular, Managua y los poderes locales han llevado conjuntamente un programa de asentamiento. Individuales o masivos, los desplazamientos de poblaciones campesinas e indígenas (principalmente Miskitos) han sido organizados frecuentemente desde el centro y el Oeste del país. Pero esta movilidad, parecida a una colonización agrícola,  ha repercutido al nivel demográfico, de modo que, en la actualidad, más del 20% de los costeños son unos desplazados oriundos mayoritariamente de los departamentos vecinos (León, Matagalpa, Chontales). Con tan ingente proporción de inmigrantes, la cosmopolita Costa Caribe es una de las pocas regiones del país con sueldo migratorio positivo. Asociado con otros factores demográficos (aumento de la tasa de natalidad y baja de la tasa de mortalidad), dicho fenómeno migratorio ha acarreado un incremento exponencial del número de habitantes. En la segunda mitad del siglo pasado, la población fue multiplicada por siete mientras que, en el ínterin, tan sólo cuadruplicó la población nacional (Castillo et als, 2001, 9). La revalorización de la Costa no se fundamenta únicamente en programas sistemáticos de asentamientos y en discursos políticos. También se basa, desde hace poco, en una fecunda producción científica, técnica y artística. Unos recientes estudios publicados en revistas especializadas como Wani se están dedicando a la promoción de los aspectos desconocidos de la esencia multicultural de la región. El Instituto de Historia de Nicaragua y Centroamérica (IHNCA) de la Universidad Centroamericana (Managua) desempeña asimismo un papel clave en la reconstrucción de 18

Concepto corriente en geopolítica, la etnogénesis resulta ser muy útil para analizar la formación de una nación o de una comunidad a través de su historia, su cultura, su asentamiento y la ocupación de un territorio. A decir verdad, permite captar la manera utilizada por la clase política para lograr producir un sentimiento de pertenencia comunitaria en un espacio determinado. Cf. Thual, F., Méthode de Géopolitique : Apprendre à déchiffrer l’actualité, Ellipses, 1996, pp.64-68. 19 Juan de Pineda, Avisos de lo tocante a la Provincia de Guatemala (1595), Relaciones geográficas del siglo XVI: Guatemala, Ed. de René Acuña, Instituto de investigaciones antropológicas, UNAM, México, 1982: 303-336.

la historia y de la cultura de la Costa Caribe20. Sus programas de investigación producen regularmente unas publicaciones científicas que versan sobre la identidad, las costumbres, la organización social y política de las comunidades indígenas y afrocaribeñas. Otra realización en curso consiste en la reorganización y descripción de los Archivos Históricos epónimos. La objetivación social del Caribe nicaragüense está plasmada por lo demás por una reciente y abundante producción estadística. Teniendo como base el censo poblacional de 1995, las primeras encuestas nacionales sobre el desarrollo humano de la Costa datan de 2000. Aunque siguen algo fragmentarias, le confieren hoy a la región una verdadera visibilidad tanto dentro como fuera del país21 a la par que dan una idea de conjunto de sus principales rasgos sociodemográficos. De acuerdo con estas encuestas, la población asciende, en los albores del nuevo milenio, a 473.109 habitantes, o sea el 10,7% de la población nacional y su densidad queda sumamente débil (7,84 habitante/km²) en comparación con la media nacional (el 42,14%). Los datos subrayan asimismo la fuerte heterogeneidad étnica. Con el 72,54% de mestizos y el 28% de indígenas,22 la Costa representa un verdadero calidoscopio étnico (Castillo et als, 2001, 9).

Emergencia de un sentimiento de pertenencia regional e integración nacional Desde 1987, las comunidades indígenas de la Costa se benefician de un nuevo estatus jurídico destinado a facilitar su integración nacional. Tal reconocimiento estatutario que autoriza el bilingüismo y el acceso a puestos de trabajo (políticos, jurídicos, médicos y académicos, por ejemplo) antes reservados a todos aquellos que no fueran indios, les ofrece hoy reales posibilidades de igualamiento étnico y de movilidad social ascendente. Al nivel identitario, crea incidentemente las condiciones favorables para la emergencia de un sentimiento de unidad costeña y de pertenencia regional así como una visibilidad inédita en el marco nacional. La emergencia del sentimiento de pertenencia regional, a través de la borradura de las barreras étnicas, participa de la política gubernamental de pacificación. El aplacamiento de los conflictos, de la violencia y de las reivindicaciones indígenas o

campesinas son una prioridad efectiva para el gobierno que pretende instaurar una verdadera estabilidad social. El caso es que dicha búsqueda de paz y de equilibrio no es privativa de la clase política. En el contexto económico actual, las diversas comunidades de la Costa no ignoran el interés de superar sus ancestrales diferendos, de reconciliarse y de unir sus fuerzas. Como lo subraya cabalmente Gilles Bataillon: «  Miskitus, Mayangnas, criollos y mestizos, antaño en lucha para disputarse el favor de los representantes del poder central hispanohablante, hablan ahora de una necesaria unidad de los habitantes de la Costa Caribe para conjurar la amenaza de una dominación de las élites de la Costa Pacífica ». (Bataillon, 2000, 125)

La institucionalizacion de la costa caribe La invención del Caribe nicaragüense no es únicamente de índole espacial y social. Es también de esencia institucional. Continuum jurídico y político del llamado proceso de reconciliación étnica y de integración nacional, la objetivación institucional de la Costa, a través de la anexión y la instauración de un nuevo régimen jurídico de autonomía, inscribe en la Constitución nacional el paso del estatuto de territorio al de región.

Anexión de la Costa Caribe Su historia jurídica e institucional está marcada por una serie de trastornos. En sus orígenes, era un reino indígena (Mosquitia) que supo preservar duraderamente su autonomía luchando con ardor contra los colonos españoles. La gran resistencia militar de los Miskitos, 20

Margarita Vannini, Directora general del IHNCA precisa en la presentación del libro Estampas del Caribe Nicaragüense, IHNCA-UCA, Managua, 2000, p. 2: « Uno de estos programas de investigación ha producido importantes publicaciones sobre pueblos indígenas del norte, centro y occidente del país, los que aportan valiosa información para reconstruir, no sólo aspectos de su historia y su cultura, sino también para comprender los problemas jurídicos y la marginación que sufren en el presente. » 21 Esas encuestas han sido realizadas por unos organismos nicaragüenses (CONPES, PRANAFP) y financiadas por el Fondo Fiduciario Danés administrado por el PNUD. 22 El reparto de los llamados indígenas es el siguiente : el 18,04% de Miskitos, 6,22% de Negros, el 2,45% de Mayangnas, el 0,43% de Garifunas y el 0,32% de Ramas

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Sumus y Caribes le permitió librarse de la amenaza ibérica y erigirse temporalmente en un enclave independiente. Pero, dadas sus bazas económicas y geoestratégicas23, fue rápidamente codiciada por piratas y comerciantes británicos que supieron ganarse la confianza de los indígenas. Resultó que, merced al apoyo logístico y militar recibido, la Costa pudo mantenerse fuera del alcance de la metrópoli española, pero a costa de un implacable protectorado británico que duró hasta su revocación en 1786 cuando un Tratado de Paz estableció que España podía extender legalmente su soberanía sobre la Mosquitia, anexándola. En 1844, con desprecio de ese pacto, Inglaterra decidió restablecer oficialmente su protectorado24 en aras de salvaguardar sus intereses económicos amenazados por la creciente hegemonía de los Estados Unidos de América en todo el istmo centroamericano. Independiente en 1821, Nicaragua emprendió, en 1860, unas negociaciones con el Estado británico protector con miras a recuperar la Costa. Bajo fuerte presión estadounidense y en virtud del Pacto de Managua, Inglaterra se la devolvió. En compensación, Nicaragua se comprometió en conceder a los pueblos indígenas el derecho a la autonomía y a la jurisdicción territorial mediante el establecimiento de una estructura municipal ad hoc (la Reserva). Pero, contra toda previsión, su Constitución fue elaborada, al año siguiente, en gran parte por los comerciantes anglosajones instalados en la región y en función de sus propios intereses, con lo cual, al negar totalmente los derechos supuestamente concedidos a las comunidades indígenas, el tratado no pasó de ser un dispositivo fundamentalmente diplomático encaminado, antes que nada, a reconciliar a las dos fuerzas en presencia permitiéndole al Estado nicaragüense afirmar su soberanía en esta porción del territorio nacional y a los comerciantes anglosajones preservar sus intereses económicos en la zona (Rizo, 2002, 107).

Instauración de nuevos marcadores institucionales Para acabar con semejante enajenación y extroversión que dificultó poderosamente el establecimiento de sólidas instituciones, el Estado nicaragüense actual desea imprimir unos nuevos marcadores institucionales capaces de legitimar su autoridad en la zona. Para ello

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está fomentando el desmantelamiento de los monopolios y favoreciendo el desarrollo de nuevos espacios de decisiones. En la esfera cultual, está abogando, por ejemplo, por la desregulación de lo religioso y la dilución de la influencia morava. Sólidamente implantada en la Costa desde 1848, esa Iglesia acogió tradicionalmente en su seno a una gran mayoría de Miskitus, Mayangnas y Criollos25. Ahora bien, desde hace poco, debe afrentar la aparición de nuevos actores religiosos (iglesias pentecostales y evangelistas, principalmente) que, al competir entre ellas, cuestionan su histórico monopolio. Paralelamente, desde finales de los años 1980, el Estado nicaragüense está efectuando, en el ámbito jurídico y administrativo, una profunda reorganización estatutaria de la Costa. Al promulgar, en 1987, el nuevo régimen de Autonomía, emprendió la transformación de los antiguos departamentos26 de Zelaya Norte y de Zelaya Sur en regiones autónomas: la Región Autónoma del Atlántico Norte (RAAN) y la Región Autónoma del Atlántico Sur (RAAS). La reforma constitucional de 1995 vino a reforzar, al nivel jurídico, la organización institucional de dicha autonomía regional. En ese marco, se crearon varios consejos regionales autónomos electos. Actuando como instancias mediadoras entre el Estado y las comunidades, estos nuevos espacios de representación política son la expresión de la representatividad y pluralidad étnicas. Intervienen con frecuencia en caso de conflictos relacionados con la propiedad de la tierra o la explotación de los recursos naturales. La democracia electoral se plasma a través de las elecciones regulares y, desde 1996, a través de los foros y de los espacios de concertación. Al fin y al cabo, el nuevo régimen ha signado la conversión definitiva del territorio en región autónoma. Al conferírselo, el Estado 23

Las cuestiones de bi-oceanidad desempeñaron un papel preponderante en la geopolítica sudamericana y centroamericana. Durante el siglo XIX, Inglaterra y Estados Unidos pensaron que Nicaragua proyectaba construir un canal transoceánico en razón a su amplia red de lagos interiores que atraviesa el país de un extremo a otro. 24 El protectorado británico fue aceptado por muchos indígenas y criollos de la Costa para librarse de la colonización española. 25 Cf. el artículo de P. Vayssière, « L’église catholique nicaraguayenne : bilan d’une décennie », Delhom, J. & Musset, A. (sous la dir.), En el ojo del Huracán, Ed. IHEAL/IHNCA/UBS, Paris, 2000:185-198. 26 Estos departamentos fueron creados por la Revolución sandinista.

ha proclamado simultáneamente la incorporación administrativa de la Costa al espacio nacional a la par que ha efectuado una transferencia de sus competencias hacia las autoridades locales electas. Para hacer eficiente esta descentralización administrativa y financiera en curso y para salvaguardar los particularismos de la Costa, un paquete de medidas complementarias ha sido adoptado. Ya desde 1992 y en 1993, fueron fundadas, respectivamente, la Bluefields Indian & Caribbean University (BICU) y la Universidad de las Regiones Autónomas de la Costa Caribe Nicaragüense (URACCAN). Miembros con pleno derecho del Consejo Nacional de las Universidades desde 1996, ambos establecimientos regionales se dedican a la investigación participativa y aplicada de las tradiciones orales y de las prácticas culturales autóctonas. Más recientemente, han brotado otras realizaciones de promoción de la idiosincrasia costeña en los campos de la edición (diccionarios, gramáticas, antologías de cuentos), de la educación (enseñanza bilingüe) y de la ciencia. El Centro de investigación y de desarrollo de la Costa Atlántica (CIACA) se ha reconvertido en un centro de estudios de la lengua, el folklore, la medicina tradicional y la historia de las comunidades indígenas. Además, han sido creadas dos radios locales. Junto con las emisoras nacionales, Radio Miskut y Radio Caribe difunden cotidianamente unos programas consagrados a las leyendas y músicas caribeñas (Bataillon, 2000, 124). Fig. 3. Límites administrativos y densidades de población de Nicaragua

Fuentes: A. Musset, op.cit, p. 23.

El Mediterráneo americano es un espacio cinético en continuo proceso de recomposición geopolítica.27 Irredentismo, anexiones, alianzas y agrupaciones regionales han sido los tradicionales mecanismos políticos que han coadyuvado históricamente a la perpetua reconfiguración de las unidades que lo componen. La invención territorial que se está observando en las riberas latinoamericanas abiertas al Mar Caribe viene a completar el dispositivo. Hoy incipiente en Panamá, Costa Rica, Honduras y México, la atribución de una nueva vocación a un espacio bruto con miras a su apropiación y valorización resulta cada vez más manifiesta en Nicaragua. Desde hace unos veinte años, el Estado nicaragüense se ha aplicado en objetivar su fachada oriental mediante la producción de nuevos marcadores espaciales, sociales e institucionales. El cambio toponímico, la ordenación, el desarrollo, el asentamiento, la cooperación regional así como la institucionalización de regiones autónomas han sido otras tantas operaciones que han marcado el territorio y han modificado su relación con el espacio nacional por una parte y con el espacio regional caribeño por otra. Desde este punto de vista, se plantean nuevas cuestiones sociales y geopolíticas. ¿Puede adaptarse semejante construcción a la metaestructura espacial de los habitantes? ¿Cómo percibe la población su nuevo entorno? ¿Se reconoce en él? De lo contrario, ¿no va a imponerse  la necesidad de afirmarse o defenderse para existir frente a una estrategia política considerada como exógena? Además, ¿no van a emerger, desde el interior, nuevos marcadores espaciales para distinguirse mejor del exterior? En esta perspectiva, ¿cuáles son los riesgos potenciales de conflictos entre los distintos participantes (actores políticos y económicos, sociedad civil, etcétera)?28 Estos interrogantes requieren una sana reflexión y unas respuestas pragmáticas a la hora de una globalización que recompone profunda y aceleradamente los espacios a la par que los pone - a veces peligrosamente - en competición.

27 E. Dubesset, « La Caraïbe, complexité d’un espace cinétique en partage », Cultures Sud, Caraïbes : un monde à partager, 168, janvier-mars 2008 : 32-43. 28 Para responder a estas preguntas, véase el artículo de Philippe Subra, « L’aménagement, une question géopolitique », Hérodote, Editions La Découverte, Paris, N°130, 2008 : 222-248.

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h

ist

o

ria

La estructura económica de San Andrés y Providencia en 1846 Adolfo Meisel Roca♦

El autor agradece los comentarios de Yury Reina, Irene Salazar los asistentes a un seminario organizado por el Banco de la República en San Andrés, el día 13 de noviembre, en las instalaciones de INFOTEP donde se presentó esta investigación.

Desde el siglo XVIII y hasta fines de la década de 1950 la base económica de las islas de San Andrés y Providencia fue la agricultura. Entre los historiadores y geógrafos que se han ocupado del tema ha existido un relativo consenso en que hasta el ascenso de la economía exportadora del coco, después de 1850, el principal Fotografía tomada del libro de Clara Eugenia Sánchez, La casa isleña, editado por la Universidad Nacional de Colombia, sede Caribe.

Todas las fotografías de este artículo han sido tomadas del libro de Clara Eugenia Sánchez.

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siglo XIX. A continuación se reportan los principales empleos de la fuerza laboral de la época. Además, se hace un cálculo del producto interno bruto (PIB) de las islas, desagregando los dos sectores económicos más importantes, el agrícola y el ganadero. También se presentan los estimativos del PIB en términos per cápita. Para finalizar, se discute el valor de la riqueza material, así como la cantidad y precio de los esclavos. En síntesis, se analizara la economía de San Andrés en un nivel de detalle que hasta la fecha no se ha hecho para ningún año anterior a la década de 1950. En uno de los trabajos más completos sobre la historia económica y social de San Andrés y Providencia, Isabel Clemente señaló que un informe de Thomas de Ramery de 1793 decía que la principal actividad económica de San Andrés y Providencia era la agricultura y dentro de esta última pesaba mayormente la exportación de algodón1. Hacia 1802 esa producción algodonera se había incrementado a 4.000 quintales anuales. De acuerdo con Clemente, el resto de la producción agropecuaria se dedicaba a la subsistencia. Es decir, un caso muy claro de monocultivo exportador. Por esta época, primera década del siglo XIX, además de dedicarse a las actividades agropecuarias, los isleños estaban muy activos en el negocio del contrabando. Al respecto señalo el geógrafo James J. Parsons que:�2 cultivo y producto de exportación fue el algodón. El objetivo del presente documento es describir, con un mayor nivel de desagregación, la actividad económica de las islas en la década previa a su especialización en el cultivo del coco. Para ello se hará uso de un informe especial sobre San Andrés y Providencia que se encuentra en el Archivo General de la Nación y que es de una gran riqueza cuantitativa. Hasta la fecha dicho informe era desconocido para los investigadores que han tratado la historia económica del archipiélago en el siglo XIX. En este breve ensayo se muestra que la imagen de una isla mono exportadora de algodón con una economía agrícola poco diversificada no corresponde a lo que había en las islas en 1846. Se inicia el análisis con un recuento del movimiento de la población después de la independencia y hasta mediados del 32

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Se rumoraba que el mismo Gobernador O´Neille se involucró en comercio de contrabando. Un inspector de Guatemala al refutar el testimonio de O´Neille ante la Junta de Fortificaciones en Madrid, describió a San Andrés como una bodega donde se almacenaban bienes ingleses, que se contrabandeaban hacia el continente, especialmente a León en Nicaragua.

A comienzos de la era republicana la población de San Andrés y Providencia era muy escasa y no llegaba a los 1.000 habitantes. En efecto, en el censo de 1835 se contabilizaron un total de 986 personas viviendo en las dos islas (véase Cuadro 1). Aunque entre ese censo y el de 1843 la tasa de

1

C. F. Follet (1837: 207-208).

2

C.F . Follet (1837: 206-207).

crecimiento demográfica fue relativamente lenta, ya para el periodo siguiente, 1843-1851, esta se elevó bastante, pues alcanzó a ser de 7.8% promedio anual. Esto último parece indicar que había prosperidad económica en ese momento.

Cuadro 3 Censo de Población de San Andrés y Providencia, 1851 Hombres Libre

Cuadro 1 La población de San Andrés

y

Providencia en las primeras décadas de la República Tasa de crecimiento anual (%)

Año

Población

1835

986

1843

1025

0,5

1851

1925

8,2

Fuente: Censos Nacionales y cálculos del autor.

En el censo de 1843 encontramos que había un buen número de esclavos en San Andrés y Providencia, 261. En efecto, estos representaron el 25.5% de la población (véase Cuadro 2). Sin embargo, ya para el censo de 1851, debido tanto a la prohibición para importar esclavos que estableció la república como a la manumisión, no había sino 137 esclavos, representando el 7.2% de la población total (véase Cuadro 3). Cuadro 2 Censo de Población de San Andrés y Providencia, 1843 Hombres

Mujeres

Mujeres Total

Libre

Esclavo

San Andrés 655

52

707

526

52

578 1285

Providencia 319

23

342

288

10

298

Total

75

1049 814

62

876 1925

974

Total

Total

Esclavo

640

Fuente: Censos Nacionales y cálculos del autor.

En 1846 la abrumadora mayoría de los isleños eran labradores, 56.8%, es decir que estaban dedicados a las actividades agropecuarias (véase Cuadro 4). Los criados representaban otro 31.8%, sumando entre estos y los labradores el 88.6 % de la fuerza laboral activa en San Andrés y Providencia por esa época. Llama la atención que en total sólo había de 29 pescadores. Una razón para esto puede ser que en sus tiempos libres muchas personas se dedicaban a la pesca de autoconsumo y la parte comercializada de esta actividad era muy pequeña. Es probable que casi el único producto del mar que se exportaba fuera el carey, que se obtenía de las tortugas que abundaban en los cayos cercanos, como Serrana, Serranilla y Roncador, entre otros. La temporada de captura de tortugas duraba seis meses e iba desde marzo hasta agosto. Para esa actividad se usaban tres embarcaciones de entre 10 y 15 toneladas. 3 También vale la pena destacar que en 1846 no había profesionales, abogados o médicos, ni clérigos en las islas.

Total Libre

Esclavo

Total

Libre

Esclavo

Total

262

95

357

273

101

374

731

Providencia 118

32

150

111

33

144

294

Total

127

507

384

134

518 1025

San Andrés

380

Fuente: Censos Nacionales y cálculos del autor.

3

C. F. Follet (1837: 207-208).

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33

Cuadro 4 de

Ocupaciones de los habitantes en el cantón San Andrés y Providencia en el año económico de 1845-1846 Ocupaciones

Labradores Criados Empleados Pescadores Aserradores Músicos Carpinteros Albañiles Parteras y comodrones Calafates Sombrereros Maestros de escuela Militares

Total población ocupada

Número

Participación (%)

580 325 32 29 14 14 13 5 3 2 2 2 1

56,8 31,8 3,1 2,8 1,4 1,4 1,3 0,5 0,3 0,2 0,2 0,2 0,1

1022

100

Fuente: AGN, República, Gobernación de Cartagena, varios volúmenes y cálculos del autor.

La presencia de aserradores, carpinteros y calafates, 29 en total, parece ser el reflejo de una buena actividad en materia de la construcción y reparación de embarcaciones. De hecho ningún oficio especializado lo supera en número de personas involucradas. En un informe inglés de 1837 se hace

referencia a las maderas disponibles en Providencia. Más importante aún, es que se hace referencia a las partes de los barcos que se podían hacer con esas maderas, así como aquellas piezas para las cuales no había las maderas adecuadas:4 Habíamos mencionado que hay la idea generali­ zada de que la economía que había en San Andrés y Providencia antes de la liberación final de los esclavos a comienzos de la década de 1850 se basaba casi exclusivamente en los cultivos de algodón para exportación y de otros productos para el consumo de los habitantes del archipiélago, tales como maíz, ahuyamas, ñame, yuca, caña de azúcar, naranjas, entre otros5. Sin embargo, un análisis de la información de la producción de las islas en el año 1845-1846 muestra que la economía de San Andrés y Providencia era bastante más diversificada de lo que se había pensado y que algunos productos tenían una importancia económica mayor o similar a la del algodón. En el Cuadro 5 se presentan los principales renglones productivos de las islas en el año corrido entre septiembre de 1845 y agosto de 1846. La abrumadora mayoría corresponde al sector de la agricultura, silvicultura, apicultura y la caza. Un grupo de sólo seis productos de dicho sector aporto el 75.7% del PIB total de ese año: caña de azúcar, algodón, miel, ñames, plátanos, cocos. Aunque el cultivo de algodón era importante, en ese año el valor de su producción no ocupaba el primer puesto en la economía local. Ese lugar le correspondía a la caña de azúcar, con una producción anual de 5.859 pesos, que superaba ampliamente al algodón, cuya cosecha fue en ese mismo periodo de 3.600 pesos. De todas maneras el algodón ocupaba aún el segundo lugar en el valor de la producción y probablemente era todavía el principal producto de exportación. De acuerdo con las fuentes primarias utilizadas en este artículo, las exportaciones de San Andrés y Providencia en 1845-1846 fueron de 4.200 pesos, lo cual implica que una parte significativa de la producción agrícola se dedicaba al consumo local. Esto debía ser especialmente cierto para la caña de

4 5

34

a g u a i t a - DIECINUEVE - VEINTE / diciembre 2 0 0 8 - Junio 2 0 0 9

C. F. Follet (1837: 206-207). Ibíd., p. 338.

Cuadro 5 Producción y valor de la producción de la agricultura, silvicultura, apicultura, caza, ganadería y avicultura e industria en el cantón de San Andrés y Providencia durante todo el año 1845-1846 Ramas de producción

Agricultura, Silvicultura, aplicultura y caza

Cantidad producida

Producto

Medida

Aguacates

1000

Docenas

Ají

10300

Docenas

Algodón

2400

Arrobas

Anones

1000

Docenas

Arroz

25

Batatas o camotes

95

Café

15

Arrobas690

Valor específico Pesos Reales

1

4

3.600

Arrobas

6

18

6

Cargas

2

23

6

6

90

Caña de azúcar

400000

Docenas

4 docenas por ½

5.859

Cocos

20100

Docenas

1

2.512

Fríjoles

300

Arrobas

Guandú

100

Arrobas

Limones

60000

Docenas

Maíz

1400

Arrobas

Melones

1200

Docenas

Maní

50

Arrobas

4

25

Naranjas

1800

Docenas

1/2

112

Ñames

1500

Cargas

Papayas

5000

Docenas

Piñas

70

Docenas

Plátanos

3600

Cargas

Sagú

25

Arrobas

Ahuyamas o zapallos

300

Cargas

Yucas

2200

Cargas

Carey

450

Libras

Maderas

13000

Varas

1 2

25

2

350

2 4

35

6

2.700

5

187

75

4

700

Cantaras

5

125

Toneladas

10

3.500 1.250 27.089

202

Arrobas

1

Cueros

8

Arrobas

1

8

Mantequilla

10

Arrobas

2

20

Manteca de cerdo

200

Arrobas

1

Leche

125

Cantaras

2

31

Arrobas

1 por cada 12,5 arrobas

210

21000

Valor Producción Ganadera Industria

1.625

Carne

Huevos

4

1.800 1

Miel

4

3.000

3

Palos de Tinte

4

300

Valor Producción Agrícola

Ganadería y avicultura

Valor Total Pesos Reales

4

303

200

772

Aceite de tártago

9

Arrobas

4

Almidón

85

Arrobas

1

Valor Producción Industrial

2

2

36 85 121

PIB

27.982

2

Fuente: AGN, República, Gobernación de Cartagena, varios volúmenes y cálculos del autor.

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35

azúcar, de la cual se producía panela y ron. También debía suceder con productos perecederos como el ñame y los plátanos. Quedaban pues una variedad de productos para exportar como el coco, algodón, la miel, palo de tinte y maderas. Es decir, las islas estaban lejos de ser una economía mono exportadora, como sucedió unos años después con la consolidación de las exportaciones de coco. Otro aspecto a destacar es que ya la producción de coco tenía un peso importante en la economía de las islas, pues representaba en 1845-1846 el 70% de las de algodón. Probablemente esto era el resultado de dos influencias. Por un lado ante la prohibición para importar esclavos, que se estableció desde el inicio mismo de la república, los agricultores debieron empezar a buscar cultivos que no fueran intensivos en mano de obra. Por otro lado, los precios del algodón de exportación en el mercado mundial alcanzaron su nivel más alto en la década de 1790, para luego iniciar una tendencia al descenso. Mientras en 1795 en el mercado de Nueva Orleans se cotizó la libra de algodón en 36.5 centavos de dólar, ya para 1830 ese precio había descendido a sólo 8.4 centavos de dólar. También por esa razón, es probable que en San Andrés y Providencia el cultivo de algodón hubiera perdido importancia en la primera mitad del siglo XIX6. Las exportaciones de 1845-1846, representaron el 15% del PIB de ese año. Ello implica que San Andrés y Providencia tenían una economía mucho más abierta que la de la Nueva Granada continental, la cual tenía un índice de exportación a PIB cercano al 7%. Las ramas de la producción que aparecen en el Cuadro 5 son la agricultura, silvicultura, apicultura y caza, la ganadería y avicultura y la industria. El total del PIB fue de 27.982 pesos. Sin embargo, es evidente que falta contabilizar el aporte del autoconsumo de sectores que aparecen enumerados pero para la cual no se reporta el valor de la producción. Tal es el caso de la yuca, el aguacate, la papaya, el limón, el anón, el ají, el melón y la pesca. También falta incluir el valor agregado en la construcción y reparación de embarcaciones. Al calcular el PIB per cápita para 1845-1846, usando la población calculada para este último año, obtenemos un estimativo de 22 pesos de la época. Si se tiene en cuenta, como se mencionó previamente,

36

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que en este estimativo no se incluyen los aportes del autoconsumo de varios productos agrícolas, ni de la pesca, o de la reparación y construcción de embarcaciones marítimas, además de otras actividades menores, podemos concluir que el PIB per cápita debía ser similar al calculado por Salomón Kalmanovitz (2008:33) para Colombia en esa época, es decir 24 pesos. El informe sobre la economía de San Andrés y Providencia no se limita a la presentación de la producción anual en diferentes rubros, sino que también se adelantó un inventario de la riqueza material con que contaba la isla, así como de la cantidad de esclavos y su valor (véase Cuadro 6). Quienes realizaron el inventario total de la riqueza de las islas en 1845-1846, incluyeron los bienes materiales que normalmente se relacionan en este tipo de análisis y también agregaron los esclavos, por cuanto estos tenían un valor de mercado para sus propietarios. Los bienes de mayor participación en la riqueza de San Andrés y Providencia en 1845-1846 fueron las viviendas particulares, con un 42.5%. Lo anterior corresponde a una regularidad empírica, observada tanto a través del tiempo como en el espacio. Por ejemplo, en Australia, a comienzos del siglo XXI, las viviendas representan algo así como el 65% de la riqueza privada del país. El otro componente que pesa bastante en el inventario de la riqueza material del archipiélago es el de los animales domésticos, tales como gallinas, pollos, cerdos, caballos, yeguas y vacas. El 76.8% del valor de esos animales estaba representado en los cerdos. La ventaja que estos tienen, con respecto al ganado vacuno, es que su cría no es intensiva en pastos. Por tanto, la mayor parte de la carne consumida en la isla era de cerdo, dado que su producción era más adecuada a las condiciones de las islas. Más allá de la riqueza material, de acuerdo con el valor de mercado, el segundo componente de la riqueza de San Andrés y Providencia que aparece registrado en el informe es el de los 215 esclavos que había en ese momento. Su valor promedio era de 113 pesos de plata de la época lo que correspondía a una suma grande. Por ejemplo, por el valor de un esclavo era posible adquirir en ese momento en la isla, un total de 13 reses.

Cuadro 6 Riqueza material y cantidad y precio de los esclavos en el cantón de San Andrés y Providencia durante todo el año económico de 1845-1846 Número de fanegadas

Valor ($)

Tierras de cultivo

2050

4100

Tierras de cría

450

900

Total tierras

2500

5000

Número

Valor (pesos)

Casas de teja en las cabeceras

6

3500

Casas pajizas en las cabeceras

161

32200

Casas pajizas en los campos

200

2400

Total edificaciones

367

38100

Número

Valor (pesos)

1

250

Embarcaciones pequeñas

110

660

Total embarcaciones

111

910

Animales domésticos

Número

Valor (pesos)

Pollos

10.400

650

Gallinas ordinarias

6.300

787

Cerdos

5.500

16.500

Caballos y yeguas

208

2.080

Toros y vaca

125

1.125

Número

356

Tierras

Edificaciones

Embarcaciones Embarcaciones grandes

Otros Total animales domésticos

21.498

Esclavos

Número

Valor (pesos)

Hombres

102

11.580

Mujeres

113

12.600

Total esclavos

215

24.180

Total

89.688

Fuente: AGN, República, Gobernación de Cartagena, varios volúmenes y cálculos del autor.

En el Cuadro 7 se desagrega con mayor detalle el valor del inventario de los animales domésticos que

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37

había en San Andrés y Providencia en agosto de 1846. El segundo valor reportado es el de los caballos y yeguas, animales por los cuales los isleños sienten, aún hoy, un gran afecto. Estos debían jugar un papel importante en el transporte de la época estudiada. Cuadro 7 Inventario de animales domésticos que existen en el cantón de San Andrés al 31 de Agosto de 1846 Valor unitario Animales

Cuadro 8

Valor total

Cantidad Pesos Reales

12 pesos, en las cabeceras el valor de estas oscilaba alrededor de 200 pesos (véase Cuadro 8). Mucho más costosas eran las casas de teja que había en las cabeceras y cuyo valor individual ascendía a 500 pesos. Sin embargo, como sólo había seis de estas, su valor total era mucho menor al de las casas pajizas en las cabeceras. Como se registraron un total de 367 casas en las islas en 1846, el promedio de personas por vivienda fue de 5.2, que es una cifra que resulta muy razonable para la época.

Pesos

Pollos

10.400

1/2

650

Gallinas ordinarias

6.300

1

787

Cerdos

5.500

3

16.500

Caballos y yeguas

308

10

2.080

Gallos

200

1

25

Capones

150

2

37

Toros y vacas

125

Patos

125

2

31

Pavos

100

4

50

Cabras y manos cabríos

70

Gallinas de guinea

12

Ovejas comunes

10

2

20

Burros

6

8

48

Reales

Inventario de edificaciones que existen en el cantón de San Andrés y Providencia en agosto de 1846 Valor promedio

4

Tipo de especificaciones

Valor total

Número Pesos

Reales

Pesos

Reales

Edificios del Gobierno Casas de teja en las cabeceras

6

500

3.000

Casas pajizas en las cabeceras

161

200

32.200

Casas pajizas en los campos

200

12

2.400

Casas de teja en los campos

9

4

1.125 2

Establecimientos públicos Total

Total

3

4

21.498

4

6

Fuente: AGN, República, Gobernación de Cartagena, varios volúmenes y cálculos del autor.

Como se había mencionado, el grueso de la riqueza isleña estaba representada en las casas de vivienda. Especialmente valiosas eran las casas de las cabeceras de San Andrés y Providencia, pues las de las zonas rurales tenían un valor más bajo. Mientras que una casa pajiza en el campo valía en promedio

38

367

37.600

140

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Fuente: AGN, República, Gobernación de Cartagena, varios volúmenes y cálculos del autor.

El último componente de la riqueza del archipiélago incluido en el inventario de agosto de 1846 es el que corresponde a los esclavos. En ese año había 215 esclavos, que representaban el 11.2 % de la población total (véase Cuadro 9). Lo primero que se debe señalar es que, si se compara por rangos de edad, los hombres siempre alcanzaban precios mayores. Por ejemplo, los hombres menores de 40 años valían en promedio 200 pesos, mientras que las mujeres de una edad similar costaban sólo 150 pesos, en promedio. Sin embargo, las mujeres eran más numerosas, y además más jóvenes. En efecto, había un 10% más de mujeres. Además, mientras que el 63.7% de las mujeres era menor de 40 años, en el caso

de los hombres ese porcentaje era de sólo el 31.4%. Esto explica porque el valor total de las mujeres fue ligeramente mayor que el de los hombres. Cuadro 9 Número y valor de los esclavos que existen en el cantón de San Andrés y Providencia en agosto de 1846

Esclavos según género y edad

Número

Valor unitario (promedio)

Valor total

Intereses de este capital

Pesos Reales Pesos Reales Pesos Reales Menores de 40 años

32

200

6.400

320

De 40 a 60 años

28

125

3.500

175

Mayores de 60 años

42

40

1.680

84

Total hombres

102

114

11.680

579

Menores de 40 años

72

150

10.800

640

De 40 a 60 años

31

50

1.550

77

Mayores de 60 años

10

25

250

12

4

Total mujeres

113

112

12.600

730

4

Hombres

Mujeres

Fuente: AGN, República, Gobernación de Cartagena, varios volúmenes y cálculos del autor.

Otro aspecto a destacar es que tanto para los esclavos como para las esclavas el precio promedio iba bajando con la edad. En el caso de los hombres al pasar de los 40 años el precio bajaba de 200 pesos a 125 pesos y los mayores de 60 valían en promedio 40 pesos. Lo mismo sucedía para las mujeres. Por último, se debe resaltar que el rendimiento del capital económico representado en los esclavos era favorable para sus propietarios, pues recibían una rentabilidad que estaba entre 5%, para los hombres, y 5.8%, para las mujeres, lo cual para la época era bastante bueno, especialmente por que los precios eran estables. El análisis detallado de la producción de San Andrés y Providencia en el año 1845-1846 revela

que, la economía era mucho más diversificada que lo que se deducía de la información fragmentaria con la cual se contaba hasta ahora. Por lo tanto, es necesario abandonar la imagen de una producción mono exportadora de algodón que dio paso, después de 1851, a la era del coco y que duro hasta comienzos de la década de 19507. Contrario a lo sucedido en durante la hegemonía del coco, ya para mediados de la década de 1840 la participación del algodón en la producción agropecuaria se había reducido mucho, hasta el punto de ser uno más entre varios productos que se destinaban al mercado internacional y otros que se consumían casi que exclusivamente en la isla, como el ñame o los cerdos. También es necesario señalar que por esta época la población de las islas tenía un estilo de vida de muy buena calidad. Esto se debía en parte a los buenos ingresos y a la baja densidad de población, lo cual facilitaba el acceso a los recursos de la pesca y la agricultura de subsistencia. La oferta alimenticia variada y rica en proteínas se tradujo en una excelente alimentación, que permitió que a comienzos del siglo XX los isleños fueran los colombianos con mayor estatura. Para los nacidos en el quinquenio 1905-1909, la estatura promedio de los habitantes de San Andrés y Providencia, de 1.68 cms, fue la más alta del país y superaba el promedio nacional en 8 cms8. La importancia de que la economía de San Andrés y Providencia fuera bastante diversificada en las primeras décadas de vida republicana es que ello la hacía menos vulnerable a las bruscas fluctuaciones económicas que caracterizan a los países y regiones dependientes de un monocultivo. Nótese que poco tiempo después, y hasta mediados del siglo XX, las fluctuaciones en el precio del coco, y los problemas de la producción, como las ratas que deterioraron los cocoteros en algunas épocas y las sequias, fueron una fuente de inestabilidad económica. Cartagena de Indias, diciembre de 2009 7

Para un análisis de la economía de San Andrés y Providencia en la era del coco, véase Adolfo Meisel Roca (2005). También consúltese Loraine Vollmer (1997); James J. Parsons (1956); Alberto Abello Vive y June Marie Mow (2008). 8 Adolfo Meisel Roca y Margarita Vega Acevedo (2007: 156).

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Bibliografía Abello, Alberto, y June Marie Mow, “San Andrés, nuestra ciudad insular”, Credencial Historia, Edición 228, diciembre, 2008. Clemente, Isabel. “El Caribe insular: San Andrés y Providencia”, en Adolfo Meisel Roca, Historia económica y social del Caribe colombiano, Ediciones Uninorte, Bogotá, 1994. Follet, C.F., “On the Island of Old Providence”, Journal of the Geographical Society of London, Vol. 7, 1837. Kalmanovitz, Salomón. Consecuencias económicas del proceso de Independencia en Colombia, Universidad de Bogotá-Jorge Tadeo Lozano, Bogotá, 2008. Meisel, Adolfo. “La continentalizacion de la isla de San Andrés, Colombia: Panyas, raizales y turismo”, en María Aguilera, editora, Economías locales del Caribe colombiano: Siete estudios de caso, Banco de la República, Colección de Economía Regional, Bogotá, 2005. Meisel, Adolfo y Margarita Vega, La calidad de vida biológica en Colombia, Antropometría histórica, 1870-2003, Banco de la República, CEER, Cartagena, 2007, p. 156. Ocampo, José A. Colombia y la economía mundial, 1830-1910, Siglo XXI Editores, Bogotá, 1984, p. 362. Parsons, James J., San Andrés and Providencia, English Speaking Islands in the Western Caribbean, University of California Press, Berkeley and Los Angeles, 1956. Vollmer, Loraine. La historia del poblamiento del Archipiélago de San Andrés, Vieja Providencia y Santa Catalina, Ediciones Archipiélago, San Andrés, 1997.

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www.ocaribe.org

40

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econom

í

a

y

s

o

ciedad

Cerro Matoso y la economía del ferroníquel en el Alto San Jorge (Córdoba) Joaquín Viloria de la Hoz*

Introducción En las tres últimas décadas, el Alto San Jorge dejó de ser una subregión eminentemente agropecuaria, en la medida en que la minería fue ganando un peso creciente dentro su economía. La explotación de ferroníquel y, en menor medida, de oro y carbón, le ha generado a los municipios cuantiosos recursos por regalías que no siempre se han invertido en los proyectos prioritarios. Paralelo a la economía minera, en este territorio se ha presentado un fenómeno de colonización de las zonas rurales, que permitió ampliar no sólo la frontera agrícola en el Alto San Jorge, sino también los cultivos ilícitos. Otra problema ha sido el conflicto armado entre guerrillas, paramilitares y narcotraficantes, lo que desencadenó un grave fenómeno de desplazamiento de la población. Estas problemáticas económicas y sociales, fueron la motivación inicial para adelantar esta investigación. En el presente documento se analiza la estructura económica del municipio de Montelíbano y su área de influencia, en el departamento de Córdoba, tomando como eje central del análisis la producción de ferroníquel

Panorámica de Cerro Matoso Foto: www.panoramio.com/photos/original/12323028.jpg

El autor agradece los comentarios de Adolfo Meisel, María Aguilera, Luis Armando Galvis, Julio Romero, Irene Salazar y Leonardo Bonilla, del CEER – Banco de la República, así como a Mónica Gómez, estudiante en práctica del CEER. También expresa sus agradecimientos a Sergio Piñarte y Liliana Pineda (Cerro Matoso S.A.), José Rodríguez (Fundación San Isidro), César Montes y Carolina Oyola (Alcaldía de Montelíbano), Edwin Padilla (Asproesa), Carmenza Gabi Alzate (Asicor), Denis Miguel Vega (CVS), Luis Alfredo Garavito (docente) y Víctor Negrete (escritor y profesor universitario).

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de Cerro Matoso. En la medida en que las estadísticas lo permiten, los datos para Montelíbano se comparan con los de Puerto Libertador, La Apartada y Caucasia, este último municipio ubicado en el departamento de Antioquia, en los límites con Córdoba y muy cerca de la mina de Cerro Matoso. El documento se estructuró en cinco partes, además de la introducción y las conclusiones. En la primera sección, se tratan, de manera sintética, los aspectos geográficos de la subregión del Alto San Jorge. Luego se estudia el capital humano, destacando la evolución demográfica y algunos aspectos educativos. La siguiente sección está dedicada a la estructura económica departamental, a partir de la evolución del PIB y de cada uno de sus sectores. También se hace un análisis de la economía de Montelíbano, centrando la atención en la producción histórica de ferroníquel y de sus precios internacionales. Las finanzas públicas forman parte de esta sección a partir del análisis de sus presupuestos, regalías e impuestos. Luego se presentan algunos ejemplos de responsabilidad social y de proyectos conjuntos gobierno-empresa-comunidad tanto a nivel nacional como internacional, los cuales pueden ser modelos para replicar. Por último, se presentan algunas conclusiones del trabajo.

Córdoba (CVS, 2000: 41-42). En la cuenca alta del río San Jorge se ubica Cerro Matoso, la única mina de níquel de Colombia y una de las más importantes de América Latina, en jurisdicción del municipio de Montelíbano. Mapa 1 Ubicación geográfica de Montelíbano y Cerro Matoso

I. Ubicación geográfica

El departamento de Córdoba está ubicado en las llanuras del Caribe, en el sector nor-occidental de Colombia, y gran parte de su territorio se ubica en los valles de los ríos Sinú y San Jorge. Su orografía la componen las serranías de Abibe, al occidente, la de San Jerónimo, al centro, que separa los ríos Sinú y San Jorge, y la de Ayapel, al oriente, ubicada entre los ríos San Jorge y Cauca. Estas tres serranías se desprenden de la Cordillera Occidental, en el sitio denominado Nudo de Paramillo, que alcanza una altitud cercana a los 4.000 metros, en los límites entre los departamentos de Antioquia y Córdoba. El río San Jorge nace en el Nudo de Paramillo y tiene una longitud de 368 kilómetros. Este río recorre parte de los departamentos de Antioquia, Córdoba, Sucre y Bolívar, para desembocar en el río Magdalena, en la zona conocida como Brazo de Loba. El área total de la cuenca es de 9.900 kilómetros cuadrados, de los cuales el 42% pertenece a la jurisdicción de

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Fuente: IGAC. II. Capital humano A. Demografía

En la subregión del Alto Jorge se viene presentando desde la década de 1970 un auge minero, una vez el gobierno nacional y la empresa privada decidieron emprender la explotación de níquel en Montelíbano y de carbón en Puerto Libertador. Este fenómeno, así como la colonización en la parte montañosa de estos municipios, han generado un crecimiento demográfico considerable. Las estadísticas de las últimas décadas demuestran esta afirmación.

Cuadro 1 Población de los municipios de la subregión del Alto San Jorge, Departamento de Córdoba y Colombia, 1973-2009 Municipio

1973

1985

1993

2005

2009

Montelíbano

24.475

38.102

52.549

73.619

79.860

La Apartada

 

 

 

12.728

13.632

9.169

16.220

20.500

36.026

39.994

33.644

54.322

73.049

122.373

133.486

734.424

1.013.247

1.275.623

1.472.699

1.558.267

20.666.920

27.867.326

33.109.840

44.450.260

44.977.758

Puerto Libertador Subregión Alto San Jorge Departamento de Córdoba Colombia

Fuente: Dane, Censos de población (1973-2005) y proyecciones (2009).

La población de Montelíbano durante el período 1973-2009, se triplicó al pasar de 24.500 a 74 mil habitantes, mientras la de Puerto Libertador se cuadruplicó. En este período, la subregión del Alto San Jorge presentó una tasa de crecimiento de 4% promedio anual, frente a 2,2% en Colombia y 2,1% en Córdoba. Al analizar por origen geográfico se encuentra que los municipios de La Apartada, Montelíbano y Puerto Libertador, tienen una población mayoritariamente cordobesa, aunque los antioqueños representan el grupo de migrantes no cordobés más numeroso. En este sentido, de las personas que reportaron su origen geográfico los antioqueños representan cerca de ocho mil personas, de los cuales más de la mitad están radicados en Montelíbano. Los oriundos de Antioquia representan el 7% del total de migrantes en estos tres municipios, pero su presencia es muy notoria al dominar los ejes de la economía subregional, como la ganadería, el comercio y el transporte principalmente. Cuadro 2 Origen de las migraciones por municipio, 2005 Municipio

Cordobés Antioqueño

Otros Dptos.

Total

La Apartada

10.657

1.321

634

12.612

Montelíbano

58.379

4.161

5.133

67.673

Puerto Libertador

29.087

2.353

1.825

33.265

Caucasia (Ant.)

10.061

66.134

7.344

83.539

Fuente: Dane, 2005.

Por el otro lado, los cordobeses se constituyen en el mayor grupo de migrantes en el municipio antioqueño de Caucasia, con más de 10 mil personas. Estas cifras nos indican que sólo en Caucasia hay más cordobeses que antioqueños radicados en La Apartada, Montelíbano y Puerto Libertador. Este flujo humano sinuano-paisa moviéndose en ambas direcciones ha sido la constante de la subregión por lo menos en los últimos cien años, convirtiéndose en el motor de su economía. B. Educación

Desde el año 2004, Montelíbano muestra los mejores resultados de Córdoba en los exámenes de Estado (pruebas Icfes y Saber), jalonado por la Fundación Educativa de Montelíbano (FEM), de la empresa Cerro Matoso, por el Plan Maestros o alianza estratégica por la calidad educativa y por el Centro de Recursos Educativos Municipales - CREM. Este Centro fue inaugurado en 2002 y contó con la participación de la Gobernación de Córdoba (300 millones de pesos), Alcaldía de Montelíbano (200 millones de pesos) y Cerro Matoso (700 millones de pesos), además de la Fundación San Isidro, Diócesis de Montelíbano, así como la mayoría de instituciones educativas y maestros, desde donde se trabaja por mejorar la calidad de la educación del municipio. En el CREM, la comunidad académica del municipio tiene acceso a laboratorios de física, química, biología, matemáticas y salas de sistema. En cuatro años, el crecimiento del CREM fue acelerado: se llegó a más de 13 mil estudiantes atendidos, cerca de 800

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profesores capacitados y su biblioteca tuvo más de 12 mil visitantes (Cerro Matoso, 2007).

Gráfico 1 Participación por sectores dentro del PIB, 2007 60

Cuadro 3

50

Indicadores Estudiantes atendidos Población estudiantil atendida (%) Colegios atendidos (usuarios) Profesores capacitados Ingreso a biblioteca (usuarios)

40

2002

2006

3.657

13.167

20

21,1%

63,2%

10

12

28

0

363

780

0

12.395

Fuente: Cerro Matoso, 2007.

Las iniciativas educativas han tenido continuidad y ya se empiezan a ver los resultados en términos de calidad. Además, estos indicadores educativos muestran a Montelíbano en mejor posición que sus vecinos y con respecto a la media departamental, pero el objetivo de las autoridades municipales debe ser, por lo menos, alcanzar los indicadores de la media nacional. III. Estructura económica A. La economía departamental

En el período 1990-2007 la economía del departamento de Córdoba tuvo mayor dinamismo que la colombiana en su conjunto. Durante el período, el Producto Interno Bruto (PIB) de Colombia creció a 3,5% promedio anual, mientras el de Córdoba lo hizo a 4,8%. El mayor dinamismo de la economía cordobesa se explica por el crecimiento de la actividad minera, que lo hizo al 5,5% promedio anual, además de crecimientos en la construcción (10,1%) y la industria (6%). Pero si se analiza la participación de cada sector dentro del PIB departamental durante el período de estudio, se observa que el sector agropecuario cayó nueve puntos porcentuales, mientras la minería y la construcción presentaron los mayores incrementos.

44

Porcentaje

Cobertura del CREM, 2002 y 2006

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30

Agropecuario Córdoba

Minería

Industria

Construcción

Admon. Pública

Servicios

Colombia

Fuente: Dane.

La economía minera en Córdoba está constituida básicamente por la explotación de cuatro recursos: ferroníquel, oro, gas natural y carbón. La producción de carbón térmico en Córdoba es marginal, si se compara con los volúmenes manejados en departamentos como La Guajira y Cesar. En el sector minero departamental se observan tres períodos claramente definidos, medidos a partir de su participación dentro del PIB departamental: un primer período de estancamiento (10-11%), que se prolonga hasta 1997. Luego se observa un período de crecimiento hasta 2003 (17%) y en los últimos años se presenta un retroceso hasta 2007 (12%). En todo el período, la participación minera dentro del PIB de Córdoba fue más elevada que la de Colombia en su conjunto (ver Gráfico 2). B. Montelíbano y la economía del níquel

1. Proxi al PIB municipal Las actividades económicas de mayor peso de los municipios de Montelíbano, Puerto Libertador y La Apartada son la minería, la ganadería y los servicios. Además de estos tres municipios cordobeses, en la presente sección se tiene en cuenta información del municipio antioqueño de Caucasia, al estar ubicado en el límite entre los dos departamentos y a escasos kilómetros de la mina de Cerro Matoso. El sector minero está constituido principalmente por las explotaciones de níquel, carbón y oro. El PIB promedio (2000-2007) de Montelíbano fue de 330 mil

Gráfico 2 Participación porcentual del sector minero dentro del PIB de Córdoba y Colombia, 1990-2007

al de Montelíbano (4,5 millones) y Caucasia (5,4 millones). De todas formas, se debe resaltar que el PIB de Montelíbano fue el segundo más alto del departamento de Córdoba, sólo superado por el de Montería, la capital departamental.

18

14 12 10 8 6 4

2007

2006

2005

2004

2003

2002

2001

2000

1999

1998

1997

1996

1995

1994

1993

0

1991 1992

2 1990

Porcentaje de participación

16

Colombia

Córdoba

Fuente: Dane, Cuentas regionales.

millones de pesos constantes, representando el 6% de la economía departamental, mientras Puerto Libertador y La Apartada en conjunto participaban con el 3% del PIB cordobés. Por su parte, el municipio antioqueño de Caucasia tuvo un PIB de 442 mil millones de pesos constantes, superior al de Montelíbano en un 34%. Cuadro 4 PIB de Colombia, Córdoba y algunos municipios del Alto San Jorge, promedio 2000-2007 (millones de pesos de 2003) Territorio Colombia Córdoba

PIB 278.844.812

PIB per cápita

PIB km2

6,60

244,14

5.628.088

3,92

224,94

La Apartada

50.354

4,16

187,89

Montelíbano

329.352

4,65

182,97

Puerto Libertador

105.778

3,23

51,30

Caucasia

441.965

5,36

417,74

Fuente: Cálculos de J. Romero con base Dane, Cuentas Regionales y Finanzas públicas municipales.

Con respecto al PIB per cápita, el de Colombia fue de 6.6 millones de pesos constantes, muy superior

2. El níquel de Cerro Matoso El níquel es un metal duro, maleable y dúctil, que presenta su punto de fusión a los 1.455°C y el de ebullición a los 2.730°C. Desde hace varios siglos el níquel se ha utilizado en la acuñación de monedas, pero apenas fue reconocido como elemento en el año 1751, cuando el químico sueco Axel Cronstedt consiguió aislar el metal (Enciclopedia Encarta). El níquel y el ferroníquel son materias básicas para la industria del acero inoxidable y otros aceros termo-resistentes. El ferroníquel es una aleación de hierro y níquel, en el que éste último representa el 33%. Cerca del 65% de la oferta mundial de níquel se utiliza en la producción de acero inoxidable, 20% en otros aceros y el restante en otras aleaciones. El acero inoxidable se compone de hierro (72%-74%), níquel (6%-8%), cromo (10%-20%) y otras cantidades menores (Fundación San Isidro, 2001). Para el caso colombiano, el ferroníquel se encuentra a cielo abierto. Su extracción se requiere el uso de palas hidráulicas. El material es extraído y cargado en camiones para ser transportado hasta la planta de procesamiento, en donde se utiliza un proceso desarrollado en Noruega conocido como “Horno eléctrico rotatorio”. Los camiones descargan el mineral, el cual es sometido a varias etapas de trituración y luego secado. Las siguientes etapas consisten en un proceso piro-metalúrgico integrado, en el que se utilizan tres hornos: el primero es de calcinación para la reducción parcial del hierro y eliminación de agua. Luego, el mineral pre-reducido y calcinado se introduce en un horno de arco eléctrico, donde se produce su fusión a más de 1.450 °C. A continuación, el metal pasa a un proceso de refinación, iniciándose la inyección de oxígeno y cal, para la remoción de azufre, carbono y fósforo disueltos en el metal líquido (Minera Loma de Níquel, 2007). El horno eléctrico requiere “tanta energía como la que consume una ciudad como Pereira (3 a 4% del total nacional), lo que implicó construir una subestación en

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la línea de interconexión San Carlos-Sabanalarga, a 6 kilómetros de la mina, para el mejor fluido eléctrico” (Nieto y Redondo, 2001: 33). Esto explica por qué Cerro Matoso es el mayor consumidor industrial de energía eléctrica y de gas en Colombia (Cerro Matoso, 2008; Dávila et al., 2006). Los yacimientos existentes en Cerro Matoso fueron descubiertos a principios de la década de 1950 por el geólogo chileno Enrique Hubach, quien adelantaba una actividad exploratoria para la compañía Shell. Hubach reportó el descubrimiento como un depósito de hierro (no de níquel), en las proximidades del municipio de Montelíbano. Para la misma época geólogos de la empresa norteamericana Richmond Petroleum Company detectaron estas “reservas de hierro”1. A partir de estos descubrimientos, en 1956 la compañía Richmond presentó al gobierno colombiano una propuesta para celebrar varios contratos de exploración y explotación de hierro, níquel, cobalto y cromo en el área de Cerro Matoso (Negrete, 1981). Este yacimiento está ubicado en el municipio de Montelíbano, departamento de Córdoba, distante 22 kilómetros de su casco urbano y 350 kilómetros de Cartagena. Su área de influencia se extiende a los municipios de La Apartada, Puerto Libertador y Uré, esté último de reciente creación. Desde el primer momento se presentaron disputas por la concesión de Cerro Matoso, hasta que en 1970 la concesión fue entregada al consorcio norteamericano Chevron-Hanna, quienes de inmediato fundaron en Estados Unidos la Compañía de Níquel Colombiano S.A. (CONICOL), con una subsidiaria en Colombia. CONICOL entró a participar con un aporte de capital de 66,6% del proyecto, y el gobierno colombiano el restante 33,4%, a través de la Empresa Colombiana de Níquel -ECONÍQUEL-, propiedad del Instituto de Fomento Industrial. En estos años, algunos directivos de la nueva empresa propusieron establecer en el municipio antioqueño de Caucasia la sede administrativa de Cerro Matoso, por contar con mejor infraestructura y vías de comunicación

que Montelíbano. Esta propuesta generó un fuerte malestar y rechazo por parte de la comunidad cordobesa, situación que obligó a la empresa a no considerar la propuesta y más bien apostarle al desarrollo socio-económico de la subregión del Alto San Jorge (Mendoza, 2005). Luego de esta primera etapa de indecisión, la empresa decidió establecer en la propia planta, ubicada en Montelíbano, la presidencia y su equipo directivo (Dávila et al., 2006). En el caso de la empresa carbonera del Cerrejón (departamento de La Guajira), la presidencia estuvo en Barranquilla durante muchos años y luego, fue trasladada a Bogotá. Los litigios y problemas continuaron, ahora con colonos y terratenientes, y apenas en 1979 se creó la sociedad Cerro Matoso S.A., de la que formaron parte el gobierno colombiano a través de IFI-Econíquel (45%), Billiton Overseas del grupo Royal Dutch Shell (35%) y Conicol de Hanna Minning (20%). La construcción de las instalaciones de Cerro Matoso se adelantó entre septiembre de 1979 y abril de 1982. La mina y la planta ocupan una extensión de 1.170 hectáreas (Negrete, 1981; Gándara, 1997). El depósito de níquel de Cerro Matoso está cubierto por una capa denominada canga (material

1

La empresa Richmond Petroleum Company era subsidiaria de la Standard Oil of California – SOCAL. En 1965 Richmond cambió su razón social por Chevron Petroleum Co., y luego, parte de la concesión fue negociada con la compañía norteamericana Hanna Mining Co.

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Parque Montelíbano Foto cortesía de El Meridiano de Córdoba.

de hierro) que en algunos sitios tiene un espesor que varía entre 15 y 20 metros. El 80% de las reservas de Cerro Matoso tienen un contenido promedio de 3,1% de níquel, de 10% a 15% de magnesio y 15% de hierro (Gándara, 1997). Con la tasa de explotación del año 2007, la producción de Cerro Matoso se puede extender en un horizonte de 20 años (IMC, 2007), por lo que se estima que al año 2027 el recurso explotable estará agotado. El complejo minero-metalúrgico de Cerro Matoso inició actividades en 1982, confirmándose como el mayor yacimiento de níquel de Colombia. El costo inicial del proyecto, de acuerdo con el estudio de factibilidad de 1970, fue calculado en 87,5 millones de dólares, al año siguiente se elevó el cálculo a 181 millones. En 1976 ya estaba en 300 millones, pero a medida que fue avanzando la obra los costos se incrementaron hasta alcanzar los 426 millones de dólares el día que empezó la producción. Algunos problemas técnicos con el horno eléctrico y el de refinación durante los primeros años, elevaron los costos del proyecto a 591 millones de dólares (IFI, 1986: 14; DNP, 1974: 9). La mina se explota a cielo abierto y en sus inicios la planta trabajó con tres hornos, diseñados por las empresas más reconocidas a nivel internacional: Elken de Noruega, F. L. Schmidt de Dinamarca y ASEA de Suecia (IFI, 1986). El horno eléctrico es noruego y se considera la pieza maestra de la planta. Uno de los hornos es el secador y funciona con carbón o gas natural; el segundo es el calcinador y utiliza gas natural, y el tercero se denomina horno de arco eléctrico, en donde se hierve la mezcla del mineral a altas temperaturas. Este horno requiere “tanta energía como la que consume una ciudad como Pereira (3 a 4% del total nacional), lo que implicó construir una subestación en la línea de interconexión San Carlos-Sabanalarga, a 6 kilómetros de la mina, para el mejor fluido eléctrico” (Nieto y Redondo, 2001: 33). Esto explica por qué Cerro Matoso es el mayor consumidor industrial de energía eléctrica y de gas en Colombia (Cerro Matoso, 2008; Dávila et al., 2006). De acuerdo con las variaciones o circunstancias, la producción histórica se puede clasificar en tres etapas: la primera se desarrolló entre 1982 y 1989, y se podría denominar de aprendizaje. Durante ese

Montelíbano. Foto cortesía de El Meridiano de Córdoba.

período se presentaron dos accidentes técnicos en los hornos, en 1983 y 1985, lo que obligó a suspender la operación por más de siete meses. Después del segundo accidente, la producción tuvo altibajos: primero una caída del 31%, al año siguiente se recuperó con una tasa de crecimiento del 67% y dos años después se presentó una contracción del 13%. Durante esta primera etapa la producción pasó de 2,9 a 37,3 millones de toneladas. A mediados de la década, en medio de las deudas crecientes, bajos precios, accidentes industriales y ante la inminente “quiebra técnica”, se barajó la posibilidad de liquidar la empresa (Cerro Matoso S.A., 2008: 22). En los siguientes años la empresa fue madurando y consolidándose. La segunda etapa se desarrolló entre los años 1990 y 1997, caracterizada por una mayor estabilidad en la producción y conocimiento del mercado internacional. La producción osciló entre 41 y 55,4 millones libras, lo que representó una tasa de crecimiento de 4,6% promedio anual (ver Gráfico 3). El fin de la segunda etapa y el comienzo de la tercera estuvo marcado por la venta que el gobierno colombiano le hizo a la multinacional Billiton de su participación en Cerro Matoso, en 1997.

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Gráfico 3 Producción de ferroníquel en el Departamento de Córdoba y precio internacional en términos reales (dólares por libra), 1982-2008 140.000

20 18

120.000

16

Miles de libras

100.000

14 12

80.000

10

60.000

8 6

40.000

4

20.000

Producción

2008

2006

2004

2002

2000

1998

1996

1994

1992

1990

1988

1986

1984

2 1982

0

0

Precio real

Fuente: Cálculos del autor con base en información de Cerro Matoso (producción) y Bolsa de Londres (precios).

La actividad niquelera en Colombia es una historia de apenas tres décadas, en la que inicialmente el Estado colombiano participó con la empresa privada en el desarrollo del proyecto. Luego, a partir de 1997, Cerro Matoso se convirtió en un proyecto privado del grupo anglo-australiano BHP Billiton. Esta multinacional también tiene una participación accionaria considerable en la empresa carbonera del Cerrejón (33,3%), así como en diferentes proyectos de exploración petrolera en Colombia (BHP Billiton, 2009). La tercera etapa (1998-2008) se caracterizó por la expansión de la capacidad instalada, toda vez que en el 2000 la empresa invirtió cerca de 353 millones de dólares en un proyecto de expansión. La construcción de esta segunda línea de producción incluyó el montaje de dos apiladores de mineral, un secador, un horno calcinador y otros equipos auxiliares. Esta etapa se inició en 1998 con una producción de 62 millones de libras y en 2005 llegó a 116,3 millones de libras, la máxima producción histórica. En este período, la tasa de crecimiento fue de 9,4% promedio anual, durante el cual se logró la mayor expansión productiva de Cerro Matoso.

48

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A través de esta mina, Colombia participa con el 3,2% de la producción mundial de ferroníquel aproximadamente. Estos montos de producción convirtieron a Colombia en el tercer productor de ferroníquel de América Latina, después de Cuba y República Dominicana. La consolidación exportadora del ferroníquel de Córdoba no encontró estímulos en los precios nominales y reales del mineral en los primeros años. Según el Gráfico 7, las exportaciones colombianas de ferroníquel y el precio real del mismo para el subperíodo 1982-1997, muestran una baja correlación negativa (- 0,031). Luego, entre 1998 y 2008, la correlación se elevó considerablemente (0,58). Lo anterior podría indicar que en la primera etapa del proyecto la capacidad instalada de Cerro Matoso primó sobre la variable precios, pero luego los precios jugaron un papel no despreciable. Se podría suponer que los efectos que ha tenido sobre la empresa Cerro Matoso la apreciación del peso durante el período 2003-2007, se han compensado con el incremento de los precios reales del níquel, los menores costos de producción y mejoras de eficiencia en la explotación y fundición del mineral. Al respecto dice un autor: “Los costos de producción del níquel de Cerro Matoso presentan ciertas ventajas comparativas frente a otras plantas del mundo. Se considera que esta planta tiene uno de los costos más bajos dentro de los depósitos lateríticos explotados en el mundo occidental” (Anaya, 2002: 122).

Montelíbano. Foto cortesía de El Meridiano de Córdoba.

Gráfico 4 Generación de empleo directo en Cerro Matoso, 2002-2008 1.100 1.007

Gráfico 5 Exportaciones de ferroníquel de Cerro Matoso: participación por países, 2008

1.073

1.050 1.000 950

964

Resto 21%

990

915

Japón 6%

900

Alemania 7%

850

800

China 25%

2002

2005

2006

2007

Holanda 8%

2008

Fuente: Cerro Matoso, Informe Social, diferentes años.

En la última década la generación empleo directo del proyecto Cerro Matoso ha girado en torno a los mil puestos de trabajo, pero en el año 2000 se presentó una bonanza laboral, que en algunos momentos se tuvieron contratados más de 3.000 trabajadores de planta, por la construcción del segundo horno (Mendoza, 2005: 342). En el 2002 se generaron 1.805 puestos de trabajo, de los cuales 915 trabajaban en la mina, planta y oficinas, mientras 890 eran contratistas (ver Gráfico 4). Si a eso se le adiciona el empleo generado en tres fundaciones de la empresa (San Isidro, Panzenú y Educativa Montelíbano), el empleo secundario y el inducido a través del consumo de bienes intermedios, el empleo total generado por Cerro Matoso es por lo menos de 4.400 personas (Cerro Matoso, 2003). La generación de empleo directo ha sido creciente en los últimos años y su relación con la generación de empleo a través de contratistas es de 1:1. De otra parte, la relación entre empleo directo e indirecto es de 1:5 aproximadamente, lo que implica que a 2008 la generación de empleo fuera del orden de 5.000 trabajadores. Ante estas cifras, no cabe duda que Cerro Matoso S.A. es el principal empleador de Montelíbano y el departamento de Córdoba, pero estas entidades territoriales deben impulsar estrategias para que la economía minera genere encadenamientos productivos que jalonen el resto de la economía y de esta forma dinamizar el mercado laboral.

España 13%

Taiwan 10%

Italia 10%

Fuente: Dian.

A nivel del mercado internacional, Colombia es el tercer productor de ferroníquel de América Latina, después de Cuba y República Dominicana. En 2007, Cuba produjo cerca de 150 millones de libras del mineral, mientras Colombia llegó a 109 millones (IMC, 2008). En el mercado mundial, los grandes productores de níquel son Rusia, Canadá, Australia, Indonesia, Nueva Caledonia, además de Colombia, Cuba y República Dominicana. Del lado de la demanda, los países de Europa concentran el 38% del mercado mundial, seguido por los de Asia con el 33% y América Latina con el 18% (Veneconomía, s.f.). Este inmenso mercado está concentrado en cinco empresas multinacionales: Norilsk Nikel de Rusia, Xstrata de Suiza, Jinchuan de China, Vale do Doce de Brasil y BHP Billiton de Australia, esta última presente en Colombia a través de la explotación de Cerro Matoso. En el caso específico de Cerro Matoso, toda su producción se exporta a los mercados internacionales, siendo los países asiáticos su principal destino, seguido por los de la Unión Europea. Por países, China concentra una cuarta parte de las exportaciones, seguido por España, Italia y Taiwan (ver Gráfico 5). Hacia estos cuatro países se dirige el 58% del níquel cordobés exportado.

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Ingresos y desempeño fiscal El estudio de las finanzas públicas de una entidad territorial permite un acercamiento a su economía, a través de variables como ingresos, gastos y endeudamiento. Al analizar los ingresos totales de Montelíbano se advierte una alta dependencia de los ingresos de capital, en los que están incluidas las regalías y las transferencias por el Sistema General de Participación –SGP (ver Gráfico 6). Durante el período 1999-2007, los ingresos totales de Montelíbano crecieron en términos reales a más de 17% promedio anual. Este elevado crecimiento se apoyó en los ingresos de capital, los cuales tuvieron un incremento de 26% promedio anual. Esta situación tiene el agravante que los giros de regalías al municipio se encuentran suspendidos por DNP desde el primer semestre de 2008, al comprobar irregularidades en su manejo e incumplimiento en los compromisos adquiridos. Por el contrario, los ingresos corrientes, en los que están

incluidos los ingresos tributarios y no tributarios, tuvieron durante el período un crecimiento negativo (-10% anual). Gráfico 6 Ingresos totales e ingresos de capital en Montelíbano, 1999-2008 60.000.000 50.000.000

Miles de pesos de 2003

C. Finanzas públicas

40.000.000 30.000.000 20.000.000 10.000.000 0

1999

2000

2001

Ingresos totales

2002

2003

2004

2005

2006

2007

2008

Ingresos de capital

Fuente: Cálculos del autor con base en DNP.

Cuadro 5 Participación porcentual de los ingresos de capital en los ingresos totales 1999-2008 Municipio / año

de algunos municipios,

1999

2000

2001

2002

2003

2004

2005

2006

2007

2008

Caucasia

51

76

56

59

70

65

71

70

70

76

Montería

22

69

55

50

69

66

74

80

76

80

La Apartada

90

95

86

81

85

83

 

69

80

88

Montelíbano

54

83

73

79

89

86

89

90

95

87

Puerto Libertador

93

93

68

 

84

82

85

80

80

Fuente: Cálculos del autor con base en DNP.

Al calcular la dependencia de los ingresos de capital (IC) se observa cómo en Montelíbano éstos participaron de forma creciente en los últimos años. En efecto, en 1999 los ingresos de capital representaban el 54% de los ingresos totales (IT), lo que significa que casi la otra mitad de los ingresos del municipio provenían de los ingresos corrientes, en el que se incluyen los tributarios y no tributarios. En los siguientes años esta razón IC/ IT se fue incrementando hasta alcanzar el 95% en 2007, presentándose una alta dependencia de regalías

50

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y transferencias de la Nación. Los IC en los municipios de Montería y Caucasia fueron aumentando con el tiempo, pero siempre se mantuvieron por debajo de Montelíbano (ver Cuadro 5). En 2008, la dependencia de Montelíbano de los ingresos de capital se redujo como consecuencia del aumento de sus recaudos, mientras en los otros tres municipios sucedió todo lo contrario. A pesar de lo anterior, Montelíbano continúa con la relación más alta (IC/IT) dentro de los cuatro municipios estudiados, después de La Apartada.

Gráfico 7 Ingresos corrientes per cápita (ICPC) por municipio, 2007-2008 (en pesos constantes de 2003)

anterior y para ser más objetivos se construyó el indicador de Ingresos Corrientes Per Cápita Municipal (ICPC), en el que se tienen en cuenta los ingresos tributarios y no tributarios. En 2007, Montelíbano presentó un ingreso corriente per cápita de 45 mil pesos, muy inferior al de La Apartada, Montería y Caucasia, aunque levemente superior al de Puerto Libertador. Tanto Montelíbano como Puerto Libertador, municipios que muestran un bajo indicador de ingresos corrientes por habitante, reciben regalías por la explotación de ferroníquel y carbón, respectivamente (ver Gráfico 7).

Pesos constantes de 2003

250.000

200.000

150.000

100.000

50.000

0

La Apartada

Montería

ICPC 2007

Caucacia

Montelíbano Puerto Libertador

ICPC 2008

Fuente: Cálculos del autor con base en DNP y Dane.

Esta alta dependencia de regalías y transferencias de la Nación se puede asociar con pereza fiscal. Por lo

Al analizar el ICPC de 2008 se observa que los municipios de La Apartada y Caucasia tuvieron una caída considerable, Montería se mantuvo, mientras Montelíbano presentó un incremento del 64%, mostrando un esfuerzo fiscal considerable en este último año, producto de una eficiente gestión de la Secretaría de Hacienda Municipal en el cobro de los impuestos2. El indicador de este municipio se acercó al de Caucasia, pero sigue siendo inferior al de La Apartada.

Cuadro 6 Ranking del desempeño fiscal municipal, 2006-2008 Año

2006

2007

Municipio

Posición a nivel Nal. Posición a nivel Dptal.

Posición a nivel Nal.

2008

Posición Posición a nivel Dptal. a nivel Nal.

Posición a nivel Dptal.

La Apartada

52

1

118

1

1.072

25

Montelíbano

117

2

416

6

132

4

Montería

152

3

126

2

96

2

Puerto Libertador

811

23

1.009

25

1.095

29

74

13

135

19

774

75

Caucasia Fuente: DNP.

2 Entrevista con Cesar Mora, Tesorero Municipal de Montelíbano, 5 de octubre de 2009.

A nivel más integral, el DNP elabora y publica desde hace varios años los resultados de desempeño fiscal para departamentos y municipios, a partir del cálculo de seis indicadores: porcentaje de ingresos corrientes destinados a funcionamiento, los que corresponden a transferencias y a recursos propios; porcentaje del gasto total destinado a inversión, magnitud de la deuda y capacidad de ahorro. Con base en estos indicadores de desempeño fiscal para 2008, los municipios de Nobsa a g u a i t a - DIECINUEVE - VEINTE / diciembre 2 0 0 8 - Junio 2 0 0 9

51

Regalías, impuestos y compras En Colombia, 745 entidades territoriales (entre municipios y departamentos) reciben regalías por la explotación de sus recursos naturales no renovables. Las regalías son una fuente muy importante de recursos públicos, que por su naturaleza financian inversión social y de infraestructura. Se busca que los proyectos financiados con estos recursos generen eslabonamientos que dinamicen las economías de municipios y departamentos. Se debe señalar que los mayores recursos por transferencias y regalías no siempre fortalecieron los fiscos locales: también incrementaron las posibilidades de corrupción en las entidades territoriales. Al igual que otros departamentos como Cesar, Bolívar o Meta, en Córdoba los grupos armados se disputaron el control de rentas legales e ilegales, tales como las regalías y los contratos públicos.

52

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Cuadro 7 Regalías de níquel consignadas por entidad territorial, 1999-2008 (en millones de pesos de 2003) Ente territorial

Total 1999-2008

Cartagena

8.084,0

Córdoba-CVS

235.112,5

Ayapel

33.467,7

Buenavista

21.743,8

La Apartada

19.701,2

Montelíbano

164.544,4

Planeta Rica

35.038,0

Pueblo Nuevo

30.441,4

Puerto Libertador

31.391,7

Total regalías de níquel

579.524,7

TOTAL REGALÍAS NACIONALES

22.875.778,9

Fuente: cálculos del autor con base en DNP.

En una década (1999-2008) la producción de ferroníquel generó regalías por un monto cercano a 580 mil millones de pesos constantes, de los cuales el 41% correspondió a la Corporación Autónoma de los Valles del Sinú y San Jorge - CVS-Departamento de Córdoba, 28% al municipio de Montelíbano y el restante 31% para los municipios de Ayapel, Buenavista, La Apartada, Planeta Rica, Pueblo Nuevo, Puerto Libertador y el distrito portuario de Cartagena (ver Cuadro 7). Gráfico 8 Regalías recibidas por Montelíbano, 1989-2008 (en millones de pesos constantes de 2003) 45.000 40.000

Millones de pesos de 2003

(Boyacá) y Rionegro (Antioquia) mantuvieron sus posiciones 1 y 2 a nivel nacional. En el caso de los municipios del área de influencia del proyecto Cerro Matoso, La Apartada se mantuvo en la primera posición departamental en los años 2006 y 2007 y un lugar destacado a nivel nacional. En 2008 su desempeño fiscal fue muy deficiente, al descender a la posición 25 dentro del departamento y a la 1.072 en el ámbito nacional. Puerto Libertador está en una posición aún más crítica que el anterior y en franco deterioro fiscal en los últimos años (cayó a la posición 1095). Por su parte, Montelíbano desmejoró su desempeño entre 2006 y 2007, pero al año siguiente hizo un manejo ajustado de sus finanzas públicas, hasta ubicarse en la posición 132 a nivel nacional (ver Cuadro 6). De hecho, a estos dos últimos municipios el DNP ordenó suspender los giros de las regalías desde mayo de 2008, por incumplimiento de los compromisos adquiridos. Ante esta situación, se vieron abocados a acogerse a la Ley 550 de 1999. En este campo hay un reto enorme para las autoridades locales, regionales y nacionales, así como para las empresas privadas que trabajan en la zona como Cerro Matoso y Carbones del Caribe, en la medida en que se hace necesario y urgente mejorar los niveles de gestión pública, para así tener no sólo mejor desempeño fiscal, sino sobre todo mejores estándares de calidad de vida para su población.

35.000 30.000 25.000 20.000 15.000 10.000 5.000 0 89

19

8

-9

99

19

00

20

01

20

02

20

03

20

04

20

05

20

06

20

07

20

08

20

Fuente: cálculos del autor con base en DNP. Para el período 1989-1998, Dávila et al., 2006.

Se debe destacar que el monto de las regalías de níquel apenas representa el 2,5% del total de las regalías nacionales, ya que la participación mayoritaria está constituida por las regalías de petróleo y carbón. Hasta 1988 las regalías pagadas por Cerro Matoso eran percibidas por la CVS, pero a partir del siguiente año, una norma determinó que los diferentes municipios empezaran a recibir ingresos por este concepto. En 20 años (1989-2008), el municipio de Montelíbano ha recibido más de 197 mil millones de pesos constantes por concepto de regalías. En 2007 el municipio recibió los mayores montos por regalías, presentando una tasa de crecimiento de 88% con respecto al año anterior (ver Gráfico 8). Vale la pena señalar que en ese año se reportó el precio histórico más elevado del níquel a nivel internacional, así como la tercera mayor producción a nivel nacional. En 2008 el monto de las regalías cayó considerable­ mente (-63%), como consecuencia de la disminución de la producción (-16%) y del precio real (-45%). La caída de la producción estuvo asociada a la huelga que durante 33 días paralizó la planta de Cerro Matoso3. En condiciones normales, esta planta produce en promedio 350 mil libras de níquel por día, lo que significa que durante la huelga se dejó de producir cerca de 11,6 millones de libras, que a precios de 2008 representó una pérdida de 110,5 millones de dólares. Al cambio de esa fecha, las pérdidas de la huelga por la falta de producción fueron del orden de 200 mil millones de pesos, a lo que habría que adicionarle los costos fijos. Además de las regalías, Cerro Matoso paga impuestos a los municipios y a la nación, los cuales en los últimos cuatro años (2005-2008) ascendieron a 2,1 billones de pesos constantes. Estos ingresos son muy importantes para la economía nacional y regional,

3 La huelga se inició el 27 de febrero de 2008 y se prolongó por 33 días. Los trabajadores exigían aumento del 9% en los salarios para la vigencia del 2008, pago de un bono único de doce millones de pesos y regulación de los contratos del personal que se incorpore a la empresa. El acuerdo firmado entre trabajadores y directivas estableció un incremento salarial del 8% en 2008 y en los dos años siguientes la inflación más dos puntos; se le entregó a cada trabajador un bono por nueve millones de pesos por vigencia de convención colectiva. Cfr. Portafolio, Bogotá, 11 de marzo de 2008; El Espectador, Bogotá, 13 de marzo de 2008.

toda vez que representan montos superiores a los de las regalías. Así por ejemplo, en 2007 los impuestos pagados por la empresa fueron 4,4 veces superiores a las regalías y al año siguiente esa relación se elevó a once. Cuadro 8 Pago de impuestos, regalías y compra de bienes y servicios por la empresa Cerro Matoso, 2005-2008 (millones de pesos constantes de 2003) Item

2005

2006

2007

2008

Total impuestos

272.990

340.438

646.228

844.216

Compras nacionales

 

471.130

672.211

434.296

Montelíbano

 

46.179

68.294

47.660

Barranquilla

 

 

 

131.529

Fuente: Cerro Matoso, Informe Social, varios años.

Con respecto a las compras de bienes y servicios efectuadas por la empresa para su funcionamiento, en 2007 estas fueron superiores a 672 mil millones de pesos constantes, representando un incremento del 43% con respecto al año anterior. La crisis financiera de 2008 ocasionó una caída del 35% en las compras de la compañía. Vale la pena destacar que en 2007 las compras de la empresa fueron levemente superiores al pago de impuestos, mientras al año siguiente cayeron a cerca de la mitad. Para Montelíbano en particular, las compras de Cerro Matoso mostraron un comportamiento similar al general: en 2007, las diferentes empresas y microempresas del municipio le vendieron mercancías y servicios por valor superior a 68.300 millones de pesos, para luego caer al año siguiente en más del 30% (ver Cuadro 8). La información de 2008 deja claro que los comerciantes de Barranquilla fueron los más beneficiados con sus ventas a Cerro Matoso, con una facturación superior a 131.500 millones de pesos constantes, tres veces más que lo vendido por los de Montelíbano. Este nivel de desagregación de la información sobre las compras presentado para el año 2008, es importante conservarlo y profundizarlo si fuera el caso, para poder hacer análisis de la magnitud de la influencia de Cerro Matoso, en las economías locales, regional y nacional.

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D. Cultivos ilícitos

IV. Responsabilidad social y trabajo coordinado

Más allá de la ganadería y la minería, el Alto San Jorge ha sido una subregión en donde el conflicto armado se intensificó en las últimas décadas. Guerrillas y paramilitares dominaron esta zona antioqueñocordobesa, en la que se propagaron los cultivos de coca con el beneplácito de unos y otros. Entre los años 2002 y 2005, en pleno apogeo del dominio paramilitar y primeros años de desmovilización, se observa una rápida expansión de los cultivos de coca, al pasar de 400 a más de 3.000 hectáreas, con una tasa de crecimiento superior al 100% promedio anual (ver Gráfico 9). Gráfico 9 Cultivo de coca en el Departamento de Córdoba, 1999-2008 3.136

1.920

1.858 1.710

1.536 838 652

1.216

385

117

Fuente: ONU, 2004 y 2009.

En estos años de dominio paramilitar y de la economía cocalera, la influencia económica de Cerro Matoso decayó en Montelíbano y otros municipios del Alto San Jorge. Directa o indirectamente, la mayoría de establecimientos comerciales se beneficiaron del flujo de dinero que movía la economía narco-paramilitar4. Por su parte la empresa Cerro Matoso, ante las amenazas latentes y reales de guerrillas y paramilitares, suscribió un acuerdo con el Ministerio de Defensa, para el establecimiento de una base del ejército cerca de la mina. Según algunos expertos, “estas alianzas han funcionado como un elemento disuasivo para los grupos armados al margen de la ley” (Bernal, 2009:15). Aunque la violencia continúa en el Alto San Jorge, la desmovilización paramilitar ha permitido que de nuevo los dirigentes políticos, gremiales y cívicos piensen en la economía desde la legalidad, en donde el Estado, la empresa privada y la comunidad deben jugar un papel fundamental.

54

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Los gobernadores y alcaldes deben no sólo aprovechar la dotación de sus recursos propios o endógenos, sino también hacer funcional a sus objetivos de desarrollo las externalidades positivas relacionadas con la proximidad de regiones dinámicas y la presencia de grandes empresas en su territorio. Algunas experiencias internacionales señalan que la explotación de un recurso natural, o la administración de las regalías que estos generan, no deben convertirse en una tragedia. Ejemplos de experiencias exitosas se pueden encontrar en Chile, Malasia o Botswana, para sólo citar casos de países en vías de desarrollo que han administrado con responsabilidad sus recursos naturales5. Allí se encontraron casos exitosos de cooperación entre el sector público y la empresa privada para impulsar el desarrollo local y regional. Es bien ilustrativa la experiencia presentada alrededor del complejo minero de El Teniente, ubicado en Rancagua, Chile. La región experimentó en los últimos años un proceso exitoso de reconversión agrícola, a partir de actividades agroindustriales, apoyadas por la Corporación de Desarrollo Pro-O´Higgins. Esta entidad de desarrollo fue creada en 1999 por la Corporación Nacional del Cobre (Codelco), la mina de El Teniente, algunas empresas privadas, el gobierno regional y los municipios del área, con el propósito de impulsar la competitividad regional (Muñoz, 2001: 163). A nivel nacional, la cooperación internacional ha sido fundamental en el sur de Bolívar, una zona de conflicto, desplazamiento forzado y cultivos ilícitos. Allí se vienen desarrollando algunas iniciativas gubernamentales y no gubernamentales, centradas en la resolución de conflictos y el impulso de proyectos productivos. En 1995 inició actividades el Programa de Desarrollo y Paz del Magdalena Medio – PDPMM, financiado con recursos de la Unión Europea. El Programa se sustentó en dos 4 Entrevista con el profesor Luis A. Garavito, Montelíbano, 10 de septiembre de 2009. 5 El caso de Botswana es menos conocido en Colombia que el de Chile o Malasia. Este país africano viene administrando con eficiencia los cuantiosos recursos que le genera la producción de diamantes y es citado con frecuencia como el modelo africano a replicar. Para más información consultar la página web de Botswana Export Development and Investment Authority (BEDIA): www.bedia.co.bw

objetivos: la construcción de lo público y el desarrollo sostenible. A partir de 2005 el Programa ADAM (Áreas de Desarrollo Alternativo Municipal), financiado con recursos de USAID, empezó sus proyectos en varios municipios del sur de Bolívar. Este programa impulsa un modelo de desarrollo económico sostenible, guiado por el mercado, que a la vez sea participativo, fortalezca la gobernabilidad local y promueva una cultura de “cero cultivos ilícitos”. Estos programas invirtieron gran parte de sus recursos en proyectos productivos de cacao, palma, caucho, café, productos agroforestales, así como microhatos (Viloria, 2009). Las experiencias confirman la relevancia de contar con instituciones sólidas y eficaces, invertir en capital humano y ahorrar parte de las ganancias actuales para disfrutarlas en el futuro. Para los casos de Montelíbano, Puerto Libertador, Barrancas o Tolú-Coveñas, se espera que estos municipios aprovechen al máximo las externalidades positivas que le pueden generan sólidas empresas públicas y privadas como Cerro Matoso, Carbones del Caribe, Cerrejón o Ecopetrol. En esta línea de acción, se presenta la cooperación gobierno-comunidad-empresa, entre la Alcaldía de Montelíbano, la Gobernación de Córdoba, las asociaciones comunitarias y Cerro Matoso. A través de sus fundaciones, esta empresa impulsa los elementos básicos de la educación, la salud y los proyectos comunitarios. Para desarrollar el primer objetivo se creó la Fundación Educativa de Montelíbano (FEM); la salud está a cargo de la Fundación Panzenú y el tercer componente lo desarrolla la Fundación San Isidro (FSI). La Fundación San Isidro fue creada en el mismo año por la empresa Cerro Matoso y la Diócesis de Montelíbano. La Fundación busca contribuir al desarrollo sostenible de la Subregión del Alto San Jorge, la protección del medio ambiente, el desarrollo comunitario, así como a la generación de empleo y de ingreso a la población. Para estos propósitos, apoya organizaciones como la Asociación de Productores de Especies Menores y Acuícolas del San Jorge (Asproesa), creada en 2004 y quienes tienen 180 productores activos. El último domingo de cada mes, la Asociación realiza la única subasta de carnero en el país. Asproesa tiene proyectos con el Ministerio de Agricultura (incentivos agropecuarios), la Universidad Nacional (Sistema de Gestión Técnica, SIGETEC) y el Frigorífico Camagüey, para asegurar la comercialización de la carne6.

Otra agremiación con fuerte presencia en la economía del Alto San Jorge es la Asociación de Industriales de la Confección de Córdoba (Asicor), con sede en Montelíbano. Esta organización gremial fue creada en 2003 y desde sus inicios cuenta con el apoyo de Cerro Matoso, Fundación San Isidro y Alcaldía de Montelíbano. De sus 28 asociados hay tres que tienen ya grandes empresas organizadas, con clientes en Montería, Caucasia y Medellín, además de Montelíbano-Cerro Matoso. En 2006 la FSI participó en la construcción del Centro de Desarrollo Productivo para la Confección (CDPC), junto con la alcaldía y la gobernación. El CDPC cuenta con 40 máquinas industriales, genera 40 empleos, pero se tiene proyectado alcanzar los 200 puestos de trabajo en el mediano plazo. Hasta ahora el principal cliente de Asicor y CDPC ha sido Cerro Matoso, quienes les encarga la dotación de sus trabajadores, así como otras necesidades de la empresa. La Alcaldía de Montelíbano también ha efectuado compras significativas, como por ejemplo el encargo de 36 mil uniformes escolares para los estudiantes del municipio. En este pedido participaron todos los asociados de Asicor, quienes trabajaron durante cuatro meses continuos para cumplir con la alcaldía7. A partir de 1999 la FSI inició el Sistema de Planeación Zonal Comunitaria (Siplan), como una herramienta para medir el impacto del sector público y privado en la subregión del Alto San Jorge, integrado por los municipios de Montelíbano, La Apartada, Puerto Libertador y Uré. Además de los municipios y la FSI, esta iniciativa cuenta con el apoyo de las empresas Cerro Matoso y Carbones del Caribe. A través del Siplan se elabora el Índice de Calidad Básica de Vida (ICBV), el cual se trabaja a partir de doce variables: educación; salud; vivienda; servicios públicos domiciliarios; sistema vial; participación ciudadana; medio ambiente; espacio público; recreación y cultura; presencia institucional y sistema de comunicación. El ICBV es la línea base de la región elaborada por la propia población, subdividida en

6

Entrevista con Edwin Padilla, Presidente de la Asociación de Productores de Especies Menores y Acuícolas del San Jorge (Asproesa), Montelíbano, 10 de septiembre de 2009. 7 Entrevista con Carmenza Alzate, Presidenta de la Asociación de Industriales de la Confección de Córdoba, Asicor, Montelíbano, 10 de septiembre de 2009.

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55

300 comunidades, 47 zonas, 8 macrozonas y 1 región, el Alto San Jorge8. Cuadro 9 Índice de Calidad Básica de Vida – ICBV, 2008 Municipio

Urbano

Rural

La Apartada

2.83

2.58

Montelíbano

3.30

2.42

1.98

2.56

Puerto Libertador

3.02

2.28

2.25

2.48

Subregión Alto San Jorge

Rural 2

Total 2.75

2.60

Fuente: Fundación San Isidro, Sistema de Planeación Zonal Comunitario, Siplan – Alto San Jorge, 2008.

El Índice se mide de 0 a 5, donde 5 es el máximo valor esperado por la población. En 1999 se partió con un ICBV de 1,8 y en una década se había elevado a 2,6, mostrando una evolución positiva del bienestar de acuerdo a la percepción de la propia comunidad. Al analizar el ICBV por municipio se observa que La Apartada presenta los mejores indicadores en su zona rural y en la media (total), mientras Montelíbano tiene mejores resultados en su parte urbana. En contraste, este último municipio presenta el Indicador rural más bajo de la subregión (1,98 en Rural 2), en la zona integrada por los corregimientos de El Palmar, Puerto Nuevo, Puerto Ánchica y Tierradentro (ver Cuadro 9). En el año 2006 la FSI cofinanció varios proyectos de gran impacto como la construcción del alcantarillado de un barrio de Montelíbano, del cual fueron beneficiarios más de 900 familias. También participó en la construcción del Centro de Desarrollo Productivo para la Confección (CDPC), junto con la alcaldía y la gobernación. Otro de los proyectos financiados fue la pavimentación de la vía Montelíbano-Cerro Matoso, de 14.6 kilómetros de longitud y a un costo de casi 10 mil millones de pesos, cofinanciados por Cerro Matoso, Carbones del Caribe y la Alcaldía municipal (Cerro Matoso S.A, 2007; Cerro Matoso, Balance Social, 2007)9. Esta obra permitió que la carretera Cerro Matoso-Cartagena, por donde se transporta el níquel en camiones hasta el puerto, quedara totalmente pavimentada. El proyecto social más ambicioso de Cerro Matoso inició sus primeros pasos en el 2007. En efecto, al 56

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cumplirse 25 años de la empresa en Colombia sus directivas decidieron ofrecer una donación considerable para impulsar un proyecto de gran impacto en la comunidad regional. Así surgió la idea y se consolidó el proyecto de remodelación, dotación, sistematización y modernización de los hospitales de Montelíbano, Puerto Libertador y La Apartada, con una inversión cercana a los 18 mil millones de pesos y ejecutado por la Fundación San Isidro10. Esta clase de inversiones de empresas como Cerro Matoso a través de sus fundaciones conlleva una “distribución regional de los recursos”, toda vez que la inversión se queda en la región en una obra de envergadura. De otra forma, estos recursos se convertirían en impuestos de la Nación, que poco o nada se revertirían a la región productora del mineral. La primera etapa será la construcción del Hospital de Montelíbano (noviembre de 2009), a un costo de 12.500 millones de pesos. Luego sigue el diseño y construcción de los hospitales de Puerto Libertador y La Apartada, por valor de 6.300 millones de pesos, en el cual la Gobernación de Córdoba cofinancia una parte (ver Cuadro 10). Cuadro 10 del

Inversiones en los nuevos hospitales Alto San Jorge (en millones de pesos de 2009)

Municipio Montelíbano Puerto Libertador La Apartada Total

Cerro Matoso

Gobernación

12.500

Total 12.500

2.800

500

3.300

1.000

1.000

2.000

16.300

1.500

17.800

Fuente: El Universal, septiembre 30 de 2009. 8 Entrevista con José Rodríguez, Director Ejecutivo de la Fundación San Isidro, Montelíbano, 9 de septiembre de 2009. 9 Además de las fundaciones, Cerro Matoso tiene una ciudadela para sus empleados y familiares, así como dos clubes, ubicados en los sectores de Paimaná, Tacasaluma y Jagua. Estos nombres fueron recomendados por antropólogos del Museo del Oro de Bogotá, quienes asesoraron al respecto al Comité Técnico de Econíquel. Cfr. Fundación San Isidro, 2001. 10 Entrevista con Sergio Piñarte, Contralor Financiero de Cerro Matoso, Liliana Pineda, Superintendente de Comunicaciones de Cerro Matoso y José Rodríguez, Director Ejecutivo de la Fundación San Isidro, Montelíbano, 9 de septiembre de 2009.

Para garantizar que estos cuantiosos recursos se inviertan de manera honesta y eficiente, se firmó un Pacto por la Transparencia, del que participaron la Alcaldía de Montelíbano, la Gobernación de Córdoba, las empresas promotoras de salud, la gerencia y la junta directiva del Hospital de Montelíbano, así como el sindicato y empleados no sindicalizados del centro hospitalario, con el aval y asesoría de la Corporación Transparencia por Colombia. A partir de estas experiencias, se propone que las administraciones municipales de Montelíbano, Puerto Libertador, La Apartada y Uré coordinen, e incluso co-financien, proyectos estratégicos para su población, como la construcción de acueductos, redes de alcantarillado, diques para evitar inundaciones o dotación de colegios. Esta cooperación estratégica entre empresas como Cerro Matoso o Carbones del Caribe y las administraciones públicas locales, ayudaría a superar el concepto generalizado de economía de enclave o actividad exportadora incrustada que se tiene de esta clase de actividades.

Reflexiones finales El auge minero del Alto San Jorge impulsó una ola migratoria hacia la subregión, lo que llevó a que su crecimiento demográfico entre 1973 y 2009 haya sido del 4% promedio anual, casi el doble que la media colombiana. Como las expectativas de los recién llegados casi siempre superan la realidad económica, gran parte de esta población no encontró trabajo en la actividad minera formal. Muchos de estos migrantes se vieron en la necesidad de buscar ubicación laboral alternativa, que en ocasiones podía ser informal y, en otras, ilegal.

En términos económicos, Córdoba ha crecido más rápido que la economía colombiana, impulsada principalmente por el sector minero, la construcción y la industria, mientras el sector agropecuario tuvo una caída considerable. La minería le genera a Montelíbano, Córdoba y Colombia grandes recursos por concepto de regalías e impuestos. Así mismo, irriga recursos a la economía a través de los sueldos de sus empleados y las compras a sus proveedores. Pero el análisis de las finanzas públicas de Montelíbano muestra que las regalías y las transferencias de la Nación han generado cierta dependencia de los ingresos corrientes, lo que puede traducirse en pereza fiscal. En cuanto a la generación de empleo, no cabe duda que Cerro Matoso es el principal empleador de Montelíbano y el departamento de Córdoba, pero esto será por un tiempo limitado. En tal sentido, y “para no quedarse con el pecado y sin el género”, las autoridades y los empresarios deben construir encadenamientos con otros sectores de la economía local y regional, para ir ganando paulatinamente independencia de las actividades extractivas, que al momento de su agotamiento hacia el año 2027, la economía regional no entre en recesión. En efecto, de acuerdo con las reservas estimadas y la explotación proyectada, el ferroníquel de Cerro Matoso se agotará hacia el año 2027, por lo que se hace necesario formular una especie de “Plan Estratégico 2027”, en el que se contemple el futuro económico de la región una vez agotado el mineral. La educación de la población y las regalías recibidas por los entes territoriales deben generar sostenibilidad económica a través de proyectos productivos alternativos, que entren a remplazar la economía minera.

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El Caribe en la narrativa de Eligio García Por Margarita Sorock Conformada por cuatro cuentos1 y una novela2, publicados entre 1971 y 1981, antes de que el autor cumpliera los treinta y cinco años, la obra ficcional de Eligio García, situada en Cartagena, narra la vida cotidiana, los pequeños triunfos y grandes derrotas de personajes íntimamente relacionados con su contexto social, y poetiza, mediante el lenguaje de la calle 1 “Esa rara tristeza”, finalista en el II Concurso Nacional de Cuento Onix Sello Negro, se publicó en 8 cuentos colombianos en 1972. “El campeón de siempre”, incluido en 1976 en Obra en marcha, es el cuento más conocido de Eligio García, pues figura en las antologías Selección del cuento colombiano (1981), Antología del cuento caribeño (2003) y Cuentos y relatos de la literatura colombiana (2005). “A cambio de nada” salió en El Espectador en 1978 y forma parte de la novela inédita Virreyes y virreinas. “Con pinta de bigliguer” vio la luz en la revista cartagenera En tono menor en 1981. Con prólogo de Roberto Burgos, los cuatro cuentos junto con la extensa entrevista que le hizo Jacques Gilard a Eligio García en 1981, fueron reunidos en febrero de 2007, por Álvaro Castillo, bajo el título Ocaso en el trópico. 2 Para matar el tiempo, su única novela publicada, tuvo una larga germinación y fue transformada en varias ocasiones. La idea empezó a desarrollarse en los años sesenta y, en 1968, Eligio decidió escribirla. Inicialmente mucho más extensa, narrada en tercera persona y titulada Después de las fiestas, Eligió la presentó al concurso nacional de novela “Vivencias”, en 1975. Para su publicación, en 1978, la novela se tituló Para matar el tiempo, y aparece narrada por Hernando, uno de los personajes principales, lo que le imprime el tono nostálgico que Eligio buscaba. En la primera edición, la de Carlos Valencia Editores, al final de la novela se inscribe la fecha de enero de 1970. En su entrevista con Jacques Gilard, Eligio García explica que esa fecha marca la terminación del relato de Hernando, como si fuera arrancado de su diario personal y no corresponde por ende a la fecha en que Eligio García terminó de escribir la novela (Gilard, “Eligio García se confiesa”, 58). El tiempo de la novela va de diciembre de 1969 a enero de 1970. En la segunda edición, la de la Biblioteca de Literatura Colombiana de la Editorial Oveja Negra, la eliminación de la fecha al final hace que el lector identifique la época de la novela con la de su escritura.

-“la oralidad escrita”-, los temas de la juventud, la marginalidad, el deporte, la música, el sexo y la muerte, al tiempo que muestra otra cara, nada heroica, de la ciudad. La narrativa de Eligio García evoca mundos realmente vividos y nos ayuda a entender una historia local. A diferencia de los textos históricos o los estudios de planeación, Eligio García recobra la memoria del pasado en una ciudad particular y recupera la experiencia al conferirle un significado (Warnock, 1987: 90, 100). Sus relatos, sin próceres ni actos heroicos, recrean, a través de múltiples historias con “h” minúscula, una sociedad de masas que no canaliza las energías de sus jóvenes y cobra caro la a g u a i t a - DIECINUEVE - VEINTE / diciembre 2 0 0 8 - Junio 2 0 0 9

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trasgresión de la mujer. Cada narración se abre como una ventana que muestra una parte de la realidad desde una perspectiva singular y, en su conjunto, revelan a una sociedad compleja y fragmentada evitando simplificarla con la imposición de una sola “identidad”, a la vez que cuestiona las conclusiones de su historia oficial. Un factor une las diferentes narraciones, aparentemente tan variadas: son anti historias. Por una u otra razón, los personajes, aunque hayan estado en la cumbre de la popularidad y del poder, aparecen marginados y viviendo momentos difíciles: un joven que muere en medio de la tristeza de sus dolientes; el boxeador resentido que, encarcelado, vive de la gloria del pasado; la mujer de la alta sociedad que pierde en el juego y hace de su hija quinceañera la chiva expiatoria de sus deudas; el beisbolista cuya desgracia es la del béisbol profesional mismo; y la de los jóvenes en camino hacia la madurez. Ninguna de estas situaciones, aunque forman parte integral de su realidad, habría de registrarse en la historia oficial de la ciudad. Eligio García, autor que “le da voz a los que no la tienen”, escribe sobre acontecimientos que nadie haría públicos. En su obra narrativa, de corta extensión y gran profundidad, reposa la memoria de los nuevos pobladores de una Cartagena transformada en urbe cuyas inéditas preocupaciones claman por ser escuchadas. Eligio García es uno de los primeros escritores que en Colombia ubica al lector en el proceso socio-histórico del nacimiento de la cultura de masas. En su narrativa se ve la pérdida de poder de las oligarquías tradicionales y la presencia de una clase media que aún no hace sentir su poder dentro de la sociedad. Si bien el entorno es cartagenero y caribeño, los personajes luchan con problemas y situaciones universales. Al situar cada narración en un lugar diferente de la ciudad, con su nombre correspondiente en la realidad, Eligio García se erige como el historiador privado de su ciudad.

Eligio García y el Caribe La presencia del Caribe se siente, sin duda, en la obra narrativa de Eligio García: el mar, la forma de hablar, la música y el deporte, elementos constantes en la novela y los cuentos, si bien se encuentran en los diferentes espacios insulares o continentales de la región, nunca se dan de manera idéntica, pues

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cada localidad les imprime su sello, enriqueciendo la tradición.

1. Lo local y lo foráneo En el complejo mundo de hoy es muy difícil distinguir lo local y lo extranjero, lo autóctono y lo global. Antes se hablaba de la “identidad” con el afán de llegar a definir la región, la etnia, la nación, la localidad y los procesos culturales que las caracterizaban. Hoy en día el concepto de la “identidad” ha sido cuestionado por su falta de precisión y claridad: la “identidad” actualmente se ve como un elemento del discurso (Melo, 2006: 89), como una estructura retórica (90). A través del discurso los miembros de una comunidad se reconocen como tales. Pero el abuso de este discurso ha tenido sus consecuencias negativas. La “identidad” se ha prestado para la creación de mitos manipulados por políticos que tienden a olvidar, subestimar, o, en el peor de los casos, satanizar a las minorías, los marginados y los discriminados (95). Lo local, entonces, está tejido de elementos universales. Y los que manejan el poder determinan las transformaciones culturales (96). Pero, al mismo tiempo, la localidad adapta y modifica las nuevas ideas. Antes se hablaba de la élite, de la oligarquía todopoderosa en contraste con lo popular, lo excluido

(Nieves, 2001: 48). Pero en el mundo de hoy se ha visto claramente que ni las élites ni los sectores populares constituyen masas homogéneas. La expresión “cultura popular”, en realidad hace referencia a múltiples culturas populares. Y esas culturas populares, a la vez, no son receptores pasivos de las culturas de las élites. Las reapropiaciones creativas se ven en los gustos musicales, la radio y los audiovisuales, para mencionar sólo unos ejemplos. Y esa creatividad también se plasma en la literatura de la región.

2. El Caribe en letras e imágenes Cuando Eligio García comenzó a escribir, la sociedad de las masas era un mundo nuevo que apenas empezaba a sentirse. No obstante, había ciertas iniciativas que Eligio García conocía y aplaudía. Pese a reconocer el puesto pionero del escritor cubano Alejo Carpentier (1904-1980) como “máximo exponente, teórico y práctico, de esa realidad del Caribe”, Eligio García expresó su preferencia por el Caribe de Guillermo Cabrera Infante (1929-2005), al que sentía más íntimamente (Gilard, 2007: 62). Eligio García fue uno de los primeros escritores colombianos en reseñar sus libros en la prensa nacional en los 70: en Tres tristes tigres Cabrera Infante expresa su nostalgia de La Habana anterior a la Revolución Cubana de 1959, a través de unos “relatos vinculados entre sí por hilos secretos” (E. García, 1972: 4). La narrativa del escritor cubano cuyos personajes y metáforas de los mundos del boxeo y el béisbol recuerdan al Ernest Hemingway (1899-1961) que eligió el Caribe como su sitio preferido para vivir y crear, interesó a Eligio García desde los años sesenta. Tiempo después, cuando Eligio vivía en Londres, conoció a Cabrera Infante y, a pesar de las diferencias políticas con respecto a la Revolución cubana, se hicieron amigos. Más tarde Eligio García incluiría una entrevista de Cabrera Infante en su libro Son así. En cuanto a los escritores y artistas que recreaban el Caribe colombiano, Eligio García dejó constancia de su admiración por la poesía de Luis Carlos López, a quien veía como un hombre de “doble rostro” (Eligio García, 1993: 216), pues pese a pertenecer a la clase dirigente, se mostraba, a la vez, solidario con la gente humilde. Lo que López expresaba en palabras, Hernán Díaz, fotógrafo nacido en el interior, pero residente en Cartagena, lo mostraba en imágenes que captaban

la Cartagena mestiza y auténtica que no registran los folletines turísticos: “Bocagrande no es Cartagena. Sus playas radiantes, sus hoteles ambiciosos, su frívolo cosmopolitismo, sus mansiones aparatosas de nuevos ricos, su cara superficial de ciudad bonita; todo esto agrada pero hasta allí. Es imposible que sea algo más: le ha dado la espalda al mar” (E. García, 1972: 7). Eligio García (1947-2001) contrastaba la visión turística y comercial de Cartagena con la visión mítica de los libros del mayor de los hijos de Gabriel Eligio García Martínez y Luisa Santiaga Márquez Iguarán, su hermano Gabriel (1927), de quien lo separan veinte años de cambios dramáticos e irreversibles en el país, la región y la literatura, y de Álvaro Cepeda Samudio (1926-1972). Cuando en 1980 se publicó una nueva edición de La casa grande (1962), Eligio García (1985: 20) la reseñó en el Magazín Dominical de El Espectador destacando la forma como Cepeda narra los hechos de la huelga bananera en la región del Caribe en 1928 con una combinación de diálogos y monólogos interiores que, a su juicio, constituyen “un ejemplo magistral de arquitectura. De despliegue de técnicas. Y, lo que es más importante, de ejemplar y limpia escritura”. Eligio García señala la “ausencia escandalosa” de los libros de Cepeda en las librerías, a la vez que se da la

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tarea de divulgarlos y comentarlos, pues lo considera excelente periodista y escritor generoso con los jóvenes de la región que aspiraban a expresarse a través de la palabra. Aún hoy el aporte de Cepeda a las letras permanece ignorado, pues el escritor es mucho más conocido por su amistad con Gabriel García Márquez que por su propia obra. Eligio García parecía tener los sentidos entrenados para reconocer y denunciar las imágenes falsas del Caribe y, cuando el resto del país la ignoraba o despreciaba, él escribía sobre la región resaltando sus valores y combatiendo las miradas distorsionadas y los infundados estereotipos. Por esta razón es preciso examinar lo que significa el Caribe en Colombia y su relación con el mundo antillano y continental fuera de sus límites territoriales.

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3. El Caribe colombiano

De izquierda a derecha: Eligio García, Ernesto Sábato y Myriam Garzón.

La región caribeña es en Colombia la de más antigua influencia española. Santa Marta fue fundada en 1525 y Cartagena en 1533. Desde el punto de vista cultural, la conquista del Nuevo Mundo puede entenderse como la globalización más dramática del mundo con la llegada de la religión católica, el idioma español y la escritura. La lectura pudo acelerar la globalización ya que el lector recibía las nuevas ideas/órdenes sin necesidad de desplazarse (Melo, 2006: 96). Sin embargo, la herencia española no es un legado uniforme ya que tiene rasgos de la España oficial y de la España popular, aunada a la fuerte influencia árabe (Nieves, 2001: 51). Pero no sólo ha tenido las influencias árabes de la península ibérica del siglo XV, sino las de las nuevas inmigraciones del Medio Oriente a América en el siglo XX, de gentes que huían de guerras y conflictos, buscando una nueva oportunidad (Musallam, 2006: 10-12). Desde 1830, cuando se disolvió la Gran Colombia, hasta mediados del siglo XX, los historiadores y estudiosos están de acuerdo en que Colombia es, por lo menos, cuatro naciones, una de las cuales la constituye su costa caribeña (Williams, 1991: 12-13). El Caribe colombiano, con la excepción de los pisos medios y altos de la Sierra Nevada de Santa Marta, es una región de tierras bajas y la composición étnica de su población es, en su mayoría, andaluzoafricana, con vocación mercantil, pesquera y agropecuaria (Mercado, 2003: 31). Como Colombia es un país de dos costas, la región

ahora conocida como caribeña, anteriormente fue conocida como la costa atlántica. El cambio empieza a darse en los 1970, cuando Eligio García comienza a publicar sus relatos. El impacto de la narrativa de Gabriel García Márquez implicó, según el investigador contemporáneo Eduardo Posada Carbó, una revaloración de la región, cuyo resultado ha sido que “Colombia se descubre a sí mismo también como costeña y caribe” (Posada, 1999: 20). En junio de 2006, en diferentes encuestas en Colombia el “sombrero vueltiao”, trenzado de la fibra de caña flecha, con un diseño en dos tonos -beige y café-, de uso cotidiano principalmente entre los campesinos de las sabanas de los departamentos costeños de Córdoba y Sucre, fue escogido como símbolo nacional (Tatis, 2006: 8), reemplazando a la ruana, el carriel, las alpargatas, el tiple y el café, símbolos nacionales de procedencia andina, vigentes hasta los años sesenta. Posada Carbó (1999: 21) encuentra una fuerte tradición escrita desde los años setenta que ayuda a forjar conciencia de la región y destaca la creación de instituciones costeñas como Telecaribe, la programadora televisiva regional; el Corpes de la costa atlántica que promueve la planeación regional, y la apertura a un reordenamiento territorial, a partir de las regiones, que trajo consigo la Constitución de 1991, fundada en la conciencia de que Colombia es un país pluriétnico

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y multicultural. Para Posada Carbó (1999: 20), en consecuencia, la reivindicación de la costa no se da como provincia, sino por su valor universal. Lo sorprendente de la afirmación de Posada Carbó radica en cómo él, a pesar de ser un estudioso de la política, destaca el papel de la literatura en la construcción del Caribe colombiano. Es como si al ganar el Premio Nobel de la Literatura en 1982, Gabriel García Márquez se llevara con él toda la región, antes abandonada, al centro de la conciencia regional, nacional, latinoamericana y universal. Y esa misma conciencia ha provocado un replanteamiento de lo que la región fue, es y puede ser. Los costeños nunca antes “se habían reconocido a sí mismos con tanta intensidad, ni con tanta minuciosidad, como en las pasadas tres décadas” (21). La región caribeña de Colombia fue y sigue siendo un mundo oral, reforzado por la radio. La palabra hablada, la palabra cantada, la música y el deporte se comparten al interior del Caribe colombiano y con los países situados en y a orillas del Mar Caribe. Partes de Colombia, Venezuela, México y los países centroamericanos forman parte del Caribe al igual que las islas de Cuba, Puerto Rico y la República Dominicana. Los casos de Colombia y Venezuela son similares, pues en sus zonas andinas radica el poder. El centralismo de las decisiones en Bogotá y Caracas, durante mucho tiempo, hizo que la región caribeña estuviera abandonada. Sin embargo, hay vínculos entre las costas caribeñas de ambos países y muchas familias colombianas de la costa tienen miembros en Venezuela que, en el apogeo de su bonanza petrolera, ofrecía oportunidades a nacionales del vecino país (Cárdenas y Mejía, 2007: 3,7-8). A través de la radio, el cine, la televisión y el espectáculo en vivo, la muy variada y popular música del Caribe se daba a conocer, enriqueciendo las tradiciones populares de cada país. El bolero fue la educación sentimental de las generaciones de los 50 y 60 en Colombia (Mercado, 2003: 117). Orquestas como La Fania All Stars, la Sonora Matancera y el Gran Combo de Puerto Rico se conocieron por todo el Caribe latino (Rocha, 2006: 4). Los artistas se presentaban en vivo y sus grabaciones circulaban legal o clandestinamente por toda la región. Otro pilar para la integración caribeña, tanto dentro como fuera de Colombia, fue y es el deporte.

El béisbol y el boxeo son muy populares en el Caribe colombiano. Aunque hay equipos de béisbol aficionado en el interior del país, la costa caribeña se destaca por tener equipos profesionales cuyos integrantes han llegado a jugar en las Grandes Ligas. Y equipos de todo el Gran Caribe participan en ligas de béisbol con campeonatos organizados, muy populares en toda la región. En 1946, cuando hacía campaña para la presidencia de Colombia, Mariano Ospina Pérez le ofreció al pueblo cartagenero la opción de escoger entre un estadio de béisbol o alcantarillado, la gente, de modo unánime, optó por el estadio y al salir elegido, Ospina Pérez cumplió la promesa. Los grandes ídolos de esa época eran “Chita” Miranda, el paracortos que jamás cometía errores, y “Petaca” Rodríguez, el lanzador que le ganó a Cuba, el equipo más temido de la región (“Editorial”,1981: 2). El pueblo los sentía como suyos y sus proezas han inspirado creaciones literarias y musicales. Hoy en día Telecaribe presenta algunos partidos de béisbol de Grandes Ligas y Costavisión, la proveedora de televisión por cable, ofrece una amplia programación de béisbol para su público. Las similitudes dentro del Gran Caribe se extienden mucho más allá del deporte y la música. Son lugares con climas tropicales, que tradicionalmente vivían de la pesca, la ganadería y los cultivos de tierra caliente: el algodón, el tabaco, el azúcar, el banano y el arroz. Sus fortunas han estado estrechamente ligadas a mercados internacionales (Mercado, 2003: 114). Con la intención de no depender tanto de esos mercados, la gran mayoría de países de la región ha visto la ventaja del desarrollo

Eligio García con el puño en alto.

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del turismo para aprovechar su clima, su historia y su belleza natural. Por supuesto, la competencia para atraer el turista es fuerte y cada sitio busca la manera de destacarse en ese competido mercado. Y, finalmente, el contrabando, siempre presente en el Gran Caribe, continúa hoy en día con el tráfico de narcóticos y armas como los negocios más peligrosos y rentables. El Caribe colombiano comprende los departamentos de Atlántico, Bolívar, Cesar, Córdoba, La Guajira, Magdalena, Sucre y San Andrés. Según el censo de 1997, unos 8.5 millones de personas, un poco más del 21% de la población colombiana, vive en la región. Se trata de un porcentaje en aumento, ya que el censo de 1973 muestra un 20% de la población colombiana en la región (López y Abello, 1998: 1). De todas las áreas geográficas del Caribe colombiano, la única isleña es San Andrés. El Departamento de Cesar, creado en 1967, no tiene costas, pero sus tradiciones se asemejan más a las caribeñas que a las de cualquier otra región y su capital, Valledupar, es cuna de acordeoneros y de la música vallenata que antes se conocía sólo en la costa, pero hoy es un valor nacional. Dentro del Caribe colombiano se dan ciertas rivalidades y la de las ciudades de Cartagena y Barranquilla es de las más exacerbadas. Barranquilla es una ciudad comercial e industrial, abierta a inmigrantes de diferentes países del mundo y mucho más joven que Cartagena, a la que supera en población y actividad portuaria. Y la competencia entre sus equipos de béisbol siempre ha sido muy reñida (Mercado, 2003: 68). En cuanto a sus relaciones en el Gran Caribe, Colombia tiene diferencias limítrofes con Venezuela y con Nicaragua. Desde los 1990 el Caribe ha recibido cierta atención académica dentro de Colombia. En 1996 la Universidad Nacional estableció su Sede Caribe en San Andrés y ofrece una maestría en estudios del Caribe. La Universidad de Cartagena tiene un Instituto Internacional de Estudios del Caribe que ofrece una maestría y está en contacto permanente con programas académicos en el Gran Caribe ya que organiza un congreso bienal con académicos para divulgar los nuevos conocimientos sobre la región. Y también es posible estudiar el Caribe en universidades privadas de Bogotá que ya se especializan en la región. Además, la coordinación académica entre las universidades se viene haciendo desde los 1990 a través

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del Observatorio del Caribe con sede en Cartagena, una institución que publica estudios de y sobre la región y organiza encuentros en diferentes lugares del país para promover y divulgar los saberes relacionados con el Caribe colombiano. Sus publicaciones han tenido una circulación cuantiosa tanto dentro como fuera de la región. La actitud de Colombia hacia lo caribeño ha cambiado desde los 70. Colombia cada día se reconoce como un país integrado por diferentes regiones con diferentes culturas y la costa, antes considerada exótica y folklórica, en la que predominaba la afinidad por la parranda y la aversión al trabajo, ha cambiado de imagen. Las expresiones culturales de la costa se han nacionalizado, ya que la región se destaca en la música, la literatura y las artes plásticas (Posada, 1999: 22). Aunque el vallenato se escucha a lo largo y ancho de la nación y del continente y los cuadros de Alejandro Obregón se exponen en Bogotá y en el Vaticano, es, sobre todo, por sus escritores, en general, y Gabriel García Márquez, en particular, que se tributa el gran reconocimiento y la aceptación de la región. El cambio de “costeño” a “caribeño” ha sido positivo, pero la lucha por su valoración apenas comenzaba cuando Eligio García empezó a escribir sus obras de ficción. Y, como veremos más adelante, Eligio García sitúa sus cuentos y su novela en el mundo caribeño, un mundo con cualidades y defectos, que merece mayor atención por parte de la literatura colombiana, caribeña, latinoamericana y universal. Aunque se respira el Caribe en la totalidad de la narrativa de Eligio García, la presencia de la región se concentra en cinco aspectos de las obras: los temas, el entorno, la música, la actividad económica y el enfoque de lo cotidiano. En las líneas que siguen, me propongo examinar los elementos que identifican al Caribe, sin olvidar que cuando se publicaron las obras de Eligio García, el Caribe era una noción vaga y un tanto ajena a Colombia, un lugar exclusivamente isleño, importante en la época colonial, ámbito de figuras míticas como el pirata, el corsario y el filibustero, que en su dimensión literaria dio ori cuna del espíritu de la independencia en el Nuevo Mundo gen a la poética de lo real maravilloso, crisol de las culturas coexistentes en la región. Y el mundo que Eligio García crea en sus narraciones es un mundo actual, un mundo de “héroes terrenales” para usar el término del escritor, periodista y pintor

del Caribe colombiano Héctor Rojas Herazo (Salcedo, 2006: 6). Y ese mundo fue nuevo para la literatura de su época y su país.

4. El deporte en la narrativa de Eligio García El boxeo y el béisbol son los deportes preferidos en el Caribe colombiano, tal como el fútbol y el ciclismo son los preferidos en la región andina. Y el boxeo y el béisbol ocupan lugares céntricos en la obra de Eligio García. “El campeón de siempre”, aunque se centra en el complejo y engañoso mundo interior de un boxeador ex campeón, también comenta el mundo del boxeo, presente en todo el Caribe, pues el pugilista pelea en Kingston (402), Puerto Rico (405) y Maracaibo (407) y el Kid, uno de sus contrincantes, “había tenido que emigrar a Maracaibo por la ruta de los muertos de hambre” (E. García, 1976: 400). Según el campeón, sólo él cabía en el mundo del boxeo de Colombia y el Kid debía buscar fortuna por otro lado. Pero al Kid le va bien en el exterior, porque conquista el título mundial en Panamá (401) y regresa a Colombia como un héroe. Con el boxeo, la gente, buscando el ambiente propicio para triunfar, cruza fronteras y amplía el mundo, tanto para el deportista como para el aficionando. El protagonista de “El campeón de siempre” no sabe leer, pero ha viajado y ha conocido el mundo a través de su deporte. El cuento evoca ese mundo en que el personaje lucha para mantenerse como campeón, cuando su público ya no cree en él. De esta manera su gran derrota es consigo mismo y si bien el boxeo proporciona el entorno, su lucha es universal. El béisbol y la experiencia del beisbolista Jesse Concepción son los motivos del cuento “Con pinta de bigliguer”. Jesse, obviamente latino, viene a jugar en Cartagena desde los Estados Unidos donde había llevado a su equipo al primer puesto (E. García, 1981: 35). Los aficionados crean una leyenda sobre las proezas de Jesse y esperan milagros de él. A pesar de que en Cartagena jugaba con un equipo que perdía, los aficionados lo creían capaz de convertirlo en “el equipo más temido de toda la cuenca del Caribe” (35). Durante mucho tiempo, Jesse no llena las expectativas y los aficionados se molestan porque está ganando un sueldo muy superior al de los jugadores nacionales y consideran que “con ese dinero se podía traer al gran

Dimaggio (con Marilyn y todo) e incluso a Roberto Clemente, el espectacular puertorriqueño” (38). El mundo de béisbol profesional en Colombia es un mundo caribeño. Las competencias internacionales de aficionados y profesionales permiten conocer el béisbol venezolano, panameño, mexicano, cubano, dominicano y puertorriqueño, todos países con una sólida tradición beisbolera. Frecuentemente los mejores jugadores de las Grandes Ligas de los Estados Unidos hacen su debut en las ligas caribeñas. Los aficionados los conocen y siguen su trayectoria. Otra vez, el deporte amplia el mundo tanto para el jugador como para los aficionados que quieren que su equipo se destaque en el mundo caribeño. Jesse Concepción recuperó la confianza en sí mismo y pudo triunfar en Cartagena y gracias a un acertado batazo, el odio de la fanaticada se trueca en amor. Jesse, agradecido, quiso volver a jugar más tarde en Cartagena, cuando se había convertido en un “bibliguer” estelar, pero no le fue posible porque el béisbol profesional se había terminado en Cartagena. Mientras Jesse surge, el béisbol cartagenero decae y muere. La lucha interna de Jesse para recuperar la confianza bajo condiciones

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cada vez más adversas, eje del cuento, es una situación humana universal ambientada en un contexto netamente caribeño. La novela Para matar el tiempo contiene asimismo múltiples referencias al boxeo y al béisbol. De los jóvenes del bonche, Willy quería ser boxeador (E. García, 1978: 57) y Carmelo, beisbolista (60). Sin embargo, ninguno de los dos realizaría su sueño ya que la abuela de Willy se opuso a una carrera de boxeo para su nieto y el brazo de Carmelo se cansaba rápidamente. Los deportes son frecuente tema de conversación entre los amigos del bonche ya que “en Cartagena se es boxeador o se es beisbolista” (33). Y antes de Navidad la selección cartagenera de béisbol reconquista el título nacional, ganándole a la de Barranquilla. El júbilo se sentía y “la gente se echó a las calles cantando el batazo: eran gritos de emoción confundidos con las sirenas de la radio y los pitos de los carros y la música antillana que el viento comenzó a traer desde la Loma. Aquello era el desorden de la dicha...” (83). El deporte figura en un primer plano en el lenguaje de los jóvenes que muchas veces construyen comparaciones y metáforas con base en su mundo de referencias. Cuando Hernando quiere expresar

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su sorpresa, lo hace con términos del deporte: “Fue como en el béisbol, cuando lo cogen a uno fuera de base” (40). Y al referirse a la relación de Carmelo con Sandra señalan que hacen un “juego de béisbol y sexo” en el que Carmelo pichea y Sandra es el cuarto bate, pero no quieren las consecuencias de un jonrón (60). Y no es extraño escuchar una mezcla de metáforas de béisbol y boxeo. Hernando, el reportero del grupo, el que cuenta sobre los demás, revela poco sobre lo que está pasando en su interior; sin embargo, Carlos Alberto casi logra descifrarlo y Hernando piensa: “nuevamente yo estaba con la guardia en su sitio, como los buenos boxeadores, que es como me gusta estar siempre para que nunca me cojan de sorpresa ni fuera de base” (43). Finalmente, la novela menciona personajes y hechos del mundo real. En una temprana versión de la novela, Eligio García aludía al triunfo del colombiano Álvaro Mejía en la maratón de San Silvestre en Sao Paulo, un acontecimiento feliz para Colombia, pero luego lo suprimió de la novela para referirse a la muerte de Roberto Clemente, pese a que las fechas no concuerdan, porque “era una referencia más concreta al mundo del Caribe. La absurda trágica muerte de ese beisbolista puertorriqueño conmovió más a los cartageneros que el triunfo del colombiano Mejía” (Gilard, 2007: 60). En el Caribe el deporte significa mucho. Es, o puede ser, alegría para el público aficionado. Sus héroes, de condición humilde, de la clase popular, de la masa, han superado obstáculos y vencido barreras para llegar a la gloria y su pueblo se los agradece, aunque el amor entre el deportista y el público no sea eterno. No es gratuito entonces que Eligio García señale el deporte como un elemento significativo en su obra narrativa, pues ésta recrea un mundo popular, familiar y cotidiano.

5. La presencia del mar en la narrativa El mar está presente en todos los cuentos y la novela de Eligio García. Para el boxeador y el beisbolista, la playa es un sitio de libertad donde pueden correr y practicar en un ambiente limpio y natural. Para el boxeador es, además, un lugar para mostrarse y ser visto por su antigua fanaticada y por un rico apoderado en potencia (E. García, 1976: 413).

En Para matar el tiempo el mar es cómplice de los amores de Sandra y Carmelo y los cobija cuando van al hondo para hacer el amor. Pero Sandra era una joven con un temperamento muy variable y su relación con Carmelo tenía sus altibajos. Ella misma no se entendía y le echaba la culpa al mar. Y cuando Hernando piensa en eso, en su interior se dice: “Pobre mar” (E. García, 1978: 49). En “A cambio de nada” Eligio García contrasta el mar que existe para los turistas y el mar “oscuro e impenetrable” para la protagonista (94). En camino a su cita con el gerente del hotel, Carolina contempla el mar, los barcos de vela y los sitios donde se construirían alojamientos para los turistas y se detiene un momento para mirar la nueva quinta que construyó el gerente, visible desde el hotel como “un galeón de vidrio iluminado” (E. García, 1971: 94). Para ella, inmersa en su estado de desgracia, ese mar luminoso y alegre no existe: el mar que llama su atención es el que no se revela en la sombría noche. El mar está presente en seis de las doce páginas de “Esa rara tristeza”. Ángela, Luis y el narrador principal amaban el mar y lo contemplaban juntos con frecuencia al atardecer. En una de las conversaciones imaginarias entre Luis y Ángela, él trata de convencerla de que su sepultura será “el aire insondable, el mar eterno” (142). Y luego, en otro momento, Luis le dice que si ella le da un beso al mar, el mar le devuelve “su ternura salada” (146). El mar es entonces un elemento que compartían en vida y va a seguir uniéndolos más allá de la muerte de Luis. Es un elemento “eterno” y “tierno” que tuvieron juntos en vida y que Ángela tendrá para su consuelo en la soledad de sus recuerdos.

6. El entorno tropical El mar no es el único elemento que marca el entorno del Caribe en la narrativa de Eligio García. El trópico, con su arquitectura y su vegetación, también se siente, sobre todo, en Para matar el tiempo. Tatiana está en la arruinada mansión familiar en Pie de la Popa, la misma que su abuela cuidaba con tanto esmero, “pendiente del mínimo detalle, las flores del jardín, pintar la mansión en todos los diciembres, los techos reparados en agosto antes de que llegaran los grandes aguaceros, los árboles refrescando aquella inmensa casa” (E. García, 1978: 129). El ritmo del año con su verano

en diciembre y su invierno fuerte en septiembre es típico del Caribe. En este contexto, “verano” significa época de brisa y ausencia de lluvia y el “invierno”, aguaceros. El clima cálido tropical se siente los doce meses del año. La arquitectura ecléctica de moda en Cuba en el siglo diecinueve fue copiada en el Caribe colombiano por los ganaderos y hombres de negocios que intercambiaban productos en ese entonces. El nuevo estilo con jardines suntuosos, frontispicios e interiores con sólidas columnas se impuso en las nuevas construcciones en los barrios de Manga y Pie de la Popa (Mercado, 2003: 60). La mansión de Tatiana impacta a Hernando. Es una construcción con columnas “que comienzan a cariarse por culpa del salitre”. Los ventanales son altos; los cuartos, inmensos (E. García, 1978: 24). Hay varios patios, uno poblado de árboles frutales y otro embaldosado con una fuente (25). Pero en conversación con Hernando, el padre de Tatiana comenta que los estilos arquitectónicos no son auténticos: “falso germánico en las ventanas, falsas columnas corintias, falso estilo marroquí, solo auténticos los vitrales art nouveau” (129). Y la mansión que una vez fue la envidia de la sociedad cartagenera yace bajo capas de salitre y óxido, con las maderas carcomidas por el comején (127, 131). El clima tropical y marítimo, tan atractivo para el turista de climas fríos, exige una cuidadosa protección de los elementos y la persistente prevención de las plagas que abundan en los paraísos caribeños.3

7. La música caribeña La música en sus múltiples manifestaciones hace parte del mundo caribeño y es uno de sus más conocidos productos de exportación. El Caribe se escucha en la obra narrativa de Eligio García. En Para matar el tiempo el bonche de jóvenes pasa el tiempo bailando y hablando de la música de moda. Willy vende discos de contrabando y es un bailador consumado. Para la fiesta de grado de su hermana contrata los servicios de un picó, un potente equipo de sonido con discos y un disc jockey para amenizar la 3

La mansión aún existe hoy en día en el barrio Pie de la Popa, al lado de lo que fue el Teatro y Heladería Miramar. Actualmente es la sede de una universidad.

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reunión (34). Hay considerable competencia entre los dueños de los picós para conseguir música novedosa, diferente y exclusiva y ellos hacen modificaciones técnicas al sonido del equipo para acentuar ciertos registros (Pacini, 1996: 8). Bailar y saber bailar bien son valores entre el grupo de amigos. “Si es por el baile yo les gano a todos” dice Willy (E. García, 1978: 36), pero Nelaqui, también experto, lo reta. En la fiesta de la hermana de Willy, Sandra y Willy bailaron inspirados y los demás les hicieron rueda, palmoteando y gritando al son de la música. Luego todos bailaron “olvidándonos del mundo, la culpa era de esa música que con solo oírla al cuerpo le entraban unas irresistibles ganas de bailar...” (58). Muchas veces la canción de moda relata aconteci­ mientos cotidianos que se vuelven legendarios. Un eterno campeonato de dominó, juego muy popular en el ambiente caribeño, es la base para la canción “El dominó celestial”, la cual narra la historia de “un grupo de personas que jugaban desde hacía más de cuarenta años un infinito campeonato de dominó; algunos fundadores estaban muertos, otros habían sido reemplazados por los hijos, los más ansiosos proponían la fórmula de jugar todos al tiempo un dominó celestial” (64-65). El cantante y compositor, Juancho José, invita a los jugadores a dejar su campeonato para “bailar su ritmo sabor” (65). No sabemos si el campeonato sucedió realmente ni si había una canción que lo inmortalizaba. Sin embargo, su inclusión en la novela contribuye a su verosimilitud. Los jóvenes conocen la música de todo el Caribe: hablan de Ricardo Ray de Puerto Rico (21), de Santana (46, 88), de Joe Cuba y su “terrible descarga” (105) y de los boleros de Daniel Santos (148). Personas del barrio del bonche tienen apodos de canciones cubanas como Juancito Trucupei y Pepe Antonio (146). La música antillana suena por la radio en Cartagena a toda hora (74, 113) y las orquestas antillanas llegan a la ciudad para amenizar las fiestas de noviembre (46). Aunque predomina la música caribeña, los jóvenes también están al tanto de la moda musical del mundo occidental, pues se saben las canciones de los Beatles, Simon y Garfunkel y Bob Dylan (88), todas con letra en inglés. A los jóvenes, la música movida, bailable, es la que los atrae. Sin embargo, la música romántica, en

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esa época el bolero, les sirvió de “escuela sentimental”. Los amores prohibidos, imposibles y difíciles, inmortalizados en esas canciones, abren una ventana al mundo de los sentimientos de otros que han vivido más que ellos y saben expresar su estado emocional. En el cuento “Con pinta de bigliguer”, Jesse Concepción pasa las noches escuchando los boleros de Nelson Pinedo, Celio González y Felipe Pirela para consolarse (38). Aunque su problema no fue de amor, la música romántica y sentimental le ayudaba a desahogar sus penas. Y esa expresión musical se conocía y se escuchaba por todo el Caribe. La radio, la televisión, el cine y las compañías discográficas divulgaban la música caribeña y los artistas de otros países se presentaban en Colombia. Había una marcada diferencia entre la música de la costa y la del interior. El vallenato era un ritmo que se escuchaba exclusivamente en la costa atlántica. Las canciones reconstruían acontecimientos de importancia local, inmortalizando así a personajes como “Abel Antonio” que resucitó en su propio velorio, y “la vieja Sara” que tuvo que soportar las travesuras de los jóvenes del pueblo. Gabriel García Márquez, gran aficionado de esta manifestación musical, insiste que Cien años de soledad no es sino un vallenato de trescientos cincuenta páginas (E. García, 2001: 340-41).4 En los 1980, Cartagena sería la sede de un Festival de Música del Caribe con participación de grupos musicales que cantaban en español, francés e inglés. La música costeña ya se escucha en todas partes dentro de Colombia y fuera del país. Se componen vallenatos en la región andina, y un ganador del Festival Vallenato es oriundo de Bogotá. Pero en la época en que escribía Eligio García, esas tendencias apenas comenzaban. El Caribe colombiano se abría al Gran Caribe. Luego el Caribe se tomaría a todo el país. 4 Por supuesto existe una canción vallenata titulada “El vallenato Nobel”. Fue compuesta por el gran compositor de este género musical, Rafael Escalona, quien formó parte de la delegación oficial colombiana que acompañó a Gabriel García Márquez a Estocolmo en 1982 para recibir el Premio Nobel. La canción, interpretada por Los hermanos Zuleta, también integrantes de la delegación colombiana a Estocolmo, menciona, entre otras cosas, las mariposas amarillas de Mauricio Babilonia, los pescaditos de oro, el hielo que un gitano trajo a Macondo y el perfume desconocido con el olor de la guayaba. También hace una referencia indirecta al coronel a quien nadie le escribe.

8. La actividad económica El turismo, actividad económica que identifica al Caribe, se presenta en la obra narrativa de Eligio García, tanto en los cuentos como en la novela. El campeón de boxeo quiere atraer la atención de un rico extranjero y por eso practica en las playas por donde pasan los turistas del aeropuerto al sector de los hoteles (E. García, 1976: 404). Carolina pierde en el casino de uno de los exclusivos hoteles un lunes de marzo sin turistas (E. García, 2001: 98). Carmelo y Hernando comentan la importancia de hablar inglés en Cartagena para atender a los turistas (E. García, 1978: 98). Pero el turismo trae también consecuencias indeseadas. Hernando, ahogándose en el tedio de su vida sin rumbo, dice que nunca ha pasado nada en Cartagena. Carmelo le responde que sí ha habido cambio en la ciudad: cada día hay más venta de droga y nuevas casas de citas (43). Borracho, el 31 de diciembre, Hernando habla de las vecinas que viajan a Venezuela a trabajar la temporada turística como prostitutas (149). El deporte también es una actividad económica en el Caribe. El boxeador se sentía explotado por los “tiburones del boxeo cartagenero” (E. García, 1976:

400). Los aficionados de béisbol resentían el elevado sueldo que estaba ganando Jesse Concepción cuando no rendía en el diamante ni en la caja de bateo (E. García, 1981: 38). El deporte genera dinero para un grupo reducido de promotores, pero está sujeto al vaivén de los mercados internacionales, mercados en los que el Caribe está en desventaja. En Para matar el tiempo, tres de los cinco amigos están involucrados en el contrabando, actividad económica, por excelencia, del Caribe. El Chino andaba en la embarcación de su familia trayendo contrabando para la venta (E. García, 1978: 33). Nelaqui vende cigarrillos americanos en el mercado (59) y Willy, música (22). Ambos productos estaban sujetos a elevados impuestos y su evasión generó todo un mercado de la ilegalidad. La economía informal, la del “rebusque”, emplea a personas marginadas, como los amigos del bonche, para vender esos productos que entran al país clandestinamente, exponiéndolos así a posibles consecuencias legales. La familia de Tatiana, en cambio, en su época de prosperidad, poseía extensas tierras donde cultivaba el tabaco y la caña de azúcar y abundante ganado (68). Cuando Eligio García escribía, se vivía un empobrecimiento de la región. La demanda de carne había bajado y en los precios de tabaco, algodón, banano, arroz y maíz pasaban por un periodo crítico (Mercado, 2003: 114). Como el deporte, el agro estaba sujeto al comportamiento de mercados internacionales y políticas monetarias fuera del control de los de la región.

9. El enfoque cotidiano

Eligio García, Revista Credencial.

Según el escritor e investigador Jairo Mercado, “el Caribe es tanto universo verbal como universo espacial y la vida es aquí vivida en la medida en que es hablada” (Mercado, 2003: 143). Los narradores del Caribe emplean un tono costumbrista que reproduce el mundo de “esas pequeñas y anónimas gentecitas del montón” (141). En momentos oportunos para la narración, Eligio García reproduce el acento y los dichos típicos de sus personajes, sin caer en la réplica exacta y constante del acento y la jerga de la gente. Los comentarios de la palenquera en el entierro de Luis en “Esa rara tristeza” reproducen el habla de esa población (E. García, 1972:142) cuya presencia se

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Izq. Der. Santiago Mutis, Arnulfo Julio, Gabriel García Márquez, Roberto Burgos Cantor y Eligio García Márquez-1989.

siente asimismo en “El campeón de siempre”, pues uno de los principales contrincantes del campeón es el Kid, un palenquero que logró traer un título mundial de boxeo a Cartagena (Eligio García, 1976: 399-400). En su estudio sobre la narrativa periodística del Caribe, Alberto Salcedo (2006: 7) cita, entre otros, a Eligio García como uno de los escritores en la vanguardia de los cambios. Según Salcedo, lo cotidiano entró en el periodismo colombiano con los periodistas de la costa ya que los del interior enfocaban a los ministros, la gente de la sociedad, los acontecimientos históricos y el mundo europeo. En el Caribe, en cambio, el periodista se esforzaba para “encontrar noticias grandiosas en la vida común y corriente de todos los días” (5). Lo cotidiano está valorado y se ve la vida, aparentemente común y corriente, no tan común y corriente. Y es precisamente esa vida la que celebra Eligio García en su narrativa. La vida cotidiana se ve en los reportajes, crónicas y novelas de otros escritores y periodistas de la región: Juan Gossaín, Ramón Illán Bacca, Roberto Burgos y 70

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Julio Olaciregui, para mencionar unos pocos. Y ya se veía en algunos cuentos y reportajes de los modernistas Rubén Darío (1867-1916) y Manuel Gutiérrez Nájera (1859-1895). Escribir sobre lo cotidiano siempre tiene su riesgo. Hay que descubrir lo interesante y lo asombroso en un mundo rutinario y tedioso. En Para matar el tiempo los jóvenes, sin mayor oficio, están esperando asumir sus vidas en una sociedad de pocas oportunidades. Al finalizar ese año de baja actividad, Hernando se emborracha y vomita para sacar “todas las tristezas y amarguras de aquel año de mierda” (E. García, 1978: 52). Y como Hernando, hay muchos. El lector que conoce la región puede reconocerlo y hasta identificarse con él, pero siempre existe el riesgo de aburrir, de decir lo que ya se sabe. Eligio García evita ese problema con un cuidadoso tratamiento de lo cotidiano, conectándolo con lo humano y lo universal. En las vidas de los pequeños vemos grandes luchas interiores y luchas heroicas contra grandes obstáculos externos. Jesse Concepción logra triunfar mientras que el campeón y Carolina se hunden cada vez más.

El bonche de marginados termina en trabajos menos precarios e informales. Pero la vida de baile y tragos termina abruptamente con la muerte de Sandra. Y las ilusiones de Ángela terminan con la muerte de Luis. Cómo asimilar la muerte, sobre todo de una persona que aún no ha vivido, es algo que forma parte de la condición humana. Otra vez, el contexto es caribeño y la situación, universal. Eligio García sitúa su narrativa en el Caribe colombiano, un mundo con fuertes enlaces con el Gran Caribe. Los temas, el entorno, la música, la actividad económica y el enfoque de lo cotidiano son elementos que él utiliza para crear o recrear el Caribe. Es el mundo que él conoce, el mundo donde fue criado, el mundo donde aspiraba a terminar su vida. Su narrativa abre la puerta a ese mundo en su región y su país, no como un ejemplo de lo local, sino como valor universal. El reconocimiento de la narrativa de este escritor, tan identificado con su región, está apenas comenzando tanto en el Caribe colombiano como en el resto del país. Sin lugar a dudas el crecimiento urbano fue el fenómeno social de más impacto en Colombia en la segunda mitad del siglo XX. Eligio García nació en un mundo rural y creció en los barrios populares de Cartagena, ciudad del Caribe colombiano y sitio de los legendarios actos de su pasado colonial. Es uno de los primeros autores que escribe sobre la vida cotidiana de la ciudad en el momento en que ésta se perfilaba como un nuevo centro turístico en el Caribe.

C. Eligio García en el mundo de las letras Las obras de Eligio García son realistas, pero expresan una realidad temporal y espacial fragmentada, a la vez que profundizan en el mundo interior de sus personajes y sus complejas relaciones multidimensionales con la sociedad. A Eligio García le interesaba la marginación de sus personajes con respecto al poder, los intereses y los valores de la sociedad dominante. Fue el hijo menor de una numerosa familia que llegó a Cartagena para probar suerte en una época difícil para la ciudad, la región y el país. Su familia no figuraba en la cumbre política y social de Cartagena que Eligio observaba de lejos y criticó de cerca en su obra narrativa. Él mismo se ubica en la cultura popular y sus cuentos y novela

dan testimonio de una nueva fuerza en la ciudad: una clase urbana de escasos recursos y altas aspiraciones, que aún no tenía conciencia de sí misma dentro del esquema urbano. La mirada de Eligio García nos muestra que cada persona tiene algo digno de contar o de ser contado por muy pequeño y anónimo que sea. “Lo popular” está hecho de lo autóctono y lo ajeno, filtrado por la óptica particular de cada participante en el proceso. La obra de este narrador representa la renovación literaria conocida en Colombia como la nueva narrativa urbana. Sus entornos son los diferentes sectores de la ciudad de Cartagena. Las historias están narradas en un lenguaje cotidiano y familiar. Los personajes luchan con problemas humanos que trascienden las limitaciones de época y espacio. Eligio García ubica al lector en el proceso de cambio social, reflejado en su literatura. Su obra nos ayuda a entender la historia de una época específica y en un espacio particular, mientras que nos identificamos con la humanidad de los personajes en sus luchas, retos y derrotas. Eligio García fue un escritor original y talentoso tanto en el campo de la ficción como en el periodismo y la crítica. Fue autodidacta en estos campos, pero su hábito de lectura, adquirido a una temprana edad y reforzado a lo largo de la vida, lo convirtió en uno de los intelectuales de más vasta cultura literaria de su país y su época. Para Eligio García la creación literaria siempre era noticia y sentía el afán y la satisfacción de compartir esa vasta cultura con el público. Cuando Eligio García empezaba a escribir y a publicar, lo que los sociólogos llamarían la cultura de masas, estaba comenzando, alimentada por la radio, el deporte, la música y los medios de comunicación. Sin embargo, por el tratamiento individual que da a sus personajes, Eligio García los rescata del montón. El autor comparte sus secretos con el lector, quien aprecia la gran variedad y diversidad entre los habitantes de una urbe. El Caribe está muy presente en las referencias a la vegetación, el clima y las playas que identifican la ciudad. El boxeo y el béisbol son deportes que apasionan tanto al cartagenero como al caribeño de otros países. Los nombres de los boxeadores en el cuento corresponden a seres reales de la época que combatieron con el campeón. Los equipos de béisbol corresponden a los de la ciudad y la rivalidad entre

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Cartagena y Barranquilla en el deporte fue y sigue siendo real. Y la música, presente en la novela, es la que los jóvenes escuchaban y bailaban en sus fiestas y reuniones. A través de los cuentos y la novela el lector de la obra narrativa de Eligio García entra en el mundo de Cartagena de los sesenta y setenta. Su obra muestra el Caribe y Cartagena en los comienzos del proceso de integración nacional y regional. Hasta mediados del siglo XX, la costa atlántica de Colombia, con el 20% de la población nacional, se integraba al país en términos políticos, pero en términos culturales miraba hacia el Gran Caribe. La música y el deporte facilitaron esa integración y la radio fue el medio que permitió y promovió la comunicación, a veces más fácil y amena con Cuba y Puerto Rico que con Bogotá. La valoración de la palabra hablada y cantada se compartía en la costa atlántica de Colombia y con el Gran Caribe de habla española. La costa atlántica tenía una imagen negativa en la región andina de Colombia, región de donde emana el poder. El costeño típico era una persona extrovertida, apta para las fiestas y los bailes, pero poco dispuesta para el trabajo. La región mostraba grandes carencias en salud y educación. Sus mani­

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fes­t aciones culturales en literatura, pintura y música tenían poca divulgación fuera de la región. Su folklore se consideraba divertido como una expresión de lo diferente y lo exótico, precisamente las cualidades que el nuevo sector turístico esperaba aprovechar y explotar. Los movimientos internos de la población colombiana y los grandes avances en los medios de comunicación en la segunda mitad del siglo veinte contribuyeron a la integración nacional. La costa atlántica empieza a reconocerse como el Caribe colombiano a la vez que todo colombiano se reconoce como caribeño. La música, el deporte y la oralidad, tan características de la región, invaden el mundo andino, no como costumbres locales, sino como valores nacionales y universales. El lugar de Cartagena y el Caribe cobra importancia en el universo colombiano por la narrativa de Eligio García quien muestra, con sus cualidades y defectos, a la región, en la que todavía era posible celebrar la vida. La nostalgia del Caribe de su crianza nunca se apartó de Eligio García, aunque la región dejó de ser su domicilio principal desde 1968. Su narrativa la inmortaliza y le permite compartirla con sus lectores, lo que constituye un excelente legado para su ciudad, su región y su país.

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Amor, despecho y cortesía en las canciones de Agustín Lara Julio Escamilla Morales

1. Introducción�1 Agustín Lara fue un inigualable compositor y pianista mexicano a quien la popularidad y la leyenda convirtieron en uno de los más importantes artistas latinoamericanos del siglo XX. De él dijo Carlos Monsiváis (2005: 61) que fue “el hombre que no le tuvo miedo ni a los sentimientos ni a su expresión febril”. También afirmó que de Lara los mexicanos lo conocían todo: “bohemia, sinceridad atroz, entrega saqueable a las mujeres, cursilería implacable, romanticismo estoico y al pie de la letra, mitomanía sentimental, inspiración a raudales, caballerosidad como derroche, magnificencia sin límites”. A la construcción y perpetuación de ese imaginario socio-cultural contribuyó el mismo Lara cuando, en una entrevista publicada en la revista Siempre en abril de 1960 (Citado por Monsiváis, 2005, 62), expresó lo siguiente: He amado y he tenido la gloriosa dicha de que me amen. Las mujeres en mi vida se cuentan por docenas. He dado miles de besos y la esencia de mis manos se ha gastado en caricias, dejándolas apergaminadas. He tocado kilómetros de teclas de piano y con las notas de mis canciones se pueden componer más sinfonías que las de Beethoven. Tres veces he tenido fortuna –fortunas, no tonterías- y tres veces las he perdido. Las joyas que he

componer una “java” francesa, que un “pasodoble” español, una “tarantela” italiana que un “lied” alemán. He gastado más de 2000 trajes de finos casimires ingleses muy bien cortados y los coches que he poseído podrían formar una hilera de los Indios Verdes a las Pirámides de Teotihuacán. He tenido junto a mi perfil de “cara dura” a los rostros más bellos de este siglo a partir de Celia Montalván. Soy un ingrediente nacional como el hepazote o el tequila… pero en el fondo soy más Werther que Dorian Gray. No soy apocado para el pecado y amar ha sido el capital de los míos.

regalado, puestas como estrellas en el cielo, podrían formar la Osa Mayor en una refulgente constelación de diamantes, esmeraldas, rubíes, zafiros y perlas. He viajado lo suficiente como para dar 20 vueltas al mundo. Hablo francés como si fuera mi idioma y el Señor de los Señores me otorgó la divina gracia de la musicalidad y, con ello, lo mismo puedo

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1 El autor agradece a los colegas Grandfield Henry y Efraín Morales, miembros activos del Círculo de Análisis de DiscursoCADIS, por sus minuciosos comentarios sobre los borradores de este artículo y, especialmente, por sus sugerencias relacionadas con las explicaciones que aquí se hacen acerca de la enunciación y la (des) cortesía en las canciones de Agustín Lara.

Soy ridículamente cursi y me encanta serlo. Porque la mía es una sinceridad que otros rehúyen… ridículamente. Cualquiera que es romántico tiene un fino sentido de lo cursi y no desecharlo es una posición de inteligencia. A las mujeres les gusta que así sea y no por ellas voy a preferir a los hombres. Pero ser así es, también, una parte de la personalidad artística y no voy a renunciar a ella para ser, como tantos, un hombre duro, un payaso de máscaras hechas, de impasibilidades estudiadas. Vibro con lo que es tenso y si mi emoción no la puedo traducir más que en el barroco lenguaje de lo cursi, de ello no me avergüenzo, lo repito, porque soy bien intencionado. Quiero morir católico pero lo más tarde posible.

En esa sui generis caracterización hecha por el propio Ángel Agustín María Carlos Fausto Alfonso del Sagrado Corazón de Jesús Lara Aguirre del Pino, nombre con el que fue bautizado el Agustín Lara que todos conocemos, se resalta su genialidad musical para componer canciones de muy diversos géneros. De acuerdo con Évora (2001: 215), “su sensibilidad creativa fue tal que sin ser un músico calificado había compuesto poco menos de 500 piezas musicales de varios géneros, incluyendo unos 170 boleros que todavía se cantan y bailan”. Además de eso, Lara ha sido “seguramente el compositor a quien más le han grabado en la historia de la canción y el bolero” (Évora, 210). En muchas de esas canciones y boleros Agustín Lara le ha cantado, por supuesto, tanto al amor feliz como al desdichado. De amor feliz hablan, por ejemplo, canciones suyas muy populares como Amor de mis amores, Azul, El adiós del marino, Mujer, Pensando en ti, Santa y la siempre recordada y tarareada María bonita. Del despecho y el amor desdichado se encargan, por su parte, canciones como Arráncame la vida, Aunque no me quieras, A tus pies, Buscándote, Cuando vuelvas, En vano espero, Estrella solitaria, ¿Por qué negar?, Reliquia y Rival. Según los biógrafos y conocedores de la obra musical de Agustín Lara, la mayoría de sus canciones recrean sus vivencias personales y guardan, por lo tanto, una estrecha relación con su vida sentimental (Zavala, 2000; Rico Salazar, 1987; Castillo Zapata, 1993; Cabrera Infante, 2002; Monsiváis, 2005, entre otros), es decir, son de naturaleza abiertamente lírica. El lirismo, como todos sabemos, se caracteriza por presentar “la

María Félix.

visión estrictamente personal de un autor que revela sus propias experiencias y sentimientos” (Escamilla, Morales & Henry, 2005: 49). A este mismo respecto, Thomas (1995: 111) afirma que “todas las canciones son composiciones líricas de hondo subjetivismo cuya temática se refiere casi siempre al amor y, por ello, su función dominante es expresiva y ‘poética’, enunciada en forma de monólogo, acompañada siempre musicalmente”. Este carácter esencialmente lírico de las canciones de Lara está relacionado con declaraciones amorosas o peticiones sentimentales, intentos de reconciliación, manifestación de incertidumbre frente a los sentimientos de la persona amada, expresión de tristeza por la ausencia de esa persona amada, exteriorización de una pena de amor o manifestación de desazón por la separación de su pareja y cambio de actitud sentimental2. Lo anterior equivale a decir que, como lo señala el compositor colombiano Alejandro Durán, “no hay sino dos temas para componer: amor y decepción: Uno enamorado hace cosas bonitas, cosas alegres; decepcionado hace lamentos, quejas” (citado por Escamilla et al., 2005: 38). Eso mismo lo plantea el compositor puertorriqueño “Tite” Curet Alonso de la siguiente manera: 2 Este fenómeno, característico de la canción popular en general, lo hemos explicado más ampliamente en un trabajo colectivo sobre la canción vallenata, uno de los géneros musicales de mayor arraigo en toda Colombia (Escamilla et al., 2005 (15, 37-41).

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La gente siempre vive del amor, y el amor, a diferencia de lo que muchos creen, es un enfrentamiento, un enfrentamiento fecundo y dramático y de él siempre queda el drama. Cuando una relación amorosa se mantiene estable, digamos que normal, pierde la expectativa (…). La gente cuando habla del amor, habla porque éste ya pasó y porque quieren que vuelva a pasar, y es ahí cuando viene el bolero. El bolero es un acto de agresión, de alevosía, el reto por lo que fue y el reto por lo que vendrá (Citado por Rondón, 2007: 271-272).

2. Algunas consideraciones sobre el bolero Desde la perspectiva de Zavala (2000: 31), el bolero ha sido considerado como una forma musical que ha alegrado “corazones compungidos con temas de despecho o decepción” y, sobre todo, como “formas elípticas de declarar el amor, afianzarlo o despedirlo”. Para otros, “el bolero es la música del amor no correspondido, del amor triste” (Espinosa, 1993). Esto mismo lo expresa Lara Romero (2001: 22): “El amor feliz no tiene historia. Sólo el amor mortal es novelesco; es decir el amor amenazado y condenado por la propia vida. Lo que exalta el lirismo occidental no es el placer de los sentidos ni la paz fecunda de la pareja. Es menos el amor colmado que la pasión de amor. Y pasión significa sufrimiento. Tal es el hecho fundamental”. Ahora bien, cuando se le mira como “cuerpo discursivo, el bolero es una institución perversa que pone en escena una contrasociedad regida por Eros” y se convierte, por esa razón, en “un enigma de seducción” (Zavala, 2000: 32). Para Castillo Zapata (1993: 25), quien lo denomina “dispensador de paradigmas de actuación y de relación, el bolero es el almacén simbólico más rico con que contamos, a nivel continental, para comprender y expresar el amor, para asumirnos como enamorados y desempeñarnos como tales”. Sin pretender que “todo el mundo se enamore en Hispanoamérica según las pautas que el discurso bolerístico propone”, este mismo autor afirma que “el bolero proporciona a quien lo escucha, a quien aprende a servirse de él como lengua natural del amor, el imprescindible privilegio de vivir las apreturas amorosas más reconfortado, menos solo, menos desamparado, menos a la deriva, y hasta, si se quiere, menos desprovisto de confort” (Castillo Zapata, 25).

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Teniendo en cuenta lo antes planteado, este artículo se centra en las conclusiones obtenidas en el estudio semiolingüístico de un corpus de 80 canciones románticas del compositor Agustín Lara, sin distingo de ritmo o cadencia musical3, en las que es evidente la presencia discursiva de los interlocutores, es decir, aquellas en las que aparece un sujeto enunciante que le habla directamente a un destinatario femenino con el cual mantiene/ha mantenido relaciones sentimentales o quiere establecerlas/restablecerlas4. Pero como “no se habla del amor, como diría Barthes (citado por Castillo Zapata, 9), sin un [destinatario] constante, implícito o explícito, real o alucinado, presente, pasado o futuro al que remito mis palabras”, en este trabajo diferenciamos, siguiendo a Hernández Flores (2004: 99), los “tipos de actividades de imagen” efectuadas por el compositor-enunciante en cada canción: las dirigidas a exaltar su propia imagen, por un lado, y las dirigidas a realzar tanto “la imagen del destinatario como la propia”, que son las que tienen que ver directamente con el fenómeno socio-discursivo denominado cortesía. A este propósito es conveniente resaltar que, como lo recalca Amossy (1999: 9), en realidad, “todo uso de la palabra implica la construcción de una imagen de sí mismo” y “para ello no es necesario que el locutor trace su retrato, detalle sus cualidades ni que hable explícitamente de él mismo [ya que] su 3 En la bibliografía consultada es frecuente encontrar rotuladas con el nombre de boleros todas las canciones románticas de Agustín Lara, aun tratándose de aires musicales diferentes como el danzonete, el vals, el tango, el blues y la canción. Esta “indeterminación del bolero como género y su maleabilidad, que facilita el surgimiento de híbridos como la canción-bolero, el bolero-beguín, bolero-moruno, bolero-tango, bolero-mambo, bolero-gitano, bolero-ranchera y el bolero-chá”, ha sido achacada por Acosta (2007: 226) a “la existencia de varios procesos distintos” en la conformación del bolero como género musical. Para los propósitos de nuestro estudio, y aún a riesgo de ser anatematizados por algunos musicólogos, eso no es relevante, pues sólo nos interesa explicar el funcionamiento discursivo de la cortesía en el corpus seleccionado. 4 La selección del corpus de canciones analizadas se basó en la recopilación de Mario Arturo Ramos, titulada Agustín Lara: cien años, cien canciones (México: Océano, 2002), en el libro Cien años de bolero, de Jaime Rico Salazar (1987), en la Biblioteca de Voces del Siglo XX y en el Prontuario de la canción mexicana, lo mismo que en la audición de las canciones grabadas por el mismo compositor y por cantantes de reconocimiento internacional. Como es apenas obvio, en varios casos, nos topamos con versiones diferentes de una misma canción, caso en el cual optamos siempre por la versión grabada por el propio compositor.

estilo, sus competencias discursivas y enciclopédicas, sus creencias implícitas son suficientes para dar una representación de su persona”. Además de esas actitudes corteses, en este trabajo también diferenciamos, claro está, entre las actitudes supuestamente descorteses asumidas por el enunciante cuando profiere ofensas no intencionales (en las que “parece haber actuado inocentemente”) y ofensas maliciosas, “cuya intención es insultar abiertamente” 5 (Goffman, citado por Bernal, 2007: 69). Bravo (2005: 33-34) caracteriza la cortesía como “una actividad comunicativa cuya finalidad propia es quedar bien con el otro y que responde a normas y a códigos sociales que se suponen en conocimiento de los hablantes. Este tipo de actividad en todos los contextos considera el beneficio del interlocutor. El efecto que esta actividad tiene en la interacción es interpersonalmente positivo”. Tomando en cuenta esa caracterización sociocultural de la cortesía, Bernal (2007: 86) nos describe la descortesía como “una actividad comunicativa a la que se le atribuye la finalidad de dañar la imagen del otro y que responde a códigos sociales supuestamente compartidos por los hablantes” (Cursiva en el original). Nos dice, además, que “en todos los contextos” la descortesía “perjudica al interlocutor” y que su “efecto emergente (…) es interpersonalmente negativo”. Kerbrat-Orecchioni (2005: 147) ha considerado, por su parte, que “la cortesía no es otra cosa que una máquina para mantener o restaurar el equilibrio ritual entre los interactantes, y por lo tanto para fabricar contentamiento mutuo” (Cursiva en el original). Considerando “que su no respeto desencadena reacciones de violento discurso” y apoyándose en una definición dada por La Bruyère, añade: “Me parece que el espíritu de cortesía consiste en cierta atención por lograr que mediante nuestras palabras y nuestros modales los demás queden contentos de nosotros y de ellos mismos”. Ahora bien, hablar de bolero y canciones románticas de naturaleza similar de fuerte arraigo popular en Latinoamérica6, implica hacerlo siempre sobre la base de considerar ese tipo de canciones como manifestaciones concretas de literatura popular “identitaria” que constituyen “una numerosísima colección de productos verbales de factura poética (bien o mal sucedida) con temáticas recurrentes y circulación reconocible en el entorno social e histórico donde se producen, con

marcado carácter tropológico y reconocibilidad social” (Muñoz-Hidalgo, 2007: 6). Según este mismo autor, El bolero es, primordialmente, música popular, aunque su recepción social esté fuertemente condicionada por su discurso poético. Sin la letra, el bolero pierde su condición identitaria y su capacidad de ser repetido y vehiculizado entre uno y otro oyente. Y del mismo modo como en el vasto repertorio de la tradición oral los textos son rítmicamente acompasados para facilitar su memorización, el bolero posee una melodía que perdura en la memoria del oyente y permite que, con tan sólo un verso emblemático, el oyente reconstruya el diseño melódico. V.gr.: Esta tarde vi llover; Solamente una vez; Tú me acostumbraste; Reloj, no marques las horas; En la vida hay amores que nunca pueden olvidarse… son frases que por sí solas evocan la melodía que las vehiculizó”.

Desde el punto de vista de su producción discursiva, al igual que cualquier otro tipo de canción, el bolero está basado en una “puesta en escena” del lenguaje en la que participan seres reales y seres discursivos, 5

Estamos de acuerdo con Bernal (2007: 69) cuando plantea “las dificultades que surgen al tratar de determinar si una persona ha actuado intencionadamente o no”, pues no es el analista quien decide “que el hablante A, al usar un término grosero hacia B, ha sido descortés”. En nuestro caso, siendo la canción un acto monolocutivo por excelencia, es decir, un acto en el que solamente conocemos lo dicho por el enunciante pero no la reacción de su destinatario, estaríamos en incapacidad de determinar si la actitud asumida por ese enunciante fue cortés o descortés. Para obviar ese problema, tendremos en cuenta que “el valor cortés o descortés de una expresión está parcialmente determinado por la actividad en que se enmarca”, tal como lo señala Culpeper (citado por Bernal, 73). 6 El bolero como género musical surgió en Cuba a finales del siglo XIX y se extendió inmediatamente por todo el Caribe, de donde pasó a gozar de gran aceptación en el mundo entero. De acuerdo con lo expresado por Évora (2001), desde sus inicios el bolero “se convirtió en una modalidad poética de uso común y melodías pegadizas al alcance de todos gracias a la radio, los discos”. A este respecto, Romero (2001) ha reconocido que “antes de aprender a leer y a escribir, antes de amar y de odiar, antes de aprender a caminar y a huir, los habitantes del Caribe nacemos, crecemos y nos desarrollamos determinados por la música, la variada y riquísima música caribeña; desde el Drume negrita que nos cantan al pie de la cuna para dormirnos, hasta el Bésame mucho que susurramos desde la adolescencia a la mujer amada, pasando por los ritmos excitantes que, en el baile colectivo, nos permiten celebrar nuestra particular y contradictoria existencia”.

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produciéndose una doble relación que funciona de la siguiente manera: -

Relación entre los seres reales o interlocutores, es decir, los “seres sociales y sicológicos que entran en contacto a través de ese tipo de discurso” (Escamilla et al., 2005: 16): el compositor de cada canción y el público que la escucha, que es, en última instancia, su real destinatario, pues las canciones son compuestas para darlas a conocer públicamente a través de los discos, la radio y las presentaciones en vivo del artista que las actualiza cada vez que las canta.

-

Relación entre los sujetos discursivos, que no son más que las imágenes del enunciante y del destinatario puestas en escena por el locutorcompositor que produce la canción. En este caso, hay que precisar que no hay un solo destinatario, sino dos: el primero es, teniendo en cuenta lo dicho en el literal anterior, el público que ama el bolero y se deleita con lo que en él se cuenta o se describe; el segundo, es de naturaleza estrictamente discursiva y no es otro que la persona a la que se le habla, así sea un ser de ficción. Locutor-Emisor: Agustín Lara

Enunciante: Sujeto que aparece hablando en la canción

Interlocutor-Receptor: Oyente(s) de la canción

Destinatario 1: Público amante del discurso amoroso Destinatario 2: Sujeto al que se le habla en la canción amada

Representación gráfica de la puesta en escena discursiva en las canciones de Agustín Lara

Como aparece representado en la gráfica precedente, el compositor Agustín Lara se constituye en “el responsable directo” de la producción discursiva de sus canciones, ya que fue él quien conscientemente hizo uso “de las permisiones y limitaciones señaladas por el marco situacional” en que ellas surgieron (Escamilla et

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al., 2005: 16). Aquí hay que resaltar que el bolero es “una forma especializada en poetizar tipos de relación social” y que “entre la amplia producción de boleros perviven textos que, más allá de los estereotipos, resultan síntesis de la expresión artística de modos de creer, de sentir y vivir, propios de su contexto cultural” (Lara Romero, 2001: 37). En consecuencia, tanto el propio compositor Lara como los sujetos amorosos que aparecen hablando en sus canciones, lo hacen como hombres pertenecientes a la cultura latinoamericana, la cual nadie duda en calificar de machista. En otras palabras, el enunciante que aparece en ellas actúa de manera similar a como lo haría cualquier otro latinoamericano en contextos similares, es decir, cortés y galantemente, como lo hacían frente a “la vida amorosa” los hombres provenzales en los siglos XII y XIII (Castillo Zapata, 25)7.

3. Enunciación y (des)cortesía en las canciones románticas de Agustín Lara En las canciones de Agustín Lara que han servido de base al análisis que aquí presentamos, es evidente que su autor ha dejado traslucir sus propias vivencias personales y exterioriza algunos de sus comportamientos discursivos como amante empedernido que fue. “Su vida bohemia le trajo bastantes desdichas, que felizmente para sus admiradores, sublimó en páginas inolvidables”, inspiradas “en desconsolados amores imposibles” (Évora, 2001: 211-212) y en los placenteros momentos que vivió al lado de su “María bonita, María del alma” y de las “docenas” de mujeres que también lo amaron, como él mismo lo reitera en ese texto exuberante que citamos al comienzo de este artículo. En esos amores felices y desdichados se halla la razón por la cual sus canciones giran en torno a actos de lenguaje muy significativos como exaltar, desear o entregarse al ser amado, implorarle su cariño o renunciar a él, censurar a esa persona o vengarse de ella, dudar de su amor o arrepentirse de él, prometerle algo o desconocer a la persona amada, los cuales pueden ser considerados 7

Según Castillo Zapata (25), “la vida amorosa de los hombre provenzales” estaba organizada “puntillosamente, como en un encaje” y se caracterizaba por ser una “red dispensadora de modelos de actuación y de relación, de fórmulas expresivas y meditativas”. En ese contexto, “el aparato simbólico de la cortezia era al mismo tiempo un soporte universal e individual de la existencia”.

Invtiación al romance

corteses o descorteses según la circunstancia situacional en que cada uno de ellos aparece. Basándonos en los postulados de KerbratOrecchioni (1997: 93) sobre la subjetividad en el lenguaje, podemos afirmar que las canciones de Lara son discursos eminentemente subjetivos por cuanto en ellas aparece un enunciante que “se confiesa explícitamente o se reconoce implícitamente como la fuente” de todo lo que allí se dice acerca de unos sujetos amorosos, uno de los cuales es él mismo. Y porque, además, utiliza elementos lingüísticos en los cuales aparece, como veremos posteriormente, su indiscutible impronta personal. Antes de entrar a considerar la naturaleza (des) cortés de los actos enunciativos que subyacen en las canciones de Agustín Lara, es conveniente resaltar que, tal como lo indica Fromilhague (1995: 105-106) a propósito de “los poemas líricos”, tales actos están dirigidos “a un interlocutor ficticio” femenino y que “los poemas líricos dirigidos a seres femeninos” están basados en la figura retórica denominada “apóstrofe”, que es la encargada de establecer discursivamente la comunicación entre los interlocutores�.8

En las primeras décadas del siglo pasado, Bajtín (1987: 123)9 ya había sentenciado que ‘la enunciación es el producto de la interacción de dos individuos socialmente organizados y [que] aun en los casos en que no hay un interlocutor real, podemos substituirlo por el prototipo del grupo social al que pertenece el locutor”, pues siempre “la palabra se dirige a un interlocutor” (…) No puede haber interlocutor abstracto’10. Mucho tiempo después, Benveniste (1981: 82-91) confirmaba, sin haber leído a Bajtín, que “toda enunciación es explícita o implícitamente una alocución”, es decir una interacción que exige un interlocutor. Para él, la enunciación es el acto individual que le permite a un locutor apropiarse del “aparato formal” de la lengua, construirse a sí mismo como sujeto discursivo y convertirse en centro de referencia de su acto de lenguaje, al tiempo que “postula” y construye a su destinatario, cualquiera que sea el grado de presencia de éste. Todo ello es posible a través de la utilización de “formas específicas cuya función es poner al locutor en relación constante y necesaria con su enunciación”. Uno de los aspectos fundamentales de los planteamientos de Benveniste radica en que, según él, la “relación yo-tú” sólo puede producirse en y gracias a la enunciación. A propósito de esa relación ineluctable y del marco situacional en que ella se produce, KerbratOrecchioni (1997: 28) precisa que es en ella donde cada interlocutor construye su imagen de enunciante al 8

El apóstrofe es definido como una ‘figura estilística que consiste en interrumpir un discurso o un relato para dirigirse súbitamente a un destinatario generalmente ausente o ficticio’ (Figure de style qui consiste à interrompre un discours ou un récit pour s’adresser subitement à un destinataire en général absent ou fictif) (Pougeoise, 2001: 50). También es definido por este mismo autor (51) como ‘un modo de enunciación discursiva que permite designar a un destinatario animado o personificado al cual uno le dirige la palabra con el fin de llamar su atención’ (Mode d’énonciation discursive qui permet de désigner un destinataire animé ou personifié auquel on adresse la parole afin d’attirer son attention). 9 Aunque los planteamientos de Bajtin a que nos referimos aparecieron consignados en su obra “El marxismo y la filosofía del lenguaje”, publicada en Rusia en 1929, bajo la supuesta autoría de V. N. Voloshinov, sólo fueron conocidos en Occidente medio siglo después. 10 “L’énonciation est le produit de l’interaction de deux individus socialement organisés et, même s’il n’y a pas un interlocuteur réel, on peut substituer à celui-ci le représentent moyen du groupe social auquel appartient le locuteur. Le mot s’adresse à un interlocuteur (…) Il ne peut y avoir d’interlocuteur abstrait”. (Cursiva en el original).

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tiempo que construye la de su destinatario, basándose para ello en su propia “competencia cultural”. Este destinatario “puede ser singular o plural, nominal o anónimo, real o ficticio” y, en algunos casos, diferente del sujeto que actúa efectivamente como interlocutor en un determinado proceso comunicativo, tal como sucede en las canciones. La misma Kerbrat-Orecchioni (32) expresa que la definición del “destinatario propiamente dicho” radica en el hecho de que el locutor lo considera “explícitamente” así cuando, para dirigirse a él, utiliza el “pronombre de segunda persona” tú o usted. O cuando recurre a cualquier otra forma vocativa para mencionarlo, como lo veremos posteriormente. A partir de los postulados de Bajtín que hemos señalado, Lara Romero (2001: 30) sostiene que “la situación real de emisión de un bolero (o de cualquier canción)” sugiere un “diálogo amoroso de X pareja, existente o imaginable, que se enfrenta cara a cara para plantearse X problema, en algún tiempo y lugar, también existente o imaginable”. También plantea que “otra característica de [esa situación enunciativa] es que las palabras del [interlocutor], la segunda persona implicada, son solamente supuestas por el locutor”. A lo anterior agrega que “el enunciado lingüístico del bolero se nos ofrece como un turno de palabra, como el momento en que el emisor se dirige a su interlocutor, a quien presupone, señala y diseña a su manera, como una presencia real que escucha y responde”. Por eso, podría decirse “que el objeto que representa, o el objeto del cual se hace signo, es la conversación, el diálogo amoroso [y que] en la medida en que es signo, se puede suponer que finge, que imagina una relación interlocutiva” (Lara Romero, 35). Esta supuesta interacción es casi siempre percibida como real por parte de muchos oyentes que no diferencian entre los efectos de realidad y ficción desplegados por el compositor en sus canciones. Creen, pues, que el enunciante les habla de la realidad misma y no de una simple invención del compositor. Como anota Thomas (1995: 111) con respecto a las canciones románticas en general, en las de Agustín Lara “habla el Yo de un sujeto amoroso, habla del amor, de la posesión o del proyecto de posesión de un objeto amado, de la nostalgia, de la pérdida o de la ruptura, llevándonos a un universo eufórico, de sueño, de fantasías, de duelo o de catástrofe”. Consecuentemente, tanto este yo que enuncia como su destinataria (tú) se

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La hora íntima

transforman “en héroes y heroínas aunque sólo sea fugazmente” (Zavala, 2000: 108), algo que al público latinoamericano le ha encantado siempre, como puede comprobarse fácilmente en los ratings de sintonía de las radionovelas de épocas pasadas y de las telenovelas pasionales que ofrecen diariamente los canales públicos y privados en todos nuestros países11. Al igual que otros conocedores de la vida y obra de Agustín Lara, Évora (2001: 214) considera que su principal e innegable fuente de inspiración fueron las mujeres con las que compartió su vida y que, quizá por esta razón, los defensores de la «virtud mexicana» lo atacaron tanto. Como ejemplos menciona dos casos muy puntuales: En 1936, un crítico comentaba que “Lara no [había] escrito una sola canción mexicana. Aventurera, Perdida, Cortesana, son sus títulos favoritos: Sólo faltan Horizontal y Ramera»”. Posteriormente, en 1946, “el Obispado de México y otros organismos [moralizantes] retomaron el papel de inquisidores [y vetaron] los temas sensuales y supuestamente eróticos en la canción popular. Palabras de mujer fue prohibido y retirado de la circulación por decir «Aunque no quiera Dios, ni quieras tú, ni quiera yo…» Esta supuesta frase blasfema tuvo que ser cambiada por «Aunque no quieras tú, ni quiera yo, lo quiso Dios…»”. En las canciones de Agustín Lara la cortesía se manifiesta preferentemente por medio del uso de expresiones o enunciados de carácter apreciativo, y la descortesía, a través de expresiones o enunciados de 11 Uno de los principales éxitos radiofónicos de todos los tiempos ha sido, sin duda alguna, “El derecho de nacer”, drama original del escritor cubano Félix B. Caignet.

carácter despectivo. Las primeras están relacionadas con el afecto positivo y las segundas, con el afecto negativo. Según la definición de la Real Academia Española (2001), el vocablo afecto se refiere a “cada una de las pasiones del ánimo, como la ira, el amor, el odio, etc., y especialmente el amor o el cariño”. Ello quiere decir que existen, pues, expresiones afectivas positivas y negativas. Para el caso que nos ocupa, diremos que el enunciante que aparece hablando en las canciones utiliza expresiones afectivas positivas o apreciativas y negativas o despectivas cuando quiere exteriorizar el aprecio (estimación) o el desprecio que siente por su destinataria. O como dice André-Larochebouvy (1984: 149-174), cuando estratégicamente utiliza juegos miméticos y agonales12 que le permiten identificarse o diferenciarse de su destinatario, es decir, cuando hace todo lo posible por demostrar que comparte o no comparte con él sus mismas características personales, comportamentales, sicológicas e ideológicas. Entre esas expresiones sobresalen por su importancia los vocativos, por ser los elementos lingüísticos utilizados por el enunciante para invocar o designar a su destinatario, indicándole de este modo que es a él a quien se está dirigiendo, como antes hemos dicho, y calificándolo de manera positiva o negativa, según el caso (Charaudeau, 1992: 580). La escogencia de un vocativo representa para el locutor, pues, la posibilidad de nombrar a su destinatario de cierta manera y de decir el tipo de relación que existe entre ellos13. Veamos esa presencia afectiva en los vocativos utilizados en las canciones del corpus analizado. 3.1 Vocativos afectivos positivos (apreciativos)

Los vocativos de carácter afectivo positivo o apreciativos que aparecen en los textos de las canciones estudiadas son los siguientes14: Mi vida, amor de mis 12

Aunque esta autora se refiere exclusivamente a los juegos agonal y mimético como “reglas estratégicas” utilizadas por los interlocutores de los procesos conversacionales, creemos que ellos también son válidos en otro tipo de interacciones, como éste de las canciones románticas que estamos analizando. 13 En Escamilla (1998: 59-67) puede leerse una explicación más amplia sobre el uso de los vocativos y la deixis personal utilizada por los hispanohablantes. 14 En lo sucesivo, aparecerán en letra cursiva las expresiones y/o versos citados textualmente, y entrecomillado en letra corriente entre paréntesis, el nombre de la canción de la cual fueron extraídos.

Palabras de mujer

amores, sangre de mi alma (“Amor de mis amores”); Virgencita del recuerdo, pedacito de mi vida, dueña de mi corazón (“Cuando vuelvas”); Negra santa (“El adiós del marino”); Amor (“El cielo, el mar y tú”, “Mi primer amor” y “Revancha”); Enamorada de lo imposible, rosa que se marchó (“Enamorada”); Vida mía (“Hastío”); María bonita, María del alma (“María bonita”); Monísima mujer, divina ensoñación (“Monísima”); Mujer (“Mujer”, “Pervertida”); Mulata (“Piénsalo bien”); Sol de mi vida, luz de mis ojos (“Pobre de mí”); Rosa deslumbrante, divina rosa, rosa palpitante que en un instante mi alma cautivó (“Rosa”); Santa, santa mía; santa (“Santa”); Señora tentación, señora tentación de frívolo mirar, mujer hecha de miel y rosas en botón, mujer encantadora, romántica mujer (“Señora tentación”); Muñequita (“Sólo una vez”); Querida niña, bien que adoro, alma, prenda, prenda querida (“Un beso”); Vida de mi alma, mujer a quien adoro (“Pervertida”). En los anteriores vocativos es evidente el pleno cumplimiento de la tercera máxima de cortesía de que habla Lakoff (1998: 273), pues en cada canción el enunciante se dirige a su destinataria con términos elogiosos y lisonjeros que buscan que ella “se sienta bien”. Siguiendo a Haverkate (2004: 61), debemos considerar tales actitudes como verdaderos cumplidos, es decir, como expresiones cuyo propósito discursivo es “trasmitir solidaridad y aprecio por la persona del interlocutor”. En casi todos los casos, se trata de metáforas diversas que explícitamente ponderan las cualidades del ser amado y resaltan su imagen

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positiva, al tiempo que muestran al enunciante como una persona cortés e incondicional. De lo cual se desprende, evidentemente, el reforzamiento positivo de la propia imagen de éste. Lo anterior prueba que, como lo plantea Hernández Flores (2006: 42), “la cortesía es una actividad de imagen que apunta a favorecer la imagen del destinatario y la del hablante en una situación de teórico equilibrio, es decir, de manera que ambas ocupen una situación socialmente favorable en el marco comunicativo”. Ahora bien, los interlocutores estarían en un plano de cuasi igualdad con el enunciante, si no fuese porque la amada es, desde la óptica de éste, el súmmum de las cualidades que cualquier amante desearía encontrar en la mujer de sus sueños. Por supuesto, alguien como Schopenhauer (2000: 195) podría calificar tal comportamiento como “trasnochada galantería (…) carente de todo gusto” que sólo sirve “para hacer a las mujeres tan arrogantes y faltas de escrúpulos”. No hay que olvidar que la galantería como “modelo de comportamiento social” surgió en Francia en el siglo XVII, cuando entraron en decadencia los modelos culturales del “héroe” y el “santo varón”. Entonces, el nuevo “hombre galante” o caballeroso se convirtió en “el superlativo del hombre honesto”, caracterizado por su espíritu, sus palabras, sus acciones, su perfección, su honestidad, todo lo cual lo hacía amable y amoroso (Viala, 1999: 179). A partir de ese momento, la galantería, como “arte de agradar” se convirtió en “un modelo global” que con el transcurrir del tiempo fue perdiendo mucha vigencia, hasta el punto de haber desaparecido prácticamente. Afortunadamente para nosotros, la época en que vivió y amó Agustín Lara le permitió ser, en la vida real y en sus canciones, un modelo de hombre galante. El comportamiento discursivo asumido por Lara en sus canciones, como autor y como enunciante (ver representación gráfica de la puesta en escena discursiva en sus canciones, en este mismo artículo), también reafirma el funcionamiento de las “actividades de cortesía” de que habla Bravo (2004: 28). En efecto, el enunciante que él pone en escena en las canciones donde aparecen los vocativos apreciativos antes mencionados, recurre a la “imagen básica” del hombre galante latinoamericano, que era la “imagen consensuada y extendida” por todos nuestros países en la primera mitad del siglo XX. Siguiendo a Bravo

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(28), podemos afirmar que los “contenidos de imagen” que subyacen en esos vocativos guardan una estrecha relación con la “personalidad social ideal” anhelada por el compositor como hombre enamoradizo que fue, y que no es otra que esa con la cual se identifica. 3.2 Vocativos afectivos negativos (despectivos)

En consonancia con lo planteado en el numeral anterior, en el corpus de canciones seleccionadas y analizadas solamente hemos encontrado cuatro vocativos de carácter afectivo negativo o despectivos, que son los siguientes: Aventurera (“Aventurera”); Tirana (“Tirana”); Pervertida mujer a quien adoro y Mujer ingrata por quien tanto he sufrido y tanto lloro (“Pervertida”)15. Parece que el ostensible talante cortés del compositor Lara le impedía asumir conductas verbales que desdibujaran su imagen de caballero a carta cabal. Estos vocativos despectivos que acabamos de mencionar demuestran realmente que él no era muy dado a usarlos. Sin embargo, los usó de una manera un poco especial. Ellos están relacionados con el sórdido mundo en que se movió desde muy temprana edad, pues, como es bien sabido, sus inicios en la música y el donjuanismo se dieron “en una casa de mujeres de vida alegre”, donde se desempeñó como pianista (Évora: 2001: 210)16. Aventurera y pervertida mujer son vocativos preferentemente despectivos que hacen alusión directa al comportamiento sexual de las destinatarias, es decir, a su “vida licenciosa”, aunque algunos estudiosos de la obra de Agustín Lara no los consideren como insultantes ni como reproches, sino como una forma de elevar la condición y glorificar “al ser más degradado, la prostituta” (Monsiváis, 2005 15

Aventurera, tirana, pervertida e ingrata son ejemplos paradigmáticos de expresiones insultantes, incluidas en el Diccionario de insultos (Luque et al. 2000), obra en la que ese tipo de términos es definido como “un antídoto contra el engaño”. 16 Para que no quede duda al respecto, citamos aquí el siguiente comentario, aparecido en el diario El Tiempo de la ciudad de Bogotá, el miércoles 27 de diciembre de 2000: “Si algo destacan de su personalidad los biógrafos y quienes conocieron a Lara, es su pasión por las mujeres, además del gran placer que le proporcionaba la visita de clubes nocturnos y cabarets, los cuales comenzó a frecuentar a la tierna edad de 12 años tocando el piano. Por eso no es raro que haya compuesto canciones impregnadas de ese aire de bohemia y sordidez como Aventurera, Pecadora, Te vendes o Una cualquiera”.

propósito de atacar la imagen de su destinataria. Aquí no sólo resulta afectada la imagen de la destinataria de cada uno de esos vocativos, “sino también la del propio hablante, pues si aceptamos que es un propósito social común el que la interacción discurra en armonía, una violación de esa ‘norma’ social repercute negativamente en uno mismo” (Hernández Flores, 41). 3.3 Otras expresiones apreciativas y despectivas

Rosa

y Ramírez, 200417, entre otros). Por eso no debe extrañarnos que dos de esos vocativos “insultantes” (Pervertida mujer a quien adoro y Mujer ingrata por quien tanto he sufrido y tanto lloro) coexistan en una misma canción (“Pervertida”) al lado de dos expresiones afectivas positivas como Vida de mi alma y mujer a quien adoro. Formas vocativas plenamente agresivas y humillantes que violan la máxima de cortesía de Lakoff que antes hemos mencionado son, esas sí, las expresiones Tirana y Mujer ingrata por quien tanto he sufrido y tanto lloro, las cuales muestran a un enunciante que, además de no comportase “amigablemente” con su destinataria, pretende incomodarla y maltratarla. Según Hernández Flores (2006: 39), la esencia de la interacción humana no radica sólo en el aspecto comunicativo. En realidad, cuando hacemos uso de la lengua para interactuar, también establecemos o creamos “relaciones sociales con nuestros interlocutores” y proyectamos, consciente o inconscientemente, una determinada imagen de nosotros mismos, que es lo que la precitada autora denomina “actividad de imagen”. En consecuencia, el carácter armónico o conflictivo de nuestras relaciones depende, en gran medida, de “lo que decimos” y de la manera “cómo lo decimos”. En el caso de los 4 vocativos que ahora estamos elucidando, es evidente que ellos hacen parte de la “descortesía abierta”, pues el enunciante las ha proferido con el

Las expresiones afectuosas e injuriosas se manifiestan también a través de combinaciones léxicas compuestas por formas pronominales sujetivas (yo, tú, usted, nosotros), objetivas (me, te, le, nos, a mí, a ti, a usted, a nosotros) y posesivas (tuyo, tuya, tuyos, suyo, suya, suyos), adjetivos posesivos de segunda persona singular (tu, tus) y adjetivos calificativos, lo mismo que por sustantivos y verbos de naturaleza esencialmente subjetiva. Tales expresiones también se manifiestan en español por medio de formas imperativas que pueden ser, según el caso, “tanto un ruego como una orden” (Haverkate, 2004: 60) e incluso una sugerencia, pero aquí no nos referiremos a ellas. Para no hacer muy extensa la relación de todos los tipos de combinaciones encontrados y sin entrar en especificaciones gramaticales, mostraremos a continuación las principales expresiones que, acompañadas o no de las formas vocativas antes citadas, se refieren afectuosa (+) o injuriosamente (-) a las características físicas y/o comportamentales de las destinatarias de algunas de las canciones estudiadas. 3.3.1 Expresiones afectuosas o corteses

Este tipo de expresiones correspondientes al ya mencionado “juego mimético” de que habla André-

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Refutando tal vez el carácter despectivo de vocativos como aventurera y pervertida, el escritor nicaragüense Sergio Ramírez ha afirmado que “el mito de la eterna felicidad en el oficio queda deshecho (…) en la voz pecaminosa de Agustín Lara, que puso a las putas, Santa, santa mía… en el doliente altar de la adoración, con aquel inmortal te vendes, quién pudiera comprarte…”.

Su voz y piano

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Amores habrás tenido,/ muchos amores,/María bonita, María del alma,/ pero ninguno tan bueno/ ni tan honrado/ como el que hiciste/ que en mí brotara./ Lo traigo lleno de flores/ como una ofrenda/para dejarlo/ bajo tus plantas. (“María bonita”). Mírame,/ mírame con tus ojos/ que son dos luceros/que Dios puso en mi corazón.// Mírame,/ mírame que al mirarme/ me das un remanso de paz/ y una nueva canción”. (“Mírame”). Tienes el perfume de un naranjo en flor,/ el altivo porte de la majestad…/ tienes en el ritmo de tu ser/ todo el palpitar de una canción,/ eres la razón de mi existir, mujer. (“Mujer”). Mi vida…/ tuvo el encanto/ de tus perfumes y tu carmín./ Brotaste de la ilusión/ y perfumaste con tus/ recuerdos mi corazón.// Rosa deslumbrante,/ divina rosa/ que encendió mi amor,/ eres en mi vida/ remedio de la herida/ que otro amor dejó./ Rosa palpitante/que en un instante/ mi alma cautivó,/ Rosa, la más hermosa,/ la primorosa flor/ que mi ser perfumó. (“Rosa”).

Larochebouvy (1984: 163-174), es utilizado por el sujeto enunciante que aparece en cada canción con el propósito de lisonjear a su destinataria, elogiarla, hacerle una confesión amorosa, expresarle un anhelo o deseo amoroso y hacerle algún ofrecimiento amoroso. En realidad, no hay que hacer mucho esfuerzo para comprender que esos actos lingüísticos contienen una gran carga de afectividad positiva de parte de quien los ejecuta y que son, por lo tanto, una clara muestra de su deferencia hacia el ser amado. Con cada uno de esos actos, el enunciante busca manifestarle a su supuesta interlocutora la importancia que ella tiene para él. Para ello hace uso de comportamientos diversos tales como: ♦ La lisonja, definida como una “alabanza afectada, para ganar la voluntad de alguien” (RAE., 2001), es ostensible en las siguientes expresiones:

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Tú has sido la estrella/ que alumbra mi cielo…/ tu rara hermosura… Santa, santa mía,/ mujer que brilla en mi existencia…/ alienta con tu luz/ mi corazón. (“Santa”). Mujer hecha de miel/ y rosas en botón./ Mujer encantadora,/ señora tentación./ Romántica mujer…/ quisiera tu sonrisa…/ Quisiera el sortilegio/ de tus lindos ojazos/ y el nudo de tus brazos,/ señora tentación. (“Señora tentación”). Formé con tu vida mi altar/ y en él mis flores deshojé/ y pude mi camino iluminar/ con luz que de tus ojos me robé. (“Tus pupilas”).

♦ El elogio, una “alabanza de las cualidades y méritos de alguien o de algo” (RAE, 2001), es utilizado en los casos que se citan a continuación: Es tu pie menudito/ como un alfiletero/ en cuya felpa rosa/ prendí mi amor entero.// Y tu pie chiquitito/ tiene tal distinción/ que por eso yo quiero/ dejar a tus pies mi corazón.// Alfombra de rosas/ quisiera poner a tus plantas,/ regar tu sendero florido/ de cosas muy santas./ Amarte con fervor/ hasta la muerte,/ ser un príncipe/ azul para quererte.// Poner en tus noches divinas/ regueros de estrellas… (“A tus pies”).

Yo te dejo mi canción arrulladora/ y me llevo tu mirar de gran señora,/ tu mirada fascinante y misteriosa/ a través del antifaz color de rosa. (“Clave azul”).

Quisiera decirte/ al compás de un son/ que tú eres mi vida…/ que respiro el aire/ que respiras tú…/Amor de mis amores,/ sangre de mi alma,/ permíteme que ponga/ toda la dulce verdad/ que tienen mis dolores/para decirte/ que tú eres el amor/ de mis amores. (“Amor de mis amores”). Cuando vuelvas,/ virgencita del recuerdo,/pedacito de mi vida, dueña de mi corazón,// Cuando vuelvas/nuestro huerto tendrá rosas,/ estará en la primavera floreciendo para ti...// Cuando vuelvas/ arderán los pebeteros/ y una lluvia de luceros/ a tus pies se tenderá. (“Cuando vuelvas”).

Tus ojos bonitos, tus ojos sensuales, /tus negros ojitos.// Quiero sentirte mía,/inmensamente mía;/que asesinen tus ojos sensuales/ como dos puñales mi melancolía. (“Como dos puñales”).

Amor, asómate al balcón/, tus ojos quiero contemplar…/ recuerda que mi vida/ son el cielo, el mar y tú. (“El cielo, el mar y tú”).

Tus labios de cereza,/ esos labios tan lindos y tan rojos…// tus labios tienen dulce sabor, /tienen aroma como la flor. (“Loca tentación”).

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Bésame, negra santa,/ como sabes besar./ Tú sabes que me encanta/ tu manera de besar. (“El adiós del marino”). Tus labios en flor//… las dalias/ de tus castos sonrojos. (“Gotas de amor”).

♦ La confesión amorosa está relacionada con el proyecto discursivo de un sujeto que, cortés y voluntariamente, desea expresarle a la persona amada sus actos, ideas o sentimientos verdaderos, porque “supone que [ella] ignora ese saber o duda acerca de la verdad del mismo” (Charaudeau, 1992: 616-617). Esa actitud podemos verla en los siguientes enunciados: Se acerca la partida./ Yo me debo marchar./ Esto ha sido un descanso/ para mi eterno peregrinar.// Me llevo la esperanza/ de poder regresar;/ me llevo tus recuerdos/ que nunca, nunca se borrarán.// Bésame, pues quién sabe/ si no vuelva jamás./ Quién sabe si el destino/ de entre tus brazos me arrancará./ (“El adiós del marino”). Te quiero, como a nadie quiero,/ como nunca pude soñar en querer./Te adoro, si adorar se llama/hacer todo entero para una mujer.../ Te quiero como a nadie quiero,/como no esperaba llegarte a querer./ (“Te quiero”). Cuando veo tu retrato,/ el único que tengo,/ porque la suerte quiso/ que fuera para mí,// Lo tomo entre mis manos/ nublándose mis ojos,/ ya que es la sola prenda/ que me quedó de ti.// Y le hablo y le pregunto/ qué te hice yo en la vida,/cuál ha sido el delito/ para pagarlo así.//Y tu retrato calla/ por no decir mentira./Y lo estrujo y lo beso/ y te bendigo a ti./ (“Tu retrato”). Querida niña…// un beso yo te mando, oh bien que adoro/ entre aromas y trinos de campiña;/ un beso que te lleva mi pensamiento,/ un beso que te lleva toda mi vida// Alma, prenda/ y que hace vibrar mi alma/ de amor, prenda querida. (“Un beso”).

♦ El anhelo o deseo amoroso de parte del enunciante, como expresión de su “voluntad íntima” de ver satisfecha una “carencia”, para así convertirse en beneficiario de la acción que colma esa necesidad, está latente en los siguientes enunciados:

♦ El ofrecimiento amoroso le permite al enunciante garantizarle un amor eterno e incondicional a la destinataria amada, como se ve en los casos que se citan a continuación: Mira, yo te idolatro/ aun cuando tu desprecio/ me castiga.// Cuando la escarcha pinte tu dolor,/ cuando ya estés cansada de sufrir,/ yo tengo un corazón para quererte,/ un nido donde tú puedes vivir.// Yo te sabré besar, yo te sabré querer./ Y yo haré palpitar todo tu ser./ (“Escarcha”). Yo soñé que tú eras mi primer amor//… yo te seguiré / y para adorarte sólo viviré/… déjame entregarte mi primer amor. (“Mi primer amor”).

La observación de los fragmentos anteriores, nos permite corroborar que, a través de cada una de las expresiones afectuosas, el enunciante nos ofrece una construcción subjetiva de la imagen de la persona amada que es su destinataria, en la puesta en escena ficcional que ya hemos caracterizado. Así, por ejemplo, sabemos que el ser amado hace parte del propio ser del enunciante o que éste pertenece al ser amado; que éste, a su vez, tiene una gran hermosura manifiesta en sus ojos, labios, mirada, sonrisa, porte y elegancia. Y, como si fuera poco, el enunciante sacraliza a la amada, la eleva a la esfera divina, transgrediendo así la fe católica imperante en el contexto sociocultural del bolero: Negra santa; Santa, santa mía. Por otra parte, el uso de los diminutivos en muchas de las canciones analizadas constituye, en sí mismo, una prueba del carácter afectuoso de los enunciados seleccionados: tu pie menudito, tu pie chiquitito, una penita secreta, tus ojos bonitos, tus negros ojitos, virgencita del recuerdo, pedacito de mi vida, pequeñito parral,

Pensando en ti,/ en ti, nomás en ti,/ no más soñé querer,/ soñé soñar así// Todos los luceros/ los quisiera para ti;/ todas tus miradas/ las quisiera para mí.// Pensando en ti, / en ti/ nomás en ti/, no más soñé querer,/ soñé soñar así. (“Pensando en ti”). Esto no es un disco,/ es un pedazo de mis sentimientos// Esto es algo que yo quiero ofrecerle a usted/ como una migaja que pudiera llegar milagrosamente/ hasta el lado infinito de su silencio. (“Un poco de lo mío” / “Final”). Viviré para ti solamente./ Nada más para ti, para ti./ Y seré para ti únicamente,/ aunque tú nunca seas para mí./ Yo quisiera esconder mis angustias/en tu boca color carmesí/ y secando tus lágrimas mustias/nada más viviré para ti./ (“Viviré para ti”).

María Félix y Agustín Lara. Fotografía: Hermanos Mayo

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un poquito de tu amor, María bonita, tus manitas, las estrellitas, un poquito desentendida, muñequita, de tu alma las ventanitas. Además de lo anterior, también debemos considerar como verdaderamente cortés el empleo de diferentes formas pronominales y verbales inclusivas, como las siguientes: nuestra historia de amor, nuestro amor, nuestro aventurero corazón, encontrarnos, abrazarnos, tenemos un derecho sacrosanto, nuestro idilio encantador, nadie podrá separarnos, nuestros corazones, nuestras dos vidas, nos llegarán, nuestras vidas, nuestras almas, hemos de seguir, sigamos engañando el corazón y nuestro nido. También debe resaltarse como cortés el único uso que el enunciante hace de la muy respetuosa forma pronominal usted para dirigirse a su destinataria en la canción “Un poco de lo mío”, en la que le habla a una mujer silenciosa que causa su admiración: Pero esto no es un disco,/ aunque la forma y el sonido lo desmientan./ Esto es algo que yo quiero ofrecerle a usted /como una migaja que pudiera llegar milagrosamente/ hasta el lado infinito de su silencio. Pero el ejemplo más evidente del juego mimético lisonjero desplegado por el compositor Lara es, sin duda alguna, “María bonita”, canción que le dedicó al gran amor de su vida, la actriz y cantante mexicana María Félix. Esa famosísima canción es una totalidad narrativa y descriptiva afectuosa, de la que resultaría difícil y hasta imposible extraer una sola palabra que no tuviese como propósito discursivo la ponderación del ser amado: Acuérdate de Acapulco,/de aquellas noches,/ María bonita,/ María del alma.// Acuérdate que en la playa/ con tus manitas/las estrellitas/las enjuagabas.//

Los actos discursivos que mencionamos al comienzo de este numeral (lisonjear, elogiar, hacer una confesión amorosa, expresar un anhelo o deseo amoroso y hacer algún ofrecimiento amoroso), están fuertemente articulados con las siguientes actitudes enunciativas, de la cuales sólo ilustraremos las dos primeras: ♦ En algunas canciones, el enunciante exalta esencialmente aspectos sensuales y actitudinales del ser amado y llega a equiparar el amor y la felicidad con esa persona. En otros términos, la mujer es la única razón de la existencia del enunciante (Azul, Bendita palabra, Milagro, Monísima, Mujer, Nadie, Rosa, Santa y Señora tentación). MUJER Tienes el perfume de un naranjo en flor, el altivo porte de la majestad. Sabes de los filtros que hay en el amor, tienes el hechizo de la liviandad, la divina magia de un atardecer y la maravilla de la inspiración. Tienes en el ritmo de tu ser todo el palpitar de una canción, eres la razón de mi existir, mujer. La divina magia de un atardecer y la maravilla de la inspiración.

Tu cuerpo del mar juguete,/ nave al garete,/ venían las olas,/ lo columpiaban./

Tienes en el ritmo de tu ser todo el palpitar de una canción,

Y mientras yo te miraba,/lo digo con sentimiento,/mi pensamiento/me traicionaba.//

eres la razón de mi existir, mujer.

Te dije muchas palabras/ de esas bonitas/ con que se arrullan/ los corazones.// Pidiendo que me quisieras,/ que convirtieras/ en realidades/ mis ilusiones.// La luna que nos miraba/ ya hacía ratito,/ se hizo un poquito/ desentendida.// Y cuando la vi escondida/ me arrodillé pa’ besarte/ y así entregarte/ toda mi vida.// Amores habrás tenido,/ muchos amores,/ María bonita,/ María del alma.// Pero ninguno tan bueno/ni tan honrado/como el que hiciste/ que en mí brotara.//

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Lo traigo lleno de flores/como una ofrenda/ para dejarlo/ bajo tus plantas.// Recíbelo emocionada/ y júrame que no mientes/porque te sientes/idolatrada./

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♦ En otras canciones, el enunciante parece renunciar a su individualidad y pasa a convertirse en un objeto que se entrega al ser amado. En algunos casos, esta entrega es positiva para el enunciante, pues lo lleva a un estado de felicidad y euforia del que carecía anteriormente; en otros, la entrega es nefasta por la incapacidad de acceder a la mujer deseada, sea por que él la ha ofendido de alguna manera; sea porque ella lo rechaza o le es indiferente (Amor de mis amores, Bendita palabra,

Contraste, El cielo, el mar y tú, En vano espero, Escarcha, Humo en los ojos, Imposible, Lágrimas de sangre, Mi primer amor, Pensando en ti, Piensa en mí, Pobre de mí, Te quiero, Tu retrato, Tus pupilas, Un beso, Un poco de lo mío y Viviré por ti). HUMO EN LOS OJOS Humo en los ojos cuando te fuiste, cuando dijiste muerta de angustia: ya volveré. Humo en los ojos cuando volviste, cuando me viste antes que a nadie no sé por qué. Humo en los ojos al encontrarnos, al abrazarnos el mismo cielo se estremeció. Humo en los ojos, niebla de ausencia que con la magia de tu presencia se disipó.

♦ El enunciante le revela a la persona amada el amor que siente por ella y le expresa su deseo de tenerla a su lado, de besarla o de poseerla, aunque sea un instante. Igualmente, le expresa su deseo de reconciliación. Así alcanzaría la felicidad que, por lo general, le ha sido esquiva (Clavelito, Como dos puñales, Entre los dos, Sólo una vez, Suerte loca y Tirana). ♦ El sujeto que habla en la canción le solicita a la mujer (interlocutora de su discurso) que lo ame, que lo rescate del hondo pesar que padece por no tenerla a ella, que renueven sus lazos amorosos o que disfruten de las mieles del amor (Arráncame la vida, Aunque no me quieras, A tus pies, Clave azul, Cuando vuelvas, Gotas de amor, Limosna, Loca tentación. Mía nomás, Mírame, Orgullo, Palabras de mujer, Piénsalo bien, Quién te quiere más, Serpentina, Tengo ganas de un beso y Ven acá). ♦ El enunciante abandona, en contra de su voluntad, a la persona amada y queda, en la mayoría de los casos, sumido en un hondo dolor (El adiós del marino, El último beso, Entre los dos, Estrella solitaria, Mensaje, ¿Por qué negar? y Te vi pasar).

Derechos Reservados Periódico Excélsior, S.A. de C.V., 2007. Bucareli No. 1, Col. Centro. C.P. 06000 México, D.F.

Hablando de “la cortesía como pensamiento del otro” basado en una auténtica alteridad, Barthes (2004: 82-83) la vincula estrechamente con la delicadeza y dice que ésta se halla “consustancialmente ligada al poder de metaforizar, es decir, de destacar un rasgo y hacerlo proliferar en el lenguaje, en un movimiento de exaltación”. Esta exaltación puede llegar hasta la extravagancia. Si aplicamos lo expuesto por Barthes (77, 82) sobre esa extravagancia de la cortesía, tendremos que reconocer que, tratando de ser “delicado” en su trato hacia la mujer que ama, Lara insiste en “el detalle inútil o misteriosamente útil” que es “la minucia” y que raya “en el límite de lo extravagante”. 3.3.2 Expresiones injuriosas o descorteses

Los comportamientos tratados en esta sección están basados en un “juego agonal” de parte de un enunciante insatisfecho o despechado. Esta agonalidad, que es una clara muestra de descortesía, le permite al enunciante manifestar abiertamente, a través de “señales de diferenciación y de distanciamiento” (André-Larochebouvy, 1984: 149-163), su deseo de censurar alguna actitud o comportamiento asumido

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por su interlocutora, la persona amada. Tal censura gira esencialmente en torno a la recriminación y el desenmascaramiento, y se convierte, en algún caso concreto, en evidente indiferencia. Para ello se utilizan expresiones que tiene el valor de calificaciones negativas, como puede comprobarse en los siguientes actos discursivos:

abandono, en las siguientes canciones: Aventurera, Hastío, Pecadora y Te vendes.

♦ Recriminación (Acto que consiste en “reprender, censurar a alguien su comportamiento, echarle en cara su conducta”):

… con tus desdenes/… mis amores/ son quejas dolientes/ que aunque son fervientes/ no llegan a ti// Sé que no me quieres,/ sé que me aborreces (“Aunque no me quieras”).

Lo que me hiciste ayer/ no tiene ya perdón/ … matas mi querer (“Buscándote”).

Aunque de tus labios/ escuché un “te quiero”/ sé que tú me engañas (“Nadie”).

Has perdido la fe / y te has vuelto medrosa y cobarde (“Hastío”).

He sabido que has mentido, al fin mujer/… he aguantado de tus amores la falsedad (“Quien te quiere más”/”Falsedad”).

Cambias tus besos por dinero,/ envenenando así mi corazón/ … tus infamias de perjura/…y tu castigo se lo dejo a Dios” (“Imposible”). ¿Y tú qué me diste?/ Tan sólo mentiras,/ cansancio, miseria//… miseria que es odio y es llanto/ porque sé quién eres (“Miseria”). He sentido la espina/ de tus rencores/ pagando así la deuda/ de mis amores.// He sentido la espina/ de verte ajena/ a ti que me juraste/ ser siempre buena//… pervertida/… mujer ingrata,/ por quien tanto/ he sufrido/ y tanto lloro (“Pervertida”). Poco a poco me has ido enseñando/ el camino de la ingratitud// Siempre te vas porque quieres dejarme,/ porque quieres matarme (“Siempre te vas”).

♦ Este acto también es utilizado por el enunciante para cuestionar diversas actitudes de la mujer, como el desamor, la infidelidad, la indiferencia y el

El músico poeta

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♦ Desenmascaramiento (Acto que consiste en “dar a conocer tal como es moralmente alguien, descubriendo los propósitos, sentimientos, etc., que procura ocultar”):

♦ Desconocimiento irónico (Acto que consiste en decir irónicamente que no se recuerda algo o alguien): No me acuerdo/ si fuiste una vez mía./ Si una vez te besé,/ ya no me acuerdo (“Ya no me acuerdo”).

Ateniéndonos a lo dicho por Kaul de Marlangeon (2005: 300), a propósito del “discurso tanguero” de la segunda década del siglo XX, es evidente que en los anteriores casos de descortesía observados en algunas canciones de Agustín Lara, aparece como enunciante un “protagonista masculino” que considera que “el amor es casi siempre un castigo o un engaño que lo conduce al fracaso”. Un sujeto al que “su despecho lo lleva a manifestar reproche, crítica, burla, queja, advertencia, confesión o expresiones de fuertes emociones negativas hacia la mujer que lo traiciona [y/o] lo abandona”. Siguiendo a esta misma autora, también podemos afirmar que allí se presenta una “descortesía de fustigación (en el sentido metafórico de dar azotes), construida abrumadoramente por comportamientos volitivos, conscientes y estratégicos, destinados a herir la imagen [de la persona amada], para responder a una situación de enfrentamiento o desafío, o con el propósito de entablarla” (302). Con respecto a otras expresiones supuestamente injuriosas o agresivas en las canciones analizadas, hay que decir que, en un entorno socio cultural machista y bajo el influjo de sentimientos negativos como la rabia, el despecho, la impotencia, etc., aparecen imágenes y actitudes relacionadas con la “crueldad”

del ser amado (Arráncame la vida, Aunque no me quieras, Buscándote, Contraste y Estrella solitaria) y con el desprecio que se siente por algún rasgo del comportamiento o la personalidad de ese ser amado (Aventurera e Imposible). Sin embargo, no puede afirmarse tajantemente que en ellas el uso del lenguaje sea abiertamente descortés, tal como puede comprobarse en las siguientes canciones en las que las palabras utilizadas contribuyen a proyectar una imagen negativa de la mujer que se ama y constituyen una agresión más o menos sutil. Veamos estos dos casos: BUSCÁNDOTE Por qué no me hablas ya. ¿Qué cosa te hice yo? ¿Por qué no me has de hablar si está mi corazón queriéndote, buscándote? Lo que me hiciste ayer no tiene ya perdón, pero a pesar de ver que matas mi querer buscándote me voy, me voy... me voy.

Caricatura tomada de: BABAB_COM - Agustín Lara, El Schubert Jarocho.mht. BABAB No. 27. Febrero 2005.

4. Conclusiones

construcción de imágenes positivas o negativas tanto del destinatario como del enunciante. Apoyándonos en Miranda (2007: 84), podemos decir que en esas canciones encontramos “una memoria discursiva” que nos habla de los “asuntos ligados al universo masculino”, es decir, de las “preocupaciones del hombre con su masculinidad” y de “sus conquistas afectivas”. En consecuencia, esas canciones muestran que el proyecto discursivo de Lara es, a todas luces, el deseo o la necesidad de expresar poéticamente sus avatares sentimentales, asumiendo para ello algunas actos de lenguaje que tienen que ver directamente con el galanteo, la satisfacción por haber conquistado a una mujer o por mantener una relación amorosa con ella, la necesidad o conveniencia de dar por terminada esa relación, el reencuentro o la reconciliación con la persona amada y la recriminación a ésta por alguna actuación o comportamiento “incorrecto” o inadecuado18.

La producción de las canciones románticas del compositor Agustín Lara, al igual que la producción de cualquier otro acto de comunicación, está íntimamente relacionada con su propio proyecto discursivo (proyecto global de comunicación), del cual se desprende una determinada actitud enunciativa que desemboca en la

18 Para mayor información sobre las principales manifestaciones enunciativas de este tipo de proyecto discursivo, puede consultarse la obra La canción vallenata como acto discursivo, en la que Escamilla et al. (2005: 33-74) ofrecen una caracterización discursiva de las principales actitudes enunciativas y su relación con los proyectos y estrategias discursivas predominantes en ese género musical colombiano.

AVENTURERA (Canción) Vende caro tu amor, aventurera; da el precio del dolor a tu pasado. Y aquél que de tu boca la miel quiera, que pague con brillantes tu pecado. Ya que la infamia de tu ruin destino marchitó tu admirable primavera, haz menos escabroso tu camino, vende caro tu amor, aventurera. Ya que la infamia de tu ruin destino marchitó tu admirable primavera, haz menos escabroso tu camino, vende caro tu amor, aventurera.

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Ahora bien, teniendo en cuenta el entorno socio cultural del bolero y los sentimientos que motivan el acto enunciativo del compositor Lara, puede afirmarse que en sus canciones es fácilmente observable el uso preferente de las estrategias de cortesía positiva sobre las negativas. Más aún, muchas de las canciones aquí reseñadas dan cuenta de una selección léxica y de unas actitudes que si bien no pueden llamarse altamente corteses, por lo menos no son descorteses, pues en la puesta en escena discursiva que ofrecía a sus oyentes, Agustín Lara prefería el juego mimético al juego agonal como estrategia de relación interpersonal. Sin importarle, por supuesto, las críticas de aquellos que

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consideraban sus canciones como el reino de lo cursi, pues estaba convencido de ser uno de los más grandes genios de la canción popular latinoamericana, si no el mejor. Creemos que el análisis discursivo que aquí hemos presentado sirve para comprender mejor las razones por las cuales se ha afirmado desde hace mucho tiempo que el bolero es, tal vez, la expresión “identitaria” del ser latinoamericano en asuntos sentimentales. Tiene razón, pues, el poeta colombiano Mario Rivero (1993) cuando afirma que “todo el mundo [léase, todo latinoamericano] “tiene un bolero que representa algún momento intransferible de su propia vida”.

ANEXO CANCIONES DE AGUSTÍN LARA QUE SIRVIERON DE SOPORTE A ESTE ARTÍCULO Título 01. Amor de mis amores 02. Arráncame la vida 03. Aunque no me quieras 04. Aventurera 05. Azul 06. A tus pies 07. Bendita palabra 08. Buscándote 09. Cada noche un amor (En secreto) 10. Clave azul 11. Clavelito 12. Como dos puñales 13. Contraste 14. Cuando vuelvas 15. El adiós del marino 16. El cielo, el mar y tú 17. El ultimo beso 18. En vano espero 19. Enamorada 20. Entre los dos 21. Escarcha 22. Estoy pensando en ti 23. Estrella solitaria 24. Final 25. Gotas de amor 26. Hastío 28. Humo en los ojos 29. Imposible 30. Lágrimas de sangre 31. Limosna 32. Loca tentación 33. María Bonita 34. Mensaje 35. Mi primer amor 36. Mía nomás 37. Milagro 38. Mírame 39. Miseria

Año 1936 1934 ¿? 1930 1933 1931 1941 1941 1942 1933 ¿? ¿? 1931 1944 1945 1950 1934 1934 1932 ¿? 1950 1967 ¿? 1966 ¿? ¿? 1945 1928 1946 ¿? ¿? 1947 1948 ¿? 1936 ¿? 1944 1949

Género Bolero Tango Bolero Canción Canción blue Bolero Bolero Bolero Bolero Bolero Bolero Canción Bolero Bolero Bolero Canción Bolero Foxtrot Bolero Canción Bolero Bolero Bolero Bolero Bolero Bolero Bolero Bolero Bolero Bolero Bolero Canción vals Bolero Bolero Bolero Bolero Bolero Bolero

Versión Compositor Compositor Cien años, cien canciones Compositor Elvira Ríos Compositor Cien años, cien canciones Cien años, cien canciones Compositor Cien años, cien canciones Cien años, cien canciones Compositor Cien años, cien canciones Alfredo Sadel Cien años, cien canciones Cien años, cien canciones Cien años, cien canciones Cien años, cien canciones El bolero. Historia de… Cien años, cien canciones Compositor Compositor Cien años, cien canciones Compositor Compositor Compositor Toña la Negra Compositor Toña la Negra María Félix Cien años, cien canciones Compositor Cien años, cien canciones Cien años, cien canciones Cien años, cien canciones Cien años, cien canciones Cien años, cien canciones María Luisa Landín

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ANEXO (continuación) 40. Monísima 41. Mujer 42. Nadie 43. Naufragio 44. Nunca más 45. Orgullo 46. Palabras de mujer 47. Pecadora 48. Pensando en ti 49. Pervertida 50. Piensa en mí 51. Piénsalo bien 52. Pobre de mí 53. Por qué negar 54. ¿Por qué te vas? 55. ¿Por qué ya no me quieres? 56. Quién te quiere más (Falsedad) 57. Reliquia 58. Revancha 59. Rival 60. Rosa 61. Santa 62. Señora tentación 63. Serpentina 64. Siempre te vas 65. Sólo una vez 66. Suerte loca 67. Talismán 68. Tengo ganas de un beso 69. Tirana 70. Te quiero 71. Te vendes 72. Te vi pasar (La vi pasar) 73. Tu retrato 74. Tus pupilas 75. Un beso 76. Un poco de lo mío (Final) 77. Ven acá 78. Viviré para ti 79. Volverás 80. Ya no me acuerdo

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1930 1933 1933 1940 ¿? 1962 1945 1947 1945 ¿? 1935 ¿? 1941 1950 ¿? 1953 ¿? 1929 1947 1935 1930 1931 1932 1933 1940 ¿? 1950 1932 1959 ¿? 1933 1950 1940 1948 1932 ¿? ¿? 1940 1934 1959 ¿?

Danzón Bolero Bolero Bolero Bolero Bolero Bolero Bolero Bolero Bolero Bolero Bolero Danzonete Bolero Bolero Bolero Bolero Bolero Bolero Vals Canción criolla Bolero Bolero Canción Bolero Bolero Bolero Canción Bolero Danzonete Bolero Bolero Blues Bolero Foxtrot Bolero Blues Bolero Bolero Bolero Canción

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Cien años, cien canciones Compositor Internet La Rondalla Tapatía Cien años, cien canciones Cien años, cien canciones Compositor Pedro Vargas Cien años, cien canciones Prontuario de la canción mexicana Compositor Compositor Cien años, cien canciones Toña la Negra Compositor Prontuario de la canción mexicana Cien años, cien canciones Cien años, cien canciones Compositor Compositor Compositor Compositor Rebeca Cien años, cien canciones Cien años, cien canciones Cien años, cien canciones Daniel Santos Cien años, cien canciones María Victoria Cien años, cien canciones María Félix Cien años, cien canciones Pedro Vargas Alfredo Sadel Compositor Cien años, cien canciones Cien años, cien canciones Toña la Negra Cien años, cien canciones Alejandra Vargas Cien años, cien canciones

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Pelícanos y rémoras en Bazurto1 Adolfo Meisel Roca Amanece en el Mercado de Bazurto y se oye una explosión en el sector que colinda con la Avenida del Lago. Otra vez, uno de los pelícanos medio ciegos que viene a alimentarse con los desechos de los pescados que limpian a esa hora múltiples manos diestras se ha estrellado contra los cables de la luz que no pudo ver al levantar vuelo con la barriga llena. Las vísceras de las mojarras, jureles, bocachicos y lebranches vuelan por el aire al abrírsele las entrañas al ave marina, con la brutal descarga eléctrica que ha puesto fin a su existencia miserable este sábado de abril. Algunos clientes de las ventas de plátanos, aguacates, limones y pescados, corren asustados sin saber qué ha sucedido, pero la calma vuelve cuando todo se aclara. Los vendedores han permanecido indiferentes, acostumbrados ya a esta fatalidad mañanera. Diariamente, los pelícanos envejecidos, que ya no pueden pescar su alimento, pues han perdido la excelente visión que caracteriza a su especie, se acercan en bandadas, en las primeras horas del día, al caño que pasa por la parte de atrás de la zona

Foto: Manuel Pedraza, fotógrafo del diario El Tiempo en Cartagena.

de Bazurto. Allí los limpiadores de pescado les van tirando a la orilla sucia del caño las tripas que extraen cuando, después de quitarle las escamas, cortan la barriga de los pescados que llegaron hoy de Magangué, La Guajira, Moñitos, Tolú, el Canal del Dique. Uno de ellos, David, lleva 14 años trabajando en este oficio del cual está muy orgulloso, pues le da para vivir y para sostener a su abuela y a su hijita de cinco años, con quienes vive en el sector de La Candelaria del barrio Olaya. Él se autodefine como 1 Esta crónica y las fotografías de Manuel Pedraza, de El Tiempo, son resultado de un taller realizado en Cartagena por la Fundación para un Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI).

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Foto: Manuel Pedraza, fotógrafo del diario El Tiempo en Cartagena.

“Un trabajador del pescado. Lo que más me gusta de mi trabajo es abrir el bocachico, más que arroyarlo” (hacerle cortadas laterales, AM). Su solidaridad con los pelícanos es conmovedora, entre otras razones, porque en la tradición cristiana estas aves son símbolos de la caridad. David está en el último rincón de Bazurto. Su mesa de trabajo se ubica en el andén de la Avenida del Lago que da contra la cerca de alambre de púas que bordea la orilla del caño. En Bazurto, mercado principal de alimentos de Cartagena e improvisada central de abastos, hay una clara jerarquía económica y social que se expresa, entre otras dimensiones, a través del espacio: cuanto más se aleja uno de la Avenida Pedro de Heredia introduciéndose por los pasajes y recovecos estrechos, menor es la posición económica y social de los propietarios y trabajadores independientes que allí encontramos. Esa estratificación se asocia con la creciente suciedad y el hedor que vamos percibiendo cada vez con mayor intensidad, hasta cuando ya casi no puede uno respirar, pues se siente sumergido en un mar de olores putrefactos de carnes en descomposición, de sangre sobre las mesas de corte y venta de animales diversos y de los desechos de frutas y verduras que se añejan en los pisos, se añejan en los pisos oscurecidos por muchos años de desaseo. La inmundicia alcanza su esplendor en el Mercado Público, hoy rodeado por el descomunal crecimiento de los últimos 30 años del comercio 96

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formal e informal, es decir, desde que en 1978 se trasladó a este lugar el Mercado de Getsemaní, que estaba ubicado donde hoy queda el Centro de Convenciones. Su traslado obedeció a la recuperación demográfica de Cartagena en el siglo XX. En 1905 la ciudad tenía sólo 9,681 habitantes y en 1973 había pasado a 312,557. Getsemaní se había desbordado hacia las áreas públicas que lo rodeaban. “Con Bazurto ha sucedido lo mismo que con el Mercado de Getsemaní, pero tres veces más”, dice el ingeniero José Henrique Rizo Pombo, alcalde de la ciudad en esa época. Agrega que tres décadas de inacción y falta de control fue lo que llevó a la presente situación. La nula higiene del Mercado Público que administra la Alcaldía de Cartagena se evidencia en que desde hace varios años no hay agua en ninguno de los locales, pues Acuacar, la empresa prestadora del servicio, la cortó por falta de pago. Eso explica por ejemplo, por qué a un despistado visitante, que consumió pescado frito servido en papel reciclado de costal de empacar granos, cuando quiso lavarse las manos con agua de un balde, le dijeron que no debía echarse el agua, sino introducir las manos en ella para poder ahorrarla. Al hacerlo se dio cuenta de que no estaba muy limpia, pues tenía un color y textura que se parecía a la del sancocho costeño. En el punto más alto de la pirámide socioeconómica de Bazurto están los grandes negocios. La base de datos de los registros mercantiles de la Cámara de Comercio de Cartagena contiene información de los 981 establecimientos inscritos que son de este sector. El mayor patrimonio es el de la firma Unicat, que está dedicada al negocio del chance y cuya propietaria es la empresaria Enilce López. Además de poder económico, los propietarios de los grandes establecimientos comerciales tienen

una importante influencia en la vida gremial y política local. Bazurto es como una ballena que por su inmensa boca recibe casi todos los alimentos que llegan a Cartagena y los procesa, comercializa y distribuye por la ciudad. Llegan de lunes a sábado las naranjas de Armenia, la ciruelas de Campeche, la carne de las sabanas del Sinú, el bocachico de las riberas del río Magdalena, la patilla de Arjona, los aguacates del Carmen de Bolívar, la cebolla de Ocaña, los quesos de Mompox, los granos de Medellín, los bocadillos de Vélez, las camisetas de la China, los conejos de Turbana. Desde las primeras horas de la madrugada llegan camiones y tractomulas a descargar su mercancía en bodegas o directamente en las calles aledañas, ya apropiadas por los compradores que a su vez la revenden allí mismo sobre la vía pública a otros intermediarios, más pequeños, que la redistribuyen a los comercios de los barrios y a los vendedores minoristas. Ante la falta de espacio y de autoridad, los camiones y vehículos que cargan y descargan desde tempranas horas en la Avenida Crisanto Luque y la Avenida del Lago congestionan el sector rápidamente. Como además en la Avenida Pedro de Heredia también ocurre algo similar, pero en razón de los buses y los mototaxis, Bazurto se convierte en un nudo de tráfico, que afecta severamente toda la movilidad urbana de Cartagena, dada su posición central. Cuando uno entra por la “boca” de Bazurto, viniendo desde la Avenida Pedro de Heredia, se

encuentra con la cara más amable de esta inmensa ballena. Allí se encuentran los almacenes de ropa y zapatos, que están hasta las banderas con mercancías. Pero, entrañas adentro, se van descubriendo los diferentes círculos que conforman la dura realidad de quienes aquí obtienen su sustento. El dinero en efectivo es casi el único que sirve para las transacciones en Bazurto. Siguiendo el espíritu de las ideas del médico francés Quesnay, quien escribió sobre economía en los años anteriores a la Revolución Francesa, podemos decir que el dinero es como la sangre que irriga todo este inmenso organismo en un proceso circular. Pero esta ballena parece estar azotada por cientos de rémoras humanas que se han pegado a su piel para beber de su sangre, hasta el punto de que son las verdaderas beneficiarias de los alimentos recibidos. Esto debido a la presencia de una jauría de rémoras sedientas, los prestamistas al interés, que cobran todas las tardes sus ganancias por un crimen sin castigo que se conoce como pagadiario, y que en el lenguaje coloquial de los cartageneros se identifica con los términos de chupasangre, puyaojos, o vampiros. Buena parte de los vendedores de Bazurto, así como los vendedores ambulantes que compran sus productos aquí para repartirlos por toda la ciudad, se han endeudado para financiar el modestísimo capital de trabajo que necesitan. No acuden al sector financiero formal porque “piden muchos papeles”. Quienes entregan el dinero del pagadiario y cobran todas las tardes, de lunes a sábado, tienen la “generosidad” de respetar el domingo. Los describen como cachacos, lo

Foto: Manuel Pedraza, fotógrafo del diario El Tiempo en Cartagena.

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que aquí quiere decir que son del interior del país. Los intereses de los pagadiarios son del 5% diario durante seis días de la semana, o sea que al año se paga el 1.585%. Es decir, usted pide prestado $100.000 pesos el 1 de enero y habrá pagado $1.685.000 el 31 de diciembre, si tiene la buena suerte de poder salir de ese atolladero. David, el joven que limpia pescado, me dice que él no ha querido sacar un préstamo de pagadiario para evitarse problemas. Tal vez sea uno de las pocas personas que trabajan en Bazurto que no se ha visto obligado, hasta ahora, a recurrir a este prestamista de última instancia de quienes viven cerca del nivel mínimo de subsistencia. Una vendedora de pescado paga todos los días $10.000 por los $200.000 que le prestaron. No sabe realmente cuál es el interés que paga. Me dijo que el 20%, pero cuando le saqué la cuenta aceptó que era el 5% diario. También señaló que si una persona se cuelga en el pago dos o tres días no hay problema, eso lo entienden. ¿Qué sucede cuando ya son 15 o 20 días de atraso y no lo entienden? ¿Qué piensan las autoridades municipales sobre la problemática de Bazurto? En el proyecto de plan de desarrollo distrital 2008-2011, Por una sola Cartagena, no hay ni un diagnóstico, ni una propuesta sobre qué se debe hacer con Bazurto. Sin embargo, se enuncia en los proyectos de infraestructura una “Central de abastos y central de carga” y en los macroproyectos un “Proyecto de recuperación del Mercado de Bazurto”. ¿Con qué recursos económicos se cuenta para esto? No se dice nada al respecto. Conociendo sobre la penuria que aqueja el fisco local, lo predecible es que no pasará nada significativo con Bazurto en los próximos años y el problema será cada vez más grave.

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Una ciudad con casi un millón de habitantes no puede tener en su epicentro geográfico un mercado central que hace las veces de una inadecuada central de abastos, y que contribuye, además, a crear enormes problemas de circulación, pues al desbordarse hacia las vías aledañas se obstaculiza el tráfico. Pero habría cosas que se pueden hacer para mejorar la situación que no implican grandes inversiones. Por ejemplo, para volver realidad el deseo de David, el preparador de pescados, no se necesitan demasiados recursos. Lo que él quiere es que Bazurto sea aseado y ordenado. Pero lo mínimo es que se restablezca el servicio de agua potable y que se despejen las vías que están a su alrededor. David trabaja muy pocas horas a la semana: de 6:30 a 9:30 AM, todos los días, es decir, 21 horas semanales. Eso le permite ganarse unos $15,000 diarios, así que sus ingresos mensuales están cerca del salario mínimo. Un plan de desarrollo distrital bien concebido conceptualmente tendría que entender que su drama es el de muchos trabajadores de la ciudad: subempleo, poca calificación, subutilizacion e incluso desconocimiento de sus talentos, y, quizás debido a la falta de oportunidades con la cual ha tenido que enfrentarse toda su vida, un gran conformismo con su precaria situación. La Cartagena del siglo XXI no puede seguir insistiendo en la desgastada estrategia de promocionar la ciudad amurallada y los barrios estrato 6 y dejar abandonada a su suerte al resto de la ciudad. Bazurto es un ejemplo claro de ello. Pero Bazurto se desbordará hasta el centro histórico y los barrios de estrato 6, si no logramos que personas como David y su hijita puedan ver la luz al final del túnel.

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Homenaje a Orlando Fals Borda

En Bogotá, a los 83 años de su edad, el 12 de agosto de 2008, falleció uno de los personajes sobresalientes en la vida política y cultural colombiana en la segunda mitad del siglo XX y a comienzos del XXI, Orlando Fals Borda, impulsor de la sociología académica en Colombia, fundador con Camilo Torres de la facultad de sociología de la Universidad Nacional (1959), uno de los representantes más destacados de la Investigación Acción Participativa (IAP), método de investigación cualitativa orientado no sólo al conocimiento de las necesidades sociales de una comunidad, sino también a la transformación de la realidad estudiada con base en tales necesidades. Pionero en los estudios sobre violencia en Colombia, sobresale este barranquillero, entre los intelectuales caribeños integrales, por sus atinadas reflexiones en torno a la singularidad de su región, al ethos de sus hombres y a las inequidades de su historia económica y social, desde una perspectiva amplia en la que se alían el arte y la ciencia, la academia y la cultura popular, la política y el magisterio, la literatura y la acción social. Polémico, practicante de una ética libertaria, obstinado en trascender la contemplación propia del teórico, Fals aunó a su obra polémica, provocadora, una vida ejemplar plena de acciones a favor de los desfavorecidos de la fortuna, lo que le acarreó innumerables sinsabores. Como homenaje a un maestro del Caribe, el Área Cultural del Banco de la República, sucursal Cartagena,

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y el Observatorio del Caribe Colombiano, a través de la Cátedra del Caribe Colombiano, con el apoyo del Centro de Formación de la Cooperación Española y la Universidad Nacional Abierta y a Distancia (UNAD), el 18 de agosto organizaron un gran seminario en homenaje a la vida y obra del sociólogo costeño. La revista Aguaita como órgano de difusión del Observatorio del Caribe Colombiano se une a este merecido homenaje reuniendo las ponencias “Orlando Fals Borda: el nacimiento de una vocación”, de Alexander Pereira Fernández, “Historia doble de la Costa: el legado que nos queda”, de Armando Martínez Garnica y “Vida y Obra de Orlando Fals Borda. Las ideas de Fals Borda sobre la regionalización del país” de Gerardo Ardila, junto con los comentarios a esta última por parte de Alberto Abello Vives, “Fals Borda y la regionalización” y el excelente ensayo de Víctor Manuel Moncayo, “Fals Borda: hombre icotea y sentipensante”, que sirve de prólogo a la antología Una sociología sentipensante para América Latina/ Orlando Fals Borda. Las tres ponencias, el comentario y el prólogo concurren en una visión amplia de la trayectoria intelectual y vital del maestro en las que se destacan la pasión por un oficio, la urgencia por traducir lo teórico a lo real, la necesidad de un uso social del conocimiento, su legado a las ciencias sociales y su vida ejemplar, signada por una actitud insobornable e insumisa en la defensa de la región y de los valores de la democracia.

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Orlando Fals Borda: el nacimiento de una vocación Alexánder Pereira Fernández

A los ocho años en el patio del Colegio Americano de Barranquilla

Antes de empezar “Nunca han confiado en mis capacidades deportivas [...], las pocas veces que las utilicé en Barranquilla, ustedes no lo notaron”, escribía Orlando Fals a sus padres cuando tenía 17 años de edad. Y añadía: “fui campeón de natación, y todavía conservo el lapicero que me regalaron en el II Campeonato de Pto. Colombia, por haber sido el joven que ganó más puntos”. En contra de la opinión de sus padres, Orlando pensaba que su verdadera vocación era la de ser un General del Ejército. A principios de 1943, el chico viajó de Barranquilla a Bogotá para ingresar a la Escuela de

Cadetes. La pieza clave para su incorporación fue su primo el escritor Jorge Zalamea Borda, por entonces secretario privado del Presidente López Pumarejo. “Estas molestias que Jorge se tomó por mí –escribe–, son dignas del mayor agradecimiento57. Ya en el ejército, buscó adaptarse a la nueva vida. Aunque en las cartas que escribía no escatimaba

57 A menos que se diga otra cosa, las citas sin referencias de las cartas enviadas por Orlando Fals Borda (OFB) desde la Escuela de Cadetes, son tomadas del Archivo General de la Universidad Nacional, (AGUN), Fondo Fals Borda, Caja 53, Carpeta 8, fls. 1-38.

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en entusiasmo, a veces se le escapaba una que otra confesión: “la vida aquí es rutinaria”, decía. En el ejército los días pasaban más o menos igual, y las asignaturas resultaban aburridas para él, pues eran una repetición del bachillerato. Pasado el primer trimestre informó a los padres lo que sería una constaste en su rendimiento: “en el servicio no soy tan bueno como en las clases, pero no soy el último ni el peor”. Ese trimestre quedó en el segundo puesto: “Hagan mucha bulla de esto allá en Barranquilla –son sus palabras– para que empiecen a callarse las malas jetas”. Orlando, o Nando como le decían, salía del cascarón. Convencido como estaba de que en el ejército adquiriría “don de mando y dirección”, admitía que le atesaran las clavijas: “No me ha costado trabajo adaptarme a esta vida, porque es metódica, y yo he sido siempre metódico (lo muestra la biblioteca del colegio que organicé, el coro, etc.)”. Sin embargo, Nando no podía evitar sentirse desencantado por el poco respeto que había a su condición de protestante: “Los curas dominan aquí”, afirmaba. El joven cadete no se equivocaba; el Sagrado Corazón de Jesús seguía siendo el Patrono Nacional, a pesar de las cacareadas reformas de la República Liberal, en el sentido de laicizar la sociedad. Al respecto, en una carta enviada a su mamá, narró: Se echó, como de costumbre, contra el protestantismo. Algunos amigos me buscaban entonces con la mirada, pero para mí era como si nada; saqué lo bueno de lo que oía y olvidé lo malo e insensato, de tal manera que, en vez de debilitarme, pasé la prueba bien. Eso sí, en la tarde del sábado, que fueron las confesiones, me sentí deprimido, solo; permanecí en el salón de clases, viendo entrar y salir a mis compañeros y leyendo un libro, El proceso Dreyfus. Muchos que todavía no sabían mi religión, me invitaban a subir y luego se quedaban como extrañados; pero se sonreían y seguían solos. Realmente, entre nosotros, la religión no vale; pero si yo quisiera hacer valer la mía, los curas formarían una alharaca, incluso pedirían expulsarme por pervertir la Escuela.

Este relato expresa algunos de los valores cultivados por Orlando a sus 17 años, la mención del proceso Dreyfus resalta una conciencia de minoría excluida, pues no de otro modo se entiende la referencia al caso del militar judío perseguido. ¿Una exageración pueril por parte de Nando? Probablemente. Lo cierto es que interpretaba el caso Dreyfus desde la posición del hostigado, defendiendo la libertad de conciencia, tal como hicieron los defensores de Dreyfus a finales del siglo XIX, esto es: con base en los ideales democráticos

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Egresados del Colegio Americano de Barranquilla, 1941.

de la Ilustración y de la Revolución Francesa, en contra de tradiciones autoritarias y católicas ultramontanas58. Justamente, en adelante mostraremos la forma en que Fals expresaba esas ideas durante su primera juventud, al tiempo que indicaremos cómo por esa vía llegó a encontrar la vocación de científico social.

Orlando A principios de 1944, Orlando llegó al grado de subteniente con la más alta antigüedad de su grupo, debido a que ingresó al ejército con el título de bachiller. No obstante, su mamá, que no era muy amiga de las armas, por esas semanas le escribió un marconigrama poniéndolo a decidir entre la Escuela de Cadetes y una beca en una universidad presbiteriana de Estados Unidos. Esta no era una decisión fácil de tomar. Dar el brazo a torcer, no estaba en los planes del muchacho. Abandonar el ejército sería como admitir el fracaso de una decisión precipitada que, además, puso en aprietos económicos a la familia. El joven titubeó, pero finalmente cerró los ojos y aceptó la propuesta de su mamá. Su decisión no se debía al malestar religioso que venía experimentando, pues él decía estar dispuesto demostrar a todos lo que “puede y debe hacer un protestante”. El motivo se relacionaba con las mismas razones que lo llevaron a entrar a la escuela militar. La comunidad presbiteriana que tanto le aportó en su infancia y adolescencia, al salir del bachillerato le había hecho sentir la endogamia propia de congregaciones

58

(Coser, 1980: 226-227).

Desfile militar de la Escuela de Cadetes de Río Negro, Bogotá, 1944.

minoritarias. Para romper con ese envoltorio fue que tomó la decisión de ingresar al ejército: “Se debió –explica– a una reacción a la sobreprotección, a la rutina; no veía yo un futuro en lo que estaba, sea con la iglesia o con el Colegio Americano”59. Pues eso mismo fue lo que halló en el ejército, donde no soportó la rutina de un estilo de vida en que tenía que actuar bajo una lógica de obediencia debida. Pese a todo, esta experiencia le reforzó el hábito por el orden y la cooperación, aprendió el sentido de la camaradería y a convivir con colombianos de diversas regiones y quizá, lo más importante, le sirvió para no avergonzarse de sus creencias religiosas. 59

Entrevista con OFB, Bogotá, 19 de febrero 2004. Ver: Dubuque Christian American, “Latin-american wins acclaim” [s.c., s.c., s.f.]., en: AGUN, Fondo Fals Borda. Caja 22, Carpeta 7, fls. 1-3. 61 “Who’s Who among Students in American Universities” [s. e., s. c.], 1947, p. 63, en AGUN, Fondo Fals Borda, Caja 22, Carpeta 6, fls. 12-13. 62 La referencia a la actividad que Fals Borda desempeñó como auxiliar de un profesor, se puede ver en una carta de 1949, en: AGUN, Fondo Fals Borda, Caja 22, Carpeta 6, fls. 15. Acerca del hecho de que un profesor le abrió los ojos sobre la sociología en este período, consúltese: las notas a mano elaboradas por nosotros, a partir de conversaciones con OFB, Bogotá, 4 de noviembre 2003. Por otra parte, dado que Fals Borda estaba estudiando una carrera sobre literatura inglesa, no es extraño que haya tenido la oportunidad de ver cursos sobre sociología. Según afirma Josep Picó, durante el período de la posguerra, Estados Unidos “presenció una gran expansión de la sociología tanto dentro de las universidades como fuera de ellas e incluso en el ámbito de la segunda enseñanza”, ver: Joseph Picó (2003: 26). 60

A finales de 1944 viajó a hacer efectiva su beca en la Universidad de Dubuque, Estado de Iowa, donde demostró capacidades para desempeñar múltiples tareas académicas. En 1947, al graduarse con el título de Bachelor of Arts en literatura inglesa, la prensa de esa universidad informó que su trayectoria “fue muy inusual y sus intereses muy diversificados” 60. Orlando llegó a ser presidente estudiantil del Club Panamericano, miembro de Club de Relaciones Internacionales, editor del periódico estudiantil, miembro del grupo que trabajaba en el Libro del Año, vicepresidente del Consejo de Estudiantes, integrante del coro de música evangélica y del grupo de arte dramático; aparte de practicar baloncesto, tenis y natación. Y hay más. Por sus altas calificaciones, el libro Quién es quién en universidades y colleges de Estados Unidos, lo incluyó entre los mejores estudiantes del año, siendo el único hispanoamericano en la publicación61. Además fue ayudante de un profesor en la Universidad de Washington & Jefferson, en Pennsylvania, y con otro tomó cursos de antropología y sociología que, según contó, le “abrió los ojos” sobre esta última disciplina62. Fue a través de esos cursos que pudo leer por primera vez un libro de sociología que trataba sobre la situación social norteamericana. Desde entonces la curiosidad por la sociología quedaría sembrada. De regreso a Barranquilla, a principios de 1948, fue nombrado director del Centro Juvenil Presbiteriano y director de los coros del Colegio Americano y de la iglesia evangélica. Regresaba formado por los maestros corales de Dubuque, quienes completaron la educación musical que tuvo en el bachillerato. Fue precisamente por esos días cuando presenció la insurrección popular del 9 de abril. Orlando estaba preparado para comprender la amargura de quienes salieron a las calles a protestar, amargura también sentida por él, pues aunque estuvo fuera del país, la educación recibida en torno al hogar y al mundo presbiteriano lo había impregnado de muchos de los contenidos democráticos representados por el gaitanismo. Pero poco o nada tenía que ver Orlando con la insurrección que estalló ese día, simplemente había vuelto a tiempo para presenciar un acontecimiento que simbolizaría el drama social de Colombia en el siglo XX, y que marcaría a su generación. Al respectó contó:

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Yo estaba en el centro, viendo los acontecimientos en la oficina de una prima que daba sobre el Paseo Bolívar. Recuerdo dos cosas: las turbas, destruyendo el periódico La Prensa, destruyendo las máquinas y sacando el papel. Era impresionante, porque eran grandes rollos que se iban desenvolviendo por las calles. El otro recuerdo, es al puro pie de la estatua de El Libertador, donde estaba Saúl Charris, encabezando una manifestación con banderas del Partido Liberal, gritando abajos [...]. Él era como un hermano, un papá63.

Teniendo en cuenta sus experiencias culturales e intelectuales, es posible afirmar que Orlando fue un muchacho de ideas políticas imprecisas que, sin embargo, se inclinaban a cierto tipo de liberalismo democrático, dominadas, eso sí, por un sentido moral cristiano y humanista filantrópico con potenciales capacidades de indignación ante las injusticias sociales. Más que una conciencia políticamente definida, lo que mostraban sus ideas en 1948 era un punto de partida cuyos reflejos podían apreciarse en una cantata que compuso por esos meses con motivo de la violencia desatada a partir del asesinato de Gaitán. A mediados de 1948, con 22 años de edad, viajó a Bogotá en búsqueda de trabajo para contribuir con los gastos de la familia, ingresó como profesor de inglés en el Colegio Americano y director del coro de la iglesia presbiteriana de esa ciudad. Por esas semanas, conmovido e inquieto por la insurrección que vio en Barranquilla y por el malestar social que se sentía en el país, compuso la cantata Mensaje a Colombia, que sintetizaba los contenidos ideológicos de su conciencia juvenil. La letra contrapunteaba las convicciones morales y políticas que lo habían formado. Modulando humanismo filantrópico con ideales republicanos, piedad religiosa e ideales patrióticos, indignación moral y esperanza, la cantata, compuesta en una línea melódica para un coro mixto de cuatro voces y con acompañamiento de piano, terminaba con el mensaje siguiente: “¡Construyamos una patria grande y verdadera¡/Que perdure como hermosa, libre, justa y ordenada, con la ayuda siempre, siempre del eterno Santo Dios”64. Al año siguiente consiguió otro trabajo, pero no pasó un mes cuando ya lo estaban despidiendo. Era “sociólogo”, según decía, en el Instituto de Antropología Social (fundado en 1948 como ente adscrito a la Escuela Normal Superior 1936-1951). Las razones que adujo su jefe para despedirlo fueron

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Director del coro de la iglesia presbiteriana de Bogotá, en 1944 y en 1948.

las siguientes: por establecer amistad con habitantes del municipio objeto de estudio e informar a estos, asuntos del proyecto de investigación; por falta de sencillez de espíritu e intentar establecer jerarquías con los demás empleados; por incompatibilidad de carácter con el jefe; por conseguir dinero por cuenta propia para actividades del proyecto y, como si fuera poco, por negarse a pagar una deuda contraída en el casino de empleados65 . Orlando se había enterado de una investigación adelantada por el Ministerio de Educación en el municipio de Vianí (Cundinamarca). Esa vez, sus primos Zalamea Borda volvieron a ayudarle; a través de ellos, consiguió cartas de recomendación del profesor Luis López de Mesa y del médico Jorge Bejarano, personajes vinculados con los Zalamea por las actividades que 63

Entrevista con Orlando Fals Borda, OFB, Bogotá, 19 de febrero de 2004. 64 Partitura de la cantata Mensaje a Colombia, ver: AGUN, Fondo OFB, Caja 57, Carpeta 2, fls. 7-14. 65 AGUN, Fondo OFB, Caja 10, Carpeta 3, fls. 11-13.

desempeñaron durante la República Liberal. También contó con la recomendación de Rafael Borelly, su padrino de bautismo, quien había llegado al Congreso en representación del Partido Liberal66. Borelly era un “Anciano gobernante” de la iglesia presbiteriana y amigo cercano de los Fals Borda. En su condición de evangélico, masón y gaitanista, fue un caso especial en un medio tan católico como el colombiano de ese tiempo: se destacó en los negocios y en la política. Acerca de él, Fals Borda dijo: “Me dio ejemplo de eficacia ejecutiva, desprendimiento económico y amor, no sólo por sus diezmos que constituían la mitad de las entradas de la iglesia, sino porque, cuando mis padres por un tiempo no pudieron sostener la familia, don Rafa y su esposa Atala, me adoptaron como a un hijo”67. Borelly fue un modelo de superación para Orlando: le demostró que un protestante también podía acceder a la vida pública. Con las cartas mencionadas, se presentó a una entrevista ante el Ministro de Educación, el liberal Fabio Lozano y Lozano. Dijo que su título correspondía al de sociólogo y que, por lo tanto, su perfil era el adecuado para el programa social que venía ejecutándose en Vianí68. Antes de salir de la oficina ya estaba contratado. Orlando se sentía comprometido con el nuevo empleo. Sabía muy bien que, aun cuando tomó cursos de sociología en el bachelor, su formación estaba más inclinada hacia la literatura y la música; entendía que su entrenamiento profesional no era suficiente para desenvolverse como sociólogo. La sensación de inseguridad que le producía ese hecho, lo llevó a buscar textos de sociología, siendo así como llegó a sus manos el libro Tabio: Estudio de la organización social rural (1944) del norteamericano Thomas Lynn Smith. “Leyendo ese libro como autodidacta –comenta-, supe cómo proceder en el terreno metodológicamente. A partir de ese momento, sin conocerlo personalmente, mi principal influencia sociológica proviene de Lynn Smith”69. Entre 1943 y 1944, Smith estuvo en Colombia y Brasil como funcionario adjunto de la embajada estadounidense. Al igual que él, otros sociólogos rurales hicieron parte de un estudio sobre las posibilidades productivas de zonas agrarias de Latinoamérica. Por la relación que Orlando tendría con ellos, sólo mencionamos a Lowry Nelson que estuvo en Cuba, y a Olean Leonard, que realizó sus estudios sobre Bolivia y Ecuador70. Aunque a estos investigadores los animaba la posibilidad de

Estudios en la Universidad de Dubuque, 1947.

experimentar las metodologías de sociología rural que entre todos venían desarrollando, las ideas del gobierno norteamericano no eran tan altruistas, ya que el objetivo era controlar áreas agrícolas estratégicas, siguiendo la lógica de la segunda contienda mundial y, posteriormente, la de la Guerra Fría. Lo anterior era presentado en Colombia bajo la forma de cooperación internacional para la mecanización y desarrollo del campo71. Además de investigar sobre el municipio de Tabio, Smith fue asesor técnico del Ministerio de Economía Nacional, donde recomendó una política de parcelación y colonización de tierras con el fin de estimular una clase media rural que contuviera los crecientes conflictos sociales72. En cuanto al estudio de Tabio, este fue uno de los primeros de sociología rural hechos en Latinoamérica con técnicas y métodos empíricos modernos, siguiendo las propuestas de Smith en su influyente libro Sociología de la vida rural (1940). La de Tabio era una investigación sobre comunidades agrarias y sus formas productivas, realizada dentro de una

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AGUN, Fondo OFB, Caja 15, Carpeta 3, fls. 19. Orlando Fals Borda, Algunos recuerdos de mis primeros años (inédito), s.c; s.f., p.. 9. 68 Entrevista con OFB. Bogotá, 29 de febrero de 2004 69 Entrevista con OFB, Bogotá, 29 de febrero de 2004. 70 Orlando Fals Borda (1963: 157). 71 Santiago Perry (1983: iii-iv) 72 Absalón Machado (2000: 17-18). 67

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perspectiva que combinaba positivismo con una fuerte preocupación por la obtención de información factual, que sirviera para apoyar la ejecución de programas gubernamentales de modernización (mecanización de la agricultura, mejoramiento de escuelas rurales, etc.)73. Smith esperaba que su libro sobre Tabio también sirviera para familiarizar a los colombianos con la metodología que venía desarrollando, por lo que le añadió un apéndice que era casi un curso intensivo de técnicas sobre sociología rural, para el que, según escribía en la introducción, se “habría requerido varios años de residencia y avanzados estudios en Estados Unidos”74. Dicho anexo, aparte de mapas y gráficos, incluía una copia del cuestionario adaptado para las entrevistas con los campesinos. A más de otras explicaciones, como recomendaciones para aplicar el cuestionario, señalaba cuidados que iban desde precauciones durante las visitas a los campesinos, hasta la amistad que debía conseguirse con el cura párroco para acceder a ellos75. Con ese libro Orlando no sólo consiguió la seguridad que necesitaba para comenzar en el empleo, sino que rápidamente acarició la idea de experimentar sus técnicas con los pobladores de Vianí. Allí, su jefe era el antropólogo Gabriel Ospina, en calidad de director del Instituto de Antropología Social76. El programa ejecutado en Vianí buscaba experimentar técnicas de desarrollo de la comunidad en áreas rurales, por medio de trabajos de infraestructura con base en los esfuerzos de los propios pobladores77. A Orlando le asignaron la organización del archivo del proyecto, tarea que le resultó tan sencilla que en menos de quince días la tenía lista. Entonces pensó que con el tiempo disponible podría a prueba las técnicas de investigación de Smith. Pues dicho y hecho: buscó hacerse amigo de los campesinos y a tratar con el cura del pueblo, a quien se ganó rápidamente sirviéndole de organista en las misas. En confianza con algunos campesinos, les contó 73 Thomas Lynn Smith, Justo Díaz y Luis García (1944: 3-13). 74 Ibíd., p. 4. 75 Ibíd., pp. 99-122. 76 Más datos sobre este personaje pueden encontrarse en: Martha Cecilia Herrera y Carlos Low (1994: 93). 77 Flor Romero de Nohra (1953: 7). 78 AGUN, Fondo OFB, Caja 18, Carpeta 2, fls. 11-13

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cuáles eran los objetivos del programa, lo que enfureció en tal forma a su jefe que de inmediato le exigió la renuncia. Los cargos que le hacían lo exasperaron tanto que enseguida respondió con otra carta, en la que su defensa personal nos revela hoy algunas de las ideas que sustentaban su visión del mundo al recibir la década de los cincuenta. Oigámoslo: Quiero por medio de la presente expresarle lo que pienso [...] ya que todos nos decimos perseguir un noble fin, cual es el de la redención moral y material del pueblo colombiano [...]. Vianí me dio la impresión de ser una villa totalitaria, con sus espías y sus secretos de estado. Ninguno de los empleados del Instituto podíamos hablar con los campesinos acerca de lo que más nos interesaba a todos: el proyecto social. Quizás Ud. tuviera razón al así ordenarlo, pero es mi opinión que toda cosa buena mientras más conocida es más amada. Si el Instituto es bueno y marcha a su meta con justicia y rectitud, debe soportar por lo menos las preguntas y las observaciones de los interesados [...]. Realmente Ud. ha hecho una gran labor al asegurarse la adhesión de los dirigentes del pueblo, pero no ha alcanzado aún la del pueblo mismo, que ha permanecido como siempre ignorante, sin representación activa en el Instituto [...]. Esto me lleva a pensar que Ud., al menos por ahora, se interesa en velar más por su propio proyecto (la posición en el gobierno y en la sociedad, el tener maquinas, vehículos y empleados, el dar órdenes, etc.) que por el mismo pueblo [...]. Si el país va a progresar en todo sentido, un movimiento debe comenzar con nosotros los de la nueva generación. Deberíamos olvidar los prejuicios de nuestros padres, conservar sus ideales y sus virtudes, y con un nuevo espíritu trabajar por engrandecer al país [...]. Elevo pues mis votos al cielo para que Ud., que está en posición tan privilegiada, pueda realmente servirle al país y brindarle al correr de los años una obra positiva de redención nacional. Bajo su dirección, Vianí podría ser algún día una gran centro de preparación de líderes sociales que llevaran por todo el país el mensaje de servicio que implica; podría llegar a ser una Meca de apóstoles interesados en el progreso del pueblo, donde puedan enseñarse mutuamente sus experiencias, comunicarse sus ideales, sus realizaciones y sus proyectos, e inyectarse de entusiasmo para la nueva, ardua labor. Mas esto sólo puede hacerse a base de altruismo y compresión, sin prejuicios de ninguna clase. Sólo por este ideal habría querido seguir en Vianí a pesar de todo, para luego, contagiado por su entusiasmo, salir a trabajar en otras regiones78.

Este escrito está cruzado por un idealismo moral de raíz cristiana: la noción de “redención moral” que se menciona está atravesada por la idea del sacrificio personal. Orlando entendía el empleo con el Estado como un servicio social que exigía sacrificio y al que era preciso consagrarse por la redención colectiva, de ahí que asumiera el trabajo como una especie de apostolado y de ahí también el áspero ataque a la falta de conciencia pública de su jefe. Esta idea del apostolado nos remite a cierta actitud ética de compromiso social, no

Por los alrededores del la represa del río Sisga, 1949.

mesiánica, pues también parte de cierta confianza en las capacidades de la gente común, por eso la queja de que los pobladores no tengan representación activa en el Instituto. Como quiera que sea, para junio de 1949, Orlando ya tenía otro trabajo. Ahora hacía parte la legión de obreros, oficinistas, técnicos e ingenieros que se habían enclavado en un campamento sobre el cañón del río Sisga en la sabana de Bogotá. Un anuncio de prensa que solicitaba un secretario bilingüe lo condujo a aquel sitio. Esta vez no decía ser sociólogo, sino estenógrafo y taquígrafo. “Mentiroso yo –narra–, porque de taquigrafía no sabía absolutamente nada. Pero le dije al gerente que era capaz de escribir cartas en inglés. Entonces, éste me contrató”79. Entraba a laborar como secretario de la compañía Winston Brothers, firma de ingenieros norteamericanos contratada por el gobierno de Ospina Pérez para construir los embalses de los ríos Neusa y Sisga. Estas complejas obras de ingeniería eran una de las tantas que avizoraban el inicio de la mecanización agraria en Colombia, con las que se pensaba hacer frente a los requerimientos de materias primas por parte de los mercados internacionales, a las necesidades de la industrialización interna y al

abastecimiento de una población urbana en acelerado crecimiento80. Este giro hacia la modernización agropecuaria tenía fundamento en políticas desarrollistas que venían impulsándose desde los años cuarenta, y que cobraron vigencia con el famoso discurso de posesión del presidente norteamericano Harry Truman, en enero de 1949. Dicho discurso oficializaba a escala mundial el desarrollismo como política de contención comunista durante la Guerra Fría, en los desde entonces llamados países subdesarrollados. Los años cincuenta conocerían así una de las épocas más complejas de la historia colombiana, en que se conjugaban hondas trasformaciones socioeconómicas y políticas difíciles de explicar bajo una misma óptica. El auge en la construcción de infraestructura, el acelerado crecimiento de las ciudades, la bonanza exportadora de café y el incremento ostensible de la industrialización, sorprenden tanto como el espantoso número de colombianos desplazados y asesinados por los múltiples conflictos que encierra la denominada Violencia. Tal sería el contexto en el que Orlando se desenvolvería desde su llegada al campamento del Sisga. Las primeras semanas fueron para él de goce estético con la naturaleza, vivía maravillado con la singular belleza que le ofrecía el espectáculo geográfico de la hoya del río y del altiplano cundiboyacense: un entorno repleto de verdor exuberante y poblado por un mundo campesino muy distinto al puerto caribeño donde creció. Durante las semanas iníciales de trabajo, se dedicó a recorrer el área y a conversar con los campesinos que laboraban como obreros en la represa. En una carta que le dirigió por esos días a su hermano Jaime, hablándole sobre los campesinos, decía que les deseaba “conocer mejor antes de emprender ningún proyecto sociológico”81. El joven seguía acariciando la idea de experimentar las técnicas sociológicas de Smith. Y su experiencia en los meses siguientes le confirmaría la importancia que un estudio de ese tipo tendría en una zona que, a simple vista, estaba demostrando quedar 79

Entrevista personal con OFB, 3 de diciembre de 2004. José Antonio Ocampo (1988: 280) 81 Carta de Fals Borda a Jaime Fals, en AGUN, Fondo OFB, Caja 10, Carpeta 3, f. 8. 80

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trasformada por la nueva construcción. “El interés que tuve –cuenta– era más que todo de rescatar ese mundo nuevo que yo vivía, que veía que estaba ya en trance, en transición y en peligro de quedar transformado”82. Con los recorridos realizados en la zona se percató de la existencia de tres veredas campesinas que podrían servirle para el estudio. Le pareció que la más indicada sería una que se llama Saucío, por poseer características que la hacían típica de las localidades andinas del altiplano: con pobladores constituidos por pequeños y medianos propietarios, arrendatarios, concertados, mineros, fabricantes de ladrillos, entre otros. Tenía una hacienda en sus alrededores que la hacía más compleja. Era la que mayor impacto experimentaba por ubicarse en la zona donde se construía la represa, y el hecho de contar con pocos pobladores la hacía manejable para el trabajo de un sólo investigador. A los dos meses, Orlando tenía varios conocidos provenientes de Saucío, especialmente trabó amistad con un campesino llamado Francisco Torres, Pacho. A través de él, empezó a visitar el vecindario con actitud de observador cuidadoso, iba todos los fines de semana, portando un pequeño diario de campo. Al tiempo que tomaba las primeras notas sufría un proceso de sobreexcitación. La vibración interna que le producían las observaciones sobre las mutaciones de Saucío lo llevaron a darse cuenta que no podía esperar más. Entonces optó por adaptar las preguntas del formulario de Smith a la realidad saucita, tarea no muy complicada, pues la localidad trabajada por Smith guardaba características semejantes a las de Saucío, ambas comunidades andinas, a tan sólo sesenta kilómetros de distancia. Buscando ser aceptado en la comunidad y para ir conociendo las actividades de los labriegos, ofreció su colaboración en los quehaceres de las parcelas. Al concluir 1949, informó a los campesinos más allegados su aspiración de realizar un estudio sobre la vereda. Al ver que estos no mostraron inconveniente, al comenzar 1950, intensificó a tal punto el ritmo de visitas que terminó viviendo en la casa de la familia de Pacho Torres, típica de un campesino pobre: con techo de paja, piso de tierra y sin ventanas. La casa de Pacho le era favorable: al estar sobre la carretera que pasaba por el vecindario, le facilitaba la observación de la vida

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cotidiana de los saucitas. Lo anterior implicó, poco a poco, un proceso de adaptación mutua: Orlando combinaba su acento costeño con la jerga andina de los campesinos, se le veía usar ruana, sombrero, botas y pantalones color caqui, al mejor estilo de los lugareños. Conforme iban las cosas, era imposible predecir qué quedaría del joven juicioso de otros tiempos: vivía entretenido jugando al tejo y visitando asiduamente la tienda de la vereda, donde tomó sus primeras cervezas sin aguantar el ritmo de sus cómplices de banca. El proceso de adaptación con la comunidad no podía ser mejor, ahora le era posible traer una cámara para retratar a los labriegos en sus actividades diarias, lo llamaban el “fotógrafo”, y lo buscaban para fotografiar en fiestas, bautismos, matrimonios y primeras comuniones. En esas actividades también logró la amistad del cura de Chocontá, pueblo cabecera municipal de Saucío. De forma paralela, aprovechaba los viajes a Bogotá para conseguir libros que le abrían camino a las ciencias sociales en el país. Estudios pioneros como los realizados por Alejandro López (Problemas colombianos, 1927), el de su primo Jorge Zalamea (El Departamento de Nariño: esquema para una interpretación sociológica, 1936), Antonio García (Geografía económica de Caldas, 1937), Luis Eduardo Nieto Arteta (Economía y cultura en la historia de Colombia, 1941), José María Ots Capdequí (El régimen de la tierra en la América Española, 1946) y el de Guillermo Hernández Rodríguez (De los chibchas a la Colonia y a la República, 1949), hicieron parte de las lecturas que el joven efectuó a principios de los años cincuenta. Por esas fechas, también leyó ávidamente obras más ligadas a la tradición de la filosofía social especulativa, de autores como Luis López de Mesa (Introducción a la historia de la cultura en Colombia, 1930; De cómo se ha formado la nación colombiana, 1934) y el ensayo de Armando Solano (“La melancolía de la raza indígena”, 1953), los cuales pueden considerarse como importantes precedentes de la sociología moderna en Colombia83. Asimismo, durante la primera parte de 1950, empezó a acceder 82 Entrevista de Humberto Cubides con OFB, Bogotá, diciembre 12 de 1994. Agradezco a Humberto Cubides haberme cedido este valioso documento. La información que a continuación expondremos del proceso de elaboración de la investigación sobre Saucío la hemos obtenido de Orlando Fals Borda (1961: 307-316). También de: Entrevista con OFB, 3 de diciembre de 2004; y la de Cubides, ya referenciada.

a otros textos: el libro que Smith elaboró sobre Tabio lo condujo a uno de los estudios que Olean Leonard realizó sobre comunidades campesinas de Bolivia y Ecuador84. Se trataba de la investigación Pichilingüe: A study of rural life in coastal Ecuador, publicada en 1947, por el Departamento de Agricultura de Estados Unidos, e inspirada en trabajos Nelson y Smith. Sobre tales estudios, Orlando dijo: “Aunque perjudicado por la escasez de literatura sobre el tema y por la ausencia de antecedentes de obras de esta clase en Colombia, esas lecturas me ayudaron mucho en la formulación del enfoque objetivo de la sociedad de Saucío”85. A fines de 1950 no sólo había mimeografiado el formulario de encuestas, sino que ya lo tenía diligenciados con 70 familias que pudo entrevistar. Y decimos pudo, porque no faltaron algunos campesinos opuestos a la idea: unos orientados por la sospecha de que Orlando era un enviado del gobierno con una nueva estrategia para tasar impuestos; otros, simplemente, le dijeron que si se acercaba a su casa le echarían los perros y lo sacarían a pedradas. Por ser aislados, estos casos no llegaron a entorpecer la tarea; además, el párroco de Chocontá lo respaldó desde el púlpito, logrando así que cesaran los rumores. La rapidez con la que trabajaba en su investigación también tenía una motivación proveniente de una noticia recibida en la Winston Brothers. En una carta enviada a su mamá, se leía: “sucedió algo extraordinario que, salvo causas imprevistas, pueden facilitar enormemente mi regreso a los Estados Unidos”. Y como si lo que le sucedía fuera una revelación del destino, agregaba: “Fue algo inesperado, que vino como caído del cielo, pero que demuestra que Dios no nos ha abandonado, sino que sus caminos, aunque confusos, llevan a metas seguras”86. Sucedió lo siguiente: Orlando escribió un artículo para el periódico Wistonia, órgano informativo de la Winston Brothers, donde hablaba sobre la importancia de los trabajos adelantados por la constructora con respecto a la nueva política de asistencia técnica plasmada en el Punto IV de la doctrina Truman. Vale la pena transcribir lo que decía en algunos de sus párrafos: Mucho antes de que el señor Truman hablara al congreso sobre su Cuarto Punto en 1949, la Winston –créanlo o no– había estado llevando a cabo un programa similar. Lo asombroso de esto, es que la Winston lo hizo sin saber exactamente que lo estaba haciendo. [...]. Este es un

país en crecimiento, cuyas riquezas están enormemente intactas; sus recursos están subdesarrollados. El talento local está simplemente floreciendo ahora en líneas de ingeniería, mientras en otros países está dando ya frutos. No hay dudas sobre el talento –aquí está [...]. Desde que la Winston construyó el ferrocarril de Medellín-Amaga, ha estado cumpliendo un involuntario programa Punto Cuarto en la transmisión de la experiencia americana, en exponer ejemplos e ideales a los nativos, en promover desarrollos económicos saludables a las comunidades, y de esta manera ha estado elevando el estándar de vida del país87.

Su fe en el progreso quedaba atrapada ingenuamente bajo el manto ideológico del desarrollismo. Ingenuamente, porque su juvenil optimismo liberal y el contagioso espíritu modernizador de la Winston no le dejaban ver que detrás de la modernización promocionada por Estados Unidos lo que, en realidad, se hallaba, era la otra cara de una política de hegemonía continental: contra las revoluciones y la influencia de la Unión Soviética. Al igual que muchos en su época, Orlando entendía la asistencia científica y tecnológica norteamericana como una colaboración neutral a favor del progreso social88. Pero lo anterior no era todo lo expresado en su artículo, luego remataba con una pregunta espontánea, dirigida al presidente de la 83

Aparte de otras investigaciones de Antonio García, leyó los no menos influyentes estudios de: Juan Friede (El indio en lucha por la tierra, 1944); Jorge Bejarano (La derrota de un vicio, 1944); James Parsons (La Colonización Antioqueña en el occidente colombiano, 1949); Ernesto Guhl (“El aspecto económico-social del cultivo del café en Antioquia”, 1953); Luis Ospina Vásquez (Industria y protección en Colombia, 1955), entre otros. La bibliografía mencionada fue escogida con base en las entrevistas a OFB y en la bibliografía de sus dos libros: Campesinos de los Andes (1961) y El hombre y la tierra en Boyacá (1957). 84 Orlando Fals Borda (1961: 314). 85 Ibíd., p. 314. 86 Ver: Cartas de Fals Borda remitidas a María Borda, AGUN, Fondo OFB, Caja 12, Carpeta 3, fls. 4-9. 87 Existe una copia del original de ese artículo en una carta que Orlando envío a su mamá: ver: “The impact of Winston at Sisga”, donde se indica que fue publicado por la revista The Winstonian, en abril de 1950, en AGUN, Fondo OFB, Caja 7, Carpeta 3, fls. 2-4. 88 “La tecnología era considerada neutral e inevitablemente benéfica y no como instrumento para la creación de los órdenes sociales y culturales”, afirma Arturo Escobar (1999: 81). Una mirada rápida a la prensa de esos años, puede dar una idea de las grandes expectativas que estaba creando la política de asistencia técnica del Punto IV en el país. Sobre todo, véase: “Cómo trabaja el Punto IV en Colombia”, en: El Tiempo, 2 de noviembre de 1952, p. 3.

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Trabajo con la Winston Brothers en el cañón del río Sisga. 1949-1950.

empresa: “¿Y por qué no entrenar algunos colombianos prometedores en los proyectos de la Winston en Estados Unidos?”. Al mes siguiente el presidente de la constructora vino al país para efectos de una inspección rutinaria en los trabajos del Sisga. Estando allí, preguntó por Orlando, y según narró éste en la carta enviada a su mamá, “en el curso de la conversación, me preguntó límpidamente si quería ir a los Estados Unidos a trabajar, pues la idea expresada en mi artículo era buena y él pensaba ponerla en práctica”89. Y agrega: “Yo le dije que sí, pero que me gustaría al mismo tiempo adelantar estudios universitarios. Y él me dijo: siempre y cuando usted cumpla con sus trabajos, vaya; entonces acepté, ¡con todo pago, súper beca!”90. A mediados de 1951, contando con un cupo en la Universidad de Minnesota, el joven viajó a Minneapolis para laborar como supervisor de las obras de la Winston en Colombia. Llevaba en su equipaje una envidiable masa documental sobre Saucío: aparte de los cuestionarios diligenciados, portaba libros de historia, boletines estadísticos oficiales y materiales históricos de archivo, fotografías y hasta un herbario de plantas locales. En esa maestría impartía clases Lowry Nelson, quien además de haber participado en investigaciones sobre comunidades rurales de Latinoamérica, fue junto con Pitirim Sorokin uno de los profesores más 110

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influyentes de Lynn Smith91. Y también lo sería del propio Orlando, ya que en él pudo encontrar un decisivo y generoso respaldo intelectual. Nelson estaba contento con el estudiante colombiano, pues alcanzó a sorprenderlo con todo el material empírico que traía consigo. Guiado de su mano, Orlando no sólo leyó los avances sociológicos del propio Nelson, sino que profundizó en la obra teórica de Smith y en la de sociólogos clásicos como Tönnies, Durkheim, Redfield y Weber, entre otros. También leyó a Sorokin y a los estructural-funcionalistas Parsons y Merton, de quienes recibió una influencia algo heterodoxa, debido a que al mismo tiempo su formación se inclinaba hacía la microsociología, corriente sociológica más o menos antagónica de cualquier estructuralismo. Con todo, por el trabajo con la Winston, el colombiano tenía dificultades para asistir a clases: “Yo iba y venía, iba y venía –cuenta–, pero francamente era muy duro para mí cumplir con todos los requisitos universitarios, porque, en la práctica, yo era empleado de tiempo completo y estudiante de tiempo completo”92. Esta fue una situación que Nelson comprendió y pudo resolver pasando las clases a un horario nocturno, en su propia casa. Es así que con base en los documentos que poseía, el joven realizó tabulaciones, análisis estadísticos y demás tareas relacionadas con trabajos de laboratorio propios del empirismo sociológico de la época. Asimismo, aprovechando que la Winston lo enviaba a cumplir labores a Colombia, continuó con las visitas a los archivos parroquiales y municipales de Chocontá, además de dedicarse a corroborar datos de los formularios con los saucitas. A esas alturas, Orlando tenía claro que el acercamiento logrado con los campesinos correspondía a la técnica que los antropólogos llaman observación por participación, y llegó a leerle a estos partes del informe que utilizó para graduarse. Al respecto escribió: “Fueron leídos a algunos de los campesinos unos pocos capítulos 89

Carta de Orlando Fals a María Borda, en AGUN, Fondo OFB, Caja 7, Carpeta 3, fls. 5-6. 90 Entrevista personal con OFB, Bogotá, 29 de febrero de 2004. 91 Los trabajos de Nelson, a los que Fals Borda tuvo acceso en esos momentos, son las siguientes: Rural sociology (1948) y Rural Cuba (1950). 92 Entrevista personal con OFB, Bogotá, 29 de febrero de 2004.

community in Colombia, producto del requisito que debió cumplir para el grado de Master of Arts en sociología rural y antropología94. Por esas fechas, Nelson lo había conectado con Lynn Smith, quien daba clases en la Universidad de Florida. Precisamente, gracias a la diligencia de este último, Orlando fue invitado a ofrecer una conferencia sobre la investigación de Saucío en dicha Universidad 95. En cuanto al ascenso laboral, le iba tan bien económicamente que estos profesores empezaron a preocuparse de que descuidara sus estudios, así que buscaron persuadirlo para que renunciara a la Winston y continuara con el doctorado. La fórmula para lograrlo fue la siguiente: gracias al poder que Lynn Smith tenía en el jurado que otorga las becas de los Premios Guggenheim, a Orlando se lo concedieron dos veces, en 1953 y 1955, el tiempo necesario mientras realizó el doctorado en la Universidad de la Florida. “Fue una fórmula muy generosa. Me concedieron un premio que sólo se le daba a los grandes artistas y literatos”96, narró. De esa manera pasó de la guía intelectual de Nelson a la de Smith, quien en adelante sería su mentor. Académicamente hablando, los años que van de 1953 a 1957 serían muy fructíferos para él: concentró la mayor parte de las energías en su entrenamiento sociológico, en el desarrollo de la investigación sobre Saucío, en la experimentación de técnicas agrícolas en el altiplano cundíboyacense, en la publicación de artículos y en la realización de su tesis doctoral. Mientras realizaba el doctorado, profundizó en la investigación de la maestría hasta transformarla en la obra Campesinos de los Andes. Estudio sociológico de Saucío, publicada en inglés por la Universidad de Florida en 195597. La versión castellana de esta edición se publicó en Colombia en 1961, entre tanto, algunas Recorridos en la vereda de Saucío, 1950. 93

del presente libro, pues yo pensaba conocer las reacciones y opiniones de aquellos. Sus sugestiones fueron ciertamente esenciales para formarme un juicio equitativo y honrado acerca de la comunidad. [...] Especialmente, el capítulo titulado ‘La formación del campesino’ fue ampliamente examinado con los agricultores”93. Para julio de 1952, con 27 años de edad, estaba graduado y con un ascenso laboral. De lo primero, surgió la tesis Saucío. A Sociological study of a rural

Orlando Fals Borda (1961: 315-316). Véase el prospecto universitario: “The University of Minnesota announces its July commencement 1952. Northrop Memorial Auditorium”, en AGUN, Fondo OFB, Caja 21, Carpeta 5, fls. 1-6. 95 “Orlando Fals Borda regresa a los EE.UU”, en: El Espectador, 29 de octubre de 1952, p. 15. 96 Entrevista con OFB, Bogotá, 29 de febrero de 2004; “Los que salen”, en: El Tiempo, 18 de septiembre de 1953, p. 14. Sobre las becas de los Premios Guggenheim, véase: AGUN, Fondo OFB., Caja 29, Carpeta 3, fls 4-8. 97 Orlando Fals Borda (1955: 350). 94

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Trabajo de campo en Saucío.

partes circularon en forma de artículos, a los que fueron sumándose otros producidos a partir de nuevas pesquisas. Las nuevas indagaciones correspondían en su mayoría a la investigación doctoral que venía adelantando sobre los campesinos de Boyacá, que puede entenderse como una ampliación del estudio de Saucío. Ambas trataban sobre sociedades campesinas minifundistas, ubicadas en la cordillera de los Andes, con antecedentes históricos comunes, y vinculadas a un mismo proceso de transformación capitalista. Entre finales de 1954 y 1955, estuvo dedicado al trabajo de campo y de archivo en Colombia, durante ese período, recorrió a caballo, a pie y en jeep el Departamento de Boyacá. Su chofer y auxiliar de investigación era el campesino saucita Pacho Torres, con quien profundizaría en adelante una amistad que duraría toda la vida. Pacho Torres y otros campesinos de la zona le sirvieron de puente con las comunidades que visitaban, de ese modo, fue integrándose a las actividades agrícolas y a la vida cotidiana de las poblaciones donde debió instalarse. Boyacá durante la Violencia fue uno de los departamentos más afectados por la pugna bipartidista, no obstante, ya sea porque Orlando se transportaba con campesinos que conocían la zona o por el hecho de que el gobierno de Rojas Pinilla lograba cierta desmovilización de los combatientes, las observaciones directas no fueron afectadas. Así las cosas, aun cuando esta vez no utilizó encuestas, sí pudo realizar muchas entrevistas personales, visitar notarías y fincas, participar en labores agrícolas, tomar fotos, elaborar mapas y apuntar datos en su acostumbrado diario de campo. A principios de 112

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1955 sumaba toda esa información a la recogida en el Archivo Nacional, en las notarías municipales y en las instituciones gubernamentales de estadísticas98. “En esta forma –ha escrito–, se complementó el sistema de observación del segmento actual de la sociedad con el método histórico-evolutivo”99. Con todo lo anterior, en junio de 1955, obtuvo el título de Ph. D. Degree en el área de sociología latinoamericana, con la disertación A sociological study of the relationships between man and the land in the Department of Boyacá, Colombia. A mediados de 1957, esta tesis fue trasformada en el libro El hombre y la tierra en Boyacá, obra que lo daría a conocer en los medios intelectuales y políticos de la época. Desde su regreso a Colombia, a finales de 1955, a los 30 años de edad, Orlando fue labrándose un nombre a través de múltiples trabajos: entró a ser catedrático de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional (1955-1958); ingresó como funcionario del Ministerio de Educación y Agricultura (1955-1957); ocupó el cargo de Subdirector del Programa de Extensión Agrícola, en el Servicio Técnico Agrícola Colombiano Americano, STACA, (1955-1957); pasó a ser consultor y profesor del Centro Interamericano de Vivienda, CINVA, (1955-1958); y participó en una misión de la OEA en Brasil, sobre el problema de la vivienda rural (1958). Por esas fechas también empezó una labor que generalmente sólo es asignada a los pastores evangélicos: ser asesor del Consejo Mundial de Iglesias, institución internacional protestante con sede en Suiza, entre 1956 y 1964. Los trabajos en el Ministerio, en el CINVA, en la misión de la OEA en Brasil y en el STACA, están enmarcados dentro de las labores que venía ejerciendo un tipo de profesional que empezaba a establecerse 98 En la primera mitad del siglo XX, el Estado colombiano había logrado ciertos avances en la organización de materiales estadísticos y de datos nacionales en general. Esto fue un proceso que contribuyó positivamente al establecimiento de las ciencias sociales en la segunda parte de la centuria. Así, las primeras obras de Fals Borda indican un aprovechamiento sustancial de este tipo de fuentes. En este sentido, fueron importantes el Censo de 1951 y los datos de instituciones, como los de la Contraloría General de la República, los ministerios de Educación, Economía y Trabajo, y los producidos por la Normal Superior y el Instituto Etnográfico Nacional, este último dirigido durante muchos años por el etnógrafo francés, Paul Rivet. Ver: Rodrigo Parra Sandoval (1985: 179). 99 Orlando Fals Borda (1957: 221).

en Latinoamérica: el experto. A saber, una especie de consultor técnico, dedicado al asesoramiento “científico” de las nuevas instituciones de planeación y de asistencia técnica de la política desarrollista100. Llama la atención que sus primeros trabajos estuvieran orientados en ese sentido, teniendo en cuenta que a actividades similares se dedicó su maestro Smith. Lo relevante de ello está en que el joven heredaba –a través de Smith– una tradición científica con ciertos elementos positivistas, que en esta época se entrecruzaban con elementos de la política desarrollista, en auge a raíz del Punto IV de la doctrina Truman. Teniendo en cuenta su visión liberal del mundo, no debe sorprender la afinidad de Orlando con algunos contenidos del desarrollismo, tales como la asistencia científica o tecnológica. Afinidad a la que también contribuía el peso de la educación racionalista que venía recibiendo desde el bachillerato y el contacto con la acción tecnológica de la Winston Brothers, que le hacían valorar positivamente la modernización para el progreso y el bienestar social. Asimismo, estaba el humanitarismo que portaba en virtud del idealismo moral de su formación cristiana que igualmente lo conducía a creer en el poder de la ciencia para redimir a la humanidad101. Puede decirse que el racionalismo y el humanitarismo que lo acercaban hacia desarrollismo 100

Sobre los “expertos” y el avance del desarrollismo en Colombia ver: Arturo Escobar (1988: 6-10). 101 En esta parte debemos destacar que la misma sociología rural poseía un origen cristiano protestante que la ligaba a una tradición humanitaria. He ahí que sea posible interpretar que, por ese camino, esta rama sociológica y a través de ella Fals Borda, también tuvieran afinidades electivas con los elementos de la política desarrollista que hablaban de la búsqueda del progreso y el bienestar social. En su libro clásico, Smith asevera: “La sociología rural nació de la filosofía humanitaria que se ha convertido en una potente fuerza en los Estados Unidos durante la última década del siglo diecinueve. La decadencia de la iglesia rural, el agotamiento del suelo y la despoblación de muchas zonas rurales de antigua colonización de los estados del este, y la rápida diferenciación de las formas de vida urbana y rural fueron, probablemente, algunos de los acontecimientos que ayudaron a llamar la atención hacia el problema rural y estimularon un interés humanitario por los asuntos rurales. De cualquier manera, tal interés se difundió ampliamente entre los clérigos de la época. El mismo se caracterizaba por la piedad, simpatía y un ardiente deseo de mejorar las condiciones rurales mediante la ampliación de medios ya disponibles”. Ver: Thomas Lynn Smith, (1960: 7). 102 Para un recuento del impacto del Informe Currie en los años cincuenta ver: Absalón Machado (1981: 72-73).

Los primeros libros

eran también los que habían orientado su vocación hacia las ciencias sociales, vistas también como una herramienta para el progreso social. Es preciso destacar que la afinidad de Orlando con las políticas de modernización y desarrollo también se expresaba en escritos que venía realizando en estos años. Permítasenos una pequeña digresión. En 1949, el Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento, BIRF, envió al país la primera Misión encargada de crear un programa global de desarrollo económico. De ahí surgió el texto Las bases de un programa para Colombia, elaborado por el economista Lauchlin Currie, en 1950. Este informe presentó diversas recomendaciones dirigidas acelerar el desarrollo del capitalismo en sectores estratégicos de la economía nacional, siendo las formulaciones que tocaban el sector agrario las que más resistencias levantaron entre los latifundistas, quienes vieron sus intereses afectados debido a la propuesta de gravar con mayores impuestos las tierras que tenían sin explotar. Las ideas del Informe Currie sobre el asunto agrario, estaban orientadas a presionar una mayor productividad en los latifundios y al fomento de una clase media productiva en el campo102. Es decir, que sus ideas se encaminaban por el mismo camino que las propuestas que años atrás hizo Smith como asesor del gobierno. Aunque las recomendaciones de Currie no fueron puestas en práctica, su informe dio pie para que durante el gobierno de Rojas Pinilla se discutieran asuntos relativos a la política agraria. Hemos traído esto a cuento, porque siendo el informe Currie el que organizó el primer programa desarrollista en Colombia,

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fue también, al igual que las ideas de Smith sobre el mismo asunto, la inspiración principal del joven Fals en la propuesta de reforma agraria que introdujo en el libro El hombre y la tierra en Boyacá, que no por casualidad llevaba por subtítulo Bases sociológicas e históricas para una reforma agraria. Justamente es en ese texto donde más se deja ver la afinidad de Fals con las políticas desarrollistas. A mediados de 1957, cuando el libro empezó a circular, el gobierno de Rojas Pinilla caía del poder y el país se preparaba para el establecimiento del régimen de coalición liberal-conservadora del Frente Nacional. La aparición del texto no podía ser más oportuna, pues era una coyuntura histórica en la que el reformismo y el desarrollismo, como política de Estado, estaban sobre el tapete. No es raro entonces que la publicación de El hombre y la tierra en Boyacá le valiera a Fals Borda para ser nombrado, en 1959, como Director General del Ministerio de Agricultura y Decano fundador de la Facultad de Sociología de la Universidad Nacional. De ahí que pueda decirse que el sociólogo arrancó su vida pública con el pie derecho.

Un círculo abierto “Fals Borda, afortunadamente, no sólo es un sociólogo. A él, como dijera alguien, le duele la patria”, señalaba el escritor Francisco Zuleta, en una de las primeras reseñas sobre El hombre y la tierra en Boyacá103. Ese sentimiento de dolor que Fals dejaba

percibir resulta sorprendente por cuanto sus primeras obras declaraban un frío distanciamiento científico sobre el objeto estudiado. Sin embargo, Fals Borda dejaba traslucir un perfil intelectual y humano caracterizado por estar moralmente obligado con los menos favorecidos. Durante la trayectoria intelectual que en adelante proseguiría, asumiría otras perspectivas teóricas, metodológicas y políticas, pero la estructura de valores que lo habían formado sólo cambiaría para fortalecerse aún más. Es así que cincuenta años después, uno de sus discípulos más importantes, el sociólogo Alfredo Molano, diría lo siguiente: “Su enseñanza no se limitó a decirnos qué era el pueblo sino que nos abrió la puerta para sentirlo, vivirlo, dolerlo”104. Al subir al primer tren de su viaje intelectual, Fals Borda llevaba dentro del equipaje un cofre donde portaba las nociones morales que orientaron sus pensamientos y acciones personales. Cuando se plegó a las ideologías reformistas que le suministraron los enfoques del cambio social dirigido, del desarrollismo, de la modernización y demás perspectivas ideológicas relacionadas, éstas debieron pasar, primero, por los filtros de las convicciones morales que lo habían alimentado a través sus experiencias materiales y culturales. La voluntad moral que lo animaba, estaba atada a la idea cristiana de la redención a quienes padecen la adversidad. Ésta era una especie de ideología del sacrificio, atravesada por una pasión en el servicio social, en la responsabilidad colectiva y el deber individual. De esa manera, el idealismo moral en que se apoyaba, lograría colorear las otras ideologías que fue absorbiendo a través de su itinerario intelectual. Al mezclar todos esos elementos ideológicos, Fals imprimiría en sus obras una marca personal que haría que quedara sin cerrarse el círculo político liberal que rodeaba su mente, y que definiría el perfil intelectual y humano con el que se proyectaría en los escenarios públicos del país. Nos referimos a ese aspecto moral que es posible apreciar desde sus obras más tempranas, cruzando sus investigaciones como parte de un discurso piadoso que expresa cierta sensibilidad humana para identificarse con el dolor del otro, con ese otro que es la víctima, mas no con ese otro que es el agresor o victimario. Se trata de un sentimiento de dolor que tiene 103 104

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Francisco Zuleta Holguín (1958: 3) Alfredo Molano (2005: 14A).

que ver con cierta actitud de reclamo ante la injusticia social, que en Fals se expresa como un malestar sentido por medio de la experiencia de esos otros oprimidos con los que logra identificarse en calidad de testigoinvestigador, pero que en años posteriores lo haría como testigo-investigador-participante. Esa empatía con las víctimas se percibe en Fals Borda como ese dolerse del dolor del otro del que han hablado autores como Roberto Briceño-León y Heinz Sonntag para referirse a los intelectuales latinoamericanos que luego de promediar el siglo XX optaron por posiciones radicales a favor de las clases oprimidas105. Ese dolerse del dolor del otro no es otra cosa que la expresión sentimental de cierto tipo de escrúpulos morales. El giro ideológico anticapitalista que Fals Borda daría desde finales de los años sesenta, es una prueba de de la estructura de valores morales que lo habían formado durante su niñez y primera juventud. Esas convicciones morales, que fueron las mismas que lo llevaron a optar por las ciencias sociales como herramienta para la redención social, pese a haber podido quedar atrapadas en la perspectiva modernizante y desarrollista con que inició su carrera intelectual, fueron las que prepararon su camino hacia la querella política que tiempo después manifestó a favor de las clases populares. Al ver frustradas las ilusiones de cambio social, desarrollo y modernización, que traía consigo, desde los enfoques políticos e intelectuales que el contexto le posibilitó escoger, Fals Borda llegaría a experimentar un proceso de indignación moral que lo deslizaría hacia opciones políticas radicales.

Estos procesos de radicalización intelectual suelen entenderse como producto de “grandes rupturas”, donde la discontinuidad es causada por “los impactos” de explosiones políticas al estilo de movimientos revolucionarios o fenómenos parecidos. La importancia de procesos sociales de ese género, sobre los virajes de la conciencia política de los intelectuales es imposible de soslayar. Sin embargo, para que tales fenómenos puedan ser asimilados, el intelectual debe haber tenido un acumulado de experiencias personales y sociales que son las que, en definitiva, sirven para recoger e interpretar las nuevas situaciones e ideas106. Desde esta perspectiva, el viraje hacia la izquierda que llevaría a un buen grupo de intelectuales en los años sesenta a asumir como causas suyas las de sectores subalternos, no debe ser comprendido sólo como efecto de impactos políticos externos, ya que las rupturas en la conciencia de ellos, a veces son más aparentes, pues, en muchas ocasiones, los cambios vienen preparados por la formación éticomoral que estos portan. Como bien lo argumenta Michael Löwy, las mediaciones que conducen a los intelectuales –sean cristianos o no– a optar por una u otra posición ideológica, más que de carácter socioeconómico, son de naturaleza “ético-culturales y político-morales”107. Ello es precisamente lo que muestra el caso de Fals Borda en su desenvolvimiento como intelectual. 105

Roberto Briceño-León y Heinz Sonntag (1998: 12-13). Michael Löwy (1978: 136-153). 107 Michael Löwy (1978: 17-18). 106

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Historia doble de la Costa: el legado que nos queda Armando Martínez Garnica De abuelas momposinas y con familiares en San Martín de Loba y Magangué, Orlando Fals Borda publicó entre 1979 y 1986 cuatro tomos de una Historia doble de la Costa, titulados Mompox y Loba (1979), El presidente Nieto (1981), Resistencia en el San Jorge (1984) y Retorno a la tierra (1986). Originalmente dedicada a la memoria de sus abuelas, a su familia y a los pobladores de las riberas de la depresión momposina, el último tomo fue dedicado a los “movimientos resurgentes” de algunas regiones colombianas, deseando que ellos “salvaran a Colombia” si persistían en su “necesario relevo de las actuales clases dirigentes, cuyo devastador y egoísta desempeño” esperaba haber desnudado en sus obras. De entrada, estos compromisos afectivos y políticos de un sociólogo barranquillero (1925-2008), bien formado en universidades norteamericanas, pero comprometido de lleno con los movimientos campesinos de la década de 1970, provocan muchas dudas. Para Fals el acontecimiento de la Revolución Cubana y el ejemplo de vida del cura Camilo Torres pusieron a prueba las ciencias sociales “para determinar si eran útiles o no al proceso de transformación necesaria”, y, al no pasar el examen, le habían abierto la opción de abandonar la Universidad Nacional para crear las fundaciones Rosca y del Caribe, desde las cuales comprometió sus investigaciones “con la práctica concreta” del movimiento campesino liderado en Córdoba por la ANUC, proponiendo la perspectiva de la IAP (Investigación-Acción-Participativa), que entendía como un “agente catalítico intelectual y externo” en los movimientos de reivindicación campesina de tierras. Postulando una “ciencia propia” contra el “colonialismo cultural”, se comprometió a

escribir “una ciencia al servicio del pueblo”, vinculando el trabajo sociológico con un compromiso personal y una “experiencia vivencial”. En su opinión, las “investigaciones militantes” obligaban a los sociólogos a “declarar sus intereses de clase y de grupo”, y a actuar parcializadamente a favor de las demandas de grupos particulares. En la práctica, esta “investigación comprometida” motivó la “acción directa” de grupos campesinos en episodios de “toma de tierras”, con lo cual el sociólogo se convirtió en actor político. No es extraño entonces que Fals haya sido elegido

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popularmente como uno de los constituyentes de la asamblea nacional de 1991. El patrón social de la generación intelectual colombiana de la experiencia de los años sesenta del siglo XX fue el compromiso político con “los de abajo” y contra “los de arriba”. La IAP es un buen ejemplo del patrón de comprometimiento de los sociólogos de esa generación, con lo cual los problemas que plantearon e intentaron resolver con diversas ideologías poseían un alto grado de heteronomía frente a los sentimientos personales (“dedicado al pueblo riberano y por su mundo”) y a los sesgos políticos (“dedicado a los movimientos resurgentes”), de tal suerte que sus opiniones políticas marcaban todas las investigaciones. En el caso de Fals, el último tomo de su Historia doble de la Costa fue dedicado, en su mayor parte, a la crónica del movimiento campesino de Córdoba, Sucre y Bolívar de la década de 1970, es decir, a las invasiones de fincas como expresión de la acción política directa. Para la siguiente generación de sociólogos esa heteronomía es difícil de aceptar, porque el patrón de relativo distanciamiento que hoy se exige se está institucionalizando en las ciencias sociales como parte de la nueva tradición científica que presiona el registro y clasificación de grupos por Colciencias. Ese distanciamiento relativo impone rodeos investigativos más largos que, en la práctica colombiana, significó un fortalecimiento de la investigación histórica, con lo cual no fue extraño el tránsito de muchos sociólogos al campo de la historia, y es posible que la propuesta de la IAP se haya ido para siempre con su proponente. Norbert Elias advirtió que los científicos sociales no pueden evitar interesarse por los asuntos sociales y políticos de su grupo y de su época, ni pueden evitar que estos les afecten, pero su apuesta por la comprensión les exige un gran esfuerzo por alcanzar una relativa autonomía respecto de la sociedad que estudian. La inscripción que Marc Bloch quiso que sus deudos grabaran en su lápida funeraria, Dilexit veritatem, ilumina ese esfuerzo por la relativa autonomía de los historiadores en sus juicios, ese esfuerzo de probidad respecto de las fuentes que soportan sus afirmaciones. La investigación es el rodeo que Elías recomendaba para remediar los compromisos personales que marcan todas nuestras opiniones heterónomas, pues a mayor

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distanciamiento de las sociedades examinadas es mayor la tendencia hacia las valoraciones autónomas. Aunque en la década de 1970 Fals pudo ser juzgado por sus colegas como “uno de los sociólogos más importantes del mundo”, en la década actual los historiadores pueden juzgarlo como anacrónico en sus juicios, lo cual no impide que la Universidad que abandonó haya reeditado recientemente los cuatro tomos de la Historia doble de la Costa. En conjunto, esta obra es una buena fuente sobre el propio Fals y sobre la opción heterónoma que representó en las ciencias sociales de las décadas de 1970 y 1980, a despecho de la ironía que resulta al recordar que su propósito manifiesto fue inventar una nueva ciencia social “propia” que “quebrara” una supuesta relación de “dependencia” respecto de las “escuelas de pensamiento que han colonizado nuestra vida científica”, tales como el positivismo y el marxismo. No voy a evaluar las lecciones de la acción política ejercida por Fals Borda, tema de los colegas politólogos,

pues me reduciré al ámbito del legado historiográfico que proviene de los dos primeros tomos de la Historia doble de la Costa. Ignoro también la narrativa que corre por el canal A, fuente para el análisis de su trabajo de campo, y me limito a la representación historiográfica que corre por el canal B. El abecé del oficio de historiador predica que hay que rehuir los conceptos abstractos para no perder de vista aquello que se esconde tras ellos, que son los hombres. En la década de 1970 era difícil que las representaciones históricas construidas en Colombia dejaran de incluir conceptos tales como modos de producción, formación económico-social, estructuras regionales, formación colonial, superestructuras jurídicas e ideológicas. Fals las enuncia en Mompós y Loba, antes de fabricar el concepto de cultura anfibia, para referirse a las sociedades que habitaron la depresión momposina desde los tiempos prehispánicos. Las escasas noticias sobre el poblamiento hispano en la zona las englobó en el concepto de régimen señorial americano, con lo cual la complejidad de las relaciones sociales fue reducida a unos esquemas verticales muy simples, atribuyendo a los encomenderos señorío sobre vasallos en un modelo abstracto de “explotación señorial simple”. Fácilmente renunció Fals a la consulta de los grandes fondos documentales del Archivo General de la Nación y del Archivo General de Indias, argumentando gratuitamente que “no permiten la búsqueda regional sistemática”. En realidad, el trabajo sociológico de campo redujo sus fuentes a la memoria campesina y a los escasos archivos familiares de baúl. Sorprende al lector una fuente elegida para la representación de la esclavitud africana del siglo XVII en la zona, las poesías de un autor de la segunda mitad del siglo XIX –Candelario Obeso– y su justificación en una “proyección ideológica” hacia atrás. Aquí Fals delata su compromiso extremo con la gente de la zona hasta el punto de abrazar el anacronismo sin reservas. Como no existen en los archivos expresiones literarias que mencionen la esclavitud de los negros del período “colonial”, da por buena fuente los versos de ese tesorero municipal del puerto de Magangué en 1869, solamente porque su autor era momposino y supuestamente negro, si bien su retrato no lo confirma. Va más allá, al proclamar que esos versos hacen de Obeso el precursor de la escuela de poesía popular en el hemisferio americano y el primer negro defensor del “interés de

clase de su raza”. Ese capítulo sobre la “dialéctica de la esclavitud” se detiene en una representación ideal de los palenques de negros cimarrones y de su rey Bioho para poder extraer una “lección histórica” que pudiera servir para “impulsar las justas luchas que las clases populares adelantan hoy en la región y en el país contra sus enemigos tradicionales”. Ese sesgo comprometido de la representación de lo acontecido a la sociedad momposina del siglo XVII, “con el enfoque de las clases explotadas”, fue llamado por Fals “recuperación crítica”, cuya finalidad pedagógica para la formación de cuadros e intelectuales orgánicos de las clases trabajadores fue llamada “devolución sistemática”. Abiertamente reconoció que el tomo Mompós y Loba, desde el principio hasta el fin, era “una aplicación del principio de la devolución”, con miras “a la acción política consecuente”. La primera parte de este primer tomo de la Historia doble de la Costa es entonces un testimonio de una generación de la sociedad colombiana, de su sesgo ideológico y de su compromiso político bajo el influjo de la Revolución Cubana y de la Guerra Fría, pero no es un legado perdurable para la ciencia histórica. La segunda parte de este primer tomo trata del régimen señorial de las haciendas de la Costa Caribe. La mirada de Fals se centra en dos casas nobiliarias, los

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marqueses de Santa Coa y Torre Hoyos, paradigmas de la formación del “poder terrateniente” en la depresión momposina y de la “formación social colonial”. Colectó noticias sobre la concentración de tierras y árboles genealógicos, pero estos dos ejemplos son una porción mínima de la sociedad momposina del siglo XVIII. El tomo se cierra sin conclusiones e inconcluso en el trabajo crítico sobre la documentación reunida. Desde la perspectiva del historiador actual es un trabajo fallido. Para Fals eso no importaba, pues lo que entonces le interesaba era el propósito con el que cierra este tomo: “mantener vivo el frente ideológico por parte de los científicos sociales”, especialmente entre los comprometidos “con el cambio radical de nuestra sociedad subdesarrollada y dependiente, y que quieren vivir y actuar en consecuencia”. El segundo tomo de la Historia doble de la Costa se centra en la figura de uno de los presidentes que tuvo el Estado Soberano de Bolívar, Juan José Nieto (Baranoa, 1804 – Cartagena, 1866), paradigma del “caudillismo costeño”. Vencido en la batalla de Tescua por el ejército constitucional y desterrado a Jamaica, Nieto fue emergiendo a su regreso a Cartagena, hasta que las expectativas abiertas por el liberalismo radical durante la Administración del 7 de Marzo lo llevó a la Legislatura de 1850 como representante a la Cámara por Cartagena. Gratuitamente, Fals nombró esta Administración que encabezó el general López como “revolución democrático-burguesa impulsada por la masonería y una antiélite nacional”, la cual habría afianzado “el poder de nuevas oligarquías”. Pese a todo, opinó Fals que no había sido más que “una revolución colonizada y dependiente que nos mantuvo sujetos”. Una supuesta burguesía tabacalera y mercantil de El Carmen y las sabanas de Bolívar habría impuesto a Nieto como presidente del Estado de Bolívar a mediados de 1859. Aliado con el general Mosquera, a la sazón gobernador el Estado del Cauca, Nieto participó en el movimiento que enfrentó al presidente de Confederación Granadina hasta permitir que el general Mosquera quedase al frente del gobierno nacional, a mediados de 1861. Nieto se habría consolidado entonces como caudillo regional, capaz de ir “más allá de los intereses locales de los gamonales y de las facciones”. Para Fals no era cualquier clase de caudillo, sino algo más sorprendente: un “caudillo anticaudillo”. Esta extraña denominación la inventó

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para poder explicar la distancia entre los dictadores de la literatura latinoamericana y la decente actuación de Nieto, ilustrada por su “tendencia humanitaria y civilista, culta y generosa”. La crítica de la Historia doble de la Costa “en nombre de la disciplina de la historia” fue presentada por Charles Bergquist en la primera mesa redonda que sobre ella se organizó bajo el auspicio del Banco de la República durante la primera semana de agosto de 1988. Como este historiador norteamericano, todos los historiadores sabemos que esta obra de Fals viola todos los cánones de nuestro oficio: desconocimiento de la tradición historiográfica sobre sus temas y la época, escasa aplicación de un juicio crítico sobre las fuentes, mínima atención a todos los actores del cambio social que interactuaban en la región. En una ocasión anterior advertí cierta injusticia de la crítica de Berquist, porque no estamos evaluando a un historiador profesional orientado por una ética de nuestro oficio, sino a un querido amigo amante de su tierra y más atento a las demandas campesinas que al canon de una ciencia que él consideraba un elemento de un supuesto colonialismo cultural. Como no tiene sentido emprender una defensa de los cánones de nuestra disciplina en la lectura de la Historia doble de la Costa, me limitaré a dos aspectos del legado intelectual de Fals: el lenguaje que ya no es posible usar en una investigación histórica sobre una sociedad localizada regionalmente y el aporte de su obra a la memoria histórica de los colombianos.

La selección de un lenguaje inequívoco para una investigación histórica puede provenir de dos fuentes básicas: del escritorio del investigador o de la propia experiencia histórica de la sociedad investigada en una época de su acontecer. En cualquier caso, el lenguaje debe servir para describir los hechos que resultan de una interpretación y para adaptarse progresivamente a los nuevos datos que se irán recolectando. Durante la época en que Fals trabajó, el patrón colombiano era empezar las investigaciones con un “marco teórico” abstracto fabricado en el escritorio. Por ejemplo, diciendo que la “subregión” momposina podía “considerarse teóricamente como componente de formaciones sociales sucesivas que muestran… comunidades de reproducción autoidentificables que actúan, viven y se transforman dentro del proceso histórico-natural”. El concepto de región había sido incluido indirectamente por los estudiosos marxistas, decía Fals, en la categoría de formación económicosocial. Pero la emergencia de la historia conceptual, como consecuencia del llamado “giro lingüístico”, ya afectó en nuestros días el patrón lingüístico en la investigación histórica. Antes que revisión de los discursos, la historia conceptual fija su atención en los conceptos, pero no en la determinación de una definición semánticamente correcta, sino en el movimiento histórico de su significado. Por ello atiende al proceso mediante el cual los conceptos se han articulado para dar cuenta de peculiares situaciones históricas y después se modifican; rastrea las diversas significaciones de un concepto que se encuentran acumuladas en el acontecer de las sociedades como “una especie de capas estratigráficas que son reactivadas en cada uso efectivo del lenguaje”, clarificando la diversidad de niveles de los significados de un concepto que proceden cronológicamente de épocas diferentes. El rigor de las nuevas investigaciones históricas debe atender ahora a las voces que emanan de la documentación contemporánea a la sociedad que es estudiada, presionando por una selección de conceptos analíticos provenientes de las mismas fuentes. Como consecuencia, hoy ya no es posible hablar más de “marcos teóricos” a priori, sino de conceptos en movimiento semántico obtenidos a posteriori en las mismas fuentes. La experiencia de la generación de los años sesenta no puede entonces ser repetida por la nueva generación de científicos sociales.

Finalmente, el legado de La historia doble de la Costa, separando el grano de la hojarasca seca. Creo que este fue el producto del afecto de Fals por las gentes de su tierra, dado que introdujo en nuestra memoria unos personajes hasta entonces casi desconocidos: Candelario Obeso, Juan José Nieto y Domingo Bioho, sin contar al movimiento campesino de la ANUC en Córdoba. El éxito de este legado se constata con la iniciativa del Ministerio de Cultura que declaró a este año 2009 como el de Candelario Obeso y Jorge Artel, intentando “recuperar la memoria de dos importantes escritores del Caribe”, el primero nacido en Mompox y el segundo en Cartagena. Según la opinión de la actual ministra de Cultura, desde su “poesía negra” se habría configurado la región Caribe. ¿Cómo fue que la máxima institución estatal de la política cultural colombiana llegó a la convicción de que esa poesía, anteriormente desconocida, es “una manera de reconocernos como colombianos”? La respuesta es unívoca: se trata del legado de la obra de Fals. La dignificación de la figura del presidente Nieto en la historia de la experiencia federal colombiana, hasta entonces bastante desconocida en la representación histórica nacional, si se la compara con la del gobernador contemporáneo del Estado del Cauca, el general Tomás Cipriano de Mosquera, también es un resultado de su percepción, para quien este personaje resultó ser “un jefe popular amante de la tolerancia y la democracia, que rechazó la violencia autocrática” y “reconoció el derecho a la rebelión justa”.

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Aún más: habría tocado “en la esencia misma de la costeñidad” e incluso “en la de la propia estirpe de los verdaderos colombianos patriotas”. Nos guste o no, las figuras costeñas que Fals introdujo en el imaginario histórico colombiano llegaron para quedarse, al menos por el lapso de una generación. Con ello contribuyó a enriquecer el panorama humano de la memoria histórica nacional, hasta la década de los años sesenta del siglo pasado, bastante limitada a los personajes que se pasearon por el altozano de la catedral de la capital de la República.

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Los historiadores dedicados a las historias regionales pudieron ver por ello en Fals a su paladín, si bien algunos abusaron al poner la imagen enriquecida en términos bipolares de costeños contra reinosos. Testimonio de su generación y amigo muy querido por sus colegas, dada su generosidad y su don de gentes, Orlando Fals Borda es un elemento importante del legado de la primera generación profesional de la sociología colombiana. Cartagena de Indias, 18 de septiembre de 2009.

d o ssier

Vida y Obra de Orlando Fals Borda. Las ideas de Fals Borda sobre la regionalización del país Gerardo Ardila

Orlando Fals manifestó en varias oportunidades que, en toda su vida, sólo trabajó sobre tres temas básicos: los campesinos y la tierra, la investigación acción participativa y el ordenamiento territorial. Sugirió, también, que estos tres temas se sucedían de manera cronológica en su vida. Sin embargo, una de las primeras dificultades al intentar referirse a uno de estos aspectos sin tratar los otros (en especial el tema territorial), es que sus ideas básicas se entremezclan desde sus primeros años de tal manera que, para entender algunos de sus planteamientos, es necesario seguir el curso de sus reflexiones a través del tiempo y descubrir así el proceso de su maduración lenta o de su transformación repentina ante el alborozo de un hallazgo que le hacía volver al principio y tejer de nuevo una nueva discusión que le llevara a sus tópicos recurrentes: la autonomía regional y el poder popular. Su trabajo sobre el ordenamiento territorial busca, de manera constante, articular el objetivo de la autonomía regional desde el reforzamiento del poder popular. En una de sus intervenciones tempranas como Director General del Ministerio de Agricultura de Colombia, en noviembre de 1959 (Fals 1959:6), al esbozar sus fundamentos para una política oficial de reforma agraria en Colombia, dedicó una parte de su discurso a lo que llamó “el problema de la Autonomía Regional”, considerando que el fortalecimiento de los procesos de autonomía administrativa de los “vecindarios” y municipios era posible mediante el crecimiento del poder de las asociaciones de Acción Comunal, apoyadas por el Estado mediante la destinación de una parte del recién

creado impuesto territorial nacional a la atención de los problemas identificados y solucionados por los campesinos organizados. Su intervención terminó con dos temas claves: con el anuncio de los peligros de un levantamiento campesino si no se actuaba con inteligencia y justicia social y una disquisición sobre la “función social de la propiedad” que, por entonces, no era tema de discusión pública, a pesar de formar parte vertebral de la Constitución Política colombiana. En el primer tomo de la Historia Doble de la Costa (1980), explica su idea de la formación social basada en la fórmula “Región y Cultura” que toma de Lenin, de quien resalta su criterio para identificar a la formación social como un proceso histórico-natural que, en criterio de Fals, se puede aplicar al concepto de Región, como él quiere entenderlo y utilizarlo. En

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su visión, una totalidad social está delimitada por la naturaleza de sus articulaciones propias, las cuales, más allá de la interpenetración con sus diversos modos de producción, comprenden la manera como se interrelacionan con la evolución de las instituciones políticas y sociales locales y con sus secuencias de continuidad y discontinuidad histórica, las cuales determinan social y económicamente el espacio geográfico que es entendido como el “teatro de esas secuencias”. Acoge explícitamente, la idea de una “concepción orgánica de la historia” que combina lo sociológico con lo geográfico, lo político y lo histórico, de suerte que puede analizar las articulaciones de la totalidad social como una secuencia de “nacimiento, desarrollo y muerte de toda formación social y su pasaje a otra”. Este será el núcleo de reflexión sobre el que se mueve el pensamiento de Fals Borda en relación con sus propuestas de ordenamiento territorial, matizado y adecuado a las variaciones de sus experiencias particulares y a los intereses de su acción política. La Depresión Momposina será su referente teórico y empírico, enriquecido con la observación de otros procesos que lo animan a reforzar su argumentación, como ocurre con la circunstancia de la “alianza del Sur”, compuesta por seis gobernadores que concordaron en defender una agenda común. En sus libros posteriores, y en sus innumerables presentaciones, conferencias, y actividades periodísticas o proselitistas, se dedica a ampliar –o a recrear constantemente- el análisis de los conceptos básicos: provincia y subregión, región e historia, acción y espacio-tiempo, bioespacio (al que llamó también espacio de los pueblos) y tecnorregión, Kaziyadu (despertar territorial), contenedores territoriales, soberanía y Estado-nación. Gran parte del trabajo de Fals Borda se concentra en la revisión histórica de la conformación regional en Colombia, buscando un modelo territorial nacional adecuado a su propuesta de regiones autónomas. Sus libros (en particular los publicados con el IEPRI de la Universidad Nacional de Colombia) son ampliaciones conceptuales y recomendaciones políticas y metodológicas que buscan detallar los planteamientos que hiciera en la primera parte de su Insurgencia de las provincias, publicado en 1988. Su experiencia como Secretario General de la Comisión de Ordenamiento Territorial, desprendida de la Asamblea Constituyente,

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la cual trabajó durante tres años, entre 1991 y 1994, se plasma en Región e Historia (1996), mientras que Acción y Espacio (2000) muestra a Fals ensayando un giro posmoderno que combina con su trabajo previo. En Kaziyadu (2001) una recopilación de conferencias, asesorías y recomendaciones puntuales, busca contagiar con su entusiasmo por lo que interpretó como “el despertar territorial de Colombia”. No hay duda de que su texto más importante, claro e influyente sobre el tema del ordenamiento territorial y la regionalización (“integración regional”) es su artículo en La Insurgencia de las Provincias (1988), que aporta un análisis histórico fundamental para entender la sociología, la historia y la realidad política de la división territorial de Colombia (país de “muchas naciones heterogéneas de base”), así como permite descubrir las ideas básicas del pensamiento de Fals que lo llevan a reclamar una asamblea constituyente en la que se merece un puesto. En este texto, Fals retoma parte de sus conclusiones en la Historia Doble de la Costa, mostrando el carácter especial de la ecología y de la historia de la Depresión Momposina (que se concretan en la cultura anfibia) y los combina con su experiencia en el ya para entonces famoso Foro de Mompox (1987), para generar su modelo de región basado en la articulación histórica de provincias. Propone la existencia “histórico-natural” de cuatro provincias que sólo requieren ser reconocidas como partes constitutivas de una misma región momposina: Mompox, El Banco, Magangué y San Marcos (el viejo Panzenú prehispánico) “con sus respectivos municipios vinculados funcionalmente”. Fals propone sus más claros planteamientos metodológicos en este texto, al considerar que para ejecutar la propuesta de ordenamiento territorial e integración regional, se cuenta con tres mecanismos: “(1) investigaciones sobre espacio-historia; (2) movilización y participación populares; y (3) articulación de un nuevo pacto social y político entre los colombianos que dé prioridad a la región y a la provincia” (Fals 1988:55). La puesta en marcha de estos mecanismos supone, según Fals lo plantea, la colaboración entre líderes intelectuales locales y los líderes populares que orientan los movimientos sociales. Para los primeros, los intelectuales orgánicos, esboza un marco holístico de investigación comprometido con la identificación de las “formaciones sociales” y

de sus procesos de transformación, y basado en su idea integradora de naturaleza y cultura, de historia natural y social108: “Los estudios territoriales deben dirigirse a aclarar cómo se vincula al administración técnica (macro) de los recursos naturales regionales con un manejo político (micro) de las provincias (presupuestos, instancias, oficinas, personal, etc.), que neutralice la interferencia de gamonales mañosos; y a mostrar también cómo todas las necesidades básicas de los habitantes de cada provincia se pueden satisfacer dentro de los ámbitos de ésta…” (Fals 1988:58). Aquí Fals invita a investigar los caminos que él mismo no ha podido delinear, a la vez que reitera su confianza en la capacidad investigativa y ejecutiva de las comunidades locales, como es apenas obvio en los planteamientos de la IAP. Para los segundos, los líderes populares, establece una metodología de construcción del poder popular: “en este campo se ha trabajado con dos principios que pueden continuar facilitando los trabajos en las regiones: (1) proceder de las bases o periferias hacia las cúspides (no al revés, como se acostumbra por la rutina existente), combinando la inteligencia y la experiencia de los grupos locales y provinciales comprometidos en la acción con los aportes de intelectuales orgánicos externos; y (2) adoptar una filosofía vivencial y saturante de participación como rompimiento de esquemas dogmáticos vigentes de sumisión, opresión y explotación, lo cual debe llevar a la modificación de la estructura autoritaria de la sociedad en sus expresiones básicas, a limitar el poder caciquista, manipulador y comprador de los partidos, y a una concepción colectiva

y pluralista del liderazgo político y de los gobiernos provinciales” (Fals 1988: 60). Al hacer esta sugerencia resalta la importancia política de las interrelaciones entre la discusión de la “dimensión territorial” y la movilización de la solidaridad social local, para “aglutinar a las microcomunidades alrededor de iniciativas específicas de nivel macro” (Fals 1988:61). El tercer mecanismo, el de la articulación entre los anteriores, que produciría un nuevo pacto social y político que priorice la región y la provincia, Fals imagina “un pacto social que permita al pueblo asumir la democracia integral, directa, para llegar a ser motor y fiscal de sus decisiones y dueño y artífice de su propio destino… mediante el reavivamiento del cabildo abierto, la asamblea comunal y barrial, el referéndum regional y veredal, la elección de dignatarios revocables, la nación indígena con sus propias instituciones y prácticas, la autogestión y cogestión para el manejo de la producción industrial, campesina y urbana, la formación de cuadros, maestros, técnicos propios; en fin, un pacto social que afirme y consolide el contrapoder popular para equilibrar los peligros de abuso, monopolio y restricción que tiene el Leviatán actual que es el Estado burgués, con sus organismos y delegatarios explotadores de las mayorías nacionales” (Fals 1988:64). En este párrafo Fals define su idea del pacto social que avizora, basado en la participación directa de las “bases populares” mediante mecanismos de decisión –que no de consulta- basados en el referéndum desde las escalas más bajas de la sociedad. Más tarde, completará estas ideas, agregando “una sociedad reconstruida con base en normas ecológicas satisfactorias y con una mejor disposición y uso productivo de los espacios vitales y recursos disponibles.” (Fals 2000: xi). Sus visitas y participación en foros y debates públicos se incrementan durante los años 2000 y 2001 debido a la esperanza que le proporciona la “Alianza del Sur”, en la que Fals veía la mejor oportunidad histórica para concretar sus ideas de regionalización autónoma mediante el fortalecimiento del poder popular 109. 108

De estas líneas se desprende su propuesta de “ciencia propia”, la cual se completa con la publicación de un manifiesto compuesto con un biólogo, presidente por entonces de la Academia Colombiana de Ciencias. Fals explica este proceso varias veces, al concebirlo como una parte medular de sus propuestas de acción y de su visión de la Investigación Acción Participativa –IAP-. 109 Fals Borda 2001a, 2001b y Ardila 2001.

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Creía que los gobernadores Jaramillo (del Tolima), Cárdenas (del Huila), Cuéllar (de Nariño), Muñoz (del Caquetá), Guerrero (del Putumayo), y Tunubalá (del Cauca), conformaban un bloque de acción política y socioeconómica de gran importancia para hacer frente al Plan Colombia, para fortalecer la regionalización y la capacidad de negociación de una región hasta entonces insignificante para el poder hegemónico del gobierno nacional, y para convertir en realidad su sueño de “despertar” hacia una forma nueva de organización del territorio, consecuente con las nuevas realidades sociales, las dinámicas políticas y económicas locales y las implicaciones de la globalización. Hoy nos podemos beneficiar del inventario de la historia y ver que ese proceso fue efímero, que no contribuyó para nada a la organización de la región del sur, que no logró hacer una oposición siquiera visible al Plan Colombia, que no pudo defender sus esfuerzos básicos (como sucedió con la idea de crear los laboratorios de paz que terminaron siendo absorbidos y desvirtuados por el gobierno de Álvaro Uribe), que se fracturó antes de que los gobernadores terminaran sus períodos y que no generó siquiera poderes locales que pudieran continuar trabajando sobre la idea de una región armónica como la soñada por Fals. Sabemos que entre ellos hubo diferencias de criterio, diversidad de objetivos, desconfianzas y luchas de poder internas que no permitieron que sus acuerdos generales avanzaran. Tal vez Fals lo sabía, como parece desprenderse de sus discursos en Pasto, Ibagué, o Neiva (Fals 2001b), pero no quería decirlo para contribuir a la unidad rehuyendo la confrontación interna. Se puede preguntar por qué Fals se ilusionó tanto con un proceso que no tenía los ingredientes fundamentales de su guía-de-acción, sobre la que insistió de manera persistente: (1) él mismo había escrito que los departamentos eran entidades políticas agonizantes y los gobernadores, sus sepultureros, sin posibilidades reales de poder y sin mecanismos de negociación, más aún, en casos como el de varios de estos departamentos que no tenían ninguna posibilidad financiera para seguir subsistiendo; (2) él exigía que los procesos se iniciaran de abajo hacia arriba, como producto de la acción política de las bases organizadas (el poder popular) y, en este caso, los procesos surgían en los sectores intermedios, con muy poca participación popular, a pesar de que los gobernadores representaban

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fuerzas opositoras a los poderes tradicionales; (3) él creía que las regiones se constituían sobre una base combinada de ecología e historia y, en este caso, había claramente tres bloques bien diferentes para construir una región impulsada por su propia historia (CaucaNariño, Putumayo-Caquetá, y Huila-Tolima); y (4) él pensaba que había que transgredir los límites y las fronteras para generar unidades socioeconómicas coherentes sobre las cuales construir nuevos imaginarios territoriales con fuerza política y respaldo cultural, lo cual no era el caso de esta región construida sobre el respeto a los límites territoriales de los departamentos representados por los seis gobernadores. Sus discursos y discusiones teóricas dejan ver algunas grietas en la estructura de su pensamiento acerca de la integración territorial, pues las definiciones básicas no son tan precisas como pareciera, a lo que se suma una tendencia a la utopía y a la confianza en la “acción popular” como base de las propuestas más importantes: Fals trata de no medir la distancia entre lo ideal y lo posible, pero está dispuesto a conceder crédito a pequeños logros locales como si fueran grandes aventuras políticas o caminos novedosos hacia lo que él llamó “la nueva república”. En particular, su discurso es muy frágil al definir el “poder popular” o el “pueblo” soberano que toma decisiones y que se opone a “otros”. Desde esta generalidad invita al ejercicio de una “democracia participativa” plena que, según él, supera la representatividad, a la que excluye de su escenario político. Invita a construir desde abajo hacia arriba, pero no reconoce quiénes y cómo constituyen ese “abajo” al que se debe conceder audiencia y reconocimiento. Su visión de lo “popular” no identifica diferencias, luchas de poder, no deja lugar a los enfrentamientos entre los miembros de unas “especies de” bloques compuestos por los de “abajo” y por los “otros”, de suerte que, en la realidad de la política local, su teoría no ayuda a definir la legitimidad de los actores: abajo está el “vecindario” contra la hacienda, pero al cambiar a la escala del municipio, éste se convierte en el “vecindario ampliado” que se enfrenta a los “departamentos”, que varias veces identifica como la base del poder hegemónico nacional “cachaco”. El “otro”, entonces, se ubica en una “especie de” centro de poder geográficamente establecido e identificado con Bogotá (y recreado en las élites locales),

desde donde no se puede observar el país real, que es el que requiere de la autonomía, la cual no es otra cosa que el derecho a tomar decisiones propias regionales o locales, sobre la base de la identificación previa de los problemas locales por parte de la alianza entre líderes intelectuales y sociales. Pero, ¿cómo se establece quién toma esas decisiones?, ¿cómo se organiza el poder local o regional para saber quiénes son “pueblo” y quiénes están afuera de esa categoría?, ¿cómo se articula la sociedad para descubrir y crear sus “deseos” que se convierten en decisiones, más allá de la realización de referéndums para todos los temas y a todas las escalas? En una época temprana, Fals encontró que la unidad organizativa básica, el escenario de los poderes locales, era la “acción comunal”, tanto como institución y como práctica política. Pero nunca más se refirió a ella, reemplazándola por el genérico de “movimientos sociales” o de “movilizaciones populares” que no tienen valor metodológico ni analítico. En el año 2000, plantea una guía para la reconstrucción de la gobernabilidad local. Es una fórmula “al alcance de cualquiera” que contiene pasos descritos con detalle y delimitados por grandes categorías: “(1) registre síntomas de vacíos de poder; (2) determine los orígenes de los vacíos de poder; (3) apele al poder primigenio del sector civil y articúlelo; (4) tome en cuenta las necesidades fundamentales de los pueblos; (5) reviva el altruismo tradicional; (6) anticipe y combata la resistencia de políticos enemigos del reordenamiento; y (7) establezca zonas reordenadas o de paz en contenedores mínimos vitales” (Fals 2000:45-52). Esta guía muestra muchas cosas, pero las dos principales tienen que ver con: (1) su idea de que el gran problema del ordenamiento territorial actual, defectuoso, radica en la ausencia del Estado en áreas donde esa ausencia genera conflictos para definición del poder; (2) las dificultades que encuentra Fals para que sus ideas básicas lleguen hasta las gentes de “la base”, a quienes hay que darles estas ideas en fórmulas de acción. Estas son, quizás, sus más visibles contradicciones. El trabajo sobre ordenamiento territorial e integración regional de Orlando Fals Borda es -y será por un tiempo- un referente obligatorio que marca, sin duda, una manera diferente de ver la historia y la política. Su trabajo, como él mismo lo escribe con frecuencia, es exploratorio, es una invitación a continuar pensando a partir de su oferta permanente de

ideas. En ese sentido de exploratorio es contradictorio: a veces se queda corto y, en otras, abunda en detalles que oscurecen lo fundamental; a veces insinúa y luego se paraliza o retrocede; a veces es tan suave que no quiere hacer daño a sus interlocutores y, a veces, es de una agresividad contundente. Sin embargo, seguir con atención y con inteligencia el curso de sus pensamientos es siempre un placer intelectual y una aventura política. Fals toma riesgos, plantea un ecosocialismo esperanzador, basado en la observación empírica de que los avances en la lucha política por los derechos ambientales son el camino para construir una sociedad renovada. Orlando Fals Borda es un pionero de los estudios territoriales, a pesar de que antes se hubieran hecho análisis importantes por investigadores de la talla de Ernesto Guhl y de Miguel Fornaguera y de algunos otros. Su intento permanente de vincular sus reflexiones académicas (él diría su condición de intelectual orgánico) con su práctica política basada en una enorme influencia y un gran prestigio no tienen antecedentes. Avances fundamentales en la generación de instrumentos como la Ley 388 de 1997 que ayudan a limitar los abusos del rentismo, la especulación por parte de los latifundistas urbanos, el robo continuado a las arcas públicas mediante la captación de las plusvalías generadas con inversión de dineros públicos, basando las acciones estatales en el reconocimiento de la función social de la propiedad, la búsqueda de la equidad en cargas y beneficios, la participación ciudadana en la definición del ordenamiento del territorio municipal, han encontrado su inspiración en el trabajo continuado de Fals Borda, a pesar de que él mismo consideraba que esos avances son insignificantes mientras no exista una ley orgánica de ordenamiento territorial que recomponga la articulación de contenedores territoriales y territorios (bioespacios), en términos de sus aportes conceptuales. Entre los valores fundamentales del trabajo de Fals, algunos de los cuales no son explícitos, aunque se sugieren y desarrollan con diferente intensidad, se puede mencionar que: (1) reconoce la integración profunda entre naturaleza y sociedad como inseparable, producto conjunto de interacciones complejas que él llamó ecosociedad, nueva interacción de espacio (naturaleza) y tiempo (historia); (2) destaca el carácter cambiante de la naturaleza y de la sociedad a través de

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la historia (natural y social) y la necesidad de responder a esos cambios desde la técnica política (haciendo énfasis en la transformación constante de límites y de fronteras); (3) señala el valor de los conocimientos (epistemologías) locales, producto de la articulación entre naturaleza y sociedad y de la necesidad de interacción igualitaria con los saberes externos y las demandas de la globalización reconociendo el carácter político del conocimiento y de sus usos; (4) sugiere que el ordenamiento territorial (instrumento político) y la integración regional (instrumento técnico) son la forma actual del “retorno a la tierra”, la manera como se produce la reforma rural y urbana en las nuevas prácticas sociales y políticas asociadas a nuevas relaciones económicas y culturales, integradas en un proceso político de mayor categoría; y (5) explica su convicción de que la ley orgánica de ordenamiento territorial es la base de un acuerdo político que implica

la fundación de una nueva república, una manera novedosa de enfrentar el nuevo siglo. Como tantos otros que consideran que Orlando Fals Borda fue su amigo, pues lograba serlo de todos, incluyendo a sus contradictores más furibundos, no puedo terminar sin expresar mi admiración profunda por su capacidad de trabajo, por su disposición permanente para tomar riesgos, por su ternura infinita aún en medio de los combates más recios. En el ocaso de su vida, mientras asumía otras tareas como el periodismo y la práctica política partidista, y mientras acompañaba con amor a su esposa en su lento tránsito hacia la muerte, asumió la tarea de digerir la espesa retórica del posmodernismo para volver a barajar sus ideas y presentarlas en consecuencia. Un ejemplo de compromiso intelectual de un valor tan grande como su vida entera. Muchas gracias, maestro.

Bibliografía Ardila, Gerardo (2001), Raza, poder, desarrollo y ordenamiento en Colombia: Comentarios a propósito del texto de Orlando Fals Borda. Documentos iniciales para la formulación del Plan de Ordenamiento y Manejo Integral de la Cuenca del Río Grande de la Magdalena –POMIM-. Editado por Gerardo Ardila. Serie Documentos POMIM 1. Bogotá-Barrancabermeja: Cormagdalena-Centro de Estudios Sociales –CES-, Universidad Nacional de Colombia. Pp. 22-30. Fals Borda, Orlando (1959) Fundamentos de la política oficial de Reforma Agraria en Colombia. Texto de la conferencia dictada por el Director General en Montevideo, Uruguay, con ocasión del 2º. Seminario Latinoamericano sobre problemas de la Tierra, Noviembre de 1959. Bogotá: Manuscrito, Ministerio de Agricultura. Fals Borda, Orlando (1980), Mompox y Loba: Historia Doble de la Costa, Tomo I. Bogotá: Carlos Valencia. Fals Borda, Orlando, ed. (1988), La insurgencia de las provincias: Hacia un nuevo ordenamiento territorial para Colombia. Bogotá: IEPRI, Universidad Nacional de Colombia - Siglo XXI Editores. Fals Borda, Orlando (1996), Región e Historia: Elementos sobre ordenamiento y equilibrio regional en Colombia. Bogotá: Tercer Mundo Editores – IEPRI, Universidad Nacional de Colombia. Fals Borda, Orlando (1998) Participación Popular: Retos del futuro. Congreso Mundial de Convergencia en investigación participativa ´97: estado del arte. Bogotá: Icfes, Iepri, Colciencias. Fals Borda, Orlando (2000) Acción y espacio: Autonomías en la nueva República. IEPRI, Universidad Nacional de Colombia – Tercer Mundo Editores. Fals Borda, Orlando (2001a), La Cuenca del Río Magdalena: aspectos socioadministrativos. Documentos iniciales para la formulación del Plan de Ordenamiento y Manejo Integral de la Cuenca del Río Grande de la Magdalena –POMIM-. Editado por Gerardo Ardila. Serie Documentos POMIM 1. Bogotá-Barrancabermeja: Cormagdalena-Centro de Estudios Sociales –CES-, Universidad Nacional de Colombia. Pp. 11-20. Fals Borda, Orlando (2001b) Kaziyadu: Registro del reciente despertar territorial en Colombia. Bogotá: Ediciones desde abajo. Fals Borda, Orlando (2003), Prólogo. In-Sur-Gentes: Construir Región desde abajo. Torres, William Fernando, Bernardo Tovar y Luis Ernesto Lasso, Compiladores. Neiva: Editorial Universidad Surcolombiana.

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Fals Borda y la regionalización Comentarios a la ponencia de Gerardo Ardila Alberto Abello Vives

Las ideas de Orlando Fals Borda sobre la regionalización del país aparecen dispersas en varios escritos a lo largo de su vida, como lo ha señalado Gerardo Ardila en su ponencia Las ideas de Fals Borda sobre la regionalización del país. Luego de la revisión de la abundante bibliografía sobre el tema adelantada por el profesor, quisiera detenerme en uno de sus documentos que considero sumamente importante en la búsqueda de sus ideas al respecto, la ponencia general, “Provincias y Asociaciones (Rurales) de Municipios”, presentada ante la Comisión Segunda de la Asamblea Nacional Constituyente el 26 de marzo de 1991. Se trata, por supuesto, no de un documento académico, sino de un documento político que hace la defensa de la regionalización en los momentos de preparación de una nueva carta constitucional para Colombia. La ponencia recogió, según Fals, planteamientos expresados en 19 proyectos de reforma constitucional cuyos autores representaban a un gran espectro político: gobierno nacional, Partido Liberal, Partido Social Conservador, Unión Patriótica, AD-M19. Ante la posibilidad de introducir cambios en el ordenamiento territorial que abría la Asamblea, en ella se concretaban, luego de discusiones y negociaciones, las principales ideas defendidas por Fals en esta materia. Son ocho: La desaparición legal, mas no real, de la provincia en Colombia como consecuencia de lo que Fals llama las tendencias centralizantes del Estado Nación dio pie al fortalecimiento de la figura del departamento como ente territorial subordinado del gobierno central. Los límites internos inconsistentes, los desfases y “aberraciones” en la estructura político administrativa de Colombia, soportada mayoritariamente en el departamento, exigían una nueva ordenación del territorio. Los departamentos, por lo demás, hacían parte de un engranaje de transmisión de la corrupción clientelista y el desgreño administrativo. En cambio, se presentaba la resistencia de las provincias a desaparecer, pues, por el contrario, su constitución había crecido

durante el siglo XX, y el choque constante de éstas con el orden jurídico y la estructura político administrativa vigentes v.g., casos como los del sur de Bolívar o las riberas del río Magdalena, hacían pensar en la necesidad de un nuevo ordenamiento territorial. Las reformas descentralistas de la década de los 80, de carácter municipalista, pero manteniendo la figura del departamento, fueron consideradas como tímidas en la ponencia ante la escala y urgencia de asuntos mayores a la dimensión municipal asociados a la explotación de los recursos naturales y a la prestación de servicios sociales (salud, educación, mercado, transporte, etc.). La descentralización administrativa y fiscal no debería detenerse en el municipio y el departamento, sino que debería dar libertad, a través de la consulta popular, a la creación de entes territoriales aun más amplios y autónomos, como las provincias y las regiones. Las provincias serían constituidas por municipios o territorios étnicos contiguos. Las regiones se conformarían por la fusión de los departamentos o a g u a i t a - DIECINUEVE - VEINTE / diciembre 2 0 0 8 - Junio 2 0 0 9

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por provincias, municipios y territorios étnicos. En ambos casos, entre las partes integrantes, existirían vínculos sociales, históricos, culturales, económicos y ecológicos. El concepto de autonomía regional, central en los planteamientos de Fals como lo anota Gerardo Ardila, se basa, según el texto, en el logro de la capacidad administrativa, financiera y presupuestal de las regiones; en la existencia de recursos suficientes para el cumplimiento de sus funciones; y en la elección popular de autoridades. Entre estos entes, la Nación y otros organismos regionales, se sugiere la definición de funciones claras para impedir la duplicidad y la aplicación de la equidad como regla para compensar, por parte de los entes territoriales más desarrollados, a aquellos atrasados. Sugiere también la posibilidad de crear Fondos de Compensación Territorial, como se propone –según Fals- en algunos de los proyectos de reforma estudiados. La principal propuesta se dirigía a buscar, de manera gradual –fue claro en la forma-, un Estado Regional Participativo. Sería una Comisión de Ordenamiento Territorial, adscrita al IGAC, la que luego de los estudios pertinentes, documentara la creación de las nuevas entidades y propusiera el nuevo ordenamiento. No cabe duda que en la Colombia de hoy se presentan, todos los días, “aberraciones” y traumas derivados de la actual estructura político administrativa. Me refiero al diseño de políticas amparadas en fronteras inexistentes que separan la naturaleza y fracturan los territorios al no contemplar la existencia de regiones y subregiones ambientales; me refiero a la lejanía entre el Estado y los ciudadanos y, para la coordinación, que exigen los distintos niveles de la administración pública existentes, por ejemplo, entre una capital departamental como Cartagena y un municipio sureño como Simití, en el sur de Bolívar; me refiero a las erráticas estrategias de competitividad departamentalizada, cuando cadenas y aglomeraciones económicas pueden integrar territorios de varios entes territoriales; me refiero al rompimiento de redes sociales y culturales y la consecuente rivalidad entre pobladores de municipios vecinos cuando la solidaridad debería imponerse: me refiero a la inmensa fragmentación cuando,

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de manera poco técnica y sin mucha viabilidad, se separan y crean nuevos municipios, casi siempre movidos por la búsqueda de un botín (léase regalías o cualquier otro recurso). Sin embargo, no está del todo claro que la actual estructura por departamentos haya obedecido siempre a cacicazgos políticos y voracidad administrativa. En la región Caribe, los casos de los departamentos de Atlántico y Cesar pudieran estar mostrando que éstos son consecuencia de la aparición de nuevos polos de desarrollo1 y de la aparición de contradicciones económicas y políticas con el poder ejercido desde una capital en decadencia económica, distante y rival. El caso “relativamente exitoso” del departamento de Atlántico en el conjunto de la región Caribe, podría –por lo demás- estar insinuando que antes que grandes regiones con capitales lejanas, los pequeños entes con centros políticos cercanos al resto de municipios podrían ser más viables. Pero, no cabe duda, sin embargo, que pensando en la naturaleza, en la cultura, la economía y la gente misma, el país sería mejor con un nuevo ordenamiento territorial. Y la idea de reordenar el territorio nacional a punta de provincias y regiones tiene cierta lógica y resulta atractiva. Pero, acaso, con su impulso, en las actuales circunstancias colombianas, ¿no estaríamos sumándole nuevos problemas al país? O, ¿cómo evitar que los “problemas del país” (leáse narcotráfico, guerrilla, paramilitarismo, control militar) se inmiscuyan en ese proceso? 1 Ver Posada Carbó Eduardo. ¿Regiones o Nación? El Tiempo, 2002.

Esas fueron precisamente las inquietudes planteadas por Fals en un mensaje enviado al gobernador Angelino Garzón para la instalación del Seminario sobre Autonomía Regional organizado por la Gobernación del Valle el 15 de abril de 2005. Luego de insistir en que “primero deberíamos trabajar la paz con justicia social, bien y a conciencia, como se ha dicho repetidas veces en el desierto de la opinión ilustrada”, Fals se pregunta “Hacia dónde podrán dirigir sus ojos los dirigentes del Valle del Cauca con el fin de crear, digamos, una Región Autónoma constitucional”. Es decir, hacia una región, a partir de la decisión de conformarla por parte de dos o más departamentos. Fals Borda anota más adelante: “En el Valle del Cauca, las realidades circundantes son problemáticas. Por el norte, estaría un Chocó secesionista y sujeto a megaproyectos impuestos por ejércitos enfrentados por el control del espacio. Por el oriente aparecerían comunidades orientadas hacia el Eje Cafetero con soldados campesinos-informantes descomponiendo con el rigor castrense la esencia de las familias paisas y el confiado espíritu abierto de los viejos pueblos. Y por el sur nacería una nueva y pujante Región Surcolombiana, pero con naciones indígenas, comunidades afrocolombianas y pueblos campesinos asediados por un ejército oficial exterminador del virus de la paz automática. La situación sería intolerable para el Valle y en el resto del país. “En consecuencia, lo más apropiado para el Valle, en tan trágicas circunstancias, sería seguir como está y proclamarse él mismo como Región Autónoma…”2. Fals terminó, ante las circunstancias del conflicto armado colombiano, recomendado el fortalecimiento del departamento del Valle a través de una mejor organización interna de sus subregiones y provincias. En esta ocasión, la regionalización, como la planteada en la Asamblea Constituyente, que derivó en los dos artículos conocidos de la Constitución Nacional los cuales permiten la constitución de regiones a partir de acuerdos de dos o más departamentos, no estaba ya en el orden del día. El debate sobre la regionalización de Colombia, que se reabre cada cierto tiempo, requiere, en cierta medida, sopesar –como lo hizo Fals al final de sus años intelectualmente productivos- la conveniencia y oportunidad de la propuesta con el momento histórico, para no hacer del país un rompecabezas imposible de armar�.

En el caso de la región Caribe, recordemos los macabros desafueros, masacres y desplazamiento forzado ocasionado por fuerzas al margen de la ley en busca del control del territorio, las zonas productivas, las áreas de intercomunicación, los corredores para el tráfico de drogas, armas y contrabando, y la estrategia militar y política regional, expresada a través de las acciones y los planteamientos de sus cabecillas, en abierta alianza con sectores militares y de las clases política y empresarial, para capturar la región (su economía, los estados regionales y sus finanzas, y la población) y someterla bajo el imperio del terror. Recordemos la propuesta política de alias Jorge 40 de conformar una región en el Caribe desde su visión y llevar a la presidencia de la república a un hijo de esta tierra. Este drama que aun no baja el telón totalmente se convierte en uno de los principales obstáculos a la propuesta de regionalización. Otro tópico explorable en los debates sobre la regionalización es su concepción como punto final y profundización del proceso de descentralización política, administrativa y fiscal que el país ha vivido desde mediados de la década de los 80. Cuando se presentó por parte de Fals la ponencia mencionada, había transcurrido un quinquenio de la reforma municipalista. El país presenciaba la elección popular de alcaldes en los municipios en un marco de ampliación de entrega de competencias y recursos a las entidades territoriales. La descentralización, sobre la que existían inmensas expectativas, al ser concebida como herramienta fundamental en un modelo de desarrollo que acercaría el estado a los ciudadanos en beneficio de estos para una mayor eficiencia y eficacia en la satisfacción de necesidades básicas, empezaba a generar preguntas sobre los balances finales de las finanzas de los entes territoriales. En efecto, ante este desbalance entre el valor de las competencias asignadas y el total de los recursos (propios y de transferencias) desde las esferas del gobierno central, se impulsaba como compensación el alto endeudamiento municipal que años más tarde entraría en crisis. Por lo demás los problemas de diseño hacían pensar en el agravamiento de las desigualdades regionales.

2 Orlando Fals Borda (2007), Hacia el socialismo raizal y otros escritos. Ediciones CEPA y Ediciones desde abajo. Bogotá.

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Un proceso de regionalización podría verse inmerso en una visión nacional marcadamente fiscalista, presionada por los recurrentes déficits de las finanzas públicas nacionales, tal como han sido diseñadas las dos grandes reformas que ha sufrido el sistema de transferencias de la Nación a los entes territoriales. Así que a las propuestas de regionalización les han faltado finanzas. No están nada claras las cuentas en momentos en que la Nación ha fortalecido un sistema fiscal regresivo y marcadamente centralista y la real autonomía de los entes territoriales aún se cuestiona por la alta dependencia local que aun existe de las finanzas nacionales. Por ello es recomendable en el debate que busca la regionalización y mayor autonomía de las regiones pasar el filtro fiscal. Cuando se trata en últimas de buscar mejor calidad de vida para la población, superar la condición de atraso económico relativo tanto nacional como regional, de consolidar una base productiva competitiva internacional, pero incluyente, de superar la condición de pobreza de prácticamente la mitad de los habitantes y consolidar la golpeada democracia, como es el caso de Colombia, se requiere –pienso- el trabajo mancomunado de los distintos niveles de gobierno y grandes sinergias sociales buscando consensos, sin cohesiones amorfas, para las transformaciones esperadas. Las justas y democráticas reivindicaciones de las regiones pobres de Colombia seguramente requerirán procesos y alternativas bien distintos a los surgidos de reivindicaciones autonómicas en estados multinacionales o en naciones industrializadas con regiones con economías poderosas interesadas en romper principios basados en la equidad, la corresponsabilidad y la solidaridad en la atención nacional a las regiones rezagadas. Para terminar, quisiera proponer dos cosas que pienso pueden ser el mejor homenaje que se rinda a Orlando Fals Borda, esa gran figura de la Latinoamérica de la segunda mitad del siglo XX que buscaba un pensamiento propio en contraposición a las acentuadas teorías desarrollistas. La primera, sugerir la profundización de la integración regional del Caribe colombiano en oposición a su languidecimiento. Los tiempos han cambiado y han

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entrado a operar con la globalización fuerzas centrífugas que hacen ver en la distancia los ya históricos procesos de integración que caracterizaron la región. Retomar, mientras se conocen propuestas refinadas para la regionalización, la senda de la integración caribe, a través de redes sociales, empresariales e institucionales para el intercambio, la cooperación y la búsqueda de propósitos comunes, es la propuesta. Que no sorprendan, entonces, iniciativas que tiendan a fracturar esta región, que existe –debemos reconocerloa pesar de su inexistencia como ente territorial; iniciativas como la de conformar dos o tres regiones en la planicie caribeña o de conformar entre Antioquia y Córdoba una sola región. La segunda, quisiera sugerir al Banco de la República, al Observatorio del Caribe y a los organismos regionales que han liderado la creación de un Fondo de Compensación Regional para superar las pronunciadas disparidades regionales, que éste lleve el nombre de Orlando Fals Borda, en vista de la clara coincidencia entre la idea de crear fondos de compensación territorial, planteada por Fals en el documento analizado, y la propuesta contenida en el Compromiso Caribe, resultado de los Talleres del Caribe colombiano realizados durante todo 2007 en los 8 departamentos de la región. El Fondo de Compensación Regional, como lo proponen quienes han desarrollado la propuesta, contribuiría a la superación de la brecha del inmenso corredor costero de Colombia (las dos costas) donde se presenta un alto porcentaje de la población colombiana en condición de pobreza, donde han sido insuficientes los recursos del Sistema General de Participaciones y se presentan debilidades productivas que impiden a los entes territoriales contar con una mayor capacidad fiscal. En este corredor los municipios disponen de menos recursos (21%) que el resto de municipios para atender las necesidades de su población. Qué mejor que este Fondo, llamado a compensar esta situación, sea bautizado con el nombre de Orlando Fals Borda quien será, por mucho tiempo, como lo anota Gerardo Ardila en su ponencia, un referente obligatorio en el campo del ordenamiento territorial. Podría ser una contribución a la memoria del querido maestro Orlando.

Fals Borda: Hombre icotea y sentipensante1 Víctor Manuel Moncayo Cruz En conversación sostenida diez meses antes de su fallecimiento,2 el maestro Orlando Fals Borda hizo de nuevo alusión, con muchos detalles anecdóticos, al vocablo sentipensante, con el cual hemos querido calificarlo para arropar los textos que se reúnen en este libro, que representa el homenaje que CLACSO no pudo rendirle en vida, como era su propósito. En la cultura del Caribe colombiano y, más específicamente, en la cultura ribereña del río Grande de La Magdalena, que rinde sus aguas al mar Atlántico, el hombre-hicotea,3 que sabe ser aguantador para enfrentar los reveses de la vida y poder superarlos, que en la adversidad se encierra para volver luego a la existencia con la misma energía de antes, es también el hombre sentipensante que combina la razón y el amor, el cuerpo y el corazón, para deshacerse de todas las (mal) formaciones que descuartizan esa armonía y poder decir la verdad, tal y como lo recoge Eduardo Galeano en el Libro de los Abrazos, al rendir homenaje a los pescadores de la costa colombiana. Fals Borda, en el fandango o rueda de cumbión de su vida – para rememorar igualmente el sentido colectivo de la música y de los bailes que son expresión

1 Presentación de la antología de Orlando Fals Borda (2009) Una sociología sentipensante para América Latina/ Orlando Fals Borda; compilador Víctor Manuel Moncayo. Bogotá, Siglo del Hombre – Clacso. 2 Orlando Fals Borda falleció en Bogotá D.C. el 12 de agosto de 2008. El viernes 19 de octubre de 2007, en conversación con Rafael Bassi, a propósito del compositor José Benito Barros, se extendió en referencias a la cultura popular del Caribe colombiano y, en particular, al hombre-hicotea y al concepto de sentipensante. El Heraldo. Barranquilla, Colombia, diciembre 8 de 2008. 3 Noción explicada por el propio Fals Borda en la conversación citada. 4 Nos referimos, entre otros textos, a la obra El hombre y la tierra en Boyacá: Bases sociológicas e históricas para una reforma agraria (Bogotá, Antares/ Documentos Colombianos. 1957), de la cual incluimos en este libro el capítulo XI. 5 La violencia en Colombia. Estudio de un proceso social, Tomo I, Bogotá, Tercer Mundo, 1962.

de las combinaciones étnicas presentes en las tierras de Loba y del San Jorge, de la Mojana y la Depresión Momposina, que siempre admiró y ponderó por su riqueza autóctona-, en muchas ocasiones, como la hicotea, hubo de internarse en la reflexión para renacer y reaparecer sentipensante en la acción decidida y enérgica. Así entendemos sus años iniciales de formación académica y de investigación empírica, que lo llevaron luego a abrazar románticamente la posibilidad de una transformación de la estructura agraria,4 y a contribuir, de manera esencial, a ese verdadero hito del análisis social e histórico que constituye La violencia en Colombia5 por cuyo contenido lo satanizaron las clases y sectores dominantes. a g u a i t a - DIECINUEVE - VEINTE / diciembre 2 0 0 8 - Junio 2 0 0 9

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El mismo signo tiene el momento en que se vio forzado a separarse de la primera escuela de sociología en Latinoamérica, que había fundado y organizado en la Universidad Nacional de Colombia, en compañía de su entrañable amigo, el inolvidable cura Camilo Torres, del cual emerge con fuerza en múltiples empresas de investigación, acción y participación6 con las comunidades indígenas, campesinas y, en general, populares, y con grupos de pensamiento articulados alrededor de La Rosca de Investigación y Acción Social, la Revista Alternativa, la Fundación para el Análisis de la Realidad Colombiana, Fundarco, o la Editorial Punta de Lanza. Idéntico carácter encontramos en la circunstancia represiva de esa otra “seguridad”, llamada entonces “nacional”, de finales de los años setenta y comienzos de los ochenta, que los llevó a prisión, a él y a su compañera María Cristina Salazar, de la cual también salió fortalecido al unirse con los grupos y movimientos que luchaban por la liberación de los presos políticos, contra el Estado de Sitio y el Estatuto de Seguridad, hasta llegar a la Constituyente de 1991 que escuchó su voz en favor de las heterogéneas comunidades que la categoría nacional del capitalismo ahoga y somete, como lo evidencia su preocupación permanente por la redefinición del ordenamiento territorial que, a pesar de estar consagrado normativamente, no ha podido tener aún ni un mínimo desarrollo, y para asumir posteriormente el compromiso con un nuevo proyecto de izquierda democrática,7 al cual sirvió hasta el momento de su muerte. Y el mismo rasgo lo observamos en aquella última emergencia hospitalaria que por horas lo alejó de la vida, de la cual, como él mismo lo dijera, “los médicos me resucitaron…para poder actualizar mi libro La subversión en Colombia, actualización que constituye uno de sus últimos escritos.8 Por esas razones, entre muchas otras, Fals Borda adelantó tanto una obra teórica como una acción política, que se extiende y cubre de manera cualificada buena parte de la historia nacional colombiana –de la segunda mitad del siglo XX a los inicios angustiosos de este siglo XXI que hemos empezado a trasegar-, desarrollada hasta el final de su existencia, pues, como buen costeño sentipensante, por encima de sus desfallecimientos físicos, siempre se erguía su vitalidad revolucionaria y su compromiso social.

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Orlando Fals Borda con Camilo Torres. Foto: El Espacio

Es así como, por ser su obra tan vasta, amplia y multiforme, entendimos que desbordaba las posibilidades mismas de la reducción antológica, y que lo importante no era pretender reunir los que consideráramos sus principales escritos, sino más bien mostrar a los lectores los elementos centrales de su trayectoria vital, como la mejor invitación a estudiarlo. Por ello, lo que se encuentra reunido en este libro es una simple colección de textos que revela, de alguna manera, su itinerario teórico-político, con las obvias limitaciones, dificultades y deficiencias de toda selección. No es, por lo tanto, ni siquiera un esbozo de su biografía intelectual, que otros con rigor, conocimiento y suficiencia vienen adelantando.9 6

Como es sabido, Fals Borda construyó una tendencia metodológica en ciencias sociales, conocida como Investigación-AcciónParticipación, (IAP). 7 Se trata del Partido Polo Democrático Alternativo, (PDA), del cual fue Presidente Honorario hasta su muerte. 8 Véase la misma conversación mencionada en la nota 2. El maestro Fals Borda, luego de participar en una manifestación política, a causa de la lluvia contrajo una neumonía y conducido a un hospital, lo declararon muerto y lo trasladaron a la morgue. Por fortuna, su sobrina médica observó que aún tenía signos vitales y, tras un tratamiento de choque, volvió a la vida. El texto de esa actualización del libro La subversión en Colombia, se incluye en el presente libro. 9 Nos referimos, por ejemplo, a los trabajos que, en este sentido, realiza el investigador colombiano Alexander Pereira Fernández, de quien se publicó el artículo, “Orlando Fals Borda: la travesía romántica de la sociología en Colombia” en la revista Crítica y Emancipación, 3. Buenos Aires, Clacso, 2009.

En lo puramente biográfico, optamos por incluir unas notas inacabadas del propio maestro,10 que sólo nos llevan hasta el umbral de sus estudios universitarios en los Estados Unidos de América, adelantados gracias a una beca que logró conseguir su madre, y en el transcurso de los cuales cursó también música, piano y canto, y hasta llegó a integrar el grupo de tenores de la Universidad, de manera tal que, según su propia expresión, “lo sociológico fue uniéndose al arte”. Para dar cuenta de su etapa inmediatamente posterior, nada mejor que un capítulo de uno de sus textos en el cual se muestra convertido en verdadero “campesino de los Andes”11, como lo manifiesta el título de la que es considerada como la primera obra de la sociología colombiana, fruto de su investigación empírica y participativa en la población de Saucío, el libro El hombre y la tierra en Boyacá, escrito luego de aquella investigación pionera, que contiene el esquema de sus ideas para una reforma agraria, con la cual se comprometió, en la creencia, luego rectificada, de que era posible una transformación desde arriba, gracias a una acción ilustrada que moviera a algunas élites hacia la modernización. Sin duda, ese primer enfren­t a­m iento con la realidad fue la cantera inicial de sus investigaciones y de sus posiciones teórico-polí­ticas. Como muchos lo han advertido, encontramos en ese momento a un Fals Borda que ha abrevado en la escuela estructuralfuncionalista y que, siéndole fiel, empieza por el estudio de caso, pero se sitúa a mitad de camino entre la teoría y el empirismo propiamente dicho, para unirse a la tendencia de muchos otros sociólogos latinoamericanos de corte demoliberal y evolucionista, del indispensable tránsito de lo tradicional a lo moderno. A partir de lo que representaron esos primeros pasos, Fals Borda completa su panorama del problema nacional agrario, contribuyendo a su historia12, incluso planteando el análisis en términos de modos de producción, aun cuando no puede afirmarse que se haya aproximado, en ese momento, a la obra de Marx. Se trata de una construcción muy propia, cuya apoteosis se encuentra en la Historia Doble de la Costa, de la cual incluimos apenas una pequeña muestra, sobre todo, para subrayar la metodología del doble canal que, en términos de la musicalidad que afloraba siempre en sus escritos, le otorgaba al análisis un carácter “estereofónico”.13 En efecto, como bien lo explica uno

de sus biógrafos, la Historia Doble es una verdadera obra de sociología histórica escrita “desde el punto de vista de los vencidos”, en la cual de “una manera polifónica… se intercalan las voces del autor con las de los sujetos investigados, al modo de un canto coral, música en la que Fals Borda era experto”.14 Cuestión muy distinta es la que tiene que abordar Fals Borda en el conjunto de análisis y estudios sobre la violencia liberal-conservadora,15 aunque tiene una necesaria conexión lógica con sus preocupaciones agraristas iniciales. Es en ese momento en el cual podría decirse que encuentra los límites del método estructural-funcional, pues pese a que lo utiliza como ejercicio teórico-conceptual, reconoce la necesidad de “coordinar” esa orientación con las teorías del conflicto y de los valores sociales, lo que lo lleva a apreciar, por 10

Páginas que gentilmente nos ha suministrado Alexander Pereira Fernández. 11 En la misma conversación mencionada en la nota 2, Fals Borda decía que “en esos años fue tanta la compenetración con los habitantes de los altiplanos cundiboyacense y nariñense, que cuando abandonó la zona de Saucío se encontró vistiendo la típica ruana paramuna, hablando con el “acento rústico” de los campesinos, segando trigo, extrayendo papas de la tierra y jugando turmequé”. 12 Historia de la cuestión agraria en Colombia. Bogotá, Punta de Lanza, 1975. 13 Historia Doble de la Costa. Bogotá, Carlos Valencia, 1986, de la cual hemos incluido el capítulo 5 titulado “Los embrujos del Sinú-Riqueza agrícola y explotación humana”. 14 Alexander Pereira Fernández, op.cit. 15 La violencia en Colombia. Estudio de un proceso social, Tomo I, Ediciones Tercer Mundo, Bogotá. 1962.

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Posición política que no sólo asumió en ese escrito, sino en forma simultánea, en unión de otros intelectuales que, por la época, conformaron una “Comisión de Paz Independiente”, al reaccionar a la negativa gubernamental que les negó el permiso para entrevistarse con los campesinos insurgentes en Marquetalia, en estos términos que bien podrían repetirse hoy frente a la realidad del conflicto no resuelto en que está sumida la sociedad colombiana:

Grupo AIP en Tres Palmas buscando una foto de María Barilla. De izquierda a derecha: de pie, Roger Serpa y Rosario Movilla; sentados: Enrique Mendoza, Orlando Fals y Albio Martínez.

ejemplo, cómo “la “violencia dejó su antifaz político y tomó un cariz eminentemente económico”, e incluso a vislumbrar, de manera premonitoria, que esa violencia estudiada encerraba “las bases del nuevo conflicto que en sus cauces cismogenéticos normales ya se está gestando” y que en el fondo se trataba de “los mismos temas de antes de la “violencia” pero en otro contexto”16 Esa premonición la confirma al analizar el impacto causado por el primer volumen de La violencia en Colombia: “En muchas regiones donde parece muerta, la violencia sigue viva en forma latente, lista a expresarse por cualquier motivo, como las brasas que al revolverse vuelven a encenderse”.17 Fals Borda disecciona todas las opiniones negativas y positivas sobre el primer volumen de la obra, para concluir, siguiendo a Lerner, que la publicación había sido trascendente por muchas razones, pero, en especial, porque desnudó cómo la violencia entraba en una peligrosa etapa latente que contenía la semilla de futuros problemas sociales: no se reconocía, sino que se negaba y, por esa vía, se racionalizaba “la inercia culpable de no poder actuar eficazmente en la solución de los problemas básicos de estructura que están en la raíz del fenómeno. Pues mientras no se resuelvan tales problemas, seguirá la violencia en sus múltiples formas.”18 136

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Pueda ser que no se reanude el holocausto de vidas y bienes que acompaña a la violencia. Violencia cuyas causas no residen fundamentalmente en factores como la propaganda de ideología alguna, sino en la miseria y el desamparo en que se ha mantenido a gran parte de la población colombiana. Cualquier tipo de acción que se proponga para la reincorporación de estas áreas a la vida normal del país, lejos de ser represivas, deben partir de la elemental defensa de los derechos humanos, dando prelación al plan que vaya a la raíz económica y social del fenómeno.19

Sin ser lineales ni, mucho menos, deterministas, el efecto de sus intervenciones investigativas, en especial aquella sobre la violencia en Colombia, aguza en Fals Borda su urgencia por racionalizar el papel que, como intelectual, debía desplegar frente al orden social vigente. Asume, en consecuencia, una revisión rigurosa de las tendencias de la “sociología comprometida”, de la mano de los protagonistas de la época en el campo de las ciencias sociales20 y de instituciones pioneras en ese campo, como los espacios académicos organizados en las Universidades de Argentina y Venezuela, similares al que había contribuido a formar en la Universidad

16

Véase el capítulo XIII de La violencia en Colombia. Estudio de un proceso social, Tomo I, Bogotá, Tercer Mundo, 1962, incluido en este libro. 17 Véase “Introducción” a La violencia en Colombia. Estudio de un proceso social, Tomo II, Bogotá, 1964. De este existe una reedición en Bogotá, Taurus, 2005. 18 Véase “Introducción” a La violencia en Colombia. Estudio de un proceso social, Tomo II, Bogotá, 1964. De este segundo existe una reedición en Bogotá, Taurus, 2005. 19 El Espectador, Bogotá, 3 de mayo de 1964. 20 En el Capítulo 4, “La crisis, el compromiso y la ciencia” de la obra Ciencia propia y colonialismo intelectual. México, Nuestro Tiempo, 1970, incluido en este libro, Fals Borda menciona su acercamiento a los trabajos de Luiz A. Costa Pinto, Jorge Graciarena, Torcuato S. di Tella, Rodolfo Satvenhagen, Pablo González Casanova, Eliseo Verón, Theotonio dos Santos y Aldo Solari, entre otros.

Nacional de Colombia o en centros especializados como FLACSO en Santiago de Chile, CLACSO en Buenos Aires o el Centro Latinoamericano de Pesquisas em Ciencias Sociais de Río de Janeiro. Repasa las tendencias metodológicas de “observación-participación”, de “observación-intervención” y de “observación-inserción”; se acerca a las tendencias del “compromiso”, en diálogo con la obra de Sartre, Marcuse y Gorz. En fin, apunta a la construcción de su método Investigación-AcciónParticipación, que luego elabora, insinuándose ya en su obra una mayor aproximación a la de Marx, pues al fin y al cabo encuentra en las Tesis sobre Feuerbach, la primera articulación formal del paradigma de la ciencia social crítica. Si pudiera hablarse de ruptura, es en este tiempo cuando se produce, para luego dar los frutos que se recogen en el Simposio Mundial de Cartagena, Crítica y Política en Ciencias Sociales, celebrado en 1977, y en otros textos incluidos en esta obra.21 Paralelamente, Fals Borda entiende la importancia de mirar el conjunto de la problemática latinoamericana, en términos de sus procesos revolucionarios inconclusos, lo que le permite encarar, en toda su crudeza, el valor altruista de la subversión. Hay en esta nueva perspectiva una gran distancia frente al evolucionismo demoliberal de los años cincuenta, que tiene ahora como telón de fondo la preocupación por la causas estructurales del conflicto que le revelaron los estudios sobre la violencia en Colombia, para aseverar que “muchos subversores no pretenden “destruir la sociedad” porque sí, como un acto ciego y soberbio, sino más bien reconstruirla, según novedosas ideas y siguiendo determinados ideales o “utopías”, que no acoge la tradición.”22 Hay, por lo tanto, espacio para su propuesta de socialismo raizal, y

para ambicionar un Quinto Orden que nos libere de la “boa constrictor de la guerra” y que detenga “la espiral de nuestra violencia ancestral”. Fals Borda era ante todo opti­mista y en este estado emocional vivió hasta el fin de sus días, pues entendía que A diferencia de aquellas viejas generaciones centristas acomodadas, la Generación Activa y Sentipensante actual ha logrado acumular prácticas y conocimientos superiores sobre la realidad nacional y puede actuar mejor en consecuencia. No ha temido salir al terreno a pesar de los peligros e incomprensiones, y volver a aprender con gusto y ánimo sobre nuestro especial entorno tropical, combatiendo el tradicional colonialismo intelectual y político ante los norteños, y redescubriendo las culturas y tradiciones regionales y provinciales de nuestros pueblos de origen: los aborígenes, los afrocolombianos, los campesinos antiseñoriales provenientes de España, y los colonos internos. Y son respetuosos de los valores fundamentales de éstos, que debemos remozar y proyectar hacia el presente y el futuro, como pegante ideológico del socialismo raizal o Kaziyadu que adviene sin tregua.23

Ese es, a grandes rasgos, el maestro Fals Borda a quien solamente de nombre cuando ingresamos a la Universidad Nacional, en el momento en que construía la primera escuela de sociología en Colombia y en Latinoamérica, a comienzos de los años sesenta; cuya obra leímos después, cuando volvió a encenderse el conflicto colombiano a partir de las brasas no extinguidas de la primera violencia, como proféticamente lo advirtió desde 1964, y a quien, ya 21

Nos referimos a: a) “Como investigar la realidad para transformarla” (Introducción al libro El problema de cómo investigar la realidad para transformarla. Tercer Mundo, Bogotá.1979. b) “Experiencias teórico-prácticas” (Parte III del libro Participación popular. Retos del futuro Ed. ICFES/IEPRI/COLCIENCIAS, Bogotá. 1998) y c) “El tercer mundo y la reorientación de las ciencias contemporáneas.” (En Revista Nueva Sociedad, 107. Mayo-junio 1990). 22 Véase “La subversión justificada y su importancia histórica” (Capítulo 1 del libro Las revoluciones inconclusas en América Latina: 1809-1968. México, Siglo XXI, 1968), “Las revoluciones inconclusas en América Latina” (Capítulo 5 del mismo libro Las revoluciones inconclusas en América Latina: 1809-1968. “Elementos ideológicos en el Frente Unido de Camilo Torres, ayer y hoy” (Camilo 40 Aniversario, Bogotá. 2006. Consulta electrónica: Camilo Torres 40 aniversario. Un vino por Camilo), en http:// www.internacionalistas.net/camilo/index.html 23 “Lo que va de ayer a hoy y el ritmo social de la historia” (Prólogos de 1967 y 2008 y epílogo de 2008 al libro La subversión en Colombia. El cambio social en la historia. Bogotá, FICA – CEPA, 2008, texto incluido en este libro.

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la conmemoración de un aniversario más de nuestra Alma Mater, con estas palabras que quiero repetir a manera de colofón de esta presentación de algunos de sus textos: Maestro: usted ha vivido en esta Universidad hace más de cuarenta años y la ha hecho vivir con su práctica siempre comprometida. Quienes lo conocimos allí, al frente de la otrora Cafetería Central, en la naciente Facultad de Sociología, al lado de Camilo, Umaña, Pears y otros más, oíamos las dudas que siempre existen para los desinformados u maledicientes, que se apoyaban en su formación en universidades estadounidenses o en sus convicciones religiosas para, de manera irresponsable, vincularlo a agenciase extranjeras. Qué gran mentís supo darle a esas absurdas conjeturas. Supo quién fue Camilo, a quien recordamos ahora en este último ejemplar de la serie de historia de la Universidad, y frente a su opción respetó su convicción, pues conocía su fe altruista en la bondad final e intrínseca del cumplimiento de su deber como sacerdote y como colombiano en la lucha por la justicia social, como nos lo recordó hace unos años. Ha sido muchas veces “punta de lanza”, claro está no violenta, de muchas acciones y organizaciones sociales y políticas, siempre asociadas a la investigación social que, como ahora, cuentan con su compromiso insospechable. Como nos lo recordaban algunos académicos hace unas semanas, cuántas alternativas ha promovido y cuantas más esperan contar con su experiencia y su sapiencia. En estos momentos de confusión, su voz y su acción siguen siendo definitivas. La Universidad se enorgullece de tenerlo entre los suyos y por eso lo enaltece una vez más.”�24

Foto de Rubén Darío Otálvaro Sepúlveda, Archivo Magazín del Caribe.

en los últimos años, acompañamos en las tareas sin tregua de su incancelable compromiso político con la transformación de la sociedad colombiana. Ese es el hombre hicotea y sentipensante a quien tuve el orgullo de dirigirme en la siempre recordada noche del 22 de septiembre de 2002, en

24

Aparte de la intervención del autor de esta presentación, en su condición de rector de la Universidad Nacional de Colombia, en la fecha indicada, con ocasión del ingreso del maestro Fals Borda a la Orden del Rector magnífico Gerardo Molina. Véase, Víctor Manuel Moncayo, Universidad Nacional: espacio crítico. Reflexiones acerca de una gestión rectoral. Bogotá, Aurora, 2005: 79.

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La Cueva y sus poéticas visuales Por Álvaro Medina

La rivalidad entre pueblos hermanos ha sido una constante de la historia. Una de las más legendarias se produjo en la Italia del Renacimiento, cuando Florencia y Venecia se enfrentaron amistosamente alegando, cada una, poseer la mejor escuela pictórica de la época. Los florentinos, representados por el genio de Miguel Ángel, eran dados a magnificar los volúmenes y consideraban por lo tanto que un pintor debía, ante todo, saber dibujar y manejar el espacio. Los venecianos, representados por el Ticiano, no menos genial en sus creaciones, alegaban que la buena pintura dependía básicamente del color. La discrepancia de teorías no era cuantificable, así que los historiadores han terminado por admitir que las dos posiciones eran y son absolutamente válidas, lo cual quiere decir que no las podemos considerar excluyentes. Dicho de otro modo, se puede admirar a Miguel Ángel y exaltar al mismo tiempo la obra del Ticiano. Me estoy refiriendo a la polémica que tuvo lugar en un país culto, en el apogeo de su creatividad artística. Es oportuno mencionar el detalle, porque la rivalidad

entre pueblos hermanos ha sido motivada, en otros casos, por razones de competencia comercial, de productividad agrícola o comercial, incluso por juegos entre atletas en el campo deportivo. Hablo de rivalidad, no de guerra. Verdad es que hay y ha habido guerras fratricidas. En Colombia sabemos mucho de esto, ya que hemos tenido muchas guerras civiles, declaradas y no declaradas, y resulta que toda guerra civil es una guerra fratricida, o guerra entre hermanos imbéciles. Aparte el hecho de afirmar que todos nosotros, por inteligentes que seamos, nos comportamos como redomados imbéciles varias veces en la vida, quiero dejar claro en estas líneas que mi tema es la rivalidad creativa y no la guerra destructora. En mi niñez, en los años cincuenta, Barranquilla y Santa Marta se miraban con celos a la hora de jugar fútbol, divergencia amistosa que Barranquilla y Cartagena definían en los diamantes de béisbol. Hoy, cuando los estadios se convierten a veces en frentes de guerra a muerte, es grato recordar que las rivalidades de entonces se resolvían con goles o con carreras anotadas, seguidos de aplausos, muchos vivas y rara vez un abajo. A propósito de rivalidades, yo soy barranquillero, pero me encanta recordar que nací en la calle Cartagena, no otra que la número 63, que baja del barrio Recreo al barrio Boston, donde mi padre construyó la casa familiar. En la avenida 20 de Julio o carrera 43, límite entre Recreo y Boston, funcionó La Cueva en esos mismos años cincuenta. El bar se ha vuelto legendario porque, sin discriminación ni celo, estimuló una actividad cultural sin precedentes en la región Caribe colombiana. Esa actividad tuvo sus prometedores inicios en la calle San Blas, en la sede de la Librería Mundo. La librería pertenecía a Jorge Rondón, un

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hombre culto y emprendedor que le abrió campo en sus locales al semanario Crónica, la publicación semanal que embutió de lleno a Gabriel García Márquez en la literatura. Rondón fue también el editor de Todos estábamos a la espera, el primer libro de Álvaro Cepeda Samudio. La creación cultural de la Costa entraba así en una nueva etapa, fulgurante en cuanto involucró y potenció las artes plásticas, de escasas resonancias hasta entonces en la región. La Cueva fue la sede operativa de hitos que han tenido proyección internacional, logro que fue posible gracias a la convergencia de creadores de gran talento de Barranquilla y Cartagena, las ciudades que, con sus equipos, se jugaban el todo por el todo en los estadios Tomás Arrieta y Once de Noviembre. Yo recuerdo que el enfrentamiento deportivo casi cotidiano le dio alas y mucha audiencia a un programa de radio que transmitían, en cadena, las Emisoras Unidas de Barranquilla y la Emisora Fuentes de Cartagena. Se transmitía a las 12:30 del día y enfrascaba en sesudas discusiones, durante casi media hora, a los comentaristas más agudos de las dos pequeñas urbes, empeñados siempre en la tarea de demostrar que los peloteros de sus localidades respectivas eran los mejores. El chovinismo suele ser moneda corriente en el deporte, la economía, la política y la religión, y bicho raro en la cultura. Míos de mi corazón son el poeta griego Homero y el cinematografista japonés Akiro Kurosawa, el dramaturgo inglés William Shakespeare y el anónimo arquitecto maya de Tikal, en Guatemala, el compositor francés Eric Satie y el escritor argentino Jorge Luis Borges, el pintor español Pablo Picasso y el novelista ruso León Tolstoy, el escultor norteamericano Alexander Calder y el cuentista francés Guy de Maupassant. La cultura se globalizó muchos años antes de la invención de la máquina de vapor y por eso quiero referirme, en este estrado, a la buena relación que los cartageneros Nereo López, Cecilia Porras y Enrique Grau establecieron en la segunda mitad de los años cincuenta con los barranquilleros Alejandro Obregón y Álvaro Cepeda Samudio, que como bien se sabe no nacieron en Barranquilla, pero allí dieron lo mejor de sus talentos. El encuentro de unos y otros se produjo al calor del ambiente que Eduardo Vilá Fuenmayor creó en La Cueva, de la que era propietario.

Para entrar en materia toca definir antes los ciclos que en su desarrollo tuvo el llamado Grupo 140

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Álvaro Cepeda, Cecilia Porras, Alejandro Obregón y un amigo, alrededor del cuadro de Antonio Roda.

de Barranquilla. En Poéticas visuales del Caribe colombiano al promediar el siglo XX, de reciente publicación, estudié el asunto y concluí que sus actividades se pueden dividir en tres fases y cito: a) La primitiva (1945-1949), nucleada en torno a escritores y periodistas de la vieja guardia como eran Ramón Vinyes y Fuenmayor padre [José Félix]. La animaban Bernardo Restrepo Maya, Rafael Marriaga, el librero Jorge Rondón y otros intelectuales. Esta fase contó con la temprana presencia de jóvenes como Germán Vargas y Fuenmayor hijo [Alfonso]. b) La legendaria, inmortalizada en Cien años de soledad y en consecuencia la más estudiada. Concluye definitivamente en enero de 1954, cuando García Márquez se va a trabajar a Bogotá y entra a trabajar en El Espectador. Sus aportes están ligados al estrecho círculo de Crónica [con la participación de Alfonso Fuenmayor, Germán Vargas, Álvaro Cepeda Samudio y Orlando “Figurita” Rivera]. c) La fase brillante (1954-1965), con epicentro en La Cueva, bar situado en El Recreo, barrio residencial hoy de capa caída que en la época estaba habitado por un nutrido grupo de prósperos comerciantes árabes. Los numerosos logros de esta fase son claramente diferenciables de los sucedidos en la fase primitiva, ya que sus protagonistas contaron con la dinámica creada por el amplio y heterogéneo círculo de La Cueva110.

110

Medina, 2008: 151.

La periodización anterior me permite señalar que, en general, se han confundido las creaciones y aportes de la fase legendaria, cuyos protagonistas quedaron inmortalizados en el penúltimo capítulo de Cien años de soledad, con las creaciones y aportes de la fase brillante. En la primera campeó la literatura, con la publicación en Crónica de cuentos de García Márquez y Cepeda Samudio; en la segunda primó, la pintura ampliamente, y digo primó porque la literatura tuvo aportes relevantes con la publicación en 1954 de Todos estábamos a la espera, el libro de cuentos de Cepeda, y la aparición en 1962 de La casa grande, su única novela. Desde el punto de vista estrictamente creativo, los protagonistas principales de la fase legendaria son García Márquez y Cepeda, y los de la fase brillante son Cepeda nuevamente y el pintor Alejandro Obregón. Por afición, decisión y empeño de Álvaro Cepeda Samudio, la pintura adquirió la relevancia que nunca antes había tenido, gracias a la gestión que el entonces joven escritor desarrolló desde el Centro Artístico. La pintura adquirió importancia a partir de tres decisiones fundamentales que el narrador y sus amigos impulsaron con entusiasmo: 1) Remplazar el Salón de Artistas Costeños que, por iniciativa oficial del Departamento del Atlántico, se realizaba desde 1945, con un Salón Nacional auspiciado por la empresa privada. 2) Transformar ese Salón Nacional en un Salón Interamericano. 3) Crear y fortalecer la pinacoteca de La Cueva. La creación del Salón Nacional se concretó en 1955 y de cierta manera fue una dura crítica a la clausura,

Ilustración de Orlando “Figurita” Rivera para un cuento de Álvaro Cepeda.

por decisión de un gobernador militar nombrado por el general y dictador Gustavo Rojas Pinilla, del Salón de Artistas Costeños. El último de esos salones regionales se realizó en 1953, poco antes del golpe militar. La suspensión definitiva se produjo al año siguiente, en 1954. Con motivo del cincuentenario de la creación del Departamento del Atlántico, en 1955, el Centro Artístico resolvió unirse a los festejos convocando a un Salón Nacional, experiencia que se repitió en 1959. Algunos de los ganadores en los salones regionales fueron Alejandro Obregón, Enrique Grau, Cecilia Porras y Orlando “Figurita” Rivera, los ganadores de los salones nacionales fueron Ignacio Gómez Jaramillo, Alejandro Obregón, Enrique Grau y Fernando Botero. Se concluye, en uno y otro caso, que los galardones fueron otorgados a artistas de talla, el menos conocido de los cuales es “Figurita”. Pero “Figurita” no fue ningún pintado en la pared. Rara combinación de bacán y camaján, además de marihuanero empedernido, bailarín, pintor y publicista que, en ocasiones, se hundió en la indigencia, al pintor barranquillero (éste sí, nacido en Barranquilla) se debe el carácter de La Cueva como centro promotor del arte contemporáneo. El primer antecedente de un bar de intelectuales bebedores, que aceptó la idea de exhibir pinturas en sus muros, es El Automático de Bogotá. La iniciativa vino de un pintor sin galería, cuando en Bogotá no había sino dos galerías de arte, que convenció al dueño del prestigioso café para que lo dejara colgar y vender sus cuadros. Ocurrió en diciembre de 1950 y en adelante se hicieron muchas más exposiciones gracias a la imaginación y a la audacia de ese pionero. Su nombre: Orlando “Figurita” Rivera. La idea tuvo eco en Cartagena, en julio de 1951, cuando Cecilia Porras abrió una exposición de temas marinos en el Café Metropol, y con fortuna aterrizó en Barranquilla, donde fue depurada por el mismo “Figurita” con la substancial colaboración de Álvaro Cepeda, Alejandro Obregón y Eduardo Vilá. La diferencia fundamental entre El Automático y La Cueva la da el hecho de que el establecimiento bogotano fungió de galería de arte comercial que cada cierto tiempo colgaba y descolgaba exposiciones, en general individuales, mientras que La Cueva reunió poco a poco una colección de su propiedad, sin afán de lucro, para gusto y placer de sus contertulios. Sin duda, fue la primera colección de arte contemporáneo

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abierta al público que hubo en Colombia, si bien es de reconocer que a La Cueva no entraba todo el mundo, no por arbitraria discriminación del dueño, sino porque no se oían rancheras ni tangos ni mambos ni chachachás ni merecumbés ni siquiera vallenatos, sino jazz y música barroca de Bach y Vivaldi, entre otros. La actividad de La Cueva en artes plásticas se puede resumir mencionando los acontecimientos que marcaron época. El primero fue la presencia permanente de Nereo, el fotógrafo oficial y extra oficial de los contertulios que allí se reunían. Nereo fue el protagonista casi único de La langosta azul, la película argumental que Luis Vicens dirigió en 1955 basado en un guión de Cepeda Samudio, en la que colaboraron, como asesores artísticos, Cecilia Porras (la actriz de la película) y Enrique Grau. Me permito afirmar que sin la presencia de Nereo, Cecilia y Quique Grau, cartageneros los tres, La Cueva no hubiera sido nunca lo que fue. El fotógrafo vivía en Barranquilla, los dos pintores la visitaban con asiduidad. En 1957 Nereo publicó en Cromos un reportaje gráfico que mostraba a Vilá y Obregón, escopeta al hombro, en una sesión de cacería. Debidamente enmarcadas, las fotos de Nereo fueron las primeras obras de mérito en ser colgadas en los muros del nuevo bar. Los tirajes exhibidos no eran profesionales, lo que les daba a los abigarrados conjuntos, de doce

Cecilia Porras. Ilustraciones para Todos estábamos a la espera de Álvaro Cepeda Samudio. 1954.

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Enrique Grau. Ilustración para un cuento de Gabriel García Márquez en Fin de Semana. El Espectador, 1948.

y más fotos bajo un mismo vidrio, un aire informal, como de recuerdos de familia. Las segundas obras que entraron a la colección fueron pintadas por “Figurita”, Grau y Cecilia, ya que Obregón no había vuelto aún a Colombia. Con su llegada en 1955, Alejandro le dio carácter a la colección, no en vano era el pintor colombiano más vanguardista y más sólido de su época. El segundo gran acontecimiento fue el retrato que Antonio Roda le hizo al grupo en 1957, motivo de una fiesta esplendorosa en La Cueva que Nereo registró con su cámara. Roda retrató, agrupados junto a una paloma, una copa y una botella etiquetada Ron La Cueva, a Alfonso Fuenmayor, Eduardo Vilá, Nereo, Germán Vargas, Álvaro Cepeda y Alejandro Obregón. Sabemos, gracias a los registros fotográficos que ya he mencionado, que Cecilia Porras estaba presente el día que se colgó el retrato colectivo del grupo. El tercero fue la realización, en 1958, del mural que Obregón pintó en el bar. En Poéticas visuales del Caribe 111

Medina, 2008: 164 “El II Anual de Pintura—La mejor exposición que he visto en Colombia”, El Heraldo, Barranquilla, 7 de abril de 1960: 14. 112

colombiano he escrito lo siguiente de ese mural: “Su tema es la Madre Tierra y está resuelto en dos partes: a la derecha hay una figura femenina frontal, de torso desnudo y cabellera de tocado vegetal; a la izquierda se alza una montaña-florero que tiene en la base un pez semejante al celecanto o pez fósil vivo, tema que Alejandro había pintado en Europa varios años antes. La composición y el tratamiento geométrico eran la continuación en pequeña escala del mural al fresco Simbología de Barranquilla, realizado en el edificio que el Banco Popular construyera en el paseo Bolívar” en 1956112. El cuarto gran acontecimientos fue la realización en 1959 del llamado Salón Anual de Barranquilla, al que siguió, un año después, el Salón Interamericano de Pintura. La convocatoria nacional se pudo ampliar y volver panamericana gracias a la colaboración de José Gómez Sicre, director de artes visuales de la OEA. La actividad contó siempre, de modo preciso y puntual, con el respaldo de Marta Traba, la joven crítica de arte que nos estaba enseñando a ver y comprender el arte contemporáneo. Fue precisamente en vísperas del Salón Interamericano de 1960 que Gómez Sicre descubrió en la puerta de La Cueva al pintor ingenuo Noé León, el ex policía santandereano que vivía en Barranquilla desde 1930. Noé realizaba una obra pictórica carente de ambiciones, copiando de cromos de almanaques y fotografías de revistas. Convencido de la calidad de su paleta, Gómez Sicre le sugirió pintar lo que veía a su alrededor, idea que nuestro primitivo aceptó sin tardanza. La obra resultante, El gran Luruaco, fue admitida en ese primer Salón Interamericano, como lo prueba una fotografía de

El Heraldo en la que Marta Traba y Alejandro Obregón aparecen admirando la pintura que cambió la vida del humilde ex policía. En entrevista concedida a El Heraldo, Marta declaró, por cierto, que en Barranquilla había visto la mejor exposición realizada en Colombia, afirmación rotunda que el periódico usó de titular112. El Salón Interamericano se realizó por segunda y última vez en 1963. Por los dos salones internacionales desfilaron artistas muy jóvenes de casi veinte países, que con el tiempo hicieron historia. Cabe mencionar la presencia de los venezolanos Jesús Rafael Soto y Alejandro Otero, los argentino Marcelo Bonevardi y Rómulo Macció, los ecuatorianos Aníbal Villacís y Enrique Tábara, los mexicanos Manuel Felguérez y José Luis Cuevas, el peruano Fernando de Szyzlo y el chileno Mario Opazo, que expusieron junto a consagrados de la talla del guatemalteco Carlos Mérida, el cubano Wifredo Lam, el chileno Roberto Matta y la boliviana María Luisa Pacheco. El quinto gran acontecimiento fue la apertura, en una sala contigua al bar, de la Galería Artes Contemporáneos. Eduardo Vilá la fundó para albergar el Salón Interamericano de 1963. Allí expusieron posteriormente Alejandro Obregón, Ángel Loockhart, Delfina Bernal, Julio Abril, Hernán Díaz, Nirma Zárate y muchos más. La suma de los ricos acontecimientos reseñados hasta aquí permitió reunir, poco a poco, una pinacoteca que tenía por centro el retrato colectivo que Antonio Roda le hizo al grupo y contaba, entre sus hitos, un mural, una xilografía y dos óleos de Alejandro Obregón, un óleo y varias caricaturas de Orlando “Figurita” Rivera, un óleo de Cecilia Porras, dos de Enrique Grau, un dibujo al carboncillo de Fernando

Enrique Grau. Ilustración para una crónica de Gabriel García Márquez. Lámpara, 1952.

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Botero, dos óleos de Luciano Jaramillo, decenas de fotografías de Nereo, la foto que Hernán Díaz le hizo a Marta Traba, un autorretrato y tres paisajes de Noé León, una pintura de Angel Loockhart y una de Delfina Bernal junto a cuadros firmados por muchos otros artistas, algunos de ellos extranjeros que pasaron por el bar de Vilá y quedaron encantados con el sitio. Pegados al cielo raso había una buena cantidad de afiches originales pintados a mano, anunciando exposiciones, conciertos y obras teatrales, productos de la época en que imprimir afiches era sumamente costoso y el trabajo artesanal solía suplir, con imaginación y pericia, la reprografía industrial. Los cinco acontecimientos descritos antes tuvieron un complemento significativo en la actividad que, como ilustradores de los textos de sus amigos escritores, desarrollaron los pintores. Enrique Grau ilustró “TubalCaín forja una estrella”, el tercer cuento que García Márquez publicó en su vida. El texto, no recogido en la compilación Ojos de perro azul, fue publicado en enero de 1948 en Fin de Semana, el suplemento semanal de El Espectador que dirigía Eduardo Zalamea Borda. Grau volvió a ilustrar a nuestro premio Nobel en 1952, con los tres dibujos que hizo para “La sierpe”, especie de crónica que mezcla realidad y ficción, texto seminal que Dasso Saldívar considera un claro antecedente del realismo mágico que el autor de Aracataca manejaría en “Los funerales de la mamá grande” y en Cien años de soledad113. En 1955 salió La hojarasca, con tapa a tres tintas diseñada por Cecilia Porras. Si comparamos esa tapa colorida y bien pensada con las que en general se acostumbraban en la incipiente industria editorial colombiana de la época, no hay duda que es excepcional. La misma Cecilia había ilustrado, en 1954, los cuentos que Cepeda Samudio reunió bajo el título de Todos estábamos a la espera. Libro excepcional por su calidad literaria y la excelencia de su presentación gráfica, el de Cepeda contó con siete dibujos de la pintora cartagenera, tres de los cuales eran retratos del escritor, detalle que obedecía al hecho de que el propio Cepeda aparecía como protagonista de algunos de esos cuentos. A Cepeda también lo ilustró “Figurita” Rivera, aunque indirectamente como vamos a ver, cuando el barranquillero se desempeñaba como dibujante de El Colombiano Literario de Medellín. En las páginas de ese magnífico suplemento, dirigido por Eddy Torres, Cepeda publicó una traducción de “Osamenta”, un

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cuento de William Faulkner que “Figurita” acompañó con un dibujo. La relación de artistas y escritores concluyó en 1972, cuando se publicó póstumamente Los cuentos de Juana del mismo Cepeda Samudio, con veinte ilustraciones a color de Alejandro Obregón. Para concluir quiero citar lo que he planteado sobre esas ilustraciones en Poéticas visuales del Caribe colombiano: “No sobra anotar que la sígnica de las imágenes, los colores brillantes, la amplitud de los planos, la síntesis gráfica y la simplicidad de las composiciones son rasgos que podemos conectar con los del inmenso mural que Alejandro Obregón pintó para una sede bancaria de la calle San Blas, el más grande que nos dejó con su firma”�. Debo agregarle, a esta última cita, el dato de que en esa misma calle de San Blas, casi al frente de la mencionada sede bancaria, quedaba la Librería Mundo de Jorge Rondón, anfitrión de la oficina de redacción de Crónica y editor del libro de cuentos de Cepeda. Como serpiente que se muerde la cola, esta historia concluye donde había comenzado, mas no sin antes proclamar que la unidad cultural de la región la ha hecho siempre fuerte y que debemos procurar acerarla.

Bibliografía Medina, Álvaro (2008), Poéticas Visuales del Caribe colombiano al promediar el siglo XX, Molinos y Velásquez, Bogotá. Saldívar, Dasso (1997), García Márquez—El viaje a la semilla. La biografía, Alfaguara, Madrid. 113 Saldívar, 1997: 260

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Poemas de Hernán Vargascarreño Ilustraciones: Rómulo Bustos

Honda Envidias la libertad del pájaro que pasa y por un momento quisieras transmutar tu figura tus miserias tus ilusiones en ese frágil destello de la tarde, olvidando que el pájaro cumple con sus inagotables oficios: provisiones migraciones nidadas y están además sus constantes peligros: la simple honda de un chicuelo, por ejemplo. Envidias la libertad del pájaro que por un momento arroba tu esencia. Mira un poco más alto: ¿Ves cómo la gran honda que es el Universo nos apunta desde siempre ?

Rapsodia Antínoo, iluminarías el corazón de la noche si a mi casa pudieras tornar y sobre mi pecho dormitaras. Al instante de mirarnos a los ojos el amor mediaría sus temores:

dos gamos temblorosos que se huelen una vez lejos el peligro de la muerte. En lo más íntimo de nuestro dolor los deseos urdirían sus almizcles secretos así como el árbol se extasía ante la belleza del animal que se lame bajo su sombra. Si venciera mis miedos y me sumergiese en tus aguas habitaríamos de nuevo la Dicha, portaríamos su luz, esta casa sería el Universo y no la calma que abate con su lentitud de finísimos venablos; esta tarde sería la Presencia, no la oración ni la rapsodia que te anhela. Si venciera mis miedos… Pero mira, encantador de días y de noches, hasta dónde me ha doblegado el tiempo a g u a i t a - DIECINUEVE - VEINTE / diciembre 2 0 0 8 - Junio 2 0 0 9

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sin atreverme a cruzar el umbral que nos separa. Si venciera…

En torno a Horacio -Adriano, ahora que los tañedores descansan y liras, cítaras y caramillos parecieran soñar la música, prosigue hablándome sobre el Tiempo. -Caro Antínoo, ven, recuéstate a mi lado: El Tiempo es solo una ilusión perenne. Por ejemplo, ahora mientras escuchas, mientras hablo, muere un enigma, crece una caricia, nace una monstruosidad. Ser feliz, en este instante, es más sustancial que medir las horas. Nosotros somos el tiempo, Antínoo, esta leve brisa de abril que apenas nos acaricia. A propósito, nuestro poeta Horacio nos legó algo valioso sobre el tema: Para destruir la ansiedad de la espera -el tiempo ya escapa por entre estas palabrasgocemos. Róbate el minuto. No deposites la más mínima fe en el instante que viene. Sí. Gocemos. Robémonos el instante. Como nosotros, el tiempo también es un viajero, solo que él lo hace a perpetuidad y su Sueño nos inmola para ofrendarnos el alivio del olvido. El tiempo, el mismo que ha depositado en mis manos este Imperio para que yo batalle contra el mundo, o la serena floración de tus labios para que me doblegue ante los misterios del amor. ¿Quién puede enfrentarse al tiempo, Antínoo, quién asirle siquiera

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una guedeja de sus oscuros cabellos? Es él quien enceguece con obsequios veleidosos, permite gozar de efímeros palacios, vapulea a su antojo y luego nos arroja a sus vastas oquedades. Si nos balanceamos en su juego, acariciamos sus días y lunamos sus noches, si nos dejamos arrullar por sus ocasos y tratamos de no entender, solo así, Antínoo, sucumbiremos esplendentes al espectro de su vana apariencia. No temas más, lirio de los dioses, fragancia de la tarde, hace mucho que el tiempo y sus secuaces han fraguado nuestro olvido, y mientras ese instante demore su llegada, el devenir esculpe, abundante y lento, la dicha entre nosotros. Gocemos. Robémonos el instante.

Estancia La casa inunda con sus enormes estancias. En los patios, la lluvia abandona sus huellas somnolientas. Sin temores los gatos entran y cazan pájaros que montes y vientos prodigan. Escucho mis pisadas de animal cuando la luna invade corredores. Advierto tus roces entre el jardín cortando tus hierbas favoritas. Así el olvido, que sin afanes extiende sus raíces. Un encuentro presentimos. Los dos lo sabemos. Cualquier instante podría tropezarnos. Pero, qué ha sucedido con el tiempo dónde estamos dónde estás quién de los dos partió primero. Inéditos de Tempus-Un sol negro para Antinoo-

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leer

Charlas con un hombre que lo sabía todo Álvaro Suescún (2009) Ceniza salobre: Entrevistas con Gustavo Ibarra Merlano. Cartagena, Universidad Tecnológica de Bolívar, 213 pp.

Guillermo Tedio “El poeta ha venido a este mundo a vivir, que es el máximo y tenebroso oficio que uno tiene”, Ibarra Merlano, 146.

Gustavo Ibarra Merlano, en sus charlas con Álvaro Suescún, no habla de sí mismo, seguramente fiel a su idea de vivir alejado de las alharacas de la fama o porque, como afirma Miguel Iriarte en el prólogo, “Su vida y su obra las hizo al margen de casi todos nuestros patrones conocidos” (11). No obstante, aunque habla, sobre todo, de otros

—Héctor Rojas Herazo, Jorge Artel, García Márquez…—, tal vez correspondiendo a la intención periodística y cultural de Suescún, orientada a proyectar nuevas luces sobre la vida de esos tres grandes creadores mencionados, al final el lector se forma un profundo perfil del entrevistado, sobre todo en las tres últimas partes del libro, cuando Ibarra Merlano aborda temas que lo apasionan -el cine y la poesía-, y se refiere a una de sus manías, la depresión o melancolía. En realidad, los seis contactos que Álvaro sostiene con Ibarra Merlano durante los años 1998, 1999 y 2000, no son propiamente entrevistas, sino un género híbrido que el autor se ha inventado, con elementos de la crónica, que tampoco se encuadra dentro del reportaje. Tanto es así que el mismo Alberto Salcedo Ramos, utiliza, en la nota de la contraportada, indistintamente las palabras entrevista, conversación, reportaje.

Álvaro va matizando las temáticas abordadas por Ibarra Merlano con comentarios iluminadores sobre Bogotá y Cartagena, el ambiente, el espacio, los lugares, el tiempo, los decorados, las actitudes de Ibarra, su familia, su esposa Josefina, sus hijos, su enfermera, el asma, el ahogo, la empleada de servicio, la cocinera, los jugos de zapote y guanábana que llegan en bandeja para refrescar la lengua, los visitantes, las mascotas, el paisaje callejero, las palenqueras vendedoras de frutas, la playa, los efectos de la luz colándose por las ventanas, los cuadros de Rojas Herazo en las paredes… Quiero destacar cómo Ibarra Merlano nos va dando los contextos socioculturales en que se originó la obra inicial de Rojas Herazo, Artel y García Márquez, en un relato clave para entender cómo se construyó la obra de estos tres creadores. En relación con Rojas Herazo, nos enteramos de cómo fue él, Ibarra Merlano,

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quien hizo que el autor toludeño abandonara el título de Los ojos de Filipo por el asertivo de Respirando el verano, sugerido por Ibarra. De Artel, sostiene, con esa gracia del costeño para hablar sin tapujos que “La suya era una presencia muy importante, tenía él una majestad del carajo, parecía un jefe de tribu” (58) y luego: “Ser popular ha sido algo muy sospechoso, y Jorge no lo era propiamente, pero era muy querido, sobre todo entre los negros porque era un poeta de la africanía, lo tenían como una figura canónica, casi mítica. Pero no sabían quién era ni cuánto valía” (77). Y para el caso de García Márquez, nos enteramos de cómo escribió La hojarasca, sin haber leído Antígona, de Sófocles, y posteriormente, cuando Ibarra le da a leer a los trágicos griegos (Sófocles, Esquilo, Eurípides) decide colocar, para despistar a los críticos, el epígrafe del dictador de Tebas, Creonte. Dice Ibarra: “Cuando eso Gabriel no tenía la menor idea de quién era Sófocles, ya lo dije antes: yo puedo certificar la originalidad ab-so-lu-ta de La

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hojarasca, nada tiene que ver con Antígona” (99). De Gabo nos da este retrato: “era pálido, bastante delgado, tenía un copete crespo, un incipiente bigotito negro y era tan joven que aún despuntaban algunas espinillas en su cara” (91). En la charla acerca de esos tres escritores, que fueron sus amigos (Rojas Herazo, Artel y Gabo), desfilan otros autores y personajes comprometidos en el desarrollo de la vida cultural cartagenera y caribeña. Uno de ellos es Clemente Manuel Zabala, un hombre al que le decían el “hombre lámpara” porque “iluminaba en silencio”, “un indio mochigua” que se cubría el cabello negro y liso con una boina vasca” (87) y quien “se tomó el trabajo adicional de corregirle a Gabriel los artículos que él escribía” (88). Llama poderosamente la atención la rigurosa erudición de Ibarra Merlano, quien se presenta como un lector y autor profundamente sumergido en el alma de los clásicos, no solo de la literatura sino de la filosofía, porque

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para él, “la profunda filosofía es profunda poesía” (161). Por las charlas de Ibarra Merlano con Suescún, desfilan incontables autores clásicos, desde los trágicos griegos hasta los poetas del siglo de oro español, que nutrieron a Rojas Herazo, a Artel y a García Márquez. Las tres últimas entrevistas son igualmente iluminadoras acerca de cómo concebir la poesía, apreciar el cine y hacer que la depresión sea algo tolerable. Dice: “Tampoco me interesa que digan que estoy lleno de plenitud, ¡qué carajo! Uno está lleno de servidumbres. El testimonio del poeta es el testimonio de la servidumbre humana, y por eso me encanta haber pasado por la depresión, claro, con la posibilidad de salir de ella” (188). Trabajos como éste de Álvaro Suescún constituyen un rescate memorístico para el conocimiento de nuestros grandes intelectuales y escritores, tarea pertinente y necesaria precisamente para saber de dónde venimos y poder avanzar por la vida, sin dar tantos palos de ciego.

El efecto Mossar en literatura Guillermo Tedio (2008) El amor brujo o historia de la guitarra y el piojo. Medellín, Lealón, 74 pp. Cuando anuncian por el altavoz que se ha perdido un niño, siempre pienso que ese niño soy yo. Ramón Gómez de la Serna

Lyda Vega El último cuento de Guillermo Tedio, El Amor brujo o la historia de la guitarra y el piojo, evoca a Hathor egipcia y a Ganesha hindú, seres mixtos con cabezas de vaca y elefante, respectivamente, pero con cuerpo humano. El híbrido de Tedio conjuga al lector niño y al adulto: dos sensibilidades, dos inteligencias distintas en un solo rostro único y verdadero, un solo yo. Prima facie es una historia para niños, tal y como pensaron los primeros y cándidos alocutores de Alicia en el País de las Maravillas (1865) y de El Principito (1943), dos clásicos del género. El texto abreva, entonces, en la tradición de Carroll y de Saint-Exupéry, lo cual implica, una crítica a esa “literatura infantil” en la cual el escritor se arroga la facultad de saber de los límites de la capacidad lingüística y cultural del niño a quien le escribe. El niño —ante todo el de estos tiempos— es sabido, interactúa tan fluidamente con los medios de comunicación que resulta comprensible que no les interese tanta bazofia que lo

subestima. El niño que decodifica Los Simpsons no encuentra nada en esos textos; el adulto, menos que eso. La propuesta de Tedio pretende conjurar esa amenaza. Lo brujesco de su intención está dado desde su dedicatoria, al apelar al misterio del niño que somos y del adulto que son. El “A todos, cuando éramos niños”, de El Principito. No es una vaca, no es un elefante, es un Piojo. Este vive en una ciudad que tiene todos los visos de ser Barranquilla. En un arrebato profético, el autor sitúa nuestro presente como el pasado museológico de la ciudad virtual de la historia, en la que después de esos años pretéritos tan cerca del abismo, se ha dado un paso muy significativo hacia adelante: los habitantes de la ciudad, a causa del smog y la contaminación, son calvos; no hay animales, los perros se comían y los pocos que quedaban eran habitados por pulgas cibernéticas. Era un abismo contaminado, pero se entiende, por lo del dato cibernético, que viviendo su momento —al fin— de

ultra-modernidad. Un peladero, literalmente (en donde hasta el remanente de animales del zoológico carecía de pelo), pero en un ambiente robótico. (¿Eco esto acaso de la ciudad que quedó atrás y que conjugaba a la imperfección tiendas por departamento circundadas de avenidas miamizadas y una periferia hambrienta, sedienta, desplazada?) A punto de desfallecer, el Piojo, a causa de la carencia de su sustento, entró cierta vez en una casa, y “del salón en el ángulo oscuro, de su dueña tal vez olvidada, silenciosa y cubierta de polvo, veíase…” no el arpa de Bécquer, sino la guitarra verde de Cepeda Samudio. El Piojo había escuchado alguna vez que “la música sirve para quitar el hambre y el aburrimiento, porque llena el alma de emoción y el estómago de viento y ritmo” (16), por lo que optó por sacarle a la guitarra —él, que había vivido de la sangre del director de orquesta Mossar— las mejores sinfonías de De Falla y de Vivaldi. El Piojo, en esta parte del relato, llegó a descubrirse, era una

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Pioja, que tuvo piojitos, los que a la postre terminaron conformando una gran orquesta invisible que hacía ver a la guitarra verde como un objeto mágico que producía música por sí misma. A la ciudad llega el circo “La Crispeta Maromera”, una troupe de artistas fracasados a los que la guitarra “mágica” les viene como anillo al dedo, porque a partir del mismo momento en que la incluyeron como parte de la función se produjo en el escenario el milagro de que los payasos arrancaran estruendosas carcajadas al público… los trapecistas no se cayeron […], al viejo león le salieron unos espantosos colmillos que paralizaron de pánico los corazones de los espectadores […] y el cuchillero, inspirado por su hija, la bailarina lanzó doce dagas, sin tocarle un pelo. (pág. 41)

Es decir, la guitarra verde trae vida al circo, recupera para éste su esencia, tal y como en “Hoy decidí vestirme de payaso”, de Cepeda, la insistencia del narrador en dar con alguien que sepa tocar la guitarra verde, se traduce en la búsqueda o anhelo por la música, la armonía que rompería con el cerco frío, mustio, triste que se escenifica en ese otro circo también. A propósito del circo, es un elemento rico en simbologías semánticamente negativas. No es entonces de extrañar que la mejor literatura de la región —incluyendo a García Márquez, por supuesto— lo explote en sus diversas significaciones. El circo viene a representar lo que permanece oculto en la vida diaria, el tema de la máscara. En el circo todo se mueve en forma circular (lo rutinario). Los animales recorren

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la pista generalmente en sentido contrario a las agujas del reloj. Este movimiento constante, que no lleva a ningún lado, es señal de pérdida de expectativas y frustración. La misma carpa simbolizaría la evasión, el nomadismo, el aislamiento (“son toldo aparte”), la dificultad para relacionarse con el entorno. ¿Y los animales del circo? Estos encarnan la decadencia y la humillación. Una vez fueron fieras salvajes, vivían en su elemento y eran libres. En el circo son animales sometidos, vejados; su instinto se reprime a basa de premios y castigos; pierden el vigor y la belleza: el león de Tedio no tiene dentadura; el de Cepeda, ostenta una melena de papel amarillo. Esos animales malogrados son epígonos del primero de los actores del relato, el Piojo. En un ambiente degradado, sucio, mísero y mezquino, no podía ser ni un pato, ni un cisne —tan usados y abusados en los “textos para niños”— quienes protagonizarán esta metáfora de una ciudad o acaso de un mundo cercano al colapso. El Piojo, digno estandarte de la “estética de la fealdad”, habita en un mundo prácticamente yermo donde la carencia de su sustento (cabelleras, sangre) nos lleva inmediatamente a la reflexión sobre el agotamiento de los recursos del planeta: sin cabelleras no habrá piojos; sin hielo pronto no habrá osos polares… Este énfasis en un mundo futuro de carencias, lo refuerza la calvicie que padecen los habitantes de la ciudad. Al cabello siempre se le ha visto simbólicamente como el portador de la fuerza. El no tenerlo se leería como una

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señal de debilidad, de entrega. Los ciudadanos de El amor brujo o la historia de la guitarra y el piojo son seres calmos a quienes no les resta sino esperar el desencadenamiento final de su mundo, un mundo que se asume cada vez más moderno, más futurista, más cibernético, menos bestial, por lo tanto el pelo (incluso el de los animales del zoológico) hay que eliminarlo con depilación definitiva. Detengámonos ahora en el performance lingüístico del que se vale el autor para troquelar su relato. El lenguaje, uno de los resortes narrativos de toda historia, devela, en este caso, un mundo que “sabe”: carcajadas de coco, cara lechosa, crispetas, nubes de algodón, labios de sandía, hemoglobina achocolatada son algunas de las marcas que avalan lo dulce de una vida que se niega a desaparecer. Ciertamente este imaginario sabroso, deleitoso, es afín al niño y aunque pareciera que otros vocablos desafinaran con el anterior propósito. Recordemos que de lo que se trata también es de abrirle nuevas posibilidades lingüísticas al novel lector: que la premisa histórica aquella —y ya por estos tiempos hasta histérica— de que al chicuelo hay que hablarle en diminutivos y en un código estandarizado para discapacitados mentales, empiece a replantearse y no se le tema a enfrentarlo con vocablos de mayor nivel. Increíble que todavía pensemos que un niño de nuestro tiempo se maneje en el mismo nivel lexical que aquel de hace veinte, cuarenta o cincuenta años. En la página 59 de la historia del Piojo, se retrata al Inspector de Sanidad de la ciudad

como un “hombrecito aséptico, escéptico, ascético, patético y peripatético”. Nos preguntamos, si esa frase hiciera parte de “literatura no infantil”, ¿qué porcentaje de adultos desconocería el significado de algunos de esos adjetivos? Anotemos, por otra parte, el carácter dramático que refleja el relato, al adoptar el narrador el pronombre tú como protagonista de la enunciación. En efecto, resulta particularmente conmovedora, la manera —hasta tierna— como el narrador interpela al lector para que advierta, para que no se pierda; lo dirige, lo educa. El lector se siente tan atrapado (tú, el elegido) tan parte de la historia, que experimenta los leves cambios del performance de la palabra, como cuando del sosiego en el contar pasa al desafuero, en esta especie de epifanía narrativa: Y comenzó aquella sinfonía de uñetazos sobre la piel del cráneo mientras los veintiún piojos se saciaban como lobos diminutos o

dráculas menudos y daban inicio al coro cantado y ejecutado de El Amor brujo para que la especie de los anapluros se multiplicara sobre la faz de la cabeza del Hombre Pájaro en una infinita piojamenta, pues habían descubierto el delicioso reino del plasma, el paraíso perdido de los glóbulos rojos y blancos, la frondosa selva dorada del regocijo. (pág. 67)

La palabra, según Octavio Paz es hija del silencio, nace de sus profundidades, aparece por un instante y regresa a sus abismos. Surge otras veces en la forma onomatopéyica del rataplán, rataplín, que evoca a “Los funerales de la Mamá Grande”, de García Márquez; invocando el circo cepediano; mostrándose tributaria de Carroll cuando rememora a la monarca malgeniada, La Reina de Corazones, quien llena de furia ciega sentenciaba con un “que le corten la cabeza” a todo aquel que osaba ofenderla; en nuestro relato, el Inspector de Sanidad pronuncia a cada rato un “habrase visto” que le sirve para canalizar su malestar.

La apariencia de dicho inspector es inclusive Pombo redivivo: al lucir “muy tieso y muy majo” nos hace volver la vista atrás a uno de sus personajes más conocidos, Rin Rin Renacuajo. Este diálogo con esas grandes voces, habla, efectivamente, de una propuesta rica en matices como es a la que nos tiene acostumbrados el escritor. Un fracaso de piojo, un fracaso de circo, un fracaso de ciudad son el pretexto para la reflexión siguiente: así como en la tipología de Cortázar un lector-macho puede ser una mujer y un lector-hembra un hombre, para Tedio un lectorniño podría ser un adulto y un lector-adulto podría ser un niño. Un niño que decodifica los mensajes cada vez más sofisticados de esta ultramodernidad en la que ha nacido desprecia, en consecuencia, tanta tontería orgánica que le quieren hacer creer es lo que su mentecita puede asimilar.

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La dura vida de Andrés Landero Numas Armando Gil Olivera, (2008) Mochuelos cantores de los Montes de María la Alta III Andrés Landero, el clarín de la montaña Bogotá, Kimpress, 261 pp Ariel Castillo Mier

Quizás no haya existido en el Caribe colombiano otro acordeonista con tan mala suerte como Andrés Landero quien, a pesar de haber sido uno de los músicos más completos de la región, capaz de componer, cantar, improvisar y tocar en el acordeón los principales ritmos caribeños y de encontrarse, cuando se creó el Festival Vallenato, en el apogeo de su carrera, nunca se ganó este concurso. Y lo peor del caso es que perdió (o lo hicieron perder), de manera humillante, ante contendores que no estaban a su altura, pues ni cantaban ni componían ni poseían, como él, un estilo propio, inconfundible, ni habían alcanzado el reconocimiento internacional por su obra. Aunque la trayectoria musical de Landero fue una de las más originales e interesantes en el estilo vallenato, el único acordeonista que hacía llorar al acordeón, al que supo aportarle los dejos ancestrales y nostálgicos de la música de gaitas de los Montes de María y, pese

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a que su vida llena de peripecias fue emblemática del carácter y el destino del hombre de las sabanas del Viejo Bolívar, a diferencia de lo ocurrido con reyes vallenatos como Alejandro Durán y Luis Enrique Martínez, acordeoneros como Emiliano Zuleta Baquero y Pacho Rada, compositores como Rafael Escalona y Romualdo Brito, y cantantes como Guillermo Buitrago y Diomedes Díaz, tampoco existía hasta hoy una biografía competente de este destacado juglar del Caribe colombiano durante la segunda mitad del siglo XX. A llenar este vacío imperdonable viene el libro de Numas Gil, tercero de su tetralogía, Mochuelos cantores de los Montes de María la Alta, precedido de la concisa y acertada presentación del periodista Andrés Salcedo y del prólogo pleno de aportaciones personales del filósofo Tomás Vásquez. El libro se abre con unas reflexiones filosóficas que sirven de marco a la biografía cuya intención central es la de contribuir a la toma de conciencia, por parte del

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hombre caribeño, del potencial de su cultura para que deje de ser espectáculo pintoresco y asuma, por fin, su autodeterminación. Para Numas el contexto geográfico en el que se sitúan la vida y la obra de Landero, los Montes de María, generador de un particular ethos Caribe, no puede eludirse al explorar su producción musical. De allí que en los capítulos siguientes se imponga la recreación del ámbito en el que nace el músico y transcurren su infancia y prácticamente toda su vida. Con gran despliegue de imaginación para aquellos momentos sobre los cuales no hay muchos datos, Numas aborda la efímera relación de la artesana bailadora de cumbia, Rosa Landero, con el gaitero Isaías Guerra, de la que nace Andrés Gregorio, el 4 de febrero de 1931 a las cuatro y veinte de la tarde en el barrio Miraflores de San Jacinto, pueblo que vivía por esos años un periodo de esplendor económico, gracias a la ganadería y al cultivo del tabaco. Al referirse a la dura infancia de Landero, en la que

comía tierra y padecía terrores nocturnos, Numas describe con minucia los juegos de los infantes de la época y su precaria educación primaria. Numerosos detalles sobre la cacería de los pájaros y la frustrada temporada en la escuela en la que no pasó del libro tercero de Alegría de leer, amenizan estos capítulos reveladores de cierta perversidad, por parte de Landero, en relación con los perros callejeros y los pájaros, los gatos y las cotorras, así como su temprana dedicación a las labores del campo, de cuya rutina ingrata lo salvó el hechizo de la música popular que Landero, sin duda, traía en sus venas. Los inicios de Landero en el acordeón, están llenos de episodios, no por pintorescos menos dolorosos, con quienes, incluido su padrastro, no tenían la paciencia para tolerar el monótono ejercicio de repetición que impone el aprendizaje de un instrumento musical, hasta el instante providencial en que los matarifes de San Jacinto lo llamaron para ver qué tanto sabía y convencidos de su destreza, le pagaron, por su trabajo de unas horas, lo que se ganaba en una semana de monte, y lo convencieron para que se consagrara de tiempo completo a la música. En los capítulos siguientes Numas aborda los momentos clave en el periplo vital de Landero –el rapto de Lastenia Alvis y el matrimonio en 1951, el magisterio paternal de Toño Fernández, la fuerte relación de Landero con la madre que le impidió viajar a Europa con Los gaiteros de San Jacinto, el golpe brutal en el modo de ser

alegre del acordeonista que significó la muerte de su guacharaquero Eduardo Lora en 1956, la génesis de sus principales composiciones y sus penosos últimos días, tras el accidente de tránsito que, unido a un par de enfermedades que Landero ocultó a sus amigos, acabaron con su existencia física en una solitaria cama de hospital, y no en la intensa comunión de una parranda infinita como lo desea todo músico popular. Al igual que en los dos to­mos anteriores de su tetralogía, Mochuelos cantores de los Montes de María la Alta, Numas, deseoso de recuperar la memoria colectiva de San Jacinto y de reivindicar su papel de resistencia ante la ignominia de la historia, incorpora a su trabajo los testimonios de varios amigos y admiradores de Andrés Landero, como el profesor Germán Bustillo, los compositores Adolfo Pacheco, Héctor Vásquez, Hernán Villa, Rodrigo Rodríguez y Miguel Manrique, de Pedro Acosta, su último guacharaquero, y de dos de sus amigos de tragos, Álvaro Rivera y Juan Carlos Hernández Vega, y del investigador Simón Martínez. Con base en ellos se puede reconstruir la génesis y el sentido de las principales composiciones de Landero, La pava congona, Flamenco, Las miradas de Magali, Tres ricos pueblos, El pastor enamorado, Alicia, la campesina, La muerte de Eduardo Lora, Dos amigos y La fiebre, reconocer su papel de pionero, en San Jacinto, de las grabaciones con acordeón, gracias al cual fue admitido en las salas de los ricos de su pueblo, y apreciar sus facetas de hombre con miel

para las mujeres, generoso con sus músicos acompañantes, quienes se peleaban por estar con él, y su fuerte personalidad sin complejos, incluso altiva, que le trajo líos, por su ingenua autosuficiencia puesta de manifiesto en frases como “Ni tengo ni necesito” o “No necesito vejigas para nadar”. Los diversos testimonios forjan la persuasiva imagen del Landero de carne y hueso con sus hábitos en el hablar y el vestir, en el juego y el trabajo, tanto en su tierra como fuera de ella, un artista integral cuya producción más importante coincidió con la plenitud creativa de otros tres magníficos músicos -Toño Fernández, Adolfo Pacheco y Ramón Vargas-, maestros que hicieron de San Jacinto un auténtico emporio cultural y dejaron un legado musical que trascendió los límites del pueblo y ha adquirido resonancia nacional e internacional. Entre los distintos testimonios cabe destacar, por la riqueza y la amenidad de sus anécdotas así como por la profundidad de su conceptos, el de Adolfo Pacheco, en especial, su relato de la grabación de su primer disco (p. 117), y la graciosa narración de Rodrigo Rodríguez sobre el viaje triunfal de Landero a México y los percances en el aeropuerto azteca el día de su regreso (p. 154). Las múltiples voces se complementan con más de cuarenta fotos correspondientes a diversos instantes en la trayectoria vital de Andrés Landero, las partituras de sus principales canciones, el registro civil de nacimiento y las carátulas de sus discos. El libro de Numas Gil consti­ tuye no sólo un auténtico acto

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de justicia y reparación con una figura y con una subregión del Caribe colombiano cuyos valores culturales han sido discriminados y menospreciados, sino que asimismo aporta pertinentes informaciones que habrán de contribuir a la comprensión y la valoración de la vida y la obra musical de Andrés Landero. En

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momentos en los que la música vallenata ha alcanzado una vasta difusión internacional y sus cultores disfrutan de los privilegios del triunfo, conviene recordar a aquellos héroes que, con sudor y lágrimas, lograron despejar el difícil camino –grandes hombres que, como anotaba Nietzsche, ha sido un continuo maltrato de

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animales- y, en especial, destacar a este acordeonero que nunca perdió el contacto con la tierra, que jamás renegó de su condición de campesino, y cuya sintonía con la visión del mundo del pueblo se pone de manifiesto en la sencillez de sus letras, en la espontaneidad de su lenguaje y en la reiteración de los motivos de la naturaleza.

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Una celebración erudita del baile Ángel Quintero-Rivera (2009) Cuerpo y cultura: Las “músicas mulatas” y la subversión del baile Iberoamericana, Madrid, 398 pp Nadia Celis Salgado Caribeño que se respete es versado en el lenguaje del cuerpo. Sabe de meneos, bembeos, miradas, giros, acercamientos y toda una gama de gestos que, en el nutrido vocabulario de nuestra comunicación cotidiana, constituyen desde aprobaciones e invitaciones hasta los más airados insultos. Incitados por la música, los cuerpos parlanchines encuentran su escenario más prolífico en el baile. Ya sea en la calle, la sala del anfitrión de turno o la pista del rumbeadero de moda, es en el espacio tomado y mapeado por los cuerpos danzantes donde se producen las más ingeniosas frases y giros estéticos de la poética cotidiana del ritmo caribeño. El libro de Ángel Quintero-Rivera, Cuerpo y cultura: Las “músicas mulatas” y la subversión del baile es, ante todo, un homenaje verbal a la ri queza lírica de los cuerpos. Es también un examen y una celebración erudita de la memoria histórica y cultural en-carnada por los cuerpos danzantes caribeños. No abundan entre nosotros las indagaciones sociológicas en los significados que circulan a través de los cuerpos o del baile. Aprendemos, eso sí, cómo y cuándo sacar o no a bailar, dejarse o no apretar, y cuánto contonear la cadera si se quiere resistir o invitar, pero no sabemos cómo lo sabemos. Tampoco somos conscientes de los roles y relaciones que aprendemos a través del diálogo entre los cuerpos danzantes. De hecho, debo el reconocimiento de estos fenómenos a mi condición de migrante y asidua viajera, que me ha hecho testigo, más allá de nuestras fronteras, de la fuerza expansiva y arrolladora de la sonoridad caribeña. A pesar de los

sentimientos de orgullo, pertenencia y alegría que me produce encontrar nuestra música en los más inusitados escenarios del “Primer mundo”, tengo que admitir que me genera aún algo de extrañeza ver bailar y bailar entre los “otros”. Y es que incluso entre los más diestros bailarines, son otros los mensajes expresados por sus cuerpos, y muchos los malentendidos suscitados por sus imitaciones de nuestros movimientos.

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Sin embargo, fue en esos escenarios extranjeros y ante los “problemas de traducción” de nuestras músicas y bailes, donde descubrí el Caribe. Mejor dicho, fue allí donde vine a comprobar algo que intuía, pero que no había necesitado articular: la relación endémica entre el caribeño y la música y, más aún, la existencia de una serie de significados socioculturales vinculados a la música y al baile que, desde entonces, he intentado comprender. En castizo, tuvo que faltarme la “banda sonora” de los picós y las discotecas ambulantes - alias busetas - para saber que esta manera de vivir la música es tan particular en nuestra corporalidad como en nuestra historia. Y tuvieron que faltarme las miradas y meneos públicos, para darme cuenta de que gran parte de nuestra comunicación cotidiana se da a través de los cuerpos. De modo que el contraste provocó también mi comprensión de que en el Caribe los cuerpos hablan. En esa certeza se basan mis profundas afinidades con el trabajo de Ángel Quintero-Rivera y, en particular, con Cuerpo y cultura, un libro que, entre otros méritos, tiene el de partir y girar alrededor del cuerpo. Siglos de estigmatización del cuerpo como agente de lo irracional, el pecado y la perdición, o la marca indeleble de una raza o condición de “natural” inferioridad, han contribuido a la negación, al menosprecio, y al miedo que, en contraste con nuestra versatilidad corporal, caracteriza nuestros discursos sobre el cuerpo. No obstante, la conciencia corporal de los sujetos caribeños es un motivo recurrente tanto en las prácticas y percepciones populares, como en la discusión teórica, y en la imagen globalizada de la cultura caribeña, en cuya caracterización se destacan - no exentos de malos entendidos - rasgos como la propensión al ritmo, la sensualidad y el performance.

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Nuestros poetas y narradores han contribuido a materializar a través de la palabra esta corporalidad, a hacer visibles las distintas modalidades de marginación que han marcado los cuerpos caribeños, y a traducir los lenguajes, memorias y saberes que han producido y atestiguado esos cuerpos. Narrar las historias detrás de voces violentamente silenciadas o tradicionalmente disimuladas tras las voces dominantes del poder colonial, ha sido un propósito común de escritores y teóricos a todo lo largo del Gran Caribe. Algunos escritores y escritoras han sumado a este objetivo el de denunciar el carácter patriarcal de la violencia sobre los cuerpos, así como el de distinguir las vulnerabilidades específicas a ciertos cuerpos, marcados por diferencias étnicas, raciales, de género, preferencia sexual, clase o edad, y cuyas diferencias no se reducen a la distinción del blanco del negro. Recrear al Caribe desde los cuerpos ha permitido también dar cuenta de la continuidad de esta violencia en el contexto postcolonial, bajo la transformación del cuerpo ya no sólo en un objeto de apropiación e intercambio sino en un objeto de consumo. Gracias a este tipo de investigaciones es posible, por ejemplo, trazar las continuidades entre la explotación laboral y sexual bajo el régimen esclavista, y fenómenos contemporáneos como el turismo sexual, en cuyas transacciones se actualizan las fuerzas que históricamente han atravesado las relaciones de los caribeños y sus cuerpos con los centros de poder. Sin embargo, las historias contadas por los cuerpos siguen siendo elusivas a la escritura, y el saber producido por la corporalidad caribeña carece aún del estatus de “conocimiento” que garantice su lugar en el mapa intelectual de la región. De hecho, puede reconocerse en la literatura y los estudios caribeños una tendencia a cierto “canibalismo discursivo”115, que haciendo del cuerpo metáfora y asumiendo su docilidad frente al poder, ha dejado de lado los gestos y posibilidades contrahegemónicas implícitas en la cotidianidad de los cuerpos caribeños. De allí que el de una epistemología que dé cuenta de la corporalidad comunicativa del Caribe es aún un proyecto incompleto. Un proyecto para el cual el libro del “Chuco” Quintero, es una piedra angular. 115

M.M. Adjarian. Allegories of Desire: Body, Nation, and Empire in Modern Caribbean Literature by Women. London: Praeger, 2004.

Cuerpo y cultura es un libro pionero que identifica y responde a la urgencia de pensar el Caribe desde los cuerpos, un proyecto indispensable para una sociedad fundada sobre la violenta en-carnación del poder colonial y patriarcal, que si bien lleva en los cuerpos la memoria de esa violencia, lleva también en ellos el testimonio de las múltiples y variadas resistencias de los sujetos caribeños. El más reciente libro de Quintero Rivera retoma preguntas abiertas por su ya célebre Salsa, sabor y control: Sociología de la música tropical (1999), donde plantaba la semilla para un estudio sistemático de los saberes producidos desde las maneras de hacer música y el particular goce en el ritmo de los y las caribeñas. En la salsa, leía el “Chuco” a través de un análisis de las “claves” de su sonoridad, visiones alternativas del tiempo que revelan la africanidad profunda de nuestra cultura e impugnan la visión eurocéntrica del mundo y de las relaciones humanas impuesta por la colonización. Más que nada, el libro era un intento de encontrar en una práctica tan nuestra como la salsa, a pesar de su condición migratoria, y paradójicamente como resultado de la misma, un vocabulario y una semántica alternativos desde los cuales plantear un diálogo equitativo con el saber occidental letrado, un diálogo que no sólo cuestione sino que sobrepase, con nuevos términos y desde distintas visiones de lo humano, las definiciones y divisiones jerárquicas impuestas por el proyecto capitalista y racionalizador de la “modernidad”. En Cuerpo y cultura: las “músicas mulatas” y la subversión del baile, este esfuerzo encuentra su principal aliado en los cuerpos. La convicción de la inteligencia del cuerpo, y de la necesidad de entender su lenguaje para entendernos a nosotros y nosotras mismas, cataliza el brillante esfuerzo investigativo y reflexivo que caracteriza el libro del “Chuco”, un volumen extenso y profundamente documentado de la historia corporal y sentimental inherente a nuestra memoria colectiva. Quintero persiste en este libro en su esfuerzo por traducir las visiones del mundo propias de nuestra cultura popular. Con el rigor intelectual que le ha merecido reconocimiento internacional y premios como el Casa de las Américas y el Premio Iberoamericano de la Asociación de Estudios Latinoamericanos, el “Chuco” recurre en Cuerpo y cultura a una lectura de los cuerpos como entes vivos,

agentes de comunicación y creación. A partir de una genealogía de las “músicas mulatas” americanas, desde la bomba hasta el reggaetón y la champeta pasando por la salsa, Quintero recrea las prácticas de resistencia que los caribeños hemos ejercido a través del ritmo, situando en los cuerpos danzantes el antídoto contra el acartonamiento y la hegemonía eurocentrista, y contra sus jerarquías raciales y étnicas. Así, el libro del Chuco no es sólo un recorrido por el origen de las músicas que él llama “mulatas”, sino un recorrido por los sentimientos e ideas sobre las relaciones entre los seres humanos y de los mismos con su contexto social y natural subyacentes en cada paso improvisado, cada agarre y suelte, cada giro, aceleración o pausa. Cuerpo y cultura empieza por establecer los diferentes significados que el baile asumiera en el contexto esclavista. El baile constituía para los africanos en América una expresión ritual de memorias colectivas. Así mismo, su énfasis en la sensualidad y el movimiento cumplía una doble función: la afirmación de una propiedad sobre el cuerpo, más allá de la impuesta por el amo, y la incitación, a través de una estética de la seducción, a prácticas libertarias. Desde ese entonces, la recepción de los significados sociales del baile ha estado marcada por una tensión entre su percepción como “diversión enajenada” y como “fiesta libertaria” (9). Dicha tensión es una manifestación tangible de la radical división entre mente y cuerpo, y del imperio de la Razón que ha dominado los discursos y las prácticas que definen a los individuos como “sujetos” bajo el pensamiento y el poder occidental. Una división que, como vendrá a demostrar Quintero, no corresponde a la realidad individual o colectiva de los caribeños. De allí que, en esta segunda impugnación de la visión eurocéntrica del mundo, el eje sea el baile, la materialización corporal del tiempo en el espacio, y “el cuerpo (y su naturaleza) como sujeto, generador de cultura, de expresividad, comunicación y elaboración estética” (13). El libro está dividido en un paseo, un merengue y un jaleo, con sus respectivos repiqueteos, imitando la estructura de los merengues, como fueran llamados originalmente en las tres Antillas hispanas las primeras danzas de sabor “mulato”. En el paseo se introducen los contextos sociales y los significados asociados a las músicas bailables mulatas y las prácticas dancísticas del Caribe, con un especial énfasis en las formas

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de ciudadanía y en las dinámicas de pertenencia social que se manifiestan a través de la comunicación entre sonido y movimiento. La definición de las músicas mulatas es el centro de la segunda parte del libro: “Breve historia social de las “músicas mulatas”, de donde cabe destacar su definición de la historia del baile como “social”, pues es imposible desligar la producción sonora y performativa de las condiciones sociales que la rodean. Posteriormente, en el primer repiqueteo del jaleo, Quintero Rivera retoma las complejas relaciones de clase, género y “raza” implícitas en estas condiciones sociales, al igual que su desarrollo histórico. Mulatas son estas músicas, en principio, porque mezclan la espontaneidad de la música y el baile comunales de sus orígenes africanos, con la composición, principal legado de su tronco europeo. La combinación da lugar a una estructura en claves en la que se expresan concepciones del tiempo más coherentes con el “progreso discontinuo” y las experiencias fragmentarias de la historia americana (71-76). Esta estructura privilegia también el mundo subjetivo sobre el objetivo. El diálogo surgido de la mezcla se extiende a otras características, tales como la prevalencia del ritmo sobre la melodía y el diálogo entre composición e improvisación. También es destacable el contraste entre el tronco como centro de la danza occidental y el cuerpo descentrado del baile caribeño, en movimiento y ondulación abierta, así como la mezcla entre vitalidad y compostura o la de romanticismo y erotismo, que caracterizan nuestras músicas y bailes. En estas características, Quintero Rivera sitúa la huella de saberes y concepciones vitales otras que disputan, desde la heterogeneidad y la apertura al cambio, la racionalidad homogeneizante eurocentrista. Finalmente, llegamos al Jaleo, en cuyo primer repiqueteo se cuenta el origen del merengue, el primer baile en parejas en las Antillas hispanas, que cambia de nombre después para cada una de ellas. En esta primera parte del Jaleo se discuten los vínculos entre la institucionalización de estas danzas como “nacionales” y las negociaciones de las clases populares, en especial de los mulatos, para ser incluidos en los proyectos

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nacionales de cada país. El segundo repiqueteo hace un recorrido por el desarrollo de las músicas bailables, ya en el siglo XX, desde el baile comunal de barrio hacia el mundo mediatizado, el ámbito internacional y migratorio, hasta el surgimiento y la globalización de esa mezcla bien condimentada de sabores que es la salsa. En el tercer repiqueteo, Quintero discute las consecuencias de la arrolladora difusión internacional de nuestras músicas bailables. Antes que un cierre, este capítulo es una invitación abierta, una serie de preguntas legadas a caribeños de todos los rincones del gran Caribe y su diáspora: ¿Qué tienen estas músicas que las hacen tan universales? ¿Cuál es la estructura sentimental transmitida desde el Caribe a través de nuestros sonidos y nuestros bailes? ¿Cuáles son las lecciones para el mundo transportadas por este diálogo entre sonoridad y movimiento? Las anteriores son preguntas especialmente pertinentes para investigadores del Caribe colombiano, dada la inmensa riqueza y extraordinaria difusión de nuestra música, y dado el papel que ha jugado la misma en la reconstitución de la identidad colombiana, dentro y fuera de nuestro país. Ensayando respuestas posibles, aunque no únicas a estas cuestiones, el “Chuco” señala el hecho de que esta música, viajera y plural desde sus orígenes transnacionales, engendra y manifiesta identidades culturales compartidas, como es evidente en la libre combinación de géneros de la salsa y en muchas de sus letras. Aún más, al tratarse de músicas “donde se conjugan expresión sonora y el movimiento corporal, donde música, poesía y baile dialogan y se fecundan”, música “para mover el organismo”, nuestras músicas sitúan en el cuerpo la lucha contra la hegemonía cultural (357-358). Al poner a mover el cuerpo, nuestras músicas “mulatas” van mostrando a los nuevos bailadores cómo suturar la herida ancestral de la división entre cuerpo y mente. Así, el libro de Ángel Quintero Rivera demuestra cómo, bailando, los cuerpos caribeños le han enseñado y siguen enseñando a personas de todo el mundo otras maneras de coexistir y entenderse a sí mismos.

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Noticias Aguaita Observatorio, con nuevo director académico El 2009 tuvo un excelente comienzo para el Observatorio del Caribe Colombiano, con la llegada a la institución de Antonio Hernández Gamarra, como director Académico. Hernández Gamarra, curtido investigador y hombre público, aceptó el llamado del Consejo Directivo del Observatorio del Caribe Colombiano, que lo invitó a liderar una nueva etapa en la Institución. Una etapa de fortalecimiento y proyección de su quehacer académico y de influencia a nivel regional y nacional. El nuevo director Académico nació en Sincé (Sucre), y aunque ha residido por largos años en Bogotá, nunca perdió contacto con el Caribe colombiano. Hernández Gamarra es economista de la Univer­ sidad Nacional de Colombia, fue presidente de la Empresa Colombiana de Gas y de la Financiera Energética Nacional (FEN), Ministro de Agricultura, miembro de la Junta Directiva del Banco de la República y Contralor General de la Nación. En su recorrido académico fue decano y profesor en la Universidad Externado de Colombia, Universidad de los Andes y Universidad del Valle. A su llegada al Observatorio, Hernández Gamarra propuso la creación de un Consejo Asesor para la institución y la realización de una evaluación periódica del cumplimiento de las metas y propósitos del Compromiso Caribe por parte de las administraciones locales, para lo cual el Ocaribe se encuentra desarrollando un conjunto de indicadores y una plataforma virtual en la que se hará seguimiento permanente a la situación competitiva de la región, a los avances en el Compromiso Caribe y en el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo del Milenio.

Antonio Hernández Gamarra.

Hernández también viene liderando desde el Observatorio una propuesta de diálogo regional, a partir de las experiencias del regionalismo que se dieron en el siglo XX con la Liga Costeña, que este año cumplió 90 años. En ese marco se realizaron diversos eventos a lo largo de toda la región y un gran foro en Santa Marta en el que se presentó la propuesta de creación de un Fondo de Compensación para la periferia colombiana. La llegada de Hernández Gamarra al Observatorio del Caribe Colombiano ha sido celebrada por la co­m uni­d ad académica de la región y por todas aquellas personas e instituciones que conocen y valoran la trayectoria del Observatorio como centro de pensamiento.

Lanzamiento de Aguaita La Casa Mapfre, en el Centro Histórico de Carta­ gena, fue el escenario en el que se presentó el número

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17-18 de la Revista Aguaita, en un evento que contó con la participación de investigadores, docentes, artistas y estudiantes. La presentación estuvo a cargo del editor de la publicación, Ariel Castillo Mier, quien hizo un recorrido por la variedad y riqueza de los artículos contenidos en ese número, los cuales retratan la cultura, la historia, la economía y el desarrollo de la región Caribe colombiana. En el evento el Consejo Directivo del Observatorio del Caribe Colombiano hizo una presentación pública del nuevo director Académico de la institución, el economista sucreño Antonio Hernández Gamarra. Durante su intervención, Hernández presentó del plan de acción de la institución para el año 2009 y acto seguido se presentó la nueva imagen y contenidos de la página web del Observatorio (www.ocaribe.org), la cual estuvo a cargo del diseñador gráfico Mauricio Gómez Perdomo.

Barboza; los ex ministros Manuel Rodríguez Becerra, Cecilia Rodríguez, José Henrique Rizo Pombo; y la ex vice ministra de Medio Ambiente, Carmen Arévalo, Directora del Parque Culural el Caribe.

GEO Cartagena La ciudadanía y las autoridades de Cartagena conocieron los resultados del Informe GEO Cartagena: “Perspectivas del Medio Ambiente Urbano”, preparado por el Observatorio del Caribe Colombiano, y financiado por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), la Alcaldía de Cartagena y el Establecimiento Público Ambiental (EPA). GEO Cartagena hace parte del Proyecto GEO Ciudades del PNUMA que busca promover una mejor comprensión de la dinámica de las ciudades y sus ambientes, proporcionando información confiable y actualizada para los gobiernos municipales y el público en general de la región. Hasta la fecha se han realizado un total de 30 GEO Ciudades en América Latina y el Caribe. Cartagena de Indias es la número 31 y es la segunda ciudad en Colombia en tener un diagnóstico de esta magnitud. El informe GEO Cartagena plantea que las posibilidades de un desarrollo vigoroso y sostenible para Cartagena y la posibilidad de mantener sus dinámicas y competitividad en el contexto Caribe en lo económico, social y ambiental, depende en alto grado de un manejo correcto de su medio ambiente. Al evento asistieron la Alcaldesa de Cartagena, Judith Pinedo; el director Académico del Observatorio, Antonio Hernández; la directora Ejecutiva Madalina

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Portada del Informe GEO Cartagena.

La directora Ejecutiva del Observatorio del Caribe Colombiano, Madalina Barboza; el Director Académico, Antonio Hernández, y la Alcaldesa de Cartagena Judith Pinedo. Foto: Aura García.

Homenaje a Roberto Burgos Cantor

Los resultados del Informe GEO Cartagena fueron presentados ente autoridades ambientales, ONG y comunidad en general. Foto: Aura García.

Amigos del Observatorio No son un millón, pero sí son muchos, los amigos que a lo largo de 11 años ha cultivado el Observatorio del Caribe Colombiano. Para reunirlos y contarles los proyectos de la institución para el 2009, se realizaron dos encuentros, uno en Bogotá y otro en Barranquilla, los cuales sirvieron además para realizar las primeras cátedras del Caribe de 2009. En Bogotá la reunión se realizó en la Biblioteca Luis Ángel Arango, y en ella el crítico de arte Álvaro Medina presentó su conferencia “Poéticas Visuales del Caribe colombiano”. Así mismo, Alberto Abello Vives, y Adolfo Meisel Roca presentaron su visión sobre la vigencia del Compromiso Caribe. En Barranquilla el encuentro se dio en el Teatro Amira de la Rosa y tuvo como telón de fondo un homenaje a la poeta Meira Delmar, el cual estuvo a cargo del poeta e investigador Miguel Iriarte.

Roberto Burgos Cantor no olvidará fácilmente este 2009. Los comentarios elogiosos de la crítica especializada a su novela histórica La ceiba de la memoria no han parado, obtuvo el premio de Narrativa José María Arguedas de la Casa de las Américas, un galardón que han ganado escritores como Rubem Fonseca, Sergio Ramírez y Antonio Skármeta, entre otros, y ha sido objeto de varios homenajes como el ofrecido por la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad de Cartagena en el marco de las Jornadas Culturales Héctor Rojas Herazo, las cuales se realizaron entre el 4 y el 8 de mayo. El Observatorio del Caribe Colombiano se sumó a este reconocimiento, con la de la Cátedra del Caribe, “La ceiba de la memoria: las felicidades de la incertidumbre”, a cargo del profesor y crítico literario Cristo Figueroa Sánchez. A lo largo del homenaje se programaron charlas y conversatorios sobre la obra de Burgos Cantor, y se le entregaron varias distinciones.

Roberto Burgos Cantor durante su intervención en las Jornadas Culturales Héctor Rojas Herazo. Foto: Augusto Otero Herazo..

José Luis Garcés en Leer el Caribe

El poeta Miguel Iriarte en su conferencia sobre Meira Delmar, en el Amira de la Rosa, en Barranquilla. Foto: Augusto Otero Herazo.

El programa Leer el Caribe tuvo como invitado en 2009 al cordobés José Luis Garcés González, escritor, ensayista, investigador, gestor cultural, miembro fundador del Grupo El Túnel, de Montería. Garcés ha publicado cuentos, poemas, crónicas, investigaciones literarias, ensayos y estudios monográ­ ficos. Su argumento Caballo viejo fue adaptado como telenovela y vendido a más de veinte países del área

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hispana. En España obtuvo el premio Onda. Cuentos suyos han sido traducidos al eslovaco (Antología del cuento colombiano, traducción de Slovenka Literárna Agentúra, de Bratislava, 1987), francés (Antología de la novela latinoamericana, 1991), alemán (Cuentos hispanoamericanos: Colombia, 1997), inglés (El libro de la brevedad, 2000) y poemas de su libro Cuerpos otra vez fueron traducidos al portugués (traducción de Fernando Mendes Vianna, 1999). El primer encuentro de Garcés con los estudiantes, quienes leyeron la obra de Garcés González de las instituciones oficiales del Distrito de Cartagena fue en el mes de abril, en una jornada maratónica en el Paraninfo de la Universidad de Cartagena, donde se reunieron más de 300 jóvenes, varios de los cuales dialogaron con el autor y le hicieron preguntas sobre su obra. Posteriormente el profesor Guillermo Tedio realizó una jornada de capacitación con los docentes de la Red de Educadores de la Lengua Castellana del Distrito de Cartagena, que sirvió de base para el proceso con los estudiantes, que leyeron la obra de Garcés González y prepararon diferentes adaptaciones de sus cuentos.

Cátedras de norte a sur La realidad del Sur En 2009 la Cátedra del Caribe empezó su recorrido por la región Caribe por Santa Rosa del Sur, en el Sur de Bolívar. Allí, el 29 de abril el Observatorio del Caribe Colombiano y el Banco de la República realizaron la Cátedra “Economía y conflicto en el cono sur de Bolívar”, a cargo de Joaquín Viloria de la Hoz, investigador del Centro de Estudios Económicos Regionales del Banco de la República en Cartagena. Tras la presentación de los resultados de la investigación se realizó un foro en el que participarán diferentes actores sociales de la zona sur del Departamento, integrada por 16 municipios.

El investigador Joaquín Viloria respondió preguntas de un público muy diverso en Santa Rosa del Sur. Foto: Augusto Otero Herazo.

Diálogo del escritor José Luis Garcés con los estudiantes en el Paraninfo de la Universidad de Cartagena. Foto: Augusto Otero Herazo.

Más de 300 estudiantes se reunieron en el paraninfo de la Universidad de Cartagena para escuchar al escritor invitado. Foto: Augusto Otero Herazo.

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Critica Literaria Una semana más tarde (8 de mayo), la Cátedra hizo presencia en la Universidad de Cartagena, en el marco de las Jornadas Culturales Héctor Rojas Herazo, en donde el investigador y crítico literario Cristo Figueroa dictó la conferencia “La ceiba de la memoria: las felicidades de la incertidumbre”, en la que se abordó el proceso de escritura de esta importante novela de Roberto Burgos Cantor. Música Wayúu La música ancestral del pueblo Wayúu fue objeto de otra cátedra, esta vez de la mano del programa Oyendo el Caribe, que lideran el Observatorio y la Fundación de Música, con el apoyo del Ministerio de Cultura y de empresas como Chevron.

La presentación de “Weirain: La música y la palabra entre los Wayúu”, nombre del quinto volumen de Oyendo el Caribe, estuvo acompañada por una conferencia del investigador musical Egberto Bermúdez, la cual tuvo lugar en el Centro Cultural Departamental de Riohacha (La Guajira). Todas las grabaciones del CD fueron hechas en Uribia en marzo de 1992 en el contexto del Festival de la Cultura Wayúu por iniciativa de Weildler Guerra Curvelo, en ese momento Secretario de Asuntos Indígenas del departamento de La Guajira. Obeso, protagonista en Mompox El 2009 fue declarado por el Ministerio de Cultura como el Año Obseso – Artel, en reconocimiento a la obra de los dos grandes poetas del Caribe. El Observatorio se sumó a este reconocimiento en la propia Mompox, lugar de nacimiento de Candelario Obeso, adonde se llevó la cátedra “La actividad literaria de Candelario Obeso: entre la exotización y el reconocimiento”, dictada por el historiador Javier Ortiz Cassiani. Obeso es considerado el iniciador de la llamada “Poesía Negra” en Colombia. Nació en Mompox, pero a los 17 años de edad se instaló en Bogotá, donde inició una breve, pero prolífica vida intelectual, durante la cual publicó novelas, poemarios, traducciones y participó en la actividad literaria y en la prensa nacional.

El museo por el Caribe Uno de los hechos más afortunados para la cultura y la identidad del Caribe colombiano es, sin duda, la apertura en Barranquilla del Museo del Caribe, un proyecto que el Observatorio ha acompañado desde su concepción. Con el ánimo de mostrar este espacio por fuera de Barranquilla, enfatizando su carácter de proyecto regional, las dos instituciones planearon una serie de cátedras por varias de las capitales del Caribe colombiano. Fue así como la directora del Museo, la investigadora y gestora cultural Carmen Arévalo Correa, presentó los antecedentes y guión que dieron origen al primer museo regional de Colombia. La cátedra recorrió las ciudades de Montería (Córdoba), Sincelejo (Sucre), Santa Marta (Magdalena), Valledupar (Cesar) y Riohacha (La Guajira). En todas estas ciudades se vio una positiva recepción del público.

Muestra del Museo del Caribe, por su directora Carmen Arévalo, en la Cámara de Comercio de Sincelejo. Foto: Augusto Otero Herazo.

En Mompox, el historiador Javier Ortiz Cassiani habló de la actividad literaria de Obeso.

Aspecto de la presentación del Museo en el auditorio del Banco de la República, sucursal Santa Marta. Foto: Augusto Otero Herazo.

La comunidad momposina acudió en gran número a la sede la Academia de Historia de ese municipio, donde se realizó la Cátedra. Foto: Augusto Otero Herazo.

Investigar sobre música en el siglo xxi. En asocio con el Instituto de Investigaciones Estéticas de la Universidad Nacional de Colombia y con el apoyo del Centro de Formación de la Cooperación Española y del Museo Bolivariano de

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Arte Contemporáneo, la Cátedra del Caribe se vinculó este año a la agenda académica de la III Cátedra Latinoamericana de Artes Alberto Urdaneta, del Instituto de Investigaciones Estéticas. El primer coloquio de esta Cátedra se realizó en Bogotá, con la participación de los investigadores Geoffrey Baker (Reino Unido), Gonzalo Camacho (México), Weildler Guerra Curvelo (Colombia) y Juan Luis Restrepo (Colombia). En Cartagena participaron los investigadores Geoffrey Baker, Gonzalo Camacho, Jorge Nieves Oviedo y Egberto Bermúdez (Colombia). Esta misma cátedra se realizó en Santa Marta.

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Homenaje a un maestro del Caribe

El investigador mexicano Gonzalo Camacho en la Cátedra del Caribe. Foto: Augusto Otero Herazo.

El Área Cultural del Banco de la República, sucursal Cartagena, y el Observatorio del Caribe Colombiano, a través de la Cátedra del Caribe, con el apoyo del Centro de Formación de la Cooperación Española y la Universidad Nacional Abierta y a Distancia (UNAD), realizaron el 18 de agosto un gran seminario en homenaje a la vida y obra del sociólogo costeño Orlando Fals Borda, fallecido en 2008. Orlando Fals Borda dedicó buena parte de sus años a la investigación social, fue pionero en los estudios sobre violencia en Colombia y formó parte de una generación de sociólogos que combinó la investigación con la acción política y abrió el camino para los estudios interdisciplinarios en el país. Entre los participantes estuvieron los investiga­ dores Alexander Pereira, Weildler Guerra, Martha Herrera, Bernardo Restrepo, Fabio Zambrano, Víctor Negrete, Alberto Abello Vives y Gerardo Ardila, entre otros. El seminario sirvió de apertura a la exposición Orlando Fals Borda: Ciencia y compromiso, que contó con el apoyo de la Universidad Nacional de Colombia, institución que conserva un acervo documental donado por Fals Borda. Trabajos presentados en ese seminario sirvieron de base para el homenaje que AGUAITA le brinda al maestro en este número.

Los investigadores Jorge Nieves Oviedo, Gonzalo Camacho, Geoffrey Baker, en la Cátedra que se realizó en el Centro de Formación de la Cooperación Española. Foto: Augusto Otero Herazo.

Afiche promocional del seminario Vida y obra de Orlando Fals Borda. Diseño: Mauricio Gómez P.

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Los investigadores Weildler Guerra, Gerardo Ardila y Alberto Abello en un panel del seminario. Foto: Augusto Otero Herazo.

Para hablar sobre la Historia doble de la Costa fueron invitados los investigadores Víctor Negrete, Armando Martínez G., Fabio Zambrano y Edgardo Támara. Foto: Augusto Otero Herazo.

Música del Archipiélago. La música popular del Archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina también estuvo en la Cátedra del Caribe Colombiano. Esto ocurrió en la propia isla, donde se presentó el cuarto volumen de la serie Oyendo el Caribe “No Body Business But My Own”, interpretado por el Coral Group. En esta ocasión el musicólogo Egberto Bermúdez, presidente de la Fundación de Música, hizo un recorrido histórico por los ritmos y músicos de la isla, señalando que los temas contenidos en ese volumen son ejemplos representativos de los estilos que identifican la cultura raizal del archipiélago y que se han convertido, junto con otros, como los nuevos ritmos caribeños (reggae, deejay, dub, soca, etc.), en un importante elemento de su resistencia cultural.

El musicólogo Egberto Bermúdez, durante la presentación del disco “No Body Business But My Own”, en el salón Alejandro Rankin de la Cámara de Comercio de San Andrés, Providencia y Santa Catalina. Foto: Augusto Otero Herazo.

III Encuentro de investigadores. El Claustro de la Merced de la Universidad de Cartagena acogió, en mayo, el III Encuentro de Investigadores del Caribe Colombiano, que reunió durante dos días a más de 250 investigadores de la región. El encuentro, organizado por el Observatorio del Caribe Colombiano, contó con el apoyo de la Universidad de Cartagena y la financiación de Colciencias. Para el encuentro se inscribieron 80 ponencias y fueron seleccionadas 33 que fueron presentadas en cuatro mesas de trabajo por áreas de conocimiento: Ciencias Sociales, Ciencias Humanas, Ciencias Básicas y Desarrollo Tecnológico. En este tercer encuentro tuvieron espacio por primera vez las ciencias básicas y el desarrollo tecnológico, con el objetivo de dar a conocer lo que hace la comunidad científica de la región en estos campos.

Los investigadores se reunieron en comisiones por área de conocimiento. Foto: Cortesía Universidad del Magdalena.

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Las presentaciones en plenaria tuvieron lugar en el Paraninfo de la Universidad de Cartagena. Foto: Cortesía Universidad

del Magdalena.

Un indicador para El Caribe. Investigadores del Observatorio del Caribe Colombiano y la Cámara de Comercio de Cartagena recorrieron las capitales del Caribe colombiano socializando los resultados del Indicador Global de Competitividad (IGC), una investigación que involucró a 22 ciudades colombianas y que contó con la financiación del Grupo Bancolombia. La correría comenzó en Montería y terminó en la Isla de San Andrés, y durante las presentaciones se invitó a comentaristas expertos en competitividad, lo mismo que a empresarios, gremios y autoridades locales. Estos eventos contaron con el apoyo de las Cámaras de Comercio de la región, y de instituciones como el Banco de la República.

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El director Académico del Observatorio del Caribe Colombiano, Antonio Hernández acompañó la divulgación de los resultados del ICG en todas las capitales del Caribe colombiano. Foto: Augusto Otero Herazo.

En Santa Marta, el comentarista invitado fue el investigador y docente Jairo Parada. Foto: Augusto Otero Herazo.

resú

m

enes

Cerro Matoso y la economía del ferroníquel en el Alto San Jorge (Córdoba) Joaquín Viloria de la Hoz

Resumen En el presente documento se analiza la estructura económica del municipio de Montelíbano y su área de influencia, en el departamento de Córdoba, tomando como eje central del análisis la producción de ferroníquel de Cerro Matoso. Los datos para Montelíbano se comparan con los de Puerto Libertador, La Apartada y Caucasia, este último ubicado en el departamento de Antioquia. En

términos económicos, Córdoba ha crecido más rápido que la economía colombiana durante el período 1990-2007, impulsada principalmente por el sector minero, la construcción y la industria, mientras el sector agropecuario ha perdido participación. En cuanto a las finanzas públicas de Montelíbano, su análisis muestra que las regalías y las transferencias de la Nación han generado cierta dependencia de los ingresos corrientes.

La estructura económica de San Andrés y Providencia en 1846 Adolfo Meisel Roca

Resumen La historiografía sobre San Andrés y Providencia, las principales islas colombianas en el Mar Caribe, ha argumentado que en el periodo que va desde fines del siglo XVIII hasta comienzos de la década de 1850 el archipiélago tuvo una economía mono exportadora de algodón. Luego y hasta los años 1950, el algodón fue reemplazado por las exportaciones de coco. En este ensayo argumentamos que la economía que había en las islas antes de la era del coco no estaba tan estrechamente

especializada en la producción de algodón, y que se cultivaban una gran variedad de productos agrícolas. Fue sólo con el ascenso de las exportaciones del coco que San Andrés y Providencia vivieron un periodo de exportación de un único producto agrícola que hizo que su economía fuera vulnerable a la inestabilidad de ese sector. Para la discusión se utiliza un detallado informe sobre la economía del archipiélago encontrado recientemente por el autor en el Archivo General de la Nación.

Amor, despecho y cortesía en las canciones de Agustín Lara Julio Escamilla Morales

Resumen En este artículo se presenta una caracterización discursiva de las manifestaciones de (des)cortesía que subyacen en las principales canciones del compositor mexicano Agustín Lara, casi todas pertenecientes al género caribeño denominado bolero. En esas canciones describimos y explicamos los aspectos temáticos predominantes y las principales actitudes enunciativas propias de las relaciones sentimentales

cordiales y conflictivas que en ellas aparecen, es decir, las manifestaciones ostensibles del amor y el despecho que le expresa el enunciante a la persona amada. Con base en lo anterior se especifican los elementos lingüísticos utilizados por el compositor Lara para construir su propia imagen de enamorado feliz o infeliz y la de su destinataria, considerada como origen o causa de la felicidad o infelicidad en cuestión. a g u a i t a - DIECINUEVE - VEINTE / diciembre 2 0 0 8 - Junio 2 0 0 9

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aut

Javier Ortiz Cassiani [email protected]

Historiador de la Universidad de Cartagena, Magister en Historia de la Universidad de los Andes. Ha sido profesor de las universidades de Cartagena, Jorge Tadeo Lozano (seccional del Caribe), los Andes y la Santo Tomás de Cartagena. Es coautor de los libros Desorden en la plaza. Modernización y memoria urbana en Cartagena y De los 50 días que hicieron a Colombia. Ha publicado ensayos, artículos y reseñas sobre la historia y la cultura afrocolombiana y sobre la historia de la cultura en las revistas Historia Crítica, Palimpsesto, El taller de la historia y Aguaita. Ganó la VI Convocatoria de las Becas Culturales Héctor Rojas Herazo del Observatorio del Caribe Colombiano y el Ministerio de Cultura con el proyecto “Los rumores de la estación. Memoria oral del ferrocarril Calamar – Cartagena”. Como asesor del grupo de Patrimonio Inmaterial de la Dirección de Patrimonio del Ministerio de Cultura fue curador de la exposición Candelario Obeso: bogando en un río de letras, organizada por el Ministerio de Cultura y la Biblioteca Luis Ángel Arango. Actualmente adelanta el doctorado en Historia en El Colegio de México.

Eric Dubesset

[email protected]

Doctor en estudios iberoamericanos, investigador en el Centro de Análisis Político Comparado, de Geoestrategia y de Relaciones Internacionales (CAPCGRI) Université de Bordeaux (Francia), e investigador asociado al Centro de Investigación sobre el Caribe hispánico (CARHISP). Es el autor de varios trabajos sobre las dinámicas y las apuestas geopolíticas contemporáneas de los territorios hispanos del espacio caribeño. El artículo incluido en este número de Aguaita es la versión aumentada, retocada y traducida del texto publicado en Francia por el autor bajo el título «L’invention de la Côte caraïbe centraméricaine: le cas du Nicaragua»,

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res

in  Ch. Lerat (dir.), Le monde caraïbe  : défis et dynamiques. Géopolitique, intégration régionale et enjeux économiques, Tome 2, Maison des Sciences de l’Homme d’Aquitaine, 2005.

Adolfo Meisel Roca [email protected]

Barranquilla, 1954. Economista de la Universidad de los Andes, Magíster y doctor en Economía de la Universidad de Illinois, Magíster en Sociología de la Universidad de Yale. En los últimos años sus investigaciones han sido sobre la historia monetaria y fiscal de Colombia, la evolución en las disparidades regionales y la historia económica del Caribe colombiano. Gerente del Banco de la República, sucursal Cartagena. Ha publicado, entre otros libros, Política, políticos y desarrollo socioeconómico de la Costa Atlántica: una visión histórica (1989) y El Banco de la República: antecedentes, evolución y estructura (1990). Es compilador con Haroldo Calvo de los libros Cartagena de Indias y su historia (1998), El rezago de la Costa Caribe colombiana (1999), Cartagena de Indias en el siglo XIX (2002), Cartagena de Indias en el siglo XVIII (2005), Cartagena de Indias en el siglo XX (2006) y Cartagena de Indias en el siglo XVII (2007).

Joaquín Viloria de la Hoz [email protected]

Santa Marta, 1962. Economista de la Universidad Externado de Colombia. Magister en Planificación y Administración del Desarrollo Regional, Universidad de los Andes. Magister en Economía y Políticas Públicas, Universidad de Chile. Doctorado en Historia. Investigador del Centro de Estudios Económicos Regionales (CEER) del Banco de la República Sucursal Cartagena.

Margarita Sorock [email protected]

Nueva York, 1943. Es una profesional independiente que se dedica a la investigación, redacción, traducción y docencia. Está radicada en

Cartagena desde 1981. En febrero de 2008 terminó su Doctorado en Literatura y Lenguaje en Español en la Universidad de la Ciudad de Nueva York con una tesis sobre el Eligio García. Su tesis de maestría, del 2003, trataba la ciudad de Cartagena y su representación en ciertas novelas de Manuel Zapata Olivella, Gabriel García Márquez, Roberto Burgos y Eligio García. Ha sido profesora catedrática en el Departamento de Humanidades de la Universidad Tecnológica de Bolívar. Participa como profesora invitada en el programa de doctorado en Ciencias de la Educación de la Universidad de Cartagena. Ha sido profesora de literatura en la Universidad Jorge Tadeo Lozano. Durante 22 años (1988-presente) ha sido redactora y traductora del Festival Internacional de Cine de Cartagena. Desde 2008, coordina la sección del Festival conocida como Cine Mujer. Trabaja como relatora y traductora para la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano, siendo su esfuerzo reciente la participación en un seminario sobre el reto global y el desarrollo de medios. A menudo realiza investigaciones y traducciones para el Observatorio del Caribe Colombiano.

Julio Escamilla Morales [email protected]

Licenciado en Filología e Idiomas de la Universidad del Atlántico y Magíster en Semiolingüística de la Universidad París XIII (Francia). Profesor titular de la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad del Atlántico, donde tiene a su cargo los seminarios de Análisis del discurso, Procesos semiológicos y Cine latinoamericano. Es director del Círculo de Análisis del Discurso-CADIS, grupo con el cual ha realizado varias investigaciones en torno a las interacciones verbales en Barranquilla, la canción vallenata y los imaginarios socioculturales presentes en los discursos cotidianos. Ha participado como ponente en múltiples congresos internacionales de la Asociación Latinoamericana de Estudios del Discurso-ALED, el Programa de Estudios del Discurso de Cortesía en Español- EDICE, la International Association for Dialogue AnalysisIADA y la Asociación de Lingüística y Filología de América Latina-ALFAL. Entre sus publicaciones se encuentran los libros Fundamentos semiolingüísticos de la actividad discursiva, La canción vallenata como

acto discursivo y diveros artículos sobre el graffiti, los obituarios y la expresión de la cortesía, entre otros. Dirige, además, la revista Polifonía y es miembro del Comité Editorial de la Revista ALED.

Alexander Pereira Fernández [email protected]

Historiador de la Universidad Nacional de Colombia y Magíster en Historia de América Latina de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hildalgo, México. Ha escrito artículos sobre Orlando Fals Borda en el Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura, y en la revista Crítica y Emancipación del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales.

Armando Martínez Garnica [email protected]

Doctor en historia por el Colegio de México y profesor titular en la Escuela de Historia de la Universidad Industrial de Santander. Es autor de varios libros y artículos relacionados con el proceso de la independencia en las reales audiencias de Santa Fe y de Charcas. Recientemente publicó el libro titulado La agenda de Colombia, 1821-1831.

Gerardo Ardila [email protected]

Antropólogo, con estudios de doctorado en Ecología, en la Universidad de Kentucky, Estados Unidos. Profesor del Departamento de Antropología e investigador del Centro de Estudios Sociales –CES—, de la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional de Colombia. Coordinador del Programa de Ecología Histórica –PEH—, y del Programa Universitario de Estudios sobre Movilidad Humana –PUEMH–. Consultor de agencias nacionales e internacionales en el campo del ordenamiento territorial y las migraciones. Su trabajo se concentra en los aspectos conceptuales y prácticos de la construcción territorial desde la ecología política. Entre sus obras figuran Colombia: migración, transnacionalismo y desplazamiento (2005). Los tiempos de las conchas. Investigaciones arqueológicas en la costa de la península de la Guajira (1996). La Guajira: de la memoria al porvenir, una visión antropológica (1990).

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Alberto Abello Vives

[email protected]

Santa Marta, Magdalena. Economista de la Universidad Externado de Colombia. Magíster en Estudios del Caribe de la Universidad Nacional de Colombia. Ex director del Observatorio del Caribe Colombiano. Miembro de la red Ocaribe de investigadores. Actualmente es el Decano de la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas y director de la maestría en Desarrollo y Cultura de la Universidad Tecnológica de Bolívar. Autor y compilador de varios libros entre los que se encuentran: La región y la economía mundial. Cedetrabajo. Bogotá. 1997; El Caribe colombiano, la realidad regional al final del siglo XX. Coordinador con Cecilia López Montaño. DNP. Observatorio del Caribe colombiano. Tercer Mundo. 1998; La Costa que queremos, reflexiones sobre el Caribe colombiano en el umbral del 2000. Coeditor con Cecilia López Montaño. DNP. Universidad del Atlántico, Observatorio del Caribe colombiano. 1998; Directorio de profesionales para la investigación en el Caribe colombiano. Fonade. Observatorio del Caribe Colombiano. 1998; Estructura industrial del Caribe colombiano (19741996). Coautor y director de la investigación. Observatorio del Caribe Colombiano. 2000. Poblamiento y Ciudades del Caribe colombiano. Compilador conjuntamente con Silvana Giaimo. Observatorio del Caribe Colombiano. 2000; El Caribe en la Nación Colombiana; compilador. Memorias de la X Cátedra Ernesto Restrepo Tirado del Museo Nacional y el Observatorio del Caribe Colombiano. Bogotá (2006). exdirector de la revista Aguaita del Observatorio del Caribe Colombiano. Asesor científico del Museo del Caribe (Barranquilla) y de la Casa Museo de García Márquez en Aracataca.

Víctor Manuel Moncayo Cruz [email protected]

Abogado de la Universidad Nacional de Colombia con estudios de posgrado en Ciencia Política de la Universidad Católica de Lovaina. Es profesor emérito de la Universidad Nacional; ha sido Decano de la Facultad de Derecho, Ciencias Políticas y Sociales, y Rector durante seis años. Su vasta producción

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académica alterna estudios sobre teoría del Estado y del Derecho con análisis de políticas públicas, siempre en una perspectiva crítica de la organización social y productiva vigente. Autor de numerosos libros y artículos entre los cuales se destaca su más reciente obra El Leviatán derrotado.

Álvaro Medina [email protected]

Nació en Barranquilla en 1942. Arquitecto, narrador y crítico e historiador del arte. Ha residido gran parte de su vida en los Estados Unidos y Francia, Finalista en el Premio Biblioteca Seix Barral con una novela aún inédita, Papa Rey. En los años sesenta militó en el movimiento nadaísta con el seudónimo “José Gabriel Jorge”. Integrante de la Comisión Coordinadora del Suplemento del Diario del Caribe, 1973-1979. Ejerció la crítica de arte a través de la Radio Nacional y se dedicó a investigar en fuentes primarias la historia del arte colombiano. Durante muchos años se desempeñó como curador del Museo de Arte Moderno de Bogotá, actividad que compaginó con la docencia, siendo profesor adscrito del Instituto de Investigaciones Estéticas de la Universidad Nacional de Colombia Sede Bogotá. Autor de más de una decena de libros sobre el acontecer artístico del país, entre los que cabe destacar: Procesos del arte en Colombia (1978); El arte colombiano de los años veinte y treinta (1995); Alfredo Guerrero y su mundo pictórico (1998); Armando Villegas (2005) y Juan Cárdenas (2007). Curador de importantes exposiciones internacionales y nacionales como Colombia en el umbral de la modernidad, en 1997; Arte y violencia en Colombia desde 1948, en 1999; Carlos Salas – Pintura activa, en 2000; Nadín Ospina – Tergiversaciones y Germán Londoño – Como un río de sangre, ambas en 2001. Su investigación sobre el arte colombiano de los años veinte y treinta le mereció el Premio Nacional de Historia, otorgado por Colcultura. Parte de su producción académica e intelectual ha sido traducida al inglés, al francés y al alemán. En 2000, Medina publicó su investigación pionera titulada El arte del Caribe colombiano, bajo los auspicios de la Secretaría de Educación y Cultura de la Gobernación de Bolívar. En los años siguientes continuó esas investigaciones que culminaron en su obra más reciente Poéticas visuales del Caribe colombiano al promediar el siglo XX (2008).

Hernán Vargascarreño [email protected]

(Colombia, 1960). Poeta, traductor y editor. Docente de literatura egresado de la Universidad Industrial de Santander. Creó y dirigió en Santa Marta el programa nacional Poesía Mar Abierto (1991-2008). Dirige la revista de poesía Exilio. Se ha desempeñado como promotor de lectura con el Ministerio de Cultura y el área cultural del Banco de la República, y como tallerista en la Casa de Poesía Silva. Libros publicados: País íntimo (2003) y las traducciones de Edgar Lee Masters: Almenas del tiempo (2003) y de Emily Dickinson: ¿Quién mora en estas oscuridades? (2007). Becado por el Ministerio de Cultura en la modalidad de creación literaria (1999); Premio Nacional de Poesía Antonio Llanos (Biblioteca Centenario, Cali, 2000); segundo finalista en el Premio Nacional de Poesía Ciudad de Bogotá IDCT (2002); Premio Nacional de poesía sin banderas de la Casa Silva (2003).

Rómulo Bustos Aguirre [email protected].

(Santa Catalina de Alejandría, Bolívar, 1954). Realizó estudios de Derecho y Ciencias Políticas en la Universidad de Cartagena y Literatura Hispanoamericana en el Instituto Caro y Cuervo. Se ha desempeñado como profesor de literatura en la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad de Cartagena. Ha publicado: El oscuro sello de Dios (1988), Lunación del amor (1990), En el traspatio del cielo (Premio Nacional de Poesía Colcultura 1993) y Palabra que golpea un color imaginario (1996) en la colección Encuentros Iberoamericanos, de la Universidad Internacional de Andalucía. Otros libros suyos son: La estación de la sed (1998) y Antología de poetas costeños (1993). Oración del impuro, editada por la Universidad Nacional, reúne su obra poética completa.

Manuel Guillermo Ortega Hernández (Guillermo Tedio) [email protected]

Cuentista, ensayista y profesor titular de la Universidad del Atlántico donde coordina el área de Literatura. Par académico inscrito en COLCIENCIAS y Director de GILKARÍ, Grupo de Investigación

Literaria del Caribe, categorizado en A. Licenciado en Filología e Idiomas. Estudió Derecho, graduándose con una tesis meritoria sobre Derecho de autor o propiedad intelectual. Magíster en Literatura hispanoamericana del Instituto Caro y Cuervo. Ha publicado tres libros de cuentos, La noche con ojos, También la oscuridad tiene su sombra y El amor brujo. Su cuento “Tierra de iguanas” fue premiado por El Espectador en el Concurso Nacional de Cuentos, 1975. Ha ganado concursos nacionales e internacionales de Cuento y sus trabajos críticos han sido publicados en revistas, periódicos y magazines de Colombia y el extranjero. Cuentos suyos figuran en antologías de cuento colombiano y han sido traducidos al italiano y al francés. Edita y dirige en Internet la revista La casa de Asterión [http://lacasadeasterion.homestead. com], donde se publican ensayos sobre literatura, arte y cultura.

Lyda Vega.

[email protected]

Licenciada en Lenguas Modernas. Universidad del Atlántico. Especialista en Literatura del Caribe colombiano de la Universidad del Atlántico. Docente del Nuevo Colegio del Prado. Catedrática en el área de literatura de la Universidad del Atlántico.

Ariel Castillo Mier [email protected]

Licenciado en Filología e Idiomas de la Universidad del Atlántico con estudios de Maestría en Letras Iberoamericanas en la Universidad Nacional Autónoma de México y de doctorado en Letras Hispánicas de El Colegio de México. Miembro del Grupo de Investigación Literaria (Gilkarí), profesor de la Universidad del Atlántico, coordina la Cátedra del Caribe Colombiano, programa del Observatorio del Caribe Colombiano y editor de la revista Aguaita del Observatorio del Caribe Colombiano. Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar (2002). Compilador de Respirando el Caribe. Memorias de la Cátedra del Caribe Colombiano y Feedback Editor y prologuista del libro de crítica literaria de Carlos J. María, Feedback. Notas de crítica literaria y literatura colombiana antes y después de García Márquez, (1997); del diccionario de Adolfo Sundheim, Vocabulario

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costeño o lexicografía de la región septentrional de la República de Colombia (1998); de Respirando el Caribe. Memorias de la Cátedra del Caribe Colombiano (2001) y coeditor del libro Meira Delmar Poesía y Prosa, (2003).

Nadia Celis Salgado [email protected]

Nació en Montería y creció en Cartagena, en cuya universidad se graduó en Linguística y Literatura. Es doctora en Literatura caribeña y latinoamericana de Rutgers, la Universidad estatal de Nueva Jersey, donde también obtuvo su título de Maestría y

visítenos

cursó su especialización en “Estudios de género”. Actualmente trabaja como profesora e investigadora para Bowdoin College, donde enseña literatura y cultura latinoamericana y “latina”. Entre sus intereses de investigación se encuentran el pensamiento, la cultura y la narrativa caribeñas, en particular el trabajo de escritoras del Caribe colombiano en diálogo con el de autoras del Gran Caribe. Sus publicaciones han aparecido en revistas académicas nacionales e internacionales e incluyen ensayos críticos sobre Marvel Moreno, Fanny Buitrago y Mayra Santos-Febres, además de colaboraciones editoriales para la prensa nacional.

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