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ISSN 1696-7208 Revista número 12 de Noviembre de 2004
EL ENEMIGO DE MI HIJO ¡ Sus miedos ! Myrian Benítez Conde
Miedo a la oscuridad y a los monstruos y brujas de cuentos infantiles, miedo al colegio y a la ausencia de los padres de vuelta a casa, miedo a enfrentarse a los demás y al fantasma inmerso de la soledad. Estos temores, que suelen superarse sin problemas, acechan a los niños y adolescentes a medida que van tomando conciencia de la realidad que les envuelve. Pero el miedo puede también dejarse sentir desmesuradamente y sin causa aparente que lo provoque. En este caso se hablará de ansiedad, trastorno que supone a esas edades uno de los principales motivos de consulta psiquiátrica. Esta entidad a menudo 1
considerada un ¨ cajón de sastre ¨, caracterizada por ansiedad generalizada y persistente, la podríamos denominar ¨ angustia libre flotante ¨. Ésta se acompaña de síntomas físicos múltiples y variables, como de síntomas psíquicos, también preocupaciones por uno mismo o por sus allegados, así como presentimientos diversos. Los síntomas físicos más comunes que un niño o adolescente puede presentar, son vómitos, taquicardias, escalofríos, nerviosismo, sudoración, dolor de estómago y de cabeza, irritabilidad y trastorno del sueño. En niños, también puede producirse una pérdida de orine, y en los adolescentes, alopecia nerviosa, mareos, inapetencia y dificultades respiratorias. Los síntomas más comunes psíquicos, pueden ser, miedo desmedido ante determinadas circunstancias (ir a clase, quedarse sólo en casa, que los padres no vuelvan, montar en el ascensor, etc.), tener la sensación de que algo malo va a pasar y, sobre todo, temor a una muerte cercana. Los niños que viven esta última situación, pueden sentir indefensión, sobresalto, inquietud motora y dificultad de concentración. La ansiedad, es más frecuente en mujeres y está relacionado con un estrés crónico ambiental. Los principales factores de riesgo, para este tipo de patología son: antecedentes familiares de ansiedad y depresión, vivir situaciones estresantes, como el divorcio de los padres o la muerte de alguno de ellos, sobre todo de la madre, sobreprotección o exceso de exigencia por parte de los progenitores, vivir en un entorno desorganizado, violento o inestable, con frecuentes cambios de domicilio y de colegio, estar enfermos o sometidos a muchas y frecuentes pruebas médicas o tener un temperamento tímido e inhibido, con problemas para comunicarse y establecer relaciones sociales. En realidad la influencia mayor o menor de estas situaciones y la expresión psicopatológica de los niños va a depender, por una parte, de las características individuales de cada niño, del momento evolutivo en el que se encuentra en el momento en que se da la situación – crisis y, por supuesto del modo de reaccionar el contexto familiar ante esa situación conflictiva. Apuntaremos al diagnóstico precoz como paso indispensable para abordar correctamente la ansiedad, pero antes es importante que hagamos una precisión: ¨ una cosa es la ansiedad como trastorno psiquiátrico o como síntoma que acompaña a ciertas enfermedades (por ejemplo, la depresión) y otra bien distinta el miedo ante una 2
determinada situación y la ansiedad que éste puede conllevar; que se traduce en una respuesta fisiológica (el ritmo cardiaco se acelera, hay sudoración intensa, el vello se pone de punta, etc.). Se trata de una reacción que tiene un carácter protector del individuo y de la propia especie ¨. La ansiedad, se sitúa en el terreno de lo patológico y puede hacer mella en niños muy pequeños, alterando notablemente su ritmo de vida. La indefensión, el sobresalto, la inquietud motora y la dificultad de concentración son algunos de los síntomas que más se hacen notar en los niños, que lloran con facilidad y se vuelven más dependientes y volubles. Hay dos tipos de tratamientos para la ansiedad: los ansiolíticos y la psicoterapia. Los ansiolíticos más recomendados en este tipo de tratamientos, son la Benzodiazepina, los betabloqueantes y los antidepresivos (generalmente estos se utilizan cuando lo s anteriores fármacos se han mostrado insuficientes), para estos, se aconseja la imipramina, la clomipramina y los inhibidores selectivos de la recaptación de serotomina(ISRS).
Para los tratamientos de psicoterapia, lo que más utilidad y efectividad tiene, son las Técnicas de Modificación de Conducta, en concreto las Técnicas de relajación, las más utilizadas de éstas son:
A) Relajación progresiva de Jacobson. La relajación muscular profunda reduce la tensión física y es incompatible a la ansiedad. Se basa en principios fisiológicos ya que reduce la tensión, lo que es compatible con la ansiedad. Consiste en tensar diversos grupos musculares y, posteriormente, relajarlos a fin de aprender la diferencia entre estas dos sensaciones (tensión-relajación). Antes de comenzar la secuencia de tensión-relajación, se le pide al paciente que deje que sus ojos se vayan cerrando, y que se relaje. Después de 1 ó 2 minutos comienza la
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secuencia de ejercicios, para lo cual se sigue una guía estandarizada, (el terapeuta le va diciendo unas palabras al paciente). Después de aproximadamente 5 ó 7 segundos (prácticamente lo que duran las palabras del terapeuta, que va dándole instrucciones al paciente). A menudo el paciente coloca su mano sobre las piernas. Si esto ocurre, el terapeuta le recordará las instrucciones, suavemente, sin romper la situación de relajación. A continuación, repetirá el ciclo, sujetándole esta vez el brazo y dejándolo caer cuando diga: ¨ i suelta ! ¨. Si lo consigue, le indicará que eso es lo que tiene que hacer; si no lo consigue, el terapeuta tendrá que modelarlo. Una vez que el paciente ha ¨ soltado ¨ la tensión, el terapeuta continúa enfatizando ahora las nuevas sensaciones de relajación en contraste con las anteriores de tensión, (el terapeuta vuelve a tener unas palabras con el paciente). Después de 30-40 segundos de relajación, se repite de nuevo el ejercicio, y así hasta completar los ejercicios de los brazos. El resto del tiempo hasta aproximadamente 20 minutos que dura cada sesión de relajación, se dedica sólo a relajar. Para esto, se continúa repitiendo las instrucciones anteriores de relajación. También se puede intercalar con ellas algunas de relajación pasiva. En cada nueva sesión. El terapeuta procederá a relajar, en el mismo orden, pero esta vez sin tensar, los grupos musculares aprendidos en la sesión anterior y practicando en casa, añadiendo a esto los ejercicios de tensión-relajación correspondientes a la sesión. Es importante que el paciente aprenda a mantener relajados todos los músculos excepto el que está tensado.
Este aprendizaje de tensar sólo los
músculos que voluntariamente quiere, le ayudará a generalizar a la vida diaria, practicando en ella la relajación diferencial. Estas sesiones de relajación tienen lugar generalmente dos veces por semana, practicándose diariamente lo aprendido en ellas. Para la práctica en casa, es conveniente utilizar autorregistros donde el paciente anote la hora del día, el grado de relajación (escala de 0 a 10) antes y después de la práctica, y los problemas encontrados durante ella (interrupciones, no concentración, dormirse, etc.).
B) Entrenamiento autógeno de Shultz. Está basado en concentrarse en fórmulas verbales. Se basa en la hipnosis y sugiere al paciente sensaciones de pesadez y calor.
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Consiste en una serie de frases elaboradas con el fin de inducir en el sujeto estados de relajación a través de autosugestiones sobre: 1) sensaciones de pesadez y calor en sus extremidades; 2) regulación de los latidos de su corazón; 3) sensaciones de tranquilidad y confianza en sí mismo; y 4) concentración pasiva en su respiración. Al igual que con las otras técnicas, el sujeto ha de practicarla varias veces al día hasta que llegue a conseguir relajarse de forma automática, (ahora el terapeuta se dispone a dar una serie de instrucciones de relajación al paciente). El terapeuta repite el mismo tipo de instrucciones para la mano y brazo izquierdo, pie y piernas derecha e izquierda, volviendo después sobre todas las extremidades y pasando al abdomen. Este tipo de relajación es de los que utilizan más elementos de sugestión. Sin embargo, aunque es el terapeuta quien enseña y dirige al principio, será después el propio paciente quien lo interiorice y practique solo en casa. En esta técnica no se relajan grupos musculares, sino que exclusivamente se focalizar la atención en las extremidades para calentarlas, y en el abdomen para favorecer la respiración. Muchos autores han encontrado útil incorporar a sus técnicas de relajación algunas de las frases de calor y pesadez en las extremidades, así como la concentración en la respiración. También es recomendable usar el BIOFEEDBACK O Técnica de control emocional, ésta permite mediante el biofeedback sensorial exterior, la modificación y el control por parte del paciente de los componentes fisiológicos que acompañan a la ansiedad. Puede definirse como un procedimiento destinado a facilitar el control o la modificación de procesos fisiológicos internos, ordinariamente fuera del alcance del individuo, mediante instrumentos, monitores, generalmente eléctricos, que permiten disponer de información continua y precisa sobre el estado de la respuesta que se pretende modificar. Existen dos tipos básicos de técnicas de detección y registro: las técnicas no invasivas (p.ej, electrodos electromiográficos de superficie) y las técnicas invasivas (p.ej., electrodos electromiográficos de aguja). Asimismo se distinguen 2 tipos básicos de señales psicofisiológicas susceptibles de detección: la actividad bioelectrónica transducida y la actividad biológica física.
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Cualquier tratamiento mediante biofeedback debe incluir las siguientes fases: a) evaluación inicial del problema (análisis funcional); b) establecimiento de los objetivos terapéuticos; c) descripción y demostración al paciente; d) entrenamiento (percepción, control voluntario y autocontrol; e) generalización; f) finalización del tratamiento y evaluación final y g) seguimiento. En general se utiliza como complemento de un proceso terapéutico más amplio para controlar las variables fisiológicas que son relevantes en el trastorno psicopatológico (dolor, tensión muscular, hiperhidrosis, cefaleas, disfonías, etc.). La ansiedad tiende a la cronicidad, cuando menos a repetir sus síntomas con cierta periodicidad. Se recomienda mantener el tratamiento hasta el control de los síntomas. Sea cual sea el origen y manifestaciones de la ansiedad, se coincide en señalar la importancia del tratamiento temprano, cuyos beneficios pueden percibirse ya a los pocos días de iniciarse y con el que se lo gra un porcentaje muy alto de curaciones totales. Solas o combinadas, las terapias psicológicas y farmacológicas (tranquilizantes o antidepresivos) son la base del tratamiento, que incluye también el apoyo y asesoramiento a la familia del paciente. Como medida preventiva: ¨ El niño debe llevar una vida ordenada y hay que tratarlo como a una persona, sabiendo que sufre y que, a veces, no sabe expresar con palabras lo que siente, aunque sí con el cuerpo. También sería recomendable que se encontrara en casa co n el padre o la madre al volver del colegio ¨. .
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