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EL CUERPO PARLANTE Y SUS PULSIONES EN EL SIGLO XXI
Presentación de la primera clase del curso “Hablar lalengua del cuerpo” de Eric Laurent
Pierre-Gilles Guéguen
El psicoanálisis desde el momento de su invención por Freud, y gracias a Anna O fue una terapia por la palabra, mismo si el nombre familiar que le dio Anna O (chimney sweeping) jugaba con el equívoco erótico. En cualquier caso, y a pesar de las tentativas desafortunadas de Wilhelm Reich, la clínica continuó y continúa por excluir el tratamiento directo del cuerpo. Los cuerpos están en presencia (diríamos como una condición indispensable) pero sin contacto. La relación al Otro que es el de la cura analítica introduce como tercero entre analista y analizante al lenguaje como soporte de una palabra que infaliblemente gira alrededor de la sexualidad y del fracaso de las tentativas del sujeto, que se queja de su síntoma, y encuentra un apoyo de su ser en la relación sexual. En suma, el psicoanálisis habla de los cuerpos- lo que lo torna un poco sospechoso a los médicos-, pero se guarda de curar por la intervención física. Los posfreudianos, habían pensado poder resumir el proceso del psicoanálisis y el relativo silencio del analista, por la simple trilogía: agresión, frustración, regresión. Entonces ellos redujeron a fórmulas de manual para estudiantes urgidos, la búsqueda ansiosa de Freud concerniente a eso que él esperaba de la realización de la castración simbólica por el proceso de la palabra, y sus esperanzas de curación de los síntomas neuróticos. Porque Freud, que no obstante era médico, había dejado la idea de intervenir sobre el cuerpo (electroterapia) o sobre el pensamiento (hipnosis), aunque escuchaba sin cesar a sus pacientes femeninos o masculinos hablar de sus cuerpos , de sus amores y de su sexualidad. Los “Tres ensayos sobre una teoría sexual” son desde ese punto de vista muy parlantes: Freud no trata allí, más que del uso del cuerpo y de sus goces. Cada uno tiene en mente los dos textos mayores a partir de los cuales él da las marcas 1
sobre el cuerpo, en la clínica: “Introducción al narcisismo” de 1914, seguido de “Pulsiones y destinos de pulsión” 1915, sin mencionar los textos sobre la pulsión de muerte alrededor de los años ´20. Pulsión concepto, pulsión silenciosa, pulsión que vehiculiza la muerte, pulsión goce del sujeto, pero de un sujeto tomado por la cultura y las guerras atroces del comienzo del siglo XIX. Hay tantas declinaciones como índices de insistencia en la teoría freudiana. Es por la imagen que Lacan, releyendo a Freud, pondrá de nuevo en primer plano la preocupación por el cuerpo en sus observaciones sobre el Estadio del espejo. Mostrará así como el cuerpo está dado por la imagen unificante que se acompaña de una aquiescencia de simbólico del Otro. Es por ese sesgo, que la doctrina de la supremacía de lo Simbólico sobre lo Imaginario, supuesto ilusorio, se introducirá en la clínica psicoanalítica. La clínica del cuerpo fragmentado sirve de hilo conductor a la pregunta de Lacan, sin que él pueda todavía dar una respuesta satisfactoria. El vio claro durante sus primeros seminarios que el yo, lejos de ser unificante, no es sino un efecto de alienación al otro, y que es la pulsión aquello que el psicoanalista trata en su práctica. Luego de haber establecido en el Seminario VI que el deseo, en tanto que deseo del Otro está cargado de libido “perversa”, contrariamente a lo que anunció anteriormente, avanza en el Seminario VII, en respuesta a la clínica llamada “de la relación de objeto”, al lugar de un objeto que sería el suyo, en sentido de pertenecer al lenguaje, estando excluido. Esa articulación compleja, la detalla especialmente en el Seminario X y XI, haciendo del objeto un lugar vacío y un goce de borde de orificios sobre el cuerpo tegumentario. Es en el Seminario de los Cuatro Conceptos, que esa fase de su doctrina se despliega con más fuerza, especialmente en los diálogos críticos con Sartre y sobre todo con Merleau-Ponty que hacen de ese seminario una de las avanzadas más importantes en el universo intelectual de la época. Conviene también mencionar que entre tanto para definir la relación del sujeto con el lenguaje, adoptará las tesis estructuralistas de Levi Strauss, y sobre todo Jakobson, Saussure y Benveniste; encuentra un reparo contra el psicologismo y el tratamiento familiar del psicoanálisis de la IPA, y afirma con ellos, el descentramiento del sujeto con respecto al mundo de la naturaleza, la famosa ruptura epistemológica sobre la cual Lacan no volverá más. Durante ese período hace del falo la llave de su enseñanza, “falo simbólico imposible de negativizar, significante del goce” [1]. 2
En el Seminario XI y los siguientes Lacan retoma la vía cartesiana, especialmente aquella de las “meditaciones” de Descartes para asegurarse que el cuerpo extenso y la duda son los fundamentos del ser. La certeza que Lacan presenta en ese seminario es la certeza que el analizante encuentra en el lenguaje, una manera de ser representado por un significante para otro significante, es decir, que lo que domina el seminario XI es la división del sujeto, que se abolió como falta en ser, para de inmediato encontrarse representado por la alienación al Otro. En este punto surgió el goce del cuerpo, de donde la fórmula del fantasma $a. La pregunta queda planteada, a la cual responderá en el Seminario XXIII: LOM, su cuerpo, él lo tiene. Con el texto de los Escritos titulado “Posición del inconsciente”, Lacan inaugura un nuevo período de su enseñanza que lo separará bastante rápido del estructuralismo. Sin poder desarrollarlo aquí, señalemos solamente que Lacan introdujo en ese momento el mito de la Laminilla, que volverá ulteriormente varias veces en su enseñanza. Pone así en primer plano el goce omnipresente y reformula el formalismo estructuralista introduciendo el organismo. Ese giro es fundamental. Acompaña la puesta en cuestión de la función paterna y en particular del rol normativo del padre en la asunción de la posición sexuada del sujeto. Como lo dice en ese momento “no es verdad que dios –a quien Lacan agrega el padre muerto, ídolo del neurótico- los hizo macho y hembra” [2]. Un acontecimiento internacional en el cual Lacan participó va a decidir la nueva orientación de su doctrina y el acento puesto sobre el goce y el cuerpo. Se trata de la conferencia de Baltimore en 1966, en la que el gran lingüista Chomsky participa. Él se enrola contrariamente a Lacan en la vía que conducirá a las neurociencias, mientras que Derrida continuará en la exploración de sutilezas del lenguaje, y hará la teoría de la diferencia… Lacan al contrario, cambia de rumbo, rechaza hacer del lenguaje un huella memorial inscripta en las neuronas, y en una palabra, relanza la teoría de la pulsión de la cual nunca quiso aceptar, contrariamente a su discípulo y amigo Leclaire, que pueda leérsela en el texto del sueño. Es a la lógica que él se dirige (y contrariamente a Derrida) más cerca en esto de Deleuze invitado igualmente a ese Coloquio. Eso da lugar al Seminario de la Lógica del fantasma, donde el cuerpo se presenta como una elaboración de sentido creacionista a partir de un agujero. Hilio en el que el síntoma se invierte en efecto de creación [3]. 3
Sobre esta definición del cuerpo del parlêtre Eric Laurent, en sus conferencias dadas en la ECF durante el año 2015 ha hecho saltar varias etapas que se suceden respondiendo a diversas cuestiones que se afinan sucesivamente para culminar en el Seminario XXIII. Es particularmente sensible en Radiofonía que Lacan se interesó por la vía que Deleuze había diseñado en su Lógica del sentido, pero del cual Lacan no toma a su cuenta los análisis del goce, que el gran especialista sobre Spinoza producirá con su colega Guattari suponiendo cuerpos máquinas, donde las conexiones indiferenciadas permitirían la circulación de flujos de goce. No obstante, Lacan hizo referencia a la doble valencia del lenguaje a la vez vehículo del sentido que es incorporal y la materialidad de las palabras que como los cuerpos sin órganos, son divisibles al infinito y con conexión por choque entre ellos portadores de un goce esquizofrénico. El cuerpo deviene entonces superficie de inscripción del significante. Y es el significante (fuera del cuerpo) que recorta sobre el cuerpo y sus órganos localizaciones de goce. Es así que debe entenderse la frase frecuente citada en la página 431 de Otros Escritos: “Vuelvo en primer lugar al cuerpo de lo simbólico, que hay que entender como fuera de toda metáfora. Prueba de ello es que nada sino él aísla el cuerpo a tomar en sentido ingenuo, es decir, aquel del que el ser que se sostiene en él no sabe que es el lenguaje el que se le concede, hasta el punto de que él no sería aquí, a falta de poder hablar de este El primer cuerpo hace al segundo, al incorporarse a él” [4]. En ese texto Lacan distingue el cuerpo material y el cuerpo que el Otro del significante concede al sujeto por las inscripciones que él traza sobre el cuerpo sustancia. Nosotros estamos, ya lo vemos, lejos de la idea que el cuerpo solo es abordable por el sesgo de la representación significante. Todo ocurre como si en el momento de Radiofonía, Lacan pone de relevancia el plus de goce, a saber, un goce que no toma el modelo hombre del “todo” y que lo excede. Particularmente a partir de la civilización y de los Gadget que ella impone. Es a partir de una experiencia de goce que la inscripción se hace sobre el cuerpo , en los términos que Freud llamaba, fijación y no por Otro previo que no existe , que determinaría al sujeto en relación a la castración y a la norma del padre. Otro que Lacan designa aquí como magnitud negativa. Un año más tarde retoma en Lituraterre, la intuición ya desplegada en Radiofonía: el goce es primero, se inscribe sobre el cuerpo a partir de las nubes que figuran al Otro 4
como la lluvia en Siberia provocando efectos de erosión y de distribución del goce sobre el cuerpo, a partir de signos incorporales, como fuera de cuerpo. No obstante, la letra insiste, es un concepto lacaniano que da lugar a frecuentes equívocos o aproximaciones. Eric Laurent decía de esta manera: “Lacan dijo que la escritura en tanto ortografía no es esencial a lalangue. En cambio, y esto se opone, la letra resiste en tanto que fonética” [5]. La letra hace litoral a la vez en el cuerpo y fuera del cuerpo y ella se distingue del significante y de sus juegos fálicos ligados al sentido. Y sin embargo, la letra no es literatura. No es equivalente al objeto causa del deseo, porque ella es insistencia, primero meteoro que cava el agujero que abre el cuerpo sustancia al goce significante. Señala que el hombre tiene un cuerpo y aún una vez ese tener un cuerpo se opone a la estructura de agujero del ser del parletre. Jacques Alain Miller muestra el alcance de esa etapa de Lacan en la vía del sinthome en su curso de 2011. Opone letra y falta en ser, y vio la realización existencial en el sinthome tal como Joyce lo definirá. “Con el sinthome se bascula al costado existencial” [6]. Es esto que hace que Lacan generalice el caso Joyce: el sujeto tiene un cuerpo antes de ser la falta en ser y mediante ese cuerpo, fue golpeado por lalangue, el análisis consistirá en depurar el sentido fálico para volver a ese agujero, esa falta, que no es falta en ser, pero si sinthome y que orienta al sujeto en tanto viviente (sabiéndose mortal) en las maneras que le son únicas de gozar de su cuerpo. El fantasma vuelve siempre alrededor de una fase no reconstructiva, como Freud supo dar testimonio por su iteración de esa marca indeleble.
Traducción: Cristina B. Suárez
NOTAS [1] Escritos, p. 803 [2] Escritos, p. 828 [3] Escritos, p. 60 [4] Otros escritos, p. 431 [5] Enseñanzas a la ECF, disponible en Radio Lacan. 5
[6] Curso de J-A-Miller, “El ser y el Uno”. Inédito.
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